Sei sulla pagina 1di 6

Dávila, I. (2010). Tomado de Manual de Psicología del Desarrollo. Lima.

DESARROLLO PSICOSOCIAL Y AFECTIVO

El desarrollo social significa pues, la adquisición de la capacidad para comportarse de


conformidad con las expectativas sociales; es la introducción de conductas o normas dadas por
la sociedad para dirigir el comportamiento del sujeto.

El socializarse incluye 3 procesos:


Cómo aprender a comportarse de formas aprobadas:
Socialmente cada grupo social tiene sus normas respecto a las conductas aprobadas.
Desempeño de papeles sociales aprobados:
Cada grupo social tiene sus propios patrones de conducta habitual.
Desarrollo de Actitudes sociales:

Para socializarse, a los niños les deben gustar las personas y las actividades sociales. Si es así
realizarán buenas adaptaciones sociales y se verán aceptados como miembros del grupo social
en el que se identifican.

PUNTOS ESENCIALES DE LA SOCIALIZACIÓN


El hecho de que si el niño aprenderá o no a conformarse a las expectativas sociales y se
socializarán dependerán de 4 factores.

En primer lugar: Son esenciales las oportunidades amplias de socialización, porque los niños
no pueden aprender a vivir socialmente con otros si pasan la mayor parte del tiempo solo. Cada
año necesita más oportunidades para estar no sólo con grupos de su propia edad sino también
con adultos.

En segundo lugar: Los niños no solo deben poder comunicarse con otros cuando están con
ellos, con palabras que los demás entienden, sino también hablar de temas que sean
interesantes para otros.

En tercer lugar: Los niños solo aprenderán a ser sociables si se sienten motivados para ello, la
motivación depende en gran parte de la cantidad de satisfacción que obtengan los niños a
partir de las actividades sociales. Si gozan con sus contactos con otras personas, desearán
repetirlos. Por otra parte, si los contactos sociales les dan poca alegría, lo evitarán siempre que
sea posible.

En cuarto lugar: Es esencial un método eficaz de aprendizaje bajo dirección. Por medio de
tanteos, los niños aprenden de los patrones conductuales necesarios para un buen ajuste
social, también aprenden mediante la práctica de desempeño de papeles, al imitar a las
personas con las que se identifican, sin embargo su aprendizaje será más rápido y los
resultados mejores si les enseña una persona que pueda criticarlos y dirigirlos.

IMPORTANCIA DE LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS SOCIALES


Puesto que durante los años formativos de la infancia se establecen patrones conductuales,
sociales o asociales, las primeras experiencias sociales determinan, en gran parte, el tipo de
adultos en que se convertirán los niños. Predominantemente, las experiencias felices animan a
los pequeños a buscar otras y a convertirse en personas sociales. El exceso de experiencias
infelices tendrá probabilidades de conducir a actitudes poco adecuadas hacia todas las
experiencias sociales y a la gente en general. Animarán al niño a hacerse insocial o antisocial.
Las primeras experiencias sociales pueden producirse con miembros de familia o personas de
fuera del hogar. Por regla general, las experiencias en el hogar son importantes durante los
años preescolares, mientras que las tenidas con personas del exterior adquieren mayor
importancia después de que los niños entran a la escuela. Cada año, conforme crece el deseo
de posición dentro del grupo, las actitudes y las conductas se ven cada vez más afectadas por
las presiones de los miembros.

Influencia de la familia:
Las relaciones con miembros de la familia, no sólo los progenitores, sino también los hermanos
y los abuelos, afectan las actitudes de los niños hacia las personas del exterior. Por ejemplo, si
sostienen relaciones de fricción con los abuelos, afectarán sus actitudes hacia las personas
ancianas externas.
No obstante, ningún miembro de la familia, ni ningún aspecto específico de la vida familiar es
responsable de la socialización de los niños. Si el ambiente general en el hogar favorece el
desarrollo de buenas actitudes sociales, habrá probabilidades de que los niños se conviertan
en personas sociables y viceversa. Los estudios de adaptación social han revelado que las
relaciones personales en el hogar tienen una gran influencia: las relaciones entre los padres,
entre los niños y sus hermanos y entre ellos y sus progenitores. La posición del niño en la
familia, si es el mayor, el mediano, el más joven o hijo único, es también sumamente
importante. Los niños mayores o los que tienen hermanos con grandes diferencias de edad o
de sexo, tienden a ser más retraídos cuando se encuentran con otros niños. Los pequeños con
hermanos del mismos sexo consideran difícil asociarse con otros niños del sexo opuesto; pero
fácil el relacionarse con los de su propio sexo.

