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El Dios pródigo

Recuperando el centro de la fe cristiana

Timothy Keller

Traducido por
Licenciado en Lingüística Aplicada a la Traducción, y Traductor de inglés y japonés al español 

Índice de contenidos
 Introducción

 La Parábola

Capítulo 1
La gente alrededor de Jesús: “Todos se juntaban alrededor de él para oírlo”.
Dos tipos de personas
Porqué a la gente le gusta Jesús pero no la Iglesia

Capítulo 2
Los dos hijos perdidos:
“Un hombre tenía dos hijos”
El hijo menor perdido
El plan del hijo menor
El hijo mayor perdido

Capítulo 3
Redefiniendo el pecado:
“Cuántos años te he servido”
Dos formas de hallar la felicidad
Dos hijos perdidos
Un entendimiento más profundo del pecado
Ambos equivocados, ambos amados

Capítulo 4
Redefiniendo la perdición.
“Indignado, el hermano mayor se negó a entrar”
Superioridad e ira
Servilismo y futilidad
¿Quién necesita saberlo?

Capítulo 5
El verdadero hermano mayor:
“Hijo mío, todo lo que tengo es tuyo”
Qué necesitamos
A quién necesitamos
Capítulo 6
Redefiniendo la esperanza:
“Se fue a un país lejano”
 Nuestro anhelo
anhelo de volver a casa
casa
La nostalgia del hogar
La fiesta al final de la historia

Capítulo 7
La fiesta hecha por el padre:
“Oyó la música del baile”
La salvación es experiencial
La salvación es material
La salvación es personal
La salvación es pública
La fiesta de Babette
Introducción
La intención de este breve libro es exponer los puntos esenciales del mensaje cristiano,
es decir, el Evangelio, por lo cual sirve como introducción a la fe cristiana a quienes no
están familiarizados con sus enseñanzas o a quienes se han alejado de ellas por algún
tiempo.
Sin embargo, este volumen no es sólo para buscadores, pues muchos creyentes que han
sido cristianos por largo tiempo
ti empo creen que entienden bastante bien los fundamentos de la
fe cristiana, sin pensar que necesitan de un manual. No obstante, una de las señales de
que, tal vez, usted no comprende la naturaleza radical y única del Evangelio es que esté
seguro de que lo haga.
A veces, los que por mucho tiempo han sido miembros de la iglesia se encuentran tan
golpeados y trastornados por una nueva visión acerca del mensaje cristiano que tienen la
impresión de que han sido esencialmente “reconvertidos”. Entonces, este libro fue
escrito para los curiosos no afiliados y para los afiliados establecidos de la fe. A estos
últimos, Jesús los llama “hermanos menores” y a los otros los llama “hermanos
mayores” en la famosa parábola del Hijo Pródigo.
Además, vuelvo a esta narración familiar, hallada en el capitulo quince del Evangelio
según San Lucas, a fin de llegar al corazón de la fe cristiana. Por su parte, el argumento
y los dramatis  personae[1] son muy sencillos: Primero, un padre tenía dos hijos. El
menor le pidió su parte de la herencia, la recibió, y poco tiempo después se fue a un país
lejano, donde malgastó
malgastó todo en placeres
placeres sensuales y frívolos. Después, regresó
regresó
arrepentido al hogar y, para su sorpresa, su padre lo recibió con los brazos abiertos, lo
cual alienó y enfureció muchísimo al hermano mayor. Al final, la historia termina con el
 padre rogando a su primogénito a que se una a la fiesta, en la bienvenida y en el perdón
dado a su hermano menor.
Aparentemente, la narración no es todo lo que cautiva. Pese a ello, creo que si
comparamos la enseñanza de Jesús con un lago, esta famosa parábola sería uno de los
lugares donde podremos ver todo hasta el fondo.
Por otro lado, se han escrito muchos y excelentes estudios sobre este texto bíblico
durante los últimos años, pero la base para mi entendimiento acerca de él fuef ue un sermón
que oí hace más de treinta años atrás predicado por el doctor Edmund P. Clowney.
Mi forma de percibir el cristianismo cambió al escucharlo, y al pasar los años, he vuelto
frecuentemente a enseñar y a aconsejar partiendo de esta parábola. Como resultado, he
visto a personas más animadas, más iluminadas, y más ayudadas gracias a este pasaje
que a cualquier otro, cuando explicaba su verdadero significado.
Una vez viajé en altamar y pronuncié este sermón por medio de un intérprete; tiempo
después que el traductor lo escribiera para decírmelo, se había dado cuenta que la
 parábola era como unauna flecha clavada en su
su corazón mientras lo predicaba,
predicaba, y después de
de
un tiempo de lucha y reflexión, aquello lo condujo a la fe en Cristo.
Cr isto.
Además, muchos otros me han contado que el relato narrado por Cristo salvó su fe, su
matrimonio, y en algunos casos, literalmente su vida, una vez que llegaron a entenderlo.
En los primeros cinco capítulos, revelaré el significado básico de la parábola; en el
capítulo 6, demostraré cuanto nos ayuda este relato a entender la Biblia como un todo; y
en el capítulo 7, señalaré como actúa su enseñanza en la forma en que vivimos en el
mundo.
Sin embargo, no usaré el nombre más común para esta parábola: “La parábola del hijo
 pródigo”, de modo que no es correcto escoger a uno de los hijos como el único centro
de la historia; E incluso el mismo Jesús no la llama así, sino que la empieza
empieza diciendo:
“un padre tenía dos hijos”. Así que, la narración es tanto acerca del hermano mayor
como del menor, y tanto del padre como de los hijos. Y bien podría nombrarse “La
 parábola de los dos hijos perdidos”
perdidos”
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pródigo no significa
díscolo, voluntarioso, desobediente o descarriado, sino que “d esperdicia su hacienda en
gastos inútiles y vanos, sin medida, orden ni razón”. En otras palabras, es gastar todo lo
que se tiene hasta quedarse sin nada. Por tanto, es tan apropiada dentro de la historia
esta expresión para describir tanto al padre como a su hijo menor. Así, la bienvenida
que el padre le da al hijo arrepentido fue, literalmente,
li teralmente, imprudente, puesto que se negó a
tomarle en cuenta su pecado o a exigirle una retribución. Esta respuesta ofendió al hijo
mayor y, probablemente, a la mayoría de la comunidad local.
En este relato, el padre representa al Padre Celestial, de quien Jesús enseña muy bien. A
esto, San Pablo escribe lo siguiente: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta sus pecados” (2º Corintios 5:1 9, Versión Reina
Valera Revisión del año1995 ). Aquí, Jesús nos muestra al Dios del gran gasto, el que
no es nada si no es pródigo para con sus hijos, siendo nuestra esperanza la temeraria
gracia de Dios, una experiencia de vida que cambia y el tema de este libro.
La parábola
Lucas 15:1-3,11-32

