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Introducción

Durante el transcurso del siglo xx se produjeron seis golpes de Estado que


derrocaron a sendos gobiernos constitucionales.

El 24 de marzo de 1976 destituyeron al gobierno de Isabel Martínez de Perón.


Implicó sectores de la población que esperaban que los militares restablecieran
ciertos parámetros de “normalidad” en la vida social.

El golpe de 1976 y la implementación de su programa político autotitulado Proceso


de Reorganización Nacional dio lugar a una transformación sustancial de la
sociedad, el Estado y la política en la Argentina.

Las fuerzas armadas llevaron adelante un proyecto de refundación de la sociedad


argentina. Se valieron de la aplicación de un plan sistemático de represión ilegal y

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de un programa económico de inspiración neoliberal que atacó la industria local y
colocó en el corazón de la economía argentina al sector financiero.

La que tuvo lugar entre 1976 y 1983 fue una dictadura institucional de las fuerzas
armadas, el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea asumieron la responsabilidad de
gobernar de manera conjunta el país. El órgano supremo del Estado quedó
entonces constituido en una Junta Militar, compuesta por un representante de
cada una de las tres armadas y cuyos actos y normativas reemplazaron las
normas de la Constitución Nacional. Entre las amplias atribuciones de la Junta se
contaba la elección del presidente de la Nación quien debía ejecutar las políticas
diseñadas por ese cuerpo colegiado.

El Parlamento fue clausurado y reemplazado por una Comisión de Asesoramiento


Legislativo (CAL) compuesto por tres oficiales de cada fuerza.

El Poder Judicial, continuó funcionando, pero vio recortadas sus áreas de


injerencia. Muchos de sus miembros avalaron las acciones ilegales del poder
dictatorial.

La prohibición de toda actividad política y gremial, la intervención de la CGT, la


violación a la autonomía universitaria y la censura de los medios de comunicación
y de expresiones artísticas y culturales complementaron la propuesta autoritaria de
la última dictadura militar argentina.

El 24 de marzo de 1976, el general Jorge R. Videla, el almirante Eduardo Massera


y el brigadier Orlando Agosti conformaron la primera Junta militar que, luego de
desalojar al gobierno de Isabel Perón, asumió el control del Estado. A los cuatro
días de producido el golpe, uno de sus miembros, el general Videla, asumió el
cargo de presidente de la República, responsabilidad que ejerció hasta diciembre
de 1981.

En el modelo de sociedad que las fuerzas armadas pretendían, no había lugar


para el cuestionamiento y el disenso. Este primer cuerpo tripartito puso en marcha

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una de las acciones más decisivas que las fuerzas castrenses diseñaron para la
concreción de un nuevo orden social en la Argentina: la desaparición masiva de
personas a través de la represión ilegal, que provocó la desaparición y la muerte
de miles de personas en todo el país.

El terrorismo de Estado practicado de forma sistemática (utilización de la violencia


ilegal desde el Estado hacia la sociedad) resulto el rasgo más característico y
dramático de la última dictadura.

Los “enemigos” del proyecto refundacional del proceso, cubrieron un amplio


espectro. Militantes de las organizaciones político-militares, aquellos que lo hacían
en otras entidades sociales y políticas no armadas, dirigentes gremiales de las
comisiones internas de las fábricas, sacerdotes y monjas, intelectuales,
estudiantes, artistas, periodistas, abogados vinculados a la defensa de presos
políticos e integrantes de organizaciones de derechos humanos conformada en
ese colectivo “subversivo”, de límites amplios y difusos. Cualquier persona que
pusiera en acto alguna expresión de protestas social, de pensamiento crítico y/o
cuestionara el proceder del poder militar era considerada peligrosa y por lo tanto
candidata a ser penalizada por el accionar del terrorismo de Estado,

El operativo Independencia, la política de exterminio fue practicada durante todo el


periodo en cuestión, aunque la mayor cantidad de desapariciones se produjeron
entre 1976 y 1978, según lo documentado por la CONADEP.

La operación represiva comenzaba con un trabajo de inteligencia que permitía


obtener la información necesaria para concretar el secuestro de personas
indicadas como “subversivas”. Las detenciones ilegales eran llevadas a cabo por
los denominados grupos de tareas o “patotas”, conjunto de 5 o 6 individuos-
miembros de las FF.AA y o de las fuerzas de seguridad- que solían movilizarse en
autos son patente fuertemente armados, y con la seguridad de contar con el
beneficioso de las “zonas liberadas”. Esto significaba que sabían que la policía del
lugar donde se produciría el secuestro no intervendría ante el posible llamado de

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un vecino o de los familiares del detenido. Los apresamientos se realizaban a altas
horas de la noche y en los domicilios de las víctimas, aunque también hubo casos
de personas detenidas a plena luz del día, en la vía pública o en sus ligares de
trabajo.

