Sei sulla pagina 1di 9

EL ACTO (PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT) EN EL SUJETO

CONTEMPORANEO

Eugenia Flórez Z. 1
Luz Elena Gaviria 2

Grupo de investigación en Psicoanálisis con Niños (GIPN), de la NEL-Medellín 3

El título propuesto sugiere que existen diferentes modos de abordar este


problema, dado que bajo la forma del pasaje al acto  o del acting out, el sujeto
moderno se nos revela de manera muy frecuente, y muchas veces sin siquiera
hacer demanda ante ello. De lo que se trata, entonces, es de establecer las
coordenadas subjetivas que se ponen en juego para un sujeto respecto a su
acto, puesto que es lo que ha de orientarnos como principio básico del
psicoanálisis.
A lo que el sujeto moderno nos confronta, en consecuencia, es a una clínica
donde la actuación prevalece sobre el síntoma y a tratar de situar ciertas
coordenadas estructurales que permitan dar cuenta de por qué un sujeto, más
que hacer un síntoma, actúa.
Miller señala que “el acto se encuentra siempre bajo la premisa del impase que
se inaugura a causa de la no existencia de una relación de correspondencia
entre los sexos, y es eso por lo que el acto propende por un pasaje para
realizar lo imposible. De esta manera, el acto es una decisión, una osadía, algo
del orden de lo que inaugura, lo que funda, crea”.4 Sin embargo, como
respuesta ante ese imposible, el estatuto que el acto adquiera será diverso
para el sujeto, si bien el acto como acto puro sólo se realiza en la radicalidad
del suicidio consumado. Veremos más adelante esto.
ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO

Es necesario considerar algunos elementos teóricos que nos orienten con


respecto al acto, y para ello el punto de partida tiene que ser Freud. Lacan 5
subraya la manera como Freud se refiere al pasaje al acto: en tanto lo sitúa
como un más allá del principio del placer, está enteramente ligado a la pulsión
de muerte. Se deduce que un hecho en sí y por sí mismo no permite
discriminar entre acting out  y pasaje al acto. Un intento de suicidio, un suicidio
consumado, un robo, un asesinato, por ejemplo, pueden ser uno u otro.
Un segundo elemento que encontramos en Freud y que es orientador, es el
concepto de repetición. El acting out se relaciona con el concepto de repetición
-repetición de lo reprimido-, donde el sujeto actúa aquello que por la represión
de los significantes no puede recordar. Es decir, el acting out  está del lado del
sentido, del sentido reprimido; hay un significante enlazado al acting out. En
cambio, el pasaje al acto está asociado a la pulsión de muerte, separado del
eros. Hay en él una repetición, pero repetición pulsional mortífera.
Por su parte, el punto de partida en la enseñanza de Lacan tiene que ver con
comprender la función del fantasma en la economía psíquica del sujeto, puesto
que el fantasma, en la estructura subjetiva, se articula al deseo, regula el goce
y “civiliza la acción de la pulsión”.
En el Seminario “La Angustia”, Lacan retoma una distinción ya hecha por
Freud, cuando establece que la realidad psíquica es la realidad del sujeto, para
hacer el énfasis en cómo es en esta distinción entre el mundo real y la escena
del fantasma, donde está lo decisivo del aporte freudiano, puesto que el
hombre sólo puede constituirse como sujeto que habla en una estructura de
ficción que es el fantasma. Da a entender que el mundo de lo real es
inhabitable como tal. La única manera de vivir es a través de esta escena que
nos ofrece el fantasma, que enmarca al sujeto y lo hace vivible.
Esto hace pensar en lo problemático que pueda ser para el sujeto cuando no
encuentra esta estructura de ficción para asumir ciertos papeles en la vida, por
lo que es arrojado fuera del fantasma, hacia lo real y responde de la única
forma que puede: con el pasaje al acto. Es por ello que Lacan, en el
Seminario La angustia  se refiere a que La violencia real surge cuando la ficción
simbólica, la estructura simbólica que garantiza la vida de la comunidad se
desmorona”.6 Ese es un momento en el que se desgarra ese velo que el
fantasma posibilita, y sobre el cual se proyecta el sujeto en una escena,
enmarcando así la angustia estructural. Y agrega Lacan en este seminario “…la
ventana ejemplifica el límite que existe entre la escena y el mundo, ventana
que está determinada por la angustia, es decir es la angustia ese límite”.7
Por ello, atravesar el fantasma en el pasaje al acto implica que toda la
estructura del sujeto queda desarticulada, cayendo el sujeto de la escena
fantasmática. El pasaje al acto  supone entonces un atravesamiento salvaje y
radical del fantasma. Por el contrario, el acting out se inscribe siempre en la
lógica misma del fantasma.
El atravesamiento salvaje del fantasma o pasaje al acto supone un
franqueamiento de ese límite y Nos indica el signo de un acto que hace volver
al sujeto a un punto de exclusión fundamental.
El sujeto en el pasaje al acto cae fuera del campo del Otro, fuera del fantasma.
Piensen, por ejemplo en el sujeto consumidor de sustancias: en el momento de
“mayor embarazo” con la adicción, el sujeto, se precipita desde allí desde
donde está, desde el lugar de la escena donde sólo puede mantenerse como
sujeto fundamentalmente historizado. Es en este punto en el que, como lo
enseña Lacan, se revela la estructura misma del pasaje al acto.8
Desde el primer capítulo del Seminario “La angustia”, Lacan insiste en cómo
esta emoción como embarazo, es la angustia que desborda al sujeto, lo
desborda sin poder articular ninguna respuesta simbólica: no hay significante
que represente al sujeto y cae fuera de la escena a través del pasaje al acto. Es
lo que manifiestan algunos sujetos en su decir a posteriori, tratando de ponerle
palabras a sus actos: “No puedo controlarlo, es como perder las amarras y me
lanzo como loco”. Es claro que es un momento en el que el recurso al fantasma
falla, deja de actuar como soporte, y el sujeto cae, identificándose a su ser de
resto. Es un momento en el que “hay que lanzarse; no se piensa, se actúa; es
como estar fuera de todo”, manifiesta un joven tratando de explicar el
momento subjetivo antes de producir un atraco.
Cosa distinta pasa en el acting out, en el que siempre hay un marco para ese
mensaje que va dirigido al Otro. Es una identificación de un sujeto a un
significante, donde se juega el ser y el goce, pero en relación al sentido sin
perder en ningún momento la relación con el Otro. En el pasaje al acto lo que
ocurre es que el sujeto se identifica al objeto a produciéndose ahí una súbita
relación del sujeto con lo que él es como objeto a, es decir al caer el sujeto del
campo del Otro, identificándose con ese resto excluido de la operación cae;  es
un corte radical con respecto a ese Otro.
Esto es posible de constatarlo en los dichos mismos de algunos sujetos. M
manifiesta en una sesión, refiriéndose a sus actos agresores: “Llega un
momento en que me desengancho, ya no soy yo, sé que yo la golpeo, pero en
ese momento ya dejé de ser yo”. Se pierde el enlace a un significante que le dé
un sentido, el pasaje al acto se produce por la imposibilidad de recibir o de dar
respuesta ante la pregunta de ¿quién soy? Ante este interrogante sin
respuesta, cae, identificándose al objeto a, al resto.
Dos cuestiones se ponen aquí en juego. De un lado, cuando hay una
identificación al objeto a, esto implica, de una u otra manera, una cierta
voluntad de aniquilación del ser, ante esta ausencia de significante para
responder a él. De allí que el suicidio surja como paradigma de esa voluntad de
aniquilación, en la que se aísla de la manera más pura el “yo no soy” o “yo no
soy nada”, “yo sólo soy esa porquería”.
En segundo lugar, se abren algunas preguntas, puesto que si bien el pasaje al
acto  es transestructural, muchas veces nos hace pensar en los casos
inclasificables, puesto que es en la psicosis donde se observan con mayor
claridad y es en esta clínica donde el pasaje al acto alcanza su “máxima
pureza” y característica. Se verifica con mayor nitidez cómo el sujeto queda
identificado al objeto a, a su ser de desecho.
PASAJE AL ACTO Y NOMINACIÓN

