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José Vico Peinado

Liberación sexual
y ética cristiana
Aportaciones a la vida en pareja
O SAN PABI-O 1999 (Protasio Gómez, 11-15.28027 Madricl)
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O .losc Vico Pcinado 1999

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r02 Liberaci(¡n scxual y éticd cristidnd \ ltr l»rsqueda del sentido 103

categorÍa de «liberación sexual», a mi modo de ver las cosas,


)I Ltt sexualidad del hombre
condensa para la sexualidad, en sucinta fórmula, ese itinera- cs verdaderamente humana
rio de la ética7 que, partiendo de lo que el hornbre es, es de-
cir, de lo que recibe pasivamente (su pathos), intenta elaborar l'rrcde que esta afirmación parezca una perog,rullada. A mí no
caminos de configuración de la persona hacia 1o qtte todavÍa rrrt' lo parece. Más bicn, Ia considero un buen punto de partida
no es que puede y hasta que debe ser para alcanzar ¡r;rra iniciar la reflexión, porque en ella se encierran, como er1
-perofi¡62n¿-, mediante las formas concretas de ac-
su plenitud rrrr coltre, consecuencias que son tesoros de enorme valor. CIa-
tuar (su €thos)8. r() c[ue, para sacar alaluz esos tesoros, es necesario Lener una
Asumiendo esta categorÍa, por consiguiente, tendremos que ( ()r-recta comprensión del hombre y cle la realidad humana.
tratar, en primer lugar, de 1o dado en Ia sexualidad, es decir, A mi modo de ver las cosas, sólo es correcta aquella
del pathos. Después, tendremos que elaborar un proyecto de , ourprensión del hombre, que, frente a cualquier dualismcr
liberación que manifieste la tarea del hombre de cara a la -sea de signo materialista o espiritualista-, hace de su rea-
sexualidad, es decir, el ethos, que tendrá una doble perspecti- litl¿rd constitutiva una persona, úna t.otalidad unificacla, cual-
va: por una parte, formular y anunciar el ideal tensional utó- r¡rriera que sean las bases antropológicas en que se apoye di-
pico del deseable humano en esta materia; y, por otra parte, , lra comprensión]o. Sólo desde ahÍ me parece que es posible
ofrecer criterios liberadores de actuación en sus formas con- rrf irmar que el hombre como persor,a no tiene un cuerpo,-sino

cretas, para que no se pierda la libertad en estériles esclavitu- rlrre tls corporal, por [o rnismo que se puede decir qrte la per-
des. AsÍ se recogerán las clos dimensiones de la ética: Ia pros- hümaná io tiene un espÍritu, sino que es espirituallI.
'rrna
pectiva y la judicativae.

l" C.[J. Cir,v,t,lr,ll probltma dell'ttomo. IntrLttluziont ull'aúropologitrJ)iost,fi-


2. El don de la sexualidad: el hombre, ser sexuado ,rr, LD(1, lurúr 1973,53-BB (trad. esp., SÍgueme, Salamanca l978): ,\. Vt-ttc;ott',
/r'(.irr1rs. Pensée contünporaine ú cdtegoridbibliqurs. Rcv'fhl-ouv l0 (1979) 159-
'Voy a comenzar por el pathos, es decir, por lo dado. Por lo 175; M. .J. Nr<.rrr ..rs. Le corps humctin, Revfhorn 79 (1979) j17-387..J. L. lltrtz- rrr
r l)rñ,r, Las nucvlas antropologius. [)n relo a la leología, Sa] Terrae, Sanlander
tque el hombre recibe como don en el terreno de la sexuali- I i)81: I. Fruc.rr, Lunita e la tlignitd clella ptrsontr ncll'antro¡tologi.d .sessuril¿r .ri.sli¿l-

idad, antes de cualquier toma de postura o de comportarnien- rrr. MedMor l9 (I9U9) 465-4ti9; D. T¡¡r,rurNzl, L-a corporcitd umctno. Demt'nsio-
i to por su parte. Analizar este aspecto me parece importante, ti tntropologíchc ( t(ologich(, MeclMor 39 (t989) 677-70I'. l? I-t,l'irrroLru,t,r'.s, Rcllr''
\r()ncs dnfrolrológicus sobre la sexwtlidad, ViRcl 70 (199f ) I84-192; M..J. l.tirrrz
porque si se descuidara, quizá uno se arriesgarÍa a confundir I'rtttz..Outrpo,serovnrrrjo nlaptrsptctivadclasuntropolLtgías, enM.N.t'.,rxt<¡
la perspectiva ética con aquello que no 1o es. ri'tl.), P¿tra rltm¡ttnder cl cutrpo tk ltt mujcr. Llna ptrspcctiva b¡.blica y rttit¿i, Ve r-
lr,r Dir¡ino, Estclla 1996, c) 23.
I' Aflrrnaci<¡nes quc, por otra parte. cuadran pcrfictarnente con la antropo-
l()tia subyacente a la reveiacii¡n cristiana ¡- con [a IÍIe¿r tl¿is purir del pensa-
rniento teológico, a pesar de que en rnás clc ttn¿r ocasirin cl pensamiento cris-
tiruro hava sentido y, a \¡cccs, haya sucumbido a la tentaclóu del dualismo. CI
L l cstupcnclo artÍculo de F P Frott¡¡z-.r-J. B. Mr:r;:, Elhombrt como unitlad de cuer'
i Cf J. Vrccr Pr,rN,roo, ÉLicas teoltigicas r.r,yer.! ho¡ San Pablo, Madrid 1991, ¡t v- alfl1tt. en Mysterium salulis II-Ii, Cristianclad, Madrid 1969, 661-7 12 C. Tnr s-
11-14; E. Lolr-z Azrrr.q,nrL, Funddmcntdción de la étíca cristiana, San Pablo, Ma- \r()NrANr, Lo méLhaphysiqut du c.histianismt el la nr¡iss¿tnc¿ de lct philosophie cht(:-
drid 1990.50-51. trlnnc, Seuil, ParÍs 196I; V Mt,t.c-trtotnr, Il c.orpo, [-a Scoula, tsrcscla ]98'1; M.
I Para una visiirn histórica dcl terna, cf J. Gunru,s«t, P¿rson or Natur¿? Ri- l)r clr-ANt), Christianisme: dos.sícr cot7s, Cer[, París t987; AA.W, Lt t'ruit defen-
val Personctlismt in 20th Century Catholic S¿xual E¿hics, StlVIor 35 (1997) 281- ,lu. lrs chrétiens et lu scxualité tfu l'antiquiti t) nos.jour-s, Centurlon, l'}arÍs 1985;
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-frott¿r.
" (.[ f . Vrr.Lr Pi rir,rtxr, o.c.,32-34. ,Lr¿1. Madrid 199'1.
ro4 Liberación sexual y ética cristiana \ Lt ltusqueda dtl s¿ntido I05

