La teoría de la relatividad

en la vida cotidiana
Jorge I. Zuluaga
1
Introducción
L
a ciencia de frontera se asocia común-
mente con fenómenos con los que
estamos muy poco familiarizados o
que son del dominio de experiencias extremas y
extrañas. La teoría cuántica y todos sus derivados,
y por supuesto la teoría de la relatividad, son dos
ejemplos en la física en la que esta situación es
patente. La teoría cuántica, nos dicen, describe
fenómenos a los que nuestros sentidos no tienen
acceso, objetos del micromundo que no podemos
percibir con facilidad. En el caso de la teoría de
la relatividad, nos cuentan, las cosas sólo se em-
piezan a notar si vamos a velocidades extremada-
mente altas o si estamos en presencia de campos
gravitacionales increíblemente intensos. Pero, ¿es
cierto, como parece deducirse de estas prácticas,
que las dos teorías que están en la base de la física
y la tecnología contemporánea tengan un rango
limitado de aplicabilidad? Ciertamente no. ¿Por
qué las limitamos entonces a rangos restringidos
de aplicabilidad cuando se habla de ellas con el
público y, peor aún, cuando se educa en estas
áreas? La respuesta es sencilla: las teorías que
las preceden siguen siendo “útiles”, “efectivas”
en aquellos dominios de la vida en los que nos
movemos la mayoría de nosotros.
Parece una torpeza que tratemos de explicar
algo que ocurre en un dominio cotidiano usando
una teoría sofisticada y poderosa en lugar de usar
la versión efectiva de esa misma teoría (“matar
un zancudo con un cañón”), y, sin embargo, no
lo es. No solamente los conceptos de la nueva
teoría son distintos a los de la teoría efectiva
que reemplaza y deberían, por la misma razón,
utilizarse para explicar todos los fenómenos sin
excepción, sino que además hay situaciones en
las que las teorías efectivas se quedan cortas u
ofrecen explicaciones cuyas justificaciones no
son satisfactorias ni fundamentales (algo que
es inevitable en cualquier teoría científica). A la
luz de las nuevas teorías, las mismas situaciones
pueden pensarse o explicarse de formas más
satisfactorias y completas. Adicionalmente, en
nuestro mundo altamente tecnificado es cada
vez más común que encontremos fenómenos,
incluso en dominios normalmente exclusivos de
las teorías efectivas (el mundo macroscópico en el
caso de la teoría cuántica o las bajas velocidades
y campos gravitacionales débiles para la teoría
de la relatividad), que sólo pueden explicarse a
la luz de las nuevas teorías.
Este ensayo es una invitación para mirar el
mundo “viejo” con ojos “nuevos”, una invitación
para no limitar el rango de aplicabilidad de las
nuevas teorías y para intentar usarlas en dominios
en los que normalmente no se usan. Qué mejor
manera de hacerlo que a través de un ejemplo, el
de la teoría de la relatividad. En la primera parte
de este ensayo (secciones 1 y 2) presentamos una
síntesis de la teoría de la relatividad propuesta
desde una perspectiva desde la que es posible,
como mostraremos, acercarnos más fácilmente a
la vida cotidiana. Las secciones 3 y 4 presentan
dos ejemplos concretos en los que la relatividad se
puede usar para iluminar fenómenos cotidianos:
la caída libre y algunos fenómenos electromag-
néticos. Finalmente, en la sección 5 presentamos
algunas conclusiones derivadas de este ejercicio.
1. Relativo o no relativo, ésa es la cuestión
Si pudiéramos resumir en pocas palabras la
teoría de la relatividad, podríamos decir que es
una búsqueda de lo que en el mundo es relativo
y aquello que no lo es. Saber que hay cosas rela-
tivas es casi obvio, pero encontrar las que no lo
son es justamente el trabajo poco comprendido
de la teoría de la relatividad.2 Por relativo nos
referimos a aquellas cosas cuyas cualidades cam-
bian de acuerdo al punto de vista con el que las
observamos. Por ejemplo, el lugar que ocupa una
cosa en el mundo depende de quién la describa.
Para los colombianos, México está al norte, pero
para los canadienses está al sur. Por otro lado, no
es relativo o absoluto aquello que no depende
del punto de vista (físicamente hablando): tanto
para los colombianos como para los canadienses
la población de México es la misma, no importa
si lo vemos al norte o al sur.
Una búsqueda como ésta no puede ser tan
reciente como para llamarla una teoría nueva. En
realidad, la búsqueda de lo relativo y lo no rela-
tivo en la física viene desde los trabajos pioneros
de Galileo en el siglo xvii y posteriormente estará
presente también en las ideas fundamentales
de Newton sobre el movimiento. La novedad
introducida por Einstein, Lorentz, Poincaré y
otros contemporáneos suyos que se consideran
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DE ANTIOQUIA
actualmente tan importantes en el nacimiento de
la teoría como el primero, consistió en descubrir
que algunas cosas que en el contexto de la relati-
vidad galileana y newtoniana eran relativas son
en realidad absolutas y a la inversa: cosas que se
consideraban antes absolutas por principio, re-
sultan ser relativas en la perspectiva de la nueva
teoría de la relatividad. En la nueva teoría, que
llamaremos en lo sucesivo teoría de la relatividad
moderna o simplemente teoría de la relatividad,
cumplen un papel fundamental el electromagne-
tismo y sus principales resultados, como fueron
compilados por James Clerk Maxwell y Hendrik
Lorentz en el siglo xix y que obviamente eran
desconocidos para Galileo y Newton.
Algunas cosas que son relativas por razones
fáciles de entender son la posición, el tiempo o
la hora en la que ocurre un fenómeno, el estado
de movimiento, la velocidad y aceleración de la
mayoría de los cuerpos, las direcciones, la energía
o los campos. Por razones menos obvias, la rela-
tividad moderna descubre que también son rela-
tivos el tamaño de las cosas, la distancia espacial
entre dos puntos, la duración de los fenómenos,
la densidad y la existencia de ciertos campos.
