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HERVÉ LEGRAND

ABUSOS SEXUALES Y CLERICALISMO

El año 2018 ha revelado la amplitud insospechada de los abusos se-


xuales cometidos por los miembros del clero católico y sobre todo su
disimulación sistemática por la jerarquía. La Iglesia católica se encuen-
tra asimismo bajo la presión de sus propios fieles y de la opinión pú-
blica. Ante la extrema gravedad de la situación, el papa Francisco ha
tomado dos decisiones importantes: poner fin a la “cobertura de los
abusos” y remediar las causas institucionales, principalmente el cleri-
calismo.

“Abus sexuels et cléricalisme”, Études, abril 2019, 81-92

Delitos sexuales y como el clero. Estos abusos son


deficiencias institucionales pues previsibles y verificados en
la Iglesia.
En ciertos medios, se incrimi‑ El papa Francisco estima que,
na la influencia de la liberalización al escándalo de los hechos en sí, se
de las costumbres a partir del Ma‑ le añade el escándalo –más incom‑
yo de 1968. Haciendo esto, se ol‑ prensible aún– originado por los
vida que desde entonces, se ha ad‑ superiores religiosos y los obispos
quirido una mayor conciencia del que han ocultado sistemáticamen‑
lazo potencial entre sexualidad, te los delitos. De este modo, pro‑
poder y violencia, como el movi‑ tegiendo a los depredadores han
miento Me Too demuestra amplia‑ ignorado a las víctimas y traicio‑
mente. El diagnóstico del papa nado la confianza de los jóvenes y
Francisco se basa en esta correla‑ de sus padres. Sin medir la extre‑
ción que, en todos los ámbitos de ma gravedad de su conducta, y
la vida y del trabajo, conduce la siendo responsables de su institu‑
sexualidad de los fuertes a impo‑ ción, su primer reflejo ha sido pro‑
nerse a los débiles. Los abusos se‑ teger y salvaguardar su reputación.
xuales tienen siempre esta dimen‑ Un segundo reflejo ha sido querer
sión. Los autores de estos abusos comprender a los abusadores en
sobre menores tienen siempre un términos psicológicos (por ejem‑
perfil idéntico: padres incestuosos plo, imponiendo psicoterapia) o en
(80% de los casos juzgados), pro‑ términos teológicos (otra parro‑
fesores, entrenadores deportivos, quia permitirá al pecador arrepen‑
directores de coro, o jefes scouts. tirse…). Sin embargo, ante el mal
Son figuras de autoridad en con‑ no se trata de encontrar explicacio‑
tacto con personas vulnerables, así nes, sino de combatirlo y evitar que
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prospere. La misericordia viene Dios en su unidad, pues no reco‑
después. noce más que laicos subordinados
en todo a los clérigos que son en
Cuando el papa Francisco re‑
todo superiores hasta en la muer‑
pite que “decir no al abuso es de‑
te. Este Código es un reflejo fiel
cir no, de manera categórica, a to‑
de la eclesiología de la época, co‑
da forma de clericalismo”, es
mo lo expuso san Pío X en su en‑
claramente consciente que el tipo
cíclica dirigida a la Iglesia de
de autoridad y de poder reconoci‑
Francia: “La Iglesia es por esencia
do a los clérigos en la Iglesia ca‑
una sociedad desigual, compren‑
tólica deben ser reformados. Por‑
diendo dos categorías de personas;
que, en este caso, facilita la
los pastores y el rebaño (…). Estas
actuación de los delincuentes po‑
categorías son tan distintas entre
tenciales y les proporciona así una
sí que solo reside en el cuerpo pas‑
cobertura que nos ha llevado a una
toral el derecho y la autoridad ne‑
gestión desastrosa de estos abusos.
cesarios para dirigir a todos los
Conviene pues analizar rigurosa‑
miembros de la sociedad; respec‑
mente el fenómeno del clericalis‑
to a la multitud, no tiene otro de‑
mo.
recho que el de dejarse conducir
y, como dócil rebaño, seguir, a sus
pastores.”
Una Iglesia dividida entre
clérigos y laicos Esta distinción entre gobernan‑
tes y gobernados se verifica asi‑
mismo rígidamente entre cele‑
Para evitar hablar del clerica‑
brantes y asistentes, enseñantes y
lismo en términos vagos y mal de‑
enseñados. Era ampliamente acep‑
finidos, lo mejor es referirnos al
tada en el momento de la convo‑
Código de derecho canónico de
catoria del concilio Vaticano II,
1917, en vigor hasta el 1983. En él
como lo atestigua la revista oficial
se consagra una Iglesia del clero,
de la Acción Católica Obrera fran‑
dedicando solamente un canon ge‑
cesa: “En el plano de la fe, el obis‑
neral a los laicos: “Los laicos tie‑
po es doctor. El diálogo entre el
nen el derecho de recibir del cle‑
obispo y los laicos cristianos es
ro, conforme a las reglas de la
