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Norberto Bobbio es uno de los pensadores más interesantes sobre el tema de la


política y la democracia en el mundo contemporáneo. En el libro “El futuro de la
democracia” hace un análisis de las democracias en el mundo, especialmente en
Europa mientras que en el mundo soviético está agitado por sacudimientos
democráticos.

Sin embargo, a partir de esa expansión democrática hay voces que establecen que
tal régimen político proporciona gobiernos débiles y condenados a sucumbir ante
estados autocráticos. En este materia de análisis el autor desprende la siguiente
sentencia “Nada es más peligroso para la democracia que el exceso de
democracia”

El principio de ser un gobierno de mayoría, donde no todos al final cuentan con la


posibilidad de votar ya que ese derecho se reserva para los mayores de edad,
representan retos para los sistemas democráticos y la conducción de los esfuerzos
para satisfacer las necesidades de una sociedad. Además, las élites de poder que
secuestran el proceso democrático imprime más duda sobre la naturaleza de la
democracia.

Noberto Bobbio nos conduce por esas problemáticas, asume una posición crítica
para evaluar si este régimen de organización política tiene futuro en el mundo
moderno.
REFLEXIÓN POLÍTICA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BUCARAMANGA / BUCARAMANGA /
COLOMBIA / ISSN 0124-0781 COMENTARIO AL LIBRO: EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA DE
NORBERTO BOBBIO Alvaro Acevedo Tarazona Norberto Bobbio es sin lugar a dudas un maestro en
cuanto a teoría política se refiere. Los novedosos apuntes y aportes de este escritor italiano a
cuestiones como los sistemas políticos, el Estado y el poder han sido valiosos para sopesar el
sentido y el desarrollo de éstos en las sociedades modernas y contemporáneas. Lo anterior, es
quizá el prolegómeno a las cuestiones que trata en su obra El Futuro de la Democracia , en la cual,
como su título lo sugiere, propone un ágil y cuidadoso análisis acerca de las promesas aún no
cumplidas y los obstáculos que ha tenido la democracia para surgir y consolidarse dentro de la
sociedad mundial. Consciente además de sus limitaciones como forma de gobierno, el autor no
duda en defender y considerar ésta como la más viable entre un escenario de otras formas
posibles de carácter autocrático y rígido, porque, en principio, cree que la democracia y la
democratización del mundo ha sido ante todo dinamismo y posibilidades de ampliar la cobertura
de participación y derecho al voto. Para Bobbio, las transformaciones por las que ha pasado el
sistema democrático demuestran que hay un futuro para la democracia moderna, porque allí
donde los derechos de libertad y participación de los ciudadanos han sido reconocidos
constitucionalmente, la posibilidad de un retroceso a sistemas dictatoriales es conjurada por la
existencia misma de la democracia, y aunque haya riesgos, amenazas y caídas, el espíritu de la
democracia vive como realidad y anhelo de los seres humanos organizados socialmente. En
esencia, Bobbio concibe la democracia como un conjunto de reglas procesales para la toma de
decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la más amplia participación posible de los
interesados. Sin embargo, el autor es bastante agudo y crítico con ésta cuando habla de las seis
falsas promesas y los tres obstáculos para su desarrollo y desenvolvimiento; un inevitable
distanciamiento, por demás, entre los ideales y la "cruda realidad". De las seis falsas promesas,
comienza por considerar el nacimiento de la sociedad pluralista como un anhelo no cumplido ante
la dificultad de encontrar una mediación directa entre el Estado y los individuos que lo conforman;
cada vez más se reconoce que los individuos no son los grandes protagonistas de la vida política
democrática y que su capacidad de participación política es casi nula frente a los grupos, las
organizaciones, las asociaciones, los sindicatos y los partidos. En segundo lugar, el autor considera
que la reivindicación de los intereses personales se sigue imponiendo sobre la representación
política de los intereses en general. De manera atinente, seguidamente se permite señalar que la
persistencia de las oligarquías, el espacio limitado y el poder invisible son otras de las dificultades
de la democracia en su propósito de derrotar los intereses de pocos frente a la colectividad; algo
fácil de entender si se tienen en cuenta las circunstancias por las que atraviesa la democracia en
Colombia. Finalmente, en la sexta falsa promesa señala que la educación no es garantía suficiente
para que los individuos tomen conciencia de su verdadero papel democrático; idea ésta que fue el
sustento de la Ilustración en el siglo XVIII. De las seis falsas promesas pasa a los tres obstáculos: La
tecnocracia, el aumento del aparato burocrático y su escaso rendimiento. De la misma manera,
cualquier parecido con la realidad colombiana es sólo una coincidencia con las circunstancias
políticas del momento. Unas páginas más adelante hará una descripción analítica acerca de la
democracia representativa y la democracia directa, en las cuales retoma las cuestiones del
