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CO L E CC I Ó N H I S TO R I A

Rafael Quirosa-Cheyrouze
y Mónica Fernández Amador (Eds.)
H
istoria

La obra se sitúa en el proceso de transición que permitió a Espa-


ÚLTIMOS TÍTULOS PUBLICADOS Rafael Quirosa-Cheyrouze es catedrático
de la Universidad de Almería. Tras dedicar

Poder y Transición
¡Viva la inteligencia! El legado de la cultura
sus primeros trabajos a la etapa de la crisis

Poder y Transición en España


institucionista en el exilio republicano de 1939 ña pasar de un régimen dictatorial a una democracia de monarquía
de los años  30 del siglo xx, en los últimos
Jorge de Hoyos Puente parlamentaria y homologable a las existentes en el mundo occi- años ha centrado su labor en el estudio de
dental. El libro está dedicado al análisis de las instituciones y es

en España
En el corazón de una república amenazada. la Transición, publicando junto a Mónica
Francisco Pérez Carballo, memoria y biografía continuador de otros títulos, publicados también en Biblioteca Nue- Fernández libros como Parlamentarios de Al-
José Galán Ortega mería en la transición a la democracia (2004) y
va, que se ocupan del proceso en general, el papel de los medios de
Europa y los tratados de reparto de la Monarquía Poder local y transición a la democracia en Es-
de España, 1668-1700
comunicación, los movimientos sociales y los partidos políticos, con
paña (2010), y editando obras como Prensa
Luis Ribot y José María Iñurritegui (eds.) aportaciones de los especialistas más reconocidos. Las instituciones políticas y democracia. Los medios de comunicación en
Ni iglesias ni tabernas. Republicanismo y escuelas la Transición (2009) y La sociedad española en la
de ciudadanía en Jaén (1849-1923) En esta ocasión, Rafael Quirosa-Cheyrouze, catedrático de la en el proceso democratizador Transición. Los movimientos sociales en el proceso
Santiago Jaén Milla Universidad de Almería y editor de toda la serie, y Mónica Fer- democratizador (2011).
Rutas nacionalistas. La sociedad vasca en el siglo XXI nández Amador reúnen a un grupo de expertos procedentes de Mónica Fernández Amador es profesora

Rafael Quirosa-Cheyrouze y Mónica Fernández Amador (Eds.)


Ander Gurrutxaga Abad
universidades españolas y extranjeras para abordar el estudio de las de Historia Contemporánea en la Univer-
La masonería en Andalucía y la represión instituciones que constituían los centros del poder oficial, o al menos sidad de Almería. Realizó su tesis doc-
durante el franquismo toral con mención internacional sobre el
Fernando Martínez López y Leandro Álvarez Rey (eds.) buena parte del mismo. Los autores han articulado sus propuestas
poder municipal en la Transición, trabajo
Luces y sombras del 14 de abril. La historiografía
en tres bloques. En el primero encontramos reflexiones generales so- que obtuvo el Premio Extraordinario de
sobre la Segunda República española bre el proceso democratizador y sobre lo ocurrido en otras latitudes, Doctorado. Forma parte del grupo de in-
Eduardo González Calleja y Álvaro Ribagorda (eds.) el segundo está dedicado a las instituciones centrales del Estado, vestigación Estudios del Tiempo Presente,
Entre alambradas y exilios. Sangrías de las Españas mientras que la tercera parte incluye trabajos sobre los ámbitos au- pertenece al Centro I+D «Comunicación y
y terapias de Vichy Sociedad» (CySOC) y ha realizado estancias
tonómico, provincial y local.
José María Naharro-Calderón en la UNAM de México y en la Universi-
La Revolución rural francesa. Libertad, igualdad
dad de Módena. Además de los publicados
y comunidad (1789-1793) con Rafael Quirosa, es autora de los libros
Jorge Sánchez Morales Los socialistas de Almería durante la Transición:
de la clandestinidad al poder (2006) y El poder
El cine español durante el Gobierno de Zapatero
municipal en Almería durante la transición a la
(2004-2011)
democracia (2014).
José María Caparrós Lera
El pan y la cruz. Hambre y Auxilio Social durante
el primer franquismo en Galicia
Lucio Martínez Pereda l cine español durante el
Gobierno de Zapatero (2004-2011)
José María Caparrós Lera ISBN 978-84-16938-68-1

9 788416 938681
BIBLIOTECA NUEVA

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R A FA E L Q U I RO S A - C H E Y RO U Z E Y M U Ñ O Z
M Ó N I C A F E R N Á N D E Z A M A D O R ( E ds. )

PODER Y TRANSICIÓN
E N E S PA Ñ A
Las instituciones políticas
en el proceso democratizador

B I B L I O T E C A N U E VA

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Cubierta: Palabra de apache

Este libro ha sido realizado en el ámbito del Grupo de Investigación «Estudios del Tiempo Presente»
(PAI HUM-756) y del Centro de Investigación «Comunicación y Sociedad» de la Universidad de Al-
mería (CySoc), y forma parte del proyecto I+D «Las izquierdas, el poder local y la difusión de valores
democráticos en la Andalucía rural», financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (Ref.:
HAR2013-47779-C3-2-P).

©  Los autores, 2017


© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2017
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28008 Madrid (España)
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ISBN: 978-84-16938-68-1
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Impreso en España - Printed in Spain

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-
ción, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los
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tutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal. El Centro Espa-
ñol de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

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Índice

La necesaria transformación institucional, Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz y


Mónica Fernández Amador ....................................................................................... 11

Primera parte
Planteamientos generales y otros escenarios

Capítulo 1.— «Segunda transición» ¿Crisis de las instituciones?, Josefina Cuesta


Bustillo ....................................................................................................................... 23
Génesis del concepto «segunda transición»: ¿significados? . .................................... 24
Paralelismos y diferencias entre «dos» transiciones .................................................. 32
La «segunda transición», ¿crisis de las instituciones españolas? .............................. 33

Capítulo 2.— La dictadura del proletariado en la Transición: ¿en el corazón de la


izquierda?, Juan Sisinio Pérez Garzón ...................................................................... 37
Las memorias de los militantes como fuente ............................................................. 38
Persistencia teórica y fascinación intelectual . .......................................................... 44
«Imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida» ............................................ 48

Capítulo 3.— Democratizar por la vía revolucionaria: el caso portugués, 1974-


1976, Manuel Loff ...................................................................................................... 55
Una revolución portuguesa y de su tiempo . .............................................................. 55
¿La Revolución portuguesa en el inicio de la tercera ola democratizadora? ............. 56
¿Hegemonía militar y subalternidad civil? ................................................................ 58
Un país dividido en dos . ............................................................................................ 64
Democratizar por ruptura ........................................................................................... 65
La ruptura política: el sistema político de la transición revolucionaria ..................... 67
La constitucionalización de la Revolución ................................................................ 74

Capítulo 4.— Los cambios institucionales en la transición a la democracia en Hun-


gría, István Szilágyi ................................................................................................... 77
Los cambios ocurridos en el mundo .......................................................................... 77
¿Qué es la globalización? . ......................................................................................... 82
Los nuevos actores: las identidades nacionales y las minorías étnicas . .................... 83

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Las transiciones a la democracia en Europa Central y Oriental, en perspectiva ....... 84
Cambio de gobierno, cambio de régimen, cambio de sistema . ................................ 86
La transición húngara y la española. Similitudes y diferencias ................................. 87

Segunda parte
INSTITUCIONES CENTRALES DEL ESTADO

Capítulo 5.— Salvar a la Corona. La Monarquía en el proceso de transición a la


democracia, Álvaro Soto Carmona . .......................................................................... 97
La cuestión monárquica y la designación del sucesor ............................................... 98
La Corona durante la Transición a la Democracia . ................................................... 105
El «juancarlismo» ...................................................................................................... 112

Capítulo 6.— Las Cortes durante la Transición: retrato en tres tiempos, Miguel
Ángel Giménez Martínez . .......................................................................................... 117
Las Cortes orgánicas .................................................................................................. 119
Las Cortes constituyentes .......................................................................................... 123
Las Cortes constitucionales . ...................................................................................... 128
Conclusiones .............................................................................................................. 131

