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6 La Acción Humana Indice general

Páginas

9. Sobre los tipos ideales ... oo. oo. oo. oo' oo. 'OO oo. oo. oo. oo. oo. oo. 102
10. El método de la economía política 'oo 'oo oo. oo. oo. oo. oo • • oo ••• oo. 110 LA
11. Las limitaciones de los conceptos praxeológicos .oo oo. oo • • o o o o . 118
CAPÍTULO VIlI.-LA S
CAPÍTULO IlI.-LA ECONOMIA y LA REBELION CONTRA LA 1. La cooperación
RAZON oo. oo. 'oo oo. oo. oo. oo. oo. oo oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo.... 123 2. Crítica del con
1. La rebelión contra la razón oo. oo. oo. oo. .oo oo. oo. .oo oo. oo. 123 Praxeología
2. La lógica ante el polilogismo oo. oo . . . . 'oo .oo oo. oo • • oo oo' oo • • oo 127 Liberalismo
3. La praxeología ante el polilogismo oo. oo, oo. oo. oo • • oo .oo .oo .oo 130 3. La división del
4. El polilogismo racista .oo oo. oo. oo. oo. oo. 'oo oo. oo. oo. oo. 'oo .oo 141 4. La ley de la as
Errores com
5. Polilogismo y comprensión ... oo. oo. oo. oo • • oo oo. oo. oo • • oo oo. oo. 144
de asociaciá
6. En defensa de la razón oo • • oo oo' oo . . . . oo. oo. oo • • oo oo. oo. oo. 148
5. Los efectos de
CAPÍTULO IV.-UN PRIMER ANALISIS DE LA CATEGORIA DE 6. El individuo en
ACCION oo. oo. oo. oo' oo • • : . oo. oo' oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo • • oo .oo.oo 153 El mito de
1. Medios y fines oo. oo. ... oo • • oo oo. oo • • oo oo. oo. oo. oo. oo. oo • • oo 153 7. La gran socied
2. La escala valorativa oo. .oo oo. oo' oo' oo. oo. oo. oo. oo. .oo oo. .oo 157 8. El instinto de
Errores en l
3. La escala de necesidades ... oo . . . . . . . oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. 159
las enseñanz
4. La acción como cambio oo • • oo .oo .oo ...... oo. oo. oo. oo, oo. ... 160
especialment
CAPÍTULO V.-EL TIEMPO oo. oo • • oo oo. oo. oo • • oo oo. oo. oo. oo. oo. oo. 163
CAPÍTULO IX.-LA TR
1. El tiempo en cuanto factor praxeológico ... oo. oo. .oo oo. oo. oo' 163
1. La 'razón huma
2. Pasado, presente y futuro oo oo. oo. oo. oo. oo. oo . . . . oo. oo. oo. 164 2. Doctrinas gener
3. La economización del tiempo oo' oo' oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. 166 La lucha co
4. La relación temporal existente entre las acciones 167 3. El poder 'oo .oo

CAPÍTULO VI.-LA INCERTIDUMBRE oo. oo' oo. oo. oo • • oo oo' ... oo. 173 El tradicion
4. El «mejorismo»
1. Incertidumbre y acción oo. .oo ... oo. oo. oo. ... .oo ... oo... • 173
2. El significado de la probabilidad oo oo. oo. oo • • oo oo' oo • • oo 175 CAPÍTULO X.-EL INT
3. Probabilidad de clase .oo oo. .oo oo. oo. oo. oo. oo' oo' oo. oo. 177 1. Cambio intraper
4. Probabilidad de caso ....... oo oo • • oo oo. oo. oo. oo. 180 2. Vínculos contra
5. La valoración numérica de la probabilidad de caso .oo .oo oo. 185 3. La acción y el
6. Apuestas, juegos de azar, deportes y pasatiempos ... oo' .oo.oo 187
7. La predicción praxeológica ... oo. .oo oo. ... oo. oo. oo. oo. 'oo .oo 190
CAPÍTULO VI l.-LA ACCION EN EL ENTORNO MUNDO ... 193
1. La ley de la utilidad marginal oo. oo • oo. oo. oo. oo. .OO ... 193
CAPÍTULO XI.-EVALU
2. La ley del rendimiento oo' oo. 'oo oo. oo. oo' ... oo. ... oo. oo. .oo 205
1. La gradación de
3. El trabajo humano como medio oo. oo • • oo oo. oo. oo. oo . . . . . o o . . . 210
2. El papel que d
Trabajo inmediatamente remunerado y trabajo mediatamente
precios, el imag
remunerado.
La teoría de
El genio creador. 3. El problema de
4. La producción .oo oo. oo. ... oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo • • oo 223 4. El cálculo econ
8 La Acción Humana 1ndice general

Páginas

CAPÍTULO XII.-EL AMBlTO DEL CALCULO ECONOMICO 329 10. Promotores, dire
1. El significado de las expresiones monetarias ... ... ... 329 11. El proceso de s
2. Los límites del cálculo económico oO, oO, oO, oO, 'oO oO, 333 12. El individuo y
3. La variabilidad de los precios oO, 337 13. La propaganda
4. La estabilización oO oO, 339 14. La «Volkswirtsc
5. El fundamento básico de la idea de estabilización... 346
CAPÍTULO XVI.-LOS P
CAPÍTULO XIII.-EL CALCULO MONETARIO, AL SERVICIO DE 1. La formación de
LA ACCION ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 353 2. Valoración y just
1. El cálculo monetario, instrumento del pensar 353 3. El precio de los
2. El cálculo económico y la ciencia de la acción humana 356 Una excepció
del precio de
CUARTA PARTE 4. La computación
5. La cataláctica ló
LA CATALACTICA O LA TEORIA DEL MERCADO 6. Los precios de
El análisis m
CAPÍTULO XIV.-AMBlTO y METODOLOGIA DE LA CATALACnCA 361 de monopolio
1. La delimitación de los problemas catalácticos ........ , ... ... 361 7. El buen nombre
¿Existe, como ciencia, la economía? 8. La monopolizaci
2. El método de investigación basado en las construcciones imagi- 9. Efectos de los pr
narias oO, 367 10. La discriminació
3. La economía pura de mercado... ... ... ... 369 11. La discriminación
La maximización de los beneficios. 12. La interconexión
4. La economía autística ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 377 13. Precios y rentas
5. El estado de reposo y la economía de giro uniforme... 379 14. Precios y produc
6. La economía estacionaria ... ... ... ... ... . 388 15. La quimera de l
7. La integración de las funciones catalácticas ... 389
La función empresarial en la economía estacionaria. CAPÍTULO XVII.~EL C
1. Los medios de i
CAPÍTULO XV.-EL MERCADO.. 397
2. Consideraciones
1. La economía de mercado. . .. . 397
3. La demanda y la
2. Capital y bienes de capital , 400
La trascenden
3. El capitalismo .. .. , , 407
4. La soberanía del consumidor... 415 Menger sobre
El metafórico empleo de la terminología política. 4. La determinació
5. La competencia 420 5. El problema de
6. La libertad ... 429 6. Variaciones del p
7. La desigualdad de rentas y patrimonios ... 440 monetario y vari
8. La pérdida y la ganancia empresarial 442 Inflación y d
9. Las pérdidas y las ganancias empresariales en una economía pro- 7. El cálculo mone
gresiva ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 449 8. La previsión de
La condenación moral del beneficio. 9. El valor específi
Consideraciones en torno a los mitos del subconsumo 10. La trascendencia
y de la insuficiente capacidad adquisitiva de las masas. 11. Los sustitutos m
10 La Acción Humana l ndice general 11

Páginas Páginas

12. Límites a la emisión de medios fiduciarios o • • o •• o .. 648 6. Efectos de la inflación y la expa nsión credit icia sobre el interés

Observaciones en torno a la libertad bancaria. bruto de mercado ... .. . .. . ... .. . ... .. . ... .. . . .. .. . ... ... ... 806

13. Cuantía y composición de Jos saldos de tesoterla ... ... 668


La tan alabada ausencia de crisis econ ómicas baio
14. Las balanzas de pagos o •• o • • o •• o " ' " o • • • • • o o• • o . . 672 la organización totalitaria,
15. Las cotizaciones interl ocales '. o • • o •• o.. • • • 674 7. Efectos de la deflación y la con tracción cred iticia sobre la tasa del

16. La tasa del interés y la relación monetaria . .. 682


int erés bruto de mercado , .. , 826

17. Los medios secundarios de intercambio o" o.. 688


La diferencia entre la expansión crediticia y la simple
18. I nterpretación inflacionist a de la historia o" o.. ... 693
inflación.
19. El patrón oro ... ... ... ... .. . ... . .. .. . ... ... ... 699
8. La explicación monetaria o de crédito circulator io de los ciclos

La cooperació n monetaria internacional. económicos , , 833

9. Efectos que la reit eración del ciclo econ ómico provoca en la econo­
CAPÍTULO XVII l.-LA ACCIO N y EL TRANSCURSO DEL T IEMPO. 711
mía de mercado . .. .. . ... ... ... .. . ... ... ... ... .. . ... .. . ... .. . 839

1. la respectiva valoración de los d iferentes perfodos tempora les 711


LA [unción que los desaprovechados [actores de producción
2. l a preferencia temporal, condición típica del actuar ... ... .. . 717
desempeñan durante lar primeras etapas del auge.
Observaciones en torno IJ la evoluci ón de la teoría Lor errores que encierran lar explicaciones no monetarias
de la preferencia temporal. de los ciclos económicos.
3. Los bienes de capital ... .. . .. . .. . .. . .. . ... ... .. . ... ... .. . ... ... 726
CAPiTULO XXI.- TRABAJO y SALARIOS ... . .. 857

4. Períod o de producción , periodo de espera y período aprovisionado . 731


1. Trabajo introversivo y trabajo extrovcrslvo 857

Prolongaci6n del período de provisi6n más alM


2. El tra bajo como fuente de alegria o de fastidio 859

de la presunta vida del actor.


3. Los salarios , 864

Alguna! aplicaciones de /a teor ía de la preferencia


4. El paro caraléctlco .. , ". 872

temporal.
5. Salarios brutos y salarios netos 876

5. La convertibilidad de los bienes de capital 744


6. Salario y pervlvcncia , 879

6. El influjo del ayer sobre la acción ... .. . ... 747


Comparación de III explicación hist órico de los salarios
7. Acumulación, conservación y consumo de capital ... 758
con el teorema regresivo,
8. La movilidad del inversor ' " , 763
7. La oferta de tr abajo y la dcsur ilidad (Id mismo ... ... ... ... .. . 890

9. Dinero y capital: ahorro e inversión 767


Consideraciones en tom o a la más popular interpretación
CAPlruLO XIX .-LA TASA DEL INTERES 771
de la «revolución industrial»,
8. Efectos q ue las mut aciones del mercado provocan en los salarios, 908

1. El fenómeno del interés 771

9. El mercado labor al ... .. . .. . ... .. . . .. .. . .. . ... ... .. . ... .. . .. . ... 910

2. El in terés originario .. . .. ' 774

La actividad laboral de esclavos y bestias,

3. La cuantía de la tasa del interés v .. • • • • •• • •• • •• 782


4. El int erés origin ario en la economía cambiante .,. ... 784
CAPITULO XXIl .-LOS FAC roRES ORI G INARIOS DE PRODUCCION

5. l!l cómputo del interés ... ... o . . • • • o . . ••• • • • • • • oo' ••• •• • • • • •• • 787 DE CONDICION NO HUMANA ... ... ... ... ... .. . .. . .. . 925

1. Consideraciones generales en torno a la teoría de la renta 925

CapITULO XX.-EL INTERES. LA EXPANSION CREDITI CIA y EL 2. El factor temporal en la utilización de la tierra 929

CICLo ECONOMICO ... ... ... o • • oo ' • • • ' . ' oo . oo . • • • ••• 789 3. La tierra submarglnal ... ... ... .. . 932

1. Los problemas ... oo o • • • • • • • •• • • • . oo . ' . • •• •• • •• • •• • 789


4. La tierra como lugar de ub icación 934

2. El componente empresarial del Interés bruto de mercado .. . ... ... 79C 5. El precio de la tierra " .. , 936

3. La compensación por variación de precios como componente del


El mito del suelo.
inte rés broto de mercado .. . ... .. . ... ... .. . .. . ... . .. ... ... 794

CAPITULO XXIlI.- EL MERCADO y LAS REALIDADES CIRCUN.

4. El mercado crediticio oo . •• • • • • •• • • • • •• • • • • ••• • •• •• • •• • 799


,. Los efectos que sobre el interés origina rio pro vocan las variaciones DANTES o·· 941

I. Tenr la y realidad ... 941

de la relaáón monetaria . .. ... oo. • •• • • • • • • oo. oo . oo . • • • . oo • • • 803


12 La Acción Humana Indice general

Páginas

2. L a tra scendencia del poderío . 943 5. El laissez [aire


3. La trascendencia histórica de la guerra y la conquista . 946 6. La directa intervención d
4. El hombre, entidad real . ' , '" ' " . 948 De la corrupci án.
5. El período de acomodación ... .. . ... .. . 950 CAPÍTULO XXVIlI.-EL INTER
6. La limitación de los derechos dominicales y los problemas refe-
1. El impuesto neutro
rente s a los costos y los beneficios externos ... .. . .. . ... .. . ... 953
2. El impuesto total
Los beneficios externos en la creación intelectual.
3. Objetivos fiscales y no f
Privilegios y cuasi privilegios.
4. Los tres tipos de interv
CAPÍTULO XXIV.-ARMONIA y CONFLICTO DE INTERESES . 967
CAPÍTULO XXIX.-LA RESTRI
1. El origen de las ganancias y las pérdidas empresariales . 967
1. Las medidas restrictivas
2. La limitación de la descendencia .. . ... ... .. . ... .. . .. . . 971
2. El fruto de la restricció
3. La armonía de los «rectamente entendidos» intereses sociales 979
4. La propiedad privada .. . 991 3. La restricción corno privi
5. Los modernos conflictos .. . . .. 993 4. El restriccionismo corno
CAPÍTULO XXX.-LA INTERV
QUINTA PARTE 1. El estado y la autonomí
LA COOPERACION SOCIAL EN AUSENCIA 2. La reacción del mercado
DEL MERCADO Consideraciones en t
de la cioilizaci án clá
CAPÍTULO XXV .-EL MODELO TEORICO DE UNA SOCIEDAD 3. Los salarios mínimos . ..
SOCIALISTA .. . . .. .. . .. . ... ... .. . ... ... 1001 La cataláctica ante la
1. El origen histórico de la idea socialista . 1001
2. La doctrina socialista ... .. . ... .. . . 1007 CAPÍTULO XXXI.-EL INTERV
3. Examen praxeológico del socialismo .. . ... ... .. . .. . 1010 DITICIO ,
1. El estado y el dine ro
CAPÍTULO XXVI.-LA IMPRACTICABILIDAD DEL CALCULO ECO -
2. Condición intervencioni
NOMICO BAJO EL REGIMEN SOCIALISTA. .. ... 1013
3. El actual intervencionis
1. El problema .. . ... ... ... ... ... ... ... .. . .. . . .. .. . .. . 1013
4. Los objetivos de la dev
2. Pasados errores en el planteamiento del problema . 1017
5. La expansión crediticia
3. Modernas tentativas de cálculo socialista . 1019
El mito de las «med
4. El método de la prueba y el erro r .. .. 1021
6. La in tervención de los c
5. El cuasi mercado .. 1024
6. Las ecuaciones diferenciales de la economía matemática . 1030 CAPÍTULO XXXIl.-CONFlSCA
1. La filosofía confiscatoria
SEXTA PARTE 2. La reforma agraria
3. La fiscalidad expoliador
EL MERCADO INTERVENIDO Tributacián confiscat
CAPÍTULO XXVIl .-EL ESTADO y EL MERCADO .. 1039 CAPÍTULO XXXIlI .-SINDICA
1. En busca de un tercer sistema .. . .. . ... . 1039 1. El sindicalismo .. . .. , ..
2. El in tervencionismo . 1041 2. Los errores del sindical
3. Las funciones estatales . 1044 3. Influjos sindicalistas en
4. La rectitud corno norma suprema del individuo en su actuar .. . 1049 4. Socialismo gremial y co
14 La Acción Humana

Páginas

CApíTULO XXXIV .-LA ECONOMIA DE GUERRA 1185


1. La guerra total ... ... . .. ... ... . .. . .. 1185
2. La guerra y la economía de mercado 1191
3. Guerra y autarquía oO oO ' 1195
4. La inutilidad de la guerra .. . 1198
NOTAS
CAPíTULO XXXV.-LA TEORIA DEL BIEN COMUN ANTE EL
MERCADO ... ... '" ... .. . ... ... ... 1203 oO . ... .oO ...

1. La requisitoria contra el mercado 1203 . oO .oO

2. La pobreza ... .. . 1205


3. La desigualdad .
1212oO
Cataláctica'
4. La inseguridad " 1227 oO oO
Causalidad
5. La justicia social 1229 oO
Comportamentismo
Comprehensivismo
CApíTULO XXXVI.-LA CRISIS DEL INTERVENCIONISMO 12.33 Continental Currency
1.. Los frutos del intervencionismo oO. 1233 Crédito circulatorio
2. El agotamiento de ~las disponibilidades 1234 Dinero; d. mercancía; d
3. El ocaso del intervencionismo ... ... 1238 Ecuación de intercambi
Epistemología .. . ..
SEPTIMA PARTE Escuda austriaca ..
Fullarton, principio de
EL LUGAR QUE OCUPA LA CIENCIA ECONOMICA Fungibles y duraderos
EN EL MARCO SOCIAL Gresham, ley de
Greenbacks
CAPíTULO XXXVn.-LA PECULIAR CIRCUNSTANCIA DE LA CIEN·
Heurística
CIA ECONOMICA .. . ... .. . ... ... ' oO • • • oO . 1245 Historicismo ...
1. La singularidad de la economía 1245 Ideologías ... .. , .. . '"
2. La ciencia económica y la opinión pública 'oO 1246 Identidad valorativa
3. La ilusión de los viejos liberales ... ... .. . ... oo . 1248 Mandats 'Territoriaux
CApíTULO XXXVIlI.-LA ECONOMIA EN EL CAMPO DEL SABER. 1251 Neutralidad del dinero
1. Los estudios económicos ... oo .
1251 .. . . oO oo .
Nivel de precios .. . ..
2. El economista profesional '" '" 1253 Panfisicismo ... .. . .. .
Participación y Contrad
3. La deseada profecía oO. ... 1256 •••

Polilogismo
4. La ciencia económica y la universidad 1258 oo.
Praxeología
5. La economía y la educación popular 1263 oO oo .
Realismo conceptual
6. El ciudadano ante la economía 1266 oo. 'oO .oO .oo oo .
Schumpeteriana valorac
7. La economía y la libertad 1267 oo oo.
de producción
CAPíTULO XXXIX.-LA ECONOMIA y LOS ESENCIALES PRO- Subjetivismo . ..
BLEMAS HUMANOS ... ... ... ... ... . .. ... ... ... .oo . oo oo. 1269 Sustitutos monetarios
1. La ciencia y la vida .oo .. • oo • oO, oO, '" .. • .oO .. . 1269 Teleología .. . ...
2. La economía y los juicios de valoración . .. ... 1271 Teorema regresivo
3. El conocimiento económico y la acción humana oo 1274 Universalismo .
INDICE ANALínco ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 1277 Valor, teoría del
Introducción

-- o

1. ECONOMÍA y PRAXEOLOGÍA

La economía es la más moderna de todas las ciencias. Nu­


merosas ramas del saber brotaron, a lo largo de los últimos
doscientos años, de aquellas disciplinas que los griegos clásicos
ya conocieran. Pero, en realidad, lo único que iba sucediendo
era que algunas de ellas, encuadradas desde un principio en el
antiguo complejo de conocimientos, se convertían en ciencias
autónomas . El campo de investigación quedaba más nítida­
mente subdividido y podía ser examinado mejor; sectores que
antes habían pasado inadvertidos cobraban corporeidad y los
problemas se abordaban con mayor precisión. El mundo del
saber, sin embargo, no por ello se ampliaba. La ciencia econó­
mica, en cambio, abrió a la investigación una zona virgen y ni
siquiera imaginada anteriormente. El advertir la existencia de
leyes inmutables que regulan la secuencia e interdependencia de
los fenómenos sociales desbordaba el sistema tradicional del
saber. Se alumbraban conocimientos que no eran ni lógica, ni
matemática, ni tampoco psicología, física o biología.
Los filósofos pretendieron, desde la más remota antigüe­
dad, averiguar cuál fuera el designio que Dios o la Naturaleza
se proponían plasmar a lo largo de la Historia. Querían des­
cubrir la ley que rige el destino y evolución de la humanidad.
Incluso pensadores desligados de toda inquietud teológica, al
andar los mismos caminos, fallaron en su empeño, porque utili­
zaban igualmente métodos inadecuados. Manejaban siempre
abstracciones, refiriéndose invariablemente a conceptos gene­
18 LA Acción Humana 1nt roduccián 19

rales, tales como humanidad, nación, raza o religión. Estable­ desorientado, un planteamiento otrora inimaginado. Advirtió
cían, de manera arbitraria, los fines a los que la propia natura­ con estupor, que cabía ponderar el actuar de las gentes desde
leza de tales entidades apuntaba. Pero jamás conseguían preci­ nuevos ángulos, que no se limitaran simplemente a considerar
sar cuáles fuerzas concretamente impulsan a las gentes a com­ lo bueno ylo malo, lo leal y lo desleal, lo. justo y lo injusto
portarse de forma tal que permitieran a aquellas idealidades al­ Comprendió, de pronto, azorado, que los fenómenos, en la ac
canzar sus supuestos objetivos. Por ello tenían que recurrir a las tividad humana, se ajustan a leyes regulares que precisa re7
más abstrusas explicaciones: a la intervención milagrosa de la petar quienquiera desee alcanzar precisos objetivos; que care
divinidad, que se hacía presente por la revelación o la aparición cía de sentido enfrentarse con la realidad a modo del censor
de profetas o ungidos caudillos; a la predestinación; a cierta que aprueba o desaprueba, según su sentir personal y c6n arre­
preestablecida armonía; y hasta a la mística intervención de glo a módulos arbitrarios. Había que estudiar las n6rmas rec
fabulosa alma nacional o universal. Hubo quienes incluso alu­ toras de la acción del hombre y de la cooperación social a la
dieron a la «astucia de la naturaleza», la cual provoca en el manera como el físico examina las que regulan la naturaleza
hombre impulsos que, aun involuntariamente, le conducen por El que el análisis de la actividad humana y la vida comunitaria
las sendas deseadas." se convirtiera en ciencia de relaciones predeterminadas, dejan
Otros pensadores, más realistas, no se preocuparon de ave­ do de ser considerado como tema meramente normativo, de
riguar cuáles fueran los designios de la divinidad o la naturale­ dicado a ponderar no lo que es, sino lo que «debiera ser»,
za. Contemplaron los asuntos humanos desde un punto de vista constituyó una revolución de trascendencia enorme, no ya sólo
político. Catalogaron normas para la actuación pública, creando en el ámbito de la investigación científica, sino en cuanto atañe
una especie de técnica de gobierno. Los de mente más audaz a la supervivencia de la humanidad.
propugnaban ambiciosos planes para la reforma y completa Durante más de cien años, sin embargo, los efectos de este
reestructuración de la sociedad. Otros se contentaban con co­ radical cambio en el modo de razonar fueron limitados, por
leccionar y sistematizar la experiencia histórica. Todos, sin cuanto se pensaba que la nueva ciencia aludía tan sólo a un
embargo, pensaban que, en el orden social, no había aquella reducido aspecto de la actividad humana: el atinente a la vida
regularidad fenomenológica por doquier reconocida en 10 ati­ mercantil. Los economistas clásicos dieron con un obstáculo
nente a la lógica y a las ciencias naturales. Descuidaban entera­ -la aparente antinomia del valor- que fueron incapaces de
mente, por eso, el investigar las leyes de la vida social; el hom­ salvar. Su imperfecta teoría obligóles a reducir el ámbito de la
bre, en su opinión, podía organizar la sociedad como mejor propia ciencia que ellos mismos estaban alumbrando. La eco
estimara. Cuando la realidad no conformaba con el deseo "del nomía política, hasta finales del siglo pasado, únicamente aspiró
reformador y las utopías resultaban irrealizables, el fracaso se a estudiar el aspecto «económico» de la acción humana, sin
atribuía a la imperfección moral de los humanos. Los proble­
ser otra cosa que la teoría de la riqueza y del egoísmo. Trataba
mas sociales se consideraban cuestiones puramente éticas. Para
edificar la sociedad ideal sólo precisaba contar con rectos go­ de la acción humana en cuanto aparecía impulsada por lo que
bernantes y súbditos virtuosos. Cualquier utopía podía, así, de modo muy poco satisfactorio, se denominaba afán de lucro
ser convertida en realidad. sin objetar que el estudio de los demás aspectos de aquel ac
El descubrimiento de la interdependencia ineluctable de tuar quedara reservado para otras disciplinas. La revolución
los fenómenos del mercado puso de manifiesto lo infundado de que los economistas clásicos desataran fue complementada por
tal supuesto. El a la sazón pensador social hubo de afrontar, la moderna economía subjetiva, que iba a transformar el puro
20 La Acción Human a Introducción 21

análisis de los precios en la teoría general de la elección Una teoría general de la elección y la prefer encia rebasaba el
humana *. campo al que los economistas, desde Cantillon, Hume y Adam
No se advirtió , sin embargo, al principio, como decíamos, Smith hasta John Stuart Mill, circunscribieran sus estudios.
que la sustitución de la doctrin a clásica del valor por la nueva Implicaba que ya no bastaba el simple examen del «aspecto
teoría subjetiva representaba bastante más que reemplazar im­ económico» del esfuerzo humano, tendente exclusivamente a
perfecta explicación del intercambio mercantil por otr a mejor. conseguir lo que el hombre, para el mejoramiento de su
bienestar material , precisare; La acción humana, en cualquiera
" El problema del valor, como a nad ie se le oculta, cs de trascendencia
de sus aspectos, era ya objeto de la nueva ciencia. Todas las de­
capital en el terreno de la economía y las ciencias sociales en general. Los clásicos
ingleses, según es bien sabido , se perdieron , pese a su indudable perspicacia, al
cisiones del hombre presuponen efectiva elección. Cuando las
enfrentarse con el pr oblema de po r qué valía «el pan» menos que «los brillantes», gentes las llevan a efecto deciden no sólo entre diversos bienes
por emplear una comparació n ya generalizada, yéndose a buscar en los costos mate­ y servicios materiales; al contrario, cualquier valor humano,
riales de producción la causa del valor de las cosas, sin percatarse de que, en sea el que sea, entra en la opción. Todos los fines y todos los
definitiva, el costo de una satisfacción no es sino aquella otra de la que nos vemos medios - las aspiraciones espirituales y las materiales, lo su­
obligados a prescindi r para "poder alcanzar la prime ra. Marx, siguiendo a Ricardo,
llegó incluso a afirmar, como tampoco nadie ignora, que es exclusivamente e! trabajo
blime y lo despreciable, lo noble y lo vil- ofrécense al hom­
lo que da valor a las mercancías. «Los bienes en que se ha incorpo rado trabajo bre a idéntico nivel para que elija, prefiriendo unos y repu­
hum ano cont ienen valor y carecen de él en caso cont rario.» (Vid . El Capital, diando otros. Nada de cuanto los hombr es ansían o repugnan
EDAF, Madr id, 1976, pág. XLII!.) Esta «solución» clásico-marxista no podía pre ­ queda fuer a de tal única elección. La teoría moderna del valor
valecer, pues, por lo pronto, entre otras cosas, dejaba sin explicar el valor de los venía a ampliar el horizonte científico y a ensanchar el campo
factores natu rales dc producción, que constituyen la mayor parte de los bienes
de los estud ios económicos. De aquella economía política que
econó micos. ¿Po r qué vale para e! homb re un árbol, un bosqu e, que ha crecido
solo, una extensión de terreno, una mina o una cantera, pongamos por caso, donde
la escuela clásica sistematizara emergía la teoría general de la
no hay trabajo humano alguno incorporado? WilheIm Rópke (I ntr oducción a la acción humana , la praxeología 1. Los problemas económicos o
Economía Política, Unión Editorial, Madrid, 1974, pág. 31), con extraordinario catalácticos 2 quedaban enmarcados en una ciencia más general,
grafisrno, opo niéndose a la teor ía laboral del valor, resalt a: «Un traje no vale ocho integración imposible ya de alterar. Todo estudio económico
veces más que un somb rero porq ue represe nte ocho veces más de trabajo (relación ha de partir de actos consistentes en optar y preferir ; la eco­
esta últ ima que se manti ene con ind ependencia de! valor del sombrero y del tr aje), nomía constituye una parte, si bien la mejor trabajada, hasta
sino qu e la sociedad está dispuesta a inverti r ocho veces más trab ajo en el traje,
ahora, de una ciencia más universal, la praxeología *.
porque luego, una vez terminado, valdr á ocho veces más que un sombrero. » La
solución a todo este intrincado problema brindáronl a coet áneamente (1871) el brit á­ I El término pr axeolog ja fue empleado por prim era vez, en 1890, por Espinas .
nico jevons y el austriaco Mcnger , como también es conocido, con su teoría subje­ Vid. su artíc ulo «Les Ori gines de la Technologie», Reoue Philosophique, año XV,
tiva y marginalista del valor, ind ependient emen te de que ya con ante rior idad había • XXX, 114-115, y el libro, publicado en París en 1897, con el mismo título.
sido intuida tal salida por e! banqu ero inglés Samuel Bailey (1791-1870) quien, en , El término Cataléctica o Ciencia de los I ntercambios fue usado primeramente
A Critical Dissertation 0 11 th e Nature, Meawres, and Causes 01 Value (1825), por Whately . Vid . su libro Introductor» Lectures on Polit ical Econom y, pág. 7.
crit ica duramente el objctivisrno de David Ricardo , así como por el alemán Hermann Londres, 1831.
Heinrich Gossen (1810-58) quien seriamente plantea ya el problema marginal en * Para la escuela Mises-Hayek, la cataláctica, del griego katallatt ein (canjear,
Ent wicklung der Gesetze des menscblicben Y erkebrs und der daraus iliessenden permutar), es la teoría general del int ercambio en el mercado libre, mientras que la
Regeln lür menscblicbes Handeln (1854) , cuya teoría nad ie, a la sazón, advi rtió, praxeologla, del griego praxis (actuación , práctica) y logia (doct rina, ciencia), cons­
hast a que precisamente Jevons la sacó a la luz. Impertinente sería, en esta sencilla tituye disci plin a que se ocup a de la conscien te actividad hum ana tod a -«las
not a, pretend er ent rar en el est udio de! subjeti vismo, particularmente, por cuanto aspiraciones espirituales y las materiales, lo sublime y lo despre ciable, lo noble y
Mises , una y ot ra vez, a lo largo de! presente tratado, va a abordar y explicar lo vil»-, por lo qu e engloba y, al tiempo, desborda el ámbito de la primera, la
repetidamente e! tema. (N . del T.) cual alud e tan sólo al aspecto, digamos, mercantil del hacer del hombre. (N. del T .)
22 La Acción Humana Jntroducción 23

2.CONSIDERACIÓN EPISTEMOLÓGICA
posible que los economistas soportaran indiferentes tales
DE UNA TEORÍA GENERAL DE LA ACCIÓN HUMANA
ataques.
El radicalismo de esta condena en bloque de la economía
En la nueva ciencia todo aparecía problemático. Empezaba bien pronto, sin embargo, había de ser rebasado por un nihilis­
por surgir como cuerpo extraño en el sistema tradicional del mo todavía más generalizado. Desde tiempo inmemorial, los
saber; los estudiosos, perplejos, no acertaban a clasificarla ni hombres -al pensar, hablar y actuar- venían aceptando,
a asignarle lugar adecuado. Hallábanse, sin embargo, conven­ como hecho indiscutible, la uniformidad e inmutabilidad de la
cidos de que la inclusión de la economía en el catálogo del estructura lógica de la mente humana. 'T oda la investigación
conocimiento no exigía reorganizar ni ampliar tal estado. Esti­ se basaba precisamente en tal supuesto. Pues bien, en las dis­
maban que la clasificación hallábase ya completa. Si la econo­ cusiones acerca de la condición epistemológica de la economía,
mía no acoplaba en el sistema era porque los economistas, al los tratadistas, por vez primera en la historia, llegaron a recha­
abordar sus problemas, utilizaban métodos imperfectos. zar tan inmemorial planteamiento. El marxismo aseveró que
10 malo es que menospreciar las lucubraciones en torno a cualquier pensamiento no era sino «disfraz ideológico» del
10 que constituye la esencia, ámbito y carácter lógico de la eco­ egoísmo clasista del sujeto pensante. Misión, por tanto, de la
nomía, cual si se tratara de escolásticos bizantinismos, propios «sociología del saber» constituía el desenmascarar las filosofías
tan sólo de pedantes dómines, no es sino ignorar por completo y las teorías científicas haciendo evidente su vacuidad ideoló­
la trascendencia de tales debates. Hállase, por desgracia, muy gica. La economía no era sino engendro «burgués» y los eco­
extendido el error de suponer que la economía puede proseguir nomistas meros «sicofantes» del capitalismo. Unicamente la
sus,estudios en un clima de serenidad, haciendo caso omiso de sociedad sin clases de la utopía socialista reemplazaría, por la
aquellas discusiones en torno a cuál sea el mejor método de verdad, las mentiras «ideológicas».
investigación. En la Methodenstreit (disputa sobre el método) Este polilogismo más tarde vistió nuevos ropajes. Desde el
entre los economistas austriacos y la .escuela histórica prusiana ángulo del historicismo se aseguró que la estructura lógica del
(la llamada guardia intelectual de la Casa Hohenzollern) o en la pensamiento y los métodos de actuar del hombre cambian en
polémica entre john Bates Clark y el institucionalismo ameri­ el curso de la .evoluci ón histórica. El polilogismo racial adscribió
cano se trataba de dilucidar mucho más que la simple cuestión a cada raza una lógica peculiar. Y el antirracionalismo preten­
de cuál fuera el mejor procedimiento de investigación a em­ dió que la razón no es instrumento idóneo para investigar los
plear. Lo que se quería, en verdad, era precisar el fundamento impulsos irracionales que también influyen en la conducta
epistemológico de la ciencia de la acción humana y su legiti­ humana *.
midad lógica. Partiendo de un sistema al que era extraño el
pensamiento praxeológico y pe una filosofía que sólo reconocía * La escuela austriaca (Menger, 1840-1921; Wiesser, 1851-1926; Bohm-Bawerk,
1851-1914; Mises, 1881·1973; Hayek, 1899-), como es bien sabido, descubrió y
como científicas -además de la lógica y las matemáticas- las desarrolló la doctrina subjetivista y marginal -que hoy ya ningún profesional
ciencias naturales y la historia, muchos tratadistas negaron seriamente discute- con lo que revolucionó el pensamiento económico, quedando
valor y utilidad a la teoría económica. El historicismo preten­ arrumbados, como antes decíamos, en lo que atañe al problema del valor, los
clásicos (Smith, 1723-1790; Ricardo, 1772·1823; Mill '1806-1873), así como Marx
dió sustituirla por la historia económica y el positivismo por (1818-1883) cuya obra, como tampoco nadie ignora, se basa en una teoría objetivista
una imposible ciencia social basada en la estructura y la lógica (laboralista) de corte puramente ricardiano.
de la mecánica newtoniana. Ambas escuelas coincidían en me­ El bistoricismo alemán (Schmoller, 1838·1917), que dominó' enteramente la
nospreciar las conquistas del pensamiento económico. No era Universidad alemana durante la segunda mitad del siglo pasado, criticaba vehemente­
24 La Acción Humana Introducción 25

Estas doctrinas, evidentemente, rebasan la esfera de la ca­ praxeología y la cataláctica. Aunque formulen sus asertos de
taláctica. Ponen en tela de juicio no sólo la economía y la modo genérico, comprendiendo en su ataque todas las ramas
praxeología, sino, además, todas las ramas del saber y hasta la del saber, de verdad apuntan a las ciencias de la acción humana.
propia razón humana. Afectan a aquellas ciencias al igual que Dicen que resulta ilusorio suponer que la investigación cien­
a la matemática o la física. Parece, por tanto, que la pertinente tífica pueda sentar conclusiones que sean válidas para los pue­
refutación no debiera corresponder a ninguna particular rama blos de todas las épocas, razas y clases sociales y se complacen
del saber, sino a la epistemología y a la filosofía en general. en adjetivar de burguesas u occidentales determinadas teorías
Cobra así justificación aparente la actitud de aquellos econo­ físicas o biológicas. Ahora bien, cuando la solución de proble­
rriistas que prosiguen tranquilamente sus estudios sin prestar mas prácticos requiere aplicar las doctrinas vilipendiadas,
mayor atención ni a las aludidas cuestiones epistemológicas pronto olvidan aquellas críticas. Los soviéticos, por ejemplo,
ni a las objeciones formuladas por el polilogismo y el antirra­ se sirven sin escrúpulos de todos los avances de la física, quí­
cionalismo. El físico no se preocupa de si se tildan sus teorfas mica y biología burguesas) despreocupándose de si tales idea­
de burguesas, occidentales o judías; por lo mismo, el ecor.omis­ rios resultan válidos para todas las-clases . Los ingenieros y mé­
ta habría de menospreciar la denigración y la calumnia. Debería dicos nazis no desdeñaron ni dejaron de utilizar las teorías, des­
dejar que ladraran los perros , sin dar mayor importancia a sus cubrimientos e inventos de las «razas inferiores» . El efectivo
aullidos. Cabríale recordar el pensamiento de Spinoza: «Sane proceder de pueblos, naciones, religiones, grupos lingüísticos
sicut se lux ipsam et tenebras manifestat, sic veritas norma y clases sociales palpablemente evidencia que nadie toma en
sui et falsi est» " , serio las doctrinas del polilogismo y del irracionalismo en 10
El tema no afecta, sin embargo, por igual a la economía que concerniente a la lógica, las matemáticas o las ciencias
a las matemáticas o a las ciencias naturales. El polilogismo y naturales.
el antirracionalismo dirigen realmente sus dardos contra la En lo que atañe, sin embargo , a la praxeología y a la ca­
mente los métodos deductivos de los economistas austriacos, afirmando que s610
ta1áctica, las cosas ya no pintan igual. Un preconcebido deseo
el estudio hist6rico, la recopilaci6n de datos experimentales, permitía alumbrar leyes de menospreciar la ciencia económica -por cuanto no resul­
econ6micas. Su postura} en la ,práctica, era invariablemente intervencionista y esta­ tan gratas las directrices que la misma señala en orden a cuál
tizante . sea la política que más convendría a las gentes seguir- cons­
[obn Bates Clark (1847 -1938), economista estadounidense que ampli6 estudios
en Europa (Heidelberg), absorbiendo profundamente, acá, las tesis vienesas, difun­
tituye la originaria fuente y el impulso básico de las doctrinas
di6 en Estados Unidos, desde su cátedra de la Universidad de Columbia, tal pensa­ polilogistas, historicistas y antirracionalistas . Socialistas, ra­
miento, enfrentándose con el institucionalismo (Veblen, 1857-1929; Commons, cistas, nacionalistas y estatistas fracasaron, tanto en su empeño
1862-1945; MitcheIl, 1874-1948; Cooley, 1864-1929; Dewey, 1859-1952), epígona de refutar las teorías de los economistas, como en el de demos­
rama americana de la escuela hist6rica.
La epistemología, como también es sabido, se ocupa de la licitud , de la proce­ trar la procedencia de sus falaces doctrinas. Fue precisamente
dencia l6gica, de los métodos empleados en la investigaci6n científica de que se eso lo que les incitó a negar los principios lógicos y epistemo­
trate, cualquiera que sea la condici6n de ésta. ' lógicos en que se asienta el raciocinio humano, tanto por 10 que
El polilogismo, por su parte, en resumen, afirma que hay diferentes lógicas
atañe a la vida en general, como también en lo referente a la
humanas, según sea la clase social, la raza, la religión, la nacionalidad, etc. del sujeto
pensante. (N . del T.) investigación científica.
* «Así como la luz, al tiempo, su propia existencia y la de la oscuridad pone Pero no debemos desentendernos de tales objeciones, sim­
de manifiesto, acontece con la verdad que, al golpe, evidencia su propia proce­ plemente resaltando las motivaciones políticas que las' inspiran .
dencia y la falsedad del error.» (N. del T.) Al científico jamás cábele hallar consuelo en la mera idea d~< ~\D"-'::
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26 La Acción Humana 1ntroduccián 27

que sus impugnadores se muevan al amparo de impulsos pa­ mientras, a diario, se aducen nuevos argumentos tendentes a
sionales o partidistas. Tiene la obligación de- examinar todas demostrar la futilidad de las investigaciones económicas, los
las objeciones que le sean opuestas, prescindiendo de la moti­ economistas permanecieran tranquilamente encerrados en sus
vación o fondo subjetivo de las mismas. Es, por eso, censura­ torres de marfil *.
ble el guardar silencio ante aquella generalizada opinión según Ya no basta abordar los problemas económicos por las sen­
la cual los teoremas económicos sólo son válidos bajo hipotéti­ das tradicionales. Preciso es estructurar la teoría cataláctica
cas condiciones que nunca se dan, careciendo, pues, de interés sobre la sólida base de una teoría general de la acción humana:
cuando de la realidad se trata. Sorprendente resulta, en verdad, la praxeología. Tal planteamiento no sólo la hará inmune a
que algunas escuelas económicas compartan, aparentemente, muchas críticas carentes de consistencia, sino que, además,
este criterio, y, sin embargo, con toda tranquilidad, continúen aclarará numerosos problemas en la actualidad mal enfocados
formulando sus ecuaciones. Cuando así proceden, están, en el y peor resueltos. Con este criterio se suscita, de modo singular,
fondo, despreocupándose del íntimo sentido de su propio ra­ la cuestión relativa al cálculo económico 10".
zonar; de la trascendencia efectiva que pueda el mismo tener
en el mundo real, en-el de la acción humana.
Tal actitud, desde luego, no es de recibo. La tarea primor­ 3. .L A TEORÍA ECONÓMICA

dial de todo investigador estriba en analizar exhaustivamente Y LA PRÁCTICA DE LA ACCIÓN HUMANA

y definir las condiciones y supuestos bajo los cuales cobran va­


lidez sus afirmaciones. Es, desde luego, erróneo tomar la física Suele acusarse a la economía de ser una ciencia poco des­
corno modelo y patrón para la investigación económica; ahora arrollada. No es, desde luego, perfecta. Imposible resulta al­
bien, cuantos, sin embargo, caen bajo el hechizo de tal falacia canzar la perfección en el mundo del conocimiento, ni en nin­
debieran al menos percatarse de que ningún físico se avino ja­ guna otra actividad humana. El hombre carece de omnisciencia.
más a aceptar que había determinados teoremas de su especia­ Aun la teoría mejor elaborada y que parece satisfacer plena­
lidad cuyo esclarecimiento quedaba fuera del ámbito de la pro­ mente nuestra ansia de saber, tal vez mañana haya de ser corre­
pia investigación.., El problema principal de la economía redú­ gida o sustituida por otra. La ciencia jamás brinda certeza abso­
cese a precisar la adecuación existente entre los asertos catalác­ luta y definitiva. Da, meramente, ciertas seguridades, dentro
ticos-y la realidad de esa acción humana que se pretende llegar * El panjisicismo quisiera reducir a puros fenómenos físicos todo el actuar del
a conocer. hombre, negando exista diferencia epistemológica alguna entre las ciencias naturales .
Incumbe, por tanto, a la ciencia económica examinar con y las disciplinas referentes a la acción humana.
detenimiento si es cierta la afirmación según la cual sus teorías El comportamentismo (behaoiorisñt, en inglés) es una escuela sociológica según
la cual la razón no influye en el actuar humano. Pretende, consecuentemente, abor­
sólo son válidas bajo un orden capitalista y una ya superada dar la actuación del hombre por las vías psicológicas utilizadas en el estudio de
etapa liberal de la civilización occidental. ' A ninguna otra dis­ las reacciones de los animales o de los tiernos infantes, 'entiende que todos proce­
ciplina más que a la economía corresponde ponderar las di­ demos de 'acuerdo con previos condicionamientos sociales; por eso, sobre la base de
versas críticas formuladas contra la utilidad y oportunidad del un sistema educativo «ideal», piensa que cabría erradicar las lacras que a la huma­
nidad hoy afligen, lo cual, bien visto, supone patente contradicción con su intelec­
estudio de la acción humana. El pensamiento económico debe tual hase de partida. (N. del T.)
estructurarse de tal suerte que resulte inmune a la crítica del ** El tema del cálculo económico constituye, pudiéramos decir, el meollo de
antirracionalisrno, historicismo, panfisicismo, comportamentis­ toda la teoría misiana -particularmente en su crítica del socialismo-e-, como el
mo y demás variedades del polilogismo. Sería absurdo que lector comprobará al ir adentrándose en el presente tratado. (N . del T.)
28 La Acción Humana Introducción 29
----- - ---- - ---.-- - ­

de los límites que nuestra capacidad mental y los descubrimien­ Tales detractores no advierten, sin embargo, que los gran ­
tos de la época le marcan. Cada sistema científico no represen­ des progresos técnicos de la producción y el consiguiente in­
ta más que un cierto estadio en el camino de la investigación. cremento de la riqueza y el bienestar tomaron cuerpo única­
Refleja, por fuerza, la inherente insuficiencia del intelectual mente cuando las ideas liberales, hijas de la investigación eco­
esfuerzo humano. El reconocer tal realidad, sin embargo, en nómica, lograron imponerse.
modo alguno significa que la economía actual hállese atrasada. Sólo entonces fue posible desarticular aquellos valladares
Simplemente atestigua que nuestra ciencia es algo vivo; pre­ con que leyes, costumbres y -prejuicios seculares entorpecían el
suponiendo la vida la imperfección y el cambio. progreso técnico; el ideario de los economistas clásicos liberó
Los críticos que proclaman el supuesto atraso de la eco­ a promotores e innovadores geniales de la camisa de fuerza
nomía pertenecen a dos campos distintos. con que la organización gremial, el paternalismo gubernamental
A un lado se sitúan aquellos naturalistas y físicos que la y toda suerte de presiones sociales les maniataban. Los econo­
censuran por no ser una ciencia natural y por prescindir de las mistas minaron el venerado prestigio de militaristas y expolia­
técnicas de laboratorio. Constituye uno de los objetivos de~ dores, poniendo de manifiesto los beneficios que la pacífica
presente tratado evidenciar el error que tal pensamiento en­ actividad mercantil engendra. Ninguno de los grandes inventos
cierra . En estas notas preliminares bastará con aludir al fondo modernos habríase _implantado si la mentalidad de la era pre­
psicológico de dicho ideario. Las gentes de estrecha mentalidad capitalista no hubiera sido completamente desvirtuada por ta­
suelen criticar las diferencias que en los demás observan. El les estudiosos. La generalmente denominada «revolución in­
camello de la fábula se vanagloriaba de su giba ante los res­ dustrial» fue consecuencia de la «revolución ideológica» pro­
tantes animales que carecían de joroba y el ciudadano de Ruri­ vocada por las doctrinas económicas. Los economistas demos­
tania vilipendia al de Laputania por no ser ruritano. El inves­ traron la inconsistencia de los viejos dogmas: que no era lícito
tigador de laboratorio considera su método el más perfecto, ni justo vencer al competidor produciendo géneros mejores y
estimando las ecuaciones diferenciales como la única forma más baratos; que era reprochable desviarse de los métodos
adecuada de reflejar los resultados de la investigación. Incapaz tradicionales de producción; que las máquinas resultaban per­
es de apreciar la, epistemológica procedencia del estudio de la niciosas porqt,Je causaban paro; que el deber del gobernante
acción humana. La economía, en su opinión, debiera ser una consistía en impedir el enriquecimiento del empresario, debien­
parte de la mecánica. do, en cambio, conceder protección a los menos aptos frente
De otro lado sitúanse quienes afirman que las ciencias so­ a la competencia de los más eficientes; que restringir la libertad
ciales inciden indudablemente en el error dada la insatisfacto­ empresarial mediante la fuerza y la coacción del Estado o de
riedad de la realidad social. Las ciencias naturales han logrado otros organismos y asociaciones promovía el bienestar social.
impresionantes realizaciones en las dos o tres últimas centu­ La escuela de Manchester y los fisiócratas franceses formaron
rias, elevando el nivel de vida de forma impresionante. Las la vanguardia del capitalismo moderno. Sólo gracias a ellos pu­
ciencias sociales, en cambio, han fracasado de modo lamentable dieron progresar esas ciencias naturales que han derramado
en su pretensión de mejorar las condiciones humanas. No han beneficios sin cuento sobre las masas.
sido capaces de suprimir la miseria y el hambre, las crisis eco­ Yerra, en verdad, nuestro siglo al desconocer el enorme
nómicas y el paro, la guerra y la tiranía . Son, pues, ciencias influjo que -la libertad ecoñómica tuvo en el progreso técnico
estériles, que en nada contribuyen a la felicidad y a la bienan­ de Jos últimos doscientos años. Engáñase la gente cuando su­
danza de la humanidad. pone que fuera puramente casual la coincidente aparición de los
30 La Acción Humana 1ntroduccián 31
nuevos métodos de producción y la política del laissez [aire. mas doscientos años, se halla inseparablemente ligado al futuro
Cegados por el mito marxista, nuestros coetáneos creen que la de la economía. Esta civilización pudo surgir porque las gentes
moderna industrialización es consecuencia provocada por unas creían en aquellas fórmulas que aplicaban las enseñanzas de los
misteriosas «fuerzas productivas», que funcionan independien­ economistas a los problemas de la vida diaria. Y fatalmente
temente de los factores ideológicos. La economía clásica perecerá si las naciones prosiguen por el camino iniciado bajo el
---estimase- en modo alguno fue factor que impulsara el maleficio de las doctrinas que condenan el pensamiento
advenimiento del capitalismo, sino más bien su fruto, su económico.
«superestructura ideológica», es decir, una doctrina meramente La economía, desde luego, es una ciencia teórica que, como
justificativa de las inicuas pretensiones de los explotadores. tal, se abstiene de establecer normas de conducta. No pretende
Resulta de tal planteamiento que la abolición de la economía señalar a los hombres cuáles metas deban perseguir. Quiere,
de mercado y su sustitución por el totalitarismo socialista no exclusivamente, averiguar los medios más idóneos para alcan­
habría de perturbar gravemente el constante perfeccionamiento zar aquellos objetivos que otros, los consumidores, predeter­
de la técnica. Antes al revés, el progreso social aún se acentua­ minan; jamás pretende indicar a los hombres los fines que
ría, al suprimirse los obstáculos con que el egoísmo de los deban apetecer. Las decisiones últimas, la valoración y elección
capitalistas lo entorpece. de las metas a alcanzar, quedan fuera del ámbito de la ciencia.
La rebelión contra la ciencia económica constituye la carac­ Nunca dirá a la humanidad qué deba desear, pero, en cambio,
terística de esta nuestra época de guerras despiadadas y de sí procurará ilustrarla acerca de cómo conviénele actuar si
desintegración social. Tomás Carlyle tachó a la economía de quiere conquistar los concretos objetivos que dice apetecer.
«ciencia triste» (dismal scíence) y Carlos Marx calificó a los Hay quienes consideran eso insuficiente, entendiendo que
economistas de «sicofantes de la burguesía». Los arbitristas, una ciencia limitada a la investigación de «lo que es», incapaz
para ponderar sus remedios y los fáciles atajos que, en su opi­ de expresar un juicio de valor acerca de los fines más elevados
nión, conducen al paraíso terrenal, denigran la economía, califi­ y últimos, carece de utilidad. Tal opinión implica incidir en el
cándola de «ortodoxa» y «reaccionaria». Los demagogos vana" error. Evidenciarlo, sin embargo, no puede ser objeto de estas
gloríanse de supuestas victorias por ellos conseguidas sobre la consideraciones preliminares. Pues ello precisamente consti­
economía. El hombre «práctico» se jacta de despreciar lo eco­ tuye una de las pretensiones del presente tratado.
nómico y de ignorar las enseñanzas predicadas por meros «pro­
fesores». La política de las últimas décadas fue forjada por una
mentalidad que se mofa de todas las teorías económicas sensa­ 4. RESUMEN

tas, ensalzando en cambio las torpes doctrinas mantenidas por


Era obligado consignar estos antecedentes para aclarar por
los detractores de aquéllas. En la mayoría de los países la lla­
qué pretendemos situar los problemas económicos dentro del
mada «economía ortodoxa» hállase desterrada de las universi­ amplio marco de una teoría general de la acción humana . En
dades y es virtualmente desconocida por estadistas, políticos el estado actual del pensamiento económico y de los estudios
y escritores. No cabe, desde luego, culpar de la triste situación políticos referentes a las cuestiones fundamentales de la orga­
que la presente 'realidad social presenta a una ciencia desdeñada nización social, ya no es posible considerar aisladamente el
y desconocida por masas y dirigentes. problema cataláctico propiamente dicho, pues, en realidad, no
Es preciso advertir que el porvenir de la civilización mo­ constituye sino una rama de la ciencia general de la acción
derna, tal como fue estructurada por la raza blanca en los últi­ humana, y como tal debe ser abordado.
I

CAPITULO 1

El hombre en acción

I
1. ACCIÓN DELIBERADA Y REACCIÓN ANIMAL
I

I
La acción humana es conducta consciente; movilizada vo­
I
luntad transformada eJJ actuación, que pretende alcanzar pre­
I
cisos fines y objetivos; es consciente reacción del ego ante los
I
estímulos y las circunstancias del ambiente; es reflexiva aco­
I
modación a aquella disposición del universo que está influyen­
I
do en la vida del sujeto. Estas paráfrasis tal vez sirvan para
I
aclarar la primera frase, evitando posibles interpretaciones
I
erróneas; aquella definición, sin embargo, resulta correcta y
I
no parece precisar de aclaraciones ni comentarios.
I

El proceder consciente y deliberado contrasta con la con­


I

ducta inconsciente, es decir, con los reflejos o involuntarias


I

reacciones de nuestras células y nervios ante las realidades


I

externas. Suele' decirse que la frontera entre la actuación cons­


I

ciente y la inconsciente es imprecisa. Ello, sin embargo, tan


I

sólo resulta cierto en cuanto a que a veces no es fácil decidir si


I
determinado acto es de condición voluntaria o involuntaria.
I
Pero, no obstante, la demarcación entre conciencia e incons­
I
ciencia resulta clara, pudiendo ser trazada la raya entre uno y
I
otro mundo de modo tajante.
I
La conducta inconsciente de las células y los órganos fisio­
I
lógicos es para el «yo» operante un dato más, como otro cual­
I
quiera, del mundo exterior que aquél debe tomar en cuenta.
I
El hombre, al actuar, ha de considerar lo que acontece en su
I
propio organismo, al igual que se ve constreñido a ponderar
I
otras realidades, tales como, por ejemplo, las condiciones cli­
I
matológicas o la actitud de sus semejantes. No cabe, desde
I

I

I


'6 La Acci6n Humana El hombre en acción 37

luego, negar que la voluntad humana, en ciertos casos, es capaz adoptada y califiquemos de inadecuados los medios escogidos
de dominar las reacciones corporales. Resulta hasta .cierto para alcanzar los objetivos en cuestión. El concepto «incons­
punto posible controlar los impulsos fisiológicos. Puede el ciente» empleado por la praxeología y el concepto «subcons­
hombre, a veces, mediante el ejercicio de su voluntad, superar ciente» manejado por el psicoanálisis pertenecen a dos órdenes
la enfermedad, compensar la insuficiencia innata o adquirida distintos de raciocinio, a dispares campos de investigación. La
de su constitución física y domeñar sus movimientos reflejos. praxeología, al igual que otras ramas del saber, debe mucho al
En tanto ello es posible, cabe ampliar el campo de la actuación psicoanálisis. Por ello es tanto' más necesario trazar la raya
consciente. Cuando, teniendo capacidad para hacerlo, el sujeto que separa la una del otro.
se abstiene de controlar las reacciones involuntarias de sus cé­ La acción no consiste simplemente en preferir. El hombre
lulas y centros nerviosos, tal conducta, desde el punto de vista puede sentir preferencias aun en situación en que las cosas y
que ahora nos interesa, ha de estimarse igualmente deliberada . los acontecimientos resulten inevitables o, al menos, así lo crea
Nuestra ciencia se ocupa de la acción humana, no de los fe­ el sujeto. Cabe preferir la bonanza a la tormenta y desear que
nómenos psicológicos capaces de ocasionar determinadas actua­ el sol disperse las nubes. Ahora bien, quien sólo desea y espera
ciones. Es ello precisamente lo que distingue y separa la teoría
no interviene activamente en el curso de los acontecimientos
general de la acción humana, o praxeología, de la psicología.
Esta última se interesa por aquellos fenómenos internos que ni en la plasmación de su destino. El hombre, en cambio, al
provocan o pueden provocar determinadas actuaciones. El obje­ actuar} opta , determina y procura alcanzar un fin. De dos cosas
to de estudio de la praxeología, en cambio, es la acción como que no pueda disfrutar al tiempo, elige una y rechaza la otra .
tal. Queda así también separada la praxeología del psicoanálisis La acción, por tanto , implica, siempre y a la vez, preferir y
de lo subconsciente. El psicoanálisis, en definitiva, es psicolo­ renunciar.
gía y no investiga la acción sino las fuerzas y factores que im­ La mera expresión de deseos y. aspiraciones, así como la
pulsan al hombre a actuar de una cierta manera. El subcons­ simple enunciación de planes, pueden constituir formas de ac­
ciente psicoanalítico constituye categoría psicológica, no tuar, en tanto en cuanto de tal modo se aspira a preparar ciertos
praxeológica. Que una acción sea fruto de clara deliberación o proyectos. Ahora bien, no cabe confundir dichas ideas con las
de recuerdos olV'idados y deseos reprimidos que desde regiones, acciones a las que las mismas se refieren. No equivalen a 'las
por decirlo así, subyacentes influyen en la voluntad, para nada correspondientes actuaciones que anuncian, preconizan o re­
afecta ,a la naturaleza del acto en cuestión. Tanto el asesino chazan. La acción es una cosa real. Lo que cuenta es la autén­
impelido al crimen por subconsciente impulso (el Id ), como el tica conducta del hombre, no sus intenciones si éstas no llegan
neurótico cuya conducta aberrante para el observador superfi­ a realizarse. Por 10 demás, conviene distinguir y separar con
cial carece de sentido, son individuos en acción, los cuales, al precisión la actividad consciente del simple trabajo físico. La
igual que el resto de los mortales, persiguen objetivos especí­ acción implica acudir a ciertos medios para alcanzar determi­
ficos. El mérito del psicoanálisis estriba en haber demostrado nados fines. Uno de los medios generalmente empleados para
que la conducta de neuróticos y psicópatas tiene su sentido; conseguir tales objetivos es el trabajo. Pero no siempre es así.
que tales individuos, al actuar, no menos que los otros, tam­ Basta en ciertos casos una sola palabra para provocar el efecto
bién aspiran a conseguir determinados fines, aun cuando quie­ deseado. Quien ordena o prohíbe actúa sin recurrir al trabajo
nes nos consideramos cuerdos y normales tal vez reputemos físico. Tanto el hablar como el callar, el' sonreírse J el quedarse
sin base el raciocinio determinante de la decisión por aquéllos serio, pueden constituir actuaciones. Es acción el consumir y el

38 La Acción Humana El hombre en acción 39

recrearse, tanto como el renunciar al consumo o al deleite que a actuar 1. El ser plenamente satisfecho carecería de motivo para
tenemos a nuestro alcance. variar de estado. Ya no tendría ni deseos ni anhelos; sería per­
La praxeología, por consiguiente, no distingue entre el fectamente feliz. Nada haría; simplemente viviría.
Pero ni el malestar ni el representarse un estado de cosas
hombre «activo» o «enérgico» y el «pasivo» o «indolente».
más atractivo bastan por sí solos para impeler al hombre a
El hombre vigoroso que lucha diligentemente por mejorar su
actuar. Debe concurrir un tercer requisito: advertir mental­
situación actúa al igual que el aletargado que, lleno de indo­
mente la existencia de cierta deliberada conducta capaz de su­
lencia, acepta las cosas tal como vienen. Pues el no hacer nada primir o, al menos, de reducir la incomodidad sentida. Sin la
y el estar ocioso también constituyen actuaciones que influyen concurrencia de esa circunstancia, ninguna actuación es posi­
en la realidad. Dondequiera concurren aquellos requisitos pre­ ble, el interesado ha de conformarse con lo inevitable. No tiene
cisos para que pueda tener lugar la interferencia humana, el más remedio que someterse a su destino .
hombre actúa, tanto si interviene como si se abstiene de inter­ Tales son los presupuestos generales de la acción humana.
venir. Quien resignadamente soporta cosas que podría variar El ser que vive bajo dichas condiciones es un ser humano . No
actúa tanto como .quien se moviliza para provocar situación es solamente bonzo sapiens, sino también bomo agens. Los se­
distinta. Quien se abstiene de influir en el funcionamiento de res de ascendencia humana que, de nacimiento o por defecto
los factores instintivos y fisiológicos, que podría interferir, adquirido, carecen de capacidad para actuar (en el sentido am­
actúa también . Actuar no supone sólo hacer, sino también de­ plio del vocablo, no sólo en el legal), a efectos prácticos, no son
jar de hacer aquello que podría ser realizado. seres humanos. Aunque las leyes y la biología los consideren
Cabría decir que la acción es la expresión de la voluntad hombres , de hecho carecen de la característica específicamente
humana. Ahora bien, no ampliamos con tal manifestación nues­ humana. El recién nacido no es ser actuante; no ha recorrido
tro conocimiento, pues el vocablo «voluntad» no significa otra aún todo el trayecto que va de la concepción al pleno desarro­
cosa que la capacidad del hombre para elegir entre distintas llo de sus cualidades humanas. Sólo al finalizar tal desarrollo
actuaciones, prefiriendo lo uno a lo otro y procediendo de devendrá sujeto de acción.
~cuerdo con el' deseo de alcanzar la meta ambicionada o de
rehuir la deseada. EN TORNO A LA FELICIDAD

Suele considerarse feliz al hombre que ha conseguido los ob­


Los REQUISITOS PREVIOS
jetivos que se había propuesto. Más exacto sería decir que esa
DE LA ACCIÓN HUMANA
persona es ahora más feliz de 10 que antes era. No cabe oponer,
sin embargo, objeción a la costumbre de definir ef actuar humano
.como la búsqueda de la felicidad .
Consideramos de contento y satisfacción aquel estado del
Conviene, sin embargo, evitar errores bastante extendidos. La
ser humano que no induce ni puede inducir a la acción . El
acción humana invariablemente pretende, en definitiva, dar sa­
hombre, al actuar, aspira a sustituir un estado menos satisfac­
. torio por otro mejor. La mente preséntale al actor situaciones 1 Vid. LOCKE, An Essay Concerning Human Understanding, 1, págs. 331-333,

más gratas, que aquel que, mediante la acción, pretende alcan­ ed. Fraser, Oxford, 1894, LEIBNIZ, Nouveaux essais sur l'entendement bumain,
zar. Es siempre el malestar el incentivo que induce al individuo pág. 119, ed. Flammarion.
40 La Acción Humana El hombre en acción 41

tisfacci6n al anhelo sentido por el actor. No cabe ponderar la epicúrea es aquel estado de felicidad y contentamiento perfecto,
mayor o menor satisfacción personal más que a trav és de indivi­ al que tiende toda actividad humana, sin llegar nunca a plena- .
dualizados juicios de valoración, disti ntos según los diverso s inte­ mente alcanzarlo. Ante la perspicacia de tal cognición, pierde
resados y, aun para una misma persona, dispares según los mo­ trascendencia e! que la mayoría de los partidarios de dichas filoso­
mentas. Es la valoración subjetiva -con arreglo a la voluntad fías no advirtieran la condición meramente formal de los conceptos
y al juicio propio- lo que hace a las gentes más o menos felices de dolo r y placer, dándoles en cambio una significaci6n sensual y
o desgraciadas . Nadie es capaz de dictaminar qué ha de propor­ materialista. Las escuelas teológicas, místicas y demás de ética hete­
cionar mayor bienestar al prójimo. rónoma no acertaron a impugnar la esencia del epicureísmo por
Tales asertos en modo alguno afectan a la antítesis existente cuanto limitábanse a criticar su supuesto desinterés por los place­
entre e! egoísmo y el altruismo, e! materialismo y el idealismo, res más «elevados» y «nob les». Es cierto que muchas obras de los
e! individualismo y el colectivismo, e! ateísmo y la religión. Hay primeros partidarios de! eudemonismo, hedonismo y utilitarismo
quienes sólo se interesan por su propio bienestar material. A otros, se prestan a interpretaciones equívocas . Pero el lenguaje de los
en cambio, las desgracias ajenas cáusanles tanto o más males­ filósofos modernos, y más todavía el de los economistas actuales,
tar que sus propias desventuras. Hay personas que no aspiran más es tan preciso y correcto, que ya no cabe confusi6n interpreta­
que a satisfacer el deseo sexual, la apetencia de alimentos, bebi­ tiva alguna .
das y vivienda y demás placeres fisiológicos. No faltan, en cam­
bio, seres humanos a quienes en grado preferente interesan aque­
llas otras satisfacciones usualmente calificadas de «superiores» o ACERCA DE LOS INSTINTOS Y LOS IMPULSOS
«espirituales». Existen seres dispuestos a acomodar su conducta
a las exigencias de la cooperaci6n social; y, sin embargo, también El método utilizado por la sociología de los instintos no es
hay quienes propenden a quebrantar las correspondientes normas. idóneo para llegar a comprender el problema fundamental de la
Para unas gentes e! tránsito terrenal es camino que conduce a la acción humana. Dicha escuela, en efecto, clasifica los diferentes
bienaventuranza eterna; pero tambié n hay quiene s no creen en las objetivos concre tos a que la acción humana tiende, suponiendo
enseñanzas -de religión alguna y para nada las toma n en cuenta. a ésta imp-ulsada hacia cada uno de ellos por específico instinto.
El hombre aparece como exclusivamente movido por instintos e
La praxeología no se interesa por los objetivos últimos que la
acción pueda perseguir. Sus enseñanzas resulta n válidas para todo innatas disposiciones. Se presume que tal planteamiento viene a
tipo de actuación, independientemente de! fin a que se aspire. desarticular, de una vez para siempre , las «aborrecibles» enseñan­
zas de la economía y de la filosofía utilitaria. Feuerbach, sin ern­
Constituye ciencia atinente, exclusivamente, a los medios; en modo
bargo, acertadamente advirtió que e! instinto aspira siempre a la
alguno a los fines. Manejamos e! término felicidad en sentido me­
felicidad 2 . La metodología de la psicología y de la sociología de
ramente forma l. Para la praxeología, el decir que «el único obje­
los instintos clasifica arbitrariamente los objetivos inmediatos de
tivo del hombre es alcanzar la felicidad» resulta pura tautología,
la acción y viene a ser una hipóstasis de cada uno de ellos. En
porque, desde aquel plano, ningún juicio podemos formular acerca
tanto que la praxeología proclama que e! fin de la acción es la
de lo que, concretamente, haya de hacer al hombre más feliz.
remoción de cierto malestar, la psicología del instinto afirma que
El eudemonismo y el hedonismo afirman que el malestar es el
se actúa para satisfacer cierto instintivo impulso.
incentivo de toda actuación humana, procurando ésta, invariable­ •
mente, suprimir la incomodidad en el mayor grado posible, es , Vid. FEU ERBACIl, S ánmnticbe Werke , X, pág. 231, ed . Bolin y J.odl. Stuttgart ,
decir, hacer al hombre que actúa un poco más feliz. La ataraxia 1907 .
42 La Acción Humana El hombre en acción 43

Muchos partidarios de tal escuela creen haber demostrado que de reproducción y de agresión y concluimos que tales instintos
la actividad no se halla regida por la razón, sino que viene origi­ son innatos y exigen satisfacción inmediata .
nada por profundas fuerzas innatas, impulsos y disposiciones que Pero con el hombre no ocurre lo mismo . El ser humano es
el pensamiento racional no comprende. También creen haber lo­ capaz de domeñar incluso aquellos impulsos que de modo más
grado evidenciar la inconsistencia del racionalismo, criticando a perentorio exigen atención. Puede vencer sus insti ntos, emociones
la economía por constituir un «tejido de erróneas conclusiones y apetencias, racionalizando su conducta. Deja de satisfacer de­
deducid as de falsos supuestos psicológicos» 3. Pero lo que pasa seos vehementes para atender otras aspiraciones; no le avasallan
es que el racionalismo, la praxeología y la economía, en verdad , aquéllos . El hombre no rapta a toda hembra que despierta su
no se ocupan ni de los resortes que inducen a actuar, ni de los libido; ni devora todos los alimentos que le atraen ; ni ataca a
fines últimos de la acción, sino de los medios que el hombre haya cuantos quisiera aniquilar . Tras ordenar en escala valorativa sus
de emplear para alcanzar los objetivos propuestos. Por insonda­ deseos y anhelos, opta y prefiere; es decir , actúa. Lo que disti ngue
bles que sean los abismos de los que emergen los instintos y los al bomo sapiens de las best ias es, precisamente, eso , el que pro­
impulsos, los medios a que el hombre apela para satisfacerlos son cede de manera consciente. El hombre es el ser capaz de inhibi r­
fruto de consideraciones racionales que pondera n el costo, por se; que puede vencer sus impulsos y deseos; que tiene poder para
un lado, y el result ado alcanzado, por otro. refrenar sus instintos.
Quien obra bajo presión emocional no por eso deja de actuar. Cabe a veces que los impulsos sean de tal violencia que nin­
Lo que distingue la acción impulsiva de las demás es que en estas guna de las desventajas que su satisfacción implica resulte bas­
últimas el sujeto contrasta más serenamente tanto el costo como tante para dete ner al individuo . Aun en este supuesto hay elec­
el fruto obtenido. La emoción perturba las valoraciones del actor . ción. El agente, en tal caso, prefie re ceder al deseo en cuestió n 4.
Arrebatado por la pasión, el objetivo parece al inte resado más
deseable y su precio menos oneroso de lo que, ante un examen
más frío, consideraría. Nadie ha puesto nunca en duda que incluso 3. LA ACCIÓN HUMANA

COMO PRESUPUESTO IRREDUCTIBLE

bajo un estado emocional los medios y los fines son objeto de


ponderación, siendo posible influir en el resultado de tal análisis
Hubo siempre gentes deseosas de llegar a desentrañar la
a base de increment ar el costo del ceder al impulso pasional. Cas­
causa primaria, la fuente y origen de cuanto existe, el impulso
tigar con menos rigor las infracciones penales cometidas bajo un
engendrador de los cambios que acontecen ; la sustancia que
estado de excitación emocional o de intoxicación equivale a fo­
todo lo crea y que es causa de sí misma. La ciencia, en cambio ,
mentar tales excesos. La amenaza de una severa sanción disuade
nunca aspiró a tanto, consciente de la limitación de la mente
incluso a aquellas personas impulsadas por pasiones, al parecer,
humana. Pretende, desde luego, el estudioso retrotraer los fe­
irresistibles.
nómenos a sus causas. Pero advierte que tal aspiración fatal­
Interpretamos la conducta animal suponiendo que los seres mente tiene que acabar tropezando con muros insalvables . Ha y
irracionales siguen en cada momento el impulso de mayor vehe­ fenómenos que no pueden ser analizados ni referidos a otros:
mencia. Al comprobar que el animal come, cohabita y ataca a otro s son presupuestos irreductibles. El progreso de la investigación
animales o al hombre, hablamos de sus instintos de alimentación .
• En tales supuestos tiene gran trascendencia el que las dos satisfacciones -la
, Vid. WI L LlAM M cDoUGALL , An l ntroduction to Social Psycbology, pág. 1J . derivada de ceder al impulso y la resultante de evitar las indeseadas consecu~ncias­
14.' ed . Boston, 1921. sean coetáneas o no lo sean. (Vid . cap. XVIII , 1, 2 Y apart o síguiente.)
44 La Acción Humana El hombre en acción 45

científica' permite ir paulatinamente reduciendo a sus compo­ cos y fisiológicos; y el interno, el del pensamiento, del senti­
nentes cada vez mayor número de hechos que previamente re­ miento, de la apreciación y de la actuación consciente. Ningún
sultaban inexplicables. Pero siempre habrá realidades irreduc­ puente conocemos hoy que una ambas esferas. Idénticos fenó­
tibles o inanalizables, es decir, presupuestos últimos o finales . menos exteriores provocan reflejos humanos diferentes y hechos
El monismo asegura no haber más que una sustancia esen­ dispares dan lugar a idénticas respuestas humanas. Ignoramos
cial; el dualismo afirma que hay dos; y el pluralismo que son el porqué.
muchas. De nada sirve discutir estas cuestiones, meras dispu­ Ante tal realidad no cabe ni aceptar ni rechazar las decla­
tas metafísicas insolubles. Nuestro actual conocimiento no nos raciones esenciales del monismo y del materialismo. Creamos
permite dar a múltiples problemas soluciones universalmente o no que las ciencias na turales logren algún día explicarnos la
satisfactorias. producción de las ideas, de los juicios de apreciación y de las
El monismo materialista entiende que los pensamientos y acciones, del mismo modo que explican la aparición de una sín­
las humanas voliciones son fruto y producto de los órganos tesis química como fruto necesario e inevitable de determinada
corporales, de las células y los nervios cerebrales. El pensa ­ combinación de elementos, en el ínterin no tenemos más reme­
miento, la voluntad y la actuación del hombre resultarían mer.: dio que conformarnos con el dualismo metodológico .
consecuencia de procesos materiales que algún día los métodos La acción humana provoca cambios. Es un elemento más
de la investigación física y química explicarán. Tal supuesto de la actividad universal y del devenir cósmico. Resulta, por
entraña también una hipótesis metafísica, aun cuando sus par · tanto, legítimo objeto de investigación científica. Y puesto que
tidarios la consideren verdad científica irrebatible e innegable. -al menos por ahora- no puede ser desmenuzada en sus
La relación entre el cuerpo y el alma, por ejemplo, muchas causas integrantes, debemos estimarla presupuesto irreductible,
teorías han pretendido decirla; pero, a fin de cuentas, no eran y como tal estudiarla.
sino conjeturas huérfanas de toda relación con experiencia al­ Cierto que los cambios provocados por la acción humana
guna. Lo más que cabe afirmar es que hay ciertas conexiones carecen de trascendencia comparados con los efectos engen­
entre los procesos mentales y los fisiológicos. Pero, en verdad, drados por las grandes fuerzas cósmicas. El hombre constituye
es muy poco 10 que concretamente sabemos acerca de la natu­ pobre grano de arena contemplado desde el ángulo de la eter­
raleza y mecánica de tales relaciones. nidad y del universo infinito. Pero, para el individuo, la acción
Ni los juicios de valor ni las efectivas acciones humanas humana y sus vicisitudes son tremendamente reales. La acción
constituye la esencia del hombre; el medio de proteger su vida
préstanse a ulterior análisis . Podemos admitir que dichos fe­
y de elevarse por encima del nivel de los animales y las plantas.
nómenos tienen sus correspondientes causas. Pero en tanto no Por perecederos y vanos que puedan parecer, todos los esfuer­
sepamos de qué modo los hechos externos -físicos y fisioló­ zos humanos son, empero, de importancia trascendental para
gicos- producen en la mente humana pensamientos y volicio­ el hombre y para la ciencia humana .
nes que ocasionan actos concretos, tenemos que conformarnos
con insuperable dualismo metodológico . En el estado actual
del saber, las afirmaciones fundamentales del positivismo, del 4. RACIONALIDAD E IRRACIONALIDAD; SUBJETIVISMO
monismo y del panfisicismo son meros postulados metafísicos, Y OBJETIVIDAD EN LA INVESTIGACIÓN PRAXEOLÓGICA
carentes de base científica y sin utilidad ni significado para la
investigación. La razón y la experiencia nos muestran dos rei­ La acción humana es siempre racional. El hablar de «ac­
nos separados: el externo, el de los fenómenos físicos, quími- ción racional» supone incurrir en evidente pleonasmo y, por
46 La Acción Humana El hombre en acción 47

tanto, debe rechazarse tal expresión . Aplicados a los fines últi­ te impelidos a la conservación de su vida y a la proliferación de
mos de la acción, los términos racional e irracional no son la especie, el hombre es capaz de dominar tales impulsos. Con­
apropiados y carecen de sentido . El fin último de la acción trola tanto su apetito sexual como su deseo de vivir. Renuncia
siempre es la satisfacción de algún deseo del hombre actuante . a la vida si considera intolerables aquellas condiciones únicas
Puesto que nadie puede reemplazar los juicios de valoración bajo las cuales cabríale sobrevivir. Es capaz de morir por un
dei sujeto en acción por .los propios, vano resulta enjuiciar ideal y también de suicidarse. Incluso la vida constituye para
los anhelos y las voliciones de los demás. Nadie está calificado el hombre el resultado de una elección, o sea, de un juicio
para decidir qué hará a otro más o menos feliz. Quienes pre­ valorativo.
tenden enjuiciar la vida ajena o bien exponen cuál sería su con­ Lo mismo ocurre con el deseo de vivir abundantemente
ducta de hallarse en la situación del prójimo, o bien, pasando proveído. La mera existencia de ascetas y de personas que re­
por alto los deseos y aspiraciones de sus semejantes, limítanse nuncian a las ganancias materiales por amor a sus convicciones,
a proclamar, con arrogancia dictatorial, la manera cómo el o simplemente por preservar su dignidad e individual respeto,
prójimo mejor serviría a los designios del propio crítico. evidencia que el correr en pos de los placeres materiales en
Es corriente denominar irracionales aquellas acciones que, modo alguno resulta inevitable, siendo en cambio consecuencia
prescindiendo de ventajas materiales y tarigibies, tienden a al­ . de específica elección. La verdad, sin embargo, es que la in­
canzar satisfacciones «ideales» o más «elevadas». En este sen­ mensa mayoría de nosotros preferimos la vida a la muerte y
tido, la gente asegura, por ejemplo -unas veces aprobando, la riqueza a la pobreza.
desaprobando otras- que quien sacrifica la vida, la salud o la Es arbitrario considerar «natural» y «racional» únicamente
riqueza para alcanzar bienes más altos -como la lealtad a sus la satisfacción de las necesidades fisiológicas y todo lo demás
convicciones religiosas, filosóficas y políticas o la libertad y la «artificial» y, por tanto, «irracional». El rasgo típicamente
grandeza nacional- viene impelido por consideraciones.. de humano estriba en que el hombre no tan sólo desea alimento,
índole no racional. La prosecución de estos fines, sin embargo, abrigo y ayuntamiento carnal, como el resto de los animales,
no es ni más ni menos racional o irracional que la de otros sino que aspira además a otras satisfacciones. Experimentamos
fines huinanos. Es erróneo suponer que el deseo de cubrir las necesidades y apetencias típicamente humanas, que podemos
necesidades perentorias de la vida o el de conservar la salud calificar de «más elevadas» comparadas con los deseos comu­
sea más racional, natural o justificado que el aspirar a otros nes al hombre y a los demás mamíferos 5.
bienes y satisfacciones. "Cierto que la apetencia de alimentos Al aplicar los calificativos racional e irracional a los medio;
y calor es común al hombre y a otros mamíferos y que, por 10 elegidos para la consecución de fines determinados, 10 que se
trata de ponderar es la oportunidad e idoneidad del sistema
general, quien carezca de manutención y abrigo concentrará sus
adoptado. Debe el mismo enjuiciarse para decidir s.. es o no
esfuerzos en la satisfacción de esas urgentes necesidades sin,
el que mejor permite alcanzar el objetivo ambicionado. La ra­
de momento, preocuparse mucho por otras cosas. El deseo de
zón humana, desde luego, no es infalible y, con frecuencia,
vivir, de salvaguardar la existencia y de sacar partido ele toda el hombre se equivoca, tanto en la elección de medios como en
oportunidad para vigorizar las propias fuerzas vitales, consti­ su utilización. Una acción inadecuada al fin propuesto no pro­
tuye rasgo característico de cualquier forma de ser viviente . No
resulta, sin embargo, para el hombre imperativo ineludible el 5 Sobre los errores que implica la ley de hierro de los salarios, vid. capítu­

doblegarse ante dichas apetencias. lo XXI, 6; acerca de las erróneas interpretaciones de la teoría de Malthus, vid. infra
capítulo XXIV, 2.
Mient ras todos los demás animales hállanse inexorablemen-
48 La Acción Humana El hombre en acción 49

duce el fruto esperado. No conforma la misma con la finalidad ser puramente racionales. La objeción más corriente opuesta
perseguida, pero no por ello dejará de ser racional, tratándose a lo económico es la de que olvida la irracionalidad de la vida
de método que razonada (aunque defectuosa) deliberación en­ y del universo e intenta encuadrar en secos esquemas raciona­
gendrara y de esfuerzo (si bien ineficaz) por conseguir cierto les y en frías abstracciones la variedad infinita de los fenóme­
objetivo. Los médicos que, cien años atrás, para el tratamiento nos. Nada más absurdo. La economía, al igual que las demás
del cáncer empleaban métodos que los profesionales contem­ ramas del saber, va tan lejos como puede, dirigida por méto­
poráneos rechazarían, carecían, desde el punto de vista de la dos racionales. Alcanzado el límite, se detiene y califica el
patología actual, de conocimientos bastantes y, por tanto, su hecho con que tropieza de dato irreductible, es decir, de fenó­
actuación resultaba baldía. Ahora bien, no procedían irracional­ meno que no admite ulterior análisis, al menos en el estado
mente; hacían lo que creían más conveniente. Es probable que actual de nuestros conocimientos 6.
dentro de cien años los futuros galenos dispongan de mejores Los asertos de la praxeología y de la economía resultan vá­
métodos para tratar dicha enfermedad; en tal caso, 'serán mas lidos para todo tipo de acción humana, independientemente
eficientes que nuestros médicos, pero no más racionales. de los motivos, causas y fines en que ésta última se fundamen­
Lo opuesto a la acción humana no es la conducta irracional, te. Los juicios finales de valoración y los fines últimos de la
sino la refleja reacción de nuestros órganos corporales al estí­ .acción humana son hechos dados para cualquier forma de in­
mulo externo, reacción que no puede ser controlada a voluntad. vestigación científica y no se prestan a ningún análisis ulterior.
y cabe incluso que el hombre, en determinados casos, ante un La praxeología trata de los medios y sistemas adoptados para
mismo agente, responda coetáneamente por reacción refleja y la consecución de los fines últimos. Su objeto de estudio son
por acción consciente. Al ingerir un veneno, el organismo los medios, no los fines.
apresta automáticamente defensas contra la infección; con inde­ En este sentido hablamos del subjetivismo de la ciencia
pendencia, puede intervenir la actuación humana administran­ general de la acción humana; acepta como realidades insosla­
do un antídoto. yables los fines últimos a los que el hombre, al actuar, aspira;
Respecto del problema planteado por la antítesis entre lo es enteramente neutral respecto a ellos, absteniéndose de for­
racional y lo irracional, no hay diferencia entre las ciencias mular juicio valorativo alguno. Lo único que le preocupa es
naturales y las ciencias sociales. La ciencia siempre es y debe determinar si los medios empleados son idóneos para la conse­
ser racional; presupone intentar aprehender los fenómenos del cución de los fines propuestos. Cuando el eudemonismo habla
universo mediante sistemática ordenación de todo el saber dis­ de felicidad y el utilitarismo o la economía de utilidad , estamos
ponible. Sin embargo, como anteriormente se hacía notar, la ante términos que debemos interpretar de un modo subjetivo,
en el sentido de que mediante ellos se pretende expresar aque­
descomposición analítica del fenómeno en sus elementos cons­
llo que el hombre, por resultarle atractivo, persigue al actuar.
titutivos antes o después llega a un punto del que ya no puede
El progreso del moderno eudemonismo, hedonismo y utilitaris­
pasar. La mente humana es incluso incapaz de concebir un
mo consiste precisamente en haber alcanzado tal formalismo,
saber que no limitaría ningún dato último imposible de anali­ contrario al antiguo sentido materialista de dichos modos de
zar y disecar. El sistema científico que guía al investigador pensar; idéntico progreso ha supuesto la moderna teoría sub­
hasta alcanzar el límite en cuestión resulta estrictamente racio­ jetivista del valor comparativamente a la anterior teoría obie­
nal. Es el dato irreductible el que cabe calificar de hecho
irracional. • Más adelante (cap. II, 7) veremos cómo las ciencias sociales empíricas enfocan
Está hoy en boga el menospreciar las ciencias sociales, por el problema de los datos irreductibles.
50 La Acción Humana El hombre en acción 51

tivista propugnada por la escuela clásica. Y precisamente en existencia. Siglos habían de transcurrir antes de que ideas tan
tal subjetivismo reside la objetividad de nuestra ciencia. Por exageradas y desorbitadas fueran reconducidas al modesto pro­
ser subjetivista y por aceptar los juicios de apreciación del blema de determinar dónde hay o habría que intervenir para
hombre actuante como datos últimos no susceptibles de ningún alcanzar este o aquel objetivo.
examen crítico posterior , nuestra ciencia queda emplazada por El enfoque dado al problema de la causalidad en las últi­
encima de las luchas de partidos y facciones; no interv iene en mas décadas, debido a la confusión que algunos eminentes fí­
los conflictos que se plantean las diferentes escuelas dogm á­ sicos han provocado, resulta poco satisfactorio. Confiemos en
ticas y éticas; ap ártasc de toda preconcebida idea, de todo jui­ que este desagradable capítulo de la historia de la filosofía sirva
cio o valoración; sus enseñanzas resultan universalmente váli­ de advertencia a futuros filósofos.
das y ella misma es humana absoluta y puramente.
Hay mutacione s cuyas causas nos resultan desconocidas, al
menos por ahora . Nuestro conocimiento, en ciertos casos, es
5. L A CAUS ALI DAD CO MO REQU IS ITO DE LA ACCIÓN sólo parcial, permiti éndonos únicamente afirmar que, en el
70 por 100 de los casos, A provoca B; en lo. restantes, e o
El hombre actúa porque es capaz de descubrir relaciones incluso D, E, F, etc. Para poder ampliar tal fragmentaria infor­
causales que provocan cambios y mutaciones en el universo. maci ón con otra más completa sería preciso fuéramos capaces
El actuar implica y presupone la categoría de causalidad. Sólo de descompone r A en sus elementos. Mientras ello no esté a
quien contemple el mundo a la luz de la causalidad puede ac­ nuestro alcance, habremos de conformarnos con una ley esta­
tuar. Cabe, en tal sentido, decir que la causalidad es una cate­ dística; las realidades en cuestión, sin embargo, para nada
goría de la acción. La categoría medios y fines presupone la afectan al sígnificado praxeológico de la causalidad. El que
categoría causa y efecto. Sin causalidad ni regularidad feno­ nuestra ignorancia en determinadas materias sea total, o inutí­
menológica no cabría ni el raciocinio ni la acción humana. Tal lizables nuestros conocimientos a efectos prácticos, en modo
mundo sería un caos, en el cual vanamente el índividuo se es­ alguno supone anular la categoría causal.
forzaría por hallar orientación y guía. El ser humano incluso
Los prob lemas filosóficos, epistemológicos y metafísicos
es incapaz de representarse semejante desorden universal.
No puede el hombre actuar cuando no percibe relaciones que la causalidad y la inducción imperfecta plantean caen
de causalidad. El aserto, sin embargo, no es reversible. En fuera del ámbito de la praxeología. Interesa tan sólo a nuestra
efecto, aun cuando conozca la relación causal, si no puede in­ CÍenCÍa dejar sentado que, para actuar, el hombre ha de cono­
fluir en la causa, rampoco cábele al individuo acruar. cer la relación causal existente entre los distintos eventos, pro­
El análisis de la causalidad siempre consistió en pregunt arse cesos o situaciones. La acción del sujeto provocará los efectos
el sujeto : ¿dónde y cómo debo intervenir para desviar el curso deseados sólo en aquella medida en que el inreresado perciba
que los acontecimientos adoptaría n sin esa mi interferencia tal relación. Nos estamos, desde luego, movíendo en un círculo
capaz de impulsarlos hacia metas que mejor convienen a mis vicioso, pues sólo constatamos que se ha apreciado con acierto
deseos? En este sentido, el hombre se plantea el problema: determínada relación causal cuando nuestra actuac ión, guiada
¿quién o qué rige el fenómeno de que se trate ? Busca la regu· por la correspondiente percepción, ha provocado el resultado
laridad, la «ley», precisamente porque desea inter venir. Esta esperado . No cabe, sín embargo, evitar el aludido círculo vi­
búsqued a fue interpretada por la metafísica con excesiva am­ cioso precisamente en razón a que la causalidad es una catego­
plitud, como investigación de la última causa del ser y de la ría de la acción. Por tratarse de categoría del actuar, la praxeo­
52 La Acción Humana El hombre "'",
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drr ;An
o 53

log ía no puede dejar de aludir al fundamental problema filosó­ dencia de los métodos y descubrimientos de las modernas cien­
fico en cuestión . cias naturales. Aun admitiendo, dicen, que, posiblemente, la
ciencia sea incapaz de brindarnos la verdad -y ¿qué es la ver­
dad?-, no por eso deja de sernas de gran utilidad, al permi­
6. EL alter ego tirnos alcanzar los objetivos que ambicionamos.
Ahora bien , precisamente cuando aceptamos ese pragmá­
Si tomamos el término causalidad en su sentido más amo tico punto de vista, deviene manifiesta la vacuidad del dogma
plio, la teleología pu ede considerarse como una rama del aná­ panfísico. La ciencia, como más arriba se hacía notar, 'no ha
lisis causal. Las causas finales son las primeras de todas las logrado averiguar las relaciones existentes entre el cuerpo y la
causas. La causa de un hecho es siempre determin ada acción o mente. Ningún partidario del ideario panfísico puede llegar a
cuasi acción que apunta a específico objetiv o. pretender que su filosofía se haya podid o jamás aplicar a las
Tanto el hombre primitivo como el niño, adopta ndo una relaciones interhumanas o a las ciencias sociales. Y, ello no
postura ingenuamente antropomórfica, creen que los cambios
obstante, no hay duda que aquel princi pio, con arreglo al cual
y acontecimientos son consecuencias provocadas por la acción
de un ente que procede en forma similar a como ellos mismo e! ego tra ta a sus semejantes como si fueran seres pensantes y
actúan . Creen que los animales, las plantas, las montañas , los actuantes al igual que él, ha evidenciado su utilidad y proce­
ríos y las fuentes, incluso las piedras y los cuerpos celestes, son dencia, tanto en la vida corriente como en la investigación
seres con sentimientos y deseos que procuran satisfacer. Sólo científica. Nadie es capaz de negar que tal principio se cumple.
en una posterior fase de su desarrollo cultural renun cia el in­ Resulta indudable, de un lado, que e! considerar al seme­
dividuo a las aludidas ideas animistas, reemplazándolas por una jante como ser que piensa y actúa como yo, e! ego, ha provoca­
visión mecanicista del mundo. Resúltanle al hombre guía tan do resultados satisfactorios ; por otra parte, nadie cree cupiera
certera los principios mecanicistas que hasta llegan las gentes a dar similar verificación práctica a cualquier postulado que pre­
creer que, al amparo de los mismos, se pueden resolver cuantos dicara tratar al ser hu mano como con los ob jetos de las cien­
problem as el pensamiento y la investigación científica plantea n. cias naturales se opera. Los problemas epistemológicos que la
Para el materialismo y el panfisicismo constituye el mecani­ comprens ión de la conducta ajena plantea no son menos arduos
cismo la esencia misma del saber y los métodos experime ntales que los que suscitan la causalidad y la inducción incompleta.
y matemáticos de las ciencias naturales el único modo científ ico Cabe admitir no ser posible demostrar de modo concluyente
de pensar. Todos los cambios han de analizarse como movi­ la proposición que asegura que mi lógica es la lógica de todos
mientos regidos por las leyes de la mecánica. los demás y la única lógica humana, como tampoco la que pro­
Los partidarios del mecanicismo despreocúpanse, desde
clamara que las categorías de mi actuar constituyen categorías
luego, de los graves y aún no resueltos problemas relacionados
con la base lógica y epistemológica de los prin cipios de la cau­ de la actuación de todos los demás, así como de la acción
salidad y de la inducción imperfecta. A su modo de ver, la cer­ hum ana toda. Ello no obstante, conviene a los pragmatist as te­
teza de tales principios resulta indudable simplemente porque ner presente que tales proposiciones han patenti zado su proce­
los mismos se cumplen. El que los experimentos de laboratorio dencia, tanto en el terreno práctico como en e! científico; de
provoquen los resultados predichos por la teoría y el que las su par te, no debe el positivista pasar por alto e! hecho de que,
máquinas en las fábricas funcionen del modo previsto por la al dirigirse a sus semejantes, presupone - tácita e implícita­
tecnología acredita , plenamente para ellos, la certeza y proce­ mente- la validez intersubjetiva de la lógica y, por tanto , la
54 La Acci6n Humana El hombre en acci6n 55

existencia del mundo del pensamiento y de la acción del alter Cierto es que la teleología, según antes se hada notar,
ego de condición indudab lemente humana 7. puede ser enfocada como una variante de la causalidad. Pero
Pensar y actuar son rasgos espedficos del hombre y priva­ ello no anula las esenciales diferencias existentes entre ambas
tivos de los seres humanos. Caracterizan al ser humano aun categorías.
independientemente de su adscripción a la especie zoológica La visión panmecanicista del mundo está abocada a eviden­
homo sapiens. No constituye propiamente el objeto de la te monismo metodológico: reconoce sólo la causalidad mecá­
praxeología la investigación de las relaciones entre el pensa­ nica porque sólo a ella atribuye valor cognoscitivo o al menos
miento y la acción. Bástale a aquélla dejar sentado que no hay un valor cognoscitivo más alto que a la teleología. Ello supone
más que una lógica inteligible para la mente y que sólo existe caer en metafísica superstición. Ambos principios de conoci­
un modo de actuar que merezca la calificación de humano y miento -la causalidad y la teleología-, debido a la limitación
resulte comprensible para nuestra inteligencia. El que existan de la razón humana, son imperfectos y no nos aportan infor­
o puedan existir en algún lugar seres - sobrehumanos o in­ mación plena. La causalidad supone un regressus in inii­
frahumanos- que piensen y actúen de modo distinto al nues­ nitum que la razón no puede llegar a agotar. La teleología fla­
tro es un tema que desborda la capacidad de la mente humana. quea en cuanto se le pregunta qué mueve al primer motor.
Nuestro esfuerzo intelectual debe contraerse al estudio de la Ambos métodos abocan a datos irreductibles que no cabe ana­
acción humana. lizar ni interpretar. La razón y la investigación científica nunca
Esta acción humana, que está inextricablemente ligada con pueden aportar sosiego pleno a la mente, certeza apodíctica, ni
el pensamiento, viene condicionada por un imperativo lógico. perfecto conocimiento de todas las cosas. Quien aspire a ello
No le es posible a la mente del hombre concebir relaciones ló­ debe entregarse a la fe e intentar tranquilizar la inquietud de
gicas que no conformen con su propia estructura lógica. E igual­ su consciencia abrazando un credo o una doctrina metafísica.
mente imposible le resulta concebir un modo de actuar cuyas Sólo apartándonos del mundo de la razón y de la expe­
categorías diferirían de las categorías determinantes de nues­ riencia, podemos llegar a negar que nuestros semejantes actúan.
tras propias acciones. No sería lícito pretendiéramos escamotear tal realidad recu­
El hombre sólo puede acudir a dos órdenes de principios rriendo a prejuicios en boga o a arbitrarios asertos. La expe­
para la aprehensión mental de la realidad; a saber: los de la riencia cotidiana no sólo patentiza que el único método idóneo
teleología y los de la causalidad. 10 que no puede encuadrarse para estudiar las circunstancias de nuestro alrededor no-humano.
dentro de una de estas dos categorías resulta impenetrable para es aquel que se ampara en la categoría de causalidad; sino que,
la mente. Un hecho que no se preste a ser interpretado por uno además, acredita, y de modo no menos convincente, que nues­
de esos dos caminos resulta para el hombre inconcebible y mis­ tros semejantes son seres que actúan como nosotros mismos.
terioso. El cambio sólo puede concebirse como consecuencia, Para la comprensión de la acción, a un solo método de inter­
o bien de la operación de la causalidad mecánica, o bien de una pretación y análisis cabe recurrir: a aquel que parte del cono­
conducta deliberada; para la mente humana no cabe tercera cimiento y el examen de nuestra propia conducta consciente.
solución 8 . El estudio y análisis de la acción ajena nada tiene que ver
con el problema de la existencia del espíritu, del alma inmortal.
7 Vid. ALFRED Scnü'rz, Der sinnbaite Au/bau der sozíalen Welt, pág. 18. Viena,
1932. Las críticas esgrimidas por el empirismo, el comportamentismo
~ Vid. KAREL ENGLIS, Begründung der T eleologíe als Form des empirischen y el positivismo contra las diversas teorías del alma para nada
Erkennes, págs. 15 y ss. Briinn, 1930. afectan al tema que nos ocupa. La cuestión debatida contráese
'6 La Acción Humana El hombre en acci ón '7
a determinar si se puede aprehender intelectualmente la acci ón SOBRE LA UTILIDAD DE LOS INSTINTOS
humana, a no ser considerándola como una conducta sensata e
intencionada, que aspira a la consecuci ón de especIficos obje­ Buena prueba de que s610 hay dos vías .-la de la causalidad
tivos. El bebaoíorismo (comportamentismo) y el positi vismo y la de la releologfa-c- pata la investigación hu mana la proporcio­
pretenden aplicar los métodos de las ciencias natur ales empí­ nan los prob lemas (lile en to rno a la utilidad de los instin tos se
ricas a la acción humana. La interpretan como respuesta a csrí­ plantean . l lay conductas que ni puede n ser satisfactoriamente
mulos. Tales estímulos, sin embargo, no pueden ser explicados expl icadas ampurdndosc exclusivamente en los principios causales
con arreglo a los métodos de las ciencias natura les. Todo in ten­ de las cien cias rmru rales ni tampoco cabe encuadrar entr e las ac­
to de describirlos ha de contraerse forzosament e al significado dones h uma nns de Indole consciente. Para comprender tales actua­
atribuido a los mismos por el hombre q ue actúa. Podemo s ca. ciones nos vemos forz ados a dar un rodeo y, asign ándole s la
lificar de «estimulo» la ofert a de un prod ucto en venta. Pero cond ición de cuasi acciones, hablamos de instintos útiles " ,
lo típ ico de tal oferta, lo qu e la disti ngue de toda s las demás, O bservamos dos cosas: primero, la tendencia específica de
sólo puede comprenderse pond erand o la significación que al todo organismo con vida a responder ante estim ulas determi nados
h echo atribuyen la s p artes interesad as. Nin gún artificio dialéc­ de forma regular; segundo , los buenos efectos que el proceder de
tico logra , como por arte de magia, escamotear el qu e el deseo esta suer te provoca l'lOr lo que 11 la vigorización y mantenimi ent o
de alcanzar ciertos fines es el moto r que induce al homb re a de Ias fuerzas vitales del organ ismo se refi ere . Si pudiéramos con­
ac tu ar . Ta l deliberada conducta - la acción-e- co n s t ituye el oh­ sideral' esta conducta como el Fruto de una aspi ració n consciente
jeto principal de nue stra ciencia. A hora bien, al abordar el te­ a alcanzar específicos fines, la consid eraría mos acción '1 la es tu­
mn , forzosamente hem o s de parar mientes en la t rascen d en ci a diaríamos de acuerdo con el método teleol ógico de la praxeologfa.
que el hombre que actú a confiere ta n t o a la realidad - la cual Pero, al no hallar en tal proceder vestigio alguno de mente cons­
considera cosa dada- como a su propia capacidad para influir ciente, concluimos que un factor desconocido -al que denorni­
en ella. namos instint o- fue el agen te instrumental. En tal sentido su­
No interesa al fí s ico investigar las calisas finales, por cuan­ ponemos es el instinto lo que gobierna la cua si deliberada cc n­
to no parece lógico .que lo s h echos que co nsti t uye n el obje to duela animal, as¡ como las inconscient es, pero no por eso menos
de estudio de la ñsica puedan ser fruto de la actuación de un útiles, reacciones de nuestr os músculos y nervios. Ahora bien,
porque person alicemos, como especifica fuerza, :11 desconocido
ser que pers iga fines al modo d e los humano s. P eto tampoc o
agente de lal conducta , denominándole instinto, no por ello, cier­
debe el praxcólogo descuid ar la mecánica de la volición y la
tamente , ampliamos nuestra saber . Nu nca debemos olvídar 'l ile
intenciona lidad del hombre al actua r, sobre la base de q u e con s­
ro n esa palabra instinto no hacemos más que marcar la frontera
t it uyen me ras realidades dadas. Si as í lo h iciera , dejaría d e.
que nuestra capacid ad de investigación cíent fflca es incapaz de
es t ud ia r la acción humana . Muy a menudo, au nque no s iempre ,
trasponer, al menos por ahora .
tale s h echos pueden ser analizados a un ti empo d esde el campo
La biologfa ha logrado descubri r una explicación «natura l», es
de la praxeologfa y desde el d e las cie nc ias n at ural es. Ahora
decir, rnecaniclsta , para muchos procesos que en otros tiempo s se
bien, quien se interesa por el dispa ro d e un arma de fuego como
fe nómeno fí sico o quím ico , no es u n p rnxeólogo : descuida p rc­ * La tel~cJog¡" y la (tlustllid" d, romo es sabido , se d iferend . n en q ue 'q \~lI.
cisamenre aq uellos pro b lem as q ue la cie ncia d e la co nducto se refiere a las actuaciones hu"'tlntls que, previsor. y conscientemente , provocan
hu mana deliberada pretende escl arecer . específicos efectos. mientras l. l egun<la alude a las consecuencias puramente me­
canícístes, que las leyes fbicu originan , (N . dt l r.' '
58 La A cción H umana El hombre en acción 59

atribuían a la acción instintiva. Subsisten, sin embargo, múltiples Semejante dato último es eso que denominamos instinto ani­
realidades que no pueden ser conside radas meras reacciones a ma!. El concepto de instinto, al igual que los de movimiento ,
estímulos químicos o mecánicos. Los animales adoptan actitudes fuerza , vida y consciencia, no es más qu e un nu evo vocablo con
que sólo pu eden ser expli cadas sup oniendo la inte rvención de un el cual designamos un fenómeno irreductible. Pero, por sí, ni nos
agente dirigente que dicte las mismas a aquéllos. Es vana la pre­ «explica» nada ni nos orie nt a hacia causa alguna próxima o
remota 9.
tensión del bebaoiorism o de estu diar la acción humana desde
fuera de la misma, con arre glo a los métod os de la psicología ani­
mal. La conduct a animal, tan pron to como reb asa los pro cesos
EL FIN ABSO LUTO
meramente fisiológicos, tales como la respiración y el metabolis­
mo, puede tan sólo ser analizada recurriend o a los conceptos in­
Para evit ar todo posible error en tor no a las categorí as praxeo­
tencionales elaborados por la praxeología. El bebauiorista aborda
lógicas parece conveniente resalta r un a realidad en cierto modo
el tema par tiendo del huma no concepto de intención y logro. Re­
perogrullesca.
curre tor pemente en su estudio a la idea hum ana de utilidad y
La praxeología, como las ciencias históricas, trata de la ac­
dañosidad . Cu ando rehúye toda exp resa referencia a la act uación
ción humana intencional. Si men ciona los fines, entiende los fines
conscien te, a la bú squeda de objetivos precisos, sólo logra enga­
que persigue el homb re al actuar ; si alude a inten cionalidad, se
ñarse a sí mismo; ment alment e trata de hallar fines por doq uier ,
refiere al sentido qu e el hombre, al actuar , imp rime a sus acciones.
ponderando tod as las actuaciones con arreglo a un impe rfecto pa­
Pr axeología e hi stor ia son obras de la mente humana y, corno
trón utilitario. La ciencia de la conduc ta humana, en tan to no sea
tales, hállan se condicionadas por la capacidad intelectual dc los
mera fisiolo gín. no pued e de jar de referirse a la intencionalidad
mortales. Ni la praxeología ni la histori a pretenden averiguar cuá­
y al propósito . A este respecto , nin guna ilustr ación nos brind a la
les sean las int enciones abrigadas por posible mentalidad absoluto
observación de la psicología de los brutos o el examen de las in­
y omnisciente; ni el sentido qu e encierren los acontecimient os y
conscientes reacciones del recién nacido. Antes al contrario, sólo
la evolución histórica; ni los planes que Dios, la Natur aleza, el
recurriendo al auxilio de la ciencia de la acción huma na resulta Welt gelst o el Destino puedan pretend er plasmar a tra vés del
comprensiblé la psicología animal y la infantil. Sin acudir a la, universo 'y la hum anidad . Aquellas disciplinas nada tienen en
categorías prmeológicas. nos result a imposible concebir y enren­ común con la denominada filosofía de la histori a. No aspiran a
der la actua ción de animales y niños. ilustrarnos acerca del sentido objeti vo , absoluto y cierto de la
La con templación de la co nd ucta instintiva de los animales vida y la historia , contrariam ente a lo que pretenden las obras
llena al hombre de estupor, suscitándole interro gantes a las que de Hegel, Comte , Marx y legión de otro s escri tores.
nad ie ha pod ido satisfactor iamente responder. Ahora bien , el que
los animales y las plantas reaccionen en forma cuasi delibe rada
no dcbe parecernos de cond ición ni más ni menos milagrosa que
EL H OMBRE VEGETATIVO
la capacidad del hombr e pa ra pensar y actuar o la sumisión del
Hubo filósofos que recomendaron al hombre , como fin último,
uni verso inorgánico a las funciones que la física reseñ a o la reali­
renunciar tot almente a la acción . T ales idearios considera n la vida
dad de los procesos biológicos que en el mundo orgánico se pro­
ducen. Son hechos todos ellos milagrosos, en el sentido de que 9 «La vie est une cause premiere qu i nous échappe comme tout es les causes
se trata de fenóm enos irreductibl es para nuestra capacidad in­ premieres et dont la sciencc expérimental e n'a pas a se préoccupcr..» C LAUDE BER ­
vestigadora. NARD, La science ex p érimentale, pág. 137. París, 1878.
60 La A cción Humana

como un mal, que só lo pena, sufrimiento y angustia proporciona C AP I T U LO 1I

a los mortales : niegan apodíctica ment e que consciente esfue rzo


hum ano alguno pueda hacer más grato el tr ánsito terrenal. Sólo
aniquilando la consciencia, la voli ción y la vida es posible alean­ Problemas epistemológicos

zar la felicid ad . El camino único qu e cond uce a la salvación y a


la bienaventuranza exige al hombre transformarse en un ser per­ que suscitan las ciencias

fectamente pasivo , indiferente e inerte co mo las plantas. El bie n


supremo consiste en rehuir tanto el pensamiento corno la acción. de la acción humana

Tales son en ese ncia las e nseñanzas de diversas sectas filosó­


ficas Indicas , especialmen te del budismo, así co mo del pensamien­
to de Schopcnh auer. La praxeolog ía no se interesa po r tales doc­
l. PRAXEOLOGÍA E H ISTORIA
trinas. La posició n de nuestra ciencia es tot almente ne utral unt e
todo género de juicio valorativo ; ante cuan to se refiere a los fines
Las ciencias de la acción humana divídense en dos ramas
últimos que pueda el hombre perseguir. L.1 misión dc la pra xeolo­
principales: la de la praxeología y la de la historia .
gía no es la de aprobar ni la de conde nar, sino la de at estigua r
La historia recoge y ordena sistemáticament e todas las
realidades.
realidades engendradas por la acción humana. Se ocupa del
L<1 praxeoJog í:l pretende analizar la acci ón humana. Se oc upa contenido concreto de la actuación del hombre. Examina las
del hombrc quc efectivamente act úa ; nunca de un supuesto se r empresas humanas en toda su multiplicidad y variedad, así
humano que , a modo de planta, llevaría una existencia me rament e como las actuaciones individuales en cualquiera de sus aspectos
vegetativa.
accidentales, especiales y particulares. Analiza las motivaciones
que impulsaron a los hombres a actuar y las consecuencias
provocadas por tal proceder . Abarca cualquier manifestación
de la actividad humana. Existe , por eso, la historia general,
peto , también, la historia de sucesos particu lares; historia de
la actuación política y militar, historia de las ideas y de la
filosofía, historia económica, historia de las diversas técnicas,
de la literatura, del arte y de la ciencia, de la religión, de las
costumbres y de los usos tradicionales, así como de múltiples
otros aspectos de la vida humana . Materia histórica igualmente
constituyen la etno logía y la antropología, mientras no inva­
dan el terr eno de la biología. Lo mismo acontece con la psico­
logía, siempre que no se meta en la fisiología, epistemología o
filosofía. De no menos condición histórica goza la lingüística,
en tanto no se adentre en el campo de la lógica o de la fisiolo­
gía de dicción '.
1 La historia económica, la economía descriptiva y la estadística no son, desde

luego, otra cosa que historia. El ténnino socio íogia, sin embargo, empléese con
62 La Acción Humana Problemas epistemológicos 63

Para todas las ciencias históricas, el pasado constituye el siempre a fenómenos complejos, jamás pueda brindarnos cono­
objeto fundamental de su estudio. No nos ilustran, por eso, con cimientos, en el sentido que a tal término las ciencias naturales
enseñanzas que puedan aplicarse a la totalidad de la humana dan, al aludir a realidades individualizadas, comprobadas de
actividad, es decir, a la acción futura también. El conocimiento modo experimental. La ilustración proporcionada por la histo­
histórico hace al hombre sabio y prudente. Pero no proporcio­ ria no sirve para estructurar teorías ni para predecir el futuro.
na, por sí solo, saber ni pericia alguna que resulte útil para Toda realidad histórica puede ser objeto de interpretaciones
abordar ningún supuesto individualizado. " varias y, de hecho, ha sido siempre interpretada de los modos
Las ciencias naturales, igualmente, se ocupan de hechos ya más diversos.
pasados. Todo conocimiento experimental alude a realidades Los postulados del positivismo y afines escuelas metafísi­
anter iormente observadas; imposible resulta experimentar acon­ cas resultan, por tanto, falsos. No es posible conformar las
tecimientos futuros . La verdad, sin embargo, es que esos enor­ ciencias de la acción humana con la metodología de la física y
mes conocimientos, a los que las ciencias naturales deben todos de las demás ciencias naturales . Las teorías referentes a la con­
sus triunfos, son fruto de la experimentación, merced a la cual ducta del hombre y a las realidades sociales no cabe sean de­
cabe examinar aisladamente cada una de las circunstancias ca­ ducidas a posteriori . La historia no puede ni probar ni refutar
paces de provocar el fenómeno que interese. Los datos de esta ninguna afirmación de valor general como lo hacen las ciencias
suerte reunidos pueden luego ser utilizados para el razona­ naturales, las cuales aceptan o rechazan las hipótesis según
miento inductivo, una de las formas de raciocinio, que, en la coincidan o no con la experimentación. No es posible, en aquel
práctica, desde luego, ha demostrado indudable eficacia, si terreno, comprobar experimentalmente la veracidad o la false­
bien su procedencia epistemológica todavía, hoy por hoy, no dad de ningún aserto de índole general.
está clara del todo. Los fenómenos complejos, engendrados por la concurrencia
Los conocimientos que las ciencias de la acción humana, en de diversas relaciones causales, no permiten evidenciar la cer­
cambio, manejan aluden siempre a fenómenos complejos. En teza o el error de teoría alguna. Antes al contrario, esos fenó­
el campo de la acción humana no es posible recurrir a ningún menos sólo devienen inteligibles interpretándolos a la luz de
experimento deIaboratorio. Nunca cabe ponderar aisladamente teorías previa e independientemente deducidas. En el ámbito
la mutación de uno solo de los elementos concurrentes, presu­ de los fenómenos naturales la interpretación de los aconteci­
poniendo incambiadas todas las demás circunstancias del caso. mientos ha de conformarse, forzosamente, a aquellas teorías
De ahí que la investigación histórica, por cuanto se refiere cuya procedencia atestiguara la experimentación. En el terreno
de los hechos históricos no existen restricciones de la aludida
doble significado. La sociología descriptiva ocúpase de aquellos acaecimientos
humanos de índole histórica euyo examen no aborda la economía descriptiva; hasta
índole. Cabe formular las más arbitrarias explicaciones. Nunca
cierto punto, viene a invadir el campo de la etnología y la antropología . La socio­ ha arredrado a la mente humana el recurrir a imaginarias teorías
logía general examina la experiencia histórica con un criterio más universal que el ad boc, carentes de toda justificación lógica, para explicar cual­
adoptado por las demás ramas de la historia. Así, la historia propiamente dicha quier realidad cuya causalidad el sujeto era incapaz de advertir.
se interesará por una ciudad, o por las diversas ciudades correspondientes a una
cierta época, o por una nación individualizada, o por determinada área geográfica.
Pero, en la esfera de la historia, la praxeología viene a im­
Sin embargo, Max Weber, en su tratado fundamental (Wirtscha/t und Gesellscha/t, poner a la interpretación de los hechos restricciones seme­
págs. 513-660; Tubinga, 1922), aborda el estudio de la ciudad en general, es decir, jantes a las que las teorías experimentalmente contrastadas
examina toda la experiencia histórica atinente a la ciudad, sin limitarse a ningún imponen cuando se trata de interpretar y aclarar específicas
específico período histórico, zona geográfica, pueblo, nación, raza o civilización. realidades de orden físico, químico o fisiológico. La praxeología
64 La Acción Humana Problemas epistemológicos 65

no es una ciencia de índole hístórica, sino de carácter teórico Las modernas ciencias naturales deben sus éxitos a la ob­
y sistemático. Constituye su objeto la acción humana, como tal, servación y a la experimentación. No cabe dudar de la proce ­
con independencia de las circunstancias ambientales, accidenta­ dencia de! empirismo y e! pragmatismo cuando de las ciencias
les o específicas que puedan adornar individualizadas actua­ naturales se trata. Ahora bien , no es menos cierto que tales
ciones. Sus enseñanzas son de orden puram ente formal y ge­ idearios yerran gravemente al pretender recusar todo conoci­
neral, ajenas al conten ido marerial y a las condiciones peculiares mient o a priori y suponer que la lógica, la matemática y la
de! caso de que se trare. Aspira a est ructurar teorías que resul­ praxeología deben ser consideradas también como disciplinas
ten válidas en cualquier caso en e! que efectivamente concu­ empíricas y experimentales.
rran aquellas circunstancias implícita s en sus supuestos y cons­ Por lo que a la pra xeología atañe, los errores en que los
trucciones. Los asertos y proposiciones de la misma no derivan filósofos inciden vienen engendrados por su tot al desconoci­
del conocimiento experimental. Como los de la lógica y la ma­ miento de la ciencia económica 2 e inclu so, a veces, por su inau ­
temática, son de índole apriorística. La correspondiente veraci­ dita ignorancia de la historia. Para e! filósofo, el estudio de los
dad o falsedad no puede ser contrastada mediante e! recurso problemas filosóficos constituye noble y sublime vocación, si­
a acontecimiento s ni experiencias. Se trat a de ant ecedentes, tuada muy por encima de aquellas otras ocupaciones mediante
tanto lógica como cronológicament e considerados, de toda com­ las que e! hombre persigue e! lucro y e! provecho propi o. Con­
prensión de la realidad histórica. Constituyen obligado presu­ traría al eximio profesor el advert ir que sus filosofías le sirven
puesto para la aprehensión int elecrual de los sucesos históricos. de medio de vida, le repugna la idea de que se gana e! sustento
Sin su concurso, los acontecimientos se presentan ante e! hom­ análogamente a como lo hace e! arte sano o e! labriego. Las
bre en caleidoscópica diversidad e ininteligible desorden. cuestiones dinerarias constituyen temas groseros y no debe el
filósofo, dedicado a investigar trascendentes cuestiones atin en­
tes a la verdad absoluta y a los eternos valores , envilecer su
2. E L CARÁCTE R FORMAL Y APRIO RíSTI CO
mente con tales preocupaciones. Escrito alguno de ningún filó­
DE L A PRAXEOLOGÍA
sofo contemporáneo permi te sup oner tenga su autor e! menor
conocimiento de las más elementales verdades económicas *.
Se ha puesto de moda una tendencia filosófica que pre tende
negar la posibilidad de todo conocimient o a priori. El saber 1 Pocos filósofos habrán gozado de un dominio más universal de las distintas

humano , asegúrase, deriva íntegra y exclusivamente de la expe­ ramas del saber moderno que Bergson. Y , sin embargo, una observación casual,
riencia. Tal post ura se comprende en tanto reacción, exagerada en su último y gran libro, evidencia que Bergson ignoraba por completo el teorema
desde luego, contra algunas aberraciones teológicas y cierta fundamental en que se basa la moderna teoría del valor y del intercambio . Hablando
de este último, dice «l'on De peut le pratiquer sons s' érre demandé si les deux
equ ivocada filosofía de la historia y de la naturaleza. Porque, objets échangés sont bien de méme valeur, c'est-á-dire échangeables centre un
como es sabido , la metafísica pre tendía averiguar, de modo méme troisleme,» Les Deux Sources de la Morale el de la Religion, pág. 68.
intuitivo, las normas morales, e! sentido de la evolución histó ­ Par ís, 1932.
rica, las cualidades de! alma y de la materia y las leyes rectoras "" Míses, al aludir a Bergson, critica, de pasada aquí, aquella identidad valora­
de! mundo físico, químico y fisiológico. En alambicadas espe­ tiva que, a lo largo de siglos, desde Aristóteles (384·322 a. de C ), quien, en su
Etica a Níc6maco, ya proclamara que «no puede haber cambio sin igualdad, ni
culaciones, alegremente volvíase la espalda a la realidad evi­ igualdad sin conmensurabilidad», hasta Marx (1818·1883), pasando por toda la
dente. Convencidos estaban tales pensado res de que, sin recu­ escuda clásica inglesa, supúsose había de existir entre las partes antes de efectuar
rrir a la experiencia, sólo mediante el raciocinio cabía expli­ cualquier intercambio, «pues nadie canjeada un bien más valioso por otro menos
cario todo y descifrar hasta los más abstrusos enigmas. apreciable». Nótese que Bergson, en el pasaje citado, bien con plena consciencia,

5
66 La A cci án H umana Problemas epist emológicos 67

No debe confundirse el problema referente a si existen o y definitiva de la evolución in telectual, La lógica humana no
no presupuestos apriorísticos del pensar - es decir, obligadas es más que una etap a en e! camino que conduce desde el prehu­
e ineludibles condiciones intelectuales del pensamiento, pre­ mano estado ilógico a la lógica sobrehumana. La razón y la
vias a toda idea o percepción- con el problema de la evolu­ mente, las armas más eficaces con que e! hombre cuenta en su
ción del hombre hasta adqui rir su actual capacidad mental típi­ lucha por la existencia, hállanse inmersas en el continuo devenir
camente humana. El hombre desciende de antepasados de con­ de los fenómenos zoológicos. No son ni eternas, ni inmutables;
dición no-humana, los cuales carecían de esa aludida capacidad son puramente transitorias.
intelectiva. Tales antecesores, sin embargo, gozaban ya de una Es más, resulta manifiesto que todo individuo, a lo largo
cierta chispa, de una potencialidad que, previa milenaria evo­ de su personal desarrollo evolutivo , no sólo rehace aquel pro ­
lución, perm itióles acceder a la condición de seres racionales. ceso fisiológico que desde la simple célula desemboca en e!
Prodújose dicha tran sformaci ón mediante influjos ambientales sumamente complejo organismo mamífero, sino también e!
que afectaron a generación tras generación . Deducen de lo an­ proceso espiritual, que de la existencia puramente vegetativa y
terior los partidarios de! empirismo filosófico que el raciocinio animal conduce a la menta lidad racional. Tal transformación
se basa en la experimentación y es consecuencia de la adapta­ no queda perfeccionada durante la vida intrauterina, sino que
ción de! hombre a las condiciones de su medio ambiente . se completa más tarde , a medida que , paso a paso, e! hombre
Este pensamiento, lógicamente, implica afirmar que el hom­ va despertándose a la vida consciente. De esta suerte, resulta
bre fue pasando por etap as sucesivas, desde la condición de que el ser humano, durante sus primeros años, partiendo de
nuestros prehu rnanos antecesores hasta llegar II la de bomo oscuros fondos, rehace los diversos estadios recorridos por la
sapiens. Hubo seres que, si bien no gozaban a ún de la facultad evolución lógica de la mente humana.
humana de raciocinar, disfrutaban ya de aquellos rudimenta­ Por otra parte, está e! caso de los animales, Advertimos
rios elementos en que se basa e! razonar. Su mentalidad no era plenamente el insalvable abismo que separa los procesos racio­
todavía lógica, sino pre!ógica (o, más bien , imperfectamente nales de la mente humana de las reacciones cerebrales y ner­
lógica). Esos endeb les mecanismos lógicos progresaron poco viosas de los brutos. Sin embargo, al tiempo, creemos percibir
a poco, pasando de la etapa prel ógica a la de la verdadera l ó­ en las bestias la existencia de fuerzas que desesperadame nte
gica. La razón, la inteligencia y la lógica constituyen, por tanto, pugnan por alcanzar la luz intelectiva . El mundo animal se nos
fenómenos históricos. Cabría escribir la historia de la lógica antoja oscura cárcel, cuyos prisioneros anhelaran fervientemen­
como se puede escribir la de las diferentes técnicas. No hay te liberarse de su fatal condena a la noche eterna y al autorna­
razón alguna para suponer que nuestra lógica sea la fase última tismo inexorable. Nos dan pena porque también nosotros nos
bien por involuntaria cerebración de lejanas lecturas. nn hace sino pa rafra sear 1II
hallamos en análoga situación, luchando siempre con la inexo­
conocida ecuación de intercambio en que Marx basa tod a su obra (El Capital , rable limitación de nuestro aparato intelectivo, en vano esfuer­
Madrid, EDAF. 1976, págs. 41 y sigs. ele! primer tomo) . Aquella quimera velo­ zo por alcanzar el inasequible conocimiento perfecto. .
rat iva serían tos vie neses - Mcngcr, Bohrn Bawcr k-c- quienes la destruyeran, a Pero el problema apriorístico, antes aludido, es de distinto
través de sus teor ías subierivistas, demostrativas de que los bienes y servid os se
intercambian precisamente porque las panes de modo dispar valoran las cosas.
carácter. No se trata ahora de determinar cómo apareció el ra­
De ahí que todo negocio libre supo nga Invariablemente be neficio pa ra ambos ciocinio y la conciencia. El tema que nos ocupa alude al carác­
intervinicntes, ya que cada uno valora en nuls 1.., qu.e recibe que lo que J3¡ en ter constitu tivo y obligado de la estructura de la mente humana.
orr o caso no hab ría cambio. Mises. más adelante (cap. XI. 2), profundiza en el Las ilaciones lógicas fundamentamente no pueden ser obje­
lema . (N. del T .) to de demostración ni de refutación. El pretender demost rar
68 La Acción H umaua Problemas epistemol6gicos 69

su certeza obliga a presuponer su validez. Imposible result a goza de med ios propios para apre hender la realidad. El homb re
evidenc iarlas a quien, por sí solo, no las advierta . Es vano tuda fraguó esas arma s, es decir, plasmó la estructura lógica de su
in tento de precisarl as recurriendo a las conocidas reglas de defi­ propia mente a lo largo de un dilatado desarrollo evolutivo que ,
nir. rEstamos ante proposicione s de carácter primario , obligado partiendo de las amebas, llega hasta la presen te condición
antecedente de toda def inición , nomina l o real. Se trata de ca­ hu mana. Ahor a bien , esos instrumentos mentales son lógica­
tegorías primordiales, qu e no pueden ser objeto de análisis. mente an teriores a todo conocim iento.
Incapaz es la mente humana de concebir otras categorías ló­ El homb re no es sólo un anim al íntegrament e estructurado
gicas diferent es. Para el hombre resultan imprescindibles e in­ por aqu ellos estímulos que fatalmente determinan las circuns­
soslayables, aun cuando a una mente sobre human a pudie ran tancias de su vida; también es un ser que actúa . Y la categoría
merecer otra conceptuación . Integran los ineludibles presu­ de acción es ant eceden te lógico de cualquier acto determinado.
puestos del conocimiento, de la comp rensión y de la per­ El qu e el hombrc carezca de capacidad creadora bastante
cepción. . par a concebir ca tegorías disconformes con sus ilaciones lógicas
Las aludidas categorías e ilaciones cons tit uyen, asimismo, fundamenta les y con los prin cipios de la causalidad y la teleo­
presupuestos obligados de la memoria . Las ciencia s naturales logía impone lo qu e cabe denomina r apriorísmo metodológico.
tienden a explicar la memoria como una manifestación especí­ A diario, con nuestra conducta, atestiguamos la inmutabi­
fica de otro fenómeno más general. El organismo vivo qu eda lidad y un iversalida d de las categor ías del pensamiento y de la
indeleblemente esti gmatizado por todo estímulo recibido y la acción . Quien se dirige a sus semejantes para inform ar les o
propia materia inorgánica actual no es más que e! resu lta do de convencer1es , para inquirir o cont est ar interrogantes, se ampa­
todos los influjos que sobre ella actua ro n. Nu estro univ erso es ra, al procede r de ta l suerte, en algo común a todos los hom­
fruto del pasado . Por tanto, cabe decir, en un cierto sentido bres: In estructura lógica de la razón humana . La idea de
metafórico, que la estructu ra geológica de! globo guarda me­ que A pud iera ser, al mismo tiempo, no - A, o el que prefe­
mor ia de toda s las anteriores infl uencias cósmicas, así como rir A n R equivaliera a preferir B a A, es para la mente humana
que el cuerpo humano es la resultante de la ejecutoria y vicisi­ inconcebi ble y absurd o . Res últanos incomp rensible todo razo­
tudes del propio interesado y sus antepa sados. Ahora bien , J" namiento prcl ógico o metalógico. Somos incapaces de concebir
memori a nada tien e qu e ver con esa unidad estruc tur al y esa un mundo sin causalida d ni teleología.
continuidad de la evolución cósmica . Se trata de un fen ómeno No interesa al bombre determinar si, fuera de aquella es­
de conciencia, condicion ado , consecuentemente, por el a priori Icra accesible a su inteli gencia , existen o no otras en las cua les
lógico. Sorprénden se los psicólogos an te el hecho de que e! se opere de un modo categó ricamen te distin to a como funcionan
homb re nada recuerde de su vida embriona ria o de lactante. e! pensamien to y la acción humana. N ingún conocimiento pro­
Freud intentó explicar esa ausencia recordatoria , aludiendo a cedente de tales mundos tiene acceso a nuestra ment e. Vano
la subconsciente supresión de indeseadas memorias. La verd ad es inqu irir si las cosas. en sí. son distinta s de como a nosotros
es qu e en los estados de inconsciencia nada hay que pueda re­ nos parecen: si existen univ ersos inaccesibles e ideas imposi­
cordarse. Ni los reflejos inconscientes ni las simples reacciones bles de comprender . Eso s probl emas desbordan nuestra capa­
fisiológicas pueden ser objeto de recuerdo, ya se trate de adul­ cidad cognoscitiva. El conocimient o humano viene condício­
tos o niños. Sólo los estados conscientes pueden ser recordados . nado por la estructura de nuestra mente . Si, como obje to prin­
La mente humana no es una tabula rasa sobre la que los cipal de investi gación. se elige la acción humana, ello equivale
hechos externos graba n su pr opia histori a. Ant es al contrario , a contraer. por f uerza, el estudio a las categorías ' de acción
70 La Acción 11 uman a Problemas epistemol ágicos 71

conformes con la mente humana, aquellas que implican la pro­ bien , la distinci ón de Lévy-Bruhl entre pensamiento lógico y pen o
yección de ésta sobre el mund o externo de la evolución y el samien to prel ógico alude al contenido, no a la forma ni a la
cambio. Todos los teoremas que la praxeología formula aluden estruc tura categórica del pensa r. El propio escritor, en efe cto ,
exclusivamente a las indicadas categorías de acción y sólo tie­ asevera que, entre las gentes civilizadas, también se dan ideas
nen validez dentro de la órbita en la que aquellas categorías y rel aciones ideológicas reguladas por la ley de la participación,
opera n. Dichos pronunciamientos en modo alguno pretenden las cuales, con mayor o menor inde pendencia, con más o meno s
ilustrarnos acerca de mundos y situaciones impensables e in­ fuerza, coexisten inseparableme nte con aquellas otras regidas por
imaginables. la ley de la razón. «Lo prel ógico y lo mítico conviven con
De ahí que la praxcologla merezca el calificativo de huma­ lo lógico . ' .
na en un doble sentido. Lo es, en efecto, por cuanto sus teore­ Lévy-Bruhl sitúa las doctr inas fundam en tales del cristianismo
mas, en el ámbito de los correspondientes presupuestos, aspi­ en la esfera del pensamiento prel ógico ' . Cab e formular, y eíec­
ran a tener validez un iversal, en relación con toda actuación tivamente han sido formu ladas, numerosas críticas contra tal
humana . Y también así se nos aparecen, en razón a que sólo ideario y cont ra la int erpretación del mismo por parte de los
por la acción humana se interesa, desen tendiéndose de las ac­ te ólogos. Pero, a pesar de todo. nadie, sin embargo, os6 jamás
ciones que carezcan de tal condició n, ya sean subhumanas o asever ar que la-ment e de los Padres y filósofos cristianos - ent re
sobrehumanas. ellos San Agusdn y San to Tomás- fuera de estructuro lógica
diferente a la nuestra. La disparidad exi stent e entre quien cree
en milagros y quien no tiene fe en ellos atañe al contenido del
LA SUPUEST A H ETERO G ENEIDAD LO G ICA
pens amiento , no a su forma lógica. Tal vez incida en error quien
DEL H O MBRE PRIMITIVO
pretenda demost rar la posibilidad y la realidad milagro sa. Ahora
bien, evidenciar su equivocación - según bie n dicen los brillantes
Consti tuye e rror bastante generalizado el suponer que los es­
ensayos de Hume y MiIl- constituye tarea lógica no meno s ardu a
crit os d e Lucien Lévy-Bruhl abogan en favor de aquella doctrina
que la de demostrar el error en que cualquier falacia filosófica
segú n la cual la estructura lógica de la mente de [os homb res pri­ ' "ca m curre * .
o economt
miti vos fuc y sigue siendo categóricamen te diferente a la del
Exploradores y misioneros nos aseguran que en Afriea y en
hombre civilizado . Ant es al co ntrario, las conclusiones a que L évy­
Bruhl llega, después de analizar cu idadosamente lodo el mat erial J LÉvv-BRUHL, How Netioes Tbink, pá¡¡ . 386, trad. por L. A. Ciare, Nueva
etnol ógico disponibl e , pr oclaman de modo ind ubitado que las York, 1932.
ilacione s lógicas fund amentales y las categorías de pe nsamie nto , ibíd., pág. 377.
y de acción operan lo mismo en la actividad intelectual del sal­ ... La ley de la particípac íán, para el filésofo francés Lud en Lévy-Bruhl (1857­
1939), se concreta en ese sentimiento general que unía y une a los miembro:s de
vaje que en la nuest ra. El contenido de los pensamientos del
las tribus primitivas -c-comc aún modernamente en recónditas aldeas acontece-e­
homb re primitivo difi ere del de los nuestros, pero la estructura haciendo a las gentes traspirar un espíritu de comunidad entre las personas y las
formal y lógica es común a ambos . cosas locales; un poco como la querencia de los rebaños, de las colectividades
Cierto es qu e Lévy-Bruhl afirma que la mentalidad de los animales amenazadas por inconcrc tos peligros exteriores. Tal sentimiento va per­
pueblos primitivos es de carácter esen cialmente «mítico y preló­ diéndose al progresar la civilización, a medida que el individuo considérese más
dueño de sí mismo. más independiente del conjunto, lo que da paso a lo que el
gico»: las representaciones ment ales colectiva s del hombre primi­
autor denomina ley de la contradicción, bajo la cual cada uno procura fundamental­
tivo vienen regulada s por la «ley de la participaci én», independi­ mente defender y mantener sus personales derechos, sin preocuparse demasiado de
zándose, por con siguiente, de la «ley de la contradicci ón», Ahora 10 q ue, en definitiva, el clan piense. (N. ¿ti r .) .
72 La Acción Humana
Problemas epirtenlológicos 73
la Polinesia el hombre primitivo rehúye superar mentalment e la
Ninguno de los descubrimientos aportados por la etnología
primera impresión que le producen las cosas, no queriendo
y la historia contradicen aquella afirmación según la cual la es­
preocuparse de si puede mudar aquel planteamiento ' . Los edu­
tructura lógica de la mente es común a Jos componentes de todas
cadores europeos y americanos también, a veces, nos dicen lo las razas, edades y países '.
mismo de sus alumnos. Lévy-Bruhl transcribe las palabras de un
misionero acerca de los componentes de la tribu Mossi del Níger:
«La conversación con ellos gira exclus ivamen te en torno a mu­
3. Lo APRIORÍS TI CO y LA RE AL ID AD
jeres, comida y, durante la estación de las lluvias, la cosecha) ' :
Pero, ¿es que acaso preferían o tros temas numerosos eontempo­
El razonam iento ap riorís tico es es tric tamen te concep tua l
. ráneos y conocidos de Newton , Kant y Lévy-Brulil? y ded uctivo . No cabe del mismo, por eso, derivar sino tau to­
La conclusión a que llevan los estudios de este último se logías y juicios analíticos. Po rq ue cuan tas concl usiones, me­
expresa mejor con las propias palabras del autor. «La mente pri­
diant e d icho razonamiento , lógicament e puede n se r alcanzada s,
mitiva, como la nuestra, desea descubrir las causas de los aconte­ ded úcense de las p ropia s est ablecidas p remisas , en las cuales
cimientos, si bien aquélla no las busca en la misma dirección que
aquéllas resultaban ya imp lícitas. D e ahí q ue un a objeción co­
nosotros» 7.
múnmente esgrimid a conuu dicho modo de razonar llegue a
El campesino descoso de incrementar su cosecha cabe recurra decir que éste para nada amplía nuestro conocimien to .
a soluciones dispares, según la filosofía que le anime. Puede ser D émon os, sin embargo, cuenta , en es te terreno, qu e toda
que se dé a ritos mágicos ; cabe practique piadosa pcrcgr lnacién: la geometría, por ejemplo, hállase ya tam bién implícita en los
tal vez ofrezca un cirio a su santo pat r ón; o también es posible correspond ien tes axiomas. El teorema de Pi tágoras presup on e
proceda a utilizar más y mejor fertilizante. Ahora bien) cualquiera el triángulo rectángulo. Es igualm ente, en tal sen tido , un a tau ­
que sea la solución preferida, siempre 110 5 hallaremos ante una -·tologia y al dedu cirl o practicamos puro ju icio analítico . Pese
actuación racional¡ consistente en emplear ciertos medios para a ello, nad ie d ud a q ue la geome tría, en general, y el teorema
alcanzar precisos fines. La magia, en determinado aspecto¡ no es de Pit ágoras, en pa rticu lar, dejen de ensanchar nu estra part icu­
más que _una variedad de la técnica. El exorcismo también es lar sapiencia . La cognición derivad a del p uro razonamien to de­
acción deliberada y con sentido, basada en un ideario que, cierto ductivo es, desde luego, d ígase lo que se q uiera, fecund a. dán­
es¡ la mayoría de nuestros contemporáneos considera me ramen te donos acceso a esferas que, en ot ro caso, descon oceríamos. L ri ­
supersticioso. rechazándolo¡ por tanto¡ como inid éneo a los fines trasce nden te misión del razonamiento apriorístico estriba, d e
deseados. Pero es de notar que el concepto de acción no implica un lado, en pe rmi tirnos ad ver ti r cuanto en las categorías, los
que ésta se base en una teoría correcta y una técnica apropiada, concep tos y las premisas háll ase impl ícito y, de otro, en ilu s­
ni tampoco que la misma pueda alcanzar el fin propuesto. Lo trarnos acerca de cuan to en tales co ncep tos no está comp rendi­
único que, a esto s efectos, importa es que quien actúe crea que los do . Su función, por tan to, consiste en hacer claro y evide n te
medios utilizados van a provocar el efecto apetecido. lo qu e antes resultaba oscuro y arca no 9.

, Vid. los brillantes estudios de E. CASSlltE R, Pbilosopbíe der svmbotíscbm F OT'

, LÉvy-BRUHLJ Primitioe Menlalil,·, págs, 27·29¡ trad. por L . A . CIare. Nueva


n, pág. 78. Berlín, 1925.

n U!rIJ

t La ciencia, dice Meycrson , es «I'acte par le qu e! nous ramenons a l'identiq uc


York, 1923.
• Ib íd., pág. 27.
ce q ui nous a, tout d'abord, par u n' étre pes rel». De l'Explícatíon dam les
, lbld., pág . 437.
sciences, p ég. 154, Parfs, 1927. Vid. tambi én M OR RIS R. Coue», .A Preíece ro
Logia, págs. 11-14. Nueva York, 1944.
74 La Acción ¡¡ umana Problemas epistemol ágicos 75

En el propio concepto del dinero hállanse presup uestos que suscit a la economía , a alguna de las soluciones que brindan
todos los teoremas de la teoría monetaria. La teoría cuantitati­ las ciencias natu rales. Hay aurores que recomiendan el con­
va de! dinero no amplía nuestro conocimiento con enseña nza vencionalismo de Poincaré 10. Hay quienes entienden que las
alguna qu e no esté y'a virtualmente contenida en e! concep to premisas del razonamiento econó mico constituyen asunto de
de! propio medio de intercambio. Dicha doctrina no hace más convención de exp resión o postulación " . O tros prefieren aco­
que transformar, desarrollar y desplegar conocimientos ; sólo gerse a las ideas einstenianas . En efecto, inquiere Einstein :
analiza, y por tanto result a tautológica, en el mismo sentido ¿Cómo puede la matemática, producto racional, independiente
que lo es e! teore ma de Pi tágoras en relación con el concepto de toda experiencia, ajustarse a los ob jetos reales con tan
de triángulo rectá ngulo. Nadi e, sin embargo , negará la trascen­ .extraordinaria exactitud? ¿E s posible que la razón hu mana,
dencia cognoscitiva de la teoría cuan titativa del di nero. Q uien
sin ayuda de la experiencia , hállese capaci tada para descubrir ,
no se haya familiarizado con dicho pensamiento ha de igno rar
mediant e el pu ro raciocinio, la esencia de las cosas reales?
forzosamente importantes realidades. Una larga lista de fraca­
sos al in tent ar resolver los problemas qu e por tal vía cabe abor­ Einstein resuelve la interrogante diciendo : «E n tanto en cuan­
dar atestigua no fue tarea fácil alcanzar el actu al nive! de cono­ to los teo remas matemáticos hacen referencia a la realidad, no
cimien to en la materia. son exactos, siéndo lo sólo mientras no abordan la efectiva
El qu e la ciencia apriorístico no proporcione un conoci­ realidad» 12.
miento pleno de la realidad no supone deficiencia de la mi sma. Ahora bien, las ciencias de la acción humana difieren radi­
Los conceptos y teoremas que maneja constituyen herram ien­ calmente de las ciencias nat ura les. En grave error inciden quie­
tas men tales, gracias a las cuales vamos forzando e! camino nes pretenden abordar las ciencias de la acción humana media n­
que conduce a mejor percepción de la realidad; ahora bien , di­ te sistemática epis temológica de! tipo que se utiliza en las cien­
chos instrumentos, en sí, no encierran la totalidad de los co­ cias naturales.
nocimien tos posibles sobre el conju nto de las cosas , No hay E l objeto específico de la praxeología, es decir, la acción
desacuerdo contradictorio entre la teoría de la vida y ele la hu mana , b rota de la misma fuente donde nace e! razonamien to .
cambiante realidad y e! conocimi en to práctico de tales eventos. Actuación y raciocinio constituye n realidades cogenérícas y si­
Sin conta r con la teoría, es decir, con la ciencia general aprio­ mila res; cabría, incluso, cons iderarlas como dos manifestacio­
rísrica at inent e a la acción humana , imp osible result a aprehen­ nes distintas de una misma cosa. Por 'cuanto la acción es fruto
der la efectiva realidad de lo qu e e! hombre, con su actuar, va del raciocinio, resulta que éste puede descubrir la ín tima con­
a producir . dició n de aquélla. Los teoremas que el recto razonamiento
La correspondencia entre el conocimiento racional y e! praxeol ógico llega a form ular no sólo son absolutamen te cier­
experimental ha constituido, desde antiguo , uno de los funda ­ tos e irrefutables, al modo de los teoremas matemáticos, sino
men tales probl emas de la filosofía. Este asunto , al igua l que que también refle jan la ín tima realidad de la acción , con el ri­
todas las demás cuestiones referentes a la crítica de! conoci­ gor de su apodíctica cer teza e irrefutabilida d , tal como ésta.
miento, ha sido abordado por los filósofo s sólo desde e! pu n­ efectivamente , se produce en el mundo y en la historia . La
to de vista de las ciencias naturales. No se han interesado por
l' HI!NRI POINCARt, La Scim ce el l'hypo/hhe. pJiR . (,9. París . 19 18.

las ciencias de la acción humana . Sus trabajos, consecuen te­ 11 FÉLIX KAUFMANN, M~thodolog'Y o/ tb e Social Scíences, págs. 46-47. Londres.

ment e, carecen de valor por lo que a la praxeología se refiere. 1944. .


Se ¡()ele recurrir , al abordar los pro ble mas epis temológicos n A LBERT EINSTEIN, G~om ~/,ie umi Erltlhrung, pág. J. Berl ín . 19 2 3 .
76 La Acción Humana Problemas epistemológicos 77

praxeología proporciona conocimiento preciso y verdadero de rrespond iente a los fen6menos naturales, exige y presupone el
la realidad. conocimiento praxeológico. De ahí .que e! método empleado
El punto de par tida de la praxeología no consiste en selec­ por las ciencias natura les resulte inidóneo para e! estudio de la
cionar unos ciertos axiomas ni en preferir un cierto método de praxeologia, la economía y la historia.
investigación, sino en reflexionar sobre la esencia de la acción. Al proclamar la condición apriorística de la praxeologia,
No existe actuación alguna en la que no concurran, plena y no es que pretendamos estructurar una ciencia nueva, distinta.
perfectamente, las categorías praxeológicas. Es impensable un de las tradiciona les disciplinas de la acción humana. En modo
actuar en e! cual no sea posible distinguir y separar netamente alguno pretén dese predicar que la teoría de la acción humana
medios yfi nes o costos y rendimientos. No hay cosa alguna que deba ser aprior ística, sino que lo que decimos es que dicha
coincida, por ejemplo, con la categoría económica de! intercam­ ciencia lo es y siempre lo ha sido. El examen de cualquiera de
bio de un modo imperfecto o sólo aproximado. Unicamente los problem as suscitados por la acción humana aboca, indefec­
cabe que haya cambio o ausencia del mismo; ahora bien, en el tiblemente, al razonamiento apriorístico. Indiferente resulta
primer caso, al supuesto de que se trate, resultarán rigurosa­ que nos enfrentemos a teóricos puros, en busca de! saber por
mente aplicables todo s los teoremas generales relativos al carn­ su solo mérito, o de estadistas, políticos o simples ciudadanos
bio, con todas sus consecuencias. No existen formas transicio­ deseosos de comprender e! fluir de los acontecimientos y deci­
nales entre e! intercambio y su inexistencia o entre el cambio dir qué polít ica o conducta ha de servir mejor a sus personales
dir ecto y e! cambio indirecto. Jamás podrá aducirse realidad intereses. Aun cuando pueda comenzar la discusión económica
alguna que contradiga los anteriores asertos. en torn o a un hecho concreto, inevitablemente ap ártase e! de­
y ello es imposible, por cuanto, ante todo, es de nota r que bate de las circunstancias específicas de! caso, pasándose, de
cualquier percepción referente a la acción humana viene condi­ modo insensible, al examen de los principios fundamentales ,
cionada por las categorías praxeológicas, siendo posible apre· con olvido de los sucesos reales que provocaron el tema. La
ciarla únicamente sirviéndose de esas mismas categorías. Si historia de las ciencias naturales es un vasto archivo de repu ­
nuestra mente no dispusiera de los esquemas lógicos que el ra­ diadas teorías e hipótesis en pugna con los datos experimenta­
les. Recuérdese , en este sentido, las erróneas doctrinas de la
zonamiento praxeológico formula, jamás podría mos distin guir
mecánica antigua, desautorizadas por Galileo, o e! desastrado
ni apreciar la acción. Advertiríamos gestos diversos, pero no final de la teoría del flogisto. La historia de la economía no
percibiríamos compras ni ventas , precios , salarios, tipos de in­ registra casos similares. Los partidarios de teorías mutu amente
terés , etc. Sólo mediante los aludidos esquemas praxeol6gicos incompatibles pretenden apoyarse en unos mismos hechos para
resúltanos posible percatarnos de una compraventa , indepen­ demostr ar que la certeza de sus doctri nas ha sido experimental­
dientemente de que nuestros sentidos advierta n o no det errni­ mente comprobada. Lo cierto es que la percepción de fenó­
nadas movimientos de hombres y cosas. Sin e! auxilio de la pero menos complejos - y no hay otro tipo de percepción en el te­
cepción praxeol ógica nada sabríamos acerca de los medios de rreno de la acción humana- puede ser esgrimida en favor de
inte rcambio. Si, carentes de dicha ilustración, contemplamos las más cont radictorias teorías. El que dicha interpretación de
un conjunto de monedas, sólo veremos unos cuantos discos la realidad se estime o no correcta depende de la opinión per­
metálicos. Para comprender qué es el dinero, es preciso tener sonal que nos merezcan las aludidas teorías formuladas con
conocimiento de la categoría praxeológica de medio de inter­ anterioridad mediante el razonamiento apriorístico ". .
cambio. - ~li-V¡'d~S ~ P. CHEYNEY, ÚtW in Htstorv and Ctb er Ella)'s, p ég. 27. Nueva York ,
La percepción de la acción humana, a diferencia de la co- 1927.
78 La Acci6n Humana Problemas eplstemol6gicos 79

La h istoria no puede instru irnos acerca de normas, princi­ pone en duda que las entidades y agrupaciones sociales que
pios o leyes generales. Imposible resulta deducir, a posteriori, aparecen en el mundo de la acción humana tengan existencia
de una experiencia histórica, teoría ni teorema alguno reíe­ real. Nadie niega que las naciones, los estados, los municipios,
rente a la actuación o conducta hu mana. La historia no sería los partidos y las comunidades religiosas constituyan realida­
más que un conjunto de acaecimientos sin ilación, un mundo des de indudable influjo en la evolución humana . El individua­
de confus ión, si no fuera posible aclarar, ordenar e interpretar lismo metodológico, lejos de cuestionar la trascendencia de
los datos disponibles mediante el sistematizado conocimiento tales entes colectivos, entiende que le compete describir yana·
praxeológico. lizar la formación y disolución de los mismos, las mutaciones
que experimentan y su mecánica, en fin . Por ello, porque aspi­
. ra a resolver tales cuestiones de un modo satisfactorio, recurre
4. LA BASE DEL INDI VID UALI S MO METODOLÓG ICO
al único método, en verdad, idóneo.
Ante todo, conviene advertir que la acción es obra siempre
La praxeología , en pri ncipio , se interesa por la actuación
del hombre individualizado. Sólo más tarde, al progresar la in­ de seres ind ividuales. Los entes colectivo s operan, inelud ible­
vestigación, enfr éntese con la cooperación humana, siendo ana­ mente, por mediación de uno o varios individuos, cuyas actua­
lizada la actuac ión social como un caso especial de la más uni­ ciones atrib úyense a la colectividad de modo mediato. E s el
versal categoría de la acción humana como tal. significado que a la acción atribuyan su autor y los por ella afee­
Este individualismo metodológico ha sido atacado dura­ tado s lo que determina la condición de la misma. Dich o signi­
mente por diversas escuelas metafísicas, suponiéndose implica ficado de la acción da lugar a que específica actuación se con­
recaer en los errores de la filosofí a nominalista. El propio con­ sidere de índole particular mientras otra sea tenida por estatal
cepto de individuo, aseg úrase, constituye vacía abstracción. El o municipal. Es el verdugo, no el estado, quien materialmen te
hombre aparece siempre como miemb ro de un con junto social. ejecuta al criminal. Sólo el significado atribuido al acto trans­
I mposible resulta inclu so imaginar la existenci a de un indivi­ forma la actuación del verd ugo en acción estata l. Un grupo de
duo aislado del resto de la humanidad y desconectado de todo hombres armados ocupa un a plaza; depende de la intención el
lazo social. El "homb re aparece inva riab lemente miembro de que tal ocupación se atribuya a la nació n y no a los oficiales
una colectividad . Po r tanto, siendo así que el conjunto, lógica y soldados allí presentes. Si llegamos a conocer la esencia de las
y cronológica men te, es anterior a sus miembros o partes inte ­ múltiples acciones individuales, por fuer za habremos aprehen­
grantes, el examen de la sociedad ha de preceder al del indívi­ dido todo lo relativo a la actuación de las colectividades. Por­
duo . El único medio fecundo para abordar cíentíficamente los
que una colectividad carece de existencia y realidad propia,
problemas humanos es el recomendado por el univ ersa lismo
independ iente de las acciones de sus miembros. La vida colee­
o colectiv ismo.
Aho ra bien, vana es toda controversia en torno a la prio­ tiva plásmase en las actuaciones de quienes la integran . No es
ridad lógica del todo o de las par tes. Son lógicamente correla­ ni siquiera concebible un ente social que pud iera operar sin me­
tivas la noción de todo y la noción de par te. Ambas, como con­ diación individual. La realidad de toda asociación estriba en
ceptos lógicos, quedan fuera del tiempo. su capacidad para impulsar y orientar acciones individuales con­
También resulta impertinent e aludi r, en esta materia , a la cretas . Por tanto, el ún ico camino que conduce al conocimiento
oposició n entre el realismo y el nominalismo, según el signi­ de los entes colectivos parte del análi sis de la actuación del
ficado que a tales vocablos dio la escolástica med ieval. Nadie individuo.
80 La A cci án Humana Problemas epistemol ágicos 8t

El homb re, en cuanto ser que piensa y actú a, emerge ya supone siempre apreciaciones ind ividual es. No son nuestros
como ser social de su existencia prehumana. El progreso de la sentido s, sino la percepción, es decir , un proceso mental, el que
razón, del lenguaje y de la cooperación es fruto del mismo pro­ nos perm ite advertir la existencia de entidades sociales.
ceso; se trata de fenómenos ligados entre sí, desde un princi­ Quienes pretenden iniciar el estudio de la acción humana
pio, de modo inseparable y necesario. Ahora bien, dicho pro­ partiendo de los ente s colectivos tropiezan con un obstáculo
ceso operaba en el mundo individ ual. Suponía cambios en la insalvable, cual es el de que el individuo puede pertenecer si­
conducta de los ind ividuos. No se produj o en materia ajena a la multáneamente, y (con la sola excepción de las tribus más sal­
específicamente hum ana. La sociedad no tiene más base que la vajes) de hecho pertenece, a varias agrupaciones de aquel tipo.
propia actua ción individual. Los problemas que suscita esa multiplicidad de entidades so­
Sólo gracias a las acciones de ciertos individu os resulta po­ ciales coexisten tes y su mutuo antagonismo sólo pueden ser
sible apreciar la existencia de naciones, estados, iglesias y aun resueltos mediante el individualismo metodológico 14.
de la cooperación social bajo el signo de la división del trabajo.
No cabe percibir la existencia de una nación sin advertir la de
los súbditos. En este sent ido, puede decirse que la actuación EL YO Y EL NOSOTROS
individual engendra la colectividad . No supone ello afirmar
que el individuo anteceda temporalment e a la sociedad. Sirn­ El Ego es la unidad del ser actuante. Constituye dato irrc­
plemente supone proclamar que la colectividad se integra de ductibl e, cuya realidad no cabe desvirtuar mediante argumento s
concretas actu aciones individuales. ni sofismas.
A nada conduce lucub rar en torn o a si la sociedad es sólo la El Noso tros es siempre fruto -ie una agrupación, que une a
suma de sus element os in tegran tes o si representa algo más que dos o más Egos . Si alguien dice Yo , no es precisa mayor iluso
esa simple adición; si es un ser sui generis o si cabe o no hablar tra ci ón par a percibir el significado de la expresi ón. Lo mismo
de la voluntad, de los planes, de las aspiraciones y actos de la sucede con el Tú y, siempre que se halle específicamente precio
colectividad , atribuyéndolos a la existencia de una específica sada la persona de que se trate , también acontece lo mismo cun
«alma» social. .Vano es tan to bizantinismo. Todo ente colec­ el El. Ahora bien, al decir Nosot ros, ineludib le resulta más in­
tivo no supone más que un aspecto parti cular de ciertas actua­ formación para identificar qué Egos hállanse com prendidos en ese
ciones individuales y sólo como tal realidad cob ra trasccndcn­ Nosotros. Siempre es un solo individuo quien dice Nosotros; aun
cia en orden a la marcha de los acontecimientos. cuando se trate de varios que se expresen al tiempo, siempre serán
Ilusorio result a suponer quepa contemplar los entes colec­ dive rsas manifestaciones individuales.
tivos. No son éstos nunca visibles ; su percepción es el resul­ El Nosotros act úa, indefectiblemente , seg ún actúan los Egos
tado de saber interpretar el sentido que los hombres en acción que lo integran. Pue den és tos proceder mancomunadamente o bien
atribuyen a los actos de que se trate. Podemos percibir una uno de ellos en nombre de todos los demás. En este segundo
muchedumbre, es decir, una multi tud de personas. Ahora bien, supuesto la coo peració n de los otro s co nsiste en disponer de tal
el que esa mult itud sea mera agrupación o masa (en el sent ido modo las cosas que la acción de uno pueda valer por todos. Sólo,
que la modern a psicología concede al término) o bien un cuer­ en tal sen tido, el represen tante de una agrupación social actúa
po organizado o cualquier otro tipo de ente social constituye por la comunidad; los miembros individuales o bien dan lugar a
cuestión que sólo cabe resolver ponderando la significación que
dichas persona s atribuyen a su presencia. Y esa significación l' Vid. infra la crítica de la teorl a colectivista de la sociedad , cap. VII , 1 Y 2.


82 La A cción H umana Problem as e piste mológicos 83

que la acción de uno solo les afecte a todos o bien consienten de su es tu dio es siempre la humanidad , las naciones, los esta­
el resultado . dos, las clases ; pron úncianse sobre la virtud y e! vicio; sobre
Pretende vanamente la psicología negar la existencia del Ego, la verdad y la mentira ; sobre tip os generales de necesidades y
pre sentándonoslo como una simp le apariencia . La realidad del de bien es . Los partidarios de estas doctrinas son de los q ue se
Ego pra xeo l ógico está fuer a de toda duda. No importa lo que preguntan, por ejempl o, por qu é vale más «e! oro» que «el
un hombre haya sido, ni tampoco lo que mañana será; en el acto hierro». T al plant eam iento les impide llegar a nin guna solu­
mismo de hacer su elección constituye indudable Ego . ción satisfacto ria, viéndose siempre cercados por antinomias y
Conviene distinguir del pluralis logicus (y del plurolis "'0;<" pa radojas. E n est e sentido recuérdese el caso de! problema de!
staticus, meramente ceremonial) el pluralis g/oriosus. Si un cana­ valor, que tanto per turbó inclu so el trabajo de los economistas
diense sin la más vaga noción del patinaje asegura que «somos clásicos.
los primeros jugadores del mundo de hockey sobre hielo », o si, La praxeología inquiere : ¿Qué sucede al actuar? ¿Qué
pese a su posible personal rusticidad, un italiano se jacta de que significació n tiene el que un individuo actúe , ya sea aquí o allá,
«somos los más eminentes pintores del mundo », nadie se llama ayer u hoy, en cualquier momento o en cualquier lugar ? ¿Q ué
a engaño . Ahora bien , tra tándose de p roblemas políticos y econó ­ trascendencia tiene cl que elija un a cosa y rech ace o tra ?
micos, el pluralis gloriosus se transforma en el pluralis imporialis La elección supo ne siemp re decid ir entre varia s altern ati­
y, como tal, desempeña un importante papel en la propagación de vas que se le ofrecen al individuo. El hombre nunca opta por la
doctrinas que influyen en la adopción de medidas de grave t ras­ virtud o por el vicio , sino qu e el ige ent re dos modos de actuar,
cendencia en la política econó mica internacional. uno de los cuales nosotros, con arre glo a criterios preestable­
cidos, ca lificamos de virtuoso, mient ras e! ot ro lo tachamos de
vicioso. E l hombre jamás escoge entre «el oro» y «el hierro »,
5. LA BAS E DEL SINGULA RISM O METODOL ÓGICO
en abstract o, sino entre una determinada cantidad de oro y
otra también específica de hi erro . To da acción conrr áese, es­
La praxeología parte en sus investiga ciones, no sólo de la trictamente, a sus consecuencias inmed iatas. Si se desea llegar
act uació n del individuo , sino también de la acción indi vidu a­
a conclu sion es co rrectas, preci so es po nderar, ante todo, estas
lizada. No se ocupa vagamente de Ja acción humana en general,
limitaciones del actua r.
sino de la actuación pra cticada por un hombre específico , en
cierta fecha y en determinado lugar . Ahora bien, preseinde , La vida humana es una inint errump ida secuencia de accio­
desde Juego, Ja praxeología de los part iculares acciden toles ncs indi vid ualizadas. Ahora bien, tales individualizadas accio­
que puedan acompañar a tal acción , haciéndola, en esa medida, nes no surgen nunca de modo aislado e independiente. Cada
distinta a las restantes accion es similares. Inter ésase nues tra acción es un eslabón m ás en un a cadena de actuaciones. las cua­
ciencia tan sólo por lo qu e cada acción tiene en sí de ob ligado les, ensambladas, in tegran una acción de o rden superior , te n­
y universal. dente a un fin más remo to. Toda acción presenta , pues, dos
Desde tiempo inmemo rial, la filosofía del u niversa lismo ha caras. Po r una parte , supone una actuación parcial, enmarcada
pretendido perturbar el recto planteami ent o de los problemas en otra acció n de mayor alcan ce; es decir, tiénde se medi ante
praxeológicos, viéndose, por lo mismo , el universalismo con­ aqué lla a alcanzar el objetivo que una actu ación de más ampl io
temporá neo incapaz de abordar las aludidas cuestiones. T ant o vuelo tien e previsto. Pero , de o t ro lado , cada acción constituye
el universalismo como el colectivismo y el realismo conceptual en sí un todo con respecto a aquella acción que se plasmará
sólo saben manejar conj untos y conceptos generales. El objeto gracias a la con secución de una serie de obje tivos parcia les .
84 La A cción Humaua Problemas epistemo lógicos 85

Dependerá del volumen del proyecto que, en cada momen­ el individuo como simple hombre in abstracto; es, por el con­
to, el hombre quiera realizar el que cobr e mayor relieve o bien trario, siempre hijo de una familia , de una raza, de un pueblo,
la acción de amp lio vuelo o bien la que sólo pretende alcanzar de una época; miembro de cierta profesión ; seguidor de deter­
un fin más inmediato. La praxeología no tiene por qué plan­ minadas ideas religiosas, metafísicas, filosóficas y polític as; be­
tearse los pro blemas que suscita la Gestaltpsycbologje. El ca­ ligerante en luchas y controversias. Ni sus ideas, ni sus mó­
mino qu e conduce <1 las grandes realizaciones hállase formado dulos valorativos constitu yen propi a obra personal; adopta,
siempre por tareas parciales. Una catedral es algo más que un por el contrario, ajenos idearios y el ambiente le hace pensar
mont ón de piedras unid as ent re sí. Ahora bien , el único pro­ de uno u otro modo . Pocos gozan, en verd ad, del don de con­
cedimiento de constr uir una catedral es el de ir colocando sillar cebir ideas nuevas y originales, que desborden los credos y doc­
sobre sillar. Al arquitecto int er ésale la obr a en su conjunto; el trinas tradici onales.
albañil, en cambio, preoc úpase sólo por cierto muro; y el can­ El hombre común, personalmente, descuida los grandes
tero por aislada piedra . Pero lo trascendente, a efectos praxeo­ probl emas. Prefiere ampararse en la opin ión general y procede
lógicos, es simplemente dejar constancia de que el único mé­ como «Ia gente corriente »; constituye tan sólo una oveja más
todo adecuado para realizar las grandes obras consiste en ern­ del rebaño. Esa intel ectual inercia es precisamente lo que le
pezar por los cimientos y proseguir paso a paso hasta su ter­ concede investidura de hombre común. Pero no por ello deja
minación . ese hombre común de elegir y preferir. Acógese a los usos tra­
dicionales o a los de terceros únicamente por entender que
dicho proceder le beneficia y modifica su ideología y, conse­
6. EL ASPECTO I NDI VID UALI ZADO

cuentemente, su actuar en cuanto cree que un cambio dete r­


y CAM BIANT E DE LA ACC IÓN HU MANA

minado va a permitirl e atende r a sus intereses personales de


modo más cumplído.
El contenido de la acción humana, es decir los fines a qu e
La mayor part e de la vida del hombre es pura ruti na.
se aspir a y los medios elegidos y utilizados para alcanzarlos,
Practica determin ados actos sin prestarles atención especial.
depende de las particulares condiciones de cada uno. El hom­
bre es fruto de-larga evolución zoológica que ha ido modeland o Muchas cosas las realiza porq ue así fue educado, porqu e del
su est ructura fisiológica. Es descendiente y heredero de lejanos mismo modo otros procede n o porque tales actuaciones re­
antepasados; el sedimento, el precipitado, de todas las vicisitu­ sult an norm ales en su ambiente. Adqu iere hábitos y reflejos
des experimentadas por sus mayores constituye el acervo bio­ auto máticos . Ahora bien, cuando sigue tales conductas es por­
lógico del individuo. Al nacer, no es que irrumpa, sin más, en que las correspondie ntes consecuencias resúlta nle gra tas, pues
el mundo, sino que surge en una determinada circunstancia tan pronto como sospecha que el insistir en las prácticas habi­
ambienta l. Sus innatas y heredadas condiciones biológicas y el tuales le impide alcanzar ciertos sobrevalorados fines, rápida.
cont inuo influjo de los acontecimientos vividos dete rminan lo mente cambia de proceder. Q uien se crió donde el agua gene ­
que sea en cada moment o de su peregrina r terreno. Tal es su ralmente es pot able se acostumbra a utili zarla para la bebida
sino, su destin o. El hombre no es «libre» en el sentido mera­ o la limpieza, sin preocuparse de más. Pero si ese mismo ind i­
físico del términ o. Constríñenle el ambiente y todos aquellos viduo se traslada a un lugar donde lo normal sea la insalubri­
influjos que tanto él como sus antepasados experimentaron. dad del líqu ido elemento, pro nto comenzará a preocuparse de
La herencia y el entorno moldean la actuación del ser detalles qu e antes en absoluto le interesaban. Cuid ará de no
humano. Sugiérenle tanto los fines como los medios. No vive perjudicar su salud insistiendo despreocupadamenté en la ano
86 La Acciou Humana Problemas epistemol ágicos 87

terior conducta irrefl exiva y rutinaria . El hecho de que deter­ mientas científicos de su tiempo, o sea, con el conjunto de ilus­
minadas actuaciones practíquense no rmalmente de un modo tración que le proporcionan la lógica, las matemáticas, la
que pudi éramos denominar automát ico no significa qu e dicho praxeología y las ciencias naturales, sólo entonces hállase ca­
proceder deje de venir dicta do por una volición conscient e y pacitado para transcrib ir e interpretar el hecho de que se trate.
de una elección deliberada. E! entregarse a cualquier rutina, E! historiador , desde luego, no debe dejarse influir por pre­
que quepa abandonar , implica, desde luego, actuar. juicios ni dogmas partidistas. Quienes manejan los sucesos his­
La praxeología no trata de! mudable conte nido de la ac­ tóricos como armas dialécticas en sus controversias no son his­
ción, sino de sus forma s pura s y de su categórica condición. El toriadores, sino propagandistas y apologistas . Tales expositores
examen de! aspecto accidental o ambiental que pueda adoptar no buscan la verdad ; sólo aspiran a propagar e! ideario de su
la acción hum ana corresponde a la h istoria. partido. Son combatient es que militan en favor de determina­
das doctrinas metafísicas, religiosas, nacionalistas, políticas o
sociales. Reclaman para los corres pondientes escritos invest i­
7. E N TORNO AL OBJET O DE LA H ISTORIA dura históri ca con miras a confundi r a las almas cándidas . El
y DE SU METODOLOGÍA E S P ECÍ F ICA historiador aspira, ante todo, al conocimiento. Rechaza e! par­
tidismo. No debe, por eso, incidir en juicio valorativo alguno -,
El análisis de los múltiples acont ecimientos referentes a la El aludido postu lado de la W ertfreiheit puede fácilment e
acción humana const ituye e! objeto de la histor ia. El hist oria­ ser respet ado en e! campo de la ciencia apríorística --es decir ,
dor recoge y analiza crí ticamente todas las fuente s dispon ibles. en e! terreno de la lógica, la matemática o la praxeología- , así
Part iendo de tal base, abo rda su específico comet ido. como en el de las ciencias naturales experimentales. Fácil re­
Hay quienes afirman que la historia debería reflejar cómo sulta distinguir, en ese ámbito, un trabajo científico e impar­
sucedieron efectivamente los hechos, sin valorar ni prejuzgar cial de otro deformado por la superstición, las ideas preconce­
(wert frei, es decir , sin formular ningún juicio vulorativo). La bidas o la pasión . Pero en e! mundo de la hi storia es muchc
obra de! histori ador tiene que ser fiel trasunto del pasado; una , más difícil atenerse a esa exigencia de neutralidad valorativa .
como si dijéramos, fo togr afía intelectual, <lil e refleje las cir­ Ello es obvio, por cuant o la materia que maneja e! estudio his­
cunstancias de 'modo completo e imparcial, lo que equ ivale a tórico , es decir, la concr eta, accident al y circun stancial ciencia
reproducir, ante nuestra visi ón actua l, el pasado, con toda s sus
de la acci ón hum ana consiste en juicios de valor y en los cam­
notas y caracter ísticas.
biant es efectos que éstos provocaron . A cada paso tropieza el
Pero 10 que sucede es que una auténtica y plena reproduc­
ción de! ayer exigiría recrear e! pasado entero, lo cual, por des­ his toriador con juicios valorativos. Sus investigaciones giran en
gracia, resulta imposible. La historia no equivale a una copia torno a las valoraciones formuladas por aquellas gentes cuyas
mental; es más bien sintetizada imagen de otros tiempos, for­ acciones narra.
mulada en término s ideales. El h istor iador jamás puede hacer Se ha dicho que el histori ador no puede evirar el juicio va­
«que los hechos hablen por sí mismos». Ha de ordena rlos se­ lorativo, Ningún historiador - ni siquiera el más ingenuo re­
gún e! ideario que informe su expo sición. Nunca podrá refle­ portero o cron ista- refleja todos los sucesos como de verdad
jar todos los acontecimientos concurre ntes ; limítase, por eso, acontecieron. Ha de discrimin ar , ha de destacar ciertas reali­
simplemente a destacar aquellos hechos que estima pertinen­ dades, que estima de mayor trascendencia, silenciando otras cir­
tes . Jamás, desde luego, abord a las fuentes históricas sin supo­ cunstancias. Tal selección, se dice , implica ya un juicio valora­
siciones prev ias. Bien per trechado con e! arsenal de conoci- tivo. Depende de cuál sea la filosofía del narrador, por lo cual
88 La Acción Humana Problemas epistemológicos 89

nunca podrá ser imparcial, sino fruto de cierto ideario. La his­ dan . La genuina tarea del historiador estriba siempre en inter­
toria tiene, por fuerza, que tergiversar los hechos: nunca podrá pretar las cosas tal y como Sucedieron . Sin embargo, única­
llegar a ser, en realidad, científica, es decir, imparcial con res­ mente al amparo de los teoremas que las restantes ciencias for­
pecto a las evaluaciones, sin otro objeto que el de descubrir mulan, puede el historiador dar cumplimiento fiel a tal misión.
la verdad. Al final, siempre tropieza con situaciones para cuyo análisis de
No hay duda, desde luego, que puede hacerse torpe uso nada le sirven las repetidas enseñanzas de ajenas ciencias. Esas
de esa forzada selección de circunstancias que la historia im­ notas individuales y peculiares que, en todo caso, cada evento
plica. Puede suceder, y de hecho sucede, que dicha selección del histórico presenta sólo pueden ser abordadas mediante la
historiador sea dictada por prejuicios partidistas. Ahora bien, comprensión.
los problemas implícitos son mucho más complejos de lo que Tal unicidad o individualidad típica de cualquier hecho ,
la gente suele creer. Sólo cabe abordarlos previo un minucioso que resiste cuanta interpretación brinda la lógica, la matemá­
análisis del método histórico . tica, la praxeología y las ciencias naturales, constituye un dato
Al enfrentarse con cualquier asunto, el historiador maneja irreductible. Mientras las ciencias naturales, al tropezar cn su
todos aquellos conocimientos que le brindan la lógica, las ma­ esfera propia con datos o fenómenos irreductibles , nada pue­
temáticas, las ciencias naturales y, sobre todo, la praxeología. den predicar de los mismos más que, en todo caso, la realidad
Ahora bien, no le bastan, en su labor, las herramientas men­ de su existencia, la historia, en cambio, aspira a comprenderlos .
tales que tales disciplinas no históricas le ptoporcionan. Cons­ Si bien no cabe analizarlos recurriendo a sus causas - no se
tituyen éstas armas auxiliares , indispensables al historiador; trataría de datos irreductibles si ello fuera posible- , el histo­
sin embargo , no puede el estudioso, amparado sólo en ellas, riador puede llegar a comprenderlos, por cuanto él mismo
resolver las graves incógnitas que se le plantean . 'es un ser humano . En la filosofía de Bergson esta clase de
El curso de la historia depende de las acciones de los indi­ conocimientos se denomina intuición, o sea,' <da sympathie par
viduos y de los efectos provocados por dichas actuaciones. A su laquelle on se transporte a l'interieur d'un objet pour coin­
vez, la acción viene predeterminada por los juicios de valor de cider avec ce qu'il a d'unique, et par conséquent d'inexprima­
los interesados, .es decir, por los fines que ellos mismos desean ble» 15. La metodología alemana nos habla de das speziiiscbe
alcanzar y los medios que, a tal objeto, aplican. El que unos Verstehen der Geisteswissenschaften o simplemente de Ver­
u otros medios sean preferidos también depende del conjunto steben. A dicho proceso recurren los historiadores y aun todo
de conocimientos técnico, de que se disponga . A veces, gracias el mundo , siempre que se trate de examinar pasadas actuacio­
a los conocimientos que la praxeología o las ciencias naturales nes humanas o de pronosticar futuros eventos. El haber
proporcionan, cabe percatarse de los efectos a que dieron lugar advertido la existencia y la función de esta comprensión cons­
los medios aplicados. Ahora bien, suscítanse muchos otros pro-o tituye uno de los triunfos más destacados de la metodología
blemas que no pueden ser resueltos recurriendo al auxilio de moderna . Sin embargo, con ello, en modo alguno quiere decirse
estas disciplinas. nos hallemos ante una ciencia nueva, que acabe de aparecer,
El objeto típico de la historia, para cuya consecución re­ o ante un nuevo método de investigación al que, en adelante,
cúrrese a método también específico, consiste en estudiar estos puedan recurrir las disciplinas existentes.
juicios de valor y los efectos provocados por las correspondien­ La comprensión a que venimos aludiendo no debe confun ­
tes acciones, en tanto en cuanto no es posible su ponderación
a la luz de las enseñanzas que las demás ramas del saber brin- n HENRI BERGSON, La pensée el le mouvant, pág. 205, 4,· ed. París, 1934.
')0 l» Acción H umana Problemas epistemoló gicos 91

dirse con una aprobación aunque sólo fuera condicional o ramas del saber 16. La existencia real y corpórea de! demonio
transitoria. El historiador, e! etnólogo y e! psicólogo se enfren o es proclamada en inn umerables documentos históricos que ,
tan a veces con actuacion es que provocan en ellos repul sión formalmente, parecen bastante fidedignos. Numerosos tribuna­
y asco; sin embargo, las comprenden en lo que tienen de acción, les, en juicios celebrados con plenas garantías procesales, a la
percatándose de los fines que perseguían y los medios técnicos vista de las declaraciones de testigos e inculpados, proclamaron
y praxeológicos aplicados a su consecución . El qu e se com ­ la existencia de tratos carnales entre el diablo y las brujas .
prenda determinado supuesto individualizado no implica su Ahora bien, pese a ello, no seria hoy admisib le que ningún
justificación ni condenación. historiador pretendiera mantener , sobre la base de la com pren­
Tampoco debe confundirse la comprensión con el goce sión, la existencia física del demonio y su intervención en los
estético de un fenómeno. La «cmpatheia» o compenetración negocios humanos , fuera del mundo visionario de alguna men­
(Einfiihlung) y la com prensión son dos actitudes mental es talidad sobreexcitada.
radicalment e diferentes. Una cosa es comprender históricam ente En lo anterior, generalmente, se conviene , por lo que atañe
una obra de art e, pond erando su trascendencia, significación e a las ciencias naturales; sin embargo, hay historiadores que
influjo en e! fluir de los acontecimientos, y otra muy distinta no quieren proceder del mismo modo cuando de la teor ía eco­
es el apreciarla como tal obra artística, compenetrándose con nómica se trata. Pretenden oponer a los teoremas económicos
ella emocionalmente. Se puede contemplar una catedral como el contenido de documentos que, se supone, atestiguan reali­
historiador ; pero tamb ién cabe observarla , bien con arrobada dades contradictorias con verdades praxeológicas. Ignoran que
admiración, bien con la indiferente superficialidad de! simple los fenómenos complejos no pueden ni demostrar ni refutar
turi sta. Una misma persona puede, incluso, ante especifica la certeza de teorema económico alguno , por lo cual no cabe
realidad, compenetrarse estéticamente con la misma y, al tiem­ sean esgrimidos frente a ningún aserto de índole teórica. La
po, comprenderla por vía científica . historia económica es posible sólo en razón a que existe una
La comprensión nos dice que un individu o o un grupo ha teoría económica, la cual explica las consecuencias económicas
practicado determinad a actuación, impelido por personales de las actuaciones humanas. Sin doctrina económica, toda his­
valoraciones y preferencias, en el deseo de alcanzar ciertos fines, toria referente a hechos económicos no seria más que mera
aplicando al efecto especificas enseñanzas técnicas, terapéuticas acumulación de datos inconexos, abierta a las más arbitrarias
o praxeol ógicas. Procura , además, la comprensión ponderar interpretaciones.
los efectos de mayor o menor trascendencia, provocados por
determinada actuación ; es decir , aspira a constatar la impor­
tancia de cada acción, o sea, su peculiar influjo en el curso de 8. CONCEPCIÓN y COMPRENSIÓN

los acontecimientos.
Mediante la comprensión aspirase a analizar ment almente La misión de las ciencias de la acción humana consiste en
descubrir el sentido y trascendencia de las distintas actuaciones .
aquellos fenómenos que ni la lógica, las matemáticas, la praxeo­
Recurren dichas disciplinas , al efecto, a dos diferentes proce­
logia, ni las ciencias naturales permiten aclarar plenamente,
dimientos metodológicos: la concepción y la comprensión.
prosiguiendo la investigación cuando ya dichas disciplina s no
pueden prestar auxilio alguno. Sin embargo, nunca debe per­ 16 Vid. 01. V. LANGLOI S y CH. S EI GNOBO S, lntroduction lo tbe Study o/
mitirse que aquélla contradiga las enseñanzas de estas otras History, págs. 205·208, trad. por G. G. Berry. Londres, 1925.
92 La A cci án H umana Problemas epis/t1111ológic:oJ 93

Aquélla es la herramient a ment al de la praxeología ; ésta la de fuent es. Siempre que sean racionales y ciertas las teorías de las
la historia . ciencias no históricas que el historiador maneje al estudiar
El conocimiento praxeológico es siempre conceptual. Se sus fuentes, no cabe grave desacuerdo en to rno a las circuns­
refiere a cuanto es obligado en toda acción hum ana. Impli ca tancias de hecho correspo ndientes . Los asertos del histori ador
invariablemente manejar categorías y conceptos universales. o conforman con la realidad o la contrarían, lo cual resulta
La cognición histórica, en cambio, se refiere a lo que es fácil comprobar a la vista de los oportunos documentos; tales
específico y típico de cada evento o conjunto de eventos. Ana­ afirmaciones, cuando las fuentes no ' brind en información bas­
liza cada uno de sus objetos de estudio, ante todo, mediante tante, puede ser adolezcan de vaguedad. En tal caso, 10 5 respec­
los instrumentos mentales que las restantes ciencias le prop or­ tivos puntos de vista de los autores tal vez discrepen, pero
cionan . Pra cticada esta labor previa, enfr én tase con su tarea siempre habrán de basar sus opiniones en una racional inter­
típica y genuina, la de descubrir mediante la comprcnsián las pre tación de las pru ebas disponibles. Del debate quedan , por
condiciones privativas e individualizan tes del supuesto de que fuerza, excluidas las afirmaciones puramente arbitra rias. .
se trate. Ahora bien, los histori adores discrepan , con frecuencia, en
Como ya antes se hacía nota r, hay qu ienes suponen que la lo atinente a las propias enseñanzas de las ciencias no histó­
historia nunca puede ser, en verdad, científica, ya que la com­ ricas. Resultan, así, discordanci as por lo que se refiere al exa­
prensión histórica hállase condicionada por los prop ios juicios men crítico de las fuente s y a las conclusiones de las mismas
subjetivos de valor del historiador. La comprensión , af írmasc, derivadas. Suscíranse insalvables disparidad es de criterio. Pero
no es más que un eufemismo tras el cual se esconde la pura es de notar que no son éstas engendradas por contradictor ias
arbitrariedad. Los trabajos históricos son siempre parciales y upinioncs en torno al fenómeno histórico en sí, sino por dis­
unilaterales, por cuanto no se limitan a narrar hechos; más conformidad acerca de problemas imperfectamente resuelto s
bien sólo sirven para deformarlos. pur las ciencias de índo le no histórica. .
Existen, desde luego, libros de historia escritos desde dis­ Un ant iguo historiador chino posiblemente afirmaría que los
pares puntos de vista. La Reform a ha sido reflejada por cató­ pecados del emperador provo caron una catastrófica sequía que
licos y tambi énpor protestantes. Hay historias «p roletarias» sólo cesó cuando el propio gubernante expió sus faltas. Ningún
e historias «burguesas»; historiadores «tory» e historiadores historiador moderno aceptaría semejante relato. La consignada
«whig» : cada nación, partido o grupo lingüístico tiene sus pro­ teoría meteoro lógica pugna con indi scuti das enseñanzas 'de la
pios narradores y sus par ticulares ideas históricas. ciencia natura l contemporánea. No existe, sin embargo, entre
Pero tales disparid ades de criterio nada tienen que ver con los autores similar unidad de cri terio por lo que atañe a nu­
la intencionada deformación de los hechos por propagandistas merosas cuestiones teológicas, biológicas o económicas. De ahí
y apologistas disfrazados de historiadores. Aquellas circunstan­ que los historiadores disientan entre sí.
cias cuya certeza, a la vista de las fuentes disponibles, resulta Quien crea en las doctrinas racistas, que pregonan la supe­
indubitable deben ser fielmente reflejadas por el historiador rioridad de los arios nórdicos, estimará inexacto e inadmisible
ante todo. En esta materia no cabe la interpretación personal. todo inform e que aluda a cualqu ier gran obra de índole inte ­
Se trata de tarea que ha de ser perfeccionada recurriendo a los lectual o mor al practicada por alguna de las «razas inferiores».
servicios que brindan las ciencias de índole no histórica. El No dar á a las correspondientes fuentes mayor crédito que el
historiador adviert e los fenómenos, que después reflejará me­ que a los histori adores modernos merece el antes aludido relato
diante el ponderado análisis crítico de las correspondientes chino. Con respecto a los fenómenos que aborda la -historia del
94 La Acción Human a Problemas epistemal ágicos 95

cristianismo no hay posibilidad de acuerdo entre quienes con­ capaces de provocarlo -o de retrasar su aparición- , descar­
sideran los evangelios como sagrada escritura y quienes es tí­ tando aquellas otras circunstancias carentes, según su personal
manlos documentos meramente humanos. Los historiadores concepción de las ciencias no históricas, de influjo alguno.
católicos y protestantes difieren en muchas cuestiones de hecho, Toda mutación en las enseñanzas de las ciencias no histó ­
al partir, en sus investigaciones, de ideas teológicas discrepan­ ricas exige, por consiguiente, una nueva exposición de la histo­
tes. Un mercantilista .o un neomercantilista nunca coincidirá ria. Cada generación se ve en el caso de abordar, una vez más,
con un economista. Cualquier historia monetaria alemana de los mismos problemas históricos, por cuanto se le presentan
los años 1914 a 1923 forzosamente ha de hallarse condicio­ bajo nueva luz. La antigua visión teológica de! mundo provocó
nada por las ideas monetarias de su autor. Quienes crean en un enfoque histórico distinto al que las modernas enseñanzas
los derechos carismáticos del monarca ungido presentarán los de las ciencias natura les presentan. La economia política de
hechos de la Revolución francesa de modo muy distinto a como índole subjetiva da lugar a que se escriban obras históricas
lo harán quienes comulguen con otros idearios. totalmente diferentes a las formu ladas al amparo de las doctri­
Los historiadores disienten en las anter iores cuestiones, no nas mercantilistas. Las divergencias que, por razón de las ante­
como tales historiadores, sino al interpretar el hecho de que riores disparidades de criterio, puedan registrar los libros de
se trate a la luz de las ciencias no históricas. Discrepan entre los historiadores, evidentemente, no son consecuencia de una
sí por las mismas razones que, con respecto a los milagros de supuesta imperfección o inconcreción de los estudio s históricos.
Lourdes, impiden todo acuerdo entre los médicos agnósticos Antes al contrario, vienen a ser fruto de las distintas opiniones
y aquellos otros creyentes que integran el comité dedicado a que coexisten en el ámbito de aquellas otras ciencias que suelen
recoger las pruebas acreditativas de la certeza de tales acaecí­ considerarse rigurosas y exactas.
mienta s. Unicamente creyendo que los hechos, por sí solos, Con miras a evitar todo posible error int erpretativo, con­
escriben su propia historia en la tabula rasa de la mente es viene destacar algunos otros extremos . Las divergencias de
posible responsabilizar a los historiadores por las aludidas dife­ criterio que nos vienen ocupando nada tienen en común con
rencias de criterio; ahora bien, tal actitud implica dejar de los supuestos siguientes:
advertir que jamás la historia podrá abordarse más que par­ 1) La voluntaria distorsión de los hechos con fines enga­
tiendo de ciertos presupuestos, de tal suerte que todo des­ ñosos.
acuerdo en torno a dichos presupuestos, es decir, en torno al 2) El pretender ensalzar o condenar deterrni nadas accio­
contenido de las ramas no históricas del saber, ha de predeter­ nes desde puntos de vista legales o morales.
minar por fuerza la exposición de los hechos históricos. 3) El consignar, de modo incidental, observaciones que
Tales presupuestos modelan igualmente la elección del his­ impliquen juicios valorativos, en e! seno de una exposición de
toriador en lo referente a qué circunstancias entiende deban la realidad rigurosa y objetiva. No se perjudica la exactitud
ser mencionadas y cuáles, por irrelevantes, procede omitir. y certeza de un tratado de bacteriología porque su autor , desde
Ante el problema de por qué cierra vaca no produce leche, un un punto de vista humano , considere fin último la conserva­
veterinario moderno para nada se preocupará de si el animal ción de la vida y, aplicando dicho criterio, califique de buenos
ha sido maldecido por una bruja; ahora bien, hace trescientos los acertados métodos para destruir microbios y de malos los
años, su despreocupación al respecto no hub iera sido tan abso­ sistemas en ese sentido ineficaces. Indudablemente, si un ger­
luta . Del mismo modo, el historiador elige, de entre la infi­ men escribiera el mismo tratado, trastocaría los aludidos juicios
nidad de acaecimientos anteriores al hecho examinado, aquéllos de valor; sin embargo , el contenido material de! libro ' sería e!
96 La A cci6n H umana Problemas epistemol6g icos 97

mismo en ambos casos. De igual modo, un historiador europeo, rica hállase condicionada por un elemento subjetivo, y, en tal
al tratar de las invasiones mong6licas de! sigl.. »I II, puede ha­ supuesto, c6mo influye éste en la obra de! historiador?
blar de hechos «favorables» o «desfavorables» al ponerse en En aquella esfera en que la comprensi6n limítase a atesti­
e! lugar de los defensores de la civilización occidental. Ese guar que los interesados actuaron impelidos por determinados
adoptar los módulos valorativos de una de las partes en modo juicios valorativos, recurriend o al empleo de ciertos medios
alguno hace desmerecer e! contenido material de! estudio, e! específicos, no cabe e! desacuerdo entre autént icos historiado­
cual puede ser - habida cuenta de los conocimientos científicos res, es decir, entre estudiosos deseosos de conocer, efectiva­
de! momento- absolutamente objetivo. Un historiador mon­ mente, la verdad de! pasado. Tal vez haya incert idumbre en
gol aceptaría e! trabajo ínt egramente, salvo por lo que se refiere torno a algún hecho, provocada por la insuficiente información
a aquellas observaciones incidentales. que las fuentes disponib les brinden. Ello, sin embargo, nada
4) El examinar los conflictos militares o diplomáticos tiene que ver con la comprensión histórica. El problema atañe
por lo que atañe sólo a uno de los bandos. Las pugnas entre tan sólo a la labor previa que con anteriorid ad a la tarea com­
grupos antagónicos pueden ser analizadas partiendo de las prensiva e! historiador ha de realizar.
ideas, las motivaciones y los fines que impulsaron a uno solo Pero , con independencia de lo anter ior, mediante la com­
de los contendient es. Cierto es que, para llegar a la compren­ prensión es preciso ponderar los efectos provocados por la
sión plena de! suceso, resulta obligado percatarse de la actua­ acción y la intensidad de los mismos; ha de analizarse la tras­
ción de ambas partes interesadas. La realidad se fraguó al calor cendencia de los móviles y de las acciones.
de! recíproco proceder. Ahora bien, para comprender cumplida. Tropezamos ahora con una de las más notables diferencias
mente e! evento de que se trate, el historiador ha de examinar existent es entre la física o la química, de un lado, y las ciencias
las cosas tal y como éstas se present aban, en su día, a los inte­ de la acción humana, de otro. En el mundo de los fenómenos
resadas, evitando quede constreñido el análisis a los hechos físicos y químicos existen (o, al menos, generalment e, se supone
bajo el aspecto en que ahora aparecen ante e! estudioso que existen) relaciones constantes entre las distinta s magnitudes,
dispone de todas las enseñanzas de la cultúr a contemporánea. siendo capaz el hombre de percibir, con bastante precisión,
Una historia q úe se limite a exponer las actuaciones de Lincoln dichas constantes mediante los oport unos experimentos de la­
dur ante las semanas y los meses que precedieron a la guerra boratorio. Pero , en el campo de la acción humana, no se regis­
de secesión americana, desde luego, ha de resultar incompleta. tran tales constantes relaciones, salvo por lo que atañe a la
Ahora bien, incompleto es todo estudio de índole históri ca. terapéut ica y a la tecnología física y química. Creyeron los
Con 'independencia de que e! historiador pueda ser partid ario economistas, durante una época, haber descubierto una rela­
de los unionistas o de los confederados o que, por el contrario, ción constante entre las variaciones cuantitativas de la cantidad
pueda ser absolutamente imparcial en su análisis, cabe pondere de moneda existente y los precios de las mercancías. Suponíase
con plena objetividad la política de Lincoln durante la prima­ que un alza o un descenso en la cantidad de moneda circulante
vera de 1861. Su estudio constituirá obligado antecedente para había de provocar siempre una variación proporcíonal en los
poder abordar el más amplio problema atinente a por qué esta­ precios. La economía moderna ha demostrado, de modo defi­
116 la guerra civil americana. nitivo e irrefutable, lo equivocado del supuesto 17. Inciden
Aclarados los anteriores asuntos, cabe, por fin, enfrentarse en grave error aquellos economistas que pretende n sustituir
con la cuestión decisiva: ¿Es que acaso la comprensión hist ó- l7 Ver más adelante cap. XVII, 4.

7
Problema; epistemológicos 99
98 La Acción Human a

mente históricos. Ilústrannos acerca de lo que sucedió en un


por un a «economía cuantitativa » la que ellos denominan «eco­
caso específico que no volverá a repetirse. Los fenómenos
nomía cualitativa» , En el mund o de lo econ6mico no hay rela­
físicos pu eden interpretarse sobre la base de las relaciones
ciones constantes, por lo cual toda medici6n resu lta imposible.
constantes descubiertas median te la experiment ación. Los he­
Cuando un a estadís tica nos informa de que en cier ta época
chos histórico s no admiten tal tratamiento.
un aumento del 10 por 100 en la producci6n patatera de Atlan­
Cabe que el historiador regist re cuantos factores contribu­
tis provocó una baja del 8 por 100 en el precio de dicho tu­
yeron a provocar un ciert o evento, así como aquellas otras
bérculo, tal ilustración en modo alguno pre juzga lo que sucedió
circunstancias que se oponían a su aparición, las cuales pudie­
o pueda suceder en cualquier otro lugar o momento al regis­
ron retrasar o paliar el efecto , en definitiva, conseguido. Ahora
trar una vari ación la correspondiente producción de pata tas .
bien, tan sólo mediante la comprensión puede el investigador
Los aludidos datos estadísticos no han «medido» la «elastici­
ordenar los distintos factores causales con criterio cuantita tivo,
dad de la demanda » de las pap as, únicament e reflejan un espe­
en relación a los efect os provocados. Ha de recurrir forzosa ­
cífico e individualizado even to hist6rico. Nadie de mediana
mente a la compre nsión si quiere asignar a cada uno de los 11
inteli gencia puede dejar de advertir que es variable el aprecio
de las gentes por lo que se refiere a patatas o cualquier otra factor es concurrentes su respectiva trascende ncia en orden a la
aparición del efecto p. En el terreno de la historia, la comp ren­
mercancía. No estimamos todos las mismas cosas de modo idén­
sión equivale, por así decirlo, al análisis cuantitativo y a la
tico y aun las valoraciones de un det erminado su jeto múd anse
medición.
al variar las circuns tancias concurren tes 18.
La corr espondiente técnica podrá ilustrarnos acerca de cuál
Fuera del campo de la historia económica, nadie supuso
deba ser el grosor de una plancha de acero para que no la
jamás que las relaciones humanas registraran relaciones cons­
tantes. En las pasadas pugnas ent re los europeos y los pueblos perfore la bala de un fusil «W inches ter» disparada a una dis­
atrasados de otras razas, un soldado blanco, desde luego , equi­ tancia de 300 yardas. Tal información nos permitirá saber
valía a var ios indígena s. Ahora bien, a necio alguno ocurriósele, por qu é fue o no fue alcanzado por det erminado pro yectil un
ante tal realidad, «medir» la magni tud de la superioridad individ uo situado det rás de una chapa de acero de cierto espe ­
europea . sor. La historia, en cambio, es incapaz de explicar, con seme­
La imposibilidad , en este terren o, de toda medición no ha jante simplicidad, por qué se han incremen tado en un 10
de ser atribuida a u na supuesta imperfección de los métodos por 100 los precios de la leche; por qué el presidente Roosevelt
técnicos al efecto empleados . Proviene, en cambio, de la ausen­ venció al gobernador Dew ey en las elecciones de 1944; o por
cia de relacione s constantes en la materia analizada. Si se de­ qué Francia, de 1870 a 1940, se gobernó por una constitución
biera a una insufi ciencia técnica, cabrí a, al menos en ciertos republicana. Estos problemas sólo mediant e la comprensión
casos, llegar a cifras aproximadas. Pero no ; el problem a estriba , pueden ser abordados.
como se decía, en que no hay relaciones constantes . Contraria­ La compren sión aspira a ponderar la trascendencia espe­
mente a lo que ignorantes positi vistas se complacen en repetir, cífica de cada circunstancia histórica. No es lícito, desde luego,
la economía en mod o alguno es una disciplina atrasada por no al manejar la comprensión, recurrir a la arbitrariedad o al ca­
ser «cuantitativa» . Carece de esta condición y no se embarca prich o. La libertad del historiado r hállase limitada por la obli­
en mediciones por cuanto no mane ja const antes . Los datos gación de explicar racionalmente la realidad . Su única aspi­
estadísticos referentes a realid ades econ ómicas son datos pura­ ración debe ser la de a!canzar la verdad. Ahora bien , en la com­
presión aparece por fuerza un elemento de subjetividad. Hállase
11 Vid. infra cap. XI. 4.
100 La Acción Humana Problemas epistemológicos 10 1

la misma siempre matizada por la propi a personalidad del sujeto ni reflejan las preferencias de! historiador . Es tamos ante juicios
y viene, por tant o, a reflejar la ment alidad del expositor. de trascendencia ~.
Las ciencias apriorísticas - la lógica, la matemática y la Por diversas razones cabe disientan entre sí los historia ­
pra xeología- aspiran a formular conclusiones unive rsalmente dores. Tal vez susrenten dispares cri terios por lo qu e atañe a
válidas para todo ser qu e goce de la est ructura lógica típica de las enseñanzas de las ciencias no histór icas; tal vez sus dife­
la ment e hum ana. Las ciencias naturales buscan conocimien tos rencias surjan de sus respectivos conocimien tos, más o menos
válidos para todos aquellos seres que no sólo disponen de la fa­ perfectos, de las correspondientes fuent es, y tal vez d ifieran
cultad hum ana de raciocinar , sino qu e se sirven además de los por sus ideas acerca de los motivos y aspiraciones de los inte­
resados o acerca de los medios que, al efecto, aplicaron. Ahor a
mismos sentidos que e! hombre. La uniformid ad humana por lo
bien, en todas estas cuestiones cabe llegar a fórmul as de ave­
que atañ e a la lógica y a la sensación confiere a tales ramas del
nencia, previo un examen racional, «objetivo» , de los hechos;
saber su univ ersal validez. Sobre esta idea se ha orien tado hasta
no es imposible alcanzar un acuerdo , en tér minos generales,
ahora la labor de los físicos. Sólo últim amente han comenzado acerca de tales problemas. A las discrepancias ent re historiado­
dichos inves tigado res a adver tir las limit aciones con que en res, con motivo de sus respectivos juicios de trascendencia, sin
sus tareas tropie zan y, rep udiando la excesiva ambición anterior, embargo, no se puede encontra r soluciones que todos forzosa­
han descubierto el «pr incipio de la incertidumbre». Admiten mente hayan de aceptar.
ya la existencia de cosas que escapan a la observación, lo cual Los métodos intelectivos de la ciencia no difieren especí­
suscítales problemas epistemológicos " . ficamente de los que el homb re corri ente aplica en su cotidiano
La comprensión histórica nunca puede llegar a conclusio­ razonar. El científlco utili za las mismas herramient as mentales
nes que, lógicamente, hayan de ser aceptadas por todos . Dos que el lego; ahora bien, las emplea con mayor precisión y peri­
hist oriadores, pese a que coincidan en la inte rpre tación de las cia. La comp rensión en modo alguno constituye exclusivo
ciencias no históricas y convengan en los hechos concurrente s privilegio de historiad ores. Todo el mundo se sirve de ella.
en cuanto quepa dejar éstos sent ados sin recurrir a la com­ Cualquiera, al observar las condiciones de su medio ambiente ,
prensión de la respectiva tra scendencia de los mismos, pueden adopta u na actitud de hist oriador. Al enfrentarse con la incer­
hallarse, sin embargo, en total desacuerdo cuando se trate de tidumbre de futuras circunstancias, todos y cada u no recurren
aclarar este último extre mo. Tal vez hállense concordes en que a la comprensión. Mediant e ella aspira el especulador a com­
prender la respectiva t rascendencia de los diversos factores
los factores a, b y e cont ribuyeron a provocar el efecto p y. sin
intervinient es que plasmarán la realidad futura. Porque la
embargo, pueden disentir gravemente al ponderar la trascen­ acción - hagámoslo not ar desde aho ra al inciar nuestras inves­
dencia de cada uno de dichos factores en el resultado final­ tigaciones- se enfrent a siempre y por fuerza con e! futuro,
ment e prod ucido. Por cuant o la comprensión aspi ra a perca­ es decir , con circunstancias inciert as, por lo cual, al actuar
tarse de la respectiva trascendencia de cada una de las circuns­ invariablemente tiene carácter especulativo. El hombre conte m­
tancias concurren tes, resulta terreno abonado para los juicios pla el futuro, por decirlo así, con ojos de historiador .
subjetivos. Esto s, desde luego, no implican juicios valorativos 10 Corno no t ratamos de estudiar la metodología en general, sino 5610 los funda­

mentos indispensables para un tratado de eco nomía, no es preciso insistir sobre


las analogfas existentes entre la comprensión de la trascendencia histérica y la labor
19 Vid. A . E OD1NGTON, Tbe Phi/osophy 01 Pbgsícal Sctmce. pégs. 28-48. Nueva del médico al diagnosticar. Examinar aho ra la metodologfa de la biología dcsbor ­
York, 1939. darfa los Hmites de nuestro estudio.
102 La Acción H umana
Problemas epistemulógicos 103
HISTORIA NATURAL E HISTORIA HUMANA
sin referirse a los interesados en el mismo, asi como al lugar
La cosmogonía , la geología y las ciencias que se ocupan de las y la fecha en que se produjo. Si un suceso puede ser narrado
acaecidas mutaciones biológicas son , todas ellas, disciplinas hist ó­ sin aludir a dichas circun stancias es porque carece de condi­
ricas, por cuanto el objeto de su estudio consiste en hechos sin­ ción histórica , constituyendo un fenómeno de aquellos por los
gulares que sucedieron en el pasado. Ahora hien, tales ramas del que las ciencias naturales se interesan . El relatar que el pro fe­
saber se atienen exclusivamente al sistema epistemológico de las sor X el día 20 de febrero de 1945 practicó en su laboratorio
ciencias naturales, por lo cual no precisan recurrir a la compren­ determinado experimento es una narr ación de índo le histórica.
sión. A veces, vense obligadas a ponderar magnitudes de un modo Considera, sin embargo , oportuno el físico prescindir de la per­
sólo aproximado . Dicho s cálculos estimativos no implican, sin em­ sonalidad del actor, así como de la fecha y del lugar del caso.
bargo, juicios de trascendencia. Se trata simplemente de deterrni­
Alude tan sólo a aque llas circuns tancias que considera trasce n­
nar relaciones cuantitativas de un modo menos perfecto que el
dent es en orden a provocar el efecto en cuestión, las cuales,
que supone la medición «exacta », Nada tiene ello que ver con
siempre que sean reproducidas, dará n otra vez lugar al mismo
aquella situación que se plantea en el campo de la acción humana,
donde nunca hay relaciones constantes.
resultado. De esta sue rte tran sfórmase aquel suceso histórico
Por eso, al decir historia, pensamos excIusivamente en historia en un hecho de los manejados por las ciencias natu rales empí­
de las actuaciones humanas, terreno en el que la comprensi6n ricas. Pre scíndese de la interve nción del experimentador, qu ien
constituye la típica herramienta mental. se desea aparezca más bien como simple observador o impar­
Contra aquel aserto según el cual la moderna ciencia natural cial narrador de la realidad . No compete a la praxeología ocu­
debe al método experimental todos sus triunfos, suele nducirsc parse de los prob lemas epistemológicos que tal actitud implica.
el caso de la astronomía. Ahora bien , la astronomía co ntempo­ Los propi os cultivadores de la física moderna comienzan a
ránea no supone, en definitiva, sino la aplicación a los cuerpos advertir los peligros que aquella autodeificación puede encerrar.
celestes de leyes físicas descubiertas en nuestro planeta de modo Si bien, en cualquier caso, los hechos históricos son singu­
experimental. Antiguamente , los estucl ios astronómicos venían a lares e irr eprodncibles, todo s ellos tiene n de común entre sí
suponer que los cuerpos celestes se moví an con arreglo a órbitas el constituir siempre acci ón hu mana. La historia los aborda por
inmutables. Copérnieo y Kepler int entaba n adivi nar, simp leme nte, cuanto suponen actuaciones humanas ; percatase de su signifi­
qué tipo de curvas describía la Tierra alrededor del Sol. Por csti­ cación mediante la cognición nra xeolóalca y comprende aquélla
marse la circunferencia como la curva «más perfecta», Cop érníco
cont emplando las circunstancias singulares e individuales del
la adoptó en su hipótesis. Por una conjetura similar, Kc pler, más
caso en cuestión . Lo que interesa a la historia es únicamente
tarde, recurri6 a la elipse. 5610 a partir de los descubrimientos
la significación atribuida a la realidad de que se trate por los
de Newt on llegó a ser la astronomía una ciencia natural, en sen­
individuo s intervinicntes, es decir . la que les merezca el estado
tido estricto .
de cosas que pretende n alterar, la que atribuyan a sus propias
actuaciones y la concedida a los resultados provocados por su
9. SOBR E LO S TI POS IDEALE S
inte rvención .
La historia se interes a por hechos singulares, ::;'.le nun ca se La historia ordena y clasifica los innú meros acaecimientos
repetirán , es decir , por ese irreversible fluir de los acaecimientos con arreglo a su respectiva significación . Sistematiza los ob jetos
humanos. No cabe aludir a ningún acontecimiento histórico de su estudio - hombres, ideas, instituciones, entes sociales,
mecanismos- con arreglo a la similitud de significación que
Problemas epistemológicos 105
104 La Acción Hu mana

estadístico pu eda comenzar a averiguar cómo proceden los


entre sí puedan és tos tener . Pl asma, según dich a sim ilitud, con
sujetos estudiados en casos especiales, sirviéndose de los resu l­
los aludidos elementos, los tipos ideales. tados de est a inves tigac ión para deducir medias aritmét icas.
Son tipos ideales los conceptos manejados en la inv esti ga­
Cab e determinar la med ia de la edad de los senadores ameri ­
ción hist óri ca, así como los u tilizados para ref lejar los resul­
canos y tam bién cabe ave riguar, promediando , cómo reaccion a,
tados de dichos es tudios. Los tipos ideales cons tituyen, por
ante cierta circunstanci a, una de terminada clase de pe rso na s
tanto , conceptos de comprensión. Na da tienen qu e ver con las
formada por indi viduos de la misma edad. Ahora bi en, lo q ue,
categorí as y los conceptos praxeológicos o con los conceptos de lógicamente, resulta imposible es fo rm ar una clase sobre la
las ciencias na turales . Lo s aludidos tip os ideales en mo do algu­ base de qu e sus miembros registr en las mismas cifras prome­
no cons tituyen conceptos de clase, por cuanto no im plican dias.
aqu ellas nota s cara cte rísticas cuya presencia en un ob jeto det er­ Sin la ayuda de los tipos ideales no cabe abo rda r problema
min ado perm ite clasificar a éste sin baber lugar a la duda en histórico alguno . Ni aun cuando el historiador se ocupa de un
la clase de q ue se trate. Los tipos ideales no pueden ser ob jeto solo individ uo o de un hecho singu lar, pu ede evitar refe­
de definición ; pa ra su desc ripció n es preciso enumerar aquellos rirse a tip os ideales. Al trat ar de Napole ón, el es tud ioso hab rá
rasgos qu e, generalmente, cuando concu rren en un caso con­ de aludir a tipos ideales tales como los de capi tán , dictado r o
cret o , permiten deci dir si el supuesto puede o no incluirse en jefe revolu cionario ; si se enfrenta con la Revoluci ón fra ncesa ,
el tipo ideal correspondie nte . Co ns tituye nota característica de tendrá que manejar los tipos ideales de revolución, desintegra­
tod o tipo ideal el qu e no sea imperat iva la presencia de todos ci ón de un régimen, ana rq uía, etc. Ta l vez la alusión a cierto
sus rasgos específicos en aquellos supuestos concre tos qu e me­ tipo ideal consista s610 en negar la aplicabilidad del mismo al
rezcan la calificació n en cuestión. El qu e la au sencia de algunas caso de qu e se trata . De un a forma u otra, cua lq uier aconteci­
de dich as caracte rís ticas vede o no que un caso determinado miento hist órico ha de ser descrito e interpretado sob re la base
sea considerado como corres pondiente al tipo ideal de que de tip os id eales. El profano, por su parte, igualment e ha de
se trate depende de un juicio de tra scenden cia, plasmado me­ maneja r, cuando pretende abo rda r hec hos pasados o futuro s.
diante la comprensi6n . E ngend ra el ti po ideal. en definitiva , tipos idea les, y a éstos recurre de modo incon scient e .
la comprensi ón intuitiva de los mo tivos, las ideas y los proné­ S610 med iant e la com prensión cabe decidir si procede o no
sitos de los individu os que actúan , así como la de los medi os aludir a de ter minado ti po ideal para la me jor ap rehensión men­
que aplican . tal del fen ómeno de qu e se trate. El tipo ideal no viene a con­
El ti po ideal nada tiene que ver con promedios esta dísticos . dicionar la compre nsión ; antes al contra rio, es el deseo de un a
La mayor parte de los rasgos qu e le caracterizan no admi ten la más perfecta comprensión lo qu e exige est ructurar y emplear
ponderación numérica, por lo cual es imposibl e pensa r en los correspondientes tipos ideales.
ded ucir medias aritméticas en esta materi a. Pero no es ése el Plá sman se los tipos ideales medi ante las ideas y conce ptos
motivo funda mental qu e obliga a con signar el ante rior aserto . form ulados por las ciencias de índo le no hi stórica. Toda cogni­
Los promed ios es tadísticos nos ilu st ran acerc a de cómo proce­ ción histórica hállase, desde luego, con dicionada , como decía­
den los suje tos integ rantes de un a ciert a clase o gru po, formado . mos, por las enseñanzas del contemporáneo saber ; en éste
de antemano, en virrud de una definici ón o tipificaci ón, que apóyase y jam ás puede contradecirlo . Ahora bien, lo cierto es
maneja ciertas notas comune s, en supuestos ajenos a los alu­ que el conocimiento hist érico int erésase por asuntos y emplea
didos por la indicada definición o tipificación . Ha de constar métodos totalmente dif erentes a los de las aludidas ciencias,
la pertenencia a la clase o grupo en cues tión antes de que el
106 La A cción Humana
Problemas epistemológicos 107

las cuales, por su parte, no pueden recurrir a la comprensión.


aplicable a cuanto s integran la aludida clase con tota l inde ­
Por ello, los tip os ideales nada tienen en común con los con ­
pendencia de las par ticulares circunst ancias de tiempo , espa­
ceptos que manej an las ciencias no históricas. Lo mismo les
cio u ocupación que a cada par ticular pued an corresponder .
sucede con respecto a las categorías y conceptos praxeológicos. Por el con trario, lo que la historia económica establece en rela­
Los repet idos tipos ideales, desde luego , brindan las ine!udibles
ción con sus tipos ideales puede variar según las circuns tan­
herramient as men tales que el estudio de la historia exige. No
cias particulares de las distinta s edades, países, tipos de ne­
se ampara, sin embargo, en ellos e! h istoriador para desarrollar
gocio y demás situaciones . Por eso , los histor iador es apenas
aquella su labor de comprender hechos individua les y singu­
manejan el tip o ideal gener al de «empresario» . Inter ésense más
lares. Por tanto , jamás podrá constitu ir un tipo ideal la simple
por cierto s tipos empresa riales especificas , tales como e! ame­
adopción de cier to concep to praxeológico .
ricano de los tiemp os de ,lefferson, el de la indu stri a pesada
Sucede con frecuencia que vocablos emp leados por la pra­ alemana en la época de Guillermo II , el corre spondien te a la
xeología para designa r determinados conceptos pra xeológicos
indust ria texti l de Nueva In glaterra en las décadas que prece­
utilízanlos también los historiadores para aludi r a ciertos tipos
dieron a la primera guerra mund ial, el de la haute [inance pro ­
ideales. En tal caso , e! historiador está sirviéndose de tina mis­ testante de París, el de empresa rio nutod idactn, etc.
ma palabra para expresar dos ideas disti nt as. E n ocasiones La circunstancia de que resulte o no oport uno plasmar de­
empleará e! término para designar e! correspo ndiente concep to terminados tipos ideales de pende exclusivamen te de! modo de
praxeológico. Con mayor frecuencia, sin embargo, recurrirá al comprens ión que se pers iga. H oy en día es frecuente recurrir a
mismo para aludir al tipo ideal. E n este último supuesto, e! dos conocid os tipos ideales: el integrado por los partidos de
historiado r atribuye a dicha palabra un significado distin to de izqui erda (prog resistas) y el de los partidos de derecha (fascis­
aquel que , en el terreno praxeológico, le corresponde ; camb ia su tas). Entre los primeros incl úyense las democracias occidenta­
trascende ncia al servi rse de la misma en distinto ámbito cien­ les, algun as de las dictadur as ibero americanas y el bolchevismo
tífico . Idéntico vocablo viene a representar ideas diferentes; ruso ; el segundo gru po lo forman el fascismo italiano y el na­
estamos ante un caso de homonimia. El concept o económico de zismo alemán. Tal clasif icación es frut o de un cierto modo de
«empresario» no coincide con el tipo ideal «empres ario» que comprensión. O tra for ma de ver las cosas pref iere contrastar
la historia econ ómica y la economía descrip tiva manejan. (Una la democracia y la d ictadur a. E n tal caso , el bolchevismo ruso ,
tercera significación corresponde al concepto legal de «ernprc­ e! fascismo italiano y el nazismo alemán pertenecen al tipo ideal
sario ».) E l término «empresario» , en el terreno económico, de régimen dictatori al, mient ras los sistemas occidentales de
encarna una idea precisa y específica, idea que, en e! marco gob ierno corresponden al tipo ideal democrático .
de la teoría de! mercado , sirve para designar una funci ón clara­ Fue un erro r fundament al de la escuela h istórica de las.
mente individualizada ". El ideal tipo histórico de «empre­ \Virtschaftl iche St aatsun ssenscbajt en, en Alemani a, y del I ns­
sario» no abarca los mismo s su jetos que e! concepto económico. tirucionalismo, en Nortearn érica, el cons iderar qu e la ciencia
Nadie piensa, al hablar de «empresario», en e! limpiabotas, económica lo que estud ia es la conducta de un cierto tipo ideal,
ni en e! taxista que trabaja con su propio au tomóvil, en el
el bomo oeconomicus. La economía clásica u orto dox a - ase­
vendedor ambulante, ni en el hum ilde labriego . Todo lo
gura dicho ideario- no se ocupó de! homb re tal y como en
que la economía predica de los empresar ios es rigurosament e
verdad es y actúa , limitándose a analizar la conducta de un
imaginario ser guiado exclusivamente por moti vos econ ómicos ,
21 Ver más adelante cap. XIV, 7.
impelido sólo por el deseo de cosecha r el máximo beneficio
108 La Acci6n Humana Problemas epistemológicos 109

material y monet ario. Ese supuesto personaje jamás gozó de comprar en e! mercado más barato y a vend er en el más caro .
existencia real; es tan sólo un fant asma creado por arbitrarios E! consumidor quedaba excluido de su campo de observación.
filósofos de café. A nadie impele, de modo exclusivo, el deseo Pretendieron más tarde los continuadores de los economistas
de enri quecerse al máximo; muchas gentes ni siquiera experi­ clásicos explicar y justificar dicha actitud investigadora sobre
ment an esas materi alistas apetencias. Im pert inen te resulta, al la base de que era un método intenci onalm ente adoptado y,
estudiar la vida y la historia, perder el tiempo ocupándose de por razones epistemológicas, procedente. Mantenían que los
tan fant asmal engendro. aludidos estudiosos, de modo delib erado, quisieron ceñir sus
Pero, con independencia de la posible significación que investigaciones a una determin ada faceta de la acción humana:
los economistas clásicos concedieran a In figura del bomo oeco­ al aspecto «económico». Deseaban ocuparse tan sólo de la ima­
nomicus, es preciso advertir que ésta , en ningún caso, podía ginaria figura de! hombre impelido, de manera exclusiva, por
implicar un tipo ideal. En efecto, la abstracción de una facet a o motivaciones «econ ómic as», dejando de lado cualesquiera otra s,
aspecto de las múltiples aspiraciones y apetencias del hombre pese a constarles que las gentes, en realidad, actúan movidas
no implica la plasmación de un tipo ideal. Antes al cont rario, por numerosos impulsos de índole «no económica». Algunos
el tipo ideal viene a representar .siernprc fenómenos comp lejos de estos exegetas asegu raron que el análisis de esas motiv acio­
realmente existentes, ya sean de índo le huma na, inst itucional nes últim amente aludidas no correspondía a la ciencia econó­
o ideológica. mica, sino a ot ras ramas del saber. Tambi én hubo quienes, .si
La economía clásica pretendió explicar el fenómeno de In bien convenían en q ue el examen de las repe tidas apete ncias
fo rmación de los precios. Plenamen te advertían aquellos pen­ «no económicas» , así como su influjo en la formación de los
sadores que los precios en modo alguno son fru to exclusiva­ precios, competía a la economía, opinaban que dicha tarea de­
mente engendrado por la actuación de un específico grupo de bería ser abordada más tarde por ulteriores generaciones. Com­
personas, sino la resultante provocada por la recíproca acción pro baremo s después que la consignada distinci ón entre moti­
de cuantos en el mercado operan. Por ello proclamaron que vos «económicos» y «no económicos» es imposible de mante­
los precios vienen condicionados por la oferta y la demanda. ner " . De moment o basta con resaltar que esas doctrinas que
Pero aquellos-economistas fracasaron lament ablemente al pre­ pretenden limit ar la invest igación al aspecto «económico» de
tender estructurar una admisible teoría del valor . No supieron la acción hum ana vienen a falsear y tergiversar por completo
resolver la aparente antinomia del valor. Les desconcertaba In las enseña nzas de los economistas clásicos. Ja más pretendieron
paradoja de que «el oro» valiera más que «el hierro», pese a éstos lo que sus comentari stas supo nen. Interesábanse por
ser éste más «út il» que aquél. Tal deficiencia les impidi ó ad­ aclarar la formación de los precios efecti vos y verdaderos,
vertir que las apetencias de los consu midor es constituían la desentendiéndose de aquellos imaginar ios precios que surgi­
única causa y razón de la producción y el intercambio mercan­ rían si las gentes operara n bajo unas hipot éticas condiciones
dist inta s de las que efectivamente concurre n. Los precios que
til. Por ello tuv ieron que abandonar su ambicioso plan de lle­
pretendieron y llegaron a explicar - si bien olvidándose de las
gar a estructura r una teoría general de la acción humana. Con­
apetencias y elecciones de los consumidores- son los p recios
tent áronse con formular una teo ría dedicada exclusivamente a, auténticos de mercado. La ofer ta y la demanda de que nos
explicar las actividades del homb re de empresa, descuidando el
hablan constituyen realidades efectivas, engendradas por aque­
hecho de que las preferencias de todos y cada uno de los llas múltiples motivaciones que inducen a los hombres a corn­
humanos es el decisivo factor económico. Interesáronse sólo
por el proceder del homb re de negocios, que aspira siempre a u Ver miÍs adelante cap. XIV, 1, 3 Y 4.
Problemas epistemológicos 111
110 La Acción H ..mana
una existencia meramente vegetativa. Para comprender cabal ­
pral' o a vender. Su teoría resu lta ba incompleta por cuanto men te los aludidos teoremas no se requiere acudir a experi­
abandonaban el análisi s de la verdadera fuen te y or igen de la mcntación alguna. Es más ; ningún con ocimiento experimental,
dema nda, descuidando el remontarse a las pr eferencias de los por amplio qu e fuer a, haría comprensibles los corr espondientcs
consumidores. No lograron , por eso, estructurar una teo ría de ' datos a quien de antemano no supiera en qué eonsiste la acti­
la demanda plenamente satisfa ctoria. J amás, sin embargo , su­ vidad humana. Sólo medi ante el análisis lógico de aqu ellos co­
pu sieron que la demanda -empleando el vocab lo tal y como nacimientos que llevamos dentro, referentes a la categorí a de
ellos en sus escritos lo ut ilizan - fuera estructurada, exclu siva ­ acción , es posible la asim ilación mental de los teor emas en
ment e, por moti vos «económicos» , negando tr ascendencia a cuestión. Debemos concentrarnos y reflexionar sobre la estruc­
los «no económicos». De jaron, efec tivamente, de lado, por des­ tura misma de la actividad humana. El conocimiento praxeol ó­
gracia, el est ud io de las apetencias de los consumidores, limi­ gico, como el lógico y el matemáti co, lo llevamos en nuestro
tando su examen a la actuación del hombre de empresa. Su interior ; no nos viene de fuera .
teoría de los precios, no obstante, pre tendía abordar los pre ­ Todos los con ceptos y teoremas de la praxeología hállan se
cios reales , si bien, com o decía mos, prescindiendo de los mo­ implícitos en la propia ca tego ría de acció n huma na. En o rde n a
tivos y voliciones qu e impulsan a los consumidores a actuar de alcanzar el conocimiento pr axeo l ógico, lo fundamental es ana­
uno u otro modo . lizar y deducir los aludidos conceptos y teorem as, extraer las
Nace la moderna economía subjetiva cua ndo se logra re­ correspondientes conclusiones y de ter minar las carac tcrls ticas
solver la apa re nte antinomia del valor. Sus teorema s en modo universales del actua r como tal. Una vez conocidos los requ isi­
alguno contráense ya a las actuaciones del hombre de empresa tos típicos de tod a actua ción , conv iene dar un paso más en el
y para nada se interesan por el imaginario hamo oeconomicus. sentido de det crrnin ar - desde luego, de un modo pu ramen te
Pretenden aprehender las inm odifi cables categoría s que in íor ­ categór ico y form al- los requisit os, ya más específicos, co
man la acción huma na en general. Abordan el ex amen de los rrespondicn tcs a formas especiales de actuar . Cab ría abo rdar
precios , de los salarios o del in terés, sin interesarse por las est a segunda ta rea form ulando imaginariamente cuantas situa­
mo tivac iones personales q ue ind ucen a las gent es a comprar y ciones resulten pen sab les, para deducir, seguida mente , las co­
vender o a abstenerse de comprar y vend er. Hora es ya de rre spondien tes conclu siones lógicas. Tal sistem ática omnicom­
repudiar aqu ellas estériles construcciones qu e pretendían jus­
prensiva nos ilust raría no sólo acerca de la acción humana tal
tificar las defici encia s de los clásicos a base de recurrir al Ian­
y como se produ ce en este mundo real. donde vive y actúa el
tasmag órico bomo oeconomicus.
hombre , sino tamb ién acerca de unas hi pot éticas accione s qu e
se registrarían en el caso de concurrir las irrea lizables condi­
10. EL MÉTODO DE LA ECO NO MÍ A P O L ÍT IC A ciones de imaginarios mundos.
Pero lo que la ciencia pret end e es percatarse de la realidad .
La pra xeología. en definit iva, tien e po r obje to inv esti gar La investigación científica no es ni mera gimnasia mental ni
las categoría s de la acción huma na. Para aprehender mental­ pasatiempo lógico. De ahí qu e la praxeolog ía restrinj a su estu ­
mente cuantos teoremas praxeológicos existen, el pensador no dio al análisis de la acción tal y como aparece bajo las condi­
necesi ta sino percatarse de la esenci a misma de la acción del ciones y presupuestos del mundo de la realidad . Unic amente
homb re . Por cuanto somos person as, tnl conocimiento hállase en dos supuestos abordase la acción tal como aparecería bajo
íns ito en nosot ros; ningún ser humano carece de dicha ilust ra­ condiciones que ni nunca se han pr esentado ni en el momento
ción, salvo que infl ue ncias patológicas le hayan red ucido a
112 La A cci6n H " mana Problemas epistemol ágicos 113

actual pueden apa recer. La praxeología, por eso, pertinente­ nuncian a placeres que podrían disfrutar si trabajaran más, lo
mente ocúpase de! análisis de posibles realidades qu e aún no se cual nos hace racio nalmente conclui r que hay personas di s­
han producido y no meno s se int eresa por plantea mientos ima­ puestas a sacri ficar ciertos goces en aras del descanso. T al
ginarios e impracti cables, siempre y cuando tal aná lisis permit a realidad no s di ce qu e e! homb re aprecia este último, mientras
una mejor percepción de los efectivos fenómenos que se trat e considera al trabajo una carga . Pero si llegamos a semejante
de examinar ;' . conclusión, ello es sólo po rq ue he mos apel ado previam ente al
Sin embargo, esta alusión a la rea lidad expe rime ntal en discern imiento praxeológico.
modo algun o afecta al cará cter apriorís tico de la praxeología y La teoría del cambio indirecto, así como cuan tas de ella de­
de la economía. Nuestros conoci mie ntos experimenta les vienen riva n - la del crédito circulante, por ejemplo-, ún icamente
simplemente a indicarnos cuáles son los problemas qu e convie­ puede interesar, al obj et o de mejor comprende r la realidad ,
ne examinar y cuá les pro cede desat en der . I nfórmanno s acerca en un mundo donde el cambi o indi recto se practique. Bajo un
de qué de bamos analizar , pero nada nos dicen de cómo deba­ orde n en el que sólo el trueque exis tiera, tales construcciones
mos proceder en nuestra investigación. A mayor abu ndarnien ro , constit uirían mero pasatiempo in telect ua l. No es probable qu e
no es la experiencia, sino e! pro pio pen sar, el que nos ilustra los economistas de esa imaginaria sociedad hubi éranse jamás
acerca de qué imaginados plant eamien tos convie ne analizar ocupado del cambio indirecto, del d inero y demás conceptos
para mejor aprenhender lo q ue en el mundo real suced e . conexos, aun suponiendo qu e, en tal ambiente, pudie ra llegar
E l que e! trabajo fatigue no es un a realid ad de índo le cate­ a surg ir la ciencia económica. En nuestro mundo real, sin ern­
góri ca y apriorística. Cubc imaginar, sin incidir en contradic­ bargo, dichos estudios son una imprescindible faceta del saber
ció n lógica, un mu ndo en el que el tra bajo no fuera peno so y económico.
deducir las correspond ientes conclusiones 23. Aho ra bien , en la El qu e la prnxeología, al pret end er capta r la realid ad , li­
vida real con tinuamente tropezamos con la «dcsutilidad» del mite su investigación a aquellas cuestion es q ue, en ese sent ido,
tra bajo. Sólo si toma en cue nta dicha rcalidud , puede un reo­ tienen int erés, en modo algu no modifica la cond ición apriorfs­
rema económico servirnos par a comprender mejor cua nto su­ tica de su razonar . Q ueda, no ob stante , de este modo, prefi­
cede a nu est ro alrededor . jado el campo de acción de la eco nomía, la única parte de la
Advertimos, desde luego , la pcnosid ad del trabajo . Ta l praxeología hasta aho ra estruc tu rada .
ilustración , sin emba rgo , no nos la propo rcion a la experiencia La economía no utiliza el mét odo de la lógica ni el de las
di rectamente. No existe, en efecto, fen ómeno algu no q ue , por matemáticas. No se lim it a a for mular puros razonamientos
sí solo, predi que la «desutilidad» del trabajo . La rea lidad nos aprioríst icos, des ligados po r comp leto de la realidad . Plant éase
ofrece ciertos datos de índo le ex perimental, los cuales, in ter­ supues tos conc retos siemp re y cuando su aná lisis permita un a
pretados a la luz de! conocimien to apr iorístico, hacen concl u­ mejor compre nsión de los fenómen os reales. No existe en los
yamos que e! hombre estima en más el ocio - es dec ir, la tratados y monografías económicas un a separación tajante entre
ausencia de trabaj o- qu e la labor , invnriadas, eviden te mente, la pura ciencia y la aplicación práctica de sus teoremas a espe­
las demás circun st ancias con currentes. Vemos gentes qu e re­ d ficas situacio nes históricas o polí ticas. La eco nomía formula
* Mises alude aqu í a las imaginarias construcciones o modelos econ ómicos del
sus enseñ anzas ent relazando el conocimiento ap riorístico con
estado final de reposo y de la economía de giro uniforme, temas que estudia 3 el examen e inte rp re tación de la realidad.
fondo en el subsiguiente cap. XIV, 5. (N. del TJ Este mét odo, eviden temente, resulta ineludible, habida
11 Vid. infra , cap. VII, 3. cuenr a de la naturaleza y condici ón de l tema que la economía


114 La Acción Humana
Problemas epistemológicos 115

aborda . Desde luego, la procedencia y bondad de! mismo hálla­ bargo, rico muestr ario de actuaciones polít icas que fracasaron
se bien atestiguadas . Pero, ello no obstante, conviene advertir en sus pre tensiones precisamente por hab er despreciado las
que el empleo de esa singular e, incluso, algo extraña sistemá­ leyes de la economía.
tica, desde el punto de vista de la lógica, exige especial cautel a Resulta imposible comprender las vicisitudes y obstáculos
y pericia po r parte de! estudioso, hasta el punto de que perso­ con que e! pensamiento económico siempre ha tropezado si no
nas de escasa preparación han eaído en graves errores al mane­ se advierte qu e la economía, como tal ciencia, implica abiert o
jar imprudentemente ese bifron te sistema, integrado por dos desafío a la vanidad perso nal del gobernan te. El verdadero eco­
métodos epistemol ógicarnen te dispares. nomista jamás será bienquisto por autócra tas y demagogos.
Tan erróneo es e! suponer que la vía histórica permite, por Para ellos resultará siempre personaje díscolo y poco grato y
sí sola, abordar e! estudio económico, como el creer quepa la tan to más le odiarán cuanto mejor adviertan la certeza y exac­
existencia de una economía pura y exclusivamen te teórica. Una titud de sus críticas.
cosa, desde luego, es la economía y otra la historia económ ica. Ante tan frenética oposición, bueno será resaltar que la
Nunca ambas di sciplinas deben confundirse. Todo teorema eco­ base de todo el raciocinio praxcol ógico y económico, es decir,
nómico resulta válido y exacto en cualquier supuesto en el que la categoría de acción humana , no admite crí tica ni objeción
concurran las circunstancias previstas po r el mismo. Desde alguna. N inguna referencia a cuestiones hist óricas o empíricas
luego, ninguno de los aludidos teoremas tiene interés práctico
puede invalidar aquel aserto según el cual las gentes laboran
cuando en e! caso no se dan los correspondientes presupuestos.
conscientemente por alcanzar ciertos objetivos que les atraen.
Las doctrinas referentes al cambio indirecto carecen de todo
Disertación alguna, en torno a la irracionalidad, los insondables
valor si aquél no existe . Ahora bien, ello nada tiene que ver
ab ismos del alma hum ana, la espontaneidad de los fenómenos
con la exactit ud y certeza de las mismas ".
vitales, automatismos, reflejos y tropismos, puede afectar al
El deseo de muchos políticos y de importantes grupos de
hecho de qu e el hombre se sirve de la razón en orde n a satis­
presión de vilipendiar la economía política y difamar a los
economistas ha provoeado confusión en el debate . El poder facer sus deseos y apetencias. Par tiendo de este fund ament o in­
embriaga lo mismo al príncipe que a la democrática mayoría. conmovible que es la categoría de acción hum ana. la praxeolo­
Aunque sea a regañadientes, todo e! mundo ha de someterse gía y la economía progresan, paso a paso , en sus estudios me­
a las inexorables leyes de la natura leza. Sin embargo, los go­ diante el razonamiento reflexivo. Dichas d isciplinas, tras pre­
bernantes no piensan lo mismo de las leyes económicas. Porq ue, cisar con el m áximo rigor los cor respondientes presupuestos
¿acaso no legislan como les place? ¿No disponen de poderío y condiciones, proceden a estructurar un ordenado sistema
bastante para aplastar a cualquier oponent e? El belicoso autó­ ideológico, deduciendo del mismo, mediante raciocinio l ógi­
crata se humilla sólo ante una fuerza militar superio r a la suya. camente inatacable, cuant as conclusiones proceden. Ante
Siempre hay, además, plumas serviles dispuestas a justificar estas aludidas conclusiones, sólo dos actitudes caben: o la de
la acción estatal formulando doctrinas ad IISt/m Delphini. De evidenciar los vicios lógicos en que puedan incidir las formu la­
«economía h ist órica» suelen calificarse eso. arbitrarios eseri­ das cadenas deducti vas o la de proclamar la certeza y exactitu d
tos. La verdad es que la historia económica constituye. sin ern­ de los asertos en cuestión .
Vano es, a estos efectos, alegar que ni la vida ni la realidad
2. Vid. F. H. KN IGIIT, Tb e Etbics 01 Compa i üon and Otber Essays, pág. 139. son lógicas. La vida y la realidad no son ni lógicas ni ilógicas;
Nueva York, 1935. (Trad. esp.: Etiea de la sociedad compet itiva, Unión Edito­ estamos, simplemente, enfren tados con hechos inmodificables.
rial. S. A., Madrid, 1975.)
La lógica es el único instrumen to con el que cuenta el homb re
116 La Acción H umana Problemas epistemológicos 117

para llegar a compren der dicha s circunstancias que se cncucn­ es revisar, con el máximo rigor, una y otra vez, el conjunto de
tra dadas. sus tesis. Para el economista esto implica retrotraer todos los
A nada conduce suponer que la vid a y la historia resu lten teoremas a su origen cierto e indiscutible , la categoría de la
inescrutables e incomprensibles, de tal suerte que la razón ja­ acción humana, comprobando, medi ant e el análisis más cuida­
más podrá aprehender su esencia íntima. Quienes así piensan doso, cuantas sucesivas inferencias y conclusio nes finalmente
vienen a contradecir sus propias manifestaciones cuand o, des­ abocan al teorema de que se trate. En modo alguno supónese
pués de afirmar que todo lo trascendente resulta inasequib le que tal siste mática excluya definitivamente el error. Ahora
para la mente humana, pasan a formul ar sus personales teorías bien, lo que no cabe duda r es que dich o método es el más
- desde luego, erróne as- sobre aquellas mismas ignotas ma­ eficaz para evita rlo .
terias . Mu chas cosas hay que exceden los límites de nuest ra La praxeología -y, por tanto , también la economía- es
mente. Ahora bien, todo conocimiento, por mínim o que sea, una disciplin a de índole deductiva. Su procedencia lógica deriva
ha de adq uirirlo el hombre fatalment e por vía de la razón . de aquella base de la que parte en sus deducciones: la categorí a
No menos inad misible es el oponer la comprensión a la de la acción. Nin gún teorema económico que no esté sólida­
teor ía económica . La comprensión histórica tiene por misión men te asido a dicha base a tr avés de un a inatacab le caden a ra­
el dilu cidar aquellas cuestione s que las ciencias de índole no cional resul ta cient íficamente admisible. Todo aserto carente
histórica son incapaces de resolver sat isfactoria mente. La com o de la repet ida ilación ha de es timarse ar bitrario , hasta el punto
prensión jamás puede cont radecir las doc trinas formuladas por de quedar flotand o en el aire sin sustentación alguna. No es
estas otras disciplinas . Ha, de un lado, de limitarse a procla­ posible abo rdar ningún específico árnbi to económico más que
mar ante determinada actuación las ideas que impulsaron a
si el mismo ensambla perfectamente en la teoría general de
los actore s, los fines perseguidos y los medios aplicados a su
la acción.
consecu ción , y de otro, discrimin ar la respect iva trascendencia
Las ciencias empír icas part en de hechos singulares y en sus
de los factore s intervinientes en la aparición de cierto hecho ,
estudios pro gresan de lo ind ividu alizado a lo general. La mate­
siempre y cuan do las disciplin as no históricas sean incapaces de
ria manejada perm íteles la especialización. Cabe que el inves­
resolver la duda . La comprensión no au toriza a nin gú n histo­
tigador concent re su atención en secto res det erminados, des­
riador moderno a afirmar, por ejemplo, que med ian te m ágicos
preocup ándose del conjunto . Jamás puede, en camb io, el eco­
conjuro s ha sido posible alguna vez devolver la salud a las va­
cas enferm as. Po r lo mismo, tamp oco le cabe ampararse en la nomista hacerse especialista, que sólo cult iva una cier ta rama
de la ciencia económica. Al abordar cualquier tema ha de tener
comprensión parn aseverar que en la ant igua Roma o bajo el
imperio de los incas determ inadas leyes económica s no presente . al tiempo , el sistemático conjunto del sabe r eco­
operaban. nómico.
El hombre, desde luego, no es infalible . Busca siempre la Los h istor iadores , en este sentido, suelen incurrir en el
verdad, es decir , aspira a aprehender la realidad lo más per­ erro r . Propenden a inventar los teoremas que mejor les con­
fectamente que las limitaciones de su mente y razón le permi ­ vienen . Llegan incluso a olvidar que no cabe deducir relación
ten . El hombre nun ca será omnisciente. J amás podrá llegar a un causal alguna de la cont em plación de fenómenos complejos .
convencimiento pleno de que su investigación hállase acert ada­ Vana es su pretensión de analizar la realidad sin apoyarse en
mente orien tada y de que son efectivamente ciertas las verda­ lo que ellos califican de ideas preconceb idas. En realid ad , las
des que considera inconcusas. Lo más que al hombre le cabe teo rías a que, sin dars e ellos mismos cuenta, recur ren no son
Problemas epistemol ógicos 119
118 La A cci6n Humana
dos; cabríale recurrir a cualq uier «medio» para la consecución
más que populares doctrinas, cuyos errores e ín timas cont ra­ del fin deseado y aun alcanzar los obje tivos propuestos sin ser­
dicciones tiempo ha la ciencia económica evidenciara. virse de medio alguno. D esborda nuest ra limitada capacida d in­
telectual el lucub rar , basta las últimas consecuencias lógicas,
en tom o al concep to de omnipotencia. Susc íta nsele en este
11. LAS LIM ITA CIO NES

terreno a la mente paradojas insolubl es. ¿Ten dría ese ser om­
DE LO S CONCE PTOS PRAXEOLÓGI COS

nipotente capacidad bastante para pra cticar una obra inmodifi­


cable? Si no pud iera hacerlo , dejaría de ser omnipotent e y, si
Las categoría s y conceptos praxcológicos han sido for mu­
no fuera capaz de var iar dicha inmodificable obra, ya no sería
lados para una mejor comprensión de la acción humana . Devie­
ncn contradictori os y carecen de sen tido cuando se pretende todopoderoso.
¿Es acaso compat ible la omnipo tencia con la omnisciencia?
hacer aplicación de los mismos en condi ciones que no sean las
La omnis ciencia impli ca que todos los futuros acaecimientos
típ icas de la vida en este mundo. El elemental ant ropomorfis­
han de producirse de modo inexorablemente preestablecido .
mo de las religione s pri mitivas rcp ugna a la mente filosófica.
No meno s torpe, sin embargo, es la pretensi ón de cier tos No es l ógicamente concebible que un ser omni sciente sea, aI.
filósofos de describir con rigor, acudiendo a concep tos praxeo­ tiempo. omnipotentc. Su incapacidad para variar ese pred etcr­
lógicos, las personales virtudes de un ser absoluto , sin ninguna minado curso de los acontecimientos argüiría cn contra de la
de las incapacidades y Iluquczas típ icas de la hum ana cond ición. aludida omnipotencia .
Los filósofos y los doctores de la escolástica, al igual que La acción implica d isponer dc limitada potencia y capaci­
los teístas y deístas de la Eda d dc la Razón , concebían un ser dad. Manifi éstase, a tra vés de ella, el homb re, cuyo poder há­
absolu to , perfecto, inmutable, omnipotente y omnisciente, el llase restringido por las limitaciones dc su ment e, por las cxi­
cual , sin embargo, plan eaba y actuaba, sefia lándose Iines a al­ gencias fisiológicas de su cuer po , por las realidades del medio
canzar y recur riendo a medios específicos en ord en a su cen se­ en que opera y por la escasez de aquellos b ienes dc los que su
cución . Actúa, sin embargo, únicamente, qu ien se halla en b ienestar depende. Vana es toda alusión a las imperfecciones y
situación que conceptú a insatisfactoria; y reite ra la acción sólo flaq uezas del ser huma no, en orde n a describir la excelsitud de
qu ien es incapaz dc suprimir el propio malestar de una vez para un ente absoluta mentc perfecto . Sucede que el propio concepto
siempre. Todo ser qu e actúa hállase descont ento ; luego no es 'dc perfccción absoluta resulta , en sí mismo, cont radictorio .
omnipotent e. Si estuviera plenament e satisfecho, no actuada, Porque implica un estado definitivo e inmodificablc. El m ás
y si fuera omnipo tente , habría en teramente suprimido , de gol­ mínimo camb io venclrln a desvirtuar la pre supu esta perfección ,
pe, la causa dc su insatisfacción . El en te todopod ero so no tiene provocand o u na situación, evidente mente, más imperfecta ; la
por qué elegir entre diferentes malestar es. No se ve constreñi­ mera posibilidad dc mut ación contradice la idea de absoluta
do a contentarse, en cualquier caso, con el mal menor. La omni­ perfecci ón . La ause ncia de todo cambio, sin embargo , - es
potenc ia supone gozar de capacidad para hacerlo todo y gozar, decir , la abso luta inmutabil idad , rigidez e inmovilidad- im­
por tanto , de plena felicidad . sin tcner que atenerse a limi ta­ plica la ausencia de vida. Vid a y perfección constituyen concep­
ciones de clase alguna. Ta l plantea miento , sin emba rgo , es in­ tos incompatibles entre sí; pero igualmente 10 son Jos de pcr­
compatible con el concepto mismo de acción. Para un ser todo ­ fección y muerte.
poderoso no existi ría la categoría de fines ni la de medios. Su El ser vivo no es perfecto por cuan to cambia; pero el mue r­
operar sería ajeno a las humanas per cepciones, conceptos y to tampoco es perfecto por que le falta la vida .
comp rensiones. Cualquie r «medio» rendlríale servicios ilimita-
120 La A cci611 H umana Problemas epiJl emol6gicm 121

El lenguaje manejado por hombres que viven y actúan uti­ un Goe the o un Marx . Y, po r sob re estas cumbres, mayores al­
liza expr esiones comparativas y superlativas al pond erar entre turas todavía aflorará n» 21.
sí situaciones más o menos satisfactorias. Lo absoluto, en cam­ La estabilización y la seguridad constituyen las populares
bio, no alude a estados mejores o peores; es más bien una no­ quimeras del momento. De los errores que tales pensamient os
ción límite; es indeterminable, impensable e inexpresable; una implican nos ocuparemos más adelante.
quimera. No hay felicidad plena, ni gentes perfectas, ni eterno
bienestar. El pretender describir la vida de Jauja o las condi­
ciones de la existencia angélica implica incidir en insolubl es
contradicciones. Cualquier situación supone limit ación e im­
perfección, esfuerzo por superar problemas; arguye, en defi­
nitiva , la existencia de descontento y malestar .
Cuando la filosofía dejó de int eresarse por lo absoluto apa­
recieron los au tores de ut opías insistiendo en el sofisma. Lu­
cub raban dichos escritores en torno a sociedades pobladas por
hombres perfectos, regidas por gobernantes no menos angé­
licos, sin adver tir que el Est ado , es decir, el apa rato social
de compulsión y coerción, es una institución mon tada precisa­
mente para hacer frente a la imperfección humana, dom eñanr1o,
con penas aflictivas. a las minorías, al obje to de proteger a la
mavoría contra las acciones Que pud ieran perjudicarla. Pero
trat ándose de hombres «perfectos» , resultaría n innecesarias
tanto la fuerza como la intimidación . Los utópicos, sin ernhar­
no, prefirieron .siempre desentenderse de la verdadera natur a­
leza hu mana y de las inmod ificables circunstancias que infor­
man la vida en este planeta. Godwin aseguraba que, abo lida la
propiedad privada , el homh re llegaría a ser inmortal 25. Charles
Fourier entrevera los océanos rebosantes de rica limonada en
vez de agua salada 26. Marx pasa ente ramente por alto la esca­
sez de los factores materiales de la producción . Trotsky lIegó
al extremo de proclamar que , en el paraíso proletar io, «el
homb re medio alcanzará el nivel intelectual de un Aristóteles,

ZlI W I LLI AM G ODWIN, An Enquiry Concem íng Poli/ical [mtice and 1ts 1niluence

on General Virtue and Happiness, JI, págs. 393-403. Dublfn, 1793.


u C HARLES F OURIER, Théorie des qualrt mouuements, T, pág. 43 , Obras como
.' 11 L EÓN T ROT5KY, Liura ture and Revolution, pág. 256, trad. por R. Strunski.
pletas , 3.&ed. París, 1846.
Londres, 1925. .
CAP ITULO 111

La economía y la rebelión

contra la razón

l. LA REBELIÓN CONT RA LA RAZÓN

Hubo, desde luego, a lo largo de la historia, sistemas filo­


sóficos que ind udablement e exageraban la capacidad de la ra­
zón, ideólogos que suponían cabíale al hombre descubrir , me­
diante el raciocinio , las causas originarias de los event os c ós­
micos y hasta los ob jetivos que aquella prístina fuerza, creadora
de! un iverso y determinante de su evolución perseguía. Abor ­
daban «lo Absoluto» con la misma tranquilidad con que con­
templarían el funcionamient o de su reloj de holsillo. Descu­
brían valores inconmovibles y eternos; proclamaban normas
morales que todos los homb res habrían de respet ar incond i­
cionalmente .
Recordemos,.en este senti do, a tantos creadores de utopías ,
lucubrando siempre en torno a imaginario s paraísos terrenales
donde sólo la raz ón pura prevalecería. No advertían, desde
luego, que aqu ellos im perativos absolutos y aquellas verdades
manifiestas, tan pomposamente proclamadas, constituían sólo
fantasías de sus prop ias mente s. Considerábanse infalibles,
abogando, con e! máximo desenfado, por la int olerancia y la
violenta supres ión de heterodoxos y disidentes. Aspiraban a la
dictadura, bien para sí, bien para gentes que fielmente ejecu­
tarían sus planes. La doliente humanidad no podía salvarse más
que si, sumisa, aceptaba las fórmula s por ellos recomendadas.
Acordémonos de Hegel. Fue ciertamente un pensador pro­
fundo; sus escritos son un rico acervo de atractivas ideas. Ac­
tuó, sin embargo, siempre ba jo el error de suponer que el Geist,
124 La Acción Humana La economía y la rebelión contra la razón 125

«lo Absoluto », manifestábase por su intermedio. Nada había zar '. Ni un David Hume, fundador de la economía polí tica
dem asiado arcano ni recóndito en e! universo para la sagaci­ inglesa, ni los uti litaristas y pragmati stas amer icanos pueden,
dad de H egel. Claro que se cuidaba siemp re de emp lear expre­ en justici a, ser acusados de haber pretendido exagerar la capa­
siones tan ambiguas que luego han podi do ser int erpret adas de! cidad del hombre para alcanzar la verdad . A la filosofía de
modo más diverso . Los hegelianos de derechas entienden que las dos últimas centurias pudiera, más bien , echársele en cara
sus teorías apoyan a la autocracia prusiana y a la iglesia teut ona. su proclividad al agnosticismo y escepticismo; nunca, en cambio,
Para los hegelianos de izquierdas, en cambio, el mismo idear io desmedida confianza de ningún género en el pod er intel ectivo
aboga por el ateísmo, el radicalismo revolucionario m ás intran­ de los morta les.
sigente y las doctrinas anarquistas. La rebelión contra la razón, típ ica actitud mental de nu es­
No descuidemos, en el mismo sentido, a Augusto Comte . tra era, no cabe achacarla a supuesta falta de modestia, cautela
Convencido estaba de hallarse en posesión de la verdad ; con­ o autocrític a por parte de los estudiosos. Tampoco cabría atri ­
siderábase perfectamente informado del futuro que la hum a­ bui rla a uno s imaginarios fracasos de las moderna s ciencias
nidad tenía reservado . E rigióse , pues, en supremo legislado r. naturales, disciplinas éstas en continuo progre so. Nadie sería
Pretendió pro hibir los estud ios astronómicos por considera rlos capaz de negar las asombrosas conquistas técnicas y terap éuti­
inútiles. Quiso reemplazar el crist ianismo por una nueva reli­ cas logradas por el hombre. La ciencia mode rna no puede ser
gión e incluso arb itró una mujer que había de ocupar el puesto denigrada por incurrir en in tuicionismo, misticismo o similares
de la Virgen. A Com te cabe disculparle sus locura s, ya que era vicios. La rebelión cont ra la razón apunta, en verdad , a un
un verdadero demen te , en el más estricto sentido patológico objetivo distinto. Va contra la economía política; despreocú­
del vocablo. Pero , ¿cómo exo nerar a sus seguidores? pase por entero, en el fondo, de las ciencias naturales. Fue in­

Ejemplos innúm eros de este mismo tipo cabría, como es deseada , pero lógica, consecuencia de la crítica contra la eco­

sabido, aducir . Tales desvaríos, sin embargo , en modo alguno nomía el que deviniera preci so incluir en el ataque a tales dis­

pueden ser esgrimidos para argumentar contra la razón, el ra­ ciplinas. Porque, claro , no cabía impu gnar la procedencia de

cionali smo o la racionalidad . Porque los aludidos errores no la razón en cierto campo científico sin tener , al tiemp o, que

guardan ningun a relación con e! problema específico que a este negar su oportunidad en las restantes ramas del saber.

respecto interesa y que consiste en determinar si es o no la Esa tan insólit a reacción fue provocada por los aconteci­

razón instrumento idóneo, y adem ás el único , para alcanzar mientos de mediados del siglo pasado. Los economistas habían

el máximo conocimiento que al hombre resulte posible conse­ evidenciado la inanidad e ilusoria condici ón de las ut opías so­

guir. Nadie que celosa y abnegadament e haya bu scado la ver­ cialistas. Las deficiencia s de la ciencia econó mica clásica, no

dad osó jamás afirm ar que la razón y la investigación científica obstante, impedían plenamente demostrar la impract icabilidad

permitían despejar todas las incógnit as. Advirt ió siempre el del socialismo ; si bien la ilust ración de aquellos invest igadores

honrado estudioso la limitación de la ment e hum ana . Injusto ya ampli amente bastaba para poner de manifiesto la vanid ad

en verdad sería responsabilizar a tales pensado res de la tosca de todos los programas socialistas. El comunismo hallábase

filosofía de un H aeckel o de la intelectua l frivolidad de las fuera de combate. No sabían sus partidarios cómo replicar a la

diversas escuelas materialistas. implacable crítica que se les hacía , ni aducir argument o alguno

Preoeupáronse siempre los racionalistas de resaltar las in­


salvables barreras con que, al final, tanto el método apriorísti­ 1 Vid., en este sentido, L OUIS ROUGI ER, Les Paralogjsmes du ratíonalisme, P a­
~.--,
rís, 1920. . . (J • l' '~
co como la investigación empírica forzosamente han de trope­ ....,'
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126 La Acci6n Hum ana
La econ om ía y la rebelión contra la razón 127
en dcfensa propia. Parecía haber sonado la hora última de la
estricta lógica» ' . Es más; en virt ud de específico pri vilegio,
doctrina.
Un solo camino de salvación quedaba franco. Era preciso la mente de ciertos escogidos burgueses no está manchada por
el pecado original dc su condición burguesa. Ni Marx, hijo de
difamar la lógica y la razón, suplantando el raciocinio por la
intuición mística. Tal fue la empresa reservada a Marx . Am­ un pudiente abogado, casado con la hija de un junker pru siano,
ni tampoco su colaborador Engels, rico fabricante textil, jam ás
parándose en el misticismo dialéctico de Hegel, arrogóse tran­
quilamcnte la facultad de predecir el futuro. Hegel pretendía pensaron pudiera también afectarles a ellos la aludida conde­
saber que el Geist, al crear el Universo, deseaba instaurar la nación, atribuyéndose, por el contrario, pese a su indudable
monarquía prusiana de Federico Guillermo Il I. Pero Marx origen burg ués, plena capacidad para descubrir la verdad
absoluta.
estaba aún mejor informado acerca de los planes del Geist.
H abía descubierto quc la meta final de la evolución histórica Compete al historiador explicar cómo pudo ser que tan
era alcanzar el milenio socialista . El socialismo llegaría fatal­ torpes ideas se difundieran. La labor del economista, sin em­
mente, «con la inexorabilidad de una ley de la naturaleza». bargo, es otra: analizar a fondo el aludido polilogismo marxis­
'Puesto que, según Hegel, toda fase posterior de la historia es, ta, así como todos los dcmás tipos de polilogismo formados a
comparativamente a las anteriores, una etapa superior y mejor, semejanza de aquél, y poner de manifiesto los errores y contra­
no cabía duda que el socialismo, fase final y últ ima de la evo­ dicciones que talcs idearios encierran.
lución humana, habría de suponer, desde cualquier punto de
vista, el colmo de las perfecciones. Impertinente resultaba, por
tanto, analizar detalladamente su futuro funcionamiento. La 2. L A LÓ GICA ANTE E L POLI LOGIS MO

historia, a su debido tiempo, lo dispond ría todo del modo me­


El polilogismo marxista asegura que la estructura lógica
jor; no se precisa, desde luego, del concurso de los mortales
de la mente varía según las distintas clases sociales. El polilo­
para que, cuanto haya de ser, sea. gismo racista difiere del anterior tan sólo en que esa dispar
Pero quedaba por superar el obstáculo principal, a saber, estructura mental la atrib uye a las distintas razas, proclamando
la inquebrantable dialéctica de los economistas. Marx, sin em­ que los miembros de cada una de ellas, independientemente
bargo, encontró la solución. La razón humana - arguyó- es, de su filiación clasista, tiene estruct ura lógica dispar.
por naturaleza, incapaz de hallar la verdad. La estructura ló­ No es necesario entrar ahora en una crítica detallada de
gica de la mente varía según las diferentes clases sociales. No los concepto s de clase social y raza en el sentido con que dichas
existe una lógica universalmente válida. La mente normalmen­ doctrinas los manejan . Ta mpoco es preciso preguntar al
te sólo produce «ideologías»; es decir, con arreglo a la termi­ marxista cuándo y cómo el proletario que logra elevarse a la
nología marxista, conjuntos de ideas destinados a disimular y condición de burgués pierde su originaria mentalidad prole­
enmascarar los ruines intereses de la propia clase social del taria para adquirir la burguesa. Huel ga igualmente interrogar
pensador. De ahí que la mentalidad «burguesa» no interese al al racista acerca del tipo de estrucrura lógica que pueda tener
proletariado, esa nueva clase social que abolirá las clases y con­ una persona cuya estirpe racial no sea pura. Hay objeciones
vertirá la tierra en auténtico edén. mucho más graves que oponer al polilogismo.
La lógica proletaria, en cambio, jamás puede ser tachada de Lo más a que llegaron, tanto los marxistas como los racistas
lógica de clase. «Las ideas que la lógica proletaria engendra
Vid. EU GEN D I ETlljI!N, Brieie üb~r Logik. Jp~vdl Je,,,o!t:ralisch-pro/clarische
no son ideas partidistas, sino emanaciones de la más pura y J

Log;o, pág. 112. segunda ed .• Stut tgart, 1903.


La Acción Humana La economía y la rebelión contra la razón 129
128

y los defensores de cualquier tipo de polilogismo, fue simple­ la larga, no se equivoca nunca» 3. Cabría deducir de tal aserto
mente a asegurar que la estructura lógica de la mente difiere la infalibilidad del voto mayoritario . Los nazis, sin embargo,
según sea la clase, la raza o la nación del sujeto. Nunca, sin eran los primeros en rechazar el veredicto democrático por con­
embargo, interesóles precisar concretamente en qué difiere la siderar se tra taba de sistema manifiestamente antigermano.
lógica proletaria de la burguesa; la de las razas arias de las Los marxistas aparentan someterse al voto de la mayoría 4. A la
que no ·10 son: la alemana de la francesa o inglesa. Para el hora de la verdad, sin embargo, invariablemente se inclinan por
marxista , la teoría ricardiana de los costos comparativo s es in­ el gobierno minoritario, siempre y cuando sea el partido quien
cierta porq ue su autor era burgués . Los racistas arios, en cam­ vaya a detentar el poder. Recuérdese, en este sentido, cuán
bio, la condenan sobre la base de que Ricardo era judío. Los violentamente disolvió Lenin la Asamblea Constituyente rusa
nacionalistas alemanes, en fin, la critican por la británica con­ -elegida bajo los auspicios de su propio gobierno mediante
dición del autor. Hu bo profesores teu tones que recurrieron a . sufragio universal de hombres y mujeres- porque tan sólo
los tres argumentos a la vez en su deseo de invalidar las ense­ un 20 por 100 de sus miembros era bolchevique .
ñanzas ricardianas. Ahora bien, una doctrina no puede en blo­ Los defensores del polilogismo, para ser consecuentes, de­
que ser rechazada meramente en razón al origen de su exposi­ berían mantener que, si el sujeto es miembro de la correcta
tor. Quien tal pretende debe, indudablemente, comenzar por clase, nación o raza, las ideas que emita han de resultar, inva­
exponer una teoría lógica distinta a la del autor criticado, al riablemente, rectas y procedentes. La consecuencia lógica, sin
objeto de que, una vez ambas contrastadas, quede demostrado embargo, no es virtud que suela brillar entre ellos. Los marxis­
que la impugnada llega a conclusiones que, si bien resultan co­ tas, por ejemplo, califican de «pensador proletario» a quien­
rrectas para la lógica de su patrocinador, no lo son, en cambio, quiera defienda sus doctrinas. Quien se oponga a las mismas,
para la lógica proletaria, aria o alemana, detallando seguida­ en cambio, es inmediatamente tachado de enemigo de la clase
mente las. consecuencias que llevaría aparejadas el sustituir o de traidor social. Hitler, al menos, era más franco cuando
simplemente recomendaba enunciar al pueblo un programa
aquellas torpes inferencias por esas segundas más correctas .
genuinamente germánico y, con tal contraste, determinar quié­
Ningún polilogista, sin embargo, según a todos consta, ha que­
nes eran auténticos arios y quiénes vil canalla según coinci­
rido ni ha podido argumentar por tales vías. . diesen o no con el plan trazado '. Es decir, un individuo ce­
y no es sólo esto; constituye, en efecto, realidad innegable trino, cuyos rasgos corporales en modo alguno coincidían con
la frecuente existencia de serias disparidades de criterio, en los rubios prototipos de la «raza de los señores» , presentábase
torno a cuestiones de la mayor trascendencia, entre gentes que como el único ser capaz de descubrir qué doctrinas eran ade­
pertenecen a una misma clase, raza o nación. Hay alemanes cuadas a la mente germana, exigiendo el ostracismo de la patria
- ded an los nazis- que, por desgracia, -no piensan de modo alemana para cuantos no aceptaran tales idearios, cualquiera
verdaderamente germano. Pues bien , admitida la posibilidad de que fuera su morfología fisiológica. Parece basta lo expuesto
que haya alemanes que no razonen según por su sangre debie­ para evidenciar la inanidad del ideario analizado.
ran, es decir, personas que raciocinan con arreglo a lógica de
J FRANZ QpPENIlEIMER, System der Soziologie, Tl, p ég. 559. jena, 1926.
índole no germana, plantéase el problema de determinar quién 4 Conviene destacar que la justificación de la democracia no se basa en suponer
será competente para resolver cuáles ideas deben estimarse que la mayoría goce de infalibilidad; que, invariablemente, lleve la razón. Vid.
auténticamente germanas y cuáles no. Aseguraba el ya fallecido infra, cap. VIII , 2.
profesor Franz Oppenheimer que «yerra a menudo el indivi­ 5 Vid. su discurso a la Convención del partido, en Nuremberg, de 3 de sep­

duo por perseguir sus propios intereses; la clase, en cambio, a tiembre de 1933. Frank/urter Zeitung, pág. 2, 4 septiembre 1933.


-
La Acción Humana La economía y la rebelión contra la razón 131
130
gó en la teoría de las ondas electromagnéticas, ello fue s610
3. LA PRAX EOLOGÍ A ANT E E L POLILOGISMO
-dicen- a causa del interés que los hombres de negocios te­
nían por explotar la telegrafía sin hilos 6. Ahora bien, aun con­
Por ideología, como decíamos y es sabido, e! marxista en­ cediendo fuera cierta la anterior motivación , en nada queda
tiende una doctrina que , si bien resulta incorrecta analizada aclarado el problema de las ideologías que venimos examinan­
a la luz de la auténtica lógica proletaria, beneficia y proh íja los do. La cuestión que en verdad int eresa est riba en determinar
torpes intereses de la clase que la formul a. Objetiv amente con­ si aquel supuesto afán de la industria de! siglo XIX por la tele­
siderada, la correspond ient e doctrina es, desde luego, impro­ grafía sin hilos, que fue ensalzada como la «piedra filosofal y
ceden te; su propia viciosa condición, sin embargo, viene a fa­ e! elixir de juven tud » 7, indujo a Maxwell a formul ar una teor ía
vorecer los intere ses clasistas del expositor. Son numerosos los exacta acerca del tema o si le hizo, 1'01' el contrario, arbitral'
marxistas que creen haber demostrado la justeza del expuesto una superestructura ideológica acomodada a los egoístas inte­
pensamiento simplemente destacando que el hombre no busca reses de la burguesía. Como es bien sabido , no fue tan sólo
e! saber per se. Al investigador -dicen- lo que de verd ad le e! deseo de combatir las enfermedade s contag iosas, sino tam­
interesa es e! éxito y la fortuna. Las teorías se formulan inva­ bien el interés de los fabricant es de vinos y quesos por perfec­
riablemente pensando en la aplicación práctica de las mismas. cionar sus métodos de produ cción , lo que impulsó a los biólo­
Es falso cuanto se predica de una ciencia supuestamente pur a, gos hacia la investigación bacteriológica. Los resultado s qu e
así como cuanto se habla de la desinteresada aspiración a lograron no pueden, sin embargo, ser calificados de ideol ágicos,
la verdad. en el sentido marxista del término.
Admitamos, aunque sólo sea a efectos dialécticos, que la Lo que Marx pretendi ó median te la doctrina de las ideolo­
búsqu eda de la verdad viene inexorablemente guiada po r con­ gías fue socavar el enorme prestigio de la economía. Con toda
sideraciones de orden material, por el deseo de conquistar con­ claridad advertía su incapacidad para refutar las graves obje­
creto s y específicos objetivos. Pu es bien, ni aun ento nces resul­ ciones opuestas por los economistas a la admisibilidad de los
ta comprensible cómo puede un a teoría «ideol ógica » -es de­ programas socialistas. La verdad es que la sistem ática teoría de
cir , falsa- provocar mejores efectos que otra teoría «más co­ la economía cl ásica inglesa le tenía de tal modo fascinado que
rr ecta». Cuando un ideario, aplicado en la práctica, provoca los la consideraba lógicamen te inat acable. O no tuvo ni not icia de
efectos previsto s, las gentes invariablemente han proclamado la las graves duda s que la teoría clásica del valor suscitaba a las
procedencia del mismo. Constituye eviden te contra senti do e! mentes más pr eparad as o, si llegaron a sus oídos, fue incapaz
afirmar que una tesis correcta, pese a tal condición, pueda ser de apreciar la trascendencia de los correspond ientes problemas.
menos fecunda que otra errón ea. El pensamiento económico de Marx no es más que pobre y mu­
El hombr e emplea armas de fuego. Precisament e para me­ tilada ver sión de la economía ricardiana , Cuando j evons y
jor servirse de ellas investig6 y formuló la balística. Ahora bien. Menger abrí an una nueva era de! pensamient o económico, la
los estudiosos de referencia, por cuanto aspiraba n a incrernen­ actividad de Marx como escritor había ya concluido; e! primer
tar la capacidad cinegética y homicida del homb re, procuraron volumen de Das Kapital había visto la luz varios años antes.
estruc turar una bal!stica correct a. De nada hubiérales servido Ante la aparición de la teoría del valor marginal, Marx limitóse
una balística merament e ideol6gica.
6 Vid. LANCH OT HOGHEN, Science [or tbe Cutu», págs . 726-728. N ueva York,
Para los marxistas constituye «o rgullosa y vana pretensión»
1938.
la postura de aquellos investigadores que proclaman su desin­ , Ib ídem, p égs. 726-728.
teresado amor a la ciencia. Si Maxwe!l concienzudam ente inda­
132 LA Acció" H uma"a La cconomia y la rebeli án contra la razó" 133

a demorar la publicación de los subsiguientes volúmenes que había rendido a la burguesia. Ha bíase ésta amparado, desde un
sólo fueron editados después de su muerte * . principio, en la ciencia econ ómica para triunfar sobre el feuda­
La doctri na de las ideologias apunta , única y exclusivamen­ lismo y el despotismo real; y, conseguido esto, en tal pensa­
te, contra la economia y la filosofia del utilit arismo . Marx no miento pretendían los burgueses seguir apoyándose para so­
quería sino demoler la autoridad de esa ciencia económica cu­ juzgar a la nueva clase proletaria que surgia. La economía era
yas enseñanzas no podia refutar de modo lógico y razonado. Si un manto que serv ía para encubrir la explotación capitalis ta
dio a la doctrina investidura de norma universal , válida en cual­ con una aparente justificación de orden racional y moral. Per­
quier fase histórica de las clases sociales, ello .fuc exclusiva­ mitió, en definitiva -empleando un concepto posterior a
mente porque un princip io, operante tan sólo en el ámbito de Marx- racionalizar las pretensiones de los capitalistas 8. Sub­
especifico evento histórico, jamás podr ia considerar se aut éntica conscientemente avergonzados éstos de su vil codicia, en el
ley científica. De ahí que no quisiera Marx tampoco restringir deseo de evitar pública condenación, obligaron a sus sicofantes ,
la validez de su ideario al terreno económico, prefiriendo por los economistas, a arbitra r teorías que les rehabilitaran ante las
el contrario proclama r que el mismo resultaba aplicable a cual­ gentes honradas.
quier rama del saber. El deseo de racionalizar las prop ias pre tensiones cabe sea
Doble era el servicio que la economía , en opinión de Marx, aducido como psicológica motivación que puede inducir a una
* Mises alude aquí, con su sobriedad de siempre, al absoluto y sospechoso sileu­
determ inada persona o a un cierto grupo de gentes a formular
cío en que Marx se encierra tras la publicación del primer libro de El Capítal, teoremas o teorias. Tal explicación, sin embargo, nada nos acla­
circunstancia ésta que verdaderamente llama la atención del es tudi oso, teniendo, ra acerca de la procedencia o improcedencia de la tesis formu ­
sobre todo , en cuent a que, hasta el momento, había sido prolífico escritor. A los lada. Constatada la inadmis ibilidad del correspondiente ideario,
veintiocho años, en efecto, publicaba su primera obra, Economía política y Filosofía
la intencionalidad de referencia simplement e se nos aparecerá
(1844), siguiendo con La Santa Familia (1845), La Ideo/agio Al"ma,r4 ( 1846),
Miseria de la Filosofía (1847), El Manifies/o Comunista (1848 ) y Contribuci ón a la como la causa psicológica que indujo al error a sus autores.
Crítica de la Economía Política (1857). Cuando, en 1867, aparece El Capital, A nada conduce , en cambio, el esgrimir ese repetido afán ra­
Marx tiene cuarenta y nueve años; h állase en su plenitud Hsica e intelectual. ¿Por cionalizador si la doctrina de que se trata es justa y procedente .
qué deja, sin embargo, desde ese momento, de escribi r. siendo así, par ticularmente, Aunque admitiéra mos, a efectos dialécticos, que los economis­
que tenía ya redactados los libros segundo y tercero desde antes de estru ctu rar el
tas, en sus investigaciones, subconscicnteme nte no pretendían
primero, según asegura Engels al prologar el citado segundo volumen? ¿Fuc ron,
acaso, los casi coet áneo s descubrimientos subjetivistas de j evcns y Mcnger los que más que justificar las inicuas pretensiones de los capitalistas ,
le condenaron a perpetuo silencio? Cabe, desde luego, que advirtiera, entonces, no nos sería lícito concluir que con ello había quedado demos­
nada más ent regado a la imprenta el manuscrito original , la inanidad de su propia trada la forzosa e invariab le falsedad de las correspondien tes
doctrina objetivista-labcral e indadablememe hay quienes entienden q ue Marx, al
ver que se venía abajo la teorfa clásica, ricardiana, del valor , lo que llevaba apare­
teorías. El patentizar el error de una doctrina exige fatalmente
jada la invalidez de la célebre plusvalía; que era ya insosteni ble lo del salario refutar la misma mediante razonamiento discursivo; arbitrar
vitalmente necesario, así como , entre o tros pro nun ciamientos mar xistas, el dogma otra mejor que la sustituya. Al enfrentarnos con el teorema
funda mental de la progresiva pauperizaci6" de las masas bajo un régimen d e mer­ del cuadrado de la hipotenu sa o con la teoría de los costos com­
cado, que decidiera abandona r toda su anterior actividad cientfflco-Iiteraria, d ejan­ parativos, para nada nos interes an los motivos psicológicos que
do, volun tariamente, de ofrecer al público los dos libros siguientes de El Capital,
los cuales sólo verían la luz pública (editados, como es bien sabido , por Engcls), , Si bien la expresi ón racionalizar es nueva, la idea fue manejada desde antiguo.
en 1894, fallecido ya Marx, casi treinta años de spu és de la npa ricién del primero . En t al sentido, vid . l AS palabras de Benjam ín Franklin : «G ana el homb re con ser
Este es tema, sin embargo, que sólo por vía de In comprensión hist órica, como ente racional, por cuanto tal condición permltele hallar o inventar justif icaciones
diría Mises, cabe abordar . (N. del T .) para cuanto pretende hacer.» Autobiograpby, pág. 41, ed. Nueva York, 1944.
134 La Acción Humana La economía y la rebelión contra la razón 135

posiblemente impulsaran a Pitágoras o a Ricardo a formu lar cambio, dio lugar al capitalismo ' . La voluntad y la razón des­
tales ideas; se tr ata de detalle que, en todo caso, podrá interes ar empeñan un papel puramente a,lIXiliar en los aludidos cambi os.
a historiadores y a biógrafos. A la ciencia lo que le preocupa La inexorable ley de la evolución histórica - sin preocuparse
es determinar si los supu estos en cuestión soport an o no la para nada de lo que e! hombre lucubre- constriñe a los morra­
prueba del análisis lógico . Los antecedentes sociales o raciales les a pensar y comportarse de aquella forma que mejor corres­
de los correspondientes expositores . para nada le interesan . ponda a la base ma terial de la época. E ngáñanse las gentes
Cierto es que las gen tes, cuando quieren justificar sus cuando creen ser libres y capaces de optar ent re unas y otras
egoístas apetencias, buscan para las mismas amparo en aquellas ideas, entre la verdad y e! erro r. El hombre, por sí, no piensa;
doctrinas más o menos generalmente aceptadas por la opinión es la providencia histórica la que utiliza los idearios hum anos
pública. Ti enden , además, los homb res a ingeniar y propagar para manifestarse ella.
doctrinas que conside ran pueden servir a sus propios intereses. D octrina de tipo puramente míst ico, apoyada tan sólo en
Ahora bien, lo que con ello no se aclara es por qué tales doc­ la conocida dialéctica hegeliana: la propiedad capitalista es
trinas, favorecedora s de determinada minoría , pero contrarias la primera negación de la propiedad individual; habrá aqu élla,
al interés de la gra n mayoría , son, sin embargo, suscritas por por tant o, de engendrar, con la inexorabilidad de una ley de la
la opinión públi ca. Aun conviniendo qu e esas ideol ógicas doc­ nat ura leza, su propia negación, dando entonces paso a la pro.
trinas sean engendradas por aquella «falsa conciencia» que piedad pública de los medios de pro ducción 10. Pero una teor ía
obliga al hombre, sin él mismo darse cuenta, a razonar de! mística, basada tan s610 en la in tuición, no puede liberarse de
modo en que mejor sean servidos los intereses de su clase o, esa condic ión por el hecho de apoyarse en ot ra doctrina de
incluso, aun cuando admitamos que tale. ideológicas doctrinas mist icismo no menor. No nos aclara por qué e! individuo tiene
const ituyan deliberada distorsión de la verdad , lo ciert o es inexor ablement e que formular ideo logías con cordes con los
que invariablemente habrán de tropezar , al pretender implan­ intereses de su clase social. Admitamos, en gracia al argumen­
tarlas, con las ideologías de las demás clases sociales. Plant éase to, que cuant as doct rin as el su jeto ingenia tienden invariable­
entonces abie rta pugna entre antagónicos pensamientos. Los mente a favore cer sus intereses personales. Pero , ¿es que el in­
marxistas atribuyen la victoria o la der rot a en tales luchas a la terés indiv idual coincide siempre con el de la clase ? E l mismo
intervención de la providencia h istórica. El Geist, es decir , Marx reconoce abiertamente que e! encuadrar en clase social
aquel prístino y mítico motor qu e todo lo impul sa, sigue un y en part ido polít ico al proletariado exige previamente vencer
pla n definido y predetermi nado. Etapa tras etapa va pau latina. [a competencia . que entre SI- se hacen Ios propios
. tra baiad
)aJa ores u .
mente guiando a la hum anid ad para, por últim o, conducirla a Eviden te resulta que se plantea un insoluble conflicto de int e­
la bienaventuranza final de! socialismo . Cada una de esas inter­ reses entre los trabajad ores que cobran los altos salarios im­
medi as etapas viene determinada por los conocimientos técni­ puestos po r la presión sindical y aqu ellos otros hermanos suyos
cos de! momento ; las demás circunstancias de la época cons­ condenados al puro forzoso en razón a que esos elevados sala.
tituyen simplemente la obligada superestructur a ideológica del rios coactivarnen te mantenidos impiden que la demanda coin­
correspondiente nive! tecnológico. El Geist va induciendo al
hombre a concebir y plasmar los progresos técnicos apropiados • «Le moulin a bras vous don ncra la sociét é avec le souaerain; le moulin a
vapeur, la sociét é evec le capitaliste indust riel.» MARX, Mirere de 111 pbiíosopbie,
al estadio que esté atrav esando. Las demás realidades son me­ pág. lOO, París y Bruselas, 1847.
ras consecuencias del alcanzado progreso técnico . El taller ma­ 10 MARX, Das Kapítal, págs. ns.729, séptima ed., Hamburgo, 1914 ~

nual engendró la sociedad feudal; la máquina de vapor, en 11 El Mani/ieJlo Comunista, I.

136 La Acci6n Humana La economía y la rebelión contra la razón 137

cida con la oferta de trabajo. Antagónicos en el mismo sentido ducir aquellos bienes de los que piensa derivar la máxima ga­
resultan los intereses de los traba jadores de los países relativa­ nancia. Son sólo los cambios en las instituciones del país los
mente superpoblados y los de los países poco poblados en lo que, a corto plazo, le favorecen o perjudican. Ahora bien, tales
atinente a las barreras migratorias. Aque! aserto según e! cual mutaciones jamás pueden afectar igualmente a todos los diver­
a todo el proletariado conviene la sustitución del capitalismo sos sectores y empresas. Una misma disposición cabe favorezca
por e! socialismo no es más que un arbitra rio postulado que a unos y perjudique a otros. Cada empresario tan sólo se inte­
Marx y los restantes autores socialistas proclaman intuitiva­ resa por unas pocas partidas del arancel. Y aun ni siquiera con
mente, pero jamás prueban. No puede en modo alguno consi­ respecto a esos limitados epígrafes result an coincidentes los
derarse demostrada la certeza del mismo simplemente alegando intereses de los diversos grupos y entidades.
que la idea socialista ha sido arbitrada por la mente proletaria Pueden, desde luego, los privilegios que el Estado otorga
y, en su consecuencia, que tal filosofía fatalmente ha de bene­ favorecer los intereses de específicas empresas y establecimien­
ficiar los intereses de todo e! proletariado como tal clase en tos. Ahora bien, si tales privilegios se conceden igualmente a
general. todas las demás instalaciones, entonces cada empresario pierde,
Las gentes, siguiendo dócilmente las pautas ideológicas que por un lado -no sólo como consumidor, sino también como
Sismondi, Federico List, Marx y la escuela histórica alemana adquirente de materias primas, productos semiacabados, má­
trazaran, interpretan los dispares sistemas que han regulado quinas y equipo en general -, lo mismo que, por el otro , puede
el comercio exterior brit ánico como sigue. Durante la segunda ganar. El mezquino interés personal tal vez induzca a determi­
mitad de! siglo XVlII y la mayor parte de! siglo XI X convenía nados sujetos a reclamar protecci ón para sus propias industria s.
a los intereses clasistas de la burguesía inglesa la política libre­ Pero lo que indudablemente tales personas nunca harán es pe­
cambista. Los economistas ingleses consiguientemente formu­ dir privilegios para todas las empresas, a no ser que esperen
laron sus conocidas teorías en defensa del comercio libre. verse favorecidos en mayor grado que los demás.
Apoyáronse en ellas los empresarios para organizar movimien­ Los industriales británicos, desde el punto de vista de sus
tos populares que, finalmente, consiguieron la abolición de las apetencias clasistas, no tenían mayor interés que e! resto de los'
tarifas proteccionistas. Las circunstancias, sin embargo, más ciudadanos ingleses en la abolición de las célebres leyes del
tarde cambiaron; la burguesía inglesa no podía ya resistir la trigo. Los terratenientes, desde luego, oponíanse a la deroga­
competencia extranjera; su supervivencia exigía la inmediata ción de tales normas proteccionistas, ya que la baja del precio
implantación de barreras prot ectoras. Los economistas enton ces de Jos productos agrícolas reducía la renta de sus tierras . El
reemplazaron la ya anticuada ideología librecambista por la que los intereses de toda la clase empresarial puedan resultar
teoría contraria y la G ran Bretaña retornó al proteccionismo. coincidentes sólo es concebible admitiendo la, tiempo ha des­
El primer error en que incide la anterior exposición es el cartada, ley de bronce de los salarios o de aquella otra doctrin a,
de suponer que la «burguesía» es una clase homogénea com­ no menos periclitada, según la cual e! beneficio empresarial
puesta por gentes de coincidentes intereses personales. No tie­ deriva de la explotación del obrero.
nen más remedio los empresarios que acomodarse a las realida­ Tan pronto como se implanta la división de! trabajo, cual­
des institucionales bajo las cuales operan. Ni la existencia ni quier mutación, de un modo u otro, forzosamente ha de influir
la ausencia de tarifas puede, a la larga, favorecer ni perjudicar sobre los inmediatos intereses de numerosos sectores. De ahí
al empresario y al capitalista. Cualesquiera que sean las cir­ que resulte fácil vilipendiar toda reforma tachándola de «ideo­
cunstancias de! mercado, e! empresario tenderá siempre a pro- lógica máscara», encubridora de! vil interés de determinado
138 La Acción Humana La economía y la rebelión contra la razón 139

grupo. Son muchos los escrit ores contemporáneos exclusiva­ compensar esos aludidos riesgos supletorios . Tal realidad , sm
mente entregados a tal entretenimiento. No fue, desde luego, embargo, para nada influye en e! beneficio neto percibid o.
Marx e! inventor de! juego. Era de ant iguo conocido. En este Los económicamente poderosos , los propietarios de las
sentido recordemos e! afán de algunos escritores del siglo XVIII existentes instalaciones fabriles , no tienen específico interés en
por presentar los credos religiosos como fraudulento s engaños e! mantenimiento de la libre competencia . Desean, desde luego,
que arbitr aban los sacerdotes ansiosos de poder y riqueza para evitar les sean confiscadas o expropiadas sus fortunas; ahora
sí y para los explotadores, sus aliados. Los marxistas, más tar­ bien, por lo que atañe a los derechos que ya tienen adquiridos ,
de, insistieron en e! tema, asegurando que la religión es e! más bien les conviene la implantación de medidas que les pro­
«opio de! pueblo» 12. A quienes tajes explicaciones agradan tejan de la competencia de otros potenciales empresarios. Qui e­
jamás se les ocurre pensar que si hay personas que egoística­ nes propugnan la libre competencia y la libertad de empre sa
mente se interesan por cierta cosa, siempre habrá otras que no en modo alguno están defendiendo a los hoy ricos y opulentos;
lo que, en verdad, pretend en es franquear la entrada a indi­
menos egoísticamente propugnen lo contrario. El proclamar
viduos actualmente desconocidos y humildes - los empresarios
que determinado acontecimiento sucedió porque el mismo fa­
del mañana- gracias a cuya habilidad e ingenio será elevado
vorecía a un cierto grupo en modo alguno basta para explicar
e! nivel de vida de las masas; no desean sino provocar la mayor
su aparición. Forzoso resulta aclarar, además, por qué e! resto prosperidad y el máximo desarrollo económico; forman , sin
de la población perjud icada en sus intereses fue incapaz de lugar a dud as, la vanguardia del progreso.
frust rar las apetencias de aquellos a quienes tal evento Las doctrinas librecambista s se impusieron en el siglo XI X
favorecía. por cuanto las respaldaba la filosofía de los economistas clási­
Toda empresa o sector mercantil de momento aumenta su cos. La dialéctica de éstos era tan impresionante que nadie, ni
beneficio al incrementar las ventas. Bajo e! mercado, sin em­ siquiera aquellos cuyos intereses clasistas más se perjudicaban ,
bargo, a la larga. tienden a igualarse las ganancias en todas las pudieron impedir fueran prohijadas por la opinión pública y
ramas de la producción. Ello es fácilmente comprensible, pues quedaran plasmadas en las correspondientes disposiciones lega­
si la demanda de determinados productos aumenta, provocan­ les. Son las ideas las que hacen la' historia , no la hist oria la que
do congruo incremento de! beneficio, e! capital afluye al sector engendra las ideas. '
en cuestión, viniendo la competencia mercantil a cercenar aque­ Vana, desde luego, es siempre la discusión con místicos y
llas elevadas rentabilidades. La venta de artículos nocivos no videntes. Basan éstos sus afirmaciones en la intu ición y jamás
es más lucrativa que la de productos saludables. Lo que suce­ están dispuestos a someter sus posiciones a la dura prueba del
de es que , cuando la producción de determinadas mercancías se análisis racional. Aseguran los marxistas que una voz interior
declara ilegal y quienes con ellas comercian quedan expuestos les informa de los planes de la historia ; hay, en cambio, quie­
a persecuciones, multas y pérdidas de libertad, los beneficios nes no logran esa comunión con e! alma histórica; ello lo
brutos deben incrementarse en cuantía suficiente como para único que quiere decir es que tales gentes no pertenecen al gru­
u El marxismo contemporáneo interpreta la transcrita expresión en el sentido po de los elegidos. Siendo ello así, constitu ye insolencia máxi-,
de que la droga religiosa ha sido deliberadamente administrada al pueblo . Tal vez ma el que esas personas, espiritualmente ciegas y sordas, pre­
eso precisamente es 10 que Marx quiso expresar . Ahora bien, dicho sentido no tendan contradecir lo que a los inspirados bien consta; más les
resulta directamente del pasaje en que -año 1843-- Marx acuñó la frase. Vid. valía retirarse a tiempo y silenciar sus bocas. .
R. P. CASEY, Religion in Rassia, págs. 67-69, Nueva York, 1946.
La ciencia, sin embargo.. no tiene más remedio que razonar ,
140 La Acción Humana La economía y la rebelión contra la razón 141

aun cuando , cierto es, nun ca logrará convencer a quienes no 4. EL POLlLOGISMO RAC I STA
admiten la preeminente función del raciocinio. Pese a todo,
nun ca debe el científico dejar de resalta r que no cabe recurrir · El polilogismo marxista no es más que un mero arbitrio
a la intuición para decidir , entre var ias doctrinas antagónicas, urdido a la desesperada para apuntalar las insostenibles doc­
cuáles sean ciertas y cuáles er róneas. Prevalecen actualmente trin as socialistas. Al pedir que la intuición reemp lace a la ra­
en el mun do además del marxismo otra s muchas teorías. No es, zón, el marxismo simplemente apela al alma supersticiosa de
desde luego. aqué lla la única «ideo logía » opera nte. La implan­ la masa. El polilogismo mar xista y esa deno minada «sociología
del conocimiento », hij a ésta de aquél, vienen así a situarse en
tación de esas ot ras doctrinas, según los marxistas, perjudicarí a
posición de antago nismo irreco nciliable frente a la ciencia y
gr avemente los int ereses de la mayorí a. Pero lo cierto es que al raciocini o.
los partidari os de tales ideario s proclaman exactam en te lo mis­ No sucede lo mismo con el polilogismo de los racistas . Este
mo del marxismo. tipo de pol ilogismo es consecuencia de cier tas tendencias del
Con sideran erróneo los marxistas todo pensami ento cuyo moderno empirismo , tendencias que, si bien son a todas luces
aut or no sea de origen proleta rio . Ahora bien, ¿q uién merece errónea s, hállanse hoy en d ía muy de moda. Na die pretende
el calificativo de proletarío? No era ciertam ente proletaria la negar la división de la humanidad en razas; di st ínguense, en
sangre del docto r Marx, ni la de E ngels, indu stria l y «explota­ efecto, las un as de las otras por la disparidad de los rasgo s cor­
dar », ni la de Lenin, vástago de noble ascendencia rusa. H itler porales de sus componentes . Para los part idari os del materia­
y Mussolini , en cambio, sí eran au ténticos proleta rios; ambos lismo filosófico , los pensamientos no son más que una secre­
conocieron bien la pobreza en su juventud. Las luchas entre ción del cereb ro, como la bili s lo es de la vesícula. Siendo ello
bolcheviques y mencheviques, o entre Stalin y T rorsky, no así, la con sisten cia lógica vedaría a ta les pensadores rechaza r
pueden, ciertamente , ser presentadas como conflictos de clase. de ante mano la hipót esis de que los pensamie nto s segregados
Antes al contrar io, eran rU!1nas entre fan,íticas facciones que por las di ver sas men tes pudieran diferi r esencia lmente según
mutuamente se insultaban, rachándosc de abominab les traido­ fuera la raza del pensador. Porque el que la ciencia no haya
res a la clasev al par tido , hallado todavía diferencias anatómicas entre las células cerebra­
La filosofía de los marxistas consiste esencialmente en pro­ les de las distin tas gen tes no debiera bas tarno s para rechazar,
clamar: tenemos razón , por ser los portavoces de la nacien te sin más , su posible disparid ad lógica. Ta l vez los investigador'es
clase proleta ria; la argumentación lógica jamás pod rá invalidar lleguen, un día, a descubri r peculiaridade s anatómicas, hoy por
nues tros asertos , pues a través de ellos se manificsta aquella hoy jamás apreciadas, qu e diferenciarían la mente del blanco
fuerza sup rema que determina el destino de la hum anid ad : de la del negro .
nuestros adversarios, en camb io, yerran gravemente al carecer Ex isten etnólogos en cuya opinión no se debe hablar de
de esa intuición que a nosotros nos ilumina y la verdad es que. civilizaciones superiores e inferiores, ni cons iderar atrasadas
en el fond o. no tienen culpa; carecen. pura y simplemente. de a de terminadas razas. Ciertas culturas, desde luego, son disi­
la genuina lógica proletaria, resulta ndo fáciles víc ti mas de las milares a esta occide nta l que las naciones de esti rpe caucásica
ideologías; los inso ndables mandatos de la hist oria nos darán han estruc tura do ; tal dispari dad , sin embargo, en modo alguno
la victoria, mientras hundirán en el desastre a nuestros opo­ debe inducirn os a considerar a aquéllas inferiores. Cada raza
nentes; no tardará, desd e luego, en producirse el triunfo defi­ tiene su mentalidad típica . Es ilusorio pretender ponderar una
nitivo del marxismo . civilización utilizand o módulos propios de otras gentes. Para
La Acci6n Human a La economla y la rebelián contra la ra:6n 143
142
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Occidente, la china es una civilización anquilosada y de bárba ­ Ahora bien, no soportaban los aludidos inconvenientes porque
ro prim itivismo la de Nueva Guinea. Los chinos y los indí ­ su mentalidad fuera distinta a la de aquellas otras gentes que
genas de esta últ ima, no obstante , desdeñan nuestra civiliza­ mucho antes conocieron la rueda y e! esquí ; por el contra rio,
ción tanto como nosotros podemos despreciar la suya. Estamos tales realidades constituían evidentes fallos, aun contemplados
ante puros juicios de valor, arbitrarios por fuerza siempre. La desde el personal punto de vista de los propios indios y mon­
estructura de aquellos pueblos es dispar a la nuestra. Han crea­ tañeros.
do civilizaciones que convienen a su mentalidad, lo mismo que Las expuestas reflexiones se refieren exclusivamente a la
la civilización occidental concuerda con la nuestra. Cuanto motivación de concretas y específicas acciones, no al problema
nosotros consideramos progre so, puede ser para ellos todo lo en verdad de trascendencia referente a si es o no dispar la es­
cont rario. Contemp lado a través de su lógica, el sistema que tructu ra mental de las diferentes razas. Pero eso es lo que los
racistas pregonan 13.
han estructurado permite mejor que el nuestro, supuestamente
progresivo, e! que prosperen ciertas instituciones típicamen­ Cabe dar ahora por reproducido cuanto en anteriores ca­
pítulos se dijo acerca de la estructura lógica de la mente y de
te suyas. los principios categóricos en que se basan e! pensamiento y la
Tienen razón tales etnólogos cuando aseguran no ser de la
acción. Unas pocas observaciones más bastarán para evidenciar
incumbencia de! historiador - y e! etnól ogo, a fin de cuentas,
definitiv ament e la inanidad de! polilogismo racista y de todo s
es un historiador- e! formular juicios de valor. Sin embargo,
los demás tipos de polilogísmo.
gravemente yerran al suponer que las razas en cuestión han
Las categorías de! pensamiento y de la acción humana no
perseguido objetivos distintos a los que e! hombre blanco, por
son ni arbitrarios productos de la mente ni meros convencio­
su lado, pretendió siempre alcanzar. Los asiáticos y los africa­
nalismos. No llevan una vida propia externa al universo y aje­
nos, al igual que los europeos, han luchado por sobrevivir,
na al curso de los eventos cósmicos. Son, por e! contrario, reali­
sirviéndose , al efecto, de la razón como arma fundamental. dades biológicas que desempeñan específica función tanto en
H an querido acabar con los animales feroces y con las sutiles la vida como en la realidad. Son herramientas que el hombre
enfermedades; han hecho frente al hambre y han deseado in­ emplea en su lucha pO I' la existencia, en su afán por acomodar­
crementar la produ ctividad de! trabajo. En la consecución de se lo mejor posible a las realidades de! universo y de evitar el
tales metas, sus logros son, sin embargo, muy inferiores a los sufrimiento hasta donde se pueda. Concuerdan dichas categorías
de los blancos. Buena prueba de ello es e! afán con que recla­ con las condi ciones del mundo externo y retra tan las circuns­
man todos los adelantos occidentales. Sólo si los mongoles o tancias que present a la realidad. Desempeñan específica fun­
los africanos, al ser víctimas de penosa dolencia, renunciaran ción y, en tal sent ido, resulta n efectivas y válidas.
a los servicios de! médico europeo , sobre la base de que sus De ahí que sea a todas luces inexacto afirmar que el cono­
opiniones y su mentalidad les hacían preferir e! sufrimiento cimiento apriorístico y e! razonamiento puro no pueden pro­
al alivio, tendrl an razón los investigadores a que nos venimos porcionarnos ilustración alguna acerca de la efectiva realidad
refiriendo. El mabatt ma Ga ndhi echó por la borda todos sus V estructura de! universo . Las reacciones lógicas fundamentales
principios filosóficos cuando ingresó en una moderna clínica y las categorías de! pensamiento y de la acción constituyen las
para ser operado de apendicitis. fuent es primarias de todo conocimiento humano. Concuerdan
Los pieles rojas americanos desconocían la rueda. Los habi­ con la estruc tura de la realidad; advierten a la mente humana
tantes de los Alpes jamás pensaron en calzarse unos esquís
u Vid. 1. G. T IRALA, Basse, Geist ImJ Seeíe, pág. 190 Y sigs. Munich, 19J' .
que hubieran hecho notablemente más grata su du ra existencia.
144 La Acción Human a La economía y la rebelión contra la razón 145

de tal estructura y, en dicho sentido , constituyen para el hom­ la mente es uniforme en todas las razas, naciones y clases. El
bre hechos ontológicos básicos " . Nada sabemos acerca de marxismo o el racismo jamás pretendieron -dicen- negar
cómo una inteligencia sobrehumana pensaría y comprendería. tan indiscutible realidad. Lo que la doctrina asevera es que
En el hombre toda cognición hállase condicionada por la es­ tanto la compren sión histórica como los juicios de valor )' la
tructura lógica de su mente, quedando aquélla implícita en apreciación estética dependen de los antecedentes persona les
ésta. Precisamente demuestran la cert eza de 10 anterior los de cada uno. Es ta nueva present ación, desde luego, no confor­
éxitos alcanzados por las ciencias empíricas, o sea, el que quepa ma con cuanto sobre el tema escribieron los defensores del
hacer aplicación práctica de tales disciplinas, Dentro de aque­ polilogismo. Ello no obstante , conviene examinar el punto de
llos límites en que la acción humana es capaz de lograr los fines vista en cuestión a títu lo de doct rina propia e independiente.
que se propone, obligado es rechazar todo agnosticismo. Es innecesario proclamar una vez más que los juicios de
De haber existido razas de estructura lógica diferen te a la valor, así como los objetivos que pueda el hombre perseguir ,
nuestra, no habrían podido sus componentes recurrir a la razón dependen de las peculiares circunstancias físicas y la persona l
como herramienta en la lucha por la existencia. Para sobrevivir disposición de cada uno 15. Ahor a bien, ello en modo alguno
hubieran tenido que confiar exclusivamente en sus reacciones implica que la herencia racial o la filiación clasista predeter­
instintivas. La selección natural habría suprimido a cuantos minen fatalmente los juicios de valor o los fines apetecidos.
individuos pretendieran recurrir al raciocinio, prosperando Las discrepancias de opinión que entre los hombres se dan en
únicamente aquellos que no fiaran más que en el instinto. Ello cuanto a su respectivo modo de apreciar la realidad y de valo­
implica que habrían sobrevivido sólo los ejemplares de las rar las normas de conducta individu al en modo alguno co ínci­
razas en cuestión cuyo nivel mental no fuera superior al de los den con las diferentes razas, naciones o clases,
animales. Difícil sería hallar una mayor disparidad valorativa que la
Los investigadores occidentales han reunido información que se aprecia entre el asceta y la persona ansiosa de gozar ale­
de 10 más cuantiosa, tanto de las refin adas civilizaciones de la gremente de la vida. Un abismo separa al hombre o a la mujer
China y la India como de las primitivas civilizaciones abor íge­ de condición verdaderamen te religiosa de todo el resto de los
nes de Asia, América, Australia y Africa. Cabe asegurar que sao mor tales. Ahora bien, personas perteneciente s a las razas, na­
bemos de tales razas cuanto merece ser conocido. Ningún poli. ciones, clases y castas más diversas han abrazado el ideal reli­
logista ha pretendido , sin embargo, jamás, utili zar dichos datos gioso. Mientr as algunas descendían de reyes y ricos nobles,
para demostrar la supuesta disparidad lógica de los aludidos otras habían nacido en la más humild e pobreza. San Francisco
pueblos y civilizaciones. y Santa Clara ' y sus primeros fervorosos seguidores nacieron
todos en Italia, pese a que sus paisanos, tanto entonces como
ahora , jamás se distinguieron por rehuir los placeres sensuales.
5. POLlLOGISMO y COM PRENSIÓN Anglosajón fue el puritanismo, al igual que la desenfrenada
lascivia de los reinados de los Tudor, Stuart y Hannover. El
H ay, no obstante, marxistas y racistas dispuestos a inter­ principal defensor del ascetismo en el siglo XIX fue el conde
pretar de otro modo las bases epistemológicas de sus propios León Tolstoi , acaudalado miembro de la libertina aristocracia
idearios. En tal sentido , proclaman que la estructura lógica de rusa. y Tolstoi consideró siempre la Sonata a Kreutzer, de
Beethoven, obra maestra del hijo de unos padres extremada ­
14 Vid. M ORRIS R. CoHEN¡ Reaso" tmd Nature, págs . 202-205. Nueva York,

1931. A Preiace lo Logic, págs. 42-44, ' 4-'6, 92, 18lJ.187, Nueva Y ork, 1944. 11 Vid. supra cap. H , .5 y 6.

10
146 La Acción Hum ana La economla y la rebelión contra la razón 147

mente pobres, como la más fidedigna representació n de ese criterio subjetivo del actor. Ahora bien, como igualmente los
mundo que él con tanto ardor condenaba. matiza la personalidad del sujeto, no puede haber acuerdo un á­
Lo mismo ocurre con las valoraciones estéticas. To das las nime en torn o a ellos. Pero de nuevo suscítase la interrogante :
razas y naciones han hecho art e clásico y también arte román­ ¿qué ventaj a puede raza o clase alguna deriv ar de una altera­
tico . Los marxistas , pese a cuanto proclama interesada propa· ción «ideológica» de la verdad ?
ganda, no han creado ni un arte ni una lite ratura de condición Como ya anteriormente se hacía notar, las profundas dis­
específicamente proletaria. Los escritores, pintores y músicos crepancias que los ,estudios histó ricos regist ran no tienen su
«proletarios» ni han creado nuevos estilos ni han descubierto causa en que sea dispar la lógica de los respectivos exposito­
nuevos valores estéticos; tan sólo se diferencian de los «no res, sino en disconformidades surgidas en el seno de las cien­
proletarios» por su tendencia a considerar «burgués» cuanto cias no históricas.
detestan, reservando en cambio el calificativo de «proletario» Muchos escritores e historiadores modernos comulgan con
para cuanto les agrada . aquel dogma marxista según el cual e! advenimiento del socia­
La comprensión histórica, tanto en el caso de! historiador lismo es tan inevitable como deseable, habiendo sido encomen­
profesional como en e! del homb re que actúa, refleja invaria­ dada al pro letari ado la histórica misión de implant ar el nuevo
blemente la personalid ad de! interesado '6. Ahora bien, e! his­ régimen previa la violenta destrucción del sistema capitalista.
toriador al igual que e! político, si son gentes competen tes y Partiendo de tal premisa, consideran muy natural que las «iz­
avisadas, cuidarán de que no les ciegue el partidismo cuando quierd as», es decir , los' elegidos, recurra n a la violencia y al
deseen aprehender la verdad . El que califique cierta circuns­ homicidio. No se puede hacer la revoluci ón por métodos paci­
tancia de beneficiosa o de perjudicial carece de trasccnden­ ficas. Impertinente es perder el tiempo con nimiedades tales
cia. Ninguna ventaja personal puede derivar de exagerar o como el asesinato de las hijas del zar, de León Trotsky, de
minimizar la respectiva trascendencia de los diversos factores decenas de millares de burgueses rusos, etc. Si «sin romper
intervinientes. Sólo la torp eza de algunos pseudohistoriadores los huevos no puede hacerse la tort illa», ¿a qué viene ese afán
puede hacerles creer que sirven mejor a su causa falseando los por resaltar tan inevitable rotura ? El planteamiento, no obs­
hechos. Las biografías de Napoleón 1 y Napoleón Il I, de Bis­ tante, cambia por completo cuando alguna de esas víctimas osa
marck, Marx, Gladstone y Disracli, las personalidades m ás dis­ defend erse y repeler la agresión. Pocos se atreven ni siquiera
cutidas del pasado siglo, difieren ampliamente entre sí por lo a mencionar los daños, las destru cciones y las violencias de los
que a juicios de valor atañe; coinciden impresionantemente, obreros en huelga. E n cambio, cuando una compnñía Ierrovia ­
sin embargo, por lo que respecta al papel histórico que dichos ria, por ejemplo, adopta medidas para pro teger, contra tales
personajes desempeñaron . desmanes, sus bienes y la vida de sus funcionarios y usuarios,
Otro tanto ocurre al político. ¿Q ué gana el partidario de!
los gritos se oyen por doquier.
protestantismo con ignorar e! vigor y e! prestigio del catolicis­
Ese dispar tratamien to no proviene de encontra dos juicios
mo o el liberal al menospreciar la fuerza del socialismo? Pa ra
de valor, ni de disimular un modo de razonar. Es consecuencia
tr iunfar, e! hombre público ha de contemplar las cosas tal como
de las contra dictor ias teorías mantenidas en torno a la evolu­
realmente son; quien vive de fanta sías fracasa sin remedio. Los
ción histórica y económica. Si es inevitable el advenimiento
juicios de trascendencia difieren de los valorativos en que
de! socialismo y sólo puede e! mismo ser implantado por mé­
aquéllos aspiran a ponderar circunstancias que no dependen del
todos revolucionarios, esos asesinatos cometidos por e! esta­
14 Vid. supra cap. II, 8. mento «progresista » carecen, evidentemente, de" impor tancia.
148 La Acción Humana La economla y la rebelión contra la razón 149

En cambio, la acción defensiv a u ofensiva de los «reacciona­ pueblos de otras estirpes quienes echaron los cimientos de nues­
rios », que puede demorar la victoria socialista, cobra grave dad tra civilización . Cabe inclu so que otras razas, en el fut uro, sus­
máxima . Acerca de eso último conviene llamar enérgicamente tit uyan a los blancos, desplazándoles de su hoy preeminente
la atención de las gentes; en tanto que mejor es pasar por alto posición.
las inocentes travesuras laboralistas. La hipótesis en cuestión debe ser ponderada por 3US
propios méritos. No cabe descarta rla de antemano sobre la base
de que los racistas la esgrimen para justificar aquel aserto suyo
6. EN D EF ENSA DE LA RAZÓN según el cual existe irreconciliable confli cto de inte reses entre
los diversos grupos raciales y que, en definitiva, preva lecerán
Los racionalistas nunca pensaron que el ejercicio de la inte­ las razas superiores sobre las inferiores. La ley de asociación de
ligencia pudiera llegar a hacer omn iscien te al hombre. Advir­ Ricardo, pa ten tizó hace mucho tiempo el error en que incide
tieron que, por más que se increm entara el saber, el estudioso , tal modo de interpretar la desigualdad humana 17. Pero lo que,
al final, hab ía de verse enfrentado con datos últimos no sus­ para combatir e! racismo, no pued e hacerse es negar hechos
ceptibles de ult erior análisis. Allí hasta donde el hombre puede evidentes. Constituye realidad inconcusa que, hasta e! momen­
razonar, entendieron, sin embargo, conveníales a los mortales to, determinadas razas no han contribuido en nada, o sólo en
aprovechar su capacidad int electiva. Los datos últ imos result an, muy poco, al p rogreso de la civilización , pudiendo las mismas
desde luego, inab ordables para la razón; pero lo, en definitiva, ser , en tal sentido, calificadas de inferiores .
cognoscible para la humanidad pasa siemp re por el filtro de la Si nos empeñáramos en destil ar, a toda costa, de las ense­
razón. Ni cabe un conocim iento que no sea racionalista ni una ñanzas marxistas , un adarme de verdad, podíamos llegar a con­
ciencia de Jo irrac ional. venir en que los sen timien tos emocionales ejercen gran influ en­
En lo atinente a problemas todav ía no resuelt os, es lícito cia sobre e! raciocinio . Tal realidad , sin embargo, nadie ha
formular dispares h ipótes is, siempre y cuand o éstas no pugnen pretendido jamás negarla y, desde luego , no fueron los marxis­
ni con la lógica ni con los hechos experimentalmente atestigua­ tas quienes tan manifiesta verdad descubrieran. Es más, la cir­
dos. Tajes soluciones, sin embargo , de mom ento no se rá n más cunstancias carece de todo interés por lo que a la epist ernologla
que eso: hipótesis. atañe. Mú ltiples son los factor es que impulsan al hombre tanto
Ign oramos cuáles sean las causas que provocan la disimili­ cuando descubre la realidad como cuando incide en el error.
tud intelectua l que se aprecia entre los hombres. No puede la Pero COI' responde a la psicología el enumerar y ordenar tales
ciencia explicar por qué un Newton o un Mozart fueron ge­ circuns tancias .
niales, mientras la mayoría de los humanos no lo somos. Lo La envidia es flaque za, desde luego, harto extendida. Nu ­
que , sin embargo, no cabe aceptar es que la genialidad dependa merosos son los intelectuales a quienes desasosiegan esos ma­
de la raza o la estirpe del sujeto. El problema consiste en saber yores ingresos devengados por e! hombre de negocios que triun­
por qué un cierto individuo sobresale de ent re sus hermanos de fa. Tal resentimiento les arro ja frecuent emente en brazos del
sangre y por qué se distingue de! resto de los miembros de su socialismo, pues creen qu e bajo ese régimen cob rarían ellos
propia raza. sumas superiores a las que e! capit alismo les paga. La ciencia,
El suponer que las hazañas de la raza blanca derivan de sin emba rgo, en modo alguno puede conformarse con eviden­
específica superioridad racial constituye er ror ligeramente más ciar meramente la concurrencia de ese factor envidioso, de­
justificable. El aserto, sin embargo, no pasa de ser vaga h ipóte­
sis, en pugna, además , con el hecho indubitable de que fueron 17 Víd. ínfra cap. VIII, 4.
150 La Acción Humana La economía y la rebelión contra la razón 151

biendo por e! contrario analizar, con e! máximo rigor, el ideario razón constituye dato último que, por tanto, no puede some­
socialista. No tiene más remedio e! investigador que estudiar terse a mayor estudio o análisis. La propia existencia es un
todas las tesis, tal como si a sus respectivos propugnadores, hecho de carácter no racional. De la razón sólo cabe predicar
única y exclusivamente, impulsara e! afán de alcanzar la ver­ que es e! sello que dist ingue al hombre de los animales y que
dad . Las escuelas polilogistas jamás están dispuestas a exami­ sólo gracias a ella ha podido aqué l realizar todas las obras que
nar bajo e! prisma puramente teórico las doctrinas de sus con­ consideramos específicamente humanas.
traopinantes; prefieren limitarse a subrayar los antecede ntes Quienes aseguran serían más felices los mortales si presci n­
personales y los motivos que, en su opinión, indu jeron a los dieran del raciocinio, dejándose guiar por la intuición y los ins­
correspondientes autores a formu lar las teorías del caso. Tal tintos, deberían, ante todo, recordar e! origen y las bases de la
proceder pugna con los más elementa les fundamentos de! cooperación humana. La economía política, cuando estudia la
razonar. aparición y el fundamento de la vida social, proporciona amplia
Pobre arbitrio es, en verdad, cuando se pretende combatir información para que cualquiera, con pleno conocimiento de
cierta doctrina teórica, limitarse a aludir a los precedentes his­ causa, pueda optar entre continuar sirviéndose de! raciocinio.
tóricos de la misma, al «espíritu» de la época en cuestión, a o prescindir de él. Cabe que el hombre llegue a repudiar la
las circunstancias materiales de! país en que la idea surgió o a razón; antes de adoptar medida tan radical, sin embargo, bueno
las personales condiciones de su expositor. Las teorías sólo a será pondere todo aquello a que, en tal caso, habrá de renunciar.
la luz de la razón pueden ser ponderadas. El módulo aplicado
ha de ser siempre de índole racional. Un aserto cienrí íico o es
cierto o es erróneo; tal vez nuestros conocimientos result en
hoy insuficientes para aceptar la tota l certeza de! mismo; pero
ninguna teoría puede resultar lógicament e válida para un bur­
gués o un americano si no reviste igual condición para un pro­
letario o un chino .
Resulta incomprensible - en e! caso de admitirse las afir­
maciones de marxistas y racistas- ese obsesivo afán con que
quienes detentan el poder pretenden silenciar a sus meramente
teóricos opositores, persiguiendo a cuantos propugnan otras
posiciones. La sola existencia de gobiernos into lerantes y de
partidos políticos dispuestos a exterminar al disidente es prue­
ba manifiesta de! poder de la razón. El apelar a la policía, al
verdugo o a la masa violenta no basta para acreditar la certeza
del ideario defendido. Lo que tal procedimiento si evidencia,
bien a las claras, es que quien a él recurre como único recurso
dialéctico hállase, en su interior, plenamente convencido de la
improcedencia de las tesis que desea defender. .
No cabe demostrar la validez de los fundamentos apriorís­
ticos de la lógica y la praxeología sin a ellos mismos acudir. La
CAPI TU LO I V

Un primer análisis

de la categoría de acción

1. M E DIO S y F IN ES

El resultado que la acción persigue llámase su fin, meta u


objetivo. Utilízanse también normalmente estos términos para
aludir a fines, metas u objetivos intermedios; es decir, escalo­
nes que el hombre, al actuar, desea remon tar por constarlc que,
sólo sucesivamente superándolos, pod rá alcanzar aquella meta,
objetivo O fin , en definitiva , apetecido. Aliviar cierto malestar
es lo que, mediante la consecución del fin, objetiv o o meta ,
pretende invariablement e el actor .
Denominamos medio cuanto sirve para lograr cualquier fin,
objetivo o meta. Los medios no aparecen como tales en el
uni verso; en nuestro mundo, tan sólo existe n cosas; cosas que,
sin embargo, se convierte n en medios cuando , mediante In ra­
zón, advierte el hombre la idoneidad de las mismas para aten­
der hu manas apetencias, utilizándolas ni ob jeto . El individu o
advier te mentalmente la utilidad de los bienes, es decir, su
idoneidad para conseguir ape tecidos resultados; y al actuar, los
convier te en medios. Esto conviene subrayarlo: que las cosas
integ rantes del mundo externo sólo gracias a la operación de
la mente humana y a In acción por ella engendrada llegan a ser
medios. Los objetos externos, en sí, son puros fenómenos fí­
sicos del un iverso y como tales los examinan las ciencias na­
turales. Mediante el discernimiento y la actuación humana,
tr ansfórm anse, sin embargo, en medios . La pra xeología, por
eso, no se ocupa propiamente del mundo exterior, sino de la
conducta del hombre al enfrentarse con aquél; el universo fí­
154 La Acción Hu mana Un primer análisis de la categoría de acción 155

sico, per se, no interesa a nuestra ciencia; lo que ésta pre tende cios. La economía, al tratar de la teoría de los precios, no se
es analizar la consciente reacción del hombre ant e las realidades interesa por lo que una cosa deba valer; lo que le importa es
objetiva s. La teoría económica, por eso, jamás alude a las cosas; cuánto realmente vale para qui en la adquiere; nuestra disci­
inte résase por los hombres, por sus apreciaciones y, conse­ plina analiza precios objetivos, ésos que, en efecto , las gent es
cuentemente, por las humanas acciones que de aquéllas deri van. respectivamente pagan y reciben en transacciones ciertas; des­
No da la naturaleza ni bie nes, ni mercancías, ni riquezas, ni preoc úpa se, en cambio, por entero , de aqu ellos fantasmagórico s
ning uno de los demás concep tos que la economía maneja; tales precios qu e sólo aparecerían si los homb res no fueran como
realidades eng éndr alas, por el contrario, el discurrir y el queha­ son, sino distintos.
cer del homb re. Quien desee ent rar en este segundo universo Los medios resultan siemp re escasos, es decir, insuficien­
deb e olvidar el primero , centrando su atención en los fines tes para alcanzar todos los objetivos a los que el hombre aspira .
perseguidos por los morta les al actuar. De no ser así, la acción humana descnt cndcríasc de ellos. El
La pra xeología y la economía no se ocupan de cómo debe­ actual', si el homb re no se viera inexorablemente cercado por
rían ser las apreciaciones y actuacio nes humanas, ni menos aún la escasez, carecería de objeto .
de cuáles las mismas serían de tener los homb res una común Es costumbre llamar objetivo al fin último perseguido y
filosofía , de absoluta vigencia, gozando todos de iguales cono­ simplemente bienes a los medios para alcanzarlo . Al aplicar tal
cimientos. En el marco de una ciencia cuyo obje to es el horn­ terminología, los economistas razonaban sus tancialmente como
bre, víctima con frecuencia de la equivocación y el error, no hay tecnócrata s, no como pra xeólogos. Distinguían entre bienes li­
lugar para hablar de nada con «vigencia absolu ta » y menos aún bres y bienes económicos. Libres eran los disponibles en tan
de omnisciencia. Fin es cuanto el hombr e apetece; medio, cuan­ superflua abun dancia que no era preciso admi nistrarlos; los
to al actor tal parece. mismos, sin emb argo, no pueden constituir ob jeto de actuación
Compete a las diferentes técnicas y a la terapéutica, en sus humana alguna. Son presupu estos dados, por lo que respecta
al b ienestar del hombre; forman part e ele! medio ambiente na­
respectivas esferas, refut ar los humanos errores . A la economía
tural en que e! su jeto vive y actúa . Sólo los bienes económi cos
incumbe idéntica misión , pero en el campo, ahora , de In actua­
constituyen funda mento de la acción ; únicament e ele ellos, por
ción social. Las .gentes rechazan muchas veces las enseña nzas
de la ciencia, pref iriendo aferrarse a falaces prejuicios; tal dis­ tanto, oc úpase la economía.
Los b ienes que , dire ctamente, por sí solos, sir ven para
posición de ánimo, aunque errada , no deja de ser evidente
satisfacer necesidades humanas - de tal suerte que su ut iliza­
realidad y, como tal, deb e tenerse en cuenta. Los economistas,
ción no precisa del concurso de otros factores- denom ínan se
por ejemplo, estiman que el control de los camb ios extranje­
bienes de consumo o bienes de primer orden. Aquellos medios
ros no sirve para alcanzar los fines ape tecidos por qui enes a tal
que sólo ind irectament e permiten satisfacer las necesidades,
. recur so apelan. Pero puede bien ser qu e la opinión pública se
comp lement ando su acción con el concurso de otros, califícanse,
resista a abandonar el error e indu zca a las autoridades a impo­
en cambio, ele bienes de producción, [actores de producción o
ner el correspond iente control de cambios. Tal postura, pese
bienes de orden más remoto o elevado. El servicio que presta un
a su equivocado origen, es un hecho de indudable influ jo en el
curso de los acontecimientos . La medicina modern a no recono­ factor de producción consiste en permiti r la obtención de un
ce, por ejemplo, virtudes terap éuticas a la célebre mandrágora; producto mediante la concurrencia de otros ciertos complemen­
pero, mientras las gentes creían en ellas, la mandrágora era tarios bienes de producción. Tal prod ucto podrá , a su vez, ser
valioso b ien económico, por el cual se pagaban elevados pre­ o un bien de consumo o un factor de producción que, cornbi­
156 La Acción Humana Un primer análisis de la categoría de acción 157

nado a su vez con otros, proporcionará un bien de consumo. 2. L A ES CAL A VALORA TIVA
Cabe imaginar una orden ación de los bienes de producción se­
gún su proximidad al ar tículo de consumo para cuya obtención El hombre, al actuar , decide entre las diversas posibilida­
se utili cen. A tenor de esta sistemática, los bienes de produ c­ des ofrecidas a su elección. En la alternativa prefiere una deter ­
ción más próximos al art ículo de consumo en cuestión se con­ minada cosa a las demás.
sideran de segundo orden; los empleados para la producción Sue!e decirse que el hombre, cuando actúa, se representa
mentalmente una escala de necesidades o valoraciones, con
de estos últimos se estimarán de tercer orden, y así sucesi­
arreglo a la cual ordena su proceder. Teniendo en cuenta esa
vamente.
escala valorativa, el individuo atiende las apetencias de más
Est a clasificación de los bienes en órdenes distintos nos valor, es decir, procura cubri r las necesidades más urgentes y
sirve para abordar la teoría de! valor y del precio de los facto­ deja insatisfechas las de menor utili dad, es decir, las menos ur­
res de producción. Veremos más adelante cómo e! valor y el gentes. Nada cabe objetar a ral present ación de las cosas. Con­
precio de los bienes de órdenes más elevados dependen del viene, sin embargo, no olvidar que tal escala de valores o neceo
valor y el precio de los bienes de! orden primero producidos sidades toma corporeidad sólo cuando la propia actuación
gracias a la inversión de aquéllos. El acto valorativo original y humana se produce. Porque dichas escalas valorativas carecen
fundamental atañe exclusivamente a los bienes de consumo; de existencia autónoma; las estructuramos sólo una vez co­
todas las demás cosas son valoradas según contribuyan a la nocida la efectiva conducta de! individuo. Nuestra única infor­
producción de éstos. mación acerca de las mismas resulta de la propia contempla­
Expuesto lo anterior, en la práctica no resulta preciso cla­ ción de la humana actuación. De ahí que el actuar siempre
sificar los bienes de producción según órdenes diversos, co­ haya de concordar perfectamente con la escala de valores o
menzando por el segundo para termin ar con el enésimo. Igual. necesidades, pues ésta no es más que mero símil empleado para
mente carecen de interés bizantin as discusiones en torn o a si interpretar el proceder del hombre.
un cierto bien debe quedar catalogado entre los de orden ínfi­ Las doctrinas de carácter ético pretenden establecer unas
mo o en algún estrato superior. A nada conduce el cavilar acer­ escalas valorat ivas a cuyo tenor el hombre , aunque no siempre
lo haga, debería pronunciarse. Aspiran a definir el bien y el
ca de si debe aplicarse el apelativo de bien de consumo a las
mal y quieren aconsejarnos acerca de lo que, como bien supre­
semillas de café crudo, o a estas mismas una vez tostadas, o al
mo, debiéramos perseguir. Se trat a de disciplinas normativas,
café molido, o al café condimentado para ingerir , o solamente ,
in teresadas por averiguar cómo deber ía ser la realidad. Rehuyen
en fin, al café preparado ya, con lecbe y azúcar. La terminolo­ adopt ar una postura neutral ante hechos ciertos e indubitables;
gía adoptada resulta indiferente a estos efectos; pues, en lo prefieren enjuiciarlos a la luz de subjetivas normas de conduc­
atinente al valor, todo lo que digamos acerca de un bien de ta. Repugna, en cambio, tal postura a la praxeología y a la
consumo puede igualmente ser predicado de cualquier otro economía. Estas disciplinas advierten que los fines perseguidos
bien de! orden que sea (con la única excepción de los bienes de por e! hombre no pueden ser ponderados con arreglo a norma
último orden) si lo consideramos como producto de anterior alguna de carácter absoluto. Los fines, como decíamos, consti­
elaboración. tuyen datos irreductibles, son puramente subjetivos, difieren
Un bien económico, por otra parte, no tiene por qué plas­ de persona a persona y, aun en un mismo individuo, varían
marse en cosa tangible. Los bienes económicos inmateriales, en según e! momento. La praxeología y la economía se interesan
este sentido, denomínanse servicios. por los medios idóneos para alcanzar las metas que los morra­
158 La A cción H umana Un primer análisis de la calegoría de acción 159
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les, en cada circunstancia , elijan. Jamás pronúnci anse acerca de tro; depende, en cada caso, de cómo reaccione el sujeto ante
problemas morales; no part icipan en e! debate entre e! sibari­ específicas circunstancias externas .
tismo y e! ascetismo. Sólo les preocupa determinar si los me­ El valor nada tiene que ver con palabras o doctrinas. La
dios adoptados result an o no apropiados para conquistar los propia conducta humana, exclusivamente, engendra el valor .
objetiv os que el hombre efectivamente, dice, desea alcanzar. Nada importa lo que este hombre o aquel grupo digan de! va­
Los concept os de anormalidad o perversidad, por consi­ lar ; lo importante es lo que efectivamente tales actores hagan .
guiente, carecen de vigencia en e! terr eno económico. La eco­ La ampulosa oratoria moralista y la pomposa vanagloria de los
nomía no puede estimar perverso a quien prefiera lo desagra­ políticos tienen a veces trascendencia; influyen tales realidades,
dable, lo dañin o o lo doloroso a lo agradable, lo benéfico o lo sin embargo, el curso de la historia únicamente en la medida
placentero. La economía, acerca de tal sujeto, sólo predica que en que, de hecho, ejerzan influjo sobre la efectiva conduc ta
es distinto a los demás; que le gusta 10 que otros detestan; que humana.
persigue lo que otros rehúyen; que goza en soportar el dolor
mient ras los demás prefieren evitarlo. Los tér minos normal y
3. LA ESC ALA DE NECES ID AnES
anormal, como concep tos definidos, pueden ser utilizados por
la antropología para distinguir entre quienes se comportan como Pese a que, una y otra vez, muchos lo han negado, la in­
la mayoría y quienes constituyen seres atípicos o extravaga ntes; mensa mayoría de los hombres aspira, ante todo, a mejorar las
también cabe servirse de ellos en sent ido biológico para sepa­ propias condiciones materiales de vida. La gente qui ere comida
rar a aquellos cuya conducta apunta hacia la conservación de más abundante y sabrosa; mejor vestido y habit ación y otras
la vida, de quienes siguen vías perniciosas para su propia salud; mil comod idades . El hombre aspira a la salud y a la abundan­
igualmente, en sentido ético, cabe, con arreglo a los mismos cia. Admitim os estos hechos, generalmente, como ciertos; y la
conceptos, distinguir entre quienes proceden correctamente y fisiología aplicada se preocupa por descubrir cuáles sean los
quienes actúan de modo distinto. La ciencia teórica de la acción medios mejores para satisfacer, en la mayor medida posible,
humana, en cambio, no puede admitir semejantes distin gos. La tales deseos. Suelen los fisiólogos, cierto es, distinguir entre
ponde ración de los fines últimos resulta , invariablemente, sub­ las necesidades «reales» del hombre y sus imaginarias o arti­
jeti va y, por tanto, arbit raria. ficiales apetencias, y por eso enseñan a las gentes cómo deben
El valor es la tr ascendencia que el hombre, al actuar, atri­ proceder y a qué medios deben recurrir para la satisfacción de
buye a los fines últimos que él mismo se haya propuesto al­ sus deseos.
canzar. Sólo con respecto a los fines últi mos aparece el con­ Result a indudable la tr ascendencia de tales estudios. El
cepto de valor en sent ido propio y genuino. Los medios, como fisiólogo, desde su punto de vista, desde luego, tiene razón al
distinguir entre acción sensata y acción contra producente. Está
veíamos, resultan valorados de modo derivat ivo, según la uti­
en lo cierto cuando contrasta los métodos juiciosos de alimen­
lidad o idoneidad de los mismos para alcanzar fines; su esti­
tación con los desarreglados. Es libre de condenar ciert as con­
mación depende de! valor asignado al objeto en definiti va ape­ ductas por resultar absurdas y contrarias a las necesidades
tecido ; para e! homb re sólo tienen interés en tanto en cuanto «reales» del hombre. Tales juicios, sin embargo, desbordan el
le permiten alcanzar predeterminada meta. campo de una ciencia como la nuestra , que se enfrenta con la
El valor no es de condición objetiva; no se halla ínsito en acción hum ana tal como efectivamente se produce en el mun­
las cosas. Somos nosotros, en cambio, quienes lo llevamos den- do. Lo que cuenta para la pra xeología y la economía no es lo
1

160 La Acción Humana I


Un primer análisis de la categoria de acción 161

que e! hombre debería hacer , sino 10 que, en definiriva, hace . diante peso ni medida, sino que se formula a través de un orden
La higiene puede estar en lo cierto al calificar de venenos a~ de preferencias y secuencias . En el mundo del valor sólo son
alcohol y a la nicotina. Ello no obstante, la economía ha de aplicables los números ordinales; nunca los cardinales.
explicar y enfrentarse con los precios reales de! tabaco y los Vano es pretender calcular tratándose de valores. El c álcu­
licores tales como son, y no como serían si otras fueran las con­ lo sólo es posible mediante e! manejo de números cardi nales.
diciones concurrentes. La diferencia valorativa entre dos situaciones determinadas es
En e! campo de la economía no hay lugar para escalas de puramente psíquica y personal. No cabe trasladarla al exterior .
necesidades distintas de la escala valorativa plasmada por la Sólo el propio interesado puede apreciarla y ni siquiera él sabe
real conducta de! hombre. La economía aborda e! estudio de! concretamente describirla a un tercero. Es tamos ante rnagnitu­
hombre efectivo, frágil y sujeto a error, tal cual es; no puede des intensivas, nunca cuantitativas.
ocuparse de seres ideales, perfectos y omniscientes, cual se­ La fisiología y la psicología, ciertamente, han desarroll ado
midioses . métodos con los que err óneamente suponen cabe resolver ese
insoluble problema que implica la medición de las magnitudes
int ensiva s; la economía, por su parte, no tiene por qué ent rar
4. LA ACCIÓN COMO CAMBIO
en e! análisis de un os arbitrarios mecanismos que , al efecto,
pocas garantías ofrecen, siendo así que sus mismos ut ilizadores
La acción consiste en pretender sustituir un estado de co­ advierten que no resultan aplicable s a juicios va!orativos. Pcro
sas poco satisfactorio por otro más satisfactorio. Denomina­ es más; aun cuando lo fueran , para nada afectarían a los pro­
ma s cambio precisamente a esa mutación voluntariamente pro· blemas económico s. Porque la economía estudia la acción como
vacada . Se trueca una condición menos deseable por otra más tal, no siendo de su incumbencia los hechos psíquicos que pro­
apetecible. Se abandona lo que satisface menos, a fin de lograr vacan esta o aquella actuación .
algo que apetece más . Aquello a lo que es preciso renunciar Sucede con frecuencia que la acción no logra alcanzar e!
para alcanzar e! objeto deseado constituye e! precio pagado fin propuesto. A veces, el resu ltado obtenido, si bien resulta
por éste. El valor de ese precio pagado se llama costo. El costo inferior al apetecido, const itu ye mejoría en comparación a la
es igual al valor que se atribuye a la satisfacción de la que es realidad anterior a la acción; en este caso sigue habiendo ga­
preci so pri varse para consegu ir el fin propuesto. nancia, aun cuando menor de la esperada. Pero tambi én puede
La diferencia de valor entre e! precio pagado (los costos suceder qu e la acción produzca un a situación peor que la que se
incu rrid os) y e! de la meta alcanzada se llama lucro, ganancia pretendía rem edia r; en tal supuesto, esa diferencia, entre e! va­
o rendimiento neto . El beneficio, en este primer sentido, resul­ lar de! costo y el de! resultado obtenido, la denominamos
ta de carácter puramente subjetivo; no es más que aquel incre­ pérdida.
mento de satisfacción que e! hombre, tras e! actuar, experimen­
ta ; se trata de fenómeno psíquico, que no cabe ni pesar ni me­
dir. La remoción de! malesta r puede lograrse en una medida
mayor o menor . La cuantía en que una satisfacción supera a
otra sólo cabe sen tirla; la correspondiente diferencia no puede
ser ponderada ni precisada con arreglo a módulo objetivo al­
guno. El juicio de valor no mide; Iimítase a ordenar en escala
gradual; antepone unas cosas a otras. El valor no se expresa me­

11
~.

CAPITULO V

El tiempo

1. EL TI EMPO EN CUANT O F ACT OR PRAXEOLÓG I CO

La idea de cambio implica la idea de sucesión temporal.