liberalismo antiguo y moderno hasta el punto de hacer una crítica contundente y tomar una
posición radical frente a los "socialismos reales". REFLEXIÓN POLÍTICA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA
DE BUCARAMANGA / BUCARAMANGA / COLOMBIA / ISSN 0124-0781 ¿Son compatibles el
liberalismo y la democracia? El autor cree que sí, y ubica al lector en una interesante polémica
relacionada con los tipos de liberalismo, socialismos, la democracia y la cuestión contractual
dentro de la política, lo cual hace del libro un importante aporte a la discusión sobre los sistemas
políticos. A través de las páginas de este texto, fundamental para los estudiosos de las ciencias
políticas, pero por sobre todo para estudiantes en procesos de formación, se puede abrir un
debate entre las ideas y las propias realidades del proceso de democratización del mundo en su
dinamismo y búsqueda de mejoramiento. Un texto agradable, escrito en un lenguaje fácil y en el
cual el autor expresa sus reflexiones personales sobre la democracia y se siente claramente
comprometido con la defensa de sus principios. Finalmente, deja abierta una dramática reflexión
acerca de si en estos tiempos estamos viviendo el gobierno de los hombres o el gobierno de las
leyes. Bobbio prefiere el gobierno de las leyes y no el de los hombres. De igual forma, recalca que
en la actualidad el gobierno de las leyes celebra su triunfo en la democracia, entendiendo ésta
como el conjunto de reglas para solucionar los conflictos sin derramamiento de sangre. El autor
confirma que la democracia es el gobierno de las leyes por excelencia, porque en el mismo
momento en el que un régimen democrático pierde de vista este principio inspirador que le es
propio, cambia rápidamente en su contrario, en una de las tantas formas de gobierno autocrático,
del que están llenas las narraciones de los historiadores y las reflexiones de los escritores políticos.
En realidad, estas conclusiones a las que llega Bobbio dejan un sabor amargo para el lector
colombiano. Antes de hallar respuestas a la situación actual, éste seguramente sentirá que se
encuentra en una encrucijada y que si bien estamos viviendo en un país nominalmente
"democrático", a diario nos enfrentamos al desafío de re-construir una verdadera democracia en
la cual el imperio de la ley, las libertades y la justa convivencia sean su sustento.
¿Cuál es el estado de la Democracia guatemalteca? Contenido Editorial Si en este momento
valoráramos la transición política en Guatemala tras 20 años de gobiernos civiles, y luego de 10
años de la vigencia de los Acuerdos de Paz, tendríamos que decir que la etapa de avance
institucional hacia formas democráticas superiores que configuren una democracia integral no
asoma pronto, y más bien se ha llegado únicamente al reconocimiento formal de derechos de
aquellos grupos mayoritarios que históricamente han sido marginados de las decisiones políticas,
del acceso a la justicia y a satisfactores básicos vitales –tal es el caso de las mujeres y los pueblos
indígenas, por ejemplo-, y a constituir las instituciones que debieran de darle cabida y asegurar el
cumplimiento de dichos derechos, pero en la práctica los primeros no se cumplen y las segundas
no funcionan. La primera transición que se vivió formalmente entre 1985 y 1996 se agotó
rápidamente en la rutina electoral y en la sucesión de gobiernos civiles con carácter plebiscitario,
así como en el reciclaje de los mandos militares que vieron en todo el proceso de negociación de
los Acuerdos de Paz, una oportunidad para retener poder y autonomía como poderes fácticos y
evitar ser juzgados –hasta la fecha- por las grandes masacres del conflicto armado. La segunda
transición que significaría la vigencia de los Acuerdos de Paz no logró modificar sustancialmente la
estructura de poder y tampoco la estructura socioeconómica que ha existido en el país durante
décadas, y estos compromisos son en la actualidad una agenda de segunda o tercera categoría. El
maestro Edelberto Torres-Rivas hace una primera distinción importante de la democracia
guatemalteca, al calificarla más como liberal que democrática, pues se reconocería formalmente la
libertad y la autonomía del sujeto y su independencia frente al Estado, los derechos civiles y
políticos de los cuales teóricamente es el sujeto principal, tales como libertad de pensamiento y
conciencia, de organización y de asociación, y derecho a la propiedad y la justicia, pero este
reconocimiento no es más que un acto legal en el interior de una sociedad con profundas
diferencias y desigualdades, y que sostiene una democracia plagada de violaciones a los derechos
humanos, con un pluralismo escaso y con baja participación electoral. En su seno se ha ido
reconfigurando un Estado que pasó formalmente de ser fuerte en términos contrainsurgentes y
autoritarios, a uno débil que articula, refuncionaliza y se subordina más a los intereses privados de
las elites económicas y políticas corporativizadas –militares, viejas y nuevas oligarquías, mafia
organizada en sus diferentes expresiones-, que a intereses y demandas sociales generales como
expresión de la acción política de actores sociales con grados de organización y capacidad para
