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El estudio de los signos.

Peirce y Saussure

Alejandra Vítale
Vítale, Alejandra
El estudio de los signos : Peirce y Saussure.- Ia. ed. 4° reimp.-
Buenos Aires : Eudeba, 2004.
112 p. ¡ 21x14 cm. - (Materiales de cátedra, CBC)
1SBN 950-23-1234-1
I. Título. - 1. Semiótica
CDD 401.41

Eudeba
Universidad de Buenos Aires

l3 edición: marzo de 2002


ls edición, 4a reimpresión-, marzo de 2004

© 2002
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
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Tel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202
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ISBN 950-23-1234-1
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índice

r-

Presentación........................................................................................... 7

Capítulo I. La semiótica de Peirce.................................................... 9


1.1 El signo..................................................................................... 10
1.2 Las ramas de la semiótica..................................................... 26
1.3 Las categorías......................................................................... 26
1.4 Tipos de signos...................................................................... 29
1.5 Conocimiento de la realidad y tipos de inferencia........... 51
1.6 Peirce y el post-estructuralismo.......................................... 57

Capítulo II. La fundación saussureana............................................ 61


11.1 El signo lingüístico................................................................ 62
11.2 La lengua y el habla................................. 70
11.3 Inmutabilidad y mutabilidad del signo.............................77
11.4 El valor................................................................................... 80
11.5 Sincronía y diacronía............................................................. 89
II. 6 Relaciones sintagmáticas y relaciones asociativas......... 92
11.7 Lengua, pensamiento, percepción y realidad.................. 97
11.8 La lengua como interpretante de todo sistema
semiológico........................... 98
11.9 Saussure y el estructuralismo........................................... 102
11.10 ¿Uno o dos Saussure?........................................................ 103

A MODO DE CONCLUSIÓN ................................................................................................... 107

Bibliografía....................................................................................... 109
Presentación

Esfce libro se inserta en el marco de nuestra tarea docente


desempeñada en la cátedra de Semiología (cuya Profesora Titular
es Elvira Arnoux) del Ciclo Básico Común, de la Universidad de
Buenos Aires. Tiene, por lo tanto, como destinatarios privilegiados
a los alumnos que cursan esta materia, pero aspira también a des­
pertar el interés de aquellos que, vinculados con las denominadas
ciencias humanas o sociales, no han tenido la oportunidad de acer­
carse al pensamiento de quienes, en la modernidad, han sentado
las bases pira el estudio de los signos: Charles Sanders Peirce y
Fetdinand de Saussure.
Peirce (1839-1914) y Saussure (1857-1913) trabajaron simul­
táneamente sin entablar contacto entre ellos, pero compartieron
el mismo contexto signado por la hegemonía del paradigma posi­
tivista en las ciencias del momento. En tanto filósofo, lógico y
epistemóiogo, Peirce dialogó con la filosofía (se colocó del lado
de Duns Escoto contra los nominalistas,1 *3 se opuso a la noción de
evidencia de Descartes y partió de Kant para su teoría de las

1. Duns Escoto fue un filósofo medieval representante del -realismo, paira el


que ios universales, amo "la dureza", existían en las cosas mismas; para los
nominalistas, en cambio, los universales eran puras convenciones que no
respondían a hechos reales.

7
Alejandra Vítale

categorías), pero también con la matemática y la física, de las que


tenía gran conocimiento, Qmiu lingüista, Saussure se situó frente
a la empresa de la lingüística comparativa y la psicología
asociacioilista de los neogramaücos 23A diferencia de Peirce, su
teoría de los signos « ;mo veremos- fue en gran medida influida
por la sociología de Durkheim (1858-1917).
La teoría de Peirce no despertó el reconocimiento de sus pa­
res (murió en h pobreza y desconocido), mientras que la de Saussure
no alcanzó durante su vida el éxito que luego tendría; la obra
sobre los signos de ambos, por otra parte, fue publicada en forma
postuma. Hoy, sin embargo, Peirce y Saussure son una referencia
indispensable para los estudios semióticos y/o semiológicos? sus
textos son considerados fundadores de tradiciones discursivas que
siguen siendo una y otra vez repetidas, reformuladas, refutadas,
pero nunca ignoradas.

2. La lingüística comparativa consistía esencialmente en un estudio compara­


do del origen y evolución de las lenguas emparentadas en una familia
común. Los neugramúticos, por su parte, concibieron la relación entre len­
gua y pensamiento como una mera asociación de una palabra con una ¡dea
de existencia autónoma.
3. Peirce utiliza el término “semiótica"; Saussure, “semiología". En la actuali­
dad, son a veres usados como equivalentes pero la mayoría de las veces
remiten, respectivamente, a las propuestas teóricas de Peirce o a las de Saussure.

8
Capítulo I. La semiótica de Peirce

Charles Sanders Peirce elaboró una extensa obra de carácter


fragmentario (reunida en los Cailected Papers? en la que siempre
buscó construir y fundamentar una teoría de los signos como el
marco para una teoría del conocimiento. La semiótica de Peirce
tiene una perspectiva filosófica pues constituye una teoría de la
realidad y del conocimiento que podemos tener de ella por el
medio exclusivo del que disponemos’ los signos. El único pensa- ■
miento que puede conocerse -sostiene Peirce—es pensamiento
en los signos, y como un pensamiento que no pueda conocerse
no existe, todo pensamiento debe existir necesariamente en los
signos. Dicho de otro modo, no podemos pensar sin signos.
Para Peirce la semiótica es equiparable a la lógica; por ello
afirma?

4 Ixi? primeras seis volúmenes de los Gollected Papers fueron publicadas


par la Harvard Universay Press entre 1931 y 1935, bajo la dirección de
Charles l iartshome y Paúl MEéiss. En 1958 se publicaron tos siguientes dos
volúmenes, bajo la dirección de Arthur Burles. Peirce intercambió durante
nueve años grao cantidad de cartas con lady 'Jfelby, en las que comentaron
sus respectivas teorías sobre los signos y criticaron conjuntamente la obra de
bertrand RusseB Principia Matbematica. Esa. correspancterroa fite publicada
completa en 1977 bajo el titulo Semíoiíc arul S^gnifics. 72?e Ccmapcwctoree
Between Charles S. Peirce andlady Atiówíl odiaría Universíty Press).
5. Aristóteles los estoicos, los epicúreos y los escépticos también considera­
ron a la semiótica como otro nombre de la lógica.

9
Alejandra Vítale

“La lógica, en su sentido general, es, como creo haberlo demos­


trado, otro nombre-de la semiótica (crqp.£iü)TiKt]), la doctrina cua~
si-necesaria, o formal, .de I»s signos".6

La semiótica entendida como otro nombre de la lógica tiene


por objeto de estudio a la semiosis, palabra que Peirce toma, del
filósofo epicúreo Filodemo, para el que ella es una inferencia a
partir de signos. La semiosis, el instrumento de conocimiento de la
realidad, es siempre para Peirce un proceso triádico de inferencia
mediante el cual a un signo (llamado representamen) se le atribu­
ye un objeto a partir de otro signo (llamado interpretante) que
remite al mismo objeto.7 Si alguien ve en la puerta de un negocio
la imagen de una cruz color verde (representamen), por ejemplo,
comprende que allí hay una farmacia (objeto) a partir de un pro­
ceso semiótico de inferencia que consiste en que el primer signo
(representamen) despierta en su mente otro signo, como la pala­
bra “farmacia” (interpretante), que lo-lleva a conectar el primer
signo (representamen) con el objeto farmacia. Como se despren­
de de este ejemplo, la semiosis es una experiencia que hace cada
uno en todo momento de la vida, mientras que la semiótica cons­
tituye la teoría de esa experiencia, cuyos componentes formales
son el represen lamen, el objeto y el interpretante.

1.1 El signo

El signo en Peirce recibe el nombre técnico de representamen.


El representamen es una “cualidad material” (una secuencia de
letras o de sonidos, una forma, un color, un olor, etc.)8 que está en

6. Ver Peirce (1986: 21).


7. Aunque la inferencia casi siempre sea consciente, la teoría de la inferen­
cia semiótica de Peirce es una teoría lógica y no psicológica.
8. Magariños de Morentín (1983: 84) sostiene que "el término ‘representamen’
(...) indica la existencia de la forma perceptual en que el signo consiste (próximo,
por lo tanto, al 'significante’ saussuriano)”.

10
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

el lugar de otra cosa, su objeto, de modo que despierta en la


mente de alguien un signo equivalente o más desarrollado ai que
se denomina interpretante, que aclara lo que significa el
representameny que a su vez representa al mismo objeto. En un
diccionario, por ejemplo, la secuencia de letras “perro” (la palabra
cuyo significado se busca) constituye un representamen que está
en el lugar de un objeto al que representa (provisoriamente pen­
semos en los perros de la realidad), y la definición que la acompa­
ña, constituida a su vez por signos -otras secuencias de letras—,
funciona como el interpretante que establece el significado del
representamen. La señal caminera conformada por un círculo rojo
con una línea blanca horizontal colocada en la esquina de una
calle es otro representamen que representa un objeto, en este
caso el hecho de que allí cambia la dirección de los vehículos,
cuyo interpretante es otro signo, como el de la lengua española
“dirección prohibida”.

Peirce mismo define al signo del siguiente modo:

“Un signo o representamen, es algo qué, para alguien, repre­


senta o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige
a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo
equivalente, o, tal vez, un signo más desarrollado. Este signo
creado es lo que yo llamo el interpretante del primer signo. El
signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese
objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a
una suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento del
representamen. ‘Idea’ debe entenderse aquí en cierto sentido
platónico, muy familiar en el habla cotidiana; quiero decir, en
el mismo sentido en. que decimos que un hombre capta la
idea de otro hombre, en que decimos que cuando un hombre
recuerda lo que estaba pensando anteriormente, recuerda la
misma idea, y en que, cuando el hombre continúa pensando
en algo, aun cuando sea por un décimo de segundo, en la
medida en que el pensamiento concuerda consigo mismo du­
rante ese lapso, o sea, continúa teniendo un contenido similar,

11
Alejandra Vítale

es 'la misma idea’, y no es, en cada instante del intervalo, una


idea nueva”.9

Esta definición implica que existen tres condiciones para que


algo sea un signo:

1. Condición necesaria pero no suficiente: el signo debe tener


cualidades que sirvan para distinguirlo, por ejemplo una pala­
bra debe tener un sonido particular diferente del sonido de
, otra palabra. Pero no basta percibir un sonido para reconocer­
lo como signo.
2. Segunda condición necesaria pero no suficiente: el signo debe
tener un objeto, aunque la relación del representamen con el
objeto no basta para hacer de uno el signo de otro. Para ello
es necesario un interpretante.
3. Tercera condición necesaria y suficiente: la relación semiótica
debe ser triádica, comportar un representamen que debe ser
reconocido como el signo de un objeto a través de un
interpretante.10

REPRESENTAMEN

OBJETO INTERPRETANTE

A continuación, comentaremos la definición del signo dada


por Peirce precisando las nociones de interpretante, objeto y
fundamento.

9. Ver Peirce (19S6.-.22).


10. Ver Deíadalle (1996: 137).

12
El estudio de ios signos. Peirce y Saussure .

Ll.l El interpretante

Sobre el interpretante, Eco (1986: 85; 2000: 116)n aclara que


es otro signo, o sea otra representación, que se refiere al mismo
objeto que el representamen y que puede asumir diversas formas:

Un signo equivalente de otro sistema semiótico.' Por ejemplo,


el interpretante de la palabra “perro”, puede ser el dibujo de
un perro, es decir un signo de otro sistema semiótico respec- -
lo del lenguaje verbal al que pertenece dicha palabra.
El dedo índice que apunta a un objeto, aunque se sobreen­
tiende que se trata de “todos los objetos como éste”. En el
caso de la palabra “perro” en tanto representamen, el
interpretante puede ser entonces el dedo índice que apunta
hacia un perro.
Una definición ingenua o científica formulada en el mismo siste­
ma de comunicación, en la misma lengua que en la que es cons­
truido el representamen. Por ejemplo, para el representamen
“sal” el interpretante puede ser “cloruro de sodio”.
-.... La ..traducción ,deL término.^...otra..lengua. Por. ejemplo,...el__
interpretante de la palabra del español “perro” puede ser la
palabra del inglés “dog”. Peirce mismo se refiere a esta posi­
bilidad cuando sostiene que “si buscamos la palabra ‘homme’’
en un diccionario francés-inglés, veremos frente a la palabra
'homme’ la palabra 'man’ que representa ‘homme’ como re­
presentando la misma criatura bípeda que ‘man.’ mismo
representa”.1112 En este caso, la palabra del'inglés “man” funcio­
na como el interpretante de la palabra del francés “homme”.
La traducción del término a otro de la misma lengua mediante
un sinónimo. Por ejemplo, “remedio” para "medicamento”.

11. El año consignado en todas las remisiones bibliográficas es el de las


ediciones consultadas. El año de las ediciones originales se aclara en la
bibliografía.
12. Citado en Deladaile (1996: 12®.

13
Alejandra Vítale

Una asociación emotiva con un valor fijo. Por ejemplo, el


interpretantqjde la palabra “perro" puede ser “fidelidad”.

En verdad, en. todos los ejemplos anteriores podemos pensar


la interpretación de un-signo, como la entiende Peirce: la traduc­
ción de un signo en otro signo, el interpretante, qué se correspon­
de con el significado del primer signo. De allí que conciba al signi­
ficado de un signo como “el signo al que éste debe traducirse” y
afirme que el significado “es, en su acepción primaria, la traduc­
ción de un signo a otro sistema de signos”?^
Hasta aquí hemos tratado al interpretante sin considerar en él
diversos tipos, pero siguiendo a Peirce se pueden distinguir tres
interpretantes de un signo: el interpretante inmediato, el
interpretante dinámico y el interpretante final.

■ a; El interpretante inmediata

El interpretante inmediato es el interpretante pensado como


el concepto o significado que comporta todo signo independien­
temente de su contexto y de las circunstancias de su enuncia­
ción?4 De allí que Peirce sostenga:

"Mi Interpretante Inmediato es, en mi opinión, un concepto (...)


Podría describir mi Interpretación Inmediata como parte del efecto
del Signo que basta para que una persona pueda decir si el
Signo es o no es aplicable a algo que esa persona conozca
suficientemente (...) Mí Interpretante Inmediato está implícito en
el hecho de que cada Signo debe tener su Interpretabilidad pe­
culiar antes de obtener un Intérprete (...) El Interpretante Inme­
diato es una abstracción: consiste en una Posibilidad”?513 *15

13- Citado en Eco (1981: 48). Jakobson (1985), por su parte, se basa en
Peirce en sus reflexiones lingüísticas sobre la traducción.
14. Ver Savan. (1980: 19)-
15- Ver Peirce (1986: 109-110).

14
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

El interpretante inmediato en tanto concepto permite relacio­


nar un signo con un objeto sin considerar una situación comunicativa
concreta en la que dicho signo aparezca, por ello Peirce afirma que
se trata de una abstracción y de una posibilidad. El interpretante
inmediato de la palabra “fuego”, por ejemplo, es la parte del signi­
ficado que se mantiene más allá de que sea dicha en un grito ante
un incendio o en un pedido para encender un cigarrillo.

b. EJ interpretante dinámica

Se trata del efecto particular que un signo provoca en la men­


te de un intérprete en una situación concreta de enunciación, en
un contexto determinado de utilización. Por ello Peirce sostiene:

“Mi Interpretante Dinámico consiste en el efecto directo real­


mente • producido por un Signo en su Intérprete (...) Mi
Interpretante Dinámico es aquel que es experimentado en cada
acto de interpretación, y en cada uno de éstos es diferente de
cualquier otro (...) El Interpretante Dinámico es un evento sin­
gular y real”?6

El interpretante dinámico es un efecto particular produci­


do por el signo en un “aquí y ahora” que lo vuelve un aconte­
cimiento singular y real, frente a la abstracción y la posibilidad
que atañen al interpretante inmediato. Este efecto singular pro­
vocado por el signo en un acto de comunicación específico
puede ser de naturaleza diversa: un sentimiento o una emo­
ción, una acción, una idea o un pensamiento, incluso un razo­
namiento, etc. De esta manera, el interpretante dinámico de la
palabra “fuego” gritada ante un incendio, por ejemplo, puede
ser tanto sentir terror, salir corriendo o pensar en llamar a los
bomberos.16

16. Ver Peirce (1986: 109).

15
Alejandra Vita! e

c. EJ interpretante fina!

Como afirma D.eladalle (1996), este interpretante presupone


a los otros dos tipos de interpretantes .(inmediato y dinámico). El
interpretante final (también llamado "normal”) es el interpretante
pensado como unhábito que hace posible la interpretación recu­
rrente y estable de un signo. Por un lado, se trata del hábito que
consiste en atribuir a un representamen un objeto y, por otra pane,
del interpretante que despierta la unanimidad de los eruditos en un
campo del conocimiento?7 El interpretante “ser humano adulto fe­
menino” para el representamen “mujer”, por ejemplo, es final por­
que es un interpretante habitual y recurrente que atribuye de modo
estable a dicho representamen un objeto. El interpretante “H2O”
para el representamen “agua” es asimismo un interpretante final,
pues concita el consenso entre los expertos.
La siguiente definición dada por Peirce del interpretante final
destaca las consideraciones anteriores, es decir, que el interpretante
final permite que ante un signo “cualquier mente” llegue a un
“único resultado interpretativo”:

“Mi Interpretante Final sería (...) el efecto que el Signo produci­


ría sobre cualquier mente sobre la cual las circunstancias permi­
tirían que pudiera ejercer su efecto pleno. Es el único resultado
interpretativo al que cada intérprete está destinado a llegar si el
'' signo es suficientemente considerado”?6

Citando a Peirce, Eco (1981: 63) especifica que un hábito es


“una tendencia a actuar de manera similar en circunstancias futu­
ras similares” y que “el interpretante final de un signo es este
hábito como resultado”. Por ello, el interpretante final es también
la regularidad en la disposición a actuar en el mundo y a intervenir
en las cosas que un signo despierta en su intérprete. El interpretante17
18

17. Seguimos aquí a Deladalle (1996: 103).


18. Ver Peirce (1986: 110).

16
E! estudio de ios signos. Peirce y Saussure

final del signo conformado por la luz roja del semáforo, entonces,
será el hábito de detenerse.
El interpretante inmediato (el interpretante pensado como
concepto), el interpretante dinámico (el interpretante pensado
como efecto real en el intérprete) y el interpretante final (el
interpretante pensado como hábito) son distinguidos por Peirce
desde un punto de vista teórico, pero son tres instancias de la
interpretación de un signo que funcionan simultáneamente en un
acto de semiosis.

OBJETO

l.l.l.l El principio del pragmatismo

En un primer momento, Peirce utilizó el término


“pragmatismo” para referirse a su principio según el cual la creen­
cia en la verdad de un concepto determina hábitos de conducta.
La adopción de esta palabra por pane del filósofo Wiliiam James
para calificar una propuesta filosófica con elementos opuestos a
“la sana lógica” según Peirce, hizo que la sustituyera por
“pragmat.icismo”. Sobre el principio del pragmatismo o
pragmaticismo, sostiene-.