(Basado en la Nueva Versión Internacional, con algunos versículos traducidos por el


autor)

1 Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, 2 de


modo que los fariseos y los intérpretes de la Ley se pusieron a murmurar: “Este hombre
recibe a los pecadores y come con ellos”. 3 Él entonces les contó esta parábola…
11 «Un hombre tenía dos hijos — continuo Jesús — 12 El menor de ellos le dijo a su
 padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia”. Así que el padre repartió sus bienes
entre los dos.13 Poco después, el hijo menor reunió todo lo que tenía, y se fue a un país
lejano; allí vivió desenfrenadamente, y malgastó su herencia. 14 Cuando había gastado
todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. 15
Entonces fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mando a sus
campos a cuidar cerdos. 16 Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el
estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. 17 Por
fin recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo
aquí me muero de hambre! 18 Tengo que volver a mi padre y decirle: “P apá, he pecado
contra el cielo y contra ti, 19 ya no merezco que me llames tu hijo; trátame como a uno
de tus jornaleros”.20 Entonces emprendió el viaje y se fue a su padre.
Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su
encuentro, lo abrazó y lo beso. 21El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y
contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”.
22 Pero el padre dijo ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan el mejor vestido para
vestirlo. Pónganle también un anillo en su dedo y sandalias en sus pies.23 Traigan el
ternero gordo y mátenlo para celebrar un banquete. 24 Porque este hijo mío estaba
muerto, pero ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así
que empezaron a hacer fiesta.
25 Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la
casa, oyó la música del baile. 26 Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué
 pasaba.
27 “Ha llegado tu hermano— le respondió — y tu papá ha matado el ternero más gordo
 porque lo ha recobrado sano y salvo”.
28 Indignado, el hermano mayor se rehusó a entrar. Así que su padre salió a suplicarle
que lo hiciera. 29 Pero él le contestó: “¡Fíjate cuantos años te he servido sin
desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con
mis amigos! 30 ¡Pero ahora viene ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con
 prostitutas, y tú mandas a matar el ternero gordo en su honor!”
31 “Hijo mío— dijo el padre — tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32
Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto,
 pero ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”».
1

La gente que se junta alrededor de Jesús


“Se juntaban para oírlo”

Dos tipos de personas


La mayoría de las interpretaciones de esta parábola se han concentrado en la ida y el
retorno del hermano menor  —el “hijo pródigo”, lo que, sin embargo, hace que se pierda
el verdadero mensaje de la historia, pues hay dos hermanos, quienes representan dos
formas distintas de alejarse de Dios, y dos formas distintas de buscar aceptación en el
Reino de los Cielos.
Es de extrema importancia que advirtamos el contexto histórico que provee el autor para
la enseñanza de Cristo. En los primeros dos versículos del capítulo, Lucas relata que
había dos grupos de personas que habían llegado a escucharlo.
Primero, estaban los “cobradores de impuestos y pecadores”. Éstos, hombres y mujeres,
corresponden al hermano menor. No observaban las leyes morales establecidas por la
Biblia, ni las reglas de pureza ceremonial seguidas por los judíos religiosos, por lo tanto,
llevaban una “vida desenfrenada”; y como el hermano menor, “dejaron el hogar” al
abandonar la moralidad tradicional de sus familias y de la sociedad respetable.
El segundo grupo de oyentes era el de los “fariseos e intérpretes de la Ley”, quienes
eran representados por el hermano mayor. Por su parte, éstos se aferraban a la moralidad
tradicional de sus antepasados, estudiaban y obedecían las Escrituras, adoraban a Dios
con fidelidad y oraban constantemente.
Con gran economía, Lucas nos muestra la diferente manera en la que ambos grupos
responden a Jesús. El presente progresivo del verbo griego traducido “se juntaban”, da a
entender que la atracción de los hermanos menores hacia Nuestro Señor era un patrón
constante en su ministerio, lo que explica que continuamente se juntaran en torno a él,
confundiendo y enojando tanto a los religiosos como a los moralistas. El evangelista
resume la queja de éstos de la siguiente manera: “Este hombre recibe a los pecadores y
come con ellos”. No obstante, en el Antiguo Cercano Oriente, sentarse y comer con
alguien era una muestra de aceptación.
Entonces, lo que ellos decían, era: ¿Cómo se atreve Jesús a alcanzar a pecadores como
ése? ¡Esa gente nunca viene a nuestros servicios! ¡No podía declararles la verdad como
lo hacemos nosotros! ¡Sólo les dirá lo que ellos quieren oír!
Por lo tanto ¿A quién va dirigida, en esta parábola, la enseñanza de Jesús? Al segundo
grupo, a los fariseos e intérpretes de la ley; de modo que él comienza a relatar esta
 parábola en respuesta a su actitud. Así que, la parábola de los dos hijos echa una larga
mirada al alma del hermano mayor, culminando con una poderosa petición para que
cambie de opinión.
A través de los siglos, al enseñarse este texto en la iglesia o en los programas de
educación religiosa, el enfoque casi exclusivo ha sido sobre la forma en que el padre
recibe libremente a su arrepentido hijo menor.
Cuando escuché por primera vez esta parábola, me imaginaba los ojos de los oyentes
originales que derramaban lágrimas mientras se enteraban de cómo Dios los amaría y
los recibiría siempre, no importando lo que hubieran hecho.
Sin embargo, si hacemos aquello, le damos un carácter sentimental, pues los objetivos
de esta historia no son los “pecadores descarriados”, sino los religiosos que hacen todo
lo que la Biblia exige.
 Ni siquiera Jesús está argumentando con los inmorales no afiliados o con morales
afiliados, sino que desea mostrarles su ceguera, estrechez, y auto justicia, y como está
destruyéndoles este tipo de cosas su alma y la vida de los que se hallan a su alrededor.
Por lo cual, es un error, entonces, pensar que él cuenta esta historia con el fin de
asegurar, básicamente, su amor incondicional a los hermanos menores.
 No, los oyentes originales no estaban deshechos en lágrimas debido a este relato, sino
más bien, estaban asombrados, ofendidos, e irritados. De manera que su propósito no
era entusiasmar nuestros corazones, sino despedazar nuestras categorías.
Mediante esta parábola, Nuestro Señor desafía lo que casi todos alguna vez han pensado
acerca de Dios, del pecado, y de la salvación, revelando el destructivo egocentrismo del
hermano menor, pero condenando a la vez, en los términos más duros, la vida moralista
del hermano mayor. Además, dice que tanto los religiosos como los no religiosos están
espiritualmente perdidos, que ambas formas de vidas son un callejón sin salida, y que ha
estado equivocado todo pensamiento que ha tenido la raza humana en cuanto a como
relacionarse con Dios.

