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I) Preliminar:
A nadie escapa que estamos viviendo momentos de crisis donde
el planeta entero se encuentra azorado y confundido, por razones de
público conocimiento.
Esta pandemia y consecuente cuarentena afecta a todos,
trabajadores, empleadores, abogados, etc. y produce una serie de
situaciones novedosas, muchas nunca imaginadas previamente, que
afectan toda la estructura y las relaciones de la sociedad.
Incluso tenemos novedades legislativas con una frecuencia
inusual, que también se relacionan con el coronavirus.
Obviamente estos hechos y normas, producen consecuencias
jurídicas, que hoy son materia de análisis y consulta, por lo cual me
atrevo a escribir estas líneas con algunos pensamientos preliminares.
III) Consideraciones:
Por otra parte, en el último párrafo del art. 3 del DNU 329/90,
se refiere al art. 223 bis de la LCT, siendo este el tema al que
especialmente me referiré.
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“capítulo V” titulado de “suspensiones por causas económicas” y está
a continuación del art. 223 de la LCT, completándolo.
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Para comenzar entiendo, que el art. 3 del DNU 329/20 que
invoca el art. 223 bis de la LCT, se refiere exclusivamente a su
eventual aplicación a supuestos previos al dictado de la norma,
donde hubieren existido despidos o suspensiones, con
negociaciones ante la autoridad de aplicación o la justicia, donde
estos organismos están funcionando.
De ninguna manera se trata de una “suspensión concertada”
que resultaría ser en realidad “una suspensión por causas económicas
o fuerza mayor” dispuesta por el empleador, pero que debe ser
“aceptada” por el trabajador”.
Tal supuesto así imaginado, carece de sustento alguno y se
acerca su mera proposición al absurdo, dado la evidente violación de
normas de orden público laboral.
Los que crean que el PEN, por el art. 223 bis de la LCT,
mencionado en el Decreto, les otorga una nueva “opción” para
“disponer” de la prestación de tareas o el salario del trabajador,
cometerán seguramente un grueso error y estarán expuestos a
numerosos y muy sólidos cuestionamientos legales.
Cabe señalar otra vez, que la pandemia, y la fuerza mayor, en
todo caso, es para todos.
Es por eso que, debe primar la protección al trabajador, sujeto
de preferente tutela constitucional, que también se encuentra afectado
e inmerso en la crisis y con menos recursos y herramientas para
sortearla.
Asimismo tenemos que evaluar otras razones tales como la
naturaleza jurídica y el significado legal del salario que está en juego,
y su intangibilidad. Cualquier afectación del mismo, siempre está
sujeto a importantes condicionamientos.
En ese escenario, no encontramos lugar para otra interpretación
que la ya propuesta (situaciones previas al DNU solamente) para el
art. 3 del DNU que remite al art. 223 bis de la LCT.
Recordamos que el art. 223 bis LCT dice que, pueden las partes
pactar un “acuerdo particular o colectivo”, donde los pagos a los
dependientes en lugar de ser tratados como “salario”, cuando se dan
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suspensiones de las tratadas que se fundaren en las causales de falta o
disminución de trabajo, no imputables al empleador, o fuerza mayor
debidamente comprobada, sean consideradas como “prestaciones no
remunerativas”. Por lo que su salario seria ahora “asignaciones en
dinero que se entreguen en compensación por suspensiones de la
prestación laboral”.
Con lo cual, la norma utilizada, el art. 223 bis LCT, solo se
refiere al tratamiento del pago al trabajador de su salario,
remuneración, asignación, etc.. No es un nuevo tipo o clase de
suspensión.
Y además, el art. 223 bis LCT, tiene lugar exclusivamente
dentro del tipo de suspensiones que están momentáneamente
prohibidas por el mismo decreto.
Por eso no podríamos hablar durante el plazo de vigencia del
decreto de veda, de una suspensión por fuerza mayor, que está
prohibida por la norma.