“Dado que empleé la palabra Pragmaticismo, y como tendré


una vez más la ocasión de emplearla, tal vez sería bueno que la
explique. Hace alrededor de cuarenta años, mis estudios sobre
Berkeley, Kant y algunos otros -después de haberme convencido
de que todo pensamiento se hace mediante Signos y que la medi­
tación adopta la forma de un diálogo, de modo que conviene

17
Alejandra Vítale

hablar de la significación de un concepto- me condujeron a la


conclusión de que para adquirir el dominio completo de esta
significación es necesario„,en primer lugar, aprender a reconocer
este concepto bajo toda suerte de disfraces, fajiiiliarizánclose lo
más posible con el mayor número de casos de ese concepto.
Pero esto, después de todo, no implica que se lo comprenda
verdaderamente; de modo que es necesario, además, que haga­
mos de él un análisis tan completo como sea posible. Pero in­
cluso así es aún posible que no tengamos una comprensión
viva; y el único modo de completar nuestro conocimiento de su
naturaleza es descubrir y reconocer cuáles son exactamente los
hábitos generales de conducta que una creencia en la verdad
del concepto (de cualquier tema y en cualquier circunstancia
concebibles) desarrollaría razonablemente; es decir, qué hábitos
resultarían en última instancia de una consideración suficiente
de esta verdad”.19

La creencia en la verdad del concepto de estufa como obje­


to que calienta un ambiente, por ejemplo, desarrolla el hábito de
conducta que consiste en prender una estufa cuando hace frío.
Se entiende así que Peirce afirme que para el pragmatismo ‘'el
Interpretante Inmediato de todo pensamiento propio es la Con­
ducta”20 y que “el pragmatismo hace que la esencia de cada
concepto sea presentada dentro de una influencia sobre posi­
bles conductas”.21
El espíritu genuino del pragmatismo, entonces, consiste para
Peirce en considerar que el significado lógico de los conceptos se
encarna en hábitos generales de conducta. Desde este punto de
vista, el pragmatismo sostiene que lo que nosotros pensamos debe
ser entendido en términos de aquello que estamos dispuestos a
hacer, por lo que Peirce plantea que la lógica, doctrina de lo que

19. Citado en Deíadalle (1996: 207).


20. Ver Peirce (1986: 67).
21. Ver Peirce (1986: 64).

18 l
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

debemos pensar, debe ser una aplicación de la doctrina de lo que


decidimos deliberadamente hacer, y, por consiguiente, una apli­
cación de la ética (la que, a su vez, adquiere el verdadero sentido
de sus-operaciones gracias a la lógica).22

1.1.2 El objeto

Peirce hace hincapié en que para que algo sea un signo “debe
'representar’, como solemos decir, a otra cosa, llamada su Objetó'.
Sobre el sentido que le otorga a la noción de representar, afirma:

“Estar en lugar de otro, es decir, estar en tal relación con otra


que, para ciertos propósitos, sea tratado por ciertas mentes como
si se fuera ese otro. Consecuentemente, un vocero, un diputado,
un apoderado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma,
un tablero, una descripción, un concepto, una premisa, un testi­
monio, todos representan alguna otra cosa, de diversas maneras,
para mentes que así los consideran. (...) Cuando se desea distin­
guir entre aquello que representa y el acto o relación de repre­
sentar, lo primero puede ser llamado el ‘representamen’ y lo
segundo la ‘representación’”,23

Peirce sostiene que para atenuar las dificultades de su estudio,


se referirá a los signos como si tuvieran un único objeto, pero aclara
que un signo (como una oración o un texto) puede tener más de
un objeto. En estos casos, se referirá a un “objeto complejo”:

“Un Signo puede tener más de un Objeto. Así, la oración ‘Caín


mató a Abel’, que es un Signo, se refiere tanto a Caín como a
Abel, si no se considera -como se debería- que se tiene un
'matar' como tercer Objeto. Pero puede considerarse que el

22. Ver Sini (1985).


23. Ver Peirce (1986: 43).

19
Alejandra Vitaíe

conjunto de Objetos constituye un único Objeto complejo. En lo


sucesivo;' y a menudo en otros futuros textos, ios Signos serán
tratados como si cada uno tuviera únicamente un solo Objeto,- a
fin de disminuir las dificultades del estudio”.24

A su vez, Peirce distingue en el objeto dos tipos: el objeto


inmediato (interior a la semiosis) y el objeto dinámico (exterior a
la semiosis):

“Esto es, debemos distinguir el Objeto Inmediato, que es el


Objeto tal como es representado por. el Signo mismo, y cuyo
Ser es, entonces, dependiente de la Representación de él en el
Signo; y, por otra parte, el Objeto Dinámico, que es la Realidad
que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el Signo a
su Representación’’.25

Pensemos en el planeta Venus como objeto dinámico en el


sentido que le da Peirce en la cita anterior, un objeto de la realidad
considerado fuera de la relación semiótica, independiente del modo
en que un signo lo representa. Dicho planeta suele ser designado,
según la época del año, mediante dos expresiones: "el lucero
matutino” o el "lucero vespertino”. Estas dos expresiones repre­
sentan a un mismo objeto dinámico (el planeta Venus) de distinto

24. Ver Peirce (1986: 23).


25. Ver Peirce (1986; 65).

20
El estudio de los signos. Peirce y Saussúre

modo: se trata de la construcción semiótica de dos objetos inme­


diatos diferentes.26
Expresiones referenciales como las nombradas son de gran
utilidad para ilustrar las.nociones de objeto inmediato y objeto
dinámico porque manifiestan cómo los signos (en el ejemplo
dado, las palabras) construyen semióticamente los objetos de la
realidad a los que representan, en muchos casos (si no en todos)
guiados por consideraciones ideológicas. De esta manera, un
mismo objeto dinámico, como el ex presidente argentino Juan
Domingo Perón, fue en la Argentina construido en tanto objeto
inmediato de modo negativo por la expresión “el tirano prófu­
go” en los círculos antiperonistas luego de 1955, mientras que
entre sus adeptos fue representado antes de su caída con la
- expresión “el primer trabajador”.
Según Peirce; el objeto dinámico tiene una existencia inde­
pendiente respecto del signo que lo representa pero para que el
signo pueda representarlo, este objeto debe ser algo conocido
para el intérprete, es decir, debe tener de él un conocimiento
colateral que es el resultado de semiosis anteriores:

“Objeto es aquello acerca de lo cual el Signo presupone un


conocimiento para que sea posible proveer alguna información
adicional sobre el mismo. No dudamos que habrá lectores que
digan que no pueden aprehender eáto. Ellos pensarán que un
Signo no necesita estar relacionado con algo ya conocido de
otra manera y creerán que no tiene ni pies ni cabeza afirmar que
todo Signo debe relacionarse con un Objeto conocido. Pero si
existiera ‘algo’ que transmitiera información y, sin embargo, no
.tuviera ninguna relación ni referencia respecto de alguna otra
cosa acerca de la cual la persona a quien llega esa información

26. Ilustrar las nociones de objeto dinámico y de objeto inmediato con el


planeta Venus no es inocente, pues lo usa Frege (1974) para ejemplificar sus
nociones de beudeiitung y sinn. Como afirma Deíadalle (1996: 166), el
objeto dinámico es equiparable al beudeutung (objeto representado) y el
objeto inmediato al sinn (modo de presentación del objeto).

21
r Alejandra Vítale

careciera del menor conocimiento, directo o indirecto -y por


cierto que sería esa una muy extraña clase de información-, el
vehículo de esa clase de información no sería llamado, en este
trabajo, un Signo”?7

La exigencia de que el objeto'debe ser algo conocido, ya


pensado, para que el signo pueda representarlo y dar informacio­
nes suplementarias de él, lleva a Peirce a afirmar que el objeto
tiene también la naturaleza de un signo, dado que pensamiento y
signo son en Peirce equivalentes:

“Todo signo está puesto para un objeto independiente de él


mismo, pero no puede ser un signo de ese objeto sino en la
medida en que éste tiene él mismo la naturaleza de un signo, del
pensamiento”.27
28

En síntesis, el objeto dinámico es el objeto de una realidad


que tiene una existencia independiente de la semiosis, pero para
que el signo pueda decir algo de él es necesario que ya haya sido
objeto de semiosis anteriores a partir de las que el intérprete tiene
un conocimiento de dicho objeto, que es, por ello, concebido
también como un signo. De esta manera, en un último análisis
lógico los tres componentes formales de la semiosis
(representamen-objeto-Weipretante) son signps.

1.13 El fundamento

Peirce afirma que el signo representa a su objeto “no en todos


los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea”, que ha
llamado el fundamento29 del representamen. Dicho fundamento

27- Ver Peirce (1986: 24).


28. Citado en Deladalle (1996: 141).
29. El término inglés que usa Peirce para referirse al fundamento es "ground”.

22
El estudio de los signos, Peirce y Saussure

es uno o varios rasgos.o atributos de un objeto que permiten


identificarlo, es decir, ios rasgos distintivos que lo diferencian de
otros objetos. Las expresiones antes mencionadas “el lucero ma­
tutino” y “el lucero vespertino”, en tanto represen támenes, repre­
sentan al planeta Venus sobre la base de fundamentos diferentes
(según la época del año): el primer representamen selecciona del
objeto (Venus) el rasgo distintivo “matutino” y el segundo
representamen selecciona del mismo objeto (Venus) el rasgo dis­
tintivo “vespertino”.
Estas mismas expresiones fueron usadas para ejemplificar cómo ‘
un mismo objeto dinámico (en este caso el planeta Venus) es
representado con dos re preséntame nes que construyen objetos
inmediatos diferentes, lo que ahora podemos comprender mejor
al advertir que es el fundamento del representamen lo que cons­
truye al objeto inmediato, es decir que el signo instituye al objeto
inmediato por medio del fundamento. De allí que Eco (1980: 82)
afirme que ‘elfundamento es “un atributo del objeto en la medida
en que dicho objeto se ha seleccionado de determinada manera y
sólo algunos de sus atributos se han elegido como pertinentes
para la construcción del objeto inmediato del signo".
Por otra parte, Eco (1981:51) ha planteado la hipótesis de
que el fundamento es un componente del significado del signo,
entendido como la suma de rasgos semánticos que caracterizan su
Contenido. Esto es así porque estos rasgos semánticos, como ‘hu­
mano’, ‘femenino’, ‘adulto’ para el significado del signo “mujer”,
son a su vez los rasgos distintivos, atributos que diferencian al
objeto mujer de otros objetos, es decir, el fundamento de dicho
signo. Para Eco, entonces, más allá de su distinción formal, el fun­
damento, el significado y el interpretante de un signo “son, de
hecho, una misma cosa”, pues seria imposible definir al funda­
mento sí no es en cuanto significado, y definir algún significado
como no sea en forma de una serie de interpretantes.

23
AiejandraVitale

í.1.4 La semiosis infinita

Los componentes formales de la semiosis, dijimos, son el


representamen, el objeto y el interpretante. Dado qué el interpretante
es también un signo, está en lugar de un objeto y remite a su vez a
un interpretante. Este interpretante es, asimismo, un signo, que está
en el lugar de un objeto y está ligado a un interpretante, que es un
signo, y así de modo ilimitado. Por esto Peirce afirma que un signo es:

“Cualquier cosa que determina a otra cosa (su interpretante) a


referirse a un objeto al cual ella también se refiere (su objeto) de
la misma manera, deviniendo el interpretante a su vez en signo,
y así sucesivamente ad infinítum"A

REPRESENTAMEN

OBJETO / \ INTERPRETANTE
/ (REPRESENTAMEN)

INTERPRETANTE
(REPRESENTAMEN)

OBJETO INTERPRETANTE
(REPRESENTAMEN)

Un signo, por lo tanto, no está aislado, sino que integra una


cadena de semiosis: cada signo es a la vez interpretante del que lo
antecede e interpretado por el que le sigue. Como todos los pen­
samientos son signos, también se remiten unos a otros:

30. Ver Peirce (1986: 59).

24
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

“Todos los pensamientos deben dirigirse ellos mismos a otros


pensamientos, puesto que tal es la esencia del Signo”.3132

A su vez, como todo conocimiento es una relación entre sig­


nos, Peirce postula que todo conocimiento está determinadó por
otros conocimientos:

“No se puede poseer ningún conocimiento que no esté determi­


nado pór un conocimiento anterior”.33

Maga.riños de Morentín (1983: 86) destaca el aporte que la


teoría de Peirce hace a la epistemología contemporánea:

“El conocimiento tiene siempre por objeto a otro conocimiento


y nunca a la realidad en su pretendida pureza de no modificada
todavía por el pensamiento. Si, por tanto, el objeto de todo signo
debe ser algo ya conocido, es que también es signo. El sentido
recurrente del concepto de signo es uno de los aportes más
fructíferos de Peirce a la epistemología contemporánea”.

Puesto que un interpretante es en general un signo más desa­


rrollado que el representamen, la cadena de la semiosis infinita
determina un paulatino aumento del conocimiento sobre un obje­
to. ¿Pero toda semiosis es infinita? En verdad, la semiosis es virtual­
mente infinita, por eso hay que distinguir entre la semiosis infinita
y la denominada “semiosis en acto”, que le pone un término pro­
visional a la cadena cuando un interpretante final designa el obje­
to de un representamen en un acto semiótico particular.33

31. Citado en Deíadalle (1996’- 25).


32. Citado en Sin! (1985: 271
33. Ver Deíadalle (1996: 103).

25
AlejandraVitale

1.2 Las ramas de la semiótica

El hecho, dice Peirce, de que cada representamen se conecte


con tres cosas (el fundamento, el objeto y el interpretante) hace
que la ciencia semiótica tenga tres ramas:

1. La gramática pura. Su finalidad es averiguar qué es lo verda­


dero en el representamen utilizado por toda inteligencia cien­
tífica como para que aquel pueda encarnar un significado.
Por ello, la gramática pura busca responder a la siguiente
pregunta: ¿cómo debe ser el representamen para poder
encamar al significado?
2. La lógica propiamente dicha. En palabras de Peirce, “es la
ciencia de lo que es cuasi-necesariamente verdadero de los
representámenes de cualquier inteligencia científica para que
puedan ser válidos para algún objeto, esto es, para que pue­
dan ser ciertos. Vale decir, la lógica propiamente dicha es la
ciencia formal de las condiciones de verdad de las represen-
raciones”.3<í Foresto la lógica responde a la siguiente pregun­
ta: ¿en qué sentido es verdadero que un representamen esté
en lugar de un objeto?
3. La retórica pura. Tiene como finalidad “determinar las leyes
mediante las cuales, en cualquier inteligencia científica, un
signo da nacimiento a otro, y, especialmente, un pensamien­
to da nacimiento a otro pensamiento”.35 La retórica pura con­
cierne así al aumento “lógico” del conocimiento.

1.3 Las categorías

La concepción triádica del signo en Peirce (representamen-


objeto-interpretante) tiene como origen la división triádica de las

34. Ver Peirce (1986: 23).


35- Ver Peirce (1986: 23).

26.
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

categorías, que son el objeto de reflexión de lo que Peirce deno­


mina alternativamente según sus diferentes escritos faneroscopía,
fenomenología o ídeoscopía.
El término faneroscopía deriva de fanerón, equivalente a lo
que los filósofos ingleses llamaron “ideas”, entendido por Peirce
como “todo lo que está presente en la mente, del modo o en el
sentido que sea, corresponda a algo real o no”.36 De allí que Peirce
sostenga:

"Lo que yo llamo 'faneroscopía’ es la descripción de lo que está


frente a la mente o en la conciencia, ‘tal como aparece’”.37

Las tres categorías que postula Peirce son tres modos de ser
del fanerón, tres maneras en que el fanerón está presente en la
mente, o en otras palabras, tres puntos de vista sobre él. Peirce
sostiene que todos los fanerones (o ideas) pueden ser pensados
desde tres categorías: la Primeridad, la Segundidad y la Terceridad.
La categoría de primeridad implica considerar a algo tal como es
sin referencia a ninguna otra cosa; a su vez, la primeridad se vincula
con las ideas de libertad, posibilidad, índeteniúnación, comienzo, no­
vedad. Pensemos, como propone Savan (1980), en una serie: el
primero es libre e indetenninado porque se puede tornar cualquier
cosa como punto de partida, como comienzo de la serie (puede ser,
por ejemplo, el número 5 o cualquier otro). Peirce da como ejemplo
de primero a la cualidad tomada independientemente de cualquier
realización exisiencial; en tanto tal, es una pura posibilidad indetermi­
nada, como la dureza, lo áspero, el rojo o cualquier otro color antes
de estar manifestados en un objeto. En el signo, el representamen
(cualidad) se corresponde con la categoría de primeridad.

36. Citado en Deladalle (1996: 59).


’ 37-, Citado en Deladaile (1996: 59)- En cuanto a la ídeoscopía, Peirce
. (1986: 86) la define como "la descripción y clasificación de las ideas que
pertenecen a la experiencia ordinaria -o que surgen naturalmente en co~
: nexión con la vida cotidiana, sin tener en cuenta su grado de validez, ni
¿sus aspectos psicológicos”.

27
AlejandraVítale

La categoría de segundidad implica considerar a algo tal como


es pero en relación con ofta cosa, es decir, establecer una relación
diádica que no.involucre a una tercera cosa. Peirce vincula la cate­
goría de segundidad con la idea de existencia y de hecRo en
bruto. Como ejemplos de segundo, se refiere a la caída de una
piedra en tanto hecho bruto, considerado conio relación diádica
entre la piedra y la tierra, en cuanto asunto exclusivo de la piedra
y de la tierra en un momento determinado. Si pensamos en una
serie, el primero, en sí mismo, es sólo la posibilidad de la serie, es
el segundo quien introduce la existencia de ella. Pero si algo fuese
analizado sólo en términos de primeridad y de segundidad, ni la
ley, ni la regularidad existirían: en una serie el segundo podría ser
cualquier cosa (por ejemplo el número 6 o cualquier otro), y esta­
ríamos ante una serie azarosa. En el signo, el objeto se correspon­
de con la categoría de la segundidad, la de existencia, pero si nos
limitáramos a la relación diádica entre un primero (el '
representamen) y un segundo (el objeto) nos encontraríamos ante
una relación sin regularidad.
La categoría de terceridad es la que hace posible la ley y la
regularidad. En una serie, es el tercero el que introduce una pro­
gresión regular no azarosa mediante una ley (por ejemplo, “n +
1”)- En el signo, el interpretante se corresponde con la categoría
de terceridad,58 pues constituye una ley que pone en relación a
un primero (el representamen) con un segundo (el objeto) con el
que él mismo está en relación; de allí que Peirce afirme:

“En su forma genuina, la Terceridad es la relación triádica que


existe entre un signo, su objeto y el pensamiento interpretador,
que es en sí mismo un signo, considerada dicha relación triádica
como el modo de ser de un signo”?938 *

38. Peirce también sostiene que la terceridad es el pensamiento mediador


que pone en relación un primero con un segundo.
39* Ver Peirce (1986: 92).

