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Director Financiero
administración tributaria con sus dos facetas, como autoridad recaudadora y como las entidades
públicas en el buen manejo y uso de los impuestos. En segundo lugar, como el desempeño de la
síntesis, se disponen alrededor de un elemento fundamental “la confianza”, como motor que
recaudación, que propician la responsabilidad y el compromiso entre los ciudadanos para el pago
de sus impuestos, y que a todas luces le otorga el poder moral al Estado para cobrar más y mejor
los tributos.
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Introducción
Ética, mucho se dice en relación a esta sencilla palabra, pero muy complejo es su
cuando tratamos de asignarla a una materia tan amplia y con tantas aristas, como lo es la
administración tributaria.
a día, en mayor o menor medida en todas las latitudes del mundo y en todas las esferas de la
encargadas de la recaudación de los impuestos, así como de la ejecución del gasto e inversiones
públicas.
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Desarrollo / Análisis
Entonces, empecemos por definir ¿Qué es Ética?, la misma es definida como el “Conjunto de
normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida” (Real
Academia Española, 2016, p. web), así las cosas, la ética aplicada en materia tributaria tiene dos
caras, por un lado, se encuentra una responsabilidad y obligación de los contribuyentes frente a
la sociedad para cumplir con sus obligaciones, más allá de encarar las actuaciones y sanciones
Pública de responder ante la ciudadanía por el uso de los recursos derivados de su actividad
recaudatoria, tanto desde el punto de vista de su gestión de cobro, como del empleo efectivo y
En una realidad ideal, el Estado espera de la ciudadanía que está declaré, asuma y pague sus
importancia del rol del Gobierno y sus instituciones en el desarrollo del país y en la consecución
de la paz y la justicia social. Pero en la práctica, esto es difícil de lograr, por cuanto los
tributarias, mediante el empleo de diferentes prácticas u omisiones. Ahora bien, en esa misma
situación utópica el Pueblo aguarda que el Estado, realice de buena fe una gestión racional,
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administración tributaria, realice su competencia de fiscalización y recaudación de manera
íntegra y trasparente, con fiel apego a los principios fundamentales del derecho y sin hacer un
uso excesivo de su poder de imperio. No obstante, la verdad es muy distinta y a todas luces
recurrente, en donde la mala gestión de los recursos públicos por parte del Estado y los reiterados
casos de corrupción que emanan de su accionar, hacen en primera instancia que los ciudadanos
desconfíen del “uso adecuado” que se haga de los impuestos que pagan; y en segundo lugar,
despierta un fuerte apetito por parte de las autoridades fiscales de aumentar la recaudación de
impuestos, para financiar el cada vez mayor gasto público, llegando con ello a emplear prácticas
que en algunos casos, pueden ser poco transparentes para aumentar el ingreso del erario público.
Esta situación, en la que la realidad dista mucho del idealismo, se convierte en un círculo
vicioso para ambas partes del quehacer tributario y que muy poco colabora al desarrollo y
todo.
¿Pero cómo se vive esta realidad en el mundo y en nuestro país? Véase algunos datos
interesantes, que pueden ilustrar algunas causas y efectos del comportamiento ético en la
administración tributaria.
