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Georg Simmel

SOBRE LA AVENTURA
ENSAYOS FILOSÓFICOS

Traducción de Gustau Muñoz


y Salvador Mas
Epílogo de Jürgen Habermas

ediciones península®
Título original: Philosophische Kultur. Introducción
© Verlag Klaus Wagenbach, Berlín (West).
Los ensayos «Para una psicología filosófica», «Para una filosofía
de los sexos•, «Ensayos de estética•, «Sobre persona lidades artís-
ticas• y el «Epílogo• de Jürgen Habermas han sido traducidos
por Gustau Muñoz, y los titulados «Sobre filosofía d e la religión•
y «Sobre la filosofía de la cultura» lo han sido por Salvador Mas. Cuando se presentan colecciones de ensayos que, como los
aquí reunidos, carecen de cualquier unidad en cuanto a su
materia, la justificación inte rna de las mismas puede encon-
trarse en una inte ncionalidad de conjunto que engloba toda
la diversida d de su contenido. Una intencionalidad de este
género se deriva aquí del concepto asumido de filosofía, a sa-
ber: que lo esencial de ella no es, o no es únicamente, el con-
tenido que se sabe, se construye o se comparte, sino una de-
terminada actitud intelectual hacia el mundo y la vida, una
forma y modo funcional de abordar las cosas y de tratar ín-
timamente con ellas. Dado que las afirIJ\aciones filosóficas di-
verge n grandemente, hasta la inconciliabilidad, y carecen de
validez incontestada por ellas mismas, y dado, empero, que
se atisba en ellas un factor común cuyo v a lor resiste a todas
las impug naciones individuales e impulsa sin límites el pro-
ceso filosófico, no cabe duda de que ese algo común no puede
ubicarse en un conte nido cualquiera, sino sólo en el proceso
mismo. Quizá sea éste motivo s uficiente para reservar el tér-
mino de filosofía a todas las oposiciones d e sus dogmas. Pero
no res ulta tan obvio que lo esencial y relevante de la filosofía
deba est r ibar en ese a s pecto funcional, en esa movilidad, por
así d ecir, formal d e l espíritu filosófico, al menos al lado de los
No se permite la reproducción total o parcial d e est e libro, ni su contenidos y resultados expresados en forma dogmática, sin
inclusión en un sistema informá tico, ni la trans misión en cualquie r los que, ciertame nte, el proceso filosófico como tal, por sí
forma o por c ualquier medio, ya sea e le ctrónico, mecánico, por fotoco- mismo, no puede d esarrollarse. Esta separación entre la fun-
pia, por registro o por otros medios, sin e l permiso previo y por escrito ción y el contenido, entre el proceso vivo y su resultado con-
de los titulares del copyright y de la casa editora.
ceptual, tipifica una tende ncia muy gene ral del espíritu mo-
Cubierta de Loni Geest y Tone Hoverstad. derno. Cuando la teoría d e l conocimiento, declarada con
frecuencia único objeto permanente de la filosofía, separa el
Primera edición: diciembre de 1988. proceso d e l conocer de todos sus objetos y lo analiza en estas
Derechos exclusivos de esta edición (incluyendo la traducción y el condiciones; cuando la é tica kantiana conduce la esencia de
diseño de la cubierta): Edicions 62 s ¡a., Proven~a 278, 08008 - Bar- toda moral a la forma de la buena voluntad o voluntad pura,
celona. cuyo valor sería independiente y libre de toda determinación
por contenidos de fines; cuando para Nietzsche y Bergson la
Impreso en Hurope s!a., Recared 2, 08005 - Barcelona. vida como tal encarna la auténtica realidad y el valor último,
Depósito Legal: B. 41.561-1988.
ISBN: 84-297-2848-1. y es la que crea y ordena los contenidos sustanciales en lugar

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Sobre filosofía de la cultura propio, obediente a un impulso forma l interi;io. Así como la
vida - y en el punto más alto su acrecentamiento en la con-
ciencia- contiene en sí de forma inmediata su pasado como
algún trozo de lo inorgánico, así como lo pasado continúa vi-
viendo en la conciencia según su contenido originario y no
sólo como causa mecánica de transformaciones posteriores,
EL CONCEPTO Y LA TRAGEDIA DE LA CULTURA así también abarca su futuro en una forma respecto de la cual
lo no viviente no posee ninguna analogía. En todo momento
Que el hombre no se ubique incuestionablemente en el de la existencia de un organismo que puede crecer y procrear-
hecho natural, como el animal, sino que se separe de él, se le se, la forma más tardía habita con una necesidad y una pre-
contraponga, exigiendo, luchando, ejerciendo y sufriendo la configurabilidad tan interna que en modo alguno cabe compa-
violencia; con este primer gran dualismo se origina el proceso rar, por ejemplo, a aquélla con la que el resorte en te?s.ión
sin fin entre el sujeto y el obje to. En el interior del mismo contiene su puesta en libertad. Mientras que todo lo no-vivien-
espíritu encuentra su segunda instancia. El espíritu produce te sólo posee el instante d e l presente, lo viviente se extiende
innumerables figuras que continúan existiendo en una pecu- de una manera incomparable sobre el pasado y el futuro. To- -
liar autonomía con independencia del alma que las ha creado, dos los movimientos anímicos del tipo del querer, del deber, de
así como de cualquier otra alma que las acepta o rechaza. la vocación, del tener esperanzas, son las continuaciones espi-
Así, el sujeto se ve tanto frente al arte como frente al dere- rituales de la determinación fundamental , de la vida: conte-
cho, tanto frente a la religión como frente a la técnica, tanto ner en su presente su futuro en una forma específiC:ª• que pre-_
frente a la ciencia como frente a las costumbres, no sólo tan cisamente no existe más que en el proceso de la vida. Y esto
pronto atraído, tan pronto expulsado por su contenido, ahora no sólo atañe a desarrollos y consumaciones particulares, sino
amalgamado con estas figuras como un trozo del Yo, tan que la personalidad en su totalidad y como unidad porta una
pronto en lejanía e intangibilidad frente a ellas; sino que es imagen en sí como trazada previamente con lineas invisibles,
la forma de la fijeza, del estar-coagulado, de la existencia pe- imagen con cuya realización la personalidad, por decirlo de al-
trificada, con la que el espíritu, convertido de este modo en gún modo, en lugar de su posibilidad sería su plena realidad.
objeto, se opone a la vivacidad que fluye, a la autorresponsa- Así pues, por mucho que la madurez y el acrisolamiento .de
bilidad interna, a las tensiones cambiantes del alma subjetiva; las fuerzas anímicas pueda consumarse en tareas e intereses
y ello en tanto que espíritu ligado íntimamente al espíritu!'-,.. particulares y, por así decir, provinciales, a pesar de esto, se
pero justo por ello experimentando innumerables tragediajs 1\ encuentra de algún modo abajo o encima de ello la exigencia
en esta profunda oposición de forma: entre la vida subjetiva de que con todo esto la totalidad anímica como tal satisfaga
que es incesante, pero temporalmente finita, y sus contenidos una promesa dada con ella misma, y, en esta medida, todos
que, una vez creados, son inamovibles, pero válidos al marge los perfeccionamientos particulares aparecen, en efecto, tan
del tiempo. sólo como una multiplicidad de caminos por los cuales el alma
En medio de este dualismo habita la idea de cultura. En llega a sí misma. :e.sta es, si se desea, una presuposición me-
/ i su raíz reside un hecho interno que en su totalidad sólo puede tafísica de nuestro ser práctico y afectivo -por mucho que
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expresarse por comparación y algo vaporosamente: como el también esta expresión simbólica se mantenga a amplia dis-..
camino del alma hacia sí misma; pues nadie es nunca sólo tancia respecto de la conducta real, a saber, que la unidad del
aquello que es en este instante, sino que es un plus, es algo ...
alma no es simplemente un vínculo formal que abarca el de-
más elevado y más acabado de sí mismo, algo preformado en
1él, ,¡..; sarrollo de sus fuerzas particulares siempre de la misma ma-
irreal, pero, sin embargo, existente de algún modo. Aquí no nera, sino que por medio de estas fuerzas particulares es por-
nos referimos a un ideal nombrable, fijado en algún lugar del tado un desarrollo suyo como un todo, y este desarrollo del
mundo espiritual, sino al ser-libre de las energías potenciales todo está antepuesto interiormente a la meta de una formación
que descansan en ellas mismas, al desarrollo de su núcleo" más para la que todas aquellas capacidades y perfecciones valen
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} como medio. Y aquí se muestra la primera determinación del tivados, pero él no está cultivado; esto último sólo se presenta
' concepto de cultura, la cual, provisionalmente, sólo sigue al cuando los contenidos recogidos a partir de lo suprapersonal
sentimiento lingüístico. Aún no estamos cultivados cuando he- ., parecen desarrollar en el alma, como por una armonía pre-
mos formado en nosotros este o aquel saber o poder particu- determinada, aquello que existe en ella misma como su im-
lar, sino sólo cuando todo lo que concierne al desarrollo, cier- / pulso más propio y como diseño previo interno de su perfec-
tamente ligado a lo anterior pero sin coincidir con ello, sirve / ción subjetiva.
a aquella centralidad anímica. Nuestros esfuerzos conscientes Y aquí se pone de relieve, al fin, la condicionalidad de la ' ·
y aducibles valen, en verdad, para los intereses y potencias !
cultura, a través de la cual ofrece una solución a la ecuación-
particulares, y por ello el desarrollo de todo hombre, visto ·¡ sujeto-ob jeto. Nosotros recusamos el concepto de cultura allí
desde su posibilidad de ser denominado, aparece como un haz donde la perfección no se siente como desarrollo propio del
de líneas de crecimiento que se extienden según direcciones centro anímico; pero tampoco es aplicable allí donde sólo se
muy distintas y en longitudes muy diferentes. Pero no con és- presenta como un desarrollo propio semejante, el cual no re-
tas en sus perfecciones singulares, sino sólo con su signifi- quiere ni de ningún medio ni de ninguna estación objetivos y
cación para o como el desarrollo de la indefinible unidad externos a él. Múltiples movimientos conducen realmente al
personal se cultiva el hombre. O, expresado de otra manera, ,/ alma a sí misma, tal y como aquel ideal lo exige, esto es, la
cultura es el camino desde la unidad cerrada, a través de Ja. conducen a la realización del ser pleno y más propio que se
multiplicidad cerrada, hasta la unidad desarrollada. Pero, sea · ,. le ofrece, pero que en primer lugar no exiSte más que como
como fuere, sólo puede tratarse del desarrollo hacia un fenó- ' posibilidad. Pero en la medida en que, o en tanto que, el alma
meno que está instalado en las fuerzas nucleares de la perso- alcanza esto puramente desde el interior -en impulsos reli-
nalidad, un fenómeno, por así decirlo, que está esbozado en giosos, autoabnegación moral, intelectualidad dominante, ar-
ella misma como su plan ideal. También aquí el uso lingüís- monía de la vida global-, en esta medida, puede incluso pres-
tico ofrece una guía más segura. A una fruta de jardín que el cindir de la posesión específica de lo cultivado. No sólo se
trabajo del jardinero ha extraído a partir de un árbol frutal trata de que en ello pueda faltarle aquello total o relativa-
leñoso e incomestible la denominamos cultivada; o también: mente externo que el uso lingüístico rebaja como mera civili~.
este árbol salvaje ha sido cultivado hasta conseguir un árbol zación. Esto no importa en modo alguno. Pero lo cultivado en
frutal. Si, por el contrario, a partir del mismo árbol se fabrica su sentido más puro, más profundo, no está dado allí donde el
un mástil, y, en esta medida, se le aplica un trabajo teleológico alma recorre exclusivamente con sus fuerzas subjetivas per-
no menor, entonces no decimos de ninguna manera que el sonales aquel camino que conduce desde sí misma hasta sí
tronco ha sido cultivado hasta conseguir un mástil. Este mati.Z misma, desde la posibilidad de nuestro Yo más verdadero has-
lingüístico manifiesta claramente que el fruto, a pesar de que . . ta su realidad, si bien es cierto, quizá, que, desde un punto
no se verificara sin el esfuerzo humano, surge finalmente a : de vista más elevado, precisamente estas perfecciones son las
partir de las mismas fuerzas del árbol y sólo satisface la po- 1 más elevadas; con lo cual sólo se habría demostrado que la
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sibilidad predibujada en sus mismas predisposiciones; mienj- cultura no es el único definitivum axiológico del alma. Con
tras que la forma de mástil es añadida al tronco a partir de todo, su sentido específico sólo se satisface allí donde el hom-
un sistema de fines por completo ajeno a él mismo y que bre engloba en aquel desarrollo algo que le es externo, allí
carece de toda preformación en sus propias tendencias esen- donde el camino del alma discurre sobre valores y progresio-
ciales. Precisamente en este sentido, todos los posibles conoci- nes que no son anímicamente subjetivas ellas mismas. Aque-
mientos, virtuosidades y refinamientos de un hombre no pue- llas figuras espirituales objetivas de las que hablaba al co-
den todavía determinarnos a adscribirle el carácter de culti- mienzo, arte y moral, ciencia y objetos conformados con vistas
vado, si éstos, digámoslo así, obran sólo como añadiduras que a un fin, religión y derecho, técnicas y normas sociales, son es-
llegan a su personalidad a partir de un ámbito de valor exter- ciones sobre las que debe marchar el sujeto para alcanzar el
no a él y que, en última instancia, permanece también externo específico valor propio que se denomina su cultura. Tiene que
a él. En tal caso el hombre tiene, ciertamente, aspectos cul- englobar éstas en sí, pero ·t iene también que englobarlas en sí;