Capítulo 7.— Los Pactos de la Moncloa: un análisis retrospectivo y actual, José


Manuel Canales Aliende ............................................................................................ 135
Breve introducción . ................................................................................................... 135
Algunas consideraciones generales . .................................................................... 135
Los Pactos de la Moncloa en el proceso de la transición política ........................ 136
El contexto económico y sociopolítico de la transición política . ........................ 138
El contenido de los Pactos de la Moncloa ................................................................ 139
Los antecedentes de los Pactos de la Moncloa .................................................... 139
Los principales actores de los Pactos de la Moncloa ........................................... 140
El contenido de los Pactos de la Moncloa . .......................................................... 141
El impacto y el desarrollo de los Pactos de la Moncloa ............................................ 142
Principales conclusiones y breve epílogo ................................................................. 145

Capítulo 8.— Instituciones culturales y transición: Pío Cabanillas y el arte públi-


co de Joan Miró, Giulia Quaggio . ............................................................................ 147
Un político y un artista con pocos elementos en común . .......................................... 147
Transformación de las instituciones culturales: nace el Ministerio de Cultura ......... 149
¿Por qué Cabanillas ministro de Cultura? . ................................................................ 152
El acercamiento a Miró .............................................................................................. 156
Conclusiones: un mito artístico de la Transición, entre la precariedad y un presu-
puesto escaso para las instituciones culturales . ................................................... 161

Capítulo 9.— ¡Balmes tenía razón! El fin del poder militar en España (1975-1986),
Roberto Muñoz Bolaños . ........................................................................................... 163
Transición, transición paralela y transición militar . .................................................. 163
Tiempo de incertidumbre: el proyecto de reforma Arias-Fraga . ............................... 167
El reformismo preconstitucional (1976-1977): del consenso al disenso ................... 169
El consenso constitucional (1977-1979): el control civil de las FAS. El origen de la
Transición Paralela . ............................................................................................ 172

[8]

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Crisis y Conspiración (1979-1981): el fin de la Transición Paralela . ...................... 174
De Leopoldo Calvo Sotelo a Felipe González (1981-1986): El fin del poder militar
en España ............................................................................................................. 177
Conclusión: Balmes tenía razón . ............................................................................... 178

Capítulo 10.— Transición y política social: El Instituto Nacional de Servicios So-


ciales (Inserso), Emilia Martos Contreras . .............................................................. 181
La reestructuración ministerial y reforma de la Seguridad Social ............................. 181
El Servicio Social de Minusválidos Físicos y Psíquicos ........................................... 184
El Servicio Social de la Tercera Edad ........................................................................ 188
Balance de la creación del Inserso y sus primeros años de actuación ....................... 191

Tercera parte
LOS ÁMBITOS AUTONÓMICO, PROVINCIAL Y LOCAL

Capítulo 11.— Las instituciones catalanas y la decepción autonómica, Joaquim Na-


dal i Farreras ............................................................................................................. 195
Algunos antecedentes históricos ................................................................................ 195
El catalanismo político en el siglo xx ........................................................................ 196
Los años de la Transición, 1975-1980 ....................................................................... 197
Una ojeada al caso de Cataluña: sus instituciones y la decepción autonómica ......... 199
1975-1979, la lenta progresión hacia la democracia municipal . ............................... 202
La Generalitat de Catalunya. Estatutos y decepción autonómica. ............................. 204
El Estatuto de 1979 y las mayorías de CiU (1980-1999) . ................................... 204
Hacia el Estatuto de 2006. La etapa de los gobiernos de progreso (2003-2010) . 207
La aceleración soberanista ................................................................................... 208

Capítulo 12.— Régimen, Estado y Transición: los gobiernos civiles y el cambio polí-
tico local, Julio Ponce Alberca ................................................................................ 211
La Transición desde lo local: sugerencias para un enfoque ....................................... 211
Funcionarios: un régimen que se va, un Estado que permanece . .............................. 215
Los delegados de la reforma ante las provincias ....................................................... 218
Llevar la democracia a las provincias ........................................................................ 222

Capítulo 13.— La constitución de las diputaciones provinciales en la Transición,


Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz .......................................................................... 225
El marco legal para la elección de las diputaciones democráticas . ........................... 227
La composición política de las nuevas corporaciones ............................................... 229

Capítulo 14.— Nuevos ayuntamientos para nuevos tiempos, Mónica Fernández


Amador ...................................................................................................................... 237
Consistorios del pasado en el proceso de cambio ...................................................... 237
Primavera de 1979: la democratización del poder local ............................................ 242

Nota sobre los autores . ................................................................................................. 251

Bibliografía ..................................................................................................................... 259

Índice onomástico ............................................................................................................ 271

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Capítulo 9

¡Balmes tenía razón! El fin del poder militar en España


(1975-1986)

Roberto Muñoz Bolaños


Universidad Camilo José Cela
Universidad Francisco de Vitoria
Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (UNED)

El poder militar es fuerte porque el civil es flaco; no tanto se debe pensar


en abatir aquel como en fortalecer este; la fuerza del poder civil será la ruina
del poder militar, que dejará de ser poder y pasará a ser una clase como las
demás del Estado…
Jaime Balmes (1810-1848)1

Transición Institucional, Transición Paralela y Transición Militar

El cambio político que tuvo lugar en España entre 1976 y 1986 estuvo marcado por tres
procesos paralelos e interrelacionados que se desarrollaron en este período de tiempo.
El primero, que definimos como Transición Institucional, estuvo conformado por el
conjunto de cambios legislativos y decisiones políticas que permitieron transformar el ré-
gimen dictatorial franquista en un sistema democrático homologable con los existentes
en el mundo occidental2. Fue un proceso complejo, cuyo origen hay que situarlo en los
cambios socioeconómicos que habían tenido lugar en nuestro país desde los años 60 del

«La preponderancia militar», El Pensamiento de la Nación, 18-3-1846.


1 

Sobre la primacía de los factores políticos en los procesos de transición a la democracia, véase D. A. Rus-
2 

tow, «Transitions to democracy: Toward a dynamic model», Comparative Politics, núm. 2, 1970, págs. 337-363,

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siglo  xx, y también en los políticos que se habían producido en Europa Occidental, y que
habían convertido el régimen autoritario español en una excepción dentro de un escenario
democrático3.
El segundo, al que denominamos Transición Paralela, estaría formado por los diferentes
planes que un importante sector de la elite económica y política más conservadora puso en
marcha a partir del verano de 1977, con el objetivo de controlar el proceso de cambio políti-
co, y transformar España en una democracia limitada, en un «franquismo coronado», donde
el sector más conservador de la elite del régimen anterior controlase no solo el proceso de
toma de decisiones políticas, sino también el conjunto de relaciones económicas y laborales4.
Los instigadores de este proceso siempre buscaron el apoyo de las Fuerzas Armadas (FAS)
para culminar su objetivo, lo que les permitió poner en marcha el golpe de Estado del 23-F.
El tercer proceso fue la Transición Militar, conformada por el conjunto de normas ju-
rídicas y decisiones políticas que pusieron fin al poder militar heredado del régimen fran-
quista. Este poder militar se sostenía sobre cuatro pilares.
El primero, la fuerte cohesión interna entre los integrantes del estamento militar. Cohe-
sión que tenía tres bases:

1. La cohesión ideológica, sostenida sobre un conjunto de valores —nacionalismo pri-


mario, antiliberalismo, antimarxismo, catolicismo, defensa a ultranza de la Guerra
Civil como una cruzada contra la «antiespaña», idolatría por el franquismo, al que
se consideraba sinónimo de España, y defensa de las FAS como columna vertebral
de la Patria—. De hecho, a diferencia de las otras dos instituciones que sostenían
el franquismo —la Iglesia católica y el Movimiento Nacional—, algunos de cuyos
miembros habían llegado a la conclusión de que, una vez muerto el general Franco,
el régimen era inviable5, en los ejércitos no tenían esa sensación ni creían en la nece-
sidad de un cambio en el sistema político, salvo en el caso de muy pocos de sus in-
tegrantes: algunos miembros del Servicio Central de Documentación (SECED) —el
servicio de información creada por el almirante Luis Carrero Blanco para controlar
los movimientos antifranquistas6— y los miembros de la Unión Militar Democráti-
ca (UMD). Por el contrario, la inmensa mayoría de los militares seguían confiando
en que, tras la muerte del general Franco, su sucesor a título de rey, Juan Carlos I,
mantuviese el sistema político heredado.
2. El fin de las tensiones que desde el siglo xix había existido en el seno del Ejército
de Tierra —el más importante de los elementos de las FAS y el único con poder
real para poner fin a cualquier proceso de reforma— entre las Armas —Infantería
y Caballería— y los Cuerpos Facultativos —Artillería e Ingenieros—, y provocado
importantes conflictos como la cuestión artillera (1927). En este sentido, el esta-

y G. O’Donnell, P. Schmitter  y L. Whitehead  (eds.), Transiciones desde un gobierno autoritario, Buenos Ai-
res, Paidós, 1988.
3 
Véase I. Sánchez-Cuenca, Atado y mal atado, Madrid, Alianza, 2014, págs. 17-19.
4 
Véase R. Muñoz Bolaños, 23-F: Los golpes de Estado, Madrid, Última Línea, 2015, págs. 68-71.
5 
Véase J. Gil Pecharromán, El Movimiento Nacional (1937-1977), Barcelona, Planeta, 2013, págs. 82-87, y
J. L. Recio, O. Uña y R. Díaz-Salazar, Para comprender la transición española. Religión y política, Estella, Verbo
Divino, 1990.
6 
A. Cassinello, La huella que deja el viento al pasar, memorias inéditas, vol. I, págs. 39-56.