«No es exacta la afirmación de que el ser humano tiene un cuer- .rtlt'rnás, «el sexo condición viril o femenina de la perso-
po. La categorÍa del tener no es aplicable en este ámbito de la rrr- impregna y -la
cualifica todas Ias actividades del ser huma-
corporalidad. HabrÍa más bien que decir que el hombre es un rro»r5, ¡¿n¡9 en su relación con el mundo, como en su rela-
ser corpóreo, un espÍritu encarnado que exige, actúa y se ma- , r()n con las otras personas. Y esto a lo largo y a lo ancho de
nifiesta en todas sus expresiones somáticas. La única posibili- totlas las etapas de la vida16.
dad de revelarse, de entrar en comunión con los otros, de ex-
presar su propia palabra, tiene que efectuarse mediante una Quien tome en serio la totalidad unitaria del hombre ha-
lrni de considerar la sexualidad en el hombre como una di-
encarnación. Hasta las realizaciones más sublimes del pensa-
miento están marcadas por este sello, sin poder nunca renun- rrrcnsión corporal del espiritulT. No podrá reducirla a la pura
ciar a esta fusión con la materia. Só1o es capaz de actuar cuan- v simple materialidad, puesto que en el hombre toda la mate-
do está comprometido el cuerpo y encuentra en él su apoyo y r irr está espiritualizada y todo el espÍritu materializadors. No

¡roclrá referirse a ella únicamente en su dimensión biológica


r2.
expresividad»
v genitalre, haciendo caso omiso de otras dimensiones persona-
Ahora bien, si, hablando con propiedad, podemos decir que It's. Ni mucho menos podrá decir de ella que es algo que el
el hombre es corporal, adoptando un lenguaie de no menor lrombre tiene en común con los animales, como pensó santo
propiedad, tendremos que*afu1ngr que el hombre es wn ser Iomás20 y una larga tradición después de é1. Prescindiendo,
sexuado, que es tanto como decir qüé-ét"honi6ré, en cuánto t'rr este momento, de la utilidad que pueda reportar el estu-
¡iér§riná, no tiene sexualidad, como algo exterior a su propio ,lio de las semejanzas con el comportamiento animal, propio
ser, sino que ¿s sexualt3, siendo, como es, la sexualidad una rlc la etologÍa2l sin duda, es enorme-, hay que afir-
forma corporal. -que, en el hombre representa un salto
rnar que la sexualidad
Las consecuencias son, pues, bastante claras: en primer lu- r ualitativo respecto a la de aquellos. En él no se puede redu-
gar, düe lásiilalíü[perteiece alapersona, y, en segundo lu- cir la sexualidad a la de un «mono desnudo», que actúa como
gar, que de la persona recibe su valor y signiJicado.- Bg-{-s-gn4.)a
.-sexualidad no exist.en como realidades independientes, sino It P LAIN ENrn,tr.c;o, Te(rría y realidad del Otro II, Revista de Occidente, Ma-
[fafAl n"máño él uiiÁ périó:na-s-eiilidri. ia-s¿*ualidad no ,llid 196I, 179.
r" Cf F Lr)r¡z-A. Fu¡nrps, Para comprender la sexualídad, Verbo Divino, Es-
-márgina
pucdc*ser-ó'o ñ§iAe-ratá-¿ óñó un ásp¿t [ó l, sino c o mo rr'lla 1989.38-f05.
una realidad profunda de la persona. Como una dimensión t7 C[ C. Or-rvr¡n, La dimensíón corporal del espíritu, ViRel 70 (1971) 164-172.

que es preciso aceptar, comprender, integrar y orientar en la


18
Cf J. B. Mrtt, Caro cardo salutís: La concezione cristiana del corpo, Queri-
niana, Brescia 1968; L. St¡t,tttl ot re Put,nlr, Espiritualidad de la sexualidad, Kl-
línea de la realización y maduración de la personara, porque, I irnense 30 (1996) 212-220.
le Cf T. Prret;o-C. Pur,nto, o.c.,46.

"'5.Th., l-11 q.94 a.2


la sexualidad y 2r Cf K. LonrNz, El comportdmiento anímal y humano, Plaza y
't E. Lóprz Azprrenr¡, Ética de clel matrímonio, San Pablo, Ma- Janés, Barce-
clrid. 1994. 47 . Irrrra 1977; Consideracione.s sobr¿ las contluctas animal y humana, Plaza yJanés,
'r Cf G. G¡rrr, Il significato del c.orpo ín eticd sessuale, en AA.W, Attualitd llarcelona 1980; S. A. BARNF.tr, La conductct de los anímales y del hombre, Al\an-
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teologica attuale sulla corporeitd-sessualita, CredOgg 48 (1988) 56-67; P L,riN I tt turas sobre el comportdmicnto animal, Siglo XXI, Madrid 1982; J. Lo¡rrlt MrN¡,
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persona e integrazione sessuale, RassT 36 (1995) 699-728; X. M. DovÍNc;tnz Pnt¡- lumíIíares, Planeta, Barcelona 1983; E Cpur-ns, El comportamiento animal, Sal'
ttt, A condiciótt sexuada da persoa: alén de reduccíonÍsmos, Encrucillada 99 (1996) vat, Barcelona 1983']; V Bnown, Los lenguajes s¿cretos de los animales, Lahor, Bar-
355-363. cclona 19BB; J. Gnr¡err-M. GntrntN, La diJerencía del uno por ciento. Sociobiología
t] Cf T. Pnr¡co-C. Pr¡rnro, Comprender Ia serualidacl. Para una orientación in- ,ltl se r humano. Pirámide, Madrid 1990;J. Crtozt, Antropologia de la sexualídad,
tegral, San Pablo, Madrid 1995,45-46. Itialp, Madrid 199I.
106 I-iberación sexur:.l j ét.ica cristíarut t /,¡ i,¡rtcitrt Ja ,kl s¿ntido t07

