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XX
El formidable desarrollo industrial que EE.UU. venía experimentando desde hacía décadas se
aceleró ahora llegando a todos los rincones de la vida. En ese periodo se produjo la
electrificación de los hogares, con la aparición de la plancha, la lavadora o la aspiradora, en
coincidencia con una fuerte caída del servicio doméstico. Fue una revolución de los hogares
que venía de atrás, con EE.UU. como principal escenario y las mujeres como sus promotoras.
A pesar de vivir una modernidad tecnológica, los EE.UU. no desarrollaron unas vanguardias
artísticas similares a las europeas, y se mostraron prudentes en el campo estético, donde el
historicismo ofrecía soluciones satisfactorias para la arquitectura monumentalista de
instituciones y corporaciones; el concurso del Chicago Tribune de 1922 es el mejor ejemplo.
Los “felices años 20” acabarían tropezando con el crack de 1929, producto de una desorbitada
especulación. La arquitectura, que había experimentado un crecimiento acorde con el de la
economía, se vio bruscamente ralentizada durante la Gran Depresión. Los planes de
reactivación económica basados en las teorías de Keynes (fuerte intervención del Estado para
compensar los desajustes del mercado) solo llegaron cuando la crisis social amenazaba
seriamente el orden establecido. El presidente Roosevelt adoptó la New Deal (1933-1939)
para reactivar la economía, lo que incluyó una fuerte actividad en el campo de la construcción
de infraestructuras y viviendas sociales.
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TEMA 12 – EE.UU. EN LA PRIMERA MITAD DEL S. XX
ARQUITECTURA DE FÁBRICAS
El arquitecto norteamericano (nacido en Alemania y emigrado a los 11 años)
Albert Kahn diseñó fábricas pioneras en fechas similares a Peter Behrens o
Walter Gropius. Empezó a construir en 1902 en estilos historicistas y
evolucionó hacia formas más depuradas, alternando diseños funcionalistas en fábricas con
otros edificios en la línea del neoclasicismo racionalista. Sus principales edificios
de oficinas y fábricas los construyó en Detroit, entonces poderoso centro
industrial, trabajando para Henry Ford y poniendo la arquitectura al servicio de
sus investigaciones sobre eficiencia industrial. Destaca el Packart Building (1905)
(arriba) con su estructura de hormigón armado, diseño reticular y grandes
ventanales o la Highland Park Ford Plant (Michigan, 1910) (izquierda).
Fue un estilo que careció del respaldo de intelectuales moralistas, a diferencia del Movimiento
Moderno, por lo que ha gozado de poca fortuna en la historiografía. Algunos afirman que el
Art Déco fue la arquitectura de los comienzos del siglo XX como el Barroco lo fue del siglo XVII,
y que gozó de una enorme popularidad (rascacielos, cines, viviendas...).
Si bien Francia es donde nace el estilo, fue en EE.UU. donde tuvo un desarrollo más
espectacular. Fue el más prolífico en Nueva York en la época de entreguerras y dejó una huella
en la ciudad, que vivió un boom constructivo. Los rascacielos cogieron el estilo con naturalidad,
por ser moderno a los ojos de los norteamericanos. Lo rechazaron los vanguardistas europeos,
que lo veían decorativo, colorido, monumentalista y entregado a la teatralidad consumista.
Por otra parte, la construcción de rascacielos en Nueva York estuvo marcada por una
ordenanza del Ayuntamiento que obligó a partir de 1916 a introducir retranqueos escalonados
para permitir el paso de la luz y el aire. Algunos criticaban la acumulación de rascacielos como
absurda y prepotente, por generar malas condiciones de salubridad y embotellamientos, y por
su desproporcionado coste.
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Van Alen, previamente, había conseguido permiso en secreto para elevar una aguja, que
fue construida dentro del edificio y colocada en la cima en noviembre de 1929, haciendo
del edifico Chrysler el edificio (y estructura) más alto del mundo durante 11 meses.
La satisfacción de Van Alen quedó empañada por la negativa de Walter Chrysler a pagarle
sus honorarios. El edificio Chrysler es un magnífico ejemplo del estilo arquitectónico Art
Déco. La ornamentación distintiva de la torre está basada en los tapacubos usados en
aquellos días por los automóviles Chrysler. En el interior hay ambientes decorados con
suntuosos materiales y con repertorios ornamentales de diversa inspiración, que le dan un
aire a decorado de Hollywood.
