La Determinación de Oficio de Los Impuestos, El Secreto Fiscal y La Acción de Hábeas Data A Través de Las Modificaciones Legislativas y La Doctrina de Los Tribunales
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Titolo originale
La Determinación de Oficio de Los Impuestos, El Secreto Fiscal y La Acción de Hábeas Data a Través de Las Modificaciones Legislativas y La Doctrina de Los Tribunales
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La Determinación de Oficio de Los Impuestos, El Secreto Fiscal y La Acción de Hábeas Data A Través de Las Modificaciones Legislativas y La Doctrina de Los Tribunales
La determinación de oficio de los impuestos, el secreto fiscal y la acción de
hábeas data a través de las modificaciones legislativas y la doctrina de los
tribunales Damarco, Jorge H.
I. La determinación de oficio y la Ley Penal Tributaria
1.- La República Argentina tiene una evasión muy alta (1). En la década de 1960 los especialistas, preocupados por tratar de contenerla, comenzaron a estudiar muy seriamente el problema y frente a los resultados que arrojaba la aplicación de la ley 11.683, creyeron que la incorporación a dicha ley de ilícitos sancionados con pena privativa de la libertad constituía una medida apta para neutralizarla. En un principio, se discutió si podían aplicarse en materia tributaria las disposiciones del Código Penal. Carlos María Giuliani Fonrouge (2) se negaba a ello porque, desde su personal concepción del derecho tributario, éste tenía un el derecho penal propio, representado en el orden nacional por la ley 11.683. En cambio, Dino Jarach creía que ciertas conductas podrán ser susceptibles de ser subsumidas en algunas de las descripciones delictivas del Código Penal (3). Sin embargo, estas opiniones no tuvieron demasiada trascendencia práctica porque el Congreso de la Nación decidió incorporar a la ley 11.683 la descripción de tres delitos; defraudación fiscal, insolvencia patrimonial provocada y apropiación indebida de tributos (4). 2.- Los hechos indican que nunca se impuso una condena en los términos de las normas que describieron dichos delitos. Se sostuvo que la solución adoptada no era conveniente y que el régimen de la ley 11.683 constituía un obstáculo para la aplicación de penas privativas de la libertad. Se explicó que para poder aplicar una sanción por un delito, en el régimen de la ley 11.683, era necesario que la resolución determinativa del impuesto quedase firme y pasase en autoridad de cosa juzgada (5). Se aclaraba que para que ello sucediese debían concluirse de modo definitivo las instancias procesales de discusión de dicha resolución. Ello imponía, de modo necesario, el agotamiento de las vías recursivas y la obtención de un pronunciamiento último con aptitud para pasar en autoridad de cosa juzgada sobre la procedencia de la determinación de oficio. En ese momento, podía sustanciarse la causa penal y, en su caso, aplicarse la sanción por el delito. En ese orden de consideraciones, se adujo que el trámite de los recursos demandaba el transcurso de un período de tiempo tan extenso que al llegar a la instancia de juzgar el delito, la acción penal habría prescripto. Sin duda, el procedimiento de determinación de oficio significaba el transcurso de un considerable período de tiempo y si la resolución determinativa del tributo era recurrida ante el Tribunal Fiscal de la Nación y, eventualmente, ante otras instancias judiciales posteriores, transcurría mucho tiempo y podían llegar a prescribirse las acciones represivas del Estado. Si la razón determinante para modificar el régimen procesal hubiese sido la indicada, para evitar la prescripción de la acción penal hubiera bastado con el dictado de una ley que
siguientes consideraciones: a) la ley 24.769 no establece que la sentencia penal tiene efecto de cosa juzgada sobre la determinación del tributo, ni que la ésta obliga a la justicia penal a aceptar, de modo definitivo, el monto del impuesto evadido. En el régimen jurídico de la ley está expresamente previsto que la causa penal y la causa contenciosa tributaria tramitarán independientemente una de la otra. Se podría sostener que si la ley no previó que la decisión de una de ellas deba subordinarse a lo resuelto en la otra, está implícito que el legislador aceptó la posibilidad de pronunciamientos que no fueran coincidentes; b) si se afirma que la apreciación del juez penal sobre la condición objetiva de punibilidad no puede ser revisada con motivo de la decisión adoptada sobre la determinación tributaria y que ello es así en virtud de lo establecido por el artículo 20 de la ley 24.769, se conferiría a esta norma una extensión que no tiene. Se podría sostener que el artículo 20 de la ley 24.769 sólo trató de resolver la concurrencia de dos leyes sancionadoras sobre un mismo hecho (leyes 11.683 y 24.769), cuyos textos al describir una infracción y un delito son sustancialmente idénticos y que estableció una solución correcta. En verdad, no hizo más que resolver el concurso ideal con sujeción a la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa "De La Rosa Vallejo" (sent. del 10.03.1983, La Ley 1983-C-553) que, aunque no se refería a un supuesto de concurso ideal, consideró la necesidad de que primero se expidiera el órgano judicial sobre la existencia del delito de contrabando para que la administración pudiera aplicar las sanciones menores del Código Aduanero; c) podría argumentarse que el artículo 20 de la ley 24.769, como se señaló, trató de resolver un problema de concurrencia de leyes sobre un mismo hecho y que, correctamente, estableció una solución que no puede extenderse a la cuestión tributaria, precisamente porque la ley 24.769 admitió la discusión de la determinación de oficio por las vías establecidas por la ley 11.683 y porque cuando quiso subordinar el pronunciamiento administrativo a la sentencia penal, lo dispuso expresamente (art. 20); d) la ley debería establecer que en los casos de denuncia por la comisión de un delito, es al juez penal a quién corresponde pronunciarse también sobre la determinación de oficio del impuesto y prescribir que si el juez penal dicta sentencia antes de haberse resuelto definitivamente sobre la determinación de oficio del tributo, su pronunciamiento hará cosa juzgada respecto de la determinación del tributo; e) en relación al punto precedente, debe puntualizarse que la ley no prevé prejudicialidad alguna entre la sentencia penal y la decisión del Tribunal Fiscal de la Nación y los tribunales federales nacionales respecto de la determinación de oficio del tributo; f) ante la falta de un texto legal expreso que así lo disponga y teniendo en cuenta las razones que impulsaron la sustitución de la ley 23.771 por la ley 24.769; lo correcto es aplicar las normas procesales relativas a los recursos que pueden deducir contribuyentes, y responsables frente a los actos determinativos de los tributos y permitir al agotamiento de todas las vías recursivas previstas en la ley. Si, llegado el caso, eventualmente, se produce un escándalo jurídico deberán los ser los jueces los que deban resolverlo aplicando las normas y
mayoritaria de los tribunales federales que sostuvieron que el Tribunal Fiscal de la Nación y la Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo de la Capital Federal debían abstenerse de resolver sobre la resolución determinativa del tributo y que debían adecuar su pronunciamiento, sobre la procedencia del impuesto y el monto debido, a lo que decidiera el juez penal. En este orden de consideraciones, la sentencia penal hace cosa juzgada, como lo establece la misma ley, respecto de la materialidad de los hechos en relación a la eventual infracción sobre la que debe pronunciarse la autoridad administrativa (art. 20). La misma solución legal deberá aplicarse en el futuro para el ámbito de las determinaciones de oficio (y la aplicación de sanciones) relativas a los tributos provinciales o de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En mi parecer, la ley 26.735 puso orden en la tarea de interpretar la ley. Los tribunales penales que deben entender en la comisión de los delitos y los tribunales administrativos y judiciales contencioso administrativos que deben entender en la procedencia o no de la determinación de oficio deben tramitar las causas independientemente unas de otras, cumplir con su cometido y pronunciarse en la medida de su competencia sobre lo que es propio de dicha competencia y no deben suspender ni los procedimientos ni los trámites a través de los que se sustancian las causas sobre las que deben pronunciarse. La posibilidad del escándalo jurídico no debe ser un impedimento para finiquitar las causas y resolverlas. Si se llegase a plantear un escándalo jurídico por la existencia de sentencias de distintos organismos jurisdiccionales que se pronuncian sobre los mismos hechos de un modo que pueda aparecer como contrario a lo resuelto por el otro o que la consecuencia que se sigue de un pronunciamiento puede contrariar a la otra decisión judicial, deberá resolverse el escándalo jurídico de acuerdo a las normas y principios del ordenamiento jurídico que resulten aplicables y que, seguramente, respetarán los jueces, obrando con mesura, prudencia y razonabilidad. En definitiva, si el Congreso de la Nación siempre supo que la ley 24.769 puede dar lugar a una situación de escándalo jurídico y ante una doctrina jurisprudencial que, interpretando la ley, trata de evitarlo a través de la suspensión de los procedimientos que tramitan ante el Tribunal Fiscal de la Nación o la Cámara Contencioso Administrativa Federal, no cabe sino concluir que la ley 26.735 al insistir que dichos procedimientos no pueden ser suspendidos, ratifica la concepción originaria de la ley 24.769 y, deja en claro, que el eventual escándalo jurídico se deberá resolver una vez que quede configurado. Lo que no resulta admisible, en los términos de la ley 24.769 con la reforma de la ley 26.735, es que se suspendan los procedimientos y de este modo, no se resuelvan las causas para evitar un eventual escándalo jurídico. 13.- La acción de hábeas data La acción de hábeas data es una de las tres acciones procesales (acción de amparo, acción de hábeas data y acción de hábeas corpus) que consagra la Constitución Nacional reformada en 1994 y tiende a proteger la intimidad de las personas asegurada como inviolable en la
propia Constitución Nacional (art. 17). Se trata de proteger un ámbito de la vida de los seres humanos que les pertenece sólo a ellos y al que los demás sólo pueden acceder si aquellos lo autorizan. A través de la acción de hábeas data se pretende proteger derechos personalísimos de los seres humanos. Algunos, se vinculan con la integridad física, como la vida y la salud. Otros, con la integridad espiritual, como el honor, la honra, el derecho a la propia imagen, la intimidad y el secreto. Concurren a asegurar la misma protección que pretende la Constitución Nacional, los pactos internacionales de jerarquía constitucional (art. 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos y art. 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos) y un conjunto de disposiciones contenidos en los códigos civil y penal. Entre otras disposiciones concordantes puede citarse el Código Civil que protege la lesión al honor al permitir accionar por daños y perjuicios y el Código Penal al sancionar como delitos las injurias y las calumnias. La acción de hábeas fue incorporada a la Constitución Nacional por la Convención Nacional Constituyente reunida en la provincia de Santa Fe en el año 1994. En efecto, ella está prevista en el tercer párrafo del artículo 43 de la Carta Magna, en los siguientes términos: "...toda persona podrá interponer esta acción para tomar conocimiento de los datos a ella referidos y de su finalidad, que consten en registros o bancos de datos públicos, o los privados destinados a proveer informes y en caso de falsedad o discriminación, para exigir la supresión, rectificación, confidencialidad, o actualización de aquéllos..." (Fallos: 321:2767; 322:259). Por su parte, la ley 25.326 de protección de datos personales dispone que tiene por objeto "...la protección integral de los datos personales asentados en archivos, registros, bancos de datos, u otros medios técnicos de tratamiento de datos, sean éstos públicos, o privados destinados a dar informes, para garantizar el derecho al honor y a la intimidad de las personas, así como también el acceso a la información que sobre las mismas se registre, de conformidad a lo establecido en el artículo 43, párrafo tercero de la Constitución Nacional...". "La acción de hábeas data confiere el derecho de rectificación, actualización, y cuando corresponda, la supresión de los datos personales de quien considera afectado. Si bien protege la veracidad del dato registrado su finalidad se vincula con la tutela de otros bienes jurídicos. En efecto, los datos que puedan contener los registros o archivos que se dedican a recabarlos y que los suministran a terceros, requieren de un marco jurídico que permita el control, la rectificación y la supresión en caso de inexactitudes, falsedad o discriminación de su contenido, pues puede afectarse la intimidad, identidad, prestigio, honor, y también aspectos económicos de la persona. A tal punto ello es así, que parte de la doctrina lo ha categorizado como un derecho humano de tercera generación (Cámara del fuero, Sala V, in re "W., L. c. Banco Central de la República Argentina y otros" del 27/04/2005). Asimismo, la Cámara de Apelaciones del fuero contencioso administrativa federal ha señalado que el hábeas data tiene cinco objetivos principales: a) que una persona pueda
acceder a la información que sobre ella conste en un registro o banco de datos; b) que se actualicen datos atrasados; c) que se rectifiquen los datos inexactos; d) que se asegure la confidencialidad de cierta información legalmente obtenida para evitar su conocimiento por terceros; y e) que del registro se suprima la llamada "información sensible" relativa a la vida íntima, ideas políticas, religiosas o gremiales de una persona (Sala IV, in re "Gaziglia, Carlos Raimundo y otro c/ B.C.R.A. y otro s/ amparo ley 16.986"del 04/10/1995, causa 41.354/94). De acuerdo a lo establecido por el art. 33 de la ley 25.326— la acción de protección de los datos personales o hábeas data sólo procede para: a) tomar conocimiento de los datos personales almacenados en archivos, registros o bancos de datos públicos o privados destinados a proporcionar informes y la finalidad de aquéllos y b) en los casos en que se presuma falsedad, inexactitud, desactualización de la información de que se trata, o el tratamiento de datos cuyo registro se encuentra prohibido en la misma ley 25.236, para exigir su rectificación, supresión, confidencialidad o actualización (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, Sala III, in re "Martín Sergio Alfredo c. En— M° Justicia-PFA s/ hábeas data", del 25/03/2009). 13.1.- La admisión de tal acción en materia tributaria originó distintos pronunciamientos en los que las soluciones no fueron siempre coincidentes. En efecto, como se podrá apreciar a continuación, los tribunales han admitido que se corrijan las bases de datos de la AFIP cuando ellas contienen datos inexactos originados en actividades ilícitas, cuando contienen una información que no resulta completa en relación a ciertas circunstancias relativas a las condiciones de las personas y la falta de algunos datos puede llevar a una representación errada del sujeto respecto de quién se brinda información, pero no la han admitido cuando la petición de información tiene carácter abstracto, cuando existen otras vías para obtener la información requerida y cuando "la pretensión de la actora no se compadece con el objeto y finalidad del instituto del que intenta valerse, pues resulta evidente que el organismo recaudador se encontraba realizando investigaciones tendientes a determinar si había cumplido sus obligaciones tributarias, función en la que subyace un interés público primordial (Fallos: 314:1376; 316:1190;; 324:3345) y, por otra parte, la empresa actora, sin mayor fundamento, sólo intenta anticipar la oportunidad en la que debe ejercer su derecho de defensa" (11). La Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa "Estado Nacional — D.G.I. c/ Colegio Público de Abogados de la Capital Federal", en su pronunciamiento de fecha 13 de diciembre de 1996, analizó la cuestión que planteaba el requerimiento de la DGI formulada al Colegio en los términos del artículo 107 de la ley 11.683 para que le suministrara el nombre, número de documento, CUIT, fecha de nacimiento y fecha de matriculación de los abogados inscriptos en la matrícula profesional del Colegio. En su sentencia el Alto Tribunal señaló que solicitar datos de terceros en abstracto no vulnera ningún derecho constitucional y que el accionar de la DGI no vulnera el derecho a la intimidad, pues no se trata de una injerencia o intromisión arbitraria o abusiva en la vida de los afectados.
de dos funcionarios de esa entidad con relación al mencionado delito (confr. fs. 234/244 y 251/259)". "6) Que, en tales condiciones, no puede calificarse de "exacta" o "actualizada" una información que se limita a indicar sin ninguna aclaración o salvedad que la actora mantiene una deuda con la mencionada entidad bancaria. Y, por ende, de acuerdo con los principios enunciados en el considerando 3°, asiste a aquélla, el derecho a que tal información se actualice y complete a fin de que quede reflejado, del modo más preciso posible, el estado de litigiosidad suscitado respecto de los créditos a los que se ha hecho referencia". "7) Que, sobre tales bases, y con el referido alcance, no se advierte que la inclusión en la base de datos de la existencia de la querella penal aludida por la actora merezca las objeciones formuladas por el a quo. En efecto, los hechos allí investigados se relacionan de manera directa e inmediata "con datos personales de carácter patrimonial relativos a la solvencia económica y al crédito" (art. 26, ap. 1, de la ley 25.326) de la actora. Ello es así, habida cuenta de que ésta alega que ha sido víctima de una estafa en la operatoria del otorgamiento de los préstamos, y niega el carácter de deudora que le atribuye la entidad bancaria. Es decir, se trata de datos relevantes para los fines previstos por la ley que reglamenta la acción de habeas data, la cual, cabe recordarlo, tiene por objeto la protección de las personas a las que se refieren los datos, y no a las instituciones públicas o privadas que los registren o almacenen (Fallos: 321:1660) (14) ". El doctor Lorenzetti, en su voto en disidencia puntualizó que: "5) ...En primer lugar, cabe señalar que el bien jurídico protegido es la privacidad en sentido amplio, contemplada en el art. 19 de la Carta Magna. Se trata de la protección de la persona y de la esfera de la individualidad personal, que en nuestro derecho incluye a las personas de existencia ideal (art. 1 de la ley 25.326), la que se encuentra en un estado de vulnerabilidad cuando los datos que le pertenecen circulan sin su control. Quienes, por imperio legal, tienen el derecho de registrar esos datos y ejercer una industria lícita con ellos, tienen el deber de ser particularmente cuidadosos acerca de la identidad estática y dinámica de sus titulares. En segundo lugar, cuando la pretensión se relaciona con derechos fundamentales, la interpretación de la ley debe estar guiada por la finalidad de lograr una tutela efectiva, lo que se presenta como una prioridad cuando la distancia entre lo declarado y la aplicación concreta perturba al ciudadano. Los jueces deben evitar interpretaciones que presenten como legítimas aquellas conductas que cumplen con la ley de modo aparente o parcial, causando el perjuicio que la norma quiere evitar. En tercer lugar, la regla señalada es consistente con los precedentes de esta Corte y coherente dentro del sistema legal argentino. Esto último resulta particularmente claro cuando se advierte que toda la regulación relativa a la información se propone un aumento en su circulación y es contraria a su restricción. Mayor información significa mayor transparencia y menos conflictos, lo cual en el caso es particularmente claro. No se advierte por qué razón existe una negativa a aclarar un dato, siendo que, a un costo bajo y razonable, se evitan
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