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Revista Internacional de Ciencias Sociales y

Humanidades, SOCIOTAM
ISSN: 1405-3543
hmcappello@yahoo.com
Universidad Autónoma de Tamaulipas
México

ALE SÁNCHEZ, Isabel Margarita


LA CONSTRUCCIÓN DE LAS MASCULINIDADES ENTRE ADOLESCENTES TRABAJADORES DE
LIMA, PERÚ
Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM, vol. XX, núm. 1, 2010, pp.
161-177
Universidad Autónoma de Tamaulipas
Ciudad Victoria, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=65415127008

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La construcción
SOCIOTAM de las
Vol. XX,masculinidades entre...
N. 1 (2010), pp. 161-177.

LA CONSTRUCCIÓN DE LAS MASCULINIDADES ENTRE


ADOLESCENTES TRABAJADORES DE LIMA, PERÚ

Isabel Margarita ALE SÁNCHEZ


Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

RESUMEN
El propósito de este trabajo es describir las diversas formas en
que los adolescentes trabajadores vivencian sus masculinidades a
partir del significado de ser hombre y la tipificación del otro, distinto
de uno mismo. Para ello, se realizaron entrevistas a profundidad a
20 adolescentes trabajadores entre 15 y 19 años de dos distritos de
Lima.
Los hallazgos señalan la importancia de la presencia materna
y de la ausencia paterna en la construcción de sus identidades.
A esto se agregan elementos como el modelado del cuerpo, los
accesorios y trajes, que actúan como mecanismos constitutivos de
las masculinidades. Por otro lado, el machismo y la homosexualidad
actúan como categorías opuestas y son, a su vez, constitutivas de
las masculinidades.
Se concluye que persiste la existencia de una masculinidad
hegemónica, así como otras formas de ser y vivir las otras
masculinidades.
Palabras clave: subjetividades, trabajo adolescente,
masculinidades emergentes.

MASCULINITY CONSTRUCTION
AMONG WORKING TEENAGERS IN LIMA, PERU
ABSTRACT
This paper describes the different forms in which teenagers
live their masculinities from the meaning of being a man and the
typification of the other, different from the self. Twenty in-depth
interviews were carried out with working teenagers of 15 to 19 years

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of age in two districts of Lima. Findings reveal the importance of the


motherly presence and the paternal absence in the construction of
identities. This adds to elements such as body modeling, accessories,
and outfits, which act as constitutive mechanisms of masculinities.
On the other hand, machismo and homosexuality act as opposite
categories and are, at the same time, constitutive of masculinities.
It is concluded that there is a hegemonic masculinity as well as
other ways of being and living the other masculinities.
Keywords: subjectivities, teenage work, emerging
masculinities.

CONSIDERACIONES PREVIAS

L os conceptos de masculinidad hegemónica y subjeti-


vidad masculina orientarán el estudio que pretende presentar, de
manera panorámica, la forma en que los adolescentes trabajadores
de dos distritos populares de Lima —La Victoria y Comas— cons-
truyen su masculinidad a partir de dos tópicos específicos: la des-
cripción del significado de ser “hombre” y la tipificación del “otro”
desde la percepción de los y las adolescentes entrevistados(as).1

Para ello es necesario introducir una breve descripción sobre


cómo se realiza el proceso de subjetivación como punto de confluen-
cia de lo social y lo individual, en el cual se procesan lo imaginario y
lo simbólico, dando lugar al abanico de identidades.

El sistema constitutivo humano comprende factores bioló-


gicos, psicológicos y sociales. Así, lo biológico está constituido por
la anatomía y la fisiología; lo psíquico se relaciona con los afectos,
sentimientos y representación de nosotros, y es donde lo imaginario
—por el proceso de identificación psíquica— se transforma en sim-
bólico; y lo social contiene los vínculos y formas de relación donde
se da el registro de lo imaginario (Velasco, 2004).

