196 LA RUINA DE UN CRISTIANO
por esas dos almas que enviaron por mí y yo no
llegué a tiempo!
Así que el pecado de no ganar almas es el pe-
cado, el sangriento y terrible pecado, del ase-
sinato de almas. Yo te ruego en el nombre de
Jesús, que consideres cuán culpable tú debes se:-
en los ojos de Dios si tú no pones todo lo que esta
de tu parte y toda la fuerza de tu corazón y amor
en el precioso y único negocio de ganar almas.
De tal modo, cristiano, que si tú no ganas
almas tú no estás bien con Dios. Quizá eres salvo,
pero no eres un buen discípulo. Eres un caído. Tal
vez un día naciste en la familia de Dios, pero eres
ahora un pobre, desobediente y voluntarioso hijo.
Considera de nuevo estos siete pecados emanados
de no ganar almas. Es el pecado de desobediencia,
de falta de amor, de no seguir a Cristo, de no estar
en El, el pecado de deshonestidad a una misión
sagrada, el pecado de un necio corto de vista, per-
diendo recompensas eternas, y un pecado de ase-
sisinato por el cual deberemos responder. Que Dios
nos haga sentir convicción por nuestro pecado de
no ganar las almas moribundas alrededor nuestro.
CAPITULO VIII
'NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS'
Santiago 4: 11
Mucha gente peca más con la lengua que en
ninguna otra forma.
El terrible pecado de la lengua es tratado con
detalles en Santiago, capítulo 3. Allí se nos dice
que "Si alguno no ofende en palabras, este es
varón perfecto". Dios dice que la lengua es un
miembro pequeño que está lleno de veneno mor-
tal, que inflama la rueda de la creación, y es infla-
mada del infierno. Y Santiago 4: 11 encomienda:
"No murmuréis los unos de los otros". Está mal
cuando se habla de otro cristiano cuando no se
dice la verdad.
Está mal cuando se habla de otro cristiano,
cuando tú no estás seguro si es verdad o no. Es
malo hablar de un cristiano, aun cuando tú te
sientas seguro de que estás diciendo la verdad.
La Escritura, clara y enfáticamente, ordena: "No
murmuréis los unos de los otros". Muchos cristia-
nos se sienten orgullosos de decir la verdad y sólo
la verdad sin importarles lo que los demás piensen
acerca de eso. Ellos dicen: "El que se pica es
porque ají come". Otros dicen' "Yo digo siemp:e
lo que pienso y no me importa lo que los demas
piensen, yo no soy hipócrita". Pero los cristianos
198 LA RUINA DE UN CRISTIANO
necesitan aprender la gracia cristiana de no decir
toda la verdad y no decir todo lo que piensan. El
pecado de la crítica es un amargo, perverso y con-
denable pecado que atrae la ira de Dios. La lengua
criticona es una que es "Inflamada del Infierno".
Hay muchas razones por las que Dios condena
el espíritu de crítica como infiel y perverso. Hay
muchas razones por las que todos nosotros debe-
mos confesar y abandonar nuestro hábito de criti-
car, el cual contrista al Espíritu Santo, hace infe-
lices a otros, rompe la paz y la comunión entre los
cristianos y trae vergüenza y reproche a la causa
de Cristo.
"Nojuzguéis para que no seáis juzgados"
Jesús dijo acerca de este asunto en Mateo
7:1-5:
"No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con
el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida
con que medís, os volverán a medir. Y, ¿por qué miras la
mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la
viga que está en tu ojo? 0, ¿cómo dirás a tu hermano: espe-
ra, echaré de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo?
¡Hipócrita! Echa primero le viga de tu ojo, y entonces
mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano. "
Ante todo, un cristiano no debe juzgar a otro cris-
tiano porque él no sabe todas las cosas.
La mayor parte de los chismes y las críticas
está basada en rumores y en lo que alguien dijo.
Tu criticismo de otras personas casi siempre
comienza con aquella vieja mentira: "Me dijeron".
Antes de que tú pases a otro una crítica que rom-
perá el corazón de alguien o traerá lágrimas o
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 199
.vergüenza, o despertará la ira o causará que al-
gún cristiano flaco tropiece, mejor será que con-
sideres cuidadosamente el asunto para ver si estás
absolutamente seguro de lo que estás hablando.
EH creyó que Anna, una mujer con corazón que-
brantado en oración, con lágrimas por su hijo,
estaba beoda. El creyó que la había visto beoda.
Pero él cometió una injusticia con esa mujer y
hubiera cometido un terrible pecado si hubiera
reportado algo sobre el asunto. Los apóstoles el
día de Pentecostés fueron acusados de estar borra-
chos cuando en realidad estaban llenos del Espí-
ritu Santo (Hech. 2: 13). Aquellos que los vieron
pecaron contra Dios cuando criticaron a los cris-
tianos llenos del Espíritu. Por esto es mejor que
tú seas muy cuidadoso antes de criticar a alguien
aun cuando te creas que sabes que están andando
o haciendo mal. "Yo le ví con mis propios ojos"
¡Cuántos falsos y crueles testimonios empiezan
con tal frase! Pero los ojos de Elí lo engañaron
(la. de Sam. 1: 13-15). Anna no estaba embria-
gada aun cuando lo parecía. Los apóstoles no
estaban borrachos el día de Pentecostés aun
cuando los observadores prejuiciosos pensaban
que vieron evidencias convincentes. Una mujer
me dijo una vez: "¿Por qué la tiene cogida con-
migo?"
¡Usted me vio en la calle y deliberadamente
volteó la cara para no hablarme! ¡Pobre, querida
alma sensitiva! Mis angustias y problemas son
tantos que algunas veces me olvido de la más ele-
mental cortesía y a menudo no veo a las gentes
. aun cuando las miro directamente en la cara. Yo:
'no recuerdo haber encontrado o visto jamás en ls
200 LA RUINA DE UN CRISTIANO
calle a la mencionada mujer. Y aun así, ella pecó
cuando me juzgó a mí. Y acerca de tales cosas la
Biblia dice: "No juzguéis para que no seáis juzga-
dos". No te sientas libre para criticar, porque
todos nosotros somos tan humanos y tan débiles
que no sabemos lo suficiente para hacer un juicio
correcto y justo.
Cada abogado descubre que entre gente, sin
duda honesta, que como testigos juran decir la
verdad y nada más que la verdad, y que en reali-
dad tratan de decir la verdad, difieren en sus
declaraciones en cuanto a cosas de las cuales fue-
ron testigos oculares. Si tres personas ven el mis-
mo accidente automovilístico, ellos no se pon-
drán de acuerdo en cuanto a lo que realmente
pasó. Una razón por la que no podemos decir las
cosas rectamente es porque no las vemos recta-
mente.
Nuestra capacidad está tan limitada y nuestra
naturaleza humana tan frágil que un cristiano de
oración no se atreve a juzgar a otros con juicio
personal. Porque Dios sabe que nosotros no que-
remos que otros nos juzguen por apariencias.
"Las apariencias son engañosas" y "Todo lo que
brilla no es oro". Una vez fui forzado a recordar
que aun gente sincera e inteligente no ven las
cosas como éstas son. Mi amado amigo, el Reve-
rendo P.B. Chenault, fue muerto cuando su auto
fue chocado y destrozado por un chofer borracho.
Cuando el borracho asesino fue juzgado, yo fui
llamado para identificar el auto. El hermano
Chenault acaba de concluir una campaña en la
iglesia de la cual era yo pastor en Dallas. Ya so-
bre la plataforma el fiscal del Estado me pre-
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 201
guntó: "¿Qué clase dé auto conducía el señor
Chenault?"
"Un Buick Sedan de dos puertas 1938", con-
testé.
"Conocía usted bien el auto?"
"Sí, el auto estuvo estacionado en mi casa por
dos semanas, a menudo anduve en él, y yo mismo
lo conduje", contesté.
El fiscal público preguntó entonces: "¿De qué
color era el auto?"
"Era negro", contesté.
"¿Está usted seguro?", preguntó el fiscal.
"Sí, estoy seguro; el auto era negro. No lo he
visto desde el accidente".
y o regresé al cuarto de los testigos y el caso
prosiguió. Esa tarde descubrí que el alguacil que
había actuado en el accidente, arrestado al chofer
borracho, llamado la ambulancia y estacionado el
auto en un garage, había jurado ante el fiscal que
el auto era verde. El fiscal ordenó que yo viera el
auto de nuevo y debía regresar el día siguiente para
volver a testificar. Yo fui al garage, el cual
estaba a una cuadra, y descubrí que el auto no era
negro, ni verde; era azul obscuro. Yo me equivo-
qué porque el auto era muy obscuro, y me dio la
impresión de que era negro. el alguacil, igual-
mente sincero, fue confundido por su recuerdo
de la mancha verde de pintura dejada en el carro
del chofer beodo. El fondo de la pintura del auto
del señor Chenault era verde obscuro y ese color
fue dejado sobre el otro auto. Y esa impresión go-
bernó en su mente hasta hacerlo olvidar el color
. que él vio repetidamente con sus propios ojos.
Ambos juramos decir la verdad. Los dos quisi-
mos hacerlo sinceramente. Pero ninguno lo hizo.
202 LA RUINA DE UN CRISTIANO
Así que cada cristiano debe estar humildemente
consciente de que él no puede confiar ni siquiera
en su propia vista, su propio oído, ni memoria
cuando hay que criticar a alguien. Cuán necio, en-
tonces, cuán perverso es murmurar unos de otros
aun cuando creemos que decimos la verdad exac-
ta.
