Sei sulla pagina 1di 320

UNA MIRADA HISTÓRICA

AL BIENESTAR RURAL ARGENTINO


UNA MIRADA HISTÓRICA
AL BIENESTAR RURAL
ARGENTINO

Debates y propuestas de análisis

Alejandra de Arce
Alejandra Salomón
(compiladoras)
Una mirada histórica al bienestar rural argentino: debates y pro-
puestas de análisis / Alejandra de Arce… [et al.]; compilado por
Alejandra Salomón; Alejandra de Arce. – 1a ed. – Ciudad Autóno-
ma de Buenos Aires: Teseo, 2020. 320 p.; 20 x 13 cm.
ISBN 978-987-723-234-9
1. Argentina. 2. Políticas Públicas. 3. Política Rural. I. Arce, Alejan-
dra de, comp. II. Salomón, Alejandra, comp.
CDD 320.84

© Editorial Teseo, 2020


Buenos Aires, Argentina
Editorial Teseo
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de esta obra,
escríbanos a: info@editorialteseo.com
www.editorialteseo.com
ISBN: 9789877232349
Imagen de tapa: Argentina, Archivo General de la Nación,
Departamento Documentos Fotográficos. Fondo: Acervo Gráfico
Audiovisual y Sonoro. Serie Repositorio Gráfico. Caja N° 2589,
N° de inventario 140428.
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino
TeseoPress Design (www.teseopress.com)
ExLibrisTeseo 5e8788208f8c5. Sólo para uso personal
Colección La Argentina rural

Los sistemas agroalimentarios (1960-2017)

Desde el Centro de Estudios de la Argentina Rural de


la Universidad Nacional de Quilmes venimos trabajando
desde hace más de dos décadas en el estudio de la Argen-
tina rural. Nuestra tarea ha estado centrada en las proble-
máticas vinculadas al desarrollo y transformación de las
economías regionales, los cambios medioambientales, los
sujetos sociales agrarios y las políticas públicas asociadas
al espacio rural.
En este contexto de continuo y creciente trabajo, nos
propusimos en el año 2018 generar una colección de libros
que pueda dar cuenta de las transformaciones del mundo
rural argentino, tomando como eje vertebrador los siste-
mas agroalimentarios más importantes. Una colección que
signifique, a la vez, un proyecto colectivo, obras interrela-
cionadas entre sí y un intento de interpretación de la rura-
lidad argentina más amplio. Por un lado, cada libro tendrá
una lógica propia pero también entrará en diálogo con el
resto de los trabajos de la colección. Así, las producciones
agroindustriales y los espacios rurales serán abordados a lo
largo de toda la colección desde diferentes ejes y/o pers-
pectivas analíticas.
Nuestro espacio rural ha atravesado intensas transfor-
maciones en los últimos cincuenta años, en el marco de la
inserción del país en el proceso de globalización dominan-
te, donde se desdibuja cada vez más la separación entre lo
urbano y lo rural, por un lado, y lo productivo y lo social,
por el otro. En tanto, el desarrollo del sector agroindustrial
es inseparable de la calidad de sus vínculos con los servicios

7
8 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

y la industria, instalándose la globalización como un pen-


samiento único en un conjunto heterogéneo de situaciones
históricas, políticas, económicas y sociales de las unida-
des que la componen. En las últimas décadas la produc-
ción agropecuaria acrecentó su importancia en la economía
argentina a partir de su inserción como parte de un siste-
ma agroalimentario complejo que pasó a formar parte, en
mayor o menor medida, de la producción y comercio mun-
dial de alimentos. Esta integración no fue igual en todos los
casos y, en la mayoría de las agroindustrias, la producción
local de comestibles está subordinada a los vaivenes del
mercado mundial. En este proceso tuvieron injerencia no
solo la transnacionalización de las empresas alimentarias
sino también, y especialmente en los últimos años, la entra-
da de capitales financieros que imponen mayores niveles de
eficiencia y exigencia a los productores locales. La difusión
de la “modernización agraria” propia de los países indus-
trializados derivó en un creciente sometimiento de los sec-
tores agropecuarios y agroalimentarios locales y regionales
a las relaciones de producción y consumo organizadas por
las compañías transnacionales.
El sistema agroalimentario argentino tiene una impor-
tancia económica, política y social fundamental: 1) porque
es productor de alimentos para la población, con su par-
ticipación del sector en el Producto Bruto Interno de la
Argentina; 2) porque es la base sobre la que se estructura
gran parte del espacio geográfico y la ocupación del terri-
torio, con una población rural de unos cuatro millones de
personas; 3) porque es el mayor empleador del país, con
un 35% de la población económicamente activa trabajan-
do de modo directo o indirecto en él; 4) porque es la vía
principal de ingreso de divisas, participando con más del
50% en las exportaciones; 5) porque es eje articulador de las
economías regionales.
Inserto en este contexto, nuestro objetivo es precisa-
mente entender los cambios ocurridos en las agroindus-
trias con raíces profundas en nuestro país, pero no desde
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 9

una mirada lineal, sino procurando generar núcleos temá-


ticos que puestos en discusión brinden un panorama de
este proceso de transformación rural. Los ejes de análisis
propuestos son: la concepción sobre lo rural y los cambios
en las agroindustrias más significativas de la Argentina; la
cuestión medioambiental; las condiciones de vida del sector
rural; los nuevos sujetos agrarios y las lógicas del agronego-
cio; la política en el proceso agroalimentario, y el lugar de
las TIC en el mundo rural.
Estos libros son también el resultado de un trabajo
colectivo en un doble sentido. Por un lado fueron pensados
y planificados por los miembros del CEAR como parte de
nuestra propuesta académica, como obra colaborativa, don-
de los aportes individuales pudiesen formar un contenido
común y donde participaran a su vez investigadores de todo
el país, con perfiles disciplinares diversos, que enriquecie-
ran la propuesta. Esta labor de conjunto fue desarrollada
a partir de una serie de encuentros llevados adelante para
cada núcleo temático, en el cual se debatió y se puso en
común la producción de cada capítulo entre los diversos
autores y con otros investigadores vinculados con el tema.
Se trató, finalmente, de actualizar conocimientos, de
dar sentido a los nuevos conceptos y procesos, emparenta-
dos a las realidades de hoy. Cada libro, así como la colec-
ción en su conjunto, se convierte en un espacio de debate
y discusión, abierto y amplio en términos teóricos, con el
objetivo de aportar instrumentos e ideas para (re)pensar el
agro argentino de los últimos cincuenta años.
Nuestro principal interrogante estuvo centrado esen-
cialmente en la existencia de una nueva ruralidad en Argen-
tina y de cómo esta se articula con los cambios en los
sistemas agroalimentarios a nivel mundial. Un espacio don-
de coexisten empresas de alta composición tecnológica,
empresas que integran “grupos económicos” transnaciona-
les, mundos rurales heterogéneos compuestos de producto-
res diversos, campesinos y trabajadores rurales fracciona-
dos por los procesos de modernización rural. Un proceso
10 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

en el cual la transformación de los territorios, su inte-


gración o desintegración y los cambios socio-ambientales
juegan un rol central en la redefinición del espacio rural,
donde en muchos casos el crecimiento de la productividad
se da a costa del agotamiento de los recursos naturales y
de la exclusión social.
Como director del CEAR-UNQ debo agradecer pri-
mero a todos los miembros del Centro que se compro-
metieron con el trabajo asociado a los diferentes volúme-
nes de esta colección. En segundo lugar, a todos/as los/
las investigadores/as invitado/as que se sumaron con una
enorme capacidad y voluntad de trabajo en equipo, dando
forma así al desafío que nos habíamos planteado acerca
de la reflexión sobre el nuevo mundo rural argentino, sus
transformaciones y conflictos. También, por último, quiero
agradecer muy especialmente a las instituciones que con su
aporte permitieron la concreción material de este trabajo: la
Universidad Nacional de Quilmes, el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas y la Agencia Nacional
de Promoción Científica y Tecnológica.

Dr. Adrián Gustavo Zarrilli


Director del Centro de Estudios de la Argentina Rural
de la Universidad Nacional de Quilmes
Para que el principio de igualdad llegue a constituir una
voluntad de igualdad social, debe asociarse a un sentimien-
to de solidaridad y fraternidad: la igualdad nos compromete
porque los individuos tienen algo en común y semejante;
porque están vinculados; porque tienen un destino común, y
porque su felicidad privada depende de la felicidad pública.
Cuando esos sentimientos se debilitan, las desigualdades se
ahondan, a pesar de las indignaciones.

Dubet, 2019

11
Índice

Introducción .................................................................................. 15
1. El bienestar rural como problema y como solución.
Entre lo internacional y lo nacional........................................ 23
Alejandra de Arce y Alejandra Salomón
2. La función de la escuela rural más allá de las aulas. La
promoción social de la familia (región pampeana,
1960-1990) ..................................................................................... 53
Talía Violeta Gutiérrez
3. La salud rural, sus divergencias históricas y espaciales
en territorio cordobés ................................................................. 77
María José Ortiz Bergia
4. Vivienda rural en Mendoza ................................................ 101
Juan Manuel Cerdá
5. Transformaciones territoriales y desigualdades en el
norte de la Patagonia. Mercados de trabajo segregados
en la producción agraria........................................................... 125
Verónica Trpin
6. Crisis y deterioro laboral en la agroindustria
azucarera de Tucumán durante la segunda mitad del
siglo XX ......................................................................................... 149
Ariel Osatinsky
7. Transformaciones contemporáneas en las
condiciones de reproducción social de los agricultores
familiares en el agro misionero .............................................. 179
Delia Ramírez y Carolina Diez
8. Cuando organizar el trabajo es organizar la
comunidad. Cooperativismo rural en la estepa de Río
Negro ............................................................................................. 203
Santiago Conti y Suzette Sánchez

13
14 • Índice

9. Mujeres, producción y reproducción.


Transformaciones en la vida cotidiana en Jumial
Grande ........................................................................................... 229
Cecilia Canevari y Cristina Biaggi
10. Pobreza y desnutrición infantil en la ruralia del
noroeste argentino. Una mirada integradora..................... 253
Fernando Longhi, Laura Cordero y Pablo
Paolasso
11. Aislamiento e inclusión, invertir la experiencia.
Debates sobre servicios públicos y comunicaciones en
Chubut........................................................................................... 285
Juan Manuel Diez Tetamanti
Acerca de los autores ................................................................. 311

14
Introducción

La creciente producción en el campo de la historiografía


rural ha puesto al descubierto que el debate sobre el bienes-
tar rural argentino es una agenda abierta y aún pendiente
para la investigación histórica. Como ha sido demostrado,
en la segunda posguerra el bienestar asumió un lugar pre-
eminente dentro de la agenda pública, en tanto que la mayor
oferta tecnológica, nuevas técnicas productivas y el accio-
nar estatal bajo el influjo de las ideas de modernización y
desarrollo impulsaron cambios en las formas de trabajo y
en las condiciones de vida. Desde fines de los setenta –y
aún más en los años 90– no solo comenzaron los síntomas
de desmantelamiento de la política social, sino que además,
bajo la influencia de la globalización y del neoliberalismo,
se alteró el lugar de la actividad agropecuaria dentro de
la economía nacional y empezó a diseminarse la idea de
nueva ruralidad asociada al desarrollo rural/territorial/local.
En el cambio de siglo, la innovación tecnológica (cultivos
transgénicos, informática, etc.), la retracción del Estado del
mercado financiero y la proliferación de capitales extran-
jeros profundizaron las diferencias sociales y afectaron la
cotidianeidad de los individuos, las familias y las organiza-
ciones sociales agrarias.
En este marco, nuestra propuesta promueve aproxima-
ciones de larga duración, en base a la presunción de que
para pensar las modificaciones en la calidad de vida es nece-
saria una observación diacrónica y atenta a las asimetrías
regionales, las relaciones de género y las heterogeneidades
sociales. Partimos de un concepto multidimensional de bie-
nestar que trasciende los indicadores de crecimiento eco-
nómico y los datos exclusivamente cuantificables. En esta
línea, planteamos una conceptualización que comprende
tanto las dimensiones materiales como las sociopolíticas y

15
16 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

culturales en contextos históricos y regionales particulares.


La diversidad de territorios, sujetos y condicionantes mate-
riales y simbólicos constituye una premisa para indagar los
desajustes sociales y las respuestas que estos motorizaron a
lo largo del tiempo. El desafío consiste entonces en alentar
una reflexión sobre los diagnósticos y propuestas en torno a
la cuestión social rural, comprendida como una interacción
entre el impacto efectivo de las políticas sociales, la influen-
cia de la acción colectiva en pos del bienestar y el correlato
social del devenir del capitalismo agrario argentino.1
Los capítulos que integran esta obra colectiva adoptan
un abordaje diacrónico de las condiciones de vida. Con un
anclaje regional, cada autor/a se focaliza en una dimen-
sión del bienestar (educación, salud, vivienda, asistencia
social, trabajo, nutrición, servicios públicos y comunica-
ciones, sociabilidad), aunque indefectiblemente enmarca su
objeto puntual de estudio dentro de un escenario más
amplio. Dos interrogantes han inspirado los aportes que
aquí se presentan. Por un lado, en qué medida nuevos abor-
dajes teórico-metodológicos renuevan los estudios sobre la
cuestión social rural –subestimada por las miradas urbano-
céntricas– durante la segunda mitad del siglo XX e inicios
del XXI. Por otro, cuáles fueron las transformaciones en
las condiciones de vida rural durante ese lapso y de qué
modo estas se relacionan con los cambios en las estructu-
ras productivas, las modalidades de intervención estatal y
la acción colectiva.
Así, los once trabajos de este libro abordan un conjunto
de dimensiones particulares del bienestar rural, o analizan
su contracara, la pobreza. En el primero de ellos, nos con-
centramos en las visiones históricas del bienestar rural (y
sus conceptos afines) que habrían orientado la producción

1 Algunas reflexiones actuales sobre la temática rural se encuentran en Apari-


cio, Gehlen, Romero y Vitelli, 2019; Paolasso, Longhi y Velázquez, 2019. Un
texto muy sugerente para repensar las variables que conforman las condi-
ciones de vida –aunque no se aboca a la población rural– es el de Piovani y
Salvia, 2018.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 17

de conocimiento y la elaboración de políticas públicas en


la Argentina durante la segunda mitad del siglo XX, identi-
ficando usos y variantes a través del tiempo. En particular,
examinamos las ideas de tres organismos internacionales
–CEPAL, FAO e IICA– que por entonces ganaron protago-
nismo y ascendencia en el país.
En su capítulo, Talía Gutiérrez reflexiona sobre las
tareas desempeñadas por la escuela rural y los/as maes-
tros/as, más allá de su rol estrictamente pedagógico dentro
del aula. Fundamentalmente a partir de la visión de estos
últimos, la autora demuestra el papel que han jugado en la
promoción social de la familia y la comunidad. Desde otro
eje temático, María José Ortiz Bergia argumenta que los
riesgos para la salud y las prácticas destinadas a preservarla
y repararla constituyen productos históricos que han varia-
do en tiempo y espacio. Para explicar tal heterogeneidad, se
centra en las transformaciones operadas en las condiciones
sanitarias de los pobladores rurales cordobeses entre 1960
y 2010. Desde una óptica cuantitativa, Juan Manuel Cerdá
se dedica a un elemento constitutivo de las condiciones
materiales de vida que no cuenta con estudios sistemáti-
cos: la vivienda rural. Su análisis de largo plazo –situa-
do en la provincia de Mendoza– interrelaciona regímenes
de tenencia, materiales y servicios básicos y características
habitacionales, lo cual permite vislumbrar las desigualdades
sociales asociadas.
Las contribuciones de Verónica Trpin y Ariel Osa-
tinsky también señalan al trabajo como un elemento insos-
layable del análisis del bienestar. En el primer caso, se abor-
dan las desigualdades en mercados laborales segregados y
la movilidad territorial, particularmente, en el cultivo de
tomate en el Valle Medio del río Negro. En el segundo caso,
se explora el impacto que tuvieron las mutaciones econó-
micas de la agroindustria azucarera en los trabajadores y
cañeros –en especial los pequeños productores– vinculados
a la actividad en Tucumán. En el mismo sentido, y con una
mirada etnográfica, Carolina Diez y Delia Ramírez indagan
18 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

las transformaciones en las lógicas de reproducción social


de las familias colonas misioneras frente al avance del agro-
negocio forestal y las consecuencias para su bienestar.
Por su parte, Santiago Conti y Suzette Sánchez incur-
sionan en otro componente menos investigado del bienes-
tar rural: la vida comunitaria. Con el foco puesto en la
estepa de Río Negro, los autores examinan las formas de
socialización promovidas por el cooperativismo en un pro-
ceso histórico cambiante y complejo, entre la década de
1970 y comienzos del siglo XXI. En la misma línea, Cris-
tina Biaggi y Cecilia Canevari recuperan el protagonismo
de una organización de mujeres en Jumial Grande (Santia-
go del Estero) entre 1989 y 2015. Desde la perspectiva de
la economía feminista, destacan la importancia del trabajo
reproductivo, no solamente en sus aspectos objetivos, sino
también en lo que respecta a la satisfacción de necesidades
emocionales y de cuidado.
En su capítulo, Fernando Longhi, Laura Cordero y
Pablo Paolasso revelan las interacciones de la ruralidad, la
persistencia de la pobreza y los problemas nutricionales
en el noroeste argentino. A partir del cuestionamiento a
los indicadores tradicionales de medición de pobreza, los
autores se inclinan por el abordaje de la morbimortalidad
por desnutrición infantil. Y, con fuentes secundarias y datos
antropométricos, identifican la persistencia de serios pro-
blemas nutricionales en la infancia entre 1937 y la actua-
lidad. Otro de los enfoques innovadores es el que presenta
Juan Manuel Diez Tetamanti, en su caso para colocar en el
debate sobre el bienestar la problemática del aislamiento y
la inclusión. A partir de la pesquisa cartográfica, estudia las
dinámicas socioterritoriales en Chubut respecto del trans-
porte y las comunicaciones, en el marco de las movilidades,
las distancias y las necesidades locales.
En definitiva, en esta obra conjunta apuntamos al enri-
quecimiento de temas y la búsqueda de reconstrucciones
históricas del bienestar en clave rural, para brindar una
imagen densa, compleja y precisa de su objeto de estudio.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 19

Desde cada abordaje particular, los/as autores/as invitan


a ampliar problemas, perspectivas, métodos y técnicas de
investigación a fin de comprender las dinámicas subjetivas
y objetivas que estructuran las condiciones de vida. La idea
que subyace (y aflora) en estos textos es que no corresponde
esencializar el concepto de bienestar rural, sino que sus
características (materiales e inmateriales) deben ser deter-
minadas a partir de investigaciones específicas ancladas en
un recorte témporo-espacial.
Es sabido que los conceptos expresan significados
socialmente construidos. Como símbolos orientan las prác-
ticas y circulan en el lenguaje cotidiano donde pueden
operarse modificaciones. En este proceso, y especialmen-
te desde el sentido común, se utilizan como sinónimos o
equivalentes términos que a nivel teórico no lo son. De
manera ilustrativa, y tal como hemos planteado, cuando
se hace referencia a la búsqueda de bienestar se está sugi-
riendo un anhelo por una mejor calidad de vida de los
sujetos, siempre está enlazada a su comunidad y al entorno
construido. En cambio, hablar de equidad o igualdad –fren-
te a la realidad concreta de la pobreza– supone un viraje
hacia la individuación en desmedro de los lazos fraterno-
comunitarios y hacia la consecución de un umbral míni-
mo en menoscabo de un imaginario solidario; para lo cual
resulta imperioso elaborar mediciones y comparaciones. En
otras palabras, la utilización de uno u otro término en la
formulación de políticas públicas conducirá a reflexiones
–y acciones– disímiles.
En la actualidad el concepto de bienestar se revitaliza
para recobrar la integralidad de antaño y mediar entre el
crecimiento económico y la mejoría en la vida de las per-
sonas. La propuesta radica en pensar un tipo de bienestar
sostenible y equitativo que posibilite comparaciones a dis-
tintas escalas (CEPAL-OCDE-CAF, 2016 y 2019). En esta
línea, y a modo de desafío, planteamos el imperativo de
estudiar el pasado con el fin de reflexionar sobre el presen-
te y desplegar múltiples interrogantes y respuestas para el
20 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

mundo rural argentino y latinoamericano. En un contexto


en que las ruralidades han acentuado su perfil dinámico y
móvil, ¿cómo influyen las subjetividades en las represen-
taciones sobre el bienestar? ¿Cómo se han reconfigurado
los modos de vida y cómo estos han influido en el arraigo
o el desarraigo rural? ¿Quiénes y en base a qué criterios
determinan en la actualidad los parámetros del bienestar
rural? ¿Cómo equilibrar en las evaluaciones y soluciones las
subjetividades de los habitantes rurales y los atributos que
los expertos juzgan valiosos para aquellos?
Sin lugar a dudas, el estudio del bienestar en el agro
argentino requiere una mirada más humanizada, que tras-
cienda el sentido productivista, cuantificador y tecnologi-
zante que históricamente ha primado en las políticas públi-
cas. La ponderación de los sistemas agroalimentarios para
la satisfacción de las necesidades humanas exige nuevos
modelos de interpretar la realidad. Es necesario entonces
asumir una visión integral, situada e interrelacional (local-
global) que incorpore las lecciones y los legados de la his-
toria. De este modo, se comprenderá mejor el presente y
se revertirá el incremento de las desigualdades, reconstru-
yendo solidaridades y ciudadanía social (Dubet, 2019; Pérez
Sáinz, 2014).

Los artículos que aquí se presentan son el resultado de


las exposiciones y debates generados en abril de 2019 en
el workshop –organizado por el Centro de Estudios de la
Argentina Rural, radicado en la Universidad Nacional de
Quilmes (CEAR-UNQ)– que da el título a nuestro libro. En
este encuentro leímos, analizamos e intercambiamos ideas
en base a los resúmenes extensos que constituían un avance
de las propuestas de cada uno de los autores. Con este deba-
te constructivo pudimos llevar a cabo una obra auténtica-
mente colectiva que reafirma la importancia estratégica de
las investigaciones de las Ciencias Sociales para compren-
der y explicar el pasado y el presente del agro nacional.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 21

La edición de este libro fue posible gracias al apoyo


económico del Consejo Nacional de Investigaciones Cien-
tíficas y Técnicas (CONICET), cuyo subsidio hizo posible
materializar la reunión científica y publicar ahora sus con-
clusiones. Por último, pero no por eso menos importante,
quienes coordinamos y compilamos sus resultados quere-
mos agradecer especialmente a todos los que participaron
del proyecto, cuyo compromiso y excelente predisposición
merecen ser indicados.

Bibliografía

Aparicio, Susana; Gehlen, Ivaldo; Romero, Juan y Vitelli,


Rossana (coords.) (2019), Desarrollo rural y cuestión agra-
ria, Buenos Aires: Teseo.
CEPAL-OCDE-CAF (2016), Perspectivas económicas de Amé-
rica Latina 2017. Juventud, competencias y emprendimiento.
Disponible en: https://bit.ly/2PGlWQu.
CEPAL-OCDE-CAF (2019), Perspectivas económicas de Amé-
rica Latina. Desarrollo en transición. Disponible en:
https://bit.ly/38wbfZq.
D’Amico, María Victoria (2016), “La definición de la
desigualdad en las agendas recientes de los organismos
internacionales para América Latina”, Rev. colomb. soc.,
N.º 39, pp. 221-240.
Dubet, François (2019), ¿Por qué preferimos la desigualdad?
(aunque digamos lo contrario), Buenos Aires: Siglo XXI
Editores.
Paolasso, Pablo; Longhi, Fernando y Velázquez, Guillermo
(coords.) (2019), Desigualdades y fragmentación territorial
en la Argentina durante la primera década del siglo XXI,
Buenos Aires: Imago Mundi.
22 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Pérez Sáinz, Juan Pablo (2014), “Las transformaciones de


la ciudadanía social en América Latina”, en Groisman,
Fernando y Burchardt, Hans Jürgen (coords.), Despro-
tegidos y desiguales ¿Hacia una nueva fisonomía social?,
Buenos Aires: Prometeo Libros.
Piovani, Juan Ignacio y Salvia, Agustín (coords.) (2018), La
Argentina en el siglo XXI. Cómo somos, vivimos y convivimos
en una sociedad desigual: Encuesta Nacional sobre la estruc-
tura social, Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
1

El bienestar rural como problema


y como solución

Entre lo internacional y lo nacional

ALEJANDRA DE ARCE Y ALEJANDRA SALOMÓN

Introducción

A mediados del siglo XX, la emergencia de los Estados


de Bienestar y de las doctrinas desarrollistas se entrama
con la creación de organismos internacionales (OI) –tales
como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la
Organización de Naciones Unidas (ONU)– dedicados a la
promoción de mejores condiciones de vida. Por razones
sociales, humanitarias, económicas y políticas fue que estos
organismos se consagraron al problema del bienestar. En
clave rural, las sugerencias apuntaban a la modernización
del sector agropecuario en un contexto de transformacio-
nes en la demanda, producción y comercialización de bie-
nes agrarios (Kay, 1995), así como a la elevación del nivel de
vida de sus pobladores.1

1 Como se verá a lo largo del análisis, bienestar social, condiciones de vida,


nivel de vida y calidad de vida suelen ser utilizados como sinónimos, sin
problematizar las dimensiones que incluyen/excluyen o los umbrales míni-
mos que presuponen. Algunos textos que brindan pistas sobre la evolución

23
24 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

La producción de saberes en cualquier sociedad nacio-


nal no está aislada de los procesos de circulación inter-
nacional de teorías, individuos y modelos de acción polí-
tica (Neiburg y Plotkin, 2004: 25). En el mismo sentido,
como plantea Altamirano para los comienzos de las cien-
cias sociales en la Argentina, los modos de descripción e
interpretación del mundo social no han sido desde enton-
ces el producto de una reflexión endógena, sino más bien
del ingreso, la adopción y, eventualmente, la adaptación de
esas formas todavía nuevas del discurso sobre la vida social
(Altamirano, 2004: 31). Asimismo, se insertan en la cons-
trucción de la ciencia pública, la cual funciona como fuente
de legitimidad para la política y gestión del Estado (Whitley,
2012). De modo que las ideas y los saberes técnicos juegan
un rol preponderante en el proceso y los cambios de las
políticas (Sabatier, 2010).
Estas mismas reflexiones acerca de la generación del
conocimiento sobre la sociedad, su divulgación interna-
cional, el sustento que brinda al diagnóstico de problemas
sociales y la formulación de soluciones podrían pensarse
para la cuestión del bienestar rural. El análisis “arqueológi-
co” –desde la perspectiva de Foucault– de la emergencia
y la trayectoria de este concepto permite reconstruir con-
tinuidades, discontinuidades y rupturas dentro de las for-
maciones discursivas. La tarea es “describir la organización
del campo de enunciados [históricamente arraigados] en el
que aparece y circula” esta noción, registrar la coexisten-
cia de significados (presencia, concomitancia/ consensos,
conflictos, memoria) y los procedimientos de intervención
sobre los enunciados (reescritura, trascripción, traducción,
aproximación, delimitación, transferencia y sistematiza-
ción) (Foucault, 2002: 76). En suma, se trata de

de dichos conceptos son Cardona y Byron Agudelo (2005), Di Pasquale


(2008) y Mikklesen (2007). Un interesante antecedente lo plantea Knight
(1972).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 25

colocarse a cierta distancia de este juego conceptual mani-


fiesto, e intentar determinar de acuerdo con qué esquemas
[…] pueden estar ligados los enunciados con otros […] se trata
de fijar así cómo pueden los elementos recurrentes de los
enunciados reaparecer, disociarse, recomponerse […] volver
a ser tomados en el interior de nuevas estructuras lógicas.
(Foucault, 2002: 81).

En una época en que industrialización y desarrollo se


homologaban y que esa asimilación determinaba las prio-
ridades de la agenda institucional, ¿qué significaba el bie-
nestar rural como tema socialmente problematizado y qué
expectativas motivaba? En tal dirección, en este trabajo exa-
minaremos las visiones históricas del bienestar rural (y sus
conceptos afines) que habrían orientado la producción de
conocimiento y la elaboración de políticas públicas dirigi-
das hacia la sociedad rural argentina durante la segunda
mitad del siglo XX, identificando usos y variantes a través
del tiempo. En particular, aquí nos concentramos en las
ideas de los OI, en base a la premisa de que existía un circui-
to propiamente dedicado al agro latinoamericano, estruc-
turado por instituciones que luego de la Segunda Guerra
Mundial ganaron protagonismo y ascendencia en el país,
como CEPAL (Comisión Económica para América Latina),
FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Ali-
mentación y la Agricultura, más conocida por sus siglas en
inglés) e IICA (Instituto Interamericano de Ciencias Agríco-
las, luego llamado Instituto Interamericano de Cooperación
para la Agricultura).
A partir del análisis de documentación institucional
(informes, memorias, publicaciones, etc.)2, incursionaremos
en los siguientes interrogantes: ¿qué lugar ocupaban los
problemas sociales rurales en el pensamiento de estas ins-
tituciones? ¿Qué definiciones de bienestar rural se propo-
nían y cuáles eran sus indicadores? ¿Con qué cambios en la

2 Debe asumirse la autoría institucional, a pesar de que algunos trabajos fue-


ron publicados con el sello de sus autores/expertos.
26 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

sociedad global-local se relacionaban los giros en el discur-


so sobre el bienestar? Concebimos el bienestar rural como
un concepto polisémico, al que se le han atribuido distintos
usos y significados según han pasado los años, de modo que
realizaremos un abordaje diacrónico. El mismo se divide
en tres períodos: 1) 1950-1960 (concepto fundacional pro-
positivo y holístico, con sentido progresivo), 2) 1970-1980
(decadencia de su fuerza explicativa frente al debate en
torno a la pobreza) y 3) década de 1990 (uso meramente
nominal, sustitución por igualdad y/o equidad). A través
de esta división intentamos dar cuenta de la reestructura-
ción de las dimensiones, variables e indicadores que han
definido la operacionalización de este concepto clave para
el agro latinoamericano y argentino en particular, dentro
del período que va desde los postulados de modernización,
tecnificación e integración desarrollista hasta las políticas
de liberalización económica e individuación progresiva de
los años 90. El cambio de siglo trajo consigo nuevas pers-
pectivas: los ocho Objetivos del Milenio se pronunciaron
a favor de una mundialización “plenamente incluyente y
equitativa”, en base a los valores delibertad, igualdad, soli-
daridad, tolerancia, respeto a la naturaleza y responsabi-
lidad compartida.3
Los conocimientos producidos por las instituciones
fueron apropiados por profesionales y funcionarios
locales a través de diversos medios: informes de exper-
tos, viajes de capacitación al extranjero, conferencias
y seminarios dictados por visitantes ilustres, reuniones
y vínculos con especialistas foráneos contratados por
oficinas estatales. Así como había sujetos –en este caso,
extranjeros– que detentaban mayor grado de incidencia
sobre los poderes públicos, la cultura política ofició de
filtro en la percepción y resolución de los problemas.
Por lo tanto, la recepción de dichas creencias no ha sido
pasiva, sino que ha implicado necesariamente algún tipo

3 ONU, Asamblea General, A/Res/52/2, 13/9/2000.


Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 27

de adaptación que redundó en producción local/locali-


zada de conocimiento (Fernández Prieto, 2015). Incluso,
a la hora de la implementación, no deben desconocerse
los múltiples condicionantes de la realidad nacional.
Aunque desde hace un tiempo el bienestar ha reci-
bido atención por parte de la historiografía, su estudio
en clave rural y más allá del primer peronismo presenta
importantes claroscuros (Ortiz Bergia y Salomón, 2017).
En especial, cabe mencionar la ausencia de investiga-
ciones históricas que expliquen de modo sistemático y
analítico los procesos de circulación internacional de
ideas referidas al bienestar rural, aun cuando en un país
periférico como la Argentina son los referentes interna-
cionales los que dotan de legitimidad a los encargados
de idear, gestionar y ejecutar las políticas públicas. De
allí que el abordaje del fenómeno desde la perspec-
tiva de los OI renovaría y complejizaría los estudios
históricos sobre la cuestión social rural, en tiempos en
los que han ganado mayor protagonismo los debates
en torno al desarrollo rural y sus conceptos asociados,
tales como desarrollo local, desarrollo territorial y desa-
rrollo territorial rural (Manzanal, Neiman y Lattuada,
2006; Schejtman y Barsky, 2008; Lattuada, Nogueira
y Urcola, 2014).
Este capítulo se estructura en dos grandes partes.
En primer lugar, nos referimos a la institucionalización
de la CEPAL, la FAO y el IICA, así como a las formas en
que el intercambio de trayectorias individuales e institu-
cionales delineó el pensamiento sobre la cuestión rural
nacional. En un segundo momento, nos dedicamos a
reconstruir la conceptualización del bienestar rural por
parte de dichos OI, así como sus indicadores, modelos
de intervención y agentes implicados en la periodización
construida (1950-1960, 1970-1980 y 1990).
28 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

1. Organismos internacionales para el agro


latinoamericano

1.1. La construcción de instituciones dedicadas


a la cuestión social rural
Desde sus inicios, el IICA, la FAO y la CEPAL han prestado
especial atención al desarrollo de las zonas rurales, ejercien-
do singular influencia en la Argentina. El Instituto Inter-
americano de Ciencias Agrícolas, perteneciente a la Unión
Panamericana (desde 1948, la OEA), fue creado en 1942.
Primeramente, se dedicó a la investigación agronómica y
a la enseñanza de postgrado y, con los años, también a la
cooperación técnica y al fortalecimiento institucional. En
1979 cambió su nombre a Instituto Interamericano para
la Cooperación de la Agricultura y ajustó sus objetivos,
en pos del desarrollo agrícola y el bienestar rural. Obtu-
vo el reconocimiento jurídico por parte de la Argentina
en 1944 y detenta representación activa en el país desde
1966. Dos argentinos han liderado la Dirección General:
Martín Piñeiro (1986-1990 y 1990-1994) y Manuel Otero
(2017-2020).
Tanto la FAO como la CEPAL se instituyeron en el
seno de la ONU. La primera, en 1945, se proponía com-
batir el hambre y la malnutrición, y gestionar eficazmente
el sistema alimentario mundial. Desde entonces, no solo ha
actuado como un foro internacional para negociar acuerdos
y debatir políticas, además es una fuente de conocimientos,
información y ayuda técnica y financiera. La Argentina for-
ma parte de la misma desde 1951 y cuenta con oficina pro-
pia desde 2003. La segunda, fundada en 1948, promueve el
desarrollo económico, las relaciones internacionales y estu-
dio de la región. Sobre estas bases, se constituyó desde sus
inicios en un centro fundamental del pensamiento latinoa-
mericano con un claro perfil económico. Desde 1973 posee
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 29

oficina en Buenos Aires y tres argentinos han accedido a la


Secretaría Ejecutiva: Raúl Prebisch (1950-1963), Norberto
González (1985-1987) y José Luis Machinea (2003-2008).
El rápido influjo de las propuestas del IICA, la CEPAL
y la FAO en la Argentina se vincula con un conjunto de
procesos sociohistóricos. A mediados del siglo XX, aunque
con ritmos diversos y heterogeneidades regionales y loca-
les, se intensificaron una serie de transformaciones que
afectaron las condiciones de vida y de trabajo de los habi-
tantes rurales. En tiempos en que la industrialización por
sustitución de importaciones hegemonizaba la política de
desarrollo, un primer fenómeno significativo consistió en
la lenta recuperación agropecuaria, traccionada por nuevas
inversiones y medidas favorables hacia el sector (Barsky y
Gelman, 2001). Así, los poderes públicos le asignaron al
agro objetivos ambiciosos con el fin de recuperar lo que se
percibía como un retraso dramático. Las discusiones sobre
el estancamiento agrícola, la tenencia de la tierra, la promo-
ción de la tecnología, la eficiencia y el desarrollo social de
la comunidad signaron las iniciativas en torno al papel de
la familia agrícola, en consonancia con las recomendacio-
nes de los OI y el apoyo norteamericano a América Latina
(Gutiérrez, 2009).
Por otro lado, el despoblamiento rural agudizó la con-
centración poblacional en el área metropolitana (Reborat-
ti, 2007). La promisión de oportunidades y la modernidad
que ofrecían las ciudades, junto a la prescindencia de mano
de obra –fruto de la mecanización y de la reorganización
productiva– y a la desvalorización del campo como lugar
de residencia, funcionaron como desencadenantes de las
migraciones internas (Balsa, 2006; Lázzaro, 2012; Ivickas
Magallán, 2017). El atractivo que detentaron las propuestas
del IICA, la CEPAL y la FAO en la Argentina se asocia
con los procesos descritos. El influjo de sus sugerencias se
observa en la instalación de instituciones, la capacitación
30 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

de agentes, publicaciones y la circulación de conceptos. De


hecho, numerosos informes internacionales se dedican al
caso argentino, como el de la CEPAL de 1959.4
Resulta complejo identificar las dependencias del sec-
tor público argentino que durante la segunda mitad del
siglo XX se consagraron a la cuestión social rural. Por un
lado, es insoslayable la preponderancia del Ministerio de
Agricultura y Ganadería, autoridad máxima de formulación
y ejecución de políticas agrarias. Sin embargo, el Ministerio
ha priorizado históricamente la dimensión productiva, en
detrimento de la social. En contraste, otras instituciones
habrían ganado protagonismo en la promoción del bienes-
tar rural, tales como el Servicio de Extensión del INTA y
los organismos subnacionales tanto públicos como priva-
dos, así como las políticas sociales –en general, dispersas y
carentes de especificidad y continuidad– de otros Ministe-
rios. Un hito importante consistió en la creación del Minis-
terio de Bienestar Social en 1966, aunque los indicios indi-
can que la agenda de esos años se supeditó a la puesta en
práctica del ideario corporativista, con escasa preocupación
por las cuestiones sociales rurales. Bajo el amplio concepto
de su denominación, ligado al desarrollo comunitario, se
pretendió desvincular la relación estrecha entre el trabajo
asalariado y los beneficios sociales, así como cualquier ape-
lación a la “justicia social” del peronismo (Osuna, 2017).

1.2. Un circuito internacional de funcionarios


y técnicos
Los funcionarios del Ministerio de Agricultura y Ganadería
prontamente establecieron lazos con la FAO, la CEPAL y
el IICA, en cuyas sedes se celebraban reuniones y debates
sobre los problemas del desarrollo (Losada, 2005: 26). De
todos modos, el débil correlato entre las visiones integrales

4 CEPAL. El desarrollo económico de la Argentina. Análisis y proyecciones del desa-


rrollo económico. Tomo V. México, 1959.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 31

y propositivas sobre el bienestar y la acción/omisión con-


creta en nuestro territorio invita a reflexionar sobre los
múltiples condicionantes a los que enfrentaba el Estado
nacional. En cambio, habría sido el INTA una de las institu-
ciones más receptivas a la influencia de los OI, en especial
en el primer período (Losada, 2005; León y Losada, 2002;
De Arce y Salomón, 2018). Creada en 1956 por sugerencia
de Raúl Prebisch, promovía la investigación, la experimen-
tación y la extensión entre los productores agropecuarios,
para alcanzar no solo una mayor productividad sino el bie-
nestar de la familia rural. Sus informes institucionales visi-
bilizan múltiples vinculaciones internacionales, tal como lo
exponen las evaluaciones de la CEPAL y la inauguración
de una Escuela de Enseñanza de Postgrado en 1967 con
la cooperación del IICA y dos universidades.5 Según sugie-
re este caso existían variados instrumentos de articulación
con el plano internacional: la organización de congresos;
la puesta en marcha de cursos, talleres y reuniones6; y la
fundación, el asesoramiento y la evaluación de agencias
estatales. El respaldo financiero que otorgaron los OI –a
través del BID, BIRF, etc.– contribuyó a la concreción de
muchas de estas iniciativas.
Las trayectorias individuales también evidencian las
articulaciones entre lo nacional y lo internacional. Es decir,
personas que viajaban, se comunicaban en otros idiomas
y difundían ideas foráneas en el ámbito local, gracias a
becas, congresos, cursos, asesorías o la incorporación como
funcionarios al servicio de los OI. Los itinerarios indivi-
duales y profesionales de especialistas en temas agrarios
demuestran esas conexiones. Por ejemplo, el del ingenie-
ro agrónomo Ubaldo García, quien luego de ser Director

5 IICA, El IICA y su historia: 50 años de cooperación interamericana, San José,


1992, p. 13.
6 Por ejemplo, de la reunión promovida por el Consejo Económico y Social
(CIES), en Buenos Aires (1966), se publicó: IICA-OEA “Resoluciones del
CIES sobre Desarrollo Rural”, N.º 3. San José, IICA, QuarterlyReport. Progra-
ma Interamericano Para la Juventud Rural, abril-junio 1971.
32 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Nacional del INTA (1956-1970) fue designado Director de


Planeamiento Prospectivo del IICA. A su vez, numerosos
técnicos del INTA viajaron a EE. UU. con becas de la FAO
y del IICA, en tiempos en que la internacionalización de
los procesos económicos, políticos y culturales acentuó el
valor de las estancias en el extranjero.7 Al respecto, resulta
ilustrativo el caso de la ingeniera agrónoma Haydeé Bidi-
gorri: una beca otorgada por el IICA le permitió recibir-
se de magister agriculturae y luego convertirse en asesora
del organismo (De Arce, 2017). IICA elaboró a lo largo de
su historia varios programas de capacitación –algunos en
conexión con FAO–, como el “Programa Interamericano de
Desarrollo Rural y Reforma Agraria” (1967-1973), con el
cual la Argentina envió a 133 participantes a estancias e
intercambios.8 La CEPAL también se ocupaba de la forma-
ción y la asesoría para la gestión pública a través del ILPES
(Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y
Social), creado en 1962.
A mediados de los años 70 las fuentes sugieren una
merma de capacitación externa. Por ejemplo, dentro del
INTA la cantidad de becas de especialización en el exte-
rior, que había sido de 86 en el quinquenio 1964-1968 y
62 en el de 1969-1973, se redujo a 9 en 1974-1978.9 No
obstante, la celebración de reuniones y conferencias, como
la V Reunión Interamericana de Ejecutivos de la Reforma
Agraria impulsada por el IICA o la de consultores y asesores
en Derecho Agrario por iniciativa de FAO, fueron ocasiones
para que funcionarios argentinos intercambiaran ideas con

7 En 1959, 28 técnicos fueron beneficiados con cursos de especialización o


con becas en el exterior y, entre 1960 y 1966 fueron 311 mientras 60 profe-
sionales se graduaron como Master Scientiae, y tres, en PhD. INTA, Historia
Documental. 40 aniversario, Buenos Aires, 1996, p. 61.
8 Ansorena, Ignacio, Experiencias del IICA-OEA en capacitación profesional,
IICA, 1979, p.10.
9 IICA, Desarrollo tecnológico y organización institucional. Reflexiones para el Futu-
ro a partir del Caso Argentino. Serie Documentos de programas, N.º 35, mayo
1993, p. 30.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 33

sus pares extranjeros.10 El registro de estos intercambios


–más para las primeras décadas– evidencia la importancia
concedida por estas entidades a la formación teórica y prác-
tica de técnicos y funcionarios. Cada una de ellas propuso
una visión y acciones concretas para responder a los pro-
blemas sociales del agro latinoamericano, tal como veremos
a continuación. Particulares definiciones conceptuales de
bienestar rural se construyeron, reprodujeron, desvanecie-
ron y transformaron en el discurso, al compás de las refor-
mulaciones de las agendas públicas y de las ruralidades.

2. La definición del bienestar rural en la agenda


internacional (1950-1960)

Desde la década de los cincuenta, los documentos que


diversos OI publicaron compartían la preocupación por
el mejoramiento de las condiciones de vida de la pobla-
ción rural. Para ello instalaron el bienestar como catego-
ría experta para la evaluación de los múltiples e interde-
pendientes elementos que componían la vida rural (salud;
ingresos y consumo; condiciones de trabajo; instrucción
y actitudes; equilibrio social; seguridad individual; creen-
cias, costumbres y normas de conducta). Cabe mencionar
que dicha categoría no presuponía una definición a prio-
ri, puesto que añadía el juicio de valores de los expertos
y las comunidades involucradas. De hecho, para la FAO,
pionera en la instalación de la cuestión en la agenda públi-
ca (fundó tempranamente el Departamento de Bienestar
Rural), el bienestar era esencialmente subjetivo, un “esta-
do del espíritu”, si bien muchos de sus elementos eran

10 FAO, Derecho Agrario y Desarrollo Agrícola. Estado actual y perspectivas en Amé-


rica Latina, Roma, 1976, p. 190.IICA, Informe de la I Reunión de la Comisión
Asesora de Programa Cooperativo Regional de Reforma Agraria y Colonización,
Asunción, 1976.
34 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

de origen material.11En tanto fenómeno multidimensional,


estaba integrado por códigos morales, creencias religiosas,
normas estéticas, reglas de conducta y factores concretos.
En América Latina la problematización mencionada se
comprende en el contexto de la segunda posguerra. Según
la FAO, el bajo nivel de vida de los campesinos contrastaba
con el progreso de los sectores urbanos. Dicho contraste no
solo explicaba las escasas producción y productividad de los
campos, sino que incidía en el lento desarrollo industrial,
la inflación, la aglomeración urbana y sus perturbaciones
sociales, así como en alteraciones del régimen democráti-
co.12Se advierte que la individualización de las brechas en
términos de campo-ciudad tendía a invisibilizar las brechas
al interior del primero, desconociéndose además las rela-
ciones de poder y la dimensión conflictiva. De hecho, se
ligaba el concepto más al marco en el que tenía lugar (la
comunidad) que a una clasificación social (género, etnia o
clase). Así bosquejada, la cuestión no se historizaba; el peso
explicativo estaba colocado en el presente y, a lo sumo, en
procesos de corto plazo.
Dado que el bienestar no era un mero asunto de polí-
tica social, su institucionalización implicaba una interven-
ción, no solo planificada y científica, sino también integral
por parte del Estado. La concepción de la vida rural como
un todo redundaba en la combinación de actividades técni-
cas, educacionales, sociales y económicas bajo la inspiración
de la filosofía denominada “desarrollo de la comunidad”.
La expresión designaba aquellos procesos en los que los
esfuerzos de una población –traducidos en trabajo, dine-
ro y materiales–se sumaban al apoyo de su gobierno para
mejorar las condiciones económicas, sociales y culturales
de las comunidades.

11 FAO, Departamento de Bienestar Rural, Elementos del bienestar rural, Roma,


1954.
12 Santa Cruz, Hernán, La función de la FAO en el bienestar rural, Roma, 1959.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 35

El destinatario de los programas de fomento solía ser


el pueblo, la población rural o el campesinado, mencionán-
dose pocas el vocablo pobres.13 Los indicadores, múltiples
y variados, se erigían como instrumentos necesarios para
determinar aquellas necesidades plausibles de ser reducidas
a cifras. Convenía, de acuerdo a las recomendaciones for-
muladas por el organismo, proceder por etapas y con metas
precisas, fijando prioridades y niveles mínimos de bienes-
tar para cada una de las colectividades rurales. De todos
modos, subyacía el supuesto de un bienestar entendido más
como meta de felicidad que como igualdad en los umbra-
les mínimos. El horizonte radicaba en mejorar o elevar las
condiciones de vida de las masas rurales.
Pese a que dentro del pensamiento de la CEPAL
la industrialización ocupó un lugar central, la dimensión
social no estuvo completamente ausente. Las referencias
aluden menos al bienestar rural y más al desarrollo social, el
cual equivalía centralmente a la redistribución de los recur-
sos de la tierra. La primera vez que apareció el término en
un documento institucional fue en 1953 y, al año siguiente,
una nueva publicación le brindó mayor cobertura.14Allí se
plantea el desfasaje entre los logros económicos y sociales,
fundamentalmente fruto de la falta de ímpetu de la agri-
cultura para dotar de ingresos, y por ende bienestar, a las
poblaciones rurales. El Servicio de Bienestar Rural, sustentado
en créditos para la capacitación de pequeños agricultores,
obraba a favor de estos impulsos. El mismo preveía el tra-
zado inicial de un plan de mejoramiento para la comunidad
con intervención vecinal, y luego la selección de un número
de familias para ayudarlas a bosquejar sus propios planes de
formación y auxiliarlas con dirección técnica, educación y

13 Por ejemplo, Departamento de Bienestar Rural, FAO, Elementos del bienes-


tar…, p. 3.
14 ONU, Consejo Económico y Social, Actividades de asistencia técnica en Améri-
ca Latina, 1953. ONU, Memoria del seminario centroamericano de crédito agríco-
la, Vol. I, México, 1954.
36 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

préstamos. En suma, una acción integral y localizada, pero


dentro de un programa de desarrollo mayor, constituía la
llave maestra para superar la miseria.
A diferencia de la más economicista CEPAL, el IICA
enalteció su visión social. Prueba de ello es que el bienestar
rural se erigió como una de las cuatro líneas de investiga-
ción desde sus inicios, junto a la ganadería, la ingeniería
agrícola, la fitotecnia y los suelos y la economía agrícola.
Para eso organizó el Departamento de Economía y Bienestar
rural como parte de un convenio con la Universidad de
Michigan, con el objetivo de elevar el nivel de vida de los
habitantes rurales desde el enfoque “desarrollo de la comu-
nidad”. Con los aportes de la sociología rural norteamerica-
na, reivindicó el lazo desarrollo-educación y colocó el foco
en los sujetos (componente subjetivo de la ecuación) más
que en las cosas (dimensiones materiales de las condiciones
de vida).15El conocimiento producido por sus espacios de
investigación se dirigía a técnicos y especialistas pero, en
particular, a la población rural.16 Un proyecto emblemático
del organismo, el Proyecto 39, promovía el desarrollo econó-
mico como medio “para mejorar el nivel de vida y promover
el bienestar social” de los pueblos.17

3. El desvanecimiento del concepto


frente a la emergencia de la pobreza (1970-1980)

A mediados de la década de 1970 cobraron relieve


en Latinoamérica los programas de Desarrollo Rural
Integral, en gran medida por el impulso del Banco
Mundial. Este enfoque partía de la percepción de que

15 Montalvo-Alers, Manuel, Arce, Antonio y Clifford, Roy, La sociología rural


durante 15 años en el IICA de la OEA, Turrialba, 1963.
16 El IICA y su historia… op. cit. p. 17.
17 Molestina, Carlos, IICA. Sesenta años de historia institucional: 1942-2002, San
José, 2002, p. 65 y ss.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 37

el progreso por sí solo no se había traducido en una


mejor distribución del ingreso. A pesar del incremento
y la tecnificación de la producción (con la “revolución
verde”), la expansión de la frontera agrícola, los cambios
en la estructura de la tenencia de la tierra, la irrupción
de grandes empresas rurales y la complejización de la
estructura social, la evidencia disponible indicaba la
persistencia –e incluso agudización–de la pobreza rural,
tal como lo expresaban los altos niveles de desempleo,
subempleo, malnutrición, enfermedad y éxodo rural.
En 1979 la Conferencia Mundial sobre Reforma
Agraria y Desarrollo Rural, organizada en Roma por la
FAO, marcó un hito en la lucha contra la pobreza rural.
La autonomía y la centralidad que esta alcanzó dentro
de la agenda de los OI fomentaron la explicitación
de supuestos y estrategias para combatirla.18 En este
contexto, no resulta extraño que en los documentos se
desplazara al bienestar rural como aspiración suprema,
para instalar la pobreza rural como categoría para el
diagnóstico y la solución de la cuestión social rural.19La
“utopía” del bienestar, entendida como una aspiración
evolucionista, se desvanecía frente a la visualización
del escaso impacto de los programas en la superación
de las condiciones de pobreza masiva. Por un lado, la
desigualdad, a diferencia del bienestar, representaba un
estado a revertir frente a las fallas en las predicciones
progresistas. Por otro, la alta dosis de subjetividad que
encerraba el concepto bienestar no se correspondía con
el afán cuantificador de los economistas. Así, las varia-
bles económicas subyugaron a las valorativas, en tanto
las políticas ya no serán pensadas holísticamente, sino
se focalizarán en los sujetos marginales.

18 FAO, Reforma agraria y desarrollo rural integrado. Marco conceptual e


implicaciones jurídicas, Roma, 1979.
19 CEPAL y FAO, Mesa redonda sobre pobreza rural en América Latina y el
Caribe. Informe final, Santiago de Chile, mayo de 1984.
38 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Dentro de la FAO ganó terreno el interés por definir


y clasificar a los pobres rurales, así como por elaborar cri-
terios operativos que indicaran las necesidades mínimas
de subsistencia (básicamente dos: bienes de producción e
ingresos). Términos como equidad y justicia distributiva
solapaban al de bienestar, y los tres asumían connotaciones
semejantes, asociadas a un ingreso justo, un empleo segu-
ro y servicios satisfactorios. La institución ponía singular
énfasis en la seguridad alimentaria y la asistencia al desa-
rrollo, promoviendo programas dirigidos a elevar el nivel
de vida de los pobres y a reforzar las actividades científicas
y extensivas de carácter agrícola. Las propuestas giraban
alrededor de tres elementos principales: producción de ali-
mentos, estabilidad de su suministro y acceso de los nece-
sitados a estos alimentos.20La pretensión de erradicar las
causas (y no los efectos) de la pobreza junto a la conside-
ración de sus determinantes políticos, indujo al organismo
a sugerir reformas estructurales (como la reforma agraria)
para garantizar igualdad de posibilidades. Así una justa dis-
tribución de ingresos y recursos productivos y una mayor
participación de la población en instituciones políticas y
sociales conducirían al desarrollo agrícola y al desarrollo
rural integrado.21
Similar diagnóstico sobre la asimetría entre el cre-
cimiento económico y la distribución de sus beneficios
–evidenciada por los altos índices de pobreza–planteaba el
IICA. De allí que coincidía con la diferencia existente entre
el desarrollo agrícola, de corte productivista, y el desarrollo
rural integrado, que incluía el mejoramiento de la vida.22
En consonancia con las recomendaciones de la FAO, el
IICA apostaba a una actitud comprometida y dirigista de
los Estados (a través de crédito, reforma agraria, extensión,

20 FAO, El estado mundial de la agricultura y la alimentación, Roma, 1982.


21 FAO, Capacitación de promotores de grupo en proyectos de campo del Programa de
Participación Popular, Roma, 1983.
22 Sexta Conferencia Interamericana de Agricultura, Lima, 1971, IICA- OEA,
p. 4.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 39

investigación, impulso cooperativo, etc.), respaldados por


los OI, el sector privado, las universidades y los hetero-
géneos sujetos que conformaban la población rural.23Des-
de el Programa (IX) de Planificación y Administración para el
Desarrollo agrícola y Bienestar rural se responsabilizaba a la
desarticulación de actores y a la exigua formación de las
burocracias por el fracaso de iniciativas previas. De este
modo, la planificación, la administración estratégica y la
capacitación se convirtieron en ejes centrales de las pro-
puestas de cooperación técnica del Instituto.24
Sus informes y evaluaciones refieren al imperativo de
reducir la pobreza crónica y masiva de las familias rurales.
Desde la perspectiva institucional, existían cinco factores
asociados a misma: 1) tamaño y potencial productivo de
la tierra, 2) escasas oportunidades de empleo, 3) imperfec-
ciones del mercado, 4) individualismo y 5) difícil acceso a
los servicios del Estado (educación, salud y saneamiento,
modernización tecnológica, asistencia técnica y comerciali-
zación). Los problemas en torno a la definición conceptual
y la medición de misma fueron objeto de debates y reflexio-
nes, puesto que, según explicitaba el organismo, los criterios
adoptados definirían la población objetivo y evitarían la
distribución desigual de los programas.25De allí que el IICA
confrontara su visión con la del ILPES, de perfil más eco-
nomicista. Pese a que abogaba por el ingreso como el indi-
cador más adecuado dentro del enfoque de “necesidades

23 Hutcroft, Theodore, “Aspectos institucionales del desarrollo agrícola; insti-


tuciones asociadas con el desarrollo agrícola: la juventud”, VI Conferencia
Interamericana de Agricultura, Lima, 1971.
24 Informe de acciones del Programa IX durante 1984, Planificación y Administración
para el Desarrollo Agrícola y Bienestar Rural, IICA, Costa Rica, 1985.Marull,
José y Paz, Luis, Informe de la evaluación. Proyecto multinacional de planificación
y administración para el desarrollo rural en América Latina y el Caribe (PRO-
PLAN/A), Documento interno 144, IICA, 1985.
25 Jordan, Fausto y Londono, Diego, Experiencias En La Aplicación De Estrategias
Para Combatir La Pobreza Rural, IICA- Programa Organización y Adminis-
tración para el desarrollo rural, 1987.
40 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

básicas” e índices de bienestar, terminó reconociendo que


las múltiples variables incluidas en el enfoque “calidad de
vida” dificultaban su aplicación.
También dentro de la CEPAL se observa un sesgo más
social en sus conceptualizaciones del desarrollo: desarrollo
social rural o, simplemente, desarrollo rural era el término
acuñado a una estrategia tendiente a la provisión directa de
bienes y servicios sociales básicos y a la aplicación de planes
de infraestructura y producción en los casos de necesidad.
Si bien el nuevo enfoque se presentaba como novedoso, en
el sentido de la integralidad y la incorporación de la par-
ticipación de los beneficiarios en los proyectos, compartía
varios principios con el anterior. En contraste, una de las
diferencias más notables habría sido descentralización de
los programas.26
Para la CEPAL, la insatisfacción de un umbral mínimo
de necesidades, definido por indicadores objetivos, deter-
minaba la condición de pobreza rural. Así como en los años
cincuenta y sesenta consideraba que esta estaba ocasionada
por la mera ausencia o insuficiencia de tierras, en la década
siguiente amplió los criterios a partir de los cuales apreciar
la magnitud del fenómeno. Con la incorporación del trabajo
y los ingresos (causa de otras privaciones, como alimentos,
vivienda, salud y educación) en las mediciones, se comple-
jizó al sujeto (asalariados temporales, mujeres, campesinos,
minorías en situación desventajosa). No obstante, el trata-
miento operativo a través de los métodos de medición de la
pobreza se concentró en aspectos cuantitativos, razón por
la cual recortó el concepto de bienestar en sus dimensio-
nes materiales. Otro efecto del empleo de tal principio de
clasificación conllevó a la homogeneización, bajo el rótulo
de pobreza, de una experiencia que adquirió una impronta
diversa. Dicho rótulo refería, según el organismo, a una
situación crónica y estructural que expresaba una historia

26 Durston, John, “Política social rural en una estrategia de desarrollo sosteni-


do”, Revista de la CEPAL, N.º 36, 1988.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 41

de transmisión inter-generacional y diluía responsabilida-


des individuales.27 La solución radicaba en la complemen-
tariedad de políticas sociales y económicas (muchas de ellas
con el foco puesto en el campesinado), en virtud de las
cuales se avanzaría hacia la equidad, agente dinamizador
del desarrollo rural.28 Persistía la idea de que el crecimiento
económico generaría bienestar social.
Como quedó demostrado, los tres organismos –aunque
con matices– expresan similares diagnósticos, conceptua-
lizaciones y propuestas en relación a la pobreza rural. Las
mayores interacciones entre ellos, producto del avance de
las telecomunicaciones y la circulación de saberes y per-
sonas, junto a un contexto crítico en toda Latinoamérica,
explicarían los consensos y las publicaciones conjuntas en
torno al agotamiento y las debilidades de un modelo de
desarrollo.29 El “descubrimiento” de la pobreza exigía pro-
cesos de intervención estatal compensatorios y sectoriales.
Esta focalización o segmentación de los destinatarios (hacia
los postergados, campesinos, pobres, mujeres) se distancia-
ba de las anteriores, que apuntaban a la comunidad y a la
familia. Los parámetros materiales, en base a la presencia o
ausencia/insuficiencia de recursos, se convertían en indica-
dores de pobreza, razón por la cual la cuantificación tendió
a simplificar el bienestar al traspaso del umbral de necesi-
dades básicas. No obstante, deben reconocerse objeciones y
debates dentro y entre los OI en torno al simplismo de las
miradas utilitaristas del bienestar, en tiempos de auge del
enfoque del desarrollo humano (Sen, 1996).