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Según el informe anual que elabora Transparencia Internacional sobre el Índice de Percepción de
la Corrupción y específicamente para el 2015, en los primeros 10 lugares de la lista y por ende
con menor apreciación de corrupción, están 9 países de Europa Occidental, 2 del Pacífico y uno
de Norteamérica. Vale la pena mencionar que, en los primeros 5 lugares de la lista, figuran
también 5 países del Norte de Europa y Nueva Zelanda. Y en contraposición, las últimas 10
posiciones dentro del mismo índice, las ocupan un país del continente americano (Venezuela),
uno de Europa Central (Turkmenistán), dos de Asia Pacífico (Afganistán y Corea del Norte), y
cinco países de África (Guinea-Bissau, Angola, Sudán del Sur, Sudán y Somalia). Si se analiza el
índice para evaluar las regiones con mayor o menor percepción de corrupción, partiendo de los
primeros y últimos 50 lugares de la lista, se encuentra con el hecho de que la región con mejor
calificación es Europa Occidental que ocupa 27 de los primeros 50 lugares, y no tiene ninguno
en las últimas 50 ubicaciones. En contraposición está África, la cual por mucho es la región del
mundo que presenta mayores problemas, ya que tiene 22 países en los últimos 50 puestos y solo
6 entre los primeros 50. En segundo lugar, se localiza la región Asia-Pacifico, seguida por
América, Medio Oriente y Europa Central en el orden respectivo. Vale la oportunidad mencionar
Otro dato interesante, es el que se puede obtener de las estadísticas de World Economic
Forum, el cual es tomado de un artículo publicado por la revista Forbes en noviembre del 2015,
en relación a los países con mayor carga tributaria del mundo. Casualmente de los 14 países con
más alta carga tributaria, cuatro de ellos son países nórdicos, que también figuran entre las
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mejores posiciones del índice de percepción de corrupción. Y hay más, en esa misma lista, seis
de esos países están entre las mejores naciones para hacer negocios, según el Doing Business
hecho por el Grupo Banco Mundial en el 2015; y por no por mera coincidencia, los tres países
con menores problema de corrupción, comparten las tres listas en común (Dinamarca, Finlandia,
Suecia). Y las analogías no se detiene ahí, se podría comparar estas listas contra el índice de
desarrollo humano del PNUD para el 2015, y también será posible ver que muchos de los países
con sistemas de mayor aporte tributario y menor percepción de corrupción, cuentan con mayor
calidad de vida.
Bajo la misma línea de análisis anterior, se puede ubicar a Costa Rica en el contexto de la
discusión, a quién según un informe de la OCDE para América Latina del 2013, posicionaba a la
economía costarricense en el quinto lugar de la región en cuanto a nivel de carga tributaria con
economía en la facilidad para hacer negocios, según el Doing Business publicado por el Grupo
Banco Mundial a junio del 2015, Costa Rica estaba en el lugar 58 a nivel global y el décimo de
América Latina. No obstante y aunque en referencia a los diferentes índices mencionados, Costa
Rica se encuentra en general en una posición relativamente cómoda dentro de la región; esta
cuenta con otra peculiaridad y es su deteriorada situación fiscal, la cual según el World Factbook
ciento ochenta y dos a nivel mundial, teniendo el segundo mayor déficit fiscal de la región
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latinoamericana, solo superada por Venezuela que tiene el “gran orgullo” de tener el mayor
déficit público del mundo. Y aunque si bien es cierto, existen naciones desarrolladas y de primer
mundo como Japón y Arabia Saudita, con déficit fiscales mucho mayores en términos relativos
con respecto al PIB, la situación de nuestro país resulta penosa, por cuanto radica primordial y
casi únicamente en un exceso no controlado de gasto corriente, compuesto en su mayor parte por
una partida de sueldos y salarios, que crece y crece anualmente a raíz de disparadores
automáticos del gasto y otras transferencias especiales de orden social, las cuales por su
naturaleza misma no son sostenibles, como si lo sería un déficit presupuestario ocasionado por
inversión en obra pública, la cual en buena teoría si es bien gestionada, debería tener un efecto
Entonces, desde el punto de vista del Estado ¿sería correcto y lógico decir qué a mayor carga
tributaria, más progreso y desarrollo para todos?, pareciera que no. La relación más sensata
observando las estadísticas y los diferentes índices, es que el comportamiento ético de los
ciudadanos y del Estado en la vida cotidiana, lo cual se refleja directamente en los índices de
percepción de corrupción, tiene una correlación muy fuerte con la disposición de los ciudadanos
a pagar más tributos, en aquellos regiones o países en donde se hace un mejor empleo de los
oportunidades para todos, dando como resultado mejoras significativas en los niveles de
desarrollo humano y calidad de vida de la población, que a la vez genera un mejor clima para
invertir y hacer negocios; y esto a todas luces, genera un círculo vicioso positivo que mejora día
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tras día, o caso contrario, en algo muy negativo, que desmejora continua y recurrentemente para
mal de todos.