Ningún crítico, por ejemplo, puede decir la
verdad exacta en cuanto al pecado de David con
Bathsebah si él nunca ha leído el Salmo 51. Y al-
gún criticón de Jerusalem, pudo con sus pro-
pios oídos haber oído a Pedro negar a Cristo,
y aun así él no podría haber relatado la cosa como
exactamente fue si él no vio a Pedro salir en
aquel, triste, triste. día, llorando amargamente,
o si no supo la importancia de aquella santa reu-
nión en el mar de Galilea unos pocos días más
tarde como se relata en Juan 21: 15-17. En nin-
guno de los casos los hechos exactos, específica-
mente, aquellos que podían ser vistos y oídos
y medidos, podían ser juzgados verdaderamente
sin un conocimiento profundo de los invisibles
factores de aquellos amantes impulsivos pecado-
res pero verdaderamente devotos cristianos David
y Pedro.
"Hermanos, no murmuréis los unos de los
otros", aun cuando sea verdad o si tú crees que
es verdad. No te atrevas a convertirte en juez
¡Cuán ciego es nuestro criticismo! Murmuramos
de otras personas y repetimos lo que ellos di-
cen, sólo que no repetimos exactamente lo que
ellos dicen. En esta misma forma Jesús fue cruel
y amargamente criticado. Los testigos juraron
en la corte que condenó a Jesús a ser cruficado
que le habían oído decir concerniente al templo
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 203
de Jerusalem: "Nosotros mismos le hemos oído
decir: Yo derribaré este Templo que es hecho de
mano, y en tres días edificaré otro hecho sin
~a~o" (Marc,os 14:58). Ellos juraron que por con-
sl~~Ulente Jesús era un enemigo de la religión ju-
día y del templo. Realmente Jesús había dicho
algo muy similar a eso, pero "El hablaba del
templo de su, cuerpo" (Juan 2:21), esto es, que
El se levantana de la muerte después de tres días
en el sepulcro.
Hablar mal y murmurar de atrases siempre
falta ?e bondad y caridad, usualmente es estúpido
Y, necio Y a menudo es un vicio pernicioso. Cuando
tu ~o sabes exactamente lo que un hombre quiso
decir por sus palabras, Y a menudo ni siquiera
recuerdas las palabras exactas, entonces es necio
hacerle daño a una persona Y pecar contra Cristo
por críticas dañinas. Y si no somos aptos para
Juzgar la gente por lo que vemos Y oímos enton-
, '
ces, ¿~omo podemos juzgarlos por chismes Y mur-
~uracIOnes? Cuando yo era joven fui muy impre-
sIOn~do con l~ necedad de la murmuración por
medio de un Juego que acostumbrábamos tener
llamado "murmuraciones". Nos sentábamos e~
un gran círculo Y una persona comenzaba el
juego susurrando muy quedamente algo en el
oído de algún otro. Luego ese se volvía Y de
nuevo susurraba lo que él oyó, como lo entendió
. ,
a su vecino, Y así el mensaje pasaba alrededor
'
de todo el círculo. ¡Invariablemente regresaba
grandemente
. . ~
cambiado, irreconocible , usualmente
sm nmgun parecido a la primera frase susurra-
d a.' ASI,
' mismo
. es con la murmuración, y esa es
una razon por lo que la Biblia condena tan dura-
mente hablar de otros en tal forma.
204 LA RUINA DE UN CRISTIANO
Los comentarios y murmuraciones Son usual-
mente pervertidos y torcidos por la ignorancia,
alterados por la malicia y aumentados por el odio.
La gente habla mal de sus vecinos porque ellos
piensan mal de sus vecinos. Muy a menudo, "el
deseo es padre del pensamiento". Y nosotros acu-
samos a los otros de hacer lo que esperamos que
hayan hecho. Así que a los cristianos se les ad-
vierte que no deben sufrir "por meterse en nego-
cios ajenos" (la. Pedro 4: 15), y las mujeres
particularmente son alertadas en cuanto a no ser
"parleras y curiosas hablando lo que no conviene"
(la. de Tim, 5: 13).
En el mismo capítulo siete de Mateo, donde Je-
sús nos dice: "No juzguéis para que no seáis
juzgados", hay otra declaración la cual es usada
a menudo como una excusa para juzgar a otros.
Versículo 16 dice: "Por sus frutos los conoceréis".
¿Se cojen uvas de los espinos, o higos de los
abrojos?" La gente admite que el Salvador or-
denó que no juzgáramos pero al mismo tiempo
dicen que El nos permitió juzgar a los hombres
por sus frutos. Pero un poquito de atención de-
mostrará que los versículos 1 y 16 en el capítulo
siete de Mateo no se contradicen. En el versículo
16 Jesús estaba hablando acerca de falsos maes-
tros. En el versículo 15, El dice: "Guardáos de los
falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos
de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces".
Los falsos maestros pueden ser conocidos como
tales por sus frutos.
No podemos conocer el corazón de un falso
profeta, no podemos conocer sus motivos, no
podemos asegurar si es salvo o no. Pero sí, pode-
mos comparar sus enseñanzas con la Biblia y
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 205
saber si es o no un falso profeta. Por ejemplo,
uno que niegue la deidad de Cristo, o la inspira-
ción de la Biblia, o la redención por la sangre, es
un falso profeta. Podemos reconocerlo por sus
frutos. Pero saber que un hombre tiene una doc-
trina errada no nos da derecho a juzgarlo personal-
mente. Jesús no quiere hacer de esto una excusa
para hablar mal de los hermanos o hacer juicio
sobre sus motivos o sus corazones.
El criticar a los ministros es especialmente
prohibido
y el mismo capítulo (la. de Tim. 5: 19) alerta
particularmente: "Contra el anciano no recibas
acusación sino con dos o tres testigos". Un ancia-
no, en léfIguaje bíblico, significa un ministro. De
todos aquellos que sufren a causa de las críticas
y las murmuraciones, quienes llevan la peor par-
te son los ministros de Dios. Ellos son hombres
públicos. Todo lo que ellos hacen es de interés
del público. Ellos son llamados a ser ejemplos, y
por esto la gente espera más de ellos que de ningún
otro. Los predicadores que predican contra el
pecado ofenden a mucha gente y por esto hay
muchos que siempre están buscando algo para
criticar. Aquellos que aborrecen a Cristo Jesús
naturalmente son enemigos de sus ministros que
le sirven a El fielmente. Por tal motivo ellos están
expuestos a la crítica. Los cristianos son alertados
a no recibir ninguna acusación contra un predica-
dor excepto por la boca de dos o tres testigos.
La Escritura evidentemente quiere decir testigos
oculares.
Yo me temo que algunos predicadores pecan
206 LA RUINA DE UN CRISTIANO NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 207

algunas veces grandemente al juzgar a sus her- no culpable de pecados similares. La Biblia or-
manos duramente. Si algún predicador no tiene dena: "No murmuréis".
la misma creencia en cuanto a métodos lo critica-
mos duramente, demasiado a menudo nos dejamos Un famoso evangelista mundial, un maravi-
llevar por chismes. Más de una vez me ha repren-
lloso ganador de almas, cuya larga vida en la
dido mi conciencia por haber creído lo que alguien
blanca luz de la mirada pública había transcu-
me ha dicho acerca de algún predicador. Un noto-
rrido sin un reproche, perdió su amada esposa.
rio predicador hizo algo que a mí me pareció triste
Su corazón hambriento deseó muchas veces la
y perverso. En diferentes ocasiones él acusó a seis
comunión queotros hombres tienen en sus hoga-
diferentes predicadores de inmoralidad con muje-
res, pero lo cual le fue negado a causa de su s~r­
res. Todos habían sido sus amigos íntimos. Si
vicio mundial para el Señor y sus constantes Via-
cierto predicador el cual estaba lejos de casa
jes. Por eso después de uno o dos años se casó de
enviaba un cable pidiendo dinero, él seguramente
nuevo. Su pecado fue sólo que su esposa era una
había caído en un lío vergonzoso, afirmaba este
mujer joven, aunque muy devota e irreprensible.
crítico. Si la salud de otro estaba resentida, uno
A los críticos no les importa que toda su vida
podía, según él, estar seguro de que había una
haya transcurrido sin mancha, que su influ~n~ia
mujer de por medio. Acerca de otro predicador
sobre millones fue sólo para bien. Muchos cristia-
fue: "Yo entiendo que hayan problemas en su
nos sabelotodo criticaron diciendo: "¡Eso está
iglesia; problemas de faldas, me dicen". La implica-
muy mal!" Y profetizaron' "Ya verán, esto será
ción era clara. Otro predicador y su esposa tu-
el fin de su gran miniserio". Mientras más fun-
vieron un problema y mi amigo dijo que éste
damentales eran los ministros, más zahirientes
era causado porque ella supo acerca de una rubia. eran sus críticos. Este magnífico hombre de Dios
En otro caso fue: "un amigo me dijo que él tuvo
ha proseguido con su bendito ministerio en el
que dejar su pastorado anterior a causa de una maravilloso poder del Espíritu. Dios nos recuerda:
mujer". Yo sentí entonces y lo siento ahora q~e "No toquéis mis ungidos, ni hagáis daño a mis
las insinuaciones suspicaces acerca de estos seis profetas" (Sal 105: 15). Es un pecado especial
predicadores eran injustas. En ningún caso se dio hablar mal de los predicadores.
una prueba, y todos, excepto uno, siguen siendo
muy usados, consagrados hombres de Dios, En la "Para que no seáis juzgados"
mayoría de los casos, si hubo alguna verdad en
las insinuaciones o acusaciones, esta fue proba- Los cristianos no deben juzgar a otros; prime-
blemente grandemente exagerada. Aun si todo ro, porque es malo y nuestro juicio está usual-
hubiera sido verdad, lo cual no fue, no debió de mente lejos de lo correcto. Se nos recomienda no
haberse dicho nunca. Así que cada quien que lea
juzgar. Pero entonces otra muy sensible y prác-
esto escudriñe su propio corazón para ver si es o tica razón es dada: "Para que no seáis juzgados".