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El proceso de construcción de la subjetividad tiene como


punto de partida al consenso social, que para el caso de las relacio-
nes de género está dado por un sistema y organización. Por ejemplo,
el patriarcal, que construye un imaginario social con sujetos que res-
ponden a ese ideal. Este ideal funciona como un orden o mandato
en el proceso de socialización (escuela, familia, amigos, medios de
comunicación) durante el proceso de desarrollo psíquico de los su-
jetos, construyendo así su identidad subjetiva bajo la forma de re-
presentaciones psíquicas. Por tanto, en función de cómo construye
el sujeto, su subjetividad generará deseo por alcanzar sus realizacio-
nes personales (Velasco, 2004).

A través de dicho mecanismo se puede comprender la ma-


nera en que la masculinidad hegemónica es entendida como el pro-
ceso de afirmación del contexto patriarcal vigente en las relaciones
de género de los varones, tratando de reforzar la posición subordi-
nada de las mujeres y el dominio de los varones (Connell, 1997).

Diversos estudios caracterizan a la subjetividad masculina


como opuesta a la identificación con lo femenino (representado en la
madre), lo infantil y lo homosexual, para lograr su posicionamiento
de dominio y control, y alcanzar el ideal de autosuficiencia. Asimis-
mo, se apoya sobre la base de la identificación con el padre, quien
está asociado con la expresión de dureza e insensibilidad, al ejercicio
de la violencia y a la búsqueda de la competitividad en la figura del
más duro (Burin y Meler, 2004). Sin embargo, estos rasgos tradicio-
nales en la actualidad son cuestionados por el surgimiento de un
nuevo ideal masculino: ser sensible y empático, el cual conflictúa
al varón con los tradicionales criterios de su masculinidad (Burin y
Meler, 2004).

El trabajo también es un constituyente de identidad, el cual


proporciona identidad pública, asociada con la acumulación de va-
lor social y recursos materiales, y a través del cual los individuos
se hacen responsables de sí mismos y de los demás (Fuller, 2002).
A esto habría que agregar que las relaciones que se establecen con
los y las demás, a través del trabajo, dan lugar a la producción de
subjetividades.

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Al ser adolescentes los sujetos de esta investigación, debe-


mos señalar que ellos experimentan una fase vital importante en sus
vidas. Se trata de una etapa en la cual los cambios corporales con-
llevan la necesidad de la afirmación y redefinición de la identidad,
y promueven transformaciones psíquicas, incluyendo definiciones
de identidad de género. De este modo, la masculinidad hegemónica
instalada en lo social imaginario, por el proceso de representación
psíquica se instala en lo psíquico, donde residen los sentimientos y
deseos de nosotros mismos, que transforman la experiencia en sim-
bólica, lo que da lugar a las identidades.

LA DEFINICIÓN DE LAS CARACTERÍSTICAS


DE LA MASCULINIDAD
E l proceso de definir masculinidad es complejo, por lo que
presentaremos algunos elementos a partir de los testimonios de los
y las adolescentes. La importancia de sus voces se centra en la cons-
trucción de las futuras tendencias que adquieran las masculinida-
des, en especial las de los trabajadores de sectores populares que,
por tratarse de sujetos dependientes, pueden aportar de manera
significativa a su desarrollo.

Una característica en la construcción de masculinidad en los


adolescentes es no reconocerse como varones consumados, motivo
por el cual convierten a la masculinidad adulta en un ideal o meta
que deben alcanzar.

En este sentido, Roy declara:

Hombre, varón, bueno, ése era mi concepto, como le digo,


no del varón, la de tener la mayoría de edad, pero en sí, el
varón o el hombre se muestra a cada momento, desatando el
joven sus habilidades y no perdiendo su autoestima. Eso lo
hace verse más potente ante cualquier adversidad. Cuando
no es, cada adolescente, cada persona tiene etapa en la vida
en la cual tiene que pasar, ¿no? Pero el ser varón siempre
se va a llegar, es decir le falta encontrar la llave para que “él
pueda gozar de la personalidad que es” […].