tal22, entre otras cosas, porque «el cuerpo humano no puede , rrtt'niliendo olo dadon dinámica y no estáticamente, puesto
ser valorado con la misma medida que el cuerpo de los ani- rlrlc sLir varÓn o mujer es «una fuerza que impregna, influye
males, ya que es part.e constitutiva de una persona, que a tra- r .rfecta a todos los actos del ser personal en todos los mo-
vés de él se expresa y se manifiestar2r. ,r( ntos de su existencia»26. Así entendido, podemos decir
Frente a semejantes formas depauperadas de entender la ( ()nro lo reconocÍa, incluso, un documento del magisterio
sexualidad, hay que reconocer que la sexualidad es en el hom- l)()\(onciliar de talante más bien restrictivo- que «del sexo
bre algo especÍficamente humano, y que únicamente es inte- r, r ibe la persona humana las caracterÍsticas que en los planos
ligible, en su riqueza más plena, cuando se la considera a ni- l,rolrigico, psicológico y espiritual hacen de esa persona un va-
vel personal propiamente humano. AsÍ lo afirmaba el concilio r()n o una mujer, y por ello condiciona en gran medida sus
Vaticano ll, cuando decÍa que «la Índole sexual del hombre y l)r()gresos hacia la madurez y la inserciÓn en la sociedad»¿7.
su facultad de engendrar supera maravillosarnent-e lo que hay
en los niveles inf'eriores de la vida» (GS 5l)'¿4.
' Desde estos parámetros, podemos considerar la sexualidad ' l. Elementos integrantes de la sexualidad
I humana como la manera de ser sólo de hacer o dejar de de la persona humana
, hacer- y «como la manera de -no estar en el mundo y de rela-
I cionarse con el mundo como persona masculina o .femtnina»)'. \lc y recalcar la afirmación según la
parece importante retener
' Ser varón o mujer es una manerA de ser, de estar y de relacio- varón o muier condiciona el itinerario de la persona
, rrill ser
i narse corporalmente con el mundo, que le es dada al hom- lurcia su madurez y su inserción en la sociedad" Después trata-
, bre, en cuanto persona, con anterioridad a 1o que él decida r(' con amplitud de esto. Pero, de rnomento, interesa sobre todo
lracer o deiar de hacer con ella. Pertenece a nlo dado». Pero .-rrher qué es lo que hace al varón ser varón y a la muier ser
rntr jer; y cuálcs son las consecuencias que esto lienc.
" Cf D. MoRus. El ntono tlesnudo, Plaza-.]anés, Ilarcelona 1969.
r] CcrNct¡c,,tc.roN pAtd{ L,\ Dr¡cl nlN¡ nt, l¡ Ir¡, Donttm yiLae . 1. 3.
Cf W [:. Mrv,.S¿xual Ethi¿:s andlruntan dignif,1,, cn A. AsN,ir oo (ed.). P¿r-
sona,
']+
vüitd c mordle . ALti dt:l Consrt:sso Inlcrir¿r¡i¿rnale di lcttlogitt Moral¿, Cittá - Lo que hace al varón ser varón
Nouva, Rt¡rna 1c)87,477 4L)(t. y u lo muj(r s(r tnuj(r
5 AA.VV, La stxualidatl humuna. Nucvas perspectiv¿l.s dcl pcnsdmicnlo cat(i-
Iico, Cristiandad, Madrid I978, 10t. «C.uestión rnuy debatida y cliscutida es la
I a sexualidad de la persona humana tiene, entre otros, tres
clc hasta quc punto las difcrer.rcias auar<jmic¿rs, f isiológicas y biocluÍrnicas entre
ambos ti¡ros clc cstrllctura conclicionan ci mt¡clt¡ cn que los dos géneros se per- rcferentes2s, que quisiera destacar en cuanto identificadores de
cihen a si misnros y percibcn cl nrundo, indcpendientclnente de los concli- l,r qüá-áT varón le hace ser varón y ala muier ser mujer:-lo
cionamicntos culturirlcs. L-as invcslig¿rcioncs hasta ho1, desarrolladas st¡bre el
tcnl¿l r1o aportan datos concluyentes. Nuestra opini(tn es que los dos sexos ex-
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perimentan Ia existencia clc rnanera sutilmente distinta a causa cle sus diliren-
cias de eslructura corp(rrea» (ib, I07). Cf AA.VV. Desatrollo de las tliferenúas
sc.;¡uales, Marova, Maclrid 1972; R. Surr-orl, Masculiníté et.fcminité, RcvDrCan 24
(.1974) 177-)01 ; L. Vrr,r, La relaciLtttvarLin-mujer, MisAb 69 (1976) 418-422; Fl. r' Ih, t0'+. Cl P F Sr-rrvrn, Sexttalital Selbsverwirhlíchung uns -Sclbtranslen-
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hombrt, y «ser ntujcr» tn las distintcts culluras, Communio (intcr.) 4 (1982) 212- und Mtnsch¡:nwiird¿, Diakonia 27 (1996) 2.56-259-
ur rr. -sexurrlílrit
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Mr<-c.or t, La condicit)n hu.mana hoy: se r hombre-ser mu.jer. l,erspectfuas rs M. Vrrru recoge además otras dimensiones de la sexualldacl como la dia-
Jenomenológica.s .sobr¿ la sexualidad hunana, RevAgust l0 (1989) 155-199; E. l,rgica, 1a exis(encial y Ia mistérica (Moral d¿ (tctitudl, ll-2'. Moral tlil amttr y
Fr,;i:Hs, I-.a diflicile parole dt la diJferttt,t. I-crVic ]94 (lSSq) 83-90. ,!t ltt scxualíclacl, I'S, Madrid I9918, l5-80).
l0B Líberación sexual y ética cristiana t l,r búsqueda del sentido 109

. El referente biológico. El primer referente es el biológico, ,l.rtl humana está abierta a otros componentes de carácter
puesto que «la instancia biológica es como la raí2, el esquele- ¡,sicológico y afectivoro.
to que sostiene todo el edificio de la sexualidad humana [de Ya el hecho de ser tal persona, es decir, tal varón o tal mu-
la que] nacen las pulsiones sexuales»2e. t( r, por su peculiar constitución, dota al hombre de unos
Ser varón o mujer depende, en buena parte, de la constitu- r ,u.ilCteres psicosomáticos que afectan a la sexualidad de ma-

ción biológica de la que está dotada la personaro. Los cromoso- rrt'r'a peculiar, tal como ha puesto de relieve la psicología
mas, el riego hormonal y la constitución cerebral serán rr¡rológicar7. No cabe duda de que estos caracteres posibilitan
determinantes en la formación de las gónadas, lo mismo que ,, r'ondicionan, con anterioridad a cualquier toma de decisión
lo serán en la de otros caracteres anatómicos y fisiológicos pe- ¡ror. parte del sujeto, su identidad sexual.
culiares en el varón y en la mujer3l. De factores biológicos pue- [)ero, además, en el hecho de ser varón o de ser mujer
den también depender ciertas formas de ser menos diferen- cs decir, en la identidad sexual con la que se nace- se hace
ciadas, que conocemos como estados «intersexuales»r2. Pero, l)rl'sente un modo psicológico de ser y una manera de perci-
además, de la constitución biológica dependerán, en buena l,rr'la realidad en uno y en otra, que puede ser complementaria
parte, las pulsiones del deseo sexual y de la atracción3r, las r r.ccíproca38, pero que es diferente, como ha puesto de relie-
sensaciones fÍsicas placenteras y las posibilidades de fecunda-
ción y reproducción. Este es un campo, en cierto modo,
preprogramado3a. rrn lnimales como nosotros creemos. Su conducta parece transida por otra se-
,r, tlc tendencias y reacciones, que superan con mucho la mera instintividad
. El referente psicoafectivo. El segundo referente es el psi- l. Actúan y se comportan con unas manifestaciones muy parecidas a las hu-
ur,uus, como si el miedo, la soledad, el cariño, la fidelidad, el agradecimiento,
coaJectivo. Mientras en el animal su sexualidad queda ence- Lr r ompañÍa, el éxito, el bien del otro... tuviesen profundas resonancias en su
rrada preferentemente en el horizonte biológicor5, la sexuali- l',rrluismo [...]. Ni siquiera en el reino animal los mecanismos sexuales tienen
.rr cxplicación definitiva en estos últimos [mecanismos biológicos y hormona-
1,.,1» (E. Lopr.z Azp¡ rirn-rr,, o.c., 63-64). Cf R. Cn,rvrN, Conductas stxuales del ttni-
re T. Pnr¡ccl-C. Put ttto, t¡.c., 46. ,r,¡1. en AA.VV, Estudios sobre sexualidaclhumana, Morata, Madrid 1967,23-36l'
r0 Cf B. Fon<-eNt¡, Moral serual biológica. Claretianum 6 (1967) 175-218; G. \ \.VV, Lecturas sobre comportctmiento animal, Síg1o XXI, Madrid I9B2; M. M,rn-
S,rn lonr, Compentlio de sexología, Razón y Fe, Madrid 1969l, Aspectos méclico-bio r rr oi), La cognitila del hombre y la inteligencia de los animalcs, Angelicum 67
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r('
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rr Para una breve descripción, cf M. Vrn,qr, o.c., l5-30. '' Para un estudio del tema, en la época de máximo apogeo, cf M. Mra»,
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'r Cf E Lópr,z-A. Fur,nrr,s, o.c., 133-134. ,r, ,s Aires f 966; J. A. Mrqun, Condicionamientos biológicos de la moral del amor,
il cf ib. 133. , rr r\A.W, Moral y hombre nuevo, PS, Madrid 1969, 83-95.
ri De todas formas, simplemente que 13
C[ E. l-crpnz Azprr,qnrr, F-tica de la .r.xualitlarl y del matrimonio, 53-14.
"deberÍamos decir
Los animales no son
1 f 0 Liberación sl.xudl y ética cristidnu t Lt l¡ttstlutcla del senticlo I11

