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PRESENTACION
Este libro
Como fruto de este proyecto, y más allá de los beneficios que él aportó a los
pobladores de Aguablanca, la Universidad del Valle y la Fundación Restrepo Barco
allegamos una metodología y unos instrumentos que deseamos compartir
con todas aquellas personas que se ocupan y preocupan por la crianza de
los niños y las niñas.
En este orden de ideas, ofreceremos herramientas para la recuperación y
significación de saberes culturales que enriquezcan las prácticas educativas con
niños y niñas durante sus primeros años, esperando que en el futuro las activida-
des que se les propongan estén cargadas de sentido, ligadas con su cultura de ori-
gen y contribuyan a su desarrollo e identidad.
La estructura de este libro sigue la lógica del itinerario que les proponemos
seguir:
- La recuperación de prácticas culturales propias de la comunidad
- La significación de las prácticas desde la perspectiva del desarrollo de los niños
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Introducci—n
DESARROLLO INFANTIL
Y EXPERIENCIAS SIGNIFICATIVAS
El desarrollo de los niños es un proceso complejo que exige a los adultos prove-
erles actividades que posibiliten experiencias plenas de significado para ellos. El
acelerado crecimiento de la población, la enorme migración del campo a la ciudad
y el progresivo aumento de las familias donde ambos padres trabajan son algunos
de los factores que han llevado a que prácticas de crianza arraigadas en nuestra
cultura estén siendo desplazadas y reemplazadas por actividades rutinarias que
poco o nada aportan al desarrollo de los niños. Veamos un relato que nos pone de
presente esta problemática.
Son las 6:45 a.m. Leidy, una niña de 5 años que asiste regularmente al Hogar Comu-
nitario Los Pitufos, es la primera en llegar. Su mamá es quien la lleva y lo hace a esta
hora puesto que ella entra a su trabajo a las 8 a.m, y el recorrido que debe hacer
hasta el lugar donde labora le toma cerca de hora y media. Doña María, la madre
comunitaria, saluda a Leidy y le pide que se siente mientras llegan sus demás com-
pañeros.
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Poco a poco los demás niños van llegando y también a ellos les solicita que se sien-
ten a esperar el inicio de las actividades. Entre tanto, doña María está en la cocina
terminando de preparar el desayuno. A medida que los niños llegan la algarabía es
mayor, los grandes saltan y corren por todo el salón y los pequeños lloran confundi-
dos por el ruido y el correteo de los mayores. La madre les pide una y otra vez que
se sienten, que es la hora del desayuno, que quien no esté sentado y en silencio, no
será atendido. Un poco a regañadientes y tras reiteradas llamadas de atención, los
niños terminan de desayunar. Entonces ella entra a la cocina a lavar los platos y la
algarabía y confusión continúan.
A las 9:00 cada niño recibe un papel y un lápiz. Siguiendo la orden de doña María,
hacen dos filas con los asientos, mirando hacia el tablero donde ella ha dibujado la
letra “L” y se disponen a hacer una plana. Los más pequeños, que no pueden hacer
la tarea, reciben algunos cubos de arma-todo “para que no molesten a los gran-
des.” Los niños bien pronto terminan de hacer la plana, en la cual muchas veces ni
siquiera dibujan la letra L, sino garabatos que para Doña María no significan nada.
Cuando terminan, la algarabía, las carreras y las peleas comienzan de nuevo.
Una vez más, con el propósito de calmarlos, doña María prende la televisión que a
esa hora, 10:30 de la mañana, presenta una telenovela de moda y les dice que en
silencio se pongan a verla. Entre actividades de este tipo y verdaderas algarabías
llega la hora de servir el almuerzo. Entonces doña María exige silencio, castiga a dos
niños que no se callan y comienza a servir los almuerzos que ella ha cocinado duran-
te toda la mañana.
El relato anterior nos acerca a una realidad con la cual seguramente muchos de
ustedes se identifican, bien sea porque así transcurrieron parte de sus días de
infancia en un hogar comunitario, o bien porque saben que así la pasan sus hijos,
sobrinos o nietos hoy en día.
Quizá por el enorme desconocimiento sobre cómo se educa, muchas personas
tienden a pensar que así debe ser la educación de los pequeños: aprender las
letras, los números, comportarse bien (es decir, mantenerse quieto y en silencio).
