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IES Nº 1. Dra.

Alicia Moreau de Justo

Literatura Española
Influencia y legado de la cultura
árabe en​ El Conde Lucanor​, de Don
Juan Manuel
Prof. Pablo Martínez Gramuglia
Alumno: Rodolfo M. Gordillo
Segundo Cuatrimestre de 2018
 
Introducción

En el trabajo a continuación me propondré abordar el alcance e influencia de la


cultura árabe en ​El Conde Lucanor​, de Don Juan Manuel, así como también en la
constitución del castellano como lengua principal de la península y, fundamentalmente, su
intromisión como lengua literaria de la época; para ello, recurriré al análisis de diversos
enxiemplos, a algunos rasgos y elementos árabes presentes en estos y al devenir de la historia
de España hasta el momento en el cual se escribe dicha obra, haciendo mención incluso a
cuestiones autobiográficas del autor. El origen de este trabajo posee un fin: dejar a las claras
la influencia del elemento árabe, no solamente en estos enxiemplos, sino también en la
cultura heredada en la península y en la conciencia creativa misma de Don Juan Manuel,
quien a través de su obra proyectó en la lengua española literaria del siglo XIV una manera
novedosa (fundamentalmente en su forma) de escribir literatura.
Aunque, a primera vista, un abordaje de este tipo resulte verdaderamente complejo y
difícil de asimilar en apenas unos párrafos, es interesante notar cómo, a grandes rasgos, la
cultura árabe trasciende hacia nuestros días con total naturalidad. Sin ir más lejos, da cuenta
de ello la importancia de obras literarias tales como los relatos de ​Las Mil y Una Noches​,
textos totalmente aceptados dentro de nuestro canon literario; acerca de esta presencia árabe
arraigada en los siglos, algunos autores hablan más bien de una influencia mutua entre la
cultura árabe y la cultura castellana al momento de la constitución de esta lengua1 y no tanto
de una cerrada imposición del castellano, tal como podría pensarse acorde al devenir de la
historia peninsular. Por otra parte, la discusión acerca de cuánto se proyecta esta influencia en
la figura humana de Don Juan Manuel y en su propia obra es, cuanto menos, enriquecedora
para su lectura, pudiendo inclusive reorientar nuestra visión acerca de lo leído y por todos
conocido hasta aquí.
Es por eso que, para un análisis de este tipo, resulta trascendental situarnos, en
primer lugar, en época y espacio, revisar a grandes rasgos el ordenamiento geográfico de la
península, incluso desde varios siglos antes de la aparición de ​El Conde Lucanor​, para así

1
Cano Aguilar dice al respecto que “Al-Ándalus fue una sociedad bilingüe árabo-románica, al menos hasta el
siglo XI o XII”, y luego agrega que “los musulmanes lograron imponer su organización y sus modos de vida y
atraer a ellos a los indígenas: la arabización cultural fue intensa…”(1988; pg. 44)
también comprender cómo llega la influencia árabe a ser tan importante en toda la actividad
cultural española por venir y en el propio autor en cuestión.