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no puede sencillamente dejarlas existir como valores objeti- jeti~o tiene que aba?donar su subjetividad, mas no su espiri: -
vos. Es la paradoja de la cultura de que la vida subjetiva, que tuahdad, para expenmentar la relación con el objeto a través
sentimos en su corriente continua y que apremia desde sí a de la cual se consuma su cultivo. -esta es la única manera por
su consumación interna, en modo alguno puede alcanzar (vis- la que la forma de existencia dualista, puesta inmediatamente
to desde la idea de la cultura) a partir de sí esta consuma- con la existencia del sujeto, se organiza hacia una referenciali-
ción, sino sólo discurriendo sobre aquellas figuras que ahora dad in~ernamente unitaria. Aquí acontece un tornarse-objetivo
se le han tornado completamente ajenas, que han cristalizado de_l sujeto y un tornarse-subjetivo de algo objetivo, aconteci-
en una cerrazón autosuficiente. La cultura surge -y esto es miento que constituye lo específico del proceso cultural y en :
lo absolutamente esencial para su comprensión- en tanto que el que, por encima de sus contenidos particulares, se muestra '
se reúne n los dos elementos, ninguno de los cuales la contiene su. forma met_af'.ísica. ~or ello, su comprensión más profunda
por sí: el alma subjetiva y el producto espiritual objetivo. e:cige un anáhsis ultenor de aquella objetualización del espí-
Aquí radica la significación metafísica de esta figura histó- ntu. /
rica. Un gran número de las acciones esenciales humanas de.. Estas hojas partían de la profunda extranjería o enemis- ,
cisivas construyen puentes inacabables, y si acabados, destrui- tad que existe entre ~l proceso vital y creador del alma, por
dos siempre de nuevo, entre el sujeto y el objeto en general: un lado, y sus contenidos o productos, por otro. A la vida vi-
el conocer, sobre todo el trabajo, en algunas de sus significa- brante, incesante, que no conoce fronteras del alma alma en
ciones también el arte y la religión. El espíritu se ve frente a algún se.n~ido creadora, se le opone su producto fijo, Ídealmen-
un ser hacia el que le impele tanto la coerción como la espon- ~e de~itivo, y esto c;:on _el inquietante e~ecto retroactivo de
taneidad de su naturaleza; pero permanece eternamente rete- inmovihzar aquella Vivacidad, más aún, de petrificarla; a me..
nido en el movimiento en sí mismo, en un círculo que el ser nudo es como si la movilidad productora del alma muriera en )
sólo roza, y en cualquier instante en el que, desviándose por su propio producto. Aquí reside una forma fundamental deJ-
la tangente de su vía, desea penetrar en el ser, en ese instante, nuestro padecer en el propio pasado, en el propio dogma, a
la inmanencia de su ley le arrastra de nuevo a su rotación en- las fantasías propias. Esta discrepancia que, por así decir, exis- -
cerrada en sí misma. En la formación de los conceptos sujeto::-~­ te entre el estado físico de la vida interna y el de sus conte-
ob jeto como correlatos, cada uno de los cuales sólo encuentra . nidos es racionalizada en cierta medida y cabe sentirla con
su sentido en el otro, ya reside el anhelo y la anticipación de menor intensida~ por el hecho de que el hombre, por medio
una superación de este dualismo rígido, último. Ahora bien, de su crear teónco o práctico, se enfrenta y divisa aquellos
aquellas acciones mencionadas lo transponen a atmósferas es- prc;id':'ctos o contenidos anímicos como un cosmos del espíritu_
pecíficas en las que se reduce la extranjería radical de sus objetivado, cosmos en un sentido determinado autónomo. La
partes y se admite un cierto amalgamiento. Pero ya que estas o~ra externa .º inmaterial, en la que se precipita la vida aní-
acciones sólo pueden tener lugar bajo las modificaciones que, mica, es. sentida como un valor de tipo peculiar; a pesar de
por así decirlo, han sido creadas por las condiciones atmos- qu7 la vida, fluyendo allí dentro, se extravíe en un callejón sin
féricas de provincias específicas, no pueden superar la extran- salida, o a pesar de que continúe su oleaje que deja quietas
jería de las partes en su fondo más profundo y siguen siendq en su sitio a estas figuras arrojadas a pesar de ello ésta es
intentos finitos de solucionar una tarea infinita. Pero nuestra precisamente la riqueza específicamefite humana, a saber: que
relación con aquellos objetos en los cuales, o que englobán- los productos de la vida objetiva pertenecen al mismo tiempo
dolos en nosotros, nos cultivamos, es una relación diferente, , a un orden de valo~e~ objetivo, q~e no fluye, a un orden lógico
puesto que estos mismos son, en efecto, espíritu que se ha tor- i o moral, a uno rehgioso o artístico, a uno técnico o jurídico.
nado objetual en aquellas formas éticas e intelectuales, socia- \ En la medida en que se manifiestan como portadores de tales
les y estéticas, religiosas y técnicas; el dualismo con el que el valores, col!lo miembros de tales series, no sólo quedan exone..
sujeto consignado a sus propias fronteras se opone al objeto rados, en virtud de su entretejimiento y sistematización recí-
que es por sí experimenta una modelación incomparable cuan- proca, del rígido aislamiento con el que se distancian del ca-
do ambas parte s son espíritu. De este modo, el espíritu sub- rácter rítmico del proceso vital, sino que este mismo proceso

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alcanza con esto una significatividad que no cabe alcanzar a rico gracias a este trozo. Más aún, quizá no haya ningún
partir del carácter incontenible de su mero trans~urs~. Sobre disfrute personal más sublime de la propia obra que cuando
la objetualización del espíritu recae un ~cen~o ax1~ló~1co que, la sentimos en su impersonalidad y separación de todo lo
ciertamente, tiene su origen en la conciencia _subjetiva, pero nuestro subjetivo. Y así como las objetivaciones del espfrit~
con el que esta conciencia menta algo que reside más allá de son valiosas más allá de los procesos vitales subjetivos que ¡
ella. A este respecto, el valor no necesita en modo alguno ser han pasado a formar parte de éstas como sus causas, así tam- ¡
siempre un valor positivo en el sentido de lo bueno; antes bién lo son más allá de los otros procesos que dependen de.J.
bien el hecho meramente formal de que el sujeto ha colocado ellas como sus consecuencias. Por mucho que estimemos las
algo' objetivo, de que su vida se ha corporeizado fue:ra de sí, organizaciones de la sociedad y las conformaciones técnicas
es sentido como algo significativo, puesto que precisamente de los fenómenos naturales, las obras de arte y el conocimien-
sólo la autonomía del objeto, conformado de este modo por to científico de la verdad, las costumbres y la moralidad, aun-
el espíritu, puede solventar la tensión fundamental. entre pro- que lo veamos tan influyente en s u irradiación sobre la vida
ceso y contenido de la conciencia. Pue~ así co~o las r~~re­ y el desarrollo de las almas, a pesar de todo ello, a menudo, y
sentaciones espacialmente naturales aquietan lo mtranqwl~­ quizá siempre, hay implicado allí dentro un reconocimiento
dor de persistir en el marco del fluyente proceso de consc1~~­ de aquello que en general son estas figuras ahí, de que el mun-
cia como algo plenamente fijado, por el hecho de que legiti- do también abarca esta configuración de l espíritu; se trata
man esta estabilidad en su referencia a un mundo externo de una directriz en nuestros procesos de · valoración que se
objetivo, así también la objetividad ?el mundo esp~ritu:U pres-. detiene en la persistencia propia de lo objetivo-espiritual sin
ta el servicio correspondiente. Sentimos toda la vivacidad de 1 preguntar, más allá de lo definitivo de estas mismas cosas••
nuestro pensar en la firmeza de las normas lógicas, toda la ¡ por sus consecuencias anímicas/ Junto a todo disfrute subje- '
espontaneidad de nuestro actuar ligada a normas morales, Y 1 tivo con el que, por ejemplo, la obra de arte, digámoslo así, )
todo nuestro transcurso de la consciencia está lleno de cono- l pasa a formar parte de nosotros, reconocemos como un valo~'
cimientos, cosas que nos han sido transmitidas, impre~iones : de tipo específico el hecho de que, en general, está ahí, el he-
de un entorno conformado de algún modo por el espíritu; la / cho de que el espíritu se ha creado este recipiente.' Así com
fijeza y por decirlo de algún modo, insolubilidad química de 1 por lo menos una línea en el interior del querer artístico de-
todo esto muestran un problemático dualismo frente al ritmo ¡' semboca en la persistencia propia d e la obra de arte e implica
sin descanso del proceso anímico subjetivo, en el que, sin em- 1 una valoración absolutamente objetiva en el autodisfrute de
bargo, se genera como repre~entación, como contenido aními-~ la fuerza creadora que despliega sus energías vitales, así tam-
co subjetivo. Pero en la medida en que pertenece~ 1;1Il mundo.: bién discurre una línea orientada en la misma dirección en
ideal por encima de la conciencia ideal, esta oposic1ó~ queda¡ ./ el interior de la actitud del receptor. Y, en verdad, claramente
justificada y fundamentada. Ciertamente, para el sen~ido cul-., diferenciada frente a los valores que visten lo dado de una
tural del objeto, que en definitiva es lo que aquí ~os u:itere~a, forma puramente objetiva, lo objetivo de la naturaleza. Pues \
lo decisivo es que en él están reunidos voluntad e mteli~encia, l precisamente tales cosas, el mar y las flores, los Alpes y el \
individualidad e índole anímica, fuerzas y estado de ámmo de cielo cuajado de estrellas, precisamente esto posee lo que pue- \
las almas particulares (y también de su colectividad). Pero en 1 de denominarse su valor sólo en su reflejo en las almas sub- J
la medida en que sucede esto, aquellas significacic;mes. anfmi- , jetivas. Pues tan pronto como prescindimos de humanizaciones
cas alcanzan también un punto final de su determmac1ón. En místicas y fantásticas de la natura leza, ésta es un todo que se
la felicidad del creador por su obra, ya sea ésta grande o pe-

¡
queña, junto a la descarga de las t~nsi<?nes internas~ junt? a :
la patentización de la fuerza su?j~tiva: J~nto a la satisfacción
por la exigencia satisfech8:• cont!nua ex.ist!endo probablemente,
por así decirlo una satisfacción objetiva por el hecho de
halla unido de forma continua y cuya indiferente legalidad ,
no permite a ninguna parte un acento fundamentado en su .
existencia objetiva, más aún, ni siquiera una existencia objeti-
vamente delimitada frente a otras existencias. Sólo nuestras·¡
categorías humanas recortan de ella los trozos particulares a '
que el cosmos 'de las cosas de algún modo valiosas es más los que enlazamos reacciones estéticas, solemnes, simbólica- !
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mente significativas: que lo bello de la naturaleza csea dicho- habita todo ello. Pero, por otro lado, no es menos compren-
so en sí mismo,. existe con derecho sólo como ficción poética; sible la acentuación radical del valor que se ha tornado obje-
para la conciencia que se esfuerza por la objetividad, no existe tivo. Por supuesto, ésta no está ligada a la producción origi- -¡
rpás dicha en la naturaleza que la que provoca en nosotros. nal de obras de arte y religiones, de técnicas y conocimientos; (
!Así pues, mientras que el producto de las fuerzas por com- pero aquello que un hombre haga tiene que contribuir al cos- ¡
pleto objetivas sólo puede ser valioso subjetivamente, el pro- mos ideal, histórico, materializado, d el espíritu para que sea 1
i dueto de las fuerzas subjetivas, por el contrario, es valioso considerado como valioso. Esto no incumbe a la inmediatez -.
objetivamente para nosotros. Las figuras materiales e inma- subjetiva de nuestro .ser y actuar, sino a su contenido objeti-
teriales en las que está investido el querer y el poder, el saber vamente normado, objetivamente ordenado, de modo que tan
y el sentir humanos, son aquello que está ahí objetivamente, sólo estas normaciones y ordenaciones contienen la sustancia
aquello que sentimos como significatividad y enriquecimiento axiológica y la comunican al acontecer personal que fluye. In-
de la existencia incluso cuando abstraemos completamente de cluso la autonomía de la voluntad moral en Kant no involucra
su ser-contempladas, ser-utilizadas o ser-disfrutadas. Aunque ningún valor de ésta en su facticidad psicológica, sino que la
el valor y la significación, el sentido y la importancia, se pro- enlaza a la realización de una forma que existe en idealidad
duzcan exclusivamente en el alma humana, a pesar de ello, objetiva. Incluso el sentimiento y la personalidad poseen una
esto se acredita de continuo frente a la naturaleza dada, pero significación, en lo bueno como en lo malo, en el hecho de
no estorba el valor objetivo de aquellas figuras en las que que forman parte de un reino de lo suprapersonal. En tanto ' 1
aquellas fuerzas y valores anímicos --creadores y conforma- que estas valoraciones del espíritu subj<ytivo y del objetivo
dores- ya están investidos. Una puesta de sol que no contem- están respectivamente la una enfrente de la otra, la cultura
pla ningún hombre no hace al mundo de ninguna manera más lleva adelante su unidad a través de ambas: pues la cultura
valioso o excelso, puesto que su facticidad objetiva no posee significa aquel tipo de perfección individual que sólo puede
lugar alguno para estas categorías; pero tan pronto como un consumarse por medio de la incorporación o utilización de
pintor introduce en un cuadro de esta puesta de sol su sen- una figura suprapersonal, en algún sentido ubicada más allá
timiento, su sentido formal y cromático, s u capacidad expre- del sujéto. El valor específico del estar-cultivado resulta inae-
siva, tenemos a esta obra (desde qué categorías metafísicas, cesible para el sujeto si no lo alcanza por el camino que dis-
\ quede aquí sin elucidar) por un enriquecimiento, por una ele- curre sobre realidades espirituales objetivas; éstas, por su par-
1 vación de valor de la existencia en general; el mundo se nos te, son valores culturales sólo en la medida en que conducen
aparece, por así decir, más digno de su existencia, más pró- a través de sí aquel camino del alma desde sí misma hasta
1 ximo a su sentido, cuando la fuente de todo valor, el alma hu- sí misma, desde aquello que podría denominarse su estado
, mana, se vierte en un hecho seme jante, asimismo pertenecien· natural hasta su estado cultural. ...,
:¡ te al mundo objetivo (e n esta peculiar significación indepen- Así pues, la estructura del concepto de cultura también -
dientemente de si un alma posterior redimirá de nuevo este puede expresarse de este modo: no hay ningún valor cultural

