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H
ace ya varios meses, a
• Presentación fines de mayo, lanzamos
el primer número de esta
• Editorial extraña y solitaria revista.
Paradójicamente el lanzamiento no
• Reseñas: fue solitario. Hasta la Pinacoteca de
a) Nosocomio de Alonso la Universidad de Concepción llega-
Tapia. ron unas 30 o 35 personas, quienes
b) El clan de la mano con amabilidad y estoicismo oyeron
fría de Alonso Castillo lo que teníamos que decir sobre la
revista.
c) Obras Ajenas, Muer-
¿Y qué es lo que tenemos o tenía-
tes y Otras Liberaciones de
mos que decir sobre la revista? No
Mauricio Medel Ziebricht.
muchas cosas la verdad, ni menos
d) Alacrán de la Belleza aún complejidades. La silla sobre
de Tulio Mendoza Belio. la cual descansa la revista es be-
llamente simple: el amor a la lite-
• Presentación Ganadores ratura, la relación con Concepción y
del concurso de Poesía. sus alrededores, y la soledad. ¿Cuál
soledad? La soledad de la revista,
la soledad de la literatura, la sole-
• Poemas de Marco Salas dad de Concepción. Ese día afirma-
(Primer Lugar) mos que el año 2009 se lanzaron
en Concepción, Tomé y Talcahuano
no menos de 10 libros de literatura,
• Poemas de Ángelo Briones asunto del cual prácticamente nadie
(Segundo Lugar) tenía o tiene idea. Que la mayoría
no se interese por la literatura no
• Ensayo: La enfermedad es un hecho nuevo, y quizás es has-
ta más saludable que sea así. Pero
como Literatura.
que incluso la minoría interesada
por la literatura (incluyo dentro de
• Selección de poemas: esa minoría a los excepcionales es-
a) Cynthia Vanlenber- píritus realmente interesados por la
gue. literatura) no haya tenido informa-
b) Kato Ramone. ción sobre tales lanzamientos, es
un hecho decidor. De allí la soledad.
• “La larga risa de todos Para que una literatura actual ten-
ga lectores actuales se requiere de
estos años” de Fogwill.
una crítica actual. Una crítica actual
existe mientras haya medios actua-
• Traducciones: les en los cuales pueda exhibirse.
a) Raymond Carver. La crítica, para bien o para mal es
b) Nicole Krauss. vitrina de la literatura de su épo-
ca. Si los libros actuales no llegan
a los lectores actuales, es posible
que la ayuda de un tercer fac-
tor haga posible esa unión. Ese
tercer factor es el “medio” y un
tipo de “medio” es la revista de
literatura.
El Turista es eso: la acogida a la
literatura de Concepción. Si la
literatura de de Concepción es
buena o mala, no lo sabemos
aún pero una de nuestras inten-
ciones es averiguarlo. Si en estas
averiguaciones pintamos de gris
una obra que a otros les parece
de colores, toda la responsabili-
dad es nuestra. Para ello argu-
mentamos lo que escribimos,
para ello tenemos criterio. Por lo
demás, el único verdadero críti-
co es el tiempo y la buena lite-
ratura siempre permanece. En el
intertanto, podemos jugar a ser
profetas.
Si la El Turista es una revista
buena o mala, es temprano aún
para saberlo. Pero antes donde
no había nada, ahora hay algo.
Ése es nuestro primer objeti-
vo: oír lo que nuestra literatura
quiera decir, evitar que su voz
de desvanezca. Hay un segundo
objetivo que se deduce del pri-
mero: difundir la literatura que
nos parece buena, es decir, la
literatura que dice algo. ¿Cómo
decidimos qué literatura es bue-
na?, podrían preguntarnos, pero
cualquiera que haya pasado más
de un tercio de su vida leyendo,
sabe que esta pregunta carece
de sentido. La buena literatu-
ra se muestra. Uno sólo ve a la
mala literatura.
Los Editores.
Octubre de 2010.
ad
Sobre la necesid
del Turismo
n
N
osotros creemos que hacemos li- a nombrar ahora. No tengo que mencio-
teratura, cuando la verdad de las nar que se trataba de una muchacha muy
cosas es la literatura la que nos despierta. En minutos realizó un análisis
crea a nosotros. Éste es mi punto semántico de la urbanidad de Concepción
de partida. y basándose en detalles que yo no había
Hace un tiempo tuve la particular analizado. De esto se deducen
experiencia de acompañar a una mucha- dos cosas: Primero mi estupi- 3
cha que estaba de visita en Concepción. dez o falta de observación pues
La muchacha era extranjera y provenien- ya llevo diez años viviendo acá.
te de un país desarrollado, así que su- Y segundo: La extrañeza que, a los ojos
pongo que jamás en su vida pensó que de un extranjero, de un turista, adquieren
iba visitar la lluviosa y tenue Concepción. todos los elementos que a nosotros nos
Mi labor, básicamente, era caminar junto son cotidianos.
a ella y hablarle de lo que veíamos por la Ésa extrañeza es necesaria.
calle y explicarle el sentido (si es que hay Lo que le ocurrió a la muchacha es lo que
algún sentido) de vivir en Concepción y yo llamo una experiencia usual de extra-
no en otro lugar. Yo, la verdad, creo que ñeza. Viajas a un lugar desconocido, ves
mi labor fue un fracaso porque lo que más cosas nuevas, te sorprendes. Pero hay
le llamó la atención a la muchacha fue un modo de extrañeza que es escaso y
algo que yo no le mencioné, y en lo cual problemático. Ése modo es la experiencia
ni siquiera había reparado. Le sorprendió del arte.
que la mayoría de las calles paralelas al Todo gran arte es extraño. Éste
Bío-Bío tuvieran nombre de mapuches es nuestro segundo punto de partida.
(Janequeo, Paicaví, Colo-Colo, Lincoyán, Yo no estoy descubriendo América, claro
Tucapel, Caupolicán, etc.), y que, en está. Esto se ha asegurado muchas ve-
cambio, las calles perpendiculares al río ces. Lo que pretendo es atar ciertos ca-
tuvieran nombres de patriotas (O’Higgins, bos. Todo gran arte es extraño, pero si
Carrera, San Martín, Barros Arana, Freire, uno lo piensa bien descubre que, no sólo
etc). Esto, que puede verificar cualquier el gran arte sino el arte en general es ex-
persona, a los ojos de la muchacha ex- traño. Hacemos una mesa para comer en
tranjera era un símbolo de la perenne lu- ella. Hacemos una casa para vivir en ella.
cha entre el estado y el indígena, y, por lo Hacemos ropa para usarla. Pero el arte
tanto, toda esquina en la cual se cruzaran ¿Para qué? ¿Por qué el arte?, diríamos ci-
esas calles (como Janequeo con Maipú, frando a Leibniz.
que es una esquina que me gusta mu- Es probable que a eso se refiera
cho) rememoraba la injusticia, la sangre, Nicanor Parra cuando asegura que escri-
la batalla y todas esas cosas que no voy bir literatura es de mala educación.
Si el arte es extraño, más lo es cuando ya no sirve.
el gran arte. O la gran literatura, por- Quien lee a Borges cada sema-
que, al fin y al cabo, esta es una revista na siempre repara en Borges y en las his-
de literatura. El impacto que en su mo- torias de Borges y le parece que nunca
mento causaron “El Quijote”, “El Proce- dejará de entregarle algo nuevo. Y nun-
so”, “Ulysses”, “Rayuela”, se debe, en el ca lo hará. La extrañeza de la literatura
fondo, a su extrañeza. Ahí allí algo que es infinita.
no imaginábamos. Con el tiempo acep- ¿Pero para qué ser Turista hoy?
tamos esa extrañeza y la hacemos pro- ¿De qué sirve?
pia. De ahí que, por ejemplo, digamos Cuando uno viaja puede, por
que una situación es kafkiana, cuando ejemplo, conocer otro modo de cocinar
notamos que ciertas cosas no llevan a los tallarines. Entonces después vuelve a
ninguna parte. Pero aún así, la gran li- su casa y pruebe la nueva receta y aque-
teratura jamás pierde su extrañeza. Eso llo que antes era un acto gris e insípido
es lo que se llama ser “clásico”. Se han se torna novedoso e incluso, si el coci-
dado infinitas definiciones de lo clásico, nero tiene buena mano, en una escena
pero hay una que es mi preferida. El poe- alegre.
ta argentino Fabián Casas escribió que Cuando uno lee, se aparta del
lo clásico “es algo o alguien que pone mundo y es recogido por el mundo de la
sus propias reglas de juego esté en el literatura. Y allí, por unos instantes, es
tiempo que esté”. Amén. Un clásico nos posible vislumbrar que las cosas pueden
interpela poniéndonos en un lugar en el ser de otro modo.
que nunca habíamos estado. Y ése lugar Dice Wittgenstein que “decir
lo elige él y nadie más. Aunque seamos que ‘el sol saldrá mañana’, no es más
nosotros quienes, por ejemplo, por vo- que una hipótesis. Nada nos asegura que
luntad propia decidamos leer a el sol saldrá mañana, aparte de nuestras
4 Flaubert, siempre será Flaubert experiencias de los días pasados”.
quién nos diga dónde estamos y Todos los antiguos se maravilla-
cómo estamos. Así cómo la mu- ban de que el sol saliera cada día. Ellos
chacha extranjera en Concepción, noso- eran Turistas para el sol.
tros, ante la literatura y por ella, somos Nosotros nos maravillamos de
Turistas. muy pocas cosas. De allí que la literatura
Ser Turista, en los dos sentidos sea una suerte de oasis.
que he abordado, es cada vez más difícil. Para finalizar dos aclaraciones:
En primer lugar los medios de comuni- ser Turista no es inherente al viaje o a la
cación nos traen sin césar imágenes de literatura. Uno puede viajar toda su vida
países exóticos, o postales repetitivas o haber leído toda su vida y jamás haber
de maravillas extranjeras, por lo que, al- sentido la extrañeza.
guien puede conocer los mejores restau- Ser Turista es una forma de ver
rantes de Londres sin haber salido jamás las cosas, lo cual es lo mismo que decir
de su casa. Pero en segundo lugar, ser que ser Turista es una forma de habitar
Turista es difícil porque estamos acos- el mundo y de morir en el mundo.
tumbrados a rodearnos de elementos co- Ser Turista es vivir en lugar de
tidianos (edificios, calles, computadores, ser vivido. Ser Turista es mirar. Es oír. Es
mesas) que la extrañeza es un estado dar un paso al costado. Es, como escribió
cada vez más ajeno. Parra, ordeñar la vaca y luego tirarle la
Quien se sienta a diario fren- leche por la cabeza.
te a una mesa a trabajar no repara en De allí la necesidad del Turismo.
ella jamás, a menos que la mesa cojee
o se rompa. Lo cotidiano sólo es extraño EL DIRECTOR.
Ñ A S
RESE
Nosocomio
de Alonso Tapia
Pequod Ediciones.
Concepción, 2010.
Por Oscar Petrel.