Absolutos son el número de cosas que hay en
un lugar o en una región del espacio (¡pero no su
densidad!), la masa o la carga de una partícula y
las leyes que rigen el mundo. No importa nuestro
punto de vista como observadores, nuestro lugar,
orientación o estado de movimiento, todos co-
incidimos en que estas cosas son las mismas. Lo
que no sabíamos antes de Einstein es que también
es absoluta la velocidad de la luz. Sin importar
cómo nos movamos en relación con una fuente
luminosa, si ella se acerca o se aleja de nosotros,
siempre veremos la luz que sale de la fuente mo-
verse invariablemente a 300.000 km/s.
Pero la teoría de la relatividad es ciertamen-
te mucho más que una enumeración de lo que
cambia y lo que no cambia con nuestro punto
de vista. Esta teoría es en realidad, entre otras
cosas, una colección de reglas que nos permiten
juzgar si una cualidad o cantidad es relativa o no
y, cuando lo es, predicen cómo cambiaría si nos
situáramos en otro sistema de referencia.
¿Cuál es el secreto o la clave de la teoría de la
relatividad moderna que le permite realizar el
juicio de lo que es relativo y lo que no lo es? La
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DE ANTIOQUIA
respuesta es sencilla pero completamente nove-
dosa: todo en el mundo tiene una existencia más
allá de lo que nuestros sentidos e instrumentos
perciben. El mundo y todo en él tiene cuatro
dimensiones inseparables, de las que nos hemos
especializado en percibir por separado tres de
ellas como espacio (altura, anchura y profundi-
dad) y la cuarta como tiempo. El descubrimiento
fundamental de Poincaré y Einstein es que ese
mundo de cuatro dimensiones es indivisible y tie-
ne propiedades nuevas. Lo relativo surge cuando
fragmentamos ese todo indivisible. Muchas de
las predicciones fascinantes de la relatividad a las
que estamos acostumbrados en la divulgación y
en los textos de ciencia ficción surgen justamente
de considerar por separado el espacio y el tiempo
para fenómenos que ocurren realmente en el
espacio-tiempo.
2. Viendo en profundidad
Cuando decimos que el mundo tiene cuatro
dimensiones nos referimos a que cualquier cosa
dentro de él puede moverse en cuatro direccio-
nes independientes: adelante/atrás, izquierda/
derecha, arriba/abajo (espacio) pero también
hacia el futuro (tiempo).3 Éste no es un descu-
brimiento fundamental, es simplemente una
manera no muy popular de describir el mundo.
Sin embargo, es el punto de partida para los
descubrimientos fundamentales de la teoría de
la relatividad, descubrimientos que están rela-
cionados con las propiedades geométricas de
ese escenario cuadridimensional.
La diferencia entre pensar el mundo en tres o
en cuatro dimensiones es similar a la que existe
entre la manera de ver una película de cine des-
de la perspectiva de un espectador en una sala
de cine o desde la perspectiva del director de
la película, respectivamente. Para quienes nos
sentamos cómodamente en una sala de cine,
la acción transcurre ante nuestros ojos sobre la
superficie de la pantalla. Las escenas se suceden
en el telón (espacio) a medida que nos comemos
las crispetas (tiempo). Para un director de cine la
película es más una sucesión de fotografías, cui-
dadosamente escogidas y alineadas una al lado
de la otra en una cinta. La acción no solamente
sucede sobre la superficie de cada fotograma
(espacio) sino también en la dirección en la que
van apareciendo los fotogramas en el carrete de
la película (tiempo). Éste es el secreto del cine.
Los espectadores somos afortunadamente enga-
ñados por el equipo proyector que lanza sobre
una pantalla una sucesión de instantáneas que
se unen a través del recuerdo para producir la
sensación de una acción continua.
El mundo cuadridimensional en el que vivi-
mos es como una película, pero en la mayoría
de las ocasiones actuamos solamente como es-
pectadores: percibimos las cosas en el espacio
tridimensional y las recordamos conforme se van
sucediendo en el tiempo. De acuerdo a la teoría
de la relatividad, como espectadores le damos
un valor exagerado a la porción instantánea que
estamos percibiendo (espacio) o a los recuerdos
de esas porciones (tiempo). Es necesario pensar
el mundo como directores de cine, capaces, si
no de percibir, al menos de imaginar y concebir
la totalidad de la acción en el espacio-tiempo.
Para ilustrar nuestro punto, usaremos la ver-
sión del director de un corto de la película El circo
de Charles Chaplin (1928). En el corto, Chaplin
asciende ágilmente por una de las vigas del circo
hasta la parte alta de la carpa. En la figura 1 se
muestra la escena dividida en fotogramas, una
representación que llamaremos en lo sucesivo
“diagrama espacio-temporal”. En el espacio-
tiempo de cuatro dimensiones, los fenómenos
y los objetos son cuadridimensionales también.
El Charles Chaplin de la figura no es solamente
una entidad tridimensional, sino que barre en
el espacio-tiempo un camino al que llamaremos
“línea de universo” (línea amarilla en la figura 1).
Chaplin y su línea de universo son uno solo con
un conjunto de propiedades que son susceptibles
de ser relativas o absolutas.
¿Cuáles son las propiedades de los objetos y
los fenómenos en cuatro dimensiones? Diferen-
ciaremos aquí algunas propiedades cuadridi-
mensionales de sus análogas en el espacio y el
tiempo, antecediendo a su nombre tradicional
el prefijo cuadri. Podemos hablar de la “cuadri-
longitud” de una línea en cuatro dimensiones,
o de la “cuadrivelocidad” a la que se mueve una
partícula en el espacio-tiempo. ¿Cómo se miden
estas “cuadripropiedades”? Sin saberlo, estamos
familiarizados con algunas de ellas (la masa, por
ejemplo, está relacionada con una cuadripropie-
dad de los cuerpos), pero de otras sólo percibimos
parcialmente sus proyecciones en el espacio y en
el tiempo. Esta es una situación que nos recuerda
la filosofía de Platón: nuestros sentidos e instru-
mentos nos muestran apenas la sombra de lo que
son realmente las cosas en el espacio-tiempo.