ciertamente posible, pero el laico
disciplina eclesiástica, los bienes
solo puede ser enseñado, solo pue‑
espirituales y especialmente los
de recibir. La jerarquía se hace
bienes necesarios para la salva‑
cargo de él. Aceptar su condición
ción” (canon 682). En la Iglesia,
es un signo de comportamiento
los laicos no parecen disfrutar más
adulto.”
que de los derechos concernientes
a los ciudadanos extranjeros, resi‑ Para nuestro propósito importa
dentes y protegidos; solo los clé‑ poco saber como se ha llegado a
rigos gozan de plena ciudadanía. una concepción de la Iglesia tan
Este Código ignora al pueblo de alejada del Nuevo Testamento,
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pues el Vaticano II la ha deslegiti‑ tendrá en ningún caso más que un
mazado claramente reanudando la carácter consultivo. Como contra‑
teología del pueblo de Dios y afir‑ partida, Juan Pablo II y Benedicto
mando la igual dignidad de todos XVI apoyarán fuertemente el de‑
los cristianos y su común respon‑ recho de asociación de los laicos,
sabilidad en una Iglesia de comu‑ previsto en el mismo Código. Así
nión. Así leemos en Lumen Gen‑ se multiplicarán los movimientos
tium 37: “Los pastores con la carismáticos o no. Deudores de su
ayuda de la experiencia de los lai‑ existencia a la Santa Sede, se mo‑
cos podrán juzgar más claramente verán en una configuración de la
y exactamente tanto en materia es‑ “comunión jerárquica” en la que el
piritual como en la temporal y así adjetivo importa más que el sus‑
toda la Iglesia, reforzada por todos tantivo.
sus miembros, podrá cumplir efi‑
De hecho, el gobierno de la
cazmente su misión para la vida en
Iglesia queda estrictamente en ma‑
el mundo.”
nos de los clérigos. Así, el carde‑
Según este texto, el Concilio nal Jan Pieter Schotte, secretario
hace depender la justeza del dis‑ general del Sínodo de los obispos,
cernimiento espiritual de los pas‑ expresa el derecho, en vigor en el
tores de su proximidad con los lai‑ Código revisado, al declarar: “No
cos. Rechaza al mismo tiempo la os engañéis, en la Iglesia católica,
escisión entre clérigos y laicos, he‑ un cura de parroquia no ha de ren‑
redada de la reforma gregoriana, dir cuentas a nadie salvo a su obis‑
que confinaba a los laicos lo tem‑ po; un obispo no ha de rendir cuen‑
poral y reservaba lo espiritual a los tas a nadie salvo al papa; y el papa
clérigos. no ha de rendir cuentas más que a
Dios.” Todo esto justifica el propó‑
El concilio Vaticano II ha
sito del papa Francisco según el
acompañado esa reforma doctrinal
cual “el clericalismo engendra una
mediante la creación de estructu‑
escisión en el cuerpo eclesial”. Va‑
ras institucionales que permitan a
mos a explorar sus fundamentos
los bautizados ser sujetos de dere‑
ideológicos.
cho en la Iglesia mediante los sí‑
nodos diocesanos, los concilios
provinciales y toda una serie de
¿Superioridad de los
consejos pastorales y económicos.
clérigos?
El nuevo código, previsto por Juan
XXIII, debía redactar los decretos
de aplicación. De hecho, el código El clericalismo, escribe el papa
promulgado por Juan Pablo II en Francisco, “está favorecido por los
1983, redujo al mínimo este dere‑ mismos sacerdotes o por los laicos
cho de la comunión. Ningún sí‑ (…) esta manera desviada de con‑
nodo o consejo que comprenda lai‑ cebir la autoridad en la Iglesia (…)
cos es declarado obligatorio y no tiende a devaluar la gracia bautis‑
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mal que el Espíritu Santo ha pues‑ Una práctica tan decisiva simbó‑
to en el corazón de los fieles.” El licamente situaba a los laicos en
papa no incrimina ni a todos los el no-saber que se les inculcó a fi‑
laicos ni a todos los sacerdotes, pe‑ nales del siglo XIX, como atesti‑
ro llama la atención sobre el me‑ gua la encíclica ya citada de san
canismo de sus relaciones. En tér‑ Pio X y sus numerosas paralelas.
minos sociales, este mecanismo se La preocupación del papa Fran‑
pone en marcha cuando los cléri‑ cisco por valorar el aporte positi‑
gos inculcan a los laicos su no-po‑ vo de los fieles en el ejercicio del
der y su no-saber, al afirmar su magisterio no dará más de sí, pues
propia elección y su superioridad el papel activo que Lumen Gen‑
por el hecho de la gracia de su or‑ tium 37 les asigna no se encuentra
denación. en Dei Verbum. El análisis muy
Desde hace siglos, es por sus preciso que hace el arzobispo Gé‑
poderes que los catecismos más rard Defois remarca que la pala‑
autorizados definen a los sacerdo‑ bra del magisterio tiene un único