A
compañé a Alonso a la im- ro es que este sujeto, mutilado y mal
prenta a buscar los pliegos diagnosticado, nos habla medio muerto,
de su libro. El lugar quedaba está en la pitilla y por eso la lucidez.
cerca del mítico río Bío-Bío. Uno como lector entra fácilmente en
Las calles tenían arena. Una población el juego perverso, ya que esa realidad
media hundida y olvidada por donde esquizoide es en sí un lenguaje cotidia-
antes de seguro pasaba la corriente. no, comunicación pura y a la chilena,
Alonso me dijo que su libro debía haber en donde el enunciado parece espejo
sido impreso en su totalidad el 27 de fe- de lo implícito. Los enfermos se hacen
brero, pero tembló. De ahí vino la espe- los enfermos y los doctores se hacen los
ra y la ansiedad, hasta que finalmente el doctores. Pura paradoja que nos da risa
libro sucedió. Nosocomio es la primera (en la antología de poesía de Concep-
publicación de Alonso Tapia y es el pri- ción Sub-treinta, Alonso afirma que hay
mer libro de la editorial “Pequod”, pro- que “utilizar el humor como astrolabio
yecto que busca decir y difundir desde para cuando no vemos los astros. De
y entre Concepción, asunto no menor si la pena sabemos ya bastante”), adentro
uno lo piensa, sobre todo porque de un escenario que es Chile, adentro
en esa ciudad hay una profunda de un teatro latinoamericano donde los
6 y subterránea creación literaria, lamentos hacen coro.
llena de sed desde sus adentros, El hospital en este libro es una patria,
como el carbón un espacio que nos recibe cuando de-
Alonso Tapia estudió Pedagogía en Es- jamos de estar sanos. El hospital es un
pañol en la Universidad de Concepción, exilio. En ese lugar los doctores se pi-
anduvo un tiempo en Francia y al retor- tean a los pacientes y una enfermera
nar viajó a Bolivia contando cuentos. En caliente sabe bajar la fiebre. Es posible
Julio presentó su libro en Valparaíso y leer un purgatorio saturado de almas
me obsequió un ejemplar. en pena, abandonadas, adentro de un
Lo último que supe de él es que ya se espacio atemporal en su noche cero,
consiguió una bicicleta adentro de esa misma luz que no es luz
Nosocomio es un libro que se escribió de día pero tampoco luz de noche. Es
entre el 2004 y el 2008, tiene un tiraje el afuera donde todos los doctores tie-
de 60 ejemplares, se abre a cuchilla, y nen vocación de sepultureros. No hay
sólo se puede conseguir en Concepción forma de constatar el avance del tiem-
pidiendo hora para un mes más a la di- po, Nosocomio es el hospital de Chile y
señadora Belén Droguett. Nosocomio es el hospital del pueblo de
Nosocomio encierra una narración. A Comala.
lo largo de los poemas se construye El texto poético es evidencia de un su-
un personaje que está enfermo y en jeto completamente ensondado, ridícu-
un hospital. La ironía es ésta: el sujeto lamente vestido, arrastrando sus pocos
no siempre está enfermo y no siempre recuerdos como el suero, casi muerto,
está en un hospital. Lo que sí es segu- sin posibilidad de ceremonia o rito. El
doctor debiera compartirle un abrazo y hospital?
apagar el televisor. La temática es difícil Dicen que los esquimales cuando sien-
y Alonso Tapia logra poetizar. ten a la muerte se van hacia los hielos
¿Será que la enfermedad es un espa- completamente solos, como los gatos.
cio mental, un largo pasillo?, ¿será que
todo enfermo (o sano) es en sí su propio
De lo que escaseamos
Ni hablar de las condiciones del
recinto. 7
Una precariedad sin fondo,
no hay anestesia,
sobre todo, sin anestesia.
Faltan machis y médicos,
pero tantos enfermos hay
que no faltan los que viven
en el hospital.
Siempre tendremos problemas
para dormir con ellos.
Se quejan, bufan la extensión de todo un día.
L
a novela policial, aún cuan- res manipulados, acusados falsos,
do no atraviese sus mejores etcétera. Pero el detective Zapata
años, siempre encuentra un es sólo uno de los protagonistas.
modo de hacerse un lugar dentro Armada de modo coral, con na-
de la literatura. Al fin y al cabo, ese rradores múltiples, la novela sigue
ejercicio tan antiguo y atractivo que el desarrollo de aquellas muertes
es el intentar resolver un enigma, desde distintos puntos de vista,
es, quizás, una de las pocas cosas aunque todos ellos, de un modo u
que aún quedan en pie dentro del otro se concentran en dos centros:
devastado espíritu humano. Pero el detective Zapata, claro, y Da-
no basta con el enigma. Hay que mián, un silencioso periodista que
saber presentarlo. En ese sentido, sin quererlo se ve envuelto en los
una buena novela policial siempre delitos. Esta premisa no es original,
es sutil y elegante. Aun cuando sus por supuesto. Y Alonso Castillo lo
personajes se adentren en los ca- sabe, por eso complementa el re-
llejones más sórdidos, el enigma, lato con indagaciones sobre el pa-
el misterio, siempre es bellamente sado tanto de los criminales como
elegante. de los protagonistas, e incluso de
8 El clan de la mano fría, en sus me- las víctimas. El mérito está en que
jores momentos, desliza esa ele- esas indagaciones son relatadas
gancia. La premisa es la siguiente: con una, digamos, neutralidad, de
hay dos delitos y varios protago- modo tal que al leerlas por separa-
nistas. El primer delito lo sufre en do, por ejemplo, las vidas de crimi-
carne propia el detective Zapata. nales y detectives no parecen ser
Su padre, militar, fue muerto en muy distintas. Pero sí lo son.
circunstancias poco claras, en un La magnitud de los delitos es abo-
operativa contra terroristas en una minable y entra en ese juego de
época en que el país estaba “bajo conspiraciones, dentro del cual
un estado de excepción”, como todos los poderes del estado (eco-
dice uno de los protagonistas. No nómicos, militares, políticos) es-
hay que tener tres dedos de fren- tán involucrados. En El clan de la
te para resolver este primer delito, mano fría, pareciera que nadie que
sobre todo cuando se sugiere que detente el poder tiene las manos
el difunto militar se entrometió en limpias. Y no es casualidad que la
asuntos que no debía. El segun- novela comience con la narración
do delito, que se desarrolla ya no de la muerte del padre del detec-
bajo ese “estado de excepción” es tive Zapata, pues él, aún cuando
el que rige toda la novela. El de- pertenece a una institución de po-
tective Zapata se encuentra con der, parece estar a salvo (por su
una serie de muertes encubiertas misma condición de víctima), de la
por la propia policía. Hay cadáve- corrupción y del mal. Sin embargo,
aquello mismo que lo salva, le que logre transcribir con éxito el
impide actuar. De hecho, el ver- hablar cotidiano chileno.
dadero detective es Damián, el
periodista, quien, al final, logra Hay otras frases que simplemen-
atar los cabos sueltos y resolver te me impresionaron:
el crimen. Pero esta es una novela
policial del siglo XXI. Aún cuando “Despertó y se tuvo que enfren-
el crimen se resuelva, no puede tar a la verdad de un suácate” p.
ser revelado. Las redes del poder 15
son mayores. Damián debe huir, y
acaba como fugitivo en Concep- “¡Suácate!”. No oía esa palabra
ción, en una habitación solitaria hace más de 15 años. 9
y redactando notas en las cuales
se pregunta por la naturaleza del Pero aún así, El clan de la mano
bien y del mal. fría sigue siendo una buena no-
La novela se lee con rapidez. vela. Quizás adolece de la falta
La pluma de Castillo es ágil aún de un editor. Pero no se puede
cuando, por momentos (sobre menospreciar el esfuerzo y la in-
todo en las notas de Damián), teligencia de Alonso Castillo, al
caiga en reflexiones ingenuas: escribir una novela policial que a
la vez es política y resignada. So-
“Sin embargo todavía no logro ciológica y nihilista. Un policial de
tener certezas (…) de quién son nuestros tiempos.
los buenos y quiénes los malos.
Depende de cómo se mire y des-
de dónde se mire”. p.8
O en diálogos artificiales:
E
n la contratapa de este breví-
simo volumen de cuentos se
anuncia (o se advierte) que el
autor, Mauricio Medel Ziebricht,
el año 2003 recibió de manos del Estado
la Beca de Creación Literaria para termi-
nar y publicar este libro. Lo maravilloso
de este hecho, continúa la presentación,
es que Medel Ziebricht se convirtió en
el autor más joven que haya recibido
esa beca. ¿Cómo así? Ocurre que el año
2003, el autor tenía recién quince años.
¡15 años!. El libro apareció finalmen-
te un año después. Saquen ustedes la
cuenta.
El problema es que esa nota en
10 la contratapa, por más que uno
se esfuerce, condiciona la lectu-
ra. Obras ajenas… no es un buen
libro. Para nada. Pero vaya que impre-
siona que un muchacho de quince años
maneje con tanta facilidad el lenguaje.
Si nos ponemos hermenéuticos, con
sólo leer los epígrafes que anteceden a claro. Por ejemplo, en “Hoy es Jueves”
alguno de los cuentos, deduciremos las (con epígrafe de Cortázar) el narrador
influencias del autor y por ende, halla- nos habla de un escolar que está muy
remos el camino que traza su literatura. enamorado de una mujer que habita en
Medel Ziebricht, al epigrafiar cita a tres la sala de clases. Luego de divagar por
autores. A Borges, a Pizarnik, y a Cortá- una serie de pormenores, en las últimas
zar. Que los tres sean argentinos, habla líneas se nos revela que la mujer era,
más de la literatura argentina (que es en realidad, una modelo estampada en
grande como la pampa) que del mis- un calendario colgado al lado del piza-
mo autor. De Borges, Medel Ziebricht, rrón. Otro ejemplo: en “Ambigüedades”
extrae un básico gusto por el juego de se nos presenta a un escritor estancado
espejos. De Pizarnik, la fascinación ado- frente a la página en blanco hasta que
lescente por la muerte. Y de Cortázar la de pronto ve la luz e imagina una her-
manoseadísima idea de que todo cuen- mosa mujer detalle por detalle. Al final
to debe noquear al lector. ¿Cómo puede del cuento el escritor sale a la calle y al
darse esta mescolanza? Fallidamente, cruzar la calle se topa con la mujer que
horas antes había imaginado y enton- escrito por un muchacho de quince
ces se da cuenta de que él, como es- años. De hecho, si el autor aún tuvie-
critor, es en realidad un personaje de ra esa edad no me atrevería a decirle
un cuento que otro autor (¿Medel Zie- nada, al contrario. Aplaudiría con sin-
bricht?) ha concebido. Para qué decir ceridad su esfuerzo y su facilidad con
que este tema lo trata y lo resuelve las palabras. Pero como ahora Medel
Borges en dos líneas. Otros tópicos Ziebricht debe tener (si los datos son
que se repiten en los cuentos son el verdaderos) 22 años, me atrevo a re-
del amor no correspondido y el de la señar este libro. Si me lo encontrara
muerte trágica. En “Cementerio Sim- en la calle le diría, leí tu libro y no me
bólico”, el personaje vaga por el mar gustó, pero, para tu edad, lucías un
recordando una muerte que apenas talento indudable, por lo que ahora
se nos sugiere y al final, como el dolor sólo quiero saber si has seguido escri-
es tan grande, se suicida. Eso es todo. biendo y si ha sido así, quiero leer lo
Ése mismo tema se repite, con mayor que has escrito.
o menor éxito, en “¿Tú qué crees?” Pero si él fuera lo suficientemente in-
y “Dos horas”. Sin embargo ninguno teligente, no le importaría nada lo que
logra llegar a buen puerto porque el yo diga.
autor, en lugar de sugerir algo, una
11
luz, un argumento del cual agarrarse,
lo oculta todo, y nos entrega sólo re-
flexiones inteligibles pero insuficien-
tes como para seducirnos.
Casos raros son “De mal en peor”, en
el cual un viejo luego de morir se con-
vierte en gato y “Día Fecundo”, que es
una suerte de caminata de zombies
penquistas.
En resumen, Obras ajenas… no es un
libro que yo releería. Pero, contra mi
voluntad, no puedo olvidar que fue
L
a idea central de este irregular y excesivo libro es: “Ya que la vida
y el mundo no tienen sentido, mejor gastar el poco tiempo que
nos queda en el sexo”.
En prácticamente todos, de los más de cien poemas que lo com-
ponen, hay un único tema que se repite hasta el cansancio: el sexo, claro.
Esto no debiera sorprender al lector: El libro se llama Alacrán de la Belleza
y en su portada se exhibe una famosa pintura de San Sebastián, imagen
característica de la iconografía homosexual. Quizás sorprenda que, en lu-
gar de una caravana de escenas homosexuales, como se podría pensar, el
sexo de Alacrán de la Belleza es en su mayoría heterosexual y de clase me-
dia acomodada. Es decir, es un sexo aburrido, rutinario, de fin de semana.
Y Mendoza, a pesar de sus alardes malditos (abundan las citas a Rimbaud,
al albatros de Baudelaire), parece sentirse cómodo y más que feliz con ese
tópico. Éste aburguesamiento del sexo y la gris vulgaridad que ello implica,
es una de las primeras fallas del libro.