Es más, eso es lo que algunos papás y algunas mamás exigen de las instituciones
que cuidan a sus hijos, y no se les puede culpar por ello, pues en los últimos años
esa concepción ha predominado. Por fortuna, la investigación realizada a propósi-
to del desarrollo infantil ha aportado mucho para entender las enormes capacida-
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des que poseen los niños desde su nacimiento, y también las posibilidades que
existen de desarrollar este potencial si las actividades que los adultos proponemos
se adecuan a sus capacidades, resultan significativas y les permiten poner a prue-
ba su conocimiento.
Probablemente uno de los hallazgos más importantes que se ha hecho a propó-
sito del desarrollo infantil es entender que, si bien al momento de nacer los seres
humanos llegamos al mundo con un equipaje genético para desarrollarnos, éste
no es suficiente para lograrlo. Por tal razón, los adultos no sólo debemos cuidar a
los niños, sino acompañarlos, orientarlos y apoyarlos, entendiendo los diferentes
momentos por los que atraviesan para lograr que utilicen sus capacidades y de esta
manera potenciar el desarrollo de las mismas. Los expertos han sido enfáticos en
afirmar que el desarrollo del ser humano no se da exclusivamente gracias a su cre-
cimiento biológico, sino que éste ocurre en tanto se atienda, se fomente y se ofrez-
can las condiciones necesarias para ello.
Si analizamos el relato con el que iniciamos este apartado, podemos afirmar
que quien tiene a su cargo el cuidado de los niños y las niñas realmente no está
contribuyendo a su desarrollo.
Analicemos algunas de las prácticas adelantadas por doña María. De una parte,
ella solicita insistentemente a los niños que se sienten y estén quietos. Resulta que
en la edad pre-escolar la actividad motora está en pleno desarrollo y actividades
como correr, saltar, subir y bajar escaleras, sentarse y pararse, que exigen la coor-
dinación de los movimientos de las diferentes partes del cuerpo, contribuyen al
desarrollo de la actividad motora. Por esto los niños no deben estar quietos confi-
nados a un asiento, corresponde al adulto orientar su actividad y su impulsividad
fomentando actividades que lo permitan. Por ejemplo, en lugar de pedirles que
estén quietos, solicitarles que hagan una fila y que uno a uno pasen por debajo de
las mesas sin tropezarse con las patas de las mismas. Los mayores pueden cuidar a
los pequeños mientras realizan esa actividad.
Otro ejemplo que vale la pena analizar es su solicitud para que los niños y las
niñas más grandes realicen planas, incluida la copia de la letra “L”. La plana cons-
tituye un ejercicio poco gratificante para el niño porque, de una parte, puede resul-
tarle muy difícil ya que no tiene aún coordinación psico-motora fina, y además le
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dos cosas. Les propone jugar primero, ya que entiende que la mayoría de ellos no
están calmados como para poder escuchar atentamente el cuento. Empiezan enton-
ces a jugar una ronda. Todos quieren participar, pero algunos niños opinan que los
más pequeños no deben participar porque no son tan rápidos como ellos. Ella acla-
ra que todos tienen derecho y sugiere a los más grandes que guíen a los pequeños.
La ronda termina con risas y algarabía.
Ahora sí el cuento. Los niños se sientan en círculo y empieza la lectura. A medida
que doña Carmen va leyendo hay comentarios, expresiones de admiración y pregun-
tas referentes a las imágenes que acompañan el relato.
No se trata aquí de juzgar a quienes no actúan como doña Carmen. Ya lo
dijimos antes, en los últimos años se ha creído que la escolarización tempra-
na es la adecuada. Lo importante es poder identificar cuáles son las carac-
terísticas de las actividades que potencian el desarrollo infantil, valorar
prácticas cotidianas que cumplen este fin y recuperar aquellas que se
han olvidado, para proponérselas a los niños con una intención peda-
gógica clara. Para empezar a aproximarnos a ello, analizaremos a
continuación algunas de las actividades propuestas por doña Car-
men, no sin antes reconocer que en nuestro país hay otros tantos
cuidadores y cuidadoras como ella, aunque no tantos como quisiéra-
mos.