La cultura heredada: antecedentes culturales y una nueva forma de didactismo

Es interesante observar, primeramente, cómo la cultura árabe trascendió toda


frontera desde el momento mismo de las invasiones (siglo VIII) y aún mientras se gestaba la
Reconquista desde los reinos cristianos del norte. Para cuando vive, se educa y crece Don
Juan Manuel (nacido en Toledo a finales del siglo XIII), el reino de Castilla, ahora
consolidado y en contínua expansión, había heredado ya la primera legitimación del uso del
castellano como lengua oficial: el legado intelectual de Alfonso X, llamado ​El Sabio,​ quien
gobernó Castilla y León entre 1252 y 1284. Fue quien impulsó, a través de la Escuela de
Traductores de Toledo y de su propia producción original, un movimiento cultural de impacto
profundo en las raíces de la España por venir, dentro del cual las traducciones de diversas
obras del árabe a las lenguas oficiales primero (latín, griego y hebreo), y luego al incipiente
castellano escrito, hicieron que aquel suceso cultural dejara rastros indelebles para siempre en
la península, puesto que varios traductores de diversas lenguas participaron de ese proceso. A
pesar de haberse constituido en ese entonces la primera gran estandarización de la lengua
castellana como lengua oficial, es notorio observar la preeminencia de otras lenguas,
presentes en dicho proceso, pero fundamentalmente la lengua árabe y, por ende, toda la
cultura oral y letrada que durante siglos había permanecido en la península.
Para cuando Don Juan Manuel escribe ​El Conde Lucanor,​ acontecían allí diversos
hechos importantes de mencionar para entender fundamentalmente la trascendencia del autor
en cuestión. Por empezar, España todavía no era un territorio unificado, sino un complejísimo
entramado de culturas provenientes de diversos lugares, más allá de la innegable
predominancia hispanogoda, es decir aquellos descendientes de los grandes imperios romano
y visigodo que se habían convertido o nacido en el cristianismo y ocupaban dichas tierras,
luego en manos de los árabes: coexistían hispanogodos, árabes, judíos e incluso pueblos
denominados autóctonos tales como los vascos. Don Juan Manuel, en esa realidad
policultural, no era un intelectual ajeno a la realidad política y social de su época: siendo el
sobrino de Alfonso X ​El Sabio​, y enfrentado políticamente con el entonces reinante Alfonso
XI, llamado ​El Justiciero​, bisnieto de aquel y a la vez sobrino suyo, puede decirse entonces
que hablamos de un hombre perteneciente a la nobleza y activo en plenitud, retroalimentado
de todo el bagaje cultural que esa hibridación de lenguas y culturas suponía. Para esta época,
el avance de los reinos cristianos en la Reconquista es intenso; el territorio llamado
Al-Andalús para los árabes había sido en buena parte reconquistado ya. Castilla había
avanzado notoriamente de norte a sur en la península y había ocupado prácticamente todo el
centro; pronto, los árabes terminarían recluidos en las ciudades del sur y, finalmente, en
Granada hasta 1492, año de su caída definitiva. Pero la cultura árabe había trascendido ya la
cuestión geográfica, y la herencia de lo que dejaron durante su reinado se extendió
indefinidamente en el tiempo, de manera tal que toda la cultura hispana se vio influenciada y
fue permeable a aquello que habían heredado.
En el prólogo de la edición de ​El Conde Lucanor de Alfonso I. Sotelo se remarca,
como legado interesante de observar, la intencionalidad de generar siempre una enseñanza,
circunstancia que atraviesa los relatos y la estructura misma de esta obra:

El afán didáctico, pues, preside todo ​El Conde Lucanor​, no sólo la


elección del exemplum [...], sino también la del marco
(consejero-aconsejado), forma predilecta de la narrativa oriental, en la que
aquellos se insertan. (1984; pg. 39)

Esta intencionalidad, ciertamente prominente en casi todas las literaturas de la Edad


Media e inmediatamente posteriores, trae la novedad de una narrativa en perfecta armonía
con ese didactismo predecesor que provenía de una religiosidad práctica. Si bien esta
herencia didáctica no puede atribuírsele exclusivamente a la cultura árabe, queda a las claras
que la novedad acerca del carácter moralizador de la obra de Don Juan Manuel no radica en
su intención sino en su forma, y en cómo esta temática profunda, anclada en el pensamiento
medieval principalmente a través del cristianismo, se plasma en ​El Conde Lucanor con la
novedad de la incorporación de la prosa, además en castellano:

No es, sin embargo, ​El Conde Lucanor [...], un seco y árido tratado
doctrinal, sino una obra de amenos ejemplos con una intención didáctica
moral. Don Juan Manuel -dirá Gracián- "redujo la filosofía moral a
gustosísimos cuentos". Su arte narrativo hace que sus ejemplos adquieran
valor artístico propio, independientemente de su contenido doctrinal. (1984;
pg. 37)