Por lo tanto, pareciera que la confianza es el valor fundamental e indispensable, para lograr
sociedades más responsables y comprometidas con el interés común; pero esta confianza surge
del comportamiento ético del Estado y sus instituciones, que a la vez permite allanar el camino
para lograr una conducta más ética de los ciudadanos. Porque la ética en la administración
contribuyentes frente a la sociedad para cumplir con sus exigencias fiscales, más allá de hacer
frente a las acciones y sanciones que puede implantar la Administración Tributaria a este. Y por
recursos originados de la recaudación fiscal, en cuyo proceso, debe garantizarse una justa y
contribuyentes de manera equitativa, evitando a toda costa los actos discrecionales y dando a
conocer los parámetros e índices de riesgo, que la propia administración emplea para evaluar si
Porque aquí vale la pena hacer un alto en el camino, y considerar, que si bien es cierto el
Estado goza de un poder de imperio sobre la ciudadanía y la facultad para cobrar tributos a estos;
ese poder no es ilimitado. Y esa relación de dominio está restringida por el control político que
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en las democracias ejerce el poder legislativo, quién es por principio el único con la autoridad
para crear impuestos. Así las cosas, existe un segundo poder de origen moral, más que legal; que
le permite o dificulta al Estado cobrar más o mejor sus impuestos y tiene que ver precisamente
con la forma como los gasta, como los invierte sana, honesta y responsablemente. Porque,
volviendo a las estadísticas sobre percepción de corrupción, índice de carga tributaria e índice de
desarrollo humano, se encuentra una correlación muy estrecha entre el primero y los demás
factores, que permite inducir que la percepción de corrupción, es un elemento crucial en la vida
de una nación, y que si la misma es baja, otorga autoridad moral al Estado y brinda a los
ciudadanos un mayor compromiso moral, para el cobro y pago de los diferentes tributos, o en su
defecto, todo lo contrario. ¿Y por qué? Porque si bien es cierto, cuando los ciudadanos pagan sus
impuestos, este hecho, no implica la contraprestación de un servicio, sino que responde al deber
que tienen estos de contribuir con los gastos del Estado, para que este último pueda obtener los
recursos suficientes para el cumplimiento de sus fines; sin embargo, el ciudadano si espera que el
Gobierno, como elemento de poder de una nación, asuma a cabalidad, con responsabilidad y
eficacia su rol, en el cual, su objetivo debería ser crear un sistema de autoprotección social para y
con todos los habitantes de un país o territorio, que sea seguro a largo plazo, autofinanciable, de
muy buena calidad y sin corrupción; asegurando el futuro de la salud, educación, trabajo,
sustento y vivienda.
experiencia en los países nórticos de Europa Occidental, así como en otras naciones alrededor
del mundo como Nueva Zelanda, Singapur, Canadá, Alemania, Reino Unido entre otros, en
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donde existe una gran disposición de la ciudadanía a pagar impuestos y altas cargas tributarias,
se podría pensar que esto responde a un fenómeno cultural propio de la idiosincrasia de los
pueblos, muy diferente a la que se tiene en los diferentes países de América Latina por ejemplo;
pero el tema es más complejo y va más allá de un tema cultural. En definitiva, estos países gozan
de un factor común y éste, es la transparencia y eficacia con que se realiza la gestión pública, ya
sea en su tarea más común que implica el ordenamiento eficaz de una nación, como en materia
de inversión social y obra pública, lo cual permite un mayor desarrollo económico y humano.