 LA RUINA DE UN CRISTIANO
208
Jesús dijo: "No juzguéis para que no seáis juzga-
dos" (Mat 7: 1-2). Si queremos que la gente
actúe con verdad en cuanto a nuestra persona
debemos estar doblemente seguros de que actua-
mos con verdad en cuanto a otros. Nosotros no
queremos ser acusados teniendo chismes como
evidencia. Por esta razón no acusemos a otros de
cosas concernientes a las cuales no estamos s~gu­
ros. Y aun cuando hacemos mal querernos ser JU,z-
gados con bondad. "Con la misma var~ que medís,
os volverán a medir" (Luc. 6: 38), dice el Salva-
dor. Si queremos que nuestras faltas se~ cubiertas
con caridad y amor hermanable Y perdon, enton-
ces que Dios nos ayude a ser así de bo~dadoso.s
y caritativos con otros. Perdona donde tú neces~­
tarías ser perdonado. Ten misericordia donde ~
mismo tan grandemente necesitas misericordIa.
Tú dices que el otro hombre tiene una mota
en su ojo, y probablemente tienes razón'. Todos
nosotros tenemos motas en nuestros ojos, El
mundo en que vivimos tiene multitudes de motas,
polvo y basura, mundanalidad Y pecado, flotando
alrededor de nuestra naturaleza moral, exacta-
mente igual como el polvo y la basura e~ lev~~ado
en el aire y puede entrar en nuestros ojos fl~I~OS.
Todos nosotros somos pecadores y hay s~flclen­
te lugar para ciritcar al mejo~ santo de ?lOS que
jamás haya transitado esta t~erra.. :0 se que y?
podría hacer un gran trabajo crItIcand~ a MOI-
sés, a David, a Pedro. y Pablo no podía ll~var­
se bien con Bernabé. Además, él era volu~tanoso
y fue a Jerusalem cuanto ~ios le orden~ cla~~­
mente que no lo hiciera. ASI que yo podna CrItI-
car a Pablo y estar diciendo la verdad. En rea-
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 209
lidad, yo creo poder encontrar razón para criticar
a cualquier cristiano. Solo Dios es perfecto. Pe-
ro antes de que te dediques a sacar la mota que
está en el ojo de tu hermano, saca primero la viga
que está en tu propio ojo. La mayoría de nosotros
no tenemos autoridad para criticar a otros.
En cuanto a la mujer que tú criticas, ¿estás
seguro de que amas a Dios más que ella? ¿Estás
seguro de que tu archivo, ante los ojos de Dios,
es más limpio? Si tú fueras pasado por la prueba
al igual que ella, o tentaciones, como ella, ¿resis-
tirías la prueba? Y aquel hombre que toma licor,
si tú tuvieras su paladar, si hubieras sido levan-
tado en su mismo medio ambiente y con las mis-
mas compañías, ¿Estás seguro de no ser también
tentado a tomar? Y si tú no pecas exactamente
en la misma manea, ¿no pecas en otra? ¿Quién
eres tú para condenar a un siervo de Dios, uno por
quien Cristo murió? Recuerdalo que dice la Biblia:
"Para su señor está en pie, o cae" (rom. 14:4).
¿Por qué no tener el amor y el perdón de Cris-
to? Y recordar que la Biblia dice: "¿Quién es el
que condenará? Cristo es el que murió; más aún,
el que también resucitó" (Rom. 8:34). Cristo
sabía todo lo concerniente a los pecadores, y aun
así El murió por ellos; y nosotros haríamos bien
si tuviéramos la misma actitud.
La mujer tomada en adulterio (Juan 8: 1-11),
ciertamente merecía condenación. Aquellos que
hablaron contra ella fueron testigos oculares de
su vergüenza. ¿N o tenían éstos derecho a hablar?
¿No tenían ellos derecho a apresarla como real-
mente merecía de acuerdo a la ley Mosaica? No,
 LA RUINA DE UN CRISTIANO
210
no mientras ellos eran culpables de pecado tam-
bién. "El que de vosotros estéis en pecado arroje
contra ella la piedra el primero", dijo Jesús (Juan
8: 7). si esperamos a estar sin pecado para tirar
piedras, seguramente nunca hablaríamos mal de
otros nunca murmuraríamos, ni incendiaríamos
con 'nuestra lengua, ni traeríamos lágrimas ni
vergüenza a otros, ni destrozáramos ~in~n co-
razón. Nunca discriminaríamos a cada crístíano fla-
co ni daríamos oportunidad para que los impíos
se burlen de los hijos de Dios en sus faltas. Bien,
la Escritura dice: "Hermanos, si alguno fuere
tomado en alguna falta, vosotros que sois es-
pirituales, restaurad al. tal con espíritu de man~­
dumbre: considerándote a tí mismo, porque tú
no seas' también tentado" (Gal. 6: 1). La crítica
arrastra a otros pecados. La crítica es un pecado
orgulloso y altivo que aparta, al que lo ~~actica,
de la oración, quitándose así la comumon .con
Dios y acercándose a mayores tentaciones, Y final-
mente a la caída y vergüenza. La crítica es par-
te de un orgullo que va antes de la destrucció~,
parte ele un espíritu altivo que va an~es de la Cal-
da, así que consideremos esto para que no seamos
tentados.
El ejemplo de Cristo
Muy bien podemos seguir el ejemplo de nues-
tro amado' Salvador en cuanto a este asunto.
"Quien cuando lo maldecían, no retomaba maldi-
ción; cuando padecía, no amenazaba, sino remitía
la causa al que juzga justamente" (la. de Pedo 2:
23). Había multitud de personas de las cual~s
Jesús podía decir las cosas más amargas y estaría
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 211
diciendo la verdad, pero aun así no las dijo. En
cuanto a aquellos que 10 cruficaron, El dijo:
"Padre perdónalos, porque no saben lo que ha-
cen" (Luc. 23: 34). Como cordero fue llevado al
matadero, y como oveja delante de sus trasquila-
dores, enmudeció y no abrió su boca. El no amargó
los corazones quebrantados de sus seguidores cri-
ticando a otros en esta hora. El no engendró odio
en sus corazones contra sus gobernantes cuando
pudo haberlo hecho tan fácilmente. Cuando Judas
lo besó con un beso traidor, El lo llamó "amigo"
y cuando Su corazón estaba quebrantado en la
última cena, El mojó en el mismo plato con Judas
y no dijo ninguna cosa mala acerca del hombre
que estaba, aun en aquel momento, preparando
el negocio con los sacerdotes para venderles a su
Maestro por unas pocas piezas de plata. Conside-
remos los sermones de Jesús. Cuando El habló de
alguien personalmente por nombre, fue usual-
mente sólo con bondad, en la historia real del
hombre rico y Lázaro, El da el nombre de Lázaro
lo cual sería de gozo para sus familiares y ami-
gos. Caritativamente, El omite el nombre del
pobre hombre rico que murió y fue al infierno.
¡Ningún hermano o hermana suyo podría ser con-
tristado ni avergonzado porque su nombre fuera
mencionado, aunque Jesús lo sabía. A los mismos
fariseos El les hablaba dura y claramente acerca
de su hipocresía y pecado, pero no sabemos que
El nunca haya hablado en terecera persona refi-
riéndose a un fariseo en términos de crítica. El
conocía a muchos de ellos que estaban perdidos
y eran malvados e hipócritas y podía llamarlos
por su nombre, pero hasta donde sabemos El
nunca habló de ellos en forma personal estando
212 LA RUINA DE UN CRISTIANO
ausentes. Cuando María lo ungió con perfume de
gran precio El la alabó públicamente y dijo: "Ella
ha hecho lo que pudo". A la misma mesa y en-
vuelto en el mismo incidente estaba el perverso,
impío, codicioso y traidor Judas, protestando por-
que el ungüento debía ser vendido y el dinero se
daría a los pobres. Pero Jesús no desenmascaró
a Judas. ¡Cuán fácil hubiera sido esto! ¡Y cuán
rápido lo hubiéramos hecho nosotros! Judas lo
merecía. Pero esto no hubiera traído ningún bene-
ficio, peor aún, hubiera traído división, odio y ver-
güenza. ¡Cuán bondadoso fue el Espíritu Santo
en sus inspiradas declaraciones acerca de José de
Arimatea. En los Evangelios escritos por Mateo,
Marcos y Lucas, posiblemente estando aún José
y los suyos vivos, se nos dice como José era un
hombre rico, un consejero (un miembro del Sane-
drín), uno que esperaba la venida de Jesús, y tam-
bién se nos dice cómo él gozosamente dio su tum-
ba nueva y fue valerosamente a donde Pilatos
a pedir el cuerpo de Jesús. Es solamente en el
Evangelio de Juan, escrito muchos años más
tarde, cuando el mismo José y prácticamente toda
esa generación había muerto, que el Espíritu
Santo inspiró a Juan para que dijera que José
era un discípulo, oh, sí, pero "secreto por miedo
de los judíos" (Juan 19: 38). El hecho vergon-
zoso de su cobardía, su negación a hablar por
Jesús en el Sanedrín, su temor a la pérdida de
dinero o amigos, no fueron revelados sino hasta
cuando ya no podían causar ninguna amargura
de corazón a José. Y aun entonces esto fue escrito
para nuestra admonición. ¡Así que si tú conoces
un cristiano que es un cobarde, mejor será que
no digas nada en cuanto a eso hasta que él se
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 213
haya ido al cielo! El amado Pablo, el ancinao pri-
sionero de Jesucristo, habló así acerca de uno de
sus peores enemigos: "Alejandro el calderero me
ha causado muchos males, el Señor le pague con-
forme a sus hechos (2a. Tim. 4: 14). Que yo sepa,
esto es lo peor que Pablo haya dicho de alguna
persona. El no dio detalles. Probablemente él sólo
mencionó el asunto porque el pecado fue público
en la iglesia, tornando los corazones de las gentes
en contra de Pablo, y por esa razón era propio
mencionarlo públicamente. Un hombre en Corinto
estaba viviendo en tan vergonzoso pecado que
Pablo les aconsejó que le quitaran la comunión
inmediatamente. Pero él no entró en detalles en
cuanto al pecado de este hombre. En 2a. Corintios,
después que el hombre ya se había arrepentido,
Pablo les urge a que sea perdonado rápidamente
y confirmado en la fe (2a. Corto 2: 5-8), y en nin-
guna ocasión se menciona el nombre de este hom-
bre. ¡En años futuros ese hombre no podía nunca
ser reprochado por algún desconocido que hubiera
leído en las epístolas de Pablo de sus pecados!
