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Sumario: I. La nueva doctrina negadora de la presunción de legitimidad. II. Algunas precisiones terminológicas. III. La
presunción de legitimidad como principio básico del sistema del Estado de Derecho. IV. La presunción de legitimidad del
acto administrativo se encuentra expresamente establecida en el Derecho positivo nacional.
En los últimos años se ha ido abriendo paso una posición doctrinal que
postula la inexistencia, en el Derecho nacional, de la presunción de legitimidad del
acto administrativo. Por cuanto es de nuestro conocimiento, lo han expresado por
escrito Augusto DURÁN MARTÍNEZ (1) y Mariano ARAMBERRI (2)(3), aunque ya
Mariano R. BRITO había anticipado, de alguna forma, el cuestionamiento del
concepto (4).
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(*) Profesor Adjunto de Derecho Público II (Derecho Administrativo) en la Facultad de Derecho de
la Universidad de la República.
(1) DURÁN MARTÍNEZ, Augusto, “La presunción de legitimidad del acto administrativo. Un
mito innecesario y pernicioso”, en Revista de Derecho, N° 2, Universidad Católica y Konrad
Adenauer Stiftung, Montevideo, 2007, págs. 1212-151.
(2) ARAMBERRI, Mariano, “La presunción de legitimidad del acto administrativo”, en Anuario
de Derecho Administrativo, FCU, Montevideo, 2007, Tomo XIV, págs. 11-20.
(3) A decir verdad, a quien le oímos expresar primero en forma fundada la afirmación de la
inexistencia en nuestro Derecho de la presunción de legitimidad del acto administrativo fue
al Dr. Nicolás Cendoya, integrante de la Sección Uruguay del Foro Mundial de Jóvenes
Administrativistas.
(4) BRITO, Mariano R, “Derecho público y derecho privado”, en su propia obra Derecho
Administrativo: su permanencia – contemporaneidad – prospectiva, Universidad de
Montevideo, Montevideo, 2004, págs. 273-283. Allí el Maestro (pág. 282) expresó: “”Los
avances del Derecho Público reclaman abrirse a la revisión de la teoría de los privilegios,
prerrogativas e inmunidades del poder. ¿Es posible ya, a esta altura de los tiempos,
sostener la presunción de legitimidad de la operación administrativa o la ejecutoriedad de
las decisiones y la coacción administrativa, en términos de regla de principio? Antes bien,
¿no será necesario el debido acotamiento para someter a la acción estatal a unas reglas
de derecho común de principio?”. No alcanza, sin embargo, a negar con carácter absoluto
la presunción, al postular que “la atención de los privilegios se halla en las instancias de
contralor jurisdiccional (…) a partir de una cuidada y limitadora regulación de la presunción
de legitimidad y su secuela, que más bien que general debe volverse restringida y
excepcional”.
La posición asumida por quienes sostienen esta posición no deja de ser
notable. Ella supone el cuestionamiento de un concepto de honda raigambre en
nuestra disciplina, al punto de que la mayoría de los autores lo mencionan en
forma prácticamente axiomática, sin profundizar en su justificación (como, con
acierto, destaca DURÁN MARTÍNEZ), como uno de los caracteres jurídicos del
acto administrativo (5). Sin embargo, algunos aspectos del abordaje metodológico
efectuado, y las conclusiones prácticas que se derivan de esta posición, nos
impulsan a brindar nuestra opinión, en aras de lo que, a nuestro entender, son las
auténticas naturaleza y funcionalidad de la presunción de legitimidad del acto
administrativo. En todo caso, debe recordarse, como lo ha hecho en alguna
ocasión Luciano PAREJO ALFONSO, que “la ciencia y su progreso, especialmente
cuando del Derecho se trata, se basan en un proceso, sostenido colectivamente,
de público contraste y depuración objetiva de opiniones y planteamientos, que
está sin duda por encima de las personas que lo alimentan y hacen posible” (6).
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(5) PRAT, Julio A, en Derecho Administrativo, Acali, Montevideo, 1978, Tomo III, Vol 2, pág.