influir en el rumbo e historia de Guatemala. El papel de la ciudadanía y de las instituciones es ahí,
por tanto, bastante reducido. Esta situación es más perceptible en áreas estratégicas del Estado
como la seguridad y el acceso a la justicia, particularmente porque éstas, al igual que lo hicieron
durante la época del enfrentamiento armado interno, cuando fueron subordinadas a la lógica de la
contrainsurgencia y al quehacer del Ejército como poder hegemónico, hoy sucumben ante los
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Observador. Análisis Alternativo sobre Política y Economía es uno de los componentes del
proyecto “Análisis Alternativo e Independiente para la construcción de una Sociedad
Democrática”, el cual es una iniciativa de un grupo de profesionales y académicos comprometidos
con alcanzar una sociedad justa y equitativa, tal como lo demandan los Acuerdos de Paz. Este
proyecto es producido por el Instituto de Estudios Estratégicos por la Democracia (IDE), cuenta
con el soporte administrativo de la Asociación para la Promoción y el Desarrollo de la Comunidad
(CEIBA) y la colaboración del Consejo de Instituciones de Desarrollo (COINDE). Consejo Editorial:
Mario Sosa Fernando Solís Alfredo Ankermann Iván Castillo Luis Solano Marco Fonseca
Coordinación de información, análisis y edición: Fernando Solís Diagramación: Paola Rodríguez
Este glifo representa a Kej, que tiene un significado de Liderazgo, fuerza, inteligencia. Esta
publicación es posible gracias a la colaboración de: Fondo de Gobernabilidad de la Embajada de los
Paises Bajos / IBIS Koninkrijk der Nederlanden Derechos, educación y desarrollo intereses de estos
grupos que utilizan viejas prácticas y estructuras paramilitares incrustadas en la institucionalidad
del Estado para controlarlo y se disputan su hegemonía. La contrainsurgencia se refuncionaliza
para nuevos tiempos y nuevos contextos, y la justicia no opera igual para todos y es
desproporcionadamente excluyente al destacar casos en donde particularmente los actores están
débiles frente al Estado, pero no lo hace igual frente a los grupos de poder económico y político
comprometidos con la corrupción y la represión encubierta. Dos ejemplos. El primero: las
constantes crisis que se observan en las cárceles del país, dominadas desde adentro y desde
afuera precisamente por estructuras paramilitares y del crimen, más no por las autoridades
correspondientes que más bien se han remitido a asumir una institucionalidad formal. El segundo:
el reciente asesinato de tres diputados salvadoreños al Parlamento Centroamericano (PARLACEN)
no sólo evidenció hasta dónde el narcotráfico ha penetrado y se ha relacionado con las dirigencias
políticas de ambos países, sino dejó al descubierto que insertos en la estructura de los aparatos de
seguridad del Estado operan aparatos clandestinos y paramiltares que, con prácticas de la época
de la guerra y de la contrainsurgencia abierta, no sólo están ejecutando una política de “limpieza
social” y también cobran facturas entre las mafias, sino de paso continúan desarrollando una
función de control social. Una segunda distinción clave es que la democracia guatemalteca puede
ser calificada como electorera pues el sistema político se ha estrechado a la reproducción de una
ciudadanía que se ha satisfecho con los derechos políticos pero que no alcanza a incorporar el
ejercicio de los sociales, mucho menos los económicos. La democracia es electorera porque el
sistema partidario es poco institucionalizado, y los partidos políticos son débiles, desideologizados,
altamente volátiles y el transfuguismo de sus miembros constituye una norma más que una
excepción, además de que han sucumbido a esos intereses privados y corporativos. Las elecciones
generales 2007, lejos de ser un espacio de práctica política democrática más bien constituyen un
ejemplo de ese carácter electorero del sistema político guatemalteco. ¡La democracia política está
coja, y a la democracia económica y social le faltan las dos piernas! Si bien el sistema político
necesitaría una reforma de segunda generación, en las dos únicas propuestas de reforma del
Estado expuestas hasta ahora, provenientes una, del grupo Pro-Reforma, y otra, del llamado
agrupamiento Visión de País –que reedita y reagrupa al grupo Barómetro y al Foro Guatemala-,
subyacen y promueven fundamentalmente los intereses de los grupos corporativos privados
nacionales, postularían una reforma a su medida y sin una discusión que alcance a diferentes
expresiones sociales organizadas. ¿Qué hacer? Para no pecar de funcionalistas y decir que la
transición política en Guatemala avanzaría si se trabajara por hacer que las instituciones funcionen
en pos de que los derechos sean cumplidos; o para no pecar de simplistas diciendo que ésta es la
democracia que tenemos y que debemos conformarnos con ella, dado que la realidad sociopolítica
es mucho más compleja y apela a una lectura del poder, debemos decir que no sólo se necesita un
cambio estructural profundo sino también la construcción de una nueva ciudadanía y de una
esfera pública desde abajo y con protagonismo social fundamentalmente.
“La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”.
Abraham Lincoln.

