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La Teoría del Contrato Social Hipotético

3.1 Argumentos desde el consentimiento hipotético


Como ya hemos visto, la afirmación tradicional de que los individuos han consentido al
Estado no puede ser defendida de forma creíble. Los teóricos del contrato social hipotético
en su lugar, se decantan por la afirmar que los individuos consentirían al Estado bajo
ciertas condiciones hipotéticas.1 Estas condiciones pueden involucrar estipulaciones en
relación al conocimiento, grado de racionalidad, y motivaciones de las partes hacia el
contrato social, además de la estipulación que a todos los miembros de la sociedad se les da
una opción de escoger en qué tipo de sociedad desearían vivir. El hecho de que estaríamos
de acuerdo con un determinado estado de las cosas en un particular escenario hipotético, se
piensa que legitima ese estado de las cosas y genera obligaciones de darle apoyo. Este
enfoque tiene la ventaja dialéctica de evitar el tipo de dependencia en hechos empíricos
sobre el mundo actual que ha probado ser el hundimiento de la teoría del contrato social
tradicional.
Los defensores de cualquier contrato social hipotético deben completar dos tareas: primero,
deben mostrar que las personas aceptarían el contrato en su escenario hipotético; segundo,
deben mostrar que este consentimiento hipotético es moralmente efectivo, en el sentido de
que genera obligaciones y derechos éticos similares a aquellos generados por el
consentimiento válido real.

3.2 El consentimiento hipotético en la ética corriente

A primera vista, el consentimiento hipotético parece tener poco peso normativo. Las
promesas que uno ha hecho típicamente obligan a uno a realizar lo prometido, aún así las
promesas que meramente uno hubiera hecho bajo condiciones idealizadas no le obligan de
forma similar. El consentimiento real puede dar a otros el derecho a coaccionarme, aún así
el consentimiento que uno meramente hubiera dado bajo condiciones idealizadas no da, de
forma similar a otros, el derecho a coaccionarme. O así parece.
Sin embargo, hay circunstancias bajo las cuales el consentimientos hipotético es
moralmente eficaz, circunstancias en las cuales el hecho que alguien ‘hubiera acordado’ a
algún procedimiento en particular puede hacer permisible llevar a cabo el procedimiento,
cuando el procedimiento es del tipo que normalmente requeriría de consentimiento.
Suponga que traen a un paciente inconsciente al hospital, con la necesidad de ser operado
para salvar su vida. Bajo circunstancias corrientes, los médicos deben obtener el
consentimiento informado del paciente antes de operar. En esta situación, insistencia en
este principio imposibilitaría la aplicación de tratamientos médicos que le salvarían la vida,
ya que el paciente no puede consentir o disentir al tratamiento. En este caso, está
generalmente aceptado que los médicos deberían proceder aún con falta de consentimiento.
La explicación más natural apela a la creencia razonable de que el paciente, si
pudiera, consentiría a tratamientos que le podrían salvar la vida.2
¿Puede el consentimiento hipotético tener similar eficacia moral en el caso del contrato
social? Hay dos condiciones necesarias para la eficacia moral del consentimiento en casos
como el del paciente inconsciente. Primero, obtener consentimiento real debe ser imposible
o inviable por razones a parte de la falta de voluntad de la otra parte a consentir. Como
ilustración, imagine que llega un segundo paciente al hospital, también necesita de una
operación para salvar la vida, pero en este caso se encuentra perfectamente alerta y
psicológicamente normal. Si aquí, los médicos escogen no solicitar el consentimiento del
paciente pero simplemente le administran anestésicos y proceden con el procedimiento
quirúrgico que creen más beneficioso, no podrían justificar su comportamiento apelando a
la posibikidad de que él habría consentido si se le hubiera preguntado. Mientras que la
certeza de esta afirmación hipotética pueda mitigar la culpabilidad de los médicos, no
justificaría su fracaso en no obtener consentimiento real, dado la viabilidad de ello.
Segundo, cuando apelamos al consentimiento hipotético, el consentimiento hipotético de
las partes debe ser consistente con sus valores y creencias filosóficas actuales. Imagina que
un tercer paciente llega al hospital en las mismas condiciones que el primer paciente,
inconsciente y necesitado de cirugía. Pero en este caso el médico que le atiende, a causa de
su familiaridad con este particular paciente, sabe que el paciente tiene fuertes creencias
religiosas en contra de la práctica quirúrgica, incluso cuando fuera necesaria para salvarle la
vida. En esta situación el médico no debería proceder con la operación, sin tener en cuenta
la ausencia de consentimiento, en base a que el paciente ‘habría consentido’. Siempre es
posible concebir circunstancias bajo las cuales, cualquier individuo consentiría a cualquier
procedimiento – en el presente ejemplo, por ejemplo, el paciente habría
consentido si hubiera abandonado sus creencias religiosas. Pero los hipotéticos que
requieren alteraciones de los valores y creencias fundamentales del sujeto – incluso si
algunos de estos valores o creencias están equivocadas – son irrelevantes en establecer la
efectividad moral del consentimiento hipotético. En este caso, el juicio hipotético que
éticamente prevalece es el juicio de que el paciente no habría consentido a ser operado si se
le preguntara en circunstancias relativamente normales, con sus creencias filosóficas,
religiosas, y morales intactas.
Esto no niega que puedan existir circumstancias bajo las cuales la coacción paternalistica
pueda estar justificada; sólo niega que la coacción esté justificada en virtud del
consentimiento hipotético cuando el consentimiento hipotético depende de alteraciones
imaginadas y fundamentales de los valores y creencias del sujeto.3
En luz de estas condiciones, el contrato social no puede ser aceptado como válido. Para
empezar, los ciudadanos de un país, por lo general, no están ni inconscientes ni
mentalmente incapacitados o tampoco incapaces de consentir o disentir del contrato social,
ni es inviable que el Estado solicite su consentimiento. Una razón por la cual los Estados
modernos se abstienen de solicitar ese consentimiento puede ser porque no están
preparados para eximir a aquellos que retiren su consentimiento de las demandas de
impuestos y otros requerimientos legales. Pero esta consideración, sin duda, no autoriza en
este caso una apelación al consentimiento hipotético, no más que un médico pueda
prescindir legítimamente del consentimiento real de un paciente en base a que el médico no
estaba dispuesto a desistir en caso que el paciente realmente rechazara el tratamiento
recomendado.
Segundo, el acuerdo de cualquier contrato social puede requerir modificaciones de las
creencias filosóficas y valores de algunos de los ciudadanos. Entre los individuos a los que
el gobierno se impone hay algunos que, por razones filosóficas, se oponen a cualquier
forma general o estilo de gobierno al que están sujetos en favor de algún otro tipo de
gobierno. Otros oponen todas las formas de gobierno en favor de alguna forma de
anarquismo político. El acuerdo sobre un contrato social especificando incluso formas muy
generales de gobierno a ser adoptadas, requiere que esos individuos renuncien a
importantes creencias filosóficas y valores con los que están verdaderamente
comprometidos. Puede que se devise alguna justificación para imponer alguna forma de
gobierno a esos individuos sin su consentimiento, pero ciertamente el hecho de que
hubieran consentido no es suficiente.