27 UNESCO, CEPAL y PNUD, Estructuras sociales rurales en América Latina,


1981. De León, Francisco, “Pobreza rural: realidades y perspectivas de polí-
tica”, en ONU, CEPAL y PNUD, ¿Se puede superar la pobreza? Realidad y pers-
pectiva en América Latina, 1980, pp. 63-97.
28 CEPAL, Políticas sociales rurales para los sectores rurales: las perspectivas futuras,
1988. CEPAL y FAO, Desarrollo agrícola y participación campesina, Santiago de
Chile, 1988.
29 Piñeiro, Martín, Agricultura y desarrollo económico en América Latina y el Cari-
be. Algunas ideas para la reflexión y la acción, IICA, 1988.
42 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

4. Los noventa: equidad, participación y sostenibilidad

En América Latina, la década del noventa fue testigo de


políticas de ajuste, reforma del Estado y apertura económi-
ca. Tras la ruptura del modelo desarrollista y keynesiano,
se difundieron nuevos conceptos asociados al desarrollo
rural, a los cuales se dedica una prolífica bibliografía. Por
entonces, una nueva conceptualización de la ruralidad y
de sus vínculos con lo urbano puso en evidencia tensiones
entre lógicas locales y globales y la agudización de los des-
equilibrios sociales, regionales y ambientales. El dinamismo
del sector agropecuario tuvo su contracara en el acelera-
do proceso de concentración que amplió las brechas entre
productores competitivos y no competitivos, trabajadores
formales e informales, ciudades superpobladas y campos
despoblados, ricos y pobres. En este sentido, ganó consenso
entre los expertos la necesidad de impulsar un desarrollo
rural con base territorial, sostenible y equitativa, es decir,
anclado en la multifuncionalidad de las actividades rurales
y no rurales, sostenido en el aprovechamiento de diversos
recursos locales y regionales y destinado a reducir la pobre-
za y la desnutrición.
Las nuevas definiciones de las agencias internacionales
desempeñaron un rol importante en el diseño y el finan-
ciamiento de proyectos de transformación productiva e
institucional en el agro, fundamentados en estrategias de
base local, territorial, endógena y focalizada. En esencia,
las mismas apuntaban a la inclusión y cohesión de los sec-
tores pobres y los pequeños productores, respondiendo a
un enfoque compensatorio que, al tiempo que alentaba la
participación de organizaciones de la sociedad civil en con-
junción con los sectores público y privado, ignoraba la exis-
tencia de una relación de poder desigual entre los sujetos.
En este contexto, las políticas nacionales fueron sustituidas
por una multiplicidad de programas y proyectos de apo-
yo social a los grupos más vulnerables que contaban con
el financiamiento de organismos multilaterales de crédito
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 43

y se enarbolaban tras la integralidad y la descentraliza-


ción institucional.30 Los programas sociales, pensados como
mecanismos transitorios y compensatorios, apuntaban al
logro de la equidad en conjunción con una transforma-
ción productiva.
En los años noventa, fiel a su tradicional discurso, la
CEPAL sostenía que la pervivencia acentuada de la pobre-
za seguía siendo una variable dependiente del crecimien-
to.31 La desigualdad socioeconómica era atribuida prin-
cipalmente a la transmisión intergeneracional de capital,
educación y oportunidades laborales.32Así, la igualdad se
erigió como imperativo de la hora, en estrecha vinculación
con el crecimiento, la democracia y la cuestión ambiental.
La misma, a diferencia del bienestar, no era concebida como
un proceso lineal y ascendente hacia una meta, sino como
un acceso a umbrales mínimos.33 El supuesto de que una
variedad de sujetos rurales atravesaba un escenario con-
tradictorio y pujante signado por un desigual acceso a los
recursos esenciales (no solo tierra, ingresos y agua, tam-
bién tecnología, información, financiamiento, etc.) motivó
extensas discusiones sobre la pertinencia de las metodolo-
gías para construir líneas de pobreza.
Para la FAO, el instrumento por excelencia para medir
la gravedad de la pobreza rural era la magnitud del ham-
bre.34 Un nuevo concepto, seguridad alimentaria, pasó a

30 En Argentina, tanto desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de


la Nación como desde el INTA puede notarse la reformulación de los pro-
gramas y proyectos y su readaptación a los “nuevos” sujetos del agro: el PSA,
PROINDER, PRODERNEA, Prohuerta, etc. Véase Manzanal (2000).
31 Tejo, Pedro, La pobreza rural una preocupación permanente en el pensamiento de
la CEPAL. Documento de la CEPAL. Serie Desarrollo Productivo 97, Santiago de
Chile, 2000.
32 CEPAL, Una década de desarrollo social en América Latina, 1990-1999, Santiago
de Chile, 2004, p. 187.
33 CEPAL, FAO y RIMISP, La pobreza rural en América Latina: Lecciones para una
reorientación de políticas, Serie Encuentros y Seminarios 27, Santiago de Chi-
le, 2003.
34 FAO, Inseguridad alimentaria: la población se ve obligada a convivir con el hambre
y teme morir de inanición, Roma, 2000.
44 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

condensar el derecho al acceso a “los mínimos de bienestar


aceptable”, entendidos estos como garantía de equidad.35
Para el logro de tal objetivo, la ayuda alimentaria consti-
tuía una herramienta prioritaria, combinada con medidas
de apoyo a la diversidad de actividades económicas de los
pobres. Además, mientras la promoción de la mujer en el
desarrollo dejaba de ser una cuestión aislada, se le concedía
una mayor relevancia a la participación de los destinatarios
en los programas.
En el seno del IICA, también ganó centralidad la cues-
tión de la desigualdad, tanto social como territorial. La
inequidad en el acceso tierras, tecnologías, nuevas formas
de gestión empresarial, trabajos estables, salarios dignos y
prestaciones sociales dan pauta de ello. Entonces, la equi-
dad, comprendida como derecho al bienestar, se enlazaba
con la democratización y su contracara, la pobreza. Esta
última fue redefinida, al trascender la “insatisfacción de
necesidades básicas” e incluir “la falta de participación en
el sistema de toma de decisiones en cuanto a la distribu-
ción del ingreso y del poder”.36 Así, la equidad significaba
tanto satisfacer esas necesidades como participar y ejercer
influencia política. Además, no se circunscribía a lo indivi-
dual, sino que aludía a grupos sociales específicos, conglo-
merados (regionales, locales) y grupos étnicamente diferen-
ciados o categorías sociales (género, generación).
La promoción de una modernización incluyente y par-
ticipativa que asegurara las condiciones de equidad y sus-
tentabilidad ambiental era acompañada por postulados de
descentralización institucional diálogo activo con las orga-
nizaciones sociales (ONG) y el fortalecimiento de la gestión
local. Así, nuevos actores y conceptualizaciones acompaña-

35 FAO, Estrategia de desarrollo rural como eje en la disminución de la extrema pobre-


za en la región. XXV Conferencia Regional de la FAO para América Latina y
el Caribe, Nassau, 1998. FAO, Desarrollo agropecuario. De la dependencia al
protagonismo del agricultor. Serie Desarrollo Rural, N.º 9, Santiago, 1995.
36 Chiriboga, Manuel, Elementos Básicos Para Una Propuesta Sobre El Tema de la
Equidad, IICA- 1990, p. 9.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 45

ban la reflexión de este organismo sobre la pobreza y el


desarrollo rural. Sus objetivos prioritarios destacaban líneas
convergentes con los demás organismos: lograr el desarro-
llo agropecuario sostenible, contribuir al desarrollo rural
humano a través de la promoción de la equidad de género, la
participación de la juventud rural y de la agricultura fami-
liar y campesina en un contexto de nueva ruralidad.37

Reflexiones preliminares

En este capítulo revisamos la construcción histórica del


concepto bienestar rural en la segunda mitad del siglo XX,
en función de los enfoques de tres organismos internacio-
nales claves para el agro: el IICA, la CEPAL y la FAO. Ana-
lizar el derrotero de este concepto comprende la distinción
de matices, discontinuidades y rupturas en la formulación
de cada entidad y su inscripción en la formación discur-
siva del desarrollo. Como vimos, el término bienestar rural
apareció en Argentina como preocupación gubernamental
en relación al despoblamiento y al estancamiento del sec-
tor agropecuario en la década de 1950. Una vez instalado,
reemplazó la politizada noción de justicia social –idea fuerza
del peronismo–, al tiempo que convivió (o subsumió) con
otras denominaciones utilizadas como sinónimos: condicio-
nes de vida o cuestión social.
Más allá de los diferentes paradigmas que emergieron
respecto al desarrollo –modernización, estructuralismo,
dependencia–, había coincidencia en explicar el funciona-
miento del espacio rural en base a un enfoque dicotómico,
en el que el campo era definido por su opuesto, la ciudad.
Con los años, comenzó a cobrar fuerza la idea de conexión
entre ambos, en base a una gama de espacios de transición

37 El IICA en el desarrollo rural de las Américas. Avance Preliminar, IICA-Dirección


de Desarrollo sostenible, 2000.
46 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

donde lo moderno y lo tradicional se mezclaban, aunque sin


perder sus particularidades. La nueva ruralidad representa-
ría desde los 90 este proceso de mutación, donde el campo
se urbanizaba y la ciudad se ruralizaba. Así, en el período
analizado se articularon conceptualizaciones de bienestar,
desarrollo y ruralidad que tuvieron correlato en la agenda
pública latinoamericana.
De acuerdo a la cronología construida para este abor-
daje diacrónico, entre 1950 y 1960, la concepción de bie-
nestar específicamente rural adoptó un sentido propositivo
(elevar, mejorar, asegurar, resguardar), holístico y retroali-
mentado. Como categoría experta, instaló la necesidad de
integrar los aspectos sociales y económicos en la promoción
del desarrollo de la comunidad. En la práctica, los componen-
tes educacionales quedaron relegados tras el impulso a la
mecanización y los avances tecnológicos. Según las caracte-
rizaciones de FAO, CEPAL e IICA el bienestar no solo era
un problema, también era una solución que remediaría “las
consecuencias negativas” del desarrollo, la desigualdad de
las estructuras agrarias y/o la brecha rural-urbana.
Entonces, para esta primera etapa, podríamos pensar
en una coincidencia interinstitucional en la formulación
conceptual y, al mismo tiempo, propuestas diferentes de
implementación. La FAO se ocupó de pensar cabalmen-
te el bienestar rural y sus indicadores, que luego tradujo
en sugerencias puntuales. La CEPAL realizó diagnósticos
regionales y propuestas de reformas institucionales, como
en el caso del INTA. En tanto, el IICA centró su enfoque en
la formación profesional que fomentó el intercambio entre
los técnicos de Servicios de Extensión e Investigación en
el continente y, con ellos, las prácticas que contribuirían
al bienestar de los mundos rurales latinoamericanos. La
influencia de la sociología rural norteamericana es evidente
en los programas y proyectos. La conexión con universida-
des locales –espacios críticos de generación de conocimien-
to e insumos locales para las políticas públicas– si bien se
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 47

prolongó en el tiempo, disminuyó en número y frecuencia


en la década siguiente, probablemente ligada a la inestabili-
dad política argentina.
En los años 70, la transformación del contexto político-
económico de América Latina traerá consigo la emergencia
(conceptual y real) de la pobreza rural. Los debates en torno
a su definición –y solución– desplazarán la preocupación
por el bienestar. Así, su auge coincide con la defensa de los
procesos de reforma agraria por parte de los OI. Luchar,
combatir la pobreza –en una cruzada belicista–, sería el
nuevo objetivo de las elaboraciones teóricas de la FAO –que
la ligaba más a la seguridad alimentaria–, del IICA –que
la pensaba como fruto de una distribución desigual de los
programas de desarrollo– y de la CEPAL –que propondría
el enfoque de necesidades mínimas y al ingreso como indi-
cador fundamental para medirla–. Las políticas, entonces,
serán guiadas por las máximas del desarrollo rural integral
que, a diferencia del período anterior, localizaba problemas
y sectorizaba programas y destinatarios.
A finales del siglo XX, el concepto perdió fuerza expli-
cativa. La irreversibilidad de la pobreza, la caída de los
Estados de bienestar, el reacomodamiento del capitalismo
global y la democratización latinoamericana explican, entre
otros factores, el desuso del término bienestar rural –en
tanto “estado a conseguir”– y su reemplazo por el de equi-
dad. Desde los años noventa se hace notoria la reorganiza-
ción de la formación discursiva del desarrollo rural hacia un
esquema centrado en el territorio y lo local. La nueva rurali-
dad acompañó el viraje de la discusión hacia los indicadores
del bienestar y la medición de la pobreza. Comprendida
como derecho (IICA), como objetivo para enfrentar la inse-
guridad alimentaria (FAO) y como un acceso a umbrales
mínimos en un sistema de desigualdades (CEPAL), la equi-
dad se convirtió en una preocupación central de los OI, en
conjunción con la sustentabilidad y la participación.
48 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

En la actualidad, las tres entidades renuevan el debate


sobre el bienestar rural, enlazándolo con los Objetivos del
Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030 de la ONU, aunque
no con la centralidad de sus inicios. Este enfoque pare-
ce haber recuperado la dimensión cualitativa, al contem-
plar no solo la evaluación de la pobreza y desigualdad de
ingresos, sino también la calidad de vida.38 La relevancia
del tema es insoslayable para el agro nacional y amerita
un análisis más contemporáneo. Por último, creemos que
ese estudio plantea otro desafío. Si bien hemos registrado
la circulación de agentes y funcionarios estatales, resta un
examen exhaustivo de las formas en que las conceptualiza-
ciones de bienestar, pobreza y equidad fueron apropiadas,
reformuladas e incluidas en las políticas agrarias locales. La
inestabilidad institucional argentina y la dispersión de las
agencias estatales involucradas en la vigilancia del mejo-
ramiento rural representan un reto historiográfico. Por lo
pronto, mientras no se avance en el conocimiento de la
problemática, el bienestar de la población rural continuará
siendo una variable subordinada en los modelos de creci-
miento económico, como hemos intentado demostrar.

Bibliografía

Altamirano, Carlos (2004), “Entre el naturalismo y la psico-


logía: el comienzo de la ‘ciencia social’ en la Argentina”,
en Neiburg, Federico y Plotkin, Mariano (comps.), Inte-
lectuales y expertos. La construcción del conocimiento social
en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, pp. 31-65.
Balsa, Javier (2006), El desvanecimiento del mundo chacarero.
Transformaciones sociales en la agricultura bonaerense,
1937-1988, Bernal, UNQ.

38 CEPAL-FAO-IICA, Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las


Américas: Una mirada hacia América Latina y el Caribe (2017-18), San José,
2017.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 49

Barsky, Osvaldo y Gelman, Jorge (2001), Historia del agro


argentino. Desde la conquista hasta comienzos del siglo XXI,
Buenos Aires, Grijalbo.
Cardona, Doris y Byron Agudelo, Héctor (2005), “Cons-
trucción cultural del concepto calidad de vida”, Revis-
ta Facultad Nacional de Salud Pública, Vol. 23, N.º 1,
pp. 79-90.
Cortés, Fernando (2006), “Consideraciones sobre la mar-
ginación, la marginalidad, marginalidad económica y
exclusión social”, Papeles de Población, N.º 47, pp. 71-87.
De Arce, Alejandra (2017), “Conocimiento e intervención
social: las ingenieras agrónomas en las políticas de
extensión rural (Argentina, 1910-1970)”, Ponencia pre-
sentada en el XVIII Congreso Internacional de AHI-
LA, Valencia.
De Arce, Alejandra y Salomón, Alejandra (2018), “Promover
el bienestar rural. Los extensionistas del INTA en el
terreno (1956-1980)”, Travesía. Revista de historia econó-
mica y social, N.º 2, Vol. 20, pp. 179-201.
Di Pasquale, Eugenio (2008), “La operacionalización del
concepto de Bienestar Social: un análisis comparado de
distintas mediciones”, Observatorio Laboral Revista Vene-
zolana, Vol. 1, N.º 2, pp. 17-42.
Fernández Prieto, Leida (2015), “Introducción. Ciencia,
agricultura y saberes locales en América Latina y el
Caribe: nuevas perspectivas”, Asclepio, 67 (1).
Foucault, Michel (2002), La arqueología del saber, Buenos
Aires, Siglo XXI.
Gutiérrez, Talía (2009), “Agro pampeano y roles familiares
en la década de 1960”, Mundo Agrario, Vol. 10, N.º 19.
Ivickas Magallán, Maximiliano (2017), Política, acción esta-
tal y bienestar en el agro. Buenos Aires (1958-1966),
Historia Contemporánea, 55, pp. 637-668.
Jáuregui, Aníbal (2013), “La planificación en la Argentina:
el CONADE y el PND (1960-1966), Anuario del Centro
de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Córdoba,
año 13, N.º 13, pp. 243-266.
50 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Kay, Cristóbal (1995), “Desarrollo rural y cuestiones agrarias en


la América Latina contemporánea”, Agricultura y sociedad,
N.º 75, pp. 27-82.
Knigth, Peter (1972), “Pertinencia del análisis económico en los
problemas de bienestar rural”, Pensamiento Crítico, pp. 3-20.
Lattuada, Mario y Nogueira, María Elena (2014), Tres décadas
de desarrollo rural en la Argentina. Continuidades y rupturas
de intervenciones públicas en contextos cambiantes (1984-2014),
Buenos Aires, UAU-Teseo.
Lázzaro, Silvia (2012), “El desarrollismo y el problema agrario
durante las décadas de 1950 y 1960”, Secuencia, N.º 84, pp.
127-160.
León, Carlos y Losada, Flora (2002), “Ciencia y tecnología agro-
pecuarias antes de la creación del Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria (INTA)”, RIEA, Vol. 16-2.
Losada, Flora (2005), “Los orígenes del Instituto Nacional
de Tecnología Agropecuaria (INTA). Análisis del período
1956-1961”, Realidad Económica, N.º 210, pp. 21-40.
Manzanal, Mabel (2000), “Los programas de desarrollo rural
en la Argentina (en el contexto del ajuste macroeconó-
mico neoliberal”, EURE. Revista Latinoamericana de estudios
urbano regionales, N.º 78, Vol. XXVI, pp. 77-101, Pontificia
Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile.
Manzanal, Mabel; Neiman, Guillermo y Lattuada, Mario
(2006), Desarrollo rural. Organizaciones, instituciones y territo-
rios, Buenos Aires, CICCUS.
Mikklesen, Claudia (2007), “Ampliando el estudio de la calidad
de vida hacia el espacio rural. El caso del partido de General
Pueyrredón. Argentina”, Hologramática, Facultad de Cien-
cias Sociales, UNLZ, Año IV, Número 6, Vol. 4, pp. 25-48.
Neiburg, Federico y Plotkin, Mariano (2004), “Intelectuales
y expertos”, en Neiburg, Federico y Plotkin, Mariano
(comps.), Intelectuales y expertos. La construcción del cono-
cimiento social en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, pp.
15-30.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 51

Ortiz Bergia, María José y Salomón, Alejandra (2017),


“Estado y bienestar rural argentino en la primera mitad
del siglo XX. Un problema historiográfico”, Revista His-
toria Caribe, Vol. 12, N.º 31, pp. 13-17.
Osuna, Florencia (2017), “‘El Ministerio de Onganía’. Un
análisis de la conformación del Ministerio de Bienes-
tar Social (1966-1970)”, Anuario de la Escuela de Historia
Virtual, N.º 11, pp. 71-91.
Reboratti, Carlos (2007), “Los mundos rurales”, en Torrado,
Susana (comp.), Población y Bienestar en la Argentina del
primero al segundo Centenario. Una historia social del siglo
XX, Tomo II, Buenos Aires, Cultura Nación/Edhasa,
pp. 85-108.
Sabatier, Paul (ed.) (2010), Teorías del proceso de políticas públi-
cas. Buenos Aires, Publicación del proyecto de Moder-
nización del Estado.
Saraví, Gonzalo (2006), De la pobreza a la exclusión. Continui-
dades y rupturas de la cuestión social en la América Latina,
Buenos Aires, Prometeo-CIESA.
Schejtman, Alejandro y Barsky, Osvaldo (2008), El desarrollo
rural en la Argentina. Un enfoque territorial, Buenos Aires,
Siglo XXI.
Sen, Amartya (1996), “Capacidad y bienestar”, en Nuss-
baum, Martha y Sen, Amartya (comps.), La calidad de
vida, México, FCE, pp. 54-83.
Whitley, Richard (2012), La organización intelectual y social de
las ciencias, Bernal, UNQ.
2

La función de la escuela rural


más allá de las aulas

La promoción social de la familia


(región pampeana, 1960-1990)

TALÍA VIOLETA GUTIÉRREZ

1. Introducción

A la escuela rural y las/os maestras/os rurales –aun tenien-


do en cuenta la polisemia del término rural en la actuali-
dad– se les suele asignar funciones que exceden las de la
misma institución y personal en otros contextos. La escuela
no solo se piensa como centro orientador de la familia, sino
también de la comunidad, con incidencia directa en el “pro-
greso rural”, sobre todo en espacios de población dispersa o
pueblos no necesariamente alejados de las ciudades, pero sí
despojados de otras instituciones cercanas.
Y esto, en diversas realidades nacionales y regionales.
Una investigadora española afirma:

En muchas pequeñas poblaciones el centro escolar es el único


espacio cultural existente… Las acciones que se llevan a cabo
aportan vitalidad al pueblo: actividades curriculares de los
niños y niñas dentro del horario escolar, educación de adul-
tos al atardecer, celebración de fiestas y/o festivales, modali-
dades de formación en áreas de entretenimiento, actividades

53
54 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

extraescolares, etc. que conllevan la participación de la mayo-


ría de los habitantes del pueblo y a la vez favorecen la vida
social de la población. (Boix, 2004: 15).

Entonces la función más visible es la vinculada a la


sociabilidad y a la difusión cultural, pero su incidencia ha
sido (y es) a la vez relevante en otros aspectos, tales como la
salud, alimentación saludable o múltiples emprendimientos
locales, que tienen como teatro el espacio escolar.
El objetivo del presente capítulo es reflexionar sobre la
función de la escuela rural y de los/as maestros/as más allá
de lo estrictamente pedagógico en el aula, enfocándonos en
el papel que han jugado en la promoción social de la familia
y la comunidad, fundamentalmente a través de la visión de
quienes tienen a cargo la función de enseñar.
En efecto, las/os docentes son quienes preponderan-
temente encaran esta “función social”, en conjunto con las
familias y la comunidad, pero con su figura como agluti-
nadores. No obstante, se enfrentan frecuentemente a una
situación en la escuela rural que es muy diferente a los
modelos que se les han presentado durante su formación,
hay gran distancia entre lo aprendido y la realidad rural. De
allí que sus competencias puedan resultar de una amplitud
tal que implican las múltiples acciones, que se realizan al
mismo tiempo que la función específicamente pedagógica.
Si bien las reflexiones son aplicables a diversas reali-
dades, con las particularidades correspondientes, nos cen-
traremos en la región pampeana, sobre todo en la provincia
de Buenos Aires, en el largo plazo que transcurre entre
inicios de las décadas de 1960 y 1990. Los años sesenta
implicaron momentos de inflexión para la región pampea-
na, con la concreción de cambios en la estructura agraria,
tecnificación, entre otros.1 Pero también para las familias
asentadas en el medio rural, a quienes iban dirigidas las

1 Ver: Cerdá, Juan Manuel y Mateo, Graciela (2020). La ruralidad en tensión.


Buenos Aires: Editorial Teseo.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 55

acciones encaradas desde las escuelas y las/os maestras/os


que permiten, aun con desigualdades subregionales, consi-
derarlos el inicio de una etapa para el presente trabajo. El
estudio se cierra antes del impacto más fuerte de la sojiza-
ción en la década de 1990, que despuebla ya definitivamente
muchos parajes rurales en la zona estudiada. En el ámbito
más estrictamente educativo se pueden mencionar cambios
ligados a las circunstancias socioeconómicas y demográfi-
cas, pero no hay modificaciones significativas en la escuela
rural, sobre todo a nivel normativo. Estos sí se producen
luego, con la “ley federal” de educación de 1993 y las leyes
provinciales, con un impacto complejo y en ocasiones difí-
cil de asimilar por la escuela rural. Serán entonces las tres
décadas comprendidas entre esas fechas el objeto de nues-
tro análisis, eso sin perjuicio de referencias a momentos
previos y posteriores cuando lo amerite.
Los interrogantes se centran en sistematizar cuestiones
que son casi naturalizadas al hablar de la escuela rural.
¿Cómo la escuela rural y sus docentes responden, a lo largo
de las décadas, a los desafíos que se les presentan en cuanto
a la promoción del bienestar de las poblaciones asentadas
en el medio rural? ¿Cuál es el papel que se les atribuye, cómo
están preparados los docentes para la promoción social de
la comunidad?
Pensamos que esas “funciones” que se asignan a la
escuela y a las/os maestras/os rurales al mismo tiempo y
que provienen “desde afuera de la escuela”, es decir, desde
el propio Estado y la sociedad civil, han formado parte por
mucho tiempo también de la su autoidentificación. Se pos-
tula además que esta función de la escuela y los/as docentes,
que en buena parte se mantiene hasta la actualidad, se ha
ido solo en parte modificando al compás de las transforma-
ciones productivas, socioeconómicas, culturales y comuni-
cacionales que impactan en las poblaciones rurales.
56 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

2. La región pampeana, cambios socioeconómicos


y demográficos

El desarrollo agrícola pampeano se caracterizó desde fines de


los años cincuenta por el avance de la tecnificación y mecaniza-
ción de las tareas. Sobre todo, nos estamos refiriendo a la tracto-
rización e introducción de la cosechadora de maíz, que implicó
menos mano de obra en los momentos culminantes de las labo-
res. Si bien no fue general, se ha afirmado que

… la mecanización liberó a los miembros de las familias de


pesadas tareas y aumentó su capacidad de trabajo permitién-
doles, en momentos de mayores requerimientos de capital,
compensar los incrementos de costos ampliando la superficie
trabajada o prestando servicios a vecinos imposibilitados o
no dispuestos a capitalizarse. (Clocquell et al., 2007: 44).

La estructura agraria pampeana se estaba modificando


por el aumento de los propietarios medianos. En el período
1937 a 1969, es decir entre dos censos agropecuarios,
muchos habían podido, en la región pampeana y la pro-
vincia de Buenos Aires, adquirir la propiedad de la tie-
rra y trabajarla con mano de obra familiar. Y ese sector
puede haber sido “la base social del despegue agrícola de
los años siguientes” (Balsa, 2011), por tanto, responsables
del aumento del área productiva; pero, asimismo, esa base
social de propietarios que vivían en sus explotaciones configu-
raba una importante demanda por diversos servicios que con-
tribuyeran a aumentar el bienestar rural, entre ellos, los edu-
cativos.
En las décadas de 1970 y 1980 se fue modificando la situa-
ción dado que muchos productores abandonaban su residencia
permanente en el campo para combinar la radicación urbana de
la familia y el trabajo en el predio, sobre todo, con motivo de la
educación de los hijos (Balsa, 2006). El éxodo rural afectaba a
la población más joven, aunque tenía ritmos divergentes en las
diversas subregiones.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 57

Sin embargo, es de destacar la importancia social que


conservó en las siguientes décadas la agricultura familiar
por su aporte al empleo y a la seguridad alimentaria, pero
a la vez por favorecer el intercambio, la sociabilidad y el
mercado de trabajo (Schenkeman, 2010: 428-430; Muzlera,
2009).2 Y en tanto participación de las familias en la pro-
ducción, su permanencia en el medio rural –hasta los años
ochenta con mayor frecuencia, luego más inestable, pero
no ausente– implica la necesidad de proveer de servicios
educativos para sus integrantes más jóvenes. Y no solo la
escuela, las/os maestras/os, como principales propulsores
de su función social.
Los indicadores demográficos nos indican desde los
años 60, para la población rural pampeana, familias más
semejantes a las urbanas, con la transición a la familia
nuclear, que ya se había completado en esta época para la
región. En ese sentido se señala que a mediados de la década
de 1970 “los sectores medios rurales habían asimilado en
gran medida pautas y valores de la sociedad urbana moder-
na y restringido el número de hijos, con lo cual configura-
ban la familia bajo el modelo nuclear”, destacando también
“la tendencia al envejecimiento de varones y mujeres jefes
de familia…” (Brie, 1977 en De Arce, 2014: 292; Torrado,
2002). Aun cuando la mayoría de los estudios se centran
en las ciudades, y no tienen en cuenta el dispar compor-
tamiento entre las jurisdicciones en cuanto al ritmo de la
transición (la diferencia de Entre Ríos con respecto a las
otras provincias de la región, por ejemplo), es evidente a la
vez que la mudanza a familias nucleares menos numerosas
y la aceleración de la urbanización ha impactado en las
escuelas rurales y sus comunidades educativas.

2 Los ritmos son diferentes en las distintas subregiones. En el sudoeste bonae-


rense, por ejemplo, las familias persistieron en sus explotaciones más que en
otras zonas de la provincia y por tanto nutrieron las escuelas rurales prima-
rias hasta fines de los ochenta. Ver: López Castro (2012).
58 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Es imprescindible mencionar también la existencia


de multitud de pequeñas localidades y parajes rurales de
menos de 2.000 habitantes y en las cuales encontramos
como una institución fundamental la escuela (primaria en
principio y, recientemente, oferta educativa de nivel medio).
La función social se ve facilitada en ese caso por la presencia
de población agrupada, lo que contribuye a la acción de las/
os maestras/os y a la más ágil participación de las familias. 3
Por otra parte, hubo una situación que impactó seria-
mente en el período estudiado, produciendo la decadencia
de estos pequeños ámbitos de población agrupada, que fue
el levantamiento de las vías del FC desde los años sesenta/
setenta.4 Estas experiencias fueron vividas de manera trau-
mática por las poblaciones e incrementaron el éxodo rural
ya iniciado previamente. La disminución de familias y de
personas en edad activa en la zona rural repercute en la
matrícula escolar, pero por otra parte la función social fuera
de las aulas se hace más imprescindible, para evitar la exclu-
sión y desigualdad de las poblaciones que permanecen.
Al mismo tiempo las distancias se acercaban, entre la
explotación y el medio urbano, por la difusión del trans-
porte automotor –camionetas, estancieras, pick up– con una
relativa mejoría de los caminos rurales (aun siendo parcial o
limitada). Es en ese contexto socioeconómico, demográfico
y familiar complejo y cambiante que debemos considerar

3 En el Censo Nacional de Población de 1960 las condiciones para ser consi-


derada localidad eran: trazado urbano, existencia de escuela, estafeta postal
y otros servicios, y distribución de viviendas identificadas por números.
Consejo Nacional de Desarrollo, Censo Nacional de 1960, Población, 1964.
Para el Censo de 1980 localidad era el “agrupamiento de 10 o más viviendas
en un área residencial continua”, con separación de no más de 100 m entre
edificios y que no incluyen zonas de explotaciones agropecuarios, es “un
conjunto distinto e indivisible”. República Argentina, Dirección Nacional de
Estadísticas y Censos, Censo Nacional de Población y vivienda de 1980, Serie C,
vivienda, Tomo II, p. 7.
4 El Plan Larkin de 1958/59 levantó muchas vías y estaciones de FC conside-
radas improductivas, otro embate sucede durante la dictadura militar, en
1977 y 1978 y finalmente en el gobierno de Carlos Menem en los años
noventa.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 59

a la escuela rural en la región pampeana y su papel en la


promoción social de las familias rurales, teniendo en cuenta
a la vez que no hubo en ese largo plazo modificaciones
legales relevantes en cuanto al sistema educativo (del tenor
que sí sucedieron a posteriori).
Con relación al tema que nos ocupa, cuando mencio-
namos “promoción de las familias rurales”, pensamos en la
cuestión del bienestar y las condiciones de vida de estas, en
plural, ya que hay tantas situaciones diversas como familias,
e imbricado con la condición sociolaboral y la mayor o
menor estabilidad en el asentamiento (familias de agricul-
tores propietarios, arrendatarios, asalariados, contratistas,
peones o empleados, cuyo peso relativo ha cambiado a lo
largo del tiempo).
No dejamos de reconocer al respecto que las condi-
ciones “no resultan asimilables a las del medio urbano” que
es donde se han enfocado de manera predominante tanto
las estadísticas como los análisis académicos y coincidimos
en que no se puede “equiparar el bienestar con las políticas
sociales”, pues hay otras como la electrificación, caminos
y medios de comunicación, ferrocarril, que actúan en el
mismo sentido (Salomón y Ortiz Bergia, 2017: 29).5
El acceso a la oferta educativa es en sí misma un aspecto
del bienestar colectivo en una sociedad moderna en general
y también en el medio rural, y es el Estado el encargado de
proveerla. Para la etapa que analizamos la escuela primaria
en la región pampeana aún conservaba su matrícula, si bien
en muchos casos en disminución, a medida que avanzaba
el éxodo rural. Pero las situaciones eran diversas. Y, desde
ya, el acceso a la escuela no solo implicaba alfabetización,
sino otros múltiples aspectos en los que tanto los educandos
como sus familias se veían insertos.

5 Asimismo, para el ámbito rural “existe una seria carencia de información,


principalmente en relación a variables que refieren a las condiciones de vida
y nivel socioeconómico de la población. Esto se debe a que muchos de los
principales instrumentos de recolección de datos no se aplican en áreas
rurales debido al alto costo de implementación” (Bezem, 2012: 49).
60 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

3. La escuela y las/os maestras/os rurales: su función


en la promoción social de la familia

Al definir en 1960 la finalidad que debía tener la escuela


rural, una docente lo explicaba como una escuela “que no
solo se preocupe por la instrucción, que vele por el estado
sanitario del niño, su vestido, su alimentación, que implante
la higiene bucodental, que proporcione alegrías por medio
de la sala de recreos y su campo de deportes… en otras
palabras, el maestro debe llegar a ser no solo el que resuel-
va los problemas del niño, sino también en algunos casos
el consejero de los padres”. Todo esto, se señalaba, con la
colaboración del Estado.6 Y, en efecto, aquí se mezclan la
función atribuida a la escuela como institución con la del/la
maestro/a, que se presenta como responsable de solucionar
los problemas del niño y su familia.
Pero estas amplias competencias que se le asignan a la
escuela rural vienen de larga data y probablemente la crisis
estructural de 1930 contribuyó a su implementación. Se afirma
que “la misión social que la escuela primaria rural asumió lue-
go de la crisis de 1930 y el antiintelectualismo difundido en el
período favorecieron los propósitos utilitarios y socializadores
de estas escuelas, sin perjuicio de mantener su función alfabe-
tizadora”. Al mismo tiempo, esto produjo un efecto sobre los
maestros, ya que “en la medida que la función social de la escue-
la rural se fue incrementando, desde la crisis a la postguerra,
probablemente creció la libertad de acción de los docentes…”
(Ascolani, 2017, pp. 63 y 64). Es decir, podían actuar más autó-
nomamente, pero se ampliaban sus tareas de acuerdo a la fun-
ción social de la escuela en un medio rural que soportaba los
embates de la crisis.

6 “La escuela rural y su finalidad”, María Boenader de Avellaneda, Elena Díaz de


Toledo, Laura Rosa Puga, Sara Lía Lascano (Arg.), Monitor de la educación común,
1960, Título I, 18 Congreso de educación rural, p. 202. Muestra en este caso una
visión negativa de la población rural, considerada de un nivel inferior, la escuela en
misióncivilizatoriade“hacerdeesehombrehosco,inferior,unelementovitalpara
elprogresointegral delaPatria”(p.203).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 61

En este punto cabe recordar que existen diferentes tipos


de escuelas rurales. Muchas de ellas son multigrado, ubicadas
en el medio rural disperso, pero también las que se encuentran
en pequeños poblados rurales (rural agrupado, hasta menos
de 2.000 habitantes), cuyas características han ido cambiando
como se mencionó previamente, por circunstancias demográ-
ficas, pérdida de acceso por ferrocarril, entre otras. Un caso
específico son las escuelas rurales de los espacios periurbanos,
que cuentan con más amplia matrícula, en zonas de quintas
de producción horti-florícola. Los estudiantes de estas escuelas
provenían de familias productoras, muchas de ellas de origen
migratorio europeo, pero la composición de la población fue
cambiando a lo largo de las décadas, para incorporar migrantes
limítrofes sobre todo familias bolivianas desde los años setenta,
mientras que las docentes provenían de las ciudades cercanas.
La función de la escuela y los/as maestros/as en la promoción
social de los niños y sus familias continuó siendo relevante aun
cuando el entorno y la matrícula cambiaron.
En el caso de las escuelas ubicadas en medios rurales dis-
persos se han ensayado diversos tipos de nucleamientos, por
medio de los que se realizaban actividades compartidas, tanto
en lo pedagógico como con las comunidades. Como afirma una
docente: “…participábamos de los nucleamientos de escuelas
rurales cuatro escuelas cercanas que realizábamos clases com-
partidas con juegos en matemáticas, lengua, ciencias sociales y
naturales… Y fiestas comunitarias con padres y vecinos expe-
riencias, súper productivas para todos…”, entre 1986 y 1989 en
el partido de Saladillo.7
Debe mencionarse, además, que en las escuelas multi-
grado y sobre todo cuando hay estabilidad de las familias
y los/as docentes, existe un vínculo prolongado entre las
personas. Como afirma una de las docentes:

7 Entrevista a maestra D. partidos de General Alvear y Saladillo, ejerció entre 1983 y


2014enescuelas ruralesenesospartidos, realizada porlaautora,11/6/2019.
62 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

… la diferencia con las escuelas urbanas es que uno tiene a sus


hijos de primero a sexto, se establecen lazos muy apagados,
excelente comunicación con las familias que vienen todos los
días a traer y llevar a sus hijos y colaboran en todas las tareas,
como cortar el pasto, limpieza de la escuela, participación
en bailes, cenas y otras actividades que realiza la escuela. La
familia presente en todo.8

Es decir, el vínculo con la comunidad es un ida y vuelta,


facilitado cuando reina cierta estabilidad en el asentamiento
rural. Campañas de vacunación, de entrega de documentos,
cursos del INTA –entre otras actividades– suelen tener por
teatro a la escuela rural, a la vez que reuniones de vecinos
con las más diversas motivaciones, desde organizar recla-
mos, consorcios camineros hasta festejos, bailes o fiestas
camperas. Y era el/la docente, en general la maestra, quien
era responsable y animador/a principal de estas acciones,
al mismo tiempo que realizaba su tarea pedagógica. Asi-
mismo, se le atribuye a la escuela un papel en el correcto
desarrollo del sistema alimentario al promover la diversi-
ficación de la alimentación a través de la huerta escolar
y la promoción de sistemas de cultivo orgánicos y sin la
utilización (al menos excesiva) de productos químicos. Lo
que en la primera mitad del siglo XX era dado en llamar la
“orientación agrícola” en la escuela primaria, ahora adquie-
re otros visos de cuidado alimentario y ambiental, pero eso
en los años recientes.

8 Entrevista a la maestra M. del partido de General Alvear (Buenos Aires),


docente rural desde la década de 1990. Realizada por la autora, 5/6/2019.
Sin embargo, las relaciones no siempre han sido armónicas, Cragnolino
analiza “procesos de negociación, disputas y apropiaciones de escuelas pri-
marias por parte de familias rurales” donde se evidencian relaciones com-
plejas con los/as maestros/as, en el norte de Córdoba (Cragnolino, 2015).
Pero eso no es lo habitual, la mayor parte de los testimonios, sobre todo pro-
venientes de maestras/os, relatan historias de mutuo acompañamiento
entre escuela, maestros y familias.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 63

Por otra parte, se ha afirmado que “de la escuela rural


deben salir las iniciativas que abran camino al progreso, que
realicen la obra social que el medio reclame, que tiendan a
elevar el nivel cultural de la población”. Se menciona entre
otras muchas intervenciones de la escuela en la comunidad,
la creación de una oficina del registro civil en su localidad
rural.9 Aquí cabe la reflexión que se ha hecho para otros
contextos sobre la noción de la época, que en realidad repli-
ca la de décadas anteriores, de “elevación” de la cultura
del pueblo, concepto que remite no a la alfabetización o
formación escolar, sino a cierto desprecio sobre la cultura
popular, frente a la cultura “clásica” (Valle, 2017).
Una problemática que se ha resaltado con respecto a
la función social de la escuela rural refiere a la frontera
entre lo público y lo privado, que en ciertas ocasiones no
resultan claros, es decir que “en el espacio rural los límites
entre lo que sucede dentro y fuera de los establecimientos
educativos resultan borrosos”. Lo estrictamente educativo
se excede “cuando la escuela comparte, incluye y propicia
otras actividades de índole comunitaria”. Si bien refiere a
una situación actual precisamente respecto a estos aspectos
la mezcla entre lo público y lo privado viene de larga data,
tales los festejos de acontecimientos religiosos –comunio-
nes, bautismos, incluso misas– en la escuela pública, dentro
y fuera del horario escolar.10 Situaciones como la mencio-
nada, analizada para una zona de Córdoba en el siglo XXI,
era muy frecuente en otras épocas en todas las regiones,
esta línea débil entre lo público y lo privado en todo caso
abona las particularidades de la escuela rural.

9 Viso de Nigro, Micaela, “La escuela rural y sus objetivos”, en Monitor de la


educación común, 1960, Título I, 18 Congreso de educación rural, p. 227.
10 “De actividades extra escolares”. Saberes. Revista del Ministerio de Educación de
la Provincia de Córdoba. Año 1, vol. 3, 3 de julio de 2009; pp. 24-26. Se comen-
ta en el artículo la tesis de licenciatura en educación realizada en conjunto
por R. Clavero, T. Gilli y B. Klare von Herman, “Lo público y lo privado en
las prácticas escolares de las escuelas rurales”, investigación que se realizó en
tres escuelas rurales del Oeste de la provincia de Córdoba.
64 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

En efecto, estas y otras funciones se han atribuido a la


escuela en general, pero particularmente a la escuela rural y
más que nada a la ubicada en espacios de población dispersa
o pequeñas localidades donde se constituye en la institución
que nuclea a los vecinos, pero también, al ser escuelas ofi-
ciales, es donde se manifiesta la presencia (o donde se siente
la ausencia… según las circunstancias) del Estado.
En 1974, durante el gobierno peronista, el Plan Estra-
tégico Educativo de la provincia de Buenos Aires, intentaba
institucionalizar esta función de la escuela rural “más allá de
las aulas” e incluía con ese fin programas extra-escolares de
extensión educativa y agropecuaria en la comunidad rural.
Servicios de informaciones sobre problemas agropecuarios,
programas de entrenamiento para prácticas agropecuarias
e industrias del hogar, educación sanitaria, artística, social,
física, recreativa. En el temario para el planeamiento de
los servicios educativos en el medio rural se determinaba
ver las “posibilidades reales de la escuela para mejorar las
condiciones de vida de la comunidad”. Asimismo se propo-
nía –aunque no necesariamente en este caso en la escuela
primaria– poner en vigencia “programas de educación de
la comunidad con vistas a motivar y capacitar a sus inte-
grantes en la tarea de organizarse para resolver, coope-
rativamente, los problemas comunes que afectan al grupo
social”.11 Este anteproyecto se convirtió en la propuesta del
Grupo central de trabajo sobre educación rural. Proponían
la creación del Centro Rural Educativo Polivalente, en cuya
formación participarían todas las ramas y niveles además
de otras instituciones como el INTA, y comprendería la
escuela regional (nucleamiento de escuelas cercanas) y el
Centro Regional Educativo Comunitario. Este se ocupa-
ría de la “educación asistemática” (educación no formal),

11 Anteproyecto “Plan para la organización de un sistema integral de educa-


ción en las comunidades rurales bonaerenses”, como parte del Proyecto
educativo 1974-1977, Ministerio de educación, provincia de Buenos Aires
Informamos, N.º 27, 1974; p. 33.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 65

la educación de adultos y en general de la vinculación


con la comunidad. Pero a la vez estarían realizando una
acción coordinada con la escuela primaria, ya que el CREC
debía realizar acciones de extensión cultural para sus alum-
nos.12 Una propuesta interesante que, como mencionamos,
extendía de manera institucional las acciones de promoción
social de la comunidad a partir de las reparticiones educati-
vas. La posterior instalación del gobierno surgido del golpe
de Estado de 1976 frustró muchas de estas iniciativas.
La década siguiente se presentaba nuevamente con
docentes muy activos y reforzando esta función extraáuli-
ca. Para Carlos, maestro en la provincia de Córdoba des-
de 1984 hubo una “edad de oro”, cuando “el campo estaba
poblado”. Así, afirmaba que “en la edad de oro de las escue-
las rurales, ser maestro era algo que iba mucho más allá
de la parte áulica. Frente al pizarrón enseñaba, pero fuera
del aula era enfermero, cocinero, peluquero, banquero, de
todo. Cuando en el campo había gente, el docente cumplía
múltiples roles para la comunidad rural”.13 Su versión cier-
tamente nostálgica del pasado nos habla en todo caso de
cambios recientes y rápidos en el paisaje rural, que incluye
el despoblamiento y el cierre de escuelas, con lo que todo el
tejido social se resiente.
Por otra parte, a fines de la década del ochenta, en una
medida en cierto modo semejante al anteproyecto de 1974, en
el sentido de institucionalizar la función social extraescolar, la
Dirección General de Escuelas y Cultura bonaerense propu-
so la figura del “docente promotor en áreas rurales” para las
zonas de población muy dispersa, es decir “escuelas con aisla-

12 Provincia de Buenos Aires, “La educación en las comunidades rurales


bonaerenses. Bases y lineamientos para la organización de un sistema inte-
gral”, Proyecto educativo de la provincia de Buenos Aires, 1974-1977.
13 El maestro, entrevistado por el periódico La voz, trabajó en Córdoba desde
1984, hasta 2018. Su escuela con 54 alumnos en 1984 terminó por ser cerra-
da por falta de ellos en años recientes, en buena parte gracias al avance de la
soja que produce la emigración de los pobladores. La voz (11/09/2018),
“Carlos y el desafío de ser maestro rural en 2018”. Disponible en:
https://bit.ly/2QeHW5l.
66 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

miento”. Entre sus funciones se destacaba “promover la pro-


puesta y desarrollo de proyectos, experiencias y campañas en
lo pedagógico-didáctico, comunitario, sanitario, orientación
laboral específica, entre otras”. Recibían capacitación para su
función y se pusieron en marcha en once distritos. Al finalizar el
primer ciclo, entre las acciones llevadas a cabo estuvieron: orga-
nizar una radio de frecuencia modulada, acciones con el INTA y
siembra en las banquinas como proyecto comunitario, y lo pro-
ducido se usaría para las escuelas.
En esa misma época en una visita y entrevista a una escuela
rural en zona de tambos de la provincia de Buenos Aires, futuras
docentes recogen la opinión de la maestra:

En Buenos Aires y en todo el país hay un alto porcentaje de


escuelas rurales, lo que las hace muy importantes. General-
mente este tipo de escuelas cumple una función comunita-
ria de gran relevancia debido a que sirven de intermediarias
entre la familia del alumno y la sociedad.14

En suma, los testimonios son variados y las acciones en


pos de cumplir la función social y comunitaria de la escuela son
muchas y de diversos alcances a lo largo del período analizado,
aunque pocas veces se han institucionalizado.
Aún en la actualidad se afirma que las escuelas rurales
son

… el referente de los niños, pero también de sus familias.


Son la puerta abierta para que los pequeños vayan cada día a
estudiar a un colegio que se transforma en plaza, biblioteca
de barrio, club social, pues en la zona no hay nada de eso, solo
quintas en las que trabajan sus padres.15

14 Mabel Trinchero, “La escuela rural y la formación del maestro”, en Vocación


docente. Revista mensual de orientación educativa, año IV, N.º 43, 1989, p. 24.
15 “La vocación de enseñar en una escuela rural”, El Día, 11 de septiembre de
2015; pp. 1-4. Disponible en: https://bit.ly/34QS2yG.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 67

Y esto, en una escuela de ubicación particular, el esta-


blecimiento “José Hernández”, que se levanta a solo 20 km
de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos
Aires, aunque para llegar a la escuela muchos niños caminan
3 km. Es el único “punto de reunión social” para los hijos de
los “quinteros”. Y también, para sus padres.

4. Los/as maestros/as rurales, falta de formación


específica pero amplias funciones

Pero ¿cómo es que las/os docentes enfrentaban esa diversi-


dad de situaciones?, ¿estaban preparados para una función
tan amplia? Luego de una experiencia traumática en que
no pudo ayudar en un parto que “venía complicado”, la
maestra rural Adela Brassesco, de Gualeguaychú, afirmaba
“me di cuenta de que además de maestra tenía que hacer
algo más por esa gente humilde, que no tenían recursos y
así fui a ayudar al hospital para aprender a atender partos
y aplicar inyecciones”.16 El testimonio de esta maestra de
los años 50-60 –que abandona luego su carrera docente
para trabajar en el INTA como extensionista con los clubes
rurales– ilustra de una manera casi extrema el dilema de
muchas/os maestras/os rurales, que debían enfrentar las
más diversas situaciones.
Sin llegar a cuestiones tan complejas, es claro que el
ejercicio docente y el papel en la comunidad difieren entre
el medio rural y urbano, no solo si pensamos en escuelas
ubicadas en situación de población rural dispersa o pue-
blos rurales, sino también en espacios periurbanos. Gajar-
do y Andraca han afirmado para Chile que “no existe, en
las zonas rurales, un prototipo de docente. Tampoco una
definición única de su papel. Coexisten tantas definiciones

16 Entrevista de Nahuel Maciel a Adela Brassesco –que en ese momento tenía


85 años– en el diario de Gualeguaychú El Argentino el 17 de octubre de 2009.
68 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

como tipos de profesores”. Los resultados más positivos se


han encontrado donde existen vínculos con la comunidad
local, pero a la vez “en la actualidad, era poco frecuen-
te encontrar maestros con la marcada vocación de servi-
cio, casi apostólica, de épocas pasadas” (Gajardo y Andraca,
1992: 95).
Sin dejar de considerar en efecto al/la docente como
un profesional, la práctica de su actividad es compleja y fre-
cuentemente se considera que va más allá de lo estrictamen-
te pedagógico. Para Tenti Fanfani (2008: 3) “En el momento
fundacional del oficio del maestro el contenido vocacional
tiende a predominar sobre el componente profesional. Sin
embargo, el ‘equilibrio de poder’ entre ambos componentes
varía en función de circunstancias históricas”.
Por otra parte, la práctica docente trasciende a la prác-
tica pedagógica pues comprende, además de lo estrictamen-
te pedagógico, “un conjunto de actividades, interacciones,
relaciones que configuran el campo laboral del sujeto maes-
tro o profesor en determinadas condiciones institucionales
y sociohistóricas”. Con relación a la escuela primaria, la
práctica docente puede implicar actividades “de asistencias
alimenticias, de salud, legales –colaboración con la docu-
mentación de alumnos ‘indocumentados’– u otras” (Achilli,
2001: 23-24). Y esto se multiplica en el medio rural.
Glosando el testimonio de una maestra rural de los
años treinta, cuando se afianza la idea de una función social
de la escuela, se afirma que “además de enseñar estos sabe-
res de la subsistencia y los contenidos establecidos por los
planes de enseñanza, entendía esta docente que el maestro
debía ‘irradiar su acción al medio’”, entre otras cosas tam-
bién “da nociones de agricultura intensiva y fomenta las
granjas; ilustra sobre las dolencias endémicas y da las nor-
mas para combatirlas” (Ascolani, 2017, citando a la maestra
Juana Gutiérrez).
Pero cuáles son las características del magisterio rural
en la región pampeana. En principio, la feminización de
la docencia, que era un hecho ya desde muchas décadas
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 69

anteriores para el medio urbano, no ha dejado de profun-


dizarse en las escuelas de la región, por lo que en general
estamos hablando de un predominio de docentes mujeres
también para el medio rural. Entonces cuando se habla del
magisterio rural la referencia es predominantemente a “la
maestra”.17
Otro de los temas a abordar, aunque no central en este
caso, es la falta de preparación específica para ejercer la
docencia rural, un problema de larga data. Las escuelas nor-
males de adaptación regional, por ejemplo, existieron desde
los años treinta, pero no siempre cumplieron las expecta-
tivas, a la vez que se ubicaban en zonas extra pampeanas.
Excepción es la Escuela Normal Rural Alberdi de Entre
Ríos, que tenía esa especialidad con una formación que
combinaba el magisterio con la orientación agraria, pero
solo para maestros varones. A finales de la década del 60
en esa provincia se creó la Escuela Normal Almafuerte para
alumnas mujeres, pero su funcionamiento como normal fue
breve porque las escuelas normales fueron suprimidas en
1969. Pasaron a ser bachilleratos, y la preparación de los/
as maestros/as al nivel terciario, pero la especificidad rural
estaba casi ausente. Y aún lo está en general, salvo por
algunos postítulos (Artigue/Cragnolino, 2011; Cragnolino,
2002).18 Debemos mencionar que en la provincia de Bue-
nos Aires se incorporó el contexto rural en el marco de
la Ley 13.688 de 2007 (la ley nacional habla de modalidad
rural) y el Diseño Curricular para la Formación Docente.
Entre las cuestiones pendientes se encuentran: las dificul-
tades para organizar y supervisar las observaciones y las
prácticas docentes de los estudiantes en las escuelas rurales,

17 Una cuestión que no es tan general en otras regiones del país donde aún los
maestros varones tenían y tienen una presencia si no mayoritaria al menos
notable en las escuelas rurales (por ejemplo, el NOA).
18 Especialización en Educación Rural para el Nivel Primario. El marco políti-
co de este postítulo es el Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD),
Brumat: 123
70 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

la escasa disponibilidad de materiales de consulta y la falta


de formación de los profesores sobre el contexto rural y la
enseñanza en plurigrado (Escobar, 2017: 14).
Entonces a la vez que existe consenso en caracterizar
la docencia rural como una tarea que excede la función
pedagógica, es esta misma la que está condicionada por la
falta de preparación para las situaciones específicas de la
escuela rural. El maestro Carlos Caraballo, uno de los
fundadores de la Asociación de Maestros Rurales Argen-
tinos, creada en 1979 hablaba de “Maestros trabajadores
‘polivalentes’ o ‘multifuncionales’ y así poder comprender
mejor las razones de la vida misma en cada una de las comu-
nidades de la zona de influencia de nuestras escuelitas”. 19
Pero esta concepción se traslada a la actualidad
cuando en un texto periodístico se lee:

Lejos del acceso a computadoras portátiles y otras tantas


comodidades urbanas, la docencia rural es una profesión que
trasciende la función educativa de enseñar, pues demanda
temple, constancia, resistencia a arduos sacrificios cotidia-
nos; capacidad de adaptabilidad y trabajo en condiciones
inapropiadas –y hasta hostiles–; conocimientos sobre activi-
dades rurales, además de los contenidos curriculares; sentido
del afecto y la comprensión hacia chicos que viven en ámbitos
rurales, muchas veces con carencias materiales y faltos de
vínculos interpersonales.20

En efecto, una serie de calificativos suelen definir a


la docencia rural en el lenguaje discursivo de la prensa y
de otros actores sociales. En general estos se reúnen en las
palabras “sacrificio” o “vocación” que llevan a reflexiones
más complejas sobre su consideración como trabajo. Si bien

19 Mabel Trinchero (1989), “Experiencias de un maestro rural”, en Vocación


docente. Revista mensual de orientación educativa, año V, N.º 47, p. 26.
20 El litoral, diario de Santa Fe. Disponible en: https://bit.ly/395BXZh.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 71

estamos ya lejos de las posturas normalistas de la “misión”


del maestro, en el lenguaje cotidiano se asigna a los docentes
rurales esas cualidades.

5. Reflexiones finales

En suma, este capítulo tiene como objetivo sistematizar y


reflexionar sobre esa multiplicidad de funciones atribuidas
a la escuela y a los/as docentes en el medio rural, y repensar
en todo caso sobre los interrogantes iniciales. ¿Cómo la
escuela rural y los/as maestros/as responden a los desafíos
que se le presentan en cuanto a la promoción del bienestar
rural? Esto, en un espacio como la región pampeana, que,
lejos de ser homogéneo, presenta diferencias subregionales
sustantivas, pero que nos permitirá hacer algunas inferen-
cias que se pueden aplicar a las diversas realidades, sobre
esta cuestión que hemos dado en calificar de alguna manera
como la “promoción social de la familia”. O, en realidad, la
promoción social de la comunidad.
Para Gallardo Gil

… la escuela de contexto rural se encuentra también, en este


sentido, ante otro gran reto: irradiar la reconstrucción de for-
mas de acción social comunitarias y constituirse en nexo de
unión entre la comunidad y la Administración o “la sociedad
urbana”, sobre todo, en un medio que se suele caracterizar
por la escasez de instituciones, evitando adoptar medidas
tan desafortunadamente frecuentes como son: interpretar el
mundo rural bajo la negación de su peculiaridad (y, por tanto,
la negación de sus necesidades específicas), así como caer en
la tentación de uniformar, no respetando la diversidad que
vive y le aporta, riqueza a su escuela. (Gallardo Gil, 2011: 5).

Hemos transcripto el párrafo in extenso porque resume


muchos de los dilemas de la escuela rural. Al historizar la
cuestión, vemos que la función social de la escuela rural
debe mucho a su inicio en la Argentina en momentos de
72 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

crisis como los años treinta, unido a la valoración de la


docencia como vocación y servicio más que como un simple
empleo, tal como han analizado los especialistas en cien-
cias de la educación.
El bienestar rural, comprendido en buena parte como
el acceso a diversos servicios, no depende solamente de la
escuela desde ya, pero ha sido esta y los/as maestros/as los
que a lo largo del tiempo han abonado a su favor. Entre las
décadas de 1960 y 1980, la población rural ha sufrido modi-
ficaciones en la región pampeana, tanto por el impacto de la
tecnificación como por otras situaciones que afectaron las
poblaciones, tal la supresión de los trenes. La escuela rural
en todo caso no ha resultado inmune, el efecto principal es
la disminución de la matrícula y, por ende, tampoco la posi-
bilidad de acceso de los/as maestros/as a ellas y de llevar
a cabo su función en la promoción social de la comunidad,
sin dejar de atribuírsele todavía como uno de sus princi-
pales cometidos. Esto revela en todo caso que la presencia
del Estado y las políticas públicas directas en torno a las
familias rurales y su bienestar no deja de ser limitada, aun
en diversos contextos políticos y económicos.
Coincidimos en que “el futuro de la escuela de contexto
rural, sea cual sea su estructura organizativa, debe caminar
de la mano del propósito explícito de la mejora de la cali-
dad las condiciones sociales y educativas en este ámbito”
(Gallardo Gil, 2011: 8).

Bibliografía

Achilli, E. (2001). Investigación y formación docente, Rosario,


Laborde.
Artigue, M. C. (2012). “Consideraciones acerca de la Educa-
ción Rural”. Praxis Educativa, 11(11), 139-144. Entrevis-
ta a Elisa Cragnolino.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 73

Ascolani, A. (2007). “Las escuelas Normales Rurales en


Argentina, una transacción entre las aspiraciones de la
cultura letrada y el imaginario de cambio socioeconó-
mico agrario (1900-1946)”. En Werle, F. (org.) Educaçao
Rural em Perspectiva Internacional. Instituiçoes, Práticas e
Formaçao do Proffesor. Ijuí: ed. Unijuí, pp. 373-424.
Ascolani, A. (2017). “Concepciones reformistas en torno a
las funciones de la educación primaria rural Argenti-
na (1930-1960)”. Dialogia, São Paulo, N.º 25, pp. 43-68,
jan./abr. 2017.
Balsa, J. (2006). El desvanecimiento del mundo chacarero.
Transformaciones sociales en la agricultura bonaerense,
1937-1988. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes
Editora; cap. III y IV.
Balsa, J. (2011). “Expansión agrícola y transformaciones
sociales en el agro pampeano”, Revista interdisciplinaria
de Estudios agrarios (riea), vol. 16; pp. 91-146.
Bezem, P. (2012). “Distribución social de la oferta educativa
en contextos rurales en la Argentina”, CIPPEC, Docu-
mento de trabajo N.º 92, mes de julio.
Boix, R. (2004). La escuela rural: funcionamiento y necesidades.
WK Educación.
Brie, R. (1977). Estructura social de los sectores medios rurales.
Un análisis de la región pampeana, I La familia rural,
Buenos Aires, INTA, citado por De Arce, Alejandra,
“Familias chacareras bonaerenses”. Barreneche, Osval-
do (dir.), Del primer peronismo a la crisis de 2001, Buenos
Aires, Unipe Editorial Universitaria, 2014.
Brumat, M. R. (2015). “Maestros rurales, formación docente
y práctica cotidiana”. En Arrieta Rocío et al., Educación
de jóvenes y adultos y educación rural: aportes para la for-
mación de futuros maestros: cuaderno de trabajo, compi-
lado por M. del C. Lorenzatti, V. Ligorria, 1.ª ed, Río
Cuarto: UniRío Editora, pp. 121-129.
74 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Clocquell, S. (coord.), R. Albanesi, P. Propersi, G. Preda,


M. De Nicola (2007). Familias rurales. El fin de una
historia en el inicio de una nueva agricultura, Rosario:
Homo Sapiens.
Cragnolino, E., y M. del C. Lorenzatti (2002). “Formación
docente y escuela rural. Dimensiones para abordar
analíticamente esta problemática”. Páginas. Revista de la
Escuela de Ciencias de la Educación (2 y 3).
Cragnolino, E (2015). “Desde la ‘escuelita’ a la ‘escuela rural’.
Reconocimiento de procesos de negociación, dispu-
tas y apropiaciones de escuelas primarias por parte
de familias rurales”. En Arrieta Rocío et al., M. del C.
Lorenzatti y V. Ligorria (comp.), Educación de jóvenes
y adultos y educación rural: aportes para la formación de
futuros maestros: cuaderno de trabajo, Río Cuarto: UniRío
Editora; pp. 130-140.
Escobar, M. (2017). “Políticas educativas para la educación
rural en territorio bonaerense”. Archivos de Ciencias de
la Educación, 11(12), e032. https://doi.org/10.24215/
23468866e032.
Gallardo Gil, M. (2011). “La escuela de contexto rural: ¿de la
diferencia a la desigualdad?”, Revista Iberoamericana de Edu-
cación / Revista Ibero-americana de Educação, N.º 55/5, 15/
06/11. ISSN: 1681-5653. Organización de Estados Ibe-
roamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(OEI-CAEU).
Gajardo, Marcela y Ana María de Andraca (1992). Docentes y
docencia. Las zonas rurales, Santiago de Chile: UNESCO-
FLACSO.
Gutiérrez, T. (2007). “Políticas de orientación agrícola y peda-
gogía normalista. Entre Ríos (Argentina), 1900-1920”. Per-
files educativos. México: Universidad Nacional Autónoma
de México, Vol. XXIX, N.º 117, pp. 85-110.
López Castro, N. (2012). Persistencia en los márgenes: la agricul-
tura familiar en el sudoeste bonaerense. Buenos Aires: Edicio-
nes Ciccus.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 75

Muzlera, J. (2009). “Estructura social, mercado de trabajo y


sociabilidad de los pueblos rurales del sur santafecino
a comienzos del siglo XXI: Una mirada intrarregional
a la heterogeneidad del ‘nuevo modelo’ agropecuario”.
En Cerdá, J. M. y Gutiérrez, T. (comp.), Trabajo agrícola:
Experiencias y resignificación de las identidades en el campo
argentino. Buenos Aires: CICCUS.
Salomón, A. y Ortiz Bergia, M. J. (2017). “Estado y
bienestar rural argentino en la primera mitad del siglo
XX. Un problema historiográfico”, Historia Caribe Vol. XII
N.º 31 (julio-diciembre 2017): 19-44. Disponible en:
http://dx.doi.org/10.15648/hc.31.
Sepúlveda Ruiz, M., y Gallardo Gil, M. (2011). “La escuela rural
en la sociedad globalizada: nuevos caminos para una reali-
dad silenciada”, Profesorado. Revista de currículum y forma-
ción del profesorado, Vol. 15, N.º 11, 2011.
Schenkeman de O. E. (2010). “La agricultura familiar: impor-
tancia y desafíos”. Reca, L., Lema, D. y Flood, D. (eds.),
El crecimiento de la agricultura argentina. Medio siglo de
logros y desafíos. Buenos Aires: Editorial de la Facultad de
Agronomía-UBA, pp. 419-434.
Stratta Fernández, R. e I. de los Ríos Carmenado (2010).
“Transformaciones agrícolas y despoblamiento en las
comunidades rurales de la Región Pampeana Argenti-
na”. Estudios Geográficos, Vol. LXXI, 268, enero-junio.
Tenti Fanfani, E. (2008). “Sociología de la profesionaliza-
ción docente”, en Profesionalizar a los profesores sin for-
mación inicial: puntos de referencia para actuar, Seminario
internacional, 2 al 6 de junio.
Torrado, Susana (2002). Estructura social de la Argentina:
1945-1983, Buenos Aires: Ediciones de la flor.
Valle, M. Y. (2017). “¿Es posible gobernar la cultura?: polí-
ticas culturales y visiones hegemónicas en Río Negro,
1973-1983” (Tesis inédita), Doctorado mención Cien-
cias Sociales y Humanas, Universidad Nacional de
Quilmes.
3

La salud rural, sus divergencias


históricas y espaciales
en territorio cordobés
MARÍA JOSÉ ORTIZ BERGIA

El bienestar ha sido definido como la capacidad de los indi-


viduos para reducir colectivamente los riesgos asociados a
situaciones como el desempleo, la pobreza, la orfandad y/
o la enfermedad. En procura de disminuir la incertidumbre
asociada a esos riesgos, los grupos humanos han realiza-
do arreglos destinados a prevenir, amortiguar y reparar su
impacto a través de prácticas de asignación de recursos
de tipo estatales, mercantiles o civiles. Pero el ser vícti-
ma de esos riesgos depende de probabilidades dependien-
tes de condiciones socioeconómicas, localización geográfi-
ca, género y edad; mientras que los arreglos destinados a
gestionarlo también varían espacial, social y temporalmen-
te en su composición, densidad e institucionalización. En
otros términos, el bienestar constituye un producto histó-
rico que no se distribuye de manera homogénea a lo largo
de la sociedad, sino que se materializa de manera varia-
ble producto de condicionamientos ambientales, económi-
cas, políticos, institucionales, culturales y sociales (Martínez
Franzoni, 2008).
Durante el siglo XX en la Argentina, las condiciones
sanitarias consideradas adecuadas han sido aquellas en las
que se han reducido los riesgos de enfermar producto de
causas evitables asociadas a factores socioeconómicos y

77
78 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

ambientales. Para alcanzar ese objetivo fueron creados dife-


rentes esquemas de preservación de la salud y curación
de las enfermedades mediante prácticas de asignación de
servicios de tipo solidarios, como las obras sociales y las
mutualidades; intervenciones de tipo caritativo, servicios
mercantilizados, como clínicas, sanatorios y consultorios
particulares, y esquemas públicos de provisión de servicios
de salud dependientes de distintas jurisdicciones.
Tomando como dato inicial la heterogeneidad existen-
te en las capacidades de los grupos humanos para definir
y gestionar su bienestar, en este capítulo nos interesa inte-
rrogarnos sobre cómo se ha modificado la estructura de
riesgos asociada a la salud de los pobladores rurales en el
territorio cordobés entre los años sesenta del siglo XX y
comienzos del XXI y qué arreglos se han llevado a cabo para
prevenir las enfermedades y reparar sus consecuencias en
ese grupo humano. Nuestro supuesto principal es que, si
bien los riesgos y los arreglos para asegurar el bienestar no
han sido uniformes, la salud de los cordobeses ha variado
según su inserción urbano/rural, pero fundamentalmente
de acuerdo a su situación socioeconómica. Esto último ha
determinado variadas posibilidades de enfermar, así como
diferentes capacidades para curarse.
Si bien esta investigación se centra en las condiciones
sanitarias de la población rural, la rigidez de las categorías
estadísticas no nos puede hacer olvidar a aquellas perso-
nas que, sin ser rurales en términos estrictos, también han
vivido bajo las lógicas, relaciones y ritmos del mundo rural,
por lo que son afectadas por sus riesgos. Esto cabe para los
pueblos que se desarrollan a la vera de los sembradíos, quie-
nes habitan en las zonas periurbanas o quienes se organizan
alrededor de las demandas de servicios de los productores
agropecuarios. Debemos adoptar entonces una definición
más amplia para integrar a todas aquellas personas cuyas
vidas transcurren estrechamente ligadas al mundo rural.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 79

Es necesario advertir, por último, que en el desa-


rrollo de este trabajo, hemos debido sortear la esca-
sa sensibilidad de la burocracia estadística y de los
expertos por las expresiones del mundo rural durante
la segunda mitad del siglo XX. Por consiguiente, para
aprehender sus condiciones de vida y de salud hemos
decidido llevar a cabo un estudio comparativo entre
dos departamentos con muy baja densidad poblacional.
Esto nos impide generalizar los supuestos elaborados
al mundo rural en su extensión, pero sí nos permite
inferir algunas proposiciones sobre el bienestar y las
prácticas de sus pobladores. Las fuentes con las que
trabajamos son estadísticas producidas por las agencias
oficiales nacionales y provinciales con datos relativos a
población, desempeño socioeconómico, índices vitales y
servicios sanitarios. También relevamos memorias, noti-
cias, planes e informes producidos por distintos actores
científicos, activistas y agentes estatales involucrados
en temáticas relativas a la salud pública entre los años
sesenta y comienzos del siglo XXI.

El mundo rural cordobés

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, la población


rural cordobesa ha constituido un grupo humano en
constante reducción en términos absolutos y relativos,
siendo del 47% en 1947, 32% en 1960 a 14% en 1991,
11% en 2001 y 10% en 2010 de la población provincial
de acuerdo a los censos nacionales. En la región pam-
peana, durante ese período, ha sido perceptible la migra-
ción de los productores agropecuarios desde las unida-
des de explotación hacia los espacios urbanos y también
la reducción de la mano de obra agrícola a instancias de
los procesos de tecnificación (Álvarez y Bertone, 2008).
En lo que hace a la región extrapampeana cordobesa, el
80 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

noroeste históricamente ha expulsado población hacia


los polos urbanos. En ambas regiones, sin embargo, los
procesos migratorios se han intensificado en las dos
últimas décadas como resultado de las transformaciones
introducidas por la agriculturización como la concentra-
ción de la producción, el uso intensivo de tecnología y
la explotación de grandes unidades productivas (Britos
y Barchuk, 2008: 98).
Pero si la población rural cordobesa ha disminuido
en forma constante, todavía a comienzos del siglo XXI
algunos departamentos siguen sin contar con población
urbana –Minas y Pocho– y la densidad poblacional es
reducida en muchos de los departamentos del norte y
el oeste provincial, con una a dos personas por km².
Lo mismo sucede en los departamentos más sureños
de la región pampeana, la llamada “pampa seca”, como
General Roca y Presidente Roque Sáenz Peña, en donde
la densidad poblacional es muy baja, de 2,8 y 4,4 per-
sonas por km² respectivamente (Censo 2010). Los datos
relativos a cantidad de población rural e incremento de
la urbanización, de todos modos, no son ociosos, en la
medida en que estos procesos tienen como consecuencia
una reducción de la incidencia de las enfermedades
tradicionalmente asociadas a ese modo de vida y la
pérdida de gravitación de la salud de ese grupo humano
en la agenda pública.
Con la finalidad de explorar la variabilidad espacial
existente en el territorio cordobés realizamos una
comparación entre dos departamentos con importante
población rural en el último censo. Elegimos para ello
los departamentos de Pocho, en el oeste, y General Roca,
el más septentrional de la provincia, el primero sin
población urbana y el segundo con muy baja densidad
poblacional, 2,8 personas por km².
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 81

Mapa 1. Departamentos y regiones socio-agrarias de Córdoba

Fuente: elaboración propia. Datos IGN y Parques Nacionales.

