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Biografia de Adam Smith

Adam Smith vino al mundo en Kirkcaldy, pequeño pueblo escocés de


pescadores, cercano a Edimburgo, en un día primaveral de fecha
desconocida del año 1723, y fue bautizado el 5 de junio del mismo
año. Hijo único del segundo matrimonio de Adam Smith, inspector de
aduanas, quedó huérfano de padre a los tres meses. El pequeño
Adam creció bajo la tutela de su madre, Margaret Douglas (hija de un
rico propietario de la comarca), a quien siempre
permaneció muy unido.
A los cuatro años vivió lo que parece haber sido la única aventura de
su vida: fue raptado por unos gitanos. Tras una desesperada
búsqueda por parte de la familia, el niño fue hallado en un bosque en
el que había sido abandonado por sus raptores. Luego, sin trauma
alguno, continuó siendo un niño bueno, aunque débil y enfermizo, de
carácter dulce, prodigiosa memoria y amor al estudio, excelente
alumno de la escuela elemental de Kirkcaldy.
A los catorce años abandonó su pueblo natal para ingresar en la
Universidad de Glasgow. En este centro se apasionó por las
matemáticas y recibió la influencia de Francis Autcheson, afamado
profesor de filosofía moral y hombre de fuerte personalidad, cuyas
ideas económicas y filosóficas fueron decisivas en la formación de
Smith, aunque sólo fuese por su posterior y profunda discrepancia
respecto de ellas. Tres años después se graduaba, obteniendo una
beca para estudiar en el Balliol College de Oxford. A los veintitrés años
de edad concluyó brillantemente los estudios haciendo gala de un
profundo dominio de la filosofía clásica y de la de la época. A
continuación, regresó a Kirkcaldy con su madre para empezar a
buscar trabajo.
En 1748, gracias a un amigo de su familia, el filósofo y jurista lord
Henry Kames, se le presentó la oportunidad de dar una serie de
conferencias en Edimburgo. Lejos de desaprovecharla, durante los
dos años siguientes disertó sobre diferentes temas, desde la retórica a
la economía y la historia, y se dio a conocer con éxito como escritor
con la publicación de algún artículo en la Edimburgh Review.

En esta época conoció al filósofo David Hume, quien se convertiría en


su amigo más íntimo. Con las conferencias cosechó un éxito tal que
en 1751 le ofrecieron un puesto de profesor de lógica en la
Universidad de Glasgow. Tras un año en este empleo, cambió las
clases de lógica por las de filosofía moral, que además de resultarle
más interesantes estaban mejor remuneradas. Para Adam Smith fue
de una etapa de gran creatividad, que él mismo definiría luego como el
período más feliz de su vida. Parecía decidido a seguir la carrera
docente (en 1758 fue nombrado decano de la facultad), se reveló
como un profesor excelente cuya fama traspasaba las fronteras, y se
decía que Voltaire, desde Francia, le enviaba alumnos deseosos de
asistir a sus clases y embeberse en su sabiduría.
En Glasgow formaba parte de un selecto grupo integrado por
intelectuales, científicos y, sobre todo, por destacados hombres de
negocios dedicados al comercio colonial, que desde 1707 había
quedado abierto para Escocia a raíz de su unión con Inglaterra. Las
ideas y opiniones sobre el comercio y los negocios de este círculo
elitista representaron una información de primera mano para Adam
Smith, y, en contacto con dicho círculo, el futuro economista conformó
las tesis que cristalizarían más adelante en su obra.
La moral y la economía
El primer libro de Adam Smith, The Theory of Moral Sentiment (Teoría
de los sentimientos morales), su obra maestra desde el punto de vista
filosófico, se publicó en 1759. En ella exponía los principios de la
naturaleza humana que guiaban el comportamiento social del hombre,
y hablaba por vez primera de «la mano invisible» que sin saberlo y sin
proponérselo orientaba el egoísmo humano hacia el bien de la
sociedad.
En 1763 recibió una nueva oferta de trabajo que le había de resultar
mucho más lucrativa que cualquiera de las tareas que había realizado
hasta el momento: ejercer de preceptor del joven duque de Buccleuch.

Renunció a la docencia y en 1764 partió hacia Francia en compañía


de su pupilo. En Toulouse pasaron dieciocho meses, en cuyo
transcurso Smith combatió el aburrimiento provinciano con la
redacción de una nueva obra. Los viajeros se dirigieron después a
Ginebra, ciudad en la que pasaron dos meses; Smith aprovechó dicha
estancia para conocer personalmente a Voltaire, por quien siempre
sintió una gran admiración. Siguió luego una breve pero provechosa
estancia en París; su amigo Hume, secretario de la embajada
británica, le introdujo en los más selectos salones de la capital; entre
otros, conoció a François Quesnay, médico y economista, fundador de
la escuela fisiocrática, que fue la primera que atribuyó de forma
coherente a la naturaleza el origen de la riqueza.
Los fisiócratas eran acérrimos seguidores de la máxima de Le Mercier
de la Rivière, «Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui
même», que hicieron suya. Parece que influyeron en Adam Smith lo
suficiente como para que pensara dedicar a Quesnay el libro que
estaba escribiendo, pero la muerte del francés antes de que fuera
publicado le hizo cambiar de idea. En 1767, el repentino fallecimiento
del hermano menor del duque de Buccleuch, que se había reunido con
ellos en Toulouse, les obligó a un precipitado regreso a Londres.
El Ensayo sobre la riqueza de las naciones
En la primavera de ese mismo año, Smith se instaló en Kirkcaldy,
donde, sin perder contacto con sus amigos de Glasgow, se entregó en
cuerpo y alma a la redacción de la obra comenzada en Toulouse, An
Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations (Ensayo
sobre la riqueza de las naciones), que lo ocuparía aún seis años y
publicó finalmente en Londres en 1776.
La obra, síntesis original de gran número de elementos preexistentes
en el pensamiento económico anterior, fue pionera en muchos campos
y pronto se convirtió en su trabajo más difundido. Representaba el
primer gran trabajo de economía política clásica y liberal.
En ella se aplicaban a la economía, por vez primera, los principios de
investigación científica, en un intento de construir una ciencia
independiente. Continuando el tema iniciado en su obra filosófica y
basándose en la misma, Smith mostraba cómo el juego espontáneo
del egoísmo humano bastaría para aumentar la riqueza de las
naciones, si los gobiernos dejasen hacer y no interviniesen con
medidas reflexivas.

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