En cuanto al concepto de vejez se puede decir que el organismo declina cuando
sus posibilidades de subsistir se reducen. La senescencia consiste en el conjunto de cambios de los elementos de un sistema por el paso del tiempo, cambios que suelen ser irreversibles, lo que implica una secuencia de desarrollo. En la historia antigua, ya los griegos tomaron en cuenta a la vejez como una entidad clínica, es decir, objeto de estudio de la medicina. Hipócrates hacía empezar a la vejez a los 56 años. Galeno considera a la vejez como intermediaria entre la enfermedad y la salud; recomienda, con arreglo al principio contraria contrariis, hay que calentar y humedecer el cuerpo del viejo, que tome baños calientes, que beba vino y que sea activo. Se tiene constancia del uso de dientes postizos ya desde los estruscos. Según Paracelso, el hombre es un compuesto químico y la vejez resulta de una autointoxicación. Hasta este momento las obras dedicadas a la vejez solo se ocupaban de la higiene preventiva. A comienzos del siglo XIX, con la corriente del vitalismo, los estudios sobre la vejez se hicieron precisos y sistemáticos: comienza a existir la geriatría. Se puede considerar que el hospital de La Salpetriere fue el núcleo de la primera institución geriátrica, en el que Charcot ofreció numerosas conferencias sobre la vejez. En este punto la medicina preventiva cedió el paso a la terapéutica. Al norteamericano Nascher se le considera el padre de la geriatría. De origen vienés pero educado en Nueva York; a su regreso a Viena visitó una residencia de ancianos y le sorprendió la longevidad y buena salud; al preguntar por el método que usaban para el tratamiento de los ancianos le respondieron: “Es porque tratamos a los pacientes de edad como los pediatras tratan a los niños” Junto a la geriatría ha surgido la gerontología, que no estudia la patología de la vejez, sino el proceso mismo del envejecimiento. En cuanto al proceso del envejecimiento como tal, llama la atención la transformación de los tejidos: la masa de los tejidos metabólicamente activos disminuye, mientras que aumenta la de los tejidos metabólicamente inertes: intersticiales y fibroesclerosos; son objeto de una deshidratación y de una degeneración grasa. Hay una marcada disminución para la regeneración muscular. El progreso del tejido intersticial con respecto a los tejidos nobles es llamativo sobre todo al nivel de las glándulas y del sistema nervioso. Sucede una involución de los principales órganos y el debilitamiento de ciertas funciones. Según Beauvoir, viejo y achacoso es casi un pleonasmo: Hay una relación recíproca entre vejez y enfermedad; ésta acelera la senescencia y la edad avanzada predispone a los trastornos patológicos, sobre todo a los procesos degenerativos que la caracterizan. Lo anterior se demuestra en el número de consultas médicas que aumenta con la edad. Las mujeres viven más que los hombres, pero durante su existencia están enfermas con mayor frecuencia. Típicamente, la gente de edad sufre de malestares mal definidos y reumatismo. La vejez es por excelencia el campo de lo psicosomático. No es una pendiente por la que todos bajan a la misma velocidad: Una viva contrariedad puede transformar a un hombre de 60 años en un individuo senil, tanto física como moralmente. Montequieu señala la contradicción de hacerse viejo: apenas el espíritu ha llegado a la madurez, el cuerpo comienza a debilitarse. Frente a la fuerza del espíritu, la debilidad del cuerpo. La salud física se arruina cuando el ánimo cede; si la vida fisiológica se degrada gravemente, las facultades intelectuales se perturban. Cognitivamente hablando, la memoria más alterada es la que implica la formación de nuevas asociaciones, por ejemplo la adquisición de una lengua. Toda facultad que implica una adaptación declina a partir de los 35 años, sobre todo si no se la practica: observación, abstracción y síntesis, integración y estructuración. La involución senil de un hombre se produce siempre en el seno de una sociedad: Para comprender la realidad y significación de la vejez es pues indispensable examinar qué lugar se asigna a los viejos, qué representación se tiene de ellos. ¿Qué hay de ineluctable en la condición de viejo?
Referencia: Beauvoir, S. (1983) La vejez. México: Hermes