tes en oposición a los laicos que sentido: éste no recibe nada del
quedan desprovistos de los mis‑ entorno, ni de la memoria del gru‑
mos. Es el caso del Catecismo del po, ni de la experiencia que el gru‑
concilio de Trento, del Catecismo po hace de esta palabra. “Es un
católico del cardenal Pietro Gas‑ circuito sin feedback, cerrado so‑
parri, del Catecismo nacional de bre su propio funcionamiento (…)
Francia que define al sacerdote co‑ sin ninguna corrección posible pa‑
mo “el poder de cumplir las fun‑ ra poder mejorar la difusión y
ciones sagradas”, el poder de con‑ transformar el mensaje.” Los fie‑
sagrar y de absolver, que no tienen les están allí presentes como “hi‑
los laicos. El Catecismo de la Igle‑ jos de la Iglesia, objetos de la ac‑
sia católica de 1992 conserva al‑ ción de la jerarquía o sujetos de
gunas trazas del mismo: cita una deberes”. Son “alimentados, ins‑
encíclica de Pío XII por la cual “a truidos, informados, exhortados;
causa de la consagración sacerdo‑ se les comunicarán las inmensas
tal que ha recibido, el sacerdote riquezas de la palabra divina; se
disfruta del poder de actuar por les traducirá el texto, se les per‑
poder del mismo Cristo a quien re‑ mitirá el acceso”, etc.
presenta.” Tal enseñanza modela El papa Francisco se ha des‑
evidentemente las relaciones de los marcado de una concepción exclu‑
laicos con el clero. sivamente autoreferencial del ma‑
Esto nos lleva también a la gisterio. De acuerdo con Lumen
cuestión del saber o más bien del Gentium, entiende la Iglesia como
no-saber. Hasta el Vaticano II, to‑ pueblo de Dios, cuerpo de Cristo
da la liturgia y todos los sacra‑ y templo del Espíritu Santo, con‑
mentos se celebran en una lengua cibe el acceso del pueblo de Dios
que solo entendían los clérigos. a la verdad de una manera mucho
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más sinodal, en una escucha mu‑ no en la llamada que la Iglesia ha‑
tua entre los tres polos de la vida ce a un cristiano cuya aptitud dis‑
de la Iglesia que son la jerarquía cierne. Sin embargo, veinte años
la teología y los fieles. Cada uno más tarde, Pío XI exige a los su‑
de estos polos debe tener en cuen‑ bordinados que juren sobre los
ta los otros dos. Si no, el pueblo, santos evangelios. “Yo experimen‑
según el caso, podría caer en la su‑ to y siento que Dios me llama real‑
perstición, los teólogos en el ra‑ mente”, consagrará este subjetivis‑
cionalismo y la jerarquía en lo ar‑ mo moderno ruinoso para el
bitrario. equilibrio entre la elección por la
Iglesia y la elección por Dios, au‑
Se podría decir que se han ci‑ tonomizando al clero en relación
tado los textos del no-poder y con los fieles.
no‑saber de los laicos sin situarlos
en su contexto histórico, teniendo Es difícil negar que, a lo largo
solamente un valor arqueológico de la historia, se han sobreestima‑
después del Vaticano II. Pero la do teológicamente los efectos de
asociación de los laicos con el la ordenación. Al sacerdote se le
no‑poder y el no-saber persiste to‑ describe como “otro Cristo”, “me‑
davía: el “poder sagrado” queda diador entre Dios y los hombres”
como una de las categorías fun‑ y ”sacerdote para la eternidad”.
damentales del Código revisado Jean-Jacques Olier enseña asimis‑
en 1983, con todas sus consecuen‑ mo que los sacerdotes son “las
cias. fuentes fecundas e inagotables de
todas las gracias; todo lo que se
Según el papa Francisco, “el opera de santo, de grande y de di‑
clericalismo nace de una visión eli‑ vino en la Iglesia emana de ellos y
tista y exclusiva de la vocación que opera por su santo ministerio”. Y
interpreta el ministerio recibido prosigue: “el sacerdote participa
como un poder a ejercer”. De he‑ con el Padre y con el Hijo en el po‑
cho, la vocación es comúnmente der de enviar el Espíritu Santo al
entendida como una elección de mundo”.
Dios, pues sería una llamada di‑
recta de Dios, interior y misterio‑ Ciertamente, el Vaticano II ha
sa, que proviene directamente del reequilibrado esta “espiritualidad
mismo Jesús y que implica la re‑ sacerdotal”, pero ha retomado al‑
nuncia a una vida familiar y la pro‑ gunas expresiones técnicas suscep‑
mesa de una entrega total. tibles de ambigüedad: los sacerdo‑
tes “actuan en la persona de Cristo”,
Este concepto de la vocación (Lumen Gentium 28); la ordena‑
es contrario a la tradición recorda‑ ción los marca con carácter inde‑
da por san Pío X en 1912: “la vo‑ leble, entendido por algunos como
cación no consiste en modo algu‑ creando una diferencia ontológica