Las víctimas eran trasladabas a los Centros de detención y tortura. Puntos


neurálgicos del sistema represivo, los CCD y T o “chupaderos” no poseían una
existencia pública y formal, aunque la mayoría de ellos funcionaban en edificios
públicos, sobretodo en dependencias militares y policiales. Existieron alrededor de
340 de estas unidades ilegales distribuidas por todo el país. Entre los más
conocidos “La escuela de mecánica de la armada” (ESMA), El club atlético, El
Olimpo, El Vesubio, El Campito y el Pozo de Banfield y La Perla.

Apenas producido su ingreso a los CCD y T los detenidos eran llevados a la sala
de tortura. Las sesiones de tortura duraban varios días y con ellas los represores
no solo buscaban arrancar información a los prisioneros, sino también quebrar su
resistencia, destruir su personalidad y aniquilar su dignidad.

Quienes no morían en la tortura, quedaban detenidos en dichos centros, cuya


estadía podía durar día, semanas, meses o años. El destino final para la inmensa
mayoría de los secuestradores fue su ejecución. La mayoría de los cadáveres de
las víctimas fueron enterrados en fosas comunes de los cementerios como
personas desconocidas, incineradas o dinamitados. Otro modo de borrar todo
registro de los detenidos fue arrojarlos adormecidos al mar (Plan Cóndor). La
FF.AA se aseguraron de que no hubiera muertos sino desaparecidos.

La apropiación de los hijos e hijas de los desaparecidos y de los bebés nacidos en


cautiverio resultó ser una acción debidamente planificada por las FF.AA.

La mayoría de los niños que nacieron en cautiverio y aquellos que fueron


secuestrados junto a sus progenitores y los sobrevivientes fueron entregados a
parejas de militares, de policías y o vinculadas con las fuerzas represivas a través

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de adopciones ilegales. Fueron vendidos o abandonados como seres sin nombres
en institutos, violando, incluso, su derecho a la identidad.

El 16 de septiembre “La noche de los lápices” las víctimas fueron estudiantes


secundarios. Entre el 15 y el 21 de septiembre de 1976, 9 estudiantes de La Plata
fueron secuestrados por fuerzas de la policía de Buenos Aires, comandada por
Ramón Camps.

Estos adolescentes que tendrían entre 16 y 18 años, participan en los centros de


estudiantes de las escuelas.

Las escuelas secundarias de La Plata tenían una intensa experiencia de


participación política, organizada por los centros de estudiantes que se
encontraban articulados dentro de las CES. En 1975 habían obtenido el boleto
estudiantil, que implicaba una rebaja para los viáticos de los estudiantes. Con el
inicio de la dictadura, esta medida fue suspendida, al mismo tiempo que se
prohibieron los centros de estudiantes y toda actividad política en las escuelas.
Los estudiantes de La Plata se propusieron, entonces, actuar en defensa de sus
derechos. Los militares desplegaron un operativo a cargo de Miguel Etchecolatz,
comisario de la policía de la provincia de Buenos Aires al que denominaron “La
noche de los Lápices”.

¿De qué manera se daba la detención, secuestro y tortura de los desaparecidos


en el Golpe de Estado de 1976?

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Marco Teórico:

Un gobierno de facto  es aquel que, si bien en la práctica ejerce como tal, no está
reconocido oficialmente por alguna norma jurídica. Puede producirse por dos
causas: que se produzca un vacío de poder, o tras haber tomado el poder tras
un golpe de Estado. En este caso, durante un tiempo, y hasta que se restablece el
orden institucional u otro gobierno lo reemplaza, el gobierno que se forma está en
funciones, y no es oficial. En 1976, tuvo como protagonista a Jorge Rafael Videla,
dando comienzo a un nuevo Golpe de Estado en Argentina.. Un Golpe de Estado
es la toma del poder político, de un modo repentino aunque no necesariamente
violento, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, vulnerando
la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir, las
normas legales de sucesión en el poder vigente con anterioridad nacidas del
sufragio universal (voto) y propias de un estado de derecho.

Se denominó  Proceso de Reorganización Nacional al último Golpe de Estado de


Argentina en 1976. El proceso se caracterizó por el Terrorismo de Estado.