“Antes de la cita
(ya habremos encantado el fuego
12 separado piernas y deseos);
antes de adentrarnos en nosotros mismo
(la espera fue una suma de alcoholes y miradas)
- de Requisitos Previos
Nada más fome que ése sexo convertido en imagen prefabricada, de dos
personas acomodadas que se juntan a cenar, se embriagan levemente y
luego se encaman. Mejor el sexo en las plazas, en los baños. Mejor el sexo
en medio de una fiesta, el sexo sucio. Rápido, duro y sucio. Creo yo. Ahora
bien, Tulio Mendoza ya tiene 53 años y no está para andarse revolcando
en la calle, pero para eso está la imaginación. Imaginación que se hecha
de menos en versos insípidos y manidos como:
O:
“Creo en la sangre
que alimenta su templo, en el semen
fluvial de la lluvia que moja su pelo
en la herida nocturna
y sus labios hambrientos”
- de Cuestión de Fe.
13
O:
Este recurso, aunque tampoco nuevo, contiene cierta fuerza que conven-
ce. Mendoza pareciera decir: “No sólo aprovechemos el instante, sino que
burlémonos de quienes predican lo contrario”. De hecho, no pocas veces
dedica ataques a quienes no comparten como él, la pasión por el sexo,
esos “pobrecitos”, que viven “de apariencias, de insufribles frustraciones,
de secos deseos, de fobias anodinas” (p. 21). Y bueno, en cierto sentido
tiene razón. A todos, en mayor o menos medida, nos gusta el sexo, y
negarlo es de hipócritas, decía Bolaño. Pero de ahí a pasar al ataque, al in-
sulto (que éso es el “pobrecitos”), es otra cosa. Y esa otra cosa no es más
que la inseguridad final de Tulio Mendoza. Cree que cree en el sexo como
un nuevo dios, cree que la vida nocturna de vinos elegantes e intercambio
de fluidos alcanzan para aplacar la angustia, o al menos su angustia. Pero
es mentira. La última parte del libro revela su amargura, su miedo, su
conciencia de la derrota:
O cuando suplica:
“Que no venga la muerte, la vieja cuerva
con su oscuro hipo y sus latas y arrebatos
que no venga que no quiero ni voy
a renunciar a los juegos de antaño”
- de Animula, Vagula, Blandula
“Coger la noche
con una rama siniestra,
como perra de azogue, virarla,
en luz, en rayo, en cuerpo abierto
delinear sus blancos ojos, sus párpados pesados
sus piernas de máquina rabiosa”
- de Carpe Noctem
14
O este poema dedicado a Gonzalo Rojas y su casa, que es mi
favorito del libro:
“Qué bonita, hombre, qué bonita, y eso es decirlo casi todo, qué bonita
esta casa larga en su respiro dinástico con sus arterias coloradas
y sus alfombras rojas de volar alto y su Torreón del Renegado
con vista al cielo y qué, 90 años y qué, no envejece el seso
las estrellas no envejecen imantadas como están en la fiesta”
- de Qué bonita, hombre…
Y nada, nada.
Esto que pudo haber sido
ya no es, ya no será.
El amor,
es una lágrima sobre la nieve
y ahora, ahora,
la nieve es cera roja,
carne abierta, fría.
Y nada, nada.
Sólo un sueño enterrado
en la blanca sal de un ojo ciego.
El amor,
CELEBRACIÓN DE LA OXITOCINA
U
no de los primeros objetivos que nos propusimos al momento de crear la Revista fue
que ésta debía, de algún modo, ser conocida, es decir, debía hacerse un lugar. Si lo que
queríamos era que la literatura de Concepción no pasara desapercibida, era necesario
que nosotros no pasáramos desapercibidos. Lo que necesitábamos entonces era una buena
publicidad. Y qué mejor publicidad que un concurso de poesía abierto a todos los escritores
jóvenes de la región.
Los resultados de la convocatoria fueron sorprendentes. Recibimos 70 trabajos, pro-
venientes en su mayoría de Concepción y Talcahuano, aunque un número no menor venían de
Los Ángeles y Chillán. El jurado compuesto por Alonso Tapia (poeta), Oscar Petrel (poeta), Feli-
pe Fuentealba (escritor) y Marcelo Garrido (Director del Jurado, poeta y Doctor en Literaturas
Hispánicas de la Universidad de Concepción), eligieron como ganador a Marco Salas Opazo por
su trabajo “Bajones, esperanzas y poesía”, quien se llevó los noventa mil pesos que componían
el premio. El segundo lugar fue para Ángelo Briones por su trabajo “Hombre-Cohete en la
Luna”, quien fue premiado con un libro.
En las siguientes páginas publicamos los dos trabajos ganadores y además interro-
gamos brevemente a los autores para que con sus palabras nos presenten su poesía.
Sobre el
concurso de
poesía y sus
polémicas
bicentena-
rias
Óscar Petrel
Soldador al arco, acordeonista,
jurado del concurso.
P
ercute Concepción y su diagonal en los 70 trabajos que die-
ron cuerpo al concurso de poesía organizado por esta misma
revista. La soledad de un cuarto, un televisor, apareció por
ahí, al igual que ese maltrecho bar y la nostalgia otoñada de
los amores solitarios, la escritura que dibuja a alguien a punto
de saltar hacia el acantilado.
Sobre el conjunto, decir que existen rasgos de escritura común. El prime-
ro es el enamoramiento otoñal en la forma de la desilusión y la soledad.
Alguien quedó en Concepción con un puñado de palabras por decir. Esa
revoltura dio forma a versos siempre en picada, en despedida. Esa vuelta
a la orbita del poema 20: / es tan corto el amor y tan largo el olvido/, eso,
eso es lo que se escucha como el tango y su reescritura. Otro rasgo común
es el uso de un lenguaje callejero y deslavado. Al estilo Calle 13. Versos
rabiosos con la ropa sucia, versos recién salidos de un escupo, como de-
nunciando un asunto. Poema que dice y no se detiene, no se revisa ni se
afila a sí mismo. Como un desquite, como si el poema fuese un mensaje
de texto que se envía por celular. Los tres primeros lugares representan
de buena manera a sus pares. Lo tercero, es la poesía como diario de vida,
poesía como pañuelo de dolores, pañuelo de compañía, para decir que 19
uno todavía.
La polémica se desató por el robo y el plagio, la intertextualidad si se quie-
re, la cacofonía. Habría que preguntarle al autor del poema. La aclaración
por parte de la organización quedó más que clara en el blog, sobre todo
por una respuesta venida incluso desde Francia, qué cosas. La discusión
fue sabrosa, ordinaria a ratos, sobrevalorada también. Buen concurso en
definitiva.
Ahora que decantó el asunto, y que el primer lugar ya debe haberse
gastado la plata, pienso en la necesidad y la sed de Concepción. Yo leí
todo eso como la evidencia certera de la falta de editorial artesanal, la
falta de revista, la falta de nuevas lecturas y espacios, de nuevos proyectos
que intenten dinamizar el fuego que se ahoga, la poesía que se necesita. El
turista y la editorial Pequod hacen lo que pueden. (A pura pirotecnia este
segundo número).
Ahora, hubo un reclamo cachorro que no vio lo que hay detrás, la inicia-
tiva a pulso. Sobre ello, decir que no se puede esperar sentado. No basta
con escribir, ni siquiera con escribir bien. En todos lados falta gestión.
Por eso no nos queda otra que hacer la pega, es decir, de alguna manera
debemos hacer algo por la poesía y por estas problemáticas que por lo
demás no son nada de nuevas, forzar la difusión, si se quiere, meterle
mano al asunto, movernos, organizar lecturas, jugárselas por una revista
y su fotocopia, un librito, aunque sea mal hecho, una reseña por ahí, un
graffiti o un cilantrito, un orégano, un comino, ¡algún aliño más que sea! .
El concurso fue una evidencia, casi como una pregunta.
Marco Salas
1 Datos: obtener alguna mención, como to-
dos, aunque tenía inseguridades,
Soy Marco Antonio Salas, nacido sobre todo por el tipo de poemas
y (¿bien? ¿mal?)criado en Conce, que envié. Ya ves, uno siempre con
estudiante de 4° de Español en la sus descreimientos.
UdeC, músico y compositor, poeta
de tiempo en tiempo y caricaturista 3 ¿Cómo fue tu encuen-
de profesores en horas de clase. tro con la poesía? ¿A qué edad
El 2006 obtuve el 2° lugar en el y en qué circunstancias la des-
concurso de poesía y cuento de la cubriste?
Universidad Católica; el 2008 par-
ticipé en el regional de Balmaceda Descubrí la poesía a los 14: un pro-
Arte Joven, donde recibí el 1er lugar fe nos preguntó si escribíamos poe-
en poesía; mi poema dio título y fue sía; me di cuenta de que nunca lo
publicado en el libro “Dentro de la había intentado y pensé, ¿por qué
Escalera”, que recoge los textos ga- no? Las circunstancias son predeci-
nadores. Nunca he publicado, aun- bles: un amor de frustrado de liceo
que busco la oportunidad de dar me sirvió de inspiración y las guías
20 a conocer un poema extenso en de figuras literarias (PSU) me ense-
el cual trabajé un par de años. Se ñaron “poesía para principiantes”.
titula “Garabatos demenciales en Sobra decir que la chica no me pes-
un cuaderno colegial” y es lo más có ni en bajada, pero la poesía se
importante que he hecho en cuan- quedó conmigo hasta hoy. También
to a poesía. En los dos concursos tuvo mucho que ver con la música:
anteriores participé con fragmentos cuando chico leía sin entender las
del mismo. letras de Pink Floyd y Silvio Rodrí-
guez. Con el tiempo las entendí,
2 Bueno, eres el ganador pero ese deslumbramiento infantil
del concurso. ¿Cuál fue tu reac- fue mi primera influencia poética.
ción cuando supiste la noticia? Para mí la música y la poesía siem-
pre han ido de la mano; por la mú-
Cuando me llamaron para avisarme sica llegué a escribir.
contesté casi ladrando porque no
conocía el número y soy muy des- 4 Tu poesía juega mucho
confiado con el tema de las estafas con el humor. De hecho, citas
telefónicas. Entonces me dijeron a Parra, quien maneja el humor
que era la revista y, claro, prime- como nadie. ¿Es una apuesta
ro me dio un poco de vergüenza, conciente? ¿Siempre fue así tu
pero luego me alegré muchísimo, poesía?
te mentiría si no lo dijera. Quería
No, no siempre. Cuando empecé
a tratar-de-escribir-en-serio, era “Bear Grylls…” es un poema que
“existencialista tirando a autocom- tiene algo de autobiográfico, en
pasivo”. Siempre me interesó escri- contraste con el irónico “Poema
bir sobre lo cotidiano, pero pasé por tristísimo”. Es un poco sobre la ex-
esa etapa adolescente que todos vi- periencia post-terremoto. Pese a lo
vimos, en que sientes que el mundo terrible que fue, muchos lugares,
vale hongo pero da lo mismo por- como mi barrio, quedaron más o
que tú también. Escribía compul- menos como siempre; con daños
sivamente, tratando de desahogar menores, pero bien: teníamos luz y
esa claustrofobia liceana, el hastío tele, y más comida que en todo el
de todo. En ese tiempo comencé año. En esos días yo me quedaba 21
mi libro; pero nada es para siempre hasta las tantas de la madrugada
y cuando todo eso terminó, me di viendo este programa sobre un
cuenta de lo llorón que era. Y como ex-marine que se las ingenia para
no quería dejarlo a medias, tuve sobrevivir en parajes inhóspitos con
que cambiar el enfoque. Pensé: si lo mínimo. Un sobreviviente viendo
quieres que te tomen en serio tie- programas de supervivencia para
nes que fingir que tú mismo no te distraerse. Era como una adicción,
tomas en serio, y eso hice. El humor y cada día me iba a acostar sintién-
te ayuda a combatir los achaques dome miserable. Y eso que sobre-
internos, a madurar y posponer la viviste a un terremoto horrible y
vejez al mismo tiempo. Además, el estás perfectamente bien, pero te
humor muchas veces es más elo- deprimes igual (depresión-estrés
cuente que la gravedad. Es un arma post traumático, llámalo como quie-
contra cualquier cosa que te oprima ras). Y piensas que hay gente peor
–dentro o fuera de ti- y que tú sa- que tú y eso te hace sentir egoísta
bes que está mal. Y ahí está Parra, y te deprimes más y vamos auto-
quien dice muchísimo con un par compasión. “Bear…” fue mi forma
de tallas; es su figura literaria, su de exorcizar eso, de liberarlo para
metáfora básica. Comprender eso auto-despailarme (sic). Pero se
cambia tu visión de la poesía. extiende al adormecimiento de la
“vida moderna”: sobrevivir y entre-
tenernos. En algún momento tienes
5 Uno de los poemas que
que incomodarte, mirarte al espejo
más gustó al jurado fue “Bear
y decir “puaj”. Porque ese momen-
Grylls y yo”, en el cual hablas
to, que es el más rancio, es cuando
de un particular personaje tele-
tienes la oportunidad de salvarte.
visivo. ¿Puedes contarnos más
sobre ese poema?