Un univer so rígido, eternamente inmutable, hallaríase fuera del
tiempo, pero sería cosa muerta. Los conceptos de cambio y de
tiempo h állanse inseparablemente ligados. La acción aspira a
determinadu mutación y, por ello, tiene que pert enecer al oro
den temporal. La razón humana no es capaz de concebir ni una
existencia intemporal ni un actuar fuera del tiempo.
Qui en actúa distingue el tiempo anterior a [a acci ón , de un
lado, el tiempo consumido por In misma, de otro, y el posterior
a ella, en tercer lugar. No puede el ser human o desentenderse
de! tracto tempora l.
La lógica y la matemática manejan sistemas de razonamien­
to ideal. Sus ideales construcciones, como sus deducciones, son
coexistentes e independ ientes; coetáneas e int emporales. Una
inteligencia perfecta podría aprehenderla s todas de golpe. La
incapacidad de la mente humana p~ra realizar esa síntesis con­
vier te e! pensar también en acción que progresa, paso a paso,
desde un estado menos satisfactorio, de cognición insuficiente,
a otro más satisfactorio, de mayor conocimiento. Conviene, sin
embargo, dicho lo anterior, no confundir el orden temporal en
que el conocimiento va adquiriéndose con la simultaneidad ló­
gica de todas las partes que integran e! sistema deductivo aprio­
rístico. Los conceptos de anterioridad y consecuencia, en este
terreno, sólo cabe de modo metafórico emplearlos, pues no se
refieren al sistema, sino a nuestros propios actos intelectivos.
164 La Acción Humana El tiempo 165

El orden lógico, en sí, no admite las categorías de tiempo ni de La acción influye exclusivamente sobre el futuro; nunca sobre
causalidad. Existe, desde luego, correspondencia funcional entre un presente que, con e! transcurso de cada infinitesimal frac­
sus elementos, pero no hay ni causa ni efecto. ción de segundo, va inexorablemente hundiéndose en e! pasa­
Lo que distingue desde e! punto de vista epistemológico do. El hombre adquiere conciencia de! tiempo al proyectar la
e! sistema praxeológico de! lógico es precisamente que aquél mutación de una situación actual insatisfactoria por otra futura
presupone las categorías tiempo y causalidad. El orden praxeo­ más atrayente.
lógico, evidentemente, como e! lógico, también es apriorístico La meditación contemplativa considera e! tiempo mera­
y deductivo . En cuanto sistema, se halla igualmente fuera del mente como duración, «la durée pure , dont l'écoulement est
tiempo. La diferencia entre e! uno y e! otro estriba en que la continu, et oü l'on passe, par gradations insensibles, d'un état
praxeología se interes a precisamente por el cambio, por e! de­ iI l'autre: continuité réellement vécue» 2. El «ahora» del pre­
masiado tarde y el demasiado temprano , por la causa y e! efec­ sente ingresa contin uamente en e! pasado , quedando retenido
to. Anterioridad y consecuencia constituyen conceptos esencia­ sólo por la memoria. Reflexionando sobre el pasado, dicen los
les al razonamiento praxeológico y lo mismo sucede con la filósofos, e! hombre se percata del tiempo 3 . No es, sin embar­
irreversibilidad de los hechos. En el marco de! sistema praxeo­ go, e! recordar lo que hace que el hombre advierta las catego­
lógico, cualquier referencia a correspondencias funcionales te­ rías de cambio y de tiempo ; la propia voluntad de mejorar las
sulta tan metafórica y errónea como e! aludir a anterioridad y personales condiciones de vida obliga a los mortales a perca­
consecuencia dentro del sistema lógico '. tarse de tales circunstancias.
Ese tiempo que medimos, gracias a los distintos procedi­
mientos mecánicos, pertenece siempre al pasado. El tiempo, en
2. PASADO, PR ESENTE Y F UT U RO la acepción filosófica de! concepto, no puede ser más que pa­
sado o futuro. El presente, en este sentido, es pura línea ideal,
Es el actuar lo que confiere al hombre la noción de tiempo, virtual frontera que separa el ayer de! mañana. Para la praxeo­
haciéndole advertir e! transcurso del mismo. La idea de tiem­ logía, sin embargo, entre el pasado y el futuro extiéndese un
po es una categoría praxeológica. presente amplio y real. La acción, como tal, se halla en el
La acción apunta siempre al futuro; por su esencia, forzo­ presente porque utiliza ese instante donde encarna su reali­
samente, ha de consistir en planear y actuar con miras a alcan­ dad 4. Posterior y reflexiva ponderación indican al sujeto cuál
zar un mañana mejor. El objetivo de la acción esttiba en hacer fue, en el instante ya pasado, la acción y cuáles las círcunsran­
las condiciones venideras más satisfactorias de lo que serían sin cias que aquél brindaba para actuar, advirti éndole de lo que
ya no puede hacerse o consumirse por haber pasado la opor­
la interferencia de la propia actuación. El malestar que impulsa
tunid ad. Contrasta el actor , en definitiva, e! ayer con el hoy,
al hombre a actuar lo provoca, invariablemente , la desazón que como decíamos, lo que todavía no puede hacerse o consumirse,
al interesado producen las previstas circunstancias futuras. tal dado que las condiciones necesarias para su iniciación, o tiem­
como él entiende se presentarían , si nada hiciera por alterarlas.
2 HENRI BERGSON,Matiere el Mémoire, pág. 205, séptima ed. París, 1911.
1 En un tratado de economía no procede aludir a las discusiones acerca de la 3 E OMUNO HUSSERL , «Vorlesungen zur Phénomenologi e des inneren Zeitbewusst­
posibilidad de formular una mecánica siguiendo vías axiomáticas, de tal forma seins», }ahrbuch jür Pbiíosopbíe und pbánomenologiscbe Forscbung, IX, págs. 391
que el concepto de func ión sustituiría al de causa y efecto. Más adelante procura­ y sigs., 1928. A. Schütz , loe. cit. , págs. 45 y sigs.
remos evidenciar por qué ningún mecanicismo axiomático puede servir para el 4 «Ce que j'appelle mon pr ésent, c'est mon attitude vis-a-vis de l'avenir Inrné­

estudio del orden econ6mico. Vid. infra cap. XV I, 5. diat, c'est mon action imminente .» BERGSON , op . cit ., pág. 152.
166 La Acción Humana El tiempo 167

po de madu raci6n , todavía no se han presentado, comparando H ay una circun stancia que, en esta materi a, conviene des­
así el futuro con el pasado. El presente ofrece a qui en actúa tacar ; la de qu e la administ ración del tiempo es distinta a la
oportunidades y tareas par a las qu e, h asta ahora, aún dema­ administración de qu e son objeto los demás bienes econó micos.
siado temprano, pero que , de demorarse la acci6n, pronto re­ y servicios . Porque incluso en J auja veríase constreñi do el hom­
sultará dema siado tarde . bre a econo mizar e! tiempo, a no ser que fuera inmo rtal y go­
El present e, en tanto en cuanto duraci6n temporal, equiva­ zara de juventud eterna, inmarcesible salud y vigor físico. Aun
le a la permanencia de unas precisas circuns tancias . Cada tipo admitiendo que el individuo pudiera satisfacer, de modo inme­
de actuaci6n supone la concurrencia de condiciones específicas, diato, todos sus apetitos, sin invertir trabajo alguno , habría, no
a las que hay qu e amoldarse para la consecución de los ob je­ obstante, de ordena r el tiempo , al hab er satisfacciones mutua­
tivos perseguid os. El presente praxeol óglco , po r lo tanto, varía mente incompatibles entre sí, qu e no cabe disfrutar simu ltánea­
según los diversos campos de acci6n; nada tiene que ver con el mente. El tiempo , incluso en tal planteamiento, resultaría es­
paso del tiempo astronómico. El presente , para la praxeología, caso para el hombre , quien ver íase some tido a la servidumbre
comp rend e todo aquel pasado que todavía conserva actualidad, del demasiado pronto y del demasiado tarde.
es decir idoneidad para la acción; lo mismo incluye, según sea
la acci6n contemplada, la Edad Media, que el siglo XIX, el pasa­
do año, e! mes, e! día, la hor a, e! minuto o el segundo que aca­ 4. LA RELACIÓN TEMPORAL EXISTENTE
ban de transcurrir . Al decir , por ejemplo, que, en la actualidad, ENTRE LAS ACCIONES
ya no se adora a Zeus, ese presente es distinto de! manejado
por el automovilista cuando piensa qu e todavía es pronto para Dos acciones de un mismo individu o no pueden nunca ser
cambiar de direcci6n . coetá neas; háJlanse, entre sí, en relación temporal del más
Como quiera que el futu ro es siempre incierto , vago e in­ pronto y del más tarde. Incluso las acciones de di versos indi­
definido, result a necesario concretar qué parte del mismo cabe viduos sólo a la vista de los mecani smos físicos de medir el
con sidera r como ahora, es decir, p resente. Si alguien hubiera tiempo cabe conside rarlas coetáneas. El sincronismo consti tuye
dicho , hacia 19 13 , «actua lmente -ahora- en Europa la liber­ noción praxeológica aplicable a los esfuerzos concertados de
tad de pensamiento prevalece », indud ablemen te no estaba pre­ varios suje tos en acción s.
viendo qu e aquel presente muy pronto iba a ser pretérito. Las actuaciones suc édcnse invariablemente una s a otras.
Nu nca pueden ser realizadas en el mismo instante : pueden su­
cederse con mayor o menor rap idez, pero eso es todo. H ay
3. LA ECONOMIZACIÓN DEL TIEMPO
acciones, desde luego. que , al tiempo. pueden servir varios
fines; pero sería erróneo deducir de ello la coincidencia tem­
El hombre no pued e desentender se del paw del tiempo.
poral de acciones distintas.
N ace, crece, envejece Y muere . Es escaso el lapso tem poral que
La conocida expresión «escala de valores» ha sido, con
a su disposición tiene . Debe por eso administrarlo , al igual que
frecuencia, to rpeme nte int erp ret ada, habiénd ose desatendido
hace con todos los demás b ienes escasos . los obstáculos que impiden presumi r coeta neidad entre las di­
La eeonomizaci6n de! tie mpo ofrece aspectos peculiares en
raz6n a la singul aridad e irreversibilidad del orden tempo ral. 5 Con objeto de evitar cualquier posible interpretación errónea. conviene notar

La tra scendencia de tal realidad se manifiesta a lo largo de toda que lo anterior no tiene nada que ver con el teorema de Einstein sobre la relación
te-mporal de dos hechos distantes en ~1 espado.
la teoría de la acción.
El tiempo 169
168 La Acción Humana

nicos. Si en cierto momento preferimos a a b y, en otro, b a e,


versas acciones de un mismo individuo . Se ha supuesto que por corto que sea e! intervalo entre ambas valoraciones, no es
las distintas actuaciones humanas serían fruto de la existencia lícito construir una escala 'uniforme de apreciación en la que,
de una escala valorativa, independiente y anterior a los pro­ forzosamente, a haya de preceder a b y b a e. De! mismo modo,
pios actos del interesado, quien pretendería realizar con su, tampoco es admisible considerar la acción tercera y posterior
actividad un plan previamente trazado. A aquella escala valo­ como coincidente con las dos primeras. El ejemplo sólo sirve
rativa y a ese plan de acción --<:onsiderados ambos conceptos para probar, una vez más, que los juicios de valor no son inmu­
como permanentes e inmutables a lo largo de un cierto período tables. Una escala valorativa deducida de distintas acciones asin­
de tiempo-e- atribuyóse!es sustantividad propia e independien­ crónicas, consiguientemente, pronto puede resultar , en sí mis­
te, considerándolos la causa y el motivo impulsor de las dis­ ma, contradictoria 7,
tintas actuaciones humanas. Tal artificio hizo suponer había No hay que confundir e! concepto lógico de consistencia
en la escala de valoración y en el plan de acción un sincronismo (es decir, ausencia de contradicción) con e! concepto praxeo­
que no cabía encontrar en los múltiples actos individuales. lógico de consistencia (es decir, la constancia o adhesión a unos
Olvidábase, sin embargo, que la escala de valoración consti­ mismos principios), La consistencia lógica aparece sólo en el
tuye pura herramienta lógica, que sólo en la acción real encar­ mundo de! pensamiento; la constancia surge en e! terreno de
na, hasta e! punto de que únicamente observando efectivo ac­ la acción .
tuar cabe concebirla. No es lícito, por lo tanto, contrastarla Constancia y racionalidad son nociones completamente di­
con la acción real como cosa independiente, pretendiendo ser­ ferentes. Cuando se han modificado las propias valoraciones,
virse de ella para ponderar y enjuiciar las efectivas actuaciones permanecer adheridos a unas ciertas normas de acción, ante­
del hombre. riormente adoptadas, en gracia sólo a la constancia, no consti­
Tampoco es permisible pretender diferenciar la acción ra­
tuiría actuación racional, sino pura terquedad. La acción sólo
cional de la acción denominada «irracional» sobre la base de
puede ser constante en un sentido : en preferir lo de mayor a
asociar aquélla a la previa formulación de proyectos y planes
lo de menor valor. Si nuestra valoración cambia, también habrá'
que estructurarían la actuación futura. Es muy posible que los
de variar nuestra actuación. Modificadas las circunstancias,
objetivos fijados ayer para la acción de hoy no coincidan con carecería de sentido permanecer fiel a un anterior plan de ac­
los que verdaderamente ahora nos interesan; aquellos planes
ción. Un sistema lógico ha de ser consistente y ha de hallarse
de ayer, para enjuiciar la acción real de hoy, no nos brinda n exento de contrad icciones por cuanto supone la coetánea exis­
módulos más objetivos y firmes que los ofrecidos por cual­
tencia de todas sus diversas par'tes y teoremas. En la acción.
quier otro sistema de normas e ideas. que forzosamente se produce dentro de un orden temporal,
Se ha pretendido también fijar el concepto de actuación
semejante consistencia es impensable. La acción ha de acomo­
no-racional mediante el siguiente razonamiento : Si se prefie­ darse al fin perseguido y el proceder deliberado exige que e!
re a a b y b a e, lógicamente a habrá de ser preferida a e. Aho­ interesado se adapte continuamente a las siempre cambiantes
ra bien, si, de hecho, e luego resulta más atractiva que a, condiciones.
supónese nos hallaríamos ante un modo de actuar que habría de La presencia de ánimo se estima virtud en e! hombre que
ser tenido por inconsciente e irracional 6. Pero tal razonamien­
to olvida que dos actos individuales nunca pueden ser sincró­ 7 Vid. P. H. WICKSTEED, The Common Sense 01 Political Economy, 1, págs. 32

y siguientes, ed. Robbins, Londres, 1933. 1. ROBBINS, An Essay Off the Nature
6 Vid. FELIX KAUFMANN, «On the Subject -Matter oí Economic Scíence», Econo­ and Significance 01 Economic Science, págs. 91 y sigs., segunda ed., Londres, 1935.
mica, XIII, pég. 390,
170 La Accián Humana El tiempo 171

actúa. Tiene presencia de ánimo quien es capaz de ajustarse bien, en ese caso, el inte resado se propone tambi én alcanzar
personalmente con tal rapidez que logra reducir al mínimo el un fin det erminado : la refutación de cierto teorema pra xeoló­
intervalo temporal entre la aparición de las nuevas condicio­ gico y, con esta mira, actúa de modo distinto a como lo haría
nes y la adaptación de su actuar a las misma s. Si la constancia en otro supuesto . No ha hecho con ello, en defini tiva, otra
implica la adhesión a un plan previamente tra zado, haciendo cosa qu e elegir un medio inadecuado para refutar las enseñan­
caso omiso de los registrados cambios de condiciones, obliga­ zas praxeológicas; eso es todo.
do es concluir qu e la presencia de ánimo y la reacción rápida
constituyen el reverso de aquélla.
Cuando el especulador va a la Bolsa, puede haberse trazado
un plan definido para sus operaciones. Tanto si lo sigue como
si no , sus acciones no dejarán de ser racionales, aun en el sen­
tido atribuido al término «racional- por qui enes pretend en
de esta suerte distingui r la acción racional de la irracional. A lo
largo del día, el especulador tal vez realice operaciones qu e un
ob servador incap az de adver tir las mutaciones expe rimentadas
por las condiciones del mercado consideraría desacordes con
una constante línea de conducta. E l especulador . sin embargo ,
sigue adherido al principio de bu scar la ganancia y rehui r la
pérdida. Por ello ha de adapta r su conducta a las mudables
condiciones del mercado y a sus propios juicios acerca de! fu­
turo desarrollo de los precios 8.
Por muchas vue!tas que se dé a las cosas, nunca se logrará
definir qu é sea.un a acción «no racional », más que apoyand o la
supuesta «no racion alidad » en un arb itrario juicio de valor.
Imaginémonos que cierto indi viduo se decide a proceder in­
consecuentemente sin otro ob jeto que el de refutar el aserto
pra xeológico según el cual no hay acciones ant irracionales . Pu es

• Los planes, desde luego, también pueden ser contradictorios en si mismos¡


posiblemente, por juicios equivocados; otras veces, en cambio, dichas contradiccio­
nes tal vez sean intend onadas, al servicio de un designio preconcebido. Si, por
ejemplo, un gobierno o partido promete altos precios a los productores, al tiempo
que asegura bajad el coste de la vida, el objetivo perseguido es puramente dcma­
gégico. El programa, el plan en cuestión, es contradictorio en sl mismo: la idea,
sin embargo, que guía al expositor, deseoso de alcanzar objetivos bien definidos,
propugnando en públicas peroraciones ideas íntimamente incompatibles, hállase
exenta de toda contradicción.
CAPITULO VI

La incertidumbre

1. INCERTIDUMBRE y ACCIÓN

En la propia noción de acción va implícita la incertidumbre


del futuro . El que el hombre actúe y el que el futuro resulte
incierto en modo alguno constituyen realidades desligadas.
Antes al contrario, tales asertos no son más que sendas formas
de predicar una misma cosa.
Cabe suponer que el resultado de todo acontecimiento o
mutación hállase predeterminado por las eternas e inmutables
leyes que regulan la evolución y desarrollo del universo ; cabe
considerar que la interconexión e interdependencia de los fe­
nómenos, es decir, su concatenación causal, constituye realidad
fundamental y suprema ; cabe negar, de plano, la intervención
del azar. Ahora bien, admitido todo ello, y aun reconocido que,
tal vez, para una mente dotada de la máxima perfección, las
cosas se plantearan de otro modo , queda en pie el hecho indu ­
dable de que, para el hombre, al actuar, el futuro resulta incier­
to. Si pudieran los mortales conocer el futuro , no se verían
constreñidos a elegir y, por tanto , no tendrían por qué actuar .
Vendrían a ser autómatas que reaccionarían ante meros esti­
mulas, sin recurrir a voliciones personales.
Hubo filósofos que rechazaron la idea de la autonomía de
la voluntad, considerándola engañoso espejismo, en razón a
que el hombre fatalmente ha de atener se a las ineludibles leyes
de la causalidad. Desde el punto de vista del primer Hacedor,
causa de sí mismo, pudieran tener razón. Pero , por lo que se
refiere al hombre , la acción constituye un hecho dado. No es
174 La Acción Humana La Incertidumbre In

que afirmemos que el hombre sea «libre» al escoger y actuar. circunstancias , los futuros descubrimientos científicos y t écni­
Decimos tan sólo que e! individuo efectivamente prefiere y cos, las ideologías y programas políticos de! porvenir, nada, en
procede consecuentem ente, resultando inaplicables las ense­ estos campos, cabe pronosticar más que a base de meros már­
ñanzas de las ciencias naturales cuando se pretende explicar genes, mayores o menores, de prob abilidad . La acción apunta
por qué e! sujeto acciona de cierto modo, dejando de hacerlo invariablemente hacia un futuro desconocido. La acción supone
en forma distinta. siempre arr iesgada especulación.
La ciencia natural no permite predecir el futu ro. Sólo hace Corresponde a la teoría general de! saber humano investi­
posible pronosticar los resultados de específicas actuaciones. gar e! campo de la verdad y la certeza. El mund o de la proba­
Siguen, sin embargo, siendo imprevisibles dos esferas de ac­ bilidad, por su parte, concierne específicamente a la praxeología.
ción : aquella que comprende las actuaciones amparadas por un
conocimiento imperfecto de la mecánica de determinados fe­
2. EL S IGNI F IC ADO DE LA PROBABILIDAD
nómenos natu rales y la que atañe a los actos humanos de elec­
ción. Nuestra ignorancia, por lo que respecta a estos dos te­
Los matemáticos haJ] provocado confusión en torno al es­
rrenos, viene a teñir de incertidumbre toda actividad. La cer­
tudio de la probabilidad . Desde un principio se pecó de ambi­
teza apodictica sólo se da en la órbita del sistema deductivo
güedad al abordar el tema. Cuando e! Chevalier de Méré con­
propio de las ciencias apriorísticas. En el campo de la realidad,
sultó a Pascal acerca de la operación de los juegos de dados,
e! cálculo de probabilidades constituye la máxima aproxima­
lo mejor hub iera sido que el gran sabio hub iera dicho a su
ción a la certidumbre .
amigo la verdad con toda desnudez, haciéndole ver que las ma­
No incumbe a la praxeología investigar si deben ser tenidos temáticas de nada sirven al tahúr en los lances de azar. Pascal,
por ciertos todos los teoremas que las ciencias naturales em­ lejos de eso, formuló la respuesta en el lenguaje simbólico de
píricas manejan. Es éste problem a que carece de trascendencia la matem ática; 10 que podía haber sido expresado, con toda
para la investigación praxeológica. Los asertos de la física y la sencillez, en parla cotidiana, fue enunciado mediante una ter­
química poseen un grado tan alto de probabilidad que cabe minología que la inmensa mayoría desconoce y que, precisa­
considerarlos ciertos, a efectos prácticos. Así, podemos prever mente por ello, viene a ser generalmente contemplada con re­
con exactitud el funcionamiento de una máquina construida de verencial temor . La persona imperita cree que aquellas enigmá­
acuerdo con las normas de la técnica modern a. La construcción ticas fórmu las encierran trascendentes mensajes, que sólo los
de específico ingenio mecánico constituye, sin embargo, tan iniciados pueden interpretar. Se saca la impresión de que existe
sólo una parte de aquel amplio programa gracias al cual cabrá una forma cient ífica de jugar, brind ando las esotéricas enseñan­
abastecer a los consumidores con los correspondientes produc­ zas de la matemática una clave para ganar siempre. Pascal, e!
tos. El que dicho programa , en definiti va, resulte o no e! más inefable místico, se convirtió, sin pretenderlo, en e! santo pa­
apropiado depende de la aparición de realidades futuras, im­ trón de los garitos. Los trata dos teóricos que se ocupan de!
previsibles e inciertas al ponerse en marcha e! plan. Por tanto, cálculo de probabilidades hacen propaganda gratui ta para las
cualquiera que sea e! grado de certeza que tengamos respecto casas de juego, precisamente por cuanto resultan ininteligibles
al resultado técnico de la máquina, no por ello podemos esca­ a los legos.
motear la incertidumbre inherent e al complejo conjunto de No fueron menores los estragos provocados por e! equí­
datos que la acción humana tiene que prever . Las necesidades voco del cálculo de probabilidades en el campo de la investi­
y gustos de! mañana, la reacción de los hombr es ante mudadas gación científica . La historia de todas las ramas de! saber re­
176 La Acción Humana La incertidumbre 177

gistra los errores en que se incurrió a causa de una imperfecta 3. PROBABILIDAD DE CLASE
aplicación del cálculo de probabilidades, e! cual, como ya ad­
virtiera John Stuart Mili, constituía causa de «verdadero opro­ La probabilidad de clase significa que, en relación con cier­
bio para las matemáticas» '. Modernamente, se ha incurrido to evento, conocemos o creemos conocer cómo opera una clase
en algunos de los más graves fallos al pretender aplicar tal determinada de hechos o fenómenos; de los correspondientes
sistemática al terren o de la física. hechos o fenómenos singulares, sin embargo, sabemos tan sólo
Los problemas atinentes a la ilación probable son de com­ que integran la clase en cuestión .
plejidad mucho mayor que los que plantea e! cálculo de proba­ Supongamos, en este sentido, por ejemplo, que cierta lo­
bilidades. Sólo la obsesión por e! enfoque matemático podía tería está compuesta por noventa números, de los cuales cinco
provocar un error tal como e! de suponer que probabilidad salen premiados . Sabemos, por tanto , cómo opera e! conjunto
equivale siempre a frecuencia. total de números. Pero, con respecto a cada número singular, lo
Otro yerro fue el de confundir e! problema de la probabili­ único que en verdad nos consta es que integra e! conjunto de
dad con el de! razonamiento induct ivo que las ciencias natura­ referencia.
les emplean. Incluso un fracasado sistema filosófico, que no Tomemos una estadística de la mortalidad registrada en un
hace mucho estuvo de moda, pretendió sustituir la categoría de área y en un período determinados. Si partimos de! supuesto de
causalidad por una teoría universal de probabilid ades. que las circunstancias no van a variar, podemos afirmar que
Un aserto se estima probable tan sólo cuando nuestro co­ conocemos perfectamenre Iá mortalidad de! conjunto en cues­
nocimiento sobre su contenido es imperfecto, cuando no sabe­ tión. Ahora bien, acerca de la probabilidad de vida de espe­
mos bastante como para debidamente precisar y separar lo ver­ cífico individuo, nada podemos afirmar , salvo que, efecti­
dadero de lo falso. Pero , en tal caso, pese a nuestra incerti­ vamente, forma parte de la correspondiente agrupación humana.
dumbre, una cierta dosis de conocimiento poseemos, por lo El cálculo de probabilidades, mediante símbolos matemáti­
cual, hasta cierto punto, podemos pronunciarnos, evitando un cos, refleja esa aludida imperfección de! conocimiento humano.
simple non tiquet o ignoramus. Tal representación, sin embargo, ni amplia, ni completa, ni
Ha y dos especies de probabilidad totalmente distintas: la profundiza nuestro saber. Tradúcelo, simplemente, al lenguaje
que podríamos -d enominar probabilidad de clase (o pr obabi lí­ matemático. Dichos cálculos, en realidad, no hacen más que
dad de frecuencia) y la probabilidad de caso (es decir, la que reiterar, mediante fórmulas algebraicas, lo que ya nos constaba
se da en la com prensión, típica de las ciencias de la acción de antemano. Jamás nos ilustran acerca de lo que acontecerá en
humana). El campooen que rige la primera es e! de las ciencias
casos singulares. Tampoco, evidentemente, incrementan nues­
e .naturales, dominado enteramente por la causalidad ; la segunda
tro conocimiento en orden a cómo opera e! conjunto , toda vez
aparece en el terreno de la acción humana , plenamente regula­
do por la teleología " , que dicha información, desde un principio, era o suponía­
mos plena.
1 JOHN STUART MILL, A System 01 Logic Ratiocinatiue and Inductiue, pág. 3 53 , Gr ave error constituye el pensar que e! cálculo de probabi­
nueca impresión , Londres, 1936. lidades brinda ayuda al jugador, permitiéndole suprimir o redu­
.. Aun cuando el término teleoíogia ya ha aparecido anteriormente, tal vez fuera cir sus riesgos. El cálculo de probabilidades , contrariamente a
aquí oportuno señalar que el vocablo, contrapuesto a la causalidad o mecanicismo
típ ico de las ciencias naturales, alude al origen mental y voluntarista de las causas
una extendida creencia, de nada le sirve al tahúr, como tam­
que, efectivamente, provocan cambios en la esfera propia del actuar humano. poco le procuran, en este sentido , auxilio alguno las demás
(N. del T.! formas de raciocinio lógico o matemático. Lo característico de!
12
178 La Acción Humana La incertidumbre 179

juego es que en él impera e! azar pu ro, lo desconocido. Las sultara, no estaría actuando como asegurador, sino a títul o de
esperanzas de! jugador no se basan en fundad as consideracio­ jugador . El seguro, ya sea de carácter comercial o mutualista ,
nes. Si no es supers ticioso, en definitiva, pensará: existe un a exige asegurar a toda un a clase o a un númer o de personas que
ligera posi bilidad (o, en otras palabras, «no es imposible») de razonablemen te pueda reputarse como tal. La idea qu e informa
que gane; estoy dispuesto a efectuar el envite requerido; de el seguro es la de asociación y distribución de riesgo; no se
sobra sé qu e, al jugar, procedo insensatamente. Pe ro como la ampa ra en el cálculo de probabilidades . Las úni cas operaciones
suerte acompa ña a los insensatos . . ; ¡Q ue sea lo qu e Dio s matemáticas qu e requiere son las cuatro reglas elementales de
qui era! la ari tmética. El cálculo de probabilidades constituye, en esta
El frío razon amiento ind ica al jugador que no mejoran sus
materia, simple pasatiempo.
probabilidades al adquirir dos en vez de un solo billete de lo­ Lo anterior queda claramente evidenciado al advertir que
tería si, como suele sucede r, el importe de los premios es me­ la eliminación del riesgo mediante la asociación también puede
nor que e! valor de los billetes que la in tegran, pues quien efectuar se sin recurrir a ningún sistema act uarial, To do e! mun­
comprara todos los números, indudablemente habría de perd er . do, en la vida cotid iana, lo practica. Los comerciantes incluyen ,
Los aficionados a la loter ía, sin embargo, hállanse convencido s
entre sus costos, específica compensación po r las pérdidas qu e
de que, cuantos más billetes adq uieren, mejor . Los clien tes
regularmen te ocurren en la gestión mercantil. Al decir «regu­
de casinos y máquin as tragaperras nunca cejan. Reh úsan ad­
larmen te » significamos que tales qu ebrantos resul tan conocí­
vertir que, si las reglas de! juego favore cen al banq uero, lo
dos en cuanto al conju nto ole la clase de artíc ulos de que se
probable es que cuanto más jueguen más pierdan. Pero la atraco
tra te . El frutero sabe, po r ejemplo, que de cada cincuenta man­
ción del juego estriba precisamente en eso, en que no cabe la
zanas una se pud rirá, sin poder precisar cuál será la específica
predicción ; que todo, sobre e! tapete verde, es posible. que haya de perjudica rse; pero la correspon diente pérdida la
Imag inemos qu e una caja contiene diez tarjetas, cada una computa como un costo más .
con e! nombre de una persona distinta y que, al extraer una La consignada defi nición de lo que sus tancialmen te sea la
de ellas, el elegido h abrá de pagar cien dólares. Ante tal plan. probabilida d de clase es la úni ca qu e, desde un pu nt o de vista
tearniento, un asegurador que pudiera contratar con cada uno lógico, resulta satisfac to ria. E vita el círculo vicioso que impli­
de los intervinientes una prima de diez dólares, hallaríase en can cuan tas aluden a la idéntica p robabilidad de acaecimientos
situación de garant izar al perdedor plena indemnización. Re­ posibles. Al proclamar nuestra ignorancia acerca de los eventos
caudaría cien dólares y pagaría esa misma suma a uno de los singulares, de los cu ales sólo sabemos qu e son elementos inte­
diez intervinientes. Ahora bien, si no lograra asegurar más qu e grante s de un a clase, cuyo compor tamiento, sin embargo, como
a uno de los diez al tipo señalado, no estaría conviniendo un tal, resu lta conocido, logramos salvar el aludido círculo vicioso.
seguro; hallar íase, por el contrario, embarcado en puro juego y ya no tenemos, entonces, que referirnos a la ausencia de re­
de azar; habríase colocado en el lugar de! asegurado. Cobraría gularidad en la secuencia de los casos singulares.
diez dólares, pero, aparte la posibilidad de ganarlos, correría La no ta característica de! seguro estr iba en qu e tan sólo se
el riesgo de perderlos junto con otros nove nta más. ocupa de clases íntegras. Supues to qu e sabemos todo lo con­
Quien, por ejemplo, prometier a pagar, a la muer te de un
cernie nte al funcionamiento de la clase, pod emos elimina r los
tercero, cierta cantidad, cobra ndo por tal garantía una prima
anual simplement e acorde con la previsibilidad de vida que, de riesgos específicos de! individualizado negocio de que se trate.
Por lo mismo, tampoco soporta riesgos especiales e! pro­
acuerdo con el cálculo de probab ilidad es, para el interesado re­
pietario de un casino de juego o e! de una empresa de lotería.
180 La A cci án Humana La incertidumbre 181

Si el lotero coloca todos los billetes, el resultado de la opera. supuesto de que se trata; sólo sabemos que resulta encuadrable
ción es perfectamente previsible. Por el contrario, si algunos en una clase de hechos, cuyo comport amiento conocemos o
restan invendidos, hállase, con respecto a estos billetes que creemos conocer.
quedan en su poder, en la misma situación que cualquier otro Imaginemos que un cirujano dice a su paciente que, en la
jugador en lo atinente a los números por él adquiridos. operación, treint a de cada cien pacientes fallecen. Qu ien, tras
tal afirmación, pregunt ara si estaba ya cubierto e! correspon­
diente cupo, evidentemente, no habrí a comprendido el sentido
4. PROBABILIDAD DE CASO
del aserto . Sería víctima de! error que se denomina «engaño
de! jugador », al confundir la probabilidad de caso con la pro­
La probabilidad de caso supone que conocemos unas espe­ babilidad de clase, como sucede con e! jugador de ruleta que,
cíficas circunstancias cuya presencia o ausencia dan lugar a que después de una serie de diez rojos sucesivos, supone hay una
cierto evento se produzca o no, constándonos existe otra serie mayor probabilidad de que a la próxima jugada salga un negro.
de factores capaces de provocar el citado resultado, pero de los
cuales, sin embargo, nada sabemos. Todo pronóstico en medicina, basado únicamente en e! co­
nocimiento fisiológico, es de probab ilidad de clase. El médico
La probab ilidad de caso sólo tiene en común con la proba.
que oye que un individuo, desconocido para él, ha sido atacado
bilidad de clase esa aludida imperfección de nuestro conocí­
por cierta enfermedad, apoyándose en la profesional experien­
miento. En lo demás son enteramente distintas ambas formas
de prob abilidad. cia podrá decir que las probabilidades de curación son de siete
Con frecuencia pretende el hombre predecir cierto futuro contra tres. Su opinión, sin emb~rgo , tras examinar al enfermo,
evento, observando el conocido comportamiento de la clase de puede perfectamen te cambiar ; si comprueba que se trata de un
que se trate en su conjunto. Un médico puede, por ejemplo, hombre joven y vigoroso, que gozó siempre de buena salud,
vislumbrar las probabilidades de curación de cierto paciente cabe bien piense e! doctor que, entonces, las cifras de rnortali­
sabiendo que se han repuesto de! mal el 70 por 100 de los que dad son menores. La probabilidad ya no será de siete a tres,
lo han sufrido. Si e! galeno expresa correctamente tal conocí­ sino, digamos, de nueve a uno. Pero e! enfoque lógico es e!
miento, se limitará a decir que la probabilidad que tiene el pa­ mismo; e! médico no se sirve de precisos datos estadísticos;
ciente de curar es de un 0,7 ; o sea, que, de cada diez pacientes, apela tan sólo a una más o menos exacta rememoración de S\1
sólo tres mueren. Cualquier semejante predicción, atinente al propia experiencia, manejando exclusivamente e! comporta­
mundo de los hechos externos, es decir, referente al campo de miento de especifica clase; la clase, en este caso, compuesta por
las ciencias naturales, tiene siempre ese mismo carácter. No hombres jóvenes y vigorosos al ser atacados por la enfermedad
se trata de predicciones sobre el desenlace de casos específicos, de referencia.
sino de simples afirmaciones acerca de la frecuencia con que La probabilidad de caso es un supues to especial en e! te­
los distintos resultados suelen producirse. Están basados los rreno de la acción humana, do~de jamás cabe aludir a la freo
correspondientes asertos en pura información estadística o sim­ cuencia con que determinado fenómeno se produce, pues en tal
plemente en empírica y aproximada estimación de la frecuencia esfera manéjanse invariablemente eventos únicos que, en cali­
con que un hecho se produce. dad de tales, no forman parte de clase alguna. Cabe, por ejern­
Sin embargo, con lo anterior, no hemos planteado todavía plo, configurar una clase formada por «las elecciones presiden.
e! problema específico de la probabilidad de caso. Lo impar. ciales americanas». Tal agrupación puede ser útil o incluso neo
tante es que carecemos de información acerca del individual cesaria para diversos estudios; e! constitucional, por citar un
182 La A cciólI H umana l.•/ lncertldnmbrc 183

caso. Pero si analizamos concretamente, supongamos, los ca. La comprensión, en este terreno , parle siempre de incom ­
micios estadounidenses de 1944 - ya fuera ante s de la elección , pleto conocimiento. Pode mos llegar a saber los motivos que im­
para determinar el futuro resultado, o despué s de la misma, pelen al hombre a actuar, los objetivos que puede perseguir y
ponderando los factores que determ inaron su efectivo desen ­ los medios que piensa emplear para alcanzar dichos fines. Te­
lace- , estaríamos invariablemente enfrentánúonos con un caso nemos clara idea de los efectos qu e tales factore s han de pro­
individual, único , que nun ca más se repetirá. El supuesto viene vocar. Nuestro conocimiento, sin embargo, no es completo;
dado por sus propias circunstancias; él solo constituye la clase. cabe que nos hayamos equiv ocado al ponderar la respectiva
Aque llas características que permitirían su encuadramiento en influencia de los aludidos factores concu rrentes o no havamos
predetermina do grupo, a estos efectos , carecen de todo interés. tenido en cuenta, al meno s con la debida exactitud, ¡¿ exis­
Imaginemos que mañana han de enfrentarse dos equipos tencia de otra s circunstancias tambi én tra scendentes .
de fútbol, los azules a los amarillos . Los azules, hasta ahora , El int ervenir en jucgos dc azar, e! dedicarse a la construc­
han vencido siempre a los amarillos . Tal conocim iento no es, ción de máquin as y herram ient as y cI efectuar especulaciones
sin embargo, de los que nos informan acerca del comporta. mercantiles cons tituyen tres modos diferentes de enfrentarse
miento de una determ inada clase de eventos. Si así se estimara, con e! futuro.
ob ligado sería concluir que los azules siempre habrían de ga­ El tahúr ignor a qué evento prov oca e! resultado de! juego .
nar , mientras qu e los amarillos invari ablemente resultarían de. Sólo sabe que, con una determin ada frecuencia, den tro de una
rrotados. No existiría incertidumbre acerca del resu ltado de! serie de event os, se producen unos que le favorecen . Ta l cono­
encuentro . Sabrí amos positivam ente que los azules, una vez cimien to, por lo demás, de nad a le sirve para ordenar su posi­
más, ganarían. El que nuestro pronóstico lo consideremos s6lo ble actuación; tan sólo le cabe confiar en la suerte; he ahí su
probable evidencia que no discurrimos por tales vías. único plan posible. '
Consideramos, no obstante, que tie ne su trascendencia, en La vida misma está expues ta a nJmerosos riesgos; nocivas
orden a la previsión de! futuro resultado, e! que los azules situaciones, que no sabe mos controlar, o al menos no logramo s
hayan siempre ganado . Tal circu nstancia parece favore cer a los hacerlo en la medida necesaria, pueden poner de continuo en
azules. Si, en cambio , razonáramos correctamente , de acuerdo peligro la supe rvivencia. Todos, a este respecto , confiamos en
con la probabi lidad de clase, no daría mos ninguna tra scende n­ la suert e; esperamos no ser alcanzados por el rayo o no ser mor­
cia a tal hecho : Más bien, por el con trario, incid iendo en e! didos por la víbo ra. Existe un elemento de azar en la vida
«engaño del jugador», pensaríamos que cI par tido debía ter­ humana. El hombre puede nulificar los efectos pa trimoniales
minar con la victoria de los amar illos . de posibles daños y accidentes suscribiendo los cor respondíen­
Cuando, en tal caso, con otro , nos jugamos cI dinero, esta­ tes seguros . Especula entonces con las prob abilidades cont ra­
mas practicando simple apuesta . Si se tratara, por e! contrario, rias. En cuanto al asegurado, el seguro equivale a un juego de
de un supuesto de probabilidad de clase, nuestra acción equi ­ azar. Si el temido siniestro no se produce , habrá gastado en
valdría al envite de un lance de azar . vano su dinero ' . Fr ente a los fenómenos natu rales imposibles
Fuera del campo de la probabilidad de clase, todo lo que de controlar, el hombre hállase siempre en la postura del
jugador. '
comúnmente se comprende bajo e! término probabilidad atañe
a ese modo especial de razonar empleado al examinar hechos 2 En el seguro de vida, 1 ~ pérdida del interesado equivale a la diferencia entre

singulares e individualizados, materia ésta específica de las la suma percibida del asegurador y la que aquél habría podido acumular mediante
ciencias históricas. ' el ahorro .
184 La Acción Humana La incertidu mbre 185

El ingeniero , en cambio, sabe todo lo necesario para llegar


5. L A VALORACI ÓN NUMÉRICA
a una solución récnicament e correcta del problema de que se
DE LA P ROBABIL IDAD DE CASO
trate; al construir una máquina , por ejemplo, si tropieza con
alguna incertidumbre, procura eliminarla mediant e los márge­
La prob abilidad de caso no perm ite forma alguna de cál­
nes de seguridad. Ta les técnicos sólo saben de probl emas solu­
culo num érico. Lo que genera lmente pasa por tal, al ser exa­
bles, por un lado, y, por otro, de problemas insolubles dados
minado más de cerca, result a ser de índole diferente.
los conocimient os técnicos del momen to. A veces, alguna des­
E n vísperas de la elección presidencial americana de 1944 ,
graciada exper iencia háceles advertir qu e sus conocimientos no
por ejemplo, podrí a haberse dicho:
eran tan completos como suponían, habiend o pasado por alto
a) Estoy dispuesto a apostar tres dólares contra uno a
la indetermin ación de algunas cuestiones que consideraban ya
que Roosevelt saldrá elegido .
resuelta s. En tal caso procurará n comp letar su ilustraci ón . Na­
b) Prono stico que, del total censo electoral, cuare nta y
tur almente, nunca podrán lIcgar a elimina r el elemento de azar cinco millones de electores vot arán ; veinticinco de los cuales se
ínsito en la vida hum ana. La tarea, sin embargo, se desenvuel­
ponunciarán por Roosevelt. .
ve, en pr incipio, dentro de la órbita de lo cierto . Aspiran , por e) Creo que las probabilidades en favor de Roosevelt son
ello, a controlar plenamen te todo s los elemen tos que manejan . de nueve a uno.
Suele hablarse, hoy en día, de «ingenier ía social» . Ese con­ d ) Estoy seguro de que Roosevelr. será elegido .
cepto, al igual que el de dirigismo, es sinónimo de dictadura, El aserto d ) es, a todas luces, arbitrario. Q uien tal afir­
de tot alitaria tiranía. Pretende tal ideario opera r con los seres mara, de ser inter rogado, bajo juramento decisor io, en proced í­
humanos como el ingeniero manipula la materia pri ma con que miento judicial, acerca de si estaba tan cierto de la futura vic­
tiende puentes, traza carre teras o construye máquinas. La vo­ toria de Roosevelt como de que un bloque de bielo al ser
luntad del ingeniero social hab ría de sup lanta r la lib.r e volición expuesto a una temperatura de cincuenta grados había de
de aquellas múlt iples personas que piensa utili zar para edifi ­ derretirse respondería , indudab lemente, que no. Más bien rec­
car su ut opía. La hum anid ad se dividiría en dos clases: el dic­ tificaría su prim itiv o pronunciamiento en 'el sentido de asegu­
tador omnipoten te, de un lado, y, de otro, los tutel ados, redu ­ rar que, persona lmente, halláb ase convencido de que Roosevelt
cidos a Ia condición de simples engra najes. El ingeniero social, ganarí a. Estaríamos ante mera opinión individu al, careciendo
implan tado su p rograma, no tendría , evidentemente, que mo­ el sujeto de plena certeza; lo que el mismo más bien deseaba
lestarse intentando comprender la actu ación ajena. G ozarí a de era expresar la propia valoración que a las condiciones concu­
plena libertad pa ra manejar a las gen tes como el técnico cuando rren tes daba.
manipu la el hierro o la madera. El caso a) es similar. El actor estima que arriesga muy
Pero, en el mundo real, el hombre, al actuar , se enfrenta poco apostando. La relación tres a uno nada dice acerca de las
con el hecho de que hay semejantes , los cuales, al igual que él , respectivas probabilidades de los cand idatos ; resulta de la con­
operan por sí y para sí. La necesidad de acomodar la propia currencia de dos factores: la creencia de que Roosevelt será
actuación a la de terceros concede al sujeto invest idura de es­ elegido, de un lado , y la propensión del interesado a jugar ,
peculador. Su éxito o fracaso dependerá de la mayor o menor de otro.
habilidad que tenga para prever el futuro. Toda inversión vien e La afirmación b) es un a estimación, del desenlace del acon­
a ser una especulación. En el marco del humano actu ar nunca tecimiento inminente. Las correspondiente s cifras no se refie­
hay estabilidad ni, por consiguiente, seguridad. ren a un mayor o menor grado de probab ilidad, sinoal espera­
186 La Acci án H unt ana La incertidumbre 187

do resultad o de la efectiva votación. Di cha afitmació n puede cífico que nos interesa . Resultaría fatigoso evide nciar de nuevo
descansar sob re u na investi gación sistemá tica, como , por ejem­ el error qu e tal idea encierra.
plo, la de las encues tas Gallup, o, simplemente, sobre pu ras I nad misible igualmente es el recurrir al cálculo de proba­
est imacion es personales. bilidade s al analizar las hipótesis propias de las ciencias na tu­
El aserto el es d iferen te. Se afirma el resultado esperado , rales. Las hipótesis con st ituyen in tentos de explicar fenómen os
pero en vuélvese en términos arit mé ticos . N o significa cierra­ apoy ándose en argume nto s que resulta n lógicament e ins uficien­
mente qu e de d iez casos del mismo tipo , nueve hab rían de ser tes. T odo lo que p uede afirmarse respecto de una hip ótesis es
favorables a Rooscvclr y llllO adv erso. Ninguna rclación pu ede que o con trad ice o conviene con los principios lógicos y con los
tener la expresión de referencia co n la p robabili dad de clase . hechos exp erimentalmente atesti gu ados y, co nsecuentemen te,
¿Qué signifi ca, pue s? tenidos por ciertos. E n el ptimer caso , la hipót esis ha de ser
Se tr ata, en realidad, de una expresión met afórica. Las me­ rechazada ; en el segundo - hab id a cuen ta de nuest ros conoci­
táforas sirven, generalmen te, pa ra asimilar un ob jeto abstracto mientos- no resulta más q ue merament e posible. (La intensi­
con otro que puede ser percibi do por los sen tidos. Si bien lo dad de la co nv icción per sonal de que sea cie rta es pu ramente
anterior no consti tuye formulación obligada de toda metá for a , subj etiva .) Ya no estarnos ante la prob abil idad de clase ni ante
suele la gente recurrir a esa forma de expresión, en raz ón a que, la comp rensió n hi stóri ca .
normalmen te, lo concreto resulta más conocido que lo abstrac­ E l térmi no hipótesis no resu lta aplicab le cuando de la in­
to . Por cuan to la metáfora pretende aclarar algo menos co rr ien­ terpretación d e los hechos hi stóri cos se trata . Si un his toriador
te, recurriendo a otra rea lidad más común, tien de aquélla a asegur a que en la caída d e la dinastía de los Romanoff jugó un
identificar un a cosa abs tracta con otra concre ta, mejor cono­ importante pape! el hecho de q ue la fam ilia imperial era de
origen alemán , no está aven turando una hipót esis. Los hechos
cida. Medi ante la fórmul a matemát ica citada preté ndese hace r
más comp rensible cierta compl eja realid ad apeland o a una ana­ en que se basa su ap reciación so n ind iscu tibles . H abía un a ani ­
mosidad mu y exte nd ida con tra los alema nes en Rusia y la rama
logía tomada de una de las ramas de la matem ática, del cálculo
gobe rn ante de los Romanoíf, que d ur a~lt e do scientos años se
de probabilidades . Tal cálculo, a no dudar , es más popular qu e
ven ia uni endo matrimoni almen te co n famili as alemanas , e ra
la comp rens ión epis temológica.
conside rada por muchos rusos co mo un a es tirpe ger manizada,
A nada conduce recurrir a la lógica para una crí tica del len­
incluso por aquellos que suponían que el zar Pa blo no era hijo
guaje metafórico. Las analogías y met áfora s son siempre impero
de Pedro IJI. Qued a, sin embargo, siempre en pie la duda acero
fectas y de escasa procedencia . Búscase, en es ta materia, el ter­ ca d e la trascendencia que efectivamente tuvo tal circu nstancia
tium comparationis. Pero ni aun tal arb irrio es adm isible en el en la cadena de aconteci mien tos qu e al final p rovocó la caída
caso de referencia, por cuanto la comparación se basa en u na del emperador. Sólo la comprensión histórica abre vía para
suposición defectuosa, aun en el propi o marco del cálcul o de abordar tal incógnit a.
probabilidades, pues supone incurrir en e! «engaño de! juga­
don>. Al asevera r qu e las probabilidades en favor de Roosevelt
son de nueve contra un a, se quiere dar a entender que, an te la 6. A pUES TAS, JUEGOS DE AZAR,
próxim a elección , Roosevclt se halla en la post ura del hombre DE PORT ES Y P AS ATIEMPOS
que ha adquirido e! noven ta por cien to de Jos billetes de u na
lotería. Presúmese que la raz6n nueve a u no nos revela algo Una apuesta es el con venio en cuya vir tu d el inter esado
sustancial acerca de lo que pasará con el hecho ún ico y es pe­ arriesga con otro ind ividuo d inero o di st intos bienes ,en torno
188 l .a Acción H uman a La incertidumbre 189

a un acontecimiento de cuya realidad o posible aparición toda minar juego a cualquier actu ación , enfocando todas las accio­
información que poseemos viene dada por actos de compre n­ nes como si de meras distracciones se tra tara. La met a inmedia­
sión intel ectual. La gente puede apos tar con moti vo de una ta de toda comp etición deportiva consiste en der rot ar al adver­
próxima elección o de un partido de tenis. También cabe apos­ sario respetando preestablecidas normas. Estamos ante un caso
tar en torno a cuál de dos asert os atin ent es a una realidad sea peculiar y especial de acción. La mayor parte de [as actuacio­
el correcto. nes hum anas no pretenden der rota r o perjudicar a nadie. Aspí­
El juego de azar, en cambio. es negocio juríd ico por cuy" rase, mediante ellas, sólo a mejorar las propi as condiciones de
virtud el interesado arriesga cont ra otro determ inada cosa acer­ vida . Puede acaecer que tal mejora se logre a costa de otros.
ca de la posible aparición de cierto acontecimient o del que no Pero no es ése el planteamiento normal y, desde luego, dicho
tenemo s más inform ación que la suministrada por el compo r­ sea sin ánimo de herir suspicacia s, jamás ocurre en un sistema
tamiento de específica clase. social de división de! trabajo cuando éste dcsenvu élvese libre
El azar y la apues ta, a veces, también cabe se combinen. El de injerencias externas.
result ado de una carr era de caballos, por ejemplo, depende de En una sociedad de mercado no existe analogía alguna entre
la hum ana acción - practicada por el propi etari o , el prepara­ los juegos y los negocios. Con los naipes gana quien mejor se
dar y e! jockey- , pero igualment e - las condiciones del caba­ sirva de habilidades y astucias; el emp resario, por el contrario ,
110- de factores no hum anos. Quienes arr iesgan dinero en las pro spera proporcionando a sus client es las mercancías que
carreras no son, por lo genera l, más que simples jugadores de éstos con mayor vehemencia anhelan. Tal vez haya cierta ana­
azar. Los expertos, sin emb argo , creen deriv ar información de logía entre la pos tura del jugador de cartas y la del timador ,
persona l sapiencia acerca de los alud idos factores personales; pero no vale la pena entra r en el asunto . Inc ide, sin embargo,
en tanto en cuanto este factor influye su decisión, npuestart, en el error quien supone que la vida mercantil constituye pura
Pero, además , suponen entende r de équidos; pronostican tras tramp ería.
contemplar el pedigree y constitución de los animales; en esto, Los juegos se caracte rizan por el antago nismo existent e
son jugadores de azar. entre dos o más cont endientes 3. Los negocios, por el contrario,
A lo largo de subsiguientes capítulos serán analizadas las dentro de una sociedad , es decir, dentro de un orden basado en
fórm ulas mediante las cuales el mund o de los negocios se en­ la división del trab ajo , se carac tctizan por el concorde actuar
frenta con el problema de la incertidumbre del fut uro. Convie­ de los sujetos; en cuanto comienzan éstos a enfren tarse Jos
ne, sin embargo, para completar el tema, hacer alguna otra unos con los otros , caminan hacia In desin tegraci ón social.
consideración . La comp etencia, en el mercado, no implica antagonismo, en
El dedicar se a deportes y pasatiempos puede constituir tan­ el sentido de confro ntació n de incompatibles intereses. Cierto
to un fin como un medio. Para quienes buscan el excitante que la comp etencia, a veces, o aun con frecuencia, puede susci­
estímulo provocado por las lides deporti vas o para aquellos tar en qui enes compite n aquellos sent imientos de odio y mali­
cuya vanidad se siente halagada al exhibir la propi a dest reza, cia que suelen informar el deseo de perjud icar a otros . De ahí
tal actuación constituye un fin. Se trata, en cambio, de un me­ que los psicólogos propendan a confundir la pugna hostil con
dio para los profesionales que, mediante la misma, se ganan , El juego de «solitarios» no es lúdica ccmpc ticién, sino mera distracción. Por
la vida. eso resulta erróneo considerarlo gréflca representación de 10 que acontece en una
La práctica de un deporte o juego puede , por tanto, esti -_ sociedad comunista, como suponen J. VON NI::UMANN y OseAR M O RGENSTERN, Tbeorv
marse acción. Lo que no cabe es invertir la afirmación y deno- o/ Games and Economía Dehavior, pág. 86, P rlnccton, 1944.
II

190 La Acci6n H umana La incertidumbre 191

la competencia económica. La praxeología, sin embargo , debe de circunstancias- una reducción en la demanda de a provo­
guardarse de imprecisiones que pueden inducir al error. Ex iste cará una baja en su precio. Lo que no podemos, sin embargo,
diferencia esencial entre e! conflictivo combate y la competencia es adelantar la cuantía de tal baja. Es éste un interrogante que
catal áctica. Los competidores aspiran a la excelencia y perf ec­ sólo la comprensión puede resolver.
ción de sus respectivas realizaciones, dentro de un orden de El erro r fundamental en que incide todo enfoque cuantita­
cooperación mutua. La función de la competencia consiste en '!
tivo de los problemas económicos estriba en olvidar que no

asignar a los miembros de un sistema social aquella misión en existen relaciones constantes en las llamadas dimensiones eco­
cuyo desempeño mejor pueden servir a la sociedad . Es el meca­ nómicas. No hay constancia ni permanencia en las valoraciones '1

nismo que permite seleccionar, para cada tarea, el hombre más ni en las relaciones de intercambio entre los diversos bienes.

idóneo. Donde haya cooperaci ón social, es preciso siempre se­ Todas y cada una de las continuas mu taciones provocan nueva
·1
leccionar, de una forma u otra. T al competencia desaparece tan reestructuración de! conj unto. La comprensión , aprehendiendo
sólo cuando la atribución de las distintas tareas depende exclu­ el modo de discurrir de los humanos, intenta pronosticar las
1:
sivamente de personal decisión, sin qu e los tut elados actuantes futuras situaciones. Los positivistas, desde luego, vilipendiarán

puedan hacer valer los propios méritos. tal vía de investigación; su postura, sin embargo, no debe hacer­

Más adelante hab remos de ocuparnos de la fun ción de la nos olvidar que la comprensión constituye el único procedí­

competencia ' . Convi ene, no ob stante, de momento, resalta r miento adecuado para, en el terreno de la acción humana, abor­ ji

que es errón eo aplicar ideas de mu tuo ex terminio a la recíproca dar el tema referente al mañana.

cooperación qu e prevalece bajo el libre marco social. Las expre­


siones bélicas no convienen a las operaciones mercantil es. Pobre
metáfora , en verd ad, resulta el hablar de la conquista de un'
mercado; pues no hay conqui sta alguna cuando una empresa
ofrece productos mejores o más baratos que sus competido res;
y el hablar de estrategias, en este terreno , es una imagen igual­
!
mente deleznable. I

7. LA P REDI CCI ÓN PRAX EOL ÓCI CA


i I
El conocimiento praxeológico perm ite predecir, con certe­

za apodíctica , las consecuencias que las diversas formas posi­

bles de actuar van a provocar. Tales predicciones, sin embargo,

jamás nos ilustran acerca de aspectos cuantitativos. En el campo

de la acción humana , los probl emas cuantitativos sólo mediante

la comprensión pueden ser abordados.

Cabe predecir, según veremos después, qu e - en igualdad

4 Vid. infra cap . XV , 5.

-,
C A P I T U LO VII

La acción

en el entorno mundo

1. LA LE Y DE LA UTILIDAD MARGINAL

La acción orde na y prefiere ; com ienza por manejar sólo


núm eros ordinales, dejando a un lado los cardinales. Sucede,
sin emba rgo , qu e el mundo externo , al cual el hombre que ac­
túa ha de acomoda r su conducta, es un mundo de soluciones
cuantitativas, dond e ent re cau sa y efecto ex iste relación mensu ­
rabl e. Si las cosas no fuer an así, es decir, si los bien es pudieran
, prestar serv icios ilimitad os, nu nca resulta rían escasos y, por
tanto, no mer ecerían el apelativo de med ios.
El hombre, al actuar, aprecia las cosas según su mayor o
meno r idoneidad para, a título de medio s, sup rimir malestares.
Los bienes qu e, por su condición de medios, permiten atender
las necesidades hum anas, vistos en su conjunto, desde el ángulo
de las ciencias naturales, constit uyen multiplicidad de cosas di­
ferentes. El acto r, sin embargo, asim ílalos todos como ejem­
plares que encajan, unos rmis y ot ros menos, en una mi sma
especie. Al evaluar estados de satisfacción muy distintos entre
sí y apreciar los medios convenientes para lograrlos, el hombre
ordena en tilia escala todas las cosas, contemplándo las sólo en
orden a su idoneidad para incrementar la satisfacción propia.
E l placer deriv ado de la alimentación y el originado por la con­
templación de una obra artística constituyen, simplemente,
para el hombre actuante, dos necesidades a atender , una más
y otra menos urgente. Pero, por el hecho de valorar y actuar,
194 La Acción Humana La acción en el entorno mund o 195

ambas q uedan situad as en una escala de apetencias qu e com­ a la can tidad mínima que puede ser obj eto de la correspondien­
p rende desde las de máxima a las de mínima in ten sidad . Quien te opción . H ay que guardarse, sin embargo, del error de su­
actúa no ve más que cosas, cosas de di versa u tilidad para su poner que el valor de la su ma de mú lt iples unidades pueda
personal bienestar, cosas qu e, por tan to, ape tece con an­ deducirse del valor de cada una de ellas; el valor de la suma
sia dispa r. no coincide co n la adici ón del valor atribuido a cada una de
Cantidad y calidad son categorías del mundo ex te rno. Sólo las dist intas u nidades.
ind irectamente cobran trascen den cia y sen tido par a la acción. Un hombre posee cinco un id ades del bien a y tres unidades
En razón a qu e cad a cosa sólo puede pr od ucir un efec to limi­ del bien b. Atribuye a las u nidades de a los ran gos 1, 2, 4,
tado, algu nas d e ellas se con sideran escasas , concep tu ándose 7 Y 8 ; mientras las un idades de b q uedan graduadas en los
como med ios. P or cua nto son dist intos los efecto s qu e las di­ lugares 3, 5 y 6. Lo an teri or significa que, si e! in teresad o
versas cosas pu eden producir , el hombre, al actu ar , di st ingue ha de op tar en tre dos uni dades de a y do s unidades de b,
diferent es clases de bienes, Y en razón a que la misma can tidad preferirá desprender se de do s unidades de a antes que de do s
y calidad de un cie rto medio produce siempre idéntico efecto, unidades de b. Ahora bien, si ha d e escoger ent re tres uni­
tant o cualita tiva como cuan tita tivament e con side rado , la ac­ d ades de a y do s unidades de b, preferirá per der dos unida­
ción no d ifer en cia en tre d istin tas pero idénticas cantidades de des de b an tes que tres de a. Al valorar u n conjun to de
un med io homogéneo . No quiere ello , sin embargo, en modo varias unidades, lo único que, en todo caso, importa es la
alguno, decir qu e el hombre at ribu ya el mismo valor a las dis­ utilidad del conjunt o , es decir, e! incremento de bienestar de­
tintas porciones del medio en cues tión. Cad a porción es objeto pendient e del mi smo, o, lo q ue es igual, el descenso de! bienes­
de valoración separada. A cada un a .de ellas se le asigna un ta r q ue su pérdida implicaría. Con ello pa ra nada se alude a
rango específico en la escala de valores. Pe ro las div ersas por­ procesos aritméticos, a sumas ni a mu ltipli caciones; sólo se
ciones, de igual magnitud , de un mismo medi o pu ede n, cvide n- • trata de estimar la u tilidad resultante de poseer cierta porci ón
ternen te, intercambiarse ent re sí ad tibitum . del conju nto o existencias de que se trate.
Cuando el hombre ha de op ta r entre dos o rn.is medios d is­ En este sen tido , utilidad equivale a idoneid ad causal para
tin tos , ordena en escala grad ual las disponibles porci on es indio la su presi ón de un cierto malestar. E l hom bre, al actual' , supo­
viduales de cad a t illO de ellos. A cada una dc dichas po rciones ne que determinada cosa va a incre mentar su bicncstar; a tal
asigna un rango específico. Las dist intas por cion es aludidas de potencialidad den omina la u tilidad del bicn en cuestión . P ara
un cierto med io no tienen , sin embargo, por qu é ocup ar pues­ la praxcología, e! término ut ilidad equivale a la importancia
tos inmediat amente sucesivos.
atribuida a cierta cosa en razón a su supue sta capacidad para
El es tablecimiento, mediante la valoración, de ese d iverso
suprimir determinada incomodidad humana. E l con cepto
ran go practicase al actuar y es la pr opia actuació n la qu e efec­
túa tal orden ación. E l tamaño de cada una de esas porcion es praxeológico de utilidad ( valor en uso subjetivo, seg ún la ter­
estim adas de un mismo rango depender á de la situación perso­ minología de los primitivos economistas de la escuel a au stría­
nal y única ba jo la cual, en cada caso, actúa el interesad o . La ca) debe diferenci arse claramente del concepto técnico de ut i­
acción nunca se interesa por u nid ades , ni físicas ni metafísicas, lidad (valor en uso objetivo, com o decían los indicados inves­
ni las valora con arreglo a módulos teóricos o abstrac tos; la tigadores). El valor en uso en se ntido objetivo es la rel ación
acción há llase siempre enfrentada con alt ernativas div er sas, existente entre una cosa y el efecto qu c la misma puede pro ­
ent re las cua les escoge . Tal elección se efectúa entre magni tu ­ du cir . Es al valor objetivo en uso al que se refie ren las gentes
des determinad as d e medios di versos. Cabe de no minar unidad cuando habl an del «valor calórico » o de la «po tencia térm ica»
196 La Acci án Humana La acción en el entorno mundo 197

del carbón. El valor en uso de carácter subjetivo no tiene por En la práct ica, lo único que cuenta para tal sujeto es si, bajo
qué coincidir con el valor en uso objet ivo. Hay cosas a las cua­ las específicas condiciones concurrentes , estima la satisfacción
les se atribuye valor en uso subjetivo simplemente porque las directa o indirecta que puedan reportarle las cien onzas de oro
gentes suponen erróneamente que gozan de capacidad para mayor o menor que la satisfacción que derivaría de las cien
producir ciertos efectos deseados. Por otro lado, existen cosas toneladas de hierro . Al decidirse, no está formulando ningún
que pueden provocar apetecidas consecuencias, a las cuales, sin juicio filosófico o académico en torno al valor «absoluto» del
embargo, no se atribuye valor alguno en uso, por cuanto la oro o del hierro; en modo alguno hállase dictaminado si, para
gente ignora dicha potencialidad. la humanidad, importa más el oro o el hierro ; no está peroran­
Repasemos el pensamiento económico que prevalecía cuan­ do por aquellas vías tan gratas a los tratadi stas de ética o de
do la moderna teoría del valor fue elaborada por Carl Menger, filosofía de la historia . Se limita a elegir entre dos satisfacciones
William Stanley Jevons y Léon Waltas. Quien pretenda for­ que no puede, al tiempo, disfrutar.
mular la más elemental teoría del valor y los precios, comen­ Ni el preferir, ni el rechazar, ni tampoco las correspondien­
zará, evidentemente, por intentar basarse en e! concepto de tes decisiones y elecciones suponen actos de medición. La ac­
utilidad. Nada es, en efecto, más plausible que suponer que ción no mide la utilidad o e! valor; limítase a elegir entre alter­
las gentes valoran las cosas con arreglo a su utilidad . Pero, nativas. No se trata del abstracto prob lema de determinar la
llegados a este punt o, surge un problema en cuya solución los utilidad total o el valor total '. Ninguna operación racional per­
economistas clásicos fracasaron. Creyeron observar que había mite deducir del valor asignado a específica cantidad o a defi­
cosas cuya «utilidad» era mayor y que, sin embargo, se valo­ nido número de ciertas cosas el valor correspondiente a una
raban en menos que otras de «utilidad» menor. El hierro, a no cantidad o número mayor o menor de esos mismos bienes. No
dudar, en el mercado, es menos apreciado que el oro. Tal reali­ hay forma de calcular e! valor de todo un género de cosas si
dad parecía echar por tierra toda teoría del valor y de los pre­ son sólo conocidos los valores correspondientes a sus partes .
cios que partiera de los conceptos de utilidad y valor en uso. • Tampoco hay medio de calcular e! valor de una parte si única­
Abandonaron, por eso, los clásicos tal terreno, pretendiendo mente se conoce el valor del total del género. En la esfera del
infructuosamente explicar los fenómenos del valor y de! cam­ valor y las valoraciones no hay operaciones aritméticas; en el
bio por otras vías. terreno de los valores no existe el cálculo ni nada que se le
Advirtieron, sin embargo, después, los economistas que era asemeje. El aprecio de las existencias totales de dos cosas pue­
el imperfecto planteamiento del problema lo que engendraba la de diferir de la valoración correspondiente a algunas de sus
aparente paradoja. Las valoraciones y decisiones que plasman porciones. Un hombre aislado que posea siete vacas y siete
los tipos de cambio del mercado no suponen elegir entre el oro caballos puede valorar en más un caballo que una vaca; es
y el hierro. El hombre, al actuar, nunca se ve en el caso de es­ decir, que, puesto a optar, preferirá entregar una vaca antes
coger entre tod o el oro y todo el hierro. En un determinado que un caballo. Sin embargo, ese mismo individuo, ante la al­
lugar y tiempo, bajo condiciones definidas, hace su elección ternativa de elegir entre todos sus caballos y todas sus vacas,
entre una cierta cantidad de oro y una cierta cantidad de puede preferir quedarse con las vacas y prescindir de los caba­
hierro. Al decidirse ent re cien onzas de oro y cien toneladas de llos. Los conceptos de utilidad total y de valor total carecen de
hierro, su elección no guarda relación alguna con la decisión 1 Es importante hacer notar que este capftulo no abord a 10$ precios o valores
que adoptaría si se hallara en la muy improbable situación de de mercado , sino el valor en uso subjetivo. Los precios son consecuencias que el
tener que optar entre todo el oro y todo el hierro existente . valor en uso subjetivo engendra. Vid. cap. XVI.
198 La Acción Humana La acción en el entorno mundo 199

sentido, salvo que se trate de situaciones en las que e! intere­ unidad de sus provisiones de a O una unidad de las de b; en
sado específicamente haya de escoger entre la totalidad de di­ tal disyuntiva , evidentemente, no comparará e! valor de todo
versas existencias. Sólo es oportuno plantear el problema de su haber de a con e! valor tot al de su stock de b; contrastará
qué es, en sí, más útil, si el hierro o el oro, tra tándose de su­ únicamente los valores marginales de a y de b. Aunque tal vez
valore en más la cantidad total de a que la de b, e! valor margi­
puesto en e! que la humanidad, o una parte aislada de la misma,
nal de b puede ser más alto que e! valor marginal de a.
hubiera de escoger entre todo e! oro y todo e! hierro disponible.
El mismo razonamiento sirve para ilustrar el supuesto en
El juicio de valor se contrae exclusivamente a aquella can­ que aumenta la cantidad disponible de un bien mediante la
tidad objeto concreto de cada acto de optar. Cualquier con­ adquisición de una o más unidades supletor ias.
junto de determinado bien se halla siempre compuesto , ex La economía, para la descripción de tales realidades, no
definitione , por homogéneas porciones, cada una de las cuales precisa recurrir a la terminología de la psicología, porque no se
es idónea para rendir ciertos e idénticos servicios, 10 que hace ampara en razonamientos y argumentaciones de tal condición.
que cualquiera de dichas porciones pueda sustituirse por otra . Cuando afirmamos que los actos de elección no dependen del
En el acto de valorar y preferir resulta, por tanto, indiferente valor atribuido a clase entera alguna de necesidades, sino del
cuál sea la porción efectiva que en ese momento se contemple. valor que, en cada caso, corresponda a la necesidad concreta
Cuando se presenta el problema de entregar una, todas las por­ de que se trate , prescindiendo de la clase en que pueda ésta
ciones - unidades- de! stock disponible considéranse idénti­ hallarse catalogada, en nada ampliamos nuestro conocimiento
camente útiles y valiosas. Cuando las existencias disminuyen ni deviene éste más generala fundado. Sólo recordando la tras­
por pérdida de una unidad , e! sujeto ha de resolver de nuevo cendencia que la supuesta antinomia de! valor tuvo en la his­
cómo emplear las unidades del stock remanente. Es obvio que • toria del pensamiento económico, comprenderemos por qué
e! stock disminuido no podrá rendir e! mismo número de ser­ suele hablarse de clases de necesidades al abordar e! tema .
vicios que e! íntegro atendía. Aquel objeto que, bajo este nuevo Carl Menger y Bohrn-Bawerk usaron e! término «clases de ne­
planteamiento, deja de cubrirse es, indudablemente, para el in- ' cesidades» en orden a refutar las objeciones opuestas a sus
teresado, e! me~os urgente de todos los que previamente cabía ideas por quienes consideraban el pan, como tal, más valioso
alcanzar con el stock íntegro. La satisfacción que derivoba ele! que la seda, sobre la base de que la clase «necesidad de alimen­
l1S0 de aquella unidad destinada a tal empleo era la menor de
tos» tenía mayor importancia vital que la clase «necesidad de
las satisfacciones que cualquiera de las unidades de! stock com­ vestidos lujosos» 2.
pleto podía proporcionarle. Por tanto , sólo e! valor ele esa Resulta innecesario, en la actualidad, recurrir al viejo con­
satisfacción marginal es e! que e! sujeto ponderara cuando haya cepto de «clases» de necesidades. Tal idea nada significa para
de renunciar a una unidad de! stock completo. Al enfrentarse
la acción ni, por tanto, para la teoría del valor; puede, además,
con e! problema de qué valor deba ser atribuido a una porción
inducir al error y a la confusión. Los conceptos y las clasifica­
de cierto conjunto homogéneo, el hombre resuelve de acuerdo
con e! valor correspondiente al cometido de menor inte rés que ciones no son más que herramientas mentales; cobran sentido
atendería con una unidad si tuviera a su disposición 'las unidades y significación sólo en el contexto de las teorías correspondien­
todas del conjunto ; es decir, decide tomando en cuenta la uti­ 2 Vid. CARL MENGER, Grundsdtze der Yoíksunrtscbaítslebre, pág. 88 y sigs.•

lidad marginal. Viena, 1871; BOHM-BAWERK, Kapítal und Kapitalains, H , pág. 237 Y sigs. 3: OO .,
Supongamos a una persona en la alternativa de entregar una Innsbruck, 1909.
200 La Acción Human. La acci án en el entorno mundo 201

tes J . A nada conduce e! agrupar las diversas necesidades en aludida situación que prohibiría toda ulterior actuación. Ahora
«clases» para , después, concluir que tal ordenación hállase des­ bien, con ello contradícese abiert amente e! supuesto de que
provi sta de interés en e! terreno de la teor ía de! valor. existe el actuar; pugna el planteamiento con las condiciones
La ley de la utilidad marginal y de! decrecient e valor mar­ generales pre supuestas en la categoría de acción . Es forzoso,
ginal nada tiene que ver con la ley de Gossen de la saturación por tanto , resolver la alternativa antes planteada en sentido
de las necesidades (primera ley de Gosse n). Al hablar de la uti­ afirmativo. Existen, sin género de duda , etapas diversas en
lidad marginal no nos inte resamos por el goce sensual ni por nuestra asintótica aproximación hacia aquel estado después de!
la saturación o la saciedad. En modo alguno desbord amos e! cual ya no hay nueva acción. Resulta, de esta suerte, que la ley
campo del razonamiento praxeológico cuando decimos : el des­ de la utilid ad marginal se halla ya implícita en la categoría de
tin o que el individuo da a ciert a porción de determinado con­ acción. No es más que el reverso del aserto según el cual pre ­
junto compuesto pOI' n unidades, destin o que no sería atendid o, ferimos lo que satisface en mayor grado a lo que satisface en
inmodificadas las restantes circunstancias, si el interesado dis­ menor grado. Si las existencias a nuestra disposición aumentan
pusiera de sólo n - 1 unid ades, constituye e! empleo menos ur­ de n - 1 unidades a n unidades, esa incrementada unidad será
gente del aludido bien, o sea, su utili zación marginal. Conside­ utilizada para atender a una situ ación que será menos urgente
ramos, por eso, margina l la utilidad deri vada del empleo del o gravosa que la menos urgent e o gravosa de todas las que con
bien en cuestión . Para llegar a la ante s apuntada conclusión no los recursos n - 1 habían sido remediadas.
precisamos acudir a ninguna experimentación, conocimiento o La ley de la ut ilidad marginal no se refiere al valor el1' uso
argumentación de orden psicológico. Dedúcese forzosament e objetivo, sino al valor en uso subjetivo. No alude a las prop ie­
de las premisas establecidas, es decir, de que los homb res ac­ dades químicas o Físicas de las cosas en orden a provocar cier­
túan (valoran y prefieren) y de que e! interesado posee n unida­ tos efectos en general; se interesa tan sólo por su idoneidad
des de un conjunto homogéneo, en el primer caso, y n : 1 uni­ para promover el bienestar del homb re, según él, en cada mo­
dades en el segundo . Bajo estos supuestos, ninguna ot ra deci- ~ mento y ocasión , lo entiende. No se ocupa de un supuesto valor
si ón cabe imaginar. El aserto es de orden formal y apr iorístico; intrínseco de las cosas, sino de! valor que el hombre atribu ye a
no se ampara en experiencia alguna. los servicios que de las mismas espera derivar .
El problema consiste en determinar si existen o no sucesi­ Si admitiéramos qu e la utili dad marginal alude a las cosas
vas etapas int ermedias ent re aquella situación de malestar que y a su valor en uso objetivo , habríamos de concluir que lo mis­
impulsa al hombre a actuar y aque lla otra situación que, una mo podría aumentar que disminuir, al incrementarse la canti ­
vez alcanzada, veda ría toda nueva actuación (ya sea por haberse dad de unid ades disponibles. Puede suceder que la utilización
logrado un estado de perfecta satisfacción, ya sea po rque el de una cierta cantidad irreducible - n un idades- del bien a
hombre se considerase incapaz para producir ninguna ulter ior proporcione una satisfacción mayor que la que cabe derivar
mejoría en su situación). Si dicha alternativa se resuelve en de los servicios de una unidad del bien b. Ahora bien, si las
sentido negativo, sólo una ún ica acción cabría: tan pronto existencias de a son inferiores a n, a sólo puede emplearse en
como tal actuación quedara consumada, habríase alcanzado la otro cometido, menos apreciado que el que gracias a b puede
3 En el mundo externo no hay clases. Es la mente la que cataloga Jos fenó­
ser atendido. En tal situación, el que la cuantía de a pase de
menos para, así, ordenar mejor nuestros conocimientos. El problema acerca deo si n - 1 unidades a n unidades parece aumenta r el valor atribuido
cierta forma de clasificar fenómenos prohíja o no ese apetecido fin es un asunto a la unid ad. El poseedor de cien maderos puede construir con
independiente de si determinada clasificaci6n es o no légicamenre permisible. ellos una cabaña , que le protegerá de la lluvia mejor que un
La acción en el entorno mundo 203
202 La Acci6n Humana
cer los ingresos, cada incremen r v dinera rio se ded icará a satis­
impermeable. Sin embargo, si sus disponibilidades son inferio­
facer una necesidad menos urgentemente sentida que la necesi­
res a los treinta maderos, únicamente podrá construi rse un
dad menos acuciant e que fue, s i n embargo , satisfecha an tes de
lecho que le resguarde de la hum edad de! suelo. De ahí que,
registrarse e! aludido increment v de riqueza. No supo ver que,
si e! int eresado dispusiera de novent a y cinco maderos, por
al valorar, optar y actuar, no :;e trat a de medir , ni de hallar
otros cinco, prescind iría del imperm eable. Pero si conta ra sólo
con diez, no cambiaría el imper meable ni por otro s diez ma­ equiv alencias, sino de comparar , es decir , de preferi r y de re­
deros. El homb re cuya fortuna ascendiera a 100 dólares, tal chazar 4. Así, ni Bcrnoulli, ni lo s matemáticos y economistas
vez, por otros l OO dólares, se negara a prestar cierto servicio. que siguieron tal sistema, poo ían resolver 1;1 antino mia del
Sin embargo, si ya dispusi era de 2.000 dólares y deseara ardi en­ valor *.
Los errores que implica e l confund ir la ley de W eber-
temente adquirir un cierto bien indivisible que costa ra 2. 100
Fechner , pert eneciente a la psicofísica, con la teoría subjetiva
dólares, seguramente realizaría aquel trabajo por sólo lOO dó­
lares. Lo expues to concuerda perfectamente con la ley de la de! valor fuero n ya señalados por Max Weber. Verdad es que
u tilidad marginal correctamente for mulada , a cuyo tenor e! no estaba este último suficien te mente versado en economía,
hallándose, en cambio, demasiado influido por el historicismo,
valor de las cosas depende de la ut ilidad del servicio que las
para aprehender debid ament e lo s principios básicos qu e infor­
mismas puedan proporcionar . Es impensable una ley de uti ­
man al pensamiento económico. Ello no obs tant e, su int uición
lidad marginal creciente.
genial le situó en el camino qt1e conducía a las soluciones co­
La ley de la ut ilid ad marginal no debe confudirse con la
rrecta s. La teor ía de la utilidad marginal, afirma \'\Ieber, <<110
doctrina de Bern ou lli de mensura sortis, ni con la ley de Weber­
Fechner. En el fondo de la teoría de Berno ulli palpit an aqueo se formula en sentido psicológ ico , sino - utilizando un tér­
Ilas ideas que jamás nadie puso en dud a, según las cuales las mino epistemológico-- de mod o pragmático, manejando las
gentes se afanan por satisfacer las necesidades más urgentes categorías de fines y medios» '.
antes que las menos urgentes, rcsult ándo lc más fácil al hombr e ­ Si se desea poner remedio a un cierto estado patológico
rico atender sus necesidades que al pobre. Pero las conclusio­ mediante la ingest ión , en predeterminad a cantidad. del cor res­
nes que Bernoulli derivaba de tales indubitados asert os eran., pondiente específico, no se ohrend d un resultado mejor mul­
a toda s luces, inexactas. f ormuló, en efecto, una teoría mate­ ~ V id . D ANIP.I. BERNOULI .T, 'vcrsncb tiner 1H'UC!J T hcorie znr Dcs/i mmwlJ', L/mI
mátic a a cuyo teno r el incremento de la satisfacción disminuye Gliicks/Jlh'll, trad. por Pr ingsheim , págs. 27 y sigs. Lclpxlg, IR96.
a medid a que aumenta la riqueza del individuo. Su aserto . • D ANIEL BERNOULI.I (l700( 1782) , miembro de una famosa familia de investiga
dores. de origen holand és, que luego , huyendo de las persecuciones contra los
según e! cual es altame nte pro bable que, como regla general ,
hugonotes , se instaló en SUi7..1. nació en Gro nigcn (Ho landa) y Iullccki en Bnsilca
un ducado, para quien goce de una renta de 5.00 0 ducad os. (Suiza). Se interesó en múltiples discil'linas apar te del cñlculc diferencial - su
valga como medio ducado para quien sólo disfrute de 2.500 primordial campo de investigaci ón-e- 1<'I1c$ como la botánica . la hidráulica. la ane to­
ducados de ingresos, no es más que pura fanta sía. De jemos mía y la fisiología; fue profesor (1726.1733) ele la Inmosn Academia d e Ciencias
de San Pctersbu rgo. ocupando m.is tarde diversas cátedras en la Universidad de
aparte e! hecho de que no hay modo alguno de efectuar cornpa­
Basilea. (N. del T .)
raciones, que no sean merament e arb itrarias, entre las mut uas J Vid. MAX WEBER, Gesammelte Afilsiil1.e 1.lIr Wiu cnscbaflsJehre, plÍg. 372. y

valoraciones de personas distintas; la sistemática de Bern oulli también página 149. Tubinga, 1922. El término C( p rap;m ~ ti co:.. empleado por Weber,
resulta igualment e inadecuada en orden a las valuaciones de naturalmente se presta a confusión. No es oportuno emplearlo más que en orden
a la filosofía del pragmatismo. Si Weber hubiera conocido el t érmino «praxeologfa».
un mismo individu o con diferentes ingresos. No advirtió que
lo único que cabe predicar de! caso en cuesti ón es que, al ere­ seguramente lo hubiera preferido.
204 La Acción Humana La acción en el entorno mundo 205

tiplicando la dosis. Ese excedente o no produce mayor efecto sucesivo incremento del correspondiente estímulo. El que, nor­
que la dosis apropiad a, por cuan to ésta, de por sí, ya provoca malmente, un individuo no desee elevar la temperatu ra de su
el resultado óptimo, o bien da lugar a consecuencias nocivas. dormitorio a cuarenta grados nada riene que ver con la inte n­
10 mismo sucede con toda clase de satisfacciones, si bien, fre­ sidad de la sensación de calor. Por lo mismo, tampoco cabe
cuent emente, el estado óp timo se alcanza mediante la adminis­ explicar, recurriendo a las ciencias natu rales, el que una cierta
tración de elevadas dosis, tardándose en llegar a aquel límite persona no caliente su habitación a la temperatura que suelen
que , sobrepasado, cualquier ulterior incremento engendra con­ hacerlo los demás, tempera tura que, proba blemente, también
secuencias pern iciosas. Sucede ello por cuanto nuestro mundo a aquélla apetecería, si no fuera porque prefiere comprarse un
hállase regido por la causalidad, existiendo relación cuantitati­ traje nuevo o asistir a la aud ición de una sinfonía de Beethove n.
va entre causa y efecto. Quien desee suprimir el malestar que Sólo los problemas en torno al valor en uso objetivo pueden
provoca el vivir en una casa a un grado de temperatura, procu­ ser efectivamente analizados med iante los métodos típicos de
rará caldearIa para alcanzar los dieciocho o veinte grados. Nada las ciencias naturales; cosa, sin embargo , bien distinta es el
tiene que ver con la ley de Weber-Fechner el que el interesado aprecio que a ese valor en usu objetivo pueda el hombre, al
no busque temperaturas de setenta o noventa grados. El hecho actuar, en cada circunstancia efectivamente conceder .
tampoco afecta a la psicología; ésta para explicar tal realidad
ha de limitarse a consignar, como hecho dado, que los mort ales,
norm almente, prefieren la vida y la salud a la muerte y la en­ 2. LA L EY DEL RENDlMtENTO
fermedad. Para la praxeología sólo cuenta la circunstancia de
que el hombr e, al actuar, opta y escoge entre alternat ivas; El que los efectos que cada bien económico puede provocar
hallándose siempre cercado por disyuntivas, no tiene más reme­ hállense cuantitativamente tasados implica, en la esfera de los
dio que elegir y, efect ivamente, elige, pref iriendo una entre va­ biene s de primer orden (bienes de consumo), que una canti­
rias posibilidades, por cuanto - aparte de ot ras razones- el dad a de causa provoca - bien a lo largo de un período de
sujet o opera en un mund o cuantitativo, no en un orden carente tiempo cierto o bien en única y específica ocasión- una canti­
del concepto de cant idad, plant eamiento que resulta, incluso, • dad alfa de efecto " , En lo atinente a los bienes de órdenes
inconcebible para la mente humana *. más elevados (bienes de producción) tal cuantitativa relación
Confunden la utilidad marginal y la ley de W eber-Fechner _ supone que una cantidad b de causa produce una cantidad beta
quienes sólo ponderan los medios idóneos para alcanzar cierta de efecro, siempre y cuando concurra un facto r complement a­
satisfacción, pasando por alto la prop ia satisfacción en sí. De rio e, con su efecto gamm a; sólo mediante Jos efectos concer­
haberse parado mientes en ello, no se habría incur rido en el tados de beta y gam ma cabe producir la cant idad p de cierto
absurdo de pretender explicar el deseo de abrigo aludiendo a bien D de primer orden. Man éjanse, en este caso, tres cantida­
la decreciente int ensidad de la sensación provocada por un des: b y e de los dos bienes complementarios B y e, y p del
producto D.
* Ernst H. Weber (l795·1878 ) - a quien no hay, naturalmente, que confunlir
1:" El auto r alude en esta frase a la distinción e ntre los bienes de consumo
con el anteriormente citado Max Webcor (1864·1920 }- a través de su conocida ley
psicofísica afirm6 que el incremento de toda sensaci ón humana c xigla mi , que P T(l ­ de carácter duradero y los bienes fungibles (<<durable and non durable consu mcrs'
porcional aumento del correspondiente estímulo. Gustav T. Fccbncr (180 1.1887), goods» ). Los primeros procuran servicios al hombre durante un cierto, más o
por su parle , siguiendo los pasos de Weber, aseguró que pa ra acrecer, ro propor­ menos dilatado, período temporal. En cambio, los segundos - por ejemplo, un
ci6n aritmética. una sensación era preciso reforzar el estímulo en relación gcom é­ pan. una tableta de aspirina- se desgastan y desaparecen (1 ) rendir único y espe­
trica . (N. del T.) cífico servicio . (N . del T.)
206 La acción en el entorno mundo 207
La Acción Hu mana

Inrnodificada la cantidad b, con sider amos ópt ima aque lla e! dilema de tener que optar entre e! valor en uso de una fór­
cant idad de e que pr ovoca el máximo valor de la expresión mula comúnmente conocida y el de cualquiera otra cosa útil.
pi e. Si a este máximo valor de pie se llega indistintamente La ley del rendimiento pr oclama qu e existen combin aciones
mediante la utili zación de canti dades di versas de e, considera­ ópti mas de los biene s econó micos de orden más elevado (fac to­
mos óp tima aquella que produce la mayor cant idad de p. Cuan­ res de producción ). El desviarse de tal óptima combinación,
do los dos bienes complemen tarios se utilizan en dicha cuantia incrementando el con sumo de uno de los factores intervinien­
ópti ma, ambos están dando el máxim o rendimiento posible; tes, da lugar, o bien a qu e no aumen te el efecto deseado , o bien
su poder de producción, su valor en uso objetivo , está siendo a que, en caso de aum entar, no lo baga pr op orcionalmcnte a
plena mente utilizado; parte alguna se desperdi cia. Si nos des­ aquella mayor inversión . Es ta ley, com o antes se hacía notar ,
viamos de esta combinación ópt ima aumentando la cantidad es consecuencia obligada del hecho de que sólo si sus efecto s
de e sin variar la cantidad de R, normalmente el rendimiento resu ltan cuantitativamente limitados puede darse la considera ­
será mayor, si bien no en grado proporcional al aumen to de la ción de económic o al bien de que se tr ate .
e
cant idad de empleada . E n el caso de qu e qu epa increment ar Que ex isten esas óp ti mas comb inacio nes es tod o lo que
la producción de p a pl increment and o la cantidad de 11/10 solo esta ley, comúnmente denominada ley del rendimiento decre­
de los factores com plementarios, es decir, sustit uyendo e ciente, predica. H ay much os p roblemas, a los que la misma
por ex, siendo x mayor que la unidad , tendríamos siempre para nada alude, pro blemas que sólo a postcriori pueden ser
q ue pI sería mayor qu e p, y plc menor qu e pcx. Pu es, si fuera resueltos mediant e la observación experi mental.
pos ib le compensar cualquie r di sminución de b con un incre­ Si el efect o causado por cierto facto r resu lta ind ivisible,
mento de e, de tal form a qu e p qu ed ara sin variación , ello será la óptima aquella única comb inación qu e pro duce e! apete­
supondría que la capacidad de prod ucción de B era ilimit ada; cido result ado. Para teñi r de un cier to color un a pieza de lana,
en tal supuesto, B no sería un bien escaso ; es decir , no cons­ se precisa específica canti da d de colo rante . Una cant idad mayor
tituiria un bien econó mico. Carecería de trascend encia para la o menor de tinte frust ra ría e! desead o ob jetivo . Q uien tu viera
actividad humana el qu e las existencias de B fuer an mayores más colorante del preci so veríase obligado a no utilizar e! exce­
dente. Por el contra rio , qui en dispu siera de can tidad insufi­
o men ores. Incluso - un a cantidad infin itesimal de B sería sufi­, ciente, sólo podría teñir parte de la pieza. La condició n decre­
ciente para producir cualqu ier cant idad de D, siempre y cu and o
se contara con un a suficiente cantidad de C. E n camb io , si no ciente del rendimient o, en e! ejemplo contemplado, ocasiona
cupiera incremen tar las di sponibilidades de e, por más que ' que carezca de utilidad la alud ida excede nte cantidad de colo­
aumentara B, no cabría ampliar la produ cción de D. Tod o e! rante, la cual, en nin gún caso , podría ser empleada, por cua nto
rendimiento de! proceso achacaría se a e; lJ no merecería la perturbaría la con secución de! pr opósito apet ecido.
consideración de bien económico. Un factor capaz de propo r­ En otros supuestos, para producir el menor efecto aprove­
cionar tales ilimit ados servicios es, por ejemplo, e! conocimien­ chable, precisase u na cierta cantidad mínima de facto r pro·
to de cualquie r relación de cau salidad . La fórm ula, la rece ta, ductivo. Entre ese efect o men or y el ópti mo existe un margen
q ue nos ense ña a condimentar e! café , una vez conocida, rinde dentro del cual el increment o dc las cant idades invert idas pro­
serv icios ilimitad os. Por mucho q ue se emp lee, nada pierde de voca un aumento de la producción o proporciona l o más que
su capacidad de produci r ; estamos ante una inagotable capaci­ proporcional a la ind icada elevación del gasto. Un a máquina,
dad produ ctiva, la cual, consecuentemen te , deja de ser bien para funci on ar , exige un mínimo de lubricant e . Ahora bien ,
económico. Por eso nunca se halla e! individuo actuante ante sólo la experi encia técnica podrá indicarn os si, por encima de
208 La Acción Human, La acci6n en el entorno mundo 209

dicho mínimo, una mayor cantidad de lubricante aumenta el dimiento de cualqui er parcela, multiplicando la inversión de
rend imiento de la máquina de un modo proporcional o supe capital y trabajo en la misma.
rior a tal supletoria inversión . También se ha supuesto que mientras en la producción
La ley de! rendimiento no resuelve los prob lemas siguicn agraria regiría la ley del rendim iento decreciente, prevalecería,
tes: 1) Si la dosis óptima es o no la única idónea para provocar por el contrario, en la industria la ley del rendimiento creciente.
e! efecto apetecido. 2) Si existe o no un definido límite, tras­ Mucho tard aron las gentes en advertir que la ley del rendi­
puesto el cual, carece de utilidad todo incremento en la cant i miento c úmplese invariablemente, cualqui era que sea la clase
dad de! factor variabl e empleada. 3) Si la baja de producción. de producción contemplada. Grave err or constituye a este res­
que el apart arse de la combinación óptica provoca -o el pecto distinguir entre agricultura e industria. La imperfecta­
aument o de la misma que engend ra el aproximarse a ella­ mente -por no decir erróneamente- denominada ley del ren­
es o no proporciona l al número de unidades del factor variable dimiento creciente no es más que el reverso de la ley del reno
en cada caso manejado. Las anteriores cuestiones sólo experi­ dimiento decreciente ; es decir, cn definiti va, una torp e formu­
menta lmente pueden ser resueltas. Ello no obstante, la ley del lación de esta última. Al aproximarse el proceso a la óptima
rendimiento en sí, es decir, la afirmación de que tales óptimas combinación, a base de incrementar la inversión de un factor,
combinaciones han de existir, resulta válida a priori. mientras quedan invariados los demás, la producción aumenta
La ley maltu siana de la población y los conceptos de super. en grado proporcional o, incluso, más que proporcional al n ú­
población o subpoblación absoluta, así como e! de población mero de invertidas unidade s de dicho variable factor. Una
más perfecta, todos ellos derivados de aquélla, suponen hacer máquina, manejada por dos obreros, puede producir p; mane­
aplicación de la ley de rendimientos a un caso especial. Dicho jada por 3 obreros, 3p; por 4 obreros, Gp; por 5 obreros, 7p;
ideario ponde ra los efectos que forzosamente han de aparecer y por 6 obreros, también 7p. En tal supuesto, el ut ilizar 4 obre­
al variar el número de «brazos» disponible s, suponiendo inrno­ ros supone obtener el rendimiento óptimo por obrero, es decir
dificadas las demás circunstancias concurrentes . Por cuanto 6/ 4 p, mientras que, en los restantes supuestos, los rendimien­
intereses políticos' aconsejaban desvirtuar la ley de Malthus , tos son, respectivamente, 1/2 p, p, 7/5 P y 7/6 p. Al pasar
las gentes atacaron apasionadamente, si bien con argumentos de 2 a 3 obreros, los rendimientos aumentan más que propor·
ineficaces, la ley del rendimiento, la cual, incident almente, co­ cionalmente al núm ero de operarios utili zados; la producción
nacían sólo como la ley del rendimiento decreciente de la in. no aument a en la proporción 2 : 3 : 4, sino en la de 1 : 3 : 6.
versión de capital y trabajo en el factor tierra. Hoy en día no Nos hallamos ante un caso de rendimiento creciente por obre­
vale la pena volver sobre tan bizantinas cuestiones. La ley del ro. Ahora bien, lo anterior no es más que el reverso de la ley
rendimiento no se contrae tan sólo al problema atinente a la del rendimiento decrecient e.
inversión, en el factor tierra, de los restantes factores cornple­ Si una explotación o empresa se aparta de aquella óptima
mentarios de produ cción. Los esfuerzos, tant o para refutar combinación de los factores empleados, opera de modo más
como para demostr ar su validez, mediante investigaciones his­ ineficiente que aquella otra explotación o empresa cuya desvia­
tóricas y experimentales de la producción agraria , a nada con­ ción de la combinación óptima resulte menor. Ernpléanse, tan­
ducen . Qu ien pretenda impugnar la ley habr á de explicar por to en la agricultura como en la industri a, factores de produc­
qué los hombres pagan precios por la tierra. Si no fuese exacta, ción que no pueden ser ad libitum subdi vididos. De ahí que,
el agricultor nunca pretendería ampliar la extensión de su fun­ sobre todo en la industria, se alcance la combinación óptima
do. Tendería, más bien , a incrementa r indefinidamente el reno más fácilmente ampliando que reduciendo las instalaciones. Si
14
210 La Acció n H umana La acción en ~l ent orno mundo 211

la unidad mínima de uno o varios factores result a excesiva­ tiempo no resultara obligado dedicar al descanso y recupera­
mente grande para poder ser explotada de! modo más econó­ ción de las fuerzas consumidas. Se reputaría pérdida pura e!
mico en una empresa pequeña o mediana, la única solución desperdiciar en cualquier cometido parte de la personal capa­
para lograr e! aprovechamiento óptimo de los aludidos factores cidad. Tal dedicación incrementaría el bienestar personal de
estriba en ampliar las instalaciones. Vemos ahora claramente todos y cada uno; por eso, si una fracción cualquiera de la
en qué se funda la superio ridad de la producción en gran esca­ personal capacidad de traba jo qued ara desaprovechada, e! inte­
la. Más adelante, al analizar el problema de los costos, adver­ resado consideraríase perjudicado, no habiend o satisfacción al­
tiremos la trascendencia de esta cuestión. guna que pudiera compensarle tal pérdid a. La pereza resultaría
inconcebible. Nadie pensaría: podría yo hacer esto o aquello,
pero no vale la pena; no compensa, prefiero el ocio; pues repu­
3. EL TRABAJO HUMANO COMO MEDIO tarían las gentes recurso productivo su total capacidad de tra­
bajo, capacidad que aíanaría nse por aprovechar plenamente .
Se entiende por trabajar el aprovechar, a título de medio, Cualquier posibilidad, por pequeña que fuera, de incrementar
las funciones y manifestaciones fisiológicas de la vida humana. el bienestar personal estimaríase estímulo suficiente para seguir
No trabaja e! individuo cuando deja de aprovechar aquella trabajando en lo que fuera, siempre que no cupiera aprovechar
pot encialidad que la energía y los procesos vitales humanos mejor la correspondiente capacidad laboral en otro cometido .
encierran, para conseguir fines externos , ajenos, desde lue­ Las cosas, sin embargo, en este nuestro mundo, son bien
go, a esos aludidos procesos fisiológicos y al papel que los distintas. El invertir tr abajo resulta penoso. Es tímase más agra­
mismos, con respecto a la propia vida, desempeñan ; el sujeto, dable el descanso que la tarea. Invariadas las restant es circuns­
en tal supuesto, está simplemente viviendo. El hombre trabaja' tancias, prefiérese el ocio al esfuerzo laboral. Los hombr es
cuando, como medio, se sirve de la humana capacidad y fuerza trabajan solamente cuando valoran en más e! rendimiento que
para suprimir, en cierta medida, el malestar, explotando de la correspondiente actividad va a procur arles que el bienestar
modo deliberado su energía vital, en vez de dejar, espont ánea de la holganza. El trabajar molesta .
y libremen te, manifestarse las facultades físicas y nerviosas La psicología y la fisiología intentarán explicarnos por qué
de que dispone. El tr abajo constituye un medio, no un fin , en sí. ello es así. Pero e! que en definitiva lo consigan o no resulta
Gozamos de limitada cantidad de energía disponible y, ,íde;,.
indiferente para la praxeología. Nuestra ciencia parte de que
más, cada unidad de tal capacidad laboral produce efectos
igualmente limitados. Si no fuera así, e! tr abajo humano abun­ a los hombres lo que más les agrada es el divertim iento y el
daría sin tasa; jamás resultarí a escaso y, consecuentemente , no descanso; por eso contemplan su propia capacidad laboral de
podría considerarse como medio para la supresión de! malestar, modo muy distin to a como ponderan la potencialidad de los
ni como tal habría de ser administrado. factores materiales de producción. Cuando se trata de consu­
Dond e el trab ajo se administrara sólo por su escasez, es mir e! propio trabajo, el interesado analiza, por un lado, si no
decir, por resultar insuficiente para, mediante el mismo, alcan­ habrá algún otro objetivo, aparte del contemplado, más atrac­
zar todos los objetivos en cuya consecución cabe, como medio, tivo en el cual invertir la correspondiente capacidad laboral;
aprovecharlo, las existencias laborales equivaldrán a la total pero , por ot ro, además pondera si no le sería mejor abstenerse
energía productiva que la correspondiente sociedad poseyera. del correspondiente esfuerzo. Cabe expresar el mismo pensa­
En ese imaginario mundo , todos tr abajarían hasta agotar, por miento considerando el ocio como una meta a la que tiend e la
entero, su personal capacidad. Labora rían las gentes cuanto actividad deliberad a o como un bien económico del .orden pri­
212 La Acción Hu mana La acción en el entorno mundo 213

mero. Esta vía, tal vez un poco rebuscada, nos abre, sin ernbar ­ vertir las porciones aún no empleadas del potencial laboral
go, los ojos al hecho de que la holganza, a la luz de la teoría de - inmodificadas las demás condiciones- disminuye a medida
la ut ilidad marginal, debe considerarse como otro bien econó­ que se va incrementando la aportación de traba jo. El que d icha
mico cualquiera, lo que permit e concluir que la pr imera unidad disminución de la voluntad laboral progrese con una acelera­
de ocio satisface un deseo más urgentemente sentido que el ción mayor o menor depende de las circuns tancias económicas
atendido por la segunda un idad ; a su vez, esta segunda provee concurrent es; en ningún caso atañe a los pri ncipios categóricos.
a una necesidad más acuciante que la correspondiente a la ter­ Esa molestia típica del esfuerzo laboral explica por qué, a
cera , y así sucesivamente . El lógico corolario que de lo anter ior lo largo de la histori a humana, al increment arse la producrivi­
result a es que la incomodidad personal prov ocada por el traba­ dad del trabajo, gracias al progreso técnico y a los mayores re­
jo aument a a medida que se va trabajando más, agravá ndose cursos de capital disponibles, apareciera generalizada tendencia
con la supletoria inversión laboral. a acortar horarios. Entre Jos placeres que, en mayor abundan­
La praxeología, sin embargo, no tiene pOI' qué entrar en la cia que sus ante pasados, puede el hombre moderno d isfru tar ,
discusión de si la molestia laboral aumenta proporcionalmente hállase el de dedicar más tiempo al descanso y al ocio. En este
o en grado mayor al incremen to de la inversión laboral. (El sentido cabe dar cumpli da resp uesta a la interrogante, tantas
asunto puede tener interés para la fisiología o la psicología y es veces for mulada por filósofos y filánt ropos, de si el progreso
incluso posible que tales disciplinas logren un d ía desentrañar­ económico habría o no hecho más felices a los hombres. De ser
lo; todo ello, sin embargo, no nos ccncicrnc .) La realidad es la productividad de! traba jo menor de lo que es, en e! actual
que el interesado suspende su actividad en cuanto estima que mundo capitalista, la gente, o habria de tra ba jar más, o habría
la ut ilidad de proseguir la labor no compensa suficientemente de renunciar a numerosas comodidade s de las que hoy disfru ta.
el bienestar escamoteado por el supletorio trabajo. Dejando Conviene, no obstante, destacar que los economistas, al dejar
aparte la disminución en el rendimiento que la creciente fatiga constancia de lo anterior , en modo alguno están suponiendo
pro voca, quien labora, al formular el anterior juicio, compara que el único medio de alcanzar la felicidad consista en gozar de
cada porc ión oc tiempo t rabajado con la cantidad de bien que la máxima confortación material, vivir lujosamente o disponer
las sucesivas aportacio nes laborales van a reportarle. Pero la de más tiempo libre. Atestiguan simplemente una realidad , cual
utili dad de Jo conseguido decrece a med ida q\le m ás se va tra­ es que el incremento de la producti vidad del trabajo perm ite
bajando y mayor es la cantidad de producto obten ido. Median- ~ ahora a las gentes proveerse en for ma más cumplida de cosas
te las primeras unid ades de traba jo se ha proveído a la sat is­ que indudahlemente les complacen.
facción de necesidades superiorment e valoradas que aquellas La fundamental idea praxeol ógicn, según la cual los hom­
otras atendidas merced al trabajo ult erior. De ahí que esas bre s prefieren lo que les satisface rmis a lo que les satisface
necesidades cada vez menormcnte valoradas pront o pueda n menos, aprec iando las cosas sobre la base de su utilidad , no
est imarse compensación insuficient e para prolongar la labor , precisa por eso de ser completada, ni enmendada , con alusión
aun admitiendo no descendiera, al paso del tiempo, la p roduc­ alguna a la incomodidad del trabajo , pues hállase implícito en
tividad, en razón a la fat iga. lo anteri or que el hombre preferirá e! traba jo al ocio sólo cuan­
No int eresa, como decíamos, al análisis praxeol6gico inves­ do desee más ávidamente el producto que ha de reportarle la
tigar si la incomodidad del trabajo es proporcional a la inversión correspond ien te labor que el disfrutar de ese descanso al que
laboral o si aumenta en escala mayor, a medida que más tiempo renuncia. /
se dedica a la actividad . Lo indudable es que la tendencia a in­ La singular posición que el factor tr abajo ocupa en nuestro
214 La Acci6n H umana La lUción en el entorno mundo 215

mundo deriva de su carácter no específico. Los factores prima­ fuera la pri ncipal consideració n que les impeliera a adminis­
rios de producción que la naturaleza brinda -es decir, todas trarlo . No es permisible, cuando se trata de abordar las circuns­
aquellas cosas y fuerzas naturales que el hombre puede em­ tancias de los pueb los civilizados, despreciar las difere ncias
plear pa ra mejorar su situación- poseen específicas virtudes cualitativas de dispares trabajos. Diferente resulta la ob ra que
y potencialidades. Para alcanzar ciertos objetivos hay factores las distintas personas pueden realizar por cuanto los homb res
que son los más idóneo s; para conseguir otros, esos mismos eje. . no son iguales entr e sí y, sobre todo , la destreza y experiencia
mentas resultan ya menos oportunos; existiendo, por último, adquiri da en el decur so de la vida viene a diferenciar aún más
fines para cuya consecución resultan totalmente inadecuados . la respectiva capacidad de los distintos su jetos.
Pero el trabajo es factor apropiado, a la par que indispensable, Cuando antes afirmábamos el carácter no específico del tra­
para la plasmación de cualesquiera procesos o sistemas de pro­ bajo en modo alguno querí amos suponer que la capacidad labo­
ducción imaginables. ral humana fuera toda de la misma calidad. Queríamos, sim­
No cabe, sin embargo, generalizar al hablar de trabajo plemente, destacar que las diferencias existentes entre las
humano. Constituiría grave error dejar de advertir que los distintas clases de trabajo requerido por la producción de los
hombres, y consecuentemente su respectiva capacidad laboral, diversos bienes son mayores que las disparidades existen tes
resultan dispares. El traba jo que un cierto individuo es capaz entre las cualidades innatas tic los homb res. (Al subrayar este
de realizar convendrá más a determinados objetivo s, mientras punto, prescind imos de la labor creadora del genio ; el trabajo
para otros será menos apropiado , resultando, en fin, inadecuado del genio cae fuera de la órbita de la acción humana ord inaria ;
para la ejecución de terceros cometido s. Una de las deficiencias viene a ser como un gracioso regalo del destino que la hum a­
de los economistas clásicos fue el no prestar debida atención nidad , de vez en cuando, recibe ' ; e igualmente prescindimos
a la expuesta realidad ; despreocupáronsc de ella al estructurar de las barreras institucionales que impiden a algunas gentes
sus teorías en torno al valor, los precios y los tipos de salarios. ingresa r en ciertas ocupaciones y tener acceso a las enseñanzas
Pues lo que los hombres suministran no es trabajo en general, que ellas requieren.) La innata desigualdad no quiebra la u ni­
sino clases determinadas de tra bajo , No se pagan salarios por el formidad y homogeneidad zoológica de la especie human a hasta
pmo trabajo inver tido, sino por la correspondiente ob ra reali­ el punto de dividir en compar timentos estancos la oferta de
trabajo. Por eso, la oferta potencial de trabajo para la ejecu­
zada, mediante labores ampliamente diferenciadas entre sí,
ción de cualquier obra determina da siempre excede a la efec­
tanto cuantitativa como cualitativamente cons ideradas. Cada tiva demanda del tipo de trabaj o de que se trate. Las disponibi­
particular producción exige ut ilizar aquellos agentes laborales lidades de cualquier clase de t rabajo especializado podrán siem­
que , precisamente, sean capaces de ejecutar el típi co trabajo pre ser incrementadas mediante detraer gentes de otro sector,
requerid o. Es absurdo pretender despreciar estas realidades preparándolas convenientemente. La posibilidad de atender ne­
sobre la base de que la mayor parte de la demanda y ofer ta de cesidades jamás hállase permanentemente coartad a, en esfera
trabajo se contrae a peonaje no especializado , labor que cual­ produ ctiva alguna, por la escasez de trabajo especializado. Di­
quier hombre sano puede realizar, constituyendo excepción la cha escasez sólo a corto plazo puede registrarse. A la larga,
labor específica, la realizada por personas con facultades pecu­ siempre es posible suprimirla mediant e el adiestramiento de
liares o adquiridas gracias a par ticular preparación. No interesa personas que gocen de las requeridas innatas condiciones.
averiguar si en un pasado remo to tales eran las circuustancias El trabajo es el más escaso de todos los factores primarios
de hecho concurrentes, ni aclarar tampo co si para las tribus
primitivas la desigual capacidad de trabajo innata o adqu irida ~ Vid. pág. 221.
216 La Acció" H umana La acción en el entorno mundo 217

de producción; de un lado, porque carece, en el expuesto sen­ aprovechamient o pudi era ser empleado mejor por otros cauces
tido, de carácter específico y, de otro, por cuanto toda clase que permitieran atender necesidades más urgentes.
de prod ucción requiere la inversión del mismo. De ahí que la Los factores complementa rios de producción sólo pueden
escasez de los demás medios prima rios de producción - es emplearse en la cuantía que las disponibl es existencias del más
decir, los factores de producción de car ácter no hu mano, que escaso de ellos auto rizan. Supongamos que la producción de
proporciona la naturaleza- surja en razón a que no pueden una un idad de p requiere el gasto o consumo de 7 unidades
plenamente util izarse, en tanto en cuanto exijan consumir tra­ de a y de 3 unidades de b, no pudiendo emplearse ni a ni b en
bajo, aunque tal concurso laboral sea mínimo 7. Las disponibi ­ producción alguna distinta de p. Si disponemos de 49 a y de
lidades de trabajo determinan, por eso, la prop orción en que 2.000 b, sólo 7 p cabr á producir. Las existencias de a pred e­
cabe aprovechar, para la satisfacción de las humana s necesi­ terminan la cantidad de b que puede ser aprovechada. En el
dades, el factor naturaleza, cualquiera que sea su forma o supuesto ejemplo, únicamente a merecería la consideración de
presentación. bien económico; sólo por a hallaríanse las gentes dispuestas a
Si la oferta de trabajo aumen ta, la producción aumenta pagar precios; el precio ín tegro de p será función de lo que
también. El esfuer zo laboral siempre es valioso; nunca sobra, cuesten 7 un idades de a. Por su par te, b no sería un bien eco­
pue s en ningún caso deja de ser útil para adicional mejora mien­ nómico; no cotizaría precio alguno , ya que una par te de las
to de las condiciones de vida. El hombre aislado y autárq uico disponibilidades no se aprovecharía .
siempre puede prospera r trabajando más. En la bolsa del tra­ Cabe imaginar un mundo en el que todos los factores mate­
bajo de una sociedad de mercado invariablemente hay compra­ riales de producción halláranse tan plenamente explotados que
dor es para toda capacidad laboral que se ofrezca. La superflua no fuera materialmente posible dar trabajo a todo el mundo, o
abundancia de traba jo sólo puede registrarse, de modo transi­ al menos, en la total cuantía en que algunos individuos halla­
torio, en algún sector, induciéndose a ese trabajo sob rante a ríanse dispu estos a trabajar . En d icho mundo, el factor trabajo
acudir a otras part es, con lo que se amplía la producción en abund aría ; ningún increment o en la capacidad laboral disponi­
lugares anteriormente menos atend idos. Frente a lo expuesto, ble permitiría ampliar la produ cción. Si en tal ejemplo supone­
un incremento de la cantidad de tierra disponible - inmod ifi· mos que todos tienen la misma capacidad y aplicación para el
cedas las restant es circunstancias- sólo permitiría ampliar la trabajo y pasamos por alto el malestar típico del mismo, el tra­
producción agrícola si tales tierras adicionales fueran de mayor bajo dejaría de ser un bien económico. Si dicha república fuera
feracidad que las ya disponibles ' . Lo mismo acontece con res­ una comu nidad socialista, todo incremento en las cifras de po­
pecto al equipo material destin ado a futu ras producciones. blación concep tuaríase simple increment o del número de ocio­
Porque la utilid ad o capacidad de servicio de los bienes de ca­ sos consu midores. Tratándose de una economía de mercado,
pital depende, igualmente, de que puedan contratarse los co­ los salarios resultarían insuficientes para vivir. Quienes bus­
rrespondiente s operarios. Anti económico sería explotar exis­ casen ocupación hallar ianse di spuestos a trab ajar por cualquier
tentes dispositivos de producción si el trabajo a inver tir en su salario, por reducido que fuera , aunque resultara insuficiente
para atender las necesidades vitales. Trabajaría la gente aun
T Algunos recursos naturales , ciertamente , son tan escasos que por entero se

explotan.
cuando el produ cto de la labor sólo sirviese para demorar la
• Supuesta libre la movilidad del trabajo, resultad a anticcon émico poner en insoslayable muerte por inanición.
explctac i én terrenos anteriormente incultos salvo que la feracidad de los mismos Impertinente sería entretener la atención en tales par ado.
fuera tal que compensara los supletorios costos incurridos. jas y el discut ir aquí los problemas que tal imaginario estado
218 La A cción Humana La acción en el ento rno mundo 219

plantearía. El mundo en que vivimos es totalmente distinto. del descanso y somérese a la incomodidad del trabajo para d is­
E l trabajo resul ta más escaso que los factores materiales de frur ar de la obra realizada o de lo que otros estarían dispuestos
producción disponibles. No estamos ahora contemplando el a darle por ella. La inve rsión de trabajo con sti tuye, para quie n
problema de la po blación óp tima. De momento, sólo interesa trabaja, un medio que le permite alcanzar ciertos fines ; es un
destacar qu e hay factores materiales de producción , los cuales premio que recibe po r su aportación laboral.
no pueden ser explotados, por cuanto el trabajo requerido pre­ Ahora bien, hay casos en los que el trabajo recompensa al ac­
cisase para aten der necesidades más urgent es. En nuestro tor inmediatamente . El interesado obtiene de la propia labor una
mundo no hay abundancia, sino insuficiencia, de potencia la­ satisfacción Intima. El rendimiento , pues, resulta doble . De un
bo ral, existiendo por este motívo tierras, yacimientos e incluso lado, d isfru ta del prod ucto y, de otro , del placer que la propia
fábricas e instalacion es sin explotar, es decir, facto res mat eri a­ operación le proporciona .
les de produ cción inaprovechados. Tal circunstancia ha inducido a las gentes a incurrir en mu­
Esta sit uació n mutaríase merced a un increment o tal de la cho s absurdos errores, sobre los cuales se ha pretend ido basar
población , qu e permitiera fuera n plenamente explotados cuan­ fantásticos planes de reforma social. Uno de los dogmas funda­
tos factor es materiales pu diera requ erir aq uella produ cción ali­ mental es del socialismo consiste e n suponer que el trabajo resulta
menticia imprescindible --en el sentido estricto de la pala­ penoso y de sagradab le sólo en el sistema capitalista de prod ucción,
bra- para la conservación de la vida. Ahora bien, no siendo mientras que bajo el soci alismo cons tituirá pura delic ia. Cabe
ése el caso, el presente estado de cosas no puede vari arse me­ desen tenderse de las d ivagaciones de aquel pobre loco que se
diante progresos técnicos en los métodos de producción . La llamó Charles Four ier, Ahora bien, convien e advertir que el so­
sus ti tució n de un os sistem as por otros más eficientes no ha ce cialism o «científico ) de Marx, en este punto, . no difiere en nada
que el tr abajo sea más abundante mientras queden factores ma­ de las ideas de los autores utópicos. Frederick Engels y Karl
teriales inapr ovechad os, cuya utilización incrementaría el Kaut sky, textualmen te, llegan a decir que la gran obra del régi­
bienestar humano . An tes al con trario , dichos pro gresos vienen men prole tario consistirá en transformar en placer la penosidad
a ampliar la producción y, por ende , la canti dad de bien es de del tr abajo ' .
consumo disponible . Las técnicas «economizado ras de traba­ Con frecuencia pre t éndcsc ignorar aquella realidad según la
jo » militan contra' la indigencia. Pero nunca pueden ocasionar cua l las actividades que proporcionan complacencia inmediata y
paro «tecnológico». cons tituyen, por tanto , fuentes directas de placer y delei te no
T odo producto es el resultado de invertir, conjuntamen te, coi nciden con el trabajo y la actuación laboriosa. M uy superficia l
trabajo y factores mate riales de producción . El hombre adrni­ tiene que ser el examen para no advertir de inmediato la diferen­
nistra ambo s, tanto aqu él como ésto s. cia en tre unas y otras actividades. Salir un domingo a remar por
diversión e n el lago se asemeja al bogar de remeros y galeo tes
sólo cuando la ope ración se con templa desde el punto de vista de
la hid rornec ánica. Ambas actividades, ponderadas como medios
TRABAJO INM EDI ATAMENTE REMUNERADO
para alcanzar fines determinados, son tan dispares como el aria
Y TRABAJO MEDI ATAMENTE REMUNERADO
tara reada por un pase ante lo es de esa misma compo sición recitada
por un can tan te de ópera. El desp reocupado bogado r y el dcam­
Normalmente , el trabajo recompensa a quien trabaja de modo
mediato, es decir 1 permirele librarse de aquel malestar cuya su­ 9 KARL KA UTSKY, Die scaiale Revolution, n , págs . 16 y sigs., 3,· ed . Berlín,
pre sión constituía la meta de su acruación. Q uien labora prescinde 1911. Con respecto a Engels, vid. infra cap. XXI , 2,
220 La Acción Humana La acción en el entorn o mund o 221

bulame cantor de rivan de sus actividades no una recompensa inmediata, su ejecució n no deven ga salario alguno. Antes al con­
mediata, sino inmed iata. En su consecuencia , lo que pract ican no trario, qu ien lo realiza, el «trabajador», habrá de comprar el
es trabajo, al no tratarse de aplicar sus funciones fisiológicas al placer y pagarlo. La caza fue y es aún pa ra muchas personas un
logro de fines ajenos al mero ejercicio de esas mismas funciones. trabajo no rmal, generador de incomod idades. Ahora bien , hay
Su actuación es, simplemente, un placer . Constituye fin en sí per sonas para quienes constit uye pur o placer . En E uro pa, los afio
misma ; se practi ca por sus propios atractivos, sin derivar de ella cionad os al ar te venato rio pagan importantes sumas al propietario
ningún servicio ulterior. No tratándose, pues) de una acti vidad del coto por concederles el derecho a perseguir un cierto númer o
labora l, no cabe denominarla trabajo inmediatamente rernu­ de venados de un tipo determinad o. El precio de tal derecho es
nerado 10. independiente del q ue hayan de abonar por las piezas cobradas.
A veces, per sonas poco observadoras suponen que el trabajo Cuan do ambos precios van ligados 1 el montante excede notable­
ajeno constituye fuente de inmediata satisfacción para los int ere­ mente 10 qu e cuesta la caza en el mercado. Resulta, de esta suerte,
sados , porque a ellas les gustaría , a títu lo de juego, realizar el tra­ que un venado, ent re peñascos y precipicios, tiene mayor valor
bajo citado. Del mismo modo que los niñ os juegan a maestros, a din erario que después de haber sido muert o y tra nsport ado al
soldados y a tre nes, hay ad ultos a quienes les gustaría jugar a esto valle, donde es posible aprovechar su carne, su piel y sus defe nsas,
o a lo otro . Creen que el maquini sta di sfrut a manejando la Joco­ pese a que, para cobra r la pieza, se gasta equipo y mun ición , tras
motora como ellos gozaría n si se les permitiera conducir el convoy, peno sas escaladas. Cabría, por tan to, decir que uno de los servi­
Cuando, apresuradamente, se d irige a la oficina, el administrativo cios que un venado vivo puede prestar es el de propor ciona r al
envid ia al guard ia que, en su opinión, cobra por pasear ociosa­ cazador el gusto de matarlo .
mente las calles. Sin embar go, tal vez és te envidie a aquel que ,
cómodamente sentado en un caldeado edificio, gana d inero embo­
rrona ndo papele s, labor que no puede considera rse trabajo serio , EL GENIO CREADO R
No vale la pena perder el tiempo analizando las opiniones de
quienes , interpretando erróneamente la labor ajena, la consideran Muy por encima de los millones de personas que nacen y
mero pasatiempo. mueren, se elevan los genios, aquellos homb res cuyas actuaciones
Ahora bien, hay casos de aut ént ico trabajo inmediatamente e ideas abren caminos nuevos a la humanidad. Crear constituye,
remunerado. Ciert as clases de trabajo, en pequeñas dosis y bajo para el genio descubridor , la esencia de la vida " . Para él, vivir
condiciones especiales, proporcionan satisfacción inmediata . Sin significa crear'.
embargo, las aludid as dosis han de ser tan reducidas que carecen Las act ividades de estos hombres prodi giosos no pueden ser
cabalmen te encuadr adas en el concepto praxeoJógico de trabajo .
de trascenden cia en un mundo integrado por la produ cción orien­
No constituyen trabajo , por cuanto, para el genio. no son medio s,
tada a la satisfacción de necesidad es. En la tierra , el trabajo se
sino fines en sí mismas; pues él sólo vive creando e inventando .
carac ter iza por su peno sidad. La gente int ercambia el trabajo,
Para él no hay descanso ; s610 sabe de intermitencias en Ja labor
generador de malestar , por el producto del mismo ; el traba jo cons­
en momento s de frustraci 6n y este rilidad. Lo que le impulsa no
ti tuye una fuen te de recompensa medi ata .
En aquella medid a en que cierta clase de trabajo, en vez de 11 Los caudiUos (jührers) no son descubridores; conducen al pueblo por las sen­

malestar, produc e placer y, en vez de incomodidad, gratificación das que otros trazaron. El genio abre caminos a través de terrenos antes inacce­
sibles, sin preocuparse de si alguien le sigue o no. Los caudillos, en cambio,
10 El remo practicado deliberadamente corno depor te y el canto cultivado seria, conducen a sus pueblos hacia objetivos ya conocidos que los súbditos desean
mente por un aficionado constituyen trabajo introversivo. Ver cap. XXI, 1. alcanzar.
222 La A cción Humana La acción en el ent orno mundo 223

es el deseo de ob tener un resu ltado , sino la operación misma de y artistas a menudo carecen de condi cione s par a realizar otras
provocarlo. La ob ra no le recompe nsa, mediata ni inmediat amente. labores. Sin emba rgo, el tiemp o y la fati ga qu e ded ican a sus acti­
No le gratifi ca mediat arnente, po r cuanto sus semejantes , en el vidades creadoras no lo detr aen de trabajos merc ed a los cuales
mejor de los casos, no se intere san por ella y, ]0 que es peor, fre­ cabría atender o tros objet ivos. A veces, las circunstancias p ueden
cuen temente la reciben con mofa, vilipendio y per secución. Mu­ cond enar a la este rilidad a un hombre capaz de llevar adelante
chos genios pod rían habe r emp leado sus personales dotes en p ro­ cosas inaudit as; tal vez le sitúen en la disyunt iva de morir de
cura rse una vid a agradable y placen ter a; pero ni siquie ra plnntcá­ ha mbre o de ded icar la tot alidad de sus fuerzas a luchar cxclus i­
ron se tal alt er nati va , op tand o sin vacilació n por un cam ino llen o vamcn te po r la vida. Ahora bien, cuando el genio logra alcanza r
de espinas. E l genio quiere realizar lo q ue considera su misión , sus met as, sólo él ha pagado los «costos» necesar ios. A G oethe,
aun cuando com p renda que ta l conducta p uede bien lle varle :11 tal vez, le estorbaran, en ciertos aspectos , sus ocupacione s en la
desast re . corte de We imar . Sin embarg o, seguramente no habría cumplido
T ampoco deriva el ge nio satis facció n in media ta de s us act ivi ­ mejor con sus deberes oficiales de ministro de E stado, director de
dades creadoras. Crear es pa ra él agonía y torment o, u na ince­ teatro y administr ador de min as si no hu biera escrito sus d rama s,
sante y agotad ora lucha contra obstáculos internos y exte rnos, que poemas y novelas.
le consume y dest roza . El poeta au stríaco Grillpnrzer supo refle­ H uy más: no es posible sustit uir po r el trabajo de terceras
jar tal sit uación en un emocionante poema : «Adi ós a Ga stcin . l ~ . personas la labo r de los creadores. Si D ante y Bcet hovcn no hu bie­
Cabe suponer que , al escribirlo, más que en sus propias penas y ran existido, imposible hubiera sido producir la Divina Comedia
tribul aciones} pensaba en los mayores sufrimientos de un hombre o la N oveno Sini on ía . encargando la tarea a otros homb res. N i la
much o más grande que él, Bectboven , cuyo destino se asemejaba sociedad ni los indi vid uos part iculares pueden sustancialmente
al suyo p ropio y a quien, gracias a u n afecto en trañ able y a tilla impul sar al genio, ni fomentar su labor. Ni la «demanda» más
cordial admiración , comp rendi ó mejor que ninguno de sus con ­ in tensa ni la más perento ria de las órden es gu bernativas result an
en tal sentido d icaces. El genio jamás trabaja po r encargo. Los
temporáneos. Nietzsche compar ábase a la llama que, insaciable .
homb res no p uede n produ cir a voluntad unas condiciones natu­
a sí misma consume y des truye 1) . No existe similitud algun a
rales y sociales que pr ovoqu en la aparición del genio creado r y su
entre tales to rmentos y las ideas generalmente relacionadas con los
obra . Es imposible criar genios a base de eugenesia, ni form arlos
concept os de trabajo y labo r. producción y éxito , ganarse el pan
en escuelas, ni reglamen tar sus actividades. Resulta muy fácil, en
y gozar de la vid a.
cambio, or ganizar la sociedad de tal manera que no haya sitio para
Las obras del genio creador, sus pen samient os y teorías, sus
los innovadores ni p ura sus tareas descubri doras.
poemas, pintu ras y composiciones, p ra xeo l ógicnrnen te, no pueden
La obra creadora del genio es, para la praxeo logía, un hecho
considerarse fru tos del traba jo. No son la result ante de haber dado. La creació n genial aparece como generoso regalo del destino.
invertido un a capacidad laboral, la cual pudiera haberse dedicado
No es en modo alguno u n resultado de la prod ucci ón, en el sen­
a originar otros bienes en vez de a «producir» la correspond ient e tido que la economía da a este últ imo vocablo.
obra maestr a de filosofía, arte o literatu ra. Los pensadores, poetas

12 Parece que hoy no existe ninguna traducción inglesa de este poema. En el

libro de Dougles Yates ( Pranz Grillparzcr, a Crittcal Biography, I, pág. 57. Oxíord, 4. LA PRODUCCI ÓN
1946) se hace un resumen de su contenido en inglés.
lJ Una traducción del poema de Nietzsche puede hallarse en M. A. M ÜGGE, La acción, si tiene buen éxito, alcanza la meta perseguida.
Friedricb Nietzsche, pág. 275. Nueva York, 1911. Da lugar al producto deseado.
224 La acción en el ent orno mundo 22'

La producción, sin embargo, en modo alguno es un acto de lo practica padezca la incomodidad de! mismo. Al esforzarse
creación; no engendra nada que ya antes no existiera. Implica y superar la incomodidad de! trabaj o, el hombre aport a algo
sólo la transformación de ciertos elementos mediante trata­ que no existía antes en el universo. En este sentido, e! trabajo
mientos y combinaciones. Q uien produce no crea. El individuo crea. Pero tal aserto también es erróneo. La capacidad laboral
crea tan sólo cuando piensa o imagina. El hombre, en el mun­ de! hombre es una cosa dada en e! universo, al igual que son
do de los fenómenos externos, únicamente transforma. Su dadas las potencialidades diversas, típ icas y características, de
actuación consiste en combinar los medios disponibles con mi­ la tierra y de (as sustancias animales. El hecho de que una parte
ras a que, de conformidad con las leyes de la naturaleza, pro­ de la capacidad de trabajo pueda quedar inaprovechada tampo­
dúzcase e! resultado apetecido. co viene a diferenciarlo de los factores no humanos de produc­
Antes solía distinguirse entre la producción de bienes tan­ ción , pues éstos también pueden permanecer inexplotados. El
gibles y la prestación de servicios personales. Se consideraba individuo se ve impelido a superar la incomodidad del trabajo
que e! carpinte ro, cuando hacía mesas y sillas, producía algo; por cuanto, personalment e, prefiere el producto de! mismo a la
sin embargo, no se decía lo mismo de! médico cuyo consejo satisfacción que derivaría del descanso.
ayudaba al carpintero enfermo a recobrar su capacidad para Sólo es creadora la mente humana cuando dirige la acción
prod ucir mesas y sillas. Se diferenciaba entre e! vínculo mé­ y la producci6n. La mente es una realidad también compren­
dico-carpintero y e! vínculo carpintero-sast re. Asegur ábase que dida en e! universo y la naturaleza; consti tuye una part e de!
e! médico no producía nada por sí mismo; gamíbase la vida con mundo existente y dado. Llamar creadora a la mente no im­
lo que otros fabricaban, siendo, en definitiva, mantenid o por plica el entregarse a especulaciones metafísicas. La calificamos
los carpin teros y los sastres. En fecha todavía m ás lejana, los de creadora porqu e no sabemos cómo explicar los cambios pro­
fisiócratas franceses proclamaron la ester ilidad de todo trabajo vocados por la acción más allá de aquel punto en que tropeza­
que no implicara extraer algo del suelo. Merecía únicament e mos con la intervención de la razón, dirigiendo las actividades
el calificativo de producti vo, en su opinión, el trabajo agrícola. humanas. La producción no es un hecho físico, natural y exter­
la pesca, la caza y la explotación de minas y canteras. La indus­ no; ante s al contrario, constituye fenómeno intelectual y espi­
tria, supon ían, agrega al valor del material empleado tan s ólo ritu al. La cond ición esencial para que aparezca no estriba en el
el valor de las cosas consumidas por los operario s. trabajo humano, en las fuerzas naturales o en las cosas externas,
Los economistas modernos sonr íen ante los pronunciamien­ sino en la decisión di: la mente de emplear dichos factores como
tos de aquellos antecesores suyos que recurr ían a tan inadmi­ medios para alcanzar específicos objetivos. No engendra el pro­
sibles distingos. Mejor, sin embargo, procederían nuestros con­ ducto el trabajo de por sí, sino el que la correspondiente labor
temporáneos si pararan mientes en los erro res que ellos mismos hállese dirigida por la raz6n. Sólo la mente humana goza de
cometen. Son muchos los autores modernos que aborda n di­ poder para supri mir los malestares sentidos por el hombre.
versos problemas económicos - por ejemplo, la publicidad o el La metafísica materialista del marxismo yerra al interpre­
marketing- recayendo en crasos errores que, parece, tiempo tar esta realidad. Las célebres «fuerzas productiva s» no son de
ha debieron haber quedado definitivamente aclarados. índole marerial. La producción es un fen6meno ideol6gico, in­
Otra idea también muy extendida pretende diferenciar telectual y espiritual. Es aquel método que el hombre , guiado
entre e! empleo del trabajo y el de los factores materiales de por la raz6n , emplea para suprimir la incomodidad en e! mayor
producción. La naturaleza, dicen, di spensa sus dones gratu ita­ grado posible. Lo que distingue nuestro mundo de! de nuestros
men te; en cambio, la inversi6n de trabajo implica que quien antecesores de hace mil o veinte mil años no es ninguna dife- ~'"'::7i
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226 La Acción Humana

reneia de índole material , sino algo espiritu al. Los cambios


ob jeti vos registrados son fruto de ope raciones anímicas.
La producción consiste en manipul ar las cosas que el hom­
bre encuentra dadas , siguiendo los planes que la razón traza.
Tal es plan es - recetas, fórm ulas, ideologías- constituyen lo
fund amental; vienen a transmuta r los factores original es
- humanos y no hum anos- en medio s. E l hombre produce
graci as a su inteligencia; determina los fines y emplea los me­
dios idóneos pa ra alcanzarlos. Por eso resulta totalment e erró­
nea aquella suposición popular según la cual la economía tiene SEGUNDA PARTE
por objeto el ocuparse de los pr esupuestos mat eri ales de la
vida . La acción humana constituye manifestación de la ment e.
En este sentido, la praxeología puede ser denominada ciencia
moral ( Geistesuiissenscbajt ),
Naturalment e, no sabemos q ué es la ment e, por lo mismo
La acción en el marco social
que ignoramos lo que , en verdad , el movim iento , la vida o la
electricidad sean. Mente es simplemente la palabra u tilizada
para designar aquel ignoto factor que ha per mitido a los hom­
b res llevar a cabo todas sus realizaciones: las teorías y los
poem as, las catedrales y las sinfo nías, los automóviles y los
aviones.
CAPITULO VIII

La sociedad humana

1. LA COOPE RACIÓN HU MANA

La sociedad supone acción concertada, cooperación.


Fue, desde luego, consciente y deliberadamente formada.
Ello, sin embargo, no quier e decir que las gentes se pusieran
un día de acuerdo para fundarla, celebra ndo mítico contra to
al efecto . Porque los hombres, mediante las actuaciones que
originan la institu ción social y a diario la renuevan, efectiva­
mente cooperan y colaboran entre sí, pero sólo en el deseo de
alcanzar específicos fines personales. Ese complejo de recípro­
cas relaciones, plasmado por dichas concertadas actuaciones, es
lo que se denomina sociedad . Reemplaza una - al menos, ima­
ginable- individual vida aislada por una vida de colaboración .
La sociedad es división de trab ajo y combinación de esfuerzo.
Por ser el hombre animal que actúa, conviértese en animal
social.
El ser human o nace siempre en un ambiente que halla ya
socialmente organizado. Sólo en tal sent ido cabe predicar que
- lógica O históricamente- la sociedad es anterior al indivi ­
duo. Con cualquier ot ro significado, el aserto resulta vano y
carente de sentido. El individuo, desde luego, vive y actúa en
e! marco social, pero la sociedad no es más que ese combina rse
de actuaciones múltipl es para producir un esfuerzo cooperati vo.
La sociedad, per se, en parte alguna existe; plásmanla las accio­
nes individuales, constituyendo grave espejismo el imaginarla
fuer a de! ámbito en que los individuos operan. El hablar de
una autó noma e independiente existencia de la sociedad, de

230 La Acción H untana La sociedad humana 231


- - -- ------ ----- ----- -- ---_.---- -- ­
su vida propia , de su alma, de sus acciones, es una metáfora tinuado siendo siempre enemigos mortales entr e sí, los unos
que fácilmente conduce a pern iciosos errores. frente a los otros, rivales irr econciliables en sus esfuerzos por
Vano resulta e! preocupa rse de si e! fin tiltitno 10 es la so­ apropiarse porciones siempre insuficientes del escaso sus tento
ciedad o 10 es el individuo, así como de si los intereses de que la natura leza espo ntáneamente proporciona. Cada uno ve­
aqu élla deban prevalecer sobre los de éste o a la inversa. La ría en su semejante un enemigo; el indomeñable deseo de satis­
acción supone siempre actuación de seres ind ividu ales. Lo facer las propias apetencias habría provocado implacables con ­
social o el aspecto social es sólo una orientac ión det erminada flictos. Sentimiento alguno de amistad y simpatía hubiera po­
que las acciones individu ales ado ptan. La categoría de fin co­ dido florecer bajo tales cond iciones,
bra sen tido únicamente aplicada a la acci ón, La teología " la Algunos sociólogos han supuesto que el hecho subjet ivo.
metafísica de la historia cavilan en torn o a cuáles puedan ser original y elemental, que engendra la sociedad es una «con­
los fines de la sociedad y los planes divinos que , mediant e ella, ciencia de especie » l . Otros mant ienen que no habría sistemas
hubieran de estructurarse, prete ndiendo incluso averiguar los sociales a no ser por cierto «sent imiento de comun idad o de
fines a que apuntan las restantes partes de! univ erso creado. La mutua pertenencia» '. Cabe asent ir a tales suposiciones, siem­
ciencia, que no puede sino apoya rse en e! raciocinio, instru­ pre y cuando dichos vagos y ambiguos t érm inos sean rectamen­
mento éste evident ement e inadecuado para abor dar los unte­ te interpretados. E sos conceptos de conciencia de especie, de
riores asuntos, tiene en cambio vedado el especular acerca de sentido de comun idad o de mutua pertenencia pueden ser ut i­
dicha s materias. lizados en tanto impliquen reconocer e! hecho de que . en so­
En el marco de la cooperación social brotan , a veces, entre ciedad, todos los demás seres humanos son colaboradores po­
los distintos miembros actua ntes, sentimiento s de simpa tía y tenciales en la lucha de! sujeto por su propi a supervi vencia ;
amistad y un a como sensación de comú n per tenencia . Ta l dis­ simplemente por que e! conjunto advie rte los beneficios mutuos
po sición espiritua l viene a ser mananti al de placente ras y hasta que la cooperación depara, a diferencia de los demás animales,
sub limes exper iencias hum anas. const ituyendo dichos senti­ incapaces de compre nde r tal realidnd. Son s610 las dos circuns­
mientos precioso aderezo de la vida . que elevan la especie ani­ tancias antes mencionad as las que, en definitiva, engendran
aquella conciencia o aquel sentimiento , En un mund o hipo­
mal hombre a la auténtica cond ición humana. No fueron .
tét ico , en el cual la divisi ón del traba jo no incrementara la
sin emba rgo , cont rariamente a lo que algunos supo nen , tales
productividad , los lazos sociales serían impensables. Desapa­
anímicas sensaciones las que produjero n las relaciones sociales,
recc ría tod o sentimiento 'de benevolencia o amistad.
Ante s al contrario , son frut o de la prop ia coopera ción social y
El principio de la divi sión de! trabajo es uno de los gran­
sólo al amparo de ésta medr an; ni resultan anteriores a las re­
des mo tores que impu lsan el desar rollo del mundo, imponien­
laciones sociales, ni. menos aún, cons tituyen semilla de las
do fecunda evo lución. Hicieron bien los biólogos en tomar de
mismas.
la filosofía social el concepto de la di visión del trabajo , utili­
Las dos realidades fund amental es que engendran la coope­
zándo lo en sus investigaciones. H ay división de trabajo ent re
ración, la sociedad y la civilización , transforma ndo al animal
los distint os órganos de un ser vivo; existen en el reino animal
hombre en ser hum ano , son, de un lado, el que la labor reali­
colonias integradas por seres que colabora n entre sí; en sen­
zada bajo e! signo de la división del trabajo resulta más fecunda
tido metafórico, tales ent idades , formadas por horm igas o abe­
que la practicada bajo un régime n de aislamiento y, de otro , el
que la inteligencia humana es capaz de advertir tal realidad . 1 F. H. G IDDINGS, Tbe Principies o/ Sociology, pág. 7. Nueva York, 1926.
A no ser por esas dos circunstancias. los hombres habrí an con ­ 1 R. M. MAclV ER, Sacie/y, págs. 6·7. Nueva York, 1937.
232 La A cci611 Humana La sociedad humana 233

jas, suelen denominarse «sociedades animales». Ahora bien, suponer que la providencia, por medio de profet as, apóstoles y
nunca cabe olvidar que lo que caracteriza a la sociedad humana carismáticos jerarcas, constriñe a los hombres, de por sí per­
es la cooperación delibe rada; la sociedad es frut o de la acción, versos, a perseguir fines que éstos no apetecen, haciéndoles ca­
o sea, del propósito conscien te de alcanzar un fin. Semejante minar por las buenas sendas qu e Dios, e! Weltgeist o la Hi sto­
circunstancia, según nuestras noticias, no concurre en los pro­ ria desean que sigan " .
cesos que prov ocan el desarrollo de las planta s y de los ani­ Tal es la filosofía que, desde tiemp o inmemorial, estructu ­
males o info rman e! funcionamien to de los enjambres de hor­ ró las creencias de las tr ibus prim itivas. A ella apelaron inva­
migas, abejas o avispas. La sociedad , en def initiv a, es un riablement e las religiones en sus enseñanzas. El hombr e debía
fenómeno intelect ual y espiritual: e! resultado de acogerse atenerse a la ley que sobrehumano poder dictara y obedecer a
deliberadamente a una ley universal det erminante de la evolu­ las aut orid ades a quienes d icho poder encargara de velar por el
ción cósmica, a saber , aquella que predic a la mayor producti­ cumpl imient o de la correspondiente norma. El orden social.
vidad de la labor bajo e! signo de la divi sión de! traba jo. Como consecuent emente estructurado , no es ob ra humana, sino d ivi­
sucede en cualqu ier ot ro supuesto de acción, este percatarse na. Si la deidad hubiera dejado de interveni r. iluminando con­
de la operación de un a ley natural viene a ponerse al servicio veníentemente a los torpes mortales, la sociedad no habría sur­
de los esfuerzos de! hombre deseoso de mejorar sus propias gido. Cierto es qu e In cooperación social constituye una bendi ­
condi ciones de vida. ción para el hombre e indud able que, desprovistos del auxilio
que la sociedad les presta, jamás hub ieran los mortales logrado
emanciparse de In barbarie y de la miseria material y moral
2. CRÍTI CA DEL CONCE PT O CO MP RE H EN S ¡V IS T A
característica del estado primitivo. Pero . sólo por sí mismo ,
y METAFÍSICO DE LA SOCIE DAD
nunca hubi era el ind ividuo hallado el camino de salvación. pues
Según las tesis del un iversalismo, del realismo conceptual, las normas de la coope ración social y los preceptos de la ley
del comprehensivismo (bolism ) , del colectivismo y de algunos mora l impónenle dura s exigencias. La limitada inteligencia
repre sent antes de la escuela de la Gestalt psycbologie, la socie­ human a hubiera hecho creer a las gentes que la renuncia a de­
dad es una entidad que lleva autónoma existencia, indepen­ terminados placeres inmediatos implicaba inaceptabl e priva­
diente y separada de las vidas de los diversos individuos que ción ; habr ían sido las masas incapaces de comprender las
la integran , actuando por cuent a propi a hacia la consecución venta jas. incom parnblcmcnrc mnvores. si bi en posteriores, que
de precisos fines, distint os a los que los individuos, sus com­
* Universalismo. realismo conceptual y comprebensivismo (bolism, en in ~l és)
ponentes, per siguen. Puede, ent onces, evidentemente, surgir son. en realidad, términos prácticamen te sin ónimos. ado ptados por similares escue­
grave antagonismo entre los objetivos sociales y los individua ­ las que coinciden en afirmar que los caniun tos -c-socicdades, clases. naciones, e tcé­
les, lo que lleva a la consecuencia de que resulta imperativ o tera- constituyen entes au tónomos . indepe ndientes de los concretos individuo s
domeñar el egoísmo de los particu lares para prot eger la exis­ componentes de los mismos. con volunt ad. deslgnlos y fines propios. predetermi­
tencia y desenvolvimiento de la sociedad, obligand o a aquéllos nados, desde el origen de las cosas, por sobrehumanos poderes cuyos mandatos
sólo u ngidos jerarcas sabrían descifrar y trasladar a sus súbditos. Al colectivismo.
a que, en beneficio de ésta, renuncien a sus puramente per­ en este sen tido, prcocúpale tan sólo la Sociedl1d. olvidando las voliciones personales
sonales designios. Una vez llegadas a tal conclusión, todas esas de quienes la integran. La alemana G~sttJ!t psycbolo~ü, por su pnrre. pare jamentc
aludidas doctrinas vense forzadas a dejar de utilizar el anríliss razona. proclamando que el hombre no ve sino universalidades. iamés indivlduali­
científico y el razona miento lógico, desviándose hacia puras zaciones. citando siempre el bien conocido ejemplo de que un tri ángulo es algo
profesiones de fe, de índole teológica o metafísica. Han de más que las tres líneas dispares que lo for man. (N. del T,)
234 La sociedad humana 235
- -._ .. - -'-'- - " - ­ La Acción Humana

el abstenerse de ciertas satisfacciones presentes les reporta . El pación espiritual, moral e intelectua l de la hu manidad que la
hombre, a no ser por revelación sobrenatural, no hubiera ad­ filosofía del epicureísmo iniciara . Su sti tuyó la antigua ética
vertido lo que e! destino exigía q ue hi ciera, tanto para su bien heterónoma e intui tiva por una au tónoma moralidad raciona l.
personal como para el de su descendencia . La ley y la legalidad, las normas morales y las instit ucio nes
Ni las teorías científicas que la filo sofía social de! racio­ sociales deja ron de ser ven era das como si fue ran fruto d e in­
nalismo del siglo XVlIl desarrollara ni tampoco la moderna cien . sondables decre tos del cielo. Todas estas in st ituciones son de
cia económica ap óyanse en milagrosas in tervenciones de pode. ori gen humano y sólo pueden ser enjuiciadas exa minando su
res sobrenatu rales. Cada vez que el individuo recurre a la ac­ idoneidad para provocar el biene st ar del hombre . E l cconornis­
ción, mancomunada, abandon ando la actuación aislada, de sus ta uti litari o no dice [iat [ustitia, percat mundu s, sino, al con­
condiciones materiales mejoradas de modo palpable . Las venta. trari o, [iat [ustitia , ne percal mundus . No pide al homb re que
jas derivada s de la cooperación pacífica y de la divi sión del ren uncie a su bienestar en ara s de la sociedad , Le acon seja
trabajo resultan ser de carác ter universal. Eso s ben eficios los ad vier ta cuáles son sus intereses verdaderos. La sublime gr an·
perciben de inm edi ato los prop ios su jetos actuantes, no qu e. deza del Creador no se manifiesta en puntillosa y atarea da
dando apl azado su di sfrute hasta el advenimiento de futuras y preocupación por la diaria actuación de príncipes y políti cos,
lejan as generaciones. Lo qu e recibe, compensa ampl iamente al sino en haber do tado a sus criatura s de la razón e insta lado en
individuo de sus sacrificios en ara s de la sociedad . T ales sacri­ ellas inmarcesible anhelo de felicidad .1 .
ficios, pues, sólo son aparentes y temporales; renuncia a una El problema fundamenta l con qu e tod as estas filosofías
ga nancia peq ueña para desp ués disfrutar de o tra mayor. Nin­ sociales de tipo universalista , om nicom pren sivo y colectivista
guna person a razo nable puede d ejar de advertir realidad tan tropieza n con siste e n deter minar cómo cabe recon ocer cuál sea
evide nte . El incentivo que imp ulsa a intensificar la cooperación la ley au tént ica, el profet a verdade ro y el gob ernante legítimo .
social, amplia ndo la esfera de la d ivisión de! trabajo, a rob us­ Pues muchos son los qu e aseguran ser enviados del Señor. pre·
tecer la seguridad y la paz, es el común deseo de mejo rar las d icando, cada un o de ellos . diferente evangelio. Para el f iel
propias condiciones materiales de cada un o. Laborando por sus creyent e no cabe la duda ; hállase plenamente co nvencido de
propios - rectamen te en tendidos- intereses , e! indiv iduo con. haber abra zado la única doctrina verdade ra. Precisament e la
tribuye a intensificar la cooperaci ón soc ial y la con vivencia pa­ fi rmeza de tales resp ectiva s creencias es lo qu e hace ir recon ci-
cífica. La sociedad es fruto de la humana actividad , es decir, de
I Muchos economis tas, Adasn Sr nith )' Hastiar entre ellos , eran creyentes y los
la ape tencia humana por suprimir el malest ar, en la mayor descub rim ientos que iban efectu ando haclanlcs ad mirar, cruja ve? más, 10 ben évola
medida posible . Para explicar su aparición y posteri o r progreso, atención «del gra n Director de la naturaleza». Sus críticos de condición aten repté­
no es preciso recu rr ir a aq uella idea q ue, en verd ad , debe de chanlcs tal actitud, sin advenir qu e el burlarse de la referencia a supuesta «mano
invisible» en modo alguno invalida las enseñanzas esenciales de la filosoHa social
repugnar a toda mentalidad rel ig iosa, según la cual la prístina racionalista y utilitaria. Ha lldmon os [rente a precisa alternativa: o la asociación
creación fue tan defectuosa que exige incesante concur so sobre. de los individuos se debe a un proceso humano puesto en marcha por cuanto ,
natural para mantenerla marcha ndo. a su amparo, sírvense mejor los deseos personales de -los interesados. advin iendo
La funci ón histórica desempeñada por la teoría de la divi­ éstos J.1S ventajas que derivan de adaptar la vida a la cooperación social, o cieno
sión del trabajo, tal como fu e elaborada por la econ omía polí­ Ser superior impone a uno s reacios mortales la subord inación a la ley )' a las
autoridades sociales. El que a tal Ser supremo se le denomine Dios, \V eltgeist ,
tica inglesa, des de Hume a Rica rdo, con sistió en demoler todas Destino, Historia, Wotan o Fuerzas Productiva! carece de importancia, como tam­
las doctrinas metafísicas concernientes al naci miento y des en. poco la tiene el títul o que se les d é a los representantes terrenales cid mismo
volvimien m de la cooperación social. Co nsumó aq uell a ernanci­ (los dictadores) .
236 La sociedad humana 237
La Acción Humana

Iiables los antagonismos. Cada grupo está dispuesto a imponer, específica variedad de principios éticos, ni la superioridad y
de cualquier modo, las propias ideas; lo malo es que como en exclusiva legitimidad del particular ideario social propugnado.
este terreno no cabe apelar a la disquisición lógica, result a Vense obligados a exigir a las gentes que acepten crédulamente
inevitable apelar a la pugna armada. Las doctri nas sociales que e! correspondiente sistema ideológico, someti éndose a la auto­
no sean de carácter racional, utilitario y liberal forzosamente ridad ; o, en todo caso, a amordazar al disidente, imponiéndole
han de engendrar guerras y luchas civiles hasta que uno de los acatamiento absoluto.
conte ndientes sea aniqu ilado o sojuzgado. La historia de las Siempre habrá, naturalmente, individuos o grupos de indi­
grandes religiones constituye rico muestrario de combates y viduos de tan estrecha inteligencia que no adviertan los bene­
guerras ; muestra rio muy similar al de las falsas religiones mo­ ficios que les depara la cooperación social. Tampoco han de
dernas, e! socialismo, la estatolatrla y e! nacionalismo. La into­ faltar gentes de voluntad y fuerza moral tan débil que no pue­
lerancia. e! hacer conversos mediante la espada de! verd ugo o dan resisti r la tentación de perseguir efímeras ventajas, perju ­
de! soldado, es inherente a cualquier sistema de ética het eró- I
dicando con su desaten tado proceder e! regular funcionamient o
noma. Las leves atri bu idas a Dios o al destino reclaman validez del sistema social. El adaptarse a las exigencias de la cooper a­
universal ; ya las autoridades que los corresp ondientes decá­ ción social requiere, desde luego, sacrificios por parte del indi­
logos declaran legítimas débenles todos los hombres , en jus­ viduo . Son estos sacrificios, en verdad, sólo aparentes, por
ticia, obediencia plena . Mientras se mantuvo intacto e! pres­ cuanto se hallan ampliamente compe nsados por las ventaj as
tigio de los códigos heterónomos de moralidad y su corolario mucho mayores que proporciona la vida en sociedad. Due le,
filosófico, el realismo concept ual, la cuestión ele la tolerancia sin embargo, al pronto, la renu ncia del goce deseado, no sien­
y la paz duradera no podía ni siquiera plantearse. Cesaban los do capaz todo el mundo, desde luego, de advertir los benefi­
combatientes, en sus mutuos asaltos, sólo para tecobrar las fuer­ cios posteriores, procediendo en consecuencia. El anarquismo
zas necesarias que les permitieran reinstar la batalla. La idea cree que, mediante la educación, podr á hacerse comprender a
de tolerar al disidente comenzó a prosperar sólo cuando las las gent es cuáles líneas de conducta conviénc1es más, en su
doctrinas liberales quebraron e! hechizo de! universalismo. propio interés, adoptar; supone que los hombres, una vez ins­
Porque, a la luz de la filosofía utilitarista, ni la sociedad ni e! truid os, se ate ndrán espontáneamente a aquellas normas que
estado fueron ya considerados como instituciones dest inadas la conservación de la sociedad exige respetar , asegurando que
a estructurar aquel orden mundial que, por razones inasequi­ un orden social bajo c1 cual nadie disfrutara de privilegios n
bles a la mente humana, agradaba a la deidad, aun cuando pu­ costa de sus semejantes podría perv ivir sin necesidad de apelar
diera perjudic ar los inte reses materiales de muchos y aun de la a género alguno de compul sión ni coerción. Tal sociedad podr ía
inmensa mayoría . La cataláctica, abiertam ente con trariando e! prescindir del estado y de! gobierno , es decir , de la policía, del
expuesto ideario, considera la sociedad y e! estado los princi­ aparato social de compulsión y coerción.
pales medios con que las gentes cuentan para , de comú n acuer­ Los anarquistas pasnn por alto alegremente el hecho inne­
do, alcanzar los fines que se propone n. Estamos ante instru­ gable de que hay quiene s son o demasiado cortos de ent endi­
mentos creados por humana intención; y el mantenerlos y per­ miento o débiles en exceso para adaptarse espontáneamente a
feccionarlos constituye tarea que no difiere , esencialmente , de las exigencias de la vida social. Aun admitiendo que toda per­
las demás actividades racionales. Jamás los defensores de una sona adulta, en su sano juicio, goce de capacidad bastante para
moralidad heterónoma o de una doctrina colectivista , cualquie­ advert ir la conveniencia de la cooperación social y proceda en
ra que sea, pueden demostrar racionalmente la certeza de su consecuencia , siempre qued ará en pie e! problema de los niños,
238 .'
TA At"r IAn Humana La sociedad humana 239

de los viejo s y de los dementes. Conceda mos que qui en actúa bierno democrático sólo en aras de la paz social. La democracia
de mod o antisocial no es más qu e un pobre enfermo mental, no es, por tanto, un a institución revolucionaria. Ant es al con tra­
que reclama atención y cuidado. Pero mientras tod os esos dé­ rio, const ituye el mejor sistema para evitar revo luciones y gue­
biles mentales no se hallen curados y mientras haya viejos y rras civiles, porque hace posible adap tar pacíficament e el gob ier­
niños, habrán de ser adoptadas oportunas medidas para qu e la no a los deseo s de la mayoría. Si quienes detentan el poder , con
sociedad no sea puesta cont inuamente en peligro. Una sociedad su política, dejan de agradar a la mayoría, la instit ución derno­
ana rquista estaría a merced de cualquier asalta nte . No puede crática -en la primera elección- los eliminará , reemplazán­
sobrevivir la sociedad si la mayoría no está dispuesta a recurrir dolos con qui enes apoyen otras ideas.
a la acción violenta o, al menos, a la corr espondi ente amenaza, El concept o de gobierno mayorit ario o gobierno por el
para impedir qu e las minorías destruyan el orden social. Ese pueb lo, recomenda do por el liberali smo, no aspira a que pre­
poder Se encarna en el estado o gobierno. valezca In ITUlSa , el hombre de la calle. Ciertamente no aboga,
El estado o gobierno es e! aparato social de compulsión y como algunos crí ticos supone n, po r el gobierno de los más
coerci ón. Debe monopolizar la acción violenta . Ningún indivi­ indignos, zafios e incapaces. No du dan los liberales que sobre
duo puede recur rir a la violencia o a la amenaza de emplearla si todo conviene a la nación ser regida por los mejores. Ahora
no ha sido al efecto autorizado por e! gobierno. El estado es una bien, opinan que la capacid ad polí tica debe ser ev idenciada
institución cuya esencial func ión estriba en proteger las rela­ ant es convenciendo a los conciudadanos que echando los tan­
ciones pacíficas entre los hombres . Ahora bien , si ha de guar­ ques a la calle. Desde luego no hay modo alguno de garantizar
dar la paz, ha de hallarse siemp re en condiciones de aplastar las que los electores confieran el poder a los candidatos más corn­
acome tidas de los quebrantadores de! orden. peren tcs. Ning ún sistema, sin embargo , puede ofrecer tal ga·
La doctr ina social liberal, basada en la ética utilitaria y en ram ía. Si la mayoría de la nación comulga con ideas equivoca.
las enseñanzas económicas, contempla el prob lema de las rela­ das y prefiere candidatos indignos, no ha y más solución que la
ciones entre el gobierno y los súbditos de un modo distinto a de hacer lo posible por cambiar su men talidad, expo niendo
como lo hacen e! un iversalismo y e! colectivismo . Advierte e!
principios nnis razonab les y recomendando hombres mejores .
liberalismo que los gobernantes - siempre min oría- no pue­ Ninguna minoría cosechad éxitos d uraderos recurriendo a
den permanecer mucho tiempo en e! poder si no cuen tan con
otros procedimientos.
e! apoyo de la mayoría de los gobe rnados. Básase e! gob ierno El universalismo y el colectivismo no pueden aceptar esa
--<:ualquiera que sea el sistema adoptado-e- en que la mayoría solución democrática del pro blema político . En su opinión, el
de los gobernados piensa que, desde e! pun to de vista de sus indivi duo, al atenerse al códig o ético, no persigue sus intereses
personales intereses, convi éncles más la obediencia y sumisión particu lare s; antes al contrario, renuncia a propios fines pam
a la autoridad que la rebelión y sustitución del r égim én por que puedan cumplirse los plane s de la deidad o de la colectivi­
otro . Goza de poder la mayoría para derrocar cualquier gohier­ dad . Afirm an, además, qu e la razón , por sí sola, es incapaz de
no y, efectivamente, recurre a esa solución en cuanto supone percibir la sup remacía de los valores absolutos, la inexorable
que su pro pio bienestar lo requiere. A la larga, ni hay ni puede procede ncia de la sagrada ley, interpretando acert adamente los
haber gobiernos impopulares. G uerra civil y revolución cons­ correspondientes cánon es y normas. Por ello es tot almente inú­
tituyen las medid as utilizadas por la mayoría descontenta para til pretender convencer a la mayoría mediante la persuasión,
derribar a los gobernantes y reempl azar los sistemas de gobier­ induciéndola suavemente al bien. Q uienes recibieron la sublime
no qu e considera no le convienen . El liberalismo aspira al go- inspiración , ilum inados por tal carisma , tienen el. deber de pro­
240 La Acción Humana La sociedad humana 24 1

pagar el evangelio a los dóciles, recurriendo a la violencia contra que las aspiraciones de tan em inente personalidad habrán de
los díscolos , El ¡efe es e! lugarteniente de Dios en la tierra, e! prev alecer sobre las de los míseros mortales. Verdad es que
representante de la colectividad, el «brazo» de la historia . algunos amantes de las paradojas - por ejemplo, Max Stir­
Siempre tiene razón; goza de infalibilidad . La norma suprema ner'- se divirtieron volviendo las cosas al revés y, por lo
encama cuando manda y ordena. mismo, entienden corresponde la precedencia al individuo .
El universalismo y e! colectivi smo constituyen, por fuerza, Pero, si la sociedad o e! estado son entidades dotadas de vo­
sistemas teocráticos de gobierno. Nota común a toda s sus dife­ luntad, int ención y todas las demás cualidades que les atribuye
rentes variedades es la de predicar la existencia de una entidad la doctrina colectivista , result a impensable pretender enfrentar
sobrehumana, a la cual los ind ividu os deben somete rse. Lo a sus elevado s designios las trivi ales aspiraciones de! flaco
único que distingue entre sí a dicha s doctrinas es la denomi­ individuo.
nación dada a aquella entidad y el contenid o de las leyes que, El carác ter cuasi teológico de todas las doc trinas colecti­
en su nombre, proclaman. El gobierno dictatorial de la minada vistas resalta al ent rar en colisión dispares variedade s de esa
no puede justificarse más que apelando al supuesto mand ato misma filosofía. Po rque e! colectivismo no proclama la supe­
recibido de una autoridad suprema y sobrehumana. Poco im­ rioridad de un en te colectivo in abstracto; ensalza siempre las
porta que e! gobern ante absoluto pretend a basar su poderío en excelencias de un ídolo determin ado y, o bien niega de plan o la
e! derecho divino de los reyes o en la misión histórica de la existencia de otras deida des semejant es, o 'las relega a una
vanguardia de! proletariado; igualmente, carece de trascenden­ posición subordinada y auxiliar con respecto al propio dios.
cia el que aquel supremo ser denomínese Geis t (H egel ) o H u­ Los adoradores de! est ado proclaman la bondad de una cierta
manit é (Comt e). Los términos sociedad y estado, tal como de organización estatal: los nacionalista s, la excelencia de su pro ­
ellos se sirven los modernos defensores de! socialismo, de la pia nación . Cuando uno de es tos idearios es objeto de ataque
planificación y de! control público de todas las actividades indi­ por part e de q uienes predican la superioridad de otro determi ­
viduales , también tienen significado sobrenatural. Los sacerdo­ nado ídolo colectivista, sus defensores no saben replica r más
tes de estos nue vos cultos atribuyen a sus respectivos ídolos que repitiend o un a y mil veces: «Est amos en lo cierto, mientras
todas aquellas perfecciones que los teólogos reser van para la vosotros erráis, porque una poderosa voz interior eso nos dice..
divinidad : omnipo tencia, omnisciencia, bondad infinita, etc. Los conflictos entre sectas y credos colectivistas antagónicos
En cuanto se admite la existencia de una entidad que opera no pueden dirimirse recurr iendo al raciocini o; han de resol­
por encima y con independ encia de la actu ación individ ual, per­ verse medi ante las armas. La disyun tiva se plant ea entre los
siguiendo fines propios distintos de aquellos a los que los mor­ principi os liberales y democrát icos del gobierno mayori tario ,
tales aspiran, se ha est ructurado ya e! concepto de una perso­ de un lado, y e! principio milit arista de! conflicto armado y la
nalidad sobrenatural. Aho ra bien, plan teadas así las cosas , pre­ opresión dictat ori al, de otro .
ciso es enfrentarse resueltamente con e! problema de qué fines Tod as las distintas variedades de credos colectivistas coin­
ciden en impl acable hostilidad ante las instituci ones política s
u objetivos, en caso de conflicto , deban prevalecer , si los del
fund amentales del sistema liberal: gob ierno por la mayoría,
estado y la sociedad o los de! individu o. La respues ta, desde
toleranci a para con e! disidente, libertad de pensamient o, pala­
luego, va impl ícita en e! prop io concepto de estado o sociedad, bra y prensa e iguald ad de todos ante la ley. Esa comunidad
tal y como lo conciben e! colectivismo y e! univ ersalismo . Ad­
mitida la existencia de una entidad que ex dejinitione es supe­ • Vid. MAX $TIRNl-:R (Johann Kaspar Schmid t). The Ego and HiJ Own. tra­
rior, más noble y mejor que el ind ividu o, no cabe duda alguna ducido por S. T. Byington. Nueva York, 1907.

16
242 La Acción Human. La sociedad humanll 243

ideológica en tre los di stin tos credos colect ivistas, en su afán ciado la desaparición de varios de estos «milenios» . No será
por des truir la libertad, ha hecho que muchos, equivocadamen­ más brillante el fin de los qu e perviven.
te, supongan que la pugna política hállase planteada entre ind i­ Los dogmas colect ivistas modernamente reaparecidos - cau­
vidualismo y colectiv ismo . La lucha, de verdad , existe entre sa principa l de los desas tres y do lores que nos afligen- han
el individualismo, de un lado , y una mu ltitud de sectas colec ti­ triunfado de ta l modo que han logrado rel egar al olvido las
vistas, de otro, cuyo mutuo od io y hostilidad no es menos feroz ideas básicas en que se fund a la filo sofía social libera l. Hoy en
que e! que cada u na profesa al sistema liberal. No es un marxis­ día desconocen este pens amiento incluso muchos de los parti­
mo uniforme el que ataca al capit alismo, sino toda un a hueste da rios de las institucion es democr áticas. Los a rgum en tos que
de dispares grupos marxistas . Tales credos -por ejemplo, los esgrimen para just ificar la libertad y la democracia están pla­
stalinistas , los tr ot ski stas , los mencheviques, los seguidores de gados de erro res colectivist as; sus doctrinas más bien constitu­
la segu nda internacional , etc.- se combaten en tre sí inhuma­ yen una tergiver sación que una def ensa del liberalismo au tén ­
narnente y con la máxima brutalid ad . Existen, además, nume­ tico. Las mayorías, en su op in ión, tienen siem p re razó n sim­
rosas otras sectas de carácter no mar xista que, en sus mutuas plemen te por cua nt o gozan de pod er ba stante pata apla star al
pugnas , recurren también a esos mismos arroces métodos. La di sidente ; e! gob ierno mayoritario equivale a la dictadura de!
sustitución de! liberal ismo por e! colecti vismo pro vocaría in­ partido más numeroso, no teni endo por qu é ref renarse a sí
acabables y sangrien tas contiend as. misma la mayoría en el ejercicio del poder, ni en la gestión de
La ter minol ogía corrientemente emp leada, al tratar estos los negocios públicos. T an p ron to co mo una facción cualquiera
asuntos , induce a gr aves confusion es. La filosofía que las gentes ha conq uistado el apoyo de la masa y, po r ende , controla todos
denominan ind ividualismo constituye un ideario que propu gna los resortes del gob ierno , considé rese facultada pa ra denegar
la coop eración social y la progresiva intensificac ión de los lazos a la minoría aq uellos mismos dere cho s democráticos qu e le
sociales . Por e! contrario, el tr iunfo de los dogmas colectivistas sir vieron para predominar.
E ste pseudoliber alismo, evide n temen te, es la antítesis de
.,
apunta hacia la desintegración de la sociedad y la per petuación
del conflicto armado. Cier to es qu e tod as las var ieda des de la filosofí a liberal. Los liberales ni d ivinizan a la mavoría ni la
colectivi smo prometen un a paz eterna a parti r de! día de su con sideran infa libl e; no suponen qu e constit uya, ¡le por sí,
victoria fin al, u ña vez hayan sido derrotadas todas las dem ás prueba de la bondad de una polít ica, en orden al bien común ,
ideologías y ex terminados sus seguidores. Ahora bien, la reali­ el que los más la apoyen. Lo s libera les jamá s recomendaron la
zación de estos planes háll ase subordinada a un a previa rad ical d ictadura mayoritaria ni la op resión violenta de la minoría di­
transformación de la humanidad . Los hombres se di vidirán en side n te . El liberalismo aspira a estructur a r un sistema político
do s castas: de un lado, el autócrata omnipotente, cuas i divino . que pe rm ita la pacífica coop era ci ón socia l y fomente la pro­
gresiva ampliación e intensificación de las relaciones entre los
y de otro, las masas, sin voluntad ni rac iocinio p ropio, con­
hombres. E l p rincipa l objetivo qu e persigue e! ideario liberal
vertidas en meros peones a las órdenes del dictador. Las gen tes
es la evitación del violento conflicto, de gue rras y revoluciones,
habrán de deshumanizarse para que uno pue da erigirse en su
que pueden desintegrar la hu mana colaboración social, hu n­
d ivinizado du eño. El pensar y el actuar. atributos típ icos del diendo a todos de nuevo en la primigen ia barbarie, con sus in­
hombre, pasarán a ser privilegio exclusivo de uno sólo. I nn ece­ acabables luchas intestinas entre innú meras tribus y grupos po­
sario parece resaltar que tale s proyectos son irrealizables. Los líti cos . Por cuan to la d ivisión del trabajo exige la paz, el libera­
«milenios» de los dictadores acaba n siempre en el fracaso ; lismo aspira a montar el sistema de gobierno que mejor la sal­
nunca han perdurado más allá de alguno s años. Hemos presen­ vaguarda: el democrático.
244 La Acción H "mana La sociedad humana 245

PRAXEOLOGIA y LIBERALISMO N unca se atrevieron ¡1 decir a las gentes q ue el pregonado pro­


g rama habría de perj udicar el bienestar mareri al de sus ad ictos,
El liberali smo es una doctrin a política. No es una teoría cien­ M uy al con trario, todas est as facciones in sisten , un a y otra vez.
rlfica, sino la aplicaci ón pnicrica de aquellos descubrimientos que en que , mient ras los plane s riva les traerí an co nsigo la indi gencia
la pra xeología y, especialmente, 1.1 econo mía efec tuara n, para resol­ panl la mayoría , los prop ios , en cambio, llevarían al puebl o el
ver así los probl emas qu e suscita la acci ón humana en el marco bienest ar y la ab undanci a. Los part ido s cristianos , cua ndo se trata
social. de pro me te r ,1 las masas un ni vel de vida más alto , no son men os
E l liber alism o, como doctrina política. 110 S~ de sentiende <1 <.' ardientes en sus palabras que los naci ón•alista s o los socia listas . Las
las valora ciones y fin es últim os perseguidos po r la acción . Presu ­ di ferentes iglesias mode rn as frec ue nte mente prefieren hab lar de
pone que todos, o al menos lu mayorla, desean alcanzar especificas la clcvución de jo rna les e n la indu stria y en el ca mpo an tes que de
metas, dedi cándose consec uen te mente n prop aga r los medios más 101 dogm ática.
idóne os para la co nqu ista de tules o bjetivos . Advi erten los dc fen­ Segundo : Lo s lihcrules no desde ñan las aspiraciones intelec­
so res del liberalismo q ue su ideario 5610 pue de interesar a q uie ­ tunles y es piritua les del hombre . Al co ntrar io, con apa sion ad o
nes co incidan con los mismos principios vulorsu ivos. ardo r atréelcs 1.1 perfecció n intelec tu al y mo ral, la snbldurfa y la
Mien tra s la pra xeologia y, por ta nto , la economía e mplean los preemin en cia es té t ica. T ienen , inclu so , un conce pto de es tas nobles
té rminos felicida d o supresión del ma lestar en sentido puramente y elevad as COS¡ IS muy distinto de la gro sera idea q ue de las mis­
forma l, el liberalismo confiere a dichos co nceptos concre to sip;o mas se fo rman sus adversarios. No co mparten aquella ingenua
nificado. Presup o ne , en efec to , que las gentes prefiere n 101 vida o pinión según la cua l cualquier sistema de organizaci ón social es
a la muert e. In salud <l lu enfermedad, el aliment o al hambre. la bue no para alentar el pen samient o filos ófico o cie ntífico . pa ra
r iqueza a la pobreza. Senta do 10 anterio r. ense ña al hombre cómo producir ob rus maestras de arte y literatura y pura ilustrar mejo r
ha de procede r pura q ue: su nctunción conforme con ta les mód u­ ¡J las masas. Advierte n qu e, en estas mat eria s , la sociedad ha de.
los valor at ivos. con tenta rse con cre ar u n clima socia l que no po nga obst áculos
Es corrien te til da!' de mat erialistas a ese ti po de prc ocupacio­ insup erabl es en el cam ino del genio , liberando al homb re común
nes, acus ándo se al liberalismo de incidi r en burdo mat erialismo , lo suficiente de los pr ob lema s materia les pata qu e pueda int c re­
olvidando aquellos ot ros afanes de la humanidad «elevados y no­ 5;1\,:;C en ¡lIgo mas que en el simple gana rse la vida . Creen que el
bies». No sólo de pan vive el ho mb re , dice el crítico, mientras med io me jor paru qu e el hombr e se humanice yo cult ive co nsiste
vili pendia la ru in y despreciabl e bajeza de la [ilosc fín utili ta ri u. e n libr a rle de 1.1 mise ria. La sabid uría , las cienci as y las ar tes
T an apas ionadas d iatribas carecen, sin embargo, de ha se . pue s med ran me jor en el mundo de la abundancia q ue en el de la
falsean torpemen te los auténticos p ri ncipios liberales. pobreza .
P rimero: Los liberales no pred ican que tos hom br ea deba n Es t igmat izar de u n supuesto materi alism o a la edad del libe ra­
pe rsegui r las metas antes mencion ad as. Lo único q ue co nstatan es lismo cons tituye deliberada te rgiversación de Jos hechos. El si­
que la inmen sa mayor ía pref iere una vida con salud y riqueza a la glo XIX no fue solame nte un siglo de progreso sin precedentes en
mi se ria, el hambre y la decrepit ud . La certeza de lo ant eri o r no los mé tod os téc nicos de prod ucción y en el bienestar material de
puede ser puesta en duda. Corrobo ra su procedencia el qu e to das las masas. Su e jecutoria no consistió sólo en alargar la d uració n
las doctri nas antilibe raJes - los dogmas teocr áticos de Jos diver ­ media de lit vida. Son, ad emás , imper ecedera s sus realizaciones
sos part idos reli giosos, estatistas, nacion alist as y socialistas ­ .cien tíficas y ar tísticas . Fu e una eda d de mú sicos, escrito res, poetas,
adopten , an te estas cuestiones, coincidente e idé nt ica act itud . 'pint o res y escult ores in mo rtales; revoluci on6se la filosofía , la eco­
246 La A cción Humana La sociedad humana 247

nom ía, las matem át icas) la física, la qu ímica y la biología. Y es y a las de más religiones derivadas del monoteísmo hebraico. Lo
más, por primera vez en la historia, tuvo el hombre de la calle que a d ichos grupos co ncede invest idura teocrática es su afán de
a su alcance las grandes obras y los gra ndes idearios. organ izar los asun tos terrenales con arre glo el un con jun to de ideas
cuya p rocede ncia no pued e demostrarse mediant e el raciocinio .
Aseguran que sus respectivos jefes gozan de conoci mientos inac­
LIBERALISMO Y RELIGION cesibles al rest o de los morta les, d iametralment e opuestos a las
ideas sus ten tadas por quienes no recib ieron la oportu na revelació n.
El liberalismo se asienta sobre una teoría de la cooperación so­ Un supremo poder místico encomendó a d ichos carismáticos jefes
cial purame nte racio nal y cient ífica . Las medidas que recomienda la misión de dirigir y tut elar a la engañada humanidad . Sólo ellos
constituyen la aplicación de un conjunt o de conocimientos que gozan de luces ; todos los demás o SO I\ ciegos y sordos o son
nada tienen qu e ver con sentimientos, co n credo s intuit ivos sin malvado s.
respaldo lógico , con expe riencias místicas ni con personales pero Cie rto es que d iver sas sectas ele las grandes religiones hist ó­
cepcioncs de fenómenos sobrenaturales. Cabe calificar, en este ricas comulgaro n co n idea s teocráticas . Sus representan tes sent ían
sentido, al liberalismo de indiferente o agnós tico, epítetos éstos el ansia de pode r 1 propugnando la opresi ón y el aniquilam iento,
que pocos ut ilizan e int erp re tan correctamente. Porque constituí . de los disiden tes. Pero ello no debe hacernos asimilar cosas tan
ría grave err or inferir de lo anterior q ue las ciencias de la acción dispares entre sí como son la reli gión y ·Ia teocracia.
humana y la técnica polít ica de rivad a de sus enseña nzas, el libera ­ W ill iam J ames co nsidera religiosos aqu el los sentimien tos,
lismo, fuer an ateas u hostiles a la religión . Rechazan, re sue lta­ actos y ex peri encias del ind ivid uo aislado que se producen en torno
men te, los libe rales tod o sistema teocrático, pero nad a tienen qu e a lo que el interesad o considera d ivino s. Estima tí picas de tod a
oponer 11 las creencia s religiosas, en tant o en cuanto éstas no inte r­ vida religiosa las siguientes creencias: qu e el mundo ma teri al cons­
fieran en los asu ntos sociales, políticos y económic os. tituye sólo u na parte de otro universo más esp iritua l, que , a su
Te ocrá tico es cualquier sistema social que pre tenda fundamcn­ vez, informa a nqué]; que nue stro verdadero fin consiste en arri ­
lar su legit imidad en t ítulos sob rena tura les . La norma supre ma de bar a una armo niosa unión o relación con aquel univer so más
todo régimen teocrá tico luillnsc int egrada por unos conoci mient os elevado; qu e la oración o comu nión íntima con el espíri tu de ese
que no pueden ser so me tidos :11 e xamen racional, ni ser ev iden­ mundo superior - llámese «D ios - o «Ie y»- con stituye un proce­
ciados por métodos lógicos. Se fun dam enta en un co nocim ient o so real y efe ctivo, del cual flu ye encrgín espiritual, que produce
de car ácter in tuitivo , que proporciona sub jetiva certeza me n tal efe cto s tanto psicológicos como materi ales. La rel igión - prosigue
acerca de cosas q ue ni la razón ni el raciocini o pueden conc ebir. J amcs- provoca, ade más , los siguien tes sentimientos : un nuevo
Cua ndo dicho conocimiento intuiti vo encarna en una de las tradi ­ deleite espiri tual que, como un don, se agr ega a la vida, plasman do
cionales doctrinas que predican la exist encia de un divino crea dor.
en transport es lí ricos o en una tendencia al sacrificio y al heroís­
rector del universo , const ituye lo qu e se denom ina una creencia
mo, junto con una inefable sensación de seguridad y paz que llena
religiosa. Cua ndo pla sma en otro tipo de doct rina integr a una
el ánimo de caridad y afecto hacia los demás ' .
cree ncia meta física . Por tan to , un sistema teocrát ico de gob iern o
La anteri or descripci ón de las ex periencias y sentimientos de
no tiene forzosa me nte qu e am parar se en alguna de las grandes
índole religiosa no comprende alusión alguna al ordenamiento de
rel igiones. P ued e igual mente ser (r ut o de una creenci a me ta física,
opu est a a todas las tr adi cional es confesiones e iglesias, que or gu­ , W. JA MES, The Yoríeties 01 ReJigious Expericnce, pñg. 31, 35 impr esión ,
llosamente prego ne su condición aten y antime taíísicn. E n la acru a­ Nueva York, 1925.
lidad , los más poderoso s parti dos teocrá ticos atac an al cri st iani smo , Ibídem, págs. 485·486.
248 La Acción Humana La sociedad humana 249

la cooperación social. La religión, para James, es un contacto espe­ El liberalismo es racionalista. Cree en la posibilidad de llevar
cíficamente personal e individual entre el hombre y una divina .1la inmensa mayo ría al co nve ncimiento de que sus propios deseo s
realidad, sagrada y misteriosa, que inspira temor. El sentimiento e intereses . correctamente ente ndidos, han de verse favore cidos ,
religioso impone al hom bre determinada co nduc ta pe rson al. Nun ­ en mayor gra do, po r la pacifica co ope ración hum ana dentro de
ca, en cambio , hace referencia a los problemas atine ntes <1 la orga ­ la soc iedad , que recurriendo 1\ la lucha intes tina y a la desin tegra­
nización social. San Francisco de Asís, la más grande personalidad ció n social. Confía en la razón . Tal ve z su o ptimismo 5e;:1 infunda­
religiosa de Occidente, jamás se interes ó por la política ni por la do y, po siblemente . los liberales se eq uivoque n al pensar así. Lo
eco nomía . Aco nsejaba a sus discípulos vivir piadosa mente ; pero m alo es que . en tal caso, el futu ro de 1<1 humunidad es verdade ra­
nunca se le ocurrió planificar la producción, ni menos aún incitó men te desesperanzador .
a sus segu ido res a recurrir n la vio lencia con tra el disidente . No
cabe respon sabilizarle , desde luego , por la inte rpretaci ón que ¡J
sus enseñanzas, más tarde, diera la orde n que en su día [un darn . 3. LA DIVtS IÓN DE L TRABAJO
El liberalismo ningún obstáculo opone a que el hombre vo­
luntariamente adapte su co nducta perso nal y ordene sus asunto s La división del trabaj o , con su corolar io , la coo peración
privados a tenor de las ense ñanzas del evangelio, según él mismo, human a, constituy e el fenóm eno socia l por excelencia.
su iglesia o su credo las interpreten. Rechaza terminantemente. La ex pe riencia enseña al hombre que la acción mancomu­
en cambio, todo int e nto de impedir el estudio raciona l de los nada tien e un a eficacia y es de un a produc tividad mayor que la
problemas que el bienestar social suscita, mediante apelación actuación ind ividual aislada . Las realidades natu rales q ue es­
a la intuición religiosa o a la revelación. El liberalismo a nadie truc turan la vida y el esf ue rzo hum ano dan lugar a qu e la
impone el divorcio o el control tic la natalidad. Pero ardiente­ división del trab ajo incremente la productiv idad po r un id ad
mente comba te a quienes quieren imped ir a lo s dem ás que analicen de esfuerzo invert ido. Las circu ns tancias naturales qu e provo­
libremente los pros y los contras de estos asuntos. can la apa rición de l aludi do fenóme no son las siguientes:
La opinión liberal entiende que el fin persegu ido por la ley P rim e ra: La innata desigu aldad de la capacidad de los hom­
moral est riba en induci r a los ho mbres a que ajus ten su conducta bres para realizar específicos trabajos. Segu nda: La desigual
a las exigencias de la v ida en sociedad, a que se abste ngan de distribu ción , sob re la superficie de la tier ra , de los recur sos
incurrir en actos perjudiciales para la pacífica cooperación social naturales. Cabría . en ve rda d , cons ide rar estas dos circu ns tan­
y en procurar el máximo mejoramien to de las relaciones interh u­ cias com o un a sola; a saber, la di ver sidad de la naturaleza, que
manas. G ustoso acoge el liberal las enseñanza s religiosas coinci­ hace qu e el un iverso sea un co mplejo de varieda d infinita. Si
dentes co n su ideario , pero tiene que mo strar su oposición a aque­ en la tierra las circuns tancias fueran tales qu e las cond iciones
llas normas --<juien sea las formule- que por fuerza han de pro­ físicas de producción resultar an idénticas en todas partes y si
vocar la desintegración social. los homb res fu eran en tre sí tan igua les como en la geometría
A segurar que el liberalismo se opone a la relig ión, co mo m u­ eu clid iana lo so n dos circulas del mismo diámet ro , la div isión
chos def ensores de la teo cracia religiosa pretenden, co nst ituye ma­ del tra bajo no ofrecería ventaja algu na al homb re que actúa .
nifiesta tergiversación de la verdad. Dondequiera que la iglesia E n favo r de la divisi ón del traba jo milita u na tercer a reali­
inte rfiere en los asunto s profanos, surge la pugna entre las diver­ dad , consisten te en que ex iste n empresas cuya e jecución exced e
sas creencias, sectas y confesio nes . El liberalismo , al separar iglesia a las fuer zas de un solo indi viduo , exigiendo la conjunció n de
y es tado, instaura la paz entre lo s distintos credos, pe rmitie ndo esfue rzos . La rea lización de det erminad as obras , cier tamen te,
que cada uno predique pacíficamente su propio evangelio. imp one la acu mu lación de un a cantidad tal de trabajo que nin ­
La sociedad humana 251
250 T." Arr;nn Humana

gún hombre, individualmen te, puede aporrarlo, por ser limitada 4. LA LEY DE LA ASO CIACIÓN DE RICARDO
la capacidad laboral hu mana. Hay otras que podrían ser reali­
zadas por e! individ uo aislado; pero su duración sería tan dila­ Ricardo formuló 13 ley de la asociación para evidenciar los
rada que ret rasaríase excesivamente el disfrut e de las mismas efectos provocados por 13 divi sión del tr abajo cuando un indi­
y no compen saría, entonces, la labor realizada. En ambo s casos, viduo o un grupo colabor a con otro individuo o gru po , siendo
sólo el esfuerzo hum ano mancomunado perm ite alcanzar el ob­ los primeros de mayor eficiencia, en cualquier aspecto, que los
jet ivo deseado . segundos. Qui so Ricard o invest igar los efectos que prod ucirí a
Aun cuando únicamente esta últ ima circunstancia concu­ e! comercio en tre dos regiones, desigualmente dotadas por la
rr iera, por sí sola habría engendrado entre los hombre s la naturaleza , suponiendo que las respect ivas produccio nes po­
cooperación tempo ral. Tales tra nsitorias asociaciones, de cara dían libremente ser transportadas de una a ot ra, pero no así los
a tareas específicas superiores a la capacidad individua l, no trabajadores ni los acumulados factores de producción (bienes
habrían, sin embargo, bastado para provocar una perdurable de capital). La divi sión del trabaj o entre amba s regiones, se­
cooperación social. Duran te las prim era s etapas de la civiliza­ gún evidencia la ley de Ricardo, ha de incrementar la produ c­
ción , pocas eran las empresas que sólo de este modo pudieran tividad del esfuerzo labor al y, por tanto , resulta ventajosa para
coronarse. Aun en tales casos, es muy posible que no todos los todos los int ervi nientes, pese a que las condiciones materiales
interesados coincidie ran en que la utilidad y urgencia de d icha de producción puedan ser m ás [avorahlcs en una de dichas
obra fuera superior a la de otras tareas que pud ieran realizar zonas que en la otra . Conviene que la zona mejor dotada con­
indivi dualm ent e. La gran sociedad humana, integradora de centre sus esfuerzos en la producción de aqu ellos bien es en los
tod os los hombres y de todas sus actividades, no fue engen­ cuales sea mayor su su per ioridad dejando a la región peor do­
drada por esas alianzas ocasionales. La sociedad es mucho más tada que se dedique a las producciones en las que la superio­
que una asociación pasajera . que se concierta para alcanzar un ridad de la primera sea menor . Esa paradoja de no explotar
objeti vo defini do y que se d isuelve tan pronto como el mismo una s condiciones domésticas de produ cción más favorables.
ha sido logrado, aun cuando los asociados estuvieran dispue s­ yendo a buscar esos bienes. 'lile podrían prod ucirse dentro de!
tos a renovarla siempre que se terciara la ocasión . país. en áreas cuyas condiciones de producción son m ás desfa­
El incremento de la product ividad, típico de la div isión del vorables. viene ori ginad a por la inmovilidad de los factores
trabajo, registra se siempre que la desigualdad sea tal que cada trabajo y capital, que no pueden acud ir a los lugares de pro­
individuo o cada parcela de tierra en cuestión resulte superior ,
ducción más favorables.
por lo menos en algún aspecto , a los demás individuos o pa r­
Ricardo advi rt ió plenamente que su ley de los costos com­
celas de que se trate . Si A puede producir, por unidad de ticm­
po , 6 P o 4 q, mientras B produce sólo 2 q, si bien 8 q, tra­ parados ~la cual formu ló fundam ent"J,nent e para poder abor­
baja ndo por separado A y /3 ob tendrán una producción de dar un problema específico que suscita e! comercio interna­
4 p + 6 q; sin embargo, bajo el signo de la división del traba­ cional-i- venía a ser un caso part icnlar de otra ley más general.
jo, dedicándose tant o A como B, únicamente, a aquel la labor la lev de asociación .
en que mayor sea su respectiva eficiencia, en total producirán Si A goza de mayor eficiencia que B. de tal suerte que,
6 p + 8 q. Ahora bien, ¿qué sucede si A no sólo sobrepasa para produc ir una unidad de! bien p necesita tres horas , mien­
a B en la p roducción de p, sino también en la de q? tras B ha de emplear cinco horas. v, par a producir una unidad
Tal es el problema que se planteó Ricardo, para, seguid a­ de q, el primero invierre dos horas. contra cuatro horas el se­
mente, dar con la solución correcta . gundo . resulta que ganarán ambos si A se limita a prod ucir q y
252 La Acción Humana La sociedad humana 253

deja a B que' prod uzca p. En efecto, si cada uno dedica sesenta rnitiv os, si bien ya altamente diferenciados, grupos sociales de
horas a produci r p y sesenta horas a producir q, e! result ado los que nos informan las excavaciones, las más anti guas fuentes
de la obra de A será 20 p + 30 q,- el de B, 12 P + 15 q,- o sea, documentales históricas y las notici as de exploradores y viaje­
en conjunto, 32 p + 45 q. Aho ra bien, si A limítase a q sola­ ros que han topado con tribus salvajes. Con referencia a los
ment e, producirá 60 q en 120 horas; B, en el mismo sup uesto orígenes de la sociedad, la tarea de la ciencia sólo puede consis­
dedicándose sólo a p, prod ucirá 24 p. La suma de sus activida­ tir en evidenciar cuáles sean los fact ores que pueden y, por
des equi valdrá, en tal caso, a 24 p + 60 q,- comoquiera que p fuerz a, han de provocar la asociación y su progresivo desarro ­
tiene para A un cociente de sustltuci án de 3q/2, y para B de llo . La praxeología resuelve esta incógnita. Mientras e! trabajo
5q/4 , dich a suma represent a una producción mayor qu e la de resulte más fecundo bajo el signo de la divi sión de! mismo y en
32 p + 45 q. P OI' lo tanto, es evide nte que la división del tra ­ tanto e! hombre sea capaz de advertir tal realidad , la acción
bajo beneficia a todos los que participan en la misma. La cola­ humana tend erá espontáneamente a la cooperación y a la aso­
boración de los de más talento, habilidad y dest reza con los ciación. No se convierte el individuo en ser social sacrificando
peor dot ados resulta ventajosa para ambos grupos. Las ganan­ sus personales intereses ant e el alta r de un mítico Moloch, la
cias derivadas de la divis ión del trabajo son siempr e recíprocas. sociedad , sino simplemente porque aspira a mejorar su propio
La ley de asociación evidencia por qué , desde un principio, bien estar . La expe riencia ense ña que la aludida condición- la
hubo una tendencia a ir gradualmente int ensificand o la coope­ mayor productividad de la div isión del trab ajo-- aparece por
ración humana . Percatámonos de cuál fue e! incentivo que in­ cuanto trae su causa de una realidad : la innata desiguald ad de
dujo a las gen tes a dejar de considerarse rivales en inacabable los hombres y la desigua l distribución geográ fica de los factores
lucha por apropiarse los escasos medio s de subs iste ncia que la naturales de producción. Advertido lo anterior, comp rendemos
naturaleza, de por sí, brinda. Advertimos el móvil que impelió e! curso seguido por la evolución social.
y continuamente impele a los hombres a unirse, en busca de
mutua cooperació n. Todo progreso hacia una más avanzada di ­
visión de! trabajo favorece los interes es de cuan tos en la misma ERRORES COMUNES EN QUE SE INCIDE AL TRATAR
DE LA LEY DE ASOCIACION
participan . Para comprender por qu é el hombre no permaneci ó
aislado , buscand o, corno los animales, alimento y abr igo sólo
Se le han dado mucha s vueltas a la ley de asociación de Ri­
para sí o, a lo más, para su compañe ra y desvalida prole, no es cardo, más conocida por el nombre de ley de los costos compa­
preciso recurri r a ninguna milagrosa intervención divina , ni a rados , El porqué es evidente. La ley en cuestión constituye gra­
vana personalización de un supuesto innato impulso de asocia­ vlsimn amenaza para los planes de todos aquellos que preten­
ción , ni suponer que los individuos o las ho rdas pr imit ivas den justificar el proteccionismo y el aislamiento económico, desde
comprometiéranse , un buen día, mediante opo rtuna conven­ cualquier punto de vista que no sea el de privilegiar Jos egoístas
ción , a establecer relaciones sociales. Fue la acción humana , intereses de algunos fabricantes o el de prepararse para la guerra.
estimulada por la percepción de la mayor productiv idad de! El ob jetivo principal que Ricardo perseguía, al formular su
trabaj o bajo la división del mismo , la que engendró In pr imitiva ley, consistía en refutar una determinada objeció n, a la sazón fre­
sociedad y la hizo progresivamente desarrolla rse. cuentemente esgrimida contra la libertad del comercio internacio­
Ni la historia, ni la etnología, ni ninguna otra rama del nal. En efec to, inquiría el proteccionista: bajo un régimen libre­
saber pue den explicar aquella evol ución que hizo , de las mana­ cambista, ¿cuál sería el destino de un país cuyas condiciones, para
das y rebaños de antecesores no humanos del hombre, los pri- cualquier producción, resultaran todas más desfavorables que los
2'4
-- - - -- ..- - -- -.. . 0_._ La Acción Human a La sociedad hu mana 255

de cualquier otro lugar ? Pues bien, cierto es que en un mundo diferente según los lugares donde se ubiquen y, de otro , que di­
donde no sólo los productos, sino también el trabajo y el capital, chos facto res, por razones institucionales, tienen restringida su
gozaran de plena liber tad de movimiento , aquel pa ís, tan poco movilidad. Sin que se afecte la validez de sus conclusiones, el
idóneo para la producción, dejaría de utilizarse como ubicación de teorema en cuestión puede desent enderse del probl ema del valor,
actividad humana alguna. En tal caso, si las gentes satisficieran toda vez que sólo maneja unos simples presupuestos. Estos son:
mejor sus necesidades no explotando las condiciones, comparati­ que únicamente se trata de producir dos mercancías, pudiendo
vamente más imperfectas, que ofre cía la zona en cuesti ón, no se ambas ser libremente transpor tadas; y que para la producción de
establecerían en ella, dejándola deshabitada como las regiones cada una de ellas prccísase la concurrencia de dos factores ; que
polares, las tundras o Jos desiertos. Peto Ricardo quiso cnfren­ en las dos mercancías aparece uno de estos factores (igual puede
tarse con los problemas reales que suscita nuestro mundo, en el ser el trabajo que el capital), mientr as el otro factor (una propie­
cual las circunstancias específicas de cada caso vienen predetermi­ dad específica de la tierra de que se trate) sólo es aprovechado en
nadas por los asentamientos humanos efectuados en épocas ante­ uno de ambos procesos; que la mayor escasez del factor común en
riores y donde el trabajo y los bienes de capita l hállanse ligados umbas producciones predetermina el grado en que es posible ex­
al sudo por diversas razones de orden institucional. En tales cír­ plotar el factor diferente. Sobre la base de estas premisas, que
cunstancias, el libr ecambismo, es decir, una liber tad de moví­ permiten establecer cocientes de sustitución entre la inversión
miemos restringida a las mercancías, no puede provocar la distri ­ efectuada del facto r común y la producción, el teore ma resuelve
bud ón del capital y el trabajo, sobre la faz de la tierra , según las la incógnita planteada.
posibilidades, mejores o peores, que cada lugar ofrezca en orden La ley del costo comparado es tan ajena a la teoría clásica de l
a la productividad del esfuerzo humano. Sólo entonces entra en valor como lo es la ley de los beneficios, basada en un razona­
juego la ley del costo comparado. Cado país se dedica a aquellas miento semejante a la primera . E n ambos supuestos, cabe limi­
ramas de producción para las cuales sus específicas condiciones tarse a comparar sólo la inversi ón material con el producto mate­
le ofrecen relativ a, aunque no absolutamente, las mejores oportu­ rial obtenido. En la ley de los beneficios comparamos la produc­
nidades. Para los habitantes de cualquier zona es más ventajoso ción de un mismo bien. En la del costo comparado contrastamos
abste nerse de explotar algunas de sus capacidades, pese a ser éstas la producción de dos bienes distintos. Si tal comparación result a
superiores a las del extranjero, import ando en su lugar los corres. factible es porque suponemos que para la producción de cada uno
pend iente s géneros, producidos allende sus fronte ras en cond icio­ de ellos, apart e de un factor específico, sólo se requie ren factores
nes más desfavorables. Se trata de un caso análogo al del cirujano, no específicos de ln misma clase.
que, para la limpieza del quirófano y del instrumental, cont rata H ay quienes critican 1<1 ley del costo comparado por tales sim­
los servicios de un tercero, no obstante supera rle también en ese plificaciones. Asegura n que 1.\ moderna teoría del valor impone
específico cometido, para dedicarse exclusivamente a la cirugía, una nueva formulación de la ley en cuestión, con arreglo a los
en la que su preeminencia es tod avía más nota ble. principios subjetivos. S610 mediante esa reestructuración cabría
Este teorema del costo comparado nada tiene que ver con la demostrar su validez de modo satisfactorio y concluyente . Ahora
teor ía del valor de la doctrina económica clásica. No alude ni al bien, tales opositores se niegan a calcular en términos monetarios.
valor ni a los precios. Se trat a de un juicio purame nte analítico: Prefieren recurrir a los métodos del análisis de la utilidad, por
la conclusión a que se llega hállase implícita en aquellas dos pre­ creer que tal sistemática es idónea para cifrar el valor sobre la
misas según las cuales resulta, de un lado, que la productividad de base de la utilidad . Más adelante se verá el engañoso espejismo
los factores de producción, técnicamente posibles de trasladar, es que suponen tales intentos de llegar 01 cálculo económico, dejando
256 La Acci6n Humana La sociedad humana 257

de lado las ex presiones monetarias. Carecen de consistencia y son ríos, en la India , por lo qu e a la producción de a se refiere, tende­
cont radictorios. resultando inviables cuantos sistemas infórm ansc ran a ser el cincuent a por ciento de Jos salarios ingleses y, por lo
en dich as ideas . No es posible el cálculo económico, en ningún que a la pr oducció n de b se refiere , la tercera parte. Si el jornal
sent ido , si no se basa en precios monet arios según el mercado los inglés es de seis chelines, en la India será de tres en la producción
estructura 7. de a y d e d os chelines el de b. Semejante disparid ad en la remune­
Aquellas sencillas premisas que suste ntan la ley de los costos ración d e t rabajo del mismo tip o no puede pe rd urar si en el mer­
comparados no tienen el mismo significado pa ra los economista s cado interior de la India la mano de ob ra goza de movilidad . Los
modernos que pa ra los clásicos. H ubo discípulos de la escuela clá­ ob reros abando narán la producción de b, enrolándose en la de a;
sica que veían en ella el punto de part ida para una teo rfu del este movimient o harfa que tendiera a rebaj arse la remuneración
valor en el comercio internacional. H oy en día nos consta que esa en a, elevánd ose en b. Los salarios indio s, fin almente ) se iguala­
creencia era equivocada. Adver timos que no hay diferenci a ent re rían en ambas Indust rias . Aparecería entonces una tendencia a
el come rcio inter ior y ex terior, por Jo q ue se refie re a la de re rrni­ ampliar la producción de a }' a desplazar la competencia inglesa .
nación del valor y de los precios. Sólo dispares circunstancia s, es Po r otra part e, la prod ucción de b, en la India, dejaría de ser ren­
decir, condiciones instit ucionales, que restr ingen la mo vilidad de rablc, lo que obligada n abandonarla, mientras en In glaterra se
las merca ncías y de los factores de producción, hacen a las gentes incremen tarí a. A la misma conclusió n se llega, suponiendo que la
distinguir el mercado nacional del ex tranjero . diferencia en las cond iciones dc prod ucción estr iba, parcial o ex­
Si no se qu iere est udiar la ley del costo comparado bajo los clusivamente, en la distint a cuantía de capital que, en cada caso ,
simplificados supues tos de Ricardo , obligado es ir derecha y ubier­ fuera p reciso invertir.
tnmente nl c álculo monetario. No se debe incid ir en el error de Ta mb ién se ha dicho que la ley de Ricardo resu ltaba válida en
suponer que, sin ayuda del cálculo monet ario, cabe compa rar los su época, pero no lo es ya en la nuestr a, por habe r varia do las
d iversos factores de producción inverti dos y las mercancías pro­ circunstancias concurrentes. Ricardo d istinguía el comercio inrc­
d ucidas. Volviendo sobre el ejemplo del ciru jano y su ayuda nte rio r de! exterior por la d iferente movilidad que, en uno y o tro,
habrá que decir: Si el cirujano puede emplear su limit ada capaci­ tenía el capital y el tr abajo. Si se supone que el capital, el trabajo
dad de t rabajo en efectuar opera ciones 1'1 s cuales le propo rcionan y las mercancías gozan de plena movilidad , ento nces, entre el co­
unos ingresos horarios de 50 dólares, indudablemente, le con­ mercio regional y el intcrrcgional, no huy más diferencia q ue la
vendrá con tratar los servicios de un ayudante que le limpie el
der ivada del costo del transpo rte . En tal caso, impertinent e sería
inst rument al, pagándole a dos dólares la hora, aun cuando ese
formular una teorí a espec ífica del comercio intern acion al distint a
te rcero emplee tre s horas para realizar lo q ue el ciru jano podría .!
de la at inen te , 1 interno . El capital y el traba jo distribu iríanse
hacer en una hora, Al comparar las condiciones de J os países d is­
sobre la superficie de la tierra según las mejores o peores condi ­
tintos habrá que decir : Si las circunstancias son tales q ue, en I n­
cio nes que para la producci ón cada región ofreciera. Habría zonas
glaterra, la producción de u na unidad de cada mercancía a y b re­
de población más densa y mejor surt idas de capital, mientras otras
quiere el co nsu mo de una jo rnada de la misma clase de tra bajo,
comarcas gozaría n de menor densidad humana y de más reducido
mientras en la India, con la misma inversión de capita l, se nece­
capita l. Pero en todo el mundo prevalecería una tendencia a retr i­
sitan dos jorn adas paca a y tres pa ra b, resultando los bienes de
buir de igual modo u n mismo trabajo.
capital y tan to a comob libremenre transferib les de Inglaterr a a la
. Ricard o, co mo decíamos, suponía q ue sólo denrro del país
In dia y viceversa, per o no siéndolo así la mano de ob ra, lo s sala­
tenía plena movilidad el t raba jo y el capital, careciendo de ella
1 Ver. más adelante. págs. 312.32':. allende las fronteras . E n tales circun stanci as, quiere investigar

17
2'8 La Acción Humana La sociedad humana 2'9
cuáles serían las con secuencias de la libre movilidad de las mer­ La división del trab ajo descompone los diversos procesos
cand as. (Sí tampoco la transferencia de mercancías fuera posible, de producción en mínimas tareas, muchas de las cuales pueden
enton ces cada país devendr ía autárquico , sumido en un total aisla­ ser realizadas median te disposit ivos mecánicos. Tal circuns­
miento económico; habría desaparecido el comercio internacional.) tancia permit ió recurrir a la máquina, lo cual provocó impre­
La teoría del cost o comparado resuelve la incógnita ticardiana . sion an te progreso en los mé todos técnicos de producc ión . La
Cierto es que , más o menos, los presupuestos de Ricardo se daban mecan ización es consecuencia de la división del tra ba jo y su
en su época. Po steriormente, a lo largo del siglo XIX¡ las circuns­ fru to más sazonado; aho ra bien, en mo do alguno fue aqu élla la
tancias cambiaron. Disminuyó aquella inmovilidad del capital y causa u origen de és ta. La maq uinaria especi alizada a motor
del trabajo; cada vez resultaban más fáciles las transferencias in­ sólo en un ambiente social donde impera la div isión del trabajo
ternacionales de dichos factores productivos. Pero vino la reacción . podía ins talarse. Todo nnevo progreso en la u tilización de ma­
Hoy en día, el capital y el trabajo de nuevo ven restrin gida su qu inaria más precisa, refinada y produc tiva exige una mayor
movilidad. La realidad actual vuelv e a coincidir con las premisas especia lización de cometidos.
ricardianas.
Las enseñanzas es tructuradas por la teoría clásica en to rno al
comercio internacional son ajenas a cualquier cambio en las espe­ 6. EL IND IVIDUO E N EL MARCO SOCIAL
cí ficas condiciones institucionales concurrentes. Permíteseno s, aSÍ ,
abordar el estud io de los problem as que cualquier imaginable La praxeología estudia al individ uo aislado - q uc act úa
supuest o suscita. por su cuen ta, con total independencia de sus semejantes - sólo
para alcanzar una mejor comprensi ón de los problemas que
suscita la coope ración social. No asegura el economista hayan
5. Los EF E CT OS DE LA DIV ISIÓN DEL TRABAJO alguna vez exi stido tales seres humanos solitarios y au tárqui­
cos, ni que la fase social de la historia hu mana fuera preced ida
La división del trabajo es la consecue ncia pr ovocada 1'01' de otr a, d urante la cua l los ind ividuos vivieran independientes,
con sciente reacción del hombre ante la desigualdad de las cir­ vagando, como animales, en busca de alimento. La biológica
cunstancia s naturales del mundo . Por o tro lad o, la propia di­ hurnanizaci ón de los antecesores no humanos de! hombre y la
visió n del trabajo va incr ementando esa di sparidad dc las cir ­ aparición de los primitivos lazos sociales constituyen un pro­
cunsrancias de hecho. A cau sa de ella, las diversas zonas geo­ ceso úni co. El hombre aparece en el escena rio del mundo como
gráficas asum en funciones específicas en el complejo del pro­ un ser social. El ho mb re aislado, insociable, no consti tuye más
ceso de producción . Debido a esa repetida diver sidad, deter­ que arbitrario esq uema .
minadas áreas se convierten en urbanas , otras en rurales; ubí­ La sociedad brinda al individuo medios excepcio nales pa ra
canse en difere ntes lugares las distintas ramas de la indust ria, alcanzar tod os sus fines. El manteni miento de la sociedad cons­
de la minería y de la agricultura . Mayor tra scendencia aún tituye, pues, para el hom bre , el presupuesto esencia l de toda
tiene la división del traba jo en orden a aumentar la innat a actuación q ue pre tenda llevar a bu en fin. El delincuente con tu­
des igualdad humana . La práctica y la dedicación a tareas espe­ maz, que no q uiere adaptar su conducta a las exigencias de
cíficas adapta, cada vez en mayor grado, a los interesados a la vida bajo un sistema socia l de cooperación, no es tá dispuesto,
las correspondientes exige ncias; las gentes desarrollan más al­ sin embargo, a renunciar a ninguna de las vent ajas que la di ­
gunas de sus facultades innatas, descuidando otras . Surgen los visión del trabajo procura . No pretende, deliberadamente, des­
tipos vocacionales, los hombres dev iene n especialistas. truir la sociedad. Lo qu e quiere es apropiarse de una porción
260 La A cción Humana La sociedad hum ana 261

mayor de la riqueza mancomunadamente producida que la qu e lisiados, sin emba rgo, han contribuido decisiva mente a hacer
el orden social le asigna. Se sentiría desgraciadísimo si se gene­ la civilización . La fuerza eliminadora de la selección natural
ralizara su antisocial conducta , provocánd ose el inevit able re­ se debil ita bajo las condiciones sociales de vida. De ahí qu e
sultado de retorn ar a la indigencia primi tiva . haya quienes afirmen qu e la civilización tiend e a meno scabar
E s erró neo mant ener que el hombre, al renunciar a las su­ las virtud es raciales .
pue sras ventajas inhe rentes a un fabuloso estado de naturaleza Tales asertos tienen sentido tan sólo contemplando la huma­
y pasar a integrar la sociedad , háyase pri vado de ciertas ganan­ nidad como lo har ía un ganadero qu e qu isiera criar una raza
cias y tenga justo título para exigir indemn ización por aquello de hombres dotados de específicas cualidades. La sociedad, sin
que perdió. Resu lta manifie stamente inadmisible aqu ella idea embargo, no es ningún criadero de sement ales para producir
según la cual tod o e! mundo estaría mejor viviendo en un esta­ de terminado tipo de ind ividu os. No existe nin gu na norma «na­
do asocial; la existencia misma de la sociedad - dícese- per­ tural>, que permita pondera r qué sea lo de seable y cuál lo inde­
jud ica a las gentes. Sin embargo, sólo gracias a la mayor 1'1'0' seab le en la evolución biológica del hombre. Cualquier módulo
ductividad de la coope ración social ha sido pos ible qu e la es­ que , en este sentido, se ado pte po r fuerza ha de ser arbitrario,
pecie hum ana se multiplique en n úmero infinitamente mayor puramen te subjetivo ; expo nente tan sólo de personal juicio de
de lo que permitirían las subs istencias producidas en épocas de valor. Los términos mejoramien to o degeneración racial care ­
una más rudimenta ria división del tr abaj o. T odo el mundo goza cen de sentido si no es relacion ándolos con específico plan tra­
de un nivel de vida mucho más elevado que el disfrutado pOI: zado para est ructur ar la hum anidad toda .
sus salvajes antepasados . Máxima in seguridad y pob reza extr e­ Cierto, desde luego , es qu e la fisiología del hombre civili­
ma caracterizan el estado de naturaleza de! hombre. Constitu­ zado hállase puramente ada ptada para vivir en sociedad ; no
ye rom ánti co disparate el llorar por aque llos felices día s de la para ser cazador en las selvas vírgenes, desde luego.
barbarie prim igenia. Bajo el salvajismo, esos mismos qu e se
quejan no hab rían segura mente alcanzado la edad viril y, aun
en tal caso, no hubieran pod ido di sfru tar de las ventajas y co­ EL M I TO DE LA MJSTI CA UNION
modidades que la civilización les proporcion a. Si jean jacqucs
Ro usseau y Fr edcrick Engels hubi esen vivido en aquel estado Mediante el mil o de b mi stic« uni ún prc téndcsc impugnar la
de naturaleza qu e describen con tan nostálgicos sus piros, no teo ría praxcol égica de la sociedad.
La sociedad - dicen los defensores de aquella doctrina- no
hab rían dispuesto de! ocio necesario para dedicarse a sus es­
es el resultado de deliberada actuaci ón humana: no supo ne ni
peciosos escritos .
coop eració n ni distribución de cometidos. Brota la sociedad de
Una de las grandes ventajas que e! indiv iduo di sfru ta, grao
profund idades insondables , siendo el (ruto e ngendrado por un
cias a la sociedad , es la de poder vivir a pesar de hallarse cn íer­ impulso innato en la propia esencia del homb re. H ay quienes
mo o incapacitado físicament e. El animal dolient e está conde­ o pinan que la sociedad viene a se r un e mbeberse en aquel espíritu
nado a muerte; su debilidad enerva e! esfuerzo necesario para que es la realidad divina y una parti cipación en el poder y en el
buscar alimentos y para repel er las agresiones. Los salvajes amor de Dios por virtud de una uni o mystica. Para otros. la so­
sordos, miopes o lisiados perecen. Ta les flaquezas y defectos , ciedad es un fenómeno biológico ; es el resultado que produce la
en cambio, no impiden al hombre adaptarse a la vida en socie­ voz de la sangre; es el lazo que une los descendien tes de comu­
d ad . La mayoría de nuestros con temporáneos sufre defici encias nes antepasados entre sí y con su co mún progenie, es esa miste­
corporales que la biología considera patológicas. Muchos de esos riosa armonía que surge entre el campesino y la gleba que trabaja.
262 La Acción Humana La sociedad humana 263

Cierto es que hay quienes realmente experimentan estos fenó­ La voz de la sangre no es un fenómeno primario e indepen­
menos psíq uicos. E xisten gentes que sienten la aludida unió n mís­ diente: encar na al conjuro de consideraciones racionales . Precisa­
tica, anteponiéndo la a tod o ; tam bién hay per sonas que creen escu­ mente porque el individuo se cree emparentado , a tra vés de una
char la voz de la sangre y qu e, con tod a el alma, aspiran esa [ra­ com ún especie, con otras gentes deter minada s, experimenta hacía
gancia única qu e despide la bendita tierra nata l. La experiencia ellas esa atracción y sen timiento qu e, poéticamente, se denomina
mística y el rapto estático, indudablemente, son hechos que la voz de la sangre.
psicología ha de estimar reales , al igual que cualquier o tro fenó­ Lo mismo puede decirse del éxtasis religioso y del místico amor
meno psíquico debi dam ente con statado. El error de las doctrinas a la tierr a vernácula. La unio mystica del devoto creyente está
que nos ocupan no estriba en el hecho de asever ar la realidad d e condici onada por el con ocimien to de las en se ñanzas básicas de su
tale s fenóm eno s, sino en suponer que se t rata de circu nstancias reli gión . Sólo quien sepa de la grande za y glori a de Dios pu ede
ori ginarías. que surgen con ind epe nde ncia de tod a consideración experime nta r comunión di recta con El. La venerable atracción al
racional. patrio terruñ o depend e de la previa articulación de una serie de
La voz de la sangre, qu e liga al padre con el hijo , no era cier­ ideas geopolíticas. Por eso, ocurre a veces que los hab itantes del
tamente escuchada por aquellos salvajes que desconocían la rela­ llano o de la cost a incluyan en la imagen de aquella pat ria , a la
ción causal existe nte entre la cohabi tación y la preñez. H oy en q ue asegur an est ar fervient emen te unidos y apegados, regiones
d ía, cuando d icha realidad es bien conocida , puede sentir la voz mont añosas para ellos desconocidas y a cuyas condiciones no po­
de la sangre el hombre que tiene plena confianza en la fidelidad drían adap tarse, sólo porque esas zonas pertenecen al mismo cuer­
de su esposa. Ahora bien , si acerca de este último extremo existe po polít ico del qu e son miembros o desearían ser . Aná logamente ,
alguna duda, de nad a sirve la voz de la sangre. Nad ie se ha aveno de jan a menu do de incluir en esa imagen patri a, cuya voz pretcn ~
tu rado a afirmar qu e los problema s en tor no a la investi gaci ón de den oír , regiones vecinas a las pr opias, de similar estr uctu ra geo­
la paternidad cabía resolverlos recurriendo a la voz de la san gre. gráfica. cuando form an parte de una nación ext ranjera .
La madre quc, de sde el parto , veló sobre su hijo también pod rá Los miembros pertenecientes a una nación o ram a lingüís tica,
escucharla . Ahora bie n, si pierde el contacto con el vástago en o los gru pos qu e dentro de ella se forma n, no están siempre uni­
fecha temp rana, más tarde sólo será capaz de ident ificarle por dos por senti mientos de amistad y bue na voluntad. La histor ia de
señales corporales , como aquellas cicatrices y lunares a los que cualq uier nación constituye rico muest rario de antipatí as y aun de
tant o gustaban recurrir los novelistas . Pero la voz de la sangre , od ios mu tuos entre los distintos sector es que la int egra n. En tal
por desgracia, callará si tal observaci6n y las conclusiones sent ido basta recordar a ingleses y escoceses, a yanquis y sudi stas,
de ellas derivadas no le hacen hablar. Según los racistas alemanes. a pro siano s y bávaros. Fue ideológico el imp ulso qu e permit ió
la voz de la sangre aúna misteriosamen te a todos los miembros superar dichos antagonismos, inspirando a tod os los miembros
del pueblo alemán. La antropología , sin embargo, nos dice que de la na ci ón o grupo lingüís tico aqu ellos sentimientos de comu­
la naci6n alemana es una mezcla de varias razas, sub razas y gr u­ nidad y de pert enencia qu e los actuales naciona listas consideran
pos; en modo alguno cons tituye homogóne a familia, descendi ente fenómeno natura l y ori ginario .
de común estirpe. El eslavo recientemente germanizado , que no L'I mu tua atracción sexual del macho y la hembra es inherente
ha mucho camb i ó sus apellidos por otros de sonido más gerrná ­ a la na turaleza animal del hombre y para nada dep end e de teorias
nico, cree que está ligado por lazos com unes a todos los demás ni razonamientos. Cabe calificarla de orig inaria, vegetativa , ins­
aleman es. No oye ninguna voz interior q ue le impulse a la uni ón tintiva o misterio sa; no hay inconveniente en afirmar met afórica ­
con sus hermanos o primos qu e siguen siendo checos o polacos. mente que de dos seres hace un o. Pod emos considerar la como una
264 La Acción Humana La sociedad humana 265

comun idad, como una mística unión de dos cuerpos. Sin embargo, homb re a acomod ar su conducta a las exigencias de la vida en
ni la co habitación ni cuanto la precede o la subsigue genera ni sociedad, a respetar los derechos y las libertades de sus semejantes
cooperación social, ni ningún sistema de vida social. También los y a reemplazar la enemistad y el conflicto por pacífica colabora­
animales se unen al aparearse y, sin embargo, no han desarrollado ción no fue el amo r ni la caridad, ni ningún ot ro afec tuoso sent i­
relaciones sociales. La vida familiar no es meramente un producto miento, sino el propio ego ísmo bien entendido .
de la conv ivencia sexual. No es, en modo alguno. ni natural ni
necesario que los padres y los hijos convivan como lo hacen en el
marco famili ar. La relació n sexual no de semboca, necesariamente , 7. LA GRAN S OC IE DAD

en un orden familiar. La familia humana es fruto del pensar, del


planear y del actuar. Es esto, precisamente, lo que la distingue de No todas las relaciones in terhum anas impli can lazos socia­
aquellas asociaciones zoo lógicas que, per analogiant, denom inamos les. Cuando los hombres se acome ten mutuamente en gu erras
familias animales. de exterminio to tal, cuando luchan en tre sí tan despiadamen te
El místico sentimiento de unión o co munidad no es el origen como si de destruir animales feroces o plantas dañinas se tra­
de la relación social, sino su consecuencia.
tara, ent re las parte s combatientes existe efecto recíproco y
relación mu tua , pero no hay sociedad. La socieda d implic a ac­
El reverso de la fábula de la unión mística viene a serlo el
ción mancomunada y cooperativa, en la qu e cada u no consid era
mito de la natural y o riginaria repu lsió n entre razas y naciones.
el provecho ajeno co mo medi o para alcanza r el propio.
Se ha dicho que el instinto enseña al hombre a distinguir entre
Guerras de ex terminio sin piedad fu eron las luchas qu e
con géneres y ex traños y él aborrecer :1 es tos últimos . Los deseen­
entre sí mantenían las hordas y tribu s prim it ivas por los agua­
dient es de las razas nobles -dícese- repu gnan todo con tacto con
d eros, los lugares de pesca , los terrenos de caza, los pas tos y el
los miembros de razas inferiores, pero la realidad de la mezcla
bo tín . Se trataba de conflic tos totales. Del mismo tipo fue ron ,
interracial basta para refutar ta les supuestos . Siendo un hecho
en el siglo XIX, los primeros encuentros de los eur opeo s con
indudable que en 1<1 Europa actu al no hay ninguna raza pura,
los aborígenes de territorios recién descubiertos. Pero ya en
forzo so es concluir que, entre Jos miembros de las diversas es tiro
prístinas ed ades, muy an teriores a los tiempos de los que po­
pes originarias que poblaron el continente, no hubo repulsión , sino
seemos información histórica, co menzó a germinar otro modo
atracción sexual. Millone s de mulatos y mestizos cons tituye n ré­
de proceder. Las gen tes ni siquiera al comba tir llegaban a olvi­
plica viviente a aquel primer ase rto. d ar del todo las relaciones sociales, prev iamente es tab lecidas;
El odio racia l, al igual que el sentimiento míst ico de comuni­ incluso en las pugnas con tra pue blos con quienes antes no
dad, no son fenómenos naturales innatos en el hombre . Ambos habían existido con tac tos, los combatien tes comenzaba n a parar
son fruto de precisas ideologías. Pero ~5 que, aun cuando tal mientes en la idea de que, pese a la transitori a oposición del
supuesto se diera, aunque fuera cierto ese natural e innato odio mom ento, cabía en tre seres humanos llegar posteriormente a
interracial, no por ello dejaría de ser útil la cooperación social, ni fórmulas de avenen cia y cooperación. Se pretendía per judicar
tampoco con eso invalidaríase la teoría de la asociación de Ricar­ al enemigo ; pero, sin embargo , los actos de hostilidad ya no
do. La cooperación social no tiene nada que ver con el afecto per­ eran plenamente crueles y despiadados . Al combatir con hom ­
sonal , ni con aquel mandamiento que o rdena amarnos los unos a bres - a diferencia de cuando luchaban con tra las be sti as­
los otros. Las gentes no cooperan bajo la división del trabajo los beligeran tes pensaban qu e babía en la pugna ciertos limites
porque deban amarse. Cooperan porque , de esta suerte , atienden que con ven ía no sobrepa sar. Por sobre el odio implacab le, el
mejor los propios intereses. Lo que originariamente impulsó al frenes í destructivo y el afán de aniquilamien to , alboreaba un
266 La Acci án H umana La sociedad humana 267

sentimiento societario. Nacía la idea de que e! humano adver­ verso : entre e! lobo y la oveja devorada; entre e! microbio y el
sario debía ser conside rado como potencial asociado en una hombre a quien mata ; entre la piedra que cae y e! objeto sobre
cooperacíón futura , circunstancia ésta que no convenía olvidar e! que choca. La sociedad , al contra rio, implic a siempre la ac­
en la gestión bélica. La guerra de jó de considerarse como la tuaci ón cooperativa con miras a que los diferentes participes
relación interhu mana normal. Las gentes comenzaban a advcr­ puedan, cada uno, alcanzar sus propi os fines.
tir que la cooperación pacífica constituía el medio mejor para
triunfar en la lucha por la supervivencia. Cabe afirm ar , incluso,
que las gentes se percataron de que era más venta joso esclavi­ 8. EL INS TI NT O DE AGRES IÓN Y DESTRUCCiÓN
zar al vencido que matarlo, por cuanto , aun durante la lucha,
pensaban ya en e! mañana, en la paz. Puede decirse que la Se ha dicho que e! hombre es una bes tia agresiva, cuyos
institución servil fue un primer paso hacia la cooperación. innatos instintos le impu lsan a la lucha, a la matanza y a la
La formulación de aquellas ideas, según las cuales, ni aun destrucción . La civilización, con su antinatural blanden guería
en guerra, todos los actos deben estimarse permisibl es, habien­ humanitaria , apartando al hombre de sus ant ecedentes zooló­
do actuaciones bélicas lícitas y otras ilícitas, así como leyes, gicos, pre tende acallar aque llos impu lsos y apet encias. Ha
es decir, relaciones sociales, que deben prevalecer por encima transformado al hombre en un ser escuálido y decadente, que
de las naciones, incluso de aquellas que, de moment o, se en­ se avergüen za de sti prístina animalidad , pretendi endo vana­
frentan, tales ideas, repetimos, vinieron a estructurar la gran mente tilda r de humanismo verdadero a su evidente degrada­
sociedad, que incluye a todos los hombres y a todas las na­ ción. En orden a impedir una mayor degeneración de la especie.
ciones . Las diversas asociaciones de carácter regional fueron es imperativo liberarla de los pernici osos efectos de la civiliza­
fundiéndose, de esta suer te, en una sola sociedad ecuménica. ción . Pu es la civilización no es más que hábil estratagema inven ­
El combatiente que no hace la guerra salvajemente, al modo tada por seres inferiores. Son éstos débiles en exceso para ven­
de las bestias, sino a tenor de ciertas norma s bélicas «humanas» cer a los héroes fuertes; demasiado cobard es para soportar su
y sociales, renuncia a uti lizar ciertos medios destruc tivos, con propia aniquilación, castigo que tienen bien merecido; impidi én­
miras a alcanzar concesiones análogas del adversario. En tanto doles su perezosa insolencia servir como esclavos a los superio­
en cuanto dichas norm as son respetadas, existen, entre los con­ res. Recurrieron, por eso, a una argucia; trastocaron las eternas
tendientes, relaciones sociales. Pero los actos hostiles sí cons­ nor mas valora tivas preestablecidas con carácter absoluto por
tituyen actuaciones no sólo asociales, sino antisociales. Es un inmutables leyes univ ersales; arbitraron unos preceptos mora­
error definir e! concepto de «relaciones sociales» de tal suerte les, según los cuales resultaba vir tud su propia inferioridad y vi­
que se incluya entre las mismas actos tendentes al aniquila­ cio la superioridad de los nobles héroes. Preciso es desarticular
miento del opo nente y a la frustración de sus aspiraciones s. esta espiritual revuelta de los siervos, trasmutando tales mó­
Mientras las únicas relaciones existentes entre los individuos dulos valorativ os, H ay que repud iar, por entero, la aludi da
persigan e! perjudicacarse mutuamente, ni hay sociedad ni re!a­ ética lacayil, fruto vergonzante de! resentim iento de los más
ciones sociales. cobardes; en su lugar habrá de implantarse la ética de los
La sociedad no es mera acción y reacción mutua . H ay inte­ fuertes o, mejor aún, deberá ser suprimida toda cortapisa ética.
racción - influencia recíproca- entre todas las partes de! uni­ El hombre tiene que resultar digno heredero de sus mayores,
los nobles brutos de épocas pasadas.
, Tal pretende LEOPOLD VON WI ESE, Al lgemeinc Soziologie, cap. 1, pág. 10 Las anteriores doctrinas suelen clenominarse darwinismo
Y sigs. Munich, 1924. social o sociológico. Impertinente sería ahora cavilar en torno
268 La Acción Humana La sociedad humana 269

a si dicho apelativo es o no apropiado. Porque, con indepen ­ el homb re civilizado. Recomendar al hombre que recupere las
dencia de lo anterior, indudablemen te, constituye grave error condicion es físicas e intelectuales de sus antepasados prehis­
el calificar de evoluti vas y biológicas a unas filosofías que, ale­ tóricos es tan descabellado como e! conminarle a que vuelva
grement e, atrévense afirmar que la historia entera de la huma ­ a andar a cuatro manos o a que de nuevo se deje crecer el rabo.
nidad , desde que el hombre comenzó a alzarse por encima de la Es digno de notar que quiene s más se exaltaron en ensalzar
existencia puramente animal de sus antecesores de índole no los salvajes impu lsos de nuestros bárbaros antepasados fueron
hu mana, es tan sólo un vasto proceso de progresiva degenera. gente s tan enclenques que nunca habrían podido adaptarse a las
ción y decadencia. La biología no propo rciona módulo alguno exigencias de aquella «vida arriesgada». Nietzsche, aun antes de
para ponderar las muta ciones experimentada s por los seres su colapso mental , era tan enfermizo que sólo resistía e! clima
vivos más que el enjuiciarlas en orden a si permiten al sujeto de Engad in y el de algunos valles italianos. No hub iese podid o
adaptarse mejor al medio ambiente, proveyéndose de mayores escribir si la sociedad civilizada no hubiera protegido sus deli­
armas en la lucha por la vida. Desde este punto de vista , es cados nervios de la rudeza natural de la vida. Los defensore s
indudable que la civilización ha de considerarse como un be­ de la violencia ed itaro n sus libros precisamente al amparo de
neficio, no como una calamidad. H a impedido, por lo pronto, aquel la «seguri dad burguesa» que tanto vilipendiaban y des­
la derrota de! hombre en su lucha con tra los demás seres vivos, preciaban . Goza ron de libertad para publi car sus incendiari as
ya sean los grandes animales feroces o los pe rniciosos micro­ prédicas porque e! propio libera lismo que ridiculizaban salva­
bios; ha multi plicado los medios de subsistencia; ha incremen­ guardaba la libertad de prensa. Negra desesperación hubiera in­
tado la talla humana, la agilidad y hab ilidad del hombre y ha vadido su ánimo al verse privados de las facilidades que aquella
prolongado la duración media de la vida; le ha permitido do­ civilización tan escarnecida les deparaba. ¡Qué espectáculo el
minar incontestado la tierra; ha sido posible multiplicar las ci­ dcltímiJo Georges Sorcl cuando, en su elogio de la brutalidad,
fras de población y elevar el nivel de vida a un grado to talmente llega a acusar al modern o sistema pedagógico de debilitar las
impensable para Jos toscos morado res de las cavernas. Cierto innatas tend encias violent as! ' .
es que tal evolución hizo perder al hombre cierta s mañas y habi­ Cabe admitir que al hombre primitivo fuera connatural la
lidades que, si bien en determinadas épocas resultaban opor­ propensión a matar y a destruir , así como el amor a la crueldacl.
tuna s para lucha r por la vida, más tarde, cambiadas las circuns­ También , a efectos dialécticos, se puede acept ar que, du rant e
rancies, perdieron toda ut ilidad. Fomentáron se, en cambio , las primeras edades , las tenden cias agresivas y homicidas abo­
garan cn favor dc la conservación de la vida. H ubo un tiempo
otras capacidades y destrezas , imprescind ibles para la vida en
en que el hombre fue un a bestia brut al. (No hace al caso averi­
sociedad. N ingún criterio biológico y evolut ivo tiene por qué
gua r si el hombre prehistórico era carnívoro o herbívoro .) Aho­
ocuparse de dichas mu taciones. Para e! hombre pr imiti vo , la ra bien, no debe olvidarse que físicamente el hombre era un
dureza física y la combatividad procurábanle igual uti lidad que anima l débil, de tal suer te que no habría podid o vencer a las
la aritmética y la gramática proporcionan al hombre mo­ fieras carn iceras, de no haber cont ado con un arma peculiar,
dern o. Es totalment e arbi trario y manifiestament e contradic­ con la razón . El que el hombre sea un ser raciona l, que no cede
tori o con cualquier norma biológica de valoración considerar fatalment e a toda apetencia, que ordena su conducta con racio­
naturales y confor mes con la humana condición únicamente nal delib eración, desde un punto de vista zoológico, no puede
aquellas cualidades que convenían al hombre primitivo , vili­ estimarse antinatural. Conducta racional significa que el hom­
pendi ando, como signos de degeneración y decadencia biol ógi­
ca, las destre zas y habilidades imperiosament e precisadas por , GI-:DRGI'.S SOREI. , R éilexíom sur la vio/m ee, pág . 269. J." cd . París, 1912.
270 La Acción 1-111111(111" La sociedad humana 27 1

bre, ante la imposibilidad de satisfacer todo s sus impulsos, de­ Si un escritor afirma qu e la chusma ansía la sangre e inclu ­
seos y apetencias, renuncia a los qu e considera menos urgentes. so que él mismo también , tal vez esté en lo cierto, igual qu e si
Para no pert ur bar el mecanismo de la cooperación social, el asegura qu e el hombre primitivo se complacía en matar. Ah or a
individuo ha de abstenerse de dar satisfacción a aquellas apeo bien, incide en gr ave error si cree que la satisfacción ele tan sá­
tencias que impedirían la apari ción de las in sti tuciones sociales. dicos impulsos no ha de po ner en peligro la propia existencia
Esa renuncia, indudablemente, du ele. P ero es qu e el hombre dc la sociedad ; si afir ma qu e la civilización «verdadera » y la
está eligi endo. Prefiere dejar insat isfechos cier tos deseos incorn­ socied ad «convenien te» consisten en d ar rie nda sue lta a las ten­
patibles con la vida social, para satisfacer o tro s qu e únicamen te , denci as violentas, homicidas y cru eles de las gen tes: o si pro­
o al menos sólo de modo má s perfecto, p ueden ser atendidos clama que la represi ón dc dichos impu lsos br uta les perjudica el
bajo el signo de la división del tr aba jo. Así emp rendió la raza progreso dc la humanidad, dc tal suerte qu e el suplantar .el
hum ana el camino qu c conduce a la civilización, a la coopera. humanitari smo por la barbarie impediría la degeneraci ón de la
ción social y a la riqueza. raza humana . La social divi sión del trabaj o y la cooperación se
Ahora bien, dicha elección, ni es irrevocable ni definiti va . fu ndan en la pos ibilidad de solucio nar pacíficam ent e los con­
La dccisión adoptada por los pad res no p rejuzga cuál sení la de f1i cros. N o es la guerra, como Her ácliro decía, sino la paz el
los hijos. Es tos, libremente, pueden estimar otra en más. A origen de todas las relacion es sociales. El hom b re, adem ás de
d iari o cabe trastocar las escalas valorativas l' preferir la barb a. los instint os sanguinar ios, abriga o tras apetenc ias igualmen te
rie a la civilización o, como dicen algunos, antepo ner el alma innatas. Si quiere sat isfacer és tas, habrá de nuliíicar sus ten­
a la intel igencia, los mitos a la razón y la violcncia a la paz. dencias homicid as. Q uien desee conservar la propia vida y sa­
Pero preciso es optar . No cabe d isfru rar, a un tiempo , de cosas lud , en cond iciones óp timas y du rante el tiempo más dila tado
incomp at ibles entre sí. pos ible, ha de advert ir que, respet and o la vida y salud de los
La ciencia, desde su nc u tralidad valora tiva, no conde na a dem ás, ati ende mejor sus propias aspiracio nes q ue med iante la
los apóstoles del evangelio elc la violencia por elogiar el frenesí conducta opuesta. Podr á lamentar el qu e nuest ro mundo seo
del asesinato y los deleites del sad ismo. Los juici os dc va­ así. P ero, por m ás l:ígrimas qu e derram e, no alte rará la severa
lor son siempre sub je tivos y la socied ad liberal con ccdc a realid ad .
cualquiera derecho a expresar lib re mente sus sent imien tos . La D e nada sirve criticar lo ant erior, alud iendo a la irracio­
civiliz ación , en verdad , no ha enervado la originaria tendencia nalidad . N ingún impulso instint ivo puede se r analizado de
a la agresi ón, a la ferocidad y a la crueld ad curacterís ricas del modo racional, por cuanto In razón se ocupa sólo dc los me­
hombre primitivo. En mucho s individuos civilizndos aqu ellos dios id óneos para alcanzar los deseado s fines, pero no de los
impulsos sólo están adormecidos y resurgen violen tamen te tan fine s últimos -cn sí. Dist íngucse el hombre dc los rest an tes
p ronto como fallan Jos frenos con que la civilización los do ­ animales en cuanto qu e no cede a los impu lsos instintivos.
meña. Basta, a este respecto, recordar los indecibles horro res si no es con un ciert o grado de volu ntariedad . Se sirve de la
de los camp os de concentración nazis. Los periódi cos continua­ razón para, entre deseos incompatibles , opta r entre uno s u
mente nos informan de crímenes abomi nables qu e ate stigua n ot ros.
de la dormida tendencia a la bestialidad ínsita en el hombre . N o pucde decirse a las ma sas: dad rienda suelta a vuestros
Las novelas y películas más populares son aquellas que se ocu­ afanes homicidas, porque asl vuestra actuación scrá genuina­
pan de violencias y epi sodios sangri entos . Las corridas de toros mente humana y, medi ante ella, incrementar éis vuestro bi enes­
y las peleas de gallos siguen at rayendo multitudes. tar person al. Conviene, antes al contrari o, advertirles: Si dais
272 La Acción Humana La sociedad humana 273

satisfacción a vuestros deseos sanguinarios, habréi s de renun­ lo s hombr es fueron crea dos iguales , goza ndo de ciertos dere­
ciar a la satisfacción de otras muchas apetencia s. Deseáis co­ chos inalienables », Ante tal aserto, los defensores de la filo­
mer , beber, vivir en buenas casas, cub rir vuestra desnude z y sofía biológica social asegu ran que I II cie ncia natural ha demo stra­
mil cosas más, las cuales sólo a través de la sociedad podéis do ya, de modo irrefut able, que los ho mbres no so n iguales entre
alcanzar. Todo, desde luego, no puede tenerse; es preciso ele­ ::; Í, L I conte mplación de la realidad . fal cual es , prohíbe es pecular

gir. Podrá resultar atractiva la vida arriesgada ; también habní en to rno a uno s irnaninarios derecho s naturales del hombr e . Por­
quienes gust en de las locuras sádicas; pero lo cierto es que que la. naturulc zn es inse nsib le y no se preocupa ni de la vida ni
tales placeres resultan incompat ibles con aquella seguridad y de la felicidad de los mo rtales; co nstituye , al contrario , regular y
abundancia material de la que nadie en modo alguno qu iere férreo imp er at ivo . Implica metafísico di slat e pret ender aunar Il1
presci ndir. resbalad iza y vaga noció n de la liber tad co n las absolutas e inexo­
La praxeo logía, como ciencia, no debe discutir el derecho rab lcs leyes del orden có smico . Cae así po r su base , concl úyese, 1..­
del individuo a elegir y a proceder en consecuencia. Es el hom­ idea Iundamcu tul del liberalismo.
bre que actúa , no el teórico, qui en, en definitiva, decide, L\ Cie rto cs. en efecto, que el mo vimient o lib eral y dem ocrático
función de la ciencia, por lo que a la vida y a la acción atañ e, de Jos siglos XVII I y XIX umparúse grandemente en la idca de ln
no estriba en formul ar prefere ncias valorativas, sino en expo­ ley na tural y e n los imprescrip tlblcs derecho s del homb re. Ta les
ner las circun stancias reales a las cuales forzosament e el hom­ pensamientos , elaborados ori ginariamen te por los pe nsado res clé­
bre ha de atemperar sus actos, limitándo se simplemente a re­ sicos y po r In teología hebraica, fueron absorbidos por 1" filosofía
saltar los efectos que [as diversas actu aciones posibles han de cristiana. Alg unas sen as anticatólicas fundame ntaron en dicho
provocar. La teoría ofrece al individuo cuanta información pue­ idear io sus respe cti vos programas políticos. Un a latga teo ría de
da precisar para decidir con pleno conocimiento de causa. Vie­ eminentes filósofos tambi én nbraz ó el pen samiento en cues tió n.
ne a formular , como si dijéramos, un presupuesto, una cuento Pop ulnrix éro nsc, llegando a co nstituir el nuís (irme sos tén del
de beneficios y costos. No conformaría la ciencia con su come­ movimi ento democráti co . Aun hoy e n día hay muchos que Jo s
tido si, en esa cuenta, omiti era alguna de las rúbricas que defi enden, pasando po r alto el hecho indudable de que Dios o la
pueden influir en la elección y decisión finales.
Na turaleza cre a d c~ i gllak s 11 los lrombrcs; mientr as uno s nacen
Sill10S y fuert es, o tros so n víc timas de deformid ades y lacras. Lo s

ERRORES EN LOS QUE SE SUELE INCURRIR


defenso res del rep etido ideario, '1I1 tc tan ev iden tes realidades, Íi­
AL INTERPRETA R LAS ENSEl'lANZAS DE LA MODERNA
mlransc n repl icar que las clispnrhladcs e ntre lo s hombres no so n
CIENCIA NATURAL.
sino fru to de la ed ucación, de las opo rtunidade s personales y de
ESPECIALMENTE DEL DARWINISMO
las ins titucion es soc iales .
Las enseña nzas de la filosofía utilitaria y de la economía po lí­
Algunos mod ernos untiliberales, tanto de de rechas co mo de tica clásica nada tiene n que ve r con la teor ía de los de rechos na­
izquierdas, pretenden amparar sus tesi s en interpretacio nes err é­ turales. Lo ún ico que a aq ue llas doctrinas interesa es la utilidad
ocas de lo s últimos descubrimi ent os efectuado s por la cie ncia social. Recomi end an la dem ocracia , la propied ad privada, la tol e­
biológica. rancia y la libertad no porqu e const ituyan inst ituciones naturales
1. Los hombres no son igtlales.-EI liberalismo del si­ y justas, sino por res ultar beneficiosas. La idea básica de la filoso­
glo XVII I partía en sus lucubracion es, como el moderno iguaiit a­ fra ricardiana es aquella según la cual lo cooperación social y la
rismo , de aquella «verd ad autoevidente », según la cual « to dos di visión del trabajo que se perfe cci ona entre gentes superio res y

lB
274 La A cción Humana La sociedad humana 275

más eficientes en cualquier sentido, de un lado , y de otro, gen­ tegración social y el conflicto armado no debe at ribuirse a un a su­
tes inferiores y de menor eficiencia, igua lmente, en cualquier as­ puesta adaptación de la filosofía social a los últ imos descub rimien­
pecto , beneficia a todos los inte rv inientes. El radical Bentham gri­ tos de la ciencia biológica, sino al hecho de haber sido , casi
taba: «Derechos naturales) pur o di slate ; im prescriptibles de rechos, universalmente, repudiada la filosofía u tilita ria y la teoría econó­
vacua ret órica» lO, En su opinión , «el único fin del gobierno mica . Las gentes han suplantado , mediante una filos ofía que p re­
debería estribar en proporcion ar la mayor fel icidad al mayor nú­ dica la lucha irreconciliable de clases y e! confl icto intern acional
me ro posible de ciudada nos» ". De acuer do con lo anterior, armado , la ideolo gía «o rtodoxa» qu e pregonaba la arm onía exis­
Bentham , al investigar qué deberí a esti marse bueno y procedente, tent e entre los intereses rectamente entendi dos, es decir, los in te­
se desentiende de toda pr econcebida ide a acerca de los plan es y rese s, a la lar ga) de todos, ya se tratara de individuos , de gru p os
proyectos de Dios o de la Na t uraleza, incogno scibles siempre; sociales o de naciones. Los hombres se comba te n fer ozmente po r
prefiere limitarse a estudiar qu é cosas foment an en mayor grad o cuanto están conv encidos de qu e sólo mediante el ex termi nio y la
e! bienest ar y la felicidad de! homb re. Malthus demostró cómo liqu idación de sus advers arios pueden person almente prosperar.
la nat uraleza, que rest ringe los medi os de sub sistencia preci­ 2. Im plicaciones sociales del darwinismo.-Asegura el dar­
sados por la humanidad, no reconoce derecho natural alguno wi nismo social que la teoría de la evolución, según Darw in la for ­
a la existencia ; evi denció que, de haber se de jado llevar por el na­ mula ra , vin o a evi denci ar qu e la na tu ral eza en modo algu no brinda
tu ral impul so a la procreación, el hombre nunca hu biera logra do paz o asegura respe to para la vida y el bienestar de nad ie. La na­
líberarse del espect ro del hambre. P rocl amó , igualmen te, que la turaleza pr esupone la pugna y el despiadad o ani quil amient o de
civilización y el bie nestar sólo podía n pros pera r en tan to en cua n­ los más débiles que fra casan en la lucha po r la vida. Los planes
to el indivi duo log rara dominar, medi ant e U D fren o mora l, sus liberales, que p reten den estru ctu ra r una e tern a paz , tan to en
instintos genésicos. El ut ilitaris mo no se opone al gobierno arb i­ el interio r como en el ex te rior, son f ruto de ilusorio racion alismo,
tr ario y a la concesión de privileg ios personales po rque resulten en cont rad icción evide nte con el orden na tu r... L
contrarios a la ley natu ral, sino porque restringen la prosp erida d El concept o de luc ha por la ex iste ncia, que D arwin to rn ó de
de las gentes. P reconi za la igualda d de todos an te la ley, no por qu e Malrhus, sirviéndose de él en la formu lación de su teoría, h a de
los homb res sean en t re sí iguales, sino por encender que ta l polí ­ ente nderse en un sent ido me tafórico . Medi an te tal expresión afír­
mase, simplemen te, que el ser vivo op one re sistenci a esfo rzada a
tica ben eficia a la comunidad . La biología mo derna, al dem ost rar
cua nto pu eda perjud icar su ex iste ncia. Esa activ a res isten cia opues­
la inconsistencia de conceptos tan ilu sori os como el de la igualdad
ta , sin embargo, para ser útil. ha de convenir con las circu nsta n­
entre todos los homb res, no viene más que a repe tir lo que el ut i­
cias nmbicn tajes bajo las cuales opera el in teresado . La lucha por
lit arismo , liber al y democrát ico, ha mu cho proclamara y cier t amen­
la vid a no implica recurrir siemp re a una gue rra de exte rmin io,
te con mayor fue rza arg umental. Es indu dable que ningu n a doc­
como In que el hombre mantiene contra los m icrobios nocivos.
trina de ín dole biol ógica po drá jamás desvi rtuar lo que la filosofía Sirviéndose de 13 razón , el ind ividuo advi ert e que com o mejor
utilita ria pred ica acerca de la conven ien cia social que en sí encie­ cuid a de su bienes tar person al es recu rr iendo a la cooperación so­
rran la democracia , la propi edad privad" , la libcrtad y la igualdad cial y a la d ivisión del trabaj o . Es tas son las armas principales con
ante la ley. qu e cuenta en la lucha por la e xistencia . Pero sólo en un ambien ­
La actual preponderancia de doctr in as qu e abogan por la desin ­ te de paz cab e a las mismas recurrir . P or eso , porq ue desarticulan
10 BENTHAM, «Anarchical Fallacies: being an Exarnination of the Declaration of
la mecánica de la cooperación social, perj udican al hombre, en su
Rights issued during th e Frcnch Revolut ion» , en W orks (ed. por Bowri ng), lI, 50l. lucha por la vida. las pug nas bélicas. los conflictos civiles y las
H BENTHAM , «PrincipIes of rhe Civil Cede», en W orks, I , 301. revoluciones.
276 La Acción Hu mana

3. El raciocinio y la conducta racional resultan antinatura­ C AP I TU LO I X

les.-La teología cristiana conde nó las funciones animales del


cuerpo humano , con siderando que el «alma» ope raba en una esfera
ajena a la de Jos fenómenos biológicos. En una reacción excesiva
contra dicha filosofía, algunos modernos han vilipendiado tod as La trascendencia de las ideas

aquellas manifestacione s gracias a las cuales el hombre se diferen­


cia de los demás animales . Estas nuevas ideas co nsideran que la
razón humana es infe rior a los insti ntos e impulsos animales; el
raciocinar no es natural y, por lo tanto, debe ser nechazado.
. Los
té rminos racionalismo y conducta racional han cobrado , de esta 1. LA RA Z ÓN 1I U M ANA
suerte, un sentido peyorativo . El hombre perfecto, el hombre
verdadero, es un ser que prefiere atenerse a sus instin tos prima­ La razón con sti tuye rasgo peculi ar y característico del hom­
rios más que ~1 su raz ón. bre. N o tiene la prax eologíu por qu é dilucidar si es o no in s­
Lo cierto , sin embargo , es que la razón. el rasgo humano más trumento idóneo para llegar a aprehende r las verdades últimas
genuino, es un fe nómeno igualmente biológico . No es ni más ni y absolu tas ; interesa, sin emba rgo, a nues tra ciencia, por ser
menos natural que cualquier otra circunstancia típica de la espe ­ la herram ienta qu e permite al hombre actuar .
cie bomo sapiens, como , por ejemplo, el caminar erecto o el ca­ Todas esas realidades ob jetivas qu e constituyen la ba se de
recer de pelaje. la sensación, del conoci mie n to y de la reflexión igualmente
acon tecen a nte los sen tidos d e los animales. Pero sólo el hom ­
bre es capaz de tran sformar ta les estím ulos senso rios en ob ser­
vaciones y cono cimientos. Y sólo él sabe orde nar sus múltiples
cogniciones y ex periencias para con ellas forma r coherentes
siste mas cie ntíficos.
E l pensamiento precede siempre a la acción . Pensar es, de
antemano, ponderal' cierta futura actuación o, a postcriori, re­
flexion ar acerca de una ya anteriorme nte ejecutada. El pensar
y el actuar cons tituyen fenóm en os insepara bles. No hay acción
qu e no se ampare en específica idea qu e el interesado anterior­
mente se haya hecho acerca de determin ada relació n causa l.
Al percibir un a relación causal, el suje to formul a un teorema .
Acció n sin pensamient o y p ráctica sin teoría result an incon ce­
bibles. T al vez el razonam iento sea defectuoso o la teoría inco­
rrecta; la acción, sin embargo, pres upo ne p revio lucubrar y
teorizar. Es más; pensa r impl ica inva riablemente idear un a po­
sible acción. Incluso qui en razona en torno a una t ~oría pura,
hácelo por cuanto supone que la mism a es correcta, es decir,
que si la acción se ajustara a ella , provocaría los' resultados
278 La Acción Humana La trascendencia de las ideas 279

previstos por e! pensamiento. Para la lógica carece de impor­ resultando difícil tarea el ordenarlas en sistemática amplia y
tancia el que tal acción sea, de momento, factible o no. coherente .
Siempre es un individuo quien piensa. La sociedad no pue­ Sin embargo , si, en la medida de lo pos ible, ordenamo s los
de pensar, como tampoco puede comer o beber. Dentro del diversos conjuntos de teoremas y teorí as que guían la cond ucta
marco social, ciertamente, es donde e! racioc inio humano ha de las distintas gentes y grupos, forma ndo un sistema, es decir,
progresado hasta llegar, partiendo de! pe nsamiento simplista un cuerpo de omnicornpren sivo conocimiento, podemos califi­
de! hombre primitivo, al sutil ideario de la ciencia moderna. car al mismo de doctrina general. Una doctrina general , en
Pero e! razonar , en sí, invariablement e es obra individual. Es cuanto teoría, ofrece una exp licación de todos los fenómenos
posible la acción conjun ta; en cambio, el pensamiento con­ a quienes en ella creen ; en cuanto norma rectora de la acción,
junto resulta inconcebible. La tradició n conserva y transmite br inda una serie de flírmulas para remover In incomodidad en
las ideas, incitand o a las generaciones posteriores a continuar la la mayor med ida posib le. Una doctrina gene ral, por tan to , es ,
labor intelectual. Ello no obsta nte, el hombre que desea de un lado, raciona l explicación de cua nto existe y, de otro,
aprehend er e! pensamiento de sus antepasados no tiene más una técnica, tomando amb os concep tos en su sentido más am­
remed io que repe nsar personalmente e! corre spo nd iente racio ­ plio . La religión , la metafísica y In filosofía aspi ran a alumbrar
cinio. Sólo entonces puede e! sujeto proseguir y ampliar aq uel doctrinas generales. Interpretan el un iverso, ind icando a los
ideario recibido. La palabra constituye e! vehícu lo pri ncipal mor tales cómo deben proceder.
de que se sirve la tradición. El pensamiento hállase ligado El término ideología es un conce pto más estrecho . Las
a la palabra, y viceve rsa . Los conceptos encarnan en los voca­ ideologías surge n en el campo de la acción humana y de la
blos. El lenguaje constituye instrumento de la razón y medio coope ració n social, desentendiéndose de los problemas qu e pre ­
de actuación social. tenden resolver la metafísica, la relig ión, las ciencias natura les
La historia de! pens amien to y de las idea s es un coloquio o las técnicas de éstas der ivadas. Una ideología es el con junto
mantenido de generación en generación. El pensam iento brota que for man todas las teorías po r un a pe rsona o un grupo man­
de idearios elaborados en épocas ant erio res. Sin ese concurso ten idas acerca de la con ducta ind ividu al y la relació n social. N i
del ayer, todo progreso intelectual habría resultado imp osib le . las doc tr inas generales ni las ideologías Iimítanse a exam ina r
La continuidad del quehacer hu mano , el sembrar para nuestro s ob jetiva y desapasionadam ente las cosas tal como son en rcali­
hijos, mientras cosecha mos lo que nuestros mayo res cultiva­
dad. Consti tuyen no sólo teorías científicas; predican además
ron, refléjase también en la historia de la ciencia y de las ideas.
normas de conduc ta acerca de cómo convi ene est ructura r el
H eredamos de nuestros antepasados no sólo bienes y pro duc­
tos diversos, de los que derivamos riquezas mater iales, sino ente social ; es decir , indican al hombre cuáles son los fines
ta mbién ideas y pen samientos, teorias y técn icas, a las que últimos a que en su peregr inar por la tierr a debe aspirar.
nuest ra inteligencia debe su fecu ndidad . El asceti smo enseñ a que, para superar las penas y alcanzar
Pero e! pensar es siempre actuac ión ind ividu al. la paz, la alegría y la felicidad plena, no tie nen más remedio
los morrales que renuncia r a los bienes terrenales , desprendién­
dose de los mundanos afanes . Preci so es apartarse de los pla­
2. D OCT RINAS GENERALES ' E IDEOLOGÍAS ceres materia les, sopo rta r con mansedu mbre las contrar iedades
de este va lle de Irigrim as y devot ament e prepararse para la vida
Las teorías que orientan la acción resultan , a menudo, irn­ ultraterrena . Es, sin embargo, tan escaso el número de qu ienes,
perfectas e insatis factori as. Incluso llegan a ser contradicto rias, a lo largo de la histor ia, fir me )' lealmente han seguido las doc­
280 La Acción Humana La trascendencia d e las ideas 28 1

trinas ascéticas que sólo cabe, hoy, record ar un puñado de nom­ constituye el instrumento más id6neo para conseguir aquellos
bres. Parece como si esa total pasividad fuera con traria a la objetivos que en lo terrenal e! hombre persigue. Admi tida tal
propia naturaleza humana. El empuje vital prepondera en el premisa, automát icamente surge un a base común de la que
hombre. De ahí que el ascetismo, en la prác tica, muy raramen­ cabe partir para resolver los problemas secundar ios y los deta­
te se haya atenido a su teórica dureza. Has ta los más beatos lles de la organización social. Po r mucho que las distintas ideo­
ermitaños hicieron concesiones a la vida y a los placeres terre­ logías puedan resultar contradictorias entre sí, siempre coinci­
nos, en pugna con la rigidez de sus princi pios. Pero, en cuanto dirán en una cuestión , a saber, en la conveniencia de mante ner
el asceta rinde pleitesía a cualqui er interés material y agrega la coop er aci ón social.
cuidados mundanales al prístino ideal puramente vegeta tivo, La ant erior circunstan cia pasa frecuentement e inadvertida ,
por más que inten te justificar su apartamiento de la profesada por cuanto las gentes, al analizar filosofías e ideologías, se fijan
creencia, viene a tender un puente sobre el abismo que le separa más en lo que dichas doctrinas predican acerca de los pro ble­
de quienes se ven atraídos por la vida sensual. En ese moment o mas trascenden tes e incognoscibles que en lo por ellas postu la­
hay algo común en tre él y el resto de los morrales. do con respecto a las actividades terre nales. Las dist intas part es
El pensamiento humano puede ser , en torno H prob lemas de un mismo siste ma ideológico hállanse frecuentemente sepa­
que ni el razonamient o ni la experimentación son capaces de radas por abismos insalvables. Para el hombre, al actuar , sin
dilucidar, tan dispar que todo acuerdo entre unas y ot ras creen­ embargo, lo ú nico que impor ta es lo referente a cómo deba
cias devenga imposible. En las aludidas esferas donde ni la ló­ proceder den tro del marco de la cooperación social; las .doctri­
gica ni la experiencia pueden coartar los ensueños mentales, el nas puramente especulativas, que no afecten a dicho tema, ca­
hombre da rienda suelta a su individualismo y subjetividad . recen para él de trasce ndencia. Podemos dejar de lado la filo­
Nada hay más personal que las ideas e imágenes sobre lo tras­ sofía dura e inqu ebrant able del ascetismo, ya que por su propia
cendente. El lenguaje no puede exp resar lo inefable; nunca rigidez resulta en la práctica inaplicable. To das las demás ideo­
cabe determi nar si el oyente da a las palabras el mismo signi­ logías, al admitir la procedencia de las preocupaciones terrenas,
ficado que el orador. En lo tocante HI m ás allá, la tran sacción vense obl igadas a reconocer , de una forma u otra , que la divi­
no es posible. Las guerras religiosas son las m ás terribles por­ sión del trabajo resulta de mayor fecundid ad que la actuaci ón
que la reconciliación entre los litigantes resulta impensable. aislada. H állanse , consecuentemen te, const reñidas a proclamar
Por el contrario , en los asuntos purame nte terrenales, ejer­ la conveniencia de la cooperación social.
ce decisivo influ jo la natural afinidad de todos los hombres y Ni la praxeología ni la economía política pueden abordar
la identidad de sus necesidades biológicas en lo que a la con­ los aspectos trascendentes y metafísicos de ninguna doctrin a.
servación de la vida atañe . La mayor productividad de la coope­ A la inversa, tampoco sirve de nada el recurrir a dogmas o cre­
ración humana, bajo el signo de la división de! trabajo, hace dos metafísicos o religiosos para invalidar los teoremas y doc­
que, para todos, la sociedad const ituya el instrumento funda­ trinas que el razonamient o praxeol6gico formul a acerca de la
mental en orden a la consecuci6n de los fines propios de cada cooperaci6n social. Cualquier filosofía, al reconocer la conve­
un o, cualesquiera que éstos sean . El man tenimiento de la niencia de que existan lazos sociales entre los hombres, queda
cooperaci6n social y su progresiva intensificación a todos inte­ situada en un terreno, por lo que se refiere a los prob lemas
resa. D e ahí que la doctrina generala la ideología que no pre­ atinentes a la actuación social, en el cual no cabe ya recurrir
dique la estricta e incond icional observ ancia de la vida ascética a convicciones personales o a profesiones de fe que 'no r-uedan
y anacorética haya forzosamente de proclamar que la sociedad ser sometidas a pleno y riguroso examen cien tífico.
282 La Acci án Humana La trascendencia de las ideas 283

Es ta fundamen tal realidad se olvida a men udo. Las gen tes mente difieren entre sí. Ta les ideologías muestran , en cambio,
creen que las diferencias existentes entre las diversas doctrinas rara un iformidad en lo referente a los fines terrenales y a los
generales engendran disparidades de criterio imposibles de con­ medios mejores para alcanzar los corres pondíentes ob jetivos .
ciliar; suponen qu e los antagonismos básicos entre tales doc­ Existen, desde luego, difer encias y antagonismos por lo que se
trinas vedan toda solución dial ogada. Es tamos ante diferenci as refiere a los fines y los medios. Pero , en lo atinente a los fines ,
- asegúrase- qu e surgen de los más profund os ent resijos de! esas disparidades de cr iterio no son, desde luego, inconcilia ­
alma humana, qu e reflejan la personal comunión del homb re bles ni impiden la coope ración ni el compro miso en la esfera de
con fuerzas sobrenaturales y eternas . Nunca, por tanto, puede la acción social; y en lo tocante a medios y sistemas, tales dife­
haber cooperación entre gentes a qui enes separan opues tas doc­ rencias son sólo de carácter técn ico, por lo cual cabe someterla s
trinas genera les. a examen racional. Cuando, en el calor de la disputa, uno de
El error en que al así razonar se incide qu eda pat entizado los bandos dice «resulta imposible proseg uir la discusión, pue s
en cuanto examinamos los programas respectivos de esas irr e­ han sido suscitadas cuestiones que afectan a nuest ros principi os
conciliables facciones, sus proyectos pública y formalmente básicos y, en tal materia, no cabe la tran sacción , es impera­
proclamados y los qu e en la práctica plasman al llegar al poder . tivo que cada uno sea fiel a sus ideales, cues te lo que cueste»,
Es ind udab le qu e todos los partid os políticos aspiran , en la basta con mirar las cosas un poco m:ís detenidamen te para de
actu alidad , al bien estar y a la prosperidad materia l de sus inmediato advertir qu e las diferencias suscitadas no son tan
asociados . Todos prometen mejora r la situación económica de serias como aquella grand ilocuente dicción aparenta . En efecto,
los seguidores. Sobre este punto no hay diferencia ent re la igle­ para los partidos que propugnan el b ienestar material de los
sia católica y las confesiones protestantes; entre el cristianismo suyos y que, por consiguiente, conviene n en la procedencia de
y las religiones no cristianas; entre los defensores de la libertad la cooperación social, las d ispa ridades qu e pueden suscitarsc
económica y los partidarios de las distintas sectas del mat eria­ en torno a la mejor org anización social y la m ás conveniente
lismo marxista ; entre nacionalistas e internacionalistas; ent re actuación hu mana no atañ en a prin cip ios ideológicos ni a doc­
quienes se apoyan en e! racismo y quienes prefi eren la conv i­ trinas generales; se tr ata , por el contrario , ele cuestiones sim­
vencia int errac íal. Cierto es qu e muchos de estos gru pos creen plement e tecnológicas. Estamos ant e probl emas puramente t éc­
que sólo acabando con los demás podrán ellos medrar, reco­ nicos, en los que el acuerdo no es difícil. Nin gún partido , a
mendando en su consecuencia el pr evio aniquilamiento o escla­ sabiendas , prefiere la desintegración social. la anarqu ía y la
vización del disidente. Ahora bien , esa violenta opresión del vuelta a la barbarie primit iva antes que un a solución armónica,
oponente no consti tu ye, pa ra qui enes la aconsejan, fin último , aun cuando ésta pu eda implicar el sacr ificio ele ciertos detalles
sino tan sólo medio , en su opinión idóneo , para alcanzar el ideológicos.
objetivo deseado: la prosperidad de los propios segu idores. Si En los programas polít icos, tales cuestiones técnicas tienen ,
dichos partidos advirtieran qu e tal política jamás puede provo­ indudablemente , gran importancia. E l part ido pueele haberse
car los resultados apetecidos, indudablement e , modif icarían comprometido a utili zar ciertos medios, a aplicar específicos
sus teorías. métodos de acción, rechazand o por inoportuna toda otra polít i­
Las ampulosas declaraciones qu e los hombres han formula­ ca. Al habl ar ele part ido enten demos aquella unidad que agrupa
do en torno a lo incognoscibl e e inasequible para la mente a cuantos creen en la convenienci a ele emplear un os mismos
humana, en torno a cosmologías, doctrinas generales, religi o­ sistemas de acción común. Lo qu e distingue a unos ciudada nos
nes, misticismos, metafísicas y fantasía s conceptuales, amplia- de los otros y plasma los partidos políti cos es la elección de
284 La Ac ci án Humana La t rascend encia de las ideas 285

los medios. Para la supervive ncia de! partido como tal, e! pro ­ les arbitrismos son de índole adjetiva y puramente for mal.
blema de los medio s consecuente mente es de suma trascenden­ Cuando aquellos políti cos se diri gen al electorado, recur ren a
cia. El par tido tiene sus días contados en cuanto quede demos­ otros argumen tos . Afánan se por demostrar que su sistema es
trada la esterilidad de los medios que el mismo preco niza. Los el más eficaz para lograr los objetivos a que todos sus oyentes
jefes, cuyo prestigio y porve nir político hállase íntimamente aspir an. Resalta n los efectos que su ideario produjo en épocas
ligado al programa en cuest ión , advierten los peligros de pero pasadas o en otros países; atacan a los programas ajenos por
mitir una discusión amplia y sin trabas de sus sistemas, prefi­ haber fracasado en la consecución de estos objetivos ambiciona­
riendo atribuir a éstos e! carácter de fines últimos ind iscutibles, dos. Recu rren al razonamiento puro y a la experiencia histórica
por hallarse basados en inmodificable doctrina general. Pero , ' para evidenciar la sup erioridad de la propia sistem ática y la
para las masas, en cuya represent ación pretenden aquéllos ac­ futi lidad de la de sus adversarios . Pero siempre el argumento
tuar, para los votan tes, a quien es los mismos desean atraer y pri ncipal reza: el sistema políti co que defend emos os haní más
cuyos sufragios mendigan, el plantea miento es radicalmente prósp eros y felices. '
distinto. Estas perso nas no pueden ver inconvenient e alguno En lo ati nente a la organización econ ómica de la sociedad,
en que sea somet ido a detallado análisis el prog rama de que existen los liberales, que defienden la propiedad pri vada de los
se trate, pues, a fin de cuentas, tal programa no es más que un medios de pro ducción; los socialistas, que aboga n por la pro­
conjunto de aser tos acerca de cuáles sean los medio s más apro­ piedad pública de los mismos; y los intervencionistas, parti da­
piados para alcanzar e! fin que a todos interesa: el bienestar rios de un tercet sistema, equidistante, en su opinión, tant o del
personal. socialismo como de! capitalismo. Mucha palabrería malgastan
Aparentes sólo, a no dud ar , resultan , en lo tocante a los todos ellos al invocar principios filosóficos. H ablan lo mismo
fines últimos, las disparidades entre esos partidos que aseguran unos que o tros de b verdadera libertad, de la igualdad y de la
tener idearios filosóficos propios y aspiran a objetivos finales just icia social, de los de rechos del individuo, de la comunidad,
distin tos de aqu ellos que los demás grupos persiguen . Los an­ de la solidaridad y de la hermandad entre todos los homhres.
tagon ismos surgen al suscitarse cuestiones atin ent es a los cre­ Ahora bien , cada una de dichas facciones pretende evidenciar,
dos religiosos, al plant eamient o de las relaciones intern aciona­
mediante el raciocinio y la experiencia histórica, que sólo el
les, a la propiedad de los medios ele producción, o al sistema
sistema por cada una de ellas prop ugnado logra rá hacer pró s­
político más opo rt uno , Pero fácil resulta demostrar que tales
peros y felices a los mortal es, Asegu ran a las masas que la
ant agonismos atañen exclusivamente a los medios a emplear ,
nun ca a los fines últimos. realización de su progra ma elevará el nivel general de vida en
En efecto, comencemos por examinar lo referente al sistc­ mayor grado que la ejecución de los proyectos que los demás
ma de gobierno . H ay gentes partidarias de la democracia, otras partidos ampara n. Insi sten en la procedencia e idonei dad de sus
de la monarquía heredit aria, no falta n quienes prefieren el go­ propi os planes. Tan dispares sistemas no difieren en cuanto a
bierno de «los mejores», ni quienes recomiendan la dic tadura los fines, sino sólo en lo atinente a los medios. Tanto los unos
cesarista l Cierto es que , frecuent ement e, estos prog ramas bus­ como los otros aspiran al máximo bienestar material posible
can justificación ampará ndose en divinas insti tuciones, en ete r­ para todos .
nas leyes unive rsales, en e! orden natural, en la inevitable evo­ Los nacionalistas aseguran que existen conflictos irrecon­
lución histórica y en otro s concep tos de tipo trascendente. Ta­ ciliables entre las diversas naciones, armonizand o, por el con­
tr ario, Jos intereses rectamente entendidos de todos los ciuda­
1 El cesarismo encarna hoy en las dictad urus bolchev iqu e, fascista y nazi. danos dentro del propio est ado . Un país sólo puede prosperar

.....

286 La Acción H umana La trascendencia de las ideas 287

a costa de los demás; y el parti cular únicamente progresa cuan­ sólo dentro de la sociedad prospera, las ideologías toda s vense
do su nación predom ina. Los liberales no opinan lo mismo. constreñidas a reconocer la tra scendencia de la cooperación
Aseguran que los intereses de los diversos estados armonizan humana. De ahí que los partidos invariablemente qui eran
entre sí, al igual que acontece con los de los distintos grupos, hallar la organización social más perfecta y qu e mejor sirva al
estamentos y clases de cada nación. Creen que la pacífica coope­ deseo del hombre de alcanzar el máximo bienestar material
ración internacional constituye medio más idóneo qu e el con­ posible. T odos esos diver sos modos de pensar vienen así a coin­
flicto armado par a alcanzar aquella meta a la cual todos aspi­ cidir en un terreno comú n. No son , pues, doctrinas generales
ran: la riqu eza y b ienestar nacion!. No propugnan la paz y la ni cuestion es tra scendentes inabo rdables por el análisis racional
libertad comercial porque deseen traicionar a su país y favore­ lo que a tales grupos separa; la disparidad de criterio, como
cer al extranjero , como los nacionalistas suponen. Muy al con­ tanta s veces se ha dicho , surge en torn o a la opo rtu nidad de los
trario, precisamente porque quieren enr iquecer a la patria, medios y los sistemas. Esas discrepancias ideológicas pueden
aconsejan recurrir a la paz y al libre cambio. Lo qu e separa a ser analizadas y debidamente ponderadas a la luz de los descu­
los librecambistas de los nacionalistas no es, pues, el objeto brimient os cientí ficos de la pruxcologla y de In economía.
persegu ido, sino los medios propoestos par a alcanzarlo.
Las discrepancias religiosas no pueden solucionarse recu­
rr iendo al razonamien to . Los conflictos religiosos, por esencia, LA LUCHA CONTRA EL ERROR
son implacables e insolubles. Ahora bien , en cuanto la secta
religiosa de que se trate aborda el campo de la acción política El examen crítico de los sistemas filosó ficos formulados po r
y pretende est ructurar la organización social, ha de ocupa rse de los grandes pensad ore s tic la humanidad ha revelado. a menudo ,
intereses mundanales, pese a que ello exige a veces adu lterar fallos y grieta s en la impresion ante est ructura de es tos, al pan..'Cc r,
los correspondientes dogmas y art ículos de fe. Al exponer sus co nsecuentes y co heren tes cue rpos de comp rchcnsivo ccnocimicn­
principios esotéricos, religi ón alguna se avent uró jamás a decir to o Inclu so el ge nio, al esbozar doctrinas generales. falla a veces,
francament e a sus feligreses: la implantación oc nue stros idea­ no pudiendo ev itar contradiccio nes y para logis mos .
rios os empobrecerá , rebajando vuestro nivel de vida. Quienes Los idc ologjns comúnmente aceptadas por la opinión públi ca
de verdad querían abrazar una vida de austerid ad y pobr eza se ado lece n, aún en mayo r grado, de CSrlS imperfecciones de la ment e
refugiaron en reti ros monásticos, rehu yendo la escena política. humana. Tales idearios no so n, en ge neral, más que ecléc tica
Pero aquellas sectas que aspiran al pro selitismo y desean influir yuxtaposición de pensamient os totalmente incom patibles e ntre
en la conduc ta política y social de sus fieles no conde nan lo sí. No resisten el más somero análisis. Su inco nsistencia resulta
que en el mund o resulra atrac tivo. Cuando dichas comunidades insalvable , hallándose de a nte mano condenado al fracaso todo
se enfrenta n con los problemas mater iales que la peregrinación in te nto ele co mbi nar las di versas partes que los fo rman para or ­
terre na suscita, en poco difieren de los demás partidos políti­ den ar coherente sistema lógico .
cos. In sisten más en las ventajas tangibles qu e los creyentes No faltan autores que pretenden justificar las íntimas co nt ra­
tienen reservadas qu e en las bienaventuranzas del más allá. dicciones de las ideo logías en boga, resaltando la uti lidad de las
Sólo una doctrina general cuyos seguidores renunciaran a fórmulas transaccionales, por deficientes que, desde un punto de
toda actividad terrenal podría pasar por alto el que la coope­ vista lógico , pudieran parecer, al permitir el pacífico desenvolvi­
ración social es el gran medio para la consecución de todos los miento de las relaciones humanas, apoydndose en 1ft extendida
fines humanos. Por cuanto el homb re es un animal social, qu e pero errónea creencia según la cual ni la vida ni la realidad serían
288 La Acción Huma/Id La trascendencia de las ideas 289

en sí «lógicas»'. Un sistema lógicament e contradictorio , afirman, nocividad de cuant o pr opugnon nuest ros opos itores, El prob lem a
puede dem ostra r su procedencia y ut ilid ad al acred itar que fun ­ con siste precisament e en eso , en determinar qu é cosas deben esti ­
ciona de modo sa tisfactorio, en tanto que un sistema lógicamente marse bu ena s y cuá les noci vas . El rígido dogm ati smo, caracteris­
perfecto podr ía provocar resultados de sastros os. No hace fah ól tico de las sec tas reli giosas y del marxismo , provoca con flict os in­
refu tar . IJn~1 vez mds, tan pate nt es errores . El pen sami ent o lógico solub les . Ta l dogmat ismo co nde no de antemano al d isidente, ro­
y la vida rea l en mod o alguno constituye n órbita s separadas. La ehándole de malhechor ; niego In bu eno fe del con trincante , exigien­
lógica es el único medio del que el hom bre di spone par a resolve r do de él sumisión incondicion al, Allí donde tal acti tud prevalez­
los problema s que la realidad le plant ea . Lo que es con tra dicto rio ca resulta imposible la cooperación social.
en teo ría no lo es menos en la práct ica. Ninguna ideo logía incon­ No es, ciertamente, más co nstruct iva la tendencia, actu almen­
secuen te puede proporcion ar solución satisfactoria, o sea. operan­ te ton en boga, de mot ejar de pob re orate o quie nquiera d,fiendo
te, a las cues tion es que la vida pla ntea. Los razon amient os co ntra­ un a teoría di stinta a la prop ino Los psiquiatras son in capaces de
dicte rios sólo sirven para enmascarar los auté nt icos problemas. precisar la fron tera ent re la locura y la cord ura . Sería rid ículo
imp idiendo que la ge nte puedo adop tar , u t iempo, apropiada s CO Il ­ para el pr ofano pretender intervenir en tan trascenden te cuesti ón
d uctas que per mitan resolverlos. Cabe, :1 veces, retrasar la apa ri­ médica. Adem ás, si el mero hecho de sus tentar puntos de vista
ción del insoslayable conflicto , per o , III disimular y encubrir los equivocado s y el proceder en consec uencia ha de es timarse signo
males, agr ávanse los mismos, haciendo más difícil su solución de incapacidad mentol, di ficil en verdad resulr a hallar indi viduo
final. Mult iplicase el malestar, inr ensifícanse los odios e imposib i­ algun o al que pueda cons ide r ársele cuerdo y normal. A ese tenor
lítanse las soluciones pacíf icas. Cons t ituye grave error el conside rar habría qu e considerar locas a las gene raciones pasad as porque sus
inofensivas e incluso beneficiosas 1:1s contradicci ones ideo lógicas. ideas acerca de las ciencias naturales, y con siguientemente sus
El obj eto principal de la pr axeologla y de In economía estribo técnicas, dife rían de las nu estro s. Por la misma razón tendrían qu e
en reemplazar por pensam ien tos cor rectos y consecuentes las con­ con siderarnos a nosotros dem entes las gener aciones venideras. E l
trad ictorias cree ncias del eclecticismo popula r. S610 recurr iendo n hombre es víctima, frecuentemente , del error. Si el equivocarse
los medios qu e la razón brind a, cabe impedir In desin tegr ación con stituyera el rasgo distintivo de la incapacidad mental, entonces
social y garnntizar el constan te me jora miento de las condiciones todos debiéramos consid erarnos Iumíticos.
de vida . El ho mbre debe examinar con el m áx imo rigor cuan tos El qu e un hombre no coincida con la opinión mayoritaria de
pro blema s se le suscitan hasta alcanzar finalmente aq uellas irnpa­ su s con temporáneos tampoco au toriza él calificarlo de insano .
sables fronte ras qu e la mente humana, en cada caso, no pueda )".1 ¿Enajenodos ocaso era n Cop érnico , Ga lileo o Lavo isíer ? Es pro­
salvar. No debemos jamás conformarnos con las soluciones suge­ pio del cur so normal de la historia el qu e sean concebidas nuevas
rida s por pasada s generaciones. ni ceder en la lucha por la más ideas, d iscon form es con las a lo sazón prevalentes. Algunas de
per fecta cognició n qu e permita eliminar el error en el mayor estas idea s será n luego inco rporadas al conjunto de conoci mientos
grado posible. H oy que d ivulga r ", verdad . de senma scarando sin aceptados como verdaderos por la opinión público. ¿Es admisible
descanso las doctrinas falaces. considerar «cuerdos» solamente a aquellos hombres-masa qu e
Los problema s e n cuest ión son de orden pur amente in teler­ nunca tuvieron una idea propia, negando dicha consid eración a
rual y como mies deben ser abordado s. Es inadmi sible pre tende r roda innovado r ?
escamotea rlos . transfiriéndolos al terren o de la mor al o lirnin i ndo­ La actitud adoptada por algunos psiqu iatras conremporáneos
se a vilipendiar , como seres indeseabl es, a los def ensores de ideo ­ es, en verdad, imperdonable. Ignoran por completo las doctrinas
logías con tr arias a la propia . De nada sirve insistir, u na y otra praxeol ógicas y económicas. Sus conocimien tos ace rca de las mo ­
vez, en la bondad de cuant o personalmente defe ndemos y en la dernas ideologías son sólo superficiales e ineonrrastados. Pero

"
La Acci611 H umana La trascendencia de las ideas 29 1

ello, sin embargo, no les impide calificar, con la mayor despreocu­ reducido del cinco o el cuatro por ciento al rres o al do s por cien­
pación, de paranoicos a los defensores de esas nuevas ideo logías. to, igualmente milit an en favor de su reducción a cero . Los arbi­
H ay personas a las que se califica comúnmente de arbitristas tristas mone tarios tienen ciertamente razón cuando sus teorías se
monetarios; ofrecen f órmulas para hacer felices a todo s mediante e"Í uician a la luz de las falacias monetarias hoy en día más
manipulaciones dinerarias; se trata, desde luego , de puras fanta­ extendidas.
sías. Pero la verdad es que tales fórmulas vienen a ser consecuente H ay psiq uiatra s que aseguran que eran dementes aquellos ale­
aplicación de las ideologías monetarias que la opi nión pública manes que se adhirieron al nazismo y quisieran curar les media nte
contemporánea suscribe y que aceptan en sus programas práctica­ procedim ie ntos terapéuticos. Oc nuevo nos hallamos ante el mis­
mente todos los gobiernos. Las objeciones opuestas por los eco­ mo problema. Las doctrinas del nazismo son erróneas , pero en 10
nomistas a esos errores ideológicos ni las admi nistraciones públicas esencial coinciden con las ideología» socialistas y nacionalistas
ni los partidos político s ni los grandes rotativo s las toman en que la opinió n pública de los demás pueblos suscribe. Lo que ca­
cuent a. racterizó a los nazis fue el aplicar, de modo consecuente, tales
Los profanos en materia económ ica consideran la ex pansión principios a las condiciones particulares de Alemania. Como su­
del crédito y el aumento de la cantidad de di nero circulante me­ cede en todas las demás nacione s modernas, los nazis preferían la
dios eficaces para reducir, de modo permanente, el tipo de interés regulación es tatal de la vida mercantil y la autosuficie ncia eco n6­
por debajo del nivel que alcanzarla en un no int erferido mercado mica , es decir, la autarquía nacional. Lo típico de su política con ­
crediticio y de capitale s. La idea es totalmente err ónea 2. Y, sin sistió en no querer conse ntir los perjuicios que había de acarrear­
embargo, tal suposición informa la polí tica monetaria y crediticia les la adopci ón del mismo sistema por otras naciones. No estaban
de casi todos los gobiernos con tempor áneos. Ahora bien , una vez dispuestos -decÍan- a quedar «encarcelados» para siempre en
dada por buena tan pern iciosa ideología, nada cabe objetar a Jos un territorio relativamen te superpoblado cuyas condiciones natu ­
planes q ue Picrre ]oseph Proudhon, Ernest Solvay, CliHord Hu gh rales daba n lugar a q ue allí la productividad del tr abajo resultara
Douglas y huestes de otros falsos reformadores han venido propo­ inferior a la que en otros países se lograba. Creyeron que sus
niendo. Tales arbitris tas simplemente son más consecue ntes con grandes cifras de población, una favorable situación es tratégica y
las aludidas premisas que el resto de sus contemporáneos . Aspiran la proverbial fuerza y valor de sus institu ciones armadas les de­
a reducir el tipo de interés a cero y a suprimir así, de una vez paraban buena ocasión para remed iar mediante la agresión ague­
para siempre, la «escasez de capital» . Quien pre tenda refutar tales 1Ios males q ue deploraban.
supuestos, fo rzosamente, habrá primero de demostrar la incon­ Aho ra bien, quienquiera que acepte como verdade ra la ideo­
secue ncia de las teorías en que se basa toda la polític a mone taria logía del nacionalismo y del socialismo repu t ándola adecuada para
y crediticia de los grandes estados modernos. su propia nación , nada podrá oponer a las conclu sione s que de
Los psiquiatras tal vez objeten que 10 que caracteriza al loco eso s mismo s idearios derivaron lo s nazis. El único camino que ,
es , precisamente, la carencia de moderación , el ir siempre a los para refutar el nazismo, les queda a las naciones ex tranjeras admi­
ex tremos . Mientras el individuo normal es suficie nte mente juicio­ radoras de aquellos dos principíos es el de recurrir a la guerra
so como para refrenarse, el vesánico no se detiene ante ningún para, por medios bélicos, aplastar a cualquier H itler y sus seguido­
lími te. El argumento, sin embargo , de nada vale a los efectos exa­ res . Mientras las ideologías del socialismo y del nacionalismo do­
minados. Los conceptos esgrimidos en favor de la tesis según la minen la opinión pública mundia l, los alemanes u otros pueblos,
cual el tipo de int er és, mediante la expansión crediticia, puede ser en cuanto se les presente la ocasión , intent arán de nuevo recurrir
a la agresión y a la conquista. La mentalidad agresiva sólo quedará
1 Vid. cap. XX. desarraigada cuando sean públicamente refutados los errores ideo­
292 La Acci6n Hu mana La trascendencia de las ideas 293
lógicos que la engendran. No es ésta tarea de psiquiatras. sino de mutuali smo está estructurando lazos comunes y engendrando
economistas). •
un sistema social. El individuo ni planea ni actúa pensando en
El hombre sólo dispone de un instrumento para combatir el
la creación de una sociedad. Pero su conducta y la correspon­
error: la razón,
diente conducta de los demás engend ran los cuerpos sociales.
Toda institución social es fruto de ideologías anteriorrnen­
te pensadas. Dent ro de una cierta organización social, nuevas
3. EL PO DE R
ideologías pueden surgir, sobreponerse a las anteriormente
La sociedad es producto de la acción humana . La acción mantenidas, tran sformand o así el sistema. La sociedad es siern­
human a se guía por ideologías. La sociedad, por tanto, al igual pre frut o de ideologías anteriores previamente estructuradas,
que cualquier institu ción social, es fruto de específicas ideolo­ tanto en sentido temporal como lógico. Las ideas invariable­
gías; y las ideologías, contra riamente a lo que e! marxismo ment e dirigen la acción, que luego plasma lo que el anterior
supone, no son las distintas situaciones sociales las que las pensar proyectara.
engendran, sino al revés. Cierto es que los pensamient os y las Si subjetivizamos o personificamos el concepto de ideolo­
ideas humanas no son obra de individuos aislados. Los idearios gía, cabe decir que ejercen poder sobre los hombr es. Poder es
sólo trascienden merced a la cooperación de quienes piensan. facultad o capacidad de orientar la acción. El poder, por lo
La labor ment al no podría progresar si el interesado tuviera general, sólo se atr ibuye a un hombre o a un grupo de hombres.
que iniciar todo razonamient o desde e! or igen. El pensamiento En este. sentido, poder equivale a capacidad para orden ar la
human o avanza por cuanto cada pensador se ve apoyado .en actuación ajena. Quien disfru ta de poder debe su fuerza a una
sus esfuerzos por la labor que realizaron anteriores generacio­ ideología. Únicamente las ideologías pueden conferir a un indio
nes, las cuales for jaron los instrument os de! pensar , es decir, viduo poder para influir en la conducta y decisiones de terceros.
los conceptos y las termin ologías, y plant earon los problemas. El bombre, para erigirse en jefe, ha de apoyarse en una ideolo­
Todo orden social fue pensado y proyectado antes de ser gía que obligue a los demás a serIe dóciles y sumisos. El poder,
puesto en práctica. Esta precedencia temporal y lógica del Iac­ por tant o, no es cosa material y tangible, sino fenómeno moral
tor ideológico no supone afirma r que los hombres form ulen, de y espiritual. El poder de la realeza se basaba en la acep tación de
antemano, completos sistemas sociales como hacen los aut ores la ideología monárquica por part e de los súbditos .
de utopías. Lo que se piensa y debe pensarse antes no es e! Q uien se sirve de su poder para manejar el estado , es
acoplamiento de las acciones individuales en un ordenado siso decir, el aparato social de coerción y compulsión, gobierna. Go­
tema social, sino las acciones de los individuos con respecto a bernar es ejercer poder sobre el cuerpo político. El gobierno
sus semejantes y la de los diversos grupos ya formados con se basa siempre en el poder, en la capacidad de orde nar ajenas
respecto a los demás. Antes de que un hombre ayude a otro a actuaciones.
cortar un árbol, dicha operación ha de ser pensada. Antes de Cabe, ciertament e, gobernar mediante la opresión violenta
que tenga lugar un acto de tru eque, ha de concebirse la idea del pueblo disconfor me. Lo típico del estado y del gobierno es,
de la recíproca vent aja derivada de! int ercambio de bienes y desde luego, gozar de atributos bastantes para aplicar coacción
servicios. No es preciso que los interesados adviertan que ese violen ta o amenazar con la misma a quienes no quieran de buen
grado someterse. Pero incluso esa violenta opresión también
J Vid. M lS1~ S, Omnipofent Gooemment, págs. 221·228, 129·131. 1.35·150. New se fund a en algo de orden ideológico. Quien pretenda servirse
Haven, 1944. de la violencia habrá de estar respaldado por la voluntaria
La trascendencia de lar ideas 295
294 La A cción Humana
les encomiendan más que concretas tareas dentro del marco de la
cooperación de algunos. Un individuo que sólo contara consigo ideología imperante. Los jefes ponen a sus órdenes tropas que
mismo nunca podría gobernar mediante la fuerza física 4. Pre­ no sólo están equipadas, armadas y organizadas para el com­
cisa el tirano del apoyo ideológico de determinado grupo para bate, sino qu e hállanse además imbuidas de un espíritu que las
someter a los restantes ; ha de disponer de un círculo de parti­ impulsa a obedecer las órdenes recibidas. Los aludid os subal­
darios que voluntariamente le obedezcan. Esa espontánea su­ terno s consideran esa disposición moral de la tropa como algo
misión le prop orciona el arma necesaria para someter a los de­
natural, por cuanto a ellos mismos les anima idéntico espíritu
más. La duraci ón de su imperio depende de la relación numé­ y no pueden ni imaginar una ideología diferente. El poder de
rica de los dos grup os, el que le apoya voluntariamente y el
una ideología estriba precisament e en eso, en inducir a las gen­
que es sometido por la fuerza . Aunque el déspota logre gober­
nar temporalmente gracias a una minada, si ésta hállase armada tes a someterse a sus dictados sin vacilaciones ni escrúpul os.
y la mayoría no, a la larga la minada no puede mantener so­ El plan teamient o, sin embargo, es totalmente distinto para
el jefe del gobierno . Ha de cuidarse de mant ener la moral de
metida a la mayoría. Los oprimidos alzaránse en rebelión , re­
las fuerzas armadas y la lealtad del resto de la poblaci ón , pues
chazando el yugo.
Un sistema duradero de gobierno ha de basarse siempre en tales factores morales constituyen los únicos elemento s «reales»
una ideología que la mayoría acepte. Son esencialmente de oro con que en defin itiva cuenta para mantenerse. Esfumaríase su
den ideológico, mor al y espiritual aquellos factores «reales» y poder tan pronto como desa pareciera la ideología que lo
sustenta.
aquell as '«fuerzas efectivas» en qu e se apoya el gobierno y que
éste , en definitiva, ut iliza para someter, por la violencia , a la Una minad a cabe, a veces, conqui ste el poder mediante
minoría disidente. Los gobernantes que olvidaron tan básico superior capacidad militar, instaura ndo así un gobierno anti­
principio político y, confiando en la supuesta invencibilidad de mayoritario. Pero semejante sit uación sólo puede ser transito­
sus fuerzas, menospreciaron el espíritu y las ideas fueron , final­ ria. Si los victor iosos conq uistadores no aciertan pronto a sus­
mente, derrocados por el empuje de sus adversarios . Constituye tituir el mand o que amparó la violencia por un gobierno que
error en e! que- incurren muchas obra s de polít ica y de historia se apoye en el asenso ideológico de los gobernados, habrán de
el concebir e! poder como una «realidad» ajena a las ideologías. sucumbir en ulteriores pugnas. Triunfaron , invariablemente,
El término R ealpoli tik sólo tiene sentido cuando se emplea para cuantas minadas lograron imponer dura dero sistema de go­
• calificar la política qu e se atiene a las ideologías comú nmente bierno legit imando su supremacía, o bien ateniéndose a las
ideologías de los vencidos, o bien transformando éstas. Donde
aceptadas, en contraste con aquellas otras qu e pretenden basar­
se en ideologías escasament e compartidas, las cuales, por tanto, ni una ni otra mutación ideológica tuvo lugar, la mayoría opri­
no sirven para fund amentar un sistema dur adero de gobierno. mida acabó avasallando a la minoría dominant e, recurriendo a
La mentalidad de qu ien concibe el poder como una fuerza la lucha abierta o apoyándose en la callada pero inexorable
física y «real» que permite imponerse y considera la acción presión de las fuerzas ideológicas s.
violenta como e! verdadero fund ament o de! gobernar es similar La mayor part e de las grandes conquistas históricas perdu­
a la de los mandos subalternos colocados al frente de las sec­ raron por cuanto los invasores aliáronse con aquellas clases
ciones del ejército o de la poliefa. A tales subordinados no se de la nación derrotada que estaban respaldadas por la ideología
dominante, alcanzando así la consideración de gobernant es le­
4 Un gángster podrá dominar a \10 individuo desarmado o más débil, pero ello
nada tiene que ver con la vida en sociedad. Constituye acontecimiento antisocial , Vid. págs. 946·948.
aislado.
296 La Acción Humana La trascendencia de las ideas 297
gítimos . Tal fue el sistema seguido por los tártaro s en Rusia, EL TRADI CIONALISMO COMO ID EOLOGIA
por los turcos en los principados de! Danubio y en la mayor
parte de H ungría y Tr ansilvania y por británicos y holandeses El tradicionalismo es aquel pensamiento que considera opor­
en las Indias Orientales. Un puñado de ingleses podía gober­ tuno y co nveniente el mantenerse fiel a las valoraciones, costum­
nar a varios cient os de millones de hindúes, en razón a que los bres y procedimientos que, efectiva o supuestamente , los antepa­
príncipes y los grandes terra tenientes indígenas vieron en e! sados adopt ara n. No es preciso que Jichos antepasados , en sentido
dominio imperia l un medio de preservar sus privileegios, por biológico , lo sean o puedan así estima rse; ti. veces, merecen tal
lo cual prestaron a la corona victoriana el apoyo que la ideolo­ consideración los a nter iores habitantes del país, los previos segui­
gía generalmente aceptada en la India a ellos mismos les ofre dores de un mismo credo religioso o, incluso , quienes de siempre
cía. El imperio británico pervivió allí mientr as la opinión p úbli­ ejercieran cierta [unción. Las distintas variedades de tradicionalis­
ca prestó aqu iescencia al orden social tradicional. La Pax mo de termi nan , en cada caso , quiénes me rezcan la consideración
Britannica salvaguardaba los privilegios de pr íncipes y terrate­ de ante pasad os, así corno el contenido del cuerpo de enseñanzas
nientes y protegía a las masas de las penalidades que las gue­ legado. La ideo logía en cues tión destaca a ciertos antecesores,
rras entre los principados y las intern as pugnas sucesorias mientras que a otros los relega al olvido; incluso califica de
hubiérales impuesto. En la actu alidad, ideas subversivas, pro­ antepasados, (: 0 ciertas ocasio nes, a gentes sin relación algu na co n
venientes del exterior, han acabado con el predominio brit áni­ sus supuestos descendientes. Y más de una vez estima «rradicio­
ca, amenazando el mantenimiento en el país de su ancestral nnl» tina doctr ina de origen reciente , disconforme co n las ideolo ­
orden social. gías efectivame nte mantenidas por los originarios.
Ha y minoría s triunfantes que, a veces, deben el éxito a su Para justificar las ideas tradicionales al égansc los excele ntes
superioridad técnica. Pero ello no altera e! prob lema. No es resultados que anteriormente dieran. El que el aserto sea exacto
posible, a la larga, impedir que los miembros de la mayoría constituye cuestión aparte. Posterior investiga ci ón ha dem ost rad o ,
disfruten también de las mejores armas. Lo que amparó a los a veces, los errores que encerraban las afirmaciones tradicionalis­
ingleses en la India no fue e! armamento de sus tropas, sino tas•. Tal circunstancia no fue, sin embargo, generalmente basta nte
puro s factores ideológicos 6 . para echar por tierra la corres pondiente doctrina. Pues el tradi­
La opinión pública de un país puede hallarse ideológica­ cionalismo no se fundamenta en hechos históricos reales, sino
mente tan dividida que ningún grupo resulte ser suficiente­ en la op inión acerca de ellos mantenida c--uunquc sea crrónea­
mente amplio para asegurar un gobierno duradero. En tal caso, y en la volunt ad de creer en cosas a las que se atribuye antigüedad.
surge la anarquía; las revoluciones y las luchas civiles devienen
permanentes.
4. EL « ME]O RIS MO " y LA ID EA DE P ROGRE SO

Las ideas de avance y retroceso sólo cobran sentido en el


marco de un sistema teleológico de pensar. En tal supuesto
tiene sentido decir que se progresa al aproximarse a la met a
• Alúdese ahora al mam emrmento del gobierno de las minorías europeas en deseada, considerando retroceso al movimient o contrario. Tales
países no europeos. Sobre las posibilidades de una agresión asiática a Occidente. conceptos , si no hacen referencia a una acción determ inada y a
vid. págs. 973·976.
un objetivo definido, result an vacuos y desprovistos de sentido.

. ._ \11 _
La trascendencia de las ideas 299
298 La Acci611 H emana
siglos subsiguie ntes a mi muerte; así podr ía ver los efectos pro ­
Uno de los defectos de la filosofía decimonónica consistió
vocados por mis escritos » 7.
en su errónea interpretación del sentido del cambio cósmico y Todas estas esperanzas se fundaban en la firme convicción,
en haber injertado en la teoría de la evolución biológica la idea característica de la época, de que las masas son normalmente
de progreso. Con templando situaciones pasadas, cabe emplear buenas y razonables. Los estamentos superiores, los privile­
acertadamente los conceptos de desarrollo y evolución, de modo giados aristócratas, que todo lo tenían, eran en cambio de con­
ob jetivo, si por evolución entendemo s el proceso seguido por dición perversa. El hombre común, especialmente el campesino
las situ aciones preté ritas hasta llegar a las presentes. Ahora y el obrero , era ensalzado román ticamente, considerándose1e
bien, preciso es guardarse del erro r de confundir el cambio como un ser de noble carácter, incapaz de incidir en el error.
con el mejoramiento y la evolución con la marcha hacia más Los filósofos, por tanto, confiaban en que la democracia, el
elevadas formas de vida . Tampoco resulta permisible sustituir gobierno por el pueblo, implicaría social perfección .
el antropoce ntri smo religioso y el característico de las an tiguas Tales pensamientos supon ían incidir en fatal error. En él
doctrinas metafísicas por un antropocentri smo pseudofilosófi. cayeron humanitarios pensadores , fil6sofos y liberales . La masa
no es infalible; yerra, al contrario, con frecuencia. No es cierto
ca. Pero la pra xeología no tiene por qué analizar de modo
que los más tengan siempre raz6n, ni que invariablemente co­
crít ico tales filosofías. Su cometido consiste en refutar los erro­ nozcan los medios id6neos para alcanzar los fines deseados .
res que las vigentes ideologías plantean. «La fe en el hombre común» no tiene mejor fundamento que
La filosofía social del siglo XVlIl suponía que la huma nidad la antigua creencia en «los sobrenaturales dones» de reyes,
había , al fin, alcanzado la edad de la razón . Mientras anterior­ eclesiásticos y nobles. La democracia garantiza un gobierno
mente predom inaban los errores teológicos y metafísicos, en acorde con los deseos e ideas de la mayoría; lo que, en cambio,
adelante prevalecería la razón . Los pueblos irían librándose, no puede impedir es que la propia mayoría sea vícti ma del
cada vez en mayor grado , de !HS cadenas de la superstición y la error y que, consecuentemente, acuda a equivocadHs siste m á­
tradició n, fijando su atención en el cont inuo mejoramiento de ticas, las cuales no sólo resultarán inupropia das para alcanzar
las instituciones sociales. Cada nueva generación aportaría 10 los fines deseados, sino que , además, habr án de provocar desas­
suyo a la gran tarea . La sociedad, con el tiempo, hallaríase inte­ tr es por nadie deseados ni previstos. Las mayorías pueden,
grada, cada vez en mayor proporción, por hombres libre s deseo­ desde luego, fácilmente equivocarse y destru ir la civilizaci ón.
No basta, para garantizar el triunfo de un cierto ideario, el
sos de prop orcionar !H máxima felicidad al mayor número po­
que el mismo sea de condición oportuna y conveniente. Sólo
sible. Algún retroceso temporal era , desde luego, pensable.
si 10 3 hombres, finalmente , adoptan normas de conducta razo­
Pero, finalmen te, habría de triunfar la buena causa respaldada nables e id6neas para la consecuci6n de los fines por ellos mis­
por IH razón, Considerábanse las gentes dichosas por haber mos ambicionados , podrá nuestr a civilizaci ón progresar; y úni­
nacido en el Siglo de la llustraci án que, mediant e el descubri­ camente entonces quedarán atendidos por la sociedad y el esta­
miento de las leyes que rigen la conducta racional, abría posi­ do los deseos de los hombres, en la medida de lo posible, bien
bilidades insospechadas a un constante progreso humano. Sólo enten dido que éstos jamás podrán llegar a ser enteramente fe­
sentían el haber de morir antes de que en la práctica plasmaran lices en sentido metafísico. El fut uro, siempre incierto para los
todos los beneficiosos efectos de la nueva filosofía. «De searía mortales, revelará si esas condiciones acabar án por darse.
-dijo Bentham a Ph ilarete Chasles- se me otorgara el pr ivile­ , PIII LARETE CHASI.ES, Btudes SUI ' les bommes ct les ntoeurs du XIXe síicle,
página 89, Par ís, 1949.
gio de vivir los años que me restan , al final de cada uno de los
300 La Acción Humana

Al sistema praxeológico repu gna todo tipo de «mejor ismo» C A P I T U L O X

o de inconsecuente optimismo. El hombre es libre en el sentido


de que , cada día, ha de optar y preferir entre acogerse a aque­
llas norma s de conducta que llevan al éxito o a aquellas otras
que abocan al desastr e, a la descomposición social y a la El intercambio en la Sociedad

barbarie.
El vocablo progreso carece de sentido aplicado a eventos
cósmicos o a teorías generales, pues desconocemos cuáles
sean los planes de aquel prístino impu lso que todo lo mueve.
Pero no cabe predicar lo mismo del repetido vocablo cuando
se emple a en el marco de una doctrina ideológica. La inmensa 1. C AMBlO INTRAPERSONAL
mayoría de la humanidad quisiera disponer de más abundantes y CA MBIO INTERPE R SONAL
y mejores alimentos, vestidos, habit aciones y mil otros bienes
materiales. No es porque los economistas sean unos burdos La acción consiste fundamentalmen te en sustituir una si­
materialistas por lo que considera n que la elevación del nivel tuación por otra. Cuando la acción se practica sin contar con la
de vida de las masas supone progreso y mejoría social. Al hablar cooperación de terceros, podemos calificarla de cambio «autís­
así limítanse a proclamar que las gen tes sienten ardi entes de­ tico» (int rapersonal ). Un ejemplo: el cazado r aislado, que mat a
seos de ver mejorada s sus condiciones de vida . Por ello juzgan un animal pata su propio consu mo, cambi a su ocio y cart ucho
y ponderan las distintas fórmulas sociales posibles, según la por alimentos.
idoneidad de las mismas para conseguir aquellos objetivos que En la sociedad, 10 cooperación sustit uye el camb io intra­
los hombres ambi cionan . Qui en considere cosa baladí el des­ personal por el cambi o int erpersonal o social. El hombre da a
censo de la mortalidad infantil, la progresiva sup resión del otros para, a su vez, recib ir de ellos, Surge la mutualidad . El
hambre y de las enfermedades, que arro je la pri mera piedr a
sujeto sirve a los demás con miras a ser, en cambi o, servido por
contra ese tan cacaread o materialismo de los economistas .
tercero s.
El único criterio para enjuiciar la acción humana estriba en
ponderar si la misma resulta o no opo rtuna para alcanzar esos La relación de int ercambio es la relación social por exce­
fines que los hombres desean consegui r, actua ndo en conse­ lencia . El 'cambi o interpersonal de bienes y de servicios crea el
cuencia . lazo que une a los hombres en sociedad. La ley social reza:
do ut des. Cuando no hay intencional reciprocidad , cuando el
hombre , al actuar, no pretend e beneficiarse con otra corres­
pondiente actuación ajena, no existe cambi o interpcrsonal, sino
cambio intrapersonal. Indiferente resulta, por lo que a tal cali­
ficación atañe , el que la correspondiente acción intraperson al
resulte ben eficiosa o perjudicial a los demás o que para nada
a éstos afecte. El genio puede realizar su tarea para sí mismo
y no para la masa ; sin emb argo, es un bienh echor prominente
de la humanidad. El ladrón mata a la víctima buscando pro­
vecho propio; el asesinado no es un partícipe en el crimen, sino
302 La Acciou Humana El in tercambio en la sociedad 303

mero obje to; el homicidio, evidentemente, se ha perp etrado cambio intrapersonal al intrepersonal, por la inexistencia de in­
contra su voluntad. termedias formas de cambio. La mutación que, parti endo de!
La agresión hostil constituía la práctica habitual entre los cambio int rapersonal, engendrara el interpersonal constituyó
an tepasados del hombre. La cooperación conscien te y delibe­ salto hacia algo enteramente nuevo y esencialmente distinto,
rada fue fruto engendrado por dilatad o proceso. La etnología como lo fue e! paso aquel que , de la reacción automática de las
y la historia nos proporcionan in teresante información acerca células y de los nervios, desembocó en la conducta consciente
de la aparición del cambio interpe rsonal y de sus originarias y deliberada , es decir , en la acción .
manifestaciones. Hay quienes suponen surgid a de la antiquí­
sima costumbre de mutuamente dar se y devolverse regalos,
conviniendo, incluso, por adelant ado, la en trega de posterior 2. VíN CULO S CONTRA CTUAL E S
obsequio ' . Otros consideran el trueque mudo como la más pri­ Y VíNCULOS H EGIl MÓNlCOS
miti va forma del comercio. El ofrecer un presente, bien en la
confianza de obt ener otro del obsequiad o, bien para conseguir Existen dos diferentes formas de cooperación social: la
favorabl e acogida por parte de persona cuya animosidad pu­ cooperación en virtud de contrato y volunt aria coordinación ,
diera result ar perjudicial al sujeto, lleva ya implícita la idea del y la cooperación en virtud de mando y subordinaci ón, es decir,
cambio interperson al. O tro tanto cabe decir del trueque mudo hegemón ica.
que sólo por la ausencia del diálogo se dife rencia de los demás La cooperación basada en relaciones contractuales supone
modos de trocar y comerciar. simétr ica postura de las partes intervinientes. Los contratantes,
Es caracterís tico y esencial en las categorías de la acción en todo negocio libre de cambio interpersonal, son mutuamente
humana el resultar de condición apodíctica y absoluta , no ad­ iguales. J uan está con respecto a Tomás en la misma posición
mitiendo gradacion es. Sólo hay acción o no acción, cambio o que Tom ás lo está con respecto a Ju an. Por el contrario, cuando
no cambio ; todo lo referente a la acción y al cambio, como tao la cooperación se basa en el mando y la subordinación, aparece
les, surge o no surge, en cada caso concreto, según haya acción uno que ordena, mient ras otro obedece. La relación es, enton­
y cambio o no los haya. La frontera entre el cambio intrupcrso­ ces, asimétrica. Existe un dir igent e y otro u otros a quienes
nal y el inte rpersonal resulta , por ello, nítida . Constituye cam­ aquél tutela. Sólo e! di rector opta y dirige; los demás - cual
bio intrapersonal hacer obsequios unilateralmente , sin ánimo menores de edad- devienen meros instrument os de acción en
de ser corre spondido por parte del donatario o de tercero. El manos del jerarca.
donante goza de la satisfacción que le produce e! contemplar la El impul so que engendra y mueve a un cuerpo social es
mejor situación personal del obseq uiado, aunque éste ni agra­ siempre de condición ideológica. La propia conducta integ ra a
decimiento sienta . Tan pront o, sin embargo, como la donación cada uno en el cuerpo social de que se trate. Ello acontece con
pretende influir la conducta ajena , deja de ser unilateral , con­ todo tipo de vínculo social, incluso en el caso del vínculo hege­
vir tiéndose en una variedad del cambio interpersonal entre e! mónico. No puede negarse que los hombres, por lo general, al
nacer, encuéntranse ya encuadrados en las fund amentales orga­
dona nte y la persona cuya conducta se pretende influ ir . Aun
nizaciones, es decir, en la familia y en el estado. Lo mismo
cuando la aparición de! cambio interpersonal fue fruto de larga
sucedía en las hegemónicas instituciones de la antigüedad, tales
evolución, no cabe suponer ni imaginar gradual tran sición del
como la esclavitud y la servidumbre , que desaparecieron al
I GUSTAV CASEL, The Tb eory o/ Social Economy, trad. por S. L. Banon, p é­ implantarse la civilización occidental. Ahora bien, ni la violen ­
gina 371, nueva ed. Londres, 1932. cia ni la coacción pueden, por sí solas, forzar a uno a que , con­

. '11.., _
304 Lo Acción H mnana El intercambio en la sociedad 305

tra su voluntad , perm anezca en la condición servil de un orde n belicosas con las dc espír itu comer cial '; Saint-Sirnon, al dis­
hegemónico. La violencia o la amenaza de violencia dan lugar tinguir entre los pueblos guerreros y los industriales o pacífi ­
a que e! sometimiento , por regla general, se considere más cos; Herbert Spen cer , al hablar de sociedades de libertad indio
atractivo que la rebelión. Enfrentado con e! dilema de soportar vidual y sociedades de estr uctura mili tarist a J; Sombart rampo­
las consecuencia s de la desobediencia o las de la sumisión, el ca ignor aba e! tema, al diferenciar los héroes de los mercade­
siervo opta por estas últim as, qu edando así integr ado cn In res' . Los mar xistas distin guen la «organización gentil» de la
sociedad hegemónica. Cada nueva orde n que recibe vuelve n fabulo sa sociedad primitiva y e! paraíso socialis ta, por una
plantearle e! mismo dilema y, al consent ir una y otra vez, él mis­ parte, de la inde cible degradación capitalista , de otra 5. Los
mo contribuye al mantenimient o del vínculo coercitivo, Ni aun filósofos nazis diferenciaban la despreciable seguridad burguesa
sojuzgado por semejante sistema, pierd e el esclavo su condi­ de! heroico orden de! caudillaje au tori tario (Pübrertum) , La va­
ción humana, es decir , la de constituir ser que no cede a im­ loración qu e uno u otro sistema merezca difiere según e! soció­
pulsos ciegos, apelando, en cambio, a la razón para decidi r logo de que se trate . Pero todos admi ten sin reservas e! con­
entre alternativas. tras te seña lado y todos proclaman que no es imaginabl e ni
El vínculo hegemón ico se diferencia del cont ractua l en el practicable una tercera solución.
grado en que la volun tad de! individuo puede influ enciar e! La civilización occiden tal, al igual qu e la de los pueblos
curs o de los aconte cimientos. Desde el momento en que el int e­ orientales más avanzados, constit uye fruto engend rado por gen ­
resado opta por integrarse en determinado orde n hegemón ico, tes que cooperaron bajo e! signo de los vínculos cont ractua les .
se convi erte en instrumento del jerarca, dent ro del ámbito del Ciertamente , en algunas esferas , estas civilizaciones adoptaron
sistema y por e! tiempo de su sometimiento . En tal cuerpo so­ tambi én sistemas de estruc tura hegemónica . E l esta do como
cial sólo el superior, en tanto di rige la conduc ta de sus subor ­ aparato de compulsión y coerción const ituye por defin ición un
dinados, actúa. La iniciativa de los tutelados conmiese a opta r
ord en hegemónico. Lo mismo sucede con la familia y la socie­
entre la rebclión o la sumisión , sumisión ésta que les convierte ,
dad heril. Ahora bien , caracteriza a las citadas civilizacione s el
como decíamos, en simpl es menores qu e nada resuelven ya por
qu e la cooperación entre las diversas famili as qu e integran la
su cuenta .
nación se realice siempre sobre la base de vínculos con trae­
E n el marco de una sociedad contractual, los indi viduos
tuales. E n épocas pasadas pre valeció una casi plena autarquía
intercamb ian ent re sí cantidades específicas de bienes y ser­
y aislamiento econó mico entre los distintos gru pos familiares.
vicios de definida calidad. Al optar po r la sumisión bajo una
Pero cuando esa autosuficiencia econ ómica fue sus tituida por
organización hegemónica, e! hombre ni recibe ni da nad a con­
e! cambio int erfarniliar de bienes y servicios, la coope ración
creto y definido. Se integra dentro de un sistema en el qu e ha
se basó en lazos cont ractuales en tod as las naciones que co­
de rendir servicios inde terminados , recibi endo a camb io aquello
mún mente se consideran civilizadas. La civilización humana ,
que e! director tenga a bien asignarl e. Hállase a merced de! jefe.
Sólo éste escoge libremente. Carece de trascendencia, por lo que 1 Vid. ADAM FERGUSON, AfI Essay on lb, Hístory o/ Civil Societv, pág. 208,

a la estructura de! sist ema se refiere, qu e e! jerarc a sea un in­ nueva ed., Basilea, 1789.
J Vid. HERBERT SrP:NcER. Tbe Principies o( Sociolog)·. cap. IIJ. págs. 575-61 1,
dividuo o un grupo, un directorio ; que se trate de tirano de­ Nueva York, 1914.
mencial y egoísta o de benévolo y patern al monarca, 4 Vid . W ERNER SOMBART, Haendler und ííetden, Munich, 1915.

Esas dos formas de cooperación reaparecen en todas las s Vid . F REDERICK ENGELS. Tbe Origin oí tbe Family, Privare Property and the
teorías sociales. Ferguson las percibía al contrastar las naciones State, pág. 144. Nueva York. t 942.

'0
La Acci6n H umana El intercambio eJ1 111 __
rnr ;",II1A 307
306

tal como hasta ahora la experiencia histórica la conoce, es obra ticular proceder de modo independ iente . El estado hegemó­
forjada al amparo de relaciones contractuales. nico no conoce la ley ni el derecho; sólo existen órdene s, ,regla­
Toda cooperaci ón humana y social mutualidad presupone mentaciones, que el jerarca inexorable aplica a los súbditos
orden púb lico y pacífica solución de las discrepancia s. En las según considera mejor y que puede modificar en cualquier mo­
relaciones internas de cualquier ente social, ya sea contractual, men to. Las gente s sólo gozan de una libertad : la de someterse
ya sea hegemónico, invariablement e -ha de prosperar la paz. al capr icho del gobernante sin hacer preguntas.
Donde haya conflictos violentos y, en tanto los mismos duren,
no puede haber cooperación ni vínculos sociales. Los par tidos
3. LA ACCIÓN Y E L CÁLCULO
políticos que, en su afán de ver sustituido el sistema contrac­
tua l por el hegemónico , denigran la decadent e paz y la segu­
Tod as las categorías praxcol ógicas son e ternas e inmuta­
ridad burguesa, exaltando el sent ido heroi co de la violencia y
bles, puesto que se hallan exclusivamente det ermin adas por la
la sangrien ta pugna , propu gnando la guerra y la revelución
constitución lógica de la ment e humana y por las condiciones
como métodos eminentement e naturales de la relación hu mana,
naturales de la existencia del hombre. Tanto al actuar como al
se contradicen a sí mismos. Sus utopías, en efecto, se nos ofre­
teorizar sobre la acción, el hombre no puede ni librarse de las
cen como emporios de paz. El Reicb de los nazis y la Sociedad apuntadas categoría s ni rebasarlas. No le es posible ni practicar
marxista son comunidades donde reina paz inalterable. Es­ ni siquiera concebir acción dispar a aquella que las repetidas
truct úranse sobre la base de <d a pacificación», es decir, par­
categorías determinan . El hombre jam ás pod rá represent arse
tiendo del sometimiento violent o de cuantos no es t én dispues­ una situación en la qu e no hubiera ni acción ni ausencia de
tos a ceder sin resistenc ia. En un mund o contractual es posible acción. La acción no tiene antecedentes históricos; ninguna
la coexistencia de varios países. En un mundo hcgcmónieo evolución conduce de la no acción a la acción ; no hay etap as
sólo es imaginable un Reicb, un imperio, un dictador . El so­ transitorias en tre la acción y la no acción. Sólo existe el actuar
cialismo ha dc optar entre implantar Ull orden hegemónico y el no actuar. Y cuanto prediqu emos categóricamente de la
universal o renun ciar a las ventaja s que supone la división de! acción en genera l será rigurosamente válido para cada acción
trabajo en el ámbito mundial. Por eso es hoy tan «dinárn ico», concreta.
o sea, tan agresivo, el bolchevismo ruso ; como ayer lo fueron La acción puede siempre emplear los números ordinales.
el nazismo alennin y e! fascismo italiano. Bajo vínculos con trac­ En cambio, para que la misma pueda servirse de los cardinales
tuales, los imperios se transforman en asociaciones lib res de y, consecuentemen te, hacer uso del cómputo aritm ét ico, es pre ­
naciones autóno mas. El sistema hegemónico fatalment e ha de ciso concurran específicas circuns tancias. Tales específicas cir­
tender a absorber cualqui er estado que pretenda ser inde­ cuns tancias estructu rá ronse a lo largo de la evolución histórica
pendiente. de la sociedad contractual. Devino así posible el cómputo y el
La organi zación contrac tual de la sociedad presupone un cálculo no sólo para planear la acción futura , sino también para
ord en legal y de derecho. I mplica gobern ar bajo el imperio de ponderar el result ado de pasadas actuaciones. Los números car­
la ley ( Recbtsstaat) , a diferencia del estado social (\Vobl­ din ales y las operaciones ari tméticas son también categorías
[ahrstaat) o estado pat ernal. El derecho, la legalidad, es aquel eternas e inmutables de la ment e humana. Pero su aplicabili­
conjunto de normas que predeterminan la esfera dentro de la dad , tanto a la acción fu tura como a la evaluación de los actos
cual el individuo puede actual' libremente. Bajo una sociedad otro ra practicados, sólo es posible si concu rren particulares
hegemónica, por el contrario, en ámb ito alguno cábc1e al par­ circunstancias, coyuntur as que no se daban en las organízacio­
J0 8 La Acción Humana

nes primitivas, que sólo más tarde aparecieron y que tal vez
un día desaparezcan.
El hombr e, observando cómo operaba un mundo en el cual
era posible el cómputo y cálculo de la acción, pudo formul ar la
praxeología y la economía. La economía, en esencia, es la teoría
cientí fica que estudia aquel dominio de la acción en el cual,
siempre y cuando cier tas condiciones concurran, cabe aplicar el
cálculo. Un abismo de la máxima trascendencia, tanto para la
vida como par a el estudio de la acción human a, separa la acción
calculable de la que no lo es. Constituye not a típ ica de la civiliza­ TERCERA PARTE
ción moderna e! haber arbitrado un sistema que permite aplicar
los mét odos aritméticos a un amplio sector de actividades. A tal
circunstancia aluden las gentes cuand o califican de racional
- adjetivo éste de dudosa procedencia- nuestra civilización. El cálculo económico

El deseo de ap rehender ment almente y despejar los pro­


blemas que se suscitan en un mercado donde cabe el cálculo
constituyó la base de parti da de! pensamiento económico , del
cual, después, surgiría la praxeología general. No es, sin em­
bargo, tal pasada circunstancia lo que obliga a iniciar el estudio
analizando la mec ánica de la economía de mercado, que, a su
vez, exige previamen te abordar los problemas atinentes al c álcu­
lo económico, pues no son razones de tipo histór ico ni heur ís­
tico * las que aconsejan un procedimi ent o que resulta inevitab le
adoptar si deseamos que la exposición sea rigurosamente lógica
y sistemá tica. Lo que sucede es que los problemas que nos inte ­
resan sólo toman cuerpo y cobran sent ido dent ro del marco de
una economía de mercado capaz, por tant o, de calcular. Única­
mente en hipot ética y figurativa trasposición cabe aludi r a
ellos cuando se qu iere analizar otros dispares sistemas de orga­
nización económica bajo los cuales el cálculo no resulta posible.
El percatarse de los problemas qu e el cálculo económico sus­
cita consti tuye presupuesto insoslayable para poder abo rdar
todas esas cuestiones que comúnmente calificamos de eco­
nómicas.
* Por beuristico se entiende aquel método de investigación que da, a pnon.
provisional solució n al problema planteado, para, así, mejor atacarlo, sin perjuicio
de ir, después , desentrañando el tema hasta el fondo y s6lo entonces decidir si IJ
aludida provisional so/ud /m era correcta o no . (N . del T .)
CAP I T U LO X I

Evaluación sin cálculo


,

1. LA GRA DACiÓN DE LOS ME DIO S

El hom bre, al actuar, transfiere a los medios idóneos para


su consecución el valor que asigna a los fines perseguidos. E n
igualdad de circunstanc ias, concede al conjun to de medios pre­
cisos idéntico valor al que correspo nde al fin que aquéllos per­
miten alcanzar. No nos ocuparemos, 1'01' el momen to, del pro­
blema que suscita el lapso temporal que sea necesario invertir
para , con unos ciert os medios , alcanzar el objetivo ambiciona­
do, ni tamp oco de In cuesti ón atine nte a c ómo tal factor tem­
poral influye en la mu tua valoración de los fines y los medios.
La gradació n de los medios, al igual que In de los fines, es
un proce so en cuya virt ud se prefiere r/ a h , Impl ica opta r, pre­
firie ndo una cosa y rechazando otra. Es el resu ltado de un jui­
cio que nos hace desear a con mayor intensidad que h. En dicha
gradación cabe servirse de Jos n úmeros ordinales; sin embargo ,
no es posible recur rir ni a los números cardinales ni a las ope­
raciones aritmética s en éstos basadas. Cuand o se me ofrecen
tres entradas que, resp ectivamente , permiten asistir a las ópe­
ras Aida, Falsta]! y Trauiata, si, pudi endo tomar sólo una, opto
por A id« y. si se me autoriza a tomar otra, elijo la de Falstaj],
es porque he formulado una elección . Lo anterior , en defi niti­
va, signifi ca qu e, en unas específicas circuns tancias, prefi ero
A ída y Falstai] a Traoi ata; que , si hubiera de quedarme con un a
sola de las entradas, optaría por Aida y renu nciaría a Falstaff.
Denom inando a a la entrada de AMa, h a la de Falstal!. y e a la
de T rauiata, lo consignado puede igualmente ser expresado di­
ciendo qu e prefiero a a h y b a c.
Evaluación sin cálculo 313
312 La Acción Humana

Mediante la acción, frecuentement e aspiramos a ob tener futura evolución histór ica '. No llegaron , sin embargo, a per­
conjuntos de cosas tangibles que pueden ser objeto de ponde­ catar se de que sólo a través de los precios monetario s es posible
ración y medid a. En tales supuestos, el hombre que actúa se ve el cálculo económico. De ahí que la mayor part e de sus trabajo s
en el caso de optar entre sumas num éricas; prefiere, por ejem­ resulten hoy en día poco aprovechables. Aun los escritos de los
plo, 15 r a 7 p; ahora bien , si se hallar a ante el dilema de esco­ más eminen tes economistas adolecen, en cierto grado , de esas
ger entre 15 r y 8 p, tal vez optara por 8 p. En ese caso cabría imperfecciones engendradas por su errónea visión del cálculo
reflejar la situación diciendo que, para el actor , 15 r vale rne­ económico.
nos que 8 p, pero más que 7 p. Este aserto es equivalen te a La moderna teoría del valor y de los precios nos permit e
aquel ot ro merced al cual pr edic ábamos que a se prefería a b ' advertir cómo la personal elección de cada uno, es decir, el que
se prefieran ciertas cosas y se rechacen otras, estruc tura los
y b a c. El sustituir 8 p en vez de a, 15 r en vez de b y 7 P en
precios de mercado en el mund o del camb io interpersonal 2.
lugar de c en modo alguno varía el pro nunciamiento ni la reali­
Estas impresionante s teoría s moderna s, en ciertos aspectos de
dad así descrita . Ello no supone que estemos empleando núme­
deta lle, no son de! todo satisfactor ias y, además, un léxico im­
ros cardinales. Cont inuamos sin poder servi rnos del cálculo
perfecto viene a veces a desfigurar su conte nido. Ahora bien,
económico ni de aquellas operaciones mentales fundadas en el
' mismo. en esencia, resultan irrefut ables. La labor de completarlas )'
mejorarlas, en aquellos aspectos que precisan de enmienda,
debe consistir en lógica reestructuración del pensamiento bási­
2. E L P AP EL QUE DE S EM P E ÑA E N LA T EORíA E l. E M ENT AL
co de sus au tores, nunca en la simple recusación de tan fe­
DEL VALO R Y LOS PR EC IO S cundos hallazgos.
E L I MAGINARIO TRU EQU E DE ME RC ANCÍ AS
Para llegar a reducir los complejos fenómenos de mercado
a la universal y simple categoría de preferir a a b, la teoría ele­
La formulaci ón de la ciencia económica por razones heurís­
mental del valor y de los precios se ve obligada a recurrir a
ticas dependió hasta tal punto de la posibilidad del cálculo que
ciertas imagina rias construcciones. Las construcciones imagina­
los anti guos economistas no llegaron a adve rt ir los decisivos
rias, sin correspondencia alguna en el mundo de la realidad ,
probl emas que el propio cálculo económ ico implicaba. Propen­
constituyen ind ispensables herramienta s del pensar . Ninguna
dían a considerar el cálculo como una cosa natural; no adve r­
otra sistemá tica perrnitenos comprender tan perfectamente la
tían que en modo alguno se trata de realidad dada, siendo por
realidad. Ahora bien, una de las cuestiones de mayor trascen­
e! cont rario resultancia de un a serie de más elementales fen ó­
dencia científica estriba en saber eludir los erro res en que se
menos que conviene distinguir. No lograron , desde luego,
puede incidi r cuando dichos modelos man éjense de modo im­
desentrañar la esencia de! mismo. Creyeron constituía categoría
prudente.
que, invariablement e, concurrla en la acción human a, sin adver­
La teorí a primera del valor y de los precios, además de a
tir que es categoría sólo inherent e a la acción practicada bajo
otro s modelos que más adela nte serán examinados ' , recur re a
específicas cond iciones. Sabían, evidentemente, que e! cambio
, La escuela histórica alemana reconocía tal reallded al proclamar que la pro­
interpcr sonal y, por tant o, e! intercambio de mercado, basado
piedad privada de los medios de producción . el intercambio de mercado ~' el dinero
en e! uso de la moneda, medio común de intercambio, y en
eran «categor ías hist óricas».
l Vid. especialmente E UGEN VQN BóIlM -U"WERK , Kaptlal liltd Kapitalzins. pa r­
los precio s, eran fenómenos típicos y exclusivos de cierta orga­

te l l. lib. 1lI .
nización económica de la sociedad , que no se dio entre las civi­

.\ Vid. inf ra P ~8s . 367·396.


lizaciones primitivas y que aún es posible desapar ezca en la

314 La Acción H um ana Evaluación sin cálculo 315

aquel qu e supone la existencia de un mercado en e! qu e sólo misión esencia l de la econo mía consistía en analizar e! cambio
habría camb io di recto . En tal planteamiento, el din ero no exis­ directo . Aparte de tal exam en , lo más q ue podía int ere sar era
te ; un os bienes y servicios son troca dos por otros bienes y ser­ e! estu dio de los problemas suscitados por la moneda «mala» .
vicios. T al modelo, sin embargo, resulta ine vit able, pues para Los econ om istas, a tenor de semejant es tesis, desentendía n­
ad vertir qu e en defin it iva son siempre cosas de! orden primero se tranqui lamente de! camb io indirecto , abo rdando de modo
las qu e se int ercam bian po r ot ras de igual índole, conviene demasiado super ficial los prob lemas monetarios, qu e conside­
exclui r del análisis e! dinero - m ero instrum ent o del camb io raban mero apéndice escasament e relacionado con sus est ud ios
interpersonal- con su pur a función in termed iaria . Sin embar­ básicos. Al filo de los siglos XIX y XX, las cuestiones de! cambio
go, como decíamos, es pr eciso guardarse de los err ore s en que
cabe fácilment e incidir al manejar el model o de referencia .
, indirect o q ueda ron relegad as a segundo plano . H abía tr atados
de econom ía que sólo de pasada abordaban la valuta; y hubo
Grave equivocación --que aún hoy en día subsiste-, pro­ tex tos sobre moneda y ban ca q ue ni siq uiera pret endían inte­
vocada por errónea interpretación ele esa imaginaria construc­ grar los temas examinados en e! conjun to de un preciso sis­
ción, fue, en este sentido , suponer qu e e! meelio de int ercamb io tema ca taláct ico . En las un iversidades anglosajo nas existían
consti tuye factor de índ ole neutral. Con arreglo a tal tesis , lo separadas cát edra s de economía, de un lado , y de mo neda y
único que diferencia e! cambi o directo del indirecto estr iba ría
banca, de otro ; y en la mayor parte de las uni ver sidades ale­
en la utilización de! di nero. La interp olación de la valuta en la
manas los problemas monet arios ni siquie ra se examinaba n ' .
transacció n para nada parecía había de afectar a las bases fun­
Con el paso del tiempo los eco nomistas advirtieron , sin embar­
damentales de la operación . No es , de sde luego , que se ignor ara
go, qu e algunos de los más tr ascendentales y abstr usos probl e­
que la historia ha registr ado profundas mut aciones en el poder
mas caral ñcricos surgía n precisament e en la esfera del cambio
adq uis it ivo de! dinero , ni tampoco q ue tales fluctuaciones pro­
indi recto , resultando por fuerza incompleta toda teoría econó­
vocaran frecuent emente graves conv ulsiones en todo el siste ma
mica q ue descuidara dicba materia. El qu e los investigadores
de intercambios. Se pensaba, sin embargo, q ue dichos Icn órnc­
nos constituían supues tos excepcionales, prov ocado s pOI" medi ­ comenzaran a pr eocuparse por temas tales co mo el de la pro ­
das inoportunas.s ólo la moneda «mala» podí a da r lugar a simi­ porcionalidad entre el «tipo natur al» y el «tipo moneta rio » de
lares desarreglos. Ello, desgraciadam ent e , suponía incid ir en el int erés; e! q ue se concediera cada vez mayor impor tancia a la
error , tanto al abord ar las causas como los efectos de dichas teoría dineraria del ciclo económico y el que se rechaza ran ya
fluc tuaciones. Cre lase, tácitamente, q ue los cambios del poder por doquier las doctrinas que suponían la simu ltaneidad y la
uniformidad de las mu tacion es registradas por la capacidad
adquisitivo de la moneda afectaban, por igua l y al mismo tiem­
po, a los precios de todos los bienes y servicios; e! mit o de la I Es indudable que influe ncias ll~ índole política conrribu vcron a que se des­
neu tralidad económica de! dinero aboca , ind udablemente, a tal cuidara el examen de los probl emas atinentes al cnmlno indirecto. N'u querían las
conclusión. Lleg óse, en este sentido, a suponer q ue cabía estruc­ gentes abandonar aquellas tesis según las ma les las crisis cons tituyen mal típico
del sistema capitalista de producción; resisrlansc a admitir ( 11Il' tales percances eran
tura r la ciencia cata láctica ente ra sobre e! cambio directo. Una fruto exclusivo de Jos manejos de esos bien conocidos arbi tristas que pretenden
vez lograd o esto, bastaría, para completar el siste ma, con rebaja,' la tasa de l interés mediante la expasión credi ticia. 1 .('J ~ catcd r ñricos de eco­
«simplemente insertar» los concep tos di nerarios en los corres­ nomía más de moda consideraban «poco cienrffico» explicar 1:1 depresión ce rno
pondientes teoremas. A tal dineraria complerncntación dábase fen ómeno provocado «exclusivamente» por acaecimientos ocur ridos en In esfera del
dinero y del crédito . Hubo incluso quienes estudiaron lo historia de los ciclos sin
escasa trascend encia, pues parecía que no ha bría de va riar sus­ aludir siquiera a las cuestiones monetarias. Vb .5C, por ejemplo, ' ERNE5T VQN
tancia lment e ninguno de los eonceptos fundame ntales y la BER GMA NN, Gescbícbtc der nationaliieon-vmiscbcn Kriserubeoríon, Stut tgart, 1895.
316 La Acción Humana Evaluación sin cálculo 317

adquisitiva de! dinero , todo ello evidenciaba bien a las claras ser objeto de comprensión mental mediante los números car­
que había aparecido un a nueva tendencia en e! pensamiento dinales.
económico. Esas nuevas ideas no suponían otra cosa, desde Hallábase, sin embargo, tan arraigada aquella errónea idea
luego, que e! continuar la obra glor iosamente iniciada por según la cual no s610 result aban mensurables los valores, sino
David Hume , la escuela monetaria inglesa, John Stuart Mill que eran, además, efectivamente medido s, al concertarse toda
y Cairnes. económica t ransacción , que incluso eminentes economistas in­
Aún más pern icioso fue un segundo error , igualmente pro­ cidieron en la aludida falacia. Friedrich van Wi eser e l rvin g
vocado por e! poco riguroso manejo de aquella imaginaria Fisher, por ejemplo, admitían la pos ibilidad de medir e! valor,
construcción que limítase a contemplar un mercado que sólo correspondiendo, en su opin ión , a la economía exp licar cómo
conoce e! cambio dir ecto. se practica la aludida medición s. Los economistas de segunda
En efecto, inveterada y grave equivocación era e! suponer fila, por Ip general, sin dar mayor trascendencia al asunto , tran­
que los bienes o servicios objeto de intercambio habían de qui!ament e suponían que e! dinero servía para «medir e!
tener entre sí e! mismo valor. Considerábase e! valor como una valor».
cualidad objetiva, intrínseca, inherent e a las cosas, sin advertir Conviene ahora recordar que el valorar no significa más
que e! valor no es más que e! mero refle jo de! ansia con que el que preferir a a b y que sólo existe - lógica, epistemológica,
sujeto aspira al bien que le apetece . Suponíase que, mediante psicológica y praxeológicament e hablando - una forma de pre­
un acto de medición , las gentes establecían e! valor de los bie­ ferir. En este orden de ideas, la misma significación tienen e!
nes y servicios, procediendo luego a intercambiarlos por otros enamorado que prefiere una mujer a las demás, la persona que
bienes y servicios de igual valor. Esta falsa base de partida hizo prefiere un cierto amigo a los rest antes, e! coleccionista que
estéril e! pensamien to económico de Arist óte les, así como e! prefiere de terminado cuadro y e! consumidor que prefiere e!
de todos aquellos que, dur ante casi dos mil años , tenían por pan a las golosinas. En definitiva, prefer ir equivale siempre a
definitivas las ideas aristotélicas. Per turbó gravemente la gran querer o desear a más que b. Por lo mismo que no cabe ponde­
ob ra de los economistas clásicos y vino a priva r de todo interés rar ni medir la atracción sexual, la amistad, la simpatía o el
científico los trabajos de sus sucesores, en especial los de Marx placer estético, tampoco resulta posible calcular numéricament e
y las escuelas marxistas. La economía moderna, por e! cont ra­ e! valor de los bienes. Cuando alguien intercamb ia dos libras
rio, se basa en la cognici6n de que surge el trueq ue precisa­ de mant equill a por una camisa, lo m ás que de dicho acto cabe
ment e a causa de! dispar valor atr ibuido por las partes a los predicar es que el actor -en e! momento de convenir la tran­
objetos intercambiados. Las gentes compra n y venden , única y sacción y en las específicas circunstancias de aquel instante-e­
exclusivamente, por cuanto valoran en menos lo que dan que prefiere una camisa a dos libras de mantequilla. En cada acto
lo que reciben. De ahí que sea vano todo intento de medir e! de preferir, desde Juego, es dispar In intensidad psíquica del
valor. Ni precede ni acompaña al intercambio proceso alguno sub jet ivo sentimiento en que el mismo se basa. El ansia por
que impliqu e tasar ni ponderar . Si un ind ividuo atri buye e! alcanzar un cierto fin puede ser mayor o menor; la vehemencia
mismo valor a dos cosas, no tiene por qué intercambiar la un a del deseo predet ermin a la cuantía de ese beneficio o provecho,
por la otra. Ahora bien , si son diversamente valoradas , lo más , Un análisis crítica y una refutación del argumento de Fishcr hállase en M ISES.
que cabe afirmar es que una de ellas, a, se valora en más, es The Theory o/ Money And Credít, trad. inglesa por H . E. Batson, págs. 42.44.
decir , se prefiere a b. El valor y las valuaciones constituyen Londres, 1934. En el mismo sentido, por lo que respecta al argumento de Wieser,
expresiones intensivas, no extensivas. De ahí que no puedan vid. MISES, Na/ionalOkonomie, pdgs. 192·194 , Ginebra, 1940 .
318 La Acción Humana Evaluaci6n sin cálculo 319

de orden psíquico, que la acción, cuando es idónea para provo ­ de un mercado .donde efe ctivamente se contraten los medios de
car el efecto apetecido, proporciona al individuo que actúa. Las producci ón,
cuantías psíquicas, sin embargo, sólo cabe sent irlas. Son de ín­ Constituyó, desde luego, torpeza de graves consecuencias el
dole estrictamente persona l y no es posible, por medios semán­ que los economistas no advirtieran la sustancial diferencia ex is­

ticos, expresar su int ensidad ni informar a nadie acerca de su rente en tre la economía de mercado y cualquier otra economía que
íntima condición. carezca del mismo . Los soc ialistas son, empero, los últimos que
No cabe arb itr ar unidad alguna de valor. Conviene, a este pued en quejarse del error en cues tión, pues precisamente por inci­
respecto, recordar que nunca tienen el mismo valor dos idén­ dir en él, admitían los economistas, sin bien darse cuenta, la posi ­
ticas porciones de un ciert o conjunto de bienes. El que el hom­ bilidad del cálculo econ ómico bajo un orden socialista, procla­
bre atribuye a la porción n es siempre inferior al de la por­ mando de esta suert e la admisibilidad de una plasmaci6n práctica
ción n-l. de los planes marxistas.
En el mercado aparecen los precios monetari os. El cálculo Los econ omi st as clásicos y sus inmediatos continuadores, ev i­
económico se efectúa a base de los mismos. Las diversas canti­ dentc mcnre , no podían percatarse de los problemas que plantea el
dades de bienes y servicios pueden ser tomadas en conside ra­ cálculo econó mico . Si se admite como cier to que el valor de las
ción, al calcular, teniendo en cuenta las sumas dineraria s por cosas depende de la cantidad de trabajo requer ido para la pro­
ducción o reproducción de las mismas, ninguna cuestión suscita el
las cuales han sido compradas y vendidas en el mercado o po­
drían serlo. Es erróneo supo ner pueda calcular ni· el ind ividuo cálculo econó mico . A qu ienes creían en la teoría laboral del valor,
difícil es responsabilizar de no haberse percatado de los proble­
autárquico y aislado, ni el director de la república socialista,
mas inherentes al socialismo . Sus equivocadas doctrinas sobre el
dond e no existe un mercado para los factores de producción .
valor les impedlan ver el problema. Ninguna de 1<1 5 ideas básicas
Ninguna fórmu la permit e, parti endo del cálculo monetario, t í­
en que dichos pe nsado re s fundamenrab an la ciencia económica
pico de la economía de mercado, Ilegal' a calcular en un sistema
era pre ciso contradecir para concluir -c-scgún algunos de dichos
económico donde el mercado no exista.
teóricos supusiero n-e- que la imaginaria construcción de una ceo­
nomía socialista cons t ituín mod elo que podía ser llevado a la
LA T EORIA DEL VALOR Y EL SOC IALIS MO práctica y lJUC había de revolucionar la ex istente . organización
social. Para la cam l áctica sub je tiva, sin embargo. la cosa presen ­
Los socialistas, así como los inst itu cion alisms y también los taba un cariz totalmente contrario; y, tras los descubrimientos de
partidarios de la escuela histórica, echan en cara a Jos economistas dicha escuela. resulta hoy en día incomprensible e imperdonable
la tendencia de ésto s a recurrir en sus análisis a la imaginaria que la mayoría de los economistas modernos no lleguen a captar
construcción del individuo que, aislado, piensa y actúa. Ese ima­ la esencia del problema.
ginario Robinson - afirman- de nada sirve cuando se trata de Razón tenía Wieser cuando, en cierta ocasión, decía que mu ­
analizar los problemas que en una economía de mercado se sus­ chos econo mistas se habían dedicado al estudio de la teo ría co mu­
citan. Tal censura, en cierto grado, resulta justificada. El imagi­ nista del valor olvidándose de formular la teoría del valor co­
nario planteamient o del individuo aislado , así como el de una rrespondiente a nuestra propia organización social 6. Lo incorn­
economía racionalmente ordenada, carente, no obstante, de rner­ prensible es que W ieser, por su parte, incid iera en el mismo erro r.
cado, sólo cobra interés científico si se admite aquella idea ---que
pugna con la realidad y resulta l ógicamente contradictor ia- se­ • Vid. FRIEDRlcn VON WIE SER, Der natiírlicbe 'Verl , pág. 60, nú m . 3.
gún la cual cabe el cálculo económico en un orden desprovisto Viena, 1889.
La Acci6n H umana Evaluación sin "tÍlruIn
_. 32 1
320

Aquella falacia según la cual cabe un a racional gest ión eco­ cias al progreso de las ciencias naturales, perfeccion6se la tec­
n ómica dent ro de un orden social basado en la propiedad pública nología ; y no importa qu e, a los efec tos examinados, invirta mos
de los medios de producción. s610 al amparo de la defectuosa e! aserto, como a algunos agrada, y digamos qu e e! deseo de
teoría del valor de los economistas clásicos pudo tomar cuerpo , mejorar los diversos mét odos tecnol ógicos impuls ó e! progreso
y, si hoy en día aú n perdura, ello es puramente en razón a 1:1 inca­ de las ciencias naturales. La índole cuantita tiva de las ciencias
pacidad de muchos estud iosos para apre hender el teorema funda­ naturales dio lugar a que también la tecnología fuera cuantita­
mental de la teo ría subjetiva y advertir las consecue ncias que del tiva . Las mod ern as técnicas, en definitiva, cons isten en conoci­
mismo derivan. Conviene, por tanto, dejar bien sentado que las mientos pr ácticos, al amp aro de los cua les preténd ese pre decir
utopí as socialisrns nacieron y pr osperaron precisamente al amparo de modo cuantitativo el resultado de la acci ón. La gente calcula,
de las deficiencias de aquellas escuelas de pen sa miento que los con bastante precisi ón, según las div ersas técnicas, e! efecto qu e
marxistas más vilipendian por suponer constituyen «ideológico la contemplada actuaci ón ha de provocar, as! como la posibili­
disfraz de los egoístas intereses de la explotadora clase bu rguesa» . dad de ori entar la acci ón de tal suerte que pu eda engendra r e!
La verdad es que sólo gracias a los errores en que tales denigra­ fruto ape tecido .
dos pensadores incidieran pudieron medrar las ideas socialistas. La ilustraci ón técnica, sin emba rgo, bastaríale al hombre
Evidencia lo anterior la vacuidad canto del pensamiento marxi st a para calcul ar, únicamen te si tod os los medios de producción
atinente a las «ideolog ías» como de la moderna descendencia de - tanto materi ales como humanos- fueran plenam ente sust i­
aquel ideario, la llamada «sociología del conocimiento» ", tuibles entre ellos mismos, con arreglo a determinada prop or­
cionalidad , o si cada factor de pr oducci ón fuera abso lutamente
específico. En e! primer caso , los medios de producción , tod os
3. EL PRO B LEMA DE L CÁ LC ULO ECONÓ MICO
y cada un o, con arreglo, evidentemente , a un a cier ta propor­
cionalidad cuantita tiva, resulta ría n id óneos para alcanzar cual­
Los hombr es, amparándose en los conocimientos qu e las quiera de los fines qu e pudiera el hombre apetecer; tal plan­
ciencias naturales les brindan , elaboran la tecnología, es decir , teamien to equivaldría a la ex istencia de una sola clase de me­
la ciencia aplicada qu e les ilustra acerca de las diversas actua­ dios, es decir, un solo tipo de bienes del orden superior. En
ciones posibles en e! mundo externo. La tecnologfa nos d ice qué e! segundo supuesto, cada uno de los existentes medios ser viría
cosas, si las desea mos, pueden ser conseguidas ; y también nos únicamente para la con secución de un determ inado fin; en tal
inform a acerca de cómo habremos de proce der al efec to . G ra­ caso, las gentes atri buirían al conjunto de factores complemen­
tarios, necesarios para la producción de un bien de! orden pri­
.. El término ..ideol ogía.. tiene diversas acepciones . (Mises generalmente iJ uti­ mero , idént ico valor al asignado a este últ imo . (Pasamos po r
liza como conjunto de conocimientos en torno a especffico problema.I Pe ro, e n el
alto, de mome nto, la influencia de! factor tiempo ). Lo cier to,
sentido peyorativo que los marxistas lo emplean, eq uivale a torpe razonamiento
cuya propia /dudad auspicia los intereses clasistas de quienes propalan la ide% .~ía sin embargo, es que ninguno de los dos conte mplados plantea­
correspondiente. Sólo en el futuro estado socialista sin clases cabrá llegar al pleno mientos dase en este mund o real, en el que e! hombre actú a.
conocimiento , inmune a ideológicas desviacio nes . En este sentido la germánica Los medi os econ ómicos qu e manejamos pueden ser sustitui dos
escuda de la «sociología del conoci miento» {Kerl Mannheim, 1893· 1947 , Y Max unos por otros, pero s610 en cierto grado ; es decir, para la con­
Schele r, 1874· 1928 ), intentando salvar la lógica marxista, aseguró, a lo largo de secuci6n de los diverso s fines apetecidos, los medios son más
los años veinte, que 0010 cabía escuchar a tos intelectuales 110 ini ícionodos por
«iniluencíes ideológicas». Pero, ¿romo) no o bstante , sin apelar a la razón, distinguir
bien esp ecíficos. No resultan , sin embargo, en su mayoría, abso­
los estudiosos sanos de los con taminados ? (N, del T.J lutamente específicos, ya qu e muchos son id óneos para pro­
21
La Acción H umalltl Evaluación sin cálculo 323
322

vocar efectos diverso s. El que existan distinta s clases de me­ brir del modo más cumplido -es decír, de la manera más eco­
dios, o sea, que algunos, para' la consecución de ciertos fines, nómica- sus múltiples necesidades. Pero lo malo es que la
result en los más oportunos, no siendo tan convenientes cuando tecnología no nos ilustra más que de las relaciones de causali­
se trata de otros objetivos y hasta de que nada sirvan cuando se dad existentes entre los diversos factores del mundo externo.
pretende provocar terceros efectos, hace imperativo ordenar En este sen tido puede decirnos, por ejemplo, qu e 7 a + 3b +
y admini strar el uso de cada uno de ellos. Es decir, e! que los + 5 e + ... + X Il producirán 8 p. Ahora bien, aun dando
distintos medios tengan dispares utili zaciones obliga al hombre por conocido el valor que el hombre, al actuar , pueda atribuir
a dedicar cada uno a aquel cometido para el cual resulte más a los diversos bienes del orden primero, los métodos teenoló­
idóneo. En este terr eno, de nada sirve el cálculo en especie que gicos no brindan información alguna acerca de cuál sea, entre
la tecnología maneja; porque la tecnología opera con cosas y la variedad infinita de fórmulas posibles, el procedimiento que
fenómenos materiales que pueden ser objeto de ponderación mejor permita conseguirlos, es decir, que más cumplidamente
o medida y conoce la relación de causa a efecto existente en tre permita conquistar los objetivos que las gentes ambicionan.
dichas realidades. En cambio, información ninguna brí nda nnos Los tra tados de ingeniería nos dirán , por ejemplo, cómo haya
las diversas técnicas acerca de la específica trascendencia que de con srrui rse un puent e, de determinada capacidad de carga,
para el hombre tenga cada uno de esto s diversos medios. La entre dos puntos preestablecidos; pero lo que aquélla jamás
tecnología no nos habla m ás que de! valor en uso objetivo. podrá resolver es si la construcción del aludido puente no
Aborda los problemas como pud iera hacerlo un imparc ial ob­ aparrará mano de ohra y factores materiales dc producción de
servador que contemp lara simplemente fenómenos físicos, quí­ otras aplicaciones de más urgent e necesidad. Nunca nos acla­
micos o biológicos. Nun ca se enfrenta con las cuestiones ati­ rará si, en definitiva, conviene o no constru ir el puente: d ónde
nen tes al valor en uso subje tivo, es dccir, COll el problema deba, concretame n te, tenderse; qué capacidad de carga haya de
human o por excelencia; no se plantea , por eso, los dilemas que darse al mismo y cuál sea, entre los múltiples sistemas de cons­
e! hombre , al actuar, [orzosamcnte ha de resolver. O lvida la trucción , el que m ás convenga adopt ar. El cómputo tecnológico
fundamental cuest ión económica, la de decidir en qué cometi­ permite comparar ent re sí medios diversos sólo en tant o en
dos conviene emplear mejor los medios existentes, al objeto cuanto, para la consecución de un determinado fin, pueden sus­
de que no quede insatisfecha ninguna necesidad más urgente­ tituirse los unos por los ot ros. Pero la acción humana se ve
ment e sentida por habe r sido aquéllos invert idos -es decir, constreñ ida a comparar ent re sí todos los medios, por dispares
malgastados- en atender otra de menor interés. Para resolver que sean , y, además, con independencia de si pueden ser inter­
tales incógnitas, de nada sirve la técnica, con sus conocidos cambiados entre sí en relación con la p rest aci ón de específico
sistemas de cálculo y medida. Porque la tecnologfa nos ilustra servicio.
acerca de cómo deben ser empleados uno s determinados bienes, De poco le servirían al homb re, cuando actúa, la tecnología
que pueden comb inarse con arreglo a distintas fórmulas para y sus enseñanzas, si no pudiera complement ar los planes y pro ­
provocar cierto efecto, así como de los diversos medios a que yectos técnicos injertando en ellos los precios monetarios de
cabe recurrir para alcanzar un fin apetecido, pero jamás indica los distintos bienes y servicios. Los documentados estudios
cuál sea el procedimient o específico al que el hombre, ent re ingenieri les no tendrían más que interés purame nte teórico si
los múlt iples que permiten la consecución del deseado objetivo , no existiera común unidad que permitiera comparar costos y
deba recurrir. Al individuo que actúa lo que le interesa saber rendimien tos. El altivo investigador, encerrado en la torre de
es cómo ha de emplear los disponibles medios en orden a cu- marfil de su laboratorio, desdeña esta clase de minucias ; él se
326 La Acci6n Humana 1Ovaiuaci6n sin cálculo 327

gados a repudiar la suposición de que hay cosas invariables posibilidad de estructurar una «ciencia económica de índole
--que puedan servir de unidades de medida- en e! universo cuanti tativa»; de momento, tan sólo interesa contemplar los
cósmico. Pero aun de suceder así, no por ello dejará de valer procesos mentales del hombre cuando, para ordenar su conduc­
la medición de los fenómenos en e! campo de la física macros­ ta, toma en cuenta consideraciones de orden cuantitativo. Por
cópica o molar . Por lo que a la física microscópica atañe, parq cuanto la acción pretende invariablemente estructura r situa­
medir se recurre igualmente a escalas graduadas, micrómetros, ciones futuras, el c álcul o económico también mira siempre
espectrógrafos y, en definit iva, a los poco precisos sent idos hacia el futu ro. Si, a veces, se interesa por las circunstancias y
humanos de! propio observador o experimentador, e! cual es los precios de ayer, es sólo para orien tar mejor la acción que
invariablemente de condición molar 7. No puede nunca la me­ apunta al mañana.
dición salirse de la geometría euclidiana ni servirse de inva­ Mediante el cálculo económico, 10 q ue el hombre pre tende
riables patrones o módulos. es ponderar los efectos provocados por la acción, contrastando
Existen unidades monetarias y también existen unid ades costos y rendimientos. A través del cálculo económico, o bien
que físicamente permiten medir los diversos bienes económicos se efect úa una estimación de cuál será el resultado de la fu­
y la mayor parte -aunque no todos- los servicios que pue­ tura actuación, ° bien se cifran las consecuencias ele la acción
den ser objeto de compraventa. Las relaciones de intercambio ya practicada. No es sólo did áctico interés el que tiene este
--entre e! dinero y las restantes mercancías que nos intere­ último cálculo. Mediante el mismo cabe, en efecto, determ inar
san- hállanse, sin embargo, en perma nente mutación . Nada qué proporción ele los hienes producidos puede ser consumida
hay en ellas que sea constante. Resístense a mediación alguna sin perjudicar la futura capacidad ele producción. Con esas mi­
por ' no constituir «datos» en e! sentido en que la física emplea ras precisamente fueron estructurados los concep tos Iunda rncn­
e! vocablo cuando proclama, por ejemplo, el peso de una ciert a tales del cálculo económico; es decir, los conceptos de capita l
cantidad de cobre. Son en realidad hechos históricos, que sim­ y rent a, de pérdida y ganancia, de consumo y ahorro , de costos
plemente reflejan lo que, en cierta ocasión y momento, bajo y rendimientos. La utilización práctica de esos repetid os con­
específicas circunst ancias, aconteció. Un determinado tipo de ceptos y de las ideas de los mismos derivadas sólo, sin embargo,
intercambio puede volver a registr arse, pero no hay cert idum­ es posible en el marco del mercado, donde, contra un medio de
bre alguna de que así suceda. Aun cuando efectivamente reapa­ intercambio generalmente aceptado, es decir , contra dinero,
rezca, no es posible asegura r si fue ello fruto de las circunstan­ cabe contratar bienes y servicios económicos de toda condición .
cias que ayer lo provocaron , por haber las mismas reaparecido, Resultarían puramente académicas y carentes de interés prác­
o si viene a ser la resultante de una nueva y tota lmente distint a tico aquellas expresiones en una sociedad de estruct ura econó­
constelación de fuerzas. Las cifras que e! hombre, al actuar, mica diferente.
maneja en e! cálculo económico, no se refieren a medición al­
guna; aluden, por e! contra rio, a Jos tipos de int ercamb io que
el int eresado -basándose en la comprensión históric a- su­
pone registrará o no e! futu ro mercado. Esos precios de maña­
na, los únicos que interesan al hombre cuando actúa, constitu­
yen e! fund amento en que se ampara toda acción hum ana.
No se pretende examinar ahora el problema referente a la
, Vid. A E DDINGTO N, Tbe Philosophy o/ Pbysicaí Scíence, páss. 70-79, 168-169.
C A P ITULO XII

El ámbito ,del. cálculo

economtco

1. EL S IGNIF ICADO

DE LAS E XP RESIONES MONETAR I AS

El cálculo económico abarca cuanto por dinero cabe


adquirir.
Los precios de bienes y servicios, o bien son da lOS históri­
cos que reflejan pasados acontecimientos, o bien suponen pre­
visión de posibles eventos futuros . En e! primer caso, los pre­
cios nos informan de que, en cierto momento, uno o más actos
de trueque interpersonal fueron practicados al tipo de cambio
en cuestión. En cambio, ninguna ilustración nos brindan, de
modo inmediat o, acerca de los precios futu ros. Cabe, desde
luego, en la práctica, frecuentemente, presumir que aquellas
circunstancias mercantiles que ayer provocaro n la aparición de
determinados precios subsistirán dura nte un cierto período,
siendo por tanto improbable registren brusca oscilación las alu­
didas tasas de intercambio monetario. Tales suposiciones re­
sultan procedentes cuando los precios son consecuencia de la
recíproca actuación de múltiples personas dispuestas , respecti­
vamente, a comprar y a vender tan pro nto como .aq u éllos les
parecen interesantes, siendo improbable la aparición de circuns­
tancias de tipo accidenta l o extraor dinario. Por medio de! cál­
culo económico, sin embargo, lo que fundamentalmente se pre­
tende no es ponderar situaciones y precios de mercado de es­
casa o ninguna variabilidad, sino abordar el cambio y la muta­
ción. El hombre, al actuar, desea, o bien acomodarse a muta­
ciones que prevé van a producirse sin intervención suya, o bien
330 La Acci61l Humana El ámbito del célculo econ ámico 331

provocar cambios por sí mismo . Los precios de! pasado , para mon tante del activo neto , creando unos márgenes de seguridad
e! sujeto, son me ros datos, de los cuales parte , en efecto , pero que imp idan al comerciante retirar de la empresa, a titulo de
sólo para mejor anticipar los fut uros. beneficio, sumas excesivas, vedando a aqu ellas firma s que pue­
Quienes culti van la histor ia o la estadística fíjan se ún ica dan hallarse en difíci l situación proseguir operaciones pos ible­
ment e en los precio s de! ayer. El ho mbre , al actuar, sin em­ mente malbaratadoras de fond os ya compromet idos con te rce­
bargo, centra su int erés en los precio s del futu ro, pudiendo tal ros. Las leyes fiscales, a la inver sa, propend en a calificar de
fut uro exclusivamente contraerse a la hora, al día o al mes que, beneficios sumas que, en buena técnica, tal consideración no
de inmed iato, va a seguir. Los precios de! pasado son sólo merecerían ; procuran, con ello, incremen tar las cargas tribu ta­
signos indicadores que el sujeto contempla pam mejor prever rias sin elevar oficia lmente Jos tipos contributivos. Co nviene,
los del mañan a. Inter ésan lc Jos pr ecios qu e luego han de regis­ por ta nto , no confundir el cálcu lo económico que el empresario
trarse para prever el resultado de sus proyectadas actuacion es, practica. al planear futura s op eraci ones, con ese escriturario
así com o para cifrar la pérdida o la ganancia derivada de pasadas reflejo de las tr ansaccione s mercantiles mediante el cual lo qu e
transacciones . se bu sca, en realidad , son ob jetivos hab ilidosame nrc solapados.
Los balances y las cuentas de pérdidas y ganancias reflej an Una cosa es el cálcu lo económ ico y otra d istinta la deter mina ­
e! resultado de actuaciones otrora practicadas a tra vés de la ción de las carga s fiscales. Si la ley, al gra var, por ejemplo. la
diferencia dineraria qu e exista entre el acti vo neto (activo total ser vid umbre dom éstica del cont ribuyente, es tablece que un
menos pasivo tot al) de! primero y de! últim o día del ejercicio, criado ha de compu tar se como dos donce llas, nadie pretender á
es decir , el saldo resultante, una vez deducidos los costos de da r a tal asimilación otro signifi cado qu e no sea e! puramente
los rendimientos por todos conceptos. Pero forzoso es tra­ fiscal. En este mismo sentido las disposicion es q ue gravan las
duc ir. en dicho s est ados , las partidas del act ivo y de! pasivo , transmisiones mortis causa establecen qu e los títulos mobilia­
salvo la de caja, a su equivalente mon etario. Las rúbricas en rio s hab rán de valorarse según la cotizaci ón burs átil de los mis­
cuestión deberían ser cifradas con ar reglo a los precios que mos en la fecha de In defunci ón del causante. Ta les nor mas no
se suponga hayan de registrar en el próx imo futuro los bienes hacen más qu e formu lar específico siste ma para liquidar el
de referencia o , soh re todo, tratándose de instrumentos de impu esto cor res pondient e.
producción, a tenor de los precios a que previsiblement e será En un a con tab ilidad bien llevada es plena la exactitud ari t­
posible vender las mercancías producidas por su medio . Los mét ica de las cifras mane jad as. Impresio na el deta lle de los co­
usos mercantiles, las dis posiciones legales y las norma s fiscales, rre spondientes estados: lo cua l, unido a la comp roba da ausencia
sin embargo, han hecho que los métodos actuariales no con íor­ de tod o erro r ma terial, hace presumir a las gentes la absoluta
rnen plenamente con esos correc tos principios tendent es a lo­ veracidad de los datos consignado s. Lo cierto , sin emba rgo , es
grar la máxima correspondencia posible en tre las cifra s con ta­ que las fundament ales partida s de los b alances no son más que
bilizadas y la rea lidad . Son otros los objetivos qu e se pretende especulativas previ siones de realidades que se supo ne registra­
aleanzar, razón por la que la exactitud de los correspondientes rá mañ ana el mer cado. G rave erro r impl ica el equiparar los
bala nces y cuentas de result ados, hasta cierto punto , se des­ asientos de una rúbrica contable a las cifras de un es tudio téc­
precia. La legislación mercant il, en efecto, aspira a que la con ­ nico . como , por ejemplo, las consignad as en el proyecto de una
tab ilidad sirva de protección a los acreed ores ; tiende, conse­ máquina. El ingeni ero - por lo que se refiere al aspecto pura­
cuentemen te, a valorar los activos por debajo de su verdadero men te técnico de su función- utili za expresiones num éricas,
importe, para reducir tanto los beneficios líquidos como el deducidas siguiendo los mét od os de las ciencias exp erimenta les;
332 LA Acción Humana El ámbito del cálculo económico 333

el hombre de negocios, al contrario , no tiene más remedio qu e que e! int eresado supone aparecerán en e! futuro . Porqu e, para
man ejar sumas cuya cuantía depe nde rá de la futura conducta ello , preciso es disponer de un método de cálculo y el cálculo
de las gentes , cifras qu e sólo mediante la comprensión puede presupone la posibilid ad de maneja r común den ominador apli­
llegar a establecer . E l problema capital de balances y cuentas cab le a la totalidad de las magnitudes computadas. Y es el di­
de pérdidas y ganancias es el referente al modo de valorar aque­ nero ese común denominado r de! cálculo económico.
llas rúbricas del activo y del pasivo que no son típicas de nume­
rario. De ahí qu e dichos estados hayan siempre de conside rarse
hasta cierto punto provisionales. Reflejan, con la exactitud 2. Lo s L í MIT ES DE L CÁLCULO ECONÓ MI CO
posible, cierta realidad económica en determin ado instante,
arbitrariamente elegido, mientras el devenir de la acción y la Q ueda excluido del cálculo económico todo aquello que no
vida pr osigue. Cabe inmovilizar, en un balance , la situación de cabe , por din ero, ni comprar ni vend er .
específico negocio; ahor a bien, no es posible hacer lo mismo H ay cosas qu e no resultan intercambiables por dinero; e!
con el tota l sistema de producción social, en permanente cam­ disfrut arl as exige incur rir en dispares costos . Las grandes haza­
bio y evolució n. Es más: ni siquiera las cuentas de num erario, ñas, por ejemplo , supusieron siempre la utilización de medios
ya sean de activo o pasivo, h állanse exentas de esa indetermi ­ muy dive rsos, sólo algunos de los cuales podían ser adquiridos
nación típica de toda rúbric a cont ab le, pues el valor de las mis­ por din ero. Los principales factores, ineludibles para la reali­
mas depende, igual que el de todas las demás cuentas, de las zación de tales empresas, no cabía, desde luego, comprarlos en
futuras circunstancias del mercado. Aq uella engañosa exactitud e! mercado. El honor, la virtud, la gloria, así como el vigor fí­
sico, la salud y la vida misma, constitu yen, en la esfera de la
aritmética de las cifras y los asientos conta bles no debe hacernos
acción, a la vez, medios y fines; no es posible ponderar tales
olvidar la índole inciert a y especulativa de los correspondientes
realidades mediante el c álculo econó mico.
dat os y de cuantos cálculos con ellos se practican .
Ha y cosas, como decíamos, que no cabe valorar en din ero ;
La certeza de lo an terior en modo alguno supone negar la
existen otras qu e sólo una part e de las mismas puede ser cifrada
procedencia y utilidad del cálcu lo económico. El actu al cálculo
en términos mon etarios. Al justipreciar un ed ificio antiguo, al­
económico, en su típica esfera, es idón eo. Reforma ni modifi­ gunos p rescinde n de sus condic iones artísticas o de su interés
cación alguna podría n, en la práctica, mejorar lo. O frece al hom ­ histórico si tales circunstanc ias no constituyen fuente de ingre­
bre que actúa cuantos servicios de la computación numérica sos dinerarios o materiales. Todas aq uellas circuns tancias qu e
cabe derivar . No nos perm ite, desde luego, conocer e! futuro ; sólo a un determ inado indi viduo conmueven, sin inducir a los
ni cabe a su amparo soslayar la índole siempre especulativa de demás a incur rir en sacrificios económ icos para conseguirlas,
la acción . Ta l realidad sólo sorprenderá a quienes no desean ad­ queda n por fuerza excluidas del ámbito del cálculo.
vert ir qu e la vida nunca será rígida ni estát ica, a quienes qu i­ Lo dicho , sin embargo, en modo alguno empece la utilidad
sieran olvidar que nuestro mundo hállase inmerso en perm a­ del cálculo económico . Cuantas cosas caen fuera de él o son
nente devenir y que el hombre jamás llegará a conocer lo que fines en sí mismos , o son b ienes del ord en primero . I nnecesario
mañana le aguarda . deviene, entonces , el cálculo para apreciar su valor e interés.
No sirve, evidentemente, el cálculo económico para infor­ Bástale al hombre que actúa el comp arar dich os bienes con los
marno s acerca de desconocidas circuns tancias. Pero , en cam­ costos qu e su consecución requiera para decidir si, en definí­
bio, ampar ándose en él, logra e! hombre orienta rse para actuar t iva , inter ésanle o no. Un Ayuntamiento, por ejemplo, se ve en
de! modo que mejor le permi tirá atende r aquellas necesidad es el caso de optar ent re dos proyectos de traíd a de aguas ; supo n­
334 La Accl án Humana El ámbito del cálculo econámlco 335

gamos que e! primero exige der ribar cierto edificio histórico, funcionarios venales. In exacto resulta decir que la honra dez
mient ras que e! segund o, de mayor costo, permite evita r dicha «no paga». La honradez «paga» a quien subjetivame nte va­
destrucción . Pues bien, aun cuando no es posible valorar en lora en más el atene rse a ciertos pr incipios que las ventajas
cifras monetarias aquellos sent imien tos que abogan por la con­ que tal vez pud iera derivar de no seguir dichas normas.
servación de! monum ento, los ediles, a no dudar , sabrá n fácil­ Hay un segundo grupo de críticos cuyos componentes no
mente resolver el dilema. Tales valores que no pueden ser advierten que el cálculo económico es un método que ún ica­
objeto de ponderación dineraria, por esa misma circunstancia, mente pueden emplear quienes viven bajo un orden social ba­
asumen una peculiar present ación que incluso facilita las deci­ sado en la división de! trabajo y en la propiedad privada de
siones a tomar. Carece de todo fund amento el lamentar qu eden los medios de producción . Sólo a esos privilegiados mortales cá­
fuera del ámbito del cálculo económico los bienes que no pue­ be!es beneficiarse del sistema. Permite éste, desde luego, calcu­
den ser comprados ni vendidos, pues no por eIJo se perturba lar e! beneficio o provecho del particu lar, pero nunca cabe, a su
la valoración de circunstancias morales o estéticas. amparo, ponderar el «bienestar social» , Ello implica que, para
En la actualidad, la más ruda crít ica vilipendia el dinero, el cálculo, los precios de! mercado constituyen hechos dados
los pr ecios monetarios, las tra nsacciones mercantiles, así como irreductibles. De nada tampoco sirve el c álculo económico
e! cálculo económico basado en tales conceptos. Locuaces ser­ cuando los planes conte mplados no pretenden conformar con
moneadores acusan al mundo occidental de ser una civilización la demanda libreme nte expresada por los consumidores, sino
de traficantes y mercaderes . Aliase al fariseísmo con la vanidad con las arbitrarias valoraciones de un ent e dictato rial, rector
y e! resentimiento para atacar esa denostada «filosofía de! d é­ único de la economía nacional o mund ial. Menos aún puede
lar» que se supone típica de nuestra época . Insanos refo rmado­ ampara rse en el cálculo quie n pretenda enjuiciar las diversas
res, neurót icos escritores y ambiciosos demagogos despo trican actuaciones con arreglo al - totalmen te imaginario- «valor
contra la «racionalidad », complaciéndose en predicar e! evan­ social» de las mismas, es decir , desde e! pun to de vista de la
gelio de lo «irracional». Para tan indiscretos charlatanes, el «sociedad en su conjunto» , vilipendiando el libre proceder de
dinero y e! cálculo constituyen fuente de los m ás graves males. las gentes a base de cont rastarlo con el que prevalecería bajo
Pero conviene, a este respecto, ante todo, destacar que e! haber­ un imaginario sistema socialista , en el que la volunt ad del pro­
se estructurado un método que le permite al hombre ordenar pio crítico constituiría suprema ley. El cálculo económico prac­
sus actuaciones y conseguir, de esta suerte, los fines mayor­ ticado con arreglo a precios monetarios constituye sistemática
mente por él apetecidos, suprimiendo el malestar de la huma­ útil sólo cuando , en una sociedad de mercado, hay empresarios
nidad de! modo mejor y más económico, a nadie impide perso­ produciendo para la mejor satisfacción de los deseos de los
nalmente acomodar sus actos a aqueIJos idearios que más le consumidores. No cahe recurrir al mismo si otros son los obje­
atraigan. Ese «materialismo de administradores y bolsistas» en tivos perseguidos.
modo alguno prohibe , a quien así lo desee, vivir a lo To más Qu ien desee servirse del cálculo económico ha de saber
Kempis o sacrificarse en holocausto de las causas que más ele­ dominarse para nunca conte mplar la realidad con ánimo de dés­
vadas estime. El que las masas pre fieran las novelas policíacas pota. Po r eso pueden util izar los precios para el cálculo los em­
a la poesía - lo cual hace sean aquéllas económicamente más presarios, los inversores, los propiet arios y los asalariados
rentables que ésta- nada tiene que ver ni con el d inero ni con cuando operan bajo el sistema capitalista. De nada sirven ni
la contabilidad monet aria . No es porque exista e! dinero por lo los precios ni el cálculo cuando se trata de abordar .cuestiones
que hay forajidos, ladrones, asesinos, prostitutas y jueces y ajenas a las categorías de tal orden capitalista. Es ridículo pre­
336 Lo Acción H Uf1/ d1UZ El ámbito del cálculo económico 337

tender valorar, en térmi nos monetarios, mercaderías que no nómico manejan son , en defi nit iva, precios dinerarios , es decir ,
son objeto de contratación, así como el creer cabe calcular a relaciones de intercambio entre el din ero, de un lado, y deter­
base de cifras purament e arbitrarias, sin relación alguna con la minados bienes y servicios, de otro . No es que los precios sean
realidad mercanti l. Las norm as legales pueden fijar cuán to, '1 medidos en unidades monetarias, sino que consisten precisa­
título de indemnización, ha de pagar quien causó un a muerte. mente en una cierta cantidad de dinero. Los precios son siem­
Pero ello, indudabl emente, no significa que ése sea el precio pre o precio s que ayer se registraron o precio s que se supone
de la vida hum ana. Donde existe la esclavitud hay precios de aparecerán efect ivamente mañana. Por eso el precio invariable­
mercado , a los que cabe comprar y vend er . esclavos. Sin em­ ment e es un hecho histórico pasado o futuro. Nada hay en los
bargo, abolida la institución servil, tanto el homb re, como la precios que permi ta asimilarlos a las mediciones que de los fenó­
vida y la salud, constituyen res extra commercium. En una so­ menos físicos y químicos efectúa e! hombre.
ciedad de hombres libres, la vida y la salud no son med ios,
sino fines. Tales bienes, cuando se trata de calcular medios,
evidentemente no pueden entrar en el cómputo. .>. L A VARI ABIL ID AIl !l E LOS PRE CIOS
Cabe reflejar en cifras monetarias los ingresos o la for tuna
de un cierto número de personas . Ahora bien, carece de sen­ Los tipos de intercambio fluctúan de continuo, por cuanto
tido pre tender calcular la renta naciona l o la riqu eza de un las circun stancias que los engendra n hállanse tambi én en per­
país. En cuanto nuestras lucubraciones se apartan de las cate­ petua mu tación. El valor que el ind ividuo atribuye al dinero y
a los diversos bienes y servicios, respectiva mente, es fruto de
gorías mentales que maneja el individuo , al actuar dent ro de
momentánea elección. Cada futuro instante puede originar nue­
una economía de mercado, hemos de renunciar al cálculo di­
vas circunstancias y pro vocar distintas considerncionces y valora­
nerari o. El pretender cifrar , en forma monetaria, la riqueza de ciones. No es la movilidad de los precios lo que debería llamar­
una nación o la de toda la huma nidad resulta tan puer il como nos la atención; más bien debiera sorprendernos el que no
el querer resolver los enigmas del univer so lucub rando en torno oscilaran en grado mucho mayor.
a las dimensiones de la pirámide de Cheops . Cuando el cálculo La experiencia cotidia na ilustra a todos acerca de la variabili­
mercant il valora, por ejemplo, una partida de patatas en cien dad de los tipos de intercambi o del mercado y, sin embargo, las
dólares, ello significa que, por d icha suma , es posible com ­ gente s, cuando se enfre ntan con los precios, pretendan olvidar
prarlas o venderlas. En el mismo sent ido, si justip reciamos un a tan manifiesta realidad. Al lucubr ar en torno a la pro ducción y el
empresa en un millón de dólares, es porque suponemos qu e li­ consumo, las operaciones mercant iles y los precios, el homb re
bremente cabr ía hallar compr ador, para e! aludido conju nto de común, vaga y contrad ictoriamen te, presupone la rigidez de
bienes, por e! precio en cuest ión. Pero , ¿qué significación po­ éstos. Estim a que lo normal y procedente es el manten imiento
drían tener las diferentes rúbricas de un imaginario balance de aquellos precio s ayer registrados y propende a cond enar toda
que comprendi era a toda una nación ? ¿Qué trascende ncia ten ­ variación en los tipo s de intercambio como si se tratara de
dría el saldo final resultante ? ¿Qué realidades deberían ser abierta violación de fu ndamentales normas de derecho d ivino
incluidas y cuáles omitidas en dicho balance? ¿P rocedería va­ y humano.
lorar el clima de! país o las habilidades y conocimientos de los Es erróneo creer que tan popul ares opiniones puedan fun­
indígenas? El empresario puede transformar sus propi edades darse en conceptos que pasadas épocas, en las cua les los precios
en dine ro , pero la nación , no. hubi era n sido más estab les, engendra ran. D iscutible resulta el
Las equivalencias monetarias que la acción y el cálculo eco- que los precios antiguame nte variaran menos que ahora . Pare­
12
La AcclólI H umana El ámbito del cálculo econámlco 339
338

ce, por el contrario, más lógico afirmar que la integración de la física o de la fisiología se tr atara inciden en los mismos erró­
múlti ples mercados locales en otros de ámbito nacional, la ex­ neos cauces mentales que engendr aron aquellas aludidas equ i­
tensión al área mund ial de las transacciones mercantiles y el vocaciones tan populares y extendidas.
baber se mont ado el comercio para proporcionar un continuo Inclu so a los economistas clásicos faltóles perspicacia para
suminis tro de artículos de consumo, más bien habrá tendido a vencer plenamente las aludida s falacias. Creían que el valor era
minimizar la frecuencia e impor tancia de las oscilaciones de los un hecho objetivo; en su opinión constituía un fenómeno más
precios . En los tiempos precapitalist as, los métodos técnicos de del mundo externo, una condición inherente a las cosas, que,
prod ucción resultaban más rígidos e invariables; pero era, en por lo tant o, podía ser ponderado y medido. No fueron capa­
cambio, mucho más irregular el abastecimiento de los diversos ces de adverti r el carácter pur ament e human o y personal de los
mercados locales y grandes las dificultades para adapt ar rápi­ juicios de valor . Según nuestras noticias, fue Samuel Bailey e!
damente la ofer ta a las variaciones de la demanda . Pero , aun primero que se percató de la íntima esencia de todo acto que
cuando fuera cierta aquella supuesta estabilidad de los precios suponga preferir una cosa a otra ' . Sin embargo, su ensayo, al
en pasadas épocas, ello para nada podr ía enmascarar la com­ igual que los escritos de otros precursores de la teoría subjetiva
prensión de la realidad actual. Esos pop ulares concep tos en de! valor, no fue tomado por nadie en consideració n.
torno al dinero y los precios no derivan de an tiguas idearios; Pero no sólo a la ciencia económica impor ta refut ar aque­
no son atávicas remini scencias. Porque, en la actualidad, todo llas erróneas ideas según las cuales cabe alguna forma de me­
e! mundo se enfr ent a, a diario, con los innúmeros problemas dición en el mundo de la acción. La cosa no menos interesa
que las continuas compraventa s suscitan, de tal suerte q ue sería a la polít ica. Las desastradas medida s estabilizado ras que hoy
equivocado suponer que las ideas de las gentes en la materia prev alecen fueron , hasta cierto punto, engendradas por aque lla
constituyen simple reflejo de tradicionales conceptos. supos ición según la cual existe, en las relaciones inrcrhurnanas,
Fácil, sin embargo, resulta comprender por qué quien es fija correlación qu e puede ser cifrada y medida .
ven sus inmediatos intereses perjudic ados por cualqu ier muta­
ción de los precios formulan airadas quejas, proclamando que
el precio anterior 'era más justo y más normal , no dudando en 4. LA ES 'I'Alll LlZACIÓ N
asegurar que la estabilidad de los precios conforma con las su­
prema s leyes de la natura leza y la moral. Pero conviene tener Fruto de tales errores es esa extendida idea que nos habla
presente que toda variación de los precios, al tiempo que per­ de «estabilizar».
judica a unos, favorece a otros. Naturalmente, no opinarán Los daños provocados por la intervención estatal en los
éstos lo mismo que aquéllos acerca de la supuesta condición asuntos monetarios y los desastrados efectos causados por
equitativa y natural de la inmodificabilidad de los precios. aquellas actuaciones que pretenden reduc ir el tipo de interés e
Ni la existencia de atávicas reminiscencias ni la concurren­ incrementar la actividad mercantil med iante la expansión cre­
cia de los egoístas intereses de ciertos grupos sirve n para expli­ diticia hicieron d las gentes ansiar la «estabilización ». Cabe
car la popu laridad de la idea de la estabilidad de los precios. El comprender tanto la aparición de este erróneo ideario como el
fenómeno sólo deviene compre nsible al advertir que se ha pre­ I Vi d. SAMUEL BAILEY, A Crit ícal Dissertat íon on tbc Natura, M CtlJtln's amJ

tendido abordar las relaciones sociales con arreglo a la sistemá­ Causes o/ V al ues. Londres, 1825, reimp reso en el núm. 7 de Series 01 Reprints
tica de las ciencias natu rales. Los economistas y sociólogos que 01 Searce Tracts in Rconomics and Politieal Science, Loedon School of Economics,
Londres. 1931. .
pretenden estructurar las ciencias sociales como si de ramas de
340 La Acción Hu mana El ámbito del cálculo económico 341

atractivo que para las masas e! mismo encierra, si paramos medir los precios. Creía que las variaciones en los tipos de in­
mientes en la serie de arbi tr ismos padecidos por la moneda tercambios registrábanse sólo en la diferen te valuación de los
y e! crédito durante los últim os ciento cincuenta años. Es posi­ diversos bienes y servicios entre sí, permaneciendo fijo el tipo
ble, entonces, incluso disculpar las equivocaciones que e! aludi­ existente entre el dinero, de un lado, y la «totalidad» de los
do pensamiento supone ; pero, por benévolos que queramos ser, bienes y servicios, de otro . Después, las gentes volvieron la
no cabe disimular e! grave error científico en que los partid a­ idea de! revés. Negóse la constancia de! valor de la moneda,
rios de tales doctrinas inciden. proclamándose en cambio la inmut abilidad valorativa de la
Esa estabilidad, a la que aspira n los prog ramas hoy más en « totalidad» de las cosas que podían ser objeto de compraventa .
boga, es un concepto vano y contradictorio. El deseo de actuar , Ingen iáronse diferen tes conjuntos de produ ctos, los cuales se
es decir, el afán por mejorar nuestras condiciones de vida, re­ contrastaban con la unidad monetaria. H abía cal deseo de en­
sulta consustancial con la naturaleza humana. El propio indiv i­ contrar índices, a cuyo amparo cupiera medir e! poder adquisi ­
duo continuamente cambia y varía, mudando al tiempo sus va­ tivo, que toda oposición resultó arrumbada, No se quiso parar
loraciones, deseos y actuaciones. En e! mundo de la acción mientes en la escasa precisión de las manejadas estadíst icas de
nada es permanente, a no ser, precisamente , el cambio. En ese precios, ni en la imposibilidad - por su heterogeneidad- de
continuo fluctuar , sólo las eternas categorías apriorísticas de la comparar muchos de éstos en tre sí, ni en el carácte r arb itrario
acción permanecen inconmovibles. Vano es pretender desga­ de los sistemas seguidos para la determinación de cifras medias.
jar, de aquella inestabilidad típica del hombre y de su con­ Irving Fisher, el eminente economista , máximo impulsor
duct a, el prefer ir y e! actuar, como si en e! universo existieran en América del movimient o en pro de la estabilización, contras­
valores eternos, independientes de los humanos juicios de esti­ ta e! dólar con aquel cesio do nde el ama de casa reúne los di­
mación, con respecto a los cuales cupiera enjuiciar la efectiva versos productos 'que compra cn e! mercado para mantener a
actuación de las gentes 2. la familia. El poder adqui sitivo de! dólar variaría en propo rción
Cuan tas fórmulas han sido propuestas con miras a lograr inversa a la suma dineraria precisa para comprar el contenido
una efectiva medición del poder adquisi tivo de la unidad mo­ en cuest ión. De acuerdo con estas ideas, la política de estabili­
netaria descansan, más o menos, en e! arbitrario supuesto de zación aspira a que no varíe e! aludido dispendio mone tario 3.
imaginar existe alguien en e! mercado de condición perma nente Sería admisible tal plant eamien to sólo si tanto e! ama de casa
o inmutable que pueda determinar, sirviéndose de cierto pa­ como su imaginario cesto constituyeran constantes; si este últi­
trón fijo, la cantida d de satisfacción proporcionada por especí­ mo hub iera siempre de contener los mismos productos e idén­
fica suma dineraria. Flaco apoyo recibe tan inadmisible idea tica cantidad de cada uno de ellos; y si fuera inmutable la ut ili­
cuando se argumenta que lo que se pretende es ponderar sólo dad que dicho conjunto de bienes tuviera para la familia en
la variación de! poder adqui sitivo de la moneda, pues, precisa. cuestión . Lo malo es que, en nuest ro mundo real, ninguna de
mente en ese concepto de la determinabilidad del poder adqui ­ las aludidas condiciones se cumple.
sitivo se funda todo e! ideario de la estabilización . El profano , Conviene, ante todo, en este sentido, advert ir que las cali­
confundido por la sistemá tica con que la física resuelve sus dades de los bienes producidos y consumidos varían conti nua­
problemas, en un princi pio suponía que e! dine ro servía para mente . Grave error , en efecto , constituye e! suponer que todo
el trigo pro ducido es de idéntica condici6n; y nada digamos
2 Por lo que se refiere a la propensión del hombre a considerar la rigidez e de las diversas clases de zapatos, sombreros y demás objetos
invariabilidad como 10 esencial y a estimar el cambio y el movimiento como 10
accidental, vid. B ERGSON, La Pensé! el le Motlvan/. pdg, 85 Y sigs. , Vid. lRVING FrsHER, Tbe MOlley Illnsion, págs. 19·20, Nueva York, 19,28.
La ¡l cció" H uuiana El ámbito del c álculo económico 343
342

manufacturados. Las grandes diferencias de precios que . en varían las valoraciones personales, Jo cual provoca mut aciones
cierto momento, registran entre sí las distin tas variedades de en la demanda y en la producc ión. Los presupuestos en que se
un mismo producto, variedades que ni e! lenguaje ordinario ni ampara la examinada doctrina de la medición sólo se darían en
las estadístic as reflejan, evidencian la certeza de lo consignado. un mundo poblado por hombres cuyas necesidades y estimacio­
Suele decirse que un guisante es idéntico a otro guisante ; y, nes fueran inmutables. Únicamente si las gentes valoraran las
sin embargo , tanto compradores como vendedores distin guen cosas siempre del mismo modo, sería admisible suponer que las
múltiples calidades y especies de guisantes . Resulta totalmente oscilaciones de los precios reflejan efectivos cambios en e! po­
vano e! comparar precios pagados en plazas distintas o en fe­ der adqui sitivo del dinero.
chas diferentes por productos que , desde e! punto de vista de Por cuanto no es posible conocer la cantidad total de dine­
la técnica o la estadística , agrúpan se bajo una misma denomi ­ ro invert ido, durante un cierto lapso de tiempo , en bienes de
nación, si no consta taxativamente que la calidad de los mis­ consumo, los cómputos estadísticos han de apoyarse en los pre­
mos -con la única excepción de su diferente ubicación- es, cios pagados por Jos distintos bienes. Ahora bien, esta realidad
en verdad, idéntica. Por calidad entendemos todas aquellas pro ­ suscita otros dos problemas imposibles de solucionar de un
piedades de! bien de referencia que los efectivos o potenciales modo apodíctico. En primer lugar, resulta obligado asignar a
compradores toman en consideración al actuar. El solo hecho cada cosa distint o coeficiente de trascendencia; porque, eviden­
de que hay calidades diversas en todos los bienes y servicios de! tement e, sería inadmisible operar con precios de bienes diver­
orden primero echa por tierra uno de los fundamentales presu­ sos sin ponderar su respectiva importancia en la economía fa­
puestos de! método estadístico basado en números-índices. No miliar. Tal ord enación , sin embargo, siempre ha de ser arbi­
empaña la verdad de lo expuesto el que un limitado número de traria. En segundo término, es imperativo promediar los datos
mercancías de los órdenes más elevados - mctales y produ ctos una vez recogidos y clasificados. Pero hay muchas formas de
químicos que cabe descrihir mediant e fórmula s- pueden ser promediar ; existe la media ari tmética y también la geométrica
ob jeto de precisa especificación por lo que a sus cualidades tí­ y la armónica e, igualmente, el cuasi promedio denominado me­
picas se refiere. Porque toda medición del poder adqui sitivo diana . Cada uno de estos sistemas brinda diferentes soluciones.
forzosamente habrá de tomar en consideración Jos precios de No existe razón alguna p'ara preferir uno, considerándolo como
los bienes y servicios de! orden primero ; y no sólo el precio de el único procedente en buena lógica. La elección que sea, una
unos cuantos, sino de lodos ellos. Pretender evital' el escollo vez más, resulta siempre caprichosa.
acudiendo a los precios de los bienes de producción resulta Lo cier to es qne, si las circunstancias humanas fueran in­
igualment e estéri l, ya que, por fuerza, falsearíase el cálculo al muta bles; si las gentes no hicieran más que repetir iguales ac­
computar varias veces las diversas fases de producción de un tuaciones, por ser su malestar siempre el mismo e idénticas las
mismo artículo de consumo. El limitar e! estudio a un cierto formas de remediarlo ; o si fuera posible admitir que todo cam­
grupo de predeterm inados bienes resulta, a todas luces, arbi­ bio acaecido en ciertos individu os o grupos, por lo que a las an­
trario y vicioso. teriores cuestiones atañe, viniera a ser compen sado por contra­
Pero, aun dejando de lado todos estos insalvables obstácu­ puesta mutación en otros individuos o grupos, de tal suer te
los, resulta inalcanzable e! objetivo ambicionado. Porque no es que la tota l demand a y ofer ta no resultara afectada, ello su­
que únicamente cambie la calidad técnica de los diversos pro­ pond ría que nuestro mundo gozaba de estab ilidad plena. Ahora
ductos, ni que de conti nuo aparezcan nuevas cosas, al tiempo bien , no cabe, en tal supuesto, pensar en posible variabilidad
que otras dejan de producirse; lo importante es que también de la capacidad adquisitiva del dinero. Como más adelante se
344 La Acción Humana El ámbito del cálculo económico 345

demostrará, los cambios en e! poder adquisitivo del dinero han e! mundo . Cualquier ama de casa sabe más de las variaciones
de afectar, por fuer za, en diferente grado y momento , a los experimentadas por aqu ellos precios que le afeetan que cuantos
precios todo s de los diversos bienes y ser vicios; siendo ello así, pro medios esta dísticos cabe arbitrar . De poco le sirven a ella
dichos cambios han de pro vocar mutacion es en la demanda y en unos cálcu los que nada le dicen ni de la calidad de! bien ni de
la ofert a, en la producción y en e! consumo 4. Por tanto , resulta la cantidad del mismo que, al precio de la estadística, es posi­
inadm isible aque lla idea, implíc ita al hablar de! nivel de pre­ ble adquirir. Cuando, para su per sonal información , proce da
cios, según la cua l - inmodificadas las rest antes circun stan ­ a «medir» los cambios del mer cado, fiándose sólo del precio de
cias- pu eden est os últim os sub ir o bajar de modo uniforme . dos o tres mercancías, no está siendo ni menos «científica» ni
Porque las dem ás circun stancias, si varía la capacidad adqu isi­ más arbitraria que los engreídos matemá ticos que, entre varios
tiva de! din ero , jamás qu edan incamb iadas. sistemas, se acogen a uno determinado para compu tar las reali­
En e! terre no praxeol ógico y económico, como tan tas veces dades de! mercado .
se ha dicho, carece de sentido toda idea de medición . En hip o­ En la pr áctica nadie se deja engañar' por los n úrneros-Indi­
tética sit uación , plenamente rígida , no existen cambios qu e pue­ ces. Nadi e se atie ne a la ficción de suponer impliquen aut énti­
dan ser objeto de medida. E n nuestro siempre camb iante mun­ cas medici on es. Cuando se trata de cantidades que efectiva­
do , po r e! contrario, no hay ningún punto fijo, ninguna d imen­ mente pueden ser objeto de medida , no bay duda s ni desacuer­
sión o relación en que pueda basarse la med ición. El pode r ad­ do s en torno a las cifras resultantes. Realizada s las opo rtunas
qu isitivo de la un idad moneta ria nun ca varía de modo un iíor­ operaciones, tales asuntos qu edan definit ivamente zanjados .
me con respecto a rodas aquellas cosas qu e pueden ser ob jeto Nadie discut e los datos referentes a la temperatura, la hume­
de compraventa . Las ideas de estabilidad y estabilización ca­ dad , la pre sión atm osférica y demás cálculos meteorológicos.
recen de sentido si no es relacion ándolas con una situación Sólo, en cambi o, dam os por bu eno un n úmero-índice cuando
estática. Pero ni siquiera men talmente es posible llegar a con­ suponemos qu e el que las gentes crean en su certeza ba de be­
templar las últimas con secuencias lógicas de tal inmovilismo, neficiar nue stros intereses. Mediante n úmeros-índices no es
qu e, men os aún , puede ser lIevado a la práctica 5. Do nde hay posible resolver dilema alguno; tales datos estadísticos sólo
acción hay muta ción. La acción es perenne causa de cambio. sirven para hacer defin itivamente irr econci liab les los respecti ­
Vano, por completo , resulta e! ampu loso aparato con que vos in tereses y opin ione s.
los funci onarios de las oficinas de estadística pretend en cifra r La acción humana provoca cambi os, En cuanto la misma
los correspondientes índices expresivos del poder adq uisitivo aparece , la estab ilidad q uiebra, produciéndose continuas mut a­
de! dinero y la va riación de! costo de la vida. En e! mejo r de ciones. La historia no es más qu e un a secuencia de variaciones.
los casos, esos numerosos índices no constituyen más qu e tor pe No puede e! hombre detener e! curso histórico creando un rnun­
e impreciso reflejo de camb ios que ya acontecieron. Cuando las do totalment e estable, donde la propi a historia resultaría inad­
vari aciones de la relación entre la ofer ta y la demanda de dinero misible . E s consustan cial a la naturaleza humana el pretender
son pequeñas, nada nos dicen . Por el con tr ario, cuando hay mejorar las propias condiciones de vida, e! concebir al efecto
inflación, cuando registran profundos cambios los precios, esos ideas nu evas y e! ordenar la acción a tenor de las mismas .
repetidos índices no nos proporcion an más que tosca caricatura Los pr ecios del mer cado son hechos históricos, resu ltado
de realidades bien conocidas y consta tadas a diario por todo de una con stelación de circunstanci as registradas, en un cierto
4 Vid. intra págs. 617·619.
momento, de! irreversible proceso his tórico . En ' la esfera
, Vid. infra págs. 383·387.
p raxeológica, el concepto de med ición carece tota lmente de
346 La A cci án H um ana El ámbito del cálculo econ ámico 347

sentido. Pero en una imaginari a - y, desde luego, irrealiza­ luta, aun excluyendo aquellos errores emanados de no tomar
ble- situ ación plenamente rígida y estable no hay cambio al. debidamente en consideración la mut ación de las circunstan­
guno que pueda ser objeto de medida ; en e! mundo real, de cias monet arias 6. El empresario vese obligado siempre a ma­
incesante cambio, no hay puntos, objetos, cualidades o rela­ nejar en sus planes datos referentes al incierto futuro; lucubra
ciones fijas que permitan medir las variaciones acontecidas. en torno a p recios y a costos del mañana. La conta bilidad y
teneduría de libr os, cuando pretenden reflejar los resultados
de pasadas actuaciones, tropiezan con los mismos problemas,
5. EL F UNDAMENTO BÁSICO
DE LA IDEA DE E ST ABI LIZ ACI ÓN
al valorar insta laciones, existencias y créditos contra terceros.
Pese a tales incertitudes, el cálculo económico alcanza su pre­
El cálculo económico no exige aquella estabilidad monetaria ciso objerivo, ya que aquella incertidumbre no es frut o de irn­
que los defensores de la misma reclaman; no lo perturba e! que perfección del sistema, sino secuela obligada del actuar , que ha
no sea ni imaginable ni posible dotar al signo monetario de de aborda r siempre un rnqñana incognoscible.
rígido e invariable poder adquisitivo. El funcionamiento de! La idea de estabilizar el poder adquisitivo del dine ro no
cálculo económico sólo precisa de un sistema monetario inmune brotó, desde luego, del deseo de proporcionar mayor exactitud
a la interferencia estatal. Cuando las autoridades incrementan al cálculo económico. Engendróla el anhelo de crear un a esfera
la cantidad de dinero circulante, ya sea con miras a ampliar la inmune al incesante fluir de las cosas humanas, un mundo
capacidad adqui sitiva del gobierno, ya sea buscando un a (tern­ ajeno al continuo devenir histórico. Las rentas destin adas a
poral) rebaja de la tasa del interés, desarticulan todas las rela­ atender perpetuamente las necesidades de fundaciones religio­
ciones monetarias y perturban gravemente e! cálculo econó­ sas, instituciones de caridad o grupos familiares, durante mu­
mico. El primer objetivo que una sana política monet aria debe cho tiempo , se reflejaron en terr enos o productos agrícolas.
perseguir es el de impedir al gobe rnante tanto el hacer por sí Estableciéronse, más tard e, anualidades monetarias. Tan to do­
mismo inflación como el inducir la expansión crediticia de la nan tes como benefici arios suponían que las rentas represent a­
banca privada. Tales medid as de auténtico saneamiento mone­ das por una cierta cant idad de metal precioso no podrían ser
tario ninguna relación guardan con aquellos otros planes, siem­ afectadas por las mutaciones económicas. Tales esperanzas.
pre confusos e íntimamente contradictorios. tendentes a esta­ sin embargo, resultaron fallid as. Las sucesivas generaciones
bilizar y congelar e! poder adquisit ivo del dinero. pudieron comprobar cómo fracasaban los planes más cuidado­
La buena marcha del cálculo económico sólo exige evit ar se samente trazados por los difun tos patronos. Acicateadas por
produ zcan graves y bru scas variaciones en la cantidad de dinero
dicha experi encia, las gentes comenzaro n a lucubrar en torno
manejada por e! mercado. El patrón oro - y hasta la mitad del
a si habría alguna fórmula que permitiera alcanzar tan deseados
siglo XIX , también el patrón plata- cumplió satisfactoriamente
objetivos. Los estudiosos, por eso , lanzáronse a especular en
las condiciones precisas para la correcta operación del cálculo
económico. Variaba, en efecto, tan escasament e la relación • Incidentalmente, es de hacer no tar que , en la práctica, ningún cálculo eco­
entre las existencias y la demanda de dichos metales y era, con­ nóm ico puede jamás resultar veraz de un mo do absoluto. El método seguido puede
siguientem ente, tan lenta la modificación de su poder adqui­ ser correcto ; pero, como en el cálculo se manejan siempre cantidades aproximadas,
nunca cabe sea el resultado rigurosament e preciso. Según antes (págs. 74 y 75) se
sitivo que los empresarios podían despreciar en sus cálculos
decía, la econo mía constituye, desde luego, ciencia exacta, que se ocupa de cosas rea­
tales mutaciones sin temor a equivocarse gravemen te. En el les; sin embargo, en cuanto em pieza a manejar prec ios efectivos la exactitud cefd­
terreno de! cálculo económico no es posible una precisión abso- mase , viniend o la historia econó mica a ocupar el puesto de In econom ía pur a.
348 La Acció1t H umaua El ámbito del cálculo económico 349

torno a las variaciones del poder adquisit ivo del dinero, pre­ préstitos públicos habían dejado, las gent es depos itaron amplia
tendiendo hallar fórmula s que perm itieran sup rimirlas. confianza en las modern as administraciones públicas surgidas
El asun to cobró particula r trascendencia cuando los gobier­ hace cien años. No se ponía en duda que las mismas darían fiel
nos comenzaron a emitir deuda pública perp etu a, cuyo princi­ cumplimiento a las obligaciones que voluntariament e contra­
pal nun ca habría de ser reembolsado. El estado , esa nueva dei­ jeran. Capitalistas y empresarios advertían perfectamente que
dad de la naciente estatolatría, esa etern a y sobre humana ins­ dent ro de una sociedad de mercado no hay forma de conserv ar
titución, inmune a toda terrenal flaqueza, brin daba oportunidad la acumulada riqu eza más qu e reconquistá ndola a diario en
al ciudadano para que pusiera su riqueza a salvo de cualquier ruda comp etencia con todo s, con las empresas ya existentes y
vicisitud, ofreciéndole ingresos seguros y estables. In geniában­ con aquellos recién llegados «que surgen de la nada». El em­
se, de esta suerte, sistemas que evitaban al indi viduo el tener, presario viejo y cansado, que no quería seguir arriesgando , en
a diario, que arri esgar y reconquistar, en el mercado, ren tas y cometid os ingeniados para mejor servir al consumidor, las ri­
fortunas. Quien invi rtiera sus fondos en el papel emitido por quezas que un día, a pulso, ganara y, tambi én , los herederos de
el gobierno o. por las entidades paraestatales quedaría para ajenas fortunas, indolentes y plenamente conscientes de su
siempre liberado de las insoslayables leyes del mercado v del incapacidad, preferían invertir sus fond os en papel del estado,
yugo de la soberanía de los consumidores. Ya no habría de buscando protección cont ra la implacable ley del mercado.
preocuparse por invertir su dinero precisamente en aquellos La deuda pública, perpetua e irredimible, sin embargo,
cometidos que mejor sirvieran los deseos y las necesidades de supone plena estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.
las masas. El poseedor de papel del estado hallábase plenamente Podrá ser eterno el estado y su poderío , pero el interés pagado
asegurado, a cubierto de los peligros de la competencia mer­ sólo gozará de esa misma condición si es computado con arre­
cantil, sancionadora de la ineficacia con pérd idas patrimoniales glo a un patrón de valor inmutable. El inversor que, por tales
graves; la imperecedera deidad estatal habíale acogido en su caminos, buscando la seguridad, rehúye el mercado y la actua­
regazo, permitiéndole disfru tar tranquilament e de cuan to otrora ción empresarial; quien teme suscribir tí tulos privados y pre ­
acumulara . Las rent as de tales favorecido s no dependían ya de fiere los bon os del tesoro, vuelve a encontrarse enfrentado con
haber sabido atender , del mejor modo posible, las necesidad es la misma realidad que tanto le amedrentaba: con el problema
de los consumidores; estaban, por el con trar io, plenamente ga­ de la permanen te mutabilidad de todas las cosas humanas. Una
rantizadas mediante impuestos recaudados gracias al apa rato vez más, consta ta que en el mercado la riqueza sólo puede con­
gubernament al de compulsión y coerción. Se trataba de gentes q uistarse a través de la propia mecánica del mismo, de suerte
que , en adelante, no tenían ya por qué servir a sus conciudada­ que vana ilusión es, en tal ento rno , pretender hallar inmarce­
nos, sometié ndose a su sobera nía; eran más bien asociados del sible fuen te de riqueza.
estado, que gobernaba y exigía tributo a las masas. El interés En nuestro mundo no existe nada de cuant o suele denomi­
ofrecido por el gobierno , desde luego, resultaba inferior al que narse estabilidad y seguridad, circunstancias éstas que el es­
el mercado pagaba ; tal perjuicio resultaba , sin emba rgo, am­ fuerzo humano nunca logrará imponer en el planeta . Dent ro de
pliament e compen sado por la indiscutible solvencia del deu­ la sociedad de mercado sólo cabe adquirir y conservar la rique­
dor, cuyos ingresos, desde luego, no dependían de haber sabido za sirviendo acertadamente a los consumidores. El estado pue­
servir dócilmente al público; provenían de coactivas exacciones de, desde luego, imponer cargas tributarias a sus súbditos, así
fiscales. como tomar a prés tamo el dinero de éstos. Ahora bien, ni el
Pese a los desagradables recuerdos que Jos primeros em- más despiadado gobe rnant e logra, a la larga, violentar las leyes
La Acción Humana El ámbito del cálculo económico 351
350
ciera constituye sistema que permite repartir la carga del con­
que rigen la vida y la acción hum ana. Si el gobierno dedica las
flicto entre los ciudadanos. P orqu e si el gasto bélico hubiera
sumas tomadas a préstamo a aquellas inversiones a tr avés de
de ser atendido s6lo con impuestos, contribuirían al mismo
las cuales quedan mejor atendidas las necesidades de los consu­
únicamente quienes dispusieran de fondos líquidos. Los demás
midores y, en libre y abierta competencia con los empresarios
no harían las adecuadas apo rtaciones. Sirviéndose de los em­
particulares, triunfa en tales cometidos, hallaráse en la misma
pré stit os a carla plazo cabe minimizar dicha desigualdad , ya
posición que cualquier otro indu strial, es decir, podrá pagar
que hacen posible una oportuna derrama entre los propietarios
rentas e int ereses porque habr á cosechado una diferencia entre
de capital fijo.
costos y rendimientos. Por el contrario , si e! estado invierte
El crédito a largo plazo público o semipúblico supone an ó­
desacertadamente dichos fondos, de tal suerte que no se pro­
mala insti tución en el marco de la economía de mercado, que
duce el aludido superávit , el capital correspondiente disminui­
pertu rba su funcionamiento . Tales fórmu las financieras fueron
rá e incluso desaparecerá, cegándose aquella única fuente que
ingeniadas en vano int ento por olvidar la natural limitación de
había de produ cir las cantidades necesarias para e! pago de
la acción humana y crear una zona de etern a seguridad, que no
principal e intereses. En tal supuesto sólo cabe que e! gobierno
sería afectada por la típica transitoricdad e inestabilidad de las
recurra a la exacción fiscal, si es que desea dar cumplimiento
cosas terrenas. Pre suntuosa y engreída, en verd ad, resulta la
fiel a lo que libremente pactara con qu ienes le prestaron su
idea de convenir préstamos perpetuos, concerta r contratos
dine ro. Mediante tales cargas tribu tarias penaliza a las gentes etern os y estipular clausulas q ue el futur o más remoto haya de
por las sumas que él ayer dilapidó. El aparato gubernamental, respetar. Poco import a que los empréstitos públicos sean o no
como contrapart ida de tal imposición, ningún servicio presta a emitidos for malmente con carácter perpe tuo ; tácitamente y en
los ciudadanos. El gobierno abona intereses por un capital que la ' pr áctica, de tal condición se les considera. En la época de
se ha consumido, que ya no existe. Sobre el erario recae la pe­ mayor esplendor del liberalismo hub o gobiernos que efectiva­
sada carga de torpes actuaciones anteriores. mente redimieron part e de In deuda p ública mediante honrado
Cabe, desde luego, justificar los préstamos al estado si son reembolso de su principal. Lo corriente , sin embargo, siempre
a corto plazo. Resultan, en cambio, inconsistentes los argumen­ fue el ir acumuland o, sobre los antiguos, nuevos débitos. La
tos comúnmente esgrimidos en favor de los empréstitos de historia financiera de los últi mos cien años refleja un continuo
guerra . Cuanto el suministro del ejército exija, forzosamente y general incremento de In d euda pública. Nadie supone ya
habrá de ser obte nido restringiendo el consumo civil, traba­ que las administraciones eternamente soportarán la gravosa car­
jando más e. incluso, consumiendo una parte del capital exis­ ga de los correspondientes intereses. Ta rde o temprano, todas
tente. La carga bélica recae íntegramente sobre la generación en esas deudas, de una u otra forma, quedarán impagadas. Una
lucha. A las subsiguientes aféctales el conflicto tan sólo por legión de desleales escritores afánase ya por arbitrar justif ica­
cuant o heredaron menos de lo que, en otr o caso, les hubiera ciones morales a tal actuar , pensando en la próxima abierta
correspondido . El financiar la guerra mediante la emisión de repudiación de los débitos en cuesti6n ' .
deuda pública jamás supone transferir par te de la carga a los I El argum ento, en este sentido, de mayo r popularidad es aque l segú n el cual
hijos o a los nietos de los combatientes ' . Tal fórmula finan­ la deuda pública no implica, en verdad . carga alguna. por cuanto a nosotr os mismos
nos la debernos. De se r ello verdad, ciertamente, carecería de trascendencia el
1 Al hablar de empréstitos nos referimos a los préstamos concertados por el
cancelar todos los empréstitos públ icos med iante simples compensaciones contables.
gobierno con quienes tienen fondos líquidos que pueden destinar n tal cometido .
Más cierto, sin embargo, es que , en la deuda pública, encarnan acciones jurídicas
No se alude al problema de la expansión crediti cia que , modernamente, en Amé­
que corresponden a quienes, en su día, confiaron sus fondos al gobierno contra
rica, el gobierno arbitra a base de tomar dinero a préstamo de la banca privada.
La Acción H umana
352
No puede considerarse imperfección del cálculo económico CAP I T ULO XII I
e! que resulte inut ilizable cuando se trata de abordar quim éri­
cos planes tendentes a implanta r impracticable régimen de ab­
solut a quietud y eterna seguridad, inmune a las insoslayables
limitaciones de la acción humana . En nuestro mundo ningún El cálculo monetario al

valor es eterno, absolut o e inmutable. Vano, por eso, es pre ten­


der hallar específicas medidas para tales valores . No debe esti­ servicio de la acción

marse imperfecto e! cálculo económico simplemente por cuanto


no conform a con las arbitrarias ideas de quie nes quisieran hallar
perennes fuen tes de renta, independientes de los humanos pro­
cesos product ivos. l. E L CÁ LCULO MONETARIO ,
I NS T RUME NT O DEL P EN SAR

