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1.

- Tómate unos momentos para reflexionar y date cuenta de


la cantidad y calidad de estrés (eustrés o distrés) en
diferentes áreas de tu vida:

No creo que tenga demasiado estrés en mi vida. Como mucho lo


puedo tener en momentos puntuales, y no recuerdo haber llegado
nunca a una situación de estrés crónico.

Siempre me he dado cuenta de que en ciertas situaciones de estrés


agudo, teniendo muchas cosas que hacer, es cuando más eficaz soy.
Resuelvo mucho más en menos tiempo. También es cierto que
muchas veces la autoexigencia me hace estresarme. El estrés es la
reacción ante el desequilibrio entre la demanda percibida y los
recursos disponibles. Esa autoexigencia hace que la demanda
percibida sea muy alta, para los recursos, que siguen siendo los
mismos. Poco a poco voy poniendo distancia para “objetivar” esas
demandas y ver si realmente son demandas, o si lo son, ver si es
necesario resolverlas en el momento o se pueden posponer, o incluso
eliminar.

Hay un campo en las relaciones sociales que en cierto modo me


provoca estrés: el si tengo que contar o no que soy VIH positivo. No
tengo claro si las exigencias son altas o los recursos insuficientes… o
ambos. Por un lado creo que tengo que contarlo a la gente cercana, o
incluso no ocultarlo a nivel general, como no lo ocultaría si tuviera
diabetes. Y por otro lado creo no tener aún los recursos necesarios
como para hacerlo y asumir la respuesta.

A nivel laboral, tengo muchas situaciones de tensión, pero no es


demasiado habitual que llegue a una situación de estrés. En varias
ocasiones, ante muchas demandas a la vez por parte de gente con la
que trabajo, he parado y he dicho “Se tarda menos en mandar que en
hacer. Escribid por orden lo que queréis que haga, pero todo a la vez
no puedo hacerlo”. Esto ha supuesto que las demandas reales hayan
sido menos, y las percibidas vayan acordes con las reales.
Aun así, en las situaciones de emergencia, donde hay que correr
mucho porque las exigencias son reales y muy importantes, me
manejo estupendamente y me encanta. Es cierto que a veces me
sorprendo a mí mismo de lo bien que trabajo en esas situaciones,
como me organizo, y la imaginación que me surge para solucionar
según qué problemas. ¡¡El eustrés me pone mucho!!
Eso sí, he aprendido a que cuando se acaba la jornada laboral, una
vez que me quito el uniforme, procuro desconectar del trabajo. El
estrés y sus sensaciones no quiero llevármelas a casa.

Respecto a las comidas, más que relacionarlo con el estrés, lo


relaciono con la impaciencia. Hasta empezar el curso, no conseguía
prestarle atención (aunque queriendo hacerlo), ya que era más
importante lo que tenía que hacer después. Comía a toda velocidad,
sin saborear ni disfrutar el momento, y casi siempre planificando en
futuro. Voy cambiando…

Respecto al descanso y sueño, me ha costado, pero voy tomándolo


como algo necesario. En épocas de más estrés y agobio, he dormido
mal por estar siempre planificando, por vivir más en el futuro que en
el presente. También he limitado mis horas de sueño porque siempre
había algo que hacer más importante que dormir (lo cual
habitualmente no hacía aunque no durmiera)

2.- Recuerda tus estrategias ante el estrés.

Hace años, cualquier problema de un entorno laboral o personal


cercano que me llegaba, acaba haciéndolo en parte mío. Eso hacía
que las demandas fueran muy altas. Eso sí, la mayor parte de las
veces percibidas, porque me las creaba yo, no mi entorno.
En esto he cambiado bastante y me siento muy orgulloso. Yo me
ofrezco, y quien quiera mi ayuda que la pida, y ayudaré en lo que
pueda. Pero no voy a ayudar sin que se me pida porque quizás
estorbe más que ayude, y porque es una exigencia para mí que nadie
me ha pedido y que no tengo por qué crearme.
Aun así, a veces surge esta situación y salta mi piloto automático de
que tengo que ayudar y exigirme soluciones. Pero ya en poco tiempo
consigo tomar distancia y darme cuenta de que “No es mi guerra”.

Hace tiempo solía intentar solucionar todos los problemas que tenía la
vez. Al final no conseguía solucionar nada, y me producía frustración.
Aquí mi mente racional me ayudó mucho (¡¡Por una vez!!): Lo primero
priorizar problemas, y después solucionarlos de uno en uno. La mayor
parte de las veces no se llegaba a la final de la lista y no se
solucionaban esos problemas. ¿Pasaba algo por no solucionarlos?
¡¡NO!! Conclusión: No eran problemas.

3.- Comparte brevemente el punto que más te haya llamado la


atención de este tema.

Me ha gustado la diferencia entre eustrés y distrés. El estrés también


puede estar a nuestro favor.

Las 10 píldoras mindfulness contra el estrés. Son el trabajo que ya


vamos haciendo esta semana, pero yo aún no las tengo asimiladas en
mi vida. Aunque cada vez me voy dando más cuenta de que hay
pequeñas cosas que sí que se van integrando.

Y me ha encantado el cuento. Me ha costado cogerlo (es la rubia que


llevo dentro), pero al final me he identificado totalmente con el
discípulo. Siempre tengo que saber dónde voy. De hecho, para salir a
dar un paseo, me tenía que poner un objetivo, saber hasta donde
tenía que ir. Lo de pasear por el simple y placentero hecho de pasear,
me inquietaba, y lo sigue haciendo, por no saber a dónde llegar. Y el
paseo era siempre pensando en la meta, es decir, en el futuro, sin ser
consciente del presente.

4.- Comparte tu experiencia de la práctica mindfulness de


esta semana.

Las prácticas de esta semana me parecen muy útiles, pero me ha


costado acordarme de que existen. Cierto es que cuando estoy
metido en la inercia del trabajo, me cuesta identificar cuando acabo
una cosa y cuando empiezo otra, que es el momento en el que hay
que hacer la pausa entre las actividades. Sí que las pocas veces que
lo he hecho me da la sensación de que empiezo la nueva actividad
desde 0, no desde el nivel de activación que tenía en la actividad
anterior. Creo que es problema de atención, de no estar pendiente de
lo que estoy haciendo, sino de trabajar con el piloto automático.

El sándwich mindfulness lo he utilizado, versionado, en el trabajo.


Pero me cuesta para y no estar pendiente de lo que he hecho o lo que
me queda pendiente de hacer. Aun así, me ha resultado muy válido.

Y el respirar del cuerpo, no lo he practicado como tal, sino que lo he


incluido dentro de la meditación. Creo que debo practicarlo a parte de
la meditación, para que me sea más fluido dentro de ésta.

En el tema de la meditación, la verdad es que esta semana he estado


bastante removido. Voy estando más en contacto con mis
sentimientos y emociones. Aún no las identifico, pero al menos sé que
están ahí, y que me incomodan. Incluso con algún “síntoma” físico
(me tiembla la mandíbula…). Aun estando contento porque lo
considero una evolución en el proceso, me siento bastante revuelto y
a disgusto. De hecho, en alguna meditación lo que me salía era
levantarme y dejarla a medias porque no quería estar ahí. Aguanté
hasta el final (orgulloso me siento), pero la sensación, tanto en ese
momento como toda la semana ha sido bastante desagradable. Pero
es lo que tocaba…

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