ve ia psicologÍa diferenciaPe, aun cuando algunas de sus afir- , r( n('ia se ha podido constatar, además, cÓmo en ese desarro-
maciones haya que acogerlas con una cierta reserva y una bue, ll,r -y en cuanto motor del mismo- se entremezcla Ia pul-
na dosis de espÍritu crÍtico, para no hacer de ellas un instru- .r()n sexual y la sensación física placentera con la satisfacciÓn
mento al servicio del poder ideológico y de la dominación ,l, lrrs necesidades afectivas, que proceden del mundo de los
entre los génerosao. También esta diferencia pertenece a lo dado ., r)(itnientos, en el ámbito de las relaciones humanas, inclu-
constitutivamente, Io mismo que pueden pertenecer a lo dado ,o llicn tempranasa2. Por otra parte, desde esa misma ciencia
otras lormas de ser en las que las diferencias son menos pro- ,r' scñalan, a la vez, diversos mecanismos psÍquicos
nunciadas o, incluso, ambiguas. -tales
,,,nlo la fijación, la regresión, la represión, la sustitución o la
No sólo eso, sino que también a la identidad sexual del va- , ,,rrrltensaciÓn+r-, que condicionan y hasta pueden impedir
rón y de la mujer le afecta, de manera peculiar, su propio desa- Iilrir integración de la sexualidad en el coniunto armÓnico de
rrollo desde la primera infancia, incluso antes de que pueda l,r ¡rcrsonalidad del varón o de la mujer. No serán constituti-
tomar, con madurez, las riendas de sus propias decisiones, \()s. sino históricos. Pero tendrán el mismo efecto: ser condi-
como ha señalado la psicologÍa evolutivaar. Desde esta misma ( i()¡lantes en la integración personal y en la toma de decisio-
rr,'s del sujeto, sea varÓn o mujer.
''' Cl P L¡nscu, Sobre la esencia de krs sexos, Autor, Madrid 1968; M. Onqr
soN, L¿ myst¿rc humain cle la sexualit¿, Seuil, París 1966; L. J. M. S,rrrut_, Compa-
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.fenomorcl(tgicas sobr¡: la stxualiJad hum¡na. RcvAgusr 30 (1989) i 55-I'99; G. p rrc los géneros. Efectivamente, el contexto aporta a la identi-
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+" Cf S. o¡ B¡¡Lrvorn, El
segundo sc,ro, Sigkr XX, Buenos Aires 1972; p Rrr,- les en las que YiYirla44.
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41
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lida.d
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112 Líberación sexual y ética cristidnu t l,t l¡ustlueda del sentido 113

No quiere decir esto que haya que comprender este refe- ,l{ il oIrecernos bastantes puntos para una primera clarificación
rente sociocultural de la identidad sexual como determinantc , trr rr. No habrá más que sacar las consecuencias.
absoluto. Si partimos de una equilibrada comprensión de la
Iibertad humana como libertad-en-situación, tendremos quc . I t sexualidad humana es irrenunciable y no se confunde ni con
concluir que el hombre, en todas sus dimensiones tam- l,t ttctividad, ni con el ejercicio de la misma. La primera con-
bién en su identidad sexual de varón o mujer-, -y
es contex- ., ( rrcncia es que no se puede reducir la sexualidad humana a
tualmente activo y pasivo. Quiero decir que el hombre es ca- "rrr simple actividad sexual, ni al ejercicio de la misma, aun
paz de crear sus propias construcciones socioculturales de su , u:lnclo una y otro puedan expresarla. Y es que, mientras la
realidad sexual. No se puede concebir al hombre como una ., rrralidad es una manera de ser permanente en la persona, que
página en blanco, sobre la que los elementos socioculturales l,r ('structura corporal y anÍmicamente, con anterioridad a cual-
escriben su texto. El hombre es activo. Sin embargo, esta afir- ,¡ucr-toma de decisión, la actividad sexual y el ejercicio de la
mación debe ser compaginada con la de que también el hom- nu\rna, en cambio, sÍ dependen de la libre toma de decisión de
bre es contextualmente pasivo, es decir, que también se en- l,r ¡lcrsona y, por eso mismo, carecen de pcrmanencia y tienen
cuentra influenciado por los elementos socioculturales que ,rnrr duración determinada en la vida del hombre.
encuentra en su propio medio, sin que é1 haya contribuido I:n este sentido, aunque alguien no exprese su sexualidad,
en modo alguno a crear. l)()r.un tiempo determinado o indefinido, a través de la acti-
Desde una visión realista de las cosas, me parece que hay r r,lucl sexual, no por eso deja de ser sexuado. La sexualidad,
que afirmar que el hombre sólo podrá crear libre y actiYamente l)()r. pertenecer al ser del hombre, es irrenunciable. «Una re-
su propio contexto (correspondiente a su ¿thos), partiendo de rrrrrrcia libre no puede significar un rechazo de la sexualidad,
aquel que recibió pasivamente (correspondiente a st pathos), ,ur() que supone Io puede suponer] más bien empeñar esta
sin olvidar que para él salir de un contexto significa ingresar lrcrza al servicio de deberes que se retienen igualmente vita-
en otro, puesto que ser-en-contexto representa, en su caso, una lrs»'r5. En principio, la renuncia a la actividad sexual puede
«situación-límite». ,( r una decisión prudente o imprudente, sensata o insensata,
,, tponsable o irresponsable, pero es siempre una decisión fru-
to cle la libertad. Y, en cuanto tal, especÍficamente humana.
Qsn5¿¡uencias de esta comprensión No les ocurre lo mismo a Ios animales, que, con ciertas re-
- ,('r'vas, se puede decir que se ven forzados a secundar nece-
Los datos, aportados por la biologÍa, la psicologÍa y la sociolo- ,rrriamente sus instintos. En ellos la actividad sexual es pre-
gÍa al estudio de la sexualidad humana, me parece que pue- l('r'cntemente fruto de una necesidad biológicaa6. En cambio,

