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Como bien sabemos, los temas centrales de la filosofía kantiana giran alrededor de la
capacidad del entendimiento, el conocimiento, la ética y el criticismo.
Kant nos muestra su filosofía a través del criticismo haciéndose tres preguntas
principales:
Dedicando a cada una de estas preguntas una obra con respuestas, Crítica de razón
pura, Crítica de razón práctica y Crítica del juicio, respectivamente.
Al referirse a capacidad del entendimiento, nos explica que nosotros solamente podemos
conocer si algo es real o no a través de nuestros propios sentidos, dando paso así al Giro
copernicano dentro de la filosofía, pues al aceptar una “realidad” a través de los sentidos,
da a lucir que cada individuo puede filtrar, imbricar y hasta modificar su propia realidad.
Kant se acercaba a la ética y a la moral a través de un pensamiento fijo en que esta debe
ser totalmente autónoma y absoluta, es decir: Yo sé que esta acción está bien, y nada ni
nadie será capaz de hacerme cambiar de opinión. Regresando al pensamiento del ser
humano como único y exclusivo centro del universo, dueño de su propia realidad y lleno
de capacidad para tomar sus propias decisiones. Categorizando a la moral como un
elemento racional, fundamentado en una ética universal.
El imperativo categórico pretende traducirse como un mandamiento autónomo (fuera e
independiente de religiones o ideologías), siendo capaz de ayudar a regir o regir
completamente un comportamiento dentro del ser humano.
Por ejemplo:
Toda mi vida me he acostumbrado a caminar con la vista baja en cualquier lugar, pues al
ser una persona tímida con desconocidos, evito cualquier contacto visual o interacción.
Un día cualquiera mi madre me mandó a la tiendo a comprar algunas cosas, y mientras
iba por la calle me encontré un gran monedero negro bastante pesado, lo primero que
hice fue mirar alrededor para ver si la persona a la que se le había caído se encontraba
cerca o no; y al no encontrar a nadie y caer en cuenta de que el monedero estaba
realmente caliente, supe que ya había estado un buen tiempo ahí tirado, por lo que lo
tomé y lo puse alado de un árbol por si la persona regresaba por el mismo camino.
Al regresar de la tienda me di cuenta de que seguía ahí, así que me lo llevé a casa.
En resumen, eso es lo que hace en las personas, sacar a flote la capacidad de controlar
la fuerza de voluntad y la moral propia, y producir aquella sensación de culpa o error si
llegamos a fallarlo o simplemente no tomarlo en cuenta.
La dialéctica hegeliana