148, quien enuncia como un carácter del acto a lo que llama “presunción de juridicidad”, y
ROTONDO TORNARÍA, Felipe, en Manual de Derecho Administrativo, Ediciones del Foro,
Montevideo, 2000, pág. 211 quien utiliza la expresión “presunción de legitimidad”. No hay
duda de que aluden al mismo concepto.
(6) PAREJO ALFONSO, Luciano, Administrar y juzgar: dos funciones constitucionales distintas
y complementarias, Tecnos, Madrid, 1993, págs. 11-12.
(7) Lo afirma con claridad DELPIAZZO, Carlos E., en Derecho administrativo uruguayo, Porrúa
y Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2005, pág. 153.
(8) DURÁN MARTÍNEZ, ob. cit., dedica la mayor parte de su trabajo (las páginas 129 a 144) a
analizar y criticar el pensamiento de Marienhoff sobre el tema, si bien cita también (para
apoyar su razonamiento) una abundante y variada doctrina. ARAMBERRI, ob. cit., págs. 11
a 14, también parte del análisis de la doctrina de Marienhoff.
Administración establecida en el inciso segundo del artículo 6° de la Ley N°
15.869 de 22 de junio de 1987 (por omitir pronunciarse ante los recursos adminis-
trativos), que tiene su funcionalidad precisamente en el curso del proceso
contencioso administrativo de anulación. Para DURÁN MARTÍNEZ, “lo más
insólito de todo es que cuando nuestro derecho positivo consagró una presunción
en esa materia fue de ilegitimidad, y esto es desconocido por el Tribunal de lo
Contencioso Administrativo”, el que, aún dándose las circunstancias allí previstas
“ha invocado la presunción de legitimidad del acto administrativo para rechazar la
demanda” (9). ARAMBERRI enfatiza esta crítica al sostener que la presunción de
legitimidad vulnera la posición de igualdad de las partes en el proceso contencioso
anulatorio, “favoreciendo a la parte fuerte de la litis (por disponer de elementos a
veces ignorados por su contraparte), al supraordenar la administración por sobre
el administrado” (10).
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(9) DURÁN MARTÍNEZ, ob. cit., pág. 147. ARAMBERRI, ob. cit., pág. 19, por su parte,
expresa: “La carga de la prueba sobre la ilegitimidad del acto se torna tan pesada que de
ser una presunción “juris tantum” opera como una “jure et de iure”. Prácticamente la única
forma segura con que cuenta el administrado de sobreponerse a la presunción que opera
en contra de su pretensión se configura en los supuestos en que la administración es
omisa en emitir pronunciamiento sobre los recursos administrativos interpuestos. En estos
casos, en cumplimiento de lo dispuesto por el art. 6 de la ley 15.869, la presunción de
legitimidad pierde imposición frente a la 'presunción simple a favor del administrado' que es
corolario legal de la omisión de la administración en el pronunciamiento sobre los recursos
administrativos”.
(10) ARAMBERRI, ob. cit., ibídem, quien enfatiza la crítica al sostener que la Administración
“ya gozó de otro de sus privilegios, representado por el necesario agotamiento de la vía
administrativa, y ha persistido en mantener el acto lesivo, aún a sabiendas de su poder-
deber de revocar los actos ilegales”. Esta afirmación es absolutamente prejuiciosa, ya que
se basa en la idea de que la Administración normalmente vulnera el ordenamiento jurídico
que tiene el deber de cumplir.
(11)REAL, Alberto R., “El Estado de Derecho”, en Estado de Derecho y humanismo
personalista, FCU, Montevideo, 1974, págs. 147 a 149, y 152-153.
(12) DURÁN MARTÍNEZ, ob. cit., pág. 140, con citas al pie (números 81, 82 y 83) que remiten
inequívocamente a la internalización y directa vigencia del Derecho comunitario europeo.
II – Algunas precisiones terminológicas.
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(13) DURÁN MARTÍNEZ, ob. cit., págs. 123-124.
(14) PRAT, Julio A., De la desviación de poder, publicación de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad de la República, Montevideo, 1957, pág.25; Derecho
Administrativo cit., véase nota 6.