l valor producido por encanto y lo disolverá en el flujo de su


· sentir subjetivo). La puesta de sol natural y la pintura están
i ambas ahí como realidades, pero aquélla encuentra su valor
que sólo sea valor cultural; más bien, cada uno, para alcanzar
esta significación, tiene que ser también valor en una serie ob-
jetiva. Pero tambié n allí donde un valor presenta este sentido
·, sólo en la supervivencia en sujetos psíquicos, en ésta, empero, y algún interés o una capacidad de nuestro ser experimenta
! que ya ha emp_a pado tal vida en sí y la ha configurado en un a través de él un estímulo, significa un valor cultural sólo ,
\ objeto, nuestra sensación axiológica se detiene como en un cuando este desarrollo parcial eleva al mismo tiempo nuestro
\ definitivum que no requiere de ninguna subjetivización. Yo-global a un escalón más próximo a su unidad y perfección. ,
Si se extienden estos momentos basta una polaridad par- Sólo así se tornan comprensibles dos fenómenos de la historia !
tidista, entonces, por un lado, está la evaluación privativa de del espíritu negativos y que se corresponden entre sí. Por una·
la vida subjetivamente movida, por la que todo sentido, valor, parte, que hombres que poseen el interés más profundo por
significación, no sólo es producido, sino en la que también la cultura muestren a menudo una nota ble indiferencia, más

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aún, rechazo, ante los contenidos objetivos particulares de la mente los .espíritus que cre an los contenidos que permanecen,
cultura, en la m edida en que no tienen éxito en descubrir su y que por lo tanto crean el elemento objetivo de. la cul~ura, es-
superespecializado rendimiento para el fomento de las perso- tos espíritus se negarían a tomar prestados motivos e ideas de
. nalidades globales; y no hay ningún producto humano que su realización, justo a partir de la idea de cultura. Aquí se da,
, tenga que mostrar necesariamente un rendimiento semejante, más bien, la siguiente situación interna. En el fundador ~e
aunque sin duda tampoco hay ninguno que no pueda mostrar- religiones y en el artista, en el hombre de Estado y en el m-
\ Jo. Por otra parte, cabe encontrar fenómenos que sólo parecen ventor, e n el sabio y en el legislador, actúan dos cosas: la des-
/ ser valore s culturales, ciertas formalidades y refinamientos de carga de sus fuerzas esenciales, la elevación de su naturaleza
/ la vida tal y como son propios de épocas excesivamente ma- a la altura en la que hace salir de sí los contenid~s de la
. duras y cansadas. Pues allí donde la vida se ha tornado en sí vida cultural, y la pasión por la cosa .en cuya perf.::cci?n, per-
estéril y absurda, todo desarrollo hacia su plenitud, desarro- fección según sus propias leyes, el suJe.to se torna mdifc:rente
llo volitivamente posible y que puede ser, es tan sólo un desa- ante si mismo y se extingue. En el gemo, estas dos coment~s
rrollo esquemático y ya no está en condiciones de extraer a son una sola: el desarrollo del espíritu subjetivo hacia si mis-
partir del contenido objetivo de cosas e ideas sustento y es- mo, por mor de sus apremiantes fuerzas, es para el genio una
tímulo, al igual que el cuerpo enfermo ya no puede asimilar unidad que no cabe diferenciar de la entrega absolutamente
por medio de los alimentos las materias a partir de las cuales autoolvidada a la tarea objetiva. La cultura objetiva, como se
el cuerpo sano se desarrolla y gana fuerzas. El desarrollo indi- mostraba, es siempre síntesis. Pero la síntesis no es ni la única
vidual puede extraer aquí de las normas sociales tan sólo la ni la más inmediata forma unitaria, pu~sto que siempre pre-
conducta socialmente buena, de las artes tan sólo el disfrute supone la separación de los elementos como lo que le precede
improductivo, de los progresos técnicos tan sólo lo negativo 0 como su correlato. Sólo una época tan analíticamente sin-
de la facilidad y la lisura de transcurso cotidiano; surge una tonizada como la moderna puede encontrar en la síntesis lo
especie de cultura subjetivo-formal, sin aquel entretejimiento más profundo, el uno y el todo de la relación for~al del esp~­
interno con el elemento obje tivo en virtud del cual se satis- ritu con el mundo -mientras que, en efecto, existe una UDl-
face por vez primera el concepto de una cultura concreta. Así dad original, prediferencial; en la medida en que ésta hace
pues, por una parte, hay una acentuación de la cultura tan salir de sí los elementos analíticos, de igual modo como el
apasionadamente centralizada que el contenido objetivo de sus núcleo orgánico se ramifica en la multiplicidad de miembros
factores objetivos le resulta excesivo y excesivamente desvian- separados, está más allá de análisis y síntesis-, a 1:1º ser que
te, puesto que éste como tal no cabe exactamente, ni puede estas dos se desarrollen a partir de ella en interacción, presu-
caber, en su función cultural; y , por otra parte, una debilidad poniendo la una a la otra a cada nivel, a no s~r que la síntesis
y vacío de la cultura tal que ésta no se encuentra en modo lleve con posterioridad los elementos analíticam~nte separa-
alguno en condiciones de englobar en sí los factores objetivos dos a una unidad, que es, empero, algo del todo diferente a la
según su contenido objetivo. Ambos fenómenos, que a primera unidad puesta antes de toda separación. El genio cread~r po-
vis ta se presentan como ins tancias contrapue stas frente a la see aquella unidad originaria de lo subj~tivo y de lo obJe~1vo
ligazón de la cultura personal a hechos impersonales, confir- que debe primero separarse para, e n cierto modo, resucitar
man más bien la considera ció n más exacta d e esta ligazón. de nuevo en el proceso de cultivo de los individuos de una
Que en la cultura se unifiquen de este modo los factores forma completamente diferente, una forma sintéti~. Así pues,
vi tales últimos y decisivos, se manifiesta precisamente en el por ello el interés en la cultura se encuentra relacionado con
hecho de que el desarrollo de cada uno de éstos puede acon- estas dos cosas: con el puro autodesarrollo del espíritu obje-
tecer con una autonomía que no sólo puede prescindir de la tivo y con el puro emerger en la cosa, no en .un nivel situado
motivación mediante el ideal cultural, sino que lo rechaza di- más allá del impulso axiológico interiormente inmediato ~e
rectamente . Pues la mirada en una o en otra dirección se la cosa, sino que en ocasiones, en tanto que emeger secundano
siente desviada de la unidad de su intención cuando tiene que y conforme a la reflexión, busca protección en e ste emerger
determinarse en virtud de una síntesis entre ambas. Precisa- como un emerger abstracto general. La cultura sigue en juego

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en tanto que el alma tome su camino, por así decirlo, sólo a lidad, técnicas de todo tipo, tengan que menospreciar o com·
través del ámbito propio y se consume en el puro autodesa- batir el concepto de cultura. Pero esto se aclara de inmediato
rollo del propio ser -tanto da cómo se encuentre éste deter- por la comprensión de que la cultura significa siempre sólo
minado desde un punto de vista objetivo. la síntesis de un desarrollo subjetivo y un valor espiritual ob-
Veamos el otro factor de la cultura: aquella producción jetivo, y de que la sustentación de uno de estos elementos al
del espíritu que ha madurado hasta llegar a una existencia extremo de su exclusividad ha de impugnar el entretejimiento
aislada ideal, independiente, por lo tanto, de toda movilidad de ambos.
psíquica; contemplada en su aislamiento autosuficiente, tam- Tal dependencia del valor cultural respecto de la coopera-
poco su sentido y valor más propios coinciden en modo alguno ción de un segundo factor que está más allá de la serie valo-
con su valor cultural, más aún, aquél, desde sí, deja comple- rativa-propia del objeto hace comprensible que precisamente
tamente atrás su ·significación cultural. La obra de arte tiene éste alcance a menudo en la escala de los valores culturales
que ser perfecta según las normas del arte, que no preguntan una graduación por entero diferente a la que alcanza en la de
por otra cosa que no sea ellas mismas, y que darían o dene- las meras significaciones objetivas. Una multiplicidad de obras
garían a la obra su valor aun cuando, por así decirlo, no hu- que, en tanto que artísticas, técnicas, intelectuales, permane-
biera sobre el mundo otra cosa más que esta obra; el resul- cen por debajo de la altura de lo ya alcanzado en otras oca-
tado de la investigación como tal debe ser verdadero y nada siones, tienen, en efecto, la capacidad de ensamblarse de la
más en absoluto, la religión concluye su sentido en sí con la forma más eficaz en el camino evolutivo de· muchos hombres,
salvación que lleva al alma, el producto económico desea ser como fomentadoras de sus esfuerzos latentes, como puentes
perfecto en tanto que económico y, en esta medida, no reco- hacia su próximo estadio más elevado. Así como entre las im-
noce para sí ningún otro patrón de valor que no sea el eco- presiones de la naturaleza en modo alguno existen sólo las
nómico. Todas estas series transcurren en la cerrazón de una dinámicamente más poderosas o las estéticamente más per-
legislación puramente interior, y si y con qué valor se dejan fectas, de las que nos llega una dicha totalmente profunda y el
·i nsertar en aquella evolución de las almas subjetivas, esto no sentimiento de que los elementos sordos e irredentos que exis-
es en modo alguno de la incumbencia de su significación me- ten en nosotros se han tornado de pronto luminosos y armó-
dida según normas meramente objetivas y válidas por sí solas. nicos, así como, más bien, a menudo tenemos que agradecer
A partir de esta situación objetiva se torna comprensible el he- esto a un paisaje de lo más sencillo o al juego de sombras
cho de que tanto en los hombres que sólo están orientados ha- de un mediodía de verano, así tampoco cabe aún contemplar
cia el sujeto, cuanto en aquellos que sólo están orientados la significación de la obra del espíritu, ya sea alta o baja en
hacia el objeto, encontremos a menudo una aparentemente no- su propia serie, en aquello que esta obra pueda ofrecernos
table indiferencia, más aún, una aversión, frente a la cultura. para el camino de la cultura. Pues aquí todo depende de que
Aquél que sólo pregunta por la salvación del alma, por el aquella significación especial de la obra tenga, por así decirlo,
ideal de la fuerza personal, o por el desarrollo individual-in- el rendimiento colateral de servir al desarrollo central o ge-
terno en el que no puede interponerse ningún momento exter- neral de las personalidades. Y que este rendimiento pueda ser
no a él, es el tipo de hombre cuyas valoraciones recusan pre- inversamente proporcional respecto del valor propio· o interior
cisamente uno de los factores integrantes de la cultura; mien- de la obra tiene diversas causas más profundas. Hay obras
tras que el otro factor falta a aquel otro tipo que sólo pre- humanas de una perfección inalcanzable a las cuales, precisa-
gunta por la pura perfección objetiva de nuestras obras, de mente a causa de esta redondez sin lagunas, no tenemos nin-
tal modo que éstas, y nadie ligado de algún modo con ellas, gún acceso o que, por ello, no tienen ningún acceso a noso-
satisfacen su idea. El extremo del primer tipo viene represen- tros. Una obra semejante permanece, digámoslo así, en su
tado por el estilista, del otro, por el especialista encerrado en lugar, desde el cual no cabe transportarla a nuestros domi-
el fanatismo de su especialidad. A primera vista hay algo de nios; es una perfección solitaria hacia la que quizá podemos
chocante en que los portadores de tales «Valores culturales» dirigirnos, pero que no podemos llevar con nosotros para al-
indudables, como la religiosidad, la formación de la persona- zarnos en ella a la perfección de nosotros mismos. Para el