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blecimiento definitivo de la Academia General Militar (AGM) —institución donde
se educaban juntos todos los cadetes, con independencia del Arma o Cuerpo al que
posteriormente pertenecerían— jugó un papel fundamental para crear un Ejército de
Tierra cohesionado en torno a los mismos valores7.
3. La antigüedad y la objetividad como bases para el ascenso en el escalafón. El esta-
blecimiento de un sistema de estas características8 acabó con las antiguas tensiones
y roces entre los componentes del estamento militar —africanistas y junteros—;
garantizando así la cohesión de la elite militar, que quedó institucionalizada en los
consejos superiores de los tres ejércitos9.

El segundo, la misión de defensa del régimen y de vigilancia sobre el proceso político.


Esta misión estaba totalmente asumida por los componentes de la institución militar; como
así la expresó el almirante Gabriel Pita da Veiga, ministro de Marina, delante del propio
Juan Carlos I en la Escuela de Guerra Naval (Madrid), durante el acto conmemorativo del
cincuenta aniversario de su creación10:

Cuando las Leyes Fundamentales encomiendan a las Fuerzas Armadas la defensa del
orden institucional, no las interponen como barrera frente a toda reforma, sino que deposi-
tan en ellas la garantía extrema de que el natural perfeccionamiento y la necesaria adapta-
ción de las normas que lo configuran, respondan al sentir auténtico de los gobernados y se
alcancen por los cauces que las propias leyes establecen.

Con este párrafo, el marino se estaba refiriendo a la capacidad única de las FAS para
frenar cualquier proceso de cambio político que se pusiera en marcha si no era de su agrado,
estando legalmente legitimadas para ello por el artículo 37 de la Ley Orgánica del Estado
(LOE), que establecía11:

Las Fuerzas Armadas de la Nación, constituidas por los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire
y las Fuerzas de Orden Público, garantizan la unidad e independencia de la Patria, la inte-
gridad de sus territorios, la seguridad nacional y la defensa del orden institucional.

7 
Véase J. Izquierdo, J. R. Ortiz de Zárate y A. Aparicio, La Academia General Militar. Crisol de la oficiali-
dad española, Zaragoza, Institución Fernando El Católico, 2002.
8 
La Ley 12/1961, de 19 de abril, sobre declaración de aptitud para el ascenso y ascensos en régimen ordinario
de los Oficiales Generales y particulares en el Grupo de Mando de Armas y sus asimilados de la escala activa del
Ejército de Tierra. Boletín Oficial del Estado (BOE), 22-4-1961. Puntualmente modificada por la Ley 15/1973,
de 19 de diciembre (BOE, 20-12-1973), y vigente en ese momento, establecía, en su art. 3: «Serán condiciones
indispensables para obtener la declaración de aptitud para el ascenso en los distintos empleos las siguientes: Pri-
mera. Estar bien conceptuado en la hoja de servicios. Segunda. Haber cumplido el tiempo mínimo de efectividad,
de destino y de mando que para cada empleo se determina en el artículo quinto de la presente Ley. Tercera. Haber
superado las pruebas de aptitud que convenga exigir para garantizar una adecuada utilización de los medios y
procedimientos propios de cada empleo, surgidos como consecuencia de la evolución de la técnica militar». Esta
ley quedará definitivamente derogada por la Ley 48/1981, de 24 de diciembre, de clasificación de mandos y regu-
lación de ascensos en régimen ordinario para los militares de carrera del Ejército de Tierra. BOE, 11-1-1982.
9 
Órganos consultivos que agrupaban a todos los tenientes generales y almirantes con mando, y que tenían un
importante papel en la política de ascensos y de destinos de las FAS.
10 
El País, 11-5-1976.
11 
BOE, 10-1-1967.

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El tercero, el carácter autónomo de la FAS como institución dentro de la Administra-
ción del Estado, con su propio régimen interno de funcionamiento; con su dependencia
directa del jefe del Estado, y con amplias atribuciones en el ámbito del orden público, al
tener las Fuerzas de Orden Público (FOP) fuero militar12. El ámbito donde este carácter
autónomo tenía su manifestación más acusada era el judicial, ya que la jurisdicción militar
no culminaba en un tribunal civil —como ocurría en el resto de los países occidentales13—,
sino en uno militar, el Consejo Supremo de Justicia Militar (CSJM), creado por la Ley del
22 de septiembre de 1939, reorganizando el Ministerio del Ejército14. Este hecho era de
capital importancia, ya que uno de los tres poderes del Estado no estaba unificado; lo que
dotaba a la institución militar de la capacidad de imponer penas, sin que estas pudieran ser
recurridas.
El cuarto era su presencia en el Gobierno de España, a través de tres representantes
—los ministros del Ejército, de la Marina y del Aire— que, gracias a sus valores comunes,
constituían un frente unido que participaba en el proceso de toma de decisiones políticas a
más alto nivel. Además, podían transmitir a los ministros civiles, los deseos de las FAS en
cualquier momento, ejerciendo un proceso de influence continua e institucionalizada15. La
presencia de los ejércitos también se manifestaba en otros dos órganos de capital importan-
cia: el Consejo del Reino16 y el de Regencia17.
Estos cuatro pilares del poder militar convertían a las FAS en la columna vertebral del
régimen y en el garante de sus esencias. Por tanto, la desaparición del poder militar consti-
tuyó la condición sine qua non para el fracaso de la Transición Paralela, e hizo posible así
que la Transición Institucional se convirtiera en irreversible, permitiendo la consolidación
de la democracia en España, y el control del poder civil sobre los ejércitos, tal como había
defendido Jaime Balmes.

12 
S. Juliá Díaz, «La política militar del presidente Suárez», El legado del general Gutiérrez Mellado, Madrid,
IUGM, 2013, pág. 24.
13 
Véase L. Maside Miranda, «Panorámica de Derecho Comparado sobre la organización de la Jurisdicción
Militar», Anuario da Facultade de Dereito da Universidade da Coruña, núm. 9, 1997, págs. 361-369; J. Rial (ed.),
La justicia militar: Entre la reforma y la permanencia, Buenos Aires, RESDAL, 2010.
14 
BOE, 22-9-1939. Esta independencia era reconocida en el art. 2 de la Ley Orgánica del Estado, donde po-
dría leerse: «La Jurisdicción Militar se regirá por las leyes y disposiciones que privativamente la regulan», BOE,
10-1-1967.
15 
La Influence es una forma de intervención militar en política propia de países con una cultura política
desarrollada. Consiste en que las FAS tratan de influir en el Gobierno siguiendo los cauces legales normales, con
objeto de atraerlos a su propia forma de pensar, pudiendo incluso llegar a la rivalizar con las autoridades civiles, y
discutir con ellas, pero sin pasar nunca los límites de la legalidad. S. E. Finer, Los militares en la política mundial,
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1969, pág. 187.
16 
Órgano corporativo del régimen franquista creado por el art. 4 de la Ley de Sucesión en la Jefatura del
Estado (1947), su función era asesorar al jefe del Estado en la toma de decisiones de su exclusiva competencia.
BOE, 9-6-1947.
17 
Órgano corporativo creado por el art. 3 de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947), constituido
por el presidente de las Cortes, el prelado de mayor jerarquía y antigüedad, consejero del Reino y el capitán ge-
neral o, en su defecto, el teniente general en activo y de mayor antigüedad de los ejércitos de Tierra, Mar o Aire
y por este mismo orden, cuya función es asumir los poderes del Estado cuando estuviera vacante su Jefatura. El
presidente de este Consejo era el de las Cortes. BOE, 9-6-1947.

