La masacre de las bananeras fue la matanza de los trabajadores de la United Fruit
Company que se produjo entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928 en el municipio
de Ciénaga, Magdalena. Un número indefinido de trabajadores murieron después de que el gobierno de Miguel Abadía Méndez decidió poner fin a una huelga de un mes organizada por el sindicato de los trabajadores que buscaban garantizar mejores condiciones de trabajo. El gobierno de los Estados Unidos de América había amenazado con invadir a Colombia a través de su Cuerpo de Marines, si el gobierno colombiano no actuaba para proteger los intereses de la United Fruit Company. El 28 de noviembre de 1928 estalló una gran huelga en la zona bananera de Ciénaga, una huelga masiva jamás vista en el mundo. Más de 25 000 trabajadores de las plantaciones se negaron a cortar los bananos producidos por la United Fruit Company y por productores nacionales bajo contrato con la compañía. A pesar de tal presión, la United Fruit Company y sus trabajadores no lograron un acuerdo colectivo, la huelga terminó con un baño de sangre: en la noche del 5 de diciembre, soldados colombianos dispararon sobre una reunión pacífica de miles de huelguistas, matando e hiriendo a muchos. La noche ha sido grabada en la conciencia de los colombianos por los novelistas Gabriel García Márquez, en su obra Cien años de soledad, quien nació en Aracataca Magdalena un año antes de la huelga; Álvaro Cepeda Samudio, en su novela La casa grande; y el dramaturgo Carlos José Reyes, quien cuenta la historia a través de los ojos de un soldado El banano se originó en Asia y fue introducido a los trópicos americanos solamente después de 1492. La geografía de Ciénaga la hizo muy apta para la producción bananera. A mediados del siglo XIX, sin embargo, el potencial de Ciénaga no había sido aprovechado. Casi nadie en los Estados Unidos de América o en Europa había visto y mucho menos probado bananos, y se consideraban una fruta exótica. Ciénaga era una población soñolienta, aislada del resto de Colombia y del mundo. Unas pocas familias con intereses mercantiles vivían en el pueblo. Poseen también propiedades rurales, pero la abolición de la esclavitud en 1851 había empobrecido las haciendas y muchas habían sido abandonadas. Intercaladas con las grandes propiedades existían enormes extensiones de tierras baldías que nadie reclamaba. Unos pocos indígenas pescaban y cultivaban cosechas de subsistencia y unos pocos pueblos dispersos de colonos indígenas, negros y mulatos producían cosechas para alimentarse. El estímulo inicial para la exportación de banano vino de las prominentes familias de Santa Marta. Con el desarrollo de la agricultura de exportación en otros lugares del país, trataron de romper su aislamiento. La llegada de una compañía francesa les ayudó. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, varias compañías extranjeras intervinieron en agricultura y en producción ganadera en la Costa Atlántica colombiana, especialmente en las regiones del río Sinú, Mompox y Santa Marta. Una de las primeras fue la Compagnie Immobilier et Agricole de Colombie que en la década de 1870 compró 20 000 hectáreas cerca de Santa Marta. Las élites locales aprovecharon la renovación de la actividad económica estimulada por la compañía: comenzaron a sembrar tabaco, cacao y caña de azúcar, que aquella exportaba. Al mismo tiempo hicieron esfuerzos para desarrollar una infraestructura que conectará Santa Marta con los mercados. En 1881 un grupo de notables samarios obtuvo autorización para construir un ferrocarril de Santa Marta al río Magdalena, y en 1887 iniciar un plan para mejorar el puerto. Por el mismo tiempo se fundó la primera Sociedad de Agricultores y sus miembros comenzaron a experimentar con un nuevo producto, el banano Gros Michel, una variedad desconocida hasta alrededor de 1885, cuando José Manuel González importó las semillas de Panamá. Don José Manuel y un grupo de empresarios samarios establecieron la primera plantación de banano de Colombia, en Ciénaga. Los experimentos mostraban un potencial interesante: en 1889 Santa Marta exportó 5000 racimos, y tres años más tarde esta cifra subió a 45 000. Aunque la iniciativa fue colombiana, los empresarios locales no podían desarrollar plenamente la industria bananera. La producción en gran escala para mercados internacionales requería enormes cantidades de capital, por fuera de la capacidad de cualquier individuo o compañía en Colombia a finales del siglo XIX. Debían construirse ferrocarriles para llevar los bananos al puerto, debían mejorarse los equipamientos de éste, los barcos debían llegar a