6 La publicación de los sitios web antiguos de Radiohead,
resultados en la página de la que son verdaderos poemas post-
revista provocó muchas re- modernos, medio dadaístas, llenos
acciones, gran parte de ellas, de hipertextos laberínticos, con fra-
descalificadoras. De hecho se ses recortadas, desconcertantes.
te acusaba, infundadamente, Ya sé; son rockeros, no son poetas
de plagio. ¿Qué piensas de esos en estricto rigor, pero mi principal
comentarios? influencia poética viene del mundo
de la música y el rock. En la poe-
En Chile tenemos dos grandes sía “oficial”, están Huidobro, Parra y
Bertoni. Poetas que te hacen cues-
problemas: nos gusta mucho el
chaqueteo y no nos gusta tanto la tionar si lo que dicen va en serio o
lectura. Por lo mismo no sentí la ne- es una gran pitanza, un chiste, una
cesidad de “contra-argumentar”: el estafa (con Bertoni aún me lo estoy
chaquetero no necesita argumentos preguntando). Te pueden gustar o
(ni los tiene). Ahora, el problema caerte mal, pero en ningún caso de-
que hay aquí, es que hay gente que jarte indiferente.
pretende escribir sin tener idea de 8 ¿Tienes algún contacto
lo más básico de lo básico. Y eso con otros poetas de Concep-
no se aprende en la U ni en el li- ción?
ceo, se aprende leyendo. Leyendo
a Cortázar –sus recortes de diario Honestamente, poco. He conocido
en Rayuela, por ejemplo-, a Bene- poetas muy buenos en mi círculo
22 detti, a Kafka, o mínimo la famosa cercano y algunos ni siquiera se
pregunta “¿hay algo más triste que llamarían poetas a sí mismos, aun-
un tren bajo la lluvia?” de Neru- que el talento está. Pero a veces las
da. Todo lo que se pide es un mí- instancias de encuentro son pocas
nimo de comprensión lectora. Y ni y en ese sentido es un gran aporte
eso había. “Poema tristísimo” era el que existan revistas como ésta,
una gran tomada de pelo como las para que no nos volvamos islas, lo
que le haces a tus hermanos chi- cual es fácil que ocurra. Necesita-
cos. Y por lo visto, algunos todavía mos retroalimentarnos, compartir
no caen. En fin, son los riesgos de experiencias, y se necesitan más
mezclar poesía y humor. Si alguien oportunidades para ello. Hay bue-
sabe a quién le plagié el verso so- nos poetas jóvenes en Conce. No te
bre Space Invaders, que me avise salen veinte al levantar una piedra
porque yo todavía no me entero. tampoco, claro, pero están. Tenlo
7 ¿A qué poetas conside- por seguro. Hay que buscarlos.
ras tus mayores influencias?
BAJONES:
1. Poema Tristísimo
¿Qué diría?
Pensándolo bien, tal vez lo mismo que yo:
Y es ahí —precisamente en el “mismo”—donde está
La verdadera diferencia:
¿No te da vergüenza?
¿Por qué haces esto?
¿Se te ha vuelto un vicio?
¿O es la única manera de no ir a dormir con
El tic-tac enfermante del reloj vacío?
No.
Bear Grylls y yo tenemos exactamente el mismo oficio:
Sobrevivir apenas.
Lo hacemos
por
lo
mismo.
Esperanzas
1. Incomodidad
Una parte de mi conciencia latente
Abre un ojo, como un ojo de mi cuerpo:
Una parte como un injerto,
Como un implante de un cuerpo ajeno,
26 Ocupando el lugar de algún miembro ya muerto.
Entonces me muevo
Todo este sueño que he estado durmiendo
Se está convirtiendo en una mediavela,
Durmiendo a saltos,
A entresueños.
Me desvelo.
2. Ó (Estados de la materia)
Soy Agua:
O me muevo o me pudro.
Soy agua.
—Desordenada y vacía.
Me estafaron, no la quiero,
Déjensela para ustedes:
¡Nica!
2. Mensaje en la botella
No me pude decidir así que decidí no decidir;
Arrojé las dos botellas:
Decían más o menos así:
Lado A:
En la isla desierta,
En medio de la nada,
Esperando el avión…
¡¿No es maravilloso?!
Lado B:
En la isla desierta,
En medio de la nada,
Esperando el avión…
La versión malsonante,
Sonaba mejor, porque rimaba,
Ángelo Briones
(2º lugar en el concurso de poesía)
Nací el mes de abril del 89. Al parecer viví 4 Tu poesía además, por momen-
en Santiago. Pero todo recuerdo comien- tos es muy narrativa. No es difícil
za en Concepción, Chiguayante y ya más identificar personajes y aventu-
grande, Talcahuano. ras que se desarrollan en la noche,
Con respecto a si he publicado, una vez rodeados de alcohol y de ansias
saqué mención honrosa en el concurso sexuales. ¿Sientes afecto por ese
de cuentos de “Carnestolendas” aunque tipo de personajes?
nunca salió el supuesto compendio de
cuentos. (N. de los Editores: “Carnesto- No es afecto sino que estoy hablando de
lendas” fue un concurso de cuentos or- eso que suele llamarse entorno.
ganizado por alumnos de la Universidad
de Concepción, el año 2009)
5 ¿A qué autores nombraría como
influyentes en tu formación litera-
2 Cuéntanos, Ángelo, ¿Cómo fue ria?
tu acercamiento a la poesía?
Baudelaire, Mario Puzo, Poe, y a veces
No sabría decir el cómo fue mi acerca- me gustaría que fuese Bolaño. Los otros
miento. Leyendo, obviamente. Comen- ya se saben quienes son.
zando, proactivamente, en mis años de
básica. Decir más de eso, creo que sería
hacer ficción, mentir, tal vez. 6 ¿Mantienes relación con algu-
nos poetas de Concepción? ¿Qué
c) En tu poesía hay claramente un opinión te merece la escena literaria
aire de decadentismo francés, de de Concepción?
hecho es explícito en el título del
poema “Spleen”. Pero además de Conozco a un par de poetas. Y con tan
decadentismo parece haber cierto solo uno tengo una relación. Así que no
pesimismo, como si ya no quedara podría dar una opinión sobre el panora-
más qué hacer ¿Qué puedes decir al ma regional. Aunque por lo que se vio en
respecto? ¿Estás de acuerdo? la revista, parece ser que la gente está
muy romántica últimamente. Debe ser el
Si, todo esto se jodio hace tiempo. invierno.
Ars Poetique1
Sabe,
vengo necesitando hace algún tiempo eso de los setenta mil pesos.
Mire los últimos días, quizás tiempos,
no han sido muy bueno que digamos.
Aun así no he olvidado sonreír.
Cuando me refiero a que no han sido tan buenos como pudiesen ser quiero decir
verdaderamente que me encuentro con una cantidad considerable, a mi parecer, de
problemas económicos. De esos problemas que son de esta vida…
Primero debo una cantidad de dinero ostentosa a una casa comercial por querer
leer a Burroughs y a Harris.2
También tengo que cancelar una deuda de una U.T.M.
por haber sido encontrado
bebiendo restos de vino blanco en un vaso de 250 c.c.
en algún lugar de Paicaví.
Necesito cancelarle a mi mujer alrededor de cuarenta mil pesos
32 por gastarme parte de su dinero (que debí guardar) en un prostíbulo
con mi amigo Jesús Miquel.
Puedo decir, además, que hay otras cosas que necesito
y que tal vez pudiera pedir ayuda también.
Un poder decir que muchas veces me he convencido de que no sirvo para esto.
De qué no he podido tener una relación sana y
por eso verse en el espejo durante diez días con la cara de años podridos
que se deben caminar y caminar cuando te dicen qué el mundo es lo único
que se permite ser vivido.
No se trata de la utopia del poeta ido.
El show de carne es el que hace las peticiones
Y
luego, las represalias. Llenas de lógica y ego.
Pero en consideración a lo anterior sé que tanto el dinero como la poesía
ya no significan un punto a considerar.
Aún así, me gustaría sentir que no estoy mendigando nada a nadie.
Se refiere una petición de una persona normal:
Sin vergüenza y sin dignidad.
Pudiese ser también que esté quebrantando algunas morales poéticas o dogmáticas
contenidas en su persona.
En fin…
La muchacha no puta
esa noche
me
apareció como hermosa.
‹‹Spleen››
Con mi jardín
de flores viciosas he caminado.
Me he levantado tarde,
rascándome el alma,
buscando el relajo.
Sintiéndome, tan feliz como una mujer.
Corriendo al viento
y así, borracho, a veces
no he tenido miedo alguno.
Eso de caminar por los parques,
lo recomiendo.
A pesar de qué una que otra vez no
ha estado nadie para tomarle la mano.
La metafísica de lo irrelevante,
la pluralidad de los cielos.
Viéndose hasta el punto
tantas veces repetido:
Crecerás.
Con mi jardín
de flores viciosas
escribí sobre el cuerpo de una mujer.
Le mordí los labios carnosos recreados una y otra vez.
Le dibuje en su rostro
todos los días, las noches.
No había nadie más en esa pieza
y comenzamos a llorar.
Tan perdidos.
Tan frágiles y pintados.
Volviéndonos locos
y permitiéndonos sangrar
hasta la gloriosa imagen de un Cristo 37
aberrante, perfecto.
Arrojado en el piso
con hematomas
en los pechos,
con heridas en los pezones.
Con rouge en su vientre
develando plásticamente
su sexo.
Con mi jardín
de flores viciosas.
¡el baile, el balie!
Con mi jardín
de flores viciosas.
Quiero morir,
a veces
me quiero morir.
Con mi jardín
de flores viciosas
“crecerás”.
Con mi jardín
de flores viciosas.
Con mi jardín de flores viciosas…
He levantado la mirada.
Mis pulmones llenos de humo
y la tos seca, despierto.
Porque
aquí ya no hay nadie
que se permita ser yo.
La enfermedad en la literatura.
A propósito de Claudio Contreras.
Por Alonso Tapia.
U
no de los primeros sínto-
mas de la tradición chile-
na de poesía es la obra
de Carlos Pezoa Veliz,
quien en su célebre poema, Tarde en
el hospital, escribe : Y pues solo en
amplia pieza/ yazgo en cama,/ yazgo
enfermo,/ para espantar la tristeza, /
duermo. Estos versos abren un tema
y una estetica que en la poesia chile-
na posee una larga lista de practican-
tes: una utilizacion de la enfermedad
como tema y una estética que corre
a la par con la literatura, inspira y de-
termina la escritura de los sufrientes
o de los afectados. No es novedad ni
38 de Chile ni de la poesia, ya el libro
de Paul Verlaine, titulado: Mis hospi-
tales, nos habla de estas relaciones
en otras latitudes y en otras escuelas
esteticas, mas vastas que la chile-
na. Puntos culmines de esta estetica
pueden ser los libros de Enrique Lihn,
Diario de Muerte, y el mas actual, Ve-
neno de Escorpión azul de Gonzalo
Millan. Ambos autores hacen un re-
lato, recuento, y se cobran un par de
cuentas. En algunos momentos, lúci-
dos desde el lecho, desahuciados y
con medio cuerpo en tierra en otros.