En la situación planteada con El circo de
Chaplin, la línea de universo que él recorre en
el espacio-tiempo (línea amarilla en la figura 1)
tiene una “cuadrilongitud”. Asimismo, Chaplin,
como objeto, tiene asociada una “cuadrivelo-
cidad”. Tanto la cuadrilongitud de la línea de
universo como la cuadrivelocidad de Chaplin no
pueden ser percibidas o medidas fácilmente cuan-
do describimos el mundo como espectadores en
una sala de cine. En esta situación sólo podemos
ver versiones parcializadas de esas propiedades,
componentes o proyecciones tanto en el espacio
como en el tiempo. En otra analogía, el mundo
se convierte en un espectáculo de marionetas de
sombras: los niños ven las figuras proyectadas
de las marionetas sobre la pantalla o en el techo
del teatro, pero no pueden percibir la forma y
el tamaño reales de la marioneta tridimensional
que está sosteniendo el titiritero.
La cuadrilongitud de la línea de universo de
Chaplin tiene un componente espacial: su proyec-
ción o sombra sobre el espacio, igual a la altura
de la carpa, así como un componente temporal
que es proporcional a la duración del corto de
la película. Las dos cosas, la altura de la carpa y
la duración del corto, nos parecen propiedades
separadas. Pero no es así, las dos son una proyec-
ción de una única entidad en el espacio-tiempo,
la línea de universo, con una propiedad funda-
mental, su cuadrilongitud.
El tiempo se dilata
¿Qué pasa si nos situamos en otro sistema de
referencia? O más bien, como se diría en términos
cinematográficos, ¿cómo se vería la acción si se
filmara con otra cámara? Una toma muy diferente
se conseguiría con una cámara montada sobre el
hombro de Chaplin (sistema de referencia comóvil
o propio). En la figura 2 se muestra el resultado
del cambio de cámara. En este caso la línea de uni-
verso en un diagrama espacio-temporal aparece
horizontal: el espectador vería a Chaplin quieto
en el espacio mientras pasa el tiempo.
revista UNIVERSIDAD 27
DE ANTIOQUIA

Figura 1. Escenas de la película El circo de Charles Chaplin
puestas en sucesión, como se verían en una cinta cinema-
tográfica. En esta representación, la acción de la película
sucede en la carpa de un circo que se extiende en dirección
vertical (espacio). Las escenas correspondientes a tiempos
diferentes se extienden en dirección horizontal (tiempo).
Llamaremos a esta representación pictórica de la acción un
diagrama espacio-tiempo.
Figura 2. La misma situación de la figura 1 pero percibi-
da por una cámara fija en Chaplin (sistema de referencia
comóvil o propio).
Figura 3. Continuación de la escena del circo, suponiendo
ahora que un hipotético maestro de ceremonias, gemelo
de Chaplin, hubiera permanecido en reposo en el escenario
mientras Chaplin sube y vuelve a descender de lo alto
de la carpa.
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¿Han cambiado las propiedades fundamen-
tales de la línea de universo de Chaplin al cam-
biar de cámara? Si la respuesta fuera afirmativa,
estaríamos de alguna manera admitiendo que
un cambio de cámara arbitrario sería capaz de
modificar lo que los objetos son en el espacio-
tiempo. Este dilema se conoce en la geometría
desde hace mucho tiempo: si se toma un objeto
geométrico en el espacio y se lo mira desde án-
gulos diferentes (rotaciones), ¿sus propiedades
intrínsecas (longitud y área, por ejemplo) cam-
bian? Allí la respuesta categórica es no. Si asumi-
mos que éste es el caso también en el universo,
es decir, que al cambiar de cámara no cambia,
por ejemplo, la cuadrilongitud de una línea de
universo, las consecuencias resultan ser fantás-
ticas. Estas consecuencias son justamente lo que
mejor recordamos de la teoría de la relatividad.
¿Cómo se calcula o mide la cuadrilongitud
de una línea de universo? El físico-matemático
francés Henri Poincaré fue el primero en mostrar
que para que la cuadrilongitud de las líneas de
universo en el espacio-tiempo fuera absoluta, es
decir, que no se modificara al cambiar de cámara
o de sistema de referencia, ella debería relacio-
narse con su proyección en el espacio (distancia) y
en el tiempo (duración) a través de esta fórmula:4
(cuadrilongitud)2 = (duración)2 – (distancia)2
Esta fórmula nos recuerda el teorema de
Pitágoras con una variante: el cuadrado de los
catetos (que son las sombras o proyecciones de
la hipotenusa), en lugar de sumarse, se restan.
¿Hay acaso aquí un error? No, lo que tenemos
en frente es uno de los descubrimientos centrales
de la teoría de la relatividad moderna.
Si volvemos sobre el ejemplo de Chaplin en
el circo y comparamos la cuadrilongitud medida
por la cámara situada en reposo en el circo y por
aquella en el hombro de Chaplin, obtenemos:
Cámara del circo:
(cuadrilongitud)2 =
(duración circo)2 – (distancia circo)2
Cámara de Chaplin:
(cuadrilongitud)2 = (duración Chaplin)2 – (0)2
(cuadrilongitud) = (duración Chaplin)
Entonces,
(duración Chaplin)2 =
(duración circo)2 – (distancia circo)2
De aquí se siguen dos resultados importantes.
