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13/4/2020 LA CELERIDAD ARBITRAL ANTE EL RITUALISMO JUDICIAL

LA CELERIDAD ARBITRAL ANTE EL RITUALISMO JUDICIAL (*)

POR MARÍA ROSA DABADIE Y AMADO J.J GIGANTI

SUMARIO: I. Introducción. II. Conceptualización del proceso arbitral y judicial. - III. Principios rectores del
procedimiento arbitral. IV. En búsqueda de la celeridad. V. Conclusiones.

I. Introducción

Ante la difusión y concientización de la existencia de métodos alternativos de resolución de conflictos, y los beneficios
que estos conllevan, algunas normas de los códigos rituales han quedado adormecidas merced al transcurso del
tiempo.

No obstante que estos ordenamientos jurídicos, su espíritu y la doctrina mayoritaria, mantienen incólumes ciertos
principios rectores del proceso, tal como la celeridad, ésta ya no goza del prestigio de otrora y además se ha tornado
prácticamente inexistente en el proceso judicial.

Siguiendo doctrina tradicional, son principios procesales las directivas y orientaciones en que se inspira cada
ordenamiento procesal. Más acertadamente con las palabras de Podetti: "Los principios procesales deben aplicarse
con criterio despierto y actual, estructurando las instituciones procesales que de ellos resulten e interpretándolos en
un sentido armónico con las necesidades de la justicia en relación al tiempo y al pueblo donde hay que aplicarse."

Los métodos alternativos de resolución de conflictos, o como los denominan algunos trata distas "modos anormales"
de definición de los litigios o controversias, tienen también principios rectores entre los cuales se destaca por su
presencia constante y su operatividad, la "celeridad".

De estos modos anormales para dirimir controversias, la institución arbitral es la que ha tenido en los últimos tiempos,
no obstante su inmemorial existencia, la mayor difusión y aplicación en el conflicto internacional, siendo además este
instituto el único de los métodos alternativos que se encuentra legislado en los códigos adjetivos.

El arbitraje tanto en el marco de los códigos de procedimiento cuanto fuera de él, puede ser de dos clases, atendiendo
a la forma en que los árbitros han de pronunciarse: el de derecho o de iure y el de amigable composición o de equidad
(ex aequo et bono).

Así entonces, estamos ante una figura que está facultada para tener operatividad tanto en el marco del proceso
judicial como fuera de él, gozando además de un principio procesal común, la celeridad, que en el primer caso es un
mero discurso, mientras que en el segundo es realmente un hecho concreto.

Muchos son los detractores y otros tantos quienes apoyamos el instituto y sus principios rectores, pero por sobre
todas las cosas no podemos dejar de mencionar aquellos académicos que otrora revistaron en el primer grupo y hoy
en un acto de contrición manifiestan a viva voz su adhesión al mismo destacando sus ventajas.

En síntesis, el objetivo del presente es invitarlos a reflexionar en la necesidad de comprender el aporte del arbitraje
que va a permitir la optimización a través de la celeridad cono principio del proceso arbitral en el marco del proceso
judicial.

II. Conceptualización del proceso arbitral y judicial

II.1. Proceso arbitral

Generalmente el proceso arbitral es el resultado del consentimiento de las partes que, en ejercicio de la autonomía de
su voluntad, desplazan la jurisdicción natural de los jueces estaduales hacia los árbitros o arbitradores.

Resulta lógico inferir, que esas mismas partes en su libre albedrío, acuerden las normas ponlas que ha de tramitar el
proceso. Estas reglas de procedimiento gozan de una amplísima disponibilidad, sólo cercenada por razones de orden
público.

El ejercicio de la autonomía de la voluntad por los arbitrables para reglar el proceso al cual se van a someter, no
encuentra obstáculo alguno en tanto el arbitraje sea ad-hoc, no obstante si fuera institucional deberán ceñirse a la
normativa prevista por la entidad interviniente. Pese a ello, las partes no ven atacada su libertad, a que son ellas
mismas quienes han elegido la restitución que arbitrará conforme un procedimiento preestablecido al cual adhieren.