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Tiempo de incertidumbre: El proyecto de reforma Arias-Fraga18

Tras la muerte del general Franco, Juan Carlos I confirmó al Carlos Arias Navarro como
presidente del Gobierno a cambio de que su mentor Torcuato Fernández-Miranda y Hevia
se convirtiera en presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, y de que le permitiera
participar en la conformación del nuevo Ejecutivo. Así, de la mano del rey entraron en el
Gobierno importantes personalidades de talante reformista como Manuel Fraga Iribarne,
vicepresidente segundo para Asuntos del Interior y ministro de la Gobernación; José María
de Areilza, ministro de Asuntos Exteriores; Antonio Garrigues y Díaz-Cañabate, ministro
de Justicia, y Alfonso Osorio, ministro de la Presidencia. Pero también lo hicieron cuatro
ministros militares: el monárquico teniente general Fernando de Santiago y Díaz de Men-
dívil, vicepresidente primero del Gobierno para Asuntos de la Defensa y ministro sin car-
tera19; el teniente general Félix Álvarez-Arenas y Pacheco, ministro del Ejército; el «azul»
almirante Gabriel Pita da Veiga, ministro de Marina20, y el teniente general Carlos Franco
Iribarnegaray, ministro del Aire. Esta fuerte presencia de militares dotaba a las FAS de un
gran poder en el proceso de toma de decisiones políticas en un momento en que se iniciaba
la reforma política.
El nuevo Gobierno puso en marcha un complejo proceso de liberalización del siste-
ma político, que fue conocido como reforma Arias-Fraga, pues fue el entonces ministro
de la Gobernación el verdadero artífice del proyecto. Sin embargo, aunque según Ignacio
Sánchez-Cuenca, la reforma Arias-Fraga apenas se distinguía de la posterior realizada por
Adolfo Suárez y Fernández-Miranda, presentaba dos grandes problemas. El primero, su
carácter confuso, ya que se basada en una reforma de las diferentes leyes fundamentales
del franquismo, lo que hacía muy complicado percibir el resultado final21. El segundo, la no
implicación de las FAS en el proceso, lo que comenzó a poner nerviosa a su elite; máxime
cuando su puesta en marcha coincidió con un aumento exponencial de las movilizaciones
sociales, que si bien tenían su origen en las condiciones económicas de la clase obrera, qui-
sieron ser aprovechadas por la oposición para provocar la ruptura democrática22.
En estas difíciles circunstancias, se produjeron cuatro hechos en relación con los ejér-
citos de enorme trascendencia.

1. El intento de puesta en marcha de la transición militar que se plasmó en el ante-


proyecto de ley orgánica de la Defensa Nacional, de mayo de 1976, bajo la jefa-
tura de De Santiago. Su característica más acusada era la desaparición de los tres
ministerios militares y su sustitución por un nuevo Ministerio de Defensa, y sobre

18 
Así lo definió el inolvidable Javier Tusell en Tiempo de incertidumbre. Carlos Arias Navarro entre el fran-
quismo y la transición (1973-1976), Barcelona, Crítica, 2003.
19 
«De buena formación militar; inteligente; enérgico; carece de ideas políticas; partidario del príncipe. Tiene
algún prestigio en el Ejército». Fundación Universitaria Española (FUE), Archivo Pedro Sainz Rodríguez, La
situación de las Fuerzas Armadas en 1975.
20 
Archivo Personal del Autor (APA), Testimonio escrito del coronel de Artillería DEM, José Ignacio San
Martín López. Madrid, 26-4-1998.
21 
I. Sánchez-Cuenca, Atado y mal atado, ob. cit., pág. 110.
22 
Ibíd., págs. 37-100.

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todo el papel que se otorgaba al rey como mando supremo de las FAS, quedando el
Gobierno como un mero administrador y gestor de los recursos humanos y materia-
les puestos a disposición de los ejércitos23. Este planteamiento se ajustaba de forma
muy precisa al proyecto de reforma Arias-Fraga, cuyo objetivo era una democracia
limitada, donde el monarca conservaba el poder ejecutivo24.
2. La permanencia del poder militar en este período, lo que quedó plasmado en la
condena y expulsión de las FAS de los nueve miembros de la Unión Militar Demo-
crática (UMD), detenidos el 29 de julio de 1975 y sometidos a un consejo de guerra,
que se desarrolló entre el 8 y el 10 de marzo de 1976, en el acuartelamiento de Hoyo
de Manzanares (Madrid)25.
3. La apelación de los distintos sectores de la elite civil franquista a los ejércitos para
que actuaran contra la situación existente, dado su carácter de poder constituyente
y su misión de garantes del Estado del 18 de Julio. Los primeros en actuar fueron
los integrantes del búnker, de ideología «azul», José Antonio Girón de Velasco, líder
de ese sector, y el teniente general en situación B, Carlos Iniesta Cano, su correli-
gionario militar y amigo íntimo, que el 12 de enero de 1976 se entrevistaron con
los tenientes generales De Santiago y Álvarez-Arenas para advertirles que no de-
bían tolerar la demolición del Estado franquista26. Tres días después, el líder de los
tecnócratas Laureano López Rodó —personaje clave en el proceso de Transición
Paralela— mantuvo una reunión con el teniente general De Santiago para expli-
carle el deterioro del orden público existente en esos momentos27. El planteamiento
político de los «azules» y de los tecnócratas era muy distinto —dictadura militar
versus democracia limitada—, pero ambos grupos iban a buscar el apoyo militar
para conseguir sus objetivos hasta 198128.
4. La intervención de las FAS en el proceso político. Así, tras los sucesos de Vitoria
del 3 de marzo de 1976, que provocaron cinco muertos, el capitán general de la VI
Región Militar, el «azul» teniente general Mateo Prada Canillas, pidió autorización
para poner orden en las calles; recibiendo una respuesta negativa del Ejecutivo29.
Cinco días después, el 8 de marzo, tuvo lugar una reunión en el domicilio del «azul»
teniente general Alfonso Pérez Viñeta, a la que asistieron los tenientes generales De
Santiago e Iniesta Cano, el general de división Tomás Liniers y Pidal, comandante
general de Melilla, y el general Juan Cano Portal, entre otros; donde se elaboró un
escrito para el rey, pidiéndole la sustitución de Arias Navarro. De Santiago se lo
presentó a Juan Carlos I, que lo rechazó, recomendando al militar que se atuviera a
sus competencias y no se entrometiese en las del presidente del Gobierno30. Preci-

23 
F. Puell de la Villa, La transición militar, Documento de Trabajo número 6, Madrid, Fundación Transición
Española, Madrid, 2012, págs. 21-22.
24 
I. Sánchez-Cuenca, Atado y mal atado, ob. cit., pág. 140.
25 
APA, Causa 250/75, Sentencia del Consejo de Guerra, f. 1.
26 
Ya, 13-1-1976. El teniente general Iniesta Cano no incluye esta reunión en sus memorias. C. Iniesta Cano,
Memorias y recuerdos, Barcelona, Planeta, 1984.
27 
L. López Rodó, Memorias IV. Las claves de la Transición, Barcelona, Planeta, 1993, pág. 212.
28 
J. M. de Peñaranda, Desde el corazón del CESID, Madrid, Espasa-Calpe, 2012, pág. 263.
29 
R. Martín Villa, Al servicio del Estado, Barcelona, Planeta, 1985, págs. 26-30.
30 
J. Tusell, Tiempo de incertidumbre…, ob. cit., págs. 279-281.

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samente, Arias Navarro, al enterarse de lo que había ocurrido, no dudó en dirigirse
a los militares de su Gobierno, durante un Consejo de Ministros, para indicarles que
tomasen el poder de una vez31. Este enfrentamiento en el seno del Gobierno demos-
traba que Arias Navarro había perdido la confianza de la elite de las FAS.

Menos de tres meses después, el 1 de julio, Carlos Arias Navarro era cesado por Juan
Carlos I. Algunos autores afirman que este acontecimiento fue producto de su incapacidad
para sacar adelante su proyecto de reforma32, y también por el deterioro de su imagen pú-
blica, ocasionada por la dura represión ejercida sobre las movilizaciones sociales, que im-
pidió que la oposición pudiera poner en marcha un proceso de ruptura democrática33. Pero,
tampoco hay que desestimar la influencia de las FAS en la decisión del jefe del Estado, ya
que la elite militar había perdido su confianza en el jefe del Ejecutivo. Dos días después,
el político abulense Adolfo Suárez González era elegido por el rey como su sustituto. Se
iniciaba un nuevo período en la Historia de España.