El primero es que la cuadrilongitud de una línea
de universo puede ser medida con un instru-
mento mundano: un reloj que viaje siguiendo la
misma línea de universo (reloj comóvil o propio).5
El otro resultado es sorpresivo y fascinante: la
duración de la escena medida por la cámara de
Chaplin es menor que la misma duración medida
por la cámara del circo. En conclusión, aunque
la cuadrilongitud de la línea de universo de un
fenómeno es absoluta, su duración en el tiempo
es relativa. A este fenómeno se le denomina “di-
latación relativista del tiempo”.6
Una consecuencia interesante de este curioso
resultado se puede derivar si dejamos que en la
película Chaplin descienda desde lo alto de la
carpa del circo (figura 3). Si seguimos la línea de
universo de Chaplin y la de un hipotético maestro
de ceremonias, un hermano gemelo suyo que se
queda durante toda la escena en el mismo punto,
notaremos que las líneas de universo de ambos
son muy diferentes pero comparten los mismos
puntos terminales (líneas amarilla y roja en la
figura 3). Ahora bien, en el espacio-tiempo, ¿cuál
de esas líneas es la más larga (tiene mayor cuadri-
longitud)? Examinando el argumento anterior,
podemos concluir sin problemas que el gemelo
en reposo en el circo recorre el camino más largo
en el espacio-tiempo. Dado que la longitud del
camino es igual a la duración registrada por los
relojes que estaban en las muñecas de ambos
(relojes comóviles), podemos decir también que
para el maestro de ceremonias pasó más tiempo
en su muñeca que el que pasó en el reloj de la
muñeca de Chaplin: al terminar el experimento,
¡Chaplin habrá envejecido menos que su gemelo
maestro de ceremonias!
Este resultado, comúnmente citado en la lite-
ratura como la paradoja de los mellizos y que es
fuente de inspiración para historias de ciencia
ficción y planes de viajes interestelares, no es tan
interesante como este otro: en el espacio-tiempo
los observadores “libres”, aquellos sobre los que
no actúa ninguna fuerza neta (como el maestro
de ceremonias en reposo), recorren en el espacio-
tiempo la distancia más larga.7
En el espacio-tiempo, los caminos de menor
esfuerzo (líneas rectas generalizadas o geodési-
cas) son en realidad más largos que los caminos
forzados. Tomaremos nota de este resultado para
explicar el siguiente fenómeno relativístico.
3. Sufriendo la relatividad
Probablemente la aplicación más directa de la
teoría de la relatividad en fenómenos cotidianos
es aquella que permite explicar y describir la
caída de los cuerpos.
3.1. La “fuerza” gravitacional en crisis
¿Por qué caen los cuerpos hacia la Tierra?
Según la reconocida Teoría de la Gravitación
Universal, formulada por Isaac Newton en 1687,8
todos los cuerpos en el universo experimentan
una atracción mutua que actúa sin importar la
distancia y el tiempo que los separe. La teoría
dice que esta atracción es precisamente la res-
ponsable de que las cosas en la superficie de la
Tierra caigan hacia ella.
A pesar de cosechar éxitos por casi 250 años,
la teoría de la gravedad de Newton sufre de una
serie de defectos poco publicitados en círculos
educativos y divulgativos. En primer lugar, es
incapaz de explicar algunas anomalías bastante
notables en el movimiento de los planetas.9 Pero
los planetas están bastante lejos de la vida coti-
diana, de modo que nos olvidamos fácilmente
de este defecto. Más notable aún es que la teoría
recurre a una serie de hipótesis que no justifica
y que, si bien tiene el derecho a enunciar, le da
una cualidad poco económica que no es apreciada
en la ciencia.
La teoría propone, en primer lugar, la hipóte-
sis de que la atracción gravitacional puede actuar
a distancias increíbles de forma instantánea.
Según la teoría newtoniana, si retiráramos a la
Tierra de su lugar, la Luna, a 384.000 kilómetros
de distancia, se enteraría inmediatamente de
su ausencia y saldría disparada hacia el espacio
interplanetario.
Otra predicción curiosa de la teoría gravita-
cional de Newton tiene que ver directamente con
la caída libre. Según la teoría, la intensidad de
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DE ANTIOQUIA
la atracción crece con la “masa gravitacional” de
un cuerpo, una propiedad única de la materia
cuando está en presencia de la gravedad. Sin
embargo, esta idea implicaría que los cuerpos
más masivos gravitacionalmente deberían caer
de forma más expedita al suelo, algo que todos
intuimos sin dificultad. Desde tiempos de Galileo
se sabe que la aceleración con la que caen cuerpos
de distinto tamaño es exactamente la misma:10
si se sueltan un ladrillo y un lápiz desde cierta
altura caerán casi al mismo tiempo, no importa
que el primero sea atraído por la Tierra con una
intensidad 50 veces mayor. En un experimento
histórico, el astronauta Dave Scott dejó caer en la
Luna un martillo y una pluma para probar esta
reconocida propiedad de la gravedad justo allí
en el vacío, donde el aire no podía interferir con
el experimento.11 El resultado es concluyente: el
martillo y la pluma caen al mismo tiempo.
¿Qué dice Newton sobre esta situación con-
tradictoria? Su salida es ingeniosa pero tiene un
precio alto: una hipótesis nueva. Newton afirma
que así como la intensidad de la gravedad crece en
proporción directa a la masa gravitacional del cuer-
po, la resistencia a moverse crece con su “inercia”
cuantificada por la denominada “masa inercial”;
si ambas cantidades, masa gravitacional e inercial
son exactamente iguales, el misterio queda resuelto.
En conclusión, la teoría de la gravitación de
Newton explica la caída de los cuerpos pero
obligándonos a aceptar, primero, que existe una
misteriosa acción a distancia que llamamos fuerza
gravitacional y, segundo, que dos propiedades
aparentemente independientes de los cuerpos
son numéricamente idénticas sin importar la
composición y estructura de esos mismos cuerpos.
3.2. Una nueva mirada a la gravedad
Vivimos 250 años con estas incómodas pro-
piedades de la teoría newtoniana de la grave-
dad, obviándolas por momentos para explicar a
nuestros niños y estudiantes cómo funcionaba el
mundo ante la ausencia de una mejor explica-
ción. En 1916, después de once años de intenso
trabajo, Albert Einstein al fin se topó con una
explicación que no requería de las hipótesis
anteriores, que corregía los defectos observados
en la explicación newtoniana y que además pre-
decía la existencia de una cantidad fascinante de
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DE ANTIOQUIA
fenómenos nuevos que hemos podido observar
desde ese entonces.