El concepto terrorismo se refiere a una metodología política violenta, que puede


estar al servicio de un régimen de gobierno u oponerse a él. El terrorismo de
Estado es la utilización sistemática de violencia a través del aparato estatal para
intimidar a los disidentes, involucrando en ese terror a la mayoría de la sociedad
civil. Crímenes característicos, del terrorismo de Estado son, crímenes de lesa
humanidad, “la desaparición forzada de personas”. Sin lugar a dudas, en dicho
Golpe de Estado se produjeron crímenes como esos. También se comete
terrorismo de Estado cuando desde el poder o con su consentimiento se contratan
grupos para realizar las acciones violentas. Una característica del Estado
Terrorista es que actúa como si fuera un Estado Legal pero sostiene de manera
oculta todo el aparato represivo. Es decir, es un Estado que tiene dos caras: una
pública (que afirma la obediencia de la ley, la publicidad de actos de gobiernos,

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etc.) y una clandestina (donde se ejercitan la represión y el horror como
herramientas cotidianas de gobierno). Generalmente se instala como si fuera una
forma de gobierno no definitiva: un “Estado militarizado”, en el cual las Fuerzas
Armadas toman el gobierno suprimiendo el derecho de la sociedad civil a
participar, opinar o decidir. Además de apropiarse del gobierno, y de la legalidad
se adueñan del vocabulario transformando a sus contrarios en ilegales,
subversivos, terroristas, cuando en realidad los primeros en quebrarar la legalidad
fueron los que depusieron al gobierno o lo obligaron a someterse bajo sus normas.

Las Fuerzas Armadas llevaron a cabo operativos ilegales con la ayuda de la Triple
A y otras bandas de derecha -organizadas, armadas y financiadas desde el
Gobierno-. Tras el golpe, la dictadura potenció un modo represivo previamente
ensayado: la metodología de secuestro-tortura-desaparición y la instauración de
más de 500 centros clandestinos de detención como dispositivos de exterminio de
los prisioneros y de diseminación del miedo hacia la sociedad. La Alianza
Anticomunista Argentina (AAA), conocida como Triple A, fue un grupo parapolicial
y terrorista de la Argentina gestado por un sector del peronismo, la Policía
Federal y las Fuerzas Armadas Argentinas conectados con la logia
anticomunista Propaganda Due, que asesinó a artistas, intelectuales, políticos
de izquierda, estudiantes, historiadores y sindicalistas, además de utilizar como
métodos las amenazas, las ejecuciones sumarias y la desaparición forzada de
personas durante la década de 1970. Fue responsable de la desaparición y
muerte de casi 700 personas. Sus acciones fueron catalogadas como delitos de
lesa humanidad por el juez federal Norberto Oyarbide en 2006, lo que fue
confirmado por la Cámara Federal en 2008. En febrero de 2016 fueron
condenados cuatro civiles y un policía bonaerense que integraron la organización
paramilitar desde cargos formales en el Ministerio de Bienestar Social.

Los centros de detención (CDD), que en número aproximado de 340 existieron en


toda la extensión de nuestro territorio, constituyeron el presupuesto material
indispensable de la política de desaparición de personas. Por allí pasaron millares

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de hombres y mujeres, ilegítimamente privados de su libertad, en estadías que
muchas veces se extendieron por años o de las que nunca retornaron. Allí vivieron
su «desaparición» Los primeros CCD fueron instalados en 1975, antes del golpe
militar del 24 de marzo de 1976. En ese año ya estaban en funcionamiento la
Escuelita en Faimallá (Tucumán) y el Campito (Provincia de Buenos Aires).
También en 1975 funcionó un CCD en la planta de la empresa Acindar en Villa
Constitución. 
En 1976 llegaron a existir 610 CCD, pero muchos de ellos fueron temporarios y
circunstanciales.
A pesar de sus diferencias, los CCD fueron organizados con una estructura y un
régimen de funcionamiento similar. Todos los CCD contaban con una o más salas
de torturas, amplios espacios para mantener a los desaparecidos siempre en
condiciones de gran precariedad, y un centro de viviendas para los torturadores y
guardias. Casi todos tenían algún tipo de servicio médico. En algunos casos hubo
servicios religiosos permanentes para el personal militar. 
Los Grupos de Tarea (GT, también conocidos como "patotas" ) estaban
encargados de realizar los secuestros, generalmente de noche. Inmediatamente
los detenidos-desparecidos eran llevados al CCD correspondiente, donde
permanecían constantemente encapuchados y esposados. Inmediatamente eran
severamente torturados e interrogados por los mismos integrantes de los GT. El
tiempo de este período inicial de tortura variaba considerablemente, pero en
términos generales puede decirse que oscilaba entre uno y dos meses. Con
posterioridad a ese período inicial de tortura-interrogatorio, se disponía: 

Las características edilicias de estos centros, la vida cotidiana en su interior,


revelan que fueron concebidos antes que para la lisa y llana supresión física de las
víctimas para someterlas a un minucioso y planificado despojo de los atributos
propios de cualquier ser humano.

Porque ingresar a ellos significó en todos los casos dejar de ser, para lo cual se
intentó desestructurar la identidad de los cautivos, se alteraros sus referentes

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tempo espaciales, y se atormentaron sus cuerpos y espíritus más allá de lo
imaginado.

La noche del 16 de setiembre de 1976 es tristemente recordada, en La Plata,


como la «Noche de los lápices».