(15) PRAT, Julio A., “El significado del principio de legalidad en la Administración moderna”, en
Revista Uruguaya de Estudios Administrativos, Año VI, N° 1, enero-junio de 1980, págs. 73
a 82.
(16) SAYAGUÉS LASO, Enrique, Tratado de Derecho Administrativo, Montevideo, 1974, Tomo
I, págs. 486 y 490.
(17) Sentencia N° 190 de 29 de julio de 2005, en Anuario de Derecho Administrativo, FCU,
Montevideo, 2007, Tomo XIV, pág. 148, caso N° 107.
(18)Véase, a modo de ejemplo, CASSAGNE, Juan Carlos, El acto administrativo, Abeledo-
Perrot, Buenos Aires, 1981, págs. 326-331.
sinónimos los términos presunción de regularidad del acto, de legalidad, de validez
o de juridicidad (19). CANASI, sólo dos años después de la sanción de la ley
argentina, también considera que es equivalente a presunción de validez (20).
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(23) Dejamos fuera del planteo la cuestión del llamado “acto inexistente”. En nuestra
opinión, alude a determinadas manifestaciones de voluntad de la Administración que ni
aún en apariencia pueden considerarse como ejercicio de la competencia orgánica. Si
hubiera apariencia de acto (manifestación externa de un órgano presuntamente
competente), pero el mismo estuviera afectado por una irregularidad, estaríamos ante
un caso de nulidades. CASSAGNE, ob. cit., págs. 260-263, efectúa una aguda crítica,
que compartimos. Concluye en que “la teoría debe ser (…) desterrada del derecho
administrativo”. SAYAGUÉS LASO, ob. cit., Tomo I, pág. 506, nota 1, proporciona un
ejemplo de un acto emanado por un órgano a todas luces incompetente, lo que “vicia el
acto de inexistencia”.
(24) PRAT. ob. cit., Tomo III, Vol 2, págs. 147-148.
(25) RIVERO, Jean, y WALINE, Jean, Droit Administratif, Dalloz, Paris, 1996, pág. 92.
(26) Véase PRAT, ob. cit., Montevideo, 1980, Tomo II, pág. 56.
normas de competencia a la Administración, y la defensa de las situaciones
jurídicas subjetivas eventualmente afectadas por la actuación administrativa. Sin
embargo, entendemos que no es por un simple tradicionalismo irreflexivo que el
principio ha sido sostenidamente reiterado en el tiempo, y que se encuentra
firmemente consolidado en la jurisprudencia de nuestro Tribunal de lo Contencioso
Administrativo. Lo que se pretende por parte de quienes postulan la tesis negativa
supone una revisión del conjunto de la estructura de un sistema jurídico que, como
el nuestro, es un vástago de los sistemas continentales europeos, en los que
surgió, se consolidó y se desarrolló con carácter inicialmente excepcional -y luego
como un régimen normal- el régime administratif, sin el cual, sencillamente, no
existiría el Derecho Administrativo.
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(27) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, Hacia una nueva justicia administrativa, Civitas,
Madrid, 1989, págs. 89-90. La obra que glosa es “The Structure of Scientific Revolutions”
de Thomas S. Kuhn. El Derecho es una ciencia social de naturaleza cultural, y en su
configuración como tal nunca se reconocerán suficientemente –pensamos- los aportes del
positivismo normativista en el plano de la lógica jurídica formal, fundamentalmente los de la
Escuela de Viena, pese a sus falencias básicas -intencionadas- en el plano axiológico.
(28) DURÁN MARTÍNEZ, ob. cit., pág. 135, citando a su vez a HUTCHINSON, Tomás, “Breves
reflexiones acerca de la legitimidad del acto administrativo”, en AA.VV., Acto Administrativo
y reglamento, RAP, Buenos Aires, 2002, pág. 150.