Parto de estas aclaraciones para ha-
blar de Claudio Contreras, (1979) in-
cipiente escritor penquista fallecido
a los 24 años por su propia mano,
quien forma parte de esa lista más
anonima, menos espectacular de es-
critores que pronto, si nadie escribe
de ellos pasarán al olvido. cidad.
Pero su mera lectura nos da espe- Claudio Contreras es sólo uno más
ranza. Quizás fallaron, quiza erraron en esa tradición, pero no uno cual-
sus pasos, pero quien podrá negar quiera, alguien que extremó su es-
que algo de razón tenían. La en- critura y su vida para dejar en to-
fermedad puede ser un tema recu- dos aquellos que lo conocimos una
rrente, pero no es eso de lo que me duda.
interesa hablar acá, sino de cuando ¿Era necesario? Escribir y vivir con
la lógica de la enfermedad se apo- esas premisas.
dera de la creación literaria. Como Creo que sí, era
dice Capote en el prólogo de Música perentorio extremar esas condi-
para camaleones: cuando el arte se ciones, que cada tanto aparezcan
trasnforma en un flagelo, su prácti- estos escritores que lo dan todo
ca se vuelve dolorosa y adictiva, a sin medida, que parecen fuera del
partes iguales. mundo observándolo atentamen-
La búsqueda del arte como una te, capaces de develar con su es-
enfermedad y de la enfermedad critura y sus gestos lo fácil que es
39
como una fuente de la escritura es confundir todo en la calle y en la
lo que provoca esa voragine de la vida. Son necesarios. Hay sólo un
flagelación a la persona. La fuente par cosas que importan para un es-
de inspiracion equivale a la lógica critor. Esta consigna puede llevarnos
de la practica artística. En Claudio a la enfermedad, el problema es que
Contreras, podiamos leer sus alco- habitamos un mundo de objetos y
hólicos eternos, sus perdedores po- no de palabras, un mundo en que
bres como una forma de habitar a la palabra esta relegada a la infor-
la contra del mundo. Seres que en mación y el orden. Como toda esta
su desolado padecimiento creían en tropa de enfermos increibles que
sujetos tan inverosimiles como en nos han legado una tradición digna
ese vendedor de mujeres instalado de seguir y releer, Claudio Contreras
en pleno mercado central de Con- se ha transformado en un parame-
cepción de uno de sus cuentos o de tro de la escritura narrativa penquis-
ese payaso que forma parte de su ta, un tanto secreto y poco a poco
única obra de teatro. Un ser despre- con menos lectores, uno de aquellos
ciable que se preocupa de cazar a que nos revelan lo importante en el
un león escapado de su circo y de arte de la escritura. Seguir leyendo
despreciar a un hermosa mujer , hasta que todo tenga un sentido o
loca por él, por patetica y accesible deje de tenerlo. Es por ello que los
a cualquiera de sus deseos. Y ahí en insto a buscar todo lo que puedan
medio de esa historia el perdedor conseguir de este nóvel y tristemen-
que sufre, engañado por su cómpli- te desaparecido escritor joven de la
ce, el payaso, y despreciado por la zona.
mujer de sus sueños, aparece para
perder toda probababilidad de feli-
s de
o e ta a
P on
Z
la
T
al como en el número anterior, en la siguiente sección
damos espacio a dos poetas de algún modo relacio-
nados con Concepción. Kato Ramone (1971), poeta y
escritor que vivió por largos años en Concepción, y
que ahora, desde otra ciudad comienza a ver ciertos merecidos
frutos. Y Cynthia Vanlerberghe (1982), joven poeta, dueña de
un tono particularísimo, irónico, cercano, desenfadado, y a la
vez irrespetuoso.
Cynthia Vanlerberghe.
- Es un placer invitarte a publicar tus textos en la Revista, Cynthia.
La verdad es que conocí tu poesía a través de la Muestra de Poesía
Sub-30. Editada por Alexis Figueroa (2008). ¿Qué te pareció esa
Muestra? ¿Cómo llegaste a ser publicada en ella?
Y bueno, ambos. Me ayuda porque así tengo algo contra qué re-
42 belarme, como ahora, contestando una entrevista cuando debería termi-
nar un informe. Me afecta porque me quita tiempo, viajo mucho, harto
terreno, harto sacarse la cresta y claro, también tengo algunos relajos
los que trato de aprovechar. Igual es difícil ser tantas cosas, Ingeniera
Ambiental, Mamá, Estudiante, Polola, Hermana, Amiga e Hija, y con tan
pocas capacidades para cada disciplina, pero con el tiempo me he acos-
tumbrado a ser (y hacer) de todo, con nada.
44 Sufijos.
Quiero hacerme bolita, cuando no estás, quiero hacerme bolita, rodar hasta
mi camita, quiero ser bolita, mirarme el ombliguito, darme vuelta enterita y
conocerme por dentrito, buscar un nuevo senderito, como una peruanita,
anoche salí a correr porque pensé que me haría caquita, quiero hacerme bo-
lita, cuando estoy tristecita, quiero hacerme bolita, hacerme un lulito, como
a los moquitos, hacerme bolita, siempre chiquitita, muy pequeñita, y hablar
como las weoncitas, quiero hacerme bola, reventarme la cabeza contra el
parabrisas, arrancarme las corneas con un sopapo, machacarme la poronga
contra la gran muralla china, bien grande, nada pequeño, todo gigante, como
tu pene que levanta su cabeza al verme, quiere verme, que gesto tan bonito,
tan chiquitito y tan bien educadito, así me gusta, nadita nos separará, aunque
tenga miedito, mi vaginita y tu penecito siempre juntitos, por siempre, hasta
que venga otra y te lleve, bien lejos, a la cresta, no te quiero ver, ni a tí ni a
tu pico, culiao, culiaito, tan bonito que te ves encimita mío, tu mamita ni se
imagina que haces estas cositas conmigo, quien te viera, quien te vio ahora,
tan bueno para la cachita, y antes con suerte me rozabas una tetita, de mis
pequeñitas, mis tetitas de chinita, la Anita siempre me dice: sin tetas no hay
paraíso, pero don care cacho representando a todas las planitas, virgen ma-
ría purísima, sin cachita concebida, hay que ser bien weoncita para quedar
embarazadita sin nada de nadita, ahí cada uno con su hoyito, ella está harto
grandecita, harto peludita, como yo que cuando me hago la grande, siempre
quiero terminar chiquitita.
Ejalé
Cuando te falta uno y te acuerdas de todos los que viste inflados, volando en
los recitales
---*---
cuando tu pene llora en mi pancita siento gotas tibias de cariño comprimido. se
enfrían rápido dejando morir más de un millón de células. un cementerio en mi
pancita. un cementerio de perdedores. tratando de fecundarme por el ombligo.
muriendo por negligencia. los recogeré y meteré en mi vagina. al que sobreviva le
llamaré nemo.
Jamais vu
Pensar que todo lo que vivimos juntos, todo lo que hacemos, las canciones y
palabras, los libros y las películas, las calles y las cervezas, todos serán parte de
un sinnúmero de recuerdos que se evocaran con cada necio y nimio detalle que
me torturará por el resto de mis días; hasta que llegue otro a ocupar tu lugar,
y la historia se repetirá una y otra vez incansablemente: el amor es la misma
empanada en diferentes septiembres.-
Hecha Pebre
Tomé un tren a San Rosendo en la mañana de hoy, cerca de las 8.38. Subí al
tercer vagón y me senté a lado izquierdo, ventana. El Biobío se veía turbio por
las lluvias de la semana y, a pesar de que el día comenzó soleado, la escarcha
persistía en el pasto, es que era muy temprano aún y el sol está tan lejos del
planeta a esta altura del año. Abrí el diario y vi una foto del escote y pezón de J
Lo, como eso no me calienta, rompí el diario en pedazos que distribuí dentro
de mis zapatillas, para darle un uso práctico a La Crónica. Apago el discman
y le saco las pilas, se las pongo a la cámara y tomo fotos hasta que llegamos 47
a la última estación ferroviaria. Bajo y me reciben con la mirada vidriosa, un
par de viejos sentados en una banca café. Caminé por la plaza y luego, direccio-
né mis intensiones hacia el puente ferroviario, al lado de unos trenes vencidos,
cansados y atrasados. Me senté en el borde del puente, suspendida por encima
del Rio Laja, y, de pronto, vi como cada trozo de mi comenzaba a suicidarse,
uno tras otro, turnándose la muerte. La esperanza, en silencio, fue la primera
en arrojarse, no me sorprendió porque ella siempre se va de esa forma, ni se
despide. Después de ver esto, mis miedos corrieron desenfrenados, gritando,
llorando, golpeándose unos a otros hasta que cayeron estúpidamente por entre
las aberturas del puente. A ellos, les siguieron mis valores, mis reflejos, el amor
y una que otra pestaña. La seguridad me miró directo a los ojos antes que la
corriente se la llevase hacia el oeste y la última línea de fe que me quedaba,
se rió fuerte hasta que el agua la cubrió por completo, ahogándola. (Algo sabe
ella, algo ignora ella). El sarcasmo se tiró de guata, la misantropía ni me miró,
la importancia le dio color y la pena la dudó caleta. Mi infancia me dijo “perdón
por lo poco” y la juventud se fue triste, mirando siempre hacia atrás. El colon se
lanzó rápido, con vergüenza, evitándome. La cordura se tiró al mismo tiempo
que la nacionalidad, siendo mi nombre el último en eliminarse (y el que menos
me importó). Todo lo que tenía, todo en lo que creía se suicidó ese día tipo 11
de la mañana.
Regresé a Concepción más liviana, flotando, casi rosando el suelo, no tenía di-
nero ni nada, valía menos que cero, era la nada, después de haber sido tantas
otras cosas buenas. Me fui a la casa. Tomé los lápices de colores, me dibujé un
cuerpo generoso, con el ceño fruncido, las comisuras de mis labios hacia abajo,
medio tristonas, los ojos sonriendo a carcajadas y un corazón bien grande en
el pecho.
Es que lo quería todo, lo quería todo.
Entrevista a
Kato Ramone
por Alonso Tapia A.
L
eí una nota en la red, sobre el escritor de Concepción, Kato Ra-
mone. Trataba de su última novela publicada, La basura de Grecia.
Recuerdo que repare en lo rockero del nombre y luego me di cuenta
que había escuchado a ese poeta y narrador en alguna otra parte. Y
claro, si lo había escuchado, en una pequeña sala contigua a la escurridiza
librería de Omar Lara, lugar que era utilizado para lecturas y eventos de
esa índole por Lara. Fue alrededor del 2005, incluso pudo ser el 2006, no
lo sé con certeza, no recordaba tampoco ningún poema definido de esa
tarde, pero guardo el impacto de sus palabras y de su lectura. Sé que salí
de ese lugar con la profunda convicción de que había escuchada a un muy
buen poeta. Salí a la calle solo y creo haber vuelto a mi hogar en paz. Con
este recuerdo, me sumergí en la red a buscar una forma de contactar al
escritor, llegue a un blog, abandonado por su creador, pero que al parecer
aún servía para dar con kato(a esta altura ya lo sentía cercano), porque en
solo unas horas, al otro día tenía respuesta a mi curiosidad; si, el creador
era Ramone. Su calidez y humilde prestancia a cooperar con mi vehemente
deseo de obtener algunas respuestas de su persona acerca de su obra, de su
vida y de su relación con Concepción fueron amablemente contestadas, no
sin un largo intercambio de mails, aclarando dudas y plazos. Ambos veía-
mos interrumpida esta comunicación con otras responsabilidades, pero,
a dios gracias, eso no impidió que tengamos, hoy frente a ustedes, esta
entrevista y escritos del escritor Kato Ramone para disfrutar, leer y pensar.
¿Cómo fueron los inicios? ¿En qué momento decidiste que escribir sería tu
camino?
Los inicios fueron desde que tengo memoria. Me interesé desde bien pequeño
por la poesía y fui siempre un lector voraz. Lo he dicho varias veces y lo hago
acá otra vez: crecí en una casa con pocos muebles, pero con muchos libros.
Decidí que escribir sería mi opción principal de vida durante la cárcel, aunque
no por la cárcel, sino porque era algo que siempre estuvo en mí, siempre
escribí, siempre leí. Pero en un momento prioricé la militancia política. Ahora
privilegio mi militancia en la literatura.