28
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

El interpretante, como tercero, incorpora una auténtica rela­


ción triádica, pues establece: a. La relación del primero
(representamen) con.el segundo (objeto); b. Su propia relación
con el segundo (objeto); c. El hecho de que la relación entre el
primero (representamen) y el segundo (objeto) es la misma que
la del segundo (objeto) con el tercero (interpretante).
Los tres constituyentes de la semiosis, el representamen, el
objeto y el interpretante, son a su vez tricotomizados por Peirce
sobre la base de las tres categorías faneroscópicas, a partir de lo
que se obtienen nueve tipos de signos:

PRIMERIDAD SEGUNDIDAD TERCERIDAD


REPRESENTAMEN Cualisigno Sinsígno Legisigno
OBJETO icono índice Símbolo
INTERPRETANTE Rema Dicente Argumento

1.4 Tipos de signos

1.4.1 Cualisigno, sinsígno, legisigno

El examen faneroscópico permite dividir al representamen


en cualisigno, sinsigno y legisigno. Peirce especifica que estos
signos son clasificados conforme a la propia naturaleza material
del repesentamen.

L4.I.I Cualisigno

Corresponde a la categoría de la prímeridad porque es una


cualidad (un color, una forma, una textura» etc.) que en sí misma
es una mera posibilidad hasta que se manifieste en. un sinsigno
(un signo existente):

“Un Cualisigno es una cualidad que es un Signo. No puede ac­


tuar verdaderamente como signo hasta tanto no esté formulado;

29
Alejandra Vítale

pero la formulación no tiene relación alguna con su carácter en


signo”/0

1.4.1.2 Sinsigno

Corresponde a la categoría de segundidad porque es cual­


quier cosa existente que es un signo. El sinsigno es una materiali­
zación del cualísigno y cobra significado gracias a un legisigno (un
tipo general del que es la manifestación):

"Un Sinsigno (la sílaba sin se toma para significar ‘que es una
única vez’, como en las palabras inglesas single, simple, o en la
latina semel, eicl) es una cosa o un evento,real y verdaderamente
existente que es up signo. Puede serlo únicamente a través de
sus cualidades; de modo tal que involucra a un cualísigno, o en
realidad, a varios cualisignos. Pero esos cualisignos son de una
naturaleza peculiar y sólo forman un signo cuando están efecti­
vamente formulados o encarnados”/1

1.4.1.3 El legisigno

Se corresponde con la categoría de terceridad porque es una


ley que es un signo entendido como un tipo general integrado en
un sistema organizado. El legisigno vuelve significante a los
sinsignos, las manifestaciones “aquí y ahora” del legisigno:

“Un legisigno es una ley que es un Signo. Esta ley es general­


mente establecida por los hombres. Todo signo convencional es
un legisigno (pero no recíprocamente). No es un objeto único
sino un tipo general que, como se ha acordado, será significante.
Cada legisigno significa por medio de una instancia de su aplica­
ción, que puede ser llamada una Réplica de él. Así, la palabra ‘el’

' 40, Ver Peirce (1986: 29).


41. Ver Peirce (1986: 29).

30
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

(artículo) puede aparecer de quince a veinticuatro veces en una


página. En todas esas ocurrencias es una única y misma palabra,,
el mismo iegísigno. Cada una de esas instancias es una Réplica.
La Réplica es un Sinsigno. En consecuencia, todo Legisigno re­
quiere Sinsignos. (...) Tampoco la Réplica sería significante, si
no fuera por la ley que la convierte en tal”/2

Por ejemplo, en la palabra "perro” escrita por una maestra


con una tiza blanca en una pizarrón durante una clase, el
cualisigno sería la blancura y cierta textura propia de la tiza, que
en tanto cualidades son meras posibilidades hasta que se encar­
nen en la palabra efectivamente escrita por la maestra en el
pizarrón. Dicha palabra es un sinsigno, un hecho existente en
determinado contexto y en determinado tiempo y lugar, que
para existir involucra la blancura y la textura de la tiza, es decir,
un cualisigno. Si la maestra escribe dicha palabra y los niños la
entienden es porque conocen el legisigno, la palabra en tanto
integrante del sistema de la lengua española, que hace significante
al sinsigno (la ocurrencia particular en el pizarrón). El legisigno
constituye como temeridad una ley, la ley de la lengua española
que relaciona determinado representamen (en este caso la se­
cuencia de letras que integran la palabra "perro”) con determi­
nado objeto, la clase de los perros.
Pensemos en otro ejemplo, en un signo no verbal como uno
del sistema de señalización urbano: la imagen color negro de un
niño sobre un fondo amarillo que se coloca en las esquinas de las
escuelas para que los conductores disminuyan la velocidad y es­
tén atentos ante los niños que cruzan la calle. Este signo colocado
en una esquina específica de una ciudad puede ser entendido,

42. Ver Peirce (1986: 29). Peirce sostiene que todos los signos convencio­
nales (a los que llama símbolos) son legisignos "pero no recíprocamente”
porque no todos los legisignos son símbolos. Esto sucede con los pronom­
bres demostrativos, que son para Peirce legisignos pero no símbolos, pues
no se asocian al objeto mediante un concepto general, como es el qiso de
los símbolos.

31
Alejandra Vítale

por un lado, como un cualisigno, pura cualidad como el color


negro y el colon amarillo, mera posibilidad que tiene que encar­
narse en un sinsigno para cobrar existencia. La señal en dicha
esquina específica es, también, un sinsigno, un signo singular
colocado en un espacio y tiempo determinados, que necesita
del cualisigno para cobrar existencia. Dicha señal tiene signifi­
cado porque es una manifestación, una réplica, de un legisigno,
un signo general del sistema de señalización que en tanto ley
establece que la imagen de un niño en negro sobre un fondo
amarillo representa la proximidad de una escuela. A su vez, los
automovilistas pueden comprender dicha imagen en tanto
sinsigno porque conocen el legisigno.
En otro fragmento, Peirce vuelve a referirse a las divisiones
de los signos según la naturaleza del representamen y denomina
al cualisigno tono, al sinsigno señal y al legisigno tipo. De este
modo afirmar- . .

“Generalmente se encuentran una veintena de ‘el’ o ‘los’ (artí­


culos) en una página y, lógicamente, se computan como veinte
palabras. Dentro de otro sentido de la palabra ‘palabra’, sin
embargo, sólo hay una palabra ‘el’ o una palabra ‘los’ y es
imposible que esta palabra sea ostensible en una página impre­
sa o en el discurso oral, dado que no se trata de una cosa
Singular ni de un suceso Singular. No existe: sólo determina a
cosas que existen. A una Forma tal definidamente significante
propongo que se la llame Tipo. A un suceso Singular que acon­
tece una vez y cuya identidad está limitada a ese único acaecer
o a un objeto o cosa Singular que está en algún lugar singular
en cualquier instante, suceso o cosa que sólo es significante al
acontecer exactamente donde y cuando acaece, como por ejem­
plo tal o cual palabra en determinada línea de determinada
página de determinado ejemplar de un libro, me arriesgaré a
llamarlo Señal. Un carácter significante indefinido, como por
ejemplo un tono de voz, no puede llamarse Tipo ni Señal.
Propongo llamar Tono a tal Signo. Para que sea posible usar
un Tipo, debe estar encarnado en una Señal, la cual será un

32
ES estudio de ios signos. Peirce y Saussure

signo del Tipo. Propongo que a tal Señal del Tipo se la deno­
mine Instancia del Tipo”/5

Peirce insiste en que. las palabras, ya sea' entendidas como


tipo (o legisigno) o como señales (o sinsignos) son -según la
tricotomía que veremos a continuación— símbolos:

"Todas las palabras generales, o definibles, sea en el sentido de


Tipos o de Señales, son ciertamente Símbolos. Esto es, denotan
a sus objetos en virtud de la existencia de .un hábito que asocia
su significación con dichos objetos”.43
44

1.4.2 ícono, índice y símbolo

Las categorías faneroscópicas de primeridad, segundidad y


temeridad aplicadas al objetó permiten obtener tres tipos de signos
denominados iconos, índices y símbolos. Asimismo, Peirce afirma
que "la división en iconos, índices y Símbolos depende de las dife­
rentes relaciones posibles de ún Signo con su Objeto Dinámico”/5

I.4.2J El ¡cono

Un icono es un signo que entabla una relación de semejanza,,


de analogía, con su objeto, como una fotografía o un dibujo; se
trata, en palabras de Peirce, de “un signo puramente por similitud
con cualquier cosa a la cual sea parecido”.46 En .tanto primeridad,

43. Ver Peirce (1986: 66).


44. Ver Peirce (1986: 72).
45- Ver Peirce (1986; 6$).
46. Ver Peirce (1986: 34). En otro fragmento, Peirce (1936: 3Ó) afirma: “Un
Icono es un signo que se refiere al Objeto al que denota meramente en
virtud de caracteres que le son propios, y que posee igualmente exista o no
exista el Objeto. (...) Cualquier cosa, sea lo que fuere, cualidad, individuo
existente o ley, es un icono de alguna otra cosa, en la medida en que es
‘homo esa cosa y en que es usada como signo de ella”.

33
AlejandraVitaie

un icono es un representamen que por su cualidad es similar a su


objeto, aquello a lo que sustituye, de allí que Peirce sostenga:

“Un, Icono es un Representamen cuya Cualidad Representativa


es una Primeridad de.él en tanto Primero. EstQ._ea,._una. cualidad.
que el icono posee en tanto cosa lo vuelve apto para ser Un
Representamen. Así, cualquier cosa es apta para ser un Sustituto
de otra cosa a la que es similar”.47

Los iconos son clasificados por Peirce de acuerdo.con el modo


de primeridad que. comparten con su objeto. De esta manera,
considera los siguientes tipos de iconos:

a. Las imágenes-, son los iconos que comparten cualidades sim­


ples del objeto, como su color, su forma, su tamaño, etc. Son
iconos imágenes', por ejemplo, los cuadros, los dibujos, los
grabados, las fotografías. -En el lenguaje natural, las
' onomatopeyas tienen una naturaleza ¡cónica, pues guardan
analogía con el sonido que representan. Peirce, por su parte,
afirma que en todas las escrituras primitivas, tales como los
jeroglíficos, se puede encontrar este tipo de iconos.
b. Los diagramas: son los iconos que comparten relaciones de
las partes de su objeto por medio de relaciones análogas en­
tre sus propias partes, es decir, existe en el icono una analo­
gía entre las relaciones de las partes del representamen y las
del objeto. Por esto, el organigrama de una empresa o los
diseños producidos por la infografía (como las denominadas
“tortas”), por ejemplo, son diagramas, pues las relaciones en­
tre sus propias partes guardan analogía con las relaciones de
las partes del objeto que representan.
Los llamados cuadros sinópticos también son iconos diagramas.
Sobre ellos, afirma Peirce:

47. Ver Peirce (1986: 46). Peirce agrega: “Un representamen por Primeridad
nada más solamente puede tener un Objeto similar” y “un Signo por Primeridad
es una imagen de su objeto”.

54
Ef estudio de tos signos. Peirce y Saussure

“Hay muchos diagramas que no se parecen, en su aspecto visi­


ble, a sus respectivos objetos; el parecido se produce únícamem
te entre las relaciones de sus respectivas partes entre sí. Pode­
mos mostrar las relaciones entre las-diferentes clases de signos
mediante un cuadro sinóptico:

Esto es un icono. Pero en el único aspecto en que se parece a su


objeto es en que la llave muestra que las tres clases iconos,
índices, símbolos están relacionadas las unas con las otras, así
como las tres están relacionadas con la clase general de los
signos, tal como realmente ocurre, de manera general”.48

c. Las metáforas- Peirce sostiene que se trata de iconos que


guardan un paralelismo con su objeto. En efecto, una metá­
fora es un tipo de icono porque implica una relación de
similitud,'según algunos teóricos entre los referentes de dos
expresiones o según otros entre el contenido de ellas. Pero
ya sea entre referentes o entre contenidos, siempre se trata
de una relación de semejanza que hace posible la metáfora.

Peirce destaca que la “única manera de comunicar una idea


directamente es mediante un icono” y que su observación directa
permite revelar verdades no previstas del objeto; de allí la impor­
tancia del uso de los iconos en textos con una función didáctica y
en las comunicaciones que buscan la simplificación y ¡a rapidez
en la interpretación de los mensajes.

48. Ver Peirce (1986: 48).

35
AiejandraVitaie

Finalmente, Peirce aclara que un signo sigue siendo un icono


aun cuando el objeto al que representa no exista:49

"Un icono es un signo que poseería ei carácter que lo vuelve signi­


ficativo, aún cuando su objeto no tuviera existencia; tal corno un
trazo de lápiz en un papel que representa una línea geométrica”.50

De allí que Peirce .acentúe que el icono no. tiene una co­
nexión dinámica con el objeto al que representa, característica
que le atribuye a los índices:

“El icono no tiene conexión dinámica con el objeto que representa;


simplemente acontece con él que sus cualidades se asemejan a las
de ese objeto, y excitan sensaciones análogas en la mente para la
cual él es una semejanza. Pero, en realidad, está desconectado de
ellos. El índice está conectado físicamente con su objeto”.51

1.4.2.2 Eil índice

En tanto segundidad, un índice es un signo que entabla con el


objeto una relación existencial, de modo que participan los dos de
una misma experiencia, como es el caso, por ejemplo, de una
nube negra como índice de que va a llover. Por esto Peirce afirma:

“Un Indice es un signo que se refiere al Objeto que denota en


virtud de ser realmente afectado por aquel Objeto”.52

49. Entendemos aquí "objeto” en tanto objeto dinámico, existente en la


realidad. La propuesta de Peirce es similar a la de Frege, para quien los
signos pueden tener sentido (equiparable al objeto inmediato) pero no
referencia (equiparable al objeto dinámico), como en el caso de la palabra
"unicornio”. ' -•
50. Ver Peirce (1986: 59)-
51. Ver Peirce (1986: 58).
52. Ver Peirce (1986; 30).

36
El estudio .de los signos. Peirce y Saussure

Para Peirce, los índices se distinguen de los iconos y de los


símbolos por tres rasgos característicos:

a. Carecen, a diferencia de los iconos, de todo parecido signifi­


cativo con su objeto.
b. Se refieren, a diferencia de los símbolos que designan clases
de objetos, a entes individuales, unidades individuales, con­
juntos unitarios de unidades o continuidades individuales.
c. Dirigen la atención a sus objetos por una compulsión ciega.

Desde el punto de vista psicológico, agrega Peirce, la acción


de los índices depende de asociaciones por contigüidad, y no de
asociaciones por parecido (como en los iconos) o de operaciones
intelectuales (como en los símbolos). Sin embargo, aclara, debe­
mos reconocer que comúnmente es difícil encontrar un signo que
sea solamente un índice, lo mismo que reconocer un signo que
esté absolutamente desprovisto de cualidad indicial.
En el caso de los índices, Peirce mismo se detiene en brindar­
nos' numerosos ejemplos:

‘"Examinemos algunos ejemplos de índices. Veo un hombre


con un andar balanceado, lo cual es probablemente una indi­
cación de que se trata de un marinero. Veo un hombre de
piernas algo curvadas, con pantalones de pana, polainas y
chaqueta. Son probablemente indicaciones de que es un jine­
te o algo parecido. Un reloj de sol, o un reloj cualquiera,
indican qué hora del día es. Los geómetras colocan letras
sobre las diferentes partes de sus diagramas y luego usan le­
tras para indicar dichas partes. (...) Unos golpecitos en una
puerta cerrada son un índice. Cualquier cosa que atraiga la
atención es un índice. Cualquier cosa que nos sobresalte es
un índice, en cuanto marca la articulación entre dos partes de
una experiencia. Así, un tremendo tronar indica que algo con­
siderable ha sucedido, aunque no sepamos exactamente de
qué se trata, pero puede ser probable que podamos conectar­
lo con otra experiencia.

