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Pensamientos, proyectos y obras pueblan esta extensa monografía del estudio de Arquitectos Ayala.
Textos, dibujos y fotografías traducen éstos a través de las páginas que observamos de manera
individual y estática: leyendo. Y es que, a veces, se nos escapa el truco: en el libro no está la
arquitectura. Tanto es así, que aún nos visita una cierta decepción al acudir a las obras por las
expectativas generadas por la reproducción: “qué pequeño”, “me lo imaginaba más transparente” o el
insólito “no sabía que tenía color”. Pero, ¿no nos sucede lo mismo con el edificio y con la
Arquitectura?. Es decir, ¿hay algo aparte de los edificios?
Pobreza de experiencia
En Experiencia y pobreza (1933), Benjamin nos presenta “un concepto nuevo de barbarie, positivo” 1 .
El periodo de entreguerras, los asesinatos de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, la crisis del 29, etc.,
acabaron por bascular claramente la opción entre socialismo o barbarie. Y la experiencia de la Gran
Guerra no dejaba mucho de lo que aprender:
“Tanto aquí como allá, las mejores cabezas ya llevan mucho tiempo sacando conclusiones de
estas cosas. Y su rasgo más característico es la total falta de ilusiones sobre nuestra época y,
junto a ello, su entera aceptación, sin abrigar reservas frente a ella. Tanto si el poeta Bertolt
Brecht a afirma que el comunismo no es el justo reparto de la riqueza, sino de la pobreza,
como si Adolf Loss (el precursor de la moderna arquitectura) declara por su parte: “Escribo
solamente para aquellos capaces de sentir a la manera moderna … No para personas que se
consumen en el anhelo del Renacimiento o el rococó”. Un artista tan complejo como el
pintor Paul Klee, y uno tan programático como Loos, se apartan de la imagen propia del
hombre tradicional, siempre solemne y noble, adornado con todas las diversas ofrendas del
pasado, para dirigirse por su parte al contemporáneo desnudo que, gritando como un recién
nacido, se encuentra en los sucios pañales de esta época. Nadie lo ha saludado con mayor
alegría que Paul Scheerbart.” 2
La “razón instrumental”, aquella que ya no sigue los dictados de la razón, pero es capaz de razonar,
produjo una “nueva objetividad”. Positiva, sí. Pero problemática también. Pues, en la transparencia,
en el justo reparto de la visibilidad, ¿cuánto queda del ser humano?
“No en vano el cristal es un material bien duro y liso, en el que nada puede ser fijado.
También es un material muy frío y sobrio. Las cosas de cristal no tienen “aura”. El cristal es
el enemigo del misterio, y es también enemigo de la propiedad. (…) Y esto es sin duda lo
que han llevado a cabo Scheerbart con su cristal y la Bauhaus con su acero: han creado
espacios en los que es muy difícil dejar huellas. (. . .) Pobreza de experiencia: esto no hay que
entenderlo en el sentido de que la gente desee una experiencia nueva. No, bien al contrario:
quieren librarse de las experiencias, desean un entorno en el que puedan manifestar sin más,
pura y claramente, su pobreza (exterior e interior), es decir, que surja algo decente.”3
“No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios son
acontecimientos, no metas o fines. Tampoco creo que necesitemos Pontífices de la
Arquitectura, ni grandes doctrinarios. Algo de tradición viva está todavía a nuestro alcance, y
muchas viejas doctrinas morales, en relación con nuestro oficio (metier) de arquitecto y con
nosotros mismos. Creo que necesitamos, sobre todo, buenas escuelas y buenos profesores.
Necesitamos aprovechar la escasa tradición constructiva, y sobre todo la tradición moral, en
esta época en que las más hermosas palabras han perdido su verdadera significación. (. . .)
Necesitamos que miles y miles de arquitectos piensen menos en Arquitectura, en dinero, o en
las ciudades del año 2000, y más en su oficio de arquitecto. Que trabajen con una cuerda
atada al pie, para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces, y de
los hombres que mejor conocen; siempre apoyándose en una base firme de dedicación, de
buena voluntad y honradez.” 5
Buena voluntad y honradez. ¿No son “hermosas palabras” que no sabemos como caracterizar?
4MIRANDA, Antonio. Ni robot ni bufón. Manual para la crítica de arquitectura. Frónesis. Cátedra. Universitat de
València. 1999
5 José Antonio Coderch. No son genios lo que necesitamos ahora. Carta publicada en Domus en 1961 y en Arquitectura
en 1962. Tomado de URRUTIA NÚÑEZ, Ángel. Arquitectura española contemporánea. Documentos escritos,
testimonios inéditos. COA de Madrid y Universidad Autónoma de Madrid. Madrid 2002.