Así las cosas, cuando el Estado demuestra una buena capacidad de gestión para administrar e
invertir los recursos públicos, libre de toda duda de corrupción y despilfarro, esto genera un
clima de confianza entre los administrados (la población en general); que repercute
impuestos en pro del bienestar común, así como en un aumento de la autoridad moral del Estado
es ineficaz en la gestión pública a través de un mal control del presupuesto y el gasto corriente,
soportando un gran aparato burocrático, poco efectivo y lleno de privilegios, que, a pesar su alto
por otro lado, lo que es aún peor, se evidencian casos de corrupción en dicha gestión pública, ya
pública, entre muchos otros; que con solo el hecho de salir a la luz pública, hace prever que la
magnitud del problema es mucho más grande de lo que a simple vista se descubre; termina
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necesariamente y por efecto inmediato, despojando al Estado de la autoridad moral que requiere
para exigir conciencia y transparencia a los ciudadanos en el pago de sus impuestos, porque a
Y aquí entramos en un tema clave, la confianza como elemento fundamental de las relaciones
humanas y por ende de sus instituciones. Porque si el pueblo, confía en su gobierno, en las
decisiones que éste toma y en como emplea los recursos públicos, es mucho más fácil que la
ciudadanía esté dispuesta a colaborar de buena manera con el Estado, mediante el oportuno pago
de sus deberes tributarios para que este pueda llevar a cabo sus fines.
Entonces, ¿Qué motiva a los ciudadanos a alejarse de una conducta ética y moralmente
expuesto diversas causas que dan nacimiento a la evasión como conducta (Aquino, 2008, p. 10),
integrante de una sociedad, donde los impuestos que paga, deben ser vistos como un aporte
justo, necesario y útil para satisfacer las necesidades de la colectividad a la que pertenece. Es
decir, el bien común debe privar por encima del interés individual. Sin embargo, la realidad es
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que evaden, son vistos como ejemplos admirados dignos de seguir, y por el otro, propician en
los contribuyentes responsables un desaíro, al ver que los evasores no son castigados y más
bien son premiados con moratorias o condonaciones, lo cual los ponen en clara desventaja e
las funciones del impuesto, así como de la misma Administración Tributaria en la aplicación
3. Administración tributaria poco flexible, que no es capaz de adaptarse rápidamente ante los
política tributaria.
4. Bajo riesgo de ser detectado, a partir del cual el contribuyente al percatase de que no se le
puede controlar, se siente tentado a incurrir en una inapropiada conducta tributaria, lo cual
atenta contra el principio de equidad, por cuanto hace que ciudadanos con ingresos y
redistribución del ingreso, o no creen en el buen uso que este haga de los recursos públicos. Pero
siempre estarán presentes aquellos que piensan que la evasión es una manera de conseguir mayor
rentabilidad en la actividad que realizan y con ello lograr ventajas sobre quienes tributan
correctamente.
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Es aquí donde nos encontramos a los grandes evasores, que no son personas comunes, sino
multinacionales y otras organizaciones de gran tamaño, que han creado alrededor del mundo una
red casi infinita de organizaciones fantasmas, cuyo principal fin es evadir el pago de impuestos.
Solo para dar una referencia que permita dimensionar el problema, según datos presentados en el
Congreso Anual de la Coalición por la Transparencia Financiera del 2014, la fuga de capitales a
nivel global representaba una suma astronómica, según indicó Luis Moreno de Latindadd: "Una
US$947.000 millones en los países en desarrollo, un aumento del 13,7% respecto al año previo",
y agregó: "De esta suma a América Latina le corresponden US$116.000 millones". Asimismo,
Tax Justice Network, en su Índice de Secreto Financiero (Financial Secrecy Index) publicado en
noviembre del 2015, estima que los flujos financieros ilícitos transfronterizos rondan entre 1-1.6
billones de dólares por año, está cifra podría ser equivaler entonces a la décimo octava economía
del mundo. Esta situación es sumamente preocupante, porque estos dineros se quedan
ilegalmente en muy pocas manos, o lo que es aún peor, evaden su responsabilidad de contribuir
al progreso social de las naciones. Ejemplo de ello, y según el Financial Secrecy Index, desde la
década de setentas, los países africanos han perdido más de un billón de dólares en la fuga de
capitales, mientras que la deuda externa combinada es de menos de 200 mil millones de dólares;
así que África es un acreedor neto importante para el mundo, pero sus activos están en manos de
una élite rica, protegida por el secreto en alta mar; mientras que las deudas, son asumidas por las