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Otra de las representaciones de ser hombre está ligada a la


responsabilidad consigo mismo, la cual se convierte en un rasgo del
varón adulto, según lo expresan Rafael de Comas y Roberto de La
Victoria:

Un hombre tendría que cuidar su personalidad, mantener


su personalidad, que no sea alienado por otros pandillajes,
para imitar sus características a las de otros, las malas ca-
racterísticas que tienen los pandilleros u otros amigos.
[…] Ser varón es una persona que cumple con todo lo que
hace, cumple sus realidades, cumple, no se queda en cual-
quier cosa que hace, es una persona que le gustan las metas,
que le gusta lograr cada día mejores cosas, que le gusta
crecer como persona y muchas cositas más.

El ser hombre también está relacionado con características


valorativas y la seguridad que se le da al varón adulto, tal como lo
señala Jhonny:

[…] Un varón, este, es casi similar a un hombre, sino que el


varón admite sus errores, y el hombre es común, cualquiera
puede ser un hombre, pero un varón tiene dignidad. si tú
le pones plata, él no te va aceptar, o si están hablando sobre
algo que a él no le gusta, él simplemente de frente te dice las
cosas que sabes que me gusta, y si aceptan mi manera de ser
bacán, si no, no. En cambio, el hombre sigue con lo que los
demás dicen, o sea, con la rutina, con el sistema.

Otra de las formas de ser hombre, en términos de respon-


sabilidad con los y las demás, se expresa a través del rol proveedor,
según expresan los siguientes testimonios:

Más hombre son las personas respetuosas, responsables que


sepan mantener a una familia, que piensen no sólo en sí
mismos, sino en los demás, el hombre debe cuidar su fami-
lia […] (Joseph, Comas).

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Ser un hombre es cuando la persona ya está formada y


capacitada para enfrentar la vida, a formarse como es la
persona. Yo estoy en camino de serlo porque no tengo nada
con qué solventarme, el hombre tiene trabajo fijo, estable,
que puede solventar a sus padres o compromiso o familia
que tiene. Creo que eso es un hombre hecho y derecho […]
(Alexander, La Victoria).

Estas son frases de la subjetividad tradicional que asocian


las prácticas masculinas al dominio y control de su entorno familiar,
constituyéndose el hombre en el soberano de su casa. Demuestra
que todavía la masculinidad hegemónica está vigente en las nuevas
generaciones de varones.

Por otro lado, este ideal de ser hombre pasa por cambios
ligados a atributos físicos como la fortaleza física y el cuidado de
su imagen. Así lo percibe Adolfo, de La Victoria: “Deben cuidar su
persona y que no lo ofendan, su imagen, su moral, su autoestima
también”.

Smith afirma al respecto: “Su carácter, como que es un poco


más duro, es un poco más trabajador, más fuerte, pe”.

La definición de una personalidad fuerte es un rasgo carac-


terístico en los hombres. Una fortaleza que no se base únicamente
en el dominio per se, sino también en las habilidades del sujeto que
sustentan su autoestima. Tan alta es la imagen que poseen del varón
adulto que Joseph indica: “Varón es diferente a hombre, varón es el
que creo que hace cosas para Cristo, y hombre le gusta experimentar
más cosas”.

La responsabilidad también se relaciona con el ejercicio de


la sexualidad, y podría darnos indicios de que a pesar de las dudas
de los adolescentes por autodenominarse hombres, reconocen que
están en camino de serlo. Jhonny señala: “El hombre es el que tiene
que cuidarse, el hombre porque es el varón, es el más responsable,
no se le echa la culpa a la mujer”.