Esa noche fueron secuestrados por Fuerzas de Seguridad de sus respectivos


domicilios y continuan hasta hoy desaparecidos: Horacio Angel Ungaro (Legajo N°
4205), Daniel Alberto Rasero (Legajo N° 4205), Francisco López Muntaner (Legajo
N° 5479), María Claudia Falcone (Legajo N° 2800), Victor Triviño (Legajo N°
4018), Claudio De Acha (Legajo N° 148), María Clara Ciocchini (Legajo N° 1178).
Formaban parte de un grupo total de 16 jóvenes, entre 14 y 18 años de edad, que
habían tomado parte de una campaña pro boleto escolar. Cada uno de ellos fue
arrancado de sus hogares. La policía de la Pcia. de Bs. As. había dispuesto un
operativo de escarmiento para los que habían participado de esta campaña pro
boleto escolar, considerada por las FF.AA. como «subversión en las escuelas».
Tres de los chicos secuestrados fueron liberados.

De acuerdo a las investigaciones realizadas por esta Comisión y testimonios


obrantes en la misma, los adolescentes secuestrados habrían sido eliminados
después de padecer tormentos en distintos centros clandestinos de detención.
Miles de personas inocentes fueron detenidas en centros de detención
clandestinos y torturadas, algunos de ellos fusilados luego de su detención y
muchos otros desaparecidos y exiliados.

Algunos hoy tienen la suerte de estar con vida. A éstos les generó trastornos
físicos y psicológicos y tampoco podrán borrarse las imágenes de la tortura.

Hoy existen grupos que luchan por los derechos humanos como CONADEP


(Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) , Madres de Plaza de
Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo pero a la justicia no le basta para poner tras las
rejas a los verdaderos culpables de esta masacre masiva que dejo un saldo de
30.000 personas desaparecidas, cientos de muertos y niños sin su

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verdadera identidad por haber sido vendidos al nacer dentro de los centros de
detención por los militares.

Desarrollo.

Se llevó adelante una intensa represión clandestina e ilegal que se desarrolló con
mayor intensidad entre 1976 y 1978 y que tuvo como resultado la desaparición
forzada de entre 9.000 y 30.000 personas y gran cantidad de detenidos y
exiliados. Los primeros tres meses contribuyeron a un auténtico infierno.
Estallan bombas y se cometen numerosos secuestros y atentados. Las acciones
eran llevadas a cabo por los llamados "grupos de tareas”, y consistían en
el secuestro de personas que luego eran trasladadas a algún "centro de detención
clandestina" para torturarlos y luego matarlos. Su función era capturar a quienes
los servicios de inteligencia identificaban como "guerrilleros", "izquierdistas",
"activistas sindicales" o "zurdos".

Los operativos se realizaban a altas horas de la noche o de la madrugada.

En el domicilio irrumpía una «patota» o grupo integrado por cinco o seis


individuos. A veces intervenían varios grupos, alcanzando hasta 50 personas en
algunos casos especiales. Los integrantes de la «patota» iban siempre provistos
de un voluminoso arsenal, absolutamente desproporcionado respecto de la
supuesta peligrosidad de sus víctimas. Con armas cortas y largas amedrentaban
tanto a éstas como a sus familiares y vecinos. Previo al arribo de la «patota», solía
producirse el «apagón» en la zona en que se iba a realizar el operativo.

La intimidación y el terror no sólo apuntaban a inmovilizar a las víctimas en su


capacidad de respuesta ante la agresión.

Las «patotas» efectuaban los operativos de secuestro a cara descubierta. Su


anonimato estaba garantizado por los millones de rostros de la ciudad. En las
provincias, donde su identificación era más probable dado que alguno de los
secuestradores podía ser vecino de la víctima, debían disimular sus facciones.

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Cuando había niños en la familia que era «chupada», la represión procedió de
distintas maneras:

 Niños dejados en la casa de algún vecino para que éste se hiciera cargo,
hasta tanto llegara algún familiar de la víctima.
 Niños derivados a Institutos de Menores, que los entregaban a familiares o
los cedían en adopción.
 Secuestro de los niños para su posterior adopción por algún represor. con
el mismo vehículo que transportaba a la madre.
 Entrega directa del niño a familiares de la víctima, lo que en muchos casos
se hizo
 Dejarlo librado a su suerte, en el domicilio donde aprehendían ilegalmente a
los padres.
 ó) Trasladarlos al mismo Centro Clandestino de Detención, donde
presenciaban las torturas a que eran sometidos sus padres, o eran ellos
mismos torturados en presencia de éstos. Muchos de estos niños hoy
figuran como «desaparecidos».

En los casos que los efectivos intervinientes no encontraban a la víctima en su


domicilio se armaba lo que denominaban una «ratonera», permaneciendo en su
casa hasta que éste cayera en la trampa.