Mira, hubo ocasiones de mi vida, cuando era prisionero político, en que ni si-
quiera necesité lápiz y papel. O los necesité, pero no los tuve, y pude escribir
igual, mentalmente, y luego traspasé los textos a un soporte. En todos los años
de cárcel jamás tuve una máquina de escribir, ni hablar de un computador.
Lápiz, papel, cuadernos, y no siempre. Esto en un sentido práctico, material.
Yendo al fondo del asunto, para escribir se necesita la necesidad de expresar
algo en una forma dada y con fines determinados. Para no generalizar, digamos
que al menos así lo concibo yo, que no escribo por orden de las musas o por
raptos de inspiración, en fin, sino con la película bastante clara en cuanto a
estructura y objetivos. Podría darte alguna respuesta más poética, pero para
eso están los malos poetas.
PATEADURA
Horribylemente
maltratado
horriVilemente
horrible Mente
viendo que la hora 18 resopla caballos envenenados por el color del crepúsculo
y con mi guitarra eléctrica sangrando en el último país de mis venas negras
sostengo una mirada blanca bajo el parrón seco de la tarde
y luego pienso
52 pero no existo
sólo compongo la canción
que mi fantasma ha de cantar.
Una pateadura así no te la dan todos los días, Hermano
la vida pues, la vida
esa voz que navega tan barquita y de papela
pero que te suelta de pronto
su montón de piratas de papel y esas ventanas recién salidas del cascarón
ventanas de yemas amarillas
abiertas hacia el cielo pollito que tirita y que jadea.
Me duelen las costillas, Hermano
alguna he de tener quebrada
rota como la mano de hojas secas
que piso en mi rostro
ese parque vacío donde van a dormir otras caras.
Mi canción está acabada
sólo busco el corazón que
—perro que huele a su perra—
la desafine con otro corazón.
*** (2007)
Kato Ramone
Nueva Sección
nauguramos en este segundo número una sección dedicada a difundir a algunos de los mejo-
I res cuentistas de la historia. Si bien la idea surgió poco después del lanzamiento del primer
número, y nos dedicamos por unas semanas a elegir el cuento para el segundo número, la
verdad es que el destino y la muerte hicieron esa elección por nosotros.
El 21 de agosto recién pasado, a los 69 años, falleció en Buenos Aires Rodolfo Enrique Fogwill, uno de
los dos mejores escritores argentinos vivos (el otro se supone, es Piglia). Aunque mayormente des-
conocido en Chile, Fogwill cobró cierta relevancia en los últimos años por la difusión de sus cuentos
por Internet, en especial por uno de ellos que es considerado una sencilla obra maestra: “Muchacha
Punk”, de 1978, un cuento que más que por su curva argumentativa destaca por el renovador uso del
lenguaje y por el desparpajo narrativo de Fogwill. A partir de ese cuento, los seguidores del escritor
argentino se multiplicaron al punto de que a principios de año se editaron en Chile sus “Cuentos
Completos”. Fogwill además fue novelista, poeta (sin mencionar que se dedicó a la sociología y al
marketing) y un polemista de ingenio. Sus poemas están dispersos en la red, mientras que su mejor
novela es “Los Pichiciegos” de 1983, la cual, claro, fue editada en Chile después de su muerte.
No podemos no publicar un cuento de Fogwill, nos dijimos, ante las circunstancias. Es
por eso que para inaugurar esta sección publicamos uno de sus mejores cuentos (no publicamos
“Muchacha Punk” porque lo pueden bajar a cualquier hora de Internet), el increíble relato llamado
“La larga risa de todos estos años” de 1983. Una historia magistral, un lenguaje como un trozo de
carne, una burla al lector, una risa, una larga risa, la risa de Fogwill. Todo eso está presente en este
cuento.
En memoria de Rodolfo Fogwill, un grande de la literatura, un valiente. O, como dijeron
sus editores españoles luego de su muerte, “un tipo que siempre intentó convencernos de que todo
le daba lo mismo, pero que en el fondo era un romántico”.
La larga
risa de
todos
estos
54
años
de Fogwill
N
o éramos tan felices, de andar siempre cambiando de auto,
pero si en las reunio- esos fueron los gastos mayores de la
nes de los sábados al- época, y como casi nunca nos faltaba
guien hubiese pregun- plata, ella hacía, puntos entre martes
tado si éramos felices, y jueves las primeras semanas del
ella habría respondido “seguro sí”, o mes, llegaba a casa bien temprano, me
me habría consultado con los ojos an- daba un beso, se cambiaba y se ence-
tes de decir “sí”, o tal vez habría dicho rraba a cocinar.
directamente “sí”, volteando su largo A veces pienso que por entonces cada
pelo rubio hacia mi lado para incitar- día era tan parecido a los otros, que
me a confirmar a todos que éramos por esa constancia y esa semejanza se
felices, que yo también pensaba que producía nuestra sensación de felici-
éramos felices. Pero éramos felices. dad.
Ya pasó mucho tiempo y sin embar-
go, si alguien me preguntase si éra- Salía temprano. Dejaba el taxi en Vein-
mos felices diría que sí, que éramos, ticinco de Mayo y Corrientes y se iba
y creo que ella también diría que fui- caminado hacia Sarmiento; a veces se
mos muy felices, o que éramos felices entretenía mirando una vidrie-
durante aquellos años setenta y cinco, ra de antigüedades, monedas
setenta y seis, y hasta bien entrado el viejas, estampillas. Serían las 55
año mil novecientos setenta y ocho, tres. Había por ahí hombres
después del último verano. parados frente a las pizarras de las ca-
sas de cambio, gente que copia en sus
Salía por las tardes, a las dos, o a las libretas las cotizaciones, y el precio de
tres. Siempre los martes, miércoles y los bonos y de los dólares de cada día.
jueves, después de mediodía, se ma- Alguno de ésos la miraba.
quillaba, me saludaba con un beso, se Entraba al bar de la esquina de la Bol-
iba a hacer puntos y no volvía hasta sa. Se hacía servir un té en la barra y
las nueve de la noche. generalmente alguien la veía y la re-
A fin de mes, si había dinero, no sa- conocía y la citaba. Los conocidos la
lía a hacer puntos. Entonces, también citaban allí, en el bar de la Bolsa.
aquellas tardes de martes a jueves nos Los hombres no podían olvidarla con
quedábamos charlando, tomando té, facilidad.
o ella se encerraba en el cuarto para Si no conseguía cita, pagaba el té, de-
mirar televisión mientras yo trabaja- jaba su propina, se iba caminando por
ba, o me acostaba a descansar sobre Sarmiento, y en algún quiosco com-
la hamaca paraguaya que habíamos praba revistas francesas o brasileñas
colgado en el balcón. para mirarlas tomando su café en la
Y si faltaba plata, en la primera se- confitería Richmond de la calle Flori-
mana del mes hacía dos puntos cada da.
tarde: se iba temprano al centro, hacia Ahí siempre alguien se le acercaba.
algún punto, después volvía a nues- De lo contrario, poco antes de las cua-
tro barrio para hacer otro punto por tro, salía a recorrer Florida hacia la
Callao, y yo la esperaba sabiendo que Plaza San Martín mirando vidrieras,
aquella noche llegaría más tarde. Pero o demorándose en las cercanías del
siempre teníamos dinero. Hubo capri- Centro Naval y en los barcitos de la
chos: el viaje a Miami, los muebles de zona, llenos de oficiales de paso que
laca con gamuza amarilla y la manía dejan a sus familias en las bases del
sur y sabían de ella. y quedó sorprendido, igual que yo.
Si no encontraba un oficial, seguía Me reconoció por aquella película de
hasta Charcas y pasaba por la vie- la Edad Media –la del whisky– como
ja galería, donde nunca solía fallar, había pensado que ella vivía sola, mi-
porque si los mozos del snack bar la raba mi kimono de yudo, veía el des-
veían sola, le presentaban a los turis- orden de papeles sobre mi escritorio,
tas que habían andado por ahí bus- y la miraba a ella, averiguando.
cando una mujer. Notó un papel de armar entre mis
libros. Era un papel americano, con
Una mujer. ¿Qué sabrían ellos qué es los colores de la bandera yanqui y
una mujer? Yo sí sé. Sé que ella era preguntó si fumábamos. Ella dijo que
una mujer. No sé si lo sabrán todos estaba para ofrecer a las visitas y a él
los hombres que la encontraban en la le pareció bien y siguió curioseando
Bolsa, en la Richmond, en el Centro entre los libros. Esa primera vez estu-
Naval, o en algún sitio de su camino vo medio trabado, igual que yo, que
entre la Bolsa de Comercio y la gale- jamás esperé que me trajera un poli-
ría, pero sé que algunos lo supieron, cía a casa.
y fueron sus amigos, y casi amigos Pero después nos hicimos amigos. Se
míos fueron –los conocí–, y me consta acostumbró a venir y nos telefoneaba
que, por conocerla, algunos de ellos desde el garage para anunciar que al
aprendieron qué es una mujer. rato subiría a tomar algo, o a charlar.
Dejaba sus armas en el auto. Para
Algunas veces se le acercaban hom- ellos es obligatorio llevar siempre la
bres de civil fingiendo que buscaban pistola en su funda de la cintura, o en
citas, pero ella los descubría esas carteritas que usan ahora, pero
56 –tenía para eso un olfato espe- él, por respeto a la casa, dejaba todo
cial–, y les decía que se fuesen a en el garage.
alcahuetear a otro.
Los especiales, los de la División Mo- A veces preguntaba por ella: –¿Y
ralidad, la dejaban seguir. En cambio, Franca…? –Parecía amenazarme:
los oficiales nuevos de las comisarías, “si decís que no está, seguro que me
recién salidos de los cursos, se ofen- muero…”.
dían y la llevaban detenida a la sec- Y yo le explicaba que estaría haciendo
cional. Allí tenía que hablar con los puntos, que pronto llegaría, y lo invi-
de la guardia; mostraba las fotos de taba con un whisky.
publicidad, los documentos, las lla- Para no molestar, él se quitaba los
ves de casa y las del auto y los jefes le zapatos, se acostaba en el sillón del
permitían salir. living y se quedaba ahí mirando el
¿Qué otra cosa podían hacer? Una no- techo hasta que ella llegara, sólo por
che llegó a casa con un subcomisario. verla, aunque estuviesen esperándo-
Yo la esperaba trabajando frente a mi lo en su oficina, una sección especial
escritorio, y cuando oí la cerradura, de vigilancia que funcionaba cerca de
miré hacia la puerta para ver su carita casa en la época de la presidencia de
sonriente y lo vi a él. Isabel.
Parecía un profesor de tenis, o un Parecía un instructor de tenis, o el en-
vividor de mujeres ricas. Él notó la cargado de un yate de lujo. Siempre
expresión de mi cara al oír que me de sport, bronceado; tenía cuarenta
lo presentaban como subcomisario y dos años, pero parecía menor, de
treinta o treinta y cinco. Se llamaba tres.
