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Lectura

Doña Juanita y el marquesito


Este cuento, publicado en 1871 en la Revista de España, es un texto de Benito Pérez
Galdós escrito en su juventud. En él se burla cariñosamente de los periodistas
ingenuos que utilizan un estilo retórico y grandilocuente, y no dicen nada; un tipo de
periodismo que, aunque parezca mentira, sigue ejerciéndose todavía en la
actualidad.

Si fueras un periodista y tuvieras que escribir un artículo de opinión,


¿sobre qué tema actual te gustaría opinar? ¿Te posicionarías a favor o
en contra?

Si te dieran la oportunidad de entrevistar a algún personaje actual, ¿a


quién elegirías? ¿Qué te gustaría preguntarle?

¿Crees que tus preguntas serían de interés general, o solo llamarían la


atención de un determinado público?

«Basta de contemplaciones. Creíamos que los hechos, tan claros ya en la


mente de todo el mundo, se presentarían al fin en su espantosa gravedad a
los ojos del insensato poder, que dirige los negocios públicos. Creíamos que
el Gobierno no podría resistir a la evidencia de su descrédito. Hemos
esperado hasta lo último, hasta que los escándalos han sido intolerables. Ya
no hay esperanza. Es preciso no ocultar la verdad al país...».
Al llegar aquí, el autor del artículo se paró. La inspiración se le había
concluido. Era su entendimiento tan pobre, que jamás pudo adquirir ni
sombra de método. Destacaba en las digresiones, y cuando se ocupaba en
desarrollar una tesis cualquiera, no lograba concretar al asunto del artículo
de fondo.
Hallábase el periodista meditando, cuando un ruido de pasos primero, y la
inusitada aparición de un hombre le trajo bruscamente a la realidad. El ser
que tenía delante era un monstruo cubierto de sudor negro: la tinta manaba
de sus poros. Viviendo la mayor parte del día en el sótano donde la
impresora funciona, aquel hombre se había identificado con ella, formaba
parte de su mecanismo. Venía a por el artículo, añadiendo que hacía mucha
falta, por estar parados y mano sobre mano, los señores impresores.
Era preciso acabar el artículo, empresa de dificultad colosal, por hallarse la
imaginación del escritor sin ventura a cien mil leguas del asunto. El
desdichado mandó al mozo que volviera dentro de un breve rato; tomó la
pluma y, después de mirar al techo cuatro veces y al papel otras tantas,
escribió lo siguiente:
«... Y como sabemos que la opinión pública es la única norma de la política;
y que los Gobiernos que no se guían por la opinión pública elaboran su
propia ruina con la ruina del país, advertimos del peligro. El principal error
del Gobierno...».
Fue interrumpido por un tremendo golpe que sintió en el hombro: un
importuno amigo, ¡cielos!, que tenía la mala costumbre de dar grandes
espaldarazos. La larga amistad que los unía hacía que ayudara en sus
amores al periodista, que era por extremo sensible, idealista de la clase más
anticuada:
–Vengo a ponerte sobre aviso –dijo con voz lúgubre–. Él ha llegado, y viene
resuelto a casarse con Juanita. Ya sabes que la pécora de doña Lorenza bebe
los vientos por atraparle; porque parece ha de heredar, cuando muera su tía,
el título de marqués de los Cuatro Vientos. Es rico: si no casa a su hija con
él, creo que doña Lorenza revienta.
–¡Pero Juanita, Juanita! –exclamó el escritor, mirando al techo–. Juanita no
puede ceder a las despóticas exigencias de esa tarasca de su madre.
–La ragazza te quiere; pero si su madre se emperra en que no, y que no...
–¡Quita allá!... yo no lo puedo creer. Me ha jurado no tener más esposo que
yo.
Desahogaba su ira, cuando sintiose ruido de pasos y apareció la estampa del
mozo de la imprenta, que volvía en busca del comenzado artículo de fondo.
–¡El artículo! –suspiró nuestro escritor, echando mano a las cuartillas, y
echando pestes contra todos los periódicos.
«Meditemos. ¿No es notorio para todo el mundo que el actual gobierno no
hace nada por solucionar esta crisis? ¡Es preciso hablar muy alto y poner las
cosas en su lugar, exigiendo la responsabilidad a quien realmente la tenga!».
Aquí se paró el escritor, mil veces desdichado, porque se le acabaron las
ideas; y no pudo decir la verdad al país, porque su imaginación no se
apartaba de Juanita, de la impertinente y mojigata mamá, y del futuro
marqués de los Cuatro Vientos.
Su amigo, junto a la ventana, le llamaba con grandes voces.
–¡Ven, ven...! Por la calle pasa Juanita con doña Lorenza y el futuro
marquesito.
Los dos fijaron la vista en tres personas que pasaban por la calle: una vieja
por extremo tiesa y con un aire presuntuoso; una joven esbelta, de andar
airoso, en que la elegancia y la modestia habían conseguido hermanarse; y
por último, un mozalbete, cuyo semblante no era fácil distinguir, pues solo
se veía algo de patillas, su poco de lentes y unas miajas de nariz.
El desesperado articulista estuvo a punto de gritar. Ciego de furor, y con
extraviados ojos, se sentó, tomó la pluma y escribió lo siguiente:
«¡Oh! no podemos contenernos: señalamos a esos ministros que han traído a
nuestra patria al estado en que hoy se halla, irritando los ánimos y
estableciendo en todo el país el reinado de la desconfianza hacia la clase
política».
Hubiera seguido, si alguien no le interrumpiera, entregándole una carta con
letra de Juanita: «No puedo pintar mi martirio desde que este alcornoque de
los Cuatro Vientos ha venido con la pretensión de casarse conmigo. Mamá
es partidaria de esta solución, pero yo me mantengo en la más resuelta
oposición».
La alegría del periodista fue tan grande en aquel momento histórico, que por
poco se desmaya en los brazos de su amigo. Recobró repentinamente su
buen humor. Tomó la pluma, y con facilidad consiguió terminar el artículo
de esta manera:
«Pero, en honor de la verdad, debemos decir que no tiene el Gobierno toda
la culpa de lo que hoy pasa. ¡Ah! su gestión tropieza con los obstáculos que
la insensata oposición de los partidos hace continuamente. Todos los
ministros tienen muchísimo talento, y se inspiran ¿a qué negarlo?, en el más
puro patriotismo».
Benito Pérez Galdós, El artículo de fondo (adaptación)

Comprensión lectora
1 Contesta a las siguientes preguntas sobre el relato: Ver más »

a. ¿Por qué aparece entrecomillado el primer párrafo del texto?

b. ¿Qué dice el autor sobre la inteligencia del protagonista? ¿Es un periodista


metódico?

c. ¿Quién interrumpe por primera vez al protagonista? ¿Cómo se describe este


personaje? ¿Por qué aparece en escena?

d. ¿Por qué crees que el protagonista mira al techo, y otras tantas veces al
papel, antes de escribir?

e. ¿Quién interrumpe dando un espaldarazo al protagonista?

f. ¿Quién ha llegado recientemente a la ciudad?

g. ¿Quién es Juanita? ¿De quién está enamorada esta?

h. ¿A quién ven por la calle desde la redacción? ¿Cómo se describen estos


personajes?

i. ¿De quién recibe una carta el protagonista? ¿Qué se dice en ella?

j. ¿Por qué el periodista cambia de opinión al final del artículo?

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