E l cálculo monetario es el norte con referencia al cual ori én­


tase la acción dentro de un sistema social mont ado bajo el signo
de la división de! trabaj o. Viene a ser la brú jula que guía al
hombre cuando éste se lanza a pro ducir. Las gen tes consiguen,
mediante el cálculo, distinguir, entre las múlt iples producciones
posibles, las remuneradoras de las que no lo son; las que se­
guramente serán apreciadas por el consumidor soberano, de las
que lo m ás probable es que éste rechace. Cada etapa y cada
paso de la actuación productiva ha de ponderarse a la luz del
cálculo monet ario. Sólo cuando la acción ha sido precedida por
el correspondiente cómputo de costos y beneficios, cabe decir
fue la misma, en verdad, planificada. Y el establecimiento, a
posteriori, del resultado que anteriores actuaciones provocaran
no menos exige, por su parte, la contabilización de pérdida s y
ganancias.
La posibilidad del cálculo económico en térm inos moneta­
rios viene, sin embargo, condicionada por la existencia de deter­
minadas instituciones sociales. Sólo es practicable en el marco
institucional de la división del trabajo y de la propiedad pri­
vada de los medios de producción , es decir, dentro de un orden
bajo el cual los bienes y servicios se compran y se venden
quienes, a diario , increment an la riqueza del país. Supone , dicho de diferente cont ra un medio de intercambio comúnmente aceptado, o sea,
modo , carga impuesta a las clases más productivas en beneficie de otros grupos .
Pero exonerar a aquellos sectores de la aludida carga -exigiría recaudar los corres­
contra dinero .
pondientes impuestos exclusivamente de los tenedores de papel del estado y ello El cálculo monetari o es un método de ponderar del que
equivaldría a una mal encubierta repudiación de la deuda pública. pueden servirse sólo quienes se mueven bajo la égida de una
B
>'4 La Ac ci án H «mana El cálculo monetario al servicio de Id acción
355

sociedad basada en la propiedad pr ivada de los medios de pro­ permitiéndole confrontar d icha cifra con los resultados que tan.
ducción . Constituye instrumento destinado a gentes que actúan ; to la acción hum ana como otros factores pueden haber provo­
sistema de computación que per mite conocer la riqu eza y los cado. Tal confron tación proporciona cump lida información
ingresos de los particulares, los beneficios o pérdidas de quie­ acerca de las mutaciones que hayan registrado los negocios, así
nes operan por cuenta propia en una sociedad de libre empre­ como la magnitud de tales cambios ; deviene entonces posible
sa '. El resultado del cálculo económico invariablement e alude apreciar los éxitos y los fracasos , las pérdidas y las ganancias.
a actuaciones ind ividuales. Cuando en un a estadística resúmese Con el único fin de vilipendi ar y desprest igiar el sistema de li­
el conju nto de tales resultados, In cifra reflejada nos habla de bre empresa, se le califica de régimen capitalista, de capitalis­
la suma de una serie de acciones au tónomas practicadas por un a mo. Tal apelat ivo, pese a la moti vación que 10 engendró, cua­
pluralidad de ind ividuos independ ientes, de un conjunto, de dra perfec tamen te al sistema. Alude , en efecto, al más típico
una totalidad . En cua nto las cosas no se contemplan desde el rasgo del orden en cuestión, a su pri mordia l excelencia, al pa­
punto de vista típicamente individual, ya no cabe recurrir al pel preponderant e que en su mecánica desempeña el concepto
cálculo económico. El cálculo quiere ponderar beneficios ind i­ de capital.
vidualizados; jamás computar quim érico valor o bienestar H ay gen tes a las que el cálculo monetario rep ugna. No
«social». quieren que el aldabonazo crí tico de la razón les impida seguir
El cálculo monetario cons tituye instrumento básico para soñando despie rtos. La verdad les desasosiega; prefieren fan ­
planear y actuar en una sociedad de libre empresa, gobernada e tasear en torno a mundo s de ilimitada abundancia; incomódales
impul sada por el mercado y los precios. En tal marco engen­ la existencia de un orde n social tan ru in que todo lo computa
dróse y fue depurado, a medida que se perfeccionaba la mec á­ en dólares y centavos. Califican de noble afán su descon ten to;
nica del mercado y se ampliaba el número de bienes que, en porque ellos prefieren lo espiritua l, lo bello y 10 virt uoso a la
éste, a cambio de din ero, cabía cont ratar. El medir , el cifrar y grosera bajeza y malicia de los Babbitt *. Pero más cier to es
el compu tar deben la eminente posición que ocupan, en esta que la facultad razonado ra dc la ment e, qu e cifra y computa, en
nuestra civilización , esencialmente cuantitativa y estimat iva, .1 modo alguno impid e rendir culto a la esté tica y a la virtud , a la
la posibilidad del cálculo económico. Sólo a su amparo , es más, sabiduría y a la verd ad. El análisis serio y riguroso, desde
cobran interés práctico los datos mensu rables con que la física luego, resulta imposible en la esfera de las vanas ensoñaciones.
o la quím ica nos ilustr an. Gracias al cálculo monetario devino Lo que m ás atemoriza al extático visiona rio es una mente que
la aritmética un arma efectiva al servicio del hombre en su fríamente calcule y pondere .
lucha por conquistar más elevados niveles de vida . Unicamente H állase inseparablemente ligada nuestra civilización al cál­
recurriendo a él, pu ede el homhre ponderar la trascendencia culo económico y se hundirá tan pronto como renu nciemos a
social de los expe rimentos de laboratorio y, consecuen temente, tan inapreciable herramient a intelectual. Razón rcnla Goethe
servirse de tales enseñanzas para mejor combatir tanto dolor cuando aseguraba que la contabilidad por parti da do ble era
como aflige a la humanidad . «uno de los descubrimientos más grandes y más sut iles de la
El cálculo monetario alcanza su máxima perfección en la mente humana» ' .
contabilidad de capital; indicase al empresario cuál sea el im­
'" Babbiu constituye, en EE. VV., término denigrativo de: la «mentalidad bur­
porte monetario de los medios de producción de que dispone, gues a», en general, y del empresario capitalista, en particular, tomado de la no­
vela (1922 ) del mismo título . del célebre novelist a americano Sinclair Lewis "
1 En las asociaciones y compañ ías son siempre personas individuales -¡í bien (1885·1951). (N . del T.)
no una 501a- quienes actúan. 1 Vid. G O ETH P., Año! di' apl"t'Jldizlli~ ' de: \r¡i/ h ~ /", Meirter. libro I , cap. X.
356 La Acción Humana El cálculo mane/ario al servicio de la acci6n 357
2. EL CÁLC ULO E CONÓ MICO sistemática general de la teoría económica, que tan brillante-
Y LA CIENC IA DE LA ACC IÓN HU MANA
mente supieran estructurar los economistas clásicos, limitábase
a analizar aquel aspecto de la acción humana qu e cabe cont em-
La aparición ' del cálculo económico de índole capitalista plar a la luz del cálculo monetario. Aparecía así implícitament e
constituye insoslayable presupuesto para que pueda ser estruc- trazada la frontera entre lo que debía estimarse económico y
turada una ciencia de la acción hum ana sistemática y lógica- lo ext raeconómico, queda ndo separadas las actuaciones que
mente coherente. La praxeología y la economía aparecen en podian ser computadas en términos dinerarios de aquellas otras
determinada etapa de la historia de la humanidad y del pro- que no admitíarr tal tratamiento. Partiendo de esa base, sin
greso de la investigación cien tífica . No podían tomar cuerpo embargo, los economistas, poco a poco, fueron ampliand o el
mientras el hombre no elaborara unos métodos de pensar que campo de sus estudios, hasta llegar, finalmente, a una sistermi-
permitieran cifrar y calcular el result ado de sus propias actua- rica capaz de analizar todas las humanas elecciones y preferen-
ciones. La ciencia de la .acción humana es una disciplina que cias, a una la teoría general de la acción.
comenzó ocupándose tan sólo de aquello que cabía contem-
plar a la luz del cálculo monetario. Interesábase exclusivamente
por lo que, en sentido restrictivo, corresponde a la economía,
es decir, aborda ba únicamente las actuaciones que, en la socie-
dad de mercado, se practican con la int ervención del dinero.
Los primeros balbuceos de nuestra ciencia consistieron en in-
conexas investigaciones acerca de la moneda, el crédito y el
precio de determinados bienes. Los hombres comenzaron a per-
catarse de la inexorable regularidad de los fenómenos qu e en
el mundo de la acción se produ cen , a través de la ley de
G resham, de la de G regory King y de otras toscas y primitivas
exposiciones, como aquellas que Bodino y Davanzati formula-
ran para explicar la teoría cuantitativa del dine ro. " . La primera
tr La ley de Gresbem, como es sabido , en resu men, reza que «13 moneda mala

expulsa a la buena del mercado », La frase, al parecer dicha por Sir Thomas Gresham
( 1519·1579), distinguido comerciante de la época, a la reina Isabel de In glaterra
(1533- 1603) , indudablemente resulta válida siempre y cuando se matice ron la
aplicable a los temas mone tarios . Llega el autor a la conclusión, como luego vere-
consideraci ón de que es la coe tánea intervención estatal, al pretender coactivamenre
mos, de que el valor del dinero, como el de cualquier o tro bien, depende de la
equiparar la ",ola a la buena, Jo que desplaza a ésta de la circulación. En ausencia
demanda del mismo: cuando, invariadas las restantes circunstancias, las gentes
de tal int erve nción, amb as se emplearfan indistintamente, si bien con dispar poder
quieren aumentar sus tesorerías, provocan, indefecriblemenre, una tendencia a Ia
adquisitivo .
baja de los precios , y al revés acontece en el caso contrario, r37.6n por la cual, al
Gregory King (1684- 1712 ), como otros precursores - Juan Badina (1530·1569 ),
aumentar las existencias de medios de pago, suben aquéllos, subida que, sin em­
Bernardo Davanzati 0 529·1606)-, entrevió la ,teorJa cuantitativa del valor de la
bargo, jamás es proporcional ni coetánea, por lo que fácilmente induce 3 la con.
moneda, afirmando que todo aumento de la cantidad de dinero tenia que hacer
fusión el hablar de «nivel de precios»', como si se: tratara de uniforme marea en
subir proporcionalmente los precios del me rcado, pero quedaba reservado a Mises
317-3 o descenso ; más bien, e n tales casos, lo que, como dice Mises, se produce es
el descubrir la íntima realidad del proceso, apelando , también aquí , a la doctrina
una «revoluci ón» de precios. (V id. iofra cap. XV II, particularmente 6 y 9 .)
marginal y sub jetivis ta del valor, principio que anteriormente nadie había creído (N. del T.)
~---- --- -- - - ­
CAPITULO X IV

Ambito y metodología

de la cataláctica

1. L A DELIMITACIÓN DE LOS PROBL EMA S C ATA L ÁCT I CO S

Nunca h ubo duda o ince rt idumbre alguna en torno al ám ­


bito propio de la ciencia eco nó mica. Desde que los hombres
co men zaron a interesar se por el examen sistemá tico de la mis­
ma (Economía Política ), lodo el mundo convino en qu e cons­
tituía el ob jeto de esta ram a del sabe r el investi gar los fenó ­
menos del mercado, es d ecir, inqu irir la naturaleza de los ti pos
de intercambio qu e en tre los diversos bienes y servicios regís­
trá banse; su relaci ón de dependencia con la acción huma na; y
la tra scendencia qu e encerraban co n respecto a las futuras ac­
tuaciones del hombre. Las dificul tades co n que se tropieza al
tra tar de precisar el timhito de la ciencia eco nómica no provie­
nen de qu e haya incertidumbre en lo ati nente a cuáles sean los
fenómen os que deban exa minarse . Lo s problema s surgen en
razón a qu e el an álisis oblígn le al inve stigador a salirse de la
ór bita pr opiamente dicha del mercado y de las transacciones
mercantiles. Porque , para co mp rende r cahalmen te lo que el
me rcado sea , preciso resulta contemplar , de un lado, el ima­
ginario proceder de un os hipotéticos individuo s q ue se supone
aislados y qu e actuarían solitarios , y de otro, un en realida d
impracticable régim en socialista universal. Para investigar el
intercambio interper sonal, obligado es, primero , examinar el
cambio autístico (intraper son al) y dev iene, en tonces, ciert a­
men te ha rto difícil trazar neta fro ntera en tre qu é accion es
deban quedar comprend idas dent ro del ámbito de la ciencia
econó mica, en sen tid o estricto, )' cuáles deban ser excluidas,
362 La Accion rJuuran« / uubíto y mctodologja de 111 catal áctica ) 63

pues la economía fue, poco a poco, amp liando sus primitivos reporta rle. Siendo ello así, no cabe excluir , de entre las actua­
horizontes hasta convertirse en una teoría genera l que abarca ciones «económicas», aquellas que directament e, sin la medi a­
ya cualesquiera actuac iones de índole humana. Se ha transfor ­ ción de ninguna cosa tangib le o visible, permiten suprimir de­
mado en pr axeología . Por eso resulta difícil precisar, dent ro terminado s malestare s huma nos. Un consejo médico, la ilust ra­
de! amplio campo de tal general teoría , los límites concre tos ción qu e un maestro nos proporciona , el recita l de un arti st a
de aquell a más estrecha disciplina , qu e se ocupa sólo de las y otros muchos servicios pers onale s caen, evidentemen te , den ­
cuestione s estrictamente económicas. tro de la órbita de los estudios económicos, por lo mismo qu e
Vanos resulta ron los esfuerzos por resolver ese problema, en ella también queda n incluidos los planos de! arquitec to que
atinente a la precisa delimitación de! ámbi to de la cutahict icu, permiten construir la casa, la fórm ula científica a cuyo amparo
acudiendo a las motivaciones que al hombre impelen a actu ar se ohtend r.i e! deseado produc to químico o la lab or del escritor
O a la ín dole de los objetivos que la acción pueda , en cada caso. que engendra el libro cuya lectur a tan grata resulta.
perseguir. Pues el reconocer que los motivos determinantes de In teresan a la caral áctica todos los fenómeno s de mercado;
la acción cabe sean múltiples y variados carece de interés cuan­ su origen, su desarro llo , así como las consecuencias, finalmente ,
do lo que se pretende es formular una teoría general de la ac­ por los mismos provocadas. Las gentes, en el prop io mercado .
ción. Toda actuación viene invariablem ent e impuesta por el no sólo buscan alimento , cob ijo y satisfacción sexual, sino mm­
deseo de suprimir determinado malestar; por eso resulta intras­ bien otros muchos deleites «espirituales ». El hombre, al actuar .
cendente, para nuestra ciencia, cuál calificativo el corres po n­ in ter ésnsc, al tiemp o, pOI' cosas «materia les » y cosas «inmate­
diente malestar pueda merecer desde un punto de vista fisioló­ riales» . O pta entre diversas altcrnativas, sin preocuparse de si
gico, psicológico o ético. El ob jeto de la ciencia económica el objeto de su preferen cia pueda ser considerado, por ot ros.
consiste en analizar los precios de los bienes tal y como, efec­ «material» o «es piri tual», En las humanas escalas valora tivas
tivamente , en e! mercado se demandan y abonan. Sería falsear todo se' entremezcla. Aun admitie ndo fuera posible trazar rigu­
e! análisis e! restringir nuest ro est udio a unos precios que po­ rosa frontera entre unas y otras apetencias. no cabe olvidar que
siblemente engend rarían determinadas actuaciones, merecedo­ la acció n unas veces aspira a alcanzar, al tie mpo , ob jetivo s ma­
ras de específico apelat ivo , al ser contempladas desde el punto teriales y espirituales y. otras. opta por b ienes de un tipo o
de vista de la psicología, de la éti ca O desde cualqui er otra [01'­ del otro.
ma de enjuiciar la conducta hum ana. E l distin guir las diversas Carece de int erés el lucub rar en torno a si es posib le dis­
actuaciones, con ar reglo a los mú ltip les impulsos qu e las mot i­ tinguir con preci sión entre aque llas act uaciones tendentes a
van, puede ser de trascendencia para la psicología o par a su satisfacer necesidades de índole exclusivamente fisiológica de
ponderaci ón moral ; ahora bien, para la economía, tales circun s­ aquellas otra s de condición «más elevada» . Conviene, sin em­
tancias carecen de interés. Lo mismo , sustan cialmente, cabe bargo, a este respecto, advertir que no hay ningún alimento
decir de las pretensiones de quienes qu isieran limitar el campo que el hombre valore tan sólo por su pod er nutriti vo, ni casa
de la economía a aquellas actuaciones humana s cuyo objetivo ni vestido alguno que únicamente aprecie por la protección qu e
es proporcionar a las gentes mercancías materi ales y tangibl es contra el frío o la lluvia pueda proporcionarl e. Es preciso per­
del externo un iverso. El hombre no busca Jos bienes materi ales catarse de que, en la demanda de los diver sos bienes. influyen
per se, sino por el servicio que tales bienes piensa le puede n pod erosament e consideraciones met afísicas, religiosas y éticas,
proporcionar. Q uiere increm enta r su bie nestar mediante la uti­ juicios de valor estético, costumbres, hábitos, prejuicios, tra­
lidad que conside ra que los correspondiente s bien es pued en diciones, modas y otras mil circunsta ncias. Un econom ista , que
364 La A cción Humana A m bit o y -me t od ologi« de la cataláctíca 365

quisiera rest ringir sus investigaciones tan sólo a cuestiones de mo, sin embargo, presupone previa estructu ración de una cien­
índole puramente materia l, pronto adverti ría qu e el obj eto de su cia cataláctica , es decir, de u n sistema lógico basado en los pre­
aná lisis se' le esfumaba en cuanto pretendía aprehenderlo . cios monetarios y el cálculo econó mico .
Lo único que cab e proclamar es que los estudios económi ­
cos aspiran a analizar los precios monetarios de los bi ene s y
ser vicios qu e en el mercado se intercambian; y qu e para ell o, ¿EX ISTE, CO MO C[ENCIA , LA ECO NO MI A>
ante todo , pr eciso result a estr ucturar u na teoría general de In
acción hum ana . Pero, por eso mismo , la inve sti gación no pu ede H ay qu ienes niegan , pura y simplemente , la ex iste ncia de la
qu eda r restri ngid a a lo s fenómeno s puros de mercado , sino qu e cienci a eco nó mica , Cierto es q ue cuanto, bajo ese apelat ivo, se
tiene tamb ién que abordar tan to la con ducta de u n hipot ético enseña , en la mayor pa rte de las uni versidades moderna s, impl ica
ser aislado como la me cánica de un a comunidad socialista, no su abierta negación.
siendo , además, posible lim itar el análisis a las actuaciones ca­ Los idearios en cuestión, supo nen, tá cita mente, q ue no hay en
lificadas por lo común de «eco nó micas », p ues res ulta igual­ el mu ndo escasez algun a de medios materiales que perturbe la
mente obli gad o pon dera r aqu ellas o tras generalmen te conside­ satisfacció n de 1<15 neces idades hu manas. Sentada tal pr emi sa, se
radas de índole «n o económica». proclam a que , sup rim idos los pernici osos efectos que ciertas ar­
El ámbit o de la praxeolo gia , teoría general de la acción tificiosas ins ti tuciones de hum ana creación provocan , todo el mun­
hu mana, puede ser delimitado v definido con la máxima prc­ do vería satisfechas cuantas ape tenc ias cabe sentir . La natu raleza
cisión . Los problema s tí picamen te econó micos, los tema s refe­ e n sí es gene rosa y derrama riquezas sin cuen to sobre la hum a­
rentes a la acción económica , en su sen tido m ás estricto , por nida d. La ex istencia en la tierra , cua lq uiera q ue fuera el núm ero
el contrario , sólo de un modo apro ximado pu eden ser desga­ de los hu manos , podría ser pa rad isíac a. La escasez es sólo fru to
jados del cuerpo de In teoría praxeo lóg ica gene ral. Realidades de arbitr ar ios LISO S y prácti cas : la supe ración de t ales art ificios
accidentales que registra la hi storia de nu estra ciencia y cir­ abr ir á las pue rtas J la abu ndancia p lena.
cu ns tancias p uramente convencion ales influye n cuando se trata PM a K . Marx y sus segui dores, la escasez consti tuye pura
de defi nir el «ge nuino» ámbito de la ciencia eco nómica . categorí a histórica. Se trata de una rea lidad típica de los primeros
No son razon es de índole riguros ame n te lógica o epi stemo­ estadios hi st óricos , que des apa recerá cuan do sea abolida la pro­
lógica , sino usos tradicionales y el deseo de simplificar las cosa s. pie dad privada de los medi os de p roducción . T an pront o como
lo que nos hace proclamar qu e el ámbito cata láctico, cs decir , la h uma nidad haya su perado el mu nd o de la necesidad par a ingre­
el de la econ omía en sen tido restri ngido, es aquel que atañe 'al sar en el de la liber tad 1, alcanzan do, de esta sue rt e, d a fase su pe­
análi sis de los fe nómenos del mercado. Ello eq uivale a afirmar rior de la socied ad co mu nista », habrá ab undancia de todo y será
que la cataláctica se ocu pa de aqu ellas actuaciones practicadas pos ible «dar a cada un o según sus neces idades » 2. N o es pos ibl e
sobre la base del cálculo mon eta rio. El intercambio mercan til hall ar, e n tod o el nrare ma gnuns de publicaciones marxistas, n i ln
y el cálculo monetario hállanse ins eparablemente ligados entre más leve alus ión a la posibilidad de que la so ciedad comunist a en
sí. Un mercado con cambio directo tan sólo no es sino imagina­ su «f ase supe rior» pueda halla rse enfr entada con el pr oblem a de
ria construcción. Es más; la apa rición del dinero y del cálculo I Vid. ENGELS, He rrn Eu gen D iibrings Unno álznn g del' Y(' issel1schalt . pág . .1 06,
monetar io viene condicionada por la p ree xistencia del mercado . 7.' ed., Stu ttgart, 1910.
Cierto es que la economía debe analizar la mecánica de un ~ Vid. K. MAR:"'::, Zur Kritik des sozioldemoleratiscben Parteiprogramms 1-'0 11
imaginario sistema socialista de producción , El análisis del mis ­ Gotbo, pág. 17, ed . Kreibich. Reichenbe rg, 1920.
Ambit o )' m etodologia de la catal áctica ., 67
366 La Acción H umana

la escasez de los fact ore s nat urales de produ cción . Esfuma se, mis­ alguno . Ninguna de estas realid ades podría, en efecto , dar se, por
teriosament e, la indud able pcn osid ad del tra bajo con sólo afir mar cuanto no habría lugar ;1 la elección y, al actuar, no exist iría d ile­
que el laborar - si es bajo el régimen comunista- no constituirá ma que , media nte el raciocini o, hubiera de ser resuel to . Los
carga , sino place r, deviniendo e nto nces «la fundamental exigencia hab itantes de ese hip ot étic o mundo, desde luego , nun ca hubi e­
de 1" vida» .~. Las terribles realidades del «experimento» tu SO jus­ ra n desar roll ado su raz ón ni su inteli gencia y si, en la t ie rra ,
tifícanse aludiendo a la hostil idad de los país es capitalistas , a qu e algun a vez llega ran a darse tales circunstancias, aquellos hombr es
el socia lismo en un solo país todavía no es per efccto, de tal suerte perf ectament e felices verían cómo ib a esfumándose su capacidad
qu e aún no ha sido posible plasmar la «fase superior» del comu­ de pensar, pa ra acab ar de ja ndo de se r human os. Porqu e el come­
nism o y, últimament e, median te ampa rarse en los est ragos causu­ tido esencial de la raz ón est riba en abor dar los problemas que la
dos por la bélica conflagración. na tura leza pl antea : la capacidad intel ectu al permite a los ma rtilles
Tnmh ién existen los inflacionistas radi cales. defen sor es de l.is luch ar con tr a la escasez. El hombre capaz de pensar y actu ar sólo
ideas que est ructuraran, por eje mplo. Proud hon, Ern cst Solvay y, puede apa recer dentro de un uni verso en el que huya escasez, en
en la América ac tual, aquellas escuelas que nos ha blan de «finan­ el qu e todo género de bienestar ha de conquistarse medi ant e
ciación funcional ». Para estas gentes , la escasez es fru to de las trabajos y fa tigas, aplicando . precisamente , aque lla conduc ta q ue
artif iciosas restricciones impuestas a 1<1 expansión creditici a y ;l suele denominarse económica.
otr as sistemát icas qu e permiten increme ntar la cant id ad de dinero
circulan te, medi das restrict ivas qu e los egoístas intere ses de clase
de los banqueros y demás explotado res han logrado imponer , sin 2. E L MI':TOD O DE INVE STIGACi ÓN BAS ADO
q ue la ignorancia de las gente s permitiera monta r una o posición E N l.AS CONST RUCC IO NE S I MAGINARIA S
seria a tales maquinaciones. Panacea para todos los males es el
increment ar ilim ita da men te el gasto público . El sistema de investigación típico de la economía es aquel
Esta mos unte el mi to de la ubundnncia y de la sncicdnd . De­ que se basa en construcciones imaginarias.
jand o el tem a en manos de los hist oriad or es y Jos psicólogos, c::.í. Tal pro cedimiento constituye el genuino método praxeo l ó­
bele a la econo mía desentenderse del problema de det erm inar por gico. Ha sido especialmente elaborado y perfeccionado cn el
qué es tan popular este arb itrari o modo de pen sar y esa tende ncia marco de los estudios económicos, debiéndose ello a que la
de las gentes ,1 soñ ar despiertas. Fr ente a tanta vana palabrerln. economía es la parte de la praxeología hasta ahora más adclan­
la econornín af irma 1<) 1) sólo que su misión es enfre n tars e C\1I1 aquc ­ tada. Quienquiera pret enda exponer una opinión sobre los pro­
llos problemas que se le suscita n al hombr e precisamente porq ue blemas comúnment e considerados de índole económica queda
el mantenimiento de b vida human a cxígcle d ispone r de múl­ obligado a util izar el procedimiento de referencia. Porque el
tiples [ucto rcs rnareriales. 1..:1 economía se ocupa de la acción, es
recurr ir a las alud idas construcciones imaginarias no constituye
prerrogativa exclusiva del profesional dedicado a la investiga­
decir , del esfuerzo consciente del homhre por paliar , en lo posible,
sus d iverso s malestares. Para nada le interesa determina r q ué
ción científica. Cuando se trata de abordar cuestiones econó­
sucedería en un mundo, no sólo inexistente, sino incluso inconce­
micas, igual que el teórico, a tal método ha de acogerse el
profano . Sin emba rgo, mientras las const rucciones de éste re­
bible para la mente humana, donde n ingún deseo jamás quedaría
insat isfecho . Cabe admitir que en tal imaginario sup uesto ni regi­
sultan vagas e impreci sas, el economista procura que las suyas
ría la ley del valor, ni habría escasez: ni prob lema económico
sean formuladas con la máxima diligencia, atención y justeza ,
analizando críticamente todos los supuestos y circunstancias
, Vid. Ibíd. de las mismas.
368 La A ccí án 1-1 nntana Ambito y metodología de la cataláctica 369

La construcci ón imaginari a constituye, en definiti va, con ­ existir. Pode mos, en este sentido, compre nder la categoría de
ceptual imagen de una serie de hechos , result antes, como ló­ acción, construyendo imaginaria situación en la cual el actuar
gica consecuenc ia, de las pr evias actu aciones contempladas al resultaría inconcebible, o bien po rque las gentes estuvie ran
formular las mismas. E s fru to por tanto de la dedu cción , deri ­ ya plena mente satisfechas, sin sentir ningún malestar, o bien
vando por eso de la categoría fundamental del actu ar , es decir , porqu e desconocieran forma algun a que pe rmitiera incrementar
del prefer ir y rechazar. E l economista , al configur ar su imagi­ su bienes tar (su grado de satisfacción ). Del mismo modo, apre­
naria construcción, no se preocupa de si refleja o no exac ta y hendemos el concepto del in terés originario for mulando una
precisamente la realidad que se propo ne examinar. No le inte­ imaginaria construcción en la cual el indi vid uo no d ist ingu ir ía
resa averiguar si el or den imagin ado, en el mundo de la reali­ entre satisfacciones qu e, si bien perdurarían un mismo lapso
dad , pod ría efectivamente existi r y funcionar . Porque incluso de tiempo , sería n dis frutadas unas m ás pronto y otras más
construcciones imaginarias inadmisibles, íntimamen te cont ra­ tar de con refere ncia al momento de la acción .
dictorias y de imp osible plasmación práctica, pued en ser ú tiles Las constru cciones imaginarias resulta n imprescindi bles en
y hasta indispensables para comprender mejor la realidad , sicrn­ praxeología y cons tituyen la única siste mática que per mit e la
pre y cuando se sepa manejarl as con el deb ido tino . investigación económica. Se tra ta, desde luego, de un método
Los frutos que reporta constituyen la mejor vindicación difíci l en extremo de manejar po r cuanto fácilmente induce al
del método. La pra xeología no puede, a diferencia de las cien­ para logismo. Q uien de él pr etende hacer uso se halla indefecti­
cias na tur ales, amparar sus en señanzas en experimentos de la­ blemente, di scu rriend o por resbaladiza arista , a ambos de cuyos
boratori o, ni en el conocimiento sensoria l de la realida d exter­ lados ábrense los abis mos de lo absur do y lo disparatado. Sólo
na . Por ello, la praxeología había forzosamen te de estruc tu rar despiadada au tocrítica puede evitar caer en tales piélagos.
unos métodos completa mente distintos de los que la física o la
biología emp lean. In cidiría en puro di slate quien pretendiera
bu scar, dentro del campo de las ciencias naturales, algo similar 3. LA ECONOMÍA PURA DE MERCA DO
a las const rucciones imaginarias, pues , desde luego, las que la
praxeología maneja nunca pueden ser con trastadas con realidad En la imaginaria construcción de una econo mía pura o de
expe rimenta l alguna . Su funci ón estriba en auxiliar al hombre mercado no in terferido suponemos se practica la división del
precisamente cuando quiere abordar investigaciones dond e no trabajo y que rige la propiedad privada (el control) de los me­
cabe recurr ir a la ilustración sensor ial. Al con tra star con la dios de prod ucción; que existe, por tanto, in tercambio mercan­
realidad las construcciones imaginarias, res ulta impertinente in­ til de bienes y servicios. Se supone, igualmente, que ninguna
dagar si éstas confor man con los conocimientos experimen tales fuerza de Índole institucion al perturba nada. Se da, finalmente,
o si reflejan convenientemen te los datos empíricos. Lo único por admitido que el gobierno, es decir, el aparato social de
qu e precisa confirmar es si los presupues tos de la con stru cción compulsión .y coerción, esta rá presto a amp arar la buena mar­
coinciden con las circuns tancias propias de aquellas actuacio nes cha del siste ma, absteniéndose, por un lado, de actuacione s
que se quie re en juiciar. que puedan desarticularlo y pro tegiéndolo, por otro, contra
El sistema consiste, fundament almen te, en excluir de con­ posi bles ataques de terceros. El mercado goza, así, de plena
creta actuación alguna o algun as de las circun stancias que en, liber tad ; ningú n agente ajeno al mismo interfiere los precios ,
la misma concurre n . Cábenos, de esta suerte, mentalmente pon­ los salarios, ni los tipos de interés. Partiendo de tales presu­
derar las consecuencias que la ausencia de dichas circu ns tancias puestos, la economía trata de averigua r qué efectos .tal organi­
pro vocaría y advertir la trascende ncia de las mismas en caso de zación provocaría. Sólo más tarde, cuando ya ha quedado debí­
24
370 La Acción H umana Ambiio )' metodología de la catal áctica 371

da mente exp uesto cuanto cabe inferi r del análisis de esa imagi­ Cier to es que los econom istas clásicos y sus continuadores
naria construcci ón, pasa el economista a examinar (as cuestiones solían calificar de «natural» el sistema basado en un a libre eco­
que suscita la interferencia del gobierno o de o tr as organiza. nomía de mercado , mientras mot ejab an de «artificial» y «per­
ciones capaces de recurrir a la fuer za y a la int imidación en la turbador» al régimen montado sobre la int romisión oficial en
mecánica del mercado. los fenómenos mercantiles. Tal terminología era tam bién fruto
Sorprendente , desde luego, resulta que un a sistemática del cuidadoso aná lisis qu e de los pr oblemas de! interve ncio­
como la de referencia, lógicamente impecab le, pueda haber nismo habían pr eviam ente pr acticado. Al expresarse así, nc
sido objetivo de ataques tan apasion ados, sobre todo cuando hacían más qu e atemperar su dicción a los usos semánt icos de
con stituye el único métod o que permite abord ar los problema s una época que propendía a calificar de contraria a natura toda
que a todos interesan . Las gentes han vilipendiado el sistema institución social tenida por indeseab le.
conside rando se tr ataba de arbitrario mecanismo mon tado en El teísmo y e! deí smo de! siglo de la Ilustración veían refle­
sectaria defensa de una po lítica econó mica liberal, que tildan de jados en la regulari dad de los fenó menos natura les los manda­
reaccionari a, imperialista, manches ter iana, negati va, etc. Ase· tos de la P rovidencia. Por eso, cuando aq uellos filósofos advir­
guróse qu e del anális is de imaginarias const rucciones no cabía tieron análoga regularidad en el mundo de la acción humana y
derivar ilustración alguna que per mitiera comprender mejor la de la evo lució n social, tendieron a int erpret ar dicha realidad
realidad . Tan ardorosos crít icos inciden , sin embargo, en abier­ como un a manifestación más de! pa tern al tu telaje ejercido por
ta contradicción cua ndo, para exponer sus propi os idearios, re­ el Creado r del universo. En tal sent ido , hub o economistas que
cu rre n a idéntica sistemática. Al abogar por salarios mínimos, ado ptaron la doctrina de la armon ía prede term inada 4. La filoso­
preséntannos, teóricament e, las supuesta men te insat isfactoria¡ fía social en q ue se basaba el despoti smo pat ernalista insistía en
situaciones que registr ar ía un libre me rcado laboral y, cuando el origen di vino de la autoridad de aqu ellos reyes y autóc ratas
bus can protecciones ta rifarias, descríb ennos, tambi én en prin­ des tinados a gobe rnar los puebl os. Los liberales, por su parte ,
cipi o, las desastradas consecuencias qu e, en su opinión, el li­ replicaban que la libre operación del mercado, en el cual el
brecambi smo habría de provocar . Lo cierto es que par a pon · consu midor - todo ciudadano-e- es soberano , provoca resu l­
derar cualquier medida tend ent e a limitar e! lib re juego de los tados mejores que los que órdenes emanadas de un gidos gobe r­
e!ementos q ue int egran un mercado no inte rferi do, fo rzoso es nant es po dían engend rar. Conte mplad el fun cionam icm o de!
examinar, ant e todo, aquellas situacio nes que la libertad econó­ mercado - decí¡¡n- y veréis en él la mano del Señor.
mica engendraría . Al tiempo que formulaban la imagina ria construcción de
Los economistas, a través de sus investigaciones , ban llega­ una economía de mercado pura, los economistas clásicos elabo­
do a concluir qu e aqu ellos ob jetivos qu e la mayoría, es más. raro n su cont rafigura l ógica, la imagin ari a cons trucción de una
prácticamente todos, se afanan por conqu istar mediante la in ­ comunidad socialista . En el proceso heurístico que, finalmente ,
versión de trabajo y esfuerzo, al amp aro de diversas políticas . perm itió descubrir la mecán ica de la economía de mercado, este
como mejor pueden ser alcanzados es imp lant ando un mercado imaginari o orden socialista gozó incluso de pri oridad lógica.
lib re cuya operación no se vea pert urbada por la interfe rencia Preocupaba a lo s economistas el problema referen te a si e! sas­
es ta tal. No hay razón alguna para considera r aser to gratuito
• La aludida predeterminada armonía del mercado libre no debe, sin embargo.
tal conclusi ón, ni fruto de imperfecto análisis. Mu y al contra­ confundirse con la teoría de la armonía de los intereses sociales rectamente enten­
rio, hallámonos ante la consecuencia que ofrece riguroso e im­ didos, que se produce bajo un sistema de mercado, si bien hay cierta analogfa
parcial estud io del intervencionismo en todas sus facet as. entre ambos pensamientos. Vid . p¡1gs. 979·99 1.
La Acción H uman a Ambito y metodologla de la catal áctica 373
372

tre disfrutaría de pan y zapatos en el supuesto de que no hubie ­ conducta de ese imagin urio ser de nada sirve cuando lo que se
ra manda to gubernativo alguno que obligara al panadero y al prete nde es aprehender la realidad tal cual es.
zapatero atender sus respect ivos cometidos. Parecía, al pronto, Innecesario result a refu tar, una vez más, el confusionismo.
precisa una inte rvenció n autoritaria para constreñir a cada pro­ error e inexactit ud que d icho aserto implic a, pues las falacias que
fesional a que sirviera a sus conciudada nos. Por eso, los econo­ contiene fueron ya examinadas en las partes primera y segunda de
mistas quedábanse pasmados al adve rt ir que tales medid as es te libro . Conviene ahora, sin emb argo, cen trar nuestra atención
coactivas en modo alguno eran necesarias. Cuando con trasta­ en el probl ema relati vo a lu maximizaci ón de los beneficios .
ban la producción con el lucro, el interés privado con el pú­ La praxeolog ía en ge neral, y concre tamente la economía, al
enf rentarse con los móviles que enge ndran la acción humana, li­ •
blico, el egoísmo con el altruismo, aquellos pensadores tácita­
mente estaban utilizando la imaginar ia cons tr ucc i ón de un sis­ mirase a aseve rar que el homb re , mediante la acción . pretende
tema socialista. Precisament e su sorpresa ante la, digamos. suprimir su malestar. Sus accio nes, en la órbita del mercado, plas­
«automática» regulación del mercado surgía por cuanto adver ­ man compras y ve ntas. Cuanto la economía predica de la oferta y
tían que mediante u n «aná rq u ico» sistema de producci ón cabí a la demanda es aplicable a cualquier tipo de uferta y de dema nda ,
atender las necesidades de las gentes de modo más cumplido sin que la certe za de dichos asertos quede limitada a determina­
que recurriendo a cualquier ordenación que un omnipotente das ofertas y demandas, engendradas por circunstancias especiales
gobierno centralizado pudiera estructurar. El socialismo , como que requi eran examen o defi nición particular. No es preciso esta­
sistema basado en la división del trabajo que una autor idad blece r presupuesto especia l alguno para afi rmar que el individuo,
planificadora por entero gobierna y dirige , no fue idea que los en la disyuntiv a de percibir más o percibir menos por cierta mer­
reformadores utópicos engendraran. Estos últi mos tendían más canela que pretenda vender, preferirá siempre , ceteris paribus,
bien a predicar la autá rquica coexistencia de reducidas ent ida­ cobrar el precio mayor . Para el vendedor, el recaudar esa cantidad
des económicas; en tal sent ido , recuérdese la pbalange de superio r supone una mejor satisfacción de sus necesidades. Lo
Fouri er. Si el radicalismo reformista pudo recurrir al socialis­ mismo, mutatis mutandis, sucede con el comprador. La cantidad
mo, fue porque se acogió a aquella idea, de una economía diri­ que éste se ahorra' al co mprar más barato permíte1e invertir mayo­
gida por un gobierno de ámb ito nacional o mundial, implícita res s umas en apetencias que , en o tro caso, habrían qued r.do in­
en las teoría s expuestas por los economistas cl ásico s. satisfechas. El comprar en el mercado más barato y ven der en el
más caro - inmodificadas las restantes ci rcunstancias- es una
conducta cuya ex plicncién en modo alguno exige ponderar parti­
LA MAXIMIZACION DE LOS BENEFICIOS culares motivaciones o impulsos morales en el actor. Dicho proce­
der es el único natura l y obligado en todo inte rcambio.
Suele decirse que los econ omistns , ,tI abordar los problemas El hombre, en cuanto come rciante, deviene servidor de los
que la eco nomía de me rcado suscita , parten de irr eal supuesto , consum idores, qu edando obligado a arender los deseos de éstos .
al imaginar que las gentes se afanan exclusivamen te por procu­ No puede entrega rse a sus propio s caprichos y anto jos. Los gus­
rarse la máxima satisfacción personal. Dichos te óricos -asegú­ tos y fantasías del cliente constituyen norma suprema para él,
rase- basan sus lucubraciones en un imaginario ser, totalmen te siempre y cuando el adqui rente esté dispuesto a pagar el precio
egoís ta y racional, que s610 por su ganancia personal se interesaría. correspondiente . El hombre de negocios ha de acomodar fatal.
Ese hamo occonomicus tal vez sirva para retratar a los traficantes, men te su cond ucta a la demand a de los consumidores . Si la clien­
a los especuladore s de la Bolsa; las gentes, sin embargo, en su tela es incapaz de apreciar la belleza y prefiere el prod ucto tosco
inmensa mayoría, son bien diferentes, El lucubrar en torno a In y vulgar, aun contrariando sus prop ios gustos, aquél habrá de
La Acción Humana tlmbito y mel uJulogía de la catal áctica 375
37 4

prod ucir, precisamen te, lo que los compradores prefieran 3. Si los un costo más -del proceso industrial. Pe ro >en ver dad , consti tuye
consum idore s no están dispuestos a pagar más por los produ ctos inversión efectuad a por el propieta rio de parte de sus ingresos.
nacionales que por los ex tran jeros , el comerciante vese constre­ En puridad estamos ante un gasto de consumo , no un costo de
ñido a sur tirse de estos últimos si son más barato s que los aut óc­ producci ón".
tonos. E l patrono no puede hacer caridad a costa de la cliemc la.
No puede ' pagar salarios superiores a los del me rcado si los com La tendencia a tomar en consideración sólo 10 tan gible, pon ­
pradores, por su parte, no est án d ispuestos a abonar precios pro­ derable y visible. descuidando todo lo demás, induce a torp es
porci onalmente mayores po r aque llas mercancías que han sido pro · err ores. E l cons um idor no co mp ra al iment os o caloría s exclusiva ­
ducida s pagando esos incrementados salarios, me nte. N o pre tende devorar to mo mero an imal; qu iere comer
El pla nteam ient o es tota lmente dis tint o cuando se tra ta de como ser racional . Ha y muchas per sona s a quienes la comid a 5:'1 ­
gastar los propios ingresos. En t..11 caso, el inte resado pued e pro­ iisface ta nto más cu anto mejor presentada y más gus tosa sea,
ceder como mejor le pare zca. Si le place, cdbele h <1CCL' donativos y cuanto mejor di spuesta est é la mesa y cuan to más agradable sea el
limosnas. Nada le imp ide que, dej ándose llevar por rcoria s y pre­ ambiente. A esta s cosas no les dan importancia aquel los que exclu­
juicios dive rsos, d iscrimine contra bienes dc determina do or igen sivamen te se OCUp An de los aspec tos químicos del p roceso diges­
o procedenci a y prefiera adqu irir productos que técnicamen te son tivo 7. Ahora bien, el que dichas circunstancias tengan no to ria
peores o más caros. Lo norma l, sin emba rgo , es que el comprador trascende ncia en la determinación de los precios de la aliment ación
no favorez ca cari tativamente ,11 vend edor. P ero algun a vez ocurre . result a perfectame nte comp arible con nue stro anterior aser to según
La fronter a yue separa la co mpr ave n ta me rcan til de bien es y ser ­ el cual los hombres prefier en , cet erís paríbus, comp rar en el me r­
vidas de la d onació n limosnera , a veces, es difíci l de tra zar . Q uien cado más barato. Cuan do el comprador , al elegir entre dos cosas
hace una adqu isición en una t ómbola de caridad , gener almen te. que la q uím lca y la t écnica reputan iguales, op ta por la más cara ,
combina una comp ra comercial con un acto de caridad . Q uien indudablement e tien e sus mo tivos paru proceder así. Salvo que
enuega unos céntimos, en la calle, al m úsico ciego, ciert amente. esté incidiendo en err or, al actu ar de tal suer te, 10 que hace es
no cstá pegando la dudosa labo r musical; se [imita a hacer car idad . pagar unos servidos qu e 1<1 qu ímica y la tecnol ogía, con sus mé­
E l hombre , :11 act uar , procede como ser uni tario . El co mer­ tod os específicos de investig ación, so n incapaces de ponderar.
ciante, exclu sivo propieta rio de cier ta empresa. puede , en oc asio­ 1'<11 vez) per sonalmente, consideremos rid ícula la vanidad de quien
nes, dif uminar la frontera entre lo que es negocio y lo qu e C~ p a~a mayo res precios acud iendo a un bar de lujo , simplemente por
liberalidad . Sí de sea socor rer a un amigo en situación apurada , to marse el mismo céc tel nl lado de un d uque y code ándose con
t al vez, por delicadeza, arbitr e algu na fórm ula que evi te a este la mejor so ciedad. Lo que no resulto permisib le es afirmar qu e
último la verg üen za de vivi r de la bondad ajena. En este sentido, tal persona no csni mejorando su prop ia snrisfaccié n al p ro­
puede of recerle un cargo en sus oficinas, aun cuan do no precise cede r así.
de tal auxilio o qu épale con tra tarlo II menor precio en el mero
cado . En t al supu esto , el correspondiente salario, forma lmen te, es 6 Las instituciones legales, frecuentemente, foment an ese confusionismo entre

gastos productivos y gastos de consumo. Tocio gasto que pued a lucir en la corres­
J Un pint or, por ejemplo; es puro comerciante cuando se preocupa de producir
pondiente cuenta de resultados disminuye el beneficio neto, reduciéndose, congruo­
los cuadro s que 1.. propor cionar án mayores ingresos. Cuando. en cambio. no se mente, la carga fiRa J. Si el tipo UC gravamen, por ejemplo, es del 50 por 100 sobre
subordina :al gusto -lel público comprador y. haciendo caso omiso de todas lalo cl beneficio neto. cuando el empresario invierte parte del mismo en obras caritat l­
desagradables con sero .~ncias que su proceder pueda írro garle, guíese excloelvcrocnte vas, siendo éstas deducible s, de su propio bolsillo contribu ye 5610 con la mitad del
por propios ideales, entonces es un artista. un genio creador. Vid . supra páginas importe. La otra mitad pégala el fisco.
1 La fisiología nu tritiva tampoco.edesde luego, desprecia tales detalla.
221·223.
376 La Acci6n Hu mana Ambito y metodologia de la catal áctica 377

El hombre actúa siempre para acrecentar la personal sa tisfac­ permite ponderar en qu é grado h állense las mismas obj etivamente
ción. En este sentido - y en ningún otro-- cabe emplear el tér­ sa tisfechas, Quiene s emiten tales opin iones y recomiendan seguir
mino egoísmo y decir que la acción siempre, por fuerza, es egoísta. esos criterios en la acción de gobi ern o pretenden tratar a los
Incluso las actuaciones que directamente tienden a mejorar ajena homb res como el ganadero maneja a sus reses. Inciden, sin embar­
condición resultan, e n def initiva , de índ ole egoísta , pues el acto r, go , tale s reformadores en error al no ad vertir qu e no existe prin­
persona lmen te , der iva mayor satisfacción de ver comer a lo s de­ cipio universal alguno qu e pueda se rvir de guía pa ra decidi r un a
más que de comer él mismo. El con temp lar gentes hambrientas alim en tación que para todos fuer a conven iente . El que, al respec­
le produce malestar. to, se sigan unos u otros principios dependerá íntegramente de los
Cie rto es que muchos pie nsan de o tro modo y prefieren llenar ob jetivos que se per sigan. E l ganadero no alimen ta las vacas para
el propio estómago antes que el ajeno. Esto, sin embargo. nada hace rlas má s o menos felice s, sino en el deseo de consegu ir espe ­
tiene que ver con la econom ía; co ns tit uye simple dato de exp e­ cíficos ob jetivos . P uede ser que qu iera incrementar la producción
riencia h istórica . La economía inter ésese po r tod a acción, ind e­ de leche o de carne, o ta l vez busque otras cosas. ¿Qué tipo de
pendientemen te de que ésta sea engendr ada por el hambre del per son as querrán producir esos criado res de hom bres? ¿A tle tas o
actor o por su deseo de aplacar la de los dem ás. ma temá tico s? ¿G uer rero s o jorna lero s? Quien p retenda criar y
Si, por max imizaci ón de los benef icios, pre dica mos que el alime ntar hombres con arr eglo a patr ón pree stab lecido en verdad
hombre, en las tra nsacciones de mer cado, aspira a increm entar desea arroga rse poderes despó ticos y se rvirse, como med ios, de sus
todo lo posib le la propia ventaja, incu rrimos, desde luego, en conciudad anos para alcanzar prop ios fine s qu e indudablemente
plcon ástico y pe rifr ástico circunl oquio , pues simplemen te repe­ dif erirán de los perso nalmente preferi do s por aquéllos .
timos lo que ya se halla im plícito en la prop ia categor ía de acción . Media nte sus subjetivos juicios de valor , el individuo distin­
Pero si, en cambio , cualquier ot ro significado pretend emos dar :1 gue ent re aquello que le produce 'más satisfacción y lo que menor­
tal ex presión, de inmediato incid imos en el error. mente le sat isface. Pero , en cambio, el juicio de valor emitido
H ay economist as q ue cree n qu e co mpete a la economía el de­ po r un a persona con respecto ;1 1a sat isfacción de te rcero nada,
te rminar cómo puede todo el mun do , o 11 menos la mayo ría, .11­ efectivamente, d ice acer ca de 1:1 real sat isfacción perso nal de este
canzar 1<1 máxima satisfacción posi ble . Olvidan qu e no exis te me­ últ imo , T ales juicio!' no hace n más qu e proclamar cuál es el estado
canismo alguno q ue permita ' med ir el respect ivo estado de satis­ en que quie n los formu la qu isiera ver al te rcero . Esos reformado ­
facción alcanzado por cada uno de los co mponentes de la sociedad . res que asegur an perseguir la m áximn satisfacci ón general no hacen
Err óneamente interp re tan el caráct er de los juicios form ulad os más que expresar cuál sea la aje na situación que mejor conviene
acerca de la comparativa felicida d de personas diver sas. Creen a su s propios intereses .
estar sentando hechos, cuando no hacen más q ue expr esar arb itra­
rios juicios de valor . Cabe , desde luego , decir q ue es justo robar
al rico para dar al pobre; pe-ro, el calificar algo de justo o inj usto 4. LA ECONOMÍA AUTÍSTICA
implica previo juicio subjetivo de valor qu e, como tal, resulta,
en todo caso , pu ramente persona l y cuya certeza no cab e ni refuta r Ninguna imaginaria construcción ha sido más acerbamente
ni atestiguar . La economía [am ás pretende emitir juicios de valor. criticada que aquella que supone la existencia de un aislado
La ciencia aspira tan sólo a averigua r los efcctos q ue determina­ sujeto económico que por sí solo ha de bastarse. La economía,
dos modos dc actuar , Iorzosament e, han de provocar . sin embargo, no puede prescindir de dicho modelo. Para estu­
Las nece sidades fisiol ógicas - se ha dich o- en todos los hom­ diar debidament e el cambio interpersonaI, vése el economista
bre s son idé nticas; tal ide ntidad, por tan to, brinda un a pau ta que obligado a contras ta rla con aquellos supuestos en los que no
378 t cz Acción H umana Ambito y met odología de Id rotaléctícv 379

podría darse : En este sentido recu rr e a dos ejem plos de eco no­ Para la economía , desde luego , nin gún interés encierran tan
mía autística : el refer en te a la economía del individuo a islado arbi tra rios ju icios de valor .
y el referente a la eco nomía de un a sociedad soc ialis ta . Lo s
economistas, al servirse de estas imaginarias cons trucciones,
desentiéndense del p robl em a a tine nte a si la economía aur istica 5. EL
ESTADO us REPOSO
puede efec tiva me nte fu ncionar o no ' . y L A ECONOMíA DE GIRO UN IFORM E
El estu dioso perfectame nte adv ierte que el mod elo es fic­
ticio . N i a Robi nson Crusoe - que, pese a todo , tal vez efecti­ Para abordar debidam en te el estudio de la acción conviene
vam ente ha ya vivido- ni al jerarca supremo de una aislada co­ adve rtir qu e aqué lla apu nta siem pre ha cia un est ado que, con ­
munidad socialista - la cua l histór icam ente hasta ahora nunca segu ido, ved arí a ulteri or ac tuac ión, h ien por h aber sido su pri­
ha existido-- resu ltaríales pos ib le plane ar y actua r como , en mido todo malest ar , bien po r no resulta r posib le paliar en mayor
camb io , lo hacen quienes pu eden recurrir al cálculo eco nómico . grado el p reva len re. La acción, por tanto, de por sí, tiende al
En el marco de nuestra imaginari a cons trucción, ello no ob s­ estado de reposo , a la supresió n de la acti vidad.
tante, podemos perfectamente suponer q ue cab e efec tua r di chos
La teoría de Jos p recios ha de estud iar el cambio int crper­
cálcu los, si tal suposición permite abordar mejo r los proble­
sonal, ten iendo siempre bien presente lo ant er ior . Las gentes
mas examinados.
seguirán in tercambiando mer ca ncías en el mercado hasta llegar
En la imaginaria con strucción de una economía au tíst ica se
al mo me nto en que se interrumpa y detenga el int er cambio al
basa esa popular di stinción entre la actuación prod uct iva y la
no hab er nadi e ya q ue crea pueda mejo rar su b ienestar medi an ­
ac tuaci ón purame nt e ren tab le, con mi ras al beneficio, dist in­
te ulteri or actuación. E n ta les circuns ta ncias, a los po tenciales
ción en la cua l tantos infundado s ju icios de valor se amparan .
com pradores dejarí an de in tcresarl cs Jos precios solicitados po r
Q uie nes recurren a tal di ferencia esti ma n qu e la economía
los poten ciales vende do res . y lo mismo sucede ría a la inversa .
autís tica, especialme nt e la de tip o socialista, constituye el más
Transacción alguna podría ser efec tua da . Sur gir ía, así , el estado
d eseab le y perfecto sistema de gestió n. En juician los di fer entes
de reposo . Ta l estad o de reposo, qu e pod emos den om inar esta­
fe nó menos de la economía de mer cad o pondera ndo cada u no do natural de reposo, no es mera construcci ón imagin aria. Apa­
de e llos según el mismo resu lte o no jus tificado desde el pu n to rece repe tidament e : Cua ndo cierra la Bolsa. los agen tes han
d e vista de la organ izació n socia lista . Sólo atr ibuyen valo r posi­ cum plime ntado cu antas órdenes . al vigen te precio de mer cad o ,
tivo , calificándo las de «productivas», a aqu ellas actuaciones q ue cabí a casa r . H an dejado de vende r y de compra r tan sólo aq ue­
el jerarca eco nómico de ta l sistema practicaría. Las resta ntes ac­ llos potenci ales vende dores y com p radores que, respectivarnen ­
tividades pe rfeccio nadas en una eco nomía de me rcado t ílda nse te , estima n demasiado b ajo o de mas iado alto el precio del mer­
de improductivas , independi en temente de que pu ed an ser pro ­ cad o ' . Est o mismo es pred icab le de todo tipo de transacción .
vechosas para qui en es las ejercitan. Así . po r ejemplo , el ar te de La 'economía de merc ad o , en su conjunto, es, por decirlo . así,
vender, la publicid ad y la banca cons id éranse activida des ren­ un a gra n lon ja o casa de contra tación . En cada instan te cásanse
tabl es, pe ro improduc tivas . todas aque llas tran saccion es q ue los intervi nientes, a los pre­
• Estamos abordando ahorn problemas puramente tconcos. en modo alguno cios a la sazón vigen tes, están di sp uestos a aceptar . Nuevas
históricos. Podemos. consecuentemente , eludir las objeciones opues tas al concepto
del individuo uislndo, com cmplcndo en nu estros análisi s b economía Familiar autl s­ , En gracia a la sencillez h .lCl'1Il0S t.'aso om¡ ~u dl.' lu Hurtuución J ~ los cambios
rica, que ésa sí indudablemente ha exis tid o. el transcurso del dí a.
Ju rante

~
380 LJ Acción H umana A mbiro y metodolog]« de la rnteíéctíca 38 1

opera ciones sólo podrán ser plasmadas cuando varíen las res­ siva, dando lugar a nuevo estado de reposo . Los economistas
pectivas valo raciones persona les de las partes. de antaño llamaron precio natu ral al precio correspondiente a
Se ha dicho qu e este concepto del es tado de reposo es in­ este fut ur o estado de reposo ; hoy en día se emplea más a me­
satisfactorio , por cuanto se refiere tan sólo a la de terminaci ón nudo el térm ino precio estático. En orden a evitar confusio nis­
de! precio de unos bienes disponibles en limitada cantidad, sin mo es más conveniente habl ar de precio [inal, aludiendo, con­
pro nu nciarse acerca de los elec tos que tales precios han de siguientemente , a un estado [inal de reposo. Este estado final
provocar en la act ividad productiva. La ob jeción carece de base . de reposo es una cons trucción imaginar ia, en modo alguno des­
Los teoremas implícitos en e! estado natural dc reposo resultan cripción de la realidad . Porque ese esrada final de reposo nu nca
válidos y aplicables a todo tipo de transacción , sin excepción podrá ser alcanzado. An tes de que llegue a ser una realidad ,
alguna. Cierto es que los compradores de factores de produc­ factores per turbadores fo rzosamen te hab rán de surg ir. Pero no
ción, a la vista de aquellas ven tas, Ianzar ánse irunendia tamen tc hay más remed io que recu rrir a esa imaginaria constr ucción,
a producir , en trando , a poco , de nuevo en el mercado eon sus por cuanto el mercado, en todo mome nto, tiende hacia deter­
productos , impelidos por el deseo de. a su vez, comprar lo qu e minado estado fina l de reposo . En cada ins tante subsiguiente
necesitan para su propio consumo, así como para continuar los pueden aparecer circuns tancias que den lugar a que varíe El
procesos de producción . Ello , desde luego , no invalida nuestro mercado, orientado en cada momento hacia determinado esta­
supuesto, e! cual en modo alguno presup one que el estado dc do final de reposo, jamás se aqui eta.
reposo haya de perdu rar . La calma se desvanecer á tan pro nto El precio de mercado es un fenómeno real; es aquel tipo
como varíen las mornentáneas circun stancias qu e la produ jeron. de cambio al que efectivamente realiz áronse operaciones. El
El estado natural de repos o, seg ún an tes haciamos not ar . precio final, en cambio, es un precio hi potético. Los precios de
no es una construcción imaginaria. sino exacta descri pción de mercado constit uyen realidades históricas, resultando , por tan­
lo qu e, con frecuencia , en tod o mercado acontece. A este res­ to. posib le cifr arlos con exactitu d numérica en dó lares y centa­
pecto, radicalment e difi ere de la otra imaginaria const rucción vos. El precio final, en cambio, s ólo puede ser concebido par­
que alude al estado final de reposo . tiendo de las circunsta ncias necesarias para qu e el mismo apa­
Al tra tar de! estado natural de reposo fijam os la ate nció n rezca. No puede ser cifra do ni en valor num érico expresado en
ex cl us j v~men te en lo que ahora mismo está ocurriendo. Res­ términos monetarios ni en cantidades ciertas de otros bienes.
tringimos nuestro hori zonte a lo que mome ntá neamente acaba Nunca aparece en e! mercado, Los precios libres jamás coinci­
de suceder, desen tend iéndonos de lo que después. en el pr óx i­ den con el pr ecio final correspondiente a la estruc tura de mer­
mo instante , mañana o ulte riorment e, acaecerá. In ter ésannos cado a la sazón prevalen te . Ahora bien, la cataláctica lamenta ­
tan sólo aquellos precios que efectivamente, en las correspon­ blemente fracasaría en sus intentos por resolver los pro blemas
dientes compraventas , fueron pagados, es decir , nos ocupamos que la de terminaci ón de los precios suscita, si descuidase el
con exactitud de los precios vigen tes en un inmediato pretéri­ análisis del precio final. Pues, en aque lla misma estructura
to . No importa saber si los fut uros precios ser án iguales o dis­ mercantil qu e engenelra e! precio de mercado , están ya opera n­
tintos a estos que contemplamos. do las fue rzas que, a través de sucesivos camb ios, alumbrarían,
Pero ahora vamos a dar un paso más. Vamos a inte resarnos de no aparecer nuevas circuns tancias, el preci o final y el estado
por aquellos factores capaces de desatar una tendencia a la va­ final de reposo. Q uedaría indeb idamente restringido nu esrro
riación de los precios. Quere mos averiguar adónde dicha ten­ an álisis de la determinación de los precios si nos limitáramos a
dencia conducirá, en tanto se vaya agotando su fuer za irnpul­ contemplar tan sólo los momentún eos precios de mercado y el

~
382
La Acción Humana Ambito y m etodolo gie de la catai áctica 3.83

estado natural de reposo, sin parar mientes en que, en el merca­ hecho concurren tes . (Es equ ivocado e induce a confus ión de­
do , están ya ope rando factores que han de provocar sucesivos nominar economía estát ica o econom ía en equilibrio estático a
cambio s de los preci os, orientando e! conjunto mercant il hacia la construcción qu e nos ocupa, constituyendo grave error el
distinto estado de reposo. confundi rla con la imaginar ia construcción de la economía esta ­
El fenómeno con que nos enfrentamos estriba en que las cionaria) 10. La econo mía de giro uniforme es un esquema fic­
variaciones de las circunstancias det ermi nadora s de los precios ticio en el cua l los precios de mercado de todos los bienes y
no producen de golpe todo s sus efectos. Ha de transcurrir un servicios coinciden con los corres pondientes precios final es.
ciert o lapso de tiempo par a que defi nitivamente su capacidad Los precios ya no varían ; exis te perfecta estab ilidad . El mer o
quede agotada. Desde que apa rece un dato nuevo hasta que el cado rep ite, una y o tra vez, idénticas tran sacciones. Iguales
mercado que da plenamente adaptado al mismo, transcurre cier­ cantidades de bienes de orden supe rior, siendo objet o de las
ro lapso temporal. (Y, nat uralmente , durant e ese tiempo, co­ mismas manipulaciones, llegan fin almente, en form a de bienes
mienzan a actua r nuevo s factores.) Al abordar los efect os pro · de consumo, a los consu midores que con ellos acaban . Las cir­
pios de cualquier variación de aquellas circunstancias que cunstancias de tal mercado jamás varían. H oyes lo mismo qu e
influyen éiJ e! mercado, jamás debemos olvida r que contern­ ayer y mañana ser á igual a hoy. El sistema está en movimiento
pIamos eventos sucesivamente enc adenado s, hecho s que, esla­ constante, pero nu nca cambi a de aspecto. Evoluciona invaria­
bón tras eslabó n , van apareciendo, efecto s escalonados. Cuánto blemen te cn torn o a un centro fijo; gira uniforme mente. E l
tiempo transcurrirá de una a otra si tuación, nad ie puede pre­ estado nat ural de reposo de tal economía se perturba con tinua ­
decirlo. In dudable, sin embargo, es que, entre un a y otra , ha de mente; sin embargo, reap arece de inmediato tal y como prim e­
existir un cierto lapso temporal; período que, a veces, cabe sea ramente se presentó. Son cons rantes toda s las circunsta ncias
tan corto. que, en la práctica , pueda despreciarse. operantes, incluso aquellas que ocasionan esos periódicos des­
In cidieron, frecuentemente, en error los economis tas al no arreglos del est ado natural de reposo . Por tanto , los precio s
adve rti r la tra scendencia del factor tiempo . E n est e sentido, - llamados genera lmente precios estáticos o de eq uilibrio-­
como ejemplo, cabe citar la controve rsia referente a los efectos permanecen tarn 1n"'eu co nstantes. \•
provocados po r las variaciones de la cantidad de dinero exis­ La no ta típica de esta imaginaria constr ucción es ~l haber se
rente, Hubo estudiosos que se fijaron sólo en los efectos a eliminado e! tran scur so del tiempo y la alteración incesante de
largo plazo, es decir , en los precios finales y en el estado final los fenómeno s de mercado . Ni la oferta ni la demanda pueden ,
de repo so . O tros, po r e! contrario, limitáronse a contemplar en tal marco, variar. Sólo aquellos cambios que no influyen
los efectos inmediato s, es decir, los precios subsigu ientes al sobre los precios son ad misibles. No es preciso suponer qu e
inst ante mismo de la variación de las aludidas circunstancias ese im agin ario mundo haya de esta r poblado por hombres in­
mercantiles. Amb os grupos torpemente planteaban el proble­ morta les, que ni enve jecen ni se reproducen. Cabe adm itir. por
ma, resultando , por eso, viciada s sus conclusiones . Mú ltiples el contrario, que tales gentes nacen , crecen y, finalmente , mue­
ejemplos similares cabría cita r. ren, siempre y cuand o no se modifi que ni la cifra de pob lación
La imaginaria con strucción de! estado fina l de reposo sirve total ni el núm ero de individuos que integ ra cada grupo de la
para percatarnos de esa tempora l evolución de las circunstan­ misma edad . En ese supuesto no variará la demanda de aque llos
cias del mercado . En esto se diferencia de aquella o tra imagi ­ bi enes cuyo consu mo cfect úase sólo en det erminada s épocas
naria construcción que alud e a la economía de giro uniforme,
pues ést a se carac teriza por hab er sido de la misma elim inado
e! facto r tiempo, suponiéndose invariables las circunstancias de 10 Vid. subsiguiente uponedo .

------ ......~-------------
384 La Acción Humana A m bito y metod ología d e la catal áctic» 385

vitales, pese a que no serán las mismas personas las que pro ­ poral. En la economía de rot ación uniform e, sin embargo , se
voquen la correspondiente demanda . elimina tant o el cambio como la sucesión de los acontecirnien­
Jamás existió en el mundo esa supuesta economía de giro tos. El actu ar equivale a optar, habiendo el int eresado siempre
uniforme. Para mejor, sin embargo, pond erar los problemas de enfrentarse con la incert idumbre del futu ro. En la economía
que suscita la mutabilidad (]L :as circunstancias económicas y de giro uniforme , sin embargo, no cabe la opción, dejando de
el cambio irregular" inconstant e del mercado, preciso es con­ ser incierto el futuro, pues el ma ñana será igual al hoy cono­
trastar esas variaciones con un estado imaginario, del cual, cido. En tal invariable sistema 'no pueden apa recer ind ividuos
hipotétícamente , las mismas han sido eliminadas. E rró neo, por que escojan )' prefieran y, tal vez, sean víctimas del error;
tanto, es suponer que la imaginaria construcción de una econo­ estamos, por el cont rario, ante un mundo de autómat as sin
mía de giro uniforme de nada sirva para abordar este nuestro alma ni capacidad de pensar ; no se trata de una sociedad
cambiante mun do. Por lo mismo, impertinente result a reco­ humana , sino de una asociación de termita s.
menda r a los econo mistas arrum ben su supuestamen te exclusi­ Tan insolubles cont radicciones, no obstante, en modo algu­
vo inte rés por lo «está tico», concentrando la atenci ón en lo no minimizan los excelentes servicios que el modelo presta
«dinámico» . Ese den ominado método estático precisamente cuando se trata de abordar aquellos únicos pro blemas para
constituye el instrumento mental más adecuado para ponderar cuya solución el mismo resulta no sólo apro piado, sino además
el cambio. Si queremos analizar los complejos fenómenos que indispensable ; es decir. los referen tes a la relación entre los
la acción suscita, forzoso es comencemos pond erando la ausen­ precios de los bienes y los de los facto res necesarios para su
cia de todo cambio, para, después, int roducir en el estudio producción y los que la actuación empre saria l y las ganancias
determinado factor capaz de provocar específica muta ción, cuya y las pérdidas suscitan. Para pode r comprender la función del
trascend encia podre mos ento nces cumplidamente examinar, su­ empresario, así como lo que significan las pérdi das y las ganan.
poniendo invariad as las restant es circunstancias. Absurdo igual­ cias, imaginamos un orden en el cual ningun a de dichas reali­
mente sería el suponer que la imaginada economía de giro uni ­ dades pueden darse. La correspondiente construcción, desde
forme más útil para la investigación result aría cuanto la realidad luego, no constituye m ás que mero instrument o ment al. E n
-a fin de cuen tas, el verdad ero ob jeto de nuestro examen­ modo alguno se trata de supuesto posible ni cs tructurahle.
mejor coincidiera con la tan tas veces aludida imaginari a cons­ Es más; no puede ni siquiera ser llevado a sus últ imas can se.
trucción en lo referent e a la ausencia de cambio. El método cuencias l ógicas. Porque es imposible eliminar de un a economía
estático, es decir , el que recurre al modelo de la economía de de mercado la figura del empresario. Los diferentes factores
giro uniforme, es el único que permite abordar los cambios de producción no pueden espontáneament e asociarse para en­
que nos interesan , careciendo, a estos efectos, de trascendencia gendrar el bien de que se trate. Es imprescindible, a estos efec­
el que tales muta ciones sean grandes o pequeñas, súbitas o tos, la intervención racional de personas que aspiran a alcanzar
lentas. específicos fines en el deseo de mejorar el propi o estado de
Las objeciones hasta ahora opu estas al uso de la imagin aria satisfacción. Eliminado el empresario, desaparece la fuerza que
consrrucción aludida nunca han advertido cuáles eran los pro­ mueve e! mercado.
blemas que en verd ad interesan. Los crít icos jamás se perca­ El modelo de referencia adolece adem ás de otra defi­
taron de las facetas equívocas que los mismos pre sentan, ni ciencia, la de que en él t ácitam ent e se supone la existencia
de cómo puede el torpe manejo del modelo fácilmente inducir de la valut a y de! cambio indi recto . Ahora bien , ¿qué clase de
q errores y confu siones. dinero podría existir en ese imaginari o mund o ? Bajo ' un r égi­
La acción es cambio ; y el cambio implica secuencia temo men en el cual no hay cambio, la incert idumbre con respecto al
2.l


386 La Acci ón H urnana A m bito )' metodología de la cat aláctica 387

futuro desaparece y consecuentemente nadie necesita dispon er cos, diríamos que el dinero es, por fuerza, un «factor diná­
de efectivo. Todo e! mundo sabe, con plena exactitud , la can­ mico»; en un sistema «estático» , e! dinero se esfuma. Una
tidad de dinero que, en cualquier fecha futura , precisará. L 1S economía de mercado sin dinero constituye, por fuerza, idea
gentes, por tanto, pueden prestar la totalidad de sus fondos. íntimamente cont radictoria.
siempre y cuando los correspondientes créditos venzan para la La imaginaria construcci ón de una economía de giro uni­
fecha en que los int eresados precisarán del numerario correspon­ forme es un concepto Iímitc. La acción, bajo tal sistema, de
diente. Supongamos que s610 hay moneda de oro y que existe hecho, también desaparece. El lugar que ocupa el consciente
un único banco central. Al ir progresando la economía haci» actuar de! individuo racional deseoso de suprimir su propio
e! giro uniforme, todo e! mundo, tanto las personas indivi­ malestar viene a ser ocupado por reacciones automáticas. Tan
duales como las jurídicas, iría reduciendo poco a poco sus arbitrario modelo sólo puede emplearse sobre la base de no
saldos de numerar io; las cantidades de oro así liberadas aflui­ olvidar nunca lo que mediante e! mismo pretendemos conse­
rían hacia inversiones no monetarias (industriales). Cuando, guir. Debemos tener siempre presente que queremos, ante
finalmente, fuera alcanzado e! estado de equilibrio típico de todo, percatarnos de aquella tendencia, ínsita en toda acción,
la economía de giro uniforme, ya nadie conservaría dinero en a instaurar una economía de giro uniforme, tendencia que ja­
caja; el oro dejaría de emplearse a efectos moneta rios. Las más podr á alcanzar tal objetivo mientras operemos en un
gente s simplemente ostentarían créd itos contra el aludido ban­ universo que no sea totalmente rígido e inmutable, es decir,
co central, créditos cuyos vencimientos vendrían sucesivamente en un universo que, lejos de estar muerto, viva. Pretendemos
a coincidir, en cuantía y época, con los de las obligaciones que también adve rtir las diferencias qu e hay entre un mundo vi.
los interesados tuvieran que afrontar. El banco, por su parte, viente, en e! que hay acción, y un mundo yerto, y ello sólo
tampoco necesitaría conservar reservas dinerarias, ya que las podemos aprehenderlo mediante el argumentum a contrario,
sumas to tales que a diario habrí a que pagar coincidirían exac­ que nos brind a la imagen de una economía invariable. , Tal
tament e con las cantidades en él ingresadas. Todas las tra nsac­ contrastaci ón nos ense ña que el enfr en tarse con las condicio­
ciones podrían practicarse mediante meras transferencias, sin nes inciertas de un futuro siempre desconocido -o sea, el
necesidad de u tilizar metálico alguno . El «dinero» , en tal caso, especular- es característico de todo tipo de actuar; que la
dejaría de ut ilizarse como medio de intercambio; ya no sería pérdida o la ganancia son elementos característicos de la acción,
dinero; constituiría simple num éraire, etérea e indeterminada imposibles de suprimir mediante arbitrisrnos de género alguno.
un idad contable de carácter vago e indefinible, carácter que, sin Cabe calificar de escuela lógica la de aquellos economistas
embargo, la fantasía de algunos economistas y la ignorancia de que han asimilado estas fundamen tales ideas, en contras te con
muchos profanos atribuye erróneamente al dinero. La inter­ aquella otra que pudiéramos llamar matemática.
calación, entre comprador y vendedor, de ese tipo de expre­ Los economistas de este segundo grupo no quieren ocu­
siones numéricas, para nada influiría en la esencia de la opcra­ parse de esas actuaciones que, en el imaginario e impracticable
ci ón ; e! dinero en cuestión sería neutro con respecto a las supuesto de que ya no aparecieran nuevos datos, instaurarían
actividades económicas de las gentes. Un dinero neut ro, sin una economía de giro uniforme. Pretend en hacer caso omiso
embargo, carece dc sentido y hasta resulta inconcebible " . De del especulador individual que no desea implantar una eco­
recurri r, en esta materia, a la torpe terminología que actual­ nomía de rotaci ón uniforme, sino qu e aspira a lucrarse actuando
mente suele emplearse en muchos modernos escritos económi- como mejor le convenga para conquistar el objetivo siempre
perseguido por la acción, suprimir el malestar en el mayor
JI Vid . iníra págs. 623·627. grado posible. Fijan exclusivamente su atención en aquel irna­

.....

La Acci6n Humana Ambito y metodologia de la cat al éctica 389


388

ginario esta do de equilibrio q ue el conjunto de todas esas ac­ una economía progresiva (en expansión) y la de una econo mía
tu aciones indiv idua les engen draría si no se produjera ningún regresiva (en con tracc ión). En la pri mera , tanto la cuota per
ulterior cambio en las circunstancias concur rentes. T al irnagi­ capita de riquezas e ingresos como la pobl ación tienden hacia
nario equilibrio lo describen med iante series simultá neas de cifras cad a vez mayores; en la segunda, por el contrario, dichas
ecuaciones difere nciales. No advierten que, en tal situaci ón, ya magnitudes van siendo cada vez menores.
no hay acción, sino simple sucesión de acontecimientos pr ovo­ E n la economía estacionaria, la suma de todas las ganancias
cados por un a fuerza m ítica. Dedican todos sus esfuerzos a y toda s las pérdidas es cero. En la econom ía progresiva, el
reflejar , median te símbo los matemáticos, d iversos «equili­ conjunto form ado po r todos los ben eficios es superior al con­
brios », es decir , situaciones en reposo, ausencia de acción. junto to tal de pérdid as. En la economía regres iva, la suma
Lucu br an en torno al equ ilibrio como si se tratara de una rea­
total de beneficios es inferi or al conjunto total de pérdidas.
lidad efectiva , olvida ndo que es un concepto límit e , simple
La imperfección de estas tr es imaginar ias cons trucciones
herramient a mental. Su labor, en defi nitiva, no es más que
es eviden te, toda vez que presuponen cabe po nderar riqueza y
vana manipulación de símbolos mate máticos, pobre pasatiempo
renta social. Por cuanto tal pon deración es impracticable e, in­
que no proporciona ilustración alguna 12.
cluso, inco ncebible, no cabe recurrir a la misma al abordar
la realidad . Cua ndo el histori ador eco nómico califica de esta­
cionaria, progresiva o regresiva la economía de det erminada
6. LA ECONOMi A E STACIONAR IA época, ello en modo alguno significa que haya «mensurado»
las corres pon dientes circu nstancias económicas ; el expos itor
La imaginaria co nstrucción de una economía estaciona ria, limítase a apelar a la comprensión histórica para llegar a la
a veces, ha sido confu nd ida con la dc la economí a de giro consignada conclusión.
uniform e . Se trata, sin emb argo, de conceptos diferen tes.
L a eco nomía es tacionaria es una eco nomía en la que jamás
varían ni la riqu eza ni los ingresos de las gentes. En tal mun do 7. L A INT E GRACI ÓN DE LAS F UNC IO NE S CAT ALÁCTICAS
cabe se produzcan cambios que , bajo u na eco nom ía de giro
uniforme , serían impensables. Las cifras de población pueden Cuando los hombres, al aborda r los problemas que S'l S
aumenta r o disminuir , siempre y cuando congruamente se in­ propias actuacio nes suscitan, lo mismo que cuan do la historia
crement en o rest rijan el conjunto de ingresos y riquezas . Puede econó mica, la econo mía descript iva y la esta dística económica,
varia r la demanda de ciertos productos; tal var iación, sin ern­ al pretender refle jar las acciones humanas, hablan de empresa­
bargo, habría de verif icarse con máxima pars imonia, para per­ rios, capitalistas , terratenientes , trabajadores o consumidores,
mitir que el capital pudiera transferirse de los sectores que manejan tipos ideales. El economi sta, en cambio, cuando esos
deban restr ingirse a aquellos otros que proceda ampliar me­ mismos términos emplea, alude a categorías catalácticas . Los
diante no renovar el utillaje de los primeros e instalar las empresa rios , capitalistas , terratenient es, trabajadores o consumí­
correspondientes herramientas en los segundos . dores de la teor ía económica no son seres reales y vivientes como
La imaginar ia construcción de un a economía estacionaria los qu e pueblan el mun do y aparecen en la historia. Cons titu­
lleva de la mano a otras dos imaginarias construcciones : la de yen, por el con tra rio, meras personificaciones de las distintas
funciones qu e en el mercado se apre cian. E l que tant o las gen­
12 Más adelante, con mayor detenimiento. volveremos :1 abordar el terna de la tes, al actua r, como las dif erente s ciencias histúricas, manejen
econom ía rnatcmética . (Vid. prigs. 526·"6), conceptos económicos. forjand o tipos ideales, ba sados en cate­

""""'­
Ambito y metodol ogía de la catal áctica 391
390 La Acción Hu mana
ni empresario ni especulador; por el contrario, en la economía
gorías praxeológicas, en modo alguno empaña la radical dis­ verdadera y funcionante, cualquiera sea, quien actúa es siempre
tinción lógica entre los tipos ideales y los conceptos económi­ empresario y especulado r; aquellas personas por las cuales
cos. Aluden éstos a funciones precisas; los tipos ideales, en quienes actúan velan - los menores en una sociedad de mer­
cambio , a hechos histór icos. El homb re, al vivir y actuar, por cado y las masas en una sociedad socialista-, aun cuando ni
fuer za combina , en sí funciones diversas. Nunca es exclusiva­ actúan ni especulan, vense afectadas por los resultados de las
mente consumidor , sino, además, empresario, terrateniente, especulaciones de los actores.
capitalista o trabajador o persona mant enida por alguno de los La economía, al hablar de empresario, no se refiere a gentes
anteriores. No sólo esto; las funciones de empresario, terra­ determinadas, sino que alude a especifica función. Tal función
teniente, capitalista o tr abajador pueden , y así ocurre frecuen­ en modo alguno constituye patrimonio exclusivo de especi­
temente coincidir en un mismo individuo. La historia clasifica fica clase o grupo; integra, por el contra rio, circunstancia
a las gentes según los fines que cada uno persigue y los medios típica e inherente al propio actuar y es ejercida por todo aquel
manejados en la consecución de tales ob jetivos . La economía, que actúa. El plasmar esa repetida función en una figura ima­
por e! contrario , al analizar la acción en la sociedad de mercado, ginaria supone emplear un recur so metodológico. El término
prescinde de la meta perseguida por los interesados y aspira empresario, tal como la teoría cataláctica lo emplea, significa:
tan sólo a precisar sus diferentes categorías y funciones. Esta­ individuo actuant e contemplado exclusivamente a la luz de la
mos, pues, ante dos distint as pretensiones. Su diferencia clara­ incert idumb re inherente n toda actividad. Al usar de tal tér­
mente se percibe al examinar el concepto cataláctico de empre­ mino, nunca debe olvidarse que cualquier acción hállase siem­
sario . pre situada en e! devenir temporal, por lo cual implica eviden te
En la imaginaria construcción de una economía de giro especulación. Los capita listas, los terrateniente s y los traba­
uniforme no hay lugar para la actividad empresarial, precisa­ jadores, todos ellos, por fuerza, son especuladores. El consu­
mente por cuanto , en tal modelo, no existe cambio alguno que midor también especula, al pr ever anticipadamente sus futuras
a los precios pueda afectar. Al prescindir de esa presupuesta necesidades. Muchos errores cabe cometer en esa' previsión del
invariabilidad. adviértese que cualquier mutación de las cir­ futuro .
cunstancias forzosamente ha de influir en e! actu ar . Por cuan to Llevemos la imaginaria construcción del empresario puro
la acción siempre aspira a estructurar futu ra situación - futu­ hasta sus úl timas consecuencias lógicas. D icho empresario no
ro , que, a veces, se contrae al inmediato e inminente momen­ posee capital alguno ; el capita l que, para sus actividades em­
to- vese la misma afectada por todo cambio , equivocada­ presariales, maneja, se lo han prestado los capitalistas. Ante
mente previsto, en las circunstancias correspondientes al la ley, desde luego, dicho empresario posee, a títul o dominical,
período comprendido entre el comienzo de la acción y el últi­ los diversos medios de producción que ha adqu irido con el
mo momento de! plazo que se pretendía atend er (plazo de aludido préstamo. No es, sin embargo, en verdad, propietario
provisión ) ". De ahí que e! efecto de la acción haya siempre de nada, ya que frent e a su activo existe un pasivo por el mis­
por fuerza de ser incierto. El actuar implica especular. Ello mo importe. Si tiene éxito en sus operaciones, suyo será el
sucede no sólo en la economía de mercado, sino tambié n en e! correspondiente beneficio neto; si, en cambio, fracasa, la pér­
supuesto del Robinson Crusoe - el imaginario actor aislado-­ dida habrá de ser sopor tada por los capitalistas prestamistas.
como, asimismo, bajo una economía socialista. En la imagi­ Tal empresario, en realidad, viene a ser como un empleado de
naria construcción de un sistema de giro uniforme nadie es los capitali stas, que por cuenta de éstos especula, apropiándose
del cient o por ciento de los beneficios netos, sin responder
u Vid. págs. 713·715 .

....

La Acción H uma na Ambito y metodología de /a cetal áctic« 393


392

para nada de las pérdidas. El planteamient o sustancialmente su salario depende del precio que el mercado está dispuesto a
no se varía, ni aun admitiendo qu e una parte del capital fuera pagar por la correspondiente labor, deviene también empre­
del empresario, qu e se limitaba a tomar prestado el resto. sario. El precio de la actividad laboral varía cuando se modi­
Cualesquiera que sean los términos concert ados con sus acree­ fican las circunstancias concurre ntes, del mismo modo que tam­
dores , éstos han de soportar las pérd idas habidas, al menos bién varía el precio de los demás factores de producción.
en aquella proporción en que no puedan ser cubiertas con los Todo ello, para la ciencia económica, significa lo siguien te:
fondos person ales del empresario. El capitalista , por tanto , empresario es el individuo que actúa con la mira puesta en las
vir tualmente, es siempre también empresario y especulador; mutaciones que las circunstancias del mercado registran. Capi­
corre el riesgo de perd er sus fondo s; no hay inversión alguna talistas y terratenientes son, en cambio, qu ienes proceden
que pueda estimarse tot almente segura . contemplando aque llos cambios de valor y precio que, aun
El campesino autárquico que cultiva la tierra , para cub rir permaneciendo invariadas todas las demás circunstancias del
las necesidades de su familia, vese afectado por cuantos cam­ mercado, acontecen por el simple tran scurso del tiempo , a cau­
bios registre la feracidad agraria o el conjunto de las propias sa de la distinta valoración que tienen los bienes presentes
necesidades. En una economía de mercado, ese mismo campe­ con respecto a los bienes futuros. Tr abajador es el bombr e
sino se ve afectado por cuantos cambios hagan variar la tras­ que , como factor de producción, u tiliza su propi a capacidad
cendencia de su explotación agrfcola por lo que al abasteci­ laboral. De esta suert e quedan perfectamente integradas las di­
miento del mercado se refiere. Es, por eso, empresario, aun versas funciones: el empresario obti ene beneficio o sufre pér­
en el más vulgar sentido del términ o. El prop ietario de medios didas; Jos propietario s de los factores de producción (tierras
de producción, ya sean éstos de índole material o din eraria, o bienes de capital) devengan interés originario; los trabaja­
jamás puede independizarse de la incerti dumbr e del futuro. dores ganan salarios. Estru cturamos así la imaginaria cons­
La inversión de dinero o bienes mat eriales en la produ cción, trucción de la di stribuci án [uncional, distinta de la efectiva
es decir, el hacer provisión para el día de mañana, invariahle­ distribución h istórica IS.
mente, constituye actividad empre sarial. La ciencia económica, sin embargo, también empleó, ahora
Para el trabajador , las cosas se planlean de modo análogo. 15 Con viene hacer notar q ue todo el mundo, el profano incluso, al enfrentarse

Nace siendo dueñ o de determ inadas habil idades; sus condicio­ co n los problemas referentes a In determinación de las respectivas rentas, apela
siempre a la alu di d a imaginaria construcción, No la in vent aron , desde luego. los
nes innata s constituyen medios de prod ucción muy idóneos economistas: limit áron sc éstos a pu rgarla d e las hnp rcci... iones de que ndol ccln el
para ciertas labores, de menor idoneidad cuando de otras tareas concepto vulgar de la misma . Para IIn análisis epistemológico de la distribución
se tra ta y totalmente inservibles en unos terceros cometidos 14 . funcional, vid . J O IIN BATc..C; CLARK, Tbe Distribsaíon o/ Weallh, p:l~ . 5. Nueva
En el caso de que no haya nacido con la destreza necesaria Yor k, 1908; y EUGE.'i VON BOIIM-B AWERK, Gesammelte Scbriiten, ed. por F. X .
para ejecu tar determinadas tareas, habiéndola adquirido, en \'Qeiss, pág. 299. Viena, 1924. El término «distribuci ón» no debe inducir a engaño;
ccmp rénde se la utilización de tal concepto en esta materia, al advertir la trascen­
cambio, más tarde, dicho trabajado r, por lo que se refiere al dencia que en la historia del pensamiento económico tuvo la imaginaria consuuc­
tiempo y gastos que ha tenido que invert ir en tal adiestramien­ ción de un estado socialist a (vid. supra págs. J7 1·i72). En la economía de mercado
to , hállase en la misma posición que cualquier otro ahorrad or. no hay fenómeno alguno que pued a considerar se dlsrr ibucién. Los bienes no son.
Ha efectuado u na inversión con miras a sacar de la misma el primero, producidos y, luego , distribuidos, COlnO suceder ía bajo un o rden socialista.
producto correspondient e. El trabajador, en tanto en cuanto La palabra «d istribuci ón» , en la locución «distribución funcional», empl éese en el
sentido que dicho vocablo ten ía hncc ciento cincuenta años. En el lenguaje mo­
11 Vi d. 511p n pág~ . 2 12·2 16 . el sent ido en 4 11l' deb e estim arse r.:l truba]o corno
derno esa «distribución» pretende describir la dispersión de mercancías que, en tre
los consu mid o res , realiza el comercio.
factor de pr od ucción de índo le no cspec ffica .

..

,
Ambito y metodo logía de la cataláctica 395
394 La Acción Humana

y siempre, e! término «emp resario» en otro sentido distinto al procede de! iriquieto promotor , deseoso siemp re de mcrernen­
que se le atribuye en la imaginaria construcción de la distri­ tar todo lo posible su beneficio personaL
bución funciona!. De nomínanse, en efecto, empresarios aque­ No debe, sin embargo, permiti rse que e! equívoco signi­
llos individuos especialmente deseosos de sacar provecho del ficado de! término dé lugar a confusión de ningún género en
acomodar la produ cción a las mu taciones del mercado sólo e! estudio de la catal áctica. Siempre que pueda haber duda,
por ellos previstas ; es decir, aplicase el apelativo a gentes de cabe fáci lmenre desvanecerla empleando el tér mino promoto r
mayores iniciativas. superior espír itu de aventura y vista m ás en vez del de empresario.
penetrante que la mayoría; a esos ind ividuo s atrevidos e inge­
niosos que, siemp re en vangua rdia, engendra n el progreso LA FUNCION I'.MPRESARIAL
económico. Este concepto de empresario es menos amp lio que
EN LA ECONOMIA ESTACIONARIA
e! manejado en la hipótesis de la distrib ución funcional; no
comprende supuestos abarcados por esta última. El emplear Mediante aquellas ope raciones que en las bol sas de comercio
un mismo vocablo para designar dos concepto s dist into s pued e se denominan a plazo cábclc al especulador ev itar parte de sus
engendra r confusión. Mejor hubi era sido , desde luego , arb itrar respon sabi lidades emp resariales . En la medi da, sin embargo , e n
otra palab ra, para aludir a ese segundo concep to de empresario; que, a través de las aludidas operacio nes, se cubre de posibles pér­
tal vez, cabía en este supuesto haber recur rido al término d idas fu turas , abdica de su cond ici ón emp resa rial en favor del
«p romotor» . tercero que con él contrata, El empres ario texti l, por ejemplo ,
Cierto es que el concep to de. empresario-promotor no pue­ que . cuando compra a l ~~od t')!1 , simului ncnrncn rc lo vende a plazo .
de ser defi nido con rigor praxeo l ógico . (En esto se asemeja al parcialmente re nun cia a su función empresarial. Las posibles va­
concepro de dinero, el cual - a diferencia del de medio de riaciones de precio que el algod ón, duran te el período en cuestión ,
intercambio- tampoco adm ite definición de pleno rigor pra· pueda expcrim enrur. no le aíccrunín ya en forma de pérdidas o
xeol ógico) 16. La ciencia económica no puede, sin embargo, ganancias. El interesado , sin embargo. 110 renuncia por co mple to
prescindir del pro motor , pues en él encarna un a circun stancia a b funci ón empresarial: pese u su venta co nveni da a plazo . le
genérica y caracterís tica de la bu mana natura leza, que en toda afe ct ará todo cambio , que 110 se deba a variación del precio del
tra nsacción mercanti l aparece, condicio nándola . Ello es así por ulgoclón , registrado, en enru bio, por e l precio de los tejidos en
cuanto las gentes, ante el cambio de coyuntura , no reaccionan gene ral o de las especí ficas telas que él Iab rique. Aun trabajando
todas con la misma rapidez, ni del mismo modo. La des igual­ a maq uila y qu e, por suma cierta, ten ga el sujeto de antem ano
dad entre los diversos individuos, desigualdad engend rada por vendida la co rrespond iente producción , seg uirá actuando como
innatas part icularidades y por las vicisitudes de la vida, reapa­ empresario por lo quc a los fondos invertidos en sus instalacione s
rece también en esta materia. En el mercado hay qu ienes abre n fabr iles se refiere.
la march a y también qu ienes se limitan a copiar lo que sus Imaginemos una economía en ht que todos los bienes y ser­
más perspicaces conciu dadanos hacen. La capacidad de mando vicios pudieran co ntratarse medi ante operaciones a plazo . En
produce sus efectos tanto en el mercado como en cualquier dicha imaginaria co nstr ucci ón, la función e mpresarial quedaría
otro aspecto de la humana actividad. La fuerza motora del ne tamen te distinguida y separada de 1O&1S las demás funciones.
mercado, e! impul so que engendra la innovación y e! progreso, Aparecería una clase formada por empresarios puros . Los precios
plasmado s en los co rrespond ien tes mercados a plazo regularían to­
das las actividades produ ct ivas . S610 quienes en tales operacio nes
16 Vid. infra pág. 595.

11oo.
396 LA Acción Humana

mtervnu eran cosecharían ganancias o sufrirían pé rdidas. El resto CA P ITULO XV


de la población hallaríase, como si dijéramos, asegurada contra
la incertidumbre de! futuro ; gozarían, en tal sentido, de plena
tranquilidad. Los elementos rectores de las diversas empresas, en
defin iti va, pasar ían .1 ser meros asalariados, con ingresos de ante­
mano prefijados. El mercado

Si suponemos, además, que dicha economía es de índole esta­


cionaria y que hay una sola empresa, la cual realiza todas las alu­
didas transacciones a plazo, deviene indudahle que la suma to tal
de las pérdidas se igualaría con la suma tot al de las ganancias .
Bastaría con nacionalizar dicha única empresa para implantar un
es tado socialista sin pérdidas y sin ganancias, un sistema de inal­ 1. LA EC ONO M í A DE MER CADO
terable seguridad y estabilidad. Ahora bien, llegamos a esta con­
clusión en razón a que , por defi nició n, en la eco nomía estacio naria, La economía de mercado es un sistema social de div isión
e! total de pérdidas y e! total de beneficios se igualan. Por e! con­ del tra bajo basado en la propied ad privada de los medios de
trario ) bajo una economí a en la que haya cambio, por fuerza ha producción. Cada uno , dentro de tal orden, actúa según su
de existir superávit de pérdidas o de ganancias. propio interés le aconseja; todos, sin embargo, satisfacen las
Impertinente sería dedicar más tiempo a estos bizantinismos necesidades de los demás al atender las propi as. El actor se
que p'U3 nada amplían nuest ro conocimiento. Convenía , sin em­ pone, invariablemente, al servicio de sus conciudadanos. Estos,
bargo , prestar cier ta atenció n a la materia, pues hemos abordado a su vez, igualmente sirven a aquél. El homb re es, al tiempo,
conceptos a veces esgrimidos co ntra el sistema capitalista y que medio y fin ; fin últ imo para sí mismo y medio en cuanto
sirven de base a algunas de las ilusorias propuestas presentadas coadyuva con los demás para que pueda n alcanzar sus perso­
para ins taurar el soc ialismo . Pues es lo cierto que el ide ario so­ nales objetivos.
cialista cobra lógica procedencia en el ámbito de aque llos irreali­ E! sistema hállase gobernado por el mercado. El mercado
zables modelos en los que plasma la econo mía de giro uniforme impulsa las diversas actividades de las gentes por aquellos
o estacionaria. La grandilocuencia con que los economistas mate­ cauces que mejor permi ten satisfacer las necesidades de los
mático s abordan esas imaginarias hipótesis y los correspondientes demás. La mecánica del mercado funciona sin necesidad de
estados de «equilibrio» hace que las gentes con frecuencia o lviden compu lsión ni coerción. El estado, es decir, el aparato social
que tales construcciones no son más que ente s irreales, íntima­ de fuerza y coacción, no interfiere en su mecánica, ni inte r­
mente contradictorios , puras herramient as del pensa r. carentes , viene en aquellas actividades de los ciudadanos que el propio
por sí mismos, de interés práctico y que , desde luego , jamás po­ mercado encauza. El imperio estatal se ejerce sobre las gentes
drían servir de model o para es tructurar Uf! mundo real, po blado únicamente para prevenir actu aciones que perjudiquen o pue­
por homb res capaces de actuar. dan perturbar el funcionamient o del mercado . Se protege y
ampara la vida, la salud y la propiedad de los particulares
contra las agresiones que, por violencia o fraude, enemigos
internos o externo s pueda n ingen iar. El estado crea y man­
tiene así un ambiente social que permite a la economía de
mercado ope rar pacíficamente. Aquel slogan marxista que nos
398 LJ A cción H Im/dl/ ,' HI mercado 399

habla de la «anarquía de la producción capitalista » retrata puro, como también se suele decir, y la economía socialista
muy certeramente esta organización social, por tratarse de son términos antitéticos. No es posible, ni siquiera cabe supo­
sistema que ningún dictador gobierna, donde no hay jerarca ner, una combinación de ambos órdenes. No existe una econo­
económico que a cada uno señale su tarea, constriñ éndole a mía mixta, un sistema en parte capital ista y en parte socialista.
cumplirla. Todo el mundo es libre; nadie está sometido a dés­ La producción () la dirige el mercado o es ordenada por los
pota alguno; las gentes int égrnnsc, por voluntad propia, en tal mandatos del correspondiente órgano dictat orial, ya sea uni­
sistema de cooperación. El mercado las guía, mostrándoles cómo personal, ya colegiado.
podrán alcanzar mejor su propio bienestar y el de jos demás. En modo alguno constituye sistema intermedio, combina­
Todo lo dirige el mercado, única institución que ordena el torio del socialismo y el capitalismo, el que, en una sociedad
sistema en su conjunt o, dor ándolo de razón y sentido. basada en la propiedad privada de los medios de producción,
El mercado no es ni un lugar, ni una cosa, ni una asociaci ón . algunos de éstos sean administrados o poseídos por entes pú­
El mercado es un proceso puesto en marcha por las actuaciones blicos, es decir , por e! gobierno o alguno de sus órganos. El
diversas de los múlti ples individuo s que bajo el correspon­ que e! estado o los municipios posean y administren determi­
diente régimen de división del trabajo cooperan. Los juicios nadas explotaciones no empaña los rasgos típicos de la econo­
de valor de estas personas, así como las actuaciones engendra­ mía de mercado. Dichas empresas, poseídas y dirigidas por el
das por las aludidas apreciaciones, son las fuerzas que deter­ poder público, hállense sometidas, igual que las privadas, a la
minan la disposición --<:ont inuamente cambiante- del merca­ soberanía del mercado. Han de acomodarse, tanto al comprar
do. La situación qued a, cada momento, reflejada en la cstruc­ primeras materias , maquinaria o trabaj o, como al vender sus
tura de los precios, es decir, en e! conjunto de tipos de cambio productos o servicios, a la mecánica del mercado. E st án some­
que genera la mutua actuación de todos aquellos que desean tidas a su ley y, por tanto, a la voluntad de los consumidores,
comprar o vender. Nada hay en el mercado de índole no huma­ que pueden libremente acudir a [as mismas o rechazarlas, ha­
na, mítica o misteriosa. El proceso mercantil es la resultante biendo de esforzarse por conseguir beneficios o, al menos,
de específicas actuaciones humanas. Todo fenómeno de mer­ evitar pérd idas. La administración podrá compensar sus que­
cado puede ser retro tra ído a precisos actos electivos de quienes brantos con fondo s estatales; ello, sin embargo, ni suprime
en el mismo actúan . ni palia la supremacía del mercado; las correspondientes
El proceso de! mercado hace que sean mutuam ente coope­
consecuencias, simplemente, desvíanse hacia otros sectores.
rativas las acciones de los diversos miembros de la sociedad.
Los precios ilustran a los productores acerca de qué, cómo Porque los fondos que cubran esas pérdida s habrán de ser
y cuánto debe ser producido. El mercado es el punto donde recaudados mediante impuestos y las consecuencias que di­
convergen las actuaciones de las gentes y, al tiempo , el centro cha imposición fiscal provocad en la sociedad y en la es­
donde se originan. tructura económica son siempre las previstas por la ley del
Conviene distin guir netamente la economía de mercado de mercado. Es la operación del mercado -y no el estado al
aquel otro sistema - imaginable, aunque no realizable- de recaudar gabelas- la que decide en quién incidirá, al final,
cooperación social, bajo un régimen de división del trabajo, la carga fiscal y cuáles hayan de ser los efectos de ésta sobre
en el cual la propiedad de los medios de producc ión corres­ la producción . De ahí que sea el mercado - no oficina estatal
pondería a la sociedad o al estado. Este segundo sistema suele alguna- el ente que determina el resultado y las consecuencias
denominarse socialismo, comunismo, economía planificada o de las empresas públicas.
capitalismo de estado. La economía de mercado o capita lismo Desde el punto de vista praxeol6gico o económico, no

.......

400 La Acción H 11111a110 El mercado 401

cabe denomin ar socialista institución cualquiera sea que, de modo consciente y delib erado . Nuestros prehi stóricos ante­
uno u otro modo, se relacione con el mercado . E l socialismo, pasados prcocup áronsc , ante todo, por producir aque llas herra­
tal como sus teóricos lo conciben y definen , presupone la mientas merced a las cuales podían atender sus más perento­
ausencia de mercado para los factore s de producción y el dejar rias necesidades; recurrieron , después, a métodos y sistemas
de cot izarse precios por estos últimos. El «socializar» las in­ que les permitieron, primero, ampliar la prod ucción alimen­
du strias, tiend as y explot acion es agrícolas privadas -es decir, ticia, para ir luego satisfaciendo sucesivamente necesidades
el transferir la pro piedad de las mismas de los particulares al cada vez más elevadas hasta atender aquellas ya típicamente
estado- es indudablement e un modo de implantar poco a poco human as no sent idas por las besti as. Bohrn-Bawerk alude ~
el socialismo. Es tamos ant e etapas sucesivas en el camin o que este proceso al decir que e! homb re, a medida qu e pr ospera ,
conduce al socialismo. Sin embargo, el socialismo toda vía no v a apeland o a métodos de prod ucción más complejo s, que
ha sido alcanzado . (Convie ne, a este respecto , recorda r que exigen superior inversión de tiempo, demora ésta más que
Marx y lo mar xistas or todoxos niegan tajant emente la posi­ comp ensada por las mayores producciones o las mejores cali­
bilidad de ese gradual alumbramiento del socialismo. De acuer­ dades que gracias a tales nu evos métodos cabe conseguir.
do con sus tesis, la propia evolución del orden capitalista dará Cada paso que el bombre da bacia un mejor nivel de vida
lugar a que un día , de golpe , se transforme en socialismo .) hállase invariablemente amparado en previo ahorro, es decir ,
Los entes púb licos, al igual que los soviets, por el mero en la anterior acumulación de las necesarias provisiones mer­
hecho de comprar y vender en mercado s, hállanse relacionados ced a las cuales resulta posible ampliar e! lapso temporal qu e
con el sistema capitalista. T esti monia la realidad de esa vin cula­ media ent re el inicio del cor respondiente proceso productivo
ción el qu e efectúe sus cálculos en tér mino s monetarios. Vienen y la obtención de la mercancía de que se trate, lista ya pa ra ser
así a recurrir a los instrumen tos intelectu ales típicos de ese empleada o consu mida. Los bienes así acumulados represent an,
orden capitalista que con tanto fanati smo vilipendian. o bien etapa s intermedia s del proceso productivo, es decir ,
Porqu e el cálculo monetario constituye , en verdad , la base herramient as y produ ctos semiterminados, o bien artículos de
intelectual de la economía de mercado . Aqu ellos ob jetivos que consumo qu e permit en al hombre abando nar sistemas de pro­
la acción persigue, bajo cualqu ier régimen de división de tra­ ducción de menor lapso temporal, pero de inferior producti­
bajo, devie nen inalcanzables en cuanto se prescinde de! cálculo vidad , po r otros qu e, si bien ex igen mayor inversión de tiempo,
econó mico. La economía de mercado calcula med iante los pre · son de superio r fecundidad, sin que 11I amp liación del plazo
cios monetarios. El qu e resultara posible calcular predet erminó producti vo obligue a qu ienes en el mismo participan a desaten­
su aparición y, aún hoy, condiciona su funcionamiento . La der sus necesidades. Deno minamos bienes de capi tal a esos
economía de mercado existe, única y exclusivamente , porqu e bienes al efecto acumu lado s. Es por ello po r lo que cabe afir­
puede recurri r al cálculo. mar que el ahorro y la consigu iente acumulación de bienes de
capital con stituyen la base de todo pr ogreso materia l y el tuno
damento , en definitiva, de la civilización hum ana. Sin ahor ro
2. C AP IT AL y BIE NE S DE CAP IT AL y sin acumulación de capital imposible resulta apuntar hacia
objetivos de ti po espiritua! l.
Abri gan todos los seres vivos innato impulso a procurarse I Los bienes de: capital han sido también definidos corno fucrorcs de producción

aquello que sostiene, refuerza y renu eva su energ ía vital. La por el hombre p rodu cidos, con lo que se pretend ía distinguirlos de lo s factores de
singularidad bu mana est riba simplemente en qu e el hombre producción naturales¡ es decir, los recu rsos de la naturaleza (la tierra) y el trabajo
se esfuerza por mant ener y vigorizar la propia vitalidad de humano. Tal te rminolo gfa. sin embargo , debe ser emp leada con cautela, pues f ácil­

'b

~"
402 La A C:ClÓIJ Humane. El mercado 403

Consignado 10 ante rior, es preciso distinguir radicalm ente si la renta es superior al consumo, la diferencia es ahorro. El
el capital de los bienes de capital ", El concepto de capital cifrar con preci sión a cuánto en cada caso asciende la renta ,
constituye la idea fund amenta l y la base del cálculo económico, el ahorro o el consumo de cap ital const itu ye uno de los come­
que, a su vez, es la pri mordial herr amienta ment al a manejar tidos de mayor trascendencia de los atribu idos ,,1 cálculo
en una economí a de mercado. En efecto, el concepto de rent a económico.
o beneficio sólo puede deduc irse partiendo del concepto de El pensamiento q ue hizo al homhre distin gui r entre capit al
capital. y renta há llase imp lícito en el simplemente pre meditar y pla­
Cuando en el lenguaje vulgar y en la contabilidad - ciencia near la acción . Lo s más prim itivos agricultores ya intuían las
ésta que no ha hecho más que depurar y precisar aque llos consecuencias que provocarían si recurrían a aqu ellas medid as
juicios que a diario todo el mundo maneja- alud imos a los q ue la técnica contable moderna calificaría de consumo de
conceptos de cap ital y renta , estamos simplemente distinguien­ capital. La aversión del cazado r a mata r la cierva preñada y la
do entre medios y fines. La mente del actor, al calcular, traza prevenci ón que hasta los rruís crueles conquistadores sentían
una div isori , entre aquellos bienes de consumo que piensa Contra la tala de árboles frutales constituye n mentales consi­
destinar a la inmed iata sat isfacción de sus necesidades y todos deraciones que sólo quien es razonan en ~I sent ido que nos
aqu ellos otros bienes de cl iversos ó rdenes -entre los que viene ocupando puede n formular. La misma idea palpita en la
puede haber bienes de l orden primero-- " los cuales, previa clásica ins titución del usufructo y en Otros muchos usos y pr ác­
la oport una manipu laci ón, le servi rán para at ender futuras ticas ele índole análoga. Pero sólo aquellas gentes que pu eden
necesidades. Así, el dist inguir entre medios y fines nos lleva aplicar el cálculo monetario h ál lanse capacitadas para percibir,
a dife renciar ent re invertir y consumir, entre el negocio y la con tod a nit idez, la diferencia exis tente en tre un bien econó­
casa, ent re los fondos mercant iles y el gasto familiar. La suma mico )' los frutos de! mismo derivados. resultándoles posible
result ant e de valora r, en términos monetarios, el conju nto de
aplicar dicha distinción a cualesquiera cosas y servicios de la
bienes dest inados a inversiones - el capital- constituye el
clase, especie y orden que fueren . Sólo a esas personas cábeles
pu nto de dond e arran ca todo e! cálculo económico. El fín
formula r los co rrespondientes distingos al enfrentarse con las
inmcd iato de la actividad inve rsora consiste en incrementar,
siempre cambiantes situaciones del modern o industrialismo
o al menos en no disminu ir, el capital poseído. Se denomina
altamente desarrollado y con la complicada es tructura de la
renta aq uella suma que, sin merma de cap ital o riginario , pued e
cooperación social montada sobre ciento s de miles de espe­
ser consum ida en un cierto período de tiempo . Si lo consu ­ cializadas actuaciones y cometidos.
mido supera a la renta , la corres po ndiente diferen cia consti­
tuye lo que se denomina consumo de capital. Por el. cont rario, Si, a la luz de los modernos sistemas contables, con tern­
plárarnos las econo mías de nuestros prehi stóricos antepasados,
podríamos decir, en un sentido metafórico, que tamb i én ellos
mente puede induci r el e- roe. b.rciéndcnos creer en la existencia dl' Ul1 cierto
capi tJ! r~a!. concep to éste que seguidament e an alizaremos .
utilizaban «capital". Cualquier con tem por áneo profesor mero
: No encierra , sin embargo , a este respecto, peligro el empl ear ocasionnlmen :..· . cantil podría cont ablemente ponder ar aquellos enseres de los
buscando una mayo r simplicida d, lo s t énnlnos l __ons.ig eados de ..acumulación de qu e se servía el hombre primitivo para la caza y la p esca, así
capital». «disponi bil idad de capital... . "C!IoCll $C'7 de capil.1I.., t'I C., CIl vez de, en cada como para las actividades agrícolas y ganaderas , siem pre que
caso, hablar de «acumulaci ón ele biene-s de capit al.., ..di sponibilidades de: bienes
conociera los precios corre spo ndientes . No faltaron econorn is­
de capital» etc ére re.
1 Pa ru tal individuo. éstos bienes de consumo no son ya del orden pri mero,
tas qu e de lo ant erior dedu jera n que e! «capital» constituye
. lno de orden superior , es decir, factores de produ cción . categoría propia de toda huma na producción ; que aparece bajo
404 La Acción Humana El mercado 405

cualquier imaginable sistema de producción -o sea, tanto en tabilidad. La mayoría de ellos no toma en consideración el
el involuntario aislamiento del Robinson, como en la repú­ factor tierra ni la contribución del mismo a la correspondiente
blica socialista- no teniendo tal concepto nada que ver con producción, Los asientos de sus libros no hacen ninguna alusión
la existenc ia o inexiste ncia del cálculo monetario 4. Tal modo al valor diner ario del terreno poseído, que dando, por tanto,
de razonar, sin embargo , encierra enviden te error. No cabe sin reflejar las mutaciones que dicho valor pueda sufrir , Es
desgajar e independizar el concepto de capita l del cálculo eviden temente defectuosa tal sistemática, por cuanto no nos
monetario; es decir, de aque lla estructura social que la econo­ bri nda aquella información que, en definitiva, mediante la con­
mía de mercado implica, único régimen bajo el cual resulta tabilidad de capitales, buscamos. En efecto, ninguna ilustración
posible el mismo. El concepto de capita l carece de sentido nos proporciona acerca de si, dura nte el proceso agrícola, ha sido
fuera de la economía de mercado. Sólo cobra trascendencia perjudicada la capacidad productiva de la tierra, es decir, si
cuando gentes que actúan libremente, dentro de un sistem a se ha minorado su valor en uso objetivo; noticia alguna nos
social basado en la propiedad privada de los medios de pro ­ ofrece en orden a si la tierra , a causa de intemperante ut ili­
ducción , pretenden enjuiciar y ponderar sus planes y actua­ zación, ha sufrido desgaste . Ignorando tal realidad, los datos
ciones; el concepto se fue, poco a poco, precisando a medida contables arrojarán un beneficio (un rend imiento ) superior
que el cálculo económico progresaba en unidades monetarias '. a aquel que una sistemática más precisa reflejaría.
La moderna contabilidad es fruto de dilatada evolució n Convenía aludir a estas circunstancias de tipo histórico,
histórica. Empresarios y contables coinciden por completo, por cuanto tuvieron enorme trascendencia cuando los econo­
actualmente, en lo que el término capital significa. Se denomina mistas quisieron determinar cuáles bienes eran capital real.
capital a aquella cifra dinera ria dedicada en un momento deter­ Pre tendían combatir aquella supersticiosa creencia, aún
minado a específico negocio, resultante de deducir del total hoy prevalente, según la cual cabe eliminar tota lmente , o, al
valor monetario del activo el tota l valor monetario de los débi­ menos, en parte, la escasez de los existentes factores de pro­
tos . Ninguna trascendencia, en este orden de ideas, tiene el que ducción incrementando el dinero circulante o ampliando el
los correspondientes bienes así valorados sean de una u otra crédito. Al objeto de aborda r mejor este básico problema,
condición; da 10 mismo que se trate de terrenos, edificios , los economistas creyeron oportuno elaborar un concepto de
maquinaria, herramientas, mercaderías de todo orden , créditos, capita l real confrontando el mismo con el concepto de ca­
efectos comerciales, metálico u otra cosa cualquiera. pita l que maneja el comerciante cuando mediante el cálculo
Cierto es que al principio los comerciantes, que fueron, a pondera el conjunto de sus actividades crematísticas . Gra ­
fin de cuentas, quienes sentaron las bases del cálculo econó­ ves dudas existían, cuando las gentes comenzaron a intere­
mico, solían en sus primitivas contabil idades excluir del con­ sarse por estas cuestiones, acerca de si el valor monetario del
cepto de capital el valor de los terrenos y edificios explotados. terreno debía ser comprendido en el concepto de capítal. Tal
Los agricultores, por su parte, también tardaron bastante en estado dubitativo indujo a aquel los pensadores a excluir la
conceptuar a sus predios como capital. Aún hoy en día, incluso tierra de su concepto de capítal real, definiéndolo como el con­
en los países más adelantados, pocos son los cultivadores del junto formado por los existentes factores de producción que
agro que aplican a sus explotaciones rigurosas normas de con­ el actor tuviera a su disposición . Suscitáronse de inmediato
discusiones de 10 más bizantinas acerca de si los bienes de
~ Vid" en el expuesto sentido, R. V. STRIG L, Kapital und Produletlon, pág. 3, consumo que el interesado poseía eran o no capita l real. Por
Viena, 1934. lo que al numerario se refiere, prácticamente todo el mundo
s Vid. FRhNK A. FETTER en la Encyclopaedia 01 tbe Social Scienccs , III , 190. convenía en que no debía ser así estimado.
40 6 La Acci6n Humana El mercado _
407

El defini r el capital como el conjunto di sponible de med ios vacó esa idea de! capita l real. Comenzóse, en efecto, por tal
de producción constituye, sin emba rgo, vacu a expresión. En vía, a lucubrar en torno a un capital social distinto del capital
efecto, cabe det erm inar y totalizar e! importe din erario de los pri vado. Parti end o de la imagin ar ia construcción de una eco­
múltiples factores de producción que determinada empresa nomía socialista, se pretendía elaborar un concep to del capital
utiliza; pero , si eliminamos las exp resio nes monet arias, ese con­ que pudiera ser manejado por e! direct or colect ivista en sus
junto de existentes factores de producció n devien e mero cat á­ activi dades econó micas. Supo nían, con razón , los econo mistas
lago de miles de bienes dif erentes. Interés alguno encierra que tendría éste interés po r saber si su gestión era acertada
para el actuar un inventario dc tal condición. Dicha relación (ponderada desde luego sobre la base de sus personales juicios
no ser á más qu e pu ra descripción de un fragmento de! univer­ dc valo r y de los fines que, a la luz de tales valoraciones, per ­
so, desde un pu nt o de vista técn ico o topognífico, caren te de siguiera) y por conocer cu án to pod rían consumir sus adminis­
toda utilidad cua ndo de incrementar el hum ano bienestar se trados sin provocar mer ma en los existe ntes factores de pro ­
tr ata. Podemos, a tenor de exten dido uso semánt ico, denomi­ ducción , con In cons iguiente minoración de la futu ra capacidad
nar bienes de capital a los dispon ibles medios de producción. pro ductiva. Convend ríale, ind udablement e, al jerarca, para
Pero con ello ni se aclara ni se precisa el concep to de capital mejor o rdena r su act uación , ampara rse en los concep tos de
real. capital y renta. Lo que sucede, sin embargo, es que, ba jo una
El efecto más grave q ue provocad a esa mít ica idea de un organización económica en la cual no existe la propiedad pri­
capital real fue e! de induc ir a los economistas a cavilar en torno vada de los medios de produ cción y, por tant o , no hay ni
al artificioso problema referent e a la denominada product ivi­ mercado ni precios para los cor respondie ntes factores, los con­
dad del capital (rea l). Por definición, factor de prod ucción es cep tos de capital y renta constituye n meros conceptos teóricos,
toda cosa con cuyo intermed io cabe llevar a feliz té rmino cierto sin aplicabi lidad prác tica algun a. En un a econo mía socialista
proceso productivo. El valor que las partes atri buye n a esa ex isten bienes de capital, pero no hay capital.
potencialidad del facto r en cues tión qu ed a íntegra ment e refle­ La idea de capital sólo en la economía de mercado cobra
jado en el precio qu e el mercado asigna al mismo. En las trans­ senti do, Bajo el signo del mercado sirve para que los indi vi­
acciones mercantil es se paga por el se rvicio qu e de In utiliza­ duos, actuando librement e , separados o en agrupación, puedan
ción de cierto factor de produ cción cabe derivar (es deci r, por decidi r y calcular . Cons tituye instrumento fecundo sólo en ma­
la contribución que e! mismo es capaz de proveer a la emp resa nos de cap italistas , empresarios y agr iculto res deseosos de co­
contemplada) el valor íntegro q ue la gente a tal cont ribución sechar ganancias )' ev itar pérdidas . No estamos ante categorí a
atr ibu ye. Tienen valor los factores de producción única y exclu­ pro pia de cualquier género de actual'. Cobra corporeidad sólo
sivamente por esos servic ios que pueden reportar ; sólo por ese en el marco de la economía de mercado .
serv icio cotízanse los factores en cues tión. Una vez abonada
la suma correspondie nte, nada qu eda ya por pagar; tod os los
servicios pro duct ivos de! bien en cues tión h állansc compren­ 3. EL CAP ITA LISMO
didos en el precio de refere ncia. Constituyó, en verdad, gra ve
error e! explicar e! interés como renta derivada de la produc­ Toda s las civlizaciones, basta el presente , se han basado
tividad de! capital 6. en la propiedad pr ivada de los medios de prod ucción. Civili ­
Una segunda confusión, de tra scend enci a no meno r, 1'1'0 ­ zación y propi edad privada fueron siemp re de la mano. Quie­
nes suponen qu e la economfa es una ciencia experimental y,
• Vid. págs. 774·782.
no obstante, prop ugnan el con tro l estatal de los medios de
408 U Acción Humana El mercado 409

producción incurren en manifi esta contradicción . La única con­ la redención afortunadamente hallábase a las puertas y pronto
clusión que de la experiencia históric a cabrí a deducir, admi­ iba a ser liberado el hombre de tanta aflicción. O tro s afirmaron
tiendo que ésta, al respecto , algo pud iera decirnos, es que la que el capitalismo hubiera podido evitarse a la humanidad , de
civilización, indefectiblemente, va unid a a la prop iedad pri­ haber sido las gentes mora lmen te más perfectas, lo que les
vada. Ni nguna demostración histórica cabe aducir en el sentido hubiera inducido a adop tar mejore s sistemas económicos. To ­
de que el socialismo proporcione un nivel de vida superior al dos los alud idos idearios tienen un rasgo común : contemplan
qu e el capi talismo engendra ' . el capitalismo como si se tratara de un fenómeno acciden ta l
Cierto es que, hasta ahor a y de forma plena y pura , nu nca que cupiera suprimir sin acabar al tiempo con realidades im­
se ha aplicado la economía de mercado. Ello no obstante , resul­ prescindibles para el desarrollo del pensamiento y la acción
ta indudable que, a partir de la Edad Media, prevaleció en del hombre civilizado. Tales ideologías eluden cuidadosamen te
Occidente una tendencia a ir paulatinament e aboliendo todas el problema del cálculo económico, lo cual les impide advertir
aquell as instituciones que pert urbaban el libre funcionami ent o las consecuencias que la ausencia del mismo, por fue rza, habría
de la economía de mercado. A medida que dicha tend encia pro­ de provocar. No se per catan de qu e el socialista, a quien , para
gresaba, mulriplic ábase la población y el nivel de vida de las planear la acción, de nada serviríale la aritmética, tend ría una
masas alcanzaba cimas nunca conocidas ni soñadas. Creso, Cra­ mentalidad y un modo de pensar radicalmente distintos al
so, los Médieis y Luis XIV hubi eran env idiado las comod idades nuestro. No cabe silenciar, al tratar del socialismo, esta mental
de que hoy disfruta el obrero americano medio. tra smutación, ann dejando de ladu los perni ciosos efectos que
Los prob lemas que suscita el ataque lanzado por socialistas la implantación del mismo pro vocaría por lo qu e al bienestar
e intervencionista s contra la economía de mercado son todos material del hombre se refiere.
de índole puram en te económica , de tal suerte que los mismos La economía de mercado es un modo de actuar, bajo el
sólo pueden ser abo rdados con arr eglo a la técnica que en el eigno de la divi sión del traba jo , que el hombre ha ingeniado.
presen te libro pretendemos adoptar , es decir , analizando a fon­ De tal asert o, sin embargo, no sería lícito inferir que estamos
do la activ idad human a y todos los imaginables sistemas de ante un sistema puram ent e accident al y art ificial, sustituible
cooperación social. El problema psicológico relat ivo a por qué sin más por otro cualquiera. La economía de mercado es fru to
las gentes vilipendia n y rechazan el capitalismo , hasta el punto de dilatada evolución . El hombre, en su incansable afán por
de motejar de «capitalista» cuanto les repugna, considerando. acomodar la propia actua ci ón , del modo más perfecto posible,
en cambio , «social» o «socialista» todo aquello que les agrada. a las inalterables circun stancias del medio ambient e, logró al
es una interrogant e cuya solución debe dejarse en manos de fin descub rir la apuntada salida . La economía de mercado es
los histori adores. H ay otros temas que sí nos corresponde a la táctica que ha permit ido al hombre prosperar triunfalm ente
nosotros abordar . desde el pr imitiv o salvajismo hasta alcanzar la actual condición
Los defensores del totalitarismo conside ran el «capitalis­ civilizada.
mo» lamentable adversidad , trem enda desventura , qu e un día Muchos son los modern os escritores a qu ienes agrada
cayera sobre la hum anidad . Marx afirm aba que constituía in­ argumen tar como sigue : el capitalismo es aquel ord en econó­
evitable etapa por la que la evolución hum ana había de pasar , mico que provocó esos magníficos resultados que la histo ria
si bien no dejaba , por ello de ser la peor de las calamidades; de los últimos dosciento s años registra; siendo ello así, no hay
duda es hora ya de superar tal sistema, puesto que si ayer fue
7 Por lo que al «expe rimen to» ruso se ref iere, véase Mises. Pf(//IJ/cd Cb¡IOJ. beneficioso no puede seguir siéndolo en la actualidad y, menos
páginas 80 -8 7. Irv ington-cn-Hudson, 194 7 . aún, mañana. El aserto , eviden teme nte , pugna con los más
410 La Acción Humana El mercado 411

elementales principios de la ciencia experimental. Impertinente confusos e inexactos de supe rficiales teorías económicas, tiem­
sería volver sobre la cuestión de si cabe o no aplicar, en las po ha descartadas, que desorientadas mentes elabo raran antes
discip linas referent es a la actividad hum ana , los métodos p ro­ de la aparic ión de la ciencia económica, presi dirán una labor ,
pios de las ciencias natu rales experiment ales, porque aun que el investigador segura mente conceptuará imparcial, desde
cuando resolviéramos afirmativamente la interrogante, ello no el moment o mismo en que comience a reun ir hechos, supuesta­
nos autorizaría a argüir arebours, como estos ex perirnentalistas ment e auténticos, hasta que, ordenados d ichos datos, dedu zca
pre tenden hacer. Las ciencias naturales razonan diciend o que las correspondientes conclusiones.
si a fue ayer valedero, mañana Jo será también . En este terreno El desentrañar los problemas que plantea la economía de
no cabe argument ar a la inversa y proclamar que por cuanto a mercado; es decir , aquel la única organización de la acción
fue antes procedente, no lo será ya en el futuro. hum ana que perm ite aplicar el oi lculo econó mico al planeado
Se suele criticar a los economistas una supuesta despre­ proceder, nos faculta para abo rdar el examen de todos los
ocupación por la historia; aseg úrase , en tal sentido, que glori­ posibles modos de actuar, asf como cuantas cuestiones de índo le
fican la economía de mercado, considerá ndo la como el patrón económica suscítanse a histori adores y etnólogos. Los sistemas
ideal y eterno de la coope ración social, siendo censurados por no capitalistas de dirección económica sólo pueden ser estudia­
circunscribir el estudio al de los problemas de la econo mía dos ba jo el hipo tético supuesto de que tambi én cábeles a ellos
de mercado, despreciando todo lo demás. No inqu iera a los recurrir a los números cardinales nI evaluar la acción pre térita
economistas, conclúyese, el pensar que el capitalismo sólo sur­ y al proyectar In futu ra. He ahí por qué los econom istas con­
giera hace doscient os años, y que , aún hoy, tan sólo opera en cent ran su ate nción en el estudio de la economía de mercado
un área relativamente pequeña, entre grupos minoritarios de pura.
la población terrestre . H ubo ayer y existen actualmente civi­ No son los economistas, sino sus con trincantes, quienes
lizaciones de ment alidad diferente que orde nan sus asuntos carecen de «sentido histórico» e ignora n la evolución y el
económicos de modo dispar al nuestro. El capitalismo, conrc m­ progreso, Los economistas siempre advirtieron que la economía
piado sub specie aetcrnitatis, no es más que pasajero fenómeno , de mercado es fru to engendrado po r un largo proceso hist órico
efímera etapa de la evolución histórica, mera época de transi­ que se inicia cuando la raza humana emerge de entre las filas
ción entre un pasado precapitalista y un futuro postcapíralisra. de ot ros primates. Los partidarios de aque lla eorriente erró nea­
Tales asertos no resisten el análisis lógico. La economía, mente denominada «historicista» emp éñense en desandar el
desde luego, no constituye rama de historia alguna . Es, simp le­ camino que tan fatigosamente recorriera la evo lución hu mana.
mente, la disciplina que estudia la actividad huma na ; o sea, De ahí que conside ren ar tificiosas e incluso decadentes cuantas
la teoría general de las inmut ables categor ías de la acción y de insti tuciones no puedan ser retrotraídas al más remoto pasado
la mecánica de la misma bajo cualquier supuesto en que el o, incluso, resu lte n desconocidas para alguna primit iva tribu
hombre actúe . De ahí que constituya herra mienta mental im­ de la Polinesia. Toda institución que los salvajes no hayan des­
prescindible cuando se trata de investigar problemas históricos cub ierto táchanla de inútil o degenerada. Marx, Engels y los
o etnográficos. Pob re, ciertamente , habrá de ser la obra del germánicos pro fesores de la Escuela H istórica entusiasmábanse
historiador o etnógrafo que, en sus trabajos, no aplique los pensa ndo que la propiedad privada era «sólo un fenómeno his­
conocimientos que la economía le br ind a, pues tal teórico , tórico». Tal indudable realidad constituía, para ellos, prueba
pese a lo que posib lemente crea, en modo alguno estará abor­ evidente de que resultaban practicables sus planes socialistas 8
dando el objeto de su estudio inmune a aquellos pensamientos • El libro del catedrático prusiano BERNIIAR Il LA UM (Die Gescblossene
que desprecia considerándolos como meras hipótesis. Retazos \Virtschfat, Tübingen, 1933) constituye una de las muestras más conspicuas de
41¿ La Acción H umana El mercado 413

El genio creador no coincide con sus contemporáneos. En «socialista» para todo aquello que las masas consideran bueno
tanto en cuanto es adelantado de cosas nuevas y nunca oídas, y digno de alabanza. Las gentes hoy en día suelen, con frecuen­
por fuerza ha de repugnarle la sumisa aceptación con que sus cia, comenzar por calificar arbit rariamente de «capitalista»
coetáneos se atienen a las ideas y valores tradicionales. Cons­ aquello que les desagrada, sea 10 que fuere, y, a renglón seguido ,
tituy e para él pura estup idez el ru tinario proceder de! ciuda­ de tal apelativo deducen la ruindad del objeto en cuestión.
dano corriente, de! hombre medio y común. Considera por Esa semántica confusión llega a más. Sismondi , los román­
eso «10 burgués» sinónimo de imbecilidad 9. Los ar tistas de ticos defensores de las instituciones medievales, los autores
segunda fila que disfrutan copiando los gestos del genio, deseo­ socialistas , la escuela histórica alemana y el institucionalismo
sos de olvidar y disimular su propia incapacidad, adoptan tam­ americano adoctrinaro n a las gentes en el sent ido de que el
bién idéntic as expresiones . Tales bohemios califican de «abur­ capitalismo constituye inicuo sistema de explotación a cuyo am­
guesado » cuanto les molesta y, comoquiera que Marx asimilara paro sacrifícanse los vitales intereses de la mayoría para favore­
e! significado de «capitalista» al de «burgués» , utilizan indis­ cer a unos pocos traficantes. Ninguna persona honrada puede
tintamente ambos vocablos, término q ue, en todos los idiomas apoyar régimen tan «insensato» . Aquellos economistas que ase­
de! mundo, actualmente, aplfcanse a cuanto parece vergonzoso, guran no ser cierto que el capitalismo beneficia sólo a una mino­
despreciable e infame 10. Reservan, en cambio, el apelativo ría, sino que enriquece a todos, no son más que «sicofantes de
la burguesía»; una de dos, o son obtusos en demasía para
este modo de pensa r. Laura , en efecto , se dedica ;1 reu nir impresionant e colección
de fuen tes etnológ icas, de las cuales resulta qu e numerosas tr ibus primit ivas CO l) ­ adver tir la verdad, o son vendidos apologistas de los egoístas
sideraban la autarquía cosa na tu ral. necesaria y mor almente recomendable. De ello intereses de clase de los explotado res.
concluye qu e tal ordenamient o constit uye el sistema cco n émicc uonual y procc­ El capitalismo, para esos enemigos de la libertad, de la
den te, hasta el pun to qu e el retornar 01) mismo debe conside rarse «proceso biológico
necesar io» (pág . 491 ).
democracia y de la economía de mercado, es la política econó­
~ C UY DE MA UPASS¡\NT analizó , en su l;/ude sur Gnstave Flunbcrt (reimpreso en mica que favorece a las grandes empresas y a los millonarios.
Oeuvres Completes de G ustaue Planbcrt, vol. V Il, P arís, 1885), el supues to odio Ante el hecho de que - aun cuando no lodos- haya capitalistas
de este úl timo hacia lodo lo burgu és. Flaubcrt , d ice Mnupa ssant , aintnit le monde y enriquecidos empresarios que, en la actualidad, abogan por
(página 67 ); es decir, le gustaba codearse con la bue na sociedad de París, com­
pu esta po r aristócr atas, ricos bu rgueses y una élite de art istas , escri to res, filósofos,
aquellas medidas restric tivas de la competencia y del libre cam­
científicos, po lít icos y emp resarios. Fla ubc rt usaba el término bu rgués como sin ó­ bio que engend ran los monopo lios, los aludidos crít icos argu­
nimo de 'imbecilidad, defini éndolo así: «Califico de burgu és a todo aquel que piensa mentan como sigue . El capitalismo contemporáneo pat rocina
mezquinamente ( pcnse bassement )», Es evidente , por tant o , que Flaub cn, cuando
e! proteccion ismo, los cartels y la supresión de la competencia.
decía burg ués, no aludía a la bu rguesfa como tal estamento social, sino que se
refería a un tipo de idiotez con la que frecuentement e tro pezaba al tratar con Cierto es, agregan, que , en cierto momento histórico , el capi­
miembros de dicha clase. Al hombre corrie nte (le bon peuple) no lo desp reciaba talismo británico pro pugnaba el comercio libre, tanto en la
menos. Sin embargo, comoq uiera q ue trataba más con gens du monde qu e con esfera int erna como en la internacional; predicaba dicha polí­
ob reros, incomo dábale en mayor grado la est upidez de aquéllas qu e la de sé tos
(página 59) . Las ante riores observaciones de Maupasant retratan fielmente no sólo
tica, sin embargo, por cuanto, a la sazón , el librecambismo
el caso de Flaubcrt, sino también el de todo s aque llos arti stas con sentimientos convenía a los intereses de clase de la burg uesía inglesa. Como­
eantiburgucscs». Con viene resaltar , au nque sólo sea de modo incid ental, que , quie ra que, modern amente, las cosas han variado, las preten­
para el mar xismo, Flauber t es un escritor «burgu és», constituye ndo sus novelas siones de los explot adores al respecto también han cambiado.
«superestructura ideológica» del «sistema capital ista o burgués de produ cción ...
10 Los nazis aplicaban el ad jet ivo «judío» como sin6 nimo de «capitalista» y
Ya anteriormente se hacia not ar cómo el expuesto ideario
«burgués ». pugna tanto con la teoría científica como con la realidad hísr é­
4 14 La A cción Hu mana El mercado 415

rica " . Hubo y siempre habrá gentes egoístas cuya ambición dentes a proteger los derechos un día adquiridos por los asala­
indúcel es a pedir prot ección para sus conqui stadas posiciones, riados, los campesinos, los comerciant es, los artesanos, llegán­
en la espera nza de lucrarse mediante la limit ación de la com­ dose incluso a veces a amparar los inte reses creados de capita­
pet encia. Al empresario que se nota envejecido y decadente listas y empresarios. El concepto de capita lismo, como con­
y al débil heredero de quien otrora triunfara asústal es el ágil cepto económico, es inmutable; si con d icho término algo se
paruenu que sale de la nada para disput arles su riqu eza y emi­ quiere significar , no pu ede .ser otra cosa que la economía de
nente posición . Pero el que llegue a tr iunfar aquella pretensi ón mercado. Al tra stocar la nomenclatura, descompónense los ins­
de anquilosar el mercado y dificult ar el progreso depende del trumentos semánt icos que nos perm iten abordar el estudio de
ambiente social que a la sazón prevalezca. La estructura ideoló­ los problemas que la historia contemporánea y las modernas
gica del siglo XIX, moldeada por las enseñ anzas de los econo­ política s económicas suscitan. Bien a las claras resalta lo que
mistas liberales, impedía prosperaran exigencias de tal tipo . se bu sca con ese confusionismo termin ológico. Los economistas
Cuando los progresos técnicos de la época liberal revolucion a­ y políticos que a él recurren tan sólo pretenden impedir qu e
ron la prod ucción , el transporte y el comercio tradici onales, las gentes adviertan qué es, en verdad , la economía de merca­
jamás se les ocur rió a aquéllos a quienes las correspondientes do. Q uieren convencer a las masas de que «el capitalismo»
mutaciones perjudicaban reclamar proteccionismo, pu es la opi­ es lo que pro voca esas desagradables medida s restri ctivas qu e
nión públ ica les hubiera avasallado. Sin embargo, hoy en d ía, el gobierno adop ta.
cuando se considera deber del estado impedir qu e el hombre
eficiente comp ita con el apático, la op inión púb lica se pone
de parte de los poderosos grupos de presión que desean detener 4. L A SOBE RANÍ A D EL CO NS UMlD OR
el desarrollo y el progreso económico. Los fabri cant es de man­
tequilla con éxiro notab le dif icultan la vent a de la margarina Cor responde a los empresarios, en la sociedad de mercado,
y los inst rumentistas la de las grabaciones musicales. Los sin­ el gobierno de todos los asuntos econ ómicos. O rdenan perso­
dicato s luchan contr a la instalación de toda maquinaria nueva. nalment e la prod ucción. Son los pilotos qu e dir igen el navío .
No es de extra ñar que en tal ambiente los empresarios de A primera vista, podría parecernos que son ellos los supremos
menor capacidad reclamen pro tección con tra la competencia árbitros. Pero no es así. Hállanse somet idos incondi cionalmente
de sus más eficientes rivales. a las órdenes del capitán, el consumidor. No deciden, por sí,
La realidad actual podría describirse así. Hoy en día, mu­ ni los empresarios, ni los rcrratenicnaes, ni los capita listas qué
chos o al menos algunos sectores empresariales han dejado de bienes deb an ser produci dos. Corresponde eso, de modo ex­
ser liberales; no abogan por la au tént ica economía de mercado clusivo, a los consumidore s. Cuando el hombre de negocios no
y la libre empresa; reclaman , al contra rio, todo género de inter­ sigue, dócil y sumiso, las directri ces que, mediant e los precios
venciones estatales en la vida de los negocios. Tales realidades, del mercado, el público le marca, sufre pérdidas pat rimon iales;
sin embar go, no autor izan a afirmar haya variado el capitalismo se arr uina, siendo finalment e relevado de aquella eminent e
como concepto científico, ni que «el capita lismo en sazón» posición qu e, al timón de la nave, ocupaba. Ot ras personas,
(rnature capitalism) -como dicen los americanos-e- o «el capi­ más respetu osas con los manda tos de los consumidores, serán
talismo tardí o» (late capitalism) - según la terminología mar­ puestas en su lugar .
xista- se caracterice por pro pugnar medida s restrinctiv as ten­ Los consumidor es acuden adond e, a mejor precio, les ofre­
cen las cosas que más desean; media nte comprar y abstenerse
1I Vid. supra págs. 135·140. de hacerlo, determinan quiéne s han de poseer y administrar las
La Acció" Human a E( mercado 417
4 16

plantas fabriles y las explotaciones agrícolas. Enriquecen a los empresarios y a los terratenientes conservar e incrementar su
pobre s y empobrecen a los ricos. Precisan, con el máximo riqueza. No pued en incurrir en gasto alguno que los consu­
rigor , lo que deba producirse, así como la cantidad y calidad midores no estén dispuestos a reembolsarles pagando un pre­
de las correspondientes mercancías. Son como jerarcas egoístas cio mayor por la mercancía de que se tra te. Al administrar sus
e implacables, caprichosos y volubles, difíciles de contentar . negocios han de insensibilizarse y endurecerse, precisamente
Sólo su personal satisfacción les preocupa. No se interesan por cuanto los consumidores, sus superiores, son, a su vez,
ni por pasados méritos, ni por derechos un día adquiridos. insensibles y duros.
Abandonan a sus tr adicionales proveedores en cuanto alguien En efecto, Jos consumidores determin an no sólo los precios
les ofrece cosas mejores o más baratas. En su condición de com­ de los bienes de consumo, sino también los precios de todos
pradores y consumido res, son duros de corazón, desconsidera­ los factores de producci ón, fijando los ingresos de cuantos 01'''­
dos por lo que a los demás se refiere. ran en e! ámb ito de la economía de mercado: Son ellos, no los
Sólo los vendedores de bienes del orden primero hállanse empresarios, quienes, en definitiva, pagan a cada trabajador su
en contacto directo con los consumidores, sometidos a sus ins­ salario, lo mismo a la famosa est rella cinematográfica que a
trucciones de modo inmediato. Trasladan, no obstante, a los la mísera fregona. Con cada centavo que gastan ordenan e!
productores de los demás bienes y servicios los mandatos de proceso productivo y, hasta en los más mínimos deta lles, la
los consumidores. Los productores de bienes de consumo, los organización de los entes mercantiles. Por eso se ha podido
comerciantes, las empresas de servicios públicos y los profe­ decir que el mercado constituye una democracia, en la cual
sionales adquieren, en efecto, los bienes que necesitan para cada centavo da derecho a un voto ". Más exacto sería decir
atender sus respectivos cometidos sólo de aquellos proveedores que, mediante las constituciones democráticas, se aspira a con­
que los ofrecen en mejores condiciones. Porque si dejaran de ceder a los ciudadanos, en la esfera política, aquella misma
comprar en el mercado más barato y no ordenaran conveniente­ supremacía que, como consumidore s, el mercado les confiere.
mente sus actividades transformadora s para dejar atendidas, Aun así, e! símil no es del todo exacto. En las democracias,
del modo mejor y m ás barato posible, las exigencias de los sólo los votos depositados en favor del candidato triun fante
consumidotes, ve ríanse suplantados, como decíamos, en sus gozan de efectiva trascendencia política. Los votos minoritarios
funciones por terceros. Ge ntes de mayor eficiencia, capaces carecen de influjo. En el mercado, por e! contrario, ningún
de compr ar y de elaborar los factores de producción con más voto resulta vano. Cada céntimo gastado tiene capacidad espe­
depurada técnica, les remplazarían. Puede el consumidor de­ cífica para influir en el proceso productivo. Las editoriales
jarse llevar por caprichos y fantasías. Los empresarios, los atienden los deseos de la mayoría publicando novelas policiacas; '.
capitalistas y los explotadores de! agro, en cambio, están como pero tambi én imprimen tratados filosóficos y poesía lírica, de
maniatados; en todas sus actividades vense constreñidos a aca­ acuerdo con minoritar ias apetencias. Las panaderías producen
tar los mandaros del público comprado r. En cuanto se apar tan no sólo los tipos de pan que prefieren las personas sanas, sino
de las directr ices trazadas por la demanda de los consumido res, también aquellos otros que consumen quienes siguen especiales
perjudican sus intereses patrimoniales. El más ligero desviacio­ regímenes dietéticos. La elección de! consumidor cobra virtua­
nismo, ya sea voluntar io, ya sea debido a error, torpeza o inca­ lidad tan pronto como e! interesado se decide a gastar el dinero
pacidad, merma e! beneficio o 10 anula por completo. Cuando preciso en la consecución de su objetivo.
dicho apartamiento es de mayor alcance, aparecen las pérdidas,
que volatilizan el capital. Sólo ateniéndose rigurosamente a los 11 Vid. F RANK A . FUER, T be Principies o/ Economics, págs. 394410, 3." ed.
Nueva York, 19 13.
deseosos de los consumidores cábeles a los capitalistas , a los
27
La A cci án H umana El mercado 419
418
a los empresarios más de stacados y sus empresas califfcanse de
Cierto es que, en el mercado, los consumidores no dispo­
imperios y reinos. Nada habría que oponer a tales expre siones. si
nen todos del mismo número de votos. Los ricos pueden depo­
no constituyeran más que intrascendentes me táforas . Pero lo grave
sitar más sufragios que los pobres. Ahora bien, dicha desigual.
es que prov ocan graves falacias que perturban torpemente el pen­
dad no es más que fru to de previa votación. Dentro de una
samiento actual.
economía pura de mercado sólo se enriquece quien sabe atender
los deseos de los consumidores. Y, para conservar su fortun a, El go bierno no es más que un aparato de compu lsión y de
el rico no tiene más remedio que perseverar abnegadamente en coerción . Su poderío le permit e hacerse obedecer po r la fuerza.
El gobernante , ya sea un autócrata, ya sea un represen ta nte del
el servicio de estos últimos .
De ahí que los empresarios y quienes poseen los medios pueblo , mientras goce de fue rza políti ca, puede aplastar al rebelde.
materiales de producción puedan ser considerados como unos Totalmente disti nta a la del gobernante es la post ura de em ­
meros mandatarios o representantes de los consumidores, cu­ presarios y capitalistas en la eco nomía de mercado. El «rey del
yos poderes a diario son objeto de revocación o reconfirmación. chocolate» no goza de poder alguno sobre los consumidore s, sus
Sólo hay en la economía de mercado una excepción a esa clien tes. Se lim ita a proporcionarles chocolate de la mejor calidad
total sumisión de quienes poseen con respecto de los consu mí­ al precio más barato posible. Desd e luego, no gobiern a a los ad­
dores. Los precios de monopolio efectivamente implican vio­ qu irentes ; antes ni contrarío, se po ne &1 su se rvicio . No depende
lentar y desconocer las apetencias del consumidor. de él una client ela que librement e puede ir a com prar a otro s
comercio s . Su hipoté tico «reino >, se esfuma en cuanto los consu­
mido res prefieren gastarse los cua rtos con dist into proveedo r.
EL METAFORICO EMPLEO Menos aún «rei na» sobre sus operarios . No hace mris que con ­
DE LA TE RMINOLOGIA PO LITI CA tratar los se rvicios de éstos) pagándoles exactamente lo que los
cons umido res están dispues tos a reembolsarle al comp rar el pro­
Las instrucciones dadas por los empre sarios, en la conducta de ducto en cuest ión. El poderío polít ico , cier tamen te, no lo conocen
sus negocios, son audibles y visibles . Cualquiera las advierte. capitalista s y empresarios. Hubo una época durante la cual, en
H asta el botones sabe quién manda y dirige la empresa. En carn­ las naciones civ ilizadas de Europa y América, los goberna ntes no
bío, es precisa una mayor perspicacia para percatarse de aquella intervenían seriamente la ope raci ón del mercado . E sos mismos
relación de dependencia en que, con respecto al mercado , hállase países , en cambio, h állanse hoy dirigidos por partidos hostiles al
el empresario . Las órdenes de los cons umidores no son tangibles, capitalismo , por gente s conve ncidas de que cuanto más perjudi­
no las registran los sentidos corporales . De ahí que muchos sean quen los intereses de capitalistas y e mpresarios , tanto más pros­
incapaces de advertir su existencia, incurriendo en el grave error perarán los humildes.
de suponer que empresarios y capitalistas vienen a ser autócratas En un sistema de libre economía de mercado, ninguna ventaja
irresponsables que a nadie dan cuenta de sus actos n. pueden Jos capi talistas y emp resarios derivar del cohecho de fu n­
La mentalidad en cuestión fue engendrada po r la cost umbre cionarios y polí ticos, no si éndolcs tampoco posible a e stos últimos
de emplear, al tratar del mundo mercantil , términos y expresiones coaccionar a aquéllo s ni exigirles nada. En los países dirigistas, por
de índo le política y milita r. Se suele denominar reyes o magnates el contrario, existen poderosos grupos de presi ón que bregan bu s­
cando privilegios para sus componentes, a costa siempre de otros
grupos o per son as más d ébiles. E n ta l ambien te, no es d e extra ñar
D El caso de Beatrice Webb (Lady P assfield }, ella misma hija de un acaudalado
que los hombres de empresa intent en protegerse contra los abu­
hombre de empresa, constituye ejemplo típico de este modo de pensar. Vid. M)'
sos admini strativos comprando a los correspondientes funciona­
Apprenticeshíp, pág. 42, Nueva York. 1926 .
420 La Acción Human a El mercado 421

rios. Es más; una vez habituados Q dicha mecánica, raro será que , bajo desvanace tales rivalidades. Des aparece la hostilidad y,
por su parte, no busquen también privilegios personales, al arnpa­ en su lugar , surge la colaboración y la mutua asistencia que
ro de la misma. Pero ni siquiera esa solución de o rigen d irigiste une a quienes integran la sociedad en una comunidad de ern­
ent re los funcio narios públicos y los empre sarios arguye en el presa .
sentido de que estos últimos sean omnipotentes y gobiernen el Cuando hablamos de competencia en el mundo zoológico
país. Porque son los consumid ores, es dec ir, Jos supuestamente nos referimos a esa rivalidad que surge entre los brut os en
gobernados, no los en apariencia gober nantes , quienes aprontan búsqueda del imprescind ible alimento. Competencia biológica
las sumas que luego se dedicarán a la corrupción y al cohecho. podemos denominar dicho fenómeno, que no debe confundirse
Ya sea por razo nes morales, ya sea por miedo, en la práctica , con la competencia social, es decir, la que se entabla ent re
la mayoría de los empres arios rehúye tan torpes maqu inaciones . quienes desean alcanzar los puestos mejores dentro de un oro
Por medios limpios y de mocráticos pretenden defender el siste ma den basndo en la cooperación. Por cuan to las gentes siempre
de empresa libre y protegerse contra las medidas discriminatorias. han de esti mar en más unos puestos que otros, los hombres
Forman asociaciones patronales e intentan influir en la opinión invariablemente competirán entre sí tra tando cada uno de supe­
pública. Pero la verdad es que no son muy brillantes los re sulta­ rar a sus rivales. De ahí que no quepa imaginar tipo alguno de
dos que de esta suerte han conseguido, según evidencia el triu nfo , organización social dentro del cual no haya compete ncia. Para
por doquier , de la política an ticapiraliata. Lo mrís que lograron representarnos un sistema sin competencia, habremos de ima­
fue retrasar, de momento sólo, la implantación de algunas medid as ginar una república socialista en la cual la personal amb ición
intervencionistas especialmente nocivas. de los súbditos no facilitara indicación alguna al jefe acerca
G usta n Jos demagogos de tergive rsar las cosas de modo imper­ de sus respect ivas aspiraciones, cuando de asignar posiciones
donable. Pregonan a los vientos que las aludidas asociaciones de y cometidos se tratara. En esa imaginaria construcción, las gen­
banqueros e industria les son, en todas partes, los verdade ros go ­ tes se rían totalmente apáticas e indiferentes y nadie perseguiría
bernantes , que inconrestados imperan en la llamada «plu tode rno­ puesto específico alguno , vin iendo a comportarse como aquellos
cracia». Basta un simple repaso de la serie de leyes anticapitalistas sementa les que no compiten entre sí cuando el propietar io va
d icrndas durante las últ imas déc adas, en todo el mundo. pa ra elegir a uno para cubrir a su mejor yegua. Tales personas, sin
evidenciar la inadmisibilidad lógica de tales mitos. embargo, habrían dejado de ser hombres actua ntes.
La compete ncia cataláctica se plantea eotre gentes que
desean mutuamente sob repasarse. No estarnos, pese a ello, ante
una pugna , aun cuando es frecuente, en sentido metafórico, al
5. L A COMPETENCI A aludir a la compe tencia de mercado, hablar de «guerras», «con­
flicto s», «ataques» y «defensas» , «est rategias» y «tácticas».
Predominan en la naturaleza irreconciliables conflictos de Conviene destacar que quienes pierden en esa cataláctica cmu­
intereses. Los medios de subsistencia resulta n escasos. El in­ lación, no por ello resultan objeto de aniquilación ; queda n
crement o de las poblaciones animales tiende a supera r las simplemente relegados a otros puestos, más conformes con su
existencias aliment icias. Sólo los de mayor fortaleza sob re­ ejecutoria e inferior es, desde luego , a aquellos que habían
viven. Es implacable el antagonismo que surge entre la fiera pretendido ocu par.
que va a morir de hambre y aquella otr a que le arreb ata el Bajo un orden social de índole tota litaria surge también
alimento salvador. la compe tencia; las gentes pugnan en tre sí por conseguir los
La cooperación social bajo el signo de la división del tra- favores de qui enes detentan el poder. En la economía de mer­
422 La Acción Humana El mercado 423

cado, por e! contrario , brota la competencia cuando los diver­ sea el que fuer e . Sólo específicos grupos , relativamen te restrin­
sos vendedores rivalizan los unos con los otros por procurar gidos, pueden entrar en compe te ncia .
a las gent es los mej ores y más baratos bienes y servicios , mien­ La comp etencia catnl áctica - nota característ ica de la eco­
tr as los compradores por fían entre sí ofrec iendo los precios nomía de mercado- es un fenó meno social. No implica dere­
más at ractivos. Al tr atar de esta competencia social, que pode­ cho alguno qu e e! estado o las leyes garan tizarían, a cuyo am­
mos den omin ar competencia cataláctica, conviene guardarse paro cada uno pod ría elegi r ad libitum el pu esto q ue más le
de ciertos errores, por desgracia, hoy en día, harto ex tendidos. agradara en la estruct ura de la d ivisión de! trabaj o . Corres­
Los economistas clásicos propugnaban la abo lición de todas pond e exclusivamente a los con sum idores e! determinar cuál
aqu ellas barreras mercantiles que impedían a los hombres com­ misión cada per son a haya de desempeñar en la sociedad . Com­
petir en el mercado. Tale s medidas rest rictivas - aseguraban pra ndo o dejand o de comprar , los consumidores señalan la
dichos precur sores - s6lo servían par a divertir la producción respectiva posición social de las gentes . Ta l supremacía no re­
de los lugares más idóneos a otros de peor condición y para sult a menoscabada por privilegio alguno conce dido a nadie qua
amparar al homhre ineficient e fre nte al de mayor cap acidad, productor . E l acceso a cua lq uier específica rama industrial vir­
provocándo se así un a tendencia a la pervivencia de anticuados tualment e es libre, pero sólo se accede a la misma si los consu­
y torpes mét odos de producci ón . Por tales vías lo único midores desean sea ampliada la produ cción de que se trate o
qu e se hacía er a rest ringir la producción , con la consiguiente si los nuevos ind ustriales van a ser capaces de desahuci ar a los
reb aja de l nivel de vida . Para enriquecer a todo el mundo ant iguos mediante subvenir de un modo mejor o más econó­
~onclu ía n los econom istas- la competenci a debiera ser mico los deseos de los consu midores . Una mayor inversión de
lib re. En tal sent ido emplearon e! término libre competencia. capital y tra bajo , en efec to , ún icamen te resultaría oportu na
si permitier a atender las más urgentes de las todavía insat is­
N ingú n juicio de índol e metafísica su ponía pa ra ellos el recurrir
fechas necesidades de los consumidores. Si las ex plotaciones
al adjetivo libre. Ab ogaban por la supresión de cuan tos privi­
existen tes bas tan de mome nto , constituiría evidente despilfarro
legios vedaban el acceso a determinadas profesiones y a ciertos
el invert ir mayores sumas en la misma ra ma industr ial, dejand o
mercados. Vano es, por ta nt o, tod o ese alambicado ponderar desat endida s otra s m ás urgentes po sibilidades. La estructura
en torno a las implicaciones metafísicas del calificativo libr e, de los precios es prec isamente lo que induce a los nue vos
cuando se aplica dicho término a la competencia ; tales cuestio­ inversore s a atender inédi tos cometidos.
nes no guardan relació n alguna con el problema cataláctico que Con viene llamar la ate nción sobre lo ant erior , pues en el
nos ocu pa, no adve rt ir tales realid ades se bas an muchas de las más fre­
Tan pronto como entra en juego la pura naturaleza, la cuentes qu ejas q ue hoy se formulan acerca de la imposibilidad
comp etencia ú nicament e es «libre » trat ándose de factores de competir. H ace unos cincuenta años solía decirse que no
de pro d ucción no escasos, los cuales, por tan to, nunca cabe cabía compe tir con las compañías ferro viarias; es imposi ble
constituyan objeto de la actividad humana. En el mundo asalta r sus conquistadas posiciones crea ndo nu evas líneas com­
catal áctico, la competencia háll ase siempre tasada a causa petitivas; en el terreno del tr ansporte terrestre, la lib re compe­
de la insoslayable escasez de todos los bienes y serv icios de tencia ha desaparecido . Pero la verdad era que, a la sazón, las
condición económica . Incluso en au senci a de aqu ellas barre­ líneas ex iste ntes , en términos generales, bastaban . Resultaba ,
ras institu cion ales, erigidas con miras a restrin gir e! nú mero por tanto , más rentable el invert ir los nuevos capita les en la
de posibles compe tidores, jamás las circun stancias permiten mejora de los servicios ferroviarios ya existentes o en otros
q ue tod os puedan competir en cualquier secto r del mercado negocios antes qu e en la cons trucción de supletor ios ferrocarri­
424 La A cci6n Humana El mercado 425

les. Ello, evidentemente, en modo alguno impidió el progreso nen los profesores univers itarios. Miles de ellos, sin embargo,
técnico del transporte. Aquella magnirud y «poderío econó­ pasan sin dejar rastro alguno en el mundo de las ideas y de los
mico» de las compañías ferroviarias no perturbó la aparición avances científicos, mientras muchos outside rs suplen con celo
del automóvil ni del avión. y capacidad su desventaj a inicial y, mediante magníficos traba ­
Las gentes, actualmente, predican lo mismo de diversas ra­ jos, logran conquistar fama.
mas mercantiles atendidas por grandes empresas. Compete ncia, Suele crit icarse el que en la competencia cataláctica no sean
sin embargo, en modo alguno quiere decir que cualquiera pueda iguales las oport unidades de todos los que en la misma inter­
enriquecerse simplemente a base de imitar lo que los demás vienen. Los comienzos, posiblemenre, sean más difíciles para
hacen. Significa, en cambio, oportunidad para servir a los el muchacho pobre que para el hijo del rico. Lo que pasa es
consumid ores de un modo mejor o más barato, oportunidad que a los consumidores no les importa un bledo las respectivas
que no han de poder enervar quienes vean sus intereses perju­ bases de parti das de sus suministradores. Preocúpales tan sólo
dicados por la aparición del innovador. Lo que en mayor grado el conseguir la más perfecta posible satisfacción de las propias
precisa ese nuevo empresario que quiere asaltar posiciones necesidades. Si la transmisi ón hereditaria funciona eficaz­
ocupadas por firmas de antiguo establecidas es int eligencia e mente, la prefieren a otros sistemas menos eficientes. Cont ém­
imaginación. En el caso de que sus ideas permitan atende r las planlo todo desde el punto de vista de la utilidad y el bienestar
necesidades más urgentes y todavía insatisfechas de los consu­ social; desentendiéndose de unos supuestos, imaginarios e im­
midores, o quepa, a su amparo, bri ndar a éstos precios más practicables derechos «natu raless que facultarían a los hom­
económicos que los exigidos por los antiguos proveedores, el bres para competir entre sí con las mismas opor tunidades res­
nuevo empresario tr iunfará inexorablemente pese a la impor­ pectivas. La plasmación práctica de tales ideas implicaría, pre­
tancia y fuerza tan nombrada de las empresas existentes . cisamente, dificultar la actuación de quienes nacieron dotado s
No cabe confundir la competencia cataláctica con los com­ de superior inteligencia y voluntad, lo cual sería a todas luces
bates de boxeo o los concursos de belleza. Mediante tales lu­ absurdo.
chas y certámenes lo que se pretende es determinar quién sea Suele hablarse de competencia como antítesis del mono­
el mejor boxeador o la muchacha más guapa. La función social polio. En tales casos, sin embargo, el término monopolio em­
de la competencia cataláctica, en cambio, no estriba en decidir pléase con dispares significados que conviene precisar.
quién sea el más listo, recompensándole con títulos y medallas. La primera acepción de monopolio, en la que frecuente­
Lo único que se desea es garantizar la mejor satisfacción posible mente plasma el concepto popular del mismo, supone que el
de los consumidores, dadas las específicas circunstancias econó­ monopolista, ya sea un individuo o un grupo, goza de control
micas concurrentes. absoluto y exclusiva sobre alguno de los factores imprescindi­
La igualdad de oportunidades carece de trascendencia en bles para la supervivencia humana. Tal monopolista podría
los combates pugilísticos y en los certámenes de belleza, como condenar a la muerte por inanición a quienesquiera le desobe­
en cualquier otra esfera en que se plantee competencia, ya sea decieran. Dict aría sus órdenes y los demás no tendrían otra
de índole biológica o socia!. La inmensa mayoría, en razón a alternativa más que la de someterse o morir. Bajo tal monopo­
nuestra estructura fisiológica, tenemos vedado el acceso a los lio ni habría mercado, ni competencia cataláctica de género al­
honores reservados a los grandes púgiles y a las reinas de la guno. De un lado, estaría el monopolista, dueño y señor, y, de
beldad . Son muy pocos quienes en el mercado laboral pueden otro, el resto de los mortales, simples esclavos enteramente
competir como cantantes de ópera o estrellas de la pantalla. dependientes de los favores del primero. I mperrinente sería .. :~ :~;:'r;-:,,:
Para la investigación teórica, las mejores oportun idades las tie- insisti r en este tipo de monopolio, totalmente ajeno a la econo/ :./ _.$.' ",,:
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426 La Acción Humana El mercado 427

mía de mercado. En la práctica, un estado socialista universal estamos examinando, sí influye en la estructura de los precios
disfrutaría de ese monopolio tota l y absoluto; podría aplastar cuando la curva de la demanda de la mercancía monopolizada
a cualquier oponente, condenándole a mori r de hambre .. " , adopta específica configuración . Si las circunsta ncias concu­
Pero hay una segunda acepción de! térmi no monopolio; rrent es son tales que le permiten al monopolista cosechar un
alúdese en este caso a situación que puede darse bajo el signo beneficio net o superior vendiendo menos a mayor precio que
del mercado. El monopolista, en tal supuesto, es una persona, vendiendo más a precio inferior , surge e! llamado precio de
o un grupo de individuos, actuando de consuno, que controlan monopolio, más elevado que sería el precio potencial de! mero
la oferta de determin ada m ercnn cía , con exclusividad . Defi­ cado en el caso de no existir tal situación monopolística. Los
nido así el monopolio, el ámbito del mismo aparece en verdad precios de monopolio constituyen factor de graves repercusio­
extenso . Los productos industriales, aun perteneciendo H la nes en el mercado ; por el contrario, e! monopolio como tal
misma clase, difieren entre sí. Los artícu los de una [actorí a no tiene trascendencia, cobrándola ún icamente cuando a su
jamás son idén ticos H los obten idos en otra plant a similar. amparo cabe aparezcan los repetidos precios de monopolio .
Cada hotel gOZH, en su específico emplazamiento, de evidente Los precios que no son de monopolio suelen denomin arse
monopolio. La asistencia que u n médico o abogado procur a de competencia. Si bien es discutible la procedencia de dicha
no es jamás idéntica a la de otro compañero profesional. Salvo calificación, como quiera ha sido aceptada de modo amplio y
en e! terreno de determinadas materias primas, artícu los ali­
general, difícil sería intentar ahora cambiarla. Debemos, sin
menticios y algunos otros bienes de uso muy extendido, el
embargo, procurar guarda rnos contra posible torpe interpre­
monopolio, en el sentido expuesto , aparece por doquier .
tación de tal expresión. Const ituiría, en efecto, grave error e!
Ahora bien, e! monopolio , como tal, carece de significación
y trascendencia por lo que al funcionamiento del mercado y a la deducir de la confron tacióo de los términos precios de mono­
determ inación de los precios atañe. Por sí solo no otorga al polio y precios de compete ncia que surgen aquéllos cuando no
mono polista ventaja alguna en relación con la colocación de su hay competencia. Porq ue competencia cata l áctica siempre exis­
produ cto. La propiedad intelectual concede a todo versificador te en el mercado. Ejerce la misma influencia decisiva tanto en
un monopolio sobre la venta de sus poemas. Ello, sin embargo, la determinación de los precios de monopolio como en la de los
no influye en e! mercado. Pese a ral monopolio, Frecuentemente de competencia. Es precisamente la competencia que se ent abla
ocur re que el bardo no halle, a ningún precio, comprador para entre todas las dem ás mercancías por atraerse los dineros de
su producción, viéndose final ment e obligado a vender sus libros los compradores la que da aquella configuración especial a la
al peso. curva de la demanda que permi te lo aparición del precio de
El monopolio, sin embar go, en esta segunda acepción que monopolio , impeliendo al monopolista a proceder como lo hace.
Cuanto más eleve el monopolista su precio de venta, mayor
14 Vid ., en este sentido las palabras de Trotsky que lhn ¡.; transcribe en Tbc será el número de potenciales compradores que canalizarán sus
Road lo Serjdom, pág. 89, Londres, 1944. fondos hacia la adquisición de otros bienes. Las mercancías
* El creador del Ejército Ro jo y ministro de Asuntos Exteriores de Lcnin. Lcon
Trot sky (1879·19 40), cerca ya de su final, escribía (l 937) - ¿desengañado, tal
todas compiten en tre sí, en e! mercado.
vez?- el pasaje aludido , que reza asl: «En un país donde el único patrono es el H ay qui enes afirm an que la teoría cataláctica de los precios
Estado, la oposición significa la muerte por consunción lenta. El viejo principio. de nada sirve cuando se trat a de analizar el mundo real, por
'el que no trabaje no comerá', ha sido reemplazado IXJC uno nue vo: 'el que no
cuanto la competencia nunca fue en verdad «libre» o, al me­
obedezca no comcrd'». Vid. r. A. IIAYEK, Camino di' servidumbre. Madrid. Aliam::1
Editorial, 1978, pégs. 155. (N del T .) nos, no lo es ya en nuestra épOCH . Yerran gravemente quienes
428 La Aa ión Humana Et mercado 429

así piensan 15. In terpret an torcida mente dichos teóricos la rea­ privilegios, los cartels, los mon opolios estatales y los sindicatos
lidad y, a fin de cuentas, lo qu e sucede es que descon ocen q ué es un a realidad que la fut ur a histor ia económica recogerá. La
sea, en verdad, la competencia. La histo ria de las últ imas pon deración de la cosa , des de un pu nto de vista científico, la
déc adas constituye rico muestr ario de todo género de di sposicio­ verdad es, sin embargo, q ue no presenta problemas especiales .
nes tendentes a restringirla. Medi ante tales d isposiciones se ha
querido privilegiar a ciertos sectores fabri cantes, pro tcgi éndo­
les con tr a la competencia de sus más eficientes rivales. Dicha 6. LA LIBE RT AD
política, en mu chos casos, ha permitido la apa rición de aqu ellos
presupue stos inelud ibles para q ue sur jan los precios de mono­ Filósofos y legistas, un a y ot ra vez, a lo largo de la hi stor ia
. polio. En otros no fueron esos los efec tos provocad os, vedan­ del pen sam iento h umano, han pretend ido definir y precisar el
dose simplemente a numerosos cap ita listas, emp resarios , concep to de la libert ad , cosechando, sin embargo, bien pocos
campesinos y obreros el acceso a aquellos secto res desde los éxitos en estos sus esfuerzos.
cuales hu b ieran servido mejor a sus conciudadanos. La compc­ La idea de libert ad sólo cobra sent ido en la esfera de las
tencia cataláct ica, desde luego, ha sido grave mente rest ringida ; relaciones interhumanas. No han falt ado , ciertamente, escri­
operamos, ello no obs tante, todavía bajo un a eco nomía de tores qu e en com iaran una supues ta libertad originaria o natural,
mercado, si bien siempre saboteada por la injerencia estatal de la cual habría disf rut ado el hombre mientras viv iera en
y sindical. Pervive la compete ncia cat aláctica, con independcn­ aq uel qu imérico «estado de natu raleza » anterior al estableci­
cia de la continua reba ja de la, en otro caso , posib le produc­ miento de las relaciones sociales. Lo cier to , sin embargo, es qu e
tividad del trabajo , por las razones apuntada s. tales fab ulosos individ uos o clanes fam iliare s, autá rq uico s e
Med iant e tales med idas anticompeti tivas lo que de verdad ind epe nd ien tes, gozaría n de libert ad s ólo mientras, en su de­
se quiere es reemplazar el capitalismo por un sistema de plani­ am bular po r la faz terr áquea , no vinieran a trop ezarse con los
ficación socialista en el que no ha ya de haber com petencia cata­ cont rapuesto s in tereses de o tros ent es de mayores br íos. E n la
láct ica alguna. Los dirigist as, mientra s vierte n lágrimas de co­ desalmad a compe tencia del mu ndo b iológico el más fuerte lleva
codrilo por la desaparición de la compe tencia. hacen cua nto siempre la razón y el déb il no puede más que en tregars e incon­
pueden por abolir es te nuestro «loco - sistema compe titivo . E n dicionalm cn te. N uestros pr imiti vos antep asados, des de luego,
algunos países han alcan zado ya sus objetivos. En el resto del no nacieron lib res.
mu ndo , de moment o, sólo han lograd o restringir la competen­ D e ahí qu e, como decíamos, sólo en el ma rco de una or ga­
cia en de terminados sectores, increment ándola, congruente­ nización social qu epa hablar con fun da mento de libertad. Co n­
mente, en o tr as ra mas mercantiles . sideramos libre, desde un punto de vista praxeológico, al hom­
Grande es hoy el poder y la trascendencia de aquellas fuer ­ bre cuando pu ede optar ent re actu ar de un modo o de otro,
zas que pretenden coartar la compe tencia. La histor ia de nues­ es decir, cua ndo puede pers onalme nte de terminar sus obje tivos
tra época analizará en su d ía tal realidad . La teorí a económica, y elegir los medi os que , al efecto , estime mejores. La liber tad
sin emba rgo, no tie ne por q ué dedicar al tema ate nción par­ humana, sin embargo .h állase inexor ablem ente tasada tanto por
ticular. E l que florezcan por doq uier las ba rre ras tarifarias, los las leyes físicas como po r las leyes praxeo l6gicas. Vano es para
los humanos pretender alcanzar metas entre sí incompatibles.
15 Cumplida refutación de las doc trinas hoy en bo~ :l. acerca de 1:1 competencia H ay placeres qu e provocan perniciosos efecto s en los órgano s
Imperfecta y monopolísticn bdllnsc en F. A. H AYEK, l ndividnalinn and Economic físicos y mentales del hombre : si el sujeto se procura tales
Crder, págs. 92·118. Chicugo. 11;148. gratificacio nes inexcu sab lemen te sufre las correspond ientes con­
430 LA Acciún Humana El mercado 431

secuencias. Carecer ía, sin embargo, de senti do el decir qu e no tbal ha st a nue s tros d ías. Con mi ras a mantener esa organ ización
era libre un a persona simple men te pUl·quc no podía, digamos, social, gracias a la cua l el hombre evita se r tirani zado por sus
drogarse, sin su fr ir los inco nven ientes del caso . Las gentes semejan tes d e mayor fortaleza o h abilidad , pr eciso es in staurar
reconoce n y ad mi ten las limi taciones qu c las leyes física s im ­ los corres pond ien te s sis temas represivos de la actividad anti­
ponen; rcsísten sc , en cambio , por lo general, a acatar la no social. La p az públ ica -es deci r, la ev itació n de un a perpetua
menor inflexibilidad de las leyes praxeol ógicas. lucha de todos co nt ra tod os- só lo es asequib le si se monta
El ho mbre no pu ed e pret ender, por un lado, d isfrutar de un orde n don de ha y" 1I n e nte qu e mo nop ol ice la viole ncia y
las venta jas que implica la pacífica co laboración e n sociedad quc d isponga de una organ ización de mando y coerción , la
bajo la égida de la división del trabajo y permitirse, pOL" otro , cual. sin emb argo , só lo ha de pode r o pera r cuando lo autoricen
actuaciones qu e for zosamente han de desintegrar tal coopera ­ las co rrespo nd ien tes normas reglamentaria s, es deci r, las leyes
ción. H a dc op tar entre at en erse a aq ue llas norma s qu e per­ por el hombre pro mulgadas , que, naturalmente , no debe n con ­
miten el mantenimiento del rég ime n social o soportar la fundirse ni con las físicas ni co n las p raxeol ógicas. Lo que ca­
inseguridad y la pob reza típi cas de la «vida arriesgad as en racteriza a todo orden soc ial es prec isame nte la existencia de
perpetuo conflicto dc todos contra todos. Es ta ley del convivir esa institu ci ón auroritnria e impositi va que d enomina mos go ­
humano es no meno s inqueb rant able que cualqu ier ot ra ley hiern o .
de la naturaleza. L IS palab ras liberta d y su mis ión cobran sen tido sólo cuan­
Y, sin em ba rgo , ex iste notab le d ifere ncia ent re los efectos ele se enju icia el modo de act ua r del goberna nte con respect o
provocados po r la infracción de las leyes praxeológicas y la de a sus sú bd itos . Vano es d ecir q ue el hombre no es libre po r
las leyes físicas. Ambos tipo s dc no rmas, des de luego , resultan cu anto no puede impunemente preferi r, como bebida, el cia­
autoimpositi vas , en el sen tido de que no pr ecisan , a diferencia nuro pot ásico al agu a. N o me nos erra do fucra n egar la condi­
de las leyes promulgadas por el hombre, de poder algu no que ción de lib re al indi viduo a qui en la acción es ta tal impide
cuide de su cumplimiento . Pero di spares son los efec tos quc asesinar a sus se me jantes . Mi entra s el gobierno , es decir, el
el individuo desata al incumplir unas y otra s. Q u ien in gie re aparato social de autor idad y mando, limita su s facultad es de
let al ponzoña, sólo a sí mismo perjudi ca. E n camb io , quien, coerción y violencia a im pedir la actividad an tisocial, prevalece
p or eje mplo, recurre al rob o , desordena y perjudica a la socie­ eso que acc rr ud amc nte denominamos libertad. Lo único que,
dad en su conju nto . Mientras di sfruta él, únicamen te , de las en tal supuesto , qu eda vedado al ho mbre es aquello q ue for­
ve nt ajas inmediatas y a corto p lazo de su acció n, las pe rn iciosas zosa men te h a de desintegrar la coo perac ión social y de struir la
con secuen cias sociales de la mi sma dañan a la co mun idad toda. civilización retrotrayendo al género hu man o al es tado que por
P recisamen te con sideramos del ict ivo ta l actu ar por resultar no­ doqu ier prevalecía cuando el bomo sapiens hizo su aparición
civo para la colectividad . El desaten tado proceder, si la socie­ e n el re ino animal. Tal coerció n no pue de deci rse venga a limi­
d ad no le op usie ra enérgico co to , se generalizaría, haciendo tar la libe rtad del hombre , pue s, au n en ause ncia de un estado
imposib le la convivencia, con lo que las gentes vcr ían se priva­ qu e obligu e a resp etar la ley. no podría el in dividuo pretender
das de todas las venta jas qu e para ellas supone la cooperaci ón di sfrutar d e las ventajas del orde n soc ial y al tiempo dar rienda
social. suel ta a sus in stintos animales de agresión y rapa cidad.
Para que la sociedad y la civilización pueda n establecerse Baj o una economía de me rcado , es decir, baj o una organ i­
y pervivir, preciso es adop tar medidas que impidan a los seres zación social de! tipo laissez [aire, ex iste una esfera d en tro de
ant isociales destruir todo eso que el géne ro humano consigu ió, la cual e! homb re pu ede optar por actuar de un modo o de
a lo largo del dilatad o proceso que va de sde la época Neander­ otro, sin tem or a sanci ón alguna. Cu ando , en cambio , el go­
. 432 La Acción H umana El mercado 433

bierno extiende su campo de acción más allá de lo qu e ex ige e! servicio militar a cuantos gozan de las necesar ias fue rzas físicas
proteger a las gentes contra e! fraud e y la violencia de los seres está exigiendo más de lo que la ley praxeológica de po r sí sola
antiso ciales, restr inge de inmed iato la libertad de! individu o requeriría. E l pacifismo abso luto e incondicionado, en nu estro
en grado superior a aquel en que , por sí solas, las leyes praxe­ actual mundo, pleno de matone s y ti rano s sin escrúpulos, im­
ológicas la limitarían . Es por eso por lo que podemos calificar plica ent regarse en brazos de los más despiadado s opresores.
de libre e! estado bajo e! cual la discrecion alidad del particular Q uien ame la libertad ha de halla rse siempre dispuesto a luchar
para actuar según estime mejor no se halla interferida por la hasta la muerte con tra aquellos qu e sólo desean suprimirla.
acción estatal en mayor med ida de .la que, en todo caso, lo Como qui era qu e, en la esfera bélica, los esfuerz os de! hombre
estaría por las normas praxeológicas. aislado resultan vanos, forzoso es encomendar al estado la
Consideramos, con secuentement e, lib re al hombre en el organizació n de las opor tunas fuerzas defen sivas . P orqu e la
marco de la economía de mercado. Lo es, en efecto , toda vez misión fund amenta l del gob ierno consiste en pro teger e! orden
que la intervención estatal no cercena su autonomía e indepen­ social no sólo contra los fora jido s del interio r, sino también
dencia más allá de lo que ya lo estarían en vir tud de insosla­ contr a los asalta ntes de fuera . Q uie nes hoy se oponen al arma­
yables leyes pr axeol ógicas, A lo único que, bajo tal organiza­ . mento y al servicio milita r son cómplices, posiblemente sin
ción, e! ser humano renuncia es a vivir como un irracional, sin ellos mismos ad vertirlo , ele gen tes qu e sólo aspiran a esclavizar
preocuparse de la coexistenc ia de otros seres de su misma al mundo en tero.
especie. A través de! esta do, es decir, del mecan ismo social de La financiación de la actividad gube rna ment al, el mante­
au toridad y fuerza, se cons igue paralizar a quienes por malicia, nimi ento de los tribunales, de la policía, de! sistema pe nite n­
tor peza o inferioridad mental no logran advertir qu e deter ­ ciario, de las fuerzas armadas exige la inversión de eno rmes
minadas actuaciones destructivas de! orden social no sirve n sino sumas. E l imponer, a tal objeto, con tribuciones fiscales en
para, en defi niti va, per judicar tanto a sus auto res como a todos modo alguno supone menoscaba r la libertad qu e e! hombre
los miembros de la comuni dad . disfruta baj o una economía de mer cado . Cas i inn ecesario parece
Llegados a este punto, parece ob ligado exam inar la cucs­ advertir qu e lo expuesto en ningún caso puede argüirse como
tión , más de una vez susci tada, de si el servicio militar y la justificación de esa tributación expoliato ria y discriminatoria
imposición fiscal supo nen o no Iimi tación de la libertad de! a la qu e hoy recu rren todos los scdicentes gobiernos progre­
hombre . Cierto es qu e, si por doqui er fuera n recon ocidos los sivos. Convenía resaltar lo anterior, ya que, en esta nuestra
principios de la econo mía de mercado, no habría jamás necesi­ época intervencionista , caracterizada por con ti nuo «avance »
dad de recurri r a la guerra y los pueblos vivirían en perpetu a hacia e! totalitarismo , lo normal es que los gobiernos empleen
paz tan to int erna como ext erna " . La realidad de nu estro mu n­ su poderío tributario para desarticular la economía de mercado .
do, sin embar go, consiste en qu e todo pueb lo lib re vive hoy To da ulte rior actuación de! estado, un a vez ha adoptado
bajo permanente amenaza de agre sión por parte de diversas las medidas necesarias para proteger debidamen te e! mercado
autocracias totalitarias. Si tal nación no qu iere sucu mb ir , ha contra la agresión , tan to interna como extern a, no supone sino
de hallarse en todo momento debidamente pre para da para de­ sucesivos pasos por el camino que indefectibl emente aboca al
fendersu independen cia con las arma s. Así las cosas, no pue de tot alitari smo, donde la lib ertad desaparece por entero.
decirse que aqu el gobierno qu e obliga a todos a cont ribu ir al De libertad sólo disfruta qui en vive en un a sociedad con ­
esfuerzo común de repeler al agresor y. al efecto, impone el tractual. La cooperación social, bajo e! signo de la propiedad
privada de los medios de producción, implica qu e e! 'individuo,
l. ViJ. infra pág: . 99-t. dentro del ámb ito de! mercado , no se vea constr eñido a obe­
,.
434 La Acción H umana El mercado 4"

decer ni a servir a ningún jerarca . Cuando suministra y atiende pu lsión , por fuerza ha de constituir vínculo hegemónico. Si los
a los demás, procede voluntariamente, con miras a que sus gobernantes hall áranse facultados para ampliar ad libitum su
beneficiados conciudadanos también le sirvan a él. Se limita esfera de poder , podrían aniquilar e! mercado, reemplazándolo
a intercambiar bienes y servicios, no realiza traba jos coactiva­ por omnicomprensivo socialismo totalitario. Para evita r tal
ment e impu estos, ni sopo rta cargas y gabelas. No es qu e ese posibilidad , preciso es tasar e! poderío estatal. H e ahí e! obje­
hombre sea independ iente . Depende de los demás miembros tivo per seguido por todas las const ituciones, leyes y declara­
de la sociedad. Ta l dependencia, sin embargo, es recíproca. ciones de derechos. Conseguirlo fue la aspiración del homb re
El comprado r depende del vendedor , y éste de aqu él. en todas las luchas que ha mant enid o por la libertad.
Nume rosos escritores de los siglos XIX y XX, obsesiva­ Razón tienen , en este sentido, los enemigos de la libertad
mente, pretend ieron desnatu ralizar y ensombrecer e! anterior al calificarla de inven to «burgués» y al denigrar, sobre la
planteamiento , tan claro y evidente . El obrero - aseguraron­ base de ser puram ente negativ as, aquellas medidas ingeniadas
hállase a merced de su patr ono. Cierto es que, en una sociedad para mejor prot egerla. En la esfera del est ado y del gobierno ,
contractual, e! patrono puede despedir al asalariado. Lo quc cada libertad supone específica restricción impue sta al ejercicio
pasa es que, en cuanto de modo ex travagante y arbi trario haga de! poderío políti co.
uso de ese derecho, lesionará sus propios intereses patrimo­ No hubiera sido en verdad necesario ocuparnos de las
niales. Se per judicará a sí mismo al despedir a un bue n ope­ anteriores realid ades evidentes si no fuera porque los par tida­
rario, tom ando en su lugar ot ro de menor capacidad. La opera ­ rios de la abolición de la libertad provocaron deliberadamente
ción de! mercado , de un modo directo , no impid e e! lesionar en esta materia una confu si ón de índole semántica. Advertía n
caprichosamente al semejante; indirectament e, sin embargo, que sus esfuerzos habían de result ar vanos si abogaban lisa y
impone perentorio cast igo a tal gé nero de conducta. El tend e­ llanamente por un régimen de sujeción y servi dumb re. El ideal
ro, si qu iere, puede trat ar con malos modos a su clientela, de libertad gozaba de tal prestigio que ninguna propaganda
bien entendido que habrá de atenerse a las consecuencias. podía menguar su popu laridad . Desde tiempo s inmemor iales,
Los consumidores, por simple manía, pueden rehuir y arruinar Occident e ha valorado la libertad como el bien más precioso.
a un buen suminist rador, pero habrán dc soportar e! corres­ La preemin encia occidental se basó precisament e en esa su
pondiente costo. No es la compulsión y coerción ejercidas 1'01' obsesiva pasión por la libert ad, ideario social éste totalmente
gcndarmes, verdugos y jueces lo que, en e! ámbito de mercado, desconocido por los pu eblos orientales. La filosofía social de
const riñe a todos a servir dócilmen te a los demás, domeñando Occident e es, en esencia, la filosofía de la libe rtad . La historia
e! innato impulso hacia la despótica perv ersidad; es el propio de Europa, así como la de aquellos pueblos que emigrant es
egoísmo lo quc induce a las gentes a proceder de aquella ma­ europeos y sus descendientes en otras par tes de! mundo for­
ner a. El ind ividu o que for ma parte de una sociedad contractual maran, casi no es más que una cont inua lucha por la libertad.
es lib re por cuanto sólo sirviendo a los demás se sirve a sí Un individualismo «a ultra nza» caracteriza a nues tra civiliza­
mismo. La escasez, fenómeno natural, es el único dogal que ción . Ningún ataque lanzado directamente contra la libertad
le domeña. Por lo demás, en e! ámbito de mercado es libre. individu al podía pro sperar.
No hay más libertad que la engendrada por la economía de De ahí que los defenso res del totalitarismo prefirieran adop­
mercado. En un a sociedad hegemón ica y tot alitaria, el individuo tar otra táctica, dedicándose a tergiversar el sent ido de las
goza de una sola libertad que no le puede ser cercenada: la de! palabras. Comenzaron a calificar de libertad au téntic a y genui­
suicidio . na la de quienes viven bajo un régimen que no concede a sus
El estado, es decir, el aparato social de coerción y como súbd itos más de recho que el de obedecer, considerándose muy

._1
436 La Acción /111mana El mercado 437

liberales cuando recomiend an la implantación de semejante dicen de la religión , del matrimonio, de! control de la natalid ad ,
orden social. Califican de democráticos los dict atori ales m éto­ del arte, etc. Aparte de que, en estas materias, frecu entement e
dos rusos de gobierno; aseguran constituye «democracia in­ los propios críticos de! socialismo también se equivocan.
dustrial» e! régimen de violencia y coacción propugnado por Pese a esos graves errores en que incidi eron muchos defen­
los sindicatos; afirman que es lib re la persona cuando sólo al sore s de la libertad económica, no era posible, a la larga, esca­
gob ierno compete decidir qué libros o revistas pod rán publi­ motear a todos la realidad ínt ima del socialismo. Incluso los
carse; definen la libertad como e! derecho a proceder «recta­ más fan áticos planificadores viéronse obligados a admiti r que
mente », reserv ándose, en exclusiva, la facult ad de determi nar su pro grama implicaba abolir muchas de las libert ades que,
qué sea «lo recto». Sólo la omnipotencia gubern amental ase­ bajo el capitalismo y la «plutodemocracia», disfrutan las gen­
gura, en su opin ión , la libertad. Luchar por la libert ad , para tes. Al verse dial écticarnente vencidos, invent aron un nuevo
ellos, consiste en conceder a la policía poderes omnímodos. sub terfugio. La única libert ad que es preciso abolir, dijeron , es
La econom ía de mercado, procla man aque llos sed icentes esa falsa libertad «económica» de los capitalistas que tanto
liberales, otorga liber tad tan sólo a una clase: a la burguesía, perjudica a las masas. Toda libertad ajena a la esfe ra puramente
integrada por parásitos y explotadores. Es tos bergante s gozan «económica» no sólo se mantendrá, sino que prosperará. «Pla­
de libert ad plena para esclavizar a las masas. E l trabajador no nificar en aras de la libert ad » «<Planning for Frccdorn») es e!
es lib re ; labora sólo para enr iquecer al amo, al patrono. Los últim o slogan ingeniado por los partidarios del totalitarismo y
capitalistas se apropian de aquello que , con arreglo a inalic­ de la rusificación de todos los pueblos.
nab les e imprescript ibles derechos de! hombre, corresponde El er ror en que este pensam ien to incide emana de vana e
al obrero . El socialismo proporcionará al trabaj ador libertad y ilusoria distinción entre el mundo «económico» y el mundo
dignidad verdaderamente humanas al impedir que el capi tal «no económ ico» . Nada , a este respec to , precisa agregar a lo ya
siga esclavizando a los hum ildes. Socialismo significa emanci­ ante riorme nte consignado sobre el part icular . Existe , sin em­
par al bombre comú n ; quiere decir libe rtad para todos. Y re­ bargo, todav ía un asunto en el que sí conviene insisti r.
presen ta, además, riq ueza para todos. Aqu ella libertad que las gen tes disfrutaron en los paíscr
Propagáronse los anteriores idearios por cuanto no se les democráticos de Occidente durante la época del viejo libera­
opuso eficaz crít ica racional. Hubo, desde luego, economistas lismo no fue producto engendrado por las constituciones, las
que supieron evidenciar brillant emente los crasos errores e declaraciones de los derechos del hombre, las leyes o los regla­
íntimas contradicciones que encerraban. Pero las gentes pre­ mentos. Med iante tales prev isiones legales se aspiraba simple­
fieren ignorar las enseñan zas de los economis tas y, además, los mente '1 prot eger contra los atropellos de los funcio narios púo
argumentos normalmente esgrimidos frente al socialismo por blicos aque lla libert ad que ampliamente había florecido al am­
el político o el escritor medio son inconsistentes e, incluso , paro de la mecánica del mercado . No hay gobierno ni consri­
contra dictorios. Vano es el aduci r un supuesto «derecho natu­ tución alguna que pueda por sí engendra r ni garantizar la liber­
ral» del individuo a la pro piedad cuando el contr incante lo tad si no ampara y defiende las instituciones fundamentales en
que predica es que la igualdad de rentas constituye e! funda­ que se basa la economía de mercado. El gobernar implica
mental «derecho natu ral: de las gentes. Imposible resulta re­ siempre recur rir a la coacción y a la fuer za, por lo cual, incvi­
solver, por esas vías, tales controversi as. A nada conduce atac ar tablement e, la acción estata l viene a ser la antítesis de la
al socialismo criticando simples circunsta ncias y detalles sin libertad. El gobierno aparece como defensor de la libertad y
tr ascendencia de! programa marxista. No es posible vencerle deviene compa tible su actuar con e! mantenimient o de ésta
dialécticamente a base sólo de reprobar lo que los socialistas sólo cuando se de limita y restringe conve nientemente la órbita
438 La Acción H umana El mercado 439

estatal en pr ovecho de la libertad económica. Las leyes y cons­ La sociedad capitalista no cuenta con otro medio para
tituciones más generosas, cuando desaparece la economía de obligar a las gen tes a cambiar de ocupaci ón o de lugar de
mercado, no son más que letra muerta . trabajo que el de recompensar con mayore s ingresos a quienes
La libert ad que bajo el capitali smo conoce el homb re es dócilmente acatan los deseos de los consumidores. Es precisa­
fruto de la competencia. El obrero , para trabajar, no ha de mente esta inducción la que muchos estiman insoport able, con­
ampararse en la magnanimidad de su patrono. Si éste no le fiando que desaparecer é bajo el socialismo . Quienes así pien­
admite, encont rará a muchos deseoso s de contratar sus servi­ san son ob tusos en exceso para advertir que la única alte rnativa
cios 17. El consumidor tamp oco se halla a merced del suminis­ posible estr iba en otorgar a las autoridades pleno; poderes
trador. Puede perfectamente acudir al que más le plazca. Nadie para que, sin apelación, decidan en qué cometidos y en qué
tiene por qué besar las manos ni temer la iracundi a de los lugar haya de trabajar cada uno . '
demá s. Las relaciones int erpersonales son de índole mercantil. No es menos libre el individu o en tan to consumidor. Re­
El intercambi o de bienes. y servicios es siempre mutuo ; ni al suelve él, de modo exclusivo, qué cosas le agradan más y cuá­
vender ni al comprar se pretende hacer favores; el egoísmo les menos . Es él per sonalmente quien decide cómo ha de gastar
personal de ambos contratantes engendra la transacción y el su dinero. .
recíproco beneficio. El reemplazar la economía de mercado por la planificación
Cierto es que el ind ividuo, en cuanto se lanza a produ cir , económica implica anular toda libertad; las gentes, en tal
pasa a depender de la demanda de los consumidores, ya sea sup uesto , ya sólo gozan de un derecho: el de obedecer . Las
de modo directo, como es el caso del empresario, ya sea ind i­ autoridades, que gob iernan los asuntos económicos, vienen a
rectamente, como sucede con el obrero. Tal sumisión a la vo­ controlar efectiva mente la vida y las actividades todas del hom­
luntad de los consu midores en modo alguno, sin embargo, es bre. Erígense en único patrono. El trabajo, e n su totalidad,
absoluta. Nada le impide a uno rebelarse contra tal sobe ranía equi vale a trabajo forzado, por cuanto el asalariado ha de
si, por razones sub jetivas, prefiere hacerlo. En el ámb íto del confor marse con lo que el superior se digne concederle. La
mercado, todo el mundo tiene derecho, sustancial y efectivo, jerarq uía económica dispone qué cosas pu eden las masas con­
a oponerse a la opres ión. Nadie se ve constreñido a producir sumi r y en qué cuantía. Los personales juicios de valoración
arm as o bebidas alcohólicas, si ello disgusta a su conciencia . de las gentes no prepond eran en aspecto alguno de la vida.
Quizás el atenerse a esas convicciones pueda costar caro; ahora Las au torid ades asignan específica tarea a cada uno; adiéstranle
bien , no hay objetivo alguno en este mundo cuya consecución
no sea costosa. Q ueda en manos del interesado el optar entre que, dentro de su territorio , sea la única insti tuci ón que pueda recurrir a la vio­
el bienestar material , de un lado, y lo que él considera su lencia y la única que o torga legitimidad a las medidas de fuerza adop tad as por
otros organismos. Una revolución, que implica siempre actitudes belicosas entre
deber, de otro . Dent ro de la economía de mercado, cada un o
conciudadanos, destruye el propio fundamento de la legalidad, pudiendo ser s ólo,
es árbitro sup remo en lo atinente a su personal satisfacción 18. más o menos, legalizada al amparo de aquellos tan imprecisos usos internacionales
referentes a la beligerancia. Si la revolución triunfa, cabe que restablezca nuevo
" Vid. págs. 872-876. orden y gobierno. Ahora bien, lo que nunca cabe hacer es promulgar un legal
1I En la esfera política, el rebelarse contra la opresión de las autoridades cons­ «derecho a rebelarse cen t ra la opresión». Tal facultad, que permitida a las gentes
tituye la ultima ratio de los subyugados. Po r ilegal e insoportable que la opre­ oponerse por 1" fuerza a las instituciones armadas del estado , abriría las puertas
sión resulte; por dignos y elevados que sean los motivos que a los rebeldes a la anarquía, haciendo imposible toda forma de gobierno. La insensatez de la
animen ; y por beneficiosos que pudieran ser los resultados alcanzados merced al Asamblea Constituyente de la Revolución Francesa fue lo suficientemente grande
alzamiento armado, una revolución invariablemente constituye acto ilegal que des­ corno para llegar u legalizar el derecho en cuestión; no tanto , sin embargo) como
integra el establecido orden constitucional. Es atributo típico de todo gobierno el para tomar en serio su propia disposición .
440 La Acción Human. El mercado 441

para la misma, sirviéndose de las gentes dónde y cómo creen les para la cooperación social. Por 10 demás, la policía no inter­
mejor. fiere en la vida de los ciudadanos. Quien respeta la ley no
Tan pronto como se anula esa libertad económica que e! teme a guardias y verdugos. La presión necesari a para inducir
mercado confiere a quienes bajo su signo operan , todas las a las gentes a con tribuir al esfuerzo productivo común ej ércese
libert ades políticas, todos los derechos de! hombre, convi ér­ a tra vés de los preci os del mercado. Dich a inducción es de
tense en pura farsa. El habeas corpus y la institución del jurado tipo indirecto; consiste en premiar la contrib ución de cada uno
devienen simple superchería cuando, bajo e! pretexto de que a la producción proporcionalmente al valor que los consu­
así se sirve mejor los supremos intereses económicos , las auto­ midores atribuyen a la misma . Sobre la base de recompensar
ridades pueden , sin apelación, deportar al polo o al desierto o las diver sas actuaciones individuales con arreglo a su respec­
condenar a trabajos forzados de por vida a quien les desagrade. tivo valor , d éjase que cada uno libremente decida en qué me­
La libertad de prensa no es más que vana entelequia cuando e! dida va a emp lear sus facult ades y conocimientos para servir
poder público efectivamente controla las imprentas y fábri cas a su prójimo. Tal sistemá tica, desde luego , no compensa la po­
de papel , y lo mismo sucede con todos los demás derechos de! sible incapacidad personal de! sujeto . Induce, sin embargo, a
hombre. todo e! mundo a aplicar sus conocimientos y aptitudes, cuales­
La gente es lib re en aqu ella medida en que cada uno puede qu iera que sean, con el máximo celo .
estructurar su vid a como considere mejor. Las persona s cuyo De no acudir a ese crematístico apremio, no hay más alte r­
futuro depende de! criterio de una s inapelables autoridades , nativa que la de aplicar la dir ecta coacción y compulsión de
que monopolizan tod a posibilid ad de plan ear , no son, desde la fuerza policial. Las autoridades, en tal supues to, han de
luego, libres en el sentido que al vocablo tod o el mundo atri­ decidir por sí solas qué cantidad y tipo de trabajo deba cada
buyó hasta que la revolu ción semántica de nuestros días ha uno realizar , Ello implica, siendo dispares las condiciones pero
desencad enado la modern a confusión de lenguas . sonales de las gent es, que el mando previamente pond ere la
capacidad indi vidual de todos los ciudadanos. El hombre queda
así asimilado al recluso a quien se asigna específica tarea y,
7. LA DE SIGUALDAD DE RENTA S Y PATRIMONIO S cuando el sujeto no cumplimen ta, a gus to de la autoridad , su
preestablecida norma de trab ajo , recibe el opo rt uno castigo.
La disparidad de rentas y patrimonio s constituye nota típi­ Es de trascendencia advertir la diferen cia existente entre
ca de la economía de mercado. recurrir a la vio lencia para evi tar la acción criminosa y la coac­
Numerosos son los autores que han hecho notar la incom­ ción empleada para obligar a u na persona a cumplir determi­
patibilidad de la libertad y la igualación de las for tunas. Inne­ nada tarea . En el primer caso, lo único que se exige al indivi­
cesario es examinar aquí los sen timenta les argumentos esgri­ duo es que no realice un cierto acto, taxativamente precisado
midas en tales escritos. Tampoco vale la pena entrar a dilu cida r por la ley. Fácil es, generalmente, comproba r si e! mandato
si el renunciar a la libertad permitiría uniformar rent as y pa­ legal ha sido o no respe tado. E n el segundo supuesto, por e!
trimonios, ni inquirir si, implantada dicha igualdad , po dría la contrario, se constriñe al sujeto a realizar determinada obra;
sociedad pervivir. Interésanos, de momento , tan sólo exa minar la ley le exige, de un modo indefin ido, aportar su capacidad
la función que , en e! marco de la sociedad de merc ado, dese m­ laboral, correspondiendo al jerarca el decidir cuándo ha sido
peña esa repetida desigualdad de ingresos y fortuna s. debi damente cumplimentada la orden . El interesado ha de ate­
Recúrrese, en la sociedad de mercado, a la coacción y com­ nerse a cuanto a la superioridad complazca, resultando extre­
pulsión directa sólo para atajar aquellas actuaciones perjudicia- madamente arduo e! decidir si la emp resa que e! poder ejecutivo
442 L1 Acción Humana El mercado 443

encomendara al actor convenía con las facultades de ést e y objeto de med ida, ni hay forma semá ntica algun a que perm it a
si la obra hab ía sido realizada poniendo e! sujeto de su pa rte al sujeto desc ribir a terceros su intensidad. Puede una per sona
cuanto pudiera. La conducta y la personalidad del ciudadano decir qu e a le gus ta más que b; imposibl e, sin emb argo, re­
quedan sometidas a la voluntad de las autoridades. Cuando , s últale, salvo de manera muy vaga e imprecisa, indicar en cuán­
en la econo mía de mercado, se trata de enjuiciar una acción to supera la satisfacción deri vada de a a la prov ocada por b.
criminal, el acusador ha de probar la respo nsabilidad de! en­ En la economía de mercado, todas aqu ellas cosas que, por
cartado ; tratándose, en cambi o, de la realización de un trabajo dinero, son objeto de compraventa tienen sus respecti vos pre­
forzado, es e! pr opio acusado quien debe mostrar que la labor cios monetarios. A la luz del cálculo monetario , el beneficio
era supe rior a sus fuerzas, habiendo pues to de su par te cuando aparece como superávit entre el montante cobrado y las sumas
podía . En la persona del jerarca econó mico confúndense las invertidas, mient ras q ue las pérdidas equi valen a un excedente
funciones de legislador y de ejecutor de la norma legal; las de de! dinero gastado con respecto a 10 percib ido . Cabe así cifrar
fiscal y de juez. El «acu sado» háll ase a la merced del fun ­ tan to la pérdida como la ganancia en concretas su mas dinera­
cionario. Eso es lo qu e la falta de libertad significa. rias . Puede decirse , en términos monetario s, cuánto ha ganado
No hay siste ma alguno, basado en la división social del o perdido cada actor. Tal aserto , no obstante, pa ra nada alude
trabajo, que pueda funcionar sin un mecanismo que apremie a la pérdida o la ganancia psíquica de! interesado ; se ref ier e,
a las gentes a lab orar y a contribuir al común esfue rzo pro ­ exclusivame nte, a u n fenómeno social, al valor que a la con tri ­
ductivo. Si no se qu iere que dicha inducción sea practicada bución del acto r al esfuerzo común concede n los demás miem ­
por la propia estructura de los precios del mercado y la cor res­ bros de la sociedad. Nada cabe, en este sentido, predicar acerca
pondien te disparidad de rentas y fortunas, es preciso recurrir a de! inc remento o disminución de la personal satisfacción de!
la violencia, es decir , a los métodos de opresión típicamente sujeto ni acerca de su felicid ad . L imitámonos a consignar en
policiales. cuán to valoran los demá s la repetida contr ibución a la coope­
ración social. La correspondiente evaluación, en definitiva , es
función de! deseo de tod os y cada uno de los miembros de la
8. L A P ÉRDIDA Y LA GANANC I A E M P RES ARI AL sociedad po r alcanza r el máximo beneficio psíqui co posible.
Es la result ante engendrada por el combinado efecto de todos
El beneficio, en sentido amp lio, es la ganan cia que de la los juicios subjetivos y las personales valoraciones de las gentes
acción deriva ; es aquel incremento de la satisfacción (reducción tal como, a través de la conducta de cada uno , quedan en e!
de malestar) alcanzado; es la diferencia entre el mayor valor mercado reflejadas . La evaluación de referencia , sin emb argo ,
atr ibuido al resultado logrado y el menor asignado a lo sacri ­ nunca debe ser conf undida con los juicios de valor propiamente
ficado por conseguirlo. En o tras palabras, benefi cio es igual dichos .
a rendimient o menos costo. La acción invariablemente tien e No po dem os ni siqu iera imaginar un mundo en e! cual
por obj etivo obtener ben eficio. Cuando, mediante nue stra ac­ las gentes actuaran sin perseguir bene ficio psíquico alguno y
tividad, no logramos alcanzar la meta pro puesta , e! rendimien­ donde la acción no provocara la correspondiente ganancia o
to, o bien no es superior al costo invertido, o bien resulta pérdida 19. En la imaginaria construcción de una economía de
inferior al mismo; supuesto éste en que aparece la pérdi da , o
1'> Un a acción que ni mejorara ni empeorara nuestro estado de satisfacción im­
sea, la disminución de nuestro estado de satisfacción. plicaría evidente perjuicio subjetivo , en razón a la inutilidad del esfuerzo realizado.
Pérd idas y ganancias, en este primer sen tido, con stituyen Mejor hubiera sido no beb er actuado, Iimitdndosc el sujeto a disfrutar quietamente
fenómenos pura men te psíquicos y, como tales, no pueden ser de la vida.
444 LA Acción Humana El mercado 445

giro un iforme no existen, ciertamente, ni beneficios ni pérdi­ el emp leo que deba darse a los factor es de producción. E l em­
das dinerarias totales. No por ello, sin embargo, deja e! actor presario es aquella persona que da a cada uno de ellos especí­
de derivar provecho propio de su actuar, pues en otro caso no fico desti no. Su egoísta deseo de cosechar beneficios y acumu­
habría actuado. El ganadero alimenta y ordeña a sus vacas y lar riquezas imp élele a proceder de tal suerte. Nunca, sin
vende la leche, por cuanto valora en más aqu ellas cosas que embargo, cábele eludir la ley del mercado. Pa ra cosechar éxi­
con e! correspondien te dinero puede comprar que los costos en tos, no tiene m ás remed io que atender los deseos de los consu ­
que, al efecto, ha de incurrir. La ausencia tanto de ganancias midores de! modo más perfecto posib le. Las ganancias de­
como de pér didas monetarias que, en el sistema de giro uni ­ penden de que éstos aprueben su conducta.
forme, se registra es debida a que, dejanJo de lado el mayor Convi ene distin guir netamente las pérdidas y las ganancias
valor de los bienes presentes con respecto a los bienes fu turos, empresariales de otras circunstan cias que pueden influ ir en
el precio íntegro de todos los factores com plementarios reque­ los ingresos del empresario.
ridos para la producción de qu e se trate es exactamente igual Su capacidad técnica o sus conoc imientos científicos no
al precio del producto term inado. tienen ning ún influj o en la aparici ón de la pérdida o la ganan­
E n e! camb iante mundo de la realidad , continuamente cia típicam ente empresarial. Aquel incremen to de los ingresos
reaparecen disparidades entre ese tota l formado por los precios y beneficios del empresario debido a su propia competencia
de los factores complementa rios de produ cción y e! preci o de! tecnológica, desde un punto de vista cataláctico, no puede
producto terminado. Son tales disparidades las que provocan considerarse más que pura retribución a determ inado servicio.
la aparición de beneficios y pérdidas dinerarias. Más adelan te Es tamos, a fin de cuenta s, ante un salar io pagado al empresario
nos ocuparemos de cómo dicha s diferencias afectan a qui enes po r especí fica contr ibución labor al. De ah í que igualmente
venden trabajo o factores or iginales (na turales) de producción carezca de tra scend encia, por lo qu e atañe a las ganancias y
y a los capita listas que pre stan su din ero . De momento, limita­ pérd idas propiamente empresariales, el qu e, en razón a cir­
mos nuestra atenc ión a las pérdidas y a las ganancias empre­ cunsta ncias técnicas, a veces los procesos de producción no
sariales. Es a ellas .a las que las gen tes aluden cuando, en len­ engendren el resultado apetecido. Ta les fracasos pueden ser
guaje vulgar, se habla de pérd idas y ganancias. evi tables o inevitables. En el primer caso, aparecen por haberse
El empresari o, como todo hombre que actúa, es siemp re aplicado imperfecta técnica. Las pérd idas resultan tes han de
un especulador . Pondera circunstancias futuras, y por ello achacarse a la persona l incapacidad del empresario, es decir , a
invaria blement e inciertas. E l éxito o fracaso de sus operaciones su ignorancia técnica o a su inhab ilidad para procurarse los
depe nde de la justeza con que haya discernido tales inciertos oportunos asesore s. En e! segundo supuesto, el fracaso se debe
eventos. Es tá perdido si no logra entrever lo que mañana suce­ a qu e, de mom ento, los conocim iento s huma nos no permi ten
derá. La única fuente de la que brota el beneficio del empre­ cont rolar aquellas circun stancias de las qu e e! éxito depende.
sario es aquella su capacidad par a prever, con mayor jus teza y esto puede acont ecer, ya sea porque ignoremos, en grado
que los dem ás, la futura demanda de los consumidores. Si mayor o menor, qu é factores provocan el efecto ape tecido, ya
todo el mundo fuera capaz de anticipar correctamente el futu ro sea porque no poda mos controlar algunas de dichas circun s­
estado de! mercado, por lo que a cierta mercancía se refiere, tancias pese a sernas conocidas. En el precio de los corres­
el precio de la misma coincidiría, desd e ahora, con el precio pondientes factores de producción descuéntase tal imperfecc ión
de los necesarios factore s de producción. N i pérdidas ni bene­ de nues tros conocimientos y habilidades técnicas . E l preci o
ficios tendrían qu ienes se lanzasen a dicha fabric ación. de la tierra de labor, indudab lemente refleja, de antemano, el
La función empresarial típica consiste en determina r hecho de qu e la cosecha pueda a veces perderse; el terreno de
446 La Acción Humana El mercado 447

cult ivo valórase, en su con secuencia, con arreglo al previsto escasa preparación , inciden en error al calcular los costos ,
futuro rendimien to medi o de la parcela . Po r lo mismo, tampoco efect úase, en el mercado , po r aqu ello s mismos cauces seguidos
influye en las gana ncias y pérd idas empresariales el que el para apartar del mun do de los negocios a qu iene s fracasan en
reventamien to de alguna s botellas res tr inja el volumen de vino las actuaciones típicame nte empresa riales. P uede suceder que
de champ aña prod ucido. T al hecho dado es un factor más de determ inado empresa rio acier te de tal modo en su función
los que determ inan los costos de producción y los precios del emp resa ria l qu e logre compensa r las p érd idas provocadas por
cha mpa ña 20. sus erro re s técnicos. A la inve rsa, igualmente , se dan casos de
Aquellos siniestros que pueden afectar al proceso de pro­ empresarios qu e logran bala ncear su s eq uivocaciones de índole
ducci ón, a los corres pondientes medi os o a los productos ter­ em presaria l grac ias a un a ex traor d ina ria peri cia técnica o a
minados mientras sigan éstos en poder oc! empresario, no son manifiesta superioridad de la ren ta dif erencial de los factores
más qu e conceptos que pasan a engrosa r los costos de prod uc­ de producci ón manejados. Conviene, sin embargo , separar y
ción . La experiencia, que proporcion an al interesado los cono­ distingui r las diver sas fu nciones que han de ser atend idas en la
cimientos técnicos, infórmale tam bién acerca de la di sminución gestión de un a empresa . E l empresario de superior capacida d
media de la producción ind ust rial que dichos accidentes pu e­ técnica gana más q ue otro ele ciencia inferior, por lo mis mo
de n provocar. Mediante las oportunas previsiones contabl es, q ue el obrero mejor dota do perci be más salario qu e su compa ­
trasmuta tales azares en costos regulares de producción. Cua ndo ñero de menor eficacia. La máq uina más perfecta o la pa rcela
se trata de sin iestros raros y en exceso impredecibles para que más fértil rin den m ás por un idad de costo ; es decir , compa­
una empresa corriente pueda preverlos, asócianse los come r­ ra tivam ente a la máqui na menos eficiente o a la tierra de
ciantes formando un grupo suficientemente amplio qu e per­ menor feracidad , las pr imeras producen un a renta diferencia!.
mita abordar el probl ema. Agrúpanse, en efecto, para afrontar Ese mayo r salario y esa mayor renta es, ccteris paribus, la
el peligro de incendi o, de inundaci ón y o tros siniest ros aná lo­ consecuencia de una prod ucción mat eri al sup erior. Las ganan­
gos. Las primas de los correspondientes seguros ree mplazan, cias y pérdida s específicamen te empresariales no son, en cam­
en tales casos, los fondos de previsión antes aludidos. Con­ bio, fun ción de la cantidad mater ial produ cid a. Depend en ex­
viene notar qu e la posibilid ad de riesgos y accidentes en nin­ clusivamente de haber sabido adaptar la producci ón a las más
gún caso suscit a incertidumbre en la mecánica de los progresos urgentes necesidad es de los consumidores, Su cua ntía no es
tecnológicos " . Si el empresar io de ja de tom ar debidamente en sino consecuencia de la medi da en q ue el empresario acierta
cuenta dichas posi bilidades, no hace más que subrayar su igno­ o se eq uivoca al preve r el futuro es tado - por fuerza incierto-­
rancia técnica. Las p érdidas que, en su consecue ncia, soporte del mercado .
habrán de achaca rse exclusivamente a semejante impericia. E l emp resar io está expues to tamb ién a rie sgos políticos.
nunca a su act uación como tal empresario . Las actuac iones gubernamentales, las revoluciones y las gue rras
La eliminación de la palestra mercantil de los empresari os pueden pe rjudicar o ar ru inar sus negocios. Ta les aconteci­
incap aces de organizar correctamente, desde un punto de vista mien tos, sin emba rgo , no le ata ñen a él solo; afectan a todo
técnico, cierta operación y la separa ción de qu ienes, por su el mercado y al conj unto de las gentes, si bien a unos más
20 Vid. M ANGO LDT, Die Lebre VOl' íl ntem ebm ergetoinn, pág. 82. Leipzig, 1855.
y a o tros menos. Constituyen para el empresario simples reali ­
El que cien litros de vino no produzcan d en litros de champaña, sino una cantidad dades que no está en su mano alterar. Si es hábil , sabrá anticí­
menor, tiene la misma trascendencia que el que de cien kilos de remolacha no Ile­ par se opo rtunamente a ellas. No le será, desde luego, siempre
guen a obtenerse den kilos de azúcar, sino un peso inferior. posible ordenar su proceder al ob jeto de evitar pérdidas'. Cua n­
11 Vid. K NIGHT, Risk, Uncen aímv and Pro/U, p égs. 211.213. Boston, 1921.
do los vislumbra dos peligros hayan de afect ar a un a parte sólo
448 La Acción H umana El mercado ' 449

de la zona geográfica en que opere, podrá replegarse a territo­ Si pretendemos imaginar una economía cambiante en la
rios menos amcnazados. Ahora bien , si, por cualquier razón , cual no haya ni pérdida ni ganancia, preciso es ingeniar un
no puede huir , nada podr á hacer. Aun cuando todos los em­ modelo que jamás podrá darse en la prácti ca. Resulta obligado,
presarios halláranse convencidos de la inminencia de la victoria en efecto, asumir perfecta previsión de! futuro por parte de to­
bolchevique, no por ello abandonaríanse las actividades empre ­ dos. No conocerí a, en este sentido, e! mund o la pérdida ni la ga·
sariales. El prever la inmediata acción confiscatoria induciría nancia si, por ejemplo, aquellos primitivos cazador es y pescado­
a los capitalistas a consumir sus haberes. Los empresarios ha­ res, a quien es se suele atribui r la primigenia acumulación de ele­
brían de acomodar sus actuaciones a esa específica disposición mentas de producción fabricados por el homb re, hubi eran po­
de! mercado provocada por el alud ido consumo de capital y la dido ya prever la futura evolución de los ' asuntos humanos'
próxima nacionalización de industrias y comercios ya descon­ y si, tanto ellos como sus descendi entes, hasta el día del juicio,
tada por las gentes. Pero no por ello dejaría n los empresarios disfrutando todos de aquella misma omnisciencia, hubi eran
de seguir operando. Aun en el caso de que algunos abandonaran valorado, en tal sentido, idéntic ament e, los diferentes factores
la palestra, otros - gent es nuevas o empresarios antiguos qu e de producci ón. Surgen las pérdidas y las ganancias empresa­
ampliaría n su esfera de acción- ocuparían esos renunciados riales de la discrepancia existente entre los precios previstos
puestos. En una economía de mercado siempre habrá empre­ y los efectivament e pagados, más tarde, po r el mercado. Cabe,
sarios. Las medidas ant icapitalistas, indudablemente, pr ivarán desde luego, confiscar los beneficios cosechados por un o y
a los consumidores de inmensos beneficios que sobre ellos hu­ transferirlos a otro . Ahora bien, en un mund o cambiante, que
biera derra mado una actividad empre sarial libre de trabas. no se halle poblado por seres omnicentes, jamás pueden des­
El empresario, mient ras no sea totalmente suprimida la econo­ aparecer las pérd idas ni las ganancias.
mía de mercado, invariablemen te pervive.
La incertidumbre acerca de la futura estructura de la ofer ta
y la demanda es e! venero de donde brota, en definit iva, la 9. LAS P ÉRDIDA S Y L AS GANANC I AS E MP RES ARI ALES
ganancia y la pérdida empresarial. EN UNA EC ONO MÍ A PROGR E SIVA
Si todos Jos empresarios fueran capaces de prever exacta­
mente e! futuro estado del mercado, no cabría la pérdida ni En la imaginaria construcción de una economía estaciona­
la ganancia. Los precios de todos los factores de producción ria, las ganancias totales de los empresarios iguálanse a las
reflejarían ya hoy íntegra mente el precio futuro de los corres­ pérd idas tot ales sufridas por la clase empresarial. En defini­
pondient es productos terminados. El empresario, al adquirir tiva, 10 que un empresar io gana se compensa con lo que ot ro
los correspondientes facto res de producción, habría de pagar pierde. Cuanto en conjunto gastan los consumidores en la
(descontada la diferencia de valor que siempre ha de existir adquisición de cierta mercancía, queda balanceado por la reduc­
entre bien es presente y bienes fut uro s) 10 mismo que los com­ ción de 10 gastado en la adq uisición de o tros bienes 22.
pradores, más tarde, le abonarían por la mercancía. El empre­ Nada de esto sucede en un a economía progresiva.
sario gana cuando logra prever, con mayor justeza que los Consideramos progresivas aquellas economías en las cuales
demás, las futura s circunstancias del mercado. Al amparo de se aumenta la cuota de capital por habitante. El emplear tal
tal premonición procede a comp rar los oportunos factores com­
plementarios de produ cción, pagando por ellos precio inferior 11 Si quisiéramos recurrir a aquel erróneo concepto de «renta nacional», hoy tan

-una vez descontado el correspondiente lapso temporal- al ampliamente manejado, habríamos de decir que ni nguna fracción de dicha renta
que despué s obtendrá por el producto . nacional pasa, en el supuesto contemplado, A constituir beneficio.

29
La Acción Humana El mercado 4'1
4'0
dicción en modo alguno supone expresar un juicio de valor. más puede absorber la tota lidad de la adicional riqueza obte­
Ni en un sentido «materialista», pretendemos decir sea buena nida gracias a los aludidos progresos económicos. La ley de!
esa progresiva evolución, ni tampoco, en sentido «idealista» , mercado distri buye dicha adicional riqueza entre los empresa­
aseguramos sea nociva o, en todo caso, int rascendente, contern­ rios, los trabajadores y los propietarios de determin ados facto­
piada desde «un punto de vista más elevado». Los hombres res materiales de producción en forma tal que la part e de! león
en su inmensa mayor ía, desde luego, consideran que el desarro­ se la llevan siempre los no empresarios.
llo, en este sentido, es lo mejor, aspirando vehementeme nte a Conviene advertir ante todo que e! beneficio empresarial
unas condiciones de vida que sólo en una economía progresiva en modo alguno es fenómeno perdurable, sino tran sitorio.
pueden darse. Prevalece en e! mercado insoslayable tendencia a la supresión
Los empresarios, en una economía estacionaria, al practica r tanto de las ganancias como de las pérdida s. La operación de!
sus típicas actuaciones, únicamente pueden detraer factores de mercado apunt a siempre hacia determinados precios últimos y
producción -siempre y cuando todavía sean convertibles y cierto.estado final de reposo. Si no fuera porque continuamente
quepa destinarlos a nuevos usos 23_ de un sector industr ial la mutación de las circunstancias perturba la repetida tenden­
para utili zarlos en ot ro diferente o destinar las sumas con que cia; obligando a reajustar la producción a dichas variadas cir­
cabría compensar el desgaste padecido por los bienes de capital cunst ancias, e! precio de los factores de prod ucción -descon­
durante e! curso de! proceso de producción a la ampliación de rada e! elemento tiempo-- acabaría igualándose al de las
ciertas ramas mercantiles, cont rayendo congruamente la acti­ correspondientes mercancías producidas, con lo cual desapa­
vidad en otras . En cambio, cuando se trata de una economía recería aquel margen en que se encarna la ganancia o la pér­
progresiva, la actividad empresarial ha de ocuparse, adem ás de dida. El incremento de la productividad, a la larga, beneficia
determinar qué empleo deba darse a los adicionales bienes exclusivamente a los trabajadores y a ciertos terr atenientes y
de capital engendrados por el ahorro. La inyecci ón cn la eco­ propie tarios de bienes de capital.
nomía de estos adicionales bienes de capital implica increrncn­ Entre estos últimos se benefician :
tar las rentas disponibles, o sea, posibilitar la ampliación de la
cuantía de los bienes de consumo que pueden ser efectivamente 1. Aquellas personas cuyo ahorro incrementó la cantidad
consumidos, sin que ello implique reducción de! capital exis­ de bienes de capital disponibles. Esa riqueza adicional, que
tente , lo cual impondría una restricción de la producción futura. permitieron engendrar restringiendo el propio consumo, les
Dicho incremento de renta se engendra, o bien ampliando la pertenece, siendo en tal proporción más ricos.
producción, sin modificar los correspondientes métodos, o bien 2. Los propietarios de los anteriorment e existentes bie­
perfeccionando los aludidos sistemas técnicos mediante ade­ nes de capital, bienes que gracias al perfeccionamiento de los
lantos que no hub iera sido posible aplicar de no existir esos métodos de producción pueden ser aprovechados ahora mejor .
supletorios bienes de capital. Tales ganancias, desde luego, sólo son transitorias. Irán esfu­
De esa adicional riqueza procede aquella porción de los mándose, pues desatan una tendencia a ampliar la producción
totales beneficios empresariales en que éstos superan las totales de los correspondientes bienes de capital.
pérdidas empresariales. Y fácil resulta demostrar que la cuant ía Pero, por ot ro lado, el incremento cuant itativo de los bie­
de esos mayores beneficios percibidos por los empresarios ja­ nes de capital disponibles reduce la utilidad marginal de los
propios !lienes de capital; tienden a la baja los precios de los
u El problema de la convertibilidad de los bienes de capital será examinado mismos, resultando perjudicados, en su consecuencia, los inte­
más adelante págs. 744·747. reses de aquellos capitalistas que no particip aron, o al menos
452 La Acción Humana El mercado 453

no suficientemente, en la actividad ahorradora y en la de crea­ empresarios comienzan a ajustar la producción a las mudadas
ción de esos repetidos nuevos bienes de capital. circunstancias. No hay instante alguno, a lo largo de ese repe­
Entre los terratenientes se benefician quienes, gracias a las tido proceso, en el cual sean los empresarios quienes exclusiva­
nuevas disponibilidades de capital, ven incrementada la pro­ mente se lucren del incremento del capital .disponible o de los
ductividad de sus campos, bosques, pesquerías, minas, etc. Sa­ adelantos técnicos de que se trate. Porque si la riqueza y los
len, en cambio, perdiendo aquellos cuyos fondos posiblemente ingresos de las restantes clases sociales no variaran, éstas sólo
devendrán submarginales, en razón al aludido incremento de restringiendo en otros sectores sus compras podrían adquirir
la productividad de otros bienes raíces. las supletorias mercancías fabricadas. La empresarial, en
Todos los trabajadores, en cambio, derivan ganancias per­ su' conjunto, no ganaría; los beneficios de unos empresarios se
durables, al incrementarse la utilidad marginal del trabajo. compensarían con las pérdidas de otros. .
Cierto es que, de momento, algunos pueden sufrir perjuicio. He aquí lo que sucede. En cuanto los empresarios quieren
Cabe, en efecto, haya gentes especializadas en determinadas emplear los supletorios bienes de capital o aplicar técnicas
labores que, a causa del progreso técnico, tal vez dejen de inte­ perfeccionadas, advierten de inmediato que precisan adquirir
resar económicamente 'si las condiciones personales de tales complementarios factores de producción. Esa adicional deman­
individuos no les permiten laborar en otros cometidos mejor da provoca el alza de los factores en cuestión. Y tal subida de
retribuidos; posiblemente habrán de contentarse -pese al precios y salarios es lo que confiere a los consumidores los
alza general de los salarios- con puestos peor pagados que supletorios ingresos precisos para comprar los nuevos produc­
aquellos que anteriormente ocupaban. tos sin tener que restringir la adquisición de otras mercancías.
Las aludidas mutaciones de los precios de los factores Sólo así cabe superen las ganancias a las pérdidas empresariales.
producción se registran desde el mismo momento en que los El progreso económico únicamente es posible a base de
empresarios inician las correspondientes actuaciones para aco­ ampliar, mediante. el ahorro, la cuantía de los existentes bienes
modar la producción a la nueva situación. Al igual que sucede de capital y de perfeccionar los métodos de producción, perfec­
cuando se analizan otros diversos problemas relativos a la va­ cionamiento éste que, en la inmensa mayoría de los casos, exige
riación de las circunstancias del mercado, conviene, en esta la previa acumulación de nuevos capitales. Son agentes de
materia, guardarse de un error harto común, consistente en dicho progreso los audaces promotores que quieren cosechar
suponer cabe trazar tajante divisoria entre los efectos a corto ganancias, ganancias que derivan de acomodar el aparato pro­
y a largo plazo. Esos efectos que de inmediato aparecen no son ductivo a las prevalentes circunstancias, dejando satisfechos,
más que los primeros eslabones de una cadena de sucesivas en el mayor grado posible, los deseos de los consumidores . .
transformaciones que, finalmente, plasmarán los efectos que Pero esos promotores, para poder plasmar tales planes de pro­
consideramos a largo plazo. En nuestra caso, la consecuencia greso económico, no tienen más remedio que dar participación
última sería la desaparición de la ganancia y la pérdida empre­ en los correspondientes beneficios a los obreros y a determi­
sarial. Los efectos inmediatos son las fases preliminares del nados capitalistas y terratenientes, incrementándose, paso a
aludido proceso que, al final, si no fuera interrumpido por paso, la participación de estos grupos, hasta esfumarse la cuota
posteriores cambios de circunstancias, abocaría a una economía empresarial.
de giro uniforme. Lo expuesto evidencia cuán absurdo es hablar de «porcen­
Conviene advertir que, si las ganancias sobrepasan a las tajes» de beneficios, de ganancias «normales», de utilidad «me­
pérdidas, ello es por cuanto el repetido proceso eliminador d dia». La ganancia no es función ni depende de la cantidad de
pérdidas y ganancias se pone en marcha tan pronto como lo capital empleado por el empresario. El capital no
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454 La Acción Humana El mercado 455

beneficio. Las pérdidas y las ganancias dependen exclusiva­ moralizadores, al aludir al beneficio, ocuparíanse también de las
mente de la capacidad o incapacidad del empresario para adap­ pérdidas. Advertirían que el progreso económico se basa, por
tarIa producción a la demanda de los consumidores. Los bene­ un lado, en la actuación de quienes, mediante el ahorro, en­
ficios nunca pueden ser «normales» ni «equilibrados». Muy al gendran los supletorios bienes de capital precisos y, de otro,
contrario, tanto las ganancias como las pérdidas constituyen en los descubrimientos de los inventores, viniendo los empre­
fenómenos que aparecen por haber sido perturbada «norma­ sarios a aprovechar los aludidos medios puestos a su dispo­
lidad»; por haberse registrado mutaciones que la mayor parte sición para, en definitiva, plasmar la prosperidad. El resto de
die lasgentes no había previsto; por haber aparecido un «des­ las gentes en nada contribuyen al progreso, viéndose, no obs­
equilibrio». En un imaginario mundo plenamente normal y tante, favorecidas con ese cuerno de abundancia que el ajeno
equilibrado, jamás ni las unas ni las otras podrían surgir. Den­ actuar sobre ellas derrama.
tro de una economía cambiante, cualquier ganancia o pérdida Todo lo dicho acerca de la economía progresiva, mutatis
tiende, por sí, a desvanacerse. En una economía estacionaria muntandis, puede de la economía regresiva, es decir,
la media de beneficios y pérdidas es cero. Un superávit de aquella en la que la cuota per capita de capital invertido va
beneficios con respecto a quebrantos evidencia se está regis­ disminuyendo. En una economía de este tipo, el total de las
trando real y efectivo progreso económico, elevándose congrua­ pérdidas empresariales excede al conjunto de las ganancias.
mente el nivelde vida de todas las clases sociales. Cuanto ma­ Quienes inciden en el error de operar con agrupaciones y entes
yor sea tal superávit mayor será la prosperidad de todos. colectivos tal vez inquieran cómo sería posible la actividad
Pocos son capaces de enfrentarse con el beneficio empre­ empresarial bajo un sistema de tal índole. ¿Cómo podría nadie
sarial libres de envidioso resentimiento. Suele decirse que el lanzarse a empresa alguna si de antemano sabía que la proba­
empresario se lucra a base de expoliar a obreros y consumido­ bilidad matemática de sufrir en la misma pérdidas ·e ra mayor
res; si gana es porque inicuamente cercena los salarios de sus que la de alcanzar beneficios? El planteamiento es, sin em­
trabajadores y abusivamente incrementa el precio de las cosas; bargo, inexacto. Los empresarios, al igual que el resto de las
lo justo sería que no se lucrara. gentes, no actúan como miembros pertenecientes a determi­
La ciencia económica pasa por alto tan arbitrarios juicios nada clase, sino como puros individuos. Nada le importa al
de valor. No le interesa saber si, a la luz de supuesta ley natu­ empresario 10 que pueda suceder al resto del estamento empre­
ral o de inmutable y eterna moral, cuyo contenido sólo sería sariaL Ninguna preocupación suscita en su ánimo la suerte de
cognoscible a través de hipotética revelación o personal intui­ aquellas otras personas que el teórico, por razón de determi­
ción, procede condenar o ensalzar el beneficio empresarial. nadascaracterísticas, cataloga como miembro de la misma clase
Limítase la economía a proclamar que tales pérdidas y ganancias en la que a él se le incluyó. En la vivie.nte y perpetuamente
constituyen fenómenos consustanciales con el mercado. En su cambiante sociedad de mercado, para el empresario perspicaz
ausencia, el mismo desaparece. Puede, desde luego, el aparato siempre hay posibilidades de cosechar beneficios. El que, den..
policial y administrativo confiscar al empresario todo su bene­ tro de una economía regresiva, el conjunto de las pérdidas
fició. Tal medida, sin embargo, desarticularía la economía de supere el total de los beneficios 110 amedranta a quien tiene
mercado transformándola en puro caos. Cábele al hombre, a no confianza en su superior capacidad. El empresario, al planear
dudar, destruir muchas cosas; a 10 largo de la historia ha hecho la futura actuación, no recurre al cálculo de probabilidades,
uso generoso de tal potencialidad. Está en su mano, efectiva­ que, por otra parte, de nada .le serviría para aprehender la reali­
mente, el desmantelar el mercado. dad. El empresario fía tan sólo de su capacidad para compren­
Si no fuera porque la envidia los ciega, esos sedicentes der, mejor que sus conciudadanos de menor perspicacia, el
456 La Acción Humana El mercado 457

futuro estado del mercado. La función empresarial, el obsesivo No compete, desde luego, al empresario mudar, por otras
afán del empresario por cosechar ganancia, es la fuerza que mejores, las erróneas ideologías imperantes; corresponde, por
impulsa la economía de mercado. Las pérdidas y las ganancias el contrario, a intelectuales y filósofos el orientar el pensamien­
constituyen los resortes gracias a los cuales el imperio de los to popular. Aquél no hace más que servir dócilmente a los
consumidores gobierna el mercado. La conducta de .los consu­ consumidores tal como -posiblemente malvados e ignoran­
midores engendra las pérdidas y las ganancias, detrayéndose, tes- en cada momento son.
a su amparo, la propiedad de los medios de producción de las Cabe admirar a quienes rehúyen el lucro que, produciendo
personas de capacidad para transmitirla a las gentes de armas o bebidas alcohólicas, podrían cosechar. Conducta tan
mayor eficiciencia. Cuanto mejor ha servido a los consumido­ laudable, sin embargo, no pasa de ser mero gesto carente de
res, tanto más influyente en el mundo mercantil deviene una trascendencia, pues, aun cuando todos los empresarios y capi­
persona. Si no hubiera ni pérdidas ni ganancias, los empresarios talistas adoptaran idéntica actitud, no por ello desaparecería la
ignorarían cuáles eran las . más urgentes necesidades de los guerra ni la dipsomanía. Como acontecía en el mundo precapi­
consumidores. Y aun en el supuesto de que algunos de ellos talista, los gobernantes fabricarían armas en arsenales propios,
lograran adivinar tales necesidades, nada podrían hacer, ya mientras los bebedores destilarían privadamente sus brebajes.
que les faltarían los necesarios medios para ajustar convenien­
temente la producción a los correspondientes objetivos.
La empresa con fin lucrativo hállase inexorablemente some­ LA CONDENACION MORAL DEL BENEFICIO
tida a la soberanía de los consumidores; las instituciones que
no persiguen la ganancia crematística, en cambio, ni rinden Procede el beneficio, como se viene diciendo, de haber sido
cuentas ante las masas consumidoras, ni tienen por qué preocu­ previamente variado, con acierto, el empleo dado a ciertos factores
parse del público. Producir para el lucro implica producir para de producción, tanto materiales como humanos, acomodando su
el consumo, ya que el beneficio sólo 10 cosechan quienes ofre­ utilización a las mudadas circunstancias del mercado. Son precisa­
cen a las gentes aquello que éstas con mayor urgencia precisan. mente las gentes a quienes tal reajuste de la producción favorece'
Las críticas que moralistas y sermoneadores formulan con­ las que, compitiendo entre sí por hacer suyas las correspondientes
tra las ganancias fallan el blanco. No tienen la culpa los em­ mercancías, ' engendran el beneficio empresarial, 'al pagar precios
presarios de que a los consumidores -a las masas, a los hom­ superiores a los costos en que el productor ha incurrido. Dicho
bres comunes- les gusten más las bebidas alcohólicas que la beneficio no es un «premio» abonado por los consumidores al
Biblia, prefiriendo las novelas policiacas a la literatura seria, ni empresario que más cumplidamente está atendiendo las apetencias
tampoco cabe responsabilizarles de que los gobernantes ante­ de las masas; brota, al contrario, del actuar de esos afanosos
pongan los .cañones a la mantequilla. El empresario no gana compradores que, pagando mejores precios, desbancan a otros
más vendiendo cosas «malas» que vendiendo cosas «buenas». potenciales adquirentes que también hubieran querido hacer suyos
Sus beneficios son tanto mayores cuanto mejor abastezca a los unos bienes siempre en limitada cantidad producidos.
consumidores de aquellas mercancías que éstos con mayor Las gen tes suelen calificar de beneficios los dividendos que
intensidad, en cada caso, reclaman. Las gentes no ingieren be­ las empresas mercantiles reparten. Pero, en realidad, 10 que el
bidas tóxicas para hacer felices a los «capitalistas del alcohol»; accionista percibe está compuesto, por un lado, del interés corres­
ni van a la guerra para enriquecer a los «traficantes de la muer­ pondiente al capital aportado y, por otro, en su caso, de beneficio
te». La industria de armamentos existe porque hay mucha empresarial propiamente dicho. Cuando no es próspera la marcha
belicosidad; no es aquéllala causa de ésta, sino su efecto. de la empresa, el dividendo llega hasta a desaparecer y, aun cuando
458 La A cción Hu mana El mercado 459

algo con este nombre se pague, es posib le que tal suma única­ serie de mutaciones, las cuales ellos no sólo no provocaron , sino
mente contenga int erés, pud iendo la misma a veces ser tan cor ta que, frec uentemente , procu raron po r todos los med ios impedir.
que p art e del capital quede sin tan siquiera tal retribución .
Socialista s e inter vencionista s califican de rentas '10 ganadas
tanto al interés como al beneficio empresarial; entiende n que
CONSIDE RACIONES EN TORNO A LOS MITOS

empresarios y capitalist as obtienen tal p rovecho a cos ta del tr a­


DEL SUBCONSUMO y DE LA INSUFICIE NTE CAPACIDAD

ADQUISITI VA DE LAS MASAS

bajador, quien deja asi de percibir una parte de lo que en justicia


le corresponde. Pa ra tales ideólogos es el tr aba jo la excl usiva
Al ha blar de subconsu mo, re prcs én tasc una situaci ón econó­
causa de valor del prod ucto, de suerte que cuanto las gentes
mica e n la cual tina parte ele los bienes prod ucidos queda inco­
paguen por la correspoud lcnt e mercancía debe ir Ínteg ramente
locada por cuanto aq uellas personas que los hablen de adquirir
a retribuir a qu ienes la elabor aron.
son tan pobres que no pued en pagar los correspo nd ien tes precios.
Lo cierto, sin embar go , es que el trabajo, per se, prod uce bien
Tales mcr cancins q ueda n invcnd idas. y si, en tod o caso, sus fab ri­
poco ; sólo cuando V<1 acompañado dc previo ahorro y previa
cantes se em peña ran en colocarlas, habrían de reducir los precios
acu mulaci ón de capital deviene fecundo . Las mercandas que el
hasta el punto de no cubrir los costos de producción . Los consi­
público se di sputa son producidas gracias a una acertada dirección guientes trast o rnos y desórde nes const itu yen la temida depresión
empresarial que con venie ntem ent e ha sabido comb inar el t rabajo
económica.
con los instrumentos de produ cción y demás factores de capital Los empresario s, desd e luego , una y otra vez, inciden en el
necesarios. Los cap italistas, cuyo aho rro crea y mantiene los in s­ e rror al preten de r adivi nar la fu tu ra di sposición del mercado . E n
trumentos p rod uct ivos, y los empresarios, qu e orientan tal capital vez de producir aq uellos bienes qu e los consu mido res co n mayo r
hacia aquellos com etid os que mcjor permiten atende r las más intensidad dema ndan , ofréccn lcs mercancías mcnormen te desead as
acucian tes necesidade s oc las masas consumidc ms , cons tit uyen o aun cosas care ntes de inter és. T :'1I1 torpes e mpre sarios sufren pér­
figuras no mcnos impr escindibles que los tr abajadores en toda dida s, mientras se e nriquecen sus co mpe tidores más per spi caces .
fabri caci ón . Carece de sentido at ribuir la tot alidad del valor pro­ qu e lograro n columb rar los deseos de los consumido res. Las p ér­
ducido a quienes sólo aporr an su actividad laboral, olvidando por dida s del primer gru po de empresarios no las provoca un retrai­
completo a aq uell os que igualm ente co ntr ib uyen al resultado co n miento general del público o comprar : aparecen , simplemente, por
su capital y con su pensa mien to em pr esarial. No es la mer a fuerza cuanto las gentes prefie ren co mpr ar o tra s mer cancías.
física 10 qu e produ ce los bie nes que el mercado solicita ; preciso No se varía el planteamiento ni au n ad miti endo , como supone
es sea acer tadamente d irigida hacia específicos objetivos. Tiene, el mito del subco nsumo , q ue. si los tl'ahaj¡l<.1ores son tan pobres
en verdad, cada vez menos sent ido el ensalzar la pur a labor ma­ que no pu eden adqui rir los bienes prod ucido s. ello es po rque ern­
nua l, siendo así que hoy en d ía, al ir aumentando la riquez a presarios y capitalist as npr ópia nse de riqu ezas que, en justicia,
general, crece de continuu la fecundidad del capital y mayor es deberían co rrespo nder II los asalariado s. Los «exp lotado res», sin
el papel qu e desempeñan, e n los proces o s productivos , las má­ embargo, evidentemente, no ex plota n por mero cap richo . 10 que
quinas y her ramient as. Los maravillosos pr ogresos econ ómicos de buscan , segú n afirman los expositor es de las ideas en cuestión ,
los últimos doscientos años fueron con segu idos gracias a Jos bie­ es incrementar, a COS t<l de los «explotados» , su prop ia capaci dad
nes de capital que los ahorrado res engend raran y a la intelectual consumido ra o inversora. El «both» así conseguido , sin embargo ,
apo rtación de una élite de investi gadores y empresari os.. Las no desapar ece del mundo . Los «explo tadores» , o se lo gastan
masas de trabajadores manuales, en cambio, se beneficiaron de una comprando objetos sunt uarios que consumen, o lo i n~ie r ten en

El mercado 461
460 La Acci6n Humana

factores de produ cción, con miras a ampliar sus personales bene­ incrementar las propi as ganancias. Estamos, por el contrario, ante
ficios. La demanda así desatada por éstos se refiere, desde luego, un fenóme no necesario e inevitab le que esa misma cadena de
a bienes disti ntos de aquellos que los asalariados habrían adqui­ sucesivos eventos, puesta en marcha por el empeño empresarial
rido si las aludidas ganancias em presariales hubieran sido con­ de obtener lucro , provoca inevitab lemente ajust ando la producció n
fiscadas y su impor te entregado a los trabajadores. Los errores a la nueva situación.
del empresariado , al pre tender adivinar la futura disposición del El propio proceso que en gendra un exced ente de beneficios
mercado que aquella «expo liaci ón» estruc turara, provoca n los mis­ sobre pérdida s empresariales da lugar, primero -es decir, antes
mos efectos que cualesquiera otros yerros empresariales. Ta les de que tal excede nte aparezca-e-, a que surja una tendencia alcista
en los salarios, así como en los precio s de muchos factor es mate­
equi vocaciones las pagan los empresarios inep tos con pé rdida s,
riales de pro ducció n. Es m ás ; ese mismo proceso, paulatinamen te,
mientras increment an sus beneficios los empresarios de superior
perspicaci a. Unas firmas se arruinan, mientras otras prosperan. iría haciendo desaparecer el repetido excede nte de beneficios sobre
Ello, sin embargo. en modo alguno supone provocar la temida pérdidas si no surgieran nuevos eventos que vinieran a increrncn­
depresión o crisis general. rar la cuantía de los disponibles bien es de capit al. El excedente
en cuestió n no es engendrado por el aumento de los precios de
El mit o del subconsumo no es más qu e un disparate , care nte
los facto res de prod ucción; ambo s fenómenos -el alza del precio
de base e ínt imamen te contradictorio . Se desmo rona tan pronto
de los factores de prod ucción y la aparición del tan repe tido exce­
como ser iamente pretendemos aborda rlo. Resulta a todas luces
dente de beneficios sobre pérd idas- constituyen distintas fases
improcedente, aun admitiendo la inadmi sible tesis de la «explo­
de un ún ico proceso puesto en marcha por el empresario para
tación» del obrero .
acomodar la prod ucción a la ampliación de las disponib ilidad es de
El argumento referente a la insuficient e capacidad adquisitiva
bienes de capital y a los progresos técnicos. Sólo en tanto en
de las masas es algo distint o. Reza que el alza de salarios consti­
cuanto tal acomodación previamen te enrique zca a los restantes
tuye requisito previo a toda expan sión de la producci ón . Si no
sectores de la población , puede surgir ese meramen te tempo ral
se increment an los salarios, ocioso es que la indus tri a amplíe la
pro ducción o mejore la calidad , pues, o bien no habní compra­ excedent e empresar ial.
El erro r básico del argumento del poder adqu isitivo estriba
dor es para esa nueva producci ón , o bien la misma hab rá de ser
en que de scono ce la apuntada relación de causalidad. Tra stoca
colocada a base de que los consumidores restrinjan sus adqui si­
por comp leto . el plnnte nmient o al afirmar que es el alza de los
ciones de ot ras mercancías. El desarro llo económico exige un alza
salarios el impulso qu e pro voca el desarrollo económico.
continua de los salarios. La coacción y compulsión estatal o sin­
Examinaremos más adelante Jos efectos que provocan la acción
dical que fuerza la subida de los sueldos co nstituye decisiva palanca
estat al, así como 1:1 violencia sind ical, al implanta r salarios supe­
de progreso.
riores a los que pre valecerían en un mercado libre de injerencias 24.
Según antes quedara evide nciado, 1.1 aparici ón de un superáv it
De momento , sólo interesa llamar la atención del lector sobre lo
entre las totales ganancias y las to tales pérdidas empresariales, en
favo r de las primeras, fatalmente presupone que part e de los be­ siguiente.
Al hab lar de pérdidas y de gan ancias, de precios y de salarios,
neficios derivados del incre ment o del capital disponible o del
referímonos siempre a ben eficios y pérdidas reales, a precios
perfeccionamient o de los procedimientos técnicos haya ya, de ante­
y salarios efectivos. El no adve rtir la diferencia entre términos
mano, enriquecido a los estame ntos no empresariales. El alza de
pura mente monetarios y térm inos reales ha inducido a muchos al
los factores complementarios de producción, el de los salarios en
primer lugar, no es merced que los empresarios, a regañadientes,
hagan a los demás, ni estra tagema que hábil mente ingenien para " Vid . págs. 1111·1126.
462 La Acción Humana El mercado 463

error. -Este asunto será igualmente estudiado a fondo en su bsi­ escasos, perjudicando con ello la mejor satisfacción de las nece­
guientes capítulos. Conviene, desde ahora, sin embargo, dejar sen­ sidades de los consumidores .
tado que un alza real de los salarios puede producirse pese a una Conviene adve rt ir la diferencia esencial entre estos come­
reba ja nominal de lo s mismos. tidos y aquellas funciones tecnológicas en primer término alu­
. didas. La ejecución de cualquier proy ecto empresarial , med ian­
te e! cual se pretende plasmar específ ico plan general de acción,
10. PROMOTORES, DIR ECTORE S, T É CNI COS Y F UNCIONARIOS exige adoptar múltiples disposiciones de menor ran go . Cada
una de estas actu aciones secundarias ha de practicarse sobre
El emp resario contrata los servicios de los técnicos, es la base de preferi r siempre aquella fórmula que, sin perturbar
decir, de aquellas personas que tienen la capacidad y la des­ e! plan general de la operación , resulte la más económica .
treza necesarias para ejecut ar clases y cuantías de trabajo deter­ Conviene, en est os aspectos, evit ar cuidadosamente cualesquie­
minadas. E ntr e e! personal técnico incluirnos los grandes in­ ra costos superfluos, por lo mismo que deben ser rehuídos en
ventores, los destacados inve stigadores de las ciencias aplica­ e! plan genera l. El profesiona l, desde su punto de vista pura­
das, los constructores y proyectistas, así corno los ejecu tores mente tecnológico, qui zá no vea diferencia algun a entre las
de las más simples tareas ' manuales. También cae dentro de diversas fórmulas que per miten resolver determinado proble­
ese grupo e! empresario, en la medida en que personalmente ma; qui zás incluso prefiera uno de dichos métodos sobre la
contribuye a la ejecución técnica de sus planes empresariales. base de la mayor produ ctividad material de! mismo . El empre­
El técnico aporta su propio trabajo y esfuerzo; sin embargo , sario , en cambio, actúa impulsado por e! afán de lucro . D e ahí
es e! empresario, corno tal empresar io, qui en dirige tal aporta­ que se vea obligado a preferir la solución más económica, es
ción laboral hacia la consecución de metas definidas. E n esta decir, aquella que permita prescindir de! consumo de! mayor
última función , e! empresario actúa a modo de mandatario de número posible de facrores de producción , cuya utilización
los consumidores. impediría llegar a satisfacer otras necesidad es de superior tra s­
El empresario no puede estar en todas partes. Res últale cenden cia para los consumidores. Optará , pues, entre los di­
imposible personalmente atender los múlt iples asuntos que es versos método s cons iderados iguales por los técnicos, prefi­
preciso vigilar. Porque e! acomodar la producc ión al mejor riendo aquel que requie ra un gasto menor. Tal vez rechace el
servicio posible de los consumidore s, proporcionándoles aque­ método de superior productivid ad material, si bien más cos­
llos bienes que más urgentemente precisan, no consiste , exclu­ toso, en razón a que su previsión le indica que ese incremento
sivamente, en traz ar planes gener ales para e! aprovechamiento de la producción no será bastante para compensar e! mayor
de los recur sos disponibles. Ta l tarea es, desde luego, la fun ­ gasto que impli ca. El empresario ha de cumplir fielmente su
ción principal de empresarios, promotor es y especuladores . función , consistente en acomod ar la producción a la demanda
Pero, con independencia de esos pro yectos generales, preciso de los consumidores - .-según qu eda reflejada en los precios
es igualmente practicar otras muchas actu aciones secundarias. de! mercado- no sólo cuando se trata de los grandes acuerdos
Cualquiera de estas complementaria s tare as, contrastada con e! y planes, sino tambi én a diario, resolviendo todos esos peque­
resultado final, tal vez parezca de escasa monta . Sin embargo, ños problemas qu e suscita la gestión normal de los negocios .
e! efecto acumulati go de sucesivos errores en la resolución de El cálculo económico, que e! mercado practica , y, par­
esos peq ueños asun tos puede fru strar el éxito de planes per­ ticularme nte, la contabilidad por partida doble , permiten
fectamente trazados en sus líneas maestras. Y es más; tales que e! empresario no renga que ocuparse personalmente de
errores implican malba rata r factores de prod ucción, siemp re muchos de los aludidos det alles. Puede así concent rarse en los
464 La Acci6n Humana El mercado 465

problemas decisivos, despreocupándose de un mare magnum cuando haya pérdidas, éstas irán en su descrédi to. Es e! propio
de minucias que, en su totalidad, resultatían imposibles de interés lo que le induce a atender, con e! máximo celo y dedi­
abarcar por cualquier mente humana. Cábe!e en este sentido, cación, la marcha de lo a él encomendado. Si sufre pérdidas ,
buscar colaboradores que se cuiden de determinadas tareas em­ el empresario o le reemplazará por otra persona o liquidará e!
presariales de orden secundario. Tales colaboradores , por su asunto. El director, en todo caso, pierde , al quedar despedi­
parte, también pueden buscar la ayuda de auxiliares, dedicados do . Por el contrario, si triunfa y produce beneficios, incrementa
a atender cometido s aún más simples. Es así como se estructura sus ingresos o, al menos, no corre el riesgo de verse privado de
la jerarquía empresaria!. ellos. El que tenga o no part icipación en los beneficios carece
El director viene a ser, como si dijéramos, un hermano de import ancia por lo que atañe a ese personal interés que se
menor de! empresario, sin que a estos efectos interesen las ve constreñido a poner en los resultados de las operaciones a
concretas condiciones contractuales y crematísticas de su tra­ él confiadas. Su propio bienestar, en cualquier caso, depend e
bajo. Lo trascendent e es que el propio interés económico indú­ directamente de la buena marcha de! cometido que dirige.
cele al director a atender, con la mayor diligencia, aquellas La función de! director no estriba, como la del técnico, en
funciones empresariales que, en una esfera de acción limitada realizar una determinada ob ra, con arreglo al sistema que le
y precisamente acotada, le son confiadas. haya sido prefijado . Consiste, por e! contrario, en ajustar
Gracias a la contabilidad por partida doble puede funcionar - 'siempre den tro de los preestablecidos límites en que discre­
e! sistema directorial o gerencial, Permite al empresario com­ cionalmente puede aetuar- la marcha de la empresa a la situa­
putar separadamente la operación de los diversos sectores que ción del mercado. Ahora bien , al igual que el empresario puede
integran su empresa y la utilidad de cada uno de ellos. Res úl­ reunir en su persona funciones empresariales y técnicas, tam­
tale así posible contcmplar dichos sectores como si de entidades bién cabe que el director desempeñe, al tiempo, cometidos de
independientes se tratara y valorarlos con arreglo a su respec­ diverso orden .
tiva cont ribución al éxito del negocio. En e! marco del aludido La función directorial o gerencial hállase siempre en re!a­
sistema de c álculo mercantil, cada sección equivale a integral ción de subor dinaci ón con respecto a la empresarial . Mediante
entidad; es, por decirlo así, una operación independiente . Se aquélla, puede e! empresario descargarse de algunas de sus
supone que cada una «posee» determinada proporción de! ca­ obligaciones menores; nunca cabe, sin embargo, que e! director
pital social; que compra y vende a otras secciones; que tiene sustit uya ni empresario. Tal error bro ta de no saber diferenciar
gastos e ingresos propi os; que provoca beneficio u origina la categoría empresarial, según aparece en la imaginaria cons­
quebran to, que se imputa a la misma, independientemente de trucción de la distribución de funciones, de la que surge en
los resultados obtenidos por las demás divisiones. El empre­ una economía de mercado viva y activa. La función de! empre­
sario puede, por tanto, conceder al director de cada una de ellas sario no puede ser desligada del decidir qué empleo debe darse
enorme independencia. La norma única que da a la persona a a los factores de produ cción en orden a la plasmaci ón de tareas
quien confía la dirección de un específico asunto es la de que , específicas. El empresario controla los factores de producción;
con su gestión, produ zca e! mayor beneficio posible. El simple dicho control es e! que le coloca en posición de obtener bene­
examen de las correspondientes cuenta s evidenciará, después, ficios o sufrir pérdidas de tipo empresarial.
en qué proporción triunfó o fracasó en la consecución de tal Cabe , en algunos casos, retribuir al director proporcional­
objetivo. El director o subdirector responde de la marcha de mente a la medida en que su sección haya contribuido a los
su sección o subsección. Si la contabilidad indica que la misma beneficios obtenidos por el empresario. Pero ello carece de
ha sido provechosa, él se apunt a e! tanto ; por e! contrario, trascendencia. Según antes se decía, e! director tiene siempre
lO
466 La Acci6n H umana El mercado 467

int erés personal en que prospere aquel sector confiado a su las empresas. Los populares prejuicios anticapitalistas vilipen­
tutela. Ello no obstan te, nunca llega a ser patri monialmente dian las operaciones que en dicho mercado se practican, califi­
responsable de las pérdidas. Tales quebrantos recaen exclusiva­ cándolas de meras especulaciones y lances de azar. Pero la
mente sobre los prop ietarios del capital invertido. No es posible verdad es que las variaciones registradas por los cambios de
transferirlos al director . las acciones y demás valores mobiliarios son los medios a cuyo
La sociedad puede, sin temor, dejar en manos de los pro­ amparo los capitalistas gobiernan el movimiento del capital.
pietarios de los factores de producción el decidir qué empleo Aquella estruct ura de precios engendrada por las especulacio­
convenga más dar a los mismos. Al lanzarse a operaciones espe­ nes realizadas en los mercados del dinero y del capital, así como
cíficas, dichos prop ietarios se juegan su posición social, sus en las grandes bolsas de mercancías, no sólo determinan cuánto
propiedades y riquezas personales. Mayor interés incluso que capital hay disponible para llevar adelante las operaciones de
la sociedad tienen ellos en el buen fin de la propia actividad. cada compañía, sino que crea, además, un estado de cosas al
Para el conjunto de la sociedad, la pérd ida del capital invertido que deben en sus actuaciones ajusta rse minuciosamente los
en dete rminado negocio implica sólo la desaparición de una directores.
pequeña parte de sus fondos totales; para el propietario, en Son los accionistas y los mandatarios de su elección, los
cambio, supone mucho más; frecuentemente, la ruina total. consejeros, quienes trazan las líneas a que ha de ajustarse la
La cosa, en cambio, por completo varía cuando se trata de dar actuación de las sociedades. Los consejeros nombran y despiden
carta blanca al director, pues, en tal caso, éste lo que hace es a los directores. En las compañías pequeñas y, a veces, también
especular con dinero ajeno. No contempla el riesgo al igual hasta en algunas de mayores proporciones, los propios conse­
que quienes, en cambio, van a responder personalmente de jeros reúnen en su persona las funciones en otros casos asig­
posibles pérdidas . Retribuirle a base de part icipación en benc­ nadas a los directores. En última instancia, jnmás una empresa
ficios incrementa , muchas veces, su temeridad, por cuanto está
próspera hállase controlada por gentes a sueldo. La aparición
a las ganancias, pero nunca a los quebrantos.
de una todopoderosa clase directorial no constituye fenómeno
El suponer que la función gerencial comprende toda la
que la economía de mercado provocara. Antes al contrario,
actividad empresarial y el imaginar que puede el director reem­
dicho fenómeno es fruto de una política intervencionista, que
plazar sin merma al empresario constituyen espejismos provo­
cados por una errónea aprcciación de qué sean las sociedades conscientemente pretende aniquilar el poder de los accionistas
anónimas, las entidades mercanti les típicas del moderno mundo sometiéndoles a disimulada confiscación. En Alemania, I talia
de los negocios. Ascg úrase que los gerent es y directores a suel­ y Austria constituyó esta política paso previo para, en defini­
do son quienes en verdad llevan las compañías anónimas, que­ tiva, reemplazar la libre empresa por el control estatal del
dando relegados los socios capitalistas a la función de meros mundo de los negocios; lo mismo sucedió en la Gran Bretaña,
espectadores pasivos. Unos cuantos funcionarios asalariados por lo que al Banco de Inglaterra ya los ferrocarriles se refiere.
concentran en sus manos todo el poder decisorio. Los accionis­ Tendencias similares preva lecen en los Estados Unidos en lo
tas resultan ociosos y vanos; no hacen más que lucrarse con el atinente a las empresas de servicios púb licos. Las maravillosas
trabajo ajeno. realizaciones plasmadas por las sociedades mercantiles no pue­
Quienes así piensan desconocen por completo el papel que den ser atr ibuidas a la actuación de ninguna oligarquía direc­
el mercado del dinero y del capital, de acciones y valores mo­ torial contratada a sueldo; antes al contrario, fueron engen­
biliarios en general, es decir, eso que, con toda justeza, suele dradas por gentes identificadas con unas empresas, en razón a
denominarse simplemente «el mercado» , juega en la vida de que eran propietarias de importantes paquetes o de la mayoría
468 La A cción Huma na El mercado 469

de sus acciones, individu os a quienes muchos vilipendian til­ men y clase de las planta s fabriles, de los comercios y explo­
dándoles de especuladores y logreros. taciones, creen las gentes, son hechos dados, presuponiendo que
El empre sario resuelve, por sí solo, sin intervención de no habría cambio ni modificación alguna de producirse en el
director alguno, en qué negocios va a emplear el capital, así futuro , como si la producción hubiera de proseguir siempre
como la cuantía del mismo que le conviene inverti r. Amplía por los mismos trill ados caminos. En un mundo estacionario,
o reduce su empresa y las secciones que la integran y traza los desde luego, no hay lugar para innovadores ni promotores; la
correspondientes planes financieros. Estos son los problemas cifra total de beneficios es igual a la cifra tot al de pérdidas.
fundamen tales a resolver en el mundo de los negocios. Tan to Pero basta, simplemente, con comparar la estructura de los
en las sociedades anónimas como en las demás entidades mer­ negocios americanos en el año 194 5 con la de los mismos en
cantiles la resolución de dichos ext remos recae exclusivamente 19 15, para evidenciar el error en que incide dicho pensa­
sobre el empresario. Cualesquiera asesoramientos que en tales miento.
materias aquél pueda buscar son meras ayudas; tal vez pondere, Ahora bien, aun en un mundo estacionario, carecería de
desde un pun to de vista legal, estadístico o técnico, las circuns­ sentido el conceder al «elemento obrero» intervención en la
tancias concurrentes; ahora bien, la decisión final, que implica dirección de los negocios, como un slogan har to popular recla­
siempre enjuiciar y pronunciarse sobre el futuro estado del ma. La plasmación de tal postul ado implicaría implantar el
mercado, sólo el empresario puede adopta rla. La ejecución sindicalismo 25.
del correspondiente plan, una vez decidido, es lo único qu e Se propende hoy tamb ién a confundir a los directores con
éste confía a sus directores. los funcionarios burocráticos.
La actuación de la élite directorial, para el buen funciona­ La administración burocrática, cont rapuesta a la admi nis­
miento de la economía de mercado, resulta de tanta trascen­ tración que persigue el lucro, es aquella que se aplica en los
dencia como la actuación de la élite de los inventores, los téc­ depart amentos públicos encargados de provocar efectos cuyo
nicos, los ingenieros, proyectistas, científicos y hombres de valor no puede ser rnonetariamen te cifrado. El servicio de
laboratorio. Son muchas las personas de excepcional valía que policía es de trascendencia suma para salvaguardar la coopera­
laboran por la causa del progreso económico. Los bue nos di­ ción social; beneficia a todos los miembros de la sociedad . Tal
rectores perciben elevadas retribuciones y, Irccucn temen re, tie­ provecho, sin embargo, carece de precio en el mercado; no
nen particip ación en los beneficios de la empresa. Muchos son puede ser objeto de compra ni de venta ; result a, por tanto,
los que acaban siendo, ellos mismos, capitalistas y empresarios. impos ible contrastar el result ado obtenido con los gastos efec­
La función de director, sin embargo, es esencialmente distinta tuados. H ay, desde luego, ganancia; pero se trata de un bene­
de la de empresario. ficio que no cabe reflejar en términos monetarios. Ni el cálculo
Constituye error grave el asimilar empresarios y directores económico ni la cont abilidad por partida doble pueden, en
como se hace al contraponer, en el lenguaje vulgar, el «elemento este supues to, aplicarse. No es posible atest iguar el éxito o el
patron al » y el «elemento obrero ». Se trata, en este caso, desde fracaso de un departamento de policía mediante los procedi­
luego, de una asimilación intencionadamente buscada. Median­ mientos arit méticos que en el comercio con fin lucrativo se
te ella, se pretende enmascarar la radical diferencia existente emplean . No hay contable alguno que pueda ponderar si la
entre las funciones del empresario y las de los dir ectores en­ policía o dete rminada sección de la misma ha producido ga­
tregados a la mera gestión del negocio. La estructura de las nancia o pérdid a.
entidades mercant iles, la distribución del capital entre las di­
versas ramas de la producción y las distintas empresas, el volu­ ]S Vid . págs. 1171. 1183.
470 La Acci6n Humana El mercado 471

La cuantía de las inversiones que proceda efectuar en cada El alcalde y sus colaboradores ven su actividad tasada por
rama industrial la determinan, con sus actuaciones, los consu­ el presupuesto. No pueden ejecutar discrecionalmente aquellas
midores. Si la industria del automóvil trip licara su capital, los obras municipales que a ellos les parezcan más interesantes.
servicios que presta al público, indudablemente, resulta rian Deben inver tir los fondos recibidos precisamente en los come­
mejorados. Habría más coches. Ahora bien, esa expansión de tidos previstos por el presupuesto . Les está vedado el asignar­
-la industria automovilística detraería capital de otros sectores los a otras atenciones. La contabilidad en la administración
de la producción que atienden necesidades más urgentemente pública difiere totalmente de la que se sigue en e! mundo de
sent idas por los consumidores. Tal circunstancia daría lugar a los negocios lucrativos. En el sector público, la contabilidad
que la aludida expansión de la industria automovilística origi­ tiene por objeto verificar que los fondos han sido invertidos
nara pérdidas, mient ras se incrementaban los beneficios de de conformidad estricta con las previsiones presupuestarias.
aquellas otras ramas industriales. En su afán por lograr el ma­ En los negocios con fin lucrativo, la discrecionalidad de
yor beneficio posible, los empresarios vense obligados a destinar directores y subdirectores queda condicionada tan sólo por las
a cada rama industrial sólo el capital que puede ser invertido ganancias y las pérdidas. El afán de lucro obliga a respetar los
sin perjudicar la satisfacción de otras más perentorias necesi­ deseos de los consumidores. No hay por qué tasar la actividad
dades de los consumidores. De esta suerte, la actividad empre­ de aquéllos mediante detalladas ordenanzas y reglamentos. Si
sarial hállase gobernada, digamos, autom áticamente , por la se trata de personas eficientes, ese quisquilloso entro metimien­
voluntad de los consumidores, según queda ésta reflejada en to, en el mejor de los casos, result ará o innecesario o perju­
la estructura de los precios de los bienes de consumo. dicial como paralizadora camisa de fuerza. En cambio, si el
En la asignación de los fondos destinados a financiar los individuo es torp e e ineficaz, no mejorará, por mucho que se
gastos estatales no existe, en cambio, análoga mecánica limi­ le reglamente . Se le estará, en tal supuesto, brindando justifi­
tat iva. Es indudable que los servicios que el departamento de cación para su torpeza, pues podr á argüir que las órdenes reci­
policía de la ciudad de Nueva York pres ta se mejorarían nota­ bidas son las causantes de! mal. La única norma que, en el
blemente si fuera triplicada la correspondiente consignación mundo mercantil, impera resulta evidente y no precisa reite­
presupuestaria. Pero el problema consiste precisamente en de­ ración: buscar siempre la ganancia.
terminar si dicha mejora justifica o bien el reducir los servicios El planteamiento, como decíamos, es distinto en la esfera
prestados por otros departamentos municipales - los de sani­ de la admin istración pública, en la gestión de los asunto s esta­
dad , por ejemplo- o bien el restringir la capacidad adqu isitiva tales. No hay aquí consideraciones lucrativas que orienten la
de los contribuyentes. Cuestión es ésta que no puede ser resuel­ discrecionalidad del funcionario. Si el jefe supremo - el pueblo
ta acudiendo a la contabilidad del depar tamento de policía. soberano o el déspota gobernante-- dejara a los públicos cm­
Tales cuent as sólo nos informan acerca del gasto efectuado. pleados en plena libertad , ello equivaldría a renunciar a la
Ninguna valoración nos brindan de los resultado s obtenidos, propia supre macía en favor de meros servidores. Dichos fun­
por cuanto éstos no pueden ser expresados en términos mone­ cionarios se convertirían en entes que a nadie rendirían cuentas
tarios. Los ciudadanos han de determinar, de un modo directo, y su poderío superaría al del pueblo o al del déspota. Harían
cuáles son los servicios que desean y que están dispuestos a lo que ellos quisieran; no respetarían la voluntad de sus amos.
pagar. Desentiéndense, desde luego, en la práctica, de la con­ Para impedir esto y mantenerlos sometidos a la volunta d de
cret a resolución del prob lema eligiendo a concejales y funcio­ sus superiores es preciso instruirles detalladamente acerca de
narios que resuelven dichos asuntos de acuerdo con los deseos cómo deben proceder en cada caso. Ha n de operar ateniéndose
de sus electores. siempre a las correspondi entes normas y reglamentos. Su dis­
472 La Acción Humana El mer cado 473

crecionalidad - el dar a los problemas la solución que perso­ 11. E L P ROCESO DE SELECC IÓN
nalm ente consideren mejor- hállase severamente tasada por
las repetidas reglament aciones. D ichas perso nas, en definitiva, El combinado actuar de cuant os en la economía de mer­
no son más que burócrat as, es decir, gentes que han de ate­ cado ope ran pone en marcha el típico proceso selectivo del
nerse siempre, invariablemen te , a códigos inflexibles de pre­ sistema. Impulsado por el deseo de eliminar , lo más posible,
ceptosforrnales. el propi o malestar, cada uno procura , por un lado , alcanzar
La gestión burocrática implica detall adas nor mas y regla­ aquella posici ón desde la cual pueda con tribuir en mayor grado
mentaciones prefijadas autori tariamen te por el superior. Es la a la mejor satisfacción de los demás y, por otro , procur a igual.
única alternativa qu e cabe adop tar cuando la gestión con fin mente aprovechar al máximo los servicios ofrecidos por el
lucrativo no es posible, resu ltan do ésta inap licable mientras las resto de las gentes . Ello implica que el indiv idu o tiende siern­
correspondientes operaciones carezcan de valor monet ario o si pre a vender en e! mercado más caro y compra r en el más
se rehúye el lucro en materias que por su índole podrían ser barato. Ta l proceder no sólo ordena los precios, sino que, ade­
financieramente provechosas. El primer supuesto es el que más, est ruc tura la sociedad, asignando específica tarea a cada
plantea la administración de la cosa pú blica; el segundo es el uno . El mercado enriquece a éste y empobrece a aquél, detcr­
de aquellas insti tuciones mon tadas sobre una base no lucrativa, mina qui én ha de regent ar las gra ndes empres as y quién ha de
como, por ejemplo , un a escuela, un hospital o un servicio de fregar los suelos, señala cuánt as personas hayan de trabajar en
correos. Toda empresa que no se insp ire en el afán de lucro las minas de cobre y cuánta s en las orquestas sinfónicas. Ningu­
ha de ser gobern ada por norm as burocrá ticas. na de tales resoluciones es def init iva; son, esencialmente, revo­
La gestión burocrá tica, por sí misma, no es recusab le. Es cables. El aludido proceso de selección jamás se det iene. Siem­
el único método idóneo para llevar adela nte los asun tos esta­ pre está en marcha, adap tando el dispositivo social de la pro­
tales, es decir, los correspondiente s al aparato social de como ducción a las variac iones de la ofer ta y la demanda. Se vuelve
pulsión y coacción. Por cuanto el gob ierno resulta necesari o, la una y ot ra vez sobre anteriores decisiones, sopes ándose conti­
burocracia - en su esfera- no lo es menos. En aquel lo en nuamente el caso partic ular de cada uno. Nadie puede conside­
que no quepa aplicar el cálculo económ ico, forzoso es recurrir rar su posici ón asegurada , ni existe en el mercado derecho
a los métodos burocrát icos. Por eso, el socialismo ha de ampa ­ preestablecido alguno . Todo el mundo está sometido a la ley
rarse inv ariabl ement e, en tales métodos. del mercado, a la sobe ranía de los consumidores.
Ningún negocio, sean cuales fueren sus dimensiones Il ob­ La propi edad de los medios de pro ducción no es un privi­
jetivos, jamás devendr á burocrático en tanto persiga, pura y legio , sino un a responsabilid ad social. Capitalistas y terrate­
exclusivamente, el lucro. Tan pronto, en camb io, se deja de nien tes vense constreñ idos a dedicar sus pro piedades a satis­
lado el afán lucrati vo, reemplazándo lo por la idea llamada de facer del mejor modo posible a los consumido res. Si les falt a
servicio -es decir , la prestación de! correspo ndien te servicio, inteligencia o aptitudes , sufren pérdidas patrimoniales. Cuando
prescindiendo de si el prec io percibido cub re o no los gastos- ­ tales pérdidas no les sirven de lección , indu ciéndoles a modi ­
es precis o recurrir a los métodos bu rocráticos y olvidar a ge­ ficar su conducta mercant il, acaban arru inándose totalmente.
rentes o director es de tipo empresarial " . No hay inversión alguna que result e pere nnemen te segura.
Quien no sepa invertir su fortun a como mejor sirva a los con­
sumidores está condena do al fracaso. Nadie en el mercado pue­
u De tallado estudio de todos estos problemas se hallará en M ISES, Bnrcoucracy, de disfrutar ociosa y despreocupadamen te las riquezas otro ra
New Haven, 1944. conseguidas. Los fondos han de invertir se siempre de modo
475
474 La Acción Hu mana El mercado

acertado si no se quiere que e! capital o la rent a desaparezca. res materi ales de produ cción, e! factor trabajo también se dedi­
Los antiguos privilegios reales, indudables barr eras protec­ ca a aquellas tareas cuya utilidad , desde el punto de vista de
cionistas, engendraban, desde luego, rentas 110 sujetas a la los consumidores, es mayor . T iende siempre el mercado a no
soberanía de! mercado. Príncipes y nobles vivían a costa de malgastar cantidad alguna de trabajo atendiendo necesidades
humildes siervos y esclavos a quienes sonsacaban trabajo gra­ menos perentorias mient ras haya otras más urgent es sin satis­
tuito,' diezmos y gabelas. Sólo por la conquista o la dadivosidad facer. El trabajador, al igual que el resto de la sociedad, hállase
de! monarca podía ser adqui rida la propiedad de la tierra, que sometido a la supremacía de los consumido res .Cua~do des­
únicamente se perdía si e! donante volvía sobre su acuerdo o atiende los deseos de éstos, se ve penalizado mediante congrua
si otro guerrero se la apropiaba. Ni aun después, cuando ya reducción de su salario .
los nobles y sus vasallos comenzaron a vender en e! mercado El proceso selectivo del mercado no instaura lo que el mar­
los produc tos que ellos directamente no consumían, cabía les xismo considera órdenes sociales, castas ni estamentos. Promo­
perjudicara la competencia de gentes de mayor eficiencia, pues tores y empresarios no forman específica clase social; todo el
prácticamente no existía la libre competencia. La propiedad de mundo puede ser empresario ; basta con que e! interesado confie
los latifundios se la reservaba la nobleza; la de las fincas urba­ en su propi a capacidad para prever mejor que los demás las
nas, los burgueses de! propio municipio, y la de las tierras de futuras cond iciones del mercado y que, efectivamente , las co­
labor , los cultivadores de la zona. Los gremios restringían la rrespondientes operaciones practicadas, a riesgo y ventura suya,
competencia en las artes y en los oficios. Los consumidores no agraden a los consumidores. Se accede a las filas empresariales
podían satisfacer sus necesidades en la forma más económica, asaltá ndolas agresivamente; preciso, sin embargo, es someterse
por cuanto la regulación de los precios velaba porque ningún a esa prueb a que impone el mercado, sin excepción, a qu ien­
vendedor perjudicara a los demás echando abajo el oficialmente quiera desee devenir empresario o simplemente aspire a man­
marcado. Los compr adores hallábanse a merced de sus pro­ tenerse en tan eminente posición. A todos se presentan oportu ­
veedores. Si aquellos privilegiados productores de mercancías nidades para probar su suerte. El parucnu no espera a que
se negaban a emplear las materias primas más adecuadas o a nadie le invite o le anime; lánzase al espacio previendo, desde
adoptar los mejores métodos productivos, eran los consumi­ luego, 10 que en su evolución vaya a precisar.
dores quienes pagaban las consecuencias de tal contumacia y Una y otra vez se oye decir que, ba jo el actual capitalismo
conservadurismo. «tardío » o «maduro », no le es ya posible a quien carezca de
El propietari o de tierras que vive, en perfecta autarquía, dinero trepar por la escala que \leva a la riqueza y a la posici ón
de los fruto s de su heredad, desde luego, se independ iza del empresarial. El aserto nadie ha intentado probarlo. Desde que,
mercado; el cultivador del agro, en cambio, que compra ma­ por primera vez, fuera mantenido, la composición de las clases
quinaria, fertilizantes, semillas, mano de obra , así como otros empresarial y capitalista ha variado notablemente. Muchos
múltiples factores de producción, para luego vender los corres­ antiguos empresarios y sus herederos desaparecían , mientras
pondientes productos, hállase inexorablemente sometido a la otras gentes advenedizas ocupaban sus puestos. Cier to es que,
ley mercantil. Son los consumidores, ento nces, quienes deter­ durante los últ imos años, conscientemente han sido montadas
minan sus ingresos. habiendo aquél de acomodar la producción instituciones que , si pronto no son suprimidas, desarticularán
a los deseos de éstos. el proceso selectivo del mercado.
La función seleccionadora de! mercado opera igualmente Los consum idores, al designar a los capitanes de la indus­
en la esfera laboral. El trabajador acude a aquellas ocupaciones tria y las finanzas, sólo se fijan en la habilidad personal de
en las que supone más va a ganar. Como sucede con los facto­ cada uno para acomodar la producción a las necesidades de!
476 La Acci6n Humana El mercado 477

consumo. Ninguna otra cualidad o mérito int erésales. Al fabri ­ do en los negocios. Aquellos oficinis tas y obreros que, en
cante de zapato s lo único que le exigen es que produzca zapatos cambio, presumen de imaginaria superioridad moral no bacen
buenos y baratos . No encomiendan la indu stria de! calzado a más que engañarse a sí mismos, buscando consuelo en estéril
quienes sólo son per sonas finas y amables, de modales elegan­ autobeatificaci ón. No quieren admitir que , al ser puesto s a pru e­
tes, dotes artísticas, cultas o dotadas de cualesqu iera otras pren­ ba, sus conciudada nos , los consumido res, advirtieron fla­
das y aptitudes. El gran industrial, frecuent emente, carece de queaban.
aque llas gracias que, en otros órdenes de la vida, contribuyen Suele decirse que, si el hombre de menores recur sos en la
al éxito personal. . compe tencia mercantil fracasa, ello se debe a su falta de iluso
Lo más corriente hoy en día es vilipendiar a capita listas y tración. Sólo si la instrucción, en sus diferent es grados, fuera
empresarios. El hombre común gusta de escarnecer a quienes igualmente accesible para todos, podríu en verdad hablarse de
prosperaron más que él. Si lograron éstos enriquecerse, pien sa, una identidad de oportunidades. Tiéndese a atrib uir la dispa­
fue por su carencia de escrúpulos. Podría él ser tan rico como ridad existente ent re las gentes a mera diferencia de educa ci ón ,
ellos si no prefiriera respetar las norm as de la moral y la de­ como si no existiera n en los homb res innatas desigualdades por
cencia. Grato result a a muchos autobeatificarse con tales pen­ lo que a la inteligencia, la voluntad o el carácter se refiere .
samientos llenos de farisaica san turronería. Ol vídase, por lo general, que la ilust ración académica implica
Cierto es que, en la actualidad, al amparo de las situaciones aprender tan sólo teorías de ideas anteriormente formu ladas.
creadas por e! dirigismo, resúlta les posible a muchos enrique­ La ed ucaci ón , cuulesquiera qu e sean los beneficios que confiera,
cerse mediante e! soborno y el cohecho. El intervencionismo ha supo ne mera transmisión de tradici onales doctrinas y valora­
logrado en numerosos lugares enervar de tal modo la soberanía ciones; es de índole conservadora, por necesidad. Aboga por
del mercado, que le conviene más al hombre de negocios bus­ la imitación y la ru tina, nunca por el perfeccionami ent o y el
car el amparo de qu ienes detentan el poder público que dedi ­ progreso. Ni el innovador ni el invent or engéndranse en las
carse exclusivamente a satisfacer las necesidade s de los consu­ aulas. Son precisament e creadores y reformadores aquellos que
midores . No son, sin embargo, estas realidades las que las gen­ desprecian y superan lo que sus maestros les enseña ron.
tes ponde ran cuando vilipend ian las riquezas ajenas. Antes al Para triunfal' en e! mund o de los negocios no se precisa
cont rario, tales críticos pretenden demost rar que, desde un pun ­ de título académico alguno. Las escuelas y facultades preparan
to de vista moral, es recusable el sistema qu e enr iquece u uno a gentes subalternas para desempeña r funciones ru tinarias. No
bajo auténtico régimen de mercado. Conviene, a este respecto, producen, desde luego, empresarios; no se puede fabri car ern­
reite rar que, en tant o en cuanto la operación de! mercado no presarios. El hombre deviene empresario sabiendo aprovechar
sea pert urbada por las interferencias del gobierno o de otros oportunidades y llenando vacíos. El certero juicio , la previsión
entes coercitivos, el prosperar en los negocios implica que el in­ y la energía que la función empresarial requ iere no se consi­
teresado ha servido fiel y cumplidament e a los consu midores. guen en las aulas. Muchos grandes empresarios, juzgados a la
Fuera de la órb ita de! mercado , posiblement e, e! económica­ luz de eruditos cánones académicos, son personas incultas. Tal I
mente débil supere al próspero empresario; en e! terreno cien­ ru sticidad , sin embargo, no les impide cumplir puntualmente JI 11
tífico, literario, artístico o político cabe sobrepase aquél a éste. su específica función social, la de acomodar la producción u la I
Ello no obstante , en e! mundo de la producci ón, e! segundo más urgente demand a. Precisament e por eso, encomiéndanles
ampliamente destaca sobre el primero. Qui zás e! genio creador, los consumidores el gobierno del mundo de los negocios.
cuando desprecia e! éxito cremat ístico, tenga razón; tal vez él I
tambié n, de no haber sent ido otras inquietudes, habría triunfa-
479
478 La Acción Humana El mercado

12. EL INDI VIDUO Y EL MERCA DO


nante pro teger al produc tor de menor capacidad cont ra la com­
pete ncia de su más eficiente rival. Hay una política de «produc­
~
;\
tores » frente a la política de «consumidores». Gusta n las gentes
Suele, en sentido met afórico, decirse que la «mecánica de!
de repetir la rimbomb ante perogru llada de que el único fin de la
mercado» es operada por fuerzas automáticas o anónimas. La 1\
producción es el abastecer ampliamente a los consumidores ;
gente , por usar de tales metáforas, frecuentemente olvida que .
pero al tiempo proclaman , aún con mayor elocuencia, que debe
son conscientes y específicas actuaciones humanas las que go­ 1\
ser proteg ido el «laborioso» produ ctor ante e! «ocioso» con-
biernan e! mercado y determinan los precios. No hay auto ­
matismo alguno ; sólo existen personas que consciente y delibe­ sumidor.
Sucede, sin embargo, que los hombres son, a la vez, pro ­ ;1
radame nte se proponen alcanzar objeti vos específicos y deter · i:
ductores y consumidores . Produ cción y consumo constituyen
minados . Ninguna misteriosa fuerza tiene cabida en la econo­
meras facetas de una misma actuación . La cataláctica distingue
mía de mercado, donde tan sólo pesa e! deseo hu mano de su­
ambos aspectos hablando de productores y consumidores, pero,
primir e! malestar en e! mayor grado posible. Nada hay de
en realidad , se trata, sin embargo , de idént icas personas. Cabe,
anón imo tampoco; siemp re se trata de tú y yo, de Pedro, Juan
desde luego, pro teger al productor torpe contra la competencia
y de todo s los demás, que somos, a un mismo tiempo, consu­
de su más eficiente rival. El favorec ido disfru ta entonces de
midores y productores.
aquellas ventajas que el mercado lib re tan sólo concede a quie­
El mercado es una inst itución social; es la institución social nes mejor supieron atender los deseos de los consumidores . ;¡
por exce!encia. Los fenómenos de mercado son fenómenos so­ La mejor satisfacción de estos últ imos, ha de verse perjudicada
ciales. Los correspo ndientes resultados, efectos provocados por !;
por fuerza en tal caso. Si sólo un productor o un reducido
múlt iples actuacion es ind ividu ales, que, sin embargo, difieren grupo de productores ob tiene el alud ido trato privilegiado, :1
de las personales actuaciones que los engendran, aparecen ante tales beneficiarios se lucran a costa de los dem ás . Ahora bien,
i
e! particular como hechos dados, que e! interesado, por si, no si se pretende privilegiar a todo el mund o por igual, entonces 11
puede alterar. No advierte, ciertamente, con frecuencia, el hom­ cada uno pierde, como consumidor, lo que gana en tanto pro­
bre que su personal actuación es un elemento más - aunque ductor. Es más, la comunidad entera se perjudica, por cuanto
mÍnimo- en ese complejo de circunstancias determin antes de la producción queda restringida, al impedirse que las gentes
los diferen tes tran sitor ios estados que e! mercado presenta. de mayor eficiencia actúen en aquellos sectores donde mejores
Considérase, por eso, con derecho a criticar los fenómenos de! servicios ofrecerían a los consumidores. Pu ede el consumidor ,
mercado, condenando en cuant o a los demás se refiere, con­ si lo considera conveniente y oportuno , pagar rmis por el trigo
ductas que considera totalmente justificadas cuando de sí mis­ nacional que por el extranjero o por las mercancías fabricadas
mo se trata. Censura la rudeza e inhumanidad del mercado y en talleres artesa nos o cooperativas. Si las caracter ísticas de

II
reclama la social regulación del mismo, al ob jeto de «humani­ tales productos le agradan más, nada le impide pagar precios

zarlo». Exige, de un lado, medidas que prot ejan al consumidor superiores por ellos. Bastarían en tales casos aquellas leyes qu e
1,
contra e! productor; pero, de otro, postula, aún con mayor prohíben la falsificación de etiquetas y marcas de origen para

vehemencia, que a él, como productor, se le proteja contra los .'


alcanzar aquellos objetivos perseguidos mediante decretar tari­

consumidores. Fruto de tales contradictorias pretensi ones es e! fas, implantar la legislación denominada social y conceder privi­

intervencionismo económico, cuyos exponentes más consp icuos ,


legios a la pequeña empresa. La verdad , sin embargo, es que los :1
fueron la Sozialpolitile de la Alemania Imp erial y e! New Deal
americano .
consumidores no proceden así. El que un producto Sea de I
importación no restringe la venta del mismo, si resulta mejor '1
Viejo error constituye e! suponer que es función del gober­
480 La Acción Hum ana El mercado 481

o más barato, o ambas cosas, que el nacional. Lo normal es que unidad de capital y traba jo invertido, más se obtiene, a otras
las gentes busquen siempre lo más económico, desentendiéndose zonas de inferior productividad. Las tarifas, consecuentemente,
de su origen y de las circunstancias personales del productor. por fuerza han de empobrecer a las gentes, nunca pueden enri­
El funda mento psicológico de esa política en favor de los quecer a la masa.
productores que hoy en día prevalece ha de buscarse en las El fundamento lógico, en última instancia, del moderno
torcidas doctrinas económicas imperantes. Proclaman dichos proteccionismo y del afán autárqu ico descansa en la errónea
idearios que el privilegio otorgado al productor menos eficiente suposición de que sirven para enriquecer a los nacionales o, al
para nada daña al consumidor. Tales medidas - aseguran sus menos, a su inmensa mayoría, empleándose el término enrique­
defensores- perjudican exclusivamente a aquellas personas cimiento para significar efectivo incremento en el ingreso per
--c-9 ntra quienes específicamente van dirigidas. Cuando, fina!­ capita y mejora del nivel general de vida. Cierto es que la polí­
mente; vense dialécticamente constreñidos a admitir que tam­ tica de aislamiento mercantil constituye corolario ohligado del
bién perjudican a los consumidores, rearguyen que esos daños deseo de interferir la vida económica del país, fru to engendra­
son más que compensados por el alza - nominal- de los sa­ do por las tendencias belicistas, a la par que factor que, a su
larios que las medidas en cuestión provocan. vez, desencadena aquel afán agresivo. Nunca habrían, sin em­
A tenor de estas ideas, en países euro peos predominante­ bargo, aceptado los electores la filosofía proteccionista si pre­
mente industriales, los proteccionistas se cuidaron, ante todo, viamente no se les hubiera convencido de que dicho ideario
de proclamar que las tarifas sobre los productos agrario s per­ no sólo no hace descender el nivel de vida, sino que considera­
judicaban exclusivamente a los terratenientes de los países blemente viene a elevarlo .
esencialmente agrícolas y a los importadores de tales mercan­ I mporta resaltar esto último, por cuanto permite invalidar
cías. Cierto es que dañaban a aquellos cuya produ cción anterior­ un mito propalado por muchos libros hoy de moda. Afírmase,
mente se exportaba a los países industrializados. No es menos en efecto, que al hombre moderno no le impele ya, como
cierto, sin embargo, que también perdían los consumidores de sucedía antaño, el afán de mejorar su bienestar material y ele­
los países pro teccionistas, ya que habían de pagar por los var su nivel de vida. Se equivocan los economistas cuando
artículos de alimen taci ón superiores precios. El pro teccionista
asegura que esto, en realidad, no supone carga alguna, pues ese
predican lo contrario. H oy en día, las gentes dan prioridad 1"'
a asuntos de índ ole «no económica» y «no racional», relegando
exceso pagado por el consumidor nacional incrementa los in­ a segundo término el progreso mater ial, cuando éste obstacu­
gresos del campe sino y su poder adquisitivo, invirtiéndose tales liza la consecución de aquellos otros ideales. Const ituye grave
sumas en mayores adquisiciones de aquellas manufactur as pro­ error, en el cual especialmente inciden economistas y hombres
ducidas por los sectores no agrarios de la población . El error de negocios, el examinar las realidades modernas desde un pun­
de tal paralogismo es fácil de refu tar mediante la conocida to de vista «económico», atacando a las ideologías imperantes ,
anécdota del individu o que pide unas monedas al tabernero, sobre la base de que éstas predican falacias económicas. Hav
1
1 '
asegurándole que tal entrega en nada le perjud icará, ya que el cosas que las gentes estiman en más que la pura y simple
solicitante piensa gastar la suma íntegra en su expendeduría. buena vida.
i
I
Pese a tan evidente realidad, la falacia proteccionista fuerte­ Difícil es reflejar de modo más inexacto la situación. Nues­
mente impresiona a la opinión púb lica; populares, en verdad, tros contemporá neos actúan impelidos por frenético afán de
son las medidas que dicho ideario inspira. Muchos son quienes diversiones, por desenfrenado deseo de gozar de todos los pla­
no advierten que, en definitiva, el proteccionismo sólo sirve ceres de la vida. Fenómeno social típico de nuestra época es el
para desplazar la producción de aquellos lugares donde, por grupo de presión, es decir , la asociación formada por gentes
31
482 La Acción Humana El mercado 483

que procuran fomentar su propio bienestar material, recurrien­ "Mi programa os hará tan ricos como las circunstancias permi­
do a medios cualesquiera, ya sean legales o ilegales, pacíficos tan, mientras que los otros idearios os sumirán en la pobreza
o agresivos. Al grupo de presión sólo le interesa incrementar y la miseria.»
los ingresos reales de los componentes del mismo. De todo lo Cierto es que algunos aislados intelectuales, en sus esoté­
demás se despreocupa. Nada le importa el que la consecución ricos círculos, hablan de modo distinto. Postul an la preerni­
de sus objetivos pueda vitalmente perjudicar a terceras perso­ nencia de unos llamados valores eternos y absolutos, aparen­
nas, a la nación o, incluso, a toda la humanid ad. Cada uno de tanda - en sus peroratas, que no en su conducta personal­
los aludidos grupos de presión, sin embargo, cuídase de justi­ desdeñar las cosas mundanas y puramente trans itorias. La gen­
ficar sus propias pretensiones asegurando que la consecuci ón te, sin embargo, no se interesa por tales actitudes. Hoy en
de las- mismas beneficiará al público en general, mientras vili­ día, la actividad política pretende, ante todo, incrementar al
pendia al oponente a quien califican de bribón, imbécil y dege­ máximo el bienestar material de los componentes del corres­
nerado traidor. En estas actuaciones despliégase un ardor cuasi pondiente grupo de presión. El político sólo puede triunfar
religioso. si logran convencer a suficiente número de que su programa es
Todos los partidos políticos, sin excepción, prometen a el más idóneo para alcanzar tal objetivo.
los suyos notable incremento en sus ingresos reales. A este De las medidas tendentes a proteger al productor frent e
respecto, no existe diferencia alguna entre nacionalistas e inter­ al consumidor , sin embargo, lo {mico que aquí interesa destacar
nacionalistas, entr e los defensores de la economía de mercado es el error económico que encierran .
y los partidarios del socialismo o del intervencioni smo. Cuando Con arreglo a esa filosofía actualmente tan en boga, que
el partido pide sacrificios por la causa, invariablemente destaca tiende a explicar todas las humanas realidades como fenómenos
que tal trib ulación constituye medio imprescindible, si bien psicopa tol ógicos, cahría decir que el hombre moderno, al recla­
puramente transit orio, para alcanzar la meta final, el incre­ mar protección paru el productor, con daño para el consumidor,
mento del bienestar material de los correligionarios. Cualquier viene a ser víctima de una especie de esquizofrenia. No advierte
partido considera insidiosa maquinación urdida por gentes mal­ que él es persona única e indivisible, individuo que, como tal,
vadas para minar su prestigio y pervivencia el poner en duda resulta, al tiempo, tan consumidor como produc tor . Su con­
la idoneidad del propio programa por lo que atañe a mejorar ciencia se desdohla en dos sectores; su mente se divide en
el nivel de vida de sus seguidores. Por eso, los políticos odian intestina pugna. Poca trascendencia tiene, ciertamente, e! que
mortalmente a aquellos economistas que osan formular tales adoptemos o no tal terminología para demostrar e! error econó­
objeciones. mico que encierran las doctrinas examinadas, pues no interesa
Toda política favorecedora del productor frente al consu­ ahora investigar la patológica lacra que posiblemente dé lugar
midor pretende ampararse en su idoneidad para elevar el nivel al error de referencia; pretendemos tan sólo examinarlo y resal­
de vida de quienes la sigan. El pro teccionismo y la autarquía, rar su carencia de fundamentación lógica. Lo que importa es des­
la coacción sindical, la legislación laboral, la fijación de salarios enmascarar el error mediante el raciocinio. Sólo después de evi­
mínimos, el incremento del gasto público, la expansión credi­ denciar la inexactitud del aserto de que se trate, puede la
ticia, las primas y los subsidios, así como múltiples otras medio psicopatología calificar de morboso aque! estado mental que
das análogas, aseguran sus defensores, constituyen el único o, lo originó. Si cierta persona afirma ser rey de Siam, lo primero
por lo menos, el mejor medio de incrementar los ingresos reales que el psiqu iatra debe aclarar es si efectivamente lo es :o no.
de aquellos electores que les escuchan. Todos los actuales polí­ Unicamente en el segundo caso resultará lícito calificar de loco
ticos y gobernant es, invariablemente, predican a sus auditorios: al interesado.
484 La Acción Humana El mercado 485

La mayor parre de nuest ros conte mporáneos gravemente común . Ha de seguir los gustos y hablar el lenguaje de la mu­
se equivoca al enjuiciar el nexo productor-consumidor . Al como chedumbres. Po r eso es vocinglera, escandalosa, burda, exage­
prar, proceden como si no tuvieran más relaciones con el merca­ rada, porque la gente no reacciona ante la delicada insinuación.
do que las de comprador y viceversa, cuando se trata de vender. Es el mal gusto del públic o lo que obliga al anunciante a des­
En tanto en cuant o compradores, reclaman severas medidas plegar idéntico mal gusto en sus campañas. El arte publicitario
que les amparen frente a los vendedores; como tales vende­ deviene rama de la psicología aplicada, disciplina próxima a la
dores, en cambio, exigen la adopción de medidas no menos pedagogía.
drásticas contra los compradore s. Esta antisocial conducta, que La publicidad, al igual que cuant o pretende acomodarse al
pone en peligro los propios fundamentos de la cooperación gusto de las masas, repugn a a las almas que se estiman refina
humana, no es, sin embargo, fruto de mentalidad patológica. das. Muchos, por eso, menosprecian la propaganda comercial.
Viene, al con trario, engendrada por ignorancia e impericia que Los anuncios y tod os los demás siste mas de publicidad son re
impiden a las gentes perca tarse de cómo funciona la economía cusados por en tenderse constituyen uno de los más desagra
de mercado y prever los result ados finales que su proceder , por dables subpro ductos que la compe tencia sin trabas engendra.
fuerza, ha de provocar . La propaganda debería prohi birse. Los consumidores habrían
Cabe admitir que la inmensa mayoría de los hu manos no de ser ilustrados por técnicos imparciales; las escuelas públicas,
está, mental ni intelectu almente, adaptada a la sociedad de la prensa «no partidista» y las cooperativas podría n cumplir
mercado, pese a que fue su actu ar y el de sus inmed iatos ante­ tal función.
pasados la fuerza que estructuró tal sociedad. Tal inadaptació n, El restringir el derecho del comerciante a anunciar sus mer­
sin embargo , es fruto exclusivamente engendrado por la inca­ cancías implica, sin embargo, coartar la libert ad de los consu­
pacidad de las gentes para advertir los errores que las falsas midores de gastarse el dinero de conformidad con sus propios
filosofías encierra n. deseos y preferencias. Impediríaselcs a éstos, en tal caso, alcan­
zar cuanto conocimient o puedan y quie ran adquirir acerca del
estado del mercado y de aquellas circunstancias que consideran
13. ' L A PR OPA GANDA CO MER CIAL de int erés al decidirse o abstenerse de comprar. Sus decisiones
no dependerían ya de la personal opinión que les mereciera la
El consumidor no es omnisciente . No sabe, a menudo, valoración dacia por el vendedor a su producto; hab rían de
dónde encon trar 10 que busca al precio más barato posible. fiarse de ajenas recomendaciones. Tales mentores, es posible,
Muchas veces incluso ignora qué mercancía o servicio es el les ahorrarían algunas equivocaciones. Pero, en defin itiva, los
más idóneo para supri mir el específico molestar que le ator­ consumidores hallaríanse sometidos a la tut ela de unos guar­
ment a. El consumidor únicamente conoce las circunstancias dianes. Cuando la publicidad no se restringe, los consumidores
que, en el inmediato pretérito, registró el mercado. De ahí qu e aseméjanse al jurado que se informa del caso escuchando a los
constituya misión de la prop aganda comercial el brindar le in­ testigos y examinando directamente los demás medios de pru e­
formación acerca del actual estado de cosas. ba. Por el contrario, al coartarse la publicidad, la condición de
La propaganda comercial tiene que ser chillona y llamativa, aquéllo s es similar a la del jurado que se limitara a escuchar
pues su objetivo es atraer la atención de gentes rut inarias, des­ el inform e que un funcionario judicial le pudiera facilitar acerca
pertar en ellas dorm idas inquietudes, inducirlas a innovar , del resultado que, en opinión de este últ imo, arrojaban las
abandonando lo tradicional, lo superado y trasnochado. La pu­ probanzas por él practicadas.
blicidad , para tener éxito, debe acomodarse a la mentalid ad Consti tuye error harto extendido el suponer que una pro­
486 La Acción Hum ana El mercado 487

paganda hábilmente dirigida es capaz de inducir a los consu ­ Muy distinto resulta el planteamiento cuando se trata de
midores a comprar todo aquello que e! anunciante se proponga. realidades que no pueden ser experimentalmen te comprobadas.
El consumidor , a tenor de tal leyenda, hállase completamente La experiencia de nada sirve en orden a demostrar o refutar
indefenso ante una publicidad enérgica. El éxito o el fracaso los asertos de la prop aganda religiosa, metafísica o política .
en el mundo mercantil dependería exclusivamente de! element o Con respecto a la vida ult raterrena y a lo absoluto, nada puede
publicitario. Nadie se atrevería, sin embargo, a afirmar que el hombre mortal saber exper imentalmente. En política, las
publicidad alguna habr ía podido proteger a los fabricante s de experiencias ref i éren sc siempr e a fenómenos complejos, suscep­
cirios y velas ante la competencia de la bombilla eléctr ica, a los tibIes de las más diversas interpret aciones; s610 el razonamien­
coches de caballos ante los automóvile s y a la plu ma de ganso, to apriorístico sirve de guía cuando de doctrinas políticas se
primero ante la de acero y después ante la estilográfica o e! trata. D e ahí que constituy an mund os tota lmente distintos el
bolígrafo. Quienquiera admit a estas eviden tes realidade s for­ de la propagand a política y el de la propaganda comercial, inde­
zosamente habrá de conceder que la calidad del producto anu n­ pendientemente de que ambas con frecuencia recurran a idén­
ciado.Influye de modo decisivo en e! éxito de toda campaña ticas técnicas.
publicitaria. No resulta, siendo ello así, lícito afirmar que la Existen num erosas lacras y malestares que ni la técnica ni
publicidad constituya simple ardid destinado engañar a almas la terap éut ica actual logran remediar. H ay enfermedades incu­
cándidas. rables, hay defectos físicos inmodificables. Es, desde luego , la­
Puede, desde luego, el anuncio inducir a alguna persona a mentable que determ inadas gentes pretendan explotar las mise­
adquirir determi nado artículo que no habría compr ado si hu­ rias del pró jimo ofreciéndoles curas milagrosas. T ales filtro s,
biera sabido, de antemano , las condiciones de! mismo. Pero evidentemente, ni rejuvenecen a los viejos ni embellecen a la
mientras la publicidad sea lib re para todos los que entre sí que nació fea. No sirven m ás que para despert ar esperanzas,
compiten, aquellos productos que resulten más del gusto de pron to desvanecidas. En nada se perjudicaría la buena opera­
los consumidores, en definitiva, pre valecer án sobre los que lo ción del mercado si las au toridades prohibieran esas propa·
sean menos, cualesquiera que fueren los sistemas de propagan­ gandas, cuya verelad no cabe atestiguar recurri endo a los mé­
da empleados. Igua l puede servirse de trucos y ar tificios publi­
todos de las ciencias natura les experimentales. Sin embargo,
citarios e! vendedor de la mercancía mejor que quien ofrece el qu ien pretenda otorgar al gobernante tales funciones no sería
producto peor . Sólo al primero, sin embargo, aprovecha la cali­
consecuente consigo mismo si se negara a conceeler igual trato
dad superior de su artículo.
a los asertos de las diferent es iglesias y sectas. La lihe rtad es
El efecto de la propaganda comercial sobre el públi co viene
indivisible. En cuanto se comienza a coartarla, lánzase el actor
condicionado por la circunstancias de que e! comprador, en la
por pendient e en la que es difícil detenerse. Q uien elesee dar
inmensa mayoría de los casos, puede personalmente comprobar
al estado facultades para gara ntizar la cer teza de lo que los
la bondad del producto anunciado . El ama de casa que prueba
una cierta marca de jabón o de conservas decide, a la vista de anuncios ele perfumes y dentífricos pregonan no puede luego
su propia experiencia, si le interesa o no seguir compra ndo y negar a las autoridades idé ntico privilegio cuando se trata de
consumiendo dicha mercancía. De ahí que la publicidad sólo atestiguar la verdad de temas de mucha mayor trascendencia,
compense si la calidad del artículo es tal que no induce al cuales son los referentes a la religión, la filosofía y la ideología
adquirente a dejar de comprarlo en cuanto lo prueba . Hoy social.
en día se acept a universalmente que sólo los produ ctos bu enos Es falsa aquella idea según la cual la propaganda comercial
merecen ser anunciados . somete a los consumidores a la voluntad de los anunciantes.
488 La Acci6n Humana El mercado 489

Publicidad alguna puede impedir la venta de las mejores y más parando éstas de las demás economías nacionales. Pero ni en
baratas mercancías. inglés ni en francés llegó a plasmarse un térm ino equivalente
Los gastos publicitarios, desde e! punto de vista del anun­ al de Volkswirtschaft. El ideario que este vocablo alemán en­
ciante, constituyen un sumando más entre los d iferentes costos cierra, al amparo de las modernas filosofías planificadoras y
de producci ón. El comerciante gasta su din ero en propaganda aut árqu icas, se hizo popular en todas partes. Sólo en alemán,
en tanto considera que el corres pondiente aumento de las ven­ sin embargo, resulta posible expresa r, mediante una sola pala­
tas incrementará sus beneficios netos. En este sentido, no bra, toda la serie de conceptos en cuestión.
existe diferencia alguna entre los costos de la publicidad y los Por Volkswirtschaft se en tiende el complejo que forman
restantes costos de producci ón . Se ha pretendido establecer tod as las actividades económicas de una nación sobera na, en
una distinción entre costos de producción y costos de venta. tanto en cuanto e! gobe rnante las dirige y controla . Es un
El incremento de aquéllos, se ha dicho, amplía la producción ; socialismo practicado en el ámbito de las fron teras políticas de
por el cont rario, los mayores costos de ven ta (incluidos los cada país. Cuando sus partidarios se refiere n a la Vo lkswirts­
gastos publicitarios ) increment an la demanda v. El aser to es cbajt, cónstales que la realidad no conforma con los supuestos
erróneo . Lo que se busca a través de todos y cada uno de los que ellos imaginan y que consideran conven ientes y deseables.
costos de producción es ampliar la demanda. Cuando e! fabri­ Enjuician, sin embargo , todos los fenómenos de la economía
cante de caramelos recur re a materias primas de mejor calidad, de mercado a la luz de su ideal. Parten de! supuesto de que
pretende ampliar la dema nda de sus golosinas, exactamente existe irreconciliable conflicto de inte rés entre la Vo!kswirts­
igual que cuando decide una envoltura más atractiva, dotar chaft y e! egoísmo de! par ticular que siempre busca la ganancia
a sus expendedurías de det alles más acogedores o invertir ma­ personal. No dudan de que debe prevalecer e! interés de la
yores sumas en anuncios. Todo incremento de! costo unitario Volkswirtschaft sobre el de los individuos. La perso na honrada
de producción efectúase con miras a ampliar la demanda. El debe anteponer siempre los intereses volkswirtschaftliche a los
industrial, para ensanchar su mercado, se ve obligado a incre­ suyos egoístas. Libre y voluntariamente debe actuar como si
mentar los costos totales de producción , lo cual, frecuente­ fuera un funcionario público en acto de servicio. Gemeinnutz
mente, da lugar a que se reduzca el costo unitarío del bien geht vor Eigennutz (e! interés naciona l debe privar sobre e!
fabricado . egoísmo particular ) fue la norm a fundamental de la gestió n
económica nazi . Comoqu iera que la torp eza y maldad de las
gentes impíde!es atenerse a tal ideario, compete al gobierno
14. L A « VOL KSW IRTSCHAF T» int ervenir coactivamen te para que sea respe tado . Los príncipes
alemanes de los siglos XVII y XVIII , pri ncipalmente los electores
Para la economía de mercado, en principio, no existen fron­ Hohenzollern de Brandenbu rgo y los reyes de P rusia, hallá­
teras políticas. Su ámbito es mundíal. banse convencidos de que tal era su misión. Durante e! si­
El término Vo lkswirtschaft fue tiempo ha acuñado por los glo XIX, las ideologías liberales importadas del Oeste llegaron ,
parti darios de la omnipotencia estatal en Alemania. I ngleses hast a en Alemania, a inducir a las gen tes a abandonar aquella
y franceses sólo bastant e más tarde comenzaron a hablar ele la filosofía nacionalista y socializadora tan acredi tada y conforme
Britisb economy y de l'économie [rancaise, distinguiendo y se­ con la naturaleza. La implant ación de la Sozialpolitik de Bis­
marck y sus sucesores y, últimamente, e! triun fo del nazismo,
'ZI Vid. Chamberlin, Tbe Theory 01 Monopolislic Competinon, págs. 12.3 y si­ felizmente permitió la restauración de los aludidos idearios,
guientes, Cambridge, Mass., 193.5. Los in tereses de cada Vo lk swirt schaft están en implacable
490 La Acci611 Humana El mercado 491

conflicto no sólo con los personales de los particulares, sino Los problemas que en torno al socialismo y al inte rvencio­
también con los de toda otra extranjera Volkswirtschaft. La nismo se suscitan serán abordados más adelante. De momento,
máxima perfecci ón en una Volkswirtschaft es la plena autarquía sólo nos interesa examinar si de algún modo la V olkswirtschaft
económica. La nación que, por sus importaciones, depende del resulta compatible con la economía de mercado. Porque los
extranjero jamás gozará de independencia económica; su sobe. partidarios de la Volkswirtschaft jamás suponen que su ideario
ran ía será pura ficción. Cuando un país no puede producir, por constituya meramente un programa social para implant ar ma­
razones físicas, cuantas mercancías precisa, forzosamente ha de ñana. Aseguran, por el contrario, que, aun bajo un régimen de
lanzarse a la conquista de los territorios necesarios. Para ser, economía de mercado --degradado y pervertido fruto de polí­
en verdad, soberana e independiente, una nación ha de dispo­ tica totalmente contra rio a la verdadera naturaleza humana­
ner del Lebcnsraum , es decir, de un territorio lo suficiente­ las diversas Volkswirtschaften nacionales constituyen unidades
mente extenso y rico en recursos naturales para poder subsistir independientes cuyos respectivos intereses hálJanse en irrecon­
autá rquicamenrs con un nivel de vida no inferior al de ningún ciliable pugna. Lo que separa y aísla a cada Volkswirtschaft
país. "'--, de las demás no son meras instituciones políticas, como qui­
El concepto de-Ja V olkswirtschaft significa desconocer, sieran hacernos creer los economistas. No son las barreras mi­
enteramente, los principios en que se basa la economía de gratorias y comerciales arbitrad as por e! intervencionismo esta­
mercado. El ideario en cuestión, sin embargo, ha informado la tal, ni tampoco la discriminación legislativa, ni la distinta pro­
política del mundo durante los últimos decenios. La plasma. tección concedida a unos y a otros por los tribunales y los
ción práctica de tal filosofía desencadenó las tremendas guerras organismos judiciales, lo que hace se diferencie e! comercio
de nuestro siglo y, con toda probabilidad, encended en el futu ­ interior de! exterior. Tal disparidad, por e! contrario, es con­
ro nuevas conflagraciones aún más pavorosas. secuencia fatalmente provocada por la propia natu raleza de las
Desde el principio de la historia humana, esos dos contra. cosas, insoslayable realidad que ideología alguna podrá jamás
puestos idearios, el de la economía de mercado y el de la suprimir, que provoca sus típicos efectos, tanto si la ley, los
Volkswirtscha ft, se han combatido. El estado, es decir, el gobernan tes y los jueces reconocen su existencia como si no.
aparato social de fuerza y coacción, constituye imprescindible La Volkswirtschaft es un fenómeno natu ral; la economía mun­
presupuesto de la cooperación pacífica. La economía de merca. dial (Weltioirtscbait ), por e! contrario -la universal y ecu­
do no puede funcionar si no existe una institución policial que, ménica asociación humana- no es más que pálido fantasma
mediante el recurso a la violencia o simplemente con la amenaza arbitrado por errónea filosofía tendente a la destrucción de
de emplearla contra los perturbadores del orden, logre salva. nuestra civilización.
guardar la operación de tan delicado mecanismo. Esos impres­ La verdad, sin embargo, es que las gentes, al actuar, al
cindibles funcionarios y sus armados dependientes sienten, sin proceder, ya sea como productores o como consumidores, como
embargo, de continuo la tentación de recurrir al poderío de vendedores o como compradores, jamás diferencian e! mercado
que disfrutan para implantar su prop ia dictadura totalitaria. interior de! exterior. Los costos de! transport e, desde luego,
Para el rey o el generalísimo, embriagados de ambición, el que dan lugar a que se advierta disparidad entre el comercio pura­
algún aspecto de la vida de sus súbditos quede fuera de la mente local y e! que haya de practicarse con otras plazas. Cuan­
regulación estatal constituye abierto desafío. Príncipes, gober­ do la interferencia estatal, mediante aranceles, por ejemplo,
nantes y generales de modo libre y espontá neo jamás fueron encarece las tr ansacciones internacionales, e! mercado pondera
liberales. Liberalízanse sólo cuando los súbditos a ello les cons­ tal realidad idénticamente a como toma en consideración cual­
triñen. quier variación en e! costo de! transporte. Una tarifa aduanera
492 La Acción Human a El mercado 493

sobre el caviar tiene la misma trascendencia que un aumento sus miembros hayan de renunciar a los beneficios que de la
en e! precio de! transporte. El prohibir totalm ente la impor­ división int ernacion al del tr abajo podrían deriv ar constituye
tación de caviar provoca un estado de cosas idéntico al que mera circunstancia accidental. Sólo si, en esa aislada comu­
surgid a si el transporte perjudicara el caviar hasta el punto de nidad, se implant ara un régimen socialista, la aludida economía
no poder consumirse. de mercado quedaría tr ansform ada en una Volkswirtscha/t.
Occidente jamás conoció la autarquía nacional o regional. Cegadas por la pro paganda de! mod erno neomercantilismo,
Hubo épocas en las cuales la división del trabajo quedaba cir­ las gentes emplean vocablos incompatibles con sus propias
cunscrita a la economía familiar. Hubo familias y tribus autár­ actuaciones y con las circunstancias típicas del orden social en
quicas que desconocían e! intercambio interpersonal. Sin em­ que viven . Hace mucho qu e los ingleses empezaron a calificar
bargo, tan pronto como este último apar eció, de inmediato de «nuestras » las fábricas y las explotaciones agrfcolas ubicada s
desbordó las fronteras políticas. El intercambio con los habi­ en Gran Bretaña e incluso las situadas en los dominios, las
tantes de remotas regiones, con los miembros de extrañas tri­ Indias Orientales y las colonias. Ningún inglés, sin embargo,
bus, poblaciones o comunidades polí ticas precedió al inter­ salvo que deseara impresiona r a los demás por su fervor nacio­
cambio entre los propios miemh ros de tales entidades. Las nalista, ha estado jamás disp uesto a pagar más por las mercan­
cosas que a las gentes, ' mediante e! comercio y e! tru eque, en cías producidas en «sus» fábricas que por las producidas en
primer lugar, interesóles'-adquirir eran ob jetos que ellas mis­ las «ajenas». Es más; aun cuando volu nt ariamente procediera
mas, con los recurs os que tenían disponibles, no podían pro­ de tal suerte, el considerar «suyas» las explotaciones situadas
ducir. Las mercancías inicialmente comerciadas fueron la sal, dentro de las fronteras políticas de su patria seguiría careciendo
así como otros minerales y metales cuyos yacimientos se hallan de lógica. Porque , ¿qué sentido, por ejemplo, tenía la expre­
desigualmente distribuidos sobre la superficie de la tierra; ce­ sión del londinense, antes de la nacionalización, cuando deno ­
reales imposibles de cultivar en el suelo autóctono; artefactos minaba «nues trasx las minas inglesas, que no eran de su pro­
que sólo los habitantes de ciert as regiones sabían construir. El piedad , y calificaba de «ajenas» las de Ruhr? Tanto por el
comercio surge como comercio exterior. Es sólo más tarde carbó n «inglés» como por el carbó n «alemán» había de pagar
cuando aparece e! comercio interior entre vecinos. La cerrada íntegro el correspo ndie nte precio de mercado . No es «América»
economía doméstica comenzó a abrirse al intercambio interper­ la que compra champaña a «Fra ncia»; es cierta persona estado­
sonal para adquirir mercancías p rovenientes de lejanas regiones . unid ense quien , invariab lemente, 10 compra a específico francés.
Consumidor alguno preocupóse jamás de si la sal o los metales Mient ras sub sista, por pequeño que sea, un margen de lib re
que le interesaban eran de procedencia «nacional» o «extran­ actuación individual, mientr as perviva cierta propiedad privada
jera». No habrían tenido necesidad, en otro caso, los gobe r­ y haya intercambio de bienes y servicios ent re las gentes, la
nantes de interven ir, mediante aranceles y demás t rabas, el Volkswirtschaft no puede aparecer. Como entidad real, sólo
comercio exterior. emergerá cuando la libre elección de los individuos sea susti­
Pero aun cuando e! gobernante llegara a imponer insalva­ tuid a por pleno dirigismo estatal.
bles barreras mercantiles, que por completo aislaran el merca­
do nacional de! extranjero, instaurando en e! país, plena autar­
quía, no por ello quedaría implantada la V olkswirtscha/t. Una
economfa de mercado, aun siendo perfectamente autárquica, no
deja, a pesar de todo, de ser economfa de mercado; deviene,
en tal caso, aislado e incomu nicado sistema cataláctico. El que
CAPITULO XVI

Los precios

1. LA F ORMACIÓ N DE LO S PR E CIO S

Cuando dos personas que, de ordinario, no mantienen rela­


<,
ciones mercantiles, en ocasional acto de trueque, intercambian
ent re sí bienes corrientemente no negociados, sólo dentro de
amplios márgenes cabe prever la correspondiente razón o tipo
de intercambio. La cata láctica, es decir, la teoría de los tipos de
intercambio y de los precios, no puede, en tales supuestos ,
deter minar, dentro de ese amplio margen, cuál será e! módulo
de intercambio que los interesados, en definitiva, adoptarán.
Lo único que la ciencia puede asegurar es que el intercambio
tan sólo será perfeccionado si cada uno de los contratantes va­
lora en más lo que recibe que lo que entrega.
La reiteración de individuales actos de intercambio va,
paso a paso, engendrando el mercado, a medida que progresa
la división del trabajo dentro de una sociedad basada en la
propiedad privada. Comoquiera que todo el mundo, cada vez
en mayor grado, se dedica a producir para el consumo de los
demás, las gentes se ven forzadas a incrementar sus respectivas
compras y ventas. La multiplicación de los actos de intercam­
bio y la ampliación de! número de personas que ofrecen y
demandan una s mismas mercancías reduce e! margen que sepa­
ra las mutu as valoraciones. La aparición del cambio indirecto
y la ampliación del mismo gracias al uso del dinero, dan lugar
a que, en todo intercambio, quepa distinguir dos operaciones:
una compra y una venta. Lo que para una de las partes es
venta para la otra es compra. La divisibilidad del dinero, ilimi­
496 La Acción H umana Los precios 497

tada a efectos prácticos, permite precisar, con la máxima juste­ admitir tal uniformidad en e! conocimiento y en la interpre­
za, esos tipos de intercambio que todo e! mundo expresa me­ tación exacra de las variaciones acaecidas en e! mercado. Un
diante precios monetario s. Quedan éstos plasmados entre már­ ángel, obligado sería suponer, informaba a cada sujeto de los
genes muy estrechos; de un lado, las valoraciones de! comprador cambios registrados, indicándole, además, cómo podría ajustar
marginal y las de! ofert ante marginal que se abstiene de vender mejor su personal conducta a tales variaciones. Lo cierto es
y, de otro, las valoraciones de! vendedor marginal y las del que e! mercado que la catal áctica estudia hállase formado por
potencial comprador marginal que se abstiene de comprar *. personas cuya información acerca de las mutaciones ocurridas
Las actuaciones de empresarios, promotores, especuladores es dispar y que, aun poseyendo idénticos conocimientos, los
y negociantes en futuros vienen a concatenar e! mercado. La interpre tarían de modo diferente. La propia operación de! mer­
catal áctica, sin embargo - afirman algunos- , parte de un su­ cado atestigua que los cambios de datos sólo por unos pocos
puesto erróneo que pugna con la realidad: quiere, en efecto, son percibidos y que, además, no hay unanimidad cuando se
suponer que todos los que en el mercado operan tienen infor­ trata de prever los efectos que tales variaciones provocarán.
mación plena de cuantos datos mercantiles interesan, de tal Los más inteligentes y atrevidos abren la marcha; los demás
suerte que, en sus compras y ventas, aprovechan siempre las les siguen después. Aquéllos, más avispados, aprecian las mu­
circunstancias más favorables. Cierto es que hubo economistas dadas circunstancias con superior precisión que los otros, de
que creyeron que en tal supuesto se basaba la teoría de los mayor torpeza, lo cual permite a los primeros prevalecer. El
precios. No advertían lo distinto que un mundo poblado con economista jamás debe olvidar que la innata o adquirida dispa­
hombres de una misma ciencia y perspicacia sería de este nues­ ridad de las gentes hace que logren unos adaptarse mejor que
tro universo real, que es, a fin de cuentas, e! único que todo otros a las condiciones de su medio ambiente.
economista desea llegar a comprender y explicar mediante las No son los consumidores ni tampoco los propietarios de los
diferentes teorías económicas, sin advertir siquiera que ni ellos medios de producción - tierra, bienes de capital y trabajo-,
mismos, al estudiar los precios, admitían supuesto tan inacep­ sino ágiles y especulativos empresarios, quienes mueven el
table. mercado al buscar el lucro personal en las diferencias de pre­
Bajo un sistema económico en e! cual todo el que actuara cios. Más perspicaces y de mayor viveza que el resto, los ern­
pudiera columbrar con plena exactitud la situación del merca­ presarios vigilan la aparición de toda posible fuente de benefi­
do, los precios instantáneamente acomodaríanse a las muta­ cios. Compran donde y cuando consideran que los precios están
ciones que las circunstancias experimentaran. Sólo presupo­ demasiado bajos; venden donde y cuando estiman que los pre­
niendo la intervención de factores sobrehumanos sería posible cios están demasiado altos. Abordan a los poseedores de fac­
tores de producción y, al competir entre sí, van provocando
"'" Mises, en este pasaje, supone bien conocida del lector la, hasta hoy. irrefu­
e! alza de los aludidos factores hasta alcanzar el nivel que
table teoría bohm-bawerkiana sobre la formación de los precios, en función de los corresponda con el futuro precio previsto para la mercancía
personales juicios valorativos de quienes efectivamente en el mercado actúan, basada que piensan ofrecer. Abordan también a los consumidores e,
en el gran descubrimiento neoclásico, tantas veces ya mencionado, de que ambas igualmente, la competencia entre ellos hace bajar los precios
partes, en todo intercambio libremente pactado, por fuerza han de salir gananciosas, de los bienes de consumo en el grado necesario para que pue­
valorando siempre cada una de ellas en más lo que recibe que lo que da. Dicha
suposición indúce1e al autor a eludir aquí la correspondiente explicac ión didáctica.
dan ser vendidas todas las existencias. Ese especular, siempre
Vid. EUGEN VON BOHM-BAWERK, Capital and Lnterest, volumen segundo, Positive en busca del lucro, es la fuerza que mueve al mercado y la que
Theory o/ Capital, particularmente el libro tercero. Value and Price, cap. II ; Liber­ impulsa la producción.
tarian P ress, South Holland, Illinois, 1959 . (N. del T') Hállase el mercado en constante agitación. El modelo de
32
498 La Acción H umana Los precios 499

una economía de giro uniforme jamás se da en el mu ndo de cios. Los comerciant es interesados, sin emb argo, no se enga ñan ;
la realid ad . Nun ca la suma de los precios de los dive rsos [ac­ saben perfectamente por qué no se lucran aprovec hando tales
tares complem entarios de producción. desco nta ndo el elemento diferencias.
tiempo. llega a igualarse - sin que sea prev isible próximo carn­ Las estadísticas abordan estos asuntos con enorme ligereza.
bio de situación- con el precio de la mercancía terminada. Cuando tropiezan con disparidades en tre dos ciud ades o países.
Siempre hay beneficios aguardando a alguien. La posibilidad en lo tocante a los precios al por mayor de det erminadas mero
de lucro encandil a de cont inuo al especu lador. canelas, diferencias qu e el transport e, los aranceles o los im­
La imaginaria con strucción de la economía de giro unifor­ puestos no justifican, acaban simplemente concluyendo qu e el
me constituye instrument o mental que nos ayuda a comprender poder adquisitivo del dinero y el «nivel» de los precios es
el origen de las pérd idas y las ganancias empresariales. Ta l dispar en amb as localidad es ' . Partiendo de tales cifras es ta­
construcción. sin embargo, de nada nos sirve cuand o de com­ dísticas, lánzanse las gentes a arbitrar fórmul as monetarias que
prender la formación de los precios se trata. Los pr ecios finales supriman dicha s desiguald ades. Pe ro la ver dadera causa de las
que dicha imaginaria construcción registra jamás coinciden con diferencias jamás pu ede ser de índole moneta ria. Si los precios.
los prec ios de mercado. N i el empresario ni nadie que en la en amba s localid ades. cotízanse en la misma moneda, resulta
escena económica actúe guiase por fantasmagorías tales como forzoso averi guar qué es lo que impide a los comerciantes lan­
los precios de equil ibri o o las economí as de giro unifor me. zarse a aquellas lucrati vas operaciones que fata lmente harían
Los empresarios ponderan sólo el fut uro precio por ellos pre­ desaparecer tal disparid ad de precios. N i aun exp resá ndose los
visto; jamás se preocupan por p recios finales o en equilibrio. precios en valutas disimilares var íasc el plant eamiento. E n
Adv ierten discrepancias entre los prec ios de los facto res como efecto , las cotizaciones de las distintas monedas tienden hacia
plementar ios de producci ón y el futu ro precio que creen podrá n tipos que impiden nadie se lucre aprovechando las diferencias
cobrar por la mercancía term inada. lanzándose a aprovechar la que los precios de los productos puedan registr ar . Cuand o,
aludida diferencia. Tales actuaciones empresa riales acabarían entre dos plazas. esas diferencias de precios a qu e venimos
implantando una economía de giro uniforme si no fuera por aludiendo persi sten de modo permanente, corres pond e a la
las ulteriores var iaciones que las circunstancias del mercado economía descriptiva y a la historia económica inv estigar las
registran. barreras institucionales que impiden a las gentes concertar aquc ­
La actividad emp resarial desata, en todo e! ámbito mercan­ Has transacciones que prov ocarían la igualaci ón de los precios.
til, un a tendencia a la igualación de los precios de tod as las Los precios que conocemos son exclus ívamen te precios
mercancías idénticas entre sí, descontados siempre los gas tos pretéritos, meras realid ades que la historia económica recoge.
de transporte, así como el tiempo que éste pueda requerir. Toda Cuando hablamos de precios actual es tácitamente presupone­
diferencia que entre dichos precios pueda registrar se (si no mos que los precios del inmedi ato fut uro coincid irán con los
result a meramente transitoria hallánd ose condenada a desapa­ del más próximo pasado . Cuanto, en cambio. de precios fu tu-
recer a causa de la propia actuación emp resarial) es siempre
fru to de específicos obs táculos opuestos a aquella natural ten­
I En la práctica, no es raro que esa diferencia de precios registrada por la esta­
dencia igualatoria, H ay alguna corta pisa que a quienes persi­
dística sea s610 aparente. Las respec tivas cotizaciones a veces aluden a calidades
guen cllucro impide actuar . El obse rvado r que no conozca a distintas de un mismo artículo. B ay ocasiones también en las que, de acuerdo con
fondo las particulares circunstancias de! correspondiente mer­ usos mercantiles locales , los correspondientes precios comprenden gastos de embao
cado posiblemente no logre adverti r cuáles sean las barreras laje, pago al contado o a plazo y ot ras múltiples circunstancias que en el precio
institucionales que frenan y estorban la igualación de los pre- que se compara no han sido comprendidas.
500 La Acción Hu mana Los precios 501

ros digamos, jamás puede otra cosa ser que conclusiones a las el teórico no pueda, por razones materiales, operar con los ver­
que, menta lmente ponderando eventos futuros, hemos llegado. daderos datos que int eresan, para después relacionarlos conve­
La historia económica tan sólo nos dice que, en determi­ nientemente en series homogéneas deduciendo verdaderos
nada fecha y en cierto lugar, dos sujetos, A y B, intercambiaron promedios. El afán por operar matemáticamente induce a los
una especifica cantidad de la mercancía a por un concreto nú­ estadísticos a pasar por alto la heterogeneid ad de las cifras
mero de unidades moneta rias p. Cuando de tal acto de compra­ manejadas. El que una empresa, en cierta época, vendiera deter­
venta deducimos el precio de mercado de la mercancía a, nos minado tipo de zapatos a seis dólares el par constituye mera
amparamos en comprensión teórica, de base apriorística. Dicha realidad histórica. Por complejos que sean los sistemas al efecto
comprensión nos hace ver que, en ausencia de factores que empleados, los estudios acerca del movimient o general de los
provoquen alteración, los precios efectivamente pagados en un precios de los zapatos ent re 192 3 y 1939 siempre serán de
mismo tiempo y lugar por idénticas cantidades de determinada índole conjetural.
merca ncía se igualan entre sí, es decir, tienden hacia un mismo La cataláctica demuestra que la actividad empresarial pre­
precio final. Los verdaderos precios de mercado, sin embargo, siona para que desaparezca toda disimilitud en los precios que
jamás llegan a coincidir con ese precio final. Los diversos pre ­ una misma mercancía pueda registrar, siempre y cuando dicha
cios de mercado que conocemos engendráronse bajo circuns­ diferencia no venga impuesta por gastos de transporte o barre­
tancias especificas. Y desde luego, no cabe confu ndir el precio ras institucionales. Experiencia alguna jamás ha contradicho tal
medio de los mismos deducido con aquel repet ido precio final. teorema. Nulo valor científico, a estos efectos, tiene la arbi­
Sólo con respecto a bienes fungibles, negociados en merca­ traria manipulación de cifras heterogéneas.
dos regulares, en lonjas de contratación, cabe admitir, al com­
parar precios, que éstos se refieren a productos de calidad
idéntica. Fuera de tales casos y del de me rcancías cuya homo­ 2. VA LORACI ÓN y JUSTIP RECIO
geneidad puede precisamente atestiguarsc por métodos técnicos,
al cont rastar precios, constituye grave error despreciar las dife­ Son los juicios de valor del consumidor, en última instanci a,
rentes calidades del producto en cuestión. Aun en el comercio lo que determina los precios. Es el valorar y preferir a a b lo que
al por mayor, de fibras textiles, por ejemplo, esas diferen tes los engendra . Constituyen, indudablemente, fenómenos socia­
calidades son de trascendencia suma por lo que al precio se les, por cuanto son resultante del mutuo efecto provocado por
refiere. De ahí que al comparar entre sí los precios de bienes las respectivas valoraciones de todas aquellas personas que en
de consumo fácilmente se caiga en el erro r. Conviene igual­ el mercado operan. Cada uno de nosotros, comprando o de­
mente a estos efectos tener muy presente la cantidad negociada jando de comprar y vendiendo o dejando de vender, contribuye
en cada tra nsacción. No se paga el mismo precio unitario al personalmente a la formación de los precios del mercado. Aho­
adquirir un gran paquete de acciones que cuando esos mismos ra bien, cuanto más amplio sea éste, relativamente menor es
títulos son vendidos en pequeños lotes. la trascendencia de cada una de dichas individuales actuacio­
Debe insistirse, una y otra vez, en estas cuestiones, ya que nes. De ahí que los precios aparezcan ante las gentes como
se tiende actualmente a oponer estadísticas manipulaciones de hechos dados individualizados, a los cuales tienen aquéllas que
los precios a la teoría catal áctica de los mismos. Los corres­ acomodar su actuar.
pondientes datos estadísticos son siempre de certeza harto Las valoraciones que engend ran los precios son de diferente
dudosa. Las bases de part ida en tales cálculos resultan, por lo condición. Cada una de las partes contratantes atribuye mayor
general, puramente arbitrarias, pues lo más frecuente es que valor a lo que recibe que a lo que ent rega. El tipo de inter­
502 La Acción Hu mana Los precios 50¿

cambio, es decir, el precio, no es la resultante de una identidad dar e! proceso formativo de los precios, retorna a la categoría
valorativa; es, por el con tra rio, fru to de dispares valoraciones. fundamenta l de la acción : prefer ir a a b. Y conviene, habida
Valorar y justipreciar son conceptos que conviene distin­ cuenta de los errores en que tan corrientemen te se incide, re­
guir. Nada tiene el segundo que ver con la valoración subjetiva saltar, una vez más, que la catal áctica se ocupa de precios reales.
que el bien pueda merecer al interesado . Al justipreciar , e! es decir, de los que efectivamente se pagan en las transacciones
sujeto no está expresando el valor en uso subjetivo que la mercantiles; no se int eresa por precio imaginario alguno . Los
correspondiente mercancía para él tenga; está simplemente pre· ficticios precios finales constituyen meros instrumentos menta­
viendo e! precio de mercado de la misma. El valorar constituye les, manejados para mejor abordar un problema particular: el
juicio expresivo de un a diferencia de aprecio. El justipreciar, referente a la aparición de las ganancias y las pérd idas empre ­
en cambio , es simple prefiguraci ón de esperado acontecirnien­ sariales. Los precios «justos», «equi tativos », carecen ele tr as­
to. El interesado prevé qué precio pagará e! mercado por cierto cendencia científica; tales conceptos no son más que máscaras
bien o qué suma dinera ria será necesaria para adqui rir deter­ tras las que se ocultan personales deseos; vanas pretensiones
minada mercancía. de que las cosas fueran disti nta s a como en realidad son. Los
El valorar y el justipreciar, sin embargo , hálla~ se estrecha­ precios de mercado son función de los juicios de valoración
mente relacionados. El campesino autárquico, al valorar, lirní­ de las gentes, tal y como éstas, efectivam ente, se pronu ncian.
tase a comparar la tra scendencia que, en orden a la supresión Al decir que los precios tienden a aquel nivel en e! cual
de personal malestar, atribuye a medios diversos. El individuo la demanda tota l y la oferta tota l se igualan, no estamos más
que compra y vende en e! mercado , por e! contrario, al valorar, que utili zando otras palabras para expresar la examinada conca­
no puede desentenderse de la estructura de los precios ; éstos tenación . Dem anda y oferta son fenómenos que la conducta
dependen de! justipreciar. Para saber qué significado tiene un de quienes compran y venden cngendra . Si. inmodificadas las
precio de terminado, preciso es conocer el pode r adquisitivo de demás circunstancias, aumen ta la oferta, los precios forzosa­
la correspondiente valuta, Obligado resulta hallarse al corrien­ mente habrán de bajar. Al precio anterior , quienes estaban dis­
te, aunqu e sea de modo general, de los precios de aquellos bie­ puestos a pagarlo, adq uirieron cuantas cantidades desea ron del
nes que al actor pueden interesarle para , sobre tal base, foro artícu lo cn cuestión ; para colocar incrementada producción,
marse una idea de! fut uro precio de dichas mercancías. El preciso es que los ant eriores compradores adquieran mayores
hombre expre sa los costos en que ha incurrido al adquirir deter­ cantidades o que gentes que antes no se decidían a comprar, lo
minadas cosas o los que habrá de soportar en la futura adqui­ hagan . Esto. evidentemente, sólo puede lograrse reduciendo e!
sición de aquellos bienes que se proponga comprar mediant e precio.
términos monetarios. Las correspondientes sumas din erarias, Cabe representar esta interacción de la oferta y la demanda
para e! interesado, equivalen a aquellas satisfacciones que ha­ mediante dos curvas, cuyo punto dc intersección nos daría e!
brí a disfrutado de haber invertido dichas cantidades en la precio. También cabe expresar lo mismo con símbolos mate­
adqu isición de otros bienes. El sujeto está valorando , pero máticos. Pero conviene advertir que tales repre senta ciones para
mediante un rodeo, rodeo que implica previa mente adver tir nada afectan a la esencia de la teoría y ni en un adarme am­
la estructura de los precios de mercado; el valorar equivale plían nuestros conocimientos. No debe mos olvidar que nada ,
siempre a comparar entre sí modos alte rnat ivos de supri mir e! mental ni experimenta lmente, sabemos de la configuración de
sentido malestar . dichas curvas. Sólo conocemos precios de mercado, es decir,
Son siempre juicios subjetivos de valoración los que en e! punto de int ersección de esas hipotéticas curvas; de ellas
úl tima instancia engendran los precios. La catal áctica, al abo r­ mismas, nada. Dichas represen taciones tal vez puedan encerrar
504 La Acci6n Humana Los precios 505

interés docente para aclararles las ideas a jóvenes principiantes. es como quedan , en definitiva, también sometidos a las perso­
Para la auténtica investigación cata l áctica, en cambio, no cons­ nales valoraciones de las gentes.
tituyen más que mero pasatiempo. Los problemas que Ji¡ teoría de los precios de los factores
de producción suscita deben ser abordados empleando aquellos
mismos métodos utilizados para analizar los precios de los
bienes de consumo. La operación del mercado de estos últimos
3. EL PR ECIO DE LOS IlI EN ES DE ORD EN SUP ERIOR
bienes la contemplamos desde dos ángulos. Nos representamos,
primero, una situación que forzosamente ha de provocar actos
El mercado es un proceso coherente e indivisible. Es un de intercambio , situación que consiste en que el malestar de
entretej er de acciones y reacciones, de cambios y contracam­ determin adas personas puede ser paliado, en razón a que no
bios. Nuestra imperfección mental, sin embargo, obIíganos a todos valoran igualmente los correspondientes bienes. Supone­
dividir en partes esa unicidad de la mecánica mercantil , al mos, después, un estado de cosas en el cual no cabe intercam­
objeto de poder analizar por separado cada uno de los corres­ bio alguno, pues nadie cree posible mejorar su personal situa­
pondientes fragmentos. De ahí que, al emplear tal artificiosa ción mediante operación mercantil alguna. Del mismo modo
segmentación, nunca deba olvidarse que esas porciones, dotadas procedemos al analizar la formación de los precios de los fac­
de aparent e existencia autónoma, no constituyen más que inte­ tores de producción. La actuación de ágiles empresarios deseo­
lectuales arbitri os. Se trata siempre de partes de un todo que, sos de aprovechar las diferencias existentes entre los precios
separadas del conjunto , ni siquiera podemos dilucidar cumpli­ de mercado de los factores de producción y los previstos pre­
damente. cios futuros de los correspondient es bienes de consumo impulsa
Los precios de los bienes de orden superior son función, el correspondiente mercado. Dicha fuerza motora se paralizaría
en última instancia, de los precios de los bienes del orden en cuanto los precios de los factores complement arios de pro­
primero o inferior, es decir, de los bienes de consumo. A causa ducción - descontado el interés- se igualaran con los precios
de tal relación de dependencia, aquéllos son, en definitiva , en­ de las mercancías elaboradas y nadie creyera que ulteriores
gendrados por las valoraciones subjetivas de cuantos compo­ cambios en los precios podían variar la situación. Queda así
nen el mercado. Importa advertir que estamos ante una cone­ descrito el proceso formativo de tales precios, señalándose tan­
xión de precios, no de valoraciones. Los precios de los factores to su aspecto positivo , es decir, qué es lo que lo impulsa, como
complementarios de producción vienen condicionados por los su aspecto negativo, o sea, aquello que lo haría detenerse. El
precios de los bienes de consumo. Ju stiprécianse aquéllos con aludido lado positivo es el que encierra mayor interés. La des­
arreglo al precio de los mercancías que gracias a los mismos cripción negativa, yendo a parar a las construcciones imagina­
cabrá, en definit iva, producir; tal justiprecio da a los aludidos rias del precio final y de la economía de giro uniforme, no pasa
factores de producción sus correspondientes precios. No son de ser accesoria exposición. No son, desde luego, quiméricos
las valoraciones, sino los justiprecios de los bienes del orden planteamientos los que nos interesa examinar, sino esos precios
primero , los que se transfieren a los de orden superior. Los de mercado a los que los bienes de orden superior efectiva­
precios de los bienes de consumo provocan actuaciones que, a mente se compran y se venden .
su vez, engendran los precios de los factores de producción. El método de referencia fue arbitrado por Gossen, Carl
Estos últimos, de modo directo, están únicamente relacionados Menger y Bohrn-Bawerk. Su principal mérito consiste en ha­
con los precios de los bienes de consumo; sólo de manera indi­ cernos advertir que la determinación de los precios está inextri­
recta, a través de los dichos precios de los bienes de consumo, cablemente ligada a la propia mecánica del mercado. Nos per­
506 507
La Acción H umaua Los precios

mite distingui r claramente entre: a ) la valorac ión di recta de mercado de los bienes de orden supe rior haciendo caso omiso
los factores de producción que relaciona e! valor de! corres­ de la actuación de los emp resari os u olvidando e! irnprescin­
po ndiente producto con e! conjunto de los utilizados factores dible empleo de! dinero en las correspond ientes tr ansacciones.
complementarios de producción , y b) el precio de los diversos Nada hay de índol e auto mát ica ni mecánica en la operación de!
factores de producción', que queda en el mercado determinado mercado. Los empresarios, en su deseo de cosechar gnnancias,
por las postu lacione s de quien es por ellos compiten. Jamás son, por decirlo así, como postor es de una subas ta , a la que
puede e! aislado actor (el Robinson Cru soe o e! comité directivo acuden los propi etarios de los factores de producción oí recien­
de la producción socialista) , al valora r , empl ear unidad valo­ do tierras , biene s de capi tal y traba jo . Cada empresario qui ere
ratoria alguna. En e! acto de valora r sólo cabe ordenar los desplazar a sus competidore s elevando los precios ofrecidos a
bienes con arreg lo a una escala de preferencia. Nunca podemos dichos vendedores. Tales ofertas tienen un lími te máximo , el
atrib uir a cada bien específica cantidad o magnitud de valor . marcado por e! previsto precio futuro del producto de qu e se
Es absurdo pre tender sumar valor acione s o valores. Cabe decir, trate, y un límite mínim o, el ofrecido por los demás empresa­
descontada la preferencia temporal, que el prod ucto vale igual rios, igualmen te deseosos de npropiarse de los factores de pro ­
que e! conjunto de Iacrorcs necesarios para su prod ucción . ducción en cuestión .
Carecería, sin emba rgo, de sentido afirmar qu e el valor de Es e! empresario qui en impid e In perviv encia de toda act i­
dicha merca ncía es igual a In «suma» de los valores cor respon­ vidad productiva que no .u icnda , en cada moment o, las más
dientes a los diversos factores complementarios u tilizados . No urgentes necesidades de los consumido res del modo m ás barato
cabe sumar valores ni valoraciones. Si bien es posible sumar posible. Todos qui siéra mos dejar atendidas, en la mayor me­
precios expresado s en términos moneta rios, nu nca puede reali­ dida , nuestras necesidades; todos, en este sentido , aspiramos
zarse tal operación aritmética manejan do simples órdenes de a alcanzar el máximo bene ficio . La mentalid nd de pro moto res ,
preferencia. No es posibl e di vidir valores, formar cuotas partes especuladores y empresnrios no difiere de In de sus semejantes .
de los mismos. Un juicio de valor con siste, pura y exclusiva­ Aquéllos , simplemente , superan a éstos en ener gíu y capacidad
mente en preferir a a b. menta l. Alumbran e! camino de! progreso material . Advierten ,
El proceso de imputación de valores no permite deducir antes qu e nadi e, qu e existe di screp ancia entre lo que se hace
de! valor de la mercan cía conjuntamente producid a e! de los y lo que podría hace rse. Adi vinan cuáles cosas más agradarían
factores en ella invertidos. En modo algunos nos ofrece base a los consumidores y procur an proporeion ,írse!as. Para plasmar
para e! cálculo econó mico. Sólo el mercado, donde cada factor tales planes elevan los precios de cier tos facto res de produc­
de producción tiene su precio, permi te el cálculo económico. ción, rebajando los de otros, mediante In restricción de la deman­
El cálculo económico maneja precios, nunca valoraciones . da de los mismo s. Al inundar e! mercad o con los bienes de con­
El mercado determina los precios de los factores de pro ­ sumo que mayores benefici os proporcionan, desatan una ten­
ducción exact amen te igual a como establece los de los bienes dencia baj ist a en e! precio de tales mercancías. Al rest ringir la
de consu mo. El proceso mercant il implica el coetáneo o inde­ producción de aquello s bienes de con sumo cuya venta es poco
pendiente actuar de gentes qu e conscien temente laboran por lucrativa , favore cen la aparición de una tendencia al alza de
paliar, en el grado posible, su persona l malestar . Al estud iar el estos últimos artículos. T odas estas transformaci ones sucéden­
mercado no es posible excluir de su mar co esas actuaciones se de modo incesante ; sólo en el caso de que surg ieran las
humanas que lo engendran. No cabe, evidentemente, analizar irrealizables condiciones propias de la econom[a de giro uni­
el mercado de los bienes de consumo dejando fuera el actu ar form e y del equilibrio estático parali zaríase ese continuo movi­
de los consumidores. Es imposible, por lo mismo, estudiar e! miento. .
508
La Acci6n Hu mana Los precios 509

Al proyectar sus actu aciones, los empresarios examinan, tura de los precio s, ni a efectuar nueva distribución de los Iac­
en primer lugar , los precios del pasado inmediato, es decir , tares disponibles entre las diversas ramas de la producción .
esos precios que , erróneamente, suelen denominarse actuales. Limítanse a moldear la here ncia del pasado , acomodando los
No basan, desde luego, sus cálculos exclusivamente en tales existentes factore s, lo mejor po sible, a las cambiadas circuns­
precios, pu es ponderan, además, los cambios que el mercado, tancias mercantiles. Depender á del grado en que tales circuns­
mañana , pueda regis trar . Los precios del pasado constituyen su tanci as hayan variado el que sea mayor o menor el número de
punto de partida, intentando prever cuáles serán los fu turos. cosas que proceda conservar o modificar.
Para nada influyen aquéllos en la determi nación de éstos . Son El proceso econ óm ico lo forman continuas y entrelazadas
los anticipados futu ros precios de los productos los que deter­ actuaciones de índo le tanto productora como consumidora . La
minan los precios de los comp lcmentarios factores de produc­ actividad presente relaciónase con la del ayer por razón de los
ción . Los pre cios, es decir, los resp ectivos tipo s de intercambio existentes conocimientos técnicos, la cantidad y calidad de los
de las diversas mercancías entre sí, no dependen directamente disponibles bienes de capital y la efectiva distribución de la
de los precios del pasado 2. El destino anteriormen te dado a los propiedad de tales bien es entre los diversos individuos. La
factores de pro ducción de tipo inconvertible 3 , así como la actividad de hoy relaciónase también con el futuro por la propi a
cuantía de los existentes bien es de capital, constituyen reali­ esencia de la acción human a; ésta, en efecto , invariablemente
dade s histórica s; en este sentido, desde luego, influye el ayer pretende mejorar las cond iciones de vida del mañana. Enfren­
en la producción y en los precios del futu ro . Los precios de tado con el futuro incierto y desconocido, el hombre sólo puede
los factore s de producción, sin embargo, determínanse de modo auxiliarse de dos guías: su conocimiento del pasado y su
inmediato exclusivamente por los anticipados precio s fut u ros capacidad de comprensión. Los precios de ayer, que constitu­
de las correspondientes mercancías. El que ayer las gentes dife­ yen una parte de ese aludido conocimiento del pasado, sírvenle
rentemente valoraran y apreciaran éstas, carece de trascenden­ al hombre de punt o de partida para inte nt ar comprender el
cia. No interesa a los consumidore s en lo más mínimo el que futu ro .
otrora se efectuaran determinadas inversiones en razón a espe­ Si la humanidad un día olvidara todos los precios del pa­
cífica disposición a la sazón registrada por el mercado, ni tam­ sado, la fijación de los nuevos resultaría, desde luego, tarea
poco les preocupan los intereses creados de empresarios, capi­ ardua, pero no imposible. Restableceríanse precios, recíprocos
talista s, terratenien tes y trabajadores, a qui enes tal vez perju ­ tipos de int ercambio entre las diver sas mercancías. Resultar ía­
dique la mutación de la estruc tura de los pr ecios; para nada les, evidentement e, a los empresario s harto más difícil acomo­
influye tal circuns tancia en la formación de estos últimos. (Pre­ dar la producción a la demanda; pero lograrían hacerlo a pesar
cisamente porque el mercado jamás respeta los int ereses crea­ de todo. H abrían , desde luego , de volver a reunir todos aque­
dos es por lo que los perjudicados reclaman la int erve nción llos dat os de los que parten al proyectar sus operacio nes. Inci ­
estatal.) Para el empresario, forj ador de la futur a producción , dirían, indudablemente, en er rores que ahora pueden evitar ,
los precios del pasado constituyen mero auxilio mental. No es gracias a la expe riencia de que disponen. Las oscilaciones de
que los empre sarios se dediquen a variar diariamente la estruc­ los precios, al principio, serían not ables; desperdiciaríanse al­
gunos factores de producción ; las necesidades hum anas satis­
1 No sucede lo mismo con los tipos de int ercambie entre el dinero, de un lado,
faría nse de modo más imp erfecto . Pero , trans currido cierto
y los productos y servicios, de otro. Vid. infra pégs. 614-616. tiemp o, y despu és de pagarlo bien caro , las gentes reagruparían
j El problema que suscitan los bienes de capital de carácter inconven ible será los necesarios conocimientos para el bue n funciona miento del
abordado más adelante en págs. 744.7.52.
proceso mercantil.
Los precios 511
510 La Acción HU lJ/011t1

Conviene not ar que es la compe tencia que los empresarios satisfará las suyas. Estos tres objetivos, así conseguidos, en
afanosos de lucro entre sí desatan la que impide la pervivencia modo alguno constituyen tres dispares resultados; son sólo
de prec ios «falsos» para los factore s de producción . La propia aspectos diferentes de un mismo fenómeno indivisible que, sin
actuación de los empresarios, si ya no ocurrieran más cambios, embargo, nuestro examen analítico , por facilitar las cosas,
plasmarí a la, en la práctica, irrealizable economía de giro uni­ subdivide en partes. El triple objetivo se alcanza, en el merca­
forme . En esa pública subasta de ámbito mundial que es el do, UII O actt t, Sólo aquellos gentes imbuidas de prejuicios socia­
mercado, los empresarios pujan entre sí, como decíamos. por listas, que no cesan de suspirar por los métodos típicos del
apropiarse de los factores de producción que les interesan. En tal colectivismo, pretenden, en los fenómenos del mercado , dis­
puja vienen a ser como los mandatarios de los consumidores. tinguir tres procesos diferentes: la determinación de los pre­
Cada empresario representa unos determin ados deseos de Jos cios, la gestión del esfuerzo prod uctivo y In d istribuci ón.
consumidores y aspira, o bien a fabricar un producto nuevo,
o bien a obtener las mismas mercancías con arreglo a método
mejorado. Dicha competencia entre empresarios no es, en defi­ UNA EXCEI'CION DENTRO DEL MECANISMO

nitiva. más que la competencia planteada entre las diversas DETERMINA NTE DEL PRECIO DE LOS FACTORES

fórmulas que, mediante la adqui sición de los correspond ientes DE PRODUCCION

bienes de consumo, e! hombre tiene a su disposición para su­


El proceso aquel que de los precios de los bienes de consumo
primir e! propio malestar en e! mayor grado posible. Las deci­
hace surgir los de los factores de producción, únicamente puede
sioncs de los consumidores de comprar cierta mercancía y
rechazar otra determinan los precios de los factores de pro­ alcanzar su ob jetivo si uno solo de los complementarios facto res
ducción necesarios para la obtención de las mismas. La compe­ empleados en la p roducci ón de que se t rate resulta ser de carácter
tencia entre los empresarios es fiel reflejo de los p recios de absolutamente específico, o sea, inuti lizable en lodo otro come­
los bienes de consumo cuando de la formación de los precios tido . Cuando la fabricación de dctcrminHJo producto exige ern­
de los factores de producción se trata. Plasma la repetida com­ plea r dos o más Inctores absolu tamente específicos, éstos sólo
petencia de modo' visible ese conflicto que la inexorable escasez pueden tener un precio acumulativo, Si tod os los factores de
producción fueran de índole ahsollltarncll te específica, el proceso
de los factores de producción a todo e! mundo plantea. H ace
que preva lezcan las voliciones de los consumidores en orden Iormativo de los precios no nos proporcionaría más que precios del
aludido carácter acumulativo. Todo lo que cabría pr edic ar sería:
al destino que deba darse a los factores de producción no espe­
dedo que el combinar 30 y 5[, produce una unidad de p, 30 más
cíficos, así como al grado de utili zación de los de índole espe­
cífica. 5b es igual a p. luego el precio final de 30 + 5b -descontada
la preferen cia tempora l-e- será igual al precio final de p. Toda
El proceso form ativo de los precios, invariablemente, es de
vez que los empresarios no pujan por a o por b con ningún otro
condición social. Estructúrase sobre la base del recíproco
fin más que el de producir p. imposihle es llegar a una determi­
actuar de! conjunto de los miembros de la sociedad. Todo e!
nación de precio más ceñida. Sólo cuando aparece una demanda
mundo colabora, si bien cada uno desde aquel cometido que
para a (o para b) engcndmda por em pr esario s que desean emplear
para sí se haya reservado en e! marco de la división del trabajo.
o (o b) para otros fines distintos, entáblase competencia entre
Compitiendo en la cooperación y cooperando al competir, to­
estos últimos y aquellos que pretenden producir P» la cual hace
dos cont ribuimos al resultado final, a estructurar los precios
surgir un precio de a (o de b) cuya imp ort ancia determinará tam­
de mercado, a distribui r los factores de producción entre las
diversas necesidades y a dete rminar la cuota en que cada uno bién el precio de b (o de a).
512 La Acción Humana Los precios 513

Si todos lo s factores de producción fueran absolutamente espe­ posible satisfacción de las necesidades de los consumidores.
cíf icos, sobre la ba se de tales precios acumulativos cabría ope rar. El que un proyecto no resulte rentable, por ser los costos supe­
No surgiría el problema acerca de cómo debían ser distrihuidos riores a los ingresos, quiere decir que existe otra aplicación,
lo s medi os entre las diferentes ramas de la producción. Pero. en de mayor utilidad, para los correspondientes factores de pro­
nuestro mundo real. las cosas son distintas . Muchos factores de ducción ; es decir, existen otros bienes por los cuales los consu­
!
producción. de escasez indudable. pueden ser empleados en come­
tidos de ]0 más variado . Pl ant éase, por tanto, el pr oblema econ ó­
midores muéstranse dispuestos a pagar precios que mejor cu­
bren el costo de los aludidos factores de producción . Los con­

mico de decidic qué empleo haya de darse a dichos Iactores, al


objeto de que nin guno de ello s 5<""3 invertido en satisfacer una
sumidores, en cambio, no quieren abonar precios rentables por I

esas mercancías cuya elaboración irroga pérdidas al empre­

necesidad menos acuciante cuando tal uso impide at ender otra


sario. I

más urgente . Est a es la disyuntiva que el mercado resuelve al Al tratar de la computación de costos conviene advertir
de terminar los precios de los factores de producción. No di sm i­ que, en nuestro mundo, no siempre se dan las dos circunstan­ I
nuye la utilid ad de este servicio social que dicha mercantil solu­ cias siguientes:
ción cumple el que cuando se trata de f~c tores que s610 de modo I
Primera.-AI incrementarse la cantidad de factores inver­
acumulat ivo puedan ser empleados, únicamente quepa señalar,
para los mismos , precio s de igual índol e acumulativa. tidos en la producción de cierto bien dc consumo, también
I
Los [actores de producción que sólo combinados entre sí en
aumenta el poder del mismo para suprimir el malestar.