37
AíejandraVitaie

Un barómetro con marcas bajas, conjuntamente con ¡á hume­


dad del aíre, es un índice de próxima lluvia; es decir, suponemos
que las fuerzas de’la naturaleza establecen una conexión proba­
ble entre la marca baja del barómetro, el aire húmedo y la lluvia
inminente. Una veleta es un índice de la dirección del viento: en
primer lugar porque toma la misma dirección que el viento, de
modo que existe una real conexión entre ambos; y en segundo
lugar, estamos constituidos de tal manera que el movimiento de
la veleta en determinada dirección atrae nuestra atención hacia
esa dirección; y cuando vemos que gira siguiendo las variacio­
nes del viento, estamos forzados por las leyes de la mente a
pensar que esa dirección está conectada con el viento. La estre­
lla polar es un índice que nos índica hacia dónde se orienta uno
si busca el Norte. (...)
Cuando un conductor grita ‘¡cuidado!’ a un peatón para llamar
su atención y hacer que se ponga a salvo, en la medida en que
se trata de una palabra significante es, como veremos más ade­
lante, algo más que un índice; pero en la medida en que está
destinada simplemente a actuar sobre el sistema nervioso del
que la oye y hacer que se aparte, es un índice, porque ¡o que se
busca es ponerlo en real conexión con el objeto, que es su
propia situación en relación con el vehículo que se aproxima.
Imaginemos que dos hombres se encuentran en un sendero en
medio del campo, y que uno de ellos le dice al otro: ‘La chime­
nea de aquella casa está incendiándose’. El otro mira en derre­
dor y percibe una casa con persianas verdes y una galería, cuya
chimenea humea. Sigue caminando algunos kilómetros, y en­
cuentra a otro peatón. Actuando como un tonto, le dice: ‘La
chimenea de aquella casa está incendiándose’. ‘¿Qué casa?’, pre­
gunta el otro. ‘Oh, una casa con persianas verdes y una galería',
contesta el tonto. Pregunta nuevamente el otro: ‘¿Dónde está la
casa?’ Está buscando algún índice que le permita conectar su
alarma con la casa en cuestión. Las palabras por sí solas son
insuficientes para lograr esto. Los pronombres demostrativos ‘ésta’,
‘aquélla’ son índices, puesto que promueven que el receptor
utilice sus poderes de observación para poder establecer una

38
El estudio de Sos signos. Peirce y Saussure

conexión real entre su mente y el objeto; y si el pronombre


demostrativo logra esto —sin lo cual su significado no_es com­
prendido- es él quien establece dicha conexión; por lo tanto es
un índice. Los pronombres relativos quien y cual provocan acti­
vidad de observación de manera casi análoga, sólo que con
ellos la atención debe ser dirigida a las palabras que los han
precedido. (...)
Algunos índices son instrucciones más o menos detalladas so­
bre lo que el receptor debe hacer para colocrrse a sí mismo en
conexión directa de experiencia, o de otro tipo, con la cosa
significada. Por ejemplo, los boletines de la Guardia Costera que
dan latitudes y longitudes, cuatro o cinco datos de los objetos
prominentes, etc., y dicen que en determinado lugar hay una
roca o un arrecife o una boya o un faro. Aunque existan otros
elementos en tales instrucciones, de todos modos son funda­
mentalmente índices (,..)53
También es un índice la presencia del síntoma de una enferme­
dad (siendo el síntoma en sí mismo un legisigno, o sea un tipo
general de carácter definido; sólo al considerárselo acaecido en
un caso particular de una enfermedad dada es un sinsigno).54

En las lenguas naturales, Peirce considera también como índi­


ces a los cuantificadores del tipo algún, cada, ninguno, cual­
quier, quienquiera, todos, nadie y del tipo de parle, algo, al­
guien, un, cierto, uno,-alguno, “porque informan al receptor cómo
debe escoger uno de los objetos en cuestión” y “significan que el
receptor tiene libertad para seleccionar cualquier instancia de su
preferencia dentro de los límites expresados o sobreentendidos, y

53. Ver Peirce (1986: 50-53)-


54. Ver Peirce Q986-' 94). Vimos que para Peirce todo símbolo es un
legisigno pero no viceversa, a lo que parece responder este ejemplo, pues
el síntoma de la enfermedad puede ser un legisigno, pero Peirce se limita
a tratarlo como un índice. Deladalíe (1996) sostiene que el síntoma en el
cuerpo del paciente es un índice para el médico que lo revisa, pero expli­
cado por un profesor en una cátedra de medicina es un símbolo.
Alejandra Vítale

que la aseveración deberá aplicarse a esa instancia”.55 Por otra par­


te, afirma que un pronombre posesivo es doblemente un índice:
“Primeramente, indica al poseedor; en segundo lugar, admite una
modificación que, sintácticamente, lleva la atención a la palabra
que denota la cosa poseída”.56 Asimismo, los nombres propios
también son índices, pues entablan una Conexión real con el obje­
to al que representan.57

1.4.2.3 EJ Símbolo

El símbolo es un represen lamen que se refiere a su objeto


dinámico por convención, hábito o ley. Peirce apela a la etimolo­
gía de la palabra símbolo para aclarar qué entiende por ella:

"La palabra Símbolo tiene tantos significados que sería dañar al


lenguaje agregarle otro nuevo. No pienso que la significación
que le adscribo, la de un signo convencional, o bien depen­
diente de un hábito (innato o adquirido), sea tanto un nuevo
significado como una vuelta al significado original. Etimoló­
gicamente, significa algo arrojado conjuntamente (...) Peró. los
griegos usaron 'arrojar conjuntamente’ con mucha frecuencia
para designar la realización de un contrato o convenio. Ade­
más, se puede encontrar que, efectivamente, se usa el vocablo
'símbolo’ tempranamente y con frecuencia para significar uná
convención ó un contrato”.58

De esta manera, todos los signos que integran un sistema


convencional, que responden a una ley que les asigna un
interpretante y los relaciona con urt objeto, son símbolos: los signos
de la escritura, de los sistemas de señalización, los signos utilizados en

55. Ver Peirce (1986: 53).


56: Ver Peirce (1986: 53).
57. Ver Peirce (1986; 72).
58. Ver Peirce (1986: 57).

40
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

las diferentes disciplinas (como los símbolos usados por el álge­


bra, la química o la física), los signos que integran sistemas de
comunicación creados por el hombre como sustitutos de las len­
guas naturales (como el Braille o el Morse), los signos de la nota­
ción musical, de las insignias militares, los signos utilizados por la
publicidad (como los isotipos y los logotipos), etc. De allí que
Peirce afirme:

“Un Símbolo es un signo que se refiere al Objeto que denota en


virtud de una ley, usualmente una asociación de ideas generales
que operan de modo tal que son la causa de que el Símbolo se
interprete como referido a dicho Objeto’’.59

Por otra parte, los símbolos se caracterizan porque denotan


clases de objetos, a diferencia de los índices, que se refieren a un
existente particular:

“Como ya hemos visto, un símbolo no puede indicar ninguna


cosa particular; denota una clase de cosas”.60
i

Por ello, Peirce aclara que sin el uso de índices es imposible


designar aquello de lo que se está hablando:

“Ninguna aseveración fáctica puede hacerse sin recurrir a al­


gún signo que sirva cpmo índice. Si A le dice a B: ‘Hay un
incendio’, B preguntará ‘¿Dónde?5, como consecuencia de lo
cual A deberá forzosamente recurrir a un índice, aun cuando
sólo quiera referirse a algún lugar no definido del universo
real, pasado y futuro. De lo contrario, sólo habrá expresado
que hay una idea tal como la de incendio, la cual no daría
ninguna información, porque, salvo que ya fuera conocida, la
palabra ‘incendio’ sería inteligible. Si A señala con su dedo al

59. Ver Peirce (1986: 30).


60. Ver Peirce (1986: 58).

41
Alejandra Vítale

fuego, el dedo se conecta dinámicamente con el incendio, tan­


to como si una alarma de incendio automática lo hubiera díri-
. gido indicando dicha dirección; y, al mismo tiempo, promueve
que los ojos efe’ B se vuelvan a esa dirección, que su atención
se concentre en el incendio y que su entendimiento reconozca
que se ha dado respuesta a su pregunta. Si, en cambio, la
respuesta de A hubiese sido 'a mil metros de acá, más o me­
nos’, la palabra ‘acá’ es un índice, dado que tiene exactamente
, la misma fuerza que si hubiera señalado un punto preciso del
terreno entre A y B”.6162

De esta manera, Peirce reitera:

“Cualquier palabra común, tal como ‘dar’, ‘pájaro’, ‘matrimonio’,


puede constituir un ejemplo de símbolo. Es aplicable a cual­
quier cosa que pueda realizar la idea conectada con la palabra.-^
pero, en sí misma, no identifica esas cosas”?2

Para que pueda, hacerlo, el símbolo debe combinarse con un


índice, como en las expresiones "este pájaro” o "nuestro matrimo­
nio” (recordemos que los pronombres demostrativos y posesivos
son índices). En esta línea, Peirce sostiene que en una frase del
tipo “Ezequiel amaba a Huida”, Ezequiely Huida son índices (pues
los nombres propios son índices); y agrega que a la palabra ama­
ba asociamos el icono mental de una persona enamorada de otra.
En síntesis, cuando usamos el lenguaje nos valemos de símbolos
en tanto que las palabras se relacionan con el objeto mediante
una convención, hábito o ley, pero también utilizamos índices
que son los que nos permiten conectar nuestro enunciado con los
objetos del mundo al que nos referimos y, finalmente, también
intervienen Iconos, en tanto iconos mentales con los que asocia­
mos las palabras (lo cual no significa sostener que las palabras

61. Ver Peirce (1986: 60).


62. Ver Peirce (1986: 57).

42
El estudio de ios signos. Peirce y Saussure .

mismas sean iconos, dado que, salvo excepciones, no entablan


una relación de semejanza con el objeto).
Como ya dijimos, para Peirce todo símbolo es un legisigno y
en tanto tal determina a sus réplicas o sinsignos:

"El Símbolo es, en sí mismo, un tipo general o ley, esto es, un


Legisigno. En carácter de tal, actúa a través de úna Réplica. No sólo
es general en sí mismo; también el Objeto al que se refiere es de
naturaleza general. Ahora bien, aquello que es general tiene su ser
en las instancias que habrá de determinar. En consecuencia, debe
necesariamente haber instancias existentes de lo que el Símbolo de­
nota, aunque acá habremos de entender por 'existente’ existente en
el universo posiblemente imaginario al cual el Símbolo se refiere’’.®

Peirce hace hincapié en que pensamos sólo mediante signos


mentales que tienen una naturaleza mixta (puesto que intervie­
nen símbolos, pero también iconos e índices) y vincula los símbo­
los con los conceptos (las ideas generales a las que se refiere en
su definición de símbolo) afirmando que la parte simbólica de
nuestro pensamiento son los conceptos:

“Pensamos sólo en signos. Estos signos mentales son de natura­


leza mixta; las partes simbólicas de los mismos se denominan
conceptos. Sí un hombre elabora un símbolo nuevo, lo hace
mediante pensamientos que involucran conceptos. De modo que
un nuevo símbolo sólo puede nacer a partir de oíros símbolos.
(...) Un símbolo, una vez que ha nacido, se difunde entre la
gente. A través del uso y de la experiencia, su significado crece.
Palabras tales como fuerza., ley, riqueza, matrimonio, comportan
para nosotros significados muy diferentes de aquellos que te­
nían para nuestros bárbaros antepasados”.63 64

63. Ver Peirce (1986: 3D- La clase de objetos denotada por los símbolos
“ogro” o “dragón”, por ejemplo, tendrá instancias existentes en el universo
de ios cuentos de hadas.
64. Ver Peirce (1986: 58).

43
A! ejandra Vítale

En la cadena de la semiosis infinita, los símbolos remiten á


otros símbolos. Pero esta semiosis es social y es histórica, de allí
que el significado de los símbolos se modifique con el tiempo y
con el uso. La aceptación de que el significado de los símbolos
depende de su uso (no de la razón o de una norma) es, destaca
Delaaalle (1986), otra huella del pragmatismo de Peirce.
Finalmente, cabe aclarar que la distinción entre iconos, índi­
ces y símbolos tiene un carácter funcional, pu.es lo qué es índice
en una semiosis puede ser símbolo en otra. Nada es en sí mismo
un icono, un índice o símbolo: es el análisis de una semiosis dada
lo que dirá la "naturaleza’' de sus constituyentes.

L4.3 Rema, dicente, argumento

Mediante la división faneroscópica del'interpretante, se obtie-


fíen tres tipbrde^iglTó'S’Meñiafdicente y argumento. Sobre ellos
sosriene Peirce;

"Según su relación con su interpretante significado, un signo es:


o un Rema, o un Dicente o un Argumento. Esto corresponde al
viejo temo Término, Proposición y Argumento, modificado para
que sea aplicable a los signos en general”.65

1.4.3.! Remo

En tanto primeridad, un rema es todo signo considerado aisla­


damente (sin relación a alguna otra cósa), que en sí mismo no es
ni verdadero ni falso, como casi todas las palabras, con excepción
de "sí” y “no”. Al hacer corresponder su noción de rema con la de
término, Peirce.afirma:

65. Ver Peircte (1986; 95).

44
Alejandra Vítale

En la cadena de la semio-sis infinita, los símbolos remiten a


otros símbolos. Pero esta semiosis es social y es histórica, de allí
que el significado de los símbolos se modifique con el tiempo y
con el uso. La aceptación de que el significado de los símbolos
depende de su uso (no de la razón o de una norma) es, destaca
Deladaile (1986), otra huella del pragmatismo de Peirce.
Finalmente, cabe aclarar que la distinción entre iconos, índi­
ces y símbolos tiene un carácter funcional, pues lo que es índice
en una semiosis puede ser símbolo en otra. Nada es en sí mismo
un icono, un índice o símbolo; es el análisis de una semiosis dada
lo que dirá la “naturaleza™ de sus constituyentes.

1.4.3 Rema, dicente, argumento

Mediante la división faneroscópica del interpretante, se obtie­


nen tres tipos de signos: rema, dicente y argumento. Sobre ellos
sostiene Peirce:

“Según su relación con su interpretante significado, un signo es:


o un Rema, o un Dicente o un Argumenta, liste Corresponde al
viejo tentó Término, Proposición y Argumento, modificado para
que sea aplicable a los signos en general".6'1

14.3.1 Rema

En tanto primeridad, un rema es todo signo considerado aisla­


damente (sin relación a alguna otra cosa:, que en sí mismo no es
ni verdadero ni falso, como casi todas las palabras, con excepción
de “sí” y “no”. Al hacer corresponder su noción de rema con la de
término, Peirce afirma:

65. Ver Peirce (1986: 95)

44
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

“Un Término es simplemente un nombre correspondiente a una


clase, o un nombre propiamente dicho”.60

De esta manera, todos los nombres comunes (“un nombre


correspondiente a una clase”) y los nombres propios (“un nom­
bre propiamente dicho”) son remas.6667 En el siguiente argumento
(razonamiento):

Todo peno es un animal


Snoopy es un perro
Snoopy es un animal

Los nombres comunes “perro” y “animal” y el nombre propio


“Snoopy” son remas.
Por otra parte, Peirce sostiene:

“Un Rema es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de


Posibilidad cualitativa, vale decir, se entiende que representa tal
o cual clase de Objetos posible”.68

¿Por qué Peirce vincula al rema.con la posibilidad y la cuali­


dad, correspondientes a la categoría dé primeridad? Es tpie el rema
es significado por su interpretante en cuanto conjunto de cualida­
des de naturaleza general que definen una clase de objetos. El
rema “perro”, por ejemplo, es significado por su interpretante con
las cualidades generales 'animal5, ‘mamífero1, ‘canino1, que en tan­
to primeros son una pura posibilidad.

66. Ver Peirce (1986: 94).


67. Los sintagmas nominales, como “la mortalidad humana”, son también
considerados lemas por Peirce.
68. Ver Peirce (1986; 31).

45
Alejandra Vítate

entre la ideología, la producción social del sentido y la construc-


ciónde la realidad, como Elíseo Verón,,se remonten a Peirce para
fundamentar muchas de sus propuestas sobre esta problemática.

60
Capítulo II. La fundación saussureana

Ferdinand de Saussure es el fundador de la lingüística moder­


na y quien ha sentado las bases de la semiología, disciplina cuyo
objetivo es el estudio de los signos en el seno de la vida social.
Saussure busca fundamentar la lingüística y’definir su objeto de
estudio, la lengua, entendida como “sistema de signos que expre­
san ideas”, comparable por ello “a la escritura, al alfabeto de los
sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a las
señales militares, etc. -Sólo que es el más importante de todos
estos sistemas” QCLG, 4-3).92 Tal definición de la lengtía presupone
la de signo lingüístico, la que a su vez remite a lá de signo: de allí
que Saussure conciba la existencia de una ciencia, la semiología,
que nos enseñe .“en qué consisten los signos y cuáles son las leyes
que los gobiernan” 4-3) 93
La lingüística-es una parte de la semiología, que está referida
a los signos lingüísticos, de modo que "las leyes que la semiología
descubra serán aplicables a la lingüística” {CLG, 43). En efecto,

92. Todas las citas de Saussure provienen del Curso de lingüística general,
abreviado en CLG. El número que le sigue corresponde a la página de la
edición de Editorial Losada.
'9:5- Saussure sostiene que la semiología “sería parte de la psicología social,
y consiguiente de la psicología general".

61
AlejandraVitaie

para Saussure el problema lingüístico es esencialmente semiológico;


por ello si se quiere "descubrir la verdadera naturaleza de la len­
gua, hay que empezar a considerarla en lo que tiene de común
con todos los otros sistemas del mismo orden” (CZG, 44). A su
vez, porque la lengua está integrada por signos enteramente arbi­
trarios y es el más complejo y el más extendido de los.sistemas de
expresión, para Saussure “la lingüística puede erigirse en modelo
general de toda semiología, aunque la lengua no sea más que un
sistema particular” (CLG, 44). '
La importancia de la perspectiva de Saussure sobre la se­
miología consiste en afirmar la fecundidad del modelo de la len­
gua para las investigaciones futuras sobre todos los sistemas de
signos; de allí la pertinencia de exponer en una introducción al
estudio de los signos los conceptos básicos planteados por
Saussure para la lingüística. Dichos conceptos se articulan en
pares de opuestos (significado-significante, lengua-habla, muta­
bilidad-inmutabilidad, sincronía-diacronía, relaciones sintagmáticás-
relaciones asociativas) que tornan el pensamiento de Saussure
marcadamente dicotómico y binario.
Saussure fue profesor de lingüística general en la Universidad
de Ginebra, donde dictó tres cursos durante 1906-1907, 1908-
1909 y 1910-1911. Su obra capital, el Curso de lingüística gene­
ral, publicada en 1916, no fue escrita por él sino por sus discípu­
los Charles Bally y Albert Sechehaye, sobre la base de las notas
personales entregadas por su viuda y los apuntes lomados por sus
alumnos en particular del tercer curso. Basándonos en ese texto, a
continuación presentamos las propuestas principales de Saussure
sobre el estudio de la lengua.

ILI El signo lingüístico

Saussure se opone a que se considere el signo lingüístico como


una entidad unitaria, entendida como el nombre de una cosa, ló
que implicaría concebir a la lengua como una nomenclatura (una
lista de términos que se corresponden con las cosas) y suponer

62
ES estudio de ios signos. Peirce y Saussure

que las ideas preexisten a los signos lingüísticos. Veamos enton­


ces qué afirma Saussure:

“La unidad lingüística es una cosa doble, hecha con la unión de


dos términos (...) Lo que el signo une no es una cosa y su
nombre, sino un concepto- y una imagen acústica. La imagen
acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino su
huella psíquica. (...) El carácter psíquico de nuestras imágenes
acústicas aparece claramente cuando observamos nuestra len­
gua materna. Sin mover los labios ni la lengua, podemos hablar­
nos a nosotros mismos o recitamos mentalmente un poema (...)
El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras,
que puede representarse por la siguiente figura:

Estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman


recíprocamente. Ya sea que busquemos el sentido de la palabra
latina arbor o la palabra con que el latín designa el concepto de
‘árbol’, es evidente que

63
AlejandraVítale

las vinculaciones consagradas por l¡a lengua son las únicas que
nos aparecen conformes a la realidad, y descartarnos cualquier
otra que se pudiera imaginar (...) Y proponemos conservar la
palabra signo para designar el conjunto, y reemplazar concepto
e imagen acústica respectivamente con significado y significante,
estos dos últimos términos tienen la ventaja de señalar la oposi­
ción que Iqs. separa, sea entre ellos dos, sea del total de que
forman pane” (CLG, 91-93).

Saussure acentúa que eí signo lingüístico es una entidad biplánica,


integrada por dos planos (significado y significante), de modo que
ninguno de los dos planos tomados aisladamente conforma un sig­
no: es la unión del significado y el-significante que lo constituye.
Para que sus alumnos entendieran mejor sus enseñanzas, Saussure
utilizó múltiples analogías que comparan lo que sucede en la len­
gua con otros campos. En este caso sostiene:

“Muchas veces se ha comparado esta unidad de dos caras con la


unidad de ia persona humana, compuesta de cuerpo y alma. La
comparación es poco satisfactoria. Más acertadamente se podría
pensar en un compuesto químico, el agua, por ejemplo-, es una
combinación dé hidrógeno y de oxígeno; tomado aparte, ninguno
de estos dos elementos tiene las propiedades del agua” (CLG, 127).