En primer lugar es necesario afirmar que en su diario transcurrir
con los niños doña Carmen aprovecha cualquier situación para pro-
porcionarles los medios para adquirir un sin número de aprendizajes, sin
desconocer las diferencias de edades y lo que cada uno requiere. Ade-
más, se preocupa por conocer lo que les interesa hacer y responde con sus
actividades a esos intereses. Sí, todas las actividades propuestas por esta
madre comunitaria y las que los niños quisieron realizar– juego libre, jugar a la
ronda, relatar, incluso lavar platos- son de una enorme riqueza en términos de las
exigencias que ellas generan al niño y de producir cambios en su manera de apren-
der y entender el mundo. Seguramente a simple vista no podemos detectar lo que
estamos afirmando. Veamos entonces.
Analicemos la ronda. Tendemos a pensar que los juegos sirven únicamente
como entretenimiento. Veamos cuán lejos estamos de la verdad al afirmar tal cosa.
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tratan de hacer “recocha” empujándose entre ellos, otros ayudan a los pequeños,
la mayoría coordina sus movimientos y desplazamientos con los demás y unos
pocos no logran hacerlo. Por supuesto, no todos saben el estribillo de la canción.
En cambio, algunos le agregan nuevos estribillos que solamente ellos conocen.
Con esta ronda, todos los niños, independientemente de su edad, se divierten,
comparten, se respetan y no pelean entre ellos.
Dentro de la misma edad se presentan diferencias en los niños. Si comparamos
niños de 3 años encontraremos que cada uno puede presentar un desempeño par-
ticular ante las actividades que les proponemos. Hay quienes son muy habladores
y se relacionan fácilmente con los demás, otros que tienen dificultades para rela-
cionarse con sus compañeros, tienden a permanecer quietos y a no hablar; otros
que se mueven con mucho ritmo cuando escuchan la música, y hay también aque-
llos a quienes tildaríamos fácilmente de “molestones” que empujan a sus compa-
ñeros, se paran constantemente, pero a la vez preguntan y piden más explicaciones
que los demás.
Los niños y las niñas que tiene a su cuidado doña Carmen no solamente hicie-
ron despliegue de sus capacidades y las potenciaron a través de la ronda. Fíjense
que en cada una de las actividades que ella les propuso los introdujo en eso que
llamamos una convivencia social adecuada, mediada por el respeto hacia los
demás y la resolución de las diferencias por vías como el diálogo y la concertación.
Igualmente, pueden darse cuenta que así todos tengan la misma edad, cada uno
tiene su propia manera de ser y de comportarse, sus fortalezas, su manera peculiar
de hacer las cosas.
En este sentido, podemos concluir: 1) el desarrollo es particular a cada niño; 2)
los niños de diversas edades pueden participar de todas las actividades obtenien-
do experiencias que contribuyen significativamente en los cambios, más lentos o
más rápidos, más o menos importantes, de acuerdo con su edad; 3) las actividades
tienen aspectos conocidos y por tanto su ejecución resulta fácil para algunos, pero
a la vez presentan aspectos novedosos para otros, que generan retos a su conoci-
miento y les exigen cambiar y adaptarse.
Contar qué hicieron el fin de semana, lavar los platos, jugar una ronda, leer un
cuento se constituyen, todas ellas, en actividades de las que los menores derivan
experiencias que muy probablemente dejan huellas en su ser y permiten nuevos
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De igual manera, los adultos cuidadores poseen una concepción sobre lo que
implica ser hombre o mujer en su comunidad y esa concepción determina la mane-
ra como educan a los niños. En este sentido se busca transmitir a las nuevas gene-
raciones aquellas formas particulares de pensar y de actuar que hemos construido
como grupo social: la manera de alimentarnos, de vestirnos, de celebrar aconteci-
mientos, de relacionarnos con los demás y con la naturaleza, las creencias religio-
sas, los valores; la organización social y sus instituciones. Todo ello forma lo que se
ha llamado cultura.