La elección del proceso es directa en la medida que las partes definan a priori y de común acuerdo el mismo, y puede
ser indirecta a través de facultar a los propias árbitros la determinación de éste.
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En el caso de los arbitrajes de derecho existe una formalidad más acentuada, que radica en la aplicación de los
sistemas instituidos en los códigos de procedimiento para los juicios ordinarios o sumarios, conforme la elección, y en
las normas del proceso arbitral como supletorias.

"Quizás en ningún otro procedimiento como el arbitraje se halla conservado con tanta fidelidad la audiencia en la
exposición verbal y libre y sin formulismos anacrónicos, es suficiente para exponer el caso, precisarlo dentro de la
llaneza con que las partes suelen hablar entre sí. Esta manifestación técnica es un privilegio del arbitraje, porque ha
podido existir sin el aparato de una burocracia que demanda documentación y acreditación en cada acto. En el
arbitraje la comunicación es directa, la que produce la inmediata adquisición de las pretensiones y de los medios
utilizados para confirmar su validez y eficacia. La situación personal dentro del local elegido como sede del arbitraje
propicia la instantánea percepción de intenciones y el rápido conocimiento de la voluntad de las partes; pero además,
facilita interrogatorios, aclaraciones, revisiones de cosas y documentos, y sirve como el mejor de las marcas para que
las partes presenten conclusiones y los árbitros volaren elementos y razonamientos que les son expuestos. En una
audiencia tan despojada de la tramoya y la escenografía de un proceso judicial, el fluir lógico de las actuaciones se
apoya en la firme dirección de los árbitros y en el más natural apego a la sindéresis que se traduce en una verdadera
actividad en mangas de camisa". (Humberto Briseño Sierra, "El arbitraje comercial" Ed., Limusa, México, 1988).

Como ya se ha referido, la dirección del procesa arbitral se encuentra en manos de las árbitros, quienes dirigirán el
trámite sujeto alas repica pactadas, que opinarnos deben de ser pocas, claras y dirigidas a garantizar la tranquilidad
de las partes y el resultado del proceso.

II.2. Proceso Judicial

El proceso judicial es la antítesis del arbitral en relación alas partes, ya que en él, los justiciables no pueden realizar
modificación alguna, sino solo deben someterse a lo que dispone la norma adjetiva.

Procesa judicial, según el jurista Lino Palacio, es el fenómeno mediante el cual se ejercita la función jurisdiccional
constituido por el conjunto de actos, coordinados entre sí con el objetivo final de obtener de un órgano perteneciente
al Poder judicial una sentencia.

Cada etapa can que se compone el proceso se denomina procedimiento; así Carnelutti decía: "El procedimiento es la
decena; el proceso es el número concreto, el cual puede no alcanzar la decena o comprender más de una".

Quien considera que alguna de sus derechos se ha esta conculcado, concurre ante los jueces naturales mediante el
ejercicio de la acción, pone en funcionamiento el proceso jurisdiccional, que no obstante ser dispositivo y bilateral,
obliga a las partes a acatar las disposiciones emergentes del juez, que es el director del mismo.

El juzgador para ejercer esta dirección no solamente cuenta con el imperium, del cual lo ha investido el Estado sino
también de las normas procesales a las que, inexcusablemente se han de someter las partes.

Ellas se ha de ajustar al procedimiento que corresponda a la acción instaurada, no pudiendo el juez ignorarlo; lo único
que podrá hacer en ciertas ocasiones, es hacer uso de las facultades ordenatorias e instructorias que posee.

No obstante, que ningún esquema es inmodificable ni perfecto, el avance de los tiempos y las nuevas necesidades
han hecho que los juristas intenten repensar las fórmulas y técnicas que cimentan el proceso civil.