SegU/1da.-E1 ampliar las existencia de bienes de consumo


I
cierta propo rción pueden emple arse para la producció n de varias
mercancías, sin permitir ninguna otra utilización , han de consi­ exige proporcional incremento cn la cuantía de los factores de 1

derarse como facto res de condici6n absolut amente especifica . Son,


producción invertidos o incluso un aumento más que propor­
en ef ecto , abso lutamente específicos en orden a la prod ucció n de cional a la producción obtenida .
un cierto bien huermedio, el cual pued e después utilizarse con Si estas dos condiciones, siempre y en todo caso, se cum­

di versos fi nes. Con respecto a dicho s factores, el precio de es te plieran, cualquier incremento z de las existencias m de cierta

producto in termedio sólo acumulat ivamente puede ser det ermina­ mercancía g, vendría a satisfacer una necesidad menos acuciante

do . A este respecto, resulta indiferente el que dicho bien inter­ que la de menor ur gencia ya satisfecha con la cantidad m dc

medio pueda directamente pcrcibirse po r lo s sentidos o , en cam­ dicha mercancía anteriormente disponible. Al propio tiempo,

bio, sea invisible e intangible resultado de su empleo co njunto. ese incremento z exigiría la inversión dc medios que habrían

de detraerse de producciones merced a las cuales se atendían

otras necesidades estimadas más apremiantes que aquellas cuya

4. L A COMPUTA CIÓN DE COS TO S satisfacción quedó desatendida con motivo de haber sido pro­

du cída la unidad marginal de m. Reducidase, de un lado, el

En el cálculo empresarial considéranse costos las sumas valor marginal de aquella satisfacción atendid a gracias al

dinerarias precisas para adquirir los correspondientes factores aumento de la cantidad disponible de g. De otro , el costo mar­

de producción. El empresario busca siempre aquellos negocios ginal de las inversiones exigidas por la producción dc adicio­

que previsiblemente han de producir entre costos e ingresos nales cantidades de g se incrementaría cada vez más; pues se

un mayor superávit a favor de estos últimos, rehuyendo las estarían detrayendo factores de prod ucción de utilizaciones me­

operaciones que le reportarán beneficios menores o, incluso, diante las cuales sería posible atender necesidades .más acu­

pérdidas. De esta suerte acomoda su actividad a la mejor ciantes. La producción ha de detener se tan pronto como la

33
514 La Acción H tI1 1/ 0 J/If Los precios 515

utilidad marginal del producido incremento deje de superar mente nuevas unidades (igualmente indivisibles) de los restan­
la ut ilidad marginal de los supletorios costos. tes [actores complementar ios utilizados. En tal supuesto, cada
Las dos aludidas condiciones concurre n con gran frecuencia, uno de los elementos reunidos en e! correspond iente conjunto
pero no de modo general y sin excepción. Hay muchas mero productivo - cada máquina , cada obrero, cada pieza de materia
cand as, cuya estructura física no es homogénea, las cuales. prima- sólo puede ser utilizado plenamente si todos los res­
por tanto, no resultan perfectamente divisibles. tantes factores product ivos son también explotados al máximo.
Cabría, desde luego, escamotear e! problema que e! incurn­ Dentro de tales límites, mientras no se alcance la máxima
plimiento de la primera de las antes mencionadas condiciones producción posible, la misma inversión exige la obtención de
plantea, mediante un engañoso juego de palabras. Así, podría ésta que la de una fracción de la misma. Cabe también decir
decirse: medio automóvil no es un automóvil. Si se agrega un que la mínima unidad industria l idónea para producir la mer­
cuarto de automóvil, no por ello aumenta la «cantidad» dispo­ cancía en cuestión siempre ha de fabricar la misma cantidad de
nible; sólo cuando queda perfeccionado e! proceso de la pro. producto; resulta , en efecto, imposible elaborar cantidad me­
ducción automovilista, fabricándose un coche completo, resulta nor, ni aun a sabiendas de que parte de la producción ha de
ampliada la «cantidad» disponible. El argumento, sin embargo, quedar incolocada.
rehúye e! fondo de la cuestión. El problema que nos inter esa Supongamos - caso B- que una par te p de los [actores
es e! referente a que no todo incremento en la inversión pro. productivos empleados resulta, a efectos prácticos, perfecta­
porcionalmente aumenta e! valor en uso objetivo, la capacidad mente divisible. Los demás factores - imperfectamente divisi­
física de la cosa para rendi r determinado servicio. Las suce­ bles- pueden dividirse sólo de tal suerte que la plena utili­
sivas inversiones provocan dispares efectos. Algunas de ellas zación de los servicios prestados por cada ult erior unidad indi­
son totalmente inútiles, salvo que vayan acompañadas de otro s visible empleada exige la inversión plena de otras indivisibles
determinados gastos. unidades de los restantes factores complementar ios. En tal su­
Por otra parte -y ello supone incumplimiento de la se­ puesto, e! incrementar la producción del conjunto formado por
gunda de las aludidas condiciones- , un incremento material tales factores en mayor grado indivisibles y pasar de una par­
de la producción no siempre exige proporcional aumento de la cial ut ilización de la capacidad productiva de! aludido conjunto
inversión y, a veces, ni siquiera e! más mínimo incremento de a otro más completo aprovechamiento de la misma, tan
la misma. Sucede, en tales supuestos, que los costos no aumen­ sólo implica ampliar la cantidad p de los factores, perfecta­
tan para nada o que, en todo caso, increméntase la prod ucción mente divisibles, invertidos. La certeza de 10 anterior no debe
más que proporcionalmente a la ampliada inversión. Ello acon­ inducirnos a pensar que tal planteamiento supone necesaria­
tece por cuanto numerosos medios de producción no son ni mente una reducción de! costo medio de la producción. Cierto
homogéneos ni tampoco perfectamente divisibles. Tal fenómeno es que cada uno de los factores imperfectamente divisibles será
es al que en los medios industriales se alude al hablar de la ahora más plenamente aprovechado, con 10 cual, si bien los
superioridad de la producción en gran escala. Los economistas, costos de producción, en lo que a tales factores atañe, no su­
en cambio, refiérense a la ley de rendimientos crecientes o de fren modificación alguna, disminúyese el porcentaje que de
costos decrecientes. dichos gastos corresponde a cada unidad producida. Sólo, sin
Supongamos -caso A- que ninguno de los factores en embargo, cabe incrementar la cuantía de los perfectamente divi­
determinada producción manejados es perfectamente divisible, sibles factores de producción empleados detrayéndolos de otras
de tal suerte que el aprovechar plenamente un nuevo elemento, aplicaciones. Al restringirse tales producciones, inmodificadas
por ser de índole indivisible, hace necesario aprovechar total- las restantes circunstancias, e! valor de los correspondientes

--"'_ . ~
516 La Acción Humana Los precios 517

productos aumenta ; e! precio de los aludidos factores perfect a­ la mism a, a no ser que dich a rebaj a sea contrarrestada por un
mente divisibles igualmente tiende al alza, a medida que mayor alza del precio de los perfect amente divisibles factores emp lea­
número de ellos es destinado a mejorar la explotaci ón del dos . Tan pronto , sin embargo, como se logra apro vechar plena­
alud ido conju nto de indivisibles factores de producción. El mente la capacidad produ ctiva de uno de esos imperfectamente
examen de nuestro problema no debe limitarse a aquellos su­ divisibles factores, un a ult erior expansión de la producción da
puestos en que la adicional inversión de p se detrae de otras lugar a súbita y fuer te alza del costo. Seguidamente , de nuevo
empresas dedicadas a producir el mismo ar tículo de referencia , aparece un a tendencia a la baja del costo medi o de p rodu cción ,
con arreglo a métodos menos eficientes, lo cual obliga a éstas cuyo influjo se mantiene hasta tanto vuelve a lograrse e! pleno
a restringir su producción . Es evidente qu e en este caso -com­ aprovechamiento de alguno de los imperfectamen te divisibles
petencia entre una empresa más perfectamente montada y ot ra facto res manejados.
de menor eficiencia, produciend o ambas, a base de una misma Ceteris paribus, cuanto más se incrementa la producción de
materia p rima, idéntica mercancía- va disminuyendo e! costo determinados artículos, tantos más factores de producción
medio de producción de aquella qu e ampl ía su producción. Una habrán de ser det raídos de ot ras explotaciones en las cuales
más genera lizada contemplación de! pro blema nos lleva a ot ras hubieran podido ser aprovechados para produci r distintas.
conclusiones. En efecto, si las unidades de p detráense de apli­ mercancías. De ahí que - invariadas las demás circunstancias- o
caciones, en las cuales podían haber sido utilizadas para pro­ los costos medi os de pr oducción aumenten al ampli arse la pro­
duci r artículos dis tintos del qu e nos ocupa, surg iría una tenden­ ducción . Esta ley general queda, no obstante, enervada por
cia al alza de! precio de las alud idas unidades de p. Tal vez el hecho de que no todos los facto res de pr oducción son per­
esta tendencia sea compensada por otros movimientos contra­ fectamen te divisibles y que, además, en aqu ella medida en qu e
rios de los precios; también es posible qu e la misma sea tan lo son, no pueden ser divididos de forma tal qu e el pleno
débil qu e sus efectos resulten imperceptibles. Ahora bie n, la aprovechamiento de uno de ellos implique aprovechar plena­
tendencia en cuestión ha de sur gir siempre y, aun cuando sólo mente tambi én los demás facto res imperfectamen te divisibles.
sea po tencialmente, ha de influir en los costos. Cuando el empresario plan ifica, enfréntase siemp re con la
Cons ide remos, finalmente -caso e-, un a situación en la siguiente cuestión : ¿En cuánto excederán los ant icipados pre­
cual los diversos imperfectamen te divisibles factores de pro­ cios de los artículos de qu e se trate a los costos previstos para
ducción pueden sólo dividirs e en forma tal qu e, dadas las con ­ los mismos? Si el empresario todavía no ha hecho inversión
dicion es del mercado, cualquiera que sea el tamaño de la corres­ incon vertible alguna en el proyecto de referencia y es, po r
pondiente instalación productiv a con ellos formada, no hay tanto, libre de emprenderlo o no , 10 qu e cuenta para él es el
combinación alguna a cuyo amparo el pleno ap rovechamiento costo medio al que la mercancía le resultará. Cuando ya tenga
de la capacidad producti va de cierto factor permita plenamente intereses comprometidos en el asunto, entonces lo que ponde­
aprovechar la capacidad productiva de los restantes irnperfec­ rará será el costo adiciona l a efectuar. Quien ya posee de ter­
tamente divisibles factores. Sólo este caso C reviste importan­ minada instal ación productiva qu e no aprovecha plenamente,
cia prác tica, pues los casos A y B muy raramente cobran tra s­ desen tién dese del costo medio, interesánd ose, en cambio, po r
cendencia en la vida real. Lo característico del aludido caso C e! costo marginal. Prescinde de los gastos ya efectuados en
es que en él los costos de produ cción varían desproporcionada­ inversiones incon vertibles, preocupándole tan sólo el saber
mente . D ado que todos los imperfectamente divisibles factores si los ingresos que de vende r adicional cantidad de mercancía
empleados aprovéchanse de modo incompleto, la ampli ación percibirá serán o no superi ores a los adicionales costos precisos
de la producción supone siempre reducir Jos costos medios de para esa ampliada producción. Aun cuando lo invertido en
518 La Acción Hu mana Los precios 519

esas inconvertibles instalaciones prod uctivas haya de ser est i­ contra muchas erróneas interp retaciones de dich o fenómeno .
mado pérdida tot al, el interesado seguirá produciendo, siempre Uno de tales errores está implícito en aquella doctrina se­
y cuando confíe haya de haber razonable 4 supe rávit de ingresos gún la cual en la ind ustria impera la ley de los rendimientos
con respecto a los gas tos de producción a la sazón necesario s. crecientes, mientras qu e la agricult ura y la minería hállanse
Conviene resaltar, para salir al paso de errores muy ex­ presidida s por la ley del rendimiento decreciente . D icha falacia
tendidos , que, si no con curren aquellas circun stanci as necesa­ fue refutada anteriorm ente 5. Las posibles diferencias ex istentes
rias para la apar ición de! precio de mon opolio, resúltale imp o­ a este respecto entre la agricultura y la industria nacen de la
sible al empres ario incrementar sus ingresos netos a base de disimilitud de las circun stancias de hecho respe ctivamente
restringir In producción a una cuantía disconf orme con la de­ concurrentes. La condición inm oble de! suelo, así como e! que
manda de los consumidores. Este pr oblema , sin emb argo, será los trabajos agrícolas hayan forzosamente de realizarse en épo­
más adelante examinado en e! apartado 6 . cas determinadas, impide al campesino aprovechar la capacidad
El que un factor de producción no sea perfectamente divi­ de num erosos factores movibles de producción en e! mismo
sible no imp lica forzosamente qu e el mismo sólo pueda ser grado en que, por lo general, puede la indus tria explotar los
con struido y empl eado en tamaño único. Des de luego, en correspo ndientes elementos. E l tamaño ópt imo de una unidad
algunos casos esto pu ede suceder. Lo normal, sin embargo , es de producción en la agricultura normalmente es much o menor
que quepa variar las dimensiones de dicho factor. No se modi ­ qu e e! de la un idad indust rial. Result a, por tanto , evid ente,
fica e! planteamiento por e! hecho de que, ent re las diver sas sin precisar mayores exp licaciones , por qué no es posible llegar
dimensiones que es posible dar a deter minado elemento - que a un grado de conce ntraci ón agraria ni lejanamente similar al
puede, por ejemplo, ser una máquina- cierto tamaño de! mis­ de la in dustria transformadora.
mo implique menores costos de fabricación y funci on amiento Ahora bien , esa desigual dist rib ución de los recur sos natu­
por unidad de producción que los corres pondientes a otros rales sobre la superficie de la tierra , qu e es una de las do s
tamaños de ese mismo factor. En tal supuesto , la superioridad razone s por las cuales la división de! trabajo incrementa la
de una fábrica grande no estriba en qu e u tilice la máquina a productividad , viene, por su parte , a poner también lími tes al
plena capacidad , mientras la fábri ca más pequeña sólo aproo aludido proceso de concent ración en el terreno industrial. La
vecha una parte de la capacidad de la del mismo tamaño. Di cha tendencia a una progresiva especialización y a centralizar en
superioridad consiste más bien en qu e la fábrica mayor está escasas factorías las actuaciones indu stri ales se ve perturbada
empleando una máquina que permite aprovechar mejor qu e la por la geográfica disper sión de los recur sos naturales. El qu e
máquina empleada por la fábri ca más pequeña los factores de la obtención de primeras materia s y la produ cción alimenticia
producción necesa rios para su con strucci ón y funcionamiento. no pued e ser unificada , de tal sue rte que las gentes vense obli­
Gran trascendencia tiene, en todas las ram as de la produc­ gadas a d isper sar se por la faz ele la tierra, igualmente impone
ción, e! que num ero sos factores de p rodu cción no sean perfec­ a las indust rias transformadoras un cierto grado de descentra­
tamente divisibles. Tal realidad resulta de capita l importancia lización . Tal es realidades hacen que sea pre ciso con sider ar e!
en el mundo de la indu stria . Ahora bien , conviene guarda rse problema del transporte, incluyend o este último en tre los de­
más costo s de producción . El costo ele! transporte ha de po nde­
4 Al decir «razonable) se quiere significar que los previstos rendimientos del ra rse fr en te a la economía que una mayor especializaci ón podría
capital convertible invertido en la prosecución de dicha producción no sean, al engendrar . Mientras en ciertas ramas ele la indu stria la máxima
menos, inferiores a los que el actor supone podrfa obtener Aplicando dicho capital
a otros cometidos. 1 Vid. supra, pág. 1.30 .
520 La Acción Humana Los precios 52 1

concentración constituye el método más adecuado para reducir cisas para computar y ponderar gastos e ingresos fácilmente
los costos, en otras es más vent ajoso aplicar cierto grado de se practican, por cuanto cabe recurrir al cálculo económico. La
descentralización . En las industri as de servicios públicos, los computación de costos y la ponderación de los efectos econó­
inconvenientes de la concentración son tan grande s que prác­ micos de las operaciones mercantil es no suponen, sin emba r­
ticamente enervan sus vent ajas. go, meros problemas aritméticos que cualquíer persona cono­
Hay, además, un factor histórico. Quedaron ayer bienes cedora de las cuatro reglas pueda resolver. La dificult ad estriba
de capit al inmovilizados en lugares que hoy en día no habrían en determina r e! equ ivalent e monetario de las par tidas que
sido elegidos para tal ubicación. No hace al caso el aclarar si en e! cálculo han de entrar. Es erróneo suponer, como muchos
dicha situación era , para la generación que la practicó, la más economistas imaginan, que tales equi valentes monetarios vienen
económica . Nuestros contemporáneos, en todo caso, se ven a ser magnitudes dadas, exclusivamente engendradas por las
enfrent ados con un [ait accompli. H emos de acomodar al mis­ imperantes circunstancias económicas. Antes al cont rario, cons­
mo nue stras actuaciones y tenerlo presente al abord ar los pro­ rituyen especulativa ant icipación de futuras condiciones incier­
blemas que suscita la geográfica distribución de las industr ias ras y, como tales, hállanse condicionadas por la compren sión
transform adoras 6. empresarial de! futuro estado del mercado. La expresión cos­
y no falt an factore s institu cionales; existen barrera s co­ tos «fijos», en esta materia, carece de sen tido .
merciales y migratorias, es dispar la organización política y los La acción pretende invari ablemen te atender, de! mejor
sistemas de gobierno de los distin tos países, y áreas inmensas modo posible, futuras necesidades. Para conseguir tal objetivo
de! globo son administ radas de tal form a que no hay posibili­ preciso es emplear, en la forma más acertada , los existent es
dad , en la prác tica, de efectuar allí inversión alguna, por favo­ factores de producción . No interesa ahora cómo se desarrolló
rables que puedan ser las circunstancias naturales de la loca­ aquel proceso histórico que engendró los factores en la actua­
lidad . lidad disponíble s. Lo que importa e influye en la futura acción
La empresarial computación de costos debe abordar todos es tan sólo e! resultado engendrado por dicho proceso histórico ,
estos aludidos factore s geográficos, históricos e institucionales. es decir , la cantidad y calidad de los factor es hoy disponibles.
Pero, aun prescindiendo de ellos, quedan otras razones de justipr écianse tales factores ún icamente en razón a su idonei­
índole puramente técnica que vienen a limitar el tamaño ópti­ dad para la supresión del futuro malestar. Las sumas dine rarias
mo de fábricas y empresas . La entidad mayor posiblemente exija ayer gastadas en su producción o adquisición para nada cuenta n.
almacenamientos y medios de los cuales la de menor volumen Notáb amos anteriormente que no es igual la postura de!
pueda prescindír. En muchos casos, los dispendios ocasionados empresari o, al tomar una decisión , si ya tiene dinero invert ido
por e! aprovisionamiento y métodos en cuestión pueden ser en la ejecución de cierto proyecto, que si todaví a no se ha
más que compensados por la reducción de costos que implica interesado en el mismo y es libre de iniciarlo o no. En el
una mejor ut ilización de algunos de los factores, no perfecta­ primer caso posee un conjunto de inconvertibles factores de
ment e divisibles, empleados. Ello, en otras ocasiones, no su­ producción idóneos para la consecución de determinados obje­
cede. tivos. Tal realídad influye decisivament e en sus futuras deci­
Bajo e! régimen capitalista, las operaciones aritméticas pre­ siones. No aprecia éste, sin embargo, aquel conjunto de medios
de p rodu cción con arreglo a lo que invirtió en su adquisición.
- Para un estudio a fondu del conse rvadur ismo que a las gentes impone la limi­ Valóralo exclusivamente en orden a su util idad para el poste­
tada convertibilidad de numerosos bienes de capital , es decir, ese factor histórico rior actuar. El hecho de que haya gastado más o menos carece,
que en la producción in tervie ne , vid . págs. 744 ·758. en este sentido, de trascendenc ia. Dicha circunstancia sólo le
522 La Acción H Ulll flf l ¡1 Los precios 523

sirve para determin ar la cuan tía de sus pasadas pérdidas o versiones o en una deficien te gestión de las actuales operacio­
ganancias y el montante de su capital. Es un elemento más del nes comerciales. La tarea que al empresario incumbe es siempre
proceso histórico que dio lugar a las actuales disponibilidades la de emplear los existentes bienes de capital, del modo mejor
de factores de producción ; sólo como tal tiene importancia por posible, para atender futuras necesidades. En tal función no
lo que a la acción futura se refiere, sin trascendencia por lo deben desorientarle anteriores fallos o errores, imposibles ya
que al planeamiento de ést a y a los correspondientes cálculos de subsanar . Tal vez otrora monta ra una explotación qut;, de
atañe . Desde luego, a estos efectos, indiferent e resulta que los haber sido mejor prevista la situación actual, no habr ía insta­
asientos contabl es valoren o no, a su precio actual , tal acervo lado. Vano es lamentar ahora tal realidad histór ica. Lo que
de inconvertibles factores de producción. interesa es averiguar si dicha planta puede o no todav ía rendir
Dichas ganancias o pérdidas, ya registradas, pueden inducir algún servicio y, en caso afirmativo, decidir cómo podrá ser
al empresario a proceder de modo distinto a como, en otro mejor utilizada. Desde luego, personalmente , el empresario la­
caso, habría actuado . Pasadas pérdidas tal vez colóquenle en menta los errores cometidos. Las correspo ndientes pérdida s de­
difícil posición financiera, especialmente si ha tenido que con­ bilitan su capacidad financiera. Pero aquellos costos que debe
tr aer deud as que le agobian con el correspond iente pago de ponderar al planear sus futuras actuaciones en modo alguno se
principal e interés. No sería, sin embargo, correcto incluir tales ven afectados por tales yerros. I mpo rta resaltar este punto ,
costos entre los fijos de operación, pues no guardan relación pues han sido frecuentemente deformadas las anter iores circuns­
alguna con los negocios del momento. No han sido provocados tancias para justificar diversas medidas. No se «reducen los
por el actual proceso de producción , sino por operaciones a costos» aligerand o las cargas financieras de empresas y com­
las que ayer recurrió el empresario para procurarse el capital pañías. El condonar el pago de deudas e intereses , en forma
y los medios de producción que entonces precisaba. Po r lo que total o parcial, no disminuye los costos. Dichas medidas sirn­
a las presentes actividades atañe, tales realidades son mera­ plemente transfieren riquezas de los acreedores a los deudores;
mente accidentales. Pueden , sin embargo, imponer al interesa­ soportan pérdidas ayer producidas unas personas en vez de
do una conducta mercantil que éste no adop tarí a si su situación otras, los poseedores de obligaciones o acciones preferentes, por
financiera fuera más sana. La imperiosa necesidad de metálico ejemplo, en vez de los tenedor es de acciones ordinarias. El
para hacer frent e a inmediatos vencimientos no influye en los aludido argumento referent e a la reducción de costos esgrí­
costos; sin embargo, puede inducir al sujeto a vender al con­ mese a menudo en favor de la devaluaci ón monetaria. La im­
tado en vez de aplazar las correspondientes percepciones; a plícita falacia es siempre la misma.
vender existencias en momentos poco oportu nos ; o a explotar Los comúnmente denominados costos fijos son los costos
el equipo de producción desconsideradamente con daño para necesarios para explotar existentes factores de producción de
su ulterior empleo. condición tot almente inconvertible o que sólo con graves pér­
En la computación de costos, indiferente resulta que el didas pod rían ser destinados a ot ros fines mercantil es. Tales
empresario sea propietario del capital invertido o que haya factore s son de índole más duradera que los restantes medios
obtenido a crédito una parte mayor o menor del mismo, hallán­ de producción empleados. No cabe , sin embargo, considerarlos
dose obligado, en este caso, a cumplir las estipulaciones refe­ eternos, pues se van consumiendo en el proceso prod uctivo.
rentes a intereses y vencimientos. Entre los costos de produc­ Cada unidad de mercancía fabricada desgasta una fracción de
ción debe incluirse tan sólo el int erés del capital que aún exista la máquina que la produce . Tal desgaste puede ser determina­
y el efectivamente manejado en la empresa. No cabe computar do por la técnica con toda precisión y, consecuentemente, cabe
intereses pagados por capit ales dilapidados ayer en malas in­ sea justipreciado en términ os monetar ios.
524 La Acción Humana Los precios 525

Pero no es eso sólo lo que el cálculo empresarial debe nales ingresos result an inferiores a los supletorios costos. Abs­
pon derar. No puede e! hombre de empresa fijarse exclusiva­ tendríase, indudablemente, de ampliar la producción por encima
mente en la duración técnica de la máquina; ha de preocuparse de la cifra óptima desde un punto de vista técnico. Sin em­
también por e! futuro estado de! mercado. Aunqu e una má­ bargo, e! empresario calcula de otro modo, independientemente
qu ina, desde un punto de vista físico, sea todavía perfectamente de que en sus lib ros, tal vez, consigne anualmente id éntica
utili zable, las condiciones de! mercado pueden convertirla en cifra de amortización. Dependerá de la idea que el empresario
artefacto anticuado y sin valor alguno. Si la demanda de los se forme acerca de la futura disposición de! mercado e! que
correspondientes productos decae o se desvanace, como si sur­ prefiera o no una fracción del actual valor de la cuo ta de amor­
gen métodos más perfectos, tal instrument o, en sentido econó­ tización del noveno año a los servicios técnicos que la aludida
mico, no es ya más que chatarra. De ahí que, al planificar la maquin aria le pueda proporcionar en dicho ejercicio.
gestión de sus negocios, el empresario haya de tener muy pre­ La opinión pública, gobernantes y legisladores, asi como el
sente la posible futura condición de! mercado. El número de fisco, todos suponen que una industria constituye permanente
costos «fijos » que tendrá en cuenta, al calcular, dependerá de fuente de ingresos. Creen que, si e! empresario cuida de la
su comprensión de los fut uros eventos. Dichos costos no pue­ conservación de su capital mediante las oportu nas amortiza­
den ser determinados por mero raciocinio técnico. ciones anuales, perenn ement e podrá derivar un razonable bene­
Desde este último punto de vista, cabe decidir cuál sea el ficio de los capitales que tenga inverti dos en bienes de produc­
grado óptimo de util ización de cierta instalación produc tiva. ción de índole duradera. Las circunsta ncias reales, sin embargo,
Ahora bien, lo que para el técnico es lo ópti mo, posiblemente son distintas. Las insta laciones productivas, tales como una
no coincida con lo que e! empresario, mediant e e! correspo n­ fábrica y su correspondiente equipo, constituyen factores de
diente cálculo económico, considere lo mejor, dada su previsión producción cuya utilidad viene condicionada por las mudables
de las futuras condi ciones de! mercado. Supongamos que deter­ circunstancias de! mercado y por la habilidad del empresario
minada factoría hállase equipada con maquina ria que puede para explotar los mismos a tenor siempre de dichos cambios de
utilizarse durante un período de diez años. Cada año se des­ circunstancias.
tina, a la correspondiente amort ización, un diez por ciento del No hay cons tantes, dent ro del terreno de! cálculo econó­
costo inicial. Al Ilegal' al tercer año, las circunsta ncias de! mer­ mico, en el sentido que a tal concep to se da al hablar de rcali­
cado planteánle un dilema al empresario. Puede duplicar en dades técnicas. Los elementos, en el cálculo econ ómico mane­
d icho ejercicio la ant erior producción y vende r la misma a un jados, son especulat ivas anticipaciones de futura s condiciones.
precio que, además de cubrir e! correspondien te incremento Los usos comerciales y la legislación mercant il han establecido
de los costos variables de explotación, supe ra la cifra de amor­ normas definidas a las que se ajusta la contabilidad y la censura
tización del año en cuestión y e! valor actual de la última cuota de cuentas . La teneduría de libros es exacta, si bien sólo a la
de amortización. Esa duplicada producció n, sin embargo, re­ luz de las alud idas normas consuetudinarias y legales. Las rú­
sulta que triplica el desgaste de la maquinaria , con lo cual los bricas contables no reflejan con fidelidad la estricta realidad.
adicionales ingresos derivados de la venta de aquella doble El valor de mercado de una instalación puede bien no coincidir
cantidad de mercancía son insuficientes para compensar igual­ con las cifras de! correspondiente balance. Buena prueba de
mente el actual valor de la cuota de amort ización del noveno ello es que la Bolsa poco toma en conside ración tales datos.
año. Si e! empresario considera, en sus cálculos, elemento inva­ La computación de costos no constituye, por tanto, pro­
riable la cuota de amortización anual, por fuerza estimaría ceso aritm ético que pueda efectuar o censurar frío y objetivo ~' .
perjudicial el duplicar la produ cción , ya que aquellos adicio- observador. No se trata de magnitudes ciertas que, me d ia n te~') f,D" "
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'26 La Acción H umana Los precios '27

precisos módulos, quepa ponderar. Las fundam entale s parti das más fecundo para el estudio de la economía, ocioso sería, en
manejadas son fruto de la comprensión de circunstancias fu tu­ verdad, prestar demasiada atención al asunto. El mejor de
ras, quedando forzosament e influida s por el personal cri terio ambos sistemas acredita ría su superioridad al proporcional' me­
del empresario acerca de cuál será mañana la disposición del jores resultados. Incluso tal vez conviniera recurrir a p rocedi­
mercado. mientos diversos según la clase del probl ema abordado.
Todo intent o de efectuar computaciones de costos sobre No estamos , sin embargo, ant e cuestiones de heurística;
una base «imparcial, hállase condenado al fracaso. El cálculo la controver sia atañe al fund amento mismo de la economía
de costos constituye instrumento mental para el actuar; es deli­ política. El método matemático ha de ser recusado no sólo por
berado planear, en ord en a un mejor aprovechamiento de los su este rilidad. Se trata de vicioso sistema que parte de falsos
disponibles recursos, con la mira puesta en la provisión de supuestos y conduce a erróneas conclusiones. Sus silogismos
futuras necesidades. El cálculo de costos es siempre de índole no sólo son vanos; diviert en, además, la atenci ón de los verda­
subjetiva, nun ca objetiva. Maneja do por censor frío e imper­ deros pro blemas, deformand o la concatenación existente entre
sonal, cambia totalmente de carácter. Tal arbitrio no mira hacia los diversos fenómenos económicos.
adelante, hacia el fut u ro; dirige, por el cont rario, su atención Ni las ideas sustentadas ni los procedimient os empleados
hacia atrá s, hacia el pasado muerto, ponderando congeladas por los economi stas matemáticos son uniformes. Existen tres
normas ajenas a la acción y a la vida real. No prevé el cambio. prin cipales escuelas que conviene estudiar por separado.
Hállase, inconscient emente, imbu ido por el ' prejui cio de que En la prim era militan los estadísticos, que aspiran a descu­
la economía de giro uniform e es lo normal y lo más deseable. brir leyes económicas a base de analizar la experiencia econó­
El beneficio no encaja en su intelectu al universo. Confusamente mica. P retenden transformar la economía en una ciencia «cuan­
lucubra en torn o a la ganancia «justa» , al lucro que sería titativa». Su programa hállase condensado en el lema de la
«equitativo» derivar de! capital invertido. Pero tales conceptos sociedad econométrica: la ciencia es medición.
son enteramente falsos. En la economía de giro uniform e no El error fundame nta l en que dichos pensadores inciden ya
hay beneficio. En un a economía cambiante, el beneficio no es fue anteriorme nte evidenciado 7. La historia económica alude
ni justo ni injusto. La ganancia nunca es «normal». Donde siempre a fenómenos complejos. Nunca pro porciona conoci­
impera la «normalidad», es decir, la ausencia de cambio, no mient os similares a los que e! técnico deriva de los experimentos
puede haber beneficios. de laboratorio. La estadíst ica es una form a de representar realí­
dades históricas referen tes a precios y a otras facetas humanas.
No es economía y no puede alumbrar teoremas ni teorías eco­
5. LA CAT ALÁCT IC A LÓGICA FRENTE A LA CATALÁCTIC A nómicas. La estadís tica de precios es pura historia económica.
MATE MÁT ICA El teorema según el cual, ceteris paribus, un increment o de la
demanda debe provocar un alza del precio no deriva de la
Las cuestiones que los precios y los costos suscitan se ha experiencia. Nadie ha estado ni estará jamás en condiciones
pretendido aborda rlas también con arreglo a m étodos mate­ de observar el cambio , siempre ceteris paribus, de cierta cir­
máticos. Hubo incluso economistas en cuya opinión dicha sis­ cun stancia de mercado. No existe la economía cuantitativa.
temática era la única apropiada para atacar los problemas eco. Todas las magnitudes económicas que conocemos no son más
nómicos, motejando de «literarios» a los economistas lógicos. que datos de historia económica. Nadie racionalmente admit e
Si ese antagonismo en tre los economistas lógicos y los mate.
: Vid. suprn pégs. 62·{,j y 97·9R.
máticos no pasara de ser mero desacuerdo en cuanto al método
528 La A cción Humana Los precios 529

exista relación constante en tre el precio y la demanda, en gene­ tica, nadie ha conseguido plasmar el programa defendido. El di ­
ral, ni aun en lo atin ent e a específicas mercancías. Nos consta, funto Henry Schultz dedicó su actividad a medi r la elasticidad
por el contrario, que los fenómenos externos influyen diversa. de la demanda de diversas mercancías. El p rofesor Paul H. Dou­
mente en las distintas personas; qu e varía la reacción de un glas ha ensalzado la obra de Schu ltz diciendo que constitu ía «la­
mismo individuo ante idéntico fenómeno y que no es posible bol' tan imprescindible, si la economía ha de convertirse en cien­
clasificar a las gentes en grupos de pe rsonas con idénticas reac­ cia más o menos exacta, como lo fue, para e! desarrollo de la
ciones. Es tas verdades las deducimos, exclusivamente, de la química , la determinación de los pesos atómicos» '. La verdad es
teoría apriorística. Cierto es que los empiristas rechazan dich a que Schultz jamás intentó determinar la elasticidad de deman­
teoría apriorística; asegura n que ellos derivan sus conocirnien­ da de ningún pr odu cto, como tal producto; los datos que ma­
tos de la experiencia histórica. Contradicen, sin embargo, sus nejaba alud ían tan sólo a ciertas áreas geográficas y determi­
J,
propios principi os tan pr ont o como, al pretender supe rar la nadas períodos históricos. Sus estudios sobre un a mercancía
mera anotación imparcial de precios singulares y específicos, i, determinada, las patatas, por ejemplo, no aluden a las patatas
comienzan a formul ar series y a calcular pro med ios. Lo único ! en general, sino a las patatas en los Es tados Unidos , en la época
que la experiencia nos dice y, asimismo, lo único que la esta­ comprendida entre 187 5 y 192 9 ' . Ta les datos, en el mejor
dística recoge, es de terminado precio efect ivamente pagado en de los casos, no son sino mera s contribucio nes, incompletas y
r-
específico lugar y fecha por cierta cantidad de individu alizada discutibles, a la historia económica. No constituyen, desde lue­
mercan cía. El form ar grupos con tales precios, así como el go, pasos orientados hacia la plasmación del confuso y contra­
deducir promedios de los mismos, implica basarse en reflexiones dictorio programa de la economía cuantita tiva. Conviene, a
teóricas , las cuales, lógica y temporalmen te, anteceden a dichas este respecto, reconocer que las otras dos escuelas de economía
operaciones. El que en mayor o menor grado se tome n o no mat emática advierten plenam ente la esterilidad del mét odo
en consideración de talles concomitante s y contingencias cir­ cuantitativo . E n efecto, nun ca se han atrevido és tas a operar,
cunstanciales que con el precio de que se tra te concur ren, de­ en sus fórmulas y ecuaciones, con magnitudes como las halla­
pende igualment e de un razonamiento teórico. Nadie tu vo ja­ das por los econométricos, u tilizando efect ivamente dichas fór­
más osadía suficiente para afirmar que un incremento de a por mulas y ecuaciones en la solución de pro blemas concretos. En
ciento en la oferta de cierta mercancía forzosament e siempre el campo de la acción hum ana no hay más instrumentos idóneos
-en todo país y en todo tiempo- habría de provocar un a para abordar eventos futuros que aquellos que la comprensión
contracció n de b por ciento en el correspondie nte precio . Sien­ procura.
do así que ningún economista cuantita tivo atrevióse a precisar Otro terreno por el que los economistas matemáticos se
concre tamente, amparándose en la experiencia estadíst ica, las han interesado es e! de las relaciones entre precios y costos.
específicas circuns tancias que hacen variar la razón a : b, la Al abo rdar estos asuntos , desen tiéndense de la operación de!
inutilidad del sistema resulta evidente. Po r otra part e, el dinero mercado y aun pretenden dejar de lado el uso del dine ro, in­
no constituye unidad invariable que permita medir los precios; grediente insoslayable en todo cálculo económico . Tácitamente,
es un medio cuya razón de cambio tamb ién varía, si bien gene­ sin embargo, supone n la existencia de la moneda y su emp leo,
ralmente con menor celeridad y amplitud que con la que muda por cuanto hablan en general de precios y de costos , p reten-
la razón recíproca de interca mbio de mercancías y servicios.
Apenas hay necesidad de insistir más en la expos ición de I Vid. P AUL H. DoUGLAS en Econometríca, VII, pág . 105.

las erróneas pre tensiones de la economía cuantitativa. A pesar , Vid. HENRY SCIIULTZ, Tbe Tb eory and M fasUremenJ 01 Demand, págs. 405-427.

de tantas pomposas declaraciones de sus partidiarios , en la prác- University oí Chicago Press, 1938.

"

530 La Acción Humana


Los precios 531

diendo confrontar un os y otros . Los precios son siempre mag­


el mercado regist raba y valorar correctamente, con arreglo a
nitudes dinerarias y los costos sólo exp resados en términos
ellas, los bienes que él mismo estaba manejando.
monetarios pueden entrar en e! cálculo económico. En otro
Es evidente que toda inves tigaci6n relativa a la relación
caso, los costos habrán de computarse en cantida des complejas
de precio s y costos presupone el mercado y el uso del dinero .
formadas por los diversos bienes y servicios que es pr eciso in­
Los economis tas matem áticos qu isieran, sin embargo, cerrar
vertir para la obt ención de cierta mercanda . Ta les precios - si
los ojos a esta insoslayable verdad. Fo rm ulan ecuaciones y
es que cabe aplicar el vocablo a los tipos de cambio engendra.
trazan curva s que, en su opinión, reflejan la realidad. De he­
dos por el trueque- son mera enumeración de cantidades di­
cho, tales hip6tesis aluden sólo a un estado de cosas imaginario
versas de bienes distintos por los cuales el «vendedor» puede
e irrealizable, sin parecido alguno con los verdade ros proble­
intercambiar la específica mercancía que ofrezca. Los bienes a
mas catul ácticos. Sírvcnse de símbolos algebraicos , en vez de
qu e tales «precios » aluden no son los mismos que aquellos a
las expres iones monetarias efectivamente emp leadas en el
los que los «costos» se referí an. No es posible, por tant o, com­
cálculo econ6mico, creyendo qu e así sus razonamientos son
parar en tre sí tales precios y costos en especie. Que el vende­
más científicos. Impresionan, desde luego, a almas cándidas
dor valora en menos los bienes entregados que los que recibe
e imperitas; pero , en realidad , no hacen sino confundir y em­
a cambio; que vendedor y comprador discrepan por lo qu e
brollar temas claros, que los lib ros de tex to de contabilidad
respecta a la subjetiva valoración de los dos productos cam­
y aritmética mercant il perfe ctamente abordan .
bi ados; y que el empresario lánzase a determinada operación
Algunos de los matemát icos en cuestión han llegado a
sólo cuando por el correspondiente producto espera recibir bie­
afirmar que cabría basar e! cálculo econ6mico en un idades de
n es mayorm ente valorados que aquellos empleados en su ob ten­
utilidad . Denomin an análisis de la utilidad a esta su sistemá­
ción , todo eso lo sabíamos ya de antemano gracias a la com­
tica. En el mismo error incid e también el tercer grupo de los
prensión praxeológica. Precisamente tal conoci miento apriorís­
economistas matemáticos.
tico es el que nos permite prever la conducta que adop tará el
Lo caracte rís tico de estos últ imos consiste en que abierta
empresario cuando pueda recurrir al cálculo económico . El
y deliberad amente pretenden resolver los problemas catal ác­
economista matemático, ciertamente, se engaña al pretender
ticos sin hacer referencia alguna al proceso de! mercado. Su
abordar de un modo más general los problemas, omitiendo toda ideal estribaría en formular la teorí a económica con arreglo
referencia a las exp resiones monetari as. Porque vano es, por al patrón de la mcoinica, Una y otra vez buscan o reiteran
ejemplo, pretender investigar las cuestio nes que suscita la divi­ analogías con la mecánica clásica, que, en su opini6n, cons­
sibilidad imperfe cta de los factores de producción sin aludir al tituye e! único y perfec to modelo de inv estigaci ón científica.
cálculo económico en términos monet arios. Tal análisis nun ca No parece prec iso insistir de nuevo en por qué tales analogías
pued e proporcionarnos más conocimientos que los ya poseídos; son accidentales y sólo sirven para inducir al error, ni en las
a saber , que tod o emp resario procura producir aquellos ar­ diferencias que rad icalmen te separan la consciente acci6n hu­
tículos cuya venta piensa le reportará ingresos valora dos en mana del movimiento físico, típico objeto de investigación de
más que el conjunto de bien es invertidos en su producci6n . la mecánica. Bastará con llam ar la atención sobre un punto; a
y
Ahora bien, en ausencia de camb io indirecto de medio co­ saber, el distint o ' significado práctico que las ecuaciones dife­
mún de intercambio, dicho empresario logrará su prop6sito, renciales, en uno y otro terreno, tienen .
siempre y cuando haya correctamente anti cipado el futuro esta­ Los pens amien tos que engendran una ecuaci6n son, forzo­
do del mercado, s610 si disfruta de sobrehumana inteligencia. samente, de índole no matemát ica. En la ecuaci6n se encarna
Tendría que advertir de golpe cuantas r azones de intercambio anterior conocimiento ; dich a expres i6n matemática, dir ecta­
.532 La Acci án Humana Los precios .533

men te, no amplía nuestro saber. En el terreno de la mecánica, cado, distrayéndose con lo que no es más que mera noción
ello no obstante, las ecuaciones han prestado import antes ser­ auxiliar utili zada en dicho análisis, si bien desprovista de sen­
vicios. Por cuanto las relaciones que existen entre los factores tido, separada de aquel cont exto.
manejados son constantes y cabe asimismo comprobar exper i­ La física ocúpase de cambios que los senti dos registran.
mentalmente dichas relaciones, resulta posible utilizar ecuacio­ Advertimos una regularidad en la secuencia de dichas muta­
nes para resolver específicos prob lemas técnicos. Nues tra mo­ ciones y tales observaciones nos permiten estructurar la teoría
derna civilización occiden tal es, en gran part e, fruto de ese física. Nada sabemos, sin embargo, de las fuerzas originarias
poder recurrir, en física, a las ecuaciones diferenciales. Entre que provocan aquellas variaciones. Constituyen las mismas,
los factor es económicos, en cambio, no hay, como tanta s veces para e! investigador, dat os últim os que vedan todo ult erior
se ha dicho, relaciones constantes. Las ecuaciones formuladas análisis. La observación nos permit e apreciar la regular conca­
por la economía matemática no pasan de ser inú til gimnasia tenación existente entre diferent es fenómenos y circunstancias
mental y, aun cuando nos dijeran mucho más de lo que efec­ perfectamente observab les. Esa mutu a inte rdependencia entre
tivamente expresan, no por ello resultaría n de mayor fecun­ los datos recogidos es lo que e! físico refleja mediante sus
didad. ecuaciones diferenciales.
El aut ént ico análisis económico no puede nunca pasar por En praxeología adver timos, ante todo, que los hombres
alto estos dos funda menta les principios de la teoría de! valor: conscientemente desean provocar cambios. Precisamente en
primero, que toda valoración engendradora de acción, en últ i­ torno a tal conocimiento se articula la pra xeología, diferencián­
ma instancia, implica pre ferir una cosa y rechazar otra, no dose, en razón a dicha circunstancia, de las ciencias natur ales.
habiendo ni equivalencia ni indiferencia entre los términos Conocemos las fuerzas que provocan e! cambio y tal conoci­
que, comparados, inducen a la acción; y segundo, que las valo­ miento apriorístico nos permite comprender el proceso praxeo­
raciones de personas diferen tes o las de un mismo individuo, lógico. El físico desconoce qué sea la electricidad; tan sólo ve
en momentos distintos, sólo pueden ser conocidas contem plan­ específicos efectos, denominándolos, por utilizar un término,
do cómo efectivament e e! interesado reacciona ante la alter­ electricidad . El economista, en cambio, advierte , con plena
nativ a de que se trate. claridad, cuál sea eso que impul sa y provoca la aparición de!
En la imaginaria construcción de una economía de giro mercado. Gracias precisamente a tal conocimiento logra dis­
uniforme, todos los factores de producción están siendo ern­ tingu ir los fenómenos sociales de los dermis, pudiendo, por tal
pleados de tal suert e que cada uno de ellos rinde e! servicio vía, desvelar las leyes rectoras de la act ividad mercantil.
más valioso que puede proporcionar. No cabe pensar en modi­ De ahí que la economía matemática en nada contribuya a
ficación alguna a cuyo amparo mejoraría el grado de satisfac­ dilucidar e! proceso del mercado, por limitarse a describir mero
ción; ningún factor se dedica a atender la necesidad a si tal modelo auxiliar que los economistas lógicos estructuran como
utilización impide satisfacer la necesidad b, de mayor valor puro concepto límite; o sea, aquella situación bajo la cual la
que a. Cabe, desde luego, plasmar en ecuaciones difere nciales acción esfumaríase, quedando para lizado e! mercado. Es eso, en
esta imaginaria distribución de recursos , así como darle gráfica efecto, de 10 único de que nos hablan, no haciendo , en defi­
representación mediant e las correspo ndientes curvas. Ahora nit iva, más que t raducir al lenguaje algebraico lo que e! eco­
bien, todo ello nada nos dice del proceso del mercado. Estamos nomista lógico expone, med iante parla común, al establecer los
simplemente ante la descripción de una imaginaria situación presupuestos corr espondientes a los imaginarios modelos de!
que , implantada, para lizaría el proceso mercantil. Los econo­ estado final de reposo y de la economía de giro uniforme;
mistas matemáticos dejan de lado e! teórico análisis del rner­ aquello mismo que el prop io economista matemático se ve
534 La Acci6n Hu mana Los precios 535

forzado a expresar, mediante lenguaje también ordinario, antes temática, sin embargo , carece de medios para satisfacer tal
de comenzar a mont ar sus operaciones matemáticas, quedando exigencia. Los problemas que e! análisis de! proceso mercantil
todo, después, empantanado en mera figuración de escaso suscita, es decir, los únicos problemas económicos que de ver­
valor . dad importan, resultan imposibles de abordar por medios ma­
Ambos tipos de economistas, tanto los lógicos como los temáticos. La int roducción de parámetros temporales en las
matemáticos, reconocen que la acción humana tiende siempre correspond ientes ecuaciones de nada sirve. Ni siquiera se roza
hacia la instauración de un estado de equilibrio que sería alean­ con ello las deficiencias fundamentales del método matemático.
zado si no se produjeran ya más cambios en las circunstancias El proclamar que todo cambio requiere siempre cierto lapso
concurrentes. Los primeros, sin embargo, saben, además, otras de tiempo y que la mutación implica, en todo caso, secuencia
muchas cosas. Advierten de qué modo la actuación de indívi­ temporal no es más que otro modo de decir que, donde haya
duos emprendedo res, promotores y especuladores, ansiosos de rigidez e inmutabilidad absoluta, e! factor tiempo desaparece.
lucrarse con las discrepancias que la estructura de los precios El defecto principal de la economía matemática no estriba en
registra, aboga por la supresión de dichas diferencias y, con­ ignorar la sucesión temporal, sino en que vue!ve la espalda al
secuentemente, por la obliteración de la fuente que engendra funcionamiento de! proceso del mercado.
la ganancia y la pérdida empresarial. Evidencian cómo e! alu­ El método m atemático es incapaz de explicar cómo en un
dido proceso evolucionaría hasta, finalmente , instaurar una estado sin equilibrio surge aquel actuar que tiende a engendra r
economía de giro uniforme. Tal es el comet ido propio de la e! equilibrio. Cabe, desde luego, indicar la serie de operaciones
teoría económica. La matemática descripción de diversos esta­ matemáticas precisa para transformar la matemática descrip­
dos de equilibrio constituye simple juego; lo que interesa es ción de cierto estado de desequilibrio en la descripción mate­
e! examen y la comprensión de! proceso mercantil. mática del estado de equilibrio. Ahora bien, dichas operaciones
La mutua contrastación de ambos sistemas de análisis eco­ en modo alguno reflejan el proceso mercantil que las discre­
nómico nos permite comprender mejor la esencia de aquella pancias existentes en la estructura de los precios ponen en
petición, tantas veces formulada, que postula la ampliación del marcha. En el mundo de la mecánica, las ecuaciones diferen­
ámbito de la ciencia económica mediante la elaboración de ciales, adrní tese, retratan con toda precisión las diversas situa­
una teoría dinámica, abandonando la contemplación de pro­ ciones sucesivamente registradas durante el tiempo de que se
blemas meramente estáticos. Por lo que a economía lógica trate. Las ecuaciones económicas, sin embargo, no reflejan las
atañe, tal denuncia carece de sentido. La economía lógica es diferentes circunstancias propias de cada instante comprendido
esencialmente una teoría que examina procesos y mutaciones. en el intervalo temporal que separa el estado de desequilibri o
Recurre a inmóviles e imaginarios modelos exclusivamente para de! de equilibrio. Sólo quienes se hallen enteramente cegados
mejor aprehender el fenómeno del cambio . Pero, en lo refe­ por la obsesión de que la economía constituye pálida imagen
rente a la economía matemática, la cosa es distinta. Las ecua­ de la ciencia mecánica pueden dejar de advertir la fuerza de!
ciones y fórmulas que ésta maneja limitanse a describir estados argumento. Pobre e inexacto símil jamás puede suplir la ilus­
de equilib rio e inacción. Mientras no abandonan el terreno tración que la economía lógica proporciona.
matemático, dichos investigadores nada pueden decirnos acerca En el terr eno cataláctico adviértense, por doquier, los
de la génesis de tales situaciones ni de cómo las mismas pue­ perniciosos efectos de! análisis matemático. Dos ejemplos, en
den evolucionar y dar lugar a distin tos planteamient os. Por este sentido, bastarían. Bríndanos e! primero la llamada ecua­
lo que atañe a la economía matemática, el reclamar una teoría ción de intercambio, ese estéril y erra do intento de abordar
dinámica está, pues, plenamente justificado. La economía ma- e! problema atinente a las variaciones del poder adquisitivo de!
536 La Acci6n H umana Los precios 537

dinero 10. El segundo qued a pert inentemente reflejado en las 6. Lo s PR ECIO S DE MONOPOLIO
palabras del profesor Schumpeter cuando asegura que los con­
sumidore s, al valorar los bienes de consumo, «ipso lacto valoran Los precios competitivos son la result ante de una perfecta
tambi én los factores de producción necesarios para la obtención acomodación de la actividad vendedora a la demanda de los
de dichos bienes » " . Difícilmente cabe describir de modo más consumidores. Al precio de competencia, la totalidad de las
imperfecto el proceso del mercado *. existencias es vendida; y los factores específicos de producción
La economía no se interesa, directamente, por bienes y ser. son objeto de explotación en aquella medida que los precios
vicios, sino por human as actuaciones. No lucubra en torno a de los no específicos factores complementarios permiten. Parte
imaginarias construcciones, tales como la del equilibrio. Dichos alguna de las existencias disponibles queda permanentemente
modelos son meras herramient as del razonar. El único cometido excluida del mercado; la unid ad marginal de los utilizados fac­
de la ciencia económica consiste en analizar el actuar de los tores específicos no produce rent a neta ninguna. El proceso
hombres , o sea, en analizar procesos. económico, en su totalidad, funciona al servicio de los consu­
midores. No hay conflicto entre los respectivos intereses de
compradores y vendedores, de productores y consumidore s.
Los propietarios de los diversos bienes no pueden diverti r el
10 Vid. infra pág. 598. consumo ni la producción de aquellos cauces marcados por las
11 Vid. J OSEPH A. S CílUM PET ER, Capitolism, Socieiism and Democracy, pág. 175,
Nueva York, 1942. Un análisis crí tico del aser to véase en IIAYEK, e 'Thc Use
valoraciones de los consumidores, las efectivas existencias dc
Knowledge in Society», American Econom ía Review, XXX V, 529-530. los diversos bienes y servicios, y los conocimientos técnicos
* La célebre ecuación de intercambio, estructurada po r el americano 1RVI NG existentes.
FISHER (1867-1947), en Purchasing Power 01 M Ol1CY (19 11), para explicar las va. Todo vendedor incrementaría sus ingresos si una reducción
riaciones del «nivel general de precios», en síntesis dice que AfV ;:: PT, represen. de las existencias poseídas por sus competidores le permitiera
tando M la masa dineraria, V su velocidad de circulaci ón, P el nivel de precios
y T el volumen del tráfico mercantil. Mises, nuis adelan te, demu estra la inadmi­
a él increment ar el precio de las correspondientes mercancías.
sibilidad de tal planteamiento, que no es sino pobre e inex acta representación En un mercado competitivo, sin embargo, ningún vendedor
algebraica de la moderna teoría cuantitativa del dinero, deja ndo inexplicado por puede provocar tal situación. El ofertante, salvo que se vea
qué, generalmente, aunque no siempre, el incremento de M debe provocar el alza amparado por alguno de aquellos privilegios que la interferencia
de P. Estamos en puro terreno tautológico, pues simplemente pr edicamos que el estatal en los negocios engendra, por fuerza ha de atenerse a la
valor dinerario del conjunto de las co mpras es igual al de las ventas, como se repet irá
en la nota de la pág. 598. efectiva disposición del mercado.
j oseph A . Schumpeter (18 83-1950) quiso, en su citada obra, resolver el pro. El empresario, en su típica condición empresarial, hállase
blema del cálculo económico bajo el régimen socialista, fracasando , como Mises invariable y plenamente sometido a la soberanía de los consu­
cumplidamente demuestra (vid. cap. XX VI) . La argumentación schu mpc tc rinna midores. No ocurre lo mismo con los propietarios de artículos
supone que el estado socialista, aun reteniendo la propiedad de los medios de pro­ de consumo o de factores de producción, ni tampoco, como es
ducción, permitiría la aparición de un mercado libre para los bienes de consumo,
lo que daría precios a estos últimos, prec ios de los cuales cabria deducir el valor
natural, con el empresario en su condición de posible poseedor
de los factores de producción. Sucede, sin embargo, no ser cierto que « lOS consu­ de esos mismos bienes y factores. A tales dueños, en determi­
midores, al valorar los bienes de consumo , ipsf) lacio valor an también los Iactorcs nadas circunstancias, resúlt ales lucrativo restringir la oferta,
de producción» (vid. supra ap. »). Conocido el precio de un automóvil , pongamos vendiendo su mercancía a mayor precio unitari o. Los precios
por caso, resulta imposible deducir del mismo el precio del acero, del caucho, la que entonces aparecen -precios de monopolio- implican des­
madera y restantes materiales empleados Y. menos aún, el de los correspondientes
salarios -del peón al ingeniero pr oyect ista-e- que correspondan. (N. del 1'.)
conocimiento de la soberanía de los consumidores y de la
democracia del mercado .
Los precios 539
538 La Acci6n Hum. ".

Vamos, seguidamente, a examinarlos, as! como la cata­ demás comerciantes, pueda exigir precios de monopolio es obli­
Iáctica condición de los mismos. gado que los compradores no reaccionen ante cualquier incre­
mento de! precio, de suerte tal que e! alza aludida venga a per­
1. La oferta, en todo caso, para su aparición, ha de hallar­ judicar los intereses de! actor.
se monopolizada. La totalidad de las existencias del bien en La existencia de! monopolio constituye condición necesaria
cuestión debe estar controlada por un solo vendedor o por para que los precios de! mismo puedan aparecer; no es, sin
un grupo de vendedores actuando de consuno. El monopolista embargo, condición bastante. Preciso, al efecto, resulta la con­
-ya sea individual o asociado-- puede, entonces, restringir currencia de otra circunstancia; a saber, específica conformación
la cantidad de mercancía ofertada - trátese de un bien de con­ de la curva de la demanda. La mera aparición de un monopolio
sumo o de producción- elevando e! precio unitario, sin que nada significa a estos efectos. Quien, amparado por e! copy­
quepa intervengan otros ofertantes desarticulando los planes right, edita un libro es un monopolista. Ahora bien, quizá tal
del monopolista. monopolista no logre vender ni un solo ejemplar de la obra,
2. El monopolista, o no puede, mediante precios dispares, por bajo que sea e! precio marcado. No siempre constituye·
discriminar entre los diversos compradores, o bien volunta ria­ precio de monopolio e! precio, cualquiera que sea, al que e!
mente se abstiene de efectuar tal discriminación 12. monopolista ofrece su monopolizada 'mercancía. Precio de mo­
3. La reacción de! público comprador ante ese incremen­ nopolio sólo es aquel precio al cual resulta económicamente
tado precio, superior al potencial precio competit ivo, es decir, más ventajoso para e! monopolista restringir la total cantidad
la correspondiente contracción de la demanda, no puede ser vendida que ampliar sus ventas en aquella proporción que e!
de grado tal que devengan inferiores los ingresos obtenidos mercado competitivo permitiría. Los precios de monopolio son
al vender a cualquier precio superior al de competencia que la resultante de deliberada actuación tendente a restringir e!
los cosechados al aplicar precios competitivos. Resultan, por comercio de! artículo en cuestión.
tanto , impertinentes las alambicadas disquisiciones en torno a Al calificar de deliberada la conducta de! monopolista no
la identidad de! artículo de que se trate. Vano sería lucubrar se afirma que el interesado proceda a comparar entre si e!
acerca de si todas las corbatas pueden considerarse ejemplares exigido precio de monopolio con e! precio competitivo que en
de un mismo artículo o si, por e! contrario , convendría distin­ un hipotético mercado no monopolizado habría surgido. Es
guirlas entre si según su respectivo color, dibujo o material em­ sólo e! economista quien contrasta e! precio de monopolio con
pleado. Teórica diferenciación en clases que a nada conduce; e! potencial precio de competencia. El monopolista, cuando ha
lo único que interesa es cómo reacciona el comprador ante alcanzado ya su posición, no dedica ninguna atención al precio
aquel incremento de! precio. Por lo que a la teoría de los pre­ de competencia. Lo único que a él le interesa, como a cualquier
cios de monopolio afecta, ninguna trascendencia tiene e! pro­ otro vendedor, es percibir e! mayor precio posible. La dispo­
clamar que cada fabricante de corbatas produce articulas típi­ sición del mercado, condicionada, de un lado, por la existencia
cos, ni, menos aún, el aseverar que cada uno de dichos indus­ de! monopolio y, de otro, por la conducta de los compradores,
triales es un monopolista. La cataláctica no se interesa por e! es exclusivamente 10 que engendra el precio de monopolio.
monopolio como tal, sino por los precios de monopolio. Para 4. Constituye grave error suponer que haya una tercera
que un vendedor de corbatas, distintas a las ofrecidas por los categoría de precios, los cuales no serian ni precios de mono­

___ I
polio ni precios de competencia. Si dejamos de lado el problema
11 La discriminación mediante el precio será objeto de estudio más adelante.
de los precios discriminatorios, que luego será abordado, un
(Vid .•p. 10 de este capfrulo.)
~ dctctml..do ,redo " o , =10 do rompo''''''' o ,,,do d, ~
540 La A cción Hu mana Los precios 541

nopolio. El suponer lo contrario deriva de aquella idea según quier bien participa en el cont rol de la oferta de cuantas mer­
la cual la competencia no puede considerarse libre y perfecta canelas se ofrecen en venta. Si el interesado hub iera producido
más que cuando todo el mundo está en condiciones de ofrecer una cantidad mayor de a, habría incrementado la oferta, pro­
al mercado el producto de que se trate. vocando una tendencia a la baja del precio correspondiente.
Las existencias son siempre limitadas. Carece de la condi­ Ahora bien, la cuestión estriba en saber por qué el actor no
ción de bien económico aquello que, ante la demanda del pú­ produjo a en mayor cantidad. ¿Procuró acaso, de esta suerte,
blico, no resulte escaso; por tal objeto no se paga precio algu­ acomodar su actuación de! mejor modo a los deseos de los con­
no. De ahí que induzca a confusión el ampliar e! concepto de sumidores, dejando restringida la producción de a exclusiva­
monopolio hasta abarcar todo el campo de los bienes econó­ mente a la cuantía p? 0 , por el contrario, ¿prefirió violentar
micos. La limitación de las existencias es la razón única que los mandatos de los consumidores en provecho propio? No
confiere precio y valor a las cosas; tal escasez, sin embargo, produjo más a, en el primer caso, por cuanto el fabricar a en
por sí sola, no basta para engendrar los precios de monopolio 13. cuantía superior a p habría supuesto detraer escasos factores
Suele hablarse de competencia imperfecta o monopolística de producción de otras inversiones que permitían atender nece­
cuando las mercancías ofrecidas por los diferentes productores sidades más urgentemente sentidas por los consumidores; no
y vendedores, si bien del mismo género, son dispares entre sí. produjo p + r, sino sólo p, pues dicho incremento habría redu­
Con arreglo a tal sistemática, la inmensa mayoría de los bienes cido o incluso anulado sus ganancias, mientras todavía había
de consumo caería en la categoría de bienes monopolizados: otras muchas provechosas aplicaciones en que invertir el capital
Lo único, sin embargo, que interesa, al abordar e! problema disponible. En el segundo supuesto, dejó de producir r porque
de la determinación de los precios, es lo referente a si el ven­ le resultaba más ventajoso no emplear una parte de las existen­
dedor se halla capacitado para explotar dicha disparidad y, cias de cierto factor especifico de producción, 111, que monopo­
mediante deliberada restricción de la ofert a, incrementar sus lizaba. Si el interesado no gozara de ese monopolio sobre m,
ingresos netos. Sólo cuando ello es posible y efectivamente se habríale resultado imposible derivar ventaja alguna de restrin­
practica surge el precio de monopolio diferenciable del compe­ gir la producción de a. Sus competidores, ampliando la suya,
titivo . Tal vez el vendedor tenga una clientela tan adicta que habrían llenado e! vacío, de tal suerte que no hubiera podido '
prefiera comprar en su tienda antes que en las de la compe­ aquél exigir precios incrementados.
tencia, hasta el punto de no abandonarle aun cuando eleve el Al analizar supuestos precios de monopolio resulta inelu­
precio solicitado por encima del de los demás comerciantes. dible buscar cuál sea ese factor 111 monopolizado. Si no existe.
Para dicho vendedor, el problema estriba en saber si el n ú­ resulta imposible el precio de monopolio. Condición sine qua
mero de rales clientes llegará a ser lo suficientemente amplio non para la aparición de los precios de monopolio es que haya
como para compensar aquella reducción de ventas que la abs­ cierto bien monopolizado. Si no se detrae del mercado canti­
tención de otros adquirentes inexorablemente habrá de provo­ dad alguna de dicho bien 111, jamás puede el empresario proce­
car. Sólo en tal caso le resultará ventajoso sustituir el precio
der a la sustitució n de los precios competitivos por los de
competitivo por el de monopolio.
Gran confusión engendró torcida interpretación de eso monopolio.
que se denomina control de la oferta. Todo fabricante de cual- El beneficio empresarial no guarda relación alguna con los
monopolios. Si al empresario le resulta posible vender a pre­
l3 Vid. la refutación de esa torpe ampliación del concepto de monopolio en
cios de monopolio, su privilegiada situación deriva .de que
RICHARD T. ELY, Monopolies and Trusts, págs. 1·.36. Nueva York, 1906. monopoliza el factor m. La especifica ganancia monopolística
542 La Acción Human a 543
Los precios

brota de la propiedad de 111, no de las actividades típicamente preocupan de ello. Deviene entonces mera palabrería cuanto
empresariales del interesado . digan en e! sentido de que desean cobrar precios más altos
Supongamos que una avería deja a cierta localidad duran­
por su mercancía.
te varios días sin suministro eléctrico, constriñendo a los veci­ El intervencionismo económico -el proteccionismo, por
nos a alumbrarse con velas. El precio de éstas se incrementa citar un ejemplo-s- es e! gran generador de precios monopo­
hasta s; al precio s la totalidad de las existencias se vende. lísticos. Cuando los propietarios de m, por unas u otras razo­
Los comerciantes en velas cosechan mayores beneficios a base nes, no se aprovechan de aquellas circunsta ncias del mercado
de vender la totalidad de su stock al precio s. Ahora bien, cabe que les permitirían implantar un precio de monopolio, los
que dichos comerciantes se confabulen y detraigan de! mercado gobiernos no suelen dudar en interven ir con miras a implantar
una parte de sus existencias, vendiendo el resto a un precio lo que los americanos denominan «restringir el comercio». Los
s + t. Mientras s es precio competit ivo, s + t es precio de órganos administrativos obligan a los propietarios de m --due­
monopolio. Sólo esa diferencia entre lo ganado por los comer­ ños, por lo general, de terrenos, minas o pesquerías- a limitar
ciantes al vender al precio s + t y lo que hubieran ingresado su producción. Ejemplos sobresalientes de esta actividad esta­
vendiendo a s constituye e! específico beneficio monopolista. tal nos los brind an, en la esfera nacional, e! gobierno americano
Indiferente es la fórmula que efectivamente los interesados con su política agrícola y, en la esfera internacional, esos tra­
apliquen para restringir las existencias puestas a la venta. La tados eufemísticamente denominados «acuerdos interguberna­
destrucción física de parte de las mismas constituye típica siste­ mentales de control de mercancías» (Intergovem mental Com­
mática adoptada por los monopolistas. A ella, no hace mucho. modity Control Agreements ) , Un nuevo léxico, con este mo­
recurría el gobierno brasileño quemando grandes cantidades tivo, ha sido inventado. Tras la equívoca expresión «evitación
de café. Ahora bien, e! mismo efecto cabe conseguir dejando de de excedentes» ocúltase consciente restricción de la producción,
utilizar una parte de las existencias. con su inevitable consecuencia de dejar desatendida la demanda
Mientras e! beneficio no puede aparecer en la imaginaria de una parte de los consumidores. En este mismo sentido,
construcción de una economía de giro uniforme, los precios con sid érase mera «estabilización de precios» el encarecido costo
de monopolio y las típicas ganancias monopolísticas encajan que los compradores, restringida la producción, en adelante
perfectamente en dicha construcción. han de pagar . Tales verbales tapujos, sin embargo, no cambian
5. Cuando las existencias de un cierto bien m son poseí­ la realidad subyacente; aquella mayor producción de 111 que
das no por una única persona, empresa, entid ad o institución, e! inter vencionismo escamotea al mercado nunca hubiera sido
sino por diversos propietarios que aspiran a vender su aludida estimada excedente por quienes ansiosos estaban de consumir­
mercancía a precio monopolístico, forzoso es para los intere sa­ la; además, un precio más barato, es decir, un precio no es/a­
dos llegar entre sí a un acuerdo (generalmente denominado bilizado, indudab lemente hubiera sido más de! agrado de los
cartel, si bien en América se suele en este caso hablar de cons­ adquirentes.
pira/ion) , acuerdo en cuya virtud cada uno de los intervinientes 6. La competencia de mercado en modo alguno exige
se compromete a no ofrecer más de una cierta cantidad de! haya multitud de entidades entre sí pugnando. La competencia,
bien 111 en el mercado. La nota característica de todo cartel en definitiva, plántease siempre entre dos individuos o dos
es precisamente esa fijación de cuotas a los distintos vendedo­ empresas, por muchos que sean los que, en un principio, entra ­
res. La habilidad del organizador de un cartel consiste en lograr ran en la liza. Desde un punto de vista praxeológico, la com­
que los participantes se avengan a respetar sus respectivas petencia entre unos pocos en nada se diferencia de la compe­
cuotas. El cartel se desintegra en cuanto los asociados se des­ tencia entre muchos. Jamás nadie ha supuesto que las pugnas
544 La Acci6n Humana Los precios 545

electorales resulten menos competiti vas en aquellos países don­ suficientemente grande en comparación a las existencias p2 con­
de sólo hay dos partid os políticos que donde éstos son nume­ troladas por aquéllos. Imaginemos que la total idad de las exis­
rosos. El número de competidores pudiera, sin embargo, en­ tencias (p = pI + l) puede ser vendida al precio unitario e
Cerr ar cierto interés, en e! caso de los carteles, por cuanto puede y que unas existencias p - z igualmente cabe sean colocadas
hacer más o menos difícil e! llegar al necesario acuerdo limi­ al precio de monopolio d. Si d( pl - z) es mayor que cp',
tativo de las respectivas ventas. intere sa al monopolista restringir sus ventas, independiente­
7. Cuando le es posible al vendedor increment ar sus be­ mente de lo que aquellos terceros poseedores de! bien en cues­
neficios netos mediant e la restricción de venta y aumento de! tión hagan. Pueden éstos seguir vendiendo al precio e o tam­
precio por unidad vendida, normalmente, hay varios precios de bién cabe que lo eleven hasta d. Lo único que importa es que
monopolio que puede aplicar. Por lo general, uno de dichos pre­ los repetidos terceros no están dispuestos a reducir en nada las
cios de monopolio proporciona los mayores beneficios netos. cantidades por ellos vendidas. Toda la reducción necesaria en
También, sin embargo, puede suceder que varios de los repeti­ las ventas ha de ser soportada por el poseedor de p', Tal cir­
dos precios de monopolio resulten igualmente lucrativos para e! cunstancia influi rá en los planes de este último, y lo más proba­
monopolista. Podemos denominar a este o a estos precios de ble es que aparezca un precio de monopolio distin to a aquel que
monopolio que mayor ganancia implican el precio o los precios habría surgido en el caso de un monopolio completo " .
óptimos de monopolio. 1O. Los duopolios y oligopolios no suponen tipos espe­
S. El monopolista no sabe de antemano cómo reacciona­ ciales de precios de monopolio ; constituyen tan sólo especí­
rán los consumidores ante el alza de! precio. Ha de recur rir ficos sistemas que permiten implantar precios de monopolio .
al sistema de la prueba y e! error para averiguar si un bien En estos supuestos , la totalidad de las existencias hállase dis­
monopolizado puede ser vendido, con ventaja para e! inte­ tribuida entre dos o más personas, las cuales desean vender a
resado, a algún precio superior al compet itivo y, en caso afir­ precios de monopolio rest ringiendo convenientemente sus res­
mativo , cuál entre los varios precios de monopolio posibles pectivas ventas totales. Dichas gentes, sin embargo, por la
es e! precio de monopolio óptimo o uno de los aludidos precios razón que fuere, no actúa de consuno . Cada una de ellas
óptimos de monopolio. Todo esto, en la práctica, es mucho procede con total independencia, sin llegar a ningún acuerdo,
más difícil de lo que e! economista supone cuando, al trazar sus tácito ni expreso, con sus competidores ; a todas ellas, no obs­
curvas, atribuye al monopolista visión extraordinaria. Como tante, les consta que sus rivales desean provocar una restricción
condición previa, ineludible para que puedan surgir los precios monopoIística dc las propias ventas con miras a cobrar mayores
de monopolio, el teórico ha de presuponer, siempre, la capa­ precios unitarios y cosechar así las correspondie ntes ganancias
cidad de! monopolista para descubrir los correspondientes monopolísticas. Cada uno de dichos interesados vigila celosa­
precios. mente a los demás, procurando acomodar su personal actuación
9. Caso part icular es e! del monopolio incompleto. La a la ajena. Se plantea una serie de acciones y reacciones, un
mayor parte de las existencias dispo nibles son pro piedad de mutuo pre tender engañarse, cuyo resultado dependerá de la
un monopolista; e! resto de dichas existencias corresponde a respectiva sagacidad personal de los contrincantes. Duopolistas
una o a varias personas que no están dispuestas a cooperar con y oligopolistas persiguen doble objetivo: de un lado, preten­
él en la restricción de las ventas y la implantación de los pre­ den hallar cuál sea e! precio de monopolio que más lucrativo
cios de monopolio. La oposición de esos terceros no impide,
14 Es evidente que cualquier situación de monopolio incompleto 'se viene abajo
sin embargo, la aparición de los precios de monopolio en el
si las personas ajenas al monopolista pueden ampliar libremente sus ventas.
caso de que la porción pI controlada por el monopolista sea
J5
546 Lz Acción Humana Los precios 547

para ellos resulte y; de otro, afánan se por echar la carga que cidad para produ cir los deseados efectos es ilimi tada. Sin em­
la rest ricción de la venta supone sobre las espaldas de sus com: bargo, devien en bienes económicos cuando son objeto de mo­
. petidores. ' Precisament e porque no convienen en cuanto a la nopolio y cabe resrri ngir la utilización de las mismas. El precio
proporción en que cada un o deb a reducir sus ventas es por pagado por los servicios que una fórmula cualquiera puede
lo que no actúan de común acuerdo, como lo harían los miem­ proporcionar es siempre un precio de monopolio. Indiferente
bros de un cartel. result a qu e se restrinja el aprovec hamiento de la correspon­
No se debe confundir el duopolio y el oligopolio con el dient e fórmula al amparo de circunstancias institucional es
monopolio incompleto , ni con aqu ella pugna que el interesado - patentes, derechos de au tor- o por el carácter secreto de la
desata con miras a implantar su propi o monopolio. En el caso misma , secreto que los demás son incapaces de descub rir .
del monopolio incompleto, sólo el grupo monopolista hállase El complementario factor de producción , cuya monopoli­
dispuesto a restringir las ventas, al ob jeto de implantar el pre ­ zación permite la implant ación de los precios de mon opolio ,
cio de monopolio; los demás vendedores rechazan toda dismi­ puede ta mbién consisti r en la intervención de cierta pe rsona
nuci ón en su respecti va cuota . Duopolistas y oligopolistas, en en la producción de determinada mercancía; si los consumi­
cambi o, desean un ánimemente detr aer del mercado parte de dores atribuyen particular tra scendencia a d icha intervención ,
las existencias. I gualmente, cuando se trata de echar abajo los tal mercancía cob ra especial valor. E l supuesto puede darse, ya
precios (price slasbing) , el grupo A aspi ra a conquistar una sea por la naturaleza par ticu lar del bien o serv icio en cuestión,
posición de monopolio completo o incompleto, medi ante forzar ya sea al amparo de medidas insti tucionales, tales como la legis­
a sus compet idores integ rantes del grupo B a abandona r la pa­ lación atin ent e a la propiedad indu stri al. Son múltiples las ra­
lest ra. Los primeros rebajan los precios hacién dolos ruinosos zones por las cuales lus consumidores puede n valorar especial­
para sus más débiles contrincan tes. Tal vez, el grupo A tam­ mente la int ervención de esa persona o ent idad . Tal vez se
bién suf ra pérdidas; ahora bien , por cuanto goza de facilidades trate de amplio marge n de confianza conq uistado gracias a la
para soportar, durante más tiempo, dich os qu ebrantos, confía anter ior ejecu toria del sujeto 15; puede tr atarse de erro res o
en que poste riormente recuperará tales pérd idas gracias a las prejuicios sin b ase; de los dictados dc la moda; de creencias
mayores ganancias monopolísticas futuras. Todo esto, sin em­ mágicas u metafísicas que gentes más preparadas tal vez ridi­
bargo, nada tiene qu e ver con los precios de mon opoli o. T rá­ culicen . La composición quími ca y el efecto fisiológico de deter­
tase simplemente de argucias empleada s para llegar a conquis­ minad o fármaco registrado posiblemente sea idéntico al de los
tar determinadas posiciones monopolísticas. demás pro ductos similares. Ahora bien, si el adqu irente concede
Cabe dudar si du opolios y oligopolios pueden darse en la tr ascendencia parti cular a la etique ta en cuestión y está dis­
práctica. Lo normal , en efecto, sería qu e las pa rtes interesadas puesto a pagar precios superiores por el aludido producto , el
pronto llegaran a un acue rdo, al meno s tácito, por lo qu e a su vendedo r del mismo pu ede exigir precios de mon opolio, siem­
respectiva reducción de la venta atañe . pre y cuando la configu ración de la demanda sea propicia.
11. Aquel bien monopolizado cuya parcial exclusión del El monopolio que permite al monopolista restringir la ofer­
merc ado permite la implantación de los precios de monopolio ta sin que nad ie contrarreste su actuación ampliando la corres­
puede ser un bien del orden inferi or o del orden supe rior, es pondiente producción, también puede consistir en la mayor pro ­
decir, un facto r de producción . Tambi én cabe consista en el con­ du ctividad del factor por aqué l ut ilizado compa rativamente a
trol de específico conocimient o técnico requ erido por cierta pro­ la productividad del que sus competidore s emplean. S i la dife­
ducción, es decir, en controlar determinada «fórmula» . Las
fórmulas, por lo genera l, son bienes libres, por cuanto su capa- . ~ A este respecto , vid. infm págs. 56"i·573, sobre el buen nomb re comercial.
548 La Acci6n H umana Los precios 549

rencia entre una y otra capacidad productiva es tal que auto­ desciende de s a s', Por tanto, es preciso para que pueda im­
riza la aparición de! precio de monopolio, estamos ante lo que plantarse e! precio de monopolio en e! mercado nacional que
cabe denominar un monopolio marginal 16. los beneficios a derivar de la venta en el extranjero no se
Analicemos los monopolios marginales fijando la atención reduzcan hasta e! punto de absorber íntegramente las ganancias
en aquella realidad que, hoy en día, con mayor frecuencia los monopolísticas cosechadas en e! país.
ampara. Las tarifas proteccionista, bajo ciertas condiciones , A la larga, el aludido cartel nacional no puede mantener
pueden engendrar precios de monopolio. Atlantis decreta una su posición monopolística si es libre para todos el acceso a la
tarifa I contra la importación de la mercancía p, cuyo precio en producción de referencia. El factor monopolizado cuya utiliza­
e! mercado mundial es s. Si el consumo de P, en A tlantis, al ción el cartel restringe (por lo que al mercado interior se refie­
precio s + 1, es a y la producción nacional de p es b, siendo b re) mediante los aludidos precios de monopolio puede ser igual.
menor que a, resulta que los costos de! expendedor marginal mente producido por cualquier nuevo inversor que monte la
son iguales a s + l . Los fabricantes de p en Atlantis pueden correspondiente industria en e! interior de Atlantis. El moder­
vender la totalidad de su prod ucción al precio de s + l. La no mundo industrial registra una permanente tendencia al pro­
protección arancelaria, en tal caso, es efectiva e impele, en aquel greso técnico, de tal suerte que la instalación más moderna
mercado interior, a ampliar la fabricación de p por encima de b, goza, por 10 general, de superior productividad comparada con
hasta llegar a una producción ligeramente inferior que a. Ahora los establecimientos más antiguos y produce a inferior coste
bien, si b es mayor que a, las cosas cambian. Cuando la pro· medio. El incent ivo para aquel potencial nuevo inversor es,
ducci ón b es tal que, incluso al precio s, el consumo interior no por tanto, doble. No sólo puede cosechar las ganancias mono­
la absorbe en su totalidad, de tal suer te que una parte de la polísticas que disfrutan los asociados en e! cartel, sino que, ade­
misma ha de ser expor tada y vendida en el extranjero, la tarifa más, podrá superar a estos últimos gracias a sus menores costos
de referencia ya no influye en e! precio de p. Tanto en e! mer­ de producción. Circunstancias institu cionales vienen ahora en
cado interi or como en e! mundial e! precio de p no varía. La ayuda de los antiguos fabricantes que forman e! cartel. La
repetida tarifa, sin embargo, al discrimin ar entre la producción legislación de patentes concéde!es un monopolio legal que nadie
nacional y la extranjera de p, concede a los industriales de puede enervar. Sólo una parte, desde luego, de su proceso pro­
Atlantis un privilegio que éstos pueden aprovechar para im­ ductivo podrá ampararse en la correspondiente patente. Sin
plantar una situación monopolística, siempre y cuando deter­ embargo, el compet idor, a quien se prohíbe servirse de los
aludidos procedimientos y producir los correspondientes ar­
minadas circunstancias igualmente concur ran. Si cabe hallar
tículos, tal vez véase tan gravemente perjudicado que haya de
entre s y s + I un precio de monopolio, resulta lucrativo para
renunciar a integrarse en la aludida industria cartelizada. El
estos últimos e! formar un cartel. El cartel vende en e! mer­
poseedor de una patente goza de un monopolio legal que , si las
cado interior a precio de monopolio, colocando e! sobrante de
demás circunstancias son propicias, puede permit irse la im­
la producción en e! mercado extranjero al precio de competen ­
plantación de precios de monopolio. La patente, independiente­
cia mundial. Comoquiera que aumenta la cantidad de p ofer­
mente de la esfera que efectivamente cubra, puede proporcionar
tada en e! mercado mundial a consecuencia de la restringida
también interesantes servicios subsidiarios por 10 que se refiere
venta realizada en Atlantis , e! precio de competencia exterior
a la implantación y mantenimiento de un monopolio marginal,
16 La expr esión «monopolio marg inal », como cualquier otra, es puramente con­
cuando las circunstancias instit ucionales favorecen la aparición
vencional. A nada conduce el objetar que todo otro tipo de monopolio capes de de! mismo.
originar precios de monopolio también podrfn ser calificado de ninrginal. Cabe admitir que determinados carteles mundiales subsis­
Los precios 551
550 La Acción H umana
biera podido ento nces exigir mayore s precios . Las gana ncias
tirían aun en ausencia de aque llas interferencias gube rna men­ qu e el asalariado derivaba de la legislación social y de la acción
tales a cuyo amparo mu chos otros bienes han llegado a es tar sindical hubiéranse esfumado en razón a que hab ría teni do
monopolizados. Hay mercancías , por ejemp lo, los diamantes que pagar increment ados precios por sus adquisiciones . Los
y el mercur io, cuyas fue ntes de aprovisionamiento hállanse ubi ­ salarios reales, al final , veríanse aumentados s610 si los empre­
cadas en específica s localidades. Los propietarios de los co rres­ sarios hubieran logra do mejora r los procedimien tos empleados,
pondientes yacimi entos fácilmente pueden asociarse par a actuar incrementando congruamente la productividad del trabajo .
de común acuerdo . Tales carteles , sin embargo, cubrirían mí­ El peligro que la Sozialpolitik encerraba hubi érase, sin em­
nimo porcentaje de la producción mundial. Su trascendencia bargo, di simulado gracias a la tarifa proteccionista.
económica sería despreciable. La gran imp ortancia que hoy Pero Alem ania, ahora y ya en los tiempos en que Bisma rk
en día han cobrado los carteles débese a la polít ica interven­ inauguraba su política social, fue siempre país pr edominante­
cionista adoptada por tod as las naciones . E se gran problema mente industrial. Export ábase una parte mu y import ante de la
monopolíst ico con el qu e la humanidad hoy se enfrenta no ha producc ión . Tales exportaciones permitían a los alemanes ad­
sido engendrado por la mecánica del mercado . Result a, por el quirir los productos alimenticios y las materias primas impo­
contrario, fru to de deliberadas actuaciones gubernamen tales. sibles de producir en Alemania, na ción relativa men te super­
No constituye, contrariamente a lo que la demagogia proclama, poblada y de escasos recursos naturales. E sta realid ad no podía
típico vicio capitalista. Es, en cambio, inelud ible consecuencia variarse media nte tarifas proteccionistas . Sólo los car teles po ­
de políticas hostiles al capitalismo qu e precisament e aspiran a dían liberar a Alemania de las catast róficas consecuencias que
sabo tea r y enervar su funcionamiento . aqu ella política «progr esiva» había de tener. Los car teles im­
El país clásico de los car teles fue siempre Alem ani a. Du­ pu sieron precios de monopolio en el interi or, mientras se ven­
rante las últimas décadas del siglo XIX , el Reich alemán se lan­ día más bara to en el extranjero. La aparición de los car teles
zó a un vasto plan de Sozialpolitik. Se pretendí a elevar los es con secuencia ineludib le de toda política social «progresiva»
ingresos y el nivel de vida de los asalariados med iant e esas aplicada en zonas indu stri ales qu e necesit an vender al extran­
divers as medid as que integran la denominada legislación social, jero . Los carteles, naturalmente, no salvaguard an aquellos ilu­
el tan alabado «plan Bismarck » de seguros sociales y la fuer za y sorios beneficios sociales que los políticos laboristas y los jefes
la coacción sindical dedicada a incrementar los salarios. Los sindicales prometen a los asalariados. No hay medio de elevar
partidarios de tal política desdeñaron las advertencias de los los salarios de los traba jadores en su conjunto más allá del nivel
economistas . Las leyes econ ómicas son un mito, di jeron. qu e determina la productividad de cada labor. Med iante los
Lo que en rea lidad sucedió fue que la Sozialpolitik elevó carteles lo único que se logró fue desvirtuar el alza apa rente
los costos alemanes de prod ucción . Todo progreso en la llama­
de los salarios , incrementando los precios del mercado interior .
da legislación social y toda hu elga triunfante implicaba nueva De moment o, al menos, pudo ser evita do el más desast rado
cort apisa a la actuación de los empresarios alema nes. Cad a vez efecto de toda política de salarios mínimos, es decir, el desem­
resultábales a éstos más dif icil luchar contra la compete ncia
pleo m asivo.
ext ranjera, la cual no vela incrementados sus costos de produc­ Cuando se trata de indus tr ias a las cuale s no les basta el
ción por los sucesos internos de Alem ani a. Si ésta hubi era po­ mercaclo nacional, de tal suerte que vense obligadas a colocar
dido ren unci ar a la exportaci ón, limit ándo se a producir exclu­
una pa rte de su producci6n en el extranjero, la funci6n de la
sivamente para el mercado interior, un a tarif a proteccio nista
tarif a proteccionista estriba - en esta época de perm anen te
habría amparado a aque llos indu striales contra la creciente
interv en cioni smo es ta tal - en permitir la implan tación de un
dureza de la competencia extranjera. La industria alemana hu­
552 La Accián Hu mana Los precios 553

mon opoli o en el mercado doméstico. Cualesquiera que hayan agricultura , logrando imponer medidas restrictivas de la pro­
sido los fines perseguidos y los efectos provocados, en épocas ducción a cuyo amp aro podían florecer los precios de mono­
pasadas, por las tarifas, actualment e tan pronto como un a na­ polio . A través de num erosos tratados in ternacionales concer­
ción exportadora pretende elevar los ingresos de asalariados tados en tre los más importantes países, aspirase a impl antar
y agricultores por encima del nivel po tencial del mercado , no precios mu ndi ales de monopolio por lo que se refiere a diver sas
tiene más remedi o que recurrir a arbitr ismos que engendran materias primas y artículos alimenticios ". Incluso las Naciones
los correspondientes precios nacional es de monopolio. El po­ Unidas hállanse formalmente comprometidas a mant ener tales
derío del gobernante queda limit ado a aquel territorio sujeto polít icas.
a su soberanía. Puede la auto ridad elevar los costos internos 12. Conviene adve rtir la uniformidad de esta acción pro­
de producción ; aho ra bien , no puede forzar al comprador ex­ monopo lística ejercida por todos los gobiernos contemporáneo s
tranjero a pagar los incrementados precios que de esta suerte par a perca tar se mejor de las razones subyacentes que la im­
resultan. Si no se qui ere para lizar el comercio de exportación, pulsan . Desde un pun to de vista cata láctico dichos monopolios
es inevitable concederl e los oportunos subs idios. Dichos sub­ no son todos iguales. Los carteles cont rac tuales que el ernpre ­
sidios cabe sean abierta y francamente financiados por el erario sariado concier ta , impelido por la protección arancelaria, consti­
o cabe sean cargados a los consumidores, obligando a éstos a tuyen supuestos que cabe encuadrar ent re los mon opolios mar­
pagar los correspondientes precios de monopolio impuestos por ginales. Por el contrario, cuando el gobierno impo ne directa­
el cartel. mente los precios de monopolio , estamos ante el llamado mo­
Los partidarios del int ervencionismo supo nen que el estado nopolio de licencia. El facto r de producción cuya restri cción
pu ede beneficiar, en el marco del mercado, a determin ados permite la aparición del precio de mono polio es una licencia
grupos mediante proferir un mero [iat, Esa supuesta pot encia­ legalmente exigida a todo aquel que prete nda suministrar a los
lid ad estatal estriba preci samente en la capacidad del gober­ consumidores 18.
nante para engendrar situaciones monopolísticas. Los corres­
Tales licencias pueden ser autorizadas de diversos modo s:
pondientes beneficios monopolísticos permiten financiar las
«conquistas sociales». Cuando dicho s ben eficios no bas tan, las a) La licencia es concedida a quienquiera que la solicite.
diversas medidas intervencionistas ado ptadas paralizan la me­ Es to equivale a que no sea precisa licencia algun a.
cánica del mercado ; hace su aparición la depresión, el pa ro en b ) La licencia se otorga únicamen te a determinadas per­
masa, el consum o de capital. Resulta así evidente por qué con sonas. Q ueda, desde luego, res tringida la competencia. Ahora
tanta fruición bu scan los gobern antes contemporáneos el mo­ bien , los pr ecios de monopolio sólo pueden surg ir si dichos
nopolio en todas aque llas esferas qu e, de una forma u otra, favorecido s actúan de común acuerdo y la configuración de la
se relacionan con el comercio de expor tación. demanda resulta propici a.
Cuando la au toridad no logra alcanzar de modo disimulado e) La licencia se concede a una sola pers ona o ent idad ,
sus pretensiones rnonopolísticas, recurre a la acción directa. Ta l sujeto pri vilegiado, el poseedor de una patente o un copy­
El gobierno de la Aleman ia imperi al impuso, coactivamente, los right, por ejemplo, es un monopolista. Si la configuració n de
carteles del carbón y de la po tasa. El New Deal americano,
por la oposición con que trop ezó en los medios industriales.
11 La I nternational Labor Ofñce, bajo el titulo l ntcrgoucrniuentaí Commodíry
hubo de abandonar su pretensión de organizar toda la gran Control Agreemen ts, publicó, en 1943, una colección de tales- tratados. .
industria del país sobre la b ase de car teles obligatorios. Mejor 11 El término «licencia» no se emplea uquf en el Scn!.íQ p. t¿~ rilC(l ' nmm!l_l ;;;ent~
le fue , sin embargo, en algunos importantes aspectos de la empleado por la legislación de patentes .

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554 La Acción Humana Los precios 555

la demand a es la oportuna y e! interesado se propo ne derivar de implantar precios de monopolio, no actúan por su propia
beneficios monop olísticos de su situación, hállase plenamente cuenta , exigiendo, en cambio, el inter vencionismo estatal.
capacitado para demandar precios de monopolio. En el terreno de la minería las circunstancias son, en cam­
d) El derecho otorgado por la licencia queda cuantitativa­ bio, más propicias para la implantación de precios monopolí s­
ment e tasado. Cada uno de los solicitantes puede tan sólo ticos al amparo de un monopolio marginal.
producir o vender una determinada cantidad, al objeto de que 14. Se ha proclamado una y ot ra vez que la reducción
no sean perturbados los planes de la autorid ad. En tal supuesto de costos, generada por la producción en gran escala, desata
es el gobierno quien implanta el precio de monopolio. una tendencia a la implantación de precios de monopolio en
También hay casos en los cuales e! gobernante establece la industria manufacture ra . Tal monopolio, con arreglo a nues­
un monopol io con fines fiscales. Los correspondientes benefi­ tra terminología, constituiría monopolio marginal.
cios monopolísticos van a parar a las arcas del Tesoro. Nurne­ Antes de entrar en el análisis del tóp ico de referencia con­
rosos gobiernos europeos tienen monopolizado e! comercio de! viene percatarse de la trascendencia que un aumento o dismi­
tabaco. T ambién han sido ob jeto de monopo lio, en diversos su­ nución de los costos unitarios medios de producción tiene en
puestos, la sal, las cerillas, e! telégrafo y el teléfono, las emisio­ los cáleulos de! monopolista que pre tende implantar un lucra­
nes radiofónicas, etc. El gobierno actualmen te disfruta sin tivo precio de monopolio. Supongamos que el propietario de
excepción del monopolio sobre los servicios postales. determinado factor complementario de producció n, una paten­
13. El monopolio marginal no tiene por qué ampararse te, por ejemplo, se dedica a producir la mercancía p. Si el costo
siempre en factores institucionales, tales como las tarifas pro­ medio de producción de una unidad de p, independientemente
teccionistas. También puede funda rse cn la diferente fertilidad de la existencia de la patente, disminuye al aumentar la pro- '
o productividad de determinados factores de prod ucción. ducción, el monopolista tiene que ponderar esta circunstancia ,
Ya anteriormente se hacía notar qu e consti tuye grave erro r contrastándola con aquellas ganancias que espera cosechar me­
e! hablar de monopolio de los campos y lucubra r en to rno a diant e la restricción de la producción. En cambio, si e! costo
los precios de monopolio y a las ganancias monopolísticas al de producci ón unita rio se reduce al restring ir la producción to­
tratar de los precios agrícolas y de la renta de la tierra. Siempre tal, e! incenti vo a la actuación monopolista se ve reforzado .
que históricamente han aparecido precios de monopolio para De ahí que la reducción del costo medio que la producción en
los productos de! campo, se ha tratado de monopolios de licen­ gran escala lleva normalmente aparejada en modo alguno fa­
cia amparados por la legislación estatal. La realidad de! aserto vorece la aparición de los precios de monopolio, sino todo lo
no implica, sin embargo, negar que la diferente feracidad de la contrario.
tierra podría engendrar también precios de monopolio. Si la Lo que quienes achacan la proliferación de los precios de
diferencia entre la fertilidad de la tierra más pobre de las cul­ monopolio a las economías derivadas de la producción en gran
tivadas y la más feraz de las todavía no explotadas fuera tal escala quieren en verdad decir es que la mayor eficiencia de la
que pudieran los propietarios de las primeras hallar un lucra­ producción masiva dif iculta o incluso imposibilita la compe­
tivo precio de monopolio, cabríales a éstos, dentro de! aludido tencia de la indu stria pequeña . La gran planta fabril , aseguran,
margen, restr ingir la producción, actuando siempre de consu­ puede impunemente implantar precios de monopolio, por
no, e implantar los correspondientes precios dc monopolio . La cuanto no les es posible a sus modestos contri ncantes luchar
realidad, sin embargo, es que las circunstancias materiales dc contra ella. En muchas ramas industriales constituiría, desde
la explotación agrícola no conforman con tales . supuestos. luego, evidente disparate el pretender producir a los encare­
Pre cisamente por eso es por lo que los agricultores, deseosos cidos costos propios de la industria poco desarro llada. Una
556 La A cción H umana Los precios 557

moderna fábrica de tejidos no tiene por qué temer la compe­ quiera que sean , preciso es averiguar, ante todo , qué circuns­
tencia de imperfectos y anticuados talleres; sus rivales son siem­ tancias impiden a las gentes competir con el monopolista. Por
pre establecimientos similarmente equ ipados. Ahora bien , ello tal cauce, fácil resulta advertir el enorme influjo que, en la
en modo alguno faculta a aquélla para vender a precio de mo­ aparición de los precios de monopolio, han tenido las realidades
nopolio. La competencia igualmente se plantea ent re las gran ­ institucionales. Carece de sentido lucubrar en torno a supues­
des indu strias. Si la correspondient e mercancía prod ucida se tas conspiraciones urdidas entre las empresas ameri canas y los
vende a precios de monopolio, la razón hay que buscarla en carteles alemane s. Cuando el americano quería producir deter­
la existencia de patentes, en la monopolizada propi edad de mi­ minado artículo protegido por una patente alemana, la propia
nas u otras fuentes de primeras materia s, o en la aparición de ley americana le obligaba a llegar a un acuerdo con la corres­
carteles basados en tarifas proteccion istas. pondiente empresa germánica.
No se debe nunca confundir el monopolio con los precios 15 . Caso especial constituye el que pudiéramos denomi ­
de monopolio. El primero carece de trascendencia cataláctica si nar monopolio ruinoso ( foí/ure monopoly).
a su amparo no surgen los segundos . Ex amínanse los precios Determin ados capitalistas invirtieron ayer sus fondos en
de monopolio, única y exclusivament e, por cuanto implican cier ta planta industrial proyec tada para la fabricación de la
enervar la supremacía de los consumidores, viniendo el interés mercancía p. D evino más tarde evidente que tal inversión era
pr ivado del monopolista a suplantar el interés del público. ruinosa. Cabía exigir por p sólo precios tan bajos que ningún
Constituyen dichos precios de monopolio el único caso, dentro beneficio producía el inconvertible equipo dedicado a tal ex­
de la mecánica de la economía de mercado, en que aquella plotación . Dicha inversión constituía pura pérdida. Ahora bien ,
diferenciación entre la producción par a el lucro ( productiou los aludidos bajos precios, sin embargo, permitían obtener un
[or projit ) y la producción para el consumo Cproduction [or razonable rendimiento del capital de índo le no fija (capital
use) cobra cierto sentido, en el bien ent endid o que estamos circulante) que se dedicara a la producción de p. Siempre y
olvida ndo que las ganancias monopolísticns nada tienen en co­ cuando la aludida pérdida constituida por el invertido capital
mún con los beneficio s empresariales propiament e dichos. No fijo fuera debidamente reflejada en la correspondiente reduc ­
pueden aquélla s ser encuadradas entre lo que catalácticamentc ción de capi tal, resultaba que tal dismmuído capital empleado
se califica de provecho del empresario; rep resen tan simple. en el negocio devenía rent able , hasta el punto de que cons­
mente un aumento del precio cobrado por los servicios que tituiría nuevo erro r abandonar por completo la alud ida produc­
determinados facto res de producción -de orde n material o ción. El establecimiento industrial de refere ncia , con su redu­
meramente institucionales- pueden repo rtar . Cuando empre­ cido capit al, podía trabajar a plena capacidad, produc iendo la
sarios y capitalistas, en ausencia de circu nsta ncias monopolls­ cant idad q de la mercancía p que se vendía al precio unitario s.
ticas, se abstienen de ampliar cierta producción , por cuanto las Ahora bien , puede darse el caso que le sea posible a la
perspectivas de otros negocios result an más at ractivas, en modo empresa derivar ganancias monop olísticas, a base de restringir
alguno contrarían la voluntad de los consumidores. Atiénense la producción a la cantidad q/2 y exigir entonces por cada uni ­
precisamente a lo que les ordena la demanda reflejada por el dad de p un precio 3s. Así las cosas, el capit al que en el repe­
mercado . tido activo inconvertible fue otrora invertido ya no aparece
Prejuicios de índole polític a han provocado confusión en el como una pérdida total. Produce el mismo un modesto rédito ,
análisis del problema de los monopolio s, impidiendo se pres ­ el beneficio monopolístico. .
tara la debida atención a los más importantes aspectos de la La empresa vende a precios monopolísticos y deri va ganan ­
cuestión. Al enfrentarse con los precios de monopolio, cuales- cias monopolísticas: ahora bien , el conjunto del capita l desern­
558 La AccitJn Humana Los' precios "9
bolsando muy poco produce comparativamente a lo que sus El monopolio ruinoso en modo alguno constitu ye mera
propietarios hubieran ganado de haberlo invert ido en otras con strucción teorética. Hoy en día se da, por ejemplo, en algu­
ramas industriales. La empresa detr ae al mercado los servicios nas explotaciones ferroviarias. Conviene, sin embargo, guar­
que aquella no empleada capacidad productiva de su activo darse contra el error de suponer que siempre que se tropiece
inmovilizado podría proporcionar; pero a ella resúltale más con alguna inaprovechada capacidad productiva se está ante
lucrativo restringir la producción. Quedan así desatendidos los un monopolio ruinoso. Aun en ausencia de toda organización
deseos de! público. Las gentes estarían mejor servidas si los monopolistica, puede ser más lucrativo dedicar el capital circu­
capitalistas de referencia no hubieran incurrido en e! error de lante a otros cometidos antes que aplicarlo a la ampliación de
inmovilizar una parte del existente capital en la producción la producción hasta el límite permitido por el inconvertible
de p. Naturalmente, p no se produciría. Pero, en cambio, los equipo instalado; en tal caso, dicha restricción precisamente
consumidores disfrut arían de aquellas otras mercancías de las conforma con la situación de! mercado competitivo y con los
cuales ahora han de prescindir en razón a que e! capital nece­ deseos. del público.
sario ha sido dilapidado en e! montaje de la planta industrial 16. Los monopolios locales, por regla general, surgen al
productora de p. Cometido ya tal irreparable error, los consu­ amparo de circunstancias institucionales. Sin embargo, también
midores, sin embargo, preferirían disponer de mayores canti­ puede e! 'mercado libre engendrar monopolios locales. A veces,
dades de P. pagando por las mismas e! potencial precio com­ el monopolio institucional se ingenia para luchar contra otro
petitivo de mercado, es decir, el precio unitario s. No confor­ monopolio ya existente o cuya aparición es fácilm ente previsi­
ma, desde luego, con los deseos de! público la empresa cuando ble, sin interferencia estatal alguna en la marcha del mercado.
restringe la cant idad de capital no fijo empleado en la produc­ .La clasificación cataláct ica de los monopolios locales elebe
ción de p. Dicha suma, desde luego, no deja de ser invertida distinguir tres categorías entre los mismos: el monopolio mar­
en algo. Dedicase a otras producciones, que podemos denomi­ ginal local, e1 monopolio de espacio limitado (limited space
nar m. Sin embargo, dadas las circunstancias concurrentes, los monopoly) y el monopolio de licencia.
consumidores preferirían más un incremento de la cantidad El monopolio marginal local se caracteriza por cuanto aque­
disponible de p antes que una ampliación de la producción lla barrera que impide a los terceros competir en el mercado
de m. Buena prueba de ello es que, si no hubiera una restricción de referencia y desorganizar el monopolio de los vendedores
monopoIística de la producción de p, corno acontece en el caso locales consiste en la relativa carestía de los correspondientes
supuesto, resultaría más rentable ampliar la producción en la costos de transporte. Tarifa alguna es precisa para conceder
cantidad q vendiéndola al precio s que fabricar aquella suple­ parcial protección a una empresa que posea todas las cercanas
toria mercancía m. fuentes de materias primas necesarias para la producción, por
Dos circunstancias son de destacar en el supuesto: prime­ ejemplo, de ladrillos, contra un competidor cuyas instalaciones
ra, los precios de monopolio pagados por los adquirentes son Se hallen alejadas de! centro en cuestión. El costo del trans­
inferiores al costo total de la producción de P» si se tiene en porte proporciona a ese imaginado empresario un margen den­
cuenta la totalidad de la inversión realizada, y, segunda, los . tro del cual;. 'si la configuración de la demanda resulta apro­
precios de monopolio de la empresa son tan exiguos que no piada, cabe halle un lucrativo precio de monopolio.
permiten considerar a ésta como una buena inversión. Sigue Hasta aquí, e1monopolio marginal local, desde un punto
siendo negocio ruinoso. Precisamente por eso la empresa puede de vista catal áctico, no se diferencia de los demás monopolios
mantener su posición monopoIística. Nadie quiere operar en marginales. Sin embargo, lo que hace de aquél caso particular
dicho terreno , ya que la producción de p provoca pérdidas. que aconseja un estudio separado de! mismo es su capacidad
560 La Acci6n Humana Los precios 56 1

para afectar a la ren ta de la tierra , de un lado, y a la expansión El detener el crecimient o de una localidad , sin embargo,
urbanística, de otro . constituye siempre arma de dos filos. Son dud osas las ganan­
rmaginemos una determinada zona A apta para que se cias del monopolista. No pued e éste, en efecto, nunca saber
amplíe en la misma la construcción urbana, la cual, sin embar­ si la circunstancias futu ras inducirán o no a las gentes a insta­
go, hállase sometida a un monopolio por lo que a los precios larse en la zona A de referencia , zona que constituye el único
de los materiales de construcción se refiere. Los costos de la mercado de sus productos. Uno de los atrac tivos que la ciudad
construcción , por tanto, son más elevados de lo que en ausen­ tiene para quienes en ella piensan instalarse es el tamaño de la
cia de dicho monopolio serían . No hay razón alguna par a que misma y el núm ero de sus moradores. La indu st ria y el comer­
quienes ponderan los pros y los contras de establecerse en dicha cio tiend en siempre hacia los centros populosos. Si el actuar
localidad, ya sea para vivir o para comerciar , se avengan a pa­ del monopolista retrasa el crecimiento de la localidad, puede
gar pr ecios incrementados al adquirir o arren dar las habita­ inducir a las gentes a instalarse en otros lugares. Tal vez esté
ciones o locales mercanti les de referencia. Los aludidos precios perdiendo dorada opor tunidad que jamás vuelva a presentár­
son determinados, de un lado, por los precios correspondientes sele. Es muy posible que esté sacrificando beneficios futuros,
que ot ras zonas registran y, además, por las venta jas que el incomparablemente supe riores , por unas reducidas ganancias
establecerse en A encierra comparativamente a otras ubica­ a corto plazo.
ciones. El mayor costo de la construcción no afecta, desde lue­ Resulta, pues, dud oso que efectivamente se beneficie a la
go, a los aludidos precios; dicha circunstancia incide de lleno larga el propietario de un monopolio marginal local al preten­
sobre la renta de los correspo ndientes terrenos . Soportan las der vender a precios monopolísticos. 10 más lucrativo para
consecuencias de los beneficios monopolísticos devengados por él, por lo general, es discriminar entre compradores mediante
los vendedores de materiales de constru cción los propie tarios el precio. Cabe, en efecto, venda a precios mayores cuando se
de solares. Tales monopolísticas ganancias absorben unos bene­ trat a de obras en las zonas más cént ricas y a precios menores
ficios con los que, en otro caso, se lucrarían los aludidos terra­ para proyectos ubicados en el extrarradio. El ámbito del mo­
tenientes. Aun en el - improbable- caso de que la demand a nopolio marginal local es, desde luego, mucho más modesto de
de habitaciones y locales sea tal que permita a los propietarios lo que gener almente se supone.
de terrenos exigir precios de monopolio al vender o al arrendar, El monopolio de espacio limitado surge por cuanto las
los repetidos prec ios de monopolio de los materiales de cons­ circunstancias físicas concurre ntes sólo permiten a una o a
trucción perjud ican exclusivamente a los ter ratenientes de refe­ muy pocas personas operar en la zona correspondiente. El mo­
rencia y jamás afectan a los compradores o arrendatar ios de nopolio aparece cuando existe una sola entidad o cuando las
inmueble s. escasas firmas que efectivamente operan actúan de común
El que las repetid as ganancias monopolísticas las soporte, acuerdo.
exclusivamente, el precio de los terrenos urb anísticos en modo Cabe que dos compañías de tranvías en competencia atien­
alguno implica que aquéllas no perjudiqu en al crecimiento de dan el servicio de unas mismas calles. No era raro antes que
la localidad. Vienen, en efecto, a retrasar la expansión de la dos o más compañías se dedicaran a sumin istr ar el gas, la elec­
misma, al demorar el aprovechamient o de las aludidas tierras. tricidad o el servicio telefónico de determinada comunidad.
Demórase el momento en que al propietario de una parcela Sin embargo, aun en tales casos excepcionales, la competencia
suburbana haya de resultarle más lucrativo detra erla de la ex­ nunca es muy efectiva. La aludida limit ación espacial engendra,
plotación agrícola o de algún otro empleo de carácter no urba­ de uno u ot ro modo , el monopolio. .
nístico y aprovecharla para la construcción. El monopolio de espacio limitado, en la práctica, hállase
JO
'62 La Accidn Huma/U! Los precios '63

estrechamente relacionado con el mon opolio de licencia. En el te las últimas décadas, por doquier y casi sin excepción impera,
aludido terreno de los servicios públicos resulta prácticamente ha dado lugar a pérdidas cuantiosas, servicios def icientes y co­
imposible operar sin previa au torización de las aut orid ades rrupción administ rativa . Cegadas por sus prejuicios anticapita­
municipales que controlan el uso de las calles y el subsuelo. listas, las gentes condonan tal deficiencia y cor rupción, des­
Aun en el caso de que legalmente no se precise tal permiso, Jos preocupándose, hasta ahora, de los correspondientes perjuicios.
interesados tienen que llegar a los oportunos acuerdos con el Tales quebrantos financieros, sin emba rgo, han contribuido
Ayuntamiento. El que tales convenios, desde un punto de vista a gestar la actual crisis de! intervencion ismo 20.
legal, merezcan o no el calificativo de licencia carece, a estos 17. La tradicional política sindical frecuentemente se ha
efectos, de trascendencia. calificado de mon opolística, en el sent ido de que tendía a su­
El monopolio, sin embargo, según decíamos, no tiene por plan tar los salarios competitivos por otros de tip o monopolí s­
qué engendrar siempre preci os de monopolio. Depende de las tico. Los sindica tos, sin embargo, normalmente, no pretenden
circunstancias de cada supuesto el que un a empresa de servicio implant ar salarios monopolísticos. Cada organización sindic al
público pueda o no aplicar precios monopolísticos. Le resulta rá, no aspira , sin embargo, más que a restringir la competencia en
a no dudar, posible, en determinados casos, exigirlo . Tal vez su pro pia rama laboral, con miras a elevar los salarios de los en
vaya contra sus propios intereses al adop tar tal polí tica mono­ ella asociados. Pe ro la restricción de la compe tencia no debe
polística, pues, tal vez, ganaría más aplicando menores precio s. confundirse con los prec ios de monopolio. Lo característico de
Cabe , sin embargo, que el monopolista no advier ta con justeza estos últimos es que, vend iendo sólo una parte p de las existen­
lo que efectivamente más le conviene. . cias tota les P, se obtienen unos beneficios superiores a los que la
El monopolio de espacio limitado, por tanto, puede, a meo. venta P proporcionaría. El monopolista deriva beneficios mono­
nudo engendrar preci os monopolíst icos. En tal caso, nos en­ pol ísticos a base de detraer del mercado la diferencia P-p. No
frentamos con un a situación en la ~ ue el mercado no cumple es la importancia de tal beneficio lo que obliga a calificar dicho
sus típicas funciones democrát icas I . . .
planteamiento de monopolístico , sino aquella deliberada actua­
ción del monopolista que engendra la aludida ganancia. El mo­
La empresa pri vada es, hoy en día, mu y impopular. La
nopolista desearía apro vechar la to talidad de las existencias dis­
propiedad particular de los medios de produ cción se condena
ponibles. Tien e personal int erés en colocar cada unidad de su
especialmente en el ámbito en que puede aparecer el mono­
stock. Se perjudica al no venderlo todo. P refiere, no obstante,
polio de espacio limitado, aun cuando tal vez la compañía no
desaprovechar una porción del stock, pues, dadas las circuns­
exija p recios de mon opolio, sus beneficios sean escasos o inclu so
tancias de la demanda, resúltale más lucrativo proceder así.
soporte pérdida s. Las empresas privadas de «servicios públi­
Tal peculiar disposición del mercado es lo que le impele a
cos» son siempre detestables entes para los políticos interven­
actu ar de tal suerte. El monopolio, es decir, una de las dos
cionistas y socializantcs . Los electores aprueban cuantos daños
condiciones indispen sables para que aparezca e! precio de mo­
las autoridades inflijan a dichas compañía s. Suele afirmarse
nopolio, puede ser frut o - y generalmente lo es- de un a
que es forzoso nacionalizarlas o municipalizarlas, No cabe per­
interfere ncia institucional en el mercado. Tal circunstancia, sin
mitir que el particular se lucre con bene ficios monopolísticos.
embargo, por sí sola, no es bastante para engendrar los precios
Deben éstos, en todo caso, ser canalizados hacia e! erario pú­
de monop olio. Sólo cuando una segunda condición se cumple
blico.
cobra trascend encia la actuación monopolística.
La política nacionalizadora y mun icipalizadora que, duran­
19 Acerca de la trascendencia de este hecho, vid. p ágs. 989-990 . JO Vid. infra p égs. 1233·1237.
564 La Acci6n Huma na Los precios 565

Distinto es el planteamiento si sólo se trata de restringir constreñidos a buscar traba jos inferiormente remunerados o a
la oferta. En tal supuesto, quienes provocan la restricción des­ permanecer en paro. La suerte de estos desgraciados no preocu­
entiéndense de lo que pueda acontecer con aquella porción de pa a los capitostes sindicales.
las existencias que queda excluida del mercado. No les importa Aun en el supuesto de que el sindicato abone a sus miem­
la suerte que corran quienes no logren colocar todas sus mer­ bros en situación de desempleo, gracias a las contribuciones
cancías. In terésanse tan sólo por las que, efectivamente, apare­ de los compañeros que logran seguir trabajando, sumas iguales
cen en el mercado. La acción monopolística resulta lucrativa a los salarios de estos últimos, dicha actuación no constituye
para el monopolista sólo cuando los ingresos netos obtenidos política destinada a la instauración de precios monopollsticos,
al precio de monopolio son superiores a los ingresos totales ne­ porque esos miembros del sindicato en situación de desempleo
tos que el precio competitivo produciría . La actuación restric­ no son las únicas personas perjudicadas por la acción sindical
tiva, en cambio, resulta siempre ventajosa para aquellos privi­ que impone salarios superiores a los que el mercado decretaría.
legiados que logran colocar su mercancía y perniciosa para quie­ Aparte están quienes no pudieron ingresar en la unión, seres
nes quedan excluidos del mercado. Incrernéntase invariable­ de los que sindicato alguno se preocupa.
mente el correspondiente precio unitario y, por tanto, las ga­
nancias líquidas totales del grupo favorecido. Las pérdidas
padecidas por quienes quedan excluidos del mercado no EL ANALISIS MATEMATICO DE LA TEORIA
cuentan. DE LOS PRECIOS DE MONOPOLI O
Tal vez los beneficios que los repetidos privilegiados de­
rivan de la restricción de la competencia sean muy superiores Los economistas matemáticos han dedicado especial atención
a los que cualquier precio monopolístico les reportaría. Pero a la teoría de los precios de monopolio. Par ecería como si los
esto es ya otra cuestión. No por ello se empañan las diferencias mismos constituyeran un capítulo de la caraláctica más apropiado
cata l ácticas existentes entre una y otra actuación. que los restantes temas eco n ómicos para se r abordado medi ante
La moderna pol ítica sindical es de índole restrictiva; no el análisis matemático. La utilidad , sin embargo, de las matemá­
busca precios monopolísticos. Los sindicatos aspiran a restrin­ ticas en esta materia es tamhién mínima.
gir la oferta laboral en la rama de que se trate, despreocupán­ La economía matemática, al enfrentarse con los precios co mo
dose de lo que acontezca con aquellas gentes a quienes se veda pe titivos, 5610 puede ofrece rnos meras descripciones algebraicas
el acceso al correspondiente mercado. Los sindicatos han logra­ reflejando diversos estados de equilibrio y diferentes aspectos de
do implantar , en toda una zona relativamente poco poblada, la imaginaria construcción de una economía de giro uniforme .
barreras a la inmigración, provocando así la relativa subida de Ninguna ilustración nos brindan tales fórmulas acerca de aquellas
los salarios. Los trabajadores extranjeros se ven obligados a humanas actuaciones capaces de, finalmente, implantar, si ningún
permanecer en sus respectivos países donde la productividad cambio ulterior se produjera, esos descritos estados de equilibrio
marginal del trabajo y, por tanto, el salario es menor; queda, o esa aludida economía de giro uniforme.
por tal vía, enervada aquella tendencia a la igualación de los La matemática, en cambio, al abordar 1.1 teoría de los precios
salarios que prevalece cuando el trabajo disfruta de plena movi­ de monopolio, se acerca algo más a la efectiva realidad. Nos mues­
lidad internacional. Tampoco toleran, en el mercado interior, los tra cómo podría el monopolista hallar elp~i~ .6p tirno cle'mo~~-.
sindicatos la competencia de obreros no agremiados, autori ­ polio, siempre y cuando dispusiera de toda la requerida i~fo r:
zando sólo en cua nt ía limitada el ingreso en la correspondiente madón. Lo cierto es, sin embargo, que el monopolista ignora la
organización. Quienes no pueden acceder a la misma vense correspondiente curva de la demanda. Conoce tan sólo deterrni­

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566 La Acción Hu mana 567
Los precios

nados puntos en los cuales ayer se cruzaron las curvas de la de­ to es cierto sólo cuando concu rren dos circunstancias es peciales :
manda y de la oferta. No puede, por tanto, averiguar, aplicando que el fabricante A de referencia no sea el productor marginal, y
las correspo ndientes fórmulas matemáticas, si cabe, por su mono­ que la aludida expansión de la producción no exija incurrir en
polizada mercancía, exigir precios mon op olísticos y, en tal caso, costos adicionales que luego no puedan ser recuperados al vender
cuál sea el óptimo entre los diversos posibles. Las aludidas gráficas la ampliada producción. Así las cosas, sin embargo, resulta que, al
o matemáticas representaciones result an, como se ve, tan vanas ampliar A su producción, el fabricante marginal ha de abandonar
en esta ma teria . como en cualquier otra esfera del actuar. 'No la suya; la cantidad ofrecida al mercado no varia. La nota carac­
puede , sin embargo, negarse que , en e ste te rreno , sirve n, al me­ terística del precio competitivo y por la cual se diferencia del
nos, para esquemati zar las deliberaciones del monopolista, no precio de monopolio estriba en que aquél es fruto de un estado
limi tándose, como sucede cuando se enfrentan con los precios de cosas bajo . 1 cual los propietarios de bienes y servicios de
competitivos, a describir una me ra const rucc ión auxiliar del an á­ cualquier orden vense compelidos a atender, del mejor modo po·
lisis teórico, carente de efectiva ex istencia en el mundo real. sible, los deseos de los consumidores. En el mercado competitivo
Los modernos economistas matemáticos han provocado honda ninguna realidad hay que pueda ser considerada como un. poli­
confusión en el estud io de los precios de monopo lio . Presen tan tica de precios ingeniada por los vendedores. Estos no tienen más
al monopolista no como mero vendedor de un art ícul o rnonopo­ re medio que vender la mayor cantidad de su respectiv a mercancía
lizado, sino como empresario y producto r. Conviene, no obstante, al mejor precio que les sea ofrecido. El monopolista, en cambio,
claramente distinguir la ganancia monopolística del benefi cio ern­ incrementa sus ganancias cuando detrae del mercado una parte
presarial. Sólo puede aquélla ser cosechada por quien vende deter­ de las existencias de que dispo ne , cosechando así los correspon­
minada mercancía o servicio . El empresario la obt iene en tanto dientes beneficios monopolisticos.
en cuanto puede aparecer como vendedo r del correspondiente ar­
tículo mono polizado , pero nunca en su capacidad e mpresarial.
Las ventajas o inconveni entes derivados del alza o la reducción 7. EL BUEN NOMB RE MERCANTIL
del costo unitario de producción, que la ampliación de esta última
puede provocar, vienen a increment ar o a disminuir las gana ncias Co nv ien e reiter ar que , q uienes actúan en el mercado, jamás
netas del monopolista y. por tanto , influyen e n su conducta. gozan de omnisciencia, d isfru tando tan sólo de u n conocimiento
Ahora bien, el análisis catal áctico de los precios de monopolio más o menos imperfecto de las correspond ien tes circunstancias.
nunca debe olvidar que los típicos benefi cios monop olísticos, de­ El comprador h a de con fiar en la h onorabilidad del vende­
jando aparte la tantas veces aludida propicia configuración de la dor . I ncluso cuando se trata de adquiri r b iene s de producción,
demanda, exclusivamente brotan de la monopolización de deter­ el p rimero , pese a que, por lo general, es persona perita en la
minada mercancía o derecho . Sólo tal circunstancia permite al ma teria , h a de fiarse, en mayor o menor grado , de la h ones­
monopolista restringir la producción sin temor a que otros puedan tidad del segundo. Tratándose de bien es de con sumo , dich a
desarticular sus proyectos, ampliando la of erta. Vano es todo in­ relación de dependencia aún se intensifica más . En este terreno,
tento de defi nir las condiciones requeridas para la aparición de el vendedor, por 10 ge neral, su pera notablemente al comprador
los precios de monopolio ponderando la configuración de los costos en el co nocimiento téc nico y en la perspicacia comercial. La
de producción . misión del comerciante no estriba tan sólo en ven der al cliente
El asegurar que en un mercado co n precios competitivo s todo 10 qu e éste le pida . Frecuentemente ha de aconsejar cuál sea la
productor podría también vender al precio 'del mercado más de mercancía que mejor se adapta a los de seos del comp ra dor .
lo que efectivamente vende, desde luego, induce al error. El aser- E l tendero no es sólo un ve ndedor ; es ade más un am isto so con­
568 La Acción Humana Los precios 569

sejero. Cuando las gentes acuden preferentemente a deterrni­ la mañana , perder . Son muchos los refo rmadores que, impe­
nados comercios no lo hacen porque sí. Todos, en lo posible, lidos po r su parcialidad en favor del gob ierno paternalista, pos­
tendemos a acudir a aquellas tiendas y solicitar aque llas marcas tulan la sustitución de las diversas marcas de fábric a por auto­
de las cuales o tenemos bue na experiencia personal o nos han rit aria certificación de los corres pondientes productos. Si go·
sido recomendadas por personas de nuestra confianza. bern ant es y bu r ócratas gozara n de omnisciencia e imparcialidad
El buen nombre ( good will) es ese margen de confianza perfecta, cabria dar la razón a tales críticos . Ahora bien , corno­
que el comerciante conquista gracias a su pasada ejecutor ia. qu iera que los funcionarios no son en modo alguno inmunes a
Básase en que el cliente supo ne que el ofer tante seguirá hacien­ las flaq uezas humanas, la plasmación de tales pretensiones
do honor a dicha fama. El buen nombre es un fenómeno que equivaldría simp lemen te a -reempla zar los posibles errores del
no sólo se da en materia mercantil. Se aprecia igualmente en particular por los del empl eado público . No se hace a las gentes
todo género de vínculos sociales. Gula , en efecto , la conducta más felices impidiéndoles optar y distinguir entre aquellos ci­
de las gentes al elegir esposa, los amigos o, incluso, los candi ­ garrillos o produc tos enlatados que más les gustan y aquellos
datos electorales. La cataláctica, sin embargo, como es natural, otros que les agradan menos.
ha de ocuparse exclusivamente del buen nomb re de índole El conquistar un bu en nombr e comercial no sólo exige
mercant il. honestidad y dedicac i ón sino además gasto s monetarios. Se
No interesa , a los efectos examinados , el que ese repetido precisa un cierto tiempo para lograr un a clientela adict a. El
bu en nombre comercial se base en verdaderos méritos y efec­ interesado, en el ín terin, frecuentemente ha de sopor tar pér­
tiva ejecutor ia o, por el contrario, sea sólo fruto de imaginarios didas que confía más tarde, con fu turas supletorias ganancias,
y erróneos supuestos . En el terreno de la actuación humana, 10 compensar.
que importa no es la verdad per se, tal como la verla un ser Desde el pun to de vista del vendedor, el buen nombre vie­
omnisciente, sino las opiniones efectiva mente man tenidas por ne a ser , como si dijéramos , un factor más de p roducción. Es
gentes siempre falibles. Los consumidores a veces pagan , por así como en el mercado se aprecia. Nin guna trascendencia tiene
determ inada marca, precios más elevados que por otros simila­ el que, por lo general, la equivalencia monetaria del mismo no
res art ículos, pese a que las propiedades, tant o físicas como aparezca en los apuntes contables ni en los balances mercan­
quím icas de aquélla, pueden ser idént icas a las de éstos. El tiles. E n caso de ven ta, el buen nombre del negocio se valora
especialista pod rá tachar de estúpid a tal conducta. Pero nad ie y cotiza, siempre y cuand o sea posible su transferencia al adq ui­
tiene suficiente capacidad menta l como para llegar a especia­ rente.
lizarse en todas aquellas cuestiones acerca de las cuales forzo­ Compete, por tanto, a la cataláctica investigar la naturaleza
samente ha de elegir y pronunciarse. No es posible suplir , me­ de eso que se llama buen nombre comercia l. A este respecto,
diante personal y efectivo conocimien to, la confia nza depositada conviene distingamos tres distintos supuestos.
en terceros. El cliente, por lo general, no designa con exacta Primero.-Es aquel en que e! buen nomb re comercia l fa­
precisión cuál sea el ar tículo o servicio que más le conviene ; cult a al vendedor para exigir precios de monopolio o discri­
limitase a elegir aquel suministrador que mayor confianza le minar entre los diversos compradores. El supuesto es idént ico
merece . El compra dor prima los servicios de aquellos en quie­ al que en general plantean los precios monopolísticos y discri­
nes se fía . minatorios.
El buen nomb re comercial ni dificu lta ni restringe la com­ Segundo.-EI buen nombre permite, en este caso, tan sólo
petencia en el mercado. Cualquiera puede labrarse idéntico exigir los mismos precios solicitados por la competencia. Si
buen nombre que , no olvidemos, también cabe, de la noche a careciera de! aludido buen nomb re, o no podría vender o ha­
-
570 La Acción Hu mana L01' precios
57 1

que result e más lucrativa ". Na da importa, a estos efectos , qu e


bría de, congruamente, reducir el pr ecio . Ese repetido buen
el empresar io ten ga una posición económicamente desahogada
nombre res últale, pues, tan impresci ndible como el dis poner
como para realizar , con sus propios medios , la alud ida inversión
de los cor respondie nte s locales comerciales, de los oportu nos
o que , po r el contrario, haya de tomar a crédito los fondos
almacenes o de los necesarios dependientes. Los cost os nece­
correspon d ientes. Porque aqu ella parte del capital prop io qu e
sarios pa ra ma ntener su bu en nombre son de idén tica natura­
leza a los demá s gastos mercantiles que ha de soportar. Aque­
el empresario deja de invertir en sus negocios jamás que da
«ociosa» . Antes al contra rio, siemp re es aprovechable en algún
Ilos desembolsos, como los restantes, ha de compe nsarlos, des­
o tro cometido, den tro de! correspond ien te siste ma económico.
pués, co n unos ingresos superiores al monto total de los costos.
Si tales fo ndos han de ser empleados, aho ra , en la ampliación
Tercero.- El vendedo r disfru ta de tal crédito entre un del negocio en cuestión , for zosamen te habr án de ser detraídos
limitado círculo de fieles clientes, a quienes puede vender a
de aquel ot ro cometi do en el que , ha st a el momen to , eran utili­
precios superiores a los que sus menos acreditados compet ido­
zados " . El empresa rio, des de luego, sólo varianí e! destino de
res pueden solicita r. Es tos precios no son, sin emba rgo , precios
las repetidas sumas cua ndo crea quc e! camb io incrementará
de monopolio . No surgen al amparo de deliberado propósito
sus ingresos netos . Es más : aun cuando la d isposición del mer­
de rest ringir las ventas, con miras a aumenta r los correspon­
"Ido haga atra ctiva la nueva ope ración , dudas y temores pue ­
d ientes beneficios net os. Cabe que el comerciante no pued a
den asalt ar al interesado . imp idiéndole proceder a la expansión
en modo algun o vender mayores cant idades de la merc ancía en
de un negocio a la sazón ya lucrativo . T al vez descon fíe de su
cuest ión , como sucede, por ejemplo , con el médic o afamado
capacidad personal par a regentar , con buen éxito , una empresa
cuyos num erosos pacientes oc úpanle por completo la jornada,
mayor ; posiblemente amed nín tele el que, como tantas veces ha
pese a qu e exige honorarios notablem ente superiores a los soli­
sucedido , un buen negocie se transfo rme en ruinoso al ser
citados por sus colegas menos nombrados. Es más : tal vez esa
pretendida ampliación de las ventas ex ija mayores inversion es ampliado .
de capital, pud iendo el vendedor o bien carece r de! m ismo o El comerciant e que , grncia s al excelente bu en nombre de
bien cons iderar que existen o tras inversiones más rentab les . E s que disfruta , logra vende r a precios sup eriores a los que perci ­
la pro pia d isposición del mercado la q ue impide, en tales casos, ben sus menos afamados competidores podría, desde luego ,
incrementar la prod ucción y la cuantía de las mercancías o ser­ ren unciar a dicha venta ja y reducir sus precios al nivel de los
vicios ofe rt ados ; en mod o alguno estamos ante delib erada de sus compet idorcs. Como cualqu ier o tro vendedor de mer­
actuación ingeniada por el vended or. cancías o tr abajo, cabría!e renunciar a aprovecharse ha sta e!
Comoq uiera que una errónea interpret ación de las ant e­ máximo de las circun stancias del mercado y vende r a un precio
rio res realidades ha dado lugar a la aparición de tod a un a ver­ más bajo, pero al cual for zosamente la dem and a superara a la
dadera mit ología en torn o a la denom inada «competencia im­ oferta . Pri vilegiaría entonces a de ter minadas gentes. T ales
perfec ta» o «competencia monop olística », conviene analizar favorecidos, en efec to , podrían adquirir la corre spondi ente
con mayor deten imiento aquellas conside raciones q ue el empre­ JI f.l incremenl:l los
r
.,;~~ tOS de pub licidad . igualmente , signifiC<l aumentar la co­
sario pondera al examinar los pros y los cont ras de incrementar
rrespondiente inversión.
su pr oducción. l.l Las sumas dinerarias con!-ervadas en caja . si bien, cuando cxceJen de los
El ampl iar determin ada inst alación o el llegar a aprovecha r saldos usuales , suden ser calificadas de _atesoramiento», t:onstituycn específico
al cien po r cien la capacidad produ ct iva de un cierto establ eci­ modo de invertir el propio activo. El actor considera, dada s las circunstancias del
mercado, la u:nend a de mcd lico como la Ionna más oportuna de emplear nnn
miento exige la inversión de adicional cap ital, inversión que
sólo es oportu na cuando no hay ningu na otra rama mercantil parte de su patrimonio .
572 La Acci án H um ana Los precios 573

mercancía a ese rebajado precio. Pero habría otras personas, los consumidores. Los existentes yacimientos cúpricos no son
también dispuestas a pagar e! aludido precio, que quedarían explotados conforme a los planes y deseos de! público.
con las manos vacías al ser insuficientes las efectivas existen­ El beneficio empresarial es, desde luego, también fruto de
eras. una discrepancia entre los deseos de los consumidores y la
Toda restricción en la producción y oferta de cualquier actuación empresarial. Si ayer el empresariado hubiera con ma­
artículo es siempre consecuencia de las decisiones adoptadas yor justeza previsto la disposición que hoy present a el mercado,
por los correspondientes empresarios deseosos de obtener e! ni beneficios ni pérdidas hubiéranse producido. La mutua com­
máximo lucro posible y evitar las pérdidas. La nota caracte­ petencia entre los empresarios habría ya, ayer, adaptado -des­
ristica de los precios de monopolio no estriba en que hayan contada la preferencia temporal- los precios de los factores
dejado los empresarios interesados de producir supletoria can­ complementarios de producción a los precios de los correspon­
tidad de la mercancía en cuestión, impidiendo con ello la dientes productos. Tal realidad, sin embargo, en modo alguno
correspondiente caída de! precio. Tampoco estriba en que haya puede empañar la fundamental diferencia existente ent re los
factores complementarios de producción que queden desapro­ beneficios empresariales y las ganancias monopolisticas. El em­
presario se beneficia por cuanto ha sabido atender, mejor que
vechados, imperfecta explotación ésta que, igualmente, evita
otros, los deseos de los consumidores. El monopolista, en cam­
la rebaja de! precio. Sólo una cuestión es preciso aclarar en bio, obtiene su ganancia al impedir una más plena satisfacción
esta materia: la referente a si aquella restricción de la pro­ del consumidor.
ducción es o no impuesta por e! -monopolistico- propietario
de determinados bienes y servicios, e! cual detrae de! mercado
una parte de los mismos con miras a obtener mayor precio por 8. L A MONOP OLIZACI ÓN DE LA DE MANDA
e! resto . Lo típico del precio de monopolio es que e! monopo­
lista violenta los deseos de los consumidores. Un precio com­ Los precios de monopolio sólo pueden aparecer cuando se
petitivo para e! cobre significa que el precio final de dicho monopoliza la oferta. El monopolio de demanda no provoca
metal tiende a un nivel al cual los correspondientes yacimien­ situaciones diferentes a las que surgirían si tal demanda no
tos son explotados en la medida permitid a por los precios de estuviera monopolizada. El comprador monopolístico - ya sea
los complementarios factores de producción de índole no espe­ un individuo o un grupo de personas que actúan de común
cífica; la mina margina! no produce renta minera. Los consu­ acuerdo-- no puede lucrarse con específicos beneficios simila­
midores tienen el cobre que ellos mismos deter minan, dado el res a las ganancias que puede derivar el vendedor monopolís­
precio que asignan a dicho metal y a las restantes mercancías. tico. El actor, desde luego, si restringe la demanda, comprará
Un precio monopoIístico del cobre, en cambio, implica que los a precios más bajos. La cantidad total que, sin embargo, logra­
yacimientos no se explotan en la misma proporción, sino en un rá adquirir será congruamente menor.
grado inferior, precisamente por cuanto tal conducta resulta Las autoridades, al igual que restringen la competencia
más lucrativa para los propietarios de las minas; ese capital y para beneficiar a privilegiados vendedores, pueden también
trabajo que, si la supremacía de los consumidores no se viera restringirla en favor de privilegiados compradores. Los gober­
violentada sería empleado en adicional producción de cobre, nantes, una y otra vez, han prohibido la exportación de deter­
pasa a ser dedicado a la producción de otros artículos cuya minadas mercancías. Pretendían, impidiendo que los extranje­
demanda consumidora es menor. Los intereses personales de ros adquirieran determinados productos, rebajar los correspon­
los propietarios de las minas de cobre prevalecen sobre los de dientes precios interiores. Esos reducidos precios, sin ernbar­

. ,
574 La Acción Human a Los precio! '7'
go, en modo alguno cons tituyen la contrafigura de los precios Lo que generalment e se califica de monopolio de dema nda
de monopoli o . en definitiva, como vemos, no es más que un monopolio de
Se dan, no obstante , en el terr eno de la determinación de oferta formado bajo circunstancias par ticulares . Los vendedores
los preci os de los factores complementarios de producción de de a y de b desean cobra r precios de monopolio, sin int eresarse
índole específica, a veces, ciertos fenóm enos que suelen ser por si cabe o no transformar e! precio de m en precio de mana­
interpretados como efectivo monopolio de dema nda. r polio. A cada uno de esos dos gru pos, lo único que le interesa
La producción de una unida d de la mercancía m exige, es percibir la mayor proporción posible de ese precio conjunto
aparte de diversos factore s de carácter no específico, la utili za­ que los compra dores están dispuestos a pagar por los reunidos
ción de sendas unidades de los dos factores a y b absolut amente factore s a y b. Circunstancia alguna concurre en el contemplado
específicos. Ni a ni b pueden ser sus tituidos por ningún otro supuesto que permita considerarlo como un monopolio de
factor; es más: si no es combinados, ambos Carecen de aplica­ demanda. Sin embargo, cornpré ndesc e! emp leo de esta expre­
ción alguna. Las existencias de a son de cuantía incomparable­ sión si se tienen en cuenta las par ticularidad es accidentales
mente superior a las de b. Los propiet arios de a, por tant o , no de esa contienda que se entahla entre los dos repeti dos grupos .
pueden exigir precio alguno por su mercancía. La demanda E n efecto, los prop ietarios de a (o de b) son los propios em­
de a es siempre inferior a la oferta; a, consecuentemente, no presarios que di rigen la fabricación de m; de ahí que el cartel
es un bien económico. E n e! caso de que a fuera u n miner al por ellos formado, en sus rasgos exte rnos, parezca efectivo
cuya extracción exigiera la inversión de capital y trabajo, bene­ monopolio de demanda. Ahora bien, esa uni ón pers onal que
ficio alguno engendraría la propiedad de los correspondientes viene a unificar dos distintas funciones catalácticas, no varía e!
yacimientos. No habr ía, en tal caso, renta minera . plant eamiento b ásico ; el litigio se contrae a la pugna ent re dos
Ahora bien, si los propietari os de a llegan a fo rmar un car­ grupos de vendedo res rnonopolísticos,
te!, cambian por completo e! planteamient o. Pueden entonces El ejemplo contemplado, mutatis mutandis, es aplicable
restringir la oferta hasta lograr que las existencias de b superen también al caso en que a y b puedan , además, ser empleados
la cantidad de a ofrecida al mercado. Se transform a a así en en otras producciones distintas de 111, siempre y cuando dichos
bien económico, que se cotiza; el precio de b, en cambio, va usos sean de menor rentabilidad .
reduci éndose hasta llegar a cero. Si en tal caso los propiet arios
de b reaccionan formando también un cartel, en táblase un a lu­
cha de precios entre las dos aludida s organizaciones monopo­ 9. EFECTOS DE LOS PRECIO S DE MONOPOL IO
SO Il RF. El . CONSUMO
lísticas, cuyo resultado final no puede ser predicho por la cata­
Iáctica. El proceso form ativo de los precios, como ya anterior­
ment e se hacía notar, no arroja result ado único y específico Los consumidor es pueden reaccionar ant e los precios mo­
cuando más de uno de los factor es de producción que int ervie­ nopoIísticos de diferentes maneras.
nen es de carácter absolu tamente específico. 1. Pese al alza de los precios, el consumidor no restringe
Trascendencia alguna tiene, a los efectos examinados, el sus compras del artículo monopolizado. Prefiere dejar de adqui­
que la disposición de! mercado permita vender conjuntamente rir otros bienes. (Si todos los consumidores reaccionara n de
los factores a y b a precio de monopoli o. El que sea monopo­ este modo, el precio compe tit ivo, por sí solo, habrí a alcanzado
lístico o competitivo el precio de ese conjunto form ado por el mismo nivel que el del aludido precio de monopolio.)
una unidad de a y una de b carece, a estos efectos , de tra scen­ 2 . El consumidor restringe sus adquisiciones, no invir­
tiendo en el artículo monopolizado mayores sumas de las que
dencia.
576 lA ACCi6'1 H U111ana
Los precios 577
- por la adqu isición de más cantidad- hub iera gas tado en e!
según la cual los precios de monopolio benefician al vendedor
mismo bajo un precio competitivo. (Cuando todo e! mundo
y perjudican al comprador, impli cando descon ocimiento de la
reacciona así, e! vendedo r no deriva beneficio mayor de! precio
supremacía de los intereses de! consumi do r . Im aginemos , en
de mon opolio que de! precio competi tivo; ningún interés tiene
efecto, que por de ter minado factor complementario i, ineludi­
en apartarse de este últi mo.)
ble para pro ducir e! bien de consumo g, en el correspondiente
3. El consu midor restri nge sus adquisiciones de tal forma
mercado competiti vo no se cotiza precio alguno; la producción
que gasta menos en e! artículo monopolizado de )0 qu e en él
de t, sin emba rgo, exige incur rir en gas tos dive rsos; los con su­
hubiera invert ido bajo un precio competitivo; con el din ero
midores, por su parte, están dispu estos a adquirir g a un precio
así ahorrado procede a comprar hienes que, en otro caso, no
competitivo que hace lucrat iva su fabricación . Bajo tales su­
habría adqui rido. (Si todo e! mun do reaccionara de esta suer te,
puestos, sólo si aparece un precio de monopolio para e! factor t,
e! vendedor se perjudi caría al vender a cualquier prec io supe ­
cabe producir g. Suele esgrimirse tal realidad en favor de la
rior al competitivo ; es impos ible, pues, la aparici ón de precio
propi edad int electu al e ind ustrial. Si escrito res e inventores no
alguno de monopolio. Sólo un benefactor que quisiera disuad ir
pudiera n hacer lucrativos sus invent os y publicaciones, habrían
a sus semejantes de consumir drogas perniciosas procedería , en
de abandonar tales actividades al no poder, sin compensación,
tal caso, a eleva r e! precio de las mismas por encima de! corn­
petitivo .) soportar los cor respondientes costos. Ningu na ventaja deriva­
ría el público de que se imp idiera la aparición de! precio mono­
4 . El consumidor gasta en la mercancía monopolizada
poIístico de [. Antes al contrario, la sat isfacción de los consu­
sumas super iores a las que en la misma hub iera invertido bajo
midores sería menor al no poder disfrutar del bien g 23.
un precio competitivo, disfrutando , sin embargo , de menor
cantidad de! producto en cues tión. Son muchas las gente s a quienes alarma la actual inmode­
De cualqu ier modo que e! con sumidor reaccione, su perso­ rada explotación de depósitos de minerales e hidrocarburos que,
nal satisfacción parece verse perju dicada. No se halla, bajo un por fue rza, han de ir agotándose . Es tamos dilapidando ri­
precio de monopolio, tan perfectamente ate ndido como lo esta­ quezas rígidamente limitadas, sin pensar en las necesidades
ría en e! caso de regir precios competitivos. Las ganancias mo­ de fut ur as generaciones ; estamos consumiendo nu estra base
nop olíst icas de! vendedor imponen monopolístico quebranto al vital, así como la de nuestros descendi entes. Tales quejas, sin
comprador. Aun en e! supuesto (corno sucede en e! caso 3 ) de embargo, poco sentido tienen. Igno ramos tot almente si la vida
que los consum idores adquieran bienes que en otro caso no de los hombres de! mañana depe nderá de esas mismas materias
habrían comprado, la personal satisfacción de los inter esados primas qu e hoy explotamos. Cierto es que las reservas de pe­
es inferi or que la qu e hubieran alcanzado bajo otro régimen tró leo, y aun las de carbó n, es t án siendo rápi da men te consu ­
de precios. El capi tal y e! trabajo que de jan de ser inve rtidos midas. Es muy pro bable, sin embargo, que de ntro de cien o
en aquella mercancía , cuya producción resulta disminu ida, a quinientos años las gentes conozcan otras fue ntes de calor y
causa de la monopolística restricción de las existencias de uno energía . Nadie sabe si nues tras generaciones, minimizando e!
de los factores complemen tarios en la misma requ eridos, des­ consumo de tales depósit os, no harían más que perjud icar su
de luego, pasan a ser empleados en la fabricación de b ienes propio bienesta r, sin beneficiar en nada a los homb res de los
que, en ausencia del monopolio, no habrían sido producidos. siglos XXI o XXI V. Vano es int entar prever las necesidades de
Los consumidores, sin embargo, valoran en men os estos últi­ épocas cuyo progreso técnico no pod emos imaginar .
mos que aquellos otros dejados de producir . Contradícense, no obstante, aquellos críticos que lamentan
Exi ste, empero, una excepción a la aludida regla general,
" Vid. págs . 988-991.

"
578 La Acción H uma na 1.0s precios 579

e! moderno agotamiento de los recursos natura les, al censurar rrio nopoIístico. Mediante la cart elización oficialmente impues­
la monopolística restricción de! actual consumo de los mismos. ta, lo que, por el contrario, se suele pretender es que subsistan
Los precios de monopolio del mercurio constituyen factor que industrias y explotaciones agrícolas que e! mercado condenaría
indudablemente reduce el uso de dicho mineral. Aquellos a a la desaparición en razón a sus excesivos costos de producción.
quiene s asusta una posible futura escasez de mercurio deberían El mercado libre, por ejemplo, habría suprimido en los Estados
bendecir e! aludido efecto monopolístico. Unidos las explotaciones agrícolas submarginales, permitiendo
La economía, al resalta r tales contradicciones, no pre tende la pervivencia sólo de aquellas que, dados los precios viger.tes,
«justifican> los precios monopoIísticos de! petr óleo o de los resultab an interesantes desde e! punto de vista económico. El
metales. No compete a la ciencia económica ni censurar ni ala­ New Deal, sin embargo, prefirió adoptar diferente sistemática .
bar. Debe limitarse a evidenciar los efectos que las diferentes Obligó coactivamente a todos los agriculto res a restringir su
actuaciones hum anas Iorzosamente han de provocar. El econo­ producción. Mediante tal política monopoIística logró elevar
mista no puede tomar partido entre los defensores y los anta­ los precios agrícolas haciendo así rentable la explotación de
gonistas de los monopolios. terrenos en ot ro caso submarginales. .
Ambas partes, en sus acaloradas controversias, recurren a Erróneas igualmente son aquellas ideas que confunden los
argument os especiosos. Los ant imonopolistas yerran al suponer monopolios con las economías logradas a base de la estandardi­
que haya siempre el monopolio de perjudicar a los comprado­ zación. Si las gentes desearan un solo tipo de productos, la
res, restr ingiendo invariablement e la oferta e implantando pre­ fabricación podría ordenarse de modo más económico y los
cios monopolísticos. Se equivocan igualmente al imaginar que costos restringiríanse congru amente. En tal caso, esa estandar­
. la economía de mercado, libre de interferencias y sabotajes dización y la correspondiente reducción de costo se impondrían
administrativos, tienda al monopolio. Constituye grotesca de­ sin necesidad de ninguna medida monopolística. Ahora bien, si
formación de la verdad e! hablar de capitalismo monopolista lo que de verdad se quiere es obligar a los consumidores a con­
y no de intervencionismo monopolista; de carteles privados, en tentarse con un determinado tipo de artículo, evidentemente
vez de carteles ojicialm ente impuestos . Los precios de monop o­ no se aboga por la mejor satisfacción de los deseos y apetencias
lio limitaríanse, en todo caso, a algunos minerales e hidrocar­ de estos últimos, sino por todo lo contrario. Tal vez resulten
bu ros desperdigados por distintos lugares y a los monopo lios estúpidas, para e! dictador, las preferencias de los consumido­
locales de espacio limitado si las autoridades no gustaran de res. ¿ Por qué no han de vestirse las mujeres de uniforme como
fomentar toda posibilidad monopoIística 2'. los soldados ? ¿Por qué pref ieren trajes a la moda? El gober­
Los promonopolistas, en cambio, se equivocan cuando atri­ nante , desde su personal punto de vista, posiblemente tenga
buyen al car tel la economía típica de la producción en gran razón. Pero el problema estriba en que las valoraciones son
escala. La concentración monopolística - dicen- reduce, por siempre personales, individu ales y arbitrarias. La democracia
lo general, los costos medios de pro ducción, incrementando así del mercado permit e a las gentes optar y prefer ir sin que dicta­
la cantid ad de capit al y trabajo disponible para adicionales dor alguno les fuerce a someterse a sus personales y, por ende,
producciones. Sin embargo, ningún cartel es necesario para subjetivos juicios de valor .
eliminar del mercado a aquellas indu strias que producen a cos­
tos demasiado elevados. La libre competencia provoca invaria­
blemente tal efecto en ausencia de todo monopolio- o precio
24 Vid. supra págs. 549·550.
580 La Acci6n Humana Los precios 581

10. LA DISCRIMI NACI ÓN, MEDIANT E EL PR ECIO, ción consiste en qu e no reaccione e! público comprado r de tal
POR PART E DEL VENDEDOR suerte que los ingresos netos totales de! vendedo r resulten
inferiores a los que obtendría en el caso de exigir un precio
Tanto los precios competitivos como los de mon opolio uniforme. Esta regunda condición se da, desde luego, siempre
resultan para todo comprador uniformes. Ti ende inexorable­ que las circunstancias reinantes permi tan al vendedor reem ­
mente e! mercado a eliminar las diferencias que los precios plazar lucrativamente e! pr ecio comp etitivo por un precio
de un mismo bien o servicio pued an registrar. Aun cuando son monopol ístico . También puede, sin embargo , cumplirse aun
dispares las valor acione s de los diversos compradores, así como cuand o no permitiera e! mercado la ganancia mon opol ística,
la intensidad de su respectiva demanda, todo s pagan precio s Ello es natural, por cuanto la discrim inación medi an te e! pr ecio
uniformes . No le cuesta al rico e! pan más qu e al pobre , pese a no implica que e! vendedor haya por fuerza de restringir las
que pagarí a aqu él preci os not ablemente superiores si nadie se lo cantidades vendidas. No renuncia éste por completo a ningún
vendiera más barato. El aficion ado a la mú sica qu e gustoso pa­ adquirente, si bien alguno puede restringir la cuantía de sus
saría hambre por asistir a un concier to de Beethoven no paga adquisiciones. E llo no obs tante , por lo genera l, el actor logra
más por la correspond iente en tra da que el individu o qu e oon­ colocar el resto de sus existencias a gentes qu e nada le hab rían
sidera la música mero pasatiempo y que dejaría de concur rir al comprado o qu e sólo hubieran adquirido cantidad es men ores
concierto en cuanto la asistencia al mismo le obligara a renun­ de hab erse visto ob ligadas a pagar e! correspondiente precio
ciar a cualquier pequeño capri cho. Esa diferencia entre e! pre­ competitivo uniforme.
cio que e! intere sado efecti vamente paga por la mercancía y e! De ahí qu e la configuración de los costos de produ cción
precio máximo qu e por la misma estaría dispues to a abo nar no afect a al vendedor discriminatorio. No entran los costos
es lo que a veces ha sido conside rado como el margen del con­ de producción en sus c álculos, por cuanto el total produ cido y
sumidor 25. vendido es siempre idéntico .
Pueden darse, sin embargo, en el mercado circun stancias El caso más frecuente de discriminación mediante el pr ecio
parti culares a cuyo amparo logra e! vendedo r discriminar entre nos lo ofrecen los médicos. Un doctor , por ejemplo, puede
los diversos compradores. Cábele a aquél en tales supuestos efectuar ochenta visit as semanales, cobrando por cada una tres
vender un mismo servicio o mercancía a precios diferentes dólares, con lo cual atiende a treinta en fermos , qu e le ocupa n
según se trate de unos u otros compradores, llegando incluso a por completo su tiempo, percibiendo en total do scientos cua­
elevar e! precio hasta hacer desvanacerse , en determin ados ca­ renta dólares seman ales. Ahora bien , si exige a los diez pacien ­
sos, e! aludido margen del consumidor. Ahora bien, para qu e tes más ricos, que visit aría cincuenta veces, cuatro , en lugar
e! comprador, mediant e el precio , pueda discr imin ar , han de de tres dólares, éstos sólo cuaren ta veces requieren sus servi­
darse for zosamente dos condiciones . cios. En vista de ello, el interesado ded ica esas diez visitas
La primera de ellas estriba en qu e no han de poder quienes sobran tes a atender, por dos dólares, a un grupo de pacientes
compran a bajo precio revender la mercancía o servicio en que no estaban dispu estos a pagarle los originarios tres dólares.
cuestión a quienes el discriminatorio vendedor exige, por e! El médico aum enta así sus ingresos hasta llegar a doscientos
bien, mayor desembolso. Cuando tal reventa es posible , qu eda seten ta dólare s por semana.
enervada toda posibilidad discriminatoria. La segunda condi ­ Comoquiera que e! vend edor sólo se lanza a tales prácticas
discriminatorias si las mismas son más lucrativas que la exi­
7\ Vid. A. M ARSHAl.L, Principies o/ Economics, págs . 124·1 27, 8,· cd. Lon­ gencia de precios uniformes, resulta obvio qu e su actuación ha
dres. 1930. de provocar mutación del consumo y de la distribución de los
582 La Acci61J H umana Los precios 583

factores de producción entre los diver sos comet idos. La discri­ En determinada ciudad existen p aman tes de la música,
minación incrementa siempre el tota l gastado en la adquisición cada uno de los cuales estar ía dispuesto a pagar dos dólares
del bien de refere ncia. Los compradores compensan esos ma­ por la asistencia a cierto concierto. La celebración del mismo
yores gastos reduciendo congruamente otras adquisiciones. Al exige efectuar gastos superiores a la suma del producto dos
ser altam ente improbable que quienes se benefician con la dis­ dólares por p, siendo consecuent emente imposible atender los
criminación inviert an sus beneficios en aquellos mismos bienes deseos de los aludido s melómanos. Pero cuando cabe, mediante
que los perjudicados dejan de adqu irir , forzoso resulta varíen discriminación en el precio de las corres pondientes en tradas,
las circunstancia s del mercado y de la producción. hallar en tre ellos un núm ero 11 que esté dispuesto a pagar cua­
En el ejemp lo citado salen perjudicados los diez pacientes tro dólares, el concierto puede celebrarse, siemp re y cuando la
más ricos; pagan , en efecto, cuatro dólare s por cada servicio cantidad 2 (11 + p) dólares sea bastante. En tal caso, n per­
que antes les costaba sólo tres dólares. Pero no es sólo el mé­ sonas pagan cada un a cuat ro dólares y ( p - n) pagan sólo dos
dico quien deriva ventajas de tal discriminación; los pacien tes dólares, renunciando todos ellos a la satisfacción de la menos
que ahora sólo pagan dos dólares . se lucran igualmen te. Cierto urgente necesidad que hubi eran atend ido de no haber tenido
es que éstos hab rán de pagar los corre spondiente s honorarios tanto interés en asistir al repetido concierto. Todos y cada uno
renunciando a otras sat isfacciones. Valora n, sin embargo, estas de los asistentes son más felices de lo qu e serían si, en la impo­
últimas en menos que el tratamiento médico de referencia . Su sibilidad de una discriminación de precios, el concierto no
grado de satisfacción , por tanto, es mayor. hubiera podido darse. I nt eresa a los organizadores incremenrar
Para percatarse bien del fenómeno que la discriminación el núme ro de asistentes hasta el pun to en que la admi sión de
mediante el precio implica, conviene recordar que , bajo un adicionales oyentes no supong a gastos superiores a las cantida­
régimen de divisió n del trabajo, la compe tencia desatada entre des que éstos estén dispuestos a pagar por la entrada.
todos aquellos que desean adquirir una misma mercancía no Distintas serían las cosas si el concierto hubiera podido
viene necesaria mente a perjud icar los interese s personales de celebrarse, aun cuando nadie hubi era pagado cantidad superior
cada uno de los intervinientes. Sólo cuando la pugna se refiere a dos dólares. En tal caso, la discrim inación perjudica a la per­
a factor es complementarios de producción brindados por la sonal satisfacción de quienes llegan a pagar cuatro dólares.
naturaleza, resultan antagónicos los intereses de los que entre Cuando se venden, a diferentes precios , las entradas de
sí compiten. Ese insalvable antagonismo natural, sin embargo , espectáculos o los billetes de ferrocarri l, por lo general no se
resulta compensado por las venta jas derivadas de la división trata de un a discriminación , en el sentido cata láct ico del térm i­
del trabajo. Los costos medios de producción, en efecto , cabe no. Quien paga más, obtiene algo que el mercado aprecia supe­
sean rebajados mediante la producci ón masiva; la competencia riormente. Con sigue, en efecto , una localidad mejor, un viaje
entre todos aquellos que desean adq uirir unas mismas mercan­ más cómodo , etc. Efectiva discriminación mediante el precio es
cías viene así a beneficiar a cada uno de los interesados. El el caso del médico que, pese a atender con igual esmero a todos
que no sólo unas pocas personas, sino gentes numerosas, deseen y a cada uno de sus pacient es, cobra a los ricos más que a los
adqu irir la misma mercancía e permite fabricarla con arreglo de menores medios. I gualmente aparece cuando los ferrocarr iles
a procesos que disminuyen el costo de la misma; de esta suerte , exigen p recios superiores por el t ranspor te de aquellos bienes
incluso las gentes más modestas pueden adquirir el bien en cuyo valor más se acrecien ta una vez transportados, pese a que
cuestión . La discriminación , en este sentido, permi te a veces los costos ferroviario s son siempre idénticos. Tanto -el médico
atender necesidades que, en otro caso, habrían de quedar insa­ como la empresa ferroviaria , sin embargo , pueden practicar la
tisfechas. discri minación sólo en aquella medida en que no rebase la posi­
584 La Acción Hu mana Los precios 585

bilidad de que e! pacient e o e! consignador encuentren otra s 12. LA INT ERCONEXIÓN DE LOS PR ECIO S
soluciones más ventajosas para sus problemas. Dicha circuns­
tancia alude, no obsta nte, a una de las dos condiciones necesa­ Si un determin ado proceso productivo engendra al tiempo
rias para para la aparición de! precio discriminatorio. las mercancías p y q, la actuación empresarial se orienta ponde­
Vano sería lucubrar en torno a una situación que permiti era rando los previstos precios de p y de q. Los precios de p y q
resultan conexos en tre sí, toda vez que un cambio en la de ­
a todos los vendedores de cualesquiera servicios o mercancías
manda de p (o de q ) provoca mutación en la oferta de q (o de
actuar de modo discriminatorio . Conviene más dejar constancia
p) , La mu tua relación existente entre los precios de p y q
de que , en un a economía de mercado que no se vea saboteada puede ser denomin ada conexión de producci ón. El hombre de
por la interferen cia gubernamental, los requisitos precisos para negocios, por su parte, considera p (o q) subp roducto de q
que tal discriminación pueda darse aparecen tan raramente que (o p ) ,
dicho fenómeno cabe, verdadera mente, calificarlo de excep­ La producción de un cierto bien de consumo z exige e!
cional. empleo conjunto de los factores p y q; la producción de p, a
su vez, requiere utilizar los factores a y b, y la de q el emplear
los factores e y d. En tal caso, toda mutación que registren las
existencias de p (o q) influye en la demanda de q (o p ). Indi ­
11. LA DIS CRI MI NACI ÓN, MEDIANTE E L PR E CIO , ferente es, a los efectos examinados, quién - mediante la com­
P OR P ART E DEL CO MP RADOR binación de p y q- efectivamente produ zca el bien z. Lo
mismo da que fabriquen z las propias empresas que de a y b
producen P. y de e y d fabrican q; que lo hagan empresarios
Mientras e! comprador monopol ístico, según antes veía­ financieramen te independientes entre sí; o que , incluso, sean
mos, no puede lucrarse con precios de monopolio ni ganancias los propios consumidores quienes ante s de consumirla prepa ­
monopolísticas, distinto es su caso cuando de discriminar me­ ren la aludida mercancía. Los precios de p y q, sin embargo,
diante e! precio se trat a. El comp rador monopolístico puede se hallan siempre interconectados entre sí, por cuanto p carece
en e! mercado libre beneficiarse mediante la discriminación de de utili zación o su valor es mínimo cuando no va acompañado
refer encia, siempre y cuando concurra una condición ; a saber, de q, y viceversa. La mutua relación existen te ent re los precios
que los vendedores ignore n totalmente la efectiva d isposición de p y q puede ser denominada conexión de consumo.
de! mercado. Ahora bien, como tal ignoran cia sólo muy rara­ Si los servicios que proporciona cierta mercancía b pueden
mente puede perdurar , la referida discriminación ha de ampa­ ser reemplazados, aun cuando no de modo plenamente satisfac­
rarse en la interferen cia estatal. torio, utili zando la mercancía a, toda mutación que registre el
precio de uno de dichos factores afecta igualmente al precio
El gobierno suizo, por ejemplo, tiene monopolizado el co­
del otro . La mutua relación existente entre los precios de a y
mercio de los cereales. Compra en los mercados extranjeros a de b cabe calificarla de conexión de sustitución.
precios mund iales, pero en el país paga mayores precios a Ios Las aludidas conexiones de producción , consumo y susti­
agricultores nacionales que producen, a mayor cost o, sobre las tución constituyen peculiar dependencia que en tre sí registra n
tierras pobres de los distritos montañosos, y precios .más bajos ' Jos precios de un corto número de mercancías. Conviene dis­
-si bien superiores a los int ernacionales- a los agrlculrores tinguir tales peculiares conexiones de la conexión general exis­
que cultivan campos mejores. tente ent re los precios de todos los bienes y todos los serv icios.
586 La Acci6n Humana Los precios 587

E sta alud ida cone xión general es consecuencia de que , para 13. PRE CIOS y RENTA S
atender cualesqu iera necesidades , además de dive rsos factores
de índole más o menos específica, es p reciso emplear un escaso Todo precio de mercado cons tituye específico fenó meno
factor de producción que, pese a las di ferentes capacidades de histórico ; es la razón a cuyo ten or dos person as, en det ermi­
producción que encierra , puede ser considerado , dentro de los nado lugar y época , intercamb iaron cantidades ciertas de dos
límites anteriormente mencion ados 26, como de carác ter no bienes concretos . E l precio reflej a siempre las par ticulares cir­
específico. Nos referimo s al factor trabajo. cuns tancias concur rentes en e! co rrespondiente acto de ínter­
En un mundo imagin ario, en e! cual los facto res de produc­ cambio. Condicionan el preci o los personales juicios valora tivos
ción fuera n todos de índo le absolutamente especí fica, la acción de los intervinientes. No deriva ni de la gene ral estr uctura de
humana atendería mú ltiples necesidades independien tes las los precios ni tampoco de la particular correspondi ente a deter ­
un as de las otr as. En este nuest ro mu ndo real , sin emba rgo, minada clase de bienes o servicios . Lo que suele denominarse
la existencia de num erosos factor es de carácter no específico, estructura de los precios no es más que un ab str acto concepto
idóneos para alcanzar fines diversos y que, en grado mayor o derivado de un a multiplicidad de individualizadas y efectivas
menor , cabe entre sí reemplazar, viene a interrelacion ar las di­ transacciones . E l mercado no fija, de modo general, el precio
versas necesidades humanas. El qu e un cierto factor , el trabajo, de la tierra o e! de los automóvi les, ni señala, ta mpoco, salarios,
se requiera en cualquier producción , y además sea, dentro de en ese sen tido; cotiza el pr ecio de det er minada parcela de terreo
los lím ites consig nados , de índole no específica, engend ra la no, de ciert o automóvil y el salario cor respondient e a especí­
general conexión de tod as las activ idades humanas. Tal circu ns­ fico trabaj o. Ninguna trasce ndencia tiene , por lo que al pro ceso
tanc ia viene a integrar los preci os en orgá nico conjunto, cuyas form ativo de los precios se refiere, el qu e a posteriori las cosas
partes se influyen mutuament e, y da lugar a queel mercado sea intercambiadas pu edan ser , desde cierto punto de vista, inte­
una conc aten ación de fenómenos int er dependientes. gradas en det ermin ada clase. Los bienes comerciales, por dis­
E s absurdo enfre ntarse con cualqui er precio específio pares que entre sí sean en el mom ento del int ercambio , se
como si se tratara de un a realidad autónoma e ind ependiente. asimilan tod os en cuanto constituyen mercancías, es decir, bie­
Cada precio refleja la tr ascend enci a que al correspondie nte nes que el homb re valora por cua nto le pe rmite n suprimir
objeto las gentes atr ibu yen , dadas las actuaciones qu e a la sazón algunos de los múltiples malestares a qu e está somet ido.
estén practicando para sup rimir su malestar. El precio jamás El mercado, por lo mismo, tampoco fija ni determina reno
alude a determinad a relación de! bien de que se trate con cier­ taso No con stituye proceso gene rador de renta s. Cua ndo u n
to pat rón invariable ; indícanos simplemente momentá nea posí­ trabajado r y el propietario de un terreno aúnan su respectiva
ción qu e e! bien de refere ncia ocupa en un todo caleidosc ópica­ capacida d productiva, e! resultado conseguido pe rmite que
mente cambi ante . Dentro de ese conglomerado formado por tanto la tierra como e! obrero reponga n e! padecido desgaste
toda s aqu ellas cosas a las cuales los juicios subj et ivos de los y mantengan su potencialidad económica : la tierra , ya sea
hombres conceden valor , la respec tiva posición que cada una agrícola o urbana , du rante tiem po prác ticamente ilimit ado ; e!
de ellas ocupa es función de la de todas las restan tes. Lo que hombre, en cambio, sólo por un cierto número de años. Si la
se denom ina precio es siemp re una prop orcionalidad existente favorable disposición del mercado, en lo que a dichos facto res
entre las parte s de sistemático conjunto int egra do po r múltiples de producción atañe, no varía, cabrá seguir obteniendo las
y dispares valoraciones human as. correspondient es sumas dinerarias por el empleo productivo
de los mismos. La tierra y la capacidad laboral pueden consi­
26 Vid . págs. 213·2 16 . derarse fuentes de renta si, com o tales, son manejad as; es decir .
588 La Acción Hum ana Los precios 589

si su capacidad prod uctiva no resulta prematurament e consu­ 14. PR ECIO S y P RODUCTO S


mida por inconsiderada explotaci6n. No son las cualidades
físicas o naturales de los factores de producci6n lo que los eleva Los precios ordenan la producci6n por aquellos cauces que
a la categoría de duraderos manantiales de rent a, sino la juiciosa mejor permiten atender los deseos de los consumido res según
restricci6n de su empleo. Nada hay en la naturaleza que quepa éstos se manifiestan en el mercado. S610 en el caso de los pre·
estimar permanentemente fuent e de ingresos. La renta es una cios de monopolio puede el monopolista divertir la producción ,
categoría de la acci6n; es e! resultado obtenido gracias a proví­ en un cierto grado , de dichos obje tivos a otros que le bene­
dente economización de siempre escasos factores de produc­ fician más.
ci6n. El aserto result a todavía más evidente cuando se trata Los prec ios de terminan qué factores han de ser explotados
de bienes de capital. Los producidos factores de producción no y cuáles deben permanecer inutilizados. Los factores especí­
son eternos. Aun cuando alguno de ellos tengan una vida de ficos de producción aprovéchanse sólo si no cabe dar otro des­
varios años, todos se desgastan por e! uso y la explotación e tino más valioso a los complementarios de índole no específica.
incluso, a veces, por e! mero tran scurso de! tiempo. Devienen Hay fórmulas técnicas, rerrenos e inconver tibles bienes de capi­
fuente s duraderas de renta sólo si sus propietarios como tales tal cuya capacidad productiva no es explotada por cuanto ello
las emplean. El capital, aun invariadas las circunstancias de! implicaría dilapidar, en tales cometidos, e! más escaso de todos
mercado, puede llegar a ser venero de riqueza únicamente si, los factores de producción: el trabajo. Si bien bajo las circuns­
tancias concurrentes en este nuestro mundo, a la larga, siem­
restringiendo el consumo de los correspondientes productos,
se repone lo desgastado. pre que no se halle inte rferido el mercado laboral; nunca puede
estar desempleado el trabajo, constituye en cambio fen6meno
Las mut aciones del mercado cabe anulen la posibilidad de permanente la existencia de tierras y equipos industriales incon­
seguir derivando renta de determinada fuente. Si la demanda vertibles sin aprovechar.
cambia o si aparecen técnicas mejores, puede desvalorizarse el Carece de sent ido lamentarse por esta inutili zada capacidad
correspondi ente equipo industrial. Las tierr as también quedan productiva. El dejar de explotar maquin aria superada por los
sin valor cuando deviene posible la explotación de nuevas par­ adelantos técnicos constituye testimonio manifiesto de progre­
celas de mayor fertilidad en suficiente proporción. Los conoci­ so material. Sería una bendición de los cielos el que la implan­
miento s y técnicas que la ejecución de específicos traba jos exi­ raci ón de una paz dura dera arrurnbara la fabricación de muni­
ge dejan de cotizarse en el mercado al cambiar las modas o al ciones o si un descubrimiento que previniera y curara la tuber­
resulta r innecesario recurrir a tales destrezas por la aparición culosis despoblara los correspondientes sanatorios . Cabría
de nuevos métodos de producci6n. La acertada provis i6n del lamentar la escasa perspicacia de quienes ayer torpeme nte
incierto futu ro es exclusivamente función de la precisi6n con invirt ieron en tales cometidos valiosos bienes de capital. Pero
que sepamos anticiparnos al mañana. Imposible resulta asegu­ el hombre no es infalible. Una cierta proporción de torpes
rar renta alguna si mut aciones que pueden afectarla no han inversiones resulta inevitable. Lo importante, a este respecto,
sido adecuadamente previstas. es impedir aquellas actuaciones que , como la expansión credi­
ticia, fomenta n artific iosamente las malas inversiones.
El proceso formativo de los precios tampoco const ituye No habría de tro pezar la técnica moderna con excesivos
sistema distributivo. Como ya ant eriormente se hacía notar , problemas para cultivar naranjas o uvas, mediante invernade­
nada hay en la economía de mercado que pueda asimilarse a ros, en la zona ártica o subá rtica. Todo el mundo, sin embargo,
distribuci6n .
calificaría de pura locura tal operación. Ahora bien, en esencia,
590 La A cción H umana Los precios 591

a eso 'mismo equivale el producir cereales en pobres terrenos sincero si admite que su preten sión viene dictad a por mero
montaños os al amparo de las corre spondientes tarifas y protec­ interés particul ar. O tra cosa es, desde luego, el determinar si,
cionismos, habie ndo abundantes tierr as feraces sin laborar. Las desde su personal punt o de vista, convendría le inducir al go­
diferencias entre uno y otro supuesto son meramente cuanti ­ bierno a que interfiriera coactivamente la estructura de precios.
tativas, no cualitativas. La parte sexta de! present e libro está dedicada a analizar las
Los habitantes del Jura suizo producen relojes en vez de insoslayables consecuencias que tal intervencionismo provoca.
trigo. La fabricación relojera constituye para ellos el método Ahora bien, quien asegure que las aludidas aspiraciones y
más barato para procurarse el trigo que precisan. Para e! agri­ arbitrarios juicios de valor constituyen verdad objetiva, o pre­
cultor canadiense, en cambio, e! cultivar d icho cereal es el sis­ tende inducir a los demás al error o se enga ña a sí mismo
tema más económico de conseguir relojes. El comproba r' que lamentablemente. En el mundo de la acción humana sólo inte­
los pobladores del Jura no cultivan trigo ni que los canadien ses resan los deseos de las diversas gentes que quieren conseguir
fabrican relojes no debe sorprendernos, pues, por la misma específicos objetivos. Problema alguno atinente a la verdad o
razón, ni los sastre s se hacen su calzado ni los zapateros sus a la mentir a plant éase por lo que a tales fines respecta ; el
trajes. valor es lo único que, ahora , importa. Los juicios valorativos
son siempre de índole subjetiva, formúleIos una persona o un
grupo, e! necio, e! intelectual o el estadista.
15. LA QUIM ERA DE LOS PR E CIO S NO MER C ANT IL E S Todo pr ecio de mercado viene engendrado invariablemente
por la interacción de las personas operante s que, a su vez, inte­
Los precios constit uyen típico fen ómeno dc mercado . En­ gran la oferta y la demanda . Sea cual fuere la situación que
géndralos el propio proceso mercanti l, constit uyendo la base y provoque la aparición del correspondiente precio, éste, con res­
el fundamento mismo de la economía de mercado. Nada hay, pecto a aquélla, result a siempre adecuado, genuino y real. No
fuera de! mercado, que pueda considerarse precio. No es posible puede ser mayor , si nadie hay que esté dispuesto a pagar por
fabricar precios ' sint éticos, como si dijéramos. El precio es la la mercancía sumas más elevadas, y no cabe reba jarlo si nadie
resultan te de determinada constelación de circunstancias; es por menos cantidad está dispuesto a vender. Sólo la aparición
fruto de las acciones y reacciones de todos quienes integran la de gentes que correspondien tement e compren o vendan puede
sociedad de mercado. Vano resulta lucubrar en torno a qué hacer variar el precio de mercado.
precio hubiera regido en ausencia dc alguno de los factores La economía analiza el proceso mercantil que engendra los
determinantes de! mismo. Tan inanes son tales bizantinismo s precios, salarios y los tipos de interés. No hay fórmula alguna
como e! caprichoso especular en torn o a cuál hub iera sido el a cuyo amparo cabría determinar la cuantía de unos supuestos
curso de la historia de haber muerto Napoleón en la batalla precios «correctos» difer enres de aquellos que e! mercado fija
de Arcole o si Lincoln hubiera ordenado al mayor Anderson sobre la base de la mutua actuación de compradores y vende­
retira rse de Fort Sumter. dores.
No menos estéril es cavilar en torno a cómo deberían ser El deseo de descubrir esos imaginario s precios ajenos al
los precios. Todos nos alegramos cuando e! precio de aquello mercado se ampara frecuentemente en aquel contradictorio y
que deseamos comprar baja, mientra s el de lo que pretendemos confuso ideario que aspira a pond erar los llamados costos ver­
vender sube. Al expresar tales aspiraciones, e! interesa do es daderos. Desde luego, si los costos fueran cosa cierta , es decir,
592 La Acci611 H umana Los precios 593

magnitud precisa e independ iente de la personal valoración, de los precios de costo exclusivamente a la ganancia empresa­
de tal suerte que cupiera fijarlos y medirlos de modo objetivo, rial, paralízase e! mercado. Si las mercancías y los servicios han
podría imparcial árbi tro det erminar los mismos y, consecuen­ de ser vendidos por debajo del precio del mercado , invariable­
temente, el correspondiente prec io correcto . Pero lo absurdo mente la oferta deviene insuficiente ; la demanda tota l no puede
de tal pr etensión salta a la vista, porque los costos son fenó­ ser satisfecha. Ya no sirve, en tal caso, el mercado para ilustrar­
menos valoratorios. El costo es e! valor atribuido a la necesidad nos acerca de qué deba producirse y qué no deba produci rse,
más valiosa que queda insatisfecha por haber empleado los ni para determinar a manos de qu ién hayan de ir las mercancías
medios precisos para su satisfacción en atender aque lla otra de y los servicios. Surge el caos.
cuyo costo se tra ta. El lograr una d iferencia entre e! valor de No es menor la cer teza de lo expuesto aun en el caso de
lo conseguido y el valor de! correspondiente costo, es decir, e! los precios de monopolio. Conviene, desde luego, abstenerse
cosechar un beneficio, constituye objetivo común a todo es­ de adoptar aquellas medidas a cuyo amparo pueden surg ir los
fuerzo consciente. La ganancia es In recompensa que der iva de precios monopolísticos. Ahora bien, aparecido el precio de
acertada actuación. La idea de beneficio queda privada de sen­ monopolio, bien sea por la concurrencia de estatales medidas
tido en cuanto se prescinde de! concepto de valor. Porque el promonopolísticas, bien sea en ausencia de toda interferencia,
beneficio, en definitiva, constituye pu ro fenómeno vaJoratorio no hay «inves tigación» ni especulación teórica que permita
que no guard a ninguna relación directa con las realidades físi­ hallar ningún otro precio al cual demanda y oferta se igualen .
cas o de cualqui er otro orden del mundo exterior. Evidencia la verdad del aserto e! lament able fracaso de cuant os
El análisis económico no tiene más remedio que reducir experimentos han pret endido resolver de modo satisfactorio
todos los costos a juicios de valor . Socialistas e intervencionis­ los prob lemas que los monopolios de espacio limit ado de los
servicios púb licos presenta n.
tas califican de rendimientos «no ganados» el beneficio empre­
sarial, el interés del capital y la renta de la tierra , por entender La esencia de los precios estriba en que son fruto de la ac­
que sólo el trab ajo, con su esfuerzo y pesadumbre, tiene tras­ tuación de individuos o grupos de personas que operan por
interés propio. En el concepto cataláctico de los precios y las
cendencia efectiva y merece ser premiado. El esfuerzo per se,
razones de intercambio para nada intervien en ni los decreto s
sin embargo, en nuestro mundo real, carece de utilidad . Si
de la autoridad ni las decisiones adoptadas por quienes, en
acertadamente se practica, con arreglo a planes oportunos,
nombre de la sociedad o del estado, recurren a la violencia y
proporciona al hombre medios que le permi ten atender sus
a la coacción, ni los d ictados de armados grupos de presión .
necesidades. El prob lema es siempre el mismo; tot almente inde­
Al afirmar que no compete al gobierno determin ar los precios,
pendiente de lo que algunos puedan estimar justo o equita­
no estamos saliéndonos de! terreno de la investigación teórica.
tivo. Lo único que importa es determinar qué organización
El gobierno no puede determinar precios, por lo mismo que
social es la que mejor permite alcanzar aquellos fines por los
cuales las gentes trabajan y luchan. La disyuntiva plantéase la oca no puede poner huevos de gallina.
entre la economía de mercado y el socialismo. No hay tercera Cabe imaginar un sistema de organización social en e! que
solución posible. La idea de una economía de mercado basada no existan precios, e igualmente cabe suponer que la acción es­
tatal fije los precios a un nivel distin to de aque! que el mercado
en precios de índole no mercantil es tota lmente absurda. La
establecería. Una de las tareas de la ciencia económica consis­
pre tensión de llegar a descubrir los verdaderos precios de costo
te precisamente en analizar las consecuencias sociales de tales
resulta .a todas luces impracticable. Aun aplicando el ideario
posibles planteamiento s. Ahora bien, por cuanto prete ndemos

"
594 La Acci6n Hu mano

abordar dichos asuntos, obligado resulta distinguir con toda C A P I T U L O XVII


claridad los precios de los meros decretos gubernamentales. Los
precios, por definición , son la resultante que el actuar de las
gentes, al comprar y vender o al abstenerse de comprar y ven­
der, engendra. No debemos jamás confundirlos con las órdenes EL cambio indirecto
dictadas por las autoridades o por organismos que, para hacer
cumplir sus mandatos, recurre n a la coerción y compulsión 27.

1. Los M ED IO S DE I NT E RCAMBIO
Y E L DINERO
00"

El cambio interpersonal se denomina cambio indirecto


cuando entre las mercancías y servicios que, en definiti va, los
interesados pretenden canjear se interponen uno o más medios
de intercambio. La materia que la teoría del cambio indirecto
analiza es la referente a las razones de canje que pueden darse
entre los medios de intercambio, de un lado, y todos los demás
bienes y servicios, de otro. Los teoremas de la teoría del carn­
bio indirecto se cumplen bajo cualquier supuesto en que el
mismo aparezca y sean cuales fueren los medios de intercambio
utilizados.
Cuando un medio de intercambio se hace de uso común , se
transforma en dinero. El concepto dinero es de vagos contor­
nos, por implicar una condición de por sí imprecisa, cual es el
«uso común» del correspondiente medio de inte rcambio. H ay
27 Para no confundi r al lector utilizando demasiado términos nuevos, nos aren­
casos en que resulta difícil decidir si el medio de intercambio
drem os al uso común de denominar precios, tipo de interés y salarios decretados e de que se trata es o no «comúnmente» ut ilizado. La aludida
impuestos por el gobierno o por airas organismos compulsivos (organizaciones sin­ imprecisión, sin embargo, en modo alguno afecta al rigor y cer­
dicales en su caso) a esos aludidos fenómenos estatales. Nunca, sin embargo, debe
olvidarse la fundamental diferencia ex istente entre aquellas realidades típicamente
teza de la praxeología, pues cuanto del dinero ésta predica
mercantiles que son los precios, los salarios y los tipos de interés y esas repetidas igualmente puede decirse de cualquier medio de intercambio.
figuras legales que engendran precios, salarios y tipos de interés, máximos o míni­ Resulta, por tanto , intrascendente en esta materia retener la tra­
mos, en el deseo de suplantar los que el mercado libre impond ría. dicional expresión de teoría del dinero o reemplazarla por otra.
596
La A cción Humana El cambio indirecto 597

La teoría del dinero es y siempre fue la teoría de! cambio indi­ ponerconstitiiía el dinero factor de índole neutral 2. Tal idea
recto y de los medios de intercambio I ". indujo a muchos a creer que el «nivel>, de los precios sube y
baja proporcionalment e al incremento o disminuci6n de la can­
tidad de dinero en circulació n. Olv idábase que jamás puede
2. CONS IDE RACIONES EN T OR NO A DET E R MINADO S variación alguna que las existencias dinerarias registren afectar
E R RORES flA RTO DI F UNDID OS a los precios de todos los bienes y servicios al mismo tiempo
y en idéntica proporci6n . No se quería adver tir que las muta ­
Si tantos economistas no hubieran tan lastimosamente erra­ ciones del poder adqu isitivo del dinero forzosamente han de
do en estas materias atin entes a los problemas monetarios, afe­ ser función de cambios sufridos por las relaciones entre com­
rrándose después con obcecación a sus yerros, difícilment e po­ pradores y vendedores. Con miras a demostrar la procedencia
drían hoy prevalecer todas esas pernici osas prácticas, inspiradas de esa idea según la cual la cantidad de dinero existente y los
en popula res doctrinas monetarias, que han desorganizado la precios proporcionalmente han de aumenta r o disminuir siem­
política dinerari a en casi todos los países.
pre, adopt óse, al aborda r la teoría del dinero , una sistemática
Error, en este sentido , de grave trascendencia fue e! de su- totalmente distin ta a la que la moderna economía emplea para
I La teor ía del cálculo monet ario no cae dentro del dmbiro de la teoría del
dilucidar todos los demás problemas. En vez de comenzar exa­
cambio indirecto, si bien forma pa rte de la tco rfa gen e ral praxcológica. minando, como la cata ldctica invariablement e hace, las actua­
Los términos monetarios que van n empicarse en el presente capítulo parece
"fr
ciones individuales, pretendióse estudiar e! tema analizando la
merecen este previo comentario. Cuando Mises habla de dinero, sin precisar más, economía de mercado en su total conjunto. Ello obligaba a ma­
alude, como se acaba de ver, a cualquier medio de intercambio de tiro gellua /i-zaJo.
Pero, seguidamente, distingue diversos tipos de dinero , cada uno con su significa.
nejar conceptos como la cantidad total de dinero existente en
ción particular. Nos va, en efecto, a hablar (ap. 9) , en primer lugar, del dinero­ la Volkswirtscha/t; el volumen comercial, es decir, el equiva­
m ercanc ía, es decir, de aquel que comenzó u manejarse --oro, plata, cobre, s:1I , lent e monetari o de todas las tran sacciones de mercancías y ser­
pieles- com únmente como medio de intercambio, por cuanto unía valor o utilidad vicios pra cticados en la v olknoirtscbait : la velocidad media de
propia, que las gentes en el mercado nprecfnban. De él deriva el dincl"o<rédi/o,
circulación de la unidad monetaria; el nivel de precios, en fin .
es decir, un instrumento, cualquiera que sea su aspecto formaJ, q ue da derecho a
cobrar, sin cargo y a la vista, de un deudor de plena credibilidad, la correspon­ Tales arbitrios aparentemente hacían aceptable la doctrina de!
diente cantidad de dinero.mercancía; estamos, por poner un ejemplo, ante el deci­ nivel de precios. Ese modo de razonar , sin embargo, meramen­
monónico billete de banco. Engendr é éste, a su vez. lo que el autor denomina te supone lucubrar en típico círculo vicioso. La ecuación dc
dincrOo/ia/ (utilizando el tér mino latin o en el sentido del [iat /u.'c ), o sea, instrumento intercambio, en efecto, presupone la propia doctrina del nivel
que, pese a oc suponer ya exigencia o crédito alguno contr a nad ie , por el simp le
de precios que pretende demostrar. No es más que una expre­
hecho de seguir utilia.indose como medio general de intercambio, continúa siendo
sión matemát ica de aquella - insostenible- tesis según la
dinero; estamos, por seguir ron ejemplos, ante el moderno papel moneda, «de curso
legal». Vienen, más adelante [a p. ) 1), los medios de pago Que Mises denomina cual existe uniforme proporcionalidad entre los precios y las
sustit utos monetarios, cosas que préctícamente son d inero, pero que es preciso variaciones cuanti tativas del dinero " ,
canjee por numerario quien en el mercado pret enda emplearlos. Se trata de dos
2 Vid., al respecto, p ágs. 314-315. Importa ntes con tribucio nes a la his toria y la
tipos de instrumentos: de un lado, los certificados de depósito, emitidos por Jos
terminología de tal ideario d ébcnse a H AYEK, Prices and Productíon (ed. rcv., Lon
bancos, transmisibles por endoso y, de otro, los que el autor califica de medios
dres, 1935), pág . 1 Y sigs., 129 y sigs.
[iduciarios, constituidos, a su vez, 1) por los créditos que la banca concede contra ." Han sido empicados en los párrafos anteriores conceptos - L't uació" de ínt er
cuentas ajenas, y 2 ) por la moneda fraccionaria, al no gozar ésta, en ciertos casos ,
cambio, nivel de precios, neutralidad del dínero-: cuyo significado Mises, escuela
de pleno poder liberatorio, pues, en distinto supuesto, esta última sería dinero .fil1/,
según la nomenclatura misiana. (N. del T.) y ático sie mpre, no estima necesario, aq ul, como L'1l muchas ot ras ocasiones, ex pli ­
e l !', presum iendo su general co noci mien to. La verdad, sin cmburgo, ~s lIUC, p.ll';l
598 La Acción Hum ana El cambio indirecto 599

Al examinar la ecuación de intercambio, presupónese que en cambio , al engañoso concepto de la velocidad de la crrcu­
uno de sus element os - la cantidad tota l de dinero, e! volumen lació n basado en ideas tomadas de la mecánica.
comercial, la velocidad de circulación- varía, sin que nadie se No interesa, de momento, discutir si los economistas mate­
pregunte cuál sea la causa motiv adora de tal cambio. Esas mu­ máticos tienen o no tienen razón cuando proclaman que los
taciones indudablemente no aparecen, en la V olks wirtschaft, servicios que e! dinero presta estriban, exclusivamente, o fun­
por generación espont ánea; lo que cambia en verdad es la dis­ damenta lmente al menos, en e! rodar 'del mismo, en su circu­
posición personal de los individuos que en la correspond ient e lar. Aun cuando el aserto fuera cierto, no por ello dejaría de
economía actúan , siendo las múltiples actuaciones de tales per­ resultar ilógico pretender basar en tales servicios la capacidad
sonas lo que prOVOCH las aludida s variaciones que la estructura adquisitiva -el precio-s- de la unidad monetaria. Los servicios
de los precios registra . Los economistas matemáticos escamo­ que e! HgUH, el whisky o e! café prestan al hombre no determi­
tean esa efectiva demand a y oferta de dinero desatada por cada nan los precios que el mercado efectivament e paga por tales
una de las personas en IH econo mía intervinien tes. Recurren , mercancías. D ichos servicios nos hacen comprender por qué
IHs gentes, una vez advierten las propiedades de aquellas mer­
el lector no especializado, Jos términos rmsranos frecuentemente sl precisan de cancías, demandan, en específicos casos, cantidades determina ­
esclarecimiento . por lo que nos tomarnos la libertad de insertar la presente glosa.
das de IHs mismas. Es invariablement e IHdemanda, no el valor
en el deseo de facilitar la lectura . L:1 ecuación de intercambio, AH' = pr, fue
fo rmulad a por el economista americano IRVING F l SHER (1 867-1947 ) en su obra obje tivo en uso, lo que determina los precios.
Purcbasing Potoer 01 Money (19 11), siendo M la masa monetaria existen te , V su Cier to que, tratándose del dinero, la cataláetica ha de abor­
velocidad de circulación, P el nivel general de precios y T el total volumen co­ dar problemas de mayor amplitud que aquel que analiza HI ocu­
mercial. Tal planteamiento no s610 incurre en tautología, al proclamar que el precio parse de IHs demás mercancías. No compete, en efecto, Hla ca­
pagado por todo lo comprado es igual al prec io percibido por todo lo vendido.
tal áctica, sino a JHpsicología y a la fisiología, explicar por qué
sino que, además, se basa en 1:1 supuesta existencia de identidad vnlorativa entre
las partes en el acto de la compraventa, olvidando que el intercambio, )'<1 sea di­ las gentes desean los diverso s bienes contratados en e! mer­
recto ° indirecto, invariablement e exige que las P;\1'tCS valoren de modo dispar lo cado. THI incógnita, sin embargo, cuando de! dinero se tra ta,
que dan y lo que reciben, pues, en otro caso, no habría operación pos ible. Pre­ sí corresponde a la cataláctica despejarla. Es la cataláctica la
supone, además. como destaca Mises, lo que precisamente quiere probar, es decir. ciencia que debe indicarnos qué venta jas pretende e! homb re
la ex istencia de un cierto nivel de precios, concepto también rechazable, pues lo
derivar de 1H tenencia de numerar io, No son tales venta jas las
que hay, de verdad, en el mercado son multiplicidad dt: bienes con sus respectivo s
precios que, efectivamente, tenderdn a subir, ceterls paribus - nótese esto último únicas circunstancias que determinan e! poder adquisitivo de!
bien-e, si se incremen ta el volumen monetario, pero, en ningún caso, 10 harán uni­ dinero . El deseo de disfrutarlas constituve únicamente uno de
formemente ni de modo coetáneo, como en este mismo capítulo seguidamente va­ los VHriOS factores que desatan la demanda de dinero . Y es sólo
mos a ver. Mises ataca también la tan gen eraliz ad a idea de la neutralidad del diner o . tal demanda, o sea, en definitiva , un factor sub jetivo cuya in­
según la cual éste no co nstituiría más que simple factor multipli cador o divisor
tensidad exclusivamente depende de juicios valorativos, nunca
de los precios, en caso de aumento o reducción de su cuantía. Cualquier aumento
de las exis tencias dinerarias influye, desde luego, sobre los precios, pero siempre en
de hechos objetivos, ni de capacidad alguna para provocar
forma dispar }' en momentos disti ntos, en razón a que , en caso de inflación, los efectos determin ados, lo que da lugar a los tipos de intercambi o
nuevos medios de pago jamás engrosan, de golpe y en la misma cuantía, las teso­ que e! mercado registra.
rerías de todas las personas actuantes, enriqueciendo, primero, a ciertos grupos que, El defecto de que tanto la ecuación de intercambio como
con sus compras, hacen subir espe cíficos precios; y el Alza sólo paulatinamente los concepto s en ella mane jados adolecen estriba en que pre­
va afectando a los demás sectores del mercado. No se trata de una marea, que
inexorablemente subiría o bajnrfa, sino más bien de: un terremoto, que trastoca
tenden contemplar los fenómenos de mercado de un modo to­
todos los precios. V, en caso de reducción de las disponibilidades dine rarias, sucede talitario y omnicomprensivo. La obsesión por la Volkswirtschaft
10 mismo, sólo que al revés. (N . del 'r.) lo confun de todo. Cuando , en verdad , aparece la Volkswirt­
600 La Acción Humana El cambio indirecto 601

scbajt, desvanécense los precios, e! mercado y e! dinero . En e! circunstancias concurrentes, por los mismos quepa exigir, o al
mercado sólo operan individuos o asociaciones de personas. menos a efectuar un desembolso tan sólo ligeramente inferior
Son los propios intereses personales los que inducen a tales su­ a dicho precio máximo. Existen otros bienes, en cambio, para
jetos a actuar, jamás aquellos hipotéti cos intereses de la econo­ los cuales resulta difícil hallar rápid amente comprador, aun en
mía en su conjunto. Para que conceptos tales como e! del vo­ e! caso de que e! vendedor esté dispuesto a contentarse con un
lumen comercial o e! de la velocidad circulatoria tengan senti­ precio notablemente inferior al que pod ría obtener si trop ezara
do, forzoso es retrotraerlos a específicas actuaciones individua­ con otro posibl e interesado cuya demanda fuera mayor. Tal dis­
les. Lo que no resulta permisible es recurrir a esos mismos con­ paridad entre los diversos bienes, por lo que a la facilidad de
ceptos para explicar aquellas actuaciones personales que los su colocación atañe, es lo que engendra e! cambio indirecto.
originan. El primer problema que la cataláctica ha de plan­ Quien no puede inmediatamente procurarse los bienes que para
tearse ante una variación de la total cant idad de dinero dispo­ el consumo o la producción precisa, o quien todavía no sabe
nible en e! mercado es e! referente a cómo dicho cambio puede con exactitud cuál sea la mercancía que en un futuro incierto
afectar la conducta de los diversos ind ividuos actuantes. La necesitará, incrementa la posibilidad de dejar mañana satisfac­
economía moderna no pretende averiguar cuánto vale «e! hie­ toriamente atendida s sus apetencias si canjea los bienes de
rro » o «el pan », sino cuánto vale precisa cantid ad de hierro o difícil salida que a la sazón posea por otros de colocación más
de pan para específico individuo que, en determinado tiempo sencilla. También cabe que las condiciones materiales de la
y lugar, actúa . Del mismo modo, por tanto, debemos proceder mercancía que el interesado posca (la escasa perdurabilidad de
cuando de! dinero se trata. La ecuación de intercambio pugna la misma, los gastos exigidos por su almacenaje u ot ras consi­
con los principios básicos que informan el pensamiento econó­ deraciones análogas) le hagan prohibitiva la espera. El temor
mico. Implica recaer en aquellos ya super ados modos de pen­ de que una mutación de la demanda reduzca e! valor del bien
sar, típicos de primitivas épocas, en que las gentes no lograban en cuestión puede igualmente inducir al interesado a no de­
aprehender los fenómenos praxeológicos precisament e porque
morar el tru eque. En cualquiera de dichos supu estos, la postura
partían siempre de concepto s totalitarios y omnicomprensivos. de! sujeto se mejora si, mediante e! oportuno intercambio ,
Estéril es tal sistemática , por lo mismo que eran vanas las ar­
obtiene otra mercancía que, en su día, le será más fácil colocar,
caicas lucubraciones que pretend ían averiguar el valor gene ral
«de! hierro» o «de! pan », aunque con e! bien de referencia no pueda sat isfacer directa­
La teoría del dinero constituye un capítulo más -si bien mente ninguna de sus presentes necesidades.
de gran trascendencia- de la ciencia cataláctica. Debe, por Se denomin an medios de intercambio aquellos bienes que
tanto, e! tema abord arse idénticamente a como se analizan to­ las gente s adquieren no para consumir ni para emplear en acti­
dos los demás problem as catalácticos. vidades produ ctivas propias, sino, precisamente, para inter­
cambiarlo s por otras mercancías que efectivamente piensan
consumir o utili zar en ulterior producción .
3. LA DEMAND A Y LA O F ERTA DE DINERO El dinero es un medio de intercambio. Es e! bien de más
fácil colocación; las gentes lo desean por cuanto piensan utili­
Diferéncianse notablemente ent re sí las diversas mercan. zarlo en ult eriores trueques interpersonales. Es dinero aquello
cías y servicios por lo que a su respectiva facilidad de coloca. que con carácter generalizado se ofrece y acepta c~mo medio
ción y venta se refiere. Hay bienes para los cuales es fácil hallar de intercambio. He aquí la úni ca función de! diner o. Cuales­
comp rador dispuesto a pagar e! mayor p recio que, dadas las quier a otras funcioncs generalmente atribuidas al mismo no
602 El cambio indirecto 603
La Acci6n H umana

son m~§ que aspectos particulares de esa funda mental y única proceso permanente y sin solución de continuidad. No hay mo­
fnnclon del dinero, la de ser medio de intercambio 3. mento alguno durante el cual el dinero no sea de nadie, de
Los medios de int ercambio son bienes económicos. Resul­ persona o entidad alguna, hallándose simplemente «en circula­
tan escasos; hay demanda para los mismos. Las gentes en el ción » '. Vano es distin guir entre dinero «activo» y diner o
mercado desean adquirirlos, hallándose dispuestas a entrega r, «ocioso». No menos erró nea es la distinci ón en tre dinero circu­
a cambio, bienes y servicios diversos. Los medios de int ercam­ lante y di nero atesorado . Lo que suele denomi narse ateso ra­
bio tienen efectivo valor de intercamb io. La gente sacrifica miento no es más que un saldo de met álico superior -segtm la
otras cosas por hacerlos suyos; páganse «precios» por ellos . La personal opinión de quien enju icia- al tenid o por norma l y
peculiarid ad de tales precios estriba en que los mismos no procedente. El atesor ar, sin emba rgo, no es más que pura
pueden ser expresados en términos din era rios. Al tra tar de los tenencia de metálico. E l metálico atesorado sigue siendo dinero ,
bienes y servicios qu e son objeto de comp ravent a hablam os resultando en tal situación sus servicios idénticos a los que
de su pre cio en dinero . Del dinero, en cambio, predicamos su procura cuando el encaje es menor, considerándose ento nces
poder adquisitivo con respecto a las mercancías generalmente «normal ». Q uien ateso ra procede así por cuanto específicas
contratadas. circunstancias indúcenle a pensar que le conviene acumular
H ay demanda de medios de in terca mbio porq ue la gente más met álico del que el propio interesado, en otro moment o ,
pretende hacer acopio de ellos. T odo aquel que opera en la retendría; del que te rceras perso nas a la sazón conservan en
sociedad de mercado desea poseer cierta cantidad de dinero, caja; o del que el econo mista, que analiza el caso, considera
una suma de met álico en el bolsillo o un saldo de num erario apropiado . T al actuación influye en la demand a de din ero, idén­
a su favor. El sujeto, a veces, quiere disponer de mayor teso­ ricamente a como cualquier otra «nor ma]" demanda le afecta.
rería; en otras ocasiones, por el contrar io, prefiere res tri ngirla; Son muchos los economistas a quienes re pugna el hablar
en casos excepcionales puede incluso renun ciar a toda tenencia de de manda y oferta cuando de la del dine ro, para mera tenen­
de numera rio. Las gentes, norm almen te, desean no sólo poseer cia de! mismo, se trata, por cuanto temen que tales expresiones
diversos b ienes económicos; quieren además tener dinero . Tal pueden provocar confusión al coincidir con las que se utili zan
saldo moneta rio no constit uye simple residuo, mer o exceden te en banca. Cierto es que an te la demanda y la oferta de crédito
de riqueza ingastada. En modo alguno viene a ser resto que a corto plazo suele habl arse de demand a y ofer ta de dinero.
involun tariamente queda en poder del int eresado una vez ha E n este sent ido, e! mercado del crédito a co rto plazo denomí­
practicado todas sus compras y ventas . Específica deman da de nase comúnmen te el mercado din erario. D ícese que el dinero
dinero determina la cuantía del mismo que las gente s ret ienen escasea cuando el int erés de los créditos a corto plazo tiende
en su poder . Y, como sucede con todos los demás b ienes, son al alza y, en cambio, que abunda cuando dicho int erés tiend e
los cambios registrados por la demanda y por las existencias a la baja. La aludida terminología hállase tan fir memente esta­
dinerarias los qu e alteran la razón de in tercambio entre el di ne­ blecida qu e sería vano pretender cambiarla. La misma, sin
ro, de un lado, y los demás bienes, de otro. embargo , ha contribuido a la propagación de algunos graves
Cada unidad monetaria hállase siempre en poses ión de una errores. H a dado lugar , en efecto, a que las gentes confundan
determi nada persona de las múltiples que en la economía de dinero y capital, induciendo al públ ico a creer que el incre­
mercado actúan. El dinero pasa de unas manos a otras , en menta r las existencias dinerarias podía provocar una perma­
J Vid. MISES, Tbe Tbc or» o/ MOIll'v and Credit (Londres y Nueva York, 1934), • El dinero puede es tar tran sportdn dosc de Ull IUll,llr ti. otro, ya sea en trenes,
páginas 34·37. en barcos o en aviones. Pero, (Hin en t.llo.: ~ supuestos, siempre es de alguien.
606 La Acción H «ruana El cambio indirecto 607

la propia riqueza expresada en términos monetarios. Quien en un laberin to de errores, contradicciones y estupideces. La
asevera que su sed din eraria jamás puede ser saciada, en modo rnoderna teoría monetaria sigue los derroteros que la teorí a
alguno está diciendo que nunca considerará bastante su teso-o cuantitativa tradicional alumbrara, por cuanto entiende que las
rería. Lo que de verdad quiere significar es que, en ningún mutaciones de la capacidad adqui sitiva de! dinero deben ser
caso, se considerará exoesivamente rico. Si pe,rcibe nuevos examinadas a la luz de aqu ellos mismos pri ncipios aplicados
ingresos dinerarios, evidentemen te no los destinará a incre­ al analizar todos los demás fenómenos de mercado , asegurando
mentar e! saldo de caja y bancos; en todo caso, dedicará a dicho igualmente que existe una relación de causalidad entre los
cometido una parte tan sólo de las sumas en cuestión . El resto cambios registrados por la demanda y la oferta de dinero, de
lo empleará en bienes de consumo inmed iato o en inversiones . un lado, y el poder adquisitivo del mismo , de otro. Cabe, en
Nadie conserva en su poder dinero por cantidad superior al este sentido, considerar la moderna teoría del dinero simple­
metálico que efectivamente desea tener. mente como una mejorada variante de la antigua teoría cuan­
El adver tir que la razón de intercambio entre e! dinero, de titativa ,
un lado, y todas las mercancías y servicios vendibles , de ot ro,
depende -igual que sucede con las mutuas razone s de inter­
cambio que entre los diver sos bien es vendibles se dan - de LA TRASCENDENCIA EPISTEMOLOGICA DE LA TEORIA
la demanda y la oferta, fue la base y fundamento de la teoría DE CARL MENGER SOBRE EL ORIGEN DEL DINERO
cuantitativa del dinero. Esta teoría, en esencia, no supone más
que hacer específica aplicación al caso concreto de! din ero de Carl Menger no sólo concibió una irrefutable teoría praxeoló­
la teoría general de la oferta y la demanda. Su rnéri to consistió gica acerca del origen del dinero; comprendió además la trascen­
dencia que su ideario tenía co mo sistema de investigación típica­
en explicar e! poder adqu isitivo del dinero recurriendo a los
mente praxeol ógico en orden a elucidar los pri ncipios básicos en
mismos razonamienros que explican todas las demás razones
que nuestra ciencia se ampara 5.
de interca mbio. Incidió, sin embargo, de inmediato , en erro r, Hay quienes ven el origen del dinero o en específica imposi­
al manejar conceptos totalitarios y omnicomprensivos, contem ­ ción estatal o en convención concertuda libremente. Una decisión
plando, en efecto , la total cant idad de dinero existente en la del gobernante o un acuerdo entre los ciudadanos, de modo delibc­
Volkswirschaft , mien tras se desent endía de las específicas actua­ rada y consciente, habría implantado el cambio indirecto y cread"
ciones de las correspondientes personas naturales y jurídi cas el dinero. La quiebra de tul ideario no es triba tan sólo en la inad­
en aquélla operant es. Tal falso pu nto de partida dio lugar a misibilidad de suponer que aquellos hombres de épocas pasadas.
que se incidiera en el vicio de supo ner que existe una propor­ que desconocían e! cambio indirecto y el dinero, pudieran llegar
cionalidad entre los precios y las variaciones de la cantidad a proyectar un nue vo o rden eco nómico totalmente distinto del
de dinero existente . No lograron, al principio , los investigadores que a la sazón reinaba , advirtiendo de untcrnano la utilidad de!
sistema. Tampoco es de p roclamar su improcedencia únicament e
señalar ese fallo en que incidía la teoría cuantitativ a, siendo
porgue la historia no brinde confirmaci6n alguna de tal supuesto.
incapaces de formular otro ideario más acertado qu e explicara H ay razones de mayo r peso que militan en contra de la idea.
mejor los fenómenos en cuest ión . Lejos de combatir los efecti­ Si admitimos que los interesados mejoran sus respectivas po si-
vos yerros de la teoría cuantitativa, dedicáron se a criticar el
indudable núcleo de verdad que la misma encerraba. Pre tendie­
J Vid. las obras de CARL M ENGER, Grunds átze der Wofksu'irlscbdl$le!Jre (Vie­
ron demostrar que no existía relación causal alguna entre los
na, 1871), pág. 250 Y sigs.; ibid. (2" cd. Viena, 1923), p&g. 241 Y sigs.: ílntetsu­
movimient os de los precios y las variaciones de la cantidad de
cbungcn ;;ba die Me/hoJe de, S caiaísoissenscboiten {Leipaig. 188 3). pág. 171
dinero existente. Esta obsesiva pretensión les hizo perderse
Y siguientes.
608 Lo A cci án Hu mana HI cambio indirecto 609

cienes a medida que van sust ituyendo el cambio di recto por el no cabri a explicar por q ué la humanidad decidióse a ado ptar el
indi recto , empleando preferente me nte co mo medios de intercam­ cambio indirecto y el din ero , ni por qué después ya nu nca h a
bio bien es de colocació n más fácil, no hay po r qu é recurrir ade­ abando nado el uno ni el otro.
más , para explicar el origen del cambio indirecto, a una irnpo ­ E l prob lema histórico que el orig en del cambio indirecto y del
síci ón autoritaria o a un expreso pacto entre ciudadanos. Q uien dinero plantea, a fin de cuen tas, no int eresa a la praxeo logía . Lo
no puede , media n te un cambio di recto, proc ura rse, aq uello qu e (mico tra scend ente, a nuestros efectos , es que apa reció tant o el
desea, increme nta sus posibilidades de hallar, posterior mente, el cambio indirecto cumo el dinero en razó n a que concurren , hoy
bien apetecido si se procura mercancías de m ás fácil colocació n igual qu e ayer, unas circun stancias que forzosamente h an d e en ­
en el mercado . Ame tal realidad , es innecesario apela r a int erfe­ gcndrar dicho, fenóme nos. La praxeología no puede menos de
rencias gubernamentales ni a públi cas con venciones para explicar recusar aquellas hip ót esis según las cuales o bien pre ciso decreto
la aparición del cambio indirecto . Los más perspicaces, indu dab le­ autoritar io o bien públi co convención implan taran los aludidos
mente . se rían los p rimeros en adve rtir la conven iencia de recur rir modos de in tercambi o. Los pa rtidarios de la acción es tata l, si así
;1 la expuesto. sistemática, imitando más tarde su cond ucta los de lo prefieren , puede n con tinuar atribuyendo al gob iern o la «in­
menores luces. Resu lta mucho más plau sible supo ner que esas in­ venció n » del dinero, po r improbable que sea la cer teza del aserto .
medi atas ventajas a de rivar del camb io indirecto fuero n percibidas Lo q ue a nosotros nos imp or ta es qu e Jos indi vidu os adquieren
po r los propios interesados, que el imaginar hubo un ser genial ... un cierto bien no para consumirlo ni para ded icarlo a ult erior
capaz de estructurar mentalment e toda una socied...d traficando prod ucción, sino pen sand o qu e mañana se desprenderán del mismo
con dinero , lucubración ésta que hebr íu de ser de spués explicada, en subsigu iente acto de intercamb io. Cu ando la gen te pr ocede así
y su procedencia justificada, en el supuesto de Ía ciud adana con­ con respecto a derermin ado bien , éste adquiere la cate goría de
vención, al resto de lo población. med io de in ter cambio , y tan pronto, en tal sentido, comienza a
En el caso de que, por el con trario , rechacemos CS.l idea según ser comú nment e utilizado , se tr ansform a en d inero . Los teorem as
In cunl Ias gen tes po r sí solas descubrieron lu u tilidad del cambio de la teoría caral ác rica atin entes a los medi os de intercambi o y
indi recto -que evit a ten er que esperar surja dilat adament e un u al di nero nos ilustran acerca de los servicios qu e determinado
oportu nidad para efectuar el correspo ndiente camb io dir ect o- y bie n, como med io de intercambio, propor ciona. Aun dando por
supo ngamos apareció el di nero al amparo de autorltarla () contrac­ cierto qu e el camb io ind irecto y el dinero fue ran in troducidos por
tual actuació n, nuevas incógnit as se suscitan. Precisó seni, en efec­ la autoridad o en vir tud de pactada convención, es inconcuso qu e
to , investig uemos qué clase de med irlas serían aplicadas para in­ sólo especí fica cond ucta po r parte de gentes qu e en tre sí comer­
Jucir él las gente s a adoptar un siste ma cuya utilidad no co rn­ cian puede dar efectiva existencia al cambio indi recto y al dinero.
pre ndían, el cual, además, resu ltaba hart o m ás com plicado qu e el La h isto ria podrá ilustrarnos acerca de cuá ndo y dónde por
simple camb io di recto. Si pensamos en su imposición coactiva , primera vez comenzaron a uti lizar se los med ios de int ercambi o y
hab remo s de indagar seguidamente cu ándo y por qu é dejó el cam­ de cómo , subsiguientemen te, fue red uciéndose el número de bíe­
bio indirecto y el uso del di nero de result ar penoso o , al menos, nes a tal fin emp leado s. N o es posible, sin emba rgo, po r cuanto
ind ifere n te a las gentes, advi rtiendo éstas las venta jas del nuevo la frontera ent re el amp lio concepto de medio de intercamb io y el
mecanismo. más restringido de di nero no es clara y preci sa, sino gradual,
La investigaci ón praxeol ógica retro trae todos los fenómen os determinar con justeza cuá ndo y dó nde los simples medios de
que le in teresan a espedficas actuacio nes indi vidu ales. Si el cam­ intercamb io t rans formáronse en d inero . Es tamos ante un típico
bio indi recto facilita las transacciones y las gentes son capaces de p robl ema de comprensión históri ca. Ello no obs tante, según antes
adve rtir las alud ida s ven tajas, es indudable que, más p ronto o se hacía no tar, la frontera entre el camb io directo y el indirecto
más tarde , aquél y el dinero habrán de hacer su aparición . La es dara e indubitable, y además cua nto la cataláctica pr edica de
experiencia nos dice qu e los aludidos presupuestos se dieron ayer los medi os de in tercambi o categó ricamente es aplicable a cuales­
y se siguen dan do hoy. E n ausencia de los mismos, por el con tarrio, quiera bienes que sean demand ados y adqu iridos con tales mira s.

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La A cción H untana El cambio Indirecto 611
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Corresponde , en definiti va, a los historiadores, en tanto en un nuevo aprovecham iento de la merc ancía de referencia: ello
cuanto alude a hechos históricos, demostrar la inexactitud de desata una demanda adicio nal. Como sucede con cua lquie r otro
aquel aserto según el cual el cambio indirecto y el dinero fueron bien económico, esa supleto ria demanda provoca un alza del
implant ado s por decreto o por convención. Mientras el mismo no valor en camb io de la mercancía ; es decir, por la adq uisición
pretenda ser más que una afirmación de índole histórica, ninguna de dicho objeto , el mercado est á di spuesto aho ra a entr egar
trascendencia puede tener para la teoría cata ldctica del dinero y la mayor número de o tros bienes qu e antes. La cantidad de
explicación praxeol ógica de la aparición del cambio indirecto. El mercancías qu e po r un medio de in tercambio pueden ser obte­
repetido aserto, sin embargo, si lo que pretende es analizar la nid as, o sea , el «precio » de este último , expresado en bienes
actuación humana y los eventos sociales , debe ev identemente re­ y servicios div ersos, es parcialmente fu nción de aquella de­
chazarse, pues cosa alguna, en definitiva, predi ca de la acción. manda pr ovocada por quien es desean adq uirirlo com o tal medio
Nada de ella nos dice cuando se limita a proclamar que un buen de intercambio. Si, como medio de inte rcambio, se deja de
día o bien los gobernantes . o bien los ciudadanos reunidos en emplear dicha mercancía , esa específica dema nda adicional de s­
asamblea. concibieron de pronto la feliz idea de que sería prove­ ap arece, bajando , conco mita nteme nte , su «precio».
choso comenzar a intercambiar ind irecta mente, recurriendo a un D e acuerdo con lo expues to , la dem anda de todo medio de
medio de intercambio de uso común. Con tal aserto no se hace intercambio viene a ser la resultante engend rada por dos par­
más que eludir y retrotraer el problema . ciales demandas: la de quien es desean emplearl o para el con­
Conviene advertir que en modo alguno ampliamos nuestro sumo o la producción y la de quien es pret enden utilizarlo como
conocimiento y comprensión de la acción humana y de los fenó­ tal medio de interca mb io 7. Po r ello , en relación con el mo­
menos sociales al afirmar que aquélla o éstos son creacio nes del derno dinero met álico, háb lase de la demanda industri al y de
estado, del jefe carismático o de la inspiración que un día infor­ la demanda mon et ari a del mismo . E l valor en cambio (el poder
mara a las gentes. Y menos aún cabe esgrimir tales declaraciones adquisiti vo) de un medio de intercambio es, pues, la resultante
frente a nuestra teórica percepción que nos hace ver cómo tales del efecto acumul ativo de dic has dos demandas parci ales.
fenómeno s pueden perfcctamente considerarse «obra s de índole La magnitud de esa demanda del med io de intercambio que
no intencional, frutos que específicas actuaciones individualmente aparece en razón a los servicios qu e como tal medio de inter­
practicadas por los miembros de una sociedad engendraron sin sus cambio pueda prop orci onar depende , a su vez, del valor en
autores quererlo ni proponérselo» 6 . cambio qu e el propio dinero ten ga en el merc ado. Esta realidad
suscita un prob lema que muchos economistas con sideraron has­
ta tal punto insoluble qu e ni siquiera se atre viero n a investi­
4. L A DET E RMI NACI Ó N DE L POD E R ADQUISITI VO DEL DIN E RO garlo seriamente. Resulta ilógico , decían , explicar el poder
adquisitivo del dinero aludiendo a la demanda de numerario
T an pronto como un bi en econ ómico com ienza a ser de­ y, al tie mpo, ba sar est a última en el propio poder adquisitivo
ma ndado, no sólo por quienes de sean emplearlo para el consu­ de la moneda .
mo o para la produ cción , sino adem ás po r tercer as pe rso nas El problema, sin embargo , no es más que aparente . Ese
que tan sólo pretenden reten erlo en su poder como medio de
int ercambio, para luego despr enderse del mismo , incremén­ , Los problemas relativos a una moneda empleada exclusivamente como medio
tase la demanda del bien en cues tión. Ha aparecido , en efecto, de intercambio, inutilizable en todo otro cometido , que pudiera engendrar esa
supletoria demanda a la que nos estarnos refiriendo, serán seguidamente examin a­
~ Vid. MENGER, íl ntersucbnngen, 1, c.; p;{g. 178 dos bajo el apartado 9.
612 La Acción Hu mana El cambio indirecto 613

poder adquisitivo que decimos depende de la específica de­ pretenden utilizar la mercancía de referencia en función distinta
manda monetaria no es e! mismo poder adquisitivo que engen­ a la propia de medio de int ercambio.
dra tal específica demanda de din ero. Lo que pretendemos Pero, prosigue el oponente, con lo expuesto preténdese
averiguar es qu é determina e! poder adquisitivo que el dinero explicar aquella porción de poder adquisitivo de! dinero engen­
tendrá en el futuro inmediato, en el más próximo venidero drada por los servicios que éste, como medio de intercambio,
instan te. Tal poder adquisi tivo depende de! que el dinero tuvo proporciona, acudiendo a los servicios que el mismo report a en
en e! pasado inmediat o, en e! instante que acaba de transcurrir. cometidos industriales. El problema que de verdad interesa, es
Estamos manejando dos magnitud es distintas. Y vano es im­ decir, el aclarar el origen del específico componente monetario
pugnar este nuevo teorema, que denominamos teorema regre­ del valor en cambio del d inero, queda sin resolver. También
sivo, sobre la base de que implica caer en evidente círculo vi­ ahora se equivoca e! contradictor. Aquella part e de! tot al valor
cioso ' . del dinero que procede de los serv icios que el mismo, como
El teorema, aseguran sus oponentes, aplaza, retrotrae el medio de intercambio, presta queda plenamente justificada te­
problema que interesa resolver, pues de inmediato suscita nue­ niendo en cuenta esos repetidos servicios monetarios y la con­
va incógnita: la de aclarar cómo se dete rmina ese poder adqui­ secuente demanda que en razón a ellos aparece. Dos hechos
sitivo de ayer. Porque si, en efecto , pretendemos de! mismo no pueden ser negados y nadie jamás los ha puesto en duda.
modo explicar este último acudiendo al poder adquisiti vo de En prime r lugar, que la demanda de todo medio de intercambio
depende de consideraciones relativas a su valor en cambio, e!
anteayer, y así sucesivamente, no hacemos más que incidir en
cual es función tanto de los servicios monetarios como indus­
evidente regressus in in jinitum . Tal modo de razonar en modo
triales que aquél puede prestar; en segundo lugar , que e! valor
alguno resuelve el problema. Pasan, sin embargo, por alto esos en cambio de un bien, que todavía no ha sido demandado a
críticos que dicho proceso regresivo no prosigue sin fin . Llega, título de medio de intercambio, depende exclusivamente de la
en definitiva, a un punto en e! que e! razonamiento queda demanda del mismo por gentes que desean emplearlo con fines
completo y resueltas todas las incógnitas. Si, en efecto, hacia indust riales, es decir, para el consumo o para la producción .
atrás, paso a paso, recorremos ese repetido proceso seguid o por Pues bien, el teorema regresivo aspira a explicar la pr imera
e! poder adquisitivo, llegamos, finalment e, a aquel instante en aparición de una demanda monetaria para un bien que previa­
que e! bien de referencia comenzó a ser utilizado como medio mente ha sido exclusivamente buscado con fines industri ales,
de intercambio. Alcanzado tal punto, e! poder adquisitivo de! demanda que aparece influida por el valor en cambio asignado
bien en cuestión es exclusivamente función de aquella demand a a la sazón a dicho bien por esos servicios de índole no mane.
de índole no moneta ria - industrial - desatada por quienes taria que e! mismo proporc iona. Lo anterior, desde luego, no
implica basar e! valor en cambio específicamente monetario de!
• El autor articulé el teorema regresivo del poder adquisitivo del dinero, por medio de intercambio de que se trate en e! valor en cambio
primera vez, en su libro Theory 01 Money ond Credil, publicado en 19 12 [p égi­
nas 97-123 de la traducción inglesa). El teorema ha sido criticado desde diversos
del mismo de índole industrial.
puntos de vista. Algunas de dichas objeciones. especialmente las de B. M. ANDER ­ Se ha objetado, por último, al teorema regresivo e! abordar
SON, consignadas en su profunda obra The Value 01 Money, aparecida en 1917 el asunt o desde un punto de vista más histórico que teórico.
(vid. pág. 100 Y sigode la edición de 1936), merecen cuidadoso examen. La trascen­ Tal crítica carece igualment e de fundamento. Explicar un .ac ón­
dencia de los problemas en cuestión obliga a ponde rar también las objeciones de recirniento de modo histórico implica eVidenciar- cómo fue pro.
H. ELL!S (German Monetary Th eory 1905·19) ) , pág. 77 Y sig., Cambridge, 1934).
En el presente texto todas las aludidas objeciones son detalladamente examinadas.
vocado por las fuerzas y factores que en específico lugar y fecha
concur rían. Dichas específicas fuerzas y factore s constituyen pie
614 La Acci6n H umana El cambio indirecto 615

forzado de la correspondiente interpretación. Son datos últi­ minación de! poder adquisitivo de! dinero de la dete rminación
mos y, como tales, no admiten ulterior análisis ni disección. de las mutuas razones de intercambio que entre los demás bie­
Explicar el fenómeno de modo teórico , en cambio, implica re­ nes y servicios económicos puedan darse. Con respecto a estos
trotraer su aparición a la operación de normas generales, implí­ últimos, e! actor sólo se preocupa por la respectiva trascen­
citas de antemano en e! correspond iente sistema teorético. El dencia de los mismos en orden a la satisfacción de futuras
teorema regresivo cumple con esta condición. H ace depender necesidades . Cuando una mercancía anteriormente desconocida
e! específico valor en cambio de un medio de intercambio de aparece en venta - como sucedió, por ejemplo, con los apara­
su función como tal medio, amparándo se en los mismos teore­ tos de radio hace algunas décadas- el único problema que
mas con que la teoría general cataláctica explica el progreso a quienes , a la sazón, actuaban se planteaba era el referente
valorativo y la form ación de los precios. Deduce un caso espe­ a si el placer que el nuevo artefacto había de proporcionarles
cial de la ilustración proporcionada por otra teoría más univer­ resultaría mayor o menor que el que derivarían de aquellos
sal. Evidencia por qué e! fenómeno en cuestión ha de producirse otros bienes a los cuales habían de renu nciar por e! hecho de
si son ciertos aquellos otros principios generales que regulan adquirir el objeto en cuest ión * .
los demás fenómenos. No dice nuest ro teorema: esto sucedió
en tal época y en ral lugar. Por e! contrario, declara: esto suce­ * El teorema regresivo, uno de los grandes descubrimientos de Mises, permitió
derá siempre que se den las corre spondientes circunstancias. a la ciencia económica quebrar el hasta entonces inabordable «círculo austriaco »,
En cuant o un bien, que no ha sido anteriormente demandado engendrado por el hecho de que el valor del dinero, rara los vieneses, dependía de
su poder adquisitivo y és te, a su vez , era función del valor de la moneda de que
como medio de intercambio, comienza, con tal fin , a ser bus­ se tratara. Este planteamiento pa recía constituir insoluble rautologla. Pero, en rea­
cado, los efectos anteriormente contemplados han de aparecer ; lidad, como el autor demuestra en este magistral capítulo , no existe supuesto
como medio de intercambio, mercancla alguna puede jamás ser vicioso círculo alguno, pues las magnitudes, los paním etros que se manejan son
empleada si la misma, antes de ser con tal cometido uti lizada, temporalmente dispares. El valor de la moneda, al comenzar el día de boy, es fun­
no tenía ya valor en cambio por razón de otros posibles em­ ción del poder adqu ísítíuo de la misma al flnallzar el día de nyer. Si, durante la
jornada se producen cambios en la oferta o en la demanda monetaria, al finalizar
pleos. Y todos los anteriores asertos, implícitos en el teorema
la misma, el poder adquisitivo de la moneda consecuentemente se modificará y este
regresivo, son por éste enunciados del modo apodíctico que nueoo poder adquisitivo determinará el valor de la val u ta al comenzar el día de
corresponde al apriorismo praxeológico. Las cosas han de acon­ mañana. El dinero tiene siempre una historia, que retrogresioansente llega al mo­
tecer as! por fuerza. No es concebible ninguna otra situación mento primigenio aquel en que un determinado bien económico, con valor propio,
bajo la cual el planteam iento evolucionarla de modo dispar. comenzó a ser utilizado como «medio general de intercambio»,
El poder adquisitivo de! dinero, al igual que los precios de Con extraordinaria perspicacia, R OTIIBARD (Lo esendal de MiJes, Madrid, Unión
todos los demás bienes y servicios económicos, depende de la Editorial, 1974, cap. 11) describe el panorama con que tropieza Mises a su llegada,
en 1900, a Viena. «Mises advirti6, en seguida, que Bohm-Bawcrk y sus predece­
oferta y la demanda. Por cuant o la acción aspira siempre a orde­ sores no hablan avanzado lo suficiente; no habían, en efecto, llegado hasta las
nar más satisfactoriamente las futuras circunstancias, quien conclusiones últimas que de sus propios razonamientos derivaban; por lo que
pondere la conveniencia de adquirir o desprende rse de cierta existían todavía lagunas import antes en la doctrina.. . La laguna fundamental que
suma dineraria, evidentemente , ante todo, habrá de int eresarse Mises advirtió era la que hacía referencia a la teoría del dinero. L,1 escuela austriaca,
por e! futuro poder adquisitivo de la moneda y la futura estruc­ evidentemente, habla descubierto cómo el mercado determinaba no sólo el precio
tura de los precios. Sólo, sin embargo, partiendo del poder de los bienes de consumo, sino también el de los factores de producción . El dinero,
sin embargo, para los vieneses, como anteriormente para 10 5 clásicos, seguía siendo
adquisitivo correspond iente al pasado inmedíato.icdbele al inte­ un compartimento es tanco que nadie creía cabía abordar por las vías seguidas
resada formarse una idea del que mañá na.tendr á la moneda . para analizar el resto de la economía. Los austriacos y los neoclásicos todos, en
Lo anterior da lugar a que se diferencie radicalmente la deter­ Europa y América, aceptaban tan dispar tratamiento cuando Mises aparecía en
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El conocimiento de los precios de ayer meramente permite Esa relación existente entre la demanda y la oferta de dine­
al comprador disfrutar de los llamados márgenes del consumi­ ro, que podemos denominar relación monetaria, determina la
dor. Si no se preocupara por aprovechar esos aludidos márge­ capacidad adquisitiva de la valuta. La relación monetaria de
nes, podría, incluso, ordenar sus adquisiciones sin fijarse para hoy, estruc turada sobre la base de la capacidad adquisitiva
nada en los precios registrados ayer por e! mercado, es decir, de ayer, determina la capacidad adquisitiva de hoy. Quien desea
en es~s precios que comúnmente denominamos precios actuales. increment ar su tesorería, restri nge las adquisiciones e incre­
Cabríale formular juicios valorativos sin necesidad de justi­ menta las ventas, desatando así una tendencia a la baja en los
preciar las cosas. El que la humanidad , según anteriormente se precios. Quien, por e! contrario, prefiere reducir su tesorería,
hacía notar, olvidara de pronto todos los pasados precios, en amplía las compras - ya sea para el consumo, ya sea para la
modo alguno impediría la aparición de nuevas razones de inter­ producción o inversión- y restri nge las ventas, provocando,
cambio entre los diversos bienes económicos. Si, en cambio, de esta suerte, una tendencia al alza de los precios.
desapareciera todo recuerdo del poder adquisitivo de! dinero, Cualquier variación de las existencias dinerari as forzosa­
aquel proceso, a cuyo amparo nació e! cambio indirecto y apa­ mente ha de modificar la distribución de los bienes económicos
recieron los medios de intercambio, habría de reiniciarse desde entre las diversas personas y entidades. La cantidad de dinero
el principio . Preci so sería comenzar de nuevo recurriendo a disponible en e! mercado sólo puede aumentar o disminuir
determinados bienes más fácilmente colocables que los demás. mediante previo incremento o restricción de las tesorerías de
La demanda de dichas mercancías aumentaría, con lo cual se personas determin adas. Podemos imaginar, si así lo preferimos ,
agregarla a aquél su valor en cambio engendrado por e! uso que cada individuo, o bien recibe cuota parte de ese dinero
industrial (no monetari o) de las mismas, un específico compo­ adicional, en e! momento mismo en que éste accede al mercado,
nente engendrado por esa su nueva utilización como medio de o bien ve congruamente reducida su tesorería . Planteemos así
intercambio . Los juicios de valor, tratándose del dinero , inexo­ o de modo distinto las cosas, la conclusión final es siempre la
rablemente exigen previo justiprecio de la valuta . La aparición misma; a saber, que las variaciones de precios provocadas por
de una nueva clase de dinero presupone que e! correspondiente las variaciones de la cantidad de dinero disponible nunca pue­
objeto en que se materialice goce ya anteriormente de valor en den afectar al mismo tiempo y en la misma proporción a los
cambio a causa de su utilid ad para e! consumo o la producción. precios de todas las diversas mercancías y servicios.
Ni comprador ni vendedor pueden estimar determin ada unidad Supongamos, por ejemplo, que el gobierno emite una cierta
monetaria si no conocen e! valor en cambio - e! poder adqui­ cantidad adicional de pape! moneda. Las autoridades proceden
sitivo-- que ayer la misma tuvo. así porque pretenden o adquirir mercancías y servicios, o pagar
deudas, o abonar intereses por las anteriormente contraídas.
escena... Ludwig von Mises se lanzó a solventar tan arbitraria separación mediante
el análisis de la economía monetaria y el poder adquisitivo del dinero (erróneamente
Cualquiera que sea e! destino que a aquel dinero se dé, e! hecho
denominado «nivel de precios»), partiendo de la sistemática austriaca, o sea, con­ es que e! erario público aparece en e! mercado con una adicio­
templando el actuar del individuo y la operación del mercado para llegar, final­ nal demanda de bienes y servicios: resúltale ahora posible com­
mente, a estructurar el amplio tratado de economía que explicara, por igual, el prar más cosas de las que ante s podía. Suben los precios de las
funcionamiento de todos y cada uno de los sectores económicos . Y Mises consiguió mercancías que el estado busca. Si e! gobierno hubiera finan­
plenamente su ambiciosa meta con 1..a teoría del dinero y el crédito (Tbeo rie des
Geldes und der Umíouismittel), primera de sus magistrales obras . fue una brillante
ciado sus adquisiciones mediante los correspondientes tributos,
conquista de pura investigación intelectual, digna del propio Bóhm-Bawerk. La los contribuyente s hubi éran se visto obligados a restringir las
ciencia económica, al fin, constituía un lodo unitario , integral cuerpo analítico». suyas, de tal suerte que mientra s los precios de los bienes ad­
basado exclusivamente en la acción humana. (N. del r .) quiridos por el gobierno propendían a subir, los correspondien­
618 La Acción H urnana El cambio indirecto 619

tes a otras mercancías tendían abajar. La aludida caída de los los precios, con independencia de que, en términos monetarios,
precios de aquellos artículos adquiridos por los contribuyentes todos ellos se hayan incrementado. Los precios finales a que
no se produce, sin embargo, cuando e! gobíerno incrementa su ahora e! mercado tiende, una vez han quedad o consumados
capacidad adquisi tiva sin reducir las sumas dinerari as poseídas todos los efectos propios del incremento dinerario, en modo
por los particulares. Los precios de algunos bienes - aquellos alguno son los de antes simplemente multiplicados por deter­
que compra el gobierno- suben inmediatamente, mientras minado módulo.
hay otros precios que de momento no varían. Pero e! proceso El ignorar la expuesta realidad es el vicio fundamental de
pros igue . Los vendedores de los bienes que e! gobierno deman­ que adolece la antigua teoría cuantita tiva, así como la ecuación
da vense, a su vez, capacitados para incrementar las compras. de intercambio de los economistas matemáticos . Las variacio­
Los precios de aque llas cosas que éstos, ahora , en mayor can­ nes registradas por la cantidad de dinero existente forzosament e
tidad adquieren comienzan también a subir . El boom va, paula­ han de provocar mutaciones en otras múltiples circunstancias
tinamente, extendiéndose de unos sectores a otros, hasta que , de! mercado. Después de un increment o, o una reducción, de
al final, todo s los precios y salarios resultan incremen tados. las existencias dineraria s, el mercado queda tra stocado, sin que
Tal alza general , sin embargo, como se ha visto , en modo algu­ e! efecto de la variación se limite al alza o la baja de todos los
no es sincrónica . precios y al incremento o reducción de todas las tesorerías.
Porque, si bien a medida que el incremento dinerario pro­ Han mudado también las mutu as razones de intercambio exis­
duce sus efectos todos los precios van sucesivamente subiendo, tent es entre los distinto s bienes y servicios, mutaciones éstas
no se incremen tan en In misma proporción los de unos y otros que, si deseamos recurri r a una metáfo ra, mejor se describen
bienes y servicios. Ello es natu ral, por cuanto el proceso afectó aludiendo a una conuulsi án de precios que recurriendo a esa
a las diversas gentes de distinto modo. Mientras iba el mismo equívoca expresión que nos habla de simple alza o baja de!
progresando, hub o quiene s se beneficiaban al percibir precios «nivel general de precios».
ya incrementados por lo que vendían, mientras pagaban por Podemos , de momento, dejar de lado los efectos referentes
lo que compraban todavía precios reducido s o que no había n al cumplimiento de los convenios con pago aplazado. Más ade­
aún sub ido en la misma propo rción. H abía ot ros, por el con­ lante nos ocuparemos de dicbo asunt o, así como de la influen­
trario, en la desgraciada postura de vender bienes o servicios cia que tales acont ecimient os monetarios tienen sobre el con­
cuyos precios todavía no habían subido o no lo hab ían hecho sumo y la producción , la invers ión y la creación de capital, la
en e! mismo grado que aquello que compraban. La progresiva acumulación y la liquidación del mismo. Con independencia
alza de los precios, para los pri meros, consti tuía manifiesto de todas estas cuestiones, debemos, sin embargo, siempre rete­
priv ilegio; para los segundos, en cambio, desastro sa calamidad. ner que la var iación de las existencias dinera rias afecta a los
Los deudores, por su lado, se beneficiaban a costa de los acree­ precios de manera desigual. El momento y la proporci ón en que
dores. Cuando el proceso, finalmente, se detiene , la riqueza de los precios de las diversas mercancías y servicios serán influidos
las divers as personas ha sido afectada diferentemente y en dis­ depend e de las peculiares circunstancias concurrentes en cada
tinta proporci ón. Unos son más ricos y otros más pobres. Las caso particula r. Es más; durant e una expansión monetaria (in­
circunstancia s de! mercado ya no son las mismas de antes. El flación ), la primera reacción del mercado no tiene por qué sig­
nuevo planteamiento lleva consigo variaciones en la intensidad nificar subida de lodos los precios. Porque también puede acon­
de la demanda de los distintos bienes. La mutua proporción tecer que algunos de ellos, en un principio, bajen, por tratarse
ante riorme nte existente entre los precios de las diversas mer­ de artículos fundam entalm ent e demandad os por quiene s se ha­
cancías y servicios se ha variado. Ha mudado la estruc tura de llan en posición de perdedores.
620 Lo Acción Humana El cambio indirecto 621

No son sólo los go biernos quienes, mediante la emisión de econ omía progresiva, en la cual aumen ta el censo de la po bla­
papel moneda, provocan cambios en la relación monetaria . E l ción y se perfecciona cada vez más la div isión del trabajo, así
incrementa r la producció n de aq uellos metales preciosos que como su corolario, la especialización industrial, la demanda
se emplean como d inero pro voca efectos similares, si bien en dineraria tiende a aumentar. N uevas gentes comienzan a actuar ,
es te caso pos ibleme nte no sean los mismos sectores de pobla­ las cua les desean tener propias d ispon ibilidades d inerarias. La
ción los res pectivamente beneficiados y per judicados. Los pre. autosuficiencia económica, es decir, la provisión famil iar de
cios, aná logame nte, no menos se incrementan cua ndo, sin un a las necesidades, va desapareciendo y las gen tes de penden, cada
congrua reducción de la cantidad de moneda existe nte , di smi­ vez en mayor gra do, del mercado ; ello , en tér minos generales ,
nu ye la demanda de dinero, tendiend o la gente, por la raz ón induce a que tod o el mu ndo tienda a increment ar su tenencia
qu e sea , a reducir su tenencia de nu merario . El supletorio di­ de numerario . Aquella tendenc ia al alza de los prec ios erigen­
nero gas tado en razón a tal «desa tesorarnien to » provoca un a d rada por la den ominada prod ucción «no rmal » de o ro tropieza,
tendencia al alza de los precios igual a la que enge ndra el dine­ por eso, en estos casos , con o tro mov imie nto con trario, que
ro provenie nte de los yacimi entos auríferos o al que sale de apunt a a la baja de los precios, originado por esa incrementa da
las fábricas de moneda . Por lo mismo, ba jan los precios cuando demanda de numerario. Eso s dos procesos de signo contrario ,
se reducen las existencias d inerarias (en razón a una recogida sin embargo, no se destruyen. E st amos ante mov imientos que
de papel moneda, por ejemplo ) o cua ndo la demanda monetaria siguen cursos independientes, modificadore s ambos de las con ­
se incremen ta (por tender las gentes a «atesorar », a incre rnen­ currentes circunsta ncias sociales, capaces de enriquecer a unos
tar los saldos de numerario). El proceso, sin emba rgo, siempre y empobrecer a ot ros. Ta les procesos, cada uno por su lado ,
es desig ual y escalonado , asimétrico y desproporcionado . afectan a los prec ios de los di versos bienes en época s y grados
P odría objetarse a lo an terior, y efectivamen te la objeción disti ntos . Cabe, desde luego, qu e aquel alza de algunas mercan­
ha sido for mu lada, qu e la producción norma l de los yacirnien­ cías ocasionada por uno de ello s, sea, finalmen te, compensado
tos aur íferos que llega al mercado evidente mente implica incre­ por la baja que el otro provoca. Ta l vez suceda que, en última
menta r las existencia d inerarias; sin embargo, ello no amplía insta ncia, varios o incluso mucho s de dichos precios retornen
las renta s y, meno s aú n, las riquezas de los propietarios de las a su primitivo nivel. Pero esto en modo alguno sucede porque
minas. Es tos últi mos simplemente recogen unos «nor males» hayan dejado de producirse los correspondien tes movimientos
ingresos; por tanto, al gas tarlos no pu eden pertur bar ni el mero q ue esos cambi os en la relación monetaria ocasiona n. E se re­
cado ni la tendencia a la sazón prevalente hac ia det er minados sul tado , en realida d, es el fru to provocado por el efecto común
precios fina les y hacia la impl anta ción del equilibrio de la eco­ y coinciden te de aquellos dos procesos independientes, cada
nomía de giro u niforrne , Para los aludidos propietarios, la uno de los cuales, por su parte, varía las cond iciones de! mer o
anual producción de las minas no su po ne mayores riquezas y, cado y mod ifica e! bien estar mat eri al de los div ersos gru pos e
por tanto , no les impele a ofrecer precios mayores. Ma ntendrán individuos. La nu eva estructura de los precios tal vez no se
el mismo nivel de vida de siempre. Sus gastos no puede n , por diferencia mucho de la que anterior mente regía ; sin embargo,
tanto , revolucionar el mercado. Cabe, pues , conclu ir que la es hi ja de dos di stintas series de mutaciones, cada una de las
nor mal producción aurífera , si bien incrementa la cantidad de cuales ha originado todas sus propi as transformaciones sociales.
dinero disponi ble, no puede poner en marcha. el alud ido pro­ El que los propietarios de los yacimientos auríferos prevean
ceso depreciatorio de la valuta. Es aquélla de condición neutra ; regulares ingresos anuales, proven ientes del oro que producen ,
carece de efectos por lo que a los precios se-refie re. en modo algun o puede enervar e! efecto de este último sobre
'F rente a ta l modo de razona r conv iene adver tir que en un a los precios. Dicho s prop ietarios, a cambio de su prod ucción
622 La Acción Humana El cambio ind irecto 623

aurífera, detraen de! mercado los bienes y servicios por ellos por alto los cambios registrados por las personales tesorerías
requ eridos para sus explotaciones mineras, así como aque llas de las gen tes . Se trata, sin embargo , de concatenación que
otras mercancías que dedican al propio consumo o invierten únicamente se da en estrecha y precisa esfera . Sólo cuando e!
en otras producciones. Si no hubiera n extraído aque llas adicio­ incremen to de la cifra de numeratio poseído por determ inado
nales cantidades de oro, los pr ecios no se hub ieran visto afec­ grupo de personas hállase , tem poral y cuantitativamente, rela­
tados por las mismas. In diferente, a los efectos examinados, cionado con la reducción de la tesorería de otro determi nado
es qu e los repetidos propietar ios hayan previsto y capitalizado grupo, duran te un plazo que ambos conside ran como un todo
la rentabilidad de los yacimientos, acomodando su nivel de vida al ordena r su respectivo encaje, puede darse la aludide neutra­
a una regu lar renta derivada de tales operaciones mineras. E l lización . Fue ra de! alud ido campo es imposible que la misma
nu evo oro, desde el moment o mismo en que llega a las manos aparezca.
de los propietarios en cuestión, comienza a producir sus efectos
sobre el gasto de los interesados, así como sobre el de aquellas
terceras personas a cuyas tesorerías sucesivamente va accedien­ 5. E L PROBL EMA DE HU ME y MtLL y LA F UERZ A
do . Si previ endo determinados fu turos ingresos, que luego no I MP UL S ORA DEL DI NERO
cristalizan, aqué llos proceden a efect uar gastos por anti cipado ,
el caso es el mismo que el que se presen ta en cualquier otro ¿Cabe pensar en una situación bajo la cual las variaciones
supuest o de financiación del consumo med iante crédito basado registradas por e! poder adq uisitivo del dinero afectara n coetá­
en previsiones que la realidad después no confirma. neamente y en el mismo grado a todas las mercancías y servi­
Las mut aciones registrad as po r las tesorerías de personas eios proporcionalmente a las mutaciones registradas por la
diversas compénsanse entre sí sólo cuando dichas var iaciones deman da o la oferta dinerari a ? En ot ras palabras, ¿es posible
regularmente se reproducen y están interconectadas por causal que el dinero alguna vez sea de índo le neu tra bajo un sistema
reciprocidad . Los obrero s y asalariados no suelen cobrar a dia­ económico que no sea aquél pr evisto por la imaginaria cons­
rio, siéndoles, en cambio, abonados sus servicios en de termina­ trucción de la economía de giro uniforme ? Es ta intere sante
das épocas por el trab ajo realizado du rante una o varia s sema­ cuestión pod emos calificarla como el problema de Hume y
nas. Tales personas no man tienen duran te el aludido período Mili.
los mismos saldos de tesorería ; su tenencia de num erario va Ni Hume ni Mi l! atrevi éro nse a contestar afirmativamente
disminuyendo a medid a que se acerca e! día de la paga. Los a la interrogante ". ¿Cabe resolver tal incógnita en sentido
comerciante s que les suministran ven cómo coneomitant emen te categóricamente negativo?
sus propias tesorerías van aumentando . Ambos p rocesos mut ua . Im aginemos do s economías, A y B, de giro unif orme. Am­
mente se condic ionan; existe causal in terdependencia qu e bos sistemas son indepen dientes, sin guardar relación alguna
temp oral y cuantitativamente viene a armonizados entre sí. Ni entre sí. D ifer éncie nse únicamente en que por cada suma dine ­
el tendero y el cliente, sin embargo , dé janse influir por dichas raria, m, existente en A, hay en B una cantidad nm, siendo
cíclicas fluctuaciones. La respectiva tenencia de numer ar io, así n mayor o menor que 1; suponemos que no hay, en ninguno
como las correspo ndientes operaciones mercantiles y gastos de de los dos sistemas, pagos aplazados y que el din ero en ambos
consumo, ordénanse considerando como un todo los períod os no tie ne más utilización que la pura mente dineraria, resultando
en cuestión . impos ib le dar al mismo ningún otro empleo . Los p ~ecio s , con ­
E l fenómeno alud ido indujo a alguno s economistas a pensar
en la existencia de una regular circulación del di nero , pasando , Vid. MISES. T beore 01 Mane)' end Credít, p;Í!ts. 140-142.
624 La A ccián H umana El cambio indirecto 625

secuent emente, en uno y en otro sistema guardan ent re sí la cialmente coetáne os y de similar trascendencia; posiblemente
proporción 1: n. ¿Cabe imaginar que las condiciones reinante s tales movimientos den lugar a que ninguna notable mutaci ón
en A puedan ser de golpe variadas, haciéndolas coincidentes registre la estructura general de los precios. Pero, aun en tal
por entero con las de B? supue sto, no dejan de aparecer las anteriorment e aludidas in­
La interrogante, evidentemente, ha de ser negativamente dividuales consecuencias. Todo cambio de la relación mone­
resuelta . Quién pretend a contestarla afirma tivamente habrá taria pone en marcha peculiar proceso, que pro voca particula­
de suponer que un deus ex machina aborda en el mismo ins­ res efectos. Cuando un movimiento inflacionario coincide con
tante a cada indiv iduo, incrementa o disminu ye su tesorería, otro de índole deflacionaria o cuando a una ir-Ilaci ón subsigue
multiplicando el corre spondiente saldo por 1/, y le inform a que. una deflación, de suerte que, al final, los p recios, de modo no­
en adelante, deberá multiplicar por 11 cuantos precios maneje table, no varían en conjunto las peculiares circunstancias so­
en propios justiprecios y cálculos. Ello, evidentemente, exigiría ciales de una inflación, simp lemente se ngreg,m los cor respon­
milagrosa intervención . dientes a una deflación . No hay por q u é suponer que tod os, ni
Ya antes se hacía not ar que, en la imaginaria construcción siquiera la mayor parte de quienes fueron favorecidos por la
de una economía de giro uniforme, la idea misma del dinero se primera, han de ser perjudicados por la segunda, y viceversa.
desvanace, transformándose éste en insustancial mecanismo El dinero no es ni abstracto uum éraire ni medida alguna de
calculatorio, íntimamente cont radictorio y carente de todo sen. valores o precios. Constituye, en cambio, simple bien econó­
tido 10. Imposible resulta asignar función alguna al camb io indi­ mico que, como tal, se valora y justiprecia por propios méri­
recto , a los medios de intercambio y al dinero den tro de una tos, es decir, por los servicios que el hombre piensa derivar de
imaginaria cons trucción cuya nota característica estriba, preci o su tenencia . En el mercado siempre hay mut ación y movimien­
samente, en la invariabilidad y rigidez de las circunstancias to. Sólo porque tales variaciones se dan, aparece el dinero. La
concurrentes. moneda constituye factor engendrador de cambios, no porque
Cuando el futuro deja de ser incierto , desvanécese la neceo «circula», sino en razón a que se atesora . Las gentes conservan
sidad de todo saldo de num erar io. Y, comoqui era que el dinero dinero en caja únicamente por el hecho de prever cambios,
ha de ser poseído en metálico por las gentes, la moneda. evi­ cuya índole e importa ncia consid éranse incapaces, en cada
dentemente , como tal, desaparece. El uso de los med ios de in­ momento, de predecir .
tercambio y la tenencia de num erario son fenómeno s impuestos El dinero , que sólo dentro de una economía cambiante
por la variabil idad de las circunstanci as económicas. Es más; puede ser imaginad o, en sí mismo cons tituye elemento provo­
el dinero , en sí mismo, constitu ye factor provocador de carn­ cador de mutaci ones. Toda variación de las circunstancia s eco­
bias ; es incompatible con esa regularidad típica de la economía nómicas actúa sob re el dinero , que, a su vez, comien za a operar
de giro un iforme. como fuerza provocadora de nuevas variaciones. Cualquíer
Toda mutaci ón registrada por la relación monetaria - aparo alteración de las razones de intercambio existentes entre los
te sus efectos sobre los pagos aplazados- varía las circu nstan­ diversos bienes de índole no monetaria provoca cambios en la
cias personales de los diversos miembros de la sociedad. Unos producción y en la comúnmente denomin ada distribución, así
se enriquecen, mientras otros se empobrecen. Puede suceder como en la pr opia relación monetaria , todo lo cual da lugar a
que las variaciones registrad as por la demanda y la oferta dine­ ulteriores mutaci ones. Nada puede acontecer en el campo de
raria coincidan con otros cambios de sentido contrario, sustan ­ los bienes ob jeto de comprav enta que no afecte >JI mundo mo­
netario; y, a la inversa, cuanto sucede enéste influye en -el de
" Vid. págs. 385·386. las mercanc ías. ~-;:-iJ'-
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626 La A cción H um ana El cambio indirecto 627

El considerar de índole neutral e! dinero es tan erróneo En nu estro universo real, donde hay acción y cambio ince­
como e! creer cn la plen>! estabilidad del poder adquisitivo del sante, en un sistema económico que jamás puede inmovilizarse,
mismo. Una moneda, privada de I>! típica fuerza impulsora de! ni la neutralidad del d inero , ni la estabilidad de su poder nd­
dinero, contrariamente a lo que supone la gente , en modo algu­ quisitivo resu ltan lógicamente admisibles. Una valuta en ver­
no const ituiría valuta perfecta; antes al contrario, dejaría de dad neutral y estable sólo podría aparecer en un mundo sin
ser dinero. acción.
Error muy extendido, en efecto, es e! de suponer que la No es, por tanto, ni ex traño ni vicioso que, dond e todo es
moneda ideal sería de índole neutral, gozando de invariable cambiante , e! dinero ni sea neutral ni invariable su poder ad­
poder adquisitivo. Muchos creen que tal es e! objetivo que la quisitivo. Cuantos planes pretenden estructu rar un dinero
pol ítica dineraria debiera perseguir. Compréndese la populari­ neutro y estab le resultan íntimament e contradictorios . El di­
dad de este pensam iento en cuanto representa lógica reacción nero es un elemento de acción y, por tanto, engendr ador de
contra la aún más extendida filosofía inflacionista. Const ituye cambio. Las variacione s experimen tadas por la relación mone­
el mismo, sin embargo, contraataque excesivo, íntimamente taria , es decir, por la relación entre la demanda y la ofer ta de
contra dictorio y confus o, que ha provoca do graves daños, res­ dinero, influyen en la razón de int ercambio imperan te ent re el
paldado por errado razonamiento que muchos filósofos y eco­ dinero , de un lado, y todos los bienes vendibles, de otro. Dí­
nomistas decididamente propalan. chas variaciones, sin embargo, no afectan , ni al mismo tiempo
I nciden tales pensadores en la equivocación de suponer que ni en la misma proporción, a los precios de los diversos bienes
el repo so constituye invariablemente estado más perfecto que y servicios. Tales mutaciones, por tanto, forzosamente habrán
el movimiento . La idea de perfección implica haberse alcanzado de influir de modo d ispar a los dist intos individuos.
una situación que toda mut ación vedaría, pues cualquier carn­
bio no podría sino su poner empeoramie nto. Lo mejor que, en
su opinión, del movimiento cabe predicar es que tiende hacia 6. VA RI ACIO NE S DEL PO DE R ADQUIS ITIVO DEL IH NE RO
una situación perfecta , la cual, una vez alcanzada, impondría el PR OVENIENT E S DEL LADO MONET ARIO Y VARIAC IONES
reposo, ya que toda ulterior actuaci ón daría lugar a una situa­ PR OVENIENTES DEl. LADO DE LAS MERC ANCÍ AS
ción menos favorable. El movimiento consid érase pru eba de
desequilibri o, de imperfecta satisfacción, manifestación evidcn­ Las variaciones del poder adquisitivo del d inero , es decir,
te de inquiet ud y malestar Mientras tal ideario se limite a las mutaciones registrad as por la razón de intercambio entre
proclamar que la acción aspira siempre a suprimir la incomo­ la valut a, de un lado , y Jos bienes económicos, de otro, pueden
didad y, en última instancia, a alcanzar la satisfacción plena, proceder tanto del lado del dinero como del lado de las mer­
resulta, desde luego, procedent e. Nunca debe, sin embargo, cancías. Los cambios de circunstancias que las provocan cabe
olvid arse que el estado de reposo y equilibrio aparece no sólo provengan tant o de la demanda y oferta del dinero como de la
cuando se ha alcanzado perfecta satisfacción, cuando el intere­ demanda y ofer ta de los demás bienes y servicios. Procede, por
sado es' tot almente feliz, sino también en situaciones manifies­ tanto, distin guir entre variaciones en el poder adquisitivo de
tamente insat isfactorias si el sujeto ignora cómo podría origen mone tario (casb-induced cbanges) y variaciones de ori­
mejorar de estado. La ausencia de acción no sólo es consccucn­ gen material (goods-induced cbanges),
cia del perfecto bienestar, sino también obligado corolario de Estas últimas pueden ser engendradas por mutaciones de
la incapacidad de prosperar. Lo mismo puede significar deses­ la oferta o de la demanda de específicos bienes y servicios. Un
peranza que felicidad . alza o un a baja general de todos los bienes y servicios o de la
629
628 La Acci6n Humana El cambio indirecto

mayor part e de ellos, sin emba rgo, ha de ser forzosamente de por aumento o disminuci6n de los bienes disponibles, en modo
~
origen mon etario. alguno lim!tanse a meras tr ansferencias de riqueza de un as per­
Examinemos ahora las consecuencias sociales y econó micas sonas a otras. No implican que lo que Pedro gana lo pierda
provocadas por los cambios del poder adquisitivo del dinero , Juan. T al vez algunos se enriquezcan, pero sin empobrecimien­
suponiendo: primero, que el mismo, sólo como tal, puede em­ to de nadie, y vicever sa.
plearse ---es decir , como medio de int ercambio--, no siendo Pod emo s descr ibir lo anterior del siguiente modo : Sean
utilizado en cualqui er otro come tido ; segundo, que s ólo existe A y B dos sistemas ind ependientes, entre los cual es no exista
int ercambio entre bienes p resentes, no in tercambiándose éstos relación alguna . Utilizase en ambo s un a misma clase de dinero,
contra bienes futuros; tercero, qu e, de momento, nos des­ dinero qu e no puede ser empleado en cometido alguno de in­
preocupamos de los efectos qu e las alud idas variaciones de! dale no mon etaria. Suponemos, como prim er caso , qu e A y B
poder adquisitivo provocan en el cálculo moneta rio. se diferenci an entre sí s610 porqu e en B las existencias de dine­
Bajo los alud idos presupues tos, los efectos de las mu tacio­ ro son nm, rep resentando m las de A; asimismo suponemos
nes del poder adq uisitivo de origen monetario simplemente que por cada tesorería, e, y por cada crédito din erario, d, exis­
hacen variar la personal riq ueza de las disti nt as gentes . Unos tente en A, cor responde una tesorería nc y un créd ito nd en B ;
prosperan, mien tr as otros se empobrecen ; unos atienden me­ A y B, por lo demás, son iguales. Como caso segundo, supone­
jor sus necesidades, mien tras otros lo hacen de modo más im­ mos qu e A y B se diferencian entre sí simplemente porque en
perfecto; a las ganancias de unos corresponden las pé rdidas de B las exis tencias tot ales de un a cierta mercancía, r, son np,
otros. Erró neo sería, sin embargo, deducir de lo an ter ior que representando p las existencias de dicha mercancla en A; igual.
la satisfacción total quedaba incambiada; que, no variando las mente suponemos que por cada stock , o, de dich a mercancla r
disponibilidades tot ales, cabía que la satisfacción genera la la existente en A, en B se dispone de otro cuya cuantía es nu. E n
felicidad colectiva se incrementase o disminu vese en razón a ambos casos n se sup one mayor que la un idad. Si en el caso
los aludidos cambios en la distribución de la ·riqueza. Porque primero pre guntamos a cualquier per son a del sistema A si está
vacuo es ese concep to de satisfacci6n o felicidad tot al. No hay dispuesta a hacer e! más mínimo sacrificio por trasladarse a B,
. módulo alguno que permita compara r entre sí el diferente gra­ la respues ta un ánime habría de ser negativ a. Sin embargo, en
do de satisfacci ón o felicidad alcanzado por diversos individuos . el caso segundo , todos los pro pietarios de r y todos aquellos
Las mutac iones de origen monet ario registra das por e! po­ que no posean dicha mercancía, pero aspiren a poseerla ---es
der adquisitivo pu eden inducir indi rectamente a que se incre­ decir, una per sona al menos- responde rán a la cuesti6n en
mente la acumulaci6n de capital o a que se aumente el consumo sentido afirmativo .
del mismo. De pende de las específica s circunstancias concu­ Los servi cios que el dinero proporciona vienen cond iciona­
rrentes cuál sea e! sentido de dichos efectos secundarios, así dos por el poder adquisitivo del mismo. Nadie pretende poseer
como la intensidad de los mis mos. Abordaremos más adelante específico número de moneda s o determ inado saldo dinerario;
tan trascendentales cues tiones ". lo que se pretende es disponer de un cierto poder adqu isitivo .
Los camb ios de poder adquisitivo de la moneda, prove­ Comoquiera que la propia mecánica del mercado tiende a fijar
nientes del lado de las mercancías, a veces, no son más que el poder adquisitivo del din ero a aquel nivel al cual la oferta
efecto provocado por variaciones de la demanda , que de un os y la de manda del mismo se igualan, nun ca pu ede haber ni ex­
bienes pasa a centrarse en otros . Si son aquéllos engendrados ceso ni falta dineraria. Sea grande o pequeña la tot al cantidad
de dinero ex isten te, toda s y cada un a de las personas operantes
lJ Vid. cap. XX . disfrutan plenamente de las ven tajas qu e del cambio indi recto
630 La Acción Humana El cambio indirecto 631

y de la existencia de! dinero cabe derivar . Los cambi os de! po­ ado ptado mejores polí ticas . Tal modo de arg umentar olvida
der adquisit ivo mone tar io lo qu e ind udablemen te hacen es va­ que, no pudiendo jamás ser el dinero de índ ole neutral ni gozar
riar la di stribución de la riqueza entre los dive rsos miembros de plena estabilidad adquisi tiva , la determinación po r e! estado
de la sociedad . D esde e! punto de vist a de quienes p ien san de­ de las existencias dinerarias en modo algun o cabe se haga de
rivar personal ganancia de las aludidas mut acion es, tal vez re­ modo imp arcial y ob jetivo , ni es posible dist ribúyanse equita­
sulten insuficien tes o excesivas las exis tencias dinerarias; tal tivamen te entre todos los miembros de la sociedad los corres­
afán de lucro posiblemente tiend a a imponer medidas q ue pro­ pond ientes efectos. De penden siempre de los perso nales juicios
voquen vari aciones de origen mon eta rio en e! poder adquisi­ valorativos de! goberna nte las medidas qu e éste adop te para
tivo del din ero . Los servicios qu e e! din ero p rop orciona , sin trastocar el poder adqu isit ivo de! dinero . Tales actuaciones, in­
embargo, no pueden ser ni mejorados ni empeo rados varia ndo variablemente, favorecen los intereses de unas personas a cos­
las existencia s monetarias. Las tesorerías de determinadas per­ ta de otras; jamás patrocinan eso qu e suele denominar se bien
sonas posiblement e sean excesivas o insuficien tes. Tal circu ns­ común o público bienest ar . Las act uaciones del arbitrista mo­
tancia, evidentemente, cabe sea remedia da incremen tando o netario , desde luego . nun ca se basan en cons ideraciones de ín­
di sminuyendo e! consumo o la inversión . (No debemos, desde dole cient ífica.
luego, caer en aquel error tan común de confundir la demanda E l qu e se adopt e uno u otro bien corno medio de inter­
de dinero para su tenencia a la vista con e! deseo de tod o e! cambio en modo alguno constituye cue stión ba ladí. Están en
mundo de ver incrementada la propia riqueza .) Cua lqu iera que juego las variaciones de índole din er aria que e! poder adqui­
sea la cuantía de las existencias dinerarias, son éstas siempre sitivo de la moneda luego registrará . E l problema estriba en
suficientes para qu e todos d isfru ten de cuantos servicios el decidir la volun tad q ue en esta materia deba prevalecer: la de
dinero puede p rocur ar y efectivamente ri nde , las gentes , comprando y vendiendo en el mercado, o la del go­
Cabría calific ar de innecesarios, a la vista de lo expues to , bierno . El mercado, en un proceso de selección a lo largo de
cuantos gast os se efectúa n produciendo dinero. Fac tores pro­ siglos, acabó con ced iendo valor monet ario únicamente al oro
du cti vos, que permitirían ob tener valiosas mercancías, se con­ y la plata , D urante do scientos año s. las autoridades han que ­
sum en en la fabricación de dinero. Ta l realidad pu ede ser con ­ rido variar esa elección libremente efec tuada . Na die, ni siquie­
siderada como arb it raria redu cción del siempre limitado pote n­ ra los más apasiona dos dirigistas, considera rán laudables los
cial con que e! hombre cuent a par a atender sus necesidades . efec tos provocados por esa tan extendida pretensión estatal.
Ad am Smith y Ricardo, en es te sen tido, argüían que cabía re ­
d ucir los cos tos de la producci ón de di nero em itiendo éste
exclusivamente en forma de pape! moneda. P ara e! conocedo r INFLAClü N y DEF1.AClü N: INFLAC IONISMO
de la historia económica, sin embargo, e! proble ma p resenta y DEF LACIONISMO
otras facet as. An te las ta n lamentables situaciones provocada s
por las grandes inflaciones ingenia das a base de pa pe! moned a, Los vocablos inflación y deflación en modo alguno constituyen
forzoso es concluir que los gastos inh erentes a la produ cción conceptos praxeol ógicos. No fueron elaborados por economistas;
aurífera cons t ituyen un mal en verdad de escasa monta. Vano antes al contrario. fue el lenguaje popular, empleado por el pú­
es replicar que aquellas catástrofes fueron producidas po r haber blico y los políticos, el que los estructuró. Reflejan el tan difun­
sido torpem ent e aprovechado, por las auto ridades , e! poder dido error de suponer es el dinero de índole neurral e invariable
qu e el dinero credi ticio y e! pape l mo neda poní an en sus ma­ su poder adquisitivo, debiendo una moneda sana gozar de esos
nos; otros más sabios gobernantes, indudableme nte, habrían dos atributos. Partiendo de tales supuestos, la palabra inflación
632 La Acci6n Humana El cambio indirecto 633

empléase para calificar aquellas mutaciones de origen dinerario Fomen ta y exonera de tod a culpa a aque llas popu lares tend encias
que dan lugar a una baja del pode r adquisitivo de la valuta, mien­ que aboga n por la inflación.
tras el término deflación utilízasc para significar variaciones igual. No dispon emos h oy de vocablo alguno qu e exprese lo que el
mente de índole dineraria que incrementan su poder adquisitivo. término inflación anteriormente significaba. Imposible es luchar
Q uiene s emplean tal terminología no advierten que el poder cont ra u na polít ica que carece de nombre. Cuando el estadista o el
adq uisitivo jamás permanece invariable Y. consecuentemente, que estudioso pretenden impugnar la supues ta conveniencia de emitir
siempre hay inflación o deflación . Pa san po r alto dichas ob ligadas adicionales y fabulosas sumas dinerarias, se encuentran con que
y permanen tes fluctuaciones del valor del di nero mientras son de no pueden recurrir a terminología alguna comúnmente conocida
escasa cuantía. reservando los términos en cuestión para aquellos y acep tada . La polít ica de referencia. con todo género de det alles,
casos en que es señalada la mu tación JeI poder adquisitivo . Ahora ha de ser en tales casos expuesta y descrita, viéndose el teórico
bien, por cuanto constit uye personal juicio de trascendencia el de. constreñido a adoptar continuamente tan fatigosa sistemática. Esa
cid ir cuándo determinada variación del poder adquisitivo cornien­ carencia de apelativo propio hace que las medidas en cuestió n
za a merecer el correspondiente calificativo , jamás tendrán los parezcan al hombre común cosa natural y normal. El mal se pro­
aludidos términos aquella categórica precisión que el razonamiento paga por ello de modo fant ást ico.
praxeo16gico, económico y catal áct lco exige. En materia histórica La expues ta realidad da lugar, po r otra parte, a que quienes
o política cabe emplear tales vocablos; en la esfera catal ácrica, se lanzan a esa vana y de antemano perdida lucha contra las inevi­
por el contrario, sólo deber ían ser manejados al abordar y analizar tables con secuencia s de la inflación -el alza de los precios­
programas políti cos o concretos acontecimientos de histo ria econó­ puedan presentarse co mo declarados enem igos de ésta. Sólo , en
mica. Ello no obstante, cabe recurrir a los mismo s al tratar de verdad, con tra los meros sfntornas combaten , pudiendo, sin embar­
tem as estrictam en te catalácticos, sie mpre y cuando su emp leo no go, farisaicarn entc presumir de estar luchando contra la causa de
induzca a con fusi ón y evite morosidad expositi va. Conviene, a tantos sinsabores . Cuando lo que sucede es que su ignorancia les
este respecto, hacer no tar que cuanto la curaldcticn predica de la impide advertir la relación de causalidad existente entre la crea­
inflación y la deflaci ón - es decir, de las grandes variacio nes de ción del adicional dinero y la elevaci ón de los precios, sus actua­
origen mone tario reg istradas po r el poder adquisitivo de la va­ ciones sólo sirven para empeorar aún más las cosas. Como ejem­
luta- resulta igualmente aplicable cuando se trut n de cambios plo conspicuo en este sentido merece cita rse el caso de los subsi­
menos notables, si bien las consecuencias de éstos, corno es natu­ dios o torgados por los gob iernos de la G ran Bretaña, el Canadá
ral, no son tan conspicuas como las de aqué llos. y los Estados Unidos a los agricultores . Las tasas máximas res­
Las palab ras inflaci onismo y deflacionismo. inflacion ista y de. tringen la oferta de las co rrespondiente s mercancías, por cuanto
ílacioni sta, aplícanse a aquellos programas políticos que abogan las pérdidas fuerzan al fab ricante marginal a abandonar la produc­
por la inflación o la deflación, es decir, po r las grandes variaciones ción . Para evitarlo , los alud idos gobernantes otorgaron subsidios
del poder ad quisit ivo de ori gen mo ne tario. a los agricultores cuyos costos eran superiores . Dichos subsidios
Esa revolución semántica, tan típica de nuestra é poca, ha mo­ financiábanse a base de incrementar la cantidad de dinero exis­
dificado también el significado de los vocabl os inflación y defla­ tente, Si los consu midores hubieran pagado mayores precios por
dón. Son numerosas " '5 gentes que hoy en día denominan inflació n los productos de referencia, no habría aparecido efecto inflacío­
o deflación no al señalado incremento o red ucción de las existen. nari o alguno. H abr ían dedicado a dicho gasto mayores sumas del
cias monetarias, sino a la inexorable consecuencia ele dichos carn­ dinero ex istente . Como se ve en este caso, el confundir la infla­
bios; es decir , la genera l tendencia al alza o a la ba ja de salarios ción propi amente dicha con sus consecuencias puede' en la prác­
y precios. Ta l forma de expre sarse en modo algunoresulm inocua. tica provocar todavía mayores inflaciones.
634 La Acci án H tunana El cambio indirecto 6>5

Estos nuevos significados atribuidos a los vocablos inflación condición de los resultados en cuestión al comparar entre sí
y deflación engendran I~ máxima confusión y desorientan a las cálculos basados en distintas valutas, Como no existe, sin em­
gen tes. Procede, en su consecuencia, recusar tales prácticas semán­ bargo, moneda alguna de poder adquisitivo totalmente est able,
ticas. tales aparentes beneficios y pérdidas pueden interferir siempre
el cálculo económico cualquiera qu e sea la valuta con la que
operemos. No es posible nun ca distinguir con precisión cuáles
7. EL CÁL CULO MONETA RIO Y LAS VARIAC IONES pérdidas y cuáles ganancias son efectivas y cuáles sólo apa­
DE L PODE R ADQUI SITIVO rentes.
Cabe , por tanto , concluir que el cálculo económico no es
El cálculo moneta rio opera con los precios de mercanc ías y perfecto. Nadie, sin embargo, puede estructurar reforma algu­
servicios que e! mercado efectivamente registró ayer, con los na que liberara al cálculo económico de las aludidas imperfec­
que hubi era registrado de haber vari ado las circunstancias con­ ciones, ni tampoco arbitrar sistema monetario que definitiva­
currentes o con los que ma ñana seguramente registrará . Busca mente cegara la aludida fuente de err or.
las discrepancias y mu taciones de los aludidos precios, dedu­ E! mercado libre, nadie lo negará, supo , sin embargo, crear,
ciendo de ellas las corr espondientes conclusiones. un siste ma monetario que satisfacía cumplidamente tanto las
No puede e! c álculo monetario, en cambio, reflejar las al­ exigencias del cambio ind irecto como las del cálculo económico.
teraciones de origen dinerario de! poder adquisitivo de la va­ Los ob jetivos que este último persigue no se ven sustancial­
lu ta. Cabe utilizar en e! repetido cálculo, en vez de una cierta mente afectados por esos err ores que lentas y relativamente
clase de dinero a, otra cualqui era, b. Los correspondientes re­ nimias variaciones del poder adqui sitivo engendran. Mutacio­
sultados quedan así purgados de las adulteraciones que en los nes del poder adquisit ivo de origen dinerario, tales como las
mismos pudieran provocar las variaciones de! poder adquisí­ que durant e los úl timos doscientos años se producían con una
tivo de a; no serán, sin embargo, evitadas las derivadas de las circulación metálica, especialment e cuando la valuta era de oro,
mut aciones de! poder adquisitivo de b. J amás podremos inmu­ en modo alguno pervert ían ni confundían los cálculos econó­
nizar e! cálculo económico contra el influjo que sob re él ejer cen micos del homb re de negocios. La experiencia histórica demues­
las mod ificaciones de! poder adquisitivo de la mane jada valuta. tra que en la vid a mercantil cabía perfectamen te operar con los
Todos los datos de! cálculo económico -as í como las co­ aludidos sistemas de cálculo. Los estudios teor étlcos, por S\1
rrespondientes conclusiones - hállanse condicionados por las parte , evidencian la imposibilidad de ingeniar y, menos aún , de
variaciones de origen dinerario que el poder adquisitivo de la aplicar sistema alguno en este sen tido más perfecto . Vano re­
moneda puede registrar. El alza o la baja de dicho poder adqui ­ sulta, pues , lucubrar en torno a la «imperfección» del cálculo
sitivo provoca la aparición de artificiosas diferencias al como moneta rio. No está en la mano del hombre el mudar las cate­
parar entre sí rúbricas cifradas con precios antiguos y rúbricas gorías de la acción huma na.
con precios posteriores; a la vista de tales diferencias el cálculo El mundo de los negocios jamás consideró necesario arbi­
arroja aparentes pérdidas o ganancias que, en verdad, son sólo trar fórmulas para, en el cálculo económico con patrón oro ,
fruto de los cambios de origen monetario del poder adquisitivo corregir aquellos errores debidos a las variaciones experimenta­
de! dinero. Qu eda patenti zado e! carácter imaginario de tales das por el pod er adquisitivo. Nunca precisaron e! tráfico mero
resultados si los contrasta mos con los que el mismo cálculo cantil ni e! cálculo monetario recur rir a otras fórmulas, supues­
arroja a base de otra valuta cuyo poder adquisitivo haya var iado tament e más perfectas, basadas en patrones tabulares de nú­
en menor grado . Nótese que sólo cabe admitir tal imaginaria meros índices o en mercancías diversas. A tales arbitrios tan
636 637
La Acci6n Humana El cambio indirecto

sólo a veces, en materia de préstamos a largo plazo, se recu­ justiprecios de las gentes tan pronto como suponen éstas que
rría. Los hombres de negocios jamás consideraron necesario e! porvenir será distinto al presente. Tal variabilidad afecta al
variar sus métodos contables ni siquiera adoptando sencillas dinero tanto como a los demás bienes económicos. Cabe, por
medidas que fácilmente hubieran minimizado muchos de los tanto, decir que e! valor en cambio hoy de! dinero es una anti­
errores engendrados por esas fluctuaciones del poder adquisi­ cipación de! valor en cambio que e! mismo tend rá mañana. El
tivo. H ubieran podido, por ejemplo, en vez de amortizar sus poder adquisitivo de la correspondiente valuta constituye la
activos inmovilizados aplicando cuotas anuales de depreciación base en que se asientan cuantos juicios e! hombre formula acer­
cifradas con arreglo a determinados porcentajes de! costo de ca de! tema. Cuando la gente presiente que el dinero va a expe­
adquisición, constituir reservas suficientes como para efectuar rimentar cambios en su poder adquisitivo, de origen moneta­
en su día la correspondient e reposición. El mundo de los ne­ rio, comienza a operar un nuevo factor: la propia previsión
gocios, sin embargo, no mostró interés por adoptar tales inno­ de esa futura mutación.
vaciones. Q uien suponga van a incrementarse los precios de aquellos
Resulta todo lo anterior ciert o, siempre y cuando el dinero bienes que le interesan, indudablemente procederá a compra r
de que se trate no sufra en su poder adquisitivo grandes y exce­ mayores cantidades de las que, en ausencia de tal premonición,
sivamente frecuentes mutaciones de origen monetario. Una hubiera adquirido; consecuentemente , reduce su tenencia de
valuta que registre tales variaciones, por e! contrario, pierde numerario. Qu ien, por e! contrario, imagine que van a bajar
toda utilidad como medio de intercambio. los aludidos precios, evidentemente restringirá las correspon­
dientes compras, increment ando su saldo de tesorería. Estas es­
peculativas previsiones, mient ras se cont raen sólo a unas cuan­
8. L A PREvIS IÓN DE LAS FUTURAS v ARIACIO NE S tas mercancías, no desatan generalizada tendencia a variar la
DEL PODER ADQUI S ITIvo tenencia de numerario. Distintas son, sin embargo, las cosas al
preverse inmediata e importante mutación de origen monetario
Aquellas consideraciones que inducen a las gentes a mane­ de! poder adquisitivo del dinero. Cuando se supone que e!
jar en determinada forma e! dinero básanse exclusivamente en precio nominal de todos los bienes va a aumentar o disminuir,
los precios de! pasado inmediato. Sin tal conocimiento resulta las gentes amplían o reducen correspondientemente sus adqui­
imposible al sujeto decidir qué tesorería le conviene más man­ siciones. Tales acti tudes aceleran y refuerzan las propias pre­
tener ni qué porción de su riqueza deba invertir en la adquisi­ vistas tendencias. El proceso continúa hasta que se produce
ción de bienes. Un medio de intercambio sin pasado es incon­ general convencimiento de que no va a sufrir ulteriores varia­
cebible. Objeto alguno puede comenzar a utilizarse como medio ciones el poder adquisitivo del dinero. Sólo entonces desvarié­
de intercambio si ya anteriormente no gozaba de la condición cese aquella tendencia a comprar o a vender, comenzando los
de bien económico, teniendo por sí mismo valor en cambio interesados de nuevo o bien a incrementar o bien a restringir
previamente a su empleo como tal medio. sus tesorerías.
Ese poder adquisitivo proveniente de! ayer inmediato sufre Cuando, sin embargo, la opinión públiea supone va a con­
variaciones por efecto de la oferta y la demanda de dinero hoy tinuar inexorablemente la creación de dinero, de tal suerte que
imperante. La acción human a aspira siempre a proveer para e! los precios de todas las mereancías y servicios han de continuar
futuro, fut uro que puede simplemente concretarse al subsi­ subiendo, nadie deja de adquirir cuanto puede ni de reducir al
guiente instante . Quie n compra, compra siempre para e! con. mínimo su tenencia de numerario. Ello es natural, por cuanto
sumo futu ro o la producción futur a. Mudan las valoraciones y Jos costos normales que la tenencia de numerario supone incre­
638 La Acción H 1111101" lil cambio indirecto 639

méntanse, en tales casos, con las pérdidas derivadas del progre­ guen aquellas gentes creyendo que los precios un día habrán
sivo descenso del poder adqui sitivo de la moneda . Fre nte a las de bajar. E n espera de ese día restringen sus adquisiciones y
ven tajas que la tenencia de numerario implica, sus inconve­ congruamente incrementan su tenenc ia de dinerario. Mien rras
nientes devienen rales que a nadie interesa el mantener suma se manten ga esa generalizada creencia, toda vía est án a tiempo
alguna de dinero a la visra. En las grandes inflaciones europeas las autoridades de abandonar su polít ica inflacioni sta .
de los años 1920-1930 , tal fenómeno se denom inó huida a va­ Pero llega, por fin, el día en que las masas despiertan. Ad­
lores reales (F lueht in die Saehwerte) o eraek -up boom (Ka­ vierten, de pronto, que la inflación constituye deliberada polí­
tastropbenbausse) , Los economistas matemá ticos jamás llegan tica, que va a proseguirse sin in terrupci ón . Se produce el cam­
a comprender qué relaciones causa les puede haber entre el bio. Aparece la crisis. Todo el mundo febrilmente prete nde
aumento de la cantidad de dinero y eso que ellos deno minan canjear su dinero por bienes «reales», los precise o no, cucs­
«velocidad de circulación». ten lo que cuesten . En muy poco tiempo , en una s pocas sema­
Lo más notable del fenómeno que nos ocupa es que, al in­ nas o incluso en escasos días, aquello que se utilizaba como
crementarse la cantidad de dinero existente, la demanda de di­ dinero dej a de emplearse como medio de intercambio . La valu­
nero se contrae. Esa tendencia a la baja del poder adquisitivo, tu en cuestión se transform a en sucio papel. Nadie está dis­
desatada por el aume nto dc la ofer ta dinera ria, se ve a su vez puesto a dar nada a camb io de ta les papeluchos.
reforzada por la genera l pr opensión a res tringi r la tenencia de Es lo que sucedió con la continental currency america na
numerario que aq uélla engend ra. Así las cosas, llega un mo­ de 1781 , con los mandats territoriaux franceses de 1796 y con
mento en que los precios a que las gentes están disp ues tas a el Mark alemán de 192 3. Lo mismo acontecerá con cualquier
desprenderse de los bienes «reales» reflejan ha sta tal punto valuta en cuanto las cor respondientes circunstan cias reaparez­
la futura baja previ sta del poder adquisiti vo que nadie tiene ya
can. Para que una cosa pueda utili zarse como medio de inter­
tesorería bastante para pagar las correspondientes sumas. El
camb io, es prec iso que las gentes piensen que las existencias de
sistema monetario queda destrozado ; la valuta de que se trate
dicho objeto no van a increment arse sin límite. La inflació n es
deja de utilizarse en las transacciones mercantiles; el pánico
reduce a cero el pod er adquisitivo de la misma. Las gen tes re­ política autodest ruct iva " ,
tornan al cambio direc to o adoptan una nueva moneda.
Las inflaciones, mientras no se de tienen, siguen el curso si­ * La continental currency fue un papel moneda puesto en circulación por el
guiente: en un principio, el nuevo dinero provoca el alza de los Conti nental Ccngrcss pura financiar la guerra de la independencia de las colonias
precios de determinadas mercancías y servicios; los demás pre­ Inglesas norteamericanas y. te óricament e, su valor nominal pod ía ser, 3 la vista,
transformado en «d ólares españoles u su correspondiente importe de oro o plata»,
cios sólo más tarde sub irán. Los precios de los diversos bie nes
previsión que jamás fue respetada. Una primera emisión. por dos millo nes de
y servicios, como ya anteriormente se hacía notar, aumentan en dél ares, la autorizó el Congreso en junio de 1775 ; cuatro años después habían sido
épocas y grados difere ntes. ya emitidos casi doscientos cincuenta millones; pero en 1781. perdido todo valor
Esta primera etapa del proce so inflacion ario puede mante­ en cambio , desapareció de la circnlacién. Los mandats territorianx fueron también
nerse durante muchos años. Mientras perdura, los precios de papel moneda emitido , en febrero de 1796 , por el gobierno revolucionario francés ,
valuta supuestamente respaldada por las fincas (de ahí su nombre) confiscadas a la
numerosos bienes y servicios no están ajustados a la modifi­
corona, al clero y la nobleza . Se emitieron unos 2.500 millones de fra ncos, pero, en
cada relación monetaria. Hay gentes que todavía no han adver ­ poco más de un año, quedaron enteramente desvalorizados, dejando oficialmente
tido que se está produciendo una revolución de precios que, de gozar de curso legal en mayo de 1797 . L3 evolución del Mafk alemén dcsde1 918
finalment e, provocará notable alza en todos ellos , si bien la hasta 1924, cuando fue sustituido por el Reíchsmark, es demasiado conocida para
subida no será igual para todas las mercancías y servicios. Si­ que valga la pena hacer, en la misma, ahora , hincapié. (N. del r .)
640 La Acci611 H umana 641
' " ca,.bia indirecto

9. EL VALOR ES PECÍF IC O DEL DINERO utilizándolos, pese a que era ya dudosa la seguridad del título ,
Isí como la solvencia del obligado al pago. En tanto dichos
Ningún problema especial suscita el que determinado bien , créditos gozaron de vencimiento instantáneo contra un deudor
utilizado com o dinero, sea valorado y justipreciado en razón seguro, de tal forma qu e su importe podía ser reclamado sin
a los servici os que de él cabe derivar en cometidos de índole preaviso ni gasto alguno, el valor en cambio de los mismos
no monetaria. E l objeto de la teoría del din ero estri ba exclu­ coincidía con su valor nominal; tal equivalencia total confe­
sivamente en analizar aq uel compone nte del valor del dinero ría a díchos títulos la condición de sustitutos monetarios . Des ­
que aparece, exclusivament e, por el hecho de utilizarse éste pués, sin embargo, cuando quedó diferido el pago y aplazado
como medio de intercambio . sine die el vencimiento, los repe tidos créditos perdieron parte
Diversas mercancías, a lo largo de la historia, han sido em­ de aquel valor qu e antes tenían, al aparecer dudas en torno a
pleadas como medios de int erc ambi o. Dil atada evolución fue 1.. solvencia del deudor o al menos en torno a su bu ena volun­
paulatinamente eliminando de tal funci ón dineraria a la mayor tud para pagar. Ya no eran más que déb itos sin int erés y sin
parte de dich os bie nes. Sólo dos, los metales preciosos oro y vencim iento definido contra un deudor inseguro. Pese a ello,
plata, siguieron circulando. Du ran te la segunda mitad del si­ siendo así que seguía n empleándose como medíos de intercam­
glo XI X, los gob iern os de un pa ís tras ot ro , dando un paso más bio, el valor de los mismos no llegó a descender tanto como lo
en tal proceso, desmonet izaron la plat a. hubiera hecho tr atándose de meras deud as.
Empleába se como din ero , en tales supuestos, una mercan­ Tal dinero-crédito pu ede seguir circulando aunque se haya
cía que podía igualmente ser aprove chada en otra s utilizaciones desvanecido su condíción de crédito contra específico banco
de índole no monet aria . Bajo el pa trón oro , el dinero era oro 11 tesoro, convi rtiéndose entonces en dinero-iiat ( jiat-money) ,
y el oro era dinero . A los efectos exa minados es indiferente que Este últ imo toma cuerpo en meros papeles o piezas que ni
las leyes reservaran a las monedas fabricadas por el gobierno pueden ser empleados con fine s indus triales ni implican cré­
pleno y exclusivo poder liberatori o. Lo importante es qu e tales dito alguno contra nadie.
monedas contenían efectivamente un a cierta cantidad de oro No compete a la cataldctica, sino a la h istoria económica,
y qu e cualquier peso de dicho metal podía ser lib rem ente trans­ determinar si ya en épocas pasad as hubo dinero·fiat o si, por
form ado en moneda. Bajo el patrón oro , el dólar y la libra es­ el contr ario , primitivamente sólo se conocía el dinero-mercan­
terl ina no eran más que nombres aplicados a específicas canti­ d a y el dinero-crédito-, A la cat al áctica únicamente interesa
dades de oro, cuyo peso hall ábase rígidamente prefijado por las deja r con stanci a de que el dinero-fiat puede, por el cauce apun­
disposiciones legales. Este tipo de din ero podem os denorni ­ lado, llegar a apa recer.
narlo dinero-mercancía (commodity-money). Conviene resaltar qu e la desmoneti zación de cualquier tipo
Una segunda clase de dinero es tá con stituida por el deno­ de dinero, es decir, el que el mismo deje de utilizarse como me­
minado dinero-crédito (credit-monev), El din ero-crédito deriva dio de intercambio, por fuerza ha de provocar notable descen­
de los sustitutos monetarios. Las gentes no tenían inconve­ so del valor de tal valu ta. Confirmación práctica de lo anterior
niente alguno en empl ear como sus titu tos de la correspondien­ nos la brinda la plat a, qu e a lo largo de los últimos ochenta
te cantidad dineraria créditos abo nab les a la vista y de pago afias ha dej ado paulatinamente de emplearse como dinero­
absolutamente seguro. (En el apartado siguiente no s ocupare­ mercancía.
mos de las circunstancias y p roblemas típicos de los sustitutos E l dinero crediticio y el dinero-fiat pueden materializarse
monetarios.) Cuando, un día, fue suspendido-.el pago inme-, en monedas metálicas. Dicho dinero está , como si dijéramos,
diato de dicho s créditos, no por ello dejó elmercado -de-seguir :, impreso en plata , níquel o cob re. Cuando tal dinero-fiat es des­

"
L.
642
La Acción Humana El cambio indirecto 643

monetizado, por razón de su contenido metálico, sigue conser­ 10 . LA TR ASCENn ENC I A DE LA RI,L ACIÓN MONET ARIA
vando cierto valor en cambio. Pero, sin embargo, la aludida
valía material tiene escaso interés para el poseedor de la mo­ La relación moneta ria, es decir, la relación existente entre
neda en cuestión. A efectos prácticos, puede despreciarse. la demanda y la oferta de dinero, determina con exclusividad
La tenencia de numerario exige sacrificios. Quien conserva la estructura de los precios en lo atinent e a la razón de inter­
dinero en el bolsillo o en su cuenta bancaria, de momento re. cambio que pueda darse entre el dinero , de un lado, y los de­
nuncia a adquirir bienes que podría dedicar al consumo o a la más b ienes y servicios eco nómicos, de otro.
producción. Cabe, mediant e el cálculo, precisar , en la economía Invariada la relación monetar ia, ni una presión inflacionaria
de mercado, e! importe dinerario de tales sacrificios, Equivalen (expansiva) ni deflacionaria (contraccionlsta) puede afectar al
éstos al interés originario que podría haberse ganado prestando comercio, los negocios, la producción , el consumo o la ocupa­
dichas sumas. El que volunta riamente se soporte tal pérdida ción, Pred ican 10 con trario quienes vense perjudicados por no
constitu ye p rueba evident e de que el sujeto valora en más las haber sabido acomodar su conducta a los deseos de los demás
ventajas correspo ndientes a la tenencia de numerario qu e la según éstos se expresan en el mercado. No es un a supuesta
concomitante pérdida de interés. escasez de dinero la que reduce los precios de los productos
Es posible, desde luego, enumerar las ventaj as que de la agrícolas, impidiendo al agricultor submarginal obtener los
tenencia de nu merario las gen tes pretenden deriva r. Resulta, ingresos que él desearia . A dichos campesinos lo que les per­
sin embargo, erróneo Suponer que tales motivaciones permitan judica es la existencia de otros agricultores que producen a
estructurar una teoría científica que, prescindiendo de los con­ menor costo .
ceptos de tenencia de numerario, de demanda y de oferta dine­ Cualquier incremento en la producción , invariadas las res­
ra ria, nos permita determinar e! poder adquisitivo del dinero 12. tantes circunstancias, por fuerza ha de perfeccionar el bienestar
Las ventajas e inconvenientes de la posesión de numerari o en de las gentes. TlI I incremento provoca una baja en el precio
modo alguno constituyen factores objetivos que directamente monetario de aqucllns mercan cías cuya producción ha sido
determinen la cuantía de los saldos de tesorería . Cada uno per­ aumentada. Esa baja, sin embargo, en modo alguno restringe
sonalmente pondera y valora tales circunstancias. La decisión los beneficiosos efectos provocados por la adicional riqueza
que el interesado en definitiva adopte constituye subjetivo jui­ producida . Pod rán algunos considerar injusta y desproporcio­
cio de valor depend iente siempre de la persona lidad de! sujeto. nada la porción de esa riqu eza adicional que pasa a beneficiar
Gentes diversas y aun un mismo individuo en épocas distin tas a los acreedo res, aun cuando resultan de dudosa procedencia
valoran de modo disimilar idént icas circunstancias objetivas. tales críticas si dicho incrementado poder adquisitivo ha sido
Por lo mismo que el conocimien to de la personal riqueza de un correctamente anticip ado y computado en la correspondiente
indi viduo y sus condiciones físicas no nos permiten saber cuán­ prima negativa " . Pero lo que no puede decirse es que la repe­
to invertirá en la adquisición de alimen tos ele determinado po­ tida baja ocasionada por el aumento de la producción constituye
der nutritivo, no pod emos deducir de la posición económica de prueba evidente de la existencia de un desequilibrio que sólo
nadie e! saldo de tesorería que e! interesado efectivamente aumentando las existencias dine rarias pued a ser corregido.
man tendrá. Desde luego, por lo general, cualquier incremento de la pro­
ducción, ya sea de algunos, ya sea de todos los bienes, exige
II Tal fue la pretensi ón de GR EJDAN1JS, Th e V a /l I t' 01 Money (Londres, 1932),
'.
11 Acerca de las relaciones existentes entre la tasa del interéay las variaeíones
página 197 y sígs.
del poder adquisitivo, vid. infra cap. XX.
644 /JI cambio indirecto 645
La Acci6n Humana

nueva redistribución de los factores de producción entre las permanente política de inflación es impensable, ya que la misma
diversas ramas mercantil es. I nvariada la cantidad de dinero, ha de acabar por destrui r e! sistema monetario en cuestión.
aquella exigencia queda patent izada a través de la estructura El tendero o e! tabernero tal vez caigan fácilmente en e!
de los precios. error de suponer que lo que tanto él como los de su clase pre·
Determinadas producciones devienen más lucrativas, rnien­ cisan para ser más ricos es reforzar la tendencia gastadora del
tras en otras los beneficios se con traen e incluso aparecen las p úblico. Les conviene a ellos, piensan, que las gentes gasten
pérdida s. La mecánica de! mercado corrige así aquellos tan m ás , Lo grave, sin embargo, es que tan torpe ideario haya sido
mentado s desequilibri os. Cabe, desde luego, mediante un presentado al mund o como una nueva filosofía social. Lord
aumento de la cant idad de dinero , retrasar o interrumpir el Kcynes y sus discípulos achacan a la escasa tendencia de las
aludido proceso de acoplamiento . Pero no hay modo alguno ni Rcntes a gastar cuantos fenómenos económicos estiman recu­
de eludirlo ni de hacerlo menos doloroso para quienes hayan de ••bles. Lo que, en opinión de tales teóricos, conviene para
soportarlo. hacer a todo el mundo más rico es no tanto ampliar la produc­
La científica neutra lidad de la cataláctica nos vedaría cri­ ción, sino incrementar e! gasto. P recisamente para que las gen­
ticar las variaciones de origen dinera rio, provocadas por las I':S gastaran más fue ingeniada la política «expansionista».
autoridades, en e! poder adquisitivo de! dinero si las mismas Estamos ante un ideario tan viejo como erró neo. El mismo
sólo implicaran tra nsferir riquezas de unas a otras gentes. Des­ 'eró más adelante objeto de análisis y refut ación en el apartado
de luego, e! pretender justificar tales mutaciones como favore­ dedicado al ciclo económico 15.
cedoras del bien común o del bienestar público es a todas luces
frau dulento. Cabría , no obstante, estimarlas como medidas de
índole política tendentes tan sólo a enr iquecer a determ inados 11. Los SUS TITUTOS MONETA RIO S
grupo s provocando congruo empobrecimiento de otros secto­
res. Pero lo cierto es que en esta materia hay otros muy im­ Los crédi tos por cantidades ciert as, pagaderos y cobrables
portantes aspectos que deben ponderarse. l' la vista, contra deudores cuya solvencia y buena voluntad
No vale la' pena, desde luego, hacer hincapié en las conse­ sean indudables, procuran a las gentes los mismos servicios
cuencias que una contin uada política deflacionaria forzosamente que e! diner o les propo rciona, siempre y cuando aquellos con
provocaría. Nadie, en verdad , aboga por la deflación. Las ma­ quienes se pretende comerciar tengan conocimiento de esas
sas, los escritores y los políticos lo que aman es la inflación. esenciales circunstancias concurrentes en los aludidos créditos;
11 saber, vencimiento instantáneo, así como solvencia y buena
Siendo así las cosas, conviene destacar las tres realidades si­
guientes. Prim era, una política inflacionaria o expansionista f<: absoluta por part e de! deudor. Cabe denominar tales crédito s
por fuerza ha de provocar, de un lado, sobreconsumo, y de sustitutos monetarios ( money substitutes), ya que los mismos
otro , mala inversión de capital. Dicha política, por tanto, disipa pueden perfectamente ocupar el lugar del dinero a la vista
e! capital , dificultando la satisfacción de las necesidades futu­ mantenido por las personas naturales y jurídicas. Los requisitos
ras 14. Segunda , e! proceso inflacionario no evita el tener que técnicos y legales de tales sustitutos monetarios no inte resan
reajustar la producción mediante la correspo ndiente redistri­ 1 In cataláctica. Los sustitutos monetarios se pueden materializar

bución de los factores productivos. Retrasa únicamente la ope­ en un billete de banco o en un talón girado contra depósito
ración, que, por tanto, deviene más dolorosa Tercera, una que e! banco haya de pagar a la vista (<<dinero talonario» o
.. Vid. págs . 82) ·825. " Vid. págs. 80) ·825.