Ahora bien, esas formas de ser y estar en el mundo están en permanente trans-
formación porque igualmente cambian incesantemente las exigencias del medio,
los lugares donde habitamos, los oficios que desempeñamos, las personas con las
que nos relacionamos. Entonces, lo verdaderamente importante no es aferrarnos
por que sí al pasado, sino que siempre, sean cuales sean nuestras prácticas en el
cuidado de los menores, ellas estén cargadas de sentido y favorezcan el desarrollo
de los niños que tenemos a nuestro cuidado.
Invitaci—n a actuar
Hasta aquí hemos reflexionado sobre el tipo de actividades cotidianas que son
generadoras o no de experiencias significativas para el desarrollo de los niños.
Hemos presentado un concepto de desarrollo y lo hemos articulado con el contex-
to en el que el niño se cría. Finalmente, hemos llamado la atención sobre el papel
de los cuidadores en la educación de los niños.
Después de presentar estas premisas básicas, los invitamos a responder la
siguiente pregunta: ¿cómo están siendo educados los niños y las niñas de esta o
aquella comunidad?, ¿en qué medida están teniendo experiencias que jalonan su
crecimiento?
Para ello será necesario dirigir la mirada hacia los múltiples escenarios educati-
vos en los que están creciendo esos niños y analizar tanto las actividades que rea-
lizan, como las interacciones que se dan entre ellos y sus cuidadores. Un ejercicio
riguroso y sistemático les permitirá hacer una lectura más precisa de lo que está
pasando y considerar la pertinencia o no de iniciar un proceso de recuperación y
apropiación de prácticas culturales tal como lo proponemos en esta cartilla.
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• ¿Quiénes son esos adultos?, ¿los padres, las maestras, los hermanos mayores, las
empleadas domésticas, los abuelos, el vigilante, otro ?
• ¿Cuánto tiempo permanecen los niños con adultos?
• ¿Con qué elementos interactúan los niños? (columpios, llantas, canastos, arena,
tierra, agua, piedras, juguetes, libros, materiales didácticos, mesas, sillas, televi-
sión, animales)
Les recomendamos consignar por escrito sus respuestas. El registro les permiti-
rá hacer la caracterización posterior de los escenarios educativos. La información
obtenida debe ser organizada en función de:
• escenarios en los cuales permanecen los niños una buena parte de su tiempo, los
cuales tendrán que privilegiarse en el desarrollo de proyecto;
• los adultos que comúnmente los cuidan, a quienes conviene vincular en el pro-
yecto de una u otra forma;
• los recursos con que cuentan, que ciertamente tendrán que ser aprovechados.
los que existen en la localidad. Una vez elegidos, visítenlos para que establezcan
qué hacen los niños durante el tiempo que permanecen ahí.
En estas visitas conviene que se formulen las siguientes preguntas y que las con-
signen por escrito estableciendo cuál fue el escenario en el cual se hizo la observa-
ción:
• ¿Qué actividades realizan allí los pequeños? Cuanto más precisa sea la definición
de ellas, mejor será el diagnóstico.
• ¿Cuáles de esas actividades las realizan solos y cuáles con la ayuda del adulto cui-
dador?
• ¿Hay alguien más que los acompaña? (una hermana mayor, la hija de la madre
comunitaria, un padre de familia) ¿Qué papel cumplen?
• ¿Se muestran motivados hacia las actividades que el adulto cuidador les propo-
ne? ¿Con cuáles sí y con cuáles no?
• ¿Cómo es la relación que establecen con esos adultos? ¿De miedo, de respeto,
de camaradería, de compañero de juego?
• ¿Qué tanto participan los niños en la definición de las actividades a realizar?
• ¿ Favorece el adulto cuidador la interacción entre niños de diferentes edades?
• ¿Responde el adulto cuidador a las preguntas que formulan los niños?
• ¿Cuáles son los elementos con los que más interactúan los pequeños? (animales,
vegetación, libros, materiales didácticos, otros)
• ¿Cuáles de las actividades que realizan los niños (propuestas por ellos mismos o
por el adulto cuidador) podría decirse que pertenecen a la cultura de sus padres?
En el recuadro titulado “Una buena observación” ofrecemos algunas pistas
para tener en cuenta en el momento de realizar las visitas.