Los derechos humanos son la base de todo sistema democrático. Aquel gran líder
que fue Manuel Colom Argueta proclamaba la necesidad de “la democracia como
medio y como fin”. La democracia que no se desarrolla muere, se pudre, se
convierte en ritual y en fachada. Con el resultado de la ingobernabilidad, que lleva
a la violencia y la impunidad. El derecho fundamental es la vida digna con salud,
educación, seguridad y cultura.

Discutir ahora en torno al concepto y contenidos de la democracia parece un tema


trillado. Es un lugar común relatar la etimología del término: demos/pueblo y
cratos/poder. Y repetir que desde Aristóteles el sistema de la democracia ha sido
el más aceptado o en todo caso deseado. Por eso no vamos a remachar
conceptos pero si recordar que la democracia se entiende actualmente, en
términos generales, como un mecanismo social de toma de decisiones y no solo
como una “forma de gobierno”. Con el riesgo de que la representación
democrática que ejerce la clase política pueda corromperse cuando los
representantes se representan a sí mismos, es decir y usando ahora la etimología
referida les importa el “cratos” (el poder) y no el “demos” (el pueblo). De ahí que
exista una relación dialéctica y complementaria entre el plano social y el individual.

El sistema democrático se construye dentro de un marco social e histórico y a la


vez es el objetivo último el ejercicio y goce individual del sistema, en lo que suele
llamarse la condición democrática, que trata de la capacidad de cada ciudadano
de poder optar y decidir. Un ejemplo de déficit democrático es el no poder optar
por vivir en su propio país sino emigrar a los Estados Unidos y correr todos los
riesgos en una decisión motivada por la desesperación, porque en el propio país
se carece de posibilidades de tener una vida con un mínimo de calidad. En
Guatemala lo que se ofrece, y es la realidad de millones de personas, es el
llamado “mal vivir”. Es decir, hay pobreza cuando hay marginación e incapacidad
de tomar decisiones. En otras palabras, corrupción y pobreza son dos caras de la
misma moneda. Desde luego que la pobreza es inversamente proporcional a la
democracia: menos pobreza más democracia.