En el artículo “Deseo y destino”, Guibelalde caracteriza el pasaje al acto como


una situación en la que un sujeto se embarca en algo absolutamente
insospechado, ya que en el actuar se desconoce lo que puede suceder. Es un
momento en el que no se piensa, se actúa. Se expone a lo incierto, y en esto el
sujeto se encomienda a sí mismo: “Si algo en el acto se apuesta, es algo
esencial de sí mismo: su vida, su libertad, su destino”.
Esta antinomia entre pasaje al acto y pensamiento se observa en muchas
situaciones, desde pasajes al acto  simples, hasta homicidios. Hay una rotunda
separación entre el orden simbólico y el pasaje al acto, no hay significante
detrás de este acto violento.
Miller y otros autores coinciden en cuanto al valor que obtiene el pasaje al
acto: el pasaje al acto, por más paradójico, contradictorio e incierto que
aparezca, define a posteriori al sujeto que actúa, lo deja encadenado a ese
acto que le da, siempre posteriormente un nombre, un estado civil, un signo
imaginario, una marca. Tal como expresa una frase muy usada: “Uno es lo que
hace”, y el sujeto relata sus actos y proezas porque él es alguien a partir de
esos pasajes al acto, que lo enlazan a un orden imaginario, en una relación y
reconocimiento del otro. El sujeto a través de su acto es reconocido por su
grupo, en el barrio, o incluso por la ley que convierte el acto en una huella
indeleble que ya no lo abandonará., es su “chapa” de identificación.  En su
entorno, es alguien, adquiere un nombre o un sobrenombre que reemplaza a
su verdadero nombre, que en muchos casos desaparece bajo esta nueva
nominación. En muchas ocasiones estos sujetos son conocidos por su “alias”.
Piensen en los alias de los hoy llamados re-insertados o ex-paramilitares, de
quienes desconocemos su nombre original.
El valor de acontecimiento que tiene el pasaje al acto para el sujeto, sitúa un
antes y un después que hace que a partir de una situación límite, emerja un
sujeto otro. No tiene que ser un hecho de gran magnitud; lo que cuenta es el
estatuto fundador de ese sujeto otro, que será el sujeto del acto. En algunas
circunstancias, el acto permite ser otro y en otras, el acto les permite
sostenerse, les brinda un estado civil de sujeto.
LO QUE UN CASO NOS ENSEÑA Cuando en la angustia
prevalecen los actos y no el síntoma.

El acto suicida en sí no es un fenómeno que pueda servirnos para orientarnos a


nivel del establecimiento de un diagnóstico diferencial. Es un fenómeno
transestructural, que encontramos tanto en la neurosis como en la psicosis.

Privilegiamos, en lugar del acto, la angustia, pero no de una manera


fenomenológica, sino pesquisando en ella, en su emergencia, y en su
solución. “… la angustia,  -dice Stella Solano-, es un afecto que revela lo más
singular de una existencia, ya que el fenómeno de la angustia se desencadena
para cada sujeto a partir de una contingencia, de un encuentro y es en esa
contingencia que para cada sujeto confrontado a la angustia se revela algo de
lo más singular” (…) “En la clínica tratamos siempre de construir las
coordenadas del evento que desencadenó la angustia, puesto que son siempre
fecundas”.9
Esto último es lo que ponemos de relieve en un caso estudiado en el GIPN. Un
joven de 14 años se encierra en la habitación de la terraza de su casa y ejecuta
cuidadosamente un acto suicida haciéndose varios cortes en las muñecas. Es
descubierto más tarde y logra ser salvado.

