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Resumen de los puntos más importantes sobre la preparación de la Revelación de

Dios en el Antiguo Testamento con la ayuda de las páginas de Luis F. Ladaria (167-
180)

La preparación de la revelación del Dios Trino en el Antiguo Testamento

El Antiguo y el Nuevo Testamento en su unidad profunda nos han dado a conocer


progresivamente la revelación de Dios, dirigida primeramente a su pueblo elegido, y
después, en Jesús, a todas las naciones sin distinción. El autor Luis F. Ladaria dice que
no es posible enmarcar de manera simplista la revelación de Dios uno en el Antiguo
Testamento y la Trinidad en el Nuevo Testamento. Dios a través de la historia y de las
personas se va revelando de manera continua y progresiva, es por eso que para el
creyente cristiano los dos testamentos están unidos.

En el Antiguo Testamento tenemos claro que en ninguna parte se encontrarán


referencias claras sobre la Trinidad, sin embargo como lo dice el título, sí se va
preparando esta revelación cuando presenta a Dios en medio de su pueblo, su cercanía
a los hombres y especialmente a los pobres y desamparados, que tendrá su culmen en
la presencia de su Hijo en medio de nosotros compartiendo nuestra condición.

Como ya se mencionó el Antiguo Testamento va preparando la revelación del Hijo en


el mundo, este acontecimiento está evidentemente relacionado con la revelación de
Dios Trino y uno; al autor realizó un análisis en dos aspectos del Antiguo Testamento
que iluminan el mensaje neotestamentario.

1. LA REVELACION DEL NOMBRE DE DIOS

Esta revelación se ubica en el libro de Éxodo en el capítulo 3 en los versos catorce y


quince. En estas líneas Dios revela su nombre a Moisés como “Yo soy el que soy”; este
episodio siempre ha tenido gran relevancia tanto para la tradición judía como
cristiana. Su importancia radica en que es el único nombre de Dios que aparece en el
Antiguo Testamento como un nombre revelado por Dios mismo.

El nombre indica la presencia activa de Dios Yahvé no se da a conocer en su misterio,


tal como es, sino sobre todo como el que se va a mostrar a Israel, para liberarle, como
antes se había mostrado a los patriarcas y los había guiado. El nombre de Yahvé indica
así la orientación futura de la actuación de Dios que estará con su pueblo.

Con las diferentes experiencias históricas el nombre de Dios irá enriqueciéndose con
nuevas connotaciones. Pero se hade tener presente que el ser y el actuar de Dios se
corresponden, se armonizan entre sí. En su obrar concreto Dios dará a conocer su ser.
Dios tiene todo un plan, después de haber revelado a Moisés su nombre, lleva a cabo
la liberación de su pueblo de las garras de Egipto, con esto Dios quiere que Moisés
entienda que para conocerlo hay que ir entendiendo sus acciones, su plan; es en los
acontecimientos en donde Dios se va revelando, no es una definición dogmática de un
monoteísmo abstracto, sino en el de un monoteísmo práctico: Yahvé es para Israel el
único que existe porque es su único salvador.

Lo que es Dios en sí mismo se conocerá a partir de lo que será para su pueblo. Con
este Dios celebrara el pueblo de Israel su alianza solemne, en virtud de la cual será
para siempre el pueblo de su propiedad y la porción de su herencia. La pretensión de
Yahvé de ser el único Dios para su pueblo está en la base del monoteísmo radical, que
afirma ya claramente la existencia de un solo Dios.

El hecho de que Israel era el pueblo exclusivo de Dios y al cual sólo podría adorar, no
se refiere sólo a que ignorara a los dioses de otros pueblos, sino que su fe se irá
formando en creer que Yahvé es el único Dios y no hay otros. Así lo manifiestan los
escritos de los profetas del final del exilio y en el libro del Deuteronomio.

Las etapas de la evolución del monoteísmo en Israel se hallan resumidas en H.


Vorgrimler, Doctrina teológica de Dios, Barcelona 1987, 59s: una primera fase
marcada por la lucha contra el dios Baal en el s. IX a. C., iniciada por el profeta Elías;
sólo hay que adorar a Yahvé. La segunda fase marcada por Oseas, hacia el 740 a. C.; se
ha de adorar a Yahvé despreciando a los demás dioses. Una tercera fase es la reforma
cultual de Ezequías (728-699), caracterizada por la lucha contra al culto a las imágenes
en el reino del Norte. La cuarta fase es la reforma de Josías (641-609) con la
centralización del culto en Jerusalén; Sofonías, Ezequiel y Jeremías se comprometen
en este movimiento monoteísta. La quinta y última fase, después del 586; con el
exilio, irrumpe el monoteísmo: no hay más Dios que Yahvé, en términos absolutos; así
aparece en el Deuteronomio y el Deuteroisaías.

