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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA ECONOMÍA Y FINANZAS


ESCUELA NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN Y HACIENDA PÚBLICA
4º SEMESTRE SECCIÓN “B”

RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL

Profesor: William Moya Zambrano


Integrantes:
Defensa: Abril Torres, C.I: 28.309.780, Tlf. 04264145125
Milagro Díaz, C.I: 27.840.837, Tlf. 04148890992
Paola Quijada, C.I: 29.936.647, Tlf. 04261186442

Caracas, Abril de 2020


Reconocimiento de Estado
Es un acto discrecional, declarativo y unilateral, por el cual uno o más Estados
declaran, o admiten tácitamente, que reconocen a una formación política o de un
gobierno nuevo como Estado, creado por medio de hechos, su objetivo es entrar en el
orden jurídico internacional. Por este acto, otros declaran que tratarán a dicha
agrupación como un Estado, de esta manera le otorgan la categoría de sujeto del
Derecho Internacional Público, poseyendo plena capacidad jurídica a partir de esto.
En el desarrollo actual del Derecho Internacional, los Estados son entes
soberanos y autónomos; ningún Estado es, al menos en teoría, superior a otro. De ahí
que, en organismos multilaterales, todos los Estados, sin importar su tamaño, población
o PIB, tienen cada uno un voto.
El efecto que tiene cuando la formación política obtiene el reconocimiento de
Estado es que este tiene carácter como sujeto de la comunidad jurídica internacional,
por lo tanto, ya está en condiciones de celebrar tratados internacionales y de ejercer
activa y pasivamente el derecho de Legación.
El reconocimiento de Estado puede realizarse de forma expresa (manifestación
de voluntad claramente emitida para externar el criterio del estado en el sentido de que
otorga el reconocimiento) o tácita (se deduce a la conducta del Estado, aunque no
declara literalmente que otorga el reconocimiento, la conducta que despliega permite
deducir que existe ese reconocimiento), todo lo anterior deducido a través de hechos
concluyentes, como por ejemplo el intercambio de agentes diplomáticos, la celebración
de un tratado con un nuevo Estado, entre otros. Que a su vez puede ser de modo
individual (solo lo realiza un Estado) o colectivo (que lo realizan conjuntamente varios
países), generalmente lo hacen mediante un acto unilateral (nota diplomática, una
declaración, entre otros), aunque también puede realizarse con tratados bilaterales con
el Estado al que se pretende reconocer. El procedimiento individual es el más
comúnmente usado. El colectivo se ha empleado, en especial, para reconocer nuevos
Estados en conferencias y tratados de Paz.
La oportunidad del reconocimiento es uno de los aspectos fundamentales a
tener en cuenta. Los Estados ya sea que se interprete como facultad que tienen de
reconocer o no situaciones de hecho, según algunos autores, o de obligatoriamente
reconocer determinadas situaciones, según otros, ejercen, como hemos dicho, un
grado de discrecionalidad que ha transformado muchas veces al reconocimiento en un
arma política. El reconocimiento puede, en muchos casos, afianzar y fortalecer a quien
se reconoce, o debilitar hasta extinguir la situación creada, cuando se lo niega. El
problema de la oportunidad, según Oppenheim, consiste en saber en qué momento
exacto debe reconocerse.
La oportunidad es, en definitiva, una cuestión de hecho en el actual desarrollo
del D.I. que cada Estado la realiza a su propia discrecionalidad, no obstante que, al irse
acentuando la naturaleza jurídica del mismo, su obligatoriedad se hace cada vez más
perentoria. Puede decirse que hay un "tempo" para efectuarla, fuera del cual se
transforma en intervención indebida.
Los Estados, todavía hoy, permanecen siendo los “guardianes de los portales de
la personalidad jurídica internacional”. El sistema jurídico internacional, que atribuye o
refuta la personalidad a sus participantes, a pesar de que indudablemente esté más
abierto que nunca, continúa siendo un sistema de exclusión en vez de ser un sistema
abierto a la amplia participación.
El problema del reconocimiento de Estados siempre fue permeado por la
controversia entre las doctrinas rivales de los caracteres constitutivo y declarativo del
reconocimiento. La contraposición de esas dos doctrinas domina la discusión sobre el
tema.
Con base en la teoría constitutiva, el acto de reconocimiento es visto como
precondición necesaria para que subsistan las capacidades de un Estado. Su efecto
práctico consiste en no atribuir personalidad jurídica internacional al “Estado” no
reconocido por la comunidad internacional. De esa forma, se afirma que el
reconocimiento “constituye” al Estado. El principal punto de fuerza de la teoría es la
indicación de que los Estados no son obligados a entrar en relaciones bilaterales con
ninguna otra entidad.