Así el proceso arbitral se presenta para los operadores (jueces, abogados, juristas, etc.) como una institución a la que
es imperioso despertar y tomar en préstamo de uso para el proceso judicial algunos de sus caracteres sustanciales
propios operativos. tal como la celeridad real de su tramitación.

Estas herramientas innovativas no afectan en modo alguno el principio de defensa en juicio ni el "proceso justo"
conforme terminología de Augusto Mario Morello.

Ejemplo de ello son los proyectos de reforma a los Códigos de Procedimiento Civil v Comercial de la Provincia de
Buenos gires y de la Nación; en la nueva redacción del capítulo correspondiente al Proceso Arbitral, se han efectuado
reales transformaciones, v.g. la incorporación del arbitraje institucional juntamente con el ad-hoc; atribuyendo
expresamente competencia a árbitros institucionales si así constare en el acuerdo arbitral.

Conforme nuestra opinión y experiencia el proceso judicial por medio de su conductor –el juez- debería dar una mayor
autonomía a la voluntad del justiciable tal como lo hace el proceso arbitral, cuando los arbitrables componen primero
el compromiso arbitral y más tarde el acuerdo. Esta autonomía podría verse reflejada en una mayor colaboración
reciproca entre justiciables y juzgador, no como en la actualidad en la cual esta relación se encuentra total y
absolutamente disgregada.

III. Principios rectores del procedimiento arbitral

La tendencia a la desformalización v con ella la flexibilización de las técnicas del proceso se revalorizan y aportan
registros más intensos v positivos a través de su ejemplo más acabado, el arbitraje.

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La búsqueda debe tender al hallazgo de una cuestión de medida, porque todas las exigencias no san idénticas, ya
que e! ritualismo procesal no las satisface ampliamente como sí, lo hace el arbitral.

Presente en todos sus actos, la celeridad brinda respecto a la continuidad de los procedimientos para la solución de
las divergencias, prontitud, rapidez e inmediatez. Siendo relevante la oralidad procedimental en su desarrollo.

Tales calificativos son enarbolados como emblema distintivo por la American Arbitration Association (A.A.A) "The
basic objective ot arbitration is a fair, tast and expert result, achieved economically”

La autonomía de la voluntad es el reflejo de la libertad en el reconocimiento de las facultades potestativas de cada


persona para adoptar medios apropiados al proceso en la resolución de controversias.

Mediante la tipicidad se permite enmarcar el procedimiento y el accionar de quienes lo dirigen, según las figuras que
las partes consensuaron.

El clima de confiabilidad v probidad se legitima por medio de la integridad, rectitud y honradez; todo en un marco de
igualdad en el que las partes tendrán las mismas oportunidades de hacer valer sus derechos.

Desde el inicio se establece generalmente la confidencialidad con relación al mantenimiento obligatorio de la


necesaria reserva y privacidad.

Operadores adaptados a las necesidades según la oportunidad, va que toda divergencia difieren sustancialmente de
otra por lo cual la especialidad de los jueces elegidos asegura un mayor entendimiento de la cuestión e idoneidad en
la capacidad para desarrollarse como árbitro (v.g trial o minitrial).

Revaloriza la continuidad de las relaciones, lo cual garantiza la perdurabilidad o sea la condición de durabilidad en la
relación entre las partes.

Surge la relación costo -beneficio- energía humana en una ecuación tridimensional que considera el proceso arbitral
corno menos oneroso económica y temporalmente, con el agregado de la perspectiva sociológica, brindando una
menor pérdida de energía humana, respecto al real acceso a la justicia, en el que se multiplican los costos y tiempos
en un interminable atolladero para los justiciables.

De cumplirse los beneficios expuestos, habría consecuencias no sólo económicas sino también sociológicas en
relación a la litigiosidad, que surja de las relaciones interpersonales, y particularmente jurídicas en el
descongestionamiento de los tribunales del Estado.