3.3 El consentimiento hipotético y la razonabilidad


3.3.1 El acuerdo hipotético como evidencia de razonabilidad

Según los puntos de vista de algunos filósofos, cuando un sistema estrictamente voluntario
es inviable, una aproximación aceptable puede ser un sistema del que nadie tiene una queja
razonable.4 Y el hecho que un sistema político pueda ser el foco de un acuerdo por
personas razonables bajo condiciones ideales de deliberación podría tomarse como que
muestra que nadie tiene una queja razonable sobre ello.
En imaginar que las condiciones bajo las cuales este acuerdo hipotético ocurre, podemos
suponer la alteración de algunas de las características de los seres humanos. Por ejemplo,
podemos asumir que las partes del acuerdo están mejor informadas y razonan mejor que la
mayoría de gente. Podemos asumir que sean racionales y razonables, donde por personas
‘razonables’ entendemos un ser preocupado para hacer acuerdos equitativos, provisto que el
resto esté igualmente dispuestos.
Las personas razonables, por lo tanto, no intentan insistir en acuerdos que solo les
benefician a ellos; están dispuestos a tomar en cuenta las peticiones de los demás para
llegar a un acuerdo aceptable para todos.
Sin embargo, no debemos imaginar que todas las partes al acuerdo hipotético son
demasiado diferentes de los seres humanos actuales, no sea que el acuerdo hipotético pierda
su fuerza justificatoria. Por ejemplo, no debemos tomar ningún interés en un acuerdo
hipotético al que se pudiera llegar sólo después de haberse convertido a la única verdadera
religión. Debemos aceptar el hecho que entre las gentes razonables persisten diferencias
religiosas y, de forma más general, diferencias filosóficas persistentes, y que debemos
buscar un foco de acuerdo a pesar de nuestras diferencias. Los teóricos del consentimiento
hipotético han abrazado este punto en específico, admitiendo que su objetivo es proveer de
una justificación que aplica a todas las personas razonables.5
3.3.2 Podría llegarse a un acuerdo?

