El año 2018 ha revelado la amplitud insospechada de los abusos se-
xuales cometidos por los miembros del clero católico y sobre todo su disimulación sistemática por la jerarquía. La Iglesia católica se encuen- tra asimismo bajo la presión de sus propios fieles y de la opinión pú- blica. Ante la extrema gravedad de la situación, el papa Francisco ha tomado dos decisiones importantes: poner fin a la “cobertura de los abusos” y remediar las causas institucionales, principalmente el cleri- calismo.
“Abus sexuels et cléricalisme”, Études, abril 2019, 81-92
Delitos sexuales y como el clero. Estos abusos son
deficiencias institucionales pues previsibles y verificados en la Iglesia. En ciertos medios, se incrimi‑ El papa Francisco estima que, na la influencia de la liberalización al escándalo de los hechos en sí, se de las costumbres a partir del Ma‑ le añade el escándalo –más incom‑ yo de 1968. Haciendo esto, se ol‑ prensible aún– originado por los vida que desde entonces, se ha ad‑ superiores religiosos y los obispos quirido una mayor conciencia del que han ocultado sistemáticamen‑ lazo potencial entre sexualidad, te los delitos. De este modo, pro‑ poder y violencia, como el movi‑ tegiendo a los depredadores han miento Me Too demuestra amplia‑ ignorado a las víctimas y traicio‑ mente. El diagnóstico del papa nado la confianza de los jóvenes y Francisco se basa en esta correla‑ de sus padres. Sin medir la extre‑ ción que, en todos los ámbitos de ma gravedad de su conducta, y la vida y del trabajo, conduce la siendo responsables de su institu‑ sexualidad de los fuertes a impo‑ ción, su primer reflejo ha sido pro‑ nerse a los débiles. Los abusos se‑ teger y salvaguardar su reputación. xuales tienen siempre esta dimen‑ Un segundo reflejo ha sido querer sión. Los autores de estos abusos comprender a los abusadores en sobre menores tienen siempre un términos psicológicos (por ejem‑ perfil idéntico: padres incestuosos plo, imponiendo psicoterapia) o en (80% de los casos juzgados), pro‑ términos teológicos (otra parro‑ fesores, entrenadores deportivos, quia permitirá al pecador arrepen‑ directores de coro, o jefes scouts. tirse…). Sin embargo, ante el mal Son figuras de autoridad en con‑ no se trata de encontrar explicacio‑ tacto con personas vulnerables, así nes, sino de combatirlo y evitar que 362 prospere. La misericordia viene Dios en su unidad, pues no reco‑ después. noce más que laicos subordinados en todo a los clérigos que son en Cuando el papa Francisco re‑ todo superiores hasta en la muer‑ pite que “decir no al abuso es de‑ te. Este Código es un reflejo fiel cir no, de manera categórica, a to‑ de la eclesiología de la época, co‑ da forma de clericalismo”, es mo lo expuso san Pío X en su en‑ claramente consciente que el tipo cíclica dirigida a la Iglesia de de autoridad y de poder reconoci‑ Francia: “La Iglesia es por esencia do a los clérigos en la Iglesia ca‑ una sociedad desigual, compren‑ tólica deben ser reformados. Por‑ diendo dos categorías de personas; que, en este caso, facilita la los pastores y el rebaño (…). Estas actuación de los delincuentes po‑ categorías son tan distintas entre tenciales y les proporciona así una sí que solo reside en el cuerpo pas‑ cobertura que nos ha llevado a una toral el derecho y la autoridad ne‑ gestión desastrosa de estos abusos. cesarios para dirigir a todos los Conviene pues analizar rigurosa‑ miembros de la sociedad; respec‑ mente el fenómeno del clericalis‑ to a la multitud, no tiene otro de‑ mo. recho que el de dejarse conducir y, como dócil rebaño, seguir, a sus pastores.” Una Iglesia dividida entre clérigos y laicos Esta distinción entre gobernan‑ tes y gobernados se verifica asi‑ mismo rígidamente entre cele‑ Para evitar hablar del clerica‑ brantes y asistentes, enseñantes y lismo en términos vagos y mal de‑ enseñados. Era ampliamente acep‑ finidos, lo mejor es referirnos al tada en el momento de la convo‑ Código de derecho canónico de