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Sin embargo, el tema vinculado al control de los impulsos


como un rasgo propiamente masculino continúa vigente, como Ro-
berto refiere: “Creo que el hombre lo hace [sexo] por satisfacerse
físicamente, por sentir satisfacción nada más”.

Las transgresiones frente al rol de responsabilidad que tie-


nen con sus familias también están presentes.

[…] No va hacer para mí la casa, mi casa la puedo tener yo,


mañana más tarde me quito, y algún día mis hermanos van
a decir la casa es de todos, hay que partirla, yo no, quédense
con la casa, yo voy a construir mi casa, para eso trabajo.
Por eso mismo yo ahora he pensado y mejor voy a estudiar,
voy a dedicarme a estudiar, no voy ayudar en nada porque
me hago daño a mí mismo, me quedo yo mismo, la edad
está pasando rápido en mí, y no es bueno, por eso este año
quería estudiar dos o tres carreras aparte de la academia,
estoy en esa parte, como también estoy operado, no puedo
jalar muy rápido (James, La Victoria).

Empero, todas las características señaladas pueden confluir


a la vez. Así, fortaleza física, valores, responsabilidad con la familia
y con la sociedad son la sumatoria de la masculinidad, como se ex-
presa en el siguiente testimonio:

Cuando un hombre se sienta desarrollado físicamente, in-


telectualmente y esté establecido en una sociedad y que sea
responsable, honesto, piense en los demás y piense en su
familia (Abraham, La Victoria).

La versión de hombría convierte al hombre en varón en


oposición al animal. Ser varón significa ser digno (hacerse humano,
encima del animal), capaz (transformar al mundo y a sí mismo, pa-
sar de macho a hombre) (Fuller, 2002).

Otra respuesta relacionada con el ser hombre tal como el ser


niño, es señalada por Roy, de La Victoria: “[…] bueno, yo rechazaría
su niñez más que todo porque a veces, ay, en el colegio acá adentro
se comporta como si fuera bebito, se pone a hacer su niñería […]”.

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Esta es una representación simbólica de la masculinidad


que tiene que ver con lo opuesto femenino, lo abyecto,2 que fuerza
a los varones a mantenerse en los límites de su identidad de género.
Ello se establece con las figuras representativas durante el proceso
de socialización, como los padres. En especial, la figura de la madre,
quien ocupa un aspecto importante en sus vidas, ya que con ella no
sólo comparten el espacio privado ligado a los afectos, sino también
el espacio público a través del trabajo ambulatorio. De esta manera
lo expresa Joseph, de La Victoria:

[…] en mi casa más que nada me comprende mi mamá,


porque de mi papá no puedo decir lo mismo, aunque tam-
bién es bueno, sino que tiene un carácter un poquito que
no deja acercarse a su hijo como un padre, sino que una
persona que lo orienta rectamente.

Por otro lado, esto indicaría la importancia que tiene la


madre, constituyéndose así en el apoyo emocional al interior de
la familia, para contrarrestar la ausencia simbólica del padre en la
construcción genérica masculina de los hijos. Sin embargo, para al-
gunos, los varones en la actualidad son menos activos y vivaces por
no romper de manera adecuada el fuerte vínculo que se tiene con la
madre, además de la ausencia de los padres y la carencia de medios
socializadores de masculinidad desde los varones. A pesar de todo,
todavía los varones ejercen mayor poder sobre otros (mujeres, niños,
ancianos) en diferentes medios sociales (Burin y Meler, 2004). “Mi
madre ha sido mi inspiración, primeramente me ha enseñado ser
sencillo, humilde, honrado, responsable” (Alexander, La Victoria).

La presencia de la figura paterna en las vidas de los ado-


lescentes es poco visible, aunque esto no sólo se circunscribe a los
adolescentes trabajadores. Esto se traduce en la crianza y el soste-
nimiento económico. En Latinoamérica existe un problema de pre-
ocupación política por la tendencia de los varones por alejarse de
sus hijos. Sin embargo, también existen padres que estrechan más
sus vínculos con sus hijos y algunos divorciados que luchan por la
tenencia de sus hijos. Ante esta heterogeneidad de posturas, se pue-
de percibir que la paternidad —sea como institución o como prácti-

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ca— está en una época de crisis, que promueve una transformación


en las familias (Burin y Meler, 2004).