En la teoría declarativa, la personalidad jurídica internacional de un Estado no
depende de su reconocimiento como tal por parte de los demás Estados; ella es
conferida por normas de derecho internacional y, así, a pesar de que un Estado o
gobierno no sea reconocido por lo demás, es sujeto de derechos y deberes
internacionales.
La doctrina clásica del Derecho Internacional hasta fines del siglo XIX, dice
Rousseau, consideraba que el reconocimiento era obra de la omnipotente voluntad
soberana de los Estados. Le atribuía un carácter esencialmente político y, por lo tanto,
individual, unilateral y discrecional. Los autores contemporáneos. cada vez más, se
inclinan por aceptar al reconocimiento como un acto jurídico, porque el Estado,
argumentan, debe limitarse a constatar la existencia de los hechos que generan la
situación a reconocer. Una vez comprobados los mismos, no le quedará otra
posibilidad que reconocer el hecho. El reconocimiento pasa a ser un acto obligatorio.
La diferencia entre ambos criterios a fundamental, como que están separados por las
distintas naturalezas del derecho y la política.
Para Kelsen hay dos actos totalmente diferentes, ambos llamados
reconocimiento. El reconocimiento jurídico es la comprobación del hecho de la
existencia, por ejemplo, de un Estado; y el reconocimiento político es cuando se
establecen relaciones de tipo diplomático, comerciales, políticas, etc., con el nuevo
Estado.
Reconocimiento de Gobierno
El gobierno es el conjunto de órganos e instituciones que controlan y administran
el poder del Estado. Es decir, el gobierno es la autoridad que dirige, controla y
administra el aparato estatal. El gobierno tiene como misión principal llevar a cabo la
voluntad del Estado.
El reconocimiento de un gobierno es un acto unilateral y discrecional de voluntad
de un gobierno mediante el cual se reconoce que un determinado conjunto organizado
de personas, es el gobierno de un Estado, ejerza o no ese conjunto el poder efectivo en
el territorio del Estado, y tiene la condición de representante legítimo (jurídico), del
Estado, respecto al Estado que reconoce. Este se puede llevar a cabo de forma:
expresa, declaración escrita o verbal a través de un acto unilateral o a veces de
declaración conjunta o incluso de un tratado ad hoc; tacita (relaciones diplomáticas,
recibimiento de jefe de gobierno, conclusión de tratados); con efectos de iure (admite
que cumple con todos los requerimientos) o de facto (con reservas).
Aunque normalmente se presume que el reconocimiento de un Estado lleva
implícito el reconocimiento de su gobierno, no obstante, el reconocimiento del último
puede llegar hacer necesario, cuando este haya cambiado de forma contraria al
ordenamiento constitucional vigente, es decir que no haya accedido al poder de
acuerdo al procedimiento jurídico pautado en el derecho interno; situación que obliga a
determinar si sus representantes son competentes para representar al Estado en sus
relaciones internacionales. Para enfrentar dicha problemática los gobiernos han
empleado la aplicación de distintas doctrinas de reconocimiento entre las que destacan:
 Doctrina Estrada: Ministro de Relaciones Exteriores de México, tiene una
doctrina denominada el no reconocimiento público, sino el reconocimiento tácito.
Si se quiere reconocer a un gobierno de facto, bastara con dejar sin ninguna
alteración los funcionarios diplomáticos de ese estado o si por el contrario no
desea reconocerlo, retirara sus funcionarios diplomáticos sin pronunciarse en
uno y otro caso sobre el asunto, porque en otra forma lo considera como un acto
interventor.
 Doctrina Betancourt: El no reconocimiento de forma contundente, a un gobierno
que surge de facto, ya que, a su criterio, un estado que ha nacido por la vía del
voto, no puede permitir que por vía de la fuerza se le mate el derecho a ese
voto.
 Doctrina Caldera: Basa su doctrina en autodeterminación de los pueblos; todo
pueblo tiene el gobierno que se merece y que sería intervenir en la política de
cada estado, pretender que los gobiernos fueran como uno quiere.
 Doctrina Tobar: del año 1907, (en honor al canciller ecuatoriano que la formuló)
que dice: “Las Repúblicas Americanas, por su buen nombre y crédito, aparte de
otras consideraciones humanitarias y altruistas, deben intervenir de modo
indirecto en las decisiones internas de las Repúblicas del Continente. Esta
intervención podría consistir, a lo menos, en el no reconocimiento de gobiernos
de hecho surgidos de revoluciones en contra de la constitución”.
 Doctrina Wilson: del año 1917, formulada por Woodrow Wilson. En su discurso
inaugural, en 1913, estableció que todo gobierno latinoamericano de origen
revolucionario o contrario a la constitución, no podría gozar del favor del
gobierno de Washington y no sería reconocido por él.

