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REVISIÓN DE LIBRO
Latour, Bruno (2008). Reensamblar lo Social. 1° ed. 2005. Buenos
Aires, Manantial, pp. 389.
Los objetivos que la ANT traza a cualquier indagación sociológica son tres: i)
desplegar todo tipo de controversias, evitando restringir lo social; ii) llegar al
punto de estabilizar estas controversias; iii) re-ensamblar lo social como
colectivo. El autor sugiere como punto cardinal entender que lo Social no es
un material acabado, un dominio por sí mismo. Debido a que se ha abusado
de lo Social, en cuanto dominio, ahora es casi imposible llevar a cabo el
proyecto de dar explicaciones sociales (tal como lo había planteado la ciencia
social hasta aquí). Para Latour, lo social es básicamente la sucesión de
asociaciones entre elementos heterogéneos que no son sociales en sí
mismos. Descifrando esto, se podría decir que, en lugar de una ciencia de lo
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social a priori, se optaría más bien por una ciencia de las consecuencias del
vivir-juntos. La tarea aquí radica en rastrear asociaciones no sociales que
pudieran o no constituir sociedad, según estén bien o mal formadas –imagino
las discusiones entre arquitectos e ingenieros al mirar un plano sobre si cierta
estructura dibujada está bien o mal puesta; el que ha visto estas
controversias sabe lo molestas pero entretenidas que pueden ser-. Visto en
retrospectiva, esta mirada implicaría recuperar el ‘colectivo’ de G. Tarde
como contrincante de la ‘sociedad’ de E. Durkheim.
Uno de los asuntos más interesantes del libro es cuando se platea la cuestión
de quiénes actúan en la sociedad. La respuesta típica en ciencias sociales es
decir que los sujetos, los seres humanos actúan. Pero, Latour argumenta que
es preferible entender la acción como un conglomerado de agencias
heterogéneas, distribuidas, articuladas y rastreables, de modo que cuando se
habla de actores, en rigor no hay algo así como una certidumbre acerca de
quién o qué está actuando. Sería un poco descabellado privilegiar al sujeto,
individualmente concebido, como actor exclusivo. Por eso, se propone pensar
las agencias como elementos cardinales de lo sometido a controversia. Toda
entidad que pretenda el estatuto de actor estaría redistribuida en sus
agencias, en aquello que les hace-hacer. Latour sugiere no separa a los
actores entre sujetos y objetos, sino reorganizarlos en base al binomio
humano/no-humano. En este punto aparece el término actante que hace
referencia a cualquier figuración observable (con nombre, vestimenta,
oponentes) que es definido por sus agencias, es decir, que está redistribuido
en sus controversias; y que además no puede ni debe ser etiquetada por el
sociólogo como antropomórfica o natural, verdadera o falsa, macro o micro,
abstracta o concreta. Esas clasificaciones no le corresponden al extraño, sino
más bien a la gente que hace y deshace en su vida cotidiana.
Todo esto, pues, abre las puertas para devolver el derecho de agencia a los
objetos, los materiales, los aparatos con que convivimos. Es decir, para que
los diseñadores, artesanos, pintores, ‘verdes’, ‘trans-’, ‘queers’, MP4,
celulares, computadoras, sistemas de transporte, quirófanos puedan hablar,
objetar, participar en las controversias en que están inmiscuidos. Al incluir la
materialidad como una agencia nos volvemos capaces de entender la
genealogía del poder –quién y cómo cierra a su favor las controversias-. En
lugar de ver el poder como un capital, una reserva o un almacén, el autor
sugiere enfocar la observación hacia el despliegue de los medios no sociales,
materiales, que son puestos en juego, sustituidos, renombrados, parchados,
protegidos, etcétera. El poder se concibe así como la consecuencia de la
incorporación de técnicas de poder. Tras haber sido tratados como ‘aquello a
lo que los sujetos llenan de sentido’ o como ‘aquello que determina o se
impone en la sociedad’, los objetos merecen una reivindicación de este tipo.