En tales situaciones, el operativo de secuestro se extendía varias horas o días,


renovando las guardias. Los familiares eran tomados como rehenes, siendo
sometidos a brutales presiones y atropellos. Los secuestradores usaban todo lo
que podían para proveerse de comidas y bebidas. A esto se sumaba naturalmente
la requisa del inmueble y el posterior y casi seguro saqueo de los bienes.

Si accidentalmente alguien se hacía presente en el domicilio, era también retenido


en calidad de rehén. En el caso de que la víctima principal no apareciera, los
secuestradores podían llevarse a parientes o moradores de la vivienda.

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En algunos casos los interrogatorios de las víctimas comenzaban en el propio
domicilio, en presencia de los familiares.

Amenazados y maniatados, se los ubicaba en el piso del asiento posterior del


vehículo o en el baúl, sumando al pánico la sensación de encierro y muerte. Se
procuraba así que el terror no se extendiera más allá de la zona donde se
desarrollaba el operativo.

En la totalidad de los secuestros se privaba de la visión a las víctimas. Ello se


efectuaba generalmente en el mismo lugar donde se secuestraba. Los elementos
empleados eran vendas o trapos, o prendas de vestir de las víctimas.

La tortura fue un elemento relevante en la metodología empleada. Los Centros


Clandestinos de Detención fueron concebidos para poder practicarla
impunemente.

A la tortura física que se aplicaba desde el primer momento, se agregaba la


psicológica que continuaba a lo largo de todo el tiempo de cautiverio, aun después
de haber cesado los interrogatorios y tormentos corporales. A esto sumaban
vejaciones y degradaciones ilimitadas.

El secuestrado arribaba encapuchado. Ello perseguía hacerle perder la noción de


espacio, con lo que se lo privaba no solamente del mundo exterior al «Pozo» sino
también de toda extremidad inmediata, más allá de su propio cuerpo.

La víctima podía ser agredida en cualquier momento sin posibilidad alguna de


defenderse. Debía aprender un nuevo código de señales, ruidos y olores para
adivinar si estaba en peligro o si la situación se distendía.

Se les ordenaba, ni bien ingresaban, que recordasen esa numeración porque con
ella serían llamados de allí en adelante, sea para hacer uso del baño, para ser
torturados o para trasladarlos. Esta mecánica obedecía, además de constituir una
forma más de hacer perder la identidad al secuestrado, a la necesidad de que

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nadie - aun guardias o carceleros - conociera la identidad del prisionero, para
evitar que trascendiera al exterior el nombre de los cautivos.

Los C.C.D. fueron ante todo centros de tortura, contando para ello
con personal «especializado» y ámbitos acondicionados a tal fin, llamados
eufemísticamente «quirófanos» , y toda una gama de implementos utilizados en
las distintas técnicas de tormento.

De los testimonios presentados ante la Comisión por las personas que estuvieron
detenidas clandestinamente y recuperaron su libertad, se pueden establecer dos
grandes categorías de centros clandestinos de detención.

Según la clasificación utilizada por las Fuerzas Armadas, en la mayor parte de las
zonas del país hubo:

 Lugar de Detención de Detenidos:: (LRD). Centros donde los detenidos


eran mantenidos en general por períodos considerables de tiempo hasta
que se decidía su destino definitivo.

 Lugar transitorio : (LT) El tiempo de detención era - salvo excepción - corto.


A estos lugares el detenido llegaba inmediatamente después del secuestro
o, así se determinaba, en el periodo previo a su liberación o a su puesta a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

 Las primeras sesiones de tortura tenían por objeto el «ablande» del recién llegado
y estaban a cargo de personal indistinto.

Una vez establecido que el detenido podía proporcionar


alguna información de interés, comenzaban las sesiones a cargo de
interrogadores especiales.

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Es decir, que ni siquiera se efectuaba una previa evaluación tendiente a meritar si
la persona a secuestrarse poseía realmente elementos de alguna significación
para sus captores.

A causa de esta metodología indiscriminada, fueron aprehendidos y torturados


tanto miembros de los grupos armados, como sus familiares, amigos o
compañeros de estudio o trabajo, militantes de partidos políticos, sacerdotes o
laicos comprometidos con los problemas de los humildes, activistas estudiantiles,
sindicalistas, dirigentes barriales y personas sin ningún tipo de práctica gremial o
política.

Bastaba figurar en una agenda de teléfonos para pasar inmediatamente a ser


«blanco» de los tristemente célebres «Grupos de Trabajo» .

Así se explica que muchos torturados responsabilizaran a cualquiera con tal de


que se detuviese el suplicio. Después de 1977 no tuvieron necesidad de realizar
tareas de inteligencia, ya que se trataba de detener a las personas mencionadas
por los propios detenidos en las sesiones de tortura.

Además del «ablande» y la obtención de información, los cautivos en los C.C.D.


estaban expuestos a sufrir tormentos por razones fortuitas.