N° 19.549, no basa en éste la existencia de la presunción, sino en razones de
principio. No resistimos la tentación de reproducir, pese a su relativa extensión,
dos pasajes de este autor:
“En una forma amplia se ha sostenido (Fiorini) que todos los actos de
derecho público gozan de esa especial presunción de validez jurídica inmediata,
de suerte que toda ley se considera constitucional, toda sentencia se reputa
válida, y todo acto de la administración pública se tiene por legal. Esa presunción
de legitimidad, sin embargo, nunca deja de ser tal, de manera que la misma cae
cuando, por los medios y procedimientos legales correspondientes, la ley se
reconoce inconstitucional, la sentencia es revocada o modificada, y el acto
administrativo se declara ilegal.” (…) “Sin la presunción de legitimidad toda la
actividad administrativa, por lo común legítima, podría verse cuestionada, lo que
llevaría a una perniciosa paralización del accionar administrativo, impidiéndose de
ese modo la satisfacción directa e inmediata de las necesidades colectivas y el
logro de los fines del Estado, que es el objeto propio del actuar de la
administración pública. Es igualmente ese interés público el que ha permitido
establecer un sistema que declara presuntamente legítimos los actos
administrativos, y que al mismo tiempo arbitra los medios para que pueda llegarse
a demostrar objetivamente su ilegitimidad, con lo que quedan salvaguardados los
derechos subjetivos y el interés legítimo de los administrados, cuya defensa y
sostenimiento no es posible dejar de lado” (29).
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(29) ESCOLA, Héctor, El interés público como fundamento del derecho administrativo, Depalma,
Buenos Aires, 1989, págs. 150-151.
(30) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La Constitución como norma y el Tribunal constitucional,
Civitas, Madrid, 1982, pág. 47.
y ésta es una novedad formidable en la historia del Derecho, una Administración
legalizada, organizada desde la Ley y cuya función es servir los intereses
generales, pero dentro de los ámbitos que la Ley de una manera previa le reserva”
(31).
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(31) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, Hacia una nueva justicia administrativa cit., págs. 35-
36.
(32) REAL, Alberto R., “El Estado de Derecho”, en Estado de Derecho y humanismo
personalista cit., pág. 107.
(33) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La Constitución como norma y el Tribunal
Constitucional cit., pág. 49.
(34) Cuando no en la Constitución, manifestación primaria de la Nación soberana.
(35) ROUSSEAU, J. J., El contrato social, EDAF, Madrid, 1979, pág. 94 (Libro III, Cap. XV).
El concepto de interés general o de interés público es el resultado de la
concepción democrática del origen del Poder Público, como reacción consciente
contra la idea de la razón de Estado, y sólo puede entenderse en su adecuada
significación si se lo funcionaliza complementándolo con los conceptos de
limitación de ese Poder (principio de legalidad en sentido estricto) (36), de control (o
controles), y de responsabilidades.
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(36) REAL, Alberto Ramón, “Principio de legalidad y validez del acto administrativo en el
Estado de Derecho”, en Revista Uruguaya de Estudios Administrativos, Año II, N° 2, julio-
diciembre de 1978, págs. 59 a 65.
(37) SÁNCHEZ MORÓN, Miguel, Discrecionalidad administrativa y control judicial, Tecnos,
Madrid, 1995, pág. 97.
el caso del Estado, que por intermedio del órgano legislativo puede extender sus
actividades y poderes, e incluso crear nuevas actividades públicas. Pero al hacerlo
se limita a ejercer potestades que le atribuyó el constituyente y dentro de los
límites establecidos por éste, o sea que en definitiva actúa en base a textos
expresos” (38).
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(38) SAYAGUÉS LASO, Enrique, ob. cit., Tomo I, pág. 191.
(39) CAJARVILLE, Juan Pablo, “Delegación de abribuciones”, en Dos estudios de Derecho
Administrativo, Montevideo, 1988, pág. 21, con cita de CASSINELLI en nota 52 al pie.
(40) RECASÉNS SICHES, Luis, Introducción al estudio del Derecho, Porrúa, México, 1970,
pág. 29. Las cursivas, en el original.
(41) Aunque BANDEIRA DE MELLO, ob. cit., pág. 21, dice que más bien debe llamárseles
“deberes-poderes”, pues se ejercen en ejercicio de función, y en forma instrumental, en
interés ajeno (los intereses públicos, o sea, los de la comunidad).
extralegales, incluso en normas cuya emanación es obra de la propia
Administración, los Reglamentos (autohabilitación)” (42).