El reformismo preconstitucional (1976-1977): Del consenso al disenso

En el período comprendido entre su elección como presidente del Gobierno y la cele-


bración de las primeras elecciones legislativas, Suárez puso las bases de un proyecto refor-
mista, en el que se distinguen dos momentos. El primero, que abarcó de julio a noviembre
de 1976, estuvo definido por la búsqueda del apoyo de la elite franquista, tanto civil como
militar34. El segundo, desde diciembre hasta las elecciones del 15 de junio de 1977, vino
marcado por que el presidente del Gobierno decidió romper con los sectores más conserva-
dores de esa elite para dotarse de una legitimidad democrática, que le permitiera triunfar en
las elecciones legislativas que se iban a convocar para poder seguir controlando el proceso
de cambio político.
Así, en el primer período de su Gobierno, Suárez actuó desde el primer momento de
acuerdo con la legitimidad de origen que le daba su elección por el jefe del Estado. Pero
esa legitimidad no era suficiente para iniciar el proceso de cambio, ya que no toda la elite
franquista era monárquica. De hecho, necesitaba un segundo apoyo si quería sacar adelan-
te su proyecto y, por exclusión, solo podía ser el de la institución que era el poder cons-
tituyente y garante del Estado franquista: las FAS. De ahí que el presidente del Gobierno
decidiera entrevistarse con los principales mandos de los tres ejércitos el 8 de septiembre
de 1976, en el edificio de Presidencia del Gobierno. El objetivo de Suárez era presentar su
proyecto de reforma a la elite militar, con objeto de conseguir al menos su no oposición
al mismo. El tecnócrata Gonzalo Fernández de la Mora, el miembro de la elite política

31 
J. M. de Areilza, Diario de un ministro de la monarquía, Barcelona, Planeta, 1997, pág. 104.
32 
Véase A. Soto Carmona, «De las Cortes orgánicas a las Cortes democráticas», Ayer, núm. 15, 1994,
págs. 111-112, y M. A. del Río Morillas, De la extrema derecha neofranquista a la extrema derecha conserva-
dora: Los orígenes de Alianza Popular (1973-1979), Tesis Doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, 2013,
pág. 305.
33 
I. Sánchez-Cuenca, Atado y mal atado, ob. cit., pág. 47.
34 
A. Soto Carmona, «La transición a la democracia en el sur de Europa. La historia como instrumento para su
comparación», Estudios Internacionales, núm. 162, 2009, págs. 17-18.

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franquista más activo contra el proyecto del presidente del Gobierno, intentó aleccionar
a De Santiago y a Pita da Veiga para que se opusieran a los planes de Suárez, pero no lo
consiguió. La reunión fue un auténtico éxito y los militares presentes dieron su apoyo a
Suárez, que prometió, entre otras cosas, que en el sistema democrático que se crearía el
Partido Comunista de España (PCE) no sería legalizado. Pero esta reunión también fue
una demostración pública por parte del presidente del Gobierno de que asumía que los
ejércitos eran una institución autónoma dentro del Estado, reconociendo así el poder mi-
litar heredado del franquismo35.
Con esta doble legitimidad de origen, la que le daban el rey y las FAS, Suárez pudo
poner en marcha su proyecto de reforma, que precisaba, no obstante, de una tercera legi-
timidad, la de ejercicio, plasmada en la célebre frase «de la Ley a la Ley» de Fernández-
Miranda, que se concretaría en la Ley para la Reforma Política (LRP), el instrumento que
permitió modificar —desde la legalidad— el sistema constitucional franquista y abrir paso
a un nuevo proceso constituyente. No hay duda de que el apoyo de los ejércitos fue clave
para que las Cortes franquistas apoyaran esta norma, ya que a los procuradores les resul-
taba muy difícil oponerse a los deseos de las FAS, como reconocieron dos de los políticos
franquistas conservadores más importantes, el democristiano Federico Silva Muñoz36 y el
propio Fernández de la Mora37. Además, el apoyo militar también era una garantía de que
la reforma discurriría por unos cauces aceptables38.
Tras la aprobación de la LRP por las Cortes, ratificada mayoritariamente mediante refe-
réndum popular el 15 de diciembre de 1976 —lo que supuso un triunfo sobre la oposición
que había pedido la abstención—, Suárez decidió sustituir la legitimidad de origen fran-
quista por una de ejercicio democrática, inaugurando así el segundo período de su primera
etapa de gobierno. Para lograr este objetivo, tomó dos vías. La primera, mejorar su imagen
ante la oposición democrática y el pueblo español, manteniendo una serie de reuniones con
los líderes de la misma, facilitando los trámites para la inscripción de partidos políticos y
aprobando una ley de amnistía39. La segunda, iniciar la destrucción de los pilares que sos-
tenían el poder militar, ya que desde el primer momento estuvo convencido de que el esta-
blecimiento de un sistema democrático en España solo sería posible si desaparecía el papel
de las FAS en la vida política del país40. Para lograr este objetivo iba a contar con el apoyo
el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado —sustituto de De Santiago a partir del 23 de
septiembre de 1976 en la Vicepresidencia del Gobierno para Asuntos de la Defensa—, que
sería el gran protagonista militar de la Transición. Este teniente general puso en marcha una
política militar articulada sobre tres grandes ejes:

1. Acabar con el poder político de las FAS, lo que implicaba también destruir la unidad
que existía en su elite —tercera base del primero, segundo y cuarto pilar del poder
militar—.

35 
Sobre esta reunión, véase R. Muñoz Bolaños, «Las Fuerzas Armadas y la legalización del PCE», Rubrica
Contemporánea, núm. 4, 2013, págs. 104-108.
36 
F. Silva Muñoz, Memorias políticas, Barcelona, Planeta, 1993, pág. 72.
37 
G. Fernández de la Mora, Río arriba: Memorias, Barcelona, Planeta, 1995, pág. 270.
38 
I. Sánchez-Cuenca, Atado y mal atado, ob. cit., págs. 271-272.
39 
Ibíd., págs. 304-305.
40 
S. Juliá Díaz, «La política militar del presidente Suárez», ob. cit., pág. 18.

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2. Subordinar las FAS al poder civil, poniendo fin a su autonomía orgánica —tercer
pilar—.
3. Mantener la cohesión de los ejércitos, ya que Gutiérrez Mellado, como artillero y
militar que había participado en la Guerra Civil, no estaba dispuesto a permitir la
división de las FAS, que él vinculaba directamente con la Guerra Civil —primera
y segunda base del primer pilar—. Este eje implicaba el reconocimiento de cierta
autonomía interna en el funcionamiento de los ejércitos.

A partir de estos ejes, Gutiérrez Mellado tomó en este período tres importantes
medidas:

1. Poner en marcha una nueva política de ascensos —que sería la clave de toda la
reforma militar—, donde los criterios objetivos utilizados hasta entonces —anti-
güedad y hoja de servicios— serían sustituidos por otros subjetivos —lealtad a la
política reformista del Gobierno—. La consecuencia de este cambio sería que el alto
mando de las FAS —especialmente el del Ejército de Tierra— perdiera su unidad
corporativa, rompiéndose así la posibilidad de una intervención institucional de las
FAS en el proceso político —tercera base del primer pilar del poder militar—41. La
primera manifestación de esta política tendría lugar poco después de la aprobación
de la LRP. El entonces general de división Jaime Milans del Bosch y Ussía, consi-
derado uno de los militares más prestigiosos del Ejército, pero también uno de los
más reacios al proceso de cambio político, fue postergado en su ascenso al empleo
de teniente general por Antonio Ibáñez Freire, más moderno que él, pero de total
confianza de Gutiérrez Mellado. Este hecho provocó una fuerte tensión entre Milans
del Bosch y el vicepresidente del Gobierno, que obligó a intervenir al propio jefe
del Estado42.
2. La creación de los cargos de jefe del Estado Mayor del Ejército (JEME) —el 23 de
diciembre de 197643—, y de jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire (JEMA)
—el 8 de febrero de 197744—, que junto al de almirante jefe del Estado Mayor de la
Armada (AJEMA) —creado el 12 de septiembre de 197045— cobraron una impor-
tancia trascendental, pues se convirtieron en los jefes operativos de los tres ejércitos.
Con esta decisión, comenzó un proceso de vaciamiento de competencias de los mi-
nistros de los tres ejércitos, cuya desaparición era indispensable para poner fin a la
autonomía orgánica de las FAS —tercer pilar del poder militar—.
3. La desvinculación de las FAS del proceso de toma de decisiones políticas —segun-
do y cuarto pilar del poder militar—, que se manifestaría con la legalización del
Partido Comunista de España (PCE), el 9 de abril, donde no se tuvo en cuenta la
opinión de los ministros militares y donde, a pesar de las tensiones militares que este
acontecimiento produjo, se demostró que la elite de las FAS, y más concretamente

41 
R. Muñoz Bolaños, «Las Fuerzas Armadas…», ob. cit., pág. 104.
42 
R. Muñoz Bolaños, «Un incidente militar en la Transición: la elección del general Gabeiras como jefe del
Estado Mayor del Ejército (1979)», Historia Contemporánea, núm. 50, 2015, págs. 272-273.
43 
BOE, 11-1-1977.
44 
BOE, 9-2-1977.
45 
BOE, 12-10-1970.