tiempo, y era necesaria una red bien coordinada de distribución en el país importador. Además, en la región árida de Santa Marta, los canales de riego eran una necesidad. Aparte de los altos requisitos de capital, el negocio del banano era arriesgado: cualquier plantación podía borrarse fácilmente por agotamiento del suelo, enfermedad del banano o huracanes. Estos factores favorecieron el desarrollo del banano por parte de una gran compañía con base en el efluente industrial de Estados Unidos y con amplias inversiones en muchas regiones. El hombre que dirigía la United Fruit Company apareció primero en Colombia en 1890. Minor Cooper Keith había salido de los Estados Unidos de Norte América para América Latina en la década de 1870, contratado por el gobierno de Costa Rica para la construcción de un ferrocarril. Una vez terminado éste, Keith comenzó a producir banano como carga para que la línea ferroviaria fuera rentable. Pocos años más tarde extendió sus operaciones bananeras a Santa Marta en Colombia y a Bocas del Toro en Panamá. En 1892 adquirió 6100 hectáreas de terreno en Riofrío, con las cuales fundó la Colombian Land Company; al mismo tiempo compró la concesión del nuevo ferrocarril que se convirtió en la Compañía del Ferrocarril de Santa Marta (Santa Marta Railroad Company). En 1899 se unió con otros dos estadounidenses para crear la United Fruit Company, una empresa cuya sede comercial estaba situada en Boston, Massachusetts, Estados Unidos de América. Al tiempo de su creación, la compañía controlaba el ochenta por ciento de la industria bananera internacional. En el año de 1900, las exportaciones de Jamaica, Cuba, República Dominicana, Costa Rica, Panamá y Colombia sumaban doce millones de racimos. Durante las primeras tres décadas del siglo XX, la industria del banano se expandió rápidamente. La United Fruit Company no solo desarrolló sus operaciones en los países mencionados, sino también en Guatemala y Honduras. Para 1930 poseía 1 383 485 hectáreas de terreno, de las cuales 76 612 estaban dedicadas al banano; habían construido 2434 kilómetros de ferrocarril, y poseía noventa barcos de vapor, conocidos como la «Gran Flota Blanca», que transportaban bananos a Norteamérica y Europa. Para coordinar su vasto imperio, la compañía había tendido 5 363 kilómetros de cables telegráficos y construido veinticuatro estaciones de radio, se había convertido en la más grande fuente de empleo en el Caribe, con una fuerza laboral de 150 000 personas. Las exportaciones de banano llegaron a los 65 millones de racimos al año. El desarrollo del enclave colombiano fue apenas una pequeña parte de esta rápida expansión. En Colombia, como en otras partes, las plantaciones bananeras siguieron al ferrocarril. En 1911 el ferrocarril llegó a Aracataca y en 1920, con ciento treinta kilómetros, a Fundación, donde terminó. Al lado del ferrocarril se crearon nuevas plantaciones de banano, llegando a tener once kilómetros a cada lado de la vía. Algunos ramales conectaron cada plantación con la línea principal, y de ahí al muelle en Santa Marta y al mar. En la década de 1920 la zona bananera cubría buena parte de los municipios de Santa Marta, Ciénaga, Aracataca, Fundación y Pivijay. Las exportaciones de banano desde Santa Marta crecieron de 275 000 racimos en 1900 hasta 6,5 millones en 1915, y de ahí a 10,3 millones en 1929. En este año, Colombia era el tercer abastecedor mundial de banano, y este producto constituía el siete por ciento de las exportaciones colombianas. El capital que la United Fruit Company invirtió en la zona bananera y las conexiones de mercadeo que estableció, abrieron nuevas oportunidades para algunos colombianos. La zona fue inundada por trabajadores del puerto, del ferrocarril y del campo, por pequeños agricultores, comerciantes, tenderos y agricultores ansiosos de producir banano. En alguna forma, esta gente se benefició de la presencia de la United Fruit Company por la valorización del terreno, por el crecimiento de una economía monetaria, y por nuevas posibilidades de empleo y mercado. Al mismo tiempo el dominio de la United Fruit Company en la economía regional y su control de la vida política local frustró las ambiciones de muchos grupos. Para entender la transformación social que acompañó la rápida expansión de la producción bananera y las tensiones ligadas a ella, debemos describir cada uno de los principales grupos sociales y sus relaciones con la United Fruit Company. Solamente así podrá ser posible comenzar a entender las frustraciones de obreros, campesinos, comerciantes y algunos bananeros colombianos, que hicieron erupción en la gran huelga de 1928.