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La articulación de las acciones de un magister en SMC con los beneficios para el

trabajo con la comunidad

Pensar desde una lógica sistémica y estructural más allá de un acompañamiento


individual es uno de los principales elementos que generan un valor agregado para todo
profesional que se ubique desde una lectura de la salud mental comunitaria, ya que tiene la
posibilidad de tener una mirada transdisciplinar entre el análisis de las conductas humanas
y el desarrollo de comportamientos individuales y un análisis crítico de las estructuras
contextuales que desde escenarios de desigualdad puede contribuir al desequilibrio de la
salud mental.
Contar con una mirada profesional que se acerque a la comprensión de la condición
humana como un proceso en constante construcción puede posibilitar que los procesos que
se gestan al interior de las comunidades se potencialicen desde el reconocimiento de lo
comunitario como un punto de encuentro donde el sentido identitario, la importancia de la
historia y la capacidad de autogestión para la generación de procesos de cambio social
(AMARES, 2006, p. 18).
Partir de un análisis relacional para comprender las formas en que se maneja el poder
que afecta el bienestar común también permite vislumbrar las capacidades y agencias que
poseen los grupos sociales y comunidades para transformar esas relaciones desiguales, y
reconocerse como sujetos sociales en el proceso de transformación de su cotidianidad
desde un ejercicio esperanzadora.
Puntualmente, al hablar de los beneficios que puede traer la vinculacion de un
profesional de Salud Mental Comunitaria en procesos comunitarios es que esta vinculación
puede traer un abordajer holístico entre lo que serían los aportes desde la psicología
tradicional, en la que se patologiza al paciente a partir de unos comportamientos
individuales y la visión de varias disciplinas de las ciencias sociales en las que cuenta al
individuo netamente por su pertenencia a un grupo social o a una sociedad determinada y se
deja de lado una visión más particular que permita un mayor reconocimiento de las
singularidades.
Así mismo, la postura desde la salud mental comunitaria permite a los profesionales
establecer una relación más horizontal con las comunidades de intervención sin que esto
minimice los aportes que como profesional puede hacer, pero que le permita romper la
dicotomía existente entre el “objeto” que necesita ser atendido y el “salvador” que con
conocimientos avanzados lleva a la comunidad al cambio. Aquí se puede planterar:
“un proceso de aprendizaje, de formación de profesionales y de acercamiento
paulatino y respetuoso a la comunidad (…) tal apuesta supne cuestionar y redefinir
nuestros enfoques, metodologías y comprensiones logocéntricas del problema, con
el fin no sólo de crear condiciones para que todas las voces se expresen, sino
también para que todos los actores involucrados desarrollen una sensibilidad y
capacidad de escucha, con el fin de construir un diálogo conjunto” (DEMUS, 2010,
p. 18).
Lo anterior permite construir la relación entre profesional y la comunidad desde un
reconocimiento mutuo de saberes, de formas de comprender el mundo y las relaciones
sociales, así como desde el reconocimiento de sus capacidades, y no partir solamente del
análisis de las carencias o dificultades, cayendo con ello en lógicas reduccionistas,
individualistas o paternalistas, en que se percibe al otro como un ser a completar bajo
ciertos estándares impuestos por las lógicas imperantes (DEMUS, 2010, p. 20).
De este punto también parte la generación de procesos de empoderamiento comunitario
y de resistencia que se convierten en motores de cambio frente a situaciones injustas, ya
que indudablemente uno de los valores agregados de un profesional en este campo es el
hecho que se puedan generar acciones de valoración personal y autonomía en el contexto de
generación de cuestionamientos sociales; es decir, que con el acompañamiento de
profesionales en salud mental se hace un reconocimiento de la necesidad que las personas
valoren su capacidad individual para cambiar sus relaciones cotidianas que impulsen el
desarrollo de procesos de mayor envergadura a nivel social o, como lo plantea Arias:
La SM es un campo de carácter eminentemente relacional, cimentado en diversos
sistemas de la vida cotidiana, tales como la riqueza cultural, las redes de apoyo
social, la vida material y los sistemas simbólicos con los cuales hacemos frente a los
conflictos y el sufrimiento social, producto de la acción de poderes económicos,
políticos e institucionales que, paralelamente, suscitan respuestas sociales y formas
afirmativas de resistencia (2016, p. 233).
Por último, es importante resaltar que las acciones que se desarrollan desde el ámbito de
la salud mental comunitaria permiten realizar un abordaje comunitarios de intervenciones
clínicas que conllevan a que el trabajo terapeútico se articule fuertemente a los “procesos
psicosociales de recuperación y fortalecimiento de las relaciones y redes” (AMARES,
2006, p.24), lo que constituye la base de la comunidad como un punto de unidad que busca
un bienestar común de sus miembros.

Referencias bibliográficas
Arias L, B.E., 2016. Saberes locales campesinos sobre el alimento: aportes a la soberanía y la salud
mental comunitaria. Revista de la Universidad Industrial de Santander. Salud, 48(2), pp.
232-239. Recuperado de: http://www.scielo.org.co/pdf/suis/v48n2/v48n2a10.pdf.
DEMUS, 2010. Salud Mental Comunitaria; una experiencia de psicología política en una
comunidad afectada por la violencia. Recuperado de:
https://www.demus.org.pe/wp-
content/uploads/2015/05/b4c_saludmental_expsicolog.pdf.
Proyecto AMARES, 2006. Salud mental comunitaria en el Perú: Aportes temáticos para el trabajo
con poblaciones 1st ed., Lima: AMARES. Recuperado de:
http://www.psicosocial.net/historico/index.php?
option=com_docman&view=download&alias=407-salud-mental-comunitaria-en-el-
peruaportes-tematicos-para-el-trabajo-con-poblaciones&category_slug=herramientas-
investigacion-accion-participante&Itemid=100225.

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