[171]

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del Ejército de Tierra, había perdido su cohesión interna —gracias a la política de
ascensos de Gutiérrez Mellado—, lo que le impidió actuar corporativamente para
oponerse a la decisión del presidente del Gobierno46.

Sin embargo, esta política militar puesta en marcha por Gutiérrez Mellado tuvo una
contraprestación: la prohibición de reingreso en las FAS de los condenados por pertenecer
a la UMD47 —rechazada por la casi totalidad de los militares—; como así reconoció uno de
sus miembros, Fernando Reinlein: «Fue el precio que tuvo que pagar para sacar adelante su
reforma y, sobre todo, para evitar una fractura en las Fuerzas Armadas»48. Esta prohibición
suponía la aceptación de un cierto grado de autonomía interna en el funcionamiento de los
ejércitos, algo que el entonces vicepresidente segundo del Gobierno consideró necesario.

El consenso constitucional (1977-1979): El control civil de las FAS. El origen de la


Transición Paralela

Tras las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977, que supusieron el
triunfo del partido de Suárez, la Unión de Centro Democrático (UCD), y unas Cortes equi-
libradas entre los partidos de la derecha y la izquierda, se inició un proceso constituyente en
España, que iba a estar presidido por el consenso, cuyo resultado final sería la aprobación
de la Constitución de 1978.
A la vez, el Ejecutivo —cuyas relaciones estaban rotas con las FAS desde la legaliza-
ción del PCE— iba a tomar una serie de medidas tendente a acabar definitivamente con la
autonomía orgánica de las FAS —tercer pilar del poder militar—, subordinándolas al poder
civil49. El primer paso en este proceso fue la creación del nuevo Ministerio de Defensa, que
sustituía a los tres ministerios militares anteriores y que fue creado por el Real-Decreto
1558/77, de 4 de julio50. El segundo, y fundamental, sería la aprobación del Real Decreto
836/1978, de 27 de marzo de 197851, por el que el máximo órgano militar, la Junta de Jefes
de Estado Mayor (JUJEM) —integrada por los jefes de Estado Mayor (EM) de los tres ejér-
citos, más el presidente de la misma (PREJUJEM)— pasaba a depender del presidente del
Gobierno, a través del ministro de Defensa. Este planteamiento quedaría también plasmado
en las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, ya que, si bien el artículo 2 establecía
la jefatura regia de las Fuerzas Armadas, el 11 recogía el acatamiento de los ejércitos al or-
denamiento constitucional52. Y precisamente la Constitución de 1978 volvería a ratificarlo.

46 
R. Muñoz Bolaños, «Las Fuerzas Armadas…», ob. cit., págs. 109-119.
47 
Informe general I/76 del Ejército de Tierra. http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:IUGM-
DocGGM-19760901&dsID=Transcripcion_del_documento.pdf
48 
F. Reinlein, Capitanes rebeldes. Los militares españoles durante la transición: de la UMD al 23-F, Madrid,
La Esfera de los Libros, 2002, pág. 209. Sobre la UMD en la Transición, véase R. Muñoz Bolaños, «La última
trinchera. El poder militar y el problema de la Unión Militar Democrática durante la transición y la consolidación
democrática, 1975-1986», Historia del Presente, núm. 25, 2015, págs. 151-162.
49 
F. Puell de la Villa, Gutiérrez Mellado. Un militar del siglo XX (1912-1995), Madrid, Biblioteca Nueva,
1997, págs. 205-207.
50 
BOE, 7-7-1977.
51 
BOE, 29-5-1978.
52 
Ley 85/1978, de 28 de diciembre, de Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas. BOE, 12-1-1979.

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Pues, si bien en el artículo 62h establecía que «Corresponde al Rey: El mando supremo de
las Fuerzas Armadas», el artículo 97 afirmaba que «El Gobierno dirige la política interior y
exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecu-
tiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes»; confirmando
así la subordinación de las FAS al poder civil.
La Constitución también acabó con otro vestigio de la autonomía de las FAS, el judi-
cial, ya que el artículo 123.1 señalaba que «El Tribunal Supremo, con jurisdicción en toda
España, es el órgano jurisdiccional superior en todos los órdenes, salvo lo dispuesto en
materia de garantías constitucionales»; lo que le situaba por encima del CSJM, acabando
así con la capacidad de los tribunales militares de imponer sentencias no apelables ante los
tribunales civiles.
Pero, los ponentes de la Constitución tomaron otra decisión de suma importancia, ya
que convirtieron a las FAS en garantes de la nueva ley fundamental, como quedó estable-
cido en el art. 8.1: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada
y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de Es-
paña, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional»53. Este artículo,
cuya redacción era un calco casi literal del artículo 37 de la LOE, estaba situado dentro
del importantísimo Título Preliminar, donde se consignaban las grandes definiciones y los
principios generales del ordenamiento jurídico. Este hecho, según algunos autores, podía
dar a entender que las FAS eran un poder más del Estado y una institución diferente del
resto de los sectores de la Administración del Estado54; máxime cuando un artículo de
estas características no existía ni existe en ninguna constitución democrática de Europa
Occidental55. Sin embargo, su inclusión en la Carta Magna fue positiva, si la situamos en
su contexto histórico56. Pues suponía convertir a unas FAS que todavía eran espiritual y
sentimentalmente franquistas en garantes del nuevo sistema democrático, como lo habían
sido anteriormente del franquismo, manteniendo así una continuidad histórica en sus fun-
ciones. En este sentido, era una manifestación más de la idea «de la Ley a la Ley», de la
reforma como continuidad y no como ruptura.
Este conjunto de cambios legales coincidió con la aparición de movimientos involu-
cionistas en el seno de los ejércitos. Estos movimientos iban a intentar ser atraídos por dos
sectores pertenecientes a la elite civil franquista, contrarios al proceso de reforma política
encabezado por Suárez. El primero de ellos era el de los «azules», liderado por Girón y que
ya era completamente marginal en este período, como demostraba su nulo éxito electoral
en las elecciones de 1977, donde no consiguió ninguna representación parlamentaria. De
hecho, ese carácter marginal también se manifestaba en sus apoyos militares, que se limita-
ron al teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina y al capitán de Infantería,
adscrito a la Policía Armada, Ricardo Sáenz de Ynestrillas, quienes plantearon el primer

53 
El art. 3 de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas también recogía entre las misiones de las FAS,
la defensa del orden constitucional.
54 
F. Fernández Segado, «La posición constitucional de las Fuerzas Armadas en España. Reflexiones en tor-
no al artículo 8 de la Constitución de 1978», Derecho PUCP: Revista de la Facultad de Derecho, núm. 49,
1995, págs. 23-78.
55 
Véase, por ejemplo, el art. 87a.4 de la Constitución alemana. Ley Fundamental de la República Federal de
Alemania, Berlín, Deutscher Bundestag, 2010, pág. 78.
56 
M. Herrero y Rodríguez de Miñón, El valor de la Constitución, Barcelona, Crítica, 2003, pág. 441

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golpe de Estado de la Transición, conocido como «Operación Galaxia», que tuvo lugar en
noviembre de 197857.
Mucho más importante era el segundo de estos grupos, integrado por un conjunto de em-
presarios, periodistas y políticos de ideología conservadora y, en muchos casos, vinculados
al antiguo sector tecnócrata del franquismo58. Los procuradores franquistas de este sector
habían votado afirmativamente la LRP, pero rompieron con Suárez tras la legalización del
PCE. En las elecciones del 15 de junio de 1977 apostaron por una victoria del partido Alian-
za Popular (AP), lo que les hubiese permitido controlar el proceso de redacción de la nueva
Constitución, creando así un sistema político de democracia limitada, que era su gran objeti-
vo. Sin embargo, la derrota de este partido, unido al triunfo de la UCD, les llevó a iniciar un
proceso de Transición Paralela, con el objetivo de alcanzar la Presidencia el Gobierno por
medios no legales. Y, desde esa magistratura, dirigir la reforma del sistema de acuerdo con
sus intereses. Así, a partir del verano de 1977, con Luis María Ansón —periodista monárqui-
co y presidente de Europa Press— como factotum, se pusieron en marcha dos planes59:

a) Cuyo objetivo era presionar al rey para que forzara la dimisión de Suárez y eligiera
como su sustituto a un miembro del grupo —se barajaron los nombres de los tecnó-
cratas Gregorio López Bravo y José María López de Letona, y también los de Carlos
Pérez de Bricio y Juan Miguel Villar Mir—.
b) Con el objetivo de sustituir a Gutiérrez Mellado por López Bravo, para que este,
desde la Vicepresidencia del Gobierno, sustituyera posteriormente a Suárez.