Por qué a la gente le gusta Jesús, pero no la Iglesia


Tanto los hermanos mayores como los hermanos menores se encuentran hoy con
nosotros en la misma sociedad y, a menudo, en la misma familia.
Frecuentemente, el hermano mayor dentro de una familia es el que agrada a los padres,
es el responsable, y es quien obedece a los estándares impuestos por ellos. En cambio,
el hermano menor tiende a ser el rebelde, el espíritu libre que prefiere la compañía y la
admiración de los pares; el primer hijo crece, toma un trabajo convencional, y se
establece cerca de papa y mama, en tanto que el hermano más joven se va a vivir en los
vecindarios despreciables de Nueva York y Los Ángeles.
En épocas más recientes, estas diferencias naturales de temperamento se han acentuado,
y a principios del siglo XIX, la industrialización dio origen a una nueva clase media, la
 burguesa, la cual buscaba legitimidad por medio de una ética de trabajo duro y de
rectitud moral. Pero en respuesta a la percibida hipocresía y rigidez de esta clase social,
surgieron comunidades de bohemios, desde el París de Henri Murger en la década de
1840 hasta el grupo Bloomsbury de Londres, los Beats de Greenwich Village, y las
escenas de indie-rock de hoy.
Los bohemios hacen énfasis en la libertad de las convenciones y en la autonomía
 personal.
Hasta cierto grado, las tan llamadas guerras culturales están terminando estos
temperamentos e impulsos en conflicto dentro de la sociedad actual; además, cada vez
más personas en el día de hoy se consideran no religiosas, o incluso, antirreligiosas; y
creen que los asuntos morales son altamente complejos, y sospechan de cualquier
individuo o institución que se atribuya autoridad moral sobre la vida de los demás.
A pesar del (o quizás, debido al) surgimiento de esta mentalidad secular, hay también un
considerable desarrollo dentro de los movimientos conservadores y ortodoxos; y
6
Redefiniendo la esperanza
“Se fue a un país lejano”

Nuestra nostalgia por el hogar

Es importante que leamos la parábola del hijo perdido dentro del contexto del Evangelio
según San Lucas, capitulo 15, aunque el relato tiene un contexto aun mayor. De hecho,
si lo leemos a la luz del extenso tema del exilio y del retorno al hogar explicado por la
Biblia, entenderemos que Jesús nos ha dado más que una conmovedora historia de
redención individual, pues nos ha vuelto a contar la historia de toda la raza humana,
 prometiéndonos nada menos que la esperanza para el mundo.
En la parábola dicha por Nuestro Señor, el hermano menor se va a un país distante
esperando tener una mejor vida, pero se decepciona. Como resultado, empieza a
extrañar el hogar, recordando la comida que había en casa de su padre. Así lo hacemos
todos.
El concepto de hogar ejerce una poderosa influencia sobre la vida humana. Por ejemplo,
los estadounidenses nacidos en el extranjero gastan miles de millones de dólares por año
en visitar a las comunidades en las que nacieron. Por otra parte, los niños que jamás
hallan un lugar donde crean que pertenecen, llevan consigo mismos una incapacidad de
afecto en su adultez. Y además, muchos de nosotros tenemos buenos y cariñosos
recuerdos de los tiempos, de la gente, y de los lugares donde pensábamos que
verdaderamente estábamos en casa. Sin embargo, si tenemos alguna vez la oportunidad
de volver a los lugares que con tanto afecto recordamos, generalmente nos
decepcionamos. Si les doy otro ejemplo, mi esposa Kathy, por treinta y nueve años,
 pasa los veranos con su familia en una casita de campo destartalada a orillas del lago
Erie. Los mismos recuerdos de aquel lugar alimentan el espíritu de Kathy. Pero el
regresar a la actual y ya ruinosa propiedad, se convierte en una desgarradora
experiencia, puesto que no será distinto si alguien la compra y construye sobre ella
nuevos departamentos; y una visita al lugar siempre le entregará un sentido de pérdida.
Por lo demás, hogar es un poderoso pero a la vez un concepto elusivo, ya que los fuertes
sentimientos que lo rodean revelan un profundo anhelo que se encuentra dentro de
nosotros por un lugar que calza con nosotros, donde podemos estar, o quizás, hallarnos.
Sin embargo, pareciera que ningún lugar verdadero o familia verdadera satisface estas
añoranzas, pese a que muchas situaciones las incitan. En su novela titulada Una paz
 separada, el personaje principal de John Knowles descubre que las mañanas de verano
en New Hampshire le dan “un sentimiento tan desesperanzadoramente prometedor que,
me quedaría en mi cama para así tomar precauciones contra él…Deseaba estallar en
lagrimas de puñaladas de alegría sin esperanza, o de promesa intolerable, o porque esas
mañanas eran muy llenas de be lleza para mí”. Y John Steinbeck, en su novela titulada
 Este de Edén, de modo semejante, dice acerca de las montañas de California Central de
que quería él “subir a las colinas casi como deseas tú subir al regazo de una amada
madre”.
Los recuerdos del hogar parecen ser poderosamente evocados por ciertas visiones,
sonidos, e incluso olores. Pero solo excitan un deseo que no pueden satisfacer. Por
ejemplo, muchas personas de mi iglesia me han compartido de cuan decepcionantes les
son tanto Navidad como Acción de Gracias. Además, se preparan para las vacaciones
con la esperanza de que, finalmente, en este año, el que la familia se reúna en ese
importante lugar, le entregue la experiencia de calidez, alegría, consuelo y amor que
desean de ello.
Hay una expresión alemana que da a entender este concepto, Sehnsucht . Los
diccionarios le señalarán que no hay en español un sinónimo sencillo, denotando una
 profunda nostalgia o anhelo, pero con una alusión trascendente. En relación con esto,
C.S. Lewis fue el que más escribió acerca de esta “nostalgia espiritual” en su famoso
sermón “El poder de la gloria”. Aquí, se refiere a muchas experiencias semejantes como
las descritas por Steinbeck y Knowles, diciendo a continuación:

 Nuestro recurso más común es llamarlo belleza, comportándose como si hubiera


resuelto la materia.
El recurso empleado por Wordsworth debía identificarlo con ciertos momentos de su
 propio pasado. Pero es todo esto un engaño. Y si Wordsworth hubiera vuelto a tales
momentos del pasado, no habría descubierto la cosa misma, sino sólo el que la recuerda;
lo que recordaba, saldría para ser en sí un recuerdo. Los libros o la música en la que
 pensamos de que la belleza se encuentra allí, nos traicionará si confiamos en ellos; no
estaba en ellos, solo venía por medio de ellos, y lo que venía por medio de ellos era el
anhelo. Estas cosas: la belleza, las memorias de nuestro pasado, son buenas imágenes de
lo que realmente deseamos; pero si por la cosa misma están erradas, se convierten en
ídolos mudos, que quiebran los corazones de sus adoradores. Pues no son ellas la cosa
misma…Ahora despertamos para encontrar…Hemos sido meros espectadores, pues la
 belleza ha sonreído, pero no para darnos la bienvenida; su cara se ha vuelto en nuestra
dirección, pero no para vernos. Tampoco hemos sido aceptados, recibidos, o
admitidos…

 Nuestra nostalgia vitalicia, nuestro anhelo de ser reunidos con algo en el universo, del
cual nos sentimos aislados, para estar dentro de una puerta que hemos visto desde
afuera, no es un mero y neurótico capricho, sino el índice más real de nuestra real
situación.

Parece que hay, entonces, un sentido, en el que todos somos como el hermano menor.
Todos estamos en el exilio, siempre extrañando el hogar; siempre estamos viajando,
 pero nunca llegando; las casas y familias que actualmente habitamos, son solo posadas a
lo largo del camino, pero no son el hogar. Este concepto sigue evadiéndonos.
¿Por qué sería tan poderoso “hogar”, y aun tan elusivo para nosotros? Podremos hallar
la respuesta mientras examinamos uno de los temas más penetrantes de la Biblia; y la
experiencia que hemos estado describiendo, es la huella en nuestras almas de este relato
más extenso.
Al comienzo del libro de Génesis, conocemos la razón de por qué la gente se siente
como exiliada, como si no estuviéramos en el hogar; se nos ha dicho que hemos sido
creados para vivir en el jardín de Dios; que ese era el mundo que había sido construido,
un lugar en el que no había separación del amor, ni deterioro n tampoco muerte. Eran
todas estas cosas, pues había vida delante de Dios, es decir, en su presencia. Allá,
debíamos adorar y servir a su infinita majestad, y para conocer, disfrutar, y reflejar su
infinita belleza. Ese era nuestro hogar original, el verdadero país para el que fuimos
hechos.
Sin embargo, la Biblia nos enseña que, tal como está dicho en la parábola narrada por
Jesucristo, Dios era el “padre” de aquel hogar y, nos enojamos por su autoridad;
deseamos vivir sin que Dios interfiriera en nuestras vidas, y así nos apartamos, llegamos
a alejarnos de él, y perdimos nuestro hogar por la misma razón que el hermano menor.
El resultado fue el exilio.
Las Escrituras nos dicen que, desde ese momento, hemos estado vagando como
exiliados espirituales. En otras palabras, hemos estado viviendo en un mundo que ya no
cuadra con nuestros anhelos más profundos.
Pese a que añoramos cuerpos que “corran y no estén cansados”, hemos llegado a estar
sometidos a la enfermedad, el envejecimiento y la muerte; aunque necesitemos un amor
que dure, todas nuestras relaciones están sujetas a la inevitable entropía del tiempo,
desintegrándose aquéllas en nuestras manos; incluso la gente que permanece fiel a
nosotros muere y nos deja, o morimos nosotros y los dejamos; y aunque deseemos
hacer una diferencia en el mundo a través de nuestro trabajo, experimentamos una
frustración sin fin, ya que nunca llevaremos a cabo de manera completa y cabal nuestros
sueños y esperanzas. Tal vez trabajemos duro para re-crear el hogar que hemos perdido,
 pero, dice la Biblia que éste existe solamente en la presencia del Padre Celestial, de la
que hemos huido.
Este tema, por otra parte, se termina una y otra vez en la Biblia. Después del exilio de
Adán y Eva de su hogar más importante, su hijo Caín fue obligado a vagar sin descanso
 por la tierra por asesinar a su hermano Abel; después que Jacob engañara a su padre y a
su hermano, huyó exiliándose por muchos años; después de eso, José, el hijo de Jacob y
su familia fueron llevados de su patria a Egipto, debido al hambre que había. Allí, los
israelitas fueron esclavizados hasta que, liderados por Moisés, retornaron a la patria
ancestral. Cientos de años más tarde, David, antes de que fuera rey, vivió como fugitivo
al que se le daba caza; y finalmente, toda la nación de Israel volvió a ser exiliada,
llevada cautiva a Babilonia por el rey Nabucodonosor.
 No es coincidencia de que una historia tras otra contenga el patrón del exilio, pues el
mensaje de las Escrituras es que la raza humana es una banda de exiliados que intentan
volver al hogar, de modo que la parábola sobre el hijo pródigo ( expresión antigua para
referirse al hijo perdido , nota del traductor ) es acerca de cada uno de nosotros.