Si examinamos la caída del martillo en el expe-
rimento del astronauta en un diagrama espacio-
temporal, podemos ilustrar la explicación elegante
de Einstein al fenómeno gravitacional. Como se
puede apreciar en la figura 4, el martillo describe
en el espacio-tiempo realmente una trayectoria
curva. La caída en línea recta al piso es la “ilusión
espacial” que se produce porque nuestros ins-
trumentos y sentidos no perciben el movimiento
espacio-temporal. En términos descriptivos, po-
dríamos decir que los cuerpos caen moviéndose
en trayectorias curvilíneas en el espacio-tiempo.
La pregunta entonces no es por qué caen las
cosas sino por qué cerca de la Tierra o la Luna los
cuerpos, cuando son dejados libres, siguen líneas
curvas en el espacio-tiempo. La respuesta de la
teoría de la relatividad es ingeniosa y simple: en
el espacio-tiempo que rodea los cuerpos como
la Tierra o la Luna, las líneas de universo de los
cuerpos libres son “curvas”.
En el ejemplo de Chaplin, donde no consi-
deramos los efectos de la gravedad, los cuerpos
libres seguían caminos rectos, aunque más largos,
en el espacio-tiempo. Éste fue un resultado pro-
ducto de las leyes geométricas del espacio-tiempo
dictadas por Poincaré, Einstein y Minkowski. Si
en la situación del martillo, donde la gravedad
es protagonista, los cuerpos libres siguen tra-
yectorias curvas, podríamos decir que se operó
un cambio en las leyes geométricas del espacio-
tiempo. ¡EUREKA!: la gravedad entonces sería la
manifestación de una alteración geométrica del
espacio-tiempo.
No hay ninguna atracción física entre la Tierra
y los cuerpos que la rodean. No existe una fuerza
viajando instantáneamente de la Tierra hasta la
Luna y los cuerpos cerca de ella. Podríamos decir,
sin alejarnos mucho de la realidad expresada por
la teoría de la relatividad, que los cuerpos caen
al piso porque sí, porque son dejados a su suerte
en un espacio-tiempo deformado. El paso del
tiempo (una ilusión más de nuestra falta de pers-
pectiva espacio-temporal) hace que los veamos
aproximarse a la Tierra como si fueran atraídos
misteriosamente por ella. Podríamos decir tam-
bién que los cuerpos caen porque envejecen en
un espacio-tiempo “curvo”.
 Dos propiedades de la gravedad esperan una
explicación en esta renovada visión de la caída
libre: por qué los cuerpos “pesan”, es decir, por
qué hay que sostenerlos con fuerza para que no
caigan, y por qué todos los cuerpos dejados a su
suerte caen al mismo tiempo.
El peso puede entenderse con una analogía
espacial. Para hacer que una piedra gire atada a
una cuerda alrededor de nosotros tenemos que
obligarla con una fuerza a moverse sobre el cír-
culo. En el espacio, la piedra “tiende” a moverse Figura 4. La versión espacio-temporal de la caída del
en línea recta (algo que llamamos movimiento martillo en el experimento realizado por el astronauta
Dave Scott en la Luna. El video del experimento
inercial), pero al aplicar una fuerza la obligamos puede verse en: http://video.google.com/videoplay?doc
a moverse contra “su voluntad” en una curva. id=6926891572259784994.

Sucede lo mismo en el espacio-tiempo alrededor

de la Tierra: la única manera para hacer que
un cuerpo siga una línea de universo recta en
el espacio-tiempo distorsionado es obligándolo
con una fuerza. Esa es la fuerza que siento pre-
sionando mis glúteos cuando estoy sentado y que
me obliga a mí también a seguir el camino no
natural del reposo en un campo gravitacional.
Estas son las únicas fuerzas “verdaderas” en la
novela de la gravedad.
La explicación de por qué los cuerpos caen
al mismo tiempo no requiere tampoco ahora
suponer hipótesis adicionales. Sencillamente
cuando dos cuerpos se dejan en libertad en el
espacio-tiempo alrededor de la Tierra, el camino
que siguen está dictado solamente por las pro-
piedades de ese espacio-tiempo y no depende de
las propiedades de los cuerpos en sí mismos. Sin
importar el tamaño, la composición, la forma o la
estructura, todos los cuerpos libres siguen los mis-
mos caminos en el espacio-tiempo. A esta idea se
la conoce como el “principio de equivalencia”.12

3.3. La brújula del siglo xxi

Un “corolario” increíble se sigue de esta for-
mulación geométrica de la gravedad, dejando
una huella importante en nuestra vida cotidiana.
Si lanzamos un objeto al espacio en un cam-
po gravitacional (un satélite, por ejemplo) y el
cuerpo asciende y desciende sin resistencia (mo-
vimiento libre), sabemos por todo lo anterior que
la longitud de su línea de universo será mayor
que la que sigue un observador en la Tierra que
comparta los mismos eventos inicial y final. Si
recordamos que la cuadrilongitud de una línea de
Figura 5. Diagrama espacio-temporal en el que
se ilustra cómo el mismo campo electromagnético
puede percibirse en el espacio y en el tiempo de
forma diferente cuando nos ubicamos en un sistema
de referencia en reposo respecto a un imán, es decir,
cuando el pedazo de papel cargado está quieto (panel
superior) o cuando lo observamos desde una cámara
en movimiento con el pedazo de papel (panel inferior).
En el caso del diagrama superior, el campo no proyecta
ninguna “sombra” sobre la dirección del tiempo. En
el segundo caso el campo se inclina y proyecta una
“sombra eléctrica” que es sentida por el papel cargado.