Ambos planes fracasaron por la oposición del propio presidente del Gobierno60. Sin
embargo, esto no significó la desaparición de este sector, que siguió activo.

Crisis y Conspiración (1979-1981): El fin de la Transición Paralela

El consenso que había presidido el período anterior desapareció tras el referéndum para
la aprobación de la Constitución, que tuvo lugar el 6 de diciembre de 1978, y las elecciones
legislativas del 1 de marzo de 1979, donde volvió a vencer la UCD. Esta victoria permitió
a Suárez conservar la Jefatura del Ejecutivo. Sin embargo, este tercer período de Gobierno
del político abulense no iba a ser especialmente fructífero, por la confluencia de cinco
factores:

1. La dura oposición del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).


2. La crisis desatada en el seno de la UCD61.

57 
R. Muñoz Bolaños, «“Operación Galaxia”: primera intentona golpista de la Transición», Historia del Pre-
sente, núm. 20, 2012, págs. 119-142.
58 
J. M. de Peñaranda, Desde el corazón del CESID, ob. cit., págs. 301-324.
59 
El testimonio de Ansón en F. Mediana, Memoria oculta del Ejército. Los militares se confiesan (1970-
2004), Madrid, Espasa-Calpe, 2005, págs. 319-320.
60 
J. M. de Peñaranda, Desde el corazón del CESID, ob. cit., pág. 267.
61 
E. Attard, Vida y muerte de la UCD, Barcelona, Planeta, 1983, pág. 128.

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3. La ofensiva terrorista desencadenada, protagonizada por Euzkadi Ta Askatasuna
(ETA) y los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO),
que llegaron a asesinar ese mismo año a 92 y a seis personas respectivamente, la
inmensa mayoría de las cuales pertenecían a las FAS o a las Fuerzas de Orden Pú-
blico (FOP)62.
4. El endurecimiento de la crisis económica tras la caída del sha de Irán en 1979.
5. El incremento de la presión de los partidos nacionalistas y separatista, manifestado
con su triunfo en las elecciones autonómicas del País Vasco, el 9 de marzo de 198063,
y de Cataluña once días después64.

En estas difíciles circunstancias, el teniente general Gutiérrez Mellado, convertido en


vicepresidente del Gobierno para Asuntos de la Seguridad, decidió continuar el proceso de
reforma militar tomando cuatro importantes decisiones:

1. El nombramiento de Agustín Rodríguez Sahagún como ministro de Defensa, siendo


el primer civil que ocupaba este cargo desde 1939. Esta decisión fue una manifesta-
ción más de la subordinación de las FAS al poder civil.
2. La elección del general de división José Gabeiras Montero como JEME, el 19 de
mayo de 1979, tras su ascenso a teniente general65. Este militar no tenía ni el presti-
gio ni el empleo para este cargo; pero era de completa confianza de Gutiérrez Me-
llado. Por esta razón fue elegido, contra el criterio del Consejo Superior del Ejército
(CSE) —que no lo había incluido en la terna preceptiva— y de la totalidad de los
integrantes del Ejército de Tierra; contribuyendo así a dividir a la elite militar, que
seguía siendo franquista y mayoritariamente involucionista66.
3. La negativa de Gutiérrez Mellado al reingreso en las FAS de los condenados de la
UMD, incluso en contra del criterio de la propia UCD. Pues era una medida rechaza-
da por la casi totalidad de las FAS y que además podía alimentar el golpismo militar,
máxime cuando la situación política era muy inestable por las razones apuntadas67.
4. La aprobación de la Ley orgánica 6/1980, de 1 de julio, por la que se regulan los Cri-
terios Básicos de la Defensa Nacional y la Organización Militar (LODOM)68. Esta
ley, cuyo objetivo era desarrollar el artículo 8 de la Constitución, tenía un articulado
ambivalente, fruto de las difíciles circunstancias en que fue redactada. Así, por un
lado, el artículo 40.1 establecía que el Tribunal Supremo era el máximo órgano ju-
risdiccional en el ámbito de la justicia militar, ratificando lo establecido en el artíulo
123 de la Constitución. Pero, a la vez, no clarificaba a quien correspondía la Jefatura

62 
H. Roldán Barbero, Los GRAPO. Un estudio criminológico, Madrid, Comares, 2008, pág. 30; P. Gutiérrez,
«Todas las víctimas de ETA», http://www.elmundo.es/eta/victimas/
63 
Diario 16, 11-3-1980.
64 
Diario 16, 22-3-1980.
65 
Real Decreto 1165/1979, de 18 de mayo. BOE, 19-5-1979.
66 
R. Muñoz Bolaños, «Un incidente militar…», ob. cit., págs. 276-283.
67 
Archivo del general de división Ángel de Lossada y de Aymerich (ALA), Carpeta UMD: «Mi postura en la
reunión con Guillermo Medina (Diputado de la UCD), Javier Calderón y un jurídico (del CESID) y Luis Regalado
(del Gabinete del Ministro) (septiembre de 1980)», f. 1.
68 
BOE, 22-1-1980.

[175]

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de las FAS, pues el artículo 5 establecía que correspondía al rey, mientras que el
12.1 afirmaba que pertenecía al Ministerio de Defensa. No hay duda de que, dadas
las inexistentes relaciones entre el Gobierno de Suárez y las FAS por los numerosos
desencuentros que habían tenido, el Ejecutivo trató de controlar los ejércitos otor-
gando cierto protagonismo al jefe del Estado.

Estas reformas que acabamos de describir coincidieron en el tiempo con un período de


conspiraciones políticas y militares —fruto de las difíciles circunstancias que vivía Espa-
ña—, cuyo objetivo era derribar a Suárez. Esta situación fue aprovechada por los diseña-
dores de la Transición Paralela para poner en marcha una operación cívico-militar, que
culminaría el objetivo que llevaban persiguiendo desde 1977: la conversión de España en
un sistema de democracia limitada, donde la antigua elite franquista y las FAS tuvieran un
peso decisivo. Esta nueva operación, que suponía una actualización del primitivo Plan A,
estaría encabezada por el general de división Alfonso Armada Comyn, antiguo secretario
de S.M. el Rey y hombre de gran prestigio en los medios conservadores, y se conoció como
«Golpe de Timón», y posteriormente como «Operación De Gaulle», y sobre todo como
«Solución Armada»; presentando cuatro características69:

5. Armada se convertiría en presidente de un Gobierno de concentración nacional, del


que formarían parte todos los partidos políticos del arco parlamentario —incluyen-
do PSOE y PCE—, salvo los de ideología nacionalista.
6. El programa político de este Ejecutivo tendría cuatro objetivos: poner fin a la inesta-
bilidad política existente; acabar con el desafío nacionalista, modificando la Consti-
tución, para reducir las competencias de las comunidades autónomas; acabar con el
terrorismo de ETA y del GRAPO, causa fundamental del malestar militar; y hacer
frente a la crisis económica.
7. La operación contaría con importantes apoyos interiores y exteriores. Entre los
primeros, destacaron el de la trama golpista de la extrema derecha «azul» —enca-
bezada por el teniente coronel Tejero y que había diseñado un plan cuyo objetivo
era tomar el Congreso de los Diputados para crear un vacío de poder, que sería
llenado por las FAS, poniendo fin al régimen democrático—, y también el de su
prensa —El Alcázar y El Heraldo Español—. Para conseguir estos apoyos, re-
currieron al teniente general Milans del Bosch, entonces capitán general de la III
Región Militar (Valencia), quien, a pesar de su ideología monárquica, mantenía
excelentes relaciones con los «azules». Sin embargo, ni Armada ni Milans del
Bosch informaron a los miembros de este grupo sobre cuál era el objetivo último
de la operación.
8. Su diseño establecía dos posibles variantes de actuación. La primera, de carácter
«constitucional», consistía en llevar al general a la Presidencia del Gobierno por
medios legales. Para ello, se utilizaría el mecanismo de la moción de censura, como
Armada explicaría a Milans del Bosch en una de sus reuniones. La segunda, que
denominamos «seudoconstitucional», consistía en crear una situación de excepcio-

69 
Véase R. Muñoz Bolaños, 23-F…, ob. cit., págs. 71-138.

[176]

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nalidad, que obligase a los líderes políticos a elegir a Armada como presidente del
Gobierno.