Reconocimientos menores
Reconocimiento de beligerantes
La beligerancia es, en principio, la condición que detentan los Estados cuando
se encuentran enfrascados en una guerra. Sin embargo, en algunos casos, el conflicto
involucra no sólo a un Estado, sino también a un ente no estatal. El reconocimiento de
beligerancia tiene por propósito brindarle al grupo no estatal ciertos privilegios de
guerra reservados para los Estados, en atención a las circunstancias especiales que
denota.
Se define al reconocimiento de beligerancia como la declaración, expresa o
implícita, de que las hostilidades libradas entre dos comunidades, de las cuales una no
es, o posiblemente ambas no son Estados soberanos, son de tal carácter y ámbito
como para merecer que las partes sean tratadas como beligerantes en una guerra, en
el sentido ordinario que se le atañe a este término en el Derecho Internacional. En otras
palabras, siguiendo a Charles Rousseau, “su objeto es reconocer a las fuerzas
insurrectas –por lo menos en cuanto a los fines de la lucha en que están empeñadas y
únicamente mientras dure la misma- los derechos necesarios para mantener esa lucha,
con todas sus consecuencias. La facción, así reconocida será considerada como un
Estado, pero solamente por lo que respecta a las operaciones de guerra” (Charles
Rousseau, Derecho Internacional Público, Editorial Ariel, Barcelona, 1957, p. 300).
Además, existe uniformidad en cuanto a la naturaleza de las condiciones que
imponen el deber de reconocer la beligerancia -o que, según otros, justifica el
reconocimiento de beligerancia. Estas condiciones son las siguientes: primero, debe
existir dentro del Estado un conflicto armado de carácter general (es decir, que no sea
uno puramente local); segundo, los insurgentes deben ocupar y administrar una porción
sustancial de territorio nacional; tercero, deben llevar a cabo las hostilidades de
acuerdo con las reglas de la guerra y mediante fuerzas armadas organizadas que
actúan bajo una autoridad responsable; cuarto, deben existir circunstancias que hagan
necesario para los terceros Estados definir su actitud por medio del reconocimiento de
beligerancia.
Si el grupo no estatal cumple con estos requisitos y es reconocido como
beligerante, se le aplicarán determinados privilegios, derechos y obligaciones que
usualmente están reservados a los Estados.
Reconocimiento de insurgentes
Además del reconocimiento de los beligerantes, la doctrina y en la práctica
internacional se admite el reconocimiento de los insurrectos. Estos son grupos armados
que no alcanzan a reunir los requisitos sobre un estado de beligerancia; dicho
fenómeno social acontece cuando un grupo se levanta en armas contra el gobierno de
su propio Estado. Aun cuando al respecto de tratadistas internacionales como Monroy
(2002) que dicen que un grupo insurgente carece de personalidad internacional, en el
derecho internacional los insurgentes pueden ser reconocidos como sujetos de derecho
internacional.
El reconocimiento de insurgencia está en otra categoría distinta a la de los
beligerantes, pues al referirnos a ellos tenemos que destacar que los insurrectos
carecen del control o la posesión de una parte del territorio y no son considerados
como gobierno, como sucede con los beligerantes, sino que únicamente evita que los
rebeldes sean tratados como delincuentes.
Entre sus efectos autores como Endara (2002) señalan: por razones de