La Ley (en este caso, el Código de Procedimiento Civil) estableció que “los
despachos o títulos expedidos por el Gobierno y sus Agentes” (52) harían plena
prueba, con carácter de presunción relativa, es decir, sin perjuicio de demostrarse
a posteriori la existencia de lo que hoy denominaríamos vicios invalidantes, ya sea
de forma o de fondo. Así se entendía ya en la época en que escribió GALLINAL.
“Racionalmente hablando, el valor probatorio del acto público reposa sobre una
doble suposición: 1ª que el acto, el cual constituye la prueba, sea realmente
obra genuina de la persona capaz de instrumentar que firma; 2ª que la
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(48) Omitimos la frase final, que refiere a “los librados por las autoridades eclesiásticas”, pues
desde la entrada en vigencia del artículo 5º de la Constitución de 1918 el Estado no
sostiene religión alguna, por lo que debe entenderse derogada la referencia original de la
ley por oposición superviniente con el texto constitucional. También omite esta referencia
COUTURE, Eduardo J. en su Vocabulario Jurídico, De Palma, Buenos Aires, 1976, pág.
342, entrada “Plena prueba”.
(49) GALLINAL, Rafael, Estudios sobre el Código de Procedimiento Civil, Casa A. Barreiro y
Ramos S.A., 2ª edición, Montevideo, 1928.
(50) GALLINAL, Rafael, ob. cit., Nº 700.
(51) GALLINAL, Rafael, ob. cit., Nº 701. Se refiere al artículo 350 del Código de Procedimiento
Civil: “Los instrumentos públicos y testimonios sacados de ellos en la forma prescripta por
el artículo 1554 del Código Civil, hacen plena prueba según lo mandado en los artículos
1536, 1541, 1552 y 1553 del mismo Código.” Las remisiones al Código Civil corresponden
al articulado de la edición príncipe, y se trata, sin variación en los textos, de los actuales
artículos 1593, 1575, 1580, 1591 y 1592, respectivamente.
(52) Agente, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española es, en su primera
acepción, “Que obra o tiene virtud de obrar”, y en su tercera acepción, “Persona o cosa
que produce un efecto” (www.rae.es/rae.html, sitio visitado el 30 de enero de 2009;
avance de la 23ª edición). En el contexto de los artículos 350 y 351 del Código de
Procedimiento Civil (recordemos las reglas generales de hermenéutica de los artículos 18
y 20 del Código Civil), son –entendemos- referencia inequívoca a órganos del Estado
actuando en ejercicio de su competencia.
atestiguación de esta persona, en el ejercicio de sus funciones, sea verdadera, es
decir, conforme a la verdad. Ahora bien, estas dos hipótesis no son, por sí mismas,
absolutamente ciertas. Pero interviene el legislador positivo, disponiendo que el
acto público hace plena fe, y por lo tanto, la atestación de la persona, capaz de
instrumentar, emergente del acto, constituye una prueba legal, plena, una probatio
probata; y su valor preventivamente determinado por la ley, es absoluto: un solo
medio es excepcionalmente acordado para impugnarlo, la querella de falsedad, la
cual oportunamente estudiaremos. El valor legal probatorio del acto público nace,
pues, de una doble prerrogativa, que la ley atribuye a la persona capaz de
instrumentar: 1º tal firma es legalmente conocida, y por lo tanto no hay necesidad
de que sea reconocida o verificada; 2ª además, la misma constituye una prueba
cierta de las convenciones y de los hechos que el autorizante declara haber
pasado en su presencia, siendo ella por sí legalmente. (…) Ni los terceros, ni las
partes, pueden dar un desmentido a la persona a la que la ley ha investido de su
confianza; y si esta persona, hasta que se le haya probado, por el medio que la ley
autoriza, que ha cometido falsedad, es reputada haber dicho la verdad, es
evidente, que es absolutamente y para todo el mundo que ella ha dicho la verdad”
(los destaques en cursiva, en el original) (53). En nota a pie de página -3-
GALLINAL efectúa una cita textual de DEMOLOMBE: “Después de haber dicho la
ley que el acto auténtico es aquel que ha sido recibido por un oficial público,
dispone que el acto auténtico hace plena fe, decretando así virtualmente la
presunción que el acto que lleve los signos exteriores de la autenticidad, debe ser
considerado como auténtico. Presunción, por otra parte, muy conforme a la
etimología de la palabra auténtico, que significa un acto cuyo autor es cierto”.