"Debemos desplazar esta gran cantidad de casos del área de los tribunales hacia el campo del arbitraje", exhortó
contundentemente, Alejandro M. Garro (El arbitraje como medio para reducir litigios en EE.UU) LA LEY, 1985-D, 868.

Garro pensaba que una "neurosis masiva" hace creer a la gente que los tribunales son los lugares leales para la
resolución eficiente de "cierto tipo de controversias."

Expresó que el "espíritu innovador e ingenioso del norteamericano" generaría herramientas que cubran nuevas
necesidades y así realmente fue dada la adhesión que en la actualidad la sociedad estadounidense profesa hacia los
métodos alternativos de resolución de conflictos.

IV. En búsqueda de la celeridad

Las cuestiones aggiornadas del proceso arbitral hacia el judicial, provienen de una jurisdicción- la arbitral- que se
encuentra en el mismo estadio que la judicial vale decir que estamos ante una justicia de primera y no, ante un
registro de jerarquía o consideración inferior; razón por la cual los aportes del primero al segundo son absolutamente
posibles en cuanto a su incorporación normativa y a su operatividad.

Podemos afirmar que el proceso judicial posee `"un andamiaje inalterable en ciertas fases, que necesita
imperiosamente de aportes para adaptarse a los nuevos tiempos y a la creatividad del negocio jurídico en las
transacciones diarias, cuando éste puede aparejar conflicto.

Ese aporte lo realiza el procedimiento arbitral

A modo de ejemplo podemos citar al jurista italiano Antonio R. Briguglio quien propone la "conciliación intraprocesal" y
no previa o anticipatoria en rol preventivo, incorporando el instituto de la conciliación, el arbitraje y la mediación al
proceso judicial y los denomina modos atípicos o "anormales" de definición de los litigios o controversias innovando el
proceso judicial mediante la incorporación de institutos que tienen en común el principio de "celeridad ".

Por su parte el jurista Augusto M. Morello, "Reflexionando sobre la teoría y práctica del arbitraje en una vertiginosa y
potente reválida de sus posibilidades jurisdiccionales", rescata el respeto de las comunidades internacionales a las
cortes interestaduales de arbitraje en el regulamiento de las cuestiones patrimoniales que brinda una brisa de aire

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puro hacia el servicio de justicia estatal sobrecargado, lento, oneroso y antifuncional.

Considerando la existencia de litigios de alta complejidad, sea por el avance tecnológico o nuevas figuras asociativas;
como la concentración del poder económico empresarial: desde una privatización donde se constituyen relaciones
contractuales de larga duración, que requieren de una periódica y constante redefinición, hasta las fusiones de
empresas de distintas regiones del planeta.

La especialización dinámica e interdisciplinaria de las partes contratantes, quienes deben ser interpretadas
cabalmente y cuyos conocimientos los jueces estatales generalmente no poseen, sumado a la necesidad de preservar
el estrepitus fori por el cual, más de una controversia en la que participe idéntica parte, conllevaría onerosidad y un
eventual drama judicial (big bang); las empresas adherentes al instituto gozarán de dos ventajas estratégicas, la
primera compuesta de un menor costo operacional y la segunda sería mantener las relaciones específicas durante
largo tiempo y en un ambiente de escasa fricción.

Sin llegar a tener un numerus c!ausus, también podernos citar la tendencia a reformular las Teorías clásicas que
sustentan las ciencias del derecho, en busca de técnicas jurídicas de respuesto.

El principio de celeridad trasladado al juicio arbitral en el marco del proceso judicial, se afianza si partimos del análisis
que realizan algunos detractores del instituto del arbitraje.

Paradojalmente algunas tendencias llevan a los árbitros a encausarse a dirimir si la cuestión que les es sometida a
análisis es arbitral o no. Ciertas legislaciones llevan a que la decisión al respecto sea definida exclusivamente en sede
judicial, lo cual hace que el proceso arbitral se prolongue más de lo previsto en virtud de la injerencia del Poder
Judicial.