AA.W, La sexualidad, Fontanella, Barcelona 1969, 189-201; P CuNv, Aspect so- +5


cio-culturels dela sexualité, LumVie 97 (1970) 25-32',E.Fp.e;Uo,Liberación sexual L. Rossr, Morale t'amíliar¿, EDB, Bolonia 1974, 118. Cf M. Lóprz M,crri-
y politíca represña, IgVi 31 (1971) l7-41 J. M. Arrlrnr, Sexualité et vie sociale, t t, La sexualidad célibe, CiTom 123 (1996) 535-558.
+('
Supp I 1 1 (1974) 458-479; H. Dr Lrv,tt Errr, Sexualité et politique, RechScRel 62 Sin embargo, hemos de considerar que los animales no son tan animales
(1974) 55-80; J. I-. Sc.urrc;rt,, Sexualíté et société, Projet 101 (1976) 44-61; E Fott- , ()nto somos proclives a pensar. «Actúan y se comportan con unas manifestacio-
N¡rr, Sexualíté et culture, París l98l;J. Bomlu, Sociología del sexo, Arbor 114 r('s rnuy parecidas a las humanas, como si el miedo, la soledad, el cariño, la fi-
(1983) I47-159; S. SrtNsaNrr, II corpo nella cultura contemporanea, Queriniana, ,l, lidad, el agradecimiento, la compañÍa, el éxito, el bien del otro... tuviesen pro-
Brescia l9B3; A. N. T¡tnlN, ll corpo e il sesso nella cultura contemporanea, Cre- irrrrdas resonancias en su psiquismo t...1. Ni siquiera en el reino animal los
dOgg 48 (I9BB) 5-15; B. TunNrn, El cuerpo y la sociedad, FCE, México 1989; R. rrecanismos sexuales tienen su explicaclón definitiva en estos últimos lmecanis-
Osr¡or¡Ne. La construcción sexual de la realitlad, Cátedra, Madrid 1993; E. Memi-
rr()s puramente biológicos u hormonales, (E. López Azprr¡.nr¡, o.c., 63-64). Cf R.
Nrz Hrnncrso, Nu¿stra cultura y la vida: la polémica sobre la sexualidad humana,
t lrr,'¡N, Conductas sexuales del animal, en AA.W, Estudios sobre la s*ualidadhu-
CuestSoc 4 (1996/97) 353-360.
rttttd,23-3Q S. Srmnrl, Presque humain, voydges chezles Babouins, Estrel, ParÍs 1990.
tt4 I-ibcraci(¡n sexual 1, étí(d cristid:':lt \ ltr búsqueda del sentido 115

en el hombre es fruto de la libertad, es decir, de su capacidarl ,rr¡rrcllo que se experimenta psicosomáticamente de manera
de autodeterminación, aun cuando esta también esté someti- ,.,1)()ntánea5r. Eso sÍ pertenece a su ¿thos y puede ser valorado
da a múltiples condicionamientos internos y externos'7. r rr('srnel]te de manera positiva o negativa.
l)or no haber tenido en cuenta suficientemente la diferen-
«AI ser de1 hombre, como persona corporal, le corresponclc , rir cntre ambos planos del pdthos y el del €thos-, a mt
determinarse libremente en cllanto a la realización dei acto -elhan mantenido posiciones, a veces
rrroclo de ver las cosas, se
sexual o a la abstención del misrno, no dependiendo meramentc rnt'luso en la teología cristiana, que han contribuido a la ce-
del instinto, segirn le impulse al acto sexual o Ie aleje clel mis. r('nlonia de la confusión.
mo. Solamente siendo capaz de conservar su libertad a este rcs.
pecto, a pesar cle la fuerza cle] instinto, obra el hombre o la ntu-
«Algunas concepciones dualistas llegaron a penetrar en la vida
.jer de ai:uerdo con su cualidacl humanara8. cristiana. Agustín, que ejerció extraordinaria influencia en el
. desarrollo de la ética sexual crisriana, consideraba el placer
La s(xilalidad humana, en cuanto don, conlleva necesarictmen-
sexual corno una consecuencia del pecado original y, por tan-
te aptne.jado el deseo, la otracción, la posibílídad fu enamoru- lo, como una imperfección de la naturaleza buena en sí
mientl y el placer (concupiscencia). Pronto se pensó que la excitación sexual cons-
La segunda consecuencia es que, si la sexualidad cs tituÍa un verdadercl pecado. AsÍ se llegó posteriormente a la con-
irrenunciable para el varón y para la mujer por ser constitrr- cepción, contradictoria en sí misma, de que la unión sexual
tiva, en cuanto modo de ser, también es irrenunciable todo lo rnatrimonial, aunque buena en sÍ, no puede de hecho realizar-
que esta manera de ser conlleva necesariamente vinculado. Pot' se sin pecado. Por ello, se requieren para su legitirnación "ra-
eso, es irrenunciable el hecho mismo de poder experimentar' zones disculpantes" (generación, evitación de la impureza, cllm-
la fuerza del deseo y de la atracción sexual, la posibilidad dc plimiento de una obligación)»5'].
enamoramiento y el placer. Tanto el varón como la mujer es-
tán preprogramados para experimentarlo. No depende de su Debido quizá a su anterior vinculación con el maniqueÍs-
querer o no querer. «La sexualidad lleva consigo que haya elr rnoir, pariente cercano del estoicismo54 consideraba una
los hombres y las mujeres el instinto sexual y el deseo del pla- rneta liberarse de las «bajas pasiones», -que
entre las que se encon-
cer»4e. Es parte de su parho.s y, por eso, no puede ser valorado traba el desecl y el placer 5s¡¡¿l-, o debido a sus propias
positiva o negativamente desde el punto de vista ético;o. Otrrr
cosa es 1o que libremente se quiere hacer o dejar de hacer con 'r «Ei placer sexual es a menudo, aunqlle no siempre, ni mucho rnenos, la
nrotivación de la actividad sexuai. Pero el propósito de obtener placer sexual
a7
Aquí tenclrÍa aplicaci<in lo que decía, en general, M. Scheler: clue el honr ro sc convierte en ilegítimo y, por consiguiente en lascivo, hasta que se conti-
bre es uel scr vivo rlue pucrlc adoptar una conclucta ds(¿tica frente a ia vida [.... nira en una actividacl sexual no apropiada a la esencia humana. En cambtr, el
porquel com¡raraclo con e[ animai, que dice siernpre sÍ a ]a realidad, incluso ¡rropósito de obtencr placer se.justifica y es casto, cuando se realiza en una ac-
cuando Ia teme y rehuye, el hombre es ¿l ser que sabc tlecir no, tl asceta dt' kt rividad sexual adecuad¿r al ser humano, (lb,4l-42).
vida, el e terno prot6t(utl( contra tocla mera realdad» (M.Sr-il¡r.l,r, El puesto tltl '2 A- Aur,n, Suualidad, en AA.VV,, ConrcpLcts Jundamentales de t..ologío ly,
hombre en eI cosmos, Buenos Aires 7974,72'). t.ristiandad, Madrid 1967,266. Para una mayor profundización en esto, aun
a8J. M. Rruss, krualídad y dmot. Directrites pdra
una peddgogía.se,xual, Hcr ( rrilnclo represente una visión sesgada, cf U. ILqNx¡-HI,rNIMANN, Eunucos por cl
der, Barcelona 1966, 21. ttitto de l¡r-s ci¿los. lglesia católica y sexualidad,73-92.
+e tb. 17. tr Cf' H D¡crr. r , Mani et ld trctdition nnnícheennr., Seuil, París 1974.
5" «Que el placer sexual se asocie no soiamente al
acto sexual, sino tarl 1+
CfJ. ÉrnNNr, Sagesse et prudente selon le stoi.ism¿, RevThlouv I (1970)
bién a la actividad espontánea de los órganos sexi¡ales es un hecho de base bio 175-182; E. Eronouv, EI ¿.stoíci.smo, Gredos, Madrid 1972; J. B. Var rnc¡, El ¿stuí-
Iógica. Por ello, el placer sexual en sÍ no debe ser obleto de una valoraclón mo t ismo cle Ptlagio, EstEcl 57 ( 1982) 39-61, M. Cor.rsr¡, The stoic t.ratlition
J'rom An-
ral, positiva o negatlva. Exigir el rechazo de este placer sexual como preceplo tiquity to the carty\ Mkldle Ages, E. J. Bnll, Leiden 1985; M. lsNennr, Stoichi r.t1ti,
nroral es, por tanto, una actitud falsa, (ib, 45-46'). r hi, Utet, Türin 1989.
1 16 LiberaciÓn sexual y ética cristiana t l,t ltux\eda del sentido tt7
contiendas autobiográficas, San AgustÍn adopta una posiciÓn l).il('cc que no se desbloquearála reflexión ética, mientras no
bien pesimista de cara al sexo, en general, y de cata al placer ',( ('onsidere, como punto de partida, que el placer está rrin-
r.^.,á1, en particular, por mucho que se le quiera exculpar55. , rrlrrrlo necesariamente a Ia sexualidad humana (dimensión
Y lo malo ha sido que este pesimismo respecto del placer r rrrrcSpordiente al pathos) con anterioridad al libre juego de