La dificultad del retorno

“Hogar”— dijo célebremente Robert Frost — es donde, cuando has de ir, deben


admitirte” (“La muerte del hombre contratado”). Sin embargo, el hermano menor sabe
que no es inevitable un retorno exitoso. ¿Por qué? La razón es que sus pecados han
creado una barrera, sin saber de qué manera puede ser rota esa muralla; además, sabe
que podría ser rechazado y obligado a permanecer en el exilio. De la misma forma, la
Biblia nos muestra cuán grandes son las barreras, como raza humana, para nuestro
regreso al hogar.
Durante el exilio babilónico, los profetas de Israel predijeron un gran retorno y vuelta al
hogar por la gracia de Dios. Finalmente, al pueblo de Israel se le permitió que
abandonara Babilonia y regresara a su patria, si bien una minoría de judíos volvió de
veras a Palestina, y allí, siguieron estando bajo la dominación persa. Luego, una
 potencia mundial tras otra invadió y controló Israel: primero Grecia, después Siria, y
 por último Roma.
La gente seguía oprimida. De hecho, todos los pequeños éxodos y pequeños retornos al
hogar que relata la Biblia fracasaron al fin para lograr el último y completo regreso que
las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su
dominio” (Hechos 2:24).
Y como él pagó con su muerte la pena por nuestros pecados , obtuvo la victoria sobre las
fuerzas de la muerte, la destrucción y el desorden, que impiden al mundo el ser nuestro
verdadero hogar. Pero un día volverá, a fin completar esta victoria.
Con relación a este tema, el profeta Isaías escribe:
“Su Dios vendrá… vendrá a salvarlos. Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se
destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la
lengua del mudo… Y volverán los rescatados por el SEÑOR, y entrarán en*Sión con
cantos de alegría, coronados de una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y el
regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido” (Isaías 35)

Al final del relato acerca de los hijos pródigos, hay una fiesta de regreso al hogar. De la
misma manera, en la parte final del libro de Apocali psis, hay una fiesta: la “cena de las
 bodas del Cordero” (Apocalipsis 19).
Bien, el Cordero es Cristo, quien fue sacrificado por los pecados del mundo, para que
 pudiéramos ser perdonados y luego ser llevados a casa. Además, la fiesta tiene lugar en
la Nueva Jerusalén, la Ciudad de Dios, que desciende de los cielos para llenar la tierra
(Apocalipsis 21-22). Se nos ha dicho también que la misma presencia de Dios se
encuentra en esta ciudad, y también está, de modo extraordinario, el árbol de la vida,
cuyas ho jas efectúan ahora “la salud de las*naciones” (Apocalipsis 22:2). Por su parte,
este árbol de la vida se hallaba en el Jardín del Edén. Y al concluir esta historia, toda la
tierra se ha vuelto de nuevo en el Jardín de Dios. En consecuencia, la muerte, la
destrucción y el sufrimiento se han ido; y las naciones ya no están en guerra, pues “Él
les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor,
 porque las primeras cosas han dejado de existir” (Apocalipsis 21:4)
A diferencias de los fundadores de otras religiones importantes, da esperanza para la
vida común del hombre. De hecho, nuestro futuro no es una forma de conciencia etérea
e impersonal; tampoco flotaremos en el aire, sino más bien, comeremos, abrazaremos,
cantaremos, reiremos y danzaremos en el Reino de Dios, en grados de poder, de gloria y
de alegría que, en el presente, no podemos imaginar.
Efectivamente, Nuestro Señor hará que el mundo sea otra vez nuestro perfecto hogar;
 por lo cual, ya no viviremos al “Este del Edén”, siempre vagando y nunca llegando.
Entonces, llegaremos, y el padre nos encontrará, nos recibirá en sus brazos, y nos traerá
a la fiesta.
7
La fiesta del padre
“oyó la música del baile”

Si creemos en el Evangelio, descansando en la obra que hace Jesús, y recibimos una


nueva identidad y una nueva relación con Dios, ¿Qué hay después? ¿Cómo viviremos
nuestras vidas cuando las vivimos basándonos en su mensaje acerca del pecado, de la
gracia, y de la esperanza?
En las predicciones hechas por el profeta Isaías con relación al cielo nuevo y a la tierra
nueva, éste declara que, como todos los regresos a casa, este último será caracterizado
 por la fiesta más importante (Isaías 25). Asimismo, Nuestro Señor representa
constantemente la salvación al traerla como si fuera una fiesta; y a sus seguidores les
decía: “muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con
Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos (Mateo 8:11).

Además, dejó una comida, la que hoy llamamos la Cena del Señor o Eucaristía, como
un signo de su gracia salvadora. Y por supuesto, la parábola de los hijos perdidos, la
cual es narrada por Jesucristo, termina en una fiesta que representa el gran festival de
Dios cuando finaliza dicha historia.
¿Por qué lo expresa de esta manera? Lo hace así, porque no hay otra forma mejor de dar
a entender vívidamente lo que significa el tener una vida basada en su obra salvadora; y,
existen cuatro maneras de experimentar una fiesta que corresponda a las formas en que
nuestras vidas sean moldeadas por el mensaje evangelístico de Cristo el Señor.