Patrón de desarrollo social:


El desarrollo social sigue un patrón, una secuencia ordenada de conductas sociales que es
similar para todos los niños dentro de un grupo cultural. Hay también patrones en las actitudes
de los niños hacia las actividades sociales y el interés por ellas, así como también para la
elección de los compañeros. Debido a esto, es posible describir un calendario para la
socialización. En este calendario, la verdadera “edad de socialización” comienza con el ingreso
formal a la escuela, ya esas etapas de socialización aproximadamente a lo situado siempre
según sus propios impulsos, tratan de utilizar criterios propios de adultos para evaluar a las
personas y las situaciones. Para cuando cumplen diez años de edad, pueden modificar
algunos de sus impulsos, para conformarse a las exigencias del grupo social.
Normalmente, todos los niños pasan por las diversas etapas de socialización aproximadamente
a la misma edad. Como en otros tipos de desarrollos, los niños brillantes se aceleran, mientras
que los torpes se retrasan. La falta de oportunidades para los contactos sociales y para
aprender cómo entenderse bien con otros, retrasan también el desarrollo normal.

Razones para el patrón de desarrollo social:


A pesar de las variaciones individuales en el nivel de edad en la socialización, las variaciones
del patrón mismo son ligeras. Para esto, hay dos razones. En primer lugar, el patrón de
desarrollo físico y mental es similar para todos los niños, aun cuando se presentan variaciones
pequeñas, debido a diferencias de inteligencia, salud y otros factores.
En consecuencia, los niños están listos para dominar las tareas de desarrollo de la
socialización, casi a la misma edad.
En segundo lugar, dentro de un grupo cultural, las expectativas y las presiones sociales llevan
a experiencias similares de aprendizaje para todos los pequeños. Cuando la conducta social de
un niño varía considerablemente de la de otros de la misma edad, eso significa, en general,
que el pequeño ha realizado malas adaptaciones sociales o ha desarrollado actitudes sociales
desfavorables. En cualquiera de esos casos, la dificultad se puede atribuir, por lo común, a la
falta de oportunidades par aprender a ser social o a la carencia de motivaciones para
aprovechar las oportunidades disponibles.

Las etapas de Erikson


Momento después de haber nacido, el niño tiene su primer encuentro social. Esto marca el
inicio del desarrollo social, que continúa durante toda la vida, conforme ocurren más encuentros
de este tipo y el niño participa en tipos diferentes de interacción social. Si bien no hay dos
individuos que tengan exactamente las mismas experiencias y aunque el desarrollo social
varía de una persona a otra, es posible definir las etapas iniciales de desarrollo social. La teoría
que más influencia ha tenido en este sentido es tal vez la que propone Erikson, quien describe
ocho etapas de desarrollo.

Erikson, fiel partidario de Freud, basa su teoría en los tipos de aprendizaje e interacción social
que se llevan a cabo en los diferentes niveles de edad, más que en el desarrollo de sistemas
biológicos. Por guardar relación directa con las influencias de la sociedad, Erikson utiliza la
denominación de etapas psicosociales. Durante cada etapa el individuo se enfrenta a un tipo
particular de crisis o conflicto que debe resolver antes de poder avanzar a la etapa siguiente de
desarrollo social. Dependiendo de que se resuelva o no la crisis, se aprenderán ciertas
características sociales - o sus opuestos.

1. Confianza en oposición a desconfianza. La primera de las etapas psicosociales de Erikson


es la etapa sensorial (que comprende el primero o los dos primeros años de vida).
Semejante a la etapa oral de Freud, se refiere al período durante el cual los niños dependen
de otras personas del ambiente social para satisfacer sus necesidades. Si el cuidado y la
alimentación son adecuadas durante este período, aprenderá a confiar en quien lo cuida y
se sentirá seguro y dependiente. La crisis se presenta cuando de niño no recibe buena
atención durante la etapa sensorial o si el cuidado de los padres es incongruente. Si no
recibe la atención apropiada tal vez no aprenda a confiar en la gente y en su medio
ambiente. Quizá el niño maltratado se frustre, se sienta a disgusto e incluso llegue a ser
desconfiado, receloso y temeroso cuando adulto. En casos extremos la desconfianza puede
dar lugar a la depresión e incluso paranoia - temor excesivo por todas las cosas y personas.