Cuando el edificio se abrió el 27 de mayo de 1930, contaba con una galería de acceso al
público en la parte superior, siendo sustituida años más tarde por un restaurante. Ninguna
de estas dos iniciativas fue capaz de ser económicamente sostenible durante la Gran
Depresión, así que el originario mirador se convirtió en un club privado. Los pisos
superiores del edificio son estrechos, con techos inclinados y bajos, diseñados pensando
principalmente en el aspecto exterior, y sus interiores eran útiles únicamente para
albergar emisoras de radio y otros equipamientos mecánicos y eléctricos.
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Art Déco, el rascacielos sorprendió por una desornamentación que delata la influencia del
Estilo Internacional.
EL FOCO DE CALIFORNIA
Hollywood se convirtió en la capital mundial del cine y California experimentó un gran ascenso
económico. Miles de mansiones se edificaron convirtiendo a esta región en un foco
arquitectónico con personalidad propia en EE.UU. El arquitecto Irving Gill (1870 - 1936)
construía desde 1912 residencias de hormigón y desornamentadas, pero adaptadas al clima
suave de California y por tanto muy distintas a las de Wright. Esta tipología de casas de aire
mediterráneo fue desvirtuada por otros arquitectos que, inspirándose en la arquitectura
mexicana, dieron luz al denominado “estilo colonial español”, que gozó de gran popularidad.
En Estados Unidos eligió como mentor a Frank Lloyd Wright, cuyos proyectos había podido
conocer gracias a la exposición que se hizo de ellos en Viena antes de la guerra. Shindler fue
por primera vez a Los Ángeles en 1920 para supervisar una obra de Irving Gill. La preocupación
de este arquitecto por adaptar su arquitectura al territorio, pero con un lenguaje moderno, la
adoptaría también Schindler. Por el contrario, no aceptó las soluciones dogmáticas y
formalizadas de los arquitectos más radicales del Movimiento Moderno, que conoció con
retraso y que encontró de un frío mecanicismo. Schindler dio gran importancia a la calidez de
los ambientes y, desde el punto de vista estructural, siguió utilizando las paredes maestras
(que también usó Loos) en lugar de adoptar la estructura Dom-ino de Le Corbusier.
En 1925 su colega vienés Richard Neutra llegó a California para trabajar en la casa Taliesin de
Wright, aunque a los pocos meses se trasladó a vivir a la Casa Shindler en King Road y
fundaron una sociedad de arquitectura muy fructífera. En 1930 Shindler y Neutra se
distanciaron, iniciando caminos separados. A pesar de lo tempranas y renovadoras que fueron
sus primeras casas, Schindler no fue incluido entre los pioneros del Movimiento Moderno en la
exposición que en 1932 se celebró en el Museum of Modern Art (MOMA), que consagró el
término “Estilo Internacional”. El culpable de esta exclusión fue Philip Johnson, que
erróneamente lo consideró seguidor de Wright, arquitecto al que detestaba. Años después el
crítico se retractaría, considerándolo como “el arquitecto más importante de su tiempo”.
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Años después Shindler y Pauline se divorciaron y dividieron la casa en dos. Cuando ella
quiso pintar su mitad, Shindler le escribió una carta: “Kings Road fue construida como
protesta contra el hábito americano de cubrir sus vidas y edificios con capas de acabado
para disimular su base vulgar ante el observador. Kings Road fue concebida como una
combinación de materiales nobles, hormigón, secuoya y cristal, que
debían permanecer intactos para revelar la estructura interior y su color
natural”.
El largo balcón de la planta superior fue cerrado en 1928 y una escalera que había
en la parte trasera se suprimió en 1968. Hoy frente a la fachada hay una calle y no
la playa. El inquilino, Lovell, escribía en Los Angeles Times una columna titulada “Cuidado
corporal”, en la que abogaba por el ejercicio físico, la comida vegetariana y los salubres
alojamientos. Si para su casa de la playa contrató a Schindler, para su siguiente vivienda
llamó a Richard Neutra, gracias a lo cual ha pasado a la historia como un destacado
mecenas de la arquitectura moderna.