Si tú conoces el pasado perverso de un hom-
~ bre, pero ahora él está arrepentido de ello, enton-
ces es mejor que nunca lo menciones. Alguno que
tú conoces tiene una hija que no ha sido vaso de
honra o un hijo que está en la penitenciaría, en el
nombre de Dios, ayúdalo a esconder esa vergüen-
za y ora con ellos para la restauración del desca-
rriado. Todos nosotros tenemos pecados suficien-
tes y sufrimientos suficientes. Los cristianos no
deben añadir al sufrimiento de otros sino todo lo
contrario: "Sobrellevad los unos las cargas de los
. otros; y cumplid así la ley de Cristo" (Ga1. 6:2).
214 LA RUINA DE UN CRISTIANO
En mi corazón tengo penas y sufrimientos de
muchos otros, confesados- a mí, los cuales llevaré
conmigo a la tumba o al rapto, he llorado
por ellos, orado acerca de ellos, pero nunca los
he mencionado, muchos de ellos ni aun siquiera
a mi esposa.
Crees tú que hayas contristado el Espíritu de
Dios por la crítica? En la carta a los Efesios, la
última parte del capítulo 4 y la primera parte del
capítulo 5 tienen que ver con los pecadores que
contristan al Espíritu Santo. Efesios 4: 30, dice:
"No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el
cual estáis sellados para el día de la redención".
Cuando leemos esa lista, casi todos ellos son peca-
dos de la lengua: "amargura", "ira", "voces",
maledicencia" y cosas parecidas. Tal vez esa es
la razón por la que tú no ganas almas. Quizá
a causa de tu lengua, criticona y pecadora, tus
oraciones no son contestadas. ¡Quizás tus críticas
a tus hermanos y hermanas por quienes Cristo
murió han contristado de tal modo al tierno Santo
Espíritu que ya no sientes el gozo de Su presen-
cia! Entonces confiesa tu pecado hoy, yo te lo
ruego, pídele a Dios que te dé un corazón tan
tierno y tan lleno de amor y perdón que puedas
obedecer el llamamiento espiritual, "Hermanos,
no habléis mallos unos de los otros".
El daño de la crítica
Hagamos un resumen de algunos de los males
que resultan de ese pecado de la crítica. Cuando
hablan mal uno del otro, siguen terribles resul-
tados.
NO MURMUREISLOS UNOS DE LOS OTROS 215
1 A menudo arruina la vida de aquel que es
criticado Muchas muchachas se han entregado
por completo a la vida corrupta después de que su
reputación fue arruinada por chismes y comen-
tarios malsanos y perversos. Muchos jóvenes cris-
tianos caen en el pecado y entonces a causa del
impiadado y perverso criticismo, sin tener una
mano que los ayude, llegan a estar tan desalen-
tados que nunca regresan a la iglesia. Algunos me
han confesado que han pecado al ir a bailes, oem-
borracharse, o llenarse de ira, pero que fueron tan
duramente criticados por aquellos que nunct,
hicieron algo por ayudarlos, que nunca han sen-
tido deseos de tratar de vivir de nuevo la vida
cristiana. Muchos pastores han dejado el minis-
terio, impotentes para enfrentarse a la caza indis-
criminada, inmisericorde, irrazonable, egoísta y
envidiosa de sus críticos. El más desinteresado pre-
dicador que haya existido, creo yo, ha sido acusa-
do repetidamente de "predicar por dinero".
El más sincero predicador y más aferrado en sus
doctrinas ha sido acusado de buscar el favor pú-
blido si no predica lo que sus críticos quieren que
predique. Muchos predicadores que son correctos
en doctrina y creen toda la Biblia, pero que son
diferentes a algún crítico lengualarga y mal pen-
sado, son llamados modernistas. Cada predicador
ardiente, ganador de almas y lleno del Espíritu
ha sido llamado fanático. Las esposas de los pre-
dicadores y sus hijos son objeto de críticas inmi-
sericordes. La crítica ha arruinado la vida de mu-
chos predicadores.
La crítica causa suicidios, enfermedades y ner-
vios destrozados. La murmuración ha destruido
incontables hogares. ha separado a hermanos,

216 LA RUINA DE UN CRISTIANO
ha dividido iglesias. Hablar mal de otros cristianos
es un pecado cruel, terrible y sin corazón, el cual
a menudo arruina vidas.
2. Los cristianos nuevos a menudo tropiezan al
oir criticas de otros cristianos. En miles de casos,
los niños en una familia ierden interés en la Es-
cuela Dominical y la Iglesia, porque sus padres
criticaron al maestro de la Escuela Dominical o
al Pastor o a los miembros de la iglesia. Ellos
rápidamente se descorazonan y se disgustan. c~~n­
do los jóvenes oyen tanta crítica y mur~u:acI.on,
ellos a menudo sienten que no hay m siquiera
uno en quien puedan confiar, que no vale la pena
tratar de vivir para Dios. Ellos se desaniman.
De tales casos como estos, Jesús dijo: "Y cual-
quiera que escandalizare a uno de estos pequeños
que creen en mí, mejor le fuera que se colgase
al cuello una piedra de molino de asno, y que
se le anegase en lo profundo de la mar" (Mat.
18: 6). Colosenses 3: 21, dice: "Padres, no pro-
voquéis a ira a vuestros hijos porque no se hagan
de poco ánimo". Padres demasiado criticones p~e­
den pecar en esto. Cada joven cristiano ?eCeslta
a quien mirar y de quien depend~7 y de qUl~n. con-
fiarse. No arruines la vida de Jovenes cristianos
por despiadada, vana e irreflexivamente hablar mal
de otros cristianos. Cualquiera que sea las faltas
que tú conozcas en algún cristiano, siempre causará
daño en lugar de bién discutirlas delante de otros.
3 Hablar mal da al cristianismo mala repu-
tacion en el mundo. Se supone que los cristianos
se amen los unos a los otros, y el más ignorante
pecador sabe instintivam~nt.e que el ,am~: ~r~;er­
nal es la marca del cristianismo. Jesus dIJO. E~
esto conocerán todos que sois mis discípulos, SI
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 217
tuviéreis amor los unos con los otros" (Juan 13:
35). Se nos dice en la. de Corintios, trece, que el
amor es la cosa más grande en el mundo. Des-
acuerdos entre cristianos deben ser muy pocos y
corregidos tan pronto como sea posible. Jesús
dijo: "Concíliate con tu adversario presto, entre
tanto que estás en el camino; porque no acontezca
que el adversario te entregue al juez, y el juez te
entregue al alguacil, y seas echado en prisión"
(Mat. 5: 25). Y a nosotros se nos ordena: "No
se ponga el sol sobre tu enojo" (Efe. 4: 26). ¡Los
cristianos criticones, malpensados y rencillosos
son la peor y más pobre recomendación posible
del Señor Jesucritso!
En Texas, una noche prediqué acerca del pecado
del divorcio. Aunque yo no lo sabía, dos hom-
bres activos de la iglesia habían sido divorciados
y recasados. Uno de ellos se había casado con una
mujer divorciada. Estos dos se resintieron por mi
sermón; uno de ellos me amenazó con violencia
física y ellos hablaban amargamente en sus hogares
acerca de la predicación. Pero en unos pocos
días el poder del Evangelio quebrantó los corazo-
nes de estos hombres. Con lágrimas, humildes
y avergonzados vinieron a rogar mi perdón y me
pidieron que orara por sus familiares. Uno de
estos hombres estaba particularmente preocupado
por su joven hija, quien había demostrado algún
interés por su alma al principio de la campaña.
Tristemente, a medida que él irritadamente ha-
blaba en contra del predicador, la convicción que
esta muchacha tenía pareció desaparecer y dejarla.
Ahora ella no podía ser alcanzada. Su disgustado
padre había destruido su confianza en el predica-
dor. Más tarde, cuando su padre y yo juntos trata-
218 LA RUINA DE UN CRISTIANO
mas sinceramente de ganarla para Cristo, la niña,
con rostro altivo y corazón endurecido, resistió ca-
da insinuación. El hombre se fue convenciendo, al
igual que yo, de que él había bloqueado la salva-
ción en su propia hija por su crítica contra el predi-
cador. Sin duda hay multitudes en el infierno que
están allí a causa de lenguas criticonas de cristianos
que hablan mal de otros, y particularmente de pre-
dicadores, maestros de la Escuela Dominical y
obreros cristianos.
Antes de que usted acuse a un evangelista de
predicar por dinero o a un pastor de favoritismo
entre los miembros, o a algún obrero cristiano
de mundanalidad o pecado, será mejor que consi-
dere si con esto usted estará bloqueando la única
influencia que Dios tiene para ganar sus hijos
o seres queridos. Cuando aprendamos a respetar
a los obreros cristianos, y lu.chemos por mantener
su buena reputación, entonces el mundo exterior
los respetará a ellos como lo hacemos nosotros
y nunca antes.
4. Hablar mal trae división y lucha. Hace muchos
años mi talentosa madrastra acostumbraba te-
ner una lectura que terminaba en estas palabras:
"Palabras inexpresadas pueden algunas veces
caer muertas, pero ni Dios mismo puede matarlas
cuando ellas son expresadas!"
Lenguas criticonas y hablar mal, son la causa
de más divisiones en las iglesias y entre cristianos
que ningún otro factor. Proverbios 26: 20 nos
dice: "Sin leña se apaga el fuego. Y donde no hay
chismoso, cesa la contienda". El hablar mal guía
a juzgar injustamente unos a otros, guía a exage-
raciones e interpretaciones erradas del pecado.
El hablar mal y las críticas son el correo de los
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 219
chismes y el combustible para todo pecado de
división y disensión.