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Pero esta situación, no es exclusiva de economías emergentes, de bajo ingreso, o de bajo
desarrollo; es una realidad que afecta en mayor o menor medida a todas las naciones del mundo,
incluso si tiene altas o bajas tasas impositivas. En términos absolutos, la lista de países con
mayor evasión fiscal la lideran cinco naciones (elaborada por Tax Justice Network), donde el
tamaño de su economía es la principal variable para estar en esta lista; el primer lugar lo ocupa
Estados Unidos de Norteamérica, cuya economía en “negro” representa cerca de 350 mil
millones de dólares, un 8.6% de su PIB, aunque este porcentaje es relativamente bajo con
respecto a otras naciones, lo anterior gracias al gran y efectivo control fiscal que sus autoridades
realizan, de ahí que la mayor parte de esa evasión se concentra en pequeñas empresa y
monotributistas (personas que contribuyen con un único impuesto), porque se dificulta con estos
el control cruzado. En segundo lugar, se encuentra Brasil con una evasión que ronda los
sorprendentes 280 mil millones de dólares, lo cual representa un 13.4% de su PIB, a diferencia
del caso anterior, en este país existe muy poca confianza en el Estado por lo que la gente, si
puede, no paga impuestos. En tercer, cuarto y quinta posición, se tiene e Italia, Rusia y Alemania
respectivamente, donde la evasión fiscal asciende en cada uno de ellos a cifras superiores a los
200 mil millones de dólares por año; aquí resulta de importancia notar en el caso particular de
impuestos ni a nivel municipal, regional o federal, y que solo en el año 2013 se estimaba que
habían cerca de cuatro millones de este tipo de compañías. Por su parte, el caso de Alemania es
muy similar al de los Estados Unidos, donde existe una ética y responsabilidad impositiva mucho
mayor con respecto al resto de países, pero la cual está siendo socavada últimamente por
recurrentes denuncias que hacen dudar de esta ética tributaria del pueblo alemán.
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Así las cosas, la evasión fiscal como antítesis de la ética tributaria, parece ser un problema
imperecedero, el cual se difunde en todas las latitudes del mundo moderno y resulta casi
nacional o territorial; y en donde es imprescindible acuerpar los principios morales o normas que
rigen la conducta en la gestión pública, así como de la gestión y administración de los bienes y
recursos del Estado; una conducta que debe estar dirigida a hacer y promover lo correcto, lo justo
y lo digno. Así entonces, la Administración Tributaria debe ser capaz de gestionar los recursos
rendición de cuentas, que le brinde a la ciudadanía una imagen clara de justicia y confianza, que
sirva de ejemplo y que por ende se convierta en un factor influyente sobre la conciencia y
que está compuesto por derechos y obligaciones tanto para la Administración, como para el
contribuyente, y que para que dichas obligaciones tengan legitimidad, debe existir confianza
entre los contribuyentes y el Estado, que brinde la autoridad moral y credibilidad a este último
para ejercer una adecuada recaudación de los impuestos, basados en sus propias actuaciones y en
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impacto ético de la carga impositiva y sus efectos sobre todos los contribuyentes, sin excluir o
privilegiar a nadie. Resulta entonces de gran trascendencia mencionar que el Derecho Tributario
acoge una serie de principios fundamentales que regulan la materia fiscal, entre estos están:
Generalidad e Igualdad: todos los administrados deben contribuir al sostenimiento del gasto
público de acuerdo con su capacidad económica, mediante la igualdad ante la ley entre iguales;
Capacidad económica: todos deben pagar impuestos en función a su ingreso, siempre que
este exceda el mínimo vital, para no afectar la cobertura de las necesidades básicas del
administrado; Progresividad: entre más aumente la capacidad económica del sujeto, más grande
debe ser su contribución al fisco; Legalidad: sólo pueden establecerse impuestos mediante
una ley, y donde todos los procesos, procedimientos y las acciones deben estar contenidas en una
recaudación impositiva llevada a cabo por el Estado nunca podrá ser tal que conlleve la privación
completa de bienes del contribuyente. Es a partir de estos principios y otros más, que se
establecen la coherencia de las leyes y normas de diferente rango, las cuales otorgan facultades y
poderes al Estado, con el objeto principal de asegurar el cobro real de los tributos a los
asegure una recaudación efectiva, pero a su vez delimitando el ejercicio del poder fiscal a través
de garantías y derechos, que contempla la ley en favor de la ciudadanía. (Benavides, 2013, pp. 4-
7).