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(53) GALLINAL, Rafael, ob. cit., Nº 643.
(54) COUTURE, Eduardo J., Vocabulario Jurídico, De Palma, Buenos Aires, 1976, pág. 458.
(55) COUTURE, Eduardo J., ob. cit., pág. 458.
(56) COUTURE, Eduardo J. ob. cit., pág. 285.
(57) COUTURE, Eduardo J. ob. cit., pág. 493.
De aquí, del análisis de las disposiciones citadas del Código de
Procedimiento Civil (aplicable en forma primaria a los procesos contencioso-
administrativos de anulación que se sustancian ante el Tribunal de lo Contencioso
Administrativo, en razón de lo dispuesto por el artículo 104 del Decreto-Ley Nº
15.124 y el artículo 545, literal c) del Código General del Proceso), y de aquéllas
del Código Civil a las que se remite, surge con claridad, a nuestro entender, que
los actos administrativos, emitidos por órganos competentes (o aparentemente
competentes, según criterios de razonabilidad y prudencia media) gozan de la
presunción de su conformidad a Derecho.
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(58) Instrumento, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española cit., es, según
con su sexta acepción (referida al Derecho), “Escritura, papel o documento con que se
justifica o prueba algo”.
anulación (59).
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(59) “La parte que impugna de falsedad material o ideológica un documento público o privado
presentado por su adversario especificará en su escrito (…) cuáles son los motivos de su
impugnación”.
(60) MARTINS, Daniel H., Introducción al Derecho Administrativo, Montevideo, F.C.U.,
Montevideo, 1982, pág. 108.
(61) DE LAUBADÈRE, André, Manual de Derecho Administrativo, Temis, Bogotá, 1984, pág.
38.
(62) Despacho, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española cit., significa, en
su séptima acepción, “Expediente, resolución, determinación”.
4º) La presunción de legitimidad es el resultado de exigencias de
funcionalidad del sistema jurídico del Estado de Derecho, y se instrumentaliza a
través de la asignación de competencias, por parte de la Constitución o de las
leyes, a los órganos públicos que expresan la voluntad de las personas jurídicas
estatales;
5º) Como tal, es un principio estructurante de esta clase de sistemas
jurídicos, y adquiere por lo mismo la calidad de carácter primario de los actos
administrativos, de los que se derivan los demás caracteres jurídicos de los
mismos (estabilidad, ejecutividad, impugnabilidad, y cuando corresponda,
ejecutoriedad);
6º) En tanto principio estructurante del Estado de Derecho, las
consecuencias de las acciones ejercidas en su aplicación están, -deben estar-, por
razones de principio connaturales al sistema, sujetas a regímenes de controles y
de responsabilidades (63) (64), lo que no sólo no obsta, sino que impone, aún
moralmente, la necesidad de la crítica científica para el perfeccionamiento del
sistema.
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(63) REAL, Alberto R., en “El Estado de Derecho” cit., pág. 150, menciona como una de las
características del Estado de Derecho uruguayo la existencia de regímenes de garantías
para prevenir y reprimir todo desborde de la autoridad de sus cauces institucionales en
desmedro de la libertad.
(64) DÍAZ, Elías, al enunciar los que considera los cuatro caracteres generales y necesarios
del Estado de Derecho, refiere en tercer término a la Fiscalización de la Administración:
“actuación según ley en todos los órdenes y niveles de ella (poder ejecutivo), así como
consecuente y eficaz control por los competentes órganos constitucionales y
jurisdiccionales. Interdicción de la arbitrariedad y respecto estricto, pues, al principio de
legalidad y a sus implicaciones por todos los funcionarios y servidores del Estado.” La cita
es de su artículo “Estado de Derecho”, en Filosofía Política II. Teoría del Estado,
Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, Editorial Trotta – Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Madrid, 2004, pág. 66.