_-_._-- - _.
•. ...
647
646 La Acción Humana El cambia indirecta

valuta depositaria) , siempre y cuando la institución pague en monetarios, usualmente , hállase respaldada por la correspon­
dinero efectivo e! correspondiente billete o talón sin gasto al­ diente reserva. Algunos de los sustitutos monetarios son en
guno para e! presentador. La moneda fraccionaria (token mo­ tales casos certificados dinerarios, mientras el resto está cons­
ney) también goza de la categoría de sustituto monetari o si su tituido por medios fiduciarios. De tal realidad, sin embargo,
poseedor puede canjearla por dinero en todo momento y sin sólo puede percatarse quien conozca el cortespondiente balan­
gasto. No es, a estos efectos, necesario que e! gobierno coac­ ce de la ent idad emisora. El billete de banco, e! talón o la
tivamente imponga tal equivalencia. Lo que importa es que pieza fraccionaria jamás nos informan directamente acerca de
las piezas en cuestión puedan efectivamente ser convert idas en su auténtica categoría cataláctiea.
dinero sin costo y a la vista. Mient ras la cantidad de moneda La emisión de certifi cados dinerarios no supone ampliar
fraccionaria emitid a se mantenga en límites prudentes , no nece­ la cuantía de aquellos fondos que e! banco puede dedicar a sus
sitan las autoridades adoptar medidas de ningún género para negocios de préstamo. La ent idad que no emita medios fidu­
que e! valor en cambio de la misma coincida con su valor no­ ciarios sólo puede conceder el llamado crédito-mercancía ( com­
minal. La necesidad que e! público tiene de «cambio» permite modity-credit ) , es decir , cábele únicamente prestar su propio
a todo e! mundo fácilmente canjear la moneda fraccionaria por dinero o el que sus clientes le hayan entregado en depósito, a
dinero efectivo. Lo decisivo, en esta materia, es que cualquier plazo. La creación de medios fiduciarios permite, en cambio,
poseedor de moneda fraccionaria esté plenamente convencido ampliar la cuantía de las sumas prestadas, siéndole posible al
de que puede, en cualquier momento y sin gasto alguno, trans­ banco exceder esos consignados límites. La institución puede
formar las correspondientes piezas en dinero. ahora otorgar no sólo crédito -mercancía, sino además crédito
Cuando e! deudor - ya sea e! gobierno, ya sea un banco­ circulatorio ( circulation credit ), es decir, crédito concedido
retiene en su poder una reserva de dinero efectivo equivalente gracias a la emisión de medios fiduciarios.
al total import e de los sustitutos monetarios emitidos, estos Mientra s resulta indiferente, a efectos catalácticos, la total
último s son certi ficados dinerarios. Todo cert ificado dinerario cuantía de los certificados dinerarios emitidos, en modo alguno
(money certi jicate ) representa - no necesariamente en sentido es cuestión baladí la referente a la cuantía de los medios fidu­
legal, sino en el cataláctico- la correspondiente suma de dine­ ciarios creados. Producen éstos en el mercado idénticos efectos
ro retenida en la reserva de referencia. La emisión de cert ifi­ que el dinero provoca. La mayor o menor cuantía de los mis­
cados dinerarios no amplía la cuantía de aquello con que la mos influye en el poder adquisitivo del dinero y en los precios,
demanda de dinero se satisface. El variar el número y valor de así como - si bien sólo transitoriamente- en la tasa del in­
los certificados dinerarios emitidos no afecta, por tanto, ni terés.
modifica la cuantía de las existencias monetarias ni la relación Los economistas recurrían antiguamente a distinta termi­
dineraria. En nada, consecuentemente, mudase e! poder adqui­ nología. Muchos denominaban dinero a los sustitutos moneta­
sitivo de! dinero. rios, en razón a que procur an los mismos servicios que e! dinero
Cuando las reservas retenidas por el deudor para respaldar propo rciona. Tal modo de expresarse no es, sin embargo, ple­
los sustitu tos monetarios por él emitidos son de cuantía inferior namente satisfactorio. La terminología científica pretende, ante
al valor total de dichos sustitutos, denominamos medios fidu­ todo, facilitar el examen de los problemas de que se trat e. La
ciarios ( fiduciary media) a aquel exceso que sobrepasa la cuan­ teoría cataláctica del dinero - y en esto se diferencia de la teoría
tía de las reservas. Por lo general, ante determinado sustituto legal del mismo y de los problemas técnicos de índole bancaria
monetario no resulta posible dictaminar si e! mismo es certi­ o contable- pretende analizar las cuestiones relacionadas con
ficado dinerario o medio fiduciario. Una parte de los sustitutos la determin ación de los precios y de los tipos de interés. La
648 La Acción Humana 649
El cambio indirecto

consecución de tal objetivo exige diferenciar netamente entre tes sustitutos monetari os como si de diner o se tratara. Carece
sí los certificados dinerarios y los medios fiduciarios . de trascendencia, a estos efectos, que e! correspondiente orga­
La expresión expansión crediticia (credit expansion) con nismo emisor efectivamente funcione o no a tenor de los usos
frecuencia ha sido torcidam ente interpretada. Porque conviene y sistemas generalmente adoptados por e! mundo bancario. Las
advertir que e! crédito -mercancía nun ca puede ser ampliado. piezas de moneda fraccionaria emitidas por e! tesoro público,
El conceder crédito circulatorio, sin embargo, no implica siem­ como decíamos, son igualmente sustitutos monetarios, pese a
pre expansión crediticia. Si los medios fiduciarios anterior­ que e! erario, por lo general, ni conta biliza su importe como
ment e emitidos han consumado todos sus efectos en e! mer­ un débito ni quedan formalmen te incrementada s en la corres­
cado, es decir, si los precios, los salarios y el interés han que­ pondiente cuan tía las deudas de! estado. Es no menos intras­
dado ya ajustados a las existencias totales formadas por el di­ cendente e! que e! poseedor del sustituto monetario esté o no
nero propiamente dicho más los medios fiduciarios (las existen­ facultado legalment e para exigir la conversión de! mismo en
cias dinerarias en sentido amplio), e! seguir concediendo cré­ dinero. Lo único que interesa es aclarar si e! sustituto mone­
dito circulatorio sin incrementar la cuantía de los existentes tario puede efectivamente ser o no canjeado por dinero a la vista
medios fiduciarios no supone expansión crediticia alguna . Hay y sin gasto alguno 16.
expansión crediticia cuando se otorga crédito mediante la crea­ El emit ir certif icados monet arios supone costosa actividad.
ción de supletorios medios fiduciarios; no la hay si los bancos Los billetes de banco han de ser impresos; las piezas. fundidas;
se limitan a prestar de nuevo aquellos mismos medios fidu­ forzoso es montar detallada contabilidad de los correspondien­
ciarios que retornan a sus cajas al amortizarse los créd itos ante­ tes depósitos ; las reservas han de ser guardadas y protegidas;
riormente concedidos'. existe e! riesgo de la falsificación de cbeques y billetes. Frente
n todos estos gastos no existe más que la pequeña ventaja de
que part e de los correspon dientes títulos pueda desaparecer
12. LíM ITE S A LA E MI S IÓN DE MEDIOS FIDUCIARIOS y la posibilidad, todavía más remota , de que algún depositante
olvide el depósito constitu ido . La emisión de certificados mo­
Las gentes emplean los sustitutos monet arios como si fue­ netarios, si no va acompañada del derecho a crear medios fidu­
ran dinero, por cuanto están convencidas de que, en todo mo­ ciarios, constituye negocio ruinoso. H ubo antiguamente bancos
que se ded icaban exclusivamente a emitir certificados moneta­
mento y sin gasto alguno , podrán canjearlos por dinero efectivo.
rios. Los clien tes de dichas instituciones, sin embargo, pagaban
Denominaremos clientes de! correspondiente banco, banquero
o entidad oficial emisora a aquellas personas que abrigan esa 16 También es intrascendente el que 1.1 ley reconozca o no a los sustitutos mo­

aludida confianza y que, por tanto, manejan los correspondien­ netarios pleno poder liberatorio. Si dichos títulos son manejados por las gentes
corno sustitutos monetarios, debiendo a tal empleo su aludida condición , con un
• Con la expresión crédito circulatorio, té rmino repe tidamente manejado e n el pode r adqui sitivo igual al de la co rrespon diente suma dineraria, el reconocimiento
tex to (particularmente , lnfra cap . XX , 8 ), alude Mises a las facilidades concedidas oficial de poder liberatorio sólo sirve para impedir , en su caso, que gentes de mala
por la banca, pública o privada, sin respaldo de previo depós ito de fondos; es fe dificult en el comercio por el mero gusto de molestar a sus semejantes. En cam­
decir, los créditos otorgados con tra cuentas a la vis ta (supuesto típico de la banca bio, si los repetidos objetos no son sustitutos monetarios. teniendo un valor efec­
privada) o contra fondos inexistentes (caso normal de las en tidades públicas ), cual­ rivo inferio r a su nominal. el reconocer a los mismos pleno poder liberatorio
quiera que sea la presentación formal de la correspondie nte operecién. Ningu na equivale a implantar una tasa oficial, es decir , precios máximos, al oro y a las
institución crediticia puede, sin provocar inflació n. prestar más que el dinero propio divisas extranjeras y precios mínimos a aquello que ya no psede considerarse romo
(capi tal y reservas) o el siempre, a mayor plazo temporal. recibido de efectivos de­ sustituto monetar io, sino más bie n dinero crediticio o Jira. Aparecen entonces tos
posita ntes. (N. del T .) efec tos que la ley de Gresham describe .
650 La Acción Humana El cambio indirecto 651

los opo rtunos precios compensatorios de los aludidos costos. Las gentes, desde luego, preferirán canjear por dinero los me­
La cataláctica, desde luego, no se interesa por los problemas dios fiduciarios antes que emprender la huida hacia valores
puramente técnicos que se plantean al banco que no emite reales; es decir, antes de lanzarse a compr ar locamente cual­
medios fiduciarios. Nuest ra ciencia se int eresa por los certifi ­ quier mercancía. Tal pre tensión por par te del público ha de
cados monetarios sólo en raz ón a la conexión que existe entre poner, sin embargo, inmediatamente en suspensión de pagos
la creación de éstos y la emisión de medios fiduciarios. a la entidad emisora. Si el gobierno interviene y exonera al
Mientras la cuantía de los existentes certificados mone­ banco de la obligación de canjear sus billetes pOJ dinero efec­
tarios carece de trascendencia cata l ác tica, el aumento o dismi­ tivo y de devolver los depósitos recibidos a tenor de las esti­
nución de la de los medios fiduciarios afecta al poder adquisi­ pulaciones contra ctuales en su día convenidas, aquellos medios
tivo del dinero, como toda variación de la cantidad de dinero fiduciarios se transforman en dinero cred iticio o dinero [iat ,
existen te influye en aquél. De ahí que el problema referente' El planteamiento del asunto, al suspende rse el pago en efec­
a si existen o no límit es naturales a la creación de med ios fidu­ tivo, ha cambiado por completo. Ya no estamos ante medios
ciarios cobre trascendencia capital. fiduciarios , certificados ni sustitutos dinerarios. El gobierno ha
Cuando la client ela del banco emisor engloba a todos los intervenido imponiendo el curso forzoso. El banco pierde toda
miemb ros de la correspondiente economía, los únicos límites su independencia; ya no es más que una herramienta en manos
trazados a la emisi ón de medios fiduciarios son los mismos que de los políticos, simple filial del erario público .
coarta n la creación de dinero propi amente dicho. En efecto, un Pero los problemas, desde un punto de vista cataláctico,
banco que corno única institución emisora de medios fiducia­ de mayor trascendencia que se suscitan con motivo de la crea­
rios actuara en el ámbit o mundial o en un país to talmente ción de medios fiduciarios por parte de uno o de vario s bancos ,
aislado del exterior, cuya clientela abarcaría, por tanto , cuanta s aetuando en este caso de consuno , cuya clientela comprende a
personas individuales y jurídicas opera ran en la correspondiente cuantos operan en el correspondiente mercado , no son precisa­
economía, habría, no obstante, de atenerse a las dos reglas mente los referentes a qué límites tenga la colocación de me­
siguientes: dios fiduciarios. Al examen de tales importantes problemas
Primera: Evitar toda actuación que pudiera despert ar sos­ se dedica el capítulo XX , que estudia las relaciones entre la
pechas entre sus client es, es decir, entre el público. Porque la cantidad de dinero existen te, de un lado, y la tasa del interés,
clientela, tan pron to como perdiera la confianza, exigiría el
tic otro .
canje de los billetes emitidos, retirando, además, las sumas de­
Examinemos ahora la cuestión referente a la coexistencia
positadas. H asta qué punt o podría el banco proseguir la crea­
ción de medios fiduciarios sin despertar sospechas en el púo de múlt iples bancos indep endientes. Al decir independientes
blico, depende de circunstancias psicológicas. queremos significar que cada uno de ellos crea librement e los
Segunda : Los medios fiduciarios deberán ser lanzados al medios fiduciarios que tiene por convenien te, guiándose tan
mercado con la moderación y pausa convenient es para que 1:1 s ólo por su propio interés , sin ponerse de acuerdo con las otra s
clientela no comience a pensar qu e el alza de los precios va a Instituciones. Al hablar de coexistencia queda implícito que
proseguir acelerada e ininterrumpidamente. Pues si a tal con­ da una de dichas entidades tiene una clientela limitada que
vencimiento llegan, las gentes reducirán sus tesorer ías, buscan­ n modo alguno abarca a cuantos operan en la corr espondie nte
do protección en valores «reales», lo cual forzosamente ha de economía. Para simplificar el planteamiento, supondremos que
desatar el pánico y la crisis. Ahora bien, este catastrófico final cada persona, ya sea individu al o jurídica, es cliente de un solo
exige el previo desvanecimiento de la confianza del púb lico. banco. En nada se varia ría la conclusión aunque supus iéramos
652 La Acci6n Hu mana fiI cambio indirecto 653

que había , por un lado, gentes clientes de varios bancos y, por en cuestión a los clientes de! mismo . Los clientes compran a
otro, quienes con ninguna de dichas instituciones operaban. los no clientes más de lo que a éstos venden; para pagar a los
El probl ema de referencia no alude, sin embargo, tanto a si 11 0 clientes, disp onen aquéllos de sumas din erarias supletorias,

tales entidades habían de ver limitada su capacidad para independientemente de las que por sus ventas reciben de los
crear medios fiduci arios; porque si la ve tasada aun la ent idad dientes. Los sus titutos monetarios emitidos por ese repetido
bancari a única cuya clientela abarca todo el mercado , es evi­ I"IllCO no sirven para pagar a qui enes no son clientes de! mis­
dente que con idénticas limit aciones, al menos, h abrá de tro­ 1110 , ya que éstos no conceden a los mismos la condición de

pezar una multiplicidad de bancos opera ndo independiente­ sustitutos monetarios. Para pagar a los no clientes , los clientes
mente. Lo que pretendemos ahora evidenciar es que , en este han de proceder prim ero a canjear por dinero los sustitu tos
segundo supue sto, tales limitaciones son mucho más rigurosas monetarios que su banco emita. La institución se ve constre­
que cuand o se trat a de banco único con client ela omnicompren­ uida a pagar sus billetes, con lo cual congruamente ha de en­
siva. I legar parte de los depósitos recibidos. Sus reservas - supo­

Suponemos, pues, que hay ya operando diversos bancos, nicndo que los aludidos sustitu tos monetarios sólo en part e
independientes entre sí. El mercado de referencia , ante s de la « i n de índo le fiduciaria- disminuyen . Se aproxima e! momen­
aparición de esas entidades, sólo empleaba dinero mercancía; 1" en que e! banco - agotadas tales reserva s dinerarias- no
los aludidos establecimien tos han int roducido el uso de los 1,,,Jrá ya redi mir los sustitu tos monetarios que emiti era. Si
sustitutos monet arios, parle de los cuales son medios fiducia­ quiere evitar la suspensión de pagos ha de retorn ar r ápida­
rios. Cada uno de dichos bancos tiene sus propios client es, los mente a una política que le permita incrementar sus reservas
cuales han obtenido cierta cantidad de medios fiduciarios, que , dinerarias . Ha de renunciar a toda ope ración de índole expan­
como sustitutos monetari os, retie nen en caja. Tales medios fidu­ -ioniste.
ciarios emitidos por los bancos y absorbidos en las tesorerías La escuela monetaria evidenció brill antement e la reacción
de la clientela , desde luego, en su día, alteraron la estructura de del mercado ante la expans ión crediticia cuando la practicaba
los precios, variando e! poder adq uisitivo de la moneda; los 11 11 banco de limitada client ela, Concentraban tales teóricos su

efectos de dichos cambios, sin emba rgo, tiempo ha quedaron utcnción en e! supues to de que e! banco central solo, o él y
consumados, de tal forma que en el mercado no influ ye ya ro.los los demás bancos de determinado país, se lanzaran a la
aquell a pre téri ta expansión credit icia. rx punsi ón crediticia, mientras los institut os de crédito de las
Suponemos, asimismo, que uno de los aludidos bancos se restantes naciones no pract icaban tal política. Noso tros, en
lanza a emit ir adicionales medios fiduciarios sin que las demás «umbio, hemos abordado un caso más general, suponiendo co­
enti dades le sigan. Los client es de! banco que amplía sus ope­ - xlstfan diversos bancos con clientela distinta cada uno, en el
raciones -ya sean clientes antiguos , ya sean gentes nuevas, 'l ile incluso queda compre ndida la posib le existencia de un solo
atraídas por la propi a expansión cred iticia- reciben créditos hnnco con limitada c1iente!a al no operar con banco alguno e!
suplet orios que les permiten ampliar sus activida des mercan­ ,<.'5tO de! púb lico, gentes éstas que a ningún tipo de crédito
tiles, apareciendo ante e! mercado con una adicional demanda conceden categoría de sustituto monetario. E n nada, desde lue­
de biene s y servicios, lo cual provoca e! alza de los corrcspon­ ¡(O, varía e! planteamiento por supo ner que los clientes de cada
dientes precios. Quienes no son clientes de dicho banco, en
hnnco hab itan, separados , de la clientela de los demás bancos,
modo alguno pueden soportar e! alza de refere ncia; tales pero
11 específicas zonas o lugares, o que, por e! contrario, las per­
sanas vense obligadas a restrin gir sus compras. Se produce,
onns de referencia viven entremez cladas en distritos comunes.
pues, un a transferencia de bienes de los no clientes de! banco

654 655
La Acci6n Humana El cambio indirecto

Se trata de meros detalles circunsta nciales que para nada afec­ número de personas dispuestas a aceptar los créditos quc el
tan a los problemas catalácricos en cuesti6n . mismo en cualquier expansión otorgue mediante la creaci6n de
Ningún banco puede jamás emitir sustitutos monetarios cierta cantidad de sustitutos monetarios. Lo que es, sin embar­
por cuantía superi or a la cifra que sus clientes están clispuestos 11 0 , hart o difícil para cualquier institución de crédito es am­
a retener en caja. Y cliente alguno puede, por su parte, retener pliar su clientela, es decir, el número de personas dispuestas
sustitutos monetarios que representen en su tesorería propor­ a considerar los correspondientes títulos como sustitutos mo­
ción superior al porcentaje que en e! total balance comercial uetarios y a conservarlos como tales en caja. El ampliar e!
del interesado supongan sus operaciones con otros clientes de! número de aquellos clientes constituye proceso largo y penoso,
propio banco. Para disfrutar de un mayor desahogo nunca al. como 10 es el conqu istar buen nombre comercial en cualquiera
canzará el actor el aludido tope máximo de sustitutos moneta ­ esfera. Un banco, en cambio, puede perd er la clientela con la
rios. Queda así tasada la creación de medios fiduciarios. Ni aun mayor celeridad. J amás, si pretende prosperar, ha de permitir
imaginando que todo el mundo aceptara en sus operaciones duda alguna acerca de su capacidad y buena di sposici ón para
mercantiles billetes de banco emitidos por cualquier entidad y cumplir religiosamente cuanta s obligaciones contraiga. H abrá
cheques librados contra todo banquero, varían las cosas. Porque siempre, por eso, de disponer de reservas bastantes para redi­
cada una de dichas personas entregará seguidamente a su ban­ mir cuantos billetes le sean pr esentados por cualquier tenedor.
quero no sólo los cheques, sino también los billetes emitidos Ningún banco, consecuentem ente, puede dedicarse a emitir tan
por aquellos bancos de los cuales el interesado no es cliente. ,,',lo medios íiduciarios ; ha de contar siempre con ciertas reser­
El banquero en cuestión regularizará inmediatamente sus cuen­ vas en garantía de los susti tutos monet arios emitidos, combi­
tas con la correspondiente entidad. El proceso antes descrito nnndo la emisión de medios fiduciarios con la creación de ccrti­
vuelve así a ponerse en marcha. I icados dinerarios.
Muchas necedades se han escrito en torno a la torpe pre­ Constituyó grave error e! suponer que la misi6n de las
clilecci6n de! público por los billetes que banqueros sin escni­ u-servas era la de pagar aquellos billetes presentados al cobro
pulo emiten. La verdad es que, salvo un restringido núm ero de I,,)r haber perdido sus tenedores fe en la instituci ón. La con­
hombres de negocios que clisti nguían perfectamente los bancos íiunza en e! banco y en los sustitutos monetarios por él erni­
buenos de los malos, el resto de las gentes desconfió siempre iidos ha de ser siempre tot al. O los client es todos tienen fe en
del billete. Fue el especial trato de favor que las autoridades ,.\ banquero o nadie se fía de él. Si alguien comienza a descon­
concedieron a determinados bancos priv ilegiados lo que paula­ fiar, e! resto rápidamente le imita. Ningún banco que se dedi­
tinamente hizo desaparecer la aludida desconfianza. El argu­ 'lil e a emitir medios fiduciarios y a conceder crédito circulato­
mento tant as veces esgrimido según el cual los billetes de 1'10 puede cumplir los compromisos que con mot ivo de la crea­
banco de escasa cuantía van a parar a gentes pobres e igno­ rión de los sustitutos monetar ios contrajera si todos sus clien­
rantes, incapaces de distinguir ent re los billetes buenos y los I C ~ , perdida la confianza, exigen e! pago de los billetes por ellos
malos, no puede ser seriamente mantenido. Cuanto más pobre I'lIsddos y la devolución de sus depósitos. He ahí e! peligro, e!
y más desconocedor de la práctica bancaria sea el individuo que inconveniente típico del negocio de emitir medios fiduciarios
recibe el billete, con tanta mayor rapidez se dcshará del mismo, y urbitrar crédito circulatorio. No cabe soslayar ese riesgo me­
retornando e! título, por vía del comercio al por mayor o deta­ .linnte política alguna de reservas, ni imponiendo .Iimitaciones
llista, al banco emisor o llegando a manos de gentes conoce. I"/tales a la banca. Las reservas, en e! mejor de los casos, sirven
dora s de las realidades bancarias. um s6lo para permirir al banco retirar del mercado .cualquier
Es muy fácil, desde luego, para un banco incrementar el :lCcedcnre de medios fiduciarios que haya creado. Si la institu­
656 La Acci6n Humana El cambio indirecto 657

ción ha emitido más billetes de los qu e sus clientes emplean al caciones la escuela bancaria formula ra. Pero, por desgracia, la
comerciar con otros client es del propio banco, el exceso forzo­ escuela monetaria incidió, a su vez, en dos part iculares errores.
samente habrá de ser redimido. En primer lugar, no advirtió que el remedio por ella preconi­
Las pre visiones legales que obligan a los bancos a mantener zado, es decir, el prohibir legalment e que el valor de los bille­
reservas proporcionales a sus cuen tas deudoras y a la cantidad tes emitidos fuera superior a las reservas efectivamente poseí­
de billetes emitidos tienen eficacia en el sentido de tasar la ca­ das por la institución, en modo alguno era la única solución;
pacidad de la banca para crear medios fiduciarios y crédito cir­ jamás se les ocurrió a aquellos economístas ni siquiera pensar
culatori o; vanas resultan, en cambio, si ]0 que pretenden es en las posibilidades que la libertad bancaria encerraba. El se­
garantizar el pago de los billetes emitidos y la devolución de las gundo de los aludidos errores consistió en no adverti r que las
sumas depositadas el día en que el público pierda confianza en cuentas de crédito abier tas por los bancos a sus clientes cons­
la insti tución. tit uyen también sustitutos monetarios, siendo medios fiducia­
La escuela bancaria lamentablemente erró al abordar estas rios en aquella proporción en que exceden al din ero efectiva­
cuestiones. I ncidía en grave equivocación cuando suponía que mente, a plazo, depositado, siendo, por tanto, instrum entos de
las propias necesidades mercantiles imponían rígida tasa a la expansión crediticia de la misma categoría que los billetes del
cantidad de billetes que la banca podía emitir. No advertía que banco. El único mérito de la escuela bancaria consistió en per­
la demanda de crédito tan sólo depende de hasta dónde el banco catarse de la certeza de esto últ imo, advirtiendo que eso que
esté dispuesto a llegar; si la entidad se despreocupa de su pro­ suele llamarse dinero bancario (dcposit currency ) constituye
pia liquidez, fuertement e puede ampliar la concesión de crédito sustituto dinerario idéntico al billete de banco. La escuela ban­
circulatorio rebajando el interés por debajo del nivel del mer­ caria, por lo demás, se equi vocó en todo. La ínt imamente con­
cado. No es ciert o que, si los bancos limitasen su actividad tradictoria idea de la neut ralid ad del dinero cegaba a aquellos
prestamista a descontar las letras a corto plazo engendra das teóricos; pretendie ron éstos refutar la teoría cuantitativa del
por la compraventa de pr imeras materias y prod uctos semiaca­ dinero ingeniando un deus ex machina - aquellos atesoramien­
bados , el crédito máximo que la banca pudiera conceder cons­ tos tan mentados- y lament ablemente erra ron al abordar los
tituiría suma específica, predeter minada por la situación mer­ prob lemas referentes al interés.
cantil , e independient e de la persona l actuación de los banqu e­ Conviene reiterar que, si se ha suscitado la necesidad de
ros . La cuantía tota l de créditos concedidos se amplía o res­ imponer límites legales a la capacidad bancaria para emitir me­
tringe reduciendo o elevando el tipo del descuento . Al rebajar dios fidu ciarios, ello ha sido exclusivamente en razón a que las
el interés, se incrementan aquellos préstamos que erróneamen­ autoridades privilegiaron a determinados bancos, impidiendo
te, asegúrase, son necesarios para atender normales y justas de esta suer te el libre desarrollo a la banca en general. Ese de­
necesidades mercantil es. nominad o problema bancario no habría aparecido de no haber
La escuela monetaria formuló correcta explicación de la favorecido los goberna ntes a ciertas en tidades bancarias, libe­
serie de crisis que desordenaron la vida económica inglesa de rándolas de la obligación que sobre ellas, como sobre todos los
1830 a 185 0. El Banco de I nglaterra, así como otros bancos y demás individuos o empresas actuantes en la economía de mer­
banqu eros bri tánicos, hacían expansión crediticia, expansíón cado, pesa de cumplir sus compromisos de acuerdo con las con­
ésta que era inexistente o, en todo caso, de menor grado en diciones en su día pactadas. Los correctivos que limitan la ex­
aquellos países con los cuales la Gran Bretaña comerciaba. Con­ pansión credi ticia hubie ran entonces entrado en acción con
tinuas salidas de oro desde las islas al continente eran la obli­ plena eficacia. La preocupación por su propia solvencia hubiera
gada consecuencia de tal realidad. Vanas fueron cuantas expli- inducido a los bancos a proceder con máxima cautela en la
42
6'8 La Acción Humana ", cambio indirect o 6'9

creación de medios fiduciarios. H abrían tenido que suspender ~ •• tendentes a restringir la emisión de papel moneda -y a
pagos cuantas instituciones adoptaran distinta política, y la des­ yr, ~s también la apertura de crédito s-- si los correspondien tes
confianza y recelo del público, escarmentado en su propia car­ 1,¡1Ir.1 cs o cuentas no tenían pleno respaldo dinerario. Jamás
ne, habríase fortalecido. \. contempl ó siquiera la posibilidad de implantar la libertad
Pero todos los gobiernos europeos y las organizaciones de Iuuicnria, precisamente porque ésta hubiera supuesto obstáculo
ellos dependientes adoptaron ante la banca, desde un principio, dcmasiado eficaz contra la expansi6n crediticia. Y es que los
actitud manifiestamente insincera y mendaz. No era más que ,f1hcrnantes, los autores y e! público en general creian que el
una careta aquella supuesta preocupación que decían sentir por 1111111"0 mercantil tiene derecho a un denominado «necesario»
e! interés nacional, e! público en general y, en especial, las po­ , «uorrnals crédito circulatorio, el cual deviene impensable
bres masas ignorantes. 10 que de verdad los gobernantes h»jo la égida de la libertad bancaria 17,
deseaban era inflación y expansión crediticia, buscaban e! boom Para muchos gobernantes , los medios fiduciarios sólo te­
y el dinero fácil. Aquellos americanos que, en dos distin tas oca­ nínn un interés de índole fiscal. Entendían que la función ge­
siones, lograron evitar la creación de un banco central en su nuina de la banca consistía en prestar dinero al Tesoro. Tales
país, bien advertían los peligros que tales instituciones encie­ sustitutos monetarios no eran más que meros precedentes del
rran ; s610 es de lamentar que, a pesar de todo, no entrevieran pupel moneda que luego emitiría el gobierno. El billete de ban­
que los aludidos riesgos, contra los cuales combatían, reapare­ ,'" convertible sólo servía para preparar el camino al papel mo­
cen en cuanto, de cualquier modo, se interviene el mundo ban­ ucrlu inconvertible. Las ideas que nos ocupan hoy en día, al
cario. Ni siquiera los más apasionados adoradores de! estado • 111 paro de la imperante estatolatría e interve ncionismo econ ó­
atr évense hoy en día a negar que todos aquellos supuestos mico, se han impuesto por doquier, sin que nadie las someta ya
males de la libertad bancaria nada son comparados con los " razonada crítica. Ningún gobierno está dispuesto a implantar
desastrados efectos provocados por las tremendas inflaciones 1" libertad bancaria, porque ello supondría renunciar a lo que
que una banca privilegiada, en connivencia con la estatal, ha I gobernante considera interesante fuente de ingreso fiscal.
ingeniado. I'or preparaci6n financiera de la guerra no se entiende hoy
Es una pura fábula el afirmar que los gobernantes intervi­ otra cosa que e! arbitrar f6rmulas que permitan al gobierno
nieron los bancos para restringir la creación de medios fiducia­ procurarse cuanto dinero necesite para sus aventuras bélicas, a
rios e impedir la expansi ón crediticia. Los gobiernos, por el trav és de bancos privilegiados y debidamente controlados. Este
contrario , lo que buscaban era la inflación y la expansión cre­ 1<kito, pero radical, inflacionismo constituye nota típica de la
diticia. Privilegiaron a determinados bancos porque o querían ldeología econ6mica de nuestra era.
suprimir aquellas limitaciones que e! mercado libre impone a la Aun en la época en que el liberalismo goz6 de mayor pres­
expansi6n crediticia o buscaban incrementar los ingresos de! I igio, cuando las autoridades preferían buscar la paz y el bienes­
fisco. La verdad es que, por lo general, las autoridades deseaban tar de las gentes antes que fomentar la guerra, la muerte, la
ambas cosas a la vez. Suponían dichos gobernantes que la crea­ destrucción y la miseria, la opinión pública, sin embargo, no
ción de medios fiduciarios constituye eficaz mecanismo para era objetiva ante los problemas que en tomo a la banca se sus­
rebajar el interés y, por ello, impulsaron a los bancos a que
11 La idea de una expansión crediticia «normal» es absurda. La creación de adi­
ampliaran e! crédito, convencidos de que beneficiaban así a la clonales medios fiduciarios, sea cual fuere su cuantía, invariablemente provoca
economía nacional al tiempo que nutrían las arcas del Tesoro. aquellas mutaciones en la estructura de los precios que la teoría del ciclo econé­
Sólo más tarde, cuando los indeseados, pero obligados, efectos mico examina. Desde luego, si son de escasa cuanda esos adicionales medios fidu­
de la expansión crediticia hicieron su aparición, dictáronse le­ clerios, los correspondientes efectos serán también congruamente menores.
660 La Acción H umana El cambio indirecto 66 1

citan . Fuera de! área anglosajona, las gentes estaban convenci­ 1I0s perlados que ellos subjetivamente consideren normales.
das de que e! buen gobernante debía propugnar la reducción de Pero tales restriccion es desaparecerán tan pronto como los go­
la tasa de int erés, constituyendo la expansión crediticia instru ­ bernantes estimen concurr en circunstancias excepcionales que
mento idóneo para la consecución de tal objetivo. justifiquen acudir a recursos extrao rdinarios. Si la administra­
La Gran Bretaña, desde luego, no incidía en tales errores ción y el partido político que la ampare desean ampliar el gasto
cuando en 1844 reformó su legislación bancaria. Aquellas dos público sin necesidad de poner en entredicho su popularidad
equivocaciones de la escuela monetaria antes aludidas viciaron , incrernentanda la carga fiscal, jamás dudarán en calificar de
sin embargo, esas célebres disposiciones inglesas. Se mantuvo, emergencia la correspondiente situación. Los políticos, para
de un lado, la inte rvención gubern amental en la banca. Limi tó­ financiar proyectos por los cuales los contribuyentes no están
se, por otra parte, únicament e la emisión de billetes que no es­ dispuestos a pagar mayores impuestos, normalmente echan
tuvieran ínt egramente respaldados. Ya no cabía, pues, crear mano del recurso de acudir a las máquin as de la fábrica de
medios fiduciar ios mediante emitir billetes. Podían aquéllos, moneda o al servilismo de aquellos banqueros que desean estar
sin embargo, prosperar por vía de las cuentas de crédito. a bien con las auto ridades que , en definitiva, imperan sobre sus
El llevar las ideas de la escuela monetaria a sus últim as negocios.
consecuencias implicaría prohibi r, por mandato legal, a toda Sólo la banca libre puede soslayar los peligros inherentes
entidad la creación de sustitutos monetari os (billetes y créditos a la expansión crediti cia. Desde luego, la liber tad bancaria no
a la vista), a no ser que los mismos estuvieran respaldados, al impedida una expansión crediticia lent a y de corto alcance
cien por cien, por reservas dinerarias. Esta es la idea funda­ practicada por bancos extremadamente cauteloso s que habrían
mental en que se basa el plan denomin ado de! cien to por ciento de tener siempre informado al público acerca de su situación
elaborado por e! profesor Irving Fisher. El profesor Fisher, financiera. Pero , bajo un régimen de banca libre, jamás la ex­
sin embargo, pro ponía además adoptar un patrón indexado. pansión crediticia, con todas sus inevitables consecuencias,
Ya antes hacíase notar por qué tales propues tas son vanas, sir­ habría adquirido esa condición de fenómeno regular - se sien­
viendo sólo, en definitiva, pata conceder la más amplia auto ri­ te la tentación de decir nqrm al- que en nuest ro sistema eco­
zación al gobierno en orden a manipu lar e! poder adqu isitivo nómico ha cobrado. Sólo la libertad bancaria puede evita r, en
de! dinero siempre a tenor de las apetencias de los más pode­ la economía de mercado, las crisis y las dep resiones.
rosos grupos de presión. Aun aplicando e! repet ido plan de re­ Al reexaminar la historia de los últimos cien años, resalta
servas de! ciento por ciento sobre la base del patrón oro puro, con claridad meridiana e! golpe mortal que los errores cometi­
no serían soslayados por completo los inconvenientes propi os dos por el liberalismo en materia bancaria supusieron para la
de toda interferencia gubernamental en materia bancaria. Basta, economía de mercado. No había razón alguna que aconsejara
para impedir nuevas expansiones credi ticias, con some ter la abandonar en el terreno bancario el principio de la libre com­
banca a las leyes civiles y mercan tiles que constriñen a todos a petencia. Los políticos liberales, en su mayor parte, no qui ­
cumplir sus obligaciones a tenor de las estipulaciones contrac­ sieron enfrentarse con la hostilidad que las gentes sienten contra
tuales en su día convenidas. Mientras los bancos sigan siendo el préstamo d inerario y el cobro de in tereses. No advirtieron
insti tuciones privilegiadas que operan ampa radas por fueros que e! interés es un fenómeno de mercado q ue ~ i e! gobierno
especiales, siempre podrá e! gobierno recurrir a ellos para in­
crementar sus ingresos fiscales. Así las cosas; sólo la adminis­
ni nadie puede ad libitum manipular. Cayeron en aquellas su- ~
persticiosas creencias según las cuales la reducción de la tasa
tración y el parlamento pueden restringir la creación de medios de! interés es beneficiosa .para todos, constituyendo la expan­
fiduciarios. Los legisladores tal vez la cercenen du rante aque- sión crediticia medio idóneo para abaratar el dinero. Nada per­
662 La Acci6n Hu mana El cambia indirecto 66 3

judicó más la causa del liberalismo que la regular repetición de Los límite s en cuestión aparecen por cuanto la expansión credi­
febriles booms seguidos de largos períodos de esrancamiento y ticia, por sí misma, no amplía la clientela del banco que la prac­
crisis. Llegaron las gentes a convencerse de que tales fenóme­ tica, es decir, no incrementa el número de personas que admiten
nos resultaban consustanciales a la economía de mercado. Olvi­ como sustitutos mone tarios los documentos de propio cargo emití ­
daban que tan lament ados resultados eran, en cambio, las obli­ dos por la entid ad. Porque, según antes se hada nota r, al acrecen­
gadas secuelas de aquellas políticas arbitradas con miras a reba­ tar la cuantía de los medios fiduciarios, el banco engrosa las sumas
jar el interés mediante la expansión crediticia. No se quería que sus clientes pagan a terceros, ensanchando' con comitantemen te
abandonar el errado pensamiento subyacente, prefiriendo todos las exigencias de quienes reclaman el pago en dinero de los aludi­
combatir vanamente los aludidos indeseados efectos reforzando, dos sustituto s monetarios. La entidad , consecuenteme nte , vese
cada vez en mayor grado, la interferencia gubernament al. const reñ ida a reprimir su actividad ampliatoria t8.
En el caso de créditos a la vista, cont ra los cuales el benefi­
ciario puede librar talones, nadie jamás ha puesto en duda la
OBSERVACIONES EN TORNO A LA LIBERTAD certeza de 10 anteriormente consignado . Cualquie r banco que arn­
BANCARI A pliara de esta sue rte la concesión de créditos, evidentemente pronto
habría de verse en difícil posición ante las demás entidad es ban­
Aseguraba la escuela bancaria que no cabia crear dinero en carias con moti vo de las correspondientes ope raciones compen­
exceso, siempre y cuando los bancos se limitaran a co nceder er é­ satorias. Pese a ello, a veces, se ha mantenido que era distinto el
díto a corro plazo. Porque cuando el prestatario amortiza el pr és­ planteamiento rratándose de billetes de banco.
tamo, los billetes retornan a la institución, desapareciendo as! del Al abordar los problemas que los sustitutos monetarios plan­
mercado. Se cumple lo anterior, sin embargo, únicamente si el tean, la cataláctica sienta como premisa que hay un cierto número
banco tasa la cuantía total de créditos a otorgar. (Aun en tal
de perso nas que reput a los mismos como créditos-dinero, es decir ,
caso , no se evit arían los efectos de la anterior expansión crediticia ;
que como dinero los manejan en sus transacciones mercantiles y
a aquéllo s, simplemente, agregarían se los otros propios de la sub.
los co nservan e n caja. Cuanto la caral áct ica predica de sus sus­
siguiente contracción.) En la práctica, el banco reemplaza las
titutos monetarios presupone la concurrencia de tal premisa. Pu gna
letras vencidas y pagadas con lluevas cambiales que descuenta .
Sustit úyense los medios de pago retirados dc la circulación, con abiertamente con la lógica suponer que todo el mundo pueda
emi tir cheques que efectivamen te sean sustitutos moneta rios) por
motivo de la amortización del primitiv o crédito, por otros poste­
riormente creados. cuanto lo que transf!1u ta el b ille te o documento que sea en 511Sti­
Bajo un sistema de libertad bancaria, en cambio, queda efec­
efectivas, no incrementa la cuam la de los medios de pa go en circu lación y, por
tivamente tasada la ex pansión creditici a, pues las cosas, e ntonces, ta n to , no tiene efecto inflacionario alguno. Tal tesis, acogida por la Bri tish Bank
se producen de otro modo . No es tamos, desde luego , ref iriéndonos Cherter (Peel's Act) de 1844, que reguló el funcionamiento del Banco de Inglaterra
a aquel proceso al que el llamado Principia de Fullarton alude *. y de la banca británica e n general hasta la Primera Guerra Mundial, si bien prohi­
h(~ la emisión de billetes carentes de pleno respaldo aurífero, abría la víe a la
>\- John Fullarton (178Q.. 1849), fue destacado representante de la escuela ban­ concesión de 10 que Mises denomina crédito circulatorio, es decir, facilidades con­
caria inglesa. Traba jé, de joven, como cirujano en la India (1802·1813), para después cedidas sin contrapartida de depósitos efectivos, intocables por el depositante
asociarse con un banco de Calcu ra, volviendo, opu lento. ea su. patria, Inglaterra, d uran te el período convenido. (N. del r .)
donde public6 Tbe Regula/ion 01 Cw rencia (1844). Su Principio consiste en afir­ JI V ERA C. SMITH, en su meritoria obra Tbc Rationale 01 Central Bankíng
mar que el crédito concedido a corto plazo (noventa dfas) por la banca , mediante (Londres, 1936), pág. 157 y sigs ., 110 se ha percatad o debidamente' del aludido
el descuento de letras libradas y aceptadas, con motivo de operaciones mercantiles mecanismo.
664 El cambio indirecto 665
La Acción Humana

ruto monetario es el buen nombre de la entidad emisora. La de los billetes de banco podía efectivamente provocarse crédito
menor sospecha acerca de la capacidad y disposición del banco circulatorio y expansión crediticia.
para pagar, a la vista y sin gasto alguno para el tenedor, todos H acia 1880, el gobierno austriaco pretendió populari zar e! uso
y cada u no de los papeles emitidos, men oscaba el aludido buen del dinero-talonario (checkbook money), creando un servicio de
nombre, lo cual priva al billet e de su condición de sustit uto mene­ cuentas contra las que cabía girar talones en la caja de ahorros
tario. Cabe suponer que todo el mundo está dispuesto a adm itir posta l. Los de seos de las autoridade s, en cierto grado, se cump lie­
como crédito esos dudosos billetes y aun recibirlos en pago si ron. Una clientela más numerosa que aquella otra que con los
así se evi ta el tener que esperar. Sin embargo, si cualquier duda talones del banco central operara conceptuaba sustitutos moneta­
se suscita en cuanto a su condició n esencial, no habrá quien no rios los documentos de cargo contra las cuen tas del aludido servi­
intente desprenderse de los que posea lo más rápidamente posi ble, cio. El sistema pervivió en los nuevos estados que surgieron cuan­
Las gentes, en caja, sólo quieren retener dinero y aquellos sus ti­ do, en 1918 , cayó el imperio de los Habsburgo. Otras naciones
tutos monetarios que estimen plenamente garantizados , despren­ europeas, como Alemania, por ejemplo , también adoptaron el plan;
diéndose de cualquier documento de dudosa solvencia. Comen­ pero el aludido dinero bancario era una creaci ón puramente esta­
zarán éstos a cotizarse en el mercado po r debajo de su valor no­ tal, beneficiándose sólo el gobierno de! crédi to circu latorio que
minal, lo cual hará que nipi da mcnte regresen al banco emisor, que mediante el mismo cabía arbitrar. Resulta, a este respecto, inte­
es el único obligado a canjearlos . la par . resante recordar que la aludida caja de ahorros posta l, tanto en
Aclara aún más el problem a la con te mplación del desarrollo Austria como en la mayoría de los demá s países que copiaron el
bancario en la Europa continental. Cab íales a los bancos privados sistema, no se denominó nunca banco, sino oficina de depósito
en esto s países conceder sin limitaci ón alguna créditos contra Jos (A mt). Descontada s esas aludidas cuent as postales en la mayor ía
cuales el prestatario podía librar talones. Tales instituciones, por de los países no an glosajones, sólo . tr avés del billete de banco
tanto, hallábanse facultadas para otorgar crédito circulatorio y, - y, en menor grado, también a través de las cuentas del banco
mediante el mismo, incrementar la cuantía de los créditos conce­ central de emisión- se produ jo créd ito circu latorio. El problema
didos, como hacía la banca anglosajonn. El público europeo, sin de la expansión crediticia en los aludidos paises concentr6se en
4

embargo, 00 reccnocía a los correspondientes talones b condición torno al billete de banco.


de sustituto s monetarios. Por lo general, todo aquel que recibía Nomero sos son los empresarios en los Estados Unidos que
un talón, inmediatamente acudía al banco y cobraba su importe, pagan los salarios y aun los jornales libr ando los correspondientes
retirando la correspondiente suma en dinero. Imposible resului­ talones. Tal sistema, en tanto en cuanto los beneficiarios proceden
bales, salvo en cantidad mínima, a los bancos comerciales por tal seguidamen te a hacer efectivos dichos talones, d etrayendo las
razón el otorgar préstamos simplemente acreditando la cue nta del correspondientes sumas dinerarias de la entidad depositaria, mera­
diente. Tan pronto como éste entregaba un talón, prod uclase mente implic a tra sladar al cajero del banco el trabajo material de
congrua retirada de fondos del banco interesado . Sólo las grandes efectuar los pagos en cuesti6n. Carece de tra scendencia catal áctica.
empresas admitían entre si, como sustitutos monetarios, los che­ Si con los talones recibidos todo el mundo procediera como aque­
ques oAun cuando, en dichos países, los bancos centrales tampoco ,
llos asalariados, los repetidos cheques no constituirian sustitutos
por lo general, estaban sometidos a traba alguna que les impidiera
monetarios, de tal suerte que los correspondientes saldos banca­
incrementar la concesión de créditos, resultábales imposible por
rios no podrían ser empleados como instrumentos para arbitrar
el cauce de referencia practicar seria 'ampliación crediticia, toda
crédito circu latorio . Sólo porque mucha gente considera los saldos
vez que era reducido el número de clientes que efectivamente
de las cuentas bancarias sustitutos monetarios, llegan los mismos
manejaba el aludido dinero bancario, En la práctica , sólo a trav és
666 El cambio indirecto 667
La Acción Humana

a constituir lo que suele denominarse dinero talonari o o bancario guido, igualmente habrí an sido logrados sin su concurso . El dinero­
(check book money, deposit currency) . talonario puede proporcionar idéntico s servicios. La intervenci ón
Es erróneo suponer que la libertad bancaria facult aría a cual­ de la banca no puede, desde luego, justificarse con el hipócrit a
quiera para emitir billetes y así timar a las gentes. Suele a este pretexto de otorgar pro tecci ón al pobres e ignora ntes campesinos
respecto invocarse la frase de un americano anónimo, citada por y ohre ros cont ra la maldad del banque ro.
Took e, según la cual «banca libre eq uivale a es tafa libre», Más Pero hay qu ienes cabe pregunte n: ¿Q ué sucedería si toda la
cierto. es, en cambio, que la libert ad para emitir billetes hubiera banca privada se asociara, for mando único car tel? ¿No es acaso
restringido enormemente, y aun tal vez hubi era hecho desaparecer, posible que los bancos se confabulen para emit ir sin tasa medios
el billete de banco. Esa era la idea que Cernuschi, ei 24 de octu­ fiduciari os? Tal inqu ietud es absurda . Mientras la interve nción
bre de 1865, ante la Comisión In vest igadora de la Banca Fran­ estata l no impida a las gen tes retirar sus saldos, ningún banco
cesa, expo nía, al decir : «En mi opinión, la libertad bancaria pro­ puede permitirse arriesgar su buen no mbre asociándolo con el de
vocaría la desaparición en Francia del billete de banco . Aspiro o tras ent idades de menor crédito. Conviene recordar que el banco
a que cualquiera pued a emitir billete s, precisamente para que dedicado a crear medios fiduciarios hállase siempre en una post ura
nadie qu iera ya aceptarlos» 19. más o menos precari a. El buen nomb re constituye su prenda más
Tal vez algunos opinarán que el billete de banco es más prác­ valiosa. Cua lq uier doda aceren de la seguridad y solvencia de la
tico y manejable que la moneda metálica, arguyendo que razones institución puede colocar a la misma en suspensión de pagos.
de comodidad aconsejan su implant ación . Q uizás ello sea cierto, Constituirla , desde luego, polí tica suicida pam un banco de bue na
Pero , en tal caso, el público estarí a dispuesto a pagar especifico reputación el ligar su nombre al de otras instituciones menos
sobreprecio en ev itación de los inconvenientes que el peso del acredi tadas. Bajo un régimen de liber tad bancaria, la unión de
dinero metálico implica. Por tal motivo, antiguamente , los billetes todos los bancos en un cartel imp licad a el fin de la banca, lo que ,
que instituciones de solvencia incuest ionable emitieran tenían un evidentemente , no beneficiaría ¡, ninguna de las instit uciones
valor ligeramente superio r a la correspondiente valuta metálica. afectadas.
Por la misma razón, los traucler cbeck s se han impuesto en un Sude criticarse a los bancos más solventes su conservad urismo
círculo bastante amplio, pese II que el banco emisor cobra ciert a y resisten cia a amplia r el crédito. Quie nes no merecen se les con­
cedan facilidades financieras conside ran de la m áxima perversidad
comisión por ellos. Todo esto, sin embargo, nada tiene que ver
tal restriccionisrno. Constituye el mismo, sin embargo, la norm a
con el problema que nos viene ocup ando. E n modo alguno sirve
suprema y primordial que, bajo un r égimen de libert ad, debe
lo consignado para justificar aquellas medid as adoptadas al obj et o
de inducir al público a ut ilizar los billetes de banco. No fue el presidir la actuació n b ancaria,
Res úhalcs extremada ment e difícil a nuestros contemporáneos
deseo de ev itar inconven ientes a las amas de casa lo que aconse jó
a las autoridades a popularizar el papel moned a. 1..0 que los go­ represen tarse la mecán ica de la Iiber ted bancaria pues la interfe ­
I

rencia gubernamental parece hoy tan natural como necesaria . Pero


bern antes, mediante tal política, en verdad pretendían era rebajar
la tasa del interés y hallar una fuente de crédito barato para el conviene recordar que dicho intervencionismo basase en el error
Tesoro . Aum entando las ex istencias de med ios fiduciarios creían dc pensar que la expansión cred iticia permite rebajar la tasa del
abogar por el bien común. interés, per judicando tan sólo a unos pocos desalmados capita­
listas. Intcrfi óse la banca precisamen te por constarles a los go·
El billete de banco, desde luego, en modo alguno es ind is­
bernantes que la libertad , de modo efectivo, tasa y restri nge la
pen sable. Cuantos triun fos económicos el capi talismo ha canse­
expansión crediti cia.
lf Vid. CERNUSCiII, Centre le billet de banquc (París, 18( 6 ), pág. 55. Tal vez se bailan en lo cier to aquellos economistas para quie­
668 La Acci6n Humana El cambio indirecto 669

nes la presente situación del mundo bancario hace obligada la cirse del met álico tenido por un a agrupación de personas o en­
intervención estatal. Pero la actual situación de la banca en modo tidades . El crit erio a cuyo ampnro agrupemos el repetido con­
alguno fue fruto engendrado por la libre operación de la economía junto de personas y entidades y sumemos sus individuales teso­
de mercado . Es , antes al contrario, co nsecue ncia pro vocada po r rerías carece de trascendencia. El met álico de una ciudad, pro ­
los esfuerzos de tantos gobiernos deseo sos de dar paso a la cxpa n­ vincia o nación es igual a la suma de los saldos de numerario
si6n crediticia en gran escala. Sin la intervención es tatal, sólo de todos y cada uno de sus hab itantes.
aque lla exigua clase social que sabe perfectamente distinguir entre Imaginemos que en una economía de mercado sólo circula
bancos solventes e insolventes haría uso efectivo del billete y del una determinada clase de dinero , siendo los sustitutos mone­
dinero de origen bancario . Imposible hubie ra devenido toda am­ tarios o bien desconocidos o bien empleados por todo el mun­
plia expansión crediticia. Las autoridades ex clusivamen te dieron do indi stintamente. Es decir , supongamos , por ejemplo, que
pábulo a ese resp eto co n que el hombre corriente contempla cual­ en e! mercado circulan el oro y los billetes redimibles emitidos
quier pedazo de papel en el cual el Tesoro público o sus depen­ por un banco de ámbito mundial, mereciend o a todos dichos
de ncias hayan impreso la mágica frase «de curso legal». billetes la consideración de sustitutos monetarios. Bajo tal plan­
La interferencia estatal en el mundo bancario estaría jusn fi­ teamiento, las medidas per turbadoras de! int ercambi o de mer­
cada si med iante ella se pretendiera corregir este lamentable estado cancías y servicios no provoca n efecto alguno en la esfera de!
de cosas hoy imperante, impidiendo o restr ingiendo seriamente dinero y en la cuantía de los saldos de tesorer ía mantenidos por
toda ulterior expansión crediticia. Pero la verdad es que la inter­ cada sujeto . Tarifas, embargos y bar reras migratori as trastor­
ferencia gubernamental no busca más que todavía mayores cxpa n­ nan la tendenci a a la igualación de los precios, los salarios y las
sienes. Tal política, finalmente, ha de fraca sar. Más pronto o más tasas de interés. Pero para nada influyen en los saldo, de nu­
tarde, provocará una catástrofe. merario.
El estado que deseara indu cir a las gentes a incrementar
sus tesorerías habría de ordenar a cada ciudadano ingresar y
13. CUAN T Í A V CO MPO S IC IÓ N DE LOS S AL DOS no detraer determin ada suma en la correspondiente institu­
DE TESORERÍA ción. La necesidad ele procura rse dicha cantidad pa ra depo sitar
obligaría a todos a incrementar las ventas y a restringir las
La totalidad de! dinero y de los sustitutos monetarios exis­ compras; los precios nacionales tenderían :1 bajar ; crecerían las
lente s es poseída y retenida en caja por los individu os y em­ export aciones mientras se redu cían las importaciones; se im­
presas actuante s en el mercado . Dep ende de la uti lidad mar­ portaría cierta cantidad de d inero. Sin embargo , si en tal caso
ginal qué cuo ta de ese total mant end rá, a la vista, cada uno de e! gobierno se limit ara a prohibir la importación de bienes y la
dichos sujetos. Todos ellos desean tener una parte de su pa tri­ exportación de dinero , fracasaría lamentablemente en su con­
monio materi alizada en din ero. D espréndense de cualquier exce­ signado propósito . Porque si las importaciones se reducen, in­
dente dinerario incrementando las adq uisiciones y remed ian variadas las restan tes circunsta ncias, las exportaciones conco­
toda deficiencia de dinero ampliando las ventas. No debe mitantemente han de verse también restringidas .
equivocar al economista esa vulgar y extendid a terminología El din ero desempeña en el comercio internacional la misma
que confunde la demanda de dinero para su tenencia en caja función que en el comercio int erno. Tanto en el comercio ex­
con la demanda de mayores riquezas y bienes económicos. tranjero como en el nacional el dinero es medio de intercambio .
Cuanto cabe predicar de! dinero poseído por personas y Tanto en uno como en otro ámbito, las compras y ventas pro­
entidades individualmente consideradas puede igualmente de- vocan variaci ones meramente transitorias en las tesorerías de
670 La Acci6n Hu mana El cambio indirecto 671

las personas individuales y colectivas, salvo que tales sujetos los redime por dinero. Lo que antes eran sustitutos monetarios
deseen efectivamente incrementar o restringir su tenencia de ahora ya sólo son créditos contra un deudor que incumple sus
metálico. Afluye a determinado país el dinero si sus habitantes obligaciones, contra una entidad cuya capacidad y buena dispo­
quieren, con mayor ardor que los extranjeros, ampliar sus sal­ sición para pagar sus deudas es dudosa. Nadie sabe si algún día
dos de tesorería . Sale el dinero de la nación sólo cuando los in­ los aludidos documentos podrán efectivamente ser canjeados
dígenas pretenden reducir su tenencia de numerario con más por dinero. Ello no obstante, tal vez las gentes utilicen los alu­
vehemencia que los extranjeros. Cualquier transferencia dine­ didos créditos como dinero crediticio (c redit money) , Cuando
raria de un país a otro, que no sea compensada por otra opera­ eran sustitutos monetari os, su valor efectivo era igual al de
ción de signo contra rio, jamás es involuntario frut o engendrado aquella suma dineraria que a la vista cabía obtener por los
por las transacciones comerciales internacionales. Constituye mismos. Al transformarse en dine ro crediticio, circulan con
invariablemente efecto originado por mutaciones consciente­ un ciert o porcentaje de descuento.
mente practicadas en las tesorerías de los habitantes de las co­ Así las cosas, cabe que el gobierno intervenga. Posiblemen­
rrespondientes regiones. Por lo mismo que el trigo sólo se te las autorid ades proclamen que el aludido dinero crediticio
exporta cuando los habitantes del país desean deshacerse de un tienen pleno valor liberatorio por su importe nominal'". Todo
excedente de grano, el dinero es exportado únicamente cuando acreedor ha de aceptar en pago tales billetes por su valor no­
las gentes quieren desprenderse de ciertas cantidades dinera­ minal. Nadi e puede negarse a recibirlos. El decreto guberna­
rias que consideran excesivas. mental pret ende forzar a las gentes a considerar cosas de dife­
Cuando en una nación comienzan a ser empleados sustitu­ rente valor en cambio como si tuvieran el mismo. Interfiere la
tos monetarios no utili zados en el extranjero, surge el aludido estructura de precios que libremente el mercado engendraría.
excedente dinerario. La creación de los sustitutos monetarios Las autoridades han tasado con precios mínimos el dinero cre­
en cuestión equivale a incrementar las existencias dinerarias diticio y con precios máximos el dinero mercancía (oro) y las
en sentido amplio --dinero más medios fiduciarios- del país; divisas. El resultado provocado no coincide con los deseos del
surge por ello un excedent e de dinero (empleamos siempre el gobierno. No desaparece aquella diferencia existente entre el
término en sentido lato). Los interesados pretenden deshacerse valor del dinero crediticio y el del oro. Como quiera que la ley
de tal excedente, y, al efecto, amplían sus compras, ya sean de prohíbe utilizar las monedas con arreglo a su verd adero precio
bienes nacionales o extranjeros. En el primer caso, cont ráense de mercado, el público no las emplea ya al comprar y al vender
las exportaciones, mientras en el segundo amplíanse las impor­ ni al amortizar deudas. Son, en cambio, atesoradas o exporta­
taciones. Tanto en uno como en otro supuesto, el repetido das. El dinero-mercancía desaparece en el mercado interior . El
excedente sale del país. Como, a tenor de nuestros presupues­ dinero malo, dice la ley de G resham, expulsa del país al dinero
tos, los sustitutos monetarios no pueden ser exportados, siem­ bueno. Más exacto sería decir que aquella moneda cuyo valor
pre es dinero propiamente dicho el que sale. Ello da lugar a las autoridades pretenden depreciar desaparece del mercado,
que dentro de las existencias dinerarias, consideradas siempre circulando sólo la que fue oficialmente sobrevalorada.
en sentido amplio (dinero más medios fiduciarios), se incre­ La expor tación del dinero-mercancía, como se ve, no es
menta el porcentaje de los medios fiduciarios comparativamen­
10) Pleno poder liberatorio, frecuentemente, otorgése a tales billetes de banco
te al del dinero. El país dispone ahora de menos dine ro en sen­
cuando todavía eran sustitutos monetarios de un valor en cambio idéntico al del
tido estricto. dinero. El correspondiente decreto carecía a la sazón de trascendencia catal éctice.
Imaginemos seguidamente que los aludidos sustitutos mo­ Cobra ahora importancia precisamente po r cuanto el mercado ya no considera
netarios pierden su coridición de tales. El banco emisor ya no sustitutos monetarios a dichos billetes.
672 1...4 Acci6n Humana lil cambio indirecto 673

consecuencia de una desfavorable balanza de pagos, sino efecto pagos de los abogados de Nue va York , la de los camp esino s
provocado por la interferencia gubernamental en la estructura helgas, la de los parisienses o la de los habitantes del cantón de
de los pre cios . llcrna. Las estadí sticas suelen fijarse sobre todo en la balanza
de pagos correspond ien te a los ciudada nos de las diversas na­
rio nes autóno mas considerados como unidad.
14. LAS BALANZA S DE PAGOS Mientras la balanza de pagos de una per sona nos brinda
.lerallada noticia acerca de la categoría social del interesado, la
Por balanza de pagos entendemos el confrontar entre sí el .1,· una agrupación , en cambi o, nos informa de mucho menos.
importe monetario de todos los ingresos y todos los gastos de Nuda nos dice de las mutuas relaciones existentes entre los
una persona o agrupación durante cierto período de tiempo. En -Hversos miembros del grupo en cuestión . Cuanto mayor sea la
tales estados el Debe es siempre igual al Haber. La balanza "Ilrupación qu e examinemos y men or la homogeneid ad de sus
cuadra siempre . mirrnb ros , menos precisa resulta la información que la ba lanza
Para conocer la categoría , dentro de la economía de merca ­ .1" pagos propo rciona. La balanza de pagos de Latvia nos dice
do , de cierto individuo, preciso es anali zar su balanza de pagos . nlli < de las circunstancias personal es de los habitan tes de aquel
A la vista de la misma podemos form arnos detallada idea de la I'lIl s que la qu e la balanza de pagos de los Estados Un idos nos
condición del inte resado en el sistema social de divi sión de tra­ muestra del modo de vivir de los americano s. Para conocer la
bajo . Conoceremos 10 qu e el sujeto procura a sus semejantes ulidad social y económica de un país no es preciso, desde
y 10 qu e de éstos recibe o exige. Sab remos si se trata de 11Ir po , examinar la personal balanza de pagos de todos y cada
persona qu e honradamente atiende sus propias necesidades '1110 de sus indiv iduos. Sin embargo, los grupos qu e se manejen
o si, por el contrario, estamos ante un ladrón o un pordio­ ,11'1 1(' 11 estar integrados por gentes de sustancial homogeneidad
sero. Advertiremos si consume la totalidad de su producción 1'''' lo que a su nivel social y a sus actividades económicas se
o si, en cambio, ahorra parte de la misma. H ay, desde luego, " [lr- re.
muchos humanos valo res que los apuntes contables no pueden Las balanzas de pagos son, desde luego, muy instructivas.
reflejar; hay virtudes y hazañas, vicios y crímenes que la con­ l' n-ciso es, sin embargo, saber interpretarlas, guardándose de
tabilidad no recoge. Pero, sin embargo , es cumplida la infor­ • " r ,' en muchos extendidos errores.
mación de referencia en cuanto atañe a la int egración de la pero 1 ~1l la balanza de pagos de un país suelen con signarse sepa­
sona en la vida y actividades sociales, a la contribución que el ' u.I"mente las rúbricas mon etarias y las no dinera rias. Dícese
sujeto hace al esfuerz o común de la sociedad, siempre que sus ' I'le lu balanza es favorable cuando las impo rtac iones de dinero
semejantes valoren positivamente tal con tribución, y al consu­ v mernlcs preciosos superan las export aciones de dichos bienes.
mo del interesado en cuanto consi sta en bien es que quepa como 1'", lo mismo, se dice que la balanza es desfavorable si las ex­
prar y vender en el mercado . I''''' uciones de dinero y metales pr eciosos sup eran a las impor­
Si reunimos las balanzas de pagos de un cierto número de 1,,,·I"llcs. Es tos modos de expresarse derivan de inveterados
personas , excluyendo del correspondiente estado aquellos apun­ uo res mercan tilistas que aún perduran , pese a la de vastado ra
tes relativos a las transacciones entre sí practicadas por los in­ "li le" de los mismos efectuada por los economistas . Cree la
dividuos de referencia, dispondremos de la balanza de pagos 1'1 11 0 que las import aciones y las expor taciones de dinero V
del grupo en cuest ión. D icha balanza nos informa acerca de lIlt'lulcs precioso s son consecuencias involuntariamente provo­
cómo tal conjunto, en tanto unidad, relaciónas e con el resto 1 11I1"ft por el mov imiento de las cuentas de índole no monetaria
del mercado. Podemos de esta suerte form ular la balanza de .l. 111 balanza de pagos. Ta l idea es gravemente errónea. Ese
674 La A cci6n Human m cambio indirecto 675

excedente en las exportaciones de dinero y metales preciosos n que en una suma igual al costo del correspondiente transporte.
es resultado engendrado por desgraciada concatenación de ci I!,II cuanto e! precio de Liverpool supere tal cifra, los comer­
cunstancias que, como imprevisible accidente, afligiera al pnb ; umtes se dedi carán a enviar algodón a dicha plaza , prov ocando
Se da e! fenómeno, exclusivamente, porque los nacionales .1 l. baja del precio, que de esta suerte ha de tender hacia el antes
sean reducir la cantidad de din ero por ellos retenida, prefirien . Iudido precio final. El precio en Nueva York de una orden
do, en cambio, adquirir otros bienes. Tal es la razón por 1" (\¡Ita pagar en Amsterdam cierta cantidad de guilders no puede
cual la balanza de pagos de las regiones productoras de 01' . N superior al costo de la acuñación de las monedas, su trans­
generalmente es «desfavorable»; por lo mismo, es desfavorahl I'"rte, seguro e intereses durante el período correspondi ente,
e! balance de pagos de un país que esté sust ituyendo por me 1\" cuanto se supere dicho punto - punto de expo rtación del
dios fiduciari os un a parte de sus existencias dinerar ias micn­ 11Io (gold export point ) -i- resulta lucrativo e! enviar oro de
tra s prosiga e! proceso de referenci a. Nueva York a Amsrerdarn . Tale s envío s rebajan la cotización
Ninguna diligente inte rvención de paternal gobe rnante se I ~I guilder en Nu eva York a cifra inferior al punto de exporta­
precisa pa ra impedir que la nación , a causa de una desfavora ­ ~ i (\n de! oro. Las cotizaciones del dinero y las de las mercadeo
ble balanza de pagos, pierda todo su dinero . A este respecto, ¡ III S diferénci anse ent re sí tan sólo por cuanto generalmente
no hay diferencia entre las balanzas de pagos de los individuo. las últimas viajan en una sola dirección, de donde hay un
y las de las agrupaciones, como tampoco la hay entre las de una ...eso de producción hacia donde hay un exceso de consumo.
ciudad o una provincia y la de toda una nación . Ninguna inrer HI algod ón se envía de Houston a Liverpool, no de Liverpool
ferenc ia gubernamenta l se precisa para impedir que los habi ~ 1Iouston . El precio del mismo en Houston es inferior al de
tan tes de Nu eva York se queden sin dinero al comerciar con t.ivcrpool en un a suma igual al costo del transporte. El dinero,
los habit antes de los otros cuarenta y siete estado s de la Unión, 11 cambio, se muev e ora hacia aquí, ora hacia allá.
Mientras los americanos valoren la posesión dc un cierto saldo Q uienes pre tenden explicar las fluctuaciones de las coti ­
de tesorerí a, cada uno de ellos se preocupará de no quedarse nciones interlocalcs y los envíos de dinero de unas a otras pla­
sin dinero y proporcionalmente contribuirá a que se conserven 1 115 recurriendo a las rúb ricas no monetarias de la balanza de
las existencias dinerarias de la nación. Sin embargo, si los ame­ ' :lg OS inciden en el error d~ atribuir al dinero ca tegor~a s!ngu.
ricanos dejaran de interesarse por la tenencia de numerario, \ 111'. Incapaces son de advertir que , por lo que a las con zaciones
ninguna medida gubernamental aplicada al comercio exterior y iutcr locales se refiere, no existe difere ncia alguna entre e! di­
a los pagos internacionales impediría la exportación de toda la ncro y las demás mercancías. Si ha de existir un comercio de
valu ta americana . Para evitarla habría que pro hibir concreta­ "'/lodón entre H ouston y Liverpool, forzoso es qu e los precios
mente la exportación de dinero y metales preciosos, .1..: dichos producto en un a y otra plaza, no se diferencien en
lima mayor que la correspondiente a los gastos de tran spor te.
I'or lo mismo que hay una afluencia de algodón desde e! sur
15. LA S COTI ZAC IONES INT ERLOCAL E S de los Estados Unidos hacia Europa, el oro fluye de países
corno Sudáfrica, productor de ese precioso met al, hacia Euro pa.
Supongamos, en primer lugar , que existe una sola clase de Dejemos a un lado e! comercio triangular y el caso de las
dinero. Bajo tal supuesto , con e! poder adquisitivo de dicha unciones productoras de oro y supongamos que aquellas pero
valuta en diversos lugares sucede 10 mismo que con los precios nas naturales o jurídicas que , bajo tal patrón, comercian en tre
de las mercancías, El precio final de! algodón en Liverpool no sI no desean variar la cuantía de sus respectivas tesorerías. Sus
puede exceder e! precio del mismo artículo en H ouston más a mpras y ventas, sin embargo, origin an créditos que exigen

674 La Acción Humana El cambio indirecto 675

excedente en las exportaciones de dinero y metales preciosos no que en una suma igual al costo del correspondiente transporte.
es resultado engendrado por desgraciada concatenación de cir­ En cuanto el precio de Liverpool supere tal cifra, los comer­
cunstancias que, como imprevisible accidente, afligiera al país. ciantes se dedicarán a enviar algodón a dicha plaza, provocando
Se da el fenómeno, exclusivamente, porqu e los nacionales de­ la baja del precio, que de esta suerte ha de tender hacia el antes
sean reducir la cantidad de dinero por ellos retenida, prefirien­ aludido precio final. El precio en Nueva York de una orden
do, en cambio, adquirir otros bienes. Tal es la razón por la para pagar en Amsterdam cierta cantidad de guilders no puede
cual la balanza de pagos de las regiones productoras de oro ser superior al costo de la acuñación de las monedas, su transo
generalmente es «desfavorable»; por lo mismo, es desfavorable porte , seguro e intereses durante el período correspondiente.
el balance de pagos de un país que esté sustituyendo por me­ En cuanto se supere dicho punto -punto de exportación del
dios fiduciarios una parte de sus existencias dinerarias mien­ oro (gold export point} -:-- resulta lucrativo el enviar oro de
tras prosiga el proceso de referencia. Nueva York a Amsterdam . Tales envíos rebajan la cotización
Ninguna diligente intervención de paternal gobernant e se del guilder en Nueva York a cifra inferior al pun to de exporta­
precisa para impedir que la nación, a causa de una desfavora­ ción del oro . Las cotizaciones del dinero y las de las mercade­
ble balanza de pagos, pierda todo su dinero. A este respecto, rías diferéncianse entre sí tan sólo por cuanto generalmente
no hay diferencia entre las balanzas de pagos de los individuos estas últimas viajan en una sola dirección, de donde hay un
y las de las agrupaciones, como tampoco la hay entre las de una exceso de producción hacia donde hay un exceso de consumo.
ciudad o una provincia y la de toda una nación. Ninguna inter­ El algodón se envía de Houston a Liverpool, no de Liverpool
ferencia gubernamenta l se precisa para impedir que los habí­ a Houston. El precio del mismo en H ouston es inferior al de
rantes de Nueva York se queden sin dinero al comerciar con Liverpool en una suma igual al costo del transporte. El dinero ,
los habitantes de los otros cuarenta y siete estados de la Unión . en cambio, se mueve ora hacia aquí, ora hacia allá.
Mientras los americanos valoren la posesión de un cierto saldo Quienes pretenden explicar las fluctuaciones de las cotí­
de tesorería, cada uno de ellos se preocupará de no quedarse zaciones interlocales y los envíos de dinero de unas a otras pla­
sin dinero y proporcionalmente contr ibuirá a que se conserven zas recurriendo a las rúbricas no monetarias de la balanza de
las existencias dinerarias de la nación. Sin embargo, si los ame­ pagos inciden en el error de atribuir al dinero categoría singu­
ricanos dejaran de interesarse por la tenencia de numerario, lar. Incapaces son de advertir que, por 10 que a las cotizaciones
ninguna medida gubernamental aplicada al comercio exterior y interlocales se refiere, no existe diferencia alguna entre el di­
a los pagos internacionales impediría la exportación de toda la nero y las demás mercancías. Si ha de existir un comercio de
valuta americana. Pata evitarla habría que prohibir concreta­ algodón entre Houston y Liverpool, forzoso es que los precios
mente la exportación de dinero y metales preciosos. de dichos produc to en una y otra plaza, no se diferencien en
suma mayor que la correspondien te a los gastos de transporte .
Por lo mismo que hay una afluencia de algodón desde el sur
15. L AS COTIZACIONES INTER LOCALES de los Est ados Unidos hacia Europa, el oro fluye de países
como Sudáfrica, productor de ese precioso metal, hacia Europa .
Supongamos, en primer lugar, que existe una sola clase de Dejemos a un lado el comercio triangular y el caso de las
dinero. Bajo tal supuesto, con el poder adquisitivo de dicha naciones productora s de oro y supongamos que aquellas pero
valuta en diversos lugares sucede lo mismo que con los precios sonas naturales o jurídicas que, bajo tal patró n, comercian entre
de las mercancías. El precio final del algodón en Liverpool no sí no desean variar la cuantía de sus respectivas tesorerías. Sus
puede exceder el precio del mismo articulo en Houston más compras y ventas, sin embargo, originan créditos que exigen
676 La Acci6n H IImana • El cambio indirecto 677

pagos interlocales. Ahora bien , de acuerdo con nuestros presu­ punto de exportación de oro (gold ex port point ) y el punto de
puestos , tales pagos interloca les han de ser equivalentes entre importación de oro ( gold import point ) , queda fijada la coti­
.sí. Lo que 10 3 habita nte s de A deb en a los habit antes de B coin­ zación de la valuta extranjera . Ahora bien, en tal caso es pre­
cide con lo que estos últimos deben a Jos prim eros. Cabe, por ciso agregar que lo anterior es cierto tan sólo mientras ni los
tanto , ahorrarse los gastos correspondientes al tran sporte de resident es en A ni los de 13 pretendan variar la cuantía de sus
las sumas en cuestión . Tales crédi tos y deud as pu eden compen­ tesorerías. Sólo porque esta última circun stancia concurre cabe
sarse mediante el oportuno clearing. Constituye cuestión pura­ evitar la tran sferencia de efectivo mant eniend o las cotiza­
mente técnica el que dicha compensación se efectúe al amp aro ciones entre los límites marcados por los dos puntos del oro .
de una oficina compensatoria (clearing bouse) inrerlocal o me­ Si los habit ant es de A desean rest ringir su tenencia de nume­
diante las tran sacciones efectuada s en esped fico mercado de I rario y los de 13 aumentarla, preciso es tra nsportar oro de A a 13,
divisas. En todo caso, las sumas que la persona resident e en llegando el costo de la tran sferencia telegráfica de A a 13 a coin­
A (o en 13) ha de abonar por un a orden de pago cobrable en B cidir en A con el punt o de export ación del or o. Se envía, en tal
(o en Al nunca pueden sobre pasar los límites marcados por los supuesto, oro de A a 13 por lo mismo que regularmente se
costos del transporte . Dicho precio no puede, independiente­ export a algodón de los Estados Unidos a Europa. El costo de
mente del nominal, exceder la cuantía de los gastos de tra ns­ las tr ansferencias telegráficas a 13 se iguala con e! punto de
porte (gold export point ) ni tampoco puede ser infer ior a los exportación de oro precisamente porque los habitantes de A
aludidos gastos de transporte (gold im por! point ) . están vend iendo oro a los de 13, en modo alguno porque su ba­
Puede suceder que - invariadas las restant es circun stan­ lanza de pagos sea desfavorable.
cias- aparezca momentánea discrepancia ent re lo adeud ado Lo anterior es v álído en el caso de cualesquiera pagos
por A a 13 y lo acreditado por 13 a A . En tal caso, un tr ans­ concert ados entre diferentes lugares. N o implica diferencia al­
porte interlocal de dinero sólo puede evitarse arbitrand o la guna el que las correspondi entes localidades pertenezcan a una
correspondiente operación credi ticia. El importador que desde misma nación o a dos distintos estados soberanos . La interfe­
A ha de efectuar un abono en 13 y sólo encuentra en la Bolsa rencia gubernamental, sin embargo, ha venido a varia r seria­
de divisas órdenes de pago cont ra los residente s en 13 de ven­ mente el plan teamient o . En todos los estados modernos existen
cimiento a noventa días puede ahorrarse los gastos de trans­ instituciones a trav és de las cuales es posible efectuar pagos
porte del oro corre spondiente si obt iene un crédito du rant e interlocales, dentro de la misma nación , a la par. Los gastos
esos noventa díns en 13 por el importe del caso. Los comercian­ necesarios para trasladar dinero de un lugar a otro son sopor­
tes en valutas extranjeras recurr irán a esa solución , siempre y • tados por el erario público, por el banco centra l o por alguna
cuando e! costo de los créditos en 13 no supere al de los mismos otra pú blica insti tución , como son las cajas de ahorro postales,
en A en más del doble del precio de! transporte del oro. Si el existentes en diver sos estados europeos. No existe ya hoy un
costo de dicho transporte es 1/8 por 100 , tales personas esta­ mercado de transferencias interlocales dent ro de cada país. No
rán dispuestas a pagar, por un crédito de tres meses, hasta se les carga a las gentes más por una orden de pago interlocal
un 1 por 100 (anu al) más de int erés sobre aquel al cual , en que por una puramente local; aun en los casos en que tal costo
ausencia de tales pagos interlocales, se contratarían crédi tos no sea el mismo , la diferencia entre uno y ot ro supuesto es de
entre A y B. I lo más exigua y no guarda relación alguna con las fluctu aciones
Cabe expresar lo anterior tambi én diciendo que el saldo correspondientes a las transferencias dinerarias interIoeales
diario de la balanza de pagos existente entre A y 13 determina ,¡ efectuadas en el país. Tales interferenci as estatales han venido
el nivel al cual, siempre dentro de los límites marcados por el a hacer más disimilares los pagos internos y los exteriores.
678 La Acci6n Hu mana El cambio indirecto 679

Los pri meros efectúanse a la par, mientras que los segundos, operan en este mercado gozan de mayor perspicacia para adivi­
como decíamos, fluctúan dentro de los límites marcados por los nar las mutaciones futuras que el resto de las gentes . De ahí
puntos del oro. que la Bolsa de las divisas refleje la nueva relación monetaria
Cuando, como medios de intercambio, se emplean dos o ante; que la acusen los precios de muchas mercancías y servi­
más valutas, su mutua razón de intercambio depende del respec­ cios. Tan pronto como esa inflación interna comienza a afectar a
tivo poder adquisitivo. Aparece una proporción entre los pre­ los precios de algunas mercancías y, desde luego, mucho antes
cios finales de las diversas mercancías expresados en una u de que la misma haya consumado sus efectos sobre la mayoría
otra moneda. La razón final de intercambio entre las diferentes de los precios de bienes y servicios, el valor de las divisas ex­
valutas es función de ese su distinto poder adquisitivo. En tranjeras comienza a subir hasta alcanzar la cifra que corres­
cuanto el precio de cualquiera de dichas monedas se aparta de ponda al nivel de los salarios y precios internos.
esa razón, surge la posibilidad de realizar, mediante las corres­ La anterior realidad ha sido interpretada del modo más
pondientes compraventas, lucrativas operaciones, y los propios erróneo. No advertían las gentes que el alza de las divisas
comerciantes que se lanzan a aprovechar tal oportun idad hacen meramente anticipa el movimiento ascendente de los precios
desaparecer la diferen cia en cuestión. La teoría de .la cotización inter iores. Creían que la subida de la valuta extranjera era
monetaria internacional basada en la paridad del poder adqui­ consecuencia provocada por una desfavorable balanza de pagos.
sitivo simplemente implica concreta aplicación de los teoremas Ha aumentado la demanda de divisas, aseguraban, por la dete­
generales de la determinación de los precios al caso especial de rioración de la balanza comercial o a causa de las siniestras
la coexistencia de varias clases de dinero. maquinaciones urdid as por especuladores sin patrio tismo. El
Ningun a trascendencia tiene el que las diversas valutas mayor costo de la moneda extranjera hace que suba el precio,
coexistan en una misma área geográfica o que, por el contrario, en el país, de los productos importados. El precio de las mer­
el uso de cada una de ellas quede restringido a determinada cancías nacionales, consecuentemente, también ha de subir, ya
zona. En cualquier caso, la mutua razón de intercambio tiende que, en otro caso, la baratura de las mismas induciría a los
hacia un valor final al cual resulta indiferente el comprar o el comerciantes a retirarlas del mercado interior para venderlas
vender con una u otra moneda. Los gastos que puedan gravar en el extranjero con prima.
las transferencias interlocales, como es natural , deberá n ser en Los errores que este popular modo de razonar encierra
cada caso agregados o deducidos de los correspondientes pre­ son fáci les de evidenciar. Si los ingresos nominales de los con­
cios. sumidores nacionales no hubieran sido incrementados por la
Las variaciones del poder adquisitivo no afectan simultá­ actividad inflacionaria, las gentes, al elevarse el costo de las
neamente a todos los bienes y servicios. Examinemos, una vez divisas, habrían se visto obligadas a restringir su consumo de
más, aquel supuesto de tan gran trascendencia práct ica cual es productos nacionales o extran jeros. En el primer caso, las ex­
el de una inflación desatada sólo en determinado país. El nuevo portaciones hubiéranse ampliado , mientras que en el segundo
dinero , crediticio o [iat, comienza por afectar a determinadas bubiéranse restringido las importaciones. La balanza comercial,
mercancías y servicios. Los precios de las restantes mercaderías consecuentemente, pronto habría de mostrar un saldo de esos
se mantienen al principio a su anterior nivel. La razón de inter­ que los mercantilistas califican de favorables.
cambio existente entre la moneda nacional y las valutas extra n­ El mercantilismo, al final, vese constreñido a-reconocer la
jeras determínase en la Bolsa de divisas, institución de mer­ procedencia de la anterior argumentación. La misma, sin em­
cado que opera con arreglo a los usos y costumbres que rigen bargo - rcargúyese- , y tan sólo se cumple cuando las circuns­
los centros de contra tación de valores mobiliarios. Quienes tancias comerciales son normales. En modo alguno resulta cier­
680 La A cción Humana El cambio indirecto 681

ta tratándose de paises obligados a importar determinadas exportar para adquirir los alimentos que sus ciudadanos de­
mercancías, tales como vitales alimentos o primera s materias . sean. Ello , sin embargo, en modo alguno implica que escaseen
La importación de dichos bienes no puede ser restringida por las divisas extranjeras; simplemente significa que serán gent es
debajo de un cierto mínimo. Hay que traerlos de! extranjero, forzosamente pobres . Y la actividad inflacionaria, desde luego,
por caros que resulten. Cuando no es posible producir, median. no constituye medio idóneo para remediar tal estado de po­
te las oportunas exportaciones, las necesarias divisas, la balan­ breza.
za comercial arroja saldo desfavorable y el costo de la moneda Tampoco la especulación influye para nada en la det ermi­
extranjera es cada vez mayor. nación de los cambios extranj eros. Los especuladores simple­
La anterior es tan vana como todas las demás ideas mero mente se anticipan a las previst as variaciones. Ahor a bien, si
cantilistas. P OLo urgente y vital que la demanda que una per­ se equivocan, si erróneamente suponen haber comenzado la
sona o un grupo sienta por determinados bienes, s610 puede, inflación, la realidad, entonces, no coin cidir á con sus previsio­
en el mercado , e! interesado o el grupo satisfacerla pagando el nes y las pérdidas sancionarán tal yerro .
correspondicnte precio libre. El austri aco que desea comprar La doctrina según la cual las cotizaciones extranjeras de­
trigo del Canadá no tiene más remedio que pagar el precio de penden de la balanza de pagos básase en improcedente gene­
mercado del mismo en dólares canadienses. H a de procurarse ralización de un cierto caso particul ar. Cuando en dos lugares,
tales dólares expor tando bienes directamente al Canadá o a A y B, empl éase una misma clase de dinero y quienes alli resi­
algún otro pais. No incrementa la cuantía de las existencias den no desean variar la cuantía de sus saldos de tesorería, el
de dólares canadienses al pagar mayores precios (en scbillings, total pagado durante un cierto lapso de tiempo por los habi­
la moneda nacional austriaca) por aquéllos. Es más; nunca tantes de A a los de B coincide con lo abonado por estos últi­
podrá pagar esos mayores precios (en schillings) por e! trigo mas a aquéllos, de tal suerte que cabe compensar los aludidos
importado si sus ingresos (en schillingr) quedan invariados. desembolsos sin necesidad de transportar dinero de A a B ni
Sólo si el gobierno austriaco se lanza a una política Inflaciona­ de B a A . En A , el costo de un a transferencia telegráfica a B
ria, incrementand o el número de schillil/gJ en manos de sus no puede superar una cifra ligeramente inferior al punto de
súbditos, pueden los austri acos continuar comprando las mis­ exportación ele oro , ni cabe tampoco se reduzca por debajo
mas cantidades de trigo que antes consumían sin reducir otros de un margen escasamente superior al punto de impor tación de
gastos. En ausencia de tal inflación, cualquier alza del precio oro, y viceversa. Dentro de tales líneas, el saldo diario que
de los bienes importados forzosamente ha de provocar u na arroja el balance de pagos determina la diaria cotización de la
• reducción de! consumo de esas mismas o de otras mercancías. divisa extranjera. Sucede, sin embargo, lo anterior simple­
El reajuste antes aludido pónese así en marcha. mente porqu e ni las gentes de A ni las de 13 desean variar su
No debe atribui rse a una supuesta escasez de dinero el que tenencia de numerario. Cuando los babitantes de A pretenden
una persona carezca de numerario bastante para compr ar pan reducir sus tesorerías y los de B incrementarlas, enviase dinero
a su vecino el panadero. Está el in teresado en tal situación de A a B, ascendiendo el costo en A de la transferencia tele­
simplemente porque no supo proporcionarse las necesarias su. gráfica a B hasta coincidir con el punto de exportación del oro .
mas vendiend o a los demás aquellos bienes o servicios por los Dicho transporte dinerario , sin embargo, no acontece porque
cuales éstos estaban dispuestos a pagar las correspondientes el halance de pagos de A sea desfavorable. Lo que los mercan­
cantidades. Lo mismo sucede en el comercio mternacional. Un tilistas denominan desfavorable balance de pagos es el resulta ­
país puede hallarse en la desagradahle posrci én de no poder do provocado por una deliberada di sminución de las tesorerías
vender al extranjero todas aquellas mercancías que necesitaría de los residentes en A y un voluntario incremento de las de
683
682 La Acción Hlimall a El cambio indirecto

los habitantes de B. Si en A nadie qu isiera reducir su tenencia tin ta confianza que e! deudo r merezca y del disim ilar valor de
de numerario, la salida monetaria en cuesti ón jamás podría las garant ías que ofrezca o bien de la desigualdad de las condí­
tener lugar. ciones de! correspon dient e contrato " . T iende a desvanecerse
La diferencia existente entre e! comercio de! dinero y el toda diferencia de inte rés que no venga impuesta por las dese­
de los restantes bienes económicos es la siguiente: por lo ge­ mejanzas anterior mente consignadas . Q uienes buscan crédito
neral, estos últimos se mueven en una sola direcci ón : a saber, acuden a aquell os prestamistas que exigen rédi tos menores. Es­
de los lugares donde hay un sobrante de produ cción a aquellos tos, en cambio , atienden preferentemente a aquellos prestata·
otros en los que hay un excedente de consumo. De ahí que e! rios dispuestos a pagar mayores intereses. En e! mercado del
precio de una cierta mercancía suela ser infer ior allí donde dinero las cosas se plantean idénticamente a como suceden en
existe ese excedente de producción al que rige donde hay un cualquier otro mercado.
excedente de consumo, en una cifra igual al costo de! trans­ En las transacciones crediticias interlocales influyen tanto
porte. No sucede lo mismo con el dinero, si dejamos apar te el los tipos de cambio interlocal como las diferencias que po­
caso de los pa íses productores dc oro y el de aquellos cuyos siblemente existan entre las monedas manejadas. Conte m­
ciudada nos deliberadamente desean variar su tenencia de nu­ plernos el caso de dos países a los que denominaremos A y B.
merario. El dinero circula hoy hacia aquí y mañana hacia allá. A opera bajo el patrón oro; en B, por el contrario, rige el
Los países, unas veces, importan dinero y, otras, lo exportan. patrón plata. El prestamista que examina la posibilidad de con­
La nación que lo exporta , muy pronto se transfor ma en impor­ ceder un créd ito de A a B sabe que tiene que comenzar por
tadora precisament e a causa de sus anteriore s exportaciones. vender oro a cambio de plata, y despu és, al vencimiento del
Sólo por eso la mecánica de! mercado de divisas permite evitar crédito , plata por oro . Si en el ínterin el precio de la plata en
los gastos que supondría el efectivo transporte de dinero . relación con el oro ha ba jado, con el principal devuelto por
el deudor (en plata) sólo cabrá adquirir una cantidad de oro
menor a aquélla invertida por el acreedor al convenir la opera­
16. L A TASA DE L INT E RÉ S Y LA REL ACIÓN MONE TA RIA ción. Este último , por tanto , estad dispuesto a presta r dinero
en B únicamente si la diferencia de intereses entre A y B es
El dinero desempeña, en las ope raciones creditici as, la mis­ bastante como para compensar esa posible depreciación de la
ma función que en cualqui er otra transacción mercantil. Los plata con respecto al oro . Aque lla tendencia a la igualación del
crédito s, por regla general, se conciert an en dinero, y tanto e! interés de los préstamos a corto plazo, que aparece cuando
interés como el pri ncipal de los mismos también en dinero se A y B opera n ba jo un mismo patrón monetario , vese grave­
cobra . Los pagos con tal motivo practicados sólo temporal­ mente per turbada en el caso de que dichos patrones sean dis­
mente influyen en las tesorerías por las parte s mant enidas.
pares.
Q uien obt iene un crédito, lo mismo que quien cobra principa l Cua ndo A y B emplean un mismo patr ón, es imposible
o intereses, pronto reinvierte las corr espondientes sumas en e! que los ba ncos de A amplíen e! créd ito si los de B no están
consumo o en la producción. Inc rementa n aquellas personas dispuestos a adopt ar idénti ca política. La expa nsión crediticia
sus tesorerías sólo cuando específicas consideraciones, ajenas provoca en A el alza de los precios y, tran sitoriamente, la baj a
a los aludidos ingresos monet arios, indúccnle s a actuar así, de! in terés, mientras en B los precios y los inte reses quedan
La tasa final del interés correspondien te a créditos de idén­ invariados . Las exportaciones de A, por tanto, s~ contraen,
tica condición es siempre la misma en e! mercado. La dispari­
dad de los correspondientes réditos depende o bien de la dis- 21 Para un estudio más detallado, vid. págs. 790-802.
685
684 La Acción Humana El cambio indirecto

Cuando e! Banco de Inglaterra redimía un billete de banco,


incrementándose las importaciones. Es más: los prestamistas a tenor de lo en su momento conven ido, no estaba desintere­
de A tienden a concertar sus créditos en el mercado a corto sadamen te prestando vital servicio al pueblo británico. No
plazo de B. Inel udible con secuencia de todo ello es la salida hacia más que lo que cualquier ama de casa hace cuando le
de numerario de A, con lo cual redúc ense las reserva s mone­ paga al tendero la cuenta que le adeuda . Esa idea según la cual
tarias de los banquero s de A. Si la banca en A no abandona encerr ab a especial mérito la actuación de la banca cent ral, cuan­
su política expan sioni sta, pronto se hallará en sit uación com­ do se limitaba a cumplir compromisos que libremente contra­
prometida. jera, sólo pudo tomar cuerpo porque, un a y otra vez, los go­

El pr oceso de referencia ha sido interp retado del modo bierno s permitieron a esas privilegiadas instituciones no pagar

más erróneo . Suele hablarse de la vital y trascenden te función a sus clien tes sumas que éstos legalmente acred itaban. Los

de defensa que debe desempeñar en bien de! país el banco de bancos de emisión se fueron así convirtiendo, cada vez en ma­

emisión. Cons tituye sagrado deber, dícese, de! ban co centra l yor grado , en meras dependencia s de! T esoro, simples instru­

defender la estabilidad de los cambios extranjero s y proteger men tos que en manos de las au toridades provocaban expansión

las reservas auríferas de la nación con tra los ataques urdidos crediticia e inflación. Resulta, en la práctica , intrascendente e!

por los especuladores extranjeros y sus cómplices nacion ales. qu e tales insti tuciones sean o no propiedad de! gobierno y

La verd ad es que cuanto el banco central hace para impedir estén o no regen tadas po r fun cionarios públicos. Los banc os

la disipación de sus reserva s, lo pr actica exclu sivamente para que, en toda s partes, actualmente otorgan crédito circulatorio

asegurar su propia solvencia. La entidad ha puesto en peligro no son más que meras agencias de! correspondiente Mini sterio

su posición financiera lanzándose a la expansión crediticia y,


consecuentemente, debe desandar el camin o recorr ido para e!u­ de H acienda .
Sólo hay un medio para mantener la moneda naciona l a la
dir e! en otro caso insoslayable desastre . Su política expan­ par con el oro y las divisas: canjearla incondicionalmente a
sionista ha tropezado con aque llos fenómenos qu e efectiva­ cualquiera qu e lo desee . El b anco emisor, por una parte, ha de
mente tasan la creación de med ios fidu ciarios . adquiri r, a la par, cuanta s divi sas y oro le sean ofrecidos, entre­
Tan desacertado result a recurrir, en cuestiones monetarias, gando a cambio los oportunos billetes o la corr espondiente
a términos belicistas, como es e! utilizar tales exp resion es al moneda ba ncaria nacion al; por otro lado, la institución ha de
abordar cualqu ier otro tema de índole cataláctica. En tre los vende r, cont ra b illetes o mon eda ba ncaria nacional , a la paridad
bancos centrales de los distintos paíse s no existe «guerra» al­ fijada y, sin discriminación alguna, todas las divisas y todo e!
guna. Nín guna fuerza síniestra «ataca» la posición ban caria oro qu e le sea solicitado . Tal fue e! proceder seguido por los
nacional ni socava la estabilidad de los cambios ex tranjeros . bancos cen tra les bajo el patrón oro, así como por los gobiernos
El sistema mone tar io patrio no precisa de «defensor» que le y los bancos de emisión bajo el sistema mon et ario general­
otorgue «pr otección» alguna. No es por preservar e! patrón mente den ominado patrón de cambi o oro ( gold exchange stan­
oro, por garantizar la estabilidad de! cambio ex tranjero y, en dard) . La dif erencia en tre e! patrón oro clásico u «ortodoxo»,
defini tiva , por frustrar las fun estas maquinaciones de interna­ que funcio nó en Inglaterra desde la segunda década de! si­
cional asociación de usureros capitalistas por lo que no puede glo XIX hasta e! comienzo de la Primera Guerr a Mu ndial y en
la b anca oficial y privad a red ucir la tasa de! interés en e! mer­ diferen tes época s en otros países, de un lado , y el patrón de
cado interior. El interés de! mercado sólo temporalmente cabe cambio oro , de otro , consiste tan s6lo en que , baj o aquél, circu­
sea rebajado mediante la expansión crediticia , provocándose lan efectiva mente piezas auríferas en e! mercado interior. Bajo
ademá s, entonces, todo s aquellos otros efectos que la teoría el patró n oro clásico, las tesorerí as de las gentes están , en parte ,
de! ciclo económico describ e. .
686 687
._ - -- _._ - - La A cción H umana El cambio indirect o

constituidos por monedas de oro y, en parte, por sustitutos al respecto. La pren;a, de cuando en cuando, dice que se debi­
monetarios. Bajo el pa trón de cambio oro, por el contr ario, los lita la cotización de la moneda ruritana , Más exacto , sin em­
tesorerías están integradas exclusivamente por sust itu tos mone­ bargo, sería proclamara que las autorid ades ruritanas han deci­
tarios. dido elevar el costo de la divisa extra njera 22.
La fijación de un cierto tipo de cambio extra njero implica
el que, efectivamente, a tal cambio se opere. No hay instituto de moneda alguno que pueda soslayar las
Los institutos de divisas sólo si en sus ope raciones se atie­ consecuencias de la inflación. Para remediar tales efectos tienen
nen a los expuestos principios efectivos resultan . tan sólo a su disposición los mismos instrumentos que mane­
Son obvias las razones por las cuales los gobiernos europeos jaban los «ortodoxos» bancos centra les. Al igual que éstos, las
han preferido, dur ante los últimos años, arbitrar instituros de modernas instituciones de referencia fatalmente han de fracasar
moneda extranjera , sustrayendo la materia a los bancos de emi­ en el mantenimiento de paridad alguno mient ras que en el
sión. Las disposiciones legales reguladoras de estos últimos fue­ país haya inflación y expansión crediticia.
ran promu lgadas por gobiernos libera les o, en todo caso, por Se ha dicho que aquel método «ort odoxo» de combatir la
políticos que no osaban abiertamente, en materia financiera , huida de capitales mediante elevar el tipo de descuento ha
enfrenta rse con una opin ión p ública liberal. Los bancos cen tra­ dejado de tener virlUalidad porque las gen tes no están ya dis­
, les operaban de conformi dad con los pr incipios de libertad puestas a someterse «a las reglas del juego». Pero el patrón
económica. Son por ello institu ciones que desent onan en este oro no es ning ún juego , sino una institu ción social, Su op eración
nues tro mundo de creciente totalitarismo. Los insti tutos de nada tiene que ver con que las gentes acaten o no unas ciertas
moneda extranjera operan de modo radicalmente dis tinto a reglas arbitrarias. Su mecánica, al contra rio, viene ordenada
como lo hacían los bancos cen t r njes, En efecto : por inexorables leyes económicas.
Hay quienes pretenden demostrar la certeza de lo anterior
1. Sus transacciones mone tarias son secretas. Los bancos resaltando cómo , en el período ent re los dos guerras , el alza
de emisión, por mandat o legal, habían de publicar sus balances del tipo de descuento no impidió la huida de capitales, es decir,
a intervalos muy cortos , por lo general, todas las semanas. la salida de metrilico y la transferencia de saldos bancarios al
Las cuentas de los institutos de moneda, en cambio, sólo los extranjero. El fen ómeno era lógica consecuencia de la política
iniciados las conocen. El público únicamente es inform ado des­ hostil hacia el oro y favorecedora, en cambio, de la inflación
pués de transcurrido mucho tiempo, cuando las correspondien­ adoptada por los gobiernos. Cuando uno teme perder el cua­
tes cifras ya sólo interesan al historiador, careciendo de todo renta por ciento de sus saldos bancarios en virt ud de una de­
valor para el hombre de negocios. valuación, in tenta transferir éstos a otro país, sin variar de idea
2. Tal secreto permite discriminar entre las personas simplemente porque el interés bancario se eleve en un uno o
que no son gratas al gobierno. Escandalosa fue la corrupción un dos por cierto . Esa elevación del tipo de descuento, eviden­
en que incidió la administración de muchos países del conti­ temente, nunca puede compensar pérdidas diez, veinte y aun
nent e europeo por dicho cauce, utilizándose tal arma para per­ cuaren ta veces superiores. El patrón oro, desde luego, no [un­
judicar a empresarios pertenecientes a minorías lingüísticas y clona cuand o las autoridades intencio nadamente perturban su
religiosas o a partidarios de los grupos de oposición. operación.
3. La paridad no se fija ya en virtud de u na ley debida­
mente sancionada por el parlamento y 'loe, consecuentemente,
~2 Vi d. págs. 1134·1138.
todo el mundo conoce. La pura arbitrariedad burocrática decide
688 La Acci6n Humana 689
El cambio indi recto

17. Lo s ME DIOS SECUNDARIOS DE INT E RCAMBIO cia de numerario. Los precios de esos repetidos bienes hállanse
determinados , en cierta proporció n, por la aludida demanda;
La aparición del dinero en modo alguno borra la diferencia de no existir ésta, aquéllos valdrían menos. Los bienes en
existente entre los diversos bienes de índole no monetaria por cuestión son, como si dijéramos , medios secundarios de inter­
lo que se refiere a la facilidad de su respectiva colocación en cambio, y su valor, en cambio, viene a ser la resultante de dos
el mercado. En la economía monetaria hay señalada diferencia clases de demanda: la que contempla los servicios que como
entre la colocabilidad del dinero, de un lado, y la de los res. medios secundarios de interca mbio pueden desempeñar y la
tantes bienes económicos, de otro. Ello no obstante, las diver­ que busca los demás servicios que los mismos pueden propor­
sas cosas comprendidas en este últi mo grupo se diferencian cionar.
notablemente entre sí por lo que a dicha colocabilidad se refie­ El costo de la tenencia de numerario equivale al int erés
re. Para algunas de ellas resulta fácil hallar rápidamente un que la correspo ndien te suma hubiera proporcionado de haber
comprador dispuesto a pagar el mayor precio que , dadas las sido invertida. El de la tenencia de medios secundarios de in­
circunstancias mercantiles concurrentes, quepa exigir. Otras, tercambio, por e! contrario, es igual a la diferencia entre la
en cambio, son más difíciles de colocar. Una obligación indus­ productividad de los correspondientes bienes y la que cabría
tr ial de primera categoría es más fácil de vender que una casa derivar de otros de menor colocabilidad que , por este motivo,
ubicada en la calle principal de la localidad; por lo mismo, no pueden ser empleados como medios secundarios de inter­
un abrigo de piel usado colócase mejor que el autógrafo de un cambio.
político de! siglo XVlII. No se tra ta ya de comparar la relativa Desde época inmemorial, las joyas han sido utilizadas como
colocabilidad de los diversos biene s mercantiles con la per­ medios secundarios de intercambio . Hoy en día, sin embargo,
fecta colocabilidad del dinero . Pretendemos sólo parangonar los medios secundarios de intercambio más usuales son los
entre sí la colocabilidad de unas y otras mercaderías. Cabe, por siguientes:
tanto, hablar de la secundaria colocabilidad de los bienes mer­
cantiles.
1. Créditos cont ra bancos, banqueros e instituciones de
Quien posee bienes de una alta colocabilidad secundaria ahorro que, sin ser sustitutos monerarios " , venzan a diario o
puede restringir su tenencia dineraria. Cábele confiar en que, puedan ser cobrados con corto preaviso.
cuando precise incrementar su tesorería , fácilmente podrá ven­
2. Valores de renta fija con amplio mercado que permita
der los aludidos bienes de alta colocabilidad secundaria sin de­
vender en cualquier momento pequeños paquetes sin afectar la
mora y por el precio máximo que por los mismos quepa exigir.
De ahí que e! mayor o menor saldo de caja retenido por una cotización.
persona natural o jurídica dependa de que e! interesado pueda 3. Por último, determinadas acciones especialmente acre­
o no disponer de bienes de notable colocabilidad secundaria. ditadas e incluso específicas mercaderías.
Podemos reducir nuestra tesorería y, consecuentemente, los
costos implícitos en su mantenimiento cuando disponemos de Fren te a las ventaja s que supone la reducción de los costos
bienes capaces por sí de producir renta propi a y, además, de inherentes a la tenencia de numerario . hay que contar, desde
alta colocabilidad secundaria. luego, en estos casos, con determinados azares. La venta de
Surge en e! mercado, a consecuencia de lo anterior , espe­ valores y aún más la de mercaderías, tal vez sólo sea posible
cífica demanda para tales bienes, pues hay gentes que desean u Por ejemplo , cuentas cobrables, a lo vista, contra las cuales ha quepa, sin
adquirirlos con miras a reducir los costos inherentes a la tenen- embargo, librar cheques.

44
690 La Acción Humana El cambio indirecto 691
.- --- - - -- - - - - - - ­
con pérdida. Este pel igro desaparece cuando de saldos ban ca­ Las circunstancias polí ticas de las últimas décadas han in ­
rios se trata, al resu ltar por lo general de spreci able el peligro crementado el valor de aqu ellos depósitos y saldos bancarios
de insolvericia del b anquero . P or eso, los créd itos con interés que cabe considerar medios secundarios de intercambio. Los
contra bancos y banqueros, cobrab les con corto preaviso, cons­ gobernantes de casi todos los países han declarado la guerr a
tituyen hoy en día los medios secundarios de intercambio más a los capitalistas. Pret enden expoliar a ést os a trav és de med idas
comúnmente aceptados. fiscales y mon etarias. Los capitalistas, por su parte. procuran
Pero no deb emos confundir los medio s secundarios de in­ defend erse manteniendo parte de sus riquezas en fo rma de
tercambio con los sustitutos mon etarios. Estos últi mos se dan fondos líquidos que les permitan eludir oportunamente tales
y se toman como si fueran din ero efectivo en las operaciones actos confiscatorios. Colocan su dinero en los bancos de
mercantiles. Los med ios secundar ios de int ercamb io, pot el aq uellos países donde el peligr o de confiscación o de devalua­
contrario, han de ser primero canjeados por dine ro o por susti­ ción parece menor. T an pronto como cambian las perspect ivas,
tutos monetarios cuando el sujeto pretende emplearlos para transfieren sus cuentas a otras zonas que, de momento, al
--<1e IIn modo ind irecto- efectuar pagos o incrementar su menos, resultan más seguras. Son esos fondos a los que las
tesorería. gentes aluden cuando hablan de «d inero caliente» (hot money ) ,
Los valores utilizados como med ios secundarios de intcr ­ Los graves problemas que tal dinero caliente suscita son
cambio tienen , consecuentement e , mercado más amplio , pag án­ consecuencia provocada por el imperante sist ema de reserva
dose por ellos precios mejores que por los dermis. De ah í que única. Para facilitar la expansión crediticia de la banca cent ral,
la rentabilidad de los mismos sea menor que la de aquellos los gobiernos eur opeos, desde hace mucho tiempo, impusieron
otro s valores no utilizados como medios secundarios de inter­ la concentración de las reser vas auríferas nacionales en el banco
cambi o. La deuda pública y los bonos del Tesoro, cuando gozan de emisión. Los demás ban cos (la banca pri vada, es decir, aque­
de la condici ón de medios secundarios de intercambio, pu eden llas instituciones que no tienen pri vilegios especiales y no pue­
emitirse en condici ones menos onerosas para el er ario que las den emitir papel moneda) limitan sus saldos de caja a las sumas
que es preciso ofrecer para colocar ot ros valores. Las en tidades que precisan para sus diarias transaccio nes. Jamás conservan
deudoras tienen , por ello, interés en organizar el mercado de en caja reserva bast ant e para hacer frente a todas sus obliga­
sus tít ulos en forma tal que se otorgue a los mismos la alud ida ciones de diario vencimiento . No estiman necesario bacer coin­
condición , pudiendo recurrir a ellos qu ienes bu squen medios cidir el monto de aquélla con el de sus crédit os. pudiendo así
seeundarios de intercambio. Les interesa perm itir a cualqu ier hacer siempre frente, sin auxilio de nadie , a las posibles exi­
tenedor vender estos últ imos o cmpIcarlos como garan tía de gencia s de sus acreed ores. Co nfían, simplemente, en el ban co
créditos sin entor pecimiento alguno. Al anunciar las corres ­
central. Cuando los dep ositant es p retenden det raer sumas supe­
pondientes emisiones se advier te al público de tales ventajas .
Los bancos y banqueros, por la misma razón , tamb ién pro­ riores a las «normales», la ban ca solicita los correspond ientes
curan qu e sus cuentas se consideren medios secundarios de fondos del banco emisor . Un banco privado cons idera satisfac­
intercambio. Ofrecen inte resant es cond iciones a los deposit an­ tori a su liqu idez cuando dispone de una suma suficiente de
tes. Compiten ent re sí acortando el tiempo de preaviso ncce­ garantías contra las cuales la banca oficial está dispuesta a
sario para la devolución . Llegan a veces incluso a pagar inte­ presta r di nero , o de efectos id óneos para el redesc uen to " .
reses sobre dinero que puede ser reti rado a la vista y sin prc ­ :. Lo an terior alude concretamente- ,ti sistema hunrario europeo. En América,
aviso alguno . En tal rivalidad algu nos bancos no es raro se el plan teamient o técnico es clac disti nto . si bie n, desde el punto de vista econé­
excedan, poniendo en peligro su propia solvencia. mico, resulta idéntico
692 La Accí6n Humana El cambio indirecto 693

Los bancos pr ivados de aque llos pa íses a los que acudía el para el banco central el desp renderse de la mayor pa r te de sus
«dinero calie nte », aun al perca tarse de su acceso, no veían peli­ rese rvas. Ello habría desatado el pán ico. Los p rop ios ciuda­
gro alguno en manejar tales fondos del mod o usual. In crement a­ da nos suizos indudablemente tambi én reclamarían las corres­
ban la concesión de préstamo s comerciales. Ce rraban los ojo s a pondie ntes entregas de oro y divi sas extran jera s. Es to hubiera
las consecuen cias, pese a qu e sab ían que tales fon dos serían de­ supuesto la quiebra del sistema.
traídos tan pro nto como se suscitaran dudas acerca de la po lítica La ún ica altern ativa para el banco nacio nal suizo e ra no
fisca l y monetaria nacio nal. La falta de liqu idez de tales ins ti tu­ prestar ayuda algun a a los banquero s privados; pero hab rían ,
ciones era mani fiesta; de un lado, ex istían su mas enormes que en tonces, suspendido pagos las instituciones cred iticias más re­
los clientes podían reti rar casi sin preaviso, compensadas sólo nombradas .
por créditos que , en cambio , los prestata rios no habían de P ara el gobierno , por tanto, no cabía opción . Sólo podía
devolver sino una vez cumplido ciert o plazo. E l único método ev ita r la catástro fe siglli(; " ,lo el ejemplo francés , devaluando
seguro pa ra man ejar d icho din ero calien te estribaba, por tanto, su propia moneda . Y la situación no admitía esper a.
en con ser var una reser va de oro y div isas lo suficientemen te Al comenza r la guerr" . en septiemb re de 19 39 , la Gran
grande com o para devolver h " ,talid ad del d inero recibido en Bret aña se hall ó nuis o menos e n similar posición . La City de
cua lqu ier momento , Ello , . :.$ . ~ ' . luego, hubiera obligad o a los Lond res había sido en su día _: centro bancario del mundo .
bancos a exigir específica comisi ón a sus cliente s por la simple H acía tiempo qu e había perd ido tal pr eemin enc ia. Muchos
gua rda del corres po nd iente metá lico. eran, sin embargo, los ex tr anjeros y ciudad anos de los dominios
E l desast re se produj o, por lo que a los bancos su izos res­ qu e , en vísperas de la co nflagración bélica, aún mantenían cuen­
pecta , aquel día de sep tiembre de 19 36 en qu e Francia devalu ó tas a cor to plazo en la ba nca inglesa.
el franco , Los dep ositantes se asustaron; temieron que Suiza Apa rt e estaban las grandes cucntas acreditadas por los ban­
sigu iera el ejemplo fra ncés. Todo inducía a pensar que los inte­ cos centrales del área de la este rlina. Si el gobierno brit ánico
resados pretendería n tran sferi r in medi atamen te sus fondos a no hubi era bloqu ead o tales cuentas, in te rviniendo el mercado
Lo ndres, a Nueva York o incluso a París, plaza esta última que, de divi sas, la insol vencia de la banca inglesa habría quedado
por lo meno s du ran te algunas semanas, ofrecía menores riesgos ev ide nciada. D icha intervenci ón estata l vino a ser tácita mora­
de n ueva devaluación . Los bancos comerciales suizos , sin em ­ toria conced ida a los bancos. Evitó a éstos la vengüenza de
bargo , no pod ían , sin el aux ilio del banco oficial, dev olver en tener qu e co nfesa r abie rta men te su incapacid ad par a atend er
el acto las cantidades recibidas . Habían prestado las corres­ las obligaciones que libremen te o trora habían cont raído,
pondien tes sumas a emp resas, muchas de las cua les incluso
es taba n situadas en países qu e mediante el control de los cam­
bio s extranjeros habían bloq ueado dicho s saldos. No ex istía 18. I NT E RP RE T AC tÓN I N F LACIONI S T A DE LA H I STORIA
otra salida que la de conseguir del banco naciona l los corres­
pondientes fondos, La solvencia de la banca privada suiza qu e­ Asegu ra una popular doctrina que la progresiva d isminu­
daría de esta suer te a salvo ; pero, una vez así pagados, los ción del pod er adquisi tivo del din ero ha jugado decisivo papel
depositantes exigir ían inmediatam ente del banco nacional la en la historia. Afirm ase, en efecto , que la hum an idad no habría
redención en oro o divisas de los billetes recibidos. Si el banco alcanzado su actua l nivel de b ienestar si la oferta de d inero no
nacion al no atendía tal requerimiento, su actitud, en la práctica. hubiera crec ido más rápida mente que la demanda. El corres­
equivalía a abandonar el patrón oro y a devalu ar el franco pondien te descenso de su poder adquisit ivo - asegú rase- con­
su izo. Por el contrario , la redención de los billetes implicaba d icionó el progreso eco nómico . La intensificación de la di visión
694 La Acción Hu mana El cambio indirecto 695

de! trabajo y e! continuo incremento de la acumulación de ca. sicos, tanto de la historia como de la economía. Ello no obs­
pital , fenómenos que han centuplicado la productividad laboral, tante, en este caso, lo que la historia, mediante sus típicos m é­
s610 pueden aparecer allí donde haya alza cont inua de los pre­ todos, llega a decirnos es bastante como para permitirnos ase­
cios. La inflación provoca prosperidad y riqu eza; la deflación, gurar que e! poder adquisitivo de! diner o, a lo largo de los si­
malestar y decadencia económica 25. Un repaso a la liter atura glos, ha ido decreciendo. En ello todos convenimos.
política y un examen de las ideas que, durante siglos, han pre­ Pero no es talla cuestión a examinar. El problema que inte­
sidido la política monetaria y crediticia de las diferentes nacio­ resa estriba en decidir si ese descenso de! poder adquisitivo de!
nes evidencia que tal opinión ha sido siempre aceptada por casi dinero fue o no factor indispensable en aquella evolución que,
todo e! mundo. A pesar de las advertencias de los economistas, part iendo de la miseria de las épocas primi tivas, ha conducido
todavía hoy se basa en ella la filosofía económica de lord a las más satisfactorias situaciones prop ias de! moderno capi­
Keynes y sus discípulos de ambos hemisferios. talismo occidental. Tal interrogante debe ser resuelta sin aludir
La popularidad de! inflacionismo se debe en gran parte al para nada a la experiencia histórica, la cual puede y siempre
arraigado odio hacia e! prestamista. Considérase justa la infla­ ha sido interpretada de! modo más dispar, hasta e! punto de
ción porque favorece a los deudores a expensas de los acreedo­ que a ella acuden tanto los part idarios como los enemigos de
res. La interpretación inflacionista de la historia que queremos cualesquiera teorías e interpretaciones para demostrar la proce­
examinar tiene, sin embargo, poco en común con e! aludido dencia de sus mutu amente contradictorios e incompatibles aser­
fundamento antiacreedor . Su aserto básico, aquel según e! cual tos. Lo que debemos aclarar es qué efectos tienen las variacio­
el «expansionismo» es la fuerza impulsora del progreso eco­ nes del poder adquisitivo de! dinero sobre la división de! tra­
nómico, mientras e! «restriccionismo» constituye e! peor de bajo, la acumulación de capital y el prog reso técnico.
todos los males, ampárase en argumento s de otra índole. No podemos, sin embargo, considerar debidamente agotado
Los problemas que las doctrinas inflacionistas suscitan, evi­ e! tema por el hecho de que logremos refut ar los argumentos
dentemente , no pueden ser resueltos acudiendo a la experien­ que los inflacionis tas aducen en defensa de sus tesis. Son tan
cia histórica. La trayectoria de los precios parece demostrar una absurdos tales alegatos que la impugnación de los mismos re­
continua tendencia alcista, que, únicamente durante algunos sulta, en verdad, sencilla. La ciencia económica, desde sus co­
cortos períodos, detuvo su curso. A tal conclusión, sin embar­ mienzos, ha patentizado una y otr a vez que aquellas afirmacio­
go, sólo mediante la comprensión histórica cabe llegar. Es ím­ nes referen tes a las supuestas bendiciones de la abund ancia
posible abordar los problemas históricos con el rigor que la dineraria y los supuestos desastres inherentes a la escasez de la
cataláctica exige. Vanos resultaron cuantos intentos deter mi­ misma, encierran errores lógicos de lo más craso. Cuan tas ten­
nados historiadores y estadísticos realizaron por concretar y tativas han hecho los apóstoles del inf1acionis mo y el expan­
medir, a lo largo de siglos, e! pode r adquisitivo de los metales sionismo por refutar la certeza de las enseñanzas de los econo­
nobles. Ya anteriormente se hacía notar la imposibilidad de mistas, fracasaron lamentabl emente .
medir las magnitudes económicas; cuantas tentativas en tal sen. La cuestión decisiva es la siguiente : ¿Cabe o no rebajar la
tido han sido practicadas, ampáranse en presupuestos total. tasa del interés permanentemente mediante la expansión credí­
ticia? El asunto será cumplidamente examinado en el capítulo
mente falsos, en una completa ignorancia de los principios bá­
dedicado a estudiar la interdependencia entre la relación mone­
u Vid. la impu gnación crítica del anterior aserto, por MARIA NNE VON HERZ I'ELD, taria y la tasa de! interés. En él evidenciaremos las consecuen­
en «Die Geschichte ale Funktion der Geldbewegung», Archiv /ür Sozialwissenrchaft, cias que los boom s provocados a base de expansión crediticia
XVI, págs. 654.686, y las obras citadas en el propio trabajo.
forzosamente han de acarrea r.

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696 La Acci6n Hu mana El cambio indirecto 697

Ahora debemos, sin emb argo, examinar si existen otras ra­ precios futu ros en alza. Sólo allí donde los precios suben cabe
zones qu e militen en favor de esa interpretaci ón infl acionista el progreso económico.
de la historia qu e nos ocupa . ¿No es, tal vez, posible que los Tal opinión resulta, sin embargo , insostenible. En un rnun­
partidarios del inflacionis mo hayan pasado por alto argurnen­ do donde se registrara continua alza del poder adq uisitivo del
tos válidos que abonen sus tesis? Preciso es examinar la cues­ dinero, las gent es se hub ieran acostumbrado a ese plant earn ien­
tión desde todos los ángulos posibles. to, del mismo modo que nosotros nos hemos acomod ado al con­
I maginemos un mundo en el cual fuera ya inmu table la tinuo descenso de su poder adqu isitivo. Las masas creen me­
cantidad de dinero existen te . La to talidad de aquella mercancía jorar de posición, hoy en dí a, cuando consiguen cualq uier alza
empleada para los serv icios monetarios habría sido ob tenida en nomin al de sus ingresos. Nos fijarnos m ás en la subida nomi nal
el primer momento histórico. Increm entar la canti dad de d inero de los salari os y en el incremento monetario de la propia riqueza
existente resulta ya impo sible, pues suponemos desconoce por que en el efectivo nurncntode las mercan cías disponibles. En
completo aquella sociedad los medios fiduciarios. Todos los un mu nd o do nde se registrara perm anentement e alza del poder
sus tit utos monetarios - incluso la mon eda fraccionaria- son adquisitivo del di nero, todo s concentrarían su atención pre íe­
certificados monetarios. ren terncnrc en el J escenso del costo de la vida. E llo haría evi­
Bajo estos presupuesto s, la intensificación de la divi sión del dente que el progreso económico consist e fundament almente
trabajo, la evolución de la aut osuficiencia económica de las fa. en que todo el mundo disfru re de cantidades cada vez mayo­
milias, los poblados, las regiones y los países - hasta llegar al res de bienes econórnicos.: .
mercado mundial decimon ón ico--, la sucesiva acumu lación de E n e! mundo real ¿le los negocios carecen de interés las
capitales y el pr ogreso de los métodos técnicos de producción lucubraeiones en to rno a las seculares tend encias de los precios.
habrían por fuer za de provocar una permanente tendencia a la No impresionan a empre sarios ni a inversores. La opinión de
baja de los precios. ¿Es posible que tal alza del poder adq uisi­ éstos acerca de cómo evolucionarán los precios en las subs i­
tivo de la moneda hubiera imped ido e! desarrollo cap italista ? guientes sema nas , meses o, a 10 más, años es exclusi vamente lo
El hombre de negocios medio, desde luego, resolverá la in­ que les impulsa a actuar .' Además, jamás se interesan por la
terr ogante en sent ido afirmativo . No puede, en efecto , vislum ­ marcha general de todos los pre cios. Pr eocúpan les tan sólo las
br ar distin to plant eamiento, por viv ir y actuar den tro de un posibles discrepancias qu e puedan registrarse entre los precios
mundo en el cual parece que lo normal, lo necesario y lo bcne­ de los factores complementarios de producción y los previstos
ficioso sea la continua baja de! poder adq uisitivo del di nero. para los futuros pr oductos que, precisamente, contemplan . Ni n­
Van , para él, de la mano los conceptos de precios en alza y de gún empresar io se lanza a determinada operación por suponer
beneficios, de un lado, y los de pérdidas y de precios en des­ qu e los precios, es decir , los precios de todos los bienes y servi­
censo , de otro . E l que también se pueda operar a la baja y el cios, vayan a subir. Acomete el negocio de qu e se trate única­
qu e así se hayan hecho grandes fort una s en modo alguno pero mente por entrever ganancias qu e cabe deriv ar de los dispares
precios qu e registran b ienes de d istinto orde n. En un mundo
turba su dogmatismo . No se trat a en tales casos -dice- más
con una tendencia secular a la carda de los precios, tales opor­
que de meras operacione s especulativas, realizadas po r gentes
tu nidades de lucro aparecerían por lo mismo que surgen en un
qu e se benefician aprovechando la caída de los precios de mero
mun do donde la tend encia secular es el alza de los precios . El
cancías que ya anteriormente fuero n prod ucidas, Pero las crea­ ent rever una general y pr ogresiva subida de lodos los precios
doras inn ovaciones, las nuevas inversiones y la aplicación de ni int ensifica la producción ni mejora el nivel de v·ida. Antes
mérodo s técnicos progresivos sólo son posibles al amparo de al contr ario, induce a las gen tes a la conocida «hu ida hacia va­
699
698 El cambio indireclo
La Acción H untana
La economía no recomienda la política inflacionaria ni tam­
lores reales», desatando e! pánico y provocando e! colapso de! poco la deflaciona ria. J amás alien ta a los gobiernos a inmiscuir­
sistema monetario. se en e! funcionamiento de! medio de intercambio que libre­
Si se generaliza la opin ión de que los precios de todas las mente e! mercado haya adop tado . Limitase simplemente a pro­
mercand as van a descender, e! interés del mercado para cré­
clamar las siguientes verdades:
dit os a corto plazo igualmente se con trae en la correspondiente
prima negativa 26. El empresario que tomare fondos a crédito 1. No abogan por el bien común, el bienestar general ni

guardaríase así del quebran tó que tal baja de precios implicaría. los intereses generales de la naci ón nquellos goberna ntes que

De! mismo modo, en e! caso de un alza de precios, el presta­ adop tan medidas inflacionistas o deflacionistas. Tales políticos,

mista queda a cubierto .gracias a la aparición de una prima cuando así proceden, simplemente favorecen a determinados

positiva que compensa el -desccnso del poder adquisitivo del grupos, con daño para el resto mayoritario de la población.

dinero. '
2. No es posible saber, de antemano , quiénes, ni en qué
De existir una permanent e tendencia al alza del poder ad­ medida, serán beneficiados por una cierta actuación inflacio­
qu isitivo del dinero, los homb res de negocios y los capitalistas naria o deflacionaria. Los correspondientes efectos dependen
habrían de seguir reglas intuitivas d istintas de aquellas que de! conjunto de las circunstanc ias concm rentes y también, en
prevalecen en nuest ro mundo, donde se observa permanent e gran medida, de la velocidad que se imprima al movimiento
baja del poder adquisitivo del dinero. No por ello, sin embargo, inflacionario () deflacionnrio, siendo incluso posible vurien
cambiaría sustancialmen te la gestión de los asuntos económi­
aquéllos de signo a lo largo de la ope ración.
cos. En modo alguno variaría el afán de las gentes po r lograr 3. La expansión monet aria provoca siempre mala inver­
una mejora de su bienestar material mediante la ordenación sión de capi tal y sobreconsumo. No enriquece, sino que em­
acer tada de la producción . El sistema económico sería actu ado pobrece, a la nación . Estas cuestiones serán más detenidamente
por los mismos factores que hoy lo impulsan; a saber, el afán de
examinadas en e! capítulo XX.
lucro de audaces promotores y el deseo del público de procu­ 4. Una continuada polít ica inflacionatia ha de provocar ,
rarse aquellas mercancías idóneas para prod ucir la m áxima sa­ finalment e, la crisis y la desa rticulación del sistema monetario.
tisfacción al menor costo . 5. La política deflacionarin resulta onerosa para el erario
Lo anterior, desde luego, no implica abogar por una polí­ público e impopular entre las masas. 1,,¡ política inflacionaria,
tica deflacionista. Preténdese simplemente refutar siempre vi­ en cambio, incrementa los ingresos fiscales y es jub ilosament e
vas fábulas inflacionistas. Deséase evidenciar la falsedad de acogida por los ignorantes. El peligro deflacionario es en la
aquella doctrina de lord Keynes según la cual la «presión con­ práctica despreciable, resultando, en cambio, gravísimo el pe­
traccionista» es la causa que provoca la pobreza y la miseria , la
crisis económica y e! paro. Pues no es cierto que «una presió n ligro inflacionario.
deflacionaria... hubiera impedido el desarrollo de la industri a
moderna». Ni tampoco es verdad que la expansión crediticia 19. EL PATR Ó N OR O
produzca el «milagro. . . de transformar las piedra s en pan» 'n .
u Vid . 794-799.
En razón a sus propiedades minerales, físicas y químicas,
n Expresiones tomadas de luternatíonal Clearing íl n íou, Tes t 01 a Papa Con. las gentes adoptaron para los servicios monetarios e! oro y la
taining Proposals by Brítisb Experts -for an í ntemat íonal Clearing Unían, 8 de plat a. El empleo del dinero , en una economía de mercado, es
abril de 1943 (trabajo publicado por la agenda oficial del gobierno británico praxeológicamente imperativo. El que precisament e e! oro, y
Brltish Infonnation Services), pág. 12.
700 La Acción H umana El cambio indirecto 701

no otra cosa cualquiera , se empleara como di nero, no es más portarlas ni revenderlas como metal. Fue así, contra la volun­
que una circun stancia histórica y, como tal, intrascendente para tad de! gob ierno , como en Inglaterra se imp lant ó e! patrón oro.
la cataláctica. En la histor ia moneta ria , al igual que en todas Sólo mucho más tarde , la ley sustituyó ese patrón oro de lacio
las demás ramas históricas, es forzoso acogerse a la compren­ por el patrón oro de iure. El gobie rno inglés abando nó sus in­
sión histórica. Si pretendemos calificar de «vetusta reliquia» " fructuosos intent os por imponer el patr ón plata y dejó de emi­
al patrón oro, igual expresión pod rinmos aplicar a todo fenó­ t ir moneda legal con dicho met al, qu e ya sólo fue acuñado
meno de orden histórico. El que el pueblo bri tánico hable in­ en form a de piezas fraccionarias, cuyo poder liberator io hallá­
glés, y no dan és, alemán o fra ncés, es reliqui a igualmen te ve. base estr ictamente tasado . Tales monedas de plat a 1'0 eran di­
rusta. Aq uellos ingleses que no están dispuestos a sustit uir su nero, sino sustitutos monetarios. Su valor , en camb io, prove nía
idioma por el esperanto habrán de ser tenidos por tan dogma­ no de su contenido en plat a, sino de que , sin costo y a la vista ,
ricos y ortodoxos como qu ienes no están dispuestos a pro nun­ podían ser canjeadas por oro, a la par . De lacio no eran más
ciar beatíficas alabanzas en favor de la intervenci ón monetaria. que b illetes de banco impresos en plat a, es decir, créditos quc
La desmonetización dc la plata y la implan tación del mono­ daban derecho a una determinada cantida d de oro .
metalismo sobre la hase del oro fuero n efectos provocados por Más tarde , de modo similar, durante el siglo XIX, el doble
la intervención gubema menral en el mundo monetari o. A nada patrón dio paso en Francia y en los demás países de la Unión
conduce lucubrar en torno a qué hu biera sucedido en ausencia Monetaria Lat ina a la aparición de un monometalismo de lacto
de tal actuación. No cabe pasar por alto, sin embargo, que lo a base del oro . Es tos gobiernos, en efecto , cuando la baja del
que aquellos polít icos int ervencionistas pretendí an en modo precio de la plata , durante los años setenta del pasado siglo,
alguno era imponer el patr ón 0 1'0 . Las autor idades deseaban e! auto máticamente había reemplazado e! patrón oro de lact o
bimetalismo . Q uerían evitar , decret ando una paridad rígida y por un patró n plata de l acto , suspendieron la acuñación de ésta,
oficial en tre e! oro y la plata , las fluctuaciones que en las res­ preservando así el patr ón or o. En los Es tados Unidos, la estruc­
pectivas cotizaciones de ambos met ales se producían . Ta les po­ tura de precios registrada por e! mercado de los metales pre­
líticos se equivocaban tota lmente --como sólo burócratas son ciosos ya antes de la guer ra civil había transformado el legal
capaces de erra r- al int erpretar los fenómenos de mercado . b imeta lismo en un monometalismo de lacio basado en el oro .
Fracasaron, por tant o, lamentablemente cuantos intentos se Pasado el período grecnbacl: " inicióse un a lucha entre los par­
hicieron por imponer el bimetalismo del oro y la plata . Tan t idario s de! patrón oro y aquellos que favorecían el patró n
lastimoso fallo fue precisamente lo que obligó a implan tar el plata. Al final vencieron los primeros. Y una vez que las na­
patrón oro . La aparición del patrón oro puede, pues, interpre­ ciones de economía más adelanta da hu bieron adoptado el pa­
tarse como durísima derrota sufrida por los goberna ntes y por trón oro , todos los demás países siguieron su ejemplo. T ras
las filosofías que tanto suelen amar . las grande s aven turas inflacionarias de la Pr imera Guerra Mun­
Durante e! siglo XVII , las autoridades inglesas sobrevalora­
.. Los greenb acks fueron papel moneda puesto en ci rculació n por los Estados
han la guinea en relación con la plata, p rovocando la desapari­ del Norte para financiar l.t G uer ra de Secesión ( 186 1.186S). Comoquiera que no
ción de esta últi ma de la circulación . Sólo las piezas extrema­ eran convenibles en oro , ¡) diferencia de los billetes anteriores. aunque s610 450 mi­
damente desgastadas o cuyo peso por cualquier ot ro mo tivo lle nes de dó lares habían sido emitidos. al finalizar el conflicto cotiz ébansc al
hubi érase reducido continuaban circulando; no era negocio ex­ 40 por 100 de Sil no min al. A par tir de 1879 volvieron a ser transformables en
metal noble- hasta 1933, fecha en que Rooscvelt abandonaría el patrón oro. Toda­
11 Calificativo empleado por lord Keynes en un discurso pronunciado en la vía, parece, circulan algunos, equi parados actualmente al presente dólar, aunque,
Cámara de los Lores, el 23 de mayo de 1943. en realidad, no son ya más que piezas de museo. (N . del T'>
702 La Acci6n HUl1uma El cambio indirect o 703

dial , la mayor part e de los países apresuraronse a ret ornar al de quienes propugnan la expansi ón crediticia. Para sus parti­
patrón oro puro o al patrón de cambio oro . clarios, la expansión crcdi ticia es la panacea que cura todas las
El patrón oro fue el patrón mundi al de una época de capi­ dolencias económicas. Cabe, a su amparo, rebajar e incluso su­
talismo, creciente bienestar para todos, libert ad y democracia, primir el interés, elevar los salarios y los precios beneficia ndo
tanto en la esfera política corno en la económica. Para los libr e­ a todos, salvo a unos cuantos pará sitos capitalistas y empresa­
cambistas, la principal virt ud del siste ma consistía precisamen­ rios exp lotado res, y libr ar al fisco de la necesidad de nivelar el
te en que era un patrón internacional, tal como exigía un co­ presupuesto; la expansión crcditicia, en resumen, hace pr ós­
mercio universal montado sobre un mercado monetario y de peras y felices a todas las gentes honestas. Sólo el pa tr ón oro,
capita les que abarcaba la faz terráquea ~J . El patr ón oro fue el ese diabólico ingenio arbit rado por estúpidos y malvados eco­
medio de int ercambio gracias al cual pudo e! indu strialismo )1 nomistas «ortodoxos », impid e a la humanidad disfru tar de per o
el capital de Occidente llevar la civilización hasta los más es­ durable prosperidad.
condidos ri ncones de la tierra, destru yendo supers ticiones y El patró n oro no es, desde luego, parrón per fecto ni ideal.
p rejuicios arcaicos, sembrando la semilla de una vida nueva y un La perfección , sin embargo, no es atribulo quc adorne las obras
nuevo bienestar , liberando ment es y almas y alumbrando riqu e­ humanas. Nad ie puede.. sin embargo, decirnos por qué otra cosa
zas nunca soñadas. Acompañó el patrón oro al progreso triunfal mejor cabría susti tui r el pat rón oro. El poder adquisi tivo del
de! liberalismo occidental, que aspira ba a unir a todas las na­ dinero, desde Juego, jamás cabe sea tota lmente estable. Las
ciones en una comun idad de pueblos libres que pacíficament e propias ideas de estabilidad e inmutabilidad del poder adquisi­
cooperan en bien mu tuo. tivo del dinero son ubsurda s. En un mundo viviente y cambian­
Fácil es compre nder por qué las gentes consideraban el te, el dinero nunca puede tene r poder adq uisitivo plenamente
patrón oro como el símbolo de esta histórica revolución , la estable. E n la imaginaria construcción de una economí a de giro
mayor y más beneficiosa que jam,ís el hombre hubi era puesto uniforme no tienen cabida los medios de int ercambio. Nota
en marcha. Todos aquellos a quienes repugnaba el progreso típica del dinero es la variabilidad de su poder adqu isitivo . Los
hacia el bienestar , la paz, la libertad y la democracia odiaban adversarios del patrón oro, sin embargo, no pretenden en modo
al patrón oro; y no sólo por su significación económica, Para alguno estabilizar el poder adquisitivo del dinero. Antes al con­
ellos e! patrón oro era el lábaro, el símbolo de aquellas doctri­ trario, lo que qu iere n es permitir al gobierno que maniobre
nas y filosofías que precisamente deseaban aniquila r. En la lucha sobre dicho poder adquisitivo sin verse , en tal actividad , entor­
contra el patrón oro estaban en juego cosas de mucha mayor pecido por cierto factor «externo », o sea, por la relación mone­
trascendencia que los meros precios de las mercancías o los taria del patrón oro.
tipos de cambio de las valuras extranjeras. La principa l objeción alzada contra el patr ón oro es que ,
Ata ca al patrón oro e! nacionalismo porque pretende aislar en el mecanismo determ inati vo de los precios, da acceso a cir­
al país de! mercado interna cional, implantand o la autarquía en cunstancia que gobierno alguno puede cont rolar; a saber, la pro
la mayor medida posible. El inter vencion ismo y los grupos de ducci ón aurífera. Resulta de esta suerte que una fuerza «ex­ ji
presión luchan contra e! patró n oro por constitu ir grave obs­ terna », «automática», coarta la actuación de los políticos, im­
táculo que impide manipular los precios y los salarios. Las ern­ pidiéndoles hacer a los votantes todo 10 pró speros que ellos I
best idas más fanáticas contra el oro provienen, sin embargo, desearían . Son los capitalistas internacionales quienes imponen
su criterio; la soberan ía nacional deviene, pues, pura farsa. LI
T. E. GREGORi' , Tb e Gold Standard and l ts Fut nre (3," ed., Londres, 1934).
2'J La inu tilidad del in terve ncionismo es un tema que no guar­

página 22 y sigs. da relación alguna con los problemas monetar ios. Más adelante

704 El cambio indirecto 705


La Acción H utnana

veremos por qu é tod as las aisladas interferencia s g ubcrna rnen­ su stitu tos monetarios, ya sea indirectamente, impla ntando
tales e n el mercado fra casan , p ro vocando efect os co n tra rios a medidas que induzcan a las gen tes a restringir sus saldos de
los pe rseguidos por el propio sujeto que recurre a la in jerenci a. teso rería. E llo, desde luego , es cierto . No cabe nega r qu e e!
Si el d irigen te pret ende rem ediar los fallos de sus primeras alza de pr ecios re gistrada entre 1896 y 191 4 fue , en gran me­
in tervencion es mediant e mayor es interferencias, acab a imp lan ­ dida , p rovocad a por actuacion es gu be rn amcnrales de este tipo .
tan d o un orden soc ialista de tipo germano . H a ab olido el mer ­ Lo bueno de! patrón 01'0, sin emba rgo , es que redu ce rigur o­
cado y, con é l, csfumóse el dinero , así como los problema s mo­ samen te a límites mínimos tales actua ciones tendentes a di s­
netarios" pese a qu e po sib lemen te sigan u til izándose térm inos minuir e! pod er adquis itiv o de! dinero . Lo s inflacio nistas se
y expres iones típ icas de la econom ía de me rcado 30 . No es , desd e oponen al patrón o ro p recisamente por(lue las aludida s lim i­
luego , el patr ón oro lo qu e en tales casos hucc impracticables taciones co ns tituye n ob st ácul os in salvables que les impiden lle­
los bu enos de seos de tan pate rnales go be rnantes. var adela nte sus plan es.
Por cua nto el pat rón oro condiciona el increm en to de 1:1 5 Lo que los ex pansio nis tas con side ra n defe ctos de! patró n
ex istencias aurí fe ras a la lucra tividad de su producción , coar ta oro son en rea lida d su s nuis excelsas vir tudes . Por que e! pa·
la capacida d infl acion ar ia de los po líticos . E l patrón oro ind e­ trón oro impide prospcrc toda aven tur a infl aciona ria en gra n
pend iza el pod er adq u isitivo del dinero de las camb ian tes pre­ escala qu e pu edan in geni ar lo s políticos. E l patrón 0 1'0 no fra­
ten siones y doctrinas de los pa rt ido s políticos y los grupos de casó. Los gobe rna ntes quisieron sup rimirlo po rque comu lgaban
presión . E llo en modo alguno su pone defecto ; e n eso prec isa­ con aque llos m itos segú n los cua les la ex pansión cr editicia per ­
mente estriba la virt ud nuis p reeminente del siste ma, Toda in­ mite rebajar la ta sa de! int er és y « mejora!'» e! saldo de la b a­
terferencia en el poder adqui sitivo del dinero ha de se r arh irrn­ lan za comercial.
ria por fuerza. Cuan tos te óricos ha n pre tendido halla r m ódulos Gobierno algun o , sin e mb argo, goza de poderío b ast ant e
«c ientíficos » y supues tame nte objet ivos, con arr eglo a los cua les com o pa ra ar ru mba r definitivamente el patrón oro. El oro es
cab ría interven ir el mun do monet ari o , b ásan sc en la ilu sión de e! dinero de! comercio int ernacional , la valu ta de la suprana­
supone r que es posib le « medir . efectivame nt e las variacion es cional comunidad eco nóm ica que fo rma la humanidad toda. No
de l pod er adqui siti vo del d inero . El patró n oro sus trae u In po ­ puede ver se afe ctad o , en su co nsecuenc ia, por medidas erna­
lítica la dcterminaci óu del poder adq u isitivo del dinero en lo n adas de gob iernos cuya sobe ranía hállase geográficame nte de­
atinente a las mu taciones de origen mo ne tario del mismo . La lim itada. Mientras un pa ís no sea plenamente autárq uico , en e!
más riguroso sen tido eco nóm ico; mien tras subs ista n algunas
común aceptación del siste ma exige aq uiescencia pr evia a aque ­
ventanas e n es as murallas con las cuales e! naci onalismo de los
lla verdad seg ún la cua l no es posib le , mediante la simple im­
gobernantcs pret enden aislar de! mundo al paí s, e! oro segu irá
p resión de bi llet es, enr iquece r a toda la comun idad . E.I odio
siendo empleado en la es fera d ineraria . No int eresa , a estos
hac ia el patrón oro b rot a de la su pe rst ición de creer qu e el
efectos , que e! gob iern o confis que cuan tas monedas y lingotes
estado omnipo ten te puede engend rar riqueza lan zando al me r­
de oro caigan en sus man os, castigando como criminales a los
cado meros trozos de papel .
tenedores d e d icho met al. Los convenios bil aterales mediante
Se ha dicho qu e el patrón oro es también un pa trón ín ter­
los cu ales los gobe rnantes pretenden eliminar e! oro del come r­
venido . P ueden los go be rn antes influi r en el poder adq uisitivo
cio internacional se cuidan bi en de no mencionarlo. La realidad ,
del oro, ya sea med iante la expansión cred it icia , sin so b repasar
sin embargo , es qu e tales p actos va loran en oro los saldos re­
aquellos lím ites impuestos por la plena canjeabilidad de ios
sultantes . Q uien compra o vende en e! mercado extran jero
JC Vid. infra cap hulos XXVII.XXXI. calcu la en oro las ventajas e inconvenien tes de las correspon­

45

La Acción Humana El cambio Indirecto 707


706

dientes transacciones. Puede el gobierno haber suprimido toda Lo que los gobiernos denominan cooperación monetaria inter­
relación entre la moneda nacional y el oro y, sin embargo, los nacional no son, en realidad, más que mancomunadas actuaciones
precios interiores seguirán manteniendo una íntima proporcio­ para provocar expansión crediticia. Han aprendido los políticos
nalidad con respecto al oro y a los precios oro del mercado in­ que la expansión crediticia realizada en un solo país provoca siern­
ternacional. Si un gobierno en verdad desea acabar con toda pre la huida del dinero hacia el extranjero. Suponen los gobernan­
posible relación entre la estructura de los precios interiores y tes que es tal salida lo que frustra los planes por ellos urdidos
la de los precios internacionales, forzosamente habrá de re­ para, mediante la rebaja del interés, implantar un permanente
currir a medidas de otro tipo , tales como la imposición de prohi­ boom . Si todos los países cooperaran en una misma política
bitivos gravámenes a la importación y a la exportación. La expansionisra, el obstáculo podría ser sorteado . Lo que conviene
nacionalización del comercio exterior, aunque se efectúe inter­ es crear un banco internacional que emita medios fiduciarios, los
viniendo directa y abiertamente el comercio de las divisas, en cuales, todo el mundo, en todas partes, habría de manejar como
modo alguno permite acabar con el oro. Los gobiernos, en cuan­ sustitutos monetarios.
to comerciantes, recurren al mismo como medio de inter­ No parece oportuno ahora resaltar que no es la salida de capi­
cambio. tales lo que impide -rebajar, mediante expansión crediticia, la tasa
Esta lucha contra el oro - que constituye una de las prin­ del interés. A terna tan trascendental están dedicados otros capí­
cipales ocupaciones de todos los gobernantes contemporáneos­ tulos y secciones del presente tratado 31.
no debe considerarse aislado fenómeno. Es tan sólo una Pero hay otro interesante problema que sí conviene abordar.
manifestación más de ese gigantesco proceso de destrucción Supongamos que existe ya ese banco internacional creador de
típico de nuestra época. Atácase al oro porque las gentes pre­ medios fiduciarios cuya clientela abarca toda la población terres­
tenden reemplazar el comercio libre por la autosuficiencia na­ tre. Carece de trascendencia, a los efectos que ahora nos interesan,
cional, la paz por la guerra y la libertad por la omnipotencia el que los aludidos sustitutos monetarios tengan acceso directo a
totalitaria. las respectivas tesorerías de las personas naturales y jurídicas que
Tal vez llegue un día en que la técnica descubra un sistema han de emplearlos, o que, por el contrario, sean los mismos rete­
que permita producir oro a tan bajo costo que deje el mismo nidos por los diversos bancos centrales como reservas respaldan­
de servir para fines monetarios. Será preciso entonces sustituirlo do los sustitutos monetarios nacionales emitidos por estas insti­
por otro patrón. Vano es, desde luego, nos preocupemos hoy
tuciones. Lo importante es que, efectivamente, existe una uni­
de cómo resolver tal imaginaria cuestión. No tenemos la menor
forme valuta internacional. Tanto los billetes corno el dinero-talo­
idea de las circunstancias bajo las cuales el problema, en su
nario (checkbook money) nacional pueden ser canjeados por los
caso. habría de ser abordado . sustitutos monetarios que el banco internacional emite. La nece­
sidad de mantener la paridad entre la moneda nacional y la valuta
LA COOPERACION MONETARIA INTERNACIONAL
internacional coarta la capacidad de los respectivos bancos centra­
El patrón oro opera en la esfera internacional sin precisar de les para hacer expansión crediticia. El banco mundial, en cambio,
intervención gubernamental alguna. Permite una efectiva y verde­ sólo se ve refrenado, en este sentido, por aquellos factores que
dera cooperación entre esos innumerables miembros que integran invariablemente tasan la expansión crediticia; trátese de banco
la universal economía de mercado. No es necesario implantar nin­ único que opere en aislado sistema económico o en cualquier ám­
gún servicio oficial para que el patrón oro funcione como autén­ bíto nacional.

tica valuta internacional. n Vid. págs. 658·660 y 806·855 .

708 La Acción Humana El cambio indirecto 709

Suponga mos, asimi smo, que el repetido ban co int ernacion al no rrial, por e jemp lo, segurame nte propugnarán una di stribución
emit e sustitu tos monetari os, una parte de los cuales son medios per copita, siste ma q ue les favo recería frente a los pueblos indus­
fiduci arios, sino que , por el contrario, lo qu e crea es dinero [iat trializados de Occidente. Cua lquiera que sea el siste ma ado ptado,
int ernacion al. E l oro ha sido de smo net izado . El único dinero al fin al nadie queda rá sa tisfecho y todo el mundo se considerará
circulante es el de la alud ida entid ad internacional. Puede ésta , injustamente tratado . Serios conflictos han de suscitarse, poniendo
desde luego, increm ent ar la cantidad d e di nero existe nt e, siempre en peli gro la propia pervivencia del mecanismo .
y cuand o no lleve las cosas hasta el pun to de provoca' la cr isis de A Vano sería objetar a lo an terio r diciendo que los aludidos
de sconfia nza y el derrumbami ento del sistema monetario . problemas no se plant ea ron con moti vo de la creación del Fond o
El ideal keyoes iano qued a así plas mado . H ay un a institución Mo ne ta rio I n te rnaciona l, llegánd ose fácilmente a un acuerdo en
que pued e ejercer un a «presión expa nsionis ta sobre el comercio lo referen te al destino que convenía dar el capi tal de la inst itu­
mundial» . ción . Porque la Confere ncia de Bretton Woods se celebró bajo
Los partidarios de los plane s de referencia pasan por alto , sin circunstancias muy especiales. Mu ch as de las naciones participan­
embargo . un proble ma crucial: el rela tivo a cómo se rán dist ribu í­ tes depend ían e ntera men te , a la sazó n , de la benevolencia econó ­
das esas adicionales can tida des de dinero credi ticio o de pa pel mica de los Esta do s Unid os . No p odían sobrevivir si dejaba n éstos
mo neda. de luchar por su respectiv a liber tad , proporcion ándoles armamen­
Supon gamos que aquella entidad mundial incremen ta en de­ tos medi an te el préstamo y arr iendo . El gobierno de los Estados
termi nada suma la cantidad de d inero existente, suma qu e se Un idos, de su parte , no veía en los aludidos acuerdos moneta rios
pone ínt egramente a di sposición de , digamos , Ruritani a . El efecto más que una fórmula hábil para pr oseguir táci ta me nte el citado
fina l de la alud ida actu ación infl acionaria será elevar en todo el sistema de prést amo y arriendo al fina lizar las hostilidades. U.S.A.
mundo los preci os de las merc ancí as y los serv icios. Pero mientras estaba di spu esta a dar y los de más países -especialmente las
el proceso produce, por entero, sus efe ctos , los ciuda da nos de los naciones europeas, casi tod as aú n ocupadas por los ejé rcitos ale­
diferentes pa íses de modo diverso serán afec tados por d ich a actua ­ manes. y los pu e blos nsi áticos-c- a to ma r cuan to se le s ofreciera .
ció n. Los ruri tan os se be nefi ciar án a ntes que nadie del nue vo ma ná . Los probl em as de refe rencia será n advertidos tan p ro nto como la
Dispondrán de más dinero que ant es, mien tra s que el de los demás actitud de los E stado s Un idos ante los problemas fina ncieros y
segui rá siendo el mismo ; podrán. po r tanto , pagar mayores pre­ mercant iles deje de ser tan co nfusa como lo es actualment e y se
cios: ap rop iar énse, co nsecuentemente , los ru ritanos de un a mayor ha ga más reali sta.
ca nt idad de bienes. Los no ruritanos habrán de re string ir su con­ El Fondo Monet ario IIlternacional en modo alguno ha conse­
su mo, ya que no les se rá posible competir con los nuevos p recios gu ido aque llo s ob jetivos que perseguían sus patrocina do res . M u­
impuesto s po r aquéllos . Mientra s se desar rolla el proceso de adap­ cho en verdad se habl a y se d iscu te con motivo de las reu niones
tar los precios a la nue va relaci ón monetari a, los ru ritanos han anua les que el mi smo celeb ra; en ellas, a veces, inclu so , cabe
de d isfru ta r de evi dentes venta jas fre nte a los no ruritanos; y escuchar per tin e ntes observaciones y acertadas cri ticas de la polí­
cua ndo, fina lme nte , el proceso se complete , habrán se enriquec ido tica monetaria hoy segu ida por los go biern os y sus ban cos de
a costa de los de más. emisión . El Fondo sigue , sin emba rgo , operando con dichos bancos
El problema fun damental qu e t ales aventuras ex pa nsionistas y gob iern os, y con sidera que su fin primordial es auxiliar 11 linos
plantear án es el referente a cóm o distribuir, en tre los dife rentes y a otros para qu e pueda n mantener tipos de ca mbio, a todas
pa íses, el correspondie nte d ine ro adici onal. Cada nación, nat ural­ luces a rb it rarios, dada la expansió n monetaria que de continuo
mente, abogará por un sistema de dist ribución que le proporcione practica n . Las normas monetarias que aplica y recomienda son
la mayor cuota pos ible. Los orientales, de escaso desarrollo indus- sustancialme nte aq ue llas a las que , sin éxito , han recurrido siem ­
710 La Acci6n Humana

pre, en casos similares , todos Jos arb itristas monetarios. La errónea CA P IT U LO XV III
política monetaria que hoy por doquier impera sigue adelante sin
preocuparse para nada ni del Pondo Mo ne tario ni de los acuerdos
ado ptados en Brctton W oods.
El gobierno americano ha podid o, hasta ahora, ame los bancos La acción y el transcurso
de emisión y los gobiernos extranjeros, seguir cumpliendo su pro­
mesa de entregar oro al precio de .35 dólares la onza, gracias, del tiempo
fundamentalmente, a las particulares circunstancias políti cas yeco­
nóm icas concurrentes . La actividad «expansioriista» de la adrni­
nistración U.S,A., permanentemente ampliada, intensifica, sin
embargo , día a día , el drenaje <1 que , desde hace afias, es tán
sometidas las reservas de los Estados Unidos, despe rtando graves
inquietudes acerca del futuro del signo mone tario estadoun idense . 1. LA P ER SPE CTIVA EN L A VALORA CIÓN
Atemoriza a los americanos el es pectro de una futura de manda n s LO S P E RÍOnO S T EMPORA L E S
aún mayor, que llegue a agotar las ex istentes reservas , obligando
a variar, en def initiva, la actual política . Distinguen los homb res la época anter ior a la satisfacción
Sin embargo, nadie se atreve en púb lico a denunciar las causas de una necesidad de aquel otro período durante el cual la nece­
verdaderas de esa incrementada demanda de oro . Nadie osa aludir sidad queda satisfecha.
al con tinuado défi cit presupuestario ni a la permanente expansión La acción aspira siempre a suprimir futuro malestar; tal
crediticia. Los publicistas prefieren qu ejarse de eso que deno­ futuro, sin embargo, puede referirse al instante inmediatamen­
minan «insuficiente liquidez» y «escasez de reservas». Desean te subsiguiente. Entre el momento en que la acción se inicia
ampliar la liquidez para así poder (crear» supletorias «reservas». y el ot ro en que se alcanza el fin deseado hay un cierto lapso
Pretende n, en resumen, curar los males de la inflación provocando de tiempo que viene a ser como el período de maduración; la
nuevas y más amplias inflaciones . semilla sembrada por la acción, finalmente, fructifica. La agri­
Conv iene advertir que es precisamente la política del go bier­ cultura nos brin da, en este sentido, claros ejemplos. Entre el
no americano y del Banco de Inglaterra , fijando e n treinta y cinco laboreo de la tierra y la madurez del frut o transcurre un consi­
dólares el valor monetario de la onza de oro, el {mico factor que derable lapso tempora l. El mejoramient o de la calidad del vino,
aún coarta a las naciones occiden tales a provocar inflaciones sin a lo largo del tiempo, refleja igualmente las ideas expuestas.
límite . Carece de influjo directo sobre tal tendencia el que I<lS Hay casos, sin embargo, en los que ese período de maduración
«reservas» de los distintos países sean mayores o menores. Los es tan corto que cabe decir que el fruto se obtiene instant ánea­
planes arbitrados al objeto de crear « nuevas reservas» , por tanto , mente.
para nada pueden afectar a la relación del dólar con el oro . La En tanto la acción se sirve del trabajo, el humano actual' ha
filosofía hoy predominante tiene , sin embargo, su indirecta in­ de tomar en cuen ta el tiempo exigido por la actividad laboral,
fluencia, pues confunde a las gentes, escamoteando la verdade ra el tiempo consumido por el Iaborador. La ejecución de toda obra
causa del problema, es decir, la inflación . Ello permite a los gobe r­ invariablemente reclama un cierto lapso temporal. En algunos
nantes seguir recurriendo a la teoría tiempo ha desacredit ada de casos, como decíamos, tal lapso temporal es tan breve; que
la desfavorable balanza de pagos, para explicar todos los males puede decirse que la correspon diente faena no exige tiempo
monetarios. alguno.
712 La Acción Humana La acción JI el transcurso del tiempo 713

Sólo en raras ocasiones, sin embargo, basta una simple, indi­ cosa especifica que aprovech ar las mismas a lo largo de un
visible y única actuación para conseguir el objetivo deseado. Por período de n días, disponiendo sólo de una de ellas cada jor­
Jo general, e! actor ha de dar más de un paso hasta alcanzar la nada .
meta ambic ionada . Va, gradua lmente , acercándose a la misma. Conviene not ar que el período de producción, así como el de
Cada u no de tales sucesivos pasos, agregados a los ya anterior­ duración de la utilidad, constituyen categorías de la acción hu­
mente dados, vuelva a plan tear al interes ado la disyuntiva en tre mana y no meros conceptos elaborados por filósofos, economis­
si le conviene o no seguir marchand o hacia aquel objet ivo que tas o historiadores a modo de instrum en tos mentales para in­
en su día se señalara . El fin perseguid o , muchas veces, h ál lase terpretar mejor los acontecimientos. Son consideraciones, en
tan alejado que sólo una dedicación invaria ble permite su con­ efecto, qu e forzosa mente acompaña n a cualquier razona miento
secución . Un persevera nte actuar , inmut ablemen te or ientado ha­ que pre ceda u oriente el act uar de! homb re . Conviene resalt ar
cia e! objetivo deseado , es prec iso adoptar para alcanzar tales tal realidad por cuanto Bohrn-Bawerk , a quien la economía debe
metas . A la total inversión temporal requerida , es decir, el el haber descubierto la trascendencia que para el hombre tiene
tiempo exigido por e! correspondiente traba jo m ás el necesa­ el . período de producción, no llegó plenamente a advertir la
rio de madu ración, podemos calificarla de período de produc­ misma.
ción. Ese período de produ cción , unas veces, es dilatado ; otras, E l hombre qu e actúa, cuando conte mpla su propia condi­
en cambio, repet imos , breve. Y puede incluso ser tan corto que ción, jamás procede cual histor iador . Nada le interesa el cómo
quepa, a efectos prácticos, desprecia rlo. fue engendrada la presente situaci ón . Q uiere, exclusivamente,
El bienest ar que la consecución del fin deseado procura há­ saber cuál será el modo mejor de emplear los medios que, hoy,
llase siempre tempor almente limitado. E l fru to cosechado sólo efectivamen te, tiene a su disposición para sup rim ir, en e! mayor
proporciona servicios dur ante un cierto período, período de du­ grado pos ible, su malestar. El pasado no le impo rta. Sabe qu e
ración de la utilidad, E n determinados bienes, la dur ación de la dispone de específico s facto res materiales de producción ; dese n­
utilidad es menor , mientras resulta mayor en otros , a los cua­ tiéndese, sin embargo, de si dichos factores son regalo de la
les comúnmente denominarnos bienes duraderos. Por eso, el natur aleza o, por el contrario, fru to de procesos productivos
hombre, al actuar, ha de pond er ar el período de producci ón ayer pract icados. Aun cuando de lo segundo pueda, a veces,
y también el de duración de la utilidad del producto. Al exa­ percatarse, ninguna trascend encia encierra para él el saber qu é
minar los inconvenientes de un determinado proyecto , ha de cuantía de factores naturales, es decir , de trabajo y de factore s
sopesar no sólo la cant idad de trabajo y de fac tore s mate riales materia les or iginarios, fue preciso invertir para su obtención .
a inver tir , sino además la magnitud del correspondien te pcr ío­ Valora los med ios dispon ibles en razón exclus ivamente a los
do de producción . Y, al analizar las ven tajas del mismo, hab rá servicios que entie nde los mismos podrá n mañana proporcio­
de considerar la duración de la ut ilidad del producto en cues­ narle. E l período de producción y la perd urab ilidad de la utili­
tión. Cuanto más duradero sea un bien , mayor es , desde luego, dad son categorías qu e pondera al proyectar la futura produc­
la cantidad de servicios qu e puede proporcionar. No cabi éndo le , ción ; en modo alguno meros conceptos a emplear en teo r ética
sin embargo, disfrutar tales servicios conjun tamente en un ret rospección o inve stigación histórica. T ales categorías tienen
mismo momento, result ándole po r el contrario obligado gozar­ trascendencia por cuanto el actor ha de optar en tre emplear
los uni tariamente, en ocasiones suces ivas, cobra el factor tem­ períodos de producción más largos o períodos de producción
poral, como más adelante veremos , especial trascende ncia, al más cortos, así como entre fab ricar bienes de mayor o de menor
atribu irse singu lar valoración a los servicios de referenci a. No perdu rabilidad .
es lo mismo disfrut ar en cier to instante de n unid ades de una La acción no se interesa po r el futuro en general , sino siern­

~
714 La Acción H amena La acción y el transcurso del tiempo 715

pre por una defintiva y limitada porción del mismo. Ese frag­ actuación. Comoquiera que el homb re, al actuar, prefiere siem­
mento a que nos referimos limita, por un lado, con el instante pre aquellos procesos que, en igualdad de circunstancias, per­
aquel en que la acción se inicia; cuál será el otro límite ternpo­ miten disponer de los bienes deseados en el más corto espacio
ral, depende de la decisión y elección adoptada por el actor. de tiempo posible " esas ulter iores actuaciones que después son
Porque hay quien es sólo se preocupan por el instante subsi­ puestas en marcha forzosamente han de ser de aqu éllas que pre­
guient e. Pero también hay quiene s extienden su solícito desvelo cisan consumir más tiempo. Las gen tes, desde luego, adopt an los
hasta abarcar épocas más allá de la propia existencia terrenal. aludidos procesos que exigen mayor inversión temporal porque
Ese período futuro que -en cierto modo y grado-s- el actor, valoran la correspo ndiente satisfacción en más que el inconve­
mediant e específica actuación, pretende abastecer podemos de­ niente que implica el tener que esperar para obtener dicho fruto.
nominarlo período aprovisionado . Al igual que el hombre, al Bohm-Bawerk habla ba de la superior productividad de los me­
actuar, opta entre atender en ciert a época futura unas y no otras dios indirectos de producción troundabous ways 01 production )
necesidades, también decide ent re atender más pront o o más que exigen un mayor consumo de tiempo. Más exacto sería
tarde específicas apetencias propias. Toda elección implica ele­ destacar simplemente la mayor productividad material de aque­
gir ent re aprovi sionar dispares períod os. El hombre implícita ­ llos procesos productivos que exigen más tiempo. Porque esa
mente se pronuncia sobre cuál período aprovisiona al resolver mayor productividad de los aludidos procesos no consiste siem­
cómo emplear los diversos medios disponibl es. En la economía pre en que, a su amparo, se obtenga - con una misma inversión
de mercado, la demanda de los consumidores predetermina la de factores de produ cción- super ior cantidad de prod uctos.
magnitud del período aprovisionado. Tal incrementada productividad más frecuente mente estriba en
Cabe dilatar el período aprovisionado de dist intos modos : que los repetidos procesos permiten lograr bienes que no podían
conseguirse en periodos de prod ucción más cor tos. Los proce­
1. Acumulando mayores provisiones de bienes destina­ sos de referencia, en tales casos, no cabe calificarlos de pro­
dos al futuro consumo. cesos indirectos. Constit uyen, por el contra rio,precisamente
2. Produciendo bienes más duraderos. la vía más cort a y rápida hacia la meta deseada. Para incremen­
3. Con bienes que exijan un período de producción más tar las capturas pesqueras, no tenemos más remedio que aban­
dilatado. donar la caña y recurr ir al uso de redes y embarcaciones. Para
prod ucir aspirina , no hay ningún otro sistema ni mejor.. ni más
4. Empleando métodos de producción que exijan inver­
corto, ni más barato que el adop tado por los laboratorios far­
tir más tiempo en la obtención de unos bienes que igualmente
cabía haber prod ucido en un lapso de tiempo más corto. macéuticos. Dejando a un lado el error o la posible ignorancia,
es indud able que el método efectivamente seguido es siempre
Los dos pr imeros sistemas no exigen mayor coment ario. El el más ráp ido y el de mayor productividad. Porqu e si tales sis­
tercero y el cuarto, en cambio, merecen examen más de tenido. temas no fueran comúnmente estimados como los más apropia­
En el mundo de la vida y de la acción humana es induda­ dos, es decir, como los que mejor permiten alcanzar el fin de­
ble que los procesos de produción más cortos, es decir, aqué­ seado, evidentemente , no serían adoptados por las gentes.
Ilos cuyo período de p roducción es más breve, no bastan por Ampliamos, desde luego, el período aprovisionado al acu­
sí solos para suprimir, en lo posible, todo el malestar . Aunque mular mayores provisiones de bienes de consumo . 10 mis­
fabriqu emos cuant os bienes los aludid os procesos de mayor bre­ mo hacemos cuando producimos bienes cuya durabilidad es
vedad puedan engend rar, subsisten necesidades todavía insa­
1 En las páginas siguie ntes veremos por qué proceden así los humanos.
tisfechas, de tal suert e que pervive el incentivo a una ulte rior
716 La Acción Humana La acción y el t ranscurso ele! tiem po 7 17

proporcionalmen te mayor que la cuantía de los supletorios decíamos qu e e! hombre distin gue entre la época anter ior a la
factores de producción que , en tal caso, es preciso invertir '. satisfacción de la necesidad y e! período duran te e! cual la ne­
Pero, si pret endemos alcanzar met as temporalmen te aú n más le­ cesidad hállase satisfecha . Si es cierto qu e e! elemen to tempo­
janas, resu lta obl igado alargar el período de producci ón . El ob­ ral tiene trascendencia en la vida de! homb re, no hay duda algu­
jeti vo no puede ser conq uistado empleando neríodos de prod uc­ na de que jamás pod rá éste valorar igualmen te perlados de sa­
ción más breves. tisfacción más próxi mos y más alejados aunque sean de igual
El dejar de consumir hoy impl ica preferir la satisfacción que duración . Identidad valora riva , en este caso, implicaría que
el futuro consumo nos proporcionará a la satisfacción corres ­ no les importaba a las gen tes alcanzar el frut o apetecido m ás
pondiente al inmed iato consumo . El optar por un período de pronto o más tarde. Deja ría entonces de inter veni r en el pr o­
produ cción más largo implica que el actor valora en más el ceso e! factor temporal.
fru to de aquel pr oceso, que sólo ulte rio rmente se completará, El que los bienes de mayor durabilidad sean más estimado s
que e! proporcionado por otro método que consuma meno r que aque llos otros cuya durabilidad es menor no imp lica po r si
tiempo . En tales del iberaciones y en las subsiguientes eleccio­ solo ponderar circunstancias temporales. La techu mbre que
nes, e! perí odo de producción se nos pre senta corno un período pro tege e! edifici o contra las inclemenci as de! t iempo durante
de espera. La gran cont ribución de J evons y Bohrn -Bawerk con­ diez años tiene mayor valor que la que sólo rinde el mismo
sistió en evidenciar la tra scendencia de tal período de espera . servicio durante cinco años . La cuantía de! servicio prestado es
Si el hombre , al actuar, no valorara la magn itud del período diferen te en uno y otro caso. El problema que , en cambio,
de espera , jamás dcsdcñarín meta alguna simplemente por estar nos interesa abo rdar es el referente a si el actor, al optar, con­
demasiado alejada en e! orden temporal. Ante la alterna tiva de cede el mismo valor a un bien determinado cuando pueda
optar entre do s sistemas dc producción que, con una misma disfrutarlo en seguida o cuando , pOI' el cont rario, vese cons tre­
inversión, proporcionaran resultados dist into s, inclínariasc siem­ ñido a demorar su d isfru te.
pre por aqué l que produ jera una cantidad mayor o u na calidad
mejor, aunq ue ello exigiera alargar el período de pr oducción.
Se est imaría interesante cualquier incremento de la inversión 2. L A PREFE RENCIA TE MPORAL, CON DIC IÓN TÍ PICA
siemp re y cuando representara un aum ento más qu e proporcio­ DE L ACTUAR

nal en la durabi lidad del bien de referencia. Pero precisamen te


por cuanto las gentes, según vemo s, jamás proceden así, resulta Resolvemos la consignada interrogante diciendo que el hom­
eviden te que no tienen , para el hombre , el mismo valor períodos bre no valora los di ferentes períodos de sat isfacción exclusiva­
men te por su respectiva magnitud . Cuando, para suprimir fu­
igualmente dilatados de satisfacción, pero diferentemen te ale­
turo malestar, e! interesado opta, su elección viene condicio­
jados del momento en qu e el actor torna su decisión. En igual­
nada por las categoría s del más pronto y de! más tarde. No con­
dad de circunsta ncias, el sati sfacer más pronto una necesid ad templamos e! tiempo como homogénea sustancia cuya mayor o
se p refiere a satisfacerla más tard e ; e! esperar es un costo . menor longitu d constit uya e! solo facto r tra scedente. No es el
Lo consignado hall ábase ya implícitamente proclamado en tiempo simplemente un más o un menos dim ensional. Consti­
aquel aserto consignado al comenazr el capí tulo , a cuyo tenor tuye, por el contrario, irreversible fluir , cada un a de cuyas por­
2 Si esa mayor durabilidad no fuera al menos propor ciona l a la supletoria in­
ciones es de dispar condición según se halle más cerca o más
versión, resultaría rr uis ventajoso incrementar el número de unidad es producidas. lejos del momento aquel en qu e se efectúa la valoración y se
aunque éstas fueran de menor durabilidad. ado pta la decisión . El hombr e, invariadas las restantes circun s­
718 La Acción Humana LA acción y el transcurso del tiempo 719

tancias, prefiere satisfacer sus necesidades lo más pronto posi­ jades períodos por cuanto somos los afortunados herederos de
ble. Los bienes presentes tienen para él mayor valor que los un ayer que, poco a poco, fue ampliando los períodos aprovi­
bienes fut uros. sionados, legándonos los medios necesarios para poder dilatar
La preferencia temporal constituye requisito categórico de el período de espera. Al actuar nos interesamos por períodos
la acción human a. Ningún tipo de actuación cabe imaginar en la cada vez más largos, confiando podremos atender nuestras neceo
cual la satisfacción más próxima no sea preferida - invariadas sidades durante todo el correspondiente período de producción.
las restantes circunstancias- a la satisfacción más lejana. El Contamo s con ininterrumpido suministro de bienes de consu­
propio acto de atende r ' un deseo implica que tal present e gra­ mo; disponemos no sólo de acopiadas mercancías dispu estas para
tificación prefi érese a la ulterior satisfacción. Q uien hoy con­ el consumo, sino además de factores de producción con los
sume cierto bien (no perecedero), en vez de posponer tal con­ cuales nuestro incansable esfuer zo continuamente engendra nue­
sumo hasta un posterior e indefinido moment o, proclama bien vos biene s de consumo. Asegura el observador superficial que
alto que valora en más la satisfacción present e que la futura. Si el homb re, por disponer de esa creciente «renta », moderna­
el in teresado no prefiri era la satisfacción temporalment e más mente no valora ya de modo dispar los bienes presente s y los
cercana a la más lejana, jamás llegaría a consumir, dejando pe­ futuros. Sincron izamos las satisfacciones --<lieen algunos- de
rennem ente insatisfechas sus necesidades. No haría más que acu­ tal suerte que el element o temporal queda privado de trascen­
mular bienes que luego nunca llegaría a consumir ni a disfrutar. dencia. Carece, por tant o, de sentido --{;onc1úyese- aludir a la
No consumiría hoy, desde luego, pero tampoco consumiría ma­ preferencia temporal en este nuest ro mundo actual.
ñana, ya que ese mañana volvería a enfrentarle con la posibilidad El error básico en que esta tan extendida opinión incide pro­
de aplazar una vez más el disfrute. viene, como tantos otros erro res, de una torpe interpretación
La preferenci a temporal condiciona no sólo el pr imer paso, de la imaginaria construcción de una economía en giro unifor­
sino también toda ult erior aproximación hacia la satisfacción de me. Dentro de la aludida imaginaria construcción no existe el
necesidades. En cuanto queda atend ida aquella necesidad a, que cambio; los acontecimientos se suceden invariablemente los
en nuestra escala valorativa es la de mayor trasce ndencia, unos a los otros. No cabe, por tanto, en la economía de giro
obligado resulta optar entre atender la necesidad b, que es de uniforme variar la distribución de los distintos bienes atendien­
segunda categoría, o la necesidad e, que - en ausencia de la do las necesidades de períodos futuros más próximos o menos
preferencia temp oral- sería de primera catego ríu. Si se prefiere remotos . Nadie desea cambiar nada, pues - por definición-la
b a e, la elección evidentemente implica haberse pronun ciado existente distribución es la que mejor permite atender las neo
en torno a la preferencia temporal. La consciente satisfacción cesidades, hallándose todos convencidos de que no hay nin­
de necesidades por fuerza ha de orientarse en el sentido de guna ot ra más satisfacto ria. Persona alguna prefiere adelantar su
preferi r la gratificación más pront o alcanzada a la qu e ser á consumo reduciendo el de un futuro más remoto, o viceversa ,
disfrutada más tarde . por cuanto el modo como ahora tiene distribuidas las cosas place
E! hombre moderno, en la órbita del capitalismo occidental , al sujeto más que cualquier otro imaginable o factible .
opera bajo circunstancias distintas a aquellas bajo las cuales vi­ La praxeológica distinción entre capital y renta es una cate­
vían y actuaban sus primitivos antepasados. Gra cias a la cuida­ goría lógica basada en el diferente valor que tiene el satisfacer
dosa previsión de nuestros mayores, estamos, hoy en día, am­ necesidades en períodos distintos del futuro. Sup ónese, dentro
pliamente abastecidos de productos intermedios (bienes de capi­ de la imaginaria construcción de la economía de giro uniforme,
talo producidos factores de producci ón), así como de bien es de que la renta es en su totalidad - pero ni más ni menos- con­
consumo. Nuestras actividades apuntan a aprovisionar más ale­ sumida , de tal suerte que el capital permanece invariable . Lógra­
720 Lo A cci6n Hum ana La acci6n y el transcurso del tiempo 72 1

se así distribuir equilibr adamente los diferentes bienes entre la meno s valor a poseer hoy cien dólares que a los ciento cuatro
satisfacción de las necesidad es correspondientes a períodos dis­ dólares de qu e dispondrá dentro de un año . Cad a centavo gas­
tintos de! futuro. Cabe describir tal situación diciendo que nadie tado evidencia, precisamente en una economía capita lista cuyas
desea consumir hoy la renta de mañana. Preci samente plant ea­ instituciones permiten inver tir hasta las menores sumas, que la
mos la imaginaria construcción de la economía de giro unifor­ satisfacción presente vale más que la satisfacción fut ura.
me de tal suerte qu e en ella se cumpla la aludida condición. El teo rema de la pr eferencia temporal debe ser demostrado
Pero, con la misma apodíc tica certeza, pod emos proclam ar qu e por doble vía. En primer lugar , procede examinar e! caso de!
dentro de una economía de giro uniforme nad ie desea disfrutar simple aho rro, bajo cuyo planteamiento resulta qu e las gentes
de bien alguno en canti dad mayor a aquell a que en el momento vense constre ñidas a op tar entre consumir al pr esente una cierta
dispone . En una economía de giro uniform e resultan ciertos los cantidad de bienes o consumir los mismos , pero más tarde. En
anteriores asertos, precisamente porque hállan se imp lícitos en segundo lugar, debe abordarse e! ahorro capitalista, en cuyo
la definici ón de tal imaginaria construcción. Las afirmaciones de supuesto e! inte resado opta ent re e! consumo inmedi ato de una
referencia, en cambio, carecen totalmente de sentido trasladadas cierta cantidad de bienes y el posterior cons umo de un a cantidad
a una economía en la que haya cambi o, siendo esta últi ma e! mayor de los mismos bienes u otros qu e - independie ntemen te
úni co mundo económ ico de ex istencia real y efectiva. Las gen­ de la diferencia temp oral- valen más. La cer teza de! teor ema
tes, en cuanto la econo mía registra cualquier mut ación , vense ha quedado en ambos casos evidenciada. N ingún otro supuesto
constreñidas a optar en tre diferentes modos de satisfacer las es pensable.
necesidades de un as u otras épo cas. Todo nuevo b ien disponibl e Cabe justifi car psicológicamente e! fenómeno de la preferen­
puede ser consumido en el momento o invert ido en fut ur a pro­ cia tempo ral. Tanto la imp aciencia como el malestar que la es­
ducción. Sea dedicado a u no u otro fin , result a evidente que la pera pro voca const ituyen, desde luego, fenómenos psicológicos.
corres pondie nte opción siempre será fruto de sopesar las res­ Devienen compr ensibles al adve rt ir la limi tación temporal de la
pecti vas ventajas qu e se espera deriven de atend er las necesida­ vida hum ana, el nacimien to de la persona, su crecimiento, ma­
des de unas u otras épocas del futu ro . En el mund o de la reali­ durez e inevit able decadencia y muerte. Cada cosa tiene, a lo
dad, nos vemos obligados a elegir entre sat isfacer necesidades la rgo de la vida del hombr e, su momento opo rtuno y también
de unos u otros períodos temporales. H ay quienes con sumen su demasiado pronto y su dem asiado tarde. Pero ninguna rela­
cuanto ganan ; otros, qu e inclu so consumen el capital otro ra ción guarda el problema p raxeológico con estas cues tiones psi­
acumulado ; sin que falten personas qu e ahorran parte de sus cológicas. No se trata simplemente de comprender; es preciso,
rentas aumentando la cifra del prop io capital. además, concebir. Forzoso, en este último sentido, resulta ad­
Aqu ellos qu e duda n de la univ ersal vigencia de la prefe­ vert ir que quien no prefiriera la satisfacción más próxima a la
rencia temporal jamás pueden explicar por qué la persona que más remota , jamás llegaría a consumir ni a disfru tar.
dispone de cien dólar es no los invierte , siendo así que tal suma, E! problema praxeo l ógico, por otra part e, tampoco debe ser
dentro de un año, se transformará en ciento cuat ro dólares. Es confun dido con el fisiológico . Quien qui era sobreviv ir habrá,
evidente que e! int eresado , cuan do con sume la cant idad de refe­ ante todo, de preocuparse de conservar la vida en el momen to
rencia, guíase por un juicio valorativo a cuyo tenor prefiere cien pre sente. De ahí que el mantener la vida y el dejar cub ierta s las
dóla res hoy qu e ciento cuat ro dólares dentro de un año . Y, aun actua les necesidades vitales constituyen pr esupuestos insosla­
en el caso de que pre fiera inv ertir los repetidos cien dólare s, ello yables para llegar a satisfacer necesidades futuras . E llo nos hace
no implica que el suje to valore más la satisfacción posterior que ver po r qu é cuando , en el más estricto sentido de la palabra , se
la presente. Ante s al cont rario , de ese modo patentiza que da trata meramente de sobr evivir , el interesado prefiera sati sfacer

"
722 La Accián Humana La acción )' el transcurso del tiempo 723

las necesidades más inmediatas ante s que aquellas otras que contrario, e! acopio ha de permitir satisfacer, durante e! período
sólo más tarde han de presentarse. Ahora bien , lo que intere sa de espera, todas aquellas necesidades cuya satisfacción más inte­
es la acción como tal, no las motivaciones que la provocan. Por resante resulte que los beneficios que una dilatación aún mayor
la misma razón que la economía no se ocupa de las causas que de! período de producción proporcionaría . Si la cuantía de! repe­
inducen al bombre a ingerir albúmina, hidrato s de carbono o tido acopio es inferior a la aludida, resultará más ventajoso redu­
grasas, debemos desentendernos de por qué las necesidades vi­ cir el período de producción; aquella mayor cantidad o mejor ca­
tales son imperativas, no admitiendo su satisfacción demora lidad de los productos disponibl es, obtenida gracias a la amplia­
alguna. Percatémonos tan sólo de que e! consumir y e! disfrutar ción de! período de producción, no compensa las restricciones
implican invariablemente preferir la satisfaccción presen te a la impuestas por tan dilatado período de espera. No depende de
ulterior. El conocimiento que tal percepción nos proporci ona circunstancias fisiológicas ni de ninguna otra realidad ponde­
es muy superior a cuantas explicaciones de índole fisiológica rable con arreglo a métodos técnicos o fisiológicos e! que se
puedan brindársenos. Asistidos de tal discernimiento, hallámo­ estimen suficiente s o insuficientes las correspondien tes disponi­
nos en situación de comprender , no sólo por qué atendemos bilidades. El hablar, en sent ido metafórico, de «cubrir» (ove>'­
aquellas necesidades correspondientes al mero afán de sobre­ bridge) posiblemente induzca al error, pues sugiere la idea de
vivir, sino también las de cualquier ot ro género. superar un vacío, de tender un puente, cuya obra sí plantea al
Convenía llamar la atención sobre 10 anterio r, pues la expre­ supuesto constructor concreto y objetivo problema . Son las gen­
sión utilizada por Bohn-Bawerk , cuando habla de <da acumula­ tes quienes ponderan las correspondientes existencias, depen­
ción de subsistencias destinad as a nuestro sustento», puede fá­ diendo de sus subjetivos juicios de valor e! que las consideren
cilmente inducir al error. Tales subsistencias, entre otros come­ suficientes o insuficientes .
tidos, tienen, desde luego, e! de satisfacer nuestras más elemen­ Aun dentro de un mundo imaginario, en el cual la naturaleza
tales necesidades vitales, permitiéndonos sobrevivir. Pero es proporcionará a todos libremente 10 necesario para la supervi­
que, fuera de eso, han de ser lo suficientemente amplias como vencia biológica (en el más estricto sentido de la palabra ), donde
para atender , durante e! correspondiente período de espera, to­ no escaseara la alimentación, donde la acción humana no hubiera
dos aquellos otros deseos y apetitos estimados de mayor tras­ de preocupar se por cubrir las necesidades más elementales, per­
cendencia que los, en sentido material, más abundan tes frutos viviría la preferencia temporal que continua ría gobernando la
engendrados por esos procesos productivos que exigen superior actuación de! hombre 4.
inversión temporal.
Aseguraba Bóhm-Bawerk que sólo es posible una amplia­
ción del período de producción si «se dispone de bienes actua­
les en cantidad suficiente para cubrir ese ampliado período com­
prendido entre la iniciación del trabajo y la recolección del
correspondi ente frut o» 3. Conviene, en este terreno, prestemos
atención a la consignada expresión «cantidad suficiente». No 4 La preferencia temporal en modo alguno constituye fenómeno exclusivamente
quiere en modo alguno, mediante tal locución, decirse que la humano; es, más bien, circunstancia típica del proceder de todos los seres vivientes.
aludida cantidad baste para e! mero mantenimiento . Antes al LA diferencia estriba en que, para el hombre, la preferencia temporal no resulta
Inexorable, ni meramente instinti vo el alargamiento del período de provisión, como
J Vid. BOHM-B AWERK, Klein ere Abbandlungen über Kapitol und Zins , vol H , sucede con aquellos animales que acumulan alimentos. Para el hombre, las co­
en Ge sammelte Schrif ten, editado por F. X. Wiess (Viena, .1926) , pág. 169. rrespondientes decisiones implican previo proceso valoratorio.
724 La Aeci6n Humana La acci án y el transcurso del tiem po 725

OBSERVACIONES EN TO RNO A LA EVO LUCION a su idoneidad para satisfacer futuras necesidades . El «tiempo
DE LA TEORIA DE LA PREF ERENCIA T EMPORAL medio de producció n» no es más que vacía expresión. La acción
viene regulada por el hecho de que, .1 optar entre las diversa s
Parecería lógico que, liquid ándose e! interés con arr eglo a for mas de suprimir el futuro malestar, resulta obligado tener pre­
períodos temporales, de inmedi aro hubi eran ad vertido aquellos sente la mayor o menor duración del periodo de espera en cada
estudiosos que pre tendí an art icula r la teoría del interés el pape! supuesto.
que en esta ma teria juega el factor tiempo. Los eco nomistas clá­ Por eso s dos apun tados defectos, Bohm-Bawerk, al es tructurar
sicos , por razón de su defectuosa doctrina del valor y de sus su doctrina, no logró librarse de! todo de los errores de las teorías
erróneas ideas acerca de los costos, no podían per catarse de la de la productividad , cuya improcedencia él mismo, sil'. emb argo,
trascendencia del aludido factor tiempo , tan brillant emente había evidenciado al escribir la historia crítica
La cienci a económica debe la teoría de la prefe rencia temo de las doctrinas del capit al y e! interés.
por al a William Stanley j evons, siendo [a misma despu és funda­ N o es que , con lo anterior, preténd ase , en modo alguno, dis­
mentalment e desa rrollada por Eugen von Bóhm-Bawerk. Bohm­ minuir los imperecede ros méritos de la obra de Bohm-Bawerk.
Bawerk fue e! primero en plantea r correc tamente e! problema que Formuló las bases que permitieron a subs iguientes econ omistas
interesaba, el primero en desenmascarar los errores de las teorías - entre los cuales, como más dest acados, cabe ci tar a Knut Wkk­
de la producti vidad y en resaltar la tra scendencia del período de sell, Frank Albert Fct rer e Irving Fisher- llegar al perfecciona.
producción. No logró salvar, sin embargo, todos los obstáculos mient o de la teoría de la preferenci a temporal.
con que tropieza el investigador al tratar del interés. Su demos­ Suele expo nerse la teoría de la preferencia temporal diciendo
tración de la validez universal de la preferencia temporal resul­ q ue el hombre valora en más el bien presente que e! futuro. Ante
taba imperfecta por basarla en consideraciones psicológicas. La tal expresió n, sin embargo , hubo economistas a quienes desorien­
psicología, en efecto, de nada sirve cuando se trata de determinar raron supues tos en que el empleo actual de una cosa vale menos
la exactitud de teoremas praxeol égicos. Podrá, desde luego , deci r­ que su uso posterior. El problema que esta s aparentes excepciones
nos que , en determ inadas o, incluso, en muchas ocasiones , i~ flu ­ suscita se debe tan só lo a una errónea formulación del tema.
yen especificas consideraciones personales , Lo que jamás, sin em­ Ex isten goces que no pueden ser simultáneamente disfrutados .
bargo , la psico log ía podrá demostrarnos es que un ciertu elemen to No es posible , al mismo tiempo , escuchar las óperas Carm en y
categó rico preside toda acción human a, el cual, sin exce pción al­ Hamlet. Al adquirir la co rrespondiente en trada, forzoso es deci­
gun a, lia de condicionar cualquier supues to de acción 5. dirse entre la una y la otra . El interesado ve se igualmente cons­
El segundo defecto del razonami en to de Bohm-Bawerk estriba treñi do a op tar, aun cuando reciba regaladas las oport unas invita­
en e! erróneo concepto qu e tenía de! pe ríodo de produ cción . No ciones, si es que se trata de la misma sesión, Tal vez ante la
logró, por desgracia, advertir plen amente que e! período de pro­ ent rada que rechace piense: «No me intere sa en es te mome nto »
ducción constituye categoría p raxeológ ica, de suerte que , si infl u­ o «Si sólo pudiera disponer de ella más tard e ... » 6. Ahora bien.
ye en el actuar, el hombre o pta siempre entre períodos
es porque ello no sig nifica que el actor valore los biene s fut uros en más
de produ cción más largos o más cortos. Hoy para nada cuenta el qu e los presentes. Porque la opeión no se plantea entre bienes fu­
tiempo ayer inve rtido en la producción de los existentes bienes turos y bien es presentes. Se trata simplemente de decidir ent re
de capital. Dichos bienes son valo rados exclusivamente en razón dos placere s que no pueden ser al tiempo disfrutados. Tal es e!
dilema que toda elección plantea. D adas las circunstancias co n­
, Un detallado análisis crítico de este aspecto del pensamiento de Bohm­
Bawerk puede hallarse en MISES, Nat íonalokonomíe, pégs. 439·448. I Vid. F. A. F ETTER, Economíc Principies (Nueva York, 1923', T, pág. 239. .~
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726 La Aeci6n Humana La acci án y el transcurso del ti empo 727

cur ren tes, tal vez, en este momento, prefiera Hamlet a Carmen . de los existentes bienes de consumo con miras a disfrutarlos
Sin embargo, las mudadas circunstancias que un cierto futuro más tarde. Tal pospo sición de! con sumo permite a la acció n
puede presentar posiblemente induciríanle a adoptar contraria humana ap un tar hacia objetivos temporalmente más lejanos.
decisión. Cabe, en tonces, perseguir fine s a los cuales antes no se podía
La segunda aparente excepción nos la brindan los bienes pere­ aspirar, por cuanto su consecució n exigía ampliar el correspon­
cederos . Abundan éstos, a veces, en ciertas épocas del año , esca­ diente período de producción . Es posib le, ahora , aplicar siste­
seando en otras. La diferencia, sin embargo. que ex iste entre el mas cuya product ivid ad por unidad de inversión resulta mayor
hielo en invierno y el hielo en verano nada tiene que ver con que la de otros métodos cuyo período de pro ducción resulta más
la distinción entre bienes futuros y bienes presentes. La diferencia breve. El ahorro, o sea , la existencia de un excede n te entre 10
entre uno y o tro tipo de hielo es la misma que se plantea entre un producido y lo con sumido , co ns tituye condición sine qua non
bien que , aun en el caso de no ser consumido . pierde su especí fica para cualquier dilataci ón del períod o de p rod ucción . Ahorrar
utilidad y otru bien que exige diferente método de producción. -upone el primer insoslayable paso por el camino qu e conduce
El hielo invernal sólo puede ser empleado en el estío si previa­ hacia tod o bienestar mat erial y al mismo , inel udiblemente , hay
mente ha sido sometido a especial proceso de conservación. Con que recur rir para cualquier ult erior progreso.
respecto al hielo estival, el invernal, aun en el mejor de los casos, El hombre pospond ría el co nsum o y acumu laría reservas de
no pasa de ser uno de los complementarios factores necesarios bienes de consu mo destinados a fu tu ra utilizaci ón, aun cuando a
para producirlo. No cabe incrementar la cantidad de hielo dispo­ ello no le impulsa ra la superior idad técnica d e los sistemas p ro­
nible en verano simplemente restringiendo el consumo durante el ductivos de más d ilatado perí odo de p roducci ón. La superior
invierno . Estamos, en realidad, ante dos mercancías totalmente productivid ad de esos métodos que exige n u na mayor inversi ón
distintas. tempo ral refuerza not abl emente la tendencia al ahorro. El sa­
Tampoco el caso del avaro viene a contradecir la universal crificio que imp lica restringir e! consumo en el inmed iat o fu­
validez de la preferencia temporal. El avaro, al gastar una mísera turo no queda compe nsado tan sólo por e! ulterior d isfrute de
parte de sus disponibilidades para seguir malviviendo , igualmente los bien es ahorrados, pues, gracias a tal restricción , podremos,
prefiere disfrutar cierta satisfacción en el inmediato futuro a disfru­ ade más, mañana . gozar o de un más amplio suministro de esos
tarla en un futuro más lejano. El caso extremo, en que el avaro mismos bienes o d ispon er de o tros q ue, sin ese transitorio sa­
se niega a sí mismo hasta el mínimo alimenticio indispensable. crificio, no h ubi ér amo s podido tener. Si e! hombre, inva riadas
implica patológica desaparición del impulso vital, como sucede las res tant es circ un st ancia s, no pr efiriera, sin excepción, consu­
con el sujeto que deja de comer por miedo a los microbios, que mir más pronto a consumir más tard e, ahorra ría perpetuamente,
prefiere suicidarse antes de afrontar determinado peligro o que no sin llegar nunca al efec tivo consu mo . E l fenómeno de la prefe­
duerme por el temor a los imprecisos riesgos que durante el sueño rencia temporal es precisamente lo qu e restringe e! ahorro y la
pueda correr. inversión.
Las gentes , en cuanto desean iniciar procesos productivos
de más dilat ado pe ríod o de producción, forzosamente han de
3. Lo s BIENE S DE CAPITAL comenzar po r acumular, mediante el ahorro , los bienes de con­
sumo precisos para sa tisfacer , durante el período de espera, to­
Tan pron to quedan atendidas aq uellas actuales necesid ades das aq uellas necesidades consideradas de trascedencia mayor que
cuya satisfa cción se considera de valor superior a cua lqu ier aco­ el incremento de bienestar que confían derivar de ese proceso
pio para el futuro, las gentes comienzan a aho rrar u na parte cuya mecánica exige supe rior consumo de tiempo. La .acumula­

.....
728 La A cción Hu mana La acción y el transcurso del tiempo 729

Clan del capital se inicia al almacenar bienes de consumo des­ Porque la producción en la economía de mercado es un
tinados a ulterior empleo. Cuando tales excedentes simplemente continuo e inint errumpido queh acer subdividido en inmensa
se acumulan, guardándose para posterior consumo, constituyen variedad de parciales procesos. I nnumerables operaciones, con
tan sólo meras riquezas o, más exactamente, reservas para épo­ distintos períodos de producción, hállanse, al tiempo, en mar­
cas de carestía o situaciones de emergencia. Son bienes que que­ cha. Compleménta nse las unas y las otras, compi tiendo perma­
dan fuera del mundo de la producción. Intégranse -en sentido nentemente entre sí por los siempre escasos factores de produc­
económico, no en sentido físico- en la actividad productiva ción. Sin int errupción, o nuevos capitales se están formando
sólo cuando son aprovechados por los trabajadores dedicados a o los anteriormente acumulados desaparecen por razón de su
esos procesos que exigen un mayor lapso temporal. Así gastados , consumo . Las funciones productivas se distribuyen entre múlti­
físicamente, son riquezas consumidas . Desde un pu nto de vista ples e indiv idualizadas indu strias, explotaciones agrícolas, ta­
económico, sin embargo, no puede decirse hayan desaparecido. lleres y empresas, int eresándose cada una de éstas tan sólo por
Se han transform ado, primero, en los productos intermedios del limitados objetivo s. Los pro ductos intermedios o bienes de ca­
pro ceso que exige un período productivo más dilatado y, luego, pital, los producidos factores de ulteriores producciones, pasan
en los bienes de consumo, frut o final del proceso en cuestión. sucesivament e de unas manos a otras; van de factoría en factoría
Tod as estas actividades y operaciones vienen intelectual­ hasta que, por último, como bienes de consumo, llegan a poder
mente reguladas por los datos que brinda la contabilidad de ca­ de quienes efectivamente los consumen y d isfrutan . El proceso
pit al en términos monetarios, la m ás perfecta manifestación de! social de producción no se detiene jamás.Innúmeras operaciones
cálculo económico. Sin el auxilio del cálculo monetario, sería bállanse en cada instante a la vez en marcha; unas están más
imposible saber si - con independencia de! tiempo consumi­ cerca, ot ras más alejadas de sus respectivas metas.
do- determinado sistema era de mayor o menor pro ductividad Cuantas actuaciones componen ese ininter rump ido afán de
que otro. Los costos correspond ientes a los diferentes métodos producir riquezas básanse en el ahorro y el tr abajo prepara to­
de producción no pueden ser paran gonados entre sí sin acudir rio practicados por pasadas generaciones. Somos los afortuna­
a expres iones monetarias. La contabilidad de capitales se basa dos herederos de ante pasados cuya actividad ahorr ativa engen­
en los precios de mercado de los bienes de capital con que se dró esos bienes de capital que ahora explotamos. Seres privi­
cuenta para futuras producciones, denomi n éndose capital a la legiados en la era de la electricidad, seguimos, sin embargo,
suma formada por tales precios. En dicha contabilidad queda derivando ventajas del originario ahorro acumulado por primi­
reflejado todo gasto ; todo desembolso efectuado con cargo a tivos pescadores que, al fabricar las primeras redes y embarca­
la aludida suma, así como el precio de cuan tos bienes ingresan, ciones, estaban dedicando parte de su tiempo a laborar para e!
gracias al citado gasto, en el patrimonio de referencia. Indica, aprovisionamiento de un futuro más remoto. Si los sucesores
por último , e! efecto final irrogado al capital originar io por to­ de aquellos legendarios pescadores hubieran dilapidado esos
das esas variaciones, permitiendo conocer, de esta suerte, e! productos intermedios - redes y embarcaciones- sin repo­
éxito o e! fracaso de la operación. Y no sólo informa de ese re­ nerlos con ot ros nuevos, habrían consumido capita l, obligando
sultado final; porque ilustra , igualment e, acerca de! desarrollo a recomenzar el proceso ahorra tivo de acumulación. Somos más
de cada una de las etapas intermedias. Permite formular balan­ ricos que nuestros antepasados porqu e disponemos de los bie­
ces provision ales en cualquier ocasión en que puedan precisarse, nes de capital que ellos produ jeron para nosot ros 7 .
así como cuenta s de pérdidas y ganancias para cada momento o 7 Estas consideraciones evidencian la inanidad de las objeciones formuladas

etapa de! proceso. Es, desde luego, la impr escindible brújula que por Frank H. Knight contra la teoría de la pr eferenci a temporal, en' su artículo
orienta la producción en la economía de mercado. «Capital , Time and thc In terest Rete» , Económica, l , págs. 257·286 .
730 La Acción Humana La acci án y el transcurso del tiempo 73 1

Al empre sario, al hombre que actúa, sólo una cosa le int e­ actúa sin tal auxilio. H állase el prime ro más cerca que el se­
resa: apro vechar de! mejor modo posible los medios de que, gundo de la meta ambicionada.
para atender las futuras necesidades, dispone . Ni interpreta Falso resulta cuanto se dice de la supuesta productividad
ni enjuicia las situaciones con que tropieza. Limítase a ordenar de los biene s de capital. La diferencia entre e! precio de un
los medios de producción y pondera su respectivo valor . Dis­ bien de capit al, por ejemplo, una máquina, y la suma de los
tingue tres clases de factores de produ cción : los materiales precios de los complementarios factore s originarios de produc­
que la naturaleza prop orciona ; el humano, o sea, e! tr abajo ; y ción en la misma invertidos se debe exclusivamente a una cir­
los de capita l, es decir , los factores inte rmedios ayer produci­ cunstancia temp oral. Quien se sirve de la máqui na está más
dos. No se preocupa por e! origen ni la condición de estos últi ­ próximo que qu ien no la util iza del objetivo que la correspon­
mos. No son, para él, más que medios idóneos en orden a in­ diente producción persigue . El períod o de producción del pri­
crementar la productividad de! trabajo. Sin ahondar más en e! mero es más corto que el de su competid or , que parte de la
asunto, at rib úyeles capacidad productiva prop ia. Para nada in­ nada. Al comprar la máqui na, el sujeto adqui ere no sólo los
ter ésale retrotraer esa utilidad que en ellos ve a los factores factores orig inales de producción, necesarios para la construc­
naturales y al trabajo en los mismos otrora invertido. No quiere ción de la misma, sino también ese lapso temporal en que
saber cómo llegaron a ser producidos. Le importa n exclusiva­ queda disminuido su período de producción .
mente en tant o en cuanto pueden contribuir al éxito de su El valo rar el tiempo, es decir , la preferencia temporal, por
empresa. la mayor esti ma que nos merece e! atender más pronto las ne­
El razonar de ese modo puede excusarse en e! hombre de cesidades , constituye una circunstancia típica de la acción huma­
negocios. Consti tuyó, sin embargo, grave error e! que los eco­ na. El valor del tiemp o es ingred iente que entra en toda elec­
nomistas se content aran con tan superficial análisis. Equivoca­ ción y en toda actuación . No hay quien deje de valorar el más
ronse al considerar el «cap í tal» como un factor de producción pronto o más tard e. El elemento tempora l es factor que inter­
más, similar al trabajo y a los recursos que la natura leza brinda . viene en la form ación de los precios de todas las mercancías y
Los bienes de capita l - los factores de ulteriores produ cciones servicios .
ayer producidos- en modo alguno constituyen facto r pro pio
e independient e. Son, por e! contra rio, el frut o engendrado por
4. P ERÍODO DE PR ODUCCt ÓN ,

la pasada conjunción de los dos factores originarios, es decir ,


PE RÍO DO DE ES PERA Y P ERíODO APROVIS IONA DO

los elementos nat urales y el trab ajo. Carecen de capacidad


productiva propia. Si qui siéramos calcular la duración de! período de produc­
Tampoco conviene decir que los bienes de capital son me­ ción correspondi ente a los diversos bienes hoy existentes,
ramente trabajo y factores naturales acumulados, pues , en rea­ habríamos de ret rot raer nuestro análisis a la época en que el
lidad, son tra bajo, factores naturales y tiempo unidos . La dife­ hombre comenzó a explotar los facto res originales de produc- .
rencia que existe entre producir con bienes de capital o sin ción. Así situados, tendríamos que averiguar cuándo, por vez
ellos es puramente de orden temporal. Los factores de capital primera , se invirtieron recursos naturales y trabaj o en pro­
no son más que etapas intermedias en ese camino que se inicia cesos que - aparte de contribuir a la producción de otros
al comenzar la producción y llega a su meta al disponer de los art ículos-e- también , de un modo u otro, coadyuva ron a la pro­
correspondientes bienes de consumo. Q uien produce asistid o ducción del bien actual que nos interesa. La acert ada solución
de biene s de capit al disfruta de venta ja con respecto a quien de la cuestión planteada exigirla resolver previamente el inso­
732 La Acci án Humana La acción y el transcurso del tiem po 733

luble problema de la imputación física. Porque sería preciso micas están relacionadas con la acción humana exclusivamente,
aclarar y cifrar cuantit ativamente la parte que en la obra con­ careciendo de correlación directa con las propiedades físicas de
junta correspondiera a cada uno de los diversos materiales, las cosas. La ciencia económica no trata de mercancías y servi­
herramient as y aportaciones laborales que, directa o indirecta­ cios, sino de humanas acciones y preferencias. El concepto
mente, intervinieron en la producción. Nuestra investigación praxeológico del tiempo no coincide con el de la física o la bio­
nos llevaría al momento en que gentes que, hasta entonces, logía. Alude exclusivamente a ese más pronto o a ese más tarde
habían vivido estricta mente al día, comenzaron la acumulación que efectivamente influye en los juicios de valor de quien actúa.
de capitales. No son meras dificultad es de orden práctico las La distin ción entre bienes de capital y bienes de consumo no
que nos impiden llevar adelante tal histórico an álisis. La im­ implica rígida diferenciaci ón basada en condiciones físicas o
posibilidad de resolver el problema de la imputación física v é­ psicológicas. Depende de la postura adop tada por los interesa­
danos, por en tero , la investigación . dos y de las elecciones que hayan efectuado. Cualquier bien
Pero ni el hombre que actúa ni tampoco el teórico de la puede calificarse, unas veces, de consumo y, otra s, de capital.
ciencia económica tienen interés alguno en saber cuánto tiempo Un conjunt o de alimento s d ispuestos para su inmed iata ut ili­
fue ayer inverti do en la producción de los bienes hoy existen. zación babr á de ser considerado como capital por el individuo
tes. De nada, por otra par te, les servirían dichos datos aunque que va a emplearlo en su propio sustento y en el de sus ope­
pudieran conocerlos. El problema con que el hombre, al actuar, rarios dura nte un cierto período de producción y espera .
se enfrenta consiste en averiguar cómo puede aprovechar me­ La puesta en marcha de procesos con un m ás dilatado pe­
jor los bienes, en la actualidad, efectivamente d isponibles. ríodo de producción y, por tanto, superior período de espera ,
Toma sus decisiones con miras a emplear cada una de las par­ exige incrementar la cantidad de bienes de capital disponible.
tes integrantes de ese fondo en forma tal que sea atendida la Si pre tendemos alcanzar objetivos temporalment e más distan­
más urgente de las necesidades todavía no cubiertas. Para al­ tes, por fuer za habremos de acogernos a períodos de produc­
canzar tal fin, precisa conocer la duración del período de espe­ ción más dilatados; pues no resulta posible alcanzar los fines
ra que implica la consecución de los diversos objetivos entre deseados en menores períodos de producción. Y, en cuanto nos
los cuales ha de optar. Ningún interés encierra para él, como propon gamos apelar a sistemas de mayor pro ductividad por
ya anteriormente se dijo y conviene ahora repeti r, la historia unidad de inversión , no tend remos más remedio que ampliar
de los diversos bienes de capital disponibles. El hombre que los correspondient es períodos de producción. Pue s los métodos
actúa, invariablemente, calcula el período de espera y el perío­ de más reducida productividad fueron ya aplicados, puramente ,
do de producción a partir del hoy en adelante. Po r lo mismo porq ue su período de prod ucción resultaba menor . Lo anter ior,
que a nada conduciría saber cuánto traba jo y qué cantidad de sin embargo , no quiere decir que toda ut ilización de los nuevos.
factores materiales de prod ucción se invirtió en la producción bienes de capital acumulados, gracias al adicional aborro abora
de los bienes actualmente disponibles, ninguna falta hace ave­ disponible, ba de implicar la puesta en marcba de procesos con
riguar el tiempo consumido en la producción de los mismos. período de producción -contado desde el día de hoy hasta la
Las cosas se valoran, única y exclusivamente , por los servicios disponibilidad del correspo ndiente producto- mayor que to­
que, para atender fut uras necesidades, pueden proporcionar. dos los métodos basta el momento adopta dos. Porque es posi­
No interesan ni los sacrificios ayer efectuados ni el tiempo in­ ble que las gentes, al ver ya satisfechas sus rnás urgentes nece­
vertido en su fabricación. Tales datos per tenecen a un pasado sidades, deseen ahora bienes que pueden ser fabricados en un
ya muert o. tiempo comparativamente más corto; y nadie, hasta el momen­
Obligado resulta adver tir que todas las categorías econ ó­ to, había producido tales bienes, no porque se considerara

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734 La Accián H umana La acción y el 1rt1I1J('urJn d d t iemp o 735

excesivo e! período de produ cción correspond iente, sino porque especializadas que disponían de los correspondientes textos.
los oportunos facto res se empleaban en otras producci ones es­ La élite de la juvent ud rumuna había recibido acerca de! par­
timadas más urgent es. ticular la más amplia infor mación en las facultades de ciencias
Si queremos afirmar que todo incremento en la cant idad de de Aus tria, Suiza y Fran cia. Cientos de especialistas extranjeros
bienes de capi tal existente implica ampliar el período de pro­ estaban dispuestos a ap licar en Rumania sus conocimientos y
ducción y e! tiempo de espera, habremos de razonar como sigue. habilidades. El país precisaba tan sólo de los bienes de capital
Si a representa los bienes ya anteriormente prod ucidos y b Ias necesario s para transformar y adapt ar a las técnicas occidente ­
obtenidos gracias a los nuevos proceso s pues tos en marcha les sus atr asados sistemas de producción , dc transporte y co­
merced al aludid o incremento de bienes de capital, no hay dud a municación . Si la ayuda proporcionada a los rumanos por los
de que la gente tendrá que esperar más tiempo para disponer progresivos pueblos de Occident e no hubiera consistido más
de a y b de! que aguardaba cuando se trataba sólo de a. Para que en enseñanzas técnicas, muchísimos años hu biera precisado
producir a y b fue preciso adquirir los bienes de capital exigidos Rumania para alcanzar el nivel dc vida occidental. H abría te­
por la producción de a y también los necesarios para fabri ­ nido que comenzar por ahorrar, para disponer de trabajadores
car b. Si las subsistencias ahor radas para permitir a los corres­ y de factores materiales de producción apro piados a los co­
pond ientes operarios p roduci r b hubi eran, en cambio, sido rrespon dientes procesos produ ctivos de más larga du ración .
consumidas, indudablement e determinadas necesidades habrían Sólo así hubiera sido posible producir las herramient as preci­
resultado desatendidas. sas para mont ar las indu str ias quc después fabricarían las má­
Los economistas contrarios a la escuela «austriaca" suelen quin as necesarias para crear y operar factorías , explotaciones
presuponer, al abordar el problema de! capital, que el método agrícolas, minas, ferr ocarriles, telégrafos y edificios verdaelera­
productivo efectivamente adoptado depende exclusivamente mente modern os. Décadas y décadas tcndría n que haber trans­
de! progreso técnico alcanzado , Los economistas «austriacos», curr ido hasta quc los rumanos compensaran el tiempo perd ido.
por e! contrario, demuestran que es la cuantía de bienes ele ca­ Sélo restringiendo al estricto mínimo fisiológico el consumo
pital disponibles e! factor que pr edetermina e! empleo de uno ordinario hub iera cabido acelerar el necesario proceso,
y no otro sistema de produ cción , entre los múltiples conoci­ Pero la situación evolucion ó de d istin ta manera . El Occi­
elos 8. La proced encia de la postura «austriacas puede fácil­ dente capitalista prestó a los países atrasados los bienes de
mente ser evidenciada analizando el problema ele la escasez capital precisos para una instan tánea transformación dc gran
de capital. parte de sus vetustos métodos de prod ucción. Ahorráronse así
Con templemos la situación en un país con escasez de ca­ mucho tiempo dichas naciones, las cuales r ápida mente pudieron
piral. Veamos, por ejemplo, e! caso de Rumania hacia e! año multipli car la productividad del traba jo. Por lo que a los ru­
1860. Allí, lo que faltaba, desde luego, no eran conocimien tos manos se refiere, tal proceder les permitió disfru tar , desde
técnicos. Los progresos realizados en los más avanzados países ese momento, de las venta jas de las más modernas técnicas. Para
de Occidente no constituía n secreto para nadie. H abía escuelas ellos fue igual que si hubieran comenzado mucho antes a ahorra r
y acumular bienes de capital.
I Vid. F. A. H AYEK, Tbe PIITe Tbeory 01 Capital (Londres, 1941), pág. 4 8 , Es Escasez de capital significa estar más alejados del objetivo
ciertamente peligroso aplicar apelativos nacionalistas a determinados modos de
apetecido de lo que se estaría si dicho fin se hubiera comen­
pensar. Como bien hace notar Hayek (p ág, 47 , n. 1), los economistas clásicos in­
gleses, a partir de Ricardo Y. sobre todo, J. S. Mill (este último, seguramente, por
zado a perseguir ante s. A causa de ese tardío comienzo. faltan
influencia de J. Rae), fueron, en determinados aspectos.. más «aostrlacose. que sus los p roductos intermedios, aunque se disponga de los factores
modernos sucesores anglosajo nes. naturales con los cuales aquéllos serán producidos. Penu ria de
736 La A cci án H umana La acci án y el transcurso del tiempo 737

capital, en definit iva, es escasez de tiempo; consecuencia pro­ No es posible Ilegal' a comprender los acontecimientos mun­
vocada por e! hecho de haber comenzado tarde a buscar e! fin diales y las relaciones de Oriente y Occidente dur ante los úlri­
deseado. Sin recurrir al elemento temporal, al más pronto y al mas siglos sin percatarse de la trascendencia de esas masivas
más tarde, resulta imposible explicar las ventajas que los bie­ transferencias de capit al. Occidente no sólo proporcionó a
nes de capital proporcionan y las dificultades engendradas por Oriente enseñanzas técnicas y terapéuticas, sino además los
la escasez de los mismos ' . bienes de capital precisos para la inmediata aplicación práctica
Disponer de bienes de capital equivale a hallarse más cerca de los aludidos conocimientos. G racias al capital extranjero, las
de la meta ansiada. Cualquier incremento en la cantidad dis­ naciones de la Europa oriental, de Asia y de Africa han podido,
ponib le de bienes de capital permite alcanzar fines temporal­ más pronto que lo hubieran hecho en otro caso, disfrutar de
mente más remotos sin necesidad de restringir el consumo. los beneficios de la industria moderna . Quedaron, en cierto
Una reducción de bienes de capital, en cambio, obliga o bien a grado, eximidas aquellas gentes de la necesidad de restringir
renunciar a objetivos que anteriormente podían ser alcanzados el consumo y acumular un fondo suficientemente amplio de
o bien a reducir e! consumo. El poseer bienes de capital, inva­ bienes de capita!. Tal es la verdad que se esconde tras esa su­
riadas las restantes circunstancias 10, es ganancia de tiempo. puesta explotación capitalista de los pueblos atrasados, tan la­
Dado un cierto nivel de progreso técnico, el capitalista puede mentada por e! marxismo y por los nacionalismos indígenas.
alcanzar determinada meta más pronto que quien no posee La riqueza de las naciones más adelantadas sirvió para fecundar
bienes de capital, sin restringir e! consumo ni aumentar la comunidades económicamente reta rdadas.
inversión de trabajo y de naturales factores materiales de pro­ Mutu os, desde luego, fueron los beneficios. Impelía a los
ducción. El primero lleva una delantera de tiempo. El rival que capitalistas occidentales, al efectuar las aludidas inversiones
disponga de menor cantidad de bienes de capital sólo restrin­ extranjeras, la demanda de los consumidores. Exigían éstos, en
giendo su consumo puede compensar tal superioridad. efecto, bienes que en Occidente no podían ser producidos, re­
Las ventajas que los pueblos de Occidente gozan se deben clamando también rebajas de precios en mercancías cuyos cos­
a que adoptaron, hace ya mucho tiempo, medidas políticas e tos, allí, iban continuamente incrementándose. De haber sido
institucionales que favorecían un tranquilo y sustancialmente otros, desde luego, los deseos de los consumidores occidentales
ininterrumpido progreso del proceso ahorrativo, de la acumu­ o de haber existido insalvables obstáculos a la exportación de
lación de capitales y de la inversión de los mismos en gran capitales, nada de esto hubiérase producido. H abría habido una
escala. Por eso, ya a mediados del siglo XIX , los países occiden­ ampliación longitudinal de la producción doméstica, en vez de
tales habían logrado un nivel de vida muy superior al de otras esa lateral expansión extranjera que efectivamente tuvo lugar.
más pobres razas y naciones que no habían sabido aún reem­ No compete a la cataláctica, sino a la historia, ponderar las
plazar la filosofia del militarismo expoliativo por la del capi­ consecuencias que tuvo la int ern aciona lizaci ón de! mercado de
talismo. Abandonados a su destino y sin auxilio del capital capitales, su operación y su posterior desmembración a causa
extr anjero, esos atrasados pueblos hub ieran necesitado muchí­ de las medidas expoliatorias adoptada s por los países receptores
simo más tiempo para mejorar sus sistemas de producción, de los aludidos capit ales. Limitase simplemente la ciencia eco­
transporte y comunicación. nómica a exponer los efectos que derivan de! hecho de que las
disponibilidades de bienes de capital sean mayores o menores.
~ Vid. W. S. ) EVONS, Tbe Tbeory o/ Politicol Economy (4,· ed ., Londres, 1924), Comparemos entre sí dos mercados aislados que" respec­
páginas 224·229. tivamente, denominaremos A y B. Ambos son iguales en lo re­
10 Lo cual implica también identidad en la disponibilidad de factores naturales.
ferente a tamaño y población , conocimientos científicos y re­

"
L, acción y el transcurso del tiempo 739
738 La Acci án Humana
hoy siente a causa de la situación en que terceras personas han
cursos naturales . Se diferencian tan sólo en la cantidad de bie­ de hallarse en determinado futu ro. Al preocuparse de los demás,
nes de capital existentes en uno y otro, siendo mayor la de A. busca alivio a su propia y personal incomodidad.
Tal planteamiento implica que en A se siguen sistemas de ma­ Por todo ello, no dcbe sorprendernos que el hombre, al actuar,
yor productividad por unidad de inversión que en B. No es desee frecuentemente ampliar el período aprovisionado hasta más
posible aplicar en B dichos procedimientos por causa de -aque­ allá del límite de su propia vida.
na comparativa escasez de bienes de capital. Implan tarlos, en
efecto, exigiría restringir el consumo. Múltiples operaciones
practícanse manualmen te en B, mientras que en A son realiza­ ALGUNAS APLI CACIONES DE LA TEORIA
das mediante máquin as economizadoras de trabajo. Los bienes DE LA PREFERENCIA TEMPORAL
producidos en A son de mayor durabilidad, no pudiendo ser los
mismos fabricados en B, pese a que dicha superior durabilidad Cualquier aspecto de la ciencia económ ica puede ser objeto
se logra con un incremento menor que proporcional a la corres­ de falsa interpretación o to rcida exposición por quienes pretenden
pondiente inversión . La productividad del trabajo y, por tanto , excusar o justi ficar las erróneas doc trinas que respaldan sus cre­
los salarios y el nivel de vida de los trabajadores es en A supe­ dos políticos. A fin de evitar. en lo posible , tan abusivo proceder,
rior a los de B n. parece opo rtuno agregar determ inadas notas aclaratorias a la ante­
rior exégesis de la teoría de la preferencia temporal.
H ay quienes abiertamente niegan haya entre los hombrees di­
PROLONGACI ON DEL PERI ODO DE PROVISION fcrencias e n 10 que atañe a sus innatas características heredadas.
MAS ALLA DE LA PRESUNTA VIDA DEL ACTOR En opi nión de tules teóricos. la única diferencia exi stente entre
los blancos de la civilización occidental y los esquimales est riba
Los juicios de valor que determinan la elección entre abastecer en que es tos últim os hállanse más retrasados que los primeros en
un futuro más o menos próximo reflejan nuestra presente valua­ su marcha hacia la moderna civilización industrial F . Tal decalaje
ció n, no la futura. Ponderan tales juicios la trascendenci a otorgada, temporal , de unos cuantos miles ele años, carece a todas luces de
hoy, a la satisfacción conseguida en un futuro más próximo frente importancia, comparado con los cientos de milenios que tardó el
al valor, hoy, otorgado a la satisfacción temporalmente más alejada. hombre en evolucionar desde la simiesca condición de sus antece­
El malestar que el hombre, al actuar, pretende suprimir, en la sores hasta alcanzar el actual estado de bomo sapiens. No ex iste,
medida de lo pos ible, es sie mpre un malestar actual, o sea, inco­ pues, prueba que demuestre la ex istencia de diferencias raciales
modidad sent ida en el momento mismo de la acción, pero provo­ entre las div ersas especies humanas.
cada por previsto estado futu ro . Al actor disg ústanl c, hoy, las Ni entra ni sale la praxcología o la eco nomía en la apuntada
circunstancias que determinados periodos del mañana present arán discusión . Co nviene, no obstante, adoptar medidas precauto rias,
y trata de variar ese futuro planteamiento mediante deliberada para evitar que tal espíritu partidista involucre a nuestra ciencia
actuación. en el aludido conflicto ideológico . Si quienes, por puro fanatismo,
Cuando la acción se orienta primordialment e a favorecer a los rechazan todas las enseñanzas de la moderna genética no fueran
demás constiruyendo ese tipo de obra comúnmemente calificada
de altruista, el malestar que el actor pretende suprimir es el que IJ Acerca de la censura marxista contra la genética, vid. T. D. LYSENKo, Heredity
rlllJ Variobi/ily (Nueva York, 1945). Una opini6n critica sobre tal controversia la
proporciona ] . R. BAKER, Science and tbe Plamted Slale (Nueva York, 1945),
JI Vid. JOHN B AT ES CLARK, Essentials o/ Economic Theory (Nueva York, 1907), I'~g inas 71-76.
página 133 y sigs.
740 La Acci6n Humana La acción y el transcurso del tiempo 741

tan ignorantes en eco nomía, desde luego que intentar ían recurrir o tros --<amo China y Japón - viéronse obligados por la coacción
a la teo ría de la preferencia temporal para defender su postura. de fuerzas navales extranjeras a abrir sus fronteras. De lejos llega.
Resaltarían que la superio ridad de las naciones de Occidente con­ ron a tales naciones los triunf os de la ind ustria occidental. Gu s­
sis te ex clusivamente en que comenzaron antes a ahorrar y a acu­ tosas, sin embargo, aquellas gentes se beneficiaban del capital
mular bienes de capital. Y justificarían tal diferencia tempo ral ex tranjero que les era prestado o que definitivament e se invert ía
aludiendo a factores mer amente Accidentales, cual un más favo­ en sus territorio s. Resist íanse, no o bstante . a asimilar la filosofía
rable medio ambiente . del capitalismo. Y sólo superfici almente, aun hoy, se han eur opei ­
Frente a tan falsa interpretación , conviene subrayar que esa zado.
delantera temporal de Occident e estu vo condicionada por factores Nos hallamos sumidos en un proceso revolucionario que pron­
ideológicos que no cabe reduci r a mera influencia ambiental. Eso to acabará con todo tipo de colonialismo. Dicha revolución no se
que denomin amos civ ilizació n ha sido una progresión desde la limita a aquellas zonas que es tuvieron some tidas a la domi nación
cooperación en virtud de vinculas hegemón icos hasta llegar a la inglesa, francesa u holandesa. Otr as naciones, que para nada vie­
cooperación basada en lazos co ntractuales . Si bien en muchos ron infringida su so beranía política y que, a pesar de todo, grande­
pueblos y razas el aludido progreso pronto se paralizó, o tros, en mente se bene ficiaron del capita l extran jero, están ahora obse ­
cambio, continuaron avanzando . La glor ia de Occi dente estriba sionadas por librarse de eso que llaman el capitalista yugo extran­
en que supo domeñar, mejor que el rest o de la humanidad, el jero. Expolian a los inversores de ultramar mediant e fórmu las
espíritu mil itarista y expoliato rio , logrando así implantar las diversas: tributación discriminatoria, repudiación de deudas, abier­
instituciones sociales ineludibles para que el ahorro y la inversión ta confiscació n, intervención de divisas. Nos hallamos en vísperas
en gran escala pudieran prosperar. Ni siquiera Marx se atrev ió a de una compl eta desintegración del mercado internacional de capi­
negar que la iniciativa privada y la propiedad particular de los tales. Están d aros los efecto s económicos que tal evento provo­
medios de producción co nsti tuye ron e tapas insoslayables en el cará; las repercusiones políticas, en cambio, resultan impr edecibles,
progreso que nevó al hombre desde su primitiva pobreza al más Al objet o de valorar las consecuencias políticas de la descom ­
satisfactorio es tado de la decimonón ica Europa y Nortcarn érica. posición del mercado internacional de capitales , conviene recordar
En las Ind ias O rientales, en China, en Ja pó n y en los paises los resultados que la internacionalizacién del mismo produjo .
mahome tanos lo que faltaha eran institucio nes que garantizasen Gracias a las circuns tancias imperantes durante la segunda mitad
los derechos del individuo. El gobierno arhitrario de pachás, lsadis, del siglo XI X, carecía de trascendencia el que un país dispu siera
raiáf, mandarines y daimos no abogaba por la acumulación de o no del necesario capital para ex plotar con venientemente sus pro­
capital en gran escala. Las garantías legales, otorga ndo al par ti­ pios recursos , Libre resultaba, para todos, el acceso a las riquezas
cular .efcctivo amparo cont ra la expoliació n y confiscación, cons­ naturales de cualquier parte del mundo. La acción de capita listas y
tituye ron las bases que fundamentaron el progreso económico sin promotores no se vera entorpeci da por fronteras nacionales cuando
precedentes del mundo occidental. Las aludidas norm as legales, bu scaban las mejores oport unidades de inversión . Po r lo que ata­
sin embargo, no fueron fruto de la casualidad, ni de accidentes ñía a invertir, con miras a utili zar, del mejor modo posible , los
históricos ni de ambientació n geográfica alguna. Eran, po r el con­ recursos naturales a la sazón conocidos, la mayor parte de la
trario, frut os de la razón . superficie terráquea podía con siderarse inte grada en un sistema
No podemos, desde luego, saber cuál hubiera sido el curso de mercado de ámbito mundial. Cier to es que tal resultado habia
de la historia de Asia y Afríea si tales continentes no hubieran exigido impl antar regímenes .coloniales en algunas zonas, como
tenido influencia occidental. La realid ad es q ue algunos de aque­ las Indias O rientales britá nicas y holandesas y Malaya, siendo lo
llos pueblos estuvieron sometidos al gohierno eur opeo, mientras más probable que los gobernantes autócton os de tales lugares no
742 La Acci6n Humana La acción y el transcurso del tiempo 743

hubieran sabido implan tar el régimen institucional exigido por llosa desarrollo económico de los Estados Unidos y los dominios
la importación de capital. Los países de la Europa oriental y me­ británicos. Gracias tam bién a tal capital extranjero, la América
ridional, así como los del hemisferio occidental, en cambio, se latina y los países asiáticos disponen hoy de elementos de pro­
integraron libremente en el mercado internacional de capitales. ducción y de transporte que no hubieran podido disfrutar en
A las inversiones y créditos extranjeros atribuyen los rnarxis­ ausencia de dicha ayuda. Son superiores los salarios en tales zonas,
tas el afán guerrero de conquista y expansión colonial. La realidad así como la productividad agrícola, de lo que serían sin el con­
es que la internacionalizacíón del mercado de capitales, así como curso de ese capita l extranjero. El afán con que casi todas las
la libertad económica y migratoria, eran fenómenos que iban su­ naciones del mundo reclaman créditos de América basta para evi­
primiendo los incen tivos de guerra y conquista. No importaba denciar la inanidad de todas las fábulas urdidas por marxistas y
ya al hombre cuáles fueran las fronteras políticas de su país. No nacionalistas.
existían éstas para el empresario y el inversor. Aquellas naciones
El ansia de importar factores de producción no basta, sin ern­
que, antes de la Primera Guerra Mundial, practicaban en mayor
bargo, para resucitar el mercado internacional de capitales. La
grado el préstamo y la inversión en el extranjero se distinguieron
inversión y el préstamo extranjeros sólo son posibles si las nacio­
precisamente por su pacifista y «decadente » liberalismo. De las
nes deudoras, sincera e incondicionalmente, abrázanse a la propie­
típicamente agresoras, ni Rusia, ni Italia, ni Japón eran exporta­
doras de capital; antes al contrario, necesitaban importarlo para dad privada, renunciando a toda posib le confiscación ulterior de
desarrollar sus propios recursos naturales. No contaron, desde las riquezas del capitalist a foráneo. Fueron precisamente esos in­
luego, las aventuras imperialistas de Alemania con el apoyo de la justos desvali jamientos lo que destruyó el mercado internacional
gran industria y la alta finanza del país ". de capitales.
La supresión del mercado internacional de capitales viene , sin Los préstamos otorgados de gobierno a gob ierno no sirven
embarg o, a variar por completo el anterior planteamiento . Des­ para reemplazar el mercado internacional de capitales. Si tales
aparece el lib re acceso a los recursos nat urales . Si los gobernantes créditos son concedidos en términos comerciales, presuponen y
socialistas de cualquiera de las naciones económicamente atrasadas exigen , lo mismo que los privados, pleno respeto del derecho de
carecen del capital preciso para desarrollar las riquezas naturales
propiedad . Si, por el contrario, se otorgan ---como es lo más fre­
del país, ningún remedio podrán hallar . Tal sistema, de haber
cuente- a título de subvención, sin preocuparse de la devolución
existido hace cien años, hubiera impedido explotar los campos
de principal ni de intereses, tales operaciones coartan la soberan ía
petrolíferos de Méjico, Venezuela o Irán, crear las plantaciones
de caucho de Malaya, o los platanares de Centroamérica. Es, del deudor. Esos «préstamos» no son más que un a parte del pre­
además , ilusorio pensar que los países más avanzados vayan inde ­ cio a pagar por asistencia militar en guerras subs iguientes. Consi­
finidamente a soportar tal situación. Recurrirán al único camino deraciones militares de este tipo ya eran barajadas por las poten­
que les puede proporcionar acceso a las materias primas que tanto cias europeas durante los años en que preparaban los tremendos
necesit an ; apelarán a la conquista armada. La guerra constituye la conflictos bélicos de nues tro siglo. Un caso típico lo constituyen
única alternativa a la ausencia de la libre inversión internacional las enormes sumas prestadas por los capitalistas franceses, bajo
practicada al amparo de un mercado mund ial de capitales. la presión del gobierno de la tercera república, a la Rusia impe­
La entra da de capital extranjero, nótese, en nada perjudicó rial, Los zares emp learon en armamento tales sumas, en vez de
a las naciones recipendiarias. Capital europeo aceleró el rnaravi­ dedicarlas a la mejora del sistema ruso de producción. Dichas
cantidades no fueron invertidas, sino, en su mayor parte, consu­
13 Vid . MISES, Omnipotem Gooemmem (New Haven, 1944), pág. 99. midas.
744 La Acción Humana La acción y el transcurso del tiempo 745

5. LA CONVERTIBILID AD DE LOS BIENES DE C API T AL


cometidos, y totalmente inservi bles en el caso de buscarse ter­
ceros objetivos. Cada unidad de capital, consecuente mente, re­
Los bienes de capital constituyen etapas intermedias en e! sulta, de uno u otro modo, capital fijo, es decir, capital desti­
camino que conduce a un cierto objetivo. Si durante e! período nado a un cierto proceso de producción . La distinción que efec­
de producción varía e! fin perseguido, posiblemente resulten lúa e! hombre de negocios entre capit al fijo y capital circulante
inservibles tales serniproduc tos en orden a la consecución de! es simplemente de grado, no de esencia. Cuanto cabe predicar
nuevo cometido. Algunos de dichos factores de producción re­ del capital fijo puede igualmente decirse, si bien en grado me­
sultarán tot almente inutilizables, const ituyendo pura pérd ida nor, de! capital circulante. Todos los bienes de capital tienen
las inversiones efectuadas para su producción. Otros, en cam­ un carácter más o menos específico. Desde luego es altamente
bio, podrán ser empleados en e! nuevo proyecto previa la opor­ improbable que muchos de ellos se hagan, por un cambio de
tuna adaptació n ; los costos de tal acomodación podía n haber necesidades o proyectos , radicalmente inút iles.
sido evitado s de haberse perseguido, desde un principio, el A medid a que cada proceso de producción se va aproximan­
actual objet ivo. Una tercera partida de los repetidos bienes de do a su objetivo final, más estrechamente unid os y relacionados
capital podr á ser empleada en el nacient e proyecto ; de haberse, resultan los prod uctos intermedios y la mercancía deseada. El
sin embargo, sabido, cuando fueron producidos, que iban a ser lingote de hierro es de condición menos específica que los tu­
empleados de modo distinto, hubiera cabido fabricar en su Iu­ has de ese mismo metal, que, a su vez, 10 son menos que las
gar otros bienes económicos igualmente idóneos para rendir el correspondien tes piezas de maquinaria. La variación de un pro­
servicio ahora requerido. Por último , algunos de los bienes en ceso de producción se hace cada vez más difícil cuanto en mayor
cuestión podrán ser aprovechados en e! segundo' proyecto tan grado ha progresado y más cerca, consecuen temente, se halla
perfectamente como en el primero . de su termina ción, que, en defin itiva, es la producción de los
No sería en verdad preciso aludir a estos hechos tan evi­ rorrespondientes bienes de consumo.
dentes, si no fuera por la necesidad de refutar extendidos erro­ Al contemplar , desde su inicio, e! proceso de acumulación
res. No existe capital en forma abstr acta o ideal independiente de capital, fácilmente se comprende que no puede existir capi­
de los correspondientes y específicos bienes de capital en que Iilllibre. El capital sólo existe materia lizado en bienes de con­
aquél se materia liza. Si, de momento, pasamos por alto (ya dición mayor o rnenorrncn te específica. Al cambiar las necesi­
examinaremos después e! asunto) la cuestión que la tenencia de .lades o las ideas acerca de los métodos para remediar e! males­
numerario plantea en relación con la compo sición de! capital, tar, varía e! valor de los bienes de capital. Nuevos bienes de
advertiremos que, invariablemente, el capit al toma cuerpo en capital sólo pueden ser engendr ados si se logra que el consumo
bienes de capital, siendo aquél afectado por cuanto acontece a 'ea inferior a la producción . Ese capital adicional, desde e!
estos últimos . El valor de un cierto capital depende de! valor momento mismo de su aparición, hállase materializado en con­
de los bienes de capital que lo integran. El equivalente rnoneta­ 'retos bienes de capiral. Tales mercancías habían sido ya produ­
rio de determinado capital viene dado por la suma de los equi­ idas antes de conver tirse - por consti tuir excedente de pro­
valentes monetarios de las diversas partes integrantes de ese ducción sobre consumo-- en bienes de capit al. El papel que en
conjunto al cual aludimos al hablar en abstracto de capital. No :stas cuestiones desempeña el dinero , más adelan te, según antes
existe nada que pueda considerarse capital «libre» . El capital decíamos, será examinado. De momento baste destacar que ni
iun aquel capitalista con un capital exclusivamente integrado
se presenta siempre bajo la forma de específicos bienes de ca­
pital. Dichos bienes de capital resulta n perfectamente utiliza­ por dinero o títulos, que le dan derecho a las correspondientes
bles para determ inados fines, menos aprovechables para otros sumas dinerarias , paseé un capital libre. Sus riquezas se hallan
746 La Acción Humana La acción y el transcurso del tiempo 747

materializadas en dinero, se ven afectadas por las variaciones capital, jamás son, por eso, enteramente libres. No pueden to­
de! poder adquisitivo de la moneda y, además - en la medida' mar ninguna decisión ni practicar actuación alguna como si
en que estén representadas por títulos que dan derecho a espe­ fuera ésa la primera que iba a obligarles. Están siempre de an­
cíficas sumas dinerarias- , por la solvencia de! deudor. temano comprometidos de una u otra manera. Sus riquezas
Es conveniente sustituir, por este concepto de la conver­ nunca se hallan excluidas de! proceso social de producción, sino
tibilidad de los bienes de capital, aquella equivoca distinción que están invertidas en determ inados cometidos. Si poseen nu­
comúnmente manejada entre capital fijo y capital libre o cir­ merario, habrán efectuado, según sea la disposición de! mer­
culante. La convertibilidad de los bienes de capital consiste en cado, una buena o mala «inversión»; pero siempre se tratará
la posibilidad que ofrezcan de ser util izados al resultar variadas de una inversión. O bien han dejado pasar e! momento oportu­
las circunstancias de la producción. Su convertibilidad puede no para comprar los factores de producción que antes o des­
ser mayor o menor . Nunca, sin embargo, es perfecta, pues pués habrán de adquirir, o no ha llegado todavía la ocasión de
ningún bien goza de adaptabilidad a todo posible cambio. H ay udquirirlos . En e! primer caso, al retener e! numerario, hicieron
factores absolutament e específicos que carecen por entero de una mala operación: fallaron una oportunidad. En el segundo,
convertibilidad. Comoquiera que la conversión de los bienes por el contrario, procedieron acertadamente.
de capital, de! destino originariamente pensado a otro distinto, Capitalistas y empresarios, al comprar factores de produc­
se hace necesaria precisamente por la aparición de imprevistos ción específicos y determinados, valóranlos exclusivamente en
cambios de circunstancias, no es posible hablar de convertibi­ atención a la futura situación de! mercado por ellos anticipada.
lidad, en términos generales, sin indicar las variaciones ocu­ Pagan precios de acuerdo con las futuras circunstancias, según
rridas o que se supone vayan a producirse. Un cambio de situa­ ellos personalmente hoy las valoran. Los errores otrora come­
ción radical podría dar lugar a que bienes de capital anterior ­ tidos en la producción de los bienes de capital actualmente
mente considerados fácilmente convertibles resultaran incon­ disponibles no recaen sobre los posibles compradores; perju­
vertibles o convertibles sólo con grandes dificultades. dican exclusivamente al vendedor. El empresario, al comprar
El problema de la convertibi lidad tiene evidentemente ma­ bienes de capital destinados a futuras producciones, se desen­
yor trascendencia tratándose de bienes cuyo dest ino consiste en tiende de! pasado. Su actividad empresarial no es afectada por
rendir servicios durante un cierto lapso temporal que en e! caso pretéritas variaciones ocurridas en la valoración y los precios
de mercancías fungibles. La inutilizada capacidad de industrias, de los factores que él ahora adquiere. En este solo sentido cabe
mecanismos de transporte y aparatos proyectados en su día para decir que el poseedor de metálico disfruta de riquezas líquidas
un más dilatado empleo es de mayor gravedad que la desperdi­ y es, por tanto, libre .
ciada al desechar materiales y tejidos pasados de moda o bienes
perecederos. El problema de la convertibilidad afecta particu ­
larmente al capital y a los bienes de capital por cuanto la mo­ 6. EL INF LUJO DEL AYER SOBRE LA ACCIÓN
derna contabilidad pone las cosas en seguida de manifiesto. En
realidad, es cuestión que también afecta a los bienes de consu­ A medida que progresa la acumulación de bienes de capital,
mo que e! particu lar puede haber adquirido para su personal mayores proporciones adquiere e! problema de la convertibili­
uso. Si varían las circunstancias que indujeron al interesado a dad. Los primitivos métodos aplicados por labriegos y artesanos
adquirirlos, surge e! problema de la convertibilidad con todas podían ser más fácilmente acomodados a nuevos objetivos que
sus consecuencias. los seguidos por e! moderno capitalismo. Y, sin embargo, es
Capitalistas y empresarios, en su calidad de poseedores de precisamente el capitalismo moderno e! que ha de abordar las

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748 La Acción Humana 749
'..,J acción y el t ranscurso del tiempo

más rápidas y radicales variaciones . En la actualidad, los pro­ repletas de industrias y de explotaciones agrícolas, no estarían
gresos de los conocimientos técnicos y las mut aciones de la saturadas. Otros lugares contarían, en cambio, con más ta­
1111 1
demanda de los consumidores, que a diario se producen, pron­ lleres y campos cultivados, así como con mayor número de
to hacen an ticuados los planes de producción, suscitándose el hnbitantes . Las empresa s de todo género utilizarían las más
problema de si se debe o no seguir adelante por la ruta ayer modernas máquinas y herramientas. Cada una tendría el tamaño
iniciada. rpropiado para pod er aprovechar del modo más económico
Las más revolucionarias innov aciones encandilan a menudo posible su capacidad de producción. En ese mundo perfecta­
. el corazón de los homb res, provocando el arrumbamiento de mente planead o habría desaparecido el atra so técnico y no exis­
pasivas posturas, indolent es y perezosas , y el abandono de los rirla ni capacidad productiva inutilizada, ni trasiego innecesario
tradicionales módul os valorativos por qui enes hasta ayer fuer on ,le personas y mercancías. La productividad del esfuerzo huma­
rutinarios esclavos, abriéndose inéditos caminos hacia nuevas 11 0 sería muy superior a la de nuestra actual e imperfecta
metas. Los doctrinarios posiblement e qu errán olvidar que todas sociedad.
nuestras actuaciones vienen condicionadas por disposiciones Las publicaciones socialistas hallánse cuajadas de este tipo
que nuestros antepasados en su día adoptaron; que nuestra de utópicas fant asías. Llámense socialistas, marxistas o anti­
civilización es producto gestado en larga evolución, no siendo marxistas, tecnócratas o, simplemente, planificadores, múlti­
posible su súbita transmntaci én. Por perentorio que sea el ples reformadores, llenos de ent usiasmo, pretend en evidenciar
deseo de innovación, hay factores que domeñan ese espíritu lo torpem ente que están hoy las cosas dispuestas y cuán felices
revolucion ario , vedando al hombre todo precipit ado abandono podrían ser los hombres si se les concediera a ellos poderes
de los cursos marcados por sus predecesores. Nuestra s actuales dictatoriales. A causa de las deficiencias del sistema capitalista
riquezas constituyen residuo s de pasadas actividades, hallan­ de producción - dicen- la hum anid ad se ve hoy privada de
dose materializadas en específicos bienes de capital de limitada innúmeros bienes que nuestros actuales conocimientos técni­
convertibilidad. La calidad y condición de los existen tes bienes cos permitirían producir .
de capital indu ce a las gentes a adopt ar derroteros que no El error fund amental que este sentimental racionalismo en­
hubieran seguido si su elección no viniera condicionada por el cierra consiste en que sus expositores olvidan la condición in­
imperio de pretéritas actu aciones. Tanto los fines elegidos como conver tible de los bienes de capital hoy disponibles, así como
los medios adoptados h állans« influidos por el pasado. Los bie­ la escasez de los mismos . Los produ ctos intermedios que acrual­
nes de capit al nos imponen un cier to conservadurismo. Oblí­ mente aprovechamos fueron fabricados en el pasado por nues­
gannos a atemperar la actuación a las circunstancias engendradas. tros ant ecesores y por nosotros mismos, de conformidad con
o bien por la acción que nosotros mismos otrora practicamos o los fines a la sazón perseguidos y con arreglo a conocimientos
bien por el pensar , optar y actu ar de generaciones anteriores. técnicos distintos de los actuales. Cuando, ahora, pretendemos
Podemos represent arnos cómo hubi éramos montado todos variar los fines y los métodos de producción tropezamos con
los procesos de producción y consecuentemente fabricado todos el siguiente dilema: o bien dejamos inaprovechada una gran
los necesarios bienes de producción de haber conta do en su día parte de los factores de capital disponibles y, partiendo prác­
con nuestros actuales conocimientos geográficos, técnicos e ticamente de cero , producimos aquel mejorado utillaje al efec­
higiénicos y nuestra modern a info rmación acerca de la ubica­ to preciso , o bien adap tamos nuestros procesos de producci ón
ción de los recur sos naturale s. Habríamos situado en distintos a la específica condición de los disponibles bienes de capital.
lugares los centros de producción . La pob lación terráquea dis­ La elección , como sucede siempre en la economía de mercado ,
tribuiríase de modo diferente ; zonas hoy densamente pobladas, corresponde a los consumidores. La conducta de éstos , al com­
LJ acci án y el transcurso de l tiempo 751
750 La Acción Humana
problema referente al traslado de una ya existente industria, de
prar O dejar de comprar, zanja la cuestión. Los consumidores, una ubic ación menos favorable a otra mejor .
al optar entre viviendas anticuadas y viviendas modernas dota­ Ret raso técnico e insuficiencia económica son cosas distintas
das de! máximo confort , entre el ferrocarril y e! automóvil, 'l ile conviene no confundir. Es posible que determinado centro
entre la luz de gas y la iluminación eléctrica , entre los tejidos produ ctor , qu e, desde el punto de vista puramen te técnico re­
de algodón y los de rayón , entre artículos de seda o nylón, de­ ulta ampliamente superado, pueda , no obstante, compe tir
ciden si se debe seguir uti lizando los bien es de capital ante­ ron otras plantas mejor equipadas o de ubicació n más favorable.
riormente acumulados o si, por el contrario, procede desechar ­ En todos esto s asuntos el prob lema decisivo estr iba en compa­
los definitivamente . Cuando un viejo edificio, que, sin embargo, nIL' las ventaja s derivadas del u tillaje técnicamente más perfec­
todavía puede durar año s, no es derribado y reemplazado por to o de la mejor situación con el adicional gasto exigido por
otro nuevo, en atención a qu e sus ocupantes no quieren pagar la contemplada tra nsformación . E l resu ltado de tal compara­
rentas superiores, prefiriendo atender o tras necesidades en vez ción depende de la convertibilidad de los bienes de capital en
de disfrutar de viviend a más confor table, resulta obvio e! rucstión.
influjo que sobre el pre sente consumo ejerce el pasado. Esa diferenciación entre perfección técnica y conve niencia
E l que no se aplique instantáneamente todo adelanto téc­ económica , lejos de lo que soñadores ingenieros pudi eran supo­
nico no debe sorprendernos en mayor grado que el que nadie ner, en modo alguno implica problema que sólo surg iría en una
desech e su automóvil o sus tr ajes en cuanto aparece un tejido ..rganizaci ón capitalista . Cierto es que ú nicame nte al amparo
o un modelo nu evos. Las gentes actúan en todos estos asuntos del cálculo económico - practicado en la forma qu e sólo un a
condicionadas por la escasez de los bienes di sponibles. i-cono mia de mercado per mite- cabe efectuar los cómputos
Supongamos que se inventa un a máquina de mayor produc­ precisos par a valorar los dat os qu e int eresan . Un a administra­
tividad qu e las hasta entonces empleadas . El que las existentes ción socialista no podría mediante fórmulas aritméticas diluci­
industrias, equipadas con maquinaria vieja, la de sechen o no , dar el problema. Ig noraría po r completo si los pro yecto s ejecu ­
depende del grado de superi oridad de aqu ella herramienta mo­ tudos con stituían o no el modo más apro piado de emplear los
derna sobre el utillaje antiguo . Sólo si dicha superioridad es lo medios disponibles para satisfacer los obje tivos qu e el propio
suficientemente grande como para compensar el gasto exigido mando econó mico cons iderara más urgentes de las aún insati s­
por la sustit ución, será arru mbado e! eq uipo anterio r -todavía fechas necesidades de las gentes . Ahora bien , si el jerarca socia­
utilizable. Represen temos por p e! precio de la nu eva maquina. lista pudiera llegar a calcular, pro cedería en un todo igual qu e
ria y por q la suma qu e vendiendo la antigua como chatarra el empresario qu e efectiv amente computa . No malgasta ría evi­
cabe obtener; a será el primitivo cos to unitario de producción dentemente factores de producción , siempre escasos , en la satis­
y b el resultante desp ués de sus tituir un utillaje por otro, ind e­ facción de necesidades consideradas de meno r tr ascend encia, si
pendientemente del precio de adquisición de los nuevos ins­ tal satisfacció n obligaba a desatender otras estimadas de mayor
trumentos. Supongamos qu e la ventaja de éstos con siste en que urgencia. N o desecharía di sposit ivos de producción tod avía
aprovechan mejor la mat eria prim a y e! tr abajo empleado, sin aprovechab les si con ello hacía imp osible incrementar la Iab ri­
incrementar la cantidad total producida, z, que queda invaría­ cación de bi ene s más ur gentemente pr ecisado s.
da . La sustitución contemplada es ventajosa si la producción Una exacta comprensión del problema de la conv ertibilidad
z ( a-b) es tal que compensa el gasto p-q. En este ejemplo su­ nos permite adverti r los errores en que inciden muchas falacias
ponemos que la depreciación anual de la nueva máquina es económicas. Tomemos, por ejemplo, el argumento de las indus­
igual que la de la antigua, evitándonos así entrar en el proble­ tri as nacientes (injant industries), frecuentemente esgrimido en
ma de las amortizaciones . Idéntico planteamiento presenta el
752 La A cci án Hum ana La accián y el transcurso del tiempo 753

favor de! proteccionismo. Sus defensores afirman que se pre­ dilapidación de riqueza que supondría el efectuar inversione s
cisa una transitoria protección para poder instalar indus trias en que, por un lado, dejaban desaprovechada la existente capacidad
lugares más favorab les o, al menos, no peores que aquellas zonas productora y, por otro, reducían la cantidad de bienes de capi­
donde están situadas las antiguas planta s competidoras. Esas vie­ tal disponibles para atender todavía insatisfechas necesidades de
jas indu strias han tomado la delantera gracias a su tempra no es­ las gentes. Sin tarifas proteccionistas, la traslación de industrias
tab lecimient o. Ahora se ven amparadas por factores meramente tiene lugar sólo cuando los bienes de capital invertidos en las
históricos, accidenta les y a todas luces «injustificados» . Tales antiguas plantas se han desgastado o quedado anticuados a cau­
venta jas imposibilitan e! establecimiento de centro s competido­ sa de progresos técnicos tan estupendos que obligan a reempla­
res en lugares dond e, el día de ma ñana, se podrá produ cir más zar por nuevo e! prim itivo ut illaje. La historia industrial de los
barato o, al menos, tan bara to como en las antiguas ubicaciones. Estados Unidos ofrece numerosos ejemplos de trasplante de in­
Resulta, desde luego, al principio, oneroso otorgar pro tección dustrias, den tro de las fron teras nacionales, sin necesidad de me­
a una naciente indust ria; pero ese sacrificio será más que com­ didas oficiales proteccionistas de ningún género. El argumento
pensado por posterio res ganancias. de la industria naciente es tan especioso como cualquiera de los
La implant ación de un a industria naciente , sin embargo, esgrimidos en favor del proteccionismo.
sólo tiene interés económico si la superioridad de! nuevo em­ O tra extend ida falacia afir ma que bajo el capiralismo que­
plazamiento es tal que compensa los inconveniente que implica dan desaprovechados e inexplorados muy beneficiosos inventos
el abandonar los inconvertibl es e inrraspor tables bienes de ca­ patentados. Una patente es un monopolio legal otorgado, du­
piral afectos a las ant iguas plan tas. Si tal compensación no se da, rante un determinado número de años, al invento r por su obra .
la protección a las instalaciones de referencia constituye pura No interesa entrar ahora en la cuestión de si constituye o no
pérdida aun en el supuesto de que sólo sea temporal y pueda la política acertada el conceder tales privilegios a los inventores 14.
nueva empresa, más tarde, competir por sus propios med ios. La De moment o debemos limitar nuestro análisis al examen de
tarifa viene a ser un subsidio que los consumidores soportan fi­ aquel asert o según el cual la «gran empresa » abusa de la legisla­
nanciando la inversión de factores de producción siempre esca­ ción de patent es, escamoteando al público ventajas que del pro­
sos en sustitución de unos bienes de capital todavía aprovecha­ greso técnico moderno cabría derivar.
bles que habrán de ser desechados. Detr áensc, además, esos alu­ Cuando la administración otorga una patente a un invent or ,
didos escasos factores de otro s empleos merced a los cuales no intenta, desde luego, averiguar la tra scendencia económica
podían haber sido producidos bienes mayormente estimados por de la misma. Los correspondientes funcionarios se interesan tan
los consumidores. Se priva a estos últimos de mercancías que , sólo por la pri oridad de la idea, ciñéndose en su examen a aspec­
en otro caso, podrían haber disfrut ado, por ded icarse los co­ tos puramente técnicos. Con la misma imparcial escrupu losidad
rrespond ient es factores a la producción de bienes de los que, analizan un invento que revolucionará toda una industria que
sin tarifa alguna, e! mercado podía disponer. cualquier ridículo resor te de manifiesta inutilidad. De ahí que se
Existe una ten dencia unive rsal que induce a la indu stria a conceda la pro tección legal de una patente a innúmeros inventos
ubicarse en aquellos lugares dond e 'las condiciones son más fa­ carentes de todo valor. Los propietarios de dichas patentes tien­
vorables. Bajo la economía de mercado, tal tendencia se ve tasa­ den a atribuir a las mismas decisiva import ancia en orden al
da en aquella medida impuesta por la inconvertibilidad de los adelanto tecnológico, haciéndose exageradas ilusiones acerca de
ayer ya producidos y siempre escasos factores de producción. los ingresos que el invento habría de proporcionarles. Desenga­
Tal elemento histórico no otorga, desde luego, ventaja perma­
nente alguna a las viejas indust rias; impide simplemente la 14 Vid. supra pág. 577 e infra págs. 989-990.

"
n4 La A cción H ttmana
La accion y el transcurso del tiempo 7"
ñados, se dedican a criticar un sistema económico que dicen roba

a las masas los beneficios que e! progreso científico pone a su


Al observador superficial fr ecuentemente le pasan inadver­
disposición.
tidas las anteriores realidades, pues le confunde la práctica de
Ya anter iormen te han sido examinadas las circuns tancias muchas grandes empresas de adquirir los derechos de toda pa­
que justifican reemplazar utilla jes todavía aprovecha bles por tente relacionada con su rama indus trial, indep endientemente
equipo más modern o. No concurriendo tales circunstancias, di. de que tenga o no utilidad verdade ra. T al conducta viene die­
cha sustitución resulta ant ieconómica, tanto para la empresa pri­ tada po r diversas conside raciones .
vada en la economía de mercado como para e! adminis t rador so.
cíalista, dentro del sistema totalitario . La maqui naria en adclan­ 1. A veces no es posible de momento dilu cidar si e! inven­
te construida, lo mismo para nuevas instalaciones que para amo to tiene o no interés económico.
pliar las existen tes o reemplazar los equ ipos desgastados, será 2 . La inn ovación carece de valor . La empresa, sin ernbar­
producida con arreg lo a las nuevas ideas. Pero los útiles disponi­ go, cree que podrá modifi carla convenien temente haciénd ola
bles y todavía aprovechables no pueden ser , sin más, desecha­ rentable.
dos. Los nuevos métodos van aplicándo se, poco a poco. Las 3. Result a anticconómico, tod avía, apli car la paten te. La
fábricas que siguen los antiguo s sistemas, durante un cierto lap­ compañía, no obstan te, piensa servi rse de ella , más tarde, al re­
so de tiempo, tod avía pueden soportar la competencia de las novar su desgastado utillaje.
mejor equipadas. A quienes pon en en duda la exactitud de lo 4 . La en tidad desea animar al inventor para que prosiga
expuesto les convendría preguntarse si se desprenden ellos de sus inves tigaciones, pese a que , hasta el momento, no hayan
sus aparatos de radio o sus aspiradora s tan pron to como sale dado resultados prác ticos.
a la ven ta un modelo más perfecto. 5. La sociedad qui ere enervar posibles reclamaciones de
A los efectos examinados resulta ind iferen te que e! nuevo inventores pleiti stas evita ndo los gastos, pérdida de tiemp o y
descubrimiento se halle o no amparado por una pa tente . La desgaste nervi oso que los correspo ndientes litigios siempre
empresa que adquiere una patente, por ese solo hecho, ya ha in­ implican .
vertido dinero ' en e! invento de refe rencia . Si, pese a ello, la 6. Se pretend e, de un modo no muy disimulado en verdad ,
compañía no aplica cl método en cuestión, es simplemente por. pagar favores o eludir represalias compra ndo patentes carentes
que e! mismo no int eresa. De nada sirve qu e ese monopolio, de todo valor a fun cionarios, ingenieros y personas con ínfluen­
oficialment e creado mediante la patente, imp ida a los competi­ cias en otras empresas u org anismos que se quieren conquistar
dores aplicar el aludido método. Porque lo único que de ver. o conservar como clientes.
dad interesa es la superioridad sobre los ant iguos procedimien­
tos proporcionada por e! nuevo inve nto. Al hablar de supcrio­ Si un invent o es tan notabl emente superior a los sistemas
ridad, queremos significa r señalada reducción de! costo unita­ hasta entonces seguidos qu e de ja anticuado el utillaje existen te,
rio o tal mejora en la calidad de! producto que induzca a los imponiendo la sustitución de la antigua maqu inari a por nueva ,
compradores a pagar precios congrua men te más elevados. La la transform ación de referencia se practicará independientemen­
ausencia de esa aludida superioridad que haga provechosa la te de que el pri vilegio correspondiente a la patente lo disfruten
correspondiente inversión constituye prueba evident e de que los poseedores del alud ido utillaje anticuado o un a empresa in­
los consumidores prefieren adq uirir otros bienes antes que dis­ dependiente. Lo cont rario imp lica suponer qu e no s610 el in­
fru tar los beneficios derivados de! repetido invento. Y es a los ven to r y sus abogados, sino tam bién tod as aquellas personas
consumidores a quienes correspond e decir la última palabra. dedicadas a la industria de que se tra te, así como las demás
gentes deseosas de acceder a la misma en cuanto se les ofrezca

_o .
756 LA Acci6n Humana La acci ón y el transcurso d el ti empo 757

una ocasi6n, son tan torpes que no se percatan de la enorme gran empresa moderna contra los adelantos técnicos. Son noto­
trascendencia de la innovaci6n. El inventor vende por cuatro rias las enormes sumas que las compañías importantes gastan
cuartos, a la antigua y consolidada firma, la patente precisamen­ en la investigación de procedimientos y mecanismos nuevos.
te porqu e nadie se interesa por su obra. Y resulta que hasta esa Quienes afirman que la empresa libre propen de a anular
sociedad adquirente es demasiado obtusa para darse cuenta de los adelantos técnicos no deben suponer han probado su aserto
los enormes beneficios que podría derivar de la aplicaci6n del simplemente destacando el gran número de patentes nunca
invento .
aplicadas, o, cn todo caso, utilizadas sólo después de mucho
Cierto es que ningún adelanto técnico puede ser aplicado tiempo. Es, en efecto, indudable que abundante número de
si las gentes no se percatan de su utilidad. Bajo un régimen so­ patentes, tal vez una mayoría, carece de todo interés práctico.
cialista, la ignorancia, la tozudez de los funcionarios encargados Aquellos que pregonan esa repetid a riulificación de útiles in­
del departamento competente, bastaría para impedir la aplica­ ventos no citan ni un solo caso de innovación que , desaprove­
ci6n de sistemas de producci ón más económicos. Lo mismo su­ chada en aquellos países donde esni amparada por una patente,
cede con los inventos aparecidos en sectores muy dependientes haya sido, en cambio, explo tada por los soviets, que no respetan
del poder público. Los ejemplos más destacados, en este sent ido, patente alguna.
nos los bri nda la historia al testimoniar de la incapacidad de La limitada convertibilidad de los bienes de capital tiene
eminentes estra tegas para advert ir la trascendencia bélica de gran trascendencia, por lo que a la geografía humana se refiere.
muchos descubrimientos científicos. El gran Napoleón no se dio La actual distribución de centros indust riales y residenciales so­
cuenta del auxilio que a su plan de invasión de la Gran Bretaña bre la superficie terráquea, hasta cierto punto, viene derermi­
podrí a haberle proporcionado la navegación a vapor ; ni Foch nada por factores históricos. Conserva aún hoy virtu alidad el
ni el estado mayor alemán advirtieron, en los años que prece­ que ayer se eligiera determinad a ubicación. Prevalece, desde
dieron a la Prim era Guerra Mundi al, el gran papel reservado a la luego, una univer sal tendencia a trasladarse hacia aquellas zonas
aviación militar, siendo notorios los sinsabores sufridos por el que ofrecen las condiciones prod uctivas más favorables. Tal
general Rilly Mitchell, el gran precu rsor del poderío acreo. Las tendencia, sin embargo, queda coartada no sólo por factores
cosas, sin embargo, presentan cariz totalmente contrario dentro institucionales, como las barreras migratorias, pues el elemento
de la órbita de la economía de mercado, en aquella medida en histórico tiene también cn este sentido gran trascendencia. Exis­
que la misma no se ve pert urbada por la típica estrechez de mi­ ten bienes de capital de limit ada convertibilidad invertid os en
ras burocrática. El mercado propende más a exagerar que a mi­ zonas cuya situación, hoy, gracias a nuestros actuales conoci­
nimizar la virtualidad de las innovaciones. La historia del capi­ mientos , sabemos es de menor idoneidad que la de otros luga­
talismo moderno hállase cuajada de fallidos intentos de implan­ res. Su propia inmovilidad refrena la tendencia a situar las in­
tar inventos que luego se comprobó carecían de base. Caro han dustrias, las explotaciones agrícolas y las viviendas humanas allí
pagado muchos pro motores su alegre optimismo. Más fund a. donde aconsejan los últi mos descubri mientos de la geografía, la
mento tendría el echar en cara al capitalismo su tend encia a so­ geología, la biología de plantas y animales, la climatología y
brevalorar invento s vanos que el acusarle de nulificar útiles otras ramas más de la ciencia. Frente a las ventajas del traslado
innovaciones, lo cual resul ta totalmente inexacto. Es un hecho a lugares de condiciones más propicias es preciso ponderar
indub itable que grandes sumas se han perdido en la adquisici6n el inconvenient e de desaprovechar bienes de capital todavía uti ­
de patentes sin utilidad y en malogradas tentativas por apli­ lizables, pero de limitada convertibilidad y transp ortabilidad.
carlas. Vemos, pues, cómo influye en todas nuestras decisiones re­
Carece de sentido hablar de una supuesta prevención de la ferentes a la producción y al consumo el grado de convertibi ­
758 La Acción Hu mana 1.41 acción y el t ranscurso del tiem po 759

lidad de los disponibles bienes de capit al. Cuanto .menor es la de bienes de capital. Son éstos de condición esencialmente
convertibilidad , tan to más hay que ret rasar la aplicación de los I ransitoria,
adelantos técnicos. Sería absurdo, sin embargo, calificar de iló­ El consciente planear y actuar nos imbu yó la idea de la
gica o retrógrada tal dilación . El contrastar entr e sí, al planear perdurabilidad de la riqueza. Tal permanencia, sin embargo.
la acción, las vent ajas y los inconveni entes previsibles, precisa­ puede predicarse de! capital tan sólo si utili zamos el concep to
mente constituye nota manifiesta de racionalidad. No es el hom­ como la contabilidad lo maneja; los bienes de capital jamás son
bre de negocios que sobriamente calcula, sino e! soñador tec­ perpetuos. La idea que el vocablo designa no tiene represen­
nócrata, quien debe ser acusado de no quer er ver la realidad . ración algun a en el universo físico de las cosas tangibles. Existe
Lo que en verd ad retr asa el progreso técnico no es la imperfecta tan sólo en la mente de gentes que planean ; es un elemento
convertibilidad de los bienes de capital, sino su escasez. No so­ del cálculo económico. La contabilidad de capitales tiene un
mos suficienteme nte ricos para permitimos el lujo de renun ciar solo objetivo; sirve para ilustrarnos acerca de cómo la produ c­
a los servicios que bienes de capital todavía aprovechables pue­ ción y el consumo están afectando nuest ra capacidad para aten­
den proporcionarnos. La disponibilidad de una cierta cantidad der futu ras necesidades. Resuelve la incógnit a referente " si la
de bienes de cap ital no coarta el progreso; antes al cont rario, conducta adoptada incrementa o restringe la futura produc ti­
tales existencias constituyen presupuesto insoslayable de todo vidad de nuestra actividad .
adelanto y mejora. La herencia que el pasado nos dejó, materiali­ Aun quienes no se hallan en situación de recurrir al cálculo
zada en los hoy disponibles bie nes de capital, constituye nuestra económico advierten la ut ilidad de conserva r los bienes de capi­
fortuna y el medio más eficaz de que disponemos para incremen­ tal de que disponen y de mejorarlos, lo cual ind úceles a proce­
del' en consecuencia. Los primitivos cazadores y pescadores, in­
tar nuestro bienestar. Cierto es que estaríamos mejor si nues­
dudablemente, con toda claridad advertían la diferencia que
tros antepasados y, también , nosotros mismos, hu biéramos
representa ba el mantener en buen uso sus instru mentos y apa·
p revisto más acertadamente las condiciones bajo las cuales hoy rejos o, en cambio, consumir y desgastar los mismos sin repo­
tenemos que actuar. Al percatarnos de esta realidad comenza­ nerlos convenient emen te. El anti cuado labriego que ru tinaria­
mos a comprender muchas cosas. Ello, sin embargo , no nos ment e se limita a seguir las tradicionales normas, ignorando
autoriza a vilipendiar el pasado ni a suponer estamos ante hasta la existencia de la contabilidad, sabe bien la import ancia
imperfección alguna de la economía de mercado. que para él tiene el mantener intangible aquel fondo constit uido
por sus aperos y ganados. La sencillez de una economía esta­
cionaria o escasamen te progresiva perm ite actuar acertadamen te
7. A CUMUL ACI Ó N, CONS ER VAC IÓN Y CON SUMO DE CAP ITAL aun p rescindiendo de la conta bilidad de capitales. El mant ener
unas existencias de bienes de capi tal sustancialmente invariadas
Los bienes de capital son produ ctos intermedios que, a puede lograrse bien sea produciendo nuevas piezas, a medida
lo largo de los correspondientes procesos producti vos, se trans­ que las antiguas se desgastan, o bien acumulando provisión de
forman en bienes de consumo. Todo bien de capital, incluso bienes de consumo, para , en su día, dedicarse con exclusividad
aquellos que no suelen calificarse de perecederos , se consume, a la aludida reposición , sin tener que reducir por ello el consu­
bien sea por desgastarse en el curso del proceso productivo, mo. La cambiante economía industrial, sin embargo, no puede
bien sea porqu e, aun antes de llegar tal momento, una varia. prescindir del cálculo económico y de sus conceptos básicos:
ción de las circunstancias del mercado lo pr iva de interés capital e interés.
económico. No cabe pensar en mantener invar iable un fondo El realismo conceptu al ha provocado confusión en torno al
760 La Acción Humana La acción y el transcurso del tiemp o 761

conce~ to de capital. Ha creado una verdadera mi tología de! ca­ Nuevos capit ales son, mediante el aborro , acumulados; es
pi tal ' . Se ha atribuido al capi tal exist encia pr opi a e indepen­ decir, creando un excedente entre la producción y e! consumo.
diente de los biene s de capital en que se materializa. E l capital Pero también cabe practicar aquél sin necesidad ni de reducir
-dícese-- se au torreprod uce, siendo consecuentemen te vano éste, ni tamp oco de incrementar la inversión , aumentando, no
e! preocuparse de su conservación. El capital - proclama por su obstante, al tiempo, la cuant ía de lo producido. Tal incremento
part e el marxismo- engendra beneficio. Todo ello es pura ma­ productivo pude deberse a diferentes factores:
jadería.
El capi tal es un concep to praxeológico. Si pudiéramos ser­ 1. Po r haber mejorado las objetivas circunstancias concu­
virnos de la terminología propia de la filosofía tradicional, to­ rrentes . Las cosechas son más abundantes ; se exploran t ierras
talmente desconocedora de los problemas de tipo praxeológico, de mayor fertili dad ; han sido descubiertas min as de superior
diríamos se trata de concepto voluntarístico (voluntaristic con­ rentabilidad ; ha disminuido la frecuencia de las catástrofes y ca­
cept). Estamos ante un producto de la razón , que sólo en la taclismos nat urales que, tanta s veces, desbara tan la acción de!
mente humana existe. Es un modo de contemplar la acción, una hombre; redu j éronse las epidemias y las plagas del ganado, etc.
forma de ponderar, en relación con la consecución de cierto plan, 2. Po r haberse incrementado la productividad de los
los problemas que e! actuar suscita . In fluye desde luego en e! sistemas ya ant eriormente empledos sin aumentar la inversión
homb re que actúa y sólo en tal sentido puede decirse qu e tiene de bienes de capital ni dilata r.e! per íodo de producción.
existencia real. H állase insolublemente ligado al capita lismo, a 3 . Por haberse logrado reducir los desórdenes insti tucio­
la economía de mercado, y constituye sombra fantasmagórica en nnles perturbadores de la producción. Son menores las pérdidas
cualquier ot ro sistema económico carente de intercambio, de ocasionadas por guerras, revoluciones, huelgas , sabotajes y si­
mercado y de precios monetarios para los bienes de todo orden . milares conflictos.
El concepto de capital t iene virtualidad siempre y cuando
las gentes, al actua r, se guíen por la cont abilidad de capitales. Si los excedentes de esta suerte pro ducidos se destin an a adi­
Cuando e! empresario ha invertido factores de p roducción, de cionales inversiones, los mismos incrementarán la producción
tal modo que el impo rte mone tario de las mercancías ob tenidas lleta. Resultará entonces posible ampliar e! consumo sin redu­
es, al menos, igual al de los alud idos facto res consumidos, puede :ir la cantidad de bienes de capi tal disponibles ni restringir la
reemplazar los gastados bienes de capital por otros nuevos cuyo produc tivi dad de! tr abajo .
valor dinerario sea igual al de los primitivos. Ahora bien , e! El capital lo acumu lan siemp re personas aisladas o indivi­
empleo que se dé a los ingresos bru tos, ya se destinen a la repo­ duos actuando de consuno, pero nunca la Volkswirtschaft, es
sición de capital, a la ampliación del existente o a su consumo, decir, la sociedad 16. P uedc suceder que , mientras algunos acto­
implica siempre conscientes decisiones por parte de empresarios res se dedica n a acumular capital, otros esté n consumiendo el
y capit alistas. E n modo alguno nos hallamos ante un proceso previamente acumulado. Si ambos procesos son de idéntica cuan ­
«aut om ático»; siendo tales decisiones, por el contrario, causa tla, queda invariada la cifra de b ienes de capital disponible. El
de deliberadas actuaciones, que, indudabl ement e, pu eden ser efecto final es como si no se hubiera modificado la cantidad total
erradas si los cálculos correspondientes adolecen de negligencia, disponible de bienes de capital. Esa acumulación de capital evita
equivocación o torpe previsión de las condiciones futuras . .
,. El estado y los municipios, en la economía de mercado, no son más que
It Vid «Tbe Mythology of Capital», The Quarterly [ournal o/
HAYEK, EC0I10­
Inll titlld ones representativas de la concertada acei6n de grupos de personas de­
mies, L (1936). pág. 233 Y slgs.
terminadas.
763
I oJ IIcción y el transcurso del Jif!mpo
762 La Acción H umana
Iivn cuantía de! fondo de capital por más que se restrinja el
el tener que reducir el período de producción de ciertos proce­ , 'lIlsumo. Ahora bien, en todo caso, lo que provoca tal escasez
sos. No es posible , sin embargo, recurrir a métodos cuyo perío­ exclusivamente la insuficicncia de la cuota de ingresos dedi­
do de producción sea más dilatado. Cabe, desde este punto de
rudu a tal fin.
vista, decir que ha habido una transferencia de capital. Convie­
ne, sin embargo, no confundir tal transferencia de capital con la
transmisión de propiedad efectuada por nna persona o grupo 8, L A MOVILIDAD DE L INVE RSOR
a favor de otra s personas o grupos.
La compra y venta de bienes de capital , así corr.o la conce­ La limitada convertibilidad de los bienes de capital no liga
sión de créditos comerciales, constitu yen actos que, por sí mis­ 1' ' 1'1\ siempre al propietari o de los mismos. El inversor puede
mos, no implican transferencia de capit al. Se trata de transac­ libremente variar la inversión en que sus riqu ezas están mate­
ciones mediante las cuales concretos bienes de capital pasan a I iulizadas, Si es capaz de prever el futu ro estado del mercado
manos de aquellos empresarios que pretenden invertirlos en 'U" mayor precisión que los demás, podr á concentrarse en aque­
específicos proyectos. No son más que detalles particulares den­ II ns inversiones cuyo precio vaya a subir, evitando aquellas otras
tro de una dilatada secuencia de actos. El efecto conjunto de to­ ..uyo valor haya de descender.
das esas actuaciones determina el éxito o el fracaso de! corres­ Beneficios y pérdidas empresariales provienen de la inver­
pondiente proyecto. Pero ni los beneficios ni las pérd idas pro­ i{,n de facto res de produ cción en específicos proyeclOs. Las
vocan por sí acumulación ni consumo de capital. Lo que hace " ~pccu lacione s bur sátiles y similares operaciones de índole no
variar la cantidad de capital disponible es e! modo cómo ordenan lIlobiliaria, determinan en quién han de incidir efectivamente
su consumo aquellas personas cuyos patrimonios registran las rules pérdidas y ganancias. Preténdesc trazar tajante separación
pérdidas o las ganancias. entre las actuaciones pura mcnt e especulativas y las verdaderas
El capital puede ser transferido tanto sin transmisión de la inversiones productivas. La diferencia entr e unas y otras, sin
propiedad de los correspondientes bienes de capita l como con embargo, es meramente de grado. No hay inversión alguna que
ella. El primer supuest o se da cuando una persona consume ca­ 110 sea especulativa. La acción , en una economía cambiante, su­
pital, mientra s otra , por el mismo importe, independientemen­ pone siempre especular. Las inversiones pueden resultar bu enas
te, lo acumula. El caso contrario , en cambio, se produce cuan­ ... malas, pero siemp re son especulativas. Una radical variación
do e! vendedor de los bienes de capital consume la suma reci­ .le las circunstancias puede, por ejemplo, transformar en funesta,
bida mientra s el comprador le paga con cargo a un excedente hasta la inversión normalmente más segura.
no consumido , es decir, ahorrando part e de sus ingresos netos. La especulación bur sátil ni desvirtúa pasadas actuaciones
Son cosas distintas el consumo de capital y la física desinte­ ni modifica la limitada convertibilidad de los existentes bienes
gración de los bienes de capital. Todos los bienes de capita l, de capital. Sirve, sin embargo, para impedir adicionales inver­
como decíamos, más pronto o más tarde se transmuta n en pro­ siones en industrias y empresas donde, según opinan los espe­
ductos finales, desapareciendo por el uso, el consumo o el des­ culadores, constituiría mala operación. Señala cómo puede ser
gaste. Lo único que, ordenand o convenientemente el consumo, proseguida y respetada esa tendencia que prevalece en toda eco­
puede ser mantenido es el valor del fond o de capital , nunca los nomía de mercado y que aspira, precisamente, a ampliar los
concretos bienes de capital que lo integran. Puede acontecer negocios buenos y a restringir los malos. La bolsa, en tal sen­
que , en virtud de cataclismos naturales o de la acción demole­ tido, se nos aparece como "el mercado », el centro focal de la
dor a del hombre , se destruya tal cantidad de bienes de capital economía, el mecanismo por excelencia que hace prevalecer en
que no sea posible reponer en corto espacio de tiempo la primi-
764 La Acción Hu mana /',1 acción y el transcurso del tiempo 765

la conducta de los negocios los previstos deseos de los consumi­ que exporta los fondos propios ut ilizados para la adquisición de
dores. materias primas, trabajo y demás elementos necesarios se verá
La movilidad del inversor se manifiesta en la erróneamente obligado a reemplazar dichas sumas tomándolas prestadas. El
denominada evasión de capitales. El inversor puede aparta rse Hl':1no de verdad de ese mito que proclama la movilidad del ca­
de aquellas inversiones que considera inseguras, siempre y cuan. pital circulante estriba en que cabe al inversor evitar pérdidas
do esté dispuesto a sopor tar la correspon diente pérdida ya des. '1"C amenacen a su capital circulante, indepen dientemente de
contada por el mercado. Logra evita r las previstas ulteriores 'lile logre o no rehuir las correspo ndientes a su capit al fijo. E l
pérdidas, transfiriendo las mismas a gentes menos perspicaces proceso de la evasión de capitales, en ambos supuestos, es, sin
en evaluar el futuro precio de las mercancías en cuestión . La embargo, el mismo. Las inversiones, en sí, no se varían ; el ca­
evasión de capital no detrae el mismo de los cometidos en que pital inverti do nunca emigra.
ya estaba invertido. I mplica simplement e un cambio de propie­ La huida de capital allende las fronteras presupone la bue­
tario. tlll disposición de los extranjeros a intercambiar sus inversiones
A este respecto ninguna diferencia supone el que el capita­ por otras en el país de donde el capital huye. El inversor britá­
lista «se evada » hacia otras inversiones nacionales o, por el con. nico no puede abandonar sus inversiones en la Gran Bretaña si
trario , busque colocación en el extranjero. Uno de los pri ncipa­ 1111 hay ningún extranjero dispuesto a comprárselas. De ahí re­
les objetivos de la intervención de divisas es impedir esa huida uha que la evasión de capitales nunca puede provocar ese tan
al extranjero del capital. Mediante tal intervención, sin embar­ comentado saldo desfavorable de la balanza de pagos. Tampoco
go, tan sólo se consigue impedir que los propi etar ios de inver­ rubc venga a encarecer la cotización de las divisas extran jeras.
siones nacionales reduzcan sus pérdidas, intercambiando a tiern­ Si gran número de capitalista s - sean ingleses o extran jeros­
po una inversión interior que consideran insegura. por otra ex­ desean desprenderse de sus valores mobiliarios británicos, la
tranjera que les merece más confianza. rutización de los mismos descenderá. Ello, sin embargo, para
Cuando ciertas o todas las inversiones nacionales se ven linda puede influ ir en la relación de intercambio entre la libra
amenazadas por confiscación parcial o total, el mercado des. r ~lerIina y las demás divisas.
cuenta esa desfavorable situación modificando congruamente Lo mismo sucede con el capital inverti do en dinero metá­
los precios de los bienes afectados. Ya es tarde entonces para Ileo. El poseedor de francos franceses que prevé las consecuen­
recurrir a la evasión y así evitar el aludido daño . Sólo aquellos dn s que ha de provocar la política inflacionaria del gobierno
inversores de persp icacia bastante como para adivinar el desas­ Hu lo puede, o bien «huir hacia valores reales», comprando mero
tre que se avecinaba , cuando la mayor parte de las gentes no , uncías, o bien proceder a la adquisición de divisas extranjeras.
se daba aún cuenta de su inminencia ni gravedad, pueden con Ilub rá, sin embargo, de hallar, en cualquier caso, alguien dis­
escasas pérdidas salvarse. Haga n lo que quieran capitalistas y puesto a acepta r sus francos. Sólo podrá huir si hay gentes con
empresarios, jamás logran transformar en móviles y transporta­ una idea más opt imista que la suya acerca del futuro del signo
bles los bienes inconvert ibles. Si bien la anterior exposición es, monetario francés. Lo que eleva el precio de las mercancías y
más o menos, generalmente admitida en lo referent e al capital de las divisas extran jeras no es la conducta de quienes desean
fijo, tratándose de capital circulante suele la misma rechazarse. deaprenderse de francos, sino la de aquellas personas que no
Asegúrase que el exportador puede vender mercancías en el ex­ ,;nán dispues tas a tomarlos si no es a un cambio bajo.
tranjero, abstenié ndose de reimportar las divisas perci bidas. No Los goberna ntes dicen que cuando, para evitar la evasión
advierten las gentes que una empresa precisa peren toriamente dc capitales, intervienen el comercio de Jas divisas, actúan en
de su capital circulante para funcionar. El hombre de negocios defensa de los supremos intereses nacionales. Sin embargo, el
766 La Acción H umana 767
I n acción y e/ transcurso de/tiem po

efecto que con tales medidas provocan, en realidad, es e! de


.,horran ni invierten, tampoco ganan ni pierden por las fluctua­
perjudicar a muchos sin beneficiar a nadie; menos aún , a ese d ones de la Bolsa. Tal comercio sirve simplemente para indicar
fantasma de la V olkswirtschaft. Si hay inflación en Francia, des­ cu áles inversiones, aparentemente, van a cosechar beneficios y
de luego no beneficia a la repúbli ca ni a ninguno de sus s úbdi­ cuáles pérdidas 17.
tos e! que todas las desastradas consecuencias de tal política
recaigan íntegramente sobre ciudadanos franceses. Algunos de
éstos, vendiendo a extranjeros billetes o valores pagaderos en 9. DINERO y C AP IT AL ; A H ORRO E INVE RSIÓN
francos, indudablemente habrían logrado transferir a extraños
parte de dichas pérdidas. El result ado provocado al impedir El capital se cifra en términ os monetarios y está represen­
tales transacciones es e! de empobrecer a algunos franceses sin lado, en los estados contables, por una cierta suma dineraria.
enriquecer a ninguno. Difícil resulta, en verdad, justificar, desde Pero el capital también puede consistir precisamente en dinero
un punto de vista nacionalista, tal planteamiento. metálico. Comoquiera que los bienes de capital son objeto de
Las gentes ven siempre algo deshonesto en la cont ratación Intercambio y que tales cambios se efectúan siguiendo los mis­
lilas principios que regulan el de los demás bienes, recúrrese
. bursátil. Si las cotizaciones suben se acusa a los especuladores
t nmbién en esta materia al cambio indirecto y al uso del dinero .
de timadores que se apropian de lo que en buena ley correspon­ Nadie que en la economía de mercado actúe puede r enunciar a
de a otros. E n cambio, cuando las cotizaciones bajan, la actua­ lns ventajas que la tenencia de numerario supone. No sólo como
ción de los bolsistas está nulificando riquezas nacionales otro ra consumidores, sino también como capitalistas y empresarios, las
acumuladas. Las ganancias especulativas se consideran produc­ gentes necesitan disponer de dinero metálico.
to de! robo o del hurto practicado a costa del resto de la nación. Quienes consideran tal realidad sorprendente o contradic­
Llega a insinuarse que tal especulación constituye precisamente toria, indudablemente están cegados por un erróneo concepto
la causa de la pobreza de las masas. Suele establecerse distinción acerca de lo que es el cálculo económico y la contabilidad de ca­
entre las ganancias del agiotista y el beneficio del industrial que, pital. Atr ibuyen a esta últim a cometidos que en ningún caso
lejos de jugarse simplemente los cuartos como el primero, pro­ pueden corresponderle. La contabilidad de capital es un instru­
porciona útiles mercancías a los consumidores. Has ta quienes es­ mento mental que sirve para calcular y constatar fenómenos;
criben en periódicos financieros dejan de advertir que las tran­ herramienta intelectual de la que únicamente pueden servirse
sacciones bursátiles no producen ni beneficio ni pérdida, sino quienes actúan dentro de una economía de mercado. Sólo donde
que puramente reflejan beneficios o quebrantos registrados por existe el cálculo económico deviene el capital cifrable. El único
e! comercio o la industria. Tales ganancias y pérdidas, originadas servicio que la contabilidad de capital rinde a quienes actúan en
por e! público al aprobar o recusar las inversiones practicadas el marco de una economía de mercado es el de informarles acer­
ca de si el equ ivalente monetario de las riquezas que tienen des­
ayer por el empresariado, son pregonadas por e! mercado bur­
tinadas a actividades productivas ha variado y en qué propor­
sátil. El volumen dinerario de tales operaciones mobiliarias no ción ha cambiado. Para nada más sirve la contabilidad de
afecta al públi co. Por el contrario, es la reacción de las gentes
capital.
ante e! modo cómo los inversores ordenaron la producción lo E n cuanto pretendamos calcular la magnitud del denomina­
que determina los precios que el mercado de valores registra. En
definitiva , es la actitud de los consumidores lo que hace que 11 La popular idea según la cual la Bolsa «absorbe» capital y dinero es ob jeto

determinados valores suban, mientras otros bajan. Q uienes ni de crítico análisis y plena refutación por parte de F. MACIILUP, The Stock Market,
Crcdit and Capital Forma/ion, trad. por V . Smith (Londres, 1940), págs. 6·Cn .
768 La Acci6n Humana l. acción y el transcurso del tiempo 769

do capital Volkswirtschaftliche o capital social que se considera 1, urernentar su tenencia de numerario, por estimar que tal es el
existe independientemente de! capital propio adquirido por los I".tino que a él más le conviene da r a dicho ahorro, desata una
individuos, o la de ese otro concepto de capita l, carente por u-ndencia bajista en el precio de las mercancías y alcista en el
completo de sentido, consistente en la suma de las diversas for­ 1" «lcr adquisitivo de la moneda. Suponiendo que las existencias
tunas de los part iculares, tropeza mos, desde luego, con un pro­ .llucrarias no han sufrido variación, tal conducta no influye di­
blema que nosotros mismos, artificia lmente, estamos creando. ' ~r l amen te sobre la acumulación de capital ni en el empleo del
Porq ue ¿qué papel puede desempeñar el dinero bajo tales con­ ililsmo en la expansión de la pro ducción " . El efecto típico de
ceptos de capita l social? Radical diferencia existe entre contem­ 1" actividad ahorradora, es decir, la aparición de un excedente
plar el capita l desde el punto de vista del individuo y contem­ ,le la producción sobre el consumo, en modo alguno se desva­
plarlo desde el punto de vista de la sociedad. Hemos planteado nccc a causa de tal atesoramiento. No se produce el alza que, en
mal las cosas. Resulta manifiestamente contradictorio, en efec­ n rro caso, habrían registrado los precios de los bienes de capital.
to, eliminar toda referencia al dine ro cuando pretendemos medir J .lI ,' más amplias existencias de estos último s no varían por el
una magnitud que sólo en términos monetarios puede ser com­ 11('('1>0 de que haya qu ienes deseen aumentar su tenencia de nu­
putada. Carece de sentido pretender recurrir al cálculo econ émi­ mcrario. Si nadie dedica tales bienes, ahorrados precisamente
co cuando se trata de sistemas económicos en que no puede ha­ 1'1.11' no haber sido consum idos, a incrementar el consumo, inde­
ber ni dinero ni precios monetarios para los factores de prod uc­ I'cndientemente de cuál pueda ser su precio, siempre repre senta­
ción. En cuanto nuestro razonamiento transpone las fronteras ,dn ampliación de la cantidad de bienes de capita l disponibles .
de la sociedad de mercado, obligado es renunciar a toda referen­ '\ mbos procesos --el incremento de la tenencia de numerario
cia al dinero y los precios monetarios. No cabe mental represen­ V la ampliación del acumulado capital- tienen lugar al tiempo.
tación del capita l social más que como un conjun to de bienes Una baja en el precio de las mercancías, invari adas las res­
diversos. Al parangona r entre sí dos agrupaciones tales, lo úni­ r.mtes circunstancia s, supone reducción del valor monetario de
co que comparativamente pod ríamos predicar es que una de 1", personales capitales de las gentes. Ahora bien, ello no impli­
ellas reprime el malestar de In sociedad mejor que la otra . (Pro­ ,'u reducción de las existencias de bienes de capital, ni exige
blema aparte es el de si la mente humana puede llegar a formu­ ,cajustar las actividades productivas a supuesto empobrecimien­
lar semejante juicio.) A dichos con juntos resulta imposible apli­ 'o . Simplemente se hace necesario variar las cifras monetarias
car expresión dineraria alguna . Los términos mone tarios quedan mnnejadas en el cálculo económico.
huérfanos de sent ido; no es posible, en ausencia de un mercado Supongamos ahora que gracias a un incremento de dinero
para los facto res de prod ucción, ni abordar, ni siquiera plantear rrcditício o de dinero fíat, o a una expansión crediticia, se pro­
los problemas relativ os al capital. duce ese numerario adicional requerido por el incrementado
Du rant e los últ imos años los economistas se han ocupado deseo de metálico. En tal caso, tres procesos independientes se
par ticularmente del papel que la tenencia de numerario desem­ ponen en marcha : una tend encia a la baja de los precios de las
peña en relación con el ahorro y la acumulación de capi tal. Nu­ mercancías a causa del aumento de la cifra de bienes de capital
merosas conclusiones erróneas han sido formuladas en esta disponibles y la consecuente ampliación de las actividades pro­
materia. ductivas; otra tendencia, también a la baja, de los precios, desa­
Cuando una persona poseedora de ciert a suma dineraria la
dedica, no al consumo, sino a la adquisición de factores de pro ­ 11 La acumulación de capital indirectamente es afectada por la variación de foro

ducción, el ahorro queda directamente transformado en acumu­ tunas e ingresos que toda alteración del poder adqu isitivo de la moneda provoque
lación de capital. Si e! individu o, en cambio, dedica el ahorro a tic! lado dinerario.

..

770 La Acción H umana

tada por la superior demanda de dinero para su tenencia en C A PITULO XIX


metálico; y, finalmente, una tercera al alza de los precios provo­
cada por la ampliada existencia de dinero (en sentido lato). Es­
tos tres procesos, hasta cierto punto, son coetáneos. Cada uno
de ellos provoca sus efectos propios, los cuales, según las cir­ La tasa del interés
cunstancias concurren tes, pueden verse reforzados o debilitados
por los de los otros . Pero lo fundamental es que los bienes de
capital engendrados por el adicional ahorro en modo alguno se
desvanecen a causa de los aludidos cambios monetarios, es de­
cir, por razón de esas variaciones en la demanda y en las exis­ 1. EL FENÓM ENO DEL INT ERÉS
tencias dinerarias (en sentido amplio). Cuando una persona aho­
rra una cierra suma monetaria en vez de dedicarla al consumo, Hemos visto cómo la preferencia temporal constituye cate­
tal proceso ahorra dor invariablemente provoca la acumulación " da inherente a todo actuar humano. En el interés originario,
de capital y la correspondiente inversión. Indiferente resulta ~ decir, en e! descuento de bienes futuros por bienes presentes,
que e! interesado incremente o no su tenencia de numerario. El queda reflejada la aludida preferencia temporal.
acto de ahorra r implica siempre la aparición de unos bienes pro­ Por interés no cabe únicamente enten der el interés del ca­
ducidos y no consumidos, bienes que permiten ulteriore s activi­ piral. El interés no es sólo la típica ganancia derivada de la uti­
dades productivas. Los ahorros de las gentes hállanse invariable­ [iznci ón de bienes de capital. Aquella correspondencia a la que
mente materia lizados en específicos bienes de capita l. "ludían los economistas clásicos entre los tres tipos de factores
El suponer que el dinero atesorado constitu ye porción de ele. producción - el trabajo, e! capital y la tierra- y los tre s ti­
riqueza improductiva, implicando cualquier incremento de tal pos de ingresos -salario, beneficio y renta-, hoy en día ya
atesoramiento reducción del capital productivo, es cierto tan 11 0 es admisible. La rent a en modo alguno puede decirse sea la
sólo en cuanto el alza del poder adqui sitivo del dinero da lugar tlpica ganancia que la tierra produce. El fenómeno renta cons­
a que nuevos factores de prod ucción se dediquen a la extracción I ituye un general fenómeno cataláctico; igual lo produce la pro­
de oro y a que se detra iga el metal de sus aplicaciones industria­ ductividad del traba jo o del capital que la produc tividad de la
les para transformarlo en moneda. Tales efectos, sin embargo, tierra. Es más: no existe fuente permanente de beneficio en e!
son producidos no por el hecho de ahorrar, sino por el deseo de sentido que los clásicos empleaban el vocablo. No hay razón
incrementar la liquidez. El ahorro sólo es posible, en la econo­ para supone r que e! beneficio (es decir, e! beneficio empresa­
mía de mercado, dejando de consumir una part e de los ingresos. rial) y el interés sean ingresos más típicos del capital que de la
El que cierta porción dc su ahorro sea dedicada por el interesado tierra.
a la tenencia de numerario influye cn la capacidad adquisitiva El precio de los bienes de consumo, por e! juego de las fuer­
del dinero y, por ende, puede dar lugar a que se reduzca nomi­ ZlIS que opera n en el mercado, se reparte entre los complemen­
nalmente el capital existente (el equivalente monetario del tarios factores que en su producción intervienen. Comoquiera
mismo); jamás, sin embargo, tal atesoramiento viene a hacer que los bienes de consumo son bienes presentes, mientra s que
estéril porción alguna de! capital acumulado. los factores de producción constituyen medios para obtener bíe­
nes futuros, habida cuenta de que los bienes presentes valen
siempre más que los futuros de la misma calidad y 'cuantía, la
suma total repartida entre los diferentes factores de producción
772 La Acci6n Humana la tasa del interés 773

es, aun en la imaginaria constr ucción de la economía de giro quina O una bala de algodón implica tener a disposición propia
uniforme, menor que el precio actual de los correspondientes 1" cooperación de la misma en orden a la producción de cuantos
bienes de consumo. La difere ncia entre una y otra cifra es e! bienes con ellas pueden fabricarse. El error fund amental de to­
interés originario. No cabe relacionar a este último con ninguno ilns esas teorías que apelan a la productivid ad o al uso para ex­
de los tres factores de producción que los economistas clásicos plicar e! interés estriba en considerar función de los aludidos
distinguían. Las ganancias y las pérdidas empresariales tienen servicios productivos de los correspondientes factores de pro­
su origen en las variaciones registradas por las circunstancias ducción e! fenómeno del interés. Porque esa utilidad de los
del mercado y en los consecuentes cambios q ue los precios re­
repetidos factores de producción determina no el interés, sino
gistran a lo largo del período de producción .
E l observador superficial no ve nada llamativo en la renta '" precio de los mismos. Dicho precio comprende toda la dife­
I encía que existe entre la prod uctividad de cierto proceso con­
regular que produce la caza, la pesca, e! ganado, la selvicultura
y la agricultura. La natural eza produce los venados, los peces tando con la colaboración del factor en cuestión y la producti vi­
y los terneros , haciéndoles después desarrollarse; también la dnd de! mismo sin el aludido auxilio. La disparidad que, aun
naturaleza orde na a las vacas producir leche y a las gallinas po­ n ausencia de toda variación de las circunstancias de! mercado,
ner huevos, así como a los árboles madera y a las semillas espi­ <c produce entre e! precio del producto y la suma de los precios
gas. Quienes disfrutan de título bastante para apoderarse de ta­ de los factores intervinientes es consecuencia de! mayor valor
les riquezas, cont inuamente rep roducidas, gozan de asegurada tribuido a los bienes presentes en comparación a los bienes fu­
renta. Como el manantial que continuamente nos proporciona turos, A medida que la producción progresa, los factores emplea­
agua, tales «fuentes de renta » fluyen sin descanso, regalando a dos van transformándose en bienes presentes más altamente va­
su propietario con regulares y nuevas rique zas. Estamos ante lorados. Tal incremento de valor, que produce específicos bene­
aparentes fenómenos naturales. Para e! economista, esras cosas, ficios a los propietarios de los correspondientes factores de pro­
sin embargo, no son tan sencillas, suscitándole serio problema la ducción, constituye la base del interés originario.
determinación de! precio de la tierra , del ganado y de los demás
Los poseedores de factores materiales de producción - a
bienes aludidos. Si no existiera un descuento en el precio de los
bienes futuros por los presentes, el comprador de tierras habría diferencia de! empresario puro en e! imaginario planteamiento
de pagar por ellas un precio igual a la suma de todos los futuros de las diferentes funciones catalácticas- devengan dos tipos de
productos netos de las mismas, no quedando margen para renta ingresos, de dispar condición económica: de un lado, los pre­
alguna. cios que se les pagan por la productiva cooperación de los fac­
Los regulares ingresos anuales devengados por los propie­ tores en cuestión y, de otro , e! interés. Se trata de conceptos que
tarios de tierras y ganados en nada se diferencian de los ingre­ conviene distinguir. Para explicar el interés no debemos apelar
sos procedentes de factores de producción que más pront o o más a los servicios que los factores de producción rinden en la
tarde se desgastan y consumen en los corres pondientes procesos obtención de las correspondientes mercancías.
productivos. El disponer de una parcela de terreno equivale a
disfrut ar de la capacidad que la misma posee para con tribuir a la El interés es un fenómeno homogéneo. No hay varias fuen­
producción de cuantos frutos en ella pueda n ser obtenidos, lo res de interés. El interés pagado por e! empleo de bienes du ra­
mismo que el disponer de una mina equivale a disfrutar de su deros y e! abonado por créditos de consumo es, como todo in­
potencialidad para contribuir a la extra cción de cuantos mine­ terés, consecuencia de! mayor valor atribuido a' los bienes
rales de ella quepa sacar. En idént ico sentido, el poseer una má­ presentes que a los futuros.
774 La Acción Hu mana /.d tasa del interés 775

2. EL INTERÉS ORIGINARIO comenzar el aludido período ; en novecientos al iniciarse el


gundo año, y así sucesivamente.
El interés originario es igual a la razón existente entre e! El interés originario no es un precio que el mercado de­
valor atribuido a sarisfacer una necesidad en e! inmediato futuro termina sobre la base de la oferta y la demanda de capital
y el valor atribuido a dicha satisfacción en épocas temporalmen­ 11 de bienes de capital. Su cuantí a no depende de la aludida
te más distantes. Dentro de la economía de mercado, e! interés demanda u oferta. Es, al contrario, el interés originario lo
originario se manifiesta en el descuento de bienes futuros por que determina tanto la demanda como la ofert a de capital y
bienes presentes. Se trata de razón existente entre precios de bienes de capital. Marca cuál porción de los existentes bienes
mercaderías, no de un precio en sí. Dicha razón tiende en e! deberá consu mirse en el inmediato futuro y cuál convendrá
mercado a una cifra uniforme cualesquiera que sean las mercan­ reservar para aprovisionar más remotos períodos. Las gentes
cías de que se trate. "horran y acumulan capital no porque haya interés. No cons­
El interés originar io en modo alguno puede definirse co­ tituye este último ni el impulso que hace ahorra r ni la com­
mo «e! precio pagado por los servicios de! capital» ' . Aquella pensación o premio otorgado a quien renuncia al inmediato
mayor productividad de los método s de producción de su­ consumo. Es la razón existente entre el valor otorgado a los
perior complejidad , consumidores de más tiempo, a la que bienes presentes y el reconocido a los futuros.
Bohm-Bawerk y posteriores economistas apelaron para explicar El mercado crediticio no determina la tasa del interés.
e! interés, en realidad no nos aclara 10 que de verdad se pre­ Acomoda el in terés de los préstamos a la cuantía del interés
cisa averiguar. Antes al contrario, sólo e! fenómeno de! inte­ «riginario, según resulta del descuento de bienes futuros.
rés originario nos hace comprender por qué el hombre recu­ El interés originario constituye categoría del humano ac­
rre a métodos productivos que consumen menos tiempo, pese tuar. Aparece en toda evaluación de bienes externos al horn­
a que hay otros sistemas de mayor inversión temporal cuya hre y jamás podrá esfumarse. Si reapareciera aquella situación
produ ctividad, por unidad de inversión, resulta superior. Es que se dio al finalizar el primer milenio de la era cristiana,
más: únicamente el fenómeno de! interés originario explica en la cual había un general convencimiento del inminente fin
por qué cabe comprar y vender parcelas de tierra a precios del mundo , las gentes dejarían de preocuparse por la provi­
ciertos. Si los servicios futuros de! terren o se valoraran igual sión de las necesidades terre nales del mañana. Los factores
que los presentes, no habría precio específico alguno suficien­ de producción perderían todo valor, careciendo de trascenden­
temente elevado como para inducir al vendedor a enajenar cia para el hombre. No desaparecería, sin embargo, el des­
la correspond iente parcela. La tierra no podría por sumas di­ cuento de bienes futuros por presentes . Muy al contrario,
nerarias ciertas ser objeto de compraventa ni tampoco cabría incrementarlase de modo impresionante . El desvanecimiento
intercambiarla por bienes que repor taran tasados servicios. del interés originario, en cambio, implicaría que las gentes
Únicamente el intercambio de unas tierras por otras seria dejaban de interesarse por satisfacer sus más inmediatas necesi­
imaginable. El precio de un edificio que durante un período de dades; supondría que sobrevaloraban dos manzanas a disfrutar
diez años pudiera producir una renta anual de cien dólares dentro de mil o de diez mil años a una manzana disponihle
se cifraría (independientemente del solar) en mil dólares al hoy, mañana, dentro de uno o diez años.
No resulta ni siquiera pensable para nosotros un mundo
1 Tal es la definición más popular del interés, según se ve, por ejemplo, en en e! que el fenómeno del interés originario no acompañara
Ou tí ínes 01 Economics (3 .- ed., Nueva York, 1920), de Ely, Adams, Lorenz )' inexorablemente a todo tipo de acción. El interés originario
Young, pág. 493. se encuentra siempre presente, exista o no la división de! tra­
La Acci6n Hu mana La lasa del inter és 775
774

2. EL INT E RÉ S ORIGINARIO comenzar e! aludido período; en novecientos al iniciarse el


segundo año, y así sucesivamente.
El interés originario es igual a la razón existente entre el El interés originario no es un precio que el mercado de­
valor atribuido a satisfacer una necesidad en e! inmediato futu ro termina sobre la base de la ofer ta y la demanda de capital
y el valor atrib uido a dicha satisfacción en épocas tempo ralmen­ o de bienes de capital. Su cuantía no depende de la aludida
te más distantes. Dentro de la economía de mercado, el inte rés demanda u aferra. Es, al contrario, el interés originario 10
originario se manifiesta en e! descuento de bienes futuros por que determina tanto la demanda como la oferta de capital y
bienes presentes. Se trata de raz ónfexistente entre precios de bienes de capital. Marca cuál porción de los existentes bienes
mercaderías, no de un precio en sí. Dicha razón tiende en el deberá consumirse en e! inmediato futuro y cuál convendrá
mercado a una cifra uniforme cualesquiera que sean las mercan­ reservar para aprov isionar más remotos períodos. Las gentes
cías de que se trate. ahorran y acumulan capital no porqu e haya interés. No cons­
El interés originario en modo alguno puede defini rse co­ tituye este último ni el impulso que hace ahorrar ni la como
mo «el precio pagado por los servicios del capitals '. Aquella pensación o premio otorgado a quien renuncia al inmediato
mayor productividad de los métodos de producción de su­ consumo. Es la razón existente entre el valor otorgado a los
perior complejidad , consumidores de más tiempo , a la que bienes presentes y el reconocido a los futu ros.
Bohm-Bawerk y posteriores economistas apelaron para explicar El mercado crediticio no determina la tasa de! interés.
el interés, en realidad no nos aclara 10 que de verdad se pre­ Acomoda e! interés de los préstamos a la cuantía de! interés
cisa averiguar. Antes al contrario, sólo el fenómeno del int e­ originario, según resulta del descuento de bienes futuro s.
rés originario nos hace comprender por qué el hombre recu­ El interés originario constituye categoría del humano ac­
rre a métodos prod uctivos que consumen menos tiempo, pese tuar. Aparece en toda evaluación de bienes externos al horn­
a que hay otros sistemas de mayor inversión temporal cuya bre y jamás podrá esfumarse. Si reapareciera aquella situación
productividad, por unidad de inversión, resulta superior. Es que se dio al finalizar el primer milenio de la era cristiana,
más: únicamente e! fenómeno del inte rés originario explica en la cual había un general convencimiento del inminente fin
por qué cabe comprar y vender parcelas de tierra a precios de! mundo, las gentes dejarían de preocuparse por la prov i­
ciertos. Si los servicios futuros de! terreno se valoraran igual sión de las necesidades terrenales del mañana. Los factores
que los presentes, no habría precio específico alguno suficien­ de producción perderían todo valor, careciendo de trascenden­
temente elevado como para inducir al vendedor a enajenar cia para el hombre . No desaparecería, sin embargo, el des­
la correspond iente parcela. La tierra no podría por sumas di­ cuento de bienes futuros por presentes. Muy al contrario,
nerarias ciertas ser objeto de comp raventa ni tampoco cabría incrementaríase de modo impresionant e. El desvanecimiento
intercambiarla por bienes que reportaran tasados servicios. del interés originaría, en cambio, implicaría que las gentes
Unicamente e! intercambio de unas tierras por otras sería dejaban de interesarse por satisfacer sus más inmediata s necesi­
imaginable. El precio de un edificio que durante un período de dades; supondría que sobrevalorab an dos manzanas a disfrutar
diez años pudie ra producir una renta anual de cien dólares dentro de mil o de diez mil años a una manzana disponible
se cifraría (independientemente de! solar) en mil dólares al hoy, mañana, dentro de uno o diez años.
No resulta ni siquiera pensable para nosotros un mundo
t Tal es la definición más popular del interés, según se ve, por ejemplo, en
en e! que el fenómeno del interés originario rió acompañara
Outlines o/ Economics (3," cd., NUeV¡l York, 1920), de Ely, Adams, Lorenz y inexorablemente a todo tipo de acción. El interés originario
Young, pág. 493. se encuentra siempre presente, exista o no la división del tra- "
776 La Acci6n Humana La tasa del interés 777

bajo y la cooperación social; hállese la sociedad organizada a la satisfacción de otras más alejadas, forzosamente ha de
sobre la base del control privado o el público de los medios restringir el número de apetencias en determinado momento
de producción. En la república socialista desempeña una mi­ cubiertas, para incrementarlo en otro. Tan pronto neguemos
sión idéntica a la que cumple dentro de la economía de mer­ la certeza del aserto verémonos cercados por las más insolu­
cado. bles contradicciones. Cabe imaginar que, un día, nuestros co­
Bohrn-Bawerk, de una vez para siempre, evidenció los nocimientos técnicos lleguen a la máxima perfección, resul­
errores en que incidían aquellas ingenuas explicaciones de! tanda imposible a los mortales mejoro - tal nivel de sabiduría.
interés basadas en la idea de la productividad, es decir, aqueo Ningún proceso que amplíe la producción por unidad de in­
llas para las cuales e! interés venía a ser reflejo de la produc­ versión cabría ya inventar. Admitida , sin embargo, la escasez
tividad física de los factores de producción. Y, sin embargo, de algunos factores de producción, forzosamente habremos
Bohrn-Bawerk, hasta cierto punt o, basó su propia teoría en la de concluir que no todos los procesos de mayor productivid ad
productividad . Cuando se refiere a la superioridad técnica de - independientemente del tiempo por ellos absorbido-- están
los métodos de producción de mayor complejidad (consumi­ siendo plenamente utilizados y que, si se aplican ciertos sis­
dores de más tiempo) logra, desde luego, evitar las más burdas temas de menor productividad por unidad de inversión, es
presentaciones de! aludido ideario. Sin embargo, lo cierto es simplemente en razón a que los correspondientes frutos se
que, al final, retorna, si bien en forma más sutil, a las expli­ cosechan en un lapso de tiempo menor. Escasez de factores
caciones basadas en la productividad. Los economistas poste-o de producción implica que cabe ordenar la propia actuación,
riores que, dejando de lado la idea de la preferencia temporal, permitiendo los correspondientes planes, teóricamente, incre­

apóyanse en los conceptos de productividad de la teoría de mentar nuestro bienestar , no pudiendo, sin embargo, ser plas­

Bohm-Bawerk, se ven obligados a admitir que el interés origi­ mados todos los aludidos planes a causa de la insuficiente can­

nario desaparecería si los hombres un día llegaran a aquel es­ tidad de medios disponibles. Precisamente por resultar im­

tado en e! cual ninguna ulterior ampliación del período de practicables tales proyectos consideramos que escasean los

producción incrementaría la productividad 2 . Tal suposición correspondientes factores. Confunde a los modernos seguidores

es totalmente errónea. El interés originario no puede desapa­ de las teorías productivas la bohm·bawerkiana expresión como

recer en tanto haya escasez y, consecuentemente, acción. piejos métodos de producci án (round-about metbods 01 pro­
Mientras nuestro mundo no se transforme en e! país de duction ¡ y la idea de progreso técnico que la misma parece

Jau ja, el hombre habrá de hacer frente a la escasez y, por tan­ encerrar . La verdad, sin embargo, es que, mientras subsista

to, habrá de economizar; será preciso optar entre satisfacer la escasez, siempre habrá algún proceso técnico idóneo para

antes o después las necesidades, pues no cabe dejar atendidas mejorar nuestro bienestar a base de ampliar el período de pro­

plenamente ni las presentes ni las futuras. Variar la utiliza­ ducción, independientemente del progreso de nuestro s cono­

ción de los factores de producción, dedicando algunos de ellos cimientos teóricos. Si hay escasez de medios, si pervive la

en vez de a atender necesidades temporalmente más próximas, praxeológica correlación entre medios y fines, forzoso es con­

cluir que han de existir necesidades insatisfechas por lo que

2 Vid. H AYEK, «The Mythology of CapitallDo, /The Quarterly [ournal o/ Econo­


mies, L (1936), pág. 223 Y slgs. El profesor Hayek , cierto es, ha variado posterior­
se refiere tanto al futuro próximo como al más remoto. Siem­

mente en su modo de pensar. (V id. 5U artfculo «Timc-Prcference and Producti vit y, pre habrá bienes a los que renunciamos por cuanto su produc­

a Reconsideration», Economica, XII, págs. 22·25, 1945.) La idea a que la critica ción exige demasiado tiempo, impidiéndonos tal dilación temo

de nuestro texto se refiere todavía es, sin embargo, ampliamente . mantenida entre poral satisfacer otras necesidades más urgentes. Si no aprovi­

economistas. sionamos más ampliamente el futuro es precisamente porque

'"
779
778 La Acción }-{ Im:a;/(; La tasa del interés

ponderamos y preferimos atend er las necesidades de un mo­ BOhm-Bawerk. Es por su contribución al resultado del proce­
men to temporalmente más p róximo, en vez de las de otro so de que se trate por lo qu e los factores complementari os
más alejado. La razón que tal cont rastación arroja con stituye tienen valor; en razón a dicha contribución se pagan por los
e! interés originario. mismos precios deter minados, precios que comprenden e! to­
En aqu el mundo de plenos conocimientos técnicos , que tal valor de esa repetida con tribución. No existe residuo útil
hemos supuesto, cierto promotor traza determinado plan / 1 quc tales precios no hayan cub ierto y en el que pudiera ampa­
con arreglo al cual imaginemos que habría de edificarse un rarse el interés.
• hotel en pint ore sco para je, pero de' difícil acceso, que exige Se ha dicho que , dentro de la imaginaria construcción de
construir la correspondiente carre tera. Al examinar la p racti­ una economía de giro un iforme, el int erés desa pareteria 3. Fá­
cabilidad del plan, el interesado se percata de que los med ios eil es, sin embargo, evide nciar la incompa tibilidad lógica de
disponibles no son suficientes para su ejecución . Cuando cal­ tal aserto con los supuestos en que se basa d icha imaginaria
cula la renta bilidad del pro yecto , advierte que la cuantía de construcción.
los previstos ingresos no es bastante para cubrir Jos costo s Come ncemos distinguiendo dos clases de ahor ro: el co­
del trabajo y materiales empleados y atend er el pago de los mún y el capitalista. El pri mero consiste meramente en acu­
intereses corres pondientes al capi tal invertido. En su conse­ mular bienes de consu mo con vistas a consumi rlos más tarde.
cuencia, renuncia al proyecto A, lanzándo se a la ejecución El ahorro capitalista , por el con trario , estriba en reunir mer­
de otro , que den ominaremos B. Con arreglo a este segundo , cancías des tinadas a perfeccionar los procesos productivos. El
el hotel se ubica rá en un lugar menos pintoresco, pero más objetivo que el ahorro común pers igue es proveer al consumo
accesible, do nde , o bien son menores los costos de la cons­ de mañana; se trata simplemente de aplazar el consumo. Más
tru cción , o bien puede term inarse la obra en un plazo más pronto o más tarde, eso~acumu lados bienes serán consumidos
breve. Si no se tomara en conside ración el int erés corr espon­ y desaparecerán. El ahorro capitalista , en cambio, pretende
diente al capital empleado, cabría incidir en el error de supo ­ reforzar la productivid ad de la act ividad huma na. Acum ula, a
ner que las circuns tancias del mercado - bienes de capital tal fin , bienes de capital para invertirlos en ulte riores produc­
existentes y valoraciones de las gentes- perm it irían llevar a la cione s, no constituyendo simplemente reservas para posterior
prác tica el plan A. Su ejecución , sin embargo , implicaría de­ consumo. El beneficio que el ahorro común reporta consiste
traer factores de produ cción que indudab lemente escasean de en poder mañana consumi r bienes que otrora no lo fueron y
diferentes empleos que hubieran permi tido atender deseos que se reservaron precisamente para tal ulterior empleo. Las
considerados más urgent es por los consu mido res . Estaríamos ventajas del ahorro cap italista consisten en incrementar la
ante una torpe inve rsión, ante manifiesta dilapidación de me­ cantidad de bienes producidos o en obtener merca ncías que, sin
dios. el auxilio de dicho ahorro , no hubie ran pod ido ser fabrica das .
La ampliación del perí odo de producción permi te obtener Al imaginar una economía de giro uniforme (está tica), los eco­
más cantidad de produc to por un idad de inversión o disponer nomistas se desentienden del problema relativo a la acumula­
de bienes que en más corto período de tiempo no pueden ser ción de capital. Los bienes de capital constituyen una cifra dada
fabricados. El interés, sin embargo, no deriva de imputar el e invariable; pues, por defi nición , ningún cambio registra n
valor de esas adicionales riquezas a los bienes de capital pre­ las circun stancias de dicho mercado. No hay acumu lación de
cisos para ampliar el período de pro ducción. Ta l aser to impli­
caría recaer en los errores más eviden tes de las teorí as de la l Vid. J. SCUUM l'ET ER, Tb e Tb eorv o/ Bconomk Dcvt:lopment, rrud. por R. Opic
productividad, err ores para siempre desen mascarados por (Cambridge, 19}4 ). págs . 34-46, 54.
780 La tasa del interés 781
La Acci án Humana

nuevos capit ales mediante el ahorro ni tampoco aquéllos se pitalista, se desordena la eq uivalencia entre satisfacer nece­
reducen por razón de un exceso de consumo sobre ingresos sidades en momentos futuros diferentemente alejados de! pre·
net os, es decir , sobre la diferencia resultant e entre la produc­ sen te . El que cierto capitalista mantenga acumulada una cifra
ción y las reinversiones exigidas por el mantenimíervo del ca. de justamente cien mil dó lares se halla condicionado por la
pital. Pasemos, pues, a demostrar qu e ta les presupuestos son circunstancia de que cien mil dólare s actua les equivalen a cien­
incompatibles con la idea de la desaparición del interés . to cinco mil dólares di sponibles dentro de doce meses . Eso s
Podemos, en nu estro argumento, dejar de lado el ahorro supletorios cin co mil dólares tienen para el capitalista mayor
común. Pret éndese, en efecto, metliante este último, aprovi­ valor qu e las ventajas a derivar del inmediato consumo de
sionar época s futuras que e! interesado piensa podrán hallar­ una parte de d icha suma. Con la sup resión del pago de inte­
se menormente abastecidas. Presupuestos básicos de la irnagi­ reses, provocase consumo de capi tal.
na ria construcción que nos ocupa son, sin embargo, la inrnu ­ H e ahi el erro r en que Schumpeter incide al presentarnos
tabilidad de los circuns tancias a lo largo del tiempo y la plena su sistema estático. No hast:!" co n presuponer que el corres­
con sciencia de los actores de tal invariabilidad. E n e! marco pondiente equipo de capital fue ya ayer acumulado, resultan­
de referencia no hay lugar, pues , para e! ahorro común. do el mismo continuamente utilizable, sin que haya ya de va­
No sucede lo mismo con e! ahorro capitalista, es decir, riar su cua nt ía . Es, ade más, necesario indicar q ué fuer zas
con e! correspondi en te aumento de! fondo de bienes de cap i­ mantienen ta l invari abilidad . Si eliminamos al capitalista que
tal acum ulados . Bajo la economía de giro uniforme no hay recibe in tereses, provocamos la aparició n del capitalista que
ahorro y acumulación de adicionales bi enes de capital, ni tamo consume cap ital. No hay entonces motivo alguno que pueda
poco con sumo de los existentes bienes de tal tipo. Ambos ind ucir al posee dor de bienes de capital a no consumirlos in­
fenómenos vendr ían a variar las circunstancias del plantea; med iatamente . Con arreglo a las b ases implicitas en la imagi­
miento, lo que implicarla tota l trastorno de ese giro uniforme naria co nstrucción de condiciones i!l.va riables (la econom ía de
típico de aquel imaginario sistema. Ah ora bien, la magnitud giro unifor me) no hay por qué acurl'iular reser vas para cuando
del ahorro ayer practicado - es decir , durante el periodo ano vengan tiempos peores. P ero, aun cuando -con manifiesta
terior al establecimiento de la econom ía de giro uniforme- , inco nsiste ncia lógica- ad mitiéramos qu e una parte de los bie­
así como la del capital entonces igualmente acumulado, se nes se destinar a a la constitución de tales reserva s, quedand o
correspondía con la cuan tia de la correspond ient e tasa de in . consecue mc mente detraída del inmedi ato consumo , por fuer­
terés. Si - imperante ya la economía de giro uniforme- de­ za habr emos de concluir que se consumirá capi tal en aqu ella
jaran de perci bir int erés los poseed ores de los ex istentes med ida en que el aho rro capitalista supere al ahorro común •.
bienes de capital, tra stornarianse las normas qu e venían regu ­ Si no hubiera int erés o rigina rio, los bien es de cap ital jamás
landa la distribución de los existentes bienes de capital entre serian ded icad os al consumo inm ediato y, cons ecuentemente, el
futuras necesidades diversament e alejadas del momento pre ­ capi tal nunca disminuiría. Es más; ba jo tan impe nsable estado
sente. Esa variada situación exigiría nueva redi stribució n . de cosas, no habria consum o, sino exclusivamente ahorro, acu­
Po rque en la econom ía de giro uniforme, no desaparece la di. mu lación de capital e inv ersión . Lo que provocarla redu c­
ferente evaluación otorgada a satisfacciones disfrutadas en fu . ción del capi tal ex iste nte, en el mundo real, no sería la inima­
turos más o menos dist antes. Aun bajo la imaginaria con s­ ginable desaparición del in terés originario, sino el dejar de
trucci ón de referencia, las gen tes atribuyen más valor a una
manzana hoy di sponible que a ese mismo fruto utilizable sólo • Vid . R onBIN5, «On n Certain Ambiguity in the Conception of Starion ary
den tro de diez o de cien años . Al no percibi r interés el ca. Equilibrium», Tbe Economic [ournal, XL (1930), pág. 211 Y sigs. .
783
782 La A cción H umana La lasa del int er és

pagar interés a los capitalistas. Consumirían éstos, en tal caso, Las gentes no ahorr an más porque se eleve la aludida tasa del
sus bienes de capit al, precisamente porque hay interés origi­ interés originario ni ésta desciende por el aumento del aho­
naría , teniendo mayor valor para el hombre el atender hoy rro. Las variaciones registradas por las tasas originarias de
una necesidad que atenderla mañana . interés, a~ ; como los cambios en la cuantía del ahorro - in­
No puede, por tanto, ni siquiera suponerse la posibilidad variadas las restantes circunstancias, en especial los factores
de abolir el interés mediant e instituciones, leyes o manipula­ institucionales- , constituyen dos caras de un mismo fenó­
ciones bancarias. Q uien desee «suprimir» el interés habrá meno. La desaparición del interés originario implicaría la des­
primero de convencer a las gentes pmra que no valoren en me­ aparición del consumo. Un incremento verdaderamente inmo­
nos una manzana disponible dent ro de cien años que la que derado del interés originario provocar ía la abolición del ahorro
hoy pueden tener a su disposición. Lo que cabe abolir, me­ y de toda previsión del futuro .
diante leyes y decretos, es tan sólo el derecho del capitalista a La cuantía de los disponibles bienes de capital para nada
cobrar interés. Tales disposiciones, sin embargo, provocarían influye ni en la tasa del interés originario ni en la suma del ul­
consumo de capital y rápidamente reconducirían a las gente s terior ahorro . Aun las más amplias existencias de capital no
a su originaria y natural pobreza. tienen por qué implicar necesariamente ni una baja en la tasa
del interés ni una disminución de la tendencia al ahorro. Esa
mayor cuantía del capital acumulado y de la cuota de capital
3. L A CUANT Í A DE LA T AS A DE L INTE RÉS por individuo invertido, que consti tuye nota característica de
las naciones económicamente más avanzadas, no desata for­
zosamente una tendencia a la ba ja del interés originario ni
En el ahorro común, así como en el ahorro capita lista induce a las gentes a reducir su ahorro. Son muchas las per­
practicado por aislados sujetos económicos, el distinto valor sonas que , en estos asuntos, se confunden al comparar mera­
oto rgado a satisfacer más pronto una necesidad o a atenderla mente las tasas mercantiles de interés determinadas en el
más tarde queda reflejado en la proporción en que las gentes mercado de capitales. Tales tasas brut as no reflejan exclusi­
prefieren proveer antes al futuro más próximo que al más vamente la cuantía del interés originario. Las mismas contie ­
distante. En la economía de mercado - siempre que se den nen, como más adelante veremos, otros elll(i1entos cuya con­
las circunstancias corre spondiente s a la imaginaria constru c­ currencia aclara por qué los intereses brutos suelen ser, por lo
ción de una economía de giro uniforme- la tasa del interés general, más elevados en las naciones pobres que en las ricas.
originar io es igual a la razón existente entre una suma cierta Suele decirse que - invariadas las restantes circunstan­
de dinero hoy disponible y aquella otra suma fut ura conside­ cias- cuanto más cumplidamente suministradas se hallen las
rada mejor que la primera. genres para el inmediato mañana mejor proveerán a las nece­
La tasa del interés originario orienta las actividades in­ sidades del futuro más alejado. En su consecuencia - agré­
versoras de los empresarios. Determina el período de espera gase-, la cuantía total del ahorro practicado y del capital acu­
y el período de prod ucción en cada rama industrial. mulado en el ámbito de una economía depende de que los
Las gentes a menudo se preguntan cuáles tasas de interés individuos se hallen distribuidos en gru pos de dispares ingresos.
- las «elevadas» o las «reducidas»- estimulan más el aho­ Dentro de una sociedad con gran igualdad económica habrá
rro y la acumulación de capital. La interrogante carece de siempre -afirmase- menos actividad ahor radora que en una
sentido. Cuanto mellar sea el descuento que a los bienes fu­ sociedad con mayor desigualdad. Encierra la observación una
turos corresponda, menor será la tasa del interés originario. brizna de verdad. Tales asertos, sin embargo, se refieren a he­
!

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784 La Acción Hu mana La tasa del interés 785

chos psicológicos y, por tal razón, carecen de la universal Quien pretenda atender futu ras necesidades forzosamen­
validez y de la obligada procedencia típica de las conclusiones te habrá de prever con acierto en qué consistirán las mismas
praxeológicas. Es más; entre esas ot ras circunstancias que se e! día de mañana. Si e! interesado yerra en tal previsión, sus
suponen invariadas, compréndense las valoraciones de múl­ verdaderas necesidades futuras o no serán atendidas o lo se­
tiples personas, es decir, sus subjetivos juicios de valor for­ rán s610 imperfectamente. No existe un ahorro, como si dijé­
mulados al ponderar los pros y los contras de proceder al ramos, abstracto, aplicable a toda clase de necesidades, in­
consumo inmediato o a la posposición del mismo. Habrá mu­ mune a los cambios de circunstancias y valoraciones. De ahí
chos individuos que reaccionarán t tal como los consignados que e! interés originario jamás puede aparecer, dentro de una
asert os presumen; pero también habrá otros que actuarán de economía cambiante, en forma pura y sin mezcla alguna. S6lo
modo distinto. El labriego francés - por lo general, de mode­ en el marco de la economía de giro uniforme , e! interés ori­
rados medios- fue comúnmente considerado, du rante el si­ ginario cierra su ciclo por e! simple transcurso de! tiempo ;
glo XI X, persona mezquina y avarient a en sus gastos; los ricos por el decurso del mismo y a medida que progresa e! proceso
aristócratas, así como los herederos de las grandes fortun as de producción cada vez más valor va, en cierto modo, agre­
de origen comercial e industrial, se caracterizaron, en cambio, gándose a los complementarios factores de producción: al
por su vida dispendiosa. concluir el aludido proceso, el paso del tiempo ha hecho que­
No cabe, pues, formular teorema praxeológico alguno que dara incluido en e! precio la totalidad de la cuota correspon­
relacione la total cantidad de capital existente en la nación, diente al interés originario. En la economía cambiante, por e!
ni el poseído individualmente por las gentes, de un lado, con contrario, durante el período de producción, acontecen, al
la cuantía de capital ahorrado o consumido y el nivel de la tiempo, otras variaciones en las evaluaciones. Hay bienes que
tasa del interés, de otro. La asignación de medios siempre se estiman más que ante s; otros, en cambio, menos. Tales
escasos a la provisión de épocas futuras diversamente aleja­ alteraciones constituyen la base de las ganancias y las pérd idas
das viene gobernada por juicios de valor e, indirectamente , empresariales. Sólo aquellos empresarios que acertadamente
por todos aquellos factores que integran la individualidad del supieron prever la futura situación del mercado consiguen, al
sujeto actuant e. vender sus productos, cosechar un excedente de ingresos so­
bre los correspondientes costos de producción (en los que se
comprende e! interés originario neto). El empresarje que err ó
4. EL INT E RÉ S ORIGINAR IO EN LA EC ONOMÍ A C AMBI ANT E en la especulativa premonici6n de! futuro logrará , en e! mejor
de los casos, vender sus mercancías a precios que no cubren
Hasta ahora hemos abordado el estudio del inter és or igi­ la totalidad de sus gastos más e! interés correspondiente al
nario suponiendo que las operaciones mercantiles se efectúan capital invertido.
mediante dinero neutro (neutral money); que el ahorro , la El inte rés no es un precio, como tampoco lo es la pérdid a
acumulaci6n de capital y la fijación de los tipos de interés se ni la ganancia empresarial; se trata de magnitudes que pue­
practica libremente, sin obstáculos de orden institucional ; y den ser separadas, mediante específica computaci6n, del pre­
que todo el proceso económico se desenvuelve dentro del mar­ cio total alcanzado por los productos, siempre y cuando haya
co de una economía de giro uniforme. Eliminaremos, en el sido lucrativa la correspondiente operaci6n . La diferencia en­
capítulo siguiente, los dos presupuestos primeramente citados. tre el precio de venta de la mercancía y la suma de los costos
Vamos a ocuparnos ahora de! interés originario en una eco­ (excluido e! interés del capital invertido) ocasionados por su
nomía cambiante. producción es 10 que los economistas clásicos ingleses deno­
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786 La Acción Hu mana La tasa del interés 787

minaban beneficio s. La economía moderna, en cambio, ve en El separar e! salario empresarial de los demás concep­
dicha magnitud un conjunto formado por diferentes concep­ tos incluidos en el concepto de beneficio estructurado por
tos catalácticos. En ese excedente de ingresos sobre gastos, los economistas clásicos no presenta particulares problemas.
denominado beneficio por los economistas clásicos, se com­ Más difícil es separar e! beneficio empresarial del interés ori­
prende e! valor de! trabajo con que e! propio empresario ha ginario. En la economía cambiante, los intereses pactados por
contribuido al proceso productivo, e! interés correspondiente las operaciones crediticias constituyen siempre un conglorne­
al capital invertido y, finalmente, e! beneficio empresarial en rado, del cual es preciso deducir el interés originario puro
• sentido propio . Si los rendimientol de las ventas no llegan a mediante un particular método de computación y analítica distri­
producir e! aludido excedente de ingresos, el empresario no bución. Como ya antes vimos, todo crédito, independiente­
sólo se ve privado de beneficio propiamente dicho, sino, ade­ mente de las variaciones que e! poder adquisitivo de! dinero
más, de la retribu ción que e! mercado hubiera otorgado a su puede experimentar, es siempre una especulación empresarial
trabajo personal, así como de los intereses correspondientes que cabe ocasione la pérdida total, o al menos parcial, de la
al capital que dedicó a la empresa. cantidad prestada. El interés efectivamente convenido y pagado
El distinguir entre los beneficios brutos (en el sentido que comprende, por tanto, interés originario y, además, beneficio
los clásicos los entendían), salario propio , interés y beneficio empresarial.
empresarial en modo alguno constituye mero arbit rio de la Tal realidad perturbó durante mucho tiempo todos los
investigación económica. Tal distinción tomó cuerpo en la intentos de articular una teoría científica de! interés. Sólo la
práctica mercantil al perfeccionarse los sistemas de contabili­ estructuración de la imaginaria construcción de la economía
dad y cálculo, con plena independencia de los estudios de los de giro uniforme permitió, finalmente, distinguir con preci­
economistas. El hombre de negocios perspicaz no concede vir­ sión e! interés originario y la ganancia o pérdida empresarial.
tualidad práctica alguna a aquel confuso y enmarañado con­
cepto de beneficio mantenido por los clásicos. Entre los cos­ 5. EL CÓ MP UTO DEL IN'l'ERÚS
tos de producción sabe debe incluir e! potencial precio de
mercado correspondiente a su trabajo personal, los intereses El interés originario es frut o de valoraciones que conti­
efectivamente pagados en razón a créditos. obtenidos y, asi­ nuamente fluctúan y cambian. Con dichas variaciones tam­
mismo, los eventuales intereses que, de acuerdo con las con­ bién aquél cambia y fluctúa. El que, por lo general, e! inte­
diciones de! mercado, podía haber devengado de haber pres­ rés se compute pro anno constit uye mero uso comercial ad~­
tado e! capital propio invertido en e! negocio a terceras per­ tado por razones prácticas. Tal costumbre no influye en-'¡a
sonas. Sólo en aquella medida en que los ingresos superan cuantía de! interés que cl mercado determina.
la cuantía de tales costos, debe de considerar e! empresario que Las actuaciones empresariales desatan una tendencia a la
obtiene auténtico beneficio 6. implantación de una uniforme tasa de interés originario en toda
, Vid . R. WnATELY. Elemmn 01 Logic (9.' ed .• Londres, 1948), p ág, 354 Y si­ la economía. Tan pronto como determinado sector de! mero
guientes ; E . C ANNAN1 A History of the T beoríes o/ Production ,md Diu ribtaion in cado registra un margen entre los precios de los bienes pre­
Engli,h Poíitical Economy Irom 1776 lo 1848 (3.' ed., Lond res. 1924), p ág. 189 sentes y los de los bienes futuros distinto al que prevalece en
y siguientes. otros sectores, un movimiento tendente a la supresión de tal
e La confusión que actualmente se pretende crear en torno a. los conceptos ero­
nómicos, desde luego, viene también a oscurecer la apuntada d iferenciación. En
diferencia se pone en marcha por la propensión de los hom­
tal sentido, los dividendos cobrados cellñcansc, en los Estados Unidos, de «be­ bres de negocios a operar sólo allí donde dicho margen es más
neficio». elevado, rehuyendo los lugares donde es menor. En la econo­

-....

788 La Acción Humana

mía de giro uniforme, todos los sectores del mercado regis tran CAPITU LO XX
una misma tasa final de interés originario .
Las gen tes , al formular aquellas valoraci ones que provo­
can la aparición del interés ori ginario, prefieren sati sfacer las
nece sidades en un futuro más pr6ximo a sat isfacerlas en un El interés, la expansión
futuro más lejano. Carece de justificaci6n el supo ner q ue ese
descuent o de la sat isfacci6n perviva con respecto a todo futuro crediticia y el ciclo económico
de modo permanente y uniforme' Ta l aser to imp licarla esti­
mar de magn itud infinita e! perlado aprovisionado. Pero el
que las gentes se dis tingan entre sí, por lo que a la provisión
de las fu turas nece sidades atañe, y q ue hasta el más provi den ­
te individuo se despreocup e de aquellas situaciones po sterio­
res a un ciert o mom ento fu turo nos prohíbe afi rm ar la dimen ­ 1. Los PROBLEMAS
sión infinita del per íodo ap rovi sionado.
No de ben con fundirnos los usos del mercado crediticio. Dentro de la economía de mercado, en cuyo ámbito todos
Suele concertarse un ti po uni forme de int erés por toda la du ­ los cambios in terpersonales efectúanse por medio del dinero ,
raci6n del préstamo 7, e igualmente aplicar tasa inv ariable en la categoría interés origi nario manifi éstese fundamentalmente
los cómputos de int erés compues to. Pero la efectiva determi­ en el interés sobre los préstamos monetarios.
nación de los tipos de interés nad a tiene que ver con estos u Ya anteriormente se hizo notar que , en la imagin aria cons ­
otros aritméticos arbitrios ado pta dos en las co rrespondien­ trucci6n de la economía de giro unifor me, el interés origina­
tes liquidacione s. Si se conviene la invariabi lidad , durante un rio es único. Prevalece, bajo el sistema, un s ólo tipo de inte­
cierto perío do , del interés, las mut aciones de! mismo que e! rés. Su tasa coincide con e! interés originar io según quede
mercado pu eda regist rar se reflejan, siendo tamb ién invaria­ ésta determi nada por la raz ón existente entre e! precio de los
ble el principal qu e al vencimiento haya que devolver , en mu­ bienes presentes y el de los futuros. Ta l tipo de interés po­
taciones del pr ecio pagado por la cantidad prestada. No se demos califica rlo de interés ne utral.
varía el result ado final po r el hecho de operar con interés La econo mía de giro uniforme presup one condición neutra
inva riable y, en cambio, preci os mu dables por lo que al prin­ en el dinero . Pero como el dinero, en el mundo real, jamás es de
cipal se refiere, con tipo s de interés cambiantes y principal tal índole, suscíranse particulares prob lemas con este motivo.
fijo, o con interés y principal ambos variables. Al cambiar la relación monet aria, es decir , la relación exis­
Las condiciones de los préstamos no son , de sde luego, tente entre la demanda de din ero para su ten encia en metálico,
ajenas a la duración de los mismos. Los créditos se valoran dife ­ de un lado, y las existencias monet ar ias, de otro , tambi én va­
rentemente, resultando distinto su costo según sea su dura­ rían los precios de todos los bienes y servicios. No mudan , sin ·
ción; y ello no sólo por cuanto aqu ellos elementos qu e entran embargo, los precios de los diversos b ienes y ser vicios en la
en la tasa del interés de mercado y que la ap artan de la corres­ misma proporción ni en la misma época. Provoca ello, como
pondiente al interés originario se ven afectados por la duración es natural, mutaciones en las fortunas y los ingresos de las
del préstamo, sino también por producirse acontecimientos gentes, cambios éstos que, a su vez, pueden modificar las cir ­
que hacen variar al propio interés originario . cunstancias de terminantes de la tasa del interés originario . El
- 7 Existen, desde luego, excepciones a tel práctica.
tipo fina l de interés originario hacia el cual el sistema tiende ,
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790 La A cción Humana El interés, la expansión crediticia y el ciclo económico 791

variada la relación monetaria, no es ya el mismo hacia el que adverso-- resulta, invariablemente, incierto. Quien presta di­
anterio rmente apuntaba. Vemos, pues, cómo la propia fuerza nero a otro sabe que puede perder la totalidad o, al menos,
del dinero tiene poder bastante como para provocar mutacio­ parte del correspo ndiente principal. Tal riesgo condiciona las
nes permanentes en la tasa final del interés originario y en la estipulaciones contractuales del caso.
tasa del interés neutro . Jamás puede haber seguridad plena en el préstamo dine­
Se nos plantea, aparte, un segundo problema, de mayor rario ni en operación alguna de índole crediticia o con pagos
trascendencia aún, problema que cabe considerar caso parti­ aplazados. Tan to el deudor como sus fiadores y avalistas pue­
cular del que acabamos de mendionar. Las variaciones de la den caer en insolvencia; las hipotecas y demás garantías apor­
relación monetaria pueden, en determinados casos, afectar pri­ tadas cabe se desprecien. El acreedor se constituye en una
meramente al mercado crediticio; la oferta y la demanda de especie de socio del deudor ; aparece como virtual copropietario
préstamos influye entonces sobre e! interés de mercado, tipo de los bienes que aseguran la operación. Cualquier mutación
de interés este último que denominaremos bruto (o de mero mercantil que influya en e! valor de los aludidos bienes puede ,
cado). ¿Cabe que tales mutaciones del interés bru to hagan a causa de tal relación, afectarle directa e inmediatamente.
variar la tasa del in rer és neto en él comprendida, apartando H a unido su suerte con la de! deudor ; se ha interesado en las
permanentemente aquél del tipo concorde con el interés origina­ mutaciones que pueda registrar el precio de las mercancías
rio, es decir, con la diferencia valuatoria existente entre bienes dadas en garantía. El capital, por sí solo, no engendra, desde
presentes y futuros? ¿Es posible que hechos acontecidos en e! luego, beneficio; es imperativo emplearlo e invertirlo de modo
mercado crediticio puedan llegar a suprimir, total o parcialrnen­ acertado, no sólo para que produzca interés, sino incluso para
te, el interés originario? Ningún economista, ni por un mornen­ que el principal no se desvanezca. El aforismo pecunia pecu­
to, dudará en conte star negativamente tales interrogantes. Pero niam parere non potest (el dinero no pare dinero) en tal sen­
entonces surge otra cuestión: ¿Cómo reajusta el mercado la tido - totalmente distin to, desde luego, de aquél que la filo­
tasa del interés bruto a la del interés originario? sofía medieval y antigua atr ibuía al mismo-- deviene cierto .
Estamos ante asuntos de singular trascendencia. Se trata Sólo percibe interés bru to quien sabiamente concede crédito.
de problemas con los que los economistas hubieron de enfreno El interés neto que, en tal caso, devengará hallar áse incluido
tarse al estudiar la banca, los medios fiduciarios y el crédito en el bruto, comprendiendo éste, además, otros integrantes que
circulatorio, la expansión crediti cia, la gratuidad u onerosidad no pueden realmente considerarse interés. El repetido interés
del crédito, los ciclos económicos y cuantos asuntos guardan neto es una magnitud que sólo nuestro pensamiento analítico
relación con el cambio indirecto. nos permite separar de los ingresos totales del acreedor. .
Sobre el componente empresarial de los rendimientos too
tales percibidos por el prestamista pueden influir cuantos
2. EL COMPONENT E E M PRESARIA L DEL I NTER ~: S BRUT O DE factores condicionan la actividad empresarial. Aféctanles las
M ER CADO circunstancias legales e institucionales. Los pactos que permi­
ten al acreedor, si el deudor pierde el capital prestado, pro­
Las tasas de interés que e! mercado maneja no son exclu­ ceder contra las garantías o la restante fortuna de aquél, am­
sivamente interés puro. Encierran otros ingredientes. El pres­ páranse en instituciones y disposiciones legales. Corre el pres­
tamista no tiene más remedio que ser siempre empresario. La tamista menos riesgos de pérdida que el deudor cuando hay
concesión de crédito invariablemente constituye un cometido un ordenamiento institucional y normativo que otorga acción
empresarial y especulativo, cuyo futuro resultado - favorable o al primero contra la mora del segundo. No interesa, sin em­

El inter és, la expansión crediticia y el ciclo económico 793


792 La Acción H umana

bargo, a la economía estudiar detalladamente el aspecto legal nónicas reformas capitalistas hicieron variar por completo la
de empréstitos, obligaciones, acciones preferentes, hipotecas composición de las cIases deudoras y acreedoras. En la Grecia
y demás transacciones crediticias. de Salón, en la Roma de las Leyes Agrarias y en los siglos del
El repetido componente empresarial aparece en toda clase Medievo, los acreedores normalmente eran los ricos y los deu­
de préstamos. Suele distinguirse entre préstamos de consumo dores, los pobres. Pero en nuestra época de obligaciones y em­
o personales y préstamos productivos o empresariales. La préstitos, de bancos hipotecarios e instituciones populares de
nota típica de los primeramente citados consiste en permitir ahorro, de seguros de vida y cajas sociales, los amplios grupos
• al recipendario gastar por .adelantl do previstos ingresos futu­ integrados por los económicamente débiles son los auténticos
ros. Al adquirir derecho a una parte de esas venideras rique­ acreedores. Los ricos, en cambio, propietarios de acciones, de
zas, el prestamista adquiere condición empresarial; es como industrias, de fincas y explotaciones agrícolas son más freo
si se interesara en los rendimientos que los correspondientes cuentemente deudores que acreedores. Al reclamar la expolia­
negocios del deudor hayan de producir . Resulta incierto el ción de los acreedores, las masas, insensatamente, van contra
buen fin de tales créditos, pues jamás cabe una seguridad abo sus propios y privativos intereses. Con una opinión pública
soluta acerca de la efectiva aparición de esos supuestos ingre­ en tal grado desorientada, difícil resúltale al prestamista proteo
sos futuros. gerse contra expoliatorias medidas estatales. Ello habría pro­
También suele distinguirse entre créditos privados y cré­ vocado manifiesta alza del componente empresarial contenido
ditos públicos, aplicándose esta última calificación a los otor­ en el interés bru to si tales riesgos políticos se contrajeran al
gados al gobierno o a los departamentos administra tivos. La mercado crediticio y no afectaran por igual, como en realidad
incertidumbre de tales operaciones estriba en el ignorado sucede, a toda propiedad privada de medios de producción.
.plazo de pervívencia de los poderes seculares. Los imperios Tal como se presentan las cosas no existe, hoy, inversión algu­
se hunden; los gobiernos son revolucionariamente derriba dos; na que pueda estimarse segura contra el peligro político de
tal vez las nuevas autoridades se nieguen a atender las deudas general confiscación. El capitalista, por ello, no reduce sus
contraídas por sus predecesores. Ya fue señalado anteriormente riesgos al invertir en negocios propios su fortuna, dejando de
el fondo hasta cierto punto inmoral de toda deuda pública a hacer préstamos tant o públicos como privados.
largo plazo ' . Los aludidos riesgos políticos, implícitos en el préstamo
Sobre todo cobro aplazado pende, como espada de Dama­ dinerario, no afectan a la cuantía del interés originario; sobre
cIes, el peligro de la intervención gubernamental. Las masas lo que influyen es sobre el componente empresarial contenido
han sido siempre incitadas contra los acreedores. El acreedor, en el interés bruto de mercado. En el caso extremo -es de­
para el pueblo, es el rico ocioso, mientras suele representarse cir, cuando se preveyera general abrogación de todos los pagos
al deudor como el sujeto pobre, pero laborioso. Odian las aplazados-, el aludido componente empresarial se incrernen­
gentes al primero considerándole explotador sin entrañas y taría sin límite 2. ~
se considera al segundo víctima inocente de la opresión.
Estiman las gentes, por lo general, que las medidas estatales : La diferen cia ent re tal planteamient o (caso b) y el que se registraría de su­
que reducen las pretensiones de los acreedores benefician a la ponerse generalment e la inminencia del próximo fin del mundo anteriormente alu­
inmensa mayoría, perjudicándose tan sólo una minoría de usu­ dido en la pág , 775 (caso a) consiste en 10 siguiente: En el - caso (1, el interés
originario crece más allá de toda med ida por cuanto los 'bienes futuros pierde n
reros recalcitrantes. No advierten las gentes que las decimo­
por completo su valor ; en el caso b, contraria mente, el inter és oeíglriario novarfa.
siendo el componente empresarial el que se increment a "dcsmesuredarrienté.
, Vid. págs. 349·352.

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794 La Acción Humana El interés} la expansión crediticia y el ciclo económico 795

3. LA COMPENSACIÓN POR VARIACIÓN DI! I'KI!CIOS COMO poder adquisitivo de la moneda . El correspondiente interés
COMPO NENT E DEL INTE RÉS BRUTO DE MERCADO resultaría de condición neutra.
Tales planteamient os, sin embargo, no sólo son quiméri­
El dinero resultaría de condici6n neutra si las variaciones cos, sino que, además, no pueden ser llevados a sus últimas
de origen dinerario registradas por e! poder adquisitivo de la consecuencias sin incurrir en evidentes contradicciones l6gi­
moneda afectaran a los precios de todas las mercancías y ser­ caso Dada una economía cambiante , el interés nunca pu ede
vicios al mismo tiemp o y en la misma proporci6n . Sobre la resultar neut ro, pues no existe en ella una tasa uniforme de
base de un dinero de índole neutral cabrfajpensar, siempre y interés originario; tan sólo un a tendencia que apunta hacia tal
cuando no hubi era pagos aplazados, en una tasa también neu­ uniformidad . Antes de que tal tasa final sea alcanzada, la
tra de interés. En e! caso de existir pagos aplazados - dejan­ const ante mutación de las circuns tancias del mercado divierte
do aparte la condici6n empresarial del acreedor y el corres­ el movimient o de los tipos de int erés que pasan a tender ha­
pond iente compone nte empresarial que , en su consecuencia, cia distintas tasas fin ales. Donde todo es cambio y variaci6n ,
incluye el interés bruto-s- las posibles variaciones de! futuro jamás puede haber inerte módulo de interés .
poder adquisitivo del dinero habrí an, además, de ser previs­ En nues tro mundo real, los precios todos fluctúan , debien­
tas en las correspondientes estipulaciones contractuales. E l do los hombres acomodar sos actuaciones a tales transforma ­
principal del crédito habría de ser peri6dicamente incremen ­ ciones. Precisamente porque prevén mutaciones y de ellas
tado o dism inuido con arreglo a un módulo porcentual 'loe pretenden deriva r lucro, lánzanse los empresar ios a sus actua­
reflejaría las mutaciones del poder adq uisitivo de la moneda. ciones mercantil es, variando los capitalistas las invers iones de
Al variar el principal, cambiaría tambi én la base de cálculo que se trate. La economía de mercado es .un sistema social
del interés. Tal interés resultaría, en su consecuencia, de índo­ caracterizado por e! permane nte empeño de mejoramiento que
le neutra. en el mismo prevalece. Los indi viduos más emprendedores y
Contando con un d inero neutro cabría, por otro camino, providentes bu scan el lucro personal readaptando continua­
igualmente neu tralizar e! int erés, siemp re y cuando los con­ mente la producción , para, de! modo mejor posible, atender
tratantes pudieran prever con toda precisió n las ulteriores va­ las necesidades de los consumidores, tanto las que éstos ya
riaciones del poder adquisitivo del dinero. Cabríales a éstos, sienten y conocen como aquellas otras que todavía ni siquiera
en efecto, estipular un interés bruto compen satorio de tales han advertido. Dichas especulativas actuaciones tevolucionan
mu taciones, mediante la aplicación al mismo de determinado a diario la estructura de los precios, provocando las corres­
porcentaje de aument o o la reducción de la tasa del int erés pondientes variaciones en e! int erés bruto de mercado.
originario según procediera. Tal resarcimiento es lo que deno ­ Quien prevé el alza de determinados precios aparece en
minamos compensación - positiva o negat iva- por variación e! mercado de capitales bu scando créd itos , dispuesto a pagar
de precios. En el caso de una pro nunciada deflación, la nega­ intereses super iores a los que abona ría en e! caso de presumir
tiva compensación por variación de precios inegatioe price un alza menor o la ausencia de toda subida de precios. Por
premium) no sólo podría absorber ínt egramente la tasa del su lado, e! prestamista, cuando supone que va a producirse
interés originario, sino incluso Ilegal' a hacer negativo el in­ un tal encarecimi ento , s61<' otorga créditos si e! interés bruto
terés bruto, el cual vendría entonce s representado por una de mercado también sube por encima de! que prevalecería en
suma que, lejos de ser cargada, sería abonada al deudor . Calcu­ una situación en la que no se previera alza alguna o sólo una
lada correctamente la aludida compensación , ni acreedor ni menor . No le asustan al prestatario esos superiores intereses
deudor veríans e afectados por las posibles variaciones del si considera su proyecto de tal rentabilidad que supone podrá
796 La Acci6n Humana El interés, la expansi án crediticia y el ciclo econ6mico 797

soportar fácilmente el aludido mayor coste. El prestamista, en diticia provocan las mutaciones de la relación monetaria, sólo
otro caso, no concede crédito, apareciendo, por e! contrario, si dicha compensación apareciera antes de producirse las va­
en e! mercado como empresario y comprador de mercancías riaciones de precios provocadas por la mudada relación mo­
.y servicios, es decir, cuando e! interés brut o no resulta sufi­ netaria. Sería, para eIlo, preciso que los interesados calcularan
cientemente elevado como para compensarle los beneficios de antemano la época y proporción en que iban a producirse
que de esta forma pueda cosechar. Tal prevista alza de los las aludidas variaciones de precios en cuantas mercancías y
, precios desata una tendencia al encarecimiento del interés
bruto de mercado, mient ras que un presumidc descenso de
servicios directa o indirectamente interesaba n a su bienestar.
Tales cálculos, en nuestro mundo real, no pueden efectuarse,
aquéllos desata una tendencia a la baja de! interés. Cuando e! pues su práctica exigiría pleno y perfecto conocimiento del
sospechado encarecimiento de determinado s artículos viene futuro. •
compensado por e! descenso de! precio de otro s, como sucede La compensación por variación de precios no supone una
si no varía la relación monetaria, las dos opuestas tendencias, operación aritmética gracias a la cual podría el hombre supri­
más o menos, se anulan. En cambio, al variar sensiblemente la mir la incertidumbre del maiiana. Engéndrala , al contrario,
relación monetaria , previéndose general alza o baja de precios, la propia idea que los promotores se formen de tal fu turo y
una de ellas prevalece. Incorpárase, entonces, a toda tran sac­ de los cálculos que los mismos se formulen partiendo de la
ción en que haya pagos aplazados, una específica compensación correspondiente hase. Va paulatinamente tomando cuerpo, a
-positiva o negativa- por variación de precios 3. medida que, primero, unos pocos y, después, cada vez mayor
El papel que la aludida compensación desempeiia en una número de personas advierten que el mercado se haIla bajo
economía cambiante es disti nto de aquél que a la misma asig­ los efectos de una variaci6n en la relaci6n monetaria de origen
nábamos en el hipotético e impracticable planteamiento ano dinerario, variación que ha desatado específica tendencia en
teriormente formulado. No llega la misma a anular entera­ los precios. Sólo cuando las gentes comienzan, amparadas en
mente, ni siquiera en la esfera crediticia pura, los efectos de la apuntada tendencia, a comprar o a vender al objeto de lu­
los cambios registrados por la relación monetaria; no es capaz crarse, materialízase la tantas veces aludida compensación.
de engendrar tasas de interés de condición enteramente como Conviene repeti r que surge al amparo de consideraciones
pensatorias. Tal tendencia jamás puede neutralizar la fuerza relativas a previstos cambios de la relaci6n monetaria . La
impulsiva propia del dinero. Aunque todos los interesados co­ engendran , en el caso de suponerse el mantenimiento de ten­
nocieran plena y exactamente las modificaciones cuantitativas dencias inflacionistas, las primeras manifestaciones de ese fe­
registradas por las existencias de dinero (en sentido amplio), nómeno que luego, al generalizarse, se calificará de «huida
así como las épocas en que tales variaciones habrían de pro ­ hacia valores reales» y, finalmente, provocará el' cataclismo
ducirse y las personas que , en primer término, habían de ser económico y la desarticu lación del sistema monetario afecta­
afectadas, no por eIlo podrían IIegar a saber de antemano si do. Al igual que sucede con toda previsión de futu ras cir­
. Ia demanda de dinero - para su tenencia a la vista- iba a cunstancias, tales especulaciones pueden resultar erradas; cabe
variar ni, en todo caso, la magnitud de tal variación, ignorando se detenga o se redu zca la actividad inflacionaria o deflacío­
igualmente la época y la cuantía en que mudarían los precios naria, resultando los precios dist intos a los previstos.
de las diversas mercancías. La compensaci6n por variación de Esa incrementada prope nsión a comprar o vender que ma­
precios podría contrabalancear los efectos que en materia ere­ terializa la compensación de referencia, afecta, por lo general,
más pronto y en mayor grado al mercado crediticio a Corto
3 Vid. !RVING fI5HER, T be Rtlu o/ l nterest (Nueva York, 1907), pág. 77 Y sigs. plazo que al de a largo plazo. Cuando así sucede, los préstamos
798 La Acci6n Humana '.H 1 v u n ... ... 799

a corto plazo registran, en primer término, la compensación gará la creciente baja del poder adquisitivo de la moneda. De­
y es sólo después, por la concatenación que existe entre todas ja de hacer préstamos, prefiriendo invertir su dinero en bie­
las partes del mercado, cuando aquélla se traslada al mercado nes «reales» , El mercado crediticio se paraliza.
a largo plazo. También puede, sin embargo, suceder que la
compensación aparezca en estos últimos préstamos con total
independencia de lo que acontezca con los de corto plazo. 4. EL MERCADO CREDITI CIO
Cuando todavía existía un activo mercado internacional de
capitales, tal acontecía frecuentemen te. ~os prestamistas te­
nían confianza en el inmediato futuro de determinada valuta; Los tipos brutos de interés que el mercado crediticio en­
no exigían, pues, compensación alguna, o sólo una muy redu­ gendra no son uniformes. El componente empresarial, com­
cida, en el caso de créditos a corto plazo . El más remoto íu ­ prendido en ellos invariablemente, cambia según las específi­
turo, sin embargo, no era tan halagüeño y, por lo tanto, en cas circunstancias de cada concreta operación. Uno de los ma­
los correspondien tes créditos, se incluía señalada compensa­ yores defectos de los estudios y análisis que, desde un punto
ción por variación de precios. Consecuentemente los emprés­ de vista estadístico, pretenden examinar el movimiento de los
titos a largo plazo, en dicha valuta, sólo podían ser colocados tipos de interés consiste precisamente en pasar por alto tal
si sus condiciones resultaban más favorables para el suscrip­ realidad. De nada sirve el ordenar por épocas las tasas de in­
tor que las correspondientes a créditos pagaderos en oro o en terés del mercado o los tipos de descuento de los bancos cen­
moneda extranjera. trales. Los datos correspondientes no pueden ser objeto de
Hemos visto una de las razones por las que la compensa­ medida. Un mismo tipo de descuento tiene dispar valor según
ción que nos ocupa puede amortiguar, pero nunca, por com­ el momento en que rija. Es más: resultan tan dispares entre
pleto, suprimir, los efectos que sobre las respectivas presta­ sí las circunstancias institucionales que regulan la actividad de
ciones de los contratantes ejercen las variaciones de origen la banca central y privada de cada país y los respectivos mero
dinerario registradas por la relación monetaria. (Una segunda cados crediticios que induce a confusión el comparar los co­
razón la examinaremos en la siguiente sección.) Esa compen­ rrespondientes tipos de interés sin ponderar debidamente las
sación que nos viene ocupando siempre se retrasa con respec- . específicas diferencias de cada caso. A priori sabemos que,
1'0 a las mutaciones del poder adquisitivo, pues no la engen­ siendo iguales las demás circunstancias, el prestamista pre·
dran las variaciones registradas por las existencias de dinero fiere el interés alto al bajo, mientras que el prestatario busca
(en sentido amplio), sino que, al contrario, es consecuencia lo contrari o. Pero lo cierto es que las demás circunstancias
provocada por los efectos - forzosamente posteriores-e- que nunca son iguales, sino siempre dispares. En el mercado ere­
dichas variaciones producen en la estructura general de los diticio prevalece una tendencia a la igualación del interés bru­
precios. Es, únicamente, al final de dilatada inflación, cuando to correspondiente a crédito del mismo tipo en lo relativo al
las cosas cambian. Al aparecer el pánico propio de la desart i­ componente empresarial y a la compensación por variación
culación del sistema monetario, al producirse el cataclismo de precios. Tal conocimiento nos proporciona un instrumento
económico (c rack-up boom ) , no sólo hay alza desmesurada de mental para interpretar correctamente la historia de las tao
todos los precios, sino también incremento no menos exage­ sas de interés. Sin tal discernimiento, los correspondientes
rado de la positiva compensación por variación de precios. datos históricos y estadísticos, tan copiosos, no constituyen
Ningún interés bruto, por grande que sea, resulta bastante al más que un cúmulo de cifras sin sentido. Al relacionar, según
potencial acreedor cuando piensa en las pérdidas que le irro­ la época, los precios de determinadas materias primas, el ern­
800 La Acción Hu mana El interés, la expansión crediticia y el ciclo económico 801

pirismo puede aparentemente justificarse sobre la base de que orientándo se hacia un determinado precio final. Si este último
las cifras manejadas refi érense, al menos , a uno s mismos ob­ fuera alcanzado , en la proporción que existiera entre los pre­
jetos físicos. (El argumen to es, sin embargo, improcedente, cios de los bienes futuros y los de los presentes, se manifes­
pues los precios no dependen de las propied ades físicas de las taría la tasa final de! interés originario. En la economía cam­
cosas, sino del cambiante valor qu e los hombres atribuyen a biante, sin embargo, nunc a llega a alcanzarse ese imaginario
tales propiedades.) T rat ándose del int erés, sin embargo, ni si­ estado final. H echos nuevos se p roducen de continuo, desvian­
qui era esa mala excusa puede aducirse. Las disimilares tasas do el movimiento de los precios, que venían tend iendo a un
brutas de interés no tienen en tre st de común más que los di­ cierto estado final , hacia otro distintos, al cual corresponde
ferentes componentes que, en ellas, distin gue la teoría catalác­ una tasa diferente de interés originario. El interés originario
tica. Se trat a de fenómenos complejos, los cuales no cabe no goza de mayor permanencia que los precios o los salarios .
utilizar para formular una teoría empírica o a posteriori de! Aquell as gentes prudentemente dedicadas a reajustar e!
int erés. Ni atestiguan ni contradice n lo que la teoría predica empleo de los factores de producción a los cambios que re­
de los correspondientes problemas. Debidamente ponderados, gistran las circunstancias de cada momento - es decir, los em­
a la luz de las enseñanzas de la ciencia, const itu yen dato s de presarios y promotores- basan sus cálculos en los precios,
indudable interés para la histori a económica; para la teoría salarios y tipos de int erés que el mercado determina. Advicr­
económica, en cambio, carecen de toda utilidad . ten la existencia de diferencias entre los precios actuales de
Suele distingu irse ent re e! mercado de créditos a cor to los fact ores complement arios de producción y el prev isto pre­
plazo (mercado del dinero) y e! de los créditos a largo plazo cio del producto termin ado - una vez deducido de! mismo
(mercado de capita les). Un análisis más riguroso debe hacer e! correspo ndiente interés de mercad o-- aspirando a lucrarse
mayores dist inciones entre los prés tamos sobre la base de su con tales diferencias. Clara es la función que e! int erés desem­
respectiva dur ación. H ay, además , diferencias de orden jurí­ peña en los cálculos del bombre de negocios. La cuantía de!
dico por razón de las acciones procesales que el correspondien­ interés le informa acerca de hasta qué pun to puede detraer
te cont rato pueda conceder al acreedor . El mercado crediticio, factores de producci ón de la ate nción de más próximas ne­
en conclusión , no es homogéneo. Las diferencias más cons­ cesidades, dedicando los mismos a proveer otra s temporal­
picuas entre las tasas de int erés, sin embargo, result an de! mente más remotas. Ind ícale cuál será e! períod o de produc­
componente empresarial, integrante siempre de! interés bruto , ción que en cada específico caso se ajusta efectivamente al
A tal realid ad aluden las gentes cuando asegura n que e! eré­ diferente valor que las gentes otorgan a los bienes presen tes
dito se basa en la confianza y la buena fe. con respecto a los futuros. Prohíbe!e lanzarse a empres as que
La conexión ent re todos los sectores de! mercado cre dí ri­ no se compaginen con las limit adas existencias de bienes de
cio y entre las tasas brutas de interés en él determinadas se capit al efectivamente ahorradas por las gentes.
produce por la tendencia de! interés neto incluido en e! bruto Por cuanto puede perturbar esa primordial función del
hacia una tasa última de int erés originario. En relación con tal interés, cobra significado específico la propia fuerza impu lsora
tendencia, la teoría catal áctica puede trat ar el in terés de mer­ del dinero. Las variaciones de origen din erario registradas por
cado como si fuera un fenómeno uniforme, separando de! la relación monetaria pueden afectar , en determinados casos,
mismo e! compo nente empresarial, siempre , como decíamos, al mercado crediticio antes que al precio de las mercancías y
incluido en e! interés bruto, así como la compensaci6n por de! trabajo. El incremento o la disminución de las existencias
diferencia de precios, a veces también comprendido .en él. de dinero (en sentido amplio) pueden aumentar o rest ringir
Los precios de las mercancías fluctúan constantemente, la oferta de numerario en el mercado crediticio, provocando ,
51
802 La Acci6n H untana El interés , la expa nsi án crediticia y el ciclo económico 803

consecuentemente, alza o baja del intetés bruto, pese a no ha­ 5. Lo s


E FECTO S QUE S OB RE EL INTERÉS ORIG INARIO
ber registrado la tasa del interés originario variación alguna. PROVOCAN LAS VAR IACIONES DE LA RELACIÓN MONETARIA
En tales supuestos, el interés de mercado se aparta del que
corresponde a las disponibles existencias de bienes de capital Al igual que cualquier otro cambio de las circunstancias
y a la tasa del interés originario. Deja entonces de cumplir su del mercado, las variaciones en la relación monetaria pueden
específica función, la de guiar y orientar las decisiones ernpre- ,¡ influenciar la tasa del interés originario. Con arreglo a las tesis
sariales, y trastorna los cálculos del empresario, apartándol e de los partidario s de la interpretación inflacionaria de la his­
de aquellas vías que mejor permitirían at~nd er las más urgen­ toria, la inflación, generalmente, incrementa las ganancias de
tes necesidades de los consumidores. los empresarios. Razonan, en efecto, así: suben los precios
Hay, además, otro aspecto que igualmente merece consi­ de las mercancías más pronto y en mayor grado que los sala­
deración. Al aumentar o disminuit las existencias de dinero rios. Obre ros y asalariados, gentes que ahorran poco y que
(en sentido amplio), invariadas las restantes circunstancias, suelen consumir la mayor part e de sus ingresos, vense perju­
provocándose, consecuentemente, una general tendencia al alza dicados, teniendo que restring ir ' sus gastos; se favorece, en
o a la baja de los precios, la correspondiente compensación cambio, a las clases propietarias, notab lemente propicias a
positiva o negativa (positive or negati ue pricc premi um ) ha­ ahorrar una gran parte de sus rentas; tales personas no incre­
brá de incorporarse al interés incrementando o menguando la mentan proporcionalmnte el consumo, reforzando, por el con­
tasa de mercado. Cuando , sin embargo, los aludidos cambios trario, la actividad ahorradora . La comunidad, en su conjunto,
de la relación monetaria afectan, en primer término, al mer­ registra una tendencia a intensificar la acumulación de nuevos
cado crediticio, los tipos de interés registran variaciones, pero capitales. Adicional inversión es el fru to engendrado gracias
precisamente de signo contrario. Mientra s se requeriría una a esa restricción del consumo impuesta a aquellos estratos de
compensación positiva o negativa, al objeto de reajustar los la población que suelen gastar la mayor parte de sus ingresos.
tipos de interés de mercado a las variadas existencias moneta­ Ese ahorro forzoso rebaja la tasa del interés originario; acelera
rias, las tasas del interés bruto bajan o suben en sentido con­ el progreso económico y la implantación de adelantos técnicos.
trario . He aquí un segundo motivo por el cual la repetida com­ Conviene advertir, desde luego, que tal ahorro forzoso
pensación no puede enteramente resarcir ni anular Jos efectos podría ser provocado, y en alguna ocasión histórica efectiva­
que las variaciones de origen dinerario registradas por la mente lo fue, por actividades inflacionarias. Al examinar los
relación monetaria provocan en el contenido de los contratos efectos que las variaciones de la relación monetaria provocan
con pagos aplazados. Por que lo cierto es que tal compensa­ en el nivel de los tipos de interés, no debe ocultarse que tales
ción se produce con retraso; como ya anteriormente hacíamos cambios, en determinadas circunstancias, pueden, desde luego,
constar, la misma se rezaga tras las ya acontecidas variaciones alterar la tasa de! interés originario. Pero hay otra serie de
registradas por el poder adquisitivo del dinero. Ahora, ade­ realidades que igualmente deben de ser consideradas.
más, advertimos que, a veces, aparecen fuerzas 'actuando en Conviene, ante todo, percatarse de que la inflación puede,
sentido diametralmente contrario al de la compensación tantas en ciertos casos, provocar ahorro forzoso; pero en modo algu­
veces aludida y que surgen antes incluso de que esta últim a no constituye éste efecto que invariablemente hayan de causar
tome cuerpo. las actividades inflacionarias. Depende de las particulares cir­
cunsta ncias de cada caso e! que efectivamente el alza de Ios
salarios se rezague en relación con la subida de los precios.
La baja del poder adquisitivo de la moneda, por sí sola, no

_....lÜIIL
804 La Acci6n Hum ana El int erés, la expansión crediticia y el ciclo económico 805

provoca general descenso de los salarios reales. Puede darse el los, los interesados lo que en verd ad hacen es consumir capi­
caso de que los salarios nominales se incrementen más pronto tal. Ninguna trascendencia tienen quiénes personalmente sean
y en mayor proporción que los precios de las mercancías ' . tales malgastadores. I gual da se trate de hombres de negocios
Por otra parte, no debe olvidarse que la propensión a o de jorn aleros; tal vez sean asalariados cuyas demandas de
ahorrar de las clases adineradas constituye mera circunstancia mayores retribuciones fueron alegremente atendidas por pa­
psicológica. en modo alguno imperativo praxeol6gico. Cabe tronos que se consideraban cada día más ricos; o gentes man­
que quienes vean sus ingresos inllrementad os. gracias a la ac­ tenidas con impuestos, pues, generalment e, es el fisco quien
tividad inflacionari a, no ahorrerf tales excedentes, dedic án­ absorbe la mayor part e de esas aparentes ganancias.
dolos, en cambio, al consumo. Imposible resulta predecir. con A medida que progresa la inflación, un número cada vez
aquella apodíctica certeza característica de los teoremas econó­ mayor va advirtiendo la creciente desvalorización de la mo­
neda. Las personas imperitas en asuntos bursátiles, que no se
micos, cómo en definitiva procederán aquéllos a quienes la
dedican a negocios, normalmente ahorran en cuentas banca­
inflación privilegia. La historia nos ilustra acerca de lo que ayer
rias, comprando deuda pública o pagando seguros de vida. La
aconteció; pero nada puede decirnos de lo que mañana suce­
inflación deprecia todo ese ahorro. Los abor radores se desani­
derá.
man ; la prodigalidad parece imponerse. La postrera reacción
Constituiría omisión grave el olvidar que la inflación igual­ de! público, la conocida «huida hacia valores reales», cons­
mente pone en marcha fuerzas que abogan por el consumo de titu ye desesperada intentona por salvar algo de la ruin a ya in­
capital. Uno de los efectos de la inflación es falsear el cálculo soslayable. No se trata de salvaguardar e! capital, sino tan
económico y la contabilidad. apareciendo entonces beneficios sólo de proteger, mediante fórmulas de emergencia, alguna
puramente ficticios. Si las cuotas de amortización no se apli­ fracción del mismo.
can teniendo bien en cuenta que la reposición de los elemen­ El principal argumento esgrimido por los defensores de
tos desgastados del activo exigirá un gasto superior a la suma la inflación y la expansión es bastante endeble, como se ve. Cabe
que estos últimos en su día costaron, tales amortizaciones admitir que, en épocas pasadas, la inflaci ón, a veces, provocara
resultan , a todas luces, insuficient es. Es por ello erróneo, en ahorro forzoso, incrementándose el capital disponible. De ello,
caso de inflación, calificar de beneficios, al vender mercaderías sin embargo, no se sigue que tales efectos hayan de producirse
o productos, la totalidad de la diferencia entre el corres pon­ siempre; más probable es que prevalezcan las fuerzas que im­
diente costo y el precio efectivamente percibido. No es menos pulsan al consumo de capital sobre las que tienden a la acu­
ilusorio e! estimar ganancia las alzas de precios que los in­ mulación del mismo. Lo que, en todo caso, no puede dudarse
muebles o las carteras de valores puedan registrar . Son preci­ es que los efectos finales sobre e! ahorro, e! capital y la tasa
samente esos quiméricos beneficios los que hacen muchos a de! interés originario dependen de las circunstancias particu­
creer que la inflación trae consigo prosperidad general. Pro­ lares de cada caso.
voca, en efecto, alegria y desprendimiento en gastos y diver­ Lo ante riormente expuesto, mutatis mutandis, puede igual­
siones. Las gentes embellecen sus moradas, se const ruyen nue­ mente ser predicado de los efectos y consecuencias propios de
vos palacios, prosperan los espectáculos públicos. Al gastar las actuaciones deflacionarias o restricci6nistas.·
unas inexistentes ganancias, engendradas por falseados cálcu­

• Se presupone la existencia de un mercado laboral libre. En relación con el


argumental a este respecto, aducido por lord Keynes, vid. págs. 112.3 y 1142.1144.
806 La Acción Humana 807
El inte rés, la expansión credi ticia y el ciclo económico

6. E F E CTOS DE LA IN F LACI ÓN Y LA EXPANS IÓN CRE DIT ICI A rio , sí influyen las mut aciones qu e pueda registrar la relación
SOB RE E L I NTERÉ S BRUTO DE MERCA DO moneta ria. Cuando, por tal razón, el de mercado varía, devie­
ne forzoso reajustar de nuevo ambos tipos de inte rés. ¿Cuál
Sean cuales fueren las consecuencias que la actividad in­ es el proceso que provoca tal reajuste?
flacionaria o ddlacionaria pueda provocar sobre la tasa del Pretendemos ocuparnos , en la presente sección, tan sólo
int erés originario, ninguna relación guardan las mismas con de la inflación y la expansión crediticia. Po r simplificar la ex­
las transitorias alteraciones del in terés bruto de mercado pro.
posición, vamos a suponer que ese dinero yesos sustitutos
vocadas por las muta ciones de oJigen dinerario de la re!ación
monetarios adicionales hacen su aparición en el mercado cre­
monetaria. Cuando la entrada de los nuevos dineros o susti­
diticio influyendo sólo posteriormente sobre los demás sec­
tuto s moneta rios arro jados al mercado - o la salida de los
tores mercantiles a través de los nuevos créditos otorgados.
que se retiran del mismo - afecta, en primer término, al mero
Tal planteamiento coincide con las circunsta ncias de cualquier
cado crediti cio, tlesordénase temporalmente la normal adecua.
expansión del crédito circu latorio s. Nuestro análisis equivale,
ción entre los tipos bru tos de interés de mercado y la tasa del
pues, a examinar el típico proceso de la expansión cred iticia.
interés originario. El interés de mercado sube --o baja- a
causa de la mayor - o menor- cantidad de dinero ofrecido, H abremos ahora de aludir, una vez más, a la compensa­
sin haber registrado variación alguna el int erés originario, que ción por variación de precios (p rice premium). Como ya ano
puede, no obsran te, cambiar más tard e a causa de la mudada teriormente bacíamos notar, al iniciarse la expansión, la com­
relación mone taria. El interés de mercado se aparta del nivel pensación de referencia todavía no actúa. Toma cuerpo tan
que corresponde al originario, sin perjuicio de que, de inme­ sólo a medida que las adicionales existencias de dinero (en
diato, comiencen a actuar fuerzas tendentes a reajustar aquél sent ido amplio) comienzan a influir sobre los precios de mer­
a éste. Cabe, sin embargo, que, durante el lapso de tiempo cancías y servicios. Ahora bien , mientras se mant iene la ex­
exigido por tal reajuste, varíe el interés originario, variación pansión crediticia, insuflándose sin cesar nuevos medios fídu­
ésta que también puede ser provocada por el propio proceso ciarios al mercado crediticio, el interés bruto se mantiene
inflacionario ' o deflacionario que dio Jugar al aludido aparta. refrenado. Debería elevarse a causa de positiva compensación
mient o de ambos tipos de interés. E n tal caso, la tasa final por variación de precios (positive price premium), la cual, a
del interés or iginario, determ inadora de la tasa final del de medida que progresa el proceso expans ionista, se incrementa
mercado y hacia la cual, mediante el reajuste, tiende el interés sin cesar. El interés de mercado, ello no obstante, siempre
imperante, será distinta de la que prevalecía al iniciarse la queda rezagado sin alcanzar la cuantía necesaria para abarcar
inflación o deflación. El proceso de reajuste puede entonces el interés originario y además la correspondiente compensación
variar en algunos aspectos; la esencia del mismo, sin embargo, positiva por variación de precios .
permanece inalterable. . Conviene destacar tal realidad, pues sirve para evidenciar
El fenómeno que nos interesa es e! siguiente: la tasa de! la inanidad de los criterios usualmente adoptados para distin­
interés originario viene determinada por la razón correspon. guir entre intereses excesivos e intereses prudentes. Las gen­
diente al descuento de bienes futuros por bienes presen tes. tes, a este respecto, por lo general, no se fijan más que en la
El aludido interés es ajeno a la cuantía de las existencias de , cifra de que se trate y en la correspo ndiente tendencia. La opi­
dinero y sustitu tos monetarios, si bien, indirectamente, la nión pública considera «normal» el interés comprendido en­
tasa del mismo puede verse afectada al variar las aludidas dís­
ponibilidades. EnI el interés bruto de mercado, por el contra. 5 Por lo que se refiere a las fluctuaciones cíclicas de «onda larga», vid. pág. 833.
S09
sos La Acción Humana El interés, la expansión crediticia y el ciclo económico

tre un tres y un cinco por cien. Cuando la tasa de mercado la tasa bruta de mercado y provoca los mismos efectos que
sobrepasa tal límite o, meramente, cuando los tipos --<:on in­ una reducción de intereses propiamente dicha.
dependencia de su cuantía aritmética- tienden a subir, el Una baja de! interés bruto de mercado influye en los
hombre medio cree expresarse correctamente al hablar de in­ cálculos de! empresario acerca de la rentabilidad de sus pro·
tereses altos o en alza. Frente a tales errores, es obligado re­ yectadas operaciones. Porque el hombre de negocios pondera,
saltar que, al producirse una subida general de precios (es de­ en los correspondientes cálculos, el precio de los factores ma­
cir, rebaja de! poder adquisitivo de la valuta), para que e! teriales de producción, el de! trabait> y e! de venta , previstos
interés bruto de mercado pueda ~s tim ar se incambiado es pre­ para su producción, así como los intereses correspondientes.
ciso que e! mismo se incremente con la positiva.compensación El resultado que tales cálculos arrojan indica al empresario
por variación de precios que sea precisa. En tal sentido ha de si e! negocio es o no es rentable. Inf órmale de qué inversio­
considerarse bajo - ridículamente bajo-- e! tipo de descuen­ nes cabe efectuar, dada la .raz ón existente entre e! valor que
to de! noventa por cien aplicado, en e! otoño de 192 3, por e! e! público, respectivamente, otorga a los bienes presentes y
Reichsbank, pues resultaba a todas luces insuficiente para cu­ a los futuros. Oblígale a acomodar sus actuaciones a tal valua­
brir la necesaria compensación por variación de precios, dejan­ ción. Impídele realizar proyectos que repugnan a los consu­
do, además, desatendidos los restantes componentes que en­ midores, en razón a la excesiva dilatación de! correspondiente
tran en el interés bruto de mercado. Este mismo fenómeno se período de espera. Constríñele a emplear los existentes bienes
reprodu ce sustancialmente en toda prolongada expansión cre­ de capital de! modo como mejor se satisfagan las necesidades
diticia. El interés bruto de mercado sube duran te e! curso de más acuciantes de las gentes.
toda expansión; sin embargo, siempre resulta bajo en compa­ En e! caso que examinamos, la aludida baja de! interés
ración con la previsible alza ulterior de los precios. viene a falsear e! cálculo empresarial. Pese a que no hay una
mayor cantidad de bienes de capital disponibles, inc1úyense
En nuestro análisis de! desenvolvimiento de la expansión en e! cálculo parámetros que serían procedentes sólo en el
crediticia, suponemos que un hecho nuevo - la presencia en supuesto de haberse incrementado las aludidas existencias de
e! mercado crediticio de una serie de medios fiduciarios antes bienes de capital. El resultado, consecuentemente, induce a
inexistentes- viene a perturbar la adecuación de! correspon­ error. Los cálculos hacen parecer rentables y practicables
diente sistema económico a las circunstancias de aquel mer­ negocios que no lo serían si la tasa de! interés no hubiera sido
cado, perturbando la tendencia hacia determinados precios y artificiosamente rebajada mediante la expansión crediticia.
tasas de interés finales. Hasta hacer aparición los aludidos Los empresarios, ofuscados, lánzanse a tales negocios. Co­
nuevos medios fiduciarios, todo aquel que estaba dispuesto a mienza un período de auge (boom ).
pagar, independientemente de! componente empresarial específi­ La incrementada demanda desatada por los empresarios
ca de cada caso, la tasa de interés bruto a la sazón prevalente que ampllan sus operaciones pone en marcha una tendencia
podía obtener cuanto crédito deseara. Mayor cantidad de prés­ al alza de los precios de los bienes de producción y de los sa­
tamos sólo cabía colocarla rebajando e! interés de mercado. Tal larios. Al increment arse éstos, e! precio de los bienes de con­
rebaja de intereses ha de practicarse forzosamente reduciendo sumo también se encarece. Los empresarios, por su parte,
la cuantía aritmética de los mismos. Cabe mantener invaria­ contribuye n igualmente al aludido encarecimiento, pues, en­
bles unos porcentajes nominales y, sin embargo, colocar más gañados por unas ilusorias ganancias que sus libros arrojan,
créditos a base de rebajar las exigencias correspondientes al incrementan e! consumo propio. La general subida: de precios
componente empresarial. Ello, en la práctica, implica reducir engendra opti mismo. Si sólo se hubieran encarecido los fac­

.L _
El interés, la ex pansi án crediticia y el ciclo económico 8 11
810 La Acción Hum ana

tares de producción, manteniéndose estático e! precio de los período de auge --o sea, la general tendencia a la ampliación
bienes de consumo, los empresarios habríanse inquietado. La de las actividades mercant iles y a la subida de precios- sin
intensificada demanda de artículos de consumo y el aumento aludir al incremento de las existencias de dinero o medios fi­
de las ventas, pese al alza de los precios, tranquiliza, sin em­ duciarios consiste precisamente en pasar por alto tal realidad .
bargo, sus inqu ietudes. Confían en que, no obstante el incre­ Para que se produzca un alza general de precios es preciso, o
mento de los costos, las correspondientes operaciones resul­ bien que disminuyan las existencias de todas las mercancías
tarán beneficiosas. Y las prosiguen sin mayores preocupacio­ o bien que se incrementen las disponibilidades de dinero (en
nes. t sentido amplio). A efectos dialécticos, vamos a admitir la pro­
Ahora bien, para financiar la producción en esta incre­ cedencia de las aludidas explicaciones no monetarias de! auge.
mentada escala que la expansión crediticia ha provocado, los Suben los precios y se amplían las operaciones mercantiles pe­
empresarios todos, tanto aquéllos que ampliaron sus negocios se a no haberse registr ado incremento alguno de las existen­
como quienes mantienen invariadas sus actividades, precisan, cias dinerarias. Pron to, sin embargo, en tal caso, habrán de
desde luego, mayores fondos de maniobra, al haberse elevado comenzar a bajar los precios; aumentará , forzosamente, la de­
los costos de producción. Si la contemplada expansión credi­ manda de créditos, nueva demanda que ba de alimentar un
ticia consiste en una única y no repetida inyección de específica alza de interés; el auge, apenas nacido, por eso, tiene que des­
cantidad de medios fiduciarios en e! mercado crediticio, e! plomarse. La verdad es que todas las teorías no monetarias
período de auge corta vida puede tener. No conseguirán los de! ciclo económico tácitamente presumen - o, al menos, ló­
empresarios procurarse los fondos que la prosecución de sus gicamente, así debían hacerlo- que la expansión crediticia es
operaciones exige. Se incrementa e! interés de mercado, pues un fenómeno que no puede dejar de acompañar al auge 6 . Se
e! efecto de la nueva demanda de créditos no es anulado por e! ven forzadas a admitir que, en ausencia de la repetida expan­
aumento de dinero disponib le para prestar. Los precios de sión crediticia, el auge jamás podría producirse, constituyendo
las mercancías descienden en razón a que algunos empresarios el aumento de las existencias de dinero (en sentido amplio)
realizan inventarios, mientra s otros restringen adq uisiciones. condición necesaria para que aparezca la tendencia al alza de
La actividad mercanti l vuelve a cont raerse. Termina el período los precios. Resulta, pues, que, examinadas más de cerca, ta­
de auge simplemente porque las fuerzas que lo engendraron les explicaciones no monetarias de las fluctuaciones cíclicas
han dejado de actuar. Aquel adicional crédito circulatorio ha lirnítanse a afirmar que la expansión crediticia, si bien es re­
agotado su capacidad de influir sobre precios y salarios. Tanto quisito indispensable para la aparición del auge, no constituye,
unos como o tros, e igualment e los saldos de tesorería de las por sí sola, condición bastante para que el mismo se produz­
gentes, han quedado acomodados a la nueva relación mone­ ca, siendo al efecto precisa la concurrencia de otras circuns­
taria; rodas ellos se mueven hacia el nuevo estado final que tancias.
corresponde a esa aludida relación monetaria , sin que tal ten­ Aun en ese restringido aspecto, yerran las aludidas teo­
dencia se vea perturbada por nuevas inyecciones de adicio­ rías no monetarias. Es indudable, en efecto, que toda expan­
nales medios fiduciarios. El interés originario que corres ponde sión crediticia por fuerza ha de provocar el auge de referen­
a la nueva estructura de! mercado ejerce su pleno influ jo so­ cia. Tal potencialidad de la expansión crediticia sólo queda
bre e! interés brut o de mercado. No se ve ya este últi mo afec­ enervada en el caso de que al tiempo aparezcan. otras circuns­
tado por la perturbadora influencia de las variaciones de las
existencias de dinero (en sentido amplio). _ Vid. G. V. HABERLER Prospcritv and Depression (nueve ed . de la Revista de
J

El defecto fund amental de cuant os pretenden explicar e! la Sociedad de Nacion es, Ginebra, 1939), pág, 7 .
8 12 La A cción Humana El interés, la expansión crediticia y el ciclo económico 813

tancias de signo contrario. En tal sent ido, sí, por ejemplo, pese de las variaciones del interés originario, también se modifique
a que los bancos intentan ampliar el crédito, las gentes están temporalm ente la tasa del interés bruto de mercado es una
convencidas de que e! gobierno confiscará, con medidas tribut a­ pru eba más de la existencia de aquella disparidad en primer
rias, los «extraordinarios» beneficios de! caso, o no dudan término aludida . Si las adicionales sumas dinerarias acceden
que la aludid a actividad bancaria será cortada tan pront o co­ al mercado siguiendo vías que, de moment o, eluden el sector
mo comiencen a subir los precios, es imposible que se produz­ crediticio, que sólo es influido después de haberse producido
ca el auge. No ampliarán, en tal supuesto, los empresarios sus las correspondientes alzas en los precios de las mercancías y del
negocios ni harán uso del crédito barato ofrecido por la Banca, rrabajo, los efectos que el dinero en cuestión provoca sobre
por cuanto ningún beneficio personal podían tales actuaciones el interés de mercado son muy exiguos o tota lmente nulos.
reportarles. Convenía dejar constancia de lo dicho, pues nos Cuant o más temprano acudan al mercado crediticio las nuevas
aclara por qué fracasó el New Deal al pretender elevar los existencias de dinero o de medios fiduciarios, con tant a mayor
precios mediante manipulaciones monetarias, así como nos violencia será afectada la tasa del interés bruto de mercado.
explica otros fenómenos de los años treinta. Cuando, bajo un a expansión crediticia, la tota lidad de los
El auge persiste sólo mient ras se manti ene, a ritmo cada adicionales sustitutos monetarios es inver tida en préstamos al
vez más acelerado, la expansión crediticia. Se desfonda tan empresariado , la actividad mercantil se incrementa. Ta les per­
pronto como dejan de arrojarse nuevos medios fiduciarios al sonas o amplían lateralmente la producción (es decir, no alar­
mercado crediticio. Es más; aunque la inflación y la expansió n gan el período de producción de ninguna industri a) o la am­
crediticia se mantuvieran, no permitiría tal circunstancia la plían longitudinalmente (o sea, d ilatando el aludido período de
pervivencia indefinida del auge. Aquellos factores que impi­ producción). Esas supletorias explotaciones, en cualquiera de
den proseguir ininterrumpidamente la expansión crediticia los casos, exigen la inversión de adicionales factores de pro­
entrarían entonces en juego. Produciríase la quiebra económi­ ducción . La cuantía de los existentes bienes de capital, sin
ca tcrack-up boom), la ruina del sistema monetario. embargo , no se ha increment ado. La expansión crediticia, por
La base de la teoría monetaria consiste en proclamar que otra part e, no aboga por la restricción del consumo. Cierto
las variaciones de origen dinerario de la relación monetaria no es, como antes veíamos, al tratar del ahorro forzoso, que , des­
afectan, ni en la misma época, ni en la misma proporción, a pués, según vaya progresando la expansión , una part e de la
los diversos precios, salarios y tipos de interés. Si tal dispari­ población tend rá que restr ingir su consumo. Depende, no obs­
dad no se produjera, ello significaría que el dinero era de con­ tante, de las específicas circunstancias de cada caso el que
dición neutra ; los cambios registrados por la relación mone­ ese aho rro forzoso de algunos secrores llegue o no u superar
taria no influirían en la estructura de los negocios, en la cuan. el incrementado consumo de otros grupos, provocando, en de­
tía y condición de la producción de las distintas ramas indus­ finitiva, un efectivo incremento del ahorro disponible. La con­
triales, en el consumo ni en los ingresos y las fortunas de secuencia inmediata de la expansión crediticia es incrementar
los distin tos sectores de la población. El interés bruto de el consumo de aquellos asalariados cuyos ingresos han aumen­
mercado , en tal caso, tampoco sería afectado - ni transitoria tado a causa de la mayor demanda laboral desatada por los
ni definit ivamente- por los cambios regist rados en la esfera empresarios cuyas actividades se amplían. Supongamos que ese
del dinero y del crédit o circulatorio. Tales variaciones influ­ incrementado consumo de los grupos favorecidos por la ex­
yen en la tasa del interés originar io precisamente porque aque­ pansión ha sido exactamente compensado por la restricción
lla dispar reacción de los precios provoca mut aciones en las que otras gentes, perju dicadas por la inflación, han tenido que
for tunas e ingresos de las gentes. El que, con independencia imponerse, de tal suerte que , en conjun to, el consumo perma­
814 La Acció" H ttmatta El inter és, la expansi ón crediticia y el ciclo económico BU

nece invariado. La situación es, pues, la siguiente : se ha va. cantidad, gl, de bienes de la misma clase que los anteriorrnen­
riado la producción en e! sentido de ampliar el período de es­ te producidos, y una cantidad, g', de mercancías que antes no
pera. La demanda de bienes de consumo, sin embargo, no se se fabricaban. Para la producción de gJ se necesitan unas su­
ha rest ringido, restricción que, en su caso, permitiría dur aran pletorias existencias, Pl, de bienes de capital, y para g', bienes
para más tiempo las disponibles existencias. Tal realidad en. de capita l que denominaremos p' . Pero, comoqu iera que per­
carece los bienes últimamente aludidos, lo cual pone en mar­ manece invariada la cuantía de bienes de capital disponible,
cha la tendencia al ahorro forzoso. Ese alza de los bienes de ni pJ ni P' cobran existencia real. Precisamente en esto estriba
consumo, precisamente, refuerza la tendencia expansiva de la Ja diferencia que distingue un auge «artificial» ingeniado a
industria. De! aumento de la demanda y de la subida de Jos pre­ base de expansión crediticia de un «normal» aumento de pro­
cios los empresarios deducen que ha de ser rentable el inver­ ducción , que sólo con el efectivo concurso de pJ y I" puede
tir y el producir más. Insisten, pues, y su intensificada activi­ provocars".
dad da lugar a nuevo encarecimiento de los factores de pro­ De nominaremos r a aquellos bienes de capit al que, detraí­
ducción, alza de salarios y, consecuentemente, subida del pre­ dos de la producción total correspondiente a determinado pe­
cio de los bienes de consumo. Continuarán los negocios am­ ríodo temporal, es preciso reinvert ir al ob jeto de reponer el
pliándose mientras Jos bancos sigan estando dispuestos a in­ desgaste sufrido por p dur ante el proceso productivo . Si r se
crement ar el crédito. destina a la aludida reposición, cabrá producir de nuevo g
Al iniciarse la expansión crediticia, se materializaban to­ durante e! siguiente período ; en cambio, si r no es a tal fin
dos aquellos proyectos que, dadas las especificas circunstan­ reinver tido, la cuantía de p quedará disminuida en la cantidad
cias del mercado, resultaban rentables. El sistema se movía r )', entonces, p - r ya sólo producirá g - a en el siguiente pe­
hacia un estado en el que encontra rían trabajo cuantos quisie­ ríodo temporal. Podemos igualmente suponer que es una eco­
ran emplearse por cuenta ajena, aprovechándose los factores nomía progresiva la afectada por la expansión crediticia que
inconvertibles de producción en el grado aconsejado por ln nos ocupa. El aludido sistema, en el período anterior a la re­
demanda de los consumidores y por las disponibles existencias petida expansión crediticia, produjo, como si dijéramos, «nor­
de trabajo y de factores no específicos de producción. La ca. malmente » unos adicionales bienes de capital, que denomina­
rrespondiente producción únicamente podía ser ampliada si remos PI + pz. En ausencia de toda expansión crediticia, PI hu­
nuevo ahorro -es decir, un excedente de producción sobre biera sido dedicado a producir una adicional cantidad gl de
consumo-- venía a incrementar las disponibilidades de bie­ bienes ya anterio rmente producidos, y P', a la elaboración de
nes de capital. Esos supletorios bienes ele capital no han sido, unas mercancías g2 de nueva condición. Los bienes de capital
sin embargo, producidos cuando la expansión crediticia pro­ que los empresarios tienen a su libre disposición son r + PI
voca el auge. Los adicionales bienes de capital, precisos para + pi, Confundidos, sin embargo, por la aparición del dinero
ampliar las acti vidades económicas, en su consecuencia, for­ barato, los empresarios proceden como si dispusieran de r + p'
zosamente habrán de ser detraídos de ot ras producciones. + p2 + pJ + p' y como si, consecuent emente, estuviera en
Denominemos p a las existencias totales de bienes de ca­ su mano el producir no sólo g + gl + g2, sino además gl
pital disponibles al comenzar la expansión crediticia y g a Ja + g•. Pujan entre sí por unas existencias de bienes de capita l
cantidad total de bienes de consumo que p puede, durante a todas luces insuficientes para llevar adelante aquellos sus
un cierto lapso de tiempo, producir sin perjuicio para la ul­ tan excesivamente ambiciosos planes.
terior producción. Así las cosas, Jos empresarios, instigados El correspondiente encarecimiento de los factores de pro­
por la expansión crediticia, lánzanse a elaborar una supletoria ducción tal vez se adelante al alza de los precios de los bienes

