El texto se centra en las invasiones de comerciantes indígenas en el complejo turístico de
Chichen Itza, el cual se ha entendido como un problema del patrimonio y las comunidades que reclaman el derecho sobre este. Al respecto, el autor repasa la historia del complejo arqueológico al convertirse en atracción turística en los 60s y su auge en los 80s. En el texto se narran los tres episodios de invasión a las ruinas por parte de vendedores clandestinos mayas que veían una repartición injusta de los derechos de uso de las ruinas con un fin económico, ya que se le permitía a los cuidadores del complejo (que trabajan para el Instituto Nacional de Antropología e Historia) la venta de souvenirs en un espacio designado. Como resultado de las primeras dos invasiones, se construyó un mercado que permitía a una cantidad limitada de comerciantes la venta de artesanías en el camino de entrada al complejo, admitiendo finalmente que el interés por la reclamación de las ruinas era con el fin exclusivo de poder realizar actividades económicas dentro de él, mientras que no se cuestionaba la administración del complejo por parte del estado (stewardship) a pesar de ser deficiente y no poseer una planificación adecuada para la creciente demanda turística. “para los dueños de tiendas de artesanía y guías turísticos, el problema era simplemente una pérdida de una parte del mercado, no una cuestión de identidad, cultura, derechos de propiedad, derechos humanos o interpretación de la civilización Maya” “Estas luchas, entonces, no fueron del patrimonio en los términos en que se ha entendido en las últimas décadas. Estas luchas ciertamente ocurrían en el espacio mismo de lo que sin pensar categorizamos y rutinariamente etiquetamos de “patrimonio”. Sin embargo, estos conflictos realmente con se centraron en el patrimonio como objeto, objetivo o modo de las luchas”. A partir de esto, Castañeda desarrolla una “teoría del patrimonio” donde separa el patrimonio (patrimony) de la herencia (heritage) entendido al primero como un tipo de herencia particular de carácter material que puede ser narrado, exhibido y representado con fines nacionalistas, siendo su principal problemática la inclusión o exclusión sociocultural, pero no sobre sus posesión cultural o legal. A partir de esto se desglosan dos tipos de patrimonio, uno donde se le construye como recurso de valor económico y sociocultural para su protección y explotación (recurso patrimonial) y otro centrado en las prácticas y protocolos para su administración (gubernamentalidad patrimonial). Considerando estos tipos de patrimonio, el caso de Chichen Itza presenta hasta la segunda invasión los primeros dos tipos de patrimonio (patrimonio como tal y recurso patrimonial) y una ausencia de gubernamentalidad patrimonial. Esta ingresaría al crearse el Patronato de las Unidades de Servicios Culturales y Turísticos del Estado de Yucatán (CULTUR) centrado en la administración turística de complejos arqueológicos basado en modelos estadounidenses. Esta introducción de la gubernamentalidad patrimonial provocó la emergencia de recursos patrimoniales que dieron pie a diversas controversias en la esfera política y privada por la dominación de estos recursos para la explotación del mercado turístico, ya que (a diferencia de en Chile) los terrenos de Chichen Itzá pertenecen a privados y comunidades, siendo sólo el registro arqueológico de propiedad estatal, lo que desarrolló problemáticas en torno a la propiedad de los terrenos de Chichen Itzá. Recién en este momento el patrimonio como herencia toma importancia en las discusiones políticas en torno a la propiedad de las ruinas en las reclamaciones de las comunidades mayas de Chichen Itzá como propiedad Maya y exigiendo la expropiación de las tierras en manos de privados en favor de una administración indígena.