2. Autonomía en oposición a vergüenza y duda. A la segunda etapa del desarrollo Psicosocial


se la denomina etapa anal o muscular (del año y medio o dos años de edad a los tres y
medio o cuatro). Al igual que Freud, Erikson señala que en esta etapa los niños aprenden a
gatear, luego a caminar, y a utilizar sus capacidades recién descubiertas. La conciencia
cada vez mas completa de su capacidad física produce un sentimiento de autonomía o
independencia. Los intentos de ejercer la autonomía al menos durante la primera parte de
esta etapa, tal vez se manifiesten en forma de berrinches, obstinación y negativas (en el
sentido de rehusarse a seguir recomendaciones u órdenes); por ejemplo, los pequeños de
dos años incluso cruzan resueltamente los brazos, a fin de evitar que un adulto los tome de
la mano para atravesar una calle. A menudo se escuchan potentes y sonoros “¡No!” de
niños de esa edad.

Con frecuencia surge la crisis de la etapa muscular, porque los padres temen dejar que sus
hijos muestren independencia; incluso algunos se angustian o se vuelven excesivamente
protectores cuando sus hijos empiezan a mostrar signos de independencia. Si no se permite a
los niños tener cierta autonomía desde temprana edad, tal vez comiencen a avergonzarse de sí
mismos y a dudar de su capacidad, y en el estado adulto tal ausencia de autonomía puede
manifestarse no sólo en vergüenza y duda, sino en timidez; por tanto las personas que no lo
han adquirido en grado suficiente llegan a sentir que no tienen control sobre su vida y en
consecuencia temen tomar decisiones.

Nacimiento de las emociones, temperamento y apego:


Los dos primeros años de vida se caracterizan por el escaso número de personas que
interaccionan con el bebé y por las repercusiones que a corto y a largo plazo tienen estas
relaciones en el futuro. En este apartado estudiaremos el desarrollo de las emociones, el
temperamento y la constitución de la relación madre-hijo.