El departamento Pocho se localiza en el llamado Valle


de Traslasierra en el límite occidental de las Sierras Gran-
des. En el transcurso de cincuenta años, el departamento ha
perdido un cuarto de su población, no cuenta con población
urbana y su población rural se distribuye en forma dispersa
y aglomerada de manera uniforme (Censos 1960 y 2010).
A mediados del siglo XX, el 89% de su superficie estaba
ocupada por campos naturales de pastoreo o bosques que
sustentaban actividades ganaderas, bovinas y caprinas de
baja intensidad (Censo Nacional Agropecuario, 1960). Esa
estructura económica generaba un escaso producto bruto
82 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

regional que en los años cincuenta1 se reducía al 0,1% del


total provincial (Consejo Federal de Inversiones, 1965, t. V:
233). Los bajos niveles de producción se condecían con el
cuadro socioeconómico que se atribuía al noroeste cordo-
bés. En los años sesenta los pobladores de la región tenían
niveles de ingresos per cápita que solo alcanzaban al 50%
del promedio nacional y, según una encuesta realizada entre
médicos que trabajaban en la zona, entre un 20 y un 50%
de la población tenía algún grado de desnutrición (Centro
Universitario de Política Social, 1972: 300, 449).
A comienzos del siglo XXI, el 85% (Censo Agropecuario
Nacional, 2008) de la superficie del departamento Pocho
seguía poblada de bosque nativo y pastizales y su participa-
ción en el producto bruto regional se mantenía estacionario
en un 0,1% (DGEC, 2015). Ese contexto productivo genera-
ba situaciones de vulnerabilidad social con un 49,44% de los
hogares del departamento con algún tipo de privación, en
un 83% de tipo habitacional (DGEC, 2008), y solo un 39%
de las personas con cobertura de salud, cuando el promedio
provincial alcanzaba el 67,10% (Censo, 2010).
El departamento General Roca, por su parte, se localiza
en la llamada “pampa seca”, un territorio históricamente
identificado con la gran propiedad ganadera y su baja den-
sidad poblacional. De todos modos, los procesos de urbani-
zación del último medio siglo produjeron una triplicación
de su población urbana y la disminución en más de un
cuarenta por ciento de su población rural (Censos 1960 y
2010). Solo entre 1991 y 2010 su población rural dispersa
se redujo a la mitad (Censos, 1991 y 2010).
De acuerdo a su perfil ganadero, este departamento
en los años sesenta tenía un 74% de su superficie
con pasturas (Censo Nacional Agropecuario, 1960) y
generaba el 2,5% del producto bruto provincial, lo que
hacía un producto per cápita cinco veces mayor al del
departamento Pocho (Consejo Federal de Inversiones,

1 Promedio de los datos elaborados para los años 1953, 1958 y 1959.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 83

1965, t. V: 233). Para 2008 el proceso de agriculturización


había reducido a la mitad las explotaciones ganaderas
de General Roca y la superficie con forrajeras alcanzaba
solamente al 41% de la superficie del departamento. En
ese nuevo escenario, el 43% de la superficie implantada
tenía cultivos cerealeros y oleaginosos, con predominio
de soja (55%) (Censo Agropecuario Nacional, 2008). Las
estadísticas socioeconómicas departamentales seguían
siendo mejores a las del departamento Pocho, con un
1,9% del producto bruto provincial, lo que hacía que su
promedio per cápita fuera tres veces superior (DGEC,
2015). Estos indicadores se trasladaban a las condiciones
sociales, con un porcentaje de hogares con privación
que se reducía al 19,53%, en un 75% de tipo habitacional
(DGEC, 2008) y un 65% de la población con cobertura
de salud (Censo, 2010).
El relevamiento de esos guarismos permite, en
definitiva, identificar a Pocho y General Roca como
departamentos expresivos de la heterogeneidad de las
condiciones socioeconómicas del mundo rural cordobés
en la segunda mitad del siglo XX. Esto nos habilita
entonces a compararlos para elaborar una imagen apro-
ximada de la variabilidad temporal y espacial de la salud
rural cordobesa en los cincuenta años bajo estudio.

De los sesenta a los ochenta

La población cordobesa ha experimentado a lo largo


del siglo XX un mejoramiento de sus condiciones físicas,
lo que se ha traducido en un incremento en diez años
en su esperanza de vida y una reducción importan-
te de las tasas de mortalidad bruta y, en especial, de
mortalidad infantil.
84 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Tabla 1. Indicadores vitales de la población de la provincia de Córdoba,


1941-2010

Año Tasa bruta de Tasa de mortalidad Esperanza de vida


mortalidad (‰) infantil (‰) al nacer

1941 10,6

1951 9,1 61,9 (1947)

1961 8,2 57 (1960) 65,4 (1960)

1970 8,6 51 s/d

1980 7,9 26 70,9

1991 7,8 22 72,8

2000 7,4 15 74,9

2010 8,2 11 75,9

Fuente: DGEC, 2014.

Sin embargo, si comparamos las diez primeras causas


de mortalidad de los departamentos bajo estudio, llegamos
a la conclusión de que esos procesos se vivieron a veloci-
dades distintas. En los años setenta, en General Roca las
principales causas de mortalidad estaban ligadas a enfer-
medades del sistema circulatorio y a tumores malignos, lo
que lo asimilaba a un estadio avanzado de transición epi-
demiológica en el que la población era afectada por enfer-
medades crónicas no transmisibles. En cambio, entre las
diez primeras causas de mortalidad en Pocho, junto a los
tumores malignos y las cardiopatías, se incluía el chagas, la
enteritis y las diarreas y los estados morbosos no identifi-
cados. En un informe de comienzos de los años ochenta,
se constataba que las patologías prevalentes en el departa-
mento Pocho eran el chagas, las enfermedades diarreicas en
menores de un año, la varicela y la brucelosis (Provincia
de Córdoba, 1984a: 193). Esto significaba que la pobla-
ción rural del noroeste provincial todavía era afectada por
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 85

enfermedades evitables producto de las deficientes condi-


ciones de infraestructura como viviendas, agua potable, sis-
temas de desechos óptimos y acceso a los servicios de salud.
Para los años setenta se estimaba que el 70% de la
población adulta de la región noroeste de la provincia esta-
ba infectada de chagas (Provincia de Córdoba, 1977: 71).
Esta endemia era acuciante:

… en una de las áreas más infectadas por la enfermedad


de Chagas –Serrezuela– el 15% de los entrevistados afirma
que no existe allí tal enfermedad, y el 6% afirma no saber si
existe. Estando allí infectado cerca del 100% de la población,
podríamos preguntarnos si no será una defensa psicológica
para reducir la ansiedad, o si es mera falla en los servicios
de educación para la salud, orientación y difusión. (Centro
Universitario de Política Social, 1972: 175).2

La proliferación de esta enfermedad parasitaria era el


producto de las condiciones del hábitat rural, el predominio
de los ranchos, los altos índices de pobreza y la falta de
educación para la salud. Según el censo de 1980, los ran-
chos alcanzaban una proporción del 45% de las viviendas
en Pocho. En contraposición, en General Roca el porcentaje
de los ranchos disminuía al 1,42% (Censo, 1980).
Durante la segunda mitad del siglo XX, la zona sureste
no fue ajena a la incidencia de las enfermedades endémicas
propiamente rurales, pero su suerte fue diferente producto
principalmente del contexto socioeconómico de desenvol-
vimiento. A mediados del siglo XX, la fiebre hemorrágica
argentina se extendió por una importante zona de la región
pampeana y los principales afectados fueron los trabajado-
res migrantes que vivían en precarias condiciones durante

2 La cronicidad de la enfermedad, la falta de síntomas visibles y la posibilidad


de convivir con la misma es lo que hace que “las comunidades afectadas, en
general, no consideren al chagas como un tema de salud notorio o no lo
sientan como una problemática para manifestar de manera espontánea”
(Sanmartino, 2006. Citado por Zabala, 2010: 14).
86 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

el tiempo que duraba su colocación.3 De todos modos, la


excepcionalidad de su lugar de radicación, el centro del área
pampeana, y su impacto sobre el ciclo productivo genera-
ron una veloz atracción sobre esa enfermedad nueva y la
inversión de recursos humanos y materiales, tanto privados
como públicos, que permitieron en un par de décadas cono-
cer su etiología, crear un tratamiento y una vacuna eficaces
(Agnese, 2011). En este éxito no fue menor la capacidad de
articulación desde abajo de demandas populares que impul-
saron la acción estatal (Gárgano y Piaz, 2017).
Los departamentos del noroeste también tenían por-
centajes de mortalidad por “síntomas y estados morbosos
mal definidos” que alcanzaban al 10% cuando el prome-
dio provincial era del 3,2%.4 Esas cifras delataban mayores
dificultades para acceder a la medicina diplomada en el
momento de la muerte. Esto estaba estrechamente vincu-
lado con las asimetrías en la distribución de los recursos
médicos y la manera en que la pobreza de la región se tradu-
cía en dificultades para asegurar servicios de salud básicos.
En los departamentos del noroeste había solo seis médicos
cada 10.000 habitantes, cuando el promedio provincial era
superior a doce (Centro Universitario de Política Social,
1972: 453). Para 1977 se afirmaba que la distribución de
los profesionales implicaba “un médico para menos de 200
habitantes en la ciudad Capital y uno para 3.500 habitantes
en el departamento Tulumba” (Provincia de Córdoba, 1977:
18-28). En 1969 en el departamento General Roca había
1,41 médicos cada mil habitantes, lo que, si bien era una

3 La misma constituye una “virosis aguda, endemiepidémica que afecta pre-


dominante a la población rural de una extensa región de la pampa húmeda.
Fue reconocida y descripta en 1955. Desde entonces se extendido progresi-
vamente sobre 150.000 km² de la región pampeana, abarcando el noroeste
de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba, sur de Santa Fe y noreste
de La Pampa” (Agnese, 2011: 11).
4 En 1970 en Pocho el 40% de las muertes fueron atribuidas a “síntomas y
estados morbosos mal definidos” y si bien este porcentaje fue variando año a
año, los porcentajes durante el quinquenio 1970-1976 fueron altos (Provin-
cia de Córdoba, 1977).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 87

relación médicos-población inadecuada, superaba amplia-


mente los 0,61‰ médicos que existían en Pocho (Provincia
de Córdoba, 1977: 32).
Ese reducido equipamiento sanitario generaba dificul-
tades en el acceso de la población a la medicina en la región
extrapampeana, con bajos niveles de vacunación y de edu-
cación para la salud. Una muestra de ello era la existencia
de un porcentaje alto de partos sin hospitalización. El 39%
de los partos en San Alberto se realizaba en los domicilios,
40% en Pocho, 44% en Cruz del Eje, 55% en Tulumba y 81%
en Minas, cuando el promedio provincial era de 5,5% (Pro-
vincia de Córdoba, 1977: 71). Los problemas en el acceso
a la salud se complejizaban dada la geografía de la región
y la infraestructura existente. La red vial era insuficiente y
deficiente para una fluida comunicación e intransitable en
momentos de lluvia.
Los pobladores rurales de la provincia no solo enfren-
taban riesgos distintos de enfermar, sino que también
tenían maneras diferentes de cuidar su salud. Si analizamos
esta cuestión a través de los oferentes existentes a mediados
de los años setenta, sabemos que en la zona sanitaria 8, inte-
grada por los departamentos General Roca y Roque Sáenz
Peña, el 55,3% de los establecimientos de salud eran estata-
les, el 5,3% dependía de obras sociales y mutuales mientras
que el 39,4% eran privados. En las localidades pampeanas
el activismo civil posibilitaba crear una estructura de ser-
vicios a través del mutualismo, el cooperativismo agrario y
las empresas privadas. En cambio, los establecimientos de
salud correspondientes a la zona sanitaria 2 (Pocho, Minas,
San Alberto, San Javier y Cruz del Eje) eran en un 90,1%
estatales, 2,5% dependientes de obras sociales y solamente
en un 7,4% privados (Provincia de Córdoba, 1977). En esta
última región predominaban por consiguiente los arreglos
familiares y estatales en la atención de la salud.
Es necesario señalar, no obstante, que es difícil cuan-
tificar la acción estatal sobre la salud rural dado que esta
superó la contratación de personal sanitario y la adminis-
88 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

tración de establecimientos hospitalarios. La etapa abierta


en los años sesenta puede ser identificada a nivel inter-
nacional por la centralidad de las problemáticas sanitarias
rurales, con la difusión de las campañas de saneamien-
to, prevención, promoción comunitaria de la salud y la
generación de una agenda técnica fuertemente orientada
a conocer, diagnosticar, intervenir y transformar los espa-
cios rurales (Cueto y Palmer, 2014: 204). En ese contexto,
las endemias como el chagas y en especial su dispersión
producto de las migraciones campo-ciudad, hicieron que
las condiciones de vida de la población rural, en particular
de la población empobrecida del noroeste cordobés, fuera
un núcleo de la retórica política del período. Para finales
de los años setenta, se aseveraba que entre los programas
sanitarios provinciales se priorizaba la atención de la madre
y el niño, la lucha contra la enfermedad de Chagas y la
atención de la salud en las zonas sanitarias 1 y 2 (norte y
oeste provincial) (Provincia de Córdoba 1977: 4). A tono
con esas metas de políticas públicas, fueron instrumentados
programas destinados a la prevención y control del chagas
y se creó la figura de los promotores sanitarios rurales que
ejecutaban políticas de prevención de las endemias rurales
y propendían a la protección madre e hijo. Sin embargo,
es necesario matizar el alcance de esas intervenciones pro-
ducto del contexto institucional en el que se desplegaron.
Durante las décadas del sesenta y setenta, a nivel subna-
cional la inversión en salud pareció estancarse y el desen-
volvimiento de las agencias sanitarias se vio afectado por
los permanentes recambios institucionales producidos por
la inestabilidad política argentina de la etapa. Como conse-
cuencia, el promedio de antigüedad de los establecimientos
médicos era de treinta años, y muchos de los programas
de salud en curso, como el materno infantil, la atención
de la lepra y venéreas, se reducían a la capital provincial
(Provincia de Córdoba, 1977: 3-4).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 89

Los contrastes en los riegos sanitarios y en los arreglos


sociales a nivel departamental durante las décadas en estu-
dio estuvieron estrechamente vinculados con las condicio-
nes en que la población producía, consumía y se curaba. La
región pampeana durante el siglo XX constituyó un espacio
productivo generador de riquezas, cuya población mostró
indicadores semejantes o superiores al promedio provin-
cial en términos de consumo, vivienda, educación y trabajo.
Esas condiciones socioeconómicas favorecieron la creación
de infraestructura de servicios públicos como la electrici-
dad, los caminos y el agua, el acceso a una alimentación
adecuada, a servicios educativos, la edificación de vivien-
das de material que eliminaban vectores de enfermedades
endémicas y el financiamiento de un subsistema privado
de salud. Esas variables contrastaban con la situación de
la región extrapampeana en la que subsistía una alta pro-
porción de hábitats precarios, una limitada infraestructura
de saneamiento, dificultades alimentarias y escasez de ser-
vicios asistenciales.

A comienzos del siglo XXI

Durante la década pasada, los riesgos sanitarios a nivel


departamental eran distintos a los de los años setenta. Tanto
en Pocho como en General Roca las principales causas de
mortalidad en 2010 eran los tumores malignos, las enfer-
medades del sistema circulatorio y las lesiones vasculares
sobre el sistema nervioso central, enfermedades crónicas no
transmisibles vinculadas a una población envejecida (DCE-
MS, 2010). La creciente urbanización, el fortalecimiento de
los servicios de salud públicos y el mejoramiento de la infra-
estructura habitacional habrían reducido las enfermedades
tradicionalmente evitables causadas por la inserción terri-
torial y las desigualdades socioeconómicas. Una excepción,
90 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

sin embargo, ha sido la enfermedad de Chagas.5 Para finales


de los años noventa, según las autoridades de salud provin-
cial, en la zona endémica el 11% de las personas estaban
infectadas, un total de 25.000 personas (LVI, 7/9/98). En la
localidad de Chancaní en el departamento Pocho, ocho de
cada diez de sus pobladores adultos estaban enfermos de
chagas (LVI, 15/9/98), y uno de cada cuatro, de brucelo-
sis (LVI 26/11/98). Durante la década siguiente, el chagas
siguió siendo una de las diez primeras causas de mortalidad
en el departamento Pocho.
Es necesario advertir que en lo que hace a los riesgos
sanitarios, un nuevo fenómeno se comenzó a dibujar a par-
tir de los años noventa en el cuadro de morbimortalidad
de la población rural producto de las transformaciones aso-
ciadas a los agrotóxicos. La superficie cordobesa cultivada
pasó en menos de diez años de dos a cuatro millones y
medio de hectáreas (1997 y 2007) (Álvarez, 2009: 59), esto
convirtió a la provincia en la primera productora nacio-
nal de soja. Desde entonces se volcaron sobre el ambien-
te millones de litros de agrotóxicos que producen efectos
visibles sobre la naturaleza y las personas. Los casos de
cáncer, alergias, problemas respiratorios, abortos espontá-
neos y malformaciones congénitas se multiplican entre los
pobladores de las zonas aledañas a las unidades producti-
vas, los trabajadores que manipulan los insumos y quienes
viven cerca de instalaciones de acopio. Los departamentos

5 De todos modos, en la Argentina los guarismos muestran un descenso con-


tinuo de la incidencia del chagas. Si en los sesenta se calculaba que la enfer-
medad infectaba al 10% de la población de 18 años, la cifra se redujo a 5,8% a
comienzos de los ochenta y a 1,9% en los noventa, y se mantuvo en esa cifra.
Para 2008 se calculaba que en la Argentina había dos millones y medio de
personas enfermas de chagas, por lo que seguía siendo la enfermedad endé-
mica más importante del país (Zabala, 2012: 15). Al respecto, no son meno-
res los efectos de los cambios productivos en este resultado al generar trans-
formaciones en la población –reducción unidades campesinas,
despoblamiento, urbanización– y en el ambiente –monocultivo, plaguicidas
y desforestación– que afectan a los vectores y sus reservorios (Pinto Dias,
2012: 43).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 91

dedicados a la explotación sojera, Marcos Juárez, Roque


Sáenz Peña, Unión y San Justo en el período 2004-2009,
tenían una tasa de mortalidad por cáncer de entre 216 y
229 muertes anuales por cada 100 mil habitantes, cuando
el promedio provincial era de 160,8 muertes (LVI, 16/11/
14). Esas altas tasas se replicaban en la zona vecina de Santa
Fe. En Monte Maíz los estudios encargados por las auto-
ridades municipales calculaban una duplicación de la tasa
bruta provincial de incidencia del cáncer (Gómez Lende,
2017: 10; Reduas, 2014). En Canals un relevamiento local
advertía que el cáncer era el responsable del 55% de las
muertes, cuando el promedio provincial era menor al 20%.
La Asamblea de Vecinos Autoconvocados afirmaba:

El descontrol de las fumigaciones, la circulación de máquinas


por el pueblo, la presencia de depósitos donde lavan las fumi-
gadoras al lado de las casas nos pusieron en alerta, mientras
que en paralelo observamos cómo proliferan casos de cáncer,
afecciones en la piel, malformaciones que los propios médi-
cos que nos atienden nos hicieron relacionar con este cuadro
ambiental. (Página 12, 3/9/18).

Si pasamos de la descripción de los riesgos sanitarios a


los arreglos que la población realizó para atender a su salud,
en los espacios rurales estas tareas fueron constreñidas por
la carencia de incentivos para atraer y retener a los profe-
sionales de la salud. Según informes oficiales y gremiales
en las áreas rurales de la provincia de Córdoba había 19,05
profesionales de la salud (médicos, enfermeras y obstétri-
cas) cada 10.000 habitantes, cuando en las áreas urbanas esa
proporción ascendía a 81,41 cada 10.000 habitantes (Pro-
vincia de Córdoba, 2012). Según la Federación médica local
las poblaciones de menos de 10.000 habitantes tenían una
proporción de un médico cada 500 habitantes, mientras que
aquellas de más de 30.000 habitantes tenían un médico cada
150 habitantes (Federación Médico Gremial, 2018).
92 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

En el norte cordobés este problema era histórico y los


escasos médicos que allí se instalaban lamentaban la falta
de capacitación, los costos del transporte, las dificultades
para regular sus honorarios y el uso del pluriempleo (LVI,
18/12/2018). Pero esa dificultad también se presentaba en
la región pampeana,

En La Palestina, a 33 kilómetros al sudoeste de Villa María,


la población llega a las 600 personas con la zona rural. Cuen-
tan con un médico durante la semana al que se le garanti-
za vivienda y la posibilidad de atender por la tarde en su
consultorio particular. Es parte de los incentivos para que el
profesional se quede. (LVI, 21/9/08).

De acuerdo a estadísticas del Colegio de Médicos local,


en los dos departamentos bajo análisis, Pocho y General
Roca, el promedio de médicos cada mil habitantes era infe-
rior a los 2,5‰ propuestos por la OPS y estaban muy aleja-
dos de los 8,63‰ de Córdoba capital, la que concentraba la
mayor parte de los graduados (LVI, 17/5/19).
Pero aun con dificultades semejantes en la capacidad
para asegurar infraestructura médica, entre ambos departa-
mentos subsistían las asimetrías. Hace diez años, los indica-
dores hospitalarios mostraban que el departamento Pocho
tenía un promedio de 0,67 consultas médicas por habitante
por año mientras en General Roca la cifra casi se duplica-
ba, con un promedio de 1,30 consultas médicas por habi-
tante (DCE-MS, 2010). Asimismo, el departamento Pocho
tiene una cifra de 0,74‰ médicos por habitante mientras
General Roca casi duplica esa proporción, con 1,35‰ (LVI,
17/5/19).
Resta interrogarse respecto a quiénes eran los efectores
en ese sistema de salud. De acuerdo a la información sumi-
nistrada por el registro federal de establecimientos de salud
para 2019 (Secretaría de Gobierno de Salud, 2019) el depar-
tamento Pocho tuvo cinco centros de salud y un hospital de
dependencia municipal. En el caso de General Roca dispo-
nía de cinco hospitales municipales y uno provincializado
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 93

en 2008. Además, contaba con diez dispensarios, centros de


salud, puestos o postas sanitarias de dependencia munici-
pal. De carácter privado solamente disponía de un servicio
de emergencias, dos servicios de traslados y un centro de
rehabilitación. Esos datos muestran que la prestación de
servicios de salud entre los pobladores rurales se ha con-
vertido en un problema eminentemente estatal y princi-
palmente municipal.
Uno de los procesos subyacentes a ese esquema ha sido
una estatización forzada de los servicios de atención de
la salud producto de la reducción del subsistema privado.
Entre 2000 y 2015 se calculaba que había desaparecido
más del 60% de las instituciones privadas de salud en toda
la provincia (de 425 a 163) (Federación Médico Gremial,
2018) y para 2019 solo 52 localidades sobre un total de 427
contaban con clínicas privadas con capacidad de interna-
ción (LVI, 17/5/19). Más precisamente, solo en la mitad de
los departamentos de la región extrapampeana quedaban
establecimientos de salud privados. Según referentes en el
área, “cerraron clínicas y centros de atención, se achicó la
cantidad de camas disponibles, desaparecieron especialistas
y, en muchos lugares, es imposible acceder a medicamentos
bastante comunes en otros distritos de la misma provincia”
(LVI, 18/12/2018). Pero la novedad fue la generalización
de ese fenómeno también en la región pampeana. La crisis
económica de finales de los años noventa redujo la oferta
médica privada al producir el quiebre de obras sociales, clí-
nicas privadas y cooperativas de servicios públicos. Según
un intendente de una localidad de esa región: “El dispensa-
rio pasó de ser el lugar en que se atendían los más carecien-
tes al que se atiende toda la población” (LVI, 21/9/08).
Pero la salud no solo se ha estatizado, también ha sido
municipalizada. La aplicación de los programas de refor-
ma del Estado en Córdoba implicó la descentralización
sobre los municipios de las prestaciones de atención pri-
maria que administraba el Estado cordobés –puestos sani-
tarios, dispensarios, centros materno-infantiles y hospitales
94 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

vecinales–. Este proceso se inició en 1989 de forma con-


sensuada para luego forzarse en el contexto de la intensa
crisis fiscal de mediados de los años noventa. Cuando en
esa coyuntura fueron municipalizados el 91% de los efecto-
res de primera complejidad (526) (Cingolani, 2000), algunos
municipios cerraron los servicios por falta de recursos (LVI,
15/9/98; 21/7/01; 13/5/02) y otros resolvieron reducir las
prestaciones ofrecidas (LVI, 31/7/00). En el momento eco-
nómico más crítico de los años iniciales del siglo XXI, un
exlegislador afirmaba: “En el norte no existe vacunación a
los chicos ni a las mujeres. Las parturientas dan a luz en
pleno campo. Hay un abandono total de la salud” (LVI; 18/
6/00). En El Brete, localidad del norte cordobés con 1.400
habitantes, el presidente comunal afirmaba: “¿A quién se
le puede cobrar impuestos aquí, si la prioridad es comer?”
(LVI, 2/1/01). En paralelo a este proceso de municipaliza-
ción de las responsabilidades sanitarias del interior de la
provincia, en los años noventa también fueron desmantela-
dos programas específicos en salud rural, como aquel que
financiaba a los promotores sanitarios (LVI, 7/9/98) y fue-
ron debilitados los programas de control y prevención del
chagas (LVI, 27/5/04).
Avanzada la primera década del siglo XXI, las políti-
cas nacionales y provinciales han comenzado a fortalecer
las estrategias de atención primaria de la salud mediante
la distribución de medicamentos, la compra de instrumen-
tal, la asistencia de médicos y la asignación de presupues-
to. A su vez, se pusieron en marcha programas de salud
rural e incentivos para la radicación de médicos en el inte-
rior de la provincia (LVI, 11/9/00; 6/3/08). Esto permitió
mejorar los servicios de salud públicos municipales y algu-
nos indicadores comenzaron a mostrar resultados positivos
como el incremento de la atención médica en el parto, que
alcanzó cerca de la totalidad de los nacimientos (Provin-
cia de Córdoba, 2006: 56). A instancias de estos procesos,
en localidades de Pocho la población tenía la percepción
de que la atención médica había mejorado con una mayor
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 95

concurrencia de médicos y especialistas (LVI, 17/5/19). En


lo que hace a las endemias regionales tras varios años de
desatención, el ministerio provincial comenzó a implemen-
tar programas dirigidos a impedir la transmisión vecto-
rial de la enfermedad de Chagas con la erradicación de
vivienda-rancho.6 Para 2019 se contabilizaban 2.393 casas
edificadas a través de programas habitacionales focalizados
en los pobladores rurales del noroeste cordobés (Prensa
Gov. 12/8/19).

Conclusión

Los riesgos para la salud y las prácticas destinadas a pre-


servarla y repararla constituyen productos históricos que
han variado en el tiempo y en el espacio. En este capítulo
propusimos un recorte de la temática centrándonos en las
transformaciones operadas en las condiciones sanitarias de
los pobladores rurales cordobeses entre aproximadamente
1960 y 2010. Esto nos ha permitido constatar que el rasgo
más notorio ha sido la heterogeneidad de los riesgos de
enfermar y las posibilidades de curar existentes en los con-
textos rurales cordobeses.
En lo que hace a las últimas décadas, los procesos de
urbanización y el mejoramiento de las condiciones habita-
cionales y los servicios de salud públicos habrían reducido
las brechas en el cuadro de mortalidad de la población rural
de la provincia. No obstante, los habitantes del mundo rural
siguieron teniendo un desigual acceso a los servicios sanita-
rios producto de las asimetrías existentes en las condiciones

6 Si a comienzos del siglo XXI el panorama se había modificado respecto a los


guarismos de los años ochenta, todavía subsistía un 14% de vivienda ran-
chos en el departamento Pocho, 6% en Minas y Río Seco, 4% en Tulumba y
Cruz del Eje. Todos los porcentajes superiores a 1% corresponden a la zona
noroeste de la provincia. Lo mismo sucede si calculamos los porcentajes de
viviendas de piso de tierra y ladrillo suelto mayores al 2% (Provincia de Cór-
doba, 2008).
96 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

socioeconómicas, que constreñían los presupuestos muni-


cipales y modelaban la dispersión de profesionales. Esas
diferencias se plasmaban también en los riesgos de enfer-
mar haciendo que el chagas, sinónimo de pobreza, pudiera
pervivir en las regiones extrapampeanas, mientras el cáncer
se incrementaba al ritmo de la riqueza producida por las
nuevas condiciones de explotación económica pampeana.

Fuentes

La Voz del Interior (LVI)


Página 12
Portal de prensa de la provincia de Córdoba
Censos Nacionales de Población, 1947, 1960, 1970,
1980, 1991, 2001, 2010.
Centro Universitario de Política Social, Universidad
Nacional de Córdoba (1972). Diagnóstico Social del
Noroeste de la Provincia de Córdoba. Tomo 1. Córdo-
ba: Mecanografiado.
Consejo Federal de Inversiones – Instituto Torcuato Di
Tella (1965). Relevamiento de la estructura regio-
nal de la economía Argentina. Buenos Aires: Edi-
ciones CFI.
Departamento Central de Estadísticas, Ministerio de
Salud, Provincia de Córdoba (DCE-MS). Indicadores
básicos de Salud de la Provincia de Córdoba. (Descar-
ga jul. 18) https://datosestadistica.cba.gov.ar/data-
set/indicadores-basicos-de-salud
Dirección General de Estadística y Censos (DGEC),
Provincia de Córdoba. (2008). Censo de Pobla-
ción de la Provincia de Córdoba. (Descarga mar.
19) http://web2.cba.gov.ar/actual_web/estadisticas/
censo2008/index.html
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 97

DGEC (2014). Volumen, estructura y dinámica poblacional


de la Provincia de Córdoba. (Descarga feb. 19)
https://bit.ly/2nRtdmv
DGEC (2015). Producto Bruto Geográfico. (Descarga jul.
19)
https://estadistica.cba.gov.ar/conoce-cordoba/
Dirección Nacional de Estadística y Censos (1964). Cen-
so Nacional Agropecuario 1960. Buenos Aires.
Federación Médico Gremial de la Provincia de Córdoba
(2018). Análisis de Situación de la Salud en el
Interior de la Provincia de Córdoba. Diagnóstico-
Propuestas-Conclusiones. Córdoba. (Descarga sep. 19)
https://bit.ly/2Qhpzgf.
INDEC. Censo Agropecuario Nacional 2008. (Descarga
sep. 19) https://bit.ly/2ELQ34f.
Ministerio de Bienestar Social, Provincia de Córdoba
(1971). Doctrinas y políticas de salud pública. Córdoba.
Provincia de Córdoba (2012). Primer taller de medición y
monitoreo de indicadores de las metas de recursos huma-
nos para la salud en la provincia de Córdoba. Córdoba
(Descarga jul. 19) https://bit.ly/2MoLC3h.
Provincia de Córdoba (1977). Diagnóstico Proyectivo, sec-
tor salud. Córdoba: Mecanografiado.
Provincia de Córdoba (1984a). El noroeste cordobés.
Caracterización general. Córdoba: Mecanografiado.
Provincia de Córdoba (2006). Objetivos del milenio. Infor-
me provincia de Córdoba, año 2006. (Descarga sep. 19)
https://bit.ly/2Sj6rAX.
Red universitaria de ambiente y salud. (2014). Evaluación
de la salud colectiva socio-ambiental de Monte Maíz.
(descarga mar. 19) https://bit.ly/2Zl199v.
Secretaría de Gobierno de Salud, Estado Nacional.
Listado Establecimientos de Salud Asentados en el
Registro Federal (REFES) de Agosto 2019 (descarga
ago. 19) http://datos.salud.gob.ar/dataset/336cf4-
d9-447a-44c4-8e34-0ba1fc293d55/archivo/93f90e-
f0-dd2d-4b19-b0f0-1bc2b921490a
98 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Bibliografía

Agnese, G. (2011). Historia de la fiebre hemorrágica argentina.


Imaginario y espacio rural (1963-1990). Rosario: Prohis-
toria.
Álvarez, M. F. S. y Bertone, C. L. (2008). La agricultu-
rización en Argentina y sus efectos en la dinámica
demográfica. Estudio de caso de la provincia de Cór-
doba, por departamentos, 1980-2005. III Congreso de
la Asociación Latinoamericana de Población, ALAP, Cór-
doba, 2008. (Descarga septiembre 18) https://bit.ly/
2rqHNU8.
Álvarez, M. F. S. (2009). Pocos ganan, muchos pierden: soja,
agroquímicos y salud: Departamento Río Segundo, provincia
de Córdoba, Argentina. Villa María: Eduvim.
Britos, A. H. y Barchuk, A. H. (2008). Desarrollo agrario,
estructura parcelaria y economía familiar en la Provin-
cia de Córdoba. Agriscientia, Vol. XXV (2), pp. 97-110.
Cincolani, M. (2000). La cooperación intermunicipal después de
la descentralización en la provincia de Córdoba: oportunida-
des y restricciones. Quilmes: UNQ. (Descarga septiembre
18) https://bit.ly/2PRIQpF.
Gárgano, C. y Piaz, A. (2017). Fiebre hemorrágica Argen-
tina. Conflictos y desafíos para la ciencia en el ámbito
rural. Asclepio, 69 (1), p. 178.
Cueto, M. y Palmer, S. (2014). Medicine and Public Health
in Latin America A History. Cambridge University Press:
Cambridge.
Martínez Franzoni, J. (2008). ¿Arañando bienestar? Trabajo
remunerado, protección social y familias en América Cen-
tral. Buenos Aires: CLACSO, Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales.
Pinto Dias J. C. (2012). Tendencias sociales de la enferme-
dad de Chagas para las próximas décadas. Salud Colec-
tiva, 8 (Supl. 1), S39-S48.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 99

Tumas, N. (2016). Determinantes sociales y ambientales del


cáncer de mama. Estudio socioecológico y de caso-control en
la provincia de Córdoba (Argentina), últimas décadas. Doc-
torado en Demografía, Córdoba. (Descarga septiembre
18) https://bit.ly/2tGRT3P.
Zabala, J. P. (2012). La enfermedad en su laberinto: avances,
desafíos y paradojas de cien años del Chagas en Argen-
tina. Salud Colectiva, 8 (Supl. 1), S9-S21.
Zabala, J. P. (2010). La enfermedad de Chagas en la Argentina.
Investigación científica, problemas sociales y políticas sani-
tarias. Bernal: UNQ.
4

Vivienda rural en Mendoza


JUAN MANUEL CERDÁ

Introducción

El presente capítulo explora la evolución de la vivienda


–elemento constitutivo de las condiciones materiales de
vida– en el espacio rural de la provincia de Mendoza
entre los años 1960 y 2000. El problema habitacional
ha sido abordado desde finales de la década de 1970
fundamentalmente en las grandes ciudades y, en espe-
cial, en los barrios populares más comúnmente denomi-
nados “villas miserias” (Scobie, 1977; Yujnovsky, 1971;
Yujnovsky, 1974; Torres, 1978; Torres, 1993; Gutié-
rrez, 1981; Cerdá, 2011; Paterlini de Koch, 1990). Sin
embargo, estos análisis han dejado fuera de su alcance
las peculiaridades que esta problemática adopta en los
espacios rurales del país.
Creemos que el mayor desarrollo de las investiga-
ciones referidas a la vivienda popular de los sectores
urbanos ha estado asociado a dos extendidos imagina-
rios. Por un lado, se piensa a la Argentina como un
país netamente urbano y, por otro, al “campo” como un
espacio dominado por la producción y sin habitantes.
Las grandes extensiones de la pampa húmeda, así como
los discursos productivistas e industrialistas consolida-
ron este imaginario. Quizás por esto también la pobreza
rural y/o las condiciones de vida de los pobladores
rurales hayan sido invisibilizadas y, por ende, estén

101
102 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

ausentes en la agenda política de la segunda mitad del


siglo XX. Este supuesto es reafirmado por la inexistencia
de estadísticas sobre condiciones de vida de los sectores
rurales de la Argentina –a excepción de los censos y
algunas encuestas particulares para algunas provincias–,
convirtiéndose en uno de los pocos países de América
Latina que no cuenta con datos oficiales e información
periódica sobre la población rural y sus atributos.
En este contexto, nos proponemos realizar un estu-
dio exploratorio con relación al acceso y las caracterís-
ticas de la vivienda rural de la provincia de Mendoza,
en el marco de las condiciones de vida materiales de los
sectores rurales. Como veremos a continuación, estas
últimas están asociadas a la producción y, especialmente,
a las formas de trabajo que se desarrollaron histórica-
mente en la provincia. En este recorrido de largo plazo
se evaluarán no solo las características, sino también
los cambios ocurridos en los materiales constructivos y
los servicios básicos. En particular, se busca responder
los siguientes interrogantes: ¿cuál ha sido el régimen
de tenencia de la vivienda desde mediados del siglo
pasado al presente? ¿Qué relación se puede establecer
entre esta y la propiedad de la tierra o las formas de
trabajo asalariado? ¿Cuáles son las características de los
materiales de las viviendas y el acceso al agua potable,
cloacas y red eléctrica? Aquí partimos del supuesto de
que los materiales constructivos de las viviendas, junto
con el acceso a ciertos servicios, influyen fuertemente
en el nivel de bienestar de sus ocupantes.
La relevancia de este estudio radica en dos motivos.
En primer lugar, porque la vivienda rural ha tenido un
escaso abordaje desde la historia. En segundo lugar, por-
que la información existente sobre esta dimensión para
la segunda mitad del siglo XX es fragmentaria, lo que
plantea el desafío de reunir y analizar exhaustivamente
los datos. En base a estos dos aspectos intentaremos
establecer algunos hechos estilizados que nos permitan
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 103

comprender el proceso de cambio, pero también de


continuidades en relación a la vivienda rural mendocina.
Para ello se ha decidido utilizar los censos nacionales
de población de 1960, 1980 y 2001 a fin de contar con
datos comparables en el largo plazo (INDEC, 2004). No
obstante, conviene mencionar que la amplitud de los
intervalos no permite apreciar los cambios que pudieron
haber ocurrido al interior de cada uno de ellos.

En búsqueda de la población rural

Como ya se anticipó, la Argentina experimentó una


rápida urbanización desde finales del siglo XIX, aspec-
to que la ha diferenciado de la mayoría de los países
de América Latina. Sin embargo, este no ha sido un
proceso homogéneo a lo largo y ancho del territorio
nacional y aún hoy encontramos muchas provincias con
un significativo porcentaje de población rural. Uno de
estos casos –aunque quizás no sea el más extremo- es
el de la provincia de Mendoza. Si bien su dinámica
de urbanización fue significativa durante la primera
mitad del siglo pasado, a partir de la década de 1960
se ralentizó con relación a la media nacional. Como se
puede apreciar en el Gráfico 1, pese a que Mendoza ha
mantenido históricamente una proporción de población
rural mayor a la media nacional, esta brecha se ha ido
incrementando en el tiempo.1

1 En 2001 dos tercios de esta población vivía en zonas rurales dispersas.


Este valor se mantuvo en el Censo de 2010. Para 2017, pero con crite-
rios diferentes al de los Censos, la Encuesta de Condiciones de Vida
de la provincia de Mendoza estima la población rural a un cuarto de la
población total, elevando aún más los valores aquí reportados.
104 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Gráfico 1. Porcentaje de población rural

Fuente: Censos Nacionales de Población.

Lo que en principio puede parecer extraño (que


una de las provincias de desarrollo medio mantenga
niveles comparativamente altos de ruralidad) no debería
serlo si se tiene en cuenta su perfil productivo asociado
fuertemente a la agroindustria. A su vez, la estructura
productiva se ha basado históricamente en la pequeña
propiedad, en gran medida relacionada con la activi-
dad vitivinícola. A lo largo del tiempo, esta actividad
se sostuvo con el predominio de medianos y peque-
ños propietarios, lo que podría haber incentivado el
arraigo rural.2 Si bien, como veremos, los dueños de la
tierra no residían necesariamente en estos predios, un
alto porcentaje de empleados sí lo hacían. El cuidado

2 Sin embargo, la provincia no escapó del proceso más general de con-


centración de la tierra y de pérdida de pequeños y medianos produc-
tores que se viene dando en el agro argentino desde comienzos de los
años 80 (Cerdá y Hernández, 2013).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 105

permanente y las tareas cotidianas que este tipo de


producción requieren explican, al menos en parte, este
patrón. De todas maneras, este proceso ha comenzado
a cambiar en los últimos años, producto del traslado
de la residencia del trabajador rural a zonas aledañas,
a ciudades medias (Poblete, 2012). En suma, una mejor
distribución de la tierra –en comparación a otras pro-
vincias–, junto con el tipo de tareas que demanda esta
actividad económica, parecerían explicar la pervivencia
de la población en áreas rurales.
Otro elemento condicionante en la provincia es
la escasez de agua. Si bien su extensión territorial es de
148.827 km2, solo entre un 3% y 3,5% está irrigada. De
allí que en esta pequeña superficie se concentra gran
parte de la producción y la población (Imagen 1).
106 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Imagen 1. Oasis productivos de la provincia de Mendoza

Fuente: elaborado por Facundo Rojas (2019).


Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 107

Estas áreas productivas y habitadas están distribuidas


en torno a los ríos, formando lo que se ha dado en llamar
“oasis productivos”. Hasta mediados del siglo XIX, estos
estuvieron asociados a los cereales y al ganado y, desde
finales del siglo, a la vitivinicultura, a la cual se le sumó la
fruticultura a partir de la década de 1920. Con el paso del
tiempo, en estos territorios fueron creciendo las ciudades,
pero sin disociarse del área rural. Así, la proximidad de las
ciudades intermedias al espacio productivo ha hecho que la
circulación de personas y productos sea mucho más diná-
mica que en la región pampeana.
En este marco, la vivienda rural se constituye en otro
elemento que sirve para explicar las desigualdades que se
generaron entre el acceso (o no) a ciertas formas de cons-
trucción y a servicios esenciales que redundan en la calidad
de vida de los habitantes. En lo que sigue, se abordarán estas
dimensiones desde una perspectiva comparativa –entre las
zonas rurales y las urbanas–, en la medida en que los datos
lo permitan.

La vivienda rural

Régimen de tenencia
En términos generales podríamos afirmar que, desde el
advenimiento del peronismo, se instaló en la sociedad
argentina la idea de la vivienda como derecho y elemento
democratizador del bienestar. Sin embargo, la concreción
de tal derecho fue altamente asimétrica a nivel territorial y,
especialmente, detentó un elevado sesgo urbano. En efecto,
entre 1943 y 1955 las políticas implementadas respondie-
ron a un entramado social, político e institucional que prio-
rizó a los sectores urbanos y que tendió a asociar los proble-
mas rurales exclusivamente con el ámbito de la producción
(Cerdá y Salomón, 2017; Oszlak y O’Donnell, 1995).
108 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

En particular, las políticas de promoción de la vivienda


rural durante este período estuvieron atadas a la legislación
laboral. En los diferentes estatutos destinados a regular las
tareas de los trabajadores rurales –del Peón Rural (1944), del
Tambero Mediero (1946) y de Contratistas de Viñas y Fru-
tales (1946)– se incluyó a la “vivienda” como un elemento a
ser cubierto por los propietarios. Esta inclusión implicaba que
aquella era percibida como parte del salario –y, por lo tanto,
como un objeto de negociación– y no como un derecho del tra-
bajador. En este contexto, la vaguedad con la cual se definían
las características que debía poseer la vivienda provista redun-
dó, en general, en que sus condiciones no fueran las óptimas.
Aun más, porque dichas características no eran explicitadas ni
por la legislación nacional ni provincial, quedando, por lo tan-
to, bajo el ámbito de decisión del patrón o del dueño de la tie-
rra. El Estatuto de Contratistas de Viñas y Frutales, promulgado
por la legislatura provincial, obligaba a los dueños de las fincas
a brindar una “vivienda digna y adecuada” a las necesidades de
los trabajadores y su familia, retomando la idea del Estatuto del
Peón Rural.3
Los contratistas se erigieron como actores centrales
en el desarrollo de la vitivinicultura y su accionar resulta
fundamental para entender la dinámica de la vivienda rural
y su régimen de tenencia. Sin embargo, por su particular
relación con los medios de producción y las condiciones de
contrato establecidas con los dueños de la tierra, recién en
1973 obtuvieron el reconocimiento en tanto trabajadores
en relación de dependencia por la legislación laboral nacio-
nal. Al igual que otros contratos del sector, este estatuto
establecía un vínculo laboral entre el dueño de la tierra y el
contratista (varón) por un año de trabajo. Pero este impli-
caba la utilización de la fuerza de trabajo de toda la unidad
familiar. El contratista (con su familia) debía ocuparse de

3 Este estatuto cubrió el vacío legal que habían dejado el Estatuto de Peón Rural y la
Ley de Contrato de Trabajo para una categoría de trabajador rural muy específica
delasprovinciasdeMendozaySanJuan.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 109

una variedad de tareas que incluía la plantación de vides, el


cuidado de los viñedos, la poda, el deshoje, las ataduras y
el riego (Cerdá, 2019).
Diferentes fuentes de información mencionan la existen-
cia de alrededor de 15.000 contratistas que se ocupaban de las
tareas de las viñas mendocinas en la década de 1960. Este núme-
ro se redujo de forma significativa hacia finales del siglo XX, lle-
gando a sumar solo 3.000, según datos del sindicato. Esta caída
se explica, por un lado, por la crisis que afectó al sector en la
década de 19804 y, por otro, por las transformaciones ocurridas
en el mismo a partir de década siguiente. Los cambios ocurridos
en los últimos años estuvieron centrados en la metamorfosis
de la matriz productiva del sector, que ha llevado, entre otros
aspectos, a un aumento en la contratación de empleo tempo-
rario en detrimento del empleo permanente (Neiman, 2013).
En este sentido, si bien la producción vitivinícola ha manteni-
do tradicionalmente altos niveles de demanda de mano de obra
familiar y permanente, en los últimos años se observa un creci-
miento en la incidencia de asalariados temporarios.
Como decíamos anteriormente, esta figura central del
ámbito rural provincial tiene una influencia importante
también en cuanto al régimen de tenencia de la vivienda.
Como se desprende del Cuadro 2, la proporción de indi-
viduos propietarios aumentó a lo largo de todo el período,
tanto en el área urbana como rural. Sin embargo, la par-
ticipación de estos se ubica muy por debajo de la media y
llegan tan solo a representar el 46,5% en 2001. En el área
rural, la forma de ocupación más habitual de las viviendas a
lo largo de todo el período es la de ocupante en relación de
dependencia u ocupante gratuito/préstamo.5 Si considera-
mos los datos del 2001, donde es posible diferenciar el área

4 Lasuperficieimplantadadisminuyóen140.966milhectáreasentre1979y1992en
todoelpaís,delascualesel76%correspondieronalaprovinciadeMendoza.
5 Se ha decidido tomar la categoría de gratuito/préstamo como parte de las
formas de empleo ya que su preponderancia en el sector rural nos lleva a
suponer que está asociada con la relación laboral, más allá de que el contra-
tista de viñas (o el agente censista) no la reconozca como tal.
110 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

rural agrupada de la dispersa, se observa cómo la primera


tiene una composición más similar a la urbana, mientras
que en la segunda –la dispersa– la proporción de propieta-
rios disminuye considerablemente como contraposición al
crecimiento de los ocupantes por razones de empleo.

Cuadro 2. Evolución del régimen de tenencia de la vivienda

1960 1980 2001

Total provincial

Propietario 52,6% 60,7% 66,9%

Inquilino o 21,3% 14,1% 11,9%


arrendatario

Ocupante en 12,1% 12,2% 5,8%


relación de
dependencia

Ocupante 8,5% 11,9% 12,3%


gratuito /
préstamo

Otros 5,4% 1,1% 3,1%


regímenes

Total 100% 100% 100%

Urbano

Propietario 61,7% 70,7% 71,8%

Inquilino o 26,9% 17,2% 13,7%


arrendatario

Ocupante en 4,5% 2,7% 1,1%


relación de
dependencia

Ocupante 4,5% 8,4% 10,1%


gratuito /
préstamo

Otros 2,3% 0,9% 3,3%


regímenes

Total 100% 100% 100%


Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 111

Rural total Agrupado Disperso

Propietario 36,5% 36,6% 46,5% 72,0% 41,4%

Inquilino o 11,4% 6,5% 4,4% 6,6% 4,0%


arrendatario

Ocupante en 25,6% 35,3% 25,4% 3,9% 29,7%


relación de
dependencia

Ocupante 15,6% 20,3% 21,2% 14,1% 22,7%


gratuito /
préstamo

Otros 10,9% 1,3% 2,5% 3,4% 2,3%


regímenes

Total 100% 100% 100% 100% 100%

Fuente: elaboración basada en los datos del Censo Nacional de


Población.
Aclaración: a diferencia de los censos anteriores, el de 2001 desagrega
los datos entre rural agrupado y rural disperso.

Estos datos refuerzan la idea de que pocos pobladores


rurales son dueños de sus viviendas y, por lo tanto, de sus
tierras; el resto son ocupantes no propietarios. Dentro de
este grupo, un número significativo obtiene una casa dentro
de la relación laboral, es decir, como parte del salario, ya
sea formalizado o no en los contratos (Cerdá, 2011; Poblete,
2012). Este elemento contribuiría a la permanencia de los
trabajadores y sus familias en el ámbito rural.

Características de la vivienda
Entre 1960 y 2000 las condiciones habitacionales en las
áreas rurales mendocinas han mejorado significativamente,
en consonancia con lo sucedido en las ciudades. Sin embar-
go, este desarrollo se da desde un punto de partida muy
bajo y, a pesar de los adelantos en la materia, los indicado-
res siguen siendo insuficientes, tanto en términos absolutos
como relativos (Cuadro 3). En particular, la pervivencia de
materiales “naturales” para la construcción de las vivien-
das rurales es un rasgo que caracteriza a todo el período.
112 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Los pisos de tierra, el adobe o los techos de paja aparecen


como el elemento más común de la construcción rural, aun
a comienzos del siglo XXI. Según los datos del Censo de
2001 se observa que un 10% de las viviendas tenían pisos de
tierra, casi el 30% poseía paredes exteriores de adobe y un
50% estaban techadas con elementos precarios (por ejem-
plo, cañas, paja y cartón). Más allá de las particularidades
técnicas de los materiales, estas condiciones afectan nega-
tivamente la higiene de las viviendas, convirtiéndolas en
lugares propicios para la propagación de vectores (moscas,
mosquitos, vinchucas, etc.) de enfermedades, tales como el
mal de Chagas.

Cuadro 3. Evolución de las condiciones de los materiales

PISOS

Mosaico o Madera Cemento o Tierra Otro Total


similar ladrillo fijo

1960

Total 46,3% 4,7% 28,3% 19,8% 0,9% 100%


provincial

Urbana 61,5% 6,1% 19,8% 11,5% 1,0% 100%

Rural 19,3% 2,1% 43,3% 34,5% 0,8% 100%

1980

Total 60,5% 2,7% 27,6% 7,7% 1,6% 100%


provincial

Urbana 74,1% 3,4% 17,3% 4,2% 1,0% 100%

Rural 27,5% 1,1% 52,6% 16,1% 2,8% 100%

2001

Total 73,1% 22,9% 3,3% 0,8% 100%


provincial

Urbana 81,9% 15,6% 1,7% 0,8% 100%

Rural 35,7% 53,5% 10,1% 0,7% 100%


Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 113

PAREDES EXTERIORES

Mampostería Adobe Madera Otros mate- Total


riales

1960

Total 32,9% 64,7% 0,4% 2,0% 100%


provincial

Urbana 38,4% 60,5% 0,2% 0,8% 100%

Rural 23,0% 72,2% 0,8% 3,9% 100%

1980

Total 59,8% 38,3% 0,4% 1,5% 100%


provincial

Urbana 64,8% 34,3% 0,3% 0,6% 100%

Rural 47,7% 48,0% 0,8% 3,5% 100%

2001

Total 82,6% 15,2% 1,2% 1,0% 100%


provincial

Urbana 85,8% 12,4% 1,1% 0,7% 100%

Rural 69,0% 27,0% 1,8% 2,1% 100%


114 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

TECHOS

Mosaico, Chapa Tejas Chapas de Otros Total


losa o metálica fibro- materiales
cubierta cemento
asfáltica

1960

Total pro- 38,4% 15,6% 7,1% 0,0% 39,0% 100%


vincial

Urbana 41,7% 16,7% 9,2% 0,0% 32,4% 100%

Rural 32,6% 13,6% 3,2% 0,0% 50,6% 100%

1980

Total pro- 44,5% 13,1% 4,1% 1,3% 36,9% 100%


vincial

Urbana 52,4% 11,0% 5,1% 0,9% 30,6% 100%

Rural 25,3% 18,4% 1,7% 2,3% 52,2% 100%

2001

Total pro- 51,7% 14,0% 7,9% 1,2% 24,9% 100%


vincial

Urbana 58,2% 11,8% 9,1% 1,0% 19,6% 100%

Rural 23,9% 23,2% 2,8% 2,3% 47,3% 100%

Fuente: elaboración propia a partir de datos de los Censo Nacional


de Población.
Nota: en el caso de los materiales de los techos, para el censo de 2001
se agrupó en una sola categoría las subcategorías “mosaico” y “losa o
cubierta asfáltica”, para poder compararlo con los censos anteriores.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 115

Si bien el adobe o las cubiertas de paja y caña


son elementos tradicionales de la construcción en la
zona, debe mencionarse que su utilización no parece-
ría ser solo una cuestión cultural (Cirvini y Manzini,
2016). Un factor que podría condicionar su pervivencia
estaría asociado a la condición de “no propietarios”
de los moradores y a los ingresos inestables que estos
sectores reciben.6 En este sentido, esto explicaría –en
parte– las diferencias existentes entre las zonas urba-
nas y las rurales.
Este cuadro de situación se completa con el acceso
al agua potable y a la electricidad. Como se aprecia en el
Cuadro 4, si bien la red de agua potable se ha ampliado
significativamente en los últimos veinte años del siglo
pasado en las zonas rurales, en 2001 solo cubría al
51% de su población, mientras que en las zonas urbanas
alcanzaba al 96%. El resto de los pobladores rurales
recogen el agua de pozos (18%), a través de perforacio-
nes (14%) o a partir de otras fuentes –cursos de ríos,
arroyos o lluvias– (17%), todas ellas, claramente, sin
ningún tipo de cuidado o tratamiento para convertirlas
en aptas para el consumo humano.

6 Los contratistas y gran parte de los trabajadores rurales obtienen una


parte importante de sus ingresos a partir de las ganancias de la vitivi-
nicultura. Por ejemplo, en el caso de los contratistas, estos reciben un
salario mínimo repartido en diez mensualidades y el 18% de la pro-
ducción, lo que genera el componente variable de estas remuneracio-
nes.
116 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Cuadro 4. Evolución en el acceso al agua potable

Censo 1980 Censo 2001

Total provincial

Agua corriente de red 71,4% 87,7%

Perforación 9,8% 4,4%

Pozo 6,3% 4,2%

Otra procedencia 12,5% 3,7%

Urbano

Agua corriente de red 92,6% 96,5%

Perforación 3,0% 2,1%

Pozo 1,0% 1,0%

Otra procedencia 3,4% 0,4%

Rural

Agua corriente de red 20,0% 50,8%

Perforación 26,3% 13,7%

Pozo 19,1% 18,1%

Otra procedencia 34,6% 17,3%

Fuente: elaboración propia a partir de datos de los Censos Nacionales.

Estos datos se complementan con los referidos a la vía


a través de la cual se hace uso del agua (Cuadro 5). En este
sentido, solo el 61% de la población rural cuenta con cañe-
rías al interior de la vivienda, mientras que el restante 39%
obtiene este recurso fuera de ella, sea dentro del terreno
(27%) o fuera de él (12%).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 117

Cuadro 5. Tipo de distribución al agua potable

Censo 1960 Censo 1980 Censo 2001

Total provincial

Por cañería dentro de la 43,3% 75,9% 87,4%


vivienda

Provisión dentro del 4,0% 7,9% 9,4%


fuera de la terreno
vivienda
fuera del 13,3% 2,7% 3,1%
terreno

Otros sistemas 39,4% 13,5% s/d

Total 100% 100% 100%

Urbano

Porcañeríadentrodelavivien- 62,3% 88,0% 93,6%


da

Provisión dentro del 4,8% 7,2% 5,4%


fuera de la terreno
vivienda
fuera del 16,4% 2,3% 1,1%
terreno

Otros sistemas 16,6% 2,6% s/d

Total 100% 100% 100%

Rural

Por cañería dentro de la 9,5% 46,7% 61,4%


vivienda

Provisión dentro del 2,7% 9,5% 26,6%


fuera de la terreno
vivienda
fuera del 7,9% 3,9% 12,0%
terreno

Otros sistemas 79,9% 40,0% s/d

Total 100% 100% 100%

Fuente: elaboración propia a partir de datos de los Censos Nacionales.


118 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

En gran medida, las deficiencias del acceso a una red


de servicio de agua en el ámbito rural se correlacionan
también con la persistencia de precarias condiciones sani-
tarias. Según los datos del Censo de 2001, tan solo el 1%
de la población rural dispersa contaba con acceso a cloacas,
mientras que el 27% vertía sus desechos a “pozos ciegos” y el
41% lo hacía en letrina sin inodoro ni descarga de agua.
Como se mencionó, otro elemento sustancial para los
habitantes de zonas rurales es el acceso a la red eléctrica, no
solo por su importancia para la producción, sino también
para la vida cotidiana. Sin lugar a dudas, la electricidad se
ha convertido en un elemento esencial desde la segunda
mitad del siglo XX y aun más a inicios del actual, tanto para
el uso de diferentes artefactos que ahorran trabajo en las
tareas hogareñas y permiten el entretenimiento como para
la comunicación o la educación.
A diferencia de lo sucedido con el agua, el acceso a la
red eléctrica en las zonas rurales de Mendoza se extendió
más rápidamente de lo que ocurrió en las zonas urbanas de
la provincia (Cuadro 6). En este sentido, es posible observar
cómo en 1960 solo un tercio de la población rural tenía
acceso a la red mientras que en las ciudades esta llegaba
al 86% de las viviendas. En 1980, dicho panorama había
cambiado significativamente: mientras que casi la totalidad
de las viviendas urbanas accedían a la red eléctrica, en las
zonas rurales había llegado al 73%. Veinte años más tarde, la
cobertura en estas áreas alcanzaba al 96%, y al 90% especí-
ficamente en las áreas rurales dispersas. El desarrollo de la
electrificación rural parece acompañar a la media nacional.
Por lo tanto, la evolución en el acceso a este bien
esencial resultó ser más dinámica, y las brechas entre las
zonas urbanas y rurales, elocuentemente más bajas que las
observadas en relación al agua. De todas maneras, el 10% de
las viviendas en áreas rurales dispersas aún no gozaba del
acceso a la red eléctrica en 2001.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 119

Cuadro 6. Evolución en el acceso a la red eléctrica

1960 1980 2001

Total Provincial 65,5% 90,2% 97,0%

Urbano 86,3% 97,3% 99,0%

Rural 28,7% 73,2% 96,0%

Rural Disperso 90,0%

Fuente: elaboración propia a partir de datos de los Censos Nacionales.


Aclaración: el valor de 2001 para población rural no es comparable
directamente con el de los censos anteriores, ya que no está incluida
el área rural dispersa.

Como se mencionó, la vivienda y el acceso a bienes


esenciales forman parte constitutiva de las condiciones de
vida de la población. En este sentido, el acceso a una vivien-
da “digna” ya a comienzos del período implicaba materiales
de construcción duraderos y accesibilidad a agua potable,
cloacas y electricidad. Pero, según se vio, en 2001 estas con-
diciones mínimas no estaban aseguradas para una fracción
importante de la población rural. Este retraso relativo de
las zonas rurales dispersas con respecto a los conglome-
rados urbanos de la provincia de Mendoza está asociado
al desarrollo desigual que tuvieron los servicios públicos,
aspecto que ameritaría ser analizado en futuras investiga-
ciones. Por otra parte, como ya se dijo más arriba, el régi-
men de tenencia podría estar condicionando la inversión en
las viviendas, ya sea por parte del dueño o de los ocupantes,
debido a que no parecen existir incentivos para ninguno de
los dos agentes. Del lado de los patrones, porque la mejora
de las viviendas sería parte del costo de contratación y, por
lo tanto, podría ser visto como un gasto y no como una
inversión. Y del lado del trabajador, porque no es el propie-
tario de la vivienda y su permanencia es provisoria, sujeta
al contrato de trabajo.
120 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Conclusiones

Cada sociedad ha definido en cada momento histórico los


umbrales aceptables de las condiciones habitacionales y ha
intentado, a través de diferentes canales y con distintos
alcances, dar respuestas a los déficits en esta materia. Los
avances en la utilización de materiales constructivos de las
viviendas han sido una variable importante, aunque no la
única, para transformar el bienestar global de la población
de la provincia de Mendoza durante los años considerados
en este capítulo. Sin embargo, también marcan desigualda-
des sociales –y espaciales–, entre aquellos que tienen acceso
(o no) a dichos materiales. Es innegable que durante los
últimos cuarenta años del siglo pasado determinados bienes
y servicios (como electricidad, cloacas, agua potable, elec-
trodomésticos, etc.) se han convertido en elementos básicos
para la obtención de una “vivienda digna” en la Argentina.
Por otro lado, en las zonas rurales de Mendoza per-
viven productores familiares y trabajadores asalariados que
están obligados a vivir dentro de la propiedad como parte
del contrato de trabajo. En este sentido, el desarrollo de
actividades intensivas y la necesidad de administrar recur-
sos –como el agua– en determinados y diferentes horarios
y días han llevado a dicha permanencia.
Las condiciones materiales precarias en las cuales viven
los sectores rurales de la provincia implican un riesgo
mayor de contraer enfermedades, condicionando ya no solo
el bienestar presente, sino el desarrollo futuro de estos
pobladores. Sin lugar a dudas, esta primera aproximación
al problema de la vivienda rural requiere de un estudio
más profundo de las causas, así como también de los ima-
ginarios sociales que tienen los diferentes actores sociales
rurales de Mendoza.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 121

Bibliografía

Cerdá, Juan Manuel (2011), Condiciones de vida y vitivinicul-


tura. Mendoza, 1870-1950, Bernal, Provincia de Buenos
Aires, Universidad Nacional de Quilmes.
— (2019), “Contratistas de Viñas”, en Muzlera, José y Salo-
món, Alejandra (dirs.), Diccionario de sujetos social del
agro argentino, Buenos Aires, Teseo Press-CEAR, pp.
199-206.
— (2019), “Una forma no tradicional de empleo permanen-
te: el contratista de viñas”, en I Workshop de desigualda-
des, Ciudad de Córdoba, Universidad Católica de Cór-
doba (mimeo).
Cerdá, Juan Manuel y Salomón, Alejandra (2017), “Brechas
del bienestar: el problema de la vivienda rural argen-
tina entre las décadas de 1930 y 1950”, Trashumante.
Revista Americana de Historia Social, N.º 10, Ciudad de
México.
Cirvini, Silvia y Manzini, Lorena (2016), “Diagnóstico y
evaluación de las viviendas en el patrimonio arquitec-
tónico de Mendoza, Argentina”, Apuntes, Vol. 29, pp.
44-59.
— (2012), “El paisaje vitivinícola. Identificación y carac-
terización, Mendoza”, Revista de Historia Americana y
Argentina, Vol. 47, pp. 101-131.
Cremaschi, Verónica (2016), “Vivienda del primer pero-
nismo en Mendoza. Ideas y representaciones tras la
tipología unifamiliar”, Andinas. Revistas de estudios cul-
turales, pp. 54-61.
Giarracca, Norma (comp.) (2001), ¿Una Nueva Ruralidad
en América Latina?, Buenos Aires, Colección Grupo de
Trabajo Desarrollo Rural.
Gutiérrez, Leandro (1981), “Condiciones de vida material
de los sectores populares en Buenos Aires, 1880-1910”,
Revista de Indias, Vol. 163, N.º 4.
122 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

INDEC (2004). “Anexo I: los problemas de comparabilidad”,


en Serie Hábitat y Vivienda Documento de Trabajo N.º
14: Metodología para la reconstrucción de las viviendas,
Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.
Buenos Aires.
Longhi, Hugo Fernando (2011). “Los cambios en la dis-
tribución espacial de la pobreza en el Norte Grande
Argentino a fines del siglo XX”, Estudios demográficos y
urbanos, Vol. 26, N.º 2 (77).
Neiman, Guillermo (2013). Tensiones y conflictos en la nueva
agricultura globalizada. El caso de la vitivinicultura de la
provincia de Mendoza, Argentina, Buenos Aires, Edito-
rial Ciccus.
Oszlak, Oscar y O’Donnell, Guillermo (1995), “Estado y
políticas estatales en América Latina: hacia una estrate-
gia de investigación”, Redes 2.4, pp. 99-128.
Paterlini de Koch, Olga (1990), “Ingenios azucareros de
Tucumán: condiciones de vida y estructura del hábi-
tat”, en Diego Armus (comp.), Mundo urbano y cultura
popular. Estudios de historia social, Buenos Aires, Sud-
americana.
Pérez, Edelmira (2001), “Hacia una Nueva Visión de lo
Rural”, en Giarracca, Norma (comp.), ¿Una Nueva Rura-
lidad en América Latina?, Buenos Aires, Colección Gru-
po de Trabajo Desarrollo Rural.
Poblete, Lorena (2012), “De Trabajadores inamovibles a tra-
bajadores movible. El caso de los contratistas de una
región vitícola de Mendoza, Argentina (1995-2001)”,
Cuadernos de Relaciones Laborales, Vol. 30, N.º 2.
Scobie, James (1977), Buenos Aires del centro a los barrios.
1870-1910, Buenos Aires, Editorial Solar-Hachette.
Torres, Horacio (1978), “El mapa social de Buenos Aires en
1943, 1947 y 1960. Buenos Aires y los modelos urba-
nos”, Desarrollo Económico, Vol. XVIII, N.º 70, IDES.
— (1993), El mapa social de Buenos Aires, Serie Difusión N.º 3,
Buenos Aires, SICyT, Facultad de Arquitectura, Diseño
y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 123

Sánchez Quintanar, Concepción; Jiménez Rosas, Eric Oro-


lando (2010), “La vivienda rural. Su complejidad y estu-
dio desde diversas disciplinas”, Revista Luna Azul, N.º
30, enero-junio, pp. 174-196.
Yujnovsky, Oscar (1971), La estructura interna de la ciudad. El
caso Latinoamericano, Buenos Aires, Ediciones SIAP.
— (1974), “Políticas de vivienda en la ciudad de Buenos aires
(1880-1914)”, Desarrollo Económico, Vol. XIV, N.º 54.
5

Transformaciones territoriales
y desigualdades en el norte
de la Patagonia

Mercados de trabajo segregados


en la producción agraria

VERÓNICA TRPIN

Introducción

Desde principios del siglo XX los valles irrigados del río


Negro, ubicados en el norte de la Patagonia, son áreas desti-
nadas al uso intensivo de la tierra, orientadas centralmente
a la producción de peras y manzanas –con destino al mer-
cado interno y a la exportación– y recientemente a la horti-
cultura. Asimismo, parte de su dinámica poblacional histó-
ricamente ha reflejado la presencia de migraciones internas
e internacionales, especialmente de origen limítrofe y de las
provincias del noroeste argentino (NOA) que constituyeron
mercados de trabajo segregados.
En la actualidad, transformaciones productivas deli-
nearon la persistencia de lo agrario frente a la promoción
de una matriz extractivista vinculada a la actividad hidro-
carburífera. La expansión de la horticultura en pequeña

125
126 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

escala se consolida en este contexto1 y, al igual que en otras


zonas de nuestro país, basa su dinámica en la circulación de
migración de origen boliviana y del norte de la Argentina
calificada como “norteña”.
La particularidad que asume la horticultura en esta
región es la convivencia de diferentes destinos y volúmenes
de producción: cultivo de diversidad de verduras para las
ferias locales y el Mercado Concentrador de Neuquén en
chacras arrendadas de no más de dos a tres hectáreas y la
producción de tomate para las agroindustrias en predios de
entre 20 y 80 hectáreas.
En este artículo retomamos el abordaje de las desigual-
dades en mercados de trabajo segregados, para centrarnos
en las condiciones laborales de trabajadores temporarios
que se emplean en el cultivo de tomate cuyo destino son las
procesadoras en el Valle Medio del río Negro. Esta dinámi-
ca ha cobrado impulso en las últimas décadas y se carac-
teriza por la presencia de familias productoras y trabaja-
dores/as temporarios/as de origen migrante. La agricultura
por contrato que organiza dicha producción ha consolida-
do una lógica estandarizada y eficientista del uso del suelo
y del agua, la concentración de la producción en algunas
familias y la incorporación de la mecanización de la cose-
cha, procesos que reconfiguraron la circulación de mano
de obra y desplazaron a pequeños/as productores/as des-
capitalizados/as.
La indagación respecto a las transformaciones territo-
riales en los valles irrigados de la región que involucran la
expansión de la horticultura, se sostiene desde el trabajo de
campo, observaciones y entrevistas realizadas en los últi-
mos cinco años como parte de proyectos de investigación

1 En un contexto en el que el uso de la tierra y del agua para la producción de


alimentos compite con políticas estatales que incentivan la actividad hidro-
carburífera, se observa una tensión en el sostenimiento de actividades agra-
rias junto a torres de extracción de petróleo bajo la modalidad de fracking en
los espacios rurales.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 127

de la UNCo2 y de discusiones en el marco del Núcleo


Socio-antropológico del IPEHCS-CONICET-UNCo3. En
estos espacios de investigación nos propusimos dar cuenta
de las desigualdades laborales y productivas que atraviesan
los territorios y su vinculación con la movilidad territorial
de migrantes limítrofes y “norteños/as” en el norte de la
Patagonia.