dos aspectos preponderantes, por un lado, está la responsabilidad de la misma como entidad, y
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por el otro la conducta y actuación del funcionario público tributario. Entonces dentro de los
recursos y la expedición de los actos administrativos necesarios en caso de infracción a las leyes
fiscales, así como cualquier otra actividad relacionada con el control del cumplimiento de las
obligaciones establecidas por las normas con respecto a los impuestos y tasas; pero estas
diligencias deben realizarse siguiendo elementos claves que promuevan la ética en su función y
por ende la confianza del contribuyente en la misma, tales como: liderazgo y el compromiso en
relación con la integridad y lucha contra la corrupción; un marco legal con toda la normativa
que sea claro, público y accesible; equidad a través de la existencia de un sistema tributario justo
sencillas y fáciles la conducta que se espera de los funcionarios; gestión de los recursos
del desempeño. Por otra parte, dentro de las responsabilidades de los funcionarios de la
administración fiscal, estos deben partir en primera instancia de que sólo pueden hacer lo que la
ley les permite; y deberían regir su actuación en una serie de principios normalmente contenidos
eficacia en el desempeño de sus labores, lo que al fin de cuentas impactara sobre la percepción y
credibilidad que los contribuyentes tengan de la administración (Benavides, 2013, pp. 14-20).
Por ende, estos deberes tanto de los funcionarios como de la propia entidad fiscal, se convierte en
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complementos claves para asegurar el cumplimiento eficiente y efectivo de los objetivos
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Conclusión
tributarias para contribuir de manera solidaria con el Estado, para que este lleve a cabo sus
funciones. La conducta ética de los individuos y las instituciones expresado según los índices de
percepción de corrupción, tiene una estrecha correlación con la disposición de los contribuyentes
en aceptar mayores tasas impositivas, cuanto esto se traduce en un mejor empleo de los recursos
públicos, que impactan positivamente sobre la calidad de vida de las personas y sobre el
Así las cosas, la confianza es el valor fundamental, para lograr un mayor compromiso y
tributaria tiene dos sentidos: A) La obligación del contribuyente de contribuir con los gastos del
sensato del presupuesto, así como una justa y transparente aplicación de le legislación fiscal de
manera equitativa; es aquí donde se deriva su poder moral que le permite o dificulta a éste cobrar
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Aunque el pago de impuestos no implica la contraprestación de un servicio, los ciudadanos si
esperan que el Gobierno, asuma con eficacia, responsabilidad y transparencia la gestión pública;
Existen por ende dos grandes motivantes para no cumplir con los deberes tributarios por parte
credibilidad en qué el Estado no es equitativo en la redistribución del ingreso, o en el buen uso que
este haga de los recursos públicos. B) La creencia de que la evasión es una manera de conseguir
Asimismo, hay varios principios fundamentales del derecho tributario que regulan las
relaciones fiscales entre Estado y ciudadanos; estos otorgan poderes al Estado que le permiten
Por otro lado, los deberes de la Administración Tributaria se dividen en dos; A) Como
Administración, contemplando una serie de funciones propia de su naturaleza, que van desde la
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recaudación, la fiscalización, hasta la aplicación de sanciones, requiriendo para ello de elementos
claves que promuevan su ética y la confianza del contribuyente, tales como: liderazgo y
estos deben partir en primera instancia de que sólo pueden hacer lo que la ley les permite hacer.
Ya para concluir, se deja para reflexionar con una frase de José Cecilio del Valle: “El gobierno
que con una mano exige aumento de impuestos, debe con la otra procurar el aumento de la
riqueza”.
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Bibliografía
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