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Marisa Santiago
MARISA SANTIAGO
Muchas de vuestras preguntas y dudas giran alrededor de los pronombres en español: del
leísmo, laísmo, cómo presentar la diferencia entre me, mí, y yo, etc. Esta parte de la gramática
es conflictiva por dos motivos. En primer lugar, porque estas palabritas (como las conjunciones,
las preposiciones, los artículos...) parecen carecer de significado. Se trata de elementos con valor
gramatical, funcional, pero no léxico o sustantivo: no aclaramos nada buscándolas en el
diccionario, ni en internet, ni vemos la manera de "dibujarlas". Y, en segundo lugar, además, se
trata de la expresión morfológica (con diferentes formas de una misma palabra) de una
categoría, el caso, que no se manifiesta en el resto de nombres del español. Efectivamente,
nuestro sistema de pronombres es el único resto en castellano de la diferenciación latina de
caso: además de formas para nominativo (yo, tú, él/ella...), y caso oblicuo –el que se combina
con las preposiciones– (mí, ti...), hay diferentes formas átonas para acusativo (complemento
directo) y dativo (complemento indirecto): lo, la, los, las, frente a le, les.
En consecuencia, puesto que el caso es un concepto confuso para nosotros mismos, como
hablantes nativos, porque es residual, no afecta a otros nombres, está aislado en el sistema,
vacilamos al elegir le, la o lo (caemos en lo que la gramática normativa denomina el leísmo, el
laísmo, loísmo... y todas las demás desviaciones de la norma que la RAE intenta evitar o
solucionar en las obras normativas). Precisamente, buscar en el Diccionario Panhispánico de
Dudas la entrada “leísmo” puede ser un buen ejercicio para empezar este capítulo, un ejercicio
para tomar conciencia de la magnitud del problema, de la complejidad y variedad de estructuras
a las que se tiene que enfrentar un estudiante de E/LE sin el consuelo de la intuición del
hablante nativo.
En un artículo clásico, Rafael Lapesa1 apuntaba una explicación que creo que resulta muy
clarificadora (además de la teoría clásica de que el español hereda las vacilaciones entre dativo y
acusativo que ya existían en latín). Como los hablantes nativos de español ya no entendemos el
valor de los casos (que sí está claro para los hablantes de euskera, latín, griego, lenguas
eslavas...) tendemos a creer que estas palabras, le, la, lo, se parecen a este, esta, esto, puesto que
terminan igual. Por eso identificamos le con el masculino de persona (como pasa con este en
este chico), la con esta, esto es con el femenino, y lo con esto, es decir con el neutro, que jamás
usaríamos para personas. Interpretamos en términos de género –una categoría muy presente y
viva en nuestra lengua– lo que etimológicamente significaba caso. Eso explica que el leísmo de
persona masculino singular (decir le vi, si vi a un hombre, pero lo vi –lo correcto
etimológicamente– si vi un coche, un libro, etc.) esté tan extendido: si jamás diríamos "vi (a)
esto" para "vi a un chico", también nos suena mal "lo vi" y nos parece mucho mejor "le vi" (tan
bien como decir "vi a este"). Este uso está tan extendido que la RAE ha terminado por aceptarlo
como correcto, no se puede ir contra la mayoría de los hablantes. Sin embargo, otras
"desviaciones", explicables de la misma manera (como decir "la gusta" por "le gusta" –porque es
1Rafael Lapesa (1968), "Sobre los orígenes y evolución del leísmo, laísmo y loísmo". En el volumen Los
pronombres átonos, coordinado por Olga M. Fernández Soriano, Taurus Ediciones, Madrid,1993,
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"a esta", y no "a este"–) no están admitidas dentro de la norma, sencillamente porque son más
minoritarias.