Desigualdades y segregación laboral

En escritos anteriores hemos advertido que en el abordaje


de la estructura social en la Argentina se ha producido
a fines del siglo XX un desplazamiento teórico: desde los
estudios de clases a los de pobreza y a las tematizaciones
sobre exclusión (Álvarez Leguizamón; Arias; Muñíz Terra y
Trpin, 2016). En particular, las investigaciones sobre espa-
cios rurales tendieron a observar las estrategias de repro-
ducción de las familias de trabajadores rurales. En esta
línea, son una referencia los estudios de Murmis y Feldman
(1995), quienes en los años noventa analizaron la pobreza
rural como problemática interdisciplinar, para abordar las
condiciones de vida de productores “multiocupados”. Sin
embargo, hacia la presente década, la desigualdad y las cla-
ses sociales vuelven a ser una preocupación de las ciencias
sociales, lo cual permitió instalar nuevas problemáticas que
evidencian la presencia de actores/as sociales históricamen-
te despojados/as de protagonismo en la estructura agraria
argentina: mujeres, los/as migrantes temporarios/as, los/as
campesinos/as sin tierra y los pueblos originarios. En parti-
cular, se observan contribuciones que refieren a la relación
entre trabajo, condiciones laborales y desigualdades (Trpin
y Lopez Castro, 2016), recuperando la interseccionalidad

2 Universidad Nacional del Comahue.


3 Instituto Patagónico en Humanidades y Ciencias Sociales.
128 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

entre pertenencias de clase, de género y de origen étnico-


nacional, así como la racialización de ciertos/as migrantes
(Trpin y Pizarro, 2017).
El abordaje del trabajo en articulación con otras mar-
caciones refleja, tal como Salvia, Fachal y Robles seña-
lan, cómo las “desigualdades constituyen un punto cen-
tral para caracterizar la estructura social argentina” (2018:
113), abriendo un campo de indagación sobre la segrega-
ción de los mercados de trabajo en relación a los condi-
cionamientos estructurales desde los cuales se organizan
y reproducen.
La segregación laboral ha ocupado un lugar central
en las discusiones y reflexiones teóricas y políticas sobre
migraciones y trabajo

En términos generales, la segregación laboral es una caracte-


rística de los mercados de trabajo que, a partir de un conjunto
de variables económicas, culturales, políticas y sociales, con-
centra a ciertas personas en determinados tipos de empleos y
las excluye de otros. (Magliano y Mallimaci Barral, 2018: 13).

La segregación supone reflejar una desigual distribu-


ción de puestos de trabajo y condiciones de trabajo. Sin
embargo, el énfasis depositado en la nacionalidad y en
la clase social, limitó, según las autoras, una mirada crí-
tica sobre la compleja estructuración de los procesos de
segregación laboral que requieren la inclusión de múlti-
ples dimensiones explicativas, ya sea de género, etnicidad,
raza, en otras.
En este sentido, las transformaciones productivas iden-
tificadas desde mediados del siglo XX hasta principios de
la presente década, reflejan desigualdades presentes en los
mercados de trabajo agrario en el norte de la Patagonia,
caracterizados por la segregación laboral y la movilidad
de trabajadores/as temporarios/as. La condición de tra-
bajadores/as migrantes así como las pertenencias étnico-
nacionales han constituido marcaciones que condicionan
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 129

su circulación por el mercado de trabajo al tiempo que posi-


bilitaron, en algunos casos, proyecciones de ascenso social
(Trpin y Jiménez Zunino, 2019).
La conformación de mercados de trabajo segregados
en los espacios rurales y su relación con las migraciones ha
sido ampliamente abordada por los estudios rurales y del
trabajo en la Argentina y se vincula con tendencias en las
que las desigualdades se expresan en la informalidad laboral
como un rasgo estructural y generalizado. En palabras de
Salvia, Fachal y Robles, esta problemática ha afectado “no
solo el bienestar de los trabajadores y de sus familias, sino
también las capacidades de desarrollo económico. En el pri-
mer caso, el problema se asocia con los bajos ingresos y la
falta de protección social” (2018: 114).
Como podemos advertir desde los aportes provenien-
tes de diferentes investigaciones sociales, se observa cómo
históricamente los mercados de trabajo rurales de Argen-
tina se caracterizaron por estar conformados por traba-
jadores/as estacionales/as o temporarios/as, con empleos
precarios y organizados en territorios que incluyen áreas
distantes, vinculadas a través de enganchadores y redes
(Benencia y Aparicio, 2014). Estas formas de contratación
de la mano de obra procedente de diversas zonas del país
o de países limítrofes fueron estudiadas desde economías
regionales dinamizadas alrededor de actividades tales como
la citricultura, la vendimia, la fruticultura, la producción
yerbatera, tabacalera, la forestación o la zafra de la caña de
azúcar (Trpin y Pizarro, 2017).
En la actualidad, los flujos de trabajadores/as son
abordados en relación a circuitos productivos rurales que
demandan estacionalmente mano de obra para las cosechas
y como constructores de territorialidades que trascienden
las delimitaciones locales. En este sentido, se considera que
los mercados de trabajo agrario se vinculan con un “espacio
multipolarizado, estructurado por desplazamientos alter-
nantes” (Cortes, 2009: 39) y articulados con procesos de
transformación productiva. Algunos estudios realizados en
130 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Argentina, focalizan sus análisis en los complejos agroin-


dustriales como organizadores de la circulación de mano
de obra y en las condiciones de trabajo de los/as migrantes,
así como en los efectos en la legislación laboral (Benen-
cia y Aparicio, 2014; Benencia, Pedreño Cánovas y Qua-
ranta, 2014; Mastrangelo y Trpin, 2013; Pizarro y Trpin,
2010). Asimismo se han abordado las diversas “modalidades
de contratación de trabajadores provistos por empresas de
servicios, por agentes más o menos informales (o ‘cuadri-
lleros’) o por distintas figuras que operan al amparo de la
ambigüedad de la legislación respectiva” (Neiman, 2010: 5).
En la horticultura, debemos atender esta tendencia como
reflejo de la presencia de trabajadores/as temporarios/as,
quienes han sido históricamente migrantes limítrofes y de
otras zonas de la Argentina.

Trabajo temporario y migraciones en el Valle Medio


del río Negro

La circulación de mano de obra migrante en la horticultura


intensiva del Valle Medio del río Negro refleja la consolidación
de un mercado de trabajo segregado, el cual, tal como sostienen
Castles y Miller (2004), se orienta desde la creación de núcleos
o la concentración en puestos y sectores económicos particula-
res. Desde la década de 1970, bolivianos/as y “norteños/as” se
emplearon como mano de obra temporal en tareas que no han
sido cubiertas por trabajadores/as locales y a los que accedieron
a través de contactos personales y redes familiares y de vecin-
dad. Cabe destacar que la presencia de los/as migrantes permite
pensar la producción hortícola más allá de los límites espaciales
del Valle Medio y como parte de la historicidad de un territorio
que consolidó mercados de trabajo segregados, en los que parti-
ciparon trabajadores/as de otras regiones y de países limítrofes
relacionados con la expansión de la producción intensiva de ali-
mentos frescos desde principios del siglo XX.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 131

En el norte de la Patagonia, la consolidación del uso


de la tierra privatizada y su puesta en producción con rie-
go artificial inauguró, desde las primeras décadas del siglo
pasado, la consolidación de una estructura agraria sustenta-
da en las migraciones internacionales: migrantes europeos
accedieron a la propiedad parcelada de la tierra y los/as tra-
bajadores/as temporarios/as provenientes de Chile fueron
empleados/as en la fruticultura, muchos/as de los/as cuales
se radicaron y se transformaron en trabajadores efectivos
(Trpin, 2004). Podemos observar como parte de la expan-
sión de la producción de peras y manzanas, la constitución
de un mercado de trabajo segregado marcado por la perte-
nencia de clase y el origen nacional.
Desde la década de 1960, procesos de concentración
productiva por parte de empresas integradas modificaron
la estructura agraria regional, profundizándose el desplaza-
miento de pequeños productores de la producción directa
de peras y manzanas. Ello impactó en la organización labo-
ral en las chacras, siendo significativa, décadas más tarde,
la transformación del mercado de trabajo frutícola. Por su
parte, desde la década de 1970 la migración proveniente de
Bolivia comenzó a matizar la dinámica productiva de los
valles irrigados en la Patagonia, fortaleciéndose la tendencia
de una migración “desde abajo” (Guarnizo, 2004) iniciada
por los/as trabajadores/as chilenos/as décadas anteriores.
La población limítrofe de origen boliviano ha configu-
rado la historia social de los/as trabajadores/as rurales en
la Argentina, junto a trabajadores/as del NOA, consolidan-
do un asalariado rural que fluctuó en producciones agra-
rias a lo largo del país. “Norteño” se construyó como una
denominación “común”, centralmente masculina, que invo-
lucra trabajadores/as de diversas provincias y de Bolivia,
caracterizados por poseer trayectorias laborales y sindica-
les enmarcadas históricamente en una región transfronte-
riza (Aparicio y Panaia, 2000; Teurel de Lagos, 1991). En
el norte argentino a lo largo del siglo XX se consolidó así
132 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

un mercado de trabajo sostenido por asalariados despoja-


dos de tierra y dispuestos a vender su fuerza de trabajo
en forma temporal.
En las últimas décadas, así como en la fruticultura los/
as “norteños/as” se emplearon para la cosecha de peras y
manzanas, también cobraron presencia en la horticultura. A
través de observaciones y entrevistas realizadas entre cose-
chadores/as de tomate para industria, se evidenció que el
nicho ocupacional de trabajo temporario fue ocupado por
migrantes de las provincias del norte del país y de Bolivia
que han tenido experiencia en circuitos laborales agrarios
en otras zonas de la Argentina y en la fruticultura de los
valles irrigados del río Negro. Es posible considerar que
“norteño/a” alude a una categoría que trasciende delimi-
taciones nacionales, para constituir una marcación defini-
da por una pertenencia de clase y una racialización de los
cuerpos. La justificación de la soportabilidad del trabajo
“duro” en el campo y las condiciones informales en las que
se emplean reflejan la permanente reactualización de un
“desprecio por los habitantes de las ‘provincias’ –sobre todo
del Norte– cuyo color de la piel oscura habla de sus ances-
tros, del pasado indio o negro, negado y obliterado por la
construcción hegemónica de la Argentina blanca europea”
(Álvarez Leguizamón, 2016: 338).
Dicha autora advierte sobre la necesidad de entrecru-
zar la raza, lo étnico, la clase, en lo que llama la “geopolítica
del poder espacial” en su vínculo con la construcción de la
Nación: mientras la blanquedad del territorio se sustenta
en el progreso relacionado con la transformación de la tie-
rra en fuente de progreso y el arraigo como una apuesta
civilizatoria, la circulación de “norteños/as” se expresa en
una construcción de territorialidad no controlada por el
Estado, sin fijación en la tierra desde la propiedad priva-
da, al tiempo que resulta una migración promovida por las
patronales para el sostenimiento del trabajo temporal en las
economías regionales.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 133

Para el caso de los/as migrantes bolivianos/as, el tra-


bajo rural ha habilitado en ciertas ocasiones la permanen-
cia y la proyección de una movilidad “ascendente” –en lo
que Roberto Benencia (2006) ha calificado como la “esca-
lera boliviana”–. Esta tendencia consolidada en diferentes
regiones de la Argentina, se expresa en el caso estudia-
do: el tomate con destino a la agroindustria constituye el
principal cultivo hortícola en el Valle Medio y se relaciona
con la presencia de migrantes bolivianos/as y “norteños/
as” argentinos/as.

Bolivianos/as y norteños/as en la producción


de tomate

En el Valle Medio del río Negro, el comienzo de la actividad


hortícola en la década de 1930 estuvo caracterizada por la
incipiente producción por parte de chacareros frutícolas.
Dichos actores realizaban este cultivo no en forma exclusi-
va, sino en los interfilados de perales y manzanos en creci-
miento. En una tendencia de consolidación de la fruticultu-
ra, muy pocos de estos/as productores/as se mantuvieron
en la actividad, considerando que se trataba de un cultivo
de transición mientras se desarrollaba el viñedo o el monte
frutal. Ante la exigencia de rotación en suelos irrigados que
demanda el tomate, el uso de la tierra con producción fru-
tícola constituía un límite en las posibilidades de expansión
de la horticultura.
Desde la década de 1970 productores locales comen-
zaron a arrendar tierra para la plantación de tomate, lo
cual marcó otra relación con la tierra: la disponibilidad de
chacras en blanco y con riego sistematizado (INTA, 1986)
posibilitó la movilidad del cultivo en la zona al compás de
la contratación de migrantes de origen boliviano y norteño,
algunos/as de los/as cuales se transformaron en medieros y
luego en arrendatarios.
134 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

La producción hortícola en la provincia de Río Negro


se expandió en las últimas décadas y cobró notoriedad
como la segunda actividad del sector primario agrícola lue-
go de la fruticultura (FAO, 2015). Anualmente se cultivan
aproximadamente unas 7.700 hectáreas concentradas en los
principales valles: dicha actividad a escala se expande entre
el cultivo de cebolla y el tomate. Una publicación de la
FAO señala que

… dos momentos resultaron determinantes: el primero se


relaciona con la reestructuración del sector tomate industria,
a fines de la década del noventa, y el segundo tuvo lugar
luego de los acuerdos del MERCOSUR a mediados de la
misma década, momento en que el mercado brasileño pasa
a tener un rol fundamental como demandante de cebolla.
(FAO, 2015: 13).

Datos de la Comisión Hortícola integrada por produc-


tores de Viedma, Río Colorado y Valle Medio informan que
en la temporada 2009/10 se implantaron en la provincia
de Río Negro 2.676 hectáreas con cebollas, 1.895 hectáreas
con tomates, 1.121 hectáreas con zapallo y 500 hectáreas
con papas. Estos cultivos superan ampliamente a otras espe-
cies y, tal como fuera señalado, están destinadas a exporta-
ción o industrialización. También en esta zona se cultivan
aproximadamente 6.000 ha de frutales de pepita, 1.000 ha
de frutas de carozo, 350 ha de frutos secos, 300 ha de vid,
4.000 ha de hortalizas y 7.000 ha de forrajeras (Nievas y De
Plácido, 2013). Por otro lado, existe un conjunto de produc-
ciones de verduras en fresco para el consumo del mercado
local y regional (Trpin, Abarzúa y Brouchoud, 2015). Cabe
señalar que la región del Valle Medio concentra el 95% de
la producción de tomate, que se destina en su mayoría a la
industrialización como concentrado, triturado, disecado y
jugos. Según el resumen ejecutivo del Plan Hortícola Pro-
vincial 2016-2026, se destinan 1.250 hectáreas para tomate
para industria, concentrados en un 30% de productores de
un total de 200 relevados en la zona.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 135

La particularidad que asume la producción de tomate


desde las últimas décadas, es el control de las distintas eta-
pas del proceso productivo por empresas elaboradoras de
tomate procesado. Estas empresas, con filiales en distintos
puntos del país, fueron afianzando su presencia en el Valle
Medio aunque con diferencias en la cantidad de hectáreas
puestas en producción, en la capacidad de procesamiento y
en la incorporación de tecnología. Las tres empresas pro-
cesadoras consolidadas para la temporada 2012 eran: Arcor
(ex-Campagnola), Industrias Alimenticias Mendocinas (ex-
Canale) y Molinos Bruning (ex-Parmalat), sosteniéndose
exclusivamente hasta el año 2019 Arcor-La Campagnola.
En un esquema que se define como agricultura de con-
trato, los productores tomateros firman acuerdos con las
empresas, que los vincula por un período de cinco años.
Los productores ponen sus bienes en garantía –camionetas,
tractores y otras maquinarias–, pero la procesadora decide
la renovación de dicho contrato cada temporada. Se pacta
un precio en el invierno para cobrar después de la cosecha
en el mes de marzo o abril del año siguiente, asumiendo
los productores primarios los riesgos por factores climáti-
cos o sanitarios (Trpin, Abarzúa y Brouchoud, 2015). Las
empresas también tienen el control del traslado del tomate
desde las chacras a las plantas elaboradoras, por lo tanto,
regulan la relación entre oferta y demanda a través del flete,
“cuando las procesadoras están saturadas, solo pasan a reti-
rar el tomate hasta cubrir el adelanto que les dieron” (José
Andrada, técnico de la Cámara de Productores).
Las procesadoras entregan a los productores un
“paquete tecnológico” a lo largo del proceso productivo
que incluye los plantines, fertilizantes y plaguicidas, además
de asesoramiento técnico para garantizar productividad.
En esta relación, según expresa un productor entrevistado
“sentís una pequeña presión, nosotros como familia esta-
mos todos tratando de mejorar el rinde” (Artemio, entrevis-
ta realizada en Chichinales, enero de 2018).
136 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

El registro de las tareas rurales realizadas en el ciclo


anual permite observar las desiguales modalidades de la
organización de la producción de alimentos, en la que las
posibilidades de decisión por parte de los productores y
trabajadores/as tienen estrecho margen. Cabe destacar que
la dinámica de la agroindustria actual está signada por la
redefinición de estrategias empresariales para participar
competitivamente y reafirmar la reproducción ampliada
del capital (Steimbreger y Vecchia, 2014). En la búsqueda
de una integración flexible, el proceso de reestructuración
productiva provoca niveles crecientes de centralización/
concentración y de diferenciación en la estructura produc-
tiva asociados a los distintos patrones de acumulación (Ben-
dini y Steimbreger, 2003).
En las entrevistas realizadas en el trabajo de campo,
gerentes de producción de la agroindustria señalan que el
80% de los productores integrados a la cadena son de ori-
gen boliviano y esa tendencia le garantiza a la empresa
“productividad y eficiencia”. Quienes han persistido a las
condiciones de producción y a los volúmenes de tomate que
exige la agroindustria, son productores de entre 30 y 40
años que constituyen la primera generación descendiente
de migrantes de origen boliviano, muchos de ellos nacidos
en las provincias del norte de Argentina y que han circulado
desde pequeños por otras actividades agrarias y no agrarias
junto a su familia.

El trabajo en la producción de tomate

Tal como fuera señalado, las trayectorias laborales y pro-


ductivas de las familias hortícolas reflejan un mercado de
trabajo segregado en términos de origen étnico-nacional,
de género y de racialización de los/as trabajadores/as cali-
ficados/as como “norteños/as”.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 137

La generación que encabezó el proceso migratorio des-


de Bolivia y tuvo experiencia inicial en la cosecha de tomate
y de peras y manzanas en la década de 1970 y 1980 en la
zona marcó las proyecciones de una movilidad que se man-
tiene hasta la actualidad. El reclutamiento realizado como
“peones/as” temporarios/as fue el origen de la circulación
por el Valle Medio y el aprendizaje de una actividad que
en algunos casos resultaba desconocida. Aunque las posi-
bilidades de emplearse y luego “sacar diferencias” trans-
formándose en medieros/as era fluctuante (centralmente
ante las inclemencias del tiempo y los escasos márgenes de
negociación con los propietarios de la tierra), para algunos/
as migrantes cierta capitalización habilitó la compra de las
primeras herramientas y “arriesgarse solos”.
El acceso al control de la producción (aunque fuera
en calidad de medieros) involucró el trabajo de todos/as
los/as integrantes de la familia y la esporádica contratación
de “paisanos/as”, lo cual permitió sostener tareas como la
plantación y la cosecha a lo largo del ciclo productivo. Arte-
mio Quispe, un productor salteño –cuyo padre boliviano
se empleó inicialmente en la cosecha de tomate en el Valle
Medio–, refiere que algunos “paisanos” dejaron de ser peo-
nes y luego medianeros, pero que “fue una lucha de años,
porque solo comprando un tractor se ponía empezar solo”
(entrevista realizada en Chichinales, enero de 2018).
Desde la década de 1990, aun cuando la experiencia
en el trabajo hortícola habilitó a algunos productores a
“arriesgarse”, las presiones en torno a “los rindes por hectá-
reas” se impuso de la mano de exigencias que promueven la
estandarización de las prácticas y del conocimiento desde
parámetros homogeneizantes: el cultivo de plantines desa-
rrollados con semillas híbridas compradas en forma masiva
por la empresa, el seguimiento productivo en campo a cargo
de técnicos de la agroindustria, la utilización de agroquí-
micos y fertilizantes y la mecanización de la cosecha, fue
despojando paulatinamente a los productores del control
sobre lo producido. La valorización de los saberes técnicos
138 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

que no sostienen diálogos con las trayectorias laborales y


productivas de la población migrante dominaron los proce-
dimientos en pos de la obtención de un producto escindido
a las dinámicas familiares, para imponer una masculiniza-
ción del control productivo.4
A diferencia de la organización inicial del trabajo en la
zona y del cultivo diverso de verduras frescas –en el que
se mantiene la participación de las mujeres y los/as hijos/
as– (Brouchoud, 2014), en los predios destinados al toma-
te solo se observan varones gestionando la producción:
manejan los camiones que aguardan la descarga de tomate
desde la cosechadora también controlada por otros varo-
nes; el “patrón” inspecciona los procedimientos en campo;
los técnicos de las empresas realizan el seguimiento de los
volúmenes destinados a la empresa; quienes se reúnen a
discutir precios y contratos también son solo varones. Las
proyecciones para consolidar la expansión de un monocul-
tivo “sustentable y eficiente” parece ser un rasgo atribuido a
ciertos productores exclusivamente varones, lo cual reafir-
ma desigualdades en torno a las decisiones del uso de la
tierra y del agua.
Desde los encuentros con personal de los niveles
gerenciales de la agroindustria, registramos una mirada
dual sobre quienes se dedican a la actividad: aquellos que
“son emprendedores” y buscan la “eficiencia” –coincidente
con las nuevas generaciones– y los que “son tradiciona-
les y reacios a incorporar tecnología”. Se destaca en dicha
dualización las observaciones respecto a cómo aspectos
“culturales” del “ser boliviano” constituyen para los cir-
cuitos empresariales una barrera para la incorporación de
tecnología. Se combinan de este modo representaciones

4 En el circuito de productores de tomate relacionados a la agroindustria se


mantiene el genérico masculino, dado que no se han registrado mujeres vin-
culadas a la gestión de los predios productivos. Es de destacar que en releva-
mientos realizados entre productores/as hortícolas relacionados/as a ferias
locales y al Mercado Concentrador de Neuquén, la distribución del trabajo
productivo entre varones y mujeres dinamiza dichos espacios.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 139

estereotipadas y exclusivamente masculinas sobre los pro-


ductores de origen boliviano como trabajadores que sos-
tienen con sus manos la horticultura, al tiempo que dicho
rasgo actuaría como una limitación para la incorporación
de innovaciones, dadas sus características tradicionales de
“cultura andina”, replicándose una mirada estática que cul-
turaliza y racializa a los sujetos. La incorporación de inno-
vaciones productivas parece haberse saldado por las nuevas
generaciones que incluyeron inversiones en riego por goteo
y la mecanización de la cosecha, proceso en el que que-
daron excluidos productores que no pudieron sostenerse
en el circuito.
Los “tomateros” que se vinculan con las agroindustrias,
mantienen la contratación de mano de obra para la plan-
tación y la cosecha a través de los contactos establecidos
durante varias temporadas con migrantes del “norte” y con
parientes de origen boliviano. Los entrevistados expresan
la nula intervención del sindicato UATRE (Unión Argen-
tina de Trabajadores Rurales y Estibadores) y del Minis-
terio de Trabajo, aunque reconocen haber tenido multas
por inspecciones laborales. Para algunos, mantener lo que
llaman “un 50 y un 50” refiere a la estrategia de registrar
la mitad de la mano de obra y de ese modo evitar multas
consideradas onerosas.
Las condiciones laborales de la mano de obra hortícola
no ha sido una preocupación expresa de los productores
entrevistados, siendo una producción en la que se ha pro-
movido la suma de hectáreas con cosecha mecanizada como
modo de desvincularse de la contratación de trabajado-
res/as. Ante la concentración productiva en predios de 80
hectáreas destinados al monocultivo de tomate y los altos
rindes con el uso de riego por goteo, la tendencia ha sido
sustituir trabajo manual por la mecanización de la cosecha.
Esta decisión tiende a justificarse por los costos de la mano
de obra: en una chacra de 64 hectáreas se contrataron en
el año 2017 a veinticuatro personas para levantar un pro-
medio de 200 cajones diarios de tomates por trabajador/
140 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

a, que se reduce a diez con la mecanización de la cosecha


iniciada al año siguiente. La empresa Arcor-La Campagnola
alienta el uso de las cosechadoras mecánicas contratando
tres máquinas a una empresa brasilera. Entre los meses de
febrero y abril se acuerda un organigrama de cosecha entre
los productores vinculados a la agroindustria, y los costos
son trasladados a su liquidación final.
La consolidación de una lógica eficientista de la pro-
ducción se expresa en los rindes derivados del avance en
el uso de riego por goteo y la mecanización de la cosecha.
Algunos productores expresan su preocupación en torno a
“dejar a la gente sin trabajo”, referenciando vínculos labo-
rales consolidados a lo largo de las temporadas “a uno lo
llaman unas diez personas por día, aunque ya ni conviene
venir si no cosechan muchos cajones” (Pedro, entrevista
realizada en Belisle, marzo de 2018). Los productores que
incorporaron la mecanización optan por mantener la mano
de obra para que resuelvan el trasplante de plantines, los
cuidados “precosecha”, la cosecha de la mitad de los predios
y las “punteras” (área que queda libre de la circulación de
la máquina para su rotación). En una plataforma montada
sobre la máquina cosechadora, entre diez y ocho perso-
nas se ocupan de descartar ramas y cascotes de tierra que
pueden dificultar la circulación del tomate por la cinta que
lo deriva al camión. Para dichas tareas se ha registrado la
presencia de mujeres, quienes suelen ser parte de la fami-
lia del productor.
Durante la cosecha manual la exposición física se
observa en todos los predios. Ante plantas rastreras que cre-
cen sobre los bordos, la posición corporal en forma encor-
vada durante jornadas de trabajo “de sol a sol” con tempe-
raturas que rondan los 35 grados, refleja la precarización
de condiciones laborales de la mano de obra generalmen-
te no formalizada. Durante la cosecha se ha registrado la
presencia de varones y mujeres de origen boliviano y de
las provincias del NOA que han circulado en la región a lo
largo de más de tres temporadas.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 141

Las viviendas en las que residen se denominan “game-


las” y consisten en habitaciones construidas con un baño
y una cocina que se comparte entre los/as trabajadores/as.
En las chacras recorridas las casas eran provistas por las
patronales y en algunos predios –en los que en años ante-
riores se cultivaban peras y manzanas–, galpones y vivien-
das de exempresas frutícolas resolvían el alojamiento de las
familias migrantes.
Como parte de dichas transformaciones en los terri-
torios, retomamos el caso de E. Mollo. En un predio de
80 hectáreas en la localidad de Belisle, cultiva tomate para
Arcor-La Campagnola. Las hectáreas que arrienda eran
propiedad de una empresa integrada dedicada a la produc-
ción, empaque y exportación de peras y manzanas que cerró
en el año 2006. Las más de 350 hectáreas surcadas por cana-
les de riego que en su momento irrigaban frutales de peras
y manzanas, en la actualidad, albergan a tres productores
hortícolas capitalizados vinculados a la agroindustria. Allí
mismo se alojaban quince familias “norteñas” que tuvieron
experiencia laboral en la fruticultura y que en los últimos
años se emplean en la horticultura intensiva. En el predio
se combina riego por goteo y riego por manto y cosecha
mecanizada y manual.
Algunos/as integrantes de una de las familias santia-
gueñas que residían esa temporada en el predio fueron
entrevistados/as en el trabajo de campo realizado en el
2018. El grupo familiar estaba conformado por siete inte-
grantes: el padre, la madre, dos hijas y un hijo de entre 14 y
20 años, un hijo de 11 y una nieta de 2 años. La madre, de
47 años, se ocupaba de organizar las comidas, la limpieza
de los galpones en los que dormían y de abocarse al cuidado
de su hijo menor y su nieta mientras los/as integrantes de
la familia se trasladaban en un tractor por las calles rurales
hasta el predio en el que cosechaban tomate. El varón adulto
tenía experiencia laboral en la cosecha de peras y manzanas,
pero en los últimos años, ante el cierre de algunas empresas
frutícolas, combinaba la cosecha de limón en Tucumán y la
142 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

cosecha de tomate en Valle Medio. El trabajo de la mayoría


de los/as integrantes de la familia garantizaba “sacar dife-
rencia” en el llenado de cajones y demostrar productividad
“si no el patrón va a querer poner la máquina en todo
el campo” (Elsa, entrevista realizado en Belisle, marzo de
2018). La jornada laboral iniciaba a las 8, se realizaba un
corte a las 13 e iniciaba la cosecha nuevamente a las 15 hasta
las 20, cuando comenzaba a caer el sol.
La trayectoria laboral de esta familia “norteña” emplea-
da por un productor “tomatero” refiere a la construcción
de territorialidades de movilidad en los espacios rurales y
la circulación de mano de obra temporaria por diversos
nichos productivos. El perfil eficientista de la producción
de tomate ha trastocado las relaciones laborales y acrecen-
tado las presiones, lo cual se reflejada en la sobreexigen-
cia física de los/as trabajadores/as para “sacar diferencia” y
mantenerse en el circuito laboral ante la promoción del uso
de la cosecha mecanizada.

Conclusiones

Las desigualdades presentes en la estructura agraria de los


valles irrigados en la Provincia de Río Negro dan cuenta de
la histórica consolidación de mercados de trabajo segrega-
dos, en los que los orígenes migratorios nacionales o limí-
trofes marcaron las trayectorias y las condiciones laborales,
generalmente caracterizadas por la informalidad laboral.
Cabe señalar, en los términos en que lo expresan
Magliano y Mallimaci Barral, que el acento en la segre-
gación laboral permitió constatar procesos como aquellos
asociados a la constitución de “nichos laborales” que favo-
recieron el resguardo de trabajadores/as en determinados
circuitos. Asimismo, según las autoras, esta categoría tam-
bién permite analizar las trayectorias que involucraron “una
carrera laboral con movilidad social, a partir del hecho
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 143

de la persistencia y consolidación a lo largo de tiempo de


un patrón de inserción segmentada” (2008: 17). De esta
manera, instalan la posibilidad de observar la existencia de
alternativas de ascenso social a partir de los recursos que
circulan por las redes y de los contextos específicos.
Es importante destacar que dichos procesos no niegan
la persistencia de desigualdades y formas de “inclusión dife-
renciada” dentro de los mercados de trabajo, “sino una
muestra de las posibles estrategias y márgenes de acción de
los actores en las limitaciones que les impone el contexto
social” (Magliano y Mallimaci Barral, 2018: 17).
En los mercados de trabajo agrario se observó cómo
las marcaciones por origen nacional y clase de los/as tra-
bajadores temporarios/as chilenos/as en relación con los
procesos de consolidación de la fruticultura clausuraron las
proyecciones de movilidad social de estos migrantes, man-
teniéndose como trabajadores/as en tal mercado de trabajo.
Esta tendencia, décadas más tarde, es analizada con
otras características en el mercado de trabajo hortícola: la
expansión de esta actividad en el Valle Medio del río Negro
cobró un perfil empresarial que incluyó a productores capi-
talizados que tuvieron experiencia como trabajadores tem-
porarios y como medieros. Los varones que se ocupan de
la gestión en la producción en escala representan a una
generación de descendientes de migrantes bolivianos que
llegaron a la zona en la década de 1970 y sostuvieron una
proyección ascendente en la cadena.
Las trayectorias laborales y productivas de estas fami-
lias reflejan su inicial circulación por diferentes actividades
agrarias y no agrarias a lo largo de Argentina y la combina-
ción en la región de trabajo de cosecha en la fruticultura y
en la horticultura. Tales experiencias expresan la movilidad
de los/as migrantes en nichos laborales agrarios que no se
acotaron exclusivamente a un tipo de producción, aunque
luego concentraran su presencia en la horticultura.
144 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Por otra parte, cabe señalar que la configuración de


un mercado de trabajo agrario en el norte de la Patagonia
absorbió tanto a migrantes de origen boliviano como a
“norteños/as” que luego delinearon posibilidades de movi-
lidad social diferenciada: la generación de los/as primeros/
as migrantes bolivianos/as consolidaron sus proyecciones
productivas primero en la figura de mediero/a, para lue-
go transformarse en arrendatarios/as, sea en articulación
con las agroindustrias como dedicándose al cultivo diver-
so de verduras.
Tal como hemos descripto, las familias productoras
que consolidaron con la primera generación argentina su
perfil de productores de tomate depositaron en los varo-
nes las gestiones del cultivo y las negociaciones con las
agroindustrias. En este proceso se fragmentó la composi-
ción de la estructura productiva: solo aquellos productores
que demostraron en los predios altos rindes en la producti-
vidad vía inversiones en riego por goteo y cosecha mecani-
zada se sostienen en el circuito.
El desplazamiento de productores menos capitalizados
y la inversión en la mecanización de la cosecha trajo apa-
rejado transformaciones en la circulación de mano de obra,
reduciéndose significativamente el empleo de migrantes
temporarios. Asimismo, cabe destacar que dicho proceso
no es homogéneo: algunos productores mantienen hectá-
reas con cosecha manual de modo de continuar absorbien-
do mano de obra, aun cuando la empresa considera tales
decisiones poco eficientes o irracionales. Para los/as traba-
jadores/as, la máquina se transforma en una amenaza que
tiende a presionar no solo con la pérdida del trabajo, sino
en disciplinar los cuerpos para generar mayor productivi-
dad por día y depreciar el pago recibido. Como se obser-
va, las estrategias disciplinadoras no son excluyentes, sino
que se combinan en función de la capitalización de ciertos
productores. En una tendencia en la que el saber técnico
domina el proceso de trabajo, se profundiza una división y
control del/la trabajador/a en todo el ciclo productivo: el
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 145

riesgo de quedar desplazado/a por la máquina involucra la


sobreexigencia física y aceptar una paga menor en tareas
centrales, como la plantación y la cosecha. Asimismo, la
patronal requiere la disponibilidad de trabajadores/as con
experiencia que realicen las tareas en los tiempos y según
las pautas que defina la agroindustria. En dicho contexto,
la movilidad de “norteños/as”, sean paisanos de origen boli-
viano o trabajadores/as de las provincias del NOA, continúa
garantizando tareas temporarias y el conocimiento del tra-
bajo rural en la región.

Bibliografía

Álvarez Leguizamón, S. (2016), Geopolítica nacional,


estructura social y racismo. En Álvarez Leguizamón,
S.; Arias. A. y Muñiz Terra, L. (coords.), Estudios sobre
la estructura social en la Argentina Contemporánea (pp.
333-389). Buenos Aires: PISAC-CLACSO.
Álvarez Leguizamón, S.; Arias, A.; Muñiz Terra, L. y Trpin,
V. (2016), Introducción. En Álvarez Leguizamón, S.;
Arias. A. y Muñiz Terra, L. (coords.), Estudios sobre
la estructura social en la Argentina Contemporánea (pp.
333-389). Buenos Aires: PISAC-CLACSO.
Aparicio, S. y Panaia, M. (2000), Los orígenes de los asala-
riados en el NOA. En Panaia, M.; Aparicio, S. y Zurita,
C. (orgs.), Trabajo y población en el Noroeste argentino
(pp. 1-15). Buenos Aires: La Colmena.
Bendini, M. y Steimbreger, N. (2003), Empresas agroali-
mentarias globales: Trayectoria de la empresa líder de
frutas frescas en Argentina. En XXIV International Con-
gress of Latin American Studies Association. The Global and
the Local. Rethinking Areas Studies.
Benencia, R. (2006), Bolivianización de la horticultura en
la Argentina. Procesos de migración transnacional y
construcción de territorios productivos. En Grimson,
146 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

A. y Jelin, E. (comp.), Migraciones internacionales en


la Argentina. Diferencia, desigualdad y derechos (pp.
135-167). Buenos Aires: Prometeo.
Benencia, R.; Pedreño Canovas, A. y Quaranta, G. (2014),
Mercados de trabajo. Instituciones y trayectorias en distintos
escenarios migratorios. Buenos Aires: CICCUS.
Benencia, R. y Aparicio, S. (coords.) (2014), Nuevas formas de
contratación en el trabajo agrario. Buenos Aires: CICCUS.
Brouchoud, S. (2014), Mujeres migrantes en la horticultura
del Valle Medio de Río Negro. En I Jornadas Interdis-
ciplinarias de Jóvenes Investigadores en Ciencias Sociales,
UNSAM, Buenos Aires.
Castles, S. y Miller, M. (2004), La era de la migración. Movi-
mientos internacionales de población en el mundo moderno.
México: Universidad Nacional de Zacatecas (en línea).
Disponible en www.migracionydesarrollo.org.
Cortes, G. (2009), Migraciones, construcciones transnacio-
nales y prácticas de circulación: un enfoque desde el
territorio. Párrafos Geográficos, V. 8, N.º 1, 35-53.
Guarnizo, E. (2004), Aspectos económicos del vivir trans-
nacional. Colombia Internacional (59), 12-47.
FAO (2015), Horticultura y otros cultivos en la Provincia de Río
Negro, Documento de trabajo N.º 6. Prosap-FAO.
INTA (1986), Diagnóstico Regional. Mimeo.
Magliano, M. J. y Mallimaci Barral, A. (2018), Segregación
laboral. Revista Temas de Antropología y Migración, Vol.
10, 13-20.
Murmis, M. y Feldman, S. (1995), La heterogeneidad social
de las pobrezas. En Minujin, A. et al., Cuesta abajo. Los
nuevos pobres: efectos de la crisis en la sociedad argentina
(pp. 15-92), Buenos Aires: UNICEF/LOSADA.
Neiman, G. (2010), Los estudios sobre el trabajo agrario en
la última década: una revisión para el caso argentino.
Mundo Agrario (pp. 1-19), V. 10, N.º 20.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 147

Nievas, W. y De Plácido, S. (2013), La planificación estratégica


en el Valle Medio de Río Negro. Una experiencia de par-
ticipación con productores y técnicos, INTA- EEA: Valle
Medio.
Pizarro, C. y Trpin, V. (2010), Trabajadores frutícolas y hor-
tícolas en la Argentina: una aproximación socioantro-
pológica a las prácticas de reproducción y de resisten-
cia de las condiciones laborales. RURIS (pp. 199-228),
V. 4, N.º 2.
Salvia, A.; Fachal, M.; Roblez, R. (2016), Estructura social
del trabajo. En Piovani, J. I. y Salvia, A. (coords.). La
Argentina en el siglo XXI. Cómo somos, vivimos y convi-
vimos en una sociedad desigual (pp. 113-146). Buenos
Aires: Siglo XXI.
Steimbreger, N.; Trpin, V. y Bendini, M. (2012), Intermedia-
ción laboral en el acceso y gestión del trabajo estacional
en la fruticultura rionegrina. Revista Interdisciplinaria de
estudios agrarios (pp. 5-30), N.º37.
Steimbreger, N. y Vecchia, M. T. (2014), Estudios de empre-
sas. Trayectorias comparadas en la fruticultura del nor-
te de la Patagonia. En Trpin, V.; Kreiter, A. y Bendini,
M. (coord.), Abordajes interdisciplinarios en los estudios
agrarios. Desafíos de la investigación social en el norte de la
Patagonia (pp. 247-276), General Roca: Publifadecs,
Teurel de Lagos, A. (1991), Regulación Legal del Trabajo en
las Haciendas, Ingenios y Plantaciones de Azúcar en la
Provincia de Jujuy. Siglo XIX a mediados el siglo XX”.
En Estudios sobre la Historia Azucarera Argentina, vol.1.
Tucumán: UNT.
Trpin, V., y Mastrángelo, A. (2016), Análisis comparativo
sobre trabajo rural en la foresto industria, las semilleras
y la fruticultura (Argentina 2008-2011). Mundo agra-
rio, 17(34), e004-e004.
Trpin, V.; Abarzúa, F. y Brouchoud, S. (2015), Producción de
tomate para industria en el Valle Medio de Río Negro:
una perspectiva desde los actores involucrados. Revista
Interdisciplinaria de Estudios Agrarios (pp. 5-25), N.º 42.
148 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Trpin, V. (2004), Aprender a chilenos: identidad, trabajo y


residencia de familias migrantes en el Alto Valle de Río
Negro. Buenos Aires: Antropofagia.
Trpin, V. (2008), La jerarquización actual del mercado de
trabajo frutícola: chilenos y “norteños” en el Alto Valle
de Río Negro. Trabajo y Sociedad, 10(11).
Trpin, V., y Pizarro, C. A. (2017), Movilidad territorial,
circuitos laborales y desigualdades en producciones
agrarias de Argentina: abordajes interdisciplinares y
debates conceptuales. REMLU (Revista Interdisciplinar da
Mobilidades Humana) (pp. 35-58), N.º 25.
Trpin, V. y López Castro, N. (2016), Estudios sociales sobre
la estructura agraria de la Argentina (2000-2014). En
Álvarez Leguizamón, S.; Arias. A. y Muñiz Terra, L.
(coords.), Estudios sobre la estructura social en la Argenti-
na Contemporánea (pp. 333-389). Buenos Aires: PISAC-
CLACSO.
Trpin, V. y Jiménez Zunino, C. (2019). Movilidad social
y clase social. En IV Seminario de Migraciones Inter-
nacionales Contemporáneas: enfoques, perspectivas
y metodologías para la investigación. RED IAMIC,
CIECS, Córdoba.
6

Crisis y deterioro laboral


en la agroindustria azucarera
de Tucumán durante la segunda mitad
del siglo XX
ARIEL OSATINSKY

Consolidación y crisis de la agroindustria azucarera

La actividad azucarera es una de las más importantes de la


economía de Tucumán. Históricamente, fue la producción
que sobresalía. “Ya en 1895 […] había alcanzado tal magni-
tud que generaba más del 50% de la riqueza tucumana sin
computar todas las actividades que se encontraban some-
tidas a su influjo” (Osatinsky y Paolasso, 2012: 69). Desde
entonces, hubo una significativa expansión de la superfi-
cie con caña y de la producción azucarera en la provincia.
Hasta mediados del siglo XX la actividad conservó un peso
destacado en la producción, sin embargo, desde los años 60
hasta fines del período considerado, esa participación tuvo
una importante disminución.
El declive señalado está vinculado a profundas crisis
que experimentó la actividad durante la segunda mitad del
siglo XX, las que afectaron sobre todo a los pequeños pro-
ductores y a los obreros de fábrica y surco. Entre otros
fenómenos, sobresalen la crisis de fines de los 60 con el
cierre de once de veintisiete ingenios y la disminución de la
superficie con caña y de la producción de azúcar; diversas

149
150 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

crisis de sobreproducción; la mayor mecanización y las


innovaciones técnicas que se fueron implementando; los
problemas que afectaron la zafra de distintos años en las
décadas de 1980 y 1990; y la desregulación de la actividad a
partir de 1991 durante la presidencia de Carlos Menem.
En función de lo señalado, este capítulo tiene por obje-
to analizar el impacto que tuvieron estas transformaciones
económicas de la agroindustria azucarera en los trabaja-
dores y cañeros –en particular los pequeños productores–
vinculados a la actividad en Tucumán.
En la agroindustria azucarera tucumana participan un
sector heterogéneo de cañeros. Los grandes productores,
una minoría, tienen en general intereses comunes con los
dueños de los ingenios azucareros. Se trata de productores
empresariales, con explotaciones que superan las 100 hec-
táreas, que emplean mano de obra permanente y tiene un
alto nivel de mecanización (tractores, máquinas cosechado-
ras, etc.). Luego están los productores medianos, familiares
capitalizados, que tienen explotaciones de entre 20 y 400
hectáreas, están mecanizados, y combinan mano de obra
familiar con trabajadores transitorios y de contratistas. Por
último, el grupo de mayor peso numérico y menor cantidad
de hectáreas, los pequeños productores, con explotaciones
que no superan las 20 hectáreas, emplean mano de obra
familiar o de contratistas, y casi no disponen de mecani-
zación (un tractor en algunos casos) (Giarraca, 1998/99).
Al interior de este último sector, los minifundistas que tie-
ne muy pocas hectáreas (menos de 10 ha), se caracterizan
por tener multiocupación, son trabajadores golondrinas en
otras cosechas dentro y fuera de la provincia, o mano de
obra para campesinos medianos o grandes, o bien pueden
tener un ingreso del empleo público en el Estado (Bolsi y
Pucci, 1997: 127).
Durante el período bajo estudio, los cañeros eran quie-
nes poseían la mayor parte de la tierra con caña de azúcar,
entre un 70% y 80%, mientras que el porcentaje restante
estaba en manos de los ingenios.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 151

… las relaciones establecidas por [los cañeros] con los otros


sectores de la rama resultaban un tanto conflictivas. Con los
industriales, por un lado, se desarrollaba una lucha por el
precio de la materia prima y por el plazo en la que sería retri-
buida. Por otro lado, con la mano de obra rural que emplea-
ban […], por las tensiones inherentes a la relación salarial y
condiciones laborales. (Nassif, 2016: 97).

Estos conflictos laborales también estaban presentes


en las relaciones entre los industriales y los obreros de los
ingenios.
Los trabajadores constituyen el sector más numeroso
e importante de la actividad: “… la estacionalidad de las
labores y la complementariedad de las tareas de fábrica y
de surco […] diferenciaron al conjunto obrero en función
de las relaciones contractuales (permanentes o temporarios)
y los lugares de trabajo (fábrica o cañaveral)” (Gutiérrez,
2017: 150).
En las últimas décadas del siglo XX, las transformacio-
nes que experimentaron la mayoría de las actividades pro-
ductivas de las distintas economías regionales agravaron los
problemas de empleo con crecientes niveles de desocupa-
ción y precarización. Los grandes empresarios y producto-
res buscaron mayores ganancias a través de innovaciones en
los métodos de producción, lo que terminó aumentando la
productividad del trabajo. Así, mientras un número impor-
tante de pequeñas y medianas empresas y productores des-
aparecieron por la competencia, se produjo un avance de
la concentración y centralización de la producción, a la par
que se redujo el nivel de ocupación, y se reemplazó mano de
obra estable por empleo informal, adquiriendo mayor peso
distintas formas de flexibilización laboral (empleos transi-
torios, precarios, etc.).
En relación a las transformaciones económicas, en la
investigación se tuvieron en cuenta un conjunto de indi-
cadores, como la evolución de la superficie con caña, de
la molienda de caña y de la producción de azúcar, el peso
152 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

de la agroindustria azucarera, y de los sectores agropecua-


rio e industrial, en el Producto Bruto Geográfico (PBG)
de Tucumán1.
En el plano laboral, se analizó la evolución del nivel de ocu-
pación en la agroindustria, considerando los distintos tipos de
empleo vinculados a la actividad azucarera. A su vez, se tuvo en
cuenta la desocupación, la variación que experimentó el núme-
ro de cañeros y el peso de los sectores agropecuarios e industrial
en el total de ocupados de la provincia.

La agroindustria azucarera desde mediados del siglo


XX hasta la crisis de sobreproducción de 1965

A mediados del siglo XX, el sector agropecuario y la industria


manufacturera representaban casi el 55% de la economía tucu-
mana (véase Gráfico 1), sin dudas debido al peso que tenía la
actividad azucarera en la provincia, la que representaba, a su
vez, el 70% de la producción de azúcar nacional.
Participaban por entonces de la actividad 28 ingenios que
poseían diferentes capacidades productivas, cerca de 20.000
productores de caña entre los que predominaban los peque-
ños productores (Bravo, 2019; Delich, 1970), y decenas de miles
de trabajadores en tiempos de zafra, que realizaban diferen-
tes tareas. “En 1946 la zafra ocupó 130.181 obreros, cifra com-
puesta por 20.000 trabajadores de fábrica (entre permanentes y
transitorios) y 110.181 braceros dedicados al cultivo y la cose-
cha de caña (38.399 permanentes y 71.782 temporales)” (Gutié-
rrez, 2017: 150). De ese total de trabajadores de surco, poco
más de 20.000 trabajaban para los ingenios en sus tierras con
caña, mientras que el resto estaba vinculado laboralmente a los
cañeros.

1 El PBG es la denominación que posee el Producto Bruto Interno en el caso


de las provincias.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 153

Para hacerse una idea de la dimensión que tenía por


entonces el empleo en la agroindustria azucarera, se puede
afirmar que tenía un peso similar al 22% de la población
provincial de aquellos años, porcentaje incluso mayor si se
tiene en cuenta todos los empleos indirectos que genera-
ba la actividad (talleres mecánicos, fraccionadoras, mayo-
ristas, etc.).
A partir del año 1949, la agroindustria azucarera expe-
rimentó una política de racionalización (Bustelo, 2017), que
se profundizó desde 1955. Con la Revolución Libertadora y
los sucesivos gobiernos, se acentuaron las políticas de des-
regulación, o bien, de protección y defensa de los capitales
más concentrados de la agroindustria azucarera (véase Bolsi
y Pucci, 1997; Boneo et al., 1973; Bravo, 2017, 2019; Mur-
mis y Waisman, 1969). En ese contexto, a partir de 1959,
bajo la gestión de Alsogaray como ministro de economía, se
anuló el contrato único establecido por el Laudo Alvear en
1928, lo que desreguló las relaciones fabril-cañeras, dejando
a los cultivadores supeditados a la voluntad de los indus-
triales (Bravo, 2017; 2019).
Los pequeños cañeros, los más perjudicados por la falta
de pago de la materia prima por parte de los industriales
en reiteradas zafras y por la falta de recursos, continuaban
siendo mayoría mientras ocupaban una porción menor de
las tierras con caña: de 21.666 fundos que había en 1963,
el 84% tenía una extensión menor a 10 hectáreas, los que
representaban el 33% de la superficie con caña. En contra-
posición, las fincas con 40 hectáreas o más representaban
solamente el 4% del sector, pero ocupaban el 41% de la
superficie cañera, lo que reflejaba la desigualdad que carac-
terizaba el universo cañero (Bravo, 2019).
Los trabajadores fueron el sector más perjudicado por
las políticas de desregulación y racionalización que lleva-
ron adelante los diferentes gobiernos desde 1955. A fines
de los 50 y comienzos de la década de 1960, los ingenios
–en particular los de mayor tamaño– y los grandes cañeros,
introdujeron de un modo incipiente el uso del tractor, la
154 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

mecanización en los surcos, una progresiva tecnificación y


reequipamiento de las fábricas en el marco de un proceso de
“modernización”, lo que generó una reducción importante
en el número de obreros de fábrica y surcos, así como un
crecimiento de los empleos transitorios en detrimento de
los permanentes (Gutiérrez y Parolo, 2017; Nassif, 2016;
Osatinsky y Paolasso, 2012).
Según Canitrot y Sommer, el nivel de empleo en el
sector cañero se redujo de 119.025 a 96.307 ocupados entre
1955 y 1965 (1972: 17). En el mismo período, los obreros
de fábrica disminuyeron de 22.255 a 16.952 (Canitrot y
Sommer, 1972: 21)2. A su vez, Murmis y Waisman, afir-
man que el porcentaje de obreros permanentes de fábrica
se redujo de 41% a 28% entre 1956 y 1966, mientras que
los obreros permanentes de surco de los ingenios pasaron
de representar el 33% a tener un peso de 25% en el mismo
período (1969: 358)3.
La menor cantidad de ocupados en la actividad, el
avance de la precarización que se expresaba en el mayor
peso del empleo transitorio y en las insatisfactorias condi-
ciones laborales, el deterioro salarial y el retraso por parte
de cañeros e industriales en el pago de salarios a los obre-
ros, son los motivos que explican las numerosas acciones
de protestas y reclamos que llevaron adelante los traba-
jadores en aquellos años, como movilizaciones, ocupación
de ingenios, cortes de ruta, etc. (véase Gutiérrez y Parolo,
2017; Nassif, 2016).

2 Probablemente las cifras del empleo en el sector cañero que forman parte
del estudio de Canitrot y Sommer abarquen a los trabajadores de fincas (de
ingenios y de cañeros) como así también a los plantadores independientes,
que eran aproximadamente 20.000. En el caso de los obreros de fincas per-
tenecientes a los ingenios, tuvieron una reducción de 22.000 a 12.500 en el
período 1948-1966 (Murmis y Waisman, 1969: 357-358).
3 A su vez, Murmis y Waisman estiman para el año 1966 la existencia de
50.000 obreros en fincas de cañeros independientes, de los cuales 8.000 eran
permanentes, y 42.000 transitorios (1969: 361). Es decir que solamente el
16% de este sector accedía al trabajo estable.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 155

En la primera mitad de los años 60, la actividad


azucarera explicaba todavía más del 50% del producto
bruto de la provincia (Canitrot y Sommer, 1972: 13),
y la caña de azúcar representaba aproximadamente el
50% de la superficie sembrada. En esos años, tuvo lugar
un importante crecimiento de la producción4 favoreci-
do por el aumento del precio internacional del azúcar.
En ese contexto, en 1964 el Ingenio Ledesma saturó
el mercado interno con su producción (Bravo, 2017:
194-195), generando una crisis de sobreproducción que
se agravó con la cosecha record que se alcanzó en 19655,
año en que el precio internacional se desplomaba al
recuperarse la producción mundial luego de una serie de
años críticos, lo que además dificultaba la posibilidad de
exportar los azúcares excedentarios (Bolsi y Pucci, 1997:
117; Boneo et al., 1973: 33). El agravamiento de la crisis
azucarera impactaría de un modo muy regresivo en los
pequeños cañeros y los trabajadores de la agroindustria,
con las medidas que tomaría la dictadura de Onganía.

El deterioro laboral que generó el cierre


de los ingenios

La crisis de la agroindustria azucarera tucumana se pro-


fundizó con la dictadura de Onganía, que impuso en 1966
una limitación general a la producción de azúcar del 70%
respecto a lo producido en 1965, y estableció estrictos
cupos, eliminando del mercado legal de caña a todas aque-

4 Las toneladas de azúcar producidas por los ingenios de Tucumán


aumentaron de 374.167 a 749.575 entre 1961 y 1965. En el mismo
período, la superficie con caña de azúcar se expandió de 154.200 a
210.000 hectáreas (Dirección de Estadística de la Provincia de Tucu-
mán, 1981: 224 y 299).
5 En el año 1965 se produjeron 1.200.000 toneladas de azúcar en todo el
país, para un mercado interno que consumía 800.000 toneladas (Osa-
tinsky, 2012).
156 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

llas explotaciones menores a tres hectáreas (Osatinsky y


Paolasso, 2012: 81). A ello se sumó el cierre entre 1966 y
1968 de once de los veintisiete ingenios azucareros de la
provincia (Osatinsky, 2012: 60)6. Se eliminó el crédito esta-
tal para los emprendimientos agrícolas e industriales vincu-
lados al azúcar, medida complementada con la prohibición
de instalar nuevas fábricas azucareras o de ampliar la capa-
cidad productiva de las ya existentes (Boneo et al., 1973).
Estas medidas implicaron una confiscación de los dere-
chos de producción de los minifundistas, el grupo mayori-
tario dentro del conjunto de cañeros, y tenían como obje-
tivo lograr una mayor concentración en el sector cañero
al beneficiar a los fundos de mayores extensiones (Bra-
vo, 2019). Hubo 9.435 unidades familiares y subfamiliares
(Murmis y Waisman, 1969) que tuvieron que desplazar-
se hacia un mercado negro en donde tenían como única
opción la venta de su producción a un precio muy inferior
al fijado en los circuitos formales de comercialización de
dicho producto. Si se tiene en cuenta que en el año 1965 la
cantidad de cañeros era de 23.000 según la Unión Cañeros
Independientes de Tucumán, o 18.602 según la Dirección
Nacional de Azúcar (Delich, 1970), se puede apreciar la
dimensión del problema.
Comparando la distribución de cupos entre los años
1963 y 1969, los pequeños productores –hasta 10 hectá-
reas– redujeron su peso de 84% a 66% del total (de 18.144 a
3.191 productores), disminuyendo también su participación
en la cantidad total de hectáreas con caña de 33% a 14%.
Por el contrario, los grandes productores de más de 100
hectáreas (cañeros e ingenios), si bien se reducen en número
de 195 a 129, aumentaron su peso de 1% a 2%, mientras
que pasaron de representar el 21% del total de hectáreas
con caña, a concentrar el 49% en 1969. Si se considera a los

6 En 1966 había 27 ingenios ya que en octubre de 1965 había cerrado el inge-


nio Esperanza, reconvertido en un emprendimiento metalúrgico que ocupó
menor cantidad de trabajadores (Bravo, 2017: 199).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 157

productores con cupos que tenían más de 40 hectáreas, la


participación en el total de hectáreas con caña creció de 41%
a 61% en el mismo período (véase Bravo, 2019). Es claro el
avance de la desigualdad y la concentración en relación a la
distribución de la superficie con caña de azúcar.
Estas transformaciones regresivas, en particular las
restricciones impuestas por la Dirección Nacional de Azú-
car, ocasionaron un marcado descenso de la superficie sem-
brada con caña de azúcar, del número de explotaciones
cañeras, y de la producción de azúcar. La superficie con
caña, que creció de 192.400 a 210.000 hectáreas entre 1960
y 1965, se redujo a 135.600 en 1967/68, manteniéndose
luego en 140.600 hectáreas hasta 1970. La producción de
azúcar luego del récord de 1965 (749.575 toneladas), se
redujo hasta 378.000 toneladas en 1967. A partir de ese
año creció nuevamente, manteniéndose alrededor de las
500.000 toneladas hasta 19707.
La crisis azucarera provocó que tanto la industria como
el sector agropecuario perdieran peso en la estructura eco-
nómica provincial (Gráfico 1). A su vez, la caña de azúcar
tuvo una caída en cuanto a su peso en superficie cultivada
en la provincia: de representar casi el 70% hasta 1966, el
porcentaje se redujo a menos del 50% en los años siguientes
de aquella década (Lizarraga, 1991: 20). “Sin embargo, cuan-
do […] la estructura y relaciones de propiedad se mantienen
[…], crisis de este tipo conducen a un proceso económi-
co de recomposición y concentración” (Farber Truccone y
Lizarraga, 1991: 149). En efecto, el crecimiento que la pro-
ducción azucarera comenzó a experimentar a fines de los
años 60, reflejaba que el cierre de once ingenios tucumanos
fue la expresión de un proceso de concentración y centrali-
zación de la propiedad.

7 Dirección de Estadística de la Provincia de Tucumán, 1981: 224 y 299.


158 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Fuente: 1953: CFI – Instituto Torcuato Di Tella, 1963. Tomado de Rofman


y Romero, 1997: 193; 1961-1970: Dirección de Estadística de la Provincia
de Tucumán, 1978: 35.

Los trabajadores fueron el sector más golpeado por la crisis


azucarera de mediados de 1960. El cierre de once ingenios eli-
minó 12.544 puestos de trabajo, a lo que se agrega la reducción
de 6.327 empleos perdidos en los dieciséis ingenios que conti-
nuaron funcionando. De ese total de 18.871 puestos de trabajo
eliminados, el 70% eran trabajadores transitorios, mientras que
solo el 30% alcanzaba la condición de permanente (Boneo et al.,
1973). A su vez, aproximadamente 9.000 de esos empleos perdi-
dos se trataba de obreros de fábrica (Canitrot y Sommer, 1972;
Gutiérrez y Parolo, 2017: 176), mientras que el resto eran tra-
bajadores de surcos pertenecientes a los ingenios. Entre 1968 y
1970 tuvo lugar una nueva reducción de 1.322 empleos en los
ingenios que continuaron en actividad (Crenzel, 1997: 49).
A su vez, la caída que tuvo la superficie con caña de azúcar
produjo una importante reducción en la cantidad de obreros de
surcos vinculados a las tareas de cultivo y cosecha. Según Cani-
trot y Sommer, el número de trabajadores de surcos se redujo de
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 159

96.307 a 64.230 entre 1965 y 1969 (1972: 17), disminución que


tiene en cuenta tanto los obreros que trabajaban para los inge-
nios como aquellos que dependían laboralmente de los cañeros.
Es decir que, de conjunto, la crisis de la agroindustria azu-
carera ocasionó la pérdida de más de 40.000 puestos de trabajo,
cifra que probablemente fue mayor si se tiene en cuenta el decli-
ve que se produjo en otras actividades económicas ligadas de
manera directa o indirecta a la producción azucarera.
En la Tabla 1 se observa que la desocupación afectó en
mayor medida a la población activa de los departamentos en los
cuales estaban ubicados los ingenios cerrados.

Tabla 1. Tasa de desocupación en Tucumán según departamentos.


Octubre de 1968

Departamentos Ingenios cerrados Tasa de desocupación (%)

Famaillá Mercedes, Nueva Baviera 20,9

Cruz Alta Esperanza, Lastenia, Los 17,9


Ralos, San Antonio

Monteros San Ramón, Santa Lucía 17,5

Tafí San José 13,7

Río Chico Santa Ana 13,1

Leales 13,4

Capital Amalia 12,7

Chicligasta 11,8

Graneros 8,8

Burruyacu 4,4

Trancas 4,2

Fuente: Dirección de Estadística de la Provincia de Tucumán, 1969.

La desocupación que había en los departamentos en


los que tenía mayor peso la agroindustria azucarera supe-
raba a la que afectaba a la población activa de San Miguel
160 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

de Tucumán, donde incluso la tasa de desocupación había


crecido más de 5 puntos en tan solo dos años (oct/66-oct/
68) (Gráfico 2).

Fuente: INDEC, 1974.

Ni los planes de reconversión industrial, ni los de


diversificación agropecuaria, así como el régimen de traba-
jos transitorios o el incremento del empleo público pudie-
ron brindar una salida a los graves problemas de empleo
que sufrió la población provincial. Hasta el año 1970 las
nuevas industrias radicadas en el marco del “Operativo
Tucumán” habían dado trabajo solo a 4.300 personas –la
mayoría sin vínculos con la agroindustria– (Crenzel, 1997:
56), mientras que el Estado generó en el Régimen de Traba-
jadores Transitorios 14.580 puestos de trabajo entre 1967
y 1969 (Canitrot y Sommer, 1972: 30). A esto se sumó el
aumento del empleo estatal, que pasó de 21.343 a 23.480
trabajadores entre 1966 y 1969 (Canitrot y Sommer, 1972:
29). O sea que un poco más de 20.000 asalariados pudie-
ron por estos mecanismos abandonar la desocupación. En
cuanto a la diversificación agropecuaria, los cultivos que
incrementaron su superficie cultivada (limón, sorgo graní-
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 161

fero, soja y tabaco) tenían un desarrollo incipiente a fines


de los 60 y usaban menos fuerza de trabajo por unidad de
tierra que la caña de azúcar, y el tabaco, que era el único que
requería aproximadamente la misma cantidad de jornales
que la caña de azúcar, ocupaba una cantidad de tierra muy
limitada (Canitrot y Sommer, 1972: 145).
El impacto laboral de la crisis azucarera ocasionó que
los sectores agropecuario y manufacturero de Tucumán
perdiesen participación en la composición de la población
ocupada provincial: entre 1960 y 1970 el peso del sector
agropecuario y la industria en el total de ocupados se redujo
de 50% a 35% (Gráfico 3).