revista UNIVERSIDAD 31
DE ANTIOQUIA
universo está relacionada con el tiempo que marcan
los relojes que viajan con ambos observadores, de-
bemos entonces concluir que el reloj en el vehículo
que se eleva marcará una duración mayor para su
vuelo. Esa duración mayor, que ahora sabemos es
producto de la distorsión del espacio-tiempo debida
a la presencia de la Tierra, se puede describir con
otras palabras: los cuerpos que vuelan “arriba” en
un campo gravitacional perciben que los mismos
fenómenos duran más que como los perciben los
cuerpos que están “abajo” en el mismo campo. A
este fenómeno se lo conoce como “dilatación gra-
vitacional del tiempo”.
¿Puede este fenómeno percibirse o afectar nues-
tra vida cotidiana? Aparentemente no. Aunque no
hemos hecho un esfuerzo por cuantificar detallada-
mente los efectos descritos aquí, bastará con decir
que la magnitud de este efecto es muy pequeña
para casi todos los efectos prácticos, excepto para
aquellos en los que la medida exacta de las dura-
ciones es un factor crítico. Un aparato tecnológico
cada vez más importante en la vida diaria depende
de forma crítica de la medida del tiempo: el GPS.
Los principios básicos del sistema de posiciona-
miento global (GPS para la tecnología usada por
los Estados Unidos, o Galileo para la usada por
los europeos) son simples. Una “constelación” de
satélites dotados de relojes de alta precisión orbi-
tan a la Tierra. Cuando un GPS, instalado en un
teléfono celular o en los instrumentos de un avión
o un barco, o puesto a la vista de un taxista, recibe
la señal de al menos tres satélites de la constela-
ción, compara internamente la diferencia entre
el tiempo de viaje de cada señal. Esa diferencia,
que se debe al hecho de que a la señal le tomó un
tiempo diferente viajar las diversas distancias que
separan a los satélites del dispositivo, le permite al
instrumento triangular su posición en el espacio a
partir, naturalmente, del conocimiento preciso de
la posición de los satélites.
Dado que los satélites están a una altura diferente
a la del aparato GPS sobre la Tierra, pero también
debido a que se mueven respecto a ese mismo apara-
to, los tiempos que marcan los relojes propios de los
satélites y el dispositivo diferirán en las duraciones
en una magnitud que sólo puede calcularse con la
teoría de la relatividad. Si hiciéramos caso omiso a
las diferencias en las duraciones percibidas por los
relojes, nuestra posición calculada por comparación
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DE ANTIOQUIA
de los tiempos de los satélites (que supondría-
mos en sincronía) resultaría errada.
Si bien un error en la posición de un teléfono
celular en una ciudad que no conocemos, pro-
ducto de no utilizar la teoría de la relatividad en
el sistema GPS, podría no ser más que un simple
incidente turístico, un avión cargado de pasaje-
ros (entre los que seguramente habremos estado
nosotros) que no conoce con precisión su lugar
en el espacio podría volar sin rumbo preciso o
llegar al destino equivocado. La navegación del
siglo xxi está “permeada” de relatividad.
4. Ser o no ser electricidad
Pasando a un problema diferente, existe
un fenómeno cotidiano que pocas veces se re-
laciona con la teoría de la relatividad y al que
justamente podríamos considerar una de las
consecuencias más útiles de la teoría.
Entre los fenómenos y las propiedades es-
tudiadas más ampliamente desde la teoría de
la relatividad, están los fenómenos electromag-
néticos. No sobra mencionar que los mismos
fenómenos electromagnéticos fueron fuente de
buena parte de la inspiración inicial que dio
luz a esta teoría. En la física prerrelativista, se
reconoce que los fenómenos electromagné-
ticos son una manifestación de dos campos
fundamentales: el campo eléctrico y el campo
magnético. El campo eléctrico es producido
normalmente por cuerpos cargados eléctrica-
mente: una barra de plástico frotada contra
el cabello, la pantalla de un televisor de tubo,
las nubes, etc. Así mismo todos los cuerpos
cargados puestos en presencia de un campo
experimentan una fuerza al interactuar con él.
Si se carga eléctricamente una bolita de papel y
se acerca a ella una barra de plástico cargada,
la bolita “siente” el campo eléctrico producido
por la barra y el efecto visible es que es atraída
o repelida por ella.
El campo magnético es un poco diferente.
En la naturaleza, los campos magnéticos son
normalmente producidos por ciertos tipos de
minerales conocidos como ferromagnéticos, con
los que se construyen imanes y brújulas. De la
misma manera que sucede con el campo eléctri-
co, la materia que produce campos magnéticos
puede sentirlos. Cuando un cuerpo ferromag-
nético se pone en un campo magnético, interactúa
con él y experimenta una fuerza. Ése es el origen
de la atracción o repulsión entre magnetos.
No hay que olvidar, sin embargo, que entre los
descubrimientos más importantes del siglo xix
se encuentra el que los fenómenos eléctricos y
magnéticos están íntimamente relacionados. Una
carga eléctrica que se mueve es capaz de producir
un campo magnético. A su vez, un magneto que se
mueve es capaz de producir un campo eléctrico.
Más interesante aún es que un campo magnético
oscilante produce un campo eléctrico oscilante
que a su vez da lugar a un campo magnético os-
cilante, y así sucesivamente. Ésta es la clave de la
existencia de las ondas electromagnéticas.
Pero hay un aspecto que podríamos descri-
bir como “misterioso” en esa relación entre los
campos y la materia que los produce. Dado que
el movimiento de los campos o sus fuentes es
la clave para establecer la relación entre ellos, y
que el movimiento es una propiedad relativa de
los cuerpos, surge la pregunta de si la existen-
cia de esos mismos campos podría ser también
relativa. Si la existencia de un campo es relativa
y depende de la cámara con la que miremos un
fenómeno, ¿cómo podría ese campo ser física-
mente real?