Resulta también difícil poder hablar de iniciar un procedimiento
de crisis en cualquiera de sus variantes posibles luego del DNU
(artículos 98/105 de la ley 24.013, y por otra parte Dtos. 328/88 y
265/02, estos últimos con vigencia discutible).
Y si no hay un soporte normativo para la suspensión por fuerza
mayor que está prohibida, me pregunto cuál sería el sustento legal que
permitiría la aplicación del art. 223 bis de la LCT ?? Es evidente que
carece de sentido si no hay una suspensión previa.
Y más allá del esfuerzo de las publicaciones citadas por
habilitar una nueva suspensión relacionada ahora al art. 223 bis LCT,
refiriéndose a “usos y costumbres” o “común acuerdo” u otras, no hay
en realidad, reitero, base normativa alguna, más allá de la
imaginación del redactor o informante de la nota periodística que
señalamos supra.
Por ende sostengo que la viabilidad de aplicación del art. 223
bis LCT, que es solo una norma complementaria y no autónoma, en
este contexto, resultaría solo a casos anteriores a la vigencia Dto.
329/20, en eventuales convenios con tratamiento ante el organismo
estatal que pueda declarar la existencia de una justa composición de
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derechos e intereses como condición de validez del mismo, para lo
cual debemos tener cierta paridad de poder de negociación entre las
partes.
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del ámbito que le es propio, el derecho de los derechos humanos
nacional e internacional.
Las llamadas "medidas de ajuste" derivadas de "crisis
económicas" y una "grave escasez de recursos", hacen que los
esfuerzos de las autoridades por proteger los derechos
económicos, sociales y culturales adquieran una urgencia "mayor,
no menor".
Y…………. la "protección" de las "capas vulnerables de la
población" es, precisamente, "el objetivo básico del ajuste
económico" (Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, Observación general N° 2 -párr. 9-; asimismo: Nros. 5
-párr. 10-, 6 -párr. 17-, 12 -párr. 28-, 14 -párr. 18-, entre otras)
CONCLUSIONES:
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Desde el punto de vista legal, en primer término, por el DNU
329/2020 (30/03/2020) queda totalmente prohibido suspender
personal por el término de 60 días. No queda librado al arbitrio
de las partes la posibilidad de “pactar una suspensión”.
Si bien el DNU menciona el artículo 223 bis de la L.C.T.,
este se refiere a su posible aplicación en casos anteriores al
Decreto.
El DNU 329/20, en su art. 3 que reenvía al 223 bis de la
LCT, no crea un nuevo caso de suspensión no contemplado antes
por la legislación.
Por medio del art. 223 bis LCT no es la “suspensión” lo que
se puede pactar, sino el tipo de prestación remuneratoria o no y
excepcionalmente su monto, a percibir por el trabajador, una vez
dispuesta por el empleador la suspensión por falta de trabajo o
fuerza mayor, en el marco de una negociación con intervención
del Ministerio de Trabajo y el Sindicato respectivo, siendo además
que la misma de llegarse a un acuerdo, requerirá la homologación
en los términos del art. 15 de la LCT.
Entiendo también, que el acuerdo individual sobre
suspensiones o salarios es seguramente inviable ya que el mismo
habitualmente supone abuso o fraude y su nulidad es manifiesta.
Y la posibilidad de un acuerdo sobre la remuneración a
abonar en una suspensión por fuerza mayor o falta o disminución
de trabajo, solo es factible en el marco de una negociación
colectiva con intervención del Sindicato y ante el Ministerio de
Trabajo o el Poder Judicial, con necesaria homologación en los
términos del art. 15 de la LCT para su validez.
La “fuerza mayor” afecta a todos, por lo cual no puede ser
esgrimida por el empleador como una razón que le incumbe en
exclusiva y lo habilita a despedir y suspender por tal motivo.
El salario del trabajador es intangible, aun mas en una
situación de emergencia, y su afectación en casos excepcionales
siempre tiene límites y es restrictiva.
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Fdo. Juan Carlos Szeles
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