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Fecha: 31 de Marzo de 2019

Título del Sermón: Guarda tu corazón

Versículo Bíblico: Proverbios 4:23

Pr 4:23 23Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él

mana la vida.

Hay muchas cosas que tenemos que cumplir y guardar en esta vida. Para

no enfermarnos debemos guardar y cuidar nuestra salud, hay personas

que para no estar afligidos deben proteger sus propiedades. Además, en

el difícil mundo de hoy, también debemos trabajar mucho y duro para

guardar y proteger a nuestros hijos.

Hay muchas cosas que mantener, guardar y cuidar, y en la Santa Biblia

también nos dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón”. Hay

muchas cosas que debemos guardar, pero ante todo tenemos que

guardar nuestros corazones. Porque, la vida de uno depende en la forma

y disposición que esté ese corazón. Todas las cosas que existen a

nuestro alrededor son porque alguna vez fueron pensados. Las cosas

que están guardadas en los pensamientos, se hacen realidad tarde o

temprano.

El pensamiento es invisible, pero produce un cambio en nuestras vidas.

Cuando el corazón está cargado de enfermedad, derrota y pobreza, todo

esto aparece en el entorno. Cuando nuestros corazones se llenan de


salud, victoria y riqueza, también estos aparecerán en nuestro entorno.

Por lo tanto, el origen de todo cambio en nuestro entorno se encuentra

en nuestros pensamientos y corazones.

Una persona que guarda su corazón también puede controlar el medio

ambiente. El país lo cuidan los militares, y la policía protege la seguridad

pública. Sin embargo, mi corazón lo debo guardar y proteger yo mismo.

Esta mañana veremos “¿Qué podemos hacer para guardar nuestros

corazones?

1. ¿ Quién controla nuestro corazó n?

Nosotros necesitamos saber quién ocupa nuestros corazones. La mente

humana no fue hecha para estar sola. La Biblia dice que el corazón del

hombre es como un templo. Dios hizo el corazón y el Espíritu Santo vive

en él. Sin embargo, cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios para

establecer su propio mundo sin él, cayeron en la tentación de Satanás, y

el diablo se apoderó de los corazones de ellos.

Desde entonces, los corazones han sido ocupados por los demonios y

han llevado a un mundo rebelde. En 2Corintios 4:4, dice:

2Co 4:4 4en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los

incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria

de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

Una persona que no cree en Jesús y no conoce a Dios, el diablo vierte


sus deleites en ellos, perturbando sus mentes. Y como Dios no está

presente en esos corazones, la gente es malvada. En Romanos 1:28,

dice:

Ro 1:28 28Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los

entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen.

Debido a que las personas no quieren que Dios habite en sus corazones,

este mundo está lleno de injusticia, maldad y codicia.

El mundo empeora día a día, y mantiene una ley para prevenir los

crímenes. Sin embargo, aunque cambien las leyes y los sistemas, el

mundo no cambiará a menos que la mente y corazones de los hombres

cambien. Primero debe cambiar nuestras mentes y corazones, luego

cambiará nuestra familia, nuestra sociedad y el mundo.

2. El Espíritu Santo en nosotros

Un corazón que ha sido ocupado por Satanás, ¿ Puede ser restaurado?

Sí, lo puede. En Colosenses 1:13~14, dice:

Col 1:13~14 13el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y

trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por

su sangre, el perdón de pecados.

Jesús al ser crucificado, limpió todos nuestros pecados y nos salvó del

poder de las tinieblas. Por lo tanto, si tan solo creemos en Jesús y le

recibimos como Salvador, los espíritus malignos son reprendidos y


expulsados, y el Espíritu Santo mora en ese corazón.

Cuando la iglesia estaba en Seodaemun, una mujer de 30 años asistió

en el culto, ella no era miembro de nuestra iglesia. Su esposo era un

especialista en cáncer a nivel mundial, pero como bebía mucho alcohol

cayó en derrame cerebral. Además, empezó a tener complejos y se

molestaba con ella cuando se reunía con otras personas amenazándola

con un cuchillo todos los días. Asíque ella, como no sabía qué hacer vino

a la iglesia. A partir de ese día, ella creyó en Jesús y fue a la iglesia. Su

marido también vino tras ella para protegerla. Asíque su esposo escuchó

mi sermón durante 1 año, y me criticaba diciendo: ¿ Cómo creen que una

virgen dio a luz y los muertos fueron resucitados? Pero cuando escuchó

el sermón de Navidad de ese año, su esposo no paraba de llorar.

Después de terminar el culto, vino a mi oficina, y me dijo: “Escuché

sermones durante un año y tuve esquizofrenia. Predicó sobre una virgen

que había concebido y dio a luz un niño, toda mi mente parecía estar

tonta, pero mi corazón quería creer. Escuché su sermón y tuve

esquizofrenia, ahora hágase Ud. cargo”.

