negocios con los hombres, me siento desilusionado, como si hubiera
hecho algo malo, y me es difícil olvidar dicha circunstancia
desagradable. Veo que tal trato, continuado por largo tiempo, acaba haciéndote del todo prosaico, duro y grosero». El yin y el yang; doctor Jeckyl y señor Hyde. Thoreau muestra esta doble cara que siempre contrasta y enfrenta, como en una trama de buenos y malos en la que no hay apenas matices. Tiene claro que «el trato persistente con la naturaleza, incluso en sus estados de ánimo más bastos, no nos endurece ni nos vuelve tan toscos. Un hombre duro, insensible, al que comparamos con una piedra, es, en realidad, mucho más duro que dicha piedra. De los hombres duros, groseros e insensibles hacia los que no tengo simpatía alguna, voy al contacto con las piedras, cuyo corazón, en comparación, es suave».33