Los que abogan por la teoría del contrato social que hemos descrito no han ofrecido
evidencia o razonamiento alguno para mostrar que todas las personas razonables estarían de
acuerdo con un particular sistema político. Aunque estos teóricos exhiben un esfuerzo
considerable en establecer las condiciones bajo las que ellos creen que se daría legitimidad
al sistema político, no hacen un serio esfuerzo para mostrar que algún sistema político
satisface esas condiciones. Una posible explicación de esto es que, de hecho, ningún
gobierno satisface las condiciones para la legitimidad.
Thomas Nagel, es un ejemplo de este patrón. Después de describir la idea del
consentimiento hipotético, Nagel procede a la cuestión de cuánto deberían los miembros
bienestantes de nuestra sociedad dar como ayuda a más desfavorecidos. A un extremo hay
el punto de vista que deberían dar poco o nada, el extremo opuesto es que deben dar todo o
casi todo de lo que tienen. Nagel encuentra ambos de estos extremos no razonables. Pero
concede de que hay un rango intermedio substancial en el que cualquier principio puede ser
razonablemente rechazado, ya sea por los pobres o por los ricos, de forma que, no sería
posible un acuerdo unánime con respecto a los principios de justicia distributiva.6 Nagel
prosigue hacia la posibilidad de alterar nuestras motivaciones de forma que las condiciones
para la legitimidad fueran satisfechas en el futuro.
En sus obras más recientes, John Rawls toma un punto de vista similar al punto de vista de
Nagel sobre las condiciones para la legitimidad política, aunque parece más optimista sobre
la posibilidad de acuerdo. El optimismo de Rawls, sin embargo, carece de
justificación.7 Describe detalladamente cómo podemos concebir que su propia teoría
debería ser el foco de un consenso entre individuos con diferentes puntos de vista
religiosos, morales o filosóficos. Todos estos diferentes puntos de vista podrían llegar a
apoyar una sola concepción política. Siguiendo la exposición de esta posibilidad lógica, uno
podría anticipar la presentación de la evidencia de que esta posibilidad se da en alguna
sociedad actual. Esta evidencia puede tomar la forma de, por ejemplo, una serie de
argumentos, cada uno tomando como punto de partida los principios de una religión,
sistema moral o sistema filosófico ampliamente compartido y en cada caso concluyendo
con los principios centrales de la teoría de la justicia de Rawls. No se pueden encontrar
argumentos de este tipo en los trabajos de Rawls, ni tampoco encontramos cualquier otra
forma de evidencia para la conclusión de que cada doctrina razonable y ámplia da apoyo a
la teoría de la justicia de Rawls.
Lo más cerca que Rawls llega a argumentar que alguna doctrina religiosa apoya su teoría es
en su análisis de la tolerancia religiosa, donde cita Letter Concerning Toleration de John
Locke como ilustración de porqué los pensadores religiosos puede que apoyen la
tolerancia.8 De hecho, Locke, mientras que era tolerante por sus tiempos, era altamente
intolerante a estándares modernos, explícitamente rechazando la idea de la tolerancia para
los ateos y aquellos que promulgaran ideas socialmente destructivas.9 Dejando esta
observación a un lado, una dificultad más seria es que lo que Rawls provee en ese pasaje se
queda corto con respecto a lo que la teoría necesita. Lo que se necesita es un argumento con
el que todas las personas razonables estarían de acuerdo con los principios fundamentales
del sistema de Rawls; lo que Rawls provee es una explicación con la que un seguidor de
una religión podría razonablemente llegar a apoyar uno de los principios de justicia de
Rawls.
Lo más cerca que llega Rawls a argumentar que una teoría comprensiva y secular apoya su
concepción política de justicia es en su análisis del utilitarismo, donde sugiere que los
utilitaristas puede que consideren que su teoría de justicia logra una aproximación a la
maximización de utilidad aceptable.10 Esta sugerencia, sin embargo, no es más que esto; no
se presenta ningún argumento para mostrar que la teoría de la justicia de Rawls de hecho
provee una aproximación aceptable a la maximización de utilidad.
Hasta ahora, la teoría del contrato hipotético parece menos prometedora para fundamentar
la legitimidad política que una nota prometiendo su fundamentación. En esencia, la teoría
requiere que todas las As sean Bs, y que la defensa del teórico consiste en explicar cómo es
conceptualmente que deba haber un A que sea B.
Ambos Nagel y Rawls se concentran principalmente en los principios de justicia
distributiva, una área altamente conflictiva.11 Puede que tengamos más éxito en defender el
consentimiento hipotético si nos limitamos al acuerdo general de tener un gobierno.
Hay razones para dudar que un acuerdo, ya sea hipotético o factual, en la mera afirmación
de que la sociedad debería tener algún tipo de gobierno fuera suficiente para conferir
autoridad a cualquier forma de gobierno. Si un individuo está de acuerdo en que debería
haber un gobierno pero cree que debería ser fundamentalmente diferente del tipo de
gobierno al que él de hecho se encuentra sujeto, es dudoso que el gobierno puede
justificarse adecuadamente a este ciudadano citando el mero hecho de que está de acuerdo
con alguna forma de gobierno. Un caso análogo sería uno en el que un individuo desea que
se le pinte su casa de blanco, llega el pintor, y sin el consentimiento del propietario, pinta la
casa de verde. El hecho de que el individuo habría consentido a que se le pintara la casa de
algún color por algún pintor no le da derecho a ese pintor a pintar la casa de ese color.
Cuando contratas un pintor para que pinte tu casa, no es necesario que el propietario
consiente a cada detalle del acto del pintor, pero como mínimo debe consentir a las
características más importantes, incluyendo la identidad del pintor, el color de la pintura, y
el precio a ser pagado. De forma similar, el consentimiento al contrato social no necesita
incluir el consentimiento a cada detalle de la estructura y operación del Estado, pero debe
como mínimo incluir el consentimiento a su forma básica y los principios más importantes
que gobiernan el Estado.12
Desgraciadamente, incluso este nivel básico de acuerdo parece inalcanzable. Así como hay
desacuerdos intratables sobre religión, filosofía, moralidad y ciertas cuestiones políticas,de
forma que también hay problemas intratables sobre la forma general, estructural y
principios rectores del gobierno. No hay razón para pensar que todas las personas
razonables van a llegar a un acuerdo sobre los principios básicos de un gobierno antes de
llegar a un acuerdo sobre la religión correcta, la teoría moral correcta, etcétera.
De hecho, sigue habiendo individuos razonables y considerados que creen que la
organización social óptima no contendría gobierno alguno.13 Que estos individuos
permanezcan una minoría de la sociedad es poco reconfortante a los teóricos del contrato
social hipotéticos que intentan mostrar que todas las personas razonables estarían de
acuerdo con un contrato social. Los pensadores anarquistas no parecen, por norma general,
menos racionales, informados, o razonables que los partidarios de otros puntos de vista
políticos. Ellos, por ejemplo, no rechazan ofrecer razones para su punto de vista, rechazan
tomar críticas en consideración o rechazan tomar en consideración los intereses de otros. Es