Le respondí diciendo: “Te daré un medicamento para arreglarlo. El

medicamente es el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Ve y lee

esta Biblia”. Luego esa persona se hizo un hombre completamente nuevo,

nacido en el Espíritu.
Solo la obra del Espíritu Santo cambia el corazón. Dios nos envió al

Consolador para que more en nuestros corazones. En Gálatas 4:6, dice:

Gal 4:6 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el

Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!.

Asimismo, en 2Corintios 1:22, dice:


22
2Co 1:22 el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del

Espíritu en nuestros corazones.

Creer en Jesús significa que el Espíritu Santo mora en nosotros. Por lo

tanto, donde Dios habita, ese lugar es un templo.

Cuando la iglesia estaba en construcción, había orado por una mujer que

había sufrido por parálisis durante 7 años, ella fue sanada y vino junto a

mi diciéndome: “Pastor, me gustaría enviarle un regalo a Dios, pues estoy

muy agradecida por su gracia y sanidad. ¿ Me podría dar por favor su

dirección?”. Era la primera vez que había recibido este tipo de pregunta.

Los judíos creen que el cielo tiene 3 niveles. El primer nivel es la

atmósfera con nubes, el segundo es el universo con estrellas, y el tercer

nivel es el cielo espiritual. Pablo y Juan son las personas que han podido

subir al tercer cielo. La gente común no puede ir hasta ese lugar.

Entonces, ¿ Dónde está el tercer cielo ahora? En el corazón de todos

aquellos que conocen a Jesús y lo reciben como Salvador. Si Dios está

en nuestros corazones, nosotros somos su templo, el lugar donde Dios


vive. Por lo tanto, no necesitamos un espacio exterior para encontrarnos

con Dios, y tampoco esperar para encontrarnos con él.

Dios está en nuestros corazones, escuchando nuestras oraciones y

transformando nuestro ser. Dios obra a través de nuestros pensamientos

y corazones, tanto en la parte personal, como familiar y empresarial. Dios

no está en una construcción hecha por el hombre, sino está y vive en el

corazón de todos aquellos que lo reciben.

Una persona que no le tiene a Dios en su corazón, aunque asista a una

capilla esplendida y grandiosa, Dios no está ahí. Sin embargo, donde hay

personas reunidas que creen y le tienen a Dios en sus corazones, sin

importar cuán humilde y chica sea la capilla, Dios está ahí.

La presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones es algo

maravilloso y extraordinario.

Cuando voy al extranjero para predicar, a menudo me encuentro en

situaciones difíciles. En esos momentos, me doy cuenta que ni el

conocimiento humano, la sabiduría, el coraje o la fuerza física pueden

hacerlos frente. Cuando predico aquí, en nuestra iglesia, es como

predicar en una habitación. Esto se debe porque todos somos miembros

y, es fácil y divertido predicar aquí. Sin embargo, al predicar frente a otras

personas en otro idioma que no sea el coreano, la carga espiritual es muy

grande. En esos momentos, el Espíritu Santo está conmigo y es mi fuerza.


Yo sé que él me ayuda, y siempre cuando me levanto, cuando me subo

al púlpito, hablo con él diciéndole: “Espíritu Santo, bienvenido seas en

este lugar. Te alabo. Lléname con tu presencia y unción. Quémame con

tu poder”. Si nos aferramos y sujetamos a él, tendremos las fuerzas

suficientes de sobrellevar cualquier situación y carga.

Si no nos sujetamos en el Espíritu Santo y solo confiamos en nuestras

fuerzas humanas, seremos derrotados una y otra vez. Pero, cuando el

Espíritu Santo está con nosotros, él nos da su sabiduría sobrenatural

cuando la necesitamos, y si tenemos miedo, nos da fuerza y valor para

enfrentarlos. Por lo tanto, nunca debemos olvidarnos que el Espíritu

Santo está en y con nosotros. Llenemos nuestras mentes y corazones

con la presencia del Espíritu Santo.

3. ¿ Có mo debemos guardar nuestros corazones?

Si nuestros corazones son tan importantes, ¿ Cómo debemos guardarlos?

Nosotros debemos guardar nuestros corazones con la Palabra de Dios.

En Salmos 119:11, dice:

Sal 119:11 11 En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra

ti.

La Palabra de Dios debe llenar completamente el corazón, para poder

vencer al mundo, al diablo y al pecado. Si no la escudriñamos, el diablo

nos atacará directamente, poniendo malos pensamientos y sacudiendo


nuestros corazones. Por lo tanto, siempre tenemos que escuchar, leer y

meditar la Palabra. Es hermoso sentir la llenura de la Palabra en nuestras

vidas. Cuando vivimos en la Palabra de Dios, prospera nuestra alma,

tenemos salud y prosperamos en todas las cosas.