La virtud mayor de ​El Conde Lucanor s​ e encuentra entonces, fundamentalmente, en


la novedad genérica narrativa: sus cuentos son narraciones con intencionalidad didáctica y no
teatro ni poesía (más allá de los dos versos finales de cada enxienplo); además, es importante
también recalcar que para ese entonces Don Juan Manuel era ya un experimentado escritor (el
autor tenía unos cuarenta años y al menos cuatro obras anteriores de su autoría): "[...] si en
libros anteriores el elemento didáctico ahogaba la trama novelesca, en ​El (Conde) Lucanor l​ a
hábil maestría narrativa de un autor ya ejercitado consigue la unión y el equilibrio perfecto
entre ambas partes" (Ib.; pg 37)

La cultura árabe plasmada en ​El Conde Lucanor

Indudablemente, el hecho de que Don Juan Manuel perteneciera a la clase alta, sin
ser un erudito2, y además se interesara prioritariamente en su tarea literaria, hicieron que se
viera influenciado por el contexto de época. Pero no sólo esto es notable de observar a lo
largo de toda su producción, sino además la idea de que, como suele discutirse entre teóricos
del tema, el escritor se nutría provechosamente del acontecer de su propia vida, algo que
queda plasmado particularmente en ​El Conde Lucanor.​ Respecto a esto dice Deyermond:

El peligro de buscar la autobiografía en las obras literarias incluso en


las modernas, y mucho más en las medievales es un topos de la crítica [...],
pero en el caso de Juan Manuel el elemento autobiográfico es tan obvio en
varias obras (incluso se proclama explícitamente en algunas) que una lectura
que lo pase por alto resultaría gravemente defectuosa. (2001; pg. 226)

Acerca del enxiemplo XXI, por caso, este autor menciona una afirmación de
Giménez Soler que dice que "se ve con una simple lectura que [este enxiemplo] esconde la
vida de Alfonso XI y los deseos de Don Juan de que se enmendase tomándole a él por
privado" (Ib.; pg. 231). Existe en cuanto a esto una polémica entre partes y posiciones:
Alfonso I. Sotelo afirma en su prólogo a ​El Conde Lucanor ​que "No hay porqué pensar, como

2
​Marín afirma al respecto que “no era hombre libresco sino un gran señor feudal metido de lleno en las
turbulencias político-militares de su tiempo; que sabía poco latín y menos árabe [...]” (1955; pg. 1)
quiere Giménez Soler", puesto que "El tema del ejemplo es el del buen consejero, del que
Don Juan Manuel destaca el arte de persuadir y la necesidad de su presencia frente al rey
moço​. El ejemplo viene a ser una especie de justificación de todo el libro [...]" (1984; p. 154).
Sin embargo, Deyermond parece finalmente sentar una posición mediadora al respecto:

El juicio de Giménez Soler [...] se debe matizar: no hay


correspondencia exacta entre la vida de Alfonso XI y la del rey joven de esta
ficción. Sin embargo, me parece difícil negar lo acertado de la esencia del
juicio. No veo cómo Juan Manuel hubiera escrito este enxienplo sin pensar en
sus años de tutor en Castilla a partir de 1319 (cuando Alfonso XI tenía ocho
años) y en su marginación posterior. (Ib.; pg. 231)

De una u otra forma, Don Juan Manuel parece exponer sus propias vivencias en
algunos enxienplos a la vez que prioriza la función didáctica de los mismos; de hecho, en
referencia a lo que sostiene Giménez Soler y reconsidera Deyermond, es conocido que Don
Juan Manuel fue tutor de Alfonso XI en su niñez, hecho importante de contrastar inclusive al
momento de leer todo ​El Conde Lucanor.​ De cualquier manera, de lo que no caben dudas ya
es de que Don Juan Manuel no sólo es creador sino también continuador de la antigua
tradición literaria oriental, heredero de una tradición narrativa milenaria. En cuanto a esto
último, el estudio preliminar de Foix y León de Tedesco echa luz sobre el tema:

Es, pues, la cuentística oriental, persa e india, la que transmitió su


caudal narrativo a la literatura árabe, y éstas a su vez a las literaturas
cristianas; y en ello queda transmitida una vez más esa tradición literaria
milenaria a la que debemos el nacimiento del cuento occidental. (1961; pg.
28-29)