En 1914 fue reclutado y participó en la Primera Guerra Mundial, logrando el grado de teniente.
Terminada su formación, trabajó en Zúrich en el despacho del jardinero paisajista Gustav
Ammann. Allí conoció a su futura mujer. Luego se marchó a Berlín, donde se ganó la vida un
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Sin embargo, la corriente arquitectónica de la época que más le influyó fue Die Stilj. Más tarde
quedaría también fascinado por la ligera arquitectura japonesa (visitó el país en 1930), con sus
tabiques móviles y estrecha relación con los jardines. Así mismo, había podido admirar el
proyecto para una casa de campo de ladrillo (1923) de Mies.
Neutra llevaba varios años estudiando la lengua inglesa, pues sugestionado en parte por Loos,
deseaba emigrar a ese país, lo que hizo en 1923. Pasó un tiempo en Nueva York y en Chicago,
en donde trabajó en un estudio. Tuvo la oportunidad de conocer a Louis Sullivan antes de su
muerte, pobre y arrumbado en la habitación de un hotel. Cuando falleció, conoció a Frank
Lloyd Wright en el funeral. Tras ese encuentro, Wright lo llevaría a su estudio de Taliesin
(Wisconsin), donde trabajaría tres meses en algunos de sus proyectos. Neutra admiraba a
Wright y llamó a su primer hijo Frank Lloyd; sin embargo, rechazaba su amor por la
ornamentación y por una mampostería que consideraba innecesariamente pesada.
Alrededor de 1925 Neutra se mudó a California para trabajar en el estudio de Schindler. Al año
siguiente abrió su propio estudio en Los Ángeles y comenzó a diseñar unos proyectos que
incorporaban criterios novedosos, como la estructura de hormigón armado y los refuerzos
metálicos en las ventanas. También diseñó viviendas prefabricadas que denominó “One Plus
Two” (uno más dos) y trabajó en un proyecto de ciudad del futuro. En 1927 editó su “¿Cómo
construye América?”, que se publicó en Stuttgart al año siguiente y tuvo bastante eco. En 1932
fue el único arquitecto de California en ser invitado a la Exposición de Arquitectura Moderna
de Nueva York de 1932.
Neutra, que se comparaba con un médico, entregaba a sus clientes un cuestionario en el que
había dos columnas, una con el título de necesidades del cliente, que este debía rellenar, y una
segunda en la que él proponía soluciones arquitectónicas. De cada cliente elaboraba un
extenso currículum vitae.
Wright, aunque al principio tuvo buena relación con Neutra, con el tiempo se
distanció de él, pues compitieron en alguna ocasión por los mismos clientes.
Movido por los celos calificó la obra de Neutra como “de poca monta y poco
convincente”.
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La Gran Depresión de 1929 interrumpió alguno de sus grandes proyectos, como un rascacielos
de cemento armado y cristal, y una catedral de acero. Eso le permitió dedicarse a una labor de
difusión de su pensamiento, tarea en la que brilló por su talante alegre e ingenio verbal.
Imparte numerosas conferencias en universidades, escribe su autobiografía y publica la obra
The Disappearing City (1933) en la que expresa su concepción de la ciudad del futuro.
Durante esta época partió de una arquitectura con rasgos Art Déco para evolucionar hacia una
acentuada sobriedad. Su tendencia a no camuflar los materiales le lleva a dejar al descubierto
el hormigón, con el que creó atrevidas terrazas que vuelan de la misma manera que los aleros.
Experimenta nuevas soluciones que hasta ese momento había ignorado: muros inclinados,
cúpulas… En la mayoría de las obras por adaptar la vivienda al clima del territorio, algo que
había practicado en sus “casas de la pradera”, pero que ahora debe practicar en climas muy
diferentes: Wisconsin (húmedo), California (seco) y Arizona (desierto).
Wright estaba muy dolido por la irrupción de los arquitectos de vanguardia europeos. Se habló
sólo de su obra anterior a la Primera Guerra Mundial y se ignoraba lo que hizo después. Según
Tom Wolfe: “Cada vez que Wright leía que Le Corbusier había terminado una
casa, decía a sus Taliesin Fellows: «Bueno, ahora que ha terminado una casa,
escribirá 4 libros sobre ella» […] Soslayó la única ocasión que tuvo de hablar
con él. No quería estrecharle la mano”.