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8 16
La A cci án H umana El interés) la expansio- crediticia y el ciclo económico 8 17

de consumo. En tal caso, podría apreciar se una tendencia a la El alza del interés bruto de mercado es tan sólo consecuencia
baja del interés originario. Sin embargo, al progresar el mo­ acompañante de esas aumentadas existencias de medios fidu­
vimiento expansionista, la subida del precio de los bienes de ciarios. Para averiguar si determin ada economía sufre o no
consumo sobrepasará el incremento de los factores de produc­ una expansión crediticia hay que examinar la existente can­
ción. El alza de salarios y jorn ales y las ganancias de capita­ tidad de medios fiduciarios, no la cuantía arit mética de las
listas, empresarios y agricultores, si bien en gran parte son tasas de interés.
tan sólo nominales, intensifican la demanda de bienes de con­ Suele decirse que el auge implica inversi6n excesiva ( ouer­
sumo. No vale la pena analizar ahor! aquel aserto de quienes, inuestment ) , Lo cierto , sin embargo, es que sólo cabe incre­
argumentando en favor de la expans ión crediticia, aseguran mentar las inversiones si se dispone de nuevos bienes de ca­
que el auge puede, por virtud del aho rro forzoso, incrementar pital. Comoqu iera que, aparte del ahorro forzoso, el auge en
efectivamente , las existencias de bienes de consumo. Porque es sí no restringe, sino que aumenta el consumo, es imposible que
indudable que la intensificada demanda de estos últimos ha a su través surjan los nuevos medios de capital requeridos por
de afectar al mercado mucho antes de que las nuevas inver­ la ulterior inversi6n. El auge, en realidad , no supo ne inver­
siones hayan podido engendrar los correspond ientes produc­ siones excesivas, sino torpes inversiones, inoportunas inver­
tos. La desigualdad entre los precios de los bienes presentes siones. Los empresarios pre tenden emplear las existencias de
y los de los futuros vuelve a crecer. La tendencia al alza del r + Pi + p, como si de r + Pi + p' + p' + p' se tra tara .
interés originario susti tuye a la contraria que posiblemente se Lánzanse a ampliaciones mercantiles, para alimentar las cuales
produjera al comienzo de la expansión. resultan insuficientes los disponibles bienes de capital. T ales
Es ta tende ncia al alza del interés originario, así como la proyectos no pueden tener buen fin , pues, al efecto, no bastan
aparición de una positiva compensación por variación de pre­ los existentes bienes de capital. Más pront o o más tarde, tan
cios, nos permite comprender determinadas circunstancias desmesurada s operaciones han de venirse abajo. El desastrado
acompañantes del auge. Los bancos se encuentran con incre­ final de todas las expansiones crediticias hace, de pronto, ver
mentad a demanda de créditos y descuentos. Los empresarios claro los errores otrora cometidos. Hay indu strias que no pue·
están dispuestos' a pagar mayores intereses brutos. Siguen con­ den funcionar por faltarles complementarios factores que to­
certando préstamos pese a que los bancos cobran más caro el davía no se producen; hay mercancías que no es posible colocar,
crédito. Las tasas brutas de interés son aritméticamente su­ pues los consumidores prefieren o tros bienes qu e no se fabri­
periores a las que regían antes de la expansión. El crecimiento can en suficiente cantidad; hay instalaciones a medio construir
de las mismas, sin embargo, desde un punto de vista econó­ que no se concluyen por result ar manifiesto que su explotación
mico, se ha rezagado, siendo su cuantía insuficiente para cu­ habrá de producir pérdid as.
brir el interés originario y, además, el componente empresa. Esa erró nea creencia según la cual el auge consiste no en
rial y la compensación por variación de precios. Los banque­ inversiones inoportunas, sino excesivas, viene a ser consecuen­
ros están convecidos de que, al hacer más onerosas sus con­ cia del inveterado hábito de las gentes de juzgar las cosas s6lo
diciones, han hecho cuanto estaba en su mano por suprimir por sus aspectos visibles y tangibles. El observador contempla
las especulaciones «perniciosas». Consideran infund adas las las perceptibles malas inversiones sin advertir que son impro­
críticas de quienes les acusan de atizar el fuego de la expan­ cedentes sólo porque se carece de otras industrias, las necesa­
sión. No advierten que, al inyectar en el mercado más y más rias para fabricar los precisos factores complement arios de pro ­
medios fiduciarios, avivan el auge. Es la continua creación de ducción y otros bienes de consumo que el público más urgen ­
medios fiduciarios lo que produce, alimenta y acelera el boom. temente precisa. Por razones técnicas, toda ampliación de la
~2
818 La Acci6n H umana El inter és, la expansión credit icia y el ciclo econ ámico 819

produ cción ha de comenzarse incrementando las existencias de las industrias pesadas, así como el reforzar la fabricación de
aquellos factores consumidos en los estadios más alejados de bienes durad eros, es típico de todo período de auge crediticio.
los correspondientes bienes de consumo. Para incrementar la Las publicaciones y los editor ialistas financieros han estado
producción de zapatos, tejidos, automóviles, mobiliarios y vi­ en lo cierto - durante más de cien años- al ver en las cifras
viendas, es preciso comenzar por ampliar la fabricación de hie­ de produ cción de las citadas industri as, así como en las de la
rro, de acero, de cobre y demás mercancías análogas. Si se pre· constru cción, indicación clara de! ciclo económico. Sólo inci­
tenden invertir las existencias r + Pi + P', que permitirían den en error al hablar de inversiones excesivas.
producir a + gl + g' , como si se trat a& de r -1- Pi + p' -1- pJ El auge, desde luego, influye también en las industrias
-1- P', con las cuales cabría producir a + gl -1- gl + gJ + g', es productoras de bienes de consumo. Lo que sucede es que mu­
preciso cuidarse de antemano de ampliar la producción de chas veces los nuevos centro s productivos y las ampliaciones
aquellas mercancías e instalaciones cuyo concurso, por razones de los anteriormente existentes no ofrecen a los consumido­
materiales, será previamente tequerido si ha de llevarse a buen res aquellas mercancías que éstos con mayor in tensidad de­
fin ese ampliado proceso productivo. La clase empresarial, en su sean. Lo m ás probable es que los correspondientes empresa­
conjunto, se asemeja a un constructor que, con una limitada rios también hayan trazado planes pretendiendo producir r +
cantidad de materiales, pretende edificar una casa. Si sobre­ gl + gl -1- gJ + g•. El exagerado carácter de tal propósito h ácelo
estima sus disponibilidades, trazará proyectos que excederán inviable.
la capacidad de los correspondientes medios. Dedicará una Un marcado encarecimiento de los precios no es fenómeno
parte excesiva de los mismos a trabajos de explanación y a ci­ que necesariamente haya de acompañar al auge. El aumento
mentaciones, para después adver tir que con los materiales res­ de los medios fiduciarios tiende siempre teóricamente a hacer
tantes no puede terminar el edificio. El yerro de nuestro cons­ subir los precios. Cabe, sin embargo, que tal tendencia tro­
tructor no consistió en efectuar inversiones excesivas, sino en piece con fuerzas de signo contra rio que reduzcan e! alza o
practicarlas desati nadarnente, habida cuenta de los medios de incluso la supriman por entero. Ese período histórico, duran­
que disponía. . te el cual el suave y ordenado funcionamiento de! mercado se
Es erróneo igualmente suponer que la crisis fue provoca­ vio, una y otra vez, descoyuntado por actividades expansio­
da por haber sido «inmovilizada» una parte excesiva de capi­ nistas, fue una época de continuo progreso económico. La in­
tal «circulante». El empresario individual, al enfrentarse con cesante acumulación de nuevos capitales permitió implantar
la restr icción de créditos, con ocasión de la crisis, lament ar á, los últimos progresos de la técnica. Se incrementó la produc­
desde luego, e! haber invertido demasiados fondos en la am­ tividad por unidad de inversión y la actividad mercantil anegó
pliación de sus instalaciones y en la adquisición de equipo los mercados con cantidades crecientes de artículos baratos.
durad ero; su posición sería hoy más holgada si pudiera dis­ Si, en e! aludido período, el aumento de las existencias de
poner de los aludidos fondos para la normal .gestión del ne­ dinero (en sentido amplio) no hubiera sido tan señalado co­
gocio. Cuando el auge se transforma en depresión, no escasean, mo efectivamente lo fue, habríase registrado una tendencia a
sin embargo, ni las materias primas, ni las mercancías básicas, la baja de los precios de todas las mercancías. Las modernas
ni los semiproductos, ni los artículos alimenti cios. Caracte riza a expansiones crediticias, históricamente, se han producido
la crisis, por e! contrario, e! que la oferta de tales bienes es siempre sobre un trasfo ndo de poderosas fuerzas que se oponían
tan abundante que echa por tierra e! precio de los mismos; al alza de los precios. En tal pugna, sin embargo, prevalecieron
Lo anteriormente expuesto nos hace ver por qué 111 am­ normalm ente las tendencias encarecedoras. También hubo casos,
pliación de los elementos productivos y de la capacidad de sin embargo, en que la subida de los precios fue muy reducida;
820 La Acción Humana El interés, la expansión crediticia y el ciclo económico 82 1

un ejemplo bie n conoc ido nos lo brinda la expansión crediticia causa del falseamie nto del cálculo econ ómico , provocado por
de 1926-1929 7 • la política de dinero barat o, sólo pueden ser financiados me­
Lo esencia l de la expansión credi ticia, sin embargo, no va­ dia nte créditos otorgados con un interés bruto artificialmente re­
ría por la apa rición de tales casos particulares . Lo que lan­ bajado en relación con el que regirí a en un mercado crediticio in­
za al empresario a específicas producciones no son ni los adu lterado. Precisamente ese margen hace ren tables, en aparien­
precios altos ni los precios ba jos, sino la discrepancia entre cia, los aludidos proyectos . No es el cambio de actitud de los
los costos de producción, inclu ido entre ellos el interés del bancos lo que provoca la crisis. Tal mut ación lo único que hace
necesario capital, y el previsto p r~io de los correspondientes es poner de manifies to el daño provocado por los disparates
productos terminados. La rebaja de la tasa del interés b ruto que dura nte el período de auge habían sido ya come tidos .
de mercado que la expa nsión crediticia invariablemen te pro ­ Aunque las ins tituciones credi ticias persistieran obstina­
voca hace que parezcan rentables proyectos que antes no lo dame nte en su actitud expansionista, no por ello el auge po­
eran . Da lugar , según decíamos, a que r + PI + p' se ma­ dría mant enerse e tern amente. Tiene que fracasar por fuerza
nejen como si en verdad fueran r + PI + p, + pJ + p.. todo intento de reemplazar unos inexistentes bienes de capital
Estructura la producción y la inversión en desacuerdo con las (es decir, las expresiones pJ y p') por supletorios medios fidu ­
efectivas existencias oc bienes de capital, elevando un castillo ciarios , Si la expansión crediticia no se de tiene ' a tiempo, el
de naipes que, forzosamente . más pronto o más tarde, ha de auge da paso a la catástrofe monetaria (t be crack-up boom);
derrumbarse . Sólo en puros deta lles varia el planteamient o aparece la hui da hacia valores reles y tod o el sistema monetario
cuando las correspondientes mutaciones de precios coincide n, se viene abajo. Por lo general, hasta ahora, los entes presta­
en determin ado medio económico, con una tend enci a al alza mistas no llevaron las cosas hasta el último extremo. Se asus­
del poder adquisitivo de la moneda, no llegando esta últ ima a taron cuand o todavía estaba lejos el desastre fina l "
mudar to talmente de signo, con lo cual, en la pr áctica, los Tan pronto como cesa la creación de aoicio nales medios
precios queda n más o menos invariados. de pago, se viene aba jo el cast illo de naipes del auge . Los em­
Es manifiesto que, en nin gún caso, manipul ación ban ca­ pre sarios vense ob ligados a res tri ngir sus actividades, al care ­
ria alguna pue de engendrar los improducidos bienes econ órni­ cer de los fondos ex igidos pa ra la continuación de las mismas
cos que el mercado precisa. Para una efectiva ex pansión de a 1:1 exagerada escala comenzada. Caen, de pronto, los pre ­
la producción , lo qu e se necesita son nue vos bienes de capital: cios , en razón a que hay empresas que están, como pueden,
en modo alguno, di nero, ni medios fidu ciarios. El auge es t.í deshaciéndos e de sus inventarios a cualqui er preci o . Las fábr i­
montado sob re las movedizas arenas del papel mon eda y el cas se cierran ; iniciados proyectos se int errumpen ; comienza
d inero bancario; por eso, al fin al, se viene abajo .
• Conviene IlO ser víctimas del error de suponer que el cambio de polít ica rno­
La cr isis aparece en cuanto éntranles inquietudes a los han ­ netarla se produjo por haber advenido, banqueros y autoridades; las consecuencias
cos an te el acelerado paso de la inflac ión y pretenden reducir que inevitablcmcrue había de provocar una continu ación de la ex pansión creditl­
la expansión crediticia. El auge sólo puede mantenerse rnien­ d a. Lo que les hizo variar de actitud fue ron circunstancias institucionales a las que
tras alegremente sigan concedi éndose créditos a las empresas mJs adelante aludiremos (págs. 1147-11 49). No han faltado, desde luego, banqueros
para continuar sus exagerados programas, a todas luces dis­ competent ísimos en materia eco nómica: la Escuela monetaria inglesa, es decir. la que ,
por primera vez. procurara hallar explicación a las crisis cfclicas, fue sustancialmen­
confo rmes con las reales existencias de factores de producci ón te formada por banqueros. Pe ro han regentado la banca oficial)' orientado la pe­
y las auténticas valoraciones de los consumidores , Aquellos lít ica monetaria de los diversos países hombres que , por lo general, desgraciada­
qui méricos planes que , sin embargo, parecen practicables. a mente , no veí an peligro alguno en la expansión crediticia y reaccionaban airada­
-- -- -7- Cf. M."N. R OTH8ARD, A merica's G reat Depression (Pinceron. 19( 3), mente ante cualquier crítica de su activ idad expansionista .
822 La Acción Hu mana El inter és, la cxpansi án crediticia y el ciclo económico 823

e! despido de obreros. Comoquiera que, de un lado, hay firmas háyanse registrado progresos técnicos y cabe haya mudado la
que desesperadamente precisan de numerario para evitar la demanda de las diversas mercancías. El estado final al que e!
quiebra y, de otro, ya nadie goza del crédito antes ran gene­ mercado tiende ya no es el mismo al que apuntaba antes de
rosamente a todos concedido, e! componente empresarial del las perturbaciones pro vocadas por la expansión crediticia.
interés bruto de mercado sube inmoderadamente . Hay inversiones efectuadas durante e! auge que examina­
Circunstancias accidentales, de orden institucional y psi­ das fríamente, con ojos qu e ya no nublan los espejismos de la
cológico, suelen transformar la iniciación de la crisis en páni­ expansión, carecen de sentido y util idad. En forma alguna pue­
co abierto. Podemos dejar a los hiltoriadores la descripción den ser aprovechadas, pues el precio de los correspondientes
de las tan lamentables situaciones que entonces se producen. produ ctos no compensa la cuantía de los fondos que la explo­
No compete a la teoría cataláctica e! examinar con detalle las tación de tales instalaciones exige invertir en las mismas; tal
calamidades propias de los días y las semanas de pánico, ni de­ capital «circulante » se precisa, con mayor urgencia, para sa­
tenerse en los diversos aspectos del mismo, a veces realmente tisfaccr diferentes necesidades, según demuestra e! hceho de
grotescos. La economía no se interesa por lo que es puramente que el mismo deviene más rentable en otros cometidos. H a­
accidental y dependiente de las circunstan cias históricas de brá, en cambio, torpes invers iones también, cuyas perspec­
cada caso concreto. La ciencia debe, al contrario , distinguir y tivas no sean tan pesimistas. De haberse practicado un cálculo
separar lo esencial y apodícticamente necesario de lo sólo ad­ objetivo, el correspondiente capital, desde luego, no hubiera
venticio, desdeñando las facetas psicológicas de! pánico. In . sido invertido en tales proyectos. Los factores inconvertibles
terésale tan sólo advertir que e! auge, ingeniado por la ex. ut ilizados han de estimarse dilapidados. Ahora bien, por su
pansión crediticia, forzosamente ha de dar paso a esa realidad prop ia condición de inconvert ibles, constituyen fait accompli,
que suele denominarse de presi án, destacando que en esta úl­ que plantea a la acción humana nueva cuestión . Si los ingrc­
tima está tomando cuerpo precisamente el reajuste, e! proceso sos que la venta de los correspondientes productos reporta
de reacomodar la producción a las efectivas circunstacias de! superan los costos opera tivos, es provechoso continuar la pro­
mercado ; es decir, a las disponiblcs existencias de factorcs de ducción . Aun cuando, dados los precios que los consumido­
producción, a las preferencias de los consumidores y, sobre res están dispuestos a pagar, la totalidad de la inversión nu
todo, a la tasa del interés originario según queda reflejada en resulte renta ble, una parte, por peq ue ña que sea, de la misma
las valoraciones del público. sí lo cs. La proporción improductiva ha de estima rse perdida
Las aludidas circunstancias en modo alguno son ya idén­ sin con trap artida, capital malbaratado y perdido.
ticas a las que prevalecían al iniciarse e! proceso expansionis­ Las aludidas realidades, examinadas desde el punto de
tao Muchas cosas han cambiado. El ahorro forzoso y, aún más, vista de los consumidores, nos sugieren las mismas apuntadas
e! común , posiblemente hayan producido nuevos bienes de ca­ conclusiones. Las necesidades de las masas se verían mejor
atendidas si los espejismos provocados por e! dinero barato no
pit al, bienes éstos que, en su totali dad, es de esperar no se
hubieran ind ucido a los empresarios a malgastar los siempre es­
habrá n esfumado a causa del sobreconsumo y las malas in­
casos bienes de capi tal, det rayéndolos de comeridos en los
versiones. La desigualdad típica de la inflación ha hecho va.
cuales hub ieran permitido satisfacer necesidades más urgente­
riar la fortuna y los ingresos de los diversos grupos e individuos . ment e sentidas por los consumidores, para dedicarlos, en cam­
El número de habitantes, independientemente de la expansión bio a la atención de otras menos acuciantes. Se trata de rea­
crediticia, también puede haber cambiado, así como la com­ lidad, desde luego, lament able, pero que ya 0 0 cabe modificar.
posición de los distintos sectores de la población. T al vez Las gentes, de moment o, hao dc renunciar a satisfacciones que
825
824 La Acción Humana El interés} la expansión crediticia y el ciclo económico

podían haber disfrutado de no haber venido la expansión a pro­ de la expansión crediticia. En tales casos, e! sistema económi­
vocar desatinadas inversiones. Pueden, al menos, consolarse co goza, después de! auge, de mayor prosper idad que antes de
parcialmente, pensando disfrutan de bienes que, de no haber producirse e! mismo; sin embargo, han de estimarse empo­
sido perturbada la actividad económica por e! despilfarro de! brecidas las gentes al advertir las enormes posibilidades de
auge, hubiéranles resultado prohibitivos. Flaca es ciertamente mayor prosperidad aún que han sido enervadas y desperdicia.
tal compensación, pues aquellos otros bienes, de los que no das.
pueden disponer por la torpeza con que han sido invertidos
los disponibles factores de producción, les interesan mucho
LA TAN ALABADA AUSENCIA DE CRISIS ECONOMICAS
más que esos «sucedáneos» que ahora se les ofrecen. Pero no
BAJO LA ORGANIZACION TOTALITAR IA
hay más alternativa, dadas las circunstancias y realidades con­
currentes .
Aseguran los autores socialistas que la depresión y la crisis
La expansión crediticia, en definitiva, empobrece a las
económica constituyen fenómenos típicos e inherentes al sistema
gentes. Habrá quienes sepan aprovechar la coyuntura para en­
capitalista de producción. El socialismo resulta inmune a tales
riquecerse; personas cuyo razonamiento no ha ofuscado la
histeria general y que han sabido aprovechar las oportunida­ lacras.
Sin perjuicio de volver más adelante sobre el tema, parece
des que la movilidad de! inversor les brindaba. Otros, sin mé­
haber qued ado ya evidenciado que las cíclicas fluctuacion es de la
rito personal alguno, también saldrán favorecidos simplemen­
economía en modo alguno las provoca la mecánica del mercado
te en razón a que las cosas por ellos vendidas se iban enca­
libre, siendo, por el contrario, efecto exclusivo de aquel interven­
reciendo antes que las que compraban. La masa mayoritaria,
cionismo estatal que pretende reducir la tasa del interés por debajo
sin embargo, íntegramente pagará en su carne e! inmoderado
de la que el mercado libre fijarla '. Conviene, sin embargo, de
consumo y la torpeza inversora de! episodio inflacionista.
momento , concentrar nuestra atención en esa supuesta estabilidad
El hablar de empobrecimiento no debe inducirnos a con­
fusión. No se trata de graduar la pobreza antes y después de! de la planeación socialista.
Obligado resulta, ante todo , destacar que es e! proceso demo­
auge. El que las gentes, con posterioridad a la inflación, sean
crático del mercado lo que origina la crisis. Los consumidores no
efectivamente más pobres que antes de ella, depende por en­
están conformes con el modo cómo los empresarios emplean los
tero de las circunstancias particulares de cada caso. Tal resul­
factor es de producción. Muestra n su disconform idad comprando y
tado, la cataláctica no puede apodícticamente predecirlo. La
dejando de comprar . Los empre sarios, cegados por el espejismo
ciencia económica, al proclamar que la expansión crediticia
de unas tasas de interés artificialmente rebajadas, no han efectuado
forzosamente ha de provocar empobrecimiento, quiere desta­
aquellas inversiones que permitirían atender del mejor modo po­
car que las masas, al sufrir la expansión crediticia, se empo­
sible las más acuciantes necesidades de! público. Tales yerros que­
brecen comparativamente a las satisfacciones que habrían dis­
dan al descubierto en cuanto la expansión crediticia se detiene .
frutado de no haberse producido ésta última. La historia eco­
La actit ud de los consumidores obliga a los empresarios a reajus­
nómica de! capitalismo registra un progreso económico inin­
tar sus actividades, siempre con miras a dejar atendidas, en la
terrumpido, un continuo incremento de las disponibilidades
mayor medida posible, las necesidades de las gentes. Eso que
de bienes de capital, un alza permanente de! nivel medio de
denominamos depresión es precisamente el proceso liqu idatorio
vida. El aludido progreso prodúcese a un rit mo tan rápido que ,...-­
muchas veces logra compensar y superar las pérdidas provo­ {~'0¿,\Ü A :)\. -,
cadas pace! excesivo consumo y las desacertadas inversiones • Vid. págs. 1144·1147. ~.....
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826
La Acción Humana El interés, la expansi án crediucia y el ciclo econ6mico 827

de los errores del auge, readapración de la producción a los deseos te, resultando además onero sos para el erario público. Pode­
de los consumidores.
mos tamb ién suponer que los bancos, atemorizados por los
En la economía socialista, por el contrario, sólo cuentan Jos desagradables recuerdos de las crisis que la expansión crediticia
juicios de valor del go bernantej las masas no tienen medios que les anteriormente pro vocara, desean incrementar su propia liqu i­
permitan imponer sus preferencias. El dictador no se preocupa de dez, restringiendo la concesión de créditos. Un tercer posib le
si las gentes es tán o no conformes con la cuantía de lo que él planteamiento consistiría en suponer que la crisis ha provoca ­
acuerda dedicar al consumo y de lo que él decide reservar para do la quiebra de aquell as instituciones que venían otorgando
ulteriores inversiones . Si In impott!nch, de es tas últimas obliga il
crédito circulatorio; la desaparición de los medios fiduciarios
reducir drásticamente el consumo, el pueblo pasa hambre y se emitidos por tales ent idades redu ciría las d isponibilidades mo­
aguanta. N o hay crisis, por la simple razón de que las gentes no
netar ias del mercado.
pueden expresar su descontent o, Do nde no ex iste vida mercantil ,
ésta no puede ser próspera ni adversa. En tales circunstancias En cualquiera de los alud idos casos aparece una tendencia
habrá pobreza e inanición, pero nunca crisis en el sentido que el al alza del interés bruto de mercado. Hay, por eso, proyectos
vocablo tiene en la econom ía dc mercado. Cuando los hombres que antes parecían rent ables y que ahora ya no lo son. Los
no pueden optar ni preferir, en forma alguna cábeles protestar precios de los factores de producción , primero, y, después, los
cont ra la o rientación dada .1 las actividades productivas. de los artículos de consumo, tienden a la baja. La vida mer­
cantil se debilita. La coyuntura sólo varía cuando los salarios
y los precios quedan readaptados a la nueva relación moneta ­
7. EF ECT OS DE LA DEF LAC rÓN y LA CONT RACCI ÓN

ria . El mercado crediticio, por su part e, también se acomoda


CRE DIT ICIA SO BRE LA TA SA n E L INT ER ÉS

entonces a la nu eva situación y la tasa del interés de mercado


BRUTO DE MER CADO

deja de verse perturbada por la escasa cuantía de dinero ofre­


cido para créditos. Como vemos, un alza de origen dinerario
Podem os comenzar por suponer q ue la cuantfa total en de la tasa bruta del int erés provoca paralizaci ór: mercantil.
que, dura nt e el proceso deflaciollario, se red ucen las existen­ La deflación y la cont racción crediticia constituyen fenóme­
cias de dinero (en sentido amplio) ha sido detruída del merca­ nos que perturban el normal desenvolvimiento del n.ercado
do credi ticio. Tal planteamient o implica que tanto el mercado irrogando malestar, al igual que la inflación y la expansión cre­
cred iticio como el interés brut o han de verse, desde el prim er ditici a. Constituiría, sin embargo , grave error el suponer que
momento , afectados por el cambio de la relación monetaria, es deflación y con tracci ón constituyen simplemente el reverso de
decir , incluso ante s de que varfen los precios de las mercan­ la inflación y la expansión.
cías y los servicios. Imaginemos que el gobierno , pat a provo­ La inflación y la expansión, al pr incipio, producen apa­
car la deseada deflación , coloca un empréstito en el mercado y rente pro speridad. Precisamente result an tan atractivas por
subsiguientemente destruye el papel moneda con tal mot ivo re­ cuanto parece se est á enriqueciendo a la mayoría o incluso a
cibido del público. Durante los últimos doscientos años eso, todo el mundo . Las gentes se dejan embaucar . Es precisa una
una y otra vez, ha sido prac ticado . Se pre tendía, después fuerza moral poco común para hacer frente a tales tentacio­
de un dilatado perfodo inflacionario, restablecer la anterior nes. La deflación, por el contrario, inmediatam ente provoca
paridad metálica de la valum nacional. Tales proyectos de­ situaciones comúnm ente consideradas desagradables. Su im­
f1acionarios rápidamente fueron, sin embargo, en su mayor popularidad es aún mayor que la popu laridad de la inflación.
parte, abandonados, pues la oposición arreciaba progresivamen- Cont ra la deflación se forma de inmediato la oposición más
I
I
828 La Accián H umana El interés, la expan sión crediticia y el ciclo econámico 829

feroz, haciéndose pronto irresistibles las fuerzas políticas con­ la teoría del dinero todavía no habla logrado aclarar los co­
trarias a la misma. rrespondientes problemas. Pero el que más de cien años des­
El fisco, a través del dinero [iat y de los créditos públicos pués se reincidiera en los mismos errores fue manifestación
baratos, ve sus arcas siempre bien repletas; la deflación, en de ignorancia supina, tanto en materia económica como en
cambio , depaupera al Tesoro. La expansión crediticia enr ique­ histori a monetaria 10.
ce a los bancos; la contracción, los inmoviliza. La inflación y Suele confudirse, también por poco conocimiento , la de­
la expansión atraen, mientras la deflación y la restri cción re­ flación y la cont racción con aquel proceso de reajuste en que
pelen. , todo auge expansionista ha de acabar. Depende de las circuns­
La disimilitud entre las dos aludid as manipulaciones del tancias institucionales propi as del sistema crediticio que pro ­
dinero y el crédito no estriba, sin embargo, tan sólo en que vocó la expansión el que la crisis efectivamente dé lugar a una
una de ellas a todos agrada, mientras la otra a nadie gusta. El disminución de la cantidad de medios fiduciarios. Puede pro­
daño que la deflación y la contrac ción provocan es siempre me­ ducirse tal disminución si, por ejemplo , la crisis pone en situa­
nor, con independencia de que const ituyen medidas que en ción de quieb ra a aquellas instituciones que estaban otorgando
la práctica muy contadas veces se llegan efectivamente a apli­ crédito circulatorio, siempre y cuando tal mengua no sea com­
car . Pero por su propia esencia, no obstante, constituyen fe­ pensada por una correspondiente ampliación a cargo de Jos
nómen os menos perniciosos. La expansión malbarata siempre bancos sup érstites , La repetida minoración de medios fiducia­
escasos factores de producción , por el excesivo consumo y rios, sin embargo, en modo alguno constituye fenómeno que
las torpes inversiones que provoca. Abresc, a la conclu sión necesariamente haya de acompañar a la depr esión ; en Europa ,
de la misma, largo y tedioso período de recuperación hasta jamás se produj o duran le los últim os ochenta años; su apari­
compensar todo el empobrecimiento ocasionado . La contrac­ ción, en los Estados Unidos, bajo In Federa l Reserve Act de
ción, en cambio, no irr oga ni sobreconsumo ni erra das inver­ 1913 , ha sido grandemente exagerada . La penu ria de crédito
siones. La temporal reducción de la actividad mercantil coin­ que caracter iza la crisis no es causada porque se den menos
cide susrr ncialmente con la reducción del consumo de los obre­ crédit os, sino porque no se sigue ya, como antes, continua­
ros que dejan de trabaj ar y de los propietarios de los factores mente ampliando Sil conces ión . Tal escasez perjudi ca a todos,
materiales de producción cuyas venta s se contraen. Pe ro no tanto a las empresas dc antemano condenadas a desaparecer
quedan daños latent es. Al concluir la contracción no hay pér­ como a las entidades sanas, que pod rían prosperar y ampliar
didas de capital a compensar. sus operaciones si dispusieran del crédito necesario. La Banca,
Escaso ha sido el papel que la deflación y la restricción sin embargo, comoquiera que los prestatar ios no devuelven
crediticia han jugado en la histori a económica. Los casos más los créditos que, en su día , les fueron oto rgados, se ve impo­
señalados los registró la G ran Breta ña al querer ret ornar, des­ sibilitada para conceder nuevos préstamos ni siquiera a las
pués de los conflictos napoleón icos y otr a vez al conclui r la firmas más acreditadas. Ello hace que la crisis se generalice,
primera conflagración mundial, a la pari dad de antegucrra de viéndose todo el mund o obligado a rest ringir el ámbit o de
la libra esterlina con respecto al oro. En ambos supuestos el sus respectivas actividades . Esas secunda rias consecuencias de
parlamento y el gobierno inglés adoptaron la correspondiente la precedente expansión no hay forma alguna de eludirlas.
política deflacionista sin ponderar las ventajas e inconvenien­ Son inevitables.
tes que , respectivamente, tienen los dos sistemas que cabe Ta n pront o como la depres ión aparece, prodúcense gene·
seguir para retornar al patr ón oro. Es excusable que así pro­
cedieran en la segunda década del siglo XIX, pues, a la sazón, " Vid. págs. 1n l · l i».
830 La Acción H umana El inte rés, la expansión crediticia y el ciclo económico 831

ralizadas qu ejas contra la deflación , reclamand o las gen tes un a tocaría la producción; desplazaríase la misma de aquellos aro
rea nudación de la política inflacionista. Cierto es, desde luego, tículos normalmente adq uiridos por los sectores que no re­
que, aun sin producirse disminuci ón en las existencias de dinero cibían el aludido auxilio dinerario hacia las mercancías desea­
propiamente dich o y de medios fiduci arios, la depresión de. das por los recep tores del subsidio en cuestión. Si más tarde
sata una tend encia, de or igen monetario, al alza del poder ad­ e! gobi erno abandonara la aludida política protectora de ciertos
quisitivo de la valuta . Las empresas todas desean incrementar gru pos, descenderían los precio s de los bienes qu e los mismos
sus tesorerías y tal pretensión hace variar la razón en tre las adquir irían, encareciéndose rápida mente los artículos preíc­
existencias de dinero (en sentido arnpllo ) y la demanda del ridos por quienes no recibían par ticulares apoyos. El poder
mismo (igualmente , en sentido amplio) para su ten encia como adquisitivo de la valuta, sin emba rgo, no por ello habría de
numerario. Cabe calificar tal fenómeno de deflación . Const i­ re tornar a su nivel preinflacionario. La estru ctura de los pr e·
tuye grave error, sin embargo, suponer qu e la baja del precio cios ha de quedar permanentemente marcada por tal actu ación
de las mercancías se pr oduce a causa de la alud ida tend encia inflacionaria en tanto el gob ierno no retire del mercado ese
a incrementar los saldos de tesorería. Las cosas se plantean al adicio nal papel moneda inyectado en forma de subs idios.
rev és. Los p recios de los factores de produ cción - tanto ma­ Distinto es el plant eamiento cuando se trata de expansión
reriales como humanos- han alcanzad o un nivel excesiva­ crediticia que afecta , en primer lugar, al mercado crediticio.
mente elevado durante el auge. E l precio de los mismos ha E n tal supuesto, los efectos inflacionarios se refu erzan a cau­
de bajar para qu e los negocios puedan ser rentables. Los ern­ sa de sobreconsumo y torpes inversiones. Los empresarios, al
presarios increm entan Sil tenencia de num erario por cuanto pujar entre sí por una mayor participación en las limitadas
restringen las adquisiciones y la cont ra tación de person al rnien­ exis tencias de tra baj o y b ienes de capital , encarecen los pre ­
tr as la estructura de precios y salarios no se reaju ste a la ver­ cios de los alud idos factores, alcan zando los mismos un nivel
que sólo puede mantenerse mientras cont inúe la expansión
dad era situación del mercado . De ahí que pedir o retr asar e! rea­
cred iticia a rit mo siempre creciente. Radical baja por fuerza han
juste de referencia no sirve sino para prolonga r el maras mo
de registrar los precios de todos los b ienes y serv icios tan
mercantil. pronto como se detenga la creaci ón de adicionales medios fi­
Hubo gentes, econo mistas inclu so, incapaces de advertir du ciarios.
la aludida concatenación . Argumentaban diciend o : la estr uc­ Mientras prevalece el auge, pr evalece una general rcnden­
tura de precios plasmada durante el auge fue consecuencia de cia a comprar cuanto más mejor, pues se prevé una continua
la presión expansion ista; si dejaran de crearse nuevos medios subi da de precios. En la depresión, por el contrario, las gen­
fiduciarios, el alza de precios y salarios habría de de tenerse . tes no compran , pue s suponen qu e los precios han de seguir
Mientras no haya deflación, no tiene por qu é aparecer una bajando. La recuperación , la vuelta a la normalidad , s610 puede
tendencia a la baja de los aludidos precios y salarios. producirse cuando precios y salarios han descend ido en tal pro ­
El razonamiento sería exacto siempre y cuando la presión porci ón qu e fue rzan la apar ición de un gru po suf icientemente
inflacioni sta no hubi era afectado al mercado crediticio antes amplio de personas que creen que ya no hayan de bajar más.
de producir sus plen os efectos sobre los precios de las mercan­ La única forma de acortar el períod o do loro so de la depresión
cías. Supongamos que el gobierno de un país aislado emite consiste en evitar toda actuaci ón qu e pueda retrasar o difi ­
adicional pape! moneda para pagar sub sidios a las gentes de cuita r la baja de precios y salarios.
más exiguos ing;esos. La correspondi ente alza de precios tras- Sólo cuando la recuperación comien za a tomar impul so,
832
La A cci án H umana El interés, la ex pansión crediticia y el ciclo económico 833

empieza la estructura de los precios a reflejar la variación que El expuesto procedimiento de financiación de los gastos esta­
la relación monetaria experimentara a causa del incremento tales fue el adoptado por los Estados Unidos durante la Segunda
de los medios fiduciarios puestos en circulación. Guerra Mundial. Con independencia de la política de expansión
crediticia que ya desde antes del conflicto se venia siguiendo, la
administración americana concertó enormes créditos con la Banca
LA DIFERENCIA ENTRE LA EXPANSION CREDITICIA privada. Desde un punto de vista técnico, tales operaciones podían
y LA SIMPLE INFLACION ser calificadas de expansión crediticia; sin embargo, en la práctica


H emos sup uesto , al analizar las consecuencias de la exp ansión
credi ticia, que los adicionales medios fiduciarios acceden al mer­
constituían remedio equivalente a la emisión de papel moneda.
En otros países se recurrió a procedimientos aún más comple jos.
El Reích alemán, por ejemplo, durante la primera conflagración
cado, a través del sis tema credit icio , en forma de préstamos. mundial, emitía deuda pública. El Rcíchsbank financiaba las corres­
Cuanto de las consecuencias de la expansión credit icia ha sido pondiente s adquisiciones prestando a los suscriptores la mayor par­
predicado presupone la concurrencia de (al condi ci ón. te del precio de dichos valores, admitie ndo los mismos en garantía
Hay casos, sin embargo, en que) bajo la apariencia legal y de los correspondientes créditos. Con independencia de aquel exi­
técnica de una expan si ón crediticia , en realidad se es tá producien­ guo porcentaje que el particular aportaba de su propio peculio,
do otro fe nómeno to talmente distinto desde un punto de vis ta la intervención del público y del banco en toda la operación era .
cataláctico . Por conveniencias políticas o instit ucionales, pueden meramente formularla. Los adicionales billetes de banco al efecto
los gobernantes a vece s preferir servirse de In capacidad crediticia creados no eran en la práctica más que inconvertible papel mo­
de la Banca para eludir la necesidad de emitir oficialmente dinero neda.
fíat . El tesoro recibe créditos de la banca, la cual se p roc ura los Conviene tener presentes las anteriores realidades al objeto
necesarios fondos o bien produciend o bil le tes o simplement e acre­ de no confundir los efectos de la expansión crediticia en sentido
ditando a la admini stración pública la suma correspondiente en propio con los de las inflaciones provocadas por el estado median­
una cuen ta a la vista. El banco , formalmen te, de viene acreedo r te la creación de dinero [iat .
del Tesoro. Pero, en re alidad, la operación no es más que un

caso típico de inflación mediante la emisión de dinero [iat, t os

adicionales medios fiduciarios acceden al mercado a través de los


8. LA EXPLICACIÓN MONETARIA O DE CRÉDITO
gastos públicos en forma de pagos que la udm ini stra ci én hace CIRCULATORIO DE LOS CI C LOS ECONÓ MICOS
a sus suministrado res. Es precisamente esa adicional demanda

estatal la que induce a I..J s emp resas a ampliar S lIS actividades. La


La teoría de los ciclos económicos elaborada por la escue­
creación de las correspondientes cantidades de lluevo dinero no la monetaria inglesa (cu rrency school) adolecía de dos de­
influye directamente sobre el interés bruto de mercado , cualquiera
fectos.
que sea el que a la entidad bancaria pague el estado. El nuevo En primer lugar, no advertía que era posible arbitrar er é­
dinero, con indepe ndencia de provocar la aparición , en el mercado
dito circulatorio no sólo mediante la creación de billetes de
crediticio, de una compensación posi tiva por variación de precios
banco, en cuantía superior a las reservas de numerario de la
(positioe price premium), afecta al mercado crediticio y a la lasa entidad emisora, sino también otorgando créditos, por cifras
del interés bruto únicamente si parte del mismo accede al mercado
mayores a los aludidos depósitos efectivamente recibidos me­
crediticio antes de haber quedado plenamente consumados sus diante cuentas bancarias de las que el beneficiario puede dispo­
efec tos sobre los salarios y los precio s de las mercancías .
I ner cheques o talones (dinero-talonario, moneda bancaria). No
53
..
834 La Acd6n Humana El int erés, la expansi án cred iticia y el ciclo económico 83'

se percataba de que facilidades crediticias pagaderas a la vista reforzada la ingenua idea de suponer el carácter neutro del
pueden ser utilizadas para ampliar el crédito . Tal error resul­ dinero. Las más variadas explicaciones de las crisis cíclicas,
taba en verdad de poca monta, pues no era difícil subsanarlo. basadas exclusivamente en el cambio directo, podian prolife­
Basta, a este respecto, con aseverar que cuanto se ha dicho de rar sin coto. Muchas décadas habían aún de transcurrir antes
la expansión crediticia es igualmente aplicable a toda amplia­ de que el hechizo se quebrara.
ción del crédito por encima de lo efectivamente ahorrado por Los obstáculos, sin embargo, con que la explicación mo­
las gentes, cualquiera que sea la modalidad con arreglo a la netaria o del crédito circulatorio de las crisis ha tropezado, no
cual el mismo se practique, resultando indiferente que los adi­ son sólo de índole teórica, sino también política. La opinión pú­
cionales medios fiduciarios sean billetes de banco o meras blica no suele ver en el interés más que mera traba opuesta a la
cuentas deudoras a la vista. Las teorías de la escuela monetaria expansión económica. No advierten las gentes que el descuento
inspiraron aquella legislación británica dictada, cuando el aludi­ de bienes futuros por bienes presentes constitu ye invariable y
do defecto todavía no había sido evidenciado, con miras a evitar necesaria categoría del actuar humano, categoría que no puede
la reaparición de los auges, hijos de la expansión crediticia, y ser abolida mediante manipu laciones bancarias. Para los arbit ris­
su inexorable secuela, las depresiones. Ni la Ley de Peel de tas y los demagogos, e! interés es fruto engendrado por sinies­
1844 ni las normas legales que, siguiendo sus pasos, se pro­ tras maquinaciones de desalmados explotadores. La tradicio­
mulgaron en otros países produ jeron los efectos deseados, lo nal condenación del interés ha reencarnado en las modernas
cual minó el prestigio de la doctrina monetaria. La escuela ban­ doctrinas intervencionistas. Reitérase el antiguo dogma según
caria (bankin g school) logró así inmerecidamente triunfar. el cual uno de los primordiales deberes de! buen gobernant e
El otro yerro de la escuela monetaria fue de mayor grave­ consiste en reprimir o incluso, si posible fuera, abolir el inte­
dad. Sus representantes, en efecto, se interesaron tan sólo por rés. Se aboga hoy, con el mayor fanatismo, en todos los países,
el problema referent e a la sangría de los capitales que huían por el dinero barato. El propio gobierno británico, como ya
al extranjero . Ocupáronse únicamente de un caso part icular, antes se hizo notar, proclamó que la expansión crediticia per­
el referente a la existencia de expansión crediticia en un de­ mite practicar «el milagro ... de transformar las piedras en
terminado país, mientras tal política no era practicada o Jo pan» 11. Un presidente del Federal Reserve Bank, de Nueva
era sólo en menor escala por los demás. Con ello, es cierto, York , llegó a decir que «todo estado soberano puede indepen­
quedaban sustancialmente explicadas las crisis británicas de dizarse del mercado monetario si dispone de una institución
comienzos del siglo pasado. Por tal camino, sin embargo, sólo que funcione con arreglo a las normas de un moderno banco
se rozaba la superficie del problema. La cuestión decisiva ni central y dispone de una vnluta no transformable en oro ni en
siquiera era planteada. Nadie se preocupó de determinar qué ninguna otra mercancía» 12. Gobiernos, universidades y cen­
consecuencias podía tener una general expansión del crédito, tros de investigación económica generosamente pagan a cuan­
en modo alguno limitada a unos cuantos bancos con restri ngi­ tos están dispuestos a ensalzar las virtudes de la expansión
da clientela, ni tampoco de ponderar qué relación podía haber crediticia y a injuriar a cualquier oponente, calificándole de
entre la cuantía de las existencias dinerarias (en sentido am­ malicioso defensor de los egoístas intere ses de la usura .
plio) y la tasa de interés. Los múlt iples planes ideados para, Las continuas alzas y bajas de la actividad económica, la
mediante reformas bancarias, reducir o incluso suprimir el in­
terés, despreciativamente eran ridiculizados como puros aro " Vid . págs. 698·699.

bitrismos; no fueron, sin embargo, sometidos a efectiva crío Il BF.ARDSU:;Y RUML, «Taxes for Rcvenuc A re Obsolete», American Allairs,

tica que evidenciara su inconsistencia. Quedaba tácitamente VlII (1946), págs. 35-36.
I
836 La Acci6n Humana El interés, la expansi6n crediticia y el ciclo econ6mico 837

inevitable secuencia de auges y depresiones, son los insoslaya­ blemas de referencia, dejando e! estudio de los mismos para
bles efectos provocados por los reiterados intentos de rebajar cuando, luego, abordemos e! intervencion ismo, es decir, la in­
el interés bruto de mercado mediante la expansi6n crediticia. jerencia estatal en los fen ómenos mercantiles. Es indudable
No hay forma de evitar e! colapso final de todo auge desatado que la expansón crediticia constituye una de las cuestiones
a base de expansi6n crediticia. Tan s610 cabe optar entre pro­ fundamentales que e! dirigismo plantea. Los asuntos de refe­
vocar más pronto la crisis poniendo fin voluntariamente a la rencia deben, sin embargo, ser aludidos al tratar de la econo­
expansión crediticia o dejar que, por sí solos, el desastre y la mía de mercado pura, no al estudiar el intervencionismo. Pues
ruina total de! sistema monetario s~prod uzcan algo más tarde. el tema que, en definitiva, se trat a de abordar es e! referente
La única objeción jamás opuesta a la teoría de! crédito a la relación entre las existencias dinerarias y la tasa de! inte­
circulatorio es flaca en verdad. Dícese que la reducción de! rés, constituyendo los efectos de la expansi ón crediticia sim­
interés bruto por debajo de la tasa que al mismo hubiera co­ plemente un caso particular del aludido problema general.
rrespondido en un mercado libre podría ser efecto engendra­ Cuanto se ha indicado de la expansión crediticia es igual­
do no por una política consciente de la Banca y de las autori­ mente aplicable a todo incremento de las existencias de dine­
dades monetarias, sino indeseado resultado provocado por el ro propiamente dicho, siempre y cuando ese dinero adicional
propio conservadurismo de tales personas y entidades . Al pro­ aparezca sobre el mercado crediticio a poco de entrar en e!
ducirse una situación que, por sí, debía provocar e! alza de! correspondiente sistema económico. Si esas nuevas sumas di­
interés de mercado, los bancos, por su apego a la tradición, no nerarias vienen a incrementar la cuantía del dinero ofrecido
aumentan e! costo de! crédito y, sin darse cuenta, inician la en préstamo, cuando todavía los salarios y precios no se han
coyuntura expansionista 13. Tales asertos carecen totalmente de ajustado a la variada relación monetaria, los correspondientes
base. Ahora bien, aunque, a efectos dialécticos, admitiéramos efectos en nada se diferencian de los propios de una expansión,
su procedencia, no por ello habríamos de variar la esencia de crediticia. Con el estud io de la expansi ón crediticia, la catalác­
la explicación monetaria de los ciclos económicos. Porque no tica completa la estructura científica de la teoría del dinero
interesa cuáles sean los motivos que inducen a Jos bancos a y e! interés. Desenmascara viejos errores referentes a este úl­
ampliar e! crédito y a rebajar la tasa bruta del interés que e! timo y pone de manifiesto la inanidad de todos los quiméricos
mercado libre hubiera impuesto. Lo único que de verdad im­ planes urd idos para «abolirlo» mediante reformas monetarias
porta es que los bancos y las autori dades monetarias conside­ y crediticias.
ran perniciosa la cuantía del interés libremente determinado Las diferencias que pueden darse entre una expansión
por e! mercado, rebaja que, entienden, cabe provocar median­ crediticia y e! aumento de las existencias monetarias que po­
te la expansión crediticia sin dañar a nadie más que a unos dría registrar, por ejemplo, una economía que sólo empleara
cuantos parasitarios prestamistas. Tales prejuicios indúcenles d inero-m ercancía, desconociendo los medios fiduciarios, de­
a adoptar medidas que, finalmente, por fuerza provocan la penden de la respectiva cuantía de! incremento dinerario y de
crisis. la época en que el dinero adicional vaya sucesivamente influ­
A la vista de dichas realidades, podría parecer más opor­ yendo sobre los diferentes sectores mercantiles. El incremen­
tuno no examinar en esta parte, dedicada al análisis de la eco­ to, aunque sea rápido, de la producción de metales preciosos
nomía de mercado libre de toda extraña influencia, los pro- jamás puede producir efectos tan señalados como aquellos que
una expansión crediticia es capaz de provocar. El patrón oro
u MACJILUP (The Stock Market, Credit and Capital Pormation, pág. 248 ) deno­ constituye eficaz obstáculo opuesto a la expansión crediticia
mina «inflacionismo pasivo» a esa conducta bnncarla. al impedir a los bancos sobrepasar rigurosos límites en sus
I

838 El interés} la expansión crediticia y el ciclo económico 839


La Acci61l Humana
I
actividades expansionistas ". La potencial capacidad inflacio­ no se vea perjudicada por actuaciones ajenas, basta para repa­
naria del mismo quedaba severamente tasada por las posibili­ I
rar los efectos que esas ligeras perturbaciones pueden provocar.
dades mineras. Además, s610 una parle del oro adicional venía Por medios estad ísticos, los aficionados a tales estudios nu­
a incrementar la oferta en el mercado crediticio. La mayor par­ I méricos han pretendido analizar los denominados ciclos econó­
te del mismo influía primero sobre los precios y los salarios y micos largos. Vanas resultan tales pretensiones . La historia del
sólo en posterior etapa afectaba al mercado credi ticio. • capitalismo europeo refleja un continuo progreso económico,
El continuo aumento de las existencias de dinero.mercancía una y otra vez, sin embargo, in terrumpido por frenéticos au­
ejerci6 constante presión inflacion1sta sobre el mercado credi­ ges y su inexorable secuela: las sórdidas depresiones. Las esta­
ticio. La tasa del interés bruto de mercado, durante todo el pa­ disticas recogen, por lo general, tales movimientos contrarios a
sado siglo, hallóse permanentemente sometida al impacto del la general tendencia hacia un continuo aumento del capital in­
nuevo dinero que, sin interrupción, llegaba al mercado credi­ vertido y un permanente incremento de la producción. En di­
ticio. Los efectos de dicho incremento dinerario fueron, desde cha tendencia, no obstante, resulta imposible descubrir fluc­
luego, señaladamente amplificados por la expansi ón crediticia tuación rítmica alguna.
provocada, desde hace ciento cincuenta años, en la Gra n Bre­ I
taña y, desde hace cien, en el resto de Europa, en intentos, una
y otra vez reiterados, de rebajar el interés 'bruto de mercado 9. E ¡; ECTOS QUE LA RE IT ERAC IÓN DEL CICLO ECONÓM IC O
mediante intensificada ampliaci6n del crédito. Tres procesos, PROVOCA EN LA ECONOMÍ A DE ME RCADO
pues, tendentes a la baja del interés de mercado operaban, al I
tiempo, reforzando sus mutuos efectos. Por un lado, estaba el La ter m ino logía comú n refleja bien el atr activo que sobre
continuo incremento de las disponibilidades de dinero.mercan­ la mente popular ejerce la inflación y la expansión crediticia,
cía; después venía la espontánea generalización de! uso de me­ atractivo en el que se han apoyado innúmeras tentativas de en­
dios fiduciarios en las operaciones bancarias, y, finalmente, la riquecer a las genles por medios expansionistas, causa, a su vez,
política antiacreedora practicada por la muyoría de los gober­ de las típicas oscilaciones del mundo económico. El auge con­
nantes con e! cálido apoyo de la opinión p ública. I mposible, sid érasc enriqu ecedor; háblase de prosperidad y de progreso.
desde luego, resulta calcular cuantitativllmente el efecto conjun­ La consecuencia insoslayable, el reajuste de toda s las operacio­
to ni e! individual de cada uno de los aludidos factores; sólo la nes a las verdaderas circunstancias del mercado, calificase, en
comprensión del historiador puede atreverse a aborda r tal in­ cambio, de depresión, crisis, estancamiento y retroceso. El pú­
cógnita. blico se alza contra quienes proclaman y demuestran que tan
Al razonamiento cataláctico únicamente cábele evidenciar lamentadas perturbaciones provienen exclusivamente de las
que aquella ligera, pero continua, presión que sobre la tasa de! torpes inversiones y del excesivo consumo del auge, que, conse­
interés bru ro de mercado ejercen las crecientes existencias de cuentemente, de antemano, hallábase condenado al fracaso. Se
oro y e! parvo incremento de los medios fiduciarios, mientras busca con ansia la piedra filosofal que daría perenne virtualidad
la misma no se vea reforzada por decidida polftica de abaratar el al mismo.
dinero, fácilmente queda compensada por las fuerzas de aco­ Ya anteriormente hacíamos ver en qué sentido cabe consi­
modación y reajuste consustanciales a la economía de mercado. derar progreso económico la ampliaci6n de la producción y la
La adaptabilidad del mundo mercantil, mientras su operación mejora de la calidad. De aplicar tal módulo valorativo a las
diversas fases del ciclo económico, habríamos forzosamente de
" Vid. págs, 705/706.
estimar retrocesión al auge y, en cambio, progreso a la depre­
\
La A cción Humana El interés, la expans ión crediticía y el ciclo econó mi co
841
840

sión. El auge malba rata en to rpes inversiones los siempre es­ chas invers iones, al var iar después las circunstancias, lleguen
casos factores de producción, reduciendo, por un exceso de a resultar acertad as. Cuando, por ejemplo, en 1845 , se tendía
con sumo, las disponibilidades de capital; efectivo empobreci­ una línea ferroviaria en la G ran Bretaña, que, en ausencia de
miento de las mas as suponen los supues tos beneficio s del auge . la correspondiente expan sión crediticia, no hubiera sido cons­
La depresión, en cambio, hace retornar los factores de produc­ truida, pa ra nada variaban los efectos de tal es actuaciones por
ción a aquellos com etidos qu e mejor permiten satisfacer las el hecho de que los b ienes de capital necesarios par a la obra
más urgentes necesidades de los consumidores. habrían podido ser invertidos en 18'0 ó 1880 . La ganancia
Se ha intentado descsperadarrente halla r en el auge algu­ que, después, representó el no tener que constru ir el ferroca­
na positiva contribu ción al progreso económico. Se ¡,a exage­ rril, con la cons iguiente inver sión de capital y trab ajo, en mo­
rado la eficacia del ahorro forzoso en la acumulación de capi­ do alguno compensó los daños provocados, en 1845, por su
tal. El argu mento carece de tod a vir tualidad dialéctica. El aho­ pre matura realización .
rro forzoso, como antes decíamos, sólo sirve , en el mejor de El auge , desde luego , empobrece . Pe ro los q uebrantos mo­
los casos, para compe nsar parcialmente el consumo de capital rales que ocasiona son aún más graves que los perjuicios ma­
que el propi o auge provoca. Si quienes ensalzan los supues tos te riales. Las gentes pierden la fe en sí mismas, desconfian do
ben eficios del ahorro forzoso fuera n consecuentes, más b ien de todo . Cuanto mayor fue primero su optimismo, tanto más
propugnarían la implan tación de un régimen fiscal que conce­ ho nda es , luego , la desesperanza y fru stración . Sue!e e! hom­
die ra subsid ios a los ricos imponiend o supletorias cargas a las bre atribuir los favores de! destin o a la propia valla, conside­
gen tes de menores medios. El ahorro forzoso, así ingen iado, rándolos justo premio a su laboriosidad , talento y probidad.
incrementa ría positivamente la cifra de capital di sponible , sin Para los reveses de la for tuna , en cambio, busca siempre a
provocar, al tiempo, por otras vía s, un consumo mucho mayor alguien a q uien responsabili zar , soliendo atribuirlos a la irra­
del mismo. cionalidad de las instituciones polít icas y sociales . No se que­
Los defensores de la expansión credi ticia han subrayado ja de los gobe rnantes po r h aber producido e! auge . Cúlpales ,
también qu e algunas de las to rpes inver siones efec tuadas duran­ en cambio, ele su insoslayable resulta do fin al. Para el público ,
te el auge devien en desp ués ren tables. T ales inversiones pract i­ el único remed io contra los males, hi jos de la inflación y la
c áronse demasiado pronto, es decir , cuando las exis tencias de expa nsión crediticia, estriba en insist ir po r el camino de la
capital y las valoracio nes de los consu midores todavía no las expansión crediticia y la inflación .
aconsejab an . E l daño causado, sin embargo, no fue tan grave He ahí ins talaciones fabriles y explotacio nes agrícolas cuya
como pod ría pa recer , pues el correspondiente proyect o hubiera capacidad prod uctiva no se aprovecha o al menos no en el
sido de tod as sue rtes ejecutado algo más ta rde. Lo anterior grado qu e podría serlo; he ah¡ cop iosos inventarios sin salida
posiblemente pu eda predicarse de algunas de las desafo rtu­ y sum as de obreros carentes de trabaj o. Las masas, sin emba r­
nad as inversiones del auge . Nadi e, sin emb argo, llega a afir­ go, desearían ampliar su consumo, cub rir sus necesidad es de!
mar que tal excu lpación es aplicable a todos y cuantos pro­ mod o más cumplido pos ible. Lo qu e procede, por tanto, es in­
yectos fueron erróneamente aconsejados por los es pejismos del crementa r la concesió n de créditos . Tal expansión crediticia
dinero barato. E s in dudable, por o tro lado, que las aludidas permitirá a los empresarios proseguir o ampliar las produc­
circunstancias en modo algun o pu eden cambi ar los efecto s fl­ ciones, hallando los sin traba jo nuevos empleo s que reforza­
nales del auge, ni escamotear o ami no rar la insoslayable de­ rán su capacid ad adq uisit iva, permitiéndos eles comprar todas
pres ión subsiguiente . Las consecuencias de las mal as inver­ esas invend idas mercancías. El argu mento parece plausible.
siones practicadas prodúcense independientemente de que di- E s, sin embargo , totalmente falso.
842 La A cci61Z Humana El interés, la expansi án crediticia y el ciclo eCOJlÓl1ÚCO 843

Si las mercancí as no pueden venderse y los obreros no en­ traer capacidad laboral y convertibles bienes de capital de
cuent ran trabajo es porque los precios y los salarios, ambos, aquellos cometidos que permiten atender las necesidades más
son demasiado elevados . Quien desea colocar sus mercaderías urgentes de los consumidores.
o su capacidad laboral ha de reducir las corre spondient es pre­ De la desastrada situación en que invariablement e el auge
tensiones hasta encontrar comprador. Tal es la ley de! merca­ termina sólo se puede salir produciendo nuevos ahorro s y con
do. Es así precisament e como se orientan las actividades de ellos los bienes de capital que permitan aprovisionar armon io­
cada uno por aquellos cauces que permiten atender mejor las samente a todas las ramas de la produ cci ón, pasando así a un
necesidades de los consumidores. L1s torpes inversiones del mercado en e! cual la progresiva acumulación de capital ga­
auge han inmovilizado factores inconvert ibles de producción ranrizará continua elevación de! nivel de vida de las masas.
en determinados cometidos , detrayéndolos de otros don de eran Es preciso aporta r a aquellos sectores, indebidamente desa­
más urgentemente requeridos. Están mal repartidos, entre las tendidos durant e el auge, los bienes de capi tal que precisan.
diversas ramas industriales, los aludidos inconverti bles facto­ H an de bajar los salarios ; las gente s, temporalment e, habrán
res de producc ión. Dicha imperfecta distribución sólo puede de reducir su consumo mient ras se repon e el capital dilapidado
ser remediada mediante la acumulación de nuevos capitales y en torpes inversiones. Aquellos a quienes tan dolorosamente
la inversión de los mismos en aquellas vías donde más se ne­ impresionan las insoslayables penalidades de! reajuste debe­
cesitan. Se trata de un proceso por fuerza lento. Mientras se rían cuidarse de impedir , a tiempo , toda expansión crediticia.
desarrolla no es posible aprovechar plenamen te la capacidad A nad a conduce pert urbar el proceso de readaptación me­
de algunas instalaciones por no disponerse de ' los necesarios diante nuevas actividades expansionistas. Tales intervencio­
elementos complement arios. nes, en el mejor de los casos, sólo sirven para interrumpir, di­
Vano es objeta r que frecuent ement e tamb ién hay desapro­ ficultar y, en defin itiva, retrasar e! fin de la depresión si no es
vechada capacidad en plantas productoras de factores de re­ que, incluso , llegan a desatar nuevo auge con todas sus inexo­
ducida condición específica. La retracción de ventas de estos rables consecuencias.
artícu los - dícese- no puede ser explicada invocando la Retardase el progreso del reajuste , aun sin nuevas expan­ I
I~

mala d istribución de! equipo de capital entre las diversas ramas siones crediticias, por los efectos psicológicos que, en las gen­
industriales, pues tales mercancías cabe sean empleadas efec­ tes, provocan desengaños y sinsabores. Todo e! mun do quiere
tivament e y se precisan cn múltiples cometidos. El argument o engañarse crey éndose poseedor de inexistent es riquezas. Los
resulta igualmente falso. Si no se aprovecha toda la capacidad hombres de negocios prosiguen proyecto s sin rentabilidad y
de las factorías productoras de hierro y acero, de las minas de gustosos cierran los ojos ante la desagradable realidad. Los
cobre y de las explotaciones madereras, ello acont ece porque trabajadores demoran la rebaja salarial que la situación del
no hay en el mercado compradores suficientes para adquirir mercado exige; quisieran evitar tener que reducir su nivel
la tota lidad de su producción a precios rentables que cubran de vida, cambiar de ocupación o trasladar se a otras zonas .
los costos variables de la empresa. Pero como tales costos va­ Las gentes están tanto más descorazonadas cuan to mayor fue
riables consisten en e! precio de las mercancías o salarios que otrora su optimismo. Magníficas oportunidades, por falta de
es preciso invertir , y lo mismo sucede con los precios de esas fe y de esp íritu emprendedor, quedan desaprovechadas. Pero
otras mercancías, tro pezamos siempre, al final , con que los sao lo peor es que los homb res son incorregibles; al poco tiempo,
larios result an excesivamente altos para que pu edan hallar redescubrirán la expansión crediticia y, una vez más, la triste
trabaj o cuantos desean emplearse y para que pueda aprove­ histor ia se reiniciará.
charse plenamente e! existente equipo inconv ertible, sin de­
844 La Acció/l Humana ll1 i/l/erés, la expansió/l crediticia y el ciclo eco/lómico 845

LA FUNCION QUE LOS DESAPROVECHADOS FACTORE~


a funcionar a plena capacidad, las invendidas mercancías se colo­
DE PRODUCCIO N DESEMPEl'lAN DURANTE
carán a precios satisfactorios para sus poseedores y los trabajadores
LAS PRIMERAS ETAPAS DEL AUGE
parados encontrarán ocupación a salarios que estimarán suficien­
tes, Tan popular y extendido pensamiento presupone que, pese al
En una economía cambiante siempre hay mercaderías invcn alza general de los precios de todas las mercanclas y servícios,
didas (aparte de aquellas que por razones técnicas deban tencrs provocada por los supletorios medios fiduciarios lanzados al mer­
permanentemente en almacén), obreros que han quedado sin I ru cado, los propietario s de los hínchados almacenes, y los traba­
bajo, así como desaprovechada cap aci~d productiva de instuln jadores parados, se contentarán con esos mismo s precios nomi­
ciones inconvertibles. El sistema se mueve hacia una si tuación t::1I nales que - vanamente-- hoy solicitan. Si tal hicieran, los precios
la cual no habrá ni trabajadores sin empleo , ni inventarios :Ji y los salarios reales que los aludidos propietarios y obreros per­
salida 15, Como quiera que, sin embargo, surgen nuevas circune­ cibirían quedarían reducidos -en relación con los precios de las
rancias, que orientan el sistema hacia dis tintos objetivos , jam demás mercancías y servicios- en aquella misma cuanúa en que
llega a implantarse la economía de giro uniforme. ahora habrían de rebajar sus pretensiones para hallar compradores
El que haya inconvertibles inversiones cuya capacidad produ y patronos empleadores.
tiva no se explo ta es consecuencia de los errores en que ayer El curso del auge, desde luego, no varia por la existencia de
incidió. Las previ siones de los inversores, según atestiguan It capacidad inaprovechada, excedentes invendidos y obreros sin
subsiguientes acontecimientos, no fueron correctas; el mercmlt trabajo. Supongamos que hay minas de cobre inexploradas, exis­
reclama con mayor intensidad bienes diferentes de los que 1 tencias de dicho metal sin colocar y mineros parados. El precio
aludidas explo tacio nes pueden producir. La exce siva acumulaci órt del cobre es tal que no resulta rentable explotar determinadas
de invent arios y el paro catal áctico tienen origen especulativo. Itl minas; los operarios correspondientes quedan sin empleo ; hay
propietario de las mercaderías afectadas se niega a vender porqu especulado res que se resisten a vender sus stocks. Lo que se pre­
espera obtendrá más tarde por las mismas un precio mejor. Bl, cisa para que dichos yacimientos devengan de nuevo rentables,
trabajador sin empleo no desea variar de trabajo , ni de residencia para que vuelvan los mineros a encontrar trabajo y se vendan
las existencias en cues tión, sin llegar a reducir lo s precios por
ni conformarse con un salario menor J confi ando en hallar post
debajo de los costos, es un incremento p de los bienes de capital
riormente trabajo de la clase que más le agrada, mejor remun
disponibles, en cuantía suficiente como para permitir el corres­
rado, en la propia localidad. Tanto el uno como el otro dernorn
pondiente aumento de las inversiones, la ampliación de la produc­
el ajustar sus pretensiones a la imperante disposición del mercad
ción y el incremento del consumo. Si esa hinchada demanda, en
por suponer variarán en su favor las circunstancias. Tal dubitnriv
cambio, no aparece y, sin embargo, los empresarios, cegados por
actitud constituye precisament e una de las razones por las cunlej la expans ión crediticia, proceden como si la misma efectivamente
el sistema todavía no se ha acomodado a las efectivas circuns se diera, mientras perdure el auge, el mercado del cobre operará
rancias imperantes. como si los bienes de capital hubieran aumentado en la cantidad p.
Los partidarios de la expansión cred iticia opi nan que lo Opl ll Cuanto ante riormente se dijo de las consecuencias que inevitable­
tuno , al producirse la co ntemplada situación, es incrementar 1 mente ha de provocar la expansión crediticia resulta aplicable al
cuantía de los medios fiduciarios. La industria comenzará entonces caso que ahora examinamos. La única diferencia consis te en que
l' En la economía de giro uniforme también hay equipo inconvertible no llJlr, I
la improcedente expansión de la producción, por lo que al cobre
vechado. Tal desaprovechamiento no influye en el equilibrio, por 10 mismo que 11 atañe, no habrá forzosamente de praeticarse detrayendo 'capital
lo perturba tampoco la no utilización de In tierra submargina1. y trabajo de otros cometidos que mejor hubieran permitido aten­
846 1.4 Acci6n Humana El interés} la expa nsi án credt ücia y el ciclo económico 847

der los deseos de los consum idores. E n lo relativo al cobre, el men te deducfan sus defensores que, si se suprimía la escasez de
nuevo auge eneuentra capital y trabajo que ya, con anterioridad, dinero o de sustitutos monetarios, cabría abolir totalmente el
fueron torpemente invert idos y que el reajuste toda vía no babla interés, deviniendo el crédito gratuito . A quienes no comparten
logrado reabsorber. tal criterio, por haber calado en la esencia del interés originario,
Q ueda, pues, patentizada la inanidad de los argumentos que plant éase, sin embargo, un problema que no sería honesto rehuir.
pretenden justificar una nueva expansión crediticia amparándose Mediante la ampliación del crédito, que el incremento de las
en la existencia de inaprovechada capacidad, invendidos -<>, co mo existencia de dinero o de sustitutos monetarios permite, cabe,
suele la gent e er róneamente decir, '1invend íblesl>- stochs y obre. desde luego, reducir la tasa del int erés bru to de mercado . Si, a
ros sin trabajo . La nueva expansión se encuentra en 'iUS comien­ pesar de ello , mantenemos que el interés no es mero fenómeno
zos con residuos de torpes inversiones de capital y trabajo en su monetario, habremos de concluir que no puede el mismo ser pero
d ía prac ticadas que el proceso de reajuste no ha podido aún manentemente abolido ni rebajado por un aumento -cualquiera
absorber, logrando entonces aquélla, aparentemente, remediar los que sea su cuantía-e- dc las existen cias de dinero o de medios
aludidos trastornos. La expansión, en tales supuestos, no sirve fiduciarios, viéndonos obligados a aclarar cómo, de sp u és de ln
más que para interrumpir el reajus te y el retorno a la sanida d aludida rebaja, vuelve a imponerse el tipo de interés det erminado
económica 111 . La existencia de desempleo y de desaprovechada por las circunstancias no monetarias del mercado. Habremos de
capacidad en modo alguno arguye cont ra la cert eza de la teo ría indicar cuál es el proceso que desvirtúa aque lla tendencia, pro­
del crédi to circu latorio. Es falso suponer, como hacen los dcfen ­ vocada por medidas de índole dineraria, que aparta al interés
sores de la expansión cred iticia y la inflación, que la depresión se bruto de la tasa condicionada por la razón existente entre las
perpetuaría de no ser aplicados los remedios por ellos recomen. valuaciones que, respectivamente , el público oto rga a los bienes
dados. Tales remed ios, desde luego, no proporci ona rían vid a pe. presentes y a los futuros. Si la ciencia económica fuera incapaz
renne al auge; no harían más que perturbar el proceso de recupe­ de aclarar tal extremo , tácitamente vendría a proclamar que el
ración. interés es, en definitiva, un fenómeno monetario , pudiendo, in­
cluso, llegar <1 desaparecer una vez practicadas las oportunas rnu­
raciones en la relación monetaria.
LOS ERRORES QU E ENCIERRAN LAS EX PLICACIONE S Lo fundamental, para las exp licaciones no monetar ias del ciclo
NO MO NETARIAS DE LOS CICLOS ECONOMICOS económico, es la reiterada aparición de las depresiones econ ó­
micas. Los defensores de tales doctrinas son, sin embargo, inca­
Antes de entrar en el examen de los varios intem os practica­ paces de señalar, en su planteamiento de los sucesos económicos,
dos para explicar las cfclicas fluctuaciones mercantiles mediante factor alguno al que cupiera atribui r el origen y pa ternidad de
doctrinas de índole no monet aria, conviene detener la atención en esos tan misteriosos desórdenes. Recurren, en consecuencia, a
una cuesti ón que, hasta ahora, tal vez indebidamente, no ha sido cualquier arbitraria explicación que, como mejor pueden, hilvanan
abordada. a sus tesis para darles la apariencia de auténticas explicaciones
H ubo escuelas para las cuales el int er és no era más que el de los ciclos económicos.
No sucede lo mismo con la teoría monetaria o del crédito
precio pagado po r la posibilidad de disponer de una cier ta can­
tidad de dinero () de sustitutos monetarios. De tal creencia lógica­ circulatorio. Las modernas investigaciones. han demostrado la in­
exac titud de cuantas doctrinas se basan en una supuesta condición
1" HA'IE" (Prices and Production, 2." ed ., p ég. 96 Y sigs., Londres, 1935) llega neutra del dine ro. H a quedado evidenciado y focra de duda la
11 la misma conclusión, siguiendo un razonamiento algo diferente. existe ncia en la economía de me rcado de realidades inexp licables


848 La Acci6n Humana El inter és, la expansi án crediticia y el ciclo econ6mico 849

para todo pensamient o qu e no admita qu e e! dinero goza de quía » de la producción 11. Los intervencionistas, así como los
fuerza impulsora propia. Las doctrin as catal ácticas, que proclaman socialista s no marxistas, por su parte, tienen interés no menor
la índo le en mod o alguno neutra de! dinero, así como la fuerza . en demostr ar que la economía de mercado es, por sí sola, incapaz
impulsora del mismo, deben , en cambio, aclarar cómo influyen, de eludir las reit eradas depresiones. Impórtales sobrema nera im­
prim ero, a la corta, y despu és, a la larga. en la tasa del int er és, pugnar la teor ía mone taria, toda vez que el dirigismo dinerario y
las variaciones de la relación monet aria. Tales doctrinas q ueda. crediticio es el arma principal con qu e los gober nan tes anticapita ­
rían cojas e incompleta s si no lograran desen tru ñar los prob lemas listas cuentan para impo ner la omnipo tencia estatal 111.
de referencia. In cu rrirí an en ín tima con t~udicción si 11 0 supieran Fracasaron lamentablemente en sus pretensiones cuan tos qm­
explicar las crisis cíclicas. La moderna catal ñcrica, aun en el caso sieron relacionar las depr esiones económ icas con influencias cés­
de no haber jamás exis tido ni los medi os fiduciarios ni el crédito micas, siendo entre dichas especulaciones la más not able la de las
circulatorio, hubiese ten ido que analizar la dependencia existente manchas solares de Willi. m Stan ley j evons. La economía de
entre las variaciones de la relación monetaria y la tasa del in terés. mercado ha sabido adaptar de modo bastant e satisfactorio la
Como ya antes decíamos, ninguna explicación de índole nu producci ón y el comercio a tod as las circunsta ncias y medios en
monetaria de los ciclos económicos pue de dcjar de adm itir qu e que se mani fiesta la vida hu mana. Es, pue s, a toda s luces arbi­
el auge jamás pu ede aparecer si no se produce el correspondient e trario suponer que haya específico y único accidente - las supues­
aumento de las existencias de dinero o de medios fid uciarios. Es tas variaciones cíclicas de las cosechas- que el mercado sea
eviden te que, de no registrar se una . general disminución de la incapaz de gober nar . ¿Cómo es que los empresarios no logran
prod ucción, con la consiguiente red ucción de la oferta de todos advertir esas alte rnativas agrícolas y acomoda r a las mismas sus
los bienes, sólo podría producir se unánime tendencia al alza de planes, descont ando las previ sibles consecuencias?
éstos en razón a un previo aument o de las existencia s de dinero Influidos por aquel slogan marxista que nos habla de la «anar­
(en sent ido amplio) . Advertiremos, ahora, una segunda razón qu ía dc la producción capi talis ta», los partida rios de las explica­
po r la que los propi os oponentes de la explicaci ón mone taria ciones no mon etarias de los ciclos económ icos arguyen que pre­
vense obligados, finalmente , a recurrir a esa propia teor ía que valece en la economía de mercado una tendencia a distribuir
tanto vilipendian. Esta es, en efecto , la única que aclara cómo despropor cion adamente las inversiones entre las diversas ramas
influyen en el mercado crediticio y en el interés bruto las ad icio­ indust riales. Nadie, ni siquiera las aludidas teorías, llega a negar
nales cantidades de din ero o de medios fiduci arios creadas. Sólo que los empresarios ponen el máximo interés en evita r errores
quienes configuran el int erés como fru to engendra do por un a esca­ que han de producirles graves queb rantos económicos. Lo típico
sez din eraria instit ucionalmente impu esta, pueden dejar de reco­ de empresarios y capitalistas precisamente es rehu ir cuantas opera w

nocer la procedencia de la explicación de los ciclos económicos ciones puedan irro garlc s pérdidas. La doctrin a que prcsupone el
basada en el crédito circulato rio . He ahí por qu é nadie jamás h. inexo rable fracaso de tales empresarios y capita listas en esos sus
opuesto crítica fundada algu na a la teor ía de referencia . inten tos por rehuir la pérd ida presupone la estu lticia de los mis­
El fanatismo con que los defensores de las aludidas doctri nas mos. Son torpes en exceso para evitar ciertos peligros ; una y ot ra
ant imonetarista s se oponen a reconocer su error viene, desde Iue­
17 Acerca del error básico en que, a este respecto, inciden tanto el ideario
go, dictado por consideraciones políticas. Los marxistas fueron
marxista como las demás teorías del subconsumo, vid. pógs. 4594 62.
los primeros en denunciar las crisis económicas como vicio típ ico I 1 El aludido ditigismo dinerario y crediticio será objeto de análisis mós ade­

de la organización capita lista , consecuencia ineludible de la «anar­ lante. en el cap. XXX I.

54
850 La Accl6n Human a El Inte rés, la expansl6n crediticia y el ciclo econámico 85 1

vez recaen en los mismos vicios, al dirigir las operaciones p ro ­ desde luego, jamás embotan la capacidad mental de esos profesores
ductivas. Lo malo es que la sociedad, al final, tiene que pagar las que todo 10 saben. Conocen exactame nte dónde falla la empresa
deficiencias de tan necios promotores, especuladores y e mp resa­ privada . Tienen, pues, toda la razón cuando piden poderes dicta­
rios. toriales para ordenar el mundo económico .
Somos, indudablemente, falibles los mort ales y, desde luego, Lo más peregrino de tales doctrinas es que, además, suponen
no result an inmunes los hombres de negocios a las flaquezas hu ­ que los hombres de negocios, en su exigüidad menta l, insisten
manas. Conviene, sin embargo, recordar que el mercado constituye obstinadamente en sus erradas actuaciones, pese a que los estu­
proceso ininterrrurnpido de selecciép . Los empresarios de menor diosas tiempo ha pusieron de manifiesto los yerros en que inci­
eficiencia, es decir, aquellos que no logran prever acertadamente dían. Aun cuando, en cualquier libro de texto, las tienen explica­
los futuros deseos de los consumidores, inexorablemente vense das, ellos reiteran sus equivocaciones. Para evitar las crisis siempre
separados de sus cargos. Si hay empresarios que se dedican a repetidas -<le acuerdo con las utópica s ideas de Pl atón- , preciso
producir mercancías en cuantía superior a la demanda y no lo­ es entregar a filósofo s e! poder supremo.
gran, consecuentemente, venderlas a precios remunerativos, su­ Examinem os brevemente las dos variedades más populares
friendo las correspondientes pérdidas, los demás empresarios, los de las doctrinas de la desproporcionalidad.
que ofrecen a los consumidores aquellas cosas que más les cncan­ La prime ra de ellas es aquella que se basa en la durabilidad
tan, veo incrementados sus beneficios. Hay sectores que pierden , de las mercancías. Hay bienes, los llamados duraderos, cuyos ser­
mientras otros ganan. En modo alguno aparece general depresi ón. vicios pueden aprovecharse durante cierto espacio de tiempo .
Pero los argumentos de las doctrinas que ahora nos interesan Mientras los mismos perduran, e! propietario no los reemplaza
se desenvue lven de modo distinto . Sus partidarios presuponen no por otr os similares . De ahi que, cuando todo e! mundo se ha
sólo la general estu lticia de los empresarios, sino, además, la cegue­ proveído de los aludidos artículos, la demanda de los mismos
ra mental de todo el mundo. En efecto , siendo así que la clase em­ prácticame nte se anul a. Las empresa s productoras sufren pérdid as.
presarial en modo alguno constituye estamento cerr ado, pudiendo Sólo resurgen cuando, pasado ya algún tiempo, los edificios, los
cualquiera acceder a ella y que toda persona, en principio, es libre automóviles. los frigoríficos y los demás ar tículos similares se han
a
para oprar la posición de empresario, briodando la historia de! desgastado y es preciso reponerlos .
capitalismo de ello ejemplos reiterados, pues son numero sos los Contrariamente a lo que tal pensamiento supone, la previsión
individuos sin tradición ni fortuna que triunfaron al producir de los hombres de negocio s, por lo general, es bastante mayor.
mercancías que sólo ellos comprendieron permitirían atender las Preocúpa nse por ajustar la producción al previsto volumen de la
más urgentes necesidades de! público, e! proclamar que los empre­ deman da. El panadero calcula que cada ama de casa le comprará
sarios, una y otra vez, son víctimas de los mismos errores implica un pan diario , y el constru cto r de ataúdes sabe que la total venta
suponer que los hombre s somos todos idiotas. No hay, por lo anual no puede exceder del número de fallecimientos acaecidos
visto, empresario, ni persona alguna que aspire a serlo, en cuanto en el mismo periodo . Los fabricantes de maquinaria ponderan la
se lo permitan los errores de quienes a la sazón lo son, que tenga «vida» media de sus productos, como hacen los sastres, los zapa­
perspicacia bastante para darse cuenta de la verdadera situación teros, los fabricantes de automóviles, de radios , de neveras y las
del mercado. En cambio, los teóricos, que jamás han diri gido empresas constructoras . Desde luego, hay siempre promotores que,
personalmente negocio alguno, dedicándose tan sólo a filosofar engañados por el optimismo , pretenden ampliar excesivamente sus
sobre las actuaciones de los demás, ellos sí logran ver, con toda activ idades. Arr ebatan facto res de producción de otras plantas de
claridad, las trampas en que incesantemente caen los incautos su misma clase o de dispares ramas ind ustriales . Su expansión
hombres de negocios. Los errores que pierden a sus semejantes, hace que se reduzcan relativamente otras producciones. Deter­
852 La Acci6n Humana El interés, la expansión crediticia y el ciclo econ ámico 853

minado sector crece mientras otros se contraen hasta el momento frecuencia y caros les cuestan sus yerros. Quien procediera tal
en que la falta de rentabilidad del primero y los grandes bene­ como el principio de la aceleración presupone no sería un empre­
ficios de los segundos alteran las cosas. Tanto el auge primitivo sario, sino más bien mecánico autómata. El verdadero empresario
como la depresión subsiguiente, sin embargo, afectan tan s610 a especula 19 , pretendiendo lucrarse a través de sus personales pre­
una parte del mercado. moniciones acerca de la futura estructura del mercado. Ese adívi­
La segunda de las dos aludidas variedades de las doctrinas de nar el incierto futuro no se adapta a reglas ni sistemática alguna.
la desproporcionalidad es la que se basa en el principio de la Ni se enseña ni se aprende . Todo el mundo , en otro caso, podría
aceleración. Un alza temporal de la lflemanda de cierta mercancía dedicarse a empresario con la misma probabilidad de éxito. Lo
da lugar a que se incremente la producción de la misma. Si, des­ que precisamente distinguen a los empresarios y promotores que
pués , la demanda baja. las ampliaciones efectuadas constituirán triunfan del resto de las gentes es el no dejarse guiar por e! hoy
torpes inversiones . El planteamiento deviene particularmente ni por el ayer, ordenando , en cambio, sus actividades exclusivamen­
pernicioso en relación con los bienes duraderos. Cuando la de­ te con arreglo a la opinión que a ellos solos e! futuro les merece.
manda del bien de consumo a aumenta en un diez por ciento, los Ven el pasado y el presente igual que los demás; sin embargo su
empresarios incrementan, también en un diez por ciento , el equipo opinión del futuro es disimilar. Actúan por vías que no coinciden
p necesario para producir aquél. El incremento de la demanda de p con el modo como la masa ve el mañana. O torgan a los factores
tiene tanto mayor trascendencia en relación con la previa demanda de producción valor distinto al que los demás les dan y prevén.
de p cuanto más tiempo perdura la posibilidad de emplear cada para los productos que con dichos factores piensan obte ner, fu tu­
pieza de p y, consecuentemente, menor fuera la anterior demanda ros precios también en desacuerdo con los que el resto presupone,
de tales unidades para la reposición de las desgastadas. Si la vida siendo tales circunstancias las que les impulsan en sus operacio­
media de una pieza de p es de diez años, la anterior dem anda nes. Si la vigente estructura de los precios da lugar a que sea
anual de dicho artículo equivaldría a un diez por ciento de las muy lucrativa la venta de determinados ar tículos, la producción
existencias de p empleadas por la industria. Al aumentar en un de los mismos se a mpliar á sólo si los empresarios creen que esa
diez por ciento la demanda de a, se dobla la demanda de {J, lo favorable dispo sición del mercado va a perdurar lo suficiente como
cual da lugar a que sea preciso incrementar en un cien por cien
para que resulten rentables las inversiones del caso. Por elevados
el equipo r necesario para producir p. Si entonces la demanda
que sean los beneficios percibidos por las empresas hoy operante~ .
de a deja de aumentar, quedará desaprovechada un cincuenta por
en ning ún caso se ampliar á la capacidad productiva de las mismas
ciento de la capacidad productiva de r . En el caso de que el
si los empresarios no están convencidos de que , financiera­
incremento de la aludida demanda se reduzca de! diez al cinco
mente hablando, vale la pena efectuar las inversiones de que se
por ciento, dejará de ser explotado un veinticinco por ciento de
la capacidad productiva de r . trate. Es precisamente esa aprensi ón , esa desconfianza típica del
empresario ante todo nuevo negocio , las que tanto critican quienes
El error fundamental en que la doctrina de referencia incide
es e! de suponer que las actividades empresariales consisten en son incapaces de comprender la mecánica de la economía de mer­
meras reacciones automáticamente provocadas por cada transitoria cado . La fo rmación tecnoerática de los ingenieros se rebela cuando,
disposición de la demanda. Presupónese, en efecto, que tan pron­ en su opinión, el afán de lucro impide que los consumidores se
to como sube la demanda, aumentando con tal motivo la renta­ t, Es curioso adver tir c émo una misma raíz semántica se emplea para signi­
bilidad de la correspondiente rama industrial, es de inmediato ficar, de un lado, las reflexiones '1 subsiguientes acciones de promotores y empre­
proporcionalmente ampliada la capacidad productiva en cuestión. sarios , y, de otro, las lucubraciones te óricas del estudioso que no ejerce influjo
Tal creencia carece de base. Los empresarios se equivocan con directo alguno en el mu ndo de la acción.

......

854 La Acción H emana El interés. la expansión crediticia J' el ciclo económico 855

vean abastecidos de un sinfín de attículos que los pro gresos de la de la empresa privada. Pero es imp osible juzgar lo típico d e la
técnica permitirían ofrecerl es . Clamorea la dema gogia contra la competitiva empresa libre, tal como se manifiesta en la economía
avaricia capitalista, supues tamente e mpeñada siempre en imponer de mercado, a la vista de las circunstancias en que hoy se desen­
la escasez. vuelve el agricu ltor peq ueño o med iano. E n casi todos los países
Es recusa ble todo análisi s de los ciclos económicos que pre­ tales esferas agríco las han sido sustraídas a la supremada del
tenda explicarlos basándose en que determ inadas empresas o gru ­ mercado y de los consum idor es. El intervencionismo estatal pro­
pos empresariales se equivoquen al prever el futuro, efectuando, en tege al agricultor contra la sanción del merca do . Tales culti vado­
su consecuencia, torpes inversiones. ~~ l obje to de estud io de la teo­ res no operan en un mercado libre ; son gentes a las que se p rivi­
ría de los ciclos econ ómicos es el auge general dc la activ idad econó­ legia y se mima , al amparo de medidas d iversas. Su mundo econó­
mica, el afán de ampliar la producció n en todas las ramas mero mico constituye, como si dijéramos, una campana neum ática en
cantiles y la subsiguiente crisis general. Tilles fenómen os no pue­ la cual, artificialmente, puede prosperar el atraso técnico, la es tre­
den atribuirse a que los beneficios de determinadas industrias, chez de miras y la ineficiencia, a costa , naturalmente) de los sectores
provocados por la opo rtuna expansión de la dem anda, dan lugar no agrarios de la poblaci ón. Cuando su conducta habr ía de p ro­
a la ampliación de las mismas y a las correspondientes más que ducir pér didas a tales favori tos , interviene el gobierno exo nerán­
proporcionadas inve rsione s efectuadas en los centros productores doles de una carg a que transfiere a los consumidores, a los con t ri­
del equipo requerido por la ampliación de referencia. buyentes y a los acreedores de aqué llos .
Es realidad harto constatada que, cua nto mayores proporcio­ Se da , de sde luego , el ciclo maíz-cerdo (corn-bog eyele) y otros
nes toma el auge , tanto más difícil es adq uirir m áq uinas y equipos . fenómenos semejantes en el mercado agrícola. Ahor a bien, la
Las carreras de pedi dos de las emp resas productoras de d ichos reiteración de tales ciclos se debe a que la mayor parte de los
artfculos alcanzan cifras impresionantes, Las entregas a los clien­ agricultores goza de franquicia contra las sanciones con que el
tes efectúanse tras períodos de espera ext rno rdi nariamcnre dilata. mercado cast iga a los empresarios tor pes o poco dili gentes. Es tán
dos . E llo bien claro demue stra q ue los fab ricant es de elemen tos exentos de respo nsabilidad; so n los niños mimados de gobiernos
de producción no nmplfan su propia capacidad con aquella precio y polí ticos. Tiempo ha, en otro caso, hubiéranse arruinado, pasan­
pitaci én con que el principio ele In aceleraci ón presume. do sus explotaciones a manos de gentes más capaces.
Es más; aun cuando, a efectos dialéc ticos, ndmi ti ér.unos que
capitalistas y empresa rios efectivamente procedían según las alu­
d idas teoría s de la desproporcionalidad suponen, toda vía habrfan
de aclara rnos tales ideólogos cómo pod ían aqu éllos proseguir
esos sus desatinados planes sin el auxilio de In. expansión credi­
ticia. Esa propia obsesi ón por efectuar las ampliaciones y su­
pletorias inversiones aludidas Iorzosamenrc ha de provocar el
alza de los precios de los compl ement ari os factores de produ cción
y la subida de la tasa del in teré s en el mercado credi ticio. Tal
circunstancia pronto acabaría con las tendencias cxpansioni stas de
no concurrir la correspondiente e xpansión creditici a.
Los pa rtidarios de las doctri nas de la desproporcionalidad
invocan determinados acontecimientos registrados en ciertos rner­
cados agrícolas como prueba de esa pregonada falta de previsión
C AP I TU LO XX I

Trabajo y salarios
1

I. TRABAJO I NT ROVE R S I VO y TRABAJO EXTROVERSIVO

Sométese el hombre a la fatiga del trabajo, es decir, re­


nuncia al ocio, por distin tas razones.
I. Trabaja, a veces, para dar fuerza, vigor y agilidad a
su mente o cuerpo. La correspo ndiente fatiga no constituye
precio pagado por la consecución del resultado; pues la fatiga
es precisamente lo que el sujeto buscaba. Los ejemplos más
típicos de esta clase de actividad nos los brinda, de un lado,
el deporte puro, cuando se practica sin perseguir la recompen­
sa material o el aplauso popular, y, de otro, la búsqueda de la
verdad y del saber en sí, o sea, no por mejorar la propia ca­
pacidad o habilidad en cometidos orientados hacia otros per­
sonales objet ivos 1.
2. Tal vez se someta el hombre a la fatiga laboral por
servir a Dios. Renuncia al descanso para agradar al Señor ;
recompensa al interesado e! pensar que disfrutará mañana de
felicidad eterna, mient ras, en este mundo, le grat ifica el saber
que está cumpliendo fielmente sus obligaciones religiosas.
En el caso de que e! sujeto actúe con miras a conquistar bie­
nes terrenos --el pan cotidiano, el triunfo en los negocios-
o su conducta, sustancialmente, no se diferencia de las de quie­
nes buscan a través del trabajo gratificaciones mundanas. El
que la filosofía de! actor sea o no correcta y el que sus previ-
I El afán puro de saber aspira tan s610 al conocimiento. Gre tiñce al interesado

el mero pensar; en modo alguno, desde luego, pretende llegar a la omnisciencia,


cosa que, evidentemente, jamás el hombre podré conseguir.
858 La Acción H U11/lJua Trabajo y salarios 859

siones lleguen o no a materializar se carece de trascendencia en e investiga , y tal vez incident almente descubra algo útil. Estos
relación con la conceptuación cataláctica que tal modo de supuestos de trabajo introv ersivo pueden influir en el merca­
actuar merece ' . do laboral. A la cataláctica, sin embargo, por lo general, sólo
3. También tal vez labore el hombre por evitar otros le interesa e! trabajo extroversivo.
mayores malestares. Puede, en efecto, trabajar para olvidar, Los problemas psicológicos que e! trabajo introversivo
para eludir tri stes pensamientos, para no aburrirse; el trabajo suscita carecen de trascendencia cataláctica. Desde el punto
es entonces como una refinada form a de juego. Tan depurada de vista económico, e! trabajo introversivo debe estimarse me­
distracción no debe confundirse con l~s pasatiempos infantiles ro consumo. Su ejecución , por lo general, exige no sólo la in­
en que los niños buscan exclusivamente su propio deleite. (In­ tervención activa de los interesados, sino además e: gasto de
cluso en los juegos infantiles cabe distinguir clases. Los niños factores material es de producción y aportación laboral extro­
son lo suficientemente complicados como para invent ar tam­ versiva, es decir, no por sí misma gratificadora, de terceras
bién complejas diversiones.) personas a quienes por ello se paga el correspondiente salario.
4. Puede, finalmente, el hombre trabajar porque valore La actividad religiosa requiere disponer de inmuebles y útiles
en más e! fruto del trabajo que el placer del ocio, de! no so­ diversos ; el deport e exige campos y aparatos, instructores y
meterse a la fatiga laboral. preparadores. Todo ello pertenece al mundo de! consumo.
El trabajo al que aluden los apart ados 1, 2 Y 3 eíectú ase
porque la fatiga del traba jo en sí satisface, independiente­
mente de! frut o engendrado. El interesado lucha y se csfuer­ 2. EL TRABAJO CO MO FU ENT E DE ALEG RÍA o DE F AST ID IO
za no por alcanzar determinado premio al final de la etapa,
sino porque el mero hecho de cubrirla le gratifica. El monta­ Sólo el trabajo extroversivo, o sea, el que por sí mismo
ñero no quiere simplemente alcanzar la cúspide; qu iere esca­ no gratifica al sujeto, interesa directamente, según decíamos,
larla. Rechaza el funicular; aunque en él llegaría arriba más a la ciencia cataláctica. Lo típico de dicha actividad laboral
pronto, con menor esfuerzo e, incluso - habida cuenta de lo es que se practica por conseguir un fin ajeno al prop io tra­
que e! necesario guía le cobrará- , por menos dinero. El can­ bajo, a la fatiga que el mismo provoca. Las gentes trabajan
sancio de la ascensión, por sí mismo, no le satisface; es trabajo porque les at rae el frut o de la correspondiente labor . El tra­
fatigoso. El superar tal fatiga es lo que le grat ifica. Una ascen­ bajo, en sí, fatiga. Con independencia, sin embargo, de la alu­
sión de mayor comodidad no le agradaría más, sino menos. dida fatiga - típica de la actuación laboral, y que, por sí sola,
Podemos calificar de introversivo e! trabajo de los párra­ haría que el hombre trabajase lo menos posible, aun cuando su
fos 1, 2 Y 3, Yde extroversivo, e! descrito bajo el apar tado 4. capacidad trabajadora fucra ilimitada, permitiéndole laborar sin
Hay casos en que un trabajo int roversivo -como subpro­ tasa- , al ejecutar determi nados trabajos prodúcen se parti­
ducto, podríamos decir- provoca efectos por conseguir los culares fenómenos emocionales, experimentando e! interesado
cuales otras personas se someten a la fatiga laboral. H ay per­ alegría o fastidio específico.
sonas devotas que, sin esperar más premio que e! celestial, La alegría o e! fastidio en cuestión nada tienen que ver
cuidan enfermos; quien, sólo por alcanzar la verdad, estud ia con la fatiga laboral. No puede aquella alegría aliviar ni su­
primir la fatiga típica del trabajo y nunca debe dicha alegría
I 2 Innecesario parece aclarar que al parangonar el afán de saber y el ejercicio confudirse con la inmediata gratificación que ciertos trabajos
de la vida piadosa con los deportes y los juegos en modo alguno se pretende producen. Esa alegría, que puede acompañar al trabajo, pro­
menospreciar aquellas actividades.
cede, por el contr ario, o bien de la retribución mediata de
860 La Acción Humana Trabaio y salarios 861

la labor (el fruto producido o la remuneración percibida ) o ras, homosexuales, sádicos y otros satisfacer sus particulares
bien de alguna otra circunstan cia accesoria. proclividades. Tales trabajos resúltanles, en consecuencia, es­
Las gentes no se someten a la fatiga del trabajo por esa pecialmente gratos. Crueles y sanguinarias predisposicione s
alegría que pueda acompañar al mismo; lo que buscan es la también, a veces, se ocultan tr as máscaras profesionales.
correspondiente retribuci ón mediata. De ahí que la tan reite­ Es dispar la capacidad de los distintos tipos de trabajo pa­
radamente aludida alegría presuponga normalmente previa ra provocar la alegría que nos ocupa. Las gratificaciones a que
fatiga laboral. aluden los párrafos 1 y 3 pueden ser más uniformemente sen­
La alegría en cuestión brota de llo siguiente : tidas que aquélla a que se refiere el apartado 2. Más excep­
1. De prever la mediata recompensa que el trabajo ten. cionales, naturalmente, son las del párrafo 4.
drá ; de anticipar mentalmente el disfrute del correspondiente La alegría laboral que nos ocupa, a veces, puede no apa­
fruto o renta dineraria. E l trabajo constituye medio que permite recer. Las circunstancias concurrente s pueden suprimirla ín­
al actor conseguir determinado objetivo; por eso éste se alegra tegramente. Pero también es posible incrementarla de modo
al contemplar cómo progresa la labor aproximándose el mo­ deliberado.
mento de alcanzar aquella ambicionada meta. Su alegría es Los buenos conocedores de! alma humana han sabido
avance de la que, después, el correspondiente fru to le propor­ siempre aumenta r la referida alegría en sus dependientes. Gra n
cionará. Dicha alegría, en una organización social, toma cuer­ parte de los triunfos alcanzados por caudillos y militares con
po en la satisfacción que el sujeto siente al pensar que ocupa tropas mercenarias se debieron a que tales conductores de
específico puesto en la social distribución de las funciones masas sabían insuflar esa repetida alegría en sus gentes. Ayu­
product ivas, observando cómo los demás aprecian sus ser. daba a dichos jerarcas el que la profesión de las armas resulta
vicios, aprecio que expresan al adquirir sus producciones o especialmente idónea para provocar las satisfacciones a que
retribuir sus prestaciones. Complace al trabajador ese ajeno alude el párrafo 4. Tales alegrías, sin embargo, no las expe­
respeto y e! saber que mantiene a los suyos sin depender de rimenta exclusivamente el militar leal. Puede igualmente dis­
la caridad de nadie. frutarla s aquél que deja a su capitán en la estacada, pasándose
2. Del placer que al actor produce la contemplación ar­ al bando enemigo. Por eso, los jefes de mercenarios se cuida­
tística de su obra. No se trat a de una satisfacción pasiva, como ron siempre de promover especialmente en sus tropas la fideo
puede experimentar quien contempla la creación ajena. Enor­ Iidad, e! esprit de corps, al ob jeto de inmunizarlas cont ra la
gullece al inte resado el pensar : soy capaz de realizar, con mi tent ación de desert ar. Hubo también, desde luego, adalides
trabajo personal, obras de esta categoría. que para nada se preocuparon de cosas tan intangibles. En
3. De ver completad a la labor. El sujeto siente e! placer los ejércitos y las flotas guerreras del siglo XVIII se recurría
de haber superado con éxito las dificultades y enojos de la a los más bárbaros castigos para asegurar la disciplina y evita r
tarea. Le alegra haberse quitad o de encima una faena difícil, las huida s y traiciones.
desagradable y penosa, quedando moment áneamente liberado El industrialismo moderno no se interesó específicamente
de la {. tiga laboral. Se regocija al pensar: «terminé». por incremenrar la alegría del trabajo. Bast ábale el enorme
4. De la gratificación que específicos trabajos proporcio­ progreso material que proporcionaba a los trab ajadores en su
nan a determinadas apetencias. Ex isten tareas que, por ejem­ calidad tanto de asalariados como de consumidores. No pa­
plo, produ cen satisfacciones eróticas, conscientes o incons­ recía en verdad necesario conceder supletorios atractivos cuan­
cientes. Las correspondientes inclinaciones pueden ser norma­ do los obreros atropelladamente acudían a las fábricas, des­
les y también morbosas. H ay labores que permiten a fetichis - plazándose en masa hacia las zonas industriales. Eran' tan evi­

'¡ L
862
Lo Acción Humana Trabaja y salarios 863

t 9
dentes los beneficios que la organización capitalista deparaba
a los de menores medios que ningún empre sario estimó nece­ e
La alegría de los apartados 1 y 2, e incluso la del párrafo
3, puede, por influencias mentales, ser eliminada, viniendo
sario encandilar a los obreros con arengas procapitalistas. El el fastidio a ocupa r su puesto. El trabajador a quie n se ha
capitalismo produce en masa para atender las necesidades de logrado convencer de que labora, no porque él subjetivamen­
las masas. Los compradores de las mercancías producidas son, te valora en más la retribución conven ida que el placer del
en su mayoría, las propias gentes que, como asalariados, las ocio, habiéndole sido por el contrario impuesto coactivamente
elaboraran. El empres ario, a través del conti nuo aumento de el trabajo al amparo de injusta organi zación social, no puede
las ven tas, constata la ininterrumpida e1eyación del nivel de menos de odiar su tarea. Ofusca do por esa propaganda socia­
vida del proletariado. No se preoc upa, desde luego, acerca de lista olvida que la incomodidad del trabajo constituye inexo­
lo que pu edan pensar sus trabajadores. Prefiere servirles de. rable realidad, la cual ni medidas ni ordenaciones sociales de
votamen te en tanto consumidores. Pese a que hoy por doquier ningún género pueden suprimir. Cae víctima de aquella típica
prospera fanática propaganda anticapitalista, el empresa rio, falacia marxista según la cual, en la república socialista, el tra­
prác ticamente, ni cambia de conducta ni se lanza a perora r en bajo no fatigará, sino que constituirá pura delicia 3.
sentido contrario a los idearios más de moda.
No varía porque se supri ma la alegría del traba jo reem­
Median te tal propaganda anticapitalista, deliberadamente
plazándola por disgusto, ni el valor concedido por el actor al
se pretende suprimir esa alegría del trabajo que nos viene
fruto de la labor, ni la trascendencia atribuida a la correspon­
ocupando. Aquella a la que, bajo los apartados 1 y 2, aludía.
diente fatiga. Ninguna mutación experimenta la demanda ni
mas depende, hasta cierto punto, de factores ideológicos;
la oferta de trabajo. Ello es lógico, por cuanto no es esa re­
enorgullece al trabajador el p uesto que ocupa en la sociedad
petida alegría la que induce a las gentes a traba jar; laboran
y su activa contribución al esfuerzo común. Pero, cuando tal
porque buscan aquella recompensa que mediata mente la tarea
actitud mental se desprestigia conscientemente, aireando ante
les ha de proporciona r. Lo único que en el caso examinado
el obrero que no es sino desamparada víctima de explotadores
cambia es la postura anímica del trabajador; contempla, en­
sin ent rañas, destrúyese la alegría del Iaborador, reemplazán­
tonces, de distin to modo su tarea ; su puesto en la división
dola por fastidio y asco.

social del traba jo; sus relaciones con los demás y con el con­
Ning una ideología, por mucho que se pregone y propague,
junto de la sociedad . Comienza a considera rse desgraciada víc­
es capaz de suprimi r la fatiga del trabajo. No cabe anularla
tima de injusto e ilógico sistema ; transfórmase en malhumo­
ni aminorarla por medio de la persuas ión o la sugestión . Tam­
rado, cri ticón e inesta ble sujeto, fácil pre sa de arbitristas y
poco, en cambio, pueden incrementarla doctrinas ni verba les
charlatanes. Cuando las gentes abor dan con jovial impulso la
manifestaciones. Esa repetida fatiga laboral es una realidad in.
diaria tarea y saben superar desenfadada mente la fatiga del
soslayable. El libre y espontáneo ejercicio de las propias ener­
traba jo, respiran opt imismo, sienten simpatía por los demás
gías es siempre más gra to que el dedicarlas consciente y deci­
y ven reforzada su energía y capacidad vital. El fastid io labo­
didamente a la consecución de predeterminado objetivo. I n.
ral, en cambio, produce personalidades morosas y neuróticas.
cluso quien, con la más austera volun tad de sacrificio, se en.
Una comunidad en la que prevalezca tal tipo de senti miento
trega en cuerpo y alma a específica labor, siente la fatiga del
será siempre un conjunto de seres descontentos, enojados y
trabajo. Aun cuando experimente la alegría antes aludida bajo

porfiadores .
el apartado 3, no por ello dejará de hacer cuanto esté en su

mano por reducir el trabajo en cuanto no se perturbe la con.

1 ENGELS, Herrn Bugm Dührings UmfVa[:wnf{ der Wissenscha!t (7."ed . Stuttgart,


secución del efecto mediatament e perseguido.

t9 10). pág. 317.


864 La Acción Humana 865
T rabaio y salarios

Tanto la alegría como el fastidio laboral, sin embargo, quien vende de! producto O servicio. Cuando , en cambio , lo
constituyen circunstancias meramente accidentales en relación que se compra es tr abajo puro, ya sea por un empresario de­
con los motivos que inducen al hombre a someterse a la típica dicado a fabric aciones que posleriormente ofrecerá al mercado
fatiga del trabajo. Nadie trabaja por la mera alegría de la tarea; o por un consumidor que desea consumi r el frut o obtenido,
nunca cabe sustituir por ella la mediata recompensa de la la­ denominamos salario a la cantidad pagada por tal contribu­
boro La única forma de inducir a un hombre a trabajar más ción laboral.
y mejor es increm entar dicha recompensa. El cebo de la ale­ El propio trabajo, para el hombre que act úa, no con stiru­
gría carece a estos efectos de eficacla. AsI lo advirtieron los ye tan sólo factor de producción , sino también causa de fatiga

dict adores de la Rusia soviética, la Alemania nazi y la Italia y de desgaste ; al valorar e! trabajo personal , e! sujeto no sólo

Iacista cuando pretendieron conceder a esa repetida alegría pondera la recompensa med iata que ob tendrá, sino también

específica función en su sistema de producción. la fatiga que aquél habrá de producirle. E l tr abajo ajeno que

Ni la alegría ni el fastidi o laboral influyen en la ofer ta de al mercado acude consid érase por todos, en cambio , como

trabajo . Si suponemos que en lodos los tipos de trabajo igual­ mero facto r de prod ucción . E l homb re opera con la capacidad

mente se siente dicha alegría o dicho fastidio, la certeza del de tr abajo de los demás exactamente igual que con los tamo

aserto deviene obvia. Y no menos lo es suponiendo , por el bién escasos factores de producción . Valora, en definitiva , la

contrario, que esa alegría o ese fastidio aparecen sólo en de­ aportación labor al a tenor de los mismos módulos con que

terminados trabajos o depen den de la personalidad del tra­ justi precia los restant es bienes económi cos. El precio de! tra­
bajador. Tomemos, por ejemplo, la alegria aludi da an tes bajo bajo determinase, por eso, en e! mercado, idén ticamente a
el apartado 4. El ansia de ciertas per sonas por ocupar puestos como se fijan los precios de las mercancías. Cabe , en este sen­
que les permitan disfrutar de las satisfacciones en cuestión tido, afirma r que e! trabajo es una mercancía más. Carecen
provoca una tendencia bajista en los correspondientes salarios. de trascendencia las asociaciones emocion ales que el aludido
Tal rebaja induce, como es natural, a que quienes no se ven calificativo pued a, bajo in flujos marxistas, suscitar en algunos.
atraídos por aquellos dudosos placeres r ch úyan dich as labo­ Baste señalar qu e el patrono, ante el trahajo y ant e las restan­
res, prefiriendo ot ras ocupaciones mejor pagadas. Y este se­ tes mercancías, no puede sino ado ptar igual postura, siendo
gundo impulso viene a anul ar Jos efectos del prim ero . los consu mido res qui enes así oblíganle a pr oceder .
La alegría y e! fastidio de! trabajo constituye n fenómenos No cabe , desde luego, habl ar, gencralizando, de trabaj o
psicológicos que para nada influyen en la subjetiva pondera­ y de salarios. Forzoso es estab lecer las opor tunas distincio·
ción de la faLiga laboral por el interesado, en el valor otorgado nes. Porque e! trabajo resulta siempre de la más diversa con­
a la mediata recompensa de la labor, ni en el pr ecio con que el dición y carla una de las correspondientes dispares labores
mercado retribuye cada tarea. proporciona distinto fru to. Valórase cad a trab ajo como com­
plementa rio factor de producción que permite obten er indi­
vidualizados b ienes y servicios. No existe, por ejemplo , rela­
3. Los S AL ARIOS ción dirc cta entre el valor atrihuido a la labor de! ciruj ano y
e! otorga do a la del estibador. Indirectamente, sin embargo,
El trabajo es un factor de producción qu e escasea. Como cada sector mercantil hállase relacionado con todos los de­
tal factor de producción se compra y se vende en el mearcado. más. Por grande, desde luego , que fuera la demanda de ciru­
El precio de! correspondiente traba jo queda comprendido en janos , no se lanzarían los estibadores en masa a practicar la
el precio del produ cto o servicio si es el propi o trabajador cirugía. Per o, ello no obstante, las fronteras entre las diversas

51
866 Lo Acción Hu mana Tr abajo y salarios 867

zonas del mercado laboral en modo algun o resultan insalva­ precisa. E l salario que, al efecto, ofrezca habrá, sin embargo,
bies. Prevalece una permanente tend encia de los trabajadores de ser lo suficientemente elevado para atraer al trabajador que
a pasar de unas ramas productivas a otras similares si las cir­ le inte rese separándole del llamamiento de los dem ás empresa­
cunstancias en esta s últimas les parecen más agradabl es. De rios que igualmente pretend en contratar sus servicios. El lí­
ahí que toda variación de la demanda de determinado trabaj o mite máximo del salario h állase prefijado por el precio a que
influya finalm ent e en los restant es sectores labo rales. Toda s el empresario supone pod rá vender la supletoria cantidad de
las actividades productivas compiten indirectamente entre si mercancías produ cida gracias al nuevo trabajador contratado. E l
por el trabajo. Sólo reduciendo el nú~ero de trabajadores en límite mínimo 10 determinan las ofertas de los restantes em­
similares profesiones cabe aumentar el número de médicos; presarios, también deseo sos de obtener el mayor lucro posible.
prodúcense entonces en aquéllas vacíos que llenan gentes pro. A esta concatenaci ón de circun stancias es a la que los economis­
venie nt es de otros sectores adyacent es y así sucesivamente. tas aluden cuando aseveran qu e la cuantía de cada salario de­
Hállanse, en tal sentido , relacionados entre sí todos los mer o pende de la cuantía de la oferta de trabajo y de factores mate­
cados laborales por dispares que las correspondientes labores riales de producción , de un lado, y, de otro, del futuro precio
sean. Una vez más, comprobamos cómo es mayor la diversi­ previsto para los correspondi entes bienes de consumo con tales
dad del trabajo que la disparidad de las condiciones laborales elementos producidos.
del hombre 4 .
Es ta catal áctica explicación de la determinación de los sa­
La conexión de referencia existe no sólo entre los distin ­ Iarios ha sido objeto de los más apa sionados ataques, carentes,
tos tipos de trabajo y los precios por ellos pagados, sino ade­ sin embargo, de toda base. Se ha dicho que la demanda de tra­
más entre el trabajo , de un lado, y los factores materiales de bajo háll ase mon opolizada . La mayor parte de quienes tal aser­
producción, de otro. El trabajo, de ntro de cier tos límites, pue ­ tor mantienen cree r haber demostrado su certeza simplemente
de ser reemplazado por factores materiales de producción y invocando cierta alusión inciden tul de Adam Smith u «una espe­
viceversa . E l que tales sustituciones se practiqueu de pende cie de tácita, pero constante , combinaci ór» entre los patronos
de los respectivos preci os que los diversos trabajos y los co­ para man tener reba jados los salarios s. Otros, vagamente, habl an
rrespondientes medios de producción registren.
de posibles asociaciones patronales. La vaciedad de todo ello es
Los salarios - al igual qu e los precios de los factore s ma­
manifiesta . Comoquiera qu e, sin embargo, esas confusas ideas
teria1es de producción- sólo en el mercado pueden dcterrn i­
constituyen el principal fundamento ideológico en qu e se basa
narse. No existen salarios fuera del mercado , como tampoco
hay precios en ausencia del mismo. Con el tra bajo, allí donde la acción sindical y la pol ítica laboral, preciso es anali zarlas con
existen salari os, se opera igual que con los factores materia. la debida atención.
les de producción, comprándose y vendiénd ose tanto aquél Hállanse los empres arios, fre nte a quiene s enajenan su capa­
como éstos. Denominamo s mercado laboral a aqu el sector cidad laboral, en la misma posición que ocupan ante los vende­
del mercado de los bien es de producción en el que el trabajo dores de los factores materiales de producción. Desean aquéllos
se contrata. El mercad o laboral, al igual que todos los demás adquirir cuantos factores de producción preci san al precio más
mercado s, es movido y operado por empresa rios deseosos de barato posible. Pero en el caso de que los empresarios -algunos
cosechar ganancias propias. Cada emp resario procura adqui­ 5 Vid. ADAM SMITil, An l nqu;ry into the Na/Uf(: end Causes oí tbe Weal/h 01
rir al precio más barato posible aquellos tipos de trabajo que Nationt [Basle, 1791), vol. J, lib. 1, cap. VlII, pág. 100. El propio Adam Smirh,
más tarde, sin darse cuenta, aband oné la idea. VId. W. H . HUTT, The Tbeorv 01
• Vid. págs. 211·216.
Collective Bargaining (Londres, 1930), págs. 24-25.
868 La A cci án Humana Trabajo y salarios 869

o todos-, en su afán de reducir el correspondient e costo, ofr e­ de mero beneficio de monopolio, dejando de tra nsferir tal ga·
cieran, por los repetidos factores, precios o salarios excesiva­ nancia a los consumidores mediante cong rua reducción de
mente bajos, es decir , di sconforme s con la efectiva est ructura precios. Es evide nte que si los empresa rios redu jeran sus
que el mercado pre sen te, únicamente pod rian adquiri r esos Iac­ precios en la medida coincidente con esa con seguida disminu­
tares qu e desean si medi ant e barr eras institucion ales se cerrara ción de los costo s de producción, en su calidad de vend edores
el acceso al estamento empresarial. Mientras no se impida la de las correspondien tes mercan cías, desapa recería todo su po­
libre aparición de nuevos empresarios .gni se obstaculice la amo tencial de lucro . La correspondie nte ganancia, íntegra, pnsar íu
pliación de las actividade s de aquellos que ya, como tales, a los cons umido res y, por ende , a los asalariados como tales
operan, toda rebaja de los precios de los factores de produc­ consumidores; los empresarios sólo se ben cflciar ían en tant o
ción qu e no concuerd e con la efectiva disposición del merca­ consumidores. P ara, por el cont rario, no baj ar los pre cios, lo­
do brinda a cualquiera opor tunidades de lucro. Ap arecen de grando así retene r ese específico beneficio deri vado de la «ex­
inmediato gen tes que se apro vech an en beneficio propio de plo taci ón » del ohrero, los empresa rios , en cuanto vendedores
esa diferencia en tre los salarios ofrecidos por el empresario y de las correspondien tes mercancías, hab rían de ponerse de
la productividad margin al del correspondiente tr abajador. Ta· acuerdo y actu ar tod os de consu no . Tendrían que implantar un
les persona s, al pujar y competir entre sí por dicha capacidad monopolio universal que comprendi era todas las actividades
laboral, encarecen los salarios, haciéndoles conformar con la productor as, monopolio éste que sólo impidiendo el acceso
aludida product ividad marginal. P or eso, aquella tácita asocia­ al estamento empresarial cabría arbitrar.
ción de empresa rios a qu e Adam Smith aludía, aun de exis tir, Lo importante, en es ta mat eri a, es advertir q ue esa mono ­
pa ra lograr efectiva redu cción de los salarios por deba jo del pol ísti ca asociación de pat ron os de la que hablan Adam Smit h
nivel del mercado compe titivo, precisaría que el acceso a la y la opi nión pú blica en general constit uiría evidente mon opo­
condici ón empresarial ex igiese no sólo inteligencia y capit al lio de demanda. P ero ya hemos visto qu e el monopolio de
(éste último siempre di sponible para aquellos come tidos q ue demanda no puede dar se, constituyendo lo s que erróneamente
mayor rentabilidad pr ometan), sino , además, det erminado tí­ así se denominan , en realidad, monopolios de oferta de con ­
tul o instituciona l, un a patente o licencia, di screcionalmente dición especial. De ahí que los empresarios, aunque se pu·
concedida a ciertos privilegiad os. sieran de acue rdo y actuaran de consuno, sólo podrían reba ­
Se ha dicho qu e el trabajador ha de ven der su capacidad jar efectivamente los salarios si además controla ran det errni­
laboral a cualqui er precio , por bajo que sea, al depender él nado facto r precisado en toda produ cción y, en típica actua ­
exclusivamente de su renta laboral. No puede esperar y ha de ción monopolísti ca, restringieran el uso y aprovechamien to de
conform arse con lo que el pat ron o quiera darle. Esa inherente dicho facto r. Comoquiera que no hay factor natural alguno
debilidad de la postura de los asalariados facilita la asociación cuya intervención sea precisa en toda s las producciones, ha ­
de los de arriba, qui enes sin dificultad logran, así, reducir las brían de monopolizar a los efectos indi cados cuantos fac tore s
retribuciones laborales. Los patronos pu eden cómodamente materiales de producci ón existe n . Ello sólo es posible bajo
aguardar, pues no precisan de los servicios laboral es tan acu­ un a organización socialista, sin mercado, sin precios y sin sa­
ciantemente como los tr abajadores necesitan comer . E l argu· Iarios.
mento, sin embargo, es falso. Supone, en efecto, qu e los cm­ Lo s propi etarios de los factor es de produ cción , es decir,
presarios se apropian de esa diferencia en tre el salario correspon­ los capitalistas y los terraten ient es, tampoco podrían formar
diente a la productividad marginal del trab ajo de qu e se trate un cartel universal en perjui cio de los trabajad ores. 'Es desde
y ese otro más bajo coact ivamente impuesto , como si se tratara siempre característico - y na parece previsible var iación al­
Trabajo y salarios 871
870 La Acción H umana

guna en el futuro- del mundo de la actividad pro ductiva el aparec er al amparo de obs táculos institucionales que en torpe­
que escasea mucho más el trabaj o que la mayoría de los fac­ cieran el acceso a la condición empresarial.
tores naturales de produ cción. Esa superior escasez de la ca­ Conviene, sin embargo, llamar la atención sobre lo si­
pacidad laboral da lugar a que los aludidos factores sólo se guien te. Quienes suponen que los salarios son manipulados
aprovechen en la medida en que las disponibilidades de traba­ por los pat ronos hablan siempre del trabajo como si fuera una
jo lo permiten . Hay tier ras sin cultivar, minas sin explotar y mercanc ía unif orme. Manejan la «demanda de trabaj o» en ge­
riquezas naru rales sin aprovechar por no disponerse dc sufi­ neral y la «oferta de trabajo» en general. Ta les expresiones,
ciente fuerza laboral. Si los propictalios de las tierra s que sin embargo, como ya antes se hacía notar , son gravemente
actualmente se cult ivan formaran en tre sí un cartel bu scando inexactas. Lo que en el mercado se compra y se vende no es
ganancias monopolístic as, sus planes se vendría n aba jo por la «trabajo», sino específicas contribuciones laborales , idóneas
competencia de los propiet arios de las tierra s hoy subrna rgi­ para provocar predeterminados efectos. Cada empresario bus­
nales. Los due ños de los producidos factores de producción, ca aquellos trabajadores que precisamente puedan desempe­
por su part e, tampoco podrían formal' un cartel sin contar con ñar las tasadas fun ciones exigidas por la realización de los co­
el asenso de los propietar ios de los aludidos Inctores primarios. rre spondientes proyectos. H a de detraer a tales gentes, espe­
Otras objeciones han sido opue stas a esa supuesta mo­ cializadas en las alud idas tareas, de los puestos dond e a la sa­
nopoIística explotación del obrero mediante tácita o abierta zón están . No tiene, para ello, más remed io que ofrecerles
asociación de los pat ronos. J amás en época ni en lugar alguno , mejores retribuciones. Toda innovación que el empresario quie­
donde existie ra una economía no int erferida de mercado, fue ra impl ant ar - producir un nuevo artículo, imponer un nuevo
constatada la existencia de dichos carteles. Ta mbién se ha de­ sistema, mejorar la ub icación de cierta produ cción o, simple­
mostrado no ser cierto que el asalariado no pueda esperar. mente , ampliar la capacidad de la suya o de otras plantas-,
viéndose por ello obligado a acepta r cualquier salario por bajo exige contratar obreros anteriorment e dedicados a otras cosas.
que sea. El ob rero, porque transitoriament e deje de trabaja r. Los empresario s no se enfrentan con escasez de «trabajo en
no se muere de hambre; cuenta con reservas que le permiten general» sino con penuria de trabajadores idóneos para reali­
aguardar; pru eba palpable de ello es que en la práctica deja zar específicas operaciones. La compctencia qu e entre los pa­
de trabajar hasta que se mejoran las condiciones , Tal espera tronos se plantea por consegu ir la mano de obra apropiada no
pued e también ser desastrosa para los empresa rios y capitalis­ es menos du ra que la que entre dios se suscita al pujar por
tas afectados. Gravemente se perju dican ést os cuando deja n las req ueridas materi as primas, máquinas y herramientas o por
de utilizar sus capitales. Manifiesta es, pues, la inexistencia el necesario capital en el mercado crediticio y dinerario. La
de supu esta «ventaja empresarial» e «inferioridad ob rera» en expansión de las diversas industrias y de la sociedad en gene­
la contratación laboral 6 . ral se ve coartada no s6lo por la limitación de los disponibles
bienes de capital y del «trabajo en general». Cada rama pro­
Dich as realidades, a los efectos examinados, tienen , sin
ductiva tiene tasado su crecimiento por el número de espe­
embargo, un inte rés sólo secundario. El hecho básico es qu e cialistas disponibles. Tal problema es, desd e luego , sólo transi­
ni existe hoy ni jamás pod rá darse un monopolio de demanda torio, tendiendo a desaparecer a medida que nuevos operarios
de trabajo bajo un mercado libre. Tal fenómeno sólo podría se preparan par a las correspondi entes funciones , atraídos por
la mejor paga ofrecida a quienes se especializan en esos co­
, La aludidas cuestiones, así como otras no menos interesantes. son concienzqda­ metidos relativamente menos atendidos . En un a economía
mente analizadas por H utt , ap. cit.• págs, 35·72. cambiante, sin embargo, esa escasez de especialistas se repro­
872 873
La Acci6n Humana Tr abajo y salarios

duce a diario, reimponiendo la ant es aludida competencia em­ do, O reduce sus exigencias salariales, o cambia de ocupación,
presarial en la búsqueda de laboradores. o varía e! lugar de trabajo.
El empresario procura siempre adquirir los factores de Hubo, y todavía existen, gentes que trabajan sólo cuando
producción (entre los que se incluye e! trabajo) que necesita lo necesitan, viviendo después, du rante un cierto período, de
al precio más bajo posible. El patron o que paga a sus asala­ las reservas acumuladas. Donde la cultura de las masas es es­
riados sumas superiores al valor que e! mercado a los corres­ casa, pocos son los trabajadores dispuestos a laborar de modo
pondientes servicios atribuye pronto es desplazado de la fun ­ permanente. El hombre medio, en tales casos, es de condi­
ción empresaria!. Pero , por lo m1smo, quien pretende pagar ción tan inerte y apática que dedica sus retribuciones anterior­
salarios inferiores a los que a la utilid ad marginal de! trabajo mente obtenidas a procurarse mero ocio y descanso. Tales
en cuestión corresponde ha de renu nciar a aquellos trab ajado­ personas tan sólo trabajan para poder luego darse e! gusto de
res que le perm itirían mejor aprovechar e! equip o disponible. no hacer nada.
Prevalece en e! mercado insoslayable tendencia a igualarse los No sucede lo mismo en las zonas más civilizadas. El obre­
salarios con e! valor de! correspondiente produ cto margina!. ro occidental considera la desocupación como una calamidad .
Cuando los salarios caen por debajo de tal nivel, las ganancias Prefiere, desde luego, trabajar, salvo cuando el consiguiente
que de contratar adicionales obreros cabe derivar incrementan la sacrificio res últale excesivo. O pta entre e! trabajo y el desem­
demanda laboral haciéndolos subir. En cambio, cuando sobre­ pleo igual que resuelve todas las demás actuaciones y eleccio­
pasan dicha tasa, el mantener tantos obreros produce pérdidas. nes; a saber, ponderando los pros y los contras de cada alter­
El empresario ha de despedir a un ciert o número de trabaja­ nativa. Cuando elige el desempleo, tal paro constituye fenó­
meno de mercado de naturaleza idéntica a la de los demás fe­
dores. La competencia desatada entre tales parados hace bajar
las retribuciones salariales. n ómenos mercantiles que toda cambiante economía registra.
Dicha desocupación, típica de la economía de mercado, la de­
finimos como paro catal áctico .
Por diversos motivos puede el homb re preferir el desem­
4. El PARO CAT Al ÁCTrCO
pleo:
Cuando e! asalariado no encuentra aque! trabajo que más 1. Tal vez no trabaja por pensar que m ás tarde hallará
le agrada, ha de conformarse con otra labor menos grata. Por I1n puesto bien retribuido, en el lugar que le gusta residir, del
lo mismo, si no halla pronto patrono alguno dispuesto a pagarle tipo que más le agrada, al haberse especializado en la corres­
e! estipendio que e! interesado quisiera percibir , no tiene más pondiente labor. Pretende así evitar los gastos y molestias que
remedio que reducir sus pretensiones. En otro caso queda sin supone el cambiar de trabajo y de ubicaci ón , Tales costos, por
ocupación, en situación de desempleo. otra parte, pueden, en determinados casos, ser más onerosos,
Aparece tal desempleo por cuanto e! trabajador espera mient ras en otros supuestos lo serán menos. Quien posee casa
mejores oportunidades, contrariándose aquella tesis según la propia está más atado que quien vive en un piso alquilado. La
cual el asalariado no puede aguardar. Quien no' desea esperar, mujer casada goza de menos movilidad que el muchacho sol­
siempre encuentra trabajo en una economía de mercado, pues tero . H ay ocupaciones, además, que pueden impedir al sujeto,
invariablemente existen recursos natu rales sin explotar y, ade­ luego, cuando sur ja la ocasión, retornar al trabajo preferido .
más, con frecuencia, inaprovechados factores de producción El operario relojero que se dedica a herrero tal vez pierda la
anteriormente producidos. Para encontrar tr abajo, e! interesa­ delicadeza manual exigida por el oficio primitivo. El intere­

1- _._._
874 875
La Acción Humana Trabajo y salarios

sado, en tale s sup uestos, op ta temporalmente por el desern­ ción . Mediante ellas se sanciona a q uien de sati ende los deseos
plco, pu es entiende que, a la larga, ello ha de res ult arle más de los consumidores , disminuyéndose las re tribuciones en
ventajoso. aquellos sectores laborales rela tiva men te superpo blado s, mien­
2 . Hay trabajo s cuya de manda varia not ab lemente según tras es premiada la su misión a la soberanía de los con sumido­
las épocas del año . E n determinados meses, el merca do paga res, incremen tándose las retribucion es en aquello s secto res
altos salarios a los correspondientes ob reros, mientras en otras relati vamente men os at endidos. Imponen al indi vidu o dura
épocas dicha demanda decae o incl uso desa parece. En los co­ servid umb re social. Limita n, indirectamente , la libert ad de
rre spondientes salarios se incluye ~pecíf ica co mpensación por la persona para elegir ocupación . Ta l coe rció n , sin embargo,
esas variaciones estacio nales . Q uienes demandan tales servicios no es inexorable. Puede el ho mb re siempre optar entre lo qu e
laborales sólo pu eden competir en el me rcado laboral si los sa­ le agrada más y lo qu e le agrad a men os ; c ábele , dentro de
larios que p agan en la época de actividad son suf icientes corno tales Iímites, proced er como mejo r le plazca. E sa es la máxim a
para compensa r los inconvenien tes de la dispar demanda esta. lib er tad qu e, en e! marco dc la d ivisión social de! trab ajo , es
cional, Parte de Jos alud ido s obreros, con las reservas acumu ­ posible gozar . La aludid a coerción es la mínima que e! man te­
ladas en la época dc sala rios altos, man ti énense sin tra ba jar , en nimiento de la cooperación social ex ige. No hay más qu e una
situac ión de d esemp leo . altern ativa a ta l cataláctica imp osición amparad a por el sistema
3 . Pued e el in teresado prefe rir la desocupación por algu­ salarial: el asignar a cad a un o su trabaj o , med iante reso lucio ­
nas de esas razones que suelen co nside ra rse no económ icas y nes inapelables emanadas de un orga nismo regulador d e la
hasta irracionales. Cabe q ue el sujeto rechace tr abajos incom ­ general activ idad productiva , 10 cual implica su primir toda
patibles con sus creencias relig iosas, morales o políticas. Ta l liber tad .
vez desprecie ocup acio nes qu e considera inco mpatibles con su Cie rto es qu e bajo el siste ma salarial no puede el hombre
categoría social, guiándose , en tales casos , 1'01' normas tradi­ optar po r un desempleo permanente. N o hay, sin embargo , or­
cion ales como las q ue estab lecen cuáles cosas co nvienen a un ganizació n social algu na que permita a los hombres viv ir en
caballero v cuáles no . el ocio absoluto . El q ue los mort ales hayamos de sometern os
El desemp leo , en In eco nomía de mercado , es siemp re vo­ inexorablemen te al esfuerzo laboral no es , desde luego , con­
luntari o. Aparece porq ue, para el parado , la desocupa ci ón secuencia enge ndrada po r específicas insti tu cion es sociales. Es­
constituye el menor de dos males. La disposición del mercado ta mos , po r el cont rario . ante insoslayable rea lida d , an te fenó­
pued e hacer ba jar los salar ios. En un mercado lib re , sin cm­ meno natural, al q ue es preciso acomodar la vicia y la actua­
bargo, ex iste siemp re, para cada clase de tra bajo , un cierto sa­ ción human a.
lari o por el cual tod o aq uél qu e bu sca trabajo lo halla. D cno­ A nad a cond uce el calificar , con metáfora tomad a de la
minamos salario [inal a aqu él al qu e cuant os ofer ta n su capa­ mecáni ca, de «friccional» al desem pleo ca tal áct ico . E n la ima­
cidad laboral encuentran comp rado r y quienes solicitan trab a. gina ria constru cción de la economía d e giro un iforme no hay
jado res hallan cuan tos p recisan . La cuant ía dc dich o salario paro , ya que, por definición , en tal economía no puede ap a­
depende de la p roduct ivid ad margin al de la correspond ien te recer e! desempleo. La desocu pación es fenóm eno típico de
lab or. la economía cambiante . El desempleo de! traba jado r despedi ­
A través ele la disparidad y varia bilidad d e los salar ios do al supri mirse su puesto lab oral por haber sido variado el
manifi éstase la so beranía de los con sumidores en el mercado proceso productivo , desocu pación q ue e! in teresado volun ta­
laboral. Permiten tales flu ctu aciones repartir con venien teme n­ riam ente prolon ga, d esp reciando las oportu nidades que se le
te la capacidad laboral entre las d iversas ram as de la p rod uc- ofrecen y esperand o hallar más tarde otras mejores, ese des érn­
876 Traba;o y salarios 877
La A cción H umana

pleo, decimos, no es consecuencia provocada por la tardanza de terminación de los salarios, alude invariablement e al precio
del sistema en adaptarse a la nueva situación; antes al cont ra­ total que e! patrono paga por procurarse una determinada can­
rio, el paro de referencia constitu ye uno de los motivos por tid ad de trabajo de específica calidad ; es decir, la cataláctiea ma­
los cuales la aludida readapt ación se demora. Tal desempleo neja siempre salarios brutos . Si las leyes o los usos mercantiles
no debe achacarse a las acaecidas mutaciones, ajenas a los asa. obligan al patrono a efectuar otros desembolsos, independien­
lariados afectados, sino que ha de atribuirse a las decisiones tes del salario pagado al interesado, las correspondientes sumas
personales de estos últimos. Estamos ante un paro conscien­ serán deducidas de la cantidad que éste haya de percibir en
temente buscado, en modo alguno <1friccionah>. mano. Tales supletorias contribuciones para nada influyen en la
El paro ca tal áctico nunca ha de confnndirse con el desem­ cuantía de los salarios brutos. Su importe recae enteramente
pleo insti tucional. Porque no constituye este último fruto de sobre el asalariado. La re tribución percibida en mano, es decir,
lo personalmente decidido por los productores afectados. Es , el salario neto, se reduce en una suma igual al importe de los
al contrario, efecto que exclusivamen te provoca la injerencia supletor ios desembolsos. .
estatal o sindical en los fenómenos de mercado, pretendiendo Conviene destacar las siguientes consecuencias de lo ano
imponer, mediante amenazas y violencias, salarios superiores terior:
a los que el mercado libre decretaría . El an álisis del paro ins­ 1. A Jos efectos examinados, nada importa que e! salar io
titucional, sin embargo, ha de reservarse para cuando estu­ sea horario o por unidades producidas. El empresario, cuando
diemos el intervencionismo. paga el salario con arreglo a plazos temporales, toma en con­
sidernci ón tan sólo e! rendimiento medio ' de sus productores .
Descuenta de antemano, en sus cálculos, las facilidades que el
5. SALARtoS BRUTOS y SALA RIOS NETOS salario tempora riamente pagado ofrece al obrero remiso y ara­
nero p'lra perder el tiempo y rehuir la labor. Despide a quie­
Lo que el patrono adqu iere en el mercado laboral, lo que ncs no J an el mínimo rendimiento previsto. Por su parte, el
recibe a cambio de! correspondiente salario, es una ciert a obra. trabajador que qu iere ganar más, o cobra con arreglo a las uni ­
ejecutoria o performance, que aqu él valora según el precio J ades producidas o busca puesto horariarnente mejor retribui­
que e! mercado atribuya a la misma. Los usos y costumbres do, precisamente por ser más elevado ese mínimo laboral exi­
que en determinados mercados prevalecen para nada influyen
gido del operario.
sobre el precio efectivamente pagado por cierta cantidad de Tampoco tiene trascendencia alguna, en un mercado libre,
específica contribución laboral. Los salarios brutos tienden
el que los salarios se paguen por días, semanas, meses o años.
hacia aquella cuantí a en la que se igualan con el precio al
Carece de consecuencias, a los efectos examinados, que el pre·
que puede venderse en el mercado el incremento de produc­
ción logrado mediante el obrero marginal, deducción hecha aviso de despido sea más largo o más corto, que los contra tos
del costo de los materiales empleados y del interés originario de trabajo se concierten por plazo limitado o por la vida del
correspondiente al capita l invertido. traba jador, que el asalariado tenga o no derecho a retiros y
Al ponderar las vent ajas e inconvenient es de contratar un haberes pasivos para sí, su viuda o sus descendient es, a vaca­
trabajador , e! patrono se desentiende de qué porción de! sa­ ciones pagadas, a asistencia en caso de enfermedad o accidente,
lario efectivamente recibirá en mano el recipendario . A aquél o a cualesquiera otros beneficios y privilegios. El dilema que
sólo le interesa saber cuánto, en tot al, ha de pagar para disponer invariablemente se plantea el patrono es: ¿Conviéneme o no
de! servicio laboral en cuestión. La ca talác ticn, al t ratar de la celebrar e! contemplado contrata laboral? ¿No estaré pagando
879
878 La Acción Humana Trabajo y salarios

6. SALARIO y P ERV IVENC I A


demasiado por lo que e! tra bajador, a cambio de! salario, me
va a dar?
2. Resulta indudable, a la vista de lo expuesto, que es La vida del homb re pri mitivo era una lucha incesante con­
el asalariado quien exclusivamen te financia, mediante reduc­ tra la escasez de los medios de subsistencia brindados por la
ción de su salario neto , todas las cargas y beneficios sociales. natura leza. Sumidos en ese desesperado afán por mera mente
En nada se varía el plante amiento porque el patrono mater ial­ sobrevivir , sucumbieron muchas personas, familias , tribus y ra­
mente deduzca o no del correspondiente salario ent regado al zas enteras. El fantasma del hambre persigu ió inexorablemente
productor las primas correspo ndientes. Tales contri buciones a nuestros antepa sados. La civilizaci6n nos ha lib rado de tal
gravan siempre al trabajador, nuncq al patrono. zozobra. Acechan a la vida del homb re peligros innumerables;
3. Lo mismo puede decirse de los impuestos sobre las ren­ hay fuerzas naturales incontrolables o, al menos por ahora, in­
tas de trabajo. También en este caso es indiferente que el em­ goberna bles, que puede n instantáneamente Hniqllilar la vida
presario retenga o no el correspondiente impo rte al pagar a humana _ Pero la angustia de la muerte por inanición ya no
su depe ndien te. conturba H qu ienes viven bajo un régimen capitalista . Todo
4. La reducción de la jornada laboral tampoco constituye aquél que puede trabajar gana sumas superio res al desembobo
graciosa mejora otorgada al obrero. Si no logra éste compensar exigido por la mer a suhsistencia.
tal reducción incrementa ndo congruamente su productividad , Existen, de sde luego, tamb ién personas impedidas incapa­
le será reducida la retribución hor aria. Y, en el caso de que las ces para trabajar. Hay gentes lisiadas que sólo pueden realizar
autoridades, al acordar la reducción de la jornada, prohíb an la trab ajos fragmentarios; sus tar as impídenles gozar de ingresos
disminución del salario, de inmediato aparecen los típ icos efec­ iguales a los que un tmba jador normal percibe; los salarios de
tos que, invariablemente, toda alza coactiva de los sueldos pro­ tales desgraciados tal vez sean tan exiguos que resulten insufi­
voca. Lo mismo cabe decir de las demás supuestas conq uistas cientes para la subsistencia del inter esado. Sólo puede éste, en­
sociales, como vacaciones pagadas y cosas parecidas. tonces, ¡x:rvivir si recibe auxilios de los demás. Próximos pa­
5. Si el gob ierno oto rga a los empresarios un subsidio rientes, buenos amigos. la caridad de instituciones Y personas
por dar traba jo a dete rminado tipo de obreros , el salario efec­ benéficas o las organ izaciones estatales han de asistir a tales des­
tivo de éstos se incremento en la CWlO tÍ¡¡ Int egra de dicho dichados. Q uienes viven de la caridad no cooperan en el proceso
auxilio. social de prod ucción ; son gente s que, en lo atinente a la pro­
6. Si las autoridades conceden a todo trabajador cuyos visión de sus necesidades, no actúan ; viven porque otros se
ingresos no alcancen un cierto mínimo la cantidad necesaria preocupan de ellos. Los prob lemas referen tes a la atención de
hasta alcanzar el aludido mínimo, no varía directamen te el ni­ los pobr es atañe n a la distribución , no a la producción . Por
vel de los alud idos salarios. Podría, sin embargo, indirectamen ­ tal motivo escapan al ámhito de la teor ía de la acci ón human a.
te, producirse una baja de los mismos, pues cabe que el sistema que tan sólo se ocupa de cómo arhitrar los bienes requeridos
induzca a gentes que anteriormente no traba jaban por cuenta por el consumo de las gente s, sin inter esarse por el modo de
ajena a hacerlo, incrementándose, con tal motivo, la oferta de cómo tales b ienes ban de ser efectivamente consumidos . La
trabajo 7.
naran los campos para acudir a las fábricas, donde se les pagaba mejor. El sistema
1 En los últimos años del siglo XVIII , el gobierno inglés, cercado por la serie de Speenhamland no era más que un disimulado subsidio alargado a los aristócratas
dificultades que provocaban las prolongndn e guerras con Francia y los métodos infl a­
terratenientes. 10 cual ahorraba n éstos el tener que incrementar el sueldo a sus
cionarios adoptados para financiarlas, recurrlé a tal arbitrio (sistema Speenhamland) .
ID qu e de verdad se pretendía era impedir que los trabajadores agrícolas abando- operarios.
880 La Acción Humana Traba;o y salarios 881

ciencia cataláctica analiza los sistemas caritativos de asistir a inanición que continuamente gravitaba sobre nuestros antepa­
los desamparados tan sólo en aquella medida en que los mismos sados. Bajo una organización capitalista, ese mínimo fisiológico
pueden afectar la oferta de trabajo. Los auxilios legalmente de subsistencia no desempeña papel cataláctico alguno.
sancionados en favor de los desvalidos han servido, a veces, para Carece, por otra parte, e! aludido concepto de aquella pre­
fomentar el ocio y disminuir la afición al trabajo de personas cisión y de aquel rigor científico que generalmente se le atri­
perfectamente sanas y capaces. buye. El hombre primitivo se adaptaba a una vida más de ani­
En la sociedad capitalista se tiende al continuo aumento mal que de persona y sobrevivía en condiciones que literalmen­
de la suma de capital invertido por iJdividuo. La acumulación te resultarían insoportables para sus melindrosos descendien­
de capital progresa con mayor rapidez que el incremento de tes, malcriados por e! capitalismo. No existe un mínimo común
la población. Tanto la productividad marginal del trabajo co­ de subsistencia aplicable, por imperativo fisiológico y biológico,
mo los salarios y el nivel de vida de los trabajadores tienden, a todos los miembros de la especie zoológica hamo sapiens.
en su consecuencia, al alza continua. Tal progreso, sin emb argo, No menos recusable es aquella idea según la cual e! hombre
en modo alguno es fruto engendrado por supuesta ley que in­ precisa de una cierta cantidad de calorías simplemente para man­
variablemente presidiría la evolución humana; se trata, al con­ tener la salud y la capacidad procreadora, y otra, supletoria, para
trarío, de efecto provocado por un conjunto de factores que compensar las energías consumidas en la actividad laboral. Esos
sólo bajo e! régimen capitalista pueden darse. Es posible y, dado conceptos ral vez interesen en la cría de ganado o en la vivisec­
el cariz de las actuales políticas, inclu so no improbable que ción de conejillos; de nada le sirven al economista que quiere
cambie de signo la aludida tendencia, a causa, por un lado, de! desentrañar los problemas que en torno a la consciente activi­
consumo de capital y, por otro , del aument o o insuficient e dad humana se plantean . La «ley de hierro de los salarios » y
disminución de las cifras de población. Volverían entonces los aquella esencialmente idéntica doctrina marxista según la cual
hombres a saber 10 que es la muerte por hambre; parte de los «e! valor de la capacidad laborals viene dado por «el tiempo
trabajadores, al resultar tan desproporcionada la relación entre de trabajo necesario para producir la misma y, por tanto, para
la cifra de población y la cuantía de capital disponible, habrían reproducirla», constituyen las más inadmisibles teorías jamás.
de percibir salarios inferiores al gasto exigido por la mera sub­ predicadas en el terreno de la cataláctica 8 .
sistencia. La aparición de una situación así, indudablemente, Pudo, otrora, atribuirse algún sentido a las ideas contenidas
provocaría conflictos de tal violencia que se desintegraría todo en la ley de hierro de los salarios. Cierto es que sólo si consi­
lazo social. La división social de! trabajo no puede mantenerse deramos al trabajador como mero semoviente que no desempe ­
cuando los ingresos de ciertos miembros activos de la comuni ­ ña en la sociedad función alguna, aparte de la laboral; sólo si
dad resultan inferiores al mínimo exigido por la mera subsis ­ admitimos que no aspira más que a comer y a reproducirse; y
tencia. sólo si suponemos que no sabe dar a sus ingresos otros destinos
Ese mínimo fisiológico de subsistencia a que alude la «ley que no sean los de categoría puramente animal, podríamos con­
de hierro de los salarios» y que la demagogia gusta tanto de es­ siderar la ley de hierro como teoría válida en orden a la deter­
grimir, carece de sentido y aplicación cuando se trata de estruc­
turar una teoría cataláctica de la determinación del salario. De­ a Vid . M ARX, Das Kapital (7.a ed., Hamburgo, 1941), 1, pág. ,133 . En el Mani­
fiesto Comunista (sección II) , Marx y Engels formulan su teoría como sigue: «El
cisivo fundamento de la cooperación social es e! de que en tal valor medio del salario laboral es el salario mínimo, o sea, la cantidad de artículos
forma se incrementa la productividad del esfuerzo laboral bajo de consumo inexcusablemente requerida por el trabajador para su mera.supervivencia
e! signo de la .división de! trabajo, que toda persona sana y como tal trabajador , bastando tan sólo para prolongar y reproducir la existencia
normal siéntese )iberada de aquella amenaza de muerte por estricta.»

56
882 Lo Acción Humana Trabajo y salarios 883

minación de los salarios . Pe ro a los economistas clásicos, cega­ rent a congrue nte con el puesto jerárquico ocupado por el in­
dos por su defectu osa doctrina del valor, rcs ultá bales impo sible teresado en la escala social». Caracteri za precisamente a dicha
resolver e! problema de referencia. Que el precio na tural de! tra­ escuela el negar la existencia de la economía como ciencia, de­
bajo es aquél que pe rmite a los trab ajadores subsi stir y re­ biendo la histor ia venir a ocupar el lugar de nuestra discipli ­
producirse, sin incrementar ni disminui r su número, era la na . Mucho más sorprendente es, en cambio, el qu e ni Ma rx ni
conclusión lógica en que forzosament e desemboca ba la inad­ sus seguidores advirtieran qu e al hacer suyo ese errado pensa­
misible teoría del valor mant enida e.0r un To rre ns o un Ri­ mient o estaban socavando las pro pias bases de lo que ellos
cardo. Cua ndo sus continu adores ad ll"irt ieron la imposibili dad den ominaba n economía marxista. Cuando los est udios publi­
de seguir apoyándose en teorí a tan insostenible, qui sier on re­ cados d ur ante los años sesenta del siglo pasado en Gran Bre ­
visarla, pero sus in fru ctuosos intentos sólo dieron lugar u taña evide nciaron q ue no era ya pos ible seguir la teorí a salarial
nuevos absurdos, renunciándose en la pr áctica, finalmen te . a de los economistas clásicos, Ma rx varió su doctrina acerca de
halla r una explicac ión económica de la determinaci ón de los la determin ación del valor de la contribución laboral. «Cuáles
salarios . Por no abandonar aquel tan q uerid o mín imo de sean -aseveró entonces- esas llamadas necesidades natu­
subsistencia, estos pensadores sustituyeron el ant erior mí­ rales y cómo las mismas hayan de satisfacerse queda determi­
nimo fisiológico po r un mínimo «social» . Dejaron, poco a po­ nado por la evo lución histórica, dependiendo , en gra n propor­
co, de hablar de! mínimo ex igido por la pcrvivcncía del tra­ ción, del grado de civilización alcanzado por cada país y, so­
bajado r y por el man teni mient o de In población labor al. Co­ bre todo, de las costumb res, nivel de vida y circunstancias q ue
menzaron a aludir al mínimo exigid o por el tr en de vida qu e la
hayan presidido la for mación de la correspon diente clase de
tradición histórica y los heredado s usos y hábitos imponían .
tra baja dores libr es. En la determinación del valo r de la cont ri­
Pese a que la experiencia d iaria atestiguaba qu e, bajo el ré­
buc ión laboral interviene, pues, un factor de índ ole histórica
gimen capita lista, los salar ios reales y el nivel de vida de los
trabajadores aum en taban in interru mpidamente; pese a qu e y rnor al.» Pero , cua ndo Marx agrega qu e, ello no obs tante ,
era cada vez más evidente cómo se desmoronaba n las tradicio­ «en cada específico país y en todo mome nto histórico la cifra
na les divisorias entre un as y otras clases sociales, pue s el pro­ media de artíc ulos de pri mera necesidad indispensable cons­
greso económico de los trabajadores estaba aniqu ilando las ti tuye cantidad dada » 9 , se contradice y confunde al lector .
vetustas dignidades y cate gorías; aparecían , de pron to , unos Ya no habla, ciertamente, de «artículos ind ispensables» , sino
teóricos asegurando que eran arcaicas costumbres y viejos pre ­ que está refiriéndose a aq uellas cosas que , por cost umb re tr a­
juicios los que determinaban la cuantía de los salarios. Sólo dicional, las gentes consideran indispensables; a aquellos bie­
gentes cegadas por política parcialidad pod ían recurri r a tales nes precisos para mantener un cierto nivel de vida congruente
explicaciones en una época en que la ind ustria no cesaba de con el puesto ocupado por el trabajador en la consagrada je­
sum inistra r a las masas nu evas y jamás conocidas mercancías, rarquía social. Al acudir a tal arbitrio, Ma rx renuncia a tod a
permitiendo al obrero med io disfru tar de cosas que ni siqu ie­ exp licación económica o catalácticu de la determinción del
ra los reyes de ayer habían tenido a su alcance. salario . Considera la retribución laboral mero dat o his tórico.
Es, hasta ciert o punto, natural que la pru siana escuela his­ No estamos ya ante un fen ómeno de mercado, sino ante un a
tó rica, la de la wirtschaftliche Sraatsioissenscbaiten, conside­
rara «categorías históric as» los salarios, al igual que los pre­ • Vid. MAR X, Das Kapítol, pág. 134 . L3 letra cursiva es mía. El vocablo empleado
cios de las mercancías y las tasas del interés, y tampoco debe en el texto marxista, y que se traduce por «artículos de primera necesidad», es
extrañarn os que tales teóri cos de finieran el salario como «una Lebensmittel.
884
La Acci6n Humana Trabaio y salarios 885

realidad totalmente independ iente de aquellas fuerzas que so­ autoponderación, sin embargo, carece de todo valor cuando
bre e! mercado actúan.
de determinar e! correspondiente salario se trara. Este últ imo,
Pero lo cier to es que ni siquiera esos teóricos, para los por eso, ni sube ni baja. El asalariado a veces ha de conten­
cuales la cuantía de los salarios constituye circunstancia im­ tarse con menos de lo que cree corresponde a su categoría y
puesta al mercado desde fuera, pueden dejar de form ular una capacidad . O tras veces, en cambio, se le paga más de lo que
doctrina que, part iendo de las valoraciones y decisiones de los él pensaba pedir , embolsándose entonces la diferencia sin preo­
consumidores, justifique la determir¡,ación de aquéllos, pues, cupación alguna . La era de! laissez [aire, la época precisament e
sin tal cataláctica aclaración, todo ari'álisis del mercado queda que tanto la ley de hierro de los salarios como la doctrina
incompleto e insatisfactorio desde el pun to de vista lógico. marxista de la determinación histórica de las retrib uciones la­
Carecería, en efecto, de sentido circunscribir e! estudio cata­ borales pret endía explicar, registró una progresiva, si bien a
láctico a la determinación de los precios de las mercancías y veces tra nsitoriamente interr ump ida, tendencia al alza de las
de las tasas de interés, para estimar pu ra circunstancia histó­ percepciunes reales de los trabajadores de toda condición. El
rica la cuantía de los salarios. Ninguna teoría económica digna nivel de vida de las masas progresó en proporción jamás igua­
de tal nombre puede contentarse con aseverar que «un ele­ lada, alcanzando cimas nunca soñadas.
mento de índole histórica y moral» det ermina las re tribucio­ Las organizaciones sindicales exigen que los salarios no­
nes laborales; ha de entrar más a fondo en e! tema. La ciencia minales aumenten invariablement e, al menos, en la misma pro­
económica precisamente lo que pretende es explicar cómo fenó­ porción en que varíe el poder adquisitivo de la moneda al
menos de mercado regulados por normas invariables dan lugar a objeto de que el nivel de vida del tra bajador no descienda.
las múltiples razones de intercambio plasmadas en las transac­ Tal exigencia, aun en caso de guerra e independientemente de
ciones mercant iles. En eso se disringue la investigación eco­ las fórmulas adopta das para la financiación del esfuerzo béli­
nómica de la comprensión histórica; la teoría, de la h istoria . co, debe respetarse. Ni inflaciones ni cargas fiscales deben
La cuantí a de los salarios, desde luego, puede ser fijada re­ reducir el salario percibido en mano por e! trabajador. Ese
curriendo a la violencia y a la intimidación. Tal coactiva deter­ ideario, tácitamente, coincide con aquella tesis de! Manifiesto
minación de las retribuciones laborales consti tuye práctica Comunista, según la cual «los obreros carecen de patria » y
harto común en esta época intervencionista que nos ha tocado «nada pueden perder más que sus cadenas». Los trabajadores
vivir. Corresponde, no obstante, a la ciencia económica acla­ deben considerarse siempre neutrales en las guerras desatadas
rar los efectos que provoca en el mercado la aludida dispari­ por la burguesía explotado ra, resultándo les indiferente e! que
dad entr e los dos tipos de salario : e! po tencial que el mercado su país triunfe o sea derrotado. No compete " la economía
libre, a tenor de la oferta y la demanda de trabajo, hubiera de­ analizar tales asertos. Baste con proclamar que carece de in­
cretado y e! otro impuesto mediante la coacción y la fuerza . terés, a los efectos examinados, cnál sea la justif icación esgri­
Cierto es que e! trabajador está convencido de que el sa­ mida para elevar los salarios por encima de la cuantía que para
lario forzosamente ha de permitirle mantener un nivel de vida los mismos hubi era fijado e! mercado libre. Siempre que los
congruente con su puesto en la escala social. Cada asalariado , salarios reales impuestos de modo coactivo sobrepasan la pro­
sin embargo, tiene su propia idea acerca de cuánto deba ser ductividad marginal del corres pondiente trabajo, específicas
ese mínimo que por razón de «condición», «caregaría », « tra­ y predeterminadas consecuencias se producen, cualquiera que
dición " o «costumbre» deba cobra r, al igual qu e tiene perso­ sea la filosofía en que las correspondientes actuaciones se
nal opinión acerca de su propia valía y merecimientos. Tal amparen .
Cabe afirmar con fundamento que, desde la aparición de
886 887
La A cci án H umana Trabajo y salarios

las primeras civilizaciones hasta nuestros días. la productivi­ jador americano es muy superior a la productividad del asiá­
dad de! trabajo humano ha aumentado sobremanera. Es in­ tico. Pero la verdad es que aquél no se halla adornado de par­
dudable que los componentes de cualqui er nación civilizada ticulares virtudes personales. No es más int eligente, laborioso.
prod ucen hoy incomparablemente más de lo que producían hábil ni esmerado que su compañero del otro continente. (Ca­
sus lejanos antepasados. Tal circun stancia cons tituye. sin em­ be incluso asegura r que los obreros de una moderna facto ría
bargo. mero hecho histórico. sin particular significación p ra­ realizan labores mucho más simples que las que se ve obligado
xeológica o cataláctica; e! aludido incremento de la producti ­ a practicar el operari o que sólo maneja los tradicionales útiles
vidad laboral no puede ser medido tde forma cuantitativa Y. de tr abajo.) La singularidad de la planta americana estriba ex­
desde Juego, no viene a modificar ninguno de los plantea­ clusivament e en su mejor equipo industrial y en su dirección
mientos del mercado. empresarial. Lo único que impide a los empresarios de los
El moderno sindicalismo lucub ra en torno a cier to con­ países atrasados adoptar los métodos americanos de produc­
cep to de la productividad del trabajo estructurado precisa­ ción es la carencia de capital; los obreros , cualquiera que sea
ment e para justificar las demandas sind icales. Entiénd ese, en su raza, pronto aprenden a manejar la moderna maquinaria
tal sen tido, que la productividad del trabajo es igual al co­ en cuanto la tienen a su disposición .
ciente de dividir el valor agregado a la mercancías en el pro­ La situación en Occidente al iniciarse la revolución indu s­
ceso productivo de que se trate por el número de obreros in­ trial resultaba muy similar a la que hoy registra el mundo
tervinientes, o e! de dividir la produ cción de una empresa o orien tal. Aquel radical cambio de circuns tancias que dio a las
industria po r el número de horas laborales trabajadas. La dis­ masas occidentales su presente nivel medio de vida (un nivel
paridad que las anteriores operaciones. en dos épocas diferen­ de vida extraordinario comparado con e! precapita lista o el
tes entre sí, pueden arroj ar, estímasc ne to «incremento de la soviético ) fue gestado gracias al capital acumulado por el aho­
productividad del traba jo ». Como quiera que tal " incremento rro y a la acertada inversión del mismo efectuada por esclare­
de la produ ctividad» atr ibúyese exclusivamente a Jos trabaja­ cido cmpresariado. Ningún progreso técnico hubiera sido po­
dores lntervinientes, el consiguiente aumento de los ingresos sible de no haberse hallado disponibl es, merced al correspo n­
empre sariales se entie ndc debe ir íntegramente a aumentar las dient e ahorro , los adicionales bienes de capital necesarios pa­
percepciones salariales. La mayoría de los pa trono s. en esta ra la implantación de los inventos y descubrimiento s de la era
tesitura. no saben qué responde r e incluso adm iten tácitamen ­ capitalista.
te la tesis sindical cuando se limitan a resultar que Jos salarios Los trabajadores, pese a que. en tanto en cuanto meros
han sub ido ya tant o o incluso iuás de lo que con arreglo a tal aportantes de energía laboral, ni contribuyeron entonces ni
cómpu to corresponder ía. contribuyen aho ra al perfeccionamiento del sistema de pro­
La aludida valoración de la productividad laboral es, sin ducción, devienen (ba jo un a economía de mercado no sabo­
embargo, a todas luces arbitraria. Mil obreros trabajando en teada por la int erferencia estatal o sindical) los máximos bene­
una modern a fábrica americana de calzado produ cen lJ1 pares ficiarios del progreso econó mico, tanto en su condición de
de zapatos al mes, mient ras idéntico número de operarios. la­ asalariados como en su condición de consumidores.
borando con arreglo a atrasados sistemas en algún recóndito Tal mejoramiento económico es frut o de los nuevos ca­
país de Asia. produciría un número muy inferior de zapa tos pit ales por el ahorro engendra dos. G racias a tales sup letorios
en el mismo período pese a trabajar posiblemente muchas más fondos es posible poner en marcha proce. vs produc tivos a los
horas diarias. Ante esta realidad, de acuerdo con las tesis sin­ que anteriormente no se podía recur rir sólo por carecerse de
dicales, sería.forzoso concluir que la productividad del tra ba- los necesarios bienes de capital. Los empresarios, al pretender
888 La Acci án Hu mana Trabajo y salarios 889

procurarse los factores productivos exigidos por los aludidos y los capitalistas sean duros y sin entrañas, sino porque éstos,
nuevos procesos, compiten entre sí y con aquellos que a la en su actuar mercantil, han de someterse a la supremacía de
sazón están empleándose en otros procesos fabriles. Este afán las masas consumidoras, compuestas hoy fundamenralmente
empresarial por conseguir materias primas y mano de obra por trabajadores y asalariados. Tales consumidores no están
provoca la consecuente alza de precios y de salarios. Es así en modo alguno dispuestos a soportar la presunción, la vani­
como, desde e! inicio mismo de! proceso, los trabajadores se dad o e! amor propio de nadie. Aspiran, invariablemente, a
benefician con una parte de esas risuezas hoy disponibles gra­ que se les sirva al menor costo posible.
cias a que no fueron ayer consumidas, sino ahorrad as por sus
propietarios , y, luego, como consumidores, vuelven a verse
favorecidos por la baja de precios hacia la que e! incremento COMPARACION DE LA EXPLICACIO N HISTORICA
de la producción apunta 10. DE LOS SALARIOS CON EL TEOREMA REGRESIVO
La ciencia económica describe e! anterior proceso en los
siguientes términos. Cuando, invariada la población laboral, Tiene interés el parangonar esa aludida doctrina laboral defen­
aumenta la cuantía de! capital disponible, increméntase la uti­ dida por el marxismo y la prusiana escuela histórica, a cuyo tenor
lidad marginal de! trabajo y, consecuentemente, suben los sa­ los salarios en modo alguno son fenómenos catal ácticos, sino me­
larios. Lo que acrecienta las retribuciones laborales es la am­ ras circunstancias históricas, con el teorema regresivo referente
pliación de! capital disponible a un ritmo superior al creci­ a la determinación del poder adquisitivo del dinero u.
miento de la población, o, dicho en otras palabras, ascienden Pr oclama el aludido teorema regresivo que ningún bien puede
los salarios a medida que se incrementa la cuota de capital llegar a constituir medio general de intercambio a no ser que
invertida por obrero. El salario, en e! mercado libre, tiende previamente tuviera ya, por raz6n de o tros cometidos a los cuales ,
siempre a igualarse con la productividad marginal de la co­ la correspondiente mercancía se destinaba, valor de intercambio.
rrespondiente labor, es decir, con el valor que para e! merca­ Tal realidad, sin embar go, para nada influye en la diaria determi­
do tiene aquel.aumento o reducción de la producción que re­ nación del poder adqu isitivo de la moneda, que depende de la
sultaría de contratar un obrero o de licenciarlo. A ese precio, demanda de din ero por parte de quienes desean poseer a la vista
todo aquél que busca laboradores los halla y quienqu iera de­ tal num erario y de las correspondientes disponibilidades dine rarias
sea trabajar encuentr a un puesto . Pero, en cuanto las retribu­ existentes en el mercado. El teorema regresivo no afirma que las
ciones laborales son coactivamente elevadas por encima de! efectivas razones de intercambio que puedan darse entre el dinero,
indicado límite, queda en situación de desempleo un cierto nú­ de un lado, y las mercancías y servicios, de otro, constituyan cir­
mero de potenciales trabajadores. A estos efectos, resulta in­ cunstancias históricas indepe ndientes del mercado . No pretende
diferente que sean unos u otros los argumentos esgrimidos más que explicar cómo se adop ta, haciéndose de uso general, un
para justificar esa impuesta alza salarial; la consecuencia final nuevo medio de intercamb io. Sólo para tal caso reconoce influyó
es siempre la misma: paro en las filas obreras . sobre el poder adquisitivo del dinero un factor histórico .
La cuantía de todo salario hállase determinada por e! va­ Distinto a todas luces es el aserto marxista y prusiano que nos
lor que las gentes atribuyen a la obra o servicio que el traba­ ocup a. La doctrina de referencia asegura que la efectiva cuantía
jador ejecuta. ]ustipréciase en el mercado e! trabajo, al igual de los salarios en cualquier momento es mera circunstancia hist6­
que se justiprecian las mercancías, no porque los empresarios rica, Pata nada influyen en tal cuantía las valoraciones de los
10 Vid. supra págs. 452.453.
'. " Vid. págs. 610-614.

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890 La Acción H umana 89 1
Trabaio y salarios

consumidores, es decir, los compradores en definitiva, si bien de tinuo , pue de efectuar , la fatiga per judica tanto la cuantía como
un modo mediato , de la correspo ndiente capacidad laboral, ni la calidad de la tarea 12.
tampoco las de quienes la venden. Son circunstancias históricas 6. El hombre prefiere no tr abajar, es decir, le agrada
-ascgúrase- las que determinan los diversos salarios; no pue ­ más el recreo que la actividad laboral; como dicen los eco­
den éstos ni superar la aludida cifra histórica, ni tampoco caer por nomis tas, el trabajo lleva apare jada un a desutilidad.
debajo de la misma. Sólo la historia puede informarnos de por El hombre au t árquico que trabaja en aislamiento eco n ó­
qu é son superiores los salarios en Suiza que en la China, de! mico para atender sus personales necesidades aban dona la la­
mismo modo que únicamente la ilt straci6n histórica .105 ada ra bor tan pronto como empieza a valorar el descanso, es decir ,
por qué Napoleón fue francés y emperador en vez de italiano y la ausencia de la desutilidad típica del tra bajo, en más que las
abogado de Córcega. Vano es e! pretender explicar la disparidad satisfacciones que le repo rtaría el prolongar la actividad labo­
de las ret ribuciones de los pastores o los albañiles en los aludidos ral. Atend idas sus más perentori as necesidades , estima de
países sobre la base de factores que invariablemente operan en menor interés el satisfacer aquellas otras apetencia s todavía
todo mercado. Sólo la historia respectiva de dichas dos repú blica" no cubierta s q ue el disfruta r del corre spondi ente asue to.
puede explicarnos la aludida disimilitud. Lo an terior resulta cierto tanto en el caso del asalariado
como en el del aislado y autárquico trabajador. No trabaja
aqué l ininterrumpidament e hasta agotar tota lmente su capaci­
7. L A O FERTA DH TR ABAJO Y LA DESUTI L ID AD DEL dad laboral. Deja la faena tan pron to como la mediata gra tifi­
MIS MO cación que la misma ha de proporcionarle no compe nsa la des­
u tilidad del corre spondiente trabajo sup letori o.
Las circuns tancias que Iund arncnta lmenre influyen sobre El homb re medio, desorient ado ' por invete rados pre ju r­
la ofer ta de trabajo son las siguien tes: cios y deliberadamente ofuscado por la propa ganda marxist a,
l. El individuo sólo puede trabajar en limitada cuant ía. difícilmente advierte la anterior realidad. Consideró siempre
2. Aun dicha limi tada cantidad de tr abajo el hombre y aun hoy considera al tra bajador como un siervo, equiparan·
no puede practicarla cuando m.is le plazca. H a de interru mpir do el salar io capi talista a aquel mínimo de subsistencia que el
sus actividades laborales, de vez en cuando, para descansar señor daba al esclavo o el dueño proporciona a las bestias de
y d ist raerse.
carga . El asalariado es un individuo que , forzado por la mise­
3. No podemos todos realizar los mismos trabajos. Es
ria, vende su libertad . Las hipócritas fórmula s de los leguleyos
disti nta la capacidad laboral - tanto la innata como la adq ui­
rida- de las gentes . Determinadas labores exigen na rural burgueses califican de volunta ria tal servidumb re y de libre
disposición y habilidad que ni el adiestramiento ni el estudio convención entre cont ratan tes mutuamente independient es las
pueden procurar. concer tadas por pat ronos y obreros. Estos últimos , en ver­
4 . Forzoso resulta administrar convenien temente la ca­ dad , no gozan de libert ad alguna; actúan coaccionados ; han
pacidad laboral para que la misma no disminuya o incluso se de someterse al yugo de la opresión, pues, desberedadas por
anu le. El bombre ha de cuidar de sus aptitudes - tanto de la sociedad, no tienen rn ás 'salida si no quieren mori r de bam-
las beredad as como de las adqu iridas- si desea que no de­ IZ Otros casos en que también disminuyen tanto la can tidad como la calidad de
caigan en tanto goce de la necesaria fuerza vit al. la labor -es, por ejemplo, menor la productividad inmediatamente de recomen­
5. Al imponerse el obligado descanso por haber reali­ zarse el trabajo después de un período de descanso-e- carecen ele inter és por lo que.
zado el actor toda aquella inversión laboral que, de modo con­ :1 la oferta de trabajo en el mercado se refiere .
892
La Acci611 H /1mana Trabajo y salarios 893

bre o Hasta ese aparente derecho que se le atribuye de elegir de! trabajador individual en la fijación de las correspondientes
a su patrono es pura farsa. Los empresarios, tácita o abierta­ condiciones de trabajo. Son los patronos quien es, sin consul­
ment e confabulados, impon iendo unas condiciones de trabajo tar con sus empleados, deciden la jornada labor al, si se ha de
prácti cament e uniformes, escamotean incluso esa ventaja al trabajar o no en domingos y festividades, a qué hora interrum­
trabajador. pirán su tarea los asalariados para comer y múlti ples cuestio­
Si admitimos que el salario no es más que estricta com­ nes similares. El obrero sométese a tales dictad os o muere de
pensación de los costos que el obrerp sopor ta en el mant eni­ hambre .
miento y reproducción de la corre sp~ndiente capacidad labo­ E! error fund amental de la expuesta argumentación ya an­
ral, o que la cuantía del mismo constituye suma, por tradi ción, teriormente fue evidenciado. Los patronos no buscan capaci­
prefijada, forzosament e habremos de estimar efectiva ganan­ dada laboral en general, sino específicos operarios, idóneos
cia del trab aajdor todo aligeramiento de las obligaciones al para realizar predeterminadas tareas. Por lo mismo que el
mismo impuestas en el contrato laboral. Si la cuantía del sa­ empresario ha de intentar dar a su explotación la ubicación
lario no depende de la cantidad y calidad de la tarea ejecutada; más favorable e instalar en ella la maqu inaria más perfecta,
si el patrono jamás paga al trabajad or el valor ín tegro que e! empleando las materias primas más apropiadas, forzoso re­
mercado atribuye a la corres pondiente ejecutoria; si no es es­ súltale contratar a aquellos operarios que mejor convengan a
pecífico pro ducto laboral de predet erminada cuantía y calidad, sus planes. Debe organizar el trabajo en forma tal que su casa
sino mero siervo, lo que aquél adqu iere; si los salarios inva­ atraiga a esos productores que a él le int eresan. Cierto es que
riablemente se mantienen tan bajos qu e, por razones nat ura­ e! obrero individual poca voz tiene en tales disposiciones. Las
les o " históricas» , no pueden ya reducirse rruis, cualqui er dis­ mismas, como la cuantía de los salarios, los precios de las mero
minución de la jorn ada laboral coac tiva rnente impuesta habrá canelas y la forma de los artículos producidos en serie, cons­
de mejorar la suerte de los asalariados . Esas disposiciones que tituyen fru to engendrado por las conjuntas decisiones de las
recorta n las horas de trabajo en troncan entonces con aquellas innumerables personas que en el proceso social de! mercado
otras normas legales por cuya virtud los goberna ntes europeos, intervienen. Estamos ant e fenómenos masivos, sobre los cuales
durante los siglos XVI!, XVIII Y comienzos del XI X, fueron dis­ poco influyen las actuaciones individuales. No puede, sin em­
minuyendo, hasta finalmente suprimir , el trabajo coroée¡ que
í
bargo, decirse carezca de valor el voto personal de cada elector
gratuitam ente los siervos de la gleba habían de proporcionar simplemente porque para influir decisivamente en materia po­
a sus señores y con los nuevos reglamento s de pr isiones que lít ica se precise de miles o incluso de millones de sufragios, ni
aligeraron la penosidad del trabaj o de los reclusos. Tales re. cabe tampoco suponer es nulo el efecto de quienes no van a
ducciones de las inmisericordes jornadas laborales que el libre votar. Es más: ni aun admitiendo, a efectos dialécticos, la cer­
capitalismo impondría interprétanse como brillantes triunfos teza de las tesis contrarias, ello en modo alguno nos autoriza­
conseguidos por el sufrido proletari ado sobre el egoísmo sin ría a concluir que, suprimiendo e! régimen electoral, e! autócra­
entrañas de sus explot adores. Manifiesto «progreso social» ta gobernante represen taría más cumplidamente la voluntad ma­
constituyen tales provisiones legales, esas disposiciones que yorita ria que las autoridades democráticamente designadas. Ese
obligan a los patronos a gastarse el dinero en beneficio de sus mito tot alitario, sin embargo, reaparece en el terreno econó­
obreros, pues pueden éstos así disfrut ar ventajas múlt iples que mico y suele oírse decir que, bajo la democracia del mercado,
en otro caso no tend rían. ni puede el consumidor individual imponerse a sus suminis­
La certeza del pensamiento examinado suele sup onerse tradores, ni cabe al trabajador reaccionar frente al pat rono . No
cumplidamente demostrada haciendo resalta r el escaso influjo es, desde luego, a los peculiares gustos de cierta persona a los
"
894 La Acción H limalla Trabajo y salarios 89~

que se adaptan los artículos masivament e producidos para aten­ cupe a las compañias ferroviarias los deseos de sus posibles
der los deseos de las masas; son las preferencias de la mayoría clientes. La empresa, precisament e, lo qu e quiere es dar gusto
las que, en tal caso, p revalecen . No es el obrero individual, sino al mayor núm ero posible. ,
las masas trabajadoras quienes determin arán las condic iones El industrialismo moderno, a causa de los prejuicios anti­
de los oportunos conven ios laborales en cada rama de la pro­ capitalistas de gobernantes y masas y de las publicaciones de
ducción. Si lo más usual es que los asalariados almuercen de una serie de historiadores y escritores que pretendían defen­
doce a un a, quien prefiera hacerlo de dos a tres pocas proba­ der los intereses de los económicamente débiles, ha sido in­
bilidades tiene de que sus gustos sea ~ atendidos. Pero, nótese terpretado del modo más torpe. El alza de los salarios reales,
bien , la correspond iente coacción que sobre tan insólito pro­ la reducción de la jornada laboral, la supresión del trabajo
ductor se ejerce no prov iene del patrono, sino de sus propios infantil, la disminución de la actividad laboral de la mujer
compañeros de trabajo. casada fuero n logros - aseguran tales ideólogos- consegui­
Los empresarios, mucha s veces, para proporcionarse idó­ dos gracias a la int ervención del estado, a la acción de los
neos trabajadores, han de soportar graves y costosas imp osicio­ sindicatos y a la presión de una opinión pública despert ada de
nes . Existen , por ejemplo, paíse s, algunos de los cuales los su marasmo por escritores sociales y humanitarios. Los ern­
adalides del anticapitalismo consideran socialmente harto arra­ presarios y capitalistas, de no haberse visto enfrentados con
sados, donde los patronos no tienen más remedio, si quieren tales exigencias sociales, habríanse apropiado de la to talidad de
procurarse obreros, que atender devotamente las exigencias los beneficios engendrados por los nuevos capitales acumu­
que sus operarios les imponen por razón de casta , religión o pro­ lados y por los adelantos técnicos que consecuentemente fue
cedencia . Han de adap tar la jorn ada laboral, los días feriados posible aplicar. Elevóse así el nivel de vida de los trabajado.
y otros much os problemas técnicos a los aludidos deseos, por res a costa de las «no ganadas» rentas de los capita listas, los
onerosos que los mismos puedan rcsultarles. El empresario empresa rios y los terrat eniente s. Tales políticas, que benefi­
que pide realizaciones consideradas incómodas o repu lsivas ciaron a la mayoría, con daño tan sólo para unos cuantos des­
por su personal, invariablemente ha de incrementar la corres­ almados explotador es, debe proseguirse hasta, finalmente, pri­
pondiente retribución laboral para compensar esa mayor des­ var a éstos de toda esa riqu eza nacional de la que inju stament e
utilidad que la tarea tiene para el trabajador. se apro pian.
Los contratos laborales no se refieren exclusivamen te a los El error en que tal ideario incide es manifiesto. Cuant as
salarios, sino que regulan todas las demás circ unstancias del disposiciones restringen la oferta de trabajo perjudican -di­
correspondiente t raba jo. La labor de equipo dentro de cada recta o indirectamente- a los capi talistas al incrementar la
planta y la interdependencia existente ent re el trabajo de los productividad marg inal del t rabajo y red ucir la de los facto­
dis tintos centros da lugar a que los aludidos convenio s no pue­ res materiales de producción. Al di sminui r el potencial labo ral
dan apartarse de los usos laborales imperantes en el país o en disponible, sin congrua minor ación de la cifra de capita l, in­
la rama produ ctiva de que se trate . Por eso se parecen tanto creméntase la porció n qu e del total produ cto neto corresponde
entre sí los diversos cont ratos de tra ba jo. Tal circunstancia en a los asalari ados. El aludido tot al producto neto, sin embar­
mod o alguno aminora la decisiva intervención de los corres­ go, igualmente, por fuerza , ha de sufrir mengua, dependiendo
pondientes productores en su formulación. Para el trabajador ya de las peculiares circunst ancias de cada caso el que efecti­
individual, dichos pactos constituyen, desde luego, inalterable vamente la cuantía de ese mayor porcentaje de un a cifra menor
realidad , al igual que lo es el horario de los trenes para el via­ resulte, en realidad, superior a la del primitivo más reducido
jero aislado. Nadie, sin embargo , ha supuesto que no les preo­ porcentaje de un a suma más grande . Pero, nót ese bien, ni en

.,
I
896 La A cción Humana Trabajo y salarios 897

la tasa del interés ni en el beneficio empresarial influye la jor calidad y al más bajo precio que las circunstancias, en
aludida reducción de la ofer ta de trabajo. Bajan los precios cada caso, permitan. Sólo en un a economía progresiva cabe
de los factores materiales de producción, elevándose los sa­ que la cifra total de beneficios supere a la cuantí a total de
larios por unidad de producción (10 cual no qui ere decir que las pérdidas y ello tan sólo en aquella medida en que efectiva­
forzosamente hayan de increment arse las retribuciones labo­ mente se mejore el nivel de vida de las masas 13. El capital is­
rales per capital . Los precios de las mercancías también su­ mo es, consecuentemente, el sistema qu e fuerza a los cerebros
ben. Y, como decíamos, depende de las part iculares cícuns­ de mayor capacidad y agilidad a promover , en la mayor medida
tancias de cada caso el que todas l/ s aludidas variaciones, en posible, el bienestar de la apátic a mayoría.
definiti va, impliquen neta ganancia o pérdida para los trabaja­ En el mund o de la comprensión histórica no es posible
dores. la medición . Como quiera que el dinero en modo alguno pero
G rave error, sin embargo, constit uiría el no advertir có­ mite mensurar el valor o la sat isfacción, no cabe, por su in­
mo las medidas de referencia vienen a restringir la disponi­ termedio, para ngonar el nivel de vida correspondiente a épo­
bilidad de los existentes factores materiales de producción . cas distint as. Todos los historiadores cuyos razonamientos no
La reducción de la jornada labora l, la rest ricción del trabajo perturba n sensiblero s prejuicios, coinciden , sin embargo, en
noct urno , las cortapisas impuestas a la contratación laboral de que el desarrollo capit alista ha ampliado las existencias de
de terminadas personas, todo ello menoscaba la u tilización de capital en proporción enormemente superior al incremento
una par te del equipo existente, equivaliendo a indud able re­ de las cifras de población. El porcentaje de aquéllas, tanto
ducción de las existe ncias de bienes de capital. Esa disminu­ por individuo como por trab ajador, result a hoy notablemente
ción de la cifra de capital puede fácilment e absor ber aquel superior al que corresp ondía a hace cincuenta, cien o doscien­
teórico incremento de la prod uctividad marginal del trabajo tos años. Ha aumentado al pro pio tiempo la porción percibida
en relación con la de los bienes de capital. por los asalariados de la cifra total dc mercancías producidas,
Si, al tiempo de reducit obligato riamente la jorn ada labo­ conjunto éste que también crece sin cesar. El nivel de vida de
ral, las autoridades p rohíb en la congrua disminución de los las masas, comparat ivamente a épocas anteriores, se ha ele­
salarios que el mercado impondría o, por razones institucio­ vado como por ensalmo. En los «felices tiempos pasados», aun
nales, tal minoración resulta imposible, aparece aquel obli­ los más ricos vivían míscramcnte en comparac ión con el stan­
gado efecto de toda elevación de los salarios por encima del dard del actual obrero medio americano o austra liano. El ca­
nivel que el mercado libre a los mismos impondría, el paro pital ismo, dicc Marx, repitiendo sin darse cuenta la tesis fa­
institucional. vorita de los admirad ores del medievo, empobrece inexora­
La historia del capita lismo en Occidente, dura n te los úl­ blemente a las masas. La verdad , sin embargo, es que la orga­
timos doscientos años, refleja inint erru mpidamente alza del nización capita lista ha der ramado el cuerno dc la abundancia
nivel de vida del proletariado . Lo caracterís tico del capitalis­ sobre un proletariado que frecuente mente hizo cuanto pudo
mo es la prod ucción de mercancías en masa para el consumo por impedi r la implantación de aque llos sistemas que tanto
de las masas, colocándose el apara to 'p roductivo bajo la égida han mejorado la vida de las masas. ¡Q ué desgraciado se sen­
de aquellos empresarios de mayor energía y perspicacia incon­ tiría un moderno obrero americano, en un castillo feudal,
dicionalm ente dedicados a mejorar todas las fabricacio nes. La privado de agua corriente, de calefacción y demás comodidades,
fuerza impu lsora del sistema es el afán de lucro, que inexora­ que en su casa disfru ta !
blemente constriñe al ernpresariado a producir para los con­
sumidores la mayor cantidad posible de mercancías, de la me. u Vid. p ágs. 449-457.

51
898 La Acción H U11la11D Traba;o y salarios 899

A medida que se increment a e! bie nestar mat erial, varía pondiente aportación laboral hasta exeeder la cua n tía qu e e!
e! valor que e! trabajad or atribuye al descanso y al ocio. Al mercad o libre por d icho trabajo co tizaría, apa rece , de inme­
tener a su alcance mayo r número de comodidades y p laceres, d iato, el pa ro institucion al. Los seguros sociales no hacen
e! interesado llega ahora más p ro nt o a aquel pu nto en que que el pat rono ded iqu e mayor es sumas a la adquisición de tra­
conside ra no compensa suf icien teme n te el corres pond ien te in­ bajo. Constriñen, por e! contrario, al trabajad or a dedicar par­
cremento de la desutilidad del trab ajo la mediata gr atifica­ te de sus ingresos a específicas inversion es. Restringen la li­
ció n qu e ese mayor esfuer zo ha de p ropor cion arle . Prefiere bertad del asalaria do para orde na r su hacienda como mejo r
acortar la inv ersión laboral, evitar al su muj er y a sus hij os los estime .
sinsabore s del trabajo remunerado. No es la legislación social Constituye pr oblema de índ ole puramente política el de­
ni la coacción sind ical lo qu e ha reducido la jornada y exclui­ terminar si los seguros sociales so n con venien tes o perjudicia­
do a IH mu jer casada y a los niño s de las fábrica s; el capitalis­ les . Cabe aboga r por su implantación alegando qu e los asala ­
mo , por sí solo, p rov ocó tales reform as, enriq uecien do al tra­ ria da s carece n de suficien te formación y car ácter para la p re­
bajador hast a el pu nto de permitirle vacar y descansar, exo ne­ visión del fu turo. Difícil, sin em brgo , en tal caso, es repl icar
rando del yugo laboral a sus seres q ueridos. La legislación social a quienes resaltan lo paradójic o qu e resulta orde nar la cosa
decimo nónica, sus tancialmente, no hizo más que ratificar p ro­ pública con arreglo a la voluntad de unos vo tantes que el p ro­
gresos socia les ya impue stos po r la p ropia mecánica del me r­ pio legislador cons ide ra incapaces de goberna r sus personales
cado. Cu ando, a veces, tales disposiciones se adelantaron al int ereses. ¿Cómo es posible invest ir de! sup remo poder po ll­
necesario desa rrollo económ ico, el enorme incremento de ri­
tico a gentes que precisan de pa ternal tu tela je para que no
queza que el cap ita lismo imp onía ve nía rápida men te a com­
malgast en sus rentas? ¿E s lógico que el pupilo design e a su
pen sar los desfavorables efec tos q ue ta l precipitación , en otro
tutor ? T al vez no const ituya mera casualídad el qu e las ten­
caso, hab ría pro vocado. Di chas medidas, arbit rada s para be­
neficiar al ob rero, cont rariamen te a lo q ue se piensa , cuando den cias políticas más untidemocr ñticas, tan to marxi stas como
no se lim itaron meram ente a ra tificar progre sos que, de inme­ no marxista s, su rgiera n en Alemani a, la cun a de la seguridad
diato, el mercado hab ría impuesto, perjudica ron gravemente social.
los intereses de las masas trabajadora s.
La expresión «conq uis tas sociales» sólo sirve para p rovocar
CONSIDE RACION ES EN TORNO A LA MAS POPULAR
confusión . Cu and o se prohí be a determinad a perso na, que vo­
INTERPRETACION DE LA " REVO LUCIO N I NDUSTRI AL»
luntariamente quería hacerlo (po r en tendel' convenía a sus
intereses), trabajar cua renta y ocho horas semanales , irnponi én­
Suele decirse que la historia del industrialismo moderno y,
dosele un a jornada d e cuarenta horas, o cuando se ob liga a los
sobre todo, la historia de la «revolución industrial» en Gran
patro nos a efectuar det erminados gastos en favor de su perso­
Bretañ a brinda prueba evidente de la procedencia de aquellas
nal, en modo alguno se está favoreciendo al trabajador a costa
doctrinas denominadas «institucionales» o «realistas» frente a la
de! empresar io . Cu alesquiera q ue sea n las ventajas qu e las co­
manifiesta inadmisibilidad del «abstr acto» dogmatismo de los
rrespondientes normas legales otorguen al obrero, es este úl­
economistas 14.
timo, nunca el patron o, qui en paga y fin ancia, de su exclus ivo
peculio, los aludidos beneficios. Dichas imposicion es reducen 14 Suele limitarse temporalmente la llamada ercvoluclén industrial» B los reinados
la po rción de! salario percibida en mano po r el in teresado ; y si de los dos últimos Jorges de la británica ruma de: los H anovcr en consciente deseo
en su conjunto vienen a elevar e! precio a pagar por la corres- de dramatizar la historia económica pata que venga a coincidir con los procrusteanos
I

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.J,t
900 La A cción Humana Trabajo y salarios 901

Niegan de modo terminante los economistas que la acci6n como una plaga» IS. La fábrica someti6 al antes libre trabajador
sindical o la legislaci6n social hayan jamás beneficiado permanente­ a virtual esclavitud; rebajó su nivel de vida, permitiéndole mera­
mente y elevado el nivel de vida de las masas trabajadoras en su mente sobrevivir; al hacinar a mujeres y niños en infectos talleres
conjunto. Los hechos, sin embargo - rearguyen los ant ieconornis­ destruyó la vida familiar, minando las bases en que se asienta la
tas- han puesto de manifiesto la inexactitud de tales asertos. sociedad, la moralidad y la salud pública. Un puñado de explo­
Aquellos gobernantes y legisladores que comenzaron a reglamentar tadores sin escrúpulos arteramente 10gr6 imponer servil YURo a la
las relaciones laborales se percataban de la realidad con más mayoría otrora dichosa.
precisión que los economistas. Mientlas los teóricos del laissez La verdad, sin embargo, es que las condiciones económic as
[aire, sin piedad ni compasión, aseguraban que no era posible anteriores a la revolución industrial eran harto insatisfactorias.
remediar los sufrimientos de las masas trabajado ras, el buen El tradicional orden social carecía de elasticidad suficiente para
sentido de gentes carentes de especializaci ón ccon6mica supo po­ atender las más elementales necesidades de una población en
ner coto a los peores excesos del afán de lucro de mercaderes y continuo crecimiento. Ni los campos ni los gremios podían dar
negociantes. Si las condiciones de trabajo de los obreros han me­ acogida a las nuevas generaciones de trabajadores. Privilegios y
jorado hoy en día, ello se debe exclusivamente a la intervenci ón monopolios enrarecían la vida mercantil; por doquier prosperaban
de las autoridades y a la presi6n de los sindicatos. las licencias y patentes monopolísticas; una filosofía de restric­
En tal modo de pensar se basa la mayor parte de los estudios ci ón, que rehuía la competencia, tanto en la es fera nacional como
históricos que se ocupan de la evoluci6n del industrialismo mo­ en la internacional, dominaba las mentes. Era mayor cada día el
derno. Quienes los escriben comienzan siempre por presen tar al
número de personas sin puesto que ocupar en aquel rígido sistema
engendrado por el pater nalismo y el intervencionismo estatal.
lector idílica visión de la situación anterior a la revolució n Indus­
Eran gentes virtu almente desheredadas. La mayor parte de ellas,
trial. Prevalecía en tal época un estado de cosas - nos dicen­
apáticamente, vivían de las migajas que los privilegiados les echa­
sustancialmente agradable. Los agricultores eran felices. Los arte­
ban. Durante la época de la recolecci6n ganaban mísera soldada
sanos también se sentían satisfechos bajo el sistema de producción
ayudando en las faenas del campo; el resto del año dependían de
doméstica . Trabajaban en sus propias casas, gozando, hasta cierto la caridad pública o privada. Miles de bizarros muchachos no
punto , de independencia económica, al sentirse propietarios de SllS ten fan m ás remedio que alistarse en el e jército o en la marina;
tierras y sus instrumentos de trabajo . Pero, de pronto , sobre aqueo muchos de ellos morfan o se inutilizaban en acciones guerreras;
llas felices gentes «cayó la revolución industrial como una guerra , más aún perecían sin gloria a causa de la bárbara disciplina, las
enfermedades tropicales o la sífilis 16. Otros, más osados y aguerri­
esquemas marxistas *. La evo lución que fuc transformando los medievales sistemas
de producción hasta llegar a los métodos típicos de la. empresa libre constituyó largo dos, infestaban campos y ciudades como vagabundos, mendigos,
proceso que comenzó siglos antes de 1760 y que , ni siquiera en Inglaterra, había pícaros, salteadores y prostitut as. Las autoridades no sabían qué
quedado completado en 1830. Cierto es, sin embargo, que el desarrollo industrial de hacer con tales gentes, a no ser encerrarlas en asilos o dedicarlas
Gran Bretaña se aceler ó grandemente durante la segunda mitad del siglo XVJII . Cabe, a trabajos públicos obligatorios. El apoyo que en las esferas ofi­
pues, emplear el término «revclucl én industrial» al examinar las emocionales consi­
ciales hallaban los prejuicios populares contra las máquinas ahorra-
deraciones que el mismo sugirió a fabianos y marxistas, n la escuela histórica y al
institucio nalismo americano.
IJ J. L. H I\MM O ND y BÁR.BARA HAMMOND, The Skilled Labourer 1760·1832
* Mises califica de «procrusteano» el recurrir a dura e inflex ible imposición para
(2.' ed . Londres, t920), pág. 4.
implantar predeterminado sistema, recordando a P rocr usteo , el personaje mito lógico
16 Durante la Guerra de los Siete Años murieron en acción 1.512 marinos ingle­
de quien se decía que ataba a sus víctimas a la cama, estirándoles o cort éndoles Ins
ses: en cambio, 133.708 bajas hubo entre desaparecidos y víctimas de enfermedades .
extremidades hasta hacerlas coincidir con las dimensiones Jet lecho. (N. del r.)
Vid. W. L. DORN, Compet ítion [or Empire 1740-1 763 (Nueva York, 1940), pág. 114.
902 Trabajo y salarios 903
La Acción Humana

doras de trabaj o y los nuevos inven tos impedía dar soluci ón ef icaz a la escasez de tales retribucion es, las mismas representaban para
al pro blema. aquellas míseras gentes un prem io muy superior al que en lugar
Apar ecieron y se desarrollaron los primeros taller es y fábricas alguno podían conseguir. No se arranc ó a las mu jer es de sus hoga­
en lucha incesan te contra todo género de di ficult ades. Tenían res y a los niños de sus juegos; esas madres no tení an qué o frecer
aquclJos empresarios que comb atir Jos prejuicio s de las masas, los a sus hijos, sumid as en el hambre y la indi gencia. Las fábri cas
usos tradicionales, las, a la sazón, vigentes no rmas legales y regla. constituían la ú nica posible salvaci ón, El taller rescat ó a tales ma­
men tar ías, la animosidad de las autoridades , la o pos ició n de Jos d res y a tales hijos de las garras de la muer te por inanici ón.
privilegiado s, la rivalid ad de los grerñ íos, El capital y el equipo Es lamentable que los homb res tuvieran que vivir en similares
de tales emp resas era insuficien te ; resultaba difícil y oneroso obte­ condiciones. La culpa, sin embargo , jamás puede ser atribuida a
ner crédito . N adie ten ía ex periencia técnica ni co mercial. Los nue­ lo s industriales, quienes - impelidos, desde luego . no por mo tivos
vos indust riales , en su mayoría, fracasaban; pocos , relat ivame nte , «altruistas», sino cgoístas- hicieron cuanto estaba en su mano
lograban triunfar. Las ganancias, a vece s era n grandes ; pero tam­ por remediar dichos sufrimientos . Tan graves aflic cio nes habían
bién lo era n las pérd idas. Había n de tr anscurrir décadas untes de sido engendradas por la o rganizació n eco nó mica de la era pr ecapi ­
qu e e! hábito de reinvertir los ben eficios permitiera acumular más ialista, p OI' el sistem a imperante en los «felices tiempos pasados» .
s6lidos capitales y ampliar las actividades. Durante las primeras décadas de la revolución industrial, el
El que las indu strias, pese a tanto s o bstáculos , lograran pe r­ nivel de vida de los obreros era tremendamente bajo, comparado
vivir debi6sc a dos factores. Los nuevos promotores veíanse amo con el de las clases a la sazón privilegiadas o con el de las mode r­
parados, en primer lugar, por las enseñanzas de aque lla revol u­ nas masas prole tarias. Se trabajaba muchas horas, en malas condi­
cionaria fi losofía social que los economis tas habían comenzado A cione s higiénicas. Consu mía rápidament e el hombre su capacidad
p red icar . Ta les doctrinas estaban ya minando e! prestigio . aparen. laboral. Las fábricas, sin embargo, ab rían dorado camino de sal­
temen te inconm ovible, de! mercantilismo, de! pat e rnalismo y el vació n a aquellas masas a las que los imperantes siste mas restric­
restriccionismo . Socavaron defin itivamen te la idea de que las tivos hablan condenado a la mise ria, privándo las de todo acomodo
máquinas y los procesos ahorrado res de trabajo provocaban paro den t ro del sistema. Acud ie ron e n tropel tales desgraciados a las
y empobrecían a las masas. Los economistas del laisscr [aire fue. plantas fab riles única y exclusivamente porque éstas les penn i­
ron, por eso, los adalides del progreso técnico sin precede ntes que rlan ele var su nivel de vida.
los últimos doscientos años han contemplado. La filosofía del laisscz [aire, con su histórico sub-pro ducto . la
Un segundo factor con trib uy6 a de bilita r la oposición contra revolu ción industrial, demolió las barreras ideológicas e insritu­
las nuevas industrias. Las fábricas, en efecto , resol vIan a los go­ cionales que ce rraban el camino al desarroll o econó mico y al bien­
bernantes y a los aristocniricos terratenien tes en el poder los estar social. D erribó una organizació n que conde naba a un número
arduos pr oblem as q ue ellos mismos no habían sabido soluclonar. siempre crecie nte a la indigencia y al abandon o más absolutos . La
Las nuevas instalacio nes proporcionaban medios de vid.i a aque­ artesanía de o trora había trabajado . prácticamente en exclusiva,
llas masas de desheredados que antes todo lo invadían. Se vacia­ pa ra los rico s. Aqu ellos talleres artesanos pod ían ser ampliados
ban los asilos, las galeras, las cárceles. Los ayer meros po rdiose ros s610 en la medida en que los poderosos incrementaban sus pcd i­
se trasmutaban, de pronto, cn activos trabajadores que , con sólo dos . Salvo las gentes dedicada s a las prod ucciones b ásicas. los de ­
su propio esfuerzo , conseguí an ganarse la vida. más trabajadores únicamente podían co locarse si los de arriba
Los nuevos industriales jamás gozaron de poder coactiv o algu­ estaban d ispu estos a utili zar sus habilidades y servicios. T al plan .
no . para enrolar a nadie en las fábricas contra su vo luntad. Con ­ teamiento, de la noche a la mañana, cambi6 . Las nuevas industrias
trataban tan só lo a quienes agradaban los salarios ofrecido s. Pe se arrumbaron ]05 antiguos sistemas de producció n y venta. Los bie­
. _ i' .. .L/I . p iA /)1~~
904 LA Acción Humana Trabajo y salarios 905

nes económicos no se fabr icaban ya pensando tan s610 en unos [adores laboran para beneficiar a otros. Ahora bien, jamás, sin
cuantos ricos ; se producían para atender las necesidades de quienes embargo, tan siquie ra se preguntan quiénes son esos hipotéticos
basta entonces prácticamente nada habían podido consumir. Mer­ «otros».
cancías baratas, que muchos pudieran adquirir, eran las que iban Los Hammond nos aseguran que los trabajadores eran más
a inundar los comercios. La industria tex til algodo nera fue la típi­ felices en 17 60 que en 1830 " . Ta l aserto constituye juicio de
ca de los primero s años de la revolución industrial. Aquellos valor puramente arbitrario. No hay for ma algu na de comparar ni
tejidos no eran, desde luego, para gentes pudientes. Los ricos mensurar la respectiva felicid ad de personas diferentes ni aun de
gustaba n de la sed a, el hilo y los enlajes. Las f~bri ca s, con su un mismo individuo en moment os dispares. Podemos, a efectos
producción en masa, gracias a la implantación de sistemas roed­ dialécticos, admi tir que la persona nacida en 1740 era, en 1760,
nicos, al iniciar una nueva producción comenzaban siempre m ás feliz que en 1830. No olvidemos, sin embargo, que en 1770
fabricando los ar ticulas m ás econó micos, pensando invariablemente (según Ar thur Young) I nglaterra ten ia 8 ,5 millone s de habitantes.
en el consumo de las grandes masas. Sólo más tard e, gracias a la mientras que en 1831 (con arreglo al censo ) la población inglesa
elevaci ón sin precedentes del nivel de vida del proleta riado , que era ya de 16 millones de almas 18. T an not able increm ento sólo
los propios talleres provocaban, comenzáro nse a producir en serie fue posible gracias a la revo luci6n industria!' Los asertos de aque ­
mercandas de mejor calid ad. Al principio, por ejemplo, s6lo el llos eminentes historiadores, por lo que atañe a esos millones de
proletariado gastaba calzado hecho ; los ricos lo preferían a me­ adicionales ingleses, únicamente podríamos admitirlos coincidiendo
d ida. Aque llos tan criticados telares de los siervos de la ' atiga no con los melanc ólicos versos de Sófocles cuando decía : «No nacer
producían, desde luego, ropas para los ricos , sino abrigo que es, sin duda, lo mejor; ahora bien , lo que, en segundo lugar, más
atend iera la dem and a de los económicamente débiles. Las elegan­ conviene al hombre, una vez vista la luz del día, es retornar con
tes damas y los distinguidos caballeros preferían Jos servicios de la máxima celeridad a aquel lugar de don de procede .»
sus tradicionales sastres y modistas. Los primtivos industriales, por lo general , eran gentes que
Lo más saliente de la revolución industrial es q ue la misma procedían de la misma clase social que sus dependientes . Vivían
abrió una nueva era de producción en masa para cubrir las nece­
modestamente; gastaban en el consumo familiar tan sólo una pe­
sidad es de las masas. Los trabaj adore s dejaron de ser perso nas queña porción de sus ganancias, reinvirtiendo el resto en el nego­
meramente dedicadas a ate nder ajenos deseo s. A par tir de cn ton­ cio . A medida que fueron enriqueciéndose, sus hijos, sin embargo ,
ces iban. a ser ellos mismos lo s principales consumidores de los
paulatinamente , iban invadiendo Jos circulas otrora reservados a
artículos que en las f.ibricas se producían. La industria moderna
los aristócratas . Los caballeros de noble cuna envidiaban la fo r­
no puede subsistir sin los amp lios mercados q ue los propios traba­
tuna de aquellos paroenus y les odiaba n por ser partidarios de la
jadores constituyen . No hay actualmente en América ninguna gran
reforma económica. El contraataque de la aristocracia tomó cuerpo
industria que no se dedique a ate nder las necesidades de las masas.
imponiendo toda clase de investigaciones que pretendían averiguar
La actividad empresarial capital ista sólo progresa cuando sirve al
la condi ción material y mora l de los trabajadores industria les y
hombre común. Como consumidor, este último es el soberano que,
promulgando diversa s reglamentaciones laborales.
comprando o dejando de comprar, enriquece o arruina a los ern­
La hisroria del capitalismo en la Gran Bretaña , al igual que
presarios. En la economía de mercado, sólo proporcionando a las
en todos los dernés paises capitalistas, registra invariable tendencia
masas populares, del modo más eco nómico y cump lido cuantas
mercancías reclaman, es posible lucrarse. IJ ] . L. H AMMONO y BÁRBARA HA MMOr-:O, loe. d i.
Cegados por sus prejuicios, muchos hi storiadores y escritores II F. C. DIBTZ, An Economic History 01 England (NueVA York, 1942), pági.
no logran adve rtir tan funda mental realidad. Cree n q ue los trab a­ nas 279 y 392.
906 La Acción H umona Trabajo y salarios 907

al alza del nivel de vida de las masas trabajadoras. T al realidad La mayoría de los autor es que estudiaron las condiciones de
coincidió tem poralment e, por un lado, con la aparición de In trabajo ba jo el capitalismo eran totalmente imp er itos en ciencia
legislación social y la general implant ación del sind icalismo, l' , por económica ; vanaglori ábanse , incluso , de tal ignor ancia. Ese su des­
otro, con insospechado incremento de la producti vid ad marginal pr ecio por las enseñanzas de la economía, sin embargo , en modo
del trabajo. Aseveran los economistas qu e aquel au men to del bien. alguno supo nía aborda ran los tem as que p retend ían analizar libres
estar mat erial de los obreros se debi ó a habers e elevado el porccn­ de prej uicios y sin parcialidad por determinada s doc tri nas. Er an,
taje de capital por habi tant e y a haberse implantado , gracias pre­ en efecto, víctima s fáciles de esos tan populares errores q ue con­
cisamente a ese adicional capital, t~d o género de adela ntos t écni­ sideran omnipoten te al ente est atal y benefact ora a la actividad
coso La legislación social y la coacción sind ical, mient ras no impo sindical. Nadie duda , por ejemplo , que a los W ebb , a Lujo Brcnra­
nían retr ib uciones totales superiores a las que los t rab ajado res, en no y a la legión de ot ros escritor es de segu nda fila impelía, en sus
todo caso y sin p resión alguna, hu bieran conseguido, resultaban estud ios, un od io fanático contra la economía de me rcado y un a
superfluas. E n cambio, siemp re qu e sobrepasó tal límite, no sirvíc­ ad miraci ón sin límites po r el socialismo y el intervencioni smo.
ron sino para perjudicar los in tereses de las p ropias clases de Defend ieron y propagaron unas ideas de cuya certeza y p roce­
t rabajadores a qu ienes se quería proteger . Ret rasaron , en efecto , dencia est aban convencido s. E sa su honestidad y buena fe exo n é­
la acumulación de capital, demor ando, consecuen temente, el incre­ rales en cuanto per sonas; como histori adores, sin embargo, incu­
mento de la p rod uctividad margina l del tr abajo y el alza de los rr iero n en culpa grav e. In cide el historiador en honda responsa­
salarios. Pri vilegiaron a ciertos ope rarios a costa de los demás. bilidad, por pu ra que su motivación sea, al acoger erradas doct rinas
Pro vocaron paro masivo y restri ngieron la sum a de bienes que cicntíficas sin someterlas a rigu rosa censura, pues constit uye inde­
Jos tr abaja dores , como consumidores, en otro caso hubieran dis­ clinable deber para él el analizar previamente . con el máxim o
fru tado. rigor , cuan tas teorías haya despu és de manejar en sus históricas
Los defensores del int ervencionismo estatal y sindical at ribu ­ interpre taciones. E l escri tor, cuando reh úye tan desabrido camino ,
yen toda la mejoría registr ada por la condición dc los trabajurlorcs prefiriendo dar cándid a acogida a las confusas y con tra dictorias
a la actuación d e gobernantes y asociaciones obreras. El nivel de opiniones dci vulgo , deja de ser historiador para convertirse en
vida ele los asalariados, en otro caso sería hoy rnn hajo como lo defensor y propagandista.
era en las prim era s épocas de la revoluci ón indu str ial. El an tagonismo entre los dos examinados pun tos de vista en
La alud ida d isparidad de cri terio, desde luego, no puede zan­ mod o alguno , como deci mos, constituye p roblema meramen te
jarsc acudiendo a la experiencia hijtórica. No d isienten 'los contra ­ histórico. H állase Ínt imamente relacionado con los más cande ntes
opinantes en torno a los hechos Óc;:u rridos . Su antag onismo h rot n lemas del moment o. En tal an tagonismo pr ecisamente se basa esa
de la dispa r interpretaci ón que t al~ s realidades, respe ct ivamen te, exte ndida con troversia sobre lo que en América se denomin an
les merecen y esa disimilitud de criterio viene de ter minada por relaciones indust riales.
la oposición existen te ent re las resp ectiv as teorías cien tíficas man­ De sta caremos , ahora, una sola faceta del tema. Extensas áreas
tenidas. E l sujeto, an tes, tanto lógica como temporalmente, de geográficas de nuest ro planet a --el Oriente asiático, las I nd ias
lanzarse a in terpretar el sup uest o histór ico de que se trate, valora neerland esas. la E uropa meridional y sudoriental, la América
y pondera planteamientos intelec tuales y epistemológicos que le latina- tan sólo muy superficialmen te han sido de momento
ind ucen a ab razar o repudiar de term inada post ura mental. Los influidas por el capitalismo. La situación en tales países no d ifiere
hechos históricos, por sí solos, no per miten ni demo str ar ni refu­ mucho de la que prevalecía en la G ran Bret aña al comenzar la
tar teoría alguna. Forzoso resulta interpre tarlos a In luz de 1" revoluci6n industrial. Mill ones y millones de seres carecen de ern­
doct rina cient ífica que quiera emplearse. pleo y d e pos ible encaje dentro de aquellos tr ad icionales sistemas

___....1 _

908 La Acci6n Humana Trabajos y salarios 909

economrcos. Sólo la industrialización puede salvar a tan desgra­ llos límites que la naturaleza impuso a su fuerza y capacidad.
ciadas masas. Empresarios y capitalistas es lo que tales países Unos son más y otros menos habilidosos para vender en el
más perentoriamente precisan. No pueden ya dichos pueblos, a mercado la propia capacidad laboral, logrando, en este sentido,
causa de las descabelladas medidas que a1borozadamente se han los más listos, por el trabajo específicamente ofertado, el ma­
impuesto, contar con los auxilios del otrora importado capital ex ­ yor precio posible dadas las circunstancias concurrentes; nadie
tranjera; no tienen más remedio, en la actualidad, que proceder puede, sin embargo, transmutar su cond ición natural acomo­
a la correspondiente acumulación de capital nacional. Tienen que dándola a todas las cambiantes facetas que el mercado puede
rehacer todas y cada una de las pet;Jsas etapas por las que pasó presenta r. Es cuestión de suerte el que el mercado retribuya
la industrialización de Occidente . Habrán, por tanto, de confor­ espléndidamente las peculiares condiciones del sujeto . No de­
marse, al principio, con salarios relativamente bajos y largas jor­ pende, en modo alguno, de mi mérito personal, sino de cir­
nadas laborales. Los gobernantes de dichos países, sin embargo, cunsrancias puramente casuales, el que mis contemporáneos
desorientados por los idearios que hoy prevalecen en Europa y en desmesuradamente estimen mi capacidad. Greta G arbo segu­
Norteamérica, creen poder recurrir a o tros soluciones. Promulgan, ramente hubiera ganado mucho menos dinero de haber nacido
en este sentido, una legislación social avanzada e incitan a los cien años antes de la era del cinematógrafo. Cobra elevados
sindicatos a la «acción directa», Tan radical intervencionismo coarta emolumentos la actriz por lo mismo que el agricultor ve de
y retrasa la implantación de nuevas industrias autóctonas. No pron to multipl icado el valor de su heredad al transformarse en
comprenden que la industrialli:ación jamás puede comenzar apli­ solares tierra s anter ior mente labrantías.
cando las normas de la Oficina I nternacional del Trab ajo ni de El homb re, como decíamos, dentro siempre de los rigu­
los principios del Congreso Americano de O rganizaciones Indus­ rosos límites señalados por la naturaleza, puede cultivar sus
triales. Tan cerril dogmatismo está perjudicando grave e inmiseri­ innatas habilidades espccializándose en determinados trabajos.
cordemente a los coolies chinos e indios , a los peones mejicanos y El interesado o sus padres soportan los gastos que la aludida
a millones de seres humanos que, al borde de la muerte por inani­ educación exige con miras a adquirir destrezas o conocimientos
ción, luchan por sobrevivir. que le permitirán desempe ñar específicos cometidos, Tal ins­
trucción o aprendizaje especializa al sujeto; restrigiendo el carn­
po de sus posibles actividades, el actor incrementa su habilidad
8. EF ECTOS QUE LAS MUTA C IONI! S n E L MER CAnO para practicar predeterrninadas obras . Las molestias y sin­
P ROVOCAN EN LOS S AL ARIOS sabo res, la desutilidad del esfuerzo exigido por la consecu­
ción de tales habilidades, los gastos dinerarios, todo ello se
El trabajo es un factor de producción. E l precio que el soporta confiando en que las incrementadas ganancias fu turas
vendedor de trabajo pueda conseguir por su aludida capacidad compensarán ampliamente esos aludidos inconvenientes . Tales
laboral depende de las circunstancias del mercado. costos constituyen típica inversión; estamos, consecuentemen­
Tanto la cantidad como la calidad de trabajo que cada uno te, ante un a manifiesta especulación. Depende de la futura dis­
podemos ofrecer es función de nuestras personales - innatas posición del mercado el que la inversión resulte o no rentable.
o adquiridas- condiciones. Las innatas no podemos variar­ Al especializarse, el trabajador adopta la condición de espe­
las. Constituyen herencia que, al nacer, recibimos de nuestros culador y empresario. La disposición del mercado dirá maña­
"mayores. Cábenos, sin embargo, ' a todos cultivar nuestra na si su previsión fue o no acertada, proporcionando al inte­
individual pericia, perfeccionarla y evitar que prematura­ resado las correspondientes ganancias o infiriéndole las opor­
mente se desdore; pero jamás puede nadie sobrepasar aque­ tun as pérdidas.
910 911
La Acción Humana Trabajos y salarios

El interés persona l de cada trabajador , consecuent emen te, o que , por su p ropia cuen ta y riesgo , se lance aquél a efec­
se orienta en predet erminad o sen tido tanto por lo q ue a sus rua r la aludida combi nació n de factores de p roducción . E s
innatas apt itudes se refiere como por lo qu e a las destrezas único el p recio fin al q ue en el mercado corresponde a traba jo
post eri ormente adq uiridas ata ñe. de la misma eond ición y calid ad . El salaría co incide invaria­
El traba jado r vend e su cap acidad labo ral al precio q ue el blement e con el valor del fru to de la labor. Ese popular slogan
mercad o, en cad a caso, le per mi te . Dent ro de la imaginaria que proclam a «el der echo del tra bajador al producto ínt egro
construcción de la economía de giro uniforme, la suma de los de su Iabors no es más que absur d a presentación de aque lla
respect ivos p recios qu e por los d iferpnics factores comp lcmen. exige ncia a cuyo ten or los produ cidos ar tículos de consu mo
tarios el e mp resario paga coincide - descont nd a la pre íercn­ de berían ser íntegra ment e d istribuidos entre los ob reros, sin
cia temporal- con el p recio del art ícu lo producido. E n 1:1 reservarse cant idad alguna para los empresa rios ni para los
eco nomía cambian te, por el con trario, las mu tacio nes q ue la p ropetarios de los co rrespo nd ien tes facto res mate riales de
estru c tu ra del mercado regist ra hacen qu e se distancien en tre pro du cción . N o hay mercancía alguna fr uto exclus ivo del
sí esas dos aludi das magnitudes. Las ganancias o pé rd idas qu e , trabajo. Estamos siemp re ante produc tos enge nd rado s gracia s
co nsecu entemente, se prod ucen en modo algun o afec tan ni a la co nsciente combinación de traba jo y específicos facto res
trabajad or. Recaen exclu siva men te sobre el emp resario. La mater iales de produ cción .
incertidumbre del fu turo puede ran sólo afectar al trabnjado r E n la eco nomía cambiante, los salarios vigentes tiend en.
1'01' vía d e: desde luego , a igualarse con los co rre spond ientes salarios fi­
l . Los cos tos qu e en fo rllln d e tiempo , desuti lidad o d i. nales. Tal acom odación, sin emba rgo, exige tiempo. La dura­
nero el int eresad o p ueda haber sopo rtado al especia lizarse en ción del alud ido período de ajuste depende del tiempo qu e
específico come tido . requiera el adies tramiento de los oport u nos ob reros para esas
2 . Los cos tos impuestos po r los dcs plazarn icntos cfcc­ nueva s ocupacion es o el traslad o de los nece sa rios operarios
ruados para ub icarse en determ inado luga r de trabajo . desde o tr os lugares de trabaj o . Ta mbién influyen en la d ur a­
3 . Los contra tos a plazo, ya 'l ile, d urant e el co nven ido ción dc d icho períod o fac tores sub jeti vos tales como . por
pe ríodo co n tra ctun l, pued en var iar los correspond ientes sao ejemplo , la informa ción y conoc imien to qu e los potenciales
Iarios e incluso la solvencia del pat ron o . tra ba jadores ten gan de las condic iones de tr abajo y del po rve­
nir laboral en los cometidos de refe rencia. Es a repet ida aco­
modación constituye empresa especulativa, ya q ue tanto el
9. E L M ER C ADO I. ABO RA L pre pararse para un traba jo di st int o com o el camb iar de resi­
dencia su pon en costos d iversos qu e las gentes sólo est án d is­
D eno minamos salario al precio pagado por el fact or de pues tas a soport ar cuando creen que la fut ura disposición del
prod ucción tra bajo humano, Como sucede con los p recios de mercado los har án rentable s.
todos los dem ás factores de prod ucción, In cuant ía d e los sao Como se ve en tod o 10 an terior, nin guna excepcio nalidad
Iarios, e n definitiva , depende del precio que ni con tra tarse d ist ingu e al trabajo , a los salarios y al mercado laboral en
la correspond iente contribución lab oral se su pone cab rá ex i­ gene ral de los demás fen ómenos econó micos similares . Lo
gir por la producci ón de! caso . Na da importa , a los alud idos único qu c ot orga condición peculiar al mercado laboral es qu e
efectos, que e! in teresado venda su capacidad labor al a u n el trabajado r no sólo aparece como fuente de capacida d la­
em presario di spuesto a combinar la misma- con distintos facto­ boral, sino q ue se presen ta además com o u n ser- humano , re­
res mater iales de producción y serv icios de tercera s person as sultando impos ible sep arar al ind ividuo com o tal de su actua­
912 La Acción Humana Trabaio s y salarios 913

cion a título de trabajador. Se ha llamado frecuentemente la influyen poderosamente en el trabajador, de tal suerte que al
atención acerca de tal realidad en el deseo de justificar aser­ optar por determinada labor o específico lugar de trabajo, jamás
tos sin sentido o para impugnar vanamente las enseñanzas eco­ se guía exclusivamente por la cuantía de la correspondiente
nómicas en materia de salarios. El que, en torno a lo anterior , retribución pecuniaria.
tantas insensateces hayan sido proferidas no debe, sin embargo, Esos salarios que, para los distintos tipos de labor, pre­
inducir al economista a pasar por alto tal realidad. valecerían en e! mercado si las gentes no discriminaran por
Tiene indudable trascendencia para el trabajador cuál sea, razón de! lugar de trabajo y, en caso de igualdad retributiva,
1,
entre las varias que puede practicar , labor que efectivamente
realice, el lugar geográfico donde haya de ejecutarla y, no
no prefirieran unas ubicaciones a otras , podemos denominar­
los salarios standard (S). Pero como lo cierto es que los asa­
menos, las condiciones y circunstancias bajo las cuales haya lariados, por las razones antes consignadas, valoran dispar­
de operar. El frío observador tal vez califique de ridiculos mente los diferentes lugares de trabajo, aparecen los efectivos
prejuicios o de vacuos sentimentalismos aquellos que indu­ salarios de mercado (M ), no pudiendo la respectiva cuantía
cen al obrero a preferir específicas ocupaciones, así como de éstos y aquéllos coincidir. Denominaremos factor de afec­
ubicaciones y circunstancias de trabajo determinadas . Tales ción- (A) a aquella máxima diferencia que entre e! salario de
arbitrarios juicios, formulados por quienes quisieran presen­ mercado y el standard puede llegar a darse sin que e! traba­
tarse como objetivos censores, en el mundo de la realidad ca­ jador varíe su ubicación. Tal factor de afección a determinado
recen de toda trascendencia. No presenta al economista pro­ lugar lo mismo puede ser de signo positivo que negativo.
blema alguno merecedor de análisis particular e! que e! tra­ También debe tenerse presente que son dispares los cos­
bajador, al ponderar la propia fatiga e incomodidad, no se tos de! transporte {en el sentido más amplio de la expresión)
limite a contrasta r la específica desutilidad de la labor en sí de los correspondientes artículos de consumo a los distintos
con la retribución ofrecida, sino que además sopese toda otra posibles lugares de trabajo. El opor tuno suministro de ciertas
serie de circunstancias y detalles de indudable trascendencia zonas supone costos menores; para otras, en cambio, dichos
subjetiva para el interesado. El que e! trabajador renuncie costos son mayores. Tampoco puede olvidarse que igualmente
frecuentemente a unos mayores ingresos por no variar de se diferencian unos puntos geográficos de otros por la canti­
residencia, prefiriendo permanecer en su país o incluso en su dad de gastos que es preciso efectuar para oLtener un mismo
pueblo nativo, es conducta dictada por las mismas considera­ resultado. El hombre , para conseguir idéntica satisfacción, ha
ciones que inducen al rico sin ocupación a habit ar en la capi­ de gastar más en unas localidades que en otras, con indepen­
tal, donde la vida es más cara, despreciando la baratura de la dencia de! correspondiente factor afectivo. O dicho de otra
rústica aldea. Consumidor y trabajador constitu yen siempre forma, existen lugares donde e! sujeto puede evitarse deter­
un misma y única persona; sólo merced al teórico razonar minados gastos sin que ello implique reducción de su material
diferenciamos entre sí las distinta s funciones sociales, distin ­ bienestar . Esos gastos que en determinada s áreas el trabajador
guiendo dos facetas dispares en tal ente unitario. El hombre , ha de efectuar para alcanzar un mismo grado de satisfacción
sin embargo, al actuar, no puede dividir su personalidad, por o aquellos otros que cábe!e ahorrarse podemos agruparlos
fuerza única, y proceder , de un modo, como ofertan te de tra­ bajo la denominación de factor costo (C). El aludido factor cos­
bajo y, de otro, en cuanto consumidor de las correspondientes to, para una determinada zona, puede igualmente ser positivo
ganancias. o negativo.
El nacimiento, la lengua, la educación, las creencias reli­ Supongamos que no existieran obstáculos institucionales
giosas, la mentalidad, los lazos familiares y e! medio social que impidieran o dificultaran e! desplazamiento de los bienes
ss
914 La Acción Humana T rabajos y salarios 91'

de capital, de los trabajadores ni de los bienes de consumo de sólo pueden producirse en ausencia de barreras instituciona­
un lugar a otro , e imaginemos asimismo que a los asalariados les que pert urben la libre movilidad de! capital, el trabajo o
les resultara totalmente indiferen te e! habitar y trabajar en las mercancías. En la actual realidad, cuando paso a pase va
unos lugares u otros. La pob lación humana, bajo tales supues­ desintegrándose la división internacional del trabajo, tendién­
tos, tendería a distr ibu irse sobre la faz terráquea según la pro­ dose por doqu ier '1 la aut arquía económica, los repetidos mo­
ductividad material de los correspo ndientes factores prima­ vimientos únicamente se registran dent ro de las fronteras
rios de producción y con arreglo a la ubicación otrora dada a políticas de cada país.
los subsistentes factores de producq ón de indole inconverti­
ble. La retribución pagada para un mismo tipo de trabajo, des­
con tado el factor costo , tendería a alcanzar una cifra uniforme LA ACTIVIDAD LI\BORAL DE ESCLAVOS Y BESTIAS
en todo e! mundo.
Cabría entonces calificar de superpobladas aquellas zonas Los animales constituyen para el hombre un facto r material
en las cuales los salarios, incluidos e! (positivo o negativo ) unís de p roducci ón. Tal vez llegue el día en que la variada scnsibi­
factor costo, fueran inferiores a los salarios standard y poco lided induzca a los humanos a tratar mejor a las bestias. Ello
poblados aquellos sectores donde los salarios de mercado más no ob stante, mientras no dejemos a los irracio nales totalmen te
e! (positivo o negativo) factor costo resulta ran superiores a en paz y en libertad , siempre estaremos utilizándo los como medio s
los standard. Ta les defin iciones, sin embargo , fácilmente in­ para consegu ir nue stros humanos fines. Porque la cooper aci ón
ducen al error, pues no reflejan debidamente aquellas circuns­ soc ial sólo e ntre se res racional es resulta posib le, ya que únicamente
tancias que determin an los salarios ni aclaran tampoco la con­ ellos logran advert ir el ob jet ivo perseguido y los benefici os derí­
ducta de los asalariados. Hay ot ras expresiones, en este orden vad os de 1:1 división del trabajo y de la pacífica asociación.
de cosas, más oportunas. Calificaremos, en este sentido, de El hombre subyuga al bruto integrándolo, como instrumento
superpobladas aquellas zonas donde los salarios de mercado material, en sus planes de acció n. Al someter, amansar y adie strar
resulten inferiores a los standard más e! (positivo o ncgativo ) 11 los irracionales, el domado !' , desde luego , es tablece un cier to

factor de afección y el (posit ivo o negativo) factor costo; es contacto psicológico co n el animal; ap ela, com o si d ij éramos ; al
decir, aquellos lugares donde M es menor que S + A + c. alma de la fiera . Pe ro , aun en tales caso s, el abismo que separa
Estimaremos, en cambio, pocos pob lados los lugares donde M :.1 1 ser hum ane del bruto sigue siendo insalvable, No se le puede
es mayor a S + A + C. En ausencia de barre ras institucio­ proporcion ar ;l és te más que satisfaccio nes alimen ticias y sexuales
nales los trabajadores emigran de las zonas relat ivamen te su­ y p ro tección contra los pel igros externos. El animal nos resulta
perpobladas a las de menor densidad relativa de población siempre de índole bestial e inh umcnn precisamente porque act úa
hasta el momento en que M se iguala con S + A + c. tnl como la ley de hierro de los salarios quiere presentarnos a los
Todo lo anterior, m utatis m utandis, es aplicable a los mo­ obreros. Si a los hombres só lo les interesara el al iment o y el carnal
vimientos migratorios de quienes trabajan por cuen ta propia ayuntamien to, indudablemente la civ ilización jamás habría surgi­
vendiendo su trabajo a través de las correspondientes mercan­ do ; por eso es por lo que e ntre los animales jamás se establecen
cías o servicios. lazos soc iales. ni nunca llegarán a integ rarse en nues tra soc iedad
Tanto e! factor de afección como el factor costo constítu­ humana.
yen conceptos igualmente aplicables al movimiento migrato­ El ho mbre, una y o tra vez, ha pretendido manejar y tratar a
rio de trabajadores de unas ramas productivas a otra s, sus semejantes como si fue ran bes tias. Recurrió al látigo en las
Casi innecesario parece agregar que tales desplazamient os galeras y oblig ó a hermanos suyos a arrastrar pesadas barcazas
916 La Acci6n Humana Trabajos y salarios 917

como percherones. La exp erie ncia histórica , sin embargo, inva ria­ agraria s, e n las minas e instalacio nes industriales y en las galeras
blerncnte atestigua el mínimo rend imiento de tan brutales siste­ era , sin embargo, bien distinta de aquella idílic a y feliz existencia
mas, H asta el individuo de mayor tosquedad y apa tía produ ce at ribuida a los lacayos, cocineras, do ncellas y ni ñeras de las gran­
más cuan do trabaj a por prop io conve ncimiento que cuando actúa des casas e incluso de la qu e llevaban los cultivadores , porque­
bajo la amenaza de la tra lla, rizos y vaq ueros de las pequeñas explo tacio nes agrícolas pese a su
El hombre primitivo no di stinguía entre las mu jere s, hijos condición servil. Ningún defensor de la esclavitud ha tenid o osa­
y esclavos, de un lado, y el resto de sus prop ied ades, de o tro . día suficiente como par a consid erar atractiv a la sue rte de los es­
En cuan to el d ueño, sin emba rgo , p itJe al esclav o servicios de clavos agrar ios de la antigua Roma. hacinados y carga dos de
calidad superior a la que el ganado de carga y tiro pueden pro ­ cade nas en el ergastulum , o la de los negros american os en las
porcionarle . vese constre ñido a ir paulatina mente aflojan do el lazo plantaciones de algodó n y de azúcar " ,
servil. El incentivo del miedo va dando paso al incentivo del Per o ni a las enseñanzas de teólogos y moralist as, ni tampoco
in terés pe rson al ; en tre el siervo y el se ñor comienzan a surgir a la generosidad o debilidad de sus dueños, cabe atr ibuir la libe­
rela cione s hu manas. Tan pron to como ya no es el grillete o la ración de esclavos y siervos . E ntre los gran des maestros de la
presencia del vigilante 10 tille impide al esclavo huir; en cua nto religión y la ética hu bo tan decididos defensores de la esclavitud
com ienza a laborar sin pensar en In férula del láti go , la relaci ón com o oponentes de la misma 20. Desapa reció el tr aba jo servil por­
entre las partes deviene nexo social. E l siervo, sobre todo si se qu e no pudo sopo rtar la competencia del trabajo libre; pOI' su
man tiene aún fre sco el recuerdo de Jos más felices día s de la mínima re n tabilidad, resu lta ruinoso , bajo un a econo mía de mer ­
libert ad, tal vez lamente su situación y sueñe en la manum isión. cado , recur ri r al mismo.
Se aviene , sin embargo, :1 sopor tar UIl estado aparentemente incam ­ El precio que el adq uirente paga por el esclavo depen de de
b iable ; acorn ódase a ese su desti no inten tando hace rlo lo msls los ben eficios netos que se supo nga el siervo pueda aportar ( tan ­
grato posible. Procura, entonces, sat isfacer lo s deseos del señor to a título de trab ajado r como a titul o de progenitor de esclavos),
y cumplir, del mejor modo posible. cuanto se le encomienda: por lo mismo que el p recio de u na vaca es función de los ingresos
el du eño, por su par te, también trata de fomen tar el celo y la netos que se espera producir á el animal. El propi et ario de esclavo s
fidelid ad de aq u él dándole mejor trato. Poco a poco, comienza n a no deri va de éstos ren ta peculi ar alguna. No se lucra con especí ­
brotar e ntre los dos lazos que pueden incluso calificar se de arnis­ ficos beneficios derivados de «ex plotar» al siervo. de no paga rle
rosos. salario alguno, d el posib le mayor valor del servicio por éste pres­
T al vez los defe nsores de la esclav itud no se eq u ivocaban del lado co mpa ra tivamente al costo total de su alime n tación, alo ja­
tod o al asegurar que gran núme ro de esclavos esta ban sa t isfechos miento y vigilancia. Porque , en aquella pro porción en qu e tales
con su situaci ón y no pre tendían variarla . Ex iste n. posiblcrnent c, gana ncias res ultan previsibles, el adq uirente ha d e paga r las mis­
ind ividu os, gru pos y aún pu eb los y rozas enteras a qu ienes p lena­ mas a través del p recio de compra; abo na el valor ínt egro dc
mente sat isface esa sensación de segu ridad y protección t ípica del
estado servil ; no se sienten tales gentes humill adas ni ofendidas ., M ARGARF.T M ITCHELl. cuya popular novela Lo que el viento se /lt'v6 (Nueva
y gustosas cumplen unos serv icios no muy du ros ~I cambio de York, 1936 ) defiende la esclavitu d en los estados americanos del sur , elude cuidado­
samente toda referencia a los obreros de las grandes plantaciones, prefiriendo fijar
las com odidades qu e en las di stinguidas mansiones se di sfrut an ;
su atcncl én en los fámulos domésticos de los palacios coloniales, quienes constituian
los caprichos y las destemplanzas de los seño res no les molestan
privilegiado grupo dentro dc la clase servil.
dem asiado) considerando aquellos inconv enientes tan sólo co mo » Acerca de las doctrinas americanas en favor de la esclavitud vid. ÚIARLF.5 y
mal men or. MARY BEARD, Th e Rise 01 Ame rican Cívilízation (1944), r, 70~7 10 ; y C. E. Mr.~
La situ ación de los esclavos en los lat ifundios y explota ciones RRI AM. A Historr 01 Ame rican Politieal Tb eories (Nueva York, 1924). págs. 227·251.
9 18 La Acción Humana Trabajos y salarios 919

dichas ventajas, descontada la prefe rencia temporal. La institución tículos el em pre sario que emplea los aparentemente bar atos ser ­
servil, per se, como decimos, no reporta específico beneficio al vicios del trabajo coact ivo jamás puede competir con quien recurre
prop iet ario de esclavos, siendo a es tos efec tos indi ferente q ue el a t rabajado res libres . Fue tal insoslayabl e realidad l. caus a de la
dueño . en su casa, aproveche la correspondiente servil apor tación desaparición de todo tipo de labor ob liga to ria.
laboral o arriende la misma a terce ras pe rso nas. Sólo el cazado r La histori a, una y otra vez, ate stig ua de la imp lantaci ón de
de esclavos, es decir, aq uel que priva a homb res libres de su liber­ institucion es des tinadas ~1 protege r, con tra la competencia del
tad co nvirtiéndolos en siervos, deriva ve nta ja específica de 1." cmpresariado lib re, sectores y ente ras rumas produc tivas operadas
repetida institución . La cuan tíu de tal galllnci a. según es evidente , a base de trabajo serv il. La esclavit ud y la servidumb re sólo pu eden
depende de los precios que los comprado res esté n disp uestos u medrar alll don de prevalezcan ríg idos siste mas de cas cas que el
pagar . Si los aludidos precios son inferiores a los costos de la caza ind ivid uo no pueda ro mper ni desp reciar . Son [os prop ios dueños
y transpo rte de los esclavos, el negocio pro ducirá p érdida s y hah rá qu ienes, en au sencia de tales circunstancias protectoras, adoptan
aquél de aba ndona rlo. medidas que, poco a poco, socavan la propi a ins ti tució n servil.
J amás, en lugar ni ocasión alguna , pudo la labor se rvil compe No fueron razo nes human itarias las qu e induje ron a los duros y
tir con el t rabajo libre. Sólo cuando se goza de protección contra desp iadado s propie tari os rom anos II afloj ar las cade nas de sus
la com pe tencia del trubajo voluntariamente contratado cabe recu­ esclavos, sino el deseo de exp lotar mejor sus latifu nd ios. Aband o­
rr ir al trabajo de esclavos. naron aqu éllos la produ cci ón cen tralizada en gran escala, transfor ­
Quien prete nda ma nejar 11 los homb res como a l-cstias sólo mando a sus esclavo.o. ; en arrenda ta rios que , por cuenta y riesgo
obtendrá de ellos actuacione s de índole animal. Pe ro, siendo las propio , explotaban de ter minada s pa rcelas, debiendo simplemente
energías físicas de los seres humanos nornblemen te infe riores a en t regar :1 cambio al dueño o una ren ta o una parte de la
las de Jos bueyes o caba llos, y el alime ntar y vigilar a IIn ho mb re prod ucción . Los sie rvos, en las indust rias artesanas y e n el comer­
es mucho más costoso, en pro porción al resultad o conseg uido, que cio, se transformaro n en empresarios, manejando fo ndos - pecu­
el cuidar )' atender ganado, resulta que nuest ros semejantes, cuan­ lium- que const itu ía n un a cuasi propiedad legal. Las manurni­
do se les da trato de irracionales, prod ucen , por unidad ele costo, siones se mu lriplicaban , pues el liberto dehía ofrece r al ant iguo
mucho men os que los brutos. P ara obtener del truba jador servil señor - pat rol1US- p restaciones valoradas por este últ imo en más
realizaciones de cond ición humana, for zoso es of rece rle incent ivos que los servicios que como esclavo aq uél venia proporcionándole.
de índole también hum ana. Si el patron o desea que su dope n­ La manumisión no en] en modo algun o mera gracia o liberalid ad
dient e produzca cosas qu e superen, ta nto en calidad como e n can­
del du eño hacia su se rvidor. Más bien se trataba dc una operación
tidad , a aquellas que la amenaza de! ,,¡tigo en gendra , ineludible
de créd it o , de una compra a plazos de la libertad . El liberto , dura n­
res últale hacer par tícipe al trab ajador en e! benef icio de la corres ­
te años y a veces por toda la vid a, habla de prestar específicos
pon diente labor. En vez de cast igar In per eza y la incuria, ha de
servicios a su patrono qu e incluso tenía cier tos derechos heredi ­
prem iar la dilige nci a, la habilidad y el fervor. J am ás, sin embargo,
po r más que insi sta, con seguirá el dueño qu e el trab ajador servil tarios e n caso de mue rte 21•
--es decir, aquél que no se hendida del total valor que el rner­ Al desap arecer e! trabajo servil en las grandes exp lotaciones
cado atribuye a su contribución laboral- produ zca tanto como agríco las e industriales, la esclavi tud , co mo sistema de producción.
el hombre lib re --o sea, aqu él cuyos servicios se con tratan en un prác ticam ente desapareci ó; pasó a ser mero pri vilegio de derermi ­
mercado labo ral inad ulte rado . Tanto en cantidad co mo en cnli­
21 Vid. Co cccrr, l~e D éctl n d e l't'Jdll Vl1gC unriquc (París, 1910), pJ.Íg. 292 y
dad , la mejor prod ucción de siervos y esclavos es invariablemen te siguientes; S ALVlOI.I, Le Capilafisme dans le monde antíque (París, 1906), pági·
muy infer ior el la de operarios libres, Trat ánd ose de bue nos aro na 141 y sigs.; Cr\TRNES, Tbe 5 l l1 ll(' Por'vel' (Londres , 1862), pág. 234,
920 La Acción Humana Trabajos y salarios 92 1

nadas familias reservado en específicas organizaciones de carácter y las plantaciones co loniales a la soberanía de los co nsumidores .
feud al y aris tocrático. Tales propietarios percib ían , desde luego, Fue necesario , en estos supuestos , para libe rar a esclavos y sier­
tribu tos en efectivo y en especie de sus aludidos vasallos; los hijos vos, recurrir a actuaciones políticas cuya base intelectual fue pre­
de éstos incluso tenían que servir como criados o mílit es al señor cisamente la hoy tan vilipendiada filosofía del laissez [aire.
du rant e cier tos perl ad os. Ello no obs tante , la esclavit ud, como La humanidad de nuevo , en la actualidad , se ve amenazada
sis tema de producció n, había desaparecido , pues tales vasallos por gentes qu e desean suprim ir el derecho del homhre libre a
cultivaban las tierras y operaban sus talleres independientemente vender su capacidad laboral, «como una mercancía», en el merca­
y por cuenta pro pia. Sólo una vez t<!rminado el proceso produc ­ do , pretendi endo rei mponer por doqui er el trabajo coactivo. El
tivo , aparecía el dueño, apropiándose de una parte del benef icio . hombre med io , desde luego , cree que norab lcmcnte ha de diferir
A partir del siglo XVt, ot ra vez se recurrió al trabajo servil el trabajo exigido a los camaradas de la co munidad socialista de
para el cultivo de los latifun dios agrar ios y a veces incluso para las labores a nt iguamente impues tas a siervos y esclavos. Traba­
la producción ind ustrial en gran escala. Los esclavos negros cons­ jaban éstos -piensOl- en beneficio de un seño r. Bajo el socia­
tituyeron la fuerza labo ral típica en las plantaciones del co ntinente lismo , en cambio In propia soc iedad , de 1:1 que forma parte el
americano. En la Europa oriental -en el nordes te de Alemani a, trabajador, se rá la beneficiaria; el obrero labo rará, en tal caso,
en Bohemia, Moravia y Silesia, en Polonia , e n los Países Bálticos, para sí mismo , como si dij éramos. No advierte , sin embargo, tan
en Rusia, así como en Hun gría y zonas adyacen tes-c-, la agricultura supe rficial observador que no es posible identificar :11 camarada
en gran escala funcionaba a base del trabajo de siervos irremu­ individual ni tampoco al conjun to por todos ellos formado con el
nera dos. El trabajo servil, en ambos lados del Atlánt ico, se vio eme público que se apropia la totalidad oc la producci ón. No
prot egido por instituciones de índole política contra la posible interesa aho ra destacar, por ser cuestión de segundo orden, el que
competencia de gentes que emp learan trabajo libre. E n las plan. los fines y obje tivos por los gobernantes perseguidos es muy po ­
taciones colonia les, los elevados cos tos de transporte, así como sible que difie rAn radicalmente de aquellos 'que las gen tes en ver ­
la ausencia de garantías legales y de protección jurisdiccion al con­ dad quisie ran conseguir. Es de mucha mayor trascende ncia adve rtir
tra las arbitr ariedades de los funcionari os públicos y de los nuevos que , bajo el social ismo, [nrruis se le p¡¡ga al trubnjudor su personal
aristócratas procedentes de Europa impidieron apareciera un nú­ aportac ión <1 la riqueza común ,1 través de aq uel salario que el
mero suficie nte de trabajadores libres, así como la formación de me rcad o fija. La república socialis ta tiene vedado el c álculo eco n ó­
un es tamento de agricultores indepe ndientes. En la Europa o rien­ mico ; no puede det erm inar separadamente qué porci ón del to tal
tal el impera nte sistema de castas se alzaba frente a cualquiera producido co rresponde a cada uno de los factores complemen ta.
que pretendiera iniciar nuevas exp lotaciones agrarias. La agricul­ rios interv inienres. Al no poderse conocer la impor tancia de la
tura en gran escala es taba reservada a la nobleza. Las pequeñas contribución de cada trabajo , resulta imposible remunerar a nadie
fincas eran regentadas por siervos. A todos, sin e mbargo, cons­ con arreglo al aut éntico valor que su personal aportación ten ga .
taba que tales explotaciones agrarias basadas en el tr abajo obliga. No es preciso perde rnos en sutilezas metafísica s desentrañando
torio jamás hubi er an soportado la competencia de los productos la esencia de la libe rtad y de la coacción, para dist inguir el trab ajo
obtenid os por trabajadores libres. Sobre este particular, la opinió n libre del coac tivo . Consideramos libre el trabajo extroversivo que
en los siglos XVIII y principios del XIX era tan un ánim e como la por sí mismo no gratifica y que, sin embargo, el hombre realiza,
de los tratadistas agrarios de la antigua Roma. La mecánica del ya sea para cubrir directamente sus personales necesidades, ya sea
mercado result aba impot ent e, sin embargo, en tales supues tos , par a atender las mismas de un modo indirecto, al disponer del
para emancipar a los aludidos esclavos y siervos, pues la irnpe­ precio que por su labor en el mercado ha cobrado. Es coactivo
rant e or ganización social había sustraído las tierras de la nobleza el trabajo que el interesado realiza obligado por imperativos dife­
922 La Acción Humana Trabajos y salariar 923

rentes. Fácil resulta evit ar toda contrariedad a qu ienquiera moleste reses económi cos al propio sujeto y debilita su posición social,
la alud ida tcrminolog¡,i, por emplear vocab los tale s como libertad reduciendo la productividad y rentabilidad de la correspond iente
y coacción, Jos cuales pudieran sugerir juicios de valor incornpa­ empresa. Tal género de caprichos, bajo una economía de mer­
tibIes co n aq uella fría y objetiva lógica que debe presid ir el aná lisis cado, llevan en sí su prop ia sanción. El mercado brin da al ob rero
de estos temas sustituyendo por otros los aludido s térmi nos. Cabe, pro tección real y efectiva a través de la mecánica de los precios.
en efecto, denominar trabaj o L al ant erio rmente llamado libre, Independiza al t rabajado r del capricho del pa tro no. Queda el asa­
y tr abaj o e , al que hemos con siderado coact ivo . La nome nclatu ra lariado exclusivamen te sujeto a la soberanía dc los consumidores,
empleada no hace variar el problema e>ásico . Lo q ue inter esa deter­ tal como tam bién lo está el empresario. Los consumi do res, al de­
minar es qu é incen t ivo pu ede ind ucir al hombre u vencer la desu ti­ termin ar , mediant e comp rar o dejar de h¡lCC rIO , los precios de las
Iídad de l trabajo cuando no depende directa ni - en grado apre­ mercancías y el modo cómo deben exp lorarse los diversos íacrorc s
ciable-s- indirectamente de la cuant ía y calidad de su personal de producció n. viene n a fijar un precio par a cada tipo de trab ajo.
cont ribució n laboral el que queden más o menos perfectamente El trabajador es libre precisamente porque el empresario, for­
cubiertas sus necesidade s. zado por los propio s precio s del mercado, conside ra la capacidad
Adm itamos, a efectos dialécticos. que parte 0 , incluso, la laboral como una mercancía, como un medio para ob tener lucro .
mayoría de los trnbajndo rcs ejecuten pundono rosa me nte y d el me­ El asalar iado, para el patro no, es una pe rsona que, por impulso
jor modo cuantas tareas la superio ridad señ ala. ( Pasamos ahora meramen te cremat ístico, contr ibuye ~1 q ue él gane dinero. El cm­
por alto los insolubles problema s que a un" comunid ad socialista prcsario paga un a suma mone taria por específica cont rlbuci ó'i
plan tearía el de te rmi nar q ué traba jo de be ría cadn un o rc alizur .) labo ral, mientras que el trabajador labo ra ún ica y exclusivarnenre
Pero, aun en mi C.1S0, ¿qué har íomos con los perezosos y descui­ por obtener el correspondiente salario. Esa relación estab lecida
dados ? Fo rzoso sed castigarles y, para ello, obligado resu ltará entre pat ron o y obrero no viene dictada ni por el afecto ni por
investir al superior [crrirqui co de poderes ba stu nt es al objeto de el od io. Nana ti ene el trabajndor que agl':1dccer a su prin cipal; no
que pueda de terminar las faltas, enjuiciarlas con lll T <" g l o a consi­ tiene aquél re spect o a éste más obligac ión q ue la de aportar la
deracio nes subjetivas y, finalmente , impo ner los correspo nd ientes convenida actu ació n laboral. en la pactada cuantln y calidad .
castigos. Lazos hegemónicos vienen así a reemp lazar los lazos con­ No es preciso, por eso , en la econo mía de mercado , otorgar
tractu ales. El trabajador queda so metido H In volun tad discrecio­ al patro no facult ades pun itivas. Bajo cualqui er sistema de pro­
nal de S1] superior: el jefc goza aho ra de decisivas facultad es du cción caren te de mercado, en cambio , forzoso es q ue el supe­
pun itivas . rior pueda cast igar al obrero remiso, con striñéndol e así a apli­
El tr abajado r, en la economía de mercado, oferta y vende sus carse al trabajo con m ás celo . Como la cárcel de trae :11 opcrnrio
servicios como los dem ás ofertan y vend en otras mercancía s. E l del trabajo o al menos reduce not ablemente la ut ilidad de la labor ,
obrero no rinde vasallaje al patrono. Com pra éste a aquél unos para reforzar la acti vidad de siervos y esclavos ha hab ido siempre
servicios al precio señalado por el mercado. El patro no, como que recurrir al cast igo corporal. Sólo al desapa recer el trabajo
cualqu ier o t ro comprador, pu ede. de sde luego, proceder arbi tra ­ coactivo fue po sible tambié n des terrar el palo como incentivo
riamcnte. Tendrá entonces, sin embargo, q ue atenerse <1 las con­ laboral , queda ndo el láti go tan sólo como emblema perti nente del
secuencias. El empresario o el jefe de personal pueden actuar estado serv il. En la sociedad de mercado, las gentes consideran
ex travagan tem en te al contratar los correspond ientes ope rarios: hasta tal punto humillante s e inhum anos los castigos corporales
pueden despe di rlos sin causa u ofer ta ," salarios infe riores a los del qu e incluso h an sido suprimidos ya en las escuelas, en los estable­
mercado . Pe ro ral actuación , de inmediato, per judic a en sus inte­ cimientos penales y en las fuer zas armadas,
924 La Acción Humana

Quien crea que una comunidad socialista podrá prescindir de CAPITULO XX I I

la coacción y violencia contra el trabajador moroso, pensando que


bajo tal sistema todo el mundo estará pundonorosamente a la
altura de su cometido, es víctima de los mismos espejismos que
ofuscan a quienes creen en el ideal anarquista. Los factores originarios de

producción de condición

I
no humana

1. CONS IDE RACIO NES GENE RALES EN TO RNO A LA TEO RÍA


DE LA RENTA

Ricardo, a través de su concepto de la rent a, pretendió re­


solver aquellos problemas que la economía moderna aborda
mediante la teoría de la utilidad marginal' . La doctrina ricar­
diana, a la luz de nuestros actuales conocimientos, resulta bas­
tante imperfecta; la vigente, basada en la condición subjetiva
de! valor, es incomparablemente superior. No fue, sin embar­
go, inmerecida la celebridad que en su día tuvo la ricardiana
teoría de la renta ; e! esmero con que se gestó y la solicitud
puesta en su posterior desarrollo dieron positi vos resultados.
Ante la historia económica, constituirá siempre un noble es­
fuerzo, digno de loa 2 ,
Ningún problema part icular plantea hoy a nuest ra ciencia
el que se valoren disimilarmente tierras de calidad y fertili ­
dad dispar, es decir, tierras cuya respectiva productividad,
por unidad de inversión, resulta diferente. La teoría ricardia­
na, al pretender valorar y entre sí graduar terrenos disimila­
res, queda íntegramente comprendida en la moderna teoría de
la determinación de los precios de los factores de produc­
1 Ricardo. dice Fett er (Encyd opaedia 01 tbe Socia! Scíences, XVII, pág. 291),
estructuró «una incompleta teoría marginal»,
2 Vid. H AMMON, Ricardo als Begrih,der der tbeoretíscben NationalOkonomie
[jena, t924), p ég. ' 4 Y sigs.
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926 La Acción Humana Facto res originarios de prod ucción de condicion 110 humana 927

ción. Lo que hemos de repudiar no es el contenido de la doc­ pués los bienes de producción en factores originarios (1os que
trina sobre la renta, sino la excepcional categoría atribuida a brinda la naturaleza) y facto res de producción prod ucidos (1os
la misma en el análisis económico. Rentas diferenciales apare­ semiproductos), y, a su vez, los originarios, en factores de
cen por doquier , no quedando en modo algun o limitado el fe­ índole no hum ana (externos) y de índole hum ana (trabajo ), la
nóme no al ámbito de las tierras. Aquella bizantina dist inción ciencia económ ica jamás rompe la uniformidad de su modo
entre «rentas» y «cuasi rent as» resulta ya insostenibl e. El de determ inar los precios de los instrumen tos de producción .
valor de la tierra y de los servicios que la misma al hombre Con arreglo a tina misma e idénti ca Icy determina los precios
proporciona ha de ser pond erado al i¡foal que el de los de. de todos los factores de produ cción , sea cual fuere su clase o
más factores de producción y los rendimien tos que los mis. condición . El que, a causa de la d iferente calidad del servicio
mas producen . La máquin a más perfecta produce «renta » que tales factores prest an, los mismos se valoren, aprecien y
comparativamente a la productividad de otra menos pe rfecta , manejen de forma distinta sólo sorpre nderá a quien no logre
empleándose esta última, no obs tante, dada la escasez de las advertir esa su dist inta ut ilidad. Unicamente q uien sea total­
primeras. El tra bajador de mayor activ idad y competencia mente ciego para los méritos pictóricos puede extruñ arse de
percibe superior «renta» salarial que sus compañeros de menos que valga más un cuadro de Velázquez que la producción de
habilidad y energía. otro ar tista de inferior capacidad. Nadie se asombra en los
La mayoría de los prob lemas que la teoría de la rent a medios agrícolas que tanto los arre ndata rios como los ndqui­
pretendía resolver se suscitaron, única y exclusivamen te, por rentes de terren os paguen mayor es precios por las parcelas
el modo tan torpe como los teóricos emp leaban los corre spon­ de superior feracidad. Los antiguos economistas sufr ían cnor­
dientes vocablos. Los concep tos generales manejados por el mes congojas en estas materias única y exclusivamente por
profano en el lenguaje com ún no fuero n elaborados para ser manejar el concep to tierra generalizando de modo impcrrnisiblc,
utili zados en la in vestigación praxeológica y económica. No sin para r mient es en la diferente calidad que la misma puede
se percata ron, sin embargo, los prim itivos economistas del tener. .
peligro qu e encerraba el emplear tales vocablos de uso general El méri to mayor dc la teoría dc la ren ta ricnrdiana estriba
sin adoptar las oport unas precauciones. En cuanto incaut a­ en haber advertido que la parcela marginal no prod uce renta.
mente operemos con la tierra o el trabajo como conceptos Comprendida tal verdad, ya s610 falta un paso para descubri r
genera les se nos suscitará el problema de por qué cierta tierra el prin cipo subjetivo del valor. Cegados, sin embargo, por su
o cierto trabajo vale más que otra ti erra u otro trabajo. Qu ien , concepto de los costos reales, ni los cl ásicos ni sus epígonos
sin embargo, no esté dispuesto a que las propias palabras ma­ lograron dar ese últim o salto decisivo.
nejadas le confundan, dejará a un lado las expres iones gra­ Si bien, como queda dicho, el concepto de renta diferencial
maticales, fijando la atención en la capacidad para cubrir nece­ puede encajarse en la teoría subjetiva del valor, aquella otra
sidades humanas del factor de que so trato, logrando entonces renta ricardia na, la rent a residual, ha de ser , en cambio, re­
fácilmente compre nder por qu é se pagan precios dispares por chazada por entero. T al concepto residual presupone la exis­
servicios de condición dist inta . tencia de costos reales y físicos, idea ésta to talmente inadmi ­
La moderna teoría del valor y de los precios ya no nece­ sible para la moderna teoría de la de terminación de los precios
sita clasificar los factores de producción en tierra , cap ital y de los factores de pro ducción. No cuesta más el vino de Bor­
trabaj o. Lim ítase fundamentalmente a disti nguir entre bienes goña qu e el Chianti porque valgan más los viñedos borgoñe­
de orden superior y bien es de orden inferior , es decir, entre SeS que los toscanos. El planteamiento es inverso. Por cuan­
bienes de producción y bienes de consumo . Al subdividir des­ to las gentes están dispuestas a pagar más por el borgoña que
928 La A cci án Humana fa ctores originarios de produ cci án de condici án no humana 929

por e! chianti , los viticult ores no tienen inconveniente en Los precios de aquélla se determinan con arreglo a la misma
satisfacer mayores precios por las tierra s de Borgoña que por ley que fija los precios de todos los demás factores de produc­
las de la Toscana. ción. H a quedado plenamente constatado, una vez debid amente
El beneficio jamás puede conside rarse mero remanente analizadas, que cuant as particu laridades en esta materia se ob­
no gastado una vez satisfechos todos los costos de prod ucción. servaron eran debidas a específicas y peculiares circunstancias
Tal excedent e de ingresos sobre costos, en una economía de hecho concurrent es en el correspondiente caso.
de giro uniforme, nunca puede aparecer. Por e! contrario,
en una economía cambian te, la difelf.ncia entre e! precio ob­
tenido por los artículos vendid os y la suma formada por el 2. EL F ACTOR TE MPORAL EN LA UTILI ZACI ÓN DE LA T IERRA
costo de todos los factores de produ cción empleados, más el
interés correspondient e al capital manejado, puede ser tanto Nuestra ciencia, al analizar el concepto económico tierra,
de signo positivo como negativo. En otras palabras : es po­ comienza distinguiendo los factores originarios humanos de
sible e! beneficio, pero también la pérdida. Las aludidas di­ los de condición no human a. Comoquiera que, por lo general,
ferencias ent re cobros y desembolsos surgen por cuanto los para poder aprovechar y explotar los aludidos factores de pro­
precios varian durante e! propio período de producción del ducción de índole no human a, resúltale al hombre necesario
artículo de que se trate. Quien, con mayor precisión que e! disponer de cierta porción de la corteza terrestre, el análisis de
resto, prevé la alud ida variación de precios y procede en con­ esos repetidos factores suele incluirse en el estud io del factor
secuencia cosecha beneficios; por el contrario, quien no logra tierra ' .
acomodar sus actividades empresariales a la futura disposi­ Es de trascendencia al estud iar la tierra desde e! punto de
ción del mercado se ve castigado con pérd idas. vista económico, es decir, los factores or iginarios de produ c­
El defecto principal de la teor ía ricardiana estriba en ción de índole no humana, separar netament e el campo de la
que pretende estudia r In distribu ción de todo lo produci do por praxeología del de la cosmología. La cosmología puede procla­
la nación. Ricardo, como los clásicos en general, no supo li­ mar la inva riabilidad y permanencia de la masa y la energía.
brar su pensamient o de! fanta sma mercant ilista de la 1/olks ­ Dado el escaso influjo que el hombre ejerce sobre los circuns­
wirtscbaft . Los precios, en su opinión, dependían de la dist ri­ tancias físicas del mundo, cabe asegura r que la natu raleza es
bución de! producto social. Es totalmen te erró nea esa tan indestructible e inmodificable o, mejor dicho, que resulta in­
ext endid a opin ión según la cual la eco no mía ricardiana re­ mune a la capacidad destructiva del hombre.
fleja la filosofía «típica de la clase media de los fabricantes io­ Esa erosión terrestre (en el sentid o más amplio del término)
gleses de su época» ". A aquellos empresarios para nada les que podemos practicar es ridícula comparada con la potencia.
interesaba la producción global ni la distribución de la mis­ Iidad de las fuerzas geológicas. Ignoramos si un día la evolu­
ma. Lo único que pretend ían era obtener beneficios y evitar ción cósmica, dentro de millones de años, transformará lo que
pérdid as. hoy son estepas y desiertos en fértiles vergeles y en esté riles
Erraron los economistas clásicos al asignar peculiar e in­ páramos las actuales selvas vírgenes. Result a, sin embargo, a
sólita posición a la tierra en su esque ma teórico. La tierra, en 4 Aquellas normas legales que pueden desgajar el derecho de caz a, de pesca
sentido económico, es tan sólo un factor más de producción. o de extracción de minerales de 1<15 restantes facultades dominicales del propietario
del corres pondiente terreno carecen de interés II los examinados efectos catalécticos.
J Vid., en tal sentido, H ANEY, H ístory 01 ECOfIOt1/;C Thougbt (ed. rev. Nueva El término tierra, conviene incidentalmente agregar, para la ciencia cataléctica,
York. 1927). pág. 275. comprende también las éreas cubiertas por las agua s.

59
930 La Acción H umana Factores originarios de producción de condición 1/0 humana 931

todas luces ocioso estudiar dichas fu tur as posibilid ades, cuando gios especiales-- puede explotarlas en beneficio prop io, nadie
lo que nos interesa es examinar los problemas atinentes a la se preocupa del futuro aprovechamiento de los terrenos en
acción humana, precisament e por cuanto nadie puede preve r cuestión. O tro tanto acontece cuando e! propiet ario cree que va
tales fenómenos ni influir en las correspondientes causas geo­ a ser en breve desposeído de su parcela. En ambos supuestos, al
lógicas ' . sujeto sólo le interesa sacar el máximo provecho inmediato.
Ta l vez quepa decir , desde un punto de vista físico, que Despreoc úpase de las consecuencias futu ras que su actuar pue­
los factores naturales de producción aprovechados en la ex­ de provocar. El mañana deja de contar. I nnume rables casos de
plotación forestal, la ganadería, la a3tic ultura y en li SOS hidráu­ destrucci ón , por las razones apu ntadas, de riquezas forestales,
licos se reproducen por sí solos. Es posible que, aun cuando piscícolas y cinegéticas, así como de múltiples otros bienes
nos propusiéramos los humanos destruir enteramente la capa­ naturales, regist ra la historia.
cidad productiva de la cor teza terrestre, sólo de un modo im­ Desde e! punto de vista físico, jamás puede decirse que
perfecto y únicamente en reducidas zonas 10 lográram os. Pero la tierra se consuma como, por ejemplo, se consumen los bie­
no son tales realidades las que el hombre, al actuar, pondera. nes de capital. Los producidos factores de producción van, pau­
Esa periódica regeneración de la capacidad productiva de la latinamen te, inutili zánd ose a lo largo de! proceso productivo, es
tierra en modo alguno influ ye sobre los sujetos actuantes de decir, se van tra nsfor mando en bienes diversos que, finalmen­
forma imperativa e invariable. Podemos explotar e! suelo de te, serán consumidos por las gentes. Para que no se desva nez­
modos muy diferentes; cabe reduzcamos o incluso anu lemos. ca e! ahorro y el capi tal ot rora acumulado, forzoso es que,
durante cierto lapso temporal, la natural capacidad regenc rativa además de bienes de consumo, fabri quemos los bienes de ca­
de! terreno en cuestión , teni endo que efectua r desproporcionada pital necesarios para reponer los desgastado s en e! proceso pro­
inversión de capital y trabajo si se desea reponer rápidamente duc tivo. Estaríamos, en otro caso, consum iendo b ienes de
la prim itiva feracidad . El homb re ha de optar ent re dispares capital. Sacrificaríamos el fu turo al presen te; viviríamos hoy
modos de explotar el suelo , siendo diferent es los efectos que en la opu lencia, para estar mañana en la indigencia.
causa cada uno de dichos sistemas sob re la conser vación del N o sucede , en cam bio, lo mismo --dícese-- con la tierra.
terr eno y la renovación de su capacidad productiva . El factor No puede ésta consum irse. Pero sólo en sent ido geológico re­
temporal, en materia de caza, pesca, pastoreo, cría de ganado , sulta admisible el aserto. Ta mpoco desde tal pu nto de vist a
cultivos agrarios, explotaciones forestales y aprovecham ient o puede decirse que una máqu ina o un ferroca rril se consuman.
de aguas, juega su pape! como en cualquier ot ra rama produc­ El balasto de las explanaciones, e! hierro y e! acero de los
tiva. Una vez más, contemplamos al hombr e constreñido a carriles, los coches y las locomotoras, físicamente no se des­
op tar entre atender más pro nto o más tarde sus necesidades. truyen. Sólo en sentido praxeol ógico cabe decir que una he­
Reaparece e! interés originario influyendo sobre e! hombre en rramient a, un ferrocarril, un horn o met alúrgico se consume
estas materias como en cualquier ot ra actividad hu mana . y desaparece. E n tal sentido económ ico la capacidad produc­
Circunstancias institucionales pueden inducir a las gente s tiva de la tierra igualm ent e se desgasta. Esa aludida capacidad
a la más inmediata satisfacción de sus necesidades , desintere­ productiva aparece, en las actividades forestales y agrícolas y
sándose por la fut ura provi sión de las mismas. Cua ndo no en el aprovechamiento de las aguas, como específico factor de
existe la propiedad privada de las tierras y todo el mundo --o producción . El hombre, al explotar la capacidad productiva
sólo determinado grupo de favorecidos , de hecho o por privile­ del suelo, como en cua lquier ot ra rama de la producción, ha de
optar entre sistemas que, de momento , incrementan la produc­
5 El problema de la entropía cae también fuera del ámbito p raxeclégico. ción , si bien per judican la producti vidad futura, y otros cuya

L
932 La Acci6n Hu mana Factores originarios de producci6n de condici án no humana 933

fecundidad instantánea es menor, pero, en cambio, no daña n ren ta en el sentido ricardiano 7. E l terren o sub marginal ca­
la rentabilidad del mañana. Cabe force mos tanto la produc­ recería por completo de v910r si no fuera por preverse la po ­
ción actual que la futura (por uni dad de capital y traba jo in­ sibilidad de su fut uro aprovecham iento 8 .
ver tido) se minimice o incluso se anu le. En la economía de mercado no hay mayor producción de
La capacidad devastadora del ho mbre tiene ind uda bles artículos agrícolas porque escasea tanto el capital como el tra­
límites . (Tal poder des truc tivo puede ser más ampliamente ejer­ bajo, no porque falte tierra cultivable. Si cupiera de pro nto
cido en materia forestal, cinegética o piscícola que en lo me­ incrementar la cantidad de terrenos disponibles - inv9riadas
ramen te agrario.) Ello da lugar a qu ~ quepa apreciar diferencia las restan tes circunstancias- sólo se ampliaría la producci6 n
cuantitativa, au nque no cualitativa, entre el consumo de capi­ agraria en el caso de ser la feracidad de esos adiciona les sue­
tal y el desgaste de la tierra po r la in tervenci6n del hombre. los sup erior a la de la tier ra marginal a la saz ón cultivada . D i­
Ricardo asegura ba que la tierra era de condici6n «origina­ cha producción , en cambi o, aumentaría con cualqu ier incre­
mento del capital o traba jo disponibles, siempre y cuando
ria e indestructible » 6. Frente a tal aserto, la moderna ciencia
los con sumidores no prefirieran dar a ese cap ital o a esa capa­
económica debe des tacar , por un lado, que carece de todo
cidad laboral adicional otro desti no que más cumplidame nt e
interés pa ra el hombre, en lo atinente a su valoraci ón y justi­
permitiera atender sus necesidades más ur gen temen te sentidas ' .
precio , el que determinado [actor sea originario o humana­ Los minera les qn e el hombre tiene a su disposici6n tam­
mente producido y, por otro, qu e esa tan mentada indes truc ­ bién son limitados. Alguna s de di chas sustancias, cierto es, son
tibilidad de la masa y la energía - signifique ello lo que fuere­ fruto de diversos proce sos naturales, de tal forma que toda ­
en modo alguno atribuye a la tierra condici6n sustancialmente vía no se ha detenido la producción de las mismas. La lenti­
dispar a la de los demás elementos productivos. tud y la enorm e duraci ón de los aludidos procesos, sin em­
ba rgo, da lugar a que , por lo que atañ e a la acción humana,
tales efectos hayan de despreciarse. El hombre halla rigu­
3. L A T IERRA SUBM ARGIN AL
rosa men te tasa dos los yacimientos minera les. No hay min a ni
pozo petrolífero inagotable; numerosas exp lotaci ones otrora
Limitados son los servicios que una cierta parcela de te­
riq uísimas hállanse totalmente exhausta s. Cabe esper ar se des­
rreno puede rendir duran te espec ífico período temporal. De
cubran nu evos filone s y se inven ten procedimientos técnicos
ser los mismos ilimitados, la tierra dejaría de considerarse
que permitan explotar veneros hoy inaprovechables. Pode­
bien econ6mico y factor de producción . La naturaleza, sin
mos, igua lmente, confiar en que las generaciones futu ras, gra­
embargo, en este aspecto, ha sido tan prodiga con nosotros,
hay tantas tierras sin cultivar, que pued e decirse que sobra 1 En determinadas zonas geográficas, todo el terreno está aprovechado para el
terreno. El hombre, por eso, s6lo explot a los campos de mayor cultivo u otros usos. Tal situación, "in embargo, es consecuencia impuesta por
realidades de orden institucional que impiden a los habitantes de dichas zonas el
productividad . Ex isten innumerables predios potenciales que
acceso a otros suelos inexplot sdos de mayor feracidad.
las gentes - b ien sea por su limitada fecundidad , bien sea por I El valor de un terreno no debe confundirse con el de SU f; mejoras, es decir,
su desfavorable ubicaci6n- consideran demasiado pob res pa­ las obras en él realizadas mediante la inversi ón de capital y trabajo, de condid6 n
ra que valga la pe na el cultivarlos . La tierra marginal, es de­ inconvertible e Inseparable, obras que facilitan la explotación de la parcela e
cir, la tierra más pobre que se cultiva, no produce, por tanto, incrementan la futura producción de la misma por unidad de futura Inversión.
, Lo anteriormente consignad~ presupone, evidentemente, la ausencia de barre­
~ HICARDQ . Príncípíes 01 Political Economy and Texatíon, pág. 34. ras institucionales que perturben la movilidad del capital y el trabajo.

- - - - - -- - --- I!
934 La Acción Humana Factores originarios de producción de condición l/ O humana 935

cias al adelanto técnico, aprovecharán materia s naturales que tas a pagar mejores precios por terrenos que les resulten más
no sabemos hoy explotar. Esas posibilidades, sin embargo, para gratos, para en ellos ubicar inmuebles, que por otros subjeti­
nada influyen en nuestras present es actividades extractivas vamente menos atractivos para los interesados. Es lógico y
y de prospección . Nada hay en el mund o minero que otorgue natural que el hombre, para situar talleres, almacenes y esta­
a las correspond ientes actuaciones una condición cataláctica ciones ferroviarias, prefiera aquellos lugares que permitan re­
disimilar a la de la restante acción humana . Para nuestra cien­ ducir el costo de tran sporte, hallándose, en su consecuencia,
cia son sólo diferenci as adjetivas y pur amente accidentales las las gentes dispuestas a pagar mayores precios por aquellos te­
que presentan las tierras explotadas fo n fines agrícolas y las rrenos que les permi ten economizarse los gastos de referencia .
aprovechadas en labores mineras. La tierra también se emplea a veces para jardi nes, para
Aun cuando , en realidad son limitadas nuestr as disponi­ parques y para la contemplación de la majestad y esplendor de
bilidades y cabe, teóricamente, ponderar la posibilidad de que los paisajes natura les. Al difundirse ese amor a la naturaleza,
un día los yacimientos minerales se agoten totalmente, el hom­ tan típico de la mentalidad «burguesa», se ha acrecentado
bre, al actuar , en modo alguno procede como si los mismos enormemente la demanda de los correspondientes terren os.
halláranse inexorablemente tasados. Sabemos que hay filones Por parcelas otrora consideradas estériles e inaprovechables
y pozos que van a terminarse; pero no nos preocupa ese aleja­ situadas entre riscos y veneros se pagan hoy elevados precios,
do e incierto día futuro en que las materias minerales que nos pues permiten al hombre moderno disfru tar de exquisitos
inte resan habrán sido enteramente consumidas. Las existen­ placeres de ord en contemplativo .
cias, hoy por hoy, son tan enormes que el hombre no llega El acceso a tales fragosos lugares ha sido considerado siem­
a aprovechar depósitos perfectamente conocidos cn aquel gra­ pre libre. Sus propietarios, aunque sean personas particulares,
do que sus conocimientos técnicos Ic permitirían. Las minas por lo general, no pueden prohibir el paso a turistas y mono
se explotan tan sólo mientras no haya otros cometidos más tañero s ni cobrar por la entrada precio ni merced alguna.
urgentes a los que quepa destinar el correspondiente capital Quienquiera llega a tales parajes puede disfrutar su grandeza,
y trabajo . Existen , por tanto, minas submarginalcs sin explo­ resultán dole, en este sentido, como cosa propia. El nominal
tar. La producción en las que se explotan hállase condiciona­ propietario no deriva beneficio alguno del placer que sus te­
da por la relación que en cada caso pueda darse entre el precio rreno s proporcionan al visitante. Pero como no por ello dejan
de los minerales obte nidos y el de los factores de producción de los lugares en cuesti ón de procurar satisfacciones al hombre,
índole no específica que sea preciso invertir . los mismos tienen valor económico. Estamos, más bien, ante
precios sobre los que pesa específica servidumbre que permi­
te a todo el mundo en ellos entrar e incluso instalarse. La
4. LA TlEIl RA CO MO LUGAR DE UDlC ACIÓN servidumbre en cuestión, al no poderse dedicar los repetidos
terre nos a ningún otro cometido, viene a absorber toda la ut i­
El que parte de la tierra existente se dedique a situar en lidad que producen y que el propietario podría cobrar . Esa
ella viviendas, industrias y medios de comunicación, viene a situación legal, por cuanto el aludido uso contemplativo no
restringir la cantidad de terreno que en otros cometidos pue­ consume ni desgasta los peñascos y ventisqueros en cuestión,
de emplearse. ni exige tal disfrute la inversión de capital o trabajo, no ha
Vano es seguir las lucubraciones de los antiguos econo­ provocado las consecuencias a que siempre similares situacio­
mistas en torno a la supuesta condición peculiar de la renta nes dieron lugar en materia de caza, pesca y aprovecharnien­
urbana. Nada tiene de par ticular que las gentes estén dispues­ tos forestales.
936 La Acción Huma".
Factores originarios de producci6n de condición no human a 937
Cuando existen, en las proximidades de tales lugares, Ii­
mitadas áreas idóneas para la instalación de albergues, hote­ tes , al comprar y vender, ponderan las variaciones que el pre­
les y medios de transporte (funiculares, por ejemplo ), los pro­ cio de los aludidos servicios pueda registrar en el fururo. Los
pietarios de dichas parcelas, precisamente por su escasez, pue­ interesados, desde luego, a veces se equivocan en tales previsio­
den venderlas o arrendad as a precios más elevados de los que nes; pero ése es problema de otra índole. Hacen aquéllos cuanto
en otros caso cabríales exigir, lucrándose entonces con parte pueden por predecir acertadamente una serie de eventos fu­
de ese beneficio que el repetido libre acceso concede al visi­ turos que, de producirse, alt erarían las circunstancias del mer o
rante, Bajo cualquier otro supuest O! el turista goza gra tuita­ cado, procediendo de conformidad con tales previsiones. Cuan­
mente esos deleites tan repetidamente aludidos. do se supone qu e la rentabilidad neta de un cierto terreno
va a incrementarse, el pre cio de mercado se eleva por encima
de aqu ella cifra que en o tro caso hubiera registrado. Eso es
5. EL PREC IO DE LA T IERRA precisamente lo qu e acontece con los terrenos suburbanos
próximos a ciudades en proceso de crecimiento ; otro tanto
Bajo la imaginaria cons trucción de tina economí a de giro sucede con los bosqu es y tierras lab rantías , allí donde se prevé
uniforme, la compraventa de lo s espe cíficos servicios que los qu e determinados grupos de presión harán que se eleve el
terrenos pueden proporcionar en nada se dif erencia de la com ­ precio de la madera o de los productos agrí colas. Cuando ,
praventa de los servicios que de los restantes factores de pro­ por el contrario, la gente cree va a disminuir o incluso de sapa ­
ducción se derivan. El pre cio de tod o factor de producci ón recer la rentabilidad en determinadas zonas, bajan los corres­
depende de los futuros servicios y ventajas que el mismo se pondientes preci os. Suele hablarse de la «capitalización>' de la
espera reportará, descontada la preferencia temporal. La tic­ renta ; pero ento nces resalt a la notoria disparidad de los co­
rra marginal (y , desd e luego, la subma rginal) no cotiza precio rresp ondientes tip os de capitalización, los cuales varían según
alguno . Po r los suelos rentabl es (es decir , aquéllo s que , por la clase de terren o o de las parcel as de qu e se t rate . Puede indu­
unidad de inversión, producen más que los marginales) se cir II confusión tal terminología al falsear el verdadero proceso
pagan precios prop orcionales a la aludida superioridad pro­ subyacente .
du ctiva. Tal precio eq uivale a la suma de todas las futura s Compradores y vendedores reaccionan ante las cargas fis­
rentas , descontada cada una de éstas con arreglo II la tasa del cales, como lo hacen ante cualquier otro evento que pueda
interés originario 10.
reducir la rentabilidad neta del terreno de que se trate. Los
Bajo una economía de mercado , po r el contra rio, las gen­ impuesto s reducen los correspondientes precios de mercado
» Conviene, una vez más, reiterar que la imaginaria construcción de una ccono­ proporcionalmente a la prevista furura cuantía de la carga
nom ía de giro uniforme no puede ser, de modo lógicamente consistente, llevada tributaria , Todo nuevo gravame n fiscal (salvo qu e se suponga
a sus últimas consecuencias (vid. pág. 385). En relación con Jos problemas vaya a ser pronto dero gado ) hace descender el precio de mer­
que la tierra suscita, conviene resaltar dos realidades: en primer lugar, que dentro
de una economía de giro uniforme carecterianda por la nuscncia ele todo cambio
cado de los terrenos afectados . Estamos ant e aquel fenómeno
en la actividad económica. deviene impensable la compra venta de terrenos; en que la teoría tr ibutaria denomina «amortizaci ón» del im­
segundo t érmino, no cabe olvidar que, para integrar en dicha imaginaria cons. puesto.
truccién la minería y la prospección petrolífera, es necesario atribuir a las corres. A la posesión de tierras y de fincas acompaña, en muchos
pendientes vetas y pozos condición permanente y suponer que ni pueden agotarse
ni variar su producción ni modificarse la cuantía de las correspondientes inversiones. paíse s. señalado prestigio político o social. Tales circunstan­
cias también influyen en los correspondientes precios.
938 La Acción Humana Factores originarios de producción de condición no humana 939

EL MITO DEL SUELO fin apetecido. Sus absurd os descen dientes gravemente erraron al
interpretar tales ceremonias como ritos « Idealistas». El campesino
Suelen las personas sensibleras vituperar la teoría eco nómica auténtico jamás profiere admira tivas sandeces acerca de Jos carn­
de la tierra por su utilit aria es trechez de miras . Los economistas pos y de sus supues tos poderes. La tierra es para él un factor dc
-dicen- contemp lan el viejo terr uño con los ojos del frío especu­ producció n, nunca causa de sentim en tales emoc iones. Quiere amo
lado r; envilecen eternos valores traduciéndolos a meras cifras. La pliar Ía ex tensión de S IlS posesion es únicamente e n el deseo de
antigua gleba no puede considera rse co¡no mero factor de produc­ incrementar las correspondie ntes rentas y el evar el propio nivel
ción. Estamos ante la fuente inexhaustible de donde brota la ener­ de vida. Los agr icultores, sin sufrir congojas morales de ningún
gía y hasta la pro pia vida humana. La agricultu ra jamás debe enea­ género) co mpran y vende n terrenos según más les conviene e,
alllarse como una subdiv isi6n más de las actividades produ ctivas. incluso, cuando les hace falta, los hipotecan ; ofrecen después en
Es, por el contrario, el oficio natural y honroso por excelencia; el mercado sus productos y airados se revuelven contra todo si
la ocupación ob ligada de qui en desea llevar una vida recta y en los precios conseguidos no les resultan tan remune radores com o
verdad humana. Vergonzoso resulta evaluar el agro a la luz mcz ­ ellos quisie ran.
quina de la rentabilidad que el mismo puede producir. El sucIo La pob lación rural jamás simió el amo r a la n..uuralcza ni
no sólo nos da el pan que fort alece nuestro cuerp o; en gendra, apreció sus belle zas. Tales emo ciones arribaron al campo procc­
además, la energía espiritual y moral que sirve de fundamento a dent es de la ciudad. Fueron los habitantes de la urbe quienes
nuestra civilización. Las grandes urbes, la industria y el co mercio comenzaron a ver la naturaleza en el agro, en tierras que, hasta
constituyen frutos inmorales y decadentes; su existencia es para­ entonces, para los rústicos, no habían tenido más valor que el
sitaria; consumen y destrozan aquello que el campesino inca nsable­ de su p rod uctividad en co sechas. piensos, made ras y caza . Las
men te reproduce. cimas y los glaciares alp inos jamás atrajeron a los indígenas. V a·
Cuando hace miles de años las pri mitiva s tribu s de cazadore s riaron es tos úl timos de criterio s6 10 cuando gentes ciudadanas
y pescadores se ase ntaron y co menzaro n a cultivar la tierra, nadie empezaron a esca lar los picachos, inundando de rubia moneda
se entregaban 11 tan románticas ensoñaciones . D e haber, sin embar­ aquellos va lles otro rn tan des preciado s. Los primeros mont añeros
go, ex istido mentes de tal tipo habrían indudablement e ensalzado y esquiador es eran objeto de mofa y burl a por parte de la pobl a­
la caza, denigrando el cultivo agrario como producto és te de la ción alpina. que cambió, sin embargo, de actitud cuando advirtió
decadencia. H ubiera sido, en tal caso, objeto de vilipendio el el lucro q ue cahía derivar de aquellos excén tricos caballeros.
labriego al deshonrar co n su arado tierras destina das por los dioses No fueron , desde luego . pasto res de ganados, sino refinados
a inmarcesible reser va cinegét ica, que qued aba ahora reba jada a aristócratas y delica dos vates, quienes ingenia ron la poes ía bucóli ca
vil instrumento de producción . y pastoril. Dafnis y Clac son e ntes creados por la imaginación de
La tierra, hasta el romantici smo , se consider6 por todos sim­ gent es bien acomodadas. El mito de la tie rra constituye similar
ple mente co mo un objeto que increment aba el bienestar material fan tasmagoría sin relación alguna con la realidad agraria . No bro tó
de las gentes , un medio m ás para atender las necesidades humanas. del musgo de 10 $ bosques ni del humus de los campo s, sino del
N uestros an tepasados, median te diversos ritos y fórmulas mágicas, asfalto ciudada no y de las urbana s alfom bras . Ello no impide
lo único qu e pretendían era incrementar la feracidad del suelo y que el campesino se cobije gustoso tras una mentira que, a través
aumentar su rendimiento. No buscaban ninguna unio mystica de privilegios diversos , permite e ncarecer las tierras y sus pro­
con misteriosas fuerzas y energías de la tierra. Querían, exclu­ duetos.
sivamente, ampliar y mejorar las cosechas . Recurrían a exorcis mos
y conjuros po r supo ner que tal ero. la mejor manera de alcanzar el
CAPITU LO XXI I I

El mercado y las realidades


circundantes
1

l. TEORÍA y REALIDAD

La catal ácti ca, es decir, la teoría de la economía de mer­


cado, en modo alguno constituye con jun to de teoremas válidos
únicamente bajo específicas condiciones propias de imaginario
mundo ideal, resu ltando, en la práctica, inap licables de no
some ter se los mismos a importantes mod ificaciones y alte ra­
ciones . Los teoremas catul áct icos, al contrario , resultan , ínte­
gramente y sin excepción alguna , válido s cualesquiera que sean
los fenóm eno s qu e la economía de mercado registre, siempre
y cuando concurran las específi cas circun stancias, en los pro ­
pios teo remas, pre supuestas . Co nstituye, por ejemplo, pura
cuestión ele hecho que el cambio prac ticado sea direc to o indi­
recto . Ahora bien, allí donde haya cambi o indirecto tod as las
leyes de la teoría genera l ele! mismo se cumplen. Como ya se
hizo notar " el conocimiento praxeológico nos brinda cogn i­
ción exacta y prec isa de la realidad . Sólo para inducir al error
sirve el aludir, en esta ma ter ia, a los problemas episte mológi­
cos que las ciencias natu rales suscitan, así como el señala r
reglas «metodológicas» que sean igualmente aplicables a la
cognición mediante la categoría ele la causalidad y a la cogni­
ción por medio de la cate goría de la finalidad .
La praxeología estudia la acción humana como tal, de modo
genér ico y universal. No se ocupa de las circunstancias par­
ticulares del medio en que el hombre actúa ni del contenido
I Vid. pág. 75.
9~2 Lo Acción Humana
\ I
El mercado y las realidades circlmdallles 943
I
concreto de las valoraciones qu e le imp ¿lsan a practi car espe­ vio teorema económico. Al rehuir un examen más detallado
cíficos actos. La p raxeologla parte, en sus estudios, de las del tácitamente aplicado teorema , sólo pre tende evita r qu e
efectivas circuns tancias fisiológicas y psicológicas del hombre quede evidenciada la I,flaqueza de la aducida arg umentación .
que actúa, de su s auténticos deseos y valoraciones, de las teo­ Vana es esa aludida preten sión de recopil ar realidades obje ti­
rías, doctrina s e ideologías q ue mantiene por estimarlas idó­ vas sin estructurar teoría científica alguna . La mera asociación
neas para, dada la realidad circun dante, alcanzar mejor las de dos hechos, o la inclus ión de ambo s en una m isma clase ,
metas por él amb icionadas . T ales circu ns tancias, si bien siem­ presupone ya recur rir a específica teoría. Sólo e! an.iiisis teó­
pre se hallan presentes, inexorablcmqnt e reguladas por las rico, es decir, la ciencia pra xeol ógica en lo atinent e a la acción
leyes que gobi ernan el uni verso, fluct úan y varía n de cont inuo, humana , pu ede aclar arno s si los dos eve ntos de refer encia guar­
mudando en cada morn en ro ' . dan entre sí relación . Sólo part ien do de previo conce pto teó­
Para comprender cabalmente la realidad de nues tro mun ­ rico cabe determi nar la prop orcion alid ad entre dos fenó menos .
do forzo so es nos ap oyem os, por un lado, en la conce pción La corresp ondien te cifra tal vez result e ext raordina riamen te
praxeol ógica, y, por otro, en la comprens ión histó rica, exi­ precisa desde un punto de vista mat emáti co, sin qu e ello pre­
giendo esta última, por supuesto , dom inar las cienc ias natu ­ suponga que exista relación trascendente alguna en tre las dos
rales. Sólo ese pleno conoc imiento nos permit e vislum bra r y realidades man ejad as 3.
prever e! futuro . Cada rama del saber nos ilustr a, pero siem­
pre de form a incom pleta; preciso es colmar las correspondien­
tes lagunas con las ense ñanzas de las demás ciencia s. La divi­ 2. L A TRAS CENDE NCIA DE L PODER ÍO
sión de! trabajo reaparece en la especi alización cien tífica y en
la subdivisión de! saber en disc iplinas diversas. Por lo mismo Los teóricos de la escuel a hi stó rica v los institucionalistas
que e! consum idor ha de suministrarse con las mercancías de denigran la economía, po r cuanto, en su' opinión, nues tr a cien­
múlt iples sectores p roducti vos, el hombre, al actuar, guiase cia se desentiende del influj o que el poderío insti tucional ejer ­
po r la especializada ilustración de las diferent es ciencias. ce en la vida real. El típico sujeto de est udio del economista,
No podernos desp reciar n inguna de las aludi das discip li­ el individuo que opta y act úa, no constituye más que vano
nas si qu eremos de verdad conocer la realidad. Repugna a los fant asma. El homb re , en el mun do de la realid ad, jamás pue ­
partidarios de la escuela hi stóri ca y de! instit ucio nalismo el de, de modo libre y au tónomo, preferir y pronuncia rse. Há­
análisis pra xeológico y económico, pref iriendo tales teóricos llase sometido a insoslayable coacción soc ial y a un a serie de
exclusiva mente dedicarse a la mera recopila ción de datos y fuerzas pa ra él to talme nte incoercibles. No son los person a­
circunstancias, de instituciones, según la terminología en bo­ les juicios de valor los factores qu e gobiernan y or denan el
ga. Juicio alguno , sin emb argo , cábenos emitir con respec to mercado ; queda éste cond icio nado por los diversos poderes
a tales insti tuciones si no es amparándo nos en los correspon­ qu e en la sociedad actúa n .
dientes teorema s económicos. Cuando el ins titucionalista atri­ T ales asertos, al igual que todas las dem ás crí ticas fo rmu­
buye pa rticular acontecimiento a determ in ada causa, po r ejem­ ladas contr a la ciencia económica, carecen de fu nda mento .
plo el paro en masa a las deficiencias del sistema capitalista Ni la praxeología en gen era l, ni la econc mía o la catalác­
de producción, indudablemente fu nd amen ta su aserto en pre­ tica en particular , procla man ni suponen que el ho mbre sea

2 Vid S TRI GI., Die okonomiscben Kategorien und die Organisation der Wir/schall 3 Vid. Conrx y NACEr., An lntrodnct íon lo Log;e und Scientiiic Me/bod (Nueva
(Ie na, 1923), pág. 18 Y sigs. York , 1939), págs. 316-322.
,
i
944
La Acción H umana El mercado y las realidades circundan/es 94 5

libre, en sentido me taf ísico, Há llase el individuo incondicio­ acci ón violenta, constituven meras realida des, circunsta ncias
nalment e sometido al influjo de su ambiente. Ha de ate mpe­ típicas del correspond iente mercado , Ningún interés tiene en
rar, por otra parte, sus actos a las leyes reguladoras de los este sentido, por ejemplo, cuál sea el motivo que induce a una
fen ómenos natu rales. El rigor y la inclemencia de la naturaleza persona a no elevar el precio ofertado por la merca ncía que
es precisament e lo que constriñe al hombre a actuar ' . le interesa, qued ándose consecuentemente sin ella, En orden
El hombre actúa impelido siempre por ideologías. Elige, a la det erminación del cor respond iente precio, resulta intras­
bajo el influjo de las mismas, tanto los medios como los fines . cendente que el interesado espon t áneamente prefiera dedi car
P uede una ideología influ ir sobre 'OJ sujeto de modo dir ecto In suma del caso a otra adquisici ón o que ren uncie a pagar
o indi recto. Es dir ecto tal influj o ctando el acto r cree en el rr.ás por miedo a que sus convecinos le acusen de gastador y
ideario de referencia, hallándose convencido de que perso nal. mani rroto. por temor a infringir los precios máximos oficial­
mente se beneficia al atenerse al mismo. Es, en camb io, in. ment e marcado s, o por evitar la violenta reacción de un ter­
directo el poder de la ideologíH cuando el interesado, si bien ceto que quiera quedarse con el bien de que se trate. La ne­
la consider a falsa, se atiene a sus dictados porque los dem ás gativa del sujeto Hpagar una suma superior influye invariable­
la admiten y no quiere indisponerse. Los usos y costumbres men te sobre el precio de mercado ' .
del ambiente en que vivimos condicionan, indudablemente, en Suele decirse que propietarios y empresarios gozan de gran
mayor o menor grado, nu estro actuar. Quien advierte la im­ poderío. El aserto, sin embargo, (¡ícilmente induce al error
procedencia de las ideas y de los hábitos generalmen te acepo cuando de un a economía de mercado se trata. Bajo tal orga­
tados vese obligado, en cada caso, a Cont rastar las ventajas nización no acontece sino aquello previsto por las leves cata­
que derivarían de actuar de un modo más eficaz y los inconve­ l ácti cas. Todo en el mercado es provocado por los consumi­
nientes implícitos en contradccir los prejuicios, las supersticio­ dores. Bajo una economía libre, sólo éstos gozan , en verdad ,
nes o las tradiciones populares.
de «poderío ». El empresario, para hacer beneficios y evitar
Otro tanto sucede con la coacción y la violencia. El inte­
pérd idas, no tiene m ás remed io que atender, del modo más
resado, antes de actuar de uno u otro modo , valora y pondera
cumplido y económico, en cada caso posible, los deseos de
la posibilidad de que un tercero le inflija daño .
los consumidores y es to incluso en lo que suele es timarse
Los teoremas catal áctico s son ciertos e inexomblemellle se
« régimen intern o» de los negocios, especialmente en lo " ti­
cumplen aunqu e la actuación hállese influida por las aludid as
nente a las relaciones laborales. Gran confusión ha venido pro­
presiones de orden social o personal. El influjo, dir ecto o in­
vocando el que una misma raíz gramatical -« poderío» ­
directo, de las diversas ideologías, así como las amenazas y la
utilícese, 1'01' un lado , para aludir a la fuerza impositiva de
los institu to s armados estatales y, por otro, para ind icar la
1 La mayoría de los reformadores sociales, fundamenralmente Fourier y Marx,

silencian cuán escasos son los medios que la naturaleza cspomá ncarncnlc pone a
super ioridad de cierto fabricant e para suministrar " los consu­
disposici6n del hombre para cubrir sus necesidades. Según tales autores, si no hay mid ores automóviles, calzado o margarina .
abundancia de todo, ello cxcluslvamen re se debe a la imperfección del sistema El ser propieta rio de factores materiales de producción o
capitalista de producción; la escasez desaparecerá tan pronto como sea alcanzada el poseer habilidades empresariales o técnicas no confiere,
la «fase superior» del comunismo. Una destacada personalidad menche vique, no
bajo una economía de mercado. «poden > alguno en el sentido
pudiendo léglcamem e negar todas esas cortapisas que la naturaleza opone al bien.
estar del hombre, con auténtica dicción marxista, l lega a acusar a nuestro universo coactivo o impositivo del términ o. No goza, en efecto. tal su­
Hsicc de ser «el más inicuo de todos los explotadores». Vid. MANtA GORDON,
, Los efectos que la coacclón o la violencia sobre el mercado provocan serán
\Vorkerr Bejore and After Lenin (Nueva York, 1941), págs. 227~458 .
analizados en 13 sexta parte de este tmmdo.

60
946 La Acción H um ana El mer cado y las realidades circundantes 947

jeto sino de la po sibil idad de ser vir a los cons umidores, a los prefirieron e! botín '1 , la eficaz labor productiva desaparecie­
ún icos y verdaderos señores de! mercado, desde un a pos ición ron de la escena histórica. Si algún rast ro de su paso queda es
algo más encumbrada. La propiedad es un mandato; se es por las obras gesta das bajo el influjo civilizador de las nacio ­
propi eta rio sub conditione en tant o en cua nt o los bienes po seí­ nes some tidas. La civilización latina sobrevivió en Italia, en
do s sean des tinados a la mejor satisfacci ón de las necesidades de Francia y en la península Ibéri ca pese a las invasiones de los
las masas. Q uien desatiend e tal mand at o pierd e su riqueza, bárb aros. Sólo porqu e empresarios capitalistas suplanta ron
qu edand o relegado a un puesto de sde el qu e no podni , en ade­ a un lord Clive y a un Warren H astíngs, e! gobierno brit ánico
lante, perjudicar e! bien estar de los <temás. de la I ndi a no será un dí a cons iderado ep isod io tan efíme ro
como los cien to cincuenta años de ocupació n turca que padeci ó
Hu ngría.
3. L A T HASCEN DEN CIA H IS TÓR ICA DE LA GUERR A Y LA No co rr esponde a la econo mía enjuiciar esa prete nsión de
CONQUI ST A insuflar nu eva vida a los ideales viking os. B ástale con ref ut ar
'1 quie nes supo nen qu e, por la existencia de conflictos arm a­
Muchos ensalza ron In acción revo lucionar ia. e! derrama­ dos, devienen inapl icables e mviabl es los estudios económicos.
miento de sangre y la conquista bélica. Car1yle y Ru ski n. Con viene a es te respecto reiterar :
Nietzsche, Georges Sorel y Spengler apad rinaron y pro paga ron Primero.-Las enseñanza s catal ácticas en modo alguno
aqu ella s ideas que luego Lenin y Sta lin. H itler y Mussolini resultan tan sólo aplicabl es en det ermi adas épocas históricas;
cumplidamente pusiero n en práctica. gozan , por el contrario, de plena vigencia siemp re qu e se esté
D eterm inan e! cu rso de la histori a - asegúrasc- no l-is operando b ajo el signo de la división del traba¡o y de la propie­
ru ines actividades de mercader es y tra ficant es, sino ],¡S hero i­ dad privada de los medios de producción, cua lquiera que sea el
cas acciones de guerre ros y conqu istadores. Ycrra n los econ o­ lugar y la época. Resultan rigurosamen te ciertos los teorem as
mistas al deducir del efímero episod io liberal una serie de ca tal ácticos en todo tiempo y lugar, si la sociedad está basada
teoría s a las qu e qui sieran atri buir uni versal valide z. La época en la propiedad privada de los medi os de producción y no se
de! liberalismo, de! indi vidualismo y el capitalismo ; de la li­ limit an las gen tes a prod ucir para at ender las prop ias necesida­
bertad , la democraci a y la tolerancia ; del menosprecio por los des, con su miendo, por el con trario , fundam ent almente, produc­
«auténticos» e «imperecederos» valor es ; In era, en dc fim iva, tos ajeno s.
de la supremacía de los miserabl es, a Dios gracias, pasó para Segundo .-Si, con inde pe nden cia del mercado y al mar­
nunca retornar. La viril edad qu e alborea exige perentoriamente gen del mismo , se regis tra n robos y asaltos, tajes realidades
la estructuración de una nu eva teorí a de la acción hu mana. constituyen meras circuns ta ncias de hecho. Los sujetos, en
Ningú n econo mista , sin emba rgo, afir mó jam ás que la gue­ tales casos , actúan con scientes de que hay lad rones y hornici­
rra y la conquista fue ron cosas baladíes, ni negó q ue hunos das. Si las mu ertes y los latrocin ios adquieren tal magnitud
y tártaros, vándalos y vikingos , norm andos y conqu istadores que hace n inútil la prosecución de la act ividad pro duc tiva,
desempe ñaran tr ascedcnt e pape! en la historia . El tr iste es­ ésta llega a de te ners e, apa reciendo la guerra de todos contra
tado de la hum anidad es precisamente fruto , entre otras cau­ todos .
sas, de los miles de año s que los hom bres han dedicad o al con ­ T ercero.-EI botín bélico exige la pre via acu mulación de
flicto armado . Pero la civilización no es herencia que los gue­ riquezas' que puedan ser expoliada s . Los héroes sólo perviven
rreros nos legaran . Es hija, por e! contrario, de! espírit u «bur­ mientr as haya un nú mero suficiente de «burgueses» a despo­
gués », no de ese otro qu e anima al belicoso opreso r. Cuantos jar. Los conquis tadores, en ausenc ia de gentes que produ zcan ,
948 La Acción Humana El mercado y las realidades circundantes 949

desfallecen y mueren. Estas últimas, en cambio, para nada personas y las asociaciones humanas, opinando acerca de! pro­
precisan de tales depredadores. ceder de los partidos políticos, los grupos de presión y los
Cuarto.-Cabe, desde luego, aparte de! capitalismo basado gobiernos.
en la propiedad privada de los medios de producción, menta l­ Muchos, por evitar se les rearguya que es siempre arbi ­
mente proyectar otros sistemas también amparados en la di­ traria la crítica de los ajenos juicios de valor, al condenar
visión social de! trabajo. Suelen los militaristas, al socaire [os gustos y preferencias de los demás, dirigen sus censuras
de tales lucubraciones, abogar por e! socialismo. La nación contra el capitalismo y la actuación empresarial. La economía,
debiera organizarse como una comunidad de guerreros, en la como decimos, sobre tales subjetivas apreciaciones no puede
cual los civiles no tendrían más ocupación que atender cum­ pronunciarse.
plidamente las necesidades de los combatientes . (Los proble­ Frente a quienes aseveran .«ser a todas luces inadmisib les
mas del socialismo los abordaremos en la quinta parte.) las relativas cuantías de las diversas producciones capitalis­
tas» " el economista no rearguye asegurando sean las mismas
irreprochables. Lo único que, sin lugar a duda, proclama es
4. EL HOMBRE, ENTIDAD REAL que, bajo la economía de mercado, la producción depende ex­
clusivamente de los deseos de los consum idores según ellos
La ciencia económica se ocupa de la efectiva actuación mismos, gastando sus rentas, los reflejan'. El economista no
de! hombre tal como éste opera en el mundo. Los teoremas tiene por qué condenar las preferencias de sus conciudadanos ,
caralácticos jamás se refieren a tipos humanos ideales o per­ ni consecuentemente vilipendiar los efectos que e! respetar y
fectos, a fantasmáticos hombres económicos (homo oeconomi­ atender tales deseos y preferencias pueda provocar,
cus), ni a estadísticas abstracciones, tales como la del hombre No hay alternativa; o las gentes, con arreglo a sus subje­
medio (homme moyen). Constituye e! objeto de estudio de tivos juicios de valor, orientan la producción o el gobierno
nuestra ciencia el hombre, con sus flaquezas y limitaciones, impone las personales preferencias del dictador autocrático,
como en realidad actúa y vive. Toda acción humana interesa preferencias que, desde luego, son, por lo menos, tan arbitra­
a la praxeología .· rias como las de los individuos.
Por eso pretendemos analizar no sólo la sociedad, las rela­ El hombre, indudablemente, no es perfecto. Cuantas ins­
ciones sociales y los fenómenos de masa, sino además, cual­ tituciones -entre ellas la economía de mercado- [os morta ­
quier otra acción de índole humana. De ahí que e! utilizar en les puedan estructurar forzosamente han de participar de esa
esta materia e! término «ciencias sociales» y similares expre­ humana imperfección.
siones a veces induce a confusión.
El científico sólo puede valorar la acción humana exami­
nando su idoneidad en orden a la consecución de los fines que
el actor pretenda alcanzar . Tales fines últimos no cabe some­
terlos a ponderación ni a crítica científica. Nadie, por sí y
ante sí, puede averiguar cómo será más feliz su prójimo. El
, Vid. A LUER1' L. MEYERS, Modall Economics (Nueva York , 194()). p.k 672.
investigador debe, por eso, limitarse a examinar si los medios
1 La democracia, sea política o económica, invariablemente provoca tal efecto.
que e! sujeto aplica para lograr determinado fin resultan o Las elecciones no garantizan que la persona elegida esté libre de todo defecto;
no, a tal efecto, idóneos. Sólo en orden a dilucidar tal tema simplemente atestiguan que a la mayoría de los electores les agrada más ése que los
le está permitido al economista enjuiciar las actuaciones de las restantes candidatos.
950 La Acci611 Humana El mercado y las realidades circulldantes 951

5. EL P E RíODO DE ACO MODACIÓN recurriendo a In comprensión histórica. Los diver sos procesos
de acomodaci ón que todo cambio desata jamás se producen
Todo cambio provoca en el mercado los corres pondientes de modo aislado o indepe ndiente, sino al tiempo; cada uno
efectos. Determinado lapso temporal, sin embargo, ha de tran s­ adopta su propio curso , pero se erurccruza con los demás, ejer­
currir para que se produ zcan todos lo, aludido s efectos. E l ciendo mutu o influj o los un os sobre los otros. El desenrednr
mercado , en otra s palabras, precisa de cierto tiempo para tan complicada mara ña, discernir y separar todas esas accio­
acomodarse plenamente a cada nueva situación. nes y reacciones provocadas por cualquier mut ación , es en
La cataláct ica, como es na tura l, se t cupa de cuantas ac­ verdad dific ultosa taren. Pobr es y de certe za harto dudos a
tuaciones ante dicha mudad a si tuaci ón los distintos ind ividuos resultan las conclu siones a que el estudioso pued e llegar, sir­
pract ican y no únicamen te, como algunos aseguran, del efecto viéndo se de la comprensión hist órica , única herramien ta a la
final conjuntamente provocado por todas esas dispares actua­ que en esta mat eria cabe recurrir.

ciones. Pu ede suceder que los efectos quc específicos cambios El prever la dura ción del correspond iente período de aco­

provocan queden en algunos casos compe nsados por los de sig­ modación es también u nn de las más sutiles incógnitns que
no contrario a que otras mutaciones al tiempo aparecidas han se plantean a aquellas perso nns - los empresarios-- que, por
dado lugar. Los precios, en tales supuestos, finalmente, no su función , han de prever el futuro . De poco, desde luego,
registran variación. A los estad ísticos, interesados tan sólo sirve para triunfar en In actividad empresnrinl el predecir
por los fenómenos de masa y por las variaciones totales de los merament e en qué sent ido reaccionará ante cierto evento el
precios de mercado, les resulta impo sible adver tir, cn los su. mercado ; preciso es adem ás pr edetermina r cuánto dura­
puestos de referencia, que si el nivel de los precios no ha cam­ rán los múltiples procesos de acomodnción desencadenndos
biado ello se debe a circunstancias puram ente accidentales. Ta l por el cambio de que se trate . La mayor parte de los errores
ausencia de variación no significa que perduren las primiti vas en qu e los empresarios, al ord enar la producción , inciden y
circunstancias ni que hayan dejado de producirse los corres­ la ma yoría de los fracasos de los «expertos», al predecir el
pond ientes movimien tos de adaptaci ón a los cambios regís­ futuro económico, se debe a no haber sabido prever acerta­
trados. No se percatan de tales realidades, como I:II11 pOCO de damen tc la duraci ón del correspondiente período de acomo­
los efectos sociales de las mismas. To da variaci ón de las cir­ daci ón.
cunstancias del mercado provoca las reacciones del caso cn Suele distin guirse, entre los varios efectos provocados por
los individuos afectados, tra stocando las relaciones ant erio r­ todo cambio, los más inmediatos de aquellos otros temporal­
mente más alejados, es decir , los efectos a-corto y a largo pin­
mente mant enidas, mm en el caso de quedar sustancialme nte in­
zo. Tal d istinción es, desde luego, mucho más antigua de lo
variado el nivel de los precios e inmodificadn la cuant ía tala !
que algunos modern os teóricos quisieran hacernos creer.
del capital dispon ible ' .
El advertir los efectos inmediatos - a corto plazo-- de
La historia econ óm ica puede proporcionar a postcriori determinado evento no exige, por lo general, pnrticular aná­
cierra vaga e inconcret a información acerca de la duración de lisis. Suelen present arse con In máxima evidencia y difícilmen­
los correspondient es períodos de acomodación. Dicha ilustra­ te pasan inadvertidos ni siquiera al observador más imperito en
ción no se obtiene, desde luego. mediante medir v cifrar, sino materia econ ómica, Pero precisnment e surge la economía
, Por lo que atañe a las vanacrones que pueden regist rar los factores dc tcrmi­ como nueva ciencia cuand o uno s cuantos pensador es geniales
nantes del poder adquisitivo de l dinero. vid, pn~ , 623 y. en relaci ón ('0 11 el consumo comienzan a sospechar que los efectos a largo plazo' de los
y la acumulación de c:lpÜ111, pégs. 761·763. cambios económicos podí an bien ser muy distintos de aquellos
952 El mercada y las realidades circundante s 953
La A cci6n Hu mana

otros inmediatos que todos, hasta los más torpes, observan. bien provocando efectos a largo plazo altamente desagradables
El mérito principal de nuestra ciencia consistió en resaltar cuando de esa suer te evitan otras consecuencias inmediatas
esos repetidos efectos a largo plazo anteriormente inadverti­ aún más incómodas. Puede haber ocasiones en que el sujeto
dos por goberna ntes y súbditos. actúe cuerdamente al quemar sus muebles para calent arse. El
De sus insólitos descubrimientos, los economistas clásicos interesado, al proceder así, habrá previamente ponderado to­
dedujeron una importantísima norma de gestión púb lica. Con­ dos los efectos, los próximos y los remotos, de su acción, sin
venía que las autoridades, los estadistas y los partidos, al pla­ incidir en el erro r de suponer haber descubierto un nuevo y
near y actuar ponderan, no sólo los ef!ctos inmediatos de la maravilloso sistema de calefacción.
correspondi ente política, sino además las consecuencias a lar­ No parece necesario dedicar más espacio a las quiméricas
go plazo que la misma forzosamente había de provo car. La lucubraciones de quienes dogmáticamente recomiendan preo­
procedencia de tal norma es incont estable. El hombre, al ac­ cuparse sólo de los efectos a corto plazo del actuar humano.
tuar, en definit iva, lo que pretende es transformar una cierta La historia tendrá en su día mucho más que decir acerca del
insatisfactoria situación en otra más gra ta. Sólo después de particular. Destacarán los estudiosos el grave daño que tales
examinar todos los efectos que inexorablemente su acción pro­ principios - simple reiteraci ón del tristemente célebre apr és
vocará, tanto a la larga como a la corta, puede el interesado 110 115 le d éluge de madame de Pompadour- irrogaron, en su
decidir si le conviene o no proceder de! modo proyectad o. más grave crisis, a fa civilización occidental. Recordarán la
Se ha dicho que la ciencia económica descuida las conse­ fru ición con que, escudados tras dichos idearios, gobernantes
cuencias a corto plazo, preocupándose tan sólo por los efectos y políticos d ilapidaron e! capital material y moral paciente­
a largo plazo. El reproc he, sin embargo, carece de fundamen­ ment e acumulado po r anteriores gencraciones.
to. El economista indudablemente, si quiere percatarse de los
resultados de cierto evento , habr á dc comenzar por examinar
los efectos inmediatos de la aludida mutación analizando su­ 6. LA LI MIT AC IÓ N DE LO S DE RE C H OS DOMI NIC AL E S Y LO S
cesivamente las ult eti ores consecuencias hasta llegar a los re­ PROB LEM AS RE FERENT E S A LO S COST OS Y LO S BENE F IC IO S
sultados últ imos. El estudio de los efectos a largo plazo pre­ E XTERNOS
supone invar iablemente el examen de las consecuencias inme­
diatas de! fenómeno de que se tra te. El con tenido de los derechos dominicales que hoy las le­
Por razones obvias hay individuos, partidos y grupos de yes consagran y que e! poder judicial y los institut os armados
presión que aseguran que sólo los efectos a corto plazo int e­ salvaguardan, es fruto de secular evolución. La historia nos
resan. La acción política --dicen- no debe preocuparse por ofrece rico muestrario de tentati vas, una y ot ra vez reiteradas,
las consecuencias a largo plazo. Las med idas que inmediata­ de abolir la propiedad privada. Despóticos gobernantes y po­
mente pueden producir result ados beneficiosos no deben re­ pulares alzamientos frecuent ement e quisieron restringir o in­
chazarse simplemente porq ue las consecuencias finales cabe cluso suprimir todo derecho dominical. Tales intentonas. cier­
sean nocivas. Lo que importa son los efectos inmediatos; «a to es, fracasan . Influ yeron, sin embargo, decisivamente en
la larga, todos muertos». La economía, ante asertos tan arbi­ e! aspecto formal y e! contenido material de! actual derecbo
trarios, limítase a recordar que conviene al bienestar de! hom­ de propiedad. No amparan debidamente , por eso, los vigen­
bre sopesar la tot alidad de las consecuencias de S1l5 actos, tan­ tes preceptos legales la función social de la prop iedad privada.
to las próximas como las remotas. Ha y, desde luego, situ acio­ Tal deficiencia perturba la correcta mecánica de! mercado.
nes en que tanto los individuos como las naciones hacen El derecho de prop iedad, en purid ad, debe consistir, de
954 La Acción H umana El mercado y las realidades circulldante s
955

un lado , en que el propietari o haga suyos cuant os rendimien ­ ponsabilidad empresarial por los ocasionados daños y perjui­
tos la cosa poseída pueda producir y, de otro, que Integramen­ cios, hoy inducen a casi todos los gobiernos a favorecer de­
te sop orte cuant as cargas el bien en cuestión irrogue. Sólo el terminadas indu strias y empresas de transpo rte, pri vilegián­
propieta rio debe di sfrutar )' sopo rta r los efectos tod os de su da las mediante primas y subsidios , exenciones fiscales , pro­
propiedad. H a de responsabilizarse enteramente, en el mane­ tecciones arancelarias y crédito barato . Las anter iores realida­
jo de sus bienes , de los resultados provocados, tanto de los des , desde luego , no obstan a que en ot ras ocasion es se haya
prósper os como de los adversos. Pero cuando un a parte de los agravad o la responsabilidad de las indu strias y empresas ferro­
beneficios no se apunta al haber del If opi etario, ni de term ina­ viarias comparativamen te a la exigida a las per son as indi vi­
das desventajas se le cargan tampoco , éste deja de interesa rse dua les y a las demás firmas. También, en estos casos, son polí­
por la totalidad de los resultados de su actuación. Descuenta , ticos los ob jetivos perseguidos. Se asegura es tar prote giend o
en tales casos, tanto los lucro s escamoteados como aquellos a los pobres, a los asalariados y a los campesinos contra los
costos de que se le exonera. Procede , entonces, de modo dis­ acaud alados capi talistas y empresari os.

tin to a como hu biera actuado de hallarse las norm as legales La aludi da exoneración del prop ietario de parte del costo

más rigu rosamente acomodadas a los objetivos sociales q ue , de su actuar puede producirse lo mismo por deliberadas me­
mediante el derecho privado de propiedad , se pret end e al­ didas de índole polít ica qu e en virt ud de t rad icionales lagunas
canzar. Acomet erá obras que , en o tro caso , hub iera rechazado . en los textos legales . Cualq uiera que sea su causa, la aludida
sólo porque la imperante legalidad echa sob re ajenos homb ros exención constituye realidad qu e el su jeto to ma debidament e
algunos de los costos de la operación . Se abstend rá, en cam­ en cuen ta. Estamos an te los denom inados costos exlel'llos, qu e
bio, de otras actu aciones qu e hab ría practic ado de no verse inducen a las gentes, como decíamos, a realizar acto s que, en
pri vado, por las no rmas imperativas , de parte de los corres­ otro caso , no hubieran pra ct icado simplemente porque part e
po ndientes beneficios. de los correspo nd ientes inconvenientes no los soportan ellas ,
Las di sposiciones refe rentes a la indemnización de daño s sino ter ceros.
y perjuicios son y siempre, en cierto modo , fuero n impcrfcc­ E jemplo manifiesto de lo anterio r nos lo brinda los tcrre­
taso Debemos todos. te óricamen te , responder de cuantos que­ nos sin propietario an teri ormente alud idos 9. Las tierras ca­
bran tos infli jamos a los demás. T al pri ncip io general, sin em­ rentes de du eño efect ivo (es ind iferent e se consideren prop ie­
bargo, siemp re tu vo sus laguna s, sus legales excepciones . D i­ dad pública desde un punto de vista merament e legal) las uti­
cho trato de privilegio, algunas veces , delibcrudarnen te se lizan las gentes sin preocuparse del daño que puedan sufrir.
o torgó a qui ene s se dedicaban a producciones qu e las au to ri­ Cad a cual procura lucra rse al máximo, po r cualquier med io,
dade s desea ban impulsar. Para acelerar la ind ust rialización y de las corre spondientes re ntas - madera y caza de los bos­
el tra nsporte, en época s pasada s, muchos países exo neraron ques, riqueza piscícola de las aguas, minerales del subsuelo­
parcialm ente a los propietarios de fáb ricas y ferrocarri les de desentendi éndose de los posteriores efectos que puedan pro­
los perjuici os que tales instalacio nes irrogaban en su salud y duci rse . La erosión de la tierra, el agotamient o de las rique­
posesion es a colinda nte s, clientes, operarios y terceros a tra ­ zas naturales y demás futuro s q uebra ntos consti tuye n costos
vés de humos, cenizas, ruidos, emponzoñamient o de aguas y exte rnos qu e los acto res para nad a. en sus c álculos, ponderan.
accidentes de trabaj o causados por la imperfecci ón de las má­ T alan los árb oles sin respeta r los nue vos b ro tes ni pensar en
q uina s y herramientas empleadas. Esos mismos ideario s qu e repoblación algun a. Aplic an métodos de caza y pesca qu e
o trora inspiraron las aludidas reglamentaciones en cuya virtud .
unas veces tácita y otras expresament e, se disminuyó la res- , Vid. págs. 9}l·93 2.
956 La Acción Humana El m ercado y lar realidades circundantes 957

acaban con las crías y despueblan los lugares. Las gentes, cuan­ de una quinta a una tercera parte de su superficie cubierta de
do antiguamente abundaban tierras de calidad no inferior a bosques deprimera categoría científicamente explotados 10.
las de la sazón explotadas, no podían advertir los inconve­ No corresponde a la cataláctica examinar las circunstan­
nientes que luego tales abusivos siste mas encerrarían. En cias que han dado modalidades particulares a la moderna pro­
cuan to flojeaba la prod ucción de esas esquilmadas parcelas, piedad inmobiliaria americana. Lo que resulta indudable es
las mismas se abandonaban para roturar otras todavía vírge­ que en Estados Unidos muchos agricultores y la mayoría de
nes. Sólo más tard e, cuando a medida que la población crecía, los productores de madera consideran costos meramente ex­
y fuero n agotánd ose las tierras libres \fe pr imera calidad, co­ ternos los causados cuando esquilman las tier ras y abusiva­
menzaron a percatarse las gent es de lo anticcon órn ico de su mente talan los bosques " .
proceder. Consolidóse así la propiedad privada de la tierra El cálculo económico deviene, desde luego, falso y enga­
cultiva ble. A pa rtir de tal momento, la institución domini ­ ñoso dondequiera los costo s result an externos en proporció n
cal fue ampliando su ámbito hasta abarcar fina lmente tam­ sustancial. Tan lamentab le realidad, sin embargo , en modo
bién los pastos, los bosques y la pesca. Para lela evolución
alguno puede atribuirse a supuesta deficiencia de! sistema de
registraron los territorios de ultramar colonizados por los
propiedad privada de los medios de producción. Es, por el
occidentales, sobre todo los gra ndes espacios norteamerica­
contrario, consecuencia de no baberse implantado, con e! deb i­
nos, cuya capacidad agrari a hallaron los blancos prácticamen­
te intocada, Ha sta las últimas décadas de! pasado siglo abun ­ do rigor , la aludida organización social. Todos esos repet idos
daro n los terreno s libres en lo que se denominó la [rentera. inconvenient es desaparece rian en cuanto se reformara opor­
Ni la previa existencia de esas inmensas tierra s libres ni su tunamen te la respon sabilidad por daños y per juicios y se abo­
posterior desapar ición constituyen realidades exclusivament e lieran cuantos obstáculos impiden la plena implantació n del
americanas. La única circuns tancia típicamente ameri cana en derecho de propiedad privada .
esta materia es la de que, al acabarse esas citadas tierras Los beneficios externos no constituyen simple contrafigura
libres , toda una serie de factores ideológicos e institucionales de los costos externos; gozan de ámbito pro pio y presentan ca­
impidieron que la explotación agraria se acomodara debida­ racterísti cas part iculares.
mente a tal nueva circunstancia.
10 Los go biernos occidenta les desde finales del siglo XVIIl empezaron a pro ­
En Europa central y occidental, por e! contrario, donde , mulgar leyes con vistas II pro teger 101 riqueza forestal. Constituiría, sin embargo,
desde hacía siglos, imperaba con rigor la propiedad privada , grave error el atribuir a dichas normas la conse rvación de los bosques europeos .
por lo que atañe al aprovechamiento de la tierr a, se siguió I(ast a media dos del siglo XIX no existiero n servicios adm inistrativos de ningún
género que hicieran cumplir tales d isposiciones. No es s610 ese : las au torid ades
siempre otras normas. Las tierras jamás fueron esquilmadas, de Austria o Prusia, y no digamos nada de los gobernantes de los otros estados
ni abusivamente se talaron los bosques, pese a que const ituían ale manes de menor Importancia, carecían de poder bastante para obligar a los
la única fuente de toda la madera consumida en la construc­ aristócratas y señores locales a observar la leyes . N ingún funcionario público hubiera
ción y la minería, en las forjas y herrerías, en las fábricas dc osado antes. de 1914 llamar la atención en ninguna materia a un magnate de Bohe ­
mia o Silesia O 11. un S tandesberr teut ónico. Los príncipes '1 condes, por propio
vidrio y en las de cerámica. Los propietarios de los bosque s, interés, cuidaban sus bosqu es. Precisamente porque los consideraban propiedad
impelidos por egoístas consideraciones, tuvieron siempre buen particular, que nadie podía quitarles, procuraban mantener incólume la renta de sus
cuidado de mantener la capacidad productiva de sus floresta s. fincas y el valor de sus posesiones.
Las zonas europeas más densamente habitadas y mayormente 11 O sea, en otras palabras, que estiman beneficios externos el dar :1 tierras y

industrializadas. hasta hace bien poco todavía conservaban bosques el trato que su conservación requiere.
9'8 La Acción Humana }jf mercado y las realídadrs circund antes 959

Cuando la actividad del sujeto no benefic ia s610 a él, sino to de vista de la sociedad, en modo alguno pued en considerar­
ade más a terceros, caben dos posib ilidade s: se ajenos . La repetida obra l' indudablemente beneficia, al
1. Que el in teresado estime tan grande su per sonal ga­ menos, a un cierto gru po de personas, lo cual basta para que
nancia que gustoso sopo rte íntegramente los correspondientes resulte incrementad o el «bienestar tota l». La sociedad, como
costos. O lvida el actor las ganancias de los demá s; bást anle a tal, pierde al no ejecuta rse P. Por eso, cuando el emp resario
él las propias qu e piensa cosecha r. Cuando una comp añía ferro­ priva do , al qu e sólo interesa su lucro personal , rehúye egoís­
viaria protege con muros sus líneas contra el peligro de corri­ tamente emp resas qu e él considera sin rentabilid ad , forzoso re­
mient os y avalanchas, procura , sin propon érselo , igua l protec­ sult a intervenga el estado, supliendo la aludida insuficiencia
ción a las adyacentes viviendas y terr enos. Desenti éndese la de los particulares. La administración debe , en tales casos , o
empresa de esos ajen os benefici os, pre tend iendo tan sólo pro­ bien crear las oport unas empresas púb licas o bien concede r las
teger sus propias instalaciones. necesarias primas y subvenciones para que las correspondien­
2 . Qu e el corr espo ndie nte costo resulte tan elevado que tes obras result en atractivas a
los empresar ios y capit alistas
ninguno de los po tenciales beneficiarios esté dispuesto, él solo. privados. Ta les auxilios finan cieros pueden oto rgarse , de mo­
a soportarlo integra ment e. La obra únicament e puede ser lle­ do directo, mediante específico subsidio, que se carga al era­
vada a buen fin si u n número suficien te de per sonas en ella rio, o, de for ma indirecta , implantando las correspondient es
interesadas aúnan sus esfuerzos. barreras arancelari as, cuya onerosida d, en definiti va, gravita so­
Innecesario resulta rín insisti r en el tema de los beneficios bre los propios compradore s de las corres pond ientes mer can­
externos si no fuera porque estamos ante un fenómeno int er­ cías.
pretado del mod o más torpe y erróneo en toda esa literatura Q uienes así argumentan no advierte n , sin embargo, que el
pscudoeconórnica, hoy tan prevalcnte. dinero empleado por el gobie rno en la financiación de las
El plan P no debe ejecutarse, pues los consumidores valo­ pérdidas de las empresas públicas de referencia, en las subven­
ran en más las satisfacciones qu e consider an les proporcionarían ciones del caso, forzosamente ha tenido o bien qu e dctraerse
otras actuaciones. P exigiría, en efecto, det raer capital y tra ­ a los contribuyentes - con lo cual congruamente ha sido re­
bajo de cometidos estimados de mayor in terés por los con su­ du cida la capacidad gastadora e inversora de éstos-, o bie n
midores. Pero ni el hombre medio ni el teórico pseudocco­ que obtenerse de modo inflacionari o. Po rque nadie crea qu e
nomista suelen percatarse de la anterior realidad. Ante la el estado, supe rando al parti cular, pueda crear algo de la nada.
indudable escasez de los disponibles factores de producción Cuanto más gasta el gob ierno, menos pueden gasta r los súb­
adoptan la política del avestruz. Hablan como si P pud iera ditos. N o hay fórmula mágica alguna qu e perm ita la finan ­
ejecutarse sin costo , es decir, sin obligar a las·gen tes a desat en­ ciación autónoma de las ob ras pú blicas. Se pagan éstas con
der otra s necesidades. Es el egoísmo de aquellos a quienes sólo fondos detraídos ín tegramente a las gentes . Ta les cont ribu­
su lucro per sonal interesa - aseguran tales ideólogos- lo úni co yentes, en ausencia de la aludida intervención estatal, hubie­
que impide a las masas disfrutar los beneficios de P . . ran dedicado dichos medios a financiar emp resas lucrativas.
Q ueda patente la íntima deshonestidad del sistema basad o empresas que ya no pod rán surgir, al faltar el num erario ab­
en el beneficio priva do -pros iguen los aludidos crftico s­ sorbido por el estado en sus obras. Por cada empresa sin ren­
si advertimos que la supuesta falta de rentabilidad de P se tabilidad que el ente público inaugur a hay otra que no puede
debe, única y exclusivament e, a que los empresarios no in­ ser pue sta en mar cha, a causa, exclusivamente, de la aludida
cluyen en sus cálculos como lucro efectivo cuanto para ellos in jerencia estatal. Y lo más lamen tab le es que tales nonat as
consti tuye mero beneficio ajeno. Tales beneficios, desde el pu n­ empresas hubieran sido rentables, es decir . hubiéranse apro­
960 La Acción Humana El mercado y las realidades circundantes 961

vechado en ellas los siempre escasos factores de producción costos de produ cción en tales zonas result an superiores a los
como mejor atendidas quedaran las más urgentes necesidades de otras; por eso, precisamente, gran parte de dichas tierras
de las masas. En las púb licas, por el contra rio, desde el pun ­ hay que estimarlas submarginales. Sin el subsidio estatal no
to de vista de los consumidores, se están dilapidando valiosos podrían sopo rtar la competencia de quienes cultivan tierras de
factore s de producc ión, dejándose insatisfechas necesidades mayor fera cidad. La agricultura desaparecería o grandemente
que las gent es preferían atender antes que aquellas otras cu­ se res tringiría en tales comarcas, que pasarían a considerarse
biertas por la acción estatal. zonas, de moment o, inaprovcchables. Las expuestas realida­
La masa ignara, incapaz de ver m,l\; alJ¡í de sus propi as na­ des impid en a la empresa privada, que busca e! lucro, cons­
rices, se entusiasma con las maravillosas realizaciones del go­ truir líneas ferroviarias entre esas inh ósp itas regiones y los
bierno. No ven las gentes que son ellas mismas quienes ínte­ centros de consumo . No es la ausencia de medios de transpor­
gramente pagan los corres pondien tes costos, dejando desaten­ te la causa de la last imosa situación de aquel campesinado. El
didas muchas necesidades que hubie ran cubierto de haber gas­ planteamiento es inverso: los emp resarios no construyen fe­
tado el estado menos dinero en empresas sin rentabilidad. No rrocar riles en la zona precisamente por cuanto se han perca­
tiene imaginación suficiente por lo visto el homb re común tado de que la comarca, de moment o, carece de porvenir; tales
como para vislumbrar todas las posibilidades que el estado líneas ferroviarias, por falta de mercancías que transportar,
ha hecho aborta r 12. producirían pérdidas. Así las cosas, si e! gobie rno, cediendo a
Los entus iastas de In acción estatal a ún queda n rruis mara­ los grupos de presión inte resados, construye el ferrocarril y so­
viJIados cuando la intervención del gobe rnante per mite a pro­ porta las consecuentes pérdidas, beneficia, desde luego, a los
ducto res submarginales proseguir sus actividades desafiando aludidos cultivadores . Pueden entonces esos privilegiados, por
la competenc ia de indust rias, comercios y explotaciones agr í­ cuanto parte de! costo de su transporte 10 paga el erario, com­
colas de mayor eficiencia. En tales casos result a indu dable petir con quienes no disfruta n de similares auxilios financieros,
- arguyen- que se ha increment ado la producción total; dis­ pero cultivan mejores tierras. Son, sin embargo, los contribu­
ponen las gentes de bienes que no hubi eran existido en auscn­ yentes quienes pagan , en definit iva, ese regalo hecho a aquellos
cia de la actuación administra tiva. Pero la verdad es todo lo favorecidos campesinos , aportando de su bolsillo los fondos
contrario: la producción y la riqueza to tal ha sido rebajada . necesarios para cubrir el déficit ferrov iario. Tal liberalidad
Porque, al amparo de aquella intervención estatal, se implan­ ni infl uye en e! precio de los productos agrícolas ni en la cuan­
tan o prosiguen sus actividades empresas con elevados costos tía total de los mismos. Permi te tan sólo explotar lucra tiva­
de produ cción , Jo cual forzosamente da lugar a que o tras fir­ mente tier ras antes submarginales, haciendo de condición sub ­
marginal terrenos otrora rentabl es. Desplaza la producción
mas de costos más reducidos dejen de funcionar o restrinjan
de aquellos lugares donde los costos son más bajos a ot ros don­
la producc ión. Los consumidores, pues, en definti va, no dis­
de resultan superiores. No increment a la riqueza ni la d isponibi­
ponen de más, sino de menos cosas. lidad total de mercancías y productos; antes al contrario, res­
Constituye , en este sent ido, idea muy popular el supo ner tri nge tanto la una como la otra, pues para cultivar campos don­
que conviene que el estado promueva el desarrollo agrícola de de los costos de producció n son supe riores se requ iere más ca­
regiones cuyas condiciones naturales son desfavorables. Los pital y trabajo que donde tales costos son inferiores, quedando
detraído ese adicional capital y trabajo de ot ros empleos que
11 Vid. el brillante estudio que: Henry Hazlitt dedica al gasto público en su hubieran permitido producir supletorios bienes de consumo.
libro Economics 111 Onc Lesson (NUCV:l York , 1946 ), pégs . 19-20.
La acci6n est atal, desde luego, permite que las gentes de de­
61
962 La Acci6n Humana El mercado , . las realidades circundantes 963

terminadas comarcas dispongan de cosas que, en otro caso, no como se generaliza su co nocimiento, dev ienen «bienes libres»,
hubieran podido disfrutar; pero ello sólo a costa de provocar quedando a su autor o descubridor sólo la gloria como recom­
en otras zonas quebrantos superiores a los remediados entre pensa.
aquel grupo de privilegiados. Los problemas que ahora nos ocupan nada tienen que ver con
la actividad intelectual de las mentes geniales. El genio, cuando
explora y descubre regiones del espíritu anteriormente jamás ho­
LOS BENEFI CIOS EXTERNOS EN LA CREACIO N lladas, no produce ni trabaja en el sentido que dichos vocablos tie­
INTELECTUAL nen para la actividad del hombre común. Tales seres excepcionales
se despreocupan totalmente de la acogida que las gentes pueden
Extremo supue sto de beneficios ex ternos nos lo brinda el deparar a sus obras. Nada ni nadie tiene que impulsarles en su
trabajo intelectual en que se basa toda la actividad productor a y labor creadora 13.
constructora . Las fórmulas, es decir, Jos procedimientos intelec­ No sucede , sin embargo , 10 mismo co n esa amplia cIase que
tualmente hallados que emp lea la actividad t écnica, caructe rfzansc forman Jos intelectuales de profesión, de cuyos servicios en modo
por su inagotable capacidad para rendir los correspondientes ser­ alguno puede la sociedad prescindir. Dejemos de lado el caso de
vicios . Tales servicios, consecuentemente, no escasean, resultando los escritores de poe sías, novelas y obras teatrales sin valor, así
innecesario econom izados. Las antes aludidas consideraciones, a como el de los compositores de mu siquillas int rascendent es ; no
cuyo amparo se implantó la propiedad privada de los bienes eco­ queremos entra r a dilucidar si la humanidad se perjudicaría gran­
nómicos, no resultan aplicables a esas intelec tuales creaciones que demente con la pérdida de tales obras. Fijemos nuestra atención
son las fórmulas. Quedan éstas fuera del ámbito de lo propiedad tan sólo en que , para transmi tir el saber de una generación a otra
privada no a causa de su cond ici ón inmaterial, intangible e impal­ 'y para dar a los hombres aquellos conocimientos que en sus actua­
pable, sino por ser inagotable el servicio que pueden proporcionar. ciones precisan, necesario es disponer de manuales y obras de
Tardaron las gentes en adve rtir que tal circunsta ncia encerraba divulgación científica. Es muy dudoso que los correspondientes
sus inconvenientes. Peculiar es, en efe cto, la postura econó mica especialis tas se tomaran la molestia de escribir tales estudios si
de quienes tales fórmulas producen , es deci r, la de los descubri­ cualquiera pudiera copiárselos. En materia de adelantos técnicos,
dores técnicos, la de los escritores y la de los compo sitores. Sopor­ la cosa aún resulta más evidente. El dilatado trabajo de experi­
tan ellos por completo el costo de producir la obra de que se mentación que el desarrollo de la técnica exige, presupone normal­
trate; pero todo el mundo puede, e n cambio , disfrut ar de la mis­ mente la inversión de sumas de gran importancia. El progreso
ma tan pronto como está terminada. Co nst itu yen , pues, íntegra es muy posible que se retrasara gravemente si , para el inventor
mente o en su casi totalidad , los servicios de las aludidas obras y quienes aportan los capitales precisos, los conseguidos adelantos
beneficios externos para quienes las engendran. constituye ran merament e beneficios ex ternos.
La pos tura económica de inventores y escritore s, en ausencia El derecho a la propiedad intelectual e industrial es una insti­
de patentes y derechos de autor, se identifica con la del cmpre­ tución jurfdica que el desarrollo de los últimos siglos estructuró.
sario. Disfrutan de una cierta vent aja temporal con respecto a sus Resulta todavía dudoso qué lugar ocupa en las tradicionales clasi­
competidores. Pueden, en efecto, más pronto que los demás, dis­ ficaciones del derecho privado. Numerosas son las personas que
fro tar de los correspondientes inventos o textos y ofrecerlos a consideran tales propiedades carentes de base y de justificación.
terceras personas (industriales y editores). C ábeles derivar bene­ Asim ílanla s a privilegios, consíd éranl as trasnochados vestigios de
ficios propios de sus obras durante el período en que las mismas
todavía no son de dominio público. Tan pronto, sin embargo, u Vid. págs. 221·223.
964 La Acci6n Hu mana El mercado y las realidades circundantes 965

cuando los inventores y escritore s obtenian protecci6n para sus puede otorgar a tales gentes exceptuadas -ya sea por las propias
obras s6lo a través de la correspondiente real licencia. Son, ade­ previsiones legales o por la personal audacia de los interesados­
más, derechos en cierto modo equívocos, pues sólo resultan pro­ oportunidades par a de rivar rentas diferencia les o ganancias m ono­
vechosos cuando permiten imponer precios de monopolio 1.. . LrI polísticas.
procedencia de las patentes también ha sido puesta en duda, pues Desde el punto de vista del mercado, trascendencia alguna
mediante ellas se benefici a a quien dio el último toque, u quien tiene el que la aludida exceptuación haya sido legalmente otorgada
halló la aplicación práctica de descubrimient os e investigaciones en forma de privilegio 0, po r el contrario, cons tituya antirregla­
que, frecuentemente, terceros practiclron . O tros precursores, cuya mentario cuasi privilegio. No menos intrascende nte resulta el que
con tribución muchas veces fue más importante que lu de quien los co stos que, en su caso , la persono natural o jurídica haya pa ~
obtiene la patente, no reciben nada por sus desvelos. gado po r ob tener el privilegio, o cuasi privilegio sean regulares
Desborda ~l campo de la eataláctica el examinar todos los (impuestos sobre licenci as, por ejemplo) o irregulares (cohechos,
argumentos esg rimidos tanto en favor como en contra de la pro­ pongamos por caso). Si se importa cierta cantidad de una rner­
piedad intelectual e industrial. La ciencia ccon6mica debe tan canela cuya entrada en el país es tá prohibida, los precios naci ó­
sólo dejar co nstancia de que es tamos una vez más linte el pro­ nales quedan afectados proporcionalmente al volumen de la im­
blema de la delimitaci6n del derecho dominical, destacando que, po rtación y a la cuant ía de los costos qu e haya sido preciso des­
en ausencia de patentes y exclusivas de autor, inventores y escri­ embolsar para disfrutar del correspo ndiente privilegio o cuasi pri­
tores no serían prácticamente más que productores de beneficios vilegio . Ningún influjo tiene, por el contrario, sobre los precios
externos . el que la importac i ón haya sido legal (es decir. efectuada, por
ejemplo, previa la concesión de una de aquellas licencias que es
preciso obtener para comerciar con el ex tranjero en cuanto se
PRIVILEGIOS Y CUASI PRIV IL EGI OS implnnrn 1In r égimen dc intervención cuan titativa del tráfico ex te­
rior) o que , por el con trario, In misma haya sido practicada
Lt
Las trabas y cortapisas que leyes e ins tituciones opo nen <1
median te ilegal conrrnbando.
libertad del hombre pata optar y actuar según más le plazca no
son de tal cuantía que a veces las gentes no se decidan a des.
preciar y superar tales obstáculos. Siempre, desde luego, puede
haber favorecidos del momento a quienes se except úe de la obli­
gaci6n impuesta al resto de la poblaci ón, bien en virtud de espe­
cífico privilegio legalmente reconocido , bien mediante la con ni­
vencia de la autoridad encargada de hacer cumplir las correspon­
dientes disposiciones. Pero igualmente cabe la existencia de per­
sanas con osadí a suficiente como para desatender el mandato del
legislador pese a la vigilancia de los funcionarios; ese su descarado
atrevimiento procura a tales suje tos un manifiesto cuasi privilegio.
La ley que nadie cumple es ineficaz. Pero la disposición que
a algunos privilegia o que determinados individuos desobedecen

" Vid. p ágs. 546-549.


C A P ITULO XX I V

Armonía y conflicto
, de intereses

1. EL ORIGEN DE LAS GANANC IAS Y L AS PÉRD ID AS


E MP RES ARI ALES

La continua mut ación de las circunstancias del mercado, al


tiempo que imposibilita In aparición de una economía de giro
uniforme, provoca, de manera constante, pérdidas y ganancias,
que favorecen a unos y perjudi can a otros. Se ha dicho por ello
que toda ganancia supone, invariablemente, daño para tercero;
que nadie prospera si 110 es a costa ajena. El aserto ya los anti ­
guas lo mantuvieron . Montaigne fue, sin emba rgo, el prim ero
en reiterarl o modernamente; lo consideraremos, por tanto,
como e! dogma de Montaigne. Constituye la ínt ima esencia de!
mercantilismo y de! neomercantilismo. Aflora en toclas aquellas
moderna s teorías según las cuales prevalece, en el ámbito de
la economía de mercado, una pugna irreconciliable entre los
intereses de las distintas clases sociales y entre los de los di­
feren tes países l.
El dogma de Mont aigne, no obstante, se cumple tan sólo
cuando las variaciones de origen dinerario de! poder adquisi­
tivo de la moneda provocan sus efectos típ icos. Resulta , por e!
I Vid. M ONTAIGNE, Essaís, cd. F. Strowski, 1, cap. XXII (Burdeos, 1906), 1,
págs . 135-136; A. ONCKEN. Gesabicbte der Natíonalokonomie (Lclpzlg, 1902), p é­
ginas 152-1" ; E. F. H ECKSCIlER, Merct1nliJirm, trad. por M. Shapiro (Londres,
1935), u, págs. 26·<1.
968 La Acci án Humana Armonía y conflicto de intereses 969

contrario, notoriamente falso en telación con las pérdidas o quebrantos quien erróneamente prevé el porvenir . Todo el
ganancias empresariales de cualquier índole, lo mismo si apa­ mundo, evidentemente, ganaría si cuantos en el mercado ope­
recen bajo una economía estacionaria -que iguala en su con­ ran fueran siempre capaces de prever, con acierto pleno, las
junto unas con otras- como si se registran en una economía circunstancias futura s, ajustando su conducta a tales datos. No
progresiva o regresiva --donde tales magnitudes resultan se dilapidaría entonces ni un adarme de capital, ni trabajo
distintas. alguno se malversaría colmando apetencias menos urgentes que
En e! ámbito de una sociedad de mercado libre de interfe­ dejadas insatisfechas. El homb re, empero, no es omnisciente.
rencias, las ganancias de un emprel ario en modo alguno pro­ Indu ce a graves error es el enfocar estos problemas bajo e!
vocan congruo quebranto en otro . Dimanan aqu éllas, por e! ángulo de! resentimiento y la envidia. No menos impermisible
contrario, de haber aliviado o suprimido determinada molestia es restringir e! análisis a la moment ánea y transitoria situación
que atormentaba a un tercero. Lo que perjudica al enfermo es de unos ciertos individuos. Estamos ante problemas' sociales
su dolencia, no el médico que se la cura. La ganancia de! pro­ que es forzoso abordar en e! amplio marco de! mercado todo .
fesional no brota del sufrimiento del paciente, sino de la as ís­ El sistema que perrnite atender mejor - dentro siempre de lo
tencia que le facilita. Los beneficios invariablemente derivan posible-s- las apetencias de cuantos integran la sociedad es
de haber sabido prever acertadamente futur as situaciones. aquél que premia con ganancias a quienes, antes que sus con­
Q uienes con mayor acierto que el resto de las gentes se antici­ ciudadanos, previeron acerta damente el porvenir. Si, por e!
pan mentalmente a tales eventos futu ros y acomodan sus ac­ contrario, se tasa, en favor de aquellos cuyas previsiones resul­
tuaciones a la nueva disposición de! mercado obtienen a taron erradas, el beneficio empresarial, en modo alguno se
posteriori ventajas, al hallarse en situaci ón de satisfacer las mejora, sino que se perjudica la acomodación de la oferta a la
más urgentes necesidades de los consumidores. El beneficio del demanda. En el caso de impedirse a los médicos percibir oca­
empresario, que proporciona al consumidor los deseados bie­ sionalmente elevados honorarios no h abría más sino menos
nes y servicios, jamás puede estimarse causa de las pérdidas estudiantes de medicina.
que sufren quienes ofertan productos por los que nadie está Ambas partes ganan en toda operación mercantil. El aserto
dispuesto a abonar un precio que compense el correspondiente es válido aun en el caso de quien vende con pérdida; el intere­
costo. La incapacidad del empresario torpe para prever la fu­ sado, en efecto, estaría peor aún de no haber logrado colocar
tura disposición de! mercado y las apetencias del consumidor la correspondiente mercancía o de haber tenido que hacerlo a
es lo que le hace sufrir quebrantos. un precio todavía más bajo. La pérdida sufrida es consecuencia
Las alteraciones de la oferta y la demanda a vecero resultan de haber fallado el actor en sus previsiones. Pero, realizada la
tan súbitas e inesperadas que, en opinión de las gentes, nadie, venta , por bajo que sea el precio obtenido, redúcese el que­
razonablemente, podía haberlas previsto. El envidioso, en branto. Es manifiesta la certeza de lo expuesto, pues si ambas
tales casos, considera totalmente injustificados los beneficios partes no reputaran la operación como la más ventajosa
conseguidos al amparo de la correspondiente mu tac i ón. Tan - habida cuenta las condiciones concurrentes- no la con­
arbi trarios juicios de valor no modifican, sin embargo, la rea certarían.
lidad. El enfermo prefiere ser curado -aunque deba abonar Tan sólo en caso de latrocinio, guerra o botín, las ganancias
elevados honorarios al profesional - a verse privado de asis­ se obtienen a expensas de los demás. El robo perjudica, desde
tencia. En otro caso, no llamaría al médico. luego, a la víctima expoliada. No cabe, sin embargo, asimilar
Los intereses de compradores y vendedores, bajo una eco­ la guerra a la actividad mercantil. Notorio era el error de Vol­
nomía de mercado, no son antagónicos. Sufre, desde luego, taire, cuando --en 1764- al explicar en su Dictionnaire phi­
970 La Acción H tunana Armonía y conflicto de intereses 971

losopbique e! término «patria», escribía: «El ser buen patriota mas, pues, por lo que a la ciencia económica a ta ñe , hace ya
consiste en desear que la pro pia repú blica se enriquezca me­ mucho qu e dejó ésta In cuestión perfectamente aclarada .
diante e! comercio y adquiera poder por las armas; es obvio
que jamás puede prospera r una nación sino a costa de otra,
resultando inconcebible un a conquista que no infiera daño a 2. L A L I MITACi ÓN DE LA DE S CE NDENCI A
tercero. » Volt aire, como otros innumerables autores, anterio­
res y posteriores, no creía necesario document arse en materia La escasez natu ral de los medios de subsisten cia hace que
económica antes de escribir. De haiJer leído los ensayos de su todo ser vivo, en prin cipio, considere a sus congéneres como
contemporáneo David H ume, habrlase percatado de! error en mort ales enemigos en' despiadada lucha por la existencia, des­
que incurría al iden tificar la guerra con e! comercio interna­ encadenándose entre semejantes feroz competencia biológica.
cional. Voltaire -e! gran debe!ador de vetustas supersticiones Tan insoluble conflicto, sin emba rgo, por lo que al hombre
y populares falacias- , sin darse cuenta , resultó víctima de la afecta, se resuelve pacíficamen te en cuanto la división de! tra­
más grave de todas. bajo reemplaza entre los ind ividuos, las familias, las tribus y
Cuando e! panadero proporciona pan al dentista y éste. a las naciones a la primitiva autarquía económica. No hay en el
cambio, le cura la boca, ninguno de los dos se per judica. Grave ámbito social conflicto de intereses mient ras no se rebase In
error supo ne e! equipara r tal volun tario intercambio de servi­ cifra óptima de población . Prevalece la armonía en cuanto
cios con e! pillaje de la panadería por una handa de fora jidos, aumenta la producción a ritmo igualo superior al crecimiento
El comercio exterior se diferencia del interno tan sólo en que de la población, Las gentes dejan de presentarse como rivales
el intercambio de bienes y servicios se realiza a t ravés de fron­ en feroz pugna por apropiarse cada uno de la mayor porción po­
teras po líticas, Es monstru oso que el prfncipc Luis Napole ón sible de unas insuficientes existencias rigurosamente tasadas.
Bonaparte - más tarde Napole én lI T. cmperndor- escribiera, A la inversa, cooperan entre sí los hombres por conseguir co­
d écadas después de Hume, Adarn Smirh y Ricardo, que «la munes objetivos. El crecimiento de la población no obliga a
cantidad de mercan cías exportadas por una nación es direc­ reducir la ración de cada un o, permitiend o, por cl contrario,
tament e proporcional nI n úmero de caño nazos que puede des­ incluso incrementarla.
cargar sobre el enemigo cuando su honor o dignidad lo re­ La población humana, desde luego, Iácilmente rebasaría
qu ieren» ' . No han logrado rodavín las ense ñanzas dc los su cifra óp tima, su perando los límites marcados por las exis­
econom istas convencer a las gentes de los beneficiosos efectos tencias alimenticias, si los mort ales no pretend iera n en esta
vida más que comer y cohabitar. Pero las aspiraciones del
de! comercio internacional y de la implantación de un régimen
de división de! trabajo en In esfera suprnnacional; las masas hombre son superiores al mero sustento y carnal ayunt amien­
siguen creyendo en el erro r mercanti lista: «El obiero del co­ to; po rque deseamos, además, vivir humanamente, Al incre­
mercio exterior es depauperar a los extranjeros» '. Compete. ment arse las disponibilidades mater iales, suele aumentar tam­
tal vez, al historiador curioso averiguar por qué el hombre b ién la pob lación ; tal aumen to, sin embargo, es siempre meno r
común resulta víctima tan f,íci l de este tipo de errores y sofis­ que e! que permitiría el atender exclusivamente las más ele­
mentales necesidades. No hubiera sido posible, en otro caso,
~ Víd . LUIS N,, ¡>OLr.ÓN BONAI',\ ltTE, Exti nction dlf f'cIllP"'Ü IIIl' (cd. po pular, Pa­
ni esta blecer vínculos sociales ni desarrollar civilización alguna.
rfs, 1848), pdg, 6. Como acontece en las colonias de roedores y microbios, cual­
1 En la transcrita frase, H . G . \VEL LS (Tbe \'Vorld al \Vil/ia", Cíinoíd, IV, quier aumento de los alimento s habría ampliado la población
sec o 10) qu iso resumir la opinión de un típico representan te de la nobleza británica. hasta aqu el límite impuesto por la mera supervivencia; imposi­
972 Armon ía y confliclo de inler eses 973
La Acci6n Human a

ble hubiera resultado destinar ni la más mínima porción de mínimo de subsistencia cobra rigurosa virtualidad. En el caso
nuestros bienes a cometido alguno distin to de la estricta sub­ del hombre, sin embargo, el planteamiento es totalmente dis­
sistencia fisiológica. El error básico en que incide la ley de tinto . Hay un lugar en nuestra escala valorativa para los im­
hierro de los salarios estriba precisamente en considerar a los pulsos puramente zoológicos -comunes a todos los anima­
seres humanos -r-e-O, por lo menos, a los asalariados- como les- pero al tiempo hacemos en aquélla reserva para otras
entes movidos tan sólo por impulsos animales. Qui en admite aspiraciones típicamente humanas. El hombre , al actuar, so­
la procedencia de la aludida ley olvida que el hombre, a dife­ mete también al dictado de la razón la satisfacción de sus ape­
rencia de las bestias, quiere alcanza? además otros fines neta­ titos sexuales. Pondera, antes de entregarse a tales impulsos,
mente humanos" fines éstos que podemos calificar de elevados los pros y los contras. No cede a ellos ciegamente, como lo
o sublimes. hace, por ejemplo, el toro. Se abstiene cuando considera el
La maltusiana ley de la población constituye una de las costo - las previsibles desventajas- excesivo. Podemos, en
grandes conquistas del pensamiento . Sirvió, junto con la idea tal sentido - sin que la expresión implique valoración ni
de la división del trabajo, de base a la moderna biología y a tenga significaci6n ética-, hablar, como Malthus, de un freno
la teoría de la evolución. Est amos ante dos teoremas de la moral ",
máxima trascendencia, en el ámbito de las ciencias de la acción La mera ordenación racional de la actividad sexual supone
humana, que sólo ceden en importancia ante el descubrimiento ya un cierto control de la natalidad. Recurri6se más tarde
de la regularidad e interdependencia de los fenómenos de mer­ - independientemente de la abstención- a distintos métodos
cado y el exclusivo condicionamiento de éstos por las propias para tasar el crecimiento de la población. Aparte de las prác­
circunstancias mercantiles. Las objeciones opuestas tanto a la ticas abortivas, se cometieron actos atroces y repulsivos, tales
ley de Malthus como a la ley de los rendimientos son vanas como abandonar e incluso matar a los recién nacidos. Descu­
y carecen de consistencia. Ambas leyes son incontro vertibles. briéronse, finalmente, sistemas que evitaban la concepción en el
El papel que las mismas desempeñan dentro de las disciplinas acto sexual. Los métodos ant iconceptivos se han perfeccionado
de la acción humana es, sin embargo, distinto al que Malthus en los últimos cien años, aplicándose cada día con mayor fre­
les atribuyera. cuencia, si bien, desde muy antiguo, eran conocidos y
Los seres de condición no humana hállanse inexorable­ practicados.
mente sometidos a la ley biológica que Malthus descubriera ' . Esa riqueza que el moderno capitalismo derrama sobre la
Por lo que a los aludidos entes atañe, ese su aserto según el poblaci6n, allí donde existe una economía libre, unida a los
cual el número de tales seres tiende a sobrepasar la cuantía constantes progresos higiénicos, terapéuticos y profil ácticos
de las subsistencias disponibles, viniendo la insuficiencia ali­ - adelantos éstos igualmente de origen 'capitalista- ha redu­
menticia a suprimir inexorablemente a los sobrantes. resulta cido considerablemente la mortalidad - sobre todo la infan­
válido por completo. Para dichos animales, el concepto del til- - y alargado la vida media. Por ello, en tales zonas, ha sido
~ La ley de Malthus es de carácter biológico, no praxeol égk o . Su conocimiento,
preciso adopt ar últimamente medidas más rigurosas en el con­
sin embargo, resulta indispensable para la praxeologfa al objeto de precisar debida. trol de la natalidad. El capitalismo -es decir, la remoción de
mente, 4 contrario scnsu, las notas típicas de la acción humana. Los economistas cuantos obstáculos otrora perturbaran la libre iniciativa y el
hubieron de estructurarla ante la incapacidad de los cultivadores de las ciencias natu­
rales para descubrirla. Tal averigu aci ón de la ley de la población destruye, por otra 5 Malrhus, igualmente, la empleó sin ninguna implicación valorativa ni ética. Vid .
parte. el mito popular que considera atrasadas las ciencias de la acción humana, B ONAR, Maltlms and HiI Work (Londres, 1885), plig. 53. Podría. quien lo pr cfi­
las cuales - supone- han de apoyarse en las ciencias naturales. riera, sustituir la expresión freno moral por freno pmxeológico.
974 La Acción H umana A rmonio y conilicto de intereses 9"
desenvolvimien to de la empresa priv ada- ha ejercido, desde mortalidad - efecto directo del capitalismo--, reaccionó dís­
luego , un poderoso influjo sob re los h ábitos sexua les de las mi nuyendo las tasas de natalidad . D e la experiencia hist6rica
gen tes. No es que sea de ahora el control de la natalidad; lo no cabe, desde lu ego, deducir ley general alguna . El análisis
to talmente nuevo es su int ensificación y genera lización . Tales pr axeológico , sin embargo, nos hace ver la obligada concate­
prácticas no se circunscriben ya, como ant es ocurría, a los na ción existente entre ambos fenómeno s. Al incrementarse la
estra tos superiores de la pobl ación ; gentes de toda condici én cuantía de los bienes y riquezas disponibles, la pobl ación
recurre n a ellas en nu est ros días. Adviértase cómo uno de los tiend e también a crecer . Pe ro si ta l aumento demográfico abo
más típicos efectos sociales del cup iralísmo es la «de sprole ta­ sorbe íntegramente aquellos adicionales medi os, deviene irn­
rización » de las masas . E l sistema, en efecto, eleva de tal mod o posible toda ulterior elevación del nivel de vida de las masas.
el nivel de vida de los trabajadores qu e los «aburguesa », indu­ La civilizaci ón se congela; el progreso se parali za.
riéndoles a pensar y actuar como antes sólo las gen tes más Adverti mos la trascendencia de los tem as examinados si
acomodadas lo hacían. Deseosos de preservar, en beneficio suponemos que, por feliz coincidencia, en determinado momen­
propio y en el de sus hijos, el nivel de vida alcanzado, hace to se descubre un adela nto terapé ut ico cuya aplieación no exige
tiempo que com enzaron a controlar conscientemen te la nata. grandes gas tos ni inversion es. Cierto es qu e, mode rna mente ,
lida d . Ta l condu cta , con la expansión y progreso del capita­ la investigación médi ca y 1" producción de los eorrespo ndien­
Iismo, va conv irti éndo se en práctica uni versal. E l cap italismo , tes remedios exigen enormes inversiones de capi ta l y trabajo.
pues, ha reducido los índices tanto de natalidad como de mor. Los tr iunfos consegu ido s, de sde luego , son también frutos del
talidad. Ha alargado la vida media del hombre. capi talismo. Bajo nin gún o tro régimen socia l hub i éranse lo­
No era posible todavía, en la época de Malthus, apreciar grado . Pero , hast a hace poco, o tro era el plante amient o. E l
esos pecu liares efectos dem ográficos que el capitalismo iba ti descubrimi ento de la vacu na antivariólica, por ejemplo, no
provocar. Vano es, sin embargo, hoy en día, pretender igno­ exigió grand es inversiones y su primi tivo costo de admi nistra­
rarlos. T ales rea lidade s, sin embargo , para muchas person as, ción resultaba in significante . Así las cosas, ¿qué efectos
cegadas por sentimentaloides pre juicios, constituyen evidente s hubi era provocado ta l descubrimiento en un mu ndo preca·
síntomas de decadencia y degen era ci ón. La raza blanca - ase. pitalista refractario a la l;acionalización de la natalidad?
gúrase- es una raza envejecida y decr épit a ; muchos, altamente Habría aum enta do enormemente la pob lación , result ando, sin
acongojados, destacan In me nor proporción en que los asiáticos, embargo, imp osib le amplia r congruament e las subsistencias;
comparados con los pobl adore s de la Europa occidental, Nor­ el nivel de vida de las masas hubiera registra do impresionante
teamérica y Aus tra lia, controlan su descendencia. El crec i­ descen so . La vacuna contr a la viruela, lejos de constitu ir mn­
miento demográfico de los puebl os o rien tales - pues los nue­ ravillo so ben eficio, hab ría resultado gravísima calamidad.
vos sistemas terap éuticos y p rofilácticos también en tales Esa es , más o menos, la situació n de Asia y Af rica. El
zonas han redu cido notablement e los índices de morta lidad­ mu ndo occid ent al suministra a aque llas atrasadas poblaciones
es mu cho mayor q ue el de las naciones occiden tales . ¿No sueros y fármacos, médicos y hospitales . Cierto es que, en al­
será n, un día, éstas aplastadas por la simp le superioridad nu..: gunos de dichos países, el capit al extranjero y las importada s
mérica de las masas de la India, Malasia, China o J apón, que técnicas que vivifican el esca so cap ital indígena han permitido
tan escasamente contribuyero n a un progreso y a un adelan to inc reme ntar la producción per capita, lo cual ha desatado una
que, como inesperado regalo, recib ieran? tend encia a la elevación del nivel medio de vida . Tal tenden ­
Carecen de fundamento tales temores. La histo ria nos en. cia, sin embargo, no puede compensar la con traria que el alu ­
seña que la raza caucásica invariablemente, al dismin uir la dido descenso del índice de mor talid ad . sin cong rua red ucción
976 La Acción Hu mana 977
Armonía y conjlicto de intereses

de la natalidad, pone en marcha . No logran los pueblos en aprovechar las realizaciones materiales de Occidente , sin acepo
cuestión derivar los enormes beneficios que e! contacto con tar la correspond iente filosofía e ideario social, no harán más
Occidente podría depurarles, única y exclusivamente , porque que perpetuar el actual atraso e indigencia. Tal vez su número
su menta lidad , estancada desde hace siglos, para nada ha cam­ aumente; no dejarán, sin embargo, de seguir constituyendo
biado . La filosofía occidental no ha podido liberar a las masas simples masas de hambrientos mendigos que nunca podrán
orientales de sus viejas supers ticiones, prejuicios y erro res; su seriamente amenazar a Occide nte. En tant o nuestro mund o
conocimiento sólo en el terreno de la técnica y la terapéutica precise estar armad o, los empresarios, bajo el signo del mer­
ha sido ampliado. 1 cado, producirán sin descanso m ás y mejores ingenios bélicos,
Los reformadores y revolucionarios nativos qui sieran pro­ incomparablemente superiores a los que los orienta les, meros
porcionar a sus conciudadan os un bienestar material similar al plagiarios anticapitalistas, jam ás pueden fabricar. Las dos úl­
que los pueblos occidentales disfrutan. Desorient ados por timas guerras han demostrado cumplidamente, una vez más,
ideologías marxistas y milita ristas, creen que la mera adopción hasta qué punto Jos países capitalistas superan a los no capi­
de la técnica europea y americana basta para alcanzar tan tal ístas en cuanto a producción de armamentos, Pueden las
anhelado objetivo. Pero lo que no advierten bolchevistas, ni gentes, sin embargo, desde dentro, socavando In operación del
nacionalistas, ni tampoco quienes en la I ndia, China o e! Japón mercado , destruir el sistema capitalista. Esta es otra cuestión .
con tales idearios simpatizan, es que aquellos desgraciados Lo que decimos simplemente es que ningún enemigo externo
pueblos, para salvarse, más que técnicas occidentales lo que podrá jam ás aniqui lar nuestra civilizaci ón, si a la misma se
precisan es implantar, ante todo, la organización social que, le permite librement e operar . Las fuerzas armadas, allí donde
aparte de ot ros muchos logros, alumbró ese saber técnico que hay un régimen de mercado, hállanse tan eficazmente equipa­
tanto admiran. Lo que urgent emente req uieren son capitalis­ das que ningún ejército de país económicamente atrasado, por
tas y empresarios, iniciativa individual y libert ad económica. nume roso que sea, puede nun ca vencerlas. Se ha exagerado e!
Ellos, sin embargo, sólo desean ingenieros, máquinas y herr a­ peligro de hacer públicas las fórmu las de las armas «secretas» .
mientas. Lo único que de verdad separa el Es te del Oeste es La inventiva e ingenio de! mundo capitalista, en el caso de
su respectivo sistema social y económico. El Es te ignora por una nueva guerra, supondr ía desde un principio enorme ven­
completo la ment alidad occidental qu e engendró e! régimen taja sobre aquellos otros pueblos capaces sólo de copiar y ser­
capit alista . Mientras no se asimile e! correspondiente espíri tu, vilmen te imit ar lo que e! mercado alumbra .
los frut os materiales del capitalismo result an tot almente inope­ Los pueblos que económicamente se organizan bajo el sig­
ran tes. Ninguno de los triu nfos occidentales hu biera sido po­ no del mercado , manteniéndose fieles a sus principios, superan
sible en un ambiente no capitalista y los mismos se desvanece­ en todos los terrenos a los demás. Su borror a la guerra no
rán tan pronto como se suprima el régimen de mercado. significa debilidad ni incapacidad bélica. Procuran la paz por
Los asiáticos, si realmente desean acogerse a la civilización constarles que los conflictos armados perturban y pueden lle­
occidenta l, no tienen más remedio que adoptar, sin reservas gar a desrruir el orden social basado en la división de! trabajo.
ment ales, un régimen de mercado. Veránse, en tal caso, libe' Cuando la pugna, sin embargo, se hace inevit able, no tardan
radas de su proleta ria miseria y, desde luego, procederán al en mostrar, también ento nces, su incomparable eficacia. Repe­
control de la natalid ad tal como en los países capitalistas se len al bárbaro agresor por numerosas que sean sus huestes.
practica. No se perturbaría ya, entonces, una continua eleva­ El mantener conscientemente adecuada proporcionalidad
ción del nivel de vida, a causa de desproporcionado crecimien­ entre las disponibilidades de bienes y la cifra de' población
to demográfico. Pero si, en camb io, prefieren limitarse a constituye insoslayable exigencia impuesta a la vida y a la
62
978 La Acción Humana Armonia y conflicto de inte reses 979

acción hu mana, condición sine qua non para que pued a incre­ constante contra todos sus semejantes o de montar un sistema
mentarse la riqueza y el bienestar general. Para decidir si la de cooperación social. La benemérita cooperación social devie­
abstención sexual es e! único procedimiento aconsejable en ne, sin embargo, imposib le en cuanto las gentes dejan de re­
esta materia, pre ciso es dilucidar prev iamente toda una serie pri mir sus impu lsos genésicos. El hombre, al restringir volun­
de problemas atinentes a la higiene tanto corporal como men­ tariamente la propia capacidad procreadora, no hace más que
tal. El invocar preceptos éticos , estructurados en épocas pa­ atemperar su conducta a la realidad . Sólo racionalizando la
sadas de circunstancias totalmen te distintas a las presentes, pasión erótica es posible e! mantenimiento de la civilización
sólo sirve para confundir e! deba te. No entra la praxeología y de los vínculos sociales. La repro ducción sin coto ni med ida,
en los aspectos teológicos del problema. Limítas e a advertir por otra parte, no aumentaría la pob lación, sino que la reduci­
que el mantenímiento de la civilización y la elevación del nivel ría, viéndose los escasos supervivientes condenados a un a vida
de vida obligan al hombre a controlar su descendencia. tan penosa y mísera como la de nuestros milenarios ante­
Un régimen socialista igualmente habría de regular la na­ pasados.
talidad imponiendo las correspondientes medidas coactivas.
Tendría que reglamentar la vida sexual de sus súbditos, por
lo mismo que ha de regul ar sus demás actividades. Bajo la 3 . LA AR MONíA DE LOS «RECTAMENTE ENTENDIDOS»
economía de mercado, en cambio, cada uno tiende, por su INTERESES SOCIALES
propio interés, a no engendrar más hijos que aquellos que
puede mantener sin rebajar el nivel de vida familiar. Mantié­ Desde la más remota antigüedad, e! hombre ha fantaseado
nense así las cifras de población dentro de! límite marcado en torno a la paradisiaca felicidad que sus legendarios abuelos
por e! capital disponible y e! progreso técnico. La personal habrían gozado bajo e! originario «estado de naturaleza» .
conveniencia de cada uno viene a coincidir con el interés de Viejos mitos, Líbulas y poemas ya aludieron, en prí stin a e
los demás. inefable imagen, a dicha era, imagen que después reaparecería
Quienes se oponen a racionalizar la natalidad simplemente en la filosofía de los siglos XVII y XVIII . Todo lo bueno y con­
pretenden que e! hombre renuncie a uno de los insoslayables veniente para el género humano conceptuábase natural, en
medios puestos a su disposición para mantener la pacífica tant o que lo nocivo y dañoso calificá base de civilizado. Los
convivencia y e! orden social basado en la división de! trabajo. hombres - aseguraban tales ideologías- se perd ieron al apar­
Suscítanse irreconciliables conflictos de intereses dondequiera tarse de su primitivo género de vida, tan similar al de! resto
se esté reducie ndo e! nivel medio de la vida a consecuencia de los animales. En aquellos felices tiempos -nos dicen ro­
de excesivo crecimiento de la pobl ación . Resurge la prim itiva mánticos apologistas de! ayer- no había pugnas ni conflictos.
lucha por la existencia, en la cual cada individuo aparece como La paz' reina ba en el jardín de! Edén.
mortal enemigo de sus semejantes. Sólo la supresión del pró­ Lo cierto, sin embargo, es que la naturaleza no engendra
jimo permite incrementar e! propio bienestar. Aquellos filó­ paz ni buena voluntad ent re los hombres. El «estado de natu­
sofos y teólogos para los cuales e! cont rol de la natalidad va raleza» desata conflictos imposibles de solucionar por medios
contra las leyes divinas y naturales no hacen más que cerrar pacíficos . Cada ser actúa como implacable enemigo de los
los ojos a las más evidentes realidades. La naturaleza, avara demás seres vivos . Todos no pueden sobrevivir, pues la esca­
y cicatera, tasa al homb re los medios materiales que su bien­ sez de los medi os de subsistencia lo prohíbe. La conciliación
estar y aun su mera supervivencia exigen . Las circu nsta ncias resulta impensable. Aunque algunos se asocien transitoria­
naturales sitúan al homb re ante el dilema de vivir en lucha mente para expoliar a los demás, la pugna reaparece en cuanto
980 La Acción Humana Armonía y conflicto de intereses 981

hay que repartirse e! botín. Como e! consumo de uno implica por e! cont rario, ante circunstancia típica de la vida en este
reducir la ración de otro, la contienda se reproduce invaria­ mundo. Grave error, en efecto, es el creer que la naturaleza
blemente. incansable derr ama sobre la humanidad inagotable cuerno de
Sólo la enorme productividad social de la división del tra­ abundancia o suponer que deba imputarse la miseri a humana
bajo permite la aparición de relaciones pacíficas y amistosas a los mortales incapaces de organizar adecuad amente la
entre los humanos . Queda abolida la causa misma de! conflicto . sociedad.
No se trata ya de distribuir unos bienes cuya cuantía resulta El «estado de naturaleza», que utopistas y refor madores
imposible ampliar . El sistema cent dplica la producción. Surge nos describe n como algo paradisiaco, es, en realidad , un estado
un interés común - el de manten er e intensificar los vínculos de la más extremada penuria e indigencia. «La pob reza - decía
sociales- que sofoca la natural belicosidad. La competencia Bentham- no es consecuencia de las leyes, sino la más típica
cataláctica pasa a ocupar e! lugar de la anterior competencia condición de la raza humana» 7 . Implantada la cooperación
biológica. Los respectivos int ereses comienzan a armonizarse. cívica, incluso quienes ocupan la base de la pirá mide social
La pro pia causa que origina la lucha y la competen cia bioló­ gozan de un nivel de vida enormemente superior al que en
gica -el que los humanos todos deseemos más o menos las otro caso tendrí an. Benefíciales, también a ellos, la mecánica
mismas cosas- se transforma en factor que milita por la con­ de la economía de mercado, propo rcionándoles mercancías y
cordia. Porque son muchos los que anhelan pan, vestido, cal­ servicios que sólo bajo una sociedad civilizada cabe disfruta r.
zado o transpor te automóvil, deviene posible implantar la pro­ Los revolucionarios y refor madores del siglo XIX también
ducción en gran escala, con la consiguiente reducción de los creían en la vetusta, pero bien amada , fábula de! prístino Pa­
costos unitarios y la correspondiente baja de precios. El que raíso terrenal. Federico Engels la incorpora a la teoría marxis­
mi prójimo apetezca calzado no dificulta , sino que facilita, el ta del desarrollo social de la humanidad. No pretendían, sin
que yo también lo tenga. Si los zapato s son caros es por la embargo , tales ideólogos, mediante sus movimient os sociales
cicatería con que la natu raleza pro porciona el cuero y demás y económicos, retomar a la feliz aurea aetas. Contra staban la
materias primas necesarias y por e! trabajo que exige el trans­ supuesta depravación del capitalismo con el ideal bienestar
formar dichos materiales en calzado. La compete ncia catalác­ que la humanidad gozaría en el elíseo socialista. El sistema
tica desatada entre todos los que, como yo, ansían zapatos no socialista de produ cción supr imiría cuantos obst áculos el capi­
los encarece, sino que los abarata. talismo opone a la marcha de las fuerzas product ivas, logrando
En esto consiste esa armonía de los rectamente entendidos así incrementar la riqu eza de modo imponderable. La libre em­
respectivos intereses sociales que el mercado impone ' . Los presa y la propi edad privada de los medios de producción be­
descubridores de tal realidad , los economistas clásicos, resal­ neficia tan sólo a un reducido número de ociosos explotadores,
taban , en primer lugar, que a todos interesa la social división perjudicando, en cambio, a la mayoría, integrada por trabaja­
del traba jo por centuplicar la productividad del esfuerzo huma­ dores y campesinos. He ahí por qué, bajo la economía de mer­
no, y en segundo lugar, que bajo un régimen de mercado, es cado, chocan y pugnan entre sí los intereses del «capital» y
la demanda de los consumidores la fuerza que orienta y dirige los del «trabajo» . Sólo mediante la implantaci ón de una orga­
la producción. El que no quepa atender todas las necesidades nización social más just a -ya sea socialista, ya sea meramente
humanas no debe atribuirse a las instituciones sociales v a intervencionista- que acabe con los abusos capitalistas será
supuesta imperfección de la economía de mercado. Estarno s, posible poner fin a la lucha de clases.
~ Por intereses «rectamente entendidos» significamos intereses «a largo plazo». 7 Vid. B ENTHAM , Principies 01 tbe Civil Codo, en «Works», 1, 309.

