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De esta manera, la palabra psicodinámia refiere a todas aquellas fuerzas de la mente que se
encuentran en constante movimiento en busca de una homeostasis psíquica. Sigmund Freud
fue el pionero de esta escuela de pensamiento, ya que considero que la mente no era una
estructura estática, sino un sistema en constante cambio, conformado por distintos
elementos cargados de energía en un perpetuo movimiento dinámico. Consideró que estos
se dividían en dos tipos, conscientes e inconscientes. De manera que aquellos elementos
inconscientes podían aparecer en la consciencia y lo consciente era también llevado a lo
inconsciente.
Asimismo, se dio cuenta de que no solo estaban en movimiento, sino que la mayoría de las
veces estas fuerzas dinámicas ocurrían fuera de la consciencia. Esta actividad mental fue
denominada por él como “el inconsciente,” y teorizo que todo aquello conservado en el
inconsciente podría afectar aquellos pensamientos, sentimientos, e incluso conductas
producidos en la consciencia. Posteriormente considero que estos elementos estructuraban
unas instancias psíquicas denominadas ello, yo, y superyó. En el ello se ubicaban todas
aquellas fuerzas inconscientes e instintivas orientadas hacia la satisfacción del deseo, en el
superyó, se ubicaban todas aquellas reglas morales aprendidas durante el desarrollo, y el yo,
es la consciencia que le sirve al ello, y al superyó según sus deseos e imposiciones.
Para esto, existe un continuo terapéutico que divide a la terapia psicodinámica en dos
vertientes: Terapia de apoyo, y terapia de esclarecimiento. De esta manera, el terapeuta
debe evaluar la fuerza yoica del paciente, pues es esta la que va a indicar si el paciente es
capaz de hacer la introspección necesaria para entender como aspectos de su inconsciente
afectan su día a día. Por ejemplo, un paciente en un episodio depresivo moderado, no
necesita entender la razón de su aflicción, sino disminuir los síntomas de la depresión y
aumentar la fortaleza yoica a través de técnicas ubicadas en la vertiente de apoyo del
espectro.
Esta vertiente se parece mucho a la terapia cognitivo conductual, pues básicamente se
encarga de fortalecer aquellas conductas adaptativas en la vida de un sujeto, y disminuir
aquellas que no lo son. Por ejemplo, mediante técnicas cognitivo conductuales es posible
reducir en un paciente las rumiaciones depresivas al hacerlo reconocer aquellos
pensamientos negativos que lo mantienen en ese estado de melancolía, y de esta manera, el
paciente puede entender su problema desde distintas perspectivas, de modo que, a través de
técnicas conductuales, puedan establecerse nuevas conductas contrarias a aquellas que
mantienen la depresión, como hacer ejercicio. De esta manera, se trabaja la confianza del
individuo, y su fortaleza yoica va en constante aumento. La terapia de apoyo puede ayudar
también al paciente a fortalecer su yo desde la validación, pues al sentirse validado, puede
que se satisfaga una necesidad de validación inconsciente, y el paciente este más abierto al
trabajo terapéutico.
En este sentido, una vez que el paciente se ha restructurado, y sus síntomas se han reducido
considerablemente, de modo que ahora goza de una buena fortaleza yoica debido a todo el
trabajo terapéutico realizado, se puede proceder a la vertiente de esclarecimiento. Esta
vertiente es mucho menos cognitivo-conductual que la terapia de apoyo, y se torna algo
más didáctica, pues aquí el terapeuta ya no se enfocara en aumentar la fortaleza yoica, pues
ya ha sido aumentada con la terapia de apoyo, y se encargara de interpretar todas aquellas
conductas y sentimientos que para el paciente son problemáticas, y ofrecerle al paciente sus
interpretaciones para promover el insight en el mismo, para que se entienda mejor a si
mismo, y haga consciente aquello que se le es inconsciente.
Por ejemplo, en un caso clínico propuesto en Cabaniss et al. (2011), observamos a una
paciente que se queja de que ha estado sufriendo de insomnio durante los últimos días. Se
lo atribuye a una pelea que había tenido con su hermana menor. En este sentido, se observó
durante la terapia que la paciente había cursado sin esfuerzo por las mejores universidades,
mientras que a la hermana menor le había costado mucho más. Aquí, el terapeuta considero
que la hermana menor podría haber estado manteniendo su comportamiento hostil por
sentimientos de envidia, mientras que la paciente no había podido hacer esto consciente
debido a sentimientos de culpa, y como la paciente goza de una buena fortaleza yoica,
acepta que esto puede ser posible, y se le hace más fácil reconocer los sentimientos de
envidia de su hermana menor.
Ya a este punto, cabe preguntarse ¿Cómo se determina que pacientes requieren de terapia
de apoyo o esclarecimiento? Y esto puede determinarse en la primera entrevista, pues en
esta deben evaluarse las funciones de su estructura yoica, y que tan funcionales son. Es
decir, como su yo se defiende ante las necesidades del ello y las sublima a su entorno, como
se relaciona con su realidad, controla sus impulsos y se relaciona con otros, como puede
integrar y sintetizar la información obtenida. La evaluación sistemática de estas funciones
le permite al terapeuta entender si el paciente es capaz de hacer el insight necesario en la
terapia de esclarecimiento.
En este sentido, es importante aclarar que una vertiente del espectro no es exclusiva. Es
decir, se pueden seguir utilizando técnicas de apoyo para mantener la fuerza yoica en la
terapia de esclarecimiento. Mientras que en la terapia de apoyo se pueden hacer
interpretaciones sobre aquellas distorsiones en el pensamiento que puedan causar el
malestar, aunque se esté interpretando sobre las distorsiones cognitivas, y no sobre la
dinámica inconsciente.