Solanas. Los que se hacían amigos cenaban en
Fuimos bastante amigos. No es fácil casa; a los que no se querían ir, les pre-
ahora confesar amistad hacia un poli- parábamos una camita en el living, y
cía, pero no ha sido el único. También ahí dormían, sin preocuparse por lo
siento amistad hacia el inspector Fer- que hacíamos en nuestra habitación.
nández, de la Policía Federal, a la que Hasta venir a nuestro departamento
llaman la mejor del mundo aunque a nunca un cliente sabía de mí. Yo en
él lo tenga destinado a una comisaría cambio sabía de ellos porque Franca
de mala muerte, en un barrio donde me detallaba todo lo que hacía con
jamás nada sucede. A Solanas lo ha- los puntos. Fue una época. Yo quería
bía conocido haciendo puntos. averiguar, conocer más. Sentía curio-
Le habrá cobrado, la primera vez, lo sidad por entender qué había hecho
mismo que por entonces les cobraba a cada tarde, y hasta trataba de imitar,
todos; serían veinte, o veinticinco mil por la noche, lo que ella había estado
pesos: unos cien dólares, quinientos haciendo con los puntos durante el
millones de ahora. ¿Cómo decirlo si el día.
valor del dinero cambia más que cual- Por eso conocí, sin haber ido
quier otra costumbre de la gente…? nunca, todos los hoteles que a 57
Desde que se hizo amiga de Solanas y ella le gustaban, y hasta podía
lo empezó a traer a casa, nunca volvió imaginarme los departamenti-
a cobrarle. tos de los solteros, y la decoración de
los departamentos que alquilan los
Tampoco creo que haya vuelto a acos- casados para escaparse un poco de la
tarse con él: ella diferenciaba a los mujer. Tenía de cada uno de esos lu-
amigos de los puntos, y entre los pun- gares una idea tan nítida como la de
tos distinguía bien a los clientes esta- Franca, que se acostaba allí dos o tres
bles de aquellos hombres ocasionales veces por mes.
que aceptaba sólo cuando veía que Parece mentira, pero la gente, aún en
se le estaba yendo la tarde sin con- las cosas que hace más en la intimi-
seguir un conocido. . Si los entraba a dad, se parece entre sí tanto como en
casa, significaba que ya era amiga de las que hace porque las vio hacer an-
los puntos. Saldrían del hotel, o del tes a los vecinos, a sus socios del club
departamentito del hombre y entu- o a los actores de las propagandas de
siasmados, irían a un bar para seguir la televisión.
charlando. Después, cuando llegaba Después dejé de averiguar. Ella me
la hora de volver, ella querría volver anunciaba si había hecho algo poco
–necesitaba volver–, se haría acompa- común, aunque eso sucediera muy
ñar hasta la puerta y si seguía la char- pocas veces.
la y le seguía el entusiasmo, lo hacía Celos jamás sentí. Rabia sí; cuando
subir a nuestro departamento. pensé que me mentía, o cuando sos-
peché que ella agregaba algún detalle
Cuando está comenzando una amis- para probar si yo sentía celos.
tad, nada la puede detener. Por eso, Con el tiempo aprendí que así como
al nuevo amigo ella lo hacía pasar, lo yo nunca le había mentido, ella tam-
presentaba, y el hombre seguía ha- poco a mí me había mentido, y por
blando conmigo mientras ella se cam- eso, si alguien hubiera preguntado si
biaba y se encerraba a cocinar para los éramos felices, habría dicho ella, igual
que yo, que sí, que éramos muy feli- dros colgantes de la pared, pudiese
ces a pesar de las pequeñas peleas y responder sus preguntas: “¿Quién
de los celos. vino?” “¿Dónde fuiste?”).Y yo quería
consolarla.
Porque ella sí celos sentía.
Alzaba un brazo, trataba de acariciar-
–¿Qué hiciste hoy…? –preguntaba al le el pelo, pero ella se volvía más ha-
llegar. cia la pared y miraba algún cuadro, o
–Y… nada… –decía yo, mostrándole peor, al zócalo directamente. Gritaba:
mi yudogui impecable, el cinturón –¡Ves que siempre mentís! ¿Ves que
recién planchado, el escritorio cubier- mentís? –volvía a gritar, como si la
to de fichas y de notas, y el mate frío pared le hubiese confirmado que yo
junto a mi cenicero lleno de filtros de mentía. (Yo no mentía.)
cigarrillos terminados. –No nena… No te miento… –juraba
–Nada… volvía a decirle, disimulan- yo, riendo, pero ella lloraba cada vez
do la sonrisa que me nacía al pensar más fuerte y me decía entre sollozos
que ella había andado por ahí creyen- que se iba a ir con un punto que le
do que esa tarde yo habría sido capaz había prometido un departamento en
de salir o de hacer algo diferente de Manhattan, con otro que la invitaba
cualquier otra tarde de mi vida. a un viaje por islas del Caribe, o con
aquél que le ofrecía pasar el verano
–¿Qué hiciste hoy? ¿Quién estuvo en su estancia del Brasil.
esta tarde? –volvía a preguntar. ¿Cómo no iba a reír si siempre ame-
–Y… nadie, Franca, nadie –le repetía nazaba igual: el Brasil, las islas del
yo. Caribe, el departamento “studio”
58 ¿Quién iría a estar? –¡Menti- en la isla de Manhattan…? Pero de-
ras…! –decía ella–. ¡Mentiras! bía haber evitado reír. Era peor: ella
Te leo en los ojos que hubo alguien. gritaba más: –¿Ves…? –preguntaba–.
–No. No hubo nadie Franca –le decía, ¡Te reís! –se respondía. Y explicaba–:
y ya sin sonreír, porque sabía cómo ¡Quiere decir que no te importa que
iba a terminar todo eso, empezaba a me vaya…! Quiere decir que vos no
mirarle los ojos verdes, para que al me querés… ¡Que nunca me quisiste!
comprobar que resistía su mirada, ¡Das asco! –No nena… –hablaba yo–:
ella entendiese que no tenía nada que ¡No peliés! –rogaba. Yo había dejado
ocultarle, que nadie había venido, y de reír, pero ella no había dejado de
que yo, aquella tarde, no había hecho llorar.
nada distinto a lo de todas las otras –¿Cómo que no peliés? –decía–.
tardes de la semana. ¡Cómo querés que no pelee si me men-
Entonces ella dejaba de mirarme. Sus tís! –Y me miraba y me gritaba:¡Sos
ojos verdes se fijaban en la pared y yo insensible! –protestaba cada vez más,
veía sólo la parte blanca de los ojos gritando más.
que empezaba a nublarse por lágri- Entonces yo miraba la hora y calcula-
mas mezcladas con rimnmel aceitoso ba. Sentía el paso del tiempo. .. Sentía
disuelto. que perderíamos la cena.
(Había algo loco en eso de mirar Y ella miraba mi escritorio –venía
siempre hacia un costado, siempre hacia mí y yo temía que comenzase
al mismo costado, como si la pintura a destrozar los libros, o a revolverme
de la pared, o la pintura de los cua- los papeles, o peor, que como muchas
veces, acabara tirando el cenicero y acariciaba todo su cuerpo y la sen-
mi mate al piso, aunque después ella tía todavía sollozar, o temblar –eran
misma tuviese que juntar la ceniza y los ecos de tanto que había llorado y
los restos de yerba, y fregar la mancha gritado y nos besábamos las bocas, y
verdosa que impregnaría la alfombra. ella empezaba a reír porque reconocía
Procuraba proteger mi escritorio; cu- en mi boca el gusto de sus lágrimas
bría todo con mis brazos abiertos. mezclado con gusto de tabaco y de
–¡No sigás…! –rogaba yo. rimmel, y así nos abrazábamos como
Pero seguía, ella. Tac, un libro. Trac: el jamás debió haberse abrazado con sus
cenicero. Tlaf: el mate de boca contra puntos y nos íbamos al cuarto, o a la
la alfombra; todo caía. Y yo me con- hamaca, y nos quedábamos por horas
trolaba, me relajaba, trataba de cal- amándonos, o hamacándonos hasta
marla. Imposible: nunca se calmaba. que el hambre, la sed o mis absurdas
Entonces dejaba mi escritorio; iba ha- ganas de fumar nos obligaban a sepa-
cia ella, le aplicaba una palanca de rarnos.
radio–cúbito, y la llevaba encorvada Esas noches no cocinaba. Después del
hacia el sofá. Trabándola contra los baño bajábamos a un restaurante del
almohadones, sobre el sofá o sobre barrio y nos sentíamos felices.
la alfombra, evitaba que se lastimase
59
tratando de librarse de mi palanca. La gente, desde las otras mesas,
–Calmáte amor… no sigas… –le pedía nos notaría felices y pasábamos
entonces, hablándole contra la oreja. días y semanas enteras felices sin pe-
Pero ella gritaba más: que la iba a ma- lear.
tar, que la quería matar. Y yo pensaba Si le quedaban marcas, reprochaba
en los vecinos, intentando callarla, y –¡Qué van a pensar…! –decía, riéndo-
aplastaba su boca contra los almoha- se, reconociendo que ella había tenido
dones. Era peor: se sacudía, gritaba la culpa.
más.
Entonces le vendaba la boca con mi Y nos divertíamos pensando que a los
cinturón, tensaba el cinturón bajo su puntos de esa semana, las marcas del
pelo, por la nuca, y con sus cabos le cuello, la espalda y las muñecas los
ataba las manos contra la espalda. In- entusiasmarían más.
móvil, podía decirle lentamente que Decía que le contaba a algunos –a los
la quería, que nadie había venido, que que le parecían más sensibles–, que el
yo no había salido y que sabía que hombre que vivía con ella se emborra-
nunca me cambiaría por el de Brasil, chaba y le pegaba. Que algunas veces
ni por nadie y ella dejaba de forcejear debían llevarla desmayada al hospi-
y yo apagaba la lámpara y me desnu- tal. Que no se separaba ni se atrevía
daba. a abandonarlo porque el tipo era un
Le hablaba despacito. La desnuda- asesino y que estaba segura de que
ba y antes de desatar el cinturón le tarde o temprano terminaría matán-
acariciaba el cuello y los brazos para dola.
probar si estaba relajada. Sólo la cas- A otros les hacía creer que se había
tigaba si hacía algún ruido o intentos lastimado en una caída del caballo.
de gritar por la nariz que pudiesen Tenía un caballo en el Club Hípico
alarmar a los vecinos. Alemán de Palermo. Lunes y sábados
Cuando se ponía bien soltaba el nudo, se iba a practicar equitación. Le hacía
la besaba, le besaba los ojos y la cara, bien eso a ella, como a mí me hacían
bien las prácticas de yudo. pero no tenían técnica ni fuerza. Ha-
bía muchachos jóvenes, de mi peso,
Toda la gente debería practicar un con fuerza y con técnica, pero sin la
deporte violento: teniendo el cuerpo madurez y la concentración que se lo-
tenso y fortalecido se está mejor de la gran en el yudo sólo mediante años
cabeza, se respira y se duerme mejor, de práctica.
se fuma menos y la vida comienza Entonces debía buscar gente de más
a parecerse más a lo que debe ser la peso. El capitán –setenta kilos era
verdadera felicidad. un hombre moreno y bajito. Cuan-
El caballo era un alazán. Se llamaba do Fukuma nos presentó, y durante
Macri; no sé por qué. Lo conocí un sá- el saludo, miró mi cinturón y habrá
bado, mientras la esperaba cerca del pensado que el maestro le pedía,
lago. Ella desmontó, vino hacia mí como favor, que me probase.
trayéndolo por una rienda, y cuando Gané los seis primeros lances segui-
dejé el auto para besarla, el animal dos. Siempre ganaba.
olió mi pelo, resopló, y se puso a gol- Una tarde, practicando retenciones, le
pear, nervioso, el suelo con las patas. apliqué algunas técnicas de hapkido
Nunca, dijo ella, se había portado así. y lo noté desesperado por salir. Cuan-
Era un caballo que tenía fama de no- do le hacía un “ojal” con la solapa de
ble y manso, pero algo de mí debía su yudogui argentino de loneta, no
ponerlo mal, porque las pocas veces bien sentía que la circulación cerebral
que me tuvo cerca reaccionó igual: re- se le dificultaba, en vez de golpear
soplaba, pisoteaba nervioso el césped para que lo dejase salir, me clavaba
con sus cascos. sus ojitos negros reticulados de ca-
La seguían militares por Paler- pilares rojos y yo veía una mirada de
60 mo. A ella no le gustaban los odio distinta a la de Franca, no sólo
militares, pero los lunes y los a causa del contraste con el hermoso
sábados –los días de ella–, muchos color verde de ella, sino también por-
van por ahí probando sus caballos. que se entendía que en aquel hombre
nadie podría transformar el odio en
Se le arrimaban. Trataban de hacer un sentimiento más elaborado.
citas.
Mucha gente jamás comprenderá el
Siempre los rechazaba. deporte.
Ahora permiten federarse y competir
Nunca hizo puntos por Palermo, ni en torneos a personas llenas de ideas
en el Hípico. agresivas, a quienes la experiencia
Para ella los caballos, especialmente del triunfo y el fracaso no les sirve de
su caballo, eran una pasión. nada.