Se trata de un joven aislado de todo vínculo social, retraído a nivel escolar, sin
relación de pareja y sin amigos. Su guitarra es su compañera. Dice de ella: “la
guitarra es a la única que le cuento todo y la amo más que a cualquier cosa” .
El goce que ofrece la guitarra le evita el encuentro con el otro, le da la ilusión
de completud, de dominio, y le evita el malentendido, el no saber y demás
impasses que conocemos en la vida sexual de los seres hablantes. Llama la
atención que no había manifestado estar deprimido o con algún malestar
localizado con su familia, sus pares o en su colegio. Más bien, se presentaba
ante esos otros bajo una inercia que hace que su estado pasara un tanto
desapercibido. Su madre es quien se preocupa por su aislamiento social y lo
incita a participar de un grupo de teatro. Preparan una obra que debe ponerse
en escena. Durante un ensayo, sin esperarlo, recibe un beso de una
compañera. Lo que inmediatamente produce como respuesta es un desmayo.
Días después sucede el acto suicida.
El psicoanálisis lee los síntomas y los actos de un sujeto con un sentido
histórico y con referencia a una estructura psíquica. Más allá de lo
fenomenológico considera que “los síntomas cambian en sus manifestaciones
debido a que están en función de la lengua y del discurso del tiempo y que son
trans-históricos en su estructura”.  10
A propósito de este modo de responder del sujeto, existe un antecedente
importante como dato clínico: cuando tenía tres o cuatro años, ante una
disputa por lo sexual entre el padre y la madre, él se manifestó con un
mutismo que duró un año.

La respuesta a los enigmas del goce habían sido anteriormente tramitados por
la vía del mutismo, el retraimiento y el objeto guitarra, sin otra identificación
así fuera a alguna de las llamadas “tribus urbanas” como los punk, los emo, o
cualquiera de las que la sociedad del consumo le oferta a los jóvenes. En este
momento de su vida, frente a la sexualidad, no sólo el Otro se muestra
insuficiente para orientarlo, porque para este sujeto siempre lo ha sido, sino
que sus propias construcciones previas también se hicieron insuficientes.

Estos elementos dan cuenta que sus invenciones son radicales, mediadas por
la supresión bien sea del objeto en lo Real (la voz), o de sí mismo (ubicado él
mismo en posición de objeto, con el desmayo o con el acto suicida). El suicido
se sitúa en una clínica donde prevalece el acto sobre el síntoma, como
respuesta a lo imposible o lo innombrable. En este caso el suicidio aparenta ser
una solución. El sujeto esquivaba la inminencia del encuentro con una
sexualidad distinta a la de la infancia, para la cual no hay un saber
preestablecido. Se trata de una encrucijada tan inesperada que en gran
medida deja al joven sujeto sin recursos, entre estos, los de la palabra.11 Este
encuentro que lo desborda y que sobrepasa su capacidad habitual de
elaboración, desbarata lo cotidiano de su vida en lo que se sentía amparado.
Así se abre el abismo del sin sentido donde se instaló el acto de la muerte.

QUÉ ESTATUTO PARA ESTE INTENTO DE SUICIDIO: ¿PASAJE


AL ACTO, O ACTING OUT?

El acto se encuentra siempre bajo la premisa del impasse que se inaugura a


causa de la no existencia de una relación de correspondencia entre los sexos, y
es eso por lo que el acto propende por un pasaje para realizar lo imposible. De
esta manera, el acto es una decisión, una osadía, algo del orden de lo que
inaugura, lo que funda, crea.12 El pasaje al acto  está marcando una
imposibilidad de saber hacer con el lenguaje y con el otro sexo, mientras que
el acting out va inscrito en una relación a un otro semejante.
En ese sentido, el acto de este joven está más del lado del pasaje al acto;
frente al encuentro con lo Real sexual hay un agujero, no hay recursos,
entonces aparece la angustia y para tramitarla no le bastan los síntomas ni los
semblantes previos, el retraimiento, la guitarra, o el mutismo. Se desacomoda
la construcción que el sujeto tenía hasta ese instante.