Hay que diferenciar empero el aspecto representativo de la democracia del


participativo. El primero se refiere al sistema de partidos y elecciones. La
democracia participativa, en cambio, implica una dinámica más social, no solo de
mecánica electoral sino de participación de amplios sectores ciudadanos que
quieren influir en la toma de decisiones e impulsar sus agendas específicas. La
democracia participativa envuelve una dinámica más social, no solo de mecánica
electoral sino de participación real de amplios sectores ciudadanos. La sociedad
civil forma parte esencial de la democracia.

Debe completarse el cuadro resaltando el papel indispensable de los partidos


políticos para que el mecanismo funcione. Los partidos vistos también como
canales entre la sociedad y el poder. Pero en Guatemala los partidos políticos
dejan mucho que desear. Muchas veces han sido canales entre las mafias y el
Estado. En realidad han sido meras máquinas electorales basadas en
financiamientos electorales ilícitos, sin ideología ni programas y cuyas metas son
la conquista del poder para saquear el Estado y aplicar el tráfico de influencias.

El impacto de la corrupción en los niveles de pobreza es un hecho indudable. El


caso de Cooptación del Estado y el de La Línea vinieron a demostrar lo
profundamente corrupto de la clase política la cual construyó en los treinta años
que llevamos de democracia formal, un sistema para la corrupción y desde la
corrupción. Resulta escandaloso ver ahora los pactos de impunidad y corrupción
en el Congreso. La cancelación por corrupción de los partidos Patriota y Lider es
una muestra dramática de la corrupción estructural enquistada en el Estado
guatemalteco. Los diputados elegidos por estos partidos han migrado, como
tránsfugas, a otras agrupaciones y su existencia en el Congreso solo confirma lo
podrido del sistema de esa vieja clase política. Y desde luego hay que mencionar
al Frente de Convergencia Nacional (FCN) que está a punto de ser cancelado por
ilegalidades que pueden llevar a un nuevo pedido de antejuicio contra el
presidente Jimmy Morales por financiamiento ilícito.

Pero lo fundamental del sistema democrático, lo que debe hacer valer la


superioridad de la democracia frente a otros sistemas políticos (dictaduras,
monarquías absolutas, etcétera) son los resultados sociales e individuales, es
decir lo que el sistema democrático logra suministrar para satisfacer las
necesidades sociales de la mayoría de ciudadanos. Si brinda salud, educación,
seguridad y empleo, entonces el país se habrá democratizado. Los principales
logros deben ser, sin duda, la disminución de la pobreza. A la vez que a la
democracia le corresponde conciliar las diferencias (sociales, étnicas,
económicas) que pudieran afectar a los sujetos de una sociedad.

En países con mucha población en estado de pobreza el proceso central de la


acción política democrática es el combate a la pobreza y la superación de las
carencias. Comenzando con las económicas pero no supeditándose a lo
estrictamente material sino incluyendo las posibilidades de educarse, de disfrutar
de cultura y deportes, en definitiva de poder tomar individualmente decisiones
propias acordes a lo que cada ciudadano se propone y desea, es decir la
democracia como ejercicio de la libertad.

Guatemala está hundida en una crisis ya demasiado prolongada causada por la


resistencia de la vieja política a ceder el lugar a políticos decentes y a respetar a la
sociedad civil. El gobierno de Jimmy Morales pareciera el gran coletazo final de
esa clase de corruptos y ladrones ungidos, con el apoyo de la ultraderecha y de un
militarismo también corrupto y autoritario.

Estamos a las puertas de un nuevo proceso electoral. La oferta política es pobre y


en gran medida con muchas dudas en cuanto ética y probidad. Llegaremos a las
elecciones generales con el peor gobierno de la era democrática. Con niveles de
pobreza muy altos. Con miles y miles de migrantes y la crisis consiguiente. Con
violencia, maras y narcotráfico. El país no puede volverse a equivocar, un nuevo
Jimmy sería el jaque mate de la democracia y de la misma nación. La democracia
es esencial pero debe ser purificada, saneada de corruptos y sus pactos. Es hora
ahora para mañana será tarde. La democracia es esencial para el desarrollo social
e individual.

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