Los planificadores de la operación, apoyándose en las circunstancias que ese momento


vivía España, consideraban que era posible culminarla con éxito; pero no contaron con
cuatro imponderables que provocarían su fracaso.

1. La dimisión de Suárez el 29 de enero, que hizo imposible el mecanismo de la mo-


ción de censura para convertir a Armada en presidente del Gobierno.
2. La decisión de Suárez de forzar la elección de Leopoldo Calvo Sotelo como candi-
dato de la UCD a la Presidencia del Gobierno; lo que imposibilitaba que Armada
fuera propuesto para esa magistratura, anulando así la variante «constitucional» de
la operación. En estas circunstancias, solo quedaba recurrir a la «pseudoconstitucio-
nal», lo que significaba utilizar la operación de Tejero.
3. Una vez tomado el Congreso de los Diputados por Tejero, se produjo una falta de
unidad en los tenientes generales con mando en región militar —consecuencia de
la política de ascensos de Gutiérrez Mellado—, que se negaron a apoyar a Milans
del Bosch cuando este sacó sus tropas a la calle, ya que no pudieron consensuar una
posición común70.
4. La negativa de Tejero a aceptar el plan de Armada cuando ambos se entrevistaron en
el Congreso de los Diputados en la noche del 24 de febrero de 1981, pues el teniente
coronel de la Guardia Civil no estaba dispuesto a apoyar a un Gobierno del que for-
maban parte dirigentes del PCE y el PSOE. Con esta negativa, Tejero provocó, de
forma definitiva, el final de la «Solución Armada»71.

El fracaso del golpe de Estado del 23-F significó el fin del proyecto de Transición Pa-
ralela, y abrió el camino definitivo para la consolidación de la Transición Institucional y
para culminar la Transición Militar.

De Leopoldo Calvo Sotelo a Felipe González (1981-1986):


El fin del poder militar en España

El fracaso del golpe de Estado del 23-F, unido al posterior del 27-O, no solo convirtió
el golpismo militar en un fenómeno residual, sino que además fue la causa de una profunda
desmoralización en el Ejército de Tierra y de un inmenso desprestigio de la institución mi-
litar en el seno de la sociedad española72. Aprovechando estas circunstancias, los gobiernos
de Leopoldo Calvo Sotelo y de Felipe González en su primera legislatura iban a realizar un
conjunto de reformas que supondría el fin definitivo de los restos de la autonomía de las
FAS. Los acontecimientos más destacados en este sentido fueron:

70 
Ibíd., pág. 193.
71 
Ibíd., págs. 263-276.
72 
A. Cassinello, La huella que deja el viento al pasar, ob. cit., tomo II, pág. 36.

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1. El recurso interpuesto por el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo ante la Sala Se-
gunda del Tribunal Supremo (penal), el 9 de julio de 1982, por estar en desacuerdo
con las sentencias impuestas por el CSJM a los condenados por el golpe de Estado
del 23-F. La corte civil elevó estas, demostrando así la subordinación de la jurisdic-
ción militar a la civil73.
2. El fin de la autonomía de los consejos superiores de los tres ejércitos para es-
tablecer ternas sobre las que elegir a los oficiales que debían ascender y para
vetar a aquellos que no consideraban óptimos para ello. Para lograr este objeti-
vo, se utilizó como argumento la necesidad de democratizar las FAS y de evitar
que militares contrarios a la democracia ocupasen empleos y destinos importan-
tes. Gracias a esta política, iniciada por Narcís Serra, ministro de Defensa en la
primera legislatura de Felipe González (1982-1986) —que se combinó con el
mantenimiento del sistema de ascensos diseñado por Gutiérrez Mellado—, se
pudo acabar con los escasos restos de autonomía que conservaban las FAS en la
política de ascensos74.
3. La aprobación de la Ley Orgánica 1/1984, de 5 de enero, de Reforma de la Ley Or-
gánica 6/1980, de 1 de julio, por la que se regulan los Criterios básicos de la Defensa
Nacional y la Organización Militar, que estableció una cadena de mando de las FAS
que culminaba en el ministro de Defensa y en el presidente del Gobierno, acabando
con la ambivalencia existente en la ley anterior75.
4. La reforma del Código Penal Militar para adecuarlo a las características de una
sociedad democrática76.
5. La aprobación de la Ley 24/1986, de 24 de diciembre, de Rehabilitación de Milita-
res Profesionales, que supuso el reingreso de los condenados de la UMD en las FAS77,
aunque con el acuerdo de que pidieran el paso inmediato a la reserva. Esta decisión
—molesta para la mayor parte de los militares— simbolizó de forma definitiva el fin de
la autonomía interna de las FAS y, en consecuencia, la supremacía del poder civil sobre
los militares.

Conclusión: Balmes tenía razón

Han pasado cuarenta años desde que se iniciara la Transición Militar, y treinta desde
que los antiguos miembros de la UMD reingresaran en el Ejército, con la que finalizó el
proceso de Transición Militar; pues simbolizó el fin del poder militar en España y, por tan-
to, la consolidación definitiva de un sistema democrático estable e irreversible.

Véase R. Muñoz Bolaños, 23-F…, ob. cit., págs. 397-401.


73 

Véase R. Muñoz Bolaños, «“A por los golpistas”. El fin de la involución militar y el control de las Fuerzas
74 

Armadas durante el primer gobierno socialista (1982-1986)», Historia de la época socialista. España, 1982-1996,
Madrid, UAM-UNED, 2011, págs. 8-10.
75 
BOE, 7-1-1984.
76 
Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre, de Código Penal Militar. BOE, 11-12-1985.
77 
BOE, 30-12-1986.

[178]

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Desde entonces, muchas cosas han cambiado en los ejércitos españoles, desde la justi-
cia militar78 hasta las Reales Ordenanzas79 y el sistema de educación militar80. Pero, sobre
todo, han cambiado la percepción de la opinión pública sobre los ejércitos y la posición
de los propios militares en nuestra sociedad. Hoy en día, las FAS españolas asumen con
naturalidad la supremacía del poder civil y su subordinación a las decisiones del Gobierno.
Es cierto que algunos acontecimientos, como el caso de acoso sexual de la excomandante y
hoy diputada del PSOE Zaida Cantero o la expulsión del teniente Luis González Segura81,
podrían dar la impresión de que las FAS mantienen un funcionamiento autónomo y, por tan-
to, distinto al del resto de los sectores de la Administración del Estado. Igualmente, podría
pensarse que las declaraciones realizadas por el teniente general del Ejército de Tierra José
Mena Aguado a propósito del Estatuto de Autonomía de Cataluña82, o el artículo firmado
por el director de la revista Ejército, el general de brigada Ángel Luis Pontijas Deus, en
contra del presidente de la Generalitat de Cataluña Artur Mas83, fueron una manifestación
de intervencionismo militar en el ámbito político. Sin embargo, nada más lejos de la reali-
dad. Si bien el caso de la primera sigue estando poco claro, el teniente Segura fue expulsado
del Ejército de Tierra de acuerdo con la legislación vigente, y los dos generales fueron
cesados por sus manifestaciones políticas; demostrándose así no solo que el principio de
legalidad está vigente en las FAS españolas, sino sobre todo que no se discute la supremacía
del poder civil sobre los militares, que han dejado de ser un poder dentro del Estado… tal
como había previsto Jaime Balmes.

78 
Ley Orgánica 4/1987, de 15 de julio, de la competencia y organización de la Jurisdicción Militar. BOE,
18-7-1987. Ley Orgánica 11/1995, de 27 de noviembre, de abolición de la pena de muerte en tiempo de guerra.
BOE, 28-11-1995.
79 
Real Decreto 96/2009, de 6 de febrero, por el que se aprueban las Reales Ordenanzas para las Fuerzas
Armadas. BOE, 7-2-2009.
80 
Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar. BOE, 28-11-2007.
81 
El Mundo, 11-6-2015.
82 
El Mundo, 6-6-2006.
83 
El Mundo, 27-11-2012.

[179]

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