Saussure hace hincapié en la relación de interdependencia


entre el significante y el significado: referirnos a un significante
implica, necesariamente, postular la existencia de un significado
al que está asociado. Asimismo, esjmportante destacar que el
signo lingüístico es una unidad de naturaleza psíquica, pues am­
bos planos también lo son. El concepto está archivado en la men­
te de los hablantes de una lengua, y puede ser descripto como un
haz de elementos mínimos de significado (que la semántica es­
tructural denominó semas),94 de modo que el concepto “perro”,

94. Sobre la semántica estructural, ver Greimas (1974).

64
Eí estudio de ios signos. Peírce y Saussure

por ejemplo, se expresaría como el conjunto integrado por


‘animal’, ‘mamífero’-, ‘canino1, 'masculino’; la imagen acústica a él
asociada también es psíquica, pues, como afirma Saussure, “no es
el sonido", sino el recuerdo del sonido.
El signo lingüístico así definido posee dos características pri­
mordiales, enunciadas por Saussure en dos principios.

ILI .1 Primer principio; la arbitrariedad del signo lingüístico

El signo lingüístico es arbitrario, lo cual significa que la unión


entre el significado y el significante es inmotivada,’ es decir, pura y
exclusivamente'convencional. Es de resaltar que Ja definición de
arbitrariedad se refiere únicamente a la relación entré el plano del
significante y el del significado 2 sin remisión al objeto al que el
signo representa. En efecto, Saussure afirma:

“El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o


bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la
asociación de un significante con un significado, podemos decir
más simplemente: el signo lingüístico es arbitrario.
Así, la idea de sur no está ligada por relación alguna interior con
la secuencia de sonidos s-u~r que le sirve de significante; podría
estar representada perfectamente por cualquier otra secuencia
de sonidos. Sirven, de prueba las diferencias entre las lenguas y
la existencia misma de lenguas diferentes (...)
La palabra arbitrario necesita también una observación. No debe
dar idea de que el significante depende de la libre elección del
hablante (ya veremos luego que no está en manos del individuo
el cambiar nada en un signo una vez establecido por un grupo
lingüístico); queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitra­
rio con relación al significado, con el cual no guarda en la rea­
lidad ningún lazo natural” (CLG, 93-94).

Saussure, aclara que lo que se denomina símbolo, a diferencia


del signo lingüístico, “tiene por carácter el ser nunca completamente

65
Alejandra Vítale

arbitrario” (CLG, 94) porque siempre hay algo de vínculo natural,


es decir de motivación, entre el significante y el significado. El
símbolo de la justicia, una balanza, por ejemplo, no puede ser
reemplazado por cualquier otro, como un carro, pues entre la
balanza (plano del significante) y la justicia (plano'del significado)
existe una relación motivada.
A partir de esto, Saussure considera dos posibles objeciones
que podrían hacerse al principio de la arbitrariedad del signo lin­
güístico. En primer lugar, podría afirmarse que en las onomatopeyas,
como líc-taco glu-glu, hay un lazo natural entre el significante y
el significado; en segundo lugar, lo mismo podría afirmarse de las
interjecciones, como ¡ay!, que parecen dictadas por la naturaleza.
Saussure refuta estas posibles objeciones sosteniendo que:

a. Las onomatopeyas y las interjecciones son escasas y de im­


portancia secundaria en una lengua.
b. Tamo en unas como en otras intervienen convenciones que
determinan que no sean las mismas en las diferentes lenguas,
lo que vuelve su origen simbólico, natural, en parte dudoso. A
la onomatopeya del español guau guau, por ejemplo, le co­
rresponde en francés auaouay en alemán wauwau-, a la in­
terjección del español /qy/le corresponde en francés aíely
en alemán au!
c. En el caso de las onomatopeyas, una vez introducidas en la
lengua, quedan más o menos sujetas a la evolución fonética,
morfológica, etc., que sufren las otras palabras, lo que es una
prueba de que han perdido su carácter simbólico para adqui­
rir el del signo lingüístico en general, que es inmotivado.

Sin embargo, en otra parte del CLG, Saussure afirma que el


principio fundamental de lo arbitrario del signo no impide recono­
cer que en algunos casos el mecanismo de formación de palabras
hace intervenir en los signos cierto grado de motivación:

“Así veinte es inmotivado, pero diecinueve no lo es en el mismo


grado, porque evoca los términos de que se compone y otros

66
0 estudio de ios signos. Peirce y Saussure

que le están asociados, por ejemplo, diez, nueve, veintinueve


(...); tomados separadamente, diez y nueve están en las mismas
condiciones que veinte, pero diecinueve presenta un caso de
motivación relativa. Lo mismo sucede con peral, que evoca la
palabra simple pera, y cuyo sufijo -al hace pensar en rosal, frutal,
etc.; nada de eso ocurre con cerezo, fresno, haya, etc.” (..CLG, 155)-

Saussure plantea entonces que la arbitrariedad es una cues­


tión de grados, pero insiste en que, cuando aparece, la motivación
en la lengua nunca es absoluta y que los elementos que compo­
nen dichas palabras (diez, nueve, pera, etc.) son completamente
arbitrarios, es decir, inmotivados. Por eso se refiere a lo arbitrario
absoluto (como diez y nueve) y a lo arbitrario relativo (como
diecinueve') en el conjunto de los signos de una lengua.
Verón (1993) analizó el Curso de lingüística general como
texto fundador de la lingüística moderna y destacó la deuda que
la noción de arbitrariedad de Saussure tiene con el pensamiento
del sociólogo Émíle Durkheim, quien en su libro Les formes
élementaires de la vie réligieuse presenta una concepción de lo
simbólico como algo que reposa sobre relaciones arbitrarias, no
naturales, entre el símbolo y lo que él representa.95

ILLLl La arbitrariedad en los signos no lingüísticos

Saussure se interroga sobre la posibilidad de que, una vez


establecida la semiología, i n copo re a su estudio los sistemas de
signos enteramente naturales, como la pantomima. Aunque con­
cede que esto sea posible, hace hincapié en que dicha ciencia
deberá focalizar los sistemas de signos basados en la arbitariedad,
que son para él los que mejor realizan el procedimiento

95. Se observa que Durkheim, cuando se refiere a la arbitrariedad, conside­


ra la relación con el objeto, mientras que Saussure se limita a la relación
intema entre el significante y el significado deí signo. Por otra parte, Saussure,
a diferencia de Durkheim, usa el término símbolo en los casos en que hay
motivación en dicha relación.
Alejandra Vítale

semiológico. Por eso la lingüística, que estudia signos completa­


mente arbitrarios, puede ser up triodelo general.para la nueva
ciencia que postula”
Saussure nos dice que “todo medio de expresión recibido de
una sociedad se apoya en principio en un.hábito colectivo o, lo
que viene a ser lo mismo, en la convención” QCLG, 94), aunque
puedan distinguirse diversos grados de motivación. Los signos
de cortesía, ejemplifica, están dotados con frecuencia de cierta
expresividad natural o motivación (piénsese en los chinos, que
saludan a su emperador postrándose nueve veces ante él), pero
no están menos fijados por una regla que obliga a emplearlos.
La arbitrariedad, entonces, es otra vez planteada por Saussure
como una cuestión de grados, que son indirectamente proporcio­
nales a la motivación: cuanto más motivados son los signos menos
arbitrarios son, y viceversa. El signo lingüístico, puramente con­
vencional e inmotivado, es completamente arbitrario; pensemos,
en cambio, en la señal caminera que consiste en la imagen de una
vaca y que significa “animales sueltos”, ¿es completamente arbi­
traria? No lo es, puesto que la unión entre el significante (la ima­
gen de la vaca) y el significado (“animales sueltos”) está basada
en algo más que en una convención, hay motivación: la vaca es
un animal que suele aparecer en una ruta rodeada de campos y
este es un bu en motivo para que integre el significante de una
señal que significa “animales sueltos”.
Eco (1988) hace hincapié en que arbitrario no quiere decir
exactamente lo mismo que convencional, pues arbitrario -diji­
mos- es lo pura y exclusivamente convencional, es decir, lo in­
motivado. Para que haya un signo, aclara Eco, siempre debe haber
una relación instituida entre un significante y un significado sobre
la base de una convención establecida por un código.90 De este
modo, todos los signos son convencionales, pero algunos serán96

96. Eco (1988: 172) define al código como “la regla de emparejamiento de
elementos de la expresión con elementos del contenido, después de haber
organizado en sistema formal ambos planos”.

68
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

arbitrarios y otros no. Por otra parte, Eco distingue entre aquellos
signos en los que la convención interviene desde la. producción,
como en las palabras, los sistemas de señalización, etc., y aquellos
en los que la convención interviene sólo en la lectura, en la inter­
pretación. Los fenómenos naturales, como una nube negra que
significa “lluvia próxima'', no son producidos convencionalmente,
pero se transforman en signos cuando un aprendizaje cultural,
cuando un sistema de convenciones Ies asigna un significado.

ÍIJ.2 Segundo principio: carácter lineal del significante

El significante del signo lingüístico, por ser de naturaleza acús­


tica, “se desenvuelve en el tiempo únicamente y tiene los carac-
teres que toma del tiempo: a) representa una extensión, y b) esa
extensión es mensurable en una sola dimensión', es una línea”
(ÓZ<7, 95). Saussure afirma'que si bien este principio es evidente, ~
no se ha apreciado su importancia, equiparable a la del primer
principio, dado que todo el mecanismo de la lengua depende
también de la Hnealidad del significante.
Los elementos del significante lingüístico se presentan uno
tras otro, forman una cadena, a diferencia de “los significantes
visuales (señales marítimas, por ejemplo), que pueden ofrecer
complicaciones simultáneas en varias dimensiones” QCLG, 95).
Pero, ¿cuáles son estos elementos que componen el significante
lingüístico, es decir la imagen acústica? Se trata de los fonemas,.
definidos posteriormente a Saussure como unidades mínimasy
autónomas del.plano de lá expresión cuyo contraste permite
dísting u irsign ificados.
En efecto, los fonemas no poseen en sí mismos un significa­
do, pero el contraste entre ellos permite distinguirlo. Tomemos
como ejemplo los siguientes signos:

paso
peso
piso

69
Alejandra Vítale

Ellos poseen diferentes significados gracias a la oposición en ­


tre /a/, /e/ e /i/, que en tanto unidades autónomas reaparecen en
otros signos. Los’fonemas tienen una naturaleza psíquica, pues
son un conjunto de rasgos distintivos —explicaremos más adelante
esta noción al referimos al concepto de valor- que están archiva­
dos en la mente de los hablantes de una lengua, integrada por un
sistema fonológico particular.

IL2 La lengua y el habla

Influido por el interés positivista en deslindar las ciencias,


Saussure reflexiona sobre cuál es ebobjeto de estudio,propio de la
lingüística y afirma que lejos :‘de preceder el objeto al punto de
vista, se diría que es el punto de vista el que crea al objeto” QCLG,
36). Esta operación realiza Saussure cuando recorta dentro del len­
guaje el que será el objeto de estudio de la lingüistica: la lengua.
En efecto, Saussure afirma que la lengua no es igual al lengua ­
je, sino sólo una parte de él, aunque esencial. El lenguaje en tanto
tal no puede constituir un objeto de estudio puesto que tomado
en su conjunto/

“El lenguaje es multiforme y heceróciito; a caballo entre diferen­


tes dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece
además ai dominio individual y al dominio social; no se deja
clasificar en ninguna de las categorías de ios hechos humanos,
porque no se sabe cómo desembrollar su unidad” 37).

Para deslindar la lengua, objeto homogéneo, en el conjunto


heterogéneo del lerfguaje, Saussure parte de la descripción del
circuito del habla, es decir, del circuito de la comunicación:

“Para hallar en el conjunto del lenguaje la esfera que corres­


ponde a la lengua, hay. que situarse ante el acto individual que
permite reconstituir el circuito de la palabra. Este acto supone
por lo menos dos individuos: es el mínimum exigióle para que

70
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

el circuito sea completo. Sean, pues., dos personas, A y B, en


conversación;

El punto de partida del circuito está en el cerebro de uno de


ellos, por ejemplo en el de A, donde los hechos de conciencia
que llamaremos conceptos se hallan asociados con las represen­
taciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas que sir­
ven a su expresión. Supongamos, que un concepto dado desen­
cadena en el cerebro una imagen acústica correspondiente: éste
es un fenómeno enteramente psíquico, seguido a su vez de un
proceso fisiológico-, el cerebro transmite a los órganos de la
fonación un impulso correlativo a la imagen; luego las ondas
sonoras se propagan de la boca de A al oído de B-. proceso
puramente físico. A continuación el circuito sigue en B un orden
inverso: del oído al cerebro, transmisión fisiológica de la imagen
acústica; en el cerebro, asociación psíquica de esta imagen. con
el concepto correspondiente. Si B habla a su vez, este nuevo
acto seguirá -de su cerebro al de A~ exactamente la misma mar­
cha que el primero y pasará por las mismas fases sucesivas que
representamos en el siguiente esquema:

71
Alejandra Vítale

Es necesario añadir una facultad de asociación y de coordina­


ción, que se manifiesta en todos los casos en"que no se trate
nuevamente'de signqs aislados; esta facultad es ía que desempe­
ña el primer papel en la organización de la lengua como sistema.
Pero para comprender bien este papel, hay que salirse del acto
individual, que no es más que el embrión del lenguaje, y enca­
rarse con el hecho social.
Entre todos los individuos así ligados por el lenguaje, se estable­
cerá una especie de promedio: todos reproducirán -no exacta­
mente- los mismos signos unidos a los" mismo conceptos.
¿Cuál es el oñgéTTdé esta cristaHzáción social? ¿Cuál de las dos
partes del circuito puede ser la causa? Pues lo más probable es
que no todas participen igualmente.
La parte física puede descartarse desde un principio. Cuando oímos
hablar una lengua desconocida, percibimos bien los sonidos, pero,
por nuestra incomprensión, quedamos afuera del hedió social.
La parte psíquica tampoco entra en juego en su totalidad: el lado
ejecutivo queda fuera, porque la ejecución jamás está a cargo
de la masa, siempre es individual, y siempre el individuo es su
árbitro; nosotros lo llamaremos el habla (parolé).
Lo que hace que se formen en los sujetos hablantes acuñaciones
que llegan a ser sensiblemente Idénticas en todos es el funciona­
miento de las facultades receptiva y coordinativa., ¿Cómo hay
que representarse este producto social para que la lengua apa­
rezca perfectamente separada del resto? Si pudiéramos abarcar­
la suma de las imágenes verbales almacenadas en todos los indi­
viduos, entonces nos toparíamos con el lazo social que constitu­
ye la lengua. Es un tesoro depositado por la práctica del habla
en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad, un sis­
tema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o,. más
exactamente, en los cerebros de un conjunto de individuos, pues
la lengua no está completa en ninguno, no existe perfectamente
más que en la masa.
Al separar la lengua del habla (langue el parolé), se separa a la
vez: Ia, lo que es social de lo que es individual; 2-, lo que es
esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental.

72
El estudio de los signos. Pairee y Saussure

La lengua .no.,es una función del sujeto hablante, es el producto


que eí individuo registra pasivamente.- nunca supone premedita­
ción, y Ja reflexión ño interviene en ella más que para la activi­
dad de clasificar. . ’
Él habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad y
de inteligencia, en el cual conviene distinguir: 1B, las combina­
ciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la
lengua con miras a expresar su pensamiento personal; 2a, el
mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas combi­
naciones” (CLG, 39-41).

La caracterización que hace Saussure de la lengua y riel habla


puede ser sintetizada en el siguiente cuadro:

Lengua Habla
Objeto homogéneo Objeto heterogéneo
Fenómeno psíquico Fenómeno psíquico, fisiológico
y físico
Hecho social Acto individual
El individuo la registra
pasivamente Acto de voluntad
Código Uso individual del código

Saussure acentúa que la lengua es la parte social del len­


guaje y que sólo existe en virtud de una especie de contrato
establecido entre los miembros de la comunidad; el individuo
por sí solo no puede crearla ni modificarla y tiene necesidad de
un aprendizaje para conocer su funcionamiento. Asimismo,
destaca que la lengua, no menos que el habla, es un objeto de
naturaleza concreta, los signos lingüísticos por ser psíquicos no
son abstracciones, dado que las asociaciones entre significantes
y significados, ratificadas por el consenso colectivo, y cuyo con­
junto constituye la lengua, son realidades que tienen su asiento
en el cerebro.

73
Alejandra Vita¡e

Por otra parte, Saussure aclara que existe una^ntercle.p.eii^.


dencia entre la lengua y el habla. La lengua es necesaria para
que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos, pero el
habla es a su vez necesaria para que la-lengua se establezca
(históricamente, el hecho de habla precede siempre a la len­
gua); oyendo a ios otros es como cada uno'aprende su lengua
materna, que no llega a depositarse en nuestro cerebro más que
al cabo de innumerables experiencias. Finalmente, el habla es la
que hace evolucionar a la lengua.
Saussure no descarta que se pueda estudiar el habla, el uso indi­
vidual de la lengua, en lo que concede podría denominarse una lin­
güística del habla, pero la sitúa en un lugar secundario y subordinado
a lo que denomina “lingüística propiamente dicha”, o la lingüística en
tanto ciencia primera, cuyo objeto de estudio es la lengua.
Verón (1993) ha remarcado que el Curso de lingüística gene­
ral es “completamente extraño a toda concepción comunicacional
del lenguaje” (Saussure parte del circuito de la comunicación, que
da cuenta del habla, sólo para deslindar la lengua). Por otra parte,
sostiene que el “carácter involuntario de la lengua, la pasividad de
los sujetos hablantes, la imposibilidad de estos últimos para cam­
biar nada, todo esto remite a la sociología de Durkheim”, quien
“elaboró con mayor detalle todo lo concerniente a la naturaleza
‘involuntaria’ de los hechos sociales: exterioridad, sujeción, impo­
sición del exterior sobre los individuos”.