El cuidador del Macri, lo supimos Habría que averiguar bien qué en-
después, era suboficial de Ejército. Se tiende alguien por éxito y derrota an-
ocupaba de eso para reforzar su pe- tes de autorizarlo a combatir o a darle
queño sueldito de fin de mes. un rango que habilita para formar
Yo luchaba con un capitán. Por mi discípulos. De lo contrario, en pocos
peso –sesenta y dos kilos–, nunca en- años, terminarán por desvirtuarse los
contraba en la academia con quién principios de las artes marciales.
luchar. A veces probaba con mujeres, Perder es aprender. Esto me lo enseñó
Fukuma, que lo aprendió del maestro porque a causa de su acento, “meté-
Murita, dan imperial que nunca auto- te” nos parecía una palabra japonesa,
rizó la ostentación de colores de ran- mientras que a él le sonaría tan natu-
gos en su dojo. ral y tan argentina como cualquiera
de las palabras del español que siem-
“Si yo tuviera tanta fuerza y tanta ha- pre pronunciaba mal.
bilidad…” –decía ella, refiriéndose a
mis palancas y mis técnicas. Sucedió en 1975. Estaba intervenida
Pero jamás pudo aprender. Compró la universidad y echaban a los pro-
kimono, pagó matrícula y el primer fesores porque en la facultad habían
mes de un curso con Fukuma, pero tolerado a los grupitos de estudiantes
al cabo de cuatro clases desistió re- que se mezclaron con la guerrilla.
conociendo que no alcanzaba a com- Pensé que me despedirían también a
prender los fundamentos de nuestro mí. En el segundo cuatrimestre cam-
deporte. bié el turno de mis clases y comencé
Franca había nacido para los caballos. a dictar los teóricos en este horario de
Calculó Olda Ferrer que yo podría lunes y sábados entre ocho y diez de
ganar una fortuna instalando un gim- la mañana. Con los nuevos ho-
nasio. rarios venían menos alumnos, 61
–¿Cuánto ganaría? –le pregunté. y como las autoridades de la
–Mucho –decía ella, mientras su ma- intervención siempre llegaban
rido, un psicoanalista, aconsejaba a tarde y nunca me veían, se fueron ol-
Franca que me impulsase a tomar dis- vidando de mí y no tuve necesidad de
cípulos. “meter” un instituto.
Para los psicoanalistas, poner un car- Calculaba así: “si con cuatro horas se-
telito y arreglar un local donde otra manales gano mil, y con cuarenta ho-
gente pague por asistir es un ideal de ras ganaría diez mil, cambiar no me
la vida humana, que resulta aún más conviene”. Las cifras son falsas: nadie
elevado si el lugar se llama “instituto” recuerda cuánto ganaba por entonces.
y el dinero que los clientes pagan es Hay algo que se aprende con el estu-
mucho. dio de las artes marciales: actuar so-
–¿Pero cuánto es mucho? –pregunté bre las partes del enemigo que ofre-
a la Ferrer, que era una economista cen menos resistencia.
bastante conocida, y calculó una cifra:
–Diez mil, para empezar. Después Escribí “partes”. Una traducción co-
más, veinte, o treinta mil… rrecta del japonés habría elegido la
Dijo eso o cualquier otro número; no palabra “puntos”.
sé cuánto valía el dinero por enton- Franca reiría si leyese estas notas.
ces. Recuerdo en cambio que Franca Hablé una tarde con el capitán. Le
me guiñaba los ojos, porque durante conté lo que ocurría en la Universi-
el mes anterior ella había producido dad y hablé de mis temores por mí,
treinta y cinco mil sin poner instituto por Franca. Prometió ayudarme.
ni perder tiempo preparando discí- Al tiempo, vino a decirme que había
pulos incapaces de alcanzar objetivo hecho averiguaciones y que como yo
alguno. Pero una vez casi me instalo. no tenía antecedentes, no debía pre-
Se lo dije a Fukuma. El viejo recomen- ocuparme.
daba que sí: Pero a mediados del setenta y siete,
–¡Metéte! –dijo, y era gracioso oírlo, cuando desapareció un chico del gim-
nasio al que también le había prome- indica que no habrá que mirar ni
tido que no necesitaba preocuparse pensar las cosas que suceden en este
porque no tenía antecedentes, llamé a momento.
Solanas y él me llevó, sin que Franca
supiese, a la oficina aquella a blan- Ochenta y tres. Empieza otro año y
quear. llegan nuevas promociones de alum-
“Blanquear” quería decir contar lo nos. Cada cuatrimestre los estudian-
que uno pensaba, lo que sabía que tes me parecen más jóvenes, más
pensaban o hacían los otros y lo que niños. Es porque en mi memoria los
pensaba que hacían, pensaban o sa- alumnos de antes han seguido cre-
bían los otros. El hombre de la ofici- ciendo o envejeciendo, aunque nunca
na, un canoso muy alto que debía ser los haya vuelto a ver.
el jefe, después de hablar y preguntar En mi memoria crecen y encanecen
durante más de tres horas, aconsejó muchachos y muchachas que murie-
que si algún día me llevaban tenía ron poco después de aprobar el exa-
que convencerlos de que había blan- men final, hace cinco o diez años.
queado, y reclamar que revisaran mis Mi memoria de mí continúa intacta.
hojas en el batallón trescientos y pico. Me imagino como el día que comencé
Después Solanas me aclaró que haber en la cátedra, hace ya doce años.
blanqueado no garantizaba nada, que Tenía veintisiete.
no se podía poner las manos en el Franca tampoco envejeció. Tiene
fuego por nadie y que todo aquel trá- treinta y nueve, mi edad. Hace pun-
mite ”en el mejor de los casos”, podía tos aún, pero jura que el marido no
ser una ayuda. lo sabe.
Creo que todos vieron lo que Vive con él, con los hijitos que tuvie-
62 fue pasando durante aquellos ron con él, y con la suegra, que los
años. Muchos dicen que recién cuida.
ahora se enteran. Otros, más decen- La veo muy pocas veces. Pregunto
tes, dicen que siempre lo supieron, cómo no pudimos seguir siendo feli-
pero que recién ahora lo comprenden. ces.
Pocos quieren reconocer que siempre Ella protesta que es feliz, que ya no
lo supieron y siempre lo entendieron, siente celos, y que ahora es él –el ma-
y que si ahora piensan o dicen pen- rido– quien siente celos. Sabe que
sar cosas diferentes, es porque se ha ella hacía puntos, pero no sabe, o fin-
hecho una costumbre hablar o pensar ge que no sabe, que sigue haciendo
distinto, como antes se había vuelto puntos ahora. Ella dice que él nunca
costumbre aparentar que no se sabía, conocerá lo nuestro, porque si se en-
o hacer creer que se sabía, pero que terase la echaría de la casa, le quitaría
no se comprendía. los hijos o haría cualquier locura. Lo
Se lo aprende en la vida, o en el dojo: cree capaz.
siempre es igual que antes. Para la Cuenta que, salvo alguna situación
gente, lo importante es vivir miran- en la que debió entrar para satisfacer
do hacia donde los otros le señalan, caprichos de los clientes, jamás ha
como si nada sucediera detrás, o más vuelto a acostarse con mujeres, y que
adelante. yo fui la única por quién sintió algo
Si cuando sucedía aquello había que frente y sincero en la vida.
pensar otra cosa, ahora, que hay que Le creo.
pensar en lo que entonces sucedía, Creer, o no creer, no me hace más
ni menos feliz, Claudia volvió a leer Y llora y habla a gritos. ¿Tendré que
hasta aquí y quiere saber si éramos interpretar? Interpreto: –No, nena, no
felices. Digo que sí: –Como con vos. es así. La que quiere salir con otras
Igual que con vos, Claudia –le digo y debés ser vos… No yo… Yo estoy
me parece que está por volver a llorar. muy bien en mi escritorio… Te ponés
¿Llorará? A veces llora. mal… estás haciendo esto –digo para
–No Claudia, celos no, por favor –le sentirte mal, para no estar mejor con-
ruego, porque siento que comienza a migo…
llorar. –Y ella… ¿Podía estar bien con vos?
Y ella me jura que no son celos de mí, –pregunta y me golpea el escritorio.
ni de la otra, sino celos de un tiempo –Sí, Claudia –digo temiendo que vuel-
en el que fuimos muy felices y ella no va a romper algo–, como vos: a veces,
estaba conmigo. como vos hoy, ella tampoco podía…
–Y ahora, Claudia –pregunto–: ¿No Ella no sabe controlar sus reacciones.
somos felices? Desde el rincón del li- Tampoco yo sé controlar mis no–re-
ving me mira sin hablar. acciones. Si actuase como ella desea,
Recién llega de hacer sus puntos y se todo sería distinto. Más violento y
ha puesto a ordenar los discos. Des- confuso –más peligroso pero
pués de un rato dice: –Sí… somos feli- tal vez sería mejor. Apagaré la 63
ces… Pero quisiera que todo esto se te luz.
borre de la podrida cabeza… Veo su silueta moverse en la
Y yo soplo. (Algo así ha de haber sen- semipenumbra del living y reconoz-
tido el caballito de Franca Charreau.) co su intención. Amenazo: –Si seguís,
Ella no pudo oírme, pero se acerca. Claudia, sabés lo que te va a pasar…
Adivino qué va a ocurrir. Pero sigue:
Acerté. –Sos una mierda… ¡Sos una mierda!
Se arrima al escritorio. Espía lo que ¡Sos una renga borracha y podrida
escribo. como las cosas que escribís…! Y gri-
Revuelve mis papeles y empieza, ta. Grita cada vez más: –Sos una puta
como siempre, a hablar de Franca. como Franca… –Ahora todos los veci-
–¡Esa puta…! Andaba con mujeres… nos la escucharán.
¡Se encamaba con todas las putas re- Odio sus miradas indiferentes en
ventadas de Buenos Aires…! Cuando el ascensor, o en el palier. Atentos,
se pone así, Claudia siempre habla educados, fingen no habernos oído
así. nunca. Así son ellos: viven fingien-
Después me dice que soy una estúpi- do, ocultando lo que ocurre detrás.
da, una imbécil, y vuelve a repetir que ¿Como en el cine? Como en un cine.
Franca era una puta. Como en la vida.
–Igual que vos, mi amor –le digo. Que termine. Por los vecinos, pido.
Estoy serena. ¿Será necesario que al- Que no quiero más humillaciones con
guna vez pierda el control y que me los vecinos, digo.
exalte para calmarla? –Dudás de mí – Sigue:
me dice y llora–: ¡No creés en mí! –No –Podrida… Renga… ¡Como lo que es-
nena –digo–, nunca dudé de vos. cribís…! ¡Era una puta…! Grita más,
–Claro –responde–, es porque estás sigue gritando hasta que dejo mi si-
segura, porque salís con otras… Por- lla, la sorprendo por detrás y le cruzo
que te ves con esa puta de Franca… el antebrazo contra la boca haciendo
Por eso… firme su muñeca con el cabo del cin-
turón. Ya no la pueden oír.
Grita por la nariz. Entiendo cada una de sus sílabas: “Borracha”, “renga”, “po-
drida”, “curda”.
¡Tantas veces la oí! La vuelco sobre los almohadones. Se arquea.
Golpea su frente y las orejas contra la alfombra y contra las patas del sofá. No
es fácil sujetarla.
Se marcará.
Cuando termino de atar sus manos me desnudo, manteniéndola quieta con
mi pierna apoyada en su cintura. Chilla por la nariz, sacude la cabeza. Todo
retumba.
Después, desnuda, comienzo a desnudarla. No es fácil; Claudia es fuerte –pesa
cincuenta y ocho–, se mueve y se resiste. Comienzo a acariciarla. Beso sus lá-
grimas. Beso sus ojos, beso su pelo húmedo y siento el gusto de su sangre: otra
vez se le han abierto las cicatrices de la sien.
La abrazo.
Siento cómo se va calmando lentamente.
Entonces paso mis manos tras su espalda y desato el cinturón. La mano libre
de ella se clava en mi cintura, bajo la espalda. Me hiere con sus uñas, pero se
está calmando.
Después se aquieta y nos besamos. Se mezclan gustos en nuestras bocas: las
lágrimas, la sangre y los restos de rimmel y de lápiz de labios. Nos abrazamos
más. Nos apretamos cada vez más y