La salvación es experiencial

Una fiesta es un lugar donde nuestros apetitos y nuestros sentidos — la vista, el olfato, la
audición, y el gusto — son satisfechos. Se nos ha contado en Juan 2 de que Jesús asistía
a una recepción con motivo de una boda, donde el vino se había acabado rápidamente.
Tanto los novios como “el maestresala”, lo que podríamos llamar “el maestro de
ceremonias”, estaban en riesgo de ser s ocialmente humillados. Sin embargo, en su
 primer ejercicio de poder divino, el Señor convirtió en vino varios y grandes
receptáculos de agua. Y de manera admirable, el evangelista Juan llama a este milagro
una “señal”, un significado de lo que se relaciona ba con el ministerio de Cristo. ¿Por
qué sería esto su acto inaugural? ¿Por qué, para comunicarnos lo que había venido a
hacer, elegiría el transformar en vino 150 galones de agua, a fin de que una fiesta
siguiera su curso?
Le respuesta es que Jesús venía a traer la alegría del festival. El es el verdadero
“Maestro de Ceremonias”, el Señor de la Fiesta; y tal como lo hemos visto, llevó él por
nosotros, en nuestro lugar, el castigo de nuestros pecados. En consecuencia, los teólogos
cristianos han hablado sobre el aspecto jurídico de la salvación provista por Nuestro
Señor. Dicho en otras palabras, él nos asegura el veredicto legal de “inocentes”, de
modo que ya no somos responsables de nuestros delitos. No obstante, la salvación no
solo es objetiva y legal, sino también experiencial y subjetiva. Por otra parte, la Biblia
insiste en usar un lenguaje tocante a los sentidos con respecto a la salvación,
llamándonos a “probar y a ver” que el Señor es bueno, no solo a creerlo y a aceptarlo.
Sobre este particular, en su famoso sermón titulado “Una luz divina y sobrenatural”,
Jonathan Edwards dice:

“Hay una diferencia entre creer que Dios es santo y lleno de gracia, y tener en el
corazón un nuevo sentido del amor y de la belleza de aquella santidad y gracia. Pues, la
diferencia entre creer que Dios es lleno de gracia y probar que Dios lo es, es tal como
tener una fe racional en que la miel es dulce y poseer el real sentido de su dulzura”.

La salvación que nos da Jesucristo es una fiesta, y por lo tanto, al creer en su obra y al
descansar en lo que ha realizado por nosotros por medio del Espíritu Santo, se hace
 patente en nuestros corazones. Su amor es como miel, o como el vino. Y más que creer
que ama, podremos llegar a sentir la realidad, la belleza y el poder de su amor, ya que su
amor se hará real para usted más que el amor de cualquier otra persona, pudiendo
encantarlo, estimularlo y consolarlo. Eso lo levantará y lo liberará del miedo como
ninguna otra cosa lo haría.
Esto marca la diferencia, ya que si está usted lleno de culpa y de vergüenza, no necesita
solamente creer en el concepto abstracto de la misericordia de Dios, sino que deberá
sentir, como si lo fuera, la dulzura de su misericordia en el paladar del corazón;
entonces sabrá que ha sido aceptado. Y si está usted lleno de de ansiedades y de
 preocupaciones, no solo necesita creer que Dios toma el control de la historia, sino que
deberá ver, con los ojos del corazón, su deslumbrante majestad. Así sabrá que él tiene
todo en sus manos.
¿Es posible tener, en realidad, esta clase de experiencias? Algunos la encuentran más
difícil que otros, porque son de un temperamento más racional y controlado. Otros,
según creo yo, están tan hambrientos de experiencias místicas que ven cada intuición y
toda emoción fuerte como si fuera una “palabra del Señor”. En breves términos, la
mayoría de nosotros están muy ansiosos o no lo suficiente para lo que ofrece Jesús.
Pero, lo que ofrece es el acceso a la presencia del Padre. Por ahora, aquello es sólo un
anticipo, y sufre altibajos con el paso de los años, mientras oramos y buscamos su rostro
con la ayuda del Espíritu Santo. Aun así, está disponible.
El himnólogo Isaac Watts habla de esto en las siguientes líneas:
“El monte de Sión da miles de sacros placeres antes que alcanc emos los campos
celestes, o que caminemos por las calles de oro”.

La salvación es material

Una comida es una experiencia física. Jesús dejó una comida: la Cena del Señor, para
que fuera recordada; y el objetivo final de la historia es una comida: la Cena de las
Bodas del Cordero (Apocalipsis 19). Además, el Cristo resucitado comió con sus
discípulos cuando se encontró con ellos (Lucas 24:42-43; Juan 21:9). Pero, ¿Qué
significa todo aquello? Un signo de que, para él, este mundo material importa.
El libro de Génesis nos dice que cuando Dios hizo al mundo, miró la creación física y la
llamó “buena”, señalando que ama y cuida del mundo material. Y el hecho de que
Jesucristo resucitara y prometiera nuevos cielos y nueva tierra, muestra claramente que
sigue preocupándose de él. Por lo cual, este mundo no es simplemente un teatro para
relatos de conversión individual, para ser desechado al fin cuando nos vayamos al cielo.
Al contrario, el propósito más importante de Jesús no es solo la salvación individual y el
 perdón de pecados, sino también la renovación de este mundo, el fin de la enfermedad,
de la pobreza, de la injusticia, del sufrimiento y de la muerte. De manera que, el clímax
(la cual ningún hombre puede contar) aumentan la complacencia que todos nosotros
tenemos de Dios. Porque cada alma, al verlo en su camino, comunica sin duda alguna
esa única visión a todo el resto. Aquello, dice un antiguo autor, es la razón de que los
serafines de la visión de Isaías exclaman unos a otros: “Santo, santo, santo” (Isaías 6:3).
Y mientras más compartamos entre nosotros el Pan del Cielo, más lo tendremos.

Lewis dice que eso tomó a una comunidad para identificarla como a un individuo.
¿Cuánto más sería cierto esto de Jesucristo? Por lo general, los cristianos afirman que
desean tener una relación con Cristo, es decir, que quieren “conocerlo mejor”. Sin
embargo, usted no podrá hacerlo por sí solo, sino que deberá estar muy involucrado en
la Iglesia, dentro de la comunidad cristiana, con relaciones firmes de amor y
responsabilidad. Y sólo si es parte de una comunidad de creyentes que buscan parecerse
a Jesús, servirlo y amarlo, lo conocerá y crecerá en su semejanza.