Un ejemplo notable de esta situación se
observa cuando una carga eléctrica aislada (el
pedazo de papel del primer caso) se pone en
presencia de un campo magnético estático (el
producido por un imán, por ejemplo). Dado que
las cargas eléctricas no responden a los campos
magnéticos estáticos, la carga no sentirá ningún
efecto. ¿Qué sucede ahora si el pedazo de papel
se pone en movimiento respecto al imán? Ex-
perimentalmente se observa que el papel, que
antes era indiferente al campo magnético, ahora
deja de serlo: por alguna razón el papel parece
experimentar una fuerza sólo por el hecho de
estar en movimiento dentro del campo. En la
física prerrelativista (y aun en las explicaciones
modernas de los fenómenos electromagnéticos),
a esta fuerza nueva, la que sienten cargas en mo-
vimiento en un campo magnético, se la denomina
“fuerza de Lorentz”. Lamentablemente no existe
en el electromagnetismo clásico una justificación
muy clara para el origen de esta fuerza. Se la
incluye simplemente como parte de la teoría de
una manera parecida a como Newton introdujo
la atracción gravitacional.
Aquí de nuevo la teoría de la relatividad, con
su concepción extendida a cuatro dimensiones de
las cosas y los campos, vuelve a salir en nuestra
ayuda. De la misma manera que una partícula
existe en el espacio-tiempo cuadridimensional
con su línea de universo, los campos también
tienen una existencia extendida más allá de
nuestra percepción parcializada del mundo. Una
descripción moderna de los campos eléctrico y
magnético más coherente con esta visión amplia-
da nos dice que, en general, en una situación en
la que participan cargas eléctricas o imanes se
produce un campo “electromagnético” en el es-
pacio-tiempo. Los campos magnético y eléctrico
son solamente la “proyección”, la “sombra” en las
direcciones espacial y temporal, respectivamente,
sobre las que nuestros instrumentos o sentidos
perciben el mundo.
No se puede hablar de la existencia per se de
campos eléctricos o magnéticos. Existe un campo
electromagnético que tiene unas propiedades
espacio-temporales absolutas y que, de acuerdo
a las condiciones de observación, se manifiesta a
través de campos eléctricos y magnéticos.
Cuando decimos entonces que un imán en
reposo produce un campo magnético, en realidad
lo que estamos diciendo es que el imán produce
en el espacio-tiempo un campo electromagnético
particular que, observado en reposo, se proyecta
sobre nuestro espacio como un campo magnético.
El hecho de que en esta situación no registremos
un campo eléctrico es sólo un indicio de que
la proyección del campo electromagnético en
dirección temporal es nula (ver figura 5, panel
superior). En estas condiciones, un pedazo de
papel con carga eléctrica no sentirá ningún efecto
del campo porque la carga sólo siente empatía
por la proyección que llamamos campo eléctrico.
Si ahora el papel se mueve, una “cámara”
o sistema de referencia que viaje con él verá al
mismo campo electromagnético del imán con
una “perspectiva” diferente. La proyección de
ese campo electromagnético en la dirección tem-
poral en el sistema de referencia del papel ahora
no es nula y, por lo tanto, el pedazo sentirá la
presencia de un campo eléctrico y por la misma
razón experimentará una fuerza. Esa fuerza es
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DE ANTIOQUIA
 PUSH

PUSH

Figura 6. Ilustración de la manera como la fuerza de Lorentz, un

efecto relativista sobre los electrones (puntos azules) que se mue-
ven por el alambre en presencia de un campo magnético (líneas
punteadas), explica el funcionamiento de un motor eléctrico.

precisamente la fuerza de Lorentz. Lo que nos
parece una fuerza “mágica” no es sino un cambio
de perspectiva en el espacio-tiempo.
En nuestra vida cotidiana, ¿dónde se mani-
fiesta la fuerza de Lorentz? Nuestro mundo está
invadido de dispositivos electromagnéticos, y
no hay que pensar mucho para encontrar una
situación en la que esta fuerza sea protagonista.
El motor eléctrico es un buen ejemplo. En una
versión simplificada de un motor eléctrico se hace
pasar una corriente eléctrica (un río de cargas
eléctricas puntuales, los electrones) a través de un
alambre enrollado (espira) que está expuesto a un
campo magnético estático.13 En la figura 6 se ilus-
tra el funcionamiento básico de este dispositivo.
Cuando los electrones se mueven en presencia del
campo, sienten la fuerza de Lorentz (es decir, ven
el campo electromagnético desde otra perspectiva
e interactúan con su “sombra eléctrica”) y tratan
de desviarse de su camino recto, con tan mala
suerte que chocan con los átomos del material y le
imprimen al alambre un movimiento rotacional.
Ese movimiento puede ser transferido por un eje
a cualquier objeto: unas paletas en una licuadora,
las aspas de un ventilador o un secador, etc., crean-
do lo que conocemos como un motor eléctrico.
En resumen, la combinación de una corriente
eléctrica, un campo magnético y la fuerza de
Lorentz, una silenciosa mensajera del espacio-
tiempo, son, esencialmente, los responsables
de poner en movimiento una buena parte del
mundo que nos rodea.
5. Conclusiones
Como mostramos en este ensayo, la visión
renovada del mundo que nos ofrece la teoría de
la relatividad no solamente es útil para describir
fenómenos exóticos y lejanos a la vida cotidia-
na. Usando conceptos nuevos de la teoría, tales
como el reconocimiento de un espacio-tiempo
de cuatro dimensiones, la existencia de propie-
dades espacio-temporales que se manifiestan
como proyecciones en el espacio y el tiempo
en la forma de propiedades convencionales, la
interpretación del fenómeno gravitacional como
un fenómeno geométrico, etc., es posible volver a
revisar algunos fenómenos de la vida diaria que
normalmente analizamos y explicamos a la luz
de teorías clásicas.
Si bien nuestro mundo inmediato puede ser ex-
plicado coherentemente en el marco de esas teorías
anteriores —explicaciones que repetimos a diario en
los salones de clase y en los medios divulgativos—,
para el autor no existe una justificación clara de por
qué no debemos renovar esas mismas explicaciones
a la luz de los conceptos de las nuevas teorías.