Además de que como hablantes nativos vacilamos en el uso, no disponemos, como lingüistas de
una explicación estructurada y racional para hacer comprensible este sistema. Quiero decir con
ello que probablemente hemos estudiado en cursos diferentes y con descripciones distintas lo
que es un complemento directo, lo que es un reflexivo, los valores de se en español, los verbos
transitivos, lo que es un dativo… y todo ello no nos garantiza poder contestar a preguntas como:
Si casi nadie sabría, así, sin más preparación, contestar con soltura a un español que preguntara
esto, mucho más difícil aún es contestar a estas preguntas cuando las formula alguien que no
entiende qué es un complemento directo o indirecto, un verbo ergativo o transitivo, y para quien
“se” es un invento diabólico de los españoles para torturar a los extranjeros.
El objetivo de este módulo es proponer una explicación de los pronombres átonos del español:
Presentaremos, en cambio, los tipos de situaciones en las que aparecen los pronombres. La
hipótesis de partida es que entendemos las frases globalmente, con la ayuda de los
pronombres, imaginando a qué tipo de situación hace referencia cada construcción de verbo
más pronombre o pronombres, cuántos participantes hay en la situación y que papeles
desempeñan. Cualquier nativo le asignará un tipo de significado diferente a un verbo que no
conozca en función de los pronombres que lo acompañen. Compruébalo: ¿qué crees que
significan? relaciona cada verbo —inventado— de la izquierda con su “definición”, una de las de
la columna de la derecha:
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Si has podido resolver el ejercicio es porque reconoces las construcciones, los participantes y
relaciones propias de cada tipo de significado. Probablemente habrás “acertado” al considerar
que “lolalear” significa ‘dar’, porque en la frase, a la vista de los pronombres que aparecen,
“alguien lolaleaba algo a alguien”, esto es, se reconocía la estructura ditransitiva propia de los
verbos de transferencia cuyo representante más prototípico es “dar”. También habrás
reconocido en “la leló” los verbos de acción, como pintar, porque presentan un agente sujeto y
un objeto afectado: “alguien leló algo”, etc.
Pues bien, presentaremos —en lugar de las clásicas funciones— las distintas construcciones, los
tipos básicos de situaciones que se expresan en cualquier lengua y cuyas diferentes
configuraciones muestran los pronombres en español. Partiremos de cinco tipos básicos de
situaciones, y más adelante lo “complicaremos” con situaciones híbridas y con las
combinaciones más habituales entre unas situaciones y otras.
Para aclarar la cuestión de los pronombres suele ser útil empezar por
mostrar el caso más sencillo, las estructuras con un único
participante que se construyen sin ningún pronombre átono.
Expresan cosas que hace una única persona, sin nadie más y sin
1a. llorar nada más. Es la situación habitual con verbos como llorar, saltar,
(yo) lloro dormir, vivir, nacer, correr, roncar… Para dibujar —literalmente—
(tú) lloras lo que significan estos verbos basta con dibujar un muñeco, un
(ella/él) llora personaje que realice las acciones, y solamente uno. Eso es, al fin y al
(nosotros/as) lloramos cabo, lo que significa en lingüística llamar a estos verbos
(vosotros/as) lloráis monovalenciales, verbos con un único argumento, verbos con un
(ellas/ellos) lloran actante. Es lo que ilustra el esquema.
Los primeros verbos que aparecen en una clase de español son así. Y ya desde el primer
momento explicamos que en español la información sobre el sujeto está en el verbo –de ahí que
nuestros verbos sean tan difíciles de estudiar–, que basta con el verbo para entender quién lo
hizo. Por lo tanto, decir el sujeto, explicitar con un pronombre tónico o con un sintagma
nominal el sujeto suele ser redundante (es lo que significa que esté entre paréntesis en el
esquema), porque ya hay marcas en el verbo que permiten entender quién es ese participante. Y,
puesto que no es necesario explicitarlo para que se entienda quién hace la acción, decirlo
significa algo, tiene un valor informativo especial. Un sujeto explícito en español funciona como
tema ("yo –porque estamos hablando de mí– he desayunado un café...") o como foco contrastivo
(es decir, dices "yo trabajo mucho" cuando quieres indicar que "tú", el interlocutor, no trabaja
tanto). Como siempre en la lengua, decir algo que no es necesario decir aporta mucha
información. Es decir, no es exacto que el sujeto sea opcional, cada una de las opciones, decirlo o
no, significa algo distinto.