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Observar con unos fines específicos es un método básico que nos permite adquirir
una información deseada. Por tal razón, la observación puede convertirse en un ins-
trumento básico para establecer cómo están siendo educados los niños en su comu-
nidad. Es muy importante que la observación que realicen no tenga juicios valorativos,
los cuales con facilidad pueden llevarlos a un callejón sin salida: fulano hace bien las
cosas, fulana lo hace mal. Por el contrario, una buena observación es aquella que les
permite hacer una descripción de los comportamientos, actividades, hechos o situacio-
nes que observan, sin entrar a valorarlos.
Finalmente, es crucial que el registro contenga datos tales como: escenario observa-
do, fecha y nombre de los observadores.
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Para poder sacar conclusiones respecto a la forma como están educando a los
niños y las niñas en la comunidad en donde ustedes desean realizar la intervención,
es necesario volver sobre la información obtenida y analizarla a la luz de los ele-
mentos conceptuales que se expusieron al inicio de este capítulo. Las siguientes
preguntas pueden resultar de utilidad para la caracterización que se desea hacer:
• ¿Cuáles son los escenarios en los que los niños realizan actividades que propician
su desarrollo?
• ¿Cuáles son aquellos que no promueven su desarrollo?
• ¿Qué caracteriza unos y otros escenarios?
• ¿Qué actuaciones del adulto cuidador aportan al desarrollo de los niños?
• ¿Qué actuaciones no aportan al desarrollo de los niños?
• ¿Existen adultos cuidadores que ponen en práctica sus saberes culturales?
• ¿Qué diferencias existen entre las prácticas que se proponen en las instituciones
(hogares comunitarios y jardines infantiles) y aquellas que se realizan en otros
lugares?
Cuando hayan finalizado las visitas en los diferentes escenarios educativos y
dado respuesta a las anteriores preguntas, se hace eminentemente necesario orga-
nizar nuevamente la información que tienen en sus manos agrupando las propues-
tas educativas que comparten aspectos comunes. A continuación presentamos
una forma tentativa de tipificación, recuerden que ustedes pueden adoptar otros
criterios:
• Propuestas de escolarización temprana: recuerden que ellas son aquellas en
donde todas las actividades que se realizan con los niños tienen como objetivo
prepararlos para su ingreso a la escuela. En este sentido las actividades que pre-
dominan son tareas de tipo escolar como planas de letras y números, aprendiza-
je de los colores, entre otras.
• Propuestas asistencialistas: en ellas se considera que el papel educativo del cui-
dador está centrado en la atención a las necesidades básicas de los niños; desde
esta propuesta las actividades que se realizan están relacionadas únicamente con
la alimentación, el aseo y la prevención frente a peligros físicos.
• Propuestas educativas ausentes: en esta categoría entran aquellas en donde los
adultos cuidadores no tienen un trabajo consistente y continuo con los niños. La
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ausencia del cuidador puede estar relacionada con un estado de salud deteriora-
do, en donde la enfermedad se constituye en el mayor obstáculo para el trabajo
cotidiano con el niño, en muchas ocasiones no está y cuando está su labor se
limita a brindar alimento y abrigo.
• Propuesta formadora: cuidadores que han construido un proyecto educativo a
largo plazo, donde han involucrado a sus familias y, dado que tienen una pers-
pectiva del trabajo educativo, están interesados en refinar progresivamente su
trabajo. De esta manera el trabajo se convierte en un espacio para el disfrute, la
proyección comunitaria, y no es vivido como una carga. Los niños realizan activi-
dades variadas que van desde las prácticas escolares hasta las prácticas ancestra-
les y cotidianas.
Quizá ustedes pueden encontrar propuestas educativas en una comunidad que
se ajustan a las descripciones de estas tipologías, pero es posible también que se
encuentren personas con características bien diferentes que exigen la construcción
de una nueva categoría. La clasificación por tipos de propuestas educativas les
aportará información muy valiosa y será de gran utilidad para concluir cómo están
siendo educados los niños y niñas de determinada comunidad.
Es probable que este análisis les reporte que esos niños y niñas no están tenien-
do acceso a actividades culturales ancestrales o cotidianas. Sí este es el caso, de
aquí en adelante queremos mostrarles de qué manera pueden recuperar prácticas
que resulten significativas para el desarrollo de los niños y que son parte de los
saberes que los miembros de la comunidad poseen.
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