Las emociones:
Todos los seres humanos tenemos las mismas emociones básicas, pero nos diferenciamos
unos de otros en su frecuencia, intensidad y en los estímulos que generan dichas emociones.
Prácticamente, desde el mismo momento del nacimiento el sujeto ya es capaz de producir
reacciones emocionales básicas que van diferenciándose y perfeccionándose a lo largo del
tiempo dentro de un contexto social. Gracias a la investigación se ha podido constatar que este
ambiente social va influyendo en el perfeccionamiento emocional por medio de la imitación de
modelos, por los procesos de refuerzo y por la propia experiencia personal de los bebés.
La expresión externa de las emociones recibe el nombre de “afecto”, si existe agrado o
atracción, o de “desafecto” si el estimulo ha sido desagradable para el sujeto. Para Ekman,
Friesen y Ellsworth (1972) existen seis expresiones faciales emocionales básicas (felicidad,
tristeza, ira, sorpresa, disgusto y temor); en cambio, para Izard (1977) existen sólo cuatro
expresiones básicas: temor, sorpresa, alegría, y tristeza. De todas ellas comentaremos
aquellas reacciones más evidentes como el llanto, la sonrisa y el temor. Lógicamente, a media
que el bebé crece, estas tres manifestaciones van evolucionando y adquiriendo matices que
evidencian una diversificación emocional más amplia.
El llanto es una de las reacciones más evidentes, más frecuentes y más poderosas de que
dispone el neonato para dar a conocer sus necesidades vitales, y cumple principalmente dos
funciones: a) la de comunicar y transmitir un mensaje, por lo que se podría identificar como el
embrión del lenguaje; y b) la de atraer la atención del cuidado para que le proporcione
protección y cuidado, a consecuencia de lo cual se fortalece el apego o vínculo entre madre e
hijo. Existen cuatro tipos de llanto (Wolf, 1969). El llanto básico del hambre (llanto rítmico y
potente), el llanto de furia (cuando el exceso de aire sale forzado a través de las cuerdas
vocales), el llanto de dolor (aparición repentina del llanto, sin lamentos previos) y el llanto de
frustración (comienza con dos o tres gritos y no se contiene el aire). Se ha podido comprobar
que los cuidadores con experiencia son capaces de diferenciar cada uno de estos llantos e
incluso de interpretar la causa exacta de esa reacción emocional (hambre, dolor abdominal,
sueño, pañal mojado, persona desconocida, etc).
La risa es una reacción de bienestar ante una experiencia que provoca en los cuidadores
efectos significativos. Y a media que crecen los niños ríen con mayor frecuencia y ante la
presencia de más estímulos. La risa está influida por un abanico de factores como la edad, el
contexto social, las diferencias temperamentales, las pautas de crianza, la raza, etc. Esta
reacción es un importante ingrediente que favorece la interacción con el adulto.
El temor es una reacción típica infantil cuya finalidad es preservable su supervivencia (sentir
miedo de cruzar la calle él solo, etc), además es difícil de precisar su origen porque es
multicausal. Puede ser fruto de una experiencia condicionada instaurada por experiencia real o
puede desarrollarse por lecturas de cuentos y programas televisados no apropiados para su
edad. El miedo o temor es aquella sensación de malestar que experimenta un niño hacia algo
conocido, por ejemplo, los perros. La ansiedad, en cambio, es un temor en donde se
desconoce la causa generadora. Los temores son sensaciones negativas que están presentes
y evolucionan a lo largo del desarrollo cognitivo, social y emocional del individuo. En un primer
lugar, los bebés experimentan temor a los extraños, luego huirán de la oscuridad y más tarde
se dejarán llevar por su imaginación y experimentarán ansiedad por haber visto imágenes
terroríficas en la televisión, cines, videos o le han narrado historietas desagradables. Por último,
tendrán miedo de las personas que les pueden hacer daño físico, como tutores, progenitores y
propios compañeros del colegio o bario. Suele ocurrir que algunos escolares sienten fobia
(DuPont. 1983), es decir, miedo irracional inapropiado a la hora de ir al colegio, apareciendo un
cuadro típico (lloran en exceso y manifiestan desórdenes psicosomáticos, como la diarrea,
estreñimiento, vómitos, etc) que se evapora cuando se les dice que no irán al centro escolar.
Suelen desaparecer por sí mismos, pero siempre es conveniente que sean superados a través
de un condicionamiento o modelado, con ayuda de un profesional. Los adolescentes
normativos no experimentarán miedo hacia estas características anteriores; sin embargo, son
muy temerosos hacia los aspectos sociales (ser rechazado por el grupo de iguales, fracaso
escolar, pérdida de la credibilidad, etc). Igualmente, el adulto también siente temor hacia la
pérdida del trabajo, enfermedad, etc. En definitiva, el temor está en continua evolución, y de
alguna manera moldeará la personalidad del individuo.
El temperamento:
Está constituido por la naturaleza afectiva general de un individuo, que está determinada, en
gran media, por su herencia y por las vivencias sociales históricas de su vida. Al carecer la
personalidad del neonato de creencias, actitudes y valores, el temperamento coincide con la
expresividad emotiva y las reacciones ante los estímulos medioambientales, esto supone en el
bebé una mayor o menor: a) Susceptibilidad emocional; b) fuerza y rapidez en sus respuestas,
y c) constancia de su estado de ánimo. Es decir, el temperamento es la forma peculiar y más
frecuente que manifiesta un individuo al relacionarse con los demás. El temperamento no es lo
que hace un niño o porqué lo hace, sino cómo lo hace (el estilo individual de respuesta). En
definitiva, el temperamento del niño establece el tono o la calidad de la interacción, el tipo de
conducta inicial y la reacción positiva o negativa de los observadores ante esa reacción
emocional (Buss y Plomin, 1984). Existen diversos factores que moldean el temperamento
infantil; ente los más importantes, destacamos: el temperamento de los cuidadores, el
desempeño de roles sociales en la escuela, juego, etc.; el grupo de iguales y el ambiente
cultural. Para averiguar la importancia de esos factores a continuación exponemos diversos
modelos que utilizaron como metodología la evaluación de los padres. Estos modelos tienen
una base biológica e innatisa, y van modificándose por la acción directa del influjo social.