por esto que es difícil identificar alguna racionalización que no sea una petición de
principios para excluirlos de la clase de personas de quienes se busca su acuerdo. A menos
que los anarquistas deban ser simplemente excluidos del acuerdo, los teóricos del contrato
social hipotético nos deben una explicación de cómo los anarquistas políticos pueden ser
convencidos para aceptar un gobierno.
Se podría pensar que estoy imponiendo un estándar excesivamente estricto para la
justificación de los arreglos sociales. Por supuesto, no puede ser que el mero hecho que
alguien, incluso una persona razonables, no esté de acuerdo con una práctica en particular o
institución no es suficiente para mostrar que esa práctica o institución no esté justificada. El
que no está de acuerdo puede estar simplemente equivocado.
En respuesta, lo que he estado aplicando es la restricción, no sobre la justificación de las
teorías sociales en general, pero sobre la justificación sobre las teorías sociales a través de
apelar al consentimiento hipotético, y esta restricción no deriva de mis puntos de vista
filosóficos sino de los de mis oponentes, los teóricos del contrato social hipotético que
afirman que el consentimiento hipotético establece la sensatez. Son estos teóricos que han
establecido como condición para la legitimidad que todas las personas razonables estén de
acuerdo a un contrato social dado. Es por esto, que no yo, sino teóricos del contrato social
hipotético como Rawls, Scanlon, y Nagel han concedido como válido el veto del anarquista
razonable.
3.3.3 La validez del consentimiento hipotético
El contrato social hipotético se enfrenta a otro problema: incluso si se pudiera mostrar que
todas las personas razonables estarían de acuerdo con algún sistema de gobierno, este hecho
no establecería la autoridad política.
La legitimidad de un sistema político es una cuestión sobre e la permisibilidad de imponer
este sistema a todos los miembros de una sociedad.
Eso es, en parte, una cuestión sobre de la permisibilidad de intencionalmente coaccionar
aquellos que desobedecen las normas producidas por el sistema. La teoría del contrato
social hipotético, bajo la actual interpretación, ofrece la siguiente justificación para este tipo
de coacción: uno puede imponer coercitivamente un estado de las cosas a los individuos,
provisto que no fuera razonable por parte de los individuos rechazar ese estado de las cosas.
Este principio se encuentra en conflicto con la moralidad de sentido común. Imagina que un
empleador se acerca a un potencial empleado con una oferta equitativa, razonable y
atractiva, incluyendo un salario generoso, horas razonables y condiciones de trabajo
placenteras, etcétera. Aún así, el empleador, éticamente, no tiene derecho a coaccionar el
empleado a trabajar para él en el caso de que el empleado, da igual lo irrazonable que fuere,
rechazara la oferta. La razonabilidad de la oferta, junto con el consentimiento hipotético,
tendrían muy poco peso ético, como mucho mitigaría ligeramente la maldad de imponer
trabajos forzados.
Juicios similares aplican a otros ejercicios de coacción que normalmente requerirían
consentimiento: no es permisible para un médico imponer coercitivamente un
procedimiento médico a un paciente, incluso si el paciente fuera irrazonable al rechazar el
tratamiento; tampoco es permisible que un vendedor extorsione dinero de un cliente,
incluso si el cliente fuera irrazonable al rechazar comprar el producto del vendedor; ni para
un boxeador obligar a otro boxeador a luchar, incluso si este último fuera irrazonable al
rechazar la oferta a un combate.
Observaciones similares aplican a la cuestión de la obligación política. La irrazonabilidad
de rechazar un arreglo no es suficiente para generar una obligación de cumplir con el
arreglo. El trabajador en el previo ejemplo tiene derecho a rechazar la oferta de empleo, no
importa lo irrazonable que sea su rechazo.
Se pueden obtener intuiciones opuestas a través de otra analogía. El naufragio de un buque
ha dejado a una serie de personas a una isla inhabitada. La isla tiene una cantidada limitada
de animales salvajes, que pueden ser cazados para comer pero deben ser conservados para
evitar su extinción. Asuma que el único plan razonable para los pasajeros del naufrágio es
cuidadosamente limitar el número de animales cazados cada semana. Parece plausible
mantener que los otros pasajeros pueden impedir coercitivamente al pasajero irrazonable de
cazar en exceso, en beneficio de todos los de la isla. Es más, la razonabilidad de un límite a
la tasa de caza y la irrazonabilidad de rechazar estos límites parece jugar un papel crucial en
la justificación de esa coacción.
Cual es la diferencia entre el caso de la isla y el de la oferta de trabajo? La diferencia más
importante es que el caso de la oferta de trabajo involucra tomar un recurso, el trabajo del
empleado, al que la víctima de coacción tiene un derecho moral; mientras que el caso de la
isla involucra la protección de un recurso, los animales salvajes, sobre el cual es plausible
adscribir un derecho colectivo, que en parte tiene el coaccionado pero mayoritariamente
tienen los coaccionadores. El pasajero irrazonable en este caso, carece de un derecho moral
a decidir unilateralmente usar o distribuir los animales salvajes, de forma que un individuo
tiene un derecho moral a decidir sobre el uso de su propio trabajo.
Si aceptamos esta explicación de los casos, el contrato social hipotético se parece más al
caso del contrato de trabajo rechazado, ya que el contrato social concierne, entre otras
cosas, la distribución coercitiva de recursos sobre los que los individuos tienen derechos,
Entre otras cosas, el Estado reclama una porción de los ingresos de todas las personas,
cualquiera que sea su origen. (Ver la sección 7.1.6 para un mayor análisis sobre si los
individuos tienen derechos de propiedad independientemente del Estado.) La coacción del
Estado tampoco se lleva a cabo únicamente o incluso principalmente para proteger los
recursos colectivos. A menudo, el Estado implementa coacción en servicio de fines
paternalistas, moralistas o caritativos para proveer de beneficios económicos indirectos a un
pequeño tramo de la sociedad a expensas del resto.14 No consideraríamos a ningún
individuo u organización privada con el derecho a usar coacción para este tipo de
propósitos, por más razonables que fueran sus planes.
Aquí como en otras partes, nuestras actitudes hacia el gobierno difieren de nuestras
actitudes hacia otros agentes. La irrazonabilidad de rechazar claramente no licencia a un
individuo privado para imponer por la fuerza los términos de un contrato a otro individuo.
Aún así, la irrazonabilidad de rechazar el contrato social se piensa que licencia al Estado
para imponer por la fuerza los términos del contrato a sus ciudadanos. Lo que la teoría del
contrato social hipotético nos da, entonces, es otro ejemplo de las indulgentes actitudes
morales aplicadas al gobierno en vez de una justificación de esas actitudes. Uno debe
empezar atribuyendo algún tipo de estatus moral al Estado para creer que el Estado tiene
moralmente derecho a imponer por la fuerza a los individuos un arreglo meramente porque
sería irrazonable rechazar el arreglo.
3.4 El consentimiento hipotético y las restricciones éticas