catoria del concilio Vaticano II, 1917, en vigor hasta el 1983. En él como lo atestigua la revista oficial se consagra una Iglesia del clero, de la Acción Católica Obrera fran‑ dedicando solamente un canon ge‑ cesa: “En el plano de la fe, el obis‑ neral a los laicos: “Los laicos tie‑ po es doctor. El diálogo entre el nen el derecho de recibir del cle‑ obispo y los laicos cristianos es ro, conforme a las reglas de la ciertamente posible, pero el laico disciplina eclesiástica, los bienes solo puede ser enseñado, solo pue‑ espirituales y especialmente los de recibir. La jerarquía se hace bienes necesarios para la salva‑ cargo de él. Aceptar su condición ción” (canon 682). En la Iglesia, es un signo de comportamiento los laicos no parecen disfrutar más adulto.” que de los derechos concernientes a los ciudadanos extranjeros, resi‑ Para nuestro propósito importa dentes y protegidos; solo los clé‑ poco saber como se ha llegado a rigos gozan de plena ciudadanía. una concepción de la Iglesia tan Este Código ignora al pueblo de alejada del Nuevo Testamento, Abusos sexuales y clericalismo 363 pues el Vaticano II la ha deslegiti‑ tendrá en ningún caso más que un mazado claramente reanudando la carácter consultivo. Como contra‑ teología del pueblo de Dios y afir‑ partida, Juan Pablo II y Benedicto mando la igual dignidad de todos XVI apoyarán fuertemente el de‑ los cristianos y su común respon‑ recho de asociación de los laicos, sabilidad en una Iglesia de comu‑ previsto en el mismo Código. Así nión. Así leemos en Lumen Gen‑ se multiplicarán los movimientos tium 37: “Los pastores con la carismáticos o no. Deudores de su ayuda de la experiencia de los lai‑ existencia a la Santa Sede, se mo‑ cos podrán juzgar más claramente verán en una configuración de la y exactamente tanto en materia es‑ “comunión jerárquica” en la que el piritual como en la temporal y así adjetivo importa más que el sus‑ toda la Iglesia, reforzada por todos tantivo. sus miembros, podrá cumplir efi‑ De hecho, el gobierno de la cazmente su misión para la vida en Iglesia queda estrictamente en ma‑ el mundo.” nos de los clérigos. Así, el carde‑ Según este texto, el Concilio nal Jan Pieter Schotte, secretario hace depender la justeza del dis‑ general del Sínodo de los obispos, cernimiento espiritual de los pas‑ expresa el derecho, en vigor en el tores de su proximidad con los lai‑ Código revisado, al declarar: “No cos. Rechaza al mismo tiempo la os engañéis, en la Iglesia católica, escisión entre clérigos y laicos, he‑ un cura de parroquia no ha de ren‑ redada de la reforma gregoriana, dir cuentas a nadie salvo a su obis‑ que confinaba a los laicos lo tem‑ po; un obispo no ha de rendir cuen‑ poral y reservaba lo espiritual a los tas a nadie salvo al papa; y el papa clérigos. no ha de rendir cuentas más que a Dios.” Todo esto justifica el propó‑ El concilio Vaticano II ha sito del papa Francisco según el acompañado esa reforma doctrinal cual “el clericalismo engendra una mediante la creación de estructu‑ escisión en el cuerpo eclesial”. Va‑ ras institucionales que permitan a mos a explorar sus fundamentos los bautizados ser sujetos de dere‑ ideológicos. cho en la Iglesia mediante los sí‑ nodos diocesanos, los concilios provinciales y toda una serie de ¿Superioridad de los consejos pastorales y económicos. clérigos? El nuevo código, previsto por Juan XXIII, debía redactar los decretos de aplicación. De hecho, el código El clericalismo, escribe el papa promulgado por Juan Pablo II en Francisco, “está favorecido por los 1983, redujo al mínimo este dere‑ mismos sacerdotes o por los laicos cho de la comunión. Ningún sí‑ (…) esta manera desviada de con‑ nodo o consejo que comprenda lai‑ cebir la autoridad en la Iglesia (…) cos es declarado obligatorio y no tiende a devaluar la gracia bautis‑ 364 Hervé Legrand mal que el Espíritu Santo ha pues‑ Una práctica tan decisiva simbó‑ to en el corazón de los fieles.” El licamente situaba a los laicos