El trabajo da al adolescente el rol de proveedor y de res-


ponsabilidad respecto a los otros en el ámbito doméstico, proporcio-
nándole prestigio social (respeto). Ambos actúan como marcadores
de identidad, y coinciden además con la necesidad de aprobación
social como una forma de afirmación, asignándole valor al trabajo.
Dejar de trabajar representa para ellos el caos, la marginalidad y la
pérdida del prestigio social (Fuller, 2002).

Así lo expresan: “Ser responsable es cumplir con tu familia,


con tus hermanos en el trabajo” (Javier, La Victoria). “Los amigos de
mi papá me dicen qué bueno que trabajes. Me felicitan, eres buen
hijo” (Manuel, La Victoria).

Aunque, por otra parte, el hecho de que los adolescentes


trabajadores sean descendientes de migrantes andinos, refuerza la
importancia que le otorgan a los vínculos colectivos. Así, las relacio-
nes sociales se convierten en espacios de intimidad con sus pares,
donde comparten opiniones y consejos, lo cual constituye algo va-
lorado por ellos. Adolfo lo expresa de la siguiente manera: “Alegre,
porque me siento con mis amigos, conversamos, a veces renegamos,
veo el carácter de cada uno cuando llega a compartir muchas cosas
también”.

Las redes familiares y de amistad fuera de sus padres son


significantes frente a la ausencia paterna:

Con quién se aprende a ser hombre… Bueno, mayormente,


se aprende de tu padre. Tienes que aprender viendo lo que
hace, pero, bueno, yo no aprendí de mi padre; yo aprendí
de mis vecinos, de mis amigos, de los papás de mis amigos
(Rafael, La Victoria).

Al respecto, las figuras representativas para los adolescen-


tes recaen principalmente en familiares o vecinos, y no en la figura
paterna, aunque se encuentre físicamente como parte de la familia.

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Esta tendencia encuentra sentido en la situación de crisis


de la masculinidad contemporánea, al perder el hombre de manera
progresiva su rol principal de proveedor económico de la familia, lo
cual implica cambios en el poder masculino al interior del hogar y
en las relaciones de género (Burin y Meler, 2004).

Las relaciones de poder del adulto y la autoridad frente a


los adolescentes trabajadores se expresa a través del ejercicio de la
violencia en el espacio público, según lo expresa Omar:

O sea malo, se puede decir que no le encuentro muy malo,


sino que hay cosas negativas. Por decir, los clientes te gri-
tan o, cuando vendía caminando, los policías me botaban,
me decían que ahí no se puede vender.

Una característica que resalta en ambos grupos, tanto el de


Comas como el de La Victoria, es la edad en que se inician los niños
en el trabajo, que fluctúa entre los 8 y 10 años, a través de sus padres.
Se inicia como una “ayuda” y luego se convierte en largas jornadas
de hasta 11 horas, incrementándose de acuerdo con la etapa de vida
en la que se encuentren y el tipo de actividad que desempeñen, re-
cortándose las horas de estudio y recreación, tal como lo señalan los
siguientes testimonios:

Empiezo a las 7 a. m. y acabo a las 2 ó 3 de la tarde, pero


después tengo que ir a mi casa un rato y volver a hacer
porque tengo que hacer las cosas para el día siguiente, en la
noche tengo que volver a hacer (Alberto, 18 años, vende-
dor de especerías).

Como se puede apreciar, el ingreso al trabajo lo hacen a tra-


vés de sus padres a temprana edad y en actividades que produzcan
un ingreso rápido, lo cual no sólo conlleva a situaciones de vulnera-
bilidad, sino que además es un factor que contribuye a reproducir
fronteras entre clases sociales (Fuller, 2002).