3.4.1 La teoría contractual de Rawls como justificación de la autoridad

NOTA DEL TRADUCTOR: Una de las obras de Rawls tiene por nombre ‘Justice as
Fairness’ que ha sido traducido al castellano como ‘Justicia como equidad’ y la
traducción común al castellano de fairness es justicia, cuando realmente hacen referencia
a conceptos diferentes, por lo que se usará en esta traducción, según lo que se crea más
apropiado, ‘justicia’ o ‘equidad’ a discreción del traductor. Esto aplica a toda la
traducción, pero en este apartado esto es especialmente problemático.
John Rawls es, de largo e incuestionablemente, el filósofo político más influyente de los
últimos cien años. Como un indicador aproximado, una búsqueda de la palabra ‘Rawls’ en
el Philosophers Index arroja más de 2,000 clicks para artículos y libros publicados entre
1990 y 2011. Es principalmente conocido por la teoría del contrato social hipotético de A
Theory of Justice. Y es por esto que es de gran interés investigar lo que esta teoría puede
enseñarnos sobre la autoridad política.
Rawls idea un escenario hipotético, la ‘posición original’, en la cual los individuos forman
un acuerdo sobre los principios básicos para gobernar su sociedad.15 Se asume que estos
individuos están motivados solamente por su propio interés, pero que han sido
temporalmente privados de todo conocimiento sobre su posición, incluyendo su raza, sexo,
religión, clase social, etcétera.16 Esta condición, conocida como ‘el velo de la ignorancia’,
previene a las partes de ajustar los principios políticos escogidos a su ventaja; siendo
ignorante de la posición de uno en la sociedad, uno deberá procurar diseñar principios
justos para todos. Rawls prosigue a argumentar que las personas en esta posición original
escogerían dos principios de justicia para gobernar su sociedad.17 Concluye que las
personas de hecho deberían adoptar estos principios. (Omito aquí la discusión de los dos
principios de justicia de Rawls y el razonamiento que lleva a estos. Mi actual preocupación
es si la estrategia argumental de Rawls puede ser utilizada para defender la autoridad
política.)
Aunque Rawls no aborda directamente la necesidad de un gobierno en general, uno podría
idear un argumento Rawlsiano para la autoridad política. Se podría decir que las partes en
la posición original preferirían establecer alguna forma de gobierno en vez de aceptar la
anarquía. Si uno pudiera hacer un argumento de peso para esta afirmación, sería esto
suficiente para establecer la autoridad política?
Si el contrato hipotético Rawlsiano es capaz de justificar los principios de justicia, es
plausible pensar que este contrato también podría justificar el gobierno en general. Pero,
¿como se piensa que el contrato hipotético justifica los principios de justicia? Rawls ofrece
las siguientes observaciones:
Dado que todos están situados de manera semejante [en la posición original] y que
ninguno es capaz de delinear principios que favorezcan su condición particular, los
principios de la justicia serán el resultado de un acuerdo o de un convenio justo.18
[Los principios de justicia escogidos] expresan el resultado de no tomar en cuenta aquellos
aspectos del mundo social que desde un punto de vista moral parecen arbitrarios.19
La idea es aquí, simplemente, presentarnos de manera clara las restricciones que parece
razonable imponer a los razonamientos sobre los principios de la justicia y, por tanto, a los
principios mismos. Así pues, parece razonable y generalmente aceptable que nadie esté
colocado en una posición ventajosa o desventajosa por la fortuna natural o por las
circunstancias sociales al escoger los principios. Parece también ampliamente aceptado
que debiera ser imposible adaptar principios a las circunstancias de nuestro propio caso.
Debemos asegurar, además, que las inclinaciones y aspiraciones particulares, así como las
concepciones de las personas sobre su bien, no afecten los principios adoptados. … En
cualquier momento podemos colocarnos en la posición original, por decirlo así, siguiendo
simplemente cierto procedimiento, a saber, el de argumentar en favor de los principios de
la justicia conformes con estas restricciones.20
Es pues natural preguntarse por qué, si este acuerdo nunca se llevó a cabo de hecho,
habríamos de tener algún interés en estos principios, morales o de otra clase. La respuesta
es que las condiciones incorporadas en la descripción de la posición original son aquellas
que de hecho aceptamos. O, si no lo hacemos, entonces quizá podamos ser persuadidos a
hacerlo mediante la reflexión filosófica.21
Estas observaciones merecen un examen profundo, ya que forman el eje central para la
versión del contrato social de Rawls, de lejos la teoría más influyente en la filosofía política
contemporánea. Los pasajes anteriores representan toda justificación de Rawls sobre cómo
el contrato hipotético justifica principios morales o políticos.22 Es por esto que sería muy
difícil exagerar la importancia a la filosofía política de una clara comprensión de estos
pocos pasajes.
Al menos se pueden encontrar dos tipos de argumentos en estos pasajes. El primero apela
directamente a las restricciones sobre los putativos principios de justicia. Rawls menciona
dos tipos de restricciones de este tipo: primero, los principios de justicia deberían ser
equitativos para todos los miembros de la sociedad, tratando a todos sus miembros como
iguales. Segundo, los principios de justicia deberían ‘dejar de lado’ o, con mayor fuerza,
compensar por aspectos sociales del mundo que son arbitrarios des del punto de vista
moral, como la situación de un individuo recibiendo beneficios o cargas como resultado de
la buena o mala suerte.
El segundo tipo de argumento apela a las restricciones de los argumentos sobre la justicia.
En la tercera cita, Rawls sugiere que, en vez de imaginarnos un escenario involucrando a
personas ignorantes de su identidad deliberando sobre las normas de una futura sociedad,
uno puede llegar al mismo resultado razonando sobre la justicia de acorde con ciertas
restricciones – a saber, que uno evita estar influenciado, en los argumentos o principios que
uno acepta, por su fortuna natural o circunstancias sociales; que uno evita ajustar los
principios de justicia que uno acepta a su propio caso; y que uno evita estar influido por
inclinaciones o concepciones particulares para su propio bien. La posición originaria no es
más que una herramienta para inducirnos a pensar de esta forma.23
Más adelante voy a retornar a la cuestión de si esta justificación para hacer uso de la
posición original es exitosa. Por ahora, solo considero, si algo, lo que emergería de la
posición original.
3.4.2 Podría llegarse a un acuerdo?