Una vez planteado el caso más simple, sin pronombres, podemos enfrentarnos a los verbos con
dos participantes, con la estructura más sencilla: alguien hace algo, come algo, pinta algo, mira
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algo, coge algo, tira algo… Son los verbos transitivos, con un agente, un sujeto que controla la
acción y un objeto, afectado o no.
El controlador de la acción, el sujeto, de nuevo de rojo, sigue
estando representado obligatoriamente por la flexión del
verbo, pero ahora hay otro participante: hemos dibujado una
copa que representa lo que coge, bebe, mira… el objeto
directo, que pintaremos de azul y que asociaremos a los
2a. ver(la) pronombres de acusativo, también en azul.
(yo) me veo
(tú) te ves El grado de afectación del objeto no afecta a la
(ella, él, usted…) lo/la ve pronominalización: no importa si lo que hace es fabricar
(nosotras/-os) nos vemos
(vosotras/-os) os veis una copa, ensuciar una copa, romper una copa o solamente
(ellas, ellos, ustedes…)
los/las ven mirar una copa: el pronombre siempre será la.
No es necesario preocuparse mucho por ellos en los niveles iniciales, pero hay que recordar dos
características más de estas estructuras, porque las diferencian de otras aparentemente
similares. La primera es que en estos casos el objeto no se puede repetir. Es decir, es
posible:
Aquí compré el bolso.
Aquí lo compré.
Pero no es posible:
*Aquí lo compré el bolso.
No es lo mismo si hay una pausa, porque entonces la repetición cuenta como una aclaración,
porque el interlocutor parece no entender, o como una manera de introducir el tema del
enunciado (es decir, se trata de elementos temáticos):
La segunda cuestión, más conflictiva porque no funciona igual en todas las variedades, es la
presencia de "a" ante algunos objetos (lo que las gramáticas llaman "a personal"). Es
obligatoria ante nombres propios de persona (conocí a María, pero no *conocí María) y, en mi
variedad, muy corriente ante nombres comunes (conocí a esa amiga tuya, pero no *conocí esa
amiga tuya), pero no tanto en otras. Un caso especial son los pronombres personales, porque
entonces es obligatoria la presencia de "a" y casi obligatoria también la repetición del objeto:
Se suele simplificar la explicación de cuándo se usa "a" diciendo que se pone "a" si el sujeto es
una persona, pero no es tan sencillo. Por ejemplo, todos pondríamos "a" en esta frase:
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La explicación es que esa "a" sirve para marcar al elemento que no es el sujeto, en los casos en
los que, por su significado, podría entenderse al revés. Quiero decir que digo he visitado a la
familia, con "a" porque es posible que la familia me visite a mí, mientras que digo he visitado la
Sagrada Familia, sin "a" porque no puedo imaginar cómo ese edificio podría hacerme una
visita. Por lo tanto, si tanto el sujeto como el objeto de una frase son "cosas" (como en la frase
con "preceder" de antes) también tendemos a poner una "a" para evitar la confusión. La
expansión de esta "a", de todos modos, es muy desigual en todo el territorio del español: está
completamente generalizada en el español europeo y apenas se usa en el español americano.
En español hay muchos verbos que las gramáticas denominan pronominales y que se suelen
presentar en los cursos de E/LE con el pronombre adosado desde el primer momento. Se trata
de verbos con un único participante, pero que ahora aparece redundantemente “repetido”,
retomado con el pronombre. Mentiríamos si dijéramos que la presencia del pronombre en unos
verbos (me ducho, me visto, me voy, me muero, me duermo…) y no en otros (lloro, grito, voy,
corro, duermo…) está motivada semánticamente y es previsible y lógica; no es así. De todos
modos, en algunos verbos sí puede motivarse la presencia de este pronombre y presentar estos
en primer lugar suele facilitar la explicación. Es lo que sucede con verbos como ducharse:
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Más adelante será necesario volver sobre el valor de se en alternancias aspectuales como ir/irse,
dormir/se, morir/se y en cambios de significado como quedar/quedarse, acordar/acordarse…
que no se ajustan a este patrón.
