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HACIA LA EMPRESA INTEGRA

Miguel Ángel Rodíguez Badal


www.empresaintegra.com

Hace unos años tuve la oportunidad de organizar un grupo de trabajo en el que participaron una
decena de altos directivos. El propósito del proyecto, en el que conté con la inestimable
colaboración de mi amigo Franc Ponti, fue diseñar desde cero la empresa ideal. Con la ayuda de
diversas técnicas de creatividad y de la libertad de espíritu de que nos dotamos, al cabo de media
docena de sesiones de trabajo construimos una nueva visión de la empresa. Sin entrar en el
detalle, era una empresa en la que todos hubiéramos estado encantados y orgullosos de poder
trabajar y contribuir a su pervivencia y progreso con todas nuestras capacidades.

Tras veinte años trabajando como académico y consultor en el ámbito de la responsabilidad


empresarial, tras haber escrito varios libros sobre el tema y haber llegado a percibir claramente su
total insuficiencia, y convencido de que todos, o la mayoría (como pude comprobar en el proyecto
al que me he referido más arriba) soñamos con otra empresa, he escrito un nuevo libro. Su título,
Hacia la empresa íntegra, y su subtítulo, Por qué muchas empresas son como son; por qué y
cómo otra empresa es posible, describen fielmente su contenido.

Como indico en la bienvenida al blog, el propósito de éste es demostrar que la empresa íntegra es
no sólo algo deseable sino totalmente posible. Clicando en este enlace, encontrarás el índice, el
prefacio y la introducción al libro. En ellos se describen su contenido y su orientación. Si éstos te
resultan interesantes puedes adquirir el libro tanto impreso como en formato ebook aquí.

Avanzar hacia la empresa íntegra requiere de la colaboración de todos los que estamos
interesados. Por ello, tus comentarios, sugerencias y opiniones serán más que bienvenidos. Sin
duda, otra empresa es posible. Entre todos podemos acelerar su llegada y, con ello, construir un
mundo más humano, más justo y más feliz.

Positividad y Meditación

La evolución ha favorecido que la mente humana tuviera una mayor tendencia a reparar en las
cosas negativas (y a recordarlas) que en las positivas. Como afirma el neuropsicólogo Rick
Hanson con una acertada metáfora, “el cerebro es teflón para lo positivo y velcro para lo negativo”.
Cuando nuestros ancestros vivían en África podían cometer dos tipos de errores: creer que había
un león tras el arbusto cuando en realidad no lo había o creer equivocadamente que ningún
peligro les aguardaba tras el arbusto. Mientras que el primer error se puede cometer mil veces,
caer en el segundo es fatal. En consecuencia, la posibilidad de transmitir sus genes era
muchísimo mayor para los que estaban predispuestos a vivir en un estado de alerta a menudo
injustificada. Sin duda, con esta querencia a lo negativo la evolución ha sido consecuente con su
propósito fundamental: la supervivencia.

Por otro lado, el pensamiento económico dominante en las últimas tres décadas está basado en
una concepción del ser humano profundamente negativa. Los representantes más conspicuos del
neoliberalismo, como Friedrick von Hayek, John Nash o Michael Jensen, basan sus teorías y
modelos en una visión aterradora del hombre. Consideran que a todos nos guía el más puro
egoísmo, que nuestras decisiones y actuaciones son puramente racionales, que “no existen la
necesidad salvo la necesidad de conseguir más”, que, en consecuencia, no hay lugar para la
ética, el altruísmo o la compasión. Todo ello lleva a que en la empresa medren la desconfianza y
el miedo. En suma, a que la negatividad sea el tono emocional predominante.

Por tanto, tenemos dos causas que favorecen la negatividad en la empresa, una natural y otra de
índole cultural. Ambas son incorrectas. La primera porque, si bien nuestra mente tiende hacia lo
negativo, también es cierto que la evolución, como lo demuestran numerosos estudios, también ha
favorecido lo positivo. El motivo es que un tono mental positivo predispone a la curiosidad, a la
creatividad y al establecimiento de vínculos emocionales y relaciones enriquecedoras con otras
personas. Los estudios de Barbara Fredrickson, psicóloga y profesora de la Universidad de North
Carolina, le han llevado a establecer su “teoría de ampliación y construcción” (broaden and build
theory). Según esta teoría, confirmada en numerosos experimentos, las emociones positivas
favorecen un estado de apertura mental que, con el tiempo, permite desarrollar nuevas
capacidades que, al igual que sucede con las emociones negativas en el corto plazo, favorecen la
supervivencia. La concepción negativa del ser humano elaborada por el pensamiento neoliberal
tiene su origen en la imposibilidad de incluir la ética y la intencionalidad humana en una
aproximación metodológica de la ciencia económica basada en el determinismo causal. Sin
embargo, aunque sus ecuaciones y modelos requieran reducir al ser humano a una caricatura
(“homo economicus egoísta y racional maximizador de su utilidad”), está claro que la naturaleza
es mucho más compleja. Somos capaces de lo peor pero también de lo mejor. No somos seres
angelicales pero tampoco demonios.

En resumen, aunque las emociones positivas con las que la naturaleza nos ha equipado
favorecen el bienestar individual y la armonía social, aspectos de nuestra naturaleza así como la
miopía y el dogmatismo dominante nos predisponen a la negatividad. ¿Qué podemos hacer? La
respuesta es favorecer la positividad para contrarrestar y superar la negatividad. Y es aquí donde
la práctica de la meditación entra en juego. Numerosos estudios tanto en el ámbito de las
neurociencias como en el de la psicología han demostrado la poderosa influencia que la práctica
de la meditación tiene en el predominio de las emociones positivas. A modo de ejemplo,
revisemos uno de los trabajos pioneros dirigido por los neurocientíficos Richard Davidson, una de
las cien personas más influyentes del mundo según la revista Time, y John Kabat-Zinn,
mundialmente famoso por su programa de reducción del estrés basado en la conciencia plena de
la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts. Para evaluar científicamente los
efectos de la meditación sobre la mente, reunieron a un grupo de cuarenta y ocho trabajadores de
una empresa de biotecnología y los dividieron de forma aleatoria en dos subgrupos. Uno de ellos
participó en un programa de formación en meditación de ocho semanas y el otro fue usado como
grupo de control. Se midió su actividad cerebral antes del programa, al acabar el mismo y cuatro
meses después. El resultado fue inequívoco: los participantes en el programa mostraron un
aumento significativo y duradero en la activación del córtex prefrontal izquierdo, patrón asociado
con un incremento en el predominio de las emociones positivas. Numerosos trabajos han
confirmado los efectos de la meditación en la positividad de las personas desde que en 2003 se
realizara este experimento. En conclusión, si estamos de acuerdo en que la preponderancia de las
emociones positivas sobre las negativas aumenta la satisfacción, el compromiso, la resiliencia y la
creatividad de las personas, es hora de que las empresas se planteen seriamente la conveniencia
de formar a sus integrantes en la práctica milenaria de la meditación.

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