no en una invitación del Espíritu entre sacerdotes y fieles, funda‑
Santo a abrazar el sacerdocio”, si‑ mentada, erróneamente, en la di‑
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ferencia “esencial y no solo de gra‑ Los efectos producidos por
do” entre su sacerdocio y el de los un clericalismo autoritario
laicos, y no entre sus personas (Lu‑
men Gentium 10). En esta com‑ Es evidente que ni los obispos
prensión errónea, la concepción ni sus colaboradores, ni los altos
cristiana de la santidad, cuyo ori‑
cargos de la Curia romana que han
gen es el bautismo, es absorbida en
encubierto a los delincuentes, no
la categoría de lo sagrado.
son monstruos que hagan el mal
Esta breve referencia es sufi‑ deliberadamente. Sin embargo, es
ciente para mostrar por qué el pa‑ necesario identificar algunos de
pa Francisco se inquieta al ver “el los factores que han conducido a
clericalismo devaluar la gracia estos responsables a ignorar a las
bautismal”. La gracia bautismal es víctimas y a no romper un silen‑
igualmente devaluada en los sacer‑ cio guardado durante tan largo
dotes influenciados por esta pseu‑ tiempo.
do-espiritualidad sacerdotal, pues
el bautismo es el único fundamen‑ Cuando el papa Francisco ve
to de su santidad. en el clericalismo el origen de los
abusos sexuales y su encubrimien‑
¿Cómo no ver que el clericalis‑ to, señala al propio tiempo algunas
mo, es decir, la estructura binaria conductas institucionalizadas en el
de la Iglesia y la pseudo-espiritua‑ mundo clerical que constituyen
lidad que lo justifica, conduce di‑ muchos parámetros del desastre.
rectamente al silencio, o a su co‑ Analizaremos aquí cuatro entre
laboración en la disimulación de ellas, aunque seguramente existan
los abusos? Considera impensable, otras.
en efecto, la figura de un sacerdo‑
te perverso. Y, desde aquí, se pien‑ El primer parámetro reside en
sa forzosamente que los menores la extensión desconsiderada a to‑
són víctimas de la fascinación y, dos los abusadores del secreto es‑
si los hechos son comprobados, pecíficamente requerido solo en el
muchos no querrán atentar contra caso en que un delincuente se con‑
la reputación del clero en su con‑ fiese de abusos sexuales cometidos
junto con una denuncia. Estas re‑ como parte de la confesión (solli‑
presentaciones agravan la victimi‑ citatio ad turpia). Este pecado,
zación de las personas abusadas: que concierne a la santidad de la
se les había inculcado una confian‑ confesión, es tan grave que la ab‑
za absoluta en su agresor; verse solución del mismo está reserva‑
traicionadas no puede sino des‑ da, según Benedicto XVI, exclu‑
truirlas interiormente, agravar sus sivamente al papa por medio del
sentimientos de culpabilidad y Santo Oficio. Cualquier otra abso‑
hundirlas en este silencio que las lución sería nula y penalizada con
víctimas guardan durante largos excomunión (canon 2336). Para
años. proteger, al mismo tiempo, el se‑
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creto de la confesión, el derecho ral de los obispos y de los supe‑
impone la más estricta confiden‑ riores religiosos que siguen el
cialidad a todos aquellos –escriba‑ ejemplo de la Santa Sede. Por otra
nos, abogados o simples testigos– parte, el privilegio del fuero era
que han podido estar al corriente reclamado en los concordatos de
y ante todo al mismo obispo. Las la primera mitad del siglo XX y,
víctimas no son mencionadas si no aun sin concordato, la costumbre
es para advertirles de la obligación llevaba a la policía de ciertos paí‑
de denunciar al sacerdote acosa‑ ses católicos a cerrar los ojos ante
dor, en el plazo de un mes, bajo pe‑ los delitos del clero. Sin embargo,
na de excomunión si no lo hace es erróneo reprocharle al papa
(canon 2368). El Código de 1983 Francisco la misma mentalidad
continúa ignorando a las víctimas cuando invoca la inmunidad diplo‑
(canon 1387). mática del Estado vaticano para
La protección de la santidad y evitar que el prefecto de la Con‑
del secreto de confesión conduce gregación para la doctrina de la fe
así a la imposibilidad de denunciar comparezca como testigo ante un
a los culpables a las autoridades tribunal francés. Se recurrió a es‑
judiciales para que puedan tener te medio para salvaguardar el se‑
conocimiento de los mismos. Sin creto de la confesión, pues la fun‑
embargo, por rutina, y seguramen‑ ción del prefecto en cuestión
te también para proteger la reputa‑ comporta el trato de casos perso‑
ción del clero, los otros delitos se‑ nales que se sitúan en este regis‑
xuales, cometidos fuera de la tro. Otros gobiernos como el de