Cualquiera que haya dado clase de E/LE sabe que aquí empiezan los problemas. Estos verbos
son los menos intuitivos, los más difíciles de asimilar para los estudiantes, puesto que sus
argumentos están ordenados “al revés”: a pesar de que involucran a dos participantes, que
suelen ser una persona y una cosa, aquí la persona no es el sujeto, no está en la terminación del
verbo, sino que es un complemento indirecto, un dativo (pronominalizable por le/les).
Ciertamente sigue siendo inevitable memorizar qué verbos de sentimientos siguen este esquema
y qué otros son como 2a, las diferentes estructuras de te quiero y me gustas difícilmente quedan
motivadas con esta explicación. Además, hay algunos verbos del tipo de gustar que admiten las
dos interpretaciones, los comentaremos después.
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Al llegar a este punto, los verbos ditransitivos ya no son más que una combinación de
participantes que ya aparecían en los modelos anteriores. De todos modos, son un modelo muy
frecuente, presente en cualquier lengua: se trata de los verbos de transferencia, y es útil tenerlos
presentes y presentarlos como una de las estructuras básicas.
Como es la primera ocasión en la que aparecen en clase dos pronombres átonos seguidos, es el
momento de explicar que no es posible decir le/les+lo/la/los/las (aunque sí es posible
me/te/nos/os+lo/la/los/las) y que, en ese caso, le/les pasa a se (y pierde la posibilidad de
expresar número). Yo intento mucho no llamarlo reflexivo ni nada por el estilo (que no lo es),
para no confundir una estructura con otra. Este cambio es solamente fonético, no cambia nada
de significado.
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Le expresa en estos casos una persona afectada por la acción del verbo, pero no un participante:
no hace falta ni que esté presente en la preparación de la cena, en el desastre con el ordenador,
ni en ninguna de estas situaciones. Las gramáticas denominan dativos a estos elementos —
puesto que su pronombre es le—, para distinguirlos de los verdaderos complementos indirectos,
requeridos por el significado del verbo. Un aspecto formal de la diferencia entre los dativos y los
verdaderos complementos indirectos es que podrían explicitarse con para, y no solamente con a
(el dativo de te pinté la habitación se puede parafrasear como ‘pinté la habitación para ti’;
mientras que un verdadero complemento indirecto como te di dinero no equivale a ‘di dinero
para ti’); o bien podrían incluirse en el significado de un posesivo (te preparé la cena en el
sentido de ‘preparé tu cena’).
Hasta los casos en que esa persona simplemente se considera afectada, desde su punto de vista.
Es el caso de los dativos “de madre” tipo mi niño no me estudia.
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Las estructuras que hemos comentado eran estructuras transitivas (tipo 2a.) a las que se añadía
un tercer elemento. Es posible hacer lo mismo con estructuras intransitivas, del tipo de 1b. y eso
explica fácilmente la expresión de involuntariedad de frases como:
Estas frases evocan una situación en la que las cosas suceden por sí
mismas, sin agentes externos, sin responsabilidades:
El ordenador se ha roto (solo, por sí solo)
Las cosas se olvidan (solas)
Le molesta el ruido
Les aburre que les cuentes tonterías
Le divierte hacer deporte
Por lo tanto, estos verbos son, en ciertas ocasiones transitivos y en otras intransitivos.
Aquí se comportan como los verbos del tipo de se rompe, se ensucia, se disuelve…: verbos con
un único argumento, humano, en este caso, que funciona como sujeto, pero que sufre la acción
en lugar de controlarla.
Repasemos: si alguien muere de aburrimiento, en una de las estructuras (se aburre con
facilidad) se trataría de una muerte por enfermedad; en otra, (le aburre estudiar gramática)
sería un accidente, del que no se puede culpar a nadie; y en la tercera (la aburres adrede con tus
tonterías) sería un asesinato.