Por qué cree Rawls que las partes en la posición original podrían llegar a un acuerdo en vez
de estar en desacuerdo persistentemente, como sucede en el mundo actual? La razón es
sencilla: ‘[P]uesto que las diferencias entre las partes son desconocidas y puesto que todas
son igualmente racionales y se hallan en la misma situación, todas serán susceptibles de ser
convencidas por los mismos argumentos.’24
La conclusión de Rawls no sigue de sus premisas. Rawls asume que, una vez todas las
inclinaciones particulares y características individuales (o conocimiento de estas) se
ignoran, todas las personas razonables y racionales serán convencidas por los mismos
argumentos. Esta premisa resta en un diagnóstico particular del fenómeno del amplio
desacuerdo intelectual: que estos desacuerdos se deben exclusivamente a factores como la
ignorancia, irracionalidad o sesgos creados por el conocimiento de las características
individuales de uno.25 Si éste diagnóstico es correcto, entonces una situación en la que la
ignorancia, irracionalidad y sesgos se eliminan debería resultar en un acuerdo general. Pero
si el diagnóstico no es correcto y no hay otras formas de desacuerdo, entonces Rawls no
nos ha dado ninguna razón para creer que se llegaría a un acuerdo en la posición original.
Como de plausible es que el diagnóstico implícito de Rawls? Mientras que gran parte de
desacuerdo es sin duda a causa de la irracionalidad, ignorancia y sesgos personales, es poco
probable que todo el desacuerdo pueda ser explicado de esta forma. Fuera de la filosofía
política, los filósofos continúan con debate persistentes en epistemología, ética y
metafísica, algunos de los cuales cumplen un milenio. Las partes en estos debates
comúnmente aparentan igual de racionales, bien informadas e inteligentes. Ninguno
aparenta intentar ajustar sus teorías a sus propias circunstancias o estar basados ilícitamente
en información personal sobre ellos mismos, si es que estas transgresiones fueran possible
en estas áreas. Aún así, los filósofos manifiestamente fracasan en encontrar los mismos
argumentos convincentes. Es por esto que es difícil escapar la conclusión de que la mente
humana está sujeta a diferentes fuentes de juicio a parte de la irracionalidad, ignorancia o
sesgo personal. Y cualquiera que estas fuentes de desacuerdo sean, si operan en
epistemología, ética y metafísica no es plausible asumir que están ausentes en filosofía
política.
Un diagnóstico más plausible de estos amplios y persistentes desacuerdos filosóficos es que
los seres humanos experimentan diferentes intuiciones y otras apariencias intelectuales.
Cuando comparamos teorías y argumentos, diferimos en el grado de plausibilidad que
vemos en ellas, independientemente de cómo difieren nuestros intereses personales.
Individuos con diferentes intuiciones filosóficas y juicios sobre la plausibilidad de una
teoría, comprensiblemente y racionalmente, llegarán a diferentes posiciones
filosóficas.26 Tampoco se deben eliminar esas apariencias intelectuales, ya que algún
sentido de lo que es plausible es esencial a cualquier proceso de pensamiento sofisticado
del tipo que involucra el razonamiento filosófico. Un ser sin intuiciones filosóficas no
podría, entonces, llegar a un posición filosófica intachable; simplemente no sería capaz de
evaluar posiciones filosóficas.
Considera ahora un desacuerdo de particular interés, el desacuerdo entre los anarquistas y
estatistas sobre la necesidad del gobierno.27 No hay ninguna razón para pensar que este
desacuerdo se evaporara detrás del velo de la ignorancia, ya que Rawls no nos ha dado
ninguna razón para pensar que aquellos que de hecho mantienen uno de estos puntos de
vista lo hacen solo porque se basan en conocimiento de su posición particular en la
sociedad. Los anarquistas no están en desacuerdo con los estatistas por qué los anarquistas
tienen una particular posición social o una combinación de características personales que de
alguna forma les permitan prosperar en ausencia del gobierno mientras que el resto de la
sociedad se desmorona. Si los anarquistas están en lo correcto en sus creencias sobre lo que
sucedería, entonces algunos sistemas sin Estado serían mejores para la sociedad en su
conjunto que un sistema estatal; y si están equivocados, sería peor para todos, incluido los
anarquistas. Cualquiera sea lo que explica este desacuerdo, no es que alguien ajusta los
principios morales o políticos a su favor.
En apelar a este ejemplo, nótese que no presupongo que el anarquismo político es correcto;
solo asumo que hay anarquistas políticos razonables (me gustaría pensar, que yo incluido).
Es tarea del teórico del contrato hipotético demostrar que no los hay. Tampoco presupongo
que la legitimidad política requiere una acuerdo sobre todos los detalles. Pero
presuntamente, un acuerdo sobre si habría de haber un Estado es lo mínimo que una teoría
del contrato social requiere.
3.4.3 La validez del consentimiento hipotético, parte 1: el apelar a resultados
equitativos

Ahora me centraré en la cuestión de la eficacia moral de consentimiento hipotético.


Anteriormente he mencionado que una forma de leer la justificación de Rawls para la
posición original, es como una apelación a las restricciones sobre los principios de justicia,
en particular las restricciones que los principios de justicia deberían ser equitativos para
todos y que deberían rectificar la arbitrariedad moral en la distribución de ventajas. Puede
este enfoque ser usado para defender la autoridad política? Imagina que Sue hace una oferta
de comprar el coche de Joe. Dados los hechos sobre el estado del coche, las respectivas
situaciones de Sue y Joe, etcétera, la oferta de Sue es plenamente equitativa para ambas
partes, no está sesgada a favor de ninguna de las partes. Un propietario perfectamente
racional, plenamente informado, y razonable aceptaría la oferta. Aún así, Joe rechaza
vender. Es plausible pensar que Joe ha actuado mal? O que Sue debería poder obligar a Joe
a vender?
Imagine, seguidamente, que por puro azar, Joe descubre un diamante en su jardín, que le
confiere una ventaja material de la que Sue, sin culpa alguna, es privada. Ya que la
arbitrariedad moral de la distribución de riqueza resultante podría ser rectificada con una
transferencia de riqueza apropiada, está Joe moralmente obligado a dar a Sue la mitad del
valor del diamante? Tiene Sue derecho a obligar a Joe a hacerlo?
Como estos ejemplos muestran, el hecho de que un acuerdo hipotético es equitativo o
rectifica la arbitrariedad moral, en general, no crea una obligación de actuar de acorde con
el acuerdo hipotético, ni tampoco crea un derecho a coaccionar a otros para que acaten el
acuerdo hipotético.
Puede que Rawls respondiera a mis ejemplos, como ya respondió a otro
crítico,28 observando que sus principios de justicia estaban destinados a aplicarse sólo a las
estructuras básicas de la sociedad en vez de interacciones a pequeña escala entre
individuos. Hay dos posibles puntos de distinción que Rawls podría plantear. El primero es
una cuestión de tamaño: los ejemplos de los previos parágrafos involucran dos individuos
en vez de toda una sociedad. Esta diferencia, sin embargo, no tiene relevancia ética. Si una
grande corporación hace ofertas a un gran número de personas, el mero tamaño de la
corporación no le da derecho a obligar a los individuos a aceptar sus ofertas (incluso
cuando son ofertas equitativas), no más que el derecho que tuviera un individuo particular.
La otra distinción es política: mis ejemplos involucran actores privados mientras que los
principios de Rawls prescriben acciones por el Estado. Esta distinción sin embargo, no
puede ser empleada en defensa de Rawls sin caer en una petición de principios, ya que la
respuesta simplemente presupone que el Estado posee algún estatus moral especial de
forma que la coacción por parte de Estado se justifica más fácilmente que la coacción por
parte de agentes privados. Si el Estado posee autoridad política, entonces esta suposición
sería correcta; sin embargo, como que lo que buscamos es una justificación para la
autoridad, uno no puede darla por sentado de esta forma. Sin asignar ningún estatus moral
especial al Estado, Rawls no tendría manera de restringir la propuesta justificación para la
coacción al caso de agentes del Estado. Y ya que la apelación a la equidad o a la
rectificación de la arbitrariedad moral claramente fracasan como justificaciones para la
coacción privada, también deberían ser rechazadas como fuente de legitimidad política.
Como estos casos muestran, hay un amplio salto entre lo que plausiblemente podemos
tomar que establece el acuerdo hipotético, como la equidad o razonabilidad de un acuerdo,
y lo que el defensor de la autoridad política necesita establecer: el derecho de imponer un
areglo por la fuerza, incluyendo el derecho a coaccionar perjudicialmente de forma
intencionadamente a aquellos que no cooperan y la obligación de los individuos a acceder a
ese acuerdo. Mientras que el acuerdo actual puede que establezca estas cosas, el mero
consentimiento hipotético no puede.29
3.4.4 La validez del consentimiento hipotético, parte 2: condiciones suficientes para
unara un razonamiento moral fiable