11.2,1 La lengua y el habla en otros sistemas


semiológícos

Barthes (1971: 29), siguiendo la propuesta de Saussure de to­


mar como modelo a la lingüística para el estudio de cualquier siste­
ma de signos, aplicó, entre otros, al sistema del vestido los concep­
tos de lengua y habla. De esta manera afirma:

“Es necesario distinguir aquí tres sistemas diferentes, según la


sustancia inherente a la comunicación. En el vestido escrito, es

74
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

decir, descrito por una revísta de modas a través dei lenguaje


articulado,-no existe, por así decirlo, ‘habla’: es una Lengua en
estado puro. Según el esquema dé Saussure, una lengua sin
. Habla resultaría impensable; si, por el contrario, esto resulta aquí
posible se debe a que la lengua de la Moda no procede de la
‘masa hablante’, sino de un grupo de decisión, que elabora vo­
luntariamente el código y, por otro lado, a que la abstracción
inherente a toda lengua ha sido materializada, en este caso, bajo
la forma de lenguaje escrito: el vestido de moda (escrito) es la
lengua a nivel de ,1a comunicación verbal. En el vestido fotogra­
fiado (suponiendo, para simplificar, que no vaya acompañado
de una descripción verbal) la Lengua emana siempre del fashion-
group, pero no se nos da ya en su abstracción, ya que el vestido
fotografiado aparece siempre sobre una mujer individual. Lo que
hallamos en la fotografía de moda es un estado semi-sistem ático
del vestido; en efecto,- por una parte, la Lengua de la moda debe
inferirse en este caso de un vestido pseudo-real y, por otra parte,
la persona que lleva el vestido (la modelo fotografiada) es, si así
puede decirse, un individuo normativo, elegido en función de
su generalidad canónica y que, por ello, representa una ‘pala­
bra’ cristalizada, privada, de cualquier tipo de libertad
combinatoria. Es decir, como ya había apuntado Trubetzkoy, en
el vestido puesto (o real) volvemos a encontrar la distinción clá­
sica entre lengua y habla: la Lengua ‘vestimentaría’ está constitui­
da: 1) por las oposiciones de elementos, partes o ‘detalles’ cuya
variación determina un cambio del sentido (llevar una boina o
un sombrero de copa no tiene el mismo significado); 2) por las
reglas que determinan la asociación de ios elementos en su dis­
posición a lo largo del cuerpo o unos sobre otros. El habla
‘vestimentaria’ comprende todos los fenómenos de fabricación
anémica (en nuestra sociedad ya casi no quedan) o de presen­
cia individual (corte del vestido, grado de limpieza, de uso, ma­
nías personales, libre asociación de los distintos elementos)”.

Asimismo, Barthes aplica los conceptos de lengua y habla al


sistema de la comida:

75
Alejandra Vítale

“Consideremos ahora otro sistema de signos: la alimentación.


No será difícil hallar aquí la distinción saussureana. La Jangua
culinaria está constituida: 1) por las reglas de exclusión (tabúes
culinarios); 2) pop las oposiciones significantes de unidades
que todavía han de determinarse (del tipo, por ejemplo, de:
salado/ azucarado)} por las reglas de asociación, ya sea simul­
táneas (a nivel de un manjar) o sucesiva (a nivel del menú); 3)
por los protocolos en uso, que quizá funcionen como una
especie de retórica culinaria. En lo que respecta al 'habla’ cu­
linaria, sumamente rica, comprende todas las variaciones per­
sonales (o familiares) de preparación y asociación (se podría
considerar la cocina de una familia, que subyace a un cierto
número de costumbres, como idiolecto). El Menú, pongamos
por- caso, ejemplifica muy bien la función de la lengua y del
habla: cada menú se constituye con referencia a una estructura
(nacional, regional y social), pero esta estructura se llena de
distinta forma según los días y los usuarios, exactamente igual
que una ‘forma’ lingüística se llena a partir de las libres varia­
ciones y combinaciones que necesita un locutor para un deter­
minado lenguaje. La relación entre la lengua y el habla sería en
este caso bastante similar a la que hallamos en el lenguaje: es,
a grandes rasgos, el uso, es decir, una especie de sedimenta­
ción de las palabras, lo que constituye la lengua culinaria. Sin
embargo, los fenómenos de innovación individual (recetas in­
ventadas) pueden adquirir un valor institucional. Contrariamente
a lo que sucede con el sistema del vestido, aquí falta la acción
de un grupo de decisión: la lengua culinaria se constituye úni­
camente a partir de un uso ampliamente colectivo o de un
‘habla’ puramente individual”.

Barthes remarca que la extensión semiológíca de los concep­


tos de lengua y habla plantea ciertos problemas. Por un lado, en lo
que respecta a la dialéctica entre la lengua y el habla. Dentro del
sistema lingüístico, en la lengua no se incorpora nada que antes
no haya sido probado en el habla y, de modo recíproco, el habla
no es posible si no está basada en el tesoro de la lengua. Salvo

76
El estudio de ios signos, Peirce y

parcialmente en el caso de la comida, para la mayoría de l


más sistemas semiológícos la lengua está elaborada no por la ‘ masa
hablante", sino por un grupo de decisión (el caso de la moda lo
ilustra claramente). Por otro lado, en el lenguaje existe una grao
desproporción entre la lengua, un conjunto finito de reglas, y las
“hablas”, que son prácticamente infinitas. En la comida hay toda­
vía una importante variación combinatoria a nivel del habla, pero
en los otros sistemas semiológícos la amplitud de las variaciones
combinatorias y de las libres asociaciones de elementos es débil,
es decir, el habla es “pobre”.

II.3Inmutabilidad y mutabilidad del signo

II.3.1 La Inmutabilidad

Saussure sostiene que con relación a la idea que representa,


el significante aparece elegido libremente, pero que con relación
a la comunidad lingüística que lo usa no es libre, es impuesto. Es
como si se le dijera a la lengua "elige”, pero añadiendo “será ese
signo y no otro signo” (CZG 97). No sólo un individuo es incapaz
de modificarla elección hecha, sino que la masa misma no pue­
de ejercer su poder sobre una sola palabra: está atada a la len­
gua tal cual es. Por eso la lengua no puede equipararse a un
contrato puro y simple, pues constituye una ley admitida por
la comunidad como una cosa que se sufre, no como una regla
libremente consentida.
La lengua siempre se'nos aparece como una herencia de una
época precedente, como un producto recibido de las generacio­
nes anteriores que hay que tomar tal cual es. De allí que el proble­
ma del origen del lenguaje ni siquiera deba ser planteado para
Saussure, pues "el único objeto real de la lingüística es la vida nor­
mal y regular de una lengua ya constituida” QCLG, 97). ¿Pero por
qué el factor histórico de la transmisión de la lengua la domina
enteramente excluyendo todo cambio lingüístico general y súbito?
Saussure da varias repuestas a este interrogante:

77
Alejandra Vítate

a. El carácter arbitrario del signo: para que algo sea cuestiona­


do es necesario que se base en una norma razonable, pero
esto no sucede en la lengua porque es un sistema arbitrario
de signos.- o •; ' '
b. La multitud de signos necesarios para constituir cualquier len­
gua: un sistema de signos compuesto de. pocos elementos
puede ser reemplazado por otro, pero ios signos de una len­
gua son innumerables.
c. El carácter demasiado complejo del sistema: el sistema de la
lengua es un mecanismo complejo que sólo se puede com­
prender con la reflexión, por lo que hasta quienes hacen uso
cotidiano de ella ignoran profundamente el sistema que la
. constituye. Como la masa es incompetente para transformar
la lengua, sería necesaria la intervención de especialistas,
gramáticos, lógicos, etc., pero Saussure sostiene que las
injerencias de este tipo no fueron exitosas.
d. La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüís­
tica: constituye la respuesta de más peso para Saussure. Las
otras instituciones sociales, como los ritos religiosos o las pres­
cripciones de un código, nunca ocupan más que a cierto nú­
mero de individuos a la vez y durante un tiempo limitado; la
lengua, por el contrario, es usada por los individuos el día en­
tero, está extendida en toda la masa, es manejada por ella. Esto
hace que la lengua sea la institución que menos se presta a las
iniciativas, pues la masa es percibida por Saussure como un
factor de conservación, como algo naturalmente inerte.

Para Saussure existe un vínculo entre la convención arbitra­


ria, en virmd de la cual es libre la elección que une un significante
con un significado, y el tiempo, gracias al cual la elección se
haya ya fijada. Porque el signo es arbitrario no conoce otra ley
que la de la tradición, y precisamente por fundarse en la tradi­
ción puede ser arbitrario.
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

11.3.2 La mutabilidad

Saussure afirma:

“El tiempo, que asegura la continuidad de la lengua, tiene otro


efecto, en apariencia contradictorio con el primero: el de alterar
más o menos rápidamente los signos lingüísticos, de modo que
en cierto sentido, se puede hablar a la vez de la inmutabilidad y
de la mutabilidad del signo” (CLG, 100).

En verdad, ambos hechos son solidarios, el signo está en


condiciones de alterarse porque se continúa en el tiempo. El
principio de alteración se funda en el principio de continuidad,
pues la infidelidad al pasado es sólo relativa, de modo que
siempre domina “la-materia vieja”. Para Saussure, la continui­
dad del signo en el tiempo, unida a la alteración en el tiempo,
es un principio de la semiología general, que se confirma, por
ejemplo, en los sistemas de escritura, en el lenguaje de los
sordomudos, etc.
Cualesquiera sean los factores de alteración, siempre condu­
cen aun desplazamiento de la relación entre el significado y el
significante. En latín el verbo necare, “matar”, por ejemplo, ha
dado en francés noyer, “ahogar", y en español anegar, donde se
observa que se modificó tanto la imagen acústica como el con­
cepto, es decir, que hubo un desplazamiento en la relación entre
el significado "y el significante.
La incapacidad de la lengua en defenderse contra los factores
que desplazan dicha relación es upa consecuencia de la arbitrarie­
dad del signo lingüístico, puesto que ésta plantea teóricamente la
libertad de poder establecer cualquier posible relación entre la
materia fónica y las ideas. La lengua se diferencia en esto de todas
las otras instituciones sociales (las costumbres, las leyes), en las
que en mayor o menor medida existe “una acomodación necesa­
ria entre los medios empleados y los fines perseguidos”, es decir,
una relación en la que está presente, con menor o mayor intensi­
dad, la motivación.

79
Alejandra Vítale

Para que la lengua se altere son necesarios dos factores, el


tiempo y la masa hablante. Si se tomara la lengua en el tiempo,
sin la masa hablante, probablemente no se registraría ninguna al­
teración; inversamente, si se considerara la masa hablante sin el
tiempo no se vería el efecto de las fuerzas sociales que operan
sobre la lengua.
El siguiente esquema diseñado por Saussure sintetiza su pro­
puesta sobre la inmutabilidad y la mutabilidad:

De esta manera, Saussure afirma:

"Ya ahora la lengua no es líbre, porque el tiempo permitirá a las


fuerzas sociales que actúan en ella desarrollar sus efectos, y se
llega al principio de continuidad que anula la libertad. Pero la
continuidad implica necesariamente la alteración, el desplaza­
miento más o menos considerable de las relaciones” (CZG, 104).

II.4 El valor

11.4.1 La lengua como'pensamiento organizado en


la materia fónica

Para Saussure, concebir la lengua como un sistema de valores


implica afirmar qué los elementos que la integran no poseen-una

80
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

identidad en sí mismos, sino que sólo pueden ser caracterizados a


partir de las relaciones opositivas con los otros elementos del
sistema. En efecto, el valor es la relación de oposición de un
elemento de la lengua'con los otros que lo rodean, de modo que
ese elemento es lo que los otros no son. Lo que importa de los
elementos son sus diferencias con los otros, puesto que ellas
permiten delimitarlos, de allí que Saussure conciba a la lengua
como un sistema de diferencias.
Saussure sostiene que para entender por qué la lengua es un
sistema de valores puros, basta considerar los dos elementos que
entran en juego en su funcionamiento: las ideas y los sonidos. El
pensamiento en sí mismo, antes de las segmentaciones operadas
por la lengua^ es como una nebulosa en la que no se pueden
reconocer conceptos: es una masa amorfa, carente de toda forma
y organización. Por otra parte, los sonidos por sí mismos también
están indiferenciados. La lengua realiza una serie de subdivisiones
contiguas en el plano indefinido de las ideas confusas (A) y sobre
el plano no menos indeterminado de los sonidos (B). Saussure
representa esto con el siguiente esquema-.

La lengua sirve así como una intermediaria entre el pensa­


miento y el sonido, deslindando unidades recíprocas en el plano
del pensamiento (A) y en el plano del sonido (B): en el primero
delimita conceptos (ideas), en el del sonido imágenes acústicas.
Ambas unidades constituyen, pues, un signo lingüístico. La combi­
nación entre aquellos dos órdenes que provoca la lengua produce

81
Alejandra Vítale

una forma, no una sustancia,97 pues la lengua “da forma", organiza,


crea un sistema'én aquello que estaba amorfo, desorganizado. Y,
fundamentalmente, la lengua es una forma porque las unidades
que deslinda-no pue-den ser consideradas en sí mismas," como
elementos aislados, sino dentro del sistema que ella organiza.
La lengua, al segmentar las -unidades en el plano del pensa­
miento y las unidades en el plano del sonido, establece un siste­
ma de oposiciones en el que dichas unidades pueden ser identifi­
cadas. Saussure remarca que la “segmentación de unidades recí­
procas, la elección que se decide por tal porción acústica para tal
idea es perfectamente arbitraria" (.CLG, 137) y que esto es así
porque las unidades sólo son identificadas dentro de un sistema
de valores enteramente relativos. De esta manera, las nociones
de arbitrariedad y de valor son correlativas.

11.4.2 El valor lingüístico considerado en su aspecto


conceptual '

Saussure afirma:

“Puesto que la lengua es un sistema en donde todos ios términos


son solidarios y donde el valor de cada uno no resulta más que
de la presencia simultánea de los otros, según este esquema:

97. La lengua sería una sustancia si sus elementos tuvieran una identidad
propia y autónoma respecto de los otros elementos que la integran.

82
B estudio de los signos. Peirce y Saussure

¿c¿imo es que el valor, así definido, se confundiría con la signi­


ficación, es decir, la contraparte de la imagen auditiva? Parece
imposible equiparar las relaciones figuradas aquí por las flechas
horizontales con las que están representadas en la figura ante­
rior por las flechas verticales (...)
Para responder a esta cuestión, consignemos primero que, in­
cluso fuera de la lengua, todos los valores parecen regidos por
ese principio paradójico. Los valores están siempre constituidos:
I'3. Por una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otra
cuyo valor está por determinar.
2S. Por cosas similares que se pueden comparar con aquella
cuyo valor está por ver.
Estos dos factores son necesarios para la existencia de un valor.
Así, para determinar el valor de una moneda de cinco francos,
hay que saber: ls que se la puede trocar por una cantidad deter­
minada de una cosa diferente, por ejemplo, de pan; 2a que se la
puede comparar con un valor similar del mismo sistema, por
ejemplo, una moneda de un franco, o con una moneda de otro
sistema similar (un dólar, etc.). Del mismo modo una palabra
puede trocarse por algo desemejante: una idea; además, puede
compararse con otra cosa de la misma naturaleza: otra palabra.
Su valor, pues, no estará fijado mientras nos limitemos a consig­
nar que se puede ‘trocar’ por tal o cual concepto, es decir, que
tiene tal o cual significación; hace falta compararla con otros
valores similares, con las otras palabras que se le pueden opo­
ner. Su contenido no está verdaderamente determinado más que
por el concurso de lo que existe fuera de ella. Como la palabra
forma parte de un sistema, está revestida, no sólo de una signifi­
cación, sino también, y sobre todo, de un valor, lo cual es cosa
muy diferente” (CLG, 138-139)-

Aunque la palabra del español camero o la del francés moutoti


pueden tener la misma significación que la palabra dél inglés sheep,
dice Saussure, no tienen el mismo valor, puesto que al hablar de
una porción de comida ya cocinada y servida a la mesa, en inglés
se dice mutton y no sheep. La diferencia de valor radica entonces

83
Alejandra Vítale

en que a la palabra sheep se le opone en inglés un segundo térmi­


no, multan, lo que no sucede.en. español y en francés.
Sau ssñre especifica:

“Dentro de una misma lengua todas las palabras que expre­


san ideas vecinas se limitan recíprocamente: sinónimos como
recelar, temer, tener miedo, no tienen valor propio más que
por su oposición; si recela?' no existiera, todo su contenido
iría a sus concurrentes (...) Cuando se dice que los valores
corresponden a conceptos, se sobreentiende que son pura­
mente diferenciales, definidos no positivamente por su conte­
nido, sino por sus relaciones con los otros términos del siste­
ma, Su más exacta característica es la de ser lo que los otros
no son” (CZC7, 140).

Ejemplifiquemos lo anterior a partir de los siguientes conceptos:

'animado’ ‘humano’ ‘femenino’ 'masculino' ‘adulto’

"hombre” ■b - +
“mujer’ -b *b - d-

“niño" -b 4-

íijri3. + -b - -

Los elementos escritos en la primera línea horizontal (‘anima­


do’, ‘animal’, ‘femenino’, ‘masculino’, ‘adulto’) son los'rasgos
semánticos (semas) cuyo conjunto, dijimos, constituyen los con­
ceptos. En el cuadro se observa con claridad que ¡os conceptos
(escritos en la primera línea vertical entre comillas) cobran identi­
dad en la relación de oposición con los otros conceptos vecinos,
de modo que el concepto de hombre es lo que no son los otros
(‘masculino’ respecto del concepto de “mujer” y de “niña”, ‘adul­
to’ respecto de los conceptos de “niño” y de “niña”).

84
El estudio de los signos. Peírce y Saussure

Saussure aclara que si “las palabras estuvieran encargadas de


representar conceptos dados de antemano, cada uno de ellos
tendría, de lengua a lengua, correspondencias exactas para el sen­
tido; pero esto no es así” (CLG, 140). Por ejemplo, en español se
usa el verbo alquilar indiferentemente por “dar en alquiler” como
por “tomar en alquiler”, de modo que alquilo puede aparecer
tanto en un cartel que un propietario ponga en su vivienda, como
en el enunciado de quien la elige para vivir y dice la alquilo. En
alemán, en cambio, se emplean dos términos distintos: mieten y
uermieten, respectivamente 93
Como vimos, Saussure se interesa en distinguir el valor de la
significación, que depende de aquel. Por ello afirma:

“Ahora se ve la interpretación real del esquema del signo.

Así quiere decir que en español un concepto juzgar’ está unido


a la imagen acústica juzgar, en una palabra, simboliza la signifi­
cación; pero bien entendido que ese concepto nada tiene de
inicial, que no es más que un valor determinado por sus relacio­
nes con los otros valores similares y que sin ellos la significación
no existiría” (CLG, 141).

Para Saussure, la noción de valor se aplica a todos los térmi­


nos de las lenguas, como a las entidades gramaticales. De este

98. Las diferencias ciel sistema de valores entre las lenguas constituyen
frecuentemente pane de los problemas que deben superar los traductores.

85
Alejandra Vitare

modo, el valor de un plural en español o en francés no coincide


del todo con el del plural én sánscrito, porque el sánscrito posee
tres números en vez de dos. En efecto, al plural se le oponen el
singular y el dual, mientras que én las otras dos lenguas al plural se
le opone sólo el singular.

IL4.3 El valor lingüístico considerado en su aspecto


material

Para Saussure, lo que importa en las palabras no es el sonido


por sí mismo, sino las diferencias fónicas que permiten distinguir
una palabra de todas las otras, el significante lingüístico está así
constituido “únicamente por las diferencias que separan su ima­
gen acústica de todas las demás" (CLG, 141). Como lo hizo al
explicar el valor desde el punto de vista conceptual, Saussure
vuelve a vincular la noción de valor en tanto relaciones diferencia­
les con la noción de arbitrariedad:

“Puesto que no hay imagen vocal que responda mejor que otra a lo
que se le encomienda expresar, es evidente, hasta a priori, que
nunca podra un fragmento de lengua estar fundado, en último
análisis, en otra cosa que en su no-coincidencia con el resto. Arbi­
trario y diferencial son dos cualidades correlativas" (CLG, 142).