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Muchos verbos tienen como participantes necesarios algunos lugares. No los hemos comentado
porque los lugares en castellano no tienen un pronombre (sí en catalán —hi/en—, en francés, en
italiano…):
Vivo en Barcelona
Voy a casa
Estoy en casa
Vengo de clase
Se acercó a la valla
Se alejó de la zona
Lanza la pelota a la portería
Coge dinero de la cuenta
Llevo los papeles a tu casa
Trae las cosas a mi despacho
Pon el abrigo en el armario
Quita tu ropa de mi mesa
Pues bien, algunos de estos verbos que seleccionan lugares, pueden alternar la referencia a
lugares con la referencia a personas:
Se acercó a mí se me acercó
Se alejó de ti se te acercó
Lanza la pelota al portero le lanzó la pelota
Coge dinero *a mí/*de mí cógeme dinero
Llevo los papeles a Ana le llevo los papeles
Trae las cosas a la directora tráele las cosas
Pon el abrigo al niño ponle el abrigo
Quita tu ropa *de ti quítate la ropa
Si aparecen personas para indicar esos lugares, como hemos visto, se convierten en
participantes de la situación, pronominalizables por le; son similares a los dativos o al tercer
participante de las estructuras ditransitivas. Lingüísticamente, su estatus no está claro: ¿realizan
el argumento del verbo que en las otras estructuras realizan los lugares?, ¿o simplemente sirven
como especificación o complemento del lugar en cuestión?, es decir, no están en vez del lugar,
en algunos casos, puesto que pueden coaparecer en las frases junto con el lugar:
No nos interesa esta discusión teórica, simplemente hemos de contar con estos argumentos que
aparecen en algunas frases y que pronominalizan por le.
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Como hemos visto, crea más problemas de los que resuelve intentar explicar los pronombres en
función de qué verbos son transitivos o intransitivos, qué verbos tienen un complemento
indirecto, esto es, un le, etc.; es más sencillo plantear qué situaciones intentamos expresar con
cada verbo y con qué pronombres se resolverían esas situaciones.
En el siguiente esquema, retomamos las estructuras básicas, con los verbos prototípicos que
propusimos para ilustrarlas.
Construcciones 1a 1b 2a 2b 3
Tipos de 1 1 2 2 3
verbos argumento argumento argumentos argumentos argumentos
LLORAR / BRILLAR
/
DAR
/
VER/MIRAR
GUSTAR
DUCHAR(SE)
Incluyo las dos variaciones más frecuentes de tipo de estructura que hemos comentado.
También hemos revisado los grupos de verbos que más habitualmente se utilizan con más de
una estructura, incluso con cuatro estructuras diferentes. Era importante para hacer notar que
estos saltos de una construcción a otra son posibles, además de para tener presentes los más
frecuentes.
Construcciones 1b 2a 2b 3
Tipos de 1 2 2
3 argumentos
verbos argumento argumentos argumentos
ABURRIR(SE)
ROMPER(SE)
LANZAR
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Que no lo hayamos comentado explícitamente no significa que no sea posible algo como “se
lanzó a la piscina” (lanzar en 1b) y, “cuando no miraba el niño se le lanzó a la piscina” (en 2b).
Como veis, hay muchas más posibles combinaciones de pronombres de las que se nos ocurren a
primera vista.
Por eso, creo que lo importante para enfrentar situaciones nuevas es poder prever cuáles son las
estructuras posibles, e intentar imaginar qué significa usar cada verbo con cada una de las
estructuras.
Pero, para poder hacerlo aún nos falta revisar algunos pronombres. Veremos a continuación
algunos usos de se que no son argumentales, es decir, pronombres se que no expresan un
participante de la acción.
3. Otros valores de se
En español en muchos casos el pronombre se no significa un participante de la acción, no se
puede dibujar. ¿Qué significa entonces? Veremos los valores más frecuentes.