2. LAS FIGURAS DE MEDIACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Los medios de que se sirven los escritos veterotestamentarios para mantener la


tensión entre la trascendencia de Dios y su carácter misterioso por una parte, y su
capacidad de hacerse presente en el mundo por otra, revisten especial importancia
algunas figuras «Cuasidivinas» de mediación; estas, en la multiplicidad de sus formas,
permiten vislumbrar la riqueza interna del ser divino, presupuesto de la variedad de
estas manifestaciones exteriores.

Ladaria dice que no debemos forzar los textos del Antiguo Testamento para hacer
lecturas trinitarias sin embargo es posible interpretar estas mediaciones como
momentos de una preparación más explícita hacia la revelación del Dios trino en el
Nuevo Testamento.

- El Ángel de Yahvé: indica una cualificación peculiar de alguno de los seres que
aparecen designados como «ángeles», que acompañan a Dios y lo alaban. Aparece
como guía de Israel, de Isaac; aparece como juez y castigador. No es la enseñanza
del Antiguo Testamento acerca de los ángeles en general lo que debemos exponer
ahora. Desde nuestro punto de vista ofrecen especial interés algunos pasajes en
los que el «Ángel de Yahvé» no puede distinguirse adecuadamente de Dios mismo,
porque tanto su apariencia como su lenguaje son los de Dios. La figura del
«Ángel», sino se identifica del todo con Dios, al menos no puede distinguirse de él
adecuadamente; en todo caso ayuda a poner de relieve la incomprensibilidad del
que se manifiesta bajo esta apariencia.
- La palabra de Dios: es a través de los oráculos por donde Dios habla. Esta palabra
es poderosa, irresistible, domina al profeta (cf. Am 3,8, Ez 2,8ss, y sobre todo Jer
20,8ss), lo transforma y lo convierte en enviado de Dios que habla en su nombre.
Los mandamientos dados a Moisés también son palabra; Por estas palabras el
pueblo de Israel ha sido constituido «pueblo de Dios». La palabra es la ejecutora
de la voluntad de Dios, en la creación, pero también en la guía del pueblo. La
palabra participa así del poder divino.
- La sabiduría divina: refiere al recto obrar humano cuando Dios lo concede. La
sabiduría no es una conquista humana, es un don de Dios. Está presente en la
creación del mundo. En el mundo del Antiguo Testamento es personificada, fue
primicia de la creación de Dios según el libro de los Proverbios; está unida a Dios,
ella es artífice de todo (libro de la Sabiduría), emana y proviene de Dios y todo lo
gobierna junto con él.
- El espíritu: indica, como es sabido, el aire, el viento, que es una fuerza que no
puede ser controlada por el hombre. Por ello se puede relacionar fácilmente con
la energía y el poder divino, superior a toda fuerza humana. «el Espíritu de Dios
llena la tierra», en conexión muy estrecha con la Sabiduría. Él está en todas las
cosas, de él depende toda la vida en general y la del hombre en particular, según
el libro de los Jueces, es el Espíritu el que impulsa a estos guías del pueblo. Él
invade a los profetas, a los reyes. El portador del Espíritu más característico será el
Mesías, el ungido del Señor, sobre quien el Espíritu reposara; ya en el primer Isaías
aparece esta idea. El Espíritu es el comienzo de una vida nueva, de la renovación
moral, para el pueblo y para cada uno de los individuos. el Espíritu, prácticamente
identificado con la Sabiduría misma, habita en el interior del hombre.
El espíritu se irá convirtiendo en un principio que, manteniendo su trascendencia,
se hace interior al hombre y al pueblo para renovarlos en su conducta y hacer
posible la vida según Dios y según su alianza.

Sin querer ver una revelación anticipada de la Trinidad divina en el Antiguo


Testamento, podemos constatar que estas figuras preparan su revelación. Las tres
primeras, la Palabra y la Sabiduría sobre todo, han servido para interpretar la
función salvífica y para afirmar la divinidad de Jesús.
Algunos Padres, en concreto Teófilo de Antioquia e Ireneo de Lion, han unido la
sabiduría con el Espíritu Santo. El libro de la Sabiduría, como ya hemos notado, es
un precedente de esta conexión. El Nuevo Testamento no se refiere expresamente
al Hijo como Ángel, pero lo hace la tradición, con fundamento, en ocasiones, en
los textos de las teofanías del Antiguo Testamento.

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