sexual, que tuvo sus precedentes56, ha tenido éxito, a partir l.rs clecisiones y las motivaciones (dimensión correspondien-
de san AgustÍn, en toda la teologÍa posterior5T y hasta tiem- rt rtl éthos). Que el placer no es un valor, ni positivo ni nega-
pos bien iecientes58. Pareciera como si el camino de la hones- trvo. sino un don entregado al hombre.
iidud hr-^na y del comportamiento cristiano serpeara por las
áridas montañas de la ascesis y no pudiera adentrarse por los . Lo sexualidad humana, como don, puede ofrecer la posibili-
floridos valles del placer. La acusación de hedonismo se es- ,lttd de ser procreatiya. Una tercera consecuencia es que la
,,,'xualidad humana puede contar con la posibilidad de hacerse
grimirá, cuando utto no plantea, con absoluta claridad y fir-
Á"ru, la disyuntiva: humanización o placer. O, desde ámbi- ¡rror:reativa y fecunda, en ciertos momentos, para la mayorÍa
tos teológicos: Dios o eI Placer. ,lc los varones y de las mujeres. También esto pertenece al pa-
Hoy sé niega semejante disyuntiva, como infantil e infanti- tlrrs de la sexualidad humana.
lizante5e. Se hace una reinterpretaciÓn de la tradición cristia- «Todo el proceso gonádico, hormonal, anatómico y psicológi-
na acerca del placer sexual hasta reivindicarlo como un valor co, en sus diferentes etapas y reacciones, está programado para
positivo y hasta como una gracia60. Personalmente, a mÍ me que esta linalidad pueda alcanzarse, y en sus mismas estructuras
biológicas aparece escrito con evidencia este mensaje, que no
se debe ocultar o reducir al silencio: "La respuesta sexual hu-
55
Cf V Gnossr, Lineamenti tli antropologict pdttistica, Borla, Roma 1983; H'
Crcruz,¡r, LesPercs de l'Églíst: leur conception dcla sexualíté, Seminarios 24 (1984) mana es una secuencia ordenada y muy racional de aconteci-
52-66; P L.cN(;A, s¿rn AgustÍn y el progreso clc la teolLtgia matrimonial, Seminario mientos fisiológicos, cuya rneta consiste en preparar los cuer-
Conciliar, Toledo l9B4; H. Cn..ir,t , La concupisctnc¡: charnelle selon saint Au- pcls de dos miembros del sexo opuesto para que se cumpla la
gustin, BulilitEccl 88 (1987) 287-308; J. L. t,rnunr, Espiritualidad y castidacl reproducción de la especie"»61.
'matrimonial
según S. AgustÍn, EstAgus 22 (L987) 235-259 J. M'rnt-ma, El ma-
trimonioenlattbrapastoralde S.Agustir,Augustinus34(1989)31-1I7; C Bun«P,
5. Agustín y la eticá conyugal, Augustinus 35 (1990) 279-287 E. M'rsrrrrr, II pro- ttsta del cristianismo,IgVi 172 11994) 397-41.2, el texto en p. 412). Cf J. M. Po-
bltma dd corpo in S. Agosúino, Borla, Roma 1990. r r, l:-n ¿l nombre del Patlrc. Estudios úcolrigicos y psicoanalíticos, Sígueme , Sala-
16
Cf R. ó^NrAt-¡r'rñs¡ (ed.), Eti.¿l sessu¿lle e matrimonio nel crístianesimo de' rrrrnca 1976; l. Conr¡s, Apuntes pard una interpr(tdción [.ristidnd dtl placer,
lle origini, Vira e Pensiero, Milán 1976; C. MuNt¡t, Maríctgt et virginíté dans llreoXav 38 (1988) f83-190; M. C. J,,tconr,r.rr, El «ri.sus pasthalis» y el Junda-
l'Église ancienn¿ (I-III si?cles), P Lang, ParÍs I 987. tn(nto teolóp:ico del placer s¿¡ual, Planeta, Barcelona 1991, I00-152, Yar.r,t,-
i7 Cf L. V¿n¡¡crp, De Cuillaume d'Ochham a Saint Alphonse de Liguori, Co- I r.xu,rcx, La felícita sessuale, Mondadori, Milán I992.
Roma I 986, 345-368; 509-552- ót E. Lor¡z Azprr¡mr, o.c., 6). Permítaseme que discrepe de la afirmación
--r Alphonsianum,
llegium
Cf j. M. PoHtEn, El cristianismo ante el placer, Conc 100 (L974) 497-506; ,¡ue hace a continuación: «El ser humano, cuando se drja conducir por los da-
M. Ruuro, Placer y ascesis en Ia experiencit hwnano-cristiand dctull, salTer (sep- tos que detecta en su naturaleza, llega sin clificultades a esta conclusión. De la
tiembre de 1992) 617'642. rrrisma manera que el ojo es un organo quc sirvc para ver o el oÍdo posibilita la
5e
Cf C. Dor¡iNcu¡:2, Sexualidade e instituciÓn. RtJlexíÓns des cara a unha nova i a¡rlación de sonidos, la sexualidacl titne tomo destino y tarta la procreación» (la
moral sexual. Encrucillada i7 (1993) 115-134; e1 texto está condensado en sel- tursiva es mÍa). Una cosa son los «datos que detecta en su naturaleza, (que
. Teol 33 (L994) 236. l)crtenece al pathos) y otra el destino y la tarea (que pertenecen a1 áthos). Creo
i o0 «Para el cristiano, el placer es bueno y debe ser destabuizado, es un va- (lue no se puede elevar, sin más ni más, a 1a categorÍa de «tarea» y, menos aún,
, lor posilivo de la existencia. uunque no se dcba conrertir en absoluto y necc5i- l la de «destino» una posibilidad dada. No se ¡ruede peclir respecto a 1a sexua-
J tc de ia ascesis. Contrariamente á lu ld", de la teología tradicional, que sólo lc liclad lo que no pedimos respecto del ojo o del oÍdo. El ojo y e1 oÍdo sirven para
i concedÍa un valor relativo y funcional, para nosotros constituye un valor en sl vcr y oÍr. Lo cual no quiere decir que necesariamente (clestino) tengamos que
i mismo, autonomo y consisiente, pero siempre dentro de una constelación: só1o (l:irea) ver y oír todcrs los mensajes, sln poder nunca cerrar los ojos o los oí-
es r.on>truclivo cn interdepcndencia con los dcmás valorcs de la existenCia hu- tlos. Los abrimos o los cerramos libre y responsablemente, cuando nos inte¡esa
I -n.rro (X. QurNzÁ LLro, R;ívindicar el placer: ¿gracia o idolatria? Critica hedo- Y responde ¿l nuestros intereses vitales-
Liberación sexual y étíca cristianu ¡ t,t l,usqueda del sentído 119
1 18
,)illru' o no contar responsablemente en la elaboraciÓn ética
¿Por qué se incluye esta posibilidad en lo dado, e\ el pa-
r