La tarea con los objetos es amplificar la cantidad de voces que hablan en
ellos. He aquí el porqué de que en la ANT se le otorgue tanta importancia a
las innovaciones técnicas (talleres, laboratorios, objetos exóticos, peligrosos,
ficticios, antiguos, nuevos… en fin) y, por supuesto, a sus voceros.
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En este punto cabe hacer una pausa para exponer la diferenciación más
importante que plantea este libro, la que atañe al fundamento de la sociedad
y del colectivo; se trata de la diferenciación entre intermediarios y
mediadores.
INTERMEDIARIOS MEDIADORES
Predictibilidad Incertidumbre
Transportan significado y fuerza Transforman, traducen,
sin transformación (reproduce) distorsionan y modifican los
significados que deben
transportar
Causas y efectos fijos, Lo importante es la especificidad,
estabilizados el acontecimiento.
Funciona como unidad Como uno, nada, varios o infinito
No forman parte de nuevas Forman parte de nuevas
asociaciones (seguidores fieles) asociaciones (en busca de
seguidores)
Hábitos y rutinas silenciosas Solicitan ser escuchados –
objetos que hablan
La sociedad es fuerte La sociedad es débil y debe ser
cuidada (colectivo)
Fuente: Elaboración propia.
El tema de fondo en este punto es saber cómo atar el saber y la política, sin
cometer el error habitual de presentar un listado bastante apresurado y
limitado de ingredientes de lo colectivo: el Estado, la institucionalidad, la
representación, la participación, la gobernabilidad, las organizaciones
sociales, la burocracia, los ciudadanos, el pueblo, los procesos electorales,
etcétera. El libro insinúa la pertinencia de tratar la política en términos no-
sociales, esto es, en los términos de la física, la química, la biología, la
nanotecnología, la electrónica, las ciencias del medio ambiente, e incorporar
sus propios candidatos políticos a componer el colectivo -células,
laboratorios, injertos, chips, circuitos, investigación sobre calidad del agua y
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Finalmente, cabe señalar que, asintiendo con Francisco Tirado (2005), las
críticas que se pueden resaltar en torno a esta obra son i) el que haya una
ausencia o desaprovechamiento de ejemplos y detalles descriptivos, a
despecho de que la perspicacia del autor normalmente va de la mano del
anecdotario; y ii) el hermetismo a la hora de tratar la individualización y la
subjetividad. En cuanto a este punto, Latour señala, en pocas páginas, que
en el ámbito formado por localizadores los individuos son también
constituidos por sus enlaces con cosas parecidas a los plug-in que cualquiera
puede bajar de internet a fin de visualizar un video; la individualidad de ahí
estaría también compuesta de agencias, de complementos, y no limitada a
sus interacciones cara a cara. Más individualidad equivale a más oferta de
mediadores. En este punto, se vuelve a G. Tarde (2006) en cuya filosofía el
Ser es sustituido por el Tener: la existencia no es propiedad de una entidad,
sino que circula a través de diferenciaciones y asociaciones.
Personalmente, añadiría una ausencia importante. A saber, se ha criticado a
la ANT su excesiva concentración en los ordenamientos estratégicos, es
decir, su focalización en el ‘líder ejecutivo’ (manager). Desde algunos años
atrás se viene debatiendo la necesidad de incluir las nociones de
heterogeneidad, de ordenamientos no-estratégicos, marginalidad,
multiplicidad y ambigüedad con el propósito de mejorar la comprensión de
las distribuciones jerárquicas y excluyentes en la sociedad, es decir, sobre la
situación de los no-articulados en el colectivo (Domenech y Tirado 1998, Law
1991, Law y Hassard 1999). Este asunto no está discutido en el libro.
Referencias
DOMENECH, Miquel y Francisco Tirado (comps.) (1998) Sociología Simétrica.
Ensayos sobre ciencia, tecnología y sociedad. España, Gedisa.
LATOUR, Bruno (2001) La esperanza de Pandora - Ensayos sobre la realidad
de los estudios de la ciencia. Barcelona, Ed. Gedisa.
(2008) Reensamblar lo Social. Buenos Aires, Manantial.
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