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OBRA

DE
TEATRO
ESECENARIO; ROMA (AQUILA Y PRSCILA SE ENCENTRAN TEJIENDO Y AL
LADO DE SUS TIENDAS DE TRABAJO)

AQUILA
PRIMERA ESCENA:

Y
Aquila: solo puedo agradecerte Dios por haberte podido Casar contigo

la situación esta tensa y el emperador nos a ordenado regresar a todos los judíos porque dice que

PRISCIL
causamos desordenes en la ciudad sé que acá lo tenemos todo, aquí, tu perteneces a esta ciudad
romana donde hemos gozado de muchos privilegios y has dejado todo tu privilegio para casarte con un
hombre que hace tiendas y que no ama a los dioses de esta nación sino a el único Dios verdadero sabes
e orado por esto mucho tiempo y creo que el regreso a Corinto no es una casualidad
A
Priscila: no estés triste voy a estar bien cuando decidí unirme contigo en matrimonio decidí que tu
pueblo seria mi pueblo y tu sentir mi sentir.

a pesar del tiempo oscuro en el que estamos donde personas adoran a miles de dioses, Sabes hemos
podido conocer a Dios y mi deseo no son las riquezas ni la comodidad de roma sino Servir a Dios en
cualquier lugar del mundo junto a ti

Aquila: enserio no sabes cuánto me alegran tus palabras quiero que al llegar allí a un que va hacer un
gran cambio para ti mas que el poder trabajar podamos servir juntos a el Señor a un si es posible
ofreciendo nuestra casa para que personas vengar y puedan aprender mas de Dios

Priscila: (con gozo y animo dice) y que estamos esperando alistémonos todos y va manos

Los jóvenes inmigrantes debieron abrirse camino en una ciudad cosmopolita. Por sus
calles desfilaban griegos, romanos, africanos, judíos… Las tradiciones y mentalidades
más diversas convergían en la capital: del levante sirio llegó el culto a Melkart y Astaré;
de Roma, los espectáculos sangrientos; los frigios implantaron la veneración a Cibeles, la
madre de los dioses.

Además, Corinto estaba consagrada a Afrodita. A primera vista, el


panorama no presentaba facilidades para que arraigara la vida
cristiana. Corinto
ESECENARIO Corinto
Llevaban pocos meses viviendo en Acaya, cuando un viajero pidió
asilo en su casa. El huésped llegaba de Atenas, abatido, después de
dirigirse a personas ávidas de oír nuevos discursos, pero que no hacían
caso de las palabras ni se preocupaban de su contenido: sólo les
interesaba tener algo de qué hablar. Tiempo después, San
Pablo recordaba su entrada en Corinto: “me he presentado ante
vosotros débil, y con temor y mucho temblor”
SEGUNDA ESCENA:

AQUILA: disculpe ¿es usted pablo el apóstol?

PABLO: ¿si lo soy y quien te ha hablado de mí?

AQUILA: muchas personas dicen que usted anuncia el evangelio cada vez que tiene la oportunidad y
Dios está utilizando grandemente a pesar de que trabaja en las tiendas no deja de hacerlo y aun es
golpeado siga por favor a mi casa y descanse será un gozo que se pueda quedar allí se ve muy cansado.

PABLO: muchas gracias para mi sera una bendición compartir con su familia y cuénteme a que dedica
aparte de hacer tiendas

Aquila: con mi esposa hemos salido de roma y compartimos de la palabra de Dios a muchas personas y
familia y para nosotros sería un gozo poder ayudarle en lo que pueda necesitar

Las horas en el taller contaron momentos de expansión de la fe, no sólo por la actuación del Apóstol
sino también por la de Aquila y Priscila y de otros cristianos, gentes desconocidas. En pocos años, la
Iglesia de Acaya llegó a ser una de las más importantes. Recibieron el Bautismo tanto Crispo, el jefe de la
sinagoga, como Erasto, el tesorero de la ciudad; Tercio, quien más tarde sería secretario de Pablo; Ticio
Justo, miembro de la colonia romana, que vivía en una gran casa junto a la sinagoga; Estéfanas —un
prosélito— y su familia.

Se bautizaron libertos, artesanos y esclavos en una ciudad que parecía sorda a las mociones de la gracia.
Pablo recordaría más tarde a los corintios.

ESECENARIO EFESO VIAJE DE ACOMPAÑAMIENTO A PABLO


Despuntaba el otoño del año 52, cuando San Pablo dejó Corinto,
después de una intensa labor apostólica que le supuso sufrir duras
incomprensiones y la expulsión de la sinagoga. Aquila y Priscila le
acompañaron a Éfeso. Esta vez no salían por la fuerza, como en su
exilio de Roma. La fe les presentaba proyectos que años antes no
hubieran vislumbrado. “Los cristianos —escribía Orígenes— no
desaprovechan nada de lo que está en su mano para extender su
doctrina en el universo entero. Para conseguirlo, hay quien se ha
dedicado a ir de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, para llevar a
los demás al servicio de Dios” Junto a Silas y Timoteo, que formaban
el séquito del Apóstol, llegaron a destino, después de una travesía de
casi diez jornadas.

TERCERA ESCENA: AQUILA Y PRISCILA LLEGAN CON PABLO

DIRECCIONAN A APOLOS

SUFRIMIENTO POR PROTEGER A PABLO

EXPUSIERON SU VIDA POR PABLO

Éfeso era el centro de la provincia más populosa de Asia, donde vivía una importante colonia de hebreos
que gozaban del libre ejercicio de la religión. Algunos, venidos de la diáspora, se habían unido a la
predicación de Juan el Bautista, en el Jordán. Después se dispersaron, y comenzaron a proclamar a Jesús
por cuenta propia. Hablaban de Cristo, pero no sólo no habían recibido el Espíritu Santo, sino que ni
siquiera tenían noticia de que existiera el Paráclito. Tal era la condición de Apolonio —abreviado, Apolo
—, “hombre elocuente y muy versado en las Escrituras”.

San Lucas precisa que era natural de Alejandría de Egipto, centro importante de la teología judía, donde
se profundizaba en la relación entre el Logos, la razón creadora del mundo, y la Revelación contenida en
el Antiguo Testamento. Uno de los jefes más reconocidos era el judío Filón, que buscaba conciliar el
pensamiento platónico con la enseñanza de las Escrituras. Es posible que Apolo fuera educado en esta
cultura de amplios horizontes, abierta a la verdad. Un día, Aquila y Priscila escucharon la predicación de
Apolo en la sinagoga.

Reconocieron el esplendor de un discurso mesiánico y notaron que “en la mente de ese hombre ya se
había insinuado la luz de Cristo: había oído hablar de El, y lo anuncia a los otros. Pero aún le quedaba un
poco de camino, para informarse más, alcanzar del todo la fe, y amar de veras al Señor”.

Cuando el joven terminó de hablar, “le tomaron consigo y le expusieron con más exactitud el camino de
Dios.” El hombre docto atendió las razones. Una vez descubierto el camino, se dispuso a emprenderlo y
pidió ser bautizado. Como Apolo pensaba viajar a Acaya, le animaron a presentarse ante la iglesia de
Corinto, y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Allí fue “de gran provecho, con la gracia
divina, para los que habían creído, pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando
por las Escrituras que Jesús es el Cristo. “

: “expusieron su vida por mí”, Romanos 16.4. Las circunstancias no están reveladas, pero
en algún lugar, en algún momento, los dos se habían sentado a conversar sobre cierta
situación y juntos decidieron proteger al apóstol, no obstante, el peligro que representaba
para ellos. Digo; una decisión en unión; no “sus vidas” sino “su vida”.

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