En la mayoría de los casos, los conscriptos eran mantenidos al margen de la


actividad del C.C.D. La consigna fue mantener a los C.C.D. aislados,
como estructura secreta. El personal destinado a efectuar guardias en tales
centros estuvo compuesto por efectivos de la Gendarmería Nacional,
del Sistema Penitenciario Federal o de la policía, siempre al mando de oficiales
FF.AA. M. Este personal de guardia no era el que generalmente torturaba en los
interrogatorios sistemáticos destinados a obtener información. Algunos de los
custodios destinados a la vigilancia de los campos, evidenciaban rasgos
humanitarios, al preocuparse por el estado calamitoso de los detenidos. Sin
embargo, no es éste el caso de la mayoría del personal afectado a los C.C.D.,

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quien por lo general contribuía a la destrucción física y psíquica de los detenidos,
aplicándoles castigos innecesarios y justificándolos caprichosamente.

La escasez y calidad de las comidas constituían otra forma de tormento. Se


alimentaba a los detenidos - según el lugar - una o dos veces al día. En muchas
ocasiones transcurrieron varios días sin que se les proporcionase alimento alguno.
En otras se les sirvió agua con harina o con vísceras de animales crudas.

Generalmente, las raciones apenas alcanzaban, y quienes pretendían dar parte de


la suya a alguien en peor estado eran severamente castigados. La solidaridad
estaba prohibida.

A pesar de esto, el momento de alimentarse era esperado con ansias, ya que


significaba no sólo comer, sino también la posibilidad de levantarse la capucha y -
eventualmente - ponerse en contacto con otra persona, aunque la conversación
entre detenidos estaba penada con brutales castigos.

El durísimo sistema empleado agravaba las enfermedades que se padecían con


anterioridad al secuestro y agregaba otras como producto de las quemaduras,
derrames e infecciones. A muchas mujeres se les suspendían los ciclos
menstruales en razón de las condiciones de vida que se les imponía con propósito
de destruir la individualidad de los secuestrados, objetivo éste esencial de la
metodología que venimos analizando.

La atención médica fue realizada por detenidos con algún conocimiento, cosa que


no impidió que mucha gente se quedara en la tortura.

La precariedad e indigencia sanitarias adquirían sus ribetes más dramáticos en el


caso de las mujeres que dieron a luz en cautiverio.

Las condiciones durante el tiempo de detención fueron deplorables. Los


secuestrados permanecían hacina dos sobre colchonetas sucias de sangre, orina,
vómitos y transpiración. En algunos casos, debían realizar sus necesidades en

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tachos, que luego eran retirados. En otros, ni siquiera se les proporcionaba
recipientes, debían hacerlas en el mismo lugar.

La promiscuidad y falta de aseo se agravaban en los momentos de superpoblación


de estos establecimientos, improvisados como C.C.D. Los detenidos debían
solicitar permiso a los guardias para ir al baño no más de dos veces al día. Eran
conducidos en «trencito» , tomados de la cintura o los hombros del de adelante, ya
que no les retiraban la capucha. Estos, fuesen hombres o mujeres, debían
ducharse o atender sus necesidades fisiológicas a la vista de sus carceleros. En
algunos campos se bañaban los detenidos en grupo con una manguera, siempre
encapuchados.

La higiene de los baños y las celdas dependía de la buena o mala disposición de


los responsables de la guardia. Hubo casos en que se obligó a mujeres a limpiar a
mano los mingitorios de los baños para varones. Esta carencia extrema de higiene
traía aparejado el empeoramiento de los detenidos, que en algunas oportunidades
fueron rociados con insecticidas al modo del ganado.

La palabra «traslado» era asociada a la idea de muerte. Los «traslados» eran


vividos por los detenidos con horror y esperanza al mismo tiempo. Se les decía
que serían llevados a otros centros o granjas de «recuperación» , con la intención
de evitar que se resistieran. Ignoraban hacia dónde serían conducidos, si a otro
establecimiento o a la muerte, lo cual generaba un miedo continuo y profundo.
Para los «traslados» , los detenidos eran generalmente despojados de sus ropas y
escasas pertenencias, que luego eran incineradas. A veces se los inyectaba para
adormecerlos. Se intentaba serenarlos dándoles esperanzas de una remota
posibilidad de vida.

Estos detenidos, días antes de ser fusilados, recibían mejor alimentación, se los


hacía higienizar y eran obligados a bañarse, porque hubiera sido difícil de explicar
a la opinión pública la aparición de «extremistas abatidos en enfrentamientos» con
cadáveres flacos, torturados, barbudos o andrajosos.

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Esto constituía una crueldad sin calificativos, ya que incrementaba las esperanzas
de vida en el individuo, cuando el destino real era la muerte.