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sentimiento vital moderno, la Antigüedad posee con frecuencia rior, _que desemboca en nuestro centro, surge aquella discre-
esta cerrazón autosuficientemente consumada que se niega a pancia; nos tornamos instruidos, nos tornamos finalistas más
ingresar en las pulsaciones y el desasosiego de nuestro tempo ricos en el placer y en las capacidades, quizá también ~más
evolutivo; y esto, hoy en día, puede d eterminar a muchos formados», pero nuestro cultivo no guarda el paso con ello,
a buscar otro factor fundamental para nuestra cultura. Lo pues vamos desde un tener y poder más bajo hasta otro más
mismo sucede con ciertos ideales éticos. Las figuras del espí- elevado pero no desde nosotros mismos -en tanto que lo más
ritu objetivo así caracterizadas están quizá más determinadas bajo hasta nosotros mismos en tanto que lo más elevado.
que otras a portar la evolución desde la mera posibilidad has- He puesto de relieve esta posibilidad de discrepancia entre
ta la más elevada realidad, y a darle la dirección. Pero algunos significación objetiva y significación cultural de uno y el mis-
imperativos éticos contienen un ideal d e una perfección .tan mo objeto sólo para hacer visible con mayor claridad la fun-
rígida que a partir de ellos, por así decir, no cabe actualizar dam~ntal dupli~idad de elementos en cuyo entrejuntamiento
ninguna energía que pudiéramos recoger en nuestra evolu- consiste exclusivamente la cultura. Este entrejuntamiento es
ción. Con toda su altura en la serie de las ideas éticas, en absolutamente único, en tanto que el desarrollo culturalmente
tanto que elemento cultural quedarán fácilmente por detrás significativo del ser personal es un estado que existe pura-
de otros que desde su lugar más bajo en aquella serie asimilan mente en el sujeto, pero es un estado tal que no puede ser
y ensamblan reforzando desde sí el ritmo de nuestra evolu- alcanzado de absolutamente ninguna otra forma que no sea
ción. Otro motivo de tal desproporcionalidad entre el valor la incorporación y _el aprovechamiento de contenidos objeti-
objetivo y el valor cultural de un objeto reside en la unilate- vos. Pc;ir el!o el cultivo es, por una parte, una tarea que reside
ralidad del estímulo que experimentamos por medio de aquél. en lo infinito -pues nunca cabe considerar como cerrada la
Muchos contenidos del espíritu objetivo nos hacen más listos utilización de momentos objetivos para la perfección del ser
o mejores, más felices o más h á biles, pero con ello no nos personal-; por otra parte, el matiz del uso lingüístico sigue
desarrollan realmente, sino que, por decirlo de algún modo, de- muy exactamente este estado de cosas en la medida en que
sarrollan un aspecto o cualidad, el mismo objetivo, que está la cultura ligada a un único objeto (cultura religiosa, cultura
adherido a nosotros; aquí, se trata, por supuesto, de diferen- art~stica, etc.) no es utiliza da por lo general para la caracteri-
cias resbaladizas e infinitamente tenues, en modo alguno apre- z~c1~n del estado de_los individuos, s ino sólo de los espíritus
hensibles externamente, diferencias que enlazan con la miste- pubhcos; en el sentido de que en una época se encuentran
riosa relación entre nuestra totalidad unitaria y nuestras ener- muchos contenidos espirituales, o especialmente relevantes de
gías y perfecciones particulares. Es claro que la realidad plena un tipo determinado, a través de los cuales se consuma el ~ul­
y cerrada que denominamos nuestro sujeto sólo podemos ca- tivo de los in~ividuos. '.e.stos, visto con mayor exactitud, pue-
racterizarla con la suma de tales particularidades, sin que d e n estar cultivados sólo más o menos, pero no especializada-
fuera, sin embargo, componible a partir de éstas; y la única mente de esta o aquella manera; una cultura del individuo
categoría que está a disposición, a saber, la de las partes y el objetivam~nte singularizada sólo puede significar, o bien que
todo, en modo alguno agota esta relación única. Pues todo lo l~ J?erfecc1ón cultural y, como tal, sup erespecializada del in-
singular, considerado por sí, posee un carácter objetivo, po- d1v1duo se ha consumado por m edio de este único contenido
dría existir en su aislamiento en cualesquiera sujetos distin- unilateral, o bien que junto a su auténtico cultivo se ha con-
tos y alcanza el carácter de nuestra subjetividad por vez pri- figurado además un considerable poder o saber respecto de
mera en su lado interior, con el que hace crecer precisamente un contenido objetivo. Por ejemplo, la cultura artística de un
aquella unidad de nuestro ser. Pero con el primero tiende en individuo - si es que debe ser algo además de las perfecciones
cierto modo el puente hacia el valor de las objetividades, re- artísticas que pueden tambié n representarse en el «carácter
side en nuestra periferia con la que nos enlazamos al mundo incultivado» de un hombre- sólo puede indicar que en este
objetivo, tanto externo como espiritual. Pero tan pronto como caso son precisamente estas perfecciones objetivas las que
esta función dirigida hacia el exterior, alimentada desde el han obrado la consumación del ser global personal.
exterior, se desgaja de su significación que va hacia el inte- Ahora bie n , en el interior d e esta estructura de la cultura

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surge una grieta que, ciertamente, ya está puesta en su fun- En la medida en que la lógica de las figuras y conexiones
damento y que a partir de la síntesis-sujeto-objeto, a partir de impersonales está cargada con una dinámica, en esta medida
la significación metafísica de su concepto, hace surgir una pa- surgen entre éstas y los impulsos y normas internas de la per-
radoja, más aún, una tragedia. El dualismo de sujeto y objeto, sonalidad duras fricciones, que en la forma de la cultura como
el cual presupone su síntesis, no es sólo, por así decirlo, un tal experimentan una concentración única. Desde que el hom-
dualismo substancial, que concierne al ser de ambos, sino que bre se dice Yo a sí mismo, desde que se ha convertido, sobre
la lógica interna según la cual se desarrolla cada uno d~ ellos y ante sí mismo, en obje to, d esde que en virtud de tal forma
no coincide de ninguna manera de una forma autoev1dente de nuestra alma sus contenidos pertenecen a un centro, desde
con la del otro. Cuando han sido creados ciertos primeros e ntonces, tenía que crecerle a partir de esta forma el siguiente
motivos del derecho, del arte, de la moral -quizá según nues- ideal: que esto así ligado con el punto central sea también
tra espontaneidad más propia y más íntima-, entonces ya no una unidad cerrada en sí y, por ello, un todo autosuficien.te.
tenemos a la mano hacia qué figuras particulares se desarro- Pero los contenidos en los que el Yo tiene que consumar esta
llarán tales motivos. Produciendo o recibiendo estas figuras organización hacia un mundo propio y unitario no sólo le
vamos más bien a lo largo d e un hilo conductor de una nece- pertenecen a él; le están dados desde alguna exterioridad es-
sidad ideal que es completamente objetivo y que ya no se pacial, temporal, ideal; son al mismo tiempo los contenidos
preocupa más de las exigencias de nuestra individualidad, por de c ualesquiera otros mundos, sociales y metafísicos, concep-
muy centrales que sean, que de lo que sean los poderes físicos tuales y éticos, y en estos otros mundos poseen formas y co-
y sus leyes. Sin duda, en general es correcto que el lenguaje nexiones entre sí que no desean coincidh; con aquellas de Yo.
imagina y piensa por nosotros, esto es, que recoge los impul- En estos contenidos, que el Yo configura de forma específica,
sos fragmentarios o ligados de nuestro propio ser y conduce los mundos externos capturan al Y o para recogerlo en sí; y
a una perfección a la que é stos, incluso puramente para no- en la medida en que estos mundos conforman los contenidos
sotros mismos, no habrían llegado en ·caso contrario. Pero según sus exigencias, no permiten que aquellos contenidos
este paralelismo de los desarrollos objetivos y de los subje- lleguen a centrarse en torno al Yo. Puede que esta situación
tivos no tiene, sin embargo, ninguna necesidad fundamental. encuentre su manifestación más amplia y más profunda en
Incluso en ocasiones sentimos e l lenguaje como un poder na- el conflicto religioso entre la autosuficiencia o libertad del
tural extraño que falsea y mutila no sólo nuestras manifesta- hombre y su inclusión en los órdenes divinos; pero esta ma-
ciones, sino también nuestras orientaciones más íntimas. Y la nifestación, al igual que el conflicto social entre el hombre
religión, que ciertamente ha surgido de la búsqueda del alma como individualidad redondeada y el mero miembro del orga-
de sí misma, que es como las alas que las propias fuerzas del nismo social, es tan sólo un caso de aquel dualismo puramen-
alma producen para llevarla a su propia altura, incluso la reli- te formal en el que nos enreda de manera inevitable la perte-
gión, una vez surgida, posee ciertas leyes conformadoras que nencia de nuestros contenidos vitales a otros círculos al mar-
desarrollan su necesidad, pero no siempre la nuestra. Aquello gen del de nuestro Yo. El hombre no sólo se encuentra innu-
que a menudo se. ha reprochado a la religión como su espíritu merables veces en el punto de intersección de dos círculos de
anticultural no son sólo sus ocasionales enemistades con valo- fuerzas y valores objetivos, cada uno de los cuales querría
res inte lectuales, estéticos, morales, sino también esto más arrastrarlo consigo, sino que él se siente a sí mismo como
profundo: que ella recorre su propio camino, determinado por centro que ordena en torno a sí armónicamente y conforme
su lógica inmanente, camino en el que, ciertamente, en- a la lógica de la personalidad la totalidad de sus contenidos
globa a la vida; pero encuentre el alma los bienes transcen- vitales - y se siente al mismo tiempo solidario con cada uno
dentales que encuentre por este camino, dicho camino con de estos contenidos periféricos que, sin embargo, también per-
frecuencia no la conduce a la consumación de su totalidad, tenecen a otro círculo y que aquí son reclamados por otra ley
a la cual le remiten sus propias posibilidades y que, reco- del movimiento--; de modo que nuestro ser, por así decir, con-
giendo en sí la significatividad de las figuras objetivas, se de forma el punto de intersección entre sí mismo y un círculo de
nomina precisamente cultura. exigencias extraño. Ahora bien, el hecho cultural aprieta una

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contra otra y de la forma más estrecha las partes de esta coli· por una voluntad e intelecto central personal-; o la dirección
sión, en la medida en que liga el desarrollo de cada una de de una orquesta en la que el oboísta o el timbalero no tienen
ellas (esto es, sólo así la deja que se torne cultivada) al hecho ni idea de la afinación del violín o del cello y que, sin embar-
de que englobe a la otra en sí y, por lo tanto, presupone un go, son llevados juntos con éstos por la batuta del director a
paralelismo o una adaptación recíproca de ambas partes. El una unidad de acción perfecta. Entre estos dos fenómenos
dualismo metafísico de sujeto y objeto, que esta estructura puede estar, por ejemplo, el periódico, cuya unidad por lo que
de la cultura tendría que superar, resucita de nuevo como dis· hace al aspecto y a la significación se apoya de algún modo,
cordancia entre los contenidos particulares empíricos y los de- por lo menos externamente, en una personalidad conductora,
sarrollos objetivos. pero que, sin embargo, se origina en una medida considerable
Pero quizás el desgarramiento siga aún abierto cuando en a partir de las contribuciones más diferentes y recíprocamen-
sus partes no hay en modo alguno contenidos orientados en te accidentales de las personalidades más diferentes y comple-
dirección contraria, sino cuando lo objetivo se sustrae de su tamente extrañas entre sí. El tipo de estos fenómenos es, ex-
significación para el sujeto por medio de sus determinaciones presado absolutamente, el siguiente: por medio de la acti-
formales: la autonomía y la inmensidad. La fórmula de la vidad de diferentes personas surge un objeto cultural que,.en
cultura era, en efecto, la siguiente: que las energías anímico· tanto que todo, en tanto que unidad que está ahí y que actúa
subjetivas alcanzan una forma objetiva, en lo sucesivo inde- específicamente, no tiene ningún productor, no ha surgido
pe~diente del proceso vital creador, y ésta, por su parte, es in- a partir de una correspondiente unidad de -un sujeto anímico.
cluida de nuevo en el proceso vital subjetivo de una manera Los elementos se han aunado como si sigµieran una lógica e
que lleva a sus portadores a la perfección redondeada de su intención conformadora que habita en el interior de ellos mis-
ser central. Pero esta corriente de sujetos a sujetos a través mos, en tanto que realidades objetivas, con la que no han
de objetos, en la que una relación metafísica entre sujeto y cargado a su creador. La objetividad del contenido espiritual,
objeto adquiere realidad histórica, puede perder su continui· que lo hace independiente de todo ser-admitido o no-ser-admi-
dad; el objeto, en una forma más fundamental que la hasta tido, cae aquí ya del lado de su producción: tanto da lo que
el momento aludida, puede salirse de su significación media- los individuos particulares hayan deseado o dejado de de-
dora y, en esta medida, romper los puentes sobre los que dis- sear; la producción posee sin embargo la figura acabada, rea-
curre su camino cultivado. En primer lugar, el objeto adopta lizada de una forma puramente corporal, no alimentada por
tal aislamiento y enajenación frente a los sujetos creadores ningún espíritu con su significación ahora efectiva, y puede
s?bre la ba~e de la ~ivisión del trabajo. Los objetos que han seguir dándole curso en el proceso cultural -de una forma
sido producidos mediante la cooperación de muchas personas sólo gradualmente diferente a cuando un niño pequeño orde-
forman una escala según la medida en la que su unidad se na por azar las letras con las que juega en un sentido correc-
apoye en la intención unitaria, reflexiva, de un individuo, o se to; este sentido está ahí en ellas con objetividad y concreción
haya producido sin tal origen consciente de sí misma a partir espiritual, a pesar de haber sido producido sin tener la más
de las aportaciones p~rc:iales de los cooperantes. En el polo remota idea. Pero visto exactamente se trata, en efecto, sólo
caractenzado por lo ultimo se encuentra, por ejemplo, una un caso sumamente radical de un destino espiritual-humano
ciudad, que no ha sido construida según los planes existentes muy general, que se extiende también a aquellos casos de di·
con anterioridad, sino según las necesidades e inclinaciones visión del trabajo. La mayor parte de los productos de nuestro
accidentales de los individuos particulares y que, sin embargo, crear espiritual contienen en el interior de su significación
es una figura plena de sentido en tanto que todo, cerrada vi- una cierta cuota que nosotros no hemos creado. No me refie-
sualmente, ligada orgánicamente. El otro polo lo ejemplifica ro con esto a la falta de originalidad, a valores heredados, a
quizás el producto de una fábrica en el que han actuado con- la dependencia respecto de modelos previos, pues con todo
juntamente veinte trabajadores, cada uno de ellos sin conocer ello la obra podría haber nacido según su contenido a partir
ni los otros trabajos parciales ni su ensamblaje, y sin interés de nuestra conciencia, si bien con ello esta conciencia sólo
por ello -mientras que, sin lugar a dudas, el todo es dirigido daría curso a aquello que ha recibido tale quale. Más bien, en