El apego:
La observación por parte de los psicólogos de que a partir de los seis u ocho meses de vida
aparece por primera vez un vínculo o lazo afectivo entre el hijo y su cuidador fue el detonante
para que surgieran diversas interpretaciones a la hora de comentar el origen de este fenómeno.
Para el psicoanálisis, por ejemplo, el bebé inmerso en la fase oral obtiene placer a través de la
succión del pecho materno, y cuando llega a relacionar que detrás de ese pecho gratificador se
encuentra la madre, se origina el apego hacia ella. Desde una perspectiva diferente, este
vínculo puede ser debido a un condicionamiento operante en donde el bebé aprende a
relacionar la alimentación con la presencia de la madre. Sin embargo, otra interpretación
interesante para estudiar este lazo afectivo es el etológico. El etólogo K. Lorenz admite el
imprinting (impronta o troquelado) es un mecanismo automático, programado genéticamente en
los animales, que favorece el proceso de socialización y que se instaura instantáneamente
cuando la cría, después de eclosionar del huevo, se siente atraída por el primer ser vivo
observado y lo sigue con insistencia. Por otro lado, los estudios con monos de Harlow (Harlow,
1958, Harlow y Harlow, 1966), en donde se comparó la conducta de las crías manifestada con
madres sustitutas artificiales de su misma especie recubiertas de alambre o de piel a las que se
les incorporó un biberón, pusieron de manifiesto la importancia del contacto corporal para el
establecimiento de una eficaz relación social.

Este último descubrimiento hizo que Boswlby (1969, 1973, 1980), en un principio psicoanalista,
entroncara con la teoría etológica, y empleando la observación natural, llegó a admitir, en
primer lugar, que la satisfacción de las necesidades (alimentación, cuidado, atención ante el
dolor, etc) ayudaba, pero no era una variable imprescindible par la formación del apego, y en
segundo lugar, el bebé manifestó un deseo imparable, un hambre insaciable, para interaccionar
con los demás, por lo que el niño es un ser social por naturaleza. Por tanto, al final del primer
año el niño construye un modelo de índole cognitiva internalizada de operación que le ayuda a
predecir e interpretar la conducta del cuidador.
En el desarrollo del apego se pueden distinguir tres fases:
a) conducta orientativa (de 0 a 3 meses); de todos los objetos que se le presentan parece
que se siente atraído más por la cara humana que por otros objetos presentados, con
la particularidad de que es incapaz de discriminar unas caras de otras;
b) conducta de señalamiento (3-6 meses): el bebé ya es capaz de diferenciar el rostro de
personas conocidas de otras que le son extrañas; además, es capaz de identificar
reacciones emocionales de los padres y éstos, a su vez, de satisfacer todas sus
necesidades, y
c) c) conducta de acercamiento (6 meses a 3 años): el bebé busca la proximidad física
de la madre; cuando se asustan, corre hacia ella para buscar la protección. Y a medida
que va conociendo a personas extrañas, decrece el miedo que pudiera sentir hacia
ellas.

Visto todo lo anterior, las características más destacables, entre otras, de este lazo afectivo
son:
a) Es una interacción temprana cuyo objetivo consiste en mantenerse en contacto, o estar
lo más cercano posible, a la persona adulta que le o frece y favorece calor, seguridad,
cuidado y supervivencia.
b) Es una relación rítmica y diádica que está en continua transformación.
c) Garantiza la salud física y el equilibrio emocional.
d) El niño incorpora conocimientos, valores, etc; y elabora la conciencia de su propia
identidad personal.
e) Es el marco ideal en donde se desarrollan aprendizajes condicionados, operantes e
imitación de modelos.
f) Es una sintonía asimétrica porque el adulto es quien controla la intensidad y la cualidad
de esa interacción.
g) Y es, en definitiva, un hilo invisible que mantiene conectados a lo largo del tiempo,
incluso aunque ambas figuras se encuentren en espacios diversos, a dos sujetos, en
este caso al bebé con su madre, fundamentalmente, aunque también aparece con
otras personas que mantienen un estrecho contacto con el niño.

Potrebbero piacerti anche