Fuente: Dirección Nacional de Estadística y Censos, 1965: 578-579;


INDEC, 1974a: 20; Censo Nacional de Población y Vivienda 1980; Censo
Nacional de Población y Vivienda 1991; Censo Nacional de Población,
Hogares y Viviendas, 2001.

La crisis más importante que había experimentado has-


ta entonces la agroindustria azucarera implicó para miles
de trabajadores tucumanos la imposibilidad de encontrar
demandantes para su fuerza de trabajo, en un contexto de
significativo avance de la concentración y centralización
de la producción.
162 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

De los años 70 a la desregulación de los 90

En el último cuarto del siglo XX la economía argentina atra-


vesó transformaciones productivas muy regresivas. En el
sector manufacturero hubo un agudo proceso de desindus-
trialización, que se instauró con la política económica de la
última dictadura militar, y se consolidó durante los años 90.
A su vez, en el sector primario, el notable crecimiento que
alcanzaron aquellas producciones orientadas al mercado
exterior tuvo su contraparte en el agravamiento de la crisis
de muchos cultivos que tenían como destino satisfacer la
demanda del mercado interno. En el caso de diversas pro-
ducciones agrícolas ligadas a diferentes agroindustrias del
país, hubo una reconversión productiva ante los mayores
requerimientos de eficiencia y productividad que impuso
el mercado internacional, lo que se tradujo en una mayor
desigualdad en la tenencia de la tierra, afectando signifi-
cativamente a pequeños y medianos productores (Barsky
y Gelman, 2001; Pucci, 1994). Estos procesos económicos,
como se analizó antes, ya caracterizaban a la agroindustria
azucarera en el período previo a los años 70, pero en esta
fase se acentuaron.
En los primeros años de la década de 1970 se produjo
un incremento del precio del azúcar en el mercado mundial,
lo que atrajo capitales y recursos hacia la renovación de
cañaverales y maquinarias, y un mayor uso de agroquími-
cos, procesos que aumentaron los rendimientos y por lo
tanto la producción (Lizarraga, 1991). Sin embargo, en la
segunda mitad de la década, la coyuntura no era ya de creci-
miento del precio en el mercado mundial, lo que redujo tan-
to la producción de azúcar como de caña molida (Tabla 2).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 163

Tabla 2. Producción de azúcar y superficie con caña en Tucumán.


1970-2002 (años seleccionados)

Años Producción de Caña molida Superficie con caña


azúcar (toneladas) (hectáreas)

1970 491.231 5.377.122 140.800

1973 933.819 10.054.641 247.000

1978 748.455 8.000.000 250.000

1980 961.000 10.297.000 250.000

1985 624.000 6.659.000 250.000

1989 413.849 5.311.000 250.000

1990 611.322 6.654.578 250.000

1995 920.157 6.912.664 225.100

1997 1.049.734 9.948.502 220.000

1999 956.785 10.274.749 202.700

2002 914.341 8.987.049 185.727

Fuente: Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres.

En los años 80, ante las dificultades que atravesaba la acti-


vidad8 (véase en la Tabla 2 la caída de la producción de azú-
car y de caña molida en 1985), el gobierno estableció en 1985
un nuevo régimen de comercialización entre cañeros e indus-
triales, denominado “depósito y maquila, mediante el cual a los
ingenios les correspondía el 47,40% del azúcar producido y la
totalidad de la melaza, mientras que el 53,60% restante que-
daba en manos de los cañeros” (Bolsi y Pucci, 1997: 118). El
sistema de “maquila” benefició a medianos y grandes cañeros,
quienes se organizaron en cooperativas para comercializar la
venta de caña (Campi, 1990). Sin embargo, muchos campesinos

8 Desde 1984 se produjeron crisis de sobreproducción, en un contexto de menor


comercioycaídadelospreciosenelmercadomundial(ManzanalyRofman,1989:
122).
164 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

no pudieron incorporarse a cooperativas por los elevados gas-


tos que ello implicaba. Estos pequeños productores negociaban
directamente con los ingenios la venta del azúcar, obteniendo
un precio menor, o vendían a los ingenios la caña en pie para que
se hagan cargo de la cosecha (Bolsi y Pucci, 1997).
Luego de la caída de la producción en 1989, fruto de fuertes
heladas y sequías que afectaron los cañaverales (véase Tabla 2),
la situación se agravó aún más, a partir de 1991, con la desre-
gulación de la actividad azucarera (decreto 2284/91), que acre-
centó la competencia entre los distintos factores partícipes al
eliminarse “todos los mecanismos de regulación, cupificación y
cuotificación del mercado que habían caracterizado por déca-
das a la actividad cañera” (Giarraca y Mariotti, 2005: 134)9,
lo cual benefició a los sectores más concentrados. Los inge-
nios más importantes nucleados en el Centro Azucarero Regio-
nal, “… apoyaron abiertamente el plan neoliberal de Menem e
impulsaron la desregulación del azúcar…” (Pucci, 1994: 109),
mientas que otros de menor envergadura sufrieron diferentes
problemas10.
Durante la década de 1990, se produjeron aumentos en la
producción de azúcar y en la molienda de caña, mientras tenía
lugar una significativa reducción en la cantidad de hectáreas
con caña (25,7% en 1990-2002, véase Tabla 2). Ello refleja que
hubo un aumento en la productividad primaria e industrial, a
través de nuevas variedades de caña, aplicación de abonos e
introducción de cosechadoras integrales (Bravo y Rivas, 2017).
La disminución de la superficie con caña implicó una pér-
dida de su peso en el total de superficie con cultivos en la pro-
vincia. Según los Censos Nacionales Agropecuarios, en 1960 la

9 Dicho decreto eliminó la Dirección Nacional de Azúcar, organismo que hasta


entonceshabíareguladolarelaciónentrelosindustrialesycañeros,yfijadoprecios
mínimosycuposdeproducción.
10 En 1993 los ingenios San Pablo y La Florida no molieron. En 1994 fueron seis los
ingenios con distintos problemas y dificultades para iniciar las actividades: los ya
mencionados, a los que se añadían el Leales, Aguilares, La Providencia, y San Juan
(Marqués,1995: 133).ElingenioSanPablofinalmente cerró.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 165

caña de azúcar representaba el 67% de la superficie total culti-


vada, valor que se redujo en 1988 y 2002 a 42% y 26% respec-
tivamente.
La caída de la participación de la caña de azúcar en la
superficie cultivada en la provincia fue acompañada también
por un significativo descenso en la cantidad de productores.
Entre 1970 y 1976 la cantidad de cañeros se redujo de 17.650
a 14.19011, teniendo un nuevo descenso durante los años de la
dictadura, hasta llegar a 13.589 cañeros en 1983 (Campi, 1990:
15). Según el Censo Nacional Agropecuario de 1988, los pro-
ductores de caña eran por entonces 9.711, valor que se redujo a
7.373 en 1996 (Giarraca, 1998/99), y a 4.593 en el año 2002.12
A partir de 1991, gran cantidad de pequeños productores
no pudieron adaptarse a las nuevas condiciones que impuso la
desregulación y, por lo tanto, no lograron mantenerse en la acti-
vidad (Tabla 3).

Tabla 3. Cantidad de productores y hectáreas con caña de azúcar,


según tamaño de las explotaciones. 1988-2002

Tamaño 1988 2002

Cant. de Superficie (ha) Cant. de Superficie (ha)


productores productores

Hasta 10 ha 52,9 7,8 65,5 4,9

De 10 a 100 ha 40,0 30,9 29,9 21,0

Más de 100 ha 7,1 61,3 4,6 74,1

Total 100 (9.711) 100 (211.678) 100 (4.593) 100 (185.000)

Fuente: datos del Centro de Agricultores Cañeros de Tucumán, en La


Gaceta, 2/11/2003, 3.ª Sección, p. 4.

11 Lizarraga, 1991, sobrelabasededatosdelaDirecciónNacionaldeAzúcar.


12 DatosdelCensoNacionalAgropecuariode2002.
166 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Entre 1988 y 2002 desaparecieron el 41% de los


productores de caña con menos de 10 hectáreas (reduc-
ción de 5.133 a 3.009) y el 64% de los productores
que tenían entre 10 y 100 hectáreas (disminuyeron de
3.883 a 1.373), los que a su vez tuvieron una reduc-
ción del 45% y del 41% en las hectáreas que ocupaban.
Estos dos grupos estaban compuestos mayoritariamente
por pequeños productores de hasta 20 ha, y el resto
eran productores medianos. En el caso de los grandes
productores o empresarios (más de 100 ha), si bien
su número se redujo en un 69% (de 695 a 211), eran
una minoría que sufrió la menor disminución en la
superficie con caña (solo un 13%). Es decir que fueron
años en los que tuvo lugar una mayor concentración
de la actividad cañera de la provincia: mientras que
en 2002 el 5% de los productores, los grandes cañeros,
concentraban más del 70% de la superficie con caña,
el 65% de menor tamaño, representaban solo el 5% del
total de hectáreas con caña.
De esa manera, en 2001/2002, luego de una década
de implementada la desregulación:

… el 36% de las pequeñas unidades campesinas habían


dejado de producir caña […] y se volcaron a la multiocu-
pación, transformándose en cosecheros agrícolas migran-
tes dentro de la provincia (cosechas de papa, tabaco,
limón, y arándanos) o fuera de ella dirigiéndose a San
Juan, Río Negro y Bahía Blanca, entre otros destinos.
(Bravo y Rivas, 2017: 251).

Las transformaciones regresivas que atravesó la


agroindustria azucarera provocaron una nueva reduc-
ción en el peso que tenía en el PBG de Tucumán
(Gráfico 4).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 167

Fuente: 1970-1989: Gutiérrez, Jesús, 1990. 1993 y 1998: Medwid, 2008:


515, sobre la base de Gutiérrez y Rollán, 2002. 2000: La Gaceta, 29/7/
2001. 2002: La Gaceta, 09/03/2003, 3.ª Sección.

Con posterioridad a la crisis de la segunda mitad de


la década de 1960, la actividad azucarera redujo su peso a
valores cercanos al 25% del PBG. Con la expansión de los
primeros años de la década siguiente crece hasta represen-
tar el 30-35% de la economía provincial. Sin embargo, en
los años de la dictadura su participación disminuyó, ten-
dencia que se mantuvo en las décadas de 1980 y 1990. La
desregulación redujo su participación de 20% a 10% de la
economía provincial13.
Las transformaciones económicas regresivas que se
analizaron provocarían un significativo deterioro laboral en
una población activa que todavía no se había recuperado
de los severos problemas de empleo que generó el cierre de
los ingenios azucareros.

13 Incluso en algunos años de la década de 1990, la participación de la activi-


dad azucarera en la economía provincial estuvo por debajo del 10%, como
en 1993, debido a un descenso significativo en la producción de azúcar, o
bien en 1999 y 2000, años de crisis de la actividad (véase Medwid,
2008: 516-517).
168 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Un agravamiento de los problemas de empleo


en la actividad azucarera

En las últimas décadas del siglo XX, la cantidad de tra-


bajadores de la actividad azucarera tuvo una importante
reducción. Las innovaciones tecnológicas que incrementa-
ron la productividad agrícola e industrial, la mayor meca-
nización expresada en el mayor uso de cosechadoras inte-
grales por parte de ingenios y grandes cañeros, y la menor
cantidad de cañeros, ocasionaron un menor requerimiento
de mano de obra.
Desde los años 70 se fue incorporando la cosecha semi-
mecánica e integral. En el año 1972 todavía el 98,1% de la
zafra cañera era manual, mientras que el 1,9% era semime-
canizada. Sin embargo, ya en 1978 la cosecha manual se
había reducido a 59,25%, mientras que las cosechas semi-
mecanizada e integral representaban 25,3% y 15,5% respec-
tivamente14. La tendencia a la mecanización total o parcial
de la cosecha continuó con los años, y en la zafra de 1993
se utilizaron en la provincia 23 cosechadoras integrales. Al
año siguiente se incorporaron unas 20 cosechadoras adicio-
nales (15 los ingenios y 5 las cooperativas cañeras) (Diario
El Siglo, 7/01/1994, citado por Pucci, 1994). Para la segunda
mitad de la década de 1990, Rofman estimaba que el 10%
de la cosecha era manual, el 50% semimecanizada y el 40%
mecanizada (1999: 172).
Estos procesos, y la reducción en el número de cañeros,
ocasionaron una disminución considerable en la cantidad
de trabajadores del surco15. Entre 1975 y 1986, según datos
del INTA, la cantidad de jornales por hectárea que se reque-
rían para las tareas de cosecha y cargado se redujo de 44

14 Dirección de Estadística de la Provincia de Tucumán, 1981: 312.


15 Según Rofman (1999), con el sistema de cosecha manual cada operario reco-
lecta en promedio 1,5 t de caña por día, mientras que con el sistema semime-
cánico ese rendimiento crece a 4 o 5 toneladas diarias, y con la cosechadora
integral se obtiene en promedio una productividad más elevada pues cada
máquina procesa 600 toneladas por día.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 169

a 22,4 (Lizarraga, 1991: 40). Mientras que en la década de


1970 se requería entre 40.000 a 45.000 cosecheros en los
meses de mayor demanda de mano de obra para la zafra
(agosto/setiembre), FOTIA estimaba ese valor entre 20.000
y 15.000 para la segunda mitad de la década de 1990. Según
Barsky y Gelman, a partir de la desregulación, la incorpo-
ración de un gran número de cosechadoras integrales redu-
jo el empleo agrícola en 10.000 puestos de trabajo (2001:
402), por lo que probablemente en los años previos a 1991
las tareas agrícolas de la zafra demandaban entre 25.000 y
30.000 trabajadores.
En estas décadas también hubo un descenso en la canti-
dad de trabajadores de fábrica pertenecientes a los ingenios.
En 1968 y 1975 el personal ocupado llegaba a 21.000 y
22.000 trabajadores respectivamente (Lizarraga, 1991: 41).
Sin embargo, con la dictadura ese número se reduce: entre
1976 y 1978, el número de empleados disminuye de 22.605
a 16.62116. En el año 1986, los ingenios tenían 16.000 tra-
bajadores ocupados (Lizarraga, 1991: 41-42).
Para fines del período considerado, 2001/2002, se esti-
maba en 8.600 los obreros de los ingenios en tiempos de
zafra, de los cuales 3.800 eran permanentes (La Gaceta, 9/
3/2003, 3.ª Sección, p. 1). Es decir que con la desregulación
tuvo lugar un nuevo descenso significativo de los trabaja-
dores de fábrica de los ingenios.
Es interesante notar que mientras entre 1976-1978 el
porcentaje de empleados transitorios en las fábricas era de
72% y 66% respectivamente, a fines del período bajo estu-
dio, el empleo transitorio representaba el 56% del total.
Probablemente esta disminución se deba a que los despi-
dos recayeron en mayor medida en los empleados transi-
torios, y a que durante los años 90 cobró mayor relevan-
cia la figura del contratista. En un contexto de avance de

16 Datos de la Dirección de Estadística de la Provincia de Tucumán,


1981: 300-301.
170 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

la flexibilización laboral, diferentes tareas17, en particular


desarrolladas por trabajadores transitorios, comenzaron a
ser realizadas a través de contratistas cuyos servicios con-
trataban los cañeros e ingenios para reducir así los costos
laborales (Giarraca, 1999: 39). Es decir que lo más probable
es que el empleo informal se haya expandido sin estar regis-
trado en relación de dependencia con los ingenios como
consecuencia de ese proceso de terciarización18.
Los procesos mencionados llevaron a una nueva pér-
dida en el peso de los sectores agropecuario e industrial en
el empleo total de la provincia (véase Gráfico 3). En 1980
ambos sectores representaban poco más de 35% del total
de ocupados, mientras que a fines del periodo bajo estudio,
ese valor se había reducido a cerca de 20%. Una parte de
esta disminución se explica también por el creciente pro-
ceso de terciarización que se dio a través del mayor uso
de contratistas, pasando una parte de los ocupados a ser
empleados del sector terciario con condiciones de trabajo
más precarias.
Durante las últimas décadas del siglo XX se mantuvie-
ron como características del mercado de trabajo azucarero
en la provincia los bajos salarios que cobraran los obreros,
en particular, los transitorios que trabajaban en los surcos,
la estacionalidad de la mano de obra; así creció la ocupación
durante la zafra y miles de ocupados debieron subsistir los
restantes meses del año mediante el empleo en otras acti-
vidades agrícolas o en las ciudades de la provincia, o bien,
a través de la migración a cosechas en otras regiones del
país. También se consolidaron las condiciones precarias de
trabajo, la falta de viviendas adecuadas, el empleo informal

17 Los contratistas brindaban servicios para diferentes tareas: preparación del


suelo, uso de tractores y cosechadoras, para la cosecha, para el transporte,
entre otras funciones (Giarraca, 1999: 39).
18 Cabe señalar que a nivel provincial y considerando el conjunto de las activi-
dades económicas, tanto en 1991 como en 2001 el empleo informal afectaba
a más del 60% de los asalariados tucumanos (Osatinsky, 2012a).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 171

sin aportes jubilatorios ni obra social, entre otros graves


problemas laborales que afectaban a los trabajadores del
sector (véase Giarraca, 1999).
De conjunto, la cantidad de trabajadores de la agroin-
dustria azucarera tucumana tuvo una significativa caída en
las últimas décadas del siglo pasado. En los años previos
a la dictadura militar, la actividad se sostenía con más de
65.000 obreros ocupados en las fábricas y en los surcos,
mientras que veinticinco años más tarde ese valor se encon-
traba entre 25.000 y 30.000 trabajadores. Con seguridad,
estos procesos contribuyeron al crecimiento que tuvo la
desocupación en el Gran Tucumán-Tafí Viejo, aglomerado
que ya mostraba en los primeros años de la década de 1980
una tasa de desocupación cercana al 10%, superando ese
valor desde 1985. En los años de la última recesión del siglo
XX (1999-2002), la tasa de desocupación alcanzaba valores
cercanos o superiores al 20% (Osatinsky, 2012a).

Reflexiones finales

La agroindustria azucarera, que desde el último tercio del


siglo XIX fue una de las actividades económicas más pujan-
tes e importante del país, durante la segunda mitad del siglo
XX experimentó un significativo declive: de representar el
50% del PBG en la década de 1950, su participación dismi-
nuyó hasta llegar a un valor cercano al 10% en 2001/02.
Desde fines del siglo XIX, la expansión de la actividad
azucarera contó con la acción del Gobierno Nacional que
garantizó la monopolización del mercado interno en bene-
ficio de la producción tucumana mediante diversas medi-
das proteccionistas (Campi, 1998: 9). Con el correr de las
décadas quedó claro que, al ser una producción que encon-
traba un límite a su expansión en el consumo inelástico
que tenía en el mercado interno, requería de la continuidad
de la protección y regulación estatal. Cuando a partir de
172 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

1955 el Estado fomentó políticas de desregulación, provo-


có un agravamiento de las crisis de la actividad azucarera
provincial.
A partir de entonces, la política azucarera nacional,
justificándose con la intención de alcanzar mayores niveles
de eficiencia y productividad, benefició los sectores más
concentrados. En la segunda mitad de la década de 1960 la
actividad atravesó la crisis más grande de su historia con el
cierre de once ingenios, lo que profundizó un proceso de
concentración y centralización de la producción que tuvo
continuidad durante todo el período estudiado. A través de
diferentes innovaciones técnicas, un proceso de moderniza-
ción de los ingenios, y un notable avance de la mecanización
de la zafra, los grandes industriales y cañeros concentra-
ron la mayor parte de la agroindustria. La desregulación de
1991 dio un importante impulso a estas transformaciones.
Los más perjudicados por los cambios regresivos que
caracterizaron a la actividad azucarera fueron los pequeños
cañeros y los trabajadores. En el marco de una importante
disminución en el número de cañeros (de aproximadamente
20.000 en 1963/5 a menos de 5.000 en 2002), los producto-
res de hasta 10 hectáreas fueron los más afectados: en 1963
representaban el 84% de todos los cañeros y concentraban
el 33% de la superficie con caña, mientras que en 2002 esos
valores habían disminuido hasta 65% y 5% respectivamente.
Por su parte, los productores de más de 100 hectáreas, que
representaban cerca del 5% del total, incrementaron su peso
en la superficie con caña de 61% a 74% en 1988-2002. Es
decir que se agravó la desigualdad en la distribución de la
superficie con caña.
En cuanto a los trabajadores, la crisis azucarera de la
segunda mitad de los 60 ocasionó la pérdida de más de
40.000 puestos de trabajo. Desde la década de 1970, las
innovaciones técnicas, el avance de la mecanización de la
cosecha, y la disminución en el número de cañeros, redu-
jeron el número de trabajadores en las tareas agrícolas de
la zafra de 45.000 a 15.000 o 20.000 en los últimos años
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 173

del período bajo estudio. A su vez, los obreros de fábrica


pertenecientes a los ingenios, pasaron de ser 22.000 en la
primera mitad de la década de 1970, a 16.000 luego de la
dictadura, decreciendo nuevamente sobre todo a partir de
la desregulación de 1991 hasta alcanzar un valor menor a
10.000 trabajadores en 2001/02. Estos valores reflejan el
significativo deterioro laboral que ocasionaron los procesos
de “modernización” y de concentración de la producción
que caracterizaron a la actividad durante la segunda mitad
del siglo XX.

Bibliografía

Barsky, O. y Gelman, J. (2001). Historia del agro argentino.


Desde la conquista hasta fines del siglo xx. Buenos Aires:
Mondadori.
Bolsi, A. y Pucci, R. (1997). Evolución y problemas de la
agroindustria del azúcar. En A. Bolsi (dir.), Problemas
agrarios del Noroeste Argentino (pp. 113-133). San Miguel
de Tucumán: UNT – Junta de Andalucía.
Boneo, H., Cavarozzi, M., Lavergne, N. y Picabea, G. (1973).
Análisis y evaluación del plan de transformación agro-
industrial de la provincia de Tucumán. Informe Final.
Serie Técnica N.º 17. Buenos Aires: Consejo Federal
de Inversiones.
Bravo, M. C. (2017). Crisis y colapso de la industria azu-
carera tucumana (1955-1965). En M. C. Bravo (coord.),
La agricultura: actores, expresiones corporativas y políticas
(pp. 165-205). Buenos Aires: Imago Mundi.
Bravo, M. C. (2019). Los cañeros ante el colapso de la
industria azucarera tucumana en la década de 1960.
Protestas, cupos de producción y diversificación de
cultivos. Workshop “El mundo rural en transformación.
Los sistemas agroalimentarios (1950-2017)”, Universi-
dad de Quilmes.
174 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Bravo, M. C. y Rivas, A. I. (2017). La producción agrícola


de Tucumán (1976-2001): un espacio diversificado. En
M. C. Bravo (coord.), La agricultura: actores, expresio-
nes corporativas y políticas (pp. 245-276). Buenos Aires:
Imago Mundi.
Bustelo, J. (2017). La institucionalización de un sistema
nacional de regulación de la agroindustria azucarera
(1943-1955). En M. C. Bravo (coord.), La agricultura:
actores, expresiones corporativas y políticas (pp. 133-164).
Buenos Aires: Imago Mundi.
Campi, D. (1990). Política azucarera argentina 1945-1990.
Regulación y crisis (Inédito).
Campi, D. (1998). Estado nacional y desarrollo regional.
El Noroeste Argentino y el modelo agroexportador,
1870-1914. Tucumán: Facultad de Ciencias Económi-
cas de la Universidad Nacional de Tucumán.
Canitrot, A. y Sommer, J. (1972). Diagnóstico de la situación
económica de la provincia de Tucumán. Buenos Aires:
Centro de Investigaciones Económicas del Instituto
Torcuato Di Tella, Buenos Aires.
Crenzel, E. A. (1997). El Tucumanazo. San Miguel de Tucu-
mán: Facultad de Filosofía y Letras (UNT).
Delich, J. F. (1970). Tierra y conciencia campesina en Tucumán.
Buenos Aires: Ediciones Signos.
Farber Truccone, E., y Lizarraga, S. (1991). La economía
agropecuaria de Tucumán en los últimos 20 años
(1966-1986). En Desarrollo Rural, N.º 2 (pp. 143-169).
Tucumán: Instituto para el Desarrollo Rural del
Noroeste Argentino (UNT).
Giarraca, N. (1998/1999). Transformaciones en la estruc-
tura agraria cañera de Tucumán y las estrategias de los
actores sociales. Población y Sociedad (pp. 285-316) (6/7).
Giarraca, N. (1999). Trabajos y trabajadores en la actividad
cañera de Tucumán. Estudios del Trabajo (pp. 25-48) (17).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 175

Giarraca, N. y Mariotti, D. (2005). La caña de azúcar en


Tucumán: transformaciones y permanencias. En N.
Giarraca y M. Teubal (coord.), El campo argentino en la
encrucijada (pp. 131-160). Buenos Aires: Alianza Edi-
torial.
Gutiérrez, F. (2017). Crisis, desarticulación y retroceso del
mundo laboral (1955-1983). En F. Gutiérrez y M. P.
Parolo (comp.), El trabajo: actores, protestas y derechos (pp.
107-155). Buenos Aires: Imago Mundi.
Gutiérrez, F., Parolo, M. P. (2017). Sindicalización, repo-
sicionamiento del Estado y conquista de derechos
laborales (1930-1955). En F. Gutiérrez y M. P. Paro-
lo (comp.), El trabajo: actores, protestas y derechos (pp.
157-195). Buenos Aires: Imago Mundi.
Gutiérrez, J. I. (1990). El Producto Interno de Tucumán
1970-1989. Análisis cuantitativo y metodología. Tucu-
mán: Facultad de Ciencias Económicas (UNT).
Lizarraga, S. (1991). El sector agropecuario de la provincia
de Tucumán, su estructura y evolución en los últi-
mos años. Tucumán: Instituto para el Desarrollo Rural
del Noroeste Argentino de la Universidad Nacional de
Tucumán.
Manzanal, M. y Rofman, A. B. (1989). Las economías regiona-
les de la Argentina. Crisis y políticas de desarrollo. Buenos
Aires: Centro Editor de América Latina y Centro de
Estudios Urbanos y Regionales.
Marqués, N. (1995). La economía azucarera y el Mercosur.
Realidad Económica (pp. 125-144) (130).
Medwid, B. (2008). Mitos y realidades de la pobreza y el
Mercosur. El caso de la industria azucarera en Tucu-
mán. En A. Cimadamore (comp.), La economía política de
la pobreza (pp. 495-535). Buenos Aires: CLACSO.
Murmis, M. y Waisman, C. (1969). Monoproducción
agroindustrial, crisis y clase obrera: la industria azu-
carera tucumana. Revista Latinoamericana de Sociología
(pp. 344-383), V(1).
176 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Nassif, S. (2016). Tucumán en llamas: El cierre de los inge-


nios y la lucha obrera contra la dictadura (1966-1973).
Tucumán: Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
Osatinsky, A (2012). Estructura productiva, actividad azu-
carera y mercado de trabajo en Tucumán (1930-1970).
Revista de Historia Americana y Argentina (pp. 41-71)
(47).
Osatinsky, A. (2012a). El deterioro laboral de Catamarca y
Tucumán (1980-2002). Breves Contribuciones del Ins-
tituto de Estudios Geográficos (pp. 86-112) (23).
Osatinsky, A. y Paolasso, P. (2012). La industria en la pro-
vincia de Tucumán: De la expansión azucarera a la
desindustrialización. En L. Bergesio y L. Golovanevsky
(comp.), Industria y sociedad. El sector manufacturero en
Jujuy y Argentina (pp. 67-100). San Salvador de Jujuy:
EdiUNJu.
Pucci, R. (1994). Ajuste y crisis en el NOA. El caso de Tucu-
mán. Realidad Económica (pp. 100-115) (127).
Rofman, A. B. (1999). Las economías regionales a fines del
siglo XX: los circuitos del petróleo, del carbón y del
azúcar. Buenos Aires: Ariel.
Rofman A. B. y Romero, L. A. (1997). Sistema socioeconómico
y estructura regional en la Argentina. Buenos Aires: Amo-
rrortu editores.

Fuentes

Dirección de Estadística de la Provincia de Tucumán (1969).


Censo Provincial de Población y Vivienda: 1968. Tucumán.
Dirección de Estadística de la Provincia de Tucumán (1978).
Producto Bruto Geográfico 1966-1972. Informe preliminar.
Tucumán: Dirección de Estadística de la Provincia de
Tucumán.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 177

Dirección de Estadística de la Provincia de Tucumán (1981).


Tucumán en cifras II 1980, Tomo II. Tucumán: El Grá-
fico.
Dirección Nacional de Estadística y Censos (1965). Censo
Nacional de Población 1960, Tomo VII Zona Noroeste, 2.ª
parte. Buenos Aires: Dirección Nacional de Estadísti-
cas y Censos.
INDEC (1974). Anuario Estadístico de la República Argentina
1973. Buenos Aires: INDEC.
INDEC (1974a). Censo Nacional de Población, Familias y
Viviendas 1970. Tucumán. Buenos Aires: INDEC.
INDEC (1982). Censo Nacional de Población y Vivienda 1980,
Serie D. Población. Buenos Aires: INDEC.
INDEC (1988). Censo Nacional Agropecuario 1988. Resultados
generales. Provincia de Tucumán. N.º 24. Buenos Aires:
INDEC.
INDEC (1993). Censo Nacional de Población y Vivienda 1991,
Resultados definitivos – características seleccionadas. Bue-
nos Aires: INDEC.
INDEC (s/f). Censo Nacional Agropecuario 2002. Buenos
Aires: INDEC.
INDEC (s/f). Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda
2001. Buenos Aires: INDEC.
La Gaceta, 29/7/2001.
La Gaceta, 09/03/2003, 3.ª Sección.
La Gaceta 2/11/2003, 3.ª Sección.
7

Transformaciones contemporáneas
en las condiciones de reproducción
social de los agricultores familiares
en el agro misionero
DELIA RAMÍREZ Y CAROLINA DIEZ

En memoria del maestro eterno, Leopoldo Bartolomé.

Introducción

El modelo de desarrollo que garantizó el ascenso social y


económico de los productores rurales de Misiones por casi
un siglo se perfiló alrededor de un actor social central, el
“colono”. Esta categoría, desde los estudios sociales agrarios
(Archetti & Stølen, 1975; Bartolomé 1975, 2000; Schiavoni,
1998; Stølen, 2004), refiere a un tipo social con caracterís-
ticas específicas: ni farmer, ni campesino. El mismo se ha
forjado en relación estrecha con los cultivos denominados
“tradicionales” –yerba mate y tabaco– y, por lo tanto, con
las distintas formas de articulación con el mercado, aun
cuando no siempre la orientación de la explotación familiar
se vinculaba a la maximización de la renta o la reinversión
más allá de lo estrictamente productivo.
La agricultura colona se desarrolló entre fines del siglo
XIX y finales de la década de 1980 e implicó un mejora-
miento en la calidad de vida de los colonos. A este proceso

179
180 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

llamamos condiciones de bienestar social: acceso a la vivienda


(en algunos casos se ha dado la separación de la vivienda
del espacio productivo denominado “chacra”), a la educa-
ción formal para los/as hijos/as, acceso a servicios de salud
(primer nivel de atención) y a los servicios básicos (agua
y energía).
Los mencionados procesos que tuvieron lugar a lo
largo del siglo XX influyeron en la forma que asume la
estructura agraria contemporánea en el Nordeste Argen-
tino (NEA) y en la provincia de Misiones en particular:
los agricultores familiares representan más del 61% del total
de productores del NEA, siendo más del 79% en algunos
departamentos (por ejemplo, de Misiones) (Ramilo, 2011).
En términos de ascenso económico muchos colonos yer-
bateros (Ramírez, 2014) lograron no solamente la amplia-
ción del espacio productivo con la adquisición de nue-
vas parcelas, sino también el incremento de los medios
de producción (desarrollo tecnológico y compra de nuevos
transportes). Así prescindieron de la mano de obra fami-
liar, apoyándose más en la contratación de obreros rurales
denominados tareferos para la cosecha (Ramírez, 2015).
En la década de 1990 observamos la configuración de
dos procesos asociados: a) la preeminencia de la actividad
forestal como “estratégica” en los discursos y agendas del
estado; b) la reorganización de la actividad en los térmi-
nos de la agricultura globalizada, dando centralidad a los
actores empresariales y asumiendo lógicas vinculadas al
capital financiero y a la modernización tecnológica (Ramí-
rez, 2017a; 2017b). Estos procesos de modernización, con
precedentes en la década de 1970, impactaron de distintas
maneras sobre las colonias rurales y particularmente sobre
la agricultura familiar.
Desde una perspectiva histórica y relacional, nos pregun-
tamos por las características de las transformaciones del agro
misionero a partir de describir la retracción de los “cultivos tra-
dicionales” –destacando su lugar social en la consolidación de
la agricultura familiar– y el avance del modelo del agronego-
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 181

cio forestal. En tanto hipótesis, consideramos que los colonos


son actores que quedan fuera del actual modelo de agricultura
empresarial y nos proponemos problematizar las diversas for-
mas de reproducción social que asumen los agricultores fami-
liares frente a un modelo empresarial que no los incorpora.
Este capítulo aborda las problemáticas que se expresan en
una nueva configuración de la agricultura familiar en Misio-
nes, en un recorte temporal histórico que va desde mediados de
siglo XX hasta la segunda década del siglo XXI. Se privilegia las
experiencias (sentidos y posiciones sociales) desde la vida coti-
diana. El “punto de vista del actor” (Menéndez, 1994) permi-
te construir un análisis de los procesos (sociales, económicos,
políticos, etc.) desde la perspectiva de todos los actores signifi-
cativos que intervienen. Para lograr una articulación de los dis-
tintos niveles de análisis se recurre a diversas fuentes de infor-
mación secundaria (en la caracterización de los contextos) y
trabajo de campo en las zonas de estudio mediante técnicas cua-
litativas de recolección de datos.
Escribimos este capítulo a partir de poner en relación
cuatro investigaciones en perspectiva etnográfica que se
realizaron en diversas regiones de la provincia de Misiones
entre 2008 y 2017 y se inscriben en un abordaje teórico-
metodológico que asume las relaciones y procesos microso-
ciales en articulación con procesos macrosociales (Menén-
dez, 2002 y Wolf, 1987). Las investigaciones sobre el com-
plejo tabacalero (Diez, 2013a, 2017) fueron realizadas en la
región del Alto Uruguay, ubicada al noreste de Misiones
sobre el río Uruguay, frontera con Brasil, que compren-
de los departamentos de Gral. Belgrano, San Pedro, 25 de
Mayo y parte de Guaraní. La investigación sobre el com-
plejo yerbatero (Ramírez, 2011) se realizó en la zona centro
de la provincia, la cual abarca los departamentos de Gua-
raní, Oberá y Caingüás. Finalmente, la investigación sobre
agronegocio forestal (Ramírez, 2017) abordó la región del
Alto Paraná, que incluye los departamentos de Iguazú, El
dorado y Montecarlo.
182 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Mapa político, división por departamentos

Fuente: elaboración de Mónica Mellid (2019) para este capítulo.

En la región del Alto Uruguay la labor de campo (Diez,


2013a; 2017) se ha concentrado en el departamento de 25
de Mayo y más precisamente en Colonia Aurora donde
se registran tabacaleros precarios y altamente especializa-
dos (Domínguez; 1995). Para la investigación sobre colonos
yerbateros, nos hemos enfocado en Oberá, principal depar-
tamento de la región productora.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 183

En tanto, la región del Alto Paraná es la forestal por


excelencia. Se caracteriza por la intensidad de las plantacio-
nes forestales que impacta en el paisaje y por la relevancia
de los actores empresarios que concentran tierra y capital.
Eldorado e Iguazú son los departamentos del Alto Para-
ná con mayor superficie forestal. Allí se observan procesos
de concentración de la tierra con avances del monoculti-
vo forestal (pino) y la desaparición o el desplazamiento de
explotaciones agrícolas de menor tamaño. Si se toman los
datos del Censo Nacional Agropecuario (CNA) de 1988 y
2002 de Iguazú y El dorado se observa una disminución
aproximada del 30% de las explotaciones. Se estima que esta
disminución se explica tanto por las sucesivas crisis de los
cultivos agroindustriales, principalmente la yerba mate y
el tung que afectaron a los colonos tradicionales de la zona
como por la concentración de la tierra que se disparó con el
desarrollo de la forestación a gran escala en el Alto Paraná1
(Chifarelli, 2010: 80).
Este capítulo se organiza en dos grandes apartados
temáticos: en el primero se aborda –en términos analíti-
cos y contextuales– las implicancias del “modelo colono” o
modelo clásico de reproducción social en el agro misionero,
en estrecha relación con los cultivos tradicionales (yerba
mate y tabaco) y, luego, se plantea el impacto del agronego-
cio forestal. En el segundo apartado nos concentramos en
el análisis de las transformaciones en la reproducción social
de la agricultura familiar desde la hegemonía del agrone-
gocio forestal. Finalmente presentamos nuestras reflexio-
nes sobre la transformación de las lógicas de reproducción
social de la agricultura familiar en Misiones.

1 “Lo más destacado en esta etapa es la concentración que se ha producido en


la forestación en donde las explotaciones de más 2.500 ha controlan el
93,9% de la superficie forestada que a su vez corresponde, como hemos
señalado, al 96% de la superficie total implantada en el departamento [Igua-
zú] y al 40,7% de la superficie total ocupada” (Chifarelli, 2010: 116).
184 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Del modelo colono al agronegocio forestal

Emergencia del modelo colono: restitución histórica


y conceptual
La política de colonización comenzó a principios del
siglo XX y propició un proceso, oficial primero y des-
pués privado, considerado tardío con relación al res-
to del país (1897 a 1930 aproximadamente). En este
contexto, arribaron a Misiones grupos de inmigrantes,
sobre todo brasileños y paraguayos, y también alemanes,
suizos, rusos, suecos, polacos, ucranianos, entre otros
contingentes europeos. Los flujos migratorios continua-
ron en las décadas posteriores (especialmente de los
estados del sur de Brasil), a raíz de la expansión agrope-
cuaria (Schiavoni, 1998; CFI, 1975). Estos inmigrantes,
convertidos en agricultores, remiten al origen del actor
colono. Por lo tanto, el concepto es histórico, político y
también es una categoría nativa: los productores fami-
liares de Misiones se reconocen en tanto colonos.
Para entender la configuración actual en clave
histórica se debe recordar que cuando la administra-
ción de Corrientes supo de la inminente federalización
de Misiones se apresuró a vender todo el territorio.
Corrientes vendió 44.900 hectáreas correspondientes a
Misiones a 38 individuos, lo cual significó la creación
de grandes latifundios. El traspaso de tierras a manos
privadas se realizó con errores de medición, quedando
tierras vacantes que luego tornaron posible una futura
colonización (Bartolomé; 2000).
Una de las cuestiones prioritarias de estudios socia-
les agrarios ha sido identificar a los actores sociales más
significativos de la estructura social. En la clasificación
de Tipos Sociales Agrarios se combinan las vinculacio-
nes que establecen los actores sociales con los factores
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 185

productivos, de estos resulta la caracterización de un


actor relevante para analizar el desarrollo rural de nues-
tro país, especialmente del NEA: el agricultor familiar.2
Los trabajos de Bartolomé (2000), centrándose especí-
ficamente en el caso misionero, plantean la existencia de un
tipo social rural generalizado, “colono”, en una zona inter-
media entre un campesino (modo de reproducción simple)
y un pequeño empresario o granjero racional (modo de
reproducción ampliada). Bartolomé se inscribe en la pers-
pectiva de Archetti & Stølen (1975), quienes sitúan a los
colonos en un marco de movilidad social; su trabajo inau-
gura una tradición teórica específica que tiene continui-
dad hasta las investigaciones contemporáneas (Bartolomé,
1975; Schiavoni, 1998; Diez, 2013a; Ramírez, 2014).
Desde la perspectiva de la formación social de la agri-
cultura para el NEA, la bibliografía describe una estrecha
vinculación con procesos de colonización dirigida por el
Estado y la formación de la agricultura familiar3, también

2 En la bibliografía –académica y de políticas públicas construidas hacia


el sector– podemos rastrear otros términos de designación para este
actor social agrario. Es recurrente encontrar la noción de “pequeño
productor”, “pequeño propietario”, “minifundista” o “campesino”. Los
primeros términos fueron utilizados para designar generalmente a los
sectores sociales agrarios que mantenían una relación directa con
algún tipo de industria. Sin embargo, la categoría de “pequeño” o
“campesino” comenzaron a ser asociados con calificaciones negativas
no solo con la baja o nula renta, sino vinculados a imaginarios sociales
sobre su alteridad, tales como pobre, tradicional, o la misma califica-
ción de pequeño, etc. (Neves, 1995, Diez, 2013b).
3 Agricultor familiar es una categoría de construcción y generalización recien-
te. Remite a un fenómeno social diferente al “granjero” o family farmer por el
empleo de mano de obra familiar, su gestión social y el tipo de orientación
de la unidad. La categoría de agricultor familiar alude más a una construcción
socio-profesional de una categoría utilizada tanto por los nuevos encuadres
institucionales como por las organizaciones (Neves, 2007). Según el Foro de
Organizaciones de la Agricultura Familiar (FONAF), “la agricultura familiar
es un tipo de producción donde la unidad doméstica y la unidad productiva
están físicamente integradas, la agricultura es la principal ocupación y fuen-
te de ingreso del núcleo familiar, la familia aporta la fracción predominante
de la fuerza de trabajo utilizada en la explotación, y la producción se dirige
al autoconsumo y al mercado conjuntamente” (FONAF, 2007: 10).
186 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

bajo una activa tutela estatal. La configuración agraria de


Misiones tiene un claro predominio de las explotaciones
pequeñas y medianas como resultado de esas políticas públi-
cas de colonización: a los primeros colonos se les otorgaban
parcelas en lotes de 100 hectáreas, mientras a los siguien-
tes se les daban extensiones de 25 hectáreas (Bartolomé,
2000). Asimismo, la conformación de mercados relaciona-
dos a producciones específicas (yerba mate, té, tung, tabaco,
algodón, entre las principales) se perfilaron como motores
del desarrollo del sector (Slutzky, 2014).
Por el papel que cumplieron en el proceso colonizador,
la yerba como “cultivo poblador” (Bartolomé, 2000; Schia-
voni, 1998; Rau, 2012) y el tabaco como “cultivo de espera”
(Schiavoni, 1998; Bartolomé, 2000; Diez, 2009), son consi-
derados “cultivos fundacionales” (Diez, 2009, 2013a) para
Misiones, ya que acompañaron los inicios de los diferentes
asentamientos en el proceso de ocupación del territorio.
Mientras la yerba mate se presentaba desde la propaganda
oficial como el “oro verde”, que iría a garantizar el “pro-
greso” a los inmigrantes europeos, el tabaco criollo debido a
sus características (anual, utilización de pocas extensiones
de tierra, baja inversión de capital y limitados instrumentos
de trabajo) permitía un ingreso monetario rápido, en tanto
se implantaban especies perennes como la yerba mate.
El cultivo de tabaco criollo, con predominio en la
provincia por sobre otras variedades (Virginia, Kentucky),
constituyó el primer eslabón con el mercado (Abinzano,
1985; Schiavoni, 1998). Esta tendencia persistió hasta la
década de 1980. Un dato a destacar es que el periodo expan-
sivo para la producción de tabaco (1955-1973) en Misiones
ha coincidido con los tiempos de crisis de la yerba mate y
del té (CFI, 1975; Sonsogni, 1983).
En la región del Alto Uruguay, principalmente, la
reconversión de la actividad tabacalera basada en el modelo
criollo comenzó a implementarse a finales de la década de
1970. La consolidación de la agroindustria, con impulso de
los capitales transnacionales, propició una especialización
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 187

productiva: generó el boom del tabaco Burley. Esto implicó


cambios en las modalidades productivas con la adopción
de paquetes tecnológicos, financiados por las empresas taba-
caleras que fijaron requerimientos de calidad y producti-
vidad (Diez, 2009; 2013a). Además, resultó un fenómeno
económico y social cuya expansión cambió las formas de
reproducción social de gran parte del campesinado e inclu-
so se incorporó a trabajadores rurales sin tradición en el
cultivo del tabaco.
En suma, la agricultura “bajo contrato” implicó –para
los agricultores familiares– la recepción de un “adelantos
de crédito”: los colonos contraían una “deuda” que supues-
tamente sería saldada con la cosecha. Esta forma de rela-
ción subordinada se ha dado a conocer como articulación
vertical de la producción donde los pequeños productores
se integran en la formación de los complejos agroindustriales
(Gras, 1997; Giarracca, Aparicio, Gras, Bertoni, 1995).
Desde 1980 en adelante, el Estado ha operado como un
verdadero auxiliar en la política expansiva del tabaco Burley
en Misiones, concretamente, en la acción de financiación
de parte de la producción con aquello que se conoce como
el “retorno” (Diez, 2011a). En este sentido se registraron
una serie de políticas públicas destinadas a regular el sector
tabacalero a nivel nacional, a través del denominado Fondo
Especial del Tabaco (FET).
En tanto, Oberá, epicentro de la zona centro, ha man-
tenido su configuración productiva alrededor del cultivo
de la yerba mate a pesar de los vaivenes estipulados por
las crisis económicas, que se relacionan también con los
marcos institucionales que dieron emergencia a la Comi-
sión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM) en 1937 y el
Mercado Consignatario Nacional de Yerba mate Cancha-
da. Estas instituciones promovidas por el Estado fueron
las principales interlocutoras de los productores, ya que
además de fijar períodos de cosecha y cupos de entrega,
establecieron los cánones técnicos de elaboración (Magán,
2008; Rodríguez, 2019).
188 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Más allá de las recurrentes crisis económicas de carác-


ter cíclico (Rodríguez, 2019), por décadas la yerba mate
mantuvo un lugar de privilegio en las agendas estatales,
como la actividad sobre la cual se constituían las políticas
económicas de la provincia. Pero esto cambió radicalmente
con la disolución del CRYM (1991), episodio que marcó
el inicio de los nuevos tiempos en el escenario productivo
de Misiones (Ramírez, 2011). Desarrollaremos esta cues-
tión más adelante.

Giro al modelo del agronegocio forestal


A mediados del siglo XX, la región del Alto Paraná misio-
nero se configuró como un polo forestal a través de una
intensa promoción por parte del Estado. Este modelo de la
foresto-industria se ha extendido hasta finales de la década
de 1980, inscribiéndose en la perspectiva desarrollista del
Estado, que consideraba primordial una industrialización
del sector agrario para el crecimiento de los territorios loca-
les. El impulso a la instalación de las plantas industriales de
celulosa se relaciona con las condiciones ecológicas de la
región que propiciaban el rápido crecimiento de las espe-
cies implantadas, materia prima para las fábricas de celulo-
sa. La actividad forestal se presentó como un modelo más
industrial que agropecuario, ya que se consideraba que la
industria generaba mayor valor agregado, por ende, mayor
empleo (Ramírez, 2017b).
En consonancia con este proceso, hubo una serie de
leyes, normativas e instituciones que fomentaron la silvi-
cultura: la Dirección Forestal del Ministerio de Agricultura
(1943); la Ley Nacional de Defensa de la Riqueza Forestal
(1948), que promovía la creación Administración Nacional
de Bosques (ANB); la ley de desgravación impositiva (1970);
el Decreto 465/74 de fomento a la forestación (1972); la
creación del Instituto Nacional Forestal (IFONA) (1973); la
ley de desgravación fiscal para las tierras de baja produc-
tividad (1980), etc.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 189

La fábrica Celulosa Argentina (1942) atrajo a la pobla-


ción migrante, fundamentalmente de Paraguay, que era
empleada en las tareas de desmonte, forestación y en la
fábrica, movilizando el mercado laboral del Alto Paraná
misionero. A partir de la década de 1970 se agregaron otras
dos fábricas, Alto Paraná y Papel Misionero. En pocos años
se produjo un incremento de las plantaciones forestales a
un ritmo vertiginoso: en el año 1992, la superficie cultivada
con bosques implantados era de 7.347 hectáreas, mientras
que en 1999 alcanzaba las 50.000 hectáreas, y para el año
2004 aumentó a 240.000 hectáreas (Ferrero, 2006). A partir
de 2010, Misiones cuenta con más de 400.000 hectáreas de
plantaciones forestales y se dice que el crecimiento de las
especies forestales en esta provincia es casi el doble compa-
rados con los países “de tradición forestal” (Censo Nacional
de Aserraderos, 2018).
Pero no es solo la cantidad de plantaciones forestales
el cambio productivo que caracteriza a la década de 1990,
sino la introducción de nuevas formas de producción y
comercialización en el agro argentino. El modelo de agro-
negocio (Gras y Hernández, 2009; 2013; 2016) transformó
la estructura agraria, la matriz económica y la organización
social del trabajo. Este se expresa en la intensificación de los
niveles de capitalización y cambios tecnológicos, un incre-
mento en las escalas económicas mínimas para permanecer
en la producción, la expansión y consolidación de renova-
das formas de organización laboral, cambios de mercado y
una mayor articulación de la producción a cadenas globales
desabastecimiento controladas por grandes corporaciones
transnacionales.
En Misiones, la lógica del agronegocio ha adquirido
expresión en la actividad forestal. La sostenida expan-
sión del agronegocio forestal (Ramírez, 2017a) se expre-
só fundamentalmente en la reorientación del perfil
productivo de la provincia, sin embargo, las otras acti-
vidades asociadas a los cultivos tradicionales siguieron
existiendo. Si bien se produjeron algunos cambios en
190 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

el uso del suelo, principalmente en la región del Alto


Paraná misionero (Chifarelli, 2010), la transformación
más importante radica en la reorientación del histórico
modelo forestal, el cual pasó a perfilarse en función
de las lógicas del mercado global, inserto en Cadenas
Globales de Valor (CGV), orientado hacia el mercado
internacional y consumidores globales. Estas dinámicas
impactaron en las formas de explotación y gestión de
los recursos, los patrones de inversión, las modalida-
des de innovación tecnológica y la organización de los
procesos de producción y trabajo. La producción se
basa principalmente en la gran escala tanto en términos
de superficie como en el uso intensivo del capital. El
Estado, por su parte, estableció regímenes de promo-
ciones e invirtió en infraestructura en beneficio de los
proyectos forestales.
En contraste, en las economías yerbatera y taba-
calera, si bien se han implementado procesos tecnoló-
gicos y concentraciones empresariales importantes, no
hablamos de agronegocios porque en estas activida-
des se mantiene la estructura integrada perfilada por
la agroindustria fundamentalmente en la subordinación
vertical de productores, cuyas explotaciones productivas
son de pequeña y mediana escala, y la contratación
de mano de obra.
El empresario forestal “moderno” opera en base
al conocimiento, introduciendo nuevas lógicas de ges-
tión y comercialización en función de las relaciones
de integración global del modelo productivo. En este
contexto, los actores empresariales ponen en juego nue-
vos modos de relación con los actores locales (Estado,
trabajadores, productores, población local, etc.), recon-
figurando relaciones sociales, económicas y políticas de
las colonias y localidades e impactando también sobre
el modelo colono, lo cual desarrollaremos en el pró-
ximo apartado.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 191

Impactos y transformaciones de la agricultura familiar

Como hemos mencionado anteriormente, en el Alto


Paraná misionero las empresas del agronegocio forestal han
aumentado su control mediante la concentración de los
medios de producción y la tierra (Chifarelli, 2010; Ramí-
rez 2013; 2014). En esa región, la empresa multinacional
Arauco SA concentra la mayor cantidad de tierra y dispo-
ne además de un mega aserradero y una fábrica de table-
ros de mediana densidad en Puerto Piray (departamento
de Montecarlo) y una fábrica de celulosa en Puerto Espe-
ranza (departamento de Iguazú). En total, Arauco dispone
en Misiones aproximadamente 230.000 hectáreas de tierra
(Ramírez, 2017a, 2017b). En paralelo, en la región del Alto
Uruguay y en la zona centro se observan otros procesos
disímiles pero articulados.
El empobrecimiento de los colonos yerbateros es resul-
tado de la desaparición de entidades reguladoras (1991).
Con la disolución de la CRYM y el Mercado Consigna-
tario creció el número de plantaciones al tiempo que la
demanda se mantuvo estable y el precio de la materia pri-
ma comenzó una abrupta carrera descendente. Se produjo
una concentración de las ganancias yerbateras en los sec-
tores mecanizados, industriales y supermercadistas, como
también una acelerada descapitalización de los productores
pequeños y medianos, cooperativas, secaderos, el deterioro
en las condiciones de trabajo de los obreros rurales, y la
consolidación de sistemas de intermediación a través de
contratistas (Gortari, 2007; Ronsenfeld & Martínez, 2007;
Rau, 2004; Ramírez, 2013).
Para finales de la década de 1990 y en la primera déca-
da del siglo XXI la conflictividad social caracterizó al sec-
tor de la producción yerbatera. Tras imponentes protestas
conocidas como tractorazos que se realizaron en la capital
provincial, se creó el Instituto Nacional de la Yerba Mate
(INYM) (2002). No obstante, más allá de un efectivo incre-
mento en los valores de la materia prima, la concentración
192 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

agroindustrial no se ha revertido con la creación y conso-


lidación del Instituto Nacional de la Yerba mate (INYM),
colocando nuevamente en tensión al sector colono (Ramí-
rez, 2013).
En el marco del INYM, compuesto por referentes
de determinadas organizaciones agrarias, los precios de la
materia prima se definen en una puja de poder, por ello
muchos colonos se han manifestado decepcionados. En ese
escenario, los dirigentes de las organizaciones agrarias y de
las cámaras empresariales de la yerba mate ajustaron sus
prácticas y acciones. La adaptación a este nuevo contex-
to resulta de un descreimiento sobre la posibilidad que la
yerba mate vuelva a valer lo que otrora permitió la capi-
talización de determinados sectores medios de la agricul-
tura familiar.

Entonces si vos empezás a analizar todas estas variables decís que


esto no tiene solución. Yo, como técnico, a ningún productor le
recomiendo, porque no puedo ser tan hipócrita de decirle hacé
una plantación nueva que vas a ganar plata, porque es mentira y
el problema que tenemos, según los datos que tiene INYM, es que
hay cerca de 200 mil hectáreas de yerba mate. Y hoy con 100 mil
hectáreas vos podés abastecer el mercado, con una producción
mediana, no pensando en una producción como potencialmente
podría dar la yerba mate. (Gerente de producción de la Cooperati-
va Agrícola de Montecarlo, Montecarlo, 20 de enero de 2010).

Según los registros del INYM (2017), en Misiones existen


12.000 productores de yerba mate. Los colonos yerbateros, des-
plazados de su rol de actores económicos del desarrollo pro-
vincial, descreen de la posibilidad que la yerba mate vuelva a
tener los precios alcanzados en sus mejores épocas. Aquellos de
mayor edad, y quienes poseen pocas hectáreas de yerba, son los
que tienen más dificultades para avizorar un nuevo horizonte
de trabajo. La descapitalización del sector colono compromete
su reproducción, tanto en un nivel biográfico como intergene-
racional (Ramírez, 2011).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 193

En el Alto Uruguay persiste la especialización taba-


calera. Se reconocen familias de segunda y hasta tercera
generación desde su ingreso al tabaco (a 2019 se registran
14.000 productores). Ello implica una “herencia en el oficio”
y asumir al tabaco como principal –a veces único– produc-
to de renta mediante la inserción subordinada al sistema
agroindustrial. Las empresas de acopio de tabaco La Norte
(Tabacos Norte) y La cooperativa (Cooperativa Tabacalera
de Misiones) continúan siendo las acopiadoras locales de
una trama trasnacional, pues el 98% del producto procesado
y preprocesado tiene como destino la exportación.
Desde la década de 1980 en adelante, se incrementó
de forma significativa la producción de tabaco en Misiones,
período denominado boom del Burley (Baranger, et al., 2007).
En la actualidad es la provincia de mayor producción de
tabaco de esta variedad en la Argentina, tanto por los volú-
menes producidos y exportados como por la cantidad de
productores involucrados en la actividad (el promedio de
productores registrados es de 15.000 entre el 2000 y 2010).
La consolidación del modelo tabacalero mediante la profun-
dización de la integración vertical de pequeños y medianos
productores al Complejo Agroindustrial Tabacalero (CAIT)
se relaciona con una fase de expansión capitalista en el agro
de la provincia de Misiones iniciada en las últimas tres
décadas que se caracterizó por la crisis agrícola (principal-
mente yerba mate).
El “enganche” al CAIT para el sector de “plantadores”
que se reconocen como agricultores familiares (pequeños
productores/colonos/campesinos) no solo radica en que es
una actividad que “da dinero”, sino que implica “tener obra
social”. Los descuentos para la obra social se realizan a tra-
vés del instrumento del FET, los retornos (recomposición del
precio mediante impuestos a los consumidores), y pese a la
pérdida de rentabilidad del producto en las últimas décadas,
tanto la obra social como los retornos son elementos de
peso para la continuidad en una actividad que es sacrificada
y poco compensatoria (Bartolomé en Diez, 2013a: 18).
194 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Entre los impactos registrados por el enganche con la


agroindustria tabacalera se destaca que el sector de agri-
cultores familiares ha atravesado procesos de especialización
descuidando cultivos para el consumo de la familia. Tam-
bién se observa una serie de consecuencias en el medio
ambiente y en la salud de los productores y sus familias:
intoxicaciones agudas así como efectos vinculados al oficio
(dolores, malestares, endeudamiento y nervios), puesto que
“lidiar con Burley” implica el uso de agrotóxicos, trabajo
intensivo del grupo familiar (inserción temprana) y con-
diciones de subordinación en relación al proceso laboral
y las normativas que se exigen para este tipo de produc-
ción (Diez, 2017).
Un fenómeno registrado desde 2006 en adelante refiere
a los productores no anotados (Castiglioni, 2007) o echados
(Diez, 2009) de las empresas. Esta tendencia de no inscrip-
ción de los plantadores ha sido manejada por las empresas
pues ha acompañado un proceso de “selección silenciosa” de
grandes productores, propiciando un esquema de interme-
diación. Esta situación que denominamos “la parte negada
de la integración vertical” (Diez, 2017) genera mayor pre-
carización de las condiciones de trabajo y el concomitante
deterioro de las condiciones de vida para muchos tabaca-
leros y sus familias.
En un contexto productivo caracterizado por la expan-
sión forestal empresarial, el desplazamiento del cultivo de la
yerba mate en la agenda del Estado y la pérdida de la renta-
bilidad del producto tabacalero y yerbatero, en los últimos
veinte años se consolidó una política pública fomentada
desde el Estado nacional en base a una batería de programas
sociales de desarrollo con la intención de asistir focalizada-
mente a los productores.
En esta dirección se implementó el Programa Social
Agropecuario (PSA), el cual tomó como “beneficiario” a
los sectores pobres del agro misionero, con el objetivo de
creación de alternativas para la subsistencia y el autoabas-
tecimiento. Esta política pública se destinó a la franja de
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 195

productores de pequeña escala, bajo la denominación de


“agricultores familiares” para hacer mención a los produc-
tores de pequeña escala que utilizan mano de obra familiar.
De esta manera, el Estado estimuló el emprendimiento de
nuevas alternativas productivas para estos actores que ya
no son absorbidos por los cultivos agroindustriales tradi-
cionales.
En consecuencia, se ha multiplicado la participación de
los productores de menor escala en ferias francas y cuen-
cas lecheras, en el caso de los colonos tabacaleros, y otras
alternativas (algunas de producción agroecológica) que se
presentan como estrategias de reconversión y diversifica-
ción productiva.
En el Alto Uruguay, muchos de los planes de reconver-
sión se realizaron con financiamientos del FET y de polí-
ticas públicas a nivel provincial orientadas a la producción
de alimentos. En este sentido, varios colonos optaron por
“salir del tabaco”. Pero esta situación no es generalizable,
sino que persiste una heterogeneidad con diferentes formas
de vinculación al CAIT y muchos productores continúan su
inserción agroindustrial.
En tanto, en el sector de los colonos yerbateros se ha
visto una resistencia a tomar las alternativas ofrecidas por
el Estado y a ser clasificados en tanto “pobres rurales”, pues
ellos se consideran productores de alimentos que desean
participar del modelo de desarrollo económico de la pro-
vincia. Por esta razón, los colonos yerbateros han prioriza-
do las estrategias de acción colectiva y la disputa en torno
al INYM, a las alternativas de reconversión productiva.

Consideraciones finales

Tal como hemos expuesto en este trabajo el modelo clá-


sico de reproducción de la agricultura familiar en Misio-
nes mantuvo estrecha relación con procesos de desarrollo
196 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

tutelados por el Estado: la colonización y la creación de


mercados y agroindustrias, en especial la yerba mate, acom-
pañada por el tabaco como cultivo de espera. Durante gran
parte del siglo XX el colono misionero como actor social se vio
favorecido por políticas públicas y, en el caso yerbatero, por
instituciones regulatorias, que favorecieron una mejora en
sus condiciones de bienestar social.
Los colonos yerbateros y tabacaleros, pequeños y
medianos productores, transitaron diferentes procesos de
crisis. Hasta los 90 se constituyeron en relación con com-
plejos agroindustriales que impusieron nuevas exigencias
en la producción, distribución y consumo, reforzando las
condiciones de subordinación a la agroindustria y, al mismo
tiempo, comprometiendo sus posibilidades de reproduc-
ción social. Pero, en el nuevo contexto, el colono ya no es
un actor privilegiado en las agendas de las políticas públicas
estatales. El modelo forestal alrededor del cual actualmente
se organiza el desarrollo económico de Misiones requiere
de grandes extensiones de tierra (la gran escala) e incluso
dispone de inversiones de capital de origen extranjero. Los
empresarios forestales, hoy actores sociales hegemónicos,
no son los mismos que los de clase media rural capitali-
zada del modelo colono, bien caracterizada por Bartolo-
mé (1975).
En la zona centro persiste la agricultura yerbatera, aún
con el deterioro de las condiciones materiales de los colo-
nos. En Oberá y alrededores, productores capitalizados en
la década de 1970 y 1980 a través del cultivo de la yerba
mate no resultan beneficiarios directos de las actuales líneas
de financiamiento de la agricultura, o bien, por diferentes
motivos, se resisten a tomar las alternativas productivas
brindadas por las políticas públicas.
Por su parte, en las zonas tabacaleras del Alto Uruguay
misionero, se ha desarrollado un proceso de especializa-
ción tabacalera con impactos diferenciales en el conjunto
de plantadores. Por un lado, una diferenciación vinculada a
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 197

las formas de integración vertical que incluye intermedia-


ciones y endeudamiento, así como efectos negativos en la
salud y medioambiente.
Los casos de yerba mate y el tabaco nos invitan a
repensar en la crisis del modelo que los sostenía y las difi-
cultades para la reproducción de la pequeña agricultura en
Misiones frente al agronegocio forestal que avanza a través
de un fuerte proceso de legitimación estatal y empresaria.
Bajo estas condiciones resulta poco posible la reproducción
de la agricultura familiar, ya que los colonos no tienen las
condiciones de capitalización exigidas por el mercado, ni
tampoco posibilidades de acceso a créditos para realizar
tal inversión.

