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México se encontraba en un momento frágil cuando todo comenzó. En 2019, el Producto Interno Bruto (PIB) decreció un 0,1% por primera vez en
negativo desde 2009 y algunos sectores resintieron el estancamiento de la economía. Pese a ello, la inflación se mantuvo en la meta del 3% y la
moneda mexicana sostuvo una estabilidad notoria. Durante ese año, la incertidumbre en torno a la ratificación del Tratado de Libre Comercio con
Canadá y Estados Unidos (T-MEC) mantuvo a los inversionistas en un constante nerviosismo, que despareció después de que el Congreso
estadounidense diera el visto bueno al acuerdo comercial en enero de 2020. El anuncio de que Canadá ha cerro el ciclo con la confirmación del
tratado, todo ello se vio eclipsado por la crisis sanitaria global.
La tranquilidad duró poco. El encontronazo entre Rusia y la OPEP por la demanda de crudo generó un desplome en los precios del petróleo al
mismo tiempo que México estaba intentando estabilizar las finanzas de la petrolera estatal, Pemex. El barril mexicano a 24 dólares que es lo justo
para su producción, resulta poco atractivo en la industria y la inversión privada en el sector energético está detenida por el Gobierno mexicano.
Luego, la incertidumbre global por el coronavirus ha agitado los mercados y ha golpeado principalmente a las economías emergentes, como la
nuestra.
El sector de la construcción es importante para la economía del país y el desarrollo de localidades, esta actividad contribuyó en 7.6 por ciento al
Producto Interno Bruto (PIB) total del país en el primer trimestre de 2019.
Los proyectos de carreteras, puentes, hospitales y vivienda son los que detonan mayor inversión pública y privada; lo cual se traduce en más
empleos y mayor demanda de insumos de otras industrias.
Pese a la importancia que tiene esta actividad económica, su dinamismo ha sido desfavorable, ya que el sector se desaceleró y
El Indicador Mensual de la Actividad Industrial (IMAI) del país aumentó mensualmente 1.1 por ciento y la construcción creció 3.1 por ciento; al
analizarlo de forma anual, el resultado no fue del todo positivo.
En su comparación anual, la Producción Industrial descendió 2.1 por ciento en el mes en cuestión (junio). Por sectores de actividad económica, la
Construcción retrocedió 6.2 por ciento
Un declive en el sector se traduce en menor certeza en los costos, contracción en los flujos de inversión y que la planeación de proyectos nuevos se
den en un mayor plazo.
El número de afiliados al IMSS de la industria de la construcción registró una caída de 1.0 por ciento con relación al mismo periodo de 2018. Esto
significó una pérdida de 15,815 empleos formales.
En cuanto al valor de producción de las empresas constructoras en el primer cuatrimestre del año reportó que acumuló un valor de producción de
170,083 millones de pesos a nivel nacional, lo cual significó una reducción de 3.6 por ciento con relación al valor generado en el mismo periodo de
2018.
A pesar de esa reducción, la obra privada mostró fuerza ya que el valor facturado durante el primer cuatrimestre de 2019 fue de 62 por ciento
(106,096 millones de pesos) y 38 por ciento correspondió a obra pública (63,986 millones de pesos).
En el primer semestre de 2019 se observó una tendencia decreciente en el nivel de precios de los insumos utilizados por la industria de la
construcción, sesgo que explicó por la contracción de la demanda.
Este es un sector expuesto principalmente a choques de precios globales, como es el caso del acero y el cemento.
De cumplirse las obras energéticas y de transportes propuestas por el Gobierno federal, así como de haber un avance discreto de la edificación
productiva, el sector construcción puede crecer en 2019 por arriba de 2 por ciento.
De acuerdo con cifras del INEGI, en el periodo del primer trimestre de 2013 al mismo trimestre de 2018, la economía de México (medida a través
de su Producto Interno Bruto –PIB-) registró una tasa real de crecimiento promedio anual de 2.73%, mientras que la industria manufacturera
observó una de 2.70%. Este ritmo de crecimiento sin duda es envidiable para muchas otras naciones, como los Estados Unidos y buena parte de la
zona Euro, que han visto menores tasas de crecimiento. No obstante, lo anterior, queda claro que este crecimiento en México fue insuficiente para
abatir la pobreza y mejorar el nivel de vida de la mayoría de la población ocupada.
Esto se debe a que estas cifras agregadas, al igual que la mayoría de los análisis que se hacen en base a promedios, ocultan la realidad de muchas
industrias manufactureras, las cuales han observado dificultades durante los últimos años.
Esto es especialmente importante porque de acuerdo con cifras de la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera (EMIM) del INEGI, estos
cinco sectores manufactureros le dan empleo al 56.38% del total de población ocupada en la manufactura en México, estos sectores básicamente
mueven el PIB manufacturero de México, pero sólo dan empleo a poco más de la mitad de las personas que laboran en la industria de la
transformación a nivel nacional.
La industria minera históricamente ha sido de gran importancia en el desarrollo económico del país, desde la época colonial hasta hoy día. La
minería se caracteriza por tener elevadas tasas de retorno y efectos intersectoriales multiplicadores. Sin embargo, en años recientes su
comportamiento ha sido errático, con una tendencia a la baja, debido a la disminución de los precios de los minerales, como resultado de la sobre
oferta registrada ante la contracción de la demanda de algunos de los principales países consumidores; tanto como por la tendencia a una mayor
regulación de la actividad, que busca incluir en los marcos normativos los costos de los riesgos medioambientales, y una mayor supervisión, así
como una mayor participación en los beneficios de la industria, por parte de los países receptores de las inversiones.
En México, este entorno se ha reflejado en un bajo de desempeño de la actividad minero-metalúrgica, entre septiembre de 2015 y junio de 2018 el
Índice total de volumen físico de producción de la industria minero-metalúrgica pasó de 167.7 por ciento a 140.1 por ciento. Lo que implica un
descenso importante.
Aspectos generales
Entre 2007 y 2017, la industria minero-metalúrgica contribuyó en promedio con el 4.0 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y, a nivel
sectorial, con 17.2 por ciento del PIB minero total.
En 2017, el valor de la producción minero-metalúrgica fue de 226 mil 955.7 mdp, de los cuales, la industria metalúrgica aportó 212 mil 184.3 mdp,
(93.5 por ciento) y el sector minero (no metalúrgico) aportó 14 mil 771.4 mdp (6.5 por ciento), valores que representaron 23.0 y 1.5 por ciento del
PIB minero metalúrgico de 2017, respectivamente, de acuerdo con datos del INEGI.
La recaudación asociada con esta industria, por su parte, sufrió una caída real de 1.9 por ciento durante el mismo periodo, situación que se
relaciona, por una parte, con las deducciones aprobadas en septiembre de 2014 para el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y el Impuesto Especial
sobre Producción y Servicios (IEPS), que favorecieron al sector; y de otra con la propia contracción de la industria a partir de 2015. Esta segunda
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razón explica porque el efecto de las modificaciones fiscales no alcanzó a ser compensado con el pago recibido de los derechos que en el mismo
ejercicio fiscal entraron en vigor, lo que provocó la reducción de la recaudación.