La fiesta de Babette

La gran parábola del hijo pródigo vuelve a contar la historia de la Biblia y la historia de
la raza humana. Dentro de aquélla, Cristo enseña que las dos formas de vida más
comunes son, por igual, un callejón sin salida. Además, nos muestra de cuan solo en él,
en su persona y obra, hallarán los argumentos de nuestra vida una resolución y un final
feliz.
La apreciada historia escrita por Isak Dinesen, “La fiesta de Babette”, culmina asimismo
con una fiesta, enseñándonos al mismo tiempo sobre dos estilos de vida usuales que
resultan inadecuados y la realidad de una alternativa distinta.
La historia expresada por Dinesen es acerca de dos mujeres mayores, Martina y
Philippa, hijas de un pastor muy estricto que había fundado en su pueblo una pequeña
secta religiosa. Cuando crecieron, ambas mujeres se vieron tentadas a llevar una vida de
sensualidad. Una de ellas, Martina, era cortejada por un joven y apuesto teniente que
deseaba llevársela de allí; la otra, Philippa, era buscada por el director de la Opera de
París, quien se había fascinado por la pureza y claridad de su voz. Al final, ambas
mujeres se apartaron de la vida de placeres mundanos a fin de ayudar a su padre en su
misión; y después que éste muriera, siguieron presidiendo la estricta comunidad
religiosa y moral en un pequeño pueblo situado en la desolada costa de Jutlandia, al
oeste de Dinamarca.
Pero no le iba bien a la comunidad, pues la vida de las personas se volvió tan fría y
estéril como el húmedo, gris y ventoso tiempo de la región. De hecho, casi todos habían
tenido un altercado con otro en la ciudad, y muchos no se hablaban siquiera. Además, el
orgullo y los motivos de quejas se habían fomentado, y la amargura había aumentado
llegando a proporciones dolorosas. En términos absolutos, el pueblo era un lugar falto
de alegría.
Entonces Martina y Philippa recibieron en casa a Babette, una refugiada política, quien
vivió con ellas trabajando como empleada doméstica. Y al ganar inesperadamente la
lotería, Babette se ofreció para pagar y preparar una cena de aniversario en honor del
nacimiento del padre de ambas, resultando que ésta había sido una de las chefs más
famosas de París, y la comida que planeaba era una fiesta gourmet.
Llegó el día de la comida, y los invitados se presentaron. Y una mujer mayor que vivía
cerca del pueblo, la Señora Loewenholm, deseó honrar la memoria del pastor, y así fue
como invitó a su sobrino para que se uniera a ella en la cena. Dicho sobrino era nada
menos que el joven y apuesto teniente que había cortejado a Martina hace muchos años
atrás, siendo ahora un gran general.
Cuando el general llegaba en el coche, meditaba sobre el pasado, sintiendo que no había
encontrado la felicidad a pesar de todo su éxito mundano. Se acordaba de Martina y de
su seriedad espiritual, sorprendiéndose si hubiera él pasado por alto lo que realmente
importaba en la vida. Sin embargo, Martina y Philippa no habían logrado lo que
esperaban, pese a que siguieron la senda del servicio religioso.
Luego, se sentaron todos a la mesa y empezaron a comer, e inmediatamente quedaron
atónitos por la exquisita calidad y la perfecta preparación de la comida. Además, el
 poderoso efecto de la fiesta comenzó a derribar las defensas de la gente. Bajo la
influencia de la maravillosa comida y bebida, uno por uno, antiguos enemigos
empezaron a enternecerse entre sí, comenzando a intercambiarse palabras y comentarios
tan dulces como la comida. Y además, se buscó y se concedió el perdón.
Por otra parte, dos mujeres que no se habían hablado por muchos años, se tocaron
afectuosamente la frente, diciéndose: “Que Dios te bendiga, Solveig” y “A ti también,
querida Anna”. Finalmente, Philippa se dispuso a cantar con su hermosa y pura voz,
escuchándola y oyéndola todos los presentes.
Luego, el general se levantó para hablar, y citó el Salmo 85: “El amor y la verdad se
encontrarán; se besarán la paz y la justicia”; y a continuación dijo que, durante la
comida, había llegado a darse cuenta de que, por alguna razón, pueden estar juntos la
alegría y la moralidad, y lo ético y lo sensual.
La escritora resuelve de manera precisa las líneas de esta historia: los habitantes de
aquel pueblo experimentan la sanidad comunitaria. Por otro lado, Babette también es
transformada. De hecho, se sentía como una extraña en el lugar, pero ahora se hallaba
en casa y no era ya una refugiada; e incluso, el general se va sin los recuerdos con los
que había llegado hasta allá.
Con todo, la historia no nos proporciona una respuesta clara a la interrogante que tan
 bien formula.
Pero tanto la vida mundana de placeres sensuales como la vida religiosa de estrictez
ética fracasan en darle al corazón del hombre lo que está buscando. A esto, el gran
filósofo danés Søren Kierkegaard, quien influyera en Isak Dinesen, denominó a estas
vías como: “la estética y la ética”, mostrando en sus escritos que ninguna de estas
aproximaciones a la vida era la adecuada. Pero, ¿Cuál es la alternativa?
Bien, en la fiesta de Babette, las cenas poseen la momentánea experiencia mística, en
las cuales, estas dos cosas: la justicia y la ve rdad”, se encuentran. Dinesen está
 profesando su creencia en que hay algo más allá de estas dos alternativas, algo que no es
ni el egoísmo de lo “estético” ni la severidad de lo “ético”, aunque no podía encontrar
una mejor manera de representar ese algo que una maravillosa comida, una gran fiesta.
Sin embargo, la parábola contada por Jesús responde a la cuestión que formula tan
hábilmente. El dice: “Yo soy el pan del cielo”. Además, nos dice que tanto la vía
sensual del hermano menor como la vía ética del hermano mayor son callejones sin
salida espirituales; también nos muestra que hay otra alternativa: a través de él. Y el
entrar a esa vía y el vivir una vida basada en la salvación que él da, nos llevará en
definitiva a la mejor fiesta de esa futura salvación al final de la historia.
En este capítulo, tenemos un anticipo de dicha salvación futura en todas las formas que
hemos resumido: en oración, en servicio a los demás, en los cambios que se efectúan en
nuestra naturaleza interna mediante el Evangelio, y a través de las relaciones sanadas
que Cristo nos puede dar hoy. Pero son solo un anticipo de lo que está por venir.
6
Sobre este monte, el SEÑOR*Todopoderoso preparará para todos los pueblos un
 banquete de manjares especiales, un banquete de vinos añejos, de manjares especiales y
de selectos vinos añejos. 7 Sobre este monte rasgará el velo que cubre a todos los
 pueblos, el manto que envuelve a todas las naciones. 8 Devorará a la muerte para
siempre; el SEÑOR omnipotente enjugará las lágrimas de todo rostro, y quitará de toda
la tierra el oprobio de su pueblo. El SEÑOR mismo lo ha dicho. (Isaías 25:6-8).
Reconocimientos
Agradezco nuevamente a Jill Lamar, David MacCormick y a Brian Tart, cuya habilidad
literaria y apoyo personal han permitido que se escribiera este libro. Como siempre,
gracias a Janice Worth y a Lynn Land, quienes hacen lo posible que estudie y escriba en
 paz durante dos semanas cada verano. Y además, agradezco a la gente de la Iglesia
Presbiteriana “El Redentor”, quienes abrieron sus mentes y sus corazones al   contra
intuitivo mensaje de este libro.
Hace años atrás, oí predicar al Dr. Ed. Clowney sobre la parábola del hijo pródigo, lo
cual cambió mi forma de pensar con respecto al cristianismo y de cómo transmitirlo.
Con el paso de los años, mientras iba conociéndolo, también aprendí de él que se podía
ser teológicamente profundo, absolutamente ortodoxo y, sin embargo, fielmente grato,
convirtiéndose aquello en una rara y valiosa combinación.
Y si tuviera que hacer una lista de todos los hombres y mujeres que me han aconsejado
y me han animado, así como han dado forma al ministerio que he desempeñado, llenaría
muchas páginas con ellos. No obstante, habría que incluir a: Barbara Boyd, Richard
Lovelace, Roger Nicole, Elisabeth Elliot, Kennedy Smartt, Harvice Conn, Jack Miller,
y como siempre, a mi esposa, Kathy.
A todos, mi más sincera gratitud.