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casi todas nuestras realizaciones hay contenido algo de sig- jetivo , posee tras la objetivación que ha tenido lugar una va-
nificación que puede ser extraído por otros sujetos, pero qu~ lidez al margen de ésta y una posibilidad independiente de re-
nosotros mismos no hemos introducido. Naturalmente, lo si- subjetivización; es claro que esta posibilidad no necesita en
guiente no es válido en .sentido absoluto en ninguna parte, modo alguno realizarse -puesto que, en efecto, en el ejemplo
pero sí en todas en sentido relativo: lo que teje, no lo sabe de más arriba, la segunda solución de la adivinanza existe con
ningún tejedor. La realización !lcabada_ conti~ne a_ce~tos, ?-"el~­ pleno derecho en su espiritualidad objetiva, también antes de
ciones, valores, puramente segun su existencia objetiva e indi- que fuera encontrada e incluso si esto no sucediera nunca.
ferentemente frente a sí el creador ha sabido que éste será el Esta p eculiar condición de los contenidos culturales -que
resultado de su crear. Es un factum tan .misterioso como in- hasta el momento rige para los contenidos particulares, por
dudable el que un sentido espiritual, objetivo y reproduci?le así decirlo, aislados- es el fundamento metafísico de la fu-
por toda conciencia pueda estar ligado a una figura matenal, nesta autonomía con la que el reino de los productos cultura-
sentido que no ha introducido ninguna conciencia, sino que les crece y crece, como si una necesidad lógica interna ex-
está adherido a la facticidad pura y más propia de esta forma. trajera un miembro tras el otro, a menudo casi sin relación
Frente a la naturaleza, el caso análogo no ofrece problema: con la voluntad y la personalidad de los productores, y como
ninguna voluntad artística ha prestado a las montañas del Sur si no estuviera afectado por la pregunta por cuántos s ujetos
la pureza estilística de su contorno o al mar tempe_s~uos<? su y en qué grado de profundidad y extensió:r;i es recogido y con-
simbolismo estremecedor. Pero en las obras del esp1ntu tiene ducido a su significación cultural. El «carácter de fetiche»
parte, o puede tenerla, en primer lugar, lo puramente natural, que Marx adscribe a los objetos económicos en la época de la
en tanto está provisto de tales posibilidades significativas, producción de mercancías es sólo un caso peculiarmente mo-
pero, acto seguido, también la tiene o puede_ tenerla el conte- dificado de este destino general de nuestros contenidos cultu-
nido espiritual de sus elementos y su conexión resultante de rales. Estos contenidos e s tán bajo la paradoja -y, con una
sí misma. La posibilidad de alcanzar a partir de esto un con· «cultura» creciente, cada vez más- de que, ciertamente, han
tenido espiritual subjetivo está investida en ellos como una sido creados por sujetos y están determinados para sujetos,
conformación objetiva no describible con posterioridad, que pero en la forma intermedia de la objetividad que adoptan
ha dejado completamente tras de sí su origen. P?z: poner un más allá y más acá de estas instancias siguen una lógica evo-
ejemplo extremo: un poeta ha compuesto una adivinanza ':ºn lutiva inmanente y , en esta medida, se alejan tanto de su ori-
una solución determinada; si se le encuentra otra solución gen como de su fin. No son necesidades físicas las que entran
que sea exactamente tan ajustada, tan plena de sentido, tan en cuestión a este respecto, sino realmente sólo necesidades
sorprendente, como aquella otra, entonces es tam?ién exacta- culturales que, sin duda, no pueden saltar por encima de las
mente igual de «correcta» y, a pesar de que estuviera muy le- condicionalidades fís icas. Pero lo que el producto, como tal
jos de su proceso creativo, reside en la ~divinanza creada producto del espíritu, extrae (aparentemente uno a partir del
como objetividad ideal exactamente del mismo modo como otro) es la lógica cultural del objeto, no la científico-natural.
aquella primera solución sobre la cual fue creada tal adivi- Aquí reside el funesto impulso coercitivo interno de toda «tée-
nanza. Tan pronto como nuestra obra está ahí, no sólo posee nica» tan pronto como su perfeccionamiento la empuja fuera
una existencia objetiva y una vida propia que se han separa- del alcance del uso inmediato. Así, por ejemplo, la fabrica-
do de nosotros, sino ·que en este ser-sí-misma --como por gra- ción industrial de algunas manufacturas puede recomendar la
cia del espíritu objetivo- contiene fuerzas y debilidades, par- de productos colaterales para los que en realidad no se en-
tes constitutivas y significatividades, de las que somos total- cuentra ninguna necesidad; pero la pres ión a utilizar comple-
mente inocentes y por las que a menudo somos sorprendidos tamente aquellos utillajes, una vez creados, urge a ello. La se-
nosotros mismos. rie técnica exige desde sí completarse mediante miembros
Estas posibilidades y medidas de autonomía del espíritu que la serie anímica, que es la auténticamente definitiva, no
objetivo sólo deben poner en claro que, también allí donde r e quiere - y así surgen ofertas de mercancías que despiertan
éste es producido a partir de la conciencia de un espíritu sub- necesidades artificiales y, vis to desde la cultura de los suje-
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tos, absurdas. En algunas ramas de la ciencia no sucede otra o petróleo, por muy innegable que sea la posibilidad de que
cosa. La técnica filológica, por ejemplo, se ha desarrollado, allí se encuentre realmente algo. Existe un cierto umbral de
por una parte, hasta alcanzar una libertad incompara~le Y probabilidad para la utilidad de los trabajos científicos, que
una perfección metodológica; pero, por otra parte, los .objetos en un caso entre mil puede ciertamente mostrarse como si-
que merecen ser trabajados así desde el punto de vista d~l tuado erróneamente, pero que en vista de ello no justifica su
interés real de la cultura espiritual no crecen con tanta rapi- empleo en los 999 esfuerzos que caen en el vacío. Esto, consi-
dez, y, de este modo, e l esfuerzo filológico se convierte con d e rado histórico-culturalmente, no es también más que un fe-
frecuencia en una micrología, en una pedantería y en un cul- nómeno particular de aquel crecimiento de los contenido-;
tivo de lo inesencial -por así decirlo, un paso en el vacío culturales en un suelo en el que otras fuerzas y fines distintos
del método, un avanzar de la norma objetiva cuyo autónomo a los culturalmente plenos de sentido los aguijonean y reco-
camino ya no coincide con el de la cultura en tanto que per- gen y en el que producen inevitablemente flores que no dan
fección vital. En muchos ámbitos científicos se origina de este fruto. Se trata del m ismo motivo conformador último que
modo aquello que puede denominarse el saber superíluo: una cuando en la evolución del arte el poder técnico se torna lo
suma de conocimientos metodológicamente irreprochables, no bastante poderoso como para emanciparse de la servidumbre
impugnables desde el concepto abstracto de cienci.'.1, y qu~, respecto del fin cultural global del arte. Ahora, obediente sólo
sin embargo, están enajenados respecto del auténtico senti- a la lógica interna, la técnica desarrolla .refinamiento detrás
do final de toda investigación; con lo cual, evidente mente, no de refinamiento que, sin embargo, no son sino sus perfeccio-
me refiero a ningún fin externo, sino a los fines ideales y cul- nes, pero ya no perfecciones del sentido cultural del arte.
turales. La increíble oferta de fuerzas (también favorecida por Toda la excesiva especialización que hoy en día es deplorada
obra y gracia de la economía) que están dispuesta~, .Y a me- en todos los ámbitos de trabajo y cuya prosecución apremia,
nudo también aprovechadas para la producción espintual, ha sin embargo, bajo la ley como con implacabilidad demoníaca,
conducido a una valoración de todo trabajo científico por sí es sólo una configuración particular de aquel destino fatal
mismo, cuyo valor es con frecuencia sól~ una convención, c~si de los elementos culturales: que los objetos poseen una lógi-
una conspiración de la casta de los. sabios en pro de un~ ~n­ ca propia de su desarrollo -no una lógica conceptual, no una
quietantemente fructífera procreación endógena del espu:tu lógica natural, sino sólo la de su desarrollo en tanto que
científico cuyos productos, sin embargo, son tanto en sentido obras culturales humanas- y en cuya consecuencia se des-
interno, como en el de la actuación ulterior, infructuosos. Aquí vían de la dirección con la que podrían insertarse en el desa-
se fundamenta el servicio fetichista que desde hace mucho rrollo personal de las almas humanas. Por ello esta discrepan-
tiempo se pone de relieve con el «método»: como si una reali- cia no es en modo alguno idéntica a aquella otra puesta de
zación fuera ya valiosa sólo por el carácter correcto de su mé- r e lieve a menudo: con la elevación de los medios al valor de
todo; éste es el muy astuto medio para la legitimación y. ta- fines ·f inales, tal como las culturas avanzadas lo muestran a
sación de múltiples trabajos, que están ligados por el sentido cada paso. Pues esto es algo puramente psicológico, es una
y la conexión del desarrollo cognoscitivo, sentido y conexión acentuación a partir de casualidades o necesidades anímicas
aprehendidos de una forma excesivamente generosa. Por su- y sin ningún tipo de relación firme con el contexto objetivo de
puesto, surge la objeción .de que .también mediante las im'.es- las cosas. Pero aquí se trata precisamente de éste, se trata
tigaciones aparentemente 1nesenciales aquel desarrollo ha sido de la lógica inmanente de las conformaciones culturales de
favorecido en ocasiones de la forma más sorprendente. ~stas las cosas; el hombre se convierte ahora en mero portador
son posibilidades imprevistas, tal y como suceden en todo de la coerción con la que esta lógica domina los desarrollos
ámbito, pero que no nos pueden impedir asignar o denegar y los continúa como en la tangente de la vía por la que
a un hacer su derecho y su valor de acuerdo con nuestra ra- r egresarían de nuevo al desarrollo cultural del hombre vi-
cionalidad existente en esta época -si bien tal racionalidad viente. :e.sta es la auténtica tragedia de la cultura. Pero
no es, en verdad, omnisciente. Nadie consideraría razonable por destino trágico - a diferencia del triste o del pertur-
perforar al azar en algún lugar del mundo en busca de carbón bado desde el exterior- entendemos, en efecto, lo siguien-