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El tiempo y energía que dedican a las actividades de es-


parcimiento homosocial, así como a su vida doméstica, están supe-
ditados al ritmo que les impone el trabajo remunerado. El trabajo
supone abandonar valores juveniles asociados con la libertad de
movimiento y de diversión con amigos (Fuller, 2002). “Mi horario
de trabajo es desde las 4 de la mañana hasta las 3 de la tarde, todos
los días, incluidos sábado y domingo” (Roberto, 19 años, vendedor
de abarrotes).

Por otro lado, las expresiones relacionadas con las metas a


lograr a futuro constituyen un aspecto relacionado con el mundo
de los deseos, que son parte de la subjetividad de lo que quieren
alcanzar más adelante. El trabajo es percibido como una situación
transitoria; la meta —llegar a ser un profesional— se alcanzará a
través del estudio. Los siguientes testimonios dan cuenta de ello:

Bueno, creo que es difícil pero no imposible, tenía un sueño,


o tengo un sueño, de un día más adelante ser un conferen-
cista, como se dice ¿no? Dictar conferencias, estudiar una
carrera que es psicología, entre otras cosas, pero más esa
no, y bueno sería eso, no ser una persona que quién sabe,
no, si mis hermanos todavía no lo logran, yo ser una perso-
na profesional. Como le digo a algunos jóvenes, que saque
adelante su apellido, el apellido de la familia, que sea una
persona que en todo lugar se acuerde de sus valores, que
nunca los pierda, que su autoestima, que no se sienta infe-
rior ni superior, sino que lleva siempre la humildad dentro
de ella y que como toda persona, que si en caso “X” va a
tener familia, una buena familia, ¿no? (Roy, Comas).

Tener un hijo, porque teniendo un hijo ya, este, se apagan


todos mis sueños, ahorita tengo muchas metas que cum-
plir, porque en primer lugar tengo que ayudar a mi familia,
porque en realidad somos personas pobres, claro, en esta
sociedad. Después, este, tengo que cumplir mi meta, que
es ser un buen profesional, quiero ser ingeniero, después.
Por ahora estoy dedicándome a terminar mi secundaria,
termino mi secundaria, pienso trabajar y armar un negocio
[…] No creo que el hombre deba ser agresivo, claro, ¡fuer-
te, sí! pero no agresivo, comprensivo, porque hay hombres

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que son bien comprensivos, responsables (Abraham, La


Victoria).

Si bien las masculinidades descritas corresponden a los ado-


lescentes trabajadores, en sus expresiones también queda implícito
que corresponden al ejercicio de las masculinidades hegemónicas,
las cuales subsisten mediante la práctica reiterativa y referencial,
produciendo así los efectos que nombran (Butler, 2002).

LAS TIPIFICACIONES DE OTROS ADOLESCENTES


L a construcción de la identidad subjetiva se realiza a partir
del ejercicio de mirar al “otro”. Aunque algunas teorías señalan que
dicho proceso se da a partir de las semejanzas, otros señalan dicha
construcción como un sistema abierto de relaciones que la diferen-
cian de otras identidades (Butler, Laclau y Zizek, 2003).

Uno de los mecanismos diferenciadores de masculinidad es


la tipificación de los varones, utilizando para ello algunos criterios
como el modelado de sus cuerpos:

[…] Por ejemplo, mi amigo sabe todo lo que es ser un punk,


pero para mí no es netamente punk. Por ejemplo, él me dijo
que los punks son ateos, que no escuchan otro tipo de mú-
sica que rock y todo eso, no. Después me dijo que se visten
de ropa oscura y todo eso, cadenas, cosas que se vean, cosas
fuera de lo normal y a él le escuché, yo le vi, no, que él es-
taba escuchando salsa, “perreo”, todo eso, no […] (Omar
Comas).