¿Qué diferencia hay entre bebí vino, y me bebí una copa de vino? La segunda estructura no
involucra a más participantes que la primera, y no está relacionada con la involuntariedad que
describíamos antes. Además, no es obligatorio utilizar se en esa frase, también es correcta y
normal bebí una copa de vino (en las estructuras que hemos visto hasta ahora no se podía
eliminar se). Pues bien, este pronombre tiene un valor aspectual, no argumental, es decir,
muestra de qué manera vemos el transcurso de la acción, no cuántos argumentos participan en
ella. Y, concretamente, este se indica que veo el final de la acción, que la presento como una
acción completa, que ha culminado, que ha terminado del todo, que no se ha dejado a medias.
Veamos primero qué situaciones o acciones pueden realmente culminar, completarse del todo,
y cuales no. Es bastante clara la diferencia si comparamos el mismo verbo y complemento pero
con distintos determinantes:
La situación culmina, termina, se completa cuando se acaba la cantidad prevista de vino (sea
esta una copa, una gota, un litro o toda una bodega); si el complemento está delimitado (si
sabemos la cantidad exacta de vino de que se trata), entonces beber solo una gota menos del
total no es completar la acción: si estoy bebiendo un litro de vino y lo dejo, no he bebido un litro
de vino. Las situaciones delimitadas como estas admiten el pronombre se que estamos
describiendo: me bebo una copa cada día, me he bebido un litro de vino hoy, me beberé el vino
que me sirvas. Hemos cambiado los tiempos verbales para señalar que delimitado no significa
acabado, significa que el final está previsto, planificado, preestablecido.
En cambio, se no es posible en una situación no delimitada. Veamos, por ejemplo, una situación
similar a la anterior, pero sin determinar una cantidad concreta de vino, como en los ejemplos
siguientes:
Bebí vino
Bebí mucho vino
Bebí demasiado vino
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Es verdad que bebí vino tanto si bebí un litro como si bebí solo una gotita, porque esta situación
no está delimitada. Si estoy bebiendo mucho vino y lo dejo ahí, de todos modos es verdad que he
bebido mucho vino; estas situaciones no tienen punto de culminación previsto. Pues bien, en las
situaciones no delimitadas no se utiliza el se del que hablamos: *me bebí vino, *me bebí mucho
vino, *me bebí demasiado vino no son posibles.
Se da la misma diferencia entre leer novelas y leer(se) una novela, estudiar y estudiar(se) toda
la lección, comer pollo y comer(se) el pollo entero.
Tanto voy como me voy expresan un movimiento, el sujeto se desplaza de un lugar a otro; sin
embargo, notamos diferencias de uso:
Es también una diferencia de aspecto, esto es, de qué parte de la acción enfocamos o mostramos,
la diferencia entre dormir y dormirse: dormirse es un verbo de cambio de estado, como
despertarse, se usa para indicar el momento en que alguien pasa del estado de despierto al de
dormido. Como hemos visto al principio, alterna también con una construcción causativa (el
niño se durmió, o su padre lo durmió —=‘lo hizo dormir’—); en cambio, dormir es un verbo de
estado, se opone a estar despierto, por eso puede durar en el tiempo: dormí ocho horas, aunque
había estado despierta más de veinte horas.
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No se trata de una situación diferente de la que implica tener que admitir que verbos como
arrepentirse, suicidarse, etc. son obligatoriamente pronominales, el "se" que contienen no
significa nada, no es un argumento, y no alternan con verbos similares sin "se". Simplemente los
trataremos como piezas léxicas no relacionadas.
Son un caso algo especial de verbos con un "se" no argumental los pares como “lamentar algo”
frente a “lamentarse (de algo)”, en los que "se" parece obligar a cambiar la estructura, a añadir
una preposición. No se trata de las alternancias que habíamos visto (tipo me aburro sola, o tú
me aburres) porque aquí se mantiene el mismo número de participantes, con el mismo grado de
implicación. Solamente parece que la presencia de "se" tiene que ver con la necesidad de una
preposición, cambia cómo se expresa el complemento: sin preposición (como complemento
directo, pronominalizable por la,lo…), o con la preposición "de". Lo cierto es que suele haber
matices de significado (alguien puede lamentar algo en silencio, pero no puede lamentarse en
silencio), pero no parecen tan grandes como para tratar los dos verbos como unidades léxicas
diferentes.