confesión, han estado igualmente Australia desearían que este se‑
cubiertos por el secreto, con los creto, como el secreto médico, sea
efectos que actualmente aparecen eliminado en caso de pedofilia. El
al descubierto. secreto de la confesión no es ne‑
gociable.
Un segundo parámetro reside
en las reminiscencias del “privile‑ El hecho que, en la Iglesia ca‑
gio del foro” que, desde la época tólica, el poder jerárquico se ejer‑
constantiniana, permite a la jerar‑ ce sin que sus titulares tengan que
quía sustraer a sus clérigos delin‑ rendir cuentas, constituye un ter‑
cuentes de las jurisdicciones civi‑ cer parámetro. La Reforma se ele‑
les para juzgarlos ella misma. vó contra este tipo de gobierno, es
Esta mentalidad permanece muy decir, el que nadie tenga el derecho
viva durante el pontificado de Juan de discutir y de juzgar. Después
Pablo II: por esto su Secretario de del Vaticano II este poder ha sido
Estado y su prefecto de la congre‑ reconducido. Una estructura tal es
gación del clero intervienen ofi‑ doblemente propicia a los abusos
cialmente para sustraer a sus clé‑ sexuales, en el sentido de que son
rigos culpables de la justicia civil. siempre perpetrados por personas
No es raro, pues, el silencio gene‑ que ocupan cargos de poder, de
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prestigio, o con un carisma perso‑ gencia de este tipo de silencio no
nal; y que, por otra parte, los cul‑ ha favorecido otro tipo de silencio,
pables son tanto más fácilmente el que los superiores religiosos,
cubiertos cuando sus responsables obispos e incluso cardenales pagan
institucionales no han de rendir muy caro hoy en día, y la misma
cuentas a nadie, ni siquiera a la jus‑ Iglesia con ellos.
ticia civil.
Por su parte, los laicos quedan
Un cuarto parámetro explicati‑ relegados a hablar o a rechazar el
vo reside en el magisterio jerárqui‑ sustento financiero de su Iglesia.
co poco proclive a escuchar el sen‑ La participación de los laicos, pa‑
sus fidelium y que es reticente a dres y madres de familia, en los
promover la reflexión permanente diferentes apartados de la vida de
en la Iglesia. Consciente, pues, de la Iglesia cambiaría la situación. El
los límites de un magisterio auto‑ papa Francisco resume esta parti‑
referencial, el papa Francisco, apo‑ cipación en las responsabilidades
yado en el Vaticano II (Lumen gen‑ en la puesta en marcha de una si‑
tium 12) recuerda de vez en nodalidad fiel a las orientaciones
cuando la infalibilidad del entero del Vaticano II, que han quedado
pueblo de Dios. Concretamente, en a la sombra hasta ahora, y que no
los Sínodos sobre la familia, ha hay que confundir con la democra‑
querido articular, de forma más es‑ tización de la Iglesia. Estas refor‑
trecha, los pasos colegiales y sino‑ mas deberán ir acompañadas de
dales, enviando cuestionarios a to‑ las profundizaciones teológicas re‑
dos los obispos para ser trabajados queridas, especialmente en el do‑
en las diócesis. Esto permitiría a minio de la sexualidad, de la teo‑
los doscientos padres sinodales, to‑ logía de los ministerios y de la
dos ellos de sexo masculino y cé‑ espiritualidad sacerdotal y, más
libes, tratar más adecuadamente globalmente, de la eclesiología.
las cuestiones relativas al cuerpo,
a la sexualidad, a los equilibrios Orientarse hacia un gobierno
afectivos en un contexto más ecle‑ más sinodal en todos los registros
sial que el de la promulgación de de la vida de Iglesia no es un re‑
Humanae vitae (1968). En este ám‑ quisito solamente para salir de la
bito la correlación entre el magis‑ crisis actual. Sin esta reforma, la
terio, el sentido de la fe de los fie‑ renovación de la pastoral y de
les y el trabajo teológico parece nuestro compromiso ecuménico
vital. Los teólogos, por su parte, sería difícil. Este objetivo exigirá
habían renovado muchas de las una reflexión permanente, poco
cuestiones en el ámbito de la se‑ propiciada hasta el presente, lo que
xualidad, pero el silencio les fue explica también la apatía espiritual
impuesto autoritariamente en los y la ignorancia más o menos cul‑
debates consecutivos a Humanae pable que han conducido a la cri‑
vitae. Cabe peguntarse si la exi‑ sis actual y a sus consecuencias.
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Frente al mal ha faltado vigi‑ da que refugiarnos en Dios, con las
lancia, cuando se podía y debía ac‑ últimas palabras de la plegaria que
tuar. Debemos imponernos ante el el Señor nos ha dejado: “Líbranos
mal radical. No tenemos otra sali‑ de todo mal.”