Los fonemas también son entendidos como entidades


opositivas, negativas y relativas, puesto que lo que los caracteriza
es el hecho de que no sean confundidos unos con otros. Tome­
mos como ejemplo los siguientes fonemas:

labial nasal sonoro


/b/ + - +
/m/ + 4-

/p/ -j- - -

86
El estudio de los signos. Peírce y Saussure

En la línea superior están escritos los rasgos distintivos sobre


los que se. oponen los fonemas Zb/, ZmZ y /p/: .labial, rasgo com­
partido por los tres, puesto que en tocios hay que acercar los
labios para pronunciarlos; nasal, que da cuenta de que el aire sale
por la nariz, y sonoro, que se refiere a si vibran las cuerdas voca­
les. En este microsistema, se observa con claridad que el fonema
/m/, por ejemplo, cobra identidad en su relación opositiva con los
demás, de modo que él se caracteriza por ser. lo que los otros no
son: nasal, a diferencia de ZbZ y ZpZ (pues el aíre en éstos no sale
por la nariz sino por la boca) y sonoro, a diferencia de ZpZ (pues al
pronunciar este fonema no vibran las cuerdas vocales).
Los fonemas, dijimos, no son sonidos, sino que representan
categorías abstractas de características de emisión; los fonemas así
entendidos son un haz de rasgos distintivos cuya presencia o au­
sencia permite distinguirlos entre sí. Un mismo fonema puede ser
pronunciado de modos diversos según las zonas geográficas, como
sucede por ejemplo con la /rZ entre diversas zonas de la Argenti­
na, pero lo que importa son las ínvariancias que constituyen las
diferencias de ese fonema con los otros dentro del sistema fonoló­
gico del español.
Saussure ejemplifica la noción de valor desde el punto de
vista material apelando a otro sistema semiótico, la escritura:

"Como idéntico estado de cosas se comprueba en ese otro siste­


ma de signos que es la escritura, lo tomaremos como término de
comparación para aclarar toda esta cuestión. De hecho?
Ia, los signos de la escritura son arbitrarios; ninguna conexión,
por ejemplo, hay entre la letra ty el sonido que designa.
2e, el valor de las letras es puramente negativo y diferencial; así
una misma persona puede escribir la ¿con variantes tales como:

87
Alejandra Vítale

Lo único esencial es que ese signo no se confunda en su escri-


.tura con el-de la 7, de la d, etc.
3a, los valores cié la escritura no' funcionan más que por su
oposición recíproca en el seno de un sistema definido, com­
puesto de un número determinado de letras. Este carácter, sin
ser idéntico al segundo, está ligado a él estrechamente, porque
ambos dependen del primero. Siendo el signo gráfico arbitrario,
poco importa su forma, o, mejor, sólo tiene importancia en los
límites impuestos por el sistema.
4S, el medio de producción del signo es totalmente indiferente,
porque no interesa al sistema (eso se deduce también de la pri­
mera característica). Escribamos las' letras en blanco o en negro,
en hueco o en relieve, con una pluma o con unas tijeras, eso no
tiene importancia para la significación (...)
Todo lo precedente viene a decir que en la lengua no hay más
que diferencias. Todavía más:- una diferencia supone, en gene­
ral, términos positivos éntre los cuales se establece; pero en la
lengua sólo hay diferencias sin términospositivos. Ya se considere
el significante, ya el significado, la lengua no comporta ni ideas
ni sonidos preexistentes al sistema lingüístico, sino solamente
diferencias conceptuales y diferencias fónicas resultantes de ese
sistema. Dicho de otro modo, la lengua es una forma y no una
sustancia. Nunca nos percataremos bastante de esta verdad,
porque todos los errores de nuestra terminología, todas las ma­
neras incorrectas de designar las cosas de la lengua provienen-
de esa involuntaria suposición de que hay una sustancia en el
fenómeno lingüístico” (C£í?, 143-144).

88
El estudio de los signos. Peírce y Saussure

II.5 Sincronía/diacronía

Para Saussure todas las ciencias, y más aún aquellas que traba­
jan con valores, deben distinguir los dos ejes sobre los que se
sitúan los objetos que estudian:

A B

1. El eje de las simultaneidades A-B. Concierne a las relaciones


entre cosas coexistentes, con exclusión de toda intervención
del tiempo. En este eje se ubica la noción de sincronía, que
designa un estado de lengua,
2. El eje de las sucesiones C-D. En este eje sólo se puede conside­
rar una cosa a la vez, pero en él están todas las cosas del primer
eje con sus cambios respectivos. Aquí se ubica la noción de
diacronía, que designa una fase de la evolución de la lengua.

Saussure ilustra las nociones de sincronía y diacronía con dos


analogías. La primera consiste en comparar la sincronía con el cor­
te transversal de un vegetal y la diacronía con el corte longitudinal:

"...si se corta transversalmente el tronco de un vegetal, se advier­


te en la superficie de la sección un diseño más o menos compli­
cado; no es otra cosa que la perspectiva’dé las fibras longitudinales,

89
Alejandra Vítate

que se podrán percibir practicando otra sécción perpendicular a


la primera. También.1 aquí cada una de las perspectivas depende
de la otra: la sección longitudinal nos muestra las fibras mismas
que constituyen la planta, y la sección transversal su agrupación en
un plano particular; pero la segunda es distinta de la primera, pues
ella permite comprobar entre las fibras ciertas conexiones que nun­
ca se podrían percibir en un plano longitudinal” (CLG, 113).

Como se desprende de la cita, esta primera analogía sostiene


que la sincronía, el corte transversal del vegetal, es lo que se co­
rresponde con el plano sistemático, el de las conexiones de las
fibras del vegetal en un punto del tiempo.
La segunda analogía presentada por Saussure, a la que le otor­
ga más fuerza demostrativa, consiste en comparar el juego de la
lengua con una partida de ajedrez, donde ubica nuevamente el
sistema en el eje de la sincronía:

“Pero de entre todas las comparaciones que se podrán, imaginar,


la más demostrativa es la que se hace entre el juego de la lengua
y una partida de ajedrez. En ambos juegos estamos en presencia
de un sistema de valores y asistirnos a sus modificaciones. Una
partida de ajedrez es como una realización artificial de ¡o que la
lengua nos presenta en forma natural. Veámoslo de más cerca:
En primer lugar un estado del juego corresponde enteramente a
un estado de lengua. El valor respectivo de las piezas depende de
su posición en el tablero, del mismo modo que en la lengua cada
término tiene un valor por oposición con todos los otros términos.
En segundo lugar, el sistema nunca es más que momentáneo:
varía de posición a posición. Verdad que los valores dependen
también, y sobre todo, de una convención inmutable, la regla de
juego, que existe ames de iniciarse la partida y persiste tras cada
jugada. Esta regla admitida una vez para siempre existe también
en la lengua: son ios principios constantes de la semiología.
Por último, para pasar de un equilibrio a otro, o —según nuestra
terminología- de una sincronía a otra, basta el movimiento y
cambio de un solo trebejo: no hay mudanza general. Y aquí

90
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

tenemos el paralelo del hecho diacrónico con todas sus particu­


laridades. En efecto:
a) Cada jugada de ajedrez no pone en movimiento más que una
sola pieza; lo mismo en la lengua, los cambios no se aplican más
que a los elementos aislados.
b) A pesar de eso, la jugada tiene repercusión en todo el sistema;
es imposible al jugador prever exactamente los límites de ese efec­
to. tos cambios de valores que resulten serán, según la coyuntura,
o nulos o muy graves o de importancia media. Una jugada puede
revolucionar el conjunto dé la partida y tener consecuencias hasta
para las piezas por el momento fuera de cuestión. Ya hemos, visto
que lo mismo exactamente sucede en la lengua.
c) El desplazamiento de una pieza es un hecho absolutamente
distinto del equilibrio precedente y del equilibrio subsiguiente.
El cambio operado no pertenece a ninguno de los estados: aho­
ra bien, lo único importante son los estados.
En una partida de ajedrez, cualquier posición que se considere
tiene como carácter singular el estar libertada de sus anteceden­
tes; es totalmente indiferente que se haya llegado a ella por un
camino o por otro; el que haya seguido toda la partida no tiene
la menor ventaja sobre el curioso que viene a mirar el estado del
juego en un momento crítico; para describir la posición es per­
fectamente inútil recordar lo que acaba de suceder diez segun­
dos antes. Todo esto se aplica igualmente a la lengua y consagra
la distinción radical entre lo diacrónico y lo sincrónico. El habla
nunca opera más que sobre un estado de lengua, y los cambios
que intervienen entre los estados no tienen en ellos ningún- lugar.
No hay más que un punto en que la comparación falla; el juga­
dor de ajedrez tiene la intención de ejecutar el movimiento y de
modificar el sistema, mientras que la lengua no premedita nada;
sus piezas se desplazan -o mejor se modifican— espontánea y
fortuitamente; la metafonía de Hande por hanti, de Gaste por
gasti produjo una nueva formación del plural, pero también hizo
surgir una forma verbal como tragt por tragit, etc. .Para que la
partida de ajedrez se pareciera en todo a la lengua, sería necesa­
rio un jugador inconsciente o ininteligente. Por lo demás, esta

91
Alejandra. Vitafe

diferencia única hace todavía más instructiva la comparación,


porque muestra la absoluta necesidad de distinguir en lingüística
los dos órdenes de fenómenos. Pues, si los hechos diacrónicos
son irreductibles áí sistema sincrónico que condicionan cuando
la voluntad preside un cambio de esta clase, <ton mayor razón lo
serán cuando ponen una fuerza ciega en lucha con la organiza­
ción de un sistema de signos” QCLG, 113-114).

Saussure distingue así las dos partes de la lingüística, que bien


deslindadas serán sucesivamente objeto de su estudio (sin embar­
go, el estudio sincrónico de la lengua tiene la primacía en Saussure,
puesto que éste es el plano del sistema):

“La lingüística sincrónica se ocupará de las relaciones lógicas y


psicológicas que unen términos coexistentes y forman un siste­
ma, tal como aparecen a la conciencia colectiva.
La lingüística diacrónica estudiará por el contrario las relacio­
nes que unen términos sucesivos no percibidos por una misma
conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin for­
mar sistema, entre sí” (CLG, 124).

Saussure critica a la lingüística anterior porque estuvo total­


mente absorbida por la diacronía y a ciertos lingüistas en particular
porque no pudieron distinguir bien entre los estados y las sucesio­
nes. Respecto de la gramática tmdícional, considera irreprochable
que se haya centrado en la sincronía, en un estado de lengua,
pero le objeta que sea normativa y que promulgue reglas en vez
de describir los ¡techos lingüísticos.

II. 6 Relaciones sintagmáticas y relaciones


asociativas

Estos dos tipos de relaciones se corresponden con dos formas


de nuestra actividad cerebral y ambas son indispensables para el
funcionamiento de la lengua. Las relaciones sintagmáticas están

92
El estudio de los signos, Peirce y Saussure

fundadas en el carácter lineal de la lengua y son entabladas por


elementos copresentes en el discurso, por eso se llaman relacio­
nes ín praesentia. Saussure afirma:

“Los elementos se alinean uno tras otro en la cadena hablada.


Estas combinaciones que se apoyan en la extensión se pueden
llamar sintagmas. El sintagma se compone, pues, de dos o más
unidades consecutivas (por ejemplo: re-leer, contra todos; la
vida humana; Dios es bueno; D- '-ace buen tiempo, saldremos,
etc,). Colocado en un sintagma, un término sólo adquiere su
valor porque se opone al que le precede o al que le sigue a
ambos’’ (01X7, 147).

Corno se observa en los ejemplos provistos por Saussure, el


sintagma evoca la idea de un orden de sucesión (no podemos
decir *leer-ré) y un número determinado de elementos (en este
caso dos, re y leer). No todos los sintagmas tienen el mismo grado
de fijeza, las frases hechas en las que el uso impide cualquier
cambio o todos los tipos de sintagmas construidos sobre formas
regulares pertenecen a la lengua. Sin embargo, Saussure advierte
que en el dominio del sintagma no hay un límite definido entre el
hecho de lengua, testimonio de la tradición y del uso colectivo, y
el hecho de habla, que depende de la libertad individual."
En cuanto a las relaciones asociativas, se nata de relaciones vn
absenlia, pues las entablan elementos que no están copresentes
en el discurso sino que constituyen una serie mnemotécrúca vir­
tual. En efecto, estas relaciones ya no se basan en la extensión
sino que su sede está en el cerebro formando parte de “ese tesoro
interior que constituye la lengua de cada individuo” (CLG, 148). A
partir de un elemento presente en el discurso, asociamos en la
mente otros elementos ausentes que tengan una analogía en el
significado o en el significante con aquel.

99. Sobre este punto, Saussure aclara que la oración, el tipo de sintagma por
excelencia, es un hecho de habla, no de lengua.

93
Alejandra Vítale

Tomemos como ejemplo el término enseñanza, que puede


evocarnos en la memoria instrucción, aprendizaje, educación,
etc., sobre la base de una analogía de significado, o templanza,
esperanza, tardanza; etc., sobre la base de una analogía en el
significante. En las relaciones asociativas, ios términos no se pre­
sentan ni en un orden fijo (podemos asociar primero instrucción
a aprendizaje, o viceversa) ni en un número definido (nos es
imposible decir de antemano cuál será la cantidad de palabras
sugeridas por nuestra memoria a partir de enseñanza). Sin em­
bargo, Saussure adviene que en algunos casos esta última caracte­
rística puede faltar, como en los paradigmas de flexión, en cuyo
caso se suele hablar de relaciones paradigmáticas.
Podemos sintetizar la caracterización de las relaciones
sintagmáticas y asociativas con el siguiente cuadro:

Relaciones sintagmáucas Relaciones asociativas

In praesentia In absentia
Carácter lineal Serie mnemotécníca virtual
Orden fijo Orden no fijo ■
Número definido de elementos Número no definido de
elementos

Las relaciones sintagmáticas y las asociativas son comparadas


por Saussure con la columna de un edificio. La relación que la
columna entabla con el arquitrabe hace pensar en una relación
sintagmática: se trata de dos unidades (un número definido de
elementos) copresentes en el espacio y en un orden fijo. A su
vez, si el alquilrabe es de estilo dórico, evoca en la mente la
comparación con los otros dos estilos, jónico y corintio, que son
elementos no presentes en el espacio y que pueden ser recorda­
dos en distinto orden.
Como se desprende claramente de esta analogía, para Saussure
un elemento dado de la lengua entabla al mismo tiempo relacio­
nes sintagmáticas con aquellos copresentes en el discurso y
asociativas con los que están ausentes pero son evocados a partir

94
El estudio de los signos, Peirce y Saussure

de una semejanza en el plano del significado o del significante.


Las relaciones asociativas se corresponden con el eje de la selec­
ción de l^s unidades lingüísticas, mientras que las relaciones
sintagmáticas se corresponden con el eje de la combinación de
ellas en el discurso.
Jakobson ha vinculado los dos ejes del lenguaje a dos tipos de
afasia. El afásico que tiene una perturbación en el eje de la selec­
ción no consigue encontrar la palabra adecuada ante un objeto,
pero logra combinar correctamente el sintagma sustitutivo: ante
un cuchillo, por ejemplo, dirá “sirve para comer”. El afásico que
sufre perturbaciones en el eje de la combinación, por el contrario,
sólo alcanzará a alinear palabras sin encontrar el modo de articular­
las en frases dotadas de un sentido completo.

11.6.1 Los dos ejes del lenguaje en otros sistemas


semiológicos

Barthes (1971) explica que los dos ejes del lenguaje (sintag­
mático y asociativo) postulados por Saussure se encuentran en
otros sistemas de signos. Asimismo, afirma que el eje sintagmático
se corresponde con el habla (la combinación de elementos selec­
cionados de la lengua) y el asociativo, al que prefiere llamar para­
digmático, se corresponde con la lengua, es decir, con el sistema,
eje de la selección,, pues de él el hablante selecciona los elemen­
tos que combina en el sintagma, el habla. La aplicación de los dos
ejes del sistema lingüístico al sistema del vestido, la comida, el
mobiliario y la arquitectura es sintetizada por Barthes en el si­
guiente cuadro-.

95
Alejandra Vítale

SISTEMA SINTAGMA '

Vestido Grupo de prendas, de las partes Yuxtaposición en un mis­


o de los detalles que no pueden mo vestido de elementos
llevarse contemporáneamente diferentes: falda-blusa-
sobre un mismo lugar del cuer­ chaqueta
po, y cuya variación correspon­
de a un cambio del sentido ex­
presado por el vestido; toca-
do/boina/sombrero de ala
ancha, etc.

Comida Grupo de alimentos afínes y Concatenación real de los


disímiles en los cuales se elige platos elegidos a lo largo
un plato en función de-un de- de la comida: es el menú.
temiínado sentido; las varieda­
des de los primeros platos, de
asados o dessert

Ei "menú” del resta erante actualiza ambos planos: la lectu­


ra horizontal de los primeros platos, por ejemplo, corres­
ponde al sistema.; la lectura vertical del menú corresponde
al sintagma.

Mobiliario Grupo de las variedades Yuxtaposición de los mue­


"estilísticas” dé un mismo mue­ bles diferentes en un mis­
ble (una cama). mo espacio (cama-arnra-
rio-mesa, etc.).

¿Arquitectura Variaciones estilísticas de un Concatenación de los de­


mismo elemento de un edifi­ talles a nivel del conjun­
cio, diferentes formas de los to del edificio.
tejados, ele los balcones, de los
portales, etc.