Tim Keller,

Junio del año 2008


Notas
Introducción
1. El sermón ha sido publicado bajo el título “Compartiendo la bienvenida que dio el
 padre”, en su volumen Preaching Christ from All of Scripture (Crossway, 2003). Por
tres años, impartí en conjunto con el Dr. Clowney un curso sobre predicación. Durante
el tiempo en el que compartí con él acerca de cómo había edificado yo sobre sus bases y
de lo que creía yo, se convirtieron en las implicaciones radicales de esta parábola dicha
 por Jesús. El Dr. Clowney estuvo afirmándose muy bien en este material, el cual se
encuentra hoy en este libro.

2. He consultado muchos otros comentarios y estudios acerca del capítulo 15 del


Evangelio según San Lucas, aunque deseo reconocer que tengo una especial deuda a la
obra escrita por Kenneth E. Bailey, Finding the Lost Cultural Keys to Luke 15 (Ed.
Concordia, 1992) para muchas de las observaciones dentro de los antecedentes
históricos y culturales que empleo en este volumen.

Capítulo 1: La gente alrededor de Jesús

3. J.R.R. Tolkien,  Las dos torres (Harper Collins, 2004), p.577.


4. Este diálogo se basa en una ilustración hecha de un sermón dado por Richard Lucas,
en la Iglesia Anglicana de St. Helen’s Bishopsgate, en Londres, Reino Unido.

Capítulo 3: Redefiniendo el pecado

5. El libreto de Witness, por Earl W. Wallace y William Kelley puede ser encontrado en
www.harrisonfordweb.com/Multimedia/witness.pdf (acceso permitido el 31 de
diciembre de 2007).
6. Flannery O’Connor, Wise Blood: A Novel (Farrar, Straus y Giraux, 1990), p.22.
7. El guión de la obra realizada por Peter Shaffer, Amadeus, puede encontrarse en http://
www.imsdb.com/scripts/Amadeus.html (acceso permitido el 30 de diciembre de 2007).
8. En Lucas capítulo 18, Jesús relata la parábola de un recaudador de impuestos (quien
colaboraba con las fuerzas romanas que ocupaban Israel) y de un fariseo. Este último es
muy recto moralmente pero muy autosuficiente, mientras que el recaudador de
impuestos es un fracasado moralmente pero está arrepentido. Jesús concluye: “Les digo
que éste, y no aquél, volvió a su casa*justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo
se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14).
Compárense estas palabras con las dichas a los fariseos en Lucas 5:32: “No he venido a
llamar a justos sino a pecadores para que se*arrepientan .”

Capítulo 4: Redefiniendo la pérdida

9. Elisabeth Elliot: These Strange Ashes (Harper and Row, 1975), p.132.
10. Richard Lovelace: The Dynamics of Spiritual Life  (Inter-Varsity, 1979), p.212  ff .
Capítulo 6: Redefiniendo la esperanza

11. John Steinbeck:  East of Eden (Viking, 1952), p.3.

John Knowles: A Separate Peace (Macmillan, 1959). P.45. Ambos son citados en las
obras de C. Plantinga:  Engaging God’s World: A Christian Vision of Faith, Learning,
and Living  (Eerdmans, 2002), p.3. Le debo mi pensamiento sobre la nostalgia espiritual
a todo el primer capítulo de la obra escrita por Plantinga.
12. C.S. Lewis: The Weight of Glory and Other Addresses  (Simon and Schuster, 1996),
 pp. 28-29, 35-36.

Capítulo 7: La fiesta del padre

13. W. Kimnach, K. Minkema, D. Sweeney, Eds: The Sermons of Jonathan Edwards: A


 Reader (Yale, 1999), pp.127-128.
14. Martín Lutero: A Commentary on St. Paul’s Epistle to Galatians  (James Clarke,
1953), p.101.
15. C.S. Lewis:  Los cuatro amores (Harcourt, 1960), pp. 61-62.

Sobre el autor
Timothy Keller nació y creció en Pennsylvania, y se educó en la Universidad de
Bucknell, en el Seminario Teológico Gordon Conwell, y en el Seminario Teológico de
Westminster. Empezó su ministerio pastoral en Hopewell, Virginia. Luego, en 1989,
empezó en Manhattan junto con su esposa, Kathy, y sus tres hijos, la Iglesia
Presbiteriana El Redentor. Actualmente, esta iglesia tiene casi seis mil asistentes en los
cinco servicios que se realizan, una serie de iglesias hijas, y está plantando iglesias en
grandes ciudades a través de todo el mundo.
.

[1] “Personajes del drama” en latín.  N del T.

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