En la mayoría de los grandes centros de detención las autoridades lograron


obtener mediante la tortura, distintas formas de colaboración de parte de algunos
detenidos. Crearon con ellos grupos que cumplieron actividades
de mantenimiento y administración de los C.C.D.,o bien, en mucho menor grado,
participaron en tareas más directamente comprometidas con la represión. Así
muchos de estos últimos salían a «lanchear»- que en jerga represiva significa
recorrer la ciudad con sus captores para identificar en la vía pública a otros
miembros de su grupo político. El proceso de destrucción de la personalidad, uno
de los grandes objetivos del sistema de los C.C.D., determinó que en algunos
establecimientos sus autoridades denominaran a las dependencias destinadas al
alojamiento de los pertenecientes al consejo, sala «Q» , es decir sala de
«quebrados» , los que eran exhibidos ante sus superiores como verdaderos
trofeos. Si bien «las víctimas recibían por lo general un mejor trato que el resto de
h población de los C.C.D., permitiéndoseles a veces visitar a sus familiares y
mantener contacto telefónico con ellos. Son muchos de ellos los que engruesan en
la actualidad las nóminas de personas desaparecidas.

Los secuestrados eran mantenidos con vida durante meses, hasta que los
secuestradores recibían la orden de hacer el "traslado". Esto significaba que el
detenido era fusilado y su cadáver ocultado en una fosa común sin identificación,
como NN, o incinerado, o arrojado vivo desde un avión al Río de la Plata o al
océano Atlántico, luego de recibir una droga que los inmovilizaba.

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Conclusión:

El último gobierno militar fue sin duda el peor de todos. La censura, la excesiva
violencia, el uso de la tortura y los 30000 desaparecidos son recuerdos de aquella
época difícil de olvidar, y que aún resuenan en los oídos de la gente. 
Las Abuelas de la Plaza de Mayo y otras entidades se encargan de que ese
recuerdo no quede en el olvido y que sea una experiencia que no se debe repetir. 
Esos grupos junto con dirigentes políticos intentan recuperar a aquellos niños
desaparecidos, para darle una identidad y de lograr que el culpable pague por su
accionar. 

Hasta la fecha de presentación de este informe, la CONADEP estima en 8.960 el


número de personas que continúan en situación de desaparición forzosa, sobre la
base de las denuncias recibidas por esta Comisión, compatibilizadas con nóminas
elaboradas por organismos nacionales e internacionales de Derechos Humanos.
La desaparición de personas como metodología represiva reconoce algunos
antecedentes previos al golpe de estado del 24 de marzo de 1976. Pero es a partir
de esa fecha, en que las fuerzas que usurparon el poder obtuvieron el control
absoluto de los resortes del Estado, cuando se produce la implantación
generalizada de tal metodología. Comenzaba por el secuestro de las víctimas, a
cargo de efectivos de las fuerzas de seguridad que ocultaban su identidad. El
secuestrado era conducido a alguno de los aproximadamente 340 centros
clandestinos de detención por entonces existentes. Estos centros clandestinos
estaban dirigidos por altos oficiales de la FF.AA. y de seguridad. Los detenidos
eran alojados en condiciones infrahumanas, sometidos a toda clase de tormentos
y humillaciones. Hay varias denuncias acerca de niños y ancianos torturados junto

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a un familiar, para que éste proporcionara la información requerida por sus
captores.

La CONADEP ha comprobado que en el marco de la metodología investigada


fueron exterminadas personas previamente detenidas, con ocultamiento de su
identidad, habiéndose en muchos casos destruido sus cuerpos para evitar su
posterior identificación. Asimismo, se pudo establecer, respecto de otras personas
que en la versión de las fuerzas represivas habrían sido abatidas en combate, que
fueron sacadas con vida de algún centro clandestino de detención y muertas por
sus captores, simulándose enfrentamientos o intentos de fuga inexistentes.

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Anexo:

«Fábrica de Armas de Rosario» (LRD)

Ubicación: Calle Ovidio Lagos al 4800 (actualmente sería 5220) - 2000 Rosario - Provincia de
Santa Fe.

Descripción: Se ingresa por un portón que se abre desde adentro. Por un escalón se llega a una
puerta; algunos pasos al frente de ésta, otros tres (3) peldaños llevan a una superficie plana
(posiblemente un descanso) y luego 5 ó 6 escalones conducen a una habitación grande, la que por
una puerta se comunica con la sala de torturas. La sala de torturas tenía piso de cemento, paredes
color amarillo sucio, techo blanco y una ventana que daba al patio, que tenía persianas americanas
de plástico. En esta habitación había cuatro elásticos o "parrillas". Una mesa con comandos
eléctricos emitía música; sobre ella había un reflector. Otra puerta comunicaba con una pileta de
cemento con canillas y ganchos para colgar a los detenidos. Una puerta metálica daba a un patio
interno. Tres (3) de las paredes de este patio estaban formadas por rejas de unos 5 ó 6 metros de
largo donde daban las celdas, que eran entre 20 y 30, cada una de las cuales tenía una puerta
practicada en esa reja, la que llevaba un candado. Las celdas tenían aproximadamente 1,50 m de
largo 0,80 m de ancho - y 1,80 m de alto. El piso era de cemento y las paredes eran de ladrillo
encalado. El piso del patio central era de lajas sucias y desparejas, y tenía en el centro cuatro
postes clavados en el suelo, cada uno de ellos con una argolla a un ( 1) metro de altura. El edificio
donde se encontraba la sala de torturas tenía forma de torre.