thosT Ante todo, porque es una posibilidad «programada» en ,lr srr prolecto de realizaciÓn personal e interpersonal.
la misma sexualidad, y que el tenerla o no tenerla no depen-
de, en principio, del querer o del no querer. Por eso, es una
. Ltt sexualidad humana es Prestncia txpresiva de la propia
posibilidad ofrecida en la mayoría de los casos. No en todos. t,lt tttidacl personal y puede ccntvertirse en vehículo de comunica-
Hay varones y mu.jeres que son estériles durante toda su vida. , tttn interpersonal.
Incluso esta posibilidad está programada, en personas fértiles, l-a cuarta consecuencia es que la sexualidad humana, en
para ser activa en ciertos momentos, mientras no en otros, a , rrrurto forma de ser corporal del varón y cle la mujer, es pre-
pesar de que exista y persista el deseo sexual y la atracción,
',( n('ia expresiva de la propia intcrioridad y puede convertir-
cosa que no ocurre en el reino anima162. Por eso, la podemos ,( cn vehículo de comunicaciÓn interpersonal.
incluir en los elementos dados negados- a la sexualidad lrn primer lugar, ser varón o mu.jer, como he dicho ya, es
humana. -o unir manera de ser persona. Una manera peculiar de ser cor-
Por otra parte, hay una razót más honda mf,5 ¡,,»-al. Ahora bien, si concebimos la persona cle nlanera uni-
antropológica- para incluir esta posibilidad en el -s5¡¿
pathos y es, rilri¿r, fenemos que reconocer que el cuerpo humano es «por
precisamente, su carácter de posibilidad. Como ha puesto de rt ccsidad intrÍrlseca y con una certcza incluscl inquietante, Ia
( \l)resión de nuestra naturaleza Íntima [...]. La mirada, la pa-
relieve X. Zubiri, hablando en términos generales, frente a las
«potencialidades», propias del mundo infrahumano, que se lrrhra, el gesto, expresan y rept'esentan iutegralmente [?] nues-
actualizan siempre de la misma manera, las «posibilidadesu, tlrr intimidad»6a. El cuerpo, todo é1, es «rostro hulnanon ex-
propias del munclo personal hurnano, tienden a su realización, prcsivo en la exterioridad de la interioridad cle la persona. La
mediando un proyecto, en el que el hombre decide lo que rrlirmación tiene múltiples repercusiones antropokigicas y éti-
quiere hacer y cómo quiere hacerlo. Las posibilidades tienen r'ris65. Tar¡bién para la sexualidad humana, porque en ella y a
una entidad real: son «esencias de» algo. Pero su entidad con- través de ella se podrá manifestar la interioridad de la perso-
siste en servir de algo para alguien: son «esencias para» al- rre. En consecuencia, ia sexualidad humana puede ser consi-
guien. La libre y responsable realización o no realización de rlerada como una realidacl snnbólica, que, a través de signifi-
estas posibilidades, que le sirven para alcanzar el objetivo de
('lrntes corporales, expresa significaclos personales. Es una
su propio proyecto, es lo que hace de la historia humana un ¡rt'siblc [orma dc lcrrguaic.
suceso o un fracaso6r. Es en ese proyecto en el clue tiene su Aristóteles concibió al hombre como un anitnal parlante.
puesto la ética (el ¿¿hos), no en las posibilidades que se le o[re- lrs propio del hombre ser elocuente. Lo qltt: pasa es que no
cen para realizarlo. Las posibilidades humanas son posibili- habia sólo con su lengua. Ilabla con todo su cuerpo. Si se dice
dades. No son una tarea que haya que realizar necesariamen- ¡ropularmente que la cara es el refiejcl del alma, hay que decir
te, ni, mucho menos, un destino que se impone.
Desde esta consideración, podemos afirmar clue la procrea- A. Aulr, Il sen.so ¿lella r:orPoreila e d¿ll« sr:ssualita dtll'uomi¡, en Llurrmo c Ia
01