Otras tipificaciones están relacionadas con la responsabili-


dad y el rol proveedor en sus familias y con mirada al futuro, tal
como lo expresa Roberto: “[…] no, varón es el que para en la calle
y el otro que para estudiando, la persona que para estudiando mira
más hacia su futuro […]”.

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Sobre el mismo tema, Alberto señala:

O sea, hay chicos liberales, hacen las cosas por hacer, chicos
responsables, chicos con visión a futuro, siempre piensan
qué van a hacer adelante, diferentes chicos. No todos son
iguales.

También existen representaciones de masculinidad en los


adolescentes que incluyen el modelaje del cuerpo, los accesorios,
trajes, maquillaje, los cuales funcionan como mecanismos diferen-
ciadores, y son nombrados según categorías por los y las demás:

¿Formas de vestirse? Sí, claro, por ejemplo, un chico que es


bien movido, así bien “gilerito”, se le diferencia al toque su
vestimenta, son con ropa más holgada, o se pone un arete
acá, o son en la forma de hablarte se le nota. En cambio, un
chico más recatado se pone un jeans clásico, una camisa, le
gusta estar bien, pero, claro, no tanto como los otros, en eso
se diferencia (Vanesa, La Victoria).

Yo sí tengo un amigo metalero, pero no se viste tanto así,


yo he visto a sus amigos, y son gente que tienen un pen-
samiento diferente, para ellos como dicen, se drogan, ¡sí,
se drogan! Porque los metaleros se drogan y su forma de
vestir es clásica de ellos, porque siempre [llevan] ropa ne-
gra, o se pintan acá o se ponen “piercing”, eso ya siempre
se les diferencia, siempre a ellos, porque son así, y sí, sus
mismos conciertos son bien locos, locos, locos. Yo no he ido,
pero me han contado, que sus conciertos son bien para que
corre botella, corre droga, todo corre en ese concierto [...]
(Vanesa, La Victoria).

Al interior de las categorizaciones de ser hombres subsisten


los extremos que configuran los límites de lo masculino y lo exclui-
do, es decir, de lo que está fuera del “ser hombre”, representados
por el machismo y lo homosexual, tal como lo expresan los siguien-
tes testimonios:

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ALE S., I. M.

Bueno, la homosexualidad creo que es una, está distorsio-


nado, es decir, en pocas palabras, quizá fue a raíz de nuestro
hogar ¿no? El hombre nace con esa identidad de sentirse
más mujer que hombre por el mismo valor quizás que le da-
ban en casa, no es una identidad de varón sino que más que
todo es una, yo creo que es una vergüenza para él mismo y
para los que lo rodean […] (James, Comas).

Homosexuales, bueno, aunque son hombres, se puede decir


que sí, pero, no se comportan como tal porque si ellos tienen
una tendencia hacia el otro sexo no veo cuál es la necesidad
de comportarse como mujer o cambiarse de ropa, pintarse.
No veo la necesidad si ellos son genéticamente varones, no
veo la necesidad por qué ellos se comporten de esa manera
(Omar, Comas).

Los machistas estarían en la parte que se creen machos,


como su propio nombre lo dice, machos, se creen hombres,
se creen superior a los demás. Por ejemplo, los machistas
son las personas que en su casa discriminan a la mujer, dice
tú tienes que hacer esta cosa, yo tengo que hacer sólo esto, y
tú tienes que lavar los platos, tal, tal, nada más (Abraham,
La Victoria).

De esta manera, ninguna identidad particular puede surgir


sin la existencia de otras identidades, que a la vez que son exclui-
das actúan como constitutivas. Por tanto, lo homosexual y machista
actuarían como lo excluido y a la vez constitutivo del ser hombre
(Butler, Laclau y Zizek, 2003).