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 Así como en el contexto técnico las teorías
científicas cambian y el quehacer científico se
adapta a esos cambios, también deberían cambiar
las explicaciones que damos a los fenómenos
del mundo en las aulas de clase o en los medios
divulgativos. Solamente a través de un esfuerzo
educativo y divulgativo generalizado, que impli-
que traer teorías nuevas al nivel de la experiencia
cotidiana, es que lograremos que esas teorías
pasen a formar parte del patrimonio intelectual
de todos los seres humanos y no solamente de
aquellos “iniciados” capaces de entender la ver-
sión rigurosa de esas mismas teorías.
Así lo hicimos en el pasado con las que en su
tiempo fueron novedosas y complejas teorías,
como el modelo heliocéntrico copernicano y la
teoría del movimiento de Newton, para citar dos
ejemplos. Debemos hacer lo mismo ahora con
la teoría cuántica y la teoría de la relatividad. u
Jorge I. Zuluaga (Colombia)
Ph.D. Profesor Asistente del Instituto de Física, Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia.
Notas y referencias
1.
Este ensayo está basado en una conferencia pública ofre-
cida con motivo de la exposición Einstein la Exhibición en
el Parque Explora (Medellín, Colombia). La presentación,
el audio de la conferencia completa y una versión editada
en video están disponibles para descarga en: http://urania.
udea.edu.co/sitios/jzuluaga/conferencias.php. Acceso: 18
de septiembre de 2011.
2.
Es curioso pero, técnicamente, en la relatividad son más
importantes las cosas “absolutas” que las relativas. Einstein
mismo y muchos contemporáneos suyos se vieron tentados
en algún momento a llamar a la nueva creación “teoría de
la invariancia” porque el nombre “relatividad” sonaba di-
ferente del propósito fundamental de la teoría y conducía
a algunas malinterpretaciones en otros ámbitos como la
ética, la política o la religión. Para otros detalles biográfi-
cos de Einstein y la teoría de la relatividad ver Abraham
Pais, Subtle is the Lord... The Science and Life of Albert Einstein.
Oxford University Press, 1982.
3.
Ciertamente la dirección temporal es diferente de las
otras tres direcciones porque sólo permite desplazarse en
un sentido, hacia el futuro. Este hecho es fundamental en
la física y está directamente relacionado con otros prin-
cipios fundamentales como el principio de causalidad o
con leyes como la segunda ley de la termodinámica. El
universo tiene cuatro dimensiones pero no es “isotrópico”,
es decir, hay una dirección que es diferente de las demás.
4.
Hay que precisar que las fórmulas presentadas aquí son
sólo esquemáticas y no rigurosas. Hemos querido evitar
el uso de una simbología matemática muy elaborada para
no perder de vista los elementos fundamentales de la ar-
gumentación. Una versión más precisa de la fórmula es
ds2 = (cdt)2 – (dr)2, donde ds es la cuadrilongitud, c es la
velocidad de la luz, dt es la duración y dr es la distancia
espacial. A esta fórmula se la conoce históricamente como
la “métrica de Minkowski” en honor al matemático alemán
Herman Minkowski que compiló los resultados de Poinca-
ré y Einstein.
5.
Técnicamente, a este resultado se lo conoce en la teoría
de la relatividad como el “Postulado de los relojes”. Ver
Lorenzo de la Torre. Elementos de relatividad. Medellín: Edi-
torial Universidad de Antioquia, 2009.
6.
Se le llama “dilatación” porque los relojes del circo mar-
can duraciones que son compartidas por muchos obser-
vadores. Se le da más importancia, por tanto, al hecho de
que el tiempo de los relojes en reposo en el circo sea mayor
(dilatado) respecto al tiempo del reloj de Chaplin.
7.
Técnicamente a este resultado se lo conoce como “prin-
cipio de envejecimiento máximo”, y al camino más largo
se lo denomina “geodésica espacio-temporal”. Ver Loren-
zo de la Torre. Elementos de relatividad. Medellín: Editorial
Universidad de Antioquia, 2009.
8.
Isaac Newton, Principios matemáticos de la filosofía natu-
ral. Una excelente traducción es publicada en la colección
“Grandes Obras del Pensamiento” de la editorial Altaya,
1993.
9.
La más conocida, pero no la única, es el movimiento
anómalo del perihelio de Mercurio. Venus y la Tierra tie-
nen movimientos anómalos similares, y otros efectos no
explicables únicamente con la teoría de la gravedad newto-
niana han sido observados en el movimiento de vehículos
espaciales. Ver James B. Hartle, “Gravity, An Introduction
to Einstein's General Relativity”. San Francisco: Addison-
Wesley, 2003.
10.
Alonso Sepúlveda. Historia de la física, desde los griegos
hasta nuestros días. Medellín: Editorial Universidad de An-
tioquia, 1995.
11.
El video grabado del experimento de la pluma y el
martillo durante la misión tripulada a la Luna Apollo 15
(1971) puede encontrarse en: http://video.google.com/vi
deoplay?docid=6926891572259784994. En línea: 19 de
septiembre de 2011.
12.
Hay que precisar que un cuerpo en caída podría él mis-
mo alterar la geometría del espacio-tiempo a su alrededor.
En realidad, los cuerpos se mueven en un espacio-tiempo
distorsionado por el cuerpo principal (la Tierra, por ejem-
plo) y por ellos mismos. Sin embargo, si consideramos ex-
perimentos con objetos muy pequeños comparados con la
Tierra o la Luna, como la pluma y el martillo, es posible
suponer que la distorsión espacio-temporal es sólo produ-
cida por la Tierra.
13.
Puede encontrarse una ilustrativa explicación de cómo
se construye un motor eléctrico con elementos de la vida
cotidiana en este video disponible públicamente en la web:
http://www.youtube.com/watch?v=it_Z7NdKgmY. En línea:
19 de septiembre de 2011.
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