5. No olvides que, más importante que todo,
el Espíritu Santo es contristado por el pecado de
hablar mal de otros y criticar. Tal vez este pecado,
más que ningún otro, es responsable de la frial-
dad espiritual y falta de la presencia y el poder
del Espíritu de Dios en nuestras iglesias y nues-
tros hogares.
Qué hacer cuando un hermano peca
Si usted sabe de un hermano o hermana que
ha pecado, ¿qué debe hacer usted en cuanto a
eso? Siempre hay algo que. usted pueda hacer.
1. Si es un pecado en contra suya, entonces
vaya directa y bondadosamente al que le hizo la
ofensa. Jesús dijo: "Por tanto, si tu hermano pe-
care contra tí, ve, y redargúyele entre tí y él
solo: si te oyere has ganado a tu hermano. Mas si
no te oyere toma aun contigo uno o dos, para que
en boca de dos o tres testigos conste toda pala-
.bra, Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si
.no oyere a la iglesia, tenlo por étnico y publi-
cano" (Mat. 18: 15-17). Esa Escritura da la ma-
nera exacta de actuar cuando alguien nos ha
ofendido. Esto no quiere decir que usted entonces
.puede ir y hablar de esa persona, ni hacer cam-
pañas en contra de él ni tratar de desquitarse. En
cada caso usted debe perdonarlo. Si es posible,
usted debe ayudarlo a hacer lo que es correcto.
2. Si usted sabe de un cristiano que ha pecado
pero que no tiene que ver con usted personal-
mente, puede que haya ocasiones cuando usted
pueda ser una bendición. No critique. Si usted
220 LA RUINA DE UN CRISTIANO
puede ir en amor cristiano, y si su vida es tal que
usted tendrá el respeto y la confianza del hombre
que pecó, él probablemente estará contento de
recibirle. Si usted no está lleno del Espíritu, en-
tonces usted no está apto para reprochar a nadie
por su pecado. Si su vida no es mejor que la de
aquel a quien espera ayudar, entonces es muy
seguro que no hará mucho bien.
3. Usted podrá siempre orar. Ore por aque-
llos que están en problemas en la misma forma
como le gustaría a usted que otros oraran por
usted cuando esté en dificultades. Sea un partí-
cipe en la obra intercesora de Jesucristo: "Quien
vive eternamente para interceder por nosotros".
Hay muchos que acusen. ¿Por qué no resolver
que, con la ayuda de Dios, usted siempre orará
por aquellos que son atacados y sufren la crítica,
ya sean culpables o no? Moisés intercedió por la
nación de Israel cuando ellos hicieron un becerro
de oro, y a través de la oración de Moisés la na-
ción fue perdonada. Abraham intercedió por
el mundano Lot, y aunque Sodoma y Gomarra
fueron destruidas, los ángeles dijeron que no
podían hacer nada hasta que Lot fuera sacado
de la ciudad. Daniel, en cautiverio, confesó los
pecados de su pueblo e intercedió por ellos, abrién-
do su ventana tres veces cada día para orar con
su rostro hacia Jersusalem. Samuel oró por los
perversos y confundidos israelitas que demanda-
ron un rey, y dijo: "Así que, lejos sea de mí que
peque yo contra Jehová cesando de rogar por
vosotros; antes yo os enseñaré por el camino
bueno y derecho" (la. Sam. 12: 23). ¡Hay algo
que usted puede hacer siempre por aquellos que
ha.~en mal, yeso es orar!
NO MURMUREIS LOS UNOS DE LOS OTROS 221
4 Restaure a aquellos que son acusados de pe-
cado. Busque que otros cristianos los reciban.
El bueno de Bernabé intercedió por Pablo y éste
fue recibido por los apóstoles en Jerusalem. Hech.
9. 26-27). Jonathan amó e intercedió por David
cuando éste fue acusado por Saúl. Joab intercedió
por Absalom ante David. Si usted es espiritual,
e.ntonces ayude a restaurar a la persona que haya
sIdo. tomada en alguna falta, en el espíritu de
humildad como Dios ha ordenado a Su pueblo.
No peque por hablar mal o criticar.
"No lo haga"
Si te viene el impulso de decir
Alguna palabra inconsiderada hoy
Que pueda alejar a algún amigo,
No la pronuncies
Si has oído alguna palabra de culpa
Echada sobre el nombe de tu vecino
Que pueda dañar su buena fama,
No la digas
Si lengua maliciosa y criticona
Alguna injuria ha hecho caer
Sobre la cabeza de anciano o jven,
No la repitas
Siendo la historia verdad,
Piensa en el mal que puede hacer;
Cuánto mejor será, entonces, si tú
No la ejercitas.
"No murmuréis los unos de los otros hermanos"
 CAPITULO IX

liNO JUZGUEIS"

''No juzguéis y no seréis juzgados. No conde-

néis y no seréis condenados: Perdonad y seréis
perdonados" (Luc. 6: 37).
"Mi esposo dice que es un cristiano, pero no lo
es", decía una señora el otro día. "Ese hombre
no es un cristiano; él dice serlo, pero yo sé que
no lo es por la forma en que vive", decía un
pastor.
¡Cuán común es esto! Y aún así, qué pecado
tan perverso es éste, clara y repetidamente pro-
hibido en la Biblia. Dios nos ordena no juzgar
a otros. No estamos para juzgar si otro es o no
salvo; no tenemos por qué juzgar .sus motivos,
su sinceridad ni ninguna otra cosa en cuanto a su
corazón. Ningún cristiano sobre la tierra está
capacitado para juzgar el estado del. corazón de
otra persona o decidir si es salva o no. Pero he
aquí un pecado que se ha esparcido mucho. Míem-
tras más fundamentalistas son los cristianos son
más tentados a ser como fariseos, sintiéndose per-
fectamente capaces de hacer juicio sobre otros.
A menudo, mientras más separado del mundo
el cristiano es, más farisaicamente hipócrita .llega
a ser, haciendo juicio libremente sobre otros que
profesan ser hijos de Dios, pero que son flacos
224 LA RUINA DE UN CRISTIANO
o débiles en cuanto a alguna cosa.
Esta semana, acabo de contestar una carta de
una mujer que insistía en que si uno caía en un
pecado público, no era posible que esa persona
haya renacido nunca. En mis campañas constan-
temente me sorprende cuando los pastores me
dicen cuán seguros están de que alguno de sus
miembros no es salvado. Ellos se refieren a miem-
bros que pueden mencionar cuando ellos definiti-
vamente confiaron en Cristo para su salvación
pero ahora han caído o están fríos.
En cuanto a todo esto, el Señor Jesús da un
claro y definido mandamiento: "¡No juzguéis!"
~s ~u~ pecado terrible, un pecado de orgullo, de
justicia propia, de arrogancia. Ofende a Dios
y causa daños insospechados. ¡Yo les ruego, ama-
dos lectores, no seáis culpables de este pecado!
Aun cuando un cristiano no puede juzgar a la
gente, él debe juzgar ciertas cosas, ciertos hechos.
Aclarará nuestras mentes si discutimos, antes de
seguir más adelante, las cosas que un cristiano
puede y debe juzgar.
Primero, un cristiano puede juzgar las falsas
doctrinas. En Mateo 7: 15-20 encontramos un
pasaje a menudo mal interpretado. Está en el
mismo capítulo donde Jesús dijo: "No juzguéis
para que no seáis juzgados" (Mat. 7: 1). Leamos
este pasaje cuidadosamente:
"y guardáos de los falsos profetas, que vienen a vosotros
con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógensehigos de los espinos
o uvas de los abrojos? Así, too buen árbol lleva buenos
frutos; más el árbol maleado lleva malos frutos. No puede
NO JUZGUEIS 225
el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado lle-
var buenos frutos. Todo árbol que no lleva buenos frutos,
córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos, los co-
noceréis" (Mat. 7: 15-20).
Gente inescrupulosa buscando una excusa para
sus pecados gusta de tomar el versículo 20 del
pasaje anterior como contradictorio del manda-
miento de no juzgar y por consiguiente les da a
ellos el derecho a juzgar a las gentes por sus frutos
y así determinar si éstos son salvados.
Pero cualquier estudiante de la Biblia honesto
y de oración verá rápidamente que este no es el
significado del pasaje. En estos versículos Jesús
está hablando acerca de falsos profetas. El fruto
de un falso profeta es enseñanza falsa, doctrina
antibíblica. Así que uno puede comparar la predi-
cación, enseñanza o escritura, de un líder religioso
con la Biblia y determinar si su doctrina es o no
verdadera. Uno puede leer literatura de la "Cien-
cia Cristiana", por ejemplo, y ver que ésta niega
que exista el pecado, niega la redención por la
sangre de Cristo, niega la necesidad de un nue-
vo nacimiento, niega el hecho de la naturaleza
caída del hombre. Uno puede ver que la "Ciencia
Cristiana" hace de Mary Baker Eddy una igual
con Cristo y considera sus escritos tan inspira-
dos como la Biblia. Entonces cada lector tie-
ne el derecho de juzgar las doctrinas de Mary
Baker Eddy como falsas. Por tales doctrinas,
entonces, uno sabe que ella fue una falsa profeta.
Nosotros no podemos decir si ella fue salva o no.
Parece dudoso, pero ninguno puede saber. Gente
salvada a veces cae en falsas doctrinas. Nosotros
no podemos decir si ella estaba sincera y esfor-
zadamente tratando de hacer bien. Sus divorcios,
226 LA RUINA DE UN CRISTIANO
sus plagios sin dar crédito a otros maestros, su
interés en colocar sus propios escritos al igual
que la Biblia) indica una actitud de corazón peca-
minosa. Pero debemos dejarlo a Dios en cuanto
a si ella fue más perversa que otros en su corazón.
