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¿Qué es la transposición didáctica?

La transposición didáctica es el mecanismo mediante el cual el maestro o


profesor “toma” el conocimiento y lo transforma para presentárselo a sus alumnos.
El conocimiento humano se gesta en la comunidad científica, este es el saber o
conocimiento o contenido que el profesor debe manejar perfectamente para poder
enseñárselo a sus estudiantes.
El docente debe entender varios aspectos de ese saber, considerado como “saber
sabio” por varios autores, pero no puede presentárselo a sus alumnos sin antes
someterlo a un proceso de transposición didáctica.
En este proceso, el camino inicial es la clásica seguidilla de preguntas que se debe
plantear el docente antes de enseñar:
EL QUÉ: ¿Qué voy a enseñar? Esto es la decisión en base a la selección de qué
contenido voy a enseñar. Muchas veces los contenidos vienen dirigidos en
la estructura programática de una asignatura. Pero dependiendo del nivel y del área
del curso, el docente tendrá más o menos “libertad de cátedra” para elegir un
contenido por sobre los otros posibles.
EL PARA QUÉ: ¿Para qué voy a enseñar esto? O sea con qué objetivo el docente va
a enseñar un saber en un determinado momento de desarrollo del curso. La mayoría
de las asignaturas en los niveles básicos de formación, no están
implementadas para ser estudiadas con el fin de aprenderlas sino el de desarrollar
destrezas cognitivas deseables para una determinada edad del estudiante.
EL CÓMO: ¿Cómo voy a enseñar esto? El cómo es el escollo más difícil de
superar y, más aun, para los docentes novatos. Elegir al fin y al cabo una manera
para enseñar un contenido implica conocer muchas cosas, entre ellas, los
mecanismos de aprendizaje de los estudiantes. En el cómo es cuando la didáctica se
pone en juego.
Cuando el docente logra una buena transposición didáctica logra “servir en
bandeja” el contenido que se desea enseñar de forma accesible y adecuada a la
estructura mental del estudiante.
Por ejemplo, si imaginamos una clase sobre el tema: Láser, veremos que tanto en
primaria como en secundaria y en la universidad hay estudiantes capaces de
entender este contenido. Pero si un estudiante de secundaria asiste a una conferencia
universitaria sobre el Láser, de nada le servirá porque ese contenido, al no haberse
convertido en “saber enseñado” por un docente capacitado, no podrá ser asimilado
por el estudiante, entre otras cosas, por no tener puntos de conexión mental
existentes.

La transposición didáctica es un proceso cotidiano para nuestro ejercicio como docentes;


elaboramos  transposiciones como profesionales de la educación cuando logramos hacer más
asequibles los contenidos que presentamos en las aulas. En palabras de Chavellard (1997) este
ejercicio consiste en la transformación de un saber científico a un saber posible de ser
enseñado. Es necesario decir que este concepto se carga de sentido si tenemos en cuenta que
permite hacer las suturas necesarias para lograr juntar los vacíos teóricos y metodológicos
que existen entre la investigación científica y la pedagogía. 
La translación del conocimiento científico al conocimiento escolar no es un proceso menor y
debe ser asumido con la rigurosidad que el ejercicio implica, en primer lugar, el docente-
investigador debe tener un dominio absoluto sobre su área de estudio, y en segundo lugar,
este debe tener un conocimiento extenso de estrategias didácticas que permitan la
transformación de los contenidos curriculares en tópicos de análisis menos complejos. Frente
a estos dos aspectos es necesario plantear una sinergia que permita relacionar el
conocimiento “complejo” y la habilidad del profesional de la educación para generar espacios
de enseñanza-aprendizaje efectivos para el aula. 
 

Vigilancia epistemológica.

El conocimiento académico no es estático, como ya se ha visto. ESto obliga por lo tanto a que el
sistema de enseñanza tampoco pueda permanecer impasible. Se debe establecer la denominada
vigilancia epistemológica, que controla la separación, la distancia y el rumbo seguido entre el saber
académico y el saber enseñable.

Hay conocimientos que caducan, se vuelven anticuados u obsoletos. Otros nuevos conocimientos
ocupan su lugar, pero el docente siempre debe cuestionarse las preguntas siguientes:

 ¿qué es lo que realmente se pretende enseñar?


 ¿qué es lo que representa lo que se ha enseñado efectivamente?
 ¿coinciden ambos objetos?
 ¿es eso lo que se pretendía? es decir, ¿se han cumplido los objetivos? 
Esta duda metódica permite la revisión continua, evita la aparición de dogmatismos, la momificación del
conocimiento enseñable y toda clase de deformaciones que perjudicarían la calidad de la enseñanza.

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