Si bien estas formas de identificación subjetiva se constru-


yen a partir de diferenciarse del “otro”, también expresan el rechazo
a las representaciones de masculinidad hegemónica. Estas formas
de modelaje del cuerpo son un proceso “natural” por el cual el ado-
lescente ensaya un abanico de posibilidades de ser hombre. Asimis-
mo, puede interpretarse que estas conductas poseen como base el
deseo, siendo una forma de respuesta frente a lo no concluido, que
dan cuenta de lo incompleto de los sujetos. Este deseo también ope-
ra como una forma de reconocimiento de otras identidades en un
mundo caracterizado por la violencia y la falta de acceso a recursos,
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La construcción de las masculinidades entre...

que constituye el mundo de los adolescentes trabajadores. De esta


manera, la alienación va normando parámetros de conducta para
conseguir la aceptación de los demás (Aponte y García, 2002).

CONCLUSIONES
L os testimonios nos permiten observar la existencia de dis-
tintas masculinidades en los adolescentes trabajadores, las cuales
están definidas por diversos componentes, como el rol proveedor,
el proceso de diferenciación, los valores y afectos transmitidos por
la madre y figuras significativas durante el proceso de socialización,
los cuales son movilizados por los deseos.

El rol de proveedor y el ser responsable son dos cualidades


relacionadas con la masculinidad hegemónica en constante confron-
tación con otras formas de vivir su masculinidad.

El machismo y la homosexualidad actúan como categorías


opuestas y a la vez constitutivas de la masculinidad en los adoles-
centes trabajadores.

Si bien los adolescentes entrevistados señalan la importan-


cia de la figura materna en sus vidas, tanto como proveedora y como
referente de afecto, su impacto en los adolescentes se puede apreciar
a través del desempeño de algunos roles considerados “femeninos”
en el espacio privado de la casa.

El malestar que los adolescentes expresan, producto de la


violencia vivida en el espacio público, es contrarrestado por el re-
conocimiento que obtienen de su familia y de los demás, lo cual
refuerza la existencia del modelo hegemónico de masculinidad.

Un elemento a estudiar con mayor detenimiento son los


efectos de la ausencia paterna en las subjetividades masculinas de
los adolescentes trabajadores, ya que en su ausencia deben buscar
su identificación genérica desde los discursos de sus madres, quie-
nes también transmiten modelos de la masculinidad hegemónica a
los adolescentes.

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ALE S., I. M.

Los deseos en relación con un futuro mejor y de realización


se limitan por una realidad de la que es difícil salir, para lo cual se
requieren políticas que promuevan su desarrollo y respondan a sus
necesidades e intereses. Una forma de enfrentar la exclusión de los
adolescentes trabajadores como sujetos de derecho depende no sólo
de políticas que promuevan el reconocimiento de sus subjetividades
que motivan su realización. También se necesitan cambios cultura-
les urgentes, lo cual se convierte en una tarea en la que estamos in-
volucrados e involucradas todos y todas.

NOTAS
1. Para Kimmel (1997), la masculinidad se construye en las
relaciones con nosotros mismos, con los otros y con nuestro
mundo.
2. Butler (2002) señala lo abyecto como lo que está fuera del
sujeto, el lugar donde se circunscribe lo “vivible”, como lu-
gar de identificaciones temidas por el sujeto.

BIBLIOGRAFÍA
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Bogotá, Bogotá, Universidad Externado de Colombia,
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Isabel Margarita ALE SÁNCHEZ


es licenciada en Psicología por la Universidad Nacional Ma-
yor de San Marcos en Lima, Perú y candidata de la maes-
tría de Género, Sexualidad y Políticas Públicas en la misma
casa de estudios. Actualmente labora en la Coordinadora de
Centrales Sindicales Andinas —CCSA— en Lima. Sus inves-
tigaciones se han desarrollado principalmente en el ámbito
de sexualidad, género, adolescentes y trabajo. Correo elec.:
Isabel_ale@hotmail.com

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