Queriniana, Brcscia l9Ó8, i5. Pongo un interrogante, después de


srra stssualitri,
ción no es, sin más ni más, el destino de la sexualidad huma- ia palabra «intcgralt'nentc», Potque, sj r-> ticrto qtre cl cuerpo revela, cn cierttl
na. Es únicamente una posibilidad ofrecida en determinados rnóclo, la lntr:rióridad del sujcto, (reo quc no cs lllcnos cicrto clue tambic'n la
momentos a Ia mayoría de las personas, con la que pueden oculta y la vela. De ahl la ambigueclacl y la dificr-rltad que enllolltrenros encual-
iluier cómunicaci(rn humana, que hace irnpresr:indible ia hermenéutica del len-
guaje.
ó, o'' (-[ E. 1-r,vlNAs, -fotalídad t inJintto, Stgueme, Salamanca lt)77; A. Flx¡<tr,t -
cf ib. 6I.
ur
Cf X. 7-uernr, Naúuraleza, historict y Dios, )92 Sobre la esencía, Revlsta de «nrur. I-a sabidurio dcl amttr, Gedisa, f3arcelona 1986; Ci. C]c¡sz-itt'z-R. Anx¡lz,
.humanisrnrt
Occidente, Madricl I962. [. I-évinrr.s: y ética, C,inccl, Madrid 1987.
r20 Liberacíón sexual y éticd cristidn(t \ lrt búsqueda del sentido l2l

con absoluta propiedad que el hombre, en su dimensiÓn cor- r( r'l)retadocomo exhibicionismo o pornografÍa7r. Siempre será
poral, es todo cara. En ella pueden aparecer los propios r,'rdad que «cuanto más fuertemente un hombre siente la in-
sentimientos6" y no sólo los sentimientos, sino también otras rrrcdiata unidad de su ser psico-físico, cuanto más siente é1 su
( r(crpo no sólo como un cuerpo natural [...] sino más bien
muchas cosas que la persona vive Íntimamente. Todo eso pue-
de hacerse patente a través de la risa o del llanto67, de la for- (()n-ro la necesaria forma del ser humano [...], con tanta ma-
ma de caminar o de estar sentado, de las miradasos y de los vor profundidad comprende la necesidad del pudor y evita
gestos, de las palabras, de sus tonos y hasta de sus silencios, ultencionadamente la invadente cercanÍa corporal, el contac-
dela danza y del baile6e. El cuerpo del hombre es todo é1 elo- to, el descubrirse»7r. Sin embargo, esa decisión de evitar
cuente. También lo es todo lo que está vinculado a é1, como «intencionadamente» la de no hacerlo- corresponde
-como
,rl áúhos y no niega el pathos de la sexualidad como posibili-
es el caso de la sexualidad. También la sexualidad está dota-
dapara convertirse en lenguaje elocuente, sea verbal o no-ver- tlad de comunicación7+.
bal70. Es una posibilidad que la persona ha recibido con su
mismo ser de varón o mujer, antes de decidir cÓmo y con
quién quiere servirse de esta posibilidad. Pertenece a su pa- ]. La tarea humana del hombre
thos. respecto a su sexualidad
En cambio, a su áthos corresponderá decidir qué hacer con
esta posibilidad. Habrá momentos en que juzgue prudente y Ilasta aquÍ me he ocupado de la sexualidad humanA*g4 guan-
responsable servirse de este vehÍculo de expresión para to dgn. @é!j{oj1-.8@f_9 lqt"" p_ó§ibfidad-Ahora lrataré de
-pá}a que éstá posibilidad pueda
comunicarse en su relaciÓn interpersonal; lo mismo que ha- Ibrmüiái un proyecto ético
brá ot.ras ocasiones en las que juzgue que debe proteger su conduCi?-Tlffimíitft"huna-ni a-l liacaso sino a Ia plenitud
propia intimidad, frente a una comunicación inoportuna. Co- de la Tibera[idñ sexuall'o vgy a debarrollar cn dos Partes: una
rresponde al ethos de la persona juzgar convenientemente p ro s,p ec tiy_1y_-gtO!!gg ]-
y_
_q
tr_a j u di cati va y 9 ri tq¡io !ó gi ca .

cuándo puede servirse de Ia sexualidad como de un maravi-


lloso órgano de expresión y de comunicación interpersonal,
y cuando se hace necesaria una determinada forma de pudor
sexualTr, que evite un lenguaje inapropiado, que pueda ser in- )14, C. Bcrt-i>.;¡rt., HisLoire tle la pudeur, Orban, ParÍs I986; A' Aurrrno, Riflcs-
).
sione etica stLI putlore, Asprenas 40 (1993) +23-436.
6ó Cf E. L-rvr¡¡rs, Moi tt totdlíté, Revue de Métaphisique et de Morale 50 , En 1a pórnografía uel cuerpo no es lugar de cita ni sendero de comunica-
(1954) 369. ción, sino un simple pedazo de carne que alirnenta y sacia Ia soledad y el vacÍo
ó7
Cl Il. PLt.ssxr.n. Luchen und Weintn, Franklurt 1970, 149. interno. Y el mismo sujeto que así lo ofrece se destroza como persona' pues 1o
s Cf J. C. R. (l,rn<-i,r P.rnrors, Bajo fu mirada dd o\ro, MisAb 6 (19c)8) 7 donde cntrega como una vulgar mercancÍa a quien haya pagado más» (F- l.ot'rz Azrt-
sc hace una bella dcscripcÍón de la relaci(tn entre la mirada y e1 necesario re- ,o*r"]n..., 154). Cf AÁ.W, La pornograJía, Centro de Estuclios Sociales, Ma-
conocirnicnto personal del otro. drid1977, A. Br-rNctt, Erotisnroy pornograt'ia, RazFc 197 (1978) 477-186; L. Rosst,
"e Cf la magnÍficzr interpretación clue se har:e del baile actual en R. G¡n-quov, Naturalísmo/nudismo, en L. Rosir-¡. V¡n¡ccsl (eds.), Diccionario Enciclopédico
llalLtrncttiva. Cámbiare il montlo e la vita, Clttadella, Asr> 1971, 40-47 (exi5te tre- tk -teologia Moral, San Pabio, Madrld 19804,1442-14'16; A. GrnnnoN, Pour une
duccion castellana). éthiqtre áu v¿tcment ou dc Ia nudit¿?, LavalTPhil 50 (i994) 551'574, H. Setnn,
¡' Cf M. Joussr, Lanrropologie tlu 8¿súe, Resma, ParÍs 1970;.1. M,tnÍ,rs, Anlro- «Erotih» als'IhcmaclerTheologie, TPQ I46 (1998) 35-46.
7r W S r ¡uuN, Von Sinn tles Leíbes, Stuttgart 1952, 63.
pología meraJísitd. LLt tstructuia empirica de la vida humana, Alianza, Madrid
1970; J. Fesr, EI le nguaje del cuerpo, Kairós, Rarcelona I97l; M. Mrttt.t,ltr-Pot'r tv,
7a
De ahi, que se diga reiteradamente que el cuerpo no es de por sÍ-erótico'
Fenomenologia de la pen.cpción, Ed. 62, Barcelona 1975l,T. GL)l'l r, Cot?orcita, en Ni sicluiera e1 iuerpo clésnudo. Lo erótico está en la manera de tratar el propio
AA.VV, TidttdLo t)i etictt teologíca l[, Dehoniane, Bolonia 1981, 335-397; AA.W' .r".pb u en la manera de tratarlo los demás, en lo cual juega un -papr:l irnpor-
Le corps et son lr:'ngage, MedHorn 151 (1984). turrt" l, imaginación (c[ I]. Lt)rt,z Azettentt,, Erotismo y pornografia: hacia untt
^C[
'' B. Prrcns, l,a valur morale d¡:. I'intimiLé personellc, StMor 2 (1964) f 91- clarificacíón del cttnccpto, Proy 38 [I99Il 4]-53).

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