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Comunicado

Pandemia y población privada de libertad1


1. Conforme a sus obligaciones nacionales e internacionales, el Estado tienen el rol especial
de garante respecto de todas las personas privadas de libertad, las mismas que conservan
la dignidad y todos los derechos que no les están privados por su condición. La pena
impuesta y la prisión preventiva decretada únicamente importan la privación de la libertad.
Nunca, en ninguna circunstancia o excepción, la suspensión de otros derechos
fundamentales, tales como el derecho a la vida, a la salud y la integridad personal.
2. Los centros de privación de la libertad en el Perú se encuentran en una situación
de sobrepoblación y hacinamiento alarmantes. Los centros para mayores de edad
tienen un nivel de hacinamiento promedio del 140%, llegando, incluso, a 538% en el
establecimiento penitenciario de Chanchamayo (INPE). En el caso de los centros para
adolescentes infractores de la ley penal, el nivel promedio de hacinamiento asciende a 26%,
llegando, incluso, a 84% en el Centro Juvenil Alfonso Ugarte – Arequipa. La población
privada de su libertad es, pues, uno de los sectores de la sociedad que enfrenta más riesgos
de contagio del COVID-19.
3. A esta situación grave, se suma la precariedad de los servicios de salud a los que
acceden las personas privadas de libertad, pues solo existen 64 médicos para una
población penitenciaria total de 82 492, sin considerar que 41 médicos se encuentran solo
a disposición de los internos en Lima (Defensoría del Pueblo). La situación en los centros
para adolescentes infractores es más grave, pues solo 2 de los 10 existentes cuenta con un
médico permanente (Defensoría del Pueblo). La población privada de su libertad es, pues,
uno de los sectores de la sociedad que no solo enfrenta más riesgos de contagio del
COVID-19, sino de muerte a consecuencia de ello.
4. Dada esta situación de riesgo, desprotección y vulneración de derechos en los centros
penitenciarios, las exigencias de distanciamiento físico obligatorio implementadas como
parte del enfrentamiento al COVID-19, la necesidad de extremar los recaudos para
combatir su circulación y contagio, y las recomendaciones emitidas por la Alta
Comisionado de la ONU, la Comisión Interamericana, la Corte Interamericana de
Derechos humanos y los pronunciamientos del Poder Judicial del Perú, invocamos a los
tres poderes del Estado a tomar medidas a fin de reducir radicalmente los niveles
de hacinamiento, incluso, por debajo de su capacidad máxima: indultos,
conmutaciones, penas alternativas a la privación de libertad, variación y cese de
prisiones preventivas, no prolongación de prisiones preventivas, arrestos
domiciliarios, vigilancia electrónica personal, según corresponda. En su actuación el
Estado debe guiarse por el principio pro persona -aplicable también al derecho penal y al
derecho procesal penal-, la perspectiva de género, el interés superior del niño y el conjunto
de obligaciones que dimanan del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Sus
decisiones deben ser adoptadas de inmediato, sin formalismos ni exigencias extremos que
las tornen inútiles o tardías, sin interpretaciones restrictivas en la aplicación de lo acordado,
y sin procedimientos o comisiones engorrosas y burocráticas que conspiren contra la
urgencia y causen un perjuicio irreparable.
5. Armonizando el interés social en la persecución y represión de los delitos y la vigencia de
los derechos humanos involucrados, estas medidas deben estar orientadas a beneficiar a
la población en riesgo por sus condiciones de salud preexistentes, a los adultos
mayores, a las mujeres gestantes, a las madres con niños y niñas que se encuentran en

1 A la fecha, nuestra institución cuenta con un único patrocinado en situación de privación de su libertad.
los centros penitenciarios, a los padres y madres de hijos menores de edad en situación
de vulnerabilidad (principio del interés superior del niño), a las personas con
discapacidad, a las personas LGBTI, a aquellas personas que han cumplido las dos
terceras partes de la pena impuesta y todas aquellas cuya situación de hecho haya
cambiado de tal manera que no se justifique la permanencia de la prisión
preventiva. Asimismo, se debe garantizar que estas personas cuenten con un lugar
de cobijo ante su eventual liberación.
6. Estas medidas deben responder a límites que estén orientados a garantizar la
seguridad pública y el deber de no impunidad ante delitos graves. En ese sentido,
las medidas adoptadas deben recaer principalmente sobre condenados o procesados por
delitos leves y/o no violentos, cuya comisión no haya implicado atentar contra la vida o la
integridad física de otra persona. Además, debe considerar un especial estándar en el caso
de personas condenadas por graves violaciones de derechos humanos que implique una
evaluación rigurosa del principio de proporcionalidad y los estándares interamericanos.
7. Las personas beneficiadas que irrespeten las condiciones señalas al ser liberadas,
que incumplan de forma injustificada las reglas de distanciamiento físico implementadas y
en general alguna de las normas dispuestas para hacer frente a la pandemia, y/o perpetren
un delito doloso mientras dure la emergencia sanitaria derivada del COVID-19 deberán
cumplir de manera efectiva el saldo de la pena original que se le hubiese exonerado o el
tiempo de prisión preventiva eximido (en este último supuesto, obviamente sin perjuicio
de la pena que corresponda por el nuevo delito).
8. Considerando la situación de los que permanecerán en los centros de privación de la
libertad, invocamos al Poder Ejecutivo a optimizar las garantías de protección y goce
del derecho a la salud y la alimentación en los penales; así como las condiciones
laborales y de seguridad física y sanitaria de los trabajadores/as (agentes de
seguridad, administrativos y personal de salud) de dichos centros.
9. Finalmente, exhortamos al Poder Judicial y al Ministerio Público a que, con
resguardo de las condiciones de trabajo y de seguridad sanitaria de los
magistrados/as, funcionarios y personal auxiliar, garanticen el funcionamiento del
servicio de impartición de justicia durante el período de emergencia, principalmente
mediante la utilización de las herramientas tecnológicas.

Lima, 20 de abril de 2020

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