No vamos a desarrollar aquí estos casos, pero, evidentemente los se de las frases siguientes no
tienen valor argumental (no se pueden dibujar, no son "nadie"):
Me ha regalado flores
Me han regalado flores
Si simplemente omites el sujeto, como en la primera, tu interlocutor debe conocerlo ya, o, si no,
preguntará ("¿quién te las ha regalado?"); si usas la segunda, no quieres que te pregunten. El
significado del plural arbitrario es "alguien (una persona o más), no importa quién". Por eso es
forma normal para situaciones como "llaman a la puerta", "han traído la pizza", en las que o no
sabes cuánta gente hay, o no importa quién sea –nadie se fija en los repartidores–.
¿Alguna vez habéis pensado por qué algunas de estas frases "suenan mal"? No son incorrectas
gramaticalmente, son inadecuadas pragmáticamente.
Se come mejor en otro restaurante
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Las impersonales con "se", como la primera de cada par, tienden a tener una interpretación
genérica, en la que el hablante se incluye, o, al menos no queda excluido. Por eso solo suena bien
"se cocina" si el hablante es un cocinero que ha probado las instalaciones. En cambio, los
plurales arbitrarios (el segundo de cada par) tiene una interpretación inespecífica, que excluye al
hablante. Es decir, ese "alguien (puede ser una persona o más), no importa quién" que
comentábamos, además "no soy yo". Por eso es tan extraño "comen", porque significa que tú no
comes ahí. Siguiendo con las impersonales con "se", pensad en la diferencia entre el siguiente
par:
La segunda suena fatal. El "se" impersonal se usa para acciones que son responsabilidad de todo
el mundo, que no importa quién haya realizado concretamente en un caso particular. Suena bien
la primera porque no importa quién haya llevado a cabo una ejecución –de hecho, no queremos
saber quién fue el autor material–, pero no la segunda, porque aquí sí importa quién es el
asesino, y es inadecuado difuminarlo, ocultarlo con una impersonal con "se". Es uno de los
pocos casos en los que es preferible una pasiva perifrástica (Ayer fue asesinado el presidente del
país vecino...) que no "dice" el agente, pero presupone su existencia y su especificidad.
La pasiva refleja es mucho más corriente en nuestra lengua que la pasiva perifrástica, como
muestra este par:
Es una interferencia frecuente con el inglés abusar de las pasivas perifrásticas, no solo de
nuestros estudiantes –los que lo tienen como primera lengua, y los que lo aprendieron antes de
estudiar español–, sino de traductores y dobladores en general.
De todos modos, incluso la pasiva refleja (que suena mejor que la perifrástica) tiene
restricciones de uso. Para entender por qué algunas no son posibles hay que pensar que la
pasiva refleja no deja de ser una pasiva y eso implica que también tiene que haber una activa:
Se venden pisos (funciona porque hay una activa: alguien –quien sea– vende pisos)
Se tienen menos hijos que antes (funciona porque hay una activa: alguien –quien sea–
tiene menos hijos)
*Se nacen menos niños que antes (no funciona porque no hay una activa: ¿*alguien –
quien sea– nace niños?)
4. Conclusión
El objetivo de este módulo era proponer una explicación de una cuestión gramatical amplia, los
pronombres átonos, que resultara consistente (esto es, sin contradicciones), visual y
significativa –aunque no sea precisamente fácil, porque implica muchas estructuras distintas–
y útil para la clase, porque no requiere conocimientos de gramática para entenderse, permite
presentar cada estructura por separado y que, después, todas las piezas "encajen", y se puede
aplicar al uso. El objetivo del siguiente módulo será, precisamente, ver si es cierto que se puede
aplicar. De momento, vuestro trabajo es entender, analizar y estudiar esta propuesta, con
espíritu crítico (buscad contraejemplos, pensad qué me he dejado o he explicado mal, qué no
entendería un estudiante de E/LE, qué errores cometería...). Espero que os haya resultado útil
este módulo, en la videoconferencia comentaremos las dudas y detalles que no estén aquí.
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