Otra actitud de viejas reglamentaciones procesales. la constituía la impugnación judicial del laudo final que cerraba el
canal recursivo e impedía la interposición del recurso de nulidad lo que significaba instalarse en los vericuetos del
proceso judicial y su prolongación en el tiempo, pues la única vía que se mantenía abierta era la del recurso
extraordinario con sustento en la doctrina de la sentencia arbitraria. Así entonces un proceso judicial, terminaba sus
días entre el cúmulo de procesos que el Superior Tribunal tenía para conocer.

No podemos perder de vista las demoras que encontraban los árbitros para efectivizar medidas cautelares, dado que
las mismas debían ser pedidas por ante los jueces y acordadas por éstos, quienes se encuentran facultados para ello
en virtud del "imperium". Esta sujeción a la decisión del juez hacía que el árbitro dependiera en forma absoluta del
primero, quien algunas veces, no sólo demoraba innecesariamente expedirse, sino que otras tantas rechazaba in
limine el pedido.

Como dijimos, de lo negativo se recoge aprendizaje para lo positivo del instituto, tenemos ante nosotros dos claros
ejemplos de ello: por un lado, el proyecto de reforma del Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Provincia de
Buenos Aires, al que hemos hecho referencia en párrafos precedentes y por el otro, el proyecto de Ley de Arbitraje
Nacional que en estos momentos se encuentra para su tratamiento en el Congreso de la Nación.

En la Exposición de motivos del Proyecto de Reforma, se expresa que por el mismo se busca en primer lugar, la
disuasión del litigio haciendo lo posible para que los conflictos se canalicen en métodos de composición directa y
preventiva de la controversia judicial, ya sea mediante la conciliación, la mediación o el arbitraje. Además promueve la
presencia del juez en vinculación permanente con las partes, profesionales, auxiliares de la justicia y el material de
conocimiento sometido a su juzgamiento, evitando que sólo se encuentre con la cuestión traída a su conocimiento en
el acto de dictar sentencia.

En particular el proyecto aludido, con relación a la cuestión que podía surgir si la materia sometida era arbitrable o no,
establece concretamente cuál es el objeto del arbitraje en el artículo primero al decir, "Podrá ser sometida a la
decisión de uno o varios árbitros toda cuestión relativa a derechos disponibles que pueda surgir de relaciones
jurídicas, contractuales o no, aun después de deducida en juicio".

Respecto de la impugnación judicial del laudo final y el cierre del canal recursivo (art. 760. Cód. Procesal), el proyecto
de ley mencionado dispone resolver la apelación dentro de los cuarenta días de interpuesto ante la justicia ordinaria, y
puede entender en el recurso de nulidad encontrándose facultada para producir pruebas o medidas que saneen
rápidamente el procedimiento.

La problemática que tenían los árbitros con relación al dictado de medidas cautelares que debían efectivizarse a
través de una resolución judicial que les era ajena, ha producido hasta nuestros días cuestiones meramente dilatorias
del proceso arbitral, y fallos judiciales que incluso han ido en contra de lo requerido oportunamente por los árbitros.

El proyecto de ley arbitral intenta poner fin a esta disyuntiva que se creaba entre el Poder Judicial y el árbitro, al
establecer que los primeros deben dar colaboración activa para el cumplimiento de medidas cautelares dispuestas por
los árbitros y/o las solicitadas por las partes interesadas (art. 15, Proyecto de ley de arbitraje nacional).

De lo expuesto se infiere, que la celeridad como hemos dicho, principio común al proceso arbitral y al judicial, si bien
ha intentado ser desnaturalizada en algunos supuestos, ha encontrado su recomposición y revalorización, mediante

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diversos proyectos que se encuentran en tratamiento legislativo, los que han recogido de la experiencia para
cristalizar a través del arbitraje dirigido a agilizar las relaciones entre quienes optan por someterse a él.