Bibliografía

Abínzano, R. (1985). Procesos de Integración en una socie-


dad multiétnica: la provincia argentina de Misiones.
(Tesis doctoral) Departamento de Antropología y Etno-
logía de América. Universidad de Sevilla. Sevilla, Espa-
ña.
Archetti, E; Stølen, K. A. (1975). “El colono: ¿campesino o
capitalista?”. En E; K Archetti & A. Stølen (eds.), Explo-
tación familiar y acumulación del capital en el campo argen-
tino (pp. 111-160). Buenos Aires: Siglo XXI.
Baranger, D; G. Castiglion; C. González; J. L. Herrera y F.
Rodríguez (2007). Tabaco y agrotóxicos. Un estudio sobre
productores de Misiones. Posadas: EdUNaM.
Bartolomé, L. (1975). Colonos, plantadores y agroindus-
trias. La explotación agrícola familiar en el sudeste de
Misiones. Desarrollo Económico, (XV)58. 239-264.
Bartolomé, L. (2000). Los colonos de Apóstoles: estrategias adap-
tativas y etnicidad en una colonia eslava en Misiones. Posa-
das: EdUNaM.
198 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Castiglioni, G. (2007). “Tabacaleros “no anotados”. Una


familia en el limbo”. En D. Baranger; et al. (2007). Tabaco
y agrotóxicos. Un estudio sobre productores de Misiones (pp.
83-116). Posadas: EdUNaM.
Chifarelli, D. (2010). Acumulación, éxodo y expansión. Un aná-
lisis sobre la Agricultura familiar en el norte de Misiones.
Buenos Aires: Ediciones INTA.
Diez, M C (2009). “O fumo não paga nossosofrimento”.
Pequeños productores y Agroindustria: Una etnografía
en Colonia Aurora, Misiones. Tesis de Licenciatura en
Antropología Social, FHyCS.UNaM.
Diez, M C (2011). Análisis de la “tutela” Estatal en la Pro-
ducción de tabaco Burley (Misiones), significados y
disputas. Cadernos de Campo, Revista dos alunos de
Pós-graduação em Antropologia Social da USP Brasil.
19 janeiro-dezembro 151-164.
Diez, M C (2013a). Pequeños productores y agroindustria. Un
estudio sobre los tabacaleros de Misiones. Posadas: EdU-
NaM.
Diez, M C (2013b). Campesinado: definiciones analíticas
y contextos históricos. Revista Estudios Rurales, 3,
sep. Recuperado de: https://bit.ly/2Ehk3EK. Consulta-
do en marzo de 2019.
Diez, M. C. (2017). Tabacaleros: trabajo rural y padecimientos.
Buenos Aires: Editorial Antropofagia.
Domínguez, C. (1995). Territoire, Produit et Conventions. La
dynamiquetabac sur le frontpionnier de la provinceargentine de
Misiones. A la croisée de plusieurs mondes. ThèseUniversi-
té Toulouse Le Mirail. Formation.
Ferrero, B. (2006). La selva en disputa. Superposición de cosmo-
grafía agraria y ambientalista en la provincia de Misiones.
(Tesis doctoral). Programa de Posgrado en Antropología
Social, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Uni-
versidad Nacional de Misiones. Posadas.
Giarraca, N.; Aparicio, S.; Gras, C.; Bertoni, L. (1995).
Agroindustrias del noreste, el papel de los actores sociales.
Buenos Aires: La Colmena.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 199

Gortari, J. (2007). “El conflicto yerbatero; un triunfo contra


la desregulación del agro”. En J. Gortari (ed.), De la
tierra sin mal al tractorazo. Una economía política de la
yerba mate. Posadas (pp. 351-399). Posadas: EdUNaM.
Gras, C. (1997). Complejos Agroindustriales y Globaliza-
ción: Cambios en la Articulación del Sector Agrario.
International Journal of Sociology of Agriculture and
Food. (6), 55-75.
Gras, C. y Hernández, V. (2009). “Reconfiguraciones socia-
les frente a las transformaciones de los 90: desplaza-
dos, chacareros y empresarios en el nuevo paisaje rural
argentino”. En C. Gras y V. Hernández (eds.). La Argen-
tina rural. De la agricultura familiar a los agronegocios (pp.
89-116). Buenos Aires: Biblos.
Gras, C. y Hernández, V. (2013) “Los pilares del modelo
agribusiness y sus estilos empresariales”. En C. Gras
y V. Hernández, El agro como negocio: producción, socie-
dad y territorios en la globalización (pp.17-46). Buenos
Aires: Biblos.
Gras, C y Hernández, V. (2016). Radiografía del nuevo
campo argentino del terrateniente al empresario transnacio-
nal. Buenos Aires: Siglo XXI.
Magán, M. V. (2008). ¿Regulación o Crisis? La Influencia de
la Comisión Reguladora de la Yerba Mate en los ciclos yer-
bateros 1924- 2002. Pasado y Presente en el agro argentino.
Buenos Aires: Ediciones Lumiere SA.
Menéndez, E. (2002). La parte negada de la cultura. Relativis-
mo, diferencias y racismo. Barcelona: Bellaterra.
Menéndez, E. (1994). El punto de vista del actor:
Homogeneidad, diferencia e historicidad. Miscelánea-
CIESAS; 13. México DF. Recuperado de: https://bit.ly/
38CJbDN. Consultado en agosto de 2017.
Neves, D. P. (1995). Agricultura familiar: questões metodo-
lógicas. Reforma Agrária N.º 2 e 3. Revista da ABRA,
25, 21-36.
200 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Neves, D P (2007). “Agricultura familiar: quantosancora-


douros!”. En: B M. Fernandes, M. Marques, J. Suzuki,
J.C. (eds.). GeografiaAgráriateoria e poder (pp. 211- 270).
São Paulo, Brasil: Expressão Popular.
Ramilo, D. (2011). Atlas de la agricultura familiar: población
y agricultura familiar región NEA. Buenos Aires: Edi-
ciones INTA.
Ramírez, D. (2011). “Van a enterrar hasta el último colonito.
Resistencias políticas, económicas y culturales de los
colonos misioneros frente a la expansión y concentra-
ción agroindustrial”. (Tesis de Maestría). Universidad
Nacional de General Sarmiento-Instituto de Desarro-
llo económico y Social.
Ramírez, D. (2013). “La acción del Estado en una economía
regional desplazada. Acerca de procesos y conflictos en
el complejo de la yerba mate”. En C. Gras y V. Her-
nández (eds.). El agro como negocio. Producción, sociedad y
territorio en la globalización (pp. 171-194). Buenos Aires:
Editorial Biblos.
Ramírez, D. (2014). Tradición movimentista. Una categoría
para pensar las relaciones de continuidad y ruptura
entre organizaciones agrarias históricas y contemporá-
neas de Misiones. Mundo Agrario. 15 (28).
Ramírez, D. (2015). Estética y medios de comunicación:
estrategias para la acción política de la dirigencia de
una organización de colonos yerbateros de Misiones.
Cuadernos de Antropología Social (pp. 41, 55-77).
Ramírez, D. (2017a). Etnografiando el agronegocio. Impac-
tos y consecuencias del avance forestal en una comu-
nidad de Piray. (Tesis doctoral). Programa de Posgrado
en Antropología Social. Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones.
Posadas, Misiones.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 201

Ramírez, D. (2017b). Un abordaje histórico de la actividad


forestal en Misiones: del frente extractivo al agrone-
gocio forestal. Folia Histórica del Nordeste. N.º 30.
septiembre-diciembre. Recuperado de: https://bit.ly/
2EcYSnk. Consultado en septiembre de 2019.
Rau, V. (2004). Mercado de trabajo agrario y protesta social:
Los tareferos en el Nordeste argentino. Revista Interdis-
ciplinaria de Estudios Agrarios (pp. 41-57), 20.
Rau, V. (2012). Cosechando yerba mate. Estructuras sociales de
un mercado laboral agrario en el Nordeste argentino. Bue-
nos Aires: Ediciones Ciccus.
Rodriguez, L. (2019). La agroindustria yerbatera: Acción
colectiva y sujetos sociales en Misiones (1953- 2002).
Workshop “El mundo rural argentino en transforma-
ción. Los sistemas agroindustriales (1950-2017)”, Cen-
tro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR).
Rosenfeld, V. & Martínez, E. (2007). “El conflicto yerbatero;
un triunfo contra la desregulación en el agro. La situa-
ción del sector yerbatero en Misiones y las nuevas for-
mas de regulación”. En J. Gortari (ed.). De la tierra sin
mal al tractorazo. Una economía política de la yerba mate
(pp. 351-399). Posadas: EdUNaM.
Schiavoni, G (1998). Colonos y ocupantes: parentesco, reci-
procidad y diferenciación social en la frontera agraria de
Misiones. Posadas: EdUNaM.
Slutzky, D. (2014). Estructura social agraria y agroindustrial
del Nordeste de la Argentina: desde la incorporación a la
economía nacional al actual subdesarrollo concentrador y
excluyente. Posadas: EdUNaM.
Stølen, K A. (2004). La decencia de la desigualdad. Género
y poder en el campo argentino, Buenos Aires: Editorial
Antropofagia.
Wolf, E. (1987). Europa y la gente sin historia. México DF:
Fondo de Cultura Económica.
202 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Fuentes

Censo Nacional Agropecuario (CNA, 1988; 2002). Recu-


perado de: http://www.indec.gob.ar/. Consultado en
agosto de 2018.
Censo Nacional de Aserraderos (2018). Recuperado de:
https://bit.ly/34iJGQe. Consultado en septiembre de
2019.
Consejo Federal de Inversiones (1975). Diagnóstico de la
estructura Social de la Región NEA. Formación y desa-
rrollo de las estructuras agrarias regionales: Misiones y
Formosa. CFI, Buenos Aires.
FONAF (2007). Documento Base del FoNAF para imple-
mentar las políticas públicas del sector de la Agricul-
tura Familiar.
Información sobre legislaciones forestales: Ley provincial
1981; Ley Nacional de Defensa de Riqueza Forestal
1948; Ley de Desgravación impositiva; Decreto de
fomento a la forestación 465/74. En “Reseña histórica
de la institución forestal argentina”.
Ley Nacional del Tabaco N.º 19.800/72.
Registros de yerbales y productores (2017). Recuperado de:
https://bit.ly/2th9tLK. Consultado en octubre de 2019.
8

Cuando organizar el trabajo es


organizar la comunidad

Cooperativismo rural en la estepa de Río Negro

SANTIAGO CONTI Y SUZETTE SÁNCHEZ

Introducción

La historia productiva de la Patagonia desde el geno-


cidio estatal con la Campaña del Desierto acompaña
la lógica de concentración y la configuración del lati-
fundio. Tanto en la Región Sur (o línea sur) de Río
Negro como toda la estepa patagónica, el modelo estan-
cia, sumado al ferrocarril, y la producción ovina, dieron
forma al modelo hegemónico y de gran escala basado
en la extracción de fibra/pelo y su posterior venta,
sin agregado de valor, a empresas metropolitanas. Las
condiciones de vida de la población rural, aglomerada
y dispersa, se caracterizaron desde imaginarios regio-
nales a partir de la falta e incapacidad propia para
torcer su destino, incluso folclorizadamente, y junto a
la precariedad en términos de infraestructura, servicios,
comunicaciones; y también de derechos, considerando
que en 1955 ocurrió la provincialización y, por ende, el
fin de la etapa territorial.

203
204 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

La organización cooperativa en esta región no puede


disociarse de la historicidad del modelo estancia, como for-
ma alternativa para la pequeña escala agropecuaria y arte-
sanal, que aún hoy se resignifica desde la salida de la depen-
dencia del mercachifle.
El presente escrito busca aportar a la perspectiva del
bienestar rural proponiendo que el devenir del cooperati-
vismo agrario en la Región Sur de Río Negro se vincula
a la potencia su experiencia tiene para el territorio y sus
habitantes. Así, rastrearemos prácticas y formas de socia-
lización ligadas al cooperativismo en un proceso histórico
estructurante y en movimiento, de múltiples coyunturas o
acontecimientos, tomando como referencia distintas olea-
das de conformación de cooperativas en la región (los 70,
los 80 y post 2000). Se busca comprender cómo el soste-
nimiento de las dinámicas cooperativas en la organización
del trabajo ha incidido en las formas de socialización y vida
comunitaria en la estepa de Río Negro desde la historicidad
de dicho proceso.
Para abordar estos objetivos se realizaron entrevistas a
referentes de cooperativas de la línea sur, a informantes cla-
ve, y análisis de documentos (publicaciones, noticias perio-
dísticas, legislación provincial). Para corroborar la exactitud
o ampliar aspectos surgidos en entrevistas, en tanto carácter
subjetivo de la memoria oral, hemos consultado y generado
cruces con fuentes bibliográficas secundarias.

Configuración histórico-espacial de la Región


Sur de Río Negro

La historiografía patagónica interpela al proyecto político


del Estado nación evidenciando la sobredeterminación de
capitales privados/foráneos como estructurantes de los
territorios y modelos de desarrollo desde la Conquista del
Desierto (1879) (Favaro, 2007; Navarro Floria, 2011; Nava-
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 205

rro Floria y Núñez, 2012). Este desierto, categoría política


antes que geográfica, justificó el avance de poblamientos
“modernos” y la matanza de pueblos indígenas, buscando
desmantelar sus patrones de vida, junto a la Conquista espi-
ritual a cargo de la congregación Salesiana (Delrío, 2005;
Nicoletti, 2012). Dicha categoría –desierto– imprimió en el
territorio y sus pobladores marcas aún vigentes desde las
cuales el Estado resuelve la valorización de las actividades.
En la estepa la dinámica territorial del desarrollo implicó
el proceso de merinización (hegemonía de la oveja merino
para obtener lana) en los latifundios, bajo un orden “natu-
ral” desde los valores del progreso gobernando el Estado.
Esto configuró un modelo expolio-extractivista que impu-
so un esquema socio-organizativo-cultural en clave racista
sobre el territorio (Barsky, Posadas y Barsky, 1992).
La Región Sur de Río Negro es una vasta región de
la provincia con características geofísicas de estepa patagó-
nica y clima semiárido, de muy baja densidad poblacional,
donde residen unos 35.000 habitantes.

Mapa 1. Región Sur (Línea Sur) y regiones de Río Negro

Elaboración: Ing. Carolina Michel (2019).

Esta “modernización” en clave ovina alcanzó a toda la


estepa (Coronato, 2010), siendo la oveja el elemento central
de articulación estratégica con el comercio internacional.
206 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Alrededor de las estancias se conformaron los asentamien-


tos, que devinieron pueblos, adyacentes a las vías del tren
que le da nombre a la “línea sur”. Alejados se ubicaron los
parajes rurales, que nuclean la vida aldeana, con pobla-
ción dispersa. Con permisos de ocupación, los habitantes se
estructuraron en base a un dinamismo campesino de sub-
sistencia, en vinculación a la lógica productiva hegemónica.
El aislamiento geográfico es el término que se toma para
caracterizar los niveles de exclusión, construidos como la
normalidad de la región.

Bienestar rural y socialización desde una perspectiva


psicosocial

Entre los aspectos a destacar de esta propuesta se ubica


la cuestión del bienestar rural como perspectiva para resca-
tar fenómenos y experiencias cuyo legado importa atender
desde una mirada histórica hasta el presente; tanto para
repensar los abordajes conceptuales que intentaron com-
prender la realidad rural en Argentina (y problematizar lo
“no visto”), como para rediseñar y rediscutir las formas
de intervención que ese objeto de indagación requiere hoy
para el futuro.
El interés por rastrear aquellas formas de socialización
que tienen relación con las experiencias cooperativas de
la Región Sur aparecerá en este capítulo desde una óptica
que reconoce cuáles fueron las acciones y movimientos que
generaron nuevos posicionamientos, marcos de relación,
cuyo impacto podemos identificar en el bienestar de las
organizaciones y sus comunidades.
Pensar la sociabilidad nos posiciona en una perspectiva
que la concibe como la constitución de formas y normas
de “lo grupal” que estabilizan ciertos marcos relacionales
de la vida e identidad común, al tiempo que las diferen-
cian de otras. Atenderemos a la construcción de vínculos
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 207

desplegada desde la organización cooperativa, en tanto


estructura normativa y con arreglo a fines –utilidad–, que
evidencia la coexistencia de diversas racionalidades presen-
tes, así como motivaciones que hacen a su complejidad. Se
trata de “utilidades” que escapan a la modelización neoclá-
sica y que expresan funciones sociales de diversa índole.
De este modo, nos apoyaremos en una perspectiva de la
socialización que la concibe por dentro de las instituciones
sociales, en tanto significaciones sociales históricas y actua-
les que se le otorgan a los vínculos con otros y al entorno
(Castoriadis, 1993).
De este modo, la propuesta es comprender el bienestar
a partir del supuesto que la introducción y despliegue del
dispositivo “cooperativa” en el territorio alteró formas de
socialización estabilizadas en la región. Esto implica ras-
trear y comprender de qué manera a partir de la organi-
zación cooperativa se fueron transformando los vínculos
comunitarios, y que permitieron posicionar a la población
rural que se cooperativizó de un modo diverso respecto a
situaciones de opresión o sujeción.
Allí donde la socialización se relaciona con el vector
poder como configurador de vínculos asimétricos, se conci-
be al bienestar desde una perspectiva no material, subjetiva,
y que entiende al conflicto como catalizador de cambios,
en direcciones y sentidos diversos. Trazaremos una idea de
bienestar que no se asocia a la estabilidad, ni a la idea de
“felicidad”, sino que se produce, mediada por una visión
de logros, por la organización colectiva para transformar
vínculos de opresión, a partir de la concepción de que la
vida social es conflicto. De esta manera, no pondremos el
foco en el impacto en las economías campesinas, sino en
los signos de la alteración y cambio, en la productividad
de los conflictos mediados por la organización cooperativa,
en las relaciones de poder que configuran las formas de
socialización en la Región Sur.
208 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Actualidad de la organización cooperativa


en la Región Sur

Existen al día de hoy numerosas cooperativas agropecuarias


y artesanales en la región, tanto precursoras como de carác-
ter reciente. Las trayectorias e improntas se vinculan con
su surgimiento así como por características adquiridas por
el modo en que se articularon con la dinámica de sus terri-
torios. Cabe destacar la amplitud geográfica de la Región
Sur, y que en general las cooperativas tienen una localidad
o paraje principal donde se asienta “el centro” o sede, al
tiempo que articulan con otros parajes. Las cooperativas
se encargan de la compra de los insumos y mercadería sus
asociados, de facilitar el uso maquinaria, de capacitacio-
nes y servicios, y principalmente de la coordinación de la
comercialización.
Las economías campesinas de la región son de pequeña
y mediana escala, combinando formas orientadas al auto-
consumo, al trueque y a la venta. Dentro de la actividad
ganadera, encontramos la tradicional cría de ovinos y capri-
nos, y cría de aves menores. También la producción hor-
tícola (en invernadero y en huerta), de frutales, de forraje.
Cabe incluir actividades secundarias como artesanías (cue-
ro y tejido) así como dulces.
Entre las cooperativas que se han podido relevar de
forma directa e indirecta se encuentran: la Cooperati-
va Ganadera Indígena, la Cooperativa Amulein Com, la
Cooperativa Agrícola Ganadera Peumayén, la Cooperativa
Pichi Cullín, la Cooperativa Peñi Mapuche, la Cooperativa
Ganadera de Río Chico; y, del ámbito artesanal, la Coope-
rativa Artesanal Zuem Mapuche, la Cooperativa Gente de
Somuncura y también la Asociación Civil Mercado de la
Estepa.
Todas cuentan con un Consejo de Administración (CA)
(o Junta Directiva en caso de Asociación Civil) que en su
mayoría realiza reuniones periódicas, cuando el clima o
los caminos lo permiten. En ellas se planifican las tareas,
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 209

informes, toma de decisiones, detección de dificultades y


posibles soluciones, etc. Una temática de dificultad común,
al menos en algún momento de su trayectoria, lo representa
estar al día con los balances. Esta dificultad puede implicar
quedar fuera de algún programa de financiamiento, o la
entrada en crisis de algún CA, o de acusaciones, por lo cual
es un tema sensible. Otro asunto relevante en estas expe-
riencias pasa por sostenimiento de la confianza entre sus
asociados/as, y con el CA. Diversas situaciones instalan, por
dudas o desconocimiento, por manejos económicos poco
claros, o por criterios en las decisiones, la desconfianza
entre socios/as en la dinámica de las organizaciones, con un
marcado impacto en los procesos de participación.
Se han podido identificar al menos dos tipos de per-
tenencia a las cooperativas: a) socios/as que las encuen-
tran como instituciones/proyectos integrales, económicos
y socioculturales, y de construcción de lazos; b) socios/as
que se vinculan de forma instrumental, para canalizar sus
ventas, que “ven a la cooperativa como una empresa”. Los/
as socios/as de mayor vinculación reflejan una dinámica
de participación donde la unidad doméstico-productiva se
enlaza activamente con el espacio organizativo, siendo a
veces facilitador de la cooperativa (por el compromiso de la
familia) y en ocasión como obstáculo, cuando problemáticas
familiares inciden en los vínculos organizativos.
La Cooperativa es una figura socio–organizativa que
brinda soluciones individuales y colectivas, y es a partir de
tales apoyaturas que se les da relevancia. Así, un aspecto
destacado es que “se vende mejor”, o que se logran cosas
que solos no se pueden hacer. En términos históricos esto
implica que con las cooperativas se logró sortear al inter-
mediario (mercachifle) obteniendo mejores ganancias vía
licitación. En el caso artesanal, también se sortea al mer-
cachifle, vendiéndose directamente al consumidor. Siendo
parte de una cooperativa se accede a fondos (subsidios, cré-
ditos), a proyectos y a capacitaciones que de otra forma
no sería posible. La importancia también pasa por el valor
210 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

atribuido al trabajo colectivo, a compartir encuentros y vida


cotidiana. En este sentido, la cooperativa es un ámbito de
aprendizaje personal, de sentido de grupo, y de posibilidad
de contención ante dificultades. Estos espacios son parte de
la construcción de identidad común (generalmente como
“socio” o “pequeño productor”), y generadores de posicio-
namientos políticos y de defensa de valores. Por tanto, es
posible rastrear casos en que las cooperativas permitieron
revalorizar formas de vida común atravesadas por histo-
rias violentas, de despojo, silenciamiento. Las cooperativas
oficiaron como espacios para recuperar pautas culturales
y lengua mapuzungun, conteniendo trayectos de impacto
subjetivo en términos de socialización.
Recuperando el objetivo que nos proponemos respon-
der en este escrito, indagar sobre bienestar rural desde una
perspectiva histórica, resulta de interés comprender cómo
fue que se ha construido esta práctica cooperativa en la
Región Sur de Río Negro y qué formas de socialización
surgieron. A tal fin, ofrecemos una historización del pro-
ceso de cooperativización del trabajo rural en la región
que nos ocupa.

Cooperativismo en la Región Sur: oleadas


y movimientos

Para comprender cómo se ha ido construyendo la práctica


cooperativa en la región, adoptamos un enfoque que la con-
cibe como un movimiento, que ubica momentos de mayor
intensidad y creatividad, otros de crisis y repliegue. Estos
momentos se relacionan con propios procesos de estos gru-
pos, como por los contextos de vida de estos proyectos.
El trabajo de campo y archivo realizado nos permi-
tió conceptualizar tres momentos que configuran oleadas
del cooperativismo en la región, los cuales identifican par-
ticularidades que hacen a los hitos de estas formas de
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 211

organización. Hay puntos en comunes, como el hecho de


que cada oleada implicó procesos de recreación coopera-
tiva, de avances y/u ocupación de espacios en las arenas
sociales, así como procesos de creación social y colectiva
que en cada oleada aportaron nuevos sentidos y en las prác-
ticas cooperativas.

Primera oleada cooperativa en la Región Sur


Hacia fines de los años 60 y principios de los 70 se empeza-
ron a conformar las primeras cooperativas ganaderas en la
región. Como respuesta a diversas situaciones de opresión
de las familias en la región, se dieron los primeros pasos,
reuniones, que tenían como carácter inédito el mero hecho
del encuentro para conversar sobre problemáticas comu-
nes de la población rural. Los/as socios/as fundadores en
muchos casos fueron inicialmente convocados por algún
referente católico para materializar esos encuentros. La
lógica del momento de estas iniciativas se debía a la necesi-
dad de asegurar la permanencia en los territorios. Mejorar
las condiciones de comercialización de la lana devino en
una necesidad imperiosa.
Registros historiográficos ubican en la primera década
del siglo XX la instalación de las grandes compañías laneras,
la llegada del ferrocarril, y procesos de desalojo de muchas
familias y comunidades. La problemática se acentuó en la
década de 1930 con la caída en el precio de la lana, así como
por presión por propietarios foráneos que se establecían
en el territorio, y las deudas contraídas por las familias
devinieron en causa de pérdidas de tierra y migraciones.
Malvestitti (2002) denomina a este período el segundo des-
pojo, ya que al desplazamiento forzado por la Conquista
del Desierto, en esta época tiene lugar otra desterritoria-
lización. Diversos actores tomaron parte en este segundo
avance wingka. La policía fronteriza respondiendo a intere-
ses de estancieros forzaba el desalojo de los indeseables
mapuches; los turcos o “mercachifles” que intermediaban en
212 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

lo productivo eran otra forma del abuso, porque “finan-


ciaban” productos básicos para pasar el invierno (harina,
grasa, ropas) y luego alteraban las equivalencias reclamando
mayores costas, incluso llegando a lograr que se pague con
tierras. Según registros orales el cura Peti de Pichi Leufu
les enseñó a los paisanos que la lana había que pesarla, para
luego poder venderla. Así desde esa “intervención” tuvo
lugar la idea de sumar la lana de otros paisanos y sortear al
mercachifle: venta conjunta, mejoría de ganancias y sorteo
de la deuda con el turco representaron una alternativa para
la permanencia en el territorio.
De esta primera oleada forman parte: la Cooperativa
La Colmena (con centro en Villa Llanquín), la Cooperativa
Agrícolo-Ganadera Peumayén (con centro en Pichi Leufu),
la Cooperativa Ganadera Indígena (con centro en Jacobac-
ci), y la Cooperativa Ganadera Maquinchao.

Segunda oleada cooperativa en la Región Sur


La nevada del 84 es una coordenada histórica presente en
todos los recuerdos del cooperativismo de la línea sur. Una
caudalosa nevada cayó en la zona cordillerana y en la estepa,
alcanzando en algunas zonas los dos metros de altura, cuyo
deshielo llevó varios meses. El impacto del evento climá-
tico fue dramático: muerte de 700.000 animales, miles de
familias aisladas, y un estado de emergencia que derivó en
múltiples acciones de respuesta.
Por parte del gobierno provincial se realizó asistencia a
los/as afectados/as y se puso en marcha un “plan ganadero”
para recuperar las majadas. Ahora bien, el actor de mayor
relevancia fue el Obispado de Viedma, a través del accionar
de Monseñor Hesayne, quien lanzó la famosa campaña “una
oveja para mi hermano” (en algunas ocasiones “hermano” es
reemplazado por “peñi”). Amplificando la exhortación con
una campaña solidaria de alcance nacional se solicitaba la
donación de fondos para el repoblamiento de majadas y la
recuperación de las economías campesinas.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 213

Al mismo tiempo el Obispado conformó un grupo de


Promotores Sociales, integrantes de las comunidades afec-
tadas, para que impulsen un proceso de cooperativización
del territorio. Bajo la consigna de “superar la situación de
las ovejas”, la labor de estos promotores se orientó a visitar
parajes e incentivar a la población a ser parte de grupos
cooperativos para potenciar el trabajo y la organización, así
como construir demandas ante el Estado provincial.
En el contexto de retorno democrático de 1983, la dis-
cusión sobre los sujetos marginados (a la par de la CONA-
DEP) ingresó en la agenda política nacional. Mombello
(1991) indica que la categoría “indio” entró en escena, a
partir de las “Primeras Jornadas de Indianidad” realizadas
en Buenos Aires (1984) con apoyo de la APDH. En Río
Negro tuvo sanción la Ley Integral Indígena, seguramente
facilitado por las gobernaciones radicales a nivel nacional
y provincial. Hesayne no se limitó a la promoción coope-
rativa, sino que respaldó al Consejo Asesor Indígena (CAI),
órgano y brazo político de demandas de un pueblo mapuche
en incipiente reorganización. Con los Promotores Socia-
les, los pequeños productores, mapuches y no mapuches,
levantaron las demandas por la situación de las tierras que
representaban un límite para la propia subsistencia. Esto
entró en tensión con la provincia en tanto el aporte del
Plan Ganadero implicó la entrega de animales según la
superficie de tierra.
Esta segunda oleada puede ser concebida como la pri-
mavera del cooperativismo en la Región Sur, que además
contó con el apoyo de la ONG católica alemana Misereor
para salarios y movilidad de técnicos. Luego, a nivel provin-
cial se realizó la reforma Constitucional en el año 1987. Los
constituyentes, haciéndose eco de las demandas, sumaron
a la Carta Magna la creación del Ente de Desarrollo de la
Región Sur (Art. 110) con el objetivo de “revertir el proceso
de postergación y marginación de la región”. El Ente fue una
respuesta “productivista” para canalizar parte de las deman-
das que se empezaban a articular desde las cooperativas.
214 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Ahora bien, en el marco de esta oleada se comenzó a discu-


tir la propuesta de integración cooperativa en una entidad
de segundo grado. Iniciando el proyecto en 1990, y con-
cretado años después, con la idea de un “cooperativismo de
producción” se conformó la Federación de Cooperativas de
la Región Sur (FECORSUR). Esta Federación se proponía
posicionar al cooperativismo en el mercado de la lana, así
como afianzar los procesos organizativos.
Como parte de esta segunda oleada en la región se
conformaron nuevas cooperativas y se potenció la labor de
las precedentes. Entre las nuevas se identificaron la Coope-
rativa Ganadera Amulein Com y la Cooperativa Artesanal
Zuem Mapuche.

Tercera oleada cooperativa en la Región Sur


La tercera y última oleada cooperativa tuvo características
particulares, aunque con huellas y persistencias de una his-
toricidad que desde estas organizaciones se enfrenta como
forma de vida. Sea por el impacto del neoliberalismo en
las capacidades de los gobiernos locales y provinciales para
cubrir necesidades y derechos básicos, como por las estra-
tegias en el marco del neoestructuralismo en los 2000, el rol
de las ONG, así como el de las agencias de desarrollo estatal,
fue central para la creación y potenciación de cooperativas
y grupos asociados.
Desde el plano gubernamental se identifica el peso
paradigmático del “desarrollo rural con enfoque territo-
rial”, el que, junto a la “vía asociativa”, se conectó con la
incorporación de la categoría de la “agricultura familiar” y
una macroeconomía que buscó en el mercado interno la
estrategia de desarrollo nacional. La creación de la Secre-
taría de Agricultura Familiar, así como la redefinición de
enfoques de extensión rural, dirigieron la atención hacia
la pequeña escala de producción. En estas discusiones se
entremezclaban categorías y tipologías bajo la propuesta
asociativista: “pequeños productores”, “agricultor familiar”,
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 215

“jóvenes indígenas”, “mujeres rurales”, etc., incorporados a


una política productiva. De esta manera surgieron en la
Región Sur diversas cooperativas y grupos asociativos por-
que para el desarrollo era necesario trabajar con “grupos”
(Neiman y Berger, 2009).
De surgimiento reciente se identificaron la Cooperati-
va Agroganadera Kiñe Ain Kazau Ltda (Chaiful), Coopera-
tiva Agroganadera Nueva Esperanza Ltda. (Laguna Blanca),
la Cooperativa Agrícola Ganadera Pichi Cullín (Corralito),
la Cooperativa Ganadera de Río Chico y la Cooperativa
Agroganadera Peñi Mapuche (Norquincó).
Ahora bien, en el ámbito cooperativo ganadero, si
las experiencias previas tenían como característica el estar
asentadas en localidades cabecera de departamento, englo-
bando parajes, en esta oleada las cooperativas surgidas son
de menor despliegue territorial, más vueltas hacia lo micro-
local. Caso opuesto a lo que sucedió con las organizaciones
artesanales (Cooperativa Gente de Somuncurá o el Mer-
cado de la Estepa), que apostaron por un modelo de red,
apoyados en localidades y parajes que, en tanto nodos, con-
forman centros de producción asociados. Otra característi-
ca destacada de esta oleada es la resignificación de la mujer
rural en la actividad productiva, a partir de la artesanía,
aunque fueron invitadas a nuevas actividades, de forma
grupal, como la producción de huevos, o de pollos parri-
lleros; intervenciones que apuntaron a las economías de
patios, a sitios históricamente no rentados y ligados al cui-
dado y autoconsumo (Conti, 2017; Conti y Núñez, 2015).
Ahora bien, esta tercera oleada encontró un evento que
volvió a evidenciar las fragilidades del sistema productivo,
así como de las respuestas asociadas. Tras siete años de
sequía, en 2011 erupcionó el volcán Puyehue que regresó
a la región a un estado de emergencia y crisis ambiental
similar a la nevada de 1984. Estimaciones del INTA refie-
ren a pérdidas del 90% de las majadas, sobre todo en los
216 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

departamentos Pilcaniyeu y 25 de Mayo. La hegemonía


del sistema productivo lanar mostró su precariedad por la
dependencia y poca diversificación.
Con un objetivo paliativo, el Obispado de Bariloche y
diversas organizaciones sociales e instituciones lanzaron la
campaña “un fardo para mi hermano”, tratando de aminorar
(sin mucho éxito) la mortandad de los animales a través de
la provisión de forraje.
Pasados cuatro años del episodio volcánico, y con pla-
nes de repoblamiento y programas sociales de apoyo, y con
la FECORSUR en crisis, las cooperativas iniciaban (otras
retomaban) la venta asociada entre ellas, coordinando las
licitaciones para mejorar los precios de venta.

Socialización: dinámica de actores y posicionamientos


en perspectiva del bienestar

En el siguiente parágrafo atenderemos a formas de sociali-


zación relevantes que se vieron alteradas a partir del surgi-
miento del cooperativismo en la Región Sur, y que en tér-
minos de bienestar permitieron a dicho sujeto posicionarse
de manera alternativa con otros actores. Esto implicó que
determinadas formas de vinculación se trastocasen, modi-
ficando relaciones de poder, potenciando la autonomía de
quienes integran las cooperativas.
Así, podemos destacar algunas innovaciones y trans-
formaciones en las formas de socialización propiciadas des-
de el cooperativismo, en relación a: a) el mercachifle; b) la
iglesia católica; c) el poder local; d) las agencias de desarro-
llo; e) el rol de la mujer.

a) Salida de la dependencia del Mercachifle


Una de las transformaciones en las formas de socialización
de mayor transcendencia ligadas a la organización coope-
rativa refiere al vínculo entre pobladores/as y mercachifles.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 217

La figura del mercachifle refiere a un mercader ambulante


e intermediario que dominaba el comercio de la pequeña y,
a veces, de la mediana escala de producción desde inicios
del siglo XX hasta entrada la década de 1980. Este actor de
particular territorialidad, visitaba los campos (en carro y
luego en camioneta) y comerciaba con la población rural.
Con formas de intercambio monetarias, no monetarias y
crédito, el mercachifle adquiría de la economía campesina
productos como lana, pelo, animales en pie, cueros, artesa-
nías, forraje, y facilitaba el acceso a productos alimenticios
(harina, azúcar, aceite, yerba, fideos, bebidas, etc.), así como
vestimenta e insumos para el campo (repuestos, alambres,
postes, etc.). Otra forma frecuente de intercambio estable-
cida entre mercachifle y poblador rural es el crédito o venta
de fiado, mediante el cual el primero adelantaba productos
de primera necesidad para la subsistencia, y el segundo con-
traía una deuda a saldar a futuro (luego de la zafra) con parte
de su producción. Estos intercambios resultaban abusivos,
y fue uno de los principales aspectos que el Cooperativismo
pudo resolver, con énfasis en las primera y segunda oleadas
mencionadas. Las condiciones establecidas por el merca-
chifle eran variables, sin equivalencias claras y poco antici-
pables (Conti, 2017), cuestión que derivaba en ocasiones en
situaciones de estafa, debido al alto nivel de analfabetismo
que impedía a pobladores comprender los registros escri-
tos1. Este vínculo asimétrico y dependiente posicionaba a la
población rural en un ciclo de reproducción mínima y de
subsistencia; la innovación del cooperativismo transformó
el territorio y a sus formas de socialización evidenciando
la validez psicopolítica (Prilleltensky, 2008) del dispositi-
vo “cooperativa”. La cooperativización implicó para los/
as socios/as aprender otro proceso de comercialización,

1 El Censo Nacional de Población y Vivienda de 1980 refleja un analfabetis-


mo en Río Negro superior a la media nacional. Los “analfabetos puros de 15
años y más” representaban el 10,2% de la población (rural y urbana), y la
“Población de 15 años y más con Primario Incompleto” representaban el
32,7% de habitantes de Río Negro (rural y urbano) (cf. De Pie, 1984: 12).
218 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

fijación de precios, contacto directo con acopiadores vía


licitaciones de lana, mejorando los precios de venta. Algu-
nas cooperativas fijaron en sus estatutos la imposibilidad de
ser socio/a y mercachifle al mismo tiempo. Así fue signifi-
cativa la pérdida relativa de poder del mercachifle en esta
forma histórica de socialización, rompiendo su dominancia,
aunque no significó que dicho rol se extinguiese, sino que
pasó a ocupar un lugar secundario y complementario en las
estrategias campesinas (Conti, en prensa).

b) El poder pastoral: Iglesia, cooperativismo y derechos


La presencia de la Iglesia en la Patagonia, a través del rol
histórico desempeñado por la Congregación Salesiana, tuvo
un punto de ruptura con el Obispado de Hesayne desde
fines de 1970. Con el retorno democrático de 1983 como
telón de fondo, la primavera democrática tuvo sus impac-
tos en Río Negro, con gran espacio de discusión sobre la
postergación, en la que la población rural tuvo eco de sus
realidades en el planteamiento de un Obispado que reorien-
tó el proyecto de la Iglesia y buscó ser aliado y promotor
de derechos. La construcción de una iglesia popular fue
la propuesta institucional de Hesayne para la combatir las
injusticias en territorios rurales. El concepto de la “gente de
campo” como sujeto popular, de derechos y de fe inspirado
en la tradición liberacionista de la teología latinoamericana
ingresó en la vida comunitaria y política rionegrina, en oca-
sión de la crisis provocada por la “gran nevada” de 1984. Así,
la crisis ambiental fue un escenario que permitió visibilizar
y denunciar las contradicciones de clase y racistas de una
“joven” sociedad provincial y motorizar un proceso político
que tuvo como centro a la “gente de campo”. En este proce-
so, el rol del cooperativismo fue clave para organizar la vida
comunitaria, empezando por canalizar la ayuda provenien-
te de la campaña “una oveja para mi hermano/peñi”. De esta
manera, el posicionamiento novedoso de la “gente de cam-
po” en la arena política se comprende desde esta alianza con
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 219

el proyecto de Hesayne a partir de algunas características:


a) la visibilización y generación de conciencia sobre la “pos-
tergación” en que vivía la población rural; b) la valorización
del saber y el poder campesino-indígena. Esto se refleja en
un conjunto de acciones y procesos: 1) el advenimiento de
la “Virgen Misionera”, una devoción itinerante con carac-
terísticas de mujer pobre y mapuche, en contraposición al
modelo de virgen europea, blanca y de ojos azules (Barelli,
2019); 2) el rol novedoso de la población rural, experiencia
de poder, elaborando en asamblea los criterios de distribu-
ción de los $7.010.005 recaudados en la campaña solidaria.
Los criterios para recibir ayuda fueron: i) familia con niños
de más/menos de 15 años; ii) ser conocido en la zona y
residir en el lugar; iii) no ser comerciante (De Pie, 1984).
La deliberación y la organización de las acciones fue parte
del método, aspecto que sirvió para acordar sobre la vida
común en emergencia, y que se reflejó en las cooperativas
surgidas en esta etapa (segunda oleada). En esta coyuntura
se destaca otra intervención obispal relacionada con la con-
formación del equipo de Promotores Sociales. Este equipo
técnico fue integrado por jóvenes de comunidades mapuche
de esta región, quienes, formándose en prácticas cooperati-
vas, ocuparon un rol clave en la potenciación de ya existen-
tes así como en la conformación de nuevas cooperativas.

c) Poder cooperativo y poder partidario local


La escala local de la política es una arena casi inmediata
a los vínculos comunales. Las personas que integran el
poder local, intendencias, comisiones de fomento, son
vecinos/as de la población rural. Por esas relaciones de
proximidad, que son amistosas y conflictivas, muchas
de las dinámicas de inclusión/exclusión se dan por las
formas en que se construyen las relaciones de repre-
sentación política. Así, al tiempo que existen políticas
locales para el bien común, también se hallan prác-
ticas clientelares que sujetan la capacidad política de
220 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

los representados (favores o intercambios no explícitos,


“mirar para otro lado”, etc.). También el accionar de
los representantes del poder local está mediado por
vínculos partidarios, en ocasiones respondiendo a lógi-
cas de nivel provincial. Por otro lado, el surgimiento
de las cooperativas se ha relacionado con condiciones
de postergación, y caracterizado por impulsar proce-
sos de organización y de construcción de demandas y
alternativas. El modelo de construcción de poder de
las cooperativas, si bien no se trata de romantizar la
horizontalidad, requiere de mecanismos de deliberación
y legitimación del cual suele participar parte importante
de la población de una localidad o paraje. Por lo tanto,
es frecuente hallar que la relación entre las cooperativas
y los representantes políticos se expresen en una disputa
por la representación del bien común. Esto se manifiesta
en una actorización política propiciada por la organi-
zación cooperativa que se puede comprender como un
corrimiento de posiciones de pasividad hacia el estable-
cimiento de relaciones de confrontación. En tanto pra-
xis política, es factible ubicar también el tránsito de lide-
razgos de organizaciones cooperativas hacia instancias
de representación en el marco de políticas partidarias,
así como procesos de cooptación política como estrate-
gias de regulación de los conflictos. Este fenómeno no
es novedoso, por lo que la confrontación política con la
estructura partidaria es un destino frecuente.2

2 Cabe destacar, por lo extremo de la comparación, casi a modo de arre-


bato ideológico, el impulso del mutualismo y cooperativismo (al tiem-
po que violentaba las Cajas de Crédito Cooperativas) realizado duran-
te la dictadura de Onganía, a través de la Secretaría de Promoción y
Asistencia de la Comunidad (SEPAC) del Ministerio de Bienestar
Social (MBS) como estrategia de quiebre de las estructuras políticas de
representación partidaria de tradición democrática (Osuna, 2016).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 221

d) Agencias de desarrollo: escala productiva y saber


técnico
Las agencias de desarrollo, particularmente el Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Patagonia,
encuentran en su devenir la marca del paradigma latifun-
dista que conformó la región y que orientó el modelo de
desarrollo agrario (López, 2016). El correlato de esta matriz
implicó la negación del saber campesino y las prácticas de
intervención miraban solo la gran escala. Con el coopera-
tivismo, vía denuncia y visibilización de estas dinámicas,
surge la interpelación al rol técnico, históricamente al ser-
vicio de los “grandes” y con enfoque “productivista”, desde
un modelo cooperativo que parte de la integralidad para
concebir el desarrollo y la sustentabilidad de los territorios.
Así, conformar y sostener las cooperativas implicó tam-
bién enfrentar ese modelo difusionista de la intervención
(Rogers, 1962) y, a la vez, criticar compromisos del queha-
cer técnico con estancias o acopiadores. El saber campesino
se comenzó a valorizar desde la práctica y organización
cooperativa convocando a un saber técnico que se posicione
desde el acompañamiento, de tecnologías apropiadas y de
trabajo colaborativo. Con la consolidación de las dinámicas
cooperativas, hay un mayor conocimiento y control en los
procesos tanto productivos y de comercialización por lo
que hoy resulta impensable, por ejemplo, que un técnico
intervenga a favor de compradores de lana en un proceso
licitatorio como denunciaban los/as socios/as en los albores
del cooperativismo en la región.

e) Vínculos cooperativos y el rol de la mujer


La cooperativización de los lazos en la región, tanto organi-
zativos como comunales, en tanto promotores de la igual-
dad, no implicaron una revisión de los roles en la divi-
sión genérica del trabajo. Esta discusión fue posterior y
la ubicamos como característica de la tercera oleada del
222 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

cooperativismo. Sea como estrategia de subsistencia, sea


mediante la interpelación de políticas públicas orientadas a
la mujer rural, los espacios de organización del trabajo arte-
sanal valorizaron los saberes y prácticas entendidas en tér-
minos de feminización. Rompiendo con dinámicas históri-
cas de organización sexual del espacio público/privado, la
organización de la mujer cobró relevancia social, económi-
ca y también como espacios de autovaloración femenina. La
práctica artesanal y la dinámica cooperativa promovieron
espacios de encuentro entre mujeres, y mujeres que creaban
y encontraban “espacios” para reunirse, una reapropiación
de tiempos y espacios. La agencia económica mediada por
el saber ancestral artesanal deriva en un empoderamiento
femenino, a la vez que ofrece vínculos de contención, de
estima y acceso al desempeño de roles públicos. Al mismo
tiempo, la posibilidad de administrar ingresos a través de
las ventas de sus productos que escapan al control de la
parte masculina de la unidad doméstica. Este empodera-
miento, sintonizado con la revisión genérica que atraviesa
la sociedad argentina, permite dar cuenta de espacios de
formación de liderazgos femeninos, donde antes existían
solo deberes de hogar.

Reflexiones finales

Adentrarnos en el devenir del cooperativismo en la Región


Sur de Río Negro permitió complejizar la trama de relacio-
nes y sentidos que fueron tejiendo historias de resistencias,
construcción de alternativas, que desde sus bases comunita-
rias buscaron transformar las condiciones asimétricas de la
población. En ocasiones podemos preguntarnos cómo una
experiencia organizativa perdura luego de 30, 40 años… o
también, ¿cómo es que siguen surgiendo formas cooperati-
vas en este territorio?
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 223

Este recorrido se propuso brindar inteligibilidad sobre


la densidad histórica de ciertas formas de socialización que
entraron en tensión y resignificaron la vida común y la
dignidad de pobladores/as rurales, cuestión central para
comprender la historicidad de este fenómeno. El mismo fue
abordado desde una concepción del bienestar rural que se
explica en su dimensión relacional, desde la productividad
de los conflictos sociales en escenarios situados y desde
marcos patagónicos heredados.
Revisitar la dinámica de las cooperativas desde una
perspectiva histórica permitió hallar huecos en la pro-
ducción historiográfica y de estudios agrarios patagónicos
sobre la relevancia de estas experiencias cooperativas; cues-
tión que merece mayor atención.
Entre los desafíos que nos ofrece el recorrido realizado
se despuntan miradas teórico-metodológicas para seguir
problematizando la cuestión rural. Aquí presentamos tres
desafíos o interrogantes provocados desde este escrito: a)
la idea de “normalidad” y “crisis”, como crisis ambiental; b)
la idea de “logro” o de “desarrollo”; c) el “surgimiento” de
otros actores en el estudio de la vida rural, particularmente
a partir de territorialidades diversas.
Por un lado, el recorrido realizado permitió dar cuenta
el rol de la crisis ambiental provocada por la gran nevada de
1984 en la catálisis social y en la visibilización de contradic-
ciones de una región históricamente articulada alrededor
del modelo “estancia”. La crisis ambiental como aconteci-
miento en contexto rural nos enfrenta con ciertos sesgos
urbanocéntricos: i) a diferencia de las condiciones urbanas
de existencia, donde las crisis suelen desatarse desde pro-
cesos político-económicos, los límites de la subsistencia en
zonas rurales aparecen atravesados por fenómenos ambien-
tales (nieve, volcanes, inundaciones, etc.); ii) atender a las
respuestas y estrategias adoptadas en situaciones de crisis
ambiental podría permitir una mayor comprensión sobre
las capacidades locales de creación y organización, así como
de resiliencia y robustez de los sistemas. A esto se suma
224 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

la atención hacia el advenimiento de “nuevos” actores que


se posicionan a partir de la gestión de las respuestas ante
una crisis (por ejemplo: Iglesia); iii) esta perspectiva podría
derivar en abordajes que tomen la crisis dentro de las pla-
nificaciones de políticas públicas. Aquí aparece el problema
de la idea de “normalidad” subsumida en la planificación:
estudiar los ciclos de crisis ambientales y sus respuestas
sociales y ecológicas podría aportar a una modelización de
las intervenciones que apunten a dimensiones que brinden
mayor sustentabilidad a los territorios. Esto es, planificar
desde y con la crisis ambiental (Núñez y Conti, 2015);
iv) luego, otra problematización, la crisis como normativi-
dad, que permita la comprensión sobre anclajes temporales
diversos que ordenan y configuran las estrategias y la vida
social de la población rural.
Respecto de la idea de “logro” o de “desarrollo”, el enfo-
que de bienestar adoptado brindó una alternativa respecto
al cambio, que nos despegó de una racionalidad económica
“productivista” como estrategia para mejorar las condicio-
nes de vida, por otra que incorporó la dimensión “no mate-
rial” e histórica del bienestar y que ponderó el “logro” desde
la incidencia en situaciones/relaciones de opresión en las
formas de socialización. Esto se podría traducir en inter-
venciones que trabajen sobre estructuras de relación que
limiten la potencia política de las experiencias sociocomu-
nitarias, como perspectiva de “desarrollo” y construcción de
autonomía, revisando postulados freireanos.
Por último, la figura del mercachifle como actor clave
en la historia rural patagónica, ha sido escasamente atendi-
da. Su incidencia, sea como ventajero o como garante de los
canales de intercambio campesino, ha pasado casi inadver-
tido por la historiografía así como por la política pública. La
discusión por la intermediación en los sistemas productivos
agrarios viene siendo discutida a partir de propuestas de
organización local y regional que entienden que “otra eco-
nomía es posible”, promoviendo vínculos urbano-rurales
alternativos. Para el territorio patagónico el desafío trata
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 225

también por la comprensión de prácticas sociales ligadas


a territorialidades móviles, sean la de los actuales merca-
chifles, sean las de otro actor que son las “comparsas de
esquila”. El rol de las comparsas de esquila es determinante
en los ciclos productivos campesinos, ya que dichos grupos
recorren las vastas distancias patagónicas visitando campos
y sin estos no hay la zafra lanera. La coordinación del tra-
bajo y las dinámicas socioterritoriales de estos grupos con
sus “clientes” forman parte de un entramado histórico de
relaciones sociales del cual se tiene escaso conocimiento.
Algunos estudios (Vázquez, 2017; Andrade, 2014; Bendini
y Steimbreger, 2011, 2013) vienen abonando reflexiones
sobre los lazos sociales y referencias culturales en actores
con territorialidades móviles que representan un notable
aporte y un desafío para su profundización.

Bibliografía

Andrade, L. (2014). La mirada sociológica sobre la deser-


tificación en la meseta central santacruceña (Patagonia
austral). Zonas Áridas, 15(2), 402-417.
Barelli, A. I. (2019). Virgen Misionera de Hesayne. Proyecto
pastoral y territorial de una advocación mapuche en
el espacio rionegrino (1978-1982). V Jornadas de Cultu-
ra, Territorio y Prácticas Religiosas. Depto. de Geografía,
UNS, Bahía Blanca.
Bendini, M., & Steimbreger, N. (2011). Ocupaciones y
movilidades en pueblos rurales de la Patagonia. Una
mirada desde lo agrario. Mundo Agrario, 12(23), 1-26.
Bendini, M., & Steimbreger, N. (2013). Territorialidad cam-
pesina en el sur de Argentina. Cambios productivos y
laborales como formas de resistencia. Eutopía, 4, 25- 44.
Castoriadis, C. (1993). La institución imaginaria de la sociedad.
Buenos Aires: Tusquets.
226 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Conti, S. (2017). Comunidades, Organizaciones Rurales y Desa-


rrollo: experiencias recientes en Río Negro. Tesis de Docto-
rado en Psicología por la UBA.
Conti, S. (en prensa). Mercachifle. En: A. Salomón y J. Muz-
lera (coords.). Diccionario de Sujetos Sociales e Instituciones
del Agro Iberoamericano. Bernal: UNQui.
Coronato, F. (2010). El rol de la ganadería ovina en la cons-
trucción del territorio de la Patagonia. (Tesis inédita de
doctorado). Paris: Agro Paris Tech.
Delrio, W. (2005). Memorias de expropiación. Sometimiento e
incorporación indígena en la Patagonia (1872- 1943). Ber-
nal: UNQui.
Favaro, O. (2007). Transitando la especificidad de los terri-
torios nacionales: Espacios centralizados y de ciudada-
nía restringida. En: Ruffini y Masera (coord.) Horizontes
en perspectiva. Contribuciones para la Historia de Río Negro
(pp. 25-40). Viedma: Fund. Ameghino–Legislatura Río
Negro.
López, S. (2016). El INTA en Bariloche: una historia con enfo-
que regional. Viedma: UNRN; Bariloche: IIDYPCA.
Malvestitti, M. (2002). El poblamiento mapuche de la Línea
Sur después del aukan. Aspectos históricos y lingüísti-
cos. Anclajes, VI (I), 79-102.
Mombello, L. (1991). El juego de identidades en la arena
política. Análisis textual y contextual de la Ley del Indí-
gena de la provincia de Río Negro. Tesis de Licenciatura
en Antropología Social. Buenos Aires: Universidad de
Buenos Aires.
Navarro Floria, P. (2011). Territorios marginales: los
desiertos inventados latinoamericanos. Representacio-
nes controvertidas, fragmentadas y resignificadas. En:
Trejo Baraja (coord.). Los desiertos en la historia de Amé-
rica (pp. 207-226). México: UMSNH–UAdeC.
Navarro Floria, P. y Núñez, P. (2012). Un territorio posible
en la República imposible. El coronel Sarobe y los pro-
blemas de la Patagonia argentina. Andes, 21, 1-15.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 227

Neiman, G. y Berger, M. (2009). “La “vía asociativa” en


la constitución de nuevas organizaciones rurales en la
Argentina. Características y límites. En: Almeida y Des-
simon Machado (comps.). Políticas Públicas e Desenvol-
vimento Rural no Cone Sul (pp. 188-216). Porto Alegre:
Ass. Holos Meio Ambiente e Desenvolvimento.
Nicoletti, M. A. (2012). La Patagonia como territorio en
disputa: tensiones entre el Estado, la Iglesia y la Con-
gregación salesiana por el espacio misionero. Revista
Cultura y Religión, 6, 183-203.
Núñez, P. y Conti, S. (2015). Cenizas, sequías, inundaciones
y nevadas: la catástrofe como normalidad. 2.º Encuentro
Científico Nacional REDULAC, Osorno.
Prilleltensky, I. (2003). Validez psicopolítica: el próximo
reto para la Psicología Comunitaria. En: M. Monte-
ro (2008). Introducción a la Psicología Comunitaria (pp.
13-32). Buenos Aires: Paidós.
Rogers, E. M. (1962). Diffusion of Innovations. Nueva York:
Free Press.
Sánchez, S. (2019). Mujeres artesanas y sentidos que hilan
su quehacer en prácticas cooperativas. La experiencia de la
Cooperativa Artesanal Zuem Mapuche (Río Negro). Tesis
de grado. Licenciatura en Psicología (UNC).
Vázquez, A. (2017). Lógicas espaciales campesinas en la
estepa patagónica. Magallania, 45 (2), 273-297.
9

Mujeres, producción y reproducción

Transformaciones en la vida cotidiana


en Jumial Grande

CECILIA CANEVARI Y CRISTINA BIAGGI

Los cambios ocurridos en el sector campesino de Santiago


del Estero durante el período considerado en este trabajo
(1989-2015) reconfiguraron la vida cotidiana de numero-
sos hogares rurales de la provincia. Se transformaron no
solo las formas de producción, sino también la organización
social, la comunicación, la vida institucional, los significa-
dos y valoraciones surgidos de la acción colectiva. Además
de los avances de la frontera agrícola y consecuentes con-
flictos de tierra, han surgido –y se han mantenido en el
tiempo– organizaciones campesinas que afianzaron su pro-
tagonismo en el escenario rural.
En este capítulo nos proponemos analizar el proceso
histórico y el entramado social en Jumial Grande, una
pequeña comunidad campesina que se encuentra en un
medio agroecológico degradado de la región chaqueña,
situada en el departamento Figueroa de la provincia. Como
rasgo distintivo de esta comunidad, se encuentra el pro-
tagonismo de un grupo de mujeres que desde fines de la
década del 80 ha perdurado en su organización, poniendo
en cuestión los roles domésticos asignados.

229
230 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Para esto, se realizó una recuperación de la historia


del Grupo de Mujeres de Jumial Grande, de las trayectorias
familiares, considerando las dinámicas que se sucedieron
en el territorio1. Los objetivos fueron identificar los cam-
bios sociales, tecnológicos y productivos más significativos
ocurridos entre 1989 y 2015, analizando el impacto en la
vida cotidiana de las mujeres y la forma en que los mismos
son valorados. En el proceso se puso el foco en el espacio
local, el trabajo y las nuevas formas asociativas que emergie-
ron. Las fuentes para este trabajo han sido diversas, aunque
en primer término cabe destacar que hemos acompañado
durante años al grupo de mujeres y sostenido los vínculos
en el tiempo. De modo tal que de alguna manera hemos sido
testigas de la historia, recorriendo los hogares, en reuniones
con el grupo, conversando, transitando los caminos.
En el año 2012 se realizaron 95 encuestas (la totalidad
de los hogares de la localidad), con observaciones etnográ-
ficas, entrevistas en hogares seleccionados a partir de can-
tidad de integrantes y edades de los mismos, entrevistas en
profundidad (a las mujeres, vecinos/as, a testigos/as clave),
además de las reuniones con el grupo. El propósito –cons-
truido con las integrantes del grupo–, ha significado para la
comunidad de Jumial Grande el desafío de reflexionar sobre
los procesos vividos desde fines de la década del ochenta y,
fundamentalmente para las mujeres, ha sido un ejercicio de
memoria y autoevaluación respecto de lo ocurrido, la situa-
ción actual y las perspectivas futuras. Es a partir de estas
conversaciones que describimos el tránsito de este período
histórico en esta comunidad contemplando el contexto eco-
nómico y político. Se identificaron procesos significativos
del grupo, de la esfera productiva, de la vida cotidiana de las
mujeres y del ambiente en el que se encuentran.

1 Proyecto Mujeres, vida cotidiana y políticas públicas en una comunidad


rural. CICyT- UNSE 23/D138 (2012).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 231

Situando el estudio

Santiago del Estero es una provincia que históricamente ha


tenido una alta proporción de su población habitando en las
áreas rurales y en especial con características de dispersión
territorial. Si bien hay un progresivo desplazamiento a las
ciudades medias y grandes, perdura un número considera-
ble de familias viviendo en el campo. Para el año 2001 tenía
804.457 habitantes (INDEC, 2001) y vivían en áreas rurales
272.852, lo que representa un 33,9% del total. Este no es
solo uno de los porcentajes más altos del país, sino que a su
vez dentro de este grupo, el 76% pertenece a la categoría de
población rural dispersa (Biaggi, Canevari y Tasso, 2007).
Según el censo del año 2010 el total de población de la pro-
vincia es de 874.006 y el porcentaje de población rural es del
31,3%, mientras el resto vive en ciudades de más de 2.000
habitantes y la población rural dispersa (201.988/23,1%) se
mantiene elevada en relación con la agrupada (71.589). A su
vez cabe destacar que Santiago del Estero tiene la segunda
mayor proporción de niños/as de 0-14 años (31,6%), solo
superada por Misiones.
Este estudio se localiza en el departamento Figueroa
que está atravesado por el río Salado y ubicado en el centro
de la provincia con una superficie total de 6.700 km2 y
17.820 habitantes, con una densidad media de 2,6 habitan-
tes por km2 (INDEC, 2010) cuando la densidad media de
Santiago del Estero es de 6,4 hab/km2. Entre el 2001 y
2010, la población total creció apenas en 325 personas. Su
principal característica es que la totalidad de sus habitantes
vive en zonas rurales, de los cuales el 76,1 % (13.575) es
población rural dispersa, y solo el 23,8% (4.245) se encuen-
tra en dos pequeñas poblaciones rurales agrupadas (Bande-
ra Bajada y La Cañada). Es una zona con un clima cálido
de gran amplitud térmica tanto estacional como diaria, con
temperaturas medias anuales que varían entre los 20 y los
28 ºC, y con máximas que pueden alcanzar en verano los
232 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

45 ºC y en invierno –5 ºC. Las precipitaciones se concen-


tran en el verano (500 a 700 mm) y la estación seca es de 7 a
8 meses entre abril y octubre-noviembre.
El departamento Figueroa fue creado en 1881 con
territorios pertenecientes al entonces llamado Matará nor-
te y se estableció como parte de la provincia en 1911. Es
parte de la región agroecológica chaqueña y su historia
está caracterizada por una apropiación intensa y desorde-
nada de sus bosques con un agotamiento de sus recursos
naturales. Hasta finales del siglo XIX no hubo presencia de
colonizadores o del Estado y el río Salado funcionaba como
frontera entre la población blanca de origen europea y el
territorio indígena (Arístides, 2010). A principios del siglo
XX, comienza la explotación forestal para la provisión de
postes, durmientes, leña y carbón a la pampa húmeda, para
el alambrado, las vías férreas y para los ingenios azucareros
de Tucumán. La especie elegida fue el quebracho colorado
y su extracción produjo serios impactos en el ecosistema,
porque por su gran cantidad de biomasa área y subterránea
protegía al suelo de las lluvias torrenciales y evitaba las altas
tasas de evaporación de la humedad del suelo. Este proceso
de explotación de los recursos naturales de tipo puramente
extractivo fue acompañado por la apropiación de tierras
por parte de las compañías que operaban los obrajes.
Jumial Grande se encuentra a 150 km de la ciudad
de Santiago del Estero y está compuesta por diez parajes
que se distancian entre sí por 3 a 5 kilómetros y la zona
central se denomina Tres Pozos donde se ubica la escue-
la, la iglesia y la posta sanitaria. Desde Santiago del Este-
ro hay transporte público que llega diariamente. Desde el
punto de vista geoambiental, se ubica en una llanura depri-
mida, en antiguas zonas de bañado por desborde del río
Salado. Forma parte de las regiones tradicionales de habla
bilingüe quichua-castellano y su población protagonizó pri-
mero el ciclo forestal (1880-1960) y luego el algodonero
(1920-1980).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 233

La historia de Jumial Grande es similar a la de numero-


sas localidades de Santiago del Estero, pobladas por familias
que llegaron a la zona como peones de grandes estancias
ganaderas o trabajadores provenientes de obrajes forestales
en las primeras décadas del siglo XX. Instalados en forma
definitiva, quedaron habitando en territorios marginales
para la agricultura tradicional de la época. Mantuvieron sus
estrategias de generación de ingresos por medio del asa-
lariamiento temporal fuera de la provincia conjuntamente
con la obtención de recursos del monte, la producción agrí-
cola y de pequeña ganadería subvaluada, razón por la cual
siempre dependieron de ayudas externas por remesas fami-
liares o de subsidios tanto provinciales como nacionales.

Las mujeres para los enfoques de desarrollo

La preocupación por la incorporación de las mujeres para


el desarrollo rural comienza aproximadamente hace cinco
décadas, y en este período su conceptualización ha alter-
nado entre diversos enfoques, que ponen en evidencia las
distintas interpretaciones y debates que aún perduran. Este
no ha sido un proceso histórico lineal y en la práctica estos
enfoques se ven expresados en programas o proyectos con
divergencias, contradicciones o superposiciones de visio-
nes teóricas y estratégicas (Biaggi, Canevari y Tasso, 2007).
Hasta fines de la década del sesenta las mujeres eran con-
sideradas exclusivamente como madres, responsables de la
reproducción de la fuerza de trabajo y biológica dentro
del ámbito doméstico. Se planteaba la necesidad brindar
capacitaciones para mejorar las condiciones de vida de sus
familias en relación a la alimentación, el vestido o la salud,
sin considerar su papel de productoras2.

2 Un ejemplo es el proyecto Hogar Rural del INTA, aunque sus acciones no


llegaron al departamento Figueroa.
234 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

A comienzos de los años 70 surge en las agencias inter-


nacionales el enfoque de Mujeres en el Desarrollo (MED)
con la idea de que las mujeres eran un recurso económico
subutilizado y que su incorporación como fuerza de trabajo
iba a resultar en un impacto en la economía familiar. Se
partía del supuesto de que hasta ese momento no aportaban
dinero a la familia y que al hacerlo esto resultaría en una
mejora del ingreso de los hogares. Las estrategias MED se
expresan bajo la forma de proyectos generadores de ingreso
para lograr que ellas produzcan bienes y/o servicios inser-
tando sus productos en el mercado. Es de esta manera que
surge el componente mujer en los programas y proyectos de
intervención. Lo que no se contempló es la gran cantidad de
tiempo de trabajo productivo (para el autoabastecimiento) y
reproductivo que llevan adelante las mujeres sin considerar
el aporte económico que este significa.
El enfoque Género en el Desarrollo (GED), se plantea
como una alternativa superadora al anterior, consideran-
do que las relaciones entre las personas están basadas en
dinámicas de poder, determinadas por el acceso y el control
diferenciado a recursos materiales y simbólicos. Es Gayle-
Rubin [1975] quien propone la categoría sistema sexo-género
a la que refiere como “el conjunto de disposiciones por
el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en
productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen
esas necesidades humanas transformadas” (1996: 37). Esta
es una categoría relacional, que tiene un carácter histórico y
apunta a la transformación de las desigualdades que ubican
a las mujeres en posiciones subalternas. Por eso este enfo-
que propone revisar críticamente la posición de las mujeres
en los hogares y en la comunidad.
Más recientemente el enfoque socioterritorial (EST)
se nutre de diversos modelos de intervención aplicados
en las últimas décadas y es superadora porque al plantear
una visión integradora de las comunidades y sus proble-
mas, favorece la incorporación de la perspectiva de género
impulsando la transformación de los mandatos culturales
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 235

opresivos para mujeres y varones e incorporando otras


miradas, otras demandas y nuevas estrategias para abor-
darlas. Otro aspecto del EST es el protagonismo de los/as
actores/as del territorio en la definición y construcción de
las soluciones a los problemas de manera integral e inter-
disciplinaria (Trama, 2009). Actualmente, hablamos de un
enfoque que se nutra de los diversos modelos de interven-
ción aplicados en las últimas décadas con una visión inte-
gradora de las comunidades y sus problemas, incorporando
la perspectiva de género para transformar los mandatos
culturales opresivos para mujeres y varones e incorporando
otras miradas, otras demandas y nuevas estrategias para
abordarlas (TRAMA, 2009).

Origen y trayectoria del grupo de mujeres


de Jumial Grande

Es desde un enfoque MED que se promueve la confor-


mación del grupo en agosto de 1989, por medio de un
proyecto financiado por UNIFEM (Fondo de Desarrollo de
las Naciones Unidas para la Mujer) e implementado por la
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación3
(SAGPyA) y el Instituto Interamericano de Cooperación
Agrícola (IICA). Las mujeres no tenían antecedentes previos
de organización salvo su participación en la cooperadora de
la escuela y en el catecismo, además de reuniones irregula-
res desde 1988 para la recepción de las cajas PAN (Plan Ali-
mentario Nacional). Eran campesinas que tenían entre 30 y
80 años, siendo la mayoría entre 31 y 50 años, casi todas con
una pareja estable y con un promedio de ocho hijos aque-
llas que ya habían finalizado su etapa reproductiva. Habían
asistido a la escuela primaria sin concluirla, de manera tal
que si bien leían o escribían, el desuso las enfrentaba a

3 Actualmente, Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.


236 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

dificultades para las matemáticas o la lectoescritura. Las


trayectorias personales eran similares: migraron a la ciu-
dad en la adolescencia por lo general para trabajar como
empleadas domésticas por un tiempo variable y al volver
de visita a la familia o para algún carnaval, formaron una
pareja y se quedaron. Unas pocas habían migrado con sus
maridos siendo jóvenes para los trabajos de cosecha de caña
de azúcar a Tucumán o de algodón en el Chaco, aunque en
los 80 ya se quedaban en la casa más allá que sus maridos
continuaran como trabajadores golondrinas.
Su principal actividad era el trabajo doméstico repro-
ductivo y lo consideraban como lo que se debe hacer, siendo
el amasado de la tortilla una actividad repetida varias veces
al día, marcando una rutina diaria. Una jornada extensa con
un promedio de dieciséis horas por día; al amanecer la pri-
mera actividad era encender el fuego para calentar el agua
para el desayuno e ir al corral de las cabras para dejar la
majada libre en el monte y dar agua a los caballos. Durante
la mañana se ocupaban de lo relacionado a la casa e hijos/as,
enviando a los/as niños/as a la escuela, barriendo la casa y
el patio, sacudiendo las cobijas, lavando la ropa, preparando
el almuerzo. Después de lavar los platos, hay un momento
de descanso que se mantiene hasta el día de hoy y que se
dedicaba a escuchar las novelas en la radio, actualmente en
la televisión. Luego volver a ocuparse de la casa, el lavado de
la ropa, encerrar las cabras y nuevamente amasar la tortilla
que junto a un mate cocido conforman la cena. La jornada
terminaba con la luz del día siendo las mujeres las últimas
en acostarse. En los meses del cultivo de algodón se incre-
mentaban las tareas, para ir al cerco, matar hormigas, carpir
y cosechar. Las colaboraciones eran de las hijas mayores,
sobre todo para el cuidado de los/as niños/as menores.
Las actividades productivas estaban centradas en aque-
llas destinadas al autoabastecimiento: gallinas, chanchos,
alimentación de los animales de tiro y cuidado de la chacra
(maíz y cucurbitáceas). Todas se dedicaban a la producción
de cabras, un trabajo casi exclusivamente femenino y si los
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 237

varones participaban, era solo para la venta de los animales.