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te: que las fuerzas negativas orientadas contra un ser sur- cilla. La provisión del espíritu objetivado, provisión que crece
gen precisamente a partir de los estratos más profundos de hast_a lo indescriptible, plantea exigencias al sujeto, despierta
v~le~dades. en ~l, lo golpea con sentimientos acerca de la pro-
este mismo ser; que con su destrucción se consuma un des-
tino que está ubicado en él mismo y que, por así decirlo, el pia msufic1enc1a y desamparo, lo enreda en las relaciones glo-
desarrollo lógico es justamente la estructura con la que el ser bales de cuyo carácter total no puede sustraerse sin poder
ha construido su propia positividad. Es el concepto de toda subyugar sus contenidos particulares. De este modo surge la
cultura el que el espíritu cree un objeto objetivo autónomo, típica situación problemática del hombre moderno: el senti-
a través del cual el desarrollo del sujeto tome su camino des- miento de estar cercado por un sinnúmero de elementos cul-
de sí mismo hasta sí mismo; pero precisamente con ello, turales que no carecen de significado para él, pero que en e l
aquel e lemento integrador, que condiciona la cultura, queda fondo más profundo tampoco son plenamente significativos;
predeterminado hacia un desarrollo propio que consume cada que en tanto que masa tienen algo sofocante puesto que no
vez más fuerzas de los sujetos, que arrastra cada vez más su- puede asimilar internamente todo lo particular, pero que tam-
jetos a su vía, sin llevar con ello a estos últimos a la cima de poco puede rechazar sencillamente dado que, por así decirlo,
sí mismos: el desarrollo de los sujetos ya no puede recorrer pertenece en potencia a la esfera de su desarrollo cultural.
el camino que toma el de los objetos; siguiendo, sin embargo, Podría caracterizarse esto con la exacta inversión de la frase
este último se extravía en un callejón sin salida o en el vacia- que designaba a los primeros franciscanos en su pobreza de
miento de la vida más íntima y más propia. alma, en su absoluta liberación de todas las cosas que aún
Pero e l desarrollo cultural pone a los sujetos fuera de sí atravesaban de algún modo el camino del alma a través de sí
mismos de forma aún más positiva mediante la ya aludida Y al que querían convertir en un camino indirecto: NihiÍ
ausencia de forma y de fronteras que llega al espíritu objetivo habentes, omnia possidentes -en lugar de ello, los hombres
en virtud del carácter numérico ilimitado de sus productores. son muy ricos y las culturas sobrecargadas omnia habentes
Cada uno de los contribuyentes puede contribuir a la provisión nihil posidentes. '
de los contenidos culturales objetivados sin ningún tipo de Estas experiencias pueden expresarse de múltiples for-
consideración a los otros contribuyentes. Esta provisión tiene mas; * lo que aquí importa es su profundo enraizamiento en
en las distintas épocas culturales una coloración determi- e l centro del concepto de cultura. Toda la riqueza que este
nada, esto es, una frontera cualitativa trazada desde el inte- concepto realiza descansa en que las figuras objetivas, sin per-
rior; pero no tiene de igual modo una frontera cuantitativa, der su objetividad, son englobadas en el proceso de perfeccio-
no tiene absolutamente ningún motivo para no propagarse bas- namiento de sujetos como s u camino o su medio. Quede al
ta lo infinito, para no ensartar libro a libro, obra de arte a margen si, visto desde el sujeto, se alcanza de este modo la
obra de arte, invención a invención: la forma de la objetivi- forma suprema de su perfección; pero para la intención me-
dad como tal posee una capacidad ilimitada. Pero con esta tafísic~, que busca llev~r a la unidad el principio del sujeto y
capacidad de acumulación, por así decir, inorgánica, convier- del objeto como tal, existe aquí una de las máximas garantías
te a la forma de la vida personal en inconmensurable en lo frente a lo siguiente: no tener que reconocerse a sí misma
más profundo. Pues su capacidad de ser recogida no se e n- como ilusión. La pregunta metafísica encuentra con ello una
cuentra sólo limitada según la fuerza y la duración de la vida, respuesta histórica. El espíritu ha alcanzado en las figuras
sino mediante una cierta unidad y relativa cerrazón de su culturales -una objetividad que lo hace independiente de todo
forma, y, por ello, realiza una elección, con un ámbito de jue- azar de la reproducción subjetiva y que, al mismo tiempo,
go determinado, entre los contenidos que se le ofrecen como aprovecha para el fin central de la perfección subjetiva. Mien-
medios de su desarrollo individual. Ahora bien, en apariencia tras que las respuestas metafísicas a aquella pregunta aco·s -
esta inconmensurabilidad no necesita convertirse para el in- tumbran amputarla realmente, en tanto que muestran corno
dividuo en una inconmensurabilidad práctica, en la medida en
que éste deja de lado aquello que su desarrollo propio no * En mi Philosophie des Geldes las he expuesto para un número
puede asimilar. Pero la cosa no tiene éxito de manera tan sen- mayo:c de ámbitos históricamente concretos . .

228 229
nula la oposición sujet~bjeto, la cultura se atiene al enfren- odio a la cultura es en realidad pasión por la cultura: se
tamiento pleno de las partes, a la lógica suprasubjetiva de las dirige a la anulación de la división del trabajo que desprovee
cosas conformadas espiritualmente, a lo largo de la cual el su- de sujeto al contenido cultural, le da una objetividad sin alma
jeto se yergue sobre sí mismo hacia si mismo. La capacidad con la que se lo arranca del auténtico proceso cultural. Y en-
fundamental del espíritu, poder separarse de sí mismo, salirse tonces se manifiesta el trágico desarrollo que la cultura
al encuentro como un tercero configurando, conociendo, valo- enlaza a la objetividad de los contenidos; los contenidos, em-
rando, y alcanzar por vez primera en esta forma la conciencia pero, precisamente por su objetividad, están por último entre-
de sí mismo, esta capacidad, ha alcanzado con el hecho de la gados a una lógica propia y se sustraen a la asimilación cul-
cultura, digámoslo así, su radio más amplio, ha puesto en tural mediante sujetos. Este trágico desarrollo se manifiesta al
tensión de la forma más enérgica al objeto frente al sujeto fin en la posibilidad de acrecentar arbitrariamente los conteni-
para volverlo a traer de nuevo a éste. Pero precisamente en dos d el espíritu objetivo. Puesto que la cultura no posee para
esta lógica propia del objeto, por la que el sujeto se recon- sus contenidos ninguna unidad de forma concreta, sino que,
quista como un sujeto en sí mis mo y conforme a si mismo más bien, cada creador coloca su producto junto al del otro
más perfecto, rompe el entrelazamiento de las partes. Aquello como en un espacio sin fronteras, por ello crece aquella masi-
que estas hojas ya han puesto d e relieve: que el creador no ficación de cosas, cada una de las cuales tiene con un cierto
acostumbra pensar en el valor cultural, sino sólo en la signifi- derecho la pretensión de ser considerada valor cultural y que
cación objetiva de la obra, significación que se halla circuns- también hace resonar en nosotros un deseo de ser valorada
crita por su propia idea, esto se desliza con las impercepti- de este modo. La ausencia de forma del c;spíritu objetivado le
bles modulaciones de una lógica evolutiva puramente objetiva permite un tempo de desarrollo a cuya zaga debe quedar el
hasta lo caricaturesco: hasta una especialización separada de del espíritu subjetivo a una distancia rápidamente creciente.
la vida, hasta la autocomplacencia de una técnica que ya no Pero el espíritu subjetivo no sabe conservar por completo la
encuentra el camino de regreso a los sujetos. Precisamente cerrazón de s u forma frente a los contactos, tentaciones, de-
esta objetividad posibilita la división del trabajo, que reúne formaciones, por medio de todas aquellas «cosas»; la prepon-
en los productos particulares las energías de todo un complejo derancia del objeto sobre el sujeto, realizada en general por
de personalidades sin preocuparse de si un sujeto puede vol- el transcurso del mundo, superada en la cultura en feliz equi-
ver a desarrollar para su propio fomento el quantum de espí- librio, se torna de nuevo apreciable en el marco de ésta en
ritu y de vida invertido en ello, o si con esto sólo se satisface virtud de la ausencia de fronteras del espíritu objetivo. Aque-
una necesidad externamente periférica. Aquí reside el motivo llo que se deplora como el recubrimiento y sobrecarga de
profundo del ideal ruskiniano de sustituir todo el trabajo fa- nuestra vida con miles de superficialidades de las que, sin
bril por el trabajo artesano de los individuos. La división del embargo, no nos podemos liberar, que se deplora como el con-
trabajo independiza el p roducto como tal de cada uno de los tinuo «estar-estimulado» d el hombre de cultura, al que todo
contribuyentes;, el producto está ahí en una objetividad autó- esto no incita, sin embargo, a la creación propia, que se de-
noma que, sin duda, lo hace apropiado para acomodarse a un plora como el mero conocer o disfrutar de miles de cosas que
orden de las cosas o para servir a un fin particular objetiva- nuestro desarrollo no puede englobar en sí y que permanecen
mente determinado; pero con ello se le escapa aquel estado en él como lastre, todos estos s ufrimientos culturales espe-
interno dotado de alma que sólo el hombre en su totalidad cíficos a menudo formulados no son otra cosa que las mani-
puede dar a la obra en su totalidad y que porta su inclusión en festaciones de aquella emancipación del espíritu objetivado.
la centralidad anímica de otros sujetos. Por ello la obra de Que exista esta emancipación significa, en efecto, que los con-
arte es un valor cultural tan inconmens urable, porque es inac- tenidos culturales siguen por último una lógica independiente
cesible a toda división del trabajo, esto es, porque aquí (por lo de su fin cultural y que los conduce cada vez más lejos de
m enos en el sentido ahora esencial y al margen de interpre- ésta, sin que el camino del sujeto sea eximido de todos estos
taciones metaestéticas) lo creado conserva al creauor de Ja for- contenidos que se han torna do inadecuados cualitativa y cuan-
ma más íntima. Aquello que en Ruskin podía aparecer como titativamente. Antes bien , puesto que este camino, en tanto

230 231
que cultural, se encuentra condicionado por el tornarse autó- el problema de la «cultura subjetiva»: en qué medida, según
nomos y objetivos de los contenidos anímicos, surge la trági- extensión e intensidad, participan los individuos en aquellos
ca situación de que la cultura ya esconde realmente en sí, en contenidos. Tanto desde el punto de vista de la realidad como
su primer momento existencial, aquella forma de sus conte- desde el del valor, ambos conceptos son sumamente indepen-
nidos que está determinada a hacer sin guía y de manera dis- dientes entre sí. De una cultura objetiva altamente desarrolla-
crepante, a desviar, a gravar, su ser interno (a saber, el ca- da está quizás excluida la gran masa de las personalidades
mino del alma desde sí misma, en tanto que imperfecta, hasta que hacen al caso; mientras que, por el contrario, precisa-
sf misma, en tanto que perfecta) como en virtud de una inevi- mente esta masa puede participar en una cultura más o me-
tabilidad inmanente. nos primitiva, de tal modo que la cultura subjetiva alcanza
La gran empresa del espíritu, vencer al objeto como tal por una altura relativamente extraordinaria. Y el juicio de valor
el hecho de que se crea a sí mismo como objeto, para regresar varía correspondientemente: el que está inclinado de una for-
a sí mismo con el enriquecimiento conseguido mediante esta ma puramente individualista y, sobre todo, el que está incli-
creación, tiene éxito innumerables veces; pero el espíritu debe nado de una forma puramente social, enlazará toda significa-
pagar esta autoconsumación con la trágica posibilidad de ver ción de la cultura al hecho de cuántos hombres y en qué ex-
producirse en la legalidad propia del mundo creado por él tensión participan de ella, cuánta formación y felicidad, cuán-
mismo, legalidad que tal autoconsumación condiciona, una ta belleza y moralidad extrae de ella la vida realizada en el
lógica y una dinámica que aleja a los contenidos de la cultu- individuo. Pero aquellos otros a los que interesa no sólo la
ra del fin de la cultura, con una aceleración cada vez más utilidad de la cosa, sino la cosa misma, no sólo el intranquilo
elev.a da y a una distancia cada vez mayor. torrente del hacer y disfrutar y padecer, sino el sentido atem-
poral de formas acuñadas espiritualmente, éstos sólo pregun-
tarán por la formación de la cultura objetiva y se remitirán
al hecho de que el valor objetivo de una obra de arte, de un
CULTURA FEMENINA conocimiento, de una idea religiosa, más aún, incluso el valor
de una proposición jurídica o de una norma moral, no es en
Cabe considerar la cultura como el perfeccionamiento de modo alguno afectado por lo siguiente: lo a menudo o lo
individuos que se alcanza gracias al espíritu objetivado en el poco que los azarosos caminos de la realidad vital recojan
trabajo histórico de la especie. Por el hecho de que la unidad todo esto en sí.
y la totalidad del ser subjetivo se consumen mediante la apro- En la encrucijada de estas dos líneas se separan también
piación de estos valores objetivos: la moral y el conocimien- las dos preguntas axiológicas que suscita el moderno movi-
to, el arte y la religión, las configuraciones sociales y las miento de las mujeres. Su surgimiento parece desterrarlo por
formas de expresión de lo interior, por esto aparece como completo en la dirección de la cultura subjetiva. En la medida
cultivado. De este modo, la cultura es una síntesis única del es- en que las mujeres desearan pasar a las formas de vida y de
píritu subjetivo y del objetivo, cuyo sentido último, ciertamen- realización de los hombres, se trataría para ellas de la par-
te, sólo puede residir en el perfeccionamiento de los indivi- ticipación personal en bienes culturales ya existentes, que has-
duos. Pero puesto que este proceso de perfeccionamiento ha ta la fecha únicamente les han sido negados -ya tengan éstos
de afrontar primero los contenidos del espíritu objetivo como que concederles una nueva felicidad, nuevos deberes o una
autónomos, separados tanto de quien los crea cuanto de quien nueva formación de la personalidad-; tan sólo para perso-
los recibe, para entonces englobarse en este último como sus nas particulares, y ya sean tantos millones del presente como
medios o estaciones, por esto cabe caracterizar a estos conte- del futuro, no se lucha aquí por algo que en sí va más allá de
nidos (todo lo expresado y conformado, lo que existe realmen- todo lo particular y personal. Está en cuestión una cantidad
te y lo que-es efectivo realmente, cuyo complejo integra la de valores, no la creación de valores objetivamente nuevos.
posesión cultural de una época) como su «cultura objetiva». En esta dirección descansan, quizá, todos los acentos eudemo-
De su constatación distinguimos el siguiente problema como nistas, éticos, sociales del movimiento de las mujeres. Pero,

232 233
Epílogo: Simmel como intérprete de la época
por Jürgen Habermas

Georg Simmel publicó por vez primera Cultura filosófica


en 1911; la tercera y última edición apareció en 1923. La cir-
cunstancia de que esta colección de ensayos haya permane-
cido olvidada durante sesenta años y sólo en la actualidad
vuelva a ser presentada bien podría considerarse síntoma ine-
quívoco de una realidad: el Simmel crítico de la cultura está
al mismo tiempo extrañamente lejos y cerca de nosotros.