Fábrica Militar de Armas «Domingo Matheu» (LRD)

Ubicación: Avenida Ovidio Lagos, Rosario

Descripción: Entrada principal a la fábrica por la Avenida. El C.C.D. está emplazado


hacia el fondo del predio; más allá hay una especie de recreo. Habían abierto un acceso
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directo al centro desde la calle de tierra a lo largo del paredón sus. Tenía un gran
portón de hierro rojizo. Al dejar de funcionar, lo tapiaron.

El C.C.D. estaba compuesto por varias construcciones más bien antiguas, conectadas
Carlos Alberto Campero (Legajo N° 1806) regista este imborrable recuerdo:

«Mi madre fue llevada al negocio y bajo amenazas de muerte la golpearon utilizando
métodos que ni a los animales salvajes se les puede aplicar. En el negocio teníamos un
turbo ventilador al cual le cortaron el cable y enchufándolo lo utilizaban como picana,
pero para que esto tuviera más eficacia destapaban botellas de agua mineral para mojar a
mi madre, la cual había sido atada con anterioridad a una silla; mientras realizaban este
acto de salvajismo, otro le pegaba con un cinto hasta ensangrentarle el cuerpo y
desfigurarle la cara. Después de haber transcurrido un rato bastante prolongado optaron
por llevarnos a todos, menos a Viviana, de seis meses de edad, que junto con Griselda,
mi hermana de 13 años, quedaron en el domicilio».

(........................................................................................................)

«El 10 de junio me secuestran en mi domicilio en Martín Coronado - declara Jorge César


Casalli Urrutia (Legajo N° 3889). Penetraron por la fuerza unas 10 personas y
poniéndome un revólver en la cabeza, procedieron a destrozar la casa buscando armas.
En un momento me tiraron al piso y con un cable de un artefacto eléctrico, comenzaron
a torturarme. Mientras tanto mi esposa fue castigada y golpeada en otra habitación.
Después de una hora y media de estar en mi casa, me vendaron los ojos y me pusieron
en el piso de un coche, fueron a buscar a un amigo.»

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Los dinosaurios
(Charly Garcia)
Los amigos del barrio pueden
desaparecer 
los cantores de radio pueden
desaparecer 
los que están en los diarios pueden
desaparecer 
la persona que amas puede desaparecer. 
Los que están en el aire pueden
desaparecer en el aire 
los que están en la calle pueden
desaparecer en la calle. 
Los amigos del barrio pueden
desaparecer, 
pero los dinosaurios van a desaparecer. 
No estoy tranquilo mi amor, 
hoy es sábado a la noche, 
un amigo está en cana. 
Oh mi amor 
desaparece el mundo 
Jorge Rafael
Si los pesados mi amor llevan todo ese Videla (Mercedes, Buenos Aires, 2 de
montón de equipajes en la mano  agosto de 1925 - Marcos Paz, 17 de
oh mi amor yo quiero estar liviano.  mayo de 2013) fue
Cuando el mundo tira para abajo  un militar y dictador argentino,
designado presidente de facto de la
yo no quiero estar atado a nada 
Argentina por una junta militar.
imaginen a los dinosaurios en la cama 
Cuando el mundo tira para abajo 
yo no quiero estar atado a nada 
imaginen a los dinosaurios en la cama 
Los amigos del barrio pueden
desaparecer 
los cantores de radio pueden
desaparecer 
los que están en los diarios pueden
desaparecer  22
la persona que amas puede desaparecer. 
Los que están en el aire pueden
Bibliografía.

 CONADEP. El Nunca Más y los crímenes de la dictadura. Buenos Aires,


Argentina. 2006. Editorial Cultura Argentina.
 Teresa Eggers-Brass. Historia Argentina Contemporánea. Buenos Aires,
Argentina. 2003. Maipue.
 Teresa Eggers-Brass, Marisa Gallego. Historia V. Argentina, America y el
mundo en la segunda mitad del Siglo XX. Buenos Aires, Argentina.
Noviembre 2011. Maipue.

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Webgrafía.

 Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.


http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/nuncamas/indice.html

 Wikipedia. Jorge Rafael Videla.


https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Rafael_Videla
 http://educacionymemoria.educ.ar/primaria/17/terrorismo-de-estado/centros-
clandestinos/index.html
 http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/nuncamas/23.html
 Google Imágenes.

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