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Curando las penas

mayo 8, 2013 por Paola Klug


Doña Chole traía un dolor muy fuerte en el pecho; ciertamente la molestia la había tenido durante
años pero últimamente se había hecho insoportable vivir así. Se encaminó entre la maleza
y subió cuesta arriba del cerro buscando el hogar de la curandera.  Allí estaba ella, afuera de su jacal
dando de comer a sus gallinas.
Doña Chole le explicó a grandes rasgos los síntomas de su enfermedad:
-Me duele el pecho y me cuesta respirar, aveces se me atoran los suspiros en la garganta y me dan
ganas de llorar.
-¿Desde cuando empezaste con ese dolor?
-Desde muy chamaca, tendría yo unos 12 o 13 años -respondió Doña Chole mientras se sentaba en
la banquita de madera-
-A ver cuéntame porque te empezó el dolor, acuérdate bien como fue porque de la enfermedad
depende el remedio.
Doña Chole se quedo pensativa mirando hacia los granos que se disputaban las gallinas,
luego cerró sus ojos y una lágrima salió de ellos. La curandera la miraba atenta sin decir nada.
-Me empezó el dolor cuando él se fue. Como le dije, yo era una chamaca por aquellos tiempos. Las
familias no estaban de acuerdo en que nosotros estuviéramos juntos, entonces me escapé con el y
nos fuimos pal monte. Vivimos allí  en una casita chiquita unos meses sin que nadie nos molestara
pero entonces llegaron  los milicos. Nos pegaron a los dos, a mi me violaron y me dejaron tumbada
entre la hierba dándome por muerta, a el se lo llevaron y nunca regresó. No pude regresar con mi
familia ni a mi pueblo y tuve que buscar otro lugar pa vivir,  pero de cuando en cuando me iba a dar
una vuelta a la casita que me construyo para ver si había vuelto, pero nunca lo hizo.
-¿No tuviste otro hombre?
-No
La curandera asintió con su cabeza sonriendo dulcemente a Doña Chole,  luego  entró a su casa
y sacó un racimo de hierbas;  unas estaban frescas y otras estaban secas. La vida y la muerte estaban
entre sus manos arrugadas. Al regresar, la curandera comenzó a cantar una canción que Doña Chole
no entendía pero que le sacaba las lágrimas.  Luego prendió un cigarro y le aventó el humo del
tabaco en el rostro, para terminar dándole una friega con las hierbas que traía en las manos.
El dolor en su pecho desapareció inmediatamente, Doña Chole no recordaba lo que era vivir sin
dolor y sentía que algo le faltaba.
-Vas a sentirte así unos días, después estarás bien.
-¿Que  tenía?
-Penas viejas en el buche. Quité de tu espíritu las manos de los milicos y le recordé a tu alma que
era libre y que nadie la había tocado, por eso chillaste.  Te arranque la culpa y la vergüenza que no
tenias que sentir y las saqué al aire con el tabaco.
Tu hombre ya no está aquí, pero eso tu lo sabes desde hace mucho. También solté el lazo con el que
lo amarraste porque no lo dejabas ir y hacías que también le doliera tu dolor, ahora los dos son
libres. Quizá se verán luego, se encontraran en otra vuelta o no, pero ya tienen que seguir con su
camino y su camino ya no los lleva juntos en esta vida.
Doña Chole le pagó el favor  a la curandera con lechugas y tomates de su tierra,
se despidió amablemente y le agradeció curarle las penas. Y aunque nunca más tuvo otro hombre en
su vida, ya no sentía tristeza por no estar con aquél que le había sido arrebatado. Doña Chole por fin
pudo estar en paz consigo misma cuando ya no deseo estar con sus fantasmas.

Desconozco el lugar, el año y el nombre de quién tomó esta foto pero este cuento fue lo que
imagine. Cada quien ve lo que quiere ver…

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