En el acting out la angustia si hace signo para el mismo sujeto, en el pasaje al


acto, no. El sujeto pasa al acto  sin reconocer la angustia, pero la nomina con el
acto mismo incluyendo el cuerpo: Sí la lalengua  afecta al cuerpo dejando
trazas que son afectos, produciendo acontecimientos de cuerpo a título de
síntomas, en el caso lo que se observa es como el mismo sujeto hace un trazo
de goce en su cuerpo, una marca haciéndola con su propia estética singular.
Como si ese acto fuera el recurso del sujeto para inscribir algo de su goce de
lalengua en su cuerpo, porque originariamente esto no estaba articulado,
ensamblado, y entonces el sujeto lo tiene que hacer por una vía real.
La huella no participa de lo simbólico sino de lo Real, tal como dice
Lacan, “sujetos para los que el actuar ocupa el lugar del lenguaje”.13 Si hay
algo desprendido, no es lalengua, sino el lenguaje, la nominación. En este caso
el estatuto de nominación lo va a dar el corte, el cuerpo tasajeado.
Este caso nos enseña, en tanto nos muestra el anudamiento entre pasaje el
acto y la angustia, por la ausencia de un S2 y de un síntoma, lo que no le
permite al sujeto hacer una invención con el saber del inconsciente, sino que lo
lleva a responder cayendo él mismo como objeto, haciéndose él, el objeto
mismo. Es la anulación del yo que se imbrica con el objeto ante la imposibilidad
que tiene el sujeto de responder al signo de la angustia que no remite a
ninguna cosa. Imposibilidad de “recurrir a la referencia paterna para la
tramitación de la angustia vía lo simbólico”.14
En la psicosis, solo hay equivalente fantasmático y no el fantasma mismo,
porque el objeto nunca ha estado en el campo del Otro, nunca ha hecho la
negación, no tiene meta lenguaje. El Real no está agujereado por el
objeto a  como lo está en la neurosis, porque el objeto pequeño a  como plus de
goce en la neurosis es un semblante en tanto que resto de goce producto de la
articulación significante. Precisamente por ello es que este joven no ha tenido
la posibilidad de hacer lazo social, solamente se encierra a tocar guitarra, la
llama su mejor amiga, su amante, su todo -su metonimia- , y por ello es que se
puede hacer la hipótesis que el objeto a  está del lado de él y no del Otro; que
no ha negativizado el objeto.
LO REAL SEXUAL EN EL ADOLESCENTE

Todo sujeto fracasa respecto a lo real de lo sexual y signos de ello son la


angustia y el síntoma mismo. Frente a ese fracaso el neurótico tiene recursos
semánticos y además cuenta con la posibilidad de articular un semblante
privilegiado a partir de un cierto principio de orientación que es la función
fálica. “La función fálica tal como la define Lacan, es un significante del goce,
es la inscripción a nivel del semblante con la que el ser hablante cuenta para
determinarse con respecto a lo sexual”.15. En el caso comentado, este sujeto
no tiene ese significante del goce para construir un semblante y poder hacer
lazo social o sexual.
En este sentido, es posible situar en el adolescente tres paradojas: la paradoja
del imperativo “Hazte adulto sin tener recursos”, “defiéndete solo sin tener con
qué”; y la paradoja del cuerpo: un cuerpo que no responde a lo que estaba
habituado. Y el joven intenta construir respuestas a lo sexual. Pero si no hay
recursos porque desfallece la función fálica o porque ésta nunca ha estado
presente, entonces, como el síntoma no abrocha lo imaginario, lo simbólico y lo
real, las otras respuestas factibles son: el pasaje al acto como elección forzada,
una identificación imaginaria rigurosa, o la construcción de un aparato de
elucubración de saber, el delirio.