~- - --- ~
982 La Acción Hu mana Armonía y conjlicto de intereses 983

Tal es la filosofía social hoy imperante por doquier, casi Socialistas e intervencionistas, sin embargo, en su impug­
unánimemente aceptada. Aun cuando no fue invent ada por nación de la economía de mercado, parten de dos graves erro­
Marx, se difundi ó princip almente gracias a cuanto él y sus res. Comienzan por desconocer la condición forzosamente es­
seguidores escribieron. Pero no son sólo hoy los marxistas peculativa de todo intento de proveer a la satisfacción de nece­
quienes la prohíjan; con ella coinciden la mayorla de los par­ sidades futuras, es decir, prefieren arrumbar, en el desván de!
tidos que enfáticamente se proclaman antirnarxistas y aseguran olvido, esa especulación que va implícita en toda acción hum a­
respetar la libre empresa. Constituye la doctrina social tanto na. Con manifiesta candidez creen saber perfectamente cómo,
de! catolicismo romano como de lI Iglesia de In glaterra; es dentro de lo posible, cabe atender mejor las apetencias de los
propugnada por destacadas personalidades luteranas y calvi­ consumidores. El jerarca (o la corporación reetora de la pro­
nistas y por los ortodoxos orientales. Formó parte esencial del ducción) - piensan- bajo un régimen socialista no tendrá
fascismo italiano, del nazismo alemán y de todas las escuelas por qué espeeular sobre el futu ro. El jefe «simplemente» pro­
intervencionistas. I ntegrab a la ideología de la Sozielpolitile de ducirá aquello que más beneficioso sea para sus súbditos. El
los H ohenzollern ; era la doctrina de los monárquicos franceses planificar jamás advierte que el problema económico, por en­
de Borbón-Orl eáns; la filosofía de! New Deal rooseveltiano y tero, consiste en prever necesidades futuras. que pueden ser
la de! moderno nacionalismo asiático e iberoamericano. Las totalment e distintas a las actuales, y en aprovechar los exis­
discrepancias entre todos los aludidos partidos y facciones tentes factores de producción efectivamente disponibles del
aluden exclusivamente a cuestiones accidentales; se distinguen modo que mejor permitan satisfacer esas inciertas necesidades
entre sí por algún dogma religioso, determinadas instituciones del mañana. I ncapaz es de comprend er que e! gran problema
públicas o específica política extranjera, así como por cuál estriba en distribuir los siempre escasos factores económicos
haya concretamente de ser e! sistema social que sustituya al entre las diversas producciones posibles, de tal suerte que
capitalismo. Sus partidarios, sin embargo , convienen, todos , ninguna necesidad considerada más acuciante quede satisfecha
en la tesis fundamen tal ; a saber, que el capitalismo infiere por haber sido invertidos -es decir, malgastados- los co­
graves daños a la inmensa mayoría, integrada por obreros, rrespondientes factores de produ cción en atender otra menos
artesanos y modestos agricultores, clamando un ánimemente, apremiante. H e ahí el problema económico por excelencia,
en nombre de la justicia social, por la abolición del capi­ que jamás debe confundirse con cuestiones o incógnitas de
talismo ". orden técnico. La técnica tan sólo nos indica qué puede en
cada momento realizarse, dados los progresos a la sazón con­
• La doctrina oficial de la Iglesia católica se halla contenida en la encíclica
QuaJrdgeJimo Auno, de Pío X I (193 1). La teo ría de la religión oficial inglesa halló
seguidos por la investigación científica. Nada , sin embargo, nos
su mejor expositor e n el arzobispo de Catcrbury, WiIliam Temple: vid. su libro
Cbristíanity tbe Social Order (Pcnguin Special, 1942). El rnds destacado repte­
glld

sent anre del protestant ismo continental europeo es Emil Brunner, autor de [ustice cíorustas en ser partidarios de la lucha de clases, mientras los segundos lo que
and Social O rder, trad. por M. Hottin ger (N ueva York, 194 5). Documento espe­ quieren es superarla, adoptando las oportun as medidas, pues sólo la consideran
cialmente significativo es el aprobado por el Conse jo Mundial de las Iglesias 'en lamentable (rulo derivado del irreconciliable conflicto de intereses que fatalmente
septiembre de 1948. que, al tratar de la «La Iglesia y el desorden de la Sociedad» , desata el capitalismo . Los marxistas, sin embargo, no preconizan y propugnan la
señala las normas a que deben atemperar su actu aci ón las confesiones rel igiosas lucha de clases per se: recurren a ella tan sólo por considerar que es el único
(más de ciento cincuenta) representadas e n dicho Consejo . Nicolás Berdiaef el más mecanismo que: puede liberar a las «fuerzas productivas», a esos misteriosos poderes
caracterizado defensor de la ortodoxia rusa, expo ne sus ideas en T he O,ight o/ que regulan el desarrollo hist6rico de la humanidad y que inexorablemente pugnan
Russian Comunism (Londres, 1937), especialmente págs . 217·218 Y 225. Los mar­ por instaurar una sociedad «sin clases) que , consecuent emente , como es natural,
xistas -suele afirmarse- distlnguense de los demés socialistas y de tos interven- desconoced los conflictos de intereses clasistas.
La Acción Huma na 985
984 A rmonía y conjlicto de intereses

dice acerca de cuáles cosas, entre las múltip les posibles, con­ pérdida de tiempo. Quien, bajo la égida de! mercado libre,
viene más producir, ni , menos aún , en qué cuantía ni con trabaja más y mejor -en igualdad de circunstancias- también
arreglo a qué métodos. Los partidarios de la economía planifi­ gana más. El que qu iere incrementar sus ingresos sabe - inva­
cada, así desorientados, suponen que el jerarca podrá siempre riadas los restantes dato s- que ha de incrementar la cuantía
orde nar acertadamente la produ cción. Empresarios y capita­ o mejorar la calidad de su aportación laboral. H arto difícil
listas, bajo la economía de mercado , con frecuencia comete n resulta , como bien sabe todo empleado haragán y marrullero,
graves errores, por cuanto no saben qué van a desear los con­ engañar al severo patrono; más fácil es, no hay duda , pasarse
sumidores ni cuáles serán las actuacioncsldc sus comperidores. la mañana leyendo e! periódico en una oficina pública que en
El director socialista , en cambio, resultad infalible, pues él una empresa privada . Muy tonto será el trabajador que no
tan sólo será quien decida qué y cómo haya de producirse, sin advierta cómo sanciona e! mercado la holgazanería y la inefi­
que ajenas actuaciones puedan perturbar los correspondientes ciencia en la labor 10.
planes 9 . Los teóricos de! socialismo, desconociendo por completo
En un segundo grave error incide la crítica socialista de la la cataláctica condición de los salarios, urdieron las más absur­
economía de mercado, yerro éste provocado por la equivocada das fábulas en torn o al enorme incremento que la productivi­
doctrina salarial que tales ideólogos mant ienen. No acier ta, en dad laboral bajo su sistema registraría. El obrero, en e! régi­
efecto , el teórico de! socialismo a comprender que el salario es men capitalista, no ponía int erés en su trabajo por constarle
e! precio pagado por la obra específica que el trabajador ejecu­ que jamás recogía íntegro el frut o de la correspondien te labor.
ta, e! precio de la concreta contr ibución de! asalariado a la Su sudor sólo servía para enriquecer al pat rono, al parásito, al
realización de la operación de que se trate, e! precio - como ocioso explotador . Bajo e! socialismo, en cambio, e! trab aja­
dicen las gentes- de ese mayor valor que los correspondien­ dor advertirá que a la sociedad , de la que él es miembro , ínte­
tes materiales cobran una vez queda agregada a los mismos gramente revierte la productividad de su esfuerzo laboral. Todo
la aportación laboral objeto de retribución . El patrono lo que el mundo, por ello, gustoso trab ajará siempre al máximo. El
invariablemente adqu iere - sean los salarios pagados tcmpo­ aumento de la producción y de la riqu eza social ha de ser
rariamente o por unidad producida- no es el tiempo del impresionante.
opera rio, sino específica obra, concre ta periomance. Por eso El identificar los personales int ereses del trab ajador con
resulta totalmente inexacto decir que .el trabajador, hajo una los de la repúbli ca socialista no pasa, sin embargo, de ser mera
economía libre, no pone interés personal en la labor realizada. ficción poética proferida de espaldas a la realidad evidente. El
Yerran de! modo más grave los socialistas cuando aseguran obrero socialista lo primero que advertirá es que, pese a sopor­
que no se ve e! sujeto acicateado por su prop io egoísmo a tar él personalmente todo e! esfuerzo necesario para incremen­
trabaja r con la mayor eficiencia cuando se le paga el salario tar la producción, sólo infinitesimal porción del resultado
por horas , semanas, meses o años. Son, por el contrario, muy conseguido le revierte . Si, en cambio, se entrega a la holganza,
interesadas consideraciones - y no altos ideales ni sentimiento disfruta íntegro de! correspondien te descanso y ocio, obtenien­
alguno de! deber- lo que al trabajador temporarinmente pa­ do de menos en el reparto social suma ínfima y a todas luces
gado induce a laborar con diligencia, evitando toda ociosa despreciable . Cabe, por tant o, con plena justificación afirmar
que el socialismo forzosamente ha de enervar aquellos egoístas
~ La evidencia de que el cálculo económico es imposible bajo el socialismo pro­ incentivos que impulsan a las gentes, bajo el capitalismo, a
porciona sólidos razonamientos para refutar tal falacia. Vé ase más adelante la qui ma
parte de este tratado. " Vid. págs. 876·885.
986
La Acción H umana A rmonía y conflicto de intereses 987

trabajar, premiando, en cambio, la inercia y el abandono. Nada menor de la que perciben quienes, bajo el mercado, cobran
impide a los socialistas, desde luego, seguir lucubrando en los más modestos salarios. H ay razones de peso que militan
torno a esa maravillosa transformación de la naturaleza huma­ en favor de esta conclusión.
na que se producirá al implantarse su sistema, viniendo el más Pero esa crit ica liberal de! orden socialista no se ampara
noble alt ruismo a reemplazar al actual ruin egoísmo de las en un razonamiento praxeológico y carece, por tanto, de la
gentes. Lo que, en cambio, tienen ya rigurosamente vedado es apodíctica e incontestable fuerza dialéctica de toda demostra­
reiterar sus ante riores mitos acerca de los maravillosos fru tos ción praxeológica. Básase tal oposición en un a pura estimación,
que bajo la égida del socialismo elt propio egoísmo humano en hipotética medición de la diferencia entre P y p. Para resol­
habría de engendrar 11.
ver este tipo de dudas forzoso es recurrir a la comprensión, y
La producrividad del mercado , por lo exp uesto, resultará la comprensión no perm ite llegar jamás a conclusiones cuya
siempre incomparablemente superior a la socialista. Tal reali­ certeza todos hayan de admitir. Las aludidas incógnitas de
dad, sin embargo, no basta para resolver, desde un punto de índole cuantitativa no admiten soluciones de tipo praxeol ó­
vista praxeológico, es decir, cient ífico, la controversia entre gico, económico ni cataláctico.
Jos partidarios del socialismo y los defensores del capitalismo. El socialista podría incluso agregar : «Concedido que en
El socialista de buena fe, cierto es, sin incurri r cn fana­ mi sistema todo e! mundo sería materialment e más pobre que
tismos ni prejuicio alguno, puede todavía argumentar: «Con­ bajo e! capitalismo. Ello, sin embargo, no impide que el mer­
cedido que P, es decir, la producción total de mercado, puede cado, pese a esa su superior productividad, nos repugne. Re­
ser mayor que p, la producción total del régimen socialista. Si chazamos el capitalismo por razones éticas, por ser un sistema
el socialismo, 'sin embargo, permit e igualitariamente distri­ manifiestamente injusto e inmoral. El socialismo nos atra e por
buir p y asignar a cada individuo una cuota d, igual a p/z, motivos no económicos, sin import arnos nada e! ser un poco
quienes bajo el capitalismo gozan de unas riquezas inferiores más pob res» 12. Esa indiferencia por e! bienestar material,
a d, ganan al implantarse el nuevo orden. No se puede, en desde luego, sólo esotéricos pensadores y ascét icos anacoretas,
teoría, negar la posibilidad de que tales favorecidos por la cuyo número es b ien escaso, parecen sentirla. Lo que popu­
distribución socialista constituyan una mayoría de la población. larizó y propagó e! ideario socialista fue precisamente lo con­
Patentiza, pues, lo expuesto la irrealidad de aquella hipotética trario : la creencia de que el sistema proporcionaría a las masas
armonía de los intereses rectamente entendidos a que aludían un cúmulo de cosas que el mercado les negaba. Sea ello lo que
los clásicos. Existe un grupo de gentes perjudicadas por la fuere, de nada sirve, desde luego, e! esgrimir, frente a esta
propia oper ación de! mercado, gentes que bajo un régimen últi ma tesis, el argumento de la mayor produ ctividad de! tra­
socialista estarían rnejor .» Los liberales, desde luego, niegan e! bajo ba jo e! mercado capitalista.
aserto básico. H állanse, en efecto, convencidos de que p resul­ No podría, ciert amente, la praxeología pronunciarse ni en
tará tan inferior a P, que d invariablemente será una suma favor ni en contra de! ideario socialista si la única objeción que
contra e! mismo cupiera formular fuera la de constituir sistema
11 El expositor más brillante de la idea criticada fue 101iN 5 TUART M ILL (Prínci­
ples o/ Polit ícal Economy, pág. 126 Y sig., Londres, ed. de 1867). MiIl pretendía 11 Este es el argumento esgrimido por muchos y renombrados socialistas cristianos.
discutir la objeción generalment e opuesta al socialismo según la cual la supresión de Los marxistas comenzaron asegurando que la propiedad pública de los medios de
todo incentivo egoísta reducida la productividad laboral. MilI, sin embargo, jamás producción enriquecería a todos en forma sin precedentes. Sólo más tarde variaron
llegó a cegarse hasta el punto de suponer que el socialismo haría aumentar la pro­ de táctica. El obrero soviético es' mucho más feliz que el americano pese a su mcnor
ducción. La tesis de Mili es objeto de detallado examen y refurnci én por Mises. nivel de vida; el laborar bajo un régimen socialmente justo -c-aseguran ahora­
Socialism, págs. 173-181. .
ampliamente le compensa de otras ventajas puramente materiales.

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988 La Acción Humana Ar monía y conflicto de intereses

que forzosam ente hab ía de rebajar e! nivel de vida de todos o, suasoria de! argum ento de la productividad es tan enorme que
al menos , de la mayoría de la población . Habrían, en tal caso, los socialistas han tenido qu e recurrir a nuevas tácticas . Pre­
las gentes de optar entre capit alismo y socialismo valorando y tend en distraer a las gentes, suscitando el problema del mono­
prefiriendo. Decidiríanse entre uno u otro sistema al igual polio. Encandila esa cuestión a la propaganda socialist a. Polí ­
que deciden otras múltiples alternativas. Módulo obje tivo al­ ticos e int electuales pugnan ent re sí por ver qui én pinta el
guno permitiría resolver la disyuntiva, de forma incontestable, monopolio con más negras tintas. El capitalismo - óyese decir
que lógicamente todo e! mundo hubiera de aceptar. No tro­ por doquier- es esencialmente monopolístico. Estamos ant e
pezaría e! hombre en esta materit con imperativo racional e! argumento socialista por excelencia.
alguno que le impidiera opt ar librement e en tre una y otra Cierto es que e! precio de monopolio, no e! monopolio por
solución . El planteamiento en nuestro mundo, sin embargo, sí, hace cont radictor io el. interés del consumidor y e! del mo­
es bien distin to. No se trata de escoger entre dos sistemas. La nopolista. El factor monopolizado deja de aprovecharse tal y
cooperación hum ana, bajo el signo de la división social del como los consumidores qui sieran. El interés del monopolista
trabaj o, sólo es posible a trav és de la economía de mercado. prev alece sobre el de éstos; la democracia de! mercado, en tal
El socialismo no puede , corno sistema, funcionar, al hacer im­ esfera , se desvanece. Ant e la aparición del preci o de monopo­
posib le e! cálculo económico. Esta realid ad de tanta trascen­ lio desaparece la armon ía de int ereses, pugnando entre sí los
dencia será , sin emba rgo, examinad a, con la atención que de los distintos miembros del mercado.
merece, en la quinta parte de este libro. Puede negarse tal sea el efecto de los precios de monopolio
No pretendernos, desde luego, negar la procedencia y de­ percibidos al amparo de pat entes y derechos de autor . Cabe
cisiva fuerza dialéctica de! argumento que patentiza la menor argume ntar que , en ausencia de la aludid a propiedad intelec­
productividad de! orden socialista. Es tan incont estable dich a tual e industrial, los consumidores hubiéranse visto privados
realid ad que, puesto en la altern ativa, nadie men talm ent e sano de las cor respondientes publicaciones, piezas musicales e in­
podría dejar de preferir e! capitalismo al socialismo. No de­ vent os técnicos. Abonan, en tales supuestos , las gente s precios
jaría por ello el interesado de hallarse en una disyuntiva , monopo lísticos por bienes que bajo un régimen de precios
habiendo de decidir se por una ent re dos posibles organizacio­ comp eti tivos no hubieran podido disfrutar. Pero no es éste el
nes sociales. El planteamiento, sin embargo , no es ése. La dis­ aspecto de la cuestión que ahora interesa. Escasa relación, en
yun tiva es : o capitalismo o caos. Si nos presenta n un vaso de efecto , gua rda con el gran problema monopolístico por doquier
leche y otro de cianu ro potásico, la opción no estriba en esco­ discutido. Dan nuestros contemporáneos tácitamente por su­
ger entre dos bebidas, sino en optar ent re la vida y la muert e. puesto en esta materia que la propia mecánica del mercado
Al decidirse por el socialismo o por e! capitalismo, el sujeto hace paulatin amente desaparecer los precios competitivos,
no está prefiriendo uno entre dos posibles sistemas de orga­ imponiendo en su lugar precios monopolísticos. Tal mutación
nización económica; op ta, por e! contrari o, entre la cooperación es típica del capitalismo «tardío » o «maduro ». En la época de
o la desintegración social. El socialismo en modo alguno su­ los economi stas clásicos -<:onclúyese- tal vez pudo hablarse
pone merament e una solución distin ta a la capitalista ; si las de un a armonía ent re los intereses rectamente entendidos. H oy
gentes desean vivir como seres humanos. el socialismo no cons­ en día, sin embargo , ridículo es hab lar de semejante armonía.
tituye solución alguna. Corresponde exclusivamente a la eco­ Grave error es el suponer , según antes se hacía notar , que
nomía demostrar la certe za de lo consignado, al igual que sólo el mercado libre tienda hacia soluciones monopolísticas IJ .
compete a la biología y a la química evidenciar que el cianuro
potásico no es un alimento, sino mortal venen o. La fuerza " Vid . págs. 449-450.

,,,,J - ­
990 La Acci6n Humalla 991
A rmonía y conflicto de intereses

Véndese, desde luego, actualmente en muchos países numero­ pretender ampliarlo más allá de muy estrechos ¡¡~ite s ", For
sas mercancías a precios monopoIísticos; aun en e! mercado zoso resulta, por ello, concluir que la economía de mercado
mundial hay artículos por los que se cobra precios de mono­ constituye e! único orden que permite mantener e intensificar
polio. Tales supuestos, sin embargo, fueron en su inmensa la social división del trabajo. Quienqu iera rehúya la desinte­
mayoría ingeniados por las interferencias estatales, no por la gración social y la reaparición del primitivismo más bárbaro
libertad mercantil. Lejos de hallarnos unte fruto capitalista ha de cobrar positivo interés en la pervivencia de la econo­
estamos ante resultados provocados por e! afán de impedir la mía libre.
libre operación de aquellos factorest que determinan Jos pre­ Incompleta resultaba la clásica doctrina de la armonía de
cios de mercado. El hablar de capitalismo monopolista es la los intereses sociales rectamente entendidos, pues desconocían
mayor de las hipocresías, Más correc to resultaría aludir al aquellos estudiosos que, en ciertos supuestos, desde luego
estatismo o intervencionismo monopolista, raros, no resulta perfecta la democracia del mercado, siendo
Escasa trascendencia económica, ciertamente, tienen esos posible la aparición de algún precio monopolístico incluso bajo
raros precios de monopolio que hub ieran podido aparecer aun el signo de mercado libre . Más grave, sin embargo, fue aún la
en ausencia de todo intervencionismo estatal, tanto nacional incapacidad que dichos pensadores mostraron en adverti r que
como internacional. Ha brían los mismos afectado exclusiva­ jamás puede el socialismo, como orden social, como sistema
mente a específicos minerales cuyos yacimientos se hallan muy económico, funcionar efectivamente. Basdbase la clásica doc­
trina de la armonía de intereses en e! error de que e! proceso
irregularmente distribu idos y a ciertos monopolios locales. No
de! mercado, invariablemente y sin excepción alguna, constriñe
debe, sin embargo, negarse que esos repetidos precios mono­ a los poseedores de los medios de producción a emplear los
polísticos hubieran podido aparecer incluso en ausencia de mismos de acuerdo con In voluntad de los consumidores. El
toda acción estatal tendente a implantar e! correspondiente teorema es, desde luego, cierto, pero su procedencia debe hoy
monopolio. La soberanía del consumidor, desde luego, no es evidenciarse lejos de los cauces clásicos, patentizando la irn­
siempre total, y, en determinados supuestos, falla e! proceso practicabilidad de! cálculo económico bajo el socialismo,
democrático de! mercado. En éste, aunque se halle libre de in­
terferencias y sabotajes administrativos, si bien rara y excep­
cionalmente, puede resultar contradic torio e! interés de los 4. LA P ROP IEDA D PRIVA DA
propietarios de ciertos factores de producción y el del resto de
la población. La posibilidad de tales esporádicos antagonismos La instit ución fundamental de la economía de mercado es
en modo alguno, sin embargo, modifica nuestro común interés la propiedad privada de los medios de producci ón , Caracteriza
por mantener la economía de mercado. El único sistema eco­ y tipifica al sistema. El mercado, en su ausencia, se desvanece,
nómico social que puede y, efectivamente, en la práctica, ha La propiedad permite al titular disfrutar de cuantos servi­
cios el correspondiente bien pueda producir. Este cataláctico
funcionado es el de! mercado. El socialismo resulta imprac­
concepto del derecho de propiedad nada tiene que ver con la
ticable porque no puede calcular. El dirigismo provoca situa­
definición que al mismo atr ibuyan los diversos ordenamientos
ciones, incluso desde e! propio punto de vista de! interven­ jurídicos. Los órganos legisladores y judiciales tendieron
cionista, peores que aquellas que la mecánica de! mercado libre otrora a amparar y proteger, incluso mediante la fuerza pú-
impondría , realidades que, mediante la actuación coactiva, se
pretendía remediar y, además, el sistema se autodestruye al H Vid., al respecto, la sexta parte de esta ob ra.
992 La Acci6n H umana Armonía y conflicto de intereses 993

bIica, al prop ietario, reconociéndole el libre ejercicio de sus El qu e tod a propiedad pueda ser retrotraída a mer as apro­
derechos domi nicales. T al tend encia , en aqu ella medida en piaciones sin título jurídico o a violentas expoliaciones carece
qu e efect ivamente se impon ía, hacía coincidir, cada vez más, el por com plet o , sin embargo , de tr ascendencia en lo at inente a
concepto legal con el concepto catal áctico de propiedad. As­ la operación de! mercado. Para nada influye e! origen histórico
pírase, por el contra rio, en la actua lidad, a abo lir la pr opiedad de la propied ad pri vada en la domi nical instit ución , base y
pri vada a base de mod ificar su contenido. Se quiere, mant e­ fundamen to de! mercado. Trascendenci a alguna encierr an hoy
niéndola en apari encia , supri mirla , implant ando omnicornpren­ pretéritos aco n tecimie ntos perd idos en la nebulosa de! remoto
sivo dom inin púb lico. A ello a s ~ i ra el socialismo, tant o el pasado . Bajo la égida del mercado libre , los consumidores de­
cristian o como el nacionalista, en sus respectiva s múltiples y cide n a di ario qu i énes y cuánto cada uno deba posccr , poniend o
diversas man ifestacion es. Bien clarament e, en este sentido, se los facto res de produ cción en manos de aquellas personas qu e,
expresaba e! filósofo nazi Othrnar Spann cua ndo decía qu e , con mayor acier to , dcstínanlos a la satisfacción de las necesi­
con arr eglo a sus planes, la propiedad pri vada per viviría sólo dades más u rgentemente sent idas por las gentes. Los actua les
«e n un sentido for mal, existien do , de hecho, ún icamen te la propiet arios, sólo desde un pu nto de vista formal y teórico,
propiedad pública» ". Conve ndr ía llamar la atención acerca de son herederos de pri mitivos apropiadores y expoliadores.
tales realidades para ev itar todo confus ionismo y aclarar erro­ Actúan en el mercado como mand atario s de los con su midores,
res hart o extendidos . La catnl áctica, cua ndo habla de propio­ hallándose con streñi dos por la propia mecán ica mercantil a
dad, pr esupone q ue e! dueño tiene efecti vo contro l sobre el servir dócilmente a sus pri ncipales de! mejor modo posible.
correspond iente bien; para nada Ie in teresan los conceptos ni E l capitalismo impo ne la soberaní a del consumidor .
las definiciones puramente legales. La propiedad privada de La fun ció n del derecho privado de propiedad , dentro del
los medios de pro ducción , desde un pu nto de vis ta económico , marco de la sociedad de mercado, es to talmen te distinta de la
significa q ue son los part iculares qui enes deciden cuál sea el que desempe ña en u na economía fam iliar aut árquica. Los po­
desti no que a tales factores haya de dar se ; la propi edad pú­ seíd os facto res de producción, en este supuesto , procu ran ven­
blica, en cambio , supone que cs el es tado qui en decide cómo tajas únicamente a su prop iet ario. Sólo a éste lucran y bene­
habr án de ser explotados los existen tes med ios de produ cción . fician . E n el mercado , por el con trario, terratenient es y
La propi edad privada, por otra parte , cons tituye ins titución cap italistas, para disfrutar de su propiedad , no tienen más
puramente hum ana. Nada tiene de sagrado ni carismático. Fue remedi o qu e destinarla a atender ajenas necesidades. Sólo sir­
es tructu rada, en las primeras edades, a med ida qu e las gentes, viend o a los demá s logran enriq uecerse . La mera posesi ón de
por sí y ante sí, se iban apropiando de bienes ant eriormente medios dc prod ucció n const riñe al sujeto a atender las ape­
sin due ño . T ales propietarios, una y otra vez, fueron pOLOter­ tencias de! pú blico . La propiedad bene ficia exclusivamente a
ceros expoliados de sus haciendas. La histori a del der echo de qui en sabe destin arla a la me jor asistencia de los consumidores .
pro piedad no comienza, ciert amente , con proce d imientos que H e ahí la fun ción social del derecho de propi ed ad .
puedan calificarse de muy legales y reglamentarios. Cabe por
elIo asegurar que todo actual pro pietario , directa o indi recta-:
mente, trae su causa do minical de un anteceso r qu e, sin res­ 5. Lo s MODERNOS CONF LI CT OS
paldo legal alguno, se apropió dc un bien nuliins o que, po r
la violencia , privó a otro de sus posesion es. Suele atribui rse el origen de las gue rras y las revoluciones
a la colisión de los intereses «económicos» nacidos 'al ampa ro
11 Vi d. SPANN. D cr U'ahl'f SI(1a/ (Leipzig. 1921), pdg. 249, del mercad o cap italista; la rebelión de las masas «explotadas»

63

...........
.' - - - - -- - - - - ­
994 La Acd 6n Humana Armonía y conflicto de intereses 99'

contra las clases «explotadoras» enciende las pugnas civiles, tra nsforman en meras rayas trazadas sobre los mapas; obstácu­
y la inju st a apropiación de las riquezas naturales del mu ndo lo alguno opo nen a nadie para que todo el mundo actúe según
lanza a las «naciones pobres » contra <d as que todo lo tienen ». crea mejor sirve a sus int ereses. Nad ie siente, entonces, deseos
Quien ante tan sórd idas realidades se atreva a hablar de armo ­ de expansionar el propio país . La conq uista y la agresión aro
nía de intereses indudablemente es o retrasado mental o in­ mada devie nen an tiecon órnicas y la guerra no es ya más que
fame defenso r de un ord en social a todas luces injusto. Nin­ superada antig ualla,
guna persona normal y honest a puede negar la existencia de Los pueblos, hasta la aparición del liberalismo y la im­
grav es conflictos de intereses que sólol la fuer za de las ar mas plant ación del modern o capitalismo, sustancialmente, ap rove­
puede resolver. chaba n sólo aquello que las materi as primas de la propia región
Son , desde luego, conflictos de inte reses econó micos los permitían producir. La extens ión a la esfera mundial de la
que hoy en día encienden las bélicas pugnas. No es, sin cmba r­ div isión del trabajo vino , sin embargo, a variar rad icalmen te
go, el mercado libre quien engendra tales conflictos. Podemos tal planteamiento. Las masas occidentales consumen hoy can­
considerar económicas tales luchas, pues ata ñen a aquella es­ tidade s fab ulosas de alimentos y primeras materias importa­
fera que suele calificarse de económica . G rave error, sin em­ das de los más lejanos países. Si se privara a Europa de tales
bargo, sería inferi r de lo anterio r que es la operación del importacio nes, el descenso de su nivel de vida y el de los
mercado lo que provoca tales desarreglos. Porque no son éstos países más prósperos y adelant ados sería impresionant e. Me­
fru tos del capitalismo, sino efecto precisamente de aq uellas me­ diante la exportación de manufacturas -en gran parte fabr i­
didas intervencionis tas destinadas a impedir e! libre desenvol- , cadas con primeras rnaterias ultramarinas- pagan tales na­
vimiento de! sistema capitalista. Es tamos ante las consecuen­ ciones sus importaciones de made ra, minerales, aceites,
cias que el díri gismo estatal, hoy imperan te, provoca; ante los cereales, grasas, café, cacao, fru ta s, lana y algodón. Perjudica,
frutos engendrados por las barreras migr atorias y comerciales, evidentemente, al pro leta riado occidental la pol ítica proteccio­
por la discriminación que en todas partes se hace contra los nista adoptada por los países exporta do res de las aludidas
productos, los trabajadores y los cap itales extranjeros . materia s primas.
N inguno de los conflictos de intereses a que nos estamos Poco podía importa rle hace doscientos a ños al ciudadano
refiriendo habría surgido bajo una econom ía de mercado libre. suizo o sueco el que lejano país torpemente explotara sus
Supongamos un mundo en e! que todos pudieran laborar, recursos naturales. El at raso económico de regiones con gran­
como empresarios o como tr abajadores, allí donde y como a des riquezas naturales, hoy en día, por el contrario, perjudica
cada uno pareciera mejor. ¿Cab ría , entonces, pugna alguna ? a cuantos gozarían de un más elevado nivel de vida si tales
Supongamos u n modelo en el que ha sido perfectamente im­ facto res fueran mejor aprovechados. La sobera nía nacional de
plantada la propiedad privada de los medios de producción; cada país, en un mundo donde triunfa incontestado el inter­
en el que ni barreras ni cortap isas de nin gún género perturban vencionismo estatal, constituye gra vísima amenaza para todos
la lib re movilidad del capital, del trabajo y de las mercancías; los demás pueblos. Es dr amático, desde luego, el antagonismo
en el que ni leyes, jueces ni funcionarios discrimi nan contra que se plant ea entre las naciones ricas en recursos y aquellas
individu o ni grupo alguno , ya sea nacional o extranjero ; su­ otr as pobres y maltratadas por la naturaleza. Ta l colisión de
pongamos que la acción esta tal ori éntase exclusivamente a pro· intereses, sin emb argo , exclusivamente aparece porqu e los
teger la vida, la salud y la propiedad de las gentes contra los estados gozan hoy de poderes económicos que les permiten
ataques de que pu edan ser objeto por la violencia o e! fr aude. infligir da ño tremendo a terceros -empezando por los súb­
Pues bien , bajo tales cond iciones, las fronteras políticas se ditos propios - imp idiendo a las gentes disfrutar de bien es
996 La Acci6n H"mana ArmOl1Ía .v conflicto de inter eses 997

que hubieran tenid o a su alcance de haber sido mejor explota­ Nadie habría discutido a los jefes indi os el derecho a prohibir
dos los correspondientes recursos. Lo grave y perni cioso, sin la entrada en sus territorios a los extranjeros , vedando a éstos
embargo , no es la soberanía per se, sino el otorgar poder sobe­ la explotación de los ricos recursos naturales de aquellas tie­
rano a gobernantes que tercamente se niegan a imponer y res­ rras, recursos que los indígenas ni siquiera sabían cómo apro­
petar las leyes de la econom ía de mercado. vechar. ¿Puede alguien sinceramente creer que pact o o con­
El liberalismo no pre tend e suprimir I¡¡ soberanía nacional , vención internacional alguna hubi era impedido a los europeos
lo cual, por otra parte, sup ondría desatar inacabab les pugna s. invadir y conquistar los alud idos territorios ?
Aspira tan sólo a demo strar a las ~e n tes las ventajas qu e la Riqu ísimos depósitos minerales hállanse ubicados en regio ­
libertad económica encierra. Tan pronto como fueran general­ nes cuyos habitantes son ignorantes, indolentes o torpes en
mente aceptadas las ideas liberales y comprendieran las masas exceso para debidament e explotar esos regalos que la natura­
que el mercado libr e es el sistema q ue mayor riqu eza y bienes­ leza les hizo. Cuando los gobiernos interesados impiden al
tar puede proporcionarles, la soberan ía política dejaría de extranjero aprovechar dichos recursos o cuando el desorden
constituir amenaza y facto r de guerra. No son pactos y tra­ reinante ahuyenta al capital vivificador, gravemente se per­
tados, tribunales internacionales, ni organismos como la difun­ judican todas aquellas gentes, que, si más cuerdamen te uti liz á­
ta Sociedad de las Naciones o la actua l ONU lo que precisa ranse tales riquezas, vivirían mejor. Indiferen te, a estos efec­
el man tenim ient o de la paz. Tales artilugios, si un iversalmente tos, resulta el que dich as situaciones sean fr uto del atraso
se acepta la filosofía de la libertad econ6mica, devienen inne­ cultura l del país o que, po r el contr ario, sean result ado de
cesarios, resultando , en o tro caso , vanos e inefectivos. Sólo seguir y aplicar dócilment e la filosofía occidental intervencio­
una radic al mut ación de las idcologías imperant es perm itirá nista y naciona lista. tan en boga. Las consecuencias, tanto en
implantar una paz du radera. Mientras las gentes sigan creyen­ uno como en otro caso, son las mismas.
do en el dogma de Montaigne y piensen que sólo a costa de un Cierra consciente mente los ojos a la realid ad quien prefiere
tercero cábeles económicamente prosperar, la paz no será más no percatar se de la certeza de lo expuesto . S6lo si cambian las
que mero intermedio ent re inacabab les guerras. imper ant es ideologías pod rá imponerse una paz duradera. Es
Paz y nacionalismo económico son conceptos incompatibles la filosofía económica boy en día casi univ ersalmente adoptada
y contradictorios. Lo que pasa es que el estado que pre tende por gobernan tes y políticos la causa única de esas moderna s
intervenir la mecánica del mercado no tiene más remedio que guerras que tant os sufrimientos están costando. Asegur a, en
recurrir al nacionalismo económico. El dirigismo exige la im­ efecto , la vigent e filosofía que , bajo la égida del mercado ,
plantació n de medidas proteccionistas. Pues el comercio lib re, prevalece irreconciliable con flicto de intereses entre las dis­
según es notorio, haría inalcanzables los objeti vos que el in­ tinta s naciones; que el librecambi smo daña y perjud ica, em­
. .
tervenciomsta pret en de conseguir
. ". pobreciendo a todos; que debe, por tanto, el goberna nte im­
Vana ilusión es el creer que unas naciones pacíficamente pedir el comercio libr e aplicando las opo rtun as barreras.
permitirán que otras perjudiquen sus más vitales intereses. O lvidemos, de moment o , que el proteccionismo perjudica ante
Supongamos que en el año 1600 hub iera existido una organi­ todo a la propia naci6n que lo aplica. Porque lo fundam enta l,
zación como las Naciones Unid as, contándose entre sus miem­ en este momen to , es advertir el grave daño que, al tiempo , a
bros los aborígenes pieles rojas de Nortenm érica. La soberanía los dem ás, tal proteccionismo infiere.
de tales tribus hubi érase considerado sagrada e intocab le Ilusorio es en verdad, ante tan incontestable realidad, su­
poner qu e esos pueblos, per judicados por el ajeno proteccio­
.. Vid . págs. 549·553 y 1.187·1.190. nismo , sumisamente tolerarán tales quebrantos si creen que,
998 La Acción Humana

por la fuerza, pueden suprimirlos. La filosofía proteccion ista


es un a filosofía de guerra. El imperante belicismo coincide con
las actu ales ideas económicas; las pugnas que nos afligen son la
insoslayable consecuencia de las doctrinas prevalenres.
La Liga de las Naciones no fracasó a causa de imperfecta
organización, sino porque le faltó genuino espíritu liberal.
Era una asociación de gobiernos domin ados por el nacionalismo
económico, ansiosos de hacerse Jf¡utuamente la más feroz
guerra económica. Mientras los delegados en G inebra vana­
mente peroraban recomendando buena voluntad entre los
pueblos, todas las naciones allí represenradas se infligían unas QUINTA PARTE
a otras el mayor daño posible. Las dos décadas que la Sociedad
de las Naciones perduró caracterizáronsc por la guerra eco n óm i­
ca más despiadada de todos contra todos. El proteccionismo
arancelario de 19 14 parece juego de niños comparado con las La cooperación social

medidas -tarifas prohibitivas, cupos para las import aciones,


fijación de cambios, devaluaciones monetarias- acordadas en ausencia del mercado

por doquier du ranre los años veinre y treinta de nuestro


siglo 17.
Las perspectivas de las Naciones Unidas no son mejores,
sino incluso peores. Todos los estados consideran la importa ­
ción de mercancías y, especialment e, la de produc tos manu­
facturados, como la mayor de las calamidades. Política oficial
de muchos gobiernos cs impedir el acceso al mercado interior
de los productos extran jeros. La mayor parte de las naciones
lucha hoy cont ra el fanta sma de una balanza de pagos desfa­
vorable. No qu ieren los pueblos colabo rar enrre sí; prefieren
empobrecerse mutuamente arbitrando todo género de pro tec­
ciones contra imaginarios peligros que en la coope ración inrer­
nacional sospechan ver.

11 RAPPARD, en Le Natíonalísme écononnque el la Société des Nation s (París,


1938), enjuicia los escasos y fallidos intentos realizados por la Sociedad de las
Naciones para poner fin n la guerra económica.

_ _ _ o _ _
C A P I T UL O XX V

El modelo teórico de una

,
sociedad socialista

1. EL O RIGEN f1I S T Ó RICO DE LA lI>EA SO C IA L I STA

Cuand o la filosofía social del siglo XVIll sentó las bases


de la praxeología y la economía, hubo de enfren tarse con la
idea, acept ada casi univ ersalment e, de que existía notorio an­
tagonismo en tre el mezquino egoísmo de los part iculares y el
interés social personificado por el estado . Cierto es que no
había entonces todavía llegado a su plen itud aquel proceso
que acabaría elevando a quienes manejan el aparato estatal de
fuerza y coerción a la categoría de deidades. Cuando , a la sazón,
las gentes pensaban en el estado, aún no se represent aban la
cuasi teológica imagen de un ente omnisciente y omnipotent e,
encarnación de todas las virtudes. Conte mplaban, por el con­
trario, a los gobernantes de su tiempo tal y como efectivamente
procedían en la escena poltica. Veían una serie de entidades
soberanas cuya extensión terri torial era fru to de sangrientas
guerras , int rigas diplomáticas, matrimonios y sucesiones dinás­
ticas. Príncipes que en muchos países confundían sus personales
rentas y patrimonios con el erario púb lico, y repúblicas oligár­
quicas -como Venecia y algunos canto nes suizos- cuyo único
objetivo , en la gestión de la cosa púb lica, consistía en enr ique­
cer al máximo a la aristocracia gobernante. Los interes es de
tales estados, naturalmente, tropezaban, por un lado, con los
de sus «egoístas» súbditos, que sólo aspiraban al propio
bienestar, y, por otro, con los de los gobiernos extra njeros, tan
1002 La AcciólI Humana El modelo teórico de /II/a sociedad socialista t00 3

codiciosos como ellos de bot ín y conquistas territoriales. Los egoístas y buscarán únicamente su propio provecho. Pero,
tratadistas de derecho político, al analizar tal antagonismo, como quiera que, bajo el signo del mercado, sólo se lucra
solían defender la causa de su propio gobierno . Daban por quien, del mejor modo posible, atiende las más urgentes nece­
supu esto , con manifiesta candidez, que en el estado encarnaba sidades de los consumidore s, los obje tivos del empresario
el interés de la colectividad, siempre éste en irreductible con­ forzosamente vendrán a coincidir con los de ese per fecto rey,
Ilicto con el egoísmo ind ividual. El poder públi co, al domeñar que tan sólo aspiraba a que los medios de producción se apro­
la codicia de sus súbd itos, promovía el bienestar genera l frente vechasen como más cumplidamente permitieran atender las
a las mezquina s apetencias ele losl part iculares. necesidades de las gentes.
La filosofía liber al demost ró la inanidad de tales mitos. Es obvio que el razonar así implica introducir en el debat e
E n la sociedad de mercado libre no había opos ición entre los juicios de valor y prejuicios políticos. Aquel paternal gober­
rectamente en tendid os intereses de unos v otros. Los de nante no es más que el otro «yo» del economista, quien, me­
los ciudadanos no eran contrarios a los del país, ni los de cada diant e este artilugio, pretende elevar sus personales juicios de
nación pugnaban con los de las derruís, valoración ni rango de normas universalmente v álidas , de eter­
Al evidenciar la certeza de tales tesis, empero, los pro­ nos valores absolutos. Id entificase el interesado con el perfecto
pios filósofos liberales, sin darse cue nta, estaban vigorizando rey, considera ndo implica bienestar general, interés colectivo
esa aludid a tendencia a la divini zación del estado. Forjaron, en y producción vo lkswirtschaftlich e la consecución de aquellos
efecto, unos ideales gobe rnan tes, imaginarios seres que se con­ objet ivos que él perseguiría de hallarse investido de poder
traponían a los políticos de su época. Evocaban un teórico real, a diferencia de los que pers iguen las personas a quienes
estado cuyo único objetivo sería promover la máxima felicidad avasalla su personal egoísmo. La candidez de tales teó ricos les
del súbd ito. Tal imagen carecía por completo de corporeidad impide percatarse de que simplemente han personificado su,
real en la Europa del ancicn r égime. En ésta , por el contrario, propios y arb itra rios juicios de valor en el imaginado sobera no,
actuaban reyezuelos alemanes que vendían a sus súbditos, co rno hallándose plenament e convencidos de que saben de modo
ganado, para engrosar las filas de los ejércitos extranjeros; mo­ incontest able distinguir el bien del mal. Rajo la máscara del
narcas que aprovechaban cualquier oportunidad para avasallar benévolo y paternal autócrata, el propio ego del autor se en­
a sus más débiles vecinos ; se producían las escandalosas parti­ salza como la voz de la ley moral absoluta.
ciones de Polonia; Francia e ra gobernada por los hombres más Típico de la imaginaria construcción de este régimen ideal
libertinos del siglo, el regente de Orle áns, primero, y Luis XV , es el que todos los ciudadanos h ál lanse incondicionalmente
despu és; y en España imperab a el r ústico amante de una reina sometidos a autori tar io control. El rey ordena; los demás obe­
adú ltera . Pese a tales realidades , los filósofos libera les arbitra­ decen o La economía de mercado se ha desvanecido; no existe
ban un ente estata l qu e nada tenía en común con aquellas co­ va propiedad privada de los med ios de producción. Se conserva
rrompidas cortes y aristocracias. Al frente del estado ponían la termin ología de la economía de mercado, pero , en realidad,
un ser perfecto, un rey cuya única preocupación consis tía en han desapa recido la propiedad privada de los medios de pro ­
fomentar el bienestar general. Sentadas tales premisas, pregun -' ducción, la efectiva compravent a, así como los precios libre­
tábans e los alud idos pensadores por qué el actuar de los ciu­ mente fijados por los consumidores. La producción es orde­
dadanos, libres de todo cont rol auto ritario, no habría de nada por las autoridades, no por el autó nomo actitar de los
derivar por cauces qu e incluso aqu el sabio y buen rey conside­ consumidores. El gobe rnante asigna a cada uno su puesto en
raría los mejores. Para el filósofo liberal, la cosa no ofrecía la división social del trabajo , determina qué y cómo debe pro­
duda . Los empresarios, desde luego, - pensaba- serán ducirse y cuánto puede cada uno consu mir. Tal planteamiento

,,; /
1004 La Acción Humana El modelo te árico de una sociedad socialista 1005

implica lo qu e hoy den ominam os socialismo de tipo germa no ' . rep arto soci al. Lo s ins t ru men tos productivos serían expropia­
Los econ omist as par angonab an ese régim en imagin ari o , dos, pe ro no h abría ulterior redi stribución de los mismos. El
encarnación , a su ju icio , de la auténtica ley moral , con la eco ­ estado sería quien , en adelante , oper ar ía las fábri cas y (as explo­
nom ía de mercado , res ult ándoles és ta tan atrac tiva po r cuanto tacion es agr ícolas.
supon ían habí a de prov ocar una situación mu y parecida a la T an pronto como las gentes comenzaro n a a trib ui r al ente
que e! supre mo poder de! perfec to jerarca hubiera implantado. esta ta l perfección no sólo moral, sino también intelectua l, la
Recomendaban e! mer cad o po rq ue , en su opin ión, pe rmitía con clusió n, lógicam ente , de vino insoslayable . Aque! imaginario
alcan zar los mismos objetivos que 1, act uación de! rey perfecto es tado de los filósofos lib erales habí a siemp re con st ituido pe r­
per seguiría. La mayoría de los vie jos liber ales admitió, como sona jur íd ica sin intereses propios, dedi cada por entero a
pr em isa mayor, aquell a idea , mantenid a por cuan tos defienden procu ra r e! ma yor bienest ar posible a todos los súbd itos. E l
la planificación y e! social ismo , según la cual los planes de! egoísmo de las gen tes - advir tieron dic hos pen sadores - fo ro
di ctad or tot alitario plasma rían siempre lo qu e fuera más per ­ zosamente te nía que provoca r en un a sociedad de mercad o los
fecto des de e! punto de vista tanto mo ral como eco nó mico. mismos efec tos que ese tant as veces aludi do goberna nte per ­
Imprimi eron así, sin ellos da rse cu en ta, nuevos imp ulsos al fec to desearía produci r ; por eso -y sólo por eso- recom en ­
socialismo y al d irigismo al estruc turar la imagen de un est ado d ab an la instauración de la econ om ía de mercado.
perfecto que despla zaría a los ma lvados e inmorales déspotas E l alud ido plan team ien to por e ntero, sin em bargo, se
y políticos de! mundo real. Cierto es qu e ese idea l estado pe r­ tra ns mu tó en cuanto las gentes empeza ron a ver en el estado
fecto , pa ra los aludidos liberales, no era más qu e auxiliar ins­ no sólo la mejo r voluntad , sino ad emás om nisciencia ab soluta.
trumento mental de razon am iento . imagi nar ia co nstruc ció n E nte tan buen o como infalible forzo same nte sab ría ordenar las
con la que co ntras tar e! funci on ami en to de la eco no mía de activida de s productivas mu cho mejor que los, a fin de cuentas,
mercado. Pero a nadi e ext ra ñará que las ge ntes acabaran por im perfectos y falibles mo rtales. Co nseg u ir ía evitar todos aqueo
preguntarse por qué no se traspl antab a ese ideal es tad o de la llos errores en que a menudo inciden emp resa rios y capitalistas .
esfer a del pen sami ento a l mundo de la realid ad . Nunca más se produc irían erradas in versiones ni se dilapida­
Los antiguos reformadores sociales pr et en dí an impl antar rían en mercan cías men orrn ente valo rada s po r los consumidores
la socieda d perfecta con fiscando toda propieda d privada y pr o­ los siempre escasos fac tores de producción, mu ltiplicándose
cedi endo subsiguien teme nte a su redi stribución; cada ciuda­ así la riqueza y el b ienest a r de to dos. Puro malb ar atarnien to
dan o recibiría idéntica porción de esa expropiada riqueza y una result aba la «anarqu ía» de la pro ducción pri vad a compa rad a
con tinua vigilan cia por parte de las autoridad es garantizar ía el con la «plan ificación» que implan taría el es tado omniscie nte .
ma n tenimien to de dicha absolu ta igual dad . T ales planes , sin El sis tema de producción soc ialista su rgía en tonces com o el
emba rgo , devinieron impracticabl es al apa rece r las giga nt esca s úni co mé todo en verdad razonabl e , apareci éndosenos, en cam­
fact orías y las colosales em presas minerarias y de transpor te . bio , la eco no mía de mercado co mo la enca rnac ión de la sinrazón
N o cabía ni siq uiera pen sar e n de sarticul ar las grande s com o misma. Constitu ye esta ú lt ima , para los social ista s nacio nalis­
pañías industriales en fragm entos igua les 2. La socialización de
tas, inco mp re ns ib le abe rración en la que un día incid iera la
los medios de producción hab ía d e ree mp lazar al ya superado
humanidad . Lo s hi storicist as su po nen que se tra ta de una fase
infer ior de la evolución hu man a qu e e! inel udi ble proceso de
, Vid . págs. 1041·1092 .

J To davía. sin embargo, en Estados Un idos , hay quienes quisie ran desarticular

progresivo perfeccionamiento superad , imp la ntándose un sis­


la producción en gran escala y suprimir la!' grandes empresas, tema má s ordenado y lógico , cual es el socia lismo . Ambas

\ ---­
1006 Lo Acción H umaua El modelo teórico de una sociedad socialista 1007

corrientes ideológicas coinciden en que la propia razón exige butos los teólogos otorgan a Dios, el engreído ego se autobea ­
inst aurar el socialismo. tiíica. También él es - piensa- infinitamente bueno, omni­
Pero eso que la mente ingenua denom ina razón no es, sin potente, omnipresente, omnisciente y eterno; el único ser
embargo, en defini tiva, más que la absoluti zaci án de los pro· perfecto en este imperfecto mundo.
pios juicios de valor. El interesado limita se a proclamar la La economí a debe rehuir el fanati smo y la sectaria ofusca­
coincidencia de sus lucubr aciones con supuestas conclusiones ción. Argum ent o alguno, desde luego, impresiona al fiel de­
derivadas de una vaga razón absoluta . A socialista alguno voto . La más leve crítica resulta para él escandalosa y recusable
jamás se le ocurrió pensar que aquella abstracta entidad a la blasfemia, impío .¡¡taque lanzado por gentes malvadas contra
que desea investir de los más ilimitados poderes - ILí mese la gloria imperecedera de su deidad . La economía se interesa
hum anidad, sociedad, nación, estado o gobierno- podría lle­ por la teoría socialista, pero no por las motivaciones psicol ó­
gar a actuar en forma que él personal mente desaprobara. Si gicas que indu cen ¡¡ las gentes a caer en la estatolatrí a.
su ideal tanto le entusiasma es precisamente porqu e no dud a
que el supremo director de la comunidad socialista actuará
siempre como él -el socialista individual- considera más 2. LA DOCT RI NA SO CIALI STA
razonab le, persiguiendo aquellos objetivos que él - el socia­
lista individual- estima de mayor interés, con arreglo a los No fue Karl Marx el Iund ador del socialismo. El ideario
métodos que él - el socialista individual - en su caso adop­ socialista estaba plenamente elaborado cuando Marx lo adopt ó.
taría. Por eso, e! marxista sólo califica de genuino socialismo Nada cabía añadi r a la teoría praxeológica del sistema y Marx ,
a aquel sistema que cump la con las anteriores cond iciones; toda en efecto, nada agregó a J¡¡ misma. No supo tampoco refutar
otra organización, aun cuando se adjudique a sí misma el cali­ las ob jeciones que invest igadores anteriores y coetáneos for­
ficativo de socialista, nunca será más que espuria imitación mularan contra la viabilidad, deseabilidad y ventajas del so­
en nada parecida al auténtic o socialismo. Tra s cada socialista cialismo. j am,ís se lanzó a In emp resa, convencido como estaba
se esconde un dict ador. ¡Ay del disiden te! ¡No tiene ni de­ de que en ella, inevitablemente, habría de fracasar. A la crítica
reeho a la vida; preciso es «liquidarlo»! lógica del socialismo tan sólo opuso la ya antes examinada
La economía de mercado permite a las gentes coope rar doct rina del polilogismo «.
pacíficamente en tre sí, sin que a ello se opongan las diferencias Los servicios q ue pres t ó Marx al ideario, sin embargo, no
de los personales juicios de valor . La organización socialista, se limita ron a la invención del polilogismo. Su doct rina acerca
en cambio , no admite a quien discrepe . Gleicbscbaltung, una de la inevit able implantación del socialismo tuvo en este sen tí ­
perfecta uniform idad, que el rigor policiaco manti ene, consti­ do tant a trascendencia, al menos. como la polilogista ,
tuye la norma suprema. Marx vivió una época en la que prácti camente todos creían
Las gentes, frecuentemente, califican de religión al socia­ en el mejorismo evolucionista. La mano invisible de la Provi­
lismo. Y, ciertam ente, lo es; es la religión de la autodiviniza­ dencia conduce a los hombres, haciendo caso omiso de la vo­
ción. El Estado y el Go bierno al que los planificadores aluden , luntad de éstos, de inferiores y menos per fectos estadios a
el Pueblo de los nacionalistas, la Sociedad de los marxistas y otros más elevados y perfectos. En el curso de la historia
la H umanidad de los positivistas son distintos nombres que hum ana prevalece incoercible tendencia a mejorar y progresar.
adopta el dios de la nueva religión. Tales símbolos, sin embar­ Cada ulterior escalón evolutivo, precisamente por. ser el últi­
go, tan sólo sirven para que t ras ellos se oculte la per sonal
voluntad del reformador . Asignando a su ídolo cuantos atrio ." V id. supra cap. lIT , (N. cid T.)

----'I1IL \ .1,,"­
1008 La Acción Humana El modelo teórico de una sociedad socialista 1009

mo, supone situación supe rior y mejor. Nada es permane nte en las cosas par a la hu est e de escritores hegel iano s que a la sazón

la condición humana, salvo ese irresistible progreso. H egel, pululaba n por A lemania.

muerto pocos años antes de qu e apareciera Marx , había ya des­ P retendi ó después resalta r las insatisfactorias con diciones

arrollado la doctrina, en su fascin ante filosofía de la hi sto ria , y inherentes al capitalismo. La critica marxist a, a este respec to,

N ietzsche, que entraba en escena cuando precisamente Marx verra en absoluto. Ni los socialistas más o rt odoxos atr évense
se retiraba, hizo de ella la tesis central de sus no menos suge­ ~ man tener en serio la tes is fundam ental de M arx, la de qu e el
rentes escr itos. Pero la verdad es qu e estamos an te el mito de capita lismo empobrece progre sivament e a las masas. Pero aun
los últimos dosci en tos años. t admitiendo , a efectos dia lécticos, cuantos absurdos conti ene
Marx limitóse a in tegral' el credo socialisra en la aludida la crí tica marxista del capitalismo, indem ost rad os siguen los
doctrina del mejorismo. La inevitable venida del socialismo dos asertos básicos: qu e es inevitable el advenim iento del so­
- arguyó-- cab almente demue stra que se trata de un sistema cialismo y qu e' és te es un sistema no sólo superio r al capi ta­
más acab ado y perfecto q ue el capitalismo precedente. Vana es , lismo, sino ade más la más perfecta ordenación posible , cuya
pu es, toda discusión cn torno a los pros y los con tras del socia­ impl ant ación proporcionará al hombre eterno bi enestar en su
lismo . Se implant ará «con la inexorabilidad de las Icycs de la tr ánsito terrenal. Pese a los alambicados silogismos que con­
naturaleza» J . Sólo men tali dades deficientes pueden ser tan tienen los p l úmbeos volúmenes de Marx, E ngels y los ccntc­
ignaras como para pr egu ntarse si lo q ue fatalmente ha de acon­ nares de au tores mar xistas, siempre al fina l resu lta que la
tecer puede no ser más beneficioso que cuanto le precedió . profe cía marxista brota de person al visió n; es tamos ante angé­
Ven didos apo logist as de las inju stas pret ensiones de los cxplo­ lica inspi ración , qu e informa al escrito r de los pla nes de esas
tadores son los únicos quc insolentemente sc atreven a señalar misteriosas fuerzas que determinan el cur so de la histo ria.
defectos en el socialismo . Marx, como Hegel, cons ide rábase sublime profeta impa rt iendo
Si calificamos de marxist as a cuantos comulgan con la al pueblo las revelaciones que eso té ricas voces le propor ­
anterior doct rin a, hab remos de considerar tales a la inm ensa cionaba n.
mayorí a de nuest ros cont emporáneos . Convienen las masas en La historia del socialismo entre los años 1848 y 192 0 re­
que la venida del socialismo no sólo cs absoluta me nte inevita­ gistra el hecho sorprendenre de que apenas nadie se p rcocu­
ble, sino ade más altamente deseable . La «ola del futuro » para de cómo en la práct ica tenia el sistema q ue funcionar.
empuja a la humanidad hacia el socialismo. Di sienten, sin cm. Quien pret endía exa minar los problemas econó micos de una
bargo, las gent es entre sí cuando se trat a de nomb rar al capi tán
comuni dad socialista era despectivamente tildado de «no
de la nave socialista. Pues, desde luego, hav muchos candida tos
para el pu esto. cien tifico» po r el tabú ma rxista. Pocos tuvieron valor para
Marx inten t ó probar la certeza de su profecía de do s ma­ enfrent ar se con ral ve to . Ta nto los partida rios como los ad­
neras. Recurrió, en primer término, a la dialéctica hegeliana. versario s del socialismo tácitamente con venían en que se tra ­
La propiedad privada capita lista - dijo- es la primera nega­ taba de viable siste ma de org anizació n económica que cabía
ción de la propiedad privada individual ; aq uélla , por tanto , ensayar . La vastlsi rna literaria socialista limitase a destacar
habrá de engend rar su prop ia negación; a saber, la propiedad supuestas deficiencias del cap ita lismo y a en salzar cult ur ales
colectiv a de los medios de producción ' . Así de sencillas cran beneficios qu e el socialismo había de traer con sigo . N unca se
en frenta ron tales ideólogos con los aspectos económicos del
1 V id. l\h KX , DaJ Kapital t7: cd . Hemb urgo. 194]). 1. 728. socialismo.
• Ibídem , E l credo socialista descansa sob re tres dogmas :

'"

1010 La Acción Humana El modelo teórico de una sociedad socialista 1011

Primero: La sociedad es omnisciente y omnipotente, ente sus juicios de valor ni los ob jetivos que pueda perseguir. Nos
perfecto , inmune a las flaquezas y deb ilidades humanas. interesa tan sólo de term inar si un hombre, dotado de la es­
Segundo: El advenimient o del socialismo es inevitable. tructu ra lógica de la mente humana, es capaz de resolver el
Tercero: El socialismo, por cuanto la his toria no es sino cúmulo de incógnitas y cuest iones que han de plante ársele al
ininterrumpido progreso de estadios menos per fectos a otros rector de una sociedad socialista .
más perfectos, const ituye sistema cuya implantación resulta Podemos admi tir que tal rector maneja todo el progreso
altamente deseable. técnico existe nte; que conoce perfectamente los factores de
A la p raxeolo gía y a la economía' sin embargo, lo único producci ón y el potencial humano de que dispone. Multi tud de
que les int eresa es determi nar si el socialismo, manteniéndose exper tos y especialistas le proporcionan la más det allada ínfor­
la div isión social del trabaj o, puede, como sistema, fu ncionar. maci ón y acertadamen te le resuelven cuantos interrogantes él
les plantea . Volum inosos informes se acumulan sobr e su mesa
de trabajo. Pero ha llegado el momento de ponerse en marcha .
3. ExAMEN PRAXEO LÓG ICO nnr. SOC IALISMO El jerarca, entre la variedad infinita de posibles actuaciones,
va a tener que optar y decidir de tal suerte que ni una sola
Lo típ ico de! orden socialista es qu e, dent ro de él, una de las necesidades que él considera más urgentes queda insa­
sola voluntad actúa. In trascendente result a quién sea el alu­ tisfecha en razón a que los correspo ndien tes factores de pro­
dido sujeto volitivo. Igual puede regir e! sistema un rey ungido ducción han sido destinados a satisfacer otras necesidades
que un dictador gobernando por per sonal carisma; un [ übrer consideradas menos urgentes, incluso por e! propio rector .
individualizado o una junta de jerarcas designados por sufragio Es de suma importancia advertir que el planteado proble­
popular. Lo fundamental es que un solo agente con tro la el ma nada tiene que ver con el valor que los fines y objetivos
destino que deba darse a todos los factores de producció n. Una últi mos perseg uidos por el jerarca puedan merecernos . La
sola voluntad elige, decide, diri ge, actúa, orde na. Una orga­ cuesti ón deba tida hace exclusivamente refe rencia a qué me­
nización, un orden planificado, reemplaza a la «anarquía» de dios deben ser utilizados para mejor y m ás cumplidamente al­
la producción y a las dispares iniciativas particulares. La canzar esos aludidos fines que en modo alguno criticamos. El
cooperación social, bajo el signo de la división del traba jo, se planificador ha decidid o cuáles son las metas que conviene
mantiene a base de vínculos hegemónicos que permiten al je­ alcanzar. Objec i ón alguna oponemos" su elección. No plan.
rarca exigir absoluta obediencia de todos sus vasallos. teamos tan siqu iera la posibil idad de que las gentes , los vasa­
D enominando a ese rector económ ico Sociedad (como hacen llos, desaprueben la decisión adoptada por el supre mo rector.
los marxistas), Estado, Gobierno o Autoridad (con mayúsculas, Aceptamos, a efectos d ialéct icos, que una fuerza misteriosa
desde luego) las gentes olvidan que quien ordena es siempre induce a tod os los hombres a coincidir con e! jefe y aun ent re
un ser huma no, jamás abstracto ente ni mítica colectivida d. ellos mismos en cuanto al valor y oportunidad de los objeti­
Podemos admitir que e! jerarca o la junta de jerarcas goce de vos per seguidos.
capacidad extraordi naria, máxi ma sabiduría y superior bo ndad . El problema qu e nos interesa , la cuestió n crucial y única
Sería , sin embargo, el colmo de la estup idez suponer que se que plan teamos al socialismo es de índole estrictamente econó­
trata de seres omniscientes e infalibles. mica; de ah í que debamos alud ir sólo a los medios, nunca a los
No procede poner en tela de juicio, al analizar los proble­ fines últimos a que se aspire .
mas praxeol ógicos que el socialismo plant ea, las condiciones
morales o éticas del jerarca. Ta mpoco tenemos por qué recusar
CAP I TUL O XXV I

La impracticabilidad del

cálculo económico bajo

,
el régimen socialista

1. EL PROBLEMA

E l rector socialista ha decidido construir una casa. Innú­


meros son los procedimientos a que puede al efecto recurrir.
Cada uno de ellos tiene para el jerarca sus ventajas y sus in­
convenientes, según cuál sea el futuro destino que al edificio
haya de darse. La vida pro bable del inmueble será distinta en
unos y otros supuestos; tampoco serán iguales los materiales
ni los obreros a emplear en cada caso; la duración de la obra
también será dispar. ¿Q ué método adoptará el director? Im­
posible le resulta reducir a común denominador los diversos
mate riales ni las distintas categorías de trabajadores que , según
el procedimiento adoptado, preciso será emplear. No se halla
en situación, por tanto, de establecer comparación alguna. No
puede traducir a datos numéricos ni el tiempo que requerirá
la obra (período de producción ) ni la dur ación útil del futuro
inmueble. Es incapaz, en una palabra, de cont rastar aritméti­
camente costos y resultad os. Los proyectos que los arqu itectos
someten a su consideración cont ienen infinidad de datos sobre
múltiples materias primas, acerca de sus características físicas
y quí micas, sobre el rendimiento de las diversas máquinas y
herra mientas y acerca de las múlt iples técnicas de construcción.
Pero son da tos sueltos que no guardan relación alguna entre sí.
No hay forma de ensamblarlos ni de dar sentido a su conjunto .
Percatémonos de la azorante perplejidad del jerarca econ ó­
1014 La Acción Humana Cálculo económico baio el régimen socialista 1015

mico al tener qu e decidir cualquier actuación . Tiene Iorzosa­ tiendo de cualquier otra mate ria. Nuestros an tepasados, por
mente que dilucidar si va a increment ar e! bienestar general , ejemplo, tan sólo sabían aprovechar la madera en un corto
si va ampliar la riqueza disponible o si, por el contrario, va número de aplicaciones. La moderna técnica ha descubierto
a dejar desatendidas otras necesidades que él mismo considera infinidad de nuevos empleos: pa pel, textiles, alimentos, dro ­
de mayor valor. Pero ni uno 5010 UC los informes que sus téc­ gas y múltiples productos sintéticos.
nicos le facilitan cont iene clave alguna que le permita resolver Una ciudad puede ser abastecida de agua potab le mediante
ese tan angustioso p roblema. transportar el líquido elemento de lejanos mana ntiales a través
Dejaremos, por el momento, d<1 lado las graves incógnitas de acueductos - método empleado desde 10 5 tiempos más re­
que suscita el decidir qué bienes dc consumo deban produ­ motos- , o bien pur ificando q uímicamente el agua insalub re
cirse. Vamos a dar por resuel ta la cuestión. Nos enfrenta mos, existen te en la localidad. ¿ Y por qué no producir agua sint éti­
pues, tan sólo con el problema dc decidir qué factore s de pro ­ camente? La técnica moderna ha tiempo resolvió cuantas d ifi­
ducción vayamos a obte ner y emplear y cuál procedimi ento, cultades tal producción plantea . El hombre medio, dominado
ent re la infinita variedad de posibles sistemas dc fabr icación, siempre por su inercia mental, limitaríase a calificar la idea de
vayamos a seguir para , en definitiva, producir los corrcspon­ absurda. La única razón , sin embargo, por la qu e no produ ­
dientes bienes de consumo. Hem os de resolver cuál sea el cimos hoy agua potab le sintética - aunque tal vez mañana 10
mejor emplazamiento de cada indu stria, el tamaño de cada hagamos- es porque el c álculo económico nos advierte de que
fábrica y la potencia de cada máquina. Es preciso qu e ind ique­ se trata de! procedimiento más costoso de todos los conocidos.
mas qué energía ha de emplearse en cada factoría y cómo, en Eliminando el cálculo económico, la elección racional deviene
cada caso, deba ser aquélla produ cida . Miles y miles de tales imposible.
problemas se nos plant ean a diar io; son dispares las circuns­ Rearguyen los socialistas 'lile tampoco el cálculo econ órní­
tancias de cada supuesto y, sin embargo, racional y adecuada co es infalible. Los capitalistas también incurren a veces en el
solución a cada caso debemos dar. El n úmer o ele variantes error. E llo, desde luego, es cierto y natural; y así sucederá
que el director tiene quc ponderar es muy superior al que siempre, ya que la actuación del hombre apu nta al futuro, y
arroj a la mera enumeraci ón técnica, con arreglo a sus condi­ éste por fuerza resulta inciert o. Los planes mejor concebidos,
ciones físicas y química s, dc los disponihlcs [actores de pro­ de ser falsas las correspond ientes previsiones, invariablemente
ducción. La ubicación de cada uno de éstos ha de tomarse en fracasan. Pero no es tal el problema que ahora interesa. Al
consideración, así como el posible aprove chamiento del capital actuar partimos de nuestros conocimientos actuales y nos ba­
anteriormente invertido y ya inadap table e inrrans for mable. sama s en nuest ra previsión de las circunstancias fut uras. No
El director socialista no puede enfrentarse con e! carbó n como estamos discutiendo si e! direc tor socialista será o no capaz de
algo genérico ; ha dc pensar en los miles de pozos en explora­ prever las condiciones futuras . Lo que decimos es que no podrá
ción , situados en los más variados lugares; ha de pond erar la calcular, aunque demos por bue nos sus juicios de valoración
posibilidad de explotar nuevos yacimient os ; ha dc optar entre y su previsión del futuro, cualesquiera que ésta O aquéllos sean.
múltiples métodos de ext racción ; ha de valorar la di ferente Sup ongamos que el jerarca decide invertir capital en la indus­
calidad de carbón que cada yacimiento prod uce; no debe olvi­ tr ia conservera; si después varía n los gustos de Jos consurni­
dar que son múlt iples los procedimiento s que de! carbón pero dores o cambia el crite rio de 10 5 higienistas acerca de la
miten obtener calor y energía; ni tampoco descuidar el sin­ salub ridad de los aliment os enlatados, la inversión, natu ral­
nú mero de derivados que del mismo cabe conseguir. Hoy en mente, result ará desacertada. Pero no es ése el tema debatido.
día es prácticamente posible ob tener cualquier producto par­ El problema crucial es e! siguiente : ¿Cómo debemos boy y aquí
101 6 La Acción Humana Cálculo económico ha;o el régimen socialista 1017

montar una fábrica de conservas para que resulte lo más eco­ ción racional, ni la más sencilla operación puede practicarse
nómica posible ? de un modo razonable y reflexivo.
Alguno s de los ferrocarri les const ruidos a fines del siglo
pasado , desde luego, no lo hub ieran sido de haberse previsto la
inmine nte aparición de los grandes y rápidos transportes por 2. PA SAD O S E RRO RES E N EL PLA NT EAMI ENTO
carretera y el desarr ollo de la aviación. Q uienes los tend ieron , DEL PR OBL EMA
sin embargo, podían perfectamente decidir cuál, entre los
múltip les proyectos posibles, era el l11ás aconsejable, a la vista La opo rtunidad de supr imir In iniciativa privada sustitu­
de sus personales apreciaciones y futura s previsiones, habida yéndola por una planificación de tipo socialista constituye
cuen ta de los correspondientes p recios de mercado en los que desde hace más de cien años el lema político por excelencia.
se reflejaban las valoraciones de los consumidores. He ahí la Miles de libros han sido publi cados en favor y en cont ra del
ilustración y orientación con la que el director socialista jamás ideario comunista. Ni ngún otro asunto ha sido discutido en la
puede contar. Se ha de hall ar éste tan desorientado como qu ien prensa, en las reuniones públicas, en los círculos académicos,
pretendiera diri gir un bar co en alta mar sin saber nada de en las campañas electorales y en los parlamentos con mayor
náutica; como un fra ile med ieval al mando de una moderna pasión. Por el socialismo ha habido guerras y se ha derramado
locomotora. sangre a raudales. Y, sin embargo, en medio de tan ta confusión,
H emos supuesto que el jerarca había considerado conve­ nadie planteaba la única cuestión que de verdad interesaba.
niente constru ir cierta factoría. Tal decisión , sin embargo, Cier to es que algunos eminente s economistas - Hermann
tampoco puede ser raciona lmente adoptada sin antes recurrir Heinrich Gos sen, Albert Schaíflc, Vílfredo P areto , Nícolaas
al cálculo económico . El director socialista, para ordenar, por G . Pierson y Enrieo Bnronc- entrevieron el problema. Nin­
ejemplo, la construcción de determinada cent ral hid roeléct rica, guno de ellos, sin embargo - a excepción tal vez de Pierson- ,
habrá previamente de asegurarse de que es éste y no otro el caló el fondo de la cuestión ni advirtió su decisiva trascenden­
procedimiento más económico para producir la deseada cner­ cia. Ninguno de ellos, por ot ra parte, supo engarzar el pro­
gía. Pero ¿cómo despejar tal incógnita si no puede calcular blema en la teoría general de In acción humana. EUo impidió
ni los costos ni la valía de la fut ura producci ón? a las gentes pres tar In debida atención a sus incidentales obser­
El régimen socialista tal vez al principio pudiera orientarse vaciones, siendo apenas escuchados, cayendo pronto en el más
gracias a los recuerdos del anterior capitalismo. Pero , ¿cómo absoluto olvido los correspond ientes escritos.
podrá abordar el incesante cambio de circunstancias que el Nada tienen que ver los erro res de la escuela histórica ()
mund o real registra? Los precios de 1900 ¿de qu é pueden del inst itucionalismo con el to tal abandono en que problema
servirle a quien tiene que planear y actua r en 194 9? ¿Q ué tan vital para la humanidad se tuvo. Ambas escucIas, a irnpul­
orie ntación pueden los precios de 194 9 brindar al director sos de exalt ado fanati smo, denigran In economía -«ciencia
socialista en 1980? funesta »- en el deseo de facilitar el triu nfo ele su demagogia
La paradoja de la «planificación » radica en que, al impo­ socialista e intervencionista, no habiendo logrado, sin embargo,
sibilitar el cálculo económico, impide planear. La llamada totalmente suprimir la invest igación económica. A nadie, desde
economía planificada puede ser todo menos economía. Supone luego, puede extrañar qu e esos detractores de la economía
caminar a tientas en la más densa oscuridad, I mpide averiguar como ciencia fuer an incapaces siqu iera de entrever el proble­
cuáles, en tre los m últiples medios, son los más idóneos para ma. Lo que, en cambio, resulta a ptimera vista sorprendente
alcanzar los deseados obje tivos. Bajo la denominada planifica­ es que los autént icos economistas incurri eran en In misma falta.
1018 La Acción Humana Cálculo económico bajo el régimen socialista 1019

Tan lamentable laguna científica prodújose a causa de las cambio existentes entre los dis tintos factores de producción,
dos fallas típicas de los economístas matemáticos. calcular y ponderar costos y precios.
Tales est udiosos, en efecto , prácticamente limitan su aná­ Los escritos de tales teóricos inducen a las gentes a supo­
lisis a lo que ellos denominan equ ilibrio económico o estado ner que la imaginaria construcción de una comunidad socia­
estático. La imaginaria construcción de una economía de giro lista constituye organización económica que, respet ando la
uniforme, según anteriormente se hizo notar 1, constituye división de! trabajo, puede efectivamente funcionar y reem­
indispensable herramienta mental 'para e! razonamiento eco­ plazar al régimen basado en la propiedad privada de los medios
nómico . Grave error, sin embargo, ! upone olvidar que se trata de producción . Creyeron las masas que e! director de la comu­
de una construcción puramente imaginaria, que jamás puede nidad socialista podría racionalmente distribuir los factores de
en nuestro mundo real darse y que ni siquiera cabe conse­ producción entre las diferentes fabricaciones, es decir , recurrir
cuentemente llevar hasta sus últimas conclusiones e inferencias al cálculo económico . No había dificultad alguna en compa­
lógicas. El economista matemático, en su deseo de estructurar ginar la cooperación socialista y la división de! trabajo con e!
la ciencia económica al modo de la mecánica newtoniana, apli­ racional empleo de los factores de producción. El socialista no
cando siempre procedimientos puramente matemáticos, pierde tenía por qué dejar de emplear los medios disponibles de!
de vista , al final, el único y verdadero objeto de investigación. modo más económico posib le. Explotaría, por e! contrario,
Deja de analizar la acción humana, concentrándose en el exa­ muy racionalmente los disponibles factores de producción. El
men de inanimado mecanismo actuado po r misteriosas fuer­ socialismo no es más que distinta organización económica, tan
zas, las cuales no cabe racionalmente estudiar. No hay lugar, lógica y razonable como cualquiera otra.
desde luego, en la imaginari a construcción de una economía En apoyo de tal modo de argumentar parecían venir los
de giro uniforme , para e! empresario. El economista matemá­ experimentos socialistas de la Rusia soviética y la Alemania
tico gustoso prescinde de él. Descansa, entonces, nuestro estu­ nazi. No advertía, sin embargo, el observador superficial que
dioso ; no tiene ya que preocuparse de ese inqu ieto intrigante tales sistemas en modo alguno eran organizaciones socialistas
cuya intervención una y otra vez impide que e! amado, pero aisladas o ecuménicas. Operaban dentro de un mundo en el
imaginar io, sistema económico que e! matemático estructura que aún había precios libres. Podían, por tanto, recurrir al
alcance e! estado de perfecto equ ilibrio y absoluta quietud . cálculo económ ico a través de los precios internac ionales. Sin
Repúgnales a tales teóricos e! empresario por ser un elemen to tal auxilio, el actuar de nazis y soviéticos hubiera carecido por
perturbador, pues los precios de los factores de producción no completo de plan y senti do. Sólo porque conocían los precios
internacionales podían calcular, contabilizar y prep arar sus tan
dependen para e! economista matemático de específicas actua­
ciones humanas , sino de la intersección de dos curvas. ponderados planes .
No advierte éste , al trazar sus preciosas gráficas de pre­
cios y costos , que sólo empleando un común medio de inter­ 3. MODERNAS TENTATIVAS DE CÁLCULO SOCIALISTA
cambio cabe reducir los costos y los precios a canti dades
homogéneas . Fórjase así la ilusión de creer que es posible, aun Los textos socialistas tratan de todo menos de! problema
prescindiendo de ese común denominadot monetario, que per­ único y básico del socialismo : e! cálculo económico. Los teó­
mite mutuamente cont rastar las diferentes relaciones de inter­ ricos de Occidente , sin embargo, no han podido últimamente
rehuir por más tiempo materia tan importante. Han advertido
, Vid . págs . 382·388. que esa práctica tan grata al marxismo de vilipendiar sin más
1020 Lo A ccián H umana 1021
Cálculo econ6mico bajo el régime n socialista

la economía «burg uesa » no basta para just ificar, desde un valor, ates tigua n que los contr ata ntes valoran de modo dis par
punto de vista científico, la implan tación dc la utopía socialista. la correspondiente mercancía . No es lícit o, a estas alturas, pre ­
Conscientes de la tor peza dia léctica de aquella metafís ica de tender igno rar el teorem a básico de la mod ern a ciencia eco­
tipo hegeliano en que al pri ncipio el marxismo pret endi ó am­ nómica; es decir, que el valor de cada un a de las unidades
parars e, han qu erido formul ar la teor ía económica de! socia­ integrantes dc un conju nto form ado por n-1 objetos es mayo r
lismo. In tentaron arbitra r fórmula s a cuyo amparo dev iniera que el individ ual valor de las mismas si el conjunto tie­
el cálcul o económico practicable bajo un régimen socialista. ne n unid ades r,
Pero fracasaron de! modo más lamt ntable. No valdría la pena 4 . Algunos teóricos han pret end ido arbitrar artificioso
en verd ad perder el tiem po analizando tan desma ñadas suge­ cuasi merc ado que, en su opinión , per mitiría el cálculo eco­
rencias si no fuese porq ue tal exa men nos of rece bu ena opor­ nómico . Al estudio de esta solució n se ded ica la sección 5 del
tunidad para derramar luz sobre decisivos aspectos , tanto de presen te capítulo. .
la econo mía de mercado como de la imaginaria construcción de 5 . También se ha dicho q ue cabría calcular med iante las
una economía sin mercado . ecuaciones dife renciales de la ca tal áctica mat em át ica . Tal solu­
Las distintas fórmu las elaboradas pueden se r clasificndns ción se analiza más adelante en la sección 6 .
en los siguien tes grupos: 6 . E n op in ión de un último grupo, e! método de la prue­
1. E l cálculo econ6mico socialista se practicat ía, no en ba y el er ro r ( trial and error) haría inn ecesario el cálculo eco­
términos mon et arios, sino cn especie. El plan. eviden te mente , nómico. Examinemos a cont inuación tal idea.
carece de la men or viabilidad . No cabe ni sumar ni rest ar
magnitudes de o rden distinto (cnnt idades het ero g éneas) 2.
2 . Recom iendan otros . al am paro de In teoría laboral dcl 4. E l. M(,TODO DE LA PRUE BA Y El. ER ROR
valor, la hora-trabaj o como unidad de medida y cálculo. Elude
tal pr opu esta no sólo e! prob lema de la valoración de Jos fac­ Los emp resa rios y los capitalistas nu nca saben , de ant e­
ta res de pro ducción or iginario», silla ta mhié n el refere nt e a la mano, si sus planes distribuyen , en la form a más conveniente ,
diferen te capac idad pro ducti va hor aria de las gentes y aun la los distintos fact ores de producción entre las div ersas produc­
de un a misma persona en momen tos distintos. ciones posibles. Sólo a post eriori cons ta ta n si acertaron o no.
3 . No falt an tam poco quienes han pret end ido averiguar Recurren , en otras palabras, al método denomi nado de la
la «cantidad » de u tilidad q ue los diferen tes b ienes encierran. prueba y el error para atestigua r la idoneidad econó mica de
Pero el hombre, al act ual' no mide ni cifra la utilidad de las sus operaciones. ¿Por qué , pregúnt anse algun os, no ha de
cosas. Ord énalas, por el contrario, en meras escalas valora tivas, poder el direc tor socialista o rientar se ap licando idént ico pro­
Los precios de mercado . lejos de reflejar una eq uivalencia de cedimiento?
El sistema de la prueba y el err o r única ment e puede apli­
2 Idea tan desatinada no mercc cr fn ni ser cunsigna da si no fuera porque proced e

de ese grupo tan activo y entrometido que forma n lo s «posirivisras lógicos», espec­ carse m ando indicaciones evident es, ajenas e independi entes
tacularmente prego nando siempre plan es para la « unificaci ón de tod as las cie ncias» . del propio mét odo em pleado, permiten, sin lugar a dudas,
Vid . en este sentido Jos escritos de su fallecido lcfe O rto Ncur ath . qui en . en 1919 , constatar qu e ha sido ha llada la solución correc ta a la cues tió n
estuvo al frente del de partamento de socialización de la effmern república so viética planteada. Si pierdo la cartera, la busco por distintos lugares.
de Munich. especialmen te su Durcb die Kriegsudrtscba]t sur N atu ralioírtscba]r
IMunich, 1919). p.ig . 216 '! sigs. También C. T,ANllII UEJe Plamoi rtschai¡ und Ver ­ * En relaci ón con el problema gen e ral de la utilidad ma rginal, vid. supra
ke brsw írt scbajt (Munich y Lcipaig, 1931J, "p. VI!, 1. IN . del r .)

j
1022 La Acción H umana C álculo económico bajo el r égimen socialista 1023

Tan pron to como la encuentro, la reconozco y ceso en la bús­ mente, entregaría a los miemb ros de la comun idad determi­
queda ; he aplicado , con éxito, el método de la prue ba y e! nadas sumas dinerarias para que con ellas compraran los alu­
error; he resuelto, gracias al mismo, mi problema. Ehrlích, pre­ didos bienes de consumo que serían entregados a quienes más
tendiendo hallar un remedio contra la sífilis, cnsayó centenares caros los pagaran . 0 , igualmente, podemos imaginar que los
de productos. Quería dar con un fárm aco que matara las cspi­ producidos bie nes de consumo se distribuyen entre las gentes,
roqu etas sin perjud icar al paciente. La solución correc ta, la las cuales libremente, entre sí, los intercambian utili zando de­
droga 606 , cumplí a ambas condiciones, cosa fácilmen te com­ terminado medio común de inte rcambio, es decir, un hipoté­
pro bable en la clínica y en el labor,torio. El gran invest igador tico dinero. Lo caracterís tico, sin embargo, de! sistema socia­
había resuelto el pr oblema. lista es que un solo ente , en cuyo nombre los demás subjefes y
El planteamien to, sin embargo, cambia por comp leto cuan­ direc tores actúan, controla tod os los bienes de producción, quc
do In única prueba de haber sido hallada In solución exacta ni son comprados ni vendidos, careciendo, por tanto, de precio.
estriba en constatar si es ésta 1<1 resultante que corresponde a Siendo ello así, no cabe, cvidentement e, contrastar med iante
la específica sistcnuitica que , correctamen te aplicada, resuelve operaciones aritm éticas las inversiones efectuadas con los reno
e! problema. El p rod ucto de multiplicar un número por otro dimientos conseguidos.
sólo podemos estimarlo exacto constatando si ha sido recta­ El cálculo económico capita lista, desde luego, no garan­
mente practicada la operación matemá tica de! caso. Nada nos tiza invariablemcnte 1" óptima distribución de los factores de
prohíbe intent ar adivinar el resultado mediante la prueba y producción ent re las diversas producciones posibles. Incapaces
e! error. Pero , al final, sólo practicando la oportuna mul tipl: somos los mortales de resolver con tan absolut a perfección
cación, constataremos si acertarnos o no en nuestra adivinación. pro blema alguno. Pero lo que la mecánica de! mercado , cuando
De hallarno s en la imposibilidad de formul ar la corr espondien­ no se ve sabo teada por la fuerza y la coacción, sí asegura es que
te operación, dc nada nos serviría e! repetid o método de la a los asuntos económicos siempre se dará la mejor solución
prueba y e! erro r. que el estado de la técnica y la capacidad intelectual de los más
Podemos, si tal nos place, considerar como de prueba y perspicaces cerebro s dc la época permitan . Tan ~ronto como
error e! método emp resar ial; nunca, sin embargo, debemos en alguien advierta la posib ilidad de dar otra mejor orientación
tal ClI S0 olvidar que c ábele al empresario indubitab lernente a la producción, el propio afán de lucro inducirá al interesado
constatar la procedencia de sus actos comprobando si los bene­ a practicar las oportunas reforma s. Los correspondientes re­
ficios de la operación son superiores a los costos de la misma. sultad os prósperos o adversos patentizarán si el plan era acero
Las ganancias indícanle al emp resario que los consumidores tado o no. El mercado libre , todos los días, pone a prueba a
aprueban las correspondientes operaciones; las pérdidas, por los empresarios y elimina a cuantos flaquean , situando al frente
el contrario, que el público las recusa. de los negocios a aquellas personas que aycr mejor supieron
El problema del cálculo econó mico bajo un régimen so­ satisfacer las más u rgentes necesidades de los consumidores.
cialista precisamente estriba en que, no existiendo precios de Sólo en este sentido cabe considerar como de prueba y error
mercado para los manejados factores de producción, deviene la mecánica dc la economía de mercado.
imposible decidir si ha habid o pérd ida o si. por el contra rio,
se ha cosechado ganancia.
Podemos suponer el montaje , en la república socialista, de
un mercado para bienes de consumo, los cuales libremente se J Por «mejor», naturalmente, queremos decir más satisfactorio desde el punto

cotizarían . Cabe imaginar que el jerarca económico, per iódica- de vista de los consumidores.
1024 La Acci6n Human a Cálculo econ6mico baio el régimen socialista 1025

5. EL CUA S I ME RCADO bistoria de! pensamiento hum ano . Los socialistas reconocen
la aplastante derrot a qu e en lo cient ífico ha n sufrido . Ya no
Lo característico de! socialismo , como ya hemos dicho, es consideran que e! socialismo es incomparablemente superior
qu e u na sola e ind ivisible volun tad gobierna todas las activida­ al capitalismo precisament e po rque acaba con e! mercado, con
des productivas. Cuando los socialistas aseguran que una los precios y con la compe tencia. Quisieran, por e! contrario.
economía «ordenada » y «planificada» reemplazará a la «anal" abara , bacernos creer qu e tales ins tituciones podrían pervivir
quía» de la producción capitalista; que actuaciones racionales bajo e! orden socialista . Esfu érzanse por arbitra r un socialismo
susti tu irían a la supuesta ausencia ~e lógica del mercado libre ; con precios y con compe tencia 4.
que babrá ver dadera cooperaci ón entre los hombres en vez Las propuestas de estos neosocialistas const ituyen verda­
de encon ada competenc ia; qu e se producirá para el consu mo dera s paradojas. De sean vehementemente, de u n lado, supr imir
en vez de para el lucro, los socialistas, en def initiva , lo que la propi edad privada de los medios de producción, anular el
pretenden es suprimir los innúmeros proyectos y dispares mercado y acabar con los precio s y con la libre compe tencia; y,
actuaciones de los consumidores y los de aq uellas per sonas sin embargo , al tiempo , quisieran es truc turar la utopía socia­
- los empresarios y capitalistas- que procura n atender del lista de tal suerte que la ge nte actuase como si tales institucio­
mejor modo posible los deseos del público, imponi end o en su nes pervivieran . Pre tend en qu e los hombres juegen al mercado
lugar la exclusiva y monopo!fstica volunta d del jerarca supremo . como los niños juegan a guerras, a trenes o a colegios . No
El socialismo exige la desaparición del mercado y de la como advierten la diferencia que existe entre los juegos infan tiles y
petencia catal éctica. El siste ma es incompa tible con el merca­ la realidad que pretenden imitar.
do, con los preci os y con la competencia, pues pon e todos los Lamentable error fue - aseguran tales neosocialistas- e!
resortes económicos en manos de única autoridad. La in terven­ de los an tiguos socialistas (es decir , los ant eriores a 1920 ) al
ción de los súbditos en la formu lación de los corres pondientes afirmar qu e e! socialismo exige, necesariamen te, la abolición
planes qu e ban de regular toda la activ idad productiva consiste, de! mercado y de! in tercambio merc ant il : ello en modo alguno
como máximo, en designar al rector económico o a la asamblea es consustancial a la economí a socialista. El sup rimir tales
de rectores. D eben aquéllos, por lo demás, some terse dócil e instituciones - de mala gana, al final, reconocen- sería ab­
incondicionalmente, a cuan to estos jerarca s les ord enen, como surdo y sólo confusión y caos pro duci ría. El socialismo , por
mero s pupilos de supremo tuto r. Sólo al amparo de esa férre a fortun a, tiene su s variantes. Los directores de las empresas
un idad y esa absoluta cent ralización, los pr opi os socialistas capi talistas cont inuarán actuando como lo hacían bajo el régi­
reconocen , pueden materializar las maravillas y las bie naven­ men anterior . No opera n aq uéllos en la sociedad de mercado
turanzas de! sistema. por su cuen ta y riesgo, sino en beneficio de la empresa, es
El obsesivo afán que a los teór icos socialistas últ imamente decir , de los poseedores de! capital, de los socios . I mp lantando
ha entrado por demostrar que su sistema en modo alguno
e! socialismo, proseguirán su labor con el mismo celo y aten­
exige suprimir la competencia catal áctica ni los precios de
ción que aho ra po nen en la tarea. La única diferencia consis­
mercado constituye ab ierto (o tácito) reconocimiento de cuán
fundado es el diag nóst ico y cuán irr efutable resu lta la impla­ t irá en que e! fru to de sus actuaciones vendrá a enriquecer a la
cable crítica que contra las doctr inas socialistas formulan los 4 Aludimos desde luego, ta n sólo a aquel los socialistas y comunistas peritos ,

economistas. D ifusión tan fulminante y arr ollado ra como ha como los profesores H . D. Dikinson y Oskar Lange, en cuestiones económicas. La
tenido ese teorema según el cual es imposible el cálculo eco­ obtusa «int electualidad» sigue supersticiosamente aferrada a su fe en la superioridad
nómico bajo un régimen socialista carece de precedente en In del socialismo . Lenta es, ciertamente, 1.1 muerte de las qu imeras. ~':::--;77~
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1026 La Accitín Humana Cálculo económico bajo el régimen socialista 1027

sociedad , no a los accionistas. Los directores, por lo demás, consumidores . Materializa en tales operaciones e! mercado ,
comprarán y venderán , contratará n obre ros y pagarán sueldos , Abolid as, desaparece tambi én el mercado , pues lo que del
procurando, como antes, obtener siempre la máxima ganancia. mismo qued a, aislado , ni puede subsistir ni mucho menos
El sistem a directori al del capitalismo «maduro» o «t ard ío»
operar .
insensiblemente se tran sformar á en planificado sistema socia­ La función de! buen director en e! ámb ito capitalista es
lista. Nada , salvo la propiedad del capital, habrá cambiado. La bastante más modesta de lo que los aludidos teóri cos creen ,
sociedad se colocará en el lugar de los accionistas y será el Su actividad es puramente de gestión; aux ilia a los empresa­
pueblo quien percibirá, en adelante , los dividendos. Eso rios y capitalistas en específicas tareas subordinadas. El direc­
es todo.
tor jamás pued e reemp lazar al empresario s. Los especu ladores,
El pri ncipal defecto de este y similares argumen tos estriba promotores, inversores y banqueros, al estructurar el mercado
en contemplar la realidad económica desde el limitado pun to de capitales y las Bolsas, predeterminan la órbita en que des­
de vista del funcionario subalterno que no ve m ás allá del arrollarán los directores las aludidas tareas auxiliares. Han de
estrecho horizonte que sus administra tivas tareas le marcan. acomodarse és tos en su labor a un mercado cuya disposición
Supónese, en efecto, rígida e invariable la producción indu s­ cond icionan factores totalment e ajenos a las pro pias actuacio­
trial y la distribución del existente capital entre las diversas nes directoriales.
ramas y elementos prod uctivos. Se pasa por alto que el adap tar El prob lema que nos ocupa nada tiene qu e ver con la
el aparato económico a las cambiantes situaciones impone típica actividad del dir ector capitalista ; lo que interesa es ave­
continuas e incesant es mutaciones. Argument an tales ide ólo­ riguar cómo repartimos el capital existente entre las distint as
gas como si ya no tuviera que haber más cambios, como si ramas de la producción ; aclarar, en otras palabras, qué secto­
la hi storia económica hubi érase congelado . No advienen que res productivos deben ser amp liados y cuáles restringido s, qu é
el director capit alista limitase a ejecutar lealment e las instruc­ empresas deben variar su producción , qué nuevas fabri caciones
ciones de sus superiores, los socios capita listas, deb iendo ade­ conviene más abordar.
más ajustar se, al cump lir tales manda tos, a la estructur a de El dir ector capitalista, pese a su indudable y eficiente celo,
los pre cios del mercado, determinados en definitiva por fac­ no resuelv e tales incógnitas. Qui en no distinga en tre empresa­
tores ajenos a las alud idas funciones gerenciales. La actuación rios y dir ectores ignora e! verdade ro prob lema económico. Los
de los directore s de empresa, sus comp ras y sus ventas consti­ conflictos laborales no se plantean entre el director y los tra ­
tuyen tan sólo una pequeña parte de! mercado. Pru crícan se en bajadores, sino entre el emp resariado (o capital) y los asala­
éste además toda s aquellas otras operaciones que tienen por riados. No constituye el capitalismo sistema di rectori al, sino
fin dis tribuir e! capital existente entre las diversas ramas de empresarial. Cuando procla mamos que no es el director capi­
la producción. Los emp resarios y capita listas crea n sociedades talista quien distr ibu ye los existe ntes factores de producción
y demás ent idades mercantil es; las amplían o reducen; las entre los distintos come tidos, en modo alguno menoscabamos
disuelven o fusionan ; compran y venden acciones y obligacio­ la vital impor tancia de la función económica desempeñada por
nes de empresas ya existentes o de nueva creación; o torgan, esto s auxiliares de los emp resarios.
denie gan y amort izan créditos; realizan , en una palabra , todos No están , desde luego, esos ncosocialistas que nos vienen
aquellos actos que en conjunto form an el mercado dinerario y ocupando dispuestos a permi tir la subsistencia, dentro de su
de capita les. Tales operaciones financieras de promot ores y sistema, de promotores y especuladores, que libremente actua­
especuladores encauzan la producción por aquellas vías que
mejor permiten satisfacer las más urgent es necesidad es de los 5 Vid. págs . 464-469.
1028 Cálculo econ átnico bajo el r égimen socialist a 1029
La Acción Humana

rían, aunque hubieran de entregar sus ganancias a un fon do nari os a la funci ón rectora que debe exclu sivamente corres­
común . Quienes propug nan el cuasi mercado jamás piensan en ponderles, pu es es a ellas tan sólo a quienes compete decid ir
mantener el mercado de valores, las Bolsas de comercio, las en qu é ha dc invertirsc el capit al social disponible. Pero esta­
especulaciones a plazo, ni menos tod avía, como cuasi institu ­ mos ot ra vez como al principio: no puede e! jera rca, al pre­
ción , la Banca y los banque ros. No se pue de, sin embargo, tende r orientar y dirigir la pro ducción, ampararse en esa d i­
jugar a espec ulaciones e inversiones. Q uienes invi erten y es­ visión de! trabajo intelectual qu e el cálculo económico , bajo el
peculan arri esgan su propio din ero , su propio futuro . Por eso capitalismo, permite montar 6.
qu edan responsabili zados ante et consumido r , el auténtico Los factores de producción han de ser contro lado s o b ien
dueño y señor de la economía capitalista. Su función social por los part iculares o bien po r e! aparato esta tal coercitivo.
desaparece en cuanto se les exonera de responsab ilid ad patri ­ En el primer caso hay mercado, hay precios para todos los alu­
mon ial. El auténtico hombre de empresa capita lista es susti­ didos factores y es posible e! cálculo económico. E n el segundo ,
tu ido po r una serie de personas en qui enes el jerarca socialista tales instituciones desaparecen . Vano es pretender escamotea r
delega parte de sus poderes. T ales personas devienen ento nces tal realid ad afir mando que gozarán los orga nismos rectores de
los verdaderos rectores de la econo mía socialista (supl antand o la econom ía colect iva de los divinos at ributos de «omniscien­
al ante rior poder centralizado), para, sin emba rgo , tropezar de ciar y «ubicuidads 7. N o interesa a la pra xeología cómo pod ría
inmediato con aquel mismo problema que el jerarca fue in actuar una deidad omnip resente y omnisciente ; lo que nuestra
capaz de resolver : el del cálculo económico. ciencia pret end e averiguar es cómo efectivamente han de ac­
Cons cien tes de la inviabilidad de sus pro puestas, algunos tuar quienes sólo de mentes hu manas disponen . Y es lo cierto
part idarios de! cuas i mercado, tímida y vagamente, sugieren que nuestra limitada inteligencia únicam ente con e! auxilio del
una nueva fórmula. La autoridad socialista actuaría como un cálculo económico pu ede planear y ordenar la humana
banco y presta rla al mejor postor los fond os que le fueran
actividad .
solicitados. No es tal idea menos di sparatada que las anterior­
Un socialismo con mercado y precios es tan cont radicto rio
mente examinadas. Los peti cion arios de los fondos cn cuest ión
ha n de carece r, como todos los miembros de la repúbli ca como un cuadrado tria ngular. La producción no puede estar
socialista, de bienes propios. Pueden ofrecer a este hipo tético dirigida m ás qu e por empresarios deseosos de cosechar ganan·
banquero of icial cualquier tipo de interés por elcvado que sea, cías propias o por fun cion arios a qu ienes al efecto se conceda
pu es no corren riesgo personal algun o. Su intervención no supremo y exclusivo poder . El dilema estriba cn deter min ar
alivia consecue ntemen te , ni en lo más míni mo, la pesada res­ si es mejor producir aquellos b ien es de los que el empresario
pon sabilidad que sob re el jerarca gravi ta. Es más: no cabría espera derivar el máximo beneficio o, por el contrario, aque­
exigir, a diferencia de lo que acontece bajo el capitalismo, 3 llos otros que el funci ona rio sub jetiv amente pr efiera. ¿Quién
tales pre statarios garantías ni avales de ningún género , pues , convie ne más que mande , los consumidores o el jerarca ?
como decíamos, carecen aquéllos de toda riqueza prop ia. E l ¿Quién debe decidi r, en última instancia, si de terminado ca­
riesgo de las correspo ndientes operacion es recaería íntegro pital se destina a la producción del bien a o del b ien b? Es tas
sobre la sociedad , única propietari a de todos los manejados
recur sos. Si, despreocupadamente, las autoridades concedieran • Vid. MISES, Socíalism, págs. 137 a 142; H AYEK, lndiuíduaíínn 4 11d Economic
los aludidos créditos a quienquiera les ofreciera mayor interés, Order (Cblcego, 1948), págs . 119-208 . T. } . B. H o I'F, Econom ía Calcula/ion in tbe
no harían sino premiar la auda cia, e! desenfado y e! alocado Socialíst Societv (Londres, 1949), pág. 129 Y sigs. .
7 Vid. H . D . DICKINSON, Economícs 01 Social ísm (Oxford, 1939), pág. 19 1.
optim ismo . Estarían renunciando en favor de picaros y visio-
1030
La Acci ón Humana Cálculo económico bajo el régime n socialista 1031

pregun tas no admiten respuestas ambiguas ni evasivas. H ay La actividad empresarial, en la econom ía de mercado, hace
qu e cont estarlas limpia y derechamente 8.
continuamente variar las razones de int ercambio entre los di­
versos factores de producción , así corno el dest ino de éstos.
El individuo emprendedor advierte que no coincide el precio
6. L AS ECUAC IONES DI F E RE NC IALE S DE LA ECO NOMÍA
de los factores de producción con el que él supone cotizará el
MAT E MÁTI CA correspo ndiente prod ucto ter minado, ind uciéndole ello a apro­
vechar en beneficio propio la aludida diferencia. Ese fut uro
Pa ra mejor ' comprender e s~ supuesto según e! cual las precio, desde luego, no es el hipotético precio de equilibrio. A
ecuaciones diferenciales que la economía matemática maneja quienes actúan nada les interesa el equilibrio ni los precios de
permitirían el cálculo económico socialista, conviene comen­ equilibrio, conceptos éstos totalmente ajenos a la acción y a
cemos por recordar qué es lo que tales ecuaciones efectiva­ la vida real; empl éanse, en los razonamientos praxeol ógicos,
mente representan.
corno meras herramientas intelectuales, a causa de la incapa­
En la imaginaria construcción de una economía de giro cidad humana para concebir y menta lmente aprehender el ince­
uniforme, suponernos que están siendo utilizados los factores sante variar de la acción si no es contrastándolo con una hipo­
de producción de tal forma que todos y cada uno de ellos re­ tética perfecta quietud . Pa ra el te órico, cada mutación supo ne
por tan los más valiosos servicios que pueden proporcionar. un paso más por aquell a vía que, si no aparecieran nuevas
No es posible dar a los alud idos factores dest ino alguno que circunstancias, finalmente abocaría en el estado de equilibrio.
más perfectament e atienda las necesidades de las gentes. Cabe Pero ni los teóricos, ni los capitalistas y empresarios, ni los
describir, mediante sistemas de ecuaciones diferenciales, un consumidores pueden, a la vista de la realidad presente, des­
planteamien to tal como el expuesto, que veda toda variación cubrir cuál sería , en su caso, ese repetido precio de equilibrio.
de! empleo de los factores de prod ucción efectuado. Dichas Ni falta que tal conocimiento les hace. E l hombre provoca
ecuaciones, sin embargo , nada nos d icen acerca de qué huma ­ cambios e innovaciones no porque piensa en ningún precio de
nas actuaciones provocaron la aparición de ese hipotético equilibrio, sino porque entrevé específicos precios que deter­
estado de equilihrio. Sólo nos aseguran que, bajo tal situación minados ar tículos, cuando él esté en disposición de venderlos,
de estático equilibr io, si In unidades de a dedícanse a prod u­ supon e cotizarán. E l empresario, al plasmar la corres pond iente
cir p, y n un idades de a a producir q, no es posible atend er operación, provoca una serie de cambios que constituyen tan
más cumplid amente las necesidades de las gentes invirtiendo sólo los primeros eslabones de cada cadena de mutaciones que
de otro modo las aludidas disponibles unidades de a. (Aun igualmente , si no se produj eran otras variaciones que las espe­
imaginando que a fuera perfectamente divisible, y cada unidad, cíficas de la operación de refere ncin, acabarian por implantar
infinitesimal, constitui ría grave error e! afirm ar que la uti ­ el estado de equilibrio .
lidad margina l de a es la misma en ambas ut ilizaciones.) Para operar, sin embargo, con esas ecuaciones que reflejan
El aludido estado de equilibrio constituye una construc­ el estado de equ ilibrio, preciso es conocer la escala valorativa de
ción puramente imaginaria. J amás, en nuestro mu ndo real y los diferent es bienes de consu mo correspondientes al día en
cambiante, puede llegar a aparecer. No refleja dicha imagina. que se alcance el estado de equilib rio. Un o de los términos que
ria construcción ni la situación presen te ni ninguna otra situa­ en las ecuaciones de referencia supónese conocido es, precisa­
ción efectivament e posible. mente, la aludida escala valora tiva. Pero conoce tan sólo el
jerarca socialista sus propias y actuales valoraciones; ignora por
, El estado co rpo rativo se estudia más adelante, págs. 1177.1183 .
completo incluso cómo él mismo valorará el día en que se llegue
1032 La A cci án Hu mana
Cálculo económico bajo el régimen socialista 1033

a aquel hipotét ico estado de equilibrio . Opina que, dadas sus


externos que impiden que se produzcan aquellos movimientos
pre sent es valoraciones, no se están empleando los existentes
facto res de producción del modo más oportuno, procu rando que precisamente han de instaurar el equilibrio 10. Mientras el
consecuentemen te variar su distribu ción entre los diversos co­ equilibrio no es alcanzado , e! sistema hállase en mutación per­
manent e que pr oduce continua variación de las circunstancias.
metido s. Nad a sabe, sin embargo, acerca de cómo, ni él mismo,
valorará cuando el equilibrio se produzca. Ta les valoraciones La tendencia a la implantación del equilib rio no perturbada por
serán función de aquellas circunstancias cuya aparición p ro. variaciones provenient es de! ex terior constituye un proceso de
vacan las sucesivas mutaciones detIa producción que el propio sucesivos cambios.
interesado pone en marcha . P , es un conjunto de bienes cuya magnitud no concuerda
con las actuales valoraciones de las gentes . Porque P, es e!
,
Llamemos D al día de hoy y 1)'" al día en que el equilibrio
resultado de actu aciones practicadas con arreglo a pasadas va­
qued e implantado. En el mismo sentido denom inaremos V, y V
a las dos escalas valorat ivas de Jos bienes del orden pr imero;" loraciones, a superados conocimient os técnicos y a pretéritos
O, y O , a los globales existenciales 9 de factores originales de informe s acerca de las disponibles fuentes de materias pri mas.
" Una de las razones por las cuales el siste ma no se halla en
producci ón ; P I y P a las globales existencias de prod ucidos equilibrio es precisament e porque P Ino conforma con las cir­
"
factor es de producción; de tal modo que, resumiendo , podemos cunstanci as del momento presente. H ay fábricas, herr amienta s
representar por M la suma de 0 , + P , y por M , la suma y otros muchos factores de producción que bajo un estado de
J J "
de O n + P " . Representaremos, finalment e, por TI y T I I los equilibrio no subsistirían; preciso es, igualmente, para que el
conocimientos t écnicos de un o y otro momentos. Para poder mismo pueda darse, que se produzcan ot ras plantas, máquin as
resolver las ecuaciones que nos ocupa n precisamos conocer y factor es de producción que ahora no existen. El equilibrio
V n, O 11 + P , o sea, M y T . Al presente, sin embargo, las
JI " "
no pued e aparecer en tant o esa perturbadora porción de PI' to­
únicas magnitudes que conocemos son V I' O, + P" es de­ davía utilizable, no quede totalm ente consumida , siendo reem­
cir, M, y T , plazada por factores que compaginen con las sincrónicas cir ­
cunstancias, es decir, con las correspondientes V , O y T . No
Las magnitudes aludida s correspondientes al día D, jamás es el estado de equ ilibrio en sí lo que interesa al homb re que
pueden coincidir con las del día D , no teniendo nada en esto actúa sino saber cómo, del modo mejor, puede gradualmente
que ver que e! estado de equilih rio" sólo quepa sea plasmado si transformar P en P . y para esto de nada le sirven las
I "
no varfan las circunstancias concurrentes. Pues esa exigida in­ ecuaciones.
variabilid ad de las aludidas circunsta ncias simplement e alude No cabe elud ir las consignadas dificultades mediant e pres­
a que no deben producirse mut aciones que perturben la acomo­ cindir de P y cont emplar únicamente O . Cierto es que tanto
dación de la economía a las actuaciones practicadas. E l sistema la calidad como la cant idad de los producidos factores de pro­
no puede alcanzar al estado de equilibrio si aparecen agentes ducción, es decir , la cantidad y calidad de los productos inte r­
medios, exclusivamente dependen de la form a cómo aproveche­
f Por existencias globales entendemos el total inventario de tales bienes, dividido.

como es natural, en las correspondientes clases, ron especificación de las respectivas


mos los factores originarios de producción. La inform ación.
cantidades. Cada clase comprende sólo aquellas unidades que en cualquier sentido que por esta vía podemos conseguir, alude, sin embargo. tan
(por ejemplo, en razón a su ubicación) tienen idéntica capacidad para satisfacer las
necesidades de que se trata. 10 Sólo cuando el progreso t écnico alcanzara su fase final y definitiva vend rían

:1 coincidir T I y T n.
1035
1034 La Acción Humana C álculo económico baio el régimen socialista

sólo, a las circunstancias correspondientes al estado de equi­ inspiración indicara al jerarca, sin necesidad de recurrir al c ál­
librio. Es total nuestra ignor ancia por 10 que atañe a cómo y culo económico, cómo más convenía ordenar la producci6n en
de qué manera cabe llegar al repe tido estado de equi librio. Nos todas sus facetas e incluso que con tod a pr ecisión le permitiera
encontramos hoy con unas existencias de P ,que no coinciden columbrar la meta fin al perseguida , restan todavía cuestiones
de la m áxima trascelldenci a sin re solver . Porque la tarea de!
con las correspondi entes al estado de equilibrio. Te nemos que repetido director no consiste en ope rar como si con él comen­
abordar la realidad tal cual se present a, es decir , hemos de zara la civilización, cual si se iniciara de la nada la historia
opera r con P no con la hip otét jca P . econó mica . Las herramien tas con que h a de operar jamás son
J • "
Ese imaginario futuro estado de equilibrio apa rece r á sólo mero s recursos 'natu rales anteriormente inexplotados . H ay
cuan do los métodos dc pro ducc ión se correspo nda n con las va­ bienes de capital, ayer producidos, inconvert ibles o sólo ,imper·
loraciones de los diferentes actores y con la más adelantada fectamente conve rtibles cuand o de atender nuevos comet idos
técnica. Todo el mund o a la sazón trabajará en el lugar más se trata. Nuestra riqu eza cri stalizó en útiles y dispositi vos cuya
idóneo y con ar reglo al siste ma de máxima perfe cción. Nuest ra fabricación fue dict ada por valora ciones, conocimientos t écni­
actual economía, sin embargo, es dist inta . Maneja med ios que cos y otra s múltiples circunstancias totalmente disti ntas de las
no coinciden con aquellos con los que , un a vez alcanzado el nuestras actuales. La condición de tales elementos, su can tidad ,
estado de equilibr io, se conta rá; tales medios, según es evidente, calidad y ubicación const ituyen realidades de máxima tra scen­
no pueden reflejarse en unos sistemas de ecuaciones que exclu­ dencia cuando de decidir las fu turas operaciones económicas se
sivamente alude n a distante estado de equilibr io. De nada le trata. Algunos, posiblemente , result en ya inap rovechables por
sirve al di rector eco n ómico, que ha de actuar hoy bajo las con­ completo; pervivirán sólo como «factor es inexplotados». La
diciones ahora pre valentes, e! conocer los dat os relat ivos al mayor parte de los aludidos medi os, sin embargo, habrá de
día en que el equilibrio sea alcanzado. Lo que le interesa es ser de algún modo ap rovechada si no queremo s ' recaer en la
saber cómo puede , del modo más económ ico, manipul ar los extre mada pobreza e indigenci a del hombre pri miti vo, si de­
medios de que efectivamente dispone , legados por anter iores seamos sob revivir du rante ese período comprend ido entre el
actores , por épocas que de modo distinto valoraban las cosas, día de hoy y aquel futuro en que el nuevo aparato de produc­
disponiend o de conoc imientos técnicos diferentes a los nuestros ción comience a operar. No puede e! jerarca limitarse a atender
y sirv iéndose de informaci ón igualmente dispar a la que ahora la producción de mañan a desentendiéndose de la suerte que sus
manejamos acerca de las disponibles fuentes de materias pri­ tu telados puedan corr er du rant e la corres pondientc espera. Ha
mas. Lo que aquel di rector qui ere saber es cu.il sea el próx imo de cuidars e de que sean explotados del mejor modo posible
paso que haya de dar. D e nada le sirven para ello las ecuaciones . todos y cada uno de los disponib les bienes de capital.
Supongamos un país aislado , de circunsta ncias económicas N o sólo los tecnócrat as, sino también los socialistas de
similares a las de la E uropa central de mediados de siglo pa­ todos los colo res, reiter an, un a y otra vez, qu e es precisamente
sado , cuyos gober nan tes, sin embargo , perfectamente conocieran la eno rme cantidad de riqueza acumulada lo que ha de permi­
todos los adelantos de la moderna técnica americana. Ta les je­ tir la plasmación de sus amb iciosos proyectos. Pasan por alto ,
rarcas, susta ncialmente, sabrían la meta a la que al país desea­ sin embargo, al tiemp o , que un a gran proporción de tales ri­
ban cond ucir. Pese a ello , su ceguera sería absoluta en cuanto quezas cristalizó ya en específicos b ienes de capital, ayer pro­
al modo más perfecto y expedit ivo para ir transformando e! ducid os, que resultan hoy más o menos anticuados desde e!
sistema económico de referencia en e! otro deseado . punto de vista de nuestras actuales valor acione s y nuestros
Vemos, pues, que , aun cuando admitiéram os que milagrosa actuales conocimientos técnicos. La activ idad productiva , opio
1036 La Acci án H umana

nan tales ideólogos, debe Integra y exclusivamente dedicarse


a la radical transformación del aparato ind ustrial para que las
futuras generaciones puedan disfrutar de un más alto nivel de
vida. Sus cont empo ráneos forman pobre generación perdida,
cuya única misión consiste en sufrir y laborar para la mayor
glori a y bienestar de seres nonatos. Pero nuestros semejantes
razonan de distinto modo. No pretenden sólo crear un mundo
mejor para sus bi snietos; tamb iédl ellos quisiera n d isfrutar de
la vida. Desean saber cómo podr án aprovechar del modo más
perfecto posible todos aquellos bienes de capital que tienen a SEXTA PART E
su disposició n. Aspiran a un fu turo mejor; pcro procuran al­
canzarlo del modo más económico . Tal preten sión exige peren­
toriamen te recurri r al cálculo económico.
Grave error supone el creer que, mediante operaci ones El mercado intervenido

matemáticas, cabe averiguar las circunstancias de! estado de


equ ilibrio partiendo de las rea lidades de una situació n carente
de tal equ ilibrio. Y no menos pernicioso es e! imaginar que,
una vez conocido s los datos correspond ientes a tal hipotét ico
estado de equilibrio, cabr íale al hombre que actúa con dicha
ilust ración solventar acer tadame nte la serie de problemas que
de continuo ha de resolver . Siendo ello así, innecesario en
verdad parece resaltar e! fabu loso número de ecuaciones que
cotidianamente el sistema ob ligaría a despejar , exigencia ésta
que por sí sola bastaría para hacerlo invi able , aun suponiendo
que pudiera el mismo reemp lazar al cálculo económico de
mercado 11.

11 En relación con es te problema algebraico , vid . PA RI'.TO , Afafltlel d' écon omie

pol ítiqu e (París, 1927 ), 2 ,' ed ., pág. 233 Y slgs.; y IIAY EK, Cotíea iviu Economic
Planníng (Londres, 1935), págs. 107-214. Lo ex puesto, por o tra parte , evidencia que ,
a los efectos examinados , virtualidad algun a pueden tener los com putadores clcctré­
nlcos.
CAPITULO XXV II

El estado y el mercado
I

1. EN BUS CA DE UN TERC ER S I ST E M A

Clara y def inida es la fro nt era que separa el sistema basado


en la propiedad privada de los med ios de pro ducción (economí a
de merca do, capitalismo ) de aqu el otro bajo el cual es el estado
quien controla el destin o que a los factore s de produ cción, en
defin iti va, haya de darse (socialismo, comunismo, planificaci ón ),
Ambos ór denes admiten precisa y exacta defi nición. No pu eden
confu ndirse; no cabe combina rlos ni entremezclarlos; no es po­
sible gradual evolución que del uno conduzca al otro; resultan
mutuamente contrad ictorios. Unos mismos factores de prod uc­
ción, en efecto , o son pública o son privada rncnte poseídos . El
que dent ro de ciert a econom ía det erm inados elementos produc­
tivos sean propiedad pública, mient ras otros pertenecen a los
particulares, no argu ye la existencia de un sistema mixto , en
parte socialista y en parte cap italista. Ta l econ omía es de mer­
cado, siempr e y cuand o el sector público no se desgaje del sis­
tema y lleve una vida separada y autónoma. (E n tal caso nos
hallaría mos ante dos organizaciones - una capitalista y otra
socialista- coexistiendo para lclamentc. ) Porque lo cierto es
que las empres as públicas, allí donde hHY mercado y empresa­
rios lib res, lo mismo que los países socialistas que comercian
con las nacion es capitalistas , operan bajo la égida del mercado.
Hállanse aqu éllas y ést os sujetos a las leyes del mercado y pue­
den consecuentemente apelar al cálculo económico '.
, Vid. p égs. 398·400.

.
'

1040 La Acci6n H umana 1041


El estado y el mercado

Si pretendemos estruc turar, jun to o entre los dos aludidos 2. EL INTERV ENCIONI SM O
órdenes, un tercer sistema de cooperación humana bajo el
signo de la división del trabajo, forzosament e hab remos de Por doble vía cabe llegar al socialismo.

parti r de la economía de mercado, nunca del socialismo. No El primer camino (al que podemos denominar sistema ruso

permite, en efecto, éste, con su rigido monismo y absoluta o de Lenin) es puramente burocrático. Todas las industrias y
centralización, donde una sola voluntad decide y actúa, com­ explotaciones agrícolas, así como el comercio todo, queda na­
promiso ni atenuación de ningún género; no es imaginable cionalizado ( ocrstaatlicbt ) .. las empresas mercantiles devienen
mutaci ón ni cambio alguno cn el \ istema si el mismo ha de meros departa mentos admini stra tivos, operados por funciona­
continuar siendo socialista. No sucede otro t'II1tO, sin embargo, rios púbicos. Cada una de tales unid ades ocupa , con respecto
con la economía de mercado. En ésta , por el contrario, esa dua­ al órgano económico cent ral, la misma posición que las diversas
lidad del mercado, de un lado, y del gobierno monopolizlldor oficinas de Correos mantienen en relación con la correspon­
de la fuerza y III coacci ón, de otro , sugiere ideas y fórmulas dient e D irección General.
dive rsas. ¿Conviene en verdad -suelen las gentes pregunt ar­ El segundo camino (al qu e denomin aremos sistema germá­
se- que el estado se desent ienda por comple to del mercado ? nico o de H indenburg), teórica y nominalment e, mantiene la
¿No seria mejor qu e III acción pública encauzara y corrigiera propiedad privada de los medios de produ cción , así como un
la mec ánica mercantil ? ¿No hay acaso más alte rnat iva que aparente mercado con supuestos precios, salarios y tipos de
capitalismo O socialismo? ¿No es tal vez posible estructurar sis­ interés. El empresario, sin embargo, ha sido suprimido, subsis­
temas sociales igualmente apartados de! comunismo como del tiendo tan sólo jefes de em presa (los Betrieb siiibrer de la Ale­
puro mercado ? mania nazi). Tales personajes, a primera vista, dirigen y orde­
Han inventado las gentes, siguiendo tales derroteros, muí ­ nan las empresas a ellos encomendadas; compran y venden,
t ítud de terceras solucion es, situadas, en opinión de sus au tores, cont ratan y despiden personal, conciertan operaciones financie­
a mitad de camino entre el socialismo y e! capitalismo. Los ras, pagan intereses y amort izan créditos. En dichas actuaciones,
partidarios de tales sistemas aseguran que no son socialistas, sin embargo, vense const reñ idos a seguir riguro samente las di­
pues mant ienen la propiedad privada de los medios de pro ­ rectrices que el gobierno en cada caso les marca.
ducción, y que tampoco son capit alistas, pues imponen medidas El correspondien te órgano administrativo (el Reichswirts­
tend ente s a suprim ir los " defectos » de! mercado . Tal subje­ chaltsrninisteriunt hitleriano ) detalladament e instru ye li las
tiva defensa del intervencionismo carece de sentido para e! jefes de emp resa acerca de qué y cómo ban de producir ; a cuál
estudioso que, rehuyendo todo juicio de valor , desea cient ífica­ precio y dónde deben comprar; a qui énes, en fin, han de vender .
mente abordar los problemas económicos, de suerte que no Cada uno ha lla predet erminado el puesto a desempeñar y la re­
puede, por tanto, de antemano y sin previo aruilisis, calificar de trib ución a percibir. El mercado ya no es más que mera ficción .
injusto, defectuoso o perjudicial aspecto alguno del orden ca­ Sólo el gobierno determ ina los sueldos y salarios, los precios y
pitalista. El objeto de nuest ra ciencia es la investigación y la los tipos de interés; en sentido formal, únicamente, cabe con­
búsqueda de la verdad. Prohibido, consecuen temente, tenemos siderar salarios, precios e intereses a tales fenómenos; no son ,
tanto el ensalzar como el condenar la realidad part iendo de en realidad , más que pura s expresiones cuantitativas mane­
preconcebidos postulados y postura s. Al abordar el interven­ jadas por la admini stración para dete rminar el trabajo, los
cionismo económico, lo único- que deseamos es aprehender ingresos, el consumo y el nivel de vida de cada ciudadano. El
cómo efectivamente funciona y qué efectos, en todo caso, ha gobernante, por sí y ante sí, ord ena y encauza la actividad pro­
de provocar. ductora toda . Los jefes de empresa obedecen y cump len las
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1042 La A cci án H umana El estado y el mercado

ór denes del gobierno, sin que par a nada influyan los deseos y qu e la orde n emane de la autoridad cons ti tucional. Entidades o
apetencias de los consumidores, no determinando ya los precios perso nas di ver sas pued en practicar tal interv en ción , imp o­
de mercado la p roducción . Estamo s ante un socialismo que niend o sus deseo s por la amenaza o la violenci a. Si el gobierno
pretende ocultar se tras másca ras capitalistas. Subs isten cienos permite, respald ándolas o no con la fu erza pública, tales actua­
vocablos de la eco no mía libre, términos q ue , sin embargo, alu­ ciones , queda n éstas asimilada s a las directas medidas estatales .
d en a fen ómenos totalm ente dispares de aq uello s a los cuales Por e! contrario , cuando las au toridades, pes e a desearlo, no
el mercado con las mismas palabra s se refiere. logran, ni aun con el aux ilio de los institu tos armados, d om inar
Conviene llamar la atenci ón sobfe In anteri or realid ad para la sit uación, triunf a la anarquia.
evita r toda confusi ón en tre socialismo y d irigismo . Dist íngu ese Co nviene recordar que la acció n esta tal su pone siemp re la
és te , o sea la econo mía de mercado inter venida , del socialismo violencia o la posibilidad de imp onerla . Las sumas qu e el go­
de tipo germánico , precisamente en que, bajo aq uél, toda vía bierno inv ier te en cualquiera de sus actividades han sido pre­
subsi ste el mercado . Las au to ridades in te rfieren y perturban viamen te detraídas a los particul ares med iante las corres po n­
su operación , pero tod avía no 10 han abo lido po r e ntero . Qui­ dientes exacciones tributarias. E l fisco cons igue tales cant ida des
siera n, desde luego, que tanto la p roducción como el consumo po r cuanto los contribuyentes no osan ofrecer res istencia a los
se apartara n de los cauces qu e lib rem ente adoptarían, y pret en­ agentes del gobierno, al con st ar les qu e van a seria su opos ición.
den plasmar esos sus deseos med iante ó rdenes, mandatos y El est ado , mientras nsí tenga planteadas las cosas, pu ede con­
pro hibiciones qu e respalda el coerciti vo y compu lsivo apa rato seguir de sus súbditos cuanto dinero desee gastar . El gobe rna r
policial. Tales medidas co nstituyen, sin emb argo , sólo inter­ implica, en última instancia, apelar a fusiles y cachiporras, a
venc io nes aisladas. No pretenden , aún , las aut o ridad es implan­ guard ianes y a policías, a soldados, a cárceles y a patíbulos.
ta r ornnicomp rensiva injeren cia econ ómica reguladora de tod os Lo qu e cnracteriza al pode r público es que quien 10 detent a
los pr ecios, salar ios y tasas de interés, a tr ibuye ndo al esta do puede imponer su voluntad azotando, mat ando o enc arcelando
exclusivo con tro l de la producción y el consumo. al oponente. Q uienes reclaman mayor inter venci ón estatal, en
El dirigismo económico, pese a sus medidas perturbadora s def initiva, lo que postulan es m ás imp osición y menos libertad.
d e la mec ánica mercantil , no aspira a bor rar esa típi ca dualidad Llamar In aten ción sob re lo an terior no implica, des de lue­
q ue bajo el régime n cap ita lista exi ste e ntre la actividad esta tal, go, enjuiciar ni condenar la existencia del est ado, pu cs ind uda­
de un lado , y el mercado lib re de ot ro . Lo qu e cara cteriza el ble resulta qu e no es posible la pacífica coo peración social en
intervencion ismo es qu e e! estado no se limita a proteger y a ausencia d e un in strumento que prevenga, por la fue rza inclu so
am parar la propieda d pri vada de los med ios de producción si es preciso , las act uacion es de los gru pos o indi viduo s antiso­
contra todo des atentado p roceder ; las au toridades, por el con­ ciales. No no s engañemo s p rocl amando, como muchos, qu e «el
trario , int erfi eren la vida mercantil con mandat os y pro hi­ es tado es u n mal, si bien necesario e insoslayabl e ». A aquello
biciones. a lo que renunciamos para nlcanzar el fin amb iciona do es el
La in tervención económica co nsiste sie mpre en un a o rden
costo de! co rrespo nd iente bien . Cons iderar tal costo como un
di recta o indi rectamente for mulada por qui en de tenta la fuerza
mal, dañdo sentido moral a la expres ión , no pasa de ser va na
pública, orden que obliga a los empresarios y cap ita lista s a
explotar determinados facto res de pro ducción de fo rma dis­ valoración puramente sub jetiva . O po rtu no, sin emba rgo, es
tinta a C0/11O los explotar ían bajo la égida de un mercad o ina­ destacar , ante la moderna es mtolat ríu po r doquier prep onde­
dulterado . T al mandat o 10 mismo pu ede se r positivo qu e ra nte, cuánto más per spicaces que nu estros contempo ráneos,
negativo. Ni siquiera es necesar io , a los efectos que nos ocupan , d ispuestos a entrever todos los at ributos di vinos en los gobe r­
1044 La Acción Humana El estado y el mercado l 045

nantes temporales, fueron, en cambio, los antiguos romanos contrario, las aut oridades a la fuer za y a la coacción únicam ente
simbolizando el estado en un haz de fust as. para implantar y mantener específica organización social. La
amplitud de la esfera en que la violencia esta tal haya de apli­
carse, así corno cuáles sean las norm as que la fuerza pública
3. LA S FUNC IO NE S ES T ATA LES deba hacer respetar, vienen exclusivamente determinadas por
el sistema social que en definitiva se qui era ado ptar. No tenien­
Los estudiosos del derecho político y la filosofía del dere­ do el estado otra misión más que la de permit ir la pacífica pcr ­
cho, disciplinas harto vacuas en verdad, del modo nuis lastimo so vivencia de la correspondiente organi:lllción social, resulta evi­
pierden el tiempo pretendi endo det erminar cu áles sean las dent e que la determin aci ón de las legítim as funci ones sociales
autént icas, las legítim as funci ones del estado. Partiend o de ba­ dependerá de cu áles sean los cometidos encomendados al apa­
ses totalment e arbitrarias y suponiéndose ampa rados por In rato gube rnamental. Para poder enjuiciar la legislación y las
eterna justicia y los valores absolutos, er ígense en supremos medidas ado p tadas al objeto de que la misma se respete, forzoso
jueces de cuanto en este valle de lágrim as acontece. Q uisieran es previament e examinar si tant o aquélla como ésta resultan
presentarnos , sus personalísirnos juicios de valor como In voz idóneas para mantener el siste ma social deseado.
del Todopoderoso y como la esencia misma de las cosas. Sólo a la luz de preexistent e ordenamiento cabe enju iciar la
No existe en realidad , sin embargo, el denomin ado derecho justicia o injusticia de específica actuación. Son muchos los
natural ni hay tampoco inmutable módul o valorat ivo que per­ que suponen hállase predeterminado y tajantemente separado,
mit a distinguir y sepa rar 10 justo de lo injusto. La naturaleza desde el albor de los siglos , lo bueno de lo malo . Jueces y le­
ignora el bien y el mal. No forma part e de hipotét ico derecho gisladores, al sentar la ley, lo que debían procurar - pensaron
natural el «no matarás». Lo típico y genuino de! esta do de algunos- es establecer qué sea, a la luz de un a justicia inmu­
naturaleza es que los animales inmisericordemente se aniquilen table, lo recto y lo equitativo . Frente a tal filosofía, que aboga
entre sí; hay incluso especies que sólo mat ando pueden perv i­ por inv ariabl e conservadu rismo, por el mant enimiento de los
vir . El bien y el mal son, por e! contra rio , conceptos estricta ­ antiguas y veneradas insti tuc iones y costu mbres , alz áronse les
ment e humanos, utilitarias expresiones arb itradas al ob jeto de partidarios del derecho natural. Las leyes positivas deben con­
hacer posible la cooperaci ón social bajo el signo de la división trastar se con u na ley «superior», o sea con la ley natura l. A la
del trabajo. Decretan los hombres las norm as morales, lo mismo luz de tal h ipotético y arbi trario derecho natural pre tenden
que las leyes civiles, en el deseo de consegui r específicos objeti ­ aquéllos calificar de justas o injustas las instituciones y las nor ­
" os. S610 ponderando prev iamente su oportunidad para alcanzar mas reglnmenr arias. Es bu eno el legislador - piensan- cuando
los fines ambicionados, cabe calificar de buena o mala la norma sus norm as posit ivas coinciden con los preceptos de las leyes
legal. Deducen algunos del derecho natura l la lcgi timidad de la natu rales.
propiedad priv ada de los medios de p rodu cción. Otros, por el Tiempo ha que daron definit ivamente paten tizados los erro­
contrario, amparándose en ese mismo derecho natural , postulan res que tales filosofías encier ran. Qui en no está por ellas cegado
la abo lición de la propiedad . Tales debates, sin embargo, care­ advierte In petición de pri ncipio que implica el apelar a la jus­
cen de sentido, ya que nadie puede decirn os cuál sea efectiva­ ticia precisamente ante la ley nueva. De lege [erenda no cabe
mente el con tenido del alud ido derecho natura l que tan ale­ hablar de jus ticia ni de inju sticia. Sólo de lege lata cobran sen­
gremente suele ser invocado . rielo tales conceptos, a los cuales ún icamente cabe acudir al en­
El estado y el gobie rno no son fines, sino medios. Sólo el juiciar, a la luz de la norma legal ya pro mulgada, específico o
s ádico disfruta haciendo daño a los dem ás. Recurren , por el ind ividualizado supuesto . Cuando se tra ta de variar el existent e
1046 La Acción Hu mana r::t _ ~ ._ J_ .. el mercado
ordenamiento legal , de reformar o derogar vigen tes ordena­ decisiva incó gnita no puede desp ejarse medi ante bizantina
ciones o de decretar normas nu evas, vano es lucubrar en torno exéges is de conceptos e ideas. Sólo la investigación praxeol ó­
a la injustici a ; lo único qu e cabe ponderar es la utilidad o con­ gica, nunca una puramente arb itraria metafísica de! estado y
veniencia social de tales dictados. Forzoso es referirse a espe­ del derecho, permite resolver ese únic o problema que en verdad
cífica or ganización social para que cobre sentido e! concepto de interesa.
justicia. No es la just icia la qu e nos señala qué siste ma social El estudioso de la filosofía de l derecho y del de recho político
debamo s adoptar ; es, por e! contrario, e! orden en definitiva no entiende po r qué no ha de poder el gobierno fijar los pre­
preferido e! que nos indicará cuá let act os son bu enos y cuáles cios y castigar H los contraventores de las correspondientes
recusab les. No hay ni bien ni mal fu era de! nexo social. I nte­ tasas, lo mismo que per sigue y sanciona a lad rones y homicidas .
rés alguno encerrarían los conceptos de justicia e in justicia Pa ra tales teór icos, la propi edad pri vada de los medios de pro­
para el individuo q ue llevara una vida tot almente au tri rqu ica du cción no es sino graciosa concesión, en tod o momen to revo­
y aislada. Tal acto r sólo dist ingui ría entre aquello qu e le favo­ cable , otorgada por e! sobe ra no gobe rnan te a sus indi gnos
reda y aqu ello qu e le perj udi caba, La idea de just icia , ún ica­ súbditos, Acción alguna para que jarse o reclamar asiste al par­
mente al surgi r la coo peración social, cob ra sent ido. ticul ar si un d ía la su prema autoridad acuerd a modificar o
Vano es, desde luego, tanto e! justificar como el conde nar inclu so abolir los derechos domi nicales ; cont ra la estatal expro­
el inte rvencionismo a la luz de un as supues tas normas de ete rna piación o expoliació n nad ie est á legitimado para alzarse. Puede
y absoluta justi cia. Carece igua lme nte de sentido el prete nder discrecion almente el legislador sust ituir por o tro cualquiera el
averiguar cu.iles sean las legítimas funciones de! estado par­ sistema soc ial ba sado en la p rop iedacl pri vada de los medios de
tiendo de imaginari os valor es su pues tamente prees tablecidos e prod ucción , del mismo modo qu e cáb ele var iar el himno na­
inmutables. Meno s aú n cabe deducir de los propi os con cepto s cional o tro ra ado ptado . Cal' tcl cst notre bon plaisir es la única
de gob ierno , estado , ley y justicia cuál es lím ites deb a fijar se norma reguladora de la acción es tatal.
a la acción estatal. H e ahí e! gran error dc la escolás tica medi e­ Fren te a tan to dogmatismo y formal legalismo conviene
val, de F icht c, de Schel ling, de Hegel y de la BCj!,rillsiurispru­ reiterar qu e el fin ún ico de las normas legales y del aparato
denz " . Pero los conceptos constituye n mero s instrumen tos de! esta tal de coacción y violencia es el permiti r que la coop era ción
razonar ; jamás cabe tomarlos como imp erativos a cuyo amparo social pacíficamente fu ncione . G oza el gobierno , desde luego .
quepa señal ar normas de conducta . de poder para decretar precios máxim os y subsig uientemente
castigar e inclu so ajustici ar a q uienq uiera ose contravenir tales
Puro para logismo , por eso , es e! afirmar que el concep to de
d isposiciones . Lo úni co, sin emb argo, que en verdad int eresa
estado soberano implica pcr se su pre rnacia total y ab soluta,
aclar ar es si tales medi das pe rmite n alcanzar aquellos ob jet ivos
hasta e! punto de resultar lógicamente contr ad ictorio el pr e­
a los que el es tado as pira cua ndo las impon e. Es tamos ante
tender tasar la actividad estatal. Goza el gobe rnante - y nadie,
cues tión exclusivamen te praxeológica y económica. Nada , a
desd e luego , lo niega- de pode r bastante para implantar , en
este respec to , puede decirnos el derech o polít ico ni la filosofí a
el territori o domin ado, e! más absoluto rég imen totalit ario. Lo
que, sin embargo, hay qu e aclarar es si tal régimen , desde un de! derecho .
No pretendemos, al abordar el estudio del int er vencioni smo
punto de vist a social, resulta oportu no y convenien te . Es ta
dcterminar cuál sea la «adecuad a», la «legítima». la «buena»
.;, El término, como es sabido, literalmente, significa noisprndenciu ideal o
act ividad estatal. Lo único que de searnos esclarecer es cómo
concep tual; los partidarios de la escuela entendían que, del an álisis l ógico de los efectivamente opera, qué efectos provoca el intetvencion ismo .
conceptos leg ales, cabra deducir el contenido material de la ley. (N. del T,) Aspiramo s exclus ivamente a averi guar si el sistema permite
El estado y el mercado 1049
1048 La Acci611 Humana

alcanzar aquellos objetivos que e! estado, mediante las corres­ bierno dictaminar en cada caso cuáles cosas sean y cuáles no
pondientes medid as dir igistas, qui ete conseguir. sean «socialmente» deseables, quedando la burocracia amplia­
Impresionant e en verdad es e! confusionismo prevalente. mente facult ada para determinar si procede o no la interven­
Ha y quienes incluso argumen tan como sigue: La regulación ción de los agent es estatales.
de! tráfico result a hoy en día ind udablemen te necesaria, hasta Poco advierten quienes así piensan que están de hecho
e! punto de que nadie se alza cont ra las corre spondientes dis­ autorizando al gobierno para int erferir la actividad económica
posiciones admini strativas; inconsecuent es, pues, son los par­ toda, lo que forzosamente ha de conducir a la implantación de
tidarios de! laisscz [aire al oponerse t la regulación por el estado un régimen socialista de! tipo que hemos denominado alemán
de los precios, sin prot estar , en cambio, cont ra las ordenanzas o de Hindenburg. Si puede e! estado int ervenir allí dond e y
del tránsito rodado . cuando lo estime opo rtuno, no hay ya esfera económica alguna,
El argumen to es a todas luces sofístico. La regulación de! en verdad , regulada por el mercado. Han dejado, en tal caso,
tr áfico en las vías públicas compete evidentemente al organismo los consumidores de decidir qu é, cómo, cuánt o, por quién y
---es tatal o rnunicipal- que posee y administra tales caminos. dónde debe producirse; es el gobierno quie n resuelve tales
La compañía ferr oviaria determina el horario y la frecuencia de cuestiones. Sus representa ntes interv ienen en cuanto e! mer­
los correspondientes convoyes, lo mismo que e! regent e del cado adopta una medida est imada indeseable. El mercado, en
ha te! es quien decide si habrá m úsica o no durant e el almue rzo. otras palabras, es libre mientras actúe tal y como las autorida­
Será , desde luego, un funcionario público, si es el hotel o e! des desean que lo haga; tiene «plena libert ad » para realizar lo
ferroca rril propi edad estatal, qui en resuelva tales cues tiones. que la superioridad considera «bueno », pero carece de toda
No implica cierta mente intervencionismo económico e! que el independencia en cuanto se trata de hacer algo que esti ma
director general de Correos señale el tamaño y el color de los «malo» quien está en el poder. Porque es el gobie rno, desde
sellos. Es la administración pública en un teatro oficial quien luego, el único compe tent e para defini r «lo bueno » y «lo
decide qué óperas deban darse; de ello, sin embargo, no se sigue malo» . La teoría y la práctica del intervencioni smo van paulati­
que sea también e! estado quien resuelva ese mismo asunto si namcnt c apartándose de aquello que lo distinguía del socialismo
la sala es de propiedad particular. puro y simple, desembocando, finalment e, en omnicomprensiva
Los intervencionistas, una y otra vez, proclaman que no planificación totalitaria .
desean suprimir la propiedad privada de los medios de produc­
ción, que no quieren acabar con la actividad empresarial ni
destru ir el mercado. En este sentido, los representa ntes de la 4. LA RECTITUD COMO NO RMA SU PREMA
Soziale Marktwirtschaft, la más reciente variedad del inter­ DEL tNnlvIDUO EN su ACTUAR
vencionismo económico, proclaman siempre que para ellos es
la del mercado la más fecund a organización social que cabe Es opinión muy extendida que cabe, sin incluso apelar a la
estructura r, subraya ndo su oposición a la omnipotencia estatal injerencia estatal, desviar la economía de mercado del cauce
que represent a el socialismo. Tale s partidar ios de «terce ras por el que hubiera di scurrido a impulsos de! mero afán de
soluciones» rechazan, sin embargo, con In misma energía las lucro . Los partidarios de acometer reformas sociales, inspirán­
teorías manchesterianas y el liberalismo del laissez [aire. El dose en los principios del cristi anismo o ateniéndose a las
estado debe intervenir -<licen- siempre y cuando el «libre exigencias de un «auténtico» sentido moral , aseguran que la
juego de las fuerzas económicas» pueda provocar efectos recu­ conciencia sería suficient e para guiar a las personas bieninten­
sables desde un punto de vista «social». Creen compete al go­ cionadas en e! mundo de los negocios. Si las gentes se hallaran

..

1050 La Acción Humana El estado y el mercado 1051

dispuesta s a ten er en cuenta , no sólo su personal provecho, sino tivos sin la interv ención de una autoridad que d icte órdenes y
tamb ién los preceptos de la re!igión y la moral, no prec isaríase prohibiciones y castigue a los infractores.
acudir a la presión del estado para ajus tar y or de nar la vida Traspasada s las frontera s de la propiedad pr ivada y de!
social. Lo fun damental no es tanto que cambien los gobiernos mercado, se halla e! mun do de la coacción y la fuerza. Estamos
o qu e se modifiq uen las leyes, sino la purificación interna de! ante la muralla qu e la sociedad leva nta para proteger la pro­
hombre, e! re torno a los mandamientos de Dios y a los pre­ piedad privada y e! mer cado cont ra la violencia , la malicia y el
ceptos del código moral , la rep udi ación de la codicia y de! egoís­ fraud e. Allende se extiende el reino de la imp osición , bien dis­
mo . Por tal camin o se conciliaría lb pro piedad pri vad a de los tinto del de la líbertad ; donde ya tod o son norm as, discriminan­
medios de producción con la just icia, la rectitud y la ho nes ti­ do lo legal de lo ilegal , lo que est á per mitido de Jo qu e está
dad . Los perniciosos efectos del capitalismo sería n eliminados prohibido y un implacab le mecani smo de armas , pri siones y
sin mengua de la libert ad y de la iniciativa de! indiv iduo. Des­ horcas, con los hombres que lo manejan, siempre dispuesto s
tron aríase e! Moloch capi talista sin , en su lugar , entro nizar al a aniqu ilar a quien qui era ose desobedecer.
Moloch estatal. Pues bi en, los refo rmistas a los qu e aludimos pretend en ,
Carece de int erés exam inar ahora los arbitra rios juicios de en definitiva, qu e, jun to a las normas des tinadas a pro teger y
valor en qu e tales opi niones se basan . Las censuras que estos conservar la propiedad pri vada, prevalezcan otras de carácter
crí ticos formulan acerca de! can italismo son intrascendentes; ético. Aspiran a que opere n, en el ámb ito de la produ cción y
sus errores y falacias no hacen ai caso. Lo único que importa es el con sumo, factores disti ntos de Jos que registra aqu el orde n
la idea de estructurar un sistema social sobre la dobl e base de social en el que los individuos sólo se ven constreñidos a no
la propiedad priv ada y de unos pri ncip ios mora les que han de dañar al prójimo descon ociendo el ajeno der echo de propiedad .
poner ciertos límit es a su desenvolvimiento. El sistema preconi ­ Q uiere n suprimir las motivacion es que di rigen al ind ividuo en
zado, dicen sus defensor es, no será socialista, ni capita lista, ni el ámbito de la economía de mercado (1 "5 denom inan Cí(oís1Jto,
intervencionista . No será socialismo, por cuanto se man tend r á codicia, afán de lucro) y sus tituirlas por ot ros impu lsos (hablan
la pro piedad privada de los medi os de produ cción ; ni capita ­ de conciencia, rectitud, altruismo, temor de Dios, caridad ) ,
lismo, por cuanto los mandatos de la conciencia prcvaleccnin Es tán conven cidos de qu e tal reforma moral bastnría para ins­
sobre e! afán de lucro ; ni intervencionismo , porque será inne­ taura r un sistema de coo peración social mejor que el del cnpi­
cesario que e! gobie rno int erfiera la actividad mercantil. talismo inadu lterado , sin por ello tener necesid ad de recurr ir a
E n la economía de mercado, e! ind ividuo es lib re para pr o­ las especiales medidas de gob ierno propias tanto del socialismo
ceder como le plazca dent ro de los límites que le impone la como del int ervencion ismo .
ajena propi edad . Las resoluciones de! particular son decisivas; No se percatan, sin embargo , quienes así razonan del papel
sus conciudadanos han de toma rlas en cuenta al actuar y es la que aq uellas motivaciones, tan condenadas por viciosas . des­
propia operación de! mercado la qu e coordina estas au tó nomas empeñan en la operación de mercado. No alcanzan a compren­
acciones . La sociedad se abstiene de indicar a los hombres lo der que si la economía libre funciona sin injerencias admi nis­
que deben o no deben hacer. Resulta innecesario imponer la trati vas ni órde nes superiores que ind iquen a cada uno 10 qu e
coop eración mediant e órdenes y prohibiciones . Toda act uación deba hacer y cómo hacerlo, es porq ue no ob liga a las gentes a
antisocial lleva consigo su propio cast igo. Al no registrarse desviarse de la condu cta que me jor sirve a su propio interés.
pugna entre los inte reses de la sociedad y los del indi viduo in­ Lo qu e ar mon iza las acciones de los individu os con el sistema
necesario resulta método coactivo alguno para resolver esos social de producción en su conju nto es el hecho de que cada
inexistentes conflictos. El mecani smo opera y alcanza sus obje­ uno no hace sino perseguir sus personales ob jet ivos. Al no im­
1052 La Acción Humana m estado y el mercado 1053

pedir que la propi a «codicia» actúe, todo el mundo, sin que­ desvi ació n del nivel de precios lib remente fijado por el mercad o .
rerl o , con tribuye al mejor desenvo lvimien to pos ible de la Si el vendedor ev ita ve nde r a precio infe rio r al de sus compe ­
act ividad p rodu ctora. De esta sue rte , en la esfera de la p ropie­ tido res menos ef icie ntes, al men os una part e de su stock que­
dad privada y del mecanismo legal qu e la protege frente a los dará inve ndida . y si facilita su merca ncía a precio inferior al
actos hostiles de fraude o violenci a, no se origina conflicto de la coyu ntura cconómica, la oferta resulta insuficiente para
alguno en tre los intereses indi vid uales y los sociales, aten de r a cuantos se ha llan dispuesto s a pagar el precio fijad o.
Suprimida la propieda d privad a - q ue el reformador Más tarde analizaremos estas y otras co nsecuc ncia s q ue derivan
menosp recia en razón a que el qgo ísmo con stituye su rasgo de cualquier desviación de los pr ecios fijados por el mercado ' .
característico-e- la economía de mercado se conviert e en un Pero ya, desde ahora , habremos de qued ar persuadidos de que
caos abso luto . Porque no se puede instau rar un orden social es insuficient e decir al empresario qu e l/O se deje llevar po r la
satisfactor io y eficaz simplemen te incit ando a las ge ntes a que coyuntura económica . Es
forzoso indicarl e hast a dó nde puede
escuchen la voz de la conciencia y sust ituyan las motivacion es llegar al fi jar los precios. Cuando el afá n de lucro no di rige la
q ue derivan del afán de lucro por consideraciones atinen tes al act ividad empres aria l, ni determina qué ha de prod ucirse y en
bienesta r gen eral. No es suficie nte instar al indi viduo a l/O qu é can tida d; cua ndo el ben eficio no induce al empresario a
compra r en el mercado más bara to y a l/O ven der en el más servir al co nsumidor lo mejor qu e le es posible , preciso es con ­
caro. Insuficient e resulta decirle qu e 110 se afane por la ganancia veniente mente instru irle en cada caso concre to . I nevita ble re­
y qu e no ev ite la pérdida . Precisa es tab lecer reglas inequ ívocas sult a guiar su co nducta mediante órden es y prohibiciones espe­
q ue orienten su cond ucta en cada caso concreto . cíficas, regulación qu e precisament e carac teriza la injerenci a
Dice el reformador: el emp resari o es desalmado y ego ísta estatal. Es vano cualqu ier in ten to de suped itar aquella inter­
cuando, aprovechándose de su sup er ior idad, ofrece precios in fe­ venció n a los ma ndatos de la conci encia, la caridad y el amor
riores a los del competidor menos ef iciente y le fu er za a retira r­ al prójimo.
se del mercado. Pero, ¿cómo debería p rocede r el e mpresario Los partidarios de una reforma soc ial cristiana estiman que
«alt ru ista»? ¿Es que , tal vez, en nin gún caso hab ía de vender su anhelo de q ue la co nciencia y la observancia de la ley mor al
a menor precio que sus compe tidores ? ¿O se registra n circuns­ suavice y modere la cod icia y el afá n de lucro fue una rea lidad
tancia s especí ficas en las q ue sí le es lícito forzar la ba ja? en el pa sado . E l alejam ien to de los manda tos de la respectiva
Pero también aña de el reformado r : el empresario es des­ iglesia es la causa de todos los males de la é poca. De no haberse
aprensivo y explota dor cua ndo , sirviéndose de la coyuntura del rebelado las gentes contra los ma nda mientos , de no haber cod i­
mercado , elev a los preci os de tal suerte que impide al econ ó­ ciado ganancias injustas, la hum an idad segu iría gozando de la
mica mente déb il adquirir los bienes precisado s. Pero , ¿cómo bienandanza q ue disfrutó durant e la Edad Media, cuando , al
debería proceder el empresario «bueno» ? ¿Deberá rega lar la meno s, In élite a justaba su cond uc ta a los pr inci pios del Evange­
mercan cía? P or bajo que sea el precio solicitado siempre hab rá lio. Se necesita, po r ta n to , vo lver a aq uel feliz tiempo pasado e
algu nos que no pod rán compra r, o, por lo menos, no compra­ impedi r que ev idente apostasía p rive a los hom b res de los hene­
rán tanta mercancía como adquiriría n si los precios fueran ficiosos efectos ayer consegu idos .
todav ía más bajos. ¿A q uiéne s, en tre todos lo s q ue ansían com­ Pasemos por alto el análi sis de las co ndiciones económicas
pra r, deb erá el emp resario exclu ir de la pos ib ilidad de ob ten er y socia les del siglo XIII que los reformadores aludidos ensalzan
la mercancía? como la me jor época de la hi storia. Lo que in teresa ,es precisar
No es necesario , por el mo me nto, en trar en el examen de
las consecuencias que de manera inexorable provoca cua lqui er , Vid . pág s. 1095-1108 .

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1054 La Ac ción Humana El estado y el mercado 1055

e! concep to de precios y salarios justos, esencial en las ense­ a la rigidez y al inmovilismo. Las mut aciones de precios y sala­
ñanzas sociales de los teólogos, y que los reformadores desean rios, en camb io, provocan soluciones de armonía, increment an
convertir en básico de la actividad económica. el bienestar y constituyen vehículos de progre so económico.
Es obvio que, para sus propugnadores, la noción de precios Los que condena n por injusta cualquier modif icación de pre­
y salarios justos guarda y guardó siempre relación con un de. cios y salarios y desean mantener el estado de cosas que repu tan
term inado orden social que reputan como e! mejor posible. justo, en realidad se oponen a todo esfuerzo conducente al
Aspiran a la implantación de su ideal y a su eterno rnanteni­ mejoramiento de las condiciones económicas de las gentes.
miento. No toleran el más leve ca l~ b io . Cualquier mu tación en No es injusto que desde hace mucho tiempo venga preva le­
el ordenamiento es tablecido - reputado e! óptimo- equivale ciendo en el proceso form ativo de los precios de los productos
a empeorar. La visión del mundo de estos filósofos prescinde agrícolas una tendencia que ha impulsado a grandes núcleos de
de aquella inextinguible ansiedad caracteristica de! ser humano, la población a abando nar el agro y a enro larse en las indu strias
que tiende al cons tante incremen to de su bienestar. Las muta. manufacture ras. D e no haber ocurrido así, el 90 por 100 , o
cienes hist óricas y la mejora genera l del nivel de vida son no­ quizá más, de la población cont inuaría dedicada al campo,
ciones ajenas a aquella menta lidad. Estiman «justo » cuanto obstac ulizando el desarro llo de la industria. Todo el mundo,
favorece el mantenimiento de su inalterable utop ía, e «injusto» sin excluir los campesinos , viviría peor . Si la doctrina tomista
todo lo demás. del « justo precio» hubi érasc aplicado , pre valecerían todavía
Ahora bien, la consideración que merece al común de las hoy las condiciones económicas del siglo XIII . La población no
gentes el concepto de precio y salario justo es totalmente dispar. habría alcanzado su actual volumen y el nivel de vida sería
Cuando e! /10 filósofo califica de justo un precio. quiere decir notablemente inferior.
que su implantaci ón mejora, o al menos no perjudica, sus ingre­ Ambas interpretaciones del justo precio , la filosófica y la
sos y posici ón social. Denomin an injusto a lodo precio que vulgar, convienen en la condena de los precios y tipos de sala­
ponga en riesgo su posici ón y bienestar. Para él es «justo» que rio que el mercado inadulterad o registraría . Pero semejante
los precios de los servicios y bienes que ofrece se eleven cons­ actitud negativa no aporta en realidad fórmula alguna para de­
tantemente y 'loe los precios de los bienes y servicios que desea terminar el nivel que habrían de alcanzar aquéllos. Erigida la
desciendan cada vez m ás. Al campesino ningún precio del trigo, rectitud en nor ma suprema de la actuación económica, ha de
por alto que sea, le parece injusto . Al asalariado ningún tipo señalar a las gentes , de manera inequívoca, cómo deban con­
de salario, por alto que sea, le pa rece exorbitante . El primero ducirse en la esfera mercan til y cuáles sean los precios a soli­
no duda un momento en reputar cualqu ier ba ja de precio del citar y a abonar en cada caso concreto. Y no sólo esto; deberá
trigo como un a violaci ón de las leyes h umanas y divinas, míen­ al propio tiem po - mediante el aparato de fuerza y compul­
tras el segundo se rebela si se reducen los salarios. Ahora bien , sión- exigir el incondici onal somet imiento de cuantos sientan
un sistema social organizado sob re la base de la cooperación la menor veleidad por desacatar lo ordenado. H ácese forzoso
únicamente dispone del mecanismo del mercado para adap tar entro nizar un a suprema autoridad que dicte precep tos y normas
la producción a los cambios de coyuntura . Mediant e la altera. de conducta en cada caso, los modifique si fuera preciso , los
ción de los p recios se induce a las gentes a disminuir la produc ­ interprete au téntica ment e y no permita que nadie los infrinja .
ción de los artículos apetecido s con menos apremio y a ampliar D e todo ello se infiere que la implantación de la justicia y la
la de aquellos que el consumidor con más urgencia demand a. recti tud moral, en sustitució n del egoísta afán de lucro, exige
Lo absurdo de cualqu ier inten to de estabilización de precios adoptar precisamente las mismas medid as de injer encia estatal
radica precisamente en que impide todo progreso y conduce que los partid arios del mejoramien to moral de la hum anidad
1056 La Acción H umana El estado y el mercado 1057

deseaban evitar. Cualquier desvío de la libre economía de mer­ que ansíen privar a los seres humanos de su derecho a actuar
cado requiere la implantación de un régimen autoritario. El y a decidir. Un supremo organismo rector de la producción
que poder tan omnímodo sea laico o clerical carece de tras­ debe prevalecer. En la imaginaria construcción de tal perfecta
cendencia. sociedad no queda espacio alguno para la iniciativa privada. La
Los reformadores, cuando exhort an a las gentes a no dejar­ autoridad ordena y el individuo, de buen o mal grado, obedece.
se avasallar por el egoísmo, se dirigen a capitalistas y empre­
sarios y algunas veces también, aunque muy tímidamente, a los
asalariados. Ahora bien, la economía de mercado es un sistema 5. EL «LAI S SEZ FAIRE »
en que el consumidor es soberano. T ales admoniciones deberían
ser dirigidas, por tanto, a los consumidores, no a los produc­ Los pensadores liberales de la Francia de! siglo XVII! con­
tores. Habría que persuadirles de que renunciaran a preferir las densaron su filosofía en la conocida frase laissez [aire, laissez
mercancías mejores y más baratas, evitando así todo perjuicio passer. Aspiraban a implantar un mercado libre de trabas; abo­
a los productores menos eficientes. Sería indispensable con­ gaban por la abolición de cuantos obstáculos impedían al hom­
vencerles de que redujeran sus compras, a fin de permitir a bre eficaz e industrioso prevalecer sobre sus más torpes e ine­
otros más necesitados incrementar las suyas. Pero cuando se ficientes competidores; de cuanto perturbaba el desplazamiento
exige al consumidor que actúe de tal manera, precisa indicarle de las personas y la circulación de las cosas. Eso es, pura y
con claridad lo que debe comprar, en qué cant idad, de quién y simplemente, lo que quería decir la famosa máxima del
a qué precios; y acudir a la compulsión para que tales indica­ «dejad hace!'» .
ciones sean acatadas. Ahora bien, en este supuesto, queda im­ En nuestra edad de apasionado dirigismo, la fórmula, sin
plantado idéntico mecanismo de autoritario control que la re­ embargo, ha caído en desgracia. La opinión pública la considera,
forma moral ansiaba hacer innecesario. hoy, máxima representación de depravación moral y de supina
Cuánta libertad cabe permitir a las gentes gozar , bajo un ignorancia.
régimen de cooperación social, depende del grado en que ven­ El intervencionista plantea la disyuntiva entre que la eco­
gan a coincidir el interés del particular y el interés púbico. nomía sea operada por «fuerzas ciegas y automáticas» o por
Cuando, en la persecución de su propio bienestar, provoca tam­ una «planificación consciente» 3. Es obvio, deja entender, que
bién - o, al menos, no perjudica -el de sus semejantes, jamás confiar en procesos irreflexivos resulta pura estupidez. Nadie,
puede e! particular, dedicado a sus privativas tareas, amenazar en su sano juicio, puede propugnar la inhibición; que todo siga
la estabilidad social, ni dañar el ajeno interés. El reino de la su curso sin que intervenga pensante voluntad alguna. Cual­
libertad y de la iniciativa individual queda así entronizado y, quier ordenamiento racional de la vida económica siempre
en su ámbito, el hombre decide y actúa con plena independen­ habrá de resultar superior a la ausencia de todo plan. Ellaissez
cia. De la libertad económica derivan cuantas libertades son [aire, por eso, pata nuestros contemporáneos, meramente signi­
compatibles con la cooperación social bajo e! signo de la divi­ fica: «Dejad que perdur en las desgracias; no interfirái s, no
sión de! trabajo. Estamos ante la economía de mercado, o hagáis nada por mejorar la suerte de la humanidad doliente».
capitalismo, con su corolario político - su «superestructura» , El planteamiento , sin embargo, resulta falaz. Tal dialéctica
dirían los marxistas- , e! gobierno representativo. favorable a la planificación deriva exclusivamente de inadrnisi­
Cuantos presuponen la existencia de permanente conflicto
entre las gentes, a causa de su individual egoísmo, y entre los 1 Vid. A. T. HANSEN, «Social Planning for Tomc rrow», en The United Sta/es

part iculares, de un lado, y el bien común, de otro, es lógico aller tbe War (Cornel1 University Lectures , Ithaca, 1945), págs. 32·33 .

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.o""
1058 La Acción H umana El estado y el mercado 1059

ble metafórica expresión. No tiene otra base que el significado ¿quién sabe, de verdad, cuáles sean tales auténticas ne­
que al vocablo «automático», corrientemente empleado, en sen­ cesidades?
tido figurado, para explicar la ope ración del merca do, suele En este orden de ideas, el profesor H arold Laski , presidente
atribuirse 4. «Auto mático», según el Concise Oxford Dictio­ que fue del part ido labor ista inglés, señalaba como objetivo de
nary ", significa cosa «inconsciente, ininteligen te, meramente la acción estatal «la canalización del aho rro hacia la construc­
mecánica» y según el \'{fabster's Collegiate Dict ionary 6, lo «no ción de viviendas antes que hacia la apertura de salas cinema­
sujeto al control de la voluntad .. ., realizado sin reflexión men­ tográficas» 7. No interesa e! que personalmente uno pu eda
tal , sin intención o dirección consqiente» , ¡Qué gran baza, para coincidir con e! profe sor valorando en más las habitaciones que
los partidarios de! dirigismo, el poder jugar tan valioso naipe! las películas. La realidad es que los consumido res, mediante
Lo cier to es, sin embargo, que la alternativa no se plantea adquirir boletos de cine, expresa n diariamen te dispar opinión.
ent re iner te mecanismo, de un lado, y sabia organización, ele Si las masas de la Gran Bre taña, las mismas que con sus votos
otro; entre la presencia o la ausencia de un plan. El problema, llevaro n al partido laborista al poder, en vez de frecuentar los
de verdad, en lo que consiste es en determinar quién vaya fi­ cinema tógrafos hubiera n preferid o invertir las correspondientes
nalment e a planear y dirigir. Si será cada indivi duo, de acuerdo sumas en la adquisición de saneadas casas y cómodos pisos, si"
con sus juicios de valor, o paternal gobernan te, en nom bre de necesidad de ningún tutelaje estatal, por impulso puramente
todos. El dilema, desde luego , no estriba en optar entre mero lucrativo , la indus tria se hubiera or ienta do hacia la edificación
aut omatismo, de un lado, y lógico ordenamiento de otro , sino en vez de produ cir costosos Iilms. M I'. Laski lo que, en el fondo,
entre el actuar libre e indepen diente de la persona o la sumisión pretendía era desa fiar la voluntad de los consumidores y sus­
de 'la misma a las decisiones inapelables del jerarca. Se trata en tituir por sus p ropias valoraciones los au tén ticos deseos de
definitiva de elegir ent re libertad y autocracia. aquéllos . As piraba a suprimir la democracia de! mercado e im­
El laissez [aire no pr etende desencadenar unas supues tas plantar el absolut ismo zarista en la producción . Sin duda, pen­
fuerzas ciegas e incontroladas. Lo 'loe quiere es dejar a todos saba que tenía raz ón desde un punto de vista «más elcvado» y
en libertad para que cada uno decida cómo concretamente va que, como super hombre, hnll ábasc facult ado para imponer su
propio criterio a la masa de seres inferiores, Pero nunca fue lo
a cooperar en la social división del tra bajo y que sean, en defi­
bast ante franco como para reconocerlo.
nitiva, los consumidores quienes determ inen lo que los emp re­
sarios hayan de pro ducir . La planificación , en cambio, supone Lo s encendidos elogios a las excelencias de la acción estatal
difícilmente ocultan la aiaodioinizaci án del dirigista. El gran
autorizar al gobernante para que, po r sí y ante si, amparado cn
dios estatal lo es tan sólo en razón a que cada defensor del in­
los resortes de la represión , resuelva e imponga.
tervencioni smo imagina que la pública dcidad exclusivamente
Pero en el mercado, replica el dirigista , no se pro ducen hará lo que él aspira a ver realizado. El úni co plan genuino es
aquellos bienes que las gentes de verdad necesitan , sino los aquel que el p ropio dirigista personalment e apoya. Todos los
que mayor 'beneficio reportan y el objetivo de la planificación demás son burdas falsificaciones. Al ensalzar «el plan » está ,
debe de ser encauzar la producción de suer te que queden satis­ desde luego, aludiendo exclusivamente a su propio plan , sin
fechas las auténticas necesidades de las gentes. Ahora bien, aceptar que ta mb ién pud iera haber otros «p lanes ». Los inter­
vencionistas tan sólo convie nen en oponerse al laissez [aire, es
• Vid, p ágs 478-480.

s Tercera ed ., Oxford, 1934, p ég. 74.

6 Quinta ecl., Springfield, 1946, pág. 73.

1 Vid. Discursos radiados de Lneki. «Rcvolution by Conscnt», editado en Talks,


X, núm. 10 (octubre 1945), 7.
La A cción Humana El estado y el mercado 1061

decir , a que el individuo pueda elegir y actuar. El desacuerdo de los precios de las máscaras antig ás para nada influye que
entre los mismos es absoluto por lo que atañe al programa con­ las gen tes se decidan a adquirirlas por propio impulso o en
creto. Siempre que se les ponen de manifiesto los desastrados razón a que e! gobierno conminó a que todos dispusieran de
efectos provocados por cierta intervención , invariablemente la correspond iente careta. Lo único que influye es la cuantía
reaccionan diciendo que las indeseadas consecuencias fueron de la efectiva demanda.
fruto de espuria injerencia: nosotros propugnamos el buen in­ El gobernan te que desea mantener las apariencias externas
tervencionismo, no un intervencionismo nocivo. Y, natu ralmen­ de libertad , a pesar de procurar seriamente cercenarla, disimula
te, el «buen intervencionismo» eSJsólo aquel que preconiza el la interferencia dir ecta en e! consumo bajo la capa de interven­
correspond iente profesor. ción en la vida mercantil. La denominada ley seca americana
El laisrez [aire no significa sino autori zar al hombre común pretendía que los residentes en el país se abstuvieran de las
para que elija y actúe; que no tenga, en definitiva, que doble­ bebid as alcohólicas. Pero hipócritamente la ley no sancionaba el
garse ante ningún tirano . acto de bebe r. Lo que prohibí a era, en cambio, la fabricación,
venta y transporte del licor, es decir , toda la actividad mercantil
previa al acto de ingerir alcohol. Las gentes cometen excesos
6. LA DIR ECTA INT ERV E NCi Ó N DEL CONSU MO alcohólicos --decíase- inducidos por los fabricantes de bebi­
das carentes de todo escrúpulo. La ley seca sin embargo, a lo
Al investigar los problemas económicos que la injerencia que, en realidad , aspiraba era a suprimir la libertad del ameri­
plantea, no precisa examinar aquellas medidas de gobierno que cano para gastar sus dólares y gozar de la vida a su manera .
pretenden influir, de modo inmediato, en la elección de los Las medidas restrictivas impuestas a la industri a eran meras
bienes por parte de los consumidores. Toda injerencia estatal consecuencias del ob jetivo efectivamente perseguido.
en la esfera mercantil, indirectamente, desde luego, repe rcute La directa injerencia estatal sobre e! consumo, como decía­
sobre el consumo. Por cuanto altera el mecanismo del mercado, mos, cn realidad, no suscita prob lemas catalácticos; va más allá
forzosamente influye en la conducta y estimaciones valorativas de! ámbito de la cntal áctica y atañe al fundam ento de la orga­
de los consumidores. Cuando el poder limítase a forzar directa­ nización social y de la propia vida humana terrenal. Si la autori­
mente al consumidor a adquirir mercancías distintas de las que dad del gobernante procede de Dios y ha recibido éste de la
hubiera preferido en ausencia del mandato gubernamental, pro­ Providencia el encargo de erigirse en incontes tado guardián
blema alguno que requiera particular análisis económico sus­ de unas masas ignorantes y estúpidas, debe, entonces, desde
cítase. Cualquier mecanismo policiaco fuert e y despiadado, luego, reglamentar y vigilar celosamente la conducta de sus súb­
evidentemente, dispone de poder suficiente para hacer respetar ditos. Tal goberna nte, enviado de Dios, conoce lo que conviene
tales mandatos. a sus vasallos mucho mejor de lo que ellos mismos lo saben.
Al contemplar la elección realizada por el consumidor no Conviene eví teles tan incontables daños como personalmente
pretendemos, desde luego, inqui rir los motivos que pudieran se inferirían de dejarles actuar libremente.
inducirle a comprar a y a no comprar b. Tan sólo consideramos Qui enes gustan de calificarse de realistas, incapaces son de
los efectos que, en la determin ación de los precios de mercado apreciar la trascendencia de los temas que estamos aborda ndo.
y consiguientement e en la pro ducción, provoca tal personal Opinan que se trata de problem as que no se pueden examinar
conduct a de los consumidores. Los aludidos efectos no guardan desde un punto de vista que se apresuran a calificar de filos6­
relación directa con motivaciones anímicas; se producen por el [ico y académico. Estiman que sólo la realidad práctica merece
acto concreto de comprar a y no comprar b. En la determinación ser tomada en consideración. Hay personas --dicen- que a
1062 La Acci6n Humana El estado y el mercado 1063

sí mismas se dañan y grav emente pe rjudican a sus prop ios e de vist a catal áctico , analizamos el intervencionismo , de las
inocent es deudos medi ante el uso de estupefacientes; nadie que consecuencias pol ít icas qu e inexorab lem ente acompaña n a toda
no sea vano doctrinario, impulsado por puro dogma tismo , se injerencia en e! consumo. Destacamos, simplemente, que empre­
puede oponer a que los poderes públicos regul en el tráfico de sarios y capitalist as van a tener que aprovechar los fact ores de
d rogas. Los benefi ciosos efectos que de tal intervención derivan, producció n de modo distinto a como lo hubieran hecho de
obvios res ultan. actuar sólo bajo los dictad os de! mer cad o. No suscita mos e!
Pe ro el probl ema no es tan sencillo . El op io y la morfina tema de si tal inter vención , contemplada desde cualqu ier otro
son cier tamente drogas nocivas 'i ue generan vicioso s hábitos. preconcebido punto de vista, pu eda consi derarse plausible o
Ah ora bien , admitido el principio de que compete al gobern an­ nociva. Li mit ámonos a dete rminar si, mediante la injerencia,
te p roteger al individuo contr a su propia necedad , no cabe opo­ cabe u no alcan zar aqu ellos objetivos q ue quienes propugnan
ner ya objeciones serias a ninguna ulterior intervención estatal. y recurren al intervencionismo desean con segu ir.
Lo mismo puede decirse del alcohol y la nicotina. Pero, enton­
ces, ¿por qu é la benévola providencia del gobern an te no se
extiende más allá del cuidado corpora l? El daño que e! hombre DE LA CORRUPCION
puede infligir a su mente y a su alma ¿no es, acaso , más per­
turbador q ue cualq uier padecimiento físico? ¿Po r qu é no im­ In compl e to qued aría el ex amen del inte rvencionismo de no
pedirle qu e lea libros perniciosos y qu e presencie detest ables aludirse, siquiera brevemente, al fenómeno de la corrupción ad­
representaciones teatrales; que contemple pinturas y esculturas ministrativa.
reñidas con la estética y que oíga mú sica horrible ? Las con se­ No hay prá cti camen te ninguna intervención estatal en la me­
cuencias dañosas que derivan de una ideología social nociva cánica del mercado que, desde el punto de vista de los ciudadanos .
son, sin d ud a, mucho más perniciosas, tanto para el individuo po r ella afectados , pueda dejar de calificarse o co mo una confis­
como para la colectividad, que tod as las que del uso de drogas cación o como un dona tivo. Ln act ivida d intervencionista da lugar
y narcóticos pudieran derivarse. a que ciert os grupos o individuos se enriquezcan ~, costa de o tras
y esto que decimos, no es, desde luego, como algunos su­ gentes o agrupaciones. Lo que no impide que el daño infligido a
pondrían, mero producto de la calenturienta imagin ación de unos, muchas veces, a nadie en definitiva beneficie; saliendo
asustadizos y solit arios pen sadores. P orque lo qu e precisa ad­ todos, al filial, dañ ados.
vertir es qu e ningún gobierno intervencionist a, ni antiguo ni No rmativa alguna garantiza el que sean, justa y equi tativa­
moderno, absnivose jamás de reglamentar las ideas. las opinio­ mente , eje rcitadas las tremend as facult ades que el int cr vcncio­
nes y las creencias de sus súbd itos. Ta n pronto como se cercena nismo coloca en manos del poder. Los intervencionistas pre tenden
la libertad de cada un o para decidir aquello qu e pers onalmente que la actuación del gobe rnante, siempre sab io y ecuánime , y la
prefiera consumir , todas las demás libertades qu edan igualmente de sus no menos angéli cos servidores , los burócratas , evitará las
suprimidas. Cuanto s, ingenuamente, ad miten la interferencia tan pe rniciosas consecuencias que , «desde un punto de vista
de los poderes públicos en e! con sumo , se engañan cerrando los social», la propiedad individual y la acci ón empresarial provocan.
ojos a lo que, con menosprecio , denom inan aspecto s filos6ficos El hom bre común, para tales ide ólogo s, no es sino débil ser nccc­
de la cuestión. No advierten qu e, por tal vía , es tán convirtié n­ sitado de paternal tu tela]e que le proteja contra las ladinas tretas
dose en paladines de la cen sura , de la in quisic ión, de la into­ de una pandilla de bribones. Los partidarios del estatismo hacen
lerancia relig iosa y de la persecución del disidente. escarnio de todo lo que los conceptos de ley y legalidad hasta
P rescin dimos, de modo deliberado, cuand o, desde el punto hace poco significaron, en aras de una «más nuble y elevada no­
1064 La Acci6n Humana El estado y el mercado 1065

ci6n de la justicia». Los actos de los administradores públicos «dis creto », en llamarse a la parte e n los beneficios que sus auto­
están siempre autorizados i esa justicia sui generis que hoy por rizaciones engendran .
doquier se invoca precisamen te les faculta para sancio nar a quie­ H ay múltip les esferas donde, dada una organización inter­
nes ellos entiendan haberse egoístamente apropiado de lo que vencion ista, imposible resulta evi tar el favoritismo. Piénsese , por
a otro s pertenecía. citar un solo ejemplo, en la cuesti6n de las licencias de importa­
Los conceptos de ego ísmo y altruismo, sin e mbargo, tal como ci6n. ¿A qu ién otorgarlas y a quién den egarlas? No existe módulo
los intervencionistas los manejan, resultan vanos y co ntradicto­ alguno que permi ta hacer tal distribución de manera ob jetiva y
rios. El hombre, al actuar) como1más de una vez se ha destacado, libre de consideraciones personales. El que efectivamente se llegue
invariablemen te aspira a provocar una situación que él aprecio o no a pagar dinero por la adjudicaci6n, e n el fondo , poco, a es tos
en más que la qu e piensa hubiera prevalecido en ausencia de la efectos, impo rta, pues no resulta menos recu sable el, sin nada
correspondient e actuación . Toda humana actividad, en este sen­ cobrar, conceder las deseadas licencias a aquéllos de quienes la
tido, viene siempre dictad a por el egoísmo. Qui en entrega dinero Administració n espera co nsegu ir en el futu ro particulares servicios
para alimentar niños hambrientos lo hace o bien porque piensa (sus voto s electorales, por ejemplo).
que su acci6n será premiada en la otra vida o bien porqu e disfruta El in tervencionismo engendra siempre corrupción. Consig­
más remediando la necesidad infantil que con cualquier otra nado este hecho, el eco nomista se desentiende del asunto , deján­
satisfacción que la suma en cucs ti6n pudiera conseguirle. El polí­ dolo en manos de historiadores y juristas 8.
tico, por su lado, también es siempre ego ísta ; tanto cuando , para
alcanzar el poder , hace suyas las doctrinas más po pulares, co mo
cuando se mantiene fiel a sus propias conviccio nes despreciando
las ven tajas y beneficios que conseguirla si traicion ara tal ideario.
La menta lidad anricapitalista , que consider a la igualdad de
ingresos y patrimonios como lo único natural y justo ; que califica
de e xplo tador a quienqui era tenga riquezas superiores a las del
hombre medio y que recusa la act ividad empresarial por esti­
marla perjudicia l al bien común, utiliza los vocablos cgoista y
altruista, de acuerdo con lo qu e , tal ideario le sugiere . El bu ró­
crata, en su fuero interno , estima torpe y deshonesto el mundo
de los negocios; el dep ender de los consumidores; el cor tejar
a la clientel a; el obtener bene ficio só lo cuando se ha conseguido
atender a las masas compradoras mejor que la comp etencia . Almas
• Es frecuente hoy en día justificar los golpes revolucionarios de inspiración
nobles y elevadas - para él- son s6lo aquéllos que aparecen en comunista alegando la corrupción del gobierno atacado . Este tipo de argumento fuc
la nómi na del gobierno . sobre todo manejado por una parte de la prensa americana y por aquellos políticos
Pero , por desgracia, no es angélica la condici ón de los fun­ que tan decisivamente apoyaron a los comunistas chinos, primero, y a las fuerzas
cionarios y sus dependie ntes y pront o advierten que sus decisio­ castr istas , después, en sus respectivas luchas contra los regímenes de Chiang Kai-Chek
y Batista, cuya corrupción se pregonó a los cuatro vientos. Pero lo cierto es que,
nes, bajo un régimen intervencioni sta, pueden irrogar al em pre­
por tal cauce, cabe justificar todo asalto comunista centra cualquier gobierno ínter­
sario graves pérdidas y, a veces, también, pingües benefici os . H aYI
venclonista que no deje libremente operar al mercado en auténtico régimen de
desde luego, empleados públicos rectos y honorab les; pero tamo laissez 'aire, pues. invariablemen te, en todos ellos 1 como hemos visto, por fuerza,
bién los hay qu e no dudan, si l. cosa puede hacerse de un modo ha de haber corrupción de una u otra clase.
CAPITULO XX V I I I

El intervencionismo fiscal

I. EL I MPUE ST O NE UT RO

Mantener en funcionamiento el aparato estatal de fuer za y


compulsión exige el consumo de trabajo y dc bienes. Bajo un
régimen liberal, tales dispendios son de escasa importancia
comparados con el volumen total de las rentas personales. En
cambio, como es lógico, cuanto más amplía el poder públ ico
el ámbito de su acción, tanto más se hipertrofia el presup ues­
to fiscal.
Dado que los gobiernos generalmente poseen y explotan
factorías, fincas agrícolas, bosques y minas, cabria pensar en
cubrir las necesidades presup uestari as, tot al o parcialment e, al
menos, con las rentas provenientes de tal patrimonio público.
La gestión estatal es, sin embargo, en la mayorí a de los casos,
tan pobre e ineficaz que más bien provoca pérdidas que ganan­
cias. Los poderes públicos no tienen , por eso, otro remedio
que acudir a las medidas tributarias. Para nutrir el presupuesto ,
han de exigir de los ciudadanos de una porción de su respectivo
patrimonio o renta.
Cabría pensar en un sistema impositivo neut ral que , al no
interferir el funcionamiento del mercado , le permitiera deslio
zarse por aque llos mismos cauces que habría seguido en ausen­
cia de cargas tributarias. Pero, ni la tan extensa literatur a pro­
ducida en relación con tema s fiscales, ni los estadistas al elabo­
rar sus proyectos, prestaron apenas atención al problema de
1068 El intervencionismo fiscal 1069
La Acción Hu mana

ese imaginable impues to neutro. El impuesto [usto ha consti­ hállase fundamentalmente inspi rada por la idea de que las car­
tuido , en camb io, la permanente y máxima preoc upación. gas presupuestarias deben ser distribuidas con arreglo a la
Bajo la égida de un sistema tributario neutral, la situación capacidad de pago de cada ciudadano. El razonamiento que, en
económica de los ciudadanos veríase afectada tan sólo por defin iti va, condujo a la general aceptación del pr incipio de la
aquella porción de t rabajo y de materiales absorbidos por las capacidad de pago presuponía de manera harto confusa que, si
necesidades estatales. En el imaginario modelo de una economía los más ricos soportaban mayores cargas tributari as, el impues­
de giro uni forme, la haciend a públi ca, de modo regular, per­ to devení a algo más neutral. Influyeran o no tales considera­
cibe los impu estos y aplica exac\ amente la suma recaudada a ciones, es lo cierto que pronto se desechó por compl eto el más
sufrag ar los gastos que la burocracia ocasiona. Una parte de la leve anhelo de neutralidad impositiva . El principio de la ca­
renta de cada ciudadano se dedica al gasto público. Si supo­ pacidad de pago ha sido elevado a la categor ía de postu lado de
neme s que en aquella economía de giro unifor me prevalece la justicia social. Los ob jetivos fiscales y presupuestarios del
una perfecta igualdad de ingresos, de tal manera que la renta impuesto, tal como estos temas se enfocan en la actua lidad, han
de cada familia sea prop orcional al número de sus miembros, quedado relegados a segundo tér mino. Reformar, de acuerdo
tanto un impuesto per capita como una contribución sobre las con los dictados de la justicia , el presente orden social consti­
rentas personales constitu irían impu estos neu tros. No habr ía tuye e! objetivo principal de la po lít ica tr ibutaria por doq uie r.
diferencia ent re unos y otros ciudadanos. El gasto púb lico La mecánica fiscal se convierte en ins trume nto para mejor in­
absorbería una porción de la ren ta de cada person a y la carga terven ir la vida mercan til toda . El impuesto óptimo es, pues ,
fiscal carecería de efectos secundarios. aquel que, prescindiendo de cualqu ier apetenc ia de neutral idad,
La econo mía cambia nte, sin embargo , no guarda la menor con mayor ímpetu desvíe la produ cción y el consumo de los
similitud con el aludido imaginario modelo dc un a econom ía cauces por los que habrí an discurrido bajo un sistema de mer­
de giro uniforme con igualdad de ingresos. La mutaci ón ince­ cado inadulterado.
sante y la desigualdad de rentas y patrimonios son caracter ís­
ticas básicas y con sustanciales de la cambian te economía de
mercado . En su seno, ningún impuesto cabe sea neutral. Las 2. EL IM PUESTO TOT AL
cargas tributarias, como el din ero , jamás pueden ser de tal
condición , si bien las causas correspondien tes son dispares en La justicia social que, a través de la teoría de la capacidad
uno y otro caso. de pago, se pretende implantar es la igualación económica de
El gravamen que afecta a todos los ciudadanos de manera todos los ciudadanos. En tanto se mantenga la menor dife rencia
igual y uni forme , sin considera r el volumen de los respec tivos de rentas y pat rimoni os, por ínfima que sea, cabe insistir por
ingresos y' patrimonios, resulta más onero so para qu ienes dis­ dicha vía igualitaria. El pr incipio de la capacidad de pago
ponen de menores recursos. Restringe la prod ucción de aquellos -cuando se lleva a sus últimas e inexorables consecuen cias­
artículos consum idos por las masas relati vamente a la de los exige llegar a la mes absolu ta igualdad de ingresos y fortu nas,
artículos suntuarios adq uiridos por los de mayores medios. med iante la confi scación de cualqui er renta o patrimonio su­
Favorece, en cambio , el ahorro y la acumulación de capital. perior al mínimo de que disponga el m ás miserable de los ciu­
I mpulsa la elevació n de los salarios, al no frenar la tendenci a dadan os ' .
a la baja de la productividad margin al de los bienes de capit al,
con respecto a la producti vidad marginal del trabaj o . 1 Vid. H ARLEY LUTZ, Guideposts /0 a ['retO E"011Dn/)' (Nl\ CVa York, 1945), pá­
gina 76.
La política fiscal que hoy impera en la mayoría de los países
1070 La Acción Hu mana El intervencionismo fiscal 1071

El concepto de impu esto to tal es la antítesis de! impuesto adver tir que son totalmente in comp atibles con el mantenimien to
neutro. El impuesto total grava íntegramen te -confisca- todo de la econo mía de mercado.
ingreso o pa trimonio. Los poderes con stituidos pueden así, pri­
mero, colmar las arcas de! tesoro público y asignar, luego, a
cada ciudad ano la cantidad qu e consideren opo r tuna para qu e 3. OBJ ETIVOS FI SCAL E S Y NO FI SCAL E S
atienda a sus necesidades. O también c ábcles, al fijar las cargas DEL IMPUESTO
imposit ivas, liberar del gravamen aquella cantidad que consi­
deren equita tiva, complemen tan d<J las rentas de los menores Los ob jetivos fiscales y los no fiscales del imp uesto distan
ingresos hasta dejarlas todas adec uadamente equilib radas. mucho de ser coincidentes.
La idea del impuesto to tal. sin embargo, no puede ser lle­ Examinemo s, por ejemplo, el arbi trio sobre las beb idas al­
vada hasta sus últ imas consecuencias lógicas. Si empresarios y cohólicas. Considera do como fuen te de públicos ingresos, es
capitalistas no obtien en beneficios ni sufren pérdidas , indife­ indudable que cuanto más rinda, tanto mejor. Pero , como
re nte resúltales actuar de esta o aquella manera, al decid ir cuál qu iera que, cuando vinos y licores son gravados fiscalmente, su
deba ser la forma mejor de emplear los medios de producción precio se encarece, es natu ral qu e disminuyan las ventas y se
en cada momen to disponibles. Desvanecida su func ión social, contraiga el consumo. Resulta, por tanto, in e!udible fijar me­
quedan tra nsformados en meros administradores de la cosa pú­ dian te tan teos el tipo óptimo de rendi miento del impuesto en
blica, sin que les acucie e! propio interés, abandonando todo cuestión. E n cambio, si Jo qu e se persigue es reducir e! consumo
sentido de responsabi lidad . N ada les induce a ordenar la pro ­ de bebidas espirituosas, lo acertado sería elevar al máximo los
du cción con arreglo a las apetencias del consumidor. Si sólo tipos imposi tivos. Porque, más allá de cierto límite, las cargas
se grava le renta , quedando exentos los bienes de capital, ofr é­ fiscales hacen que se contraiga el consumo, reduci éndose con­
cese un incentivo al prop ietario para qu e consuma par te de su gruamente la ren ta impositiva. Si el gravamen logra su ob jetivo
patrim onio en perjuicio de! interés común. El impu esto total 110 fiscal, es decir, si consigue apartar por completo a las gentes

sob re la re nta con stituiría, en todo caso, torpe vía para instau­ de la ingesti ón de bebidas alcoh ólicas, volatillzanse los ingresos
rar e! socialismo. Pero si afectara no sólo a las rentas, sino tam­ tributarios. La finalidad fiscal desaparece ; los efectos de la im­
bién a los patrimon ios, dejaría de ser exacción tr ibu taria; no posición son mera men te prohibitivos. Advi értase qu e cuanto
sería ya instru mento recaudatorio destin ado a nutrir el presu­ qued a expuesto es igualmente v álido par a los impuestos indio
puesto estatal ba jo la égida de la economía de mercado . Supon­ rectos que para los directos. Los gra v áme ne s discriminatorios
aplicados a las sociedades anónimas y las grandes empr esas, en
dr.a la instau ració n del socialismo. Tan pro nto como e! impues­
cuanto rebasen cierta medida, resu ltan au todestructivos. Las
to to tal se implant ara, e! socialismo sustit uiría al capitalismo.
levas sob re el capital, los derechos que gravi tan sobre las trans­
Es opinable que pueda llegarse al socialismo a través del misiones inter vivos y mortis causa y la contribución sob re las
impuesto total , pero ind udab lemen te hubo socialistas qu e for­ rentas persona les dan lugar a las mismas consecuencias.
mularon programas de reforma fiscal en tal sentido. Prop ug­ No hay ma nera de supe ra r el inconciliable conflicto entre
naban, o un impuesto del cien 1'01' cien sobre patri mon ios y los fines fiscales y los no fiscales del imp uesto. La facultad de
sucesiones, o sobre la renta de la tierra, O sobre toda rent a no devengar impuestos y contribuci ones, como advi rti ó acert ada­
ganada, es decir , de acuerdo con la terminología socialista, mente Marshall, presidente del T ribunal Supremo estadouni­
sobre cualquier ingreso que no proceda de! tra bajo person al. dense, constituye facultad de destruir. Cabe, desde luego, des­
Vano resu lta , aho ra, analizar tales proyectos. Basta aqu í con articular y destrozar la economía de mercado ut ilizando tal
El intervencionismo fiscal 1073
1072 La Acción Huma na

poder impositivo y son numerosos los gobernantes y los parti­ siones públicas pueden descomponer la economía de mercado
dos políticos deseosos de alcanzar tal objetivo utilizando la me­ y que son muchos los que desean, por tal vía, aniquilarla.
cánica trib utari a. Ahora bien, cuando el socialismo desplaza al Los hombres de negocios se quejan de la abrumadora carga
capitalismo, el dualismo, la coexistencia de las dos distintas que comporta la presión triburaria. Los estadistas se alarman
esferas de acción, la pública y la pr ivada, desaparece. El estado ante el riesgo de matar la «gallina de los huevos de oro ». Ahora
impide cualquier actividad autónoma individual y se transforma bien, el talón de Aquiles del mecanismo fiscal radica en la pa­
en totalitario . No depende ya de las contribucio nes ciudadanas. radoja de que cuanto más se incrementan los impuestos, tanto
Desvanécese la separación del patrimonio p úblico y el privado . más se debilita la economía de mercado y, consecuentemente,
La imposición tributa ria es circunstancia típica de la eco­ el propio sistema impositivo. El mantenimiento de la propiedad
nomía de mercado. El doble rasgo característico de tal sistema privada y las confiscatorias medidas fiscales resultan incompa­
económico consiste, por un lado, en que, bajo su égida, los tibles. Cualquier impuesto concreto - de igual manera que
poderes p úblicos se abstienen de interferir los fenómenos mer­ todo el sistema fiscal de un país- se autodestruye en cuanto
cantiles y, por otro, en que la organización administrativa es rebasa ciertos límites .
tan sencilla que, para operar, bástale disponer de muy parva
porción de los ingresos totales de los ciudadanos. En tal situa­
4. Los T RES T I POS nn INT ERVE NCIO NI S MO F I SC AL
ción, la exacción fiscal resulta mecanismo adecuado para dotar
al estado de los fondos necesarios. Dada su moderación se con­
Los diferentes sistemas de tributación de condición inter­
vierte en el medio al efecto más idóneo, sin apenas perturbar
la producción y el consumo. Cuando, en cambio, proliferan vencionista pueden ser clasificados en tres grupos.
1. Comprende el primero aquellos sistemas de imposición
desmesuradamente los impuestos, se desnaturalizan, convirtién­
fiscal que tienden a restring ir o a suprimir radicalmente la pro­
dose en arma que puede fácilmente destruir la economía de
ducción de determinados biene s. Tal mecanismo tribu tario
mercado.
influye, si bien indirectament e, sobre el consumo. El que la
Tal metamorfosis del mecanismo impositivo en instrumento perseguida finalidad se logre bien mediante estahlecer contri­
aniquila torio caracteriza, como decíamos, las finanzas p úblicas buciones especiales, bien eximiendo a ciertos productos de las
de nuestros días. No se trata de juicios de valoración - arb i­ cargas tributarias generales o gravando particularmente aque­
trarios siempre- respecto a si la elevada imposición fiscal llos bienes que los consumidores hubieran preferido de no con­
implica daños o beneficios, como tampoco si los gastos de tal curr ir la discr:minación fiscal, en definitiv a, resulta indiferente.
suerte financiados son acertados y, en definitiva, remunerado­ Cuando se trata de tarifas arancelarias, la exención actúa como
res'. Lo fund amental es que cuanto mayor resulta la presión auténtico mecanismo intervencionista. La tarifa deja de apli­
tribu taria más fácilmente cabe desbara tar la economía de mer­ carse al producto nacional para gravar exclusivamente la mer­
cado. No entramos en la discusión de si «ningún país se ha cancía import ada. Numerosos países recurre n a la discrimina­
arru inado jamás por excesivas inversiones estatales destinadas ción tributaria para reordenar la produ cción nacional. Privile­
al público» 3. Lo único que decimos es que las grandes inver­ gian, por ejemplo, la produ cción vinícola (cultivo propio de
pequeños o medianos cosecheros) frente a la elaboración de
¡ Este es el método corriente de abordar los problemas de las finanzas públicas.

Vid., por ejemplo. E LY, ADAMS, L OREN7. y Y OUNG, Outíínes 01 Economics (3,- ed .•
cerveza (articulo fabricado por grandes empresas), imponiendo
Nueva York, 1920). pág. 702. un tipo de gravamen mayor a la cerveza que al vitio.
, l bid. 2. Integran este grupo aquellos sistemas fiscales que con­

68
1074
La Accián Humana

fiscan un a parte del patrimonio de los contribuyentes o de las C A P IT U LO XXIX


rentas por ellos obtenidas.
3. El tercer gru po abarca los mecanismos tribu tarios que
conducen a la total expropiación de las renta s y patrimonios de
los ciudadanos. La restricción de la

No cabe proceder al estudio de los sistemas comprendidos


en el tercer grupo, por cuanto en realidad no son más que el producción

cauce que conduce a la implantad ón del socialismo, por lo que


escapan al ámbito del estu dio del int ervencionismo,
Los incluidos en el primer grupo ampara n las medida s res­
trictivas que constituyen el objeto del capítu lo siguiente.
Los conte nidos en el grupo segundo encarnan en las medi­
das confiscator ias que se estud ian y analizan en el capí­
tulo XXXII. 1. L AS MEDID AS RES TR ICT IVAS DE LA PROOUCC10N

El presente capít ulo pretende examina r aquellas medidas


que directa o intencionada mente procuran desviar la produc­
ción -utilizando el térmi no en su sentido más amplio, es decir ,
abarcando también el transporte y el comercio - de aquellos
cauces por los que hubiera discurrido bajo un régimen de mer­
cado. Toda injerencia estatal en la actividad mercantil, desde
luego, desvía la pr oducción del curso que hubiera seguido pre­
sionada tan sólo por los consumidores a través del mercado .
Lo característico de la int erferencia restrictiva es que la diver­
sión, lejos de constituir efecto secundario, inevitab le y fortuito,
constituye, precisament e, el objetivo apetecido por la autoridad.
Como cualquier ot ra acto de intervención, las medidas restric­
tivas afecta n también al con sumo. Pero no es éste el fin esencial
que persigue la autoridad al implantarlas. El poder público
desea interveni r la producción. La circunstancia de que tales
decisiones afecten tamb ién al consumo es, desde su punto de
vista, indeseada secuela o, al menos, desagradable repercusión
que se tolera en razón a ser inevitable y por estimarse mal
menor compara do con las consecuencias de la no intervención.
Restringir la producción significa que el poder público su­
prime o dificulta o hace más costosa la producción, transporte
y distribución de determin ados bienes o la aplicación de cier tos
sistemas de producción, transporte o distribución. Las autorida­
1076 La A cci án Humana La restricci án de la producción 1077

des nulifican así algunos de los medio s de que dispone el hom­ las gent es a pre scindi r de ciertas satisfacciones, por ellas más
bre para la más cumplida sat isfacción de las necesidades que apreciadas, a cambio de otras qu e valora n menormente. En
le acucian . La interferencia impide a los individuos utili zar toda la filosofía intervencion ist a palpita constantement e la
sus conocimientos y habilidades, su capacidad de trabajo y los idea de que el estado opera fuera y por encima del mercado
factores materiales de producción del modo que les reportarían y que puede gastar, en empresas propias, ciertas mítica s rique­
los máximos benefic ios y las más cumplidas satisfacciones. Tal zas no provenientes de Jos ciudadanos. Ta l es la fábula que
injerencia, por tanto, empobrece a las gente s cuyas ape tencia­ lord Keynes eleva ra a la categoría de dogma económico, dog­
quedan sólo en menor grado sa ñsícchas, ma entusiásticamcn te en segu ida acogido por todos aqu ellos
He aquí el nudo de la cuestión. Vanas son todas las suti­ que del despilfarro público pensaban derivar ventajas perso­
lezas y bizantinismos pretendiendo invalidar esta fundamental nales. Perogru llesco resulta, pero , frente a tan vulgares falacias,
tesis. Como quiera que , en el mercado inadul terado, prevalece obligado es, una y otra vez, recordar que el estado no puede
irresistible tend encia a empl ear cada factor de producción de gastar , ni invertir , un centavo siquiera que no haya detraído
la manera que mejor satisfaga las más urgen tes necesidades del del público; por cada dólar que el estado consume , los ciuda­
consum o, si el gobie rno int erfiere el proceso, no logr a otra dano s tienen un d ólar menos .
cosa que desvirtuar aquella tend encia; en ningún caso puede Incapaz, desde luego , es el gob ierno de hacer a la gente
favorecerla . más próspera y feliz in terfir iend o la vida mercant il; pero, en
La certeza del aserto fue evidenciada de manera completa cambio , puede dejarla empobrecida e insatisfecha mediante la
e irrefutable por qui enes estud iaron la injerenc ia estatal de restri cción de la producción .
mayor trascendencia hist érica, es decir , las barreras arancelaria s
proteccionist as. En esta materi a, las enseñanzas de los econo ­
mistas clásicos, especialmente de Ricardo , resultaron definitivas 2. EL F RUT O m: L A RF.STIU COÓ N
y despejaron , para siempre, toda s las incógnitas. Mediante aran­
celes no se consigue más que desplazar la producción de las El hecho de que la examinada mecánica reduzca inevitable­
zonas donde la productividad por un idad de inversi ón es mayor mente el n ivel de vida, por sí soja , no arguye en contra de las
a otro s lugares dond e la rentabil idad es menor. E n ningú n caso medida s restrict ivas de la producci ón. Porque el gobernante no
se incrementa la produ cción ; antes ,11 contrario, se restring e. las aplica , evidente mente, de manera irreflexiva; pretende al­
Las gen tes creen, de buen a fe, que le cabe al gobie rno irn­ canzar específicos obje tivos y considera la restricció n C01110 el
pul sar el desarrollo económ ico. La administració n pública, sin procedimi en to mejor par a con seguirlos. Para enjuiciar con jus­
embargo, per se, no puede ampli ar un sector productivo más teza la política restric tiva, p reciso es resolver previamente un
que restringiendo, al propio tiemp o, otro. La intervención es­ dobl e interrogant e: ¿Son idóneos, para alcanzar la deseada
taral desvía los factores de producción de donde el mercado meta , los med ios elegidos? ¿Compensa acaso la consecución del
los hubiera empleado hacia otros diferent es cometidos . Escaso ob jetivo perseguido la pri vación impuesta a las gentes ? Me­
int erés ofre ce el exa men de cuál sea el mecanismo u tilizado diante estas preguntas abordamos la restr icción con criterio
por la autoridad para alcanzar tal ob jetivo. Cabe asigne, de análogo al que aplicábamos al estudiar la imposición fiscal. El
manera explícita , la oportuna subvención o puede tamb ién pago de las cargas tributari as redu ce el bienestar del contr i­
disimularla mediante protección arancelaria; es el consu midor , bu yente . Ta l insatisfacción es el costo pagado por el servicio
sin embargo , quien invariablemente paga el correspondient e que el ente público presta a la sociedad y a sus miembros. En
costo. H e ahí lo úni co que importa desta car: que se obl iga a la med ida en que la autoridad cumpla su fun ción social y los

___ ~ _ c
La restricción de la producción 1079
1078 La Acción Humana

impuestos no rebasen aqu el lími te ind ispen sable qu e facilita el más pred icament o son aque llas que int egran la denominada
sua ve fu ncionamiento del aparato estat al tales graváme nes cons­ «legislación social», Tanto la opinión pública como las autori­
tituyen costos productivos, hallándose sobradamente com­ dade s sucumbe n en este terreno ante fantasmáticos espejismos,
pen sados . ha llándose todos convencidos de que la reducción de la jornada
laboral y la prohibición del trabajo a muj eres y niñ os , por
Lo acer tado de es ta manera de en juiciar las medidas res­
tricti vas adquiere mayor rel ieve cuando, medi ante ellas, se sus­ ejemplo, son medidas qu e exclusivamente gravan al patrono ,
con stituyendo auténtico pr ogreso y verdaderas «conquis tas so­
tituye la imposición fiscal. Lo s gaitos qu e ocasiona la defensa
nacional son incluidos, por lo gcñeral, en el p resupuesto del ciales». La tes is tan sólo tiene validez en cua nto advera que
tales medidas reducen la oferta de mano de ob ra y, por tanto ,
estado. Pero, en determinadas circunstancias, se sigue pr oce­
elevan la prod uctividad marginal del trabajo frente a la produc­
dimi ento distin to . P uede ocurrir que la produ cción de los ele­
ti vidad ma rginal de! capital. La minoración de la actividad la­
men tos necesarios para repeler bélica agresión dependa de la
existencia de determinada s industrias pesadas que la iniciativa bo ral, sin embargo, red uce la producció n y, por tanto, en e!
pri vada, en un primer momento , no se decide a ins talar. E l promedio, el consumo per capita. La tarta result a más pequeña ,
montaje de ese complejo fab ril puede, desde luego , ser subven­ pero la po rción con sum ida por los asalariados es proporcional·
cionado, considera ndo el costo correspondiente como mero mente mayo r que la qu e recibía n de la ta rta an terior más volu­
gasto bélico. Cabe también amparar la operaci ón median te ta­ minosa ; congruamente , la porción re tira da por los capi talistas
rifas proteccioni st as. La diferencia es tr iba tan sólo en que , en se ve acor tada '. Dependerá de las circunstancias concurrentes
el segundo caso, los consumidores soport an direct ament e el en cada caso el que mejoren o empeoren los salarios reales de
costo arancelario, mientras qu e, en el primero , lo soport an indi­ los diver sos grupos de tra ba jadores.
rectamente a tr avés de los impu estos con que se paga el El so rprendente fer vor que las disposiciones labor ales sus­
subsidio. citan trae su origen en e! equivocado supuesto de que la cuantía
Gobiernos y parl ament ari os, al im plantar med idas rest ric­ de los salarios no gua rda relación alguna con el valor que el
tivas, nun ca se percatan de las consecuencias que su injerencia trabajo incorporado al bi en producid o adiciona. La cuant ía del
en la vida económica ha de provocar. Con notoria ligereza irna­ salario, dice la «ley de bronce », es el mínimo necesario para
gínan que, mediante barreras adua nera s, cabe elevar e! nivel de atender las más ap remiantes necesid ades del ob rero; nun ca
vida de! país y con obstinación recha zan las enseña nzas del eco­ supera e! mí nimo requer ido por éste para subs istir. La dife­
nomi sta cuando evidenci a las inevitabl es consecuencias del pro­ rencia ent re e! valor p roduc ido por el obrero y el salario la
teccion ismo. La condena dc éste por parte del estudioso resul ta retiene, en beneficio propio , el patrono explotador . Cua ndo se
irrefutable , no viniendo dic tada , desde luego, por prejuicio par· reduce dicha plusvalia, limi tando la jo rnad a laboral, se exoner a
tid ista alguno . Cuando los economi sta s proclaman la nociva al ob re ro de una parte de su pena y fatiga ; mante niéndose inva­
condición del proteccionismo, en mod o alguno están dej ándose riable el salario , se priva al patrono de una parte de su in jus ta
llevar por dogmati smo alguno . Limítan se a poner de ma nifiesto gana ncia. La producción tot al así disminu ida repercute exclusi­
que tales medidas no conducen a la meta q ue precisam ente el vamen te sob re los ingresos de! explotador .
podet público se propon ía alcanzar al implant arlas. No di scut en
I Las pérdidas y las ganancias empresariales no son influidas por la legislación
el fin último de la polí tica gubernamen tal; tan sólo recha zan el
laboral: dependen, exclusivamente. como sabemos. del mayor o menor acierto con
medi o utilizado, inadecuado para la consecución del ob jetivo que el empresario ha sabido adaptar la producción a las cambiantes ~ndiciones del
perseguido . mercado; la legislación laboral actúa como simple factor de cambio.
Las medid as restrictivas que han adquirido , entre todas,
1080 La Acción Humana La restricción de la producción 1081

El efectivo influjo de la legislación laboral en la evolución salario muy inferior al mínimo americano, en modo alguno se
del capitalismo occidental ha sido, hasta hace poco, bastante le favorece prohibiéndole trabajar más de ocho horas .
menos importante, según antes quedó consignado, de lo que No se trata de si es o no deseable la mejora del bienestar
cabría pensar a la vista del apasionamiento con que pública­ material de los asalariados. Los partidarios de la legislación mal
mente fueron debatidos los correspondientes temas. llamada pro laboral desenfocan deliberadamente la cuestión,
Las ordenaciones laborales promulgadas por los gobiernos, al limitarse a repetir, una y otra vez, que con jornadas más
sustancialmente, no hicieron más que dar oficial consagración cortas, salarios reales más altos y liberando a los niños y a la
a los cambios que la rápida evolu éién de la actividad industrial mujer casada de la fatiga laboral se acrecienta e! bienestar del
imparablemente traía consigo'. Para los paises que adoptaron asalariado. Faltan conscientemente a la verdad, calumniando a
con retraso el capitalismo, sin embargo, implantar la aludida quienes se oponen a la adopción de tales disposiciones, por
legislación implica colmar de obstáculos el progreso de sus estimarlas perjudiciales al verdadero interés de los asalariados,
propios sistemas de producción; susdtales probl emas de la e! denostarles de «exploradores de los obreros» y «enemigos
máxima trascendencia. Sugestionados por los erróneos dogmas de! pueblo trabajador» , Porque la discrepancia no surge en
del intervencionismo, los dirigentes de los países en cuestión orden a los objetivos perseguidos; brotan las diferencias al
imaginan que, para mejorar la condición de las masas indigen­ lucubrar en torno a cuáles sean los medios más adecuados para
tes, basta con copiar y promulgar la legislación social de las alcanzar las metas por todos ambicionadas. La cuestión no
naciones capitalistas más desarrolladas. Enfocan estas cuestio­ estriba en si débase o no incrementar el bienestar de las masas.
nes cual si tan sólo merecieran ser examinadas desde el equi­ Céntrase exclusivamente en si los decretos y las órdenes del
vocadamente titulado «aspecto humano» y prescinden del fondo gobernante, imponiendo la reducción de la jornada laboral y
real del tema. prohibiendo el trabajo a hembras y menores, constituye o no
Es lamentable, desde luego, que, en Asia, millones de tier­ vía adecuada para elevar e! nivel de vida de los asalariados. He
nos infantes sufran hambre y miseria; que los salarios sean aquí una incógnita, estrictamente cataláctica, que e! economista
extremadamente bajos comparados con los tipos americanos o tiene la obligación de despejar. La fraseología de raíz emotiva
europeos occidentales; que la jornada laboral sea larga y las resulta, desde luego, en este lugar, por entero recusable. Apenas
condiciones higiénicas de trabajo deplorables. Pero tan insa­ si sirve de cortina de humo para ocultar la incapacidad de fa­
tisfactorias circunstancias sólo pueden ser modificadas incre­ risaicos partidarios de la restricción en su vano intento de opo­
mentando la cuota de capital. No hay otra salida, si se desea ner réplica convincente a la sólida dialéctica de la ciencia
alcanzar permanente mejoría. Las medidas restrictivas propug­ económica.
nadas por sedicentes filántropos son totalmente inoperantes. El hecho de que e! nivel de vida de! trabajador medio ame­
Y, por tales vías, las condiciones actuales no mejorarán, tende­ ricano sea incomparablemente superior al del obrero chino; que
rán a empeorar. Si el cabeza de familia es tan pobre que no en Estados Unidos sea más corto e! horario de trabajo y que
puede alimentar suficientemente a sus hijos, vedar a éstos el los niños vayan a la escuela en vez de a la fábrica no se debe a
acceso al trabajo es condenarles a morir de hambre. Si la pro. las leyes ni a la acción del poder público : todo ello obedece
ductividad marginal del trabajo es tan baja que un obrero, me. simplemente a que hay mucho más capital invertido por cabeza
diante una jornada de diez horas, tan sólo puede ganar un en USA que en China, 10 cual da lugar a que la utilidad margi­
nal de! trabajo en América resulte notablemente superior a la
del territorio amarillo . No es mérito atribuible a la denominada
, Vid. págs . 894-899. «política social»; es, por el contrario, fruto de la filosofía de!

._-­
La restricción de la producci án 1083
1082 La Acci6n Humana

laissez [aire ayer prevalent e, que permitió el desarrollo del 3. LA RE STRICCIÓN COMO PRIVILEGIO
capitalismo. A esa misma taumatu rgia habrían de recur rir los
asiáticos, si en verd ad desean mejorar la suerte de sus pueblos. Los cambios de circun stancias del mercado no afectan a
La pobreza de Asia y de otros países poco desarrollados se todos, al tiempo, del mismo modo . Para unos la mutación pue­
debe a las mismas causas que hicieron insati sfactoria s las con­ de representar un a ventaja , mient ras que para otros puede ser
diciones de los primeros tiempos del capit alismo occiden tal. un perjuicio. Sólo después de un cierto lapso temporal, cuando
Mientras la pob lación aumentaba r ápidamente, la interferencia la producción queda ya reajustad a a las nuevas circunstancias,
del gobernante' no servía m ás qmtpara demorar la acomodación desvan écense tales transitorios efectos. Así pues, cualquier me­
de los métodos de producción a las necesidades del creciente dida restrictiva, aun cuando perjudique a la mayoría, puede
número de bocas. A los paladin es del laissez [aire - que los temporalmen te beneficiar a algunas gentes. Para éstas, la res­
libros de texto de nuestras un iversidades combaten en razón tricción equivale a un privilegio; recl árnnnla precisamente por­
a su pesimismo, acusándoles de defender las inicuas cadenas del que van a lucrars e.
burgués explotador- corresponde , sin embargo, el mérito im­ El proteccionismo surge, dc nuevo, como ejemplo típico.
perecedero de haber abierto el camino a la libert ad económica La tarifa arancel aria que impide o dificulta la importación, daña
que elevó el nivel medio de vida a alturas sin precedentes. a los consu midores. El fabricante nacional, en cambio, se be­
En contra de lo que afirman los pensadores denominados neficia ; cosa excelente es la imposición de aranceles o el aumen­
«no ortodoxos», parti darios de las dictaduras totalitar ias y de to de los vigentes, desde su personal plinto de vista.
la omnipotencia estata l, la econom ía jamás resulta dogmática. Con todas las med idas restrictivas ocurre lo mismo. Si el
Ni aprueba ni censura las medid as estatales tenden tes a restri n­ gobierno limita la actividad de las grandcs socicdades y ncgo­
gir el trab ajo y la producción..Considera que su deber se limita cios - med iantc órdenes directas o a través de la discrimina­
a anuncia r las consecuencias que inexorablement e, en cada caso, ción fiscal- se refuerza la posición competitiva de las empresas
han de aflorar. Corresponde al pueblo decidir cuál política de menor volumen . Si se pone traba s al funcionamicnto ele los
seguir. Pero las gente s, al ado ptar sus decisiones han de ate­ grandes almacenes y de los establecimicntos en cadena, los
nerse a las enseñanzas de la economía, si desean alcanzar las pequeñ os comercio s se benefician .
metas a las que aspiran . Pero conviene not ar que las ventajas así concedidas son
Existen casos, sin dud a, en que la implantación de deter­ sólo tran sitoria s. Con el tiempo , el privi legio otorgado a una
minadas medidas rest rictivas puede justificarse. La prevención determinada clase de producto res va perdiendo su prístina vir­
de incendios, por ejemplo , exige la adopció n de cier tas medidas tualidad. El sector favorecido atra e a nuevas gentes y. entonces,
de índole restrictiva que evidentemente elevan los costos. La la competencia desvanece las primiti vas ganancias. Tal aconte­
corres pondiente menor producción constituye gasto que evita cer pone al descubierto la causa y origen del insaciablc afán de
perju icios mayores. Cuando se tra ta de implantar una medid a estos seres, mimados por la ley, cuando sin descanso trat an de
restrictiva, resulta obligado ponderar , con máxima cautela , el obt ener continuos y mayores privilegios. Ex ígenlos, cada vez
montante del costo y el del beneficio correspondient e. Nadie , con mayor energía, al comproba r cómo los antiguos van per­
en su sano juicio , puede desatende r tal principio . diendo cficacia.
La supre si ón de una medida restric tiva a la que se adap tó
ya la producción implica, por ot ra parte, nuevo desarreglo dcl
mercado , que , a la corta , favorece a unos y perjudica a otro s.
Examinemos el caso refiriéndolo a la política arancelaria. Hac e
1084 La Acción Humana La restricci ón de la producción 1085

años ---digamos en 1920- Ruritania implantó tarifas proh ibi­ Es por eso por lo que , en política , resulta tan difícil acabar
tivas sobre la importación de cuero. Ello supuso enorm e ventaja con cualquier medida restrict iva, una vez la producción se ha
para las empresas ruritanas dedicadas a los curti dos. Pero más ajustado a ella. Aun cuando la tarifa perju dica a todos, su
tarde , a medida que se establecían nuevas tenerías, las ganan­ supresión, momentáneam ente, daña a algunos. Constit uyen
cias extraordinarias que, en 1920 y años sucesivos, los curti­ éstos, indudablemente, minoría. En Ruritania sólo la pequeña
dores conseguían fueron paulatiname nte desvaneciéndose. Pron­ fracción de la población dedicada las tenerías podía salir per­
to resultó que no se había hecho más que desplazar una parte judicada con la abolición del arancel. La inmensa mayoría era
de la industria mundial de! cuer'f de los lugares donde mayor compradora de cuero y, por tanto, saldría beneficiada al reba­
product ividad por unidad de inversión tenían hacia Ruritania , jarse e! precio. Más allá de los límites de Ruritania sólo que­
de costos de producción más elevados. Los ruritanos pagaban darían lesionados los interesa dos en las industrias que hubi eran
los curt idos a precios superiores a como lo harían si las tarifas de reducir sus negocios 'como consecuencia de la expansión de
arancelarias no se hubieran implantado. Y como se destinaba las tenerías nacionales.
en Ruritania más capital y traba jo a la producción de cuero de Pero los enemigos de la libertad de comercio establecen una
lo que hubiera ocurrido bajo un régimen de libre cometcio, última línea de resistencia, y alegan: «Concedido que sólo los
otras indus trias nacionales traba jaban menos o, en todo caso, ruritanos dedicados al curtido de pieles tienen interés inmedia­
hallábanse congeladas. Importábase menos cuero y, por tant o, to en mantener el proteccionismo ; ahora bien, todo ruritano
también se exportaba menor cantidad de productos rur itanos . pertenece a una u otra rama de producción. Si se otorga pro­
El volumen de! comercio exterior de Ruritania se había con­ tección a todas ellas, suprimir las tarifas arancelarias perjudica
traído. Nadie, ni dentro ni fuera de! país, derivaba ya venta ja a los intereses de toda la industria y, por tamo, a todo grupo
alguna de! mantenimiento de! arancel ; antes al contrario, toda capitalista o laboral, cuya suma es la nación entera. La supre­
la humanidad se perjudicaba por e! descenso de la producción sión del arancel, a corto plazo, perjudicaría a la masa ciudadana
mundial. Si la política adoptada por Ruritania, con respecto a en su conjunto. Y e! interés inmed iato es lo que , en definitiva
los curtidos, fuera seguida por todos los países y en todas las cuenta. »
ramas de la producción, de manera tan rigurosa que quedara El argumento supone incurri r en triple error. No es cierto,
suprimido el tráfico internacional e implantada la autarquía en primero, que todos los sectores industriales quedaría n perjudi­
todas las naciones, las gentes se verían constreñidas a renunciar cados con la supresión de las medidas proteccionistas. Al con­
a las enormes ventajas que les proporciona la división interna­ trario , aquellas ramas cuyos costos de producción fueran
cional de! trabajo . comparativamente más bajos progresarían. Sus intereses, no
Es obvio que la supresión del arancel ruritano sobre e! sólo a la larga, sino inmediatamente, se verían favorecidos. Las
cuero , a la larga, sólo beneficios había de producir, tanto para mercancías capaces de hacer frente a la competencia extranjera
ruritanos como foráneos . De momento, sin embargo, tal vez se para nada precisan de tarifas arancelarias, por cuanto , en régi­
perjudicara a los empresarios que habían invertido capital en men de comercio libre, no sólo pueden pervivir, sino intensificar
las tenerías ruritanas , Lesionaría también los interese s a corto su producción. La protección otorgada a mercancías cuyos costos
plazo de los correspondientes obreros especializados en e! tra­ son en Ruritania más elevados que en e! extran jero les perju­
bajo de curtir. Una parte habría de emigrar o cambiar de em­ dica, al canalizar hacia otros sectores el capital y e! traba jo de!
pleo. Estos perjudicados, desde luego, con la máxima energía, que, en otro caso, podría n disponer .
se opondrían a todo intento de suprimir o simplemente reducir En segundo lugar, la idea de que los intereses inmediatos
las tarifas correspondientes. son los que , invariablemente, el hombre más valora, es falsa.
1086 La A cción Humana La restricción de la produccián 1087

Cualquier cambio de coyuntura, a corto plazo, perjudica a quie­ que el libre cambio invariablement e procura a qui enquiera viva
nes no acer taro n a preveni rlo . Q uien fuera consecuente defen­ bajo un régimen de mercad o.
sor de aq uel pensamiento deberí a aboga r por una completa rigi­ La resistencia a abolir la protección arancelar ia, desde el
dez e inmovilidad , opo niéndose a todo cambio, incluso a cual­ punto de vista de los curti do res , result aría tal vez comprensible
quier perfeccionamient o técnico y aun terapéutico J. Si las gentes , si las medidas en cuestión tan sólo el cuero ampararan . Q uienes
al actuar , hu bier an de preferir siempre evitar un daño inm edia to vieran que, de moment o, iban a ser perjudicados con la aboli­
ante s que suprimir un mal remo to , situar íanse al nivel de los ción de! privilegio, posiblemente opu si éranse a un régime n
seres irr acionales. La caracterfstjca de la acción hu mana, en libre, pese a que el pr oteccio nismo no les reporta ya específica
cuanto se distingue de la conducta animal, consiste en renu nciar ventaja alguna. Pero, precisamente entonces, es cuando la re­
de líberadamente a una presente comod idad po r disfru tar de un sistencia de los cur tidores result aría vana . La nación los ava­
beneficio más remot o estimado mayor. El homb re no pr efiere, sallaría. Lo que fortalece al idea rio proteccionista es el hecho
de manera absoluta , las cosas presentes a las futuras. El factor
de que e! ara ncel, digamos , sobre el cuero en modo alguno
temporal ex ige pond erar los pros y los contras. Ingiere el en­
cons tit uye excepción . Son las explotaciones que se hallan en
fermo amargos medicamentos en conside ración al bienestar qu e
similar posición y que igualmente rechazan la abolición de las
espera disfru tar mañana. No siempre se p refiere cier ta ventaja
inmediata a otra temporalmente más alejada; la int ensidad de respectivas tarifas que a ellas las amparan . Naturalmente no se
la satisfacción esperada influye decisivamente '. trata de un t rust, basado en intereses comunes. Cuando todos
Por últi mo, si 10 que se discute es la supresión de un régi­ se hallan protegidos en igual medida, todos pierden como con­
men de protección tota l, no cabe olvidar que, en la sup uesta sumidores tan to como ganan a títu lo de pro ductores. Q ueda n
Ruritania, los inte reses a corto plazo de los ocupados en las todos, además, perju dicados por la disminución de productivi­
tenerías se perjud icarían por la supresión de una de las tarifas ; dad que supone la ub icación de las industrias de lugares más
pero se beneficiarían con la redu cción de los precios de todas apro piados a otros menos favorables. La abolición del régimen
las demás explota ciones liberada s. Es cierto que los salarios de arancelario rep ortaría beneficios generales, ind ependien temente
los cur tidores reducirlanse, durante alg ún tiempo, en relación de que la supresi ón de determi nad as tarifas pudiera irrogar
con los percibidos en otro s sector es, y sería necesario el trans­ perjuicio a singulares inte reses. Tal perju icio quedada, sin em­
curso de de terminado lapso tempor al para que se restableciera bargo , inm edi atament e compen sado , al menos en parte, por la
la adecuada proporción entre los salarios de las distin tas rama s abolición tarifa ria sobre aquellos produ ctos qu e aquellas gentes
de prod ucción ruritana . Coincidie ndo, sin emba rgo. con la mi­
adquirieran y con sumieran.
nor ación, meramente transitoria, de sus ingresos, los ob reros
E l pro teccion ismo, creen las gentes , constit uye perenne be­
alud idos se beneficiarían de la reducción en los precios de mu ­
chos de los artículos por ellos adq uiridos . Y tal mejoría no neficio para los trabajadores de! país, proporcionándoles un
sería meramente pasajera, sino beneficio consolidado, gracias al nivel de vid a superior al que disfrut arfan bajo e! libre cambio .
libre comercio, qu e ub ica las industr ias donde los costos resul­ Tal pensamiento prevalece no sólo en los Estados Unidos, sino
tan menores, lo que supone increment ar la pr odu ctividad del también en cualquier estado del mundo dond e e! sala rio medio
trab ajo y la disponibilidad general de bienes. Ese es el provecho real es sup eri or al de otros lugares.
) Esto llegó 11 ser defendido por algunos pensadores nazis. Vid . SOMlIAIlT,
Cierto , desde luego, es qu e, bajo un régimen de perfecra
A Ncw Social Philosopby, págs. 242·245. movili dad del cap ital y del trabajo aparecería, poi doq uier,
4 Vid. supra págs . 711·726. igualitaria tendencia de las remuneraciones laborales de un a mis­
1088 La Acción H umana
La restricción de la producción 1089
ma clase e igual calidad 5. Nuestro mu ndo real, erizado de obs­
ráculos para e! desp lazamiento de mano de obra y de institu­ cionales dóla res inva riablement e habrí an de volve r a los Es ta­
ciones que dificultan la inve rsión de capital, no regist ra tal dos Uni dos, incrementando las ventas de específicas industri as
tendencia, de suer te qu e tamp oco aparecería aun cuando se im­ america nas . Salvo qu e los suizos regalaran sus productos, no
plantara el libre com ercio por lo qu e a las mercan cías se refiere . tendría n más remedio que emplear sus adquiridos dólare s
La productividad marginal de! trabaj o resulta superior en Es­ en EE. UU.
tados Unid os q ue en China porque e! capital por tr ab ajador in­ La falsa y tan difundida opinión cont raria trae su or igen en
vertido es mayor y po rque, a de~s, a los obre ros chinos se les la ilusoria idea de que Amér ica pu ede amplia r la compra de
impide el desplazamiento a América proh ibiénd ose1es competir mercancí as ex tranjera s a b ase de redu cir las di sponibilidades
en el correspondi ente mercado lab oral. No es necesari o, ahora , líquidas de sus ciudadanos. Ta n incons istente falacia supo ne,
discutir si los recursos naturales de América son más abun­ en primer lugar , q ue las gen tes adquieren cosas sin tener en
dantes qu e los de China, ni tampoco si el obrero chino es ra­ cuen ta el estado de su propia tesorería y, en segun do términ o,
cialmente infe rio r al americano . Porque, con independencia de que el efect ivo en caja constituye rem anente ingastado un a vez
tales circunstancias, otras inst it ucionales, cont rar ias al libre realizadas todas las apetecidas compras. Más arri ba se procuró
des plazamient o del capi tal y del trab ajo, bastan pa ra explicar evidenciar e! error en que esta doctrina típi camente mercan ti­
la ausencia de aquella tend en cia igualitaria. Y como qu iera que lista incid e 6.
la abo lición del ara ncel americano no mod ificaría esta dicha No se pe rcatan las gen tes de que los efectos de! pro teccio­
dobl e realidad , en modo alguno podría su supresión influir , en nism o tarifario , en lo ati nente a la cuantía de los salarios y al
sentido adver so, el pago del obrero estadoun idense . nivel de vida de las masa s trab ajador as, son totalmente dis­
pares a lo generalmente supuesto .
En cambi o, dado que se halla seriamen te dificultado e!
libre desplazamient o de tr abajado res y capi tales, la transición al Si las mer cancías pudiera n circula r libremen te, obstaculi­
libre tráfico de mercancías por fuerza habría dc elevar el nivel zándose , en cambio , los movim ien tos de pe rsona s y capita l, los
de vida americano. Las indu st rias en q ue los costos americanos salarios tend erían a adop tar, entre los dis tintos países, especí­
fueran más alt os (productivida d amer icana in feri or) se con­ fica prop orcionalid ad . No pod rían , desde luego, igualarse. Los
traerían, y aquéllas de costos meno res (productividad mayor) precios finales de la contr ibución laboral gua rda rían entre sí
se incrementar ían . la aludida pro porcionalidad . A esos mencionad os precios fin a­
les, cua nto s de searan trabajo hallarlanlo , y cua ntos lo deman­
E s cierto qu e la relojería suiza paga salarios inferiores a daran tend ríanlo cn la cua ntía deseada. Habría «pleno empleo».
los americanos . Bajo un régimen dc libre camb io, los indus­
Imaginemos qu e sólo ex isten dos países: Ru ritania y Lapu­
triales suizos, desde luego, intensificarían sus ventas en Estados
tania . En Ruriranía, los salarios finales son el dob le de los de
Unidos mient ras los industriales americanos cons treñirían las
suyas. Pero ello consti tuye tan sólo una de las facetas del libre Laputania. E l gob ierno ruri tan o, en tal situación, decreta una
cambio . Al producir y vender más, los suizos también ganarían de esas denomin adas «conquistas sociales » e impo ne al ernpre­
y comprarían más. N inguna trascendencia tiene qu e adq uirieran sariado determinado de sembolso proporciona l al nú mero de
a otras indu strias america nas mayor cantidad de mercancías, obreros contratados. Reduce, por ejemp lo, la jornada laboral
que incrementa ran el consumo nacional o que intcn sificaran sin permiti r congrua rebaja de los salarios . La medida ocasiona
sus compras en ot ros países, en Francia , por ejemplo. Los adi­ una contracción de la producción y un alza en e! costo uni tario
de cada mercancía. La gente di sfruta de más de scanso; pero des­
s Para análisis detallado. vid. p ágs. 913.9 15.
• Vid. págs . 668·674.

"
1090 La Acción Humana T /1 r6rlfl' f .,.r f .{H de la producci án

ciende su nivel de vida. ¿Qué otra cosa cabe esperar de una re­ la capacidad competitiva de la industria rur itana, en compara­
ducción genera l de los bienes disponibles? ción con la laput ania. El increment o de dichos costos hace que
En Ruritania, el result ado constituye fenómeno inte rno . suban los precios en Ru rit ania abriendo mercados a los fabri ­
Aun sin comercio exterior alguno, todo hubiera ocurr ido igual. cantes laputanios, La verdad es que se trata tan sólo de efecto
La circunstancia, sin embargo, de que Rurit ania no sea un país momentá neo; en definiti va, el total de las ventas Iapuranias
autárquico y compre y venda a Laputania, no entraña modifi ­ hab rá de sufrir reducción. A pesar del descenso general de las
caciones en el aludid o fenómeno interno . Pero, de rechazo, exportaciones laputanias a Rur itania, es posible que algunas
afecta a Laputania; como quiera \¡ue los ruritanos producen y industrias Iaputanias a la larga incrementen sus venta s. (Es to
consumen menos qu e antes, habrán de restringir sus adquisi­ dependerá de la nueva configuración de los costos comparati­
ciones laputanias, En este segundo país, desde luego, no se vos.) Ahora bie n, no existe necesaria similitud entre los efectos
registra descenso general alguno de la producción ; algunas de a corto y a largo plazo. Los reajustes del período de tran sición
sus industrias, sin embargo, que trabajan para la exportación, provoca n situaciones que varían incesantem ent e y que pueden
habr án de renunci ar al mercado ruritano, colocando sus pro­ diferir por completo del resultado final. Y, sin embargo, la
ductos en el propio mercado. Lapurania verá descender el volu­ escasa perspicacia de las gentes únicamente atisba los efectos a
men del comercio exterior; qu iera o no quiera sc hará más corto plazo. Comprueban que los hombres de negocios se que­
autárquica. P ara los proteccionistas esto scría una venta ja. Pero jan de las nuevas leyes ru rit an as que permiten a los laput anios
en puridad, no significa sino que se ha reducido el nivel de hacerles la competencia tan to en Ruritania como en Laputania.
vida; unas mercancías fabricadas a mayor costo sustituyen a También advierten que ciertas industrias del país han de cerrar
otras menos costosas. A Lap utania le ocurre lo qu e experimc n­ sus puerta s, dejando a los obreros sin trabajo. Y comienzan a
tar ían los naturales de un país autárq uico si un cataclismo re­ sospechar que alg ún error deben contener las doctrinas de los
dujera la pr oductividad de alguna dc las industrias locales. titul ados «no ortodoxos amigos de los obreros ».
Todo el mund o queda afectado , bajo un régimen de división del El cuadro, sin embargo , 1'01' en tero varía si en Rurit ania se
trabaj o, si se reducen las aportaciones con que las gentes con­ implant a una tarifa suficien temente elevada como para impedir
tribu yen a abastecer el mercado. a los laputanios, incluso temporalmente, inte nsificar sus ventas
Pero esas tan inexorables consecuencias finales de la poli­ en el mercado ruritano. E n tal supuesto, los intensos y espcc­
tica supu estamente «social>, dc Rurit ania no afectan a todas las taculares efectos a corto plazo de la mencionada «conquis ta so­
industrias de Laputania ni del mismo modo ni al mismo tiempo. cial>; qu edan enmascarados , impidiéndose a las gentes adver tir­
Ciertos lapsos temporales hahrán de transcurrir antes de que los. Los efectos a largo plazo son, desde luego, inevitables,
las dos economías se ajusten a la reducción de la pro ducción provocados por invariable cadena de eventos a cor to plazo que
ruritana, Los resultados a corro plazo son distintos de los que impresionan menos al no ser tan llamativos. Las supuestas
a la larga se producirán y, sohre todo, resultan más espectacu­ «ventajas sociales» derivadas de la reducción de la jornada la­
lares. Nadie puede dejar de percibir aquéllos, mientras que de boral no se ven degradadas por realidades que todos, especial.
los segundos sólo el estudioso se percata. No es difícil ocultar mente los obreros en paro, considerarían altamente pero
al común de las gentes las consecuencias producidas a la larga; judiciales.
pero, por lo que se refiere a las inmediatas, algo debe hacerse Lo que fund amental mente hoy se pretende, mediant e las
para impedir que se desvanezca prematu rament e el entusiasmo barreras tarifarias y demás medidas proteccionistas, es ocultar a
en favor de aquella infecund a legislación social. las gentes los efectos que provoca todo aquel intervencionismo
La elevación de costos, en efecto, inmediatamente debilita que ingenuamente aspiraba a elevar el nivel general de vida
1092 La Acción Humana La restricción de la producción 1093

de las masas. El nacionalismo económico es el obligado corola­ de los producto s que en aquellos campos hubi éranse obtenido,
rio de esa política intervencionista, tan popular, que asegura prefi riendo, en definitiva, aquello a esto .
estar incrementando el bienest ar de la clase tr abajadora, cuando Las medidas restrictivas constituyen, por ello, meros ele­
realmente lo que hace es dañar gravemente a Jos labradores 7. mentos auxiliares del sistema de producci ón. No cabe montar
orden económico alguno a su amparo ; no cabe teóricamente

4. EL
,

RESTRI CCIONISMO CO MO SISTEMA EC ONÓ MICO

Las medidas restrictiv as, en ciertos casos, pueden , como


estructurarlas ni integrarlas en coherente sistema económico;
menos aún construir sobre su base efectivo mecanismo de pro­
ducción. Pertenecen a la esfera del consumo; quedan al margen
de la actividad productiva.
ya quedó apun tado, alcanzar las metas perseguidas al implan­ Al examinar los problemas que plantea la interferencia es­
tarlas . Cuand o quien es recurr en a tales métodos estiman que tatal en la actividad mercantil, ya hubo de ser analizada la tesis
el logro de su objetivo tiene mayor trascendencia que las des­ según la cual el intervencionismo constituye tercera solución y
ventajas que implica la restricción - es decir', la reducción del practicable sistema económico. Tal pre tensi ón resulta , en cam­
volumen de bienes disponibles para el consumo- la decisión bio, aún más inadmisible cuando se trata de las medidas res­
queda justificada, con arreglo, desde luego, a los correspon­ trictiva s. La consecuencia única que las mismas provocan es la
dien tes personales juicios valorativos. Sopór tase el costo del reducción de la producción y el bienestar . La riqu eza proviene
caso; se paga un precio por algo que se valora en más que del empleo dado a unos siempre escasos factores de producción.
aquello a lo que ineludibl emente hay que renunciar. Nadie, Cuando tal utilización se restri nge, no aumenta , sino que, por
ciertamente , y menos aún el teórico , puede criticar, ni en favor el contrario, disminuye el volumen de bienes dispon ibles. Aun
ni en contra, juicios de valor . en el supuesto de que la finalidad perseguida, al reducir coacti­
Tales medidas restrictivas de la producción, sacrificio que vamente la jornada laboral, se lograra, el correspondiente man­
es preciso efectuar para alcanzar la meta apetecida, equi valen a dato distada mucho de favorecer la producción : inequívoca­
un cuasi gasto, a un cuasi consumo ; suponen la utili zación, con mente disminuiría la.
el correspondiente fin, de bienes que podrían haber sido pro ­ El capi talismo es un sistema social de producción . El socia­
ducido s y consumidos en cometidos diferentes. Se imposibilita lismo, según sus partidari os, también lo es. Los dírigistas, en
que ciertos bienes lIegucn a tener existencia, pero precisamen te cambio, no osan decir lo mismo de las medidas restrictivas.
quiene s imponen aquellas restricciones prefieren el aludido Limítanse a argumentar que la producci ón capitalista es no to­
cuasi consumo al increment o de aquellos bienes que, si la polí­ riamen te excesiva y que lo que desean es limitar tal superabun­
tica tendente a dificultar la pro ducción, hubieran sido, en su dancia para, por tal vía, alcanzar otras realizaciones, tácitamente
caso, aprovechados. admiti endo que algún límit e habrán de poner a su propia acti­
En lo que atañe a determin adas disposiciones restrictivas vidad restrictiva .
lo anterior resulta generalmente aceptado. Cuando el gobierno La ciencia económica no afirma que los métodos restrictivos
decreta, en efecto , que una porción de suelo debe mantenerse constituyan inadecuado sistema de producción . Lo que sí ase­
en estado natural, dedicado a parque colectivo, todo e! mundo , vera, de! modo más terminante , es que tales métodos, lejos de
lo considera un gasto. El gobiern o, con la finalidad de propor­ constituir preciso sistema de producción, son más bien caminos
cionar a los ciudadanos otra suer te de satisfacciones, les priva de cuasi consumo . La mayor parte de los objetivos que los inter­
vencionistas desean lograr mediante la implantació n de normas
7 Ver también lo que anteriormente se dijo <le los carteís, pá~s . 548.553 .
restrictivas en modo alguno pueden ser alcanzados por tal vía.
10 94 La Acci6n H umana

Pero inclu so cuando tales normas y disposiciones conducen al C AP I T U LO X XX


logro de los fines propuesto s, no son otra cosa sino eso, medidas
restrictivas de la pr od ucción 7.
E l extraordina rio pred icamento que en la actua lidad goza
la polí tica de res tri ngir y minimizar la produ cción de bienes es La intervención
. de los

debido a que las gentes no se perca tan de sus ineludibles con­


secuencias. Al enf rentarse con el problema de la coactiva reduc­ precios
ción de las horas de trab ajo, nadie percibe que ello implica
forzosamen te la disminución del volumen global de bienes y
que consecuentemente lo más probable es que también dcscien­
da el nivel de vida de los asalariados. E l erróneo supuesto de
qu e las disposiciones «pro laborales» constituyen auténticas
«conquistas sociales» y que su costo recae exclusivamente sobre
el patron o ha sido ya elevado a categoría de dogma por esa 1. E L ESTADO Y L A AUT ONOMí A DEL MERCA DO
«no or todox ia» típica de nuest ros días. Q uienquiera ose actual­
mente exteriorizar la menor duda acerca de la certeza de! dogma El intervencionismo económico, en defi ni tiva, supone qu e
ve ráse, no sólo perseguido implacab lemente , sino ade más es tig­ la au toridad pública, por los medios a su alcance , procura esta­
matizado de vil apologista de las inicuas pre tens iones de desalo blecer para las mercancías, los servicios y los tipos de interés
mados explotadores que quieren reimplanta r las agotadoras unos pr ecios d istintos de los qu e para ellos hub iera fijado un
jornadas de los pri meros tiempos del industrialismo moderno mercado lib re de trabas. El poder implanta tasas máximas o
y reduci r a los asalariado s a la más negra miseria. mínim as - o faculta, t ácita o expresamente, a determ inada s
Frente a tan viles calumnias preci sase reite ra r, una y otra organizaciones a instaurarlas por sí mismas- y adopta las me­
vez, qu e la riqu eza y el bienest ar son consecuencia de la pro­ didas oport unas para que , por la fuerza y la coacción, tales mano
ducción , no de la restr icción. La circunstancia de que en los da tos se cumplan.
países capitalistas el asalariado medio disponga de mayor can­ Al impl antar lns tasas, el gobernante asp ira, o bien a de­
tidad de bi enes, disfru te de más tiempo para e! descanso y pueda fender a los compr adores, cuando son máximas, o bien a los
mantener a su muje r y a sus hijos sin que se vean ob ligado s a vendedores, si tienen el carácter de mínimas . Las prim era s pr e·
acudir al t rabajo , ni es conquista sindical ni deriva de medida tende n qu e el comprador pu eda adquirir lo qu e prec isa a precio
gubernamental alguna . Los aludidos beneficios son consecuen­ inferior al que deter minaría e! mercado libre . La tasa mínima,
cia exclusiva y directa del lucro empresa rial que, al permitir en cambio, qu isiera que el vendedor colocara su mercancía o
acum ular e invertir mayores capitales , multiplica por mil la servicios a un precio superior a aquél. Según sea la constelación
productividad del facto r tra ba jo. de fuerzas políticas que prevalezca, e! poder pú blico instau ra
unas u otras. Han sido, por eso, a 10 largo de la histori a, decre­
tad os precios máximos y mínimos, salarios máximos y mínimos.
Sólo el interés con stituyó noto ria excepció n: nun ca conoció li­
mitaciones mín imas ; invariablemente fijáronsele tasas .máximas.
I En cuanto a las objeciones a esta tesis, en relación con el efecto ricardiano, Desconfi óse siempre del ahorro y el crédito.
vid . págs. 1117·1121. Cuando la fijación de precios, salarios e intereses llega a
La intervención de los precios 1097
1096 .,.La Acción Humana

abarcar la economía toda, el socialismo de tipo germano reem­ socialismo. Proclaman con reiteración que ellos no son ni so­
plaza al mercado. A un tiempo, éste, el cambio interpersonal, la cialistas ni comunist as; dicen anhelar la implant ación de la
propiedad privad a de los medios de producción , el empresaria­ liber tad económica y no ocultan su animadversión hacia los
do y la iniciativa privada, todo , desaparece. Ya nadie puede regímenes totalitarios.
influir por s! mismo en el proceso de produ cción; todo el mundo Vamos a someter a examen e! ideario de estos teóricos de!
ha de obedecer las directrices que emanan del supremo orga­ intervencion ismo. Preciso es comenzar por esclarecer si al poder
nismo rector . Lo que, en tan c0feplicada ordenación, se deno­ público, que se propuso cierras metas, le es dable alcanzarlas
minan precios, salarios e interés ha dejado, en sentido catalác­ mediante fijar los precios, los salarios y los tipos de interés a
tico, de serlo. Pasan tales conceptos a constituir meras cifras nivel distinto de! que hubi era determinado un mercado sin
que e! jerarca fija sin relación alguna con e! proceso del mer­ trabas. Inc oncuso result a que un gobierno fuerte e inflexible
cado. No tendríamos por qué estudiar separadamente el inter­ puede imponer tasas máximas y mínimas y sancionar a los in­
vencionismo de referencia, si lo que sus patroc inadores - inte­ fractore s de las mismas. La cuestión, sin embargo, no es esa;
Iectua les y políticos- por tal vía, simplemente, pretendieran estriba, por el contrario, en averiguar si aplicando tales me­
instaurar fuera e! aludido socialismo de tipo germano, pues didas, alcánzanse los anhelados objetivos.
éste ya fue, en anteriores capítulos, analizado . La historia es un vasto catálogo de tasas y reglamentaciones
Numerosos son los part idarios de la injerencia estatal que, ant iusura rias. Una y otra vez, reyes y emperadores, dicradores
en torno a estos temas, una y otra vez ponen de manifiesto su y demagogos han pretendido manipula r el mercado. Terribles
enorme confusión mental, por su incapacidad para apreciar la castigos fueron infligidos a campesinos y a comerciantes. Miles
esencial disparidad que existe entre el sistema económico basado de víctimas sucumbieron en cruen tas persecuciones que cont a­
en el mercado y toda ordenación económica carente del mismo. ban con el cálido concurso de la masa. Tod as esas tentativas,
Tal confusión ll évales a emplear inapropiada terminología: sin embargo, acabaron siempre fracasando. La explicación que
vago y ambiguo lenguaje. Q uisieran combinar cosas contradic­ teólogos, filósofos y jurisperitos a tales fracasos daban , coinci­
torias . Es el género de incongruencia que los lógicos denominan día plenamente con la opinión de gobernantes y masas. El hom­
contradictio in adjecto. bre , argüían , es por naturaleza ruin y pecador ; la autoridad fue,
Existen y ban existido siempre, desde luego, gentes parti­ por desgracia, harto remisa en imponer el respeto a sus propios
darias de una regulación coactiva de los precios, personas que, mandatos; a métodos aún más enérgicos y expeditivos debía
no obstante, afirman gustar les la economía de mercado. El po­ haber apelado .
der público - enfáticamente proclaman- puede alcanzar sus La humanidad , sin embargo, comenzó a percatarse del fon­
objetivos fijando precios. salarios y tipos de interés. sin tener do de la cuestión al enfren tarse con un cierto específico tema.
por ello que abolir ni e! mercado ni la propiedad pr ivada de Durante siglos, en efecto, los gobiernos habíanse dedicado a
los medios de prod ucción y sostienen que la regulación coactiva envilecer la moneda circulante. Sustituían los metales nobles
de los precios constituye el mejor - o más bien el único proce­ por otros de menor ley o valor o reducían el peso y ramaño de
dimiento- para conservar el régimen de empresa pr ivada e las monedas, asignando a las envilecidas el nombre de las an­
impedir el advenimiento del socialismo. Llegan a verdad ero tiguas y decretaban su curso forzoso. Más tarde impusieron
paroxismo, cuando sus asertos les son refut ados. haciéndoseles análogo criterio a sus súbditos en cuanto al tipo de cambio del
ver que la interferencia en los precios, no sólo empeora la si­ oro y la plata y, por últim o, lo hicieron también por lo que
tuación - incluso desde el punto de vista de políticos y doc­ respecta a la relación ent re la moneda metálica y los bille tes de
trinarios dirigistas-, sino que, además, fatalmente conduce al banco o el papel moneda. Ya a finales de la edad media, los
1098 1099
LA Acci6n Humana La intervención de {DI precios

que hoy podríamos considerar p recursores del moderno pcnsa­ los precios, no tiene más remedio que negar la p ropia exis tencia
miento económico, al lucubrar en torno a por qu é todas esas de la teo ría económica, pucs nad a de la misma sob revive en
monet arias maqui nacion es invariablemente fracasaban, comen. cuanto se menosp recia la ley del mercado.
zaron a vislumbrar la despu és llamada ley de Gresbam , Pero La escuela h istó rica e ra, por tanto, con secuente al condenar
había de tran scurrir tod avía mucho tiempo antes d e que los de modo cat egóri co la ciencia económica pura, sus ti tuyé ndola
es tud iosos , avanzando el siglo XVIII , columbra ran la concatena. por las W irtschaftliche Staatswissenschaften, es decir , por el
ción de todos los fenómenos merca ntiles, aspecto económico de la política. Del mismo modo razo naba n la
Los economistas clásicos y st!s conti nuadores uti liza ron , a mayoría de los partidarios del fabianismo b rit ánico y del insti­
veces, expresiones qu e se pre staba n a equívoca s int crprctacio­ tucionalismo amer icano. Q uienes, en cambio, admite n la exis­
nes, pero sólo po r parle de quienes deliberadamente deseaban tencia de la cienci a de la economia, manteni endo ul tiempo que,
hacerlo. H ablaron aquéllos de la « imposibilidad» de controlar median te la regu lación coactiva de los precios, cabe alcanza t los
los p recios . Con tal expresión, evidentemente, no q uerían decir ob jetivos pro pues tos, contradícense de modo lamentable . No
que fuera imposible dictar órdenes implantando tasas; sólo es posible conciliar el modo de pensa r del economista con el d el
afirmaban qu e mediante ésta s no se conseguían las finalidades d irigista . Si es cierto que los pre cios son consecuen cia de la
persegu idas por q uienes las imponían y q ue las cosas, lejo s de mecánica del mercado, no cabe qu e la acción coactiva esta tal los
mejorar, invariablemen te tenían q ue empeorar. Llegaban, en interfiera sin pr ovocar les corr espond ientes efecto s. Tal guber­
definitiva, a la conclu sión de que tales prevenciones, a má s de namental iu t romisi ón simplemente supo ne que u na nueva cir­
ineficaces, re sulta ban cont raproducent es. cunstancia ha comenzado a operar, circunstancia cuyas conse­
Es ineludible adve r tir que el prob lema del co ntrol de los cuencias el propio fun cionamiento del mercado de terminará,
p recios no es meramente 111I0 de los p rob lemas co n qu e ha de de modo que no tienen por qué , al final, producirse los resulta­
enf renta rse la cienc ia económ ica, ni siquiera te ma que pero d os qu e el poder público ape tecía . Las consecuencias últimas,
mita a los econo mistas man tener, con fundamento, op iniones incluso desde el pu nto d e vista del gobernante, pueden resultar
d ispares. La cues tión ' IUC tal coactiva regu lación encierra es , en menos deseables q ue aquellas realidades qn e el mismo preren­
definitiva , ésta : ¿Existe un a cienc ia económica? ¿ Hay acaso d ían camb iar.
leyes que, efectivamente, regu lan los fen ómenos del mercado? No d isminu ye la fuerza del argume nto el que , en tre comi­
Q uien conteste nega tivamente tales interrogan tes rechaza la ad­ llas , hablemos de «leyes econó micas», pa ra así mejor denostar
misib ilidad , la procedencia y basta la existencia misma de la la idea . Cuando de las leyes de la natu raleza se trata, todos ad­
economía como rama del saber hum ano. P one de nuevo su fe vertimos su inexorabilidad , tanto por lo qu e a la física, co mo
en aquellos dogmas imperantes por do quier cuando la econo mía a la biología , atañe. Se tra ta de normas que el homb re, cuando
apen as iniciaba sus primeros ba lbuceos. Opina, en defin itiva , actúa , ha de acatar si dese a ev itar lo indeseado . En el terr eno
q ue es eq uivocado afir mar la existencia de leyes económ icas, de las leyes de la acción hu mana, aunque parece men tira, la
que res ulta e rróneo suponer que los precios, salarios y tipos de misma inexorable int ercon exión fenomenológica se registra y,
in terés de rivan exclusivamen te de la mecánica del mercado. Ha por eso, de igual modo, el individuo , al actuar, no tiene más
de sostener, en cambio, que el estado tie ne poder bas tante para remedio que respetar la correspondiente norma reguladora, si
in terve nir ad libitum los fenómenos mercantiles. El socialista desea triunfar en su come tido. Las leyes de la praxeolog ía se
no necesita ser con trario a la ciencia económica; no precisa abo­ hacen evidentes medi an te los mismos signos que revelan la
minar de la regula rid ad de los fenómenos de mercado . El diri­ realidad de las leyes naturales , toda vez que, en ambos casos ,
gista, en cambio, al propugnar la reglamentación coactiva de la posibili dad de lograr cualqu ier objetivo queda limitad a y
1100 La Acción Humana La intervención d e los precios 1101

condicionada a que el hombre se atenga a las leyes en cuestión. radas por el econo mista, exhumaro n vetustos rollos y perga­
Si tales leyes praxeológicas no existieran, el ser humano, o bien minos , que acabaron asfixiándoles, y, en plúmbeos volúmenes,
gozaría de omnipotencia y qu edaría inmune a todo malestar historiaro n las gestas de sus gloriosos príncipes. Sólo, así ente n­
- ya que hallaríase en su mano suprimirlo ins tan táne a y radi­ dian, cabía abordar las cues tiones de estado y las medidas polí­
calmente- o bien no podr ía actuar, al no saber cómo debía ticas con cr iterio realista. Nu estros tr abajos -añadían - se
proceder. nutren de hechos ve rda deros y re flejan la vida , sin acoger
Sería absurdo , por lo dem ás, confundir las leyes del univc r­ exangües ab stracciones ni generalizaciones y equivoca das va­
so con las leyes políticas o con !tJs preceptos mor ales que los guedades, tan del gust o de los doctrin ario s b rit ánicos. Ahora
mortales decret an. Las leyes del uni verso qu e rigen los ámbitos bien, es lo cierto qu e tan soporíferos volúmenes no se limi­
de la física , la biología o la pra xeología nada tien en qu e ver con taba n sino a recopi lar int erminables serie s de normas y medid as
la voluntad de los individuos; son fenóme nos on tológicos pri­ políticas q ue fracasaron precisamen te por menospreciar las leyes
marios qu e de modo fat al condicionan la humana capacidad de econó micas. Dic has Acta Borussica const itu yen, en realid ad , la
actua r. Los aludidos precept os morales y las leyes polí ticas no más alecciona dora colecció n de eventos " .
son sino medios util izados por el hombre para el logro de fines Disp oner , sin emba rgo , de un archivo de hechos y casos
determ inados. Ahora bien , el qu e tales objetivos pu ed an o no prác ticos, por abu ndantes que sean, no basta a la ciencia eco­
por tales vías ser alcanzados depend e de las leyes del universo . nómica. P recisa ésta proseguir e! estudio en el sen tido de
Las leyes elabora das por e! hombre son ap ropiadas y út iles si averiguar cómo y de qué maner a reaccion a e! mercado cuando
facilitan el logro de los fines propuestos e inadec uadas y con­ la est ructura de los pr ecios es perturbada por la injerenci a
tr aproducentes en otro caso. Cabe discu tir su idone idad. Pero, esta tal.
en cambio, cuan do de las leyes de! universo se trata , toda dis­
cusión acerca de si son convenient es o perturbadoras es Vacua
e inútil. Son éstas lo que son; y nada ni nadi e es capaz de cam­ 2. LA RE A CC t ÓN D E L M ERCADO
biarlas. Sil violación auto mát icamente re sult a sancionada. Las ANTE LA I NTE RVEN C tÓN E ST ATA l.
normas de orige n humano, en cambio, fácilmente q uedan con ­
culcadas en cuant o se debilita el apa rato estata l de fuerza y Lo típi co de la economía de mercado es qu e, mediant e el
comp ulsión . precio , armo niza la oferta con la de manda. E l eq uilibrio entre
Sólo deficient es mentales osarían desafiar las leyes físicas y el vo lume n de la oferta y el de la dema nda no se registra úni­
biológicas. Son , sin embargo, innumerables qu ienes creen pode r camente en la co nstrucción imaginaria de un a economía de giro
desacatar las leyes econó micas, sin sanción alguna. Los gober­ uniforme. La idea de un esta do na tural de reposo, tal como es
nan tes pocas veces admiten que su poder se halle lim itado por desarrollad a en la teoría elemental de los precios, constituye
leyes distinta s a las físicas y biológicas. Ja más acep ta n que los
tan lamentados fracasos sean consecuencia de haber violado * L 1 S célebres Acta Borussica fueron una serie de recopilaciones legales edi tadas,
perentorias leyes económicas. bajo los auspicios de los Arcbíoos del Reino de Prusia, por el profesor Gustav von
Scbmoller ( 1838-1917) y sus discípulos. es decir, la Escuela Hist órica, que, como
La escuela histórica alemana sobresalió en el menospreci o es sabido, pre tendió, primero, vilipendiar las enseñanzas de los clásicos ingleses y.
del saber económico. Resultaba in tolerab le a aq uellos catední . después, a los austriacos, apoyando decididamente el intervencionismo estatal y la
ticos aceptar qu e sus ídolos - los electore s Hohenzollern de «refo rma social». Dominó los medios universitarios durante casi cien años. Recor­
Brand ebu rgo y los reyes de Prusia- careciera n de omnipoten­ demos, incidentalmente, que el territorio que luego fue Prusia, orlg inaria men te, dc no­
cia. Con la sola finalidad de contradecir las conclusiones sen- minóse Borussia. (N. del T .)
1102 La int erv ención de los precios 1103
La Acci6n H umana

exacta descripción de lo qu e ocurre en todo momento en e! nibles la porción qu e les corresponda implica función mera­
mercado . Cualquier alteración de los precios más alhí del tipo mente secundaria del mercado. Di rigir la producción constitu­
a qu e se igualan oferta y demand a - en un mercado inadulte. ye su cometido pr incip al. La mecán ica del mercado, en efecto,
rad o--- se autocompensa. asigna a cuantos participa n en el proceso de producción , aque­
Cuand o las au toridades fijan los precios a nivel distinto 1Ia misión qu e mejor contribuye a satisfacer las necesidades
de aque! que un mercado no int ervenido hubi era seña lado, el más urgentes de los consumidores. Cuando el poder públi co
equilibrio de la oferta y la demanda qu eda eviden temente establece precios máximos para determi nado bien de consumo
perturbado. E n tal supuesto -con plfcios mdximos-c-- exis­ o para una cantidad limit ada de tales bienes ~n tanto los
ten compradores pot enciales qu e, no ob stante hallarse dis­ precio s de los restant es factores de producción qu edan libres­
puestos a abonar el p recio fijad o po r la autoridad o inclu so la elaboraci ón de las mercancías int ervenid as decrece. Los em­
superior , no pueden comprar . y de igual manera - con pre­ presa rios marginales, con objeto de eludir pérdidas, int errum­
cios mínim os- existen vendedores po tenc iales que, a pesar pen la fabricación. Los factores de produ cción de carácter no
de hallarse dispuestos a hacerlo al precio fijado por la autori­ abso lu tamente específico se aplican a la obtención de bienes
dad o incluso a uno más bajo , no pueden vender. El precio excluido s de la tasa. Una parte de 103 factor es específicos de
no discr imina ya los compradores y vendedores potenciales producción, que sin la concurre ncia del precio máximo hubi e­
capaces de comprar o vender de los qu e no pueden hacerlo. ran sido destinado s a la fabri cación de aquellos especí ficos
Resulta ineludible mont ar nuevo dispositivo para dist ribu ir bienes, dejan simplemen te de aprovecharse. Se desvía la acti­
bienes y servicios que indique quiénes pueden y quiénes no vidad productora de las mercancías tasadas a las no interve­
pueden part icipar en la oferta disponible. Acon tece entonces nid as. Tal resultado es evide ntemen te contrario al ambicionado
que o bien se hallan en condicio nes de comprar los primeros po r el interve ncionista. Porque , al impl antar los p recios má­
solicitantes o bien aq uellos otros qu e por circ unst ancias espe­ ximo s, 10 qu e precisamente dese aba era facilitar al consum ido r
ciales (amistades o relaciones personales) gocen del privilegio; la adqu isición de los bienes intervenidos; por cuanto los con­
o únicamente pueden hacerlo los seres desalmad os qu e med ian­ sideraba de pr imera necesidad , dict ó las correspon d ientes nor­
te la violencia y la in timidación apartan del mercado a sus mas con miras a que todos, incluso los más pobres, queda ran
rivales. Po r tant o, si la auto ridad pretend e impedir qu e la amp liamente ab astecidos. Tal injere ncia , sin emba rgo, merm ó ,
sue rte o la violencia gobierne n In distribución de los bienes en def initiva, la pro ducción de la tan ambicionada mercancía
existentes y desea ev itar el caos, se ve obligada a imponer e incluso pu do hace rla desa parecer del mercado. El fracaso
normas reguladoras al objeto de que cada un o adquiera la acompaña fatalmente la interferencia en la vida mercantil.
porción prevista. Y en tal supuesto resulta ineludible impl an­ Tarea inú til fuera el que el gobierno pretendiera evitar tales
tar el racionamien to ' . indeseadas consecuencias, decretando precios máximos para
E l racionamien to, sin embargo , resulta inv álido por lo que aquellos factores de producción ut ilizados en la elabo ración
at añe a la cuestión funda mental de nuestro estudio. Asignar de b ienes de consumo previamente sujetos ya a régimen de
a cuantos desean participar en el volumen de bienes dispo- tasa. Sólo si todos los factores de producción fueran de índole
específica conseguiría el gob ierno sus objetivos . Pero como
J Al objeto de alcanzar una mayor sencillez expositlva, la presente sección se
ello no acontece, ve nse las autor idades constreñ idas a comple­
limita al estudio de las repercusiones de los precios máximos impuestos a los
bienes de consumo, dedicándose la siguiente al examen de los temas relativos a los
tal' aquella pr imera medida - que fijaba el precio de dete rmi­
salarios mínimos. Sin embargo} mutatis metandis, la argumentación mantiene análoga nado producto por debajo del que señalara el mercado--- de­
eficacia, tanto si se trata de precios mínimos como de salarios máximos. cretando sucesivam ent e nuevos pr ecios máximo s aplicable s

IIL
1104 La Acción Humana La interuenci án de los precios 1105

no sólo a otros bienes de consumo y a sus facto res materiales niéndose de compra r, de ordenar la producción ; sólo el gobier­
de produ cción , sino tambi én a los salar ios. H a de ordenar, no desempeña tal fun ción .
además, a todos los empresar ios, capita listas y empleados qu e La regla tan reiteradamen te aludida, relat iva a que la fija­
pro sigan la p roducción ajustada a los precios, salarios y tipos ción de precios máximos provoca una minoración de la ofe rta
de inte rés pre fijados por el gobie rno ; a fabricar el volu men de y un estado de cosas contrario al ob jerivo per segu ido con su
merca ncías qu e se les ordena y a vende rlas precisa mente a implantación, con tiene tan sólo dos excepciones . Relativ a, una,
aquellas per sonas - productores o consumido res - que la al concept o de rent a abso luta y, a los precios de monopolio, la
autoridad indiqu e. P ues si un o d, los sectores de producción otra.
qu edara libre de la ind icada reglamentación , atrae ría capita l y La fijación de precios máximos red uce las ex istencias, por
trabajo; la producción disminui ría en otros sectores - los in. cuan to el prod ucto r marginal sufre pé rdidas, viéndose obligado
tervenidos- , precisamen te los considerado s más importan tes a cesar en su actividad . Los factores no es pecíficos de produc­
por e! gobierno , razón po r la cua l interfirió éste la mecánica ción son dedicados a obtener otro s bien es que qu edaron sin
de! mercado en vano deseo de incrementar las corres po ndientes interveni r, mientras se restringe el ap rovecha miento de los
di spon ibili dades. rigurosamente específicos . En un mercado inadulterado se ha­
La economía no afirma que la regu lación espor ádica de los bría n éstos empleado en la med ida exigida por la máxima utili­
precios, cuando afecta tan sólo a un pro ducto o a un os pocos zación de los factores no específicos, en tan to tal empleo de
bien es, sea inju sta , nociva o inv iable. Advierte únicamente esto s últimos no supusiera dejar desa tendidas ape tencias más
que la injerencia provoca efectos d ist intos a los apetecidos y valoradas. Intervenidos los precios, sólo parte de los mismos es
que, lejos de mejorar, em peo ra la sit uación, incluso considera­ aprovechada : la porción desaprovechada aume nta. Si el volu­
da desde el plinto de vista del gobierno )' de los propios parti­ men de los factores típ icamente específico s, sin embargo, es tan
darios de la int ernencián, An tes de q ue se produ jera la inter­ reducido que, a los precios de mercado, eran u tilizados total­
fere ncia, los bienes en cuestión se cotizaba n, a juicio de los mente, resta un a posibilid ad de que la injer encia no pro voque
gobe rna ntes , excesivamente caros . Pero al implantarse la tasa, un descen so en la producción. La tasa no restringe la produc­
o bien la ofer ta se cont rae o bien desap arece en absoluto . El ción mientras no absorbe la totalidad de la renta del marginal
poder público intervin o el mercado por conside rar singular. producto r del aludido fac tor absolu tam ente específico. Sin em­
mente vitales, necesarios e indi spensables tales bienes. Tal bargo, de to das suert es provoca una alteración en la demanda
actuac ión, sin emba rgo , lo q ue provoca es una red ucción de y la oferta del bien en cuest ión .
la canti dad di sponible . Po r tanto, aun parti endo de los ob je­ De esta manera la cuantía en que la renta urb ana de una
tivo s qu e la autoridad pe rseguía , la injerencia resu lta absurd a parcela de tierra excede a su renta agrícola facilita un margen
y disparatada. q ue , si no es reb asado , hace pos ible que el co ntrol de alquileres
Si el gobernante no se aviene a aceptar las indeseadas con. ope re sin que se registre un a disminución en la cantidad de
secuencias apuntadas y, perseverando en su criterio , se ade n­ solares ded icados a la con strucción . Si los tipos de alquileres
tra más y más en el camino emprendido, insistiendo en regu­ máxim os se hallan tan acertadamente ponderados que dejan un
lar precios y salarios y ob liga a las gentes a proseguir produ­ margen de ganancia su ficient e para que nad ie desee dedicar
ciendo y laboran do con sujeción a los precios y salarios im­ la tierra al cultivo agríco la con preferencia a la edificación, la
puestos, al final aniq uila el mercado . Surge la econo mía plani­ medida no afectará a la ofer ta de viviendas y locales de negocio.
ficada, es decir, la Ztodngstoirtscbajt, o sea, el socialismo de Sin embargo , provoca un incremento en la demand a de unas
tipo germano . Los consu midores dejan , comp rando o abste- y ot ros, originando precisamente aquella escasez que la aut o­
70
1106 La A cción Humana
La intervención de los precios 1107
ridad pretendía combati r median te el bloqueo de alquileres.
Catalácticamente carece de importancia que las autoridades re­ el gobierno. Si el precio competitivo es p y el meno r entre
curran o no al racionamiento de la superfici e disponible. De los posibles precios mon opolísticos es In, un precio top e de e,
todos modos, sus preci os tope no sup rimen el fenóme no cata­ si e es inferior a 111, haría desventajoso para el vendedor elevar
lácti co de la renta urbana, Meramente obligan a los propi eta­ el precio por encima de p. E l precio máximo provocaría la
rios a que la cedan en beneficio del inquilino. reimplantación del precio competitivo e incremen tarí a la de­
En la prác tica, como es natural, los gobierno s, cuando regu­ manda, al propio tiempo qu e la pro ducción y la ofer ta . Al
lan los alquileres y establecen Uf tope '1 los mismos, nun ca perca tarse de manera vaga de tal acont ecer, algunas gent es
tienen en cuenta est as considera ciones. O bien bloquean rígida­ propugnan la interve nción esta tal en orden a que la compe­
mente las rentas brutas vigentes la víspera de adoptar la me­ tencia sea mantenida y orientada de suert e que actúe de un
dida o bien autorizan ún icamente incrementar un po rcenta je modo beneficioso.
determinado. Ahora bien, como quiera qu e la proporción de No es necesario insistir en la circunstancia de que todas
los dos elementos que componen la ren ta bruta -la re nta que estas fór mulas carecen de base real cuando se pretende apli­
deriva d irectamente de la ut ilizaci ón del solar y el precio paga­ carlas a los precios de mono polio originados po r la injeren cia
do por la u tilización de la superestructura- var ía con arreglo estata l. Si el poder público se opo ne a los precios de monopolio
a las circu nstanc ias especiales de cada edificio, el efecto del der ivados de los nuevos invent os, lo que debería hacer es no
bloqueo de los alqu ileres es también muy disti nto . En unos otorgar patente algun a de invención . Es absurdo concederlas
casos , la porción de sus ingresos que el propietario se ve obli­ y anularlas seguidamen te mediant e obligar al beneficiario a
gado a transferir al arrendatario sólo supone una pa rte de la enajenar el pro duct o a precio de competencia . Si el gobierno
diferencia ent re la renta urbana y la renta agrícola , en otros combate los cartels, es mejor que suprima tod as las medidas
rebasa con mucho dicha diferencia . Sea cualquiera la alterna ti­ (por ejemplo, los derechos arance larios sobre la importación)
va, la regulación de los alqui leres inexorablement e provoca que hacen posible la apa rición de los mismos.
escasez de viviendas. Incrementa la demanda y contrae la ofer ta . La cosa es distinta cuando los precios de monopolio se
Pero la regulación de los alqu ileres no afecta tan sólo a los or iginan sin el concurso estatal. En tal supuesto, las tasas reins­
inmuebles ya existentes, sino qu e repercu te también sobre los raurarían las condicione s de competencia si fuera posible, me­
que puedan constru irse, puesto que los nuevo s edificios dejan dian te cálculo s teóricos, determinar el nivel de precios qu e,
de ser remuneradores. O las construcciones se para lizan o dis­ de operar, el mercado hab ría fijado. Pero ya ha quedado evi­
minuyen de manera alarmante; la insuficiencia hácese crónica. denciado qu e las tentat ivas de elaborar precios sin mercado
Pero inclu so cuando se permite la libre fijación del alquiler son tot almente vanas 2 . La esteri lidad a que de an tcma no apa­
de los edificios de nueva planta, la constru cción se cont rae. recen condenados los esfuerzos realizados para determ inar cuál
Los potenciales inversores dudan, porqu e advier ten el peligro sea la tarifa justa e idónea en un servicio público es bien cono­
de que, más tarde, el poder público, an te cualquier nueva cri­ cida de tod os los expertos.
sis, limite la renta a percibir, como hizo con las an tiguas El estudio de las dos excepcio nes en cuestión pone de re­
viviendas. lieve por qué , en algún caso concreto, los precios máximos,
La segunda excepción se refiere a los precios de monopolio . aplicados con extraordinaria prudencia y en reducido margen ,
La diferencia existente entre los precios de monopolio y los no aminoran la ofer ta del producto o servicio en cuestión . Sin
precios competi tivos deja un margen suficiente para implantar embargo, aquella doble excepción no invalida la regla general,
precios máximos sin contrariar los objetivos per segu idos por
, Vid. págs. 590·594.
1108 La Acción Humana La intervención de los precios 1109

que proclama que la interferencia de Jos precios provoca in­ riores no hicieron más que aprovec har la oportunidad que la
exorablemente situaciones menos deseables - incluso contem­ debilidad int ern a del I mperio les deparaba. Desde un punto de
pladas desde el ángulo en que se sitúa la autoridad al orde­ vista militar, las hordas invasoras de los siglos I V y V no eran
narla- que aquellas que se hubieran registrado sin la implan­ en modo alguno superiores a aquellas otras fácilmente vencidas
tación de régimen coactivo alguno. por las legiones imperia les poco antes . Roma era la que había
cambiado ; su estructura económica y social pertenecía ya al
Medievo.
CO NSIDERACIONES EN TOR~O A LA DECADENCIA La libertad que Roma reconociera a la economía estuvo siem­
DE LA CI VI LIZACION CLASICA pre, sin embargo, bastante mediatizada. El comercio de cereales y
demás bienes considera dos de primera necesidad fue invaria ble­
Advertidos de las consecuencias de la interferencia en los pre­ mente objeto de una intervenci ón mayor que otros aspectos de
cios , percat ámonos, con meridiana clar idad , de las causas, de puro la actividad mercan til. Se consideraba inmora l pedir por el trigo,
orden económico, que dieron lugar a un hecho de trascendencia el aceite o el vino - los artículos esenciales de aquellos tiempos­
capital en la historia: el ocaso de la civilización clásica. precios superiores a los que las gentes estimaban normales . Las
Carece de interés entrar aquí él precisar si la organización autoridades municipales interven ían enérgicamente para cortar lo
econó mica del Imperio Romano constituía sistema capitalista o que consi-leraban abusos de los especulado res. Se impedía, cada
no . Lo que sí puede afirmarse, sin lugar a dudas, es qu e, al llegar vez más, por tal vía, el desenvolvimiento de un ef iciente comercio
el imperio a su cenit en el siglo II - bajo los Antoni nos, [os mayorista. Mediante la annona - es decir, la nacionalización o
emperadores «buenos»-, se había instaurado un avanzado régi­ municipalización del co mercio de granos- se pretendió remediar
men de división social del trabajo al amparo de un activo comer. la situación, pero sin éxito, empeorándose aún más las cos~s . Los
cio intcrrcgionaI. Varios centros metropolitanos, un número con. cereales escaseaban en las aglomeraciones urbanas y los agriculto­
siderable de ciudades y muchas aglomeraciones urbanas más pe­ res, por su parte, se quejaban de que el cultivo no era remune­
queñas constituían núcleos de refinada civilización. Los habitantes rador 3 . La creciente interferencia de las autoridades impedía que
de estas poblaciones eran abastecidos de alim en tos y materias se equilibrara la oferta con una siempre creciente demanda.
primas procedentes no ya de las comarcas agrícolas próx imas , El desastre final sobrevino cuando, ante los disturbios socia­
sino también de lejanas provincias. Algunos de estos suministros les de los siglos III y I V, los emper adores lanz áro nse a reba jar y
afluían en concepto de rentas que los ciudadanos ricos rct irabnn env ilecet el valor de la moneda . Tales prácticas inflacionarias,
de sus propiedades rústicas. Pero la porci ón más considerable pro­ unidas a unos congelados precios máximos, definitivamente para­
venia del intercambio de los productos manufacturados por los lizaron la producción y el comercio de los artículos básicos, des­
habitantes de la ciudad y los artículos ofrecidos por la población integrando la organizació n econó mica toda. Cuanto más celo
rural. Registrábase, además, un comercio intensivo entre las dis­ desplegaban las autoridades en hacer respetar las tasas, tanto más
tintas regiones del vasto Imperio . No s610 la industria, sino tam­ desesperada se hacía la situación de las masas urbanas, que de­
bién la agricultura, tendían a creciente especialización. Las diver­ pendían siempr e de la disponibilid ad de productos aliment icios.
sas partes del Imperio no eran ya econ6micamcnte autárquicas; El comercio de granos y de otros ar tículos de prim era necesidad
operaban de modo interdependien te. desapareció por completo . Para no morir de hambre, las gentes
No fueron las invasiones bárbaras la causa y origen de la caída
del I mperio Romano y del ocaso de su civilización, sino el resque­ J Vid. R OSTOVTZEFF, The Social and Economic History 01 the Roman Empire
brajamiento de tal económica interconexión. Los agresores exte­ (Oxford, 1926). pág. 187.
11 11
1110 La A cci6n H umana La intervenci án de los precios

quien relicta ciuítatc rus habitare maluerit ", El sistema de las


huían de las ciudades; retornaban al agro, dedicándose al cultivo
leiturgia - los servicios públicos que hablan de prestar los ciuda­
de cereales, olivos, vides y otros productos, pero sólo para el pro­
danos ricos- no hada más que acelerar el proceso de descornpo­
pio con sumo . Los grandes terratenien tes. de su parte, restringían,
por falta de compradores, las superficies cultivadas, fabricando)
sición del régimen oc
división del trabajo . Las disposiciones re­
lativas a las obligaciones especiales de los navieros, los naoículatii,
en las propias heredades - las uillae-:-, los productos artesanos
no tuvieron más éxito en su pretensió n de detener 13 decadencia
que precisaban . Paso a paso, la agricultura en gran escala. seria­
de la navegación que las leyes cerealistas en su aspiración a apar­
mente amenazada ya por el escaso rendimiento del trabajo servil,
tar los obstáculos que dificultaban abastecer de productos agrícolas
resultaba cada vez menos radonJI, a medida que era sucesiva­
a las aglo ll,Jerad ones urbanas,
mente .más difícil traficar a precios remuneradores. Como los La maravillosa civilización de la antigüedad desapareció por­
propietarios rurales no podían vender en las ciudades, los artlfices
que fue incapaz de amoldar su código moral y su sistema legal a
urbanos perdieron también su clientela. Para cubrir Ias necesida­ las exigencias de la economía de mercado. Cualquier sistema
des requeridas por la explotación agraria hubieron aquéllos de social se halla inexorablemente condenado a perecer cuando los
acudir a emplear, en la propi a ullla, artesanos que trabajaran por actos humanos iuJispemablcs para que funcione normalmente
su cuenta. Al final, el terrateniente abandonó la explotación en son menospreciados por la moral, declarados contrarios al derecho
gran escala y se convirtió en mero perceptor de rentas abonadas por los códigos y perseguidos por jueces y magistrados. El Irn­
por arrendatarios y aparceros. Esto s colonl eran o esclavos libe­ perlo Romano sucumbió porque sus ciudadanos ignoraron el espí­
radas o proletarios urbanos que huían de las ciudades y volvían ritu liberal y repudiaron la iniciativa privada. El intervencionismo
a labrar la tierra. Los latifundios fueron haciéndose cada vez más económico y su corolario polí tico, el Robicrno dictato rial, descom­
autárquicos. La actividad económica de 1:.1 S grandes urbes, el tr á­ pusieron la poderosa organización de aquel Imperio, como tamo
fico mercantil y el desenvolvimiento de las manufacturas ciuda­ bién, en el futuro, lo harán con cualquier otro régimen social.
danas se redujo de modo no table . El progreso de la división del
trabajo, tanto en Italia como en las provincias del I mperio, se
contuvo. La estructura económica de la antigua civilización, que 3. Los SA LARIOS MÍ NIMOS
tan alto nivel alcanzara, ret rocedi ó a un status que hoy denomi­
naríamos feudal. Propugnar un alza con stante de la remuneración laboral
Los emperadores se alarma ron ante un estado de cosas que -bien po r deci sión del poder público o como con secuencia
minaba grave mente su poderío militar y financiero. Pero las me­ de la intimidación Y la fu erza de los sindicatos- constituye
didas adoptadas resultaron ineficaces por CUAnto no alocaban la la esencia del inte rvencion ism o. Elevar los salarios más allá
raíz del mal. Apelar a la coerción y compulsión para invertir la -:lel límite que el mercado se ñalaría rep útase medida maravi­
registrada tendencia hacia la desintegración social era contrapro­ llosa para la economía en gene ral, hallándose , ad emás arnpa­
ducente por cuanto la descom posici ón precisamente traía su ori­ rada por eternas' no rmas morales. Q uien ten ga audacia sufi­
gen del recurso a la fuerza y a la coacción . Ningún romano, sin ciente como par a op on er se a es te dogm a ético·e conómico ver á­
embargo, fue capaz de advertir que b decadencia del Imperio era se, de inmed ia to , gra veme nt e v ilipe nd iado com o im agen viv a
consecuencia de la injerencia estatal en los precios y del envilecí­ de la ma ldad y de la ign orancia . E l tem or y asombro con que
miento de la moneda. Vano resultaba el que los emperadores las tribu s primitivas contemplaban a quien osara violar cual­
dictaran leyes contra quien abandonara la ciudad para refugiarse
4 Corpus [urís Cívilís, 1. un. C.X.3i .
en el campo, o, por decirlo con arreglo al texto legal, contra
1112 La Acción Humana La intervclIcióll de los precios lID

quier norma reputada tabú es idéntico al que embarga a la ma­ titucional se ha convertido ya en un fenóme no social crónico
yoría de nuestros cont emporáneos cuando alguien es lo bastante y permane nte.
ternernario como para romper una línea de piquetes de huelga. Lord Beveridge, más tard e entusiasta defen sor de la inje­
Millones de seres exultan de alegría cuando los esquiroles re­ rencia gubernamenta l y sindical en el mercado laboral, subra ­
ciben merecido castigo de manos de los huelguistas, en tanto yaba, en 19 30 , que la capacidad de «una política de salarios
que policías, fiscales y jueces guardan ante el hecho alt iva alto s» para provocar paro «no la niega ningún investigador de
neutralidad o incluso se ponen de lado de quienes fomentan autoridad reconocida» 5. El desconocer tal concatenación cau­
la violencia. , sal implica poner en du da la existencia misma de leyes que
Los tipos de salario estab lecidos por el mercado tienden regulen la sucesión e interconexión de los fenómenos de mer­
a alcanzar un nivcl tal que facilita empleo a cuantos lo desean cado. Los econo mistas qu e, en sus horas iniciales , simpatizaron
y permiten, a quienes requieren traba jadores, contratar tantos con las asociaciones obreras, pronto , sin embargo, advirtieron
como precisan, con lo que se logr a ese pleno empleo hoy tan que las organizaciones sindicales tan sólo podían alcanzar sus
reclamado por tod os. Cuando ni el poder públi co ni los sindi­ objetivos mient ras exclusivamente de minorías laborantes se
cato s interf ieren el mercado , únicamente puede haber o paro preocup aran . Sólo a privilegiada aristocracia laboral podía
voluntario o paro cataláctico. Pero, tan pronto como median­ beneficiar la actividad sindical, desent endiéndose, desde lue­
te métodos coactivos externos a la mec án ica del mercado -ya go, de las repercusiones que el resto del mu ndo salarial tenía
provengan de actos del gobierno o de la in tromisi ón de los que soport ar 6 . Nadie jarruis ha podido coherentemente afirmar
sindicatos- se pretende que los salarios rebasen aquel lími­ que, mediant e la acción de los sindicatos ob reros , fuera posible
te, surge e! paro institucional. Así como en el mercado no ni mejorar la condición ni elevar el nivel de vida de los asala­
interferido prevalece inexorable tendencia a la ex ti nc ión del riados todos .
paro cataláctico, el paro institucional , pOt el contra rio, no Vale la pena recordar aquí que el propio Marx nunca su­
puede desaparecer en tanto los poderes públi cos o sindicales puso qu e la act uación sindical pudiera incrementar los salarios
impongan sus particulares decisiones. Si el tipo míni mo de en general. «La tendencia normal de la produ cción capitalista
salario afecta tan sólo a una parte de los posibles sectores -dccía- no apunta al alza, sino a la baja, del nivel medio
de ocupación, quedando libres otras ramas del mercado laboral, de los salarios. » Las asociaciones ob rer as, por tanto, lo único
quienes pierden su emp leo, a consecuencia de la elevación de qu e podían hacer , con respecto a los salarios, era procurar
los salarios, invaden las indu strias libres de aquella injerencia «sacar el mejor partido posible de ocasionales oportunidades
incrementando la oferta de mano de obra. Cuando tan sólo a fin de mejorarlos circunstancialmente» ' . Marx, sin embargo,
los ob reros más calificados hallábanse asociados, los aumen tos apoyaba la existencia de tales asociaciones obrer as, por cuanto
salariales conseguidos por los sindicatos no p rovocaban paro permitían arremeter contra «el sistema mismo de la esclavitud
institucional. Rebajaban simplem ente las re tribuciones labora . del salario y los actua les métodos de producción» 8. Los sin­
les de aquellos otros trabajadores todavía no asociados o cuyos dicatos habrían de perca tarse de que «en lugar del lema con­
sindicatos eran menos eficientes. Corolario de la mejor a con.
seguida por los ob reros organizados era la redu cción de remu­ ~ Cfr. W. 11. BEVERIOGE. Full Employment ;11 a fre e S(¡ciety (Londres , 19'14 ),
neracione s que soportaban los demás . Hoy en día, sin embar­ págs. 362·371.
• Cfr. Htrr r , Thc T beorv 01 Coílectioe Berga;',int. págs. 10·21.
go, acentuada la interfer encia del poder público en la fijación , Cfr. M ARX, v alue, Príce and Proiit, ed. Mar x Avelling (Chicego, Charles H.
de la remuneración laboral y reforzada la organizaci ón sindical Kcrr and Company), p~g . 125.
con el apoyo de! estado, las cosas han cambiad o. El paro ins­ • Cfr. A. LOZOVSKY, Afarx tmd tbe Trade Unions (Nueva York, 193.5 ), pág. 17.
1114
La A ccion H umana La interuenciou de los precio! 1115

servador ¡Un buen iornal por IIn buen traba;o! deberían iris­ para increment ar las retribuciones laborales de modo perma ­
cribir en su bandera la consigna revolucionaria ¡A ba;o el sis­ nente y para todos los asalariad os. Alardean de ser los verda­
tema salarial!» ' . Los marxistas lógicos combatieron siempre deros amigos del «obrero» , del «hombre común »; los aut én­
todo intento de imp oner tipos mínimos de salario por cuanto ticos partidarios tanto del «progreso » como de los ete rnos
entendían perjudicab an e! interés de la masa laboral en su principio s de la «justicia».
conjunto. Desde que se inició el moderno movimiento obrero Pero el problema cala más hondo , Consiste en determinar
no ha cesado e! antagonismo entre los sindicatos y los socia­ si no es más cierto que el único e insoslayable método para
listas revolucionarios. Las tradiciOl'ales uniones laborales in­ elevar el nivel de vida de lodos los laborudores consiste, pre­
glesas .y americanas se ded icaban exclusivamente a obtener, cisa e inequívocamen te , en aumentar la productiv idad margi­
mediant e la coacción, salarios más altos. Desconfiaban, sin nal del trabajo mediante el incremento del capital disponible
embargo, del socialismo, tanto del «u tópico» como de! «cien­ a ritmo superior al crecimiento de la población . Los teóricos
tífico». En Aleman ia hubo tremenda rivalidad entre los part í­ del sindica lismo pugnan con denuedo por escamotear tan fun­
darios del marxismo y los líderes sindicalistas. y consiguieron damental cuest ión . Nunca hacen referencia al tema básico, es
éstos, en los decenios an teriores al estallido de la Primera decir, a la relación existente entre el número de obreros v la
Guerra Mundial. imponer sus ideas. Los socialdemócratas, cantidad disponible de bienes de capital. Determinadas medi­
entonces. hicieron suyos los principios del intervencionismo y das sind icales suponen tacita admisión de los teoremas cata­
de! sindicalismo. En Franc ia, Georges Sorcl pretendió imbuir en lácticos relativos a la determ inación de los tipos de salario.
los sindicatos e! '''píritu de ruda comba tividad y belicosidad Los sindicatos, impid iendo la ent rada de mano de obra extran­
revolucionaria que Marx deseaba impri mirles. T odavía hoy, en jera y poniendo todo género de obs táculos al acceso de com­
tod os los países no socialistas, se apreci a. dentro de las asocia­ petidores nacionales a aquellos sectores que controlan, lo que,
ciones obreras, aquel conflicto entre las dos alud idas facciones, en en definitiva , procura n es reducir la oferta laboral allí donde
incapaces siempre de llegar a entenderse. Una de ellas cons i­ les interesa. Por otra part e, muéstran se hostiles a la expor­
dera el sindicalismo como medio idóneo para mejorar la situa­
tación de capitales. ¿Q né sentido tendría todo esto si no fuera
ción de! obrero en el seno del capita lismo; la otra, por el
cierto que la cuota ;Ie capital disponible por individuo deter ­
contrario, no ve en los sindicatos sino organizaciones al ser­
mina el quantum salarial?
vicio del comunismo mili tante. aprobando su existencia sólo
La explotación de la masa labora l constituye la base y Iun­
en tanto y cuanto, convertidas en la vanh'Uardia del ejército
dame nto de la ideología sind icalista. De acuerdo con la versión
proletario, su violencia permita derr ocar el sistema cap italista.
que de la alud ida tesis ofrece el sindicalismo - versión que
Un exceso de verbalismo pseud ohum anitHrio ha hu ndido no coincide del todo con la del credo marxista- en la pro­
en la conf usión y el apasionami ento las cuestiones que suscita ducción de bienes sólo el trabajo cuenta y el valor del trab ajo
el sindicalismo obrero. Qui enes propugnan coact ivos salarios invertido constituye el ún ico costo real. Cuant os beneficios
mínimos - ya impuestos por el poder público o por la violen. proporciona la cosa elaborada. en justicia , deberían íntegra­
cia sindical- aseguran estar combati endo por la mejora y mente llegar a manos del obrero. qu ien sólo así llegaría a cose­
bienestar de las masas labora les. No toleran que nadie ponga char el producto integro de su labor. El daño que el sistema
en duda ese su peculiar dogma según el cual los ripos mínimos capitalist a irroga a la masa laboral rad ica en permitir que terra­
de salario constituye n el método ún ico, idóneo e indispensable, tenientes , capitalistas y empresar ios retengan y hagan suya una
9 Cfr. MAR X, op. cit., págs. 126-1 27.
parte de los aludidos beneficios. La porción que retiran tales
parásitos sociales const ituye la renta no ganada. Es una rem a a
1116 La A cción Human a La intervención de los precios 1117

otros sustraída; un robo, en definitiva . Razón sobrada asiste, aspecto económico de! tema. Cuan tos exteriorizan criterios de
p ues, a los obreros cuando pers iguen paulatina, pero consrante raíz senti mental rehúyen de manera deliberada e! enfrentarse
alza de los salarios hasta lograr que nada reste para el mante­ con e! hecho de que tiene que aparecer paro institucional en
nimiento de explotadores ociosos, carentes de toda u tilidad cuanto los salarios se incrementen por encima del nivel que
social. Las masas laborales, por tal vía, no hacen sino proseguir a los mismos el mercado libre señalaría.
la batalla que pretéritas generaciones iniciaran por la emanci­ Asevera el sindicalismo que daño alguno provoca la con­
pación de esclavos y siervos y la abolición de los impuestos, fiscación, total o parcial, de los beneficios de empresarios y
tri butos, diezmos y prestaciones t ratuitas que pesaba n sobre capiralistas. Empléase el término beneficio por los partidarios
los siervos de la gleba en beneficio de la nobleza detent adora del dogma sindical en el sentido que lo hicieran los economis­
de la tierra. De ahí que la actividad obrera invariablemente tas clásicos. No se establece distinción alguna entre el bene­
resulte favorable a la libertad, la igualdad y a los inalienables ficio empre sarial propiament e dicho, los intereses correspon­
derechos de! hombre. y no cabe dudar de la victoria final; la dientes al capit al aportado y la oportuna compen sación por los
inexorable evolución histórica tiende a barrer los privileg ios servicios labora les por el pro pio empresa rio prestados. Abor­
de clase, para últimamente instaurar e! reino de la libertad y daremos más tarde las consecuencias que der ivan de la con­
la igualdad . De antema no hállase condenada al fracaso la reac­ fiscación de intereses y dividendos ; y veremos también qué
cionaria actit ud empresarial, en su vana prete nsión de detener es lo que la teoría sindical pretende sacar de los dogmas de la
el progreso. «capacidad de pago'> y de la «participación en beneficios» 10.
Tales son los principios de la filosofía social hoy, por Hemos examinado ya el argumento del pode r adqui sitivo que
doqu ier, imperante. Existen, sin embargo, gentes que , aun se aduce para justificar la elevación del salario por encima de
cuando aceptan el ideario expuesto, no quieren llegar a admitir los tipos pote nciales del mercado 11. Resta por analizar el deno­
las conclusiones lógicas preconizadas por los extremistas. Son minado efecto ricardiano.
personas más suaves, más comedidas, que creen que al em­ Ricardo, en efecto, fue quien, por primera vez, explícita­
pre sario también le corresponde algún beneficio, si bien tal mente expus iera la tesis según la cual el alza salarial impul­
lucro no debe sobrepasar los límites de lo «justo ». Pero, como saba a los capitalistas a sustituir mano de obra por maquinaria
quiera que los módulos para fijar, en términos de equ idad, la y viceversa " . Los sind icalistas, por tal vía, concluyen que una
porción correspondiente a empresa rios y capitalistas varían política de elevación de salarios ha de resultar invariablemente
en extremo, la d iferencia de criterio entre radicales y modera­ beneficiosa para todos , al poner en marcha perfeccionamientos
dos, al final, cuenta poco y, además, los segundos en ningún técnicos que acrecientan la prod uctividad del trabajo. Esos más
caso dejan de prohijar e! principio de que los salarios reales altos salarios por sí solos se pagan. Los obreros, forzando, en
deben subir siempre ; en circunstancia alguna pueden bajar. tul sen tido, a los empresarios, constitúyense en la vanguardia
Bien escasos, en este sentido , fueron quienes, en los Estados que impulsa la prosperidad y el progreso.
Unidos, durante el curso de las dos guerras mund iales, se atre­ Muchos economistas, desde luego, comulgan con la tesis
vieron a discut ir la pretensión de los sindicatos según la que , ricardiana; pero luego no son consecuentes consigo mismos y
incluso en medio de una crisis nacional, la retribución neta de
lO Vid . págs. 1159-1183.
los salarios deb ía ser incremen tada a ritmo super ior al costo
de la vida. " Vid . págs. 459·462.
11 Vid. R ICARDO, Principies 01 PoliticaJ Economy and T axatíon, cap. I, secc. V.
Todas estas consideraciones de carácter emotivo dificultan La expresión «efecto rlcnrdieno» la ocuñ6 H ayek . Vid . su ohra Pro/iÚ Interest and
el estudio de la cuestión que en realidad importa, es decir, el ln vestment (Londres. 1939 ), pág . 8.
1119
11 18 La Acción Humana La intert1enciól1 de los precios

rechazan las radicales conclusiones que deberían admitir, una no son más que inst rumentos que mult iplican la productividad
vez por ellos aceptada la premisa . La verdad es que el efect o de! esfuetzo humano. I ncrement an la cuantía de bienes dis­
ricardiano no pasa de ser argum ento que sólo a pr incipian tes pon ibles y per miten, de un lado , ampliar el consumo y, de
en ciencia económica deslumbra. Pe ro, por eso mismo, cons­ otro, disponer de más tiempo libre. Cuáles b ienes serón con­
tituye falacia altamente peligrosa cuyo íntimo error conviene sumidos en cantida d mayor Y hasta qu é pun to preferirán las
poner de mani fiesto . gentes disponer de más ocio depende de los individuales juicios
La confusión comienza con lo de que la maquinar ia «sus ­ valorativos .
titu ye » al obrero. La maq uinaria f> único qu c hace cs dar más Ot ra cosa; no cabe disponer de m ás y mejores herramien tas

eficiencia y productividad a] facto r trabajo . Con una misma si previamente no se ha acumu lado el corre spondiente capital.

inversión de mano de obra se ob tienen bienes cn mayor can­ Ahorrar, en otras palab ras, provocar un exccdcnte de produc­

tida d O de mejor calidad . La util ización de máquinas y herra­ ción sobre consumo, const ituye condición sine qua 11011 de

mient as no or igina, por sí sola, reducción del n úmero de obre­ todo perfeccion amiento ' tecnológico, D" liada sirve el mera­

ros dedicados a la fabricación del artículo A . Este efecto se­ men te dominar las oportunas técnicas, si no se dispone del

cundario se origina por cuanto -en igualdad dc condic iones­ capital necesario . Los chinos cono cen perfectamentc los m é­

una mayor oferta de A disminuye la u tilidad marginal de las todos americanos de producción ; no es, desde luego , el ba jo

corres pondiente s unidades cn compa ración con la dc otros al" nivel d e los salarios ch inos lo que les impide adoptarlos; de
tículos; de ahí que , desde un punto de vista social, convenga , su insu ficiente capitalización brota el mal.
entonces, detraer muna dc ob ra de la producción de A para El ahorro capitalista necesar iamen te conduce a la mejor a
dedicarla u la elaboración de otros bienes. E l perfeccionamien­ e incre mento de los equ ipos indu striales; el ahorro simple
to tecnológico registra do en la fab ricación de A hace posible - es d ecir, el almacenamiento de bien"s de consumo como re­
qu e, en adelante, qu epa plasmar proyectos que untes no podían serva para los dí as lIuviosos- ba jo una economía de mercado
llevarse a la prácti ca por cuanto lu mano de obra requerida tiene, en cambio, muy escasa trascend"ncia, Dentr o del siste­
hall ábase precisamen te dedicada a produ cir el artículo A de­ ma capitalistu, el aho rro, por Jo general, es siempre ahor ro
mandado, a la sazón, más urgentemente por los consumidores . capitalista . El excedente de la producción sob re el consumo
La red ucción del número de obre ros en la indu st ria A deriva se inví ette , o d irectamente en el propi o negocio del sujeto qu e
de la crecien te demanda que, gracias al nuevo capital, des atan ahorra , o indirectam ente en empresas de terceros mediante
aquellos otros sectores como consecue ncia de la opo rt unidad cuenta s bancarias de depósito , suscripción de acciones, bonos
que se les presenta de expansionarse . Lo expuesto pone, inci­ y obligac iones o hipot ecas 13, En el grado en qu e las gentes
dentalmente, de relieve la inconsistencia de todas esas iníun­ mantienen el consumo por debajo de sus ingresos, va creándose
diosas vaguedades que en torno al " pam tecnológico» suelcn adid o11al capita l que, tan pro nto C0 ll1 0 es acumulado, se des­
escucharse. tina a incrementar los bien es que integran e! mecanismo de
Las máquinas y las herra mient as no constituyen, inicial­ producción. Como más arriba q ued ó consignado, aque l resul­
mente, disposit ivos para economizar mano de obra, sino me­ tado 110 puede ser desvirtuado por sincrónico afá n de mayor
dios que aumentan la produ cción por uni dad de gasto. El uti­ liquid ez 14. La acumulación de adicional capital constituye, por
llaje indu strial tan s ólo economiza mano de obra contemplado o Dsado que nuestro estudio se contrae a las condiciones de una economía de
en fu nción de parti cular rama produ ctiva. Cuando, en cambio , mercado, cabe prescindir de los efectos consuntivo$. que sobre el capital provocan
su funci ón se examina desde e! punto de vista de! consumidor Jos emp réstitos públicos. .
y en relaci ón con e! interés de la colectividad, las máquina s " V id . págs . 769·770,
1120 La intervención de los precios 1121
La Acción Humana

un lado, condición sine qua non, si se quiere disponer de más los gobiernos de corregir las indeseadas consecuencias de su
y mejores herramien tas; por otro, no existe para el capital adi­ injerencia mediante acud ir a la hoy denominada política de
cional otro desti no que la adq uisición de más y mejores herra­ pleno emp leo e implantan el subs idio contra el paro, el arbi­
mien tas. traje como medio de resolver los conflictos laborales, la reali­
La teoría de Ricardo y la doctrina sindicalista que de ella zación de obr as públicas, la expansión crediticia y la infla­
deriva alteran por completo el planteamiento. La tendencia ción, en fin. Los aludidos remedios son peores que el propio
a elevar los salarios no es la causa, sino el efecto del perfec­ mal que pretenden curar.
cionamiento técnico. La activi d~ mercantil basada en el lucro La ayuda a los sin trab ajó no pone fin al paro; facilitales
se ve compelida a ut ilizar los más eficientes mét odos de pro­ medios para permanecer ociosos. Cuanto más se aprox ima el
ducción . Tan sólo la insuficiencia de capita l po ne freno al subsidio al nivel que para la remuneración laboral hubi era se­
empresario en su const ante afán por mejorar el equipo indu s­ ñalado el mercado , en mayor grado se aminora el incentivo de
trial manejado. Si se carece del capital ind ispensable es inútil hallar nueva colocación. Más que un método para su primir el
recurrir a aumen to salarial alguno para ob tenerlo . paro, es simple medio de pro longarlo. Las desas trosas reper­
Los tipos mínimos de salario únicamente influ yen en el cusiones económicas que tales subvencio nes provoca n son hart o
empleo de maquinaria desviando la inversión ad icional de uno conocidas.
a otro sector. Supong amos que en un país económicamen te El arbitra je no constituye adecuado sistema para resolver
atrasado, Ruritania, el sindicara de estibadores fuerza a los las discrepancias en orden a determinar la cuantía de los sala­
patronos a abonar salario s más elevados en comparación con rios. Si la decisión arbi tral coincide exactamente con el tipo
los que satisfacen las restantes indus trias del país. En tal su­ potencial que señala el mercado o indica un salario inferior,
puesto puede acon tecer que el más provechoso empleo de ca. superflua resulta. Si, en cambio, los fija por encima del tip o
pital adicional consista en instalar artefac tos mecánicos para potencial de mercado, registrase idént ico result ado al que deri­
la carga y descarga de buques. El capita l emp leado rcsultaría, va de cualquier otro método qu e al mismo result ado conduzca:
sin embargo , así, sustra ído de otros secto res industriales que se provoca paro institucional. Es irrelevante la motivación a
sin la imposición sind ical lo hubicran util izado de un modo que recurra el árbit ro para justificar su fallo. Lo que impor ta
más beneficioso. El aumento de salarios concedido a los esti­ no es si los salarios son «jus tos » o «injustos» con arreglo a
badores no provoca incremento alguno en la to tal producción módu los arbit rarios , sino si dan lugar a un exceso de ofert a de
ruritana, sino , por el contrario, una disminución 15. mano de obra sobre la demanda. Es posible que existan gen tes
I nvariadas las demás circunstancias concurrentes, tan sólo que consideren acertado fijar los salarios a tal nivel que se con­
si se incrementa el capital aumen tan los salarios. Cuando el dene a la mayor part e de la masa obrera potencial a paro inaca­
poder público o los sindicatos imponen salarios super iores a bable. Ahor a bien , nad ie osará afir mar que ello sea convenient e
y benefi cioso para la sociedad.
los que hub iera fijado un mercado laboral no interferido, la
Si se financian los presup uestos del estado mediante la im­
oferta de mano de obra excede la dcma nda y surge el paro insti­
tucional. posición fiscal o emitiendo deuda, la capacidad de gastar e in­
vertir de los ciudada nos se reduce en igual propo rción que la
Bajo el hechizo avasallado r de la filosofía dirigis ta, tratan
del erario público se acrecienta. J amás, por tal vía, créanse
11 El ejemplo es meramente hipotético . Tan poderoso sindicato, probablemente pue stos de trabajo adicionales.
lo que hubiera hecho es velar el empleo de dispositivos mecánicos en la carga y Cuando, en cambio, el estado nutre su presupuesto acudien­
descarga de buques , con el pretexto de «crear muyor número de empleos». do a manipulaciones inflacionistas - aumento de la circulación
71
1122 La Acci án H umana La intervención d e los precios 1123

fiduciaria o mayor expansión crediticia- lo único que hace es LA CATALAcrICA


provocar un alza general de los precios. Si dur ant e el proceso ANTE LA ACTIV IDAD SINDICAL
inflacionario e! incremento de los salarios resulta rebasado por
la subida de los precios, cabe que el paro insti tucional se ate­ El único problema catal áctico que la existencia de asociaciones
núe e incluso que desaparezca. Pero ello es sólo por cuanto obreras plant ea no es otro sino el de decidir si, mediant e la
la cosa equivale a una reducción de los salarios reales. Lord coacción y la fuerza , cabe elevar los salarios, de cuantos aspiran
Keynes aseguraba que la expansión crediticia podia acabar con a obtenerlos, más allá del límite que un mercado inadu lter ado
e! paro; pensaba q ue la «rebajr- gradual y automática de los señalarla.
salarios reales como consecuencia de! alza de los precios» no
Los sindicatos, prácticamente por doquier, h állense facultados
hallaría una resistencia tan vigorosa en la masa laboral como
para impunemente apelar a la violencia. El poder público les ha
cualquier otra tentativa de reducir nominalmente los salarios " .
tr ansferid o su más típico atributo, a saber, el recurrir, en exclu ­
El que tan sofisticado plan tenga efecto positivo exige man­
siva, a la fuerza y la coacción. Las leyes penales, que configuran
tener a los asalariados en un estado de ignorancia y estupidez
altamente improbable. En tanto consideren que los salarios como delito el apelar a la violencia, salvo en caso de legitima de­
mínimos les benefician no consentir.in se les defraude median. fensa, mantienen, desde luego, plena vigencia; no han sido ni
te tan simples maquinaciones. modificadas ni derogadas. Sin embargo, en nuestra época es to­
Todos esos arbitrismos de la supuesta política de pleno lerada, dentro de límites muy amplios, la utilización de procedi­
empleo no condu cen, al final, sino a instaurar un socialismo de mientos de fuerza y coacción si son las asociaciones obreras quie­
tipo germano. Como quiera que los miembros de un tribuna l nes a ellos apelan. Los sindicatos gozan de libertad, en la práctica,
arbitral paritario, con representantes patronales y obreros, para, mediante el uso de la fuerza, impedir que sus órdenes, fijan­
nunca llegan a ponerse de acuerdo en cuanto a la remuneración do la cuant ía de los salarios o estableciendo las demás condiciones
que deba reputarse justa, la decisión virtualmente incumbe a en materia laboral que reputan de interés, sean desacatadas. Con
los vocales designados por el gobierno. Queda así el poder impunidad plena infligen daños cor porales a lo. esquiroles y a los
público investido de facultades para fijar los salarios. empresarios o a sus representantes si así lo estiman oportuno .
Cuanto más proliferen las obras públicas, cuanto mayor Pu eden atentar contra los bienes de los aludidos patronos e
número ponga en marcha e! estado, al objeto de llenar e! vacío incluso causar perjuicio a los clientes que acudan a sus estable­
que provoca la «incapacidad de la empresa privada para el cimientos. Las autoridades, con el benep lácito de la opinión pú­
logro del empleo total », e! ámbito de la actividad individua l blica , justifica n tales actos. La policia no detiene a los culpables,
va progresivamente reduciéndose, con lo que el dilema cupi­ ni el ministerio público formula denuncia alguna, de suerte que
talisrno o socialismo vuelve a surgir. Es, por tanto, impen­
jueces y magistrados no tienen posibilidad siquiera de aplicarles
sable una política permanente de tipos mínimos de salario.
las sanciones legalment e previstas. En casos excepcionales, cuando
la violencia rebasa ya todos los límites, se intenta ponerles coto
l. Vid. K EYNES, T be General Theory o/ Employment, l ruerest and Maney (Lon­ adoptando algunas tímidas medidas de escasa eficacia, medidas,
dres, 1936), pág . 264 . Para un examen crítico de esta idea, ve r ALBERT H ,.,UN, «Defi­ por lo demás, que generalmente fracasan. Este fracaso es debido,
cit Spending and Privare Ent erprise... Postwar Readiustment s Bulle/in, núm. 8, U. S.
Chamber of Commcrcc, págs. 28·29; HF.NRY HAZLlTT, T be Failure o/ tbe «New unas veces, a la desidia burocrática y, otras, a la insuficiencia de
Economics» {Princeton , 19.'59), págs. 26 3·295 . Sobre el éxito de la estratagema los medios de qu e dispone la auto ridad; en la mayoría de los
keynesiana en los años .30, vid . págs. 1142. 1144 . casos, sin embargo, 10 que se constata es total ausencia del nece­
1124 La Acción Hu mana La intervención de los precios 1125

sario brío y deci sión en tod os los órganos administrativos por ocurre cuando se negocia individualmente, el hacerlo colectiva­
alcanzar el éxito 11. mente, daría virtual oportunidad a quienquiera que todavía no
E n los países no socialistas, ta l es lo qu e desde hace mucho hu bie ra encontrado la deseada colocación.
sucede. Los economistas, al poner de manifiesto dicha realidad, Pero, 10 que, de manera eufemística, denominan los dirigentes
ni culpan ni acusan. Limftnnse, por un lado, a exponer romo las sindicales negociación colectiva y legislación «pro laboral», tiene
asociaciones obreras se hallan investidas de poder suficientes para en realidad, carácter bien distinto . Es un diálogo entre una parte,
establecer tipos mínimos de salarios y, por otro, a precisar el real pertrechada de medio s coactivos y decidida a emplearlos , y o tra
significado que la frase «contraTación colectiva» encierra. inerme e intimidada. No es una transacción de mercado; es un
Contratación colectivn, para los teóricos del sindicalismo , no dictado impuesto al pa tro no . Y sus efecto s no d ifieren de los
significa sino sustituir por una negociación sindical la que cada qu e provoca n las alzas salariales decretada s por el estado con el
obrero llevaría a cabo individ ualmente. Bajo una economí a de respaldo de las fuerzas policiacas y los tribunales. Ambas, inva­
mercado de sar rollada, la contratación de aqu ellos productos usua l­ riablemente, engendran pa ro .
mente , en importantes cantidades , comprados o vendidos, nunca Tanto la opini ón pública como numerosos estudios pseudo eco­
se efectúa como cuando de bienes no fun gibles se tra ta. El com­ nómicos, abordan estas cuestiones, en una atmósfera de falacias.
prador o vendedor de bienes o servicios fu ngibles fija un precio E! problema básico nada tiene que ver con el derecho de asocia­
arbitrario que luego modifica, de acuerdo con la reacción que su cián, De ]0 que se trata es de decidir si conviene o no conferir a
oferta provoca, hasta alcanzar aquel nivel que le permite comprar un cierto grupo el privilegio de impunemente recurrir a la acción
o vender cuant o desea. No cabe utilizar otro método. Los grandes violenta. Es tamos ante el problema del Ku Klux Klan .
almacenes no pueden regatear con sus clientes. Fijan el precio de No menos incorrecto es enfocar el asunto desde el ñngulo
un artículo y esperan. Quien necesita quinientos soldadores esta ­ del derecho de h ll el~ a. La cuestión nada tien e qu e ver co n el de­
blece el tipo de salario que , en su opinión, ha de permitirle con­ recho a holgar , sino con la facultad de obli gar a otros - median te
tratar quinientos hombres. Si se presenta un número menor, no la intimidación y la violencia-e- a dejar de laborar, impidiendo
tendrá otro remedio que ofrecer nuis. El patro no ha de elevar el
que nadie pueda trabajar cn una empresa a cuyos obreros el sin­
salario hasta alcanzar aquel Ifmite que impida a sus competidores
dicat o ordenó que cesaran en su actividad. Cuando, para justificar
quitarle el personal mediante remuneración superior. Los salarios
su actuación intimidatoria y violenta, los sindicatos invocan el
mínimos coact ivarne nte fijados resultan estériles por la precisa
derecho a la huelga, no quedan mejor emp lazados qu e lo esta ría
razón de qu e ahu yentan a aquellos potenciales empleadores que
un grupo religioso que pr et endiera ampararse en la libertad de
harían qu e qued ara tota lmente ab sorbida la oferta laboral. cultos par a perseguir a los disidentes.
Si las asociaciones obreras actuaran en realidad como agencias
Cuando, en época s pa sadas, las leyes den egaban , en algunos
de contratación, la negociación colectiva 00 elevaría Jos tipos de
países, el derecho a asociarse, tal criterio derivaba del temor a
salario por encima del nivel del mercado lib re. En ranto exist an que, mediante la sindicación, tan sólo se aspiraba a implantar un
obreros sin colocar, el empresario no debe ofrecer mayor salario. régimen de intimidación y violencia en la esfera laboral. Sí, en
Una auténtica negociación colectiva no diferirla cataláct icamente, otros tiempos , las autorid ades utilizaron la fuerza pública para
entonces, de la con tr atación individua l. De igu al manera que proteger a los patronos, a sus representantes y a la pr opiedad en
general ante las acome tidas de los hue lguist as, ello no quiere
17 Vid. SVLVE STER PETR a , The Labour Policy 01 tbe Free Society (Nueva York,

1957); ROSCOE POUND, Lega! Ln-nunit ícs o/ Labor Unions, (Washington, D . e , decir que reali zaran acto alguno hostil a la masa obrera. Cumplían
American En terp rise Assoclatlon . 1957 ). tan sólo con lo que todo gob ierno ha de reput ar deber fundamen­

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-1
1126 La A cción Humana

tal ; estaban salvaguardando el exclusivo derecho esratal al uso CAPITULO X XXI

de la coerci6 n y comp ulsi6n .


No tiene la ciencia económica por qué entrar en la distin ­
ci6n entre huelgas «legales» e «ilegales» , ni tampoco adentrarse
en aquellas legislaciones, como la del N cui Deal ame ricano, cons­ El intervencionismo monetario
ciente mente orientadas contra el ernpr esnriado, que han situado a
los sindicatos en una posici6n de privile gio. Tan s610 hay que y crediticio
destacar un aspecto. Lo mismol si el poder público decreta, como
si los sindicatos impone n, mediante la violencia y la intimidación,
salarios que sob repasen el nivel po tencial del mercado, de modo
inexorable se provoca paro institucional. 1. EL E S T ADO Y EL DIN ERO

Tan to el dinero como los medios de intercambio en general


surgen ante nosotros como puro s fenómenos de mercado. Es el
actuar de las gentes en la esfera mercantil, lo que confiere a un
cierto objeto condición dineraria o de medio de intercambio.
No obstante lo anterior, tienen las autoridades que ocuparse del
dinero por lo mismo que han de pronunciarse, en el caso de
cualquier convenio, cuando a ellas acude una de las partes pi­
diendo que se compela a la otra al estricto cumplimiento de lo
pactado. Raro es que la intervención judicial sea solicitada
cuando los interesados llevan a cabo sus respectivas prestacio­
nes de modo simult áneo. Por el contrario, cuando las obliga.
ciones de una o ambas partes han sido objeto de aplazamiento,
los tribunales muchas veces han de pronunciarse en torno a
cómo deba ser interpreta do y cumplido el pacto originario. Es
por eso que, tratándose de prestaciones monetar ias, los órganos
del estado se ven constreñi dos a ocuparse del dinero para, con
fund ament o, poder dictaminar acerca de la trascendencia y efec­
tos de los correspondientes términos contractuales.
Compete, en tales supuestos , al legislador y al poder judicial
precisar el significado de las diferentes expresiones dineraria s
y declarar cómo deba rectamente cumplirse lo, en cada caso,
concer tado . Obligado resulta para el gobierno establecer cuáles
signos moneta rios gozan de poder liberatorio. Tal función, sin
embargo, en modo alguno supone que la ley o los órganos [udi­
ciales sean los creadores del dinero. Porque un cierto bien s610
deviene dinero cuando las gentes efectivamente utilíaanlo como
1128
La Acción Humana El inter vencionismo monetario y crediticio 1129

medio de pago en sus transacciones mercantiles. El poder púo a la par la moneda «mala» y la «buena» . Tales estadistas no
blico, bajo una inadulterada economía de mercado, al reconocer consideraban la acuñación moneraria como subrepticia fuente
curso legal a determinado medio de intercambio, no hace sino de ingreso fiscal, sino como servicio público destinado a ase­
de modo oficial sancionar lo que las gen tes, con sus usos y gurar la buena marcha del mercado. Pero, aun esas mismas
costumbres, ya ant eriormente establecieran . Los órganos del autori dade s, por diletantismo, por falta de preparación técnica,
estado interp retan el significado de las expre siones monetarias sin ellas mismas pro ponérselo, adoptaron medidas que equiva­
del mismo modo que fijan e! sent ido de los términos empleados lían a interferir la estructura de los precios. Creyeron, por
por las partes en sus demás conderros contra ctua les. ejemplo, al encon trarse con que el mercado empleaba como
La acuñación de moneda fue de an tiguo prerrogativa reser­ signo mone tario tanto el oro como la plata, que debían esta ­
vada al gobernante. La función del estado en tal materia, orígi­ blecer un tipo fijo de intercambio ent re ambo s metales. Tal
nariarnen te, limitábase, sin embargo, a certificar e! peso y la ley bimetalismo constituyó completo fracaso. No se logró implan­
de las diversas piezas monetarias. Tales circunstancias eran las tar un verdadero sistema bime tálico, opcrándose, por el con­
únicas que el sello oficial pretendía garantizar. Cuando más trario, en la práctica, a base de un patrón alternante . Aquel
tarde príncipes y políticos lanzáronse a envilecer la moneda metal que la tasación oficial sobreva loraba, con respecto al
circulante, rebajando su lcy mediante sustituir parte de! metal cambiante precio de mercado del oro o de la plata, era el único
noble por otros de menor valor, actuaban siempre furti vamente, que las gentes manejaban , desapareciendo el otro de la circu­
a escondidas, conscientes de que realizaban una operación lación interna. Los gobernantes acabaron por aband onar sus
fraudulent a en perj uicio de sus administrados. Porque, claro, vanos proyectos birn et álicos , implanta ndo oficialmente el mo­
en cuanto los gobernados se percatab an de las aludidas mani­ nometalismo . Las disposiciones que , en relación con la plata ,
pulaciones, menospreciaban las nuevas piezas con respecto a en diversas épocas, ha adoptado el gobierno americano no pue­
las ant iguas, siendo éstas valoradas en más por el mercado que den ser estimadas , sin embargo, como autén ticas medidas de
aquéllas. La administración pública apelaba entonces a la con. política monetaria. Lo único que con ellas se prete ndía era
minación y la violencia. Se declaraba delictivo discriminar en. elevar el precio de la plata en heneficio de los propietarios de
tre la moneda «mala» y la «buena » con motivo de pagos y las minas, de sus trabajadores y de los estados en que aquellas
tran sacciones, decrctándose precios máximos para las adqui si­ explotaciones hallábanse ubicadas. No era, en definitiva , sino
ciones efectuadas con la «mala». Los efectos así p rovocados un mal disimulado subsid io. Su trascendencia monetaria limi­
no eran , sin embargo, nunca , los que el gobierno deseaba. Las tábase al hecho de que implicaba la creación de adicionales
dispo siciones oficiales no impedían que las gentes acomodara n bille tes. Llevaban éstos la inscripc ión silver certijicate, pero,
los precios cifrados en la moneda envilecida a la pre valen te rela­ por lo demás, en nada diferían , a efectos prácticos, de los erni­
ción monetaria. Y es más; de inmedi ato , la lcy de Gresham tidos por la Federal Reserve .
comenzaba a opera r.
Pese a que las autoridades siempre han sido aficionadas al
Pero las relaciones del gobernante con la valuta, a Jo largo arbi trismo monetario, no ha n faltado gobiernos capaces de
de la historia, no han consistido sólo en prácticas degrada ntes de implantar , en este sentido, fecundas medida s, dotando así al
la moneda y en fracasados intentos por evitar las inexorables mercado de un eficaz sistema dinerario. El liberalismo del
consecuencias catalácticas de tal proceder. Hubo también adrni­ laissez [aire no pretendió sustraer a la administración pública
nistradores públicos que no quisieron ver en su prerrogativa su facultad de acuñación . Tal prerrogativa , sin embargo, varió
de acuñar moneda un medio de estafar a aquellos súbd itos de signo cuando fue ejercida por políticos libera les. De jaron
que en ellos confiaban y que, por tanto, ignorantes, admitían éstos , en efecto , de considerar dicho monopolio esta tal como
1131
1130 La Acción Hu mana El jntervencionismo monetario y crediticio

cuando, hacia los años sesenta del siglo pasado, pretendió irn­
instrumento de intervención económica. Ya no se utilizó ni
plantar el patrón oro. No podía, en efecto, el gobierno adoptar
como fuente de ingresos fiscales ni tampoco para favorecer a
unos en perjuicio de otros. La política monetaria tendía tan el procedimiento seguido en aquellas naciones dond e el mero
cado empleaba el oro como medio de intercambio y donde las
sólo a facilitar y simplificar la utilización de aquel medio de
autoridades se limitaron a dar sanción pública a una situación
intercambio que la conducta de las gentes elevara a categoría
de hecho. Era preciso canjear las circulantes piezas de plata
dineraria. Todos convenían en la trascendencia de rnan tener la
por nuevas monedas de oro. Ello exigía tiempo , independiente­
valuta sana y estable. A tal fin , la moneda legal, es decir,
mente de los problemas financieros que suscitaban unas masi­
aquella a la que reglamentaria mcnt d se reconocía pleno poder
vas compras de oro acompañadas de unas no menos impor­
liberatorio, había de confeccionarse partiendo de barras de
tantes ventas de plata . Con similares dificultad es hubieron de
metal noble convenientemente contras tadas; las piezas eran de
enfrentarse aquellos pueblos donde circulaban billetes o papel
peso prefijado e invariable y acuñadas de suerte que fuera fácil
advertir la reducción de su volumen o cualquier otra Iraudu­ moneda.
Interesaba aludir a las anteriores realidades, toda vez que
lencia. El sello estatal no asumía otra función que garantizar
se advierte así cuán distinta s eran las circunstancias en la época
el peso y la ley del signo monetario. Las piezas desgastadas
liberal de las que hoy, en la edad del intervencionismo, preva­
eran retiradas de la circulación. Qui en recibía moneda de curso
legal en buen uso no tenía necesidad de recurri r a la balanza o lecen.
al crisol para conocer su contenido metálico. Por lo demás,
cualquiera podía acudir a las cecas con metal en barra y con­
seguir su transformación en moneda legal, sin gasto alguno o 2. C ONDI CI ÓN INTE RVENC IONISTA DEL "Cu RSO FORZOSO »

cargándosele el simple costo de la operación. Fue así cómo una


La manifestación más antigua y simple del intervencionis­
serie de valutas nacionales devinieron auténticas monedas de
mo monetario consiste en disminuir el valor de las piezas dine­
oro. Quedaron con ello estabilizadas entre sí las de todos
aquellos países que habían prohijado idénticos principios. El rarias mediante rebajar su contenido de metal noble o reducir
el peso y tamaño de las mismas, con miras a favorecer la
patrón oro de ámbito internacional quedó implantad o sin neceo
posición de los deudores. Las autoridades decretan el curso
sidad de tratados ni de instituci ones de carácter mundial.
forzoso de las nuevas moned as. Todos los pagos aplazados pue­
Hubo países en los que el patró n oro se impuso por la
propi a operación de la ley de Gresharn. Así, en la Gran Breta­ den ser saldados empleando esa envilecida valuta con arreglo
ña , las autoridades no hicieron sino dar sanción oficial a lo al valor nominal de la misma. Se beneficia de momento a los
que ya la aludida ley había provocado en otras naciones, Jos deudores, con daño para los acreedores. Las condiciones de los
préstamos, sin embargo, resultarán más gravosas para aquéllos
gobernantes oficialmente abandonaron el bimetalismo cuando
en el futuro . El interés bruto de mercado tiende a subir por
precisamente el tipo de .intercambio en el mercado del oro y la
cuanto los prestami stas quieren protegerse contra el riesgo de
plata iba a provocar la desaparición del metal argentí fero de
que vuelvan a ser decretada s medidas antiacreedoras. Se ha
la circulación. La adopción del patrón oro, en todos estos casos,
mejorado la condición de los deudores present es sólo para
no supuso más medida estatal que la de formalmente promulgar
la correspondiente disposición. perjudicar a los de mañana.
Lo contrario de la reducción de las deudas, es decir, su
No fueron tan sencillas las cosas en aquellos países donde
agravación mediante manejos monetarios, también u veces se
regía -de jure o de [acto-s- un patrón plata o papel. Así,
ha practicado, aunque, desde luego, con frecuencia mucho me­
Alemania, donde circulaba la plata , tropezó con dificultades
1132
La Acción H umana El int ervencionismo mon etario y crediticio 1133

nor. Es más, en tales sup uestos no se pre tendía deliberada­ tador a. Las au tor idades, sin embargo, en los dos supuestos
mente favorecer a los acreedores ; este indeseado efecto aparecía contemplados, según decíamos, no pretendie ron deliberada­
como consecuencia de medidas que, por otras razones, se creía mente agravar las cargas de los deudores; tal consecuencia era
ineludible adoptar. Los gobernantes sopo rtaban esa no querida indeseado resu ltado de un a política que buscaba otros obje­
consecuencia bien porque consideraban que no podían evitarla, tivos.
bien por es timar que las pa rtes ya la habrían tomado en consi­ Los goberna nte s, cuando provocan una reducción de las
deració n y alterado Oportuname nte las condiciones de sus con­ deu das, invariablemente pro claman que nu nca más se repetirá.
veníos. Los ejem plos más conspictJos de este tipo de interven­ Destacan qu e son las excepcionales circunstancias concur rentes ,
cionismo nos 10 brinda la G ran Bre taña al finalizar las guerras que en el f uturo imposible es que se reproduzcan, las que les
napoleónicas y, otra vez, después de la Primera Guerra Mun­ han obligado a adop ta r medidas de emergencia, recusab les en
dial. En ambos casos, los goberna ntes ingleses, conclui das las cualquier otra situació n. ¡Una y no más!, dicen. Es compren­
hosti lidades , mediante una política deflacionari a, pretendieron sible que así hayan de hablar, pues , conculc ados los der echos
volver a la paridad que la libra esterlina tenía con respecto al del acreedor , el préstamo dinerario pronto se desvanece. Todo
oro antes del conflicto. No se quiso retornar al patrón oro y aplazamiento de pago presupone por parte de qu ien lo otorga
abandonar el patrón papel de los años de la guerr a sobre la confia nza en que oportunamente recuperará el pri ncipal, con
base de resp etar el nuevo cambio que el mercad o había ya sus intereses.
implant ado entre el oro y la lib ra ester lina posbé lica. Se rechazó La deroga ción de deudas no puede por eso constituir siste­
orgullosa mente tal posibilidad por parecer que equivalía a una ma económico perm anente. Carece de efecto positivo . Es más
especie de declaración de quiebra de la nación, a una repudiación bien una bomba que dest ruye, sin producir beneficio algu no.
parcial de la deuda pública, a una maliciosa reducción de todos Cabe , cuando sólo una vez se ha recurrido a ella, reconstruir
los créd itos nacidos antes de la suspensión de la convertibilidad a postcriori el malparado orden crediticio. Pero si se insiste ,
de la libra . Las auto ridades inglesas fueron víctimas del error el sistema económ ico, en su conjunto, se viene aba jo.
de suponer que los daños de la inflación podían compensarse La inflación , sin embargo , no sólo a los pagos ap lazados
mediante la deflación . Era inconcuso que el retorno a la pari­ afecta. Ya ant er iormen te observamos cómo los camb ios de
dad de anteguerr a no podía indemnizar a los acreedores que origen moneta rio del poder adquisitivo del dinero jamás pueden
habían cobrado ya sus crédi tos en moneda depreciada. En carn­ influir sobr e los precios al mismo tiempo y en idéntica pro ­
bio, favorecía a quienes habían concertado sus pré stamos en porción. Vi mos, entonces, las consecuencias que tal circuns­
esta últ ima valut a, con daño para aquellos que debían ahora tancia origina ' . Aunqu e ahora no volvamos sobre el tema , limi­
devolv er dinero revalorizado . Los gobern antes ingleses no tando nuestro análisis a cómo la inflación y la deflación afectan
prev inieron las consecuencias de su política deflacionaria . Igno­ las relaciones entre deud ore s y acreedo res, forzoso es destacar
raron los efectos tan perniciosos que , aun desde su propio que los fines perseguidos por las autoridade s, al provocar tanto
punto de vista , iban a producirse. Pero la verda d es que, aun la una como la otra , no se alcanzan sino de un modo notoria­
de haberlos pronos ticado , no hubieran sabido cómo evitarlos. mente imperfecto, desencadenándose, ade más, situaciones que
Víéronse, desde luego, favorecid os los acreedo res, y en especial repugnan incluso a quie nes en el poder se hallan . Como sucede
los tenedores de deuda pública, a cost a de los con tribuyentes. siempre con toda med ida intervencion ista, los resultados que
En los años veinte del siglo pasado, la política monetaria del go­ la acción esta tal provoca no sólo son contra rios a los que el
bierno británico perjud icó gravemente a la agricult ura de las
islas y, cien años después, no menos dañó a la industria expor- I Vid. págs. 617·619.
1134 La Acci6n H umana El intervencioni smo monetario y cred iticio IU5

gobierno quería conseguir, sino que engendran un estado de al olvido. No fue sino d écadas después de la muerte de! econo­
cosas que, aun desde el punto de vista de las autoridades, es mista cuando un país tras otro fueron acogiendo su fórmula,
peor 'que el que, en ausencia de toda inte rvención, hubiera a través del patrón cambio-oro (gold excbange standard) cuya
prevalecido. implantación se justificaba sobre la base del despilfarro que su­
Si de verdad lo que el poder pretende es favorecer a los ponía el patrón oro (gold standard) , hoy en d ía tildado de «clá­
deudores a costa de sus acreedores, con la inflación lo consigue sico» u «ortodoxo» .
sólo por lo que atañe a los créditos ya concertados. La inflación Bajo este últi mo patrón , una parte de las tesorerías de las
no abarata el crédito, antes al cOli trario lo hace más oneroso, gentes queda materializada en monedas de oro. Con el patrón
provocando el alza del interés bruto de mercado al necesitar cambio-oro, por el contrario, sólo sustitutos monetarios com­
el acreedor específica compensación por el riesgo que supone ponen los haberes líquidos del público. Tales susti tutos mone­
un posible envilecimiento ulterior del dinero. Y si la actividad tarios pueden canjearse a la par por oro o por divisas. El meca­
inflacionista se prosigue, llega un momento en que el crédito nismo monetar io y bancario del país se orienta, sin embargo ,
desaparece, pues nadie esní ya dispuesto a aplazar los cobros. de forma que hace muy difícil a las gentes retirar oro del banco
emisor y constitu ir sus propias reservas líquidas. Pero sólo la
redención de los sustitutos monetarios, a la vista y a la par,
3. EL ACT UA L IN TEIl VENC I 0N IS MO MONETARIO puede asegurar la estabilidad del cambio extranjero.
Al tratar de los problemas que el patrón de cambio oro
Un sistema monetario con respaldo metálico escapa a las podía suscitar, los economistas - entre los que me incluyo-­
intervenciones estatales. Los poderes públicos pueden, desde incapaces fu imos de advertir que d sistema suponía facultar
luego, otorgar curso forzoso a la valura que prefieran. Pero a los gobernantes para manipular a su agrado e! signo mone­
entonces la operación de la ley de G resham suele frustrar los tario . Suponíamos, con excesiva ligereza, desde luego, que nin­
designios del gobernant e. Los pat rones metálicos constituyen gún estado civilizado Se atrevería a utilizar el patrón de cambio
por eso segura salvaguardia contra los intentos de quienes desde oro para deliberadamente provocar inflación. No debemos, sin
el poder pretenden interferir la mecánica del mercado mediante embargo, exagerar el papel que el patrón de cambio oro ha
manipulaciones monetarias. desempeñado en las actividades inflacionarias de las últ imas
Conviene aludir a los er rores que en materia monetaria décadas. El sistema no supuso más que una mayor facilidad
cometieron los economistas clásicos, ahora que examinamos ofrecida a quienes deseaban provocar vastas inflaciones. Su
cómo se ha ido evolucionando poco a poco hasta conferir al inexistencia en ciertos países no fue, desde luego, óbice a la
gobernante capacidad plena para manejar a su gusto la valuta . implant ación de medidas inflacionistas. El patrón oro todavía
Tanto Adam Smith como David Ricardo consideraban gastos regía en los Estados Unidos en el año 1933. Tal circunstancia,
inútiles los costos exigidos por el mante nimiento de un patrón sin embargo, no impidió la actividad inflacionista típica del
metálico. Si se implantaba un sistema de papel moneda -pen­ New Deal. Los Estados Unid os, un buen d ía, mediante con­
saban- cahría dedicar el capital y el trabajo exigido por la fiscar el oro de los ciududanos, abolieron el patrón clásico y
minería del oro y de la plata a la producción de una serie de provocaron la devaluación del dó lar.
bienes de los que las gentes en otro caso habrían de privarse. Una nueva versión del patrón cambio oro, que adquiri ó
Ricardo, partiendo de esta idea, escribió su conocido tratado gran predicamento en los años comprendidos entre la Primera
Proposals for an Economical and Secure Currency, aparecido y la Segund a Gu erra Mundi al, es la que podríamos denominar
en 1816. La propuesta ricardiana, sin embargo, quedó relegada patrón cambio oro flexible o, en aras de la sencillez, patr án

-
1136 La Accián Hum ana El int ervencioni smo monetario y credit icio 1137

flexible ( flexible standard). Bajo tal sistema , el banco centr al nales del cambio por cuanto gobierno alguno podría dedicarse
o el orga nismo encargado del manejo de las divisas canjea libre­ a «elevar el precio del oro>, si la opinión pública no se hallara
mente los sustitutos monetario s en poder del públi co por oro de antemano conforme con tal manipulación ; es más, siendo
o por divisas extranjeras y viceversa. Ahora bien , el tipo apli­ así que las gentes gustan de tales arbitrismos, norma consti­
cado en tales tran sacciones no es rígido , sino variable. Hay tuciona l alguna pued e evitar la adopción de la correspondiente
una paridad flexible, como suele decirse. Tal flexibili dad, en legislación. Lo acaecido en la Gran Bret aña en 1931, en los
la práctica, sin embargo, siempre ha sido orient ada a la baja. Estados Unidos en 1933 y en Francia y Suiza en 1936 eviden­
Los gobernantes han utilizado la$ facultades que el sistema cia que los mecanismos democráticos funcionan con la mayor
les otorgaba para rebajar el valor de la mon eda nacional con prontitud y celeridad cuando la opini ón pública respalda el
respecto al oro y a aquellas divi sas extranjeras de mayor forta ­ dictamen de supuestos expertos proclamando la necesidad y
leza; nun ca se atrevieron a cncarecerlo, Si en alguna ocasión conveniencia de la devaluación .
determinadas valut as han subido de valor en relación con otras, La devaluación monetaria, sea de mayor o menor impor­
tales nuevos tipos tan sólo venían a compen sar la baja que las tancia , pretende - y es éste un o de sus principales objetivos­
últimas, por su parte, habían sufrido con respec to al oro y a restablecer el norma l desenvolvimi ento del comercio exterior ,
las divis as más estables. Mediante tales revaluaciones no se según veremos en la sección siguient e. Las repercusiones que
pretendían otra cosa más que atemperar los cambios de las la manipulación de la moneda sobre el comercio exterior tiene
divi sas devaluadas al verdad ero valor de las mismas en relación vedan a las pequ eñas naciones interferir los cambios de su
con el oro. divisa prescindiendo de cómo estén actuando en materia dine­
Cuando , bajo el patrón flexible, el descenso de la parid ad raria los países con quienes mantienen relaciones comerciales
es importan te, suele hablarse de devalunci én. Si la alteración más intensas. Han de atenerse al rumbo que les marca la polí­
no es tan pronunciada, los comentaristas dicen que la cotiza­ tica monetaria del extranjero . Conviértense en voluntarios saté­
ción internacional de la moneda en cuesti ón se ha debilitado 2. lites de otra potencia. El deseo de mantener una paridad rígida
Tanto en uno como en otro caso suele afirmarse que cn el país de la valuta naciona l con la de la correspondiente «potencia
el precio del oro ha sido elevado. soberana » oblígale s a modificar su valor según los cambios que
No interesa cn el estudio catal áct ico del patrón flexibl e registre, en relación con el oro y las restantes divisas , la del
considerar su aspecto legal. Detalles purament e form ales no «país jefe ». Quedan así las naciones menores adscritas a «zo­
pueden hacer variar las consecuencias económicas del sistema. nas» monetarias e incorporadas a ciertas «áreas ». De éstas la
Indiferent e a este respecto, por ejemplo , result a si incumbe a más conocida es la «zona» o « áreas de la libra esterlina.
los órganos legislativos o a los ejecu tivos la facult ad de alte rar El patrón flexible no debe confundirse con el sistema se­
la paridad monetaria. Tampoco interesa si el depart amento guido por aqu ellas autoridades monetarias que, tras proclamar
competente pueda modificar tal paridad sin límite o que, por el una supuesta paridad oficial de su moneda con el oro y las
contrario, como sucedía bajo el New Deol .americano, la capa­ divisas , no llegan a hacer efectiva tal declaración. Lo típico del
cidad devaluadora la tenga tasada. Lo único que , desde el pu nto patrón flexibl e es que bajo el mismo se puede libremente y a
de vista económico, importa es que la paridad dineraria antes la paridad previamente fijada canjear cualquier cantidad de
fija ha sido sustit uida por otra variable. Y, como decíamos, moneda nacional por oro o divisas y viceversa. A la citada pa­
carecen de tra scendencia los aspectos formales o constitucio­ ridad, el banco centra l (o el organismo estatal encargado de
estas funciones , cualquiera sea su denominación) compra y
! Vid. pr igs. 686·687.
vende sin limi tación moneda nacional y extranjera, o al menos
72
1138 La Acción H ums na El intervencionismo monetario y crediticio 1139

la de aquellos países en que a su vez impera el patrón oro o el tan erizada de peligros, las atribuladas autoridades acudieron a
patrón flexible. Los billetes nacionales son efectivamente con­ un expediente que los ideólogos del infiacionismo, desde anti­
vertibles. guo, venían recomendando. Puesto que los sindicatos rechaza­
Cuando no concurre este típico rasgo del patrón flexible, ban toda posibilidad de reajustar los salarios al valor de la
aquellas disposiciones estableciendo autoritariamente una teó­ moneda y al nivel de Jos precios, lo que procedía era acomodar
rica paridad para la valuta cobran significación económica uno y otro a aquellos emolumentos coactivamente impuestos.
totalmente distinta J . No era --decía el gobierno- que las rentas laborales fueran

4. Los
• demasiado altas; acon tecía que la valutn nacional estaba enca­
recida con respecto al oro y las divisas ex tranjeras, por lo que
a DJET IVOS DE LA DEVA LUACIÓN MONETARIA debía procederse a reajustar esta última relación. La devalua­
ción monet aria iba a ser la panacea universal.
El patrón flexible es un instrumento ideado para provo car Los objetivos que con tal medida se perseguían eran los
inflación. Fue implantado para evitar a las auto ridades dificul­ siguientes:
tades técnicas en su actividad inflacionaria.
Los sindicatos, durante aquella euforia alcista que en 1929 1. Mantener los salarios nominales y aun incluso poder
se desmoronaría, habían logrado prácticamente por doqui er la aumentarlos mientra s los reales más bien se reducían .
implantación de unos salarios superiores a los que, aun a pesar 2 . In crementar en términos de moneda nacional los pre­
de las barreras migratorias, el mercado hubiera implanta do. cios, especialmente los de los productos agrícolas, o al menos
Tales tasas salariales estaban ya provocando, no obstante la contener su descenso.
continua expansión crediticia, considerable paro institucional. 3. Favorecer a los deudores a costa de los acreedores.
Pero la cosa se agravó sobremanera cuando, finalmente, se pro­ 4. Fomentar las expor taciones y reducir las importa ­
dujo la insoslayable depresión y comenzaron a caer los precios. cie nes.
Los sindicatos, respaldados de lleno por los gobernantes, in­ 5. Atraer al turismo y hacer más gravoso para los ciuda­
cluso por aquellos denostados con el calificativo de enemigos dano s del país - siempre hablan do en términos de moneda
de los trabajadores, obstinadamente mantu vieron su polít ica naeional- el desplazamiento al extranjero.
salarial. O rechazaban pura y simplemente toda rebaja de Jos
salarios nominales o, cuando admitían alguna reducción, era Pero ni los gobernan tes ni aquellos intelectuales que tal
tan escasa que resultaba insuficiente. El paro aumentaba de política dcfendían atreviéron sc a proclamar lealmente que lo
manera pavorosa. (I ncidentalmente es de destacar que aquellos que, en verdad, se pretendía con la devaluación era reducir los
obreros que, pese a todo, continuaban trabajando, veían en salarios reales. Preferían decir que la devaluación no tenía más
verdad incrementadas sus retribuciones.) La carga de los sub­ objeto que combatir un supuesto «desequilibrio estructural»
sidios de paro se hacía cada vez más insoportahle. millones de existente entre el «nivel» de los precios nacionales y el «nivel»
parados constituían seria amenaza para la paz social. El espec­ de los internacionales. Reconocían que era necesario reducir
tro de la revolución asomó en el horizonte de todos los grandes los costos nacionales de producción; cuidadosamente , sin em­
países industriales. Pero Jos dirigentes sindicales no tra nsigían bargo, silenciaban que uno de los costos que pensaban rebajar
y gobernante alguno osaba plant arles cara. Ante una situación era los salarios reales y otro lo pagado por intereses y por prin­
cipal eh créditos a largo plazo.
J Vid. infra sección 6 de este capitulo . Tan ' confusos y contradictorios resultan los argumentos
1140 La A cci án Humana El interv encionismo monetario y crediticio 1141

aducidos en favor de la devaluación que casi no merecen ser de! Fondo Monetario I nternacional es precisamente estabilizar
objeto de crítica. La devaluación no fue una política serena­ los cambios.
ment e aplicada, bien ponderados tanto los pros como los con­ Cuan do se contempla la desvalorización monetaria bajo e!
tras. Las autoridades, en realidad , no hicieron sino capitular prisma de! economista y no desde el ángulo en que se sitúan
ant e los líderes sindicales, qu ienes, por salvar su prestigio, se quienes desean ser gratos a las autoridades y a los organismos
resistían a admitir que la política salarial que preconizaran sindicales, fácil es adver tir que todas las pretendidas venta jas
había fracasado , provocando el mayor paro que la historia co­ del sistema son, en e! mejor de los casos, sólo temporales. Es
nociera. Fue un recurso desesperada al que acudieron unos esta­ más: aque lla tan ensalzada bonanza de! comercio exterior se
distas débiles e ineptos, deseosos, sin embargo, de mantenerse consigue cuando es un país solo e! que desvaloriza . Si los res­
en el poder a toda costa. Gu stosos pasaban por alto las con­ tantes proceden de igual modo, e! saldo del comercio exterior
tradicciones del sistema, pues les permitía prolongar su man­ mant iénese inalterad o y, si devalúan en mayor grado, son ellos
dat o. A los agricultores y a los industria les les aseguraban que quienes cosechao esas transitorias venta jas. Por otra parte ,
la devaluación mejor aría los precios, A los consumidores , en generalizadas las devaluaciones, estableceríase un pugilato dine­
cambio, prom et íanles evita r toda alza de! coste de la vida rario que acabaría aniqu ilando e! sistema monetario mundial.
mediante rigurosa vigilancia y tasación. Aquellas tan encomiadas ventajas que la devaluación parece
Los políticos, al menos, todavía pueden justificar su con­ reportar, en materia de comercio exterior y de turi smo, afloran
duc ta alegando que una opinión pública totalmente influ ida por sólo porqu e el reajuste dc los precios y los salarios nacionales
las falaces doctrinas sindicales les presionaba haciendo impo­ a la nueva situación provocada por la devaluación exige e!
sible cualquier otra alternativa. A tal exoneraci ón, en cambio, transcurso de cierto tiempo. Ha sta tanto tal proceso de adapta­
no pueden apelar cuantos teóricos y escritores han defendido ción no se completa, resulta primada la expor tación y penali­
e! cambio flexible. Porqu c mientras los gobernan tes, pese a zada la importación. Este transitorio efecto, sin embargo, es
todo, no ocultab an que la devaluaci ón había sido dictada por sólo consecuencia de que, a causa de la devaluación, las gentes
razones de emergencia y que no volvería a emplearse, muchos obtienen ahora menos pOlo lo que exportan y, en cambio, pagan
trat adistas no han dejado nunca de proclamar que el mejor pa­ m ás por lo quc importan; el consumo interior fatalment e se
trón monetar io era el flexible, esforzándose en demostrar los reduce. Aquellas personas en cuya opinión el saldo de la bao
terribles daños que al comercio exterior inferiría un sistema lanza de pagos con el exterior det ermina la riqueza del país
de cambio fijo. En su ciego a(,ín por complacer a las autoridades serán las únicas que pud ieran estimar (avorable para el bien­
estar de las gentes la citada disminución del consumo patri o.
y a los poderosos grupos dc presión montados por los agricul­
El ciudad ano inglés, en definitiva, tras la devaluación, para
torcs y los sindicatos, no han dud ado en exagerar al m áximo
conseguir importar una misma cantid ad de té tenía que expor­
las aparentes ventajas de los cambios flexibles. Pero las pern i­ tar mayor cantidad de produ ctos británicos que antes.
ciosas consecuencias del sistema pronto han aflorado , desvane­ La desvalorización, afirman sus partidarios, alivia la situa­
ciéndose el primitivo entusiasmo por las desvalorizaciones. Ape­ ción de los deudores. He aqu í un asert o exacto. La devaluación
nas transcurridos diez años desde que en la Gran Bretañ a se opera en beneficio de los deudores y en perjuicio de los acree­
implantara e! sistema, e! propi o lord Keynes y los más cons­ dores. Quienes todavía no hayan advertido que, bajo las con­
picuos representantes de su escuela no dejaron de proclamar, diciones de la vida modern a, no se puede ya ident ificar a los
en plena Segunda Guerra Mund ial, las ventajas que un cambio acreedores con los ricos y a los deudores con los pobres, sin
exterio r estable encer raba, Uno de los principales objetivos duda , estimarán beneficioso el aludido efecto de la desvalori­
1143
1142 La Acci6n Hum ana El interoencionismo monetario y crediticio

zación. Pero la realidad es que, hoy en día, con la reducción normalmente acreedoras en e! mercado crediticio internacional.
de las cargas de los deudores, quienes más se lucran son los Innecesario parece en este lugar volver a demostr ar que el
grandes terratenientes y los grandes industriales, que obtienen inte rés no es un fenómeno monetario, de suerte que su tasa
facilidades crediti cias con los fondos aporrados por la masa nunca puede a la larga ser influenciada por medidas de tipo
humilde que invier te sus ahorros en valores de rent a fija, prés­ dinerario .
tamos hipotecarios, depósitos bancarios y seguros. Cierto es que las devaluaciones de los años trein ta redu­
Aparte está e! problema de los empréstitos extranjeros. jeron los salarios reales en el mundo occidental y, por ende,
Cuando la G ran Bretaña, los Estado! Unidos, Francia, Suiza y paliaron el tremendo paro a la sazón existente. El historiador ,
algunos otros países acreedores desvalorizaban sus dívisas no al estudiar el período, tal vez pueda afirmar que las aludidas
hacían sino pura y simple donación a todos sus deudores ext ran­ manipulaciones monetarias constituyeron un éxito al evitar
jeros. que se lanzaran a la revolución las enormes masas de parados
Argúyese también en favor del patrón flexible el que su forzosos; tal vez también quiera destacar que, dadas las corrien­
implantación permite rebajar e! tipo de interés dentro de! país. tes ideológicas imperantes, ninguna otra fórmul a permi tía me­
Las autorida des monetarias bajo e! patrón 01'0 clásico y lo mis­ jor hacer frente a la situación. Habrá el estudioso, sin embargo,
mo bajo un rígido patrón de cambio oro han de acomodar e! de añadir que no se suprimió por tales cauces e! auténtico
tipo de interés interior a las condiciones del mercado moneta rio mot ivo de aquel tremendo paro institucional; es decir , quedó
internacional. Con el patrón flexible, en cambio -dícese- el incólume e! doctrinarismo sindicalista prevalente por doquier .
gobernante puede fijar aquel tipo de interés que desde el punt o La devaluación fue hábil maniobra que momentáneamente per­
de vista nacional resulte más conveniente. mitió eludir la tiranía de las asociaciones laborales. Funcionó
El argumento, evidentemente, carece de sentido con res­ porque no menoscababa e! prestigio de! sindicalismo. Pero,
pecto a aquellos países que podemos denominar deudores, es precisamente porque dejaba intacto tal ideario, sólo por poco
decir, aquellos que obtienen más crédito del ext ranjero de! que tiempo fue eficaz. Los líderes obreros pronto aprendieron a
ellos a su vez conceden. Algunas de estas naciones, durante el distinguir entr e salarios nominales y salarios reales. Hoy en
siglo XIX, implantaron sistemas monetarios sanos y estables; día no se conforman con la mera subida de los primeros. No
sus súbditos, a parti r de ese momento, sin dificultad alguna es posible ya engañar a las gentes a base de reducir e! poder
podían obtene r préstamos extra njeros en su propia valuta. adquisitivo de la moneda. La devaluación , por eso, ha perdido
Tales facilidades, sin embargo, dcsvaneci éron se en cuanto va­ su eficacia en e! orden labor al.
riaron de política monetaria. Banquero americano alguno, antes Estas realidades nos permiten valorar e! pape! que jugara
de la guerra, hub iera concedido créditos o colocado emisiones lord Keynes y su pensamiento entre las dos guerras mundiales.
de valores en liras italianas. Por lo que atañe a los créditos Keynes no aportó ninguna idea original; limitóse a vestir con
extranjeros, como se ve, venta ja alguna reporta tal arb itrismo nuevos ropajes las falacias inflacionistas, mil veces refut adas
monetario. Y en lo atinente a los crédi tos intern os, según antes por los economistas. Su programa ten ía incluso menos consis­
va se destacó, la devaluación favorece tan sólo a ·Ios deudores tencia y encerraba más contradicciones que el de algunos de
que obtuvieron sus créditos con anterioridad a la misma, pues sus predecesores que, como Silvia Gesell, habían sido general­
provoca una tendencia al alza del interés bruto de mercado al mente recusados por su condición de vanos arbitristas. Keynes,
comprender éste positiva compensación por la posible futura apelando a la artificiosa terminologla de la economía matemá­
variación de los precios. tica, limitóse a dar más presentabílidad a las tesis de quienes
Esto últim o es igualmente aplicable al caso de las naciones desde antiguo habían defendido la inflación monetaria y la

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La Acción Humana El intervencionismo monetario y crediticio 1145

expansión crediticia. Los partidarios de! intervencionismo no creían que encerraba peligro alguno ese no mantener en sus
sabían ya cómo presentar sus recomendaciones de gastar sin cajas el total importante de los resguardos de depósitos por
tasa; incapaces se reconocían de combatir con éxito el teorema ellos librados. Convencidos estaban de que nunca les faltaría
económico relativo al paro inst itucional. En tal situ ación, gus­ el numerariu líquido necesario para atender sus obligaciones
tosas saludaron la «revolución keynesiana» con los versos de y poder abonar a la vista los billetes que les fueran presenta­
Wordsworth : «Bliss was it in that dawn to be alive, but to dos. La propia mecánica de! mercado libre e inadult erado trans­
be young was very heaven» (Divino era e! mero asistir a aquel formó los billetes de banco en moneda fiduciria. La expansión
amanecer; pero si además se gozabl de juventud entonces era crediticia fue obra de la Banca, no de la aut oridad pública.
como hallarse en el propio paraíso) ' . Tan celestial felicidad Las cosas, sin embargo, hoy en día han cambiado. Corres­
fue, sin embargo, de corta duración . Cabe admitir, según decía­ ponde actualmente al estado la plena responsabilidad de toda
mos, que los gobernan tes británicos y americanos de los años expansión crediticia. La int ervención que en las aventuras ex­
treinta no tenían más remediu que lanzarse a la desvalorización pansivas estatales tienen los bancos y banqueros privados es
monetaria, a la inflación, a la expansión crediticia, al desequi­ meramente técnica y de colaboración . El poder público, en la
librio presupuestario y al gasto desmesurado. El político no actualidad, regula, ordena y dirige toda la actividad bancaria;
puede evitar la presión de la opinión pública ; no puede ir determinan las autoridades, sin apelación, la cuant ía y circuns­
Contra aquellas ideologías que merecen general asenso por Iala­ tancias todas de las operaciones crediticias. Mientr as la Banca
ces que sean. Todo ello es cierto; pero también es verdad que privada, bajo e! signo del mercado no interven ido, tiene rigu­
cabíales dimitir en vez de preconizar POlíticas tan desastrosas rosamente tasada su capacidad expansiva, los gobernantes pue­
para el país. Y menos excusa aún tienen los intelectuales que den provocar, y efectivamente provocan, una continua y grave
pretendieron justificar el más torpe de los errores populares: expansión del crédito. Esa expansión crediticia es el arma prin­
la inflación.
cipal con que cuentan en su lucha con tra la economía de mer­
cado. Permí teles, en efecto, aparentemente conjurar la escasez
5. LA EX PANS tÓN CRE DI T IC IA de capital, reducir el interés y, teóricamente, incluso podrían
llegar a suprimirlo totalmente. A su amparo financian con la
Incurriríamos en evidente inexactitud si sup usiéramos que máxima prod igalidad el gasto público, exprop ian a los capita­
fue e! estado quien, con miras a intervenir la actividad mero listas, alimentan euforias alcistas aparentemente inacabables
cantil, inventara la expansión credi ticia. El dinero fiduciario y, según dicen, hacen próspero a todo el mundo.
no fue una creación gubernamental tendente a elevar los pre­ Las inexorables consecuencias de la expansión crediricia
cios y los salarios nominales, a "ebajar el interés y a reducir son las que la teoría del ciclo económico prevé. Ni siquiera
las deudas. Fue, antes al contrario, creado por los banqueros, aquellos economistas que se resisten a aceptar la teoría mone­
quienes, al ver que sus recibos por cantidades depositadas a la taria de las fluctuaciones cíclicas ponen en dud a los insosla­
vista eran empleados comúnmente como sustitutos monetarios, yables efectos que la expansión crediti cia ha de provocar. Vense
lanzáronse a prestar a terceros una parte de los fondos que compelidos a admitir que el movimient o alcista es consecuencia
tenían en custodia, buscando e! correspondiente beneficio. No de previa expansión crediticia; que sin ésta la euforia no se
mantend ría, reconociendo asimismo que, en cuanto el progreso
, ViJ. P. A. SAM UELSON. «Lord Keynes and the General Theory», Economelrica, de la expansión del crédito se frene, automáticamente, ha de
14 (l946) , pág. 187; reimpreso en Tbe Neus EcoJtomics, ed. S. E. H arria (N ueva
York. 1947), pág. 145. surgir la depresión. En sus estudios sobre el ciclo económico,
lo más que se atreven a afirmar es que la expansión crediticia
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La Acci6n Hu mana El intervencionismo mo netario y crediticio

no constituye la causa inicial del movimiento alcista, sino que y los partidos políticos, sin discrepancia, todos ellos muéstranse
son otros los factores que lo desencadenan . La expansión favorables a la política de din ero abundante 5.
crediticia, requ isito sine qua non, según reconocen, de la euforia Mediant e la expans ión cred iticia lo que se bu sea es perju­
alcista, no es provocada a sabiendas para rebajar el interés o dicar a un os en beneficio de otros. Ta l resulta do es e! mejor
para efectu ar in versiones de moment o improcedentes, dada la que, en tal caso, el intervencion ismo puede provocar, pues no
insuficiencia del capital disponible. El fenómeno , vien en a es raro que las medid as intervencionistas dañen a todos sin
decir, se orig ina, si en la coyunt ura concurren determinados favorecer a nadie . El di rigismo, desde luego, empobrece a la
factores, de un modo milagroso, sip intervención de las auto­ comunidad, pero eso no quiere decir que determinados grupos
ridades .
no puedan a su amparo prosperar. Q uiénes concre tamente ha­
Es obvio que tales econo mistas incur ren en manifiesta yan de halla rse entre los perdedores y qui énes entre los gana­
contradicción cuando se oponen a cualquier medida tendente dores dep end e de las circunstancias específicas de cada caso.
a conjurar la crisis media nte evitar la expa nsión credi ticia. Los El deseo de orientar los nuevos préstamos, de suerte que
partidarios de la inflación per se son lógicos cua ndo de su con los supuestos heneficios de la expansión cred iticía se lu­
ideario -induda blemen te falaz y contradictorio-- infieren cren tan sólo específicos gru pos , impid iéndose a otros cose­
que la expansión crediticia constituye la panacea económica. charla s, ha dado orige n a lo que se denomi na control cualitativo
En cambio, aquellos teóricos que reconocen que sin la expan­ del crédito. Las nuevas facilidades credi ticias, argúyese, no
sión crediticia la euforia alcista sería imposible contradicen deben emplearse en Bolsa, haciendo subir las cotizaciones.
sus propias teorías cuando comba ten las medidas tendent es a Tales créditos deben , por el contrario, ir a nu tr ir las «legíti­
contener dicha expansión Tant o los portavoces gube rna men­ mas» actividades mercantiles, las industr ias manufactureras,
tales como los represen tantes de los poderosos grupos de pre­ la min ería, el comercio «sa no» y, sobre todo, la agricultura.
sión, al igual que los defensores de la econom ía «no or todoxa» No faltan pa rtid arios del contro l cualita tivo del crédito que
que hoy por doquier se enseña, todos ellos pr oclaman que desearía n evitar la inmovilización del nuevo din ero en capitales
para evitar la crisis, a nadi e gra ta, preciso es no provocar fijos; qui sieran que se destin ara a acti vos líquidos. Los gober­
«boorns» alcistas. No saben cómo repl icar a aquellos estudiosos nantes deben indicar concretamente a la Banca qué préstamos
que propugnan medidas que de verdad impiden ab initio la
ha de conceder y cuáles ha de de negar .
expan sión crediticia. Y, sin embargo, tenazmente se niegan a Vanas, sin embargo , son tales órdenes y prevenciones. Esa
escuchar cualquier sugerencia en tal sentido . Formulan apasio­ discriminación entre los potenciales pres tatarios jamás puede
nadas censuras contra quienes se opo nen a la expansión credi­
ticia , acusánd oles de querer perpe tuar la depresión . Ta l acti­ 5 La Banca, mientras no cree nuevos medios de pago (bien emitiendo bi­

tud pone bien de manifiesto que e! ciclo económico es conse­ lIeres o bien abriendo nuevos créditos), jamás puede provocar la euforia alcista,
aunque reduzca el interés a un tipo infe rior a aquel que el mercado libre señalaría.
cuencia provocada por qui enes deliberadamente desean rebajar En tal caso, sencillamente, est aría haciendo un regalo a sus prestatarios. Quienes
el interés y dar paso a artificiosas euforias. de verdad desean evitar la euforia alcista, para no padecer su inevitable se­
N adie ha de negar que actualmen te cualquier medida orien­ cuela, la depresión, deben lógicamente deducir de la teoría del ciclo moneta­
tada h acia la rebaja de! interés es reputada por las gent es como rio que el que la Banca rebaje o no el interés carece de trascendencia; lo
importante es que no haga expansión crediticia. Cierro que, al principio , la expan­
altamente plausible y acerta da, estimándo se generalmente que
sión crediticia impone una transitoria rebaja del interés , pero esto no afecta al
e! método mejor para conseguir tal reducción es e! de la expa n­ problema que nos ocupa. El profesor H ABERLER (Prosperitr and Depression, pá­
sión crediticia. D e ahí la oposición al patrón oro . El «expan­ ginas 65-66) no advirtió esta realidad, careciendo consecuentemente de validez
sioni smo » constituye el tópico de! día. Los gru pos de presión eu crítica.
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1148 1..A A cción Humana El tmeruencionismo monetario y crediticio

equivaler a efectiva restricción de la expansión crediticia, único las fronteras. Cundía la alarma entre los homb res de negocios
medio que, en la práctica, imp ide e! alza de las cotizaciones de los demás paises, quienes incrementaban su petición de
bursátiles y obstaculiza nuevas inversiones en capital fijo. Por­ créditos , en e! deseo de mejorar su liquidez para pod er enfren­
que es de importancia secundaria cuál sea el cauce que los nue­ tar cualquier contingcncia. La creciente demanda crediticia
vos préstamos seguirán para su acceso al mercado. Lo decisivo alarmaba aún más a las autoridades, ya inquietas por la crisis
es que e! merca do recibe e! impacto de los nuevos medios de iniciada en e! primer país, lo que les hacía recurrir a su vez
pago . Si la Banca, por ejemplo, amplía los pré stamos a los a la rest ricción de crédito . En pocos días o semanas, la crisis
agricultores, pueden éstos pagar deudas, abonar sus compras era de alcance mundial.
al contado, etc. Si la industria recibe fondos frescos para des­ El que las autoridades puedan actu almente, en tales cir­
tinarlos a capita l circu lante, hállase automáticamente en sit ua­ cunsta ncias, decretar la devaluación de la moneda ha venido a
ción de aplicar a distintos cometidos las suma s ante s destina­ modificar, hasta cierto pu nto, aquella típica concatenación de
das a aq uella finalidad. Increméntanse en cualquier caso las eventos. El gob ierno , al verse amenazado por el drenaje exte­
disponibilidades líqu idas, que sus poseedores destinarán a cua­ rior, en vez de restringir cré ditos o elevar el tip o de descuen to ,
lesquiera inversi ones consideradas de mayor rentabilidad . Pron­ devalúa. La medida, sin emba rgo, no resuelve e! problema . Si
to tales medios de pago aparecerán en 1301s.1 o se materializarán no inquieta al gobernante el alza de las divi sas extranjeras ,
en activos inmovilizados. Es tota lmente absurdo suponer que durante algún tiempo podrá continuHr su polít ica de expansión
quepa hacer expansión crediticia sin al tiempo provocar eufo­ crediticia. Pero, un día, la eufor ia se in terrumpirá, hundiéndo­
rias bursátiles o incrementos de los activos inmovilizados ' . se el sistema monetario. Po r eso , si las autoridades no desean
Dos circunstancias, hasta hace poco, en toda expansión verse forzadas a devaluar a un ritm o cada vez más acelerado ,
crediticia, deter minaban la evolución de [os acontecimien tos; ob ligado resúltales evitar que su expansión credi ticia supere la
a saber: que practiqu en aquellos pa íses con quienes desean mante ner
eq uilibrado e! cambio exterior .
a) La expansión se producía bajo el patrón oro. Numerosos economistas pie nsan que, hoy como ayer, cuan­
b ) No existía sobre el par ticular acción concer tada entre tas veces los pode res públicos desencac1enen la expansión cred i­
los distint os paises y sus respectivos hancos centrales. ticia sucederánse, en regular alternativa , los períodos de euforia
y de depresión . Estima n que la expansión , en e! fut uro , habrá
La primera circun stancia obligaba al poder p úblico a man­ siempre de provocar efectos simila res a los que registró la Gran
tener la convertibilidad de la divisa nacional a una cierta pari­ Breta ña, desde e! siglo XVlII , y Europa Central y Occidental y
dad fija. La segunda daba lugar a que nunca fuer a cuantitativa­ América de! Norte , desde mediados de! XIX. Cabe, sin embar­
mente uniforme la expansión credit icia de los diversos paises. go, dudar de que las circunstancias hoy concurrentes sean las
Unos hacían más inflación que otros, lo que de inmediato se de otrora. La teoría del ciclo económico es actualmente tan
traducía en grave amenaza para sus reservas de oro y divisas conocida, inclu so fuera del ámb ito especializado, que aquel cán­
que escapaban al extranjero. Los bancos, por ello , veíanse dido opti mismo que animaba al empresario durante los periodos
obligados a imponer una drástica política rest rictiva en la con­ de euforia ha dado paso a desconfiado escepticismo . No sería,
cesión de créditos. Desatábase dc tal suerte la descunf ianza y pues , extraño que, en el futuro , variara la reacción de! mundo
comenzaba la depresión. El pánico, sin embargo, pronto saltaba empresarial ante la expansión crediticia. Posiblemente se hayan
(> V id. MACIILUP, T be Stock Markt:t, Credit and Capital Formation, p églnas
ya percatado los ho mbres de negocios de que la expansión tiene
256 a 261. siempre el mismo final y, consecuentemente, cabe que renun­
1150 El intervencionismo monetario y credl tlcto 1151
La Acción Human a

cien a ampliar sus operaciones durant e las épocas de d inero bierno interv iene oportuna y con venienteme nte. La auto ridad
fácil. Hay síntomas que parecen anunciar el cambio. Sería, sin pública -piensan- puede im poner lo que hoy suele denominarse
embargo, prematuro deducir conclusiones definitivas. «es tabilidad eco nó mica». N ada cabría objetar a tales d irigista s si,
Indudable influencia, en un cierto aspecto, ha tenido la para ev i tar las dep resiones, lo que pidieran a los poderes públicos
teoría mon et aria de los ciclos econ ómicos sobre la marcha de fuera la s upresió n de la expan sión crediticia . El int ervencionis ta,
los acontecimien tos . Nadie que hoy desempeñe un cargo depcn ­ sin embargo, de antemano recha za tal so lución. Aspira , ante s al
dien te de la administración - ya sea en los organismos fiscales, contrario, a intensificar la e xpan sión, pretendiendo co njurar la
en los bancos de emisión o en las ¡¡ea-ort odoxas cáted ras un i­ crisis mediante las que él denom ina «medidas co nt raciclicas».
versitarias - se avendr á a adm itirlo, pero la opin ión ya no El estado se "parece a tales ideólogos como una deidad situada
duda de la certidumbre de las dos conclu sione s básicas de la fuera de la ó rbita de los negocios hum anos, po r co mpleto ind e­
teoría ; a saber, que la causa originaria de la depresión es el pend ie nte de los mort ales , co n poder pnru infl uir sobre la v icia
prev io auge y que éste es, a su vez, consecuencia de la anterior y las aspiracione s de ésto s. Imaginan que el go bierno dispone de
expan sión crediticia. Por eso, e n la actualidad, gene ra lízase la fo ndos propi os, ilimitados , que ni proceden de los go bernados ni
alarma tan pronto como aparecen los pri mero s síntomas. In­ nada tienen que ve" con ellos , Tales riqu ezas, sup óncse, pue den
cluso' las autoridades comienzan en seguida a habl ar de la las auto rida des libremente dest inarlas a cuanto más conveniente
conveniencia de imped ir nuevas subid as de p recio s y de reducir estime n. Corresponde en todo caso a lo s «exp erto s" dictaminar
los márgenes de beneficio, imponiendo efectiva restricción del acerca de cuáles sean las inversio nes a que dichas sumas deban
crédito. Se yugu la así rápidamente la euforia y comie nza la dedicarse.
recesión . Tal es la razón por la que en la última década los Las do s medida s cont mciclices ho y de mayo r predicamento
ciclos económicos se hayan hec ho mucho más cortos. Hemos co nsisten en construir ob ras públicas y e n inverti r grandes sumas
tenido a lo largo del tal período auges y d epresion es, pero sus en empres as esta tales. T ales fórmulas no son, sin embargo , tan
respe ct ivas fases han sido de escasa d uración, sucediéndosc las o riginales como sus part idarios suponen . Las gentes, desde anti­
unas a las otras con uua mayor frecuencia . Nos hallamos ya guo , en cuanto su rgía la tem ida crisis , rcc lnmcbu n lo iniciación
muy lejos de l ciclo «clásico» de los diez años y medio qu e de ambici o sos proyectos que crea ran puest os de tr abajo y co ntu­
jevons relacionara con la cíclica variabilidad de las cosechas. vieran ln caidn de los precios . LJ. proposición, a primera vi sta,
y lo m ás interesante es q ue, co mo el auge concluye an tes, ha y parece plausible; pero el verdadero problema estriba en cómo fl­
menos malas inversiones y, en su consecue ncia, la subs iguiente nanciar tales o bras . Si el es tado , al efe cto, increm enta IDs impues­
dep resión es también de graved ad menor. tos o lanza empréstitos , en nada aumenta 10 que Ius kcyncsianos
deno minan gasto conjunto tot al, pues red uce la capacidad de
co nsumo y de inversión de lo s particulares en igual medid a que
EL MITO DE LAS «MEDIDAS CONTRACICLlCAS" increm enta 1.1 prop ia. D e recurrir, en cambio , a la inflación, en
vez de mejo rar, e mpeora las co sas. Quizá consiga así el gobernante
Afirman las teorías «no ortodoxas» de socialistas e interven­ diferir por algún tiempo el estallido de la crisis. Cuando, sin ern­
cionistas que las crisis económicas son fruto inevitable de la propia burgo, llegue el inevit able fin al , la dep resión será tanto más vio ­
org anizaci ón capitallstn, provocándolas el vicios o funcion amien to lenta cua nto po r más tiempo el gobierno haya venido aplazándola,
de la economía de mercado . Para los socialistas, sólo la sustituci6n La verd ad es que los «expertos » del dirigisrno no acaban de per­
del capitalismo por el socialismo permitirá eliminar las crisis cío catarse del problema subyacente. Lo fundamental para ellos es
clicas¡ los di riglsras, en cambio, creen que cabe evitarlas si el go­ tener bien preparados « los correspondientes planes de inversión
1152 La Acci6n Humana El intervencionismo m onetario y crediti cio 115 3

pública y ar ticulados los grandes proyectos que habrán de ponerse pre cisamente no son rentables por cuanto los correspondientes
en marcha al pr imer signo de peligro» . H e aquí , asegu ran, «el factores d e prod ucción deben sustraerse a o tras producciones que
método más acertado, cuya adopc ión. recomendam os a todos los permiten ate nde r necesidad es que los consumidores consideran
países» 7. El problema, sin embargo, no consiste en elaborar pro­ más ur gentes que aqu éllas que la acción esta tal cub rirá. No advier­
yectos, sino en hallar los medios necesarios para su ejecución . ten que las grandes obra s públicas que recomiend an , en realidad,
Afirm an algunos diri gístas qu e cabía arbit rar los correspondientes no sirven sino para em peor ar las cosas, al venir a increm entar la
factores de produ cción sobre la base de frenar las inversi ones pú ­ escasez de capital.
blicas duran te la euforia; tales 'ltenidos fondos sed an lanzados Cabria tambi én teóricamente imaginar una d istinta ut ilización
al mercado al sobrevenir la crisis. de esas reservas acumul adas duran te el período de la euforia al­
No está mal, desde luego, res tringir el gasto est atal. Con ello, cista. E l erari o pod ría destin ar tales fondos a la adq uisición de
sin emba rgo, no se proporciona al erario Jos recursos que más todos aq uellos facto res d e prod ucción y art ículos de consumo que
tarde necesitará para efectuar las deseadas inversiones. La persona más tarde , al sobrevenir la dep resión, habrá de invertir en las
individual puede proce der así; le es, desde luego, dable crear re­ rep etidas obras públicas proyectadas y en atender las necesidad es
servas cuando tien e mayores ingresos y d isponer de lo ahorrado en de quienes en ellas trabajan . Las auto ridades , sin embargo, si así
el momen to en que sus ganancias disminu yen. Pero la cosa es pro cediesen , notablemente impulsarían la euforia alcista, acele­
distinta cuand o se trat a de una nación o del conjunto de toda s randa el estallido de la crisis y agravando la misma ' .
las naciones. Cábele al tesoro público retener una parte de los Con tanta palab rería acerca de las medid as con tracíclicas no se
abundant es recur sos fiscales resultantes de la euforia alcista . En pretende más que confund ir a la opinión pública e impedir a las
tanto ta les cantidades quede n detraídas de la circulación , lo que gent es adve rtir cuá l sea la verdad era causa provocadora de las
en realidad se está pra cticando es una política de flacionaria y fluctu acione s cíclicas. H állanse actualmente comprometidas las
contraclclica que bien puede frenar la euforia precisamente cngen­ autoridades, en tod o el mundo, a una políti ca de in tereses bajos,
drada por los nuevos medios de pago pue stos en circulación. Ahora de expa nsión cred iticia, de inflación, en fín. Y luego, cuando las
bien , si ta les recursos son de nuevo lanzados al mercado se inevitables consecuencias de tales man ipu laciones afloran, qui enes
modifi cará con ello la relación moneta ria, redu ciénd ose el poder están en el pode r no sabe n sino provocar nuevas y mayore s in­
adqu isiti vo del dinero . En ningún caso puede n dichos fondo s flaciones.
engend rar )0 5 facto res de producci ón exigidos por las proye ctada s
obras públicas. I Los intervencionistas, al referirse a las medidas cont recíclicas, invocan siempre

Los int ervencionistas coincide n en el error básico de ignorar los supuestos éxitos que tal política tuvo en Suecia. Cierto es que entre 1932 y 1939
el gobierno sueco dup licó sus gastos e inversiones. Ello, sin embargo, no fue causa,
que el capital dispon ible es siempre escaso. La crisis, en su opio
sino efecto, de la prosperidad por el pals a la sazón disfrutada gracias exclusiva­
ni ón, aparece porq ue de pronto se apodera de las gentes una mis­ mente al rearme alemán. No sólo pudi eron los suecos incrementar enormemente
ter iosa aversión tanto a invert ir como a consumir . Cuando lo que sus export aciones a Alemania, sino que además se vieron libres de la competencia
de verdad interesa es increm entar la producción y restringir el germánica en el mercado internacional. Las exportaciones suecas de 1932 a 1938
aumentaron por esta raz6n (en miles de toneladas), según sigue: mineral de hierro,
consumo, con mir as a aumentar así el capita l disponible, los int er­
de 2.219 a 12.495; lingote, de 31.047 a 92.980; ferrcaleaciones, de 15.453 a
vencionistas quis ieran ampliar al tiemp o el consu mo y la inver­ 28.605; otros tipos de hierro y acero, de 132.287 a 256.146; maquinaria, de 46.230
sión. Preconizan éstos que el pod er público acometa empresas que a 70.605. Había 144.000 parados en 1932, y 165.000, en 1933. Pero, tan pronto
como el rearme alemán tomó impulso, el paro fue reduciéndose, de 115.000 en 1934
Liga de las Naciones, Econom íc Stobilily in the pos/·Wor W orld. I nforme del y 62.000 en 1935, a 16.000 en 1938. El autor del «milagro», sin embargo, no fue,
Comité de Depresiones Económicas, II (G inebra. 1945), pág. 173. en este caso, Keynes, sino Hitl er.