Es verdad que los dos pequeños volúmenes introductorios


editados inicialmente por Goschen, Hauptprobleme der Phi-
losophie (aparecido en 1910 como volumen conmemorativo al
llegar con él la colección al número 500) y Grundfragen der
Soziologie, h ace ya tiempo que están disponibles. Dos de los
libros más importantes de Simmel, Philosophie des Geldes
(1900) y Soziologie (1908), han sido asimismo reeditados. Ade-
más, en 1958 Michael Landmann se esforzó sobremanera por
despertar de nuevo e l interés en Simmel publicando un libro
homenaje con motivo d el centenario del nacimiento de nues-
tro autor 1 y editando dos compilaciones de ensayos.2 Todavía
hace pocos años que Simmel fue incluido en una excelente
colección de clásicos de la teoría social.3 Y en Estados Unidos
Kurt Wolff su scitó realmente en los años cincuenta una ver-

l. K . Gassen, M . Landmann (eds.), Buch des Dankes an Georg Sim-


mel, Berlín, 1958.
2. G. S1MMEL, Brücke und Tür, Stuttgart, 1957; id., Das individuelte
Gesetz, Frankfurt am Main, 1968.
3. P. E. ScHNABEL, cGeorg Simmel•, en: D. KAsLER, Klassiker des so-
ziologischen De nkes, vol. 1, Municb, 1976, pp. 267 y ss.

273
!' 11
;
dadera discusión a raíz de la publicación d e una selección de obstante ese escollo, Simmel fracasó en la lección magistral.
escritos sociológicos de SimmeI.• Su nombramiento como catedrático extraordinario fue retra-
Pero el filósofo y sociólogo Simmel no ha alcanzado des- sado durante un período inusual de tiempo por la facultad.
pués de la Segunda Guerra Mundial, ni en la R epública Federal Simmel se vio una y otra vez relegado en su contratación. En
de Alemania ni en Norteamérica, una presencia intelectual que 1908, Max Weber propuso a Simmel para una cátedra de filo-
r permita siquiera vislumbrar lo que fue la influencia que ejer-
ció en su época. Esto es así no sólo si lo comparamos con
sofía en Heidelberg; sin embargo, el ministerio no le otorgó
el nombramiento. Por último, en 1914, cuando ya tenía cin-
Dilthey y Bergson, quienes fueron los iniciadores de la «filo- cuenta y seis años, obtuvo una cátedra en Estrasburgo. La
sofía de la vida», sino también y sobre todo en relación con separación del medio urbano de su ciudad natal, Berlín, no
los padres fundadores de la sociología coetáneos: Simmel na- fue nada fácil para Simmel. En 1915, Rickert intentó de nuevo
ció en 1858, el mismo año que Durkheim, y era sólo unos po- llevarle a Heidelberg, pero una vez más fue en vano.
cos años mayor que George Herbert Mead (1863) y Max Weber Como siempre, este tipo de reservas obedecían a oscuros
\ (1864). En los primeros años cincuenta, G. Lukács podía tratar : 1 intereses. Se reprochaba a Simmel una actitud relativista con 1
la filosofía de la vida de Simmel como un capítulo cerrado, respecto al cristianismo; su manera de pensar y de exponer \
igual que hacía R. Aron con la «Sociología formal» 5 simme- su pensamiento escasamente ortodoxa resultaba provocativa;
liana con la que todavía en 1930 Hans Freyer había contendido su éxito entre los estudiantes, su influencia. sobre el gran pú-
dándole el estatuto de un enfoque teórico vivo.6 Simmel no blico, suscitaban envidia; el antisemitismo se mezclaba con el
ha llegado a ser un «clásico»: tampoco le predestinaba a ello resentimiento contra el intelectual que triunfaba como escri-
su hechura intelectual. tor. Sin duda, lo que mayor distancia generaba con respecto .
Simmel representa un tipo diferente. A pesar de su influen- al mundo académico era una mentalidad, la suya, caracteri- r
cia en el clima filosófico de Ja época anterior a la Primera Gue- zada por disponer de una fina sensibilidad para detectar los es- ¡
rra Mundial, a pesar de su relevancia para la sociología ale- tímulos típicos de la época, las innovaciones estéticas, los cam- /
'\ mana y -casi más aún- para la norteamericana durante sus bios de tendencia espiritual y las inflexiones en la percepción \
períodos formativos, Simmel fue más un incitador que un sis- de la vida propia de la gran ciudad, las alteraciones de posi- í
temático, más un intérprete de la época que filosofaba en clave dones subpolíticas y los fenómenos cotidianos difícilmente !
de ciencia social que un filósofo y un sociólogo sólidamente perceptibles, difusos, pero reveladores. En una palabra: las }
arraigado en el establecimiento científico. Simmel, que alcanzó membranas para la detección del espíritu de la época estaban, t
un gran prestigio en el extranjero debido a sus imponentes en su caso, muy abiertas. La casa de Simmel era más frecuen- l
tada por literatos y artistas que por sus colegas berlineses.
1 merecimientos científicos, nunca pudo mantener una relación
, estable con el mundo de las universidades alemanas. Y esto Simmel mantuvo vinculaciones con Rilke, Stefan George, Paul
' no fue un hecho casual. Zeller y Helmholtz le rechazaron un Emst y Gundolf, así como con Max Weber, Troeltsch y Hein-
trabajo de psicología de la música presentado como tesis doc- rich Rickert, y también con Bergson, que influyó profunda-
toral; en cambio, hubo acuerdo en aceptar otro trabajo sobre mente en él a partir de 1908. Jóvenes como Emst Bloch y
la filosofía de la naturaleza de Kant presentado con el mismo Georg Lukács participaban en sus coloquios privados. De sus
propósito. La memoria de cátedra fue asimismo rechazada conferencias, pronunciadas ante auditorios indiferenciados,
alegando que el tema elegido era desacertado. Superado no aparecían reseñas incluso en la prensa diaria. A todo ello res-
ponde la orientación ensayística del pensamiento de Simmel
4. K . H. Wolff (ed.), The Sociology of Geor Simmel, Glencoe, 111, y el hecho de que el ensayo fuera su forma preferida de.:._~ ·¡
acerca de la recepción en Estados Unidos , véase ScHNABEL, op. cit., sición. - - - ·--- -- ·- ·
pp. 276 y SS. - - Aaomo ha deplorado la «enojosa obviedad• del título bajo
5. G. LUKÁCS, Die Zerstorung d er Vernunft, Berlín, 1955, pp. 350
y ss.; R. ARON, Die deutsche Soziologie der Gegenwart, Stuttgart, 1953. el que Simmel publicó los ensayos aquí reunidos; pero tam-
6. H . FREYER, Soziologie als Wirklichkeitswissenschaft, Darmstadt, bién ha confesado lo que tenía que agradecer a la temprana
1964, pp. 46 y SS. lectura de los escritos simmelianos: «A pesar de todo su idea-
274 275
ción científica; divagan en torno a las ideas que cristaliz;an.
lismo psicológico... Georg Simmel fue el primero que operó Nada indica que el autor se planteara alguna vez la cuestión
ese giro de la filosofía hacia el tratamiento de objetos con- de si una sola frase de tipo aforístico como «la escultur~ an-
cretos que luego ha sido canónico para aquellos a quienes no tigua buscaba, por decirlo así, la lógica del cue~o, Ro~m su
satisfacía el sonsonete de la crítica del conocimiento y de la psicología• podía competir seriamente con .una dis~rt:'1ción de
historia del pensamiento.» 7 Las Spuren, de Bloch, publicadas veinte páginas sobre Rodin como «personalidad artistica». 1:-ºs
entre 1910 y 1929, revelan las huellas del hombre que ya había breves fragmentos estéticos son, por lo demás, los que meJor
recorrido con anterioridad ese camino. Bloch aprendió la me- desvelan algo de las correspondencias existentes en_tre un ,en-
ditación sobre «la lámpara y el armario» o sobre «la primera sayo concentrado y el aforismo rompe.dor: Perc:i aun aqui s~
locomotora» de un Simmel que igual filosofaba sobre los acto- impone una distancia que provee ~e JUs.tificación a lo anti-
res que sobre la aventura, y que había reflexionado sobre
f
. «puente y puerta» para hallar rasgos básicos del espíritu hu-
cuado del título del libro: Cultura filosófica.
Lo que señala aquello que nos separa de Simmel. ~s el co?-
i mano encarnados en esas imágenes ejemplares. Simmel no cepto de cultura del neokantismo. Simmel es un hiJO del fin
sólo animó a los estudiantes, una generación antes que Hei- de siecle; pertenece a la época para cuyo ele~ento formativo
/degger y Jaspers, a salirse de los moldes de la filosofía aca- Kant y Hegel, Schiller y Goethe, eran to~avia unos contem-
. démica y a pensar «de manera concreta», sino que promovió poráneos, aun cuando Schopenhauer y Nietzsche emp~zasen
/ con sus trabajos -como puede verse tanto en Lukács como ya a proyectar sombras sobre. ellos. De ~~a manera, Sim~el
¡ en Adorno- la rehabilitación del ensayo científico como for- explica la superación por Rodm de~ clasii¡:ismo y c:;l naturalis-
t ma de expresión. mo recurriendo a los conceptos básicos de la estética de Kant
Adorno, hasta el momento el último de aquellos filósofos y Schiller: libertad y necesidad, espírit.u y naturaleza, f~~a
que hicieron del ensayo instrumento afilado al máximo de sus y materia. Con visiones románticas descifra el encan~o estetico
pronunciamientos, ve en esta forma literaria, sobre todo, el de la ruina desmoronada como la venganza de la piedra bru-
momento de una liberación: «El ensayo no se deja prescribir ta sometida una vez a regañadientes al acto de violencia de
una ubicación inapelable. En lugar de producir algo en el te- la'configuración arquitectónica. Ab~tracción e intu~c!ón, de Wo-
rreno científico o de la creación artística, su empeño refleja rringer, le suministra las c~tegoi::ias para la .estetic:a natural
aún algo de la despreocupación de lo infantil, que se enardece del paisaje marítimo y alpmo, sm que perciba ahi la saga~
sin reparo ante lo que ya han hecho otros. Reflexiona acerca anticipación de la pintura expresionista en trance de surgi-
de lo que ha sido objeto de odio y de amor, en lugar de pre- miento. .
sentar al espíritu como una creación a partir de la nada según Simmel de este modo, se sitúa del lado de acá del abismo
el modelo de la ilimitada moral de trabajo» (ibíd., p. 10). Por que se va 'a abrir entre Rodin y Barlach, entre Segantini y
supuesto, Adorno menciona también el precio al que hay que .: '
Kandinsky, entre Lask y Lukács, Cassirer )'. He.idegge7. Escribe ~
someterse a consecuencia de esta desvinculación de la coerción sobre la moda de manera diferente a BenJamm. Y sm emba:i;--
ejercida por el método: «Por su afinidad con la experiencia go es él quien establece la conexión entre moda Y. moderm- !
espiritual abierta, el espíritu debe pagar con la falta de segu- dad, quien impacta al joven Lu~ács hasta <?n la elección de sus .
ridad, que la norma del pensamiento establecido teme como títulos, quien inspira a Benjamm observ3:c:ione.s acerca del ám- ·
a la muerte» (p. 21). Tal vez es también un poco este temor, bito de experiencias rebosante de sugestion, .neo en contac~os
y no sólo las peculiaridades del lenguaje del siglo XIX, lo que y de acelerado movimiento que es la gran ciudad, es él quien
confiere una cierta prolijidad al estilo simmeliano, como si altera los modos de percepción, los temas, el estilo de es~ri­

l Simmel hubiera dudado de entregarse al ritmo y a la selecti-


vidad sin contemplaciones que exige la forma del ensayo.
Los textos de Simmel oscilan entre el ensayo y la diserta-
tura de toda una generación de intelectuales. ¿Cómo se ex:phca
el potencial de incitación mostrado en la época de Weimar
por parte de un hombre tan profund~mente arr3;igado en el
históricamente ilustrado siglo x1x? Pienso que Simmel debe
7. Th. W. AooRNO, «Henkel Krug und friihe Erfahrung•, en id., Ge- su sorprendente, aunque muchas veces anónima, influencia al
sammelte Schriften, vol. 11, Frankfurt am Main, 1974, p. 558.
277
276

