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Publisher 22 de mayo de
2017
A los seres humanos nos encanta relacionarnos, conectar o interactuar con otras
personas, intercambiar pensamientos y sentimientos… Somos, como afirma Sarah-Jayne
Blakemore, líder del grupo de desarrollo de neurociencia cognitiva en la Universidad de
Londres, «una especie deliciosamente sociable».
Esto probablemente representa un patrón muy antiguo e importante que tiene mucho
que ver con nuestro éxito como especie y que se encuentra muy presente en lo más
profundo de nuestros cuerpos y cerebros. Es algo que, sin duda, no nos gustaría perder.
Pero, ¿podría ser que relacionarse con otras personas se esté convirtiendo en algo cada
vez más difícil en nuestras culturas?
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El aislamiento y la inseguridad cada vez son más comunes y la depresión afecta a uno de
cada diez adultos en Estados Unidos. Sentirnos solos puede ocasionarnos importantes
problemas psicológicos y de salud. Parece que a la gente cada vez le cuesta más confiar
en otros y relacionarse.
Una consecuencia de esta realidad es el rápido e importante vuelco hacia las relaciones
por internet como respuesta a estos problemas y con motivo de la facilidad de acceso a
millones de mentes en la red.
Con todo, tenemos que preguntarnos, ¿tienen las relaciones físicas y las virtuales por
internet el mismo valor? ¿Hay algo especial, importante a nivel evolutivo, en el hecho de
relacionarse en persona? ¿Puede una red social virtual sustituir la red de amistades
offline? ¿Tendrá que llegar a hacerlo necesariamente?
Si echas un vistazo a tu alrededor, ves que vivimos en casas y barrios que dan prioridad
al espacio privado y que minimizan el público. Nuestra sociedad crea contextos en los
que las diferencias de edad, orientación sexual, económicas, raciales y de género
propician conflictos y divisiones en nuestra vida diaria.
A menudo parece existir una presión invisible para que nos adaptemos a una
determinada manera de ser o actuar “correcta”, y esta presión hace que nos
encontremos en situaciones en las que ser diferente al resto para ser algo que nos aísla.
Todo esto hace que cada vez sea más difícil e insoportable formar parte de una red
social física, estar con gente en persona… Lo que conlleva consecuencias importantes si
pensamos en la evolución humana.
Esta forma de convivir es un rasgo que compartimos con muchas otras especies,
especialmente con mamíferos y aves sociales, pero no en el mismo grado ni de la misma
manera que entre humanos.
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Sugieren que los datos psicológicos, biológicos y antropológicos de los que disponemos
sobre el funcionamiento de los humanos del presente y del pasado apuntan a un
complejo sistema de reconocimiento positivo y negativo que ha asociado nuestra
evolución a cambios cognitivos y de comportamiento en el modo en que tenemos
relaciones.
¿Realmente vamos a construir nuestras ciudades y sociedades de una manera que hacer
esto sea más difícil?
Quizás los medios sociales han venido al rescate… ¿Podemos tener nuestra dosis de
relaciones por Internet?
Buena pregunta, y con casi dos mil millones de personas de usuarios en Facebook podría
ser verdad…O no.
La investigación continúa pero parece muy improbable que las conversaciones por
internet y la imagen en vídeo consigan sustituir los encuentros en persona para hablar,
pensar y soñar en grupo. Las relaciones en Internet pueden ser otra manera de expandir
nuestras redes sociales, pero no son suficientes para satisfacer nuestra necesidad de
socializar.
Las buenas noticias son que, pese a los muchos obstáculos, la mayor parte de los seres
humanos todavía encuentra formas de relacionarse con otros y que podemos ayudar a
otros que tengan la necesidad de tenerlas. Somos una especie sorprendentemente rica
en recursos.
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Durante los últimos millones de años o más, nuestra especie ha creado una nueva forma
de relacionarse que cada vez es más sorprendente, y continuaremos creándolas. Así que
mantente sano y haz lo que hacen los humanos: busca otros miembros de nuestra
especie y sal a la calle o queda con otros donde sea para hablar, discutir, pensar, iniciar…
y sigue relacionándote.
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