Nosotros sabemos ciertamente que su enseñan-
za es falsa y que ella era una falsa maestra, una fal-
sa profeta. "Por sus frutos los conoceréis". Así
que cada oyente tiene el derecho a pesar las ense-
ñanzas del pastor, del evangelista, maestro bíblico
y escritor, y cuidadosamente, diligentemente,
compararlas con la Biblia. Eso fue 10 que los nobles
oyentes de Berea hicieron cuando oyeron la predi-
cación de Pablo y Silas. "Y fueron éstos más nobles
que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron
la palabra con toda solicitud, escudriñando ca-
da día las escrituras, si estas cosas eran así" (Hech.
17: 11).
Los cristianos tienen el derecho de juzgar doc-
trina, pero no de juzgar los corazones de los hom-
bres.
Segundo, los cristianos tienen el derecho de
juzgar concerniente a bueno y a malo. En lugar
que los cristianos lleven sus diferencias ante la
corte para que juzguen los mundanos sus contro-
versias en cuanto a salarios, errores o daños;
otros cristianos deben ser llamados para que re-
suelvan el asunto con espíritu de oración.
"¿Osa alguno de vosotros, teniendo algo contra otro,
ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los san-
tos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y
si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos
de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de
juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de este siglo?
Por tanto, si hubiéreis de tener juicio de cosas de este siglo,
NO JUZGUEIS 227
poned para juzgar a los que son de menor estima en la igle-
sia. Para avergonzaros lo digo. ¿Puesqué, no hay entre vos-
otros sabios, ni aun uno que pueda juzgar entre sus her-
manos?" (la. Corto 6: 1·5)
Un hijo de Dios debe tener el derecho de ayu-
dar a otros cristianos a que lleguen a un acuerdo
acerca de lo que es lo correcto y justo en su trato
uno con el otro. Pero eso es enteramente dife-
rente a juzgar a personas, corazones y motivos.
Si la vaca de un cristiano se mete en el maíz de
otro, yo podría juzgar consideradamente cuánto
daño fue causado al maíz, y cuánto el vecino, que
dejó la puerta abierta, debe pagar para satisfacer
al perjudicado. Pero sería necio y perverso de
mi parte juzgar sobre evidencia circunstancial
cuánta malicia había en el corazón de un vecino
a causa de la forma cómo él trató a su vecino. En
realidad, la única forma en que un cristiano puede
ser útil como un mediador en tal caso será man-
teniendo la actitud espiritual encomendada por el
Salvador en Lucas 6: 36-37: "Sed pues miseri-
cordiosos, como también vuestro padre es mise-
ricordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no
condenéis y no seréis condenados; perdonad y
seréis perdonados". Juzgar lo bueno y lo malo
en asuntos y cosas no es lo mismo que juzgar
a personas, sus corazones y motivos.
Tercero, los cristianos pueden aun hasta hacer
juicio en cuanto a la vida de otros cristianos
hasta el punto de quitarles públicamente la comu-
nión en la iglesia, excluyéndolos de la membresía
en la congregación. En la. de Corintios, capítulo
5, Pablo llama la atención a la iglesia en cuanto a
un miembro que estaba viviendo abiertamente en
228 LA RUINA DE UN CRISTIANO
pecado, cometiendo fornicación con su madrasta.
El pecado era bien conocido y estaba causando
gran reproche a la iglesia. Pablo insistió en que
"Fuese quitado de en medio de vosotros el que
hizo tal obra. Y ciertamente, como ausente con el
cuerpo, mas presente en el espíritu, ya como pre-
sente he juzgado al que esto así ha cometido"
(la. Corto 5: 2-3).
El aconsejó a la iglesia que cuando se reunie-
ran ellos debían con su espíritu y con el poder de
Cristo quitar 10 leudado, esto es, ellos debían
públicamente entregar al tal, "El tal sea entre-
gado a Satanás para muerte de la carne, porque
el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús"
(la. Corto 5: 5). Ellos no debían mantener com-
pañía con ninguno que se llamara hermano, pero
que se sabía que era "un fornicario, o codicioso,
o idólatra o murmurador, o borracho, o extorsio-
nadar" (ver. 11). Ellos no debían comer con la
persona ni tener comunión con él. Y el capítulo
termina con este mandamiento: "Quitad, pues
a ese malo de entre vosotros".
Está claro, entonces, que los cristianos tienen
derecho para juzgar concerniente a ciertos peca-
dores que deben terminar la comunión cristiana.
Cristianos que cometen tales pecados traen gran
reproche sobre la iglesia. Tales personas deben
ser visitadas primeramente para tratar de ganar-
los para el buen camino (Mat. 18: 15-17). Si tal
descarriado cristiano es penitente, él debe ser
perdonado inmediatamente. Pablo dice en cuanto
a tales casos: "Hermanos, si un hombre es tomado
en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre;
considerándote a tí mismo, porque tú no seas
NO JUZGUEIS 229
también tentado" (Gal. 6: 1).
Pero donde hay un curso continuo de desgra-
ciado pecado, contaminando a otros, trayendo
vergüenza sobre la causa de Cristo, entonces los
cristianos deben de apartar de la comunión a tal
miembro de la iglesia. Ignorar o encubrir tan
flagrante y públicamente conocido pecado, sin
confesar y sin arrepentir, ofenderá a Dios ~t hará
gran daño. Los cristianos, entonces, tienfn el
derecho de juzgar acerca de pecados conocidos
públicamente y de evitar la comunión y compañía
con aquellos que continúan en tal pecado.
¡Pero qué maravillosa lección nos da el inspi-
rado apóstol Pablo en la. de Corintios, capítulo 5,
acerca de juzgarse los unos a los otros! Aun cuan-
do él sabía la horrible naturaleza del pecado
de este hombre continuando en fornicación: con
su madrastra, y aun cuando él inistió en que el
hombre fuera puesto fuera de la iglesia en la
próxima reunión, Pablo nunca dijo que el hombre
no era salvado. Todo lo contrario, él urgió que el
hombre fuese entregado públicamente a Satanás.
"Para muerte de la carne, porque el esp iritu sea
salvado en el día del Señor Jesús (la. Corto 5: 5).
El pecado trae ruina al cuerpo, y aun el hijo de
Dios no puede evitar recoger la humilde cosecha
de la paga del pecado en su carne. Pablo tenía la
certeza de que aun el espíritu de este fervoroso
fornicario podía ser salvado. Mientras Pablo juz-
gaba concerniente a los hechos de este hombre,
él no intentó juzgar el corazón del hombre ni sus
motivos y no dijo que no había esperanza para el
tal hombre, ni tampoco animó a otro para que lo
230 LA RUINA DE UN CRISTIANO
dijera. Y la confianza de Pablo fue vindicada. La
gente en Corinto echó fuera a ese hermano y r~hu­
só asociarse con él a causa de su desgraciada
vida; Cuando Pablo les vuelve a escribir,
ese hermano había mostrado tal penitencia, tal
arrepentimiento, tal cambio de vida, que Pablo
les urgió a que rápidamente lo perdonaran y lo
recibieran (2a. de Corto 2: 5:11). Evidentemente
éste era ahora un hombre verdaderamente salvado.
Un cristiano puede juzgar las doctrinas, com-
parándolas con la Biblia. El puede juzgar el pe-
cado en mucha oración, sin juzgar al pecador.
Pero' ningún cristiano tiene derecho a hacer juicio
sobre otra persona en cuanto a si es salvada o
perdida. Y ningún cristiano debe presumir de
conocer los motivos e intenciones de ningún cora-
zón. Si alguien declara que él ha confiado en
Cristo como su Salvador personal y que tiene la
seguridad de que sus pecados han sido perdonados
por fe en la sangre vertida de Cristo, entonces
yo debo caritativamente recibir su testimon~o
lo mejor que pueda. Si él no vive como un cns-
tiano debe, entonces yo debo considerar mis pro-
pias flaquezas, mis propios fracasos, más propios
pecados tal vez no muy conocidos en público, pe-
ro íntimamente conocidos de Dios. Si alguno no
testifica haber confiado en Cristo y haberle acep-
tado como Salvador, entonces hacemos bien en
aceptar su testimonio de que no es salvado. Noso-
tros sabemos que si alguno declara ser salvado
por sus propios méritos, o salvado por su mem-
bresía en la iglesia, él está equivocado, porque
nosotros tenemos las claras declaraciones de la Pa-
labra de Dios de que sólo aquellos que confían en
NO JUZGUEIS 231
Cristo son salvados. Tenemos el derecho de supo-
ner que uno que no declara haber confiado en Cris-
to para su salvación está perdido. Y, bondado-
samente, sólo podemos creer que son realmente
hijos de Dios aquellos que profesan conocer y
amar al Salvador y han confiado completamente
en El para su salvación.
Indudablemente, en muchos casos, nuestras su-
posiciones no son correctas. Hay algunos que son
salvados y quienes no pueden dar un testimonio
claro en cuanto a cómo y cuándo pasó. Algo
muy definido pasa en el corazón del que es s;11-
vado; pero a menudo no pasa mucho en el inte-
lecto, no hay mucha seguridad, no hay un testi-
monio claro, hasta que la Palabra de Dios trae luz a
la mente. Los bebés nacen mucho antes de que
puedan entender algo. Y los bebés nunca sabrán
quiénes fueron sus padres, ni nada en cuanto a su
nacimiento, a menos que sean enseñados por
otros. Así que hay algunos que son salvados que
no pueden dar un testimonio claro. Pero un por-
centaje de otros, se nos dice en la Escritura, no
son salvados, aun cuando ellos declaran que lo
son. Muchos son pecadores sin perdón que apa-
rentan ser muy morales y religiosos. Nosotros
sólo podemos rogar que todos los que dicen serlo,
hayan en verdad confiado en Cristo para su sal-
vación. Algunas veces sufrimos equivocaciones,
seres humanos después de todo. Viendo ahora
como a espejo en oscuridad, no podemos juzgar
al corazón. "No juzguéis para que no seáis. juz-
gados"
 LA RUINA DE UN CRISTIANO
232
Ejemplos bíblicos prueban que hay muchos
salvados que noactúan como tales
Si yo hubiera conocido íntimamente a Lot,
el hombre rico que mudó su familia hacia Sodoma
y tuvo comunión con los perdidos Sodomitas
llamándolos hermanos; si yo lo hubiera oído ofre-
ciendo sacar sus hijas vírgenes a la noche oscura
para que un grupo de pervertidos se~uales ~al­
mara sus apetitos; si yo hubiera conocido su vida
de codicias, de mundanalidades Y borracheras,
hasta el punto que su religión era la burla d,e sus
yernos, yo hubiera asumido, sin duda, que :1
era
un hipócrita sin salvación. El nunca gano un
alma. El buscaba la compañía de los malos y se
esforzó por agradarlos. ¡El se llevó su, vino c?n:
sigo cuando huía y luego se emborracho ~ ~mo
a sus dos últimas hijas! ¿A visto alguno mas senales
de estar perdido, de ser un malvado? Ciertamente
yo hubiera juzgado a Lot como no salvado. Pero
hubiera estado muy equivocado. Dios lo llama
"Justo Lot", y dice que él era un hombre jus-
to que afligía su alma justa cada día por los he-
chos vergonzosos de los Sodomitas (2a. de Pe-
dro 2: 7-8). Sólo Dios conocía el corazón.de Lot,
y sabía que era realmente un hom~re ]ust.o, y
que era sincero, y que tenía su corazon cambiado,
un "alma justa". ¡Lector, no te atrevas a juzgar!