6 SENNETT, Richard. The Fall of the Public Man. Norton. New York 1974. Existe traducción al castellano: El
declive del hombre público. Península 1978.
espacio. En el Defense Centre, así como en la Lever House o el Brunswick Centre, el espacio
público es una zona que por la que desplazarse, no un lugar en el que estar.”7
Estas críticas, cristalizadas en obras de Tatí como Playtime o Mi tío (figura 1) han servido para que
algunos arquitectos justifiquen el abandono de la tradición y el abrazo de una nueva bufonada. Pero
debemos reconocer la paja en nuestro propio ojo:
“Hablar del legado de la crisis de la vida pública del siglo XIX es hablar, por un lado, de
fuerzas mayores como el capitalismo y la secularización y, por otro, de estas cuatro
condiciones psicológicas: exhibición involuntaria de la personalidad, superposición del
imaginario público y privado, retiro como defensa y silencio. Las obsesiones con uno mismo
son intentos de solucionar estos dilemas del siglo pasado, por su negación. La intimidad es
un intento de resolver el problema de lo público negando que éste exista. Como cualquier
negación, sólo ha conseguido que los aspectos más destructivos del pasado se encuentren
más fuertemente atrincherados. El siglo XIX está aún por terminar.”8
Quisiera comparar ahora una ilustración de un estudio norteamericano en los sesenta con la memoria
de un concurso de los Ayala reciente. El dibujo de los Eames (figura 2) representa todas las
actividades que se pueden realizar en una casa. Prodigio de imaginación, herramienta muy útil para
pensar en el espacio privado (y triste consecuencia del triunfo del coche como mediador social). Pero,
¿qué queda entonces para el espacio público?, y, ¿por qué han de ser actividades realizables
exclusivamente de manera individual? En la memoria del concurso “Hacemos ciudad” en Navalcarnero, los
Ayala nos dan la réplica con las actividades en las que piensan al proyectar:
“La manzana en Planta baja es permeable en su totalidad. En el perímetro tiendas, gimnasio,
locales de servicios, guarderías, espacios educativos, pequeños talleres….etc. En el interior de
la manzana, zonas verdes, deportivas, espacios escénicos, jardín botánico, juegos y zonas de relación y
descanso.”
He marcado en cursiva lo que normalmente se obvia, pero que en el trabajo de este estudio forma
parte decisiva de todos sus proyectos: la defensa y continua definición del espacio público y de las
actividades en sociedad. La organización de su propio estudio demuestra la generosidad necesaria
para vencer la inercia que nos empuja hacia lo privado, hacia un individuo incapaz de relacionarse
socialmente.
9La obra de Boltanski o de su Messager da buena prueba de este fenómeno contemporáneo (y de sus
implicaciones subjetivas)
10 op. cit. p. 26
En la obra de los Ayala no hay ironía postmoderna. Hay dialéctica: tradición e innovación deben
convivir. Y hay política: el esfuerzo interno de trabajar en equipo es la muestra de la convicción en
una sociedad más activa socialmente, con derecho a unos espacios en los que seguir creciendo en
comunidad. Se huye del aislamiento, del arquitecto genio y de la obra ensimismada.
Pabellones venecianos
Quisiera terminar con el Pabellón de España en la Bienal de Arquitectura de Venecia como acción
ejemplar del trabajo realizado por este estudio. Tuve la suerte de asistir a su inauguración, de vivirla, y
tengo un recuerdo muy vivo de aquella experiencia. Prefiero que sean las palabras de su(s) autor(es)
las que justifiquen mi elección y, tal vez, la pertinencia de mi escrito:
Esta obra, con resonancias de los canales y el carácter teatral o carnavalesco, en definitiva, de Venecia,
perseguía la exhibición de la capacidad de la arquitectura en plena actividad. Hasta el más mínimo
detalle estaba contemplado: el color de las paredes, el vidrio de los expositores, la madera del jardín y
el jamón de la inauguración. Aquello era una Gesamtekunstwerk efímera. Arquitectura y vida se daban
la mano, al menos por aquel breve periodo de tiempo. Control y previsión. Investigación y relación.
He decidido enfatizar ciertas partes con mis cursivas para no tener que repetirme:
Mis recuerdos del pabellón son complejos. Soy incapaz de diferenciar el pabellón de todo lo que allí
ocurría. ¿Será eso el algo aparte de los edificios?
Eduardo Vivanco
Chicago, eterno invierno del 2008.