73
11' 4 La Acción Humana El intervencionismo monetario y crediticio 1155

6. LA INT E RVENCIÓN DE LOS CAMBIO S Y EL CO ME RCIO vayan a destinarlas a operaciones previamente aprobadas por
BILAT ERAL la administraci6n podrán en lo sucesivo adquirirlas. Aquellos
bienes que las autoridades reputen superfluos dejarán de im­
Tan pront o como el estado pretende dar al signo monetario portarse. Se evitará en la medida de lo posible el pago de prin­
nacional, con respecto al oro y a las divisas extr anjeras, un cipal e intereses de las deudas con el extranjero. Serán restrin­
valor superior al que el mercado le reconoce, es decir, en gidos los viajes allende las fronteras. El gobierno, sin embargo,
cuanto el gobernante fija al oro y a las divisas tasas máximas no se percata de que con tales medidas jamás puede «mejoran >
inferiores a su precio de mercado, t>rodúcense las consecuencias la balanza de pagos. Reducidas las importaciones, las exporta­
previstas por la ley de Gresham. Aparece lo que, inadecuada­ ciones congruamente disminuyen también; no porque se impida
mente, las autoridades denominan escasez de divisas. a las gentes adquirir mercancías foráneas, pagar créditos extran­
Todo bien económico, por definición, escasea; en otras jeros, viajar más allá de las fronteras propias, etcétera, van
palabra: las disponibilidades de cualquier bien económico aquéllas a atesorar el correspondie nte efectivo. Antes al con­
resultan siempre insuficientes para atender cuantos empleos al . trario, incrementarán sus adquisiciones tanto de bienes de
mismo útilmente cabria dar. Un bien que, en razón a su abun­ consumo como de factores de producción en e! interior del país,
dancia, esté al alcance de todos no puede calificarse nunca de desatando así una tendencia alcista en los precios. Y cuanto más
económico; su precio es cero; nadie está dispuesto a dar nada suban éstos, menos se exportará.
por él. El dinero, ex dejinitione, es un bien económico; luego El poder público, ante esta realidad, se cree en e! caso de
por fuerza tiene que ser escaso. Cuando las autoridades se proseguir por e! camino de la injerencia y nacionaliza el co­
lamentan de la escasez de divisas, de lo que en verdad se quejan mercio exterior. Todo aque! que reciba divisas - procedentes,
es de otra cosa; a saber, de! efecto provocado por su política por ejemplo, de una exportación- habrá de cederlas al corres­
de tasación de precios. Al precio oficial arbitrariamente seña. pondiente organismo al precio oficialmente fijado. Si e! man­
lado, la demanda excede a la oferta. Si e! poder público, tras dato de la autoridad - que equivale a gravar la exportación­
rebajar mediante la inflación el poder adquisitivo de la moneda es rigurosamente acatado, las ventas al extranjero se reducen,
en relación con e! oro, las divisas extranjeras y los bienes y pudiendo incluso cesar por completo. Esto, cierta mente, con­
servicios en general, se abstuviera dc interferir los cambios trarl a al jerarca. Tercamente, sin embargo, se resiste a reco­
exteriores, nunca aparecerla aquella escasez a la que los gober­ nocer que su injerencia está fallando cada vez más, habiendo
nantes aluden. Quien quiera estuviera dispuesto a pagar e! sido pro vocada una situación que, incluso desde e! punto de
correspondiente precio de mercado hallarla todas las divisas vista de! propio gobernante, es mucho peor que aquella que
que deseara. deseaba corregir. Montan entonces las autoridades nuevo arti­
El gobierno, sin embargo, quiere evitar la e!evaci6n de las lugio. Proceden a subvencionar las exportaciones en la medida
cotizaciones extranjeras y, confiado en e! poder de tribunales precisa para compensar las pérdidas que a los exportadores les
y policías, prohíbe cualquier transacción que no concuerde con ocasiona la implantada política de cambios.
el precio oficial. La oficina que controla la compraventa de divisas, por su
Los gobernantes y sus corifeos aseveran que el alza de la lado, aferrándose obstinadamente a la ficción de que los tipos
moneda extranjera es consecuencia de una desfavorable balanza «en realidad» no se han elevado y que la paridad legalmente
de pagos aprovechada por los especulares para personalmente establecida es la efectiva, facilita divisas a los importadores al
lucrarse. En el deseo de remediar la situaci ón ad6ptanse medio cambio oficial. Ello sup0ne primar las importaciones. Todo
das tendentes a restringir la demanda de divisas. S610 quienes comerciante que consigue divisas obtiene señalados beneficios
El intersencionismo mo netario )' crediticio 1157
1156 La Acci6n Humana

al vender en el interior las mercancías importadas. Por ello, los a base de los precios internacionales en oro. Mediante estos
poderes públicos recurren a nuevos arbitri smos. O elevan las conciertos de trueque y compensación, el comercio bilateral
tarifas arancelarias o imponen cargas y gravámenes a las impor­ viene a sustituir al comercio triangular o multilateral de la
taciones; en definitiva, encarecen, por un procedimiento u otro, época liberal. Ahora bien, lo que no se consigue con ello es
la adquisición de divisas. variar la pérdida de poder adquisitivo experimentado por la
El control de cambios así comienza, por fin, a funcionar. moneda nacional con respecto al oro , las divisas y los bienes
Opera bien, sin embargo, sólo porque virtualmente se están económicos en general.
acatando las cotizaciones del merOfdo libre de divisas. El ex­ El control de cambios no es, en realidad, sino un nuevo
portador obtiene por las que entrega al correspondiente orga­ paso por el camino que conduce a la implantación del socia­
nismo su equivalente oficial y además el correspondiente lismo. Contemplado desde cualquier otro ángulo, su ineficacia
subsidio, con lo que acaba por cobrar una suma igual al cambio es notoria. Ni a la corta, ni a la larga, lo más mínimo influye
libre . El importador a su vez abona por la divisa el precio en la determinación del precio de las divisas extranjeras.
oficial y además una prima, tasa o impuesto especial, de tal
suerte que, en definitiva, desembolsa el cambio de mercado.
En esta situación, los únicos seres de inteligencia tan obtusa
que no aciertan a percatarse de la realidad, dejándose sorpren­
der por la fraseología burocrática, son aquellos autores que en
sus trabajos y libros ensalzan las nuevas experiencias y métodos
del dirigismo monetario.
La monopolización del tráfico de las divisas confiere a las
autoridades el contro l absoluto del comercio exterior. No por
ello, sin embargo, logran aquéllas influir las cotizaciones ex­
tranjeras. Vano es que el poder público prohíba la publicación
en periódicos y revistas de los cambios reales. En tanto haya
comercio exterior, sólo las cotizaciones libres y efectivas serán
tenidas en cuenta por quienes operen en el correspondiente
mercado.
El gobernante , a fin de ocultar en lo posible la realidad,
quisiera que las gentes eludieran el mencionar los verdaderos
tipos de cambio manejados. Procura, en ese sent ido, organizar
el comercio exterior a base de trueque, evitando así las expre­
siones monetarias. Móntanse al efecto los llamados tratados
comerciales bilaterales y las operaciones de clearing. Cada parte
se compromete a entregar determinada cantidad de bienes y
servicios, recibiendo en pago otra serie de bienes y servicios.
Rehúyese, en tales convenios, con sumo cuidado, toda alusión
al dinero y a los cambios. Los contra tantes, sin embargo, en
su fuero interno, ealculan el valor de lo que compran y venden
CAPITULO X XX I I

Confiscación y redistribución

l. LA F ILOSOF ÍA CONF ISC ATO RIA

Supone el dirigiste que las medidas atentatorias contra el


derecho de propiedad para nada influyen sobre el volumen
total de la producción. De ahí que tan cándidamente se lance
a todo género de actividades expoliadoras. La producción, para
él, es una suma dada, sin relación alguna con el orden social
existente. Piensa que no es tanto la producción, sino la «equ í­
tativa» distr ibución de la misma ent re los distintos miembros
de la comunidad, lo que fundamentalmente debe de preocupar
al estado. Intervencionistas y socialistas pretenden que los bie­
nes económicos son engendrados por peculiar proceso social.
Llegado éste a su término y recolectados sus frut os, p ónese en
marcha un segundo proceso que dist ribuye entre los miembros
de la comunidad los bienes acumulados. Rasgo característico
del capitalismo es - dicen- el que las respectivas cuotas asig­
nadas, en dicho reparto, a cada individuo sean desiguales. Hay
quienes - empresarios, capitalistas y terratenientes- se aproo
pian más de lo debido. El resto de las gentes, consecuente­
mente, ve su participación injustamente cercenada. El poder
público está obligado, ejercitando innegable derecho, a expro­
piar ese exceso retirado por los privilegiados para redistribuirlo
entre los restanres ciudadanos.
Pero esa supuesta dualidad de procesos - uno de produc­
ción y otro de distribución- en la economía de mercado no se
da. El mecanismo es único. Los bienes no son primero produ­
cidos y luego distribuidos. Ficticia a todas luces resulta aquella
imaginada apropiación de unas riquezas sin dueño. Todos los
1160
La Acción Humana Confiscación y redistribución 1161

bienes , desde un principio, son siempre propiedad de alguien . superiores a los marginales que el consumidor está dispuesto
Si se quiere redistribuirlos es obligado proceder previamente a pagar . El mercado determina la extensión de las explotacio­
a su confiscación. El aparato estatal de compulsión y coerción nes agrícolas y los métodos de producción a aplicar . Si el estado
pu ede, desde luego, lanzarse a todo género de expoliaciones y interfiere y altera la organización agraria, indefectiblemente
expropiaciones. Pero ello no prueba qu e un duradero y fecun­ provoca un alza en el precio medio de los productos de! campo.
do sistema de colaboración social pu eda, sobre tal base, estruc­ Supongamos que, en competencia libre, m agricultores -<ulti­
turarse.
vando cada uno de ellos mil acres- producen todos aquellos
Cuando los piratas vikingos, de¡,'t>ués de asolar una comu­ productos qu e el mercado consum idor hállase dispuesto a ad­
nidad de autárquicos campe sinos, reemba rcaban en sus naves, quirir; pues bien, si e! poder púb lico interviene red istribuyendo
las víctimas superv ivientes reanudaban el trabajo, cultivaban la tierra entre cinco veces m agricultores a razón ele doscientos
la tierra y procedían a la recon strucción de lo damnificado. Si acres por per sona, es e! consumidor qui en soporta el aumento de
los corsari os, al cabo de unos años, volvían, encon traban nu e­ costos. Vano resulta apelar al derecho nat ural, ni a otros con­
vas riquezas qu e expoliar . La organización capitalista, sin em­ ceptos de índole metafísica, para justificar las refor mas agra­
bargo, no resiste reiteradas depredaciones. La acnmulación de rias. La ún ica rea lidad es que tales medidas elevan el precio
capital y la inversión productiva presuponen que tales ataques de los producto s del campo y, adem ás, entorpecen la produc­
no se prodigarán . En ausencia de tal esperanza, las gent es pre­ ción no agraria . Cuanto mayor volumen de mano de obra re­
feri rán consumir su capital a reservarlo para quienes h'11I de quiera la p roducción de un a unidad agrfcola, superio r número
expropiárselo. De ah í la íntima cont radicción de aquellos planes de personas habrá de ser emplead o en la agricultura y, conse­
que aspiran a combinar la propied ad privada con repetida ex­ cuenteme nte , menos tendrá a su disposición la indu stria manu­
poliación de la riqueza individual. [actureru. La producción tot al disminuye y determinado gru po
se beneficia a costa de la mayorfa .
2. LA RE FORMA AGRARIA
3. LA F IS CAL ID AD EX POL I ADORA
Los antiguos reformadores sociales propugnaban el esta­
blecimiento de comunidades de camp esinos aut osuficient es. Las El arma principal con que actualmente cuent a el interven.
parcelas a distri buir serfan toda s igual es entre sí. Eran utopías cionismo en su afán confiscatorio es de indole fiscal. In trascen­
que exclu ían la divi sión del trabajo y la especialización en las dente resu lta el que, mediante el mecanismo tributario, se
artes industriales. Constituye evide nte error calificar tal sistema aspire , por una motivación social, a nivelar la riqueza de los
de «socialismo agrario». No es en verdad otra cosa que mera ciudadanos o qu e, por el contrario, lo que se persiga sea con­
yuxtaposición de una serie de autárquicas econo mías familiares. seguir mayores ingresos para el erario público . Lo ún ico que
La tierra, en el marco de la economía de mercado, es un en este lugar importa es determinar las consecuencias que tal
factor material de producción como cualqu ier otro. Todo plan intervencioni smo confiscato rio provoca.
tendente a redistribuir la tierra , con un sent ido más o menos El hombre med io. aborda estos problemas con envidia mal
igualitario, entre la pob lación campesina, implica privilegi ar a disimu lada , pre guntándose por qu é ha de haber nadie más rico
productores ineficientes, con daño para la inmensa mayorla que él. El intelectu al, en cambi o, pr efiere encubrir su resent i­
de los consumidores. La mecánica del mercado elimina de la miento tras disqu isiciones filosóficas, arguyendo que quien
función produc tora a aquellos campesinos cuyos costos son tiene diez millone s no será mucho más feliz con un aumento
1162
La Acción Hu mana
Confiscación y redistribución 1163
de otros noventa. Recíprocamente - añade- qu ien posee cien
millones, si pierde noventa, no por ello dejará de ser tan feliz tuviera que entregar al recaudador de impuestos una gran parte
como antes. El mismo razonamient o prerende aplicarlo al caso de sus extraord inarios ingresos. Consideraciones puramente
de las rentas personales más elevadas. dinerarias en modo alguno debilitarían su ambición. Admita­
Enjuiciar de esta suerte equivale a hacerlo desde un punto mos, a efectos dialécticos, que tal interpretación psicológica
de vista personal. Se toma un supuesto caso individual. Los sea correcta . Ahora bien, ¿el pode r de! capitalista en qué se
problemas económicos, sin embargo, son siempre de carácter asienta si no es sobre su riqueza? ¿Cómo se habrían hallado
social; lo que interesa es saber las rapercusiones que las corres­ un Rockefeller o un Ford en condiciones de adquirir «poden >
pondien tes disposiciones provocarán sobre la generalidad de las si se les hub iera impedido la acumulación de capital? Cierta­
gent es. No se trat a de ponderar la desgracia o la felicidad de mente que pisan terreno más firme aquellos fanáticos del esta­
ningún Creso ni sus méritos o vicios personales; lo que inte­ do que procuran impedir la acumulación de riqueza precisa­
resa es el cuerpo social y la productividad del esfuerzo humano. mente por cuanto confiere al hombre indudable poder ío eco­
Pues bien, cuando la ley, por ejemplo, hace prohibitivo el nómico '.
acumular más de diez millones o ganar más de un millón al Los impuestos ciertamente son necesarios. Ahora bien, la
año , aparta en determinado momento del proceso productivo política fiscal discriminatoria - aceptada universalmente hoy
precisamente a aquellos individuos que mejor están atendiendo bajo e! equívoco nombre de tribu tación progres iva sobre las
los deseos de los consumidores. Si una disposición de este tipo rentas y las sucesiones- dista mucho de constituir verdadero
hubiera sido dictada en los Estados Unidos hace cincuenta sistema impos itivo. Más bien se trata de una disfrazada expro­
años, muchos de los que hoy son multimillonarios vivirían en piación de los empresarios y capitalistas más capaces. Es in­
condiciones bastant e más modestas. Ahora bien, todas las nue­ compatible con el mantenimiento de la economía de mercado,
vas industrias americanas que abastecen a las masas con mero digan lo que qu ieran los tur iferarios del poder. En la práctica
caricias nunca soñadas operarían, de haberse llegado a montar, sólo sirve para abrir las puertas al socialismo. Si se analiza
a escala reducida , halhíndose, en consecuencia, sus produccio­ la evolución de los tipos impositivos sobre la renta en América,
nes fuera del alcance del hombre de la calle. Perjudica, eviden­
no es difícil profetizar que un día no demasiado lejano cual­
temente, a los consumidores el vedar a los empresarios más
quier ingreso que rebase el sueldo de! indiv iduo medio será
eficientes que amplíen la esfera de sus actividades en la medida absorbido por e! impuesto.
que conforme con los deseos de las gentes, deseos que éstas
patent izan al adquirir los productos por aquéllos ofrecidos. Nada tiene que ver la economía con las espúreas doctrinas
Plantéase de nuevo el dilema: ¿a quién debe corres ponder la metafísicas aducidas en favor dc la política fiscal progresiva;
suprema decisión, a los consumidores o al jerarca? En un mero interesan tan sólo a nuestra ciencia las repercusiones de la
cado sin trabas, el consumidor, comprando o absteniéndose de misma sobre el mercado. Los políticos y los escritores inte r­
comprar , dete rmina, en definitiva, los ingresos y la fortuna vencionistas enjuician estos problemas con arreglo a lo que
de cada uno. ¿Es prud ent e investi r a qu ienes detentan el poder ellos ent ienden que es «socialmente deseable». Desde su punto
con la facultad de alterar la voluntad de los consumidores? de vista, «el objetivo de la imposición fiscal no consiste ya
Los incorregibles adorado res del estado arguyen que no es en recauda n>, puesto que los poderes públicos «pueden procu­
la codicia de riquezas lo que impulsa al gran bombre de nego­ rarse cuant o dinero precisen con sólo imprimirl o ». La verda­
cios a actuar, sino su ansia de poder. Tal «rey de la produc­
1 No parece necesario reiterar que d empico de conceptos de tipo político
ción» no restringiría sus actividades, aseguran, aun cuando
resulta inadecuado para el estudio de 1<15 problemas econ ómicos. Vid. págs . 418·420.
Con/iscaci6n y redistribuci6n 1165
1164 La Acci6n Humana

dera finalidad de la imposición fiscal es dejar «menos dinero respeta los in tereses creados, presionando, en cambio, a em­
en manos de! cont ribuyente» 2. presarios y cap it ali stas para que ajusten de modo incesante su
Pero los economistas enfocan el prob lema desde otro conducta a la siempre cambiante estructura social. En todo
momento han de mantenerse en forma. Mientras permanezcan
ángulo. Formulan, en primer lugar, este interrogante: ¿Q ué
en la palestra me rcanti l, jamás podrá n disfrutar pacifica y cómo­
repercusión provoca la política fiscal confiscatoria sobre la
damente de la riq ueza otrora ganada o de los bienes que sus
acumulación de capital? La mayor parte de los elevados ingre­
antepasados les legaron , ni tampoco adormecerse en brazos de
sos que las cargas impositivas cerc~an hubi érasc dedicado a
la rutina. T an p ronto como olvidan que han de servir a los
la formación de capital adicional. En cambio, si el estado aplica
consumidor es de la mejor manera posible, se tambalea su privi­
lo recaudado a atender sus gastos, la acumulación de nuevos legiada posición y de nuevo son relegados a las filas de los hom­
capitales disminuye. Ocurre lo propio - aun cuando en mayor
bres comune s, Las riquezas que acumularon y la correspon­
grado-- con los impuestos que gravan las transmisiones mortis
diente función rec tora hállanse constantemente amenazadas por

causa. El heredero se ve constreñido a enajenar parte conside­


las acometidas de los recién llegados.

rable de! patrimonio del causante. No se destruye, claro está, Cualquiera que posea el suficiente ingenio puede iniciar
el capital; cambia únicamente de dueño. Pero las cantidades nuevas empresas . Q uizá sea pobre, tal vez sus recursos resulten
que los testadores ahorraron primero e invirtieron después en escasos e incluso cabe que los haya recibido en préstamo, Pero
la compra de esos mismos bienes enajenados por los herederos si satisface mejo r y más barato que los demás las apetencias
hubieran incrementado cI capital existente. Se frena la acumu­ ele los consum ido res, triunfará y obtendrá «extraordinarios»
lación de nuevos capitales. El progreso técnico se paraliza; la beneficios. Rein virt ienelo la mayor parte de tales ganancias
cuota de capital invertid o por obrero en activo disminuye; el verá rápidamente prosperar sus empresas. Es e! actuar de esos
incremento de la productividad se detiene y se impide la eleva­ emprendedores parvenus lo que imptime a la economía de
ción real de los salarios. Obvio resulta, por tanto, que la tan mercado su «d inamismo» , Estos nouueaux riches son quienes
difund ida creencia de que la política fiscal confiscatoria sólo impulsan el progreso económico. Bajo la amenaza de tan impla­
daña al rico - o sea, a la víctima inmediata- es erra da . cable competencia, las antiguas y poderosas empresas se ven
En cuanto el capitalista sospecha que el conjunto de los en el tra nce de servir, sin tit ubeos y de! mejor modo posible, a
impuestos y la contribución sobre la renta van a absorbe r el las gentes o de abandonar el campo, cesando en sus actividades.
ciento por ciento de sus ingresos, op ta por consumir el capital Ocur re, sin embargo, en la actualidad, que las cargas fiscales
acumulado, evitando cont inúe al alcance del fisco. absorben la mayor parte de aquellos «extraordinarios» bene­
El sistema impositivo confiscatorio no obstaculiza el pro­ ficios obtenidos por e! nuevo empresario. La presión tributaria
greso económico y la mejora de la vida de los pueblos única­ le impide acumu lar capital y desarrollar convenientemente sus
mente al dificultar la acumulación de nuevos capitales. Provoca negocios; jamás podrá convertirse en un gran comerciante o
además una amplia tendencia hacia el inmovilismo, favorecien­ industrial y denodadamente luchar, entonces , contra la rutina
do e! desarrollo de hábitos mercantiles que inexorab lemente y los viejos háhit os. Los antiguos empresarios no tienen por qué
desaparecen en el marco competitivo propio de la economía temer posible competencia; la mecánica fiscal les cubre con su
de mercado libre. manto protector . Pueden así abandonarse a la rut ina. fosilizarse
La esencial característica del mercado consiste en que no en su conservadur ismo, desafiar impunemente los deseos de
los consumi dores. Cierto que la presión tributaria védales tam­
2 Vid. A. B. L ERNER , Tbe Economías 01 Control, Principies 01 WL'!fare Econo­
mies (Nueva York, 1944 ). págs. 307·308. bién a ellos acumular nuevos capitales. Pero lo importante para
1166
La Acción Humana Confiscación y redistribución 116 7

los hombres de negocios ya sit uados es qu e se impida al peli­ estiman que el da ño que causa la fiscalidad confiscatoria a la
groso recién llegado di sponer de mayores recursos. En realidad, estructura económica estriba e n que. dentro de aquel imaginario
el mecanismo tributario los sitúa en posición privilegiada. La juego, reduce las probabilidades de obtener premios. La carga
imposición progresiva obstaculiza, así, el progres o económico, fiscal viene a disminuir las ventajas sin rebajar el riesgo . Ello
fomentando la rigidez y el inm ovilismo . En tant o que bajo un hace que capitalistas y empresarios pierdan interés en operar,
orden capitalista inadulterado las riquezas obligan a q uien las negándose a emprender negoci o s arriesgado s.
posee a servir a los con sumidores, los modernos métodos fisca­ Todas las frases de la anterior exposición co ntienen evid entes
les convierten la propiedad en un privilegio. errores. El capitalista jamás op ta entre inversiones seguras, arries­
El intervencionista larn én tase de la burocratización y estan­ gadas y excepcionalmente arries gadas. El mecanismo del mercado
camiento cada día mayor de las grandes empresas y del hecho oblígale a invertir de suerte tal que las más urgent es necesidades
cierto de no hall arse los nu evos hombres de negocios en condi­ de lo s co nsumido res queden sati sfech as en la mayor medida po­
ciones de amenazar , como antaño, las ventajas de que gozan sible. Cuando el Sistema tributario impuesto por las auto ridades
las tradici onales famili as ricas. Sin embargo , si existe un rníni­ provoca consumo de capi ta l o impide el incre mento del mismo ,
mo de sinceridad en tales protestas, no hacen más que lamentar carécese del necesario para atender las inversiones marginales.
las consecuencia s provocada s por el ideario hoy prevalente. de jando de produci rse nque l incremento de In inversión que , en
E l afán de lucro es el motor que impulsa a la economía de ausencia de la aludida expoliación fiscal, lmhiérasc producido. Las
mercado . Cuanto mayor es la ganancia, mejor es tán siendo necesidades de los consu mido res quedan peo r atend idas. Ello ,
atendidas las necesidades de los cons umido res. Ello es así en sin embargo, no es debidn a que el empresario haya eludido el
razón a qu e sólo obtienen beneficios aq uellos que logran elimi­ correspond ie nte riesgo ; CS, antes al contrar io, p ura y simple con­
nar los obstáculos in terpuestos en tre los deseos del cons umidor secue ncia de no haber suficiente capital disponi ble .
y la precedente situación de la activ idad produ ctora . Quien N inguna inversión es per se seg ura. Si los empre sarios proce­
mejor sirve a las gentes obtiene los mayores beneficios. En dieran como el analizado mito del riesgo supone y buscaran siern­
cuantas ocasiones los poderes públicos int er vienen al objeto pre las inversiones seg uras, su propio actu ar tra nsformarfalas en
de red ucir los beneficio s, deliberad amente están saboteando la inseguras. Jamás puede el empresa rio eludir la ley del mercado
economía de mercado . que , invariablemente , le obliga en todo mo mento ;.1 satisface r las
apetencias de los consumidores del mejor modo posible dado el
capital exis tente, los co nocim ient os técnicos del mo me nto y las
TRIBUTACION CONFISCATORIA
futuras valoraciones de los comp rado res. El capi talista nunca busca
Y RIESGO EMPRESARIAL
la inversión menos arriesgada . Pe rsigue , po r el contra rio, aquella
que, dadas las circunstancias concurrentes, estima que ha de pro ­
Un erróneo ideario, harto extendido en la actualidad , supone porcion arle el mayo r beneficio net o . Los capitalistas que no se
que la ganancia del empresario es la recompensa que és te recibe cons ideran capaces de prever el futuro , renuncian a invertir pc r ­
por el riesgo que e n la correspondient e empresa mercantil afron­ son almente sus capitales; pr éstanlos a empresarios a quienes el
tara. Equipárase al empresario con el jugador, quien, tras ponderar riesgo no asusta. Establecen así una especie de asoci ación con
las probabilidades favorables o adversas de la jugada, se decide quienes suponen dotados de mayor habilidad pata enjuiciar las
por determinada apuesta. Tal falacia sobre todo aflora en relación circunstancias merca ntiles. El capital-accio nes de las empresa..
con las operaciones de bolsa, por muchos asimiladas a los lances suele calificarse de capital especularivo. Pero lo que las gentes no
de azar. Cuantos qu edan baju el hechizo de tan ex tendido error suelen advertir es que el buen fin de esas ot ras inversio nes cons i­
1168 La Acción Human a 1169
Coniiscaci án y redistribución

deradas no especulativas, tales como obligaciones. bonos, hip otecas ra sea su montan te, siempre está íntegramente empleado , no tcnien­
y cualquier otra modalidad de préstamos, depende , en último do nada que ver los impuesto s con ésa su ínt egra utili zación s.
t érmino. del buen fin de las de tipo especulat ivo 3. No hay inver­ Las gentes de mayores medios, cuando una tri butación de pro­
sión alguna inmune a las vicisitudes del mercado . nunciada progrcsividad impone gravo sa carga sobre renta s y trans­
Si, como consecuencia de la presión fiscal, aumen tara , po r misiones mortis causa, pued en tende r a congelar sus riquezas en
ejemplo, la oferta de capital a préstamo (obligaciones) y, en carn­ numerario o e n cuent as bancarias sin interés. Consumen los depc ­
situntes, desde luego . part e de su capital. pero logran eludi r las
hio, se ret rajera la de capital escritu rad o (acciones), descend ería el
penalizadoras imposiciones sobre beneficios y sucesiones. Tal con­
tipo de interés de los p résta mos, pel jutiicándosc ndem és la segun­
ductn, sin embargo, en ningún caso, afecta a la activid ad inver­
dad de éstos por su mayor volumen en relación con el capital
sora del capital de hecho existente; influye, desde luego, sob re
propio. La tendencia inversora, consec uentemen te, pron to variaría
de signo. los precios. Pe ro nunca impele a dejar inaprovcchada una par te
de los bienes de capital disponibles. y la mec ánica del mercado
No es el deseo de min imizar su «riesgo de jugador » lo que
o rienta las inve rsion es hacia aquellos comet idos en los que se
impu lsa al capitalista a, por lo general , no concentrarse en un
supone cubrd mejor satisface r la rodavía desatendida demanda del
solo negocio o rama ind us trial y a repa rtir sus inversiones unas
púhlico L\lmpnl dl u'.
veces en acciones, ot ras en préstamos; procede así única y exclu­
sivamente porqu e desea obtener la mayor rentahilidad posible del
capital de que dispone.
E l capitalista, sólo cuando cree ver un buen negocio, invierte.
Nadi e deliberad amente mete su d inero en malas inve rsiones. Es b
aparición de circun stancias en su día no prev istas por el inversor
lo que convi er te en desfavor able aquél q ue en un pri ncipio parec ía
ser tan buen negocio.
E l capital, como ya ant eriormente se ind ic ó \ e n ningú n caso
hállase inempleado 11 ocioso. El capitulista jnrn ás puede optar
entre invert ir o no invcrrir, ni cébele tampo co desviar sus cap i­
tales de aquellas ut ilizaciones q ue permit an, en cada caso, atend er
las más urgen tes necesidades de los consumidores a la sazón aún
insatisfechas. El empresar io ha de adivinar cuáles co ncretamen te
serán maña na los deseos y apet encias de Jos consu mid ores. La
acción fiscal puede, desde lu ego, frenar la acumulació n de nuevos
capitales e inclu so dar lugar a que se consu ma y se vola tilice el
ex istente . Ahora bien , el capital efectivamente di spon ible, cualquie.

1 Cuando habl amos de capital disponible no debernos perder de vista el que,


• Vid. págs. 79fJ.792.
por su carácter de: inconven ibles, hay siempre bienes de: capital inutilizados e inapro­
• Vid . págs. 767-770 .
vechables.

H
CAP I TULO X X XIII

Sindicalismo y corporativismo

1. E L S IN DIC AL IS MO

El tér mino sindicalismo tiene dos significados, bien dispa­


res entre sí.
Par a los seguidore s de Georges Sorel, el sindicalismo no
constituye sino conjunto de tácticas revolucionarias a cuyo
amparo se pretende implantar el socialismo. Vano es que los
sind icaros malgasten sus fuerzas intentand o, dent ro del orden
capitalista, mejorar la suerte de los asalariados. Deben, por
el contrario, apelar a la action directe, a la violencia sin escr ú­
pulos, hasta conseguir la dest rucción completa del sistema. No
habrán de abando nar la lucha - dando al vocablo su sentido
más agresivo-- mient ras el socialismo no haya sido definitiva­
mente ins taur ado. No debe el prole tariado dejarse engañar por
los grandilocuentes conceptos de libert ad , democracia, parla.
ment arismo, tan gratos a los ricos. La lucha de clases, la revo­
lución sangrienta y la despiadada liquidación de toda la bur­
guesía son los únicos medios que pueden procurar a las masas
obreras el triunfo definitivo .
Ta l ideario ha desempeñado , y todavía hoy desempeña, un
papel pre pondera nte en la actividad política. Su influencia
sobre el bolchevismo ruso, el fascismo italiano y el nazismo
alemán fue ext raordinaria. Carece, sin embargo, de interés para
el estudio catal áctico, por cuan to sólo persigue obje tivos poli­
ticos.
Pero tiene la palabra sindicalismo una segunda acepción .
En este senti do, por sindicalismo se ent iende específico sistema
económico . Mien tras el socialismo aspira a transferir la propie­
1172 La Acción H umana 1173
Sindicalismo y corporativismo

dad de los medios de producción de los individuos al estado, 2. Los ERRORES DEL S lN IJ1CAL I S MO
el sind icalismo q ue nos ocupa postu la la en trega de las indus­
trias y de la organización prod uct iva en general a los trabaja­ La dialéct ica sindicalista parte de la idea fundamenta l de
dores que en ellas laboran. Slogans tales como <dos ferroca rri­ que, en un régimen de mercado , empresarios y capitalista s.
les para los fer roviarios» o «las minas para los mineros » refle­ como auténticos seño res feud ales, conducen los negocios segú n
jan de forma inequívoca las aspiraciones de este pensamiento. mejor les place bajo el signo de la arbitra ried ad . Semejante ti ra­
Tanto el socialismo como el sindicalismo de la action nía, evidentement e, no puede ser tolerada. El movimien to
directe son idearios elaborados por p~ ns a dores que todo mar­ liberal, que implantó la democracia y acabó con el despotismo
xista consecuen te calificaría de burgueses. En cambio, el sindi­ de reyes y nobles, debe completar su obra y poner fin a la
calismo últim amente aludido es produ cto típico de la «men­ omnipotencia empresa rial y capita lista , instaurando la «demo­
talidad proletaria». Cualquier empleado subalterno de escasas cracia indust rial ». Sólo tal revolución económica, dando cima
luces, seguramente, considerará el sistema como el medio más a la tarea que la revolución política iniciara , liberará definit iva­
expeditivo y perfec to para mejorar la situación de la clase mente a las masas populares.
tra bajadora. ¡Eliminad a los parásitos ociosos, es decir , a los El error básico del anterior razonamiento resulta manifiesto.
empresarios y a los capi talistas, y entregad sus «no ganadas» Porque, bajo un régimen de mercado, empresarios y capitalistas
rentas a quienes de verd ad traba jan! La cosa no puede ser más en modo alguno son autócrata s que a nadie rindan cuenta s.
sencilla.
Há llansc incondicionalmen te sometidos a la soberanía del con­
Si mereciera la pena dedicar a este sindicalismo un estudio sumidor . El mercado es una au tént ica demo cracia de consumi­
a fond o, inoportuno fuera en este lugar efectua rlo, siendo así dores , democracia ésta que el sind icalismo desearía sustituir
que el objeto de nuestro análisis es ahora el intervencionismo. por una democracia de productores. P rete nsión desacertada ,
Porque el sindicalismo aludido no es socialismo, ni capitalismo, eviden temente, siendo así que el ónico fin y ob jet ivo de la pro ­
ni int ervencionismo; se trata de sistema peculiar, distin to de ducción es el consumo.
los tres mencionados. No cabe, ciertamente, lomar en serio Aquellos aspectos de la economía de mercado que más
estas propuestas sindicalistas; ni nadie jamás 10 ha hecho. No repugnan al sindicalismo y qu e él considera consecuencia inevi­
ha habido mente tan ingenua )' confusa que haya pretend ido table de! b rutal y despiadado actua r de unos déspota s movidos
efectivamente estructural' el orden social sobre la base del idea­ por incontenible afán ele lucro , son efectos pr ecisamente provo ­
rio sindicalista. Sólo a tlue algunos polít icos, buscando la pop u­ cados por esa ineliscutid a supremacía que ba jo el capitalismo
laridad, prohij aran , a veces casi sin darse cuenta, ciert as ideas tiene el consumidor. La competencia típica ele todo mercado
de tipo sindicalista se debe el q ue el sindicalismo haya llegado inadulterado fuerza al empresario a introducir constantes me­
a marcar con su impronta los ucontccimientos históri cos. I nflu­ joras técnic as en los métodos de producción, tran sformaci ones
jos sindicalistas, desde luego, hoy se observan en múltiples éstas que posiblemente perjudiquen a ciertos trabajadores. El
medidas implantada s por el intervencionismo estatal y obre ro. pat rono no pued e pagar al obrero más de lo que el consumidor
Con el socialismo gremial y el corporativismo, por otra parte , está dispu esto a abonar por la específica contribución de! corres­
se ha querido evita r la omnipotencia estata l típica del socia­ pondi ent e laborador. Aqué l no hace más que ser fiel manda­
lismo y del intervencionismo, echando agua al vino de estos tario de los consu midores cuando, sobre la base de que un
últimos idearios y añadiéndo les ciertos ingredientes de tipo recién nacido en nada contribu ye a la producción, deniega e!
sindical. aumento de sueldo solicitado por el asalariado cuya esposa
acab a de dar a luz un hijo. Porqu e los consumidores, ellos .
1174 Sindicalismo y corporatiVISmo
1175
La A cci6n Hum ana

desde luego, no están dispuestos a pagar más caro un producto exige, e! restringir o incluso suprimir aquellas instalaciones
por la circunstancia de que la familia del obrero haya aumen­ la demanda de cuyas producciones previsiblemente va a de­
tado. La ingenuidad del sindicalista queda al descubierto al caer o desaparecer, o el aplicar los progresos técnicos del caso.
comprobar qu e jamás está di spuesto a o torgar a quienes pro. Cabe afirmar, sin temor a ser inju sto s, qu e e! sindicalismo es
ducen los bienes que él consume aquellos privilegios q ue para una filosofía económica propia de gentes de cortos alcances,
sí tan vehemen te reclama. de mentes fosilizadas, temerosas de toda innovación, de seres
Los tí tulos de propiedad de las empresas, con arreglo a los esencialmente envidiosos, que, como aqu ellos pacientes que
postulados sindicales, serán confi fcados a los «propietarios dicen peste s del médico que les cura, no saben sino abominar
au sentist as» y equ ita tivamen te dis tribuidos entre los emplea. de quienes continuamente están poniendo a su alcance produc­
dos de la correspo ndiente explotación ; no se pagará en adelante tos nuevos, mejores y más baratos.
ni el principal ni los intereses de los capitales obtenidos a
crédito. Transformados los asalariados en accionistas, una junta
elegida por los propios obreros asumirá la gerencia. Es de not ar 3 . I NFLUJO S SINDI CALISTA S E N LA ACTUAL POLÍTICA
que, por tales cauc es, no se igualará a los trabajador es ni en el ECO NÓ MI C A
ámbito na cional ni en la esfera mundial. En ese supuesto re­
parro, los asalar iados de aquellas empresas dond e mayor sea La impronta sindicalista se observa en numerosas medidas
la cuota de capital invertido po r obrero saldrán cviden temen te preconizadas por la política económica boy imperante. Tales
beneficiados . medidas , en la práctica, no vienen sino a favorecer a determi­
Signifi cativo es qu e el sindicalista, en estas materias , hab le nadas minorías, con daño manifiesto para la inmensa mayoría
mucho de la funci ón de gerentes y directores, pero jamá s baga de la población ; restr ingen invariablemente tanto la riqueza
alusión alguna a la típica actividad empresaria!. El empleado como los ingresos de las masas trabajadoras.
sin prepa ración pi ensa qu e, pa ra goberna r un negad o, basta Son numerosos los sindicatos, por ejemplo, que aspiran a
con celosamente desemp eñar aqu ellas tareas secu nda rías que limi tar el acceso de nuevos trabajadores a la profesión por ellos
el empresario confía u directores y gerentes. Supone que las dom inad a. Las organ izacione s sindicales tipográficas, concre ta­
plan tas y explotaciones hoy existentes vienen a ser inst itucio­ men te, vedan la entrada de nuevo personal a talleres e imp ren­
nes perma nentes que nunca ya han de variar ni desapa recer. tas, pese a que a las gentes les agradaría disfrutar de más libros,
Tácitamente de stierra dc nues tro mundo la mu tación y el cam­ revistas y pcri ód icos a menores precios, lo que conseguirían
bio. La producción, par a él, es inmodificable . No advierte, por bajo un régim en de mercado libre. Tal actitud provoca, como
10 visto, que el universo económico hállase en permanente es natural, un increm ento de las remuneraciones laborales de
evolución, que la activid ad productora ha de ser continuamente los obreros sindicados. Origina , sin embargo, simultáneamente
reajus tada para resolver los nuevos problemas qu e a diario un a di sminución de los ingresos de aquellos trabajadores que
surgen . Su filosofía es esencialmente es tática . No piensa ni en no log ran trabajo tipográfico y un alza general de! precio de
la aparición de indust rias hoy desconocidas, ni en el descubri. las publicaciones. Los mismos efectos engendran los sindicatos
miento de nu evas mercancías, ni en la tr ansformación y mejora cuando impiden la aplicación de adelantos técni cos o cuando
de los métodos de fabricnción de todo aqu ello que boy produ­ recurren a la artificiosa creación de innecesarios puestos de
cimas. Ignora por completo los problemas empresariales típi ­ trabajo, es decir , a lo que en la terminología americana se deno­
cos ; a sabe r, el hall ar los cap itales qu e el montaje de las nu evas mina [eatber bedding .
industrias y la ampliación y modern ización de las existentes El sindicalismo radical propugna la supresión de! pago de
1177
1176 La Acci6n H umana Sindicalismo y corporativismo

dividendos e intereses a accionistas y acreedores. Los int erven­ producciones, ventas, costos, pérdidas y ganancias del mañana,
cionistas, siempre deseosos de hallar terceras soluciones para en ningún caso manéjanse «realidades», sino puras previsiones
apaciguar aquel extremismo, recomiendan la denominada parti­ de índole especulativa. Las ganancias futuras jamás son
cipación en beneficios del personal. He aquí una fórmula que «hechos» ' . .
ha adquirido gran predicamento. Impertinente fuera exponer La idea básica sindicalista, es decir , la supre sión de inte­
de nuevo las falacias económicas en que la idea se basa. Baste reses y dividendos al capital y la distribución de la totalidad

en este lugar evidenciar los absurdos a que conduce . de las ganancias entre el personal, es impracticable ; exige des­

Posible es que en pequeños tallqrcs o en empresas con un articular el mercado e instaurar el socialismo. Pero el sindica­

cuerpo de operarios altamente especializado resulte a veces lismo, en tal caso, también desaparece, pues al instau rarse un

aconsejable conceder grat ificaciones extraordinarias al personal régimen socialista, la propiedad y el control de los factores de

cuando el negocio más florezca. Ahora bien, lo que en deter­ producción corresponde no a los trabajadores que en las d is­

minadas ocasiones y en ciertas agrupaciones puede convenir no tintas explotaciones laboran, sino al estado.
tiene por qué resultar- siempre favora ble para toda la organi­
zación productiva. No hay razón alguna en cuya virtud un
4. SOC IALISMO GRE MI AL Y CORP ORATIVIS MO
soldador, por ejemplo, que traba ja con cierto patrón, que está
obteniendo grandes beneficios, haya de ganar más que otro
De doble fuente br otó el pensamiento inspirado r del socia­
compañero, que realiza idéntica tarea, pero que sirve a empre­
sario que gana menos o que incluso soporta pérdidas. De apli­ lismo gremial y del corpo rativismo.
Por un lado, los apologistas de las instituciones medievales
carse con rigor y pureza tal mecanismo retr ibutiv o, serían los
ponderaron siempre las excelencias del gremio como ente pro­
propios trabajadores quienes en primer lugar se alzarían contra
el mismo. La per vivencia del sistema, desde luego, no sería ductivo. Bastará, para suprimir los supuestos males de la
larga. economía de mercado, reimplantar los antiguos sistemas de
Grotesca caricatura de la participación en beneficios es la producción acreditados por dilatada experiencia. Tales lucub ra.
reciente pretensión del sindicalismo americano de fijar las clones, sin embargo, a nada concreto conducían. Nadie seria­
retribuciones laborales con arr eglo a la «capacidad de pago» mente se atrevía a trazar planes para reestructurar el mundo
(abilily lo pay ) del empresario. Mient ras la participación en moderno de acuerdo con los pri ncipios del medievo. A lo más
beneficios supone en tregar a los asalariados unas ganancias que se llegaba era a proclamar la supu esta superioridad de las
efectivamente conseguidas, el nuevo sistema implica distr ibuir antiguas asambleas cuasi repre senta tivas -como los Elats
por adelantado futuros beneficios 'lile un tercero supone que Généraux franceses y la Stándiscbe Landta ge a1emana- fren te
serán en su día obtenidos. La administración Truman, tras acep­ a las modernas asambleas parlamentar ias. Y, aun con respecto
tar la nueva tesis sindical, vino a complicar aún más el plan­ a estos temas constitucio nales, sólo vagas y confusas ideas se
teamient o anunciando que iba a nombrar una comisión con po­ aportaban .
deres para examinar los libros de los comerciantes, investigar Las peculiares circunstancias poHticas del Reino Unido en
los «verdaderos hechos» y determinar, así, quiénes alcanzaban cierto momento histórico constituyeron segunda fuente de ins­
ganancias suficientes como para soportar una subida de salarios. piración del pensamiento que nos ocupa. Los socialistas brit á-
La información que brindan, sin embargo, los estados contables
refiérese exclusivamente a los costos y resultados del ayer, a I Vid. F. R. FA IRCHlL D, Proíits and ' be AbWly lo PI/Y W'ageJ (Irvingto n·on·

pasados beneficios o pérdid as. Cuando se lucubra en torno a Hudson, 1946), pág. 47.
1178 Sindicalismo y corporaticísnso 1179
La Acción Humana

nicos, en efecto, al comenzar la primera conflagración mundial, turar un ord enamiento económico auténticamente suyo. Ha­
enfrentadas a muerte la Gran Bretaña y la Alemania imperial, biéndose separado de la Internacional Socialista , vedado te­
no acertaban a ocultar su inquietud. La idolatría de los fabianos nían e! acudir al programa marxista. No podían tampoco
y su admiración por las instituciones pru sianas encerraban ellos, los preclaros descendientes de las invencibles legiones
innegable contrasentido cuand o su país hallábase luchando sin romanas, hacer concesiones ni al capit alismo democrático
cuartel contra toda la administración germ ana. ¿Te nía sentido ni al intervencionismo pru siano espurias ideologías de pueblos
combatir a un país cuyo sistema los intelectuales ingleses más lxi rbaros que no habían sabido sino destruir el m ás glorioso
progresistas no ansiaban sino ver ilfJpJantado ? ¿Cómo ensalzar de los imperios. Precisaban, pues, los fascista s de una nueva
la libertad britán ica frente a la opresión teut ona y, al propio filosofía social, pura y exclusivamente italiana. No vale la pena
tiempo, propugn ar la adopción precisamente de los métodos discut ir si se percataban o no de que ese original evangelio
ideados por Bismarck y sus con tinuadores? Tal situación pro­ económico que querían escribir no era sino mera reedición del
vocó en Jos teóricos del socialismo inglés obsesivo afán por ya descartado socialismo gremial británico. El stato corpora­
estructurar un nuevo socialismo, específicamente brit ánico, tan tivo, en puridad , no fue sino un plagio, con distinta termino­
dispar como fuera posible del germano . Pretendían mont ar ori­ logía, del ideari o inglés. Las difer encias entre ambos sistemas
ginal orden socialista que evitara la aparición de! omnipo tente no fueron nunca más qu e de detalle .
estado totalitario; algo así como un «colectivismo individua­ La aparatosa propaganda fascista difundió el corporativismo
lista ». por doquier. No faltaron escritores extranjeros que se apresura­
A nada tales afanes podían conducir . Era como querer tra­ ron a elogiar las virtudes del «nuevo ), sistema. En Austria y en
zar un cuadrado triangular. En su inopia intelectual, los jóvenes Portugal llegaron al poder gobernantes que se consideraban cor­
oxfordien ses no tuvieron más remedio que agarrarse, como a porativista s. La encíclica Qu adragcssimo Anno (19 31 ) cont enía
tabla de salvación, a las ya casi olvidadas ideas de los apologis­ pasajes que podían ser interpre tados - aunque no necesaria­
tas de las instituciones medievales, bautizando su sistema con mente- en sentido favorable al pensamiento corporativo. Tal
e! nombre de «socialismo gremial>, (gild socialism ) , Qu isieron hermenéutica fue, desde luego, defendida por escritores católi­
ilustrar el ideario con los atributos m ás estimados por el pue­ cos en publi caciones amparadas por e! imprim átur eclesiástico.
blo inglés. Cada gremio tendría plena autonomí a con respecto Pero la verdad es que ni la Italia fascista, ni tampoco los
a los poderes cent rales. Las siempre poderosas T rade Unions gobiernos de Austria y Portugal, jamás, seriamente, pretendie­
gozarían bajo el nuevo régimen de aún mayor prepotencia. ron implantar la utopía corporativista. Los fascistas limitáronse
Todo valía si servía para ennoblecer la idea y para hacerla atrac­ a agregar el adjetivo «corporativo» a una serie de instituciones
tiva a las masas. y, en este sent ido, tr ansformaron en cátedra de economia poli­
Los más sagaces, cualquiera fuera su personal modo de tica e corporativa la clásica disciplina uni versitaria. En ningún
pen sar, sin embargo, no se dejaban engañar por tan cautivador a moment o, sin embargo, llegaron a establecer el reiteradamente
apariencia ni por la alborotada propaganda empleada. El plan prometido , pero nunca alcanzado, autogobiern e de las distintas
era contradictori o y evidentemente impracticable. A los pocos ramas indust riales y profesionales, con lo que desatendieron
años ya nadie, ni en Inglaterra, creía en el sistema, qu e quedó la nor ma suprema de! corpora tivismo.
relegado al olvido. El régimen fascista , antes al contrario, comenzó aplicando
El pensamient o, no obstant e, iba a resurgir de sus cenizas las mismas medidas hoy patrocinadas por todos los países inter­
en otra parte del globo. Los fascista s italian os, que acababan vencionistas que aún no han caído de lleno en la órbita de!
de alcanzar el poder, sentí an apremiante necesidad de est ruc­ marxismo . Después, poco a poco, derivó hacia el socialismo
li SO La Acción H umana Sindicalismo y corporativismo 1181

de ripo germano, es decir, e! pleno cont rol estatal de la actividad de índol e económica repercute sobre la totaiidad social. Las
económica toda . industrias jamás operan en beneficio exclusivo de quienes en
La idea básica, tanto de! socialismo gremial como del cor­ ellas trabajan ; hállanse, por e! cont rario, al servicio de la comu­
porativismo, supone que cada rama industrial constituye mono­ nidad. La colectividad roda se perjudica cuando cualquier sec­
lítica unidad denominada Gild o Corporazione 2. Cada una de tor industrial actúa ineficazmente, cuando en e! mismo torpe­
estas entidades, teóricament e, goza de plena auto nomía; puede ment e se inviert en los siempre escasos factores de producción,
resolver sus propios asuntos sin intervención de terceros. Las cuando no se aplican los necesarios adelantos o mejoras técni­
cuestiones que afecten a varias industrias han de ser solven­ cas. No puede, por tant o, dejarse al gremio que, por sí y ante
tadas por las corporaciones intere~adas ; de no llegarse a un sí, decida los métodos productivos a emplear, la cantidad y
arr eglo, el asunto pasa a conocimiento de una asamblea general calidad de las fabricaciones, la cuantía de los salarios, la dura­
formad a por delegados de todas las corporaciones. El gobierno, ción de la jorn ada laboral y mil otras cuestiones que afectan
. norm alment e, no ha de intervenir. Sólo en casos excepcionales, por igual a quienes integran e! gremio que a quienes no forman
para dirimi r conflictos insolubl es, entra en juego el poder parte de! mismo. En la eco no mía de mercado , el empresario
central ' . resuelve tales ext remos de acuerdo con e! mandato imperati vo
Los socialistas grem iales no hacen sino plagiar el régimen de los consumidores, qui enes en ningún caso dejan de exigirle
municipa l inglés, pretendiendo trasladar a la esfera ind ustri al las más estrechas cuenta s. El empresario que, volunt aria o invo­
el sistema que regula las relaciones entre las autoridades locales luntariamente, desatiende los deseos de su principal, e! consu­
y el gobierno central en la Gra n Bretaña. Cada sector indus­ mido r, sufre pérdidas y pronto es apartado de toda fu nción
trial, como los municip ios bri tánicos, se autogobierna ; pretén­ rectora. Los gremios, en cambio, soberanos monopolistas, nada
dese instaura r, en palabras de los W ebb. «el derecho de tienen que temer de la competencia. Cábeles ordenar su respec­
autodeterminación para cada profesión» 4. El gremio decide tivo sector industrial como a cada uno mejor le plazca. Tales
au t ónoma mente sus asun tos propios; el estado, al igual que entes, al tenerlo todo permitido , de servidores se tran sform an
acontece en materia municipal en la Gra n Bretaña, interviene en dueños y señores de los consumidores. Cualquier medida
sól o cuando el interés general hállase en juego. beneficiosa para sus asociados pueden adoptarla, por dañosa
Lo ciert o, sin embargo, es que, bajo un sistema de coope­ que resulte par a e! común de las gentes.
ración social basado en la división ele! trabajo, no hay probl ema Intrascendente, a estos efectos, resulta el que el gremio
alguno que únicamente interese a especifica explotaci ón , em­ sea gobernado por obreros exclusivamente o que en el mismo,
presa o rama industr ial; las cuestiones económicas ladas afec­ en grado mayor o menor, int ervengan también capitalistas y ex
tan a la colectividad en su conjun to. No hay temas privativos empresarios. Carece igualmente de relevancia el que en los
de este o aquel gremio o corporazione; cualquier resolución correspondientes órganos directivos hállense o no representa­
dos los consumidores. Porque lo único que importa es que
1 El estudio més completo del socialismo gremial es de SW NEY y B EATRtc.E ninguna fuer za, dada la autonomía del gremio, puede presionar
W EBB, A constítutíon [or tbe Socialist Commomoeaítb 01 Great Britoin [Len­ obligándole a actuar del modo como mejor queden atendidos
dres, 1920 ). El principal tratado sobre el co rporativismo es el de Uco P API, Lezíoni
los deseos del consumidor. Ni los socialistas gremiales ni los
di Economía Gel/era!" e Corporativo. vol. III {Padua, 1934).
J Mussclin i, el 13 de enero ele: 1934, declaró ante el Senado: «Solo in un se­
corporativistas advierren que la producción toda se monta ,
conde tempo, quando le categorie non abbla no t rovero la via dcll' accordo e dell' ún ica y exclusivamente, pensando y para atender las necesida­
equilibrio, 10 Stato porra intcrvcnirc» (Clra de Papi , op. cit., pág. 225). des del consumo. Bajo tales regímenes todo se trastoca . La
4 SIDNEY y BE.. . TRICE WEnn (01' . rit., p:ig. 227 y sigs.].
producción deviene fin en sí misma.
1182 La Acció n Hu mana Sindicalis mo y corpora tivi smo 1183

El N ew Deal americano, a través de la National Recovery En troni zado quedaría ent onces un socialismo de tipo germano ,
Administration, sabía bien lo que pret endía alcanzar ; ni e! la Zwangswi rtschaft, precisamente lo que se quería evitar.
gobierno ni su célebre «trust de cerebros» ocultaban que Innecesario parece abundar en otros decisivos vicios del so­
pretendían regular la actividad económica toda; en otras pala­ cialismo gremial. Adolece de todos los inconvenientes del
bras, implantar un sistema socialista. Los par tidarios de los sindicalismo. Pasa por alto los problemas relati vos al traslado
gremios y las corporaciones son, en cambio, más cándidos. de capital y de mano de obra de unas producciones a otras.
patentizando bien claramente su escasa capacidad intelectual Ignora todo lo referente a la creación de nuevas industrias.
cuando, sobre la base de tales en\Cs , suponen que cabe montar Desen tiéndese de! ahorro y de la acumulación de capital. No es,
viable sistema de cooperación social.
en definitiva, sino un amasijo de disparates.
Fácil en extremo, desde luego, sería para los gremios el
ordenar los asuntos pret endidament e internos de modo que
privilegiaran a sus componentes. Contaría, a no dud ar, con e!
cálido apoyo de éstos cualquier acuerdo que supusiera incre­
mentar los salarios, acortar la jorn ada laboral, opone rse a ade­
lantos técnicos que de algún modo perjudicaran a qu ienes en
la industria trabajaban. Ahora bien, ¿qué sucedería si todos
los sectores industriales procedieran de la misma forma?
En cuanto se pretende implantar una organización gremial o
corporativa, desaparece e! mercado. Esfúmanse los precios, en
el sentido catal áctico de! concepto. No hay ya precios, ni de
competencia, ni de monopolio. E n tal situación, los gremios
que controlaran los artículos de primera necesidad quedarían
investidos de poder omnímodo. Q uienes gobernaran la produc­
ción de alimentos, los transport es, las fuentes de energía, halla­
ríanse en situación de imponer la más rigurosa servidumbre al
resto de la población . ¿P uede alguien pensar que la mayoría
soporta ría pacientemente tal abuso? Pocos, ciertamente, nega­
rán que la implantación de la utopía corp orativa, por fuerza,
habría de desatar sangrientos conflictos, tan pront o como las
asociaciones gremiales que disfrutaran de! control de las indus­
trias básicas vitales pretend ieran beneficiar a sus componentes
a costa del resto de las gentes, salvo, natura lmente, que el
poder público interviniera con la fuerza armada. Pero, enton­
ces, la interferencia estatal, que para e! corporativista debía
ser sólo medida excepcional, conver tiríase en pr áctica corriente.
Ello , es más, supondría la destrucción misma del sistema, ya
que la vida económica toda pasaría a ser regida por el estado ,
CAPITULO XXXIV

La economía de guerra
t
1. LA GUE RRA TOTAL

La economía de mercado presupone pacífica coop eraci ón


entre las gentes. Desvan écesc cuando los ciudadanos devienen
guerreros y, lejos de intercambiar bienes y servicios, prefieren
combatirse los U110 S a los otros.
Las luchas que entre si mantenían (as tribu s primitivas en
nada podían afectar a esa cooperación social que, bajo el signo
de la división del trabajo, caracteriza al mercado, pues los con­
tendientes, con anterioridad al inicio de las hostilidades, no
mantenían entre sí relaciones sociales de ningún género. Cons­
tituí an tales conflictos verdaderas guerras de exterminio; per­
seguíase la victoria plena; se prete ndía aniquilar para siempre,
si cabía, al enemigo. Los vencidos eran exterminados, depor­
tados o sometidos a esclavitud . La idea de solucionar el con­
flicto mediante pacto que hiciera posible a ambas .partes
pacíficamente convivir no pasaba por la mente de los belige­
rantes.
El afán de conquista sólo se detiene ante invencible resis­
tencia opuesta por el adversario. Los forjadores de imperios
creyeron siempre que sus dominios debían ser ampliados al
máximo, tanto como las circunstancias permitieran. Los gran­
des conqu istadores asiáticos, al igual que los emperadores ro­
manos, se detenían sólo cuando el avance devenía material­
mente imposible. Limit ábanse, en tal caso, a aplazar la agre­
sión; en modo alguno renunciaban a sus ambicioso planes ni
dejaban de considerar a todo estado soberano como posible
objeto de ulterior ataqu e.
Esta filosofía de ilimitada conquista siguió inspirando a
las monarquías medievales. También ellas querían extenderse
15

.....1. _
1186 La A cción H umana La economla de guerra 1187

todo lo posible. La organizaci ón feudal, sin embargo, prop or­ acontecirmen tos en los que no jugaban parte activa alguna.
cionaba a tales monarcas escasos medios para hacer la guerra. Los beligerantes mismos consideraban hasta cierto punto neu ­
El vasallo, tan s ólo durante un tiempo limitado, hallábase obli­ trales a los civiles; tácitamen te ente ndían que luchaban contra
gado a luchar al servicio de su señor. La agresividad real que­ el soberano enemigo, no contra sus inermes súbditos. La pro­
daba coart ada por el egoísmo del feuda tario y la ten az defensa piedad pr ivada de los no comba tientes, en el continente
que éste de sus derechos hacía. Surgió así una pacífica coexis­ euro peo, po r lo general, se consideraba inviolable y el Congreso
tencia en tre un cierto número de estados soberanos. En el de París, en 1856, aun pretendi6 extender tal principio a la
siglo XVI, el fra ncés Bodino arti q ¡]ó la teoría de la soberanía guerra naval. Así las cosas, las mentes más despiert as, en nú­
nacional y, en el siglo XVII , cl holandés G rocio la completó con mero cada vez mayor, comenzaron a pregu ntarse por qué no se
el estud io de las relaciones int ernacionales en la guerra y en acababa de una vez para siempre con la guerra.
la paz. Tales pensado res, al meditar sobre aquellos limitados con­
Los soberanos europeos, al desint egrarse el feudalismo, flictos, concluían que absolut ament e carecían de ut ilidad social.
advir tieron que ya no podían contar con los gratuitos auxilios Los hombres morían o quedaban mutilados; se destru ía riqueza
bélicos de sus vasallos. Procedieron en tonces a «nacionalizar. sin cuent o; regiones enteras qu edaban devastadas; y todo ello
las fuerzas armadas . Los componentes de estos nu evos ejércitos en exclusivo provecho de los monarcas y las oligarquías gober­
ya no se consideraban a sí mismos más que pu ros mercenarios nantes. Ven taja alguna de la victoria derivaba al pueblo. El
del rey. Pesadamente, sin embargo , sobre el erario de los mo­ que el rey aumentara sus dominios, anexionándose nuevos
narcas gravitaba la organización, el equ ipo y el avitu allamiento territorios, en nada beneficiaba a sus súbd itos. Cosa buena
de tales hues tes. La codicia de aquéllos seguía siendo ilimitada, alguna sacaban las gentes de las contiend as. El ánimo codicioso
pero ahora las realidades fina ncieras obligábanlcs a moderar sus de los gobernantes era lo qu e encendía la pugna armada. Por
ambiciones. Dejaron de so ñar en el sometimiento de vastos eso, si en la esfera política se lograba sust itui r el despotismo
terri torios; comenzaron a cont en tarse con la mera ocupación de los reyes por gobiernos repr esentativos, las guerras forzosa­
de esta ciudad o aquella pr ovincia. Ade más, el per segu ir obje­ mente habrían de desaparecer. La democracia había de ser,
tivos más impor tantes siempre era, para ellos, políticamente evidentemen te, pacífica. Poco podía import arle a la masa vo­
desacertado. Las potencias europeas no se hallaban dispuestas tante el que la sobera nía nacional se extendiera un poco más
a tolerar que ningún país incrementara su poderío hasta llegar o un poco menos. Las cuestiones territoriales que pud ieran
a const ituir un peligro. La ap ar ici ón de cualq uier conquistador surgir serían abordadas sin prejuicios y de manera desapasio­
excesivament e impetuoso de inmediato provocaba la u nión de nada. Por vías incruentas, en todo caso, quedar ían zanjadas.
cuantos se sentían por él amenazados. Para salvaguardar la paz bastaba, pues, con derribar a los
Todas estas circun stancias, tanto militares, COUl O financie­ déspotas . Esto últ imo, desde luego, no pod ía conseguirse por
ras y políticas, engendraron las guerras limitadas que prevale­ medios pacíficos. Preci so era, primero , aniquilar a los merce­
cieron en Europa durant e los trescientos años ant erior es a la narios del rey. Esa revolucionaria pugna del pueblo contra los
Revolución france sa. Ejércitos relativamente reducidos de com­ tiranos, sin embargo, sería la últ ima guerra, la que acabaría
batientes profesionales eran las ún icas fuerzas que en tales con. para siempre con la guerra.
flictos intervenían. La guerra no concernía a los pueblos; era T al era la idea que confusamente animaba a los revolucio­
asunto que exclusivamente int eresaba a los gobe rnant es. Las nar ios franceses cuando, despu és de repeler a los ejércitos de
gentes detestaban las guerras, que s ólo perjuicios les ocasiona. Austri a y Prus ia, se pusieron a guerrear contra sus vecinos.
ban, agobiándolas con cargas y tributos. Sabían se v ícti mas de Aquel primitivo impul so, bajo el mando de Na poleón, sin
1188 La A cción H umana 1189
La economía de guerra

embargo, bien pronto se desvaneció ; y los ejércitos galos lanz á­ por qué las naciones prefieren luchar ent re sí a muerte antes
ronse a unas inacab ables conquistas terr itoriales a las que sólo que cooperar pacíficament e en mutuo provecho .
la coalición de tod as las pot enci as europeas pu so té rmino. Pese El nacionalismo agres ivo , todo e! mundo dice, es lo qu e
a ese bélico intermedio, e! anhelo de una paz perma nente nunca engendra la guerra. Ahora bien , tal aserto en mod o alguno
se desvaneció . El pacifismo fue un o de los más fir mes pil ares amplía nuestro conocimien to ; estamos en eviden te círculo vi­
en qu e se asentó aquel liberalismo cuyos principi os fuera n cioso, pu es precisamente calificamos de «ag resivo» a aquel
fundamentalm ente elaborados por la hoy tan mot ejada escuela nacionalismo q ue pro voca conflictos . Más ciert o serí a afi rmar
de Manchester. t que ese den ostado nacionalismo agresivo no es sino lógica
Los liberales británicos y sus amigos del cont ine nte, sin consecuencia del inter vencionismo y la planificación . Mientras
embargo , sagazmente advirt ieron qu e, para salvagua rda r al e!laissez [aire elimina las causa s mism as de la gue ra, la ínter­
pa z, no bastaba la democracia; para que el gobierno por el Ierencia esta tal y el socialismo engendra n conflictos de inte reses
pueblo fuera, a tales efec tos, fecundo, necesari o resultaba que imposibl es de solucionar por medi os pacíficos . Bajo un régi­
se apoyara en un inadulterado laisscz [aire. Sólo una economía men de libertad eco nómica y migratoria, e! individuo se des­
lib re, ta nt o dentro como fuera de las fron teras po líticas, podía interesa por la ex tensión territori al de su país; el prot eccio­
garantizar la paz. En un mundo carente de barreras mercantiles nismo nacion alista, en camb io, constriñe a cada ciudadano a
y migrat ori as, los incentivos mism os que militan por la con ­ preocuparse por tal ex tremo. Ampliar los territorios p ropios
qui sta y la guerra se desvanecen. Los libera les, plenamente equivale a elevar e! nivel de vida del pueblo; supone evitar las
convencidos de la lógica irrefutable de su filosofía , abandonaron restricciones qu e al bienest ar nacional impon en las medidas
la idea de la última guerra. To do e! mund o había de compren. ado ptadas por los gobiernos extranjeros. No son los tecnicis­
del' los beneficios que la paz y la libertad reportan ; sin aux ilios mos del arte mili tar, sino el desp lazamiento de la filosofía de!
bélicos exteriores, la presión de la opinió n públ ica acabaría por laisscz [aire por los dogmas de! esta do benefactor, lo que ha
doquier con los tiranos antiliberales.
transformad o las antiguas guerras limitadas, donde se enfren­
Los historiadores, en su inm ensa mayoría, han fracasado taban reducidas hu este s rea les, en los modernos conflictos tota­
al pretender expli car por qu é las guerras «limitadas» del ancicn les, qu e acaban con pu ebl os y nacion es en teras.
r égi me han dado paso a los modernos conf lictos «to tales». Si Napoleón hubi era alcanzado sus ob jetivos, los dominios
Afirman que tan extraordinaria mu tación fue provocada por franceses hubi éran sc extendido mucho más allá de las fronteras
e! nuevo tipo de est ado, surgido tras la Revolu ción francesa, qu e a Fra ncia fueron imp uestas en 181 5. En España y Nápoles
qu e de din ástico se convir tió en naci onal. Pero sólo ad vierten habrían gobern ado reyes de la casa Bonaparte-Murat, en vez
fenómenos secunda rios , confundiendo los efectos con las cau­ de los provinentes de ot ra familia fra ncesa , los Borbones , E l
sas. Hablan de la compos ición de los ejércitos, de principios palacio de Kassel habría sido ocupado po r algú n favorit o del
táctic os y estratég icos, de nu evos ingenios bélicos, de proble­ régimen napoleón ico en vez de por un o de aquellos «egregios»
ma s logísti cos y de mú lti ples otras cues tiones relacion adas con
electores de Hesse. Nada de esto hu biera hecho, sin embargo,
e! arte milita r y la técnica administra tiva ' . La verdad, sin más próspero al pueblo fra ncés . Como tampoco ganaron nada
embargo, es que ningun a de tales circun stancias explica
los ciudadanos de P rusia cuando su rey, en 1866 , desalojó a
I Señalado exponente de este tipo de interpretación es 1:1 obra M,¡kers o/ Mo. ciertos pari entes suyos, los príncipes de H ann over , H esse-Kassel
dern Slrategy, Milit ary Th ought [rom A!.¡dJiavelli lo Hitler, editada por E. M. y Nassau , de sus lujosos palacios . La victoria de Hitler, por
Earle (Prlnceton University Press, 1944) , Vid. especialmente el artículo de R. R. el contrario, todo el mundo presuponía, llevaría aparejada una
PALMER, págs. 49 53.
señalada elevación del nivel de vida de los alema nes; conven­

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1190
La A cci6n Humana La economía de guerra 1191

cidos estaban éstos de que el aniquilamiento de franceses, pola­


2. LA GUERRA Y L A E CONOMÍ A DE MERCA DO
cos y checos había de report arles cuantiosas y efectivas rique­
zas. La lucha por el Lebensraum era, pues, la guerra del pueblo
alemán como tal. La economía de mercado, afirman socialistas e interven­
E! laissez [aire hace posible que pacíficamente coexistan cionistas, const ituye sistema al que, en el mejor de los casos,
múltip les naciones soberanas. Tal convivencia deviene, sin sólo cuando el país disfru ta de paz y tranquili dad cabe recurrir.
embargo, imposible en cuant o los gobiernos corncnzan a inter­ Mantener el mismo en vigor, tras desencadenarse el conflicto
ferir la actividad económica. El, trágico error del Presidente bélico, consti tuiría criminal imprudencia. Supondría poner en
Wil son fue ignorar tan trascendental realidad. La guerra «to­ grave riesgo los supremos intereses de la nación, beneficiando
tal» de nuestros días nada tiene en común con los conflictos tan sólo al egoísmo de empresarios y capita listas. La guerra y
«limitados» de las viejas dinastías. Es aquélla abierta lucha sobre todo la moderna guerra total, exige perentoriamente que
contra las barreras mercantiles y migratorias; mort al combate el gobierno controle todos los resor tes económicos.
entre las naciones superpob ladas y las de menor densidad hu­ Pocos, en ver dad, han tenido últ imament e la osadía nece­
mana; pugna contra las institu ciones que pert urban la natural saria para enfrentarse a tal dogma. Al amparo del mismo fue­
tendencia a la nivelación mundial de los salarios. Estamos ante ron decretadas, a lo largo de las dos últimas guerras, medidas
la rebelión del campesino forzado a trabajar tierras pobres ante intervencionistas que, paso a paso, condujeron en muchos paí­
quienes le vedan el acceso a fértiles campos baldíos. Se trata , ses a un auténtico «socialismo de guerra» . Reinstaurada la paz,
en definiti va, de la guerra de los obreros y campesinos de los un nuevo slogan fue lanzado. La transición, la «reconversión»
países «desposeídos» cont ra los campesinos y los obreros de industrial -se dijo- hace preciso el control esta tal todavía
las naciones «r icas». en mayor grado que durante el conflicto. Y admitida la pre­
Lo expuesto no autoriza, sin embargo, a concluir que el misa, surgía la interrogante: ¿Vale la pena reimplant ar un
triunfo de tales rebeldes eliminaría los malcs que ellos mismos sistema q ue, en todo caso, sólo puede funcionar durante el
lamentan . Los modernos conflictos, tan tremendos precisa­ intervalo compren dido entre dos guerra s? Lo sensato, evidente­
mente por ser vitales, desaparecerán únicamente cuando la mente, era no abandonar ya nu nca el dirigisrno económico, al
humanidad consiga desterr ar los idearios hoy impera ntes, que objeto de que la nación estuviera en todo momento preparada
predican la existencia de antagonismos irrcconci liables entre para hacer fren te a cualquier emergencia.
los diversos grupos sociales, políticos, religiosos, lingüísticos y Cuán falaz es todo el anterior razonamiento queda puesto
nacionales y, en su lugar, logre implantarse una filosofía de de manifiesto recordando los problemas y dificultades con que
mutu a cooperación. los Estados Unidos hubieron de enfrentarse durante la última
Inútil es confiar en que tratados, conferencias y organismos guerra mund ial.
burocráticos, como la Sociedad de las Naciones o las Naciones Norteam érica, al declararse el conflicto, si quería salir victo­
Unidas, lleguen a imponer la paz en el mundo. De poco en riosa de la contienda, no tenía más remedio que radicalmente
verdad vale, cont ra las ideologías imperante s, la acción de pleni­ transformar toda su producción. El consumo civil había de
potenciarios, funcionarios y experto s. Vano es airear , frente reducirse al mínimo indispensable. Tanto la indus tria como
al espíritu de conquis ta y agresión, reglamentos y acuerdos el campo habían de rehuir cualquier actividad que no tuviera
previos. Para pre servar la paz, lo que se precisa es la expresa interés bélico inmediato. Las fuerzas productivas de la nación
repulsa de las ideologías inspiradoras de los sistemas econó­ habían de dedicarse a abastecer con la mayor amplitud posible
micos imperantes. a los institutos armados. Todo ello es cier to; pero equivocado
resulta pensar que, para realizar tal programa, fuera preciso

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1192 La Acci6n Humana La economía de guerra 1193

establecer controles oficiales, racionamientos y preferencias. De posición económica tal que bien podían haber frustrado las
haber sido financiados los gastos militar es mediante la elevación pretensiones del poder público de dedicar fundamentalmente
de los impu estos y la colocación de empréstitos entre los ciuda­ la producción del país al esfuerzo bélico. De haber gozado de
danos habríanse visto estos obligados a reducir dni sticamente libertad habrían inducido con sus compras a la industria a pro­
su propio consumo . Limit ada así severamente la demanda civil, ducir no menos, como querí a la administración, sino mucho
agricultores e indus triales no hubieran tenido más remedio que más de todo aquello considerado superfluo en guerra. Po r eso
orientar sus producciones en el sentido exigido por el esfuerzo tuvo el gobierno que recurrir al sistema de cupos y preferen­
bélico. El estado, al disponer de ingentes recursos proporcio­ cias. Este desacertado sistema de financiación de la guerra
nadas por los nuevos impuestos y empréstitos, hub i érasc erigido obligó a los poderes públicos a establecer el control de toda
en el más preeminente comprado r de! mercado. Aun en el caso la vida económica. Tal int ervención hubiera sido evidentemente
de haberse financiado el gasto bélico increment ando la circu­ innecesaria si no se hubiera puesto previarnen te en marcha el
lación fiduciar ia o recurriendo al crédito bancario, el resultado proceso inflacionario o si, mediante una adecuada presión tri­
final hubiera sido e! mismo. Tal proceso inflacionista , natural­ butaria, se hubi era provocado una reducción del dinero dispo­
mente, habría provocado el alza de los precios de bienes y nible en manos de todos en general y no sólo de! poseído por
servicios en general. La administraci ón, en tal supuesto , hubi é­ los más adinerados. El haber aceptado la doct rina según la cual
rase visto obligada a pagar precios superiores por sus adqui ­ los salarios reales en tiempo de guerra habían de ser superiores
siciones. Pero e! gobierno habría sido, en todo caso, el adqui­ incluso a los de la paz hizo inevitable reglamentar la vida econó­
rente de mayor capacidad de comp ra. Habría desbancado inva­ mica toda.
riablemente a la demanda privada, ya que los partic ulares, por Pero fue la indus tria privada americana, no los decretos
un lado, tenían vedada la creación de dinero supletorio y, por gubername ntales y e! papeleo burocrático , la que perfectamente
otro, habrían visto sus posibilidades adquisitiva s reducidas a abasteció las fuerzas armadas estadounidenses, presta ndo ade­
causa de la presión fiscal. más ingente apoyo a todos los demás combatientes aliados. El
El gobierno americano, sin emba rgo, de manera deliberada, economista no fórmu la juicios de valor ante estos hechos. Con­
recurrió a políticas que hicieron imposible a la nación apoyarse viene, sin embargo, destacarlos por cuanto e! dirigista quisiera
en e! mecanismo de mercado libre para alcanzar Jos deseados hacernos cree r que basta un decreto prohib iendo el empleo de
objetivos. Fueron , en efecto, tasados los precios, considerán­ acero en la edificación privada para automáticamente produci r
dose punible cualquier alza de los mismos. Es m ás : los pode­ acorazados y aviones de combate.
res públicos mostráronse en extre mo remisos en someter a tri­ El beneficio empresarial proviene de haberse sabido aco­
butación muchos de los ingresos hipertrofiados por la infla­ modar la producción a las mutaciones de la demanda. Cuanto
ción . Sucumbió e! gobierno americano ante la prete nsión mayor sea la diferencia entre la anter ior y la nueva disposición
sindical de que las clases laborales percibieran ingresos tales de la demanda, superiores habrán de ser los cambios a intro­
que les permit ieran mantener el nivel de vida de la preguerra . ducir en la estructura productiva y más importantes también ,
Fue así que e! estrato más numeroso de la población, e! que en consecuentemente, resultarán los beneficios cosechados por
tiempo de paz eonsumía e! mayor porcentaje de la producción, qu ienes acer tadament e consigan orien tar las correspondientes
dispuso de tal cantidad de dinero que su poder de compra variaciones. La súbita declaración de una guerra forzosamente
y su capacidad de consumo resultaron mayores que nunca. Los ha de tener su impacto sobre el mercado, imponiendo radies 1"
asalariados y, hasta cierto punto, los agricultores y los indu s­ adaptaciones de toda la actividad productiva; ello supone, para
triales que tr abajaban para la administración, halJáronse en una quienes saben practicar tal acomodación, fuen te de elevados
1195
1194 La AcciófI H umana La economla de guerra

beneficios. Escandalizan tales ganancias al plan ificador y al Los alemanes, pese a su tan prego nado «socialismo de guer ra»,
dirigista, pues constituye pata estos misión primordial del go­ fueron derrot ados en ambas contien das mun diales.
bernante el impedir qu e, al calor de la contienda, nad ie se Cuando afirmamos que guerra y capit alismo constituye n
enriquezca. Es injusto, arguyen , que unos prosperen mientra s conceptos antit ét icos, no qu eremos sino proclamar la incom­
ot ros mueren o quedan para siempre mut ilados. patibilidad que existe entre la civilización y los conflictos béli­
Nada , sin embargo, es justo cn la guerra . N o es justo qu e cos. y esto por que, cuando los poderes públicos exigen al orden
los dioses aparezcan siempre del lado de los ejérci tos de mayor capitalista que produ zca ingenios mortíferos , la eficacia del
poder. ¿Es acaso equitativo que quienes disponen de m'1 S me­ sistema es tal que llega a fabricar máquinas bélicas capaces de
dios, inexorablemen te, destruyan a quien, sin culpa suya, se destru irlo todo. Capitalismo y guerra result an incompatibles,
halla peor equipado? ¿Por qué ha de haber pobres muchachos precisamente en razón a la sin par capacidad de aquél, tanto

que, en las trincheras, an ónimamente sucumben, mien tras a para beneficiar, como para devast ar.

millas de distancia, confort ablemente instalados en los cuar teles La econom ía de mercado , dirigida y orde nada por el con­
genera les, los altos jefes gana n gloria y fama ? ¿Por qué si Juan sumidor, produce bienes y servicios que hacen la vida lo más
muere y Pedro regresa inútil, Pablo , en cambio , Sano y salvo, agradab le posible. Se cump le el anhelo popu lar de disfru tar
puede reincorpora rse a la vida civil dispuesto a disfrutar los del máximo bienestar alcanzable . Es ello, sin embargo, lo que
pri vilegios de excombatiente? más despr eciable hace al capitalismo para los apóstoles de la
T al vez no sea «justos que la guerr a proporcione ganancias violencia, para quienes gustan de exaltar al «héroe», al des­
a quienes mejor contribuyen al esfuerzo de la nación . Pero sería tru ctor , al homicida, dcsdeiíando al burgués, por Sil «alma de
imperdonable ceguera negar que el señuelo de las ganancias se mercader» (Sombart). Fue , por desgraciu, esta la filosofía en­
convierte en eficaz motor para producir más y mejores ar mas. gendrador a de los sangrientos fru tos que hoy h\ humanidad
No fue la Rusia socialista la que ayudó a la América capitalista ; entera cosecha .
los ejérci tos soviéticos estaban condenados al desastre cuando
comenzaron a llover bombas sobre Alemania y env íos masivos
de material bélico , fabricado por los grandes indu striales ame­ 3. G U ERRA y AUT ARQuíA
ricanos, hacían su aparición cn los puertos de la U, R. S. S. Lo
funda men tal cuando se desata el conflicto arm ado no es el evi­ Problema algu no de «econo mía de guerra » sur ge cuando
tar la apa rición de beneficios «extraordinarios», sino el pro­ un ind ividuo económicamente autos uficiente se enfre nta con
curar a marinos y soldados el mejor equ ipo y armamento posi­ otro que no menos se basta a sí mismo . Pero si el sastre declara
ble. Los enemigos más perniciosos del país en guerra son aque­ la guerra al panadero tendrá aquél en adelan te qu e produ cir
llos torvos demagogos que quisiera n hacer prevalecer su envidia su propio pan y, si no logra hacerlo, hallaráse en desfavorable
sobr e el supre mo interés colectivo . situa ción antes que el adversario . Pues el panade ro puede pres­
La guerra, desde luego , a la larga es incompatible con la cindir del tra je nue vo bastante más tiempo que el sastre de l
pervivencia de la economía de mercado . El capitalismo cons­ pan cotidiano . La guerra, evidentemente , presenta distin to cariz
tituye sistema del que sólo los pueblos pacíficos pueden gozar . económico para el panadero qu e para el sastre.
Grave error , sin embargo, sería de lo anterior conclu ir que, La div isión del trabajo en la esfera intern acional fue mon­
en caso de arm ada agresi ón, convenga sustituir la iniciativa tada partiendo de la idea de qu e ya no hab ría más guerras.
privada por el di rigismo estatal. Jarruis a lo largo de la historia Lib re comercio y paz mundial, para la escuela de Manchester ,
país socialista alguno logró vencer a ninguna nación capitalista, eran términos consustanciales e insepa rables. Aqu ellos hom­
1197
1196 La Acción Hu mana LA economía de guerra

bres de empresa que estructuraron el comercio de ámbito mun­ trabajo. Los belicistas alemanes , percatados de la nueva situa­
dial hallábanse firmeme nte conven cidos de que la guerra había ción, buscaron toda suerte de soluciones que les permitieran
desaparecido para siempre de la superficie terrestre. hacer la guerra con posibilidad de victoria , no obstante su des­
La implantación de este nuevo sistema de división del ventajosa situación. Creyeron encontrar la panacea en e! Ersatz,
trabajo en la esfera mundial provocó cambios que pasaron por en e! sucedáneo.
completo desapercibidos a los estados mayores y a los teóricos El producto ersatz, por definición, es siempre de peor
de! arte de la guerra. El métod o usual en las polit écnicas mili­ calidad o más caro, o las dos cosas a la vez, que e! genuino
tares consiste en examinar con el máximo deta lle las bata llas al que pretende sustituir. Cuando se descubre un producto
y los conflictos pasados, para Juego dedu cir las correspondien­ mejor o más barato que los ant eriormente usados , tal mercancía
tes reglas. Pero ni el más diligente análisis de las campañas constituye una innovación, una mejora, pero nunca un ersat z :
de Turena o de Nap oleón permitiría al estudioso estratega El sucedáneo, tal como e! término es empleado en la doctrina
actual percatarse de problemas que no podían ni siquiera surgir económica militar , resu lta siempre de inferior calidad o de
en épocas en las que, prácticament e, la división internacional mayor costo de producción , o ambas cosas a la vez 2.
de! trabajo era inexistente. La W ehrwirtschaftslehre, o doct rina alemana de la econo­
Los expertos militares de! viejo continente desdeñaron mía de guerra, pretende que, en asuntos bélicos, ni el costo
siempre e! estudio de la guerra civil americana. Carecía para ni la calidad son factores a tener en cuenta. Los negociant es
ellos de valor didáctico una pugna en la que operaban bandas privados, guiados siempre por su afán de lucro, han de preocu­
de irregulares mandada s por jefes no profesionales. Civiles, parse, desde luego, del costo y la calidad de sus producciones.
como Lincoln , int erferían una y otra vez lns operaciones pre­ A tales espectros, que tanto atemorizan a la ment alidad codi­
paradas por los militares. Y, sin embargo, la guerra civil ame­ ciosa, virt ualidad alguna, sin embargo, debe acordarse cuando
ricana evidenció ya el decisivo papel que, en lo sucesivo, iba entra en juego el sentido heroic o de las razas superiores. La
a jugar la división inte rregional del traba jo, por lo que a los preparación militar es lo único que a estas interesa. La nación
conflictos bélicos atañe. Los estado s sudistas eran predomi­ belicosa por fuerza ha de ser autárqu ica para no depender del
nantemente agrícolas; carecían de todo potencial industrial comercio exterior. Habrá, consecuentemente, que fomentar la
propiamente dicho ; compraban a Europa la mayor parte de los producción de sucedáneos, prescindiendo de consideraciones
productos manufacturados que precisaban. In iciada la guerra , crematísticas. Por eso es imprescindible el pleno cont rol estata l
como quiera qu e las fuerzas navales de la Unión lograron esta­ ele la produ cción, pues, en ot ro caso, el egoísmo de los parti­
blecer efectivo bloqueo de los puertos confederados, e! Sur culares enervaría los planes de! Fiibrer. El jefe supremo, incluso
pronto comenzó a carecer de todo . en época de paz, debe hallarse invest ido de poderes omnímodos,
Aleman ia, en las dos guerras mundiales, tuvo que afrontar al objeto de convenientemente dirigir Jos asuntos económicos.
idéntica situación ; tambi én ella dependía de! exterior para su Falsas por ent ero son las anteriores afirmaciones.
abastecimiento en alimentos y materi as prima s. No lograron No es ciert o, en primer lugar, que la menor calidad e ido­
los alemanes forzar e! bloqu eo británico y ambas guerras se neidad de los sucedáneos con respecto al produc to original
decidieron en las bat allas del Atlántico. Alemania fue derro tada
porque no consiguió aislar a las islas Británic as de los merca­ 2 En este orden de ideas, el trigo producido al amparo de pro tecciones aran­

dos mundiales y, menos aún, pudo mantener abierta s sus pro­ celarias, en el territorio del Reich alemán , debe igualmente considerarse erstaz.
Nótese que para nosotros el sucedáneo es un mero concepto económico que no
pias comunicaciones marítimas. H e aquí el nuevo problema
precisa de definiciones ni físicas ni técnicas.
estratégico que surge al socaire de la división inte rnaciona l de!

... _...- --­


1199
La economía de guerra
1198 La Acci án Humana
el signo de la división del trabajo. Precisamente porque desea
carezca de imp ort ancia. Los soldados que combaten con equi­ colaborar con otros seres hu manos, el homb re domina y re­
pos o con armas inferio res son inexorablemente derrotados. prime los nat urales instintos agresivos. Cuanto más desee in­
Tendrán pérdidas mayores y el éxito no acomp añará su acción. crementar su bienestar, en mayor grado habrá de procurar que
La conciencia de la propia deb ilidad quebran ta la moral de las progrese y se desarrolle la cooperación social, lo que implica ir
mejores tropa s. El Ersatz socava tan to la fuerza espiritual como reduciendo paso a paso la activ idad bélica. y, si se quie re
e! poderío ma terial de los ejércitos . No menos equivocada es llegar a implantar la división social del trabajo en el ámbito
la pretensión de que el costo de! sucedáneo, por alto que sea, internaci onal , no queda más remedio que acaba r definiti va­
carezca de trascendencia. Mayor costo significa qu e para alcan­ mente con la guerra. Tal es la esencia de la doctrina del laissez
zar un mismo resultado hay que consumir supe rior cantidad [aire, par ticuInrmen te elabora da por la escuela manchesteriana.
de tr abajo y de factores de p rodu cci ón que el enemigo. Ello Esta filosofía evidentement e está en pugna con todo género
equivale a dilapidar los siempre escasos factores de produ cción, de estato latr ía . Para ella, el estado, es decir, el aparato social dc
ya sean materias primas, ya sean esfuerzos humanos. Ta l dila­ coactiva compulsión , debe limitarse a amparar el suave Iuncio­
pidación , en tiempos de paz, se traduce en un descenso del namiento de la economía de mercado, defendiéndola de los
nivel de vida; en caso de guerra, minimiza el suministro ataques qu e individu os o grupos antisociales pudi era n desatar.
del frent e. Dados los grandes progre sos de la técnica, cabe hoy Tal actuación estatal result a. desde luego , indispensable Ybene­
decir que cualquier cosa puede ser obtenida de cualquier otra . ficiosa; ahora bie n, no por ello deja de ser función meramente
Pero lo que importa es elegir, de en tre la multi tud de mé todos ad jetiva. G rave error supone el divinizar al poder público
de producción posibles, aquél que rinda más por unidad de arribuyéndole omn ipotencia y omnisciencia. H ay cosas que
inversión. Cualquier desviación de este pr incipio lleva implícito desde luego la acción estatal no puede consegu ir por mucho
el cast igo. Las consecuencias son igualmente desastrosas tanto que se empeñe . Imposible resulta al estado, por e jemplo , hacer
en la guerra como en la paz. que desaparezca la escasez de los factores de prod ucción dispo­
Un país, como los Estados Unidos , que prácticament e no nibles; tampoco puede pOI' sí hacer a las gcntes m ás prósperas
depende del exte rior por lo que atañe a su propio sum inistro y felices ni incrementa r la produ ctividad en el trabajo . C,¡bele,
de materias primas, puede recurrir, en aras de la gue rra, a en cambio, cortar aquellos desatentados procederes que impi­
algún sucedáneo, como el caucho sinté tico. Las desventaja s, den actuar a quienes procu ran extender e intc nsificar el b ien­
comparadas con los result ados, resultan mínimas. Alemania, estar social.
en cambio graveme nte se equivocó al creer que podía t riunfar La filosofía liberal de un Ben tham o un Bastiat no había
en una guerra mundial a base de gasolina, caucho, textil es, grao' todavía conseguido abo lir las barreras mercanti les y la inter­
sas, tuda ello de tipo sintético . La posición de Alemania en ferencia de los pod eres públicos en la vida económica cuando
ambas guerras mun diales fue la del sastre que lucha cont ra las pseudoteologías divinizadoras del estado apare cieron en
quien le sumi nistra el pan diario . Esta realidad , ni siqu iera O ccidente . La errada sup osición de que cab ía mejorar la suerte
los nazis, pese a tuda su brutalidad, pudieron varia rla. de trabajadores Y campesinos med iante meras órdenes legisla­
tivas obligó a ir paulat inamente segando los lazos que unían
la economía de cada país con la del resto del mundo. Pero el
4. LA I NUTI LID AD DE LA GUERR A nacionalismo econ6mico, es decir , la obligada secuela del inter­
vencion ismo, perjud ica los intereses de los pueblos cxtra njeros,
Se distingue el hom bre de los animales por cuanto percibe sembrando así la semilla de Jos futu ros conflictos intern acio­
las ventajas que cabe derivar de la cooperación humana bajo
1200 La Acci án Hu mana 1201
La economía de guerra

nales. El dirigisra pretende resolver los problemas que el inter­ males. La ciencia, seguramente, hallará defensas contra los
vencionismo crea apelando a la guerra. ¿Po r qué ha de con­ asaltos atómicos. Pero no por ello variará la situación ; se habrá
senti r un poderoso estado que otra potencia más débil le dañe? simplemente aplazado la desaparición de la civilización, meta
¿No constituye acaso insolente osadía que la pequeña Lapu­ a la que inexorablemente cond uce el proceso histórico que hoy
tania perjudique a los ciudadanos de la gran Ruritania mediante vivimos.
el establecimiento de aranceles, barreras migratorias, control El mundo occidental es producto de la filosofía del laissez
de divisas, contingentes comerciales y expropiación de los capi­ [aire. No podrá pervivir si por doquier sigue imperando incon­
tales ruritan os invert idos en Laputania? ¿Q ué hace el ejército testada la omnipote ncia gubernamental. Las doctrinas hege­
rurilano? ¿Po r qué no destruye para siempre a su despreciable lianas contribuyeron notablemente al nacimiento de las actuales
adversario? tendencias deificadoras del estado ; cabe, sin embargo, excusar
Tal era la ideología que inspiró a los belicistas de Alema­ a Hegel de muchos de sus errores por haber tenido la agudeza
nia, I talia y Japón. Amparábanse éstos en las nuevas «no or to­ de advertir <da inutilidad de la victoria» ( die Obnmacb: des
doxas» tesis económicas. El intervencionismo engendra el Sieges) ' . No basta para preservar la paz con derro tar a los
nacionalismo económico y el nacionalismo económico genera agresores. Es inexcusable además destr uir las ideologías que
la belicosidad. ¿Po r qué no acudir a las fuerzas armada s para fatalmente abocan en conflagraciones bélicas.
que abran aquellas fronteras que el intervencionismo cierra a
gentes y mercancías?
Desde que I talia, en 191 1, se lanzó sobre Turquía no han
cesado los conflictos bélicos. Siempre ha habido guerra, a lo
largo de tan dilatado período, en alguna parte del globo. Los
tratados de paz no han sido más que simples armisticios. Tales
interrupciones bélicas, por otra parte, afectaron tan sólo a las
grandes potencias. Ha habido pequeños pueblos en guerra per­
manente. Y es más: no han faltado durante tal período guerras
civiles y revoluciones sin cuento.
¡Cuán lejos nos hallamos hoy de aquellas leyes internacio­
nales elaboradas en la época de las guerra s «limitadas»! La
guerra modern a es terriblemente cruel; no perdona al tierno
infante ni a la mujer gestante ; mata y destruye sin mirar a
quién . Desconoce los derechos de los neutrales. Se cuentan por
millones los muertos, los sometidos a esclavitud, los expulsados
de los países donde nacieron y vivieron sus antepasados duran­
te siglos. Nadie es capaz de prever lo qu e el próximo capítulo
de esta inacabable lucha nos traerá .
Pero nada tiene todo esto que ver con la existencia de
ingenios nucleares. La raíz del mal no estriba en que existan
nuevos y terribles mecanismos de destrucción. Es el espíritu 1 Vid. H EGEL, VorJesungen líber die PbiJosophie der Weltgeschichte, páginas
de dominación y conquista lo único que engendra todos estos 930-931. Leipaig, 1920.

76
CAP I T ULO XXXV

La teoría del bien común

ante el mercado

]. LA REQ UI S ITORIA CONTR A EL MERCADO

Desconocimien to grave de 10 que la ciencia económica


enseña demuestran los partidarios de eso que los alemanes
denominan Sozialpolitik , cuando se lanzan a criticar la opera­
ción del mercado. Repiten una y otra vez argumen tos cuya
inanidad tiempo ha los economistas demostraron. Atribuyen a
la mecánica del mercado consecuencias que no son sino obligada
secuela de las medidas anticapita listas que ellos mismos, por
estimarlas útiles y necesarias, recomiendan. Q uisieran hacer a
la economía de mercado responsable de los desastres y pena­
lidades que el intervencionismo invariablemente provoca.
Suelen acabar reconociendo, cuando se les aprieta, que la
economía de mercado, a fin de cuentas, no es tan mala como
sus «no ortodoxas» teorías quisieran hacernos creer. Porqu e,
en definitiva, es el sistema que m ás y mejor produce. Incre­
menta día a día la calidad y la cantidad de cuanto la gente
anhela . Ha elevado el nivel de vida de las masas a cimas jamás
soñadas. Pero - replica el intervencionista- el mercado es
recusable desde el punto de vista social. Además -agrega­
e! capitalismo no ha suprim ido la pobreza y la miseria; privi­
legia a una minoría de poderosos a costa de la mayoría; resulta
íntimamente injusto ; antes que el beneficio personal, lo que
debe procurarse es el bienestar general, e! bien común.
No resulta fácil concretar qué debamos entender por bien­
estor general o bien comú n. Cabe , en efecto, ir ampliando el
ámbito de tales vocablos b¡¡ sta conseguir que resulten agrada­
bles a qu ienquiera no sea un asceta. Ahora bien , cuanto más

~-.----_. , . __ ._ . .
1205
1204 La Acción Ll umunu La te oría del bien común ante el me rcado

ensanchamos e! concepto, menos preciso y específico deviene bargo , sus razones para servirse del término. Recurren a él
su contenido . Acabaremos por simplemente pred icar la cate­ porque les permite enerva r toda crítica. H ombre honrado algu­
goría típica de tod a acción hu mana ; a saber, e! media nte ella no, en efecto , pu ede oponerse a que sea la gente 10 más feliz
aspirar a sup rímir , en la mayor medida posible, humanos males­ poible. Así las cosas, asegúra nse el triunfo al arrogarse el mo­
tares. Nos reu nimos los seres racionales en agrupaci ones socia­ nopolio del «bien com ún», Poni end o su idear io bajo tal advo­
les por h aber llegado al convencimiento de que aquel ob jetivo cación . desarman al co nt rincante, a quien, además, pue den
fundamental del act uar se alcanza mejo r, por no decir exclusiva­ entonces present ar como desalmado exp lotador deseoso tan sólo
mente, siguiendo dicha vía. El hombre social se interesa por de favorecer a unos pocos privilegiados, con da ño grave para
e! bien estar del semejant e, ampliando el campo de su solicitud las honrada s masas.
más allá del círculo de la propia famili a, lo único que, en cam­ La traged ia de O ccidente estriba precisamente en que sea
bio, p reocupa al ser autá rqu ico. Acomódase a las exigencias de hoy posible recur rir n tan pob res ardides , sin que nadie ose
la vida en sociedad, advir tiendo que sólo el progreso del serne­ levan tar la voz, opon i éndolcs seria resistencia d ialéctica , pese
jante perm ítele a él personalmente mejorar de con dición . Cabe, a que la postu ra de tales ideólogos es totalm ente insosten ible .
en este sentido, decir que, med iante la coop eración social, el Porque de dos cosas, un a: o bien hemos de suponer q ue des­
homb re pretende conseguir la mayor felicidad para e! mayor conocen la improcedencia lógica de su planteamiento . lo qu e
número posib le. D ifícil, en verdad, ha de ser e! enco ntrar bien poco dice de su capacidad mental, o h ien hemos de enten­
quien no estime de! máximo interés social alcanzar tal ob jetivo del' q ue recurren al truco sólo en el deseo de desarmar al con­
o quien llegue a afirmar q ue no se debe procura r hacer, ni ma­ trincante, con lo q ue q ueda al descub ierto la ina nidad de su
yor número , lo más feliz q ue, en cada caso, quepa. Los at aques
dirigidos contra la célebre fra se de Bentham se basan en ambi­ pensamiento .
Na da pr ecisa ahora agregnr a cuanto en anteriores capítulos
güedades o errores acerca del concepto de felicidad ; incólume,
sin embargo, queda siempre la tesis básica : que conviene pro­ consignad o quedó acerca de las lamen tables consecuencias de
curar que el bien (sea el que fu ere ) alcance al mayor número todo int erv encion ismo económ ico. Los int ermi nables escritos
posible. en defensa de la lla mada política social de nada valen frente a
Pero, según decíamos, al int erpret ar de esta suerte la ex­ los inconmovibles razonamie ntos más arrib a expuestos . Con­
presión «bien comú n» privámosla, prá cticamen te, de contenido viene , sin embargo , dedicar cierta atenció n a los argumcnto s
específico. Todo tipo de orga nizació n social deviene así justi ­ que los defensores del «bien social» esgrimen contra la econo­
ficable. No han falt ado , en efecto , defenso res de In esclavitud mía de mercado.
conve ncidos de que bajo ella es como m ás feliz result aba el
hom bre dc color ; en los estados sud istas hay blancos para quie­
nes la segregación racial no ben eficia menos al negro qu e al 2. LA PO BRE ZA
blanco . La tesis básica del racismo de un Gobineau o de! nazis­
mo consistía en afirmar que las razas supe riores deben preva­ Supongamos una economía agrícola en la que cada familia
lecer sobre las inferiores precisament e para hacer a estas felices. poseería un terreno suficient e para atende r las pr opias necesi­
Un principio tan amplio, a cuyo ampnro cualquier o rganiza­ dades; agreguemos al modelo un cierto número de artesanos,
ción social puede defenderse, ev iden temente , en el ter reno tales como herr eros, y de profesionales, como médicos; sup on­
cien tífico, de nad a sirve . gamos ade más la existe ncia de traba jadores por cuent a ajena ,
Los partidarios de la idea de! bien común tienen, sin em­ que labor an los fundos de los propieta rios, recib iendo el corre s­
La teoría del bien común ante el mercado 1207
1206 La Acción Hu mana

pondiente estipendio y asisten cia en caso de vejez o enfer­ al borde de la muerte por inanición. Estos son pob res, verda­
medad . deros indigentes, en el primitivo sentido de la palabra; seres
Muchas son las ut opías que se han basado en esta imagi­ supernumerarios, incapaces de mantenerse a sí mismos y laten­
nari a constru cción , la cual, indudab lemente, con mayor o me­ te amenaza para la minoría de superior fortuna.
nor pureza, llegó a darse en determ inadas épocas. Un ejemplo No es el capitalismo responsable de la miseria de estas
históri co, bastante aproximado al ideal, nos lo brindan las co­ desgraciadas masas - fundament almente de color- , sino que,
munidades que los padres jesuitas montaron en lo que hoy es al contrario, es la ausencia del or den capitalista la que ocasiona
el Paraguay. No vale la pena efect uar aquí un examen derallado tan tristes situaciones. Las propias poblaciones europeas vivi­
de tales sistemas, pues la propia evolución histórica los dcsint e­ rían hoy peor aún que los coolies asiáticos a no ser por e!
gró . Constituirían marco totalmente insuficiente para atend er tr iun fo en O ccidente de la filosofía de! laissez [aire. Lo malo
las necesidades de las grandes poblaciones actuales. de Asia es qu e, en comparación con Europa, hay allí muy poco
El defecto int rínseco de dichas organizaciones estriba en capital por indiv iduo . La ideología or iental y los correspon­
que e! increment o demográfico condena a las gentes a progre­ dientes sistemas económicos impera ntes vedan la aparición de
siva pauperación. Comienzan, en efecto . a aparecer los mini­ empresarios deseosos de conseguir beneficios. La acumulación
fundios, insuficientes para atender las necesidades familiares, de capital indígena es prácticamente nula, prevaleciendo por
a medid a que cada terratenient e va sucesivamente repart iendo doq uier u na xenofobia tal que hace prohib itiva la aportación
las tierras entre sus herederos. Todo el mundo es propietario, de capitales extranjeros. La población, en muchos de esos paí­
pero extremadament e mísero. En China se consta ta la espan­ ses, au ment a más de prisa que e! capital.
tosa pobreza del cultivador de exiguo terruño. Si, para evitar No se puede achacar a las potencias occidentales la pob reza
tal desenlace prohíbcnse la sucesiva parcelación , de inmediato de las masas coloniales. Los euro peos invirt iendo enormes su­
aparecen enormes masas proletari as carentes de toda prop iedad. mas hicieron sin ellos mismos, desde luego, directamente pro­
Un abismo separa entonces a estos desheredados de las clases ponérselo cua nto estaba en su mano por elevar el nivel de
poseedoras . Devienen aquellos parias, cuya mera existencia su­ vida dc aquel los puehlos. No es culpa de los blancos si los
pone grave amenaza de subversión social. Son gentes sin ocu­ orientales rechazan , como ideología foránea, el capitalismo y
pación, a qu ienes la sociedad 11 0 'puede dar traba jo . Están, pues, prefieren seguir apegados a sus mitos tradicionales.
condenadas de antemano al hambre y a la miseria. Esa espanto sa pobreza que se produce bajo los sistemas no
Era a estos desgraciados a los qu e, en las edades precapita­ capitalistas desaparece en cuanto se instaura un régimen de
list as, gobernantes, filósofos y legisladores aludían cuando se mercado libre. El aumento de población , entonces, lejos de
ocupaban de la pobreza. EI laissez [aire y su secuela, la indus­ provocar la aparición de más y más hamb rient os, supone dis­
triali zación, transformaron a dichos miserables sin oficio en poner de adicional fuerza laboral para engendrar mayor rique­
activos asalariados. En e! mercado libre aparece n, desde luego, za. Q uien pueda y qui era trabajar nunca será un paria. Los
gent es con mayore s y gentes con menores ingresos. Lo que no confl ictos de Occidente ent re «el capital» y «el tra bajo» , a los
hay es individuos capaces y deseosos de trabajar sin ocupación, ojos de las masas de los países económicamente atrasados, no
por no podérsela proporcionar la sociedad . El liberalismo y el constituyen sino luchas internas dentro de una misma casta de
capitalismo, sin embargo, aun en sus momento s de máx imo privilegiados. Para el proletariado asiático , el trabajador ame­
esplend or, no arraigaron sino en estrechas zonas geográficas : ricano de la industria del aut omóvil es un «aristócrata». Perte­
Europa cent ral y occidental, América del Norte y Austra lia. En nece, en efecto, a ese dos por ciento de la población terrestre
e! resto del mundo, hoy como ayer , millones de seres vegetan que goza de mayore s ingresos. No sólo las razas de color, sino
1208 1209
La Acción 11 umana La teoría del bien com ún afile el mercado

también los pueblos ár abes, eslavos y otros, estiman que su monásticas católicas y también algunas instituci ones protestan­
propia indigencia es consecuencia de! alto nivel de vida de los tes han realizado en esta materia maravillas, reun iendo sumas
países capit alistas, de! bienestar que un doce o un quin ce por de gran importancia, que luego han sabido rectamente emplear.
ciento de la poblaci ón humana disfruta. La prosperid ad de es­ Existen hoy también organizaciones seculares que en noble
tos supuestos privi legiados, dejand o aparte e! problema de las emulación compiten con las citadas asociacioncs.
barreras migratorias, en modo alguno viene financiada por la Pero , por doble vía, critícase la caridad como sistema. Sue­
pobreza de aquéllos, quienes, sin embargo, oiegánse a aceptar le, en primer término , destacarse la exigüidad de los medios
que la única causa de esos males que tanto lament an radica en disponibles. La verdad, no obstan te, es que cuanto más pro­
su propia repudiación del sistema capitalista. gresa el capitalismo, con el consiguiente incremento general de
Bajo la égida de! mercado libre e inadult erado, el problema la riqueza, mayores devieoen los fondos caritativos. Las gentes,
de la pobreza surge tan sólo en relaci ón con q uienes, por razo­ por un lado , dan más cuanto mejor cubiertas tienen sus propi as
nes fisiológicas, no p ueden ganarse la vida. Siempre ha de necesidades; por otro , al aumentar la riqueza, redúcese conco­
haber, apar te de la población infantil , personas incapaces de mitantemente el número de los necesitados. Los ingresos del
proveer a sus propias necesidades. El capitalismo mejora el homhre medio , bajo un r égimen de mercado, permítenle pre­
nive! de vida de las masas; proporciona mayor salud, comba­ venir , mediant e el ahorro O los correspond ientes seguros, la
tiendo la enfermedad con métodos cada vez más perfectos, pero vejez, la enfermedad, los accidentes, la educación de la deseen­
no puede evitar que haya gentes incapacitadas para el trabajo. dencia, así como la viudedad u orfandad de sus seres queridos.
Cierto es que hoy en día personas que otrora hubieran sido Hay razones fund adas para suponer que los haberes de los
invsilidas por el resto de su vida logran recobrar sus faculta­ establecimien tos caritativos resultalÍan, en los países capitalis­
des y signen llevando una vida activa; pero no menos cierto tas, suficientes para atender los objetivos deseados, si el inter­
resulta que muchos, qu c ante s hub ieran desaparecido pr onto , vencionismo no sabo teara las instituciones básicas de la eco­
a causa de enfermedades, malformaciones y accidentes, actual. nomía.
mente sobreviven co rno inválidos permaoentes. Es más: la El hombre «de In calle» no puede hoy ahorra r y asegurar
prolongación de la vida media da lugar a que vaya en aumen to su futuro porque se lo impiden los manejos monetarios de la
e! nú mero de ancianos. expansión crediticia y la inflacionaria creación de medios de
Estamos ante un problema típico de la sociedad humana. pago. No menor es el daño que otras medidas intervencionistas
E! animal enfermo o tullido pronto fenece, víctima de! hambre irrogan a los empleados y trabajadores, a los profesionales y
o de otros de mayores fuerzas. Los salvajes fueron siempre a los pequeños empresarios. La mayor ía de los que actualmente
inmisericordes eon sus semejantes inválidos, a qu ienes aplica­ han de acogerse a la caridad pública hállanse en tan triste
ban métodos semejantes a los de! moderno nazismo. Aunque a situ ación a causa precisamente del imperante dirigismo. La
primera vista resulte paradójico, la existencia en un país de inflación y el afán por reducir las tasas del interés socavan,
un elevado porcentaje de inválidos e incapaces es prueba evi­ además, los capita les puestos a disposición de asilos, hospitales.
dente de civilización y de alto nivel de vida. guarderías, orfanatos y similares institutos. Cuando e! actual
Se ha considerado siempre obra típicamente caritativa e! paternali smo dirigista lamenta la cortedad de los fondos carita­
cuidado de enfermos e impedidos carentes de familiares que tivos dispo nibles no hace sino deplora r las conseeuencias de la
les atiendan . Los correspondien tes fondos pueden proveni r del propia política que recomienda.
erario, aun cuando 10 más frecuente es que hayan sido apor ta. El segundo defecto del sistema carit ativo, para sus críticos.
dos por organizaciones privadas. Las congregaciones y órdenes consiste en hallarse basado en puros sentimientos de caridad

--
Lo ieoria del bien com ún ante el mercado 1211
1210 La Acciól1 H um ana

y compasión . El ind igente, bajo tal régimen, carece de tít ulo Tales reclamaciones al cuerpo social pretenden ampararse
legal de aquello que percib e. Subsiste a COSIll de personas de en e! llamado derecho natural. Tod os los hombres - asegú ra­
buen corazón , a quienes la penuria de aquél acongoja. Lo que se--- somos ante Dios iguales, con inalienable derecho a la vida.
e! pobre obtiene no es sino gracioso regalo, que debe agradecer. Escasa virtud dialéctica , desde luego, tiene e! invocar supuesta
Tal limosne ra condición - conclúyese- resulta vergonzosa y igualdad humana, cuando precisamente son innatas desigual­
humillante, insoportable en verdad para qu ien sienta el más mí­ dudes de lo que nos estamos que jando. Triste , ciertamente, re­
nimo respeto por sí mismo. sulta que haya herma nos nuestros incapaces de cooperar en In
Esas quejas hállanse indudablemente justificadas. La cari­ vida social por inmodificables circunstancias íisicas. Las inexo­
dad adolece siempre de! mismo defect o. Corrompe tanto al que rables leyes naturale s son las únicas responsables. Estos pobres
da como al que recibe. Aquél se autobeatifica, mientras éste desvalidos, habríam os de concluir, más que hijos, hijastros son
de Dios o de In Na tura leza. Nada hay que oponer a las normas
se debilita y rebaja. Ahora bien, si somos hoy conscient es de
de la ética y de la religión que nos exhortan a asistir a nuestros
la indignidad de la limosna es por influencia de la p ropia filo­
semejantes desampa rados. Tules normas, sin embargo, nunca
sofía capita lista. Todas las relaciones humana s, fuera del mund o
nos dicen cuál sea la fórmu la, el sistema, que perm ita mejor
de! inte rcambio mercantil y dinerario, hállanse inform adas por
atender a esos desventu rados. Trágicamente contradictorio con
ese espíritu de dep endencia típico de la caridad. Pero es precisa­
el objetivo apetecido sería el que, en e! deseo de mejorar la
mente la ausencia de cordialidad y espiritualidad en e! mercado
suerte de los menesterosos, recnr riéramos a sistemas que por
lo que más indigna a los enemigos del capitalismo, al que fuerza han de poner en peligro la propia existencia social, redu­
acusan de insensibilidad e indiferencia. La cooperación social,
ciendo gravemente In produc tividnd de la actividad humana.
bajo e! mero signo del do tu des, aseguran tales opositores, Nadie , ni útiles ni incapacitados. beneficiaríase bajo un orden
deshumaniza a los mortales. Priva entonces - dicen- sob re el que frenara la prod ucción y reduj era la suma de bienes dispo­
amor fraterno y el deseo de ayudar al prójimo la letra fría de
los contrato s mercantiles. Limitémon os, por nuestra parte, a nibles.
Estos prob lemas no son, sin embargo, de orden praxeol ó­
señalar que quienes acusan al capitalismo de despreciar los
gico; la ciencia económica es, pO I' tanto , incompeten te para dar
«aspectos humanos» caen en abierta cont radicción con su pro­
pio pensamiento cuando repudian la caridad privada prec isa­ soluciones. Estamos realmente en el terreno de la patología
mente por basarse en sentimient os de tierna conmiseración de la psicología. El temor a la pobreza y la aversión a vivir de
huma na. la caridad ajena son sentimientos que influyen favorablemente
La sociedad feudal se asentaba en meros actos de gracia. sobre la fisiología del hombr e; acicatéanle '1 que se mantenga
por un lado, y de gratitud y de sumisión, pOI' otro. El poderoso en forma, tanto [Isica como espiritual; incítanl e a evitar enfer­
señor otorgaba beneficios a sus vasallos, quienes quedaban medades y accidentes y a procurar recuperarse con la mayor
obligados a presta rle fidelidad persona l. Tales relaciones eran celeridad posible de cualquier daño sufrido. Las experiencias
«humanas» en cuanto e! inferior besaba las manos de! supe rior recogidas de la seguridad social, en general, y, especialmente,
y quedábale en teramente sometido . El carácter gracioso de! de! sistema más anti guo y completo , cual fue siempre e! ale­
acto caritativo a nadie en la sociedad feudal molestaba. La mán, evidencian los inconvenientes de adormecer o suprimir
filosofía y los usos imperantes justificaban tales situacione s. rules incentivos humanos l . Comunidad civilizada alguna ha
Sólo más tarde, al surgir una organ ización social basada en
1 Vid. SU LZflftClI, G(,J'lIldfl EX/, .til'l1f c l/'it!J Social lnsu rancc [Nueva York, 1947).
vínculos contractuales, empieza a pensarse en conceder al me­
páginas 22·32.
nesteroso acción legal para exigir asiste ncia de la sociedad.
1212
La Acción H umana La tcoria del bien connin ante el mercado 1213

permitido que sus seres incapacitados perecieran sin aux ilio Contrastemos, por ejemp lo , el caso de China y el de la
de ningú n género. Pero, deja ndo es to aparte, lo cierto es que G ran Bretaña. El imperio amarillo, como es sabido, desarro lló
la sus titución de la car idad privada por serv icios sociales regla. en su día una elevada civiliz ación . Hallábase situado , hace do s
mentariament e establecidos pa rece pugnar con la esenci a de la mil años, muy por delante de I nglaterra. Sin embargo , a finales
naturaleza humana tal cual se nos presenta . No son lucub ra.
del siglo pasado , ésta era una nación rica y civilizada, mientras
ciones de orden metafísico, sino consideraciones de orden
aquél languidecía en la pobreza . La civilización china había
práctico, las que desaconsejan con ceder al ind ivid uo legal acción
par a reclama r de la sociedad alimen to y subsistencia. qu edado, siglos atrás, cong elada , sin posibil idad de progre so .
Pura ilusión , por lo demás, consti tuy e el suponer que un E l celeste imp erio practicó el princip io iguali tari o con mu ­
tal régimen coactivamente impuesto evitaría a los indigen tes cho mayo r ahínco que la G ran Breta ña, Los terre nos de cult ivo
la humillación aneja a todo sistema caritativo. Cua nta mayo r se dividían y subdiv idían incesan temente . Cierto es que en
amplitud se diera a las leyes, más casu ística habría de ser su Chi na prácticamente no ~xis t í a una clase proletaria carent e de
ap licación . No se haría, en defi nitiva, sino reemplazar el juicio tierras. En la Inglaterra del XVIII , por el contrario, tal clase
del ind ividuo que auxilia a su semejante, al dictado de la propia social era numerosa. Las práctica s restrictivas brit ánicas , ins­
conciencia, por el juicio del funcio nario púb lico. Difícil resul ta piradas en la ideología tradiciona l, hab ían hech o imposible d uo
creer que tal mutación habría de mejora r la sue rte del menes ­ rantc siglos la apari ción del emp resario eficiente. La indu stria­
tero so. lización del país, sin embargo, gracias a la existencia de aquella
fuer za laboral, pu do progresar a pasos de gigante tan pronto
3. LA DES IGUALDAD como la filosofía del laissez [aire logró abril' las pue rtas al
capitalismo, poniendo de manifiesto los errores del restriccio­
La disparidad de re ntas y pa trimonios const ituye rasgo
característico de la eco nomía de mercado. Su supresión impli ­ nismo mercantilista.
caría la quieb ra del sistema 2. La «edad de las máqui nas», cont rariament e a lo que Sorn ­
bart afi rma, no surgió porque, de pron to , específica mentalidad
Q uienes postulan la igualación de la riq ueza, en verdad no
adq uisitiva apoderárase de ciertas almas, p rovocando la apa ri­
aspiran sino a aumentar su personal capaci dad adquisitiva.
ción del «homb re cap italista» . Siemp re hubo , por el contrario,
Nadie pre tende dis tribu ir las rentas p ropias. E l obrero ame ri­
cano, cua ndo recla ma mayor igualdad, lo único que desea es per sonas deseosas de cosechar ganancias a base de acomodar
supr imir los div idendos, para así inc remen tar sus perso nales la producción a los deseos y apetencias dc los consumido res,
T ales promotores, sin embargo , estaban , en la era p rccapíta­
ingresos. Airado, rechazaría cualquier red ucción del alto salario
lista, atado s de pies y manos a causa de las ideologías irnpe­
qu e cobra en beneficio de ese noven ta y cinco por cien to de la
pobl ación terrestre qu e gana mu cho me nos q ue él. rantes , condena to rias del afán de lucro y respaldada s por las
consiguientes reglamentaciones públicas. La superación de las
La funci ón qu e la desigualdad de rentas dese mpeña en un a
sociedad de mercado es tot almente dispar a la qu e la misma tradicionales filosofías por el espíritu del laissez [aire hizo caer
juega en una organización de tipo feuda l o en cua lqu ier otro las antiguas barreras y prohibiciones, que impedía n a las gen­
sistema de carácter no capitalista. Dicha desigualdad precapi­ tes alcanzar el bienestar y el progreso, instaurándose así la
tal ista tu vo, sin emb argo, su trascen dencia histórica J . nueva era del maquinismo.
Los liberales combatían las castas y estamentos del anclen
a Vid . págs. 440·442 y 1071.1072.
régime po rque hacían imposible el recto funci onamiento del
, Vid. págs. 474·475.
mercad o. Ab ogaban por la abo lición de los viejos privilegios, en
121 4 La Accián Hum.". La te orla de l bien común ante el mercado 121'

el deseo de que nada ni nadie impidiera a los más capaces pro ­ alienables. La igua ldad ante In ley les complacía porque a tod o
du cir la mayor cantidad posible de bienes, de la mejor calidad y e! mundo había de beneficiar. Bajo su égida , los electore s de­
del modo más económico. Utili tari stas y economistas, en este as­ signarían a los gobernantes , mientra s los consumid ores d iri­
pecto , coincidían con otros que también combatían las consagra­ girían las actividades productivas. Resultar ían así elimi nadas
das clases; pero, a diferencia de estos últim os, nunca ampara­ las causas mismas de guerras y conflictos y quedaría implan­
ron su dialéctica en e! derecho natural o en la innata iguald ad tad o un orden social en constante progreso.
humana. Ambos grupos clamaban por la igualdad de tocios an te Es te modo de pensar enge ndr ó esa serie de fenómenos que
la ley; sobrevivió, no obstante, siempre, la básica oposición denom inamos civilización occidental. Una filosofía tal, sin em­
entre una y otra forma de pensar. bargo, sólo podía impo nerse donde débil fuera el aí án iguali­
La escuela de! derecho natural afirma qu e los hombres, tario. Nunca hubiera atraído e! laisscz [aire al inglés del si­
biológicamente , son todos iguales, ten iendo en consecuencia glo XVIlt , de hab erse bailado éste obsesionado por la quimera
cada uno inalienable derecho a su cuot a part e de los bienes de la igualdad de renta s y patrimonios, por la misma razón que
disponibles. El primer aserto h allase contradicho por la reali­ nada ni aú n hoy dice a chinos y musulmanes. El historiador ,
dad misma; el segundo, seguido basta las últ imas consecuencias, en este sentido, ha de reconocer que la desigualdad típica de!
conduce a tales absurdos qu e sus defensores acaban dejando orde n feudal y de! manvr ru ral inglés dccisivamente contr ibu yó
de lado toda consistencia lógica y terminan considerando cual­ al nacimien to de la civilización capitalista, pese a la íntima dis­
quier institución, por discriminat oria e inicua que sea, perfec ta­ paridad de ésta con dich os sistemas.
mente compatible con la inalienable y soberana igualdad huma­ Aque llos filósofos del XVltl que no lograron comprender
na. Los distin guidos caballeros virginianos, cuyas ideas tanto los pr incipios de la nue va teorí a uti litaria seguirían peror ando
impulsaron la revolución americana, jamás expresaron oposi­ acerca de la superio ridad social de ch inos y mahometanos. Poco ,
ción alguna a la esclavitud de! hombre de color . El más des­ ciertamente , sabían de las condiciones reales en tales naciones .
pótico sistema de gobierno conocido por la humanidad, e! Pero la vaga información que poseían les dejaba vislumbrar la
bolchevismo, prcs éntasenos como la propia encarn ación de la ausenc ia, en dichos países, de una clase aristocrática de tipo
libertad y de la igualdad . here di tar io b asada en agrarios latifundios, lo cual les result aba
Los defensores liberales del principio de la igualdad ante sobremanera atractivo. Esos pueblos habían , en su opin ión,
la ley advert ían la innata disparidad del hombre; comprendían conseguido impla ntar los principios igualitari os con más éxito
que tal desigualdad era precisamente la causa y origen de la qu e e! Occidente europeo.
cooperaci ón social y de la civilización . La igualdad ante la ley Los intelectuales naciona list as del X lX dieron nuevo impul­
- sabían- no iba a modificar ninguna de las inexorables reali­ so al ideario. Los teóricos del pancslavismo se lanzaron en
dades del mundo en qu e vivimos y, desde luego, no vendría a cabeza a exaltar In propiedad agraria comunal, según se mani­
suprimir la natural desigualdad humana. Ahora bien, de este festaba en e! mir o e! arte! ruso o en la zadruga yugoslava.
hecho inmodificab le, los liberales propon íanse sacar el máximo Hoy en día, tras esa revolución semántica que ha tran sform ado
provecho para todos. Ninguna ínstitución de origen humano el significado de los antiguos vocablos polít icos en lo contrario
- pensaban- hab ría, en lo sucesivo, de entorpecer a nad ie, de lo que antes qu erían decir , todo el mundo presume de
impidiéndole alcanzar aquella posición desde la cua l mejor «democrático» . Alardean de democrat ismo los musulmanes, que
pudiera servir a sus semejan tes . El problema de la desigualdad nunca conocieron otro sistema político qu e el puramente au to­
contemplábanlo, pues, bajo el prisma exclusivo de lo social crático. iY los nacionalistas indios llegan a van aglor iarse de In
y utilitario, dejando de la.lo sup uestos derechos humanos in­ «tradición democrática» hindú !

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... . _
1216 La Acción Humana La teoria del bien común ante el mercado 1217

T ales efus iones sent imentales no deben, sin emba rgo, im­ condenaba a las poblaciones a vivi r bo rdeando siempre la mu er­
presionar a econo mistas e hist oriadores. Cuando calificarnos te por inan ición . Ved ada resultaba la implantación de adelantos
de atrasados a los pueblos asiáticos , no efectuamos un juicio técn icos al resultar imp racticab le cua lquier acumulación seria
de valor. Simplemente aseveramos que dichas gentes no su­ de capital. El liberalismo cap ita lista llegó a Oriente desde Oc ci­
pie ron producir aquella base ideológica e inst ituc ional que en­ dente al amparo de fuerzas ar madas que imponían regímenes
gendró la civilización cap ita lista occidental, cuya super ioridad colonia les o enclaves extraterritoriales. Los violentos métodos
tácit amente los orientales reconocen al reclamar sus frutos o. aplica dos por los occidentales no eran, desde luego, los mejores
al me nos, los técn icos y tera peutas . Adm itimos q ue la cu ltura para inducir a los puebl os some tidos a modificar su tradicion al
de ciertos puebl os asiáticos fue en determinadas épocas muy mentalid ad . No debe esto, sin embargo , hacern os o lvidar que
superior a la de sus coe táneos europeos; es por eso precisa­ si centena res de millones de ashíticos hall ábanse condenados al
mente por lo que creemos interesante investigar las causas que ha mbre y a la mis eria , ello se debía a la general oposición con­
un día paralizaran allí e! prog reso. La respuesta es obv ia en tra cua lqu iera que pretendiese reunir capitales importantes.
el caso hindú . El férreo dogal de! sistema de castas veda ba al La igualdad qu e el ideario parernnlista de Occ idente hoy
individuo toda libert ad de acción, haciendo prohibitivo cual­
predica constituye répl ica exacta de la filosofía oriental. Pen­
quier intento de abandonar los cauces trad iciona les . China y
samien to vago y confuso, s610 deviene claro y p reciso cua ndo
los pa íses musu lma nes, en cambio , deja ndo apa rte una pequeña
se trata de abomi nar de toda for tuna señalada, de toda empresa
min oría de esclavos, nu nca adm itieron el régime n de castas, Se poderosa , de tod a acumu laci ón privada de riqueza. Sus defe n­
gobernaban, ciertamente, por administraciones au tocráticas;
sores gus tosos recurren a cualquier medida que debilite y per­
pero los súbditos era n todos iguales ante el jerarca. In cluso es­
turbe el mundo de los negocios ; pretenden .imponer la igualda d
clavos y eunucos podían alcanzar las máx imas dignidades. Quie­
a ba se de cargas fiscales expoliatorias de rentas y pat rimo nios ;
nes hoy nos hablan del de mocratismo de Jos pueb los orie nta les
apel an invariablemente a la envid ia de la masa in juic iosa .
precisamente dest acan esa un iversal igualdad ant e el gober­
nante . Las consecuencias in mediatas de tal polít ica ya antes han
sido ob jeto de exa men ' . A la larga, evi dentemente, redu cirán
La s ideas de igualdad econó mica que d ichos pueblos y sus
polít icos pretend ían plasmar era n vagas e incon cretas en gene­ la tasa de creci miento del capital, si no llegan a imped ir su
ral . D evenían claras y taja ntes , sin em bargo, en un aspecto: gestaci ón e inclu so a provocar la desaparici ón del existe nte. Se
en el de condenar sin paliativos la acu mulaci ón de riquezas en irá paralizando e! desarroll o econ6mico y abiertas q uedarán las
manos del part icular. T odos, tanto gob ernantes como gobern a­ puertas a progresiva pauperacíó n de las gentes. Ello supondrá ,
dos, pensab an que e! amasar una fortuna suponía haber previa­ en definitiva, el triunfo de los idea les asiáticos ; Oriente y Occi­
mente expoliado a otros de lo qu e, en justicia, a éstos corres­ dente po d rán entonces es trecharse las ma nos sum idos en idén­
pondía; la riqueza de unos poco s era la cau sa de la pob leza de tica miseria.
los más. Precaria en extremo era siempre la posición del rico E l paternalismo dirigista de hoy pret ende erigirse en de­
comerciante oriental. Hallábase invariablemente a merced del fen sor de los verdaderos intereses de la sociedad , fren te al
más mínimo funcionario. Ni d ád ivas ni presentes podían ev ita r actuar egoísta de! emp resario ávido de ganancias, asegurando
preocuparse de los intereses seculares de! país fre nte a espe­
expoliacion es repetidas. Regocijábanse las masas cuando veían
culado re s, prom otores y capitalistas , olv idados del fu tu ro de la
caer al ayer pod eroso mercader vícti ma de l od io y la envidia del
gobernante. sociedad en su conjunto e in teresa dos tan s6lo por e! beneficio
Es a anticrernatística disposici ón impedía todo progreso y , Vid. págs. 1159-11 66.

11
1218 l .a Acción H umana 1.,,/ teoris del bien común tin te el mercado 1219

inmediato. Este segundo aserto resulta desde luego incompa­ presionan sobre las aludidas entidades para que invierta n una
tibIe con la inquietud que algunos de sus patrocinadores rnani­ proporción cada vez mayor de las sumas que reciben de sus
fiestan por el bienestar del momento , ampar ándose en aquello clientes en deuda pública. Es más: las cajas adminisrradoras de
de que «a la larga, todos muertos». La consistencia lógica no los seguros sociales tienen que colocar la totalidad de sus cuan­
es, desde luego, vir tud que caracterice a estos doctrinarios. tiosas percepciones en valores estatales o paraestatales. Este
Pasemos por alto , a efectos dialécticos, tal inconsistencia y exa­ ahorro individual queda privado de vir tualidad, por lo que
minemos el fondo de sus argumento s, dejando de lado el aspecto se refiere a la acumulación de capital, en la misma medida en
contradictorio de los mismos. que la administración gasta en bienes de consumo o torpes in­
El ahorro, la acumulación de capita l y la inversión suponen versiones Jo que por sus emisiones de deuda recibe. El ahor ro,
detraer del consumo actual una parte de los bienes disponibles, la creación de capital y la inversión, en un mercado libre, cons­
con miras a mejorar futuras situaciones. El ahorrador reduce tituyen sumas idént icas y correlativas; por el contrario, bajo
su satisfacción presente en el deseo de aumentar el bienestar una economía intervenida, el gobierno puede libremente dila­
de mañana, ya sea propio o de sus causahabientes. Tales actua­ pidar el efectivo ahorro de los gobernados. El par ticular se sa­
ciones vienen, desde luego, dictadas por motivaciones egoístas, crifica y reduce el consumo pro pio en el deseo de proveer a su
empleando este adjetivo en su sent ido más popular. Lo inte­ futuro; por tal vía, como decíamos , aun sin él quererlo, con­
resante es que ese egoismo beneficia a todos los componentes tribuye al progreso económico de la nación y a la elevación del
de la sociedad y decisivamente contribuye al futuro bienestar nivel de vida de sus conciudadanos. Pero interviene el gobierno
de la misma; engendra lo que hasta el dirigista más recalcitrante y nulifica tan beneficiosos efectos. Queda as! evidenciada la
no tiene otro remedio que calificar de desarrollo econ ámico inanidad de ese mito siempre manejado por el paternalismo
y de progreso social. dirigista, que nos presenta, de un lado, al part icular, egoísta
Las medidas recomendadas por el paternalismo dirigista, y de estrechas miras, interesado tan sólo por las satisfacciones
en cambio, señaladamente reducen la posibilidad de ahorrar del del momento, siempre olvidado del bienestar de sus congéneres
part icular. Por un lado, las cargas fiscales con que se gravan las y de la sociedad en su conjunto, y de otro, al gobernante seráfico
rentas y patrimonios de mayor importancia destruyen , o, al y omnisciente, perennemente entregado a promocionar la feli­
menos, seriamente restringen, el ahorro de los ricos. Por otra cidad presente y futura de todos los por él administrados.
parte, los ahorros de los de menores medios son manejados de El dirigista suele oponer dos objeciones al anterior plan­
tal modo que acaban siendo destin ados al consumo. Cuando teamiento. Destaca, en primer lugar, que la motivación del
antiguamente un individuo ahorraba mediante un depósito particul ar es puramente egoísta, mientras que la administra­
bancario o una póliza de seguros, el banco o la empresa asegu­ ción pública actúa impulsada tan sólo por desinteresadas consi­
radora invertía en negocios produc tivos los correspondientes
deraciones. Admit amos, a efectos dialécticos, que los indivi­
fondos. Aun en el caso de que el interesado, con posteriori dad,
duos sean efectivamente diabólicos y, en cambio , angélicos los
destinara a gastos de consumo la cantidad, en el conjunto , no
habla ni desinversión ni reducción del capital disponible; pese gobernantes . Pero lo que en la vida real cuenta -diga Kant
a tales eventuales retiradas de fondos, en efecto, los saldos deu­ lo que quiera- son las auténticas realizaciones, no las buenas
dores y, consecuentemente, las inversiones de las instituciones intenciones. Surge y pervive la sociedad sólo porque la pacifica
de crédito y de las compañías de seguros aumentaban de con­ cooperación social bajo el signo de la división del trabajo pero
tinuo. mite a la larga dar la satisfacción más cumplida posible a las
Las cosas, hoy, han cambiado; los gobernantes, por doquier, egoístas aspiraciones de las gentes. La mayor gloria del mercado
1220 La Acción Humana 1221
La teoría del bien com ún ante el mercado

estriba precisamente en que su mecánica hállase orient ada a la tal abstención de consumir e ilust ran después al ahorrador acero
efectiva plasmación del anterior teorema. ca de cómo invert ir para dejar atend idas, en la mayor medid a
La segunda ob jeción consiste en decir que la inversión pú­ posible, las más urgentes necesidades de los consumidores. Así
blica puede perfec tamente suplir la inversión privada. Resáltase las cosas, debemos pregun tarnos si cabe que e! ahorro estatal
que los gobernantes no gastan en bienes de consumo todo lo sustituya al privado y si puede el gobierno llegar a saber cómo
que perciben ; una pa rte no despreciable es invertida en carre­
invertir aqué!. No afectan estas incógnit as exclusivamente al
teras y caminos, ferrocarriles, puer tos y aeródromos, cent rales
eléctricas y demás serv icios púb licos; otra part e impor tante estado socialista. Han de ser aclaradas donde qu iera, como en
se destina a aprovisionar las fuerzas armadas, defensoras de la tantos lugares hoy en día, se hnyn hecho susta ncialmente impo­
comun idad, cuyos gastos, muchas veces, sobre todo en caso sible e! ahorro privado. Incl uso Jos Estados Un idos ya casi han
de conflicto bélico, difícil resulta financiar de otra manera. Ilegado a ese punto.
Pero no es esto lo que se d iscute. Lo que decimos es que el Supongamos que determin ado gobierno ha conseguido
gobierno gasta y consume una parte del ahorro de los particu­ controlar una porción import ante del ahorro privado. Las
lares y que, al amparo de los sistemas hoy en boga, hállase en autoridades regulan en gran medida las inversiones de la segu­
posición de ir ampliando la porción consumida hasta llegar a ridad social, de las compañías de seguros, de las instituciones
absorber la totalidad. de ahorro y de los bancos comerciales y, como es natu ral, pre­
Si el gobierno impid e al secto r pr ivado ahorrar, habrá él sionan para que aquéllas se oriente n hacia los valores mobilia­
de ahorrar e invertir para mantener capita lizado al país. El diri­ rios públicos. Los part iculares, desde luego, siguen ahorrando ,
gista, que ve en el estado la personificación de la divinidad, no Ahora bien , e! que tal ahorro produzca nuevos capi tales y, por
puede ni pe rcatarse de los gravísirnos problemas involucrado s, ende, se amplíe la suma de bienes de capital disponibl e, de­
ín timamen te convencido como se halla de que el supremo
pende del empleo que e! gobierno dé a los fondos que per­
jerarca, providencialmente, con mano sabia, sabrá ir paulatina.
cibe. Si la administración dilap ida tales sumas, bien gastándose­
men te llevando la sociedad hacia situaciones cada vez más
sat isfactorias, con arreglo a evolutivo progreso natural del géne­ las en mero consumo o bien invirtiéndolas desafortunadamente,
ro humano. queda enervado aquel proceso de acumulación de capital. tan
Preciso es restringi r el actual consumo, siempre con miras acert adamente iniciado por el aho rro y la inver sión del sector
a mejor abastecer el futuro, no ya tan sólo para acumular privado. Un ejemplo arro jará luz sobre e! tema.
nuevos capitales, sino para conservar simplemente el existen te. Supongamos un régimen de mercado inadulterado. Iuan ,
El ahorro supone siempre un acto de privación, de abstinencia; en tales circunstancias, ahorra cien dólar es, que coloca en un
un dejar de lado satifacciones que en otro caso cabría haber banco de depósito . Si el interesado ha sabido elegir un buen
disfru tado s. Las circunstancias del mercado inducen a practicar banquero que acertadamente invierta la suma en cuestió n, se
s Esto en modo alguno significa coincidir con aquellas teorías que justificaban produce nuevo capital que a su vez incrementa la productividad
el fenómeno del interés como un <premio» al sacrificio del ahorrador. En nuestro marginal del trabajo. Un a par te de la consiguiente mayor pro­
mundo no existe mítica entidad alguna que premie o que castigue. Ya antes, en el ducción reviert e al depositante en forma de inte rés. Por el
capítulo XIX , analizamos qué es y qué representa el interés. Ahora bien, frente a
las ironías tan poco oportunas de un L ASSALJ.E ( Herr Dastiat S clm/ze lJ011 Delítzscb
cont rario, si Juan yerra y encomienda su dinero a un banco que
en Gesammeíte Reden und Scbri íten, cd . ReCOS Id o, V. 167), ampliamente difun­ suspende pagos, entonces lo pierde todo.
didas por muchos libros de texto, bueno es reitera r que el ahorro es siempre pri ­ Con templemos ahora el caso de Pablo, quien, bajo un sis
vación (Entbehnmg), por cuanto supone dejar de di sfru tar hoy de algo. tema intervencionista, ahorró en 1940 cien d ólares mediante
1222 La Acci611 Humana 1223
La teoría del bien común ante el mercado

pagar su seguro social a la caja oficial 6. El gobierno, por tal cionar todos los problemas humanos; dar a cada uno «de acuer­
abono, reconoció a Pablo derecho a, en su día, percibir cierta do con sus necesidades» y hacer al mun do entero perfecta­
suma. Ahora bien, si el gobiern o consumió los citados cien mente feliz.
dólares no se produce incremento alguno de capita l y no Alguno s de los enemigos de la economía de mercado, cierto
aumen ta la productividad laboral. La deuda contraída con Pa­ es, vagamente perciben e! meollo de! problema. Advierten
blo por la administración se transforma en un crédito de éste que el existente capita l ha de ser conservado si no se quie re
con tra los contribuyentes de mañana . Cierto Pedro tendrá en reducir la produ ctividad del trabajo 7. Pero incluso tales auto ­
1970 que atender el compromiso contraído en 1940 por la res desconocen que el mero mantenimiento del capital hoy dis­
caja aseguradora, aunque él personalment e venta ja alguna haya ponible depende de acertadas y nuevas inversiones, es decir ,
derivado del sacrificio de Pab lo. de afort unadas especulaciones, resultando inelud ible para man­
No necesitamos, pues, como fácil es advertir, fijar nuestra tener intacto el capi tal recibido poder recurrir al cálculo econó­
atención en la Unión Soviética para compre nder las consecuen­ mico, que a su vez presupone la existencia de un mercado libre.
cias sociales de los modernos métodos de financiación del gasto Los demás dirigistas igno ran por completo el problema. Igual
público. Salta a la vista el carácter engañoso de aquel manido da , a esto s efectos, qu e pre tendan apoyar se en los esquemas
argumento según el cual la deuda pública no es en verdad un a marxistas o que, por el contrario, prefieran airear nueva s qui ­
carga , ya que «sólo a nosotros mismos la debemos». Los Pablos meras, como por ejemplo la supuesta «capacidad de perpetua­
de 1940 no se la deben a sí mismos. Son los Pedros de 1970 los ción ) de las cosas útile s ti. Sus es critos ) por desgracia, sirven
que la deberán a los Pnblos de 1940. La filosofía de «después para propagar aquella doctrina segú n la cual todos los males
de mí. el diluvio » es la que por tod os sus poro s rezuma la provi enen del excesivo ahorro y de la insuficiente capacidad de
doctrina. Los políticos de 1940 resolvieron sus dificultades consum o, por lo que el gastar sin tasa constituiría la panacea
tras ladánd olas a los gobernantes de 1970. Cuando esta fecha universal.
llegue aqu éllos o habrán muerto o es tarán escribie ndo sus me­ Cercados por la implacable lógica de los economistas, otros
morias acerca de la gran obra de seguridad social que realizaron. socialistas e intervencionistas acaban por reconocer que sólo
Los cuento s de hadas a 'lile tan aficionados son nuestros el mantenim iento del actual capital puede evitar e! descenso
paternalistas contemporáneos bien reflejan la incapacidad de de! n ivel de vida y que si en el futuro ha de haber progreso
éstos para comprender los problemas que la teoría del capital económico ineludible resultará acumular nuevos capitales. Pero
plantea . Indignos por ello mismo son de u tilizar el vocablo dicen que de la conservación del presen te capital y de la acu­
«paternals con el que qui sieran definirse. Q uien en sus lucu­ mulación del supletorio se encargará e! gobierno . Tareas tan
braciones alegremente pase por alto la indudabl e escasez de los trascendentales - proclaman- no qued arán ya en manos del
bie nes de capital, no merece llamarse econom ista ; no es más egoísta particular interesado sólo por su propio enriquecirnien­
que vano arbitrista. Prefiere vivir de espaldas a la evidente to y e! de su familia; las autoridades se ocuparán de estos
realidad , en una fabulosa Jauja, donde todo abundaría. Los asuntos y los abordarán con la vista puesta en e! bien común .
encantadores sueños de nuestros dirigistns, al igual que los del
7 Nos referimos fundamentalmente al profesor A. C. PIG OU~ a las varias edicio­
socialismo , tácitam ente presumen inacabables disponibilidades nes de su libro Tbc Economics o/ \Vd /are y n diversos artfculos suyos. Para una
de bienes de capita l. Fácil, desde Juego, resulta entonces solu­ crítica de las ideas de Pigou, vid. HAYI:.K, Proiits, 1Itt u~st t1l1d [nvcstment (Londres,
1939), págs. 83-134.
~ Es indiferente. II estos efectos, que la entrena 1;1 efecnic el propio Pablo o "11
• Vid. F. H. KNIGIIT, e Pro fessor Mises and the Theory of Capital», Bconomica,
patrono por mandato legal. Vid. plÍg. 878.
vm (1941), 409 ·427 .
1224 La Acciól1 Humana La teoría del bien común ante el mercado 1225

La elucidación del tema exige comprender la mecánica del países democráticos con economías dirigidas el principal motivo
egoísmo humano. E l hombre, bajo un régimen en que la des­ de antagonismo polít ico. Nunca han de falt ar demagogos qu e
igualdad hállase permiti da, imp ulsado por su personal egoísmo, propugnen dedicar al consumo inmed iato cantidades más ele­
ahorra y procura inverti r los correspondien tes fond os del modo vadas que las propuestas por el partido que gobierna o po r el
que mejor queden atendidas las más urgentes necesidades de resto de las organizaciones políticas. H ay siempre gentes p ro·
los consumidores. Bajo un sistema igualitario, por el contrario, picias a p roclamar que «en la actual emergencia » ni siquiera
tal incentivo se esfuma . La inmediata reducción del consumo cabe pensar en acum ular capital para el futuro y que, po r el
cons tituye indudable priv ación para el ahorrador , evidente cont rario, lo justo y procedente es con sumir un a par te del
menoscabo de las egoístas apetencias del interesado . Resúlta le existente. Pu gnan entre sí los distintos partidos políticos ofre­
difícil al hombre medio adver tir las ventajas qu e un futuro me­ ciendo al elector, por un lado, aumentar el gasto público, y por
jor aba stecido le reportará. Esta comú n reacción se agiganta otro, reduci r las cargas fiscales , salvo aquellas que hayan de
bajo un régimen de ahorro esta tal, pues el ahorrador ve lo soportar exclusivamente los ciudadanos más pudientes. En la
poco que en la común distribución mañana le tocará por su época dellaissez [aire, las gentes consideraban al gob ierno como
personal y actua l sacrificio. Socialistas e intervencionistas fr ío un a institución que exigía sacrificios de sus gobernados a t ra­
volamente suponen qu e las gentes ahorrarán más al compre nder vés de la impos ición fiscal. En el presupu esto particular de

que los frutos de sus privaciones ahorrativas se repartirán cada indi viduo las cargas estatales eran consi deradas como un

mañana en tre toda la siguient e generación. Son víctimas de la gasto más. Hoy en día, por el contrario, la mayoría ve en el

célebre ilusión platón ica; el filósofo griego, en efecto, como es estado una entidad dispensadora de mercedes. Asalaria dos y

sabido, sostenía que si se impedía a los hombres con ocer quié­ agricultores esperan recibi r del erario públ ico más de 10 que

nes fuera n sus verdaderos hijos, cuida rían como tales a todos piensan aportar . El estado es contemplado como fuente de dá·

los infantes. Más les hub iera valido a nue stros ideólogos recor­ divas, no como colector de impuestos . Ta n pop ulares creencias

dar a Arist óteles-cuando advertía que la reacción natural en tal fueron sistematizadas y elevadas al rango de doctrin a cuasi eco­

caso sería la de no considera r propio a ningún niño 9. nómica por lord Keynes y sus discípulos. Los gastos públicos

E l problema relativo al mantenimiento e increm ento del y el déficit presupuestario, sin embargo, implican de modo

capital deviene insoluble para el socialismo cuando no puede inexorable consumo de capital. El estado se convierte en el

recurrir al cálculo económ ico. La com unidad socialista, en efec­ gran dilapidador del capital existente cuan do los gastos ordi­

to, carece de medios adecuados para averiguar si su capital narios - por beneficiosos qu e se repu ten- son sufragados

aumenta o disminuye. La situación, sin embargo, no llega a - tanto si se acude al empréstito como al impuesto sobre las

ser tan grave para aquel los regímenes socialistas o intervencio­ herencias- med iante gravar las rentas más elevadas que, en

nistas a los que, por poder utilizar los precios de los mercados otro caso, hubiéranse dedicado a la invers ión . El que, en los

del mundo libre, tod avía cábeles acud ir al c álcu lo económico. Es tados Unidos, el capital anualmente acumulado, es posible,

Esta circunstancia permíteles, hasta cierto punto, calib rar la todavía supere al en el mismo período consumido 10 no empece

marcha de los acontecimientos. el que la mecánica fiscal del gobierno federal , de los estados

Los problemas atinen tes a la conservación del capital exis­ y de los municipios, provoqu e creciente consu mo de capital.

tente y a la formación de capital adicio nal constituyen en los Muchos, percatados de las nocivas consecuencias que la

, Vid. ARISTÓTELES, Política, lib. H, cap. Hl , en Tbe Basic Works o/ Aristotíe, 10 Inútil es pretender dilucidar esta incógnita recurriendo a las estadísticas en

~D
ed. R. McKron {Nueva York, 1945), pág. 1.148 Y sigs.
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una época como la nuestra con permane nte inflación y expansi6n crediticia.

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1226 La Acción Humana La te oría del biou com ún ante el mercado 1227

dilapidación de capital entraña, apresúranse a alegar que los Ni siquiera qu ienes con mayor apasionamiento combaten
regímenes basados en el sufragio popula r jamás pueden aplicar la desigualdad de rentas y patrimonios pueden desconocer que
correctas y sanas políticas económicas. Pero la verda d es que aquélla constituye poderosa. incitación a la creación de nuevo
de esto no tiene la culpa la democracia; la responsabilidad in­ capit al. Y sólo la acumulación de capital ad icional provoca el
cumbe a aquellos idearios que quisieran erigir, como símbolo progreso técnico, el incremento real de los salarios y la eleva­
del estado, cn vez de la imagen del vigilante nocturno , que ción del nivel dc vida de las masas.
vanamente quiso Lassalle ridiculizar, un dadivoso y mítico
Santa Claus. La opinión pública decide siempre la política eco­
nómica a seguir. Nin gún gobierno, ni demócrata ni dictat orial, 4. LA t N SEGURID AD
puede a la larga elud ir el imperativo de las ideologías dorni­
nantes. El pate rnalisrno, en su deseo de remediar la insegurid ad
Q uienes propugnan una limitación de las prerrogativas hu mana, qu isiera instau rar un sistema de seguridad social,
parlamentarias en materias fiscales y presupuestarias, recomen­ nunca claramente precisado. pcro que vendría a ser algo así
dando incluso la supresión del gobierno represe ntativo y su como específica garantía que la sociedad habría de conceder,
sustitución por la dictadura, hállanse sometidos al hechizo de! en general, asegurando a cada individuo, con independencia
quimérico gobernante perfecto. Este ser bondadoso y sabio por de los respectivos merecimient os personales, aquel nivel de
excelencia procuraría, con absoluta y leal dedicaci ón, el conti­ vida consider ado adecuado por el pro pio sujeto .
nuo bienestar de sus súbditos. El Fiibrer de carne y hueso, sin Disfru tóse de tal segur idad social - afirman los apologis­
embargo, result a invariablemente simple mortal que, ante todo, ras de épocas pr et éritas-e- durante In Ed¡¡d Media. No vale la
aspira a perpetu ar su posición y la de su clan, amigos y partido. pena analizar a fondo el aserto. Los idealizados cuadros que
Sólo con tal objetivo osa recurrir a medidas impopulares. Ni la filosofía escolástica nos legara distan mucho a reflejar la
inviert e ni acumula capital, prefiere levantar fortalezas y equi­ auténtica realidad medieval; m ás que veraz descripción de las
par ejércitos . circunstancias del moment o, son meros bosquejos de cómo
Los tan admirados planes de los autócratas nazis y sovié­ hubieran sus autore s querido que aquéllas fueran, Pero, aun
ticos consistían en reducir e! consumo de la población para en dichos utópicos mundos de filósofos y te ólogos, no faltaban
«invertir» más. Los nazis nunca ocultaron que tales «inver­ mendigos numerosos, desprovistos de todo, mant enidos gracias
siones» tenían por objeto mont ar el oportuno aparato bélico sólo a la limosna de los. por una u otra razón , poderosos. Tal
para mejor preparar la agresión. La Rusia soviética fue menos tipo de seguridad en nada parece a la que actualmente se
sincera inicialmente. Luego, sin embargo, orgullosamcnte pro­ reclama.
clamó que la preparación militar constituía el verdadero obje­ La seguridad que asalariados y modestos campesinos hoy
tivo de todos sus planes. Acumulación alguna de capital por postulan coincide con la estabilidad que muchos capitalistas
e! estado registra la historia. El capital invert ido por la admi­ ta mbién buscan " . Desearían numerosos ricos garantizar sus
nist ración en carreteras, ferrocarriles y obras de utilidad general rentas cont ra las mudables cond iciones de! mercado, al igual
fue siempre obtenido de los particulares a través de impuestos que obreros y pequeños cultivadores quisieran sustraer sus in­
o mediante emprésti tos. La mayor parte de la deuda pública gresos ¡¡I impacto de los cambios sociales. Unos y otros preten­
se dedicó invariablemente a gastos de consumo. El par ticular den eludir e! flu jo histórico ; .letener e! curso de los días. Muta­
economiza, pero llega el estado y alegremente dilapida lo tan
penosamente acumulado . " Vid. pág. 348·351.
La teo ría del bien común el mercado 1229
1228 La Acción H um ana ,111ft.!

ción alguna debiera en adelante perju dicar las posiciones que de la vida real de los anti guos pastores de ganados. Pero lo que
otrora conquistaran, bien entendido que nada objetarían a resulta indudab le es que no nos cambiaríamos por ellos.
cualqui er mejora en su personal situación. Aquellas concretas Las calamid ades de la crisis de 1929 diero n gran impulso
estructuras sociales a las que las gentes, un día, supieron aco­ a los patrocinadores de la segurida d social. Los millones de
modar su activida d habrían de mant enerse inalterables, evitando parados vieron en la misma la panacea de sus males. «1-Ie ahí
así a los interesados e! tener que reajustar su acción a la muda­ lo que vuestro capitalismo provoca», gritaba n los cabecillas de
ble disposición del mercado. El cultivado r euro peo de pobres los grupos de presión sindicales y agrarios. Aquellas induda­
terr uños irrita se ante la competencia del agricultor canadiense bles penalidades no eran, sin embargo, fru to del capitalismo ,
que produce a costos más bajos. El artesano pintor se desespe­ sino , ant es al contrario, consecuencia de la reiterada pretensión
ra cuando cualquier nuevo mecanismo altera sus condiciones de «reformar» y «mejorar» el funcionamiento del mercado.
de trabajo. Qu ienes así piensan lo que están pidiendo en verdad La cat ástroie financiera fue efecto de la expansión crediticia
es un mun do congelado y muerto. y de la consiguiente reducción de las tasas del interés, y el
El mercado libre desconoce intereses creados . De nada paro institucional, la consecuencia de los salarios mínimos
cuen tan las pasadas realizaciones si obs taculizan el progreso. coactivam ente impuestos.
Aquellos que reclaman seguridad y p rotecci ón hdllanse en lo
cierto cuando atribuy en al orden capitalista esa inestabilidad
e incertidumbre que tanto les atemoriza. Yerra u graveme nte, 5. L A J US T IC I A S OC tAL
en cambio, cuando piensa que las engendra el egoísmo de ca­
pitalisras y empresarios. No son estos quienes lastiman los Los modernos paternalist as, al menos en un aspecto , son
inrereses creados, sino los consumidores, empeñados siempre más consecuentes que los anti guos socialistas y reformadores
en dejar sus necesidades atendidas del modo más cumplido sociales. No identifican ya la justicia social con arbitrar ias nor­
posible. La típica inseguridad del mercado no la crea la codicia mas que todos hab rían de respetar , cualesquiera fueran sus
de un pu ñado de ricos; pro viene, antes al contrario, de! huma­ consecuencias sociales. Admiten el principio u tilitarista. Los
no afán por aprovechar cualquier circunstancia para mejorar. diferent es sistemas económicos, reconocen, deben ser enjuicia­
El deseo de las gent es de disfrutar casas más alegres y baratas dos según su respectiva idoneidad para alcanzar los objetivos
es la causa de aquello que indigna tanto al pin tor. Pero es que que el hombre persigue.
éste mismo, por su parte, al adq uirir los productos mejores Olvidan, sin embargo , tan buenos propósiros en cuanto
y más económicos, contribuye a desestabilizar otros secto res se enfrentan con la mecánica del mercado. Condenan a la eco­
del mercado laboral. nomía lib re por no conformar con ciertas normas y códigos
Resulta, desde luego, penoso tener que estar siemp re aco­ metafísicos que ellos mismos previamente han elaborado. Es
modándose a mudables situaciones. El cambio, sin embargo, decir, introd ucen así, por la puerta trasera, criterios absolutos
constituye la esencia misma de la vida. La típica incertidumbre a los que , por la entrada principal, negarían acceso. Buscando
del mercado, el no concederse pro tección a situación prees ta­ remedios cont ra la pobreza, la inseguridad y la desigualdad ,
blecida alguna, el desprecio por los intereses creados, todo ello, poco a poco van cayendo en los errores de las primi tivas es­
bajo un régimen de economía libre, impulsa la constante mejora cuelas socialistas e intervencionist as. I nmersos en un mar de
del bienestar material de las gentes. Vano es en tretenerse con absurdos y contradicciones, acaban invariablemente apelando
las bucólicas ensoñaciones de un Virgilio o con los pastoriles a la infin ita sabiduría del goberna nte perfecto , a esa tabla de
cuadros de los poetas y pintores del XVIII. Poco sabemos acerca salvación a la que los reformadores de todos los tiempos siem­

,"

La teo ria del bien común ante el mercado


1231
1230 La Acci6n Humana

pre al final se vieron obligados a recurrir . Tras mágicos voca­ ral». Se pretende, con tales expresiones, convencer a las gentes
blos, como «Estado» , «Gobierno» , «Sociedad» o cualquier de que el capitalismo resulta esencialmente dañoso para los
otro hábil sinónimo, invariablemente esconden al superhombre, intereses vitales de las masas y, sobre todo , perjudicial para
al dictador omnisciente. trabajadores y campesinos modestos . Siendo ello así, intolera­
ble resulta mantener tan injusto orden económico; impónense
Los teóricos de! toeljare, como los Kathedersozialisten
alemanes y sus discípulos, los institucionialistas americanos, las reformas más radicales.
La verdad, sin embargo, es que el capitalismo no sólo ha
han publi cado miles de volúmenes, detallados catálogos de las permitido a la población crecer en grado excepcional, sino que,
insatisfactorias condiciones en que se debate e! género humano. además, ha elevado el nivel dc vida de un modo sin precedentes.
Creen así evidenciar las deficiencias del capitalismo. Pero en La ciencia económica y la cxperiencia histórica unánimes procla­
realidad tales escritos no nos dicen sino lo que todos ya sabe­ man que e! capitalismo constituye el orden social más beneficio­
mos: que las necesidades humanas son prácticamente ilirni­ so para las masas. Por sí solos, en tal sentido, hablan los logros
radas y que hay todavía mucho que hacer en bien de la huma­ de! sistema. La cconomia de mercado no necesita de corifeos ni
nidad. Lo que tales publicaciones nunca se preocupan de de propagandistas. Puedcn aplicarse las célebres palabras graba­
demostrar es la idoneidad del intervencionismo y del socialismo das en la catedral de San Pablo, sobre la losa mortuoria de su
para remediar los propios males que airean. construc tor, sir Cristopher \'{Tren : Si 1II01111111ell tuIII req uiris,
Nadie duda que, si hubiera mayor abundancia de bienes, circunspice " .
todo e! mundo estaría mejor. El prob lema, sin embargo, estriba
en dilucidar si, para conseguir la tan deseada abundan cia, exis­
te algún método distinto del de acumular nuevos capitales. La
ampulosidad verbal del dirigismo deliberadamente tiende a
ocultar esta cuestión, la única que en verdad interesa. Pese a
hallarse científicamente demostrado que la acumulación de
nuevo capital es el único mecanismo capaz de impulsar el
progreso económico, estos teóricos gustan de lucubrar en
torno a un supuesto «ahorro excesivo» y a unas fantasma­
góricas «inversiones extremadas» , aconsejando gastar más
y, de paso, restringir la producción . Esta mos, pues, ante los
heraldos de la regresión económica, ante gentes que , aun sin
quererlo, laboran por la miseria y la desintegración social. La
comunidad organizada de acuerdo con las normas del pat erna­
lismo, desde un personal pun to de vista subjetivo, podr á pa­
recer justa a determinadas gentes. Pero lo que no ofrece duda
es que los componentes de tal sociedad irían pauperi z ándose
progresivamente.
La opinión pública de! mundo occidental, du rante una larga
centuria, ha venido creyendo en la real existencia de eso que
J~ Si buscas su monumento , contempla cuanto te rodea.
se ha dado en llamar <da cuestión social» y «el problema labo­
CA PJT U LO XX X V I

La crisis del intervencionismo

1. Los FRUTO S DEL INTERV ENCION tSMO

El intervencioni smo económico, durante tantas décadas


practicado por los gobiernos del Occidente capitalista, ha pro­
vocado los efectos todos que Jos economistas previeran.
Ha dado lugar a guerras internac ionales y a contiendas
civiles; ha perm itido a determinados grup os despiadadamente
oprimir- a sus congéneres; ha produ cido depresiones económi­
cas y paro en masa; h¡: consumido capitales ingentes y, en de­
terminadas épocas, ha desatado hambres pavorosas.
Pero no es por tan lament ables resultados por lo que el
intervencionismo se halla en crisis. Los teóricos del sistema y
sus corifeos siguen proclamando que tan indeseadas repercu­
siones S()l1 consecuencia del capitalismo, que todavía no ha
sido debidamente exti rpado . Tales desastres evidencian, según
ellos, cuán necesario es intensificar aún más la injerencia estatal
en materia económ ica. Los fracasos evidentes del intervencio­
nismo no debilitan e! fervor de las gentes por tan perniciosa
doctr ina. La quiebra de! sistema es interpretada de tal forma
que, lejos de enervar , vigoriza e! prestigio de! dogma. Los após­
toles del dirigismo, a pesar de los estragos que llevan causados,
persisten en su destructiva labor , amparados siempre, como
tantas veces se ha dicho, en que no cabe, acudiendo a métodos
experimentales, evidenciar los errores que teoría económica
alguna encierr a.
Y, sin embargo, el intervencionismo está quemando sus
últimos cartuchos, a medida que van desapareciendo aquellas

"
••
1234 La A cción Humana 123.5
La crisis del intervencionismo

reservas, otrora acumuladas, que tan inconscientemente se dila­ pondiente servicio o elevar los precio s en lo necesario par a
pida n. que el usu ario financie el costo del mismo. Rehu sa la primera
por el carácter reaccionario de la misma, convencido como
está de que el mund o marcha hacia continua y progresiva
2. EL AGOT AMIENTO DE L AS DI SPONIB I L IDADE S colectivización, y la segunda, por su condici ón antisocial, ya que
exige mayor esfuerzo financiero a las masas consumidoras.
La dialéctica íntima del dirigismo est riba en suponer que Más justo - piensa- es obligar a los con tribuyentes, o mejor
los ingresos y los patrimonios de los sectores más afluent es de dicho, a los individuos de mayores posib ilidades, a que sopor­
la población constituyen fondo inacabable, al que cabe siempre ten las correspondientes cargas. La «capacidad de pago» de
recurrir para mejorar la suerte de qu ienes se hallan en menos éstos es superior a la del usuario de los ferrocarril es naciona­
prósperas situaciones. El intervencionista, en definitiva, lo que lizados y de los muni cipalizados tranvías, autobuses o met ro­
quiere es despojar a uno s en beneficio de otros. Todo , para él, polit anos. Exigir que tales servicios públicos se auto financien
se redu ce a confiscar y red istribu ir. Cualquier medida queda, en no es más que vieja reminiscencia de una ya superada economía
último término, justificada si, au nque sólo sea aparentement e, «ort odoxa» . Con igual fundamento -concluye- cabr ía pre­
expolia al rico y beneficia al pobre. tender que las carreteras o la enscfianza púb lica se autofinan­
La imposición progresiva sobre rentas y patrimonios es, ciaran.
en la esfera fiscal, el arma favorita de la doctrina. Se pretende No vale la pena polemizar aquí con quienes gustan de tales
gravar a quienes disponen de más, para luego invertir lo re­ deficitarias soluciones. Destaquemos tan sólo que, para poder
caudado en supuesta mejora de los menestero sos. Por lo que aplicar el principio de la « c ~ p ~ci d a d de pago», preciso es que
a la esfera laboral atañe, aspirase a reducir las horas de trab ajo, existan rent as y pat rimonios suscepribles de ser gravados. I m­
increment ar continuament e las retribuciones nominales e im­ posible resulta recurrir al sistema en cuanto dichas reservas se
plan tar mil otra s medida s, mediante las cuales se asegura favo­ han desvanecido bajo la maza del fisco y de las medidas inter­
recer al asalar iado, con da ño tan sólo para el patrono. Todos vencionistas en boga.
los temas políticos y sociales se abordan hoy en día desde este Pero es, precisamente, lo que está ya suced iendo en la
punto de vista . mayor parte de los países europeos. Las cosas toda vía no han
Ejemplo especialment e aleccionador de cuanto ant ecede ido tan lejos en los Estados Unidos; si bien, como no varíen
bríndano slo la actual gestión de las empresas cstut ificadas o pron to las circun stancias, no tard ará América en registrar situ a­
mun icipalizadas. Dichas ent idades, las más de las veces, arro jan ciones similares a las de! viejo continente.
resultados calamitosos; sus pérdidas suponen pesada carga para Dejemos a un lado, para simplificar el debat e, los eviden tes
las haciendas municipales y estatales. No int eresa dilucidar errores de la teoría de la «capacidad de pago»; concentremos
ahora si tales quebrantos son resultado de una torpe adminis­ nuest ra atención en el problema de la financiación de! sistema.
tra ción o si, por el contrario, son consecuencia, al menos en No advierte e! planificador, al abogar por e! incremento
parte, de la insuficiencia de las tarifas establecidas. Baste des­ continuo del gasto público, que son siempre limitados los fon­
tacar aquí que tales pérd idas, en definitiva, acaban siempre dos disponibles. Desconoce que si se incrementa el gasto en
recayendo sobre las espaldas de los contribuyentes. Este hecho, dete rminados sectores, congruamente habrá de reducirse la
sin embargo, no preocupa al dirigista, quien airadament e recha­ inversión en otros, El dinero , para el intervenci onista, consti­
za las únicas dos soluciones que solventarían la situación ; a tuye inagotable riqu eza. Cabe, en su opinión , disponer , sin
saber, reintegrar a la empresa privada la explotación del COrres­ límite ni tasa, de las rentas y patri monios de «los ricos». Cuan-

I
j . .­
1236 La Acción Hu mana La crisis del inter vencionismo 1237

do, por ejemplo, postula incrementar los gastos de la enseñanza importantísima de tan abru madora carga. Devienen, día a día,
pública, Iimítase a exteriorzar su personal deseo de que las cada vez más inocultables los absurdos de los sistemas tributa­
escuelas dispongan de mayores medios. Pero ni siquiera pasa rios de la era del intervencionismo, amparados siempre en la
por su mente la idea de si tal vez no convendría más, desde un idea de que e! gobierno gaste cuanto quiera y financie tales dis­
punto de vista social, incrementar otros gastos, los de sanidad , pendios a base de progresividad en los impuestos. Carece de
pongamos por caso. No ve las razones de tanto peso que abo­ presentación dialéctica aquella tan popular como falaz teoría
gan por la reducción del gasto público y la consiguiente alige­ según la cual e! estado, ·a diferencia de los particu lares que
ración de las cargas fiscales. La disminución de la inversión han de acomodar sus gastos a los ingresos efectivamente ob­
pública - piensa- sólo pueden reclamarla comprados defen­ tenidos, puede determinar, primero, los gastos que desea
sores de los inicuos intereses de las clases pudientes. efectuar, cualquiera que sea su cuantía, y, después, conseguir,
Ahora bien, como decíamos, esos fondos que el interven­ por unos medios u otros, las recaudaciones correspondientes.
cionista piensa dedicar a sufragar inacabables gastos públicos Ni a gobernantes ni a gobernados les va a ser lícito en adelante
están rápidamente evaporándose al calor de los hoy vigentes seguir cerrando los ojos ante realidades tales como la de que
impuestos sobre rentas y transmisiones heredit arias. Tales fon­ no cabe gastar dos veces un mismo dólar o que el incremento
dos - repetimos- ya han sido consumidos en la mayor par te de cualquier capítulo del presupuesto exige la congrua reduc­
de los países europeos. En los Estados Unidos, los últimos ción de otra u otras partidas. Cada gasto supletorio, en ade­
incrementos de los tipos impositivos no han conseguido aumen­ lante, habrá de ser financiado precisamente por quienes hasta
tar seriamente la recaudación; con módu los mucho menos pro­ ahora han procurado siempre divertir hacia terceros la carga
gresivos, la Administración americana hubiera conseguido in­ tributaria. Q uien solicite subsidios, de cualqu ier tipo que sean,
gresos muy similares a los que en la práctica obtiene. Los altí­ deberá disponerse a, por otra vía, soportar los correspondientes
simos porcen tajes que gravan las rentas más elevadas concitan el costos. Las masas populares pronto van a tener que soportar ,
caluroso elogio de demagogos e ignorantes dirigistas, pero lo íntegramente, las pérdidas de las empresas nacionalizadas.
cierto es que aportan sumas extrcmadamentc parcas al era rio pú­ Similar habrá de ser el planteamiento por 10 que afecta a
blico '. No es posible ya hoy sufragar los disparatados gastos las relaciones entre patronos y obreros . Las gentes suelen creer
públicos simplemente «exprimiendo al rico»; las masas econó­ que las «conquistas sociales» de los asalariados se obtienen con
micamente débiles, sin ellas saberlo, están soportando una parte cargo a las «no ganadas» rentas de las clases explotadoras. La
huelga no va dirigida contra los consumidores - dícese-, sino
1 El tipo imposit ivo de la con tribuci ón sobre la renta e n los & 1:]( 105 Unido s, contra «e! capital» ; no hay razón alguna para elevar el precio
para los ingresos comprendidos entre los 22.000 y los 26 .000 dólares, cm con arreglo
de los productos con ocasión de alzas salariales; deben ser los
a las disposiciones de 1942, del 52 por 100. De no haberse sob rep asado en las
rentas superiores el indicudc porcentaje, 1u recauda ción total hebrlasc visto dismi­
empresarios, por el contra rio, quienes absorban íntegramente
nuida s610 en unos 249 millones de dóla res, (1 sea, e n un 2,8 por 100 de los ingre­ tales aumentos. Todo esto está muy bien mientras haya bene­
sos tot ales por el concepto en cuesti ón. Es más: en el aludido ejercido, las ren tas ficios empresariales a repart ir; pero cuando estos progresiva­
totales de quienes declararon ingresos anuales de 10.000 dólares y superiores, im­ mente se minimizan a causa de la creciente imposición fiscal,
portaron 8.912 millones de dólares. Pues bien, la íntegra confiscaci ón de tales renta s
de continuos incrementos salariales, de las nuevas «conquistas
hubiera supuesto para el erario público una percepción inferior a la que efectiva.
mente se obtuvo apl icand o los más moderados mód ulos a la sazón vigentes, pues,
sociales» y de la tasación de los precios de venta, pronto ha de
en tal año. la hacienda pública americana recau d é 9.046 millones de dólares. Vid. A llegar el momento en que e! juego haya de cesar. Cualquier
Tax Program /or a Solvenl A1JJN'ica [Comm it tce on Posrwar Tax Policy, Nueva aumento de las retribuciones obreras, en tal caso, forzosamente
York, 1945). págs. 116-11 7. 120. habrá de tener su pleno reflejo en los precios; lo que unos

_ _ _ _ 1 ------'
1238 La Acción H untana 1239
La crisis del intervencionismo

grupos ganen otros tendrán que perder. El huelguista , no ya a burgo Poco, ciertament e, difie ren hoy entre sí los pueblos por
la larga, sino de inmed iato , gravemente dañará los intereses lo que atañe a sus respectivos sistemas económicos y tampoco
del público . distínguense, dentro de cada nación, los diversos partidos po­
El intervencionista parte siempre, en sus lucubraciones, líticos. Los apelati vos hist óricos que estos últ imos se aplican
de la existencia de unos inagotable s fondos ajenos que cabe carecen ya de significado propio. Por lo que al orden económico
perennemente estrujar. Dcsmorónase, sin embargo, su idea rio atañe, no existen , prácticament e, en nuestro mundo, más que
tan pronto como se agota la fuente que parecía inacabable. El dos grupos: los part idar ios de la omnicomprensiva naciona liza­
mito de un Santa Claus económico portador de interm inables ción leninista, de un lado, y los defensores del intervencio­
dádivas se viene abajo. nismo, de otro . Los patrocinadores de la lib re economía de
mercado, ho y en día, para nada cuent an. y la poca libert ad
3. EL OC ASO DEL INT E RVENCIONI SMO económica que pervive, lejos de ser fruto de in tencionada polí­
tica, es mera consecuencia de los prop ios fracasos de! interven­
El intervencion ismo, como sistema, ha de desaparecer por cionismo.
cuanto no cabe, a su amparo, organizar de modo permanente Difícil, en verdad , resulta el, con precisión, computar ac­
la sociedad humana. Tres razonamientos condúcenos a tan in­ tualmente cuántos son los diri gieras que ya se han percatad o
soslayable conclusión . de que el int ervencionismo forzosamente aboca en el socialismo,
Primero.- Las medida s restric tivas de la producción inva­ y cuán tos los que de buena fe siguen creyendo que defie nden
riablemen te reducen la cuant ía de los bienes de consumo dispo­ un nuevo sistema de carácter intermedio, supuesta «tercera
nibles. Por mucho que se pretenda defender específicas res­ soluc i ór» al problema económico. Lo que, sin embar go, ya
tricciones o prohibici ones, no es posible montar un orden nadie duda es que el dirigismo aspira a que sea siempre el
prod uctivo a base de las mismas. gobierno y sólo el gobierno quien, en cada caso, decida si cabe
Segundo.-Tooa intervención que perturba la ' operación dejar a las cosas evolucionar con arreglo a las directrices del
del mercado no sólo deja de alcanzar los objetivos deseados, mercado o si, por el contrario, conviene más recurrir a coacti­
sino que además provoca situaciones que el propi o dirigist a, vas intervenciones. Ello implica que el intervencionista está
desde el punto de vista de sus propia s valoraciones, ha de dispuesto a respetar los deseos de los consumidores sólo rnien­
estimar peores que aquéllas qu e pre te nd ía remediar. Si para tras no produzca efectos que el jerarca repruebe . Tan pronto
corregir tan indeseados efectos recurre a intervenciones cada como cualquier hecho económico desagrada a cierto depar ta­
vez más amplias, paso a paso destruye la economía de mercado, mento gube rnamental o a específico grupo de presión, mov í­
implant ando en su lugar el socialismo. lízanse las masas para reclamar nuevos con troles, restr icciones
Tercero.-EI intervencionista pretende reducir la «exce­ e intervenciones. Tiempo ha que habría desaparecido del mun­
siva» opulen cia de unos para ent regar a otros las correspon ­ do todo vest igio de economía de mercado a no ser por la inefi­
dientes riquezas. Ahora bien, en cuanto aquel «exceso» de
bienes queda agotado , e! dirigismo pierde su propia razón
cienciaoc los legisladores y la pereza, negligencia y aun corrup­
tibilidad de gran part e del funcionar iado público.
de ser. Nu nca fue tan eviden te como hoy, en esta nuestra época
Cuantos países operan hoy fuera del mundo socialista de del más virulento anticapitalismo, la incomparable fecund idad
tipo ruso inexorablemente caminan , merced a su polít ica int er­ del sistema capit alista . El espíritu empr esarial, pese al continuo
vencionista cada vez más acusada, hacia la economía planifi­ sabotaje que gobern antes, partidos polític os y asociaciones sin­
cada, es decir, hacia e! socialismo germánico de tipo H indcm­ dicales ejercen contra el mundo de los negocios, todavía logra
1240 La Acci6n Human a La crisis del intervencionismo 1241

de continu o incremen tar la can tidad y mejorar la calidad de abrazado e! socialismo podrán, sin embargo, seguir calculando,
las producciones, haciéndolas cada día más accesibles al gran en tanto en cuanto el pueblo americano permanezca aferrado
público consumidor . El ind ividuo normal y corrien te, en aque­ a la primacía del mercado y vede a sus autori dades el entera­
llos países que todavía no han abandonado por completo el mente controlar la esfera mercantil. Cabrále al socialismo,
orden capitalista, disfruta de un nivel de vida que los antiguos mientras así suceda, servirse del cálculo económico y actuar de
príncipes y sell a res le envidiarían. Los demagogos, no hace modo totalmente distinto a como tendría que hacerlo si el
aún mucho, culpaban al capitalismo de la pobreza de las masas; mundo ente ro deviniera marxista.
hoy, en cambio, échanle en cara la «afluencia» que derr ama Aunque suele decirse que el mundo no puede indefinida­
sobre el hombre de la calle. mente ser mitad socialista y mitad de mercado, razonamiento
Se hizo ya anteriormente nota r que, sólo bajo la égida de alguno prueba esa supuesta imposibilidad de tal partición del
un sistema que permita calcula!' pérdidas y ganancias, cabe globo, ni la impracticabilidad de la coexistencia de ambos sis­
recurrir a la mecánica gerencial, es decir, aquélla que aplica el temas económicos. Tal vía es, además, la única que, como de­
empresario cuando encomienda ciertas funciones subo rdinadas cíamos, permi tirá pervivir a los países socialistas, donde, pese
a algunos colaborado res (gerentes) a qu ienes reconoce deter­ a todo, forzosamente han de producirse caóticas situaciones ,
minada independencia y libertad de acci ón 2. Lo que caracteriza desintegración de la sociedad y pavorosa miseria de las masas.
al gerente distinguiénd ole del puro técnico, es el que, den tro Pero ni un bajo nivel de vida, ni un progresivo empobre cí­
de su esfera de actuación , puede por sí determinar cómo con­ miento bastan, per se, para desmont ar el correspondient e siste­
cretamente proceder para alcanzar el máximo beneficio posible. ma económico. Los regímenes cambian, dando paso a órdenes
Imposible, sin embargo, resúltale al gerente desempeñar esa más eficien tes, sólo cuando las gentes son lo suficientemente
su específica función bajo el socialismo, donde no cabe el inteligentes como para advertir las ventajas de una posible
cálculo económico, la ponderación contable de! capita l ni la nueva organización. La mutu ación también puede, no obstante,
dererminación de pérdidas y ganancias. Pueden los actuales re­ provenir de derrot a bélica, infligida por más poderoso adver­
gímenes marxistas, no obstante, servirse aún de tina clase cuasi sario, que precisamente goza de fuerza superior gracias al más
gerencial gracias a que todavía les es posible calcular merced perfeccionado sistema económico por él adoptado .
a los precios de mercado extranjeros. Creen los espíritus optimistas que aquellos países que
Carece de significado el calificar deter minado período histó­ implant aron y desarrollaron la economía capita lista de mercado
rico de «época de transición». Hay siempre cambio y mutación han de seguir a ella aferrados . H ay razones para creerlo y tam­
en el mundo viviente. Toda época es «época de tr ansici ón». bién para dud arlo. Vano, sin embargo, es aqu í especular en
Cabe distinguir, entre los múlt iples sistemas sociales imagina­ torno a qué resultará, en definitiva, de ese colosal conflicto que
bles, los perdurables de los que forzosamente han de ser de hoy se debate entre la propiedad privada y la propiedad pública
índole transitoria por resultar aut odest ructivos. y cl interven­ de los medios de producción, entre el individu alismo y el tota­
cionismo constituye precisamente uno de esos sistemas que a litarismo, entre la libert ad y la autoritaria imposición. Cuanto
sí mismos liquidan , abocando por fuerzas a un socialismo de sobre el particular en este momento cabe afirmar podemos
tipo germánico. Tal es la meta que ya algunas naciones europeas resumirlo en los tres apartados siguientes:
han alcanzado y nadie es capaz hoy de decir si los Estados
Unidos seguirán o no e! mismo camino. Los países que han a ) Razón alguna hay par a suponer que en ese ideológico
conflicto al que alud imos estén interviniendo fuerzas o tenden­
, Vid. págs. 464-469. cias que, finalmente, hayan de dar el triunfo a quienes procuran
1242
La Acción Humau«

impu lsar el mantenimiento y el reforzamiento de Jos vínculos


sociales y el consiguiente increment o del bienestar material de
la humanidad. Nadie puede afirmar que el progreso hacia situa­
ciones cada vez más satisfactorias sea au tomá tico ni que result e
imposibl e recaer en los más deplorables estados.
b) Las gen tes van a tener que optar entre la economía
de mercado o el socialismo. y no les será posible eludir tan
dramática elección recur riendo a « terceras soluciones», cual­
quiera sea el apelativo que a éstas den .
e) La implantación universal del socialismo haría impo­
sible el cálculo económico, dando paso al caos más absolu to SEPTIMA PARTE
y a la desintegración de [a cooperación bajo el signo de la
división del trabajo.
El lugar que ocupa la ciencia
económica en el marco social
CAPITULO XXXV I I

La peculiar circunstancia

de la ciencia económica

1. LA S INGULARIDAD DE LA ECONOMÍA

El que la teoría económica no pueda ser sometida a com­


probación ni a refutación experimental, tanto en la esfera de!
conocimiento puro como cuando de su práctica utilización se
trata, confiere a la misma part icular condición. Las medidas
que un acertado razonamiento económico aconseja provocan
las consecuencias deseadas; mientras que las dictadas por vanas
lucubraciones, en cambio, no alcanzan las metas apetecidas. Los
correspondient es resultados, sin embargo, constit uyen pura
experiencia histórica , es decir, experiencia de fenómenos com­
plejos. Nunca pueden, por tant o, según ya anteriormente quedó
precisado 1, servir para comprobar o refutar teorema econó­
mico alguno. La adopción de erró neas medidas económicas en­
gendra, desde luego, consecuencias indeseadas. Tales indesea­
das consecuencias carecen, no obstante, per se, de aquel indis­
cutible poder suasor io del que , en cambio, gozan las realidades
experimentalmente atestiguadas por las ciencias naturales. Sólo
la razón , sin en ningún caso recurrir a comprohación experi­
mental alguna, es capaz de demostrar la procedencia o e! error
de un teorema económico.
Tal realidad tiene, en la esfera social, trascendencia suma,
por cuanto da lugar a que resulte arduo en extremo, a las men­
tes poco preparadas, e! darse cabal cuenta de la certeza e inexo­
rabilidad del pensamiento eonómico. El hombre considera real
, Vid . págs. 62·64.

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1241> l :a l1aión Humana La peculiar circun stancia de' 1.1 ciencia econ ómica 1247

y efectivo aquello que no puede él modificar y a cuya ex istencia las ment es obtusas. Cuando luego aparezcan, en el mercado los
ha de acomodar su cond ucta si des ea alcanzar los objetivos nuevos productos, mejores y más baratos, quie nes ayer se reían
por él apetecidos. Co ns ti tuye d ura experiencia para los mortales serán los primeros en lan zar se atropelladamen te a adquirirlos .
el descubri r las incambiables circunstancias del mundo en qu e Hay gentes, desde luego, muy torpes ; pero todo el mu ndo di s­
vivimos. Advierten, por tal vía, qu e a la sat isfacción de sus tingue perfectamente entre calzado caro y calzado bara to , entre
deseos op ónense limi taciones ine xorabl es. E ntonces , aun lamen­ zapatos buenos y zapatos malos.
tándolo, adm iten que hay realidades - cual la causalidad­ D e modo hart o dispar, sin emba rgo , plantéanse las cosa s
q ue argumentación alguna pue de var iar. La experiencia q ue en la esfera de la organización social, de In po lítica económica.
los sent idos corporales proporciona n hab la un lenguaje qu e Las más fecundas teoría s, en este terreno, pierden por entero
LOdos fácilmente comprend emo s. Nadie osa discutir el result a­ su vir tua lidad si la opinió n pública no llega a respaldarlas .
do de un expe rimento rectamen te pra cticado. Imposible resulta D evienen to talme nte inQperant es en cuanto la mayoría las re­
impugnar la realidad de cuanto físicamente qu eda co nstatado . chaza . I mposible result a a la lar ga gobern ar, cualquiera sea el
Di spar , sin em bargo, es el pla nt eamiento de las cosas en correspondiente sistema político, en de sacuerdo con la opinión
el cam po del conocimiento praxeológico. Aqu í ni la verdad ni pública. P revalece siempre, en última instancia, la filos ofía
el error hablan lenguaje que cua lqu iera pueda fácilmente com ­ mayoritaria. No cabe un gobierno imp opular y duradero. A este
prender. Estamos ant e fenómenos complejos qu e cabe , en efec­ respecto, no existe difere ncia ent re democra cia y despotismo.
to , interpretar del mod o m ás vano e ilusor io . Aquella tenden­ La di simi litud entre uno y o tra alud e tan sólo al modo cómo
cia del hombre a cree r ciegament e lo qu e le indica su razon ar . se llega a acomodar e! orden político a la ideología sus te ntada
por co nfuso y contrad icto rio qu e és te sea, no resulta , en esta por la opinión pública. Pa ra derribar al di ctador, preciso es
esfera, corregido por experiencia alguna q ue de modo claro y recurrir a las ar mas; al gobcrnan te dem ocrá tico, en camb io,
manifiesto evidencie al interesado su error. No puede, cierta, pacífica mente se le desplaza en la pri mera con sulta elecroral,
mente, el econo mista desvirtuar las q uim era s de demagogos y La supremacía política de la opi nión pública no sólo con ­
arbitrista s con la facilidad con que el médico refuta los errores fiere a la cie ncia económica particular condic i(Jn en el conjunt o
de brujos y curanderos. La historia habla sólo a aqu ellos qu e, de las ciencias y el saber; determina , ade más, el CIll'SO de la
a la luz de correctas teoría s, qui eren int erp retarla . histor ia.
Va nas son las conocidas lucubraciones acerca de! papel q ue
e! individuo desernpcñr en la evo lución hi stórica. Es siempre
2. LA C I ENC I A ECON ÓMI CA Y LA O P IN IÓN P ÚBLI CA un cierto individuo quien p iensa, actúa y reali za. Las ideas
nuevas, los proyectos revo lucion ar ios, so n inva riablemente
Esa alud ida d isparidad epi stem ológica cob ra decisiva tra s­ fruto de men tes señera s. El hombre excepcional, sin emba rgo,
cendencia si advert imos que la aplicación pr áctica de las ense­ fracasa al pre tender actuar en el orde n social si previame nte no
ñanza s econó micas presupone su aceptación por la opinión ha sabido conquista r a I¡¡ opinión pública.
pública . La implant ación de cua lqui er inn ovación técnica , bajo El progreso de la humanidad depende, por un lado , de los
un régime n de me rcado, tan sólo requ iere qu e cierto individuo descubrimientos sociales y económicos que los individuos inte­
o gru po se perca te de su util idad . Ni la ceguera ni la indife­ lectualmente mejor dotados efectúen y, por o tro, de la habilida d [
rencia de las masas pueden paral izar :l los heraldos del pro­ de esas mismas u o tras personas para hacer atractiva a la ma­
greso. No prec isan éstos. para llevar adela nte sus planes, la yoría la corres pondien te ideoiogia . \
venia de nadie . Pl ásman los. pese a la frecuente hilaridad de
1
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JI
1248 La Acción H uman a La peculiar circunstancia de la ciencia económica 1249

3. L A I LUSI ÓN DE LOS VIEJOS LIBERALES petu ar jamás podía amparar ni absorber. Fraeasaron en su
intento de buscar soluciones al problema más candente que e!
Las masas, el conjunto de hombres comunes, no conciben Occidente , en vísperas de la «revolución industrial» tenía
ideas, ni verdaderas ni falsas. Li rníta nse a elegir entre las ela­ planteado.
boradas por sus intelectuales recto res. La correspondien te po­ El capitalismo proporcionó al mund o precisamente lo que
pular decisión , sin embargo, como decíamos, determi na el necesitaba, es decir, un nivel de vida cada día más elevado
curso de la historia. Nada puede atajar el desastre cuando 1;\ para una población en crecimiento incesante. Pero los liberales,
mayoría prefiere nocivos idearios. los heraldos y defensores del capitalismo, según veíamos, pa­
La filosofía social del siglo de las luces no se perca tó del saron por alto que sistema social alguno , por beneficioso que
peligro que encerraba el posible predominio de las ideas erro­ sea, puede perv ivir sin el apoyo de la opinión pública. No
neas. Las objeciones generalmente esgrimidas contra el racio­ previeron e! éxito de la propaganda ant icapitalista. El libera­
nalismo de los economistas clásicos y de los pensadore s hedo­ lismo, tras haber desarticulado e! mito de la misión divina de
nistas no ofrecen la menor consiste ncia. Las doctrinas de éstos, la ungida realeza, cayó víctima de teorías no menos ilusorias,
sin embargo, conte nían un impor tante Iallo. P resupo nían , con tales como e! poder decisivo de la razón , la infalibilidad de
notoria ligereza, que cuanto fuera lógico y razonable, por su la uolont é gén érale y la deifica inspiración de las mayorías.
propio fundamento, prevalecería. No preveían la posibilidad Nada puede ya detener - pensaron los Iiberales- e! progre­
de que la opinión públi ca op tara por errada s ideologías, dañosas sivo mejoramiento de! orden social. La filosofía de la Il ustra­
para el común bienestar y contradictoria s con e! mantenimiento ción, poniendo de manifiesto la inanidad de las antigua s supers­
de la cooperación social. ticiones, había implantado para siempre In supremacía de la
Suele hoy menospreciarse a pensadores que en su día die­ razón . La libertad económica estaba ya provoca ndo e iba ,1
ron la voz de alarma, criticando aquella inconmovible fe que provocar en e! futu ro resultados tan espectaculares que nadie
los liberal es en el homb re común pon ían . Y, sin embargo, un con inteligencia sería capaz de poner en duda la bondad del
Burke y un Ha ller, un Bonald y un De Maist re acerta damente sistema. (Y daban , natu ralmente, por supuesto que la gente
quisieron llamar la atención sobre ese grave problema que el era inteligente y capaz de pensar correc tarnente .)
liberalismo estaba pasando por alto . Enjuiciando las reaccio­ Jamás imaginaron los viejos liberales que las masas podrían
nes de las masas, fueron , en efecto, más realistas que sus opti­ llegar :1 interpretar la experiencia histórica con arreglo a filo­
mistas adversarios.
sofías muy distintas a las suyas. No previeron la popularidad
Estos conservadores, cierto es, argüían, víctimas de la ilu­ que habían de adquirir en los siglos XI X y XX ideas que ellos
sión, en e! sentido de que cabfn mant ener e! sistema tradicional
hubieran calificado de reaccionar ias, supersticiosas y carentes
de gobierno, con todo su paternnlisrno y restriccionismo econó­
de lógica y fund amento. E l hallarse tan íntimamente convenci­
mico; proclamaban a los vientos las excelencias del ancien
régime que, desde luego, había hecho prosperar a las gentes y dos de que todo homh re hállase dot ado de la facultad de razo­
hasta había hum anizado las guerra s. No acert aban, sin embar­ nar les hizo lament ablemente fallar en sus predicciones. Graves
go, a percibir que precisamente tales logros habían dado lugar augurios que ya se atisbab an no constituían para ellos más que
a un aumento demográfico tal que se había provocado la apar i­ moment áneas recaídas , episodios accidentales, que no podían
ción de masas hum anas sin acomodo posible en 'e! viejo res­ preocupar al pensador que contemplaba la suer te de la huma­
trictivo sistema económico. Cerraban los ojos ante la aparición nidad sub specie aetcrnitatis , Dijeran lo que quisieran los reac­
de un proletariado que aquel orden social que pretendían per- cionarios, había un hecho que nadie osaría negar: que el capi­
79
1250 La Acció" Humana

talismo estaba proporcionando a una población en ráp ido ere­ CA P ITULO X X XVIII

cimiento con stant e mejora de su nivel de vida.


Pero eso fue precisamente lo que la mayoría puso en tela
de juicio. Las escuelas socialistas - y con especial énfasis el
marxismo--- afirmaron que el capitalismo provocaba la pro­ La economía en el campo

gresiva dep aup eración de las clases traba jadoras. El aserto, en


relación con los países capita listas, es a todas luces inexacto . del saber

Entre los pu eblos subdesarollados , dond e sólo en menor grado


se han aplicado los métodos del capitalismo occiden tal, el irn­
presionanre aumento de la pobl ación debiera precisamente
llevarnos a la conclusión de que aquellas gentes dispo nen ahora 1. Los EST UDIOS ECONÓ MICOS
no de menos, sino ele más bienes, que antes . Esos países, desde
luego, son pobres en comparación con otro s más avanzados. Las ciencias naturales se basan en realidades experi mental­
Su pobreza es consecuencia del creci miento demográfico. Pre­ mente constata das. Las teorías físicas o biológ icas contrástanse
fieren tener más hijos antes que elevar su nivel ele vida. Tal con los corre spon dientes da tos expe rimentales, siendo aquéllas
elección, eviden temente, tan sólo a ellos comp ete. Ahora bien , recusadas en cuanto contrad icen lo que la experiencia ates ti­
la ind udable pro longación ele la vida media que esos mismos gua . El progreso de tales disci plinas, así como el perfecciona­
pueblos han experimenta do demuestra bien a las claras que miento de la técnica y la terapéut ica, reclaman trabajos experi­
tam bién ellos cada día dispone n de mayores medios. No hubie­ ment ales cada día mayores. La experimentación exige grandes
ran pod ido engen drar tant os descendientes de no haber disfru ­ inversiones de tiempo , de act ividad especializada y de factores
tado de supletor ias subsistencias. materiales. N ada puede ya, en este ter reno, hacer el investi­
Y, pese a todo, no sólo los marxistas, sino también mucho s gador aislado y sin recur sos, por inteli gente que sea. S6lo en
autores, supuestamente burgueses, aseguran que las profecías los enormes laboratorios finan ciados por el estado, las univer­
de Marx acerca ele la evolución del capitalismo han quedado sidades , las fund aciones y las grandes empresas cabe hoy en
confirmadas por los acont ecimientos históri cos de los últimos día expe rimenta r e invest igar. E l trabajo en dichos cen tros es
cien año s. muchas veces meramente rutinario. La mayor par te de las per­
sonas que en ellos laboran no son más que técnicos cuya acti­
vidad se limita a reunir datos, que despu és científicos de altura ,
tamb ién a veces experimentadores, ensamblan en fecundas teo­
rías. La función de aquellos exper tos es tan sólo auxiliar e
instru mental en relació n con el progreso científico , aun cuando
en algunas ocasion es cabe efectúen interesant es descubrimien­
tos directamen te aprovechables en el ter reno de la terapéu tica
o de los negocios .
Creen las gentes, desconociendo la radical diferencia episte­
mológica existente entre las ciencias naturales y las ciencias
de la acción hum ana, que, para amplia r los conocimientos eco­
nómicos, conve ndría organizar el estudio de nues tra discipli na
1252 La A cri á» Htnnana La econom ía en el campo del saber 1253

de acuerdo con los bien acreditados métodos seguidos en medi­ al examinar el evento histórico de que se trate. El historiador ,
cina, física o química . Sumas importantes han sido gastadas desde luego, nu nca refleja la tot alidad de las circunstancias
en los corre spondien tes seminarios dedicados a supuestas inves­ concurrentes, sino tan sólo aquellas que reputa de interés según
tigaciones económicas . Lo único que en dichos cent ros se hace los puntos de vista doct rinales que mantenga; omite cuan to
es historia económica del pasado recient e. estima irrelevante para la int erpretación del suceso que le ocu­
La historia económica const ituye, desde luego, laudab le pa. Los tr abajos históricos carecen prácticamente de valor cuan­
disciplina. Por interesante, sin embargo, que dicho estud io sea, do su autor ha sido cegado por erróneas teorías.
nunca cabe confundirlo con el verdadero análisis económico. Análisis alguno de la historia económica , ni siquiera la
J amás puede el mismo procurar datos, en el sent ido que el correspondi ente al más inmediato pasado , puede reemplazar
vocablo tiene cuando de experiencias de laboratorio se trata . al puro razonamien to económico . La economía, corno la lógica
Los conocimientos qu e por tal vía se consiguen no cabe a pos­ y las matemá ticas, exige constantemente recur rir al razona­
teriori emplearlos , para con ellos establecer hipótesis y teore­ miento abst racto. La ciencia económica nunca puede ser expe­
mas. Dicha información, por el cont rario, sólo cobra sentido rime ntal ni empírica. Por eso, el economista no necesita de ins­
cuando es interpretada a la luz de previas teorías lógicamente talaciones costosas para llevar a cabo sus investigaciones.
deducidas y estructuradas con total independenci a de lo que B ásrale disponer de una ment e lúcida, capaz de discernir entre
aquellos estudios puedan decir. Impertinente sería ahora repe­ la compleji dad de circunsta ncias concurrentes cuáles de éstas
tir cuanto acerca del particular consignado quedó en anteriores sean esenciales y cuáles meramente accidental es.
capítulos. Discusión económica alguna puede solucionarse a la No tratarnos, desde luego, de enfrentar la economía y la
mera vista de hecbos históricos; preciso es recurri r, ante todo . historia económica . Cada rama del saber tiene su propio mérito
a específicas teorías praxeo lógicas l. y utilidad. El economista nu nca pre tendió menospreciar al his­
La creación de labo ratorios consagrados a la investigación . toriador. Los auténti cos historiadores, por su parte, tampoco
del cáncer es muy posible contribuya al descubri miento de mé­ mostr áron se op uestos a la investigación económica. El antago­
todos que combatan e impidan la apa rición de tan terrible nismo entre una y otra disciplina fue deliberadamente provo­
enfermedad, Un seminario de investigación económ ica, por el cado por socialistas e inter vencionistas, al hallarse convencidos
contrario, en nada puede ayudar a la evitación de una crisis de que la dialéctica de los economistas era incontrovertible. La
económica. De muy escasa u tilidad resulta , en relación con el escuela histórica y los institucionalistas procu raron por todos
estu dio de los fenómenos depre sivos, la recopilación de datos los medios desvirtuar la ciencia económica, pretendiendo sus­
relativos a pasadas dep resiones, por sistemático y fidedigno tituirla por estudios «empíricos» , precisamen te porque no po­
que el trabajo sea. Los investi gadores, no d isienten en cuan to dían resistir el impacto lógico de los economistas. Su historia
a los bechos; difieren, en cambio, d iametralmente en tre sí en económ ica había de ser el arma que socavara el prestigio de la
la interpretación de los mismos.
economía y que facilitara la d ifusión del int ervencionismo.
Concurre otra circu nstancia de t rascendencia. Depende, en
efecto, de las propias teorías sustentadas por el historiador
cuáles convenga tomar en consideración y cuáles dejar de lado 2. EL ECONOMISTA PRO FESIONAL

I Vid. , en relación con éstos tan decisivos problemas epistemológicos, p égs. 62. 78 ; Los prim eros econom istas dedicáronse al estudio de su dis­
acerca de la economía cuantitativa, pégs. 96·101 y 350-352 ; Y respecto a la dispar ciplina por pu ro amor a la misma. Pre tendían difundir , me­
interpretación de la «revolución industrial», pligs. 899·908 .
diante comunicaciones y escritos, entre sus conciudadanos los

1..

1254 La Acción Humana La economia en el campo del saber 1255

descubrimientos que efectuaban. Querían influir sobre la opi­ su sindicato; cuando intrigan por establecer barreras arance­
nión pública para que prevaleciera la política más idónea. Jamás larias que veden el acceso al país de productos extranjeros
concibieron la economía como una profesión. mejores y más baratos, ni un momento dejan de proclamar con
La aparición del economista profesional es una secuela del el mayor desenfado y energía que no hacen sino bat allar por
intervencionismo, no siendo hoy en día, sino un especialista todas las metas nobles y elevadas, por la instauración de la
que procura descubrir cuáles fórmulas hayan de permitir mejor justicia y la libert ad, por la salud patria y hasta por la salva­
al estado interferi r la vida mercantil. Se trata de expertos en guardia misma de la civilización.
materia de legislación económica, legislación que actualmente Las gentes están en contra de los grupos de presión, pues
sólo aspira a perturbar el libre funcionamiento de la economía atribuyen a su actividad todos aquellos males que el interven­
de mercado. cionismo provoca. El origen del mal, sin embargo, cala más
Hay miles de tales expertos desperdigados por las oficinas hondo. La filosofía de los grupos de presión se ha enseñoreado
públicas, al servicio de los partidos políticos y de los grupos de de las asambleas legislativas. En los parlamentos democráticos,
presión, en las redacciones de los periódicos y revistas. Algunos los agricultores, los ganaderos, las cooperativas, los mineros.
son asesores de específicas empresas, otros actúan por su propia los sindicatos, los industriales que no pueden competir con el
cuenta. Muchos gozan de reput ación nacional e incluso inter­ extranjero, entre otros muchos sectores, cada uno tiene sus
nacional, siendo de lo más influyentes. Llegan a dirigir grandes defensores y abogados que no quieren sino conseguir privile­
bancos y corporaciones, ocupan escaños en los parlamentos y gios para sus patrocinados. Pocos son hoy en día los políticos
desempeñan funciones ministeriales en los gobiernos. Rivalizan y parlamentarios que ponen el interés de la nación por encima
con los profesionales del derecho en la dirección de los asuntos de las apetencias de los correspondientes grupos de presión,
políticos. Ese destacado papel que desempeñan constituy e uno Lo mismo sucede en los departamentos ministeriales. El titular
de los rasgos más característicos de esta época dirigiste en que de la cartera de agricultura, por ejemplo, entiende que su mi­
vivimos. sión es privilegiar a los agricultores; su actividad no tiene otro
No cabe duda de que algunos son individuos extraordinaria­ objetivo que el de elevar los precios de los produc tos del cam­
mente dotados; quizá las mentes más destacadas de nuestro po. El ministro laboral, en el mismo sentido , considera su deber
tiempo. Su filosofía, sin embargo, condénales a una terrible ser el paladín de los sindicatos, a los que ptocura investir del
estrechez de miras; vinculados a los part idos políticos y a los máximo poder . Todos los ministerios actúan como comparti­
grupos de presión, que sólo buscan ventajas y privilegios para mientos estancos, procurando beneficiar a sus clientes, sin
los suyos, caen en el más triste sectarismo. Nunca quieren con­ preocuparse de si con ello perjudican los objetivos perseguidos
siderar las repercusiones que a la larga habrán de provocar las por otros depart amentos .
medidas que preconizan. Sólo les importa el inmediato interés Dicen las gentes que hoy en día ya no hay verdaderos esta­
de aquellos a cuyo servicio se hallan. Lo que, en definit iva, distas. Tal vez sea cierto. Pero donde prepond era la ideología
pretenden es que sus clientes se enriquezcan ,a expensas de los intervencionista, no cabe duda que tan sólo progresan y llegan
demás. Para tranquilizar su conciencia procuran autoconven­ a gobernar aquellos políticos que incondicionalmente se adscri­
cerse de que el propio interés de la humanidad coincide con ben al servicio de específicos sectores. Ni un clirigente sindi­
los obejtivos que el correspondiente grupo persigue. Y hacen cal ni un representante agrario podrán jamás ser gobernantes
cuanto pueden para que las gentes queden convencidas de 10 ecuánimes y de altura. Estadista alguno puede formarse al ser­
mismo. Cuando luchan por incrementar el precio del trigo , del vicio de un grupo de presión. El auténtico hombre de estado
azúcar o de la plata; cuando pugnan por elevar los salarios de practica invariablemente una política de largo alcance; a los

L J.
1256 La Acción Humana La economía en el campo del saber 1257

grupos de presión , en cambio, sólo les interesan los efectos in­ den, en este sen tido, a los econom istas cosas qu e desbordan
med iatos. Los lamentables fraca sos de l gobierno de W eim ar y la capacidad de la men te humana.
de la tercera república francesa pat entizan las desast radas situa­ La idea misma de q ue esa de sead a pr ofecía sea posibl e ; el
ciones a que se llega cuando los asun tos públ icos son manejados que se sup onga existan fórmulas a cuyo amparo q uepa prescin ­
en aras de camarillas y grupos de pr esión. dir , en el mundo de los negocios, de aquella especial intuición
característi ca del auténtico empresario, de sue rte qu e cualq uie­
ra, respaldado 1'01' la correspo nd iente «informaci ón» , podría
3. LA DE S E ADA P RO FE CÍA ponerse al frente de la actividad mer can til, no es sino fru to
obligado de aquel complejo de falacias y errores qu e cons ti­
Se han percatado, al fin , los empresa rios de qu e la euforia tuye n la base de la actual política anticapitalista. Ni la más
alcista desat ada por la expansión crediticia es siemp re de condi­ mínima alusión hállase, en tod a la denominada filosofía mar­
ción tran sitori a, habiendo fatal mente de abocar en una depre­ xista, al hecho de qu e la activ idad del homb re invariabl emente
sión . Quisieran , por eso, aver igua r cuándo haya la coyunt ura ha de enfre n tarse con un futu ro incierto . La not a peyorativa
de variar. Acu den a tal fin al economis ta , quien, suponen, puede que los conceptos de promot or y especulador llevan hoy apare­
proporcion arles la ansiada inform ación. jada claramente de muestra qu e nu estr os contempo rá neos ni
El economista, desde luego , sabe qu e la euforia even tual­ siquiera sospecha n en qu é consiste el problema fu nda men tal de
mente da rá paso a la crisis. No tien e, sin embargo, ni la menor la acción hu mana.
idea acerca de cuándo , concreta mente , haya de produ cirse el Aquella particula r facul tad del emp resario qu e le induc e
cambi o . Múltiples circunsta ncias políticas pueden adelant ar o a adop tar las medidas en cada caso rmis opo rtu nas ni se compra
retrasar el evento. No hay form a algu na de predecir ni la du ra­ ni se vende . Co nsigue aquel beneficio precisament e por segu ir
ción del auge ni la de la subs iguiente depresión. E s más: al ideas en de sacuerdo con lo qu e la mayoría pien sa. N o es la
visió n del futuro lo que produce lucro . sino el prever el maña­
hombre de negocios de nada le se rviría dicha información, aun
na con mayor acierto que los demás. Triunfa q uien di screpa,
suponiendo que las aludidas mutacion es coyunturales fue ran
q uien no se deja IIcvar por los errores com únmente acep tados.
previsibles. E l emp resario, en efecto, para salvarse, lo que pre ­
O btien e ganancia el empresario q ue se halla en posición dc
cisa es advert ir, mien tras los demás siguen confiados en la atender necesidad es qu e sus comp et idores no previeron al aco­
perdurabilidad del boom, In inminencia de la crisis. E sta pa rt i­ piar los correspondientes factores de producción .
cular persp icacia le perm it irá convenientemente orde nar sus Empresarios y capitalistas arr iesga n posición y fortuna en
operacion es, logrando salir ind emn e del trance . E n cambio , de un negocio cua ndo están convencidos de la certeza de sus pre­
existir alguna fórmula que per mit iera preve r el futuro .de la visiones. De poco , a estos efec tos , les vale el consejo de «ex­
coyun tura, tod os los empresa rios, al mismo tiem po, con seguí­ perto » algu no . Nu nca compromet erán aq uellos sus pat rimonios
rían la correspondiente infor mación . Su actividad , para evitar porque cierto «especialista» se lo aconseje. Qu ienes ignorant e­
las prevista s pérdidas, provocaría entonces, de inm ed iato, la mente se lanzan a especu laciones bur sát iles, atendiendo «infor­
aparición de la crisis ; todos llegarían tarde y nadie podría mes confidenciales», invariablement e cosecha n pérdida s, cual­
salvarse. quiera sea el origen de aquella su particular información .
Dejaría de ser incierto el porvenir si fuera posible predecir E l empresario advierte perfectamen te la incertidu mb re del
el futuro del mercado. Desaparecerían , en tal supuesto, tant o fu turo. Sab e qu e el economista no pued e pro por cionarle infor­
las pérdidas como las ganancias empresariales. Las gentes pi­ mación alguna acerca del mañana y que todo lo más qu e éste
La economía en el campo del saber 1259
1258 La Acción H umana

puede facilitarle es una personal interpretación de datos esta­ había de enseñar , sino además promover el avance de la ciencia
dísticos referentes siemp re al pasado . La opinión del econo­ y e! sabe r. De ahí que e! profesor universitari o , se sobreentien­
mista sobre el porvenir, para capi talistas y empre sarios , no pasa de , no deba limitar su activida d a inculcar en sus discípulos
de ser discut ible conjetura. Son escépticos y desconfiados en ajenos conocimientos. El mismo , por el contrario, con su labor
verdad. Suelen, sin embargo, interesarse por lo que revistas y personal, ha de incrementar el acervo del conocimiento . Form a
publicaciones especializadas dicen, toda vez que desean estar parte de la repú blica uni versal de la erudición; debe, por eso,
al corri ente de cualquier hecho que pudiera afectar a sus nego­ ser un innovador, un buscador incansable de mayor y más
gocios . Por eso, las grandes empresas contrata n los servicios perfecta ilustración . Universidad alguna admite q ue su claust ro
de economistas y estadís ticos. sea inferior al de ninguna otra . El catcdni tico, hoy como siem­
Las secciones de estud ios que estos últimos regentan ni, pre, se considera por lo menos igual a cualquiera de los maes­
desde luego, suprimen la incerti dumbre del fut uro, ni, menos tros de su ciencia. Conv encido está de que parti cipa como e!
aún , borran el carácter especulativo de toda la act ividad cm­ que más en el progreso de la correspondiente disciplina .
prcsarial, Sus servicios no por eso dejan de tener interés en El suponer que todos los profe sores sean iguales const ituye
cuanto suponen reu nir los datos disponibles acerca de la ten­ idea a todas luces inadmisible. In salvable distancia separa,
dencia y evolución económica del pasado inmed iato, dando a desde luego, la creaci ón genial de la monografía de! especialista.
los mismos cierta interpretación. En el cam po de la investigación empírica, sin embargo, no es
difícil mantener la ficción . El auténtico investigador y su rut i­
nario auxiliar, ambo s, recurren a los mismos métodos dc tra­
4. LA CIENC I A ECONÓMI CA Y LA UNIVERS IDAD bajo. P ractican experimentos de laborat orio o reúnen docu­
mentos h istóricos. La labor externa es la misma. Sus respecti­
Las universidades estatales hállanse invariablement e sorne­ vas publicaciones aluden a idénticos temas y problemas. No hay
tidas a la influencia del gobernante. Procura n las auto ridades diferencia aparente entre lo que el u no y e! otro hacen.
que ocupen las cátedras sólo quienes coinciden con las ideas El planteamien to , sin embargo , es distin to cuando de las
de! gobierno. Como quiera q ue, en la actualidad, todos los poli­ ciencias especulativas, como la filosofía y la economía, se tra ta.
ticos no socialistas son dirigista s, los profesores u nive rsitarios No hay aquí bien trilladas vías que la ment e adocenada pueda
son tamb ién normalment e intervencionistas. El deber primor­ sin esfue rzo seguir. El pacienzudo y laborioso especialista careo
dial de la universidad estata l, para los poderes públicos, estriba ce en este mundo de tarea a desarro llar . Porqu e no hay inves­
en persuadir a las nuevas generaciones de la certeza de las tigación empírica; el progreso científico , en este campo , sólo
doctrinas oficiales'. No interesa n, desde luego, a tales centros a fuerza dc pensar, reflexionar y medit ar deviene posible. No
docentes los economistas. cabe la especialización, ya que todos los problemas hállanse
Por desgracia, en la mayor parte de las universidades pri­ ent religados. El abordar cualquier tema exige enfrenta rse con
vadas e independientes no menos prevalece el intervencion ismo. el conjunto de la ciencia . Un céleb re histori ador , hablando en
La universidad , de acuerdo con inveterada trad ición, no sólo cierta ocasión de las tesis doctorales, decía que las mismas
gozaban de particular trascendenci a psicológica y académica
2 G. S ANTAYANA cuenta de cierto profesor de filosoí la de la -c-enton ces, Real por cuanto permitían al auto r darse la satisfacció n de pensar
Prusiana- Universidad de Berlín . para quien «la misión del cated nitico consistía que había un sector del sabe r , por mínimo que fuera, donde
en ir penosamente tirando, por el camino de sirga que el Estado tenga a bien
marca r, del corr espon diente cargamento legal» (Pcrsons and Places, Nueva Yak,
nadie le igualaba. Tan agradable sensación, desde luego, jamás
1945, Il , pág. 7). puede experimentarla quie n escribe una tesis sobre te mas eco­
La economía en el cam po del saber 1261
1260 La Acción Humano

nómico s. No existen, ciertamente, en nues tra ciencia ni red uc­ al estudiante acerca de la historia econó mica en general y de
tos aislados ni comparti mientos esta ncos. los sucesos más recientes en partic ular . Ta l ilustración, como
N unca han coexistido , en un mismo período histórico, más tantas veces hemos dicho, sin embargo, de nada sirve si no la
allá de un puñado de per sonas qu e decisivamente contribuye­ acompaña un conocimiento a fondo de la ciencia económica .
ran al progreso de los estudios económicos. La mente genial, La economía no admite subdivisiones ni secciones particulares.
ciertamente, escasea en el campo de la ciencia económica tanto H a de tenerse siempre pre sente , en cualquier particular aná­
como en cualqui era de las restan tes ramas del saber . H ay ade- . lisis, la inexorabl e interconexión de todos los fenómenos de
más much os economistas preclaros qu e no se dedican a la la acción human a. No hay problema eataláctico alguno qu e
enseñanza. Las uni ver sidades y escuelas especiales, sin embar­ pueda ser resue lto estudianc.Io por separa do específico secto r
go, reclam an pr ofesores dc economí a a millares. Exige la tra di­ productivo. No es posible, por ejemplo , analizar el trabajo y
ción uni versita ria qu e todos ellos po ngan de man ifiesto su los salarios haciendo caso omiso de los precios, los tip os de
valía mediante la publicación de trabajos or iginales, no bas­ int erés, las pérdidas y las ganancias empresa riales, el din ero y
tando, en este sent ido, los manuales y libros de texto . La rep u­ e! crédito y otra s muchas cuestiones de no menor trascend encia.
tación académic a y aun el sueldo de u n profesor depende más Lo nor mal, en los cursos universit ari os dedicados :1 temas labo­
de sus escri tos qu e de su capacidad did áctica. El catedn irico rales, es ni siqui era abordar el tema refe rente a la efectiva
tiene po r fuerza que publicar cosas. Por eso, cuando el inte ­ determin ación de los salarios. No existe una «economía labo­
resado no sabe escribir de economía prop iamente dicha, se ral» ni tamp oco una «economía agraria». En el campo de! saber
dedica a la historia económica, sin dejar por cIlo de proclamar económ ico no hay más que un solo e ind ivible cuerpo de cono­
enfáticamente que es ciencia económica pura lo que está pro­ eimiento científico.
duciend o . Di rá , incluso, que es la suya la ún ica verdadera Lo que esos supuestos espeeialistas en sus confere ncias y
econo mía, precisamente por apoyar se en datos empíricos, -in­ publicaciones exponen no es ciencia económica, sino simple­
ductivo s y «científicos ». Los análisis meramente deductivos de mente aquello que interesa ni correspond iente grupo ele pre ­
los « teóricos de café » no son, para él, más que ociosas especu­ sión . Como , en el fondo , i¡¡nom n la ciencia eco nó m ica , fácil·
laciones. De adop tar distinta postur a estar ía pro clamando qu e mente caen víc timas de quien es sólo privilegios para sí mismos
hab ía do s clases de pr ofesores de economía: los qu e contr ibuían pro pugnan. Aun los qu e abie rtamente no se inclinan hacia ni n­
personalmente al progreso cieuríílcc y los que no tenían parti ­ gún gmpo de presión deter minado y alt ivamente pregonan su
cipación alguna en el mismo. (Lo q ue no impide realicen éstos completa neutralidad comulgan , a veces sin da rse cuenta, con
interesa ntes trabajos en ot ras disciplinas, tales como la historia los pr incipales dogmas de! intervencion ismo. Lo que más te­
económ ica conremporánea.) Por eso , el clima de univ er sidades men es que se les pueda acusar de hacer mera crítica negativa .
y escuelas no es pro picio para la enseñanza dc la economía . Por eso , al exam inar una particular medid a de intervención ,
Son much os los profesores - no todos, cfornm adamcntc-c- que acaban siempre postulando la sustitución del intervencionismo
tienen especia l inte rés en desacredi tar la «mera» teoría. Q uie­ ajeno po r e! suyo propio. Pr ohijan , demostrando la mayor igno­
ren reemplazar el análisis económico pOI' una arb itra ria recopi­ ran cia, la tesis básica de inrervencionistas y socialistas; a sabe r.
lación de datos his t óricos y estadís ticos. P retenden dcsarticu ­ qu e la economía de mercad o injustamen te perjud ica los vitales
lar la economía en supuestas ramas indep end ien tes, para en­ intereses de la mayoría , en beneficio de unos cuantos desalma­
tonces poder especializarse en alguno de dichos secto res: en el dos explota dores. El econom ista qu e expo ne los fracasos del
agrario , en el laboral , en el de la Am érica Latin a, etc. intervenci onismo no es sino pagado defensor de la s grandes
Nadie duda que la enseña nza universitaria debe inform ar empresas y de sus inju stas pretensiones. Resulta impe rativo,
1262 La Acci6J1 Humana La economía en el campo del saber 1263
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pues -concluyen-, vedar a seres tan despreciables e! acceso ludan al sistema soviético como efectiva auro ra de una nueva
a la cátedra y a las revi stas. y superior civilización.
Los estudiantes, enfrentados con esta situación, quedan No han sido, sin embargo, en muchas universidades, las
perplejos y desorientados. Se les ha saturado, en los cursos de enseñanzas de los profesores de economía lo que ha transfor­
economía matemática, de fórmula s y ecuaciones que recogen mado a aquéllas en meros centros de incubación socialista.
unos hipotéticos estado s de equilibrio, do nde no hay ya acti­ A tal resultado, más frecuentemente, se llegó por virtud de las
vidad humana. Comprenden que dichas ecuaciones de nada sir­ prédica s escuchadas en las cátedras de carácter no económico.
ven cuando se trata de abord ar e! mundo económico real. Por En las facultades de economía todavía puede uno encontrarse
otra parte, supuestos especialistas, en sus disertaciones, les han con auténticos economistas e incluso los restantes profesores
expuesto la rica gama de medidas intervencionistas que con­ raro es que lleguen por entero a desconocer lBS graves objecio­
vendría aplicar para «mejorar» las cosas. Resulta , pues, de un nes que la ciencia opone al socialismo. No sucede lo mismo,
lado, que aquel equilibrio que con tanto interés estudiaron por desgracia, con muchos de los catedr áticos de filosofía,
jamás en la práctica se alcanza y, por otro, que nunca tampoco histori a, litera tura , sociología y derecho político. Interpretan
los salarios ni los precios de los productos del campo son sufi­ éstos la historia ante sus alumnos de acuerdo con las más bur­
cientemente elevados, en opinión de sindicatos y agriculto res. das vulgaridades de! materialismo dialéctico. Gran número de
Una radical reform a, por tant o - piensan-, se impone. Pero los que vehementeme nte combaten al marxismo, en raz ón a
¿en qué ha de consistir , concretamente, tal reforma? su materialismo y ateísmo, coinciden por lo dem.is enteramente
La mayoría estudiantil acepta, sin preocuparse de más, las con las ideas del Manifiesto Comunista y los progra mas de la
panaceas intervencionistas que sus profesores preconizan. Todo Intern acional Comuni sta. Las crisis económ icas, el paro , la
se arreglar á, de acuerdo con sus maestros, en cuanto el gobierno inflación , la guerra y la miseria son consecuencias inevitab les
imponga unos salarios mínimos justos, pr ocure a todo e! mun­ del capitalismo y sólo desaparecerán cuando el sistema sea
do alimento suficiente y vivienda adecuada y, de paso, prohíba, definitivamente erradicado.
por ejemplo, la vent a de margarina () la import ación de azúcar.
Pasan por alto las contradicciones en que sus mentores inciden
5. L A ECONOMí A Y L A E DUCAC IÓN PO P UL AR
cuando, un día, lamentan la «locura de la competencia» y, al
siguiente, los «males del monopolio », quejándose, unas veces,
En aquellos países dond e no existe diversidad lingüística.
de la caída de los precios, y otra s, de! creciente costo de la la enseñanza pública da buenos fru tos cuando trata de enseñar
vida. El estudiante recibe su título y procura encontrar lo a las gentes a leer y a escribir y a dominar las cuatro reglas
antes posible un empleo al servicio de la administración pública aritm éticas. Cabe agregar, para los alumnos más despiertos,
o de cualquier poderoso grupo de presión. nociones elementales de geometría, ciencias naturales y legis­
Pero existen también jóvenes suficientemente perspicaces lación patria. E n cuanto se pretende seguir avanzando surgen,
como para adverti r las inconsecuencias del intervencionismo. sin emb argo, mayores dificultades. La enseñanza primaria fá·
Coinciden con sus maestros en repudiar la economía de mer­ cilmente deriva hacia la indoct rinación política. No es posible
cado; dudan , sin embargo, de la efectividad práctica de las exponer a un adolescente todos los aspectos de un problema
aisladas medidas dirigistas que aquéllos recomiendan. Llevan para que él después despeje la solución correcta. No menos
a sus consecuencias lógicas los idearios que les han sido imbui­ arduo es el encontrar maestros dispuestos a imparcialmente
dos y se convierten entonces al socialismo. En tusiasmados, Sao exponer doctrinas contrarias a lo que ellos piensan . El partido
1264 La Acci611 H umana La economia en el campo del saber 1265

en el poder controla siempre la in strucción pública y puede , a cauces de la Sozialpolitik o del New Deal. Los marxistas, en
tra vés de ella, propagar sus p ropios idearios y crit icar los cambio, afirman q ue sólo la violenta supresión del aparato
contrarios. guberna men tal de la burg uesía pe rmitirá alcanzar el ob jetivo
Los liberales decimonón icos, en la esfera de la ed ucación de seado .
relig iosa, resolvieron el pro blema media nte la sepa ración de la Imposibl e, de sde luego, res ulta aborda r tema histórico algu­
iglesia y el estado. Se dejó de enseñar rel igión en las escuelas no sin previamente haberse pro nunciado sobre las teo rías y
públicas. Los padres, sin emba rgo, gozaban de plena libertad cuestiones económicas subyacentes . No cabe , ni al pr ofeso r
para, si así lo deseaban, enviar a sus hijos a colegios con fesio­ ni al libro de texto, adoptar un a pos tura de despegad a neutra ­
nales al cu idad o de las corr esp ondi entes comunidades reli­ lidad ant e cues tiones tales como la de qu e la «revolución in ­
grosas, acabada» deba completarse con la revolu ción comun ista . El
Pero el problema no atañe sólo a la enseñanza religiosa y an álisis de cua lquiera de los acontecimientos h istó ricos de los
al an álisis de de ter minados aspectos de las ciencias natu rales últimos trescientos año s im plica previo juicio acerca de las
posiblemente discon formes con la Biblia . Mayor gravedad en­ controversias eco nómica s hoy prevalentes. No hay más remedio
cierra la enseñanza de la historia y la economía. qu e elegir entre la filosofía contenida en la Declaración de
Cuando se trata de la h istoria intern acional, nadie duda Independencia o la Alocución de Geuysburg y la qu e rezuma
de las dificultades q ue se suscitan . Prevalece hoy la op inión el Manifiesto Com unista . La alt erna tiva es te rminante ; de nada
de que ni el nacionalismo ni el «chauvinismo» deb ieran influir sirve oculta r la cabeza bajo el ala y pretender esq uiva r el pro ­
el estudio histór ico. Pocos, sin embargo , se perca tan de qu e el ble ma.
mismo probl ema aparece en lo tocante a la h istori a nacional. En la ense ñanza secu ndaria y en los est udios un iversi tarios,
El maestr o o el autor del correspondiente libro de texto pu eden el aná lisis de los temas histór icos y económicos constituy e pura
fácilmente deform ar la narración con arreglo a su propi a filo­ ind octri naci ón. Los estudian tes no se hallan , ciertamente, pre­
sofía social. Cuanto más haya qu e simplificar y esq uematizar parados para formar su propi a op inión , p revio crít ico examen
las cosas, al o bjeto de hacerlas asequibl es a las mentes inm a­
de las explicacion es qu e les son suministradas.
dura s de niños y adolescentes, mayor peligrosidad reviste el
La instrucción pública, sin embargo, tiene mucha menor
plantea miento .
La en señanza de la historia, en op inión de marxistas e tr ascendencia de la q ue generalmente se le atribuye. Los parti­
intervenci onistas, hállase viciosamente influida po r el ideario dos políticos, en o tro caso, se preocuparían de dominarla aún
del viejo liberalismo . De sean , por tanto, sustituir lo qu e deno­ más a fondo. Pe ro ellos saben qu e las in stituciones docent es
minan la in terpreta ción burguesa de la historia po r su propia influye n poco en las ideas políticas, econó micas y sociales de
in terpretación. La revolu ción inglesa de 1688 , la fran cesa y las nuevas gene racio nes. M ucho más vigoroso que el de los
los movimientos del siglo XIX fueron , pa ra los marxistas, puras maestros y libros de texto es el impacto de la rad io y el med io
conmociones burguesas. P rovocaron, ciert amente, la caída de! ambie nte . Las préd icas de los partidos políticos, grupos de
feudalismo, pero en su lugar implan taron la sup remacía presión y sectas religiosas ejercen sobre las masas mayor in­
burguesa . Las masas prole tarias no fueron, en ningú n caso . fluencia q ue los cent ro s académ icos. Lo apr end ido en el colegio
emancipadas; del domi nio ari stocráti co pasaron a la sujeción fácilmente se olvida; mu y difícil , en cambio, resu lta al indivi­
clasista de los explotado res capitalistas. Es ineludible , si se du o resisti r la cont inua presi6n del medio ambi ent e .
quiere liberar al ob rero, destruir e! sistema capit alista de pro­
ducción. Para los intervencionistas, bastarí a con proseguir los
so
1266 La Acción Humana La economía en el campo del saber 1267

6. E L CIUDADANO ANTE LA EC ONOMÍA superhombres que pret enden erigirse en árbitros supre mos.
Aquellos que ponen su confianza ciega en aut odesignados «ex­
Yana se puede pretender encerra r a la ciencia económica pertos»; quienes, sin reflexión, acept an los mitos y pr ejuicios
en el estrecho marco de las aulas un iversitarias, las oficinas más vulgares, tratándose de cuestiones que tan vitalmente les
de estad ística o esot éricos círculos, pues constituye aquélla afectan, están abjurando de la divina chispa que les fue un
la esencia de la filosofía de la vida y de la actividad humana, día concedida , sometiéndose a ajeno señorío espiritual. Para e!
de suerte que a todos y a todo atañe . Es la base misma de la hombre consciente, nada puede tener en la actu alidad mayor
civilizaci ón e, incluso, de la propia existencia de! homb re. trascendencia que e! tema económico. Pu es está en juego su
Lo dicho no supone, desde luego, incurri r en e! tan criti­ propio des tino y el de su descendencia.
cado vicio del viejo catedrático que comenzaba invariab lemente Escaso, desde luego, es e! número de quienes pueden reali­
el curso académico ensalzando la «importancia y decisiva tras­ zar aport aciones valiosas al acervo del pensamien to económico.
cendencia de esta asigna tura» . Porqu e no son los economistas , Pero todos esta mos convocados a la gran tarea de conocer y
sino las masas, quienes han conferido a la economía tan exal­ d ifundir las trascendentes verda des ya descubiertas. He ahí e!
tada posici ón, primord ial deber cívico de las actuales generaciones.
Todas las cuestiones políticas aluden actualm ente a pro­ La economía , agrádenos o no, ha dejado de ser esotérica
blemas económicos. Son de índole económica los argum entos rama de! saber, accesible tan sólo a un a minoría de estudi osos
invariablemente manejados en los debates sociopolíticos del y especialisras. Porque la ciencia económica se ocupa precisa­
día. La economía a todos inquieta . Filósofos y teólogos preocú­ mente de los problemas básicos de la sociedad hum ana. Nuestra
panse ahora más de asuntos puramente económicos que de disciplina, consecuentemente, a todos afecta y a rodas perte­
aquellos otros que antes se consideraban objeto de la filosofía nece. No hay estudio qu e para e! mundo actual encierre mayor
y la teología. Los novelistas y autores teatrales del momen to trascendencia .
abordan todos los temas hum anos -incluso los sexuales­
bajo e! prisma de lo económico. El mundo entero, conscien te
o inconscient ement e, piensa en economía. Cuando la gen te se 7. L A ECONO MÍ A Y LA LIBERTAD
afilia a determinado partido polít ico, cuando acude a las urnas,
no hace sino pronunciarse acerca de cuestiones económicas. Los gobernantes, los partidos políticos y los grupos de
La religión constituyó, en los siglos XVI y XVII , el tema presión han advertido bien la enor me fuerza de las ideas econó­
central de las controversias europeas. El debate político a lo micas en la gestión pública; he ahí por qué tanto empeño
largo de los siglos XVIII y XIX, en América y en Europa, giró ponen en impedir la libre difu sión del conocimiento económico.
en torno a la monarquía absoluta y al gobierno representati vo. Procuran propagar, por todos los medios, las «buenas» doctri­
La pugna entre socialismo y economía de mercado constituye nas y silenciar las «nocivas». La verdad, por lo visto, carece de
e! debate de! día. Tal cuestión , evidentem ent e, sólo el análisis fuerza suficien te para por sí sola impone rse. Tiene siempre
económico puede resolverla. Vano a todas luces es aquí recurr ir que venir respaldada por la violencia y la coacción de la policía
a meros slogans o a soluciones místicas , como las de! mate ria­ o de específicas organizaciones. La certeza de cualquier tesis,
lismo dialéctico . consecuentemente , dependería de que sus par tidarios fueran o
Q ue nadie pretenda eludir su respon sabilidad . Q uien, en no capaces de desarticular al contrincant e por la fuerza de las
esta materia, renuncia a analizar, a estudiar y a decidir no hace armas. Exis tirí a, aparentement e, alguna divinidad, algún en te
sino intelectualmente humillarse ante una supuesta él/te de mítico, que siempre otorgaría la victoria a quienes luchan por
1268 La Acción Humana

las «buenas» causas. Debe, por tant o, el «buen» gobernante, CAPI TULO X XX I X

representan te de Dios en la tierra, aniqu ilar sin titubeo al hete­


rodoxo .
No vale la pena insistir en las con tradicciones e inconse­
cuencias que encierran cuantas doctrinas predican la intoleran­ La economía y los esenciales
cia y el exte rminio del disidente. El mundo no había nun ca
conocido aparatos de propaganda y opresi ón tan hábiles e inge­ problemas humanos
niosos como los que ahora manejan gobiernos , part idos y gru ­
pos de presi6n . Esos impresionantes montajes, sin embargo, se
desplomarán como castillos de naipes en cuanto les sea opuesta
un a filosofía de l ógica poderosa. l. L A C IENC I A Y LA VID A
Difícil es, actualmen te, familiarizarse con las enseñanzas
de la ciencia econ6mica no s610 en aquellos países goberna dos Hay quienes criti can a la moderna ciencia el nunca efectual'
por bá rbaro s o neob árbaros, sino también en las llamadas de­ juicios de valor. Lo \Vertfrebeit, dícese, de nada le sirve al
mocracias occidentales. Se desea hacer caso omiso de las gran­ hombre que vive y actúa; éste, precisament e, lo que quiere
des verdades descubiertas por los economistas a lo largo de los saber es cuál sea el objetivo al qu e deba aspirar. La ciencia, si
últimos doscientos años. P rcténdese manejar los precios y los no puede despejar tal incógnit a, es estéril. La objeción carece
salarios, los tipos de interés y los beneficios y las pérdidas. de base. La ciencia, desde luego, no valora; procura, sin em­
como si su determinaci6n no estuviera sujeta a ley alguna. bargo, al individuo cuanta inform ación desee acerca de sus
Intentan los gobernantes, med iante decret os, imponer precios propias personales valoraciones. Lo ún ico que no puede acla­
máximos a los bienes de consumo y topes mínimos a las retri ­ rarle, al final, es si la vida misma merece la pena de ser vivida.
buciones laborales. Exhortan a los hombres de negocios para El tema ha sido frecuentemente suscitado y lo seguirá
que reduzcan sus beneficios, rebajen los precios y eleven los siendo . ¿De qué sirven esfuerzos y trabajos si al final nadie
salarios, como si todo esto simplemente dependiera de la mejor escapa al óbito y a la ruin a física? La muerte persigue al
volun tad del sujeto. El más infant il mercant ilismo se ha ense­ hombre por doqui er. Realice y consiga el mortal cuanto quiera
ñoreado de las relaciones internacionales. Bien pocos advierten en su peregri nar terren o, todo, u n día, sin embargo, habrá
los erro res que encierran las doctrin as en boga, percatándose de abandonarlo. Cada minuto puede ser el últ imo. Con res­
del desastrado final que a las mismas aguarda. pecto al futuro, s6lo una cosa hay cierta : la muerte. ¿T iene
Triste es, cierta mente, esta realidad. Pero s610 negándo nos utilidad la acción an te tan inexorable final?
todo reposo en la búsqueda de la verdad cabrá remediemos tan La actividad humana, además, ni siquiera en relaci ón con
amenazadora situaci6n. los más inmediatos objetivos resulta verdaderamente eficaz.
Nu nca, en efecto, procura satisfacción plena; sólo sirve para
parcialmente reducir el malestar durant e evanescente rnomcn­
to o Tan pronto como una necesidad queda satisfecha, surgen
otras no menos acuciantes. La civilizaci6n ha perjudicado a las
gentes, multiplicando las apetencias, sin amortiguar los deseos,
sino más bien avivándoles. ¿A qué conducen el esfuerzo y el
brío, la pri sa y el trajín, si jamás, por tal vía, se llega a alcanzar

12 70~ _
La Acción Humana La economía y los esenciales problemas humanos 127 1

la paz y la felicidad? La tranquila serenidad anímica no se sistir al ind ividu o sano de aque llas actu aciones que considere le
conquista corriendo tras munda nas amb iciones, sino a tr avés han de permi tit remed iar sus necesidades. E n los más profun­
de la ren uncia y la resignación . Sólo es verdaderamente sabio do s pliegues de! alma humana tul vez anide un secreto anhelo
qu ien se refugia en la inacti vidad de la vida contemplativa. por la paz y In inmovilid ad de la exis tenci a puram ente vege­
T an to escrúp ulo, tan tu duda y preocupa ción , sin embargo, rariva. Pero en el hombre, mientras vive, tal asp iración qu eda
desvan éccnse unte el incoercible empuje de la propia energ ía ahog ada por el afán de actua r y de mejor ar la propi a condición.
vita l. El hombre, ciert o es, no escapar á a la mu ert e . Aho ra, en Muere , desde luego, e! sujcto en cu anto de él se apodera el espí­
este momento , sin em bargo, est á vivo. Y es la vida , no la ritu de renuncia y aband ono; nunca, sin emba rgo, transfórmase
muerte, la que de él se apodera. Desconoce, desde luego, el
en mera planta.
futu ro que le espera; pero no por ello qui ere desatender sus
Acerca de si convie ne o no mant ener In vid a, cierta mente
necesida des . Mientras vive, jamás pierde el ser huma no el
nada puede n la praxeología ni la econo mía decir al hombre. La
impu lso originario, el élan vital. Es in nato en noso tros el hacer
lo posible por manten er y desar roll ar la ex istencia, e! sentir vida misma y las misteriosas fue rzas qu e la enge ndra n y la
insatisfacciones, el proc urar remediarlas y cl perseguir incan ­ mantienen cons tituyen realidades que el hombre halla dadas,
sablemente eso qu e llamamos felicidad . Lleva mos dentro un resultando inabordables para la ciencia. La pr axeología se ocu­
Id, inex plicable e inanalizable, qu e nos impulsa, que nos lanza pa exclusivamente de la acción, es decir, de la más típic a mani­
a la vida y a la acción, que nos hace desear continuo mejora. festación de la vida humana.
miento. Es te prís tino mot or actúa a lo largo de la vida roda
y sólo la muer te lo par aliza.
La razón humana h állase al servicio de tal impu lso vital , 2. LA ECONOM í A Y LO S J UIC IOS DE VA LORACI ÓN
La biológica funci ón de la mente consiste precisamente en
proteger la existencia, en fomentar la vid a, re trasando todo lo Mi entras, como decíam os, hay qui enes critican a la econo­
posibl e e! fin insoslayable . Ni e! pen samient o ni la acció n son mía e! no hacer juicios de valor, otros la vili pendian precisa­
contrarios a natu ra; cons tituyen , al rev és, lo más carac te rístico mente por lo contrario. Como qui era qu e la economía, asegu ­
de la naturaleza human a. La mejor definición del homb re , por ran , en la prác tica, no tiene más remedi o que acabar valor ando
destacar la disimilitud de éste con respecto a tod os los dem ás y prefiriendo , carece de condición científica, pues la ciencia
seres , es aquélla que lo re trata como ente que conscien temente ha de ser siempre neutr al en materi a valorutiva. H ay, por últi­
lucba contra cuanto se opone u su pervivenci a. mo, quienes aseguran que la eco nomía puede y debe ser ajena
Van o es, pues, e! en salzar lo irracion al en el hombre . En a todo juicio de valor y que sólo los tor pes economistas desco­
e! universo infinito, qu e la razón hum ana no pue de ni explicar, nocen tal postulado .
ni analizar ni, incluso, mentalmente aprehe nder, hay un es­ La con fusión que en estas ma terias existe es de orige n se­
trecho sector dentro de! cual e! individuo, hasta cierto pu nt o, mántico, suscita da por la poca justeza con que muchos teóricos
puede suprimir su propio malestar . Esta mos ante e! mun do se expresan . Imagin emos que cierto economista se pone a ana­
de la razón y de la racionalidad, e! mundo de la ciencia y de In lizar si la medida a es o no capaz de provocar el efecto p, par a
activ idad consciente. La me ra existen cia del mismo, por ex iguo cuya con secución se pretende a aquella recu rrir; su invest í­
qu e aquél sea y por mínim os que los efect os de la acción resul­ gación ll évale a descubrir que a no sólo no produ ce p, sino que
ten, prohíbe al hombre abandona rse en brazos de la renuncia­ da lugar a g, consecuencia ésta que incluso quienes recomen­
ción y la pasividad . Lucubraci ón filosófica alguna hace de- daban aplicar a consideran perniciosa. Ta l ve? nuest ro hombre,
1272 La Acción Hu mana La economía y los esenciales problemas humanos 1273

a la vista de lo anterior, concluya diciendo que la medida a es y las motivaciones de la actuación hum ana. Nada queda ya por
«mala»; dicha expresión, sin embargo, en sus labios, no supone agregar aquí a cuanto en cada un a de las páginas de este libro
formular juicio de valor alguno. Q uiere simplemente decir que se ha dicho frente a tales tesis anrilibera les. Hay, sin embargo ,
quien desee conseguir e! objetivo p no debe recurrir a a. Es en un aspecto de las mismas al que no será impert inente aludi r,
este sentido en e! que se expresaban los libr ecambistas cuando ya que constituye la base dialéctica de todas las aludidas escue­
condenaban e! pro teccionismo. Ha bían advertido que la pro tcc­ las y ofrece, además, al intelectual bienvenida justificación
ción arancelaria , cont rariamente a lo q ue creían quienes la reco­ para evitar la áspera labor de familiarizarse con el análisis
mendaban, no incrementa , sino que reduce, la cuant ía total de económico.
bienes disponibles; el proteccionismo, pues - decían- , es El argumento aludid o, en definitiva, viene a decir que el
malo desde e! punto de vista de qu ienes aspiran a qu e las economista , cegado por racionalísticos presupuestos , supone
gentes hállense lo mejor suministradas posible. La economía que las gente s aspiran, ante todo, o, al menos primord ialmen te,
enjuicia las actu aciones humanas exclusivamente a la luz de su al biene star material. Tal premisa, sin embargo, es inexacta
idoneidad para alcanzar los fines deseado s. Cuando , por ejem­ -dicen- por cuanto las gentes persiguen, en la prác tica, con
plo, condena la política de salarios mínimos, no quiere decir mayor vehemencia objetivos irr acionales que racionales. Con
sino que las consecuencias que la misma p rovoca son con traria s más fuerza atraen al hombre los mitos y los ideales que el
a lo que qu ienes la apoyan desean conseguir. prosaico mejoramien to del nivel de vida.
La praxeología y la economía abordan, bajo ese mismo pris­ A esto, la ciencia económica simplemente responde:
ma, el problema fundamental de la vida y de! desarrollo social. 1. La economía ni presup one ni en modo alguno asegura
Concluyen, en este sentido, que la cooperación humana, basada que las gent es aspiren sólo o principalmente a ampliar lo que
en la div isión social del trabajo, resulta más fecunda que el suele denominarse bienestar material. La teoría econ ómica,
autá rquico aislamiento. La praxeología y la economía no dicen como rama que es de la ciencia general de la acción hu mana.
que los hombres deban cooperar entre sí; simplemente aseve­ se ocupa de cualqu ier tipo de actividad hum ana, es decir . le
ran que éstos habrán así de proceder si desean conseguir resul­ interesa todo consciente proceder por alcanzar específicas me­
tados de otra suerte inalcanzables. Esas normas morales. cuyo tas, cualesquiera que sean éstas. Los objetivos apetecidos no
acatamiento exige el nacimiento, la subsistencia y el desarrollo son nunca ni racionales ni irracionales. I rracion al, puede decir­
de la cooperación social, piensa el econo mista, debe respetarlas se, es cuanto el homb re halla dado en el universo; es decir ,
el indi viduo no a título de sacrificio ofrec ido en holocausto todas aquellas realidades que la ment e humana no puede anali­
de mítica deidad , sino porqu e ello le permi te alcanzar especí­ zar ni descomponer . Los fines a que el hombre aspira son
ficas ventajas propias. Se trat a, pura y simplemente, de un siempre, en este sentido, irr acionales. No es ni más ni menos
costo que el sujeto soporta por cua nto a su trav és consigue racional al perseg uir la riqueza, como un Creso , que al aspirar
resultados que valora en más que aquellas otras satisfacciones a la pobrez a, como un monje budi sta.
que el no respetar tales normas podría reportarle. 2. El calificativo de racional rcs érvan lo los aludidos críti­
Es esta filosofía la qu e con mayor furi a, al unísono, com­ cos exclusivamente para el materia l bienestar y el superior nivel
baten todas las escuelas antiliberales y dogm,íticas, a las que de vida. Dicen que al hombre moderno le atraen más las ideas
exaspera que el liberalismo pueda reemplazar con una ética y las ensoñaciones que las comodidades y grati ficaciones sen­
autó noma. racional y voluntari a los heterónomos códigos mora, suales. El aser to es altamente opinable. No es necesaria mucha
les fruto de la intuición o la revelación. Critican al ut ilitarismo int eligencia par a, simplement e cont emplando el mundo en que
la fría objetividad con que aborda la na turaleza del hombre vivimos , dar con la solución correcta. Pero no vale la pena
1274 La Acción 11umana La economía y los esenciales problemas humanos 1275

entrar en la discusión . Porqu e la economía nada dice acerca de mejor desarrollad a, la econ omía. El saber acumulado por la
los mit os, ni en favor ni en cont ra. Si se trata de con temp lar , ciencia econ ómica forma part e fundamental de la civilización :
como mero s mitos, las tesis sindica les, la ex pansión crediticia en él se basa el industrialismo moderno y en el mismo se ampa­
o cualquier otra similar doctrina , la cienc ia económica ento nces raron cuan tos triunfos morales, intelect uales, técnicos y tera­
se desen tiend e del asunto , porque a ella in terésan le tales me­ péuticos alcanzó el hombre a lo largo de las últimas centurias .
didas única y exclusivamente en cuanto se conside ran med ios El género huma no decid irá si quiere hacer uso adecua do del
adecuados para alcanzar específicos fines. El economista no inapreciable tesoro de conocimientos que este acervo supone
condena al sind icalismo por ser un mito malo, sino simp lemente o si, por el contrario, prefiere no u tilizarlo . Si los mortales
porque, por tal vía, no se consigue eleva r los salarios reales del deciden prescindir de tan esp léndidos hallazgos, menosprecian­
conjunto de los tr abajadores. Queda en manos de las gen tes do las corre spodi entes enseñanzas, no por ello, desde luego ,
el decidir si prefieren evitar las inelud ibles consecuencias de desvir rua rán la ciencia econó mica ; limitaranse a destruir la
la política sind ical o si, por el con trario, prefieren dar corpo­ soicedad y a an i~ u ila r al género hu mano .
reidad al cor respondiente mito .
Cabe, en este sentido, afirmar que la ciencia económica
es apolítica o no política, si bien constituye la base de pa rtida
de la política en general y de cua lqu ier efectiva actuació n pú­
blica. La econo mía se abstiene de efectu ar juicios de valor, por
referir se invariablemente a los medios, nu nca a los fines últi­
mos perseguid os.

3. E L CONOCI MIENTO ECON ÓMI CO Y LA ACCIÓN HU MANA

Tres tipo s de obstáculos se oponen a la libre elección y


actuación del hombre. Ante todo están las leyes físicas, a cuyo s
inexorab les mandatos ha de acomo dar el individu o su conducta
si desea sob revivir . Despu és vienen las circun stancias constitu­
cion ales, propias y carac terís ticas de cada sujeto y su personal
conformación al influ jo del medio amb iente; tales circu nstan­
cias, ind ud ablemente, influyen sobre el individuo, haciénd ole
preferir de termi nados ob jetivos y esp ecíficos medios, si bien
nu estra informació n es aún poca acerca de cómo todo ello opera.
Te nemos, po r último, la regularidad de las relaciones de cau­
salidad entre medios y fines; esta mos aho ra en la esfera de las
leyes pr axeológicas, que nada tienen qu e ver con las leyes físi­
cas ni con las fisiológicas antes alud idas.
El estudio de dichas leyes praxeol ógicas constit uye el ob je­
to propio de nu estra ciencia y de su rama hasta el momento
Indice analítico

(Siguiendo la pauta de Vernelia H . Crawford)


I

,I
Abstinencia , premio a la misma, la, 353-357; intercambio y,
1220 (no ta ). 160-161, 30 1-308; inter és ori­ i- I
I

Acció n hum ana: altruista, 738 ,


ginario y, 775 , 71 1-770; moti­

1.051; análisis de la, 153-1 60 ;


vaciones económicas y no eco­

calculativa, 307 ; cálculo eco­


nómicas de la, 107, 108, 361­

n ómico , y, 356; cálculo moneo


367 ; pensamiento y, 54-55,

tar io, y, 353; categoría s de la ,


277 -278, 857 (nota); raciona­

110, 302-303; causalidad, y,


lidad de la, 123·151; realidad ,

50·52; como dato final, 43-45;


de la, 73-121 ; rectitu d , y,

conocimiento económico, y, 1049-1057 ; requ isitos previos

1274 -1 275; cooperación social,


a la, 38-43¡ rutinaria, 84-86;
y, 397 -400; competencia , y,
significación, de la, 35, 57-59,

428 y 429 ; decurso del tiem­


78, 102, 153-156 ; temporali­

po, y, 16 3-171 ; definición de


dad , de la, 167-17 1, 731-743;

la, 35; eco nomía y racionali­


teórica, 22-27; utilidad margi­
dad, 123-151 ; efectividad de
nal de la, 193-205, 925-92 9;

la, 35-39; egoísmo y, 374-376,


valoración y, 44-45, 731 -743.

983 -984; emocional, 42-43;


Aceleración, principio de la, 851­

epistemolo gía y, 22-27, 99­


854.
101, 118 , 61-121; fines de la,
Acomodación, período de, 950 ­
41-481; fines y medios, 118.
953 .

153-156, 3 11-312, 321 , 711 ,


Acreedores, 790, 792-793 , 1131,

738-743; historia, 102, 609;


1141,1144 .

ideas, su función, 277-300; in­

certi dumbre de la, 102, 173­


Ac tividad mercantil : buen nomo
191 ; ind ividualidad, de la, 82­
bre comercial, 567-573; cálculo
84,607-610, 1049-1057; influ­
en la, 463-472 ; fluctuaciones
jos histó ricos sobr e la, 747-758;
de la, 853; inversiones en la,
inseguri dad y, 1227-1229 ; ins­
375 ; Neto Deat y, 1182; pre­
tint os e impu lsos, 41-43, 57­
visiones en la, 95 1; ·producti­
59, 263; instrumentalidad de
vidad de la, 729 -731; publici­

__J
_
1278 La Acción HU nli11Id lndice analítico 1279

dad en la , 484·488; riesgo y, An dc rsun , Benjamín Mc/vlcs rcr, Aust ria: caja posta l aus t ti aca . Bcnrhan, j cremy, 274, 299 , 98 1,
175, 177 , 182-184, 187-190, 6 12 ( not a ). 66 5; escuela austriaca, 22·27 , 11 99 , 1204.
1166-11 69; socia lización de la, A nimales. tr nb.ijo de los, 9 15. 19-1-198, 732-734. Berd yaew, N .colás, 982 (nota).
395·396 . ( Vid . tamb ién , cm ­ 924. A utarquía, 258, 41 1, 480-484 , Bergmann, E ugcn, 3 15 ( no ta).
presarios e inte rvencion ismo) . A n tc rior idnd y consecuen cia , 16 3· 1083-1092 , 1195-1198 . Bergso n , l lcnt i, 65 , 89, 165
Actividades prod uctivas <..' impro­ 164.
Au tocracia , 429·44 0, 9,8 -9-19, (no ta ), 340 (no ta).
du ctiv as, 379-388. Ant ro pomo rfismo, 118·12 1.
Bernard, Claode, 59 (not a).
1002-1007.
Acu erd os: bilate rales, 1154-1 157; Apologistas, 86-9 1. A utoma ti sm o (e n sentido cco n é­ Bcrnoulli, Daniel, ductrina de
co mpensa torio s, 705 . 1155. tl posteriori, 62-63, 78·81. mensura sortis, 202-203.
mico), 1057·1060 .
Acuñación monetaria, 1127· 1131. i\ pOYO financiero ex tra nje ro , 734­ Autoridad , 440·442 , 488·493. Bevcridge, W ill iam 1Ienry, 1113.
Adams, Thomas Sewall, 774 (no­ 735. Bie nes: calidad, 341·346; catego ­
tal , 1072 (nota) . A priorismo: cien cia a pri o rfs tica , d as , 153·156 ; de capital, 74-1 ­
Ago tamiento recurso s natu rales, 87 ·88; justificación racional, 747, 75 1-753, 757-758 , 734·
Bailey, Sarnucl, 339 .

577 , 953·965 . 7)·78; me todológic o , 68·69. Baker, J oh n Randall, 739 (no ra).
735,457-459,8 18-820; de con­
Agresividad y des truccio nismo , 110.1 18; pruxcológico, 64.70 ; Balances conta b les, 329-33, .
SU ITlO, 153·156 ; de producción,
267-272. realidad , 486·488. Balanza de pagos , 672-674. 679­ 153·156 ; duraderos, teor ía cí­
Agricul tura : mo nopolios, 5-12 , Apuest as, 187·190. cl ica de los, 851-855 ; hui da
682.
554; Ncio Deal, 578-579; sub­ Arbi traj es labor ale s, 1119-1 126. hacia ell os, 636·639, 697·699;
sidios, 551·553. Balís tica, 130.
Arcas mo net urias, 1l3 6.1 138. influjo cn el valor del d inero ,
Ah or ro : Capi talista , 400 · 407. Arios nórdicos, 93-95. Banca: auges credit icio s, 82 1-82 5;
806 -825; perecederos, 724 ­
779, 784-787, 1118·1 120; f or­ A ristóteles, 3 16·317, 1224 ( no ta), britán ica, 659·662, 685-687 ;
726; precio, de los, 504-5 12.
zoso , 803-805, 813·8 17, 836· ca rte lización , 667·668; cr éd i­
Armonía: y conflicto de intere­ Bilarcralidad , acuerdo s bilatera les,
839 , 1119-1120; in ver sión y , ses, 967 · 998 , 1049 - 1057: tos, 832·83 3; emisora, 662·
11 54· 1157.
767-770, 11 66-1169 ; juicios preestablec ida, 37 1·372. 667 , 685·687. 69 3·699; euro­ Billetes de banco, (,62-(,68_
de valor y, 782·78-l; venta jas Arti st as, 374 (nota ). Vid . tnm­ pea, 658, 664; expansi ón mo­
Bim e tali smo . 699 - 706 , 1127 ­
del, 726·731, 759·763. hi én Gremios. netaria , 1147 ( Ilota ); Federal
11 31.
Alemania : cartcls, 550·5.5 1; cco-r Asamblea Cons tituy en te [ r.utce­ Reserve I1 ct de 19 13. 829; in­ Bismarck, OliO, 551.
nomía de mercado , 1048-1 049; sa, 438·439 (nota ). ternacional, 7 06-7 10; int erven­
Bodino, Ju an , .356·357.
enfren iam icn ro con 1riglu terr.r. Asce tismo, 59, 1<1 4· 1-1 8, 278-282. cio nis mo, 65('-662, 667·668 ;
Bobm-Bawcrk. Euge n: (clases de
1177-1 183; inflaci ón de 1923, A sís, San Fra ncisco de , 247-248. liberali smo 66 1·662 ; libert ad
neces idades» , 1"9 9 ; distrib u­
639; nazi sm o, 130· 144, 292· Aso ciació n: human a, 235 (n ota ); bancaria , 662·668; medios fi ­
ción, 393 ( no ta }; período de
296,4 12 (nota), 11 19, 1041. ley de Ricardo, 25 1·265, 272­ duciarios, 648 · 66 2 ; privada,
prod ucción, 7 11-717 , 722-723,
1044; préstamos , 832·8.33; so­ 276. 691-693; s uiza , (,92·69 3. (Ve r
77<1, 776·779; pr ecios de mero
cialismo alemán , 703 , 1003· tamb ién ex pansión crediticia.
Ateísm o, 235 ( no ta). cado , 313; teoría de la pr efe­
1007, 1095-1101 ; sozialpolitik. teoría cíclica, inver sio nes . dine­
Atcsora miem o, 57 1 ( not a), 602 ­ ro , co mercio).
rencia temporal, 72 4 -726 ; tco ­
550-551, 1203· 120 5; ucdlcstoirt­ 60-1 , 767-770 . ría del in ter és, 774-782.
scbajt, 488--193. A t raso tecnológico , 749-75 1. Baro ne, E nr ice , 10 17. Bolsas de Co me rcio , 763·767,
Alter ego, 52-56. Auge : cara cte ríst icas, 810 - 825, Bastiat , Fréd éric , 235 (no ta ), 1147-1148.
A ltruismo, 738-739. 11 50 ; desarrollo econ ómico, 1198.
Bomba atómica, 1200·1201.
Amonn, AH red o a tto , 925 839-843 ; fin al del , 637·639, Beard , Ch arle s y Mary, 9 17 Bonald. Lo uis, 12-18.
(n ota ). 650; indu stri al , 820-825, 839· (no ta) . Bonaparte, Louis Nap oleón , 970.
Amortización de impue sto s, 936­ 855 ; inve rsiones \'01) moti vo Behavio rism o, 26·27. Bonar, James, 973 (n ota) .
937 . del , 839 . ( Vid. tambié n expan­ Beneficios sociales , 552, 879·889 , Brentano , Ln jo , 907.
Anarq uismo, 237 , 296, 371·372, si ón creditici a, teoría cíclica \' Bre tto n Woods, 706-710.
892·908, 1078 - 1082, 1093·
438 (no ta), 849·850 . de presión ). ­ 1094, 1237-1238. Brunner, Em il, 982-983 (no ta).
1280 La Acción Humana l ndice analítico 1281

Budismo, 59-60. Cannan, Ed win, 786 (nota). Capitalismo: act ividad ahorrado­ empíricas, 9 1 j históricas, 86­
Buen nomb re comerci al, 567-573. Capacidad adquisitiva: ac u mu la­ ra y, 779·784,111 9·1 120; an á­ 91, 102· 110; medición mate­
Burguesía , 29-31, 126-127, 132­ ción de capital y, 400·407, lisis marxi sta del , 130·140; bri­ mática, 95·97, 337·339; na tu­
133, 136-137, 412, 883-888. 693·699, 726·73 1, 758·763, tánico, 907-9ü8¡ cálculo econ ó­ rales, 61·64, 102, 272·276,
Burke, Edmund , 1248. 769 ( nota), 1213·1227; ate so­ mico y, 353 · 357, 400· 407; 320·325, 929·932, 970 (nota);
Burocrarismo, 462·472. rami en to y, 57 1 (no ta), 600· consecuencias y resultados del, psíquicas, .35~38; sociales, 27­
607,767·770 ; estabilización de 896-899, 1238·1242; en contra 31; u nificación de las, 1020
la, 339·.346, 627·63 1; med ición del, 395-396, 688·693; evo lu­ (nota). Vid. también Acción
Cairnes, Joh n 'Elliot , 316, 919. de In, 339·346; p roblema s In­ ción del , 693·699 ; socialismo H umana, Economía, Praxeolo­
Caja Po stal de Ahorros , 665. boralcs y, 693·699 ; teoría re­ y, 397-400. gía e Investigación).
Cálculo: económico, 311·357; im­ gresiva , 610·6 23, 6.34· 636. Caridad, .374-377, 879-889, 1205· Civilización: antigua, su decaden­
precisión del, 347 (no ta); mero 889·89 0. 1212. cia, 1108·1 111; desarrollo y
cantil, 463 ; monetario , 353· Capa cidad de pago : fijación de Carisma, jefes, 232·243. pro greso de la, 141·144, 259­
357; soviéti co y na zi, 1019: salarios, 1176·1177 ; fiscalidad Carlylc , Thornas, 30, 946. 26 1, 726·73 1, 879·889, 946·
valoración y, 160·161, 307· y, 1069·1071. Cartels, 542, 546·553 , 662.668, 948, 1205-1212; destino y ob­
308, 3 11·327. Capacid ad in u ti lizada , 589·590, 872·876. jetivo de la, 29·31 , 1195·1198;
Cá lculo económico: ámbito del , 844·846. Casey, R . P ., 138 (n ora). liberalismo y, 27·31, 1212·
329-352; capi talismo y, 353· Capita l: acu mulación de, 401· Cassel, G usta v, 302 (no ta). 1227 ; primitiva, 70·73, 232·
355, 400·407 , 726·73 1, 758· 404, 693·699, 726·73 1, 758· Cassirer, Ernest , 7 3 ( nota) , 243, 879-889; pr opiedad pri­
763 ; efectos del, 634·6 36; en 763, 769 (not a), 887, 1217 ; Castas sociales, 1212· 1227. vada y, 407 · 4 15, 991 · 993.
el mer cado y fuera de él, 318· bienes de, 744·747, 747·758 , Catal áctica, 21 (not a), 361·367. (Vi d. tamb ién Hi sto ria y
320; estabilización y, 339·352 , 734·736; circulación del, 8 18· Causalidad , 50·52, 54, 163·164, Ahorro).
627-631; límit es del, 333·337; 820; consumo de, 400-407, 175-176, 318·320. Clark, Jobn Bates, 202, 393 (no ­
monetario, 353·355; pr ecios y, 758-763, 1225·1227; contabi­ Causa s finales, 55. ta) , 738 (nota) .
312·318 ; problem a del , 320· lización del, 356·357 ; convert i­ Cernuschi, Henri, 666 (nota ). Clases de necesidades, 199.
325, 467·468, 508·.509, 523· bilidad del , 744·747, 750·753; Cesarismo, 284 (no ta) . Coe rción : gobierno y, 118·12 1,
526; socialista , 1013 - 1036; di videndos y, 457·459; ext mn­ Ciccotti, Ettorc, 9 19 (nota). 2.35-241, 292·296, 429 ·440,
teoría del, 307-308, 400·407 , jero, 734·735; fijeza del, 818· Ciclos económicos: comercio y 1044· 1049; mercado, 872·876.
634·636, 1013·10 36, 1238· 820; h uich! de.. 763·767; invcr­ los, 314·318 , 789·85 5, 1144· Códigos comerciales, 329 ~J33 .
1242; valo ración de los m e­ sión de, 520·526 , 555-557 , 1150; doctrina de la capacidad Cobcn, Mortis, R., 73 (not a), 144
dios y, 311·312; valoración 567·573 , 742·743, 887·889; de compra, 459·462; doctri na (n ot a), 943 (nota} ,
sin, 311-327. mercado y, 799·802; mercado de la desproporcionalidad, 846­ Colectivismo, 78·8 1, 232. 243,
Cambio extranjero: balanza de de valores y, 763·7 67 ; posee­ 855, 648-662; explicación ere­ 1123·1 126. (Vid . tamb ién Mar­
pagos, 674·682; control del. dores -de, 449-457; praxeolo­ diticia de los, 312·318, 833· xismo y Socialismo).
1154·1157 ; cuenta s de como gía y, 717·723; producidos Iac­ 839 ; los bienes duraderos y Colonialismo, 739·743 .
pen sación, 686-687; especu la. tores de p roducción y, 744· los, 846·855 ; manchas so lares . C o me r cio: antigüeda d , 1108·
ci ón, 680-682 ; huida de capi­ 747; p rodu ct ividad margin al 849; po lítica conrracíclica, 1111; auges, 839·855; barre­
tales, 657-662, 682·687 , 706· del, 449·457, 925·929; renta 1150·1153 ; princi pio de la ace­ ras comerciales, 420·42 9, 542,
7 10, 833-839, 1148·1150; n. del, 400·407, 457·459, 717· leración , 846·855; subconsu­ 1083·1092; ciclos comerciales,
.bre cambio, 674-682. (Vid . 723; tr abaj o y salarios y, 887· mo, 459-462, 846·855; teoria 312·3 18,789·855, 1144·1153;
también D inero y Especula­ 890, 932·93 4; tran scurso temo del cré dito circula tori o, 312· expansión crediticia y, 789­
ción). peral y, 726·73 1, 731·7 38, 318, 833·839 ; teorías no rno­ 855; int erno y externo, 488·
Cambio indirecto, 110·118,312­ 744 ·747; transferencias de, netarias de los, 811·814. 493, 674·682; libre, 135·140,
318, 595-710 . 758·763; volhsioirtscbajtlicbe, Ciencias: apriorísticas, 86·91 ; d e­ 1083·1092.
Cambios interlo cales, 674·682 . 767·768 . fin ición , 31, 45·50, 110· 118; Comercio internacional: dinero y,

81

L
1282 La Acci611 Humano I ndice analítico 1283

668 -672; oposición al, 253­ 389 (estacionaria); in tercamb io 526; empresariales, 512-526; (not a); gobierno mayoritario.

258; política y, 58 7-590; res­ en las, 3 12-318 ; sociedad so­ ex ternos , 9 53-965; precios y, 130-140 , 232.249, 292-296,

tricciones al, 1077-1082, 108 3­ cialista cn las, 100 1-1007. 160-16 1, 526 -53 6; prod ucti­
297-300, 949 (nota); ind us­

1092. Consumidor: opciones del, 108­


vos, 5 17-5 18, 555-557 ; reales,
tri al, 435 -440, 1173 - 1175 ;

Compensación: acuerdos, 1154­


110, 94 1-943, 1049-1057 ; pu­
590-594 , 925 -929 ; reducción
mercado y, 4 15-418, 575-579 ,

1157 .
blicidad ante el, 48 4-488 ; sobe­
de, 522-526 ; restr ictivos, 1077­
991-993; siglo XVIlt , 272 -276.

Competencia: bio l ógica, 420·429,


ranía del , 415-420 , 469-472 ,
1082; valoraci ón de los, 590­ Democracia del mercado, 4 15­

971-979 ; buen nombre y, 567 ­


73 4-743.
594. . 418, 57 5-579, 99 1-993.

573 ; ca tal áctica, 190-19 1, 420 ­


Consumo: capita l y, 400-407; in­
Cos tos comparativos : ley de los, Democracia industrial, 435-440 ,

429, 979-999 ; imperfecta, 537·


tervención en el, 1060 -1065 ;
25 1·258. 1173-1175 .

567; líbre, 420-429; monopo­


monopolios y, 524-526 ; pro­
Crédito: circulatorio, 3 12 -3 18 ,
Dep resión: ac tua ción co ntracícli­

l íst ica, 537 ~ 567 ; restrictivo.


ducció n y, 537-567, 643-64 5,
648-668, 833-839 ; contra cción
ca, J150-1153; bajo regímenes

420-429.
1075-1077.
del, 826·833; mercancía, 6·15·
to talitarios, 8 25 -826 ; causas,

Comportament ismo, 27-3 1. Contabilidad: de capitales, 400­


64 8; teoría del , 1144-1153 .
3 15 (nota), 636·639, 647·64 8,

Compras y ventas, 58 0-584. 407, 724-726 , 758-763, 769


Cuasi mercado, 1024-1030. 821-825 , 846 -855 ; 1144-1150;

Co mp rensi ón : dmb ito de la, 9 1­ (nota), 1212-1227 ; de costos,


Curso legal, 649 (nota), 66 7-668 ,
consecuencias, 839-843, 11.-'1 9­

102 ; economía y, 110-118 ,


5 12-526 ; sis temas de, 329-333 .
67 1-672 ,699-706 , 1127-113 1,
1150.

187-190, 943-946 ; hist órica,


Contine ntal Currency, 639 .
1131-11 34.
Derecho : de huelga, 1123-1126 ;
110-118, 187-190 ; incert idum ­
Contracción crediticia, 826 ·833 . de propi edad, 953-962; de re­
bre y, 180-184; polilogismo y,
Cont ratación colectiva, 1123­ belión , 438 (nota) .
144-148; tipos ideales y, 102­
1126.
Chamberlin, Eclward 11 ., 488
Derechos de aut or , 576-577 , 96 2.

110 .
Con tro l: del crédi to, 1148-1153 ;
(nota).
965 , 987-989.

Comte, Augusto, 123-127, 240 .


de la moneda, 1154-1157.
Chasles, Philnrete, 299 (nota). Derecho natural, 232-243 , 272 ­

Co munismo: consecuencia s, 993· Convertibilidad: de los bienes de


Cheyney, Ed w a r d Pou s, 77
276 , 1044-1049, 1099-1101.

998; revolu cion ario, 1065 [no­ capi tal, 744-747 , 747-758.
(not a).
Descendencia, limitación de ]<1 ,

ta); Se gunda Int ernacional, Cooperación: cálculo económico


971 -979.

241-243 . (Vid. tamb ién Mar­ y, 1013-1017; d iferen tes tipos


Descuento y hu ida de cap itales.

xismo )' Socialismo). de, 303-307 ; distintos enfo­


Dar winismo , 267-269 , 272 -276 .
685-687 .

Concepci6n y comprensión, 9 1­ qu es , 17.2 1; economía de mer­


Dato último, 43-45, 48·49, 59 ,
Desequilibrio, 643-6 45.

102. cado y, 429-442, 100 1-1007 ;


88-9 1, 157-159.
Desigualdad : personal, 148- 151,

Confiscación : filosofía de la, humana, 229 -232, 249 -250,


D avanza ri, Bern ardo, 356·357 .
215 , 250, 272-276 ; riqueza y

1166-1169 ; fiscalidnd y, 116 1­ 97 1-979 , 1039-1040 ; moneta­


Deflación, 63 1 -63 4, 643 -645 ,
renta, 440-442 , 1069 -1071.

1166; redist rib uci ón y, 1159­ ria internacional, 706-7 10; so­
826 -833, 1131 - 1134. (Vid. 1212-1227.

1160 ; riesgo y, 1166-1169. cialismo y, 100 1-100 7; venta­


también Teoría cíclica, Depre­ Deuda pública, 346-352, 122 1­

Conflicto (y armonía ) de inter e­


jas de la, 235 ( nota).
sión y D inero ). 1227 .

ses , 967-971.
Copérn ico, Nicolás, 102, 289 .
Deistas, 118-121, 37 1.
Deudas: reducción o incremento ,

Conocimiento, 22.27 , 64-73, 141·


Corporativismo y sindicalismo,
Demanda: consumidora , 372 -377,
1131-1134 ; públicas, 348-352,

144, 320-325 , 857 ·859 .


117 1-1183.
8 11-814; de dinero , 600-6 10 ;
122 1-1227 .

Conq uista , 946-948 , 118 5-1190.


Corrupción, 1063-1065.
de prod uctos suecos, 1153 (n o­
Deudores y acreedores, 790-793 ,

(Vid. también G uerra).


Corto plazo: concepto, 952 -953,
tal ; elasticidad , 97-98 , 526­
1131-1134 , 1141-1144 .

Consejo Mundial de Iglesias, 982


1085-1086, 1223-1227 ; ce nse ­
536 ; .med ida, 526-536 ; mono­
Devaluación ,692 -693 , 1136-1138.

(nota). cuencias, 137 - 138, 450- 452 ,


polio de. 573 -575, 863-864.
Dictadura , 184. (Vid . también

Consis tencia , 167-171. 952 -953; gastos a, 1143-1144 .


Democracia: defensa de la, 129
Go bierno y Totalitarismo).

Construcciones imaginarias: autís­ Costos: comparativos, 251-258; (nota), 237 -243 , 1224 - 1227;
Dickínson, H enry Douglas, 1025

rica, 377-379; en reposo, J8 8­ contab ilizaci ón de los, 5 12· elecciones democráticas, 94 9


(nota) , 1029 (nota ).

1284 La Acción Humana 1ndice analítico 1285

Dietz, Frederick, 905 (nota) . 62 3,640-642; velocidad de cir­ to de la, 110-118; profesionali­ Economía estacionaria, 388-389 ,

Dietzgen, Eugen, 127 (nota). culación, 636-639. dad en la, 1253-1256; singula­ 395-396, 449.

Dinámica, 397-400, 534-536.


Dinero caliente, 691-693. ridad de la, 1245-1246; siste­ Economía mixta, 397-400, 1039­

Directores de empresa, 462-472,


ma matemático de ecuaciones y, 1040, 1048·1049, 1238-1242.

Dinero: acuñación, 1127 -1 131;


Economistas: austriacos , 22 - 23 ,

bimetalismo, 699 -706, 1127 ­


1024-1030, 1173-1175, 1238­
1030 - 1036; universidades y,
1242.
1269-1271. 195, 734 ; crítica marxista, 29~

1131; cálculo económico, 333·


30; ingleses, 7 34 (nota); laissez

337, 346-352; capital y, 767­


Discriminación en precios, 499,
Economía clásica: capitalismo y,

580-584.
29-31, 899-908; comercio, 108·
[aire, 90 3 ; matemáticos , 387­

770; características del, 702­


388, 535-536, 598-599, 619,

7 O3 ; certificados dinerarios,
Distribución, 389-396, 510-511,
110, 196-1 98, 318-320, 420­

589-590, 1159-1160.
638, 1017-1019; profesionales,

648-662; crediticio, 405-407,


429; concepto del beneficio en

Dividendos, 457-459, 786 _ 1253-1256. (Vid. también Eco­

640-642, 649 (nota) ; de curso


la, 785-787; determinación de
nomistas clásico s) .

legal, 699-706; definición, 312­


Divi sas, cuentas compensatorias, los precios, en la, 107-110; en­

3 [8, 320-325, 595-596, 600·


1154-1157. Ecuación de intercambio, 535·

señanzas de la, 272-276; erro­

607; demanda de, 600·6 10;


Dorn, Walt er Louis, 901 (nota). res de la, 107-110, 196-198,
536, 596-597, 637-638.

emisiones estatales, 620-623;


Douglas, Paul, 529. 928-929, 99 I ; logros de la,
Ecuaciones diferenciales, 387-388,

estabilizaciones, 339-346; ex­


Drid zo, Solomon Abramovich, 356-357; teoría del valor en
1030-1036.

tendidos errores acerca de, 596­


1113 .
Eddíngton, Arth ur Stanley, IDO

la, 19-20, 108-110, 196-198 ,

600; fiat, 59 1-594; fuerza im­


Dualismo, 43-45, 1039-1040.
(nota), 326 (nota).

318-320,722-723.

pulsora del, 623-627; gasro y,


Duopolio, 545-546.
Ego, 35, 52-56, 81-82.

Duración de la ut ilidad, 711-717.


Economía de giro uniforme: defi­ Egoísmo, 376 - 377, 985 - 986,

339-346; gobierno y, 699-706,


nici ón. 379·388; dinero, 620­
833-839; intercambio y, 623­
1063-1065.

62 3; econom ía estacio naria y, Ehr lich, Pablo, 1021-1022.

627 ; medio de intercambio , 74 ,


379-388; in te ré s, 774-782,

320-325, 803-805 , 600- 607,


Econometría, 526-536. Einfiilung, 90.

784 -787, 789 -790; precios,


Einstein, Alberto , 75, 167 (nota).

688-693; mercado y, 600-607,


Economía: autárquica, 4 11 (no­
495 -501, 534-536 , 565-567.

803-805, 820; mercancía, 640­


ta), 482-484; burguesa, 130­
Elasticidad de la demanda, 97-98.

928-929, 10 30-1036; produc­


Elecciones políticas, 949 (nota).

642; monometalismo,6 99-706;


140; conocimiento de la, 317­
ci6n, 844 (nota), 910 - 915;

neutral, 312 - 320, 385 - 388,


318, 1269-1271; definición de
Vid . tambié n Votaciones.
tierra y, 936 (nota).
Ellis, Howard, 6 12 (nota).

595-600, 623-627; nacional e


la, 31, 307-308, 320-325, 347

inte rnacional, 699-710; oferta


(nota), 407 -415, 578, 590 ­
Eco nomía ele me rcado : autís tica,
Ely, Ricardo T ., 540 (nota), 774

de 347·352, 600-610, 647-648,


594 , 731-738, 885-886 , 1251­
301-303, 377·379 ; autonomía.
(nota), 1072 (nota).

806-825, 837-839; orígenes,


1253, 1274-1275; el individuo
de la, 1095-1101; burocracia y,
Emparía, 90, 145.

607-610; papel moneda, 610­


y la, 1266-1267; enseñanza de
469-472; capital y, 400-407,
Empiricismo, 64-70, 117_

623, 631·634, 1134-1138; pa­


la, 1258-1 263; epistemológica
799-802; capitalismo y, 407­
Empresario: actividad del, 349,

trón de [acto, 699-706; patrón


41 5 ; características de la, 397 ~ 353-355, 385, 391-395, 495­

condición de la, 22-27, 61-64;

flexible, 1134- 1138; relación


escuela histórica prusiana, 882;
400 , 795-799, 991-993; cata­
501, 1031; auges económicos,

monetaria, 643 - 645, 1129­


idea generalizada sobre la, 693­
láctica y, 36 1-365; competen­
809-810; buen nombre del,

1131; sanidad del, 346-352,


699; juicios de valor y, 30-31,
cia y, 189·190, 473-477 ; con­
570; cálculo empresarial, 504­

1138-1 144; sustitutos moneta­


48-49, 45 1-457, 539-542 ; la
sumidores, en la, 415-418, 500­
506 ,523-526; capitalistas, 746

rios, 645-648;' talonario, 662·


educación y la, 1263-1265;
501, 587-588, 1063-1065; co­
747; economía cambiante, 506­

668 ; teorema regresivo, 610·


mercado y, 369-372; metas u
operación social, 429-440, 440­
511, 784-787; economía esta­

623, 634-636, 889-890; teoría


objetivos, 25-27, 153-156, 287­
442, 1001-1007; corporativis­
cionaria, 395-396; intereses de
cuantitativa, 73-78, 97, 356­
292; negación de la, 22-31, 48­
mo, 1177-1183; deíectos, de
mercado y, 790-793; inversio­

357 , 607-610, 610-623; ut ili­


50, 365-367,943-946; praxeo­
la, 12 0 3; expa nsión crediticia , nes, 851-855; mentalidad del,

dad marginal, 600-607, 668­


logía y, 17-21, 153-1 59, 738­
789; hechos dados, del, 943­ 508, 851-855; mercado labo­

672; valor del, 527-528. 610­ 739, 1271-1274; procedirnien­ 946_ ral ante el, 867-872; monopo­
1286 La Acción H umana Indice analítico 1287

lios, 540-542; pérdida y ganan­ 536, 950-953 ; económicas, 61


Fairchild, Fred Rogers, J 177 Franklin, Benjamín , 133 (nota) .
cia del, 442·44 9, 566, 590·594, (nota ), 336-337; medias, 104­
(no ta) . Freud, Sigm und , 68 .

763·767, 784·787, 1079 (no­ 105. Fascismo , 1178-1179.


Frontera (americana), 956 .
ta); previ sión empresarial, 467 ~ Estado de reposo: cotid iano, 380; Federal I{eserve A ct de 19 13,
Fullarton, principio de, 662.

469, 508, 1257·1258.


en economía unif orme , 379· 829.
Futuro : incertidumbre del , 173­
Enajenación menta l, 289·292.
380; final, 380. Felicidad , 39-4 1.
175, 190·19 1, 320-325, 95 1­

Endemonismo, 40-41, 49-50.


Estado y sociedad, 235-238. Fenómeno social, 248·249, 423,
953 , 1256·1258; mercado y,

Engels, Federico: desarr ollo so­ Es tados Unid os : expa nsión cred í­ 439. 395-396, 495-501; pasado y

cial, 981; nivel de vida, 260;


ricia, 833-8 39; guerra civil, Ferguson, Adam , 305 (nota). presente , 164-166.

pensamiento, 126, 140, 219;


1195-1198; préstam o y arricn­ Fetter, Frank Albert, 404 (no ta), Galileo, Ga lilei, 77, 289 .

propiedad privada, 305 (nota) ,


do, 709; productividad bélica, 417 (not a), 725, 925 (no ta).
Garbo, Greta, 909.

365 (nota), 411 ; trabajo, 863


1191- 1195; tr abajadores en, Feudalismo, 1186, 1210.
Gasto público: ahorro y, 22 1;

(nota), 881 (nota ).


987 [nota}. Feurbach, Ludnig, 41. cálculo y, 348-352; capacklad

Englis, Karel, 54 (nota).


Estatismo, 292-296, 1001·1007,
Filosofía: Acción hum ana y, 35­ adquisitiva y, 341; carga del ,

Envidia, 149.
1010-1011, 1044-1049.
60; problemas episte mológicos, 374-375, 1072- 1073, 1121 ­

Epicureanismo, 40, 235.


Estatolatría, 234-235, 348, 1 J 98·
61-121. 1122, 1234-1 238; consumo de

Epistemol ogía, 17, 22-27, 61·121.


1201.
Fines y medios: análisis, 153·
capital y, 1225·] 226; contrncí­

Equilibrio: especulación, 387 ,


Etica, 40-41, 157-159, 234·235,
156; cooperación social, 279·
clíco, 1150-11 53; crisis y,

39 0; nece sidades , 71 9 ; precios, 1049-1057.


282, 286-287; gradació n de
1150; escasez y, 365-367; res­

383,498,564-565, 621, 1029.


Etnología, 141-144. los, 311-312; preferencia tem­
trícción de la produ cción y,

Error, 287-292.
Europa: banca y banqueros, 662· por al, 711-717, 738·743 ; utili ­
1077-1082.

Ersatz, 1195-1198. 668; civilización en, 141-144; zación, 320-325.


G enio, 148, 221-223, 374 (nota),

Escalas: de necesidad es, 159·160; ecología en, 956·957; pobreza Fiscalidad : amorti zación de la.
412,476-477, 962-964 .

de valor, 157-159, 167.


en , 1205-1212. 937 ; capacid ad de pago y,
Geometría, 73, 326.

Escasez, 155, 366-367, 776-778.


Evolu ción, 66-67, 266·267, 297­
1069; carga de la, 329-333,
Gessell, Silvia , 1143.

Esclavos y esclavitud, 303-307,


300, 411, 724-726.
432-433, 1043, 1236; confis­
Ges taltpsychologie, 84, 232.

432-440, 915·924, 1185.1190 , Exorcismo, 70-73, 116.


catoria , 116 1-1169 ; cos to ser­
Gi ddings , Franlclin Hcnr y, 231

1209-1212.
Expansión crediticia : au ges, 11 50 ­
vicios es tatales, 10 76 ; interven ­
(nota) .

Escolasticismo , 118, 1046.


11 53; definición , 647·648, 832­
cionismo de la, 348 , 1067·
Gobierno : a u t o cr áti c o , 9 48,

Escuela bancaria, 656, 662·668.


833, 1144-1150; efectos, 806­
1074, 1159 - 1160 ; ne u t r a ,
1002; burocracia y, 469; coac­

Escuela histórica, 313 (no ta),


825, 1121-1122, 11-1 7·1150;
1067 ; objeti vos fiscales y no
ción y, 120-121, 237-238, 293­

318 - 320, 411, 943, 1017,


fianciací ón de la, 648-662, 659 ;
f isc a lc s , 1071 ; progresiva ,
296 , 433 - 435, 1043 - 1044,

1099.
int erés y ciclo eco nómico , 7 89 ­
1163-1234; socialismo y, 1071­
1218-1219; confusión semánti­

Especialización, 117, 476 - 477,


790; patrón oro , 699-710.
1073; tipos de, 1073-1074;
ca, 418-420 ; delimitación Iun­

910, 1260·1262.
Experimentación, 61-64, 102.
total, 1069-1071.
cional del, 1044-1049; laisscz

Especulación: capit alista, 3 9 O,


Ex plotación, 457·462, 879-889,
faire y, 1057-1060; liberalismo

1111·1122.
Fisher , Irving, 317, 341, 660,

391; desarrollista, 507· 509,


725, 796 (no ta).
y, 238-239, 437-440, 490,

852-854; en divisas, 68 1; in­


Ex portació n e impor tación , el Ji­
1048-1049; mayoritario, 128­

nero y la, 672·674 , 706-710,


Fi siocra cia , 29.

certidumb re y, 183-1 84; pro­


Flaubert , Gu stavo, 4 12.
129, 238-239, 243, 293-294,

ductividad y, 376-377, 983­


1138-1144.
298-300, 949 (not a); mercado

Flogisto, teoría del, 77.

984, 986 ; tra scendencia de la,


Foch , Ferdinand, 756 .
y, 1039, 1095; minoritario,

462-472, 495-501.
Fon do Mon etario Internacional , 295-296; pré stamos al, 348­

Espinas, Alfredo, 21 (nota) .


Fabianismo, 1099. 352, 690, 1218-1219; propie­

709-1141.

Estabilización, 339-346,543, 627.


Fábricas, 902-904. (Vid. también Fouri er, Carlos , 120 (nota), 219,
dad y, 397-400, 953-962.

Estadísticas: de precios, 499, 526­ Industrialismo y Tecnologla) . Gobierno Mundial, 993-998,

372.

l.,
1288 La Acción Humana Lndice analítico 1289

1185·11 90. (Vid . tambié n Oro da, 1186; movimientos migra­ 736.738, 897.899; de l pensn­ Id eas, su funci ón , 277·300 .
ga nizaci ón intcrnacional ). to rios y la, 1190; paz y, 235· miento socialista, 1001·1007 ; Ideologías: imperant es, 292·297 ;
Godwin, William, 120 (not a). 237 ; prod ucción y, 1191·11 95; enseñanzas de la, 78, 993; filo­ influj o de las mismas, 943·946;
Goe the , Johann Wolfgang, 355 . pr od u cto s sintét icos, 1195­ sofía, de la, 59 ; física y huma­ in terpretación marxista, 23 ,
Gordon, Mania, 944 (no ta) . 1198; socialismo y, 1185·120 1; na, 102 ; guerra e, 946·948 : 126·1 27, 130· 140, 138, 318·
Gossen , Hermann H ein rich, 200 , tota l, 265·267. interpret ación infla cion ista de 320; tradicionales, 297¡ uni­
505 , 1017. Gu erra Civil A mericana, 11 9 6. la, 693-699; pmxeolcgla e, 59, versalistas, 278.287,297·300.
Grada ción de los valores, J 60· 61-64, 102· 11(J; salarios, 889 · Igualdad an te la ley, 1212· 1227_
161, 202·205, 311·312, 504. 890 ; teo ria e, 884-886. Igualdad de opor tunidades, 420­
Gran Breta ña: capi talism o britá­ H aberlcr , Go tt frie d, 811 ( no ta), His t órica, escuela, 313 (nota), 429 .
nico, 905·906 ; deflación en la, 1147 ( nota ). 318 ·320, 411, 943 , 1017, Il usion es libera les, 247·249, 298·
82 8-829; econom ía brinínica, H ahn , Albert , 1122 (n ota ). 1099·1001. 300 , 1248· 1250.
29, 234·235; economista s in­ H oller , Karl Lud wig, 1248. Histor icism o , 22·27, 41 1. Il ustración, edad de la, 371·3 72.
gleses, 496 (not a); emp resario, H arnmo nd , J ohn Law ren ce y Bar­ Hirler , Ad olfo , 129, 140, 946 , In certidumbre, 173, 385.
británicos. 928 ; escuela mone o bara, 90 1 ( nota), 905. 1153 (n ota). Indícc, nú meros , 340·341, 660·
rari a, 3 15, 833¡ Iabi nnlsmo, lIaney, Lcwis Henry, 928. Hoff, T. J. B., 1029 (no ta). 662.
1099; leyes bancarias, 660; li· H a n s e n , Alvin H arvcy, 1057 H ogben , Laneelot , 131 (nota). Individualismo: anrico lcctivista ,
brecambismo en la, 136· 144 ; (no ta ). H o hcnacl lern , 489, 550·55 1. 241.2 43, 1057-1060 ; met odo ­
patrón oro, 702 ; p roblemas I-1ayek, Friedrich Augu st, 426 Hombre : actuante, 35-38; des­ lógico, 78·81.
mone tario s, 1131-1134 ; socia­ ( notn), 428 (no ta) , 597 (n ota), igualdad hu m an a, 2 15, 249, In dividuo : acción del , 82·86, 607·
lismo, 1177· 1183; s is tema 734 (nota), 776 (nota), 846 272·276, 12 12·1227 ; ccon ám í­ 6 10, 1049·1057; cálculo mo­
Speenharnland , 878-879 (nota) . (no ta) , 1029 ( nota ), 1036 (no­ co, 107 ; hecho dado, 948·949; net ario y el, 353·355; cambian­
Greenbachs, 70 1. ta), 1117 (no ta), 1223 (nota) . irracionalidad, 481; medio, 85 . te condición del, 84·86; el mero
Gregory, T. E. 701 (no ta). H azlitt, Henry, 960 { no rn), 1122 299 , 898, 904 -906; primit ivo , cado y el, 478·484; la natu ra­
Greidan us, Tjardus, 642 (nota) . (no ta) . 66·67,70·73, 233, 879 ; racio­ leza y el, 17·21; la sociedad y
Gresham, ley de y func iona micn ­ Heckscher, EIi Filip, 967 (no ta). nal, 45·50; social, 78; vege ta­ el, 229·232, 259·261,278 ; so­
to, 1098, 649 ( nota), 1128· H edonismo, 40 -41 , 49-50 . tivo , 59_ (V id . tambi én Acción born o y corrupción del, 1063·
1131. H egel, G eorg W ilhelm F ried rich : hu mana ). 1065.
Grillparzer , Fr anz, 222 . esta tola tría , 1201 ; teoría, 123· Hombre común, 85, 299, 898 , I ndust ria: auges , 8 18.82 1, 839·
G rocic, Hugo, 1186. 124, 126, 135, 240 . 9(J4·906. 843; concentración de In, 5 18·
G uerra : autarquía y, 1195·1198: H egemónicos, lazos, 30 3 - 307 , Homme moyen, 948 . 519; fabril, 5 19·52 0; mod ern a,
benefici o s empresa riales en, 434·435. H omo a g CtlS, 39 _ 86 1 ¡ naciente, 752 ¡ ubicaci ón
11 9 3 · 11 95 ; capitalismo y, Herácl ito , 271. H omo oeconomic us, 107 · 110, de la, 752 , 757·75 8.
1195 ; causas de la, 741 , 993· Herencia y circunstancia , 84-85. 372 , 948 . Industrialismo: mec ánic a del,
998, 1187-1190 ; civil am erica­ H erramien tas y maquinaria, 1118· H uel ga, derecho de, 1125·11 26. 907·9 08; occiden tal, 740·743_
na, 1196; comercio y, 1185, 1119 . (V id. también Tecno lo­ Hum an a exist encia, 229 · 232 ,
1195, 1198; comercio int ern a­ gla), 1269-127 1. Industrias nacientes, 752.
cional y, 274-276 , 969-971, Hume, David , 21, 125, 234,31 6, In evitabilidad del soci a l is mo,
H er zfeld , Mariannc, 694 (no ta).
1185, 1195, 1198 ; deuda pú ­ Heterónom a, ética , 41, 236 . 623-627 , 970. 1008.
blica y, 350-352; econo mía de , H ipótesis, 187. Husserl, Ed rnund, 165 (n ot a). In flaci ón : consecuencias, 619·
1185-1201; el mercado y Ja, Historia: ámbito y sis temá tica . Hut t, Willi am H arold, 867 (no­ 623, 634·636, 803 ·805, 806·
1191·1195 ; fiscalidad y, 432­ 86 · 91; categorías históricas , ta ), 870 (nota ), 1113 ( nota). 825; crecien te, 636·639; deíla­
433; historia y, 946-948 ; in ter­ 313 (no ta); de la pr opiedad ción e, 631·634, 643·645, 827,
vencionismo y, 1189; inutili­ priv ada, 407.4 15, 99 1.993; del 1133; ex pa ns ió n crediticia,
dad de la , 1198·12 01; limita­ capitalismo, 29·31, 407·4 15, «Id», 36, 1270. 832·833; h istórica, 693·699 ;
1290 La Acci61/ Ji umana l ndice analitico 1291

interna, 674·682 ; pasiva, 836


Ilicro de, 967-998 ; clases, las.
James, W illiam, 247. Lavoisier, Antain e Laurent , 289 .

(nota).
23, 131· 133, 1049-1057 ; esta­
j evons, William Stanley, 196 ,
Lebe nsraum, 490.
Infl acionistas: ante la histo ria, blecidos, 413 - 41 5, 420 · 429,
716 , 724, 736 (no ta), 849 ,
Legislación : comercia l, 330 ; cur­

693-699 ; postura radical, 365­ 509·5 11, 1227-1229 ; limitación


1150 .
so obligator io, 1127 , 1131­

367.
descendencia e, 97 1-979 ; rcc­
J uego, 187-190. 1134 ; " del tr igo», 137; de

Ingenierí a social, 184 .


tarnente entendidos, 979-9 9 1.
Justicia: concepto, 235, 1044­
Peel de 1844, 834; el lucro

Inseguridad, 1227· 1229 .


Int ervencionismo : argumen tos en 1049; social, 979-991, 1049 ,
ante la, 1079; laboral, 479 ,

Instintos, 41-43, 57·59 , 267·2 72 .


favor, 552 - 553, 1048 . 1049 ;
1229-1231.
550-553 , 1077 ·1 082, 1089 ­

I nstirucionalismo, am eri cano , 22 .


bancario, 656-668; confíscato­
Justiprecio y valoración, 50 1·504. 1092 ; licencias y paten tes, 553­

1099 .
rio, 1161 ·11 66 ; corrupción e, J usto precio, 1051-10 57. 554, 962-96 5; prolaboral, 475­

Instrucció n pública: eco nomía e, 1063-1065; crisis del , 1233· 477 , 1077-1082, 1089-1092 _

1251· 1253; general, 1263·­ 1242 ; curso legal mo netario e , Leibnitz, Go ttfried W ilheIm, 39

1265 ; valoración, 476·477 . 1131-1134 ; depresiones, 1150­ Kaufrnann, Feli», 75 (no ta), 168
(nota) .

In tegración funcional, 389-395. 1 15 J; economía intervenida, (nota).


Lenin , N iko lai. 129, 140 , 946 ,

Intercambio: acción de, 160· 16 1; 1039-1065 ; final del, 1238· Kautski, Kar!, 219 . 1239.

autístico, 30 1 - 303 ; bilateral,


124 2 j problemas mone tarios e J
Kemp is, Tomás de, 33 ~ . Lerner , Abba, 1164 (no ta).
1154-1157; directo e indirecto,
699·7 10,833-839 ; reacci ón del Kepler, Johannes, 102 . Lévy-Bruhl, Lucien, 70 -73.
312-318, 606; ecuación de,
mercado ante el, 1101-1108 ; Keynes, [ ohn Maynard : cambio
Ley: de G regory King, 357; de

535- 536 , 590- 59 4, 596 -600,


salarios e, 896·89 9 ; sistemas, extranjero , 1138·1 144; expan­
Gresham, 1098, 649 (nota ),

619 -623 , 636- 639 ; indi recto,


478·484, 104 1-1044. sión crediticia , 112 1; gasto ,
1128, 1134; de la población,

110-118, 59 5-596; interperso­


Intolerancia, 235·237. 644-645, 1076 , 1224-1225 ; in­
47 (nota), 208, 272-276, 97 1­

nal, 301·303 , 312-318, 388·


flación , 693 ·699, 698 - 699,
979 ; de los cos tos comparati­
389,488-493 , 789-790 ; medios
I nventos, 755-7 58.
1143-1144; mercado laboral,
vos, 25 1-253; de participación .

de, 73-78, 320 -325, 595-5 96 ,


Inversiones : ahorro e, 762 ·770 ; 8 0 ~ (nota) ; patró n oro , 700 .

auge, 839 -855; convert ibilidad


70-73 ; del mercado, 1099 ; del

600-607 , 688-693,1 127-1131 ;


Knight, Fra nk H ynemann , 11 4
rend imiento, 205-210, 514-526,

social, 30 1.
de las, 74 4-747, 747-758; de
(nota) , 44 6 (nota), 729 (not a),

capital, 520 , 570-57 1, 741 ­


97 1·979; económica, 25 1-253,

In rerés: ahorro e, 1220 ; bruto,


1223 (nota).
26 1 - 265, 272 - 276 ; igualdad

789 - 790; concep to, 369 - 372 ,


743,887-889 ; estatales, 12 18­
Ku Klux su», 1125 . ante la, 1212-1227 ; moral y

641-643 ; contracción credi ticia,


1227; extra njeras, 734 - 738 ,

natu ral, 232 - 243, 272 - 276,

826-832 ; cuantía del, 782-784;


740-743 , 75 1,757·758 ; incon­

vert ibilidad, 52 1, 588 , 846­


1044 -1 049 ; psicofísica, 20 1 ­

defin ición, 774-78 2; deflación ,


Laissez [aire: contenido , 1057­
205; ricard iana, 251-258 , 264 ,

826·83 2 ; de mercado, 790-793,


855 ; int ernacionales, 73 9-743 ;
1060 ; fuerzas productivas, 29.
272-276; salarial, 47,879-889;

839 -84 4; d e pr e sio ne s , 82 1­


malinversiones, 589-590, 8 19­
1212; nivel de vida, 899-90 8 ,
utilidad marginal, 193 ·205,

825 ; di videndos, 456-457 ; en


82 1, 823-825; oposición a las,
1081 -1082 ; paz y, 1189-1190 .

852-855 ; sobreinvetsión , 8 19­


92 5.

la economía cambiante, 784. 1194· 1195 ; revolución indus­


Ley de hierro, 47 (no ta), 88 1,

787; expansión crediticia, 789­ 82 1.


trial, 899 -908; tecnología y,
97 1, 1079.

790 ; fenómeno natural, 771· In versiones extra njeras, 734 -738 ,


906.
Leyes del trigo , 137.

773 ; originario, 784-787 ; pro­ 740·74 3, 7.5 1, 757·758.


Landauer , Carl, 1020 (nota) .
Liberalismo : defensa, 238 - 24 1,

. blemas que suscita, 789-790 ;


Investigación : cient ífica, 22-27,
Lange , Oskar, 1025 (not a).
285-287 ; filosofía del , 100 1·

producción e, 393 ; relación


43-45, 9 1; praxeológica, 45-50,
Langlois, C h a rle s Victor, 9 1
1007, 1212.1227 ; gobierno y,

monetatia, 668-672, 8 15·825;


125 1· 1253 .
(nota) .
238, 434 -440 , 4 8 8 · ~ 9 3 , 1049 ;

tasa del , 806 , 936-937; teoría


I nvest igaci ón fra ncesa sobre la
Laski, IIarold , 1059.
p raxeolog ía y, 2 ~4 -246 ; proble­

clásica, 77 1-773; teo ría de la


Banca, 666 .
Lassalle , Ferdinund, 122 0 Inota),
mas bancarios, 662-668 ; pseu­

productividad, 771-773 .
I rr acionalidad : 22·27 . (Vid . tamo 1226. . doliberalismo, 2 ~3 ; racionalis­

Intereses clasistas: armonía y con- bién Valor). Laum, Bcrrmrd , ~ 1I (nota) .. ta, 249 ; religión y, 235, 246·

1292 LA Acci6n Humana l ndice analítico 1293

249, 429-440 ; siglo XVIlI , 272­


Malinversión : 589 -590, 817-821 ,
Materialismo, 43-45, 52·56, 134­ Meyers, Albert, 949 (not a).
276 . (Vid. también Economía 823-825. (Vid. también Auges,
140,244-246, 300, 333·337.
Meyerson , Emilc, 73 (nota ).
de Mercado). Expansi ón crediticia y Depre­
Materiali smo dialéctico, 130·140 .
Migraciones : g ue r ra y, 1189 ,

Libertad : definición, 429-4 40,


siones.) Maupassant, G uy de, 412 (nota).
1200 ; salarios y, 564-565, 910 ­

1055 · 1057 ; económica, 437­


Malrhus, Thomas Robert , 972­ Maximización del beneficio, 205­ 915.
440 , 1267-1268 ; enemigos de
973.
210, 372-377 .
Mili, John Stu art, 176, 316,623,
la, 413-415, individual, 488·
Mal thusianismo , 47 (nota ), 208,
Maxwell, Jam es Clark , 131. 734 (nota), 986 (nota).
493, 1056, 1062 ; p referida ,
274, 971-979 .
McDougall, W illiam, 42 (nota). Mises, Ludwi g, 42 (nota), 59 (no­

376-377, 429-440, restringida,


Mnnchestcr , escuela de, 370 ,
Mecanicismo , 50 . ta), 292 (nota), 317 (nota), 408

29·3 1, 43 1, 1267·1268, 1274 ;


1188-1190, 1195, 1198·1201.
Media aritm ética, 343. (nota), 472 (not a), 602 (nota),

trascendenci a, 429-440.
M an d at s Tc rrito riaux ( 1796 ),
Medición : de la elasticidad de la
623 (no ta), 72 4 (nota), 742

, Liber tad bancaria, 661-668 .


639 .
demanda, 97-98, 528-529 ; de
(nota), 986 (nota) , 1029 (nota) .

Librecambismo: brit ánico, 13 6 ­


Mangoldt, Ha ns Knrl Emil, 446
las mutaciones, 343-346, 950­
Misticismo, 135, 26 1-265.

140 ; cambio de divisas y, 674·


(no ta).
953; del p od er adquisitivo,
Mltchell, Billy, 756.

68 2 ; discusión en torno 111,


Manifiesto Comunista, 885 .
339-346 , del valor , 197, 317.
Mitchell, Margarct , 9 17 (nota).

1083 -1092.
Maquinismo, 1213.
Medida s contracíclicas, 11 50­ Mistica uni án, 26 1-265.
Libre empresa, 136-140, 353-355.
Mark alemán (I 923 ), 639.
1153 . Mitos agrarios, 938-939 .
(Vid . tamb ién Libert ad, Lais­
Marshall , Al íre d , 580 (nota).
Medios de intercambio , 76, 323­
Modelo estático, 383.

sez Faire y Economía de Mer­


Marshall, j ohn , 1071.
325 , 595 , 600-607, 688-693,
Moloch, 253, 1050.

cado) .
Marx, Karl: Ant irracionalismo ,
1127-1131.
Moneda, vid . Dinero.
Licencias, 553-554, 964-965.
126-127 ; comunismo y, 944
Medios fiduciarios: amortización,
Monismo, 44 , 55, 1040.

Liderazgo, 221 - 223 , 246 - 249,


(nota), polilogisrno , 127-129,
685 ; consecuencias, 8 0 6 ~ 825 ,
Monometalismo , 699 -706 .

394, 473-477, 497 .


141, 1007; propiedad, 740 ;
832-833 , cooperación interna­
Monopolios: agrarios, 542 -543,

Liga de las Naciones, 995-998 .


teoría de, 126, 130· 140, 1007­
cional, 706 - 710, definición,
554-555 ; beneficios y, 160­

Lock e, John , 39 (not a).


10 10 ; trabajo, 88 1 (nota) , 883
645-648, emisión, sus límit es,
161, 541 , 557-558, 566; com­

Lógica, 54-56, 64-70, 123·127 ,


(nota).
648·668.
petencia y, 540, 570, comple­

141-144, 163· 164, 287-292.


Marxismo: crisis económicas, 848·
Medios y fines, vid. Fines y me­ tos e incompletos, 544-545;

Lorenz, Max Otto, 774 (nota),


849; crítica marxista, 29·30;
dios.
condiciones previas, 538-539,

1072 (not a).


enjuiciamiento del capitalismo
Mejorismo, 297-300, 1007-10 10.
de demanda, 573-575 , 867 ; de

Lotería s, 179.
por el, 898-899 , 1007-10 10,
Memoria, 67-70 .
espacio reducido, 56 1·563 ; de

Lozovsky, A., pseudo (Dridzo,


1248 - 1250; ideologías, 23,
Mencheviqu es, 140, 242.
fracaso, 557·559; derechos de

Solomon Abramovich) , 11 13
130-140, 319-320 , lucha de
Menger, Carl, 196 , 199, 505,
autor, 576·577, 962-964 , 989 ,

(nota ).
clases y, 982 -983 (nota); poli­
607-610.
empresarios y, 54 1; licencias,

Lucha de clases, 979-991.


logismo y, 130-140; socialismo
Mente y razón, 38-39, 64·70, 89­
553 - 554 , 964 - 965 ; marginal,

Lurz, Harley, 1069 (nota).


y, 399-400, 407-41 5, 982-983
90, 123-127.
548, 554-555 , 559 ; patentes,

Lysenko, Trofim Denisovich, 739


(nota), 100 1-10 11; teoría del,
Mercado internacional de capita­
546-550, 576-577 , 753, 962­

(nota ).
23 ·27 ,240-243,365-367, 98 1­
les 741.
96 4; precios de, 426 -429, 537­

982, 1264-1265.
Mercantili smo, 94, 673, 679-680 ,
567, 575-579, 593-594 , 989 ­

Matemáticas: aplicación n la eco­


967-971.
991, 1106-1108; salarios y,

MacIve r, ' Robert Morrison, 231


co nomín, 387-388, 499-501,
Met afísica, 43-45 , 54-56, 61-64,
563 ·565; tendencia hacia el,

(nota).
535-536, 598-599, 6 19, 638,
232-243 .
549, 989·991.

MachIup, Fritz, 767 (nota), 836


1017-1019; ecuación de inter­
Metáforas, en economía, 189-191,
Montai gne, Michel, 967·968 , 996.

(not a), 1148 (not a). c amb io , 535-536, 596-597,


418-420 , 684, 1057·1060 .
Moralidad: cooperación social,

Magia, 70-73. 637-638; la lógica y las, 163­


Metales preciosos, 346 .
232-243; dominio de si mismo,

Maistre , j oseph , 1248. 164. Methodenstreit, 22.


272-276, 971-979 , 1049-1057,

. .- _. _.
1294 La Acción Humana InA;,.."" analí tico

1111; ét ica, 157-159; felicidad ,


Nivel de vida: econo mía de mero lar deJ, 640·642. (V id. tam bién 353·355; placer y, 857 ( nota) ;
39 - 41; ga nancia empr esarial,
cado y, 407-415, 1093-1094,
Din ero). prelóglco y lógico, 64·70.
456-459; la ley y la, 1099­
12 48.1 25 0 ; estadounide nse, Pérd idas y G anancias : bélicas,

1101, 1211 - 1212; preceptos


1080 -1081; pob lación, 971­
1191 -1195; buen n o mbr e

mor ales, 27 1 - 272; rectitud ,


979 ; pror cccic uismo, 48 1-484;
Pactos cont ractuales, 303 - 307,
y, 57 1; con tabilización de,

1049-1057.
trabajo y, 879-889, 899·908,
429·440, 739.743.
329-333 , 1021-1023; dispari­

Morgen s ter n, O skar , 189 (nota) . 1077-1082.


Pago s, balanza de, 672-682. d ad entre, 160-161; distribu­

Movilidad del inversor, 763·767. Nominalismo , 78 . Pa lmer , Robert, 11 88 (no ta) . ción , 1175 -1177 ; empre saria­

Muni ch, cotno república sov iética N um éraire, 625 . Paneslavismo , 1215. les , 442·449 , 565·567, 590­

(19 19), 1020 (nota). Panfisicismo , 26, 43-4', 52·56 .


594, 763-767, 784-787, 1079

Mussoli ni, B en i to. 140 , 9 46 ,


Pánico , vid . Depresió n. ( nota); [ue rza impulsora, 19 ,

1180. O bligacione s : con tractuales y he­ Papi, H ugo , 1180. 457 -462, 846 . 855; ilusorias,

gemó nicas, 303·307, 432-433,


Paraguay, 12 0 6 . 634·636, 803 805: intcr ven clo ­

739-743.
Pareto, Vilfredo , lO17, 1036
nistas, 457-462 ; legislación la­

Nacio nalismo: alemán , 488·493;


Obras púhlicas, 1150-1153.
(no ta ).
bo ral, 107 9 (nota ); m axi mi za­

económico, 285·287, 993-998,


Oferta: beneficie , 372-377 ; con­
Par idad monet aria, 67 ~ ·68 2 , 682·
ción , 205·210, 372·377; mono ­

1092-1094, 1185-1190, 1198·


tr ol de la, 5~0 ; de di ner o, 600·
687, 1134-1138.
polístlcas, 539-542; mora lidad ,

1201 ; las teo rías eco nómica s y


607; discriminación a tr avés
Paro : ca taláctico, 844-846, 872·
457·462; o rigen de las, 449­

el, 25 ; religioso, 235-237. (V id.


de la, 580-584 ; influjo sob re
87 6; co ns ec u e nc ias , 1120 ­
457, 928·929, 967-97 1, 1256­

ta m b i é n Intervencion ismo v
los pr ecios, 108-110, 495-501 ,
1122 ; fríccional, 875 j histo ria ,
1258; psíquicas, 442.

Socialismo) . . 504·5 11, 537-567; interfere n­


12 46-124 7 ; institucional, 875 ;
Pe rfección, 118-1 21 , 626 .

Naciones Unidas, 553, 996·998, cia estatal, 1101-1111; mono­


salario s y, 550, 887, 111 1­
Perlado aprovisionad o , 389-395,

11 90,
polización de la, 537-567 .
j 122, 1123-1126, 1138-1144;
711·717, 731 ·738.

Nagel, Ernest , 943 ( nota),


O ligopo lio, 545. tecn ológico , 217·218, 1118.
Períod o de acomodaci ón, 950 ­

Napoleón, 756.
O nm lcomprc nsivos, concep tos, Part icipación, ley de la, 70-73.
953.

Nati onal Recovery Administra­


78-84, 232·249. Pasado econó mico: present e y fu­
Períod o de espera, 731·738. .

tion, 552-553, 1182.


turo, 164· 166; su influjo, 747­
Períod o de produ cción, 711-717,

O mniscie ncia y o mnipo tencia, 2 7­


Na zismo , 129, 29 1·292 , 4 12 (no­ 755. 724 -726, 731 · 738, 774-782,

31, 118·121.
ta), 488-493, 1019 .
Pascal, Blaise, 175. 799-802.

Oncken , August, 967 (nota).


Necesidades, escala de, 159-160.
Passfield , Lndy, vid. W ebb , Boa­ Per ver sidad , 157·15 9,
Op inión púb lica, en economía,

Neomercnnti lismo, -l9 3.


trice.
792, 1246-1247,
Pe rro , Sylvester, 1124 (nora ).
Neosocialismo, 1025 .
Paten tes, 546 , 575,179, 753·758, Pierson, Nikolaas Gerard , 1117.
Neumann, j ohn . 189 .
O ppenh eim er, Fre na, 128 .
Opri mo precio de monopo lio , 962·964 , 988·99 1. P igou , Art hnr Cecil, 1223 (n ot a).
Neuta th, Ono, 1020.
Patología, 47. Pioneros, 221·223.
Neurosis, 36 .
544.

Patró n flexibl e, 1134·1144. P itágoras, 73, 134.

Neu: Deal: aspecto inflacionista ,


O rde n in ternacional, 553, 993­

Patrón plat a, 683 , 699 , 1127·


Placer y dolor, 39-41.
811; en agricultu ra, 578; labo­ 998 , 1185-1190 .

1131.
Planificación : parcial, 399·400;
mi, 1 126 ; National Recoverv O r ie n te : anticap iralismc , 973 ­
Pax Britannica, 29 5·296 . part idarios , 979-991; policia y,
A dm inist ration, 553 , 1182.
979 ; h ábitos , 1215·1227; po­
Paz: conveniencia , 429--.1 :10; du­ 462-472; por la libertad , 1057­
Ne wton, su mecánica , 22.
breza, 1205·1212.
rade ra, 1185-1190, 11 98·1201;
1060 ; tesis favorables, 979­
Nietzsche, Friede rich Wilhelm .
Originario, int erés, 774-782.
guerra y, 232·24 , . 993·998,
99 1.
222. Oro : hle rru y, 196 ; patrón, 61;) 9·
11 85-1190.
Plata, polí rica es tadounide nse,
Nihilismo, 22. 706,838 ; pr od ucción de , 620 ;
Peel, decreto de 1~4 ·¡, 834.
1127-1131.

Nivel de precios. 3 ~ ~ , 596-600,


pu nto del, 67~-6 8 2 ; util ización Pensamiento: acción y, ' 4 , 27 7 ~
Po blación : comparat iva, 910·915;

619, 647.
del, 699·706, 1127-1131; va- 278, 857; mciodologfn del,
ley de Multbus, 47 ( nota), 205­
1296 La A cción Hu mana 1ndice analítico 1297

210 , 272 ·276 ; tamaño óptimo,


125 1-1253; empr esarial, 462· gran escala, 578·579, 861, 899·
Prot eccionismo: efectos , 546·553 ;
205-210, 971-979 .
472. 908; evolución, de la, 4>12-449,
legislación, 478 ·48 >1 , l ú83·
Pobreza, remedio de la, 372-377,
Preferir : behavorismo, 35 ·38 ;
449-4 62, 7 11· 7 17, 726-73 1,
1092; vuelta al, 130·140.
879·889 , 979·9 91, 1205·1212.
concepto, 429·440 , 943·946;
744·747 ; expansió n, de la, 462­
Prudhon, Pierr e [ oseph, 290, 366 .

Poder : ambición de, 116 1-1166 ;


decisión de , 82-84, 173-175,
472, 806-825 ; factores no hu­
Prue ba y error, 1021·1023.

consecuencias, 292 -296, 94 3­


946·948, 1044· 1049 ; herencia,
manos de, 967·97 1; fiscalidad
Pscudoliberalisrno, 247.

946.
144· 148 ; libertad de , 297-300,
y, 1159-1160 ; intervencionis­ Psicoanálisis, 35·38.

Poincar é, H cnri, 75 (nota) .


372·377; medición o ponder a­
mo, 9 5 3 - 96 5 , 1075 · 1077.
Psico íísica , 200-205.

Polilogismo, 22-27, 127-148.


ción, 193-205, 372·377 .
1159·1 160 ; marxismo y, 225 ;
Psicología y praxeolog ía , 35·38,

Pompadour, Madame, 953.


Prejuicios, 86-91, 100 1·1007 . medios de, 320-325, 1024 ·
198-205, 717-72 3.

Positivism o, 22-27, 43-45, 52·56 ,


P rclógico, pensamiento, 64·73 . 1030 ; mercado y, 726-73 1; pe­
Psiquia trín, 287-292 .

61-64, 9 1-101.
Presente, concepto p rax eol ógico, ríodo de, 7 11-717. 7 17-726,
Publicidad, 48>1-488.

Positivistas lógicos, 1020 (no ta) .


164·166. 73 1· 7>1 3, 774 · 782, 799 · 802 ;

Posterioridad y ante riorida d, 163·


Presión, grupo s de, 4 13-415, 478· precios y, 511·5 12, 589·590,

164.
484, 1238 .1 242, 1253· 1256 , 925·929; proceso de, 442-449,
Raciocinio, 65, 75, 110-118, 123­

Pragmatismo, 52-56, 64·70, 203


1258-1263. 449-462 , 71 1·717 , 726-73 1,
127, 141-144,1 97,483·484.

(nota).
Préstamo y arriendo, 706-710 . 744 - 747 ; rentas produ ctivas.
Racionalidad : concepto, 45 · 50,

P raxeología: cambio y, 526-5 36;


Préstamos: bancarios, 832 - 833;
925 - 929; rest ricción de la,
167 · 171 ; consistencia, 169 ;

capi tal y, 71 7·72 3, 758·763 ;


bélicos, 350 - 35 1; contratos,
1075-1077 ; temporalidad, 929.
irracionalidad y, >1 5·50, 148·

causalidad y, 50-52¡ crítica de 739·743 ; corto y largo plazo,


932 ; trabajo y, 210-223, 457·
151, 1271· 1274 ; liberalismo y,

la, 22·27; condición de la, 64·


603, 662·668, 79>1·799; de
>162, 879-890, 979·99 1.
2>18; razón y, 42. (Vid. tam­

70, 110·118, 6 10·623; definí­


mercado, 774 ·782, 799 -802,
Productividad marginal : del capi­ bién Acción humana).
ci ón, 21, 27, 35·38, 45·50 , 59,
838 ·839, 844-846; guber na­
tal, 449 ·462 ; del trabajo. 864· Racionalización, 133.
64-70, 153·156,226,364; eco­
menta les, 346 ·352, 688 -693 ;
872 .
Racionamiento, 1101· 1108, 1191­
no mía y, 17-2 1. 153-159, 739.
intereses, 682-687 ; interguber­
1195.
P rohibición a lco h ó l ica, 1060·

743, 1271-1274; el presente y


nnmentales, 739-743 ; moneta­
Racismo, 25, 127.129 , 141·14>1 ,
1065.

la, 164 ; investigación de la, 45­ rios, 645·648 .


148·151.

50; la histor ia y la, 6 1; la rea­


Previsión: comercial, 95 0 - 953 ,
P rolaboral. política, 4 7 8 ·4 84 ,
R"PP""d , William E., 998.

lidad y la, 73·78, 153-156,941.


1256· 1258; comprensión de t t,
1077·1082. [083·1092.
Razón: ap rior ística , 73-78, 487 ;

94 3; leyes de la, 429->1>10 .


190 ·1 9 1; cuantitativo, 320·
P roletariado, 123·127. 130-140.
defensa de la, 148·1 51; discur­
1095-1101; liberalismo y, 2>1 4·
325; económica, 173-175, 190·
144· 148.
siva, 110·1 18; Edad de la, 118·
2>19 ; límites, 118·121; método
19 1; empresarial, 4 6 2· 4 72 ,
Promoto r: conducta, 49 5· 5 01 ;
121; experiencia y. >1 3·45, 52­
de la, 367·369; objeto de la,
50 4·5 11, 1257-1258.
defin ición. 389· 396, 462 · 56, 73·78, 11 0. 118 ; human" ,
287·292 ; polilogismo y, 130·
Probabilidad : de caso, 180· 184 ; 472 ; éxito del, 853 . . 86 ·91. 123 ·127, 267· 276 ;
140 ; predicción y. 190. 191 ;
ele clase, 177-180 ; sígnificado, Pronósticos médicos, 180 . mente y. 64-73; metodología
psicología y. 35·38, 193·205.
175· 176. P ropaganda: anti cupi mlista . 859· de la, 17·21 ; praxcológicn, 73­
717-723 ; su car ácter formal y
Producción : ahorro y, 400-407 ;
86oJ; comercial, 484·488. 78; rebelión cont ra la, 123·
apriorístico, 64-73, 110-118.
anarquía de la, 371-372, 849 ;
Pro piedad: benef icio de la, 95 3· 127.
6 10-623.
bélica, 1191-1195; buen nomo
965; defi nición, 95 3·956 , 991 · Realismo: conceptual, 82·84 , 232 ·
Precapitalisrno, 899-908 .
bre y, 567·573; capita l y, 153·
993; derecho de. 953·965 ; pri­ 2>19, 758·76 3; economía y,
Predeterminada armo nía, 371 .
156, 512·526 , 589 ·590 ; con­
vada, 407-4 15, 473·477, 953­ 948·9>19.
Predicción: comercial, 944 ·946,
sumo y, 535·536, 642, 1075­
965. 99 1 · 993; trascendencia Realpolitils, 294 .

1251-1253; cuantitativa, 320­


1077 ; control estata l, 1075·
social de la, 99 1·993. Recetas (fórmulas), 207, 962-964 .

325; económica, 173· 175,1 90·


1077 ; costos de la, 5 12·526 ;
P rosperidad , 6 44 ·6>1 5. 11 5 3
Rectit ud, 52·56 , 27 1·272 , 1044·

191, 508, 9.50·953, 1229-1231.


empresariado y, 72 6·73 1; en
(nota).
1045, 10>19·1057, 1211· 1212 .

82

'hb+ _ 1

1298 La Acción H umana l ndice analitico 1299

Recu rsos ociosos, 2 17·21 8. 1067-107 1; distribución, 449· Samuelson , Paul Anthony, 1144
Soberan ía: del consu midor, 415·

Red istribución, 1159·11 60. 457 ; evaluación, 473·477; to­ (no ta) .
420, 456- 457, 470, 737, 888 ,

Reichsbank, 808, 832·83 3. tal, 336 ; valor y, 1030-1036 ; Sanrayana, Jorge, 1258 (nota).
1056 ; nacional, 993 -998.

Religión: Adam Smit h y la, 235


variab ilidad , 769 (nota). (Vid . Satisfacción de necesidades : cos­ Socialismo : agrario, 1160; benefi­

(nota); capitalismo y, 98 2-983,


tam bién Capita lismo, Di nero y tos, 590-59 4 ; egoísmo y, 376·
cio bajo el, 457-459 ; brit ánico,

1049 - 1057 , 1229 -1 23 1; con­


Aho rro) . 377, 986·991 , 1063-1065; es­
1177·1 182; cálculo económico

fliCIOS religiosos, 235·236, 246­


Robbins Lionel Charles. 169 (no­ casez y, 774 ·782 ; especulación,
y, 10 13·1036; capita lismo y,

249, 286; economía y, 429 ·


tal , 78 1 (nota) . 376-377, 983 -9 84, 986-991;
983·985 , 100 1 · 1007, 103 9­

440; el individ uo y la, 38·45,


Robinson Crusoe, 3 18. factor tempora l, 7 11-72 6, 738·
1 O4 O; cuasimercado, 102 4 ·

157-159; la sociedad y la, 232·


Roma : I glesia de , 982 ; decaden­ 743; med ios de inte rcambio y
1030; defini ci ón , 397-400,

249 ; liberalismo y, 246·249 ,


cia de, 1108·1111 ; tasación de la, 610·623; movilidad y, 626­
1010·10 11, 1039·1040; depre­

429-440; marxismo y, 138.


precios, 1108-1111. 627; precios y, 585 ·586; pro ­
siones económicas, en el. 825 ·
Rendimie nt o, ley del, 205·2 10,
ducción y, 400-407.
826; dirección económica del,
Romanoff, dinastía, 187. Schaíle, Albert , 1017 .
5 12-526 , 971·979.
Rostovt zcíf ( Rostov tsev ), M ik­ 37 1; economía de mercado Y.
Renta , 77 1-773 , 925 ·929, 110 1·
Schelling, F ri edri ch \XIilhelm ,
397-400, 510, 983·985 , 100 1­

hail Ivanovich , 1109 (n ota). 1046 .

1108 .
Rougier , Louis, 125 (nota) . 1007, 102 1-1036 ; escritos acer­

Ren ta nacional, 336-337, 449


Schopenhauer, Arthur, 60.
ca del 749 ; fiscalidad y, 1071 ­

Rousscau, J ean Iacques, 260 . Schultz, J-lenry, 529 .

(no ra).
Rumania, 734 . 10 7 3 ; funcionamiento, 126­

Reservas, su agotamiento , 1233 · Schumperer, Joseph, 536, 779


127,37 1·372, ]] 7 1-1172 ; ger­

Ruml, Beardslcy, 835 (not a). (nora ), 78 1.


mánico , 488-493, 704, 1004 ,

1238. Ru sia: sistema socialista ruso , Schutz, Alfred , 54 (no ta), 165
10 41 - 1044, 1095 - 1101 ; gre­

Restricción : competitiva , 4 2 7 · 104 1-1044 ; su econo mía, 400 ; (nota).

429, 563; costo de la, 1077­


mial, 1177 - 1183; guerra y,

ideo logía, 23 ; trab ajadore s en, Segunda Intern acional , 242.


119 1-1195; historia del pensa­

10 8 2 ; privilegiados por la,


987 (nota). Seguridad social, 899 , 12 11·1 2 12,

1083-1092 ; sisrema restrictivo,


miento, 1001-1007 ; inevitabili­

Ruskín, John , 946. 1222 .


dad del, 1010; lucha antica pi­

1092 -1094 . (Vid . también In­


Seignobos, Charles, 9 1.
terve ncionismo).
talista , 983 ·985; marxismo )',

Selección del mercado, 47 3·477. 400, 407-415 , 982 (nota); m é­

Revolución : co m u ni s t a, 106 5
Sadismo, 27 0, 860 .
Semánt ica, 4 14, 435, 543, 631 ­
(no ta); ideológica, 27-31, 123· todos, 147 ; praxeologla y,

Salarios: alza de los, 8 09 ; brutos 634. 1010 -1011 ; pro b l e ma del,

127 ; industrial, 899 -908. Servicios personales, 153 - 156,


y net os, 876-878; capacidad 10 13· 10 17; ruso, 1041 -104 4 ;

Revolución fra ncesa : a s a mb l en 223 -226, 361 -367.

adquisitiva, 459 · 462; cense­ traba jo y, 2 18-22 1.

constituyente , 438 ( nora ) : con ­ Servicios públicos, 562.

cuenci as mercantiles, 908·9 10 ; Sociedad : acción en la, 193-226,

secuencias, 639, 1187 .


d et erminaci ón, 417,888 , 1079,
Servidu mb re, 303·307 .

229·232 ; cont emplación meta­

Revolución industrial, 899 ·908 .


1139 ; Escuela histór ica y, 882 ;
Sicofan tes, 23,30,413 .

física y omnicomprcns iva de la,

Ricardo , David: cambio oro , 630 ,


expansión de la producción y Siete Años , guerra de los, 90 1.

1134 ; efecto ricardi ano, 1094


232·249 ,599; contractual, 429·

los, 459·46 2, 1118 ; exp licación Sindicalismo y corporativismo, 440; definici6n, 229·232 ; in­

(nota), 1117 ; filosofía de, 127­


hist órica y teorema regresivo , 469, 1171-118 3.

134,234 ,272-275 ,734 (nota),


tercambio en la, 30 1-303; la

889 .890 ; fijos, 372·377 ; jus­


Singulorismo metodol ógico, 82·
gran, 265-267.

882; ley de asociación, 25 1­


tos, 1054 ; ley de hierro (o
84.
258,264 , 272-275 ; renta ricar­
bro uce) de los, 47 (nota), 88 1,
Sintéticos, productos, 1195· 1198. Sociología : del conocimien to , 22·

diana, 925·929 , 932.


1079; mínimos, 1111 - 1126 ;
Sismondi, [ean Charles, 413 . 27 , 14 1-144, 3 19; de los ins­

Riesgo, 175,1 77 , 18 3,1 87 ,11 66·


reales, 80 4, 884·885; s..bsistcn­
Smlth, Ada rn: co ncie rtos empre­ tintos, 4 1-43 ; contenido , 6 1

1169.
cin y, 879·890 ; tr abajo y , 8 57·
sarial es, 867 (nota ); papel mo­
(nota).

Riqueza patrimonial: desigualdad


859. neda , 630 , 1134 ; religión , 235
Sófocles, 905 .
y política de rentas, 440 ·442 ,
Salvioli, G uiseppe, 9 19 (nota ). (n ota ).
Solvay, Ernest , 290, 366.

1300 La A cción Elumana I ndice analítico 130 1

Sombart, W erner, 305, 10 8 6 Te mpora l relación, 167-171,383­ Tirala, Lo rh a r Gonlieb, 143 1111·11 26, 1138·1144 ; servil,
(no ta) , 1213. 386. (nota). 915·92 4; sind icalismo, 1171­
Sorel, Georges, 269, 946, 117 1. Teocracia, 118-121, 241. Tooke , Thomas, 666. 1172 ; sindicatos, 1123-1126;
Spa nn, Ot hmar, 992 . Teorema regres ivo, 610·623 , 634· Torrens, Robcrt, 882. socialismo y, 2 18-221, 986.
Speenbamland (siste ma), 878. 636, 889·890. Totalitarism o, 27·31, 184, 232­ Trostsk y, Lea n, 121 (nota), 140,
Spencer, H erbert, 305. 249, 407·4 15, 429·440, 825· 147, 426 (nota) .
Te sorería: cuantía y co mpos ició n,
Speng lcr, Oswald, 946. 826. (Vid. ta mbién Colectivis­ Trueque, 312·3 18.
Spinoza , Bened ict us, 24. 668 ·672, 688 -693; liq uidez,
600 · 610, 623·627, 640 -642, 100 y Social ism o). Trurnan, 1176.
Stalin, Josef, 140, 946 . Trabajo: alegría y tedio del, 859·
Sti rner, Max , 241 .
767-770, 826·83 3; neutraliza­
ción de variables, 6 10-623 ; po­ 864 ; animal , 915-924 ; arbitra ­
Stri gl, Richard, 404 (nota), 942 jes, 1 122 ; armonía y co nflic to Ubicación indust rial , 747-758.
(nota ). der adqu isitivo, 610-623.
en el, 979-991; can tidad y ca­ Uni ón mon eta ria latin a, 70 l.
Subconsciencia, 36 . T iempo : acción y, 167-171, 711­
7 17; ahorro y, 767-770 ; bienes
Iidad, 908-910; capacidad de Univ ersalismo, 78 - 8 1, 82·84 ,
Subco nsumo , 459-462. compra, 695; capital y, 934; 232·249.
Subjetiv ismo , 20, 49, 101, 110, de capital, 726-731, 731-743,
características del, como mer­ Univ ersid ades y ciencia ccon órni­
157, 376, 590. 888; d inero r, 767-770; eco­ ca, 1258·1263.
cancía, 864-872, 879·890, 915·
Subsidios, 553, 878 (nota), 960, nornizaci én del , 166·167; ex­
924 ; compe tencia mercantil y, Ut ilidad marginal , 193·205 , 925·
1077. plotació n agrar ia y, 929·932 ;
1111 · 1126; cond iciones del , 929.
Subsistencia: cobertura de la, factor, 163·164, 379·388; in­ 879-890 ; co nvenios co lec tivos , Urilhnrist us, 4 1, 49·50, 235·236.
722; trabajo y, 879. vers iones y, 766; labor al, 711­
717; pasado, prese nte y futu­ 1123·1 126; desem pleo, 1111·
Suecia, prosperidad, 1153 (nota ). 11 26; desut ilidad del, 110,
ro, 163-164; perío do de es pe­
Suiza: Banca central, 691 ; devn­ 210-223, 366-367, 857-859, Valor : parado ja del , 108-110,
ra, 7 11·717, 73 1·743; período
luació n mon eta ria, 69 1; mono ­ 890·908; d ivisión del, 249­ 193·205.
de madu ració n, 711-717; pe­ Valoración : ahorro y, 782-784;
polio cerealista, 584. 250; funci ón histór ica del ,
rfodos temporales, 73 1 -7·13; cálculo económico y, 160·161,
Sulzbach , W alter , 1211 (nota). prnxeol ógica condición, 16 3·
235; horarios, 210·223, 879·
Superioridad racial, 148-151. 16 4 ; pr eferencia tempo ral, 71 7 ·
890, 890 - 908, 1077 - 1082; 307·308, 311·32 7; conflictos
huelgas, 1123-1126; infantil, y, 478·484, 1001-1007; del
726,729 (nota) , 738-743; pro­
du cción r, 73 1·738. (V id . ta111­
890·908, 1077.1082; inmed ia­ consumido r, 501·504; dictado­
Tarifa s: co nsecue ncias, 10 8 3· tamente gratificado, 218-221; res y , 184 , 949; economía y,
bién I nterés).
1092; d istorsión de la produc­ intereses laboral es a corto pla­ 30, 49, 449-462 ; escalas valo­
T ierra: catal.ictica y, 929; co n­ ZO , 138; intern acional , 564, rarivas, 157· 159, 167-171; Iilo­
ción , 1077-1082; industrias na­ servació n, 953·965; contabili­
cient es. 752 ; laboral istas, 478­ 910·915, 1195-1198; interven­ s ófica, 39-41, 43-45: 157·159;
zación capitalista, 400 ·407; cionismo, 890· 908 ; labor alistas gradación de la, 1(\0-1 61, 202­
484 ; pro teccionistas, 548. costos ex ternos, 953-965 ; en
Tautologías. 73. bri tánicos, 1057.1060; la so­ 205, 311-312,50·'·5 11; histo­
economía de unif orme giro , ciedad y el, 229·232; legisla. ria y, 91-102; igualdad valora ­
Técnicos, 462-472. 936 (n ota ); lugar de ub icación, ción laboral , 478 - 484, 553, tiva, 50 1, 316; justiprecio y,
Tecnología: consecuencias, 320· 934·936; mit o de la, 938-939 ; 1077-1082, 1083-1092; nivel 144-148, 159 -160, 501-504;
325 , 449-457, 747-758; me jo­ precio de la, 587·588, 772 , de vida y, 879-890; no especf­ medición de la, 197, 317; 10 0 ·
ramiento de la , 27-31, 589-590, 929·932, 936-939; propiedad fica cond ición, 210·218, 586, netnria, 527, 6 10·623, 640­
695· 699, 747 -758 , 899 ·9 08 ; de la, 473-477 ; refo rma agra­ 864-872; ofer ta de, 217, 890· 642; patrim onial , 1039; pre­
oportuna aplicación de la, 778; ria, 1160·1 161; submarginal, 908; países atrasados , 888; cios y, 160-161, 312·320, 501­
paro y, 216-218,1 117; tiempo 932·93 4; teoría de la, 926; precio del , 879-890; producti­ 504, 537-567, 587-588, 925;
y, 747-758. uso, 929. (Vid. también Pro­ vidad, 2 17,457-459, 879·890 , preferencia temporal y, 717­
Teleo logía, 52·56 .
piedad ). 986 (nota); profesion al, 223, 726, 729 (nota ), 738 - 743 ;
Temple, W illiam, 982 (nota) .
Tipos ideales, 102.110 , 389-396. 361 . 365; salarios, 879·890 , principios valorativos, 526­

¡\\
1302 La Acci án H umana

536; problemas de la, 1271· Weber-Fechner, ley de, 204.


1274; salarios y, 879·890; sin Wells, Herbe rt George, 970.
cálculo, 311-327; subjetiva, 45­ (nota).
50, 501-504; teoría clásica, 18­ W ert/ reiheit, 86, 1269.
21, 107-108; utilidad margi­ Wha tely, Richard, 2 1 (nota), 786
nal, 193-205. (nota).
Valorar y justipreciar, 50 1-504. Wickscll, Knut, 725.
Vasallos, 303 -307,11 85·11 90, Wicksteed, Philip Hcnry, 169
1205-1212. (nota).
«Velocidad» de circulación) 636· Wiese, Leopold, 266 (nota).
639. Wicser , Friedricb, 317, 319.
Verdad, 52·60.
V olkswirtscho/t, 488-493, 596· Wilson, Woodrow, 1190 .
600, 761, 767-770, 928. Wirtscbajtlicbe Staatsunssenscbal­
Voltaire , Francois-Marie, 969 · ten, 107, 882, 1099.
970. Wren, Sir Christopher, 1231.

Walras, L éon, 196. Yates, Douglas, 222 (nota).


Webb, Bearrice y Sidney, -118 Young, AlIyn, 774 (nota) , 1072
(nota), 905, 1180 (nota). (nota).
Weber, Max, 62 (nota), 203. Young, Arthur, 905.

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