Cuando nos acercamos y aferramos a la Palabra, nuestros corazones se

llenan de la paz de Dios, y nuestras mentes se llenan de pensamientos

de perdón y justificación de pecados. Cuando nuestros pensamientos son

llenos de la llenura del espíritu Santo y su santidad, también se llenan de

sanidad, bendición, prosperidad, resurrección y vida eterna. Asimismo,

podemos proteger y hacer cumplir nuestros sueños.

Cuando Abraham tenía 85 años, su corazón estaba conmovido y

frustrado. Con 85 años y su esposa con 75, aun esperaban la promesa

de Dios de tener un hijo que nunca llegaba.

Pero un día, Dios llamó a Abraham, y le mostró las estrellas en el cielo,

diciendo: “Tu descendencia será como las estrellas”. Desde ese momento,

Abraham tuvo un gran sueño en su corazón. É l sabía que no era joven y

tampoco su esposa, pero su sueño cambió su duda y miedo, en fe.

Entonces, ¿ Cómo y dónde podemos obtener sueños? Cuando miramos

la cruz obtenemos sueños. Por medio de la cruz tenemos el sueño de que

somos justificados y perdonados de nuestros pecados. A través de la cruz,

obtenemos sueños de sanidad, de la llenura del Espíritu Santo, de


renovación y restauración. Por medio de la cruz podemos soñar las

bendiciones y prosperidad de Dios. Y aunque estemos en frente de la

muerte, podemos soñar con la vida eterna en Cristo Jesús.

Nosotros debemos confiar en nuestra fe. Aunque veamos, escuchemos,

y confiemos en nuestros sentidos, nuestros corazones oscilarán como las

olas del mar. Si nos fijamos en nuestro entorno y confiamos en lo que

vemos, no podremos tener constancia porque el entorno cambia

constantemente. Por lo tanto, el corazón debe ser gobernado por Dios.

Si vemos la historia de la mujer que sufrió por 12 años la enfermedad del

flujo de sangre, ella no conocía a Dios, y no podía controlar su corazón.

Su corazón estaba inquieto, irritado y desesperado. Ella solo pensaba

diciendo: “Yo no puedo vivir, prefiero morir”. Durante los últimos 12 años

vivía, estaba y se sentía sumamente sola. Su corazón estaba lleno de

desesperanza y la muerte se apoderó de él.

Pero un día, escuchó rumores sobre Jesús que resucitaba muertos,

sanaba leprosos, levantaba paralíticos, y su corazón y pensamientos

cambiaron. En vez de tener pensamientos negativos, ella decía “Vivo en

Jesús, puedo vivir”. Y empezó a tener sueños de vivir. Cuando tuvo

sueños de vivir, tuvo la fe que si tan solo tocara el borde de su manto, ella

sería completamente sana.

Si una persona no tiene fe, se desanima y desespera. Si uno tiene fe, la


desesperación no existe. Por lo tanto, debemos mantener y guardar

nuestra fe, y que reine en nuestros corazones.

Nosotros podemos guardar nuestros corazones por medio de la

proclamación y confesión. Proclamar es liberar la obra de Dios. Por eso,

cuando proclamamos suceden milagros. No importa en que situación

frustrante, desesperante o dolorosa nos encontremos, debemos

proclamar positivamente: “Soy perdonado, soy nueva criatura. El Espíritu

Santo está conmigo, nadie me podrá ser frente. Soy una persona sana y

bendecida. Solo en Jesús tengo el descanso eterno”. De esta forma,

grandes milagros ocurrirán cuando proclamemos.

Jesús dijo en el evangelio de San Marcos 11:23:


23
Mr 11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este

monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino

creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

Se hace tal cual como creemos y decimos. Siempre debemos confesar y

proclamar palabras positivas, optimistas y creativas para la obra de Dios.

No esperemos que el entorno cambie. Cuando nuestros corazones y

mentes cambian, el entorno cambia. Si uno es sanado internamente, verá

que su entorno es diferente. Ante todo, el corazón debe ser transformado

para ver transformaciones alrededor. Por eso es muy importante guardar

el corazón.
A partir de hoy, espero y deseo que todos nosotros guardemos nuestros

corazones en el Señor. Guardémoslo con la Palabra de Dios, con

nuestros sueños, con nuestra fe, y con la proclamación y confesión de

nuestros labios. De esa forma, todos prosperaremos en todas las cosas,

tendremos salud, y prosperará nuestra alma.

Oremos: Dios Padre, lleno de amor y Misericordia. Te

confesamos que nuestros corazones son sacudidos por las

tormentas de este mundo, y nos sentimos inseguros y con miedo.

Espíritu Santo, por favor, guíanos para restaurar la paz en

nuestros corazones. Ayudamos a guardar nuestros corazones

para vencer al mundo y a las tentaciones del enemigo. Guárdalos

para cargarlos con sueños santos, con fe, y para que

proclamemos a través de nuestros labios. Señor, somos débiles,

necesitamos de tu ayuda y guía. Todo esto te lo pedimos en el

nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amen.

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