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Por todo ello, y aunque el Lazarillo debe mucho al folclore en lo que se refiere a las
divertidas anécdotas que relata, debemos concluir que es una obra única, personal,
sorprendente y precursora.
El análisis detenido de la obra nos llevaría largo tiempo, por lo que nos conformaremos
con resumir sus características fundamentales, todas ellas presentes y repetidas en
el resto de novelas picarescas del momento y en los posteriores ejemplos que ha dado
el género, muy numerosos y variados en espacios, lenguas y tiempos. Recordemos sólo
que hasta Camilo José Cela se atrevió a hacer en pleno siglo XX una obra
titulada Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944).
La novela picaresca: rasgos
4) el tema principal del relato es el hambre, la miseria, la lucha por sobrevivir en aquel
siglo a la vez dorado e infausto y las aventuras que corre el personaje son todas una
sucesión de lances o episodios casi siempre desgraciados, aunque no exentos de
cierto humor;
Este último, aparentemente, no sería el caso del Lazarillo, ya que afirma contar su
historia cuando está “en la cumbre de toda buena fortuna“, pero a nosotros, como
lectores, no nos cabe duda de ello si lo analizamos con detenimiento, ya que ser marido
cornudo y consentido -hombre sin honor, por tanto- no era precisamente un atributo
deseable en la sociedad del momento.
Las novelas sucesoras del estilo y la invención del Lazarillo se diferencian de éste en
que revelan una mentalidad aún más pesimista y desengañada (no en vano
corresponden ya plenamente a la época del Barroco), tienen un humor todavía más
negro, descarnado y escatológico que el de la obra renacentista -recordemos
simplemente la descripción del terrible Dómine Cabra de Quevedo-, y sobre todo, están
cuajadas de digresiones morales que condenan estos ejemplos de mala vida. De este
modo, el pícaro se nos muestra como un ejemplo a evitar, así como un
elemento antisocial y marginal que no puede cambiar de forma de vida porque está
marcado desde su infancia, por naturaleza, y por tanto está condenado a repetir los
errores y vicios de sus progenitores.
En este sentido, podemos citar una larga lista de obras en castellano que se amoldan
al género picaresco a partir del gran éxito del Lazarillo y posteriormente del Guzmán.
Entre ellas, y aparte del Buscón quevediano, podemos destacar algunos títulos y
personajes interesantes como pueden ser los del escudero Marcos de Obregón, el
Estebanillo González, la pícara Justina, las “(h)arpías” de Madrid, la “garduña” de
Sevilla, el bachiller Trapaza o el sagaz diablo cojuelo de Vélez de Guevara, que levanta
los tejados de las casas para espiar lo que hacen los madrileños en la intimidad.