Si uno de nuestros críticos hubiera estado en Je-
rusalem cuando el rey David se paseaba sobre la
terraza de su palacio y vio a Batshebah bañándose,
la llevó al adulterio y luego cuidadosamente pla-
neó el asesinato del esposo de ella, Dría, nuestro
crítico hubiera ciertamente juzgado a David como
un pecador no regene.rado, un hipócrita que nunca
NO JUZGUEIS 233
conoció salvación. Ese fue sólo uno de los muchos
casos en el que un hijo de Dios fue tomado en
un pecado vergonzoso, pecado que trajo gran ver-
güenza sobre el nombre de Dios. Y el observador
no hubiera nunca conocido de la real angustia de
corazón que tenía el renacido David por su pe-
cado. Por revelación divina esto está demostra-
do en el Salmo 51. David era un hombre salvado,
un hombre conforme al corazón de Dios. Pero co-
mo todos los otros cristianos, él todavía tenía
la vieja naturaleza, también, y las tentaciones
a que está expuesta nuestra humanidad carnal
hasta que nuestros cuerpos sean cambiados y
glorificados a la. venida de Cristo. Cualquiera
que hubiera juzgado a David como un hombre
perdido, hubiera sido un pecador presuntuoso ha-
ciendo juicio sobre el corazón que sólo Dios
puede ver.
Simón Pedro no actuó como un cristiano cuan-
se sentó con los enemigos de Cristo y primero
negó, y luego maldijo y juró que él no conocía
a Jesús y que no era amigo del Salvador. Segura-
mente ese pecado era tan malo como adulterio
y asesinato. Este fue el pecado combinado de
malas compañías, falta de fé, mentira, blasfemia
y negación del Salvador en la hora más grande
de juicio. Pedro no actuó como un cristiano pero
era uno. El juez presuntuoso hubiera dicho que
Pedro no era salvado, que no tenía verdadero
amor por el Salvador. No dudo que muchos lo
dijeron. 'Hay un indicio de esto en el angustioso
clamor de Pedro a Jesús más tarde por el mar
de Galilea cuando Pedro dijo: "Señor, Tú sabes
todas las cosas, Tú sabes que te amo" (Juan 21;

234 LA RUINA DE UN CRISTIANO
17). Otros no sabían que P~dro ~aba a, Cris-
to, pero Pedro sabía que Jesus sabía. i Que lec-
ción para todos nosotros cuando nuestros peca-
dos han hecho tambalear la fé de otros en nos-
otros, y cuando el crítico y justo en sí mismo hace
juicio sobre nosotros! Dios conoce nuestros cora-
zones y El sabe si en verdad le amamos, aun
cuando nuestras vidas, vergonzosamente, no pue-
dan demostrarlo.
Así que un cristiano puede caer en. algun~s
de estos pecados de borracheras, adulterio, fo~m­
cación o asesinato, pero ninguno con premedita-
ción o como estado del corazón, porque esto no es
posible en una nueva criatura. (la.. Juan 3:1~),
porque ser salvado implica un camt:n? de corazon
y participación de la naturaleza dIvrn~. Por esto
es cierto que el cristiano debe ser cuidadoso en
cuanto a esto, no sea que caiga aún en el ~eca~o
más grande, tal como borracheras, maledicIencIa,
adulterio y hasta asesinato. Seguramente estos
ejemplos deben demostrarnos q~e somos comp~e.
tamente incapaces de ver y Juzgar el co.razon
humano. No hay forma posible de saber SI otro
es salvado o no. "Porque .Jehová mira no lo que
n:
el hombre mira; pues que el homb:e ira lo que
está delante de sus ojos, mas Jehova mira el cora-
zón" (la. Sam. 16:17).
Gente perdida puede aparentar ser salvada
Las apariencias engañan. No se puede. confiar
en el juicio humano. Si uno no p.uede decir p~r la
vida de otro que él está perdido, Igualmente mngu-
no puede estar seguro que aquellos que apa-
NO JUZGUEIS 235
rentan ser salvados lo son. Judas convenció a
todos los que le conocieron, excepto a Jesús,
de que él era un cristiano. Ni siquiera una vez
se hace mención de duda en cuanto a la sinceridad
de Judas como cristiano. El fue hecho tesorero
del grupo y cargaba la bolsa. Cuando Jesús les
dijo claramente a sus discípulos que uno de ellos
no creía en él (Juan 6: 64,70,71), no hay indicio
de que algunos sospecharon de Judas,' Más tarde,
cuando tomaban la última cena, Jesús dijo: "Uno
de vosotros me ha de entregar", cada uno de ellos
comenzó a decirle: "¿Seré yo Señor?" (Mat. 26:
21-22). Ninguno dijo: "¿Será Judas, Señor?"
El capítulo diez de Mateo indica que Judas fue
enviado en un viaje misionero con los otros para
sanar los enfermos y echar fuera demonios. Y
Mateo 7: 22-23 declara que muchos como él,
que son pecadores perdidos, serán devueltos de las
puertas del cielo.
Sin duda, muchos hipócritas orgullosos sin
conversión, aparentan ser tan píos, enseñan la
Biblia tan bien, y lo mismo oran en.público.rean-
tan en el coro, diezman y viven una vida tan mo-
ral como para convencer a cualquiera que son hi-
jos de Dios. Es imposible para un débil ser humano
juzgar rectamente, e intentar hacerlo es un perver-
so pecado. .Jesús ordenó: "No juzguéis para que
no seáis juzgados".
Atlvertencia encuanto a la cizaña
En Mateo, capítulo trece, el Salvador ilustra
el reino de los cielos por medio de un campo sem-
brado con buena semilla en el cual un enemigo
 LA RUINA DE UN CRISTIANO
236
vino y sembró cizaña. La cizaña y el trigo son tan
parecidos que por un tiempo todos estuvieron
engañados. Entonces los siervos quisieron ir y
arrancarla pero el padre de la familia les dijo:
"No, porque cogiendo la cizaña, no aranquéis
con ella el trigo" (Mat. 13: 29). Cualquier juez lle-
no de justicia propia y arrogante, que toma para si
la obligación Y el privilegio de limpiar de cizaña la
iglesia arrancará el trigo con la ciazaña. Sólo los
ángeles de Dios en el momento apropiado tendrán
la suficiente sabiduría para tomar la cizaña y que-
marla y juntar el trigo en el alfolí. Así que la ciza-
ña parece ser trigo .y el trigo parece ser cizaña.
y si tú conocieras todos los pecados de todos los
cristianos en el mundo, sin conocer sus corazones,
entonces cada uno de ellos te parecerían pecadores
perdidos.
La Salvación es sólo por gracia
Todos nosotros somos tan pecadores que única-
mente la gracia de Dios es la que nos salva. Nin-
guno merecía salvación antes de ser salvado y es
igualmente verdad que ninguno de nosotros mere-
ce la salvación después de haber sido salvado.
El mejor Y más puro cristiano en el mundo es
aún un siervo inútil. De todos nosotros es ver-
dad que "no hay diferencia; porque todos pecaron
y están destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:
22-23). Todos nosotros que somos hijos de Dios
merecemos ir al infierno. Lo merecíamos antes de
ser salvados y lo merecemos ahora. Eramos peca-
dores antes de ser salvados y somos pecadores
ahora. Teníamos una naturaleza caída con todos
los resultados interiores del pecado antes de ser
NO JUZGUEIS 237
salvados, y ahora tenemos una nueva naturaleza,
hemos renacido, somos "partícipes de la natura-
leza divina" (2a. Pedo 1:4). Somos ahora hijos de
Dios, pero tristemente, todavía tenemos la vieja
naturaleza, tambien. Nuestros, cuerpos son los
cuerpos de hombres y mujeres caídos, y si somos
honestos debemos decir como Pablo: "Yo sé que
en mí (es a saber en mi carne) no mora el bien:
porque tengo el querer, mas efectuar el bien no lo
alcanzo" (Rom. 7:18). Y de nuevo, "Gracias doy
a Dios por Jesucristo Señor nuestro. Así que,
yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,
mas con la carne a la ley del pecado" (Rom. 7:25).
Por consiguiente, es evidente que el hombre
perdido tiene una naturaleza y es mala; pero el
salvado tiene dos naturaelzas, la vieja que es la
mala y la nueva que es la buena. Por esto, si cono-
ciéramos todo acerca de todos los cristianos en el
mundo, habría suficiente razón para estar sorpren-
didos y disgustados con sus pecados y suficiente
razón para que un juez presuntuoso decida que
ningún cristiano es salvado, juzgando por sus
vidas.