ALGUNAS COORDENADAS BORROMEAS ORIENTADORAS

“Se trata de situar ciertas coordenadas estructurales que permitan dar cuenta
del por qué un sujeto, más que hacer un síntoma, actúa”,16 nos dice Fridman.
Esto lo entendemos de la siguiente forma: ¿Cuáles son los recursos
sintomáticos, las invenciones de semblantes, los enganches de que ha
dispuesto el sujeto para enfrentar el agujero, el significante que falta, la
angustia, o las iniciativas para orientarse frente a la inexistencia del Otro?,
¿cómo se las arregla con lo sexual?, ¿cuál es la realidad que se ha procurado?,
¿en qué puntos aparece la angustia?, ¿Qué objeto es el que privilegia y cuál es
el uso singular que da a ese objeto? Esas preguntas son las que orientan
respecto a la estructura del sujeto y sobre qué recursos pueden ser utilizados
más adelante durante el proceso.
En el acto suicida miramos el detalle. En el caso que nos ocupa, este muchacho
planea dejar un resto de su acto: un objeto estético. Ha estudiado el gesto
suicida, ha consultado en Internet, sabe de la anestesia que debe aplicarse,
estudia las diferentes formas, elige el corte, un corte particular, (diferente al
tradicional): longitudinal sobre el antebrazo y varios cortes transversales. Una
vez sobrevive, estas intervenciones sobre el cuerpo continúan siendo un
elemento fundamental para este sujeto, que cuando es llevado al servicio de
urgencias, orienta al médico que lo sutura sobre cómo debe hacerlo y cuida
muy bien de su herida posteriormente. Este es un rasgo en el que el objeto
mirada recae sobre el propio cuerpo, bajo una estética del corte y la sutura. La
estética de la herida regula, localiza, la mirada del Otro. Es así como se
presenta ante la analista, demandando mirada sobre la sutura.

EL ANALISTA Y SU QUE HACER FRENTE AL ACTO DEL


SUJETO.

La estrategia para hacer posible la relación transferencial, el lazo a un analista,


es a partir de escuchar y leer cuál es la brújula que orienta su vida, lo qué lo
mantiene enganchado a su existencia: en este caso, como hipótesis, el valor
que da a la mirada del Otro sobre su estética singular. Se puede afirmar que en
ese lugar emerge el sujeto y deja ver en donde goza con el objeto, es decir,
que no es el objeto de la tecnología solamente el que está en juego allí, sino
que el cuerpo goza cuidando que el otro mire la herida hecha. El analista
acompaña al sujeto en esta invención. Es importante señalar, que si bien le
permite modular el goce y pacificarse en el lazo social, ese semblante va a
ponerse a prueba en un nuevo encuentro con una mujer. Y al respecto, ante la
carencia en el sujeto de una elaboración, el analista podría proponerle una
construcción al respecto.

En conclusión, si uno de los modos de tratamiento de la angustia pasa por el


consumo del objeto a, donde el sujeto termina siendo consumido, la propuesta
del discurso analítico es que sea el analista el que ocupa el lugar de objeto
pequeño a, bien sea para causar el deseo de querer saber, o para valorizar el
significante S1 como principio de legitimidad, y el i(a) como brújula para el
deseo.
El analista privilegia su lugar como objeto a frente a un S1 y un i(a) del sujeto,
separándose de cualquier moral aplicable a la situación, o diferenciándose de
la exigencia que le hace el Otro social o parental.
Hay que ocupar el lugar de objeto a para que el sujeto produzca su propia
nominación, poder nombrar  lo que está viviendo. Es decir, los nombres son
terapéuticos para la angustia.
Notas:
1 Asociada a la NEL-Medellín. Psicóloga de la Universidad de Antioquia. Especialista en clínica y
salud mental, Universidad Pontificia Bolivariana.