humanidad, los rebeldes reconocidos como insurrectos no deben ser tratados por el
gobierno legal como piratas o traidores, sino como combatientes y prisioneros de
guerra según los casos, y no se debe permitir que sean tratados en otras condiciones
como delincuentes políticos en caso de asilo; los actos de los insurrectos no pueden
originar la responsabilidad internacional del gobierno legal y son fuente de obligaciones
de los rebeldes para con los terceros Estados.
Reconocimiento de una nación
Las expresiones "nación" y "Estado" son conceptualmente muy distintas, aunque
se las emplea en forma indiferenciada con mucha frecuencia. La nación aquella
colectividad que ha alcanzado la integración cultural entre sus miembros, en el
transcurso de un proceso histórico común, y gracias a la cual goza de una capacidad
de actuación y relación con otras colectividades internacionales, así como de una
autonomía funcional, interna garantizada por la identificación entre los individuos y la
nación; el Estado es una unidad política definida en función de población, territorio y un
gobierno autónomo.
Si una porción significativa de los miembros de un pueblo trata de obtener el
control de alguna parte sustancial de la maquinaria de coacción y gobierno -tales como
los consejos municipales, juntas escolares o legislaturas provinciales- los
denominamos una nacionalidad. Si logran apoderarse de recursos significativos de
coacción sobre una amplia superficie -es decir, si habitualmente obtienen el control de
un Estado- lo llamamos una nación, y por lo común se llaman de esta manera a sí
mismos.
Admisión de un Estado por una Organización Internacional
Los organismos internacionales son creados bajo la presión de ciertas
necesidades y para la consecución de ciertos fines que pueden ser generales o
específicos. Los Estados miembros participan en los organismos internacionales de
manera voluntaria o libre de acuerdo a las reglas de admisión establecidas.
El art. 4 de la Carta, en su número 1º, nos dice que “Podrán ser miembros de las
Naciones Unidas todos los demás Estados (se refiere a los que no son miembros
originarios) amantes de la paz, que acepten las obligaciones consignadas en esta
Carta y que, a juicio de la Organización, estén capacitados para cumplir dichas
obligaciones y que se hallen dispuestos a hacerlo.” De este artículo se desprende que
para entrar en la Organización como miembro “admitido” se requieren cinco
condiciones:
1. La de ser un Estado.
2. Que el Estado sea amante de la paz.
3. Aceptar las obligaciones consignadas en la Carta.
4. Que los Estados estén capacitados para cumplir dichas obligaciones.
5. Que el Estado, estando capacitado para cumplir las obligaciones, se halle
dispuesto a hacerlo.
Además de cumplir los futuros miembros las cinco condiciones examinadas, se
requiere que se sometan a un procedimiento de admisión de orden procesal, que está
recogido en el art. 4º, número 2º, de la Carta y dice que “La admisión de tales Estados
como miembros de las Naciones Unidas se efectuará por decisión de la Asamblea
General de las Naciones Unidas a recomendación del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas”.
Como puede verse, para la admisión intervienen dos órganos de las Naciones
Unidas que deliberan por separado, mediante un acto complejo. Para que la admisión
se realice se requieren dos declaraciones de voluntad.

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