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La casa constaba de varias alas, en una de las cuales instaló en 1932 un taller de
arquitectura que bautizó como “Escuela de Taliesin”. Contaba con una gran sala de dibujo
con un complejo entramado de vigas de roble que llamó “el bosque abstracto”, flanqueada
por ocho habitaciones de estudiantes a cada lado. Más tarde trasladó la escuela a otro
lugar y este espacio quedó como su estudio particular. La creación de esta escuela privada
de arquitectura fue motivada por las dificultades económicas que trajo la Gran Depresión.
El método de enseñanza consistía en aprender trabajando en un ambiente de hermandad.
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Posee un amplio salón en la planta principal y cuatro dormitorios, ampliados cada uno con
un balcón independiente y de mayores dimensiones que la habitación. Otras dependencias
también tienen terrazas. Los suelos, al igual que las paredes, están recubiertos de piedra y
los trabajos de madera están realizados en nogal de finas vetas. Un camino semicircular
lleva de la casa principal a la casa de invitados. Sus toscos muros de piedra o la afloración
de la roca madre evocan, a juicio de Frampton, “la atmósfera de una cueva amueblada
más que la de una casa en el sentido tradicional”.
Sus dibujos con edificios extravagantes tienen un aire de ciencia. Su proyecto resultaba
entonces demasiado utópico, pues su idílica vida semirrural no
casaba con la necesaria concentración de mano de obra para la
producción industrial en serie.
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En 1932 se celebró en el Museum of Modern Art una exposición dirigida por el historiador del
arte Henry-Russell Hitchcock (1903-1987) y el crítico y arquitecto Philip Johnson (1906-2005).
Ahí se mostró la arquitectura de vanguardia europea como la encarnación de la modernidad.
1. Planta libre; 2. Estructura de losa y pilares, en hormigón armado o en acero; 3. Las fachadas
son la expresión del interior (el edificio se concibe de dentro hacia afuera); 4. Ventanas
apaisadas y grandes cristaleras sustituyendo al muro; 5. Azoteas en lugar de tejados; 6. Techos
planos (no hay lugar para cúpulas, a lo sumo se acepta un lucernario); 7. Color blanco, o a lo
sumo una presencia controlada de gris o algún color básico; 8. Ausencia de cornisas y
molduras; 9. Ausencia de ornamentos.
Las virtudes de este estilo, una vez que la industria de la construcción se adaptó a él, quedaron
de manifiesto tras la Segunda Guerra Mundial, pues el Estilo Internacional se difundió por
todo el mundo con notable éxito. Ofrecía una fórmula de aspecto moderno, flexible para
adaptarse a cualquier tipo de reto, económica, rápida y sólida. Permitía centrarse en la
disposición de los espacios interiores y no preocuparse de la composición de las fachadas. En
los diáfanos interiores el cliente podía disponer el mobiliario sin los condicionantes que
imponían los coherentes ambientes del historicismo, el Art Nouveau o el Art Déco. Su sencillez,
análoga a la de un hotel, un hospital o un trasatlántico, la hacía familiar y comprensible para
unos ciudadanos que como los europeos y los norteamericanos cada vez viajaban más.
Para entender la mirada sesgada que esta exposición lanzaba sobre el complejo panorama
europeo y entender el éxito de la iniciativa conviene ahondar en la personalidad de Philip
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Johnson, el cual “entendió muy bien hasta qué punto el éxito de la carrera de un arquitecto
depende de su dominio de las técnicas de publicidad”.
Philip Johnson, rico gracias a la gran fortuna que le dejó su padre, vivió tres años en la
Alemania de la República de Weimar, donde mostró interés no sólo por la arquitectura
moderna, y en particular por Mies van der Rohe, sino también por el nazismo. A su vuelta a los
EE.UU. colaboró en publicaciones racistas y filonazis, abogó por la no intervención del país en
la guerra, organizó un partido de tintes fascistas y apoyó económicamente a políticos
reaccionarios opuestos a Roosevelt, razones por las cuales fue investigado por el FBI y se le
negó la entrada como voluntario en el ejército hasta 1944.
