Para contextualizar este periodo es necesario ubicarse en el siglo XII-XIII en el continente
europeo. Es a partir de allí que se pueden comenzar a desarrollar el pensamiento criminológico que se replica hasta la actualidad dentro del sistema penal. El surgimiento del Estado absolutista que se abrió paso a partir de los profundos cambios en la estructura político-social durante la Edad Media instaló una idea de centralización del poder y de la soberanía que previamente en la época feudal no existía. Debe recordarse que durante la época feudal el sistema estaba mas bien descentralizado, cada señor feudal o clérigo se hacía cargo de su vasallo y de la porción de tierra de la que disponía para trabajar junto con su familia que también era parte de la servidumbre. Es decir, se pasó de un modelo local a un modelo de dominio mucho mayor, casi universal. Por ello, en esta época para erigir y al mismo tiempo legitimar aquel aparato del Estado se desarrolló en forma vertical y jerárquica un discurso del poder punitivo que impondría desde arriba la ley y el orden que debiera seguir la comunidad. En la naciente monarquía se da el proceso de racionalización, o sea, en este momento el poder disperso y las formas “bárbaras” serían reemplazados por el Estado y el Derecho de la mano de la Iglesia ya que el poder emanaba directamente de un poder divino proveniente de Dios el cual legitimaba al derecho humano porque era el derecho natural en la tierra. El rey junto con el grupo de expertos -la burocracia del Estado- se arrogaría para sí las relaciones de poder dadas dentro un conflicto. Antiguamente, los habitantes de las comunidades medievales resolvían el conflicto entre ellos, de forma privada. Las disputas podían resolverse tomando una solución no punitiva a través de una compensación a la victima o su familia o en ciertos casos se daba un modelo de lucha. Los ejemplos de ello eran los llamados “juicios de Dios” u ordalía los cuales consistían en someter al acusado a una serie de pruebas públicas como podían ser la prueba del hierro candente o si el río en que se lo arrojaba lo rechazaba o lo aceptaba. Todas ellas eran parte del consenso que la comunidad había hecho en tanto estas formas no estaban impuestas por alguien más. Al haber una concentración del poder en un Estado absolutista también cambio el modelo punitivo reemplazando a la resolución de conflictos comunitaria, muchas veces caracterizada como acusatoria. El monarca confiscó el conflicto, ya no era la sociedad la que se ofendia ante un hecho, sino que el daño afectaba al soberano y alguien externo a las partes era la que debía resolverlo. Cada vez que se cometiera un crimen era el procurador del rey quien se presentaría como principal damnificado, aquí puede verse como el conflicto también le es expropiado a la victima e incluso hoy en día en muchas jurisdicciones del país la querella no es reconocida como una parte autónoma del fiscal sino adhesiva a él. Por otra parte, el acusado dejó de ser un sujeto en aquella relación bilateral y paso a ser un objeto al que había que extraerla una confesión que suponga la veracidad de los hechos a través de distintos tipos de torturas y tratos crueles y degradantes. Asimismo, la Iglesia como participe de esta nueva forma de imposición del orden introdujo los métodos de verticalidad que adoptó el Estado que en un principio habían comenzado con el derecho canónico. De la Iglesia se tomaría el ejemplo del nuevo derecho penal estatal que en sus procedimientos tenía como objetivo último la averiguación de la verdad y que hoy en día sigue existiendo. La búsqueda de la verdad requería una confesión, práctica religiosa privada que se extendió a todos para que sean expiados de los pecados y que era llevada a cabo por los monjes que dependían de la autoridad estatal para erradicar a la herejía y reconvertirlos o corregirlos de modo que no desvíen a otros cristianos y al mismo tiempo ellos mismos adoptaran las formas religiosas para su vida. Entonces, es dable destacar que todo aquel que cometiera un delito también estaba infringiendo las leyes divinas porque estaba pecando y yendo en contra de la ley natural que prescribía que lo natural era hacer el bien. La Inquisición centrara el accionar represivo en otro u otra que es distinto a los demás. La otredad constituye al enemigo interno contra el que decían luchar y al que caracterizaban como inferior al resto, es a ellos y ellas a quienes persiguen como forma de disciplinarlos. En primera instancia, había una denuncia anónima o un impulso de oficio contra el imputado de herejía, a quien se lo encarcelaba preventivamente, se lo despojaba de todos los bienes y se lo interrogaba para que confesara la verdad del crimen aplicándole tormentos que efectivizaran la búsqueda de la verdad. No había forma de que el acusado se salvara de las torturas y la muerte ya que el hecho de que resista aquellas pruebas -extraídas de las antiguas ordalías- era sinónimo de que una fuerza maligna estaba ayudándolo y si no presentaba oposición a aquellos tratos de igual forma seguían castigándolo. Otra características del proceso inquisitorial es que la forma era escrita y no oral y que la valoración de las pruebas era hecha por los jueces sin tener contacto con testigos o con el acusado, solo era necesaria la confesión. Específicamente, se perseguía a mujeres acusándolas de brujas ya sea porque tenían conocimientos o saberes que exclusivamente podían ejercer los hombres como podía ser estar instruidas o saber medicina. El otro era un gran conjunto de personas, eran mujeres, judíos, gitanos, leprosos, vagos o locos, o sea, una mayoría que debía ser reprimida y en ultima instancia excluida de la comunidad ya sea echándola como también marcándola para que la sociedad supiera quienes eran. Por ejemplo, se escribían en la piel los delitos que habían cometido, se los etiquetaba para que llevaran el estigma de por vida. Con el transcurso la Inquisición se fue convirtiendo en una terrorismo de Estado debido a que cualquiera era pasible de sospecha de herejía. Finalmente, la persecución se replicó -globalizo- al nuevo continente: América. Con el descubrimiento de Colon, los pueblos indígenas fueron diezmados para aprendan las costumbres de sus conquistadores y adoptar los rastros de civilización que le eran impuestos. Ello, en las colonias era de suma importancia ya que conformaba las identidades nacionales y justificaba el poder punitivo de los europeos fuera de su propio territorio, así como también los ayudaba al saqueo de los metales preciosos necesarios para la acumulación de riqueza de los reyes y el funcionamiento del mercado para que pueda seguir expandiéndose el imperio. El miedo al castigo fue la herramienta fundamental para imponer la obediencia al Estado y para disuadir a los demás a que cumplan con sus labores. Para ello durante este régimen se hizo uso del espectáculo publico mediante el cual se castigaba al condenado frente a la comunidad con el objetivo de que recordasen las consecuencias de desviarse del orden. En conclusión, la consolidación de la burocracia moderna y del mercado se da gracias a la construcción de un poder punitivo que atemoriza y reprime.