Algunas de ellas se asalariaban para la carpida y cosecha del
algodón en los predios vecinos y otras trabajaban junto a
sus maridos en el cultivo propio.
A pesar de lo anterior, no se percibían a sí mismas
como productoras agropecuarias y se presentaban como
amas de casa. La actividad cabritera la consideraban dentro
del ámbito doméstico y la producción de algodón como la
actividad del marido y que ellas ayudaban.
Mujeres muy activas que realizaban tareas pesadas aun
siendo ancianas, no siempre bien alimentadas y con dema-
siados partos en sus vidas. Consideraban que sus principa-
les problemas eran la falta de comida, el agua y la atención
de la salud, sin poder priorizar cuál de los problemas era
el más importante. Sus decisiones tenían relación con sus
roles reproductivos: cuándo carnear un cabrito, lo vincula-
do a la alimentación, la educación y salud de los/as hijos/
as. No decidían sobre el uso del dinero más que para la
compra del almacén y su participación fuera del ámbito
doméstico era exclusivamente en el entorno de la iglesia
y la escuela, y no se relacionaban con funcionarios/as de
gobierno o partidos políticos.
En el inicio del proyecto de UNIFEM, los/as poblado-
res de Jumial Grande estaban viviendo una crisis alimen-
taria y económica grave debido a la sequía del verano de
1989 por la cual se había perdido la cosecha de algodón,
además de la hiperinflación que vivió el país durante ese
año. Quienes pudieron migraron, los varones en busca de
trabajo estacional y las mujeres de más de catorce años
se emplearon en el servicio doméstico en las ciudades. El
monte, que suele ser abastecedor de alimentos, estaba seco
y no había forraje para las cabras.

Al llegar durante la gran sequía nos encontramos un esce-


nario desolador, con los pocos aljibes secos, la represa de la
escuela con apenas un fondo de barro, de los pozos de agua
solo se obtenía un líquido turbio y escaso. Las vacas, caballos
238 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

y cabras cumplían con la rutina de hacer el trayecto hasta la


represa; cuando llegan y la encuentran seca, gritan. Gritan en
un aullido desgarrador. El único tema posible para conversar
es el problema del agua. ¿Se puede vivir en un lugar donde
falta el agua? El agua es central para la calidad de vida y el
bienestar, perduran en la memoria los años buenos y sobre
todo los años malos, porque de ella dependen los cultivos, los
animales y fundamentalmente las condiciones de vida y de
salud de las comunidades. (Cuaderno de campo, 1989).

El grupo disponía de unos fondos para la realización


de un emprendimiento productivo y luego de un proceso
de planificación participativa y capacitación, la incipien-
te organización decidió utilizar el dinero para desmontar
una hectárea con el objetivo de que ellas junto a su familia
pudieran sembrar algodón o alfalfa. La producción agrícola
en esa época era escasa en Jumial Grande, aunque algunas
familias sembraban en un predio distante a varios kiló-
metros de la localidad donde tenían riego por la cercanía
al sistema del río Salado. A pesar de las condiciones de
secano, existía el interés por la siembra de algodón por-
que eso les permitiría acceder al subsidio o salario para
el minifundista algodonero –lo llamaban habitualmente el
salario– que surgió con la aprobación de la Ley Nacional
N.º 23.107/1984, que permitió a los productores de algo-
dón acceder a los beneficios de asignaciones familiares,
jubilación y obra social.
El principal desafío al comienzo fue que las mujeres
pudieran salir del espacio doméstico y asumir un protago-
nismo en esta zona con dificultades de aislamiento y pobre-
za. A lo largo del tiempo han enfrentado diversas crisis
internas, liderazgos alternados, conflictos y variaciones en
el número de sus integrantes que habiendo llegado a sesen-
ta mujeres tomaron la decisión de “cerrar la inscripción”.
Las diferencias generacionales es uno de los principales
retos en la actualidad, aunque no vislumbran la posibilidad
de dividirse. Para ellas el grupo representa un espacio de
socialización que valoran porque “es unión, comprensión,
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 239

escuchar y ser escuchadas, participar, discutir, llegar a un


acuerdo. Compartir. Mirar todas a un objetivo y luchar has-
ta lograrlo. Sentirse como en casa en una reunión. Querer
para una y para todas. Es sentirse acompañada” (Cuaderno
de campo, 2011).
De las veinte mujeres del grupo que en el año 1989 par-
ticiparon del primer proyecto, continúan en la organización
doce, de las restantes algunas fallecieron, están enfermas,
son ancianas y una se fue a vivir a la ciudad de Buenos Aires.
Las campesinas más antiguas de la organización siguen par-
ticipando con entusiasmo y algunas caminan casi siete kiló-
metros para llegar a las reuniones.
Dentro del proceso de salida al espacio público, el gru-
po ha participado de organizaciones de segundo y tercer
grado como por ejemplo la Comisiones Unidades de Peque-
ños Productores Agropecuarios de Figueroa (CUPPAF) y el
Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCA-
SE). A mediados de la década del 2000 surgieron en Jumial
Grande conflictos de tierra en la zona de Quebrachales por
un supuesto dueño que intentó desalojar violentamente a
las familias (Canevari, Biaggi y Tasso, 2012). La Mesa de
Tierras del departamento Figueroa en ese momento res-
pondió de manera organizada, instalándose en el lugar para
la resistencia logrando expulsar a los intrusos. La tenencia
precaria de las tierras es predominante en la zona y aunque
quienes la habitan son poseedores con derechos, se consti-
tuye en una amenaza que renace ante la aparición de con-
flictos. Los territorios contienen dimensiones afectivas, que
trascienden lo económico-productivo, las familias no con-
sideran a la tierra reducida a mercancía (Vallejos, 2010).
Con regular frecuencia las mujeres han representado
al grupo en reuniones o encuentros fuera de la zona, o
fuera de la provincia y, en unos pocos casos, fuera del país.
Este protagonismo en espacios públicos en ocasiones des-
encadenó conflictos con sus maridos y en una oportunidad
Rosalba fue golpeada por su pareja al volver de un encuen-
tro porque los amigos se burlaban ante la posibilidad de
240 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

que ella le sea infiel. Las representaciones no siempre han


sido fáciles, por un lado, por las dificultades para salir de
la localidad, obtener el permiso de sus parejas, dejando sus
responsabilidades en la producción y reproducción, y por
otro, porque perdura una discriminación sexista por parte
de dirigentes y técnicos que les complica su inserción.
Han sido muchas las actividades que el grupo de muje-
res llevó adelante en estos años, la mayoría relacionadas a
la búsqueda de soluciones a una pobreza estructural dada
–en parte– por las condiciones agroecológicas de la zona.
El acceso a la información sobre programas y proyectos del
Estado y la capacidad de gestión dada por la organización,
redundó en diversos beneficios para las familias y la comu-
nidad, entre los que se destaca el acceso a infraestructura
para la recolección de agua para consumo, con la obra de
calicantos y aljibes familiares. También accedieron a capa-
citaciones específicas en lo sociorganizativo, en adminis-
tración, como así también el proceso educativo para recu-
perar bases de lectoescritura y matemáticas. Los talleres
sobre salud y derechos sexuales y reproductivos tuvieron
un impacto en las posibilidades concretas de tomar decisio-
nes sobre tener o no un hijo/a. “Nos comunicamos y apren-
demos a valorarnos como mujeres, aprendemos muchas
cosas que antes ignorábamos como la sexualidad y la salud
de las mujeres y los niños” (Cuaderno de campo, 2008).
Hay un reconocimiento del capital social que el grupo
originario consolidó en la larga etapa de capacitaciones
que recibieron durante el acompañamiento profesional de
la SAGPyA y luego de la organización no gubernamental
PRODEMUR (Promoción de la Mujer Rural), que trabajó
varios años en la zona. Este proceso tuvo un impacto y es
por esta razón que una preocupación actual de las mujeres
es la falta de capacitación de las mujeres más jóvenes.
Como parte esta experiencia cabe mencionar el efecto
multiplicador para la conformación de otros grupos de
mujeres en el departamento Figueroa (Invernada sur, San
Vicente, Cardón Esquina, Machajuay Huanchina, Nueva
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 241

Colonia, Bajo Sequeira, Río Muerto, Quimilioj, Nueva


Esperanza), algunos de ellos con una trayectoria interesante
por las actividades que emprendieron sobre temas específi-
cos o por su perduración.

Los cambios observados en el período

Uno de los hallazgos de esta investigación es que en


la localidad de Jumial Grande hubo un crecimiento
demográfico en las últimas décadas con un aumento
del número de viviendas y habitantes. En el año 1989
vivían 65 familias y en el año 2012 fueron 95, con
un aumento en el número de hogares del 41,5%. En el
cuadro siguiente se puede apreciar un ciclo de cincuenta
años con variaciones poblacionales significativas, mos-
trando una tendencia al retorno y permanencia en el
campo. Este hecho es relevante porque se contrapone al
decrecimiento de la población rural, tanto en Argentina
como en Santiago del Estero.

Cuadro 1. Distribución de la población de Jumial Grande


entre 1960 y 2012

Año % varones % mujeres Total

1960 48,5 51,5 100 (431)

1970 49,8 50,2 100 (247)

1987 54,5 45,5 100 (285)

2012 54,8 45,2 100 (456)

Fuente: Censo Nacional de Población y Viviendas (1960 y 1970), rele-


vamiento de alumnos de Sociología-UNSE (1987) y relevamiento pro-
pio (2012).
242 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Un diez por ciento de los hogares tienen jefatura feme-


nina y es notable el número de hogares unipersonales (16%)
de los cuales la mayor parte son varones y relativamente
jóvenes. La mayoría de las familias están integradas por
entre 4 y 7 personas y es significativo el número de hogares
compuestos por parejas jóvenes, que pone en evidencia que
hay una tendencia a conformar su propio hogar en una casa
separada de sus familias de origen en contraposición con la
anterior figura de hogares ampliados o extendidos.

La producción

En 1995, en el auge de las políticas neoliberales, se eliminó


el salario familiar percibido por los pequeños productores
algodoneros, lo que generó una gran inestabilidad econó-
mica en las poblaciones campesinas de Santiago del Estero
y tuvo como consecuencia que abandonen la siembra de
algodón. Para el año 2015, las actividades agropecuarias
se concentran fundamentalmente en el autoabastecimiento,
con pequeñas parcelas cultivadas, con la cría de cabras y en
menor medida de chanchos. Es notorio el descenso de las
superficies de cultivo y las encuestas muestran que casi la
mitad de los hogares no realiza ninguna actividad agrícola
o pecuaria. Un 22% siembran alfalfa, maíz o cucurbitáceas
y en siete casos siembran en superficies de 3 a 6 hectáreas
en una zona con riego cercana a la comunidad, el resto
de las familias ha abandonado su cerco4 convirtiéndose en
monte. La cría de cabras sigue siendo la principal actividad
pecuaria, aunque es evidente la disminución del tamaño
de las majadas, veinte familias crían entre 2 y 5 bovinos
y en solo tres casos tienen alrededor de 15 animales. Los
yeguarizos son para el transporte o el trabajo rural y sobre

4 Cada familia realiza el desmonte de una parcela de tierra a la cual denomi-


nan el cerco donde están sus cultivos. El mismo está rodeado por una valla de
ramas con espinas para evitar que ingresen animales.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 243

todo para el acarreo de agua o madera. En uno de cada


cinco hogares se produce carbón, junto con la extracción
de madera para postes, que es la única actividad que genera
ingresos monetarios en estas familias de la localidad. Si bien
se realiza desde hace décadas, se encuentra cada vez más
amenazada por el descontrol en el extractivismo.
Hay una coincidencia en la percepción de los/as pobla-
dores/as sobre los cambios climáticos de los últimos quince
años. Afirman que el clima cambió y ya no es predecible, y
a su vez el ciclo de lluvias es cada vez más espaciado: “El
calor es fuerte, no se puede andar por el monte luego de las
11 de la mañana. Ahora hay pocas lluvias, hay vientos raros
y más fuertes, algo que no se veía años atrás”. Uno de los
productores dijo: “… antes sabíamos cuando poner [sem-
brar]; ahora siembras, llueve, pasan veinte días y se queda
ahí la plantita no más, no llega a desarrollarse”. La explica-
ción que dan, es que al ser el calor y el frío más intensos
los cultivos no soportan el clima y se pierden las cosechas.
Relacionan estos cambios con la tala del monte que hubo
en estos años por los propios pobladores, que ante la falta
de otras alternativas económicas utilizan los recursos fores-
tales para generar ingresos. Sin embargo, cabe señalar que
por las características agroecológicas de la zona siempre
ha sido un lugar difícil para obtener buenos rendimientos
de la agricultura.
En estos años se sostuvo la presencia de huertas fami-
liares impulsadas por el programa ProHuerta (Ministerio de
Desarrollo Social, Instituto Nacional de Tecnología Agro-
pecuaria/INTA), que además les aseguró la presencia de un
profesional en la zona y la asistencia institucional.
Se han multiplicado las casas que tienen un pequeño
negocio o quiosco para la venta y sin lugar a dudas hay
una mayor circulación de dinero proveniente de las pensio-
nes. La dueña del principal almacén dice que sus clientas/
es compran mayores cantidades de los productos que antes
llevaban al menudeo y en peso reducido.
244 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Perdura la migración estacional de los varones aunque se


han cambiado los destinos y ya no van a la papa a Balcarce, ni a
la caña de azúcar a Tucumán. Las demandas son ahora para las
cosechas del arándano en Buenos Aires o Entre Ríos, la aceituna
en La Rioja o para la desflorada del maíz en Santa Fe.

Las políticas del Estado y la vida cotidiana

El 84% de las familias de Jumial Grande tienen algún ingreso


proveniente del Estado nacional, el más importante es la Asig-
nación Universal por Hijo/a y en segundo lugar las jubilacio-
nes o pensiones. Además, hay jóvenes que perciben becas para
los estudios secundarios, otros una pensión por discapacidad o
enfermedad y un 16% de las mujeres reciben el subsidio para
madres de más de siete hijos. Esto es percibido por las familias
y en especial por las mujeres, como un proceso de mayor esta-
bilidad económica, de más tranquilidad y es un flujo de dinero
que es notorio dentro de la comunidad. Sin dudas, uno de los
beneficios más importantes es que los/as jóvenes puedan conti-
nuar estudiando en escuelas secundarias y terciarias, tanto por
las becas como por el acceso a las motos, que han transforma-
do radicalmente las posibilidades de traslado hasta las institu-
ciones educativas que están distantes en El Cruce y Bandera
Bajada.
La extensión del tendido eléctrico para las zonas rura-
les más alejadas es un hecho que ha ocurrido en la primera
década de este siglo y la llegada de la luz al centro de Jumial
Grande en el año 2004 ha cambiado totalmente la vida de
la comunidad más allá de que aún la mitad de las fami-
lias no tienen el servicio. Generalmente, el primer artefacto
eléctrico que se adquiere es la heladera y la radio es infal-
table en todos los hogares. Varias familias compraron un
lavarropas, una televisión y una cuarta parte de los hogares
paga televisión satelital.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 245

Las transformaciones en la comunicación son notables.


Hace veinte años, el único medio para comunicarse con una
persona que vivía en Jumial Grande era la radio AM con sus
servicios de mensajería. Si a la inversa se deseaba enviar un
mensaje del campo a la ciudad, la tarea era más compleja,
requiriendo el uso de la radio policial o un traslado a la ciu-
dad para poder enviar la noticia. Actualmente los celulares
se han generalizado aunque con poca señal, para solucionar
este problema en cada casa hay un poste clavado en algún
lugar estratégico donde se accede a ella y donde se cuelga el
celular; a este poste se lo llama señalero.

En septiembre del 2010 volvemos luego de un tiempo a


Jumial Grande y la primera sorpresa es el camino que era de
tierra, con enormes bobadales en donde nos encajamos más
de una vez y ahora está enripiado en perfecto estado. Lle-
gamos a lo de doña Chela primero. Abrazo y emoción. Está
Nina con su hija Vanesa y su nieto Gustavo. Al ratito llega
Graciela con el marido y su hijita en una moto deslumbrante.
Luego llega Analía y más tarde Cora y la Gringa con su hija
de cinco años más un bebe de un año, que nació luego de
que en la Fiesta de la Salud del 2008, los/as médicos/as no le
pusieron –quien sabe por qué– el DIU a la Gringa, solo queda
el recuerdo de la desilusión de ella en ese momento. Ese día la
acompañamos hasta la casa luego que había hecho más de 10
kilómetros en bicicleta. Mientras conversamos, Vanesa amasa
tortilla tal como lo hacía su abuela cuando comenzamos a ir.
(Cuaderno de campo, 2010).

Como ya dijimos el acceso al agua es un problema


crítico, tanto para consumo humano como animal. Esta
situación ha mejorado notablemente en las últimas déca-
das, aunque la fuente principal de agua siguen siendo las
precipitaciones y los/as pobladores/as se quejan de que hay
menos lluvias. Se capta el agua llovida con techos de chapa
que se almacena en reservorios construidos de material,
generalmente con una capacidad de entre 2.000 y 10.000
litros (calicanto o aljibe). Cuando no hay un calicanto fami-
liar se utiliza el aljibe de la escuela. Dado el régimen de
246 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

precipitaciones, es difícil que el agua almacenada en la tem-


porada de lluvias alcance para satisfacer las necesidades
durante toda la temporada seca, así como es difícil que se
mantenga en condiciones potables por el largo período sin
lluvia. En ese momento, los pobladores recurren a otras
fuentes de agua, que dependiendo de la ubicación de las
casas pueden ser el río, el canal y en el caso de que no
se hayan secado, pueden recurrir a las represas, aguadas o
pozos, que son utilizadas principalmente por el ganado. En
las encuestas surge que un 40% de las familias juntan agua
de lluvia en tachos, un 34% en aljibes y un 22% en calicantos.
En once de estos hogares hay un pozo para sacar agua y
la mayoría de las familias tienen también acceso al agua
por medio de una represa familiar o comunitaria, que se
encuentra a una distancia que oscila entre diez metros y un
kilómetro. En los momentos de escasez al final del invierno
y sobre todo al comienzo de la primavera, las familias traen
agua desde fuera de la localidad pagando el acarreo. Una
solución importante al problema ha sido la instalación de
una planta potabilizadora en la represa del centro de Jumial,
que está conectada al sistema de riego con recursos del
gobierno provincial y la iglesia católica. El sistema de riego
funciona de manera irregular a pesar de la reparación del
dique Figueroa por parte del gobierno nacional, porque aún
resta la reparación de los canales de derivación.

Consideraciones finales

La información producida en esta investigación permite


identificar los principales cambios observados y percibidos
por la comunidad, en el grupo, en la economía de los hoga-
res, en los servicios públicos y en la vida cotidiana. Nuestro
análisis se propone incorporar la perspectiva de la econo-
mía feminista valorando la importancia de la reproducción
para la perpetuación de las sociedades, no solamente en
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 247

sus aspectos objetivos, sino también en lo que respecta a la


satisfacción de necesidades emocionales y de cuidado (Pes-
solano, 2018). En los hogares rurales la división sexual del
trabajo tiene algunas características dadas por el hecho de
que el espacio de la producción y de la reproducción no tie-
ne claras fronteras establecidas. Lo productivo se entremez-
cla con lo reproductivo y las visiones dicotómicas utilizadas
para explicar la modernidad capitalista no son aplicables,
salvo cuando el/la trabajador/a está asalariado. El espa-
cio doméstico-privado-reproductivo-femenino tiene una
menor distancia con el público-productivo-masculino. Lo
que está claro es que todos los trabajos reproductivos y de
cuidado que realizan las mujeres con la colaboración de sus
hijas están desvalorizados e inferiorizados. Aun cuando las
fronteras de lo público y lo privado no se distinguen con
claridad, lo que se evidencia es que el patriarcado impregna
un orden valorativo para la economía y el trabajo. Alejan-
dra Ciriza (2011) hace una crítica a una lectura binaria,
basada en la teoría del doble sistema que ubica al capitalis-
mo asociado a los aspectos productivos, a la explotación y
como un sistema material. El patriarcado, en cambio, queda
en esta lógica asociado a los aspectos reproductivos y del
cuidado, a la dominación de las mujeres y es un sistema
cultural. Esta mirada los presenta separados y relacionados
entre sí de manera ocasional evitando analizar los múltiples
vínculos que hacen que se retroalimenten mutuamente. Se
sostiene de esta manera una escisión entre lo productivo
y lo reproductivo, entre la economía y la política, entre la
mente y el cuerpo.

En la mayoría de los casos y a pesar de una división sexual del


trabajo claramente definida, el trabajo de hombres y muje-
res se integra en el tiempo y en el espacio. La separación
entre actividades productivas y reproductivas es con frecuen-
cia artificial, tal como lo simboliza la mujer que carga a su
hijo en la espalda mientras trabaja en el campo. (Benería y
Sen, 1982: 33).
248 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

El trabajo productivo de las mujeres varía de un hogar


a otro, de un lugar a otro y varía la dimensión de su apor-
te en bienes para el consumo familiar o para la venta del
excedente. Pero el trabajo reproductivo es prácticamente
de exclusiva responsabilidad de las mujeres y si bien en
los ámbitos urbanos ha habido algunas transformaciones en
los arreglos domésticos, en el ámbito rural esto permanece
más estático. La desvalorización e invisibilización de este
trabajo es constante.
Las políticas sociales redistributivas impulsadas por el
Estado nacional a través de diferentes tipos de pensiones
brindan una mayor estabilidad económica y permanencia
de los habitantes en su lugar de pertenencia, desalentando
las movilidades espaciales sostenidas en etapas anteriores.
Simultáneamente el seguimiento de la historia de Jumial
Grande muestra un retroceso en el uso de la tierra para la
producción agrícola, que comienza con la canalización del
río Salado en la década del treinta y continúa con la falta
de apoyos estatales a la pequeña producción existente en la
zona. Los hogares se multiplicaron, sin un crecimiento pro-
porcional de la superficie agrícola cultivada ni del número
de animales para cría. Esta disminución ya fue observada en
otros estudios sobre la estructura agraria santiagueña (De
Dios, 2009; Tasso, Ledesma y Paz, 2011). Este fenómeno
parece responder a distintas causas; una de ellas es el dete-
rioro de los precios relativos de la producción campesina,
que conduce a la disminución del autoabastecimiento y es
reemplazado por la compra de productos industrializados
en el almacén. El mayor flujo de dinero acrecentó la capaci-
dad adquisitiva de los hogares reemplazando las estrategias
de subsistencia, aunque se mantienen los trabajos asalaria-
dos por lo general con migraciones estacionales.
Dicha retención de la población rural en esta localidad
posiblemente sea una de las razones del uso poco sustenta-
ble de la flora local, porque las familias de Jumial Grande
extraen del monte los recursos económicos que no obtie-
nen de otra manera. Tal situación crea uno de los mayores
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 249

problemas que visualizan y es la desaparición de la vegeta-


ción característica de la zona. A la tala indiscriminada se
suma el avance de la frontera agrícola, que podría ser mayor
cuando se solucionen los problemas actuales de riego del
sistema del dique Figueroa que posibilitarían una agricultu-
ra más estable y no dependiente de las precipitaciones.
La vida cotidiana de las mujeres se ha transformado
con el alivio de la carga de trabajo reproductivo y de cui-
dados que insumía una importante cantidad de tiempo y
esfuerzo en su larga jornada. Esto sucede, por un lado, por
la mejor provisión de agua, por la incorporación de cocinas
a gas de garrafa y la llegada de la electricidad que permite
tener un lavarropas y una heladera para organizar mejor
la alimentación familiar y administrar un animal que se
ha carneado. También se destaca una escuela nueva con
escolaridad hasta noveno año y dos salas de Jardín más
un camino enripiado que operan en la retención pobla-
cional. Donde predominaba el aislamiento, se advierte hoy
una creciente vinculación con áreas urbanas, a través de la
infraestructura vial y energética, el transporte y los medios
de comunicación (TV, radio, internet, celulares) incorpo-
rándose patrones de consumo urbanos y un mayor acceso
a bienes y servicios necesitados de movilidad. Los viajes a
la ciudad son más frecuentes para atender necesidades de
salud, para ir a un cajero electrónico, o simplemente para
visitar familiares. Se aceleran los contactos y disminuye la
distancia relativa a la capital y los mercados de abasteci-
miento y trabajo, ahora los/as migrantes, que tienen más
facilidad para salir y volver al hogar incorporando bienes
de consumo de las ciudades.
El estudio de este proceso de veinticinco años nos per-
mite comprender cómo las mujeres enfrentan las múltiples
desigualdades que persisten intersectadas en nuestra socie-
dad y, en especial, el acceso diferencial a los recursos y al
uso de los espacios, del tiempo y del trabajo. Principalmen-
te muestra la importancia de la promoción de la equidad
de género y sus resonancias en la vida de las familias y
250 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

de las comunidades. Las mujeres expresan que hoy día se


sienten más libres para participar en actividades asociativas
y para decidir en la vida familiar, a pesar de las estruc-
turas patriarcales que persisten. Su mayor protagonismo
se expresa en actitudes antes reservadas a los varones, tal
como la crítica a la insuficiencia de los servicios de salud o
el cambio climático. No es posible soslayar que en este gru-
po las mujeres encontraron en la organización una manera
de socialización que no tenían previamente por su situa-
ción de aislamiento.
El Estado provincial muestra aún debilidades en las
políticas para las comunidades rurales dispersas destinadas
al incentivo de la producción agrícola y ganadera, al acceso
a los mercados, la regulación de los títulos de propiedad, la
mejora en el acceso al agua, los servicios para el acceso a la
justicia, la salud o la educación. Las políticas nacionales de
redistribución tienen que ser complementadas con políticas
de reconocimiento, como así también con las oportuni-
dades de representación en las instancias de participación
social (Fraser, 2014).
Podemos afirmar que, durante estos años, aun cuando
el deterioro del entorno ambiental se presenta como una
amenaza al buen vivir, las mujeres han mejorado sus con-
diciones de bienestar, por el acceso a una calidad de vida
que ha resultado en una menor carga en el tiempo y la
intensidad de trabajo.

Bibliografía

Arístides, Pablo (2010). “Procesos Históricos de cambio en


la apropiación del territorio en Figueroa (Santiago del
Estero, Chaco Semiárido)”. Tesis de maestría de la Uni-
versidad Internacional de Andalucía.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 251

Benería, y Sen, Gita (1982). “Acumulación, reproducción y


el papel de la mujer en el desarrollo económico: una
revisión de Boserup”. En Deere, C. (ed.), Debate Sobre
la Mujer en América Latina y El Caribe: Discusión acerca
de la Unidad Producción-Reproducción (pp. 23-38). Bogo-
tá: ACEP.
Biaggi, Cristina; Canevari, Cecilia; Tasso, Alberto (2007).
Mujeres que trabajan la tierra. Un estudio sobre Mujeres
Rurales en Argentina. CABA: SAGyP.
Canevari, Cecilia; Biaggi, Cristina y Tasso, Alberto (2012).
Informe final del proyecto “Mujeres, vida cotidiana
y políticas públicas en una comunidad rural. Jumial
Grande”. CICyT-UNSE.
Ciriza, Alejandra (2011). “Mujeres y transnacionales. A pro-
pósito de las relaciones entre capitalismo y patriarca-
do en tiempos de crisis”. Solidaridad Global (pp. 29-34).
Villa María.
De Dios, Rubén (2009). Los campesinos santiagueños y su
lucha por una sociedad diferente. I Congreso Nacio-
nal de Protesta Social, Acción Colectiva y Movimientos
Sociales. CABA.
Fraser, Nancy (2014). La justicia como redistribución, reco-
nocimiento y representación. Entrevista Martha Palacio
Avendaño. Disponible en: https://bit.ly/2LSI756. Con-
sultado en julio de 2014.
Instituto Nacional de Estadística y Censo (2001). Censo
Nacional de Población y Vivienda.
Instituto Nacional de Estadística y Censo (2010). Censo
Nacional de Población y Vivienda.
Pessolano, Daniela (2018). Puesteras, economía de la vida y per-
sistencia campesina en territorios no irrigados. Un estu-
dio de caso en el este de Mendoza. Tesis doctoral. FCPyS.
UNCuyo.
252 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Rubin, Gayle (1996) [1975]. “El tráfico de mujeres: notas sobre la


“economía política” del sexo”. En Lamas, Marta (comp.), El
género: la construcción cultural de la diferencia sexual. CDMX:
PUEG de la Universidad Autónoma de México y Miguel
Ángel Porrúa.
Tasso, Alberto, Ledesma, Reinaldo y Paz, Jorge (2011). Tra-
bajo rural estacional en Santiago del Estero. CABA: OIT.
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.
Trama (Red Nacional de técnicas e instituciones que tra-
bajan con mujeres rurales) (2009). Un aporte desde
la perspectiva de género al enfoque socioterritorial.
CABA: SSDSyAF. FMS.
Vallejos, Clara (2010). Ponerle el cuerpo. Mujeres campe-
sinas y derecho a la tierra en Figueroa, Santiago del
Estero. Tesis de maestría. Facultad de Ciencias Socia-
les UBA.
10

Pobreza y desnutrición infantil


en la ruralia del noroeste argentino

Una mirada integradora

FERNANDO LONGHI, LAURA CORDERO Y PABLO PAOLASSO

1. Introducción

Los estudios sobre nutrición infantil no han ocupado un


interés central en nuestro país.1 Existen excepciones a esta
regla, con investigaciones que en su mayoría se han enmar-
cado en contextos urbanos y han empleado como fuente
de información datos antropométricos primarios recogidos
in situ. Estos estudios han demostrado la persistencia de
alteraciones nutricionales en distintos ámbitos de nuestro
país (Bolzán et al., 2005; Cordero, 2018; Durán et al., 2009;
Gullerian et al., 2006; Longhi, 2012; Oyhenart et al., 2008
y Zonta et al., 2011).
Dentro de la multiplicidad de condiciones que implican
las alteraciones del estado nutricional, centramos esta pro-
puesta en el abordaje del déficit nutricional infantil, toman-
do como criterio de inclusión la residencia en ámbitos
rurales. En Argentina, la única fuente oficial que propor-

1 Esta situación se replica también en el contexto mundial: la desnutrición, en


tanto importante causal de mortalidad infantil, fue identificada como enfer-
medad recién en el siglo xx (Cattáneo, 2000).

253
254 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

cionó información sobre las características nutricionales de


poblaciones infantiles fue la Encuesta Nacional de Nutri-
ción y Salud en 2004. Con la salvedad de que solo implicó a
poblaciones de ámbitos urbanos, este relevamiento permi-
tió conocer el panorama nutricional en el Noroeste Argen-
tino –NOA– (integrado por las provincias de Jujuy, Salta,
Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero) e indicaba que
el 2% de los niños y niñas menores de 6 años presentaba
bajo peso, mientras que la baja talla comprometía al 8%
(Ministerio de Salud, 2007). El NOA constituye una de las
regiones con mayor proporción de población rural de la
Argentina donde, además, los antecedentes muestran que
la ruralidad se ha asociado fuertemente con las condicio-
nes de pobreza (INDEC, 2001; 2010; Paolasso, Longhi y
Velázquez, 2019).
La situación nutricional en el mundo rural noroestino
carece de registros oficiales. No obstante, la literatura
advierte magnitudes preocupantes que superan amplia-
mente los registros detectados en sectores urbanos del
país. Se destacan, por un lado, el estudio de Romero et al.
(2005) en dos localidades rurales de la Puna Jujeña, don-
de los niños, niñas y adolescentes presentaban prevalencias
medias del 28% de bajo peso y baja talla, mientras que, con
posterioridad, Quiroga Mendiola y Paulizzi (2011), por su
parte, en la Quebrada de Humahuaca y en la Puna, indica-
ban déficits nutricionales en tres de cada cuatro niños/as.
Posteriormente, Basset et al. (2013) reportaban 10% de baja
talla en menores de nueve años en los valles de altura del
NOA, con magnitudes que se duplicaban en el caso de la
Quebrada de Humahuaca y en la Puna. Asimismo, magni-
tudes similares fueron registradas y difundidas hace más de
cuarenta años en las mismas localidades por Devoto (1972),
resaltando la condición estructural del problema.
De allí que esta propuesta pretendió un abordaje inte-
gral de las interacciones entre ruralidad, pobreza y desnu-
trición en las poblaciones que habitan el NOA. Se analizan
así los vínculos existentes entre el atributo de ruralidad
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 255

(Bolsi y Meichtry, 2006; Krapovickas y Longhi, 2013), la


persistencia de la pobreza (Bolsi y Paolasso, 2009; Longhi,
2011; Paolasso, Longhi y Velázquez, 2019) y las magnitudes
y tendencias de la desnutrición infantil.
Los interrogantes que guían el capítulo son: ¿dónde
se asienta la población rural del NOA? ¿Qué magnitudes,
tendencias y características asume allí la pobreza? ¿Cómo se
manifiesta este problema en la nutrición infantil? Para res-
ponderlos, se caracterizaron los núcleos de población rural
y seguidamente se indagó en los problemas relacionados
con el estado nutricional deficitario de los niños residen-
tes, sus características, expresiones y magnitudes actuales
(Dirección de Estadísticas e Información de Salud –DEIS–,
2019; INDEC, 2010). Además, se exploraron fuentes alter-
nativas como el Diario de Sesiones del Congreso de la
Nación del año 1937, permitiendo –mediante un enfoque
diacrónico– analizar antropométricamente una muestra de
niños santiagueños residentes en áreas rurales. Finalmente,
focalizando en un caso de estudio en localidades rurales
de Tucumán, se caracterizaron las manifestaciones actuales
de la desnutrición en niños y niñas escolarizados mediante
relevamiento antropométrico.

2. Aportes conceptuales para el abordaje de la pobreza


en contextos rurales a partir del estudio
de la desnutrición infantil

Tradicionalmente, el concepto de ruralidad se asoció a tres


fenómenos interrelacionados. Dos de ellos son fáciles de
mensurar, como la prevalencia de una baja densidad demo-
gráfica o el predominio de actividades agrarias en la estruc-
tura productiva de una localidad o región. El tercero resulta
un poco más evasivo y difícil de medir, pues se trata de
ciertos rasgos culturales –valores, creencias y conductas–
que resultan ser cualitativamente diferentes a los de las
256 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

poblaciones de las ciudades. Esta imagen –construida en


oposición a la de las sociedades urbanas– configura a estas
últimas como sociedades modernas y dinámicas basadas en
actividades industriales y comerciales.
Esta perspectiva dicotómica tradicional se origina
en una concepción lineal y evolutiva del desarrollo,
donde se considera al proceso de modernización como
el paso de una forma de vida rural –sinónimo de atra-
so– a una forma de vida urbana, industrial, dinámica
y heterogénea; tanto social como culturalmente (Llambí
Insua y Pérez Correa, 2007). Si bien ha sido probada la
ineptitud de este pensamiento dicotómico para explicar
la realidad (Pérez, 2001), esta percepción sin duda ha
facilitado la complementariedad entre los conceptos de
ruralidad y pobreza. El medio rural pasó a ser, en el
imaginario colectivo, un medio de escasez, de carencias
y de extendida insatisfacción de necesidades.
Ante estas evidencias muchos autores han cuestio-
nado la validez de aplicar en el medio rural los indica-
dores clásicos de medición de la pobreza; tales como el
método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI)
(Krapovickas y Longhi, 2013). Las críticas al enfoque de
las NBI en el medio rural argumentan limitaciones de
orden conceptual y operativo en parte atribuidas a un
sesgo urbano presente en la mayoría de los ejercicios de
medición de la pobreza realizados desde esta perspectiva
(Forni, 2002; Murmis, 2001; Neiman, Blanco y Jiménez,
2004)2. Señalan que un estándar de necesidades míni-
mas, utilizadas para ámbitos rurales y urbanos por igual,

2 No obstante, merece la pena aclarar que, en la construcción de cual-


quier indicador de pobreza deben considerarse, inevitablemente, una
serie de criterios. Uno de ellos es el de universalidad, que sostiene que
lo que se mide debe ser acorde a las condiciones que presenta la
mayor parte de la población. En un país donde el 92% de la población
reside en localidades urbanas, se entiende el sesgo urbano que puede
tener el indicador NBI y promueve al cuidado cuando se lo use para
caracterizar a las áreas rurales.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 257

no sería adecuado tanto desde un análisis objetivo como


desde la percepción o evaluación de las condiciones de
privación efectuadas por los propios individuos.
También se sostiene que algunos indicadores de
vivienda y servicios desconocen el carácter natural del
medio rural y la dificultad de acceso a ciertos recursos
(tal es el caso, por ejemplo, del aprovisionamiento de
agua para el consumo familiar o el tipo de materiales de
construcción de la vivienda). Estas limitaciones redun-
darían en una sobreestimación de la pobreza en áreas
rurales, derivada especialmente de la incidencia de los
indicadores de vivienda y condiciones sanitarias.
En este contexto queda claro que las poblaciones
pobres (tanto urbanas como rurales) no son homogéneas, y,
siguiendo a Øyen (2003), probablemente tampoco presen-
ten las mismas necesidades. Estos cuestionamientos permi-
ten –al menos– poner en discusión los resultados obtenidos
al aplicar los indicadores tradicionales para el medio rural,
y plantean la necesidad de atender al concepto de pobreza
de una perspectiva más integradora.
En esta propuesta entendemos que la definición e iden-
tificación de la pobreza conforma un “yacimiento de sub-
jetividades diverso” (González, 1997: 285), dada la elección,
a veces determinista, de las variables que procuran iden-
tificar las legítimas necesidades de la población, como así
también de los umbrales que definen la insatisfacción de
dichas necesidades. En este sentido, nuestra línea de aná-
lisis se interesa por considerar un indicador que supere
las limitaciones mencionadas y ponga de manifiesto las
carencias del medio rural. Por tales motivos, el abordaje
de la pobreza considerado en este trabajo responde a una
perspectiva epidemiológica, en este caso corporizando el
contexto de pobreza a partir de la morbimortalidad por
desnutrición infantil.
258 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Es conocido que una adecuada nutrición es fundamen-


tal para el adecuado crecimiento y desarrollo infantil. El
déficit nutricional en los primeros años de vida tiene graves
consecuencias para el individuo, como para la sociedad a
la que pertenece.
Entre los condicionantes de la desnutrición infantil se
distinguen causas básicas y subyacentes (De la Hoz et al.,
2014) que se encuentran atravesadas por la condición de
pobreza. Las primeras son el reflejo de los recursos poten-
ciales del orden sociopolítico, económico y cultural, entre
los cuales se incluyen los problemas de producción o sumi-
nistro de alimentos a nivel nacional, regional y de los hoga-
res, así como problemas de acceso de las familias a produc-
tos alimenticios de buen valor nutricional. Por otro lado,
las causas subyacentes se presentan en la comunidad o en
la familia, dan cuenta de los aspectos de la higiene ambien-
tal, abarcando el abastecimiento de agua, alimentos sanos
y saneamiento en todas sus formas. Las causas subyacen-
tes revelan los aspectos de la vida de las poblaciones que
incluyen el conjunto de enfermedades infecciosas y para-
sitarias, prácticas de alimentación, además de los sistemas
de atención sanitaria y su utilización; también describen los
cuidados y prácticas a nivel familiar, es decir, toda la gama
de cuidados maternos e infantiles.
Existe una fuerte relación entre la pobreza –sus distin-
tas formas y manifestaciones– y la desnutrición en la infan-
cia. Esta relación no determina necesariamente la muerte,
sino que la condiciona de manera importante, y, aunque el
circuito no termine en una defunción, las secuelas pueden
involucrar serias limitaciones físicas, psíquicas, cognitivas
y afectivas a lo largo del ciclo vital, que a su vez pueden
volver a incidir sobre los niveles de pobreza. En este círculo
vicioso, la desnutrición no solo es resultante, sino causa
fundamental de la pobreza. Los efectos negativos se plas-
man especialmente en países de ingresos medios y bajos, en
poblaciones rurales, urbano-marginales, etnias indígenas y
afrodescendientes (De la Hoz et al., 2014).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 259

El abordaje de la pobreza a partir de la morbimorta-


lidad por desnutrición en la niñez pretende escapar del
sesgo subjetivo en la definición de variables que iden-
tifican la precariedad, superando la penalización que
sufren las áreas rurales según las tradicionales metodo-
logías de medición de la pobreza. Se busca, en definitiva,
abandonar el tipo de preguntas relacionadas con cuánta
educación es necesaria para no ser pobre, o si son las
paredes de adobe y el techo de paja indicadores de
carencias básicas que impiden el normal desarrollo de la
vida a las personas que allí viven, para poner el acento
en las consecuencias de dichas características sobre el
proceso salud-enfermedad-muerte infantil.

3. Aproximaciones a la medición de la desnutrición


infantil y sus fuentes de información

El estudio se estructuró en dos etapas con diferentes


escalas de análisis. Durante la primera, se consideró
como área de estudio a los sectores rurales que integran
el NOA, definiéndose como rural a aquellas jurisdiccio-
nes que carecían de localidades con población superior a
los 2.000 habitantes en 20103. Es importante mencionar
que, tal como lo refleja la Figura 1, existen diferencias
sustanciales en la extensión del área de estudio según
la unidad administrativa de referencia, siendo superior
en el caso de contemplarse fracciones censales. En este
trabajo el área de estudio contempló la extensión depar-
tamental por cuanto las fuentes secundarias consultadas
se encuentran consolidadas a este nivel de agregación.

3 Si bien este es el criterio seleccionado por el INDEC, es preciso


remarcar que internacionalmente el concepto e identificación de lo
rural adquiere diferentes matices.
260 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Figura 1. Departamentos y fracciones censales del Noroeste Argentino


con población residente en localidades rurales

Fuente: elaboración propia sobre la base de Censo Nacional de Pobla-


ción, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010) y la cartografía fue provista por
el Instituto Geográfico Nacional (2019).

Considerando este recorte territorial, se realizó un


análisis retrospectivo que permitió caracterizar a la pobla-
ción en estudio. Primeramente, mediante un enfoque cua-
litativo se efectuó una investigación documental donde se
acudió a fuentes secundarias que atendieran al problema de
investigación planteado. Los hallazgos fueron pocos, pero
elocuentes, entre los que las mediciones antropométricas
realizadas por el equipo del Senador Alfredo Palacios luego
de la sequía de 1937 constituyeron la principal riqueza.
Además, tomando como fuente de información datos
provenientes del Censo Nacional de Población, Hogares
y Viviendas correspondientes a los años 2001 y 2010
(INDEC, 2001; 2010), estas fuentes secundarias posibili-
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 261

taron análisis cuantitativos que permitieron describir los


siguientes indicadores: composición poblacional, estructu-
ra demográfica por edad y sexo, así como las condiciones
de pobreza de dicha población.
Seguidamente, se analizaron estadísticas vitales referi-
das a morbimortalidad (DEIS, 2019), considerándose como
unidad de análisis a la población conformada por todos los
niños y las niñas menores de 5 años que residieron en el
área de estudio propuesta.
El estudio de la desnutrición en la niñez del NOA
implicó abordar un problema de difícil captación, especial-
mente cuando en muchos casos solo se visibiliza su expre-
sión extrema. En este sentido, la disponibilidad y carac-
terísticas de las fuentes de información conformaron un
determinante sustancial en los indicadores desarrollados y
los resultados encontrados.
Se trabajó con las bases de datos proporcionadas por la
DEIS (2019), correspondientes a estadísticas vitales de mor-
talidad y estadísticas de egresos hospitalarios. Sobre esta
base, y de acuerdo con las definiciones planteadas en la Cla-
sificación Internacional de Enfermedades N.º 10 (CIE 10),
se consideraron los códigos relacionados al déficit nutricio-
nal, incluyéndose: las anemias nutricionales (códigos D50 a
53), los diferentes tipos de desnutrición (códigos E40 a 46) y
las deficiencias vitamínicas, secuelas de desnutrición y otras
deficiencias nutricionales (códigos E50 a 56 y E58 a 64).
Se trabajó con los siguientes indicadores:
• Tasa de mortalidad por desnutrición: Reviste un carácter
extremo al considerar solo la defunción por desnutri-
ción, lo cual soslaya buena parte del problema. Refie-
re a la relación entre cantidad de muertes registradas
por desnutrición respecto a la población de niños y
niñas, expresada cada mil menores. Se estudió el perio-
do comprendido entre 1999 y 2013.
262 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

• Tasa de morbilidad por desnutrición: Se analizaron los


registros disponibles correspondientes a egresos hos-
pitalarios por desnutrición (año 2000 y periodo 2005
a 2014). Esto operó como una medida aproximada a la
morbilidad, con algunas restricciones que se detallan.

Como limitaciones de estas fuentes, cabe mencionar la


calidad de los datos disponibles: los registros de egresos hospi-
talarios solo refieren al universo de hospitales públicos y pre-
sentan algunas deficiencias derivadas de su nivel de cobertura
y completitud en el período seleccionado, puesto que su con-
solidación estadística se encuentra en proceso. No obstante, se
considera que la información brindada es valiosa por constituir
la única fuente de aproximación a esta vertiente de la desnutri-
ción. Por otra parte, refleja las condiciones de las poblaciones
más vulnerables por cuanto los hospitales públicos en Argenti-
na reciben principalmente la demanda de poblaciones que no
gozan de obra social, por lo tanto, carecen de empleo formal.
En una segunda etapa de este estudio se trabajó con
fuentes primarias de información, abordando como área de
interés localidades rurales de la provincia de Tucumán. Dicha
área estuvo representada por las fracciones censales rurales del
Departamento Simoca (uno de los mayores núcleos de rurali-
dad del NOA). La unidad de análisis la constituyeron niños y
niñas con edades comprendidas entre 6 y 12 años, que durante
el año 2015 concurrieron a instituciones educativas públicas.
Los indicadores nutricionales estudiados resultaron del
relevamiento de medidas antropométricas4. Las variables reco-
lectadas fueron el peso, que permite determinar la masa corpo-

4 La antropometría resulta una herramienta ampliamente en estudios poblaciona-


lesutilizadaqueresumevariascondicionesrelacionadasconlasaludylanutrición,
alavezquerefleja situaciones pasadas opresentes, ypermite predecir riesgos futu-
ros(Calvo,1996).Setratadeunmétodono-invasivoqueimplicalamedicióndirec-
ta del tamaño y las proporciones corporales, brinda información indirecta de la
composición corporal ypuede predecir riesgos. Subajo costo, simplicidad, validez
y aceptación social justifican su uso, particularmente en poblaciones de riesgo
nutricional porsituaciones pasadas opresentes (AbeyáGilardónet al.,2009).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 263

ral total y la talla –o estatura total– que refleja el crecimiento


óseo en longitud. El relevamiento fue realizado en los estableci-
mientos educativos, previa autorización escrita de las autorida-
des ministeriales, escolares y de los padres o tutores del escolar
participante y de acuerdo con normas estandarizadas propues-
tas por la Sociedad Argentina de Pediatría (2013).
A partir de estas variables se calcularon índices derivados.
En el caso del presente análisis se calculó el Índice de Masa Cor-
poral con relación a la Edad (IMC/E) y la Talla según la Edad (T/
E). El IMC/E señala la masa corporal total en el momento de la
observación. Cuando se encuentra por debajo de lo esperado, es
indicador de emaciación o desnutrición aguda. En estos casos,
el déficit ocurre por la pérdida de tejido muscular y adiposo, que
generalmente puede ser restablecida si las condiciones que la
originaron cambian. Sin embargo, cuando se presentan situa-
ciones en donde el contexto de carencia no se revierte y perdu-
ra en el tiempo, suelen ocurrir retrasos en el crecimiento, con
modificaciones difícilmente reversibles, que tienden a afectar
y comprometer la estatura del niño, se produce pérdida de la
masa muscular y disminución del tamaño total (Rebato, 2010).
El estudio de la T/E resulta adecuado ante las circuns-
tancias antes reseñadas puesto que refleja el crecimiento lineal
alcanzado en relación con la edad cronológica. Equivale a la
sumatoria de todos los pequeños incrementos de talla que se
produjeron desde la concepción hasta el momento de la medi-
ción (Cordero, 2018). En este sentido, la edad de los niños es un
factor a considerar en la interpretación del indicador baja talla/
edad, pues en razón de la gran velocidad de crecimiento, en los
menores de dos años refleja un proceso activo y vigente, mien-
tras que en los niños mayores debe interpretarse como secuela
de un proceso pasado o de alteraciones nutricionales crónicas
(Roggiero y Di Sanzo, 2007).
En este trabajo, los valores obtenidos del análisis de indi-
cadores antropométricos se compararon con los estándares
publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS,
2008). Estos resultan más sensibles a las situaciones de malnu-
trición, permiten el contraste internacional y remiten a un
264 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

paradigma de derecho a condiciones de bienestar y crecimien-


to fisiológico necesario para garantizar la salud de todas las
poblaciones infantiles del mundo. Finalmente, el procesamien-
to estadístico se realizó con los programas informáticos Antro-
plus y SPSS 25, a partir de los cuales se realizó un análisis
descriptivo que consideró estimadores de tendencia central y
cálculo de prevalencias.

4. Alteraciones nutricionales del mundo rural


noroestino durante el siglo XX

Las evidencias bibliográficas sobre las alteraciones nutri-


cionales durante el siglo XX son mínimas, sin embargo, los
escasos aportes hallados exhiben con claridad la existencia
secular de un problema con notorias implicaciones sociales
y económicas en las sociedades del NOA.
La referencia de mayor antigüedad y riqueza –que cons-
tituye una clara muestra de la antigüedad del problema– es la
proporcionada en 1937 por el Senador Alfredo Palacios, la cual
quedó explícita en el Diario de Sesiones de la Honorable Cáma-
ra de Senadores de la Nación. Mencionaba en los escritos de su
viaje por el NOA: “… la caravana dolorosa de millares y milla-
res de niños, con los ojos sin luz, con el pecho enjuto, desnu-
tridos, miserables y enfermos, que se arrastran por las cam-
pañas argentinas llenas de sol…” (Palacios, 1937: 117). Distin-
guía, además del hambre crónico de la niñez, sus condiciones
de salud, donde coexistían el tracoma y el paludismo, así como
también el contexto de carencias estructurales sobre el cual se
desarrollaba la vida:

… las viviendas son miserables, construidas con ramas y latas,


casi siempre, a veces de madera y barro, carecen en absoluto
de la más elemental higiene y son el refugio de toda clase
de insectos que producen las más diversas enfermedades. La
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 265

falta de water-closet y la convivencia de los seres humanos


con los más variados animales favorecen la infección. (Pala-
cios, 1937: 130).

La alimentación evidentemente no era adecuada en can-


tidad y calidad, en su relato se destacaba la ausencia de con-
sumo de proteínas, especialmente de alto valor biológico (de
origen animal), así como también la presencia de una alimenta-
ción basada en el consumo de carbohidratos. Mencionaba que
“el alimento de todo el día era, con muy contadas excepciones,
mate cocido, mazamorra sin leche y locro sin carne” (Palacios,
1937: 131).
Esto generaba una percepción trágica, ante la que expre-
saba:

… yo he visto niños tristes, sin luz en los ojos, que denotan


una atención dispersa, delgados, de piel pálida, cetrina o
terrosa, de flacidez marcada, mucosa de los párpados des-
colorida, pecho enjuto. Falta de curiosidad, inactivos. Yo los
he visto en el aula obscura y estrecha, de piso de ladrillo,
a veces sin paredes, que son reemplazadas con lonas. (Pala-
cios, 1937: 133).

Estas descripciones ponen de manifiesto el déficit nutri-


cional de los escolares, en donde los signos físicos denotan no
solo la presencia de un peso corporal inadecuado (delgadez,
pecho enjuto), sino además múltiples signos clínicos que evi-
dencian la alteración de los componentes corporales con dis-
minución del tejido magro (flacidez), el compromiso del sis-
tema nervioso (pérdida de concentración, desinterés, tristeza),
las carencias de micronutrientes, de modo que resulta evidente
la referencia a la presencia de anemias nutricionales entre los
niños y niñas (mucosas descoloridas, palidez).
En el caso tucumano existe parangón con este contexto en
una formidable descripción que data de siglo XIX realizada por
Rodríguez Marquina (1899), quien ponía el acento en los condi-
cionantes de la mortalidad infantil. Sin embargo, esta rica des-
cripción prevalece en el ámbito urbano de la capital provincial,
266 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

y son escasas las referencias al medio rural. Más adelante en


la línea cronológica, referencias aisladas como la de Baldrich
(1944) acentuaban en el infraconsumo de la población tucu-
mana expresada en trastornos del crecimiento infantil, tales
como el raquitismo –consecuencia de la carencia prolongada
de calcio y vitamina D–, o la de Solari (1940), quien subrayaba
la desdichada condición orgánica de dichos niños a partir de
tales relatos, destacando “la mísera condición fisiológica de sus
niños; ya por las taras congénitas de los mismos y hasta por la
falta de asistencia médica de la primera infancia”.
Asimismo, estudios más recientes comprobaban la siner-
gia entre desnutrición y paludismo, siendo una de las proble-
máticas de mayor prevalencia y gravedad en las áreas rurales del
NOA (Carter, 2010).
La condición de pobreza y desnutrición que carac-
terizaba a la sociedad noroestina del siglo XX encontraba
correlato en la producción literaria regional. La amplia pro-
ducción de libros infantiles de Jorge Ábalos5, por ejemplo,
hace referencia al terrible poder de una geografía despiada-
da que arrastra vidas infantiles; muchas de ellas originadas
en la carencia. Al respecto, Rivas menciona que “el hambre
es un fantasma que ronda por estos cuentos […]. El inolvi-
dable día en que los niños de la escuela comen hasta quedar
satisfechos, todos tienen sonrientes los ojos y una serenidad
desconocida en la cara” (Rivas, 2001/02: 291).
La visita de Palacios transcurre en el contexto descripto
por Ábalos, con posterioridad a una de las mayores sequías
que afectó el norte argentino, que significó pérdidas de stock
ganadero superiores al 80% y la hambruna más notable
en la historia contemporánea santiagueña. La emergencia
alimentaria queda claramente plasmada en una nota de la

5 Jorge W. Ábalos fue un agudo observador de la realidad socioeconómica del


medio rural santiagueño. Desde su condición de maestro rural retrató en
sus relatos la vida cotidiana de los niños y niñas que asistían a su escuela, con
sagaces observaciones que dejaban en evidencia las carencias extremas a las
que estaban expuestos.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 267

prensa local de la época, que con posterioridad rescata Tas-


so (2011) y que mostraba –a la vez– el cuadro típico a partir
del siguiente diálogo:

… En el mes de septiembre, cuando la desolación era ya total,


los muchachos empezaron a faltar a clase. Los pocos que
concurrían daban lástima. Ya en la primera hora de clase,
se me desmayaban de a dos, tres y cuatro alumnos. Un día
pregunté a uno:
–¿Qué comiste anoche?
–Nada, maestro,
–¿Y a la mañana?
–Nada, maestro.
–¿Cuándo comiste la última vez entonces?
El muchacho, un indiecito flaco con los ojos desencajados
y los labios partidos y pálidos de anemia, pensó un rato y
me contestó:
–El jueves probé tortilla…
Era un domingo. Aquella pobre criatura se había pasado
tres días sin probar bocado. Últimamente comprobé que
los alumnos durmiéndose en la clase mascaban y mascaban
una pasta negra. Hice una averiguación y comprobé que los
padres les daban tabaco a sus hijos para estragarles el estóma-
go y quitarles el apetito. (P. 28).

La Figura 2 resulta de este viaje de Palacios y logra


reflejar la realidad de la época. Las características del con-
texto habitacional doméstico y el escolar, así como la ves-
timenta y el grado de caquexia de los escolares plasman las
condiciones de carencia de la vida rural santiagueña y tucu-
mana. Durante el mencionado viaje, un relevamiento antro-
pométrico de peso y estatura realizado por su equipo médi-
co fue registrado en el diario de sesiones del Congreso. El
análisis contemporáneo de las características nutricionales
de los niños y las niñas que en aquel momento residían en
cuatro localidades rurales (Sauce Bajada, Las Flores, Maco
268 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

y Ulluas) permite, a partir de la aplicación y comparación


con los actuales estándares internacionales, dar cuenta de la
magnitud de las carencias documentadas en su relato.6

Figura 2. Contexto de pobreza estructural en el norte argentino


durante 1937

Fuente: Palacios (1937).

El estudio de un conjunto de 220 niños y niñas con


edades comprendidas entre 7 y 13 años asistidos por come-
dores en el que recibían alimentos refleja un perfil nutri-
cional donde las proporciones de desnutrición comprome-
tieron al 8%, y la baja talla ascendió al 21%. Es importante
recordar que la magnitud de esta evidencia las carencias

6 Cabe mencionar que hasta el momento no se conoce ningún antecedente


que haya utilizado este relevamiento para un análisis nutricional, de manera
que esta es la primera contribución en interpretarlos, luego de ochenta y dos
años de obtenidos dichos datos.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 269

estructurales y sostenidas en el tiempo de esta población.


Adicionalmente se encontró un 8% de casos de sobrepeso y
un 2% de obesidad infantil (Figura 3).

Figura 3. Estado nutricional antropométrico de los niños y las niñas


previo y posterior a la intervención alimentaria

Fuente: elaboración propia sobre la base de Palacios (1937).

Profundizando en el comportamiento de la talla, la


Figura 4 (A) presenta el indicador talla para la edad de la
muestra evaluada respecto a los estándares internaciona-
les (curva propuesta por la OMS). Esta manifestación de la
desnutrición evidencia que los niños y las niñas evaluados
padecieron de manera crónica alteraciones en sus aportes
nutricionales que redundaron en una afectación permanen-
te de su estatura final, plasmada en el registro de la época.
Se advierte, además, que el deterioro fue superior entre las
niñas (Figura 4 B).
Estos escolares recibieron alimentos durante tres
meses –en el marco de una política de asistencia en el
entorno escolar–. Transcurrido este tiempo, un nuevo
registro de medidas corporales evidencia un descenso sig-
270 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

nificativo de la desnutrición al 2%, mientras se produjo un


incremento sustancial en el exceso ponderal a expensas del
sobrepeso y la obesidad, que se documentan en porcentajes
del orden del 31% y el 6%, respectivamente7 (Figura 3).

Figura 4. Talla para la edad de la muestra general (A) y según sexo (B),
en comparación con los estándares internacionales propuestos por la OMS

7 Para la evaluación de los efectos de la asistencia alimentaria se aplicó la


prueba t, y se obtuvieron diferencias significativas en el indicador IMC pre-
vio y posterior a la intervención nutricional.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 271

Fuente: elaboración propia sobre la base de Palacios (1937).

Si bien el análisis efectuado presenta ciertas limi-


taciones8, permite reflejar una importante modificación
en el tipo de alteraciones nutricionales presentes en los
niños/as. Así, si bien se advierte un alentador descenso
de seis puntos en los porcentajes de desnutrición, esto
también ocurre en la prevalencia de normonutridos,
especialmente a expensas del incremento del sobrepeso
y la obesidad en la segunda evaluación. Así, el contraste
entre desnutrición y exceso ponderal no hace más que
evidenciar una nueva forma de manifestación en la alte-
ración nutricional en los niños y niñas del NOA.

8 Entre estas limitaciones se identifica el desconocimiento de la idonei-


dad de quienes efectuaron las mediciones (entrenamiento en técnicas
de antropometría) o la precisión y confiabilidad del instrumental
empleado (balanzas y tallímetros).
272 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

5. Población rural en el NOA en los primeros años


del siglo XXI

En 2010, la población rural del NOA ascendía al 19%,


constituyendo el 13% población dispersa y el 6% pobla-
ción agrupada. En algunas provincias esta proporción
aumentaba notablemente, como en Santiago del Estero,
con cifras del 31%, mientras que en otras, como Salta
y Jujuy, la proporción era mucho menor, con cifras del
orden del 13%. Comparando las magnitudes entre el
periodo de 2001 a 2010, se evidencia una situación de
descenso de los sectores rurales, con brechas del 2,4%
y una disminución máxima en el caso de Salta (3,6%)
(INDEC, 2001, 2010).
Respecto a la estructura demográfica, en 2001 la
población mantenía un sesgo de alta natalidad, que
desciende notoriamente en el año 2010 (Figura 5). El
componente emigratorio era alto también: se concentró
principalmente en edades laborales, agudizándose hacia
2010 en el intervalo de 20 a 24 años y con mayor
representación de las mujeres (INDEC, 2001, 2010).
Asimismo, en 2010, el 28% de los hogares pobres
de la ruralia noroestina presentaba necesidades básicas
insatisfechas, porcentaje que representa una brecha de
15 puntos respecto a la situación en las áreas urbanas
(INDEC, 2001, 2010). Ya se ha mencionado el particular
carácter penalizador en las áreas rurales de este indi-
cador de pobreza, motivo por el cual a continuación
se propone un indicador de déficit nutricional como
medida de bienestar de la población rural.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 273

Figura 5. Estructura demográfica de población residente en localidades


rurales en el NOA (2001-2010)

Fuente: elaboración propia sobre la base de Censos Nacionales de


Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2001; 2010).
274 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

6. La desnutrición infantil en los primeros años


del siglo XXI: abordajes, magnitudes y tendencias

6.1 La desnutrición infantil en el NOA: un análisis


en escala departamental
En los departamentos rurales del NOA, el análisis de
la mortalidad en la niñez por desnutrición evidenció un
total de trece menores de cinco años fallecidos, la mayo-
ría de ellos –inclusive– no llegaron a cumplir su primer
año de vida. En la Figura 6 (A) es posible observar la
escasa representación mencionada en el conjunto de los
veinte departamentos noroestinos donde la población
rural alcanza el ciento por ciento. Nótese la tendencia
descendente, tanto de las muertes por todas las causas
como también de aquellas ocasionadas por la desnutri-
ción. Se detecta también el año 2004 como aquel de
mayor crecimiento de la desnutrición, y se registran
cuatro casos de muerte, lo cual representó el 8% de las
muertes infantiles en aquel momento.
El departamento que mayor cantidad de muertes
por desnutrición aportó fue Figueroa (Santiago del Este-
ro): tres de las muertes infantiles ocurridas por des-
nutrición (Tabla 1). Asimismo, Figueroa se destaca por
reunir la mayor proporción de hogares con NBI (37%) y
el mayor aporte de hogares con carencias sobre el total
de hogares en esta condición (22%).
Por otra parte, el análisis de la morbilidad por des-
nutrición evidencia 258 niños y niñas que fueron regis-
trados por consultas diagnosticadas como desnutrición
o sus patologías asociadas. Esta cifra, considerablemente
mayor a la de mortalidad (Figura 6), evidencia que, por
cada deceso, se produjeron veinte egresos hospitalarios
relacionados a la desnutrición infantil.
La Figura 6 (B) refleja el peso de la desnutrición
en el conjunto de las causas de internación durante el
periodo en estudio. Se detecta que el valor máximo se
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 275

registró en el año 2000 (5%, n=13 casos), y se man-


tuvo estable estable alrededor del 1,7% (n=4 casos).
El comportamiento de este conjunto departamental es
heterogéneo; el valor más alto se encuentra en Santa
Catalina ( Jujuy), donde la morbilidad por desnutrición
ascendió al 6%, mientras que el valor más bajo se regis-
tró en Rinconada ( Jujuy) con el 0,4%. No obstante, cabe
destacar los departamentos salteños Molinos y Santa
Victoria, que reúnen el 41% del total de casos ocurridos
en el periodo (Tabla 1).

Figura 6. Evolución de la mortalidad (A) y morbilidad (B) por desnutrición


y causas generales en menores de cinco años en los departamentos rurales
del NOA

Fuente: elaboración propia sobre la base de DEIS (2019).


276 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Tabla 1. Indicadores demográficos y nutricionales de los departamentos


rurales del NOA
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 277

1
Este valor también coincide con el de la población total del depar-
tamento en el año 2010, ya que en esta selección figuran los departa-
mentos con el ciento por ciento de población rural en aquel año.
Fuente: elaboración propia sobre la base del Censo Nacional de
Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010) y Estadísticas vitales
(1999-2013) y de egresos hospitalarios (2000, 2005-2014) (DEIS, 2019).