Otro ejemplo que podemos dar de las ventajas del principio de celeridad del proceso arbitral recogida por el proceso
judicial, ya no específicamente en relación con el juicio arbitral sino en beneficio de su totalidad, es la adopción de
nuevos sistemas de notificación no tradicionales.

Cuando las partes se someten a un arbitraje ad hoc, pactan los modos mediante los cuales se han de cursar
recíprocamente las notificaciones, y llegan a establecer como válidos, métodos no ortodoxos como el fax, correo
electrónico, etc. más afín el Proyecto nacional de ley de arbitraje, en su art. 24, establece expresamente "las
notificaciones que se efectuarán por las personas que se designen y por cualquier medio que acredite su debida
entrega".

En la misma línea de pensamiento que se encuentra obviamente impregnada del principio de "celeridad", el Proyecto
de Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires amplía los medios de notificación, adicionando
el acta notarial, simplifica los recaudos formales de la carta documento y el telegrama (art. 136 y sigtes. del Proyecto).

Finalizando, es necesario recordar que el principio de celeridad ha sido denominado por importantes autores también
como principio de economía, persiguiendo simplificar las actividades procesales, prescindiendo de aquellos que sólo
representan la vigencia de un ritualismo destructor de los valores económicos y morales comprometidos en los litigios.

Si bien podemos hallar múltiples ejemplos que reafirmen no sólo la importancia del principio de "celeridad", sino las
ventajas que el mismo traería al juicio arbitral con lo expuesto, podemos concluir que su incorporación y puesta en
marcha, no sólo debe ser materia de reflexión y análisis, lo que imperativamente debe transformarse en una cuestión
de "Pongamos manos a la obra", ya que el reconocimiento, lo merece el procedimiento arbitral en sí mismo y el
respeto hacia el proceso arbitral en el marco del proceso judicial.

V. Conclusiones

-La velocidad en la generación de los negocios demandan una celeridad conteste para la resolución de los conflictos
que emanen del negocio jurídico.

-La ecuación costo-beneficio-energía humana, requiere adecuar los métodos anormales de definición de los litigios,
para lo cual es imperioso tener herramientas operativas de solución aplicables, tanto a aspectos económicos como
sociales.

-El próximo milenio es hoy y por ende se deben replantear y reestructurar los principios y las técnicas del proceso
arbitral en el marco judicial.

-Privilegiar la autonomía de la voluntad que es el ejercicio de la libertad y la celeridad procesal efectiva, como así la
inmediatez del juzgador como lo es la del árbitro, deben ser ley para los particulares y para el Estado.

-Valorar el tiempo combinado con el espacio, genera la oportunidad, transformando el principio de celeridad, en el
detonante de la aceptabilidad plena del instituto y su potencial.

-Todos somos responsables, el legislador que hoy se encuentra tratando el Proyecto de ley nacional de arbitraje, el
Poder Judicial que no puede dejar de reconocer el instituto, no sólo apoyarlo sino aprender de él incorporando los
mecanismos que faciliten su gestión, y nosotros profesionales que actuamos interdisciplinariamente en resolución de
conflictos, mediante métodos alternativos, debemos difundir las virtudes del arbitraje desde el conocimiento de sus
principios rectores y sus beneficios efectivos.

Bibliografía

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Proyecto de ley de arbitraje nacional, proveniente del Poder Ejecutivo Nacional, actualmente en tratamiento por ante
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(*)
Especial para la Ley: Derechos reservados (ley 11.723).

II Conferencia Nacional y I Latinoamericana Interdisciplinarias de Mediación. I. Trabajo. Area: Arbitraje. Tema: Otros. 5
y 6 de noviembre de 1999. Rosario Argentina

Universidad Blas Pascal - Derechos reservados

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