Condensó: Joaquim Pons

Con frecuencia, la religión bíblica se presenta como un combate a favor


de Yahveh del Pueblo contra los “dioses”. Inevitablemente, cada época tiene
sus propios dioses. La modernidad europea entronizó al “dios dinero” con
un fervor desconocido en otras épocas de la humanidad. Seguramente, la
imagen del Dios de la tradición judeocristiana, tan desacreditada y sospecho-
sa para muchos, volverá a ser familiar y afectuosamente reconocida en la me-
dida que la lucha contra el dios del capitalismo tenga éxito. Y tendrá éxito si
los cristianos –los que encuentren interesante eso de ser cristiano– siguen el
ejemplo del “buen samaritano”, porque la imagen del Dios cristiano se esta-
blece en función del reconocimiento del otro: “Quien no ama a su hermano,
a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20). Las imágenes y
los nombres de Dios no son la imagen y el nombre de Dios “en sí”, sino que
son funcionales “para nosotros”: se hallan en contextos concretos que están
sujetos a los cambios y veleidades a los que nos tiene acostumbrados la his-
toria. Lo que es permanente e irrenunciable en las imágenes y los nombres
del Dios cristiano es la referencia al prójimo: eso es lo constitutivo cristiano.
En el momento presente, en medio de la innegable crisis de Dios, el amar al
prójimo como a sí mismo es el camino para que Dios no sea un extraño en
nuestra propia casa.

Lluís Duch, Un extraño en nuestra casa, Herder, 2011, p.272

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