La corriente dominante en la defensa de Rawls del contrato hipotético apela a restricciones


al razonamiento sobre los principios morales: en el razonamiento moral, uno debe evitar ser
influenciado por su propio interés, inclinaciones particulares, u otras características
éticamente irrelevantes del individuo. La posición original es una pintoresca forma de
implementar estas restricciones que ya aceptamos.
Sea C el conjunto de todas las restricciones razonables al razonamiento moral, esto es,
todas las restricciones que se sostiene que forman parte de la posición original de Rawls.
Sea J cualquier principio que surge de la posición original; esto es, un principio de justicia
u otro principio moral al que todas las partes hipotéticas estarían de acuerdo.30 El
argumento de Rawls a favor de J podría entenderse como:
1. Se puede llegar a J por un razonamiento que satisface C.
2. Si podemos llegar a un principio moral a través de un razonamiento que satisface C,
entonces es correcto.
3. Por lo tanto, J es correcto.
También podríamos considerar variaciones de este argumento; por ejemplo, para ‘es
correcto’, podríamos sustituirlo por ‘es probablemente correcto’, ‘está justificado’, o
‘debería ser adoptado’. Mis críticas a continuación deberían tomarse como que aplican
también a estas versiones debilitadas del argumento.
La premisa (1) es cierta por estipulación. Pero no está claro cómo uno debe aceptar la
premisa (2). Aunque es plausible que las restricciones que Rawls identifica sean
condiciones necesarias para la fiabilidad o persuasión razonable del razonamiento moral,
Rawls no hace intento alguno de mostrar que abarca todas las condiciones para argumentos
morales fiables o razonablemente persuasivos.
Una dificultad relacionada concierne al salto entre la aceptabilidad procesal y la certeza
substantiva. Incluso si Rawls es exitoso en identificar todas las restricciones procesales a
los argumentos morales, que una persona satisfazca estas restricciones – no está sesgada, no
comete falacias, etcétera – no garantiza la certeza de sus conclusiones. La certeza de las
conclusiones de uno, cualquier sea el campo de investigación, depende, en parte, de lo
certera y completa que sea la información desde la que uno razona. Esto se ve fácilmente en
ejemplos involucrando el razonamiento científico. Isaac Newton creía en una teoría
equivocada, no a causa de ningún error procedimental en su razonamiento sobre la física,
sino a causa de poseer información incompleta – específicamente, su ignorancia de
fenómenos relativistas y cuánticos.
El mismo principio se mantiene para teorías normativas, donde la información necesaria es,
como mínimo en parte, evaluativa. Esto es, la posibilidad de llegar a conclusiones morales
aceptables depende en parte de la certeza substantiva y de lo completos que sean los valores
iniciales de uno. Si una persona se ha equivocado en sus valores finales, como la creencia
de que el dolor es intrínsecamente bueno, o si sus valores básicos son correctos pero
incompletos, como en el caso de uno que, equivocadamente, toma el placer como el único
bien intrínseco, entonces, esta persona muy probablemente llegará a conclusiones
normativamente incorrectas, incluso si su razonamiento es procedimentalmente
perfectamente aceptable, vacío de sesgos por el propio interés. Por lo tanto, para estar
seguros que las partes en la posición original llegan sólo a conclusiones normativas
correctas, uno debe dotar a las partes de valores completos y correctos, estipulando que sólo
usen esos valores correctos para llegar a su decisión.
Una explicación del fracaso de Rawls en incorporar esta estipulación, puede ser porque le
requeriría resolver debates intractables dentro de teoría moral sobre cuáles son los valores
morales correctos antes de caracterizar la posición original y obtener conclusiones de esta.
Esta dificultad, sin embargo, no muestra que Rawls está justificado en omitir la condición
de valores correctos y completos desde la posición original; muestra que las expectativas de
utilizar la posición original para justificar principios normativos son escasas. Sólo
si C incluye una restricción de valores correctos y completos es plausible afirmar que la
premisa (2) es cierta, y uno no debe, al construir un argumento filosófico, dispensar de una
condición necesaria para la plausibilidad de la premisa del argumento meramente porque
esta condición interfiere con la construcción del resto del argumento. Una analogía es el
caso el hombre que ha perdido sus llaves en un callejón oscuro pero decide buscarlas bajo
una farola ya que la luz es mejor allí. La dificultad en identificar la teoría ética exhaustiva y
correcta y sus implicaciones políticas no evita que la información sea necesaria para
garantizar conclusiones moralmente correctas al igual que la dificultad de ver en un
callejón oscuro no previene que las llaves estén allí.
He interpretado el argumento Rawlsiano como afirmando que algún principio J es correcto
o debería ser adoptado. Suponga que debilitamos esto a afirmar que
es permisible adoptar J o que J no es ilegítima. Esto puede hacer el argumento más
plausible, ya que parece menos inverosímil que Rawls haya proporcionado suficientes
condiciones para la permisividad de un arreglo político de que haya proporcionado
condiciones suficientes para la certeza de un arreglo político. Pero esta versión débil del
argumento realmente no evita el problema analizado. Se requiere una cantidad adecuada de
premisas morales básicas correctas para identificar los cursos de acción permisibles, no
menos que los obligatorios. Suponga, por ejemplo, que los individuos tienen derechos pero
Alastair desconoce este hecho. Alastair puede, entonces, ser llevado a concluir, falsamente,
que ciertas acciones son permisibles (en particular acciones que de hecho violan los
derechos de las personas) sin cometer ningún error procedimental en su razonamiento. Mi
argumento aquí no presupone ni que hay de hecho derechos individuales; el punto es
simplemente que uno necesita saber la verdad sobre estas cosas para asegurarse de
identificar fiablemente lo que es permisible.
En resumen, los argumentos presentados para la eficacia del consentimiento hipotético
fracasan porque la posición original encarna solo ciertas condiciones necesarias para la
fiabilidad del razonamiento normativo en vez de condiciones suficientes para la certeza de
las conclusiones normativas. Si la posición original es modificada para incluir las
condiciones suficientes para la certeza normativa, se hace difícil o imposible determinar
qué principios serían acordados.
3.4.5 La validez del consentimiento hipotético, parte 3: condiciones necesarias para la
fiabilidad del razonamiento moral