en papa no incrimina ni a todos los el no-saber que se les inculcó a fi‑ laicos ni a todos los sacerdotes, pe‑ nales del siglo XIX, como atesti‑ ro llama la atención sobre el me‑ gua la encíclica ya citada de san canismo de sus relaciones. En tér‑ Pio X y sus numerosas paralelas. minos sociales, este mecanismo se La preocupación del papa Fran‑ pone en marcha cuando los cléri‑ cisco por valorar el aporte positi‑ gos inculcan a los laicos su no-po‑ vo de los fieles en el ejercicio del der y su no-saber, al afirmar su magisterio no dará más de sí, pues propia elección y su superioridad el papel activo que Lumen Gen‑ por el hecho de la gracia de su or‑ tium 37 les asigna no se encuentra denación. en Dei Verbum. El análisis muy Desde hace siglos, es por sus preciso que hace el arzobispo Gé‑ poderes que los catecismos más rard Defois remarca que la pala‑ autorizados definen a los sacerdo‑ bra del magisterio tiene un único tes en oposición a los laicos que sentido: éste no recibe nada del quedan desprovistos de los mis‑ entorno, ni de la memoria del gru‑ mos. Es el caso del Catecismo del po, ni de la experiencia que el gru‑ concilio de Trento, del Catecismo po hace de esta palabra. “Es un católico del cardenal Pietro Gas‑ circuito sin feedback, cerrado so‑ parri, del Catecismo nacional de bre su propio funcionamiento (…) Francia que define al sacerdote co‑ sin ninguna corrección posible pa‑ mo “el poder de cumplir las fun‑ ra poder mejorar la difusión y ciones sagradas”, el poder de con‑ transformar el mensaje.” Los fie‑ sagrar y de absolver, que no tienen les están allí presentes como “hi‑ los laicos. El Catecismo de la Igle‑ jos de la Iglesia, objetos de la ac‑ sia católica de 1992 conserva al‑ ción de la jerarquía o sujetos de gunas trazas del mismo: cita una deberes”. Son “alimentados, ins‑ encíclica de Pío XII por la cual “a truidos, informados, exhortados; causa de la consagración sacerdo‑ se les comunicarán las inmensas tal que ha recibido, el sacerdote riquezas de la palabra divina; se disfruta del poder de actuar por les traducirá el texto, se les per‑ poder del mismo Cristo a quien re‑ mitirá el acceso”, etc. presenta.” Tal enseñanza modela El papa Francisco se ha des‑ evidentemente las relaciones de los marcado de una concepción exclu‑ laicos con el clero. sivamente autoreferencial del ma‑ Esto nos lleva también a la gisterio. De acuerdo con Lumen cuestión del saber o más bien del Gentium, entiende la Iglesia como no-saber. Hasta el Vaticano II, to‑ pueblo de Dios, cuerpo de Cristo da la liturgia y todos los sacra‑ y templo del Espíritu Santo, con‑ mentos se celebran en una lengua cibe el acceso del pueblo de Dios que solo entendían los clérigos. a la verdad de una manera mucho Abusos sexuales y clericalismo 365 más sinodal, en una escucha mu‑ no en la llamada que la Iglesia ha‑ tua entre los tres polos de la vida ce a un cristiano cuya aptitud dis‑ de la Iglesia que son la jerarquía cierne. Sin embargo, veinte años la teología y los fieles. Cada uno más tarde, Pío XI exige a los su‑ de estos polos debe tener en cuen‑ bordinados que juren sobre los ta los otros dos. Si no, el pueblo, santos evangelios. “Yo experimen‑ según el caso, podría caer en la su‑ to y siento que Dios me llama real‑ perstición, los teólogos en el ra‑ mente”, consagrará este subjetivis‑ cionalismo y la jerarquía en lo ar‑ mo moderno ruinoso para el bitrario. equilibrio entre la elección por la Iglesia y la elección por Dios, au‑ Se podría decir que se han ci‑ tonomizando al clero en relación tado los textos del no-poder y con los fieles. no‑saber de los laicos sin situarlos en su contexto histórico, teniendo Es difícil negar que, a lo largo solamente un valor arqueológico de la historia, se han sobreestima‑ después del Vaticano II. Pero la do teológicamente los efectos de asociación de los laicos con el la ordenación. Al sacerdote se le no‑poder y el no-saber persiste to‑ describe como “otro Cristo”, “me‑ davía: el “poder sagrado” queda diador entre Dios y los hombres” como una de las categorías fun‑ y ”sacerdote para la eternidad”. damentales del Código revisado Jean-Jacques Olier enseña asimis‑ en 1983, con todas sus consecuen‑ mo que los sacerdotes son “las cias. fuentes fecundas e inagotables de todas las gracias; todo lo que se Según el papa Francisco, “el opera de santo, de grande y de di‑ clericalismo nace de una visión eli‑ vino en la Iglesia emana de ellos y tista y exclusiva de la vocación que opera por su santo ministerio”. Y interpreta el ministerio recibido prosigue: “el sacerdote participa como un poder a ejercer”. De he‑ con el Padre y con el Hijo en el po‑ cho, la vocación es comúnmente der de enviar el Espíritu Santo al entendida como una elección de mundo”. Dios, pues sería una llamada di‑ recta de Dios, interior y misterio‑ Ciertamente, el Vaticano II ha sa, que proviene directamente del reequilibrado esta “espiritualidad mismo Jesús y que implica la re‑ sacerdotal”, pero ha retomado al‑ nuncia a una vida familiar y la pro‑ gunas expresiones técnicas suscep‑ mesa de una entrega total. tibles de ambigüedad: los sacerdo‑ tes “actuan en la persona de Cristo”, Este concepto de la vocación (Lumen Gentium 28); la ordena‑ es contrario a la tradición recorda‑ ción los marca con carácter inde‑ da por san Pío X en 1912: “la vo‑ leble, entendido por algunos como cación no consiste en modo algu‑ creando una diferencia ontológica no en una invitación del Espíritu entre sacerdotes y fieles, funda‑ Santo a abrazar el sacerdocio”, si‑ mentada, erróneamente, en la di‑ 366 Hervé Legrand ferencia “esencial y no solo de gra‑ Los efectos producidos por do” entre su sacerdocio y el de los un clericalismo autoritario laicos, y no entre sus personas (Lu‑ men Gentium 10). En esta com‑ Es evidente que ni los obispos prensión errónea, la concepción ni sus colaboradores, ni los altos cristiana de la santidad, cuyo ori‑ cargos de la Curia romana que han gen es el bautismo, es absorbida en encubierto a los delincuentes, no la categoría de lo sagrado. son monstruos que hagan el mal Esta breve referencia es sufi‑ deliberadamente. Sin embargo, es ciente para mostrar por qué el pa‑ necesario identificar algunos de pa Francisco se inquieta al ver “el los factores que han conducido a clericalismo devaluar la gracia estos responsables a ignorar a las bautismal”. La gracia bautismal es víctimas y a no romper un silen‑ igualmente devaluada en los sacer‑ cio guardado durante tan largo dotes influenciados por esta pseu‑ tiempo. do-espiritualidad sacerdotal, pues el bautismo es el único fundamen‑ Cuando el papa Francisco ve to de su santidad. en el clericalismo el origen de los abusos sexuales y su encubrimien‑ ¿Cómo no ver que el clericalis‑ to, señala al propio tiempo algunas mo, es decir, la estructura binaria conductas institucionalizadas en el de la Iglesia y la pseudo-espiritua‑ mundo clerical que constituyen lidad que lo justifica, conduce di‑ muchos parámetros del desastre. rectamente al silencio, o a su co‑ Analizaremos aquí cuatro entre laboración en la disimulación de ellas, aunque seguramente existan los abusos? Considera impensable, otras. en efecto, la figura de un sacerdo‑ te perverso. Y, desde aquí, se pien‑ El primer parámetro reside en sa forzosamente que los menores la extensión desconsiderada a to‑ són víctimas de la fascinación y, dos los abusadores del secreto es‑ si los hechos son comprobados, pecíficamente requerido solo en el muchos no querrán atentar contra caso en que un delincuente se con‑ la reputación del clero en su con‑ fiese de abusos sexuales cometidos junto con una denuncia. Estas re‑ como parte de la confesión (solli‑ presentaciones agravan la victimi‑ citatio ad turpia). Este pecado, zación de las personas abusadas: que concierne a la santidad de la se les había inculcado una confian‑ confesión, es tan grave que la ab‑ za absoluta en su agresor; verse solución del mismo