96
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

0.7 Lengua, pensamiento, percepción y realidad

Para Saussure, no existe pensamiento fuera del lenguaje, pues­


to que las ideas no preceden a las subdivisiones operadas por la
lengua, que'le otorgan al pensamiento una. forma particular según
sea el sistema de valores que establezca. En esta misma línea, el
lingüista Émile Benveniste (1985, a) ha hecho hincapié en que
trno podría existir pensamiento sin lenguaje” y que la “forma’ del
pensamiento es configurada por la estructura de la lengua”.
Jurij Lotman y Boris Uspenskij (1979), semiólogos soviéticos
de la llamada “Escuela de Tartu”, influida por el estructuralismo,
sostienen que el trabajo fundamental de la cultura es organizar
estructuralmente al mundo que rodea al hombre. Esto es posible
porque la cultura ha desarrollado en su interior un ‘dispositivo
estereotipizador’ estructural, cuya función es ejercida por el len­
guaje natural, que les proporciona a los integrantes de un grupo el
sentido intuitivo de la estructuralidad. En efecto, es función de las
lenguas transformar los realia en palabras, con le? que obligan a los
hombres a interpretar como estructuras fenómenos cuya
estructuralidad no es evidente. Como la estructura de las lenguas
influye en gran medida en la mente de los hombres y en muchos
aspectos de la vida social, Lotman (1978) concibe a las lenguas
naturales como sistemas modelizadores primarios del mundo, en
el sentido en que modelan nuestra visión del mundo, nos brindan
un modelo de él. En sus reflexiones sobre el texto artístico, Lotman
entiende al arte como un sistema de modelización secundario del
mundo, de modelización porque el arte nos proporciona también
modelos del mundo, y secundario porque se superpone al primer
modelo dado por la. lengua. Asimismo, Lotman sostiene que todos
los otros sistemas semíóticos, incluido el arte, se construyen to­
mando como modelo a la lengua, en una postura similar a la que
defenderá Benveniste -lo veremos en el siguiente apartado-,
cuando afirme que la lengua es la gran matriz semiótica, la estruc­
tura modeladora de los otros sistemas de signos.
Eco (1988: 124), por su parte, plantea como un problema
no del todo resuelto la relación entre estructura de la lengua, el

97
AbjandraVtale

pensamiento y la percepción de la realidad. Por uh -lado, sintetiza


■la llamada hipótesis Sapir-Whorf, que sostenía “que incluso las ma­
neras de entender las relaciones espaciales y temporales, o de
causa efecto, ■ cambian según los pueblos, y de acuerdo con las
estructuras sintácticas de la lengua hablada. Nuestro modo de ver,
de comprender la realidad'física como sistema de relaciones, esta
determinado por las leyes (desde luego no universales) de la len­
gua con la que hemos aprendido a pensar’'.
A partir de esto, Eco retoma el conocido ejemplo de la lengua
de los esquimales, que tiene cuatro palabras en lugar de nuestra
palabra “nieve”, lo que plantea para él la cuestión de saber sí
dicha lengua tiene cuatro palabras porque los esquimales perci­
ben instintivamente, por cuestiones de supervivencia, cuatro ti­
pos de nieve, o si perciben cuatro tipos de nieve porque están
condicionados por la existencia de cuatro palabras. De este modo,
formula el siguiente interrogante:

"¿La lengua se segmenta en signos aislados, en los que nos basa­


mos para organizar la realidad perceptiva, o bien nuestro modo
de percibir la realidad obliga a la lengua a segmentarse de mane­
ra determinada?”

11.8 La lengua como interpretante de todo


sistema semiológico

Barthes (1971) afirma que las imágenes, los objetos,' los com­
portamientos pueden significar, pero nunca de modo autónomo,
pues todo sistema semiológico tiene que ver con el lenguaje por
el siguiente motivo básico: percibir lo que una sustancia significa
implica recurrir necesariamente a la segmentación de la lengua,
porque “no hay sentido que no esté nombrado, y el mundo de los
significados no es más que el mundo del lenguaje”. El semiólogo
siempre se topa con el lenguaje, ya sea porque fe sirve como
modelo para estudiar los otros sistemas de signos, o porque, como
en las imágenes, el lenguaje los acompaña. En efecto, Barthes

98
El estudio de los signos. Peirce y Saussure

sostiene que el mundo de las imágenes, como ocurre en los cómics,


la publicidad, el cine, la foto periodística, suele exigir la presencia de
un mensaje lingüístico, que está en relación de anclaje (ofrece una
guía de lectura que limita los múltiples sentidos que puede tener una
imagen) o de relevo (una relación de redundancia con ella).
Todo esto lleva a que Barthes invierta la relación planteada
por Saussure entre la lingüística y la semiología, ya no se trata de
que la primera esté incluida en la segunda, sino de que la semio­
logía sea una parte de la lingüística. La semiología es así entendida
como una translingüística, “cuya materia consistirá unas veces en
el mito, en el cuento o en el artículo periodístico, y otras en obje­
tos de nuestra civilización, en la medida en que éstos sean hablados
(a través de la prensa, los carteles, las entrevistas, la conversación y
quizá también el lenguaje interior, de orden rantasmático)”.’00 Esta
translingüística tiene por objeto las grandes unidades significantes
del discurso y servirá a las investigaciones que se realizan en la
antropología, la sociología, el psicoanálisis y la estilística.
La postura de Barthes de considerar al sistema lingüístico como
el interpretante de todo sistema semiológico y de ampliar el cam­
po de la semiología al análisis de los discursos reaparece cuando
Benveníste (1987) reflexiona sobre las relaciones que pueden
entablar diferentes sistemas semiológicos y sobre los dos tipos de
sentido que produce la lengua.
En primer lugar, Benveníste sostiene que un sistema
semiológico se caracteriza por su modo de operación (la manera en
que el sistema actúa, especialmente el sentido al que se dirige, la
vista, el oído, etc.), su dominio de validez (donde se impone el
sistema y debe ser reconocido u obedecido), la naturaleza y el
número de los signos y el tipo de funcionamiento que une los
signos y les otorga función distintiva. En el sistema del semáforo,
por ejemplo, el modo de operación es visual, el dominio de validez
es el desplazamiento de vehículos por caminos, los signos están
constituidos por la oposición cromática binaria verde-rojo, a veces

100. Ver Barthes (1970: 14).

99
AlejandraVítale

con una fase intermedia, amarilla, de simple transición, y el tipo de


funcionamiento es una relación de alternancia (nunca de simulta­
neidad) verde/rojq gue significa camino abierto/camíno cerrado.
Por otra parte, Benveniste se interroga sobre las relaciones
que los sistemas semíóticos entablan entre sí, a partir de lo que
presenta tres posibilidades:

a. Una relación de engendramiento, relación que vale para dos


sistemas distintos y contemporáneos pero de igual naturaleza
(como en el caso del alfabeto que engendra el sistema Braille,
construido a partir del primer sistema).
b. Una relación de homología, que establece una corresponden­
cia entre las partes de dos sistemas semióticos. A diferencia
de la anterior, esta relación no es verificada, sino que se instaura
en virtud de conexiones que quien interpreta los signos des­
cubre o establece entre dos sistemas distintos. Panovsky, por
ejemplo, observa una homología entre la arquitectura gótica
y la filosofía escolástica.
c. Una relación de interpretancia, es decir, la relación entre un
sistema interpretante y un sistema interpretado. La lengua
aparece aquí como el interpretante de todo sistema semiótico,
pues puede categorizar e interpretar todo sistema de signos,
incluso a ella misma, mientras que los otros sistemas no pue­
den ser interpretados por sí mismos sin recurrir a la lengua.

Para Benveniste la lengua constituye la grao matriz semiótica,


la estructura modeladora de los otros sistemas de signos, que re­
producen los rasgos y modos de acción de la lengua. Esta propie­
dad de la lengua es una consecuencia de su preeminencia como
sistema significante, dado que ella, a diferencia de los otros siste­
mas, combina dos modos de significancia (de producir sentido),
que Benveniste denomina semiótico y semántico. Lo semiótico
da cuenta del modo de significancia que es propio del signo lin­
güístico y que lo constituye como unidad, es el modo que plantea
una única cuestión: ¿este elemento es un signo?, lo que se respon­
de por sí o por no. Por ello focalizar la significancia semiótica

■100
E! estudio de ios signos. Peírce y Saussure

consistiría en identificar las unidades, en describir sus diferencias,


sus marcas distintivas y en descubrir criterios cada vez más sutiles
de distintividad. Lo semántico, en cambio, se refiere otro modo
de significancia que es engendrada por el discurso, que plantea
problemas vinculados con la lengua en cuanto productora de
mensajes específicos, situados en determinado contexto. En el
orden de lo semántico, Benveniste ubica la problemática de la
enunciación, es decir, la puesta en funcionamiento de la lengua
en un acto individual de su utilización.301
Benveniste propone superar la noción de Saussure de signo
como principio único del que dependería la estructura y el fun­
cionamiento de la lengua, lo que se haría mediante dos caminos:
en el análisis intralingüístico, abriéndose a la significancia semán­
tica, es decir, al estudio deí discurso; en el análisis translingüístico
de los textos, de las obras, planteando una metas emán tica basa­
da en la semántica de la enunciación. Benveniste postula así una
semiología que llama “de segunda generación” que se corres­
pondería, entonces, con la semiología como translingüística pro­
puesta por Barthes.
El semiólogo italiano Paolo Fabbri (1995, 1999), polemizando
con la tradición en la que se inscriben Barthes y Benveniste, defien­
de la postura de que “es posible que unas formas de signos distintos
del lenguaje verbal sean capaces de organizar formas del conteni­
do, o significantes, que el lenguaje verbal no es necesariamente
capaz de transmitir”. De este modo, anana que en un cuadro, por
ejemplo, existe una organización del sentido que recurre a unida­
des expresivas que no coinciden con lo que pueden descubrirlas
palabras en el cuadro. lo mismo sucede para Fabbri en una película

101. Pensada desde Saussure, la significancia semiótica se correspondería con


la noción de lengua, pues se acerca al signo tomado fuera de tocio contexto
sociohistórico, mientras que la semántica se vincula con la noción de habla,
pues lleva a considerar el contexto en el que un conjunto de signos es
comunicado en tanto discurso. En palabras de Benveniste (1985, b) el discur­
so es “la lengua asumida por el hombre que habla, y en la condición de
intersubjeuvídad, única que hace posible la comunicación lingüística”.

101
Alejandra Vita!e

o en un ballet, por lo que “hay que librarse de una semiótica con­


vencida de que todo depende de las palabras, de significados que
de alguna manera pueden decirse y describirse lingüísticamente”.

!1.9 Saussure y el estructuráosme»

Se ha denominado estnicturalismo a la adopción de la lingüística


como modelo por parte de las ciencias sociales, siguiendo el camino
que Saussure había esbozado para la semiología. En 1961, en el dis­
curso inaugural de su cátedra en el Collége de Francia; Claude Lévi-
Strauss definió a la antropología como una rama de la semiología y
homenajeó a Saussure como el hombre que había trazado los funda­
mentos para una concepción adecuada de dicha disciplina. En un
célebre; artículo de 1945, “El análisis estructural en lingüística y en
antropología’’,102*ya había propuesto a la lingüística, específicamente
a la fonología, como modelo para la antropología. Para analizar los
fenómenos significantes se debía postular la existencia de un sistema
subyacente de relaciones, y verificar si el significado de los elemen­
tos u objetos individuales no era el insultado de sus relaciones opositivas
con otrps elementos u objetos en un sistema de relaciones del que
los mieriibros de una cultura no tenían conciencia.
El lingüista Nikolai Trubetzkoy, uno de los fundadores en 1926
del Círculo Lingüístico de Praga, que sentó las bases de la fonolo­
gía a partir de las propuestas de Saussure, había destacado tem­
pranamente las implicaciones metodológicas de la teoría fonológica
para las ciencias sociales. Así como la fonología se interesaba por
ios rasgos distintivos que son funcionales en una lengua determi­
nada, investigando cuáles son las diferencias fónicas que están
ligadas a diferencias de significado,105 las ciencias sociales debían

102. Este artículo fue incorporado, como capítulo II, a su libro Antropología
estructural, publicado en 1958-
103- La fonética, en cambio, se preocupa por las propiedades de los sonidos
efectivos del habla,

102
El estudio de los signos. Peírce y Saussure

distinguir entre los objetos y los sistemas de rasgos distintivos que


Ies dan su significado o valor. En el estudio del vestuario, por
ejemplo, un antropólogo o un sociólogo deberían reconstruir el
sistema de relaciones opositivas que los miembros de una socie­
dad asimilan y que revelan al usar ciertas prendas como indicadoras
de un estilo de vida o de un papel social determinados. De este
modo, se ocuparían de las características de las prendas que las
transforman en signos y, como los lingüistas, intentarían volver
explícito el conocimiento implícito del sistema que hace posible
que las personas, en una sociedad, comprendan mutuamente su
comportamiento y se comuniquen.
En la crítica literaria, el estructura lismo aplicó las categorías y
los métodos de la lingüística al análisis de las obras literarias con el
fin de encontrar la estructura subyacente que produce su signifi­
cado. Se centró en el análisis inmanente de los textos literarios y
con la pretensión de constituir una ciencia de la literatura tendió a
buscar la invariancia y lo universal que se manifestaba en las obras
particulares. Asimismo, la crítica estructuralista tuvo predilección
por la confección de taxonomías e inventarios sistemáticos de
elementos y sus posibilidades combinatorias que expresarían la
forma y el significado de las obras literarias.
Las reflexiones citadas de Barthes sobre el sistema del vesti­
do, la comida, el mobiliario o la arquitectura, finalmente, son un
buen ejemplo de cómo el estructuralismo se expresó en los pri­
meros estudios semiológicos mediante la aplicación a signos no
verbales de las nociones pensadas por Saussure para la lingüística.

IL1 o dos Saussure?

En sus últimos años de vida, Saussure redactó numerosas no­


tas, que nunca se atrevió a publicar, en las que planteó la teoría de
que los poetas latinos habían ocultado, deliberadamente, anagramas
de nombres propios en sus versos. Su objetivo era descubrir un
sistema suplementario de signos, un conjunto especial de conven­
ciones para producir sentido, por lo que escribió muchos cuadernos

103
Alejandra Vítale

con observaciones sobre varios tipos de anagramas (letras disper­


sas en el texto, a veces,en orden, a veces en pares o en tríadas,
etc.).H>i En-las pAmeras-‘trece -líneas de De Rerum Natura de
Lucrecio, por ejemplo, que constituyen una invocación a Venus,
encontró tres anagramas del nombre griego de esa diosa: Afrodita.
Saussure consideraba que los anagramas tenían una relevan­
cia respecto del contenido de los versos y focalizaba aquellos que
se repetían a lo largo de un texto, no un anagrama ocasional,
posiblemente fruto de una coincidencia. Reunió un número ele-
vadísimo de casos, pero había dos cuestiones que lo llevaron a
dejar inédito su trabajo. En primer lugar, el problema de la inten­
ción era decisivo, pues sí los anagramas respondían a una conven­
ción de la poesía latina, ¿por qué no había ninguna referencia, en
los textos clásicos a la practica anagramática? En segundo lugar, la
información que manejaba Saussure sobre la probabilidad estadís­
tica de los anagramas del tipo que descubrió no era conclusiva.
A pesar de que algunos críticos sugirieron que toda esta tarea
fue producto de una locura de Saussure o la consideraron como
un “escape”,el psicoanálisis lacaniano y la crítica literaria post-
estructuralista (como la reunida en tomo de la revista TelQuel) la
aclamaron. Para el psicoanálisis, los anagramas por él descubiertos
serían un caso particular de “la insistencia de la letra en el incons­
ciente”, que Freud sugirió en su Psicópata logia déla vida cotídía-
iza afirmando la importancia de las conexiones puramente verba­
les (repeticiones de una misma palabra con sentidos diferentes,
aproximación de palabras de sonoridad similar, etc.) en las opera­
ciones del inconsciente. Para los post-estructuralistas, influidos por
. Derriba, el trabajo de Saussure sobre los anagramas constituiría un
deseo de romper con el íogocentrismo y su concepción del signo
como con'espondenda biunívoca entre un significante y un signi­
ficado (también cuestionada por el psicoanálisis). Dicho trabajo

104. Starobinski (1971) publicó extensos extractos de los cuadernos de


Saussure sobre los anagramas.
105. Este último es el caso de Benveníste (1985, c).

104
El estudio de los signos. Peírce y Saussure,

estaría en un camino opuesto al del Curso de lingüística general


y fundaría el intento de una nueva manera de leer, activa y libera­
da de las restricciones convencionales de los signos.
Para. Culler (1979: 92), sin embargo, la obra de Saussure sobre
los anagramas no es, en sí misma, una crítica del signo ni un inten­
to de destruir las convenciones con el fin de dejar libres a los
lectores para que produzcan el sentido de los textos de acuerdo
a sus propios medios. Saussure planteó que los anagramas esta­
ban gobernados por convenciones suplementarias muy estrictas
y consideró que revelaban un nombre propio que fortalecía, no
subvertía, lo que el texto decía, como lo demuestra su lectura
anagramática de Lucrecio.

105
A modo de conclusión

Peírce y-Saussure han coincidido básicamente en que el pen­


samiento del hombre es sólo pensamiento en los signos, en que
éstos constituyen hechos sociales que adquieren un significado en
el interior de una comunidad y en que no son entidades aisladas
sino que integran cadenas o sistemas con otros signos. Por otra
parte, la distinción hecha por Peírce entre el legisigno y el sinsigno
se correspondería con la de lengua y habla planteada por Saussure,
en tanto el legisigno sería un elemento de la lengua, del sistema,
y el sinsigno un elemento del habla, del uso del sistema. Sin em­
bargo, están insertos en contextos epistemológicos y campos cul­
turales diferentes que los llevan a reflexionar sobre los signos a
partir de interrogantes distintos: ¿cómo conocemos la realidad?, se
pregunta Peírce; ¿cuál es el objeto de la lingüística?, plantea Saussure.
Otras diferencias se desprenden de sus obras. El pensamiento
de Peírce es tricotómico y el de Saussure binario: Peírce incorpora
al objeto en su definición de signo; Saussure, en cambio, lo exclu­
ye de la suya. Peírce se interesa en la relación entre los signos y la
realidad; Saussure no lo hace. Si Peírce es antípsicologísta, Saussure
considera a la semiología como parte de la psicología. Pero, tal
vez, la diferencia primordial entre ellos sea que Peírce adopta una
perspectiva pragmática que analiza los efectos que los signos pro­
vocan realmente en sus intérpretes y los hábitos de conducta que

107
Alejandra Vitáis

Ies despiertan, mientras que Saussure —al deslindar la lengua del


habla— desprecia el uso de los signos como objeto de estudio.
La teoría de Saussure expresada en el Curso de lingüística
generala sido clave para el desarrollo del estructuralísmo; sus
estudios largamente olvidados sobre los anagramas, en cambio,
fueron recuperados por el post-estrqcturalismo. Peirce, por su parte,
también ha sido retomado por el post-estructuralismo, especial­
mente en su vertiente deconstructívísta.
Al desechar el uso de la lengua como objeto de estudio, las
propuestas de Saussure difícilmente resultan útiles para pensar la
relación entre los- signos y la dimensión histórico-ideológica de la
producción del sentido. La teoría de Peirce, en cambio, se mani­
fiesta muy fecunda en este punto: la noción de objeto inmediato,
por un lado, abre el camino para plantear que los factores ideoló­
gicos inciden en el modo en que el objeto es representado por el
signo; la noción de semiosís infinita, por otra parte, resulta compa­
tible con las formulaciones posteriores (desde Bajtín hasta la de­
nominada Escuela Francesa de Análisis del Discurso) sobre el ca­
rácter intertextual e'interdiscursivo de todos los enunciados.
Saussure, sin embargo, sería el punto de partida para el Aná­
lisis del Discurso en Francia, dado que se planteó como proyecto
incorporar a su objeto de estudio aquello que él había excluido:
los usos sociales del lenguaje.

108
Bibliografía

Capítulo I

Bonfantini, Massimo: Izisemiosiebabduzione. Milán, Bompiani, 1987.


Culler, Jonathan: Sobre la- deconstrucción. Madrid, Cátedra, 1984.
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