Queda una interpretación restante del argumento de Rawls. Bajo esta interpretación, la
restricción conjunta C representada por la posición originaria se sostiene que es necesaria
pero no suficiente para la aceptabilidad de los argumentos morales. Si tomamos este punto
de vista, podemos argumentar lo siguiente:
1. J es únicamente coherente con C.
2. C es correcta.
3. Entonces, J es correcta.
‘Coherente’ en (1) debería entenderse como refiriéndose a cualquier relación que permite a
C dar apoyo o descartar un principio moral. Por esto, (1) puede significar que solo podemos
llegar a J razonando de acorde con C, que la certeza de J viene dada por la certeza de C,
que J satisface C a un mayor nivel que cualquier otro principio, o similares. Comprendido
así, la premisa (1) es una afirmación muy exigente, aunque no la he hecho más exigente que
lo que el argumento demanda: si C es meramente necesaria pero no suficiente para la
certeza moral, entonces una premisa sobre el efecto que J es coherente con C no mostraría
que J es correcto; lo que uno debe mostrar es que no hay principios alternativos coherentes
con C.
La premisa (1) se expone a una amplia y potente evidencia contraria. Hay muchos filósofos
que parcen haber llegado a conclusiones alternativas a través de un razonamiento que
satisface C. Los diversos pensadores que adhieren al utilitarismo, igualitarianismo ,
liberalismo, o anarquismo por lo general no aparecen haber violado ninguna restricción
sobre el razonamiento moral comúnmente aceptada, ni Rawls en ningún sitio se adentra a
mostrar que lo han hecho.
Como caso concreto, considere el utilitarismo, la teoría de que la acción correcta (ya sea
para el individuo o para el Estado) es siempre la acción que produce mayor beneficios
totales netos, sumando todos los beneficios para todos los afectados por la acción. Rawls
nos dice que esta es la teoría con la cual estaba más preocupado a proporcionar una
alternativa sistemática.31 También afirma que la función de la posición original es
simplemente ‘para descartar aquellos principios que sería racional proponer… sólo si uno
conociera ciertas cosas que son irrelevantes des del punto de vista de la justicia’.32 El
utilitarismo por seguro no es un ejemplo de un principio moral que tendría sentido proponer
si uno tiene información relevante des del punto de vista de la justicia, como la información
de la raza de uno, género, clase social, etcétera. Cualquier cosa que se pueda decir al
respecto, puede que el utilitarismo sea la teoría ética menos susceptible a la acusación de
parcialidad indebida. El pensamiento de los utilitaristas actuales, por lo tanto, parece
proveer un contraejemplo convincente a la premisa (1).33
¿Qué argumento ofrece Rawls a favor de (1)? En la motivación de la construcción de la
posición original, él presenta argumento que la posición original encarna C. Él también
argumenta detenidamente que se escogerían ciertos principios en la posición
original.34 Pero ninguna de estas cosas podría tomarse como algo que establezca la premisa
(1). En conjunto, puede que muestran que hay un ejemplo de razonamiento que
satisface C – eso es, el razonamiento de las partes en la posición original – que lleva a J.
Pero sería falaz inferir que no hay ninguna otra posible vía de razonamiento que
satisfazca C que lleve a un principio alternativo (en lógica Aristotélica, esto es conocido
como la falacia del ilícito menor).35 Y de hecho, como hemos visto, hay ejemplos de
razonamientos que satisfacen C que son inconsistentes con J, como el razonamiento de los
utilitaristas.
3.5 Conclusión

El acuerdo hipotético es normalmente eficaz solo cuando (i) no es factible solicitar acuerdo
real y (ii) que es razonable pensar que la o las partes relevantes estarían de acuerdo en base
a sus creencias generales y valores reales. En el caso del contrato social hipotético, estas
condiciones no se satisfacen.
La filosofía contemporánea sugiere tres formas en las que un contrato social hipotético
podría, sin embargo, tomarse como moralmente relevante. Primero, el acuerdo hipotético
podría tomarse como que muestra que arreglos sociales no podrían rechazarse
razonablemente. Este argumento fracasa ya que no hay razones para pensar que se podría
llegar a ningún acuerdo. Incluso si pudiera llegarse a un acuerdo, la mera irrazonabilidad de
alguien al rechazar un arreglo típicamente no hace moralmente permisible el coaccionar a
esa persona a aceptar el arreglo, ni tampoco impone a los individuos una obligación de
aceptar el arreglo.
Segundo, el acuerdo hipotético puede tomarse como que muestra que un arreglo social es
equitativo. De nuevo, no hay razón para creer que podría llegarse a un acuerdo general
sobre un sistema político, incluso entre personas racionales, informadas por igual y que
carecen de conocimiento sobre sus identidades individuales, y en cualquier caso el mero
hecho de que un arreglo es equitativo, no hace moralmente permisible coaccionar a
personas a aceptar el areglo, ni impone a los individuos una obligación de aceptar el
arreglo.
Tercero, el acuerdo hipotético podría tomarse como que muestra que un conjunto de
principios morales refleja ciertas restricciones razonables sobre el razonamiento moral.
Estas restricciones pueden tomarse tanto como condiciones colectivamente suficientes
o meramente como condiciones colectivamente necesarias sobre la aceptabilidad de una
instancia de razonamiento moral. Si las restricciones deben ser suficientes para la
aceptabilidad del razonamiento moral, deben incluir la condición de valores correctos y
completos por parte de quien razona. Pero esta condición haría que el contrato hipotético
fuera inutilizable, ya que uno necesitaría determinar la teoría moral exhaustiva correcta. Si,
por otra parte, uno se basa solo en condiciones necesarias para la aceptabilidad del
razonamiento moral, entonces uno debe argumentar que toda teoría política menos una
viola como mínimo una condición necesaria sobre la aceptabilidad del razonamiento moral.
Nadie ha argumentado a favor de esta afirmación, y los desacuerdos razonables entre
teóricos parecen plantear una fuerte evidencia en contra.
Es por esto, que meramente moverse a un contrato hipotético no puede salvar a la teoría del
contrato social. No hay razón para pensar que se podría llegar a un acuerdo incluso en los
escenarios hipotéticos concebidos por la mayoría de teóricos, ni que este consentimiento
hipotético sería moralmente relevante si pudiera ser alcanzado.

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