está reserva‑ traicionadas no puede sino des‑ da, según Benedicto XVI, exclu‑ truirlas interiormente, agravar sus sivamente al papa por medio del sentimientos de culpabilidad y Santo Oficio. Cualquier otra abso‑ hundirlas en este silencio que las lución sería nula y penalizada con víctimas guardan durante largos excomunión (canon 2336). Para años. proteger, al mismo tiempo, el se‑ Abusos sexuales y clericalismo 367 creto de la confesión, el derecho ral de los obispos y de los supe‑ impone la más estricta confiden‑ riores religiosos que siguen el cialidad a todos aquellos –escriba‑ ejemplo de la Santa Sede. Por otra nos, abogados o simples testigos– parte, el privilegio del fuero era que han podido estar al corriente reclamado en los concordatos de y ante todo al mismo obispo. Las la primera mitad del siglo XX y, víctimas no son mencionadas si no aun sin concordato, la costumbre es para advertirles de la obligación llevaba a la policía de ciertos paí‑ de denunciar al sacerdote acosa‑ ses católicos a cerrar los ojos ante dor, en el plazo de un mes, bajo pe‑ los delitos del clero. Sin embargo, na de excomunión si no lo hace es erróneo reprocharle al papa (canon 2368). El Código de 1983 Francisco la misma mentalidad continúa ignorando a las víctimas cuando invoca la inmunidad diplo‑ (canon 1387). mática del Estado vaticano para La protección de la santidad y evitar que el prefecto de la Con‑ del secreto de confesión conduce gregación para la doctrina de la fe así a la imposibilidad de denunciar comparezca como testigo ante un a los culpables a las autoridades tribunal francés. Se recurrió a es‑ judiciales para que puedan tener te medio para salvaguardar el se‑ conocimiento de los mismos. Sin creto de la confesión, pues la fun‑ embargo, por rutina, y seguramen‑ ción del prefecto en cuestión te también para proteger la reputa‑ comporta el trato de casos perso‑ ción del clero, los otros delitos se‑ nales que se sitúan en este regis‑ xuales, cometidos fuera de la tro. Otros gobiernos como el de confesión, han estado igualmente Australia desearían que este se‑ cubiertos por el secreto, con los creto, como el secreto médico, sea efectos que actualmente aparecen eliminado en caso de pedofilia. El al descubierto. secreto de la confesión no es ne‑ gociable. Un segundo parámetro reside en las reminiscencias del “privile‑ El hecho que, en la Iglesia ca‑ gio del foro” que, desde la época tólica, el poder jerárquico se ejer‑ constantiniana, permite a la jerar‑ ce sin que sus titulares tengan que quía sustraer a sus clérigos delin‑ rendir cuentas, constituye un ter‑ cuentes de las jurisdicciones civi‑ cer parámetro. La Reforma se ele‑ les para juzgarlos ella misma. vó contra este tipo de gobierno, es Esta mentalidad permanece muy decir, el que nadie tenga el derecho viva durante el pontificado de Juan de discutir y de juzgar. Después Pablo II: por esto su Secretario de del Vaticano II este poder ha sido Estado y su prefecto de la congre‑ reconducido. Una estructura tal es gación del clero intervienen ofi‑ doblemente propicia a los abusos cialmente para sustraer a sus clé‑ sexuales, en el sentido de que son rigos culpables de la justicia civil. siempre perpetrados por personas No es raro, pues, el silencio gene‑ que ocupan cargos de poder, de 368 Hervé Legrand prestigio, o con un carisma perso‑ gencia de este tipo de silencio no nal; y que, por otra parte, los cul‑ ha favorecido otro tipo de silencio, pables son tanto más fácilmente el que los superiores religiosos, cubiertos cuando sus responsables obispos e incluso cardenales pagan institucionales no han de rendir muy caro hoy en día, y la misma cuentas a nadie, ni siquiera a la jus‑ Iglesia con ellos. ticia civil. Por su parte, los laicos quedan Un cuarto parámetro explicati‑ relegados a hablar o a rechazar el vo reside en el magisterio jerárqui‑ sustento financiero de su Iglesia. co poco proclive a escuchar el sen‑ La participación de los laicos, pa‑ sus fidelium y que es reticente a dres y madres de familia, en los promover la reflexión permanente diferentes apartados de la vida de en la Iglesia. Consciente, pues, de la Iglesia cambiaría la situación. El los límites de un magisterio auto‑ papa Francisco resume esta parti‑ referencial, el papa Francisco, apo‑ cipación en las responsabilidades yado en el Vaticano II (Lumen gen‑ en la puesta en marcha de una si‑ tium 12) recuerda de vez en nodalidad fiel a las orientaciones cuando la infalibilidad del entero del Vaticano II, que han quedado pueblo de Dios. Concretamente, en a la sombra hasta ahora, y que no los Sínodos sobre la familia, ha hay que confundir con la democra‑ querido articular, de forma más es‑ tización de la Iglesia. Estas refor‑ trecha, los pasos colegiales y sino‑ mas deberán ir acompañadas de dales, enviando cuestionarios a to‑ las profundizaciones teológicas re‑ dos los obispos para ser trabajados queridas, especialmente en el do‑ en las diócesis. Esto permitiría a minio de la sexualidad, de la teo‑ los doscientos padres sinodales, to‑ logía de los ministerios y de la dos ellos de sexo masculino y cé‑ espiritualidad sacerdotal y, más libes, tratar más adecuadamente globalmente, de la eclesiología. las cuestiones relativas al cuerpo, a la sexualidad, a los equilibrios Orientarse hacia un gobierno afectivos en un contexto más ecle‑ más sinodal en todos los registros sial que el de la promulgación de de la vida de Iglesia no es un re‑ Humanae vitae (1968). En este ám‑ quisito solamente para salir de la bito la correlación entre el magis‑ crisis actual. Sin esta reforma, la terio, el sentido de la fe de los fie‑ renovación de la pastoral y de les y el trabajo teológico parece nuestro compromiso ecuménico vital. Los teólogos, por su parte, sería difícil. Este objetivo exigirá habían renovado muchas de las una reflexión permanente, poco cuestiones en el ámbito de la se‑ propiciada hasta el presente, lo que xualidad, pero el silencio les fue explica también la apatía espiritual impuesto autoritariamente en los y la ignorancia más o menos cul‑ debates consecutivos a Humanae pable que han conducido a la cri‑ vitae. Cabe peguntarse si la exi‑ sis actual y a sus consecuencias. Abusos sexuales y clericalismo 369 Frente al mal ha faltado vigi‑ da que refugiarnos en Dios, con las lancia, cuando se podía y debía ac‑ últimas palabras de la plegaria que tuar. Debemos imponernos ante el el Señor nos ha dejado: “Líbranos mal radical. No tenemos otra sali‑ de todo mal.”
Condensó: Joaquim Pons
Con frecuencia, la religión bíblica se presenta como un combate a favor
de Yahveh del Pueblo contra los “dioses”. Inevitablemente, cada época tiene sus propios dioses. La modernidad europea entronizó al “dios dinero” con un fervor desconocido en otras épocas de la humanidad. Seguramente, la imagen del Dios de la tradición judeocristiana, tan desacreditada y sospecho- sa para muchos, volverá a ser familiar y afectuosamente reconocida en la me- dida que la lucha contra el dios del capitalismo tenga éxito. Y tendrá éxito si los cristianos –los que encuentren interesante eso de ser cristiano– siguen el ejemplo del “buen samaritano”, porque la imagen del Dios cristiano se esta- blece en función del reconocimiento del otro: “Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20). Las imágenes y los nombres de Dios no son la imagen y el nombre de Dios “en sí”, sino que son funcionales “para nosotros”: se hallan en contextos concretos que están sujetos a los cambios y veleidades a los que nos tiene acostumbrados la his- toria. Lo que es permanente e irrenunciable en las imágenes y los nombres del Dios cristiano es la referencia al prójimo: eso es lo constitutivo cristiano. En el momento presente, en medio de la innegable crisis de Dios, el amar al prójimo como a sí mismo es el camino para que Dios no sea un extraño en nuestra propia casa.
Lluís Duch, Un extraño en nuestra casa, Herder, 2011, p.272