Es bastante claro que aquellos que se sienten
libres para juzgar si otros son o no salvados necesi-
tan aprender más claramente la preciosa doc-
trina de la Salvación por Cristo y por gracia.
La presunción inexcusable de aquellos que juzgan
a otros siendo ellos igualmente culpables
La perversidad de este pecado consiste en que
el que juzga a otro, deliberadamente excusa o ig-
 LA RUINA DE UN CRISTIANO
238
nora su propio pecado, el cual es tan malo como
aquel que tan vigorosamente conde~a en otros.
Romanos 2:1, dice: "Por lo cual eres mexcusable,
oh, hombre, cualquiera que juzgas: ~orque en lo
que juzgas a otro, te condenas a ti rmsmo; porque
lo mismo haces, tú que juzgas" .
Esa Escritura es una alerta clara de que la ira
de Dios está esperando caer sobre tal inexcusable
pecador que juzga a otro. . de nosotros con una viga en nuestros ojos, ha-
Uno que juzga a otro es la rmsma clase de
pecador. Esa es la razón para el a~i.so. en Mat~?
7:1 "No juzguéis para que no seats Juzgados.
Los versículos siguientes dicen: "Porque con el
juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la
medida con que medís os volverán a medir". El
pecado de hacer juicio sobre otros,. juzg~ndo el
corazón, sus motivos, juzgando su sinceridad, su
salvación, Y condenándolos, es tan grande que
Dios ha determinado que cada uno culpable de
este pecado .sea medido con la misma medida y
juzgado de la misma manera. En LUc~s 6:,37,
Dios lo vé por el otro lado y promete, ,~o JUz-
guéis, y no seréis juzgados; no con~enels y no
seréis condenados; perdonad y sereis perdona-
dos". Aquellos que son misericordiosos Y llenos
de caridad con otros, encontrarán quien lo ~ea con
ellos. Los que se niegan a condenar no seran con-
denados. Aquellos que están prestos a perdo~ar,
serán perdonados. ¡Oh, bienavent~rad~s l~s ml~e;
ricorsiosos, .porque ellos alcanzaran mlsenc.ordm.
A menudo es verdad que aquellos que Juzgan
a otros son culpables de pecados mayores como
claramente 10 dijo Jesús. El dijo:
NO JUZGUEIS 239
¿Y por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, y
no echas de ver la viga que está en tu ojo? ¿O cómo dirás
a tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota y he aquí
la viga en tu ojo? ¡Hipócrita! Echa primero la viga de tu
ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu her-
mano" (Mat. 7:3-5).
Cuán perfectamente el Salvador nos muestra
la perversidad de nu.estros corazones. ¡Muchos
blando figuradamente, vamos por allí ofreciendo
sacar el aserrín de los ojos de otras personas!
Jesús llama a tal juez: "¡Hipócrita!" y El de-
.muestra que el pecado de aquellos que juzgan
a otros consiste en que ellos no consideran la viga
que está en sus propios ojos. ¡Cuán a menudo
nuestra justicia propia es sólo un manto para
pecados mayores que aquellos que condenamos
en otros! Una mujer me llamó una vez en cierta
ciudad para que le hablara a su esposo quien te-
nía el hábito de la bebida. El esposo oró conmi-
·.go con confesiones sentidas, con muchas, mu-
chas lágrimas, rogando a Dios que le concediera
gracia. Pero su esposa con ojos chispeantes y pa-
labras amargas acusaba a su esposo: "¡Yo no
creo que él ni siquiera trata! El me ha prome-
tido que nunca más volverá a tomar. El les ha
,prometido lo mismo a sus hijos. Pero tan pronto
recibe su cheque, si alguno de sus amigotes quiere
que él vaya a la cantina, él toma una copa-y luego
'sigue con una gran borrachera. Yana creo que
él nos ama como dice. Si así fuera, no se emborra-
charía" ,
Yo le dije a la mujer: "Su esposo está enfer-
240 LA RUINA DE UN CRISTIANO
mo. Su voluntad está doblegada. El necesita su
amor, su piedad, su ayuda y no sus regaños. El
tiene una tentación y usted tiene otra. El tiene la
tentación de tomar una cerveza con los mucha-
chos, y usted tiene la tentación de perder su sere-
nidad, sermonearlo y regañarlo hasta que él no
tiene paz, hasta que su vida es un tormento, hasta
que el hogar se convierte en un infierno en la
"tierra. Entonces para ahogar sus penas él es ten-
tadomucho más por la bebida. Su pecado es al
menos tan grande como el de él".
No mucho tiempo después se descubrió que él
tenía un tumor incurable en el cerebro. Tratando
de operarlo el cirujano descubrió que no había
remedio. [Cuántas hirvientes palabras habían
destrozado como flechas el corazón de este pobre
enfermo que trataba de mantenerse en su trabajo,
trataba de caminar derecho, y que era víctima de
una tentación que no podía dominar! ¡Yo les
digo, que muchos cristianos llenos de justicia
propia, que juzgan a todo el mundo, condenando
sus pecados, son tan culpables a los ojos de Dios
como 10 son el borracho y la prostituta, y el blas-
femo y el ladrón! ¡Oh, cualquiera que seas, si
juzgas a otro eres inexcusable! El pecado de un
fariseo orgulloso y arrogante. ¡Es un pecado que
Dios aborrece y sobre el cual Dios ha prometido
retribución! Todos somos hechos de la misma
clase de barro. Todos somos de una sangre. Todos
somos igualmente pecadores. Sólo la gracia de
Dios puede llevar a alguno de nosotros al Cielo.
El que aún no ha caído en un horrendo pecado
todavía puede caer. Usted que no comete adul-
terio puede desear en su corazón, lo cual es lo mis-
NO JUZGUEIS 241
mo ante los ojos de Dios (Mat. 5:28). Usted que no
mata puede odiar. Usted que no roba, puede codi-
ciar. Pero si Dios quitara las defensas y barreras con
las que Dios te ha protegido más que a otros, tú,
también, podrías llegar a ser un borracho, un adúl-
tero o un ladrón. "Así que, el que piensa estar fir-
me, mire no caiga" (la. Corto 10: 12). Y recorde-
mos esa dulce amonestación de Galatas 6:1: "Her-
manos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vo-
sotros que sois espirituales, restaurad al tal con es-
píritu de mansedumbre; considerándote a tí mis-
mo, porque no seas tú también tentado".
[Porque tú no seas también tentado! Si consí-
derarámos nuestras propias flaquezas, nuestra pro-
pia pecaminosidad, no seríamos tan rápidos a juz-
gar a otros. Yo creo que los predicadores tienen
mayores tentaciones que otra gente, y hay cier-
tas clases de entaciones a las que están más ex-
puestos los predicadores que otros. Así que parece
que los predicadores, que predican contra el peca-
do y tienen altos ideales y fuertes normas de vi-
vir cristiano, son los más tentados a juzgar a
otros.
No hace mucho tiempo, yo me entristecí mu-
cho por el ataque que se le hizo al presidente de
una gran escuela cristiana. Páginas mimíograñadas
se me entregaron con un acopio de cargos. Aun
si yo no hubiera conocido los hechos del caso
yo habría visto cuán injustas y antícristíanas
eran las críticas hechas. Se citaba a una mujer,
quíen decía que este hombre de Dios, que ha-
bla ganado tantas almas y había sido tan gran.
demente usado de Dios, ciertamente no debía es-
242 LA RUINA DE UN CRISTIANO NO JUZGUEIS 243

tal' en su presente cargo porque antes de su conver- pias debilidades y pecados, mientras llegan a las
sión él había sido un actor en un teatro. Nada se peores conclusiones posibles sobre los tropiezos de
decía en contra de su carácter ahora, ni siquiera otros.
había cargo de pecado cuando era un actor. Otra Juzgar a otros también es un pecado de falsa
persona, sin dar su nombre o alguna razón, pro- doctrina. Esto exalta la justicia humana y empe-
fetizaba que en diez años la escuela iba a estar en- queñece el poder de Dios. Esto anima a la gente
tregada al modernismo. Gente de Dios inteligente a reformarse y no a renacer. Esto exalta a Judas
seguramente no tomaría en serio tal juicio. Esto sobre Pedro, y al hipócrita fariseo sobre el arre-
demostraba en primer lugar la total ignorancia pentido publicano.
de la profunda humildad, la vida santa, y el ungido
ministerio de éste hombre que era criticado. Por ¡Juzgar a otros, cuán diferente del Espíritu
otra parte revelaba el pecado de justicia propia de Cristo, Su misericordia, Su humildad, Su amor,
y arrogancia de sus críticos. Casi todos los grupos Su pronto perdó-i!
y organizaciones entre los cristianos fundamentalis-
tascritican y hacen juicio sobre aquellos que no se Por consiguiente, ¡no juzguemos para que no
afilian o unen a ellos, pero que son igualmente fie- seamos juzgados; no condenemos para que no
les a la palabra y útiles a Dios. Algunos predicadores seamos condenados; perdonemos y seremos per-
piensan que gran parte de su llamamiento consiste donados!
en "sacar ala luz" en "descubrir" en "criticar", en
"manchar", y en resquebrajar la confianza en otros
cristianos sinceros. Dios tenga piedad de nosotros
predicadores y nos ayude a amarnos unos a otros
y a sobrellevarnos, perdonar y ministrar unos a
otros en el Espíritu de Cristo, ya que a menudo
somos culpables de pecados igualmente malos a los
ojos de Dios. Juzgar a otros es presunción. Llega-
mos a conclusiones por suposiciones y en ignoran-
cia, en lugar de por conocimiento perfecto.
Juzgar a otros involucra falta de amor herma-
nable. El amor "no piensa el mal" (la. COI'. 13:5).
El amor es ciego. Si amamos a la gente como de-
bemos, debemos ser tan lentos para juzgarla al
igual que una madre en condenar a su hijo. Juz-
gar a otro es el pecado del fariseo, un hipócrita;
éste ignora y oculta y busca excusas para las pro-