Philip Johnson despreció a Hannes Meyer por izquierdista y a Eric Mendelshon por judío. Por el
contrario, su admiración hacia Mies le llevó a promocionarlo en los Estados Unidos cuando
este se exilió. No obstante, tras una violenta discusión con Mies sobre su propia casa, se
convirtió en su acérrimo enemigo y, en lo que parece un auténtico parricidio hacia su maestro,
dio un giro postmoderno, admirando especialmente a Ledoux. El arquitecto de cabecera de
Hitler, Albert Speer, le dedicó un ejemplar de uno de sus libros alabando sus proyectos
postmodernos. En sus últimos años viró hacia el deconstructivismo.
VALORACIONES DEL ESTILO INTERNACIONAL
Aunque arquitectos como Le Corbusier usaran continuamente el término racional como
sinónimo de funcional, y señalaran que esta era la definición de la arquitectura moderna, la
nueva estética era más simbólica que funcional. Su funcionalismo era muchas veces aparente
(muros lisos), pero en realidad estaba poco preocupado por problemas verdaderamente
funcionales como las instalaciones (cañerías, etc.).
Según el irónico escritor Tom Wolfe, entre los que jugaron un papel importante en la
introducción del Movimiento Internacional en EE.UU. están los historiadores Hitchcock y
Johnson, que “dedicaban muchas páginas al análisis de los proyectos de los grandes
“funcionalistas”… y ninguna a analizar asuntos tan inoportunos como la clase trabajadora, las
viviendas obreras y el socialismo […] en EE.UU. fueron los magnates y sus respectivas señoras
(Rockefeller, etc.) quienes introdujeron el arte y la arquitectura de vanguardia, quienes
marcharon en primera línea con la bandera en alto y quienes alentaron a los profesionales a
que les siguieran si tenían la agudeza suficiente para percatarse de la situación”.
Paolo Portoghesi reprocha que la codificación del Estilo Internacional se hizo negando la
diversidad de caminos arquitectónicos, y escogiendo de los precursores de la modernidad solo
aquello que concordaba con dicha codificación, negando obras tan interesantes como las
realizadas en su primera etapa clasicista por Asplund y Aalto.
Mies van der Rohe se quedó sin encargos en Alemania y sobreviviendo gracias a los derechos
de autor de los muebles que había diseñado. En 1938, cuando tenía 50 años de edad, viajó a
Estados Unidos por recomendación de Philip Johnson.
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Mies fue el director del departamento de Arquitectura del Instituto Tecnológico de Illinois
entre 1939 y 1959, lo que le permitió ejercer una gran influencia sobre los jóvenes arquitectos
que allí se formaron. Pero estos fueron “incapaces de captar la delicadeza de su sensibilidad”,
en palabras de Frampton. Y es que muchos de sus seguidores convirtieron el “menos es más”
en “menos puede ser más aburrido”.
En este periodo culmina un giro que Mies había empezado a dar ya al comienzo del Tercer
Reich, el cual se caracterizaba por un alejamiento de las plantas libres desarrolladas en los
años 20, aunque éstas las retomaría de vez en cuando. El clasicismo romántico de Schinkel
queda de manifiesto en esta monumentalidad y simetría, y también en la preferencia por la
arquitectura rigurosamente adintelada, aunque todo ello no sea suficiente para hablar de
clasicismo, pues entre otras cosas sus interiores no siguen rigurosos esquemas axiales, sino
que son bastante libres. En algunas obras también manifestará una tendencia al gigantismo. Y
todo ello con una clara apuesta por la tecnología.
Para Philip Johnson no tenía la fuerza creadora de Le Corbusier, pero fue el arquitecto más
influyente del siglo XX. Cuando Johnson pasó de ser su ardiente admirador a criticarlo
duramente escribió: “Mies ha convertido la construcción corriente en poesía, pero sus teorías,
en cuanto tales, valdrían también para la mitad de las fábricas de este país.”
Los seguidores de Mies que distorsionaban su percepción arquitectónica no tenían “su sentido
innato de la proporción, su interés obsesivo por los detalles y su aguda intuición para los
contrastes violentos, en entornos que iban del bucólico rural al urbano, densamente poblado”.
Para Filler, que reconoce la excelencia de las obras de Mies, su magisterio conduciría a un
callejón sin salida creativo a sus alumnos, y él mismo se sometió a un rigor que, sobre todo en
la etapa norteamericana, ahogó sus impulsos creativos.
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