'
diagnóstico de base filosófico-cultural de la época, que desa- se hace inevitable en la m e dida en que el espíritu subjetivo
n:olló por vez primera en el capítulo final de la Filosofía del se atiene a la tendencia del racionalismo occidental y penetra
/ dinero (1900). En el ensayo sobre «Concepto y tragedia de la cada vez con mayor profundidad en las legalidades forzosas
cultura» prosiguió la elaboración de esta teoría de la época del espíritu objetivo y, en este proceso, jerarquiza las esferas
contemporánea y en su tardía exposición acerca del «Conflic- de valor cultural y profundiza en e llas, acelera el desarrollo
to de la cultura moderna» 8 la subordinó a una cuestionable cultural y eleva el nivel de la cultura. En esta misma medida
metafísica de la vida. el espíritu se vuelve adversario del alma: «Para nosotros re-
sulta de valor inigualable la forma de la unidad personal a la·
que conduce a la consciencia el sentido objetivo espiritual
11 de las cosas ... Aquí es donde empiezan a desarrollarse aque-
llas cálidas radiaciones oscuras del ánimo para las que carece
El texto dedicado a la tragedia de la cultura constituye el de lugar y de comprensión la perfección clara de las ideas de- _
núcleo de los ensayos reunidos en el presente volumen. Sim- terminadas de modo puramente objetivo. Pero lo mismo su-
mel desarrolla aquí un concepto dinámico de la cultura. En- cede con el espíritu, que a través d e la objetivación de nuestra
tiende por ésta el proceso pendiente entre el «alma» y sus inteligencia se contrapone al alma como si fuera un objeto.
«formas». La cultura es las dos cosas: tanto las objetivaciones Y, además, la distancia entre ambos crece en la misma medida ·
en las que se plasma una vida que deriva de la subjetividad, en que el objeto va siendo producido a través de la colabora-
esto es, el espíritu objetivo, como también, a la inversa, la for- ción de un número creciente de personalit;l.ades en un proceso
mación de un alma que asciende de la naturaleza a la cultura de división del trabajo; puesto que, precisamente en esta me-
_es decir, la configuración del espíritu subjetivo. Simmel sigu~ dida, resulta posible insertar, incluir, en la obra la unidad de
el ideal formativo clásicamente expresivista que, procedente la personalidad a la que se vincula precisamente para noso-
de Herder, se prolonga a través de Humboldt hasta Hegel. La tros el valor, la calidez, la peculiaridad del alma. El hecho de
vida en su conjunto es interpretada según el modelo del pro- que, debido a la diferenciación moderna de sus condiciones
ceso productivo de la creación en el que el artista genial crea de producción, al espíritu objetivo le falte incluso esta forma
el entramado orgánico de su obra desplegando en ello la tota- de espiritualidad [ .. . ] puede ser la causa última de la animad-
lidad de las fuerzas inherentes a su propia condición, a su versión con la que los caracteres muy individualistas y pro-
naturaleza. El t elas de este proceso de formación es la eleva- fundos se enfrentan en la actualidad con tanta frecuencia al
ción de la vida individual. En la versión simmeliana el espí- "progreso de la cultura".» 9
ritu subjetivo conserva decididamente la primacía sobre el ob- Simmel describe primero cómo el incremento de comple-
jetivo; el cultivo del sujeto es prioritario con respecto a la jidad de la cultura sitúa al alma, de la que par te este movi-
\ cultura objetiva. miento, ante la paradójica cuestión d e si «es aún el señor. en
Pero en este proceso cultural está implícito el riesgo de sus dominios o, al menos, estable ce una armonía en relación
que la cultura objetiva se independice con respecto a los in- a la altura, el sentido y el ritmo, entre su vida interior y aque-
dividuos, que son sin embargo quienes la han producido. Pues llo que ha de incorporar a la misma como su contenido im-
el espíritu objetivo obedece a leyes diferentes a las del subje- personal» (ibíd., p. 529). Luego trata de descubrir el mecanis-
tivo. Simmel subraya con Rickert la tenacidad de las esferas mo que explique por qué es inevitable esta progresión hacia
,/ de valor cultural. Ciencia y técnica, arte y moral, constituyen una cultura objetiva situada a distancias cada vez mayores;
ámbito.s objetivos dotados de una tenaz pretensión de prepon- y lo encuentra en el medio representado por el dinero. En su
1 derancia a los que debe someterse tanto el sujeto cognosciti- Filosofía del dinero, Simmel transfiere el concepto de cultura
/ vo, productor y creador como el sujeto que juzga y actúa práe- del plano de las configuraciones espirituales al proceso social
! ticamente. No obstante, la preeminencia de la cultura objetiva y material de la vida en su conjunto. Al igual que en Max

8. G. SIMMEL, Das individuelle Gesetz, op. cit., pp. 148 y ss. 9. lDBM, Philosophie des Geldes, Berlín, 1'177, p. 528. ()º
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l Weber, la economía, el estado y la familia, como órdenes de las condiciones de la vida social, el subjetivismo libera ener-
. vida, desarrollan una legalidad propia semejante a la de las gías espirituales no vinculadas. Frente a esta interioridad frag- 1
\ esferas culturales de valor como la ciencia, el arte y la moral; mentada e informe de los sujetos, los objetos culturales Y
: también la sociedad se enfrenta al alma como parte integrante "•
sociales se transforman en poderes enajenados y al mismo
! de la cultura objetiva. Pero en las sociedades modernas el tiempo autónomos. El dinero tiene un carácter ejemplar: re-
i mercado juega manifiestamente el papel de un mecanismo ge- presenta la objetividad de las actividades de cambio en su pura 1
¡ nerador de complejidad. A través del medio constituido por abstracción y constituye al mismo tiempo, empero, la base )
el dinero, el mercado impulsa la división social del trabajo y para la conformación de una subjetividad que se entrega a~ ji
con ella el incremento de la complejidad de la cultura en su proceso de diferenciación tanto en las fuerzas de su entendi-
conjunto. Pero en última instancia está claro también que el miento calculatorio como en sus impulso a la divagación.
dinero no es sino una de esas «formas» en las que se objetiva
el espíritu subjetivo en la búsqueda de sí misma del alma. Por
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eso una «filosofía del dinero» debe abordar el programa que 111
Simmel establece en la introducción. Tarea de aquélla es
«construir una planta inferior en el e dificio del materialismo Las teorías de la sociedad orientadas a la formulación de
histórico de forma t al que se mantenga el valor explicativo de un diagnóstico de la época y que -partiendo de Weber- por
la implicación de la vida económica en la causación de la cul- un lado llevan, a través de Lukács, a Horklieimer y a Adorno,
tura espiritual y, al mismo tiempo, se reconozca a las formas y por otro, a través de Freyer, a Gehlen y Schelsky, beben en
económicas como resultado de valoraciones y corrientes más su totalidad en las fuentes de la filosofía simmeliana de la
profundas, de presupuestos psicológicos y hasta metafísicos» ;¡, cultura. Max Weber desarrolla en su conocida Zwischenbe-
(ibíd., p. VIII) . A esto Lukács contesta secamente que las le- '' trachtung una paradoja de la racionalización que se apoya en
yes económico-sociales perderían su contenido concreto y su ',t los elementos neokantianos del diagnóstico simmeliano y, en
punta revolucionaria si se las entendiera como expresión de concreto, en el potencial de conflicto inherente a esferas de
un conjunto general «Cósmico».1º valor y órdenes de vida ajenos y distanciados. Lukács sólo
En su vehemente ajuste de cuentas con Simmel, al que pro- puede concebir en Historia y consciencia de clase en términos

cedió una generación después de la muerte de éste, Lukács no :. materialistas como fenómenos de cosificación, las deforma-
entró, desde luego, en la historia de la influencia del diagnós- ciones de la 'cotidianidad burguesa y su cultura porque Sim-
tico simmeliano de la época, influencia a la que ciertamente mel había recorrido con anterioridad el camino inverso y tra- 1.
no era ajeno él mismo. Simmel influyó no sólo a través de tado las abstracciones del trabajo industrial alienado como
fórmulas muy plásticas, como la que hace referencia al rele- un caso especial de la alienación d e la subjetividad creadora
gamiento de la cultura de las personas con respecto a la re- con respecto a sus objetos culturales.11 También Horkheimer
forzada cultura de las cosas, s ino también en virtud de su des- . y Adorno, por su parte, produjeron con su teoría de la cul-
cripción fenomenológicamente exacta del estilo d e vida mo- tura de masas una variación de un tema simmeliano. Y en la \
derno: «El proceso d e objetivación de los contenidos cultura- Dialéctica de la Ilustración, en la que el proceso de la cosí- .
les que [ .. . ] cada vez aumenta más la extrañeza entre el sujeto ficación se resuelve en la generalidad de un proceso histórico
1
y sus creaciones, desciende por último a las intimidades de universal de racionalización, asumen la tesis de Simmel: «A la 1
la vida cotidiana» (ibíd., p. 519). Simmel descubre en las for- •' objetividad exterior y penetración corresponde un dominio
mas de interacción propias del movimiento d e la gran ciudad, creciente por parte del hombre; pero ello no supone de mane-
así como en la experiencia de la naturaleza, en la publicidad
o en las relaciones conyugales unos desplazamientos estruc- 11. «La condición de mercancía del trabajo es sólo un aspecto del
turalmente similares. En la misma medida en que se cosifican proceso mucho más amplio de diferenciación que d esprende de la per-
sonalidad sus contenidos individuales y los contrapone a ésta como un
objeto con determinación y dinámica independientes.» ( Philosophie des
10. G. LUKÁCS, Die Z erstorung der Vernunft , op. cit., p. 358. Geldes, op. cit., p. 515.)

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! ra definitiva que el reflejo subjetivo, la irradiación hacia ~en- tual o naturalmente determinada, sino sólo en cuanto a su
1 tro de este hecho histórico, no pueda orientarse en la drrec- desarrollo como obras humanas de cultura- y, en consecuen-
1 ción opuesta... La frase según la cual dominamos a la natura- cia, se separan de la orientación que podría llevarlo a inser-
leza en la medida en que nos ajustamos a ella tiene el terrible tarse en la evolución personal de las almas humanas•. Pero (
reverso de que nos ajustamos a ella en la medida en que la Lukács, Horkheimer y Adorno ven en ello el funesto precio de
dominamos.• (lbid., p. 549.) la modernización de la sociedad; Freyer, Ritter y Schelsky, el
Mientras los marxistas se atienen a un ideal cultural de ín- subproducto, necesitado empero de compensación, del proce-
dole expresivista pero someten la autonomización del espíritu so de racionalización de la sociedad; Gehlen y Luhmann, por 1
objetivo a una lectura materialista, la crítica burguesa de la último, el saludable equivalente de la naturalidad de las gran- \
cultura se aleja paso a paso de la exigencia de reconciliación des instituciones. Gehlen es el primero en liquidar la premisa
planteada por la filosofía de la vida y transforma la tesis de la a la que se atienen todavía los demás, a saber, que la cultura
alienación del espíritu objetivo en algo afirmativo. En la diná- concreta sólo puede generarse a través del «entretejimiento•
m.i,_ca de la cosificación de la cultura y la sociedad, Hans Fre- de la subjetividad con los elementos objetivos, a través de la
yer y Joachim Ritter ven sólo la otra cara de la moneda del incorporación de las objetivaciones en el proceso de formación
proceso de constitución de un ámbito de libertad subjetiva vá- y en el contexto de vida de los sujetos, la reconciliación de
lido y deseable. Simmel había considerado aún con escepti- las almas con sus formas. Luhmann podrá luego presuponer
cismo este «ideal de penosa separación», por la cual la vida como trivial que los sistemas personales y ºsociales configuran
«es cada vez más objetiva e impersonal a fin y efecto de que entornos recíprocos.
el resto de ella que no ha de reificarse sea tanto más personal,
que del yo se derive una mismidad inobjetable» (ibid., p. 532).
En este aspecto la crítica de Gehlen a la difusión de una sub- IV
jetividad vacía, desprendida de todos los imperativos objeti-
vos está más cerca de Simmel. Pero, de otro lado, la neocon- De esta consecuencia se desprende que los dolorosos fenó-
se~adora glorificación a que procede Gehlen de las «cristaliza- menos que dieron pie en su momento al discurso de la mo-
ciones culturales» (una expresión, por lo demás, tomada de dernidad desaparecen al cabo sin dejar rastro a no ser que
Simmel) apunta ya en la dirección del funcionalismo luhman- sometamos a revisión -en vez de dejar caer todo en el ol-
niano, que sólo retiene de Simmel las objetivaciones encas- vido- los conceptos fundamentales de la filosofía de la cons-
tadas en sistemas, al tiempo que hace de los propios sujetos ciencia, su perspectiva de reconciliación y el ideal formativo
otros tantos sistemas. El funcionalismo sistémico bendice sin expresivista. Los fenómenos de la reificación, en definitiva, tie-
llegar a decirlo aquel «final del individuo• que Adorno deli- nen que sustraerse a una visión según la cual el alma y las for-
mita en términos de la dialéctica negativa para denunciarlo mas interactúan sin mediación y el sujeto creador se relaciona
·como destino autoimpuesto. con la plasmación de las fuerzas intrínsecas de su ser como
Cuando se contemplan las grandes líneas de la influencia meros objetos. Reclaman un lenguaje más preciso, una for-
histórica del diagnóstico de la época elaborado por Simmel se mulación más convincente. La conformación sistemáticamen- )
hace evidente que resulta posible aplicar a éste lo que Gehlen te inducida de los contextos de vida estructurados en términos
dijo una vez de la Ilustración: sus premisas están muertas, de comunicación sólo se presenta a nuestros ojos cuando ana-
pero sus consecuencias conservan vigencia. Todas las corrien- lizamos de manera totalmente exenta de metafísica la palpa- i
tes parecen estar de acuerdo en las consecuencias, aunque ble persistencia de la multiplicación de la intersubjetividad.•
una acuse de totalidad negativa lo que otra festeja como cris- inherente a nuestra praxis cotidiana de relaciones y comuni,
talización, aunque una denuncie como cosificación lo que otra cación. En su medio se encuentran ya siempre inmersos los :
celebra tecnocráticamente como legalidad objetiva. Pero hay objetos culturales y sociales, si es que en realidad cabe seguir ·
coincidencia en cifrar la modernidad en el hecho «de que los hablando de «objetos», lo mismo que las identidades, extrema-
objetos poseen su propia lógica de desarrollo -no concep- damente frágiles, siempre sujetas a un proceso de formación
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