6.2 Análisis de la desnutrición en localidades rurales


El estudio de caso en las localidades rurales de Tucumán
se efectuó en Simoca. Constituye el quinto departamento
del país con predominio de población rural (76%), especial-
mente dispersa. Es en estas áreas rurales donde se registran
históricamente los mayores porcentajes de pobreza (Cor-
dero y Cesani, 2018). En el contexto provincial, se destaca
el protagonismo que adquiere el campesinado dentro de su
estructura productiva, por cuanto el 84% de sus explota-
ciones agropecuarias son pequeñas (Censo Nacional Agro-
pecuario, 2008). Se trata de minifundios, donde la excesiva
fragmentación del terreno dificulta la rentabilidad, dando
lugar a un campesinado numeroso con economías más bien
de subsistencia (cultivo para el autoconsumo o trueque en
ferias) y una alta dependencia de la actividad agrícola, espe-
cialmente, al cultivo de caña (Cordero, 2018).
En este contexto, durante el año 2015 y mediante un
relevamiento antropométrico en niños y niñas escolariza-
dos, fue posible detectar que la baja talla para la edad afec-
taba al 0,69% de estos, mientras que el deterioro de la masa
corporal total (bajo IMC) estuvo presente en el 0,23%.
Sin embargo, el sobrepeso y la obesidad adquirían en
dicha muestra magnitudes alarmantes: el sobrepeso represen-
taba 28% de los niños relevados, y la obesidad al, 41%. Si se ana-
lizaba el grupo de niños con exceso de peso (sobrepeso y obesi-
dad) se hallaba que el 77% se localizaba en un estrato socioeco-
nómico bajo (Cordero, 2018). Se concluye que la obesidad refle-
jaba –al menos en este ámbito– el nuevo rostro de la pobreza.
278 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

7. Conclusiones

En este capítulo procuramos aproximarnos a un problema


poco explorado, pero con importantes manifestaciones en la
salud infantil: la desnutrición. El ámbito de estudio selecciona-
do –rural– y el territorio identificado –el Noroeste Argentino–
constituyen un claro ejemplo de que ambos atributos se aso-
cian junto al problema de la pobreza, generando características
particulares.
Las escasas fuentes disponibles para la primera mitad del
siglo XX –aunque con limitaciones– evidencian carencias de
larga data, que se mantienen aún en los inicios del siglo XXI. En
los departamentos rurales del noroeste, el análisis de fuentes
secundarias evidenció que, por cada muerte infantil relaciona-
da a la desnutrición, se registraron veinte casos infantiles que
requirieron hospitalización por la misma causa. Las provincias
de Santiago y Jujuy presentaron mayoría de casos de mortalidad
y morbilidad, respectivamente. Por otra parte, el estudio antro-
pométrico efectuado por los autores en localidades rurales de
Tucumán identificó prevalencias de desnutrición del 1%, con
mayor participación de la baja talla.
Así, las fuentes primarias y secundarias exploradas
dieron cuenta de esta situación, su evolución y la confor-
mación de núcleos jurisdiccionales con mayor criticidad,
resultado que se convierte en un insumo insoslayable para
la formulación de políticas públicas.
Quedó clara entonces la articulación existente –y noci-
va– entre pobreza, ruralidad y problemas nutricionales,
conformando una importante faceta de análisis que no ha
tenido, hasta el momento, un interés académico central. Se
sabe que el niño expuesto de manera crónica a situaciones
en las que se altera o reducen significativamente sus apor-
tes alimentarios y nutricionales no solo padece un déficit
alimentario que puede traducirse en deterioro y secuelas
permanentes de tipo cognitivo, sino que los efectos de la
desnutrición y, más aún, de la malnutrición, se irradian
hasta la vida adulta.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 279

Asimismo, el análisis en las localidades rurales tucu-


manas evidencia que la desnutrición habría dado lugar a la
obesidad. Este tipo de alteración nutricional caracterizada
por el exceso y enmarcada en los postulados de la transi-
ción nutricional resulta una de las preocupaciones centra-
les de las sociedades actuales, dado que aumenta el riesgo
de desarrollar enfermedades de tipo crónico-degenerativa
que constituyen las principales causas de muerte en el
estadio epidemiológico actual, tales como diabetes tipo II,
hipertensión, hipercolesterolemia, enfermedades vasculares
y coronarias, entre otras. En este sentido, hoy en la ruralia
noroestina, la obesidad infantil, en tanto nueva cara de la
pobreza, permite vislumbrar severas consecuencias futuras
en las condiciones de salud y de desarrollo de la población
regional. Puede inferirse, a partir de las evidencias pasadas
y presentes, que la malnutrición constituye un problema
crónico en buena parte de la población rural del NOA.

Bibliografía

Abeyá Gilardón, E. O.; Calvo, E. B.; Durán, P.; Longo, E. N. y


Mazza, C. (2009). Evaluación del estado nutricional de
niñas, niños y embarazadas mediante antropometría.
Buenos Aires: Ministerio de Salud de la Nación.
Baldrich, Alberto (1944). La desnutrición infantil es un
serio problema. Revista de Economía Argentina, 308(43),
41-42.
Bassett, M. N.; Romaguera, D.; Giménez, M. A.; Lobo, M.
O. y Samman, N. C. (2014). Prevalencia y determinan-
tes de la doble carga de malnutrición en hogares en
La Puna y Quebrada de Humahuaca, Jujuy. Nutrición
hospitalaria, 29(2), 322-330.
Bolsi, A. y Meichtry, N. (2006). Territorio y pobreza en el
Norte Grande Argentino. Scripta Nova. Universidad de
Barcelona, 10(218), 1-23.
280 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Bolsi, A. y Paolasso, P. (2009). La pobreza entre los argenti-


nos del Norte Grande. Ciencia Hoy, 8-17.
Bolzán, A.; Mercer, R.; Ruiz, V.; Brawerman, J.; Marx, J.;
Adrogué, G. y Cordero, C. (2005). Evaluación nutricio-
nal antropométrica de la niñez pobre del norte argen-
tino: Proyecto encuNa. Archivos argentinos de pediatría,
103(6), 545-555.
Calvo, E. (1996). Estudios antropométricos en población
infarto juvenil. Buenos Aires: Ministerio de Salud de
la Nación Argentina.
Carter, E. D. (2010). Paludismo, sociedad y medio ambiente
en el Noroeste argentino a principios del siglo veinte.
Travesía, 12(1), 43-84.
Cattáneo, A. (2000). Alimentación, salud y pobreza: la inter-
vención desde un programa de desnutrición. Ponencia
presentada en las Jornadas de Nutrición, organizadas
por el Instituto Universitario de Ciencias de la Salud,
Buenos Aires.
Censo Nacional Agropecuario, 2008.
Cordero, M. L. (2018). Calidad de vida y estado nutricional:
sus manifestaciones en escolares de ámbitos urbanos y
rurales de Tucumán. Tesis Doctoral. Tucumán: Univer-
sidad Nacional de Tucumán.
Cordero, M. L. y Cesani, M. F. (2018). Sobrepeso, obesidad
y salud percibida en contextos de pobreza de Tucumán.
Salud Colectiva, 14(3), 563-578.
De la Hoz, H.; Mancel, F.; Martínez Duran, E.; Pacheco Gar-
cía, O. E.; Quijada Bonilla, H. (2016). Mortalidad por y
asociada a desnutrición en < 5 años. Bogotá: Instituto
Nacional de Salud.
Devoto, F. (1972). Evaluación de la ingesta proteica en los
hogares escuela de la Puna saltojujeña. En XXXIX Con-
greso Internacional de Americanistas, Actas y Memo-
rias, Vol. 1, 197-199. Lima.
Dirección de Estadísticas e Información de Salud (2019).
Programa Nacional de Estadísticas de Salud. Buenos
Aires.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 281

Durán, P., Mangialavori, G., Biglieri, A., Kogan, L., y Abeyá


Gilardon, E. (2009). Estudio descriptivo de la situa-
ción nutricional en niños de 6-72 meses de la Repú-
blica Argentina: resultados de la Encuesta Nacional de
Nutrición y Salud (ENNyS). Archivos argentinos de
pediatría, 107(5), 397-404.
Forni, F. (2002). Caracterización dinámica de situaciones
de pobreza en la Argentina. En Murtagh, R. (coord.),
Pobreza urbana en la Argentina. Desde un enfoque mul-
tidisciplinar hacia una praxis interdisciplinaria. Argenti-
na: Departamento de Investigación Institucional. Insti-
tuto para la Integración del saber. Pontificia Universi-
dad Católica Argentina, 22-42.
González, H. (1997). El sujeto de la pobreza: un problema
de la teoría social. En A. Minujín et al. (1992), Cuesta
abajo. Los nuevos pobres: efectos de la crisis en la sociedad
argentina. Buenos Aires: Unicef y Losada, 285-297.
Gullerian, A. R.; Guezikaraian, N. I. y Olivo, M. S. (2006).
Situación nutricional de niños en contextos de pobreza
de Puerto Iguazú, Misiones. Archivos argentinos de pedia-
tría, 104(5), 416-422.
Instituto Geográfico Nacional (2019). Instituto Geográfico
Nacional. Recuperado de: www.ign.gob.ar.
INDEC (2001). Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
Recuperado de: http://www.indec.gob.ar.
INDEC (2010). Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
Recuperado de: http://www.indec.gob.ar.
Krapovickas, J. y Longhi, F. (2013). Pobrezas, ruralidades
y campesinos en el Chaco Argentino a comienzos del
siglo XXI. Estudios Rurales, 3(4).
Llambí Insua, L. y Pérez Correa, E. (2007). Nuevas rurali-
dades y viejos campesinismos. Agenda para una nueva
sociología rural latinoamericana. Cuadernos de Desarro-
llo Rural, 59(1), 37-61.
282 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Longhi, F. (2011). Distribución espacial de la miseria en


hogares de Santiago del Estero y procesos territoriales
en Argentina, 1991-2001. Papeles de población, 17(67),
177-207.
Longhi, F. (2012). Sistemas de Información Geográfica y
desnutrición infantil en el Norte Grande Argentino.
Revista Latinoamericana de Población, 6(10), 77-102.
Ministerio de Salud. Encuesta Nacional de Nutrición
y Salud. Documento de Resultados 2007. Buenos
Aires: Ministerio de Salud, 2007. Recuperado de:
https://bit.ly/34LJetS.
Murmis, M. (2001). Pobreza rural (diversidad de situaciones
ocupacionales). Buenos Aires: PROINDER.
Neiman, G.; Blanco, M. y Jiménez, D. (2004). Desde abajo.
La participación de las redes familiares y sociales en la
subsistencia de los sectores rurales pobres. En Forni,
F. (comp.), Caminos solidarios de la economía Argentina.
Redes innovadoras para la integración. Buenos Aires: Cic-
cus, 289- 309.
Øyen, Else. (2003). Investigación sobre la pobreza: los
pobres merecen investigación de calidad. En Virgilio
Álvarez Aragón (comp.), El rostro indígena de la pobreza.
Guatemala: FLACSO.
Organización Mundial de la Salud (2008). Patrones de Cre-
cimiento del Niño la OMS: Curso de Capacitación sobre
la evaluación del crecimiento del niño. Recuperado de:
https://bit.ly/2MkQ82H.
Oyhenart, E. E.; Dahinten, S. L.; Alba, J.; Alfaro Gómez,
E. L.; Bejarano, I.; Cabrera, G. y Luis, M. A. (2008).
Estado nutricional infanto juvenil en seis provincias
de Argentina: variación regional. Revista Argentina de
Antropología Biológica, 10.
Palacios, A. (1937). Informe. En Diario de la Cámara de
Senadores de la Nación, 4.ª a 7.ª reunión, 3.ª sesión ordi-
naria, 11-287.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 283

Paolasso, P.; Longhi, F.; Velázquez, G. (2019). Desigualdades y


fragmentación territorial en la Argentina durante la primera
década del siglo XXI. Buenos Aires: Imago Mundi.
Pérez, E. (2001). Hacia una nueva visión de lo rural. En
Giarraca N. (ed.), Una nueva ruralidad en América Lati-
na. Buenos Aires, CLACSO, 17-29.
Quiroga Mendiola, M. y Paulizzi, M. C. (2011). La cuestión
de la pobreza: relatos cotidianos en las comunidades
andinas de los valles intermontanos de Salta. Cifra;
6(10), 101-120.
Rebato, E. (2010). Crecimiento: una visión desde la Antro-
pología Física. Revista Española deAntropología Física,
31(1), 85-110.
Rivas, J. (2001/02). El mundo rural santiagueño en los
relatos de Jorge W. Ábalos. Población & Sociedad (8/
9), 286-312.
Rodríguez Marquina, P. (1898). La mortalidad infantil en
Tucumán. Tucumán: Talleres de la Provincia.
Roggiero, E. y Di Sanzo, M. (2007). Desnutrición Infantil.
Rosario: Corpus.
Romero, S. M.; Lomaglio, D. B.; Colome, J. J.; Alba, J. A.;
Lejtman, N.; Dipierri, J. E. y Marrodan, M. D. (2005).
Condición nutricional en la puna argentina / Nutri-
tional condition in the argentinian puna. Observatorio
medioambiental, 8, 111.
Sociedad Argentina de Pediatría (2013). Guías para
la evaluación del crecimiento físico. Recuperado de:
https://bit.ly/39896Uj.
Solari, J. A. (1940). Parias argentinos. Explotación y miseria
de los trabajadores en el norte del país. Buenos Aires: La
Vanguardia.
Tasso, A. (2011). La sequía de 1937 en Santiago del Estero.
Antecedentes y consecuencias de un acontecimiento
ambiental. Trabajo y sociedad, 15(17), 17-39.
284 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Zonta, M. L.; Garraza, M.; Castro, L. E.; Navone, G. T. y


Oyhenart, E. E. (2011). Pobreza, estado nutricional y
enteropasitosis infantil: un estudio transversal en Aris-
tóbulo del Valle, Misiones. Nutrición Clínica y Dietética
Hospitalaria, 31.
11

Aislamiento e inclusión, invertir


la experiencia1

Debates sobre servicios públicos


y comunicaciones en Chubut

JUAN MANUEL DIEZ TETAMANTI

Un rincón del Chubut

El sudoeste de la provincia del Chubut es un espacio amplio y


con muy baja densidad de población. Las distancias son inexo-
rablemente extensas, tanto para hacer compras de algún pro-
ducto que no se dispone en la zona como para acceder a aten-
ción sanitaria de mediana complejidad. Así, el transporte y las
comunicaciones se constituyen como elementos recurrentes
en el desafío de vincularse con otros “mundos”. La ciudad, lo
urbano, se erigen como fuentes de provisión e intercambio,
desde donde además de adquirir bienes y servicios, se planifi-
ca directa o indirectamente parte de la dinámica de funciona-

1 El presente trabajo deriva del PICT - 4092 - 2016 “Estrategias y dispositivos


comunitarios y estatales en procesos de desarrollo territorial de pequeñas
localidades y zonas rurales dispersas del sudoeste de la provincia de Chu-
but”, radicado en el Grupo de Investigación Geografía Acción y Territorio
del IGEOPAT-UNPSJB y del proyecto de investigación como investigador
adjunto de CONICET “Estrategias y dispositivos comunitarios y estatales
en procesos de desarrollo territorial de pequeñas localidades y zonas rurales
dispersas del sudoeste de la provincia de Chubut”.

285
286 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

miento de servicios públicos. Así, se produce un espacio geográ-


fico que se vincula no solo con las prácticas y nociones locales,
sino con las ideas y producciones gestadas extralocalmente.
En este capítulo se trabaja con el foco puesto en tres locali-
dades de menos de 250 habitantes, situadas en el “rincón” sud-
oeste de Chubut: Lago Blanco, Aldea Beleiro y Ricardo Rojas.
Se analizan las estrategias y dispositivos que se despliegan en
diferentes escenarios de aislamientos e integraciones territo-
riales, en función al transporte y comunicaciones. En este sen-
tido, se profundizará en las dinámicas socioterritoriales pro-
ducidas localmente, en un contexto regional. En paralelo, se
exploran los cambios respecto del transporte, las comunicacio-
nes, las existencias y las prácticas locales, en el marco de las
movilidades, las distancias y las necesidades locales. Se aborda
un enfoque de investigación apoyado en la pesquisa cartográfi-
ca, afianzado en un extenso trabajo de campo, donde la lógica
de los diferentes métodos aplicados se sostiene sobre la noción
de “saber con el otro” y no “sobre el otro”. Esto nos permitirá
repensar conceptos naturalizados, como aislamiento e inclu-
sión, para abordarlos en diálogo horizontal con la población
que vive en cuerpo cotidiano la experiencia local.
Las descripciones aquí vertidas, los datos, los análisis y las
preguntas tienen siempre una particularidad: están producidos
desde una subjetividad urbana, cultivada en las tres ciudades
que habité a lo largo de mi vida, y permeadas por un cúmulo de
textos, fuentes, y, por supuesto, lo ideológico.

Sobre el área de estudio

El sudoeste del Chubut es una denominación difusa de enmar-


car. El marco, en términos derridarianos es siempre variable,
porque no hay un límite exacto para el significado de ese enun-
ciado. Cien kilómetros allá de la meseta central se abre un espa-
cio al que los geógrafos denominan antecordillerano y cordille-
rano (Bondel, Vázquez y Ñancufil, 2018). Un área inmensa, que
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 287

asombra a cualquier viajante externo y obnubila a sus habitan-


tes. Un área de más de 15.000 kilómetros cuadrados, o lo que
sería casi el 80% de la superficie de Tucumán, albergan a un poco
más de 5.500 habitantes, con una densidad de 0,3 hab./km²
(menor que la de la provincia de Santa Cruz). La ganadería ovina
extensiva ha configurado la organización espacial de esta área,
así como de gran parte del área central y sur de la Patagonia
argentina. Para Vázquez (2017), la funcionalidad asociada a la
estructura rural ganadera fue el origen de parajes, pueblos y
ciudades, que alcanza más de 1/5 de la superficie nacional y es
un rasgo característico de la organización espacial patagónica.
Esta organización espacial también está compuesta por la fuer-
te presencia de agrupaciones y regimientos militares, como el
de Río Mayo y la población empleada en la prestación de servi-
cios públicos, que, en algunos casos, en conjunto con la pobla-
ción jubilada o pensionada, compone una importante porción
de la población local.

Mapa 1. Área de estudio: Ricardo Rojas, Lago Blanco y Aldea Beleiro.


Cartografía: Leonardo Schuler
288 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Mapa 2. Distribución de la población en el área de Patagonia Central.


Cartografía: Leonardo Schuler

Para este artículo, resultan relevantes las subjeti-


vidades y singularidades territoriales que componen a
estas localidades. Justamente se avanza sobre la base de
que la subjetividad y la singularidad de la experiencia
vivida producen localidad y territorio. Por ello el límite
jugará siempre entre los criterios euclidianos y de pro-
ducción social del espacio. Así, Río Mayo, la localidad
más importante en cercanías (con 3.000 habitantes), Alto
Río Senguer (con 1.800 habitantes) y las ciudades de
Sarmiento (con 11.500 habitantes), Comodoro Rivadavia
(con 200.000 habitantes) y Coyahique, en Chile (con
60.000 habitantes), entre otras, estarán involucradas en
el análisis. En el Mapa 2 puede observarse una esque-
matización de la distribución de la población. Allí se
evidencia que el peso demográfico está fuertemente
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 289

concentrado tanto en el área costera del Atlántico como


en el Pacífico, por lo que el área que se trabaja en este
artículo es una de las menos pobladas de la región.

Pesquisa cartográfica y nuestros instrumentos


para analizar territorios

El desafío está puesto en poner en práctica el enfoque


de Pesquisa Cartográfica en el trabajo de campo. Este
parte de un ejercicio activo de exploración sobre los
mundos, para ver las microsensibilidades y cómo en
ellas se producen mundos de territorios yuxtapuestos.
Serán finalmente esos mundos múltiples los que se esta-
rán poniendo en juego, y no aquel tradicionalmente
representado por datos y resultados en los cuales la vida
no parece adecuarse (Passos y Kastrup y Tedesco, 2014).
Desde esta mirada, se colocan en debate las nociones
de aislamiento, inclusión y acceso a servicios públicos y
comunicaciones. La relevancia está en las miradas loca-
les sobre esas nociones, puestas en diálogo con nosotros
como investigadores, como pivote para resignificar la
problemática desde el intercambio de experiencias de
sujetos que habitan en el área rural y urbana.
El trabajo de campo realizado es rizomático, en
términos deleuzianos. Se parte de la idea de que la
construcción del conocimiento se produce con el “otro”,
considerando la palabra y la experiencia como apor-
te fundamental para el saber. Esto nos permite tejer
vínculos con la población local para explorar formas de
entender y experimentar los territorios y ponerlas en
diálogo con las del investigador como extranjero.
290 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

En el seno de uno de los proyectos de Voluntariado


Universitario2, desde 2012 se implementaron diversas téc-
nicas y herramientas de abordaje del territorio, abriendo la
posibilidad de incorporar nuevos modos de dialogar con los
múltiples códigos-territorios.3 A partir de esto, se comen-
zaron a deconstruir los conceptos naturalizados, como ais-
lamiento, lejanía, exclusión, integración, buscando generar
nuevas formas de saberes desde la horizontalidad. Desde
el método de pesquisa cartográfica, las entrevistas repre-
sentan una de las instancias principales para generar el
intercambio y la posibilidad de comunicación entre sujetos
múltiples, acompañando el proceso, generando el diálogo
en un mismo plano de información y propiciando el acce-
so a la experiencia vivida. Como plantean Tedesco, Sade y
Calima (2013), pensamos a la entrevista como “experien-
cia compartida de decir que, en su performatividad, crea
mundo, siempre”.
Entre las herramientas que se ponen en práctica en
terreno se destacan los sociocartogramas como método en
actual obraje, inspirados en técnicas de entrevistas carto-
gráficas: “Zonage” (Bonin, Clarot y Bouet, 2001; Tounsi,
Gammoudi y Clouet, 2008; Caron y Cheylan, 2005), el “Jeu
de territoire” (Lardon, Angeon Trognon y Le Blanc, 2010),
“Cartografía Social” (Diez Tetamanti 2018; Montoya Aran-
go, 2007), “Deriva” (Careri, 2014) y “Cartográfico” (Passos,
Kastrup y Tedesco, 2014). Esencialmente, desde el socio-
cartograma, se pone en diálogo el problema de entrevista a
partir de la cartografía-dibujo producida en conjunto entre
entrevistado(s) y entrevistador(es), lo cual genera nuevos

2 Proyecto Voluntariado Universitario “Cartografía Social, dibujar para


aprender nuestro territorio”. Ministerio de Educación de la Nación. SPU.
2012.
3 El trabajo de campo que sustenta esta investigación ha sido elaborado colec-
tivamente, con herramientas de base colectiva y con repetidas instancias
puestas en diálogo de los resultados en proceso.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 291

sentidos espaciales e intercambio de información en una


instancia de exploración y profundización de la investiga-
ción social.
También se aborda la producción de dioramas, gráficos
que permiten reconocer la movilidad de una persona o gru-
pos en el espacio y tiempo. Puede estar diagramado para un
día, una semana, un mes o un año. Se trata de una cons-
trucción diseñada en conjunto entre entrevistado(s) y entre-
vistador(es), en la cual se sintetizan en dos ejes cartesianos
variables témporo-espaciales en las que se plasman los tra-
yectos, tensiones y productores de desplazamientos (Souto,
2011). También se recurrió a la cartografía comunitaria, que
es aquella producida por los habitantes del lugar con el pro-
pósito de diagramar, representar, poner en texto, sobre for-
matos cartográficos de todo tipo, dibujos del lugar. Gene-
ralmente estas cartografías ubican al “lugar” como central, y
son de interesante utilidad para pensar un mundo desde lo
local, donde la proyección y la escala parte de lo vivido en
el cuerpo y experiencia, antes de organizarlo en el proceso
de calcomanía cartográfica tradicional (Imágenes 1 y 2).

Imagen 1. Cartografía Comunitaria. Lago Blanco, el centro de un mundo


292 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Imagen 2. Cartografía comunitaria. Aldea Beleiro en el centro de un mundo

Como síntesis de las entrevistas y los sociocartogra-


mas, se incorporó la producción de coremas como una
herramienta para simplificar los instrumentos anterior-
mente mencionados, traducirlos y producir esquemas pro-
pios de interpretación. Con los coremas se apunta a subra-
yar los dinamismos espaciales intrínsecos en el territorio,
haciendo expresar al mapa más allá de lo que describe por sí
mismo (Portugal, 1996). Es decir, son simplificaciones grá-
ficas que permiten visualizaciones de las dinámicas espacia-
les. Esta herramienta facilita la producción de textos sobre
las conexiones espaciales y sus vínculos en relación a pro-
blemáticas singulares. Para Portugal, el significado del core-
ma es doble: por un lado, aparece como unidad elemental
de construcción, a base de combinaciones, de un modelo de
organización espacial, y por otro lado, y al mismo tiempo,
supone la expresión gráfica de ese mismo objeto (Portugal,
1996). Es por ello que la utilización de coremas nos permite
recurrir al uso de elementos simples de construcción tales
como el punto, la línea, el área y la red, elaborándose entre
ellos combinaciones simples (Imagen 3).
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 293

La producción de territorios sobre nociones cruzadas

Frontera y distancia. Patagonia y Sur. Conceptualmente


estas nociones involucran una serie de producción de imá-
genes y conclusiones que tienen que ver con el aislamiento,
la lejanía y la dificultad. Ninguno de los tres conceptos
podría pensarse como universal. Siempre hay un vínculo
estricto entre la experiencia y la producción de territorio.
El territorio codifica las variables que involucran la pro-
ducción de las dimensiones de los aislamientos, las lejanías
y las dificultades.
Unos meses antes de producir este texto, se puso en
práctica desde nuestro grupo de investigación “Geografía
acción y territorio” una experiencia de intercambios tem-
porales de lugar de trabajo, entre los investigadores y seis
agentes de salud comunitaria de los puestos sanitarios del
área de estudio, basados en el antecedente de la clínica La
Borde de Deleuze y Guattari, en la cual los integrantes de
la institución de salud trocaban sus roles para vivir en sus
cuerpos, la experiencia “del otro” (Dosse, 2010: 44). Así, fue-
ron muy interesantes los escritos que produjeron las agen-
tes de salud de los puestos rurales en referencia a su estancia
en los centros de salud urbanos, en Comodoro Rivadavia y
las sensaciones ante la urbanidad de la ciudad.

… en Comodoro trabajan de un modo muy acelerado al ritmo


de la ciudad su día a las 5 de la mañana tomando dos o tres
colectivos para llegar al centro, las cosas están lejos porque
demorás mucho para llegar de un lado al otro […] es todo
muy rápido, la gente no te hace pasar a su casa o si te deja
es un ratito y te despachan porque están apurados y es difícil
tener una charla tranquila. (Agente de Salud Comunitaria. 40
años. Abril de 2018).

Después de estos días, me queda la sensación de que la gen-


te de una ciudad piensa que un pueblo chico es “un pue-
blo pobre” con pocos avances; con poca sabiduría, y con
mucha vulnerabilidad. Yo trato de entender porque tiene esos
294 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

pensamientos, cuando en los pueblos rurales, como Lago


Blanco no hay pobreza, no hay vulnerabilidad, no hay caren-
cias. Lo único que tiene es que está lejos de hospitales, univer-
sidades, no hay señal de teléfono celular. Algo muy diferente
que estoy viendo acá en la ciudad. Mucha gente vulnerable
pobre, que nunca había visto en mi pueblo. (Agente de Salud
Comunitaria. 32 años. Abril de 2018).4

Relatos en coexistencia que también evidencian las


centralidades del “pueblo” y sus problemas. En el rela-
to hay permanente comparación y différance (Derridá,
1998) entre lo cotidiano y lo nuevo. Así, la lectura
que involucra las concepciones instaladas de lejanía,
distancia y aislamiento están afianzadas en el proceso
histórico de escritura urbana que compone el área de
estudio. Está producida sobre la trayectoria que va desde
la conquista del blanco-europeo por sobre las pobla-
ciones originarias hasta la creación de los territorios
nacionales (del Chubut, la Zona Militar de Comodoro
Rivadavia) y la posterior provincialización.
En su relato, Alejandro Aguado (2006) señala el
principio del siglo XX como un tiempo difícil, ya que
instalarse en estas regiones resultaba muy arriesgado.
Había que ingeniárselas para no pasar frío o hambre
ante la inclemencia del invierno y hacerse de ropa,
herramientas y utensilios para poder vivir.
Los inviernos, que solían ser rigurosos, imponían
meses de un aislamiento total. Los mantos de nieve
perduraban la mitad del año. En caso de enfermedad
morían o se salvaban por sus propios medios, es decir
que de esos trances se salía con resistencia física y buena
suerte. (Aguado, 2006: 12).

4 Extraído de: Diez Tetamanti, J.; Aguero, G. y Heredias, T. (2019). Mundos y


experiencias compartidas en Salud Comunitaria. Ed. Margen, p. 27.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 295

En otra línea, Núñez propone un análisis territo-


rializado del aislamiento, es decir, sobre lo singular, en
cuanto a las dinámicas sociales, haciendo fuerza en las
diferencias antes que en lo homogéneo y considerando
interpretaciones propias de lo local.

… por comprender que el territorio es una expresión


de una base cultural particular, donde en muchos casos,
modelos que tienden a la globalización e integración,
actúan sin considerar o tomar en cuenta que la interpre-
tación puede ser también propia o, como dijimos, endó-
gena […]en cierto modo, la disyuntiva entre lo aislado y
lo integrado es similar a la vieja disputa entre lo atrasado
y lo moderno, este último concepto como sinónimo de
mejor y acorde a tendencias, paradójicamente globales.
(Núñez, Arenas y otros 2010: 55).

Así, aislamiento, como frontera y sur (abajo) no


dejan de ser producciones intelectuales que organizan
uno de los múltiples territorios, codificaciones posibles
y yuxtaposiciones coexistentes. En esta yuxtaposición
de territorios se continuará navegando en el análisis,
de modo que sea factible invertir la experiencia en un
trueque dinámico de memoria, padecimiento y singula-
ridad sobre el lugar.

Cuerpo y tiempo, desfasaje

Primero, Berardi hace un contrapunto entre espacio y


tiempo ante las nociones de ciberespacio y cibertiempo.
Mientras que el primero se presenta como de infinita
expansión, el cibertiempo es en la práctica “una realidad
vivida, ligada a un soporte orgánico –cuerpo y cerebro
humanos–, cuyos tiempos de elaboración no pueden ser
acelerados más allá de límites naturales relativamente
rígidos” (Berardi, 2012: 10). Nos interesa, así, la relación
entre el tiempo y el cuerpo, que implica esto en los
296 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

traslados, y cómo la aceleración se presenta en dichos


espacios rurales. Segundo, a partir de Santos y Silveira,
se puede hacer hincapié en la idea de periodización-
evento, para el análisis geográfico, en el sentido de la
producción de diferentes momentos, donde los objetos
del espacio toman diversas y mutantes funciones y sig-
nificados, superponiendo, yuxtaponiendo, reemplazando
y avanzando en diferentes dinámicas a partir de una
idea central: las existencias (Santos y Silveira, 2000).
Hasta aquí, dos cuestiones: la relación de tiempo-
cuerpo como realidad vivida que propone Berardi, y
las periodizaciones que constituyen la relación entre los
elementos que componen el espacio, el tiempo-evento
como acontecimiento. Se arriba entonces a una idea
central de Deleuze, cuando nos dice que los encuentros
se producen con las cosas. Deleuze se pregunta qué
acontece cuando nos encontramos con las cosas, qué
se produce como acontecimiento y devenir. Así, los
cambios antes de computar en el calendario, acontecen
en el cuerpo y devenir, modificando prácticas y relacio-
nes que codifican el territorio. Esto implica que, para
la experiencia de tiempo local, en Aldea Beleiro, Lago
Blanco o Ricardo Rojas, el evento de encuentro con un
servicio o un objeto, como puede ser un ómnibus o
un cajero automático, propone producciones de acon-
tecimientos totalmente singulares, manifestados en las
prácticas comunitarias locales. Desde aquí se piensan
los pliegues de período, relatados –como se verá más
adelante– durante las entrevistas: el antes y ahora.
Antes y ahora implican definitivamente el diferen-
cial encuentro con las cosas de este mundo rural.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 297

Antes y ahora

Uno de los elementos que distinguen al área de estudio


es la concentración de eventos de “llegada” de los obje-
tos (teléfono, correo, etc.), en términos de lo nuevo
miltonsantiano, que se produce tardíamente (en rela-
ción a la región pampeana) y que además se yuxtapone
con la llegada de las denominadas nuevas tecnologías.
Este fenómeno es resaltado por Durston, Gaete y Pérez
(2016), en referencia a la integración de nuevas tecnolo-
gías en la región de Aysén (Chile), que comparte límite
con Argentina a la latitud de nuestra área de estudio.
Allí los objetos tecnológicos como la electricidad, el
teléfono fijo e internet se hicieron presentes en un breve
periodo hacia finales del siglo XX y principios del XXI.
Como puede verse en la figura 1, en los últimos veinte
años del siglo XX se instalan el correo y el teléfono fijo,
mientras que solamente diez años después llega internet
en las instituciones y posteriormente las conexiones de
wifi domiciliarias.

Figura 1. Línea de tiempo, existencias de objetos en las localidades


de Aldea Beleiro, Ricardo Rojas y Lago Blanco
298 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Lo que acontece en esta área es taxativamente diferente


a lo que sucede en los pueblos de la provincia de Buenos
Aires, donde los elementos de comunicación y transpor-
te, como el correo, el teléfono y el ferrocarril, aparecen
en los primeros años del siglo xx, mientras que internet
u otros servicios como el cajero automático en el banco
conservan sincronía con las existencias en el sudoeste del
Chubut. En este sentido, los sistemas de comunicación se
acompañaron de cambios tecnológicos en los vehículos que
facilitaron el transporte terrestre, pero conviviendo con
una infraestructura antigua, como los caminos de ripio con
poco mantenimiento. Así, al contrario de lo que sucede en
algunas localidades de la región pampeana, donde hay un
“antes” recordado como comunicado, abastecido, dinámico
y de crecimiento (Sili, 2000; Diez Tetamanti, 2019), aquí la
memoria siempre convoca un pasado más dificultoso.

Antes era muy difícil, para ir a Comodoro se podía tardar


hasta tres días. Era todo de ripio y no había los vehículos
con las comodidades de ahora. Por ejemplo, después de Río
Mayo, tenías Las Pulgas y Los Manantiales, antes de Sar-
miento. Muchas veces se hacía noche en algún boliche. (Jorge.
67 años. Lago Banco).

La mención de antes tiene que ver con la demora, el


clima y la dificultad, pero, por sobre todo, con los vehícu-
los. Hay un pliegue entre esfuerzo hostil y la facilidad
que podría decirse que es tecnológico. En tal sentido, tal
como menciona Gaignard (1989) en su tesis sobre la pampa
argentina, lo que para esta se visualiza como una instancia
de cambio en los años 60 y 70 –con la llegada del asfalto, los
automotores de mayor autonomía, el teléfono y la electri-
cidad continua–, en Aldea Beleiro, Lago Blanco y Ricardo
Rojas y gran parte de la región se hará presente entre fines
de 1990 y principios de los 2000. Incluso, en el camino
entre Comodoro Rivadavia y Río Mayo persistió hasta 2011
el boliche Los Manantiales, con servicio de café y bar sin
energía eléctrica.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 299

Para graficar el contexto de los cambios de existencias


de la región, se produjeron dos cartografías comparativas
entre el antes, configurado como los años 1990, y la actua-
lidad, a partir de las menciones en más de 30 entrevistas,
dioramas y sociocartogramas realizados en el marco del
proyecto de investigación mencionado. Se profundizó en
las existencias, posibilidades y prácticas en la región, vin-
culadas a la accesibilidad a servicios, la comercialización de
objetos y las relaciones sociales.

Mapa 3. Objetos, existencias y recurrencias hasta los años 90,


en el sur del Chubut

Mapa 4. Objetos, existencias y recurrencias en la actualidad,


en el Sur del Chubut

En las cartografías se observa un desplazamiento de


las líneas de circulación –enmarcadas por las carreteras
Nacional 26 y Nacional 40– junto con la desaparición de
300 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

los “boliches” (Las Pulgas, Los Manantiales y Los Monos).


En este sentido, también se evidencian cambios en los ins-
trumentos tecnológicos, como el uso de la radio UHF, que
funcionó hasta fines de los años 90 y que en algunos luga-
res del área rural dispersa aún es utilizada. Posteriormente,
la aparición de la telefonía celular (en este momento en
proceso de instalación en Ricardo Rojas) y las posibilida-
des de conexión wifi a partir de puntos públicos, como los
municipios, las escuelas y los centros de salud. Asimismo,
en función del escenario espacial de cambio, se produjo
un “acercamiento” tanto en distancia como en tiempo de
algunos objetos y servicios. Posteriormente a los años 90,
se instalaron en Sarmiento y también en Río Mayo ban-
cos, institutos terciarios o cine; servicios que antes estaban
presentes casi en exclusivamente en Comodoro Rivadavia,
distante a 350 kilómetros o incluso más, y a más de un día
de viaje, dependiendo de la localidad.
En los últimos veinte años llegó el combustible a las
tres localidades a partir de la iniciativa estatal provincial
Petrominera, que es una empresa de fomento del Estado.
A principios de los 2000, instaló estaciones de servicio en
Aldea Beleiro y Lago Blanco, y en 2019 prevé la construc-
ción de una más en Ricardo Rojas. Pero, al mismo tiempo,
el Correo Argentino levantó el servicio en Ricardo Rojas y
Lago Blanco, asumiendo cada una de las comunas rurales,
el transporte postal.
El transporte de larga distancia se constituye como un
elemento de presencia discontinua en los últimos años. Al
respecto, como puede verse en la figura 1 y en los mapas 3
y 4, en las tres localidades el transporte de larga distancia
–que las comunicaba con Sarmiento y Comodoro Rivada-
via– funcionó irregularmente hasta los primeros años de la
última década. Los permanentes problemas con los subsi-
dios y las empresas concesionarias no pudieron dar conti-
nuidad al único servicio público que enlazaba estas locali-
dades con las ciudades de la región. Esto propició, por un
lado, la producción de una serie de estrategias comunitarias,
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 301

de las cuales se hablará en el siguiente punto, y, por otro,


los reiterados pedidos de transporte por medio de los pre-
sidentes comunales de las localidades. Así, desde 2016, se
presta un transporte regional entre las localidades y Río
Mayo una vez a la semana y en horarios que no permiten
la ida y el regreso en el día. Por esta razón, ante cualquier
necesidad es siempre obligatorio quedarse uno o dos días en
Río Mayo. En este sentido, es evidente que el diseño de los
cronogramas no contempla las demandas locales ni pone
en consideración las posibilidades de la población local en
cuanto al transporte y la conectividad, dejando librado al
albedrío de las empresas de transporte, las dinámicas de
movilidad local.

Ir, venir, comunicarnos

La singularidad de las comunicaciones en el área de estudio


consiste en el desarrollo de una serie de estrategias comuni-
tarias, que constituyen, tal como mencionan Durston, Gaete
y Pérez (2016) para el caso de Aysén, una buena parte de
la arquitectura en la organización local social, la cual está
atravesada por lazos sociales entre las localidades y en las
localidades. Para esto, en la producción de los sociocarto-
gramas se puede advertir un componente muy fuerte de la
movilidad en la zona. Esto implica que una gran parte de
la totalidad de las relaciones sociales se dan en “la zona”
de los pueblos cercanos, sobre todo entre las localidades de
Aldea Beleiro, Lago Blanco, Ricardo Rojas, El Chalía y Río
Mayo. Y, en menor medida, Choyahique y Aysén, en Chile, y
Sarmiento y Comodoro Rivadavia, al este. Los cronogramas
diseñados por el Estado y las empresas concesionarias, en
cuanto a comunicaciones, transporte, salud y educación, se
articulan con dificultad con las prácticas locales. Por un
lado, el transporte terrestre es de carácter irregular y poco
práctico (en cuanto a horarios y días), con una dinámica
302 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

regional (desde y hacia Río Mayo) que implica además inco-


modidad con los transbordos para continuar viaje hacia
Sarmiento o Comodoro, porque los horarios no están vin-
culados entre los tramos. Ninguna de las tres localidades
tiene a disposición un servicio diario de transporte. Por
otro lado, en las tres localidades existen puestos sanitarios,
que son, en efecto, salas sanitarias de escasa complejidad,
por lo que el instrumento más importante que poseen ante
una emergencia es siempre la ambulancia.
Las tres localidades cuentan actualmente con una
ambulancia, aunque no siempre fue así. Por momentos, las
ambulancias quedan fuera de servicio o bien son trasla-
dadas a otra localidad. Además, cumplen funciones en las
llamadas “rondas de visita” del área rural, que en algunas
oportunidades duran una semana. En estos periodos, las
localidades cuentan con la ambulancia que se disponga más
cercana, o bien con vehículos municipales o de vecinos.
Ante el caso de una emergencia menor, como un dolor de
muela, una de las agentes sanitarias de Aldea Beleiro relata:

Por ejemplo si a alguien le duele una muela, le damos anal-


gésico y se va manteniendo, ahí avisamos a ver si otro lo
puede llevar o si va por sus propios medios, porque hay que
cuidar las gomas de la ambulancia. Pero si no esperamos a
que salga por otra cosa la ambulancia, para ir… o bien coor-
dinamos con el puesto de Ricardo Rojas, pero si hay que ir en
la ambulancia, alguna se tiene que quedar de guardia porque
son más de 100 kilómetros a la redonda que quedan sin nada,
si no… A mí me da bronca, porque hay que restringir las
cosas, como el uso de la ambulancia o cuidar las gomas…
Porque no sobra… Tampoco tenemos máscara de oxígeno
para la ambulancia… A veces, cuando hay una urgencia no
nos pueden venir a cruzar5, o no hay médicos esperando a
que llegue el paciente en Río Mayo o Sarmiento… (Jorgelina.
42 años. Puesto Sanitario AB).

5 Llama “cruzar” a cuando una ambulancia equipada con mayor complejidad


intercepta en el camino a otra de menor complejidad, para prestar asistencia
y acompañamiento.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 303

Así, las derivaciones en salud reproducen también el


mismo eje jerárquico de traslados de esta región: desde la
localidad con puesto sanitario hacia Río Mayo, Sarmiento y
Comodoro. Pero también acontece un fenómeno que quie-
bra esa lógica, tanto con ciudadanos chilenos que habitan
en estas localidades, como con algunos argentinos que por
elección o cercanía se atienden en el hospital de Coyahique,
que está a 50 kilómetros de Aldea Beleiro y 90 kilómetros
de Lago Blanco.

Hay gente que se prefiere atender en Coyahique porque está


más cerca y algunos tienen seguro de salud de Chile, pero
también, aunque tengas que pagar, es más barato que ir hasta
Comodoro, que tenés que hacer el viaje larguísimo y después
además le sumás todo el lío del alquiler que tenés que pagar
o lo que sea. En vez a Chile vas y volvés en el día… Si vas
a Comodoro es porque tenés una red, si no es muy difícil…
(Jorgelina. 42 años. Puesto Sanitario AB).

En las localidades también se experimenta un proceso


de cambio desde 2002, que se vincula con la implementa-
ción del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
Responsable y la iniciativa Maternidades Seguras y Centra-
das en la Familia. Este programa implicó que los partos y
parte de los tratamientos preventivos en embarazos deban
realizarse en establecimientos sanitarios de máxima com-
plejidad. Así, desde 2002, los partos dejaron de acontecer
en estas localidades, tanto en el puesto sanitario como con
las llamadas “matronas”, para realizarse en Comodoro Riva-
davia. Sobre esta singularidad se profundiza más en Cha-
nampa, Diez Tetamanti y otros (2015). Pero lo que resulta
interesante para el análisis de la problemática de movili-
dad es que el proceso de movilidad, transporte y estadía en
Comodoro Rivadavia no siempre puede ser asistido por el
sistema sanitario o la comuna local, lo que implica que se
ponga de algún modo en jaque el carácter de gratuidad de
la salud pública en las pequeñas localidades.
304 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Los servicios educativos han incorporado desde 2011


la denominada “unidad educativa multinivel”.6 Esto impli-
ca la existencia de jardín de infantes y niveles primario y
secundario, con docentes “itinerantes”. Ellos viajan princi-
palmente desde Río Mayo con regularidad quincenal, para
implementar la educación secundaria en las localidades,
bajo la dirección de un director de nivel primario. Esta
dinámica propicia un alto grado de circularidad entre los
docentes que viven en Río Mayo con las localidades. La vin-
culación entre el sistema educativo y las actividades depor-
tivas se complementa con la presencia de los Juegos Evita. A
partir de estos juegos, muchos de los jóvenes residentes en
las localidades realizaron su primer viaje fuera de la locali-
dad. Uno de los referentes locales comentaba que:

Hace unos años, me sorprendí mucho, me emocionaba por-


que algunos chicos, cuando iban a participar con el deporte
me contaron que creían que más allá de las montañas que
se ven del pueblo no había más pueblos que este, entonces
cuando iban se sorprendían porque veían lo que estaba en la
televisión, pero ellos decían que no sabían que eso era real…
(Roberto. 52 años. Secretario de Deportes, AB).

La importancia de las actividades que movilizan en el


espacio y dan cuenta de la multiplicidad es tan importante
como en el mundo urbano. De algún modo, la movilidad
crea posibilidad y proyecta deseos ante lo nuevo descubier-
to. En ese sentido, el televisor, con acceso a sistemas sate-
litales, y la existencia reciente de wifi abrieron la puerta al
ingreso tanto de las ideas como de las posibilidades y nuevas
incertidumbres. Al respecto, una de las maestras comenta:

Desde afuera tienen la idea de que estamos aislados, que care-


cemos de información, pero ahora tenemos mucho acceso a
la comunicación, sobre todo en Directv y en internet que hay
en casi todas las casas. La vida con internet cambió mucho,

6 Por Resolución 53/2011 del Ministerio de Educación del Chubut.


Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 305

con Mercado Libre, el home banking… resolvemos lo que


antes no se podía. Hoy casi todo se paga por acá, o las factu-
ras electrónicas… Antes se vencían y no servían más… para
nosotros el internet es fabuloso. Todas las demoras fueron
menos y además se reducen muchísimo los gastos. Para mí
una cosa importante que nos falta es que tenemos que tener
internet para mejorar y aprovechar pedagógicamente, pero
nos dicen por ejemplo que, para hacer una teleconferencia, es
complicado porque acá sí hay internet, pero las velocidades
son diferentes a la ciudad o a veces el sistema es muy inesta-
ble… (Mariela. 43 años. LB).

Internet produjo nuevos espacios de encuentro y trán-


sito dentro de las localidades. En un primer momento había
señal solamente en escuelas e instituciones públicas, poste-
riormente, con la llegada del wifi y a través de las compu-
tadoras del Programa Conectar Igualdad, durante las tar-
des se organizaban reuniones de “navegación” y “chateo”
en torno a la cobertura de señal. En los últimos seis años,
con el arribo de los teléfonos inteligentes y la difusión del
wifi en las viviendas particulares, estos espacios de reunión
desaparecieron. Este fenómeno fragmentó en parte la socia-
lización lugarizada, para abrir en estas localidades el mundo
del ciberespacio. Así, la existencia de señal de internet se
configura como un aspecto que facilita y conecta con otros
territorios, con los cuales mucho aún está por articularse
y recodificarse.

Espacialidades traducidas, dialogar para continuar

“Acá viene mucha gente, funcionarios y políticos, pero


nadie escucha” fue una de las frases que más se destaca-
ron a lo largo de los múltiples talleres, conversaciones y
entrevistas. La experiencia de abordaje en terreno con las
metodologías puestas en práctica nos puso en un lugar de
intercambio y escucha permanentes. De alguna manera, la
idea de aislamiento está vinculada a la traducción de las
306 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

dinámicas que se producen para estos territorios en espa-


cios de la organización de las políticas públicas. Por esto,
se aborda la hipótesis de que la propia contextualización,
como la problematización del lugar, están construidas a
partir de una mirada ajena y urbano-céntrica, que no pade-
ce la experiencia local, pero sí interpreta, traduce lo obser-
vado; y opera sobre ese mundo producido, lo que a priori
podría pensarse como una “espacialidad traducida”. En este
sentido, y en línea con Núñez, el problema estaría en la
interpretación del problema del aislamiento o la integra-
ción sobre la base de modelos globales y urbano-céntricos.
Ante esta problemática es necesario producir diálogos hori-
zontales para profundizar en el padecimiento local como
configurador del territorio. De este modo, la codificación o
arquitectura territorial podrá acompañar los procesos de las
singularidades locales, de los sujetos y producciones de sub-
jetividad local, de los cuerpos y sus diversos territorios.
Los dispositivos que pone en marcha el Estado, a partir
de las políticas públicas, tienen más que ver con el fomento
de la instalación de cosas (internet, estaciones de servicio o
telefonía celular) que con el acompañamiento de un proceso
que está en movimiento. En definitiva, a las localidades llega
internet, pero se desafecta el correo postal; llega el combus-
tible, pero en un mismo periodo desaparece el transporte
de larga distancia. Lejos de fortalecer las dinámicas socia-
les en funcionamiento, se producen cambios irregulares e
imprevisibles que someten a la población local a un proceso
de innovación permanente. Sin certezas, sin continuidades,
sin médicos o enfermeros permanentes, sin regularidad en
la prestación de transporte público o con el abandono del
mantenimiento de los servicios a la buena voluntad local
se hace difícil producir escenarios prospectivos. Finalmen-
te, gobierna el pequeño mercado local, mediado por los
esfuerzos de la comunidad, para sostener un proyecto de
desarrollo que está permanentemente componiendo sobre
lo que acaba de descomponerse. Queda pendiente la tarea
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 307

de aprender de las estrategias locales, las prácticas comuni-


tarias y los esfuerzos forjados por las comunidades locales
para avanzar sobre el rediseño de políticas públicas.

Bibliografía

Aguado, A. (2006). La colonización del oeste de la


Patagonia central. Departamento Río Senguer, Chubut.
1890-1919. Chubut: Secretaría de Cultura de la pro-
vincia de Chubut.
Berradi, Franco “Bifo” (2010). La fábrica de la infelicidad.
Madrid: Traficantes de Sueños.
Bondel, C. S.; Vazquez, A. D.; Ñancufil, A. y González, M.
(2018). Micropueblos en la Patagonia central y pers-
pectivas territoriales. Los casos de Buen Pasto, Aldea
Apeleg y Facundo. Comodoro Rivadavia: Edupa – Edi-
torial Universitaria de la Patagonia.
Bonin, M; Caron, P.; Cloué, Y. y Cheylan, J. (2001). “Terri-
toire, zonage et modélisation graphique: recherche-
action et apprentissage Zonage à dires d’acteurs et
modélisation graphique. Zonage à dires d’acteurs: par
la diversité, l’accès aux dynamiques agraires”. En Géo-
carrefour, vol. 76 3/2001, N.º 241, CIRAD-TERA,
CNRS-UMR ESPACE INRA-SAD.
Careri, F. (2014). “Walkscapes ten years after”, Revista
de Estudios Urbanos y Ciencias Sociales, 4 (1), pp.
207-213. Disponible en: https://bit.ly/34ntooV.
Caron, P. y Cheylan J. (2005). “Donner sens à l’information
géographique pour accompagner les projets de terri-
toire: cartes et représentations spatiales comme sup-
ports d’itinéraires croisés”. En Géocarrefour, vol. 80/
2, pp. 11-122.
Chanampa, M.; Diez Tetamanti, J. y otros (2015). Accesibi-
lidad a la salud y estrategias de movilidad. Caso aldea
Beleiro. Informes Científicos–Técnicos UNPA, 7(1), pp.
308 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

54-77. Disponible en: https://bit.ly/2YKvPkm.


Chubut, Ministerio de Educación del Chubut (2011).
Resolución 53/2011.
Clouet, Y. (2000). “Le zonage à dire d’acteurs méthode et
perspectives”. En Bois et forêts des tropiques. N.º 265
(3), pp. 45-69.
Deleuze, G. (1996). Abecedario. Entrevistas con Claire Par-
net. Transcripción online disponible en: https://bit.ly/
2Egyqt6.
Derrida, J. (1998). Márgenes de la filosofía, traducción de
Carmen González Marín (modificada; Horacio Potel).
Cátedra, Madrid.
Diez Tetamanti, J. (2019). Acciones Locales y Políticas
Públicas en pequeñas localidades de la Provincia de
Buenos Aires. Prometeo.
Diez Tetamanti, J. (2018). Cartografía Social. Teoría y méto-
do. Buenos Aires: Biblos.
Dosse, F. (2010). Gilles Deleuze e Felix Guattari. Biografías
Cruzadas. Porto Alegre: Artmed.
Durston, J. W.; Gaete, J. M. y Pérez, M. (2016). “Comunidad,
conectividad y movimiento regional en la Patagonia:
evolución del capital social en la Región de Aysén, Chi-
le”. Revista CEPAL, N.º 118, pp. 235-249.
Gaignard, R. (1989). La Pampa argentina. Ocupación/
poblamiento/explotación. De la conquista a la crisis
mundial (1550-1930). Buenos Aires: Solar/Dimensión
Argentina.
Guber, R. (2011). La etnografía: método, campo y reflexivi-
dad. Buenos Aires: Siglo XXI.
Lardon, S.; Angeon, V.; Trognon L. y LeBlanc P. (2010). “Uso
del ‘juego de “territorio’ para facilitar la construcción
de una visión compartida del territorio en un enfoque
participativo”. En D. Ricard (ed.), Desarrollo sostenible
de los territorios: de la movilización de los actores a los
enfoques participativa. Ceramac, 28, prensa universita-
ria de Blaise Pascal, pp. 129-145.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 309

Maggiori, E. (2007). Aldea Beleiro, historia de un pueblo de


frontera. Secretaría de Cultura del Chubut. Rawson.
Montoya Arango, V. (2007). “El mapa de lo invisible. Silen-
cios y gramática del poder en la cartografía”, Universi-
tas Humanística, N.º 63, pp. 155-179.
Núñez, A.; Arenas, F.; Brigand, L.; Escobar, H.; Peuziat, I.
y Salazar, A. (2010). Territorialización del aislamiento
geográfico: criterio ambiental para una nueva repre-
sentación territorial en la Región de Aysén. Revista de
Historia y Geografía, 24, pp. 47-66.
Passos, E; Kastrup, V. y Tedessco, S. (2014). Pistas do méto-
do da cartografía. Porto Alegre: Sulina.
Portugal, J. (1996). “Modelos gráficos y coremas: represen-
taciones de la información territorial en sus compo-
nentes estructurales básicos”. Lurralde: inv. espac. N.º
19, pp. 235-253. Instituto Geográfico Vasco, Apartado
719, 20080, San Sebastián.
Santos, M. (1986). “Espacio y método”, Geo Crítica, N.º
65, pp. 5-53.
Santos, M. y Silveira, M. L. (2001). O Brasil. Rio de Janeiro:
Record.
Sili, M. (2000). Los espacios de la crisis rural. Geografía de
una pampa olvidada. Bahía Blanca: UNS.
Souto, P. (coord.) (2011). Territorio, lugar, paisaje: prácticas
y conceptos básicos en geografía. Buenos Aires: Edi-
torial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
de Buenos Aires.
Tedesco, S. H.; Sade, C. y Caliman, L. V. (2013). A entrevista
na pesquisa cartográfica: a experiência do dizer. Frac-
tal, 25(2), pp. 299-322.
Tounisi, K.; Lazhaar, G. y Clouet, Y. (2008). “Le zonage à
dires d’acteurs: un outil cartographique pour la con-
frontation des savoirs et pouvoirs endogènes et exogè-
nes à propos du développement local: étude de cas en
Tunisie centrale”. En Scheresse, N.º 19 (1), pp. 3-12.
Vazquez, A. D. (2017). Lógicas espaciales campesinas en la
estepa patagónica. Magallania, 45(2), pp. 273-298.
Acerca de los autores

Biaggi, Cristina
Doctora en Ciencias Agropecuarias de la Escuela de Gra-
duados Alberto Soriano de la Facultad de Agronomía de la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Magíster en Desen-
volvimento Agrícola por la Universidad Federal Rural de
Río de Janeiro. Ingeniera agrónoma. Trabaja en la Estación
Experimental Agropecuaria Famaillá (Tucumán) del Insti-
tuto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y confor-
ma la Red TRAMA (Red de Mujeres y Organizaciones que
trabajan con Mujeres Indígenas y Campesinas). Tiene una
larga trayectoria en la temática de género, trabajando en
diferentes proyectos y consultorías, en especial en relación
al desarrollo territorial.
Contacto: biaggi.maria@inta.gob.ar.

Canevari, Cecilia
Doctora con orientación en Estudios de Género por la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires (UBA), magíster en Sociedad y poder desde la pers-
pectiva de Género por la Universidad Nacional de Rosario
(UNR) y licenciada en Enfermería (UBA). Profesora e inves-
tigadora en la Universidad Nacional de Santiago del Estero
(UNSE). Trabaja en el INDES (Instituto de Estudios para
el Desarrollo Social) (UNSE/CONICET). Dirige el Progra-
ma “Géneros, política y derechos” (CICyT-UNSE) y, des-
de el feminismo, articula la producción académica con el
activismo. Es integrante de la Red Trama (Red de Mujeres
y Organizaciones que trabajan con Mujeres Indígenas y

311
312 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Campesinas), de la Colectiva Ni una Menos y de la Campa-


ña por el aborto legal, seguro y gratuito.
Contacto: cecaneva@unse.edu.ar

Cerdá, Juan Manuel


Doctor en Ciencias Sociales y Humanidades por la Uni-
versidad Nacional de Quilmes (UNQ), magíster en Historia
Europea y Latinoamericana de la Universidad Torcuato Di
Tella (UTDT) y especialista en Estadística aplicada a las
Ciencias Sociales de Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO). Investigador adjunto del CONICET,
con lugar de trabajo en el Centro de Estudios de la Argenti-
na Rural (CEAR-UNQ). Es docente de grado y de posgrado
en la UNQ y ha dictado cursos de posgrado en México y
Uruguay. Sus líneas de investigación son el sector vitiviní-
cola en la Argentina y las condiciones de vida de los sectores
rurales a lo largo del siglo xx.
Contacto: cerdajuanma@gmail.com.

Conti, Santiago
Licenciado y doctor en Psicología por la Universidad de
Buenos Aires (UBA), magíster en Psicología Comunitaria
por la Universidad de Chile y diplomado en Desarrollo
Local y Economía Social por la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO). Investigador del CONI-
CET con lugar de trabajo en el Instituto de Investigacio-
nes en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDYP-
CA), radicado en la Universidad Nacional de Río Negro
(UNRN). Profesor en la UNRN. Su línea de investigación
se centra en los modelos y prácticas de intervención en
extensión e investigación agropecuaria y forestal llevadas
adelante por organismos dedicados al desarrollo rural, en
especial en relación a la Agricultura Familiar Campesina
e Indígena.
Contacto: santiago.conti@gmail.com.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 313

Cordero, Laura
Doctora en Ciencias Sociales (con orientación en Geo-
grafía), graduada con honores en la Universidad Nacio-
nal de Tucumán (UNT), especialista en Salud Social y
Comunitaria (UNT) y licenciada en Nutrición egresada
de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino
(UNSTA). Actualmente se desempeña en el Instituto
Superior de Estudios Sociales (ISES), dependiente del
Centro Científico Tecnológico de Tucumán, CONICET.
Es investigadora responsable del proyecto “Distribu-
ción espacial de la malnutrición infantil en la provin-
cia de Tucumán”, adjudicado por FONCYT. Su línea
de trabajo indaga en las interacciones salud-territorio,
especialmente los fenómenos nutricionales en pobla-
ciones infantiles.
Contacto: laucordero@gmail.com

De Arce, Alejandra
Doctora en Ciencias Sociales y Humanidades por la
Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Licenciada en
Ciencias Sociales por la misma casa de altos estudios.
Docente de grado y posgrado de la UNQ e investiga-
dora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET), con lugar de trabajo
en el Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR-
UNQ). Líneas de investigación: trabajo familiar y género
en la región pampeana y el norte argentino; modalida-
des de participación femenina en las corporaciones y
asociaciones rurales a mediados del siglo xx; actividad
tambera y estructuración de género en la provincia de
Buenos Aires (1946-1999).
Contacto: aledearce@gmail.com / adearce@unq.edu.ar
314 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Diez Tetamanti, Juan Manuel


Doctor en Geografía por la Universidad Nacional del Sur
(UNS) y geógrafo por la Universidad Nacional de Mar del
Plata (UNMDP). Obtuvo el mérito de la Academia Nacional
de Geografía Argentina por su tesis sobre políticas públicas
y acciones locales en pequeñas localidades. Realizó un pos-
doctorado en la Universidade Federal de Pelotas, Brasil,
sobre producción del espacio social. Investigador adjun-
to del CONICET y profesor en la Universidad Nacional de
la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB). Ha dictado talle-
res y seminarios de posgrado en países de Latinoamérica y
África y realizado trabajos de asesoría a organismos públi-
cos. Actualmente se dedica al desarrollo metodológico de
la Cartografía Social.
Contacto: jmdiezte@gmail.com.

Diez, María Carolina


Doctoranda en Antropología Social en la Universidad
Nacional de Misiones (UNaM). Licenciada y magíster
en Antropología Social por la UNaM. Profesora regular
del Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la
Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ). Su línea
de investigación se centra en los pequeños productores
de la agroindustria, las desigualdades socioeconómicas y
sus efectos en el trabajo rural y la salud.
Contacto: carudiez@gmail.com.

Gutiérrez, Talía Violeta


Doctora en Historia por la Universidad Nacional de La
Plata (UNLP). Profesora e investigadora regular en la
UNLP y la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
Ha dictado cursos de posgrado en las mismas y otras
universidades argentinas, en Uruguay y Brasil. Participó
en movilidad docente al IHEAL/Universidad París 3 y
dirigió un proyecto en conjunto con dicha institución.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 315

Integra el Centro de Estudios de la Argentina Rural


(CEAR-UNQ). Especialidad: historia agraria, educación
y familia rural. Dirige el proyecto de I+D “Estado, edu-
cación y familias rurales (cuenca del Salado, Buenos
Aires, 1960-1990)” y el proyecto de extensión “Historia
y memoria rural”, ambos en la UNQ.
Contacto: taliavioletag@gmail.com

Longhi, Fernando
Doctor en Ciencias Sociales (Orientación geografía) y
Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional de
Tucumán (UNT). Investigador adjunto del CONICET,
con lugar de trabajo en el Instituto Superior de Estudios
Sociales de Tucumán. Investigador asociado al Centro
de Estudios sobre Nutrición Infantil en Buenos Aires.
Sus principales líneas de investigación son la pobreza,
la mortalidad infantil, la desnutrición infantil y la frag-
mentación socio territorial en Argentina en general y
en el Norte Grande en particular. Ha recibido subsidios
concursados y otorgados por el CONICET, el Conse-
jo de Investigaciones de la Universidad Nacional de
Tucumán (CIUNT) y la Deutscher Akademischer Aus-
tauschdienst (DAAD).
Contacto: fernandolonghi@hotmail.com.

Ortiz Bergia, María José


Doctora en Historia por la Universidad Nacional de
Córdoba (UNC). Investigadora asistente del CONICET
con lugar de trabajo en el Instituto de Estudios Histó-
ricos (UB CEH Segreti/CONICET). Profesora asistente
de la UNC. Dirige proyectos de investigación (SECYT/
UNC) y es editora del Anuario de la Escuela de Historia
Virtual. Su área de investigación es la historia argen-
tina contemporánea con especial preocupación por las
316 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

transformaciones operadas en las políticas sociales, el


bienestar y el Estado en el siglo xx.
Contacto: ortizbergia.mj@gmail.com.

Osatinsky, Ariel
Licenciado en Economía por la Universidad Nacional de
Tucumán y doctor en Ciencias Sociales (Orientación Geo-
grafía) por la misma universidad. Es profesor en las cátedras
Trabajo Social, Economía Social y Políticas Económicas, y
Economía y Comunicación en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNT. Se desempeña como investigador asis-
tente del CONICET. Sus principales líneas de investiga-
ción son las transformaciones económicas, los problemas
de empleo, y la pobreza en Tucumán y el Noroeste Argen-
tino entre 1980 y 2015. Ha publicado trabajos en libros y
revistas científicas.
Contacto: aosatinsky@yahoo.com.ar.

Paolasso, Pablo
Doctor y licenciado en Geografía por la Universidad
Nacional de Tucumán. Investigador independiente del
CONICET con lugar de trabajo en el Instituto de Inves-
tigaciones Territoriales y Tecnológicas para la Produc-
ción del Hábitat (INTEPH) y profesor adjunto en la
UNT. Ha sido profesor regular en la Universidad de
Concepción (Chile) y profesor visitante en las univer-
sidades de Marburg (Alemania). Innsbruck (Austria) y
Autónoma de Madrid (España). Sus temas de investiga-
ción actuales se vinculan con las manifestaciones de las
desigualdades en el territorio.
Contacto: pauluspao@gmail.com.
Una mirada histórica al bienestar rural argentino • 317

Ramírez, Delia
Doctora en Antropología social por la Universidad
Nacional de Misiones (UNaM), magíster en Ciencias
Sociales por la Universidad Nacional de General Sar-
miento (UNGS) y el Instituto de Desarrollo Económico
y Social (IDES) y licenciada en Comunicación social
por la UNaM. Becaria postdoctoral del CONICET con
asiento en el Instituto de Estudios Sociales y Huma-
nos (IESYH) e investigadora del Programa de Estudios
Rurales y Globalización (PERyG)/Universidad Nacional
del San Martín (UNSAM). Sus investigaciones se dirigen
a comprender las dinámicas de la agricultura en las
actividades yerbatera y forestal.
Contacto: deliaramirezf@gmail.com.

Salomón, Alejandra
Doctora en Ciencias Sociales y Humanidades por la
Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), magíster en
Historia Europea y Latinoamericana egresada de la
Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y profesora en
Historia graduada en la Universidad de Buenos Aires
(UBA). Investigadora adjunta del CONICET, con lugar
de trabajo en el Centro de Estudios de la Argentina
Rural (CEAR-UNQ). Codirectora del Programa Priori-
tario I+D – PUNQ: “La Argentina desigual. Ambien-
te, producción y calidad de vida en el ámbito rural
(1960-2019)”. Profesora de grado y posgrado en la UNQ.
Ha dictado cursos de posgrado en México y Uruguay.
Sus actuales líneas de investigación son las políticas
viales, la movilidad y las condiciones de vida en los
espacios rurales de la Argentina del siglo xx.
Contacto: alejandralaurasalomon@gmail.com.
318 • Una mirada histórica al bienestar rural argentino

Sánchez Iudicello, Suzette


Maestranda en Género, Ciencias Sociales y Políticas
Públicas (FLACSO) y licenciada en Psicología por la
Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Participa en
proyectos de investigación sobre procesos comunitarios
en clave de género y ruralidad en el Instituto de Investi-
gaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio
(IIDYPCA), radicado en la Universidad Nacional de Río
Negro (UNRN).
Contacto: suzettesanchez@gmail.com

Trpin, Verónica
Doctora y magíster en Antropología Social por la Uni-
versidad Nacional de Misiones (UNaM). Profesora en His-
toria graduada en la Universidad Nacional del Comahue
(UNCo). Investigadora adjunta del CONICET, Vicedirec-
tora de IPEHCS-CONICET-UNCo y docente de grado y
de postgrado en la UNCo. Dirige el proyecto de inves-
tigación “Trayectorias migratorias y laborales en territo-
rios rurales y urbanos del norte de la Patagonia” (UNCo)
y es investigadora responsable del PICT “Trayectorias y
experiencias migratorias de trabajadorxs bolivianxs y para-
guayxs en áreas periurbanas y rurales de Argentina”. Actual-
mente se dedica al estudio de las transformaciones pro-
ductivas del norte de la Patagonia y los efectos sobre las
dinámicas migratorias, así como los desafíos de la intercul-
turalidad en contextos extractivistas.
Contacto: vtrpin@hotmail.com.

Potrebbero piacerti anche