2 Psicoanalista, miembro de la AMP y de la NEL-Medellín. Psicóloga Universidad de Antioquia.

3 El material clínico y las elaboraciones que sirvieron de base para esta clase del curso, fueron
discutidos y trabajados en el Grupo de Investigación en Psicoanálisis con niños GIPN, de la NEL-
Medellín. Este grupo está inscrito como actividad regular de la sede. Está integrado por José
Fernando Velásquez, Luz Elena Gaviria (Responsables), Juan David Arango, Luz Adriana Bedoya,
María Mercedes Botero, Marlon Cortés, Eugenia Flórez, Luis Fernando Gómez, Reina Amparo
Lopera, John Jairo Quiceno, Cecilia María Restrepo, Jorge Iván Zapata.

4 Miller, Jacques-Alain, Jacques Lacan: anotaciones sobre su concepto de paso al acto. En:


Infortunios del acto analítico. Buenos Aires: A. Tuel Editores, 1993.
5 Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 5: Las formaciones del inconsciente. Clase 13. Buenos
Aires: Paidós. 1999.
6 Lacan. J. El Seminario, Libro 10: La Angustia. Buenos Aires: Paidós. 2006
7 Ibid

8 Ibid, pág 128

9 Solano, Estela, La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe, No. 4. Disponible
en: http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm.
10 Ortega de Spurrier, Piedad, Adolescentes, depresión y modernidad. En: Virtualia Revista de la
Escuela de la Orientación Lacaniana. Año V, Número 14. Enero / Febrero 2006. Disponible en:
http://www.eol.org.ar/virtualia/014/default. asp?dossier/spurrier.html
11 Idem.

12 Miller, Jacques-Alain, Op. Cit.

13 Lacan. Jacques, El Seminario, Libro 10: La Angustia. Buenos Aires : Paidós. 2006.
14 Zawady, Megdy, El acting out, la angustia y el influjo del superyó. En: The Wannabe No. 4.
Disponible en: http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov. htm
15 Solano, Estela. La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe No. 4. Disponible
en: http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm
16 Fridman, Pablo. La determinación suicida en la psicosis. Revista Lacaniana de Psicoanálisis,
publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), Nº 2, Septiembre de 2004, Buenos
Aires.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bassols, Miquel. El acto y su borramiento. En: Virtualia Revista de la Escuela de la Orientación
Lacaniana. Año I, Número 3. Octubre de 2001. Disponible en http://www.eol.org.ar/virtualia/003/
default.asp?notas/mbassols-01.html

Brodsky, Graciela, Epidemias actuales y angustia. Buenos Aires : CIEC (Centro de investigación y


estudios clínicos), 2007
Fleischer, Débora, El suicidio en la obra de Lacan. Disponible en:
http://www.elistas.net/lista/descartes/archivo/indice/141/msg/150/
Fridman, Pablo. La determinación suicida en la psicosis. Revista Lacaniana de Psicoanálisis,
publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), Nº 2, Septiembre de 2004, Buenos
Aires.
Guibelalde, Gabriel, Deseo y destino: Contribuciones para un psicoanálisis de las transgresiones.
Córdoba : Editorial Dimas, 1998.
Lacan, Jacques. El seminario, Libro 10: La angustia. 1963. Buenos Aires: Editorial Paidós, 2006
Lacan, Jacques. Función del Psicoanálisis en Criminología. En: Escritos 1. Buenos Aires: Editorial
Siglo XXI, 1985.
Lacan, Jacques: Intervenciones y textos 1. Buenos Aires : Editorial. Manantial, 1988
Miller, Jacques-Alain, Jacques Lacan: anotaciones sobre su concepto de pasaje al acto. En:
“Infortunios del acto analítico”, Buenos Aires : A Tuel Editores, 1993.
Ortega de Spurrier, Piedad, Adolescentes, depresión y modernidad. En: Virtualia Revista de la
Escuela de la Orientación Lacaniana. Año V, Número 14. Enero / Febrero 2006.
Solano, Esthela, La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe No. 4.
http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm
Zawady, Megdy, El acting out, la angustia y el influjo del superyó. En: The Wannabe No. 4.
Disponible en: http://www.nelamp. com/tw/04/tw04_mov.htm

Potrebbero piacerti anche