En este punto del análisis resulta a su vez interesante considerar el papel central que
cumple España en la introducción de otras culturas al Occidente, algo también remarcado por
estos autores y que le da a la pluma de Don Juan Manuel una relevancia aún mayor en la
evolución de las letras castellanas:

Dentro de esta trayectoria, España sirvió de eslabón entre las


culturas de Oriente y Occidente, y la literatura hispano latina fue la
introductora de la cuentística oriental en Europa. [..] El material narrativo de
estas obras pasó a los sermonarios cristianos, que lo adaptaban a las
exigencias de esa religión, como ya antes había sido adaptada a la
musulmana, y sirvió a las órdenes predicantes para ofrecerlo al pueblo como
paradigma de comportamiento moral y religioso. [...] Los escritores
medievales tuvieron acceso a esa tradición narrativa por distintas vías: las
versiones árabes, las traducciones latinas, las traducciones castellanas y las
versiones, también en castellano, que recogían los sermonarios. (Ib.; pg. 29)

Indudablemente, España ha sido en la historia literaria un nexo, una cadena que


anexó diversas culturas en base a la heterogeneidad de pueblos y costumbres que albergó sus
tierras. Antes y durante la vida de Don Juan Manuel ese proceso tuvo períodos importantes de
comprender si se quiere entender la magnitud de ​El Conde Lucanor y toda la literatura
peninsular (particularmente didáctica) que llegaría. No sólo él, sino muchos otros escritores,
como afirma Marín, se nutrirían de ese trabajo monumental de traducciones y legado que
llegaron hasta la cultura castellana por esos días.

Enxiemplo XXI: un esquema narrativo ​a la manera árabe

En lo que respecta a los enxiemplos particularmente, algunos autores sostienen que


no sólo las temáticas y sus tratamientos son de origen árabe; Diego Marín remarca que lo que
Don Juan Manuel incorpora en principio es "la técnica típicamente oriental del ‘arco
lobulado’, o encasillamiento de narraciones subsidiarias dentro del marco general de una
historia que las enlaza a todas” (1955; pg. 3), lo cual terminó por complejizar y enriquecer la
narrativa peninsular por venir. Afirma Marín sobre este enxiemplo:

[...] dado que D. Juan Manuel no lleva nunca esta técnica tan lejos
como los autores orientales, [...] sólo se insertan dos cuentos secundarios en
el marco general de “Lucanor y Patronio”: el cuento del “rey, el hijo y el
filósofo” y, dentro de éste, el de “las cornejas”. (Ib; pg. 3).

Para Marín, la trascendencia de la escritura de Don Juan Manuel va más allá incluso
del legado del cual se alimenta; ​El Conde Lucanor es una obra auténtica e innovadora que
recoge la tradición sólo en su justa y necesaria medida, y no una reescritura de algo
proveniente de otras culturas. La técnica a la cual refiere Marín, no obstante, puede
observarse con claridad en este relato y otros, en tanto el autor la define de la siguiente
manera:
Respecto a la forma literaria, el principal elemento estilístico que
D. Juan Manuel debe a los árabes es la técnica del “arco lobulado”, con una
historia que sirve de marco general dentro del cual se insertan, como arquitos,
menores, narraciones subsidiarias para ilustrar los consejos o doctrina moral.
(1955; pg. 11)

Asimismo, también es cierto que la aplicación de dicha técnica, al menos en el


estricto sentido en el cual Marín lo adjudica a la tradición oriental, no está del todo completa:
sin ir más lejos, en ​Las Mil y Una Noches​, tras la historia de traición y muerte automática que
involucra al sultán y sus sucesivas mujeres, es Sherezada la que noche a noche va salvando su
vida gracias a una vasta colección de relatos que atesora en su memoria y que resultan uno
tras otro del agrado del sultán, quien termina perdonándola. La técnica del arco lobulado en el
enxiemplo XXI es aplicada de manera eficiente pero acotada en comparación con sus
antecedentes árabes, mucho más amplios y complejos.
Por otra parte, Marín encuentra además en esta enxiemplo otro nexo con la cultura
árabe importante de mencionar, que lo distingue de otras fuentes orientales y tiene que ver a
su vez implícitamente con el pensamiento moral y religioso del propio Don Juan Manuel:

[...] mientras que en la literatura india original el elemento


religioso y apologético era el más importante, los árabes resaltaron el lado
moral y secular principalmente, en cuya forma pasaron estas narraciones
orientales a escritores de occidente como D. Juan Manuel. [...] este usa las
dos fórmulas -doctrinal y narrativa- pero tiene el sentido estético de
separarlas. (Ib.; pg. 12)

En el enxiemplo XXI, por caso, aparecen plasmadas ambas formas elementales:


doctrinalmente se menciona como negativo retrasar un casamiento (algo bien visto a los ojos
de Dios, una acción sacramental incluso en la doctrina cristiana), en tanto que se recurre a los
medios necesarios para encaminar al joven adolescente, aún recurriendo a la mentira del mal
augurio, con el fin de proveerle de principios morales.
Enxiemplo XLVI: una temática ​a la manera árabe

De interesante abordaje resulta, asimismo, el modo en el cual se tratan los temas en


El Conde Lucanor,​ puesto que, al no ser este un ítem ciertamente novedoso, puesto que ya
acerca de casi todo se ha escrito, es mucho más provechoso poner el foco en el tratamiento
del tema y el lugar desde donde se posiciona el autor para escribir acerca del mismo.
Es el caso del enxiemplo XLVI, titulado “De lo que contesçió a un philósopho que
por ocasión entró en una calle do moravan malas mugeres.”; en el mismo, un filósofo de
avanzada edad pierde su fama (el tema central del relato) cuando por error atraviesa una calle
en donde hay mujeres ejerciendo la prostitución, razón por la cual toda su reputación se ve
puesta a prueba en boca del pueblo entero y aún de sus propios alumnos, que dudan de su
accionar. El relato concluye con el filósofo argumentando acerca de las buenas y las malas
acciones y de sus resultados, e incluso de una instancia más, la mala acción sin intenciones de
hacerla, con lo que justifica lo que él vive, argumentando que más allá de las malas lenguas
Dios sabe premiar con justicia según los actos.
Foix y León de Tedesco sostienen que Don Juan Manuel aquí “separa la ​fama en
cuanto a Dios y la fama en cuanto al mundo” (1961; pg. 33), un argumento muy propio de la
religiosidad de la época. “La ​fama es algo que debe ser ganado y para ello es necesario no
darse tregua ni descanso” (ib.; pg. 33): es este otro ideal muy propio del motivo religioso; no
obstante, no solamente se trata de un enxiemplo con intención didáctica para el público en
general, sino que era, al parecer, una de las preocupaciones centrales del propio Don Juan
Manuel, según cuenta Alfonso I. Sotelo:

Don Juan Manuel plantea en este ejemplo uno de los temas que
más le preocupan: ​ruégovos que me consejedes en quál manera podré mejor
encresçentar e levar adelante e guardar la mi fama.​ (1984; pg. 269)

A partir de esta preocupación personal sobre este tema en sí, Sotelo concluye,
citando a Diego Marín, en que el tema original de fondo es “el de las malas compañías” (Ib.;
pg. 269). En ese mismo motivo, Marín ve finalmente el origen árabe del mismo, puesto que
dicho tema es “un asunto que roza en lo escatológico, muy raro en nuestro autor pero normal
en la tradición árabe de la que procede”(1955; pg. 3): lo que conecta el enxiemplo en
particular con el elemento oriental es, en opinión de Marín, esa “atmósfera árabe [que] está
preservada y tratada con simpatía.” (Ib.; pg. 3)
Indudablemente, el tratamiento del tema remontará fácilmente a cualquier avezado
lector a una temática y atmósfera muy conocida en el mundo árabe: el erotismo. Aquí recala
Marín finalmente para dar una explicación concreta a porqué atribuye a la tradición literaria
oriental este enxiemplo en particular, al afirmar que existe una “omisión deliberada y
sintomática de todo motivo erótico en las obras del infante.” (Ib.; pg. 12). De hecho, compara
a Don Juan Manuel con otros autores contemporáneos:

​Su castidad de temas y de expresión es sorprendente si se le


compara con contemporáneos suyos como Hita o Boccaccio, y especialmente
con los autores árabes que le sirven de precedente. Nada de lo erótico y
escatológico que tanto abunda en la tradición árabe. (Ib.; pg. 12)

En realidad, lo mismo que distingue a Don Juan Manuel de los demás autores
mencionados por Marín es lo que en realidad intertextualiza sus relatos con el mundo árabe;
la negación del erotismo lo conecta a su vez con la raíz oriental que se esconde detrás de los
enxiemplos:
Cuando el tema roza algún deseo carnal, como en el Exemplo L
(Saladin y la mujer de su vasallo) lo emplea precisamente con el austero fin
de hacer triunfar el ​self-control o "vergüenza" sobre la pasión sexual. Y en
los Exemplos XXXVI, XLVI, únicos que encierran sugerencias impúdicas, el
autor mantiene su decoro impecable y hace resaltar la pureza de las víctimas
contra las sospechas maliciosas. (Ib.; pg. 12)

El hecho sencillo de no querer inmiscuir su escritura en las cuestiones de los bajos


instintos y pasiones humanas es lo que denuncia, cada vez que aparecen referencias eróticas
como en el enxiemplo XLVI, las marcadas influencias de la narrativa árabe en la obra de Don
Juan Manuel.
Conclusión

Definitivamente ​El Conde Lucanor de Don Juan Manuel resulta una obra mucho
más compleja de lo que en primera instancia parece. El compendio de relatos se convierte,
apropiadamente, en un objeto simbólico resistente a múltiples análisis y desde múltiples
perspectivas; en particular, el elemento árabe parecería flotar en la atmósfera de los
enxiemplos mencionados y analizados y en otros que no se abordaron en este trabajo (según
Diego Marín, al menos los enxiemplos XX, XXIV, XXV, XXX, XXXII, XXXV, XLI y
XLVII tienen también influencia oriental -Id., pg. 2-), pero indudablemente sus aportes en el
aspecto temático y también en el aspecto técnico-narrativo (como la técnica del arco
lobulado) dejaron huella indeleble y significativa en la tradición literaria castellana.
Es absolutamente imposible, además, no asociar la influencia y herencia de la
cultura árabe, particularmente en ​El Conde Lucanor​, con la preponderancia del aspecto
religioso en esta etapa de la historia española; éste parece ser el canal a través del cual se
reafirmaba, por aquel entonces, el ideal didáctico de época. Afirma Marín al respecto que:

[...] la verdadera influencia oriental en D. Juan Manuel debe


buscarse, no tanto en las fuentes literarias que utiliza, más indirecta que
directamente, como en el espíritu árabe que en él alienta inconscientemente y
que contribuye en parte a integrar su mentalidad. El elemento árabe no reside
en factores ajenos recibidos de una cultura extraña y fascinadora, sino en una
actitud mental que tiene muchas facetas comunes a cristianos y musulmanes
de la España medieval. (1955; pg. 13)

La religión actúa, en cualquier etapa de la historia, como nexo inmanente del


proceso de influencias que conlleva luego a nuevas creaciones literarias. La conexión
religiosa, especialmente en cuestiones de moral y comportamiento ético humano, revaloriza
el mutuo intercambio árabe-castellano, lo fortalece y lo eleva como ideal para la constitución
de una cultura que resulta central en el devenir de la historia humana. España es el territorio
en el cual se encuentran las distintas culturas y dialogan hasta unificar criterios, y ​El Conde
Lucanor resulta, en ese aspecto, un caldo de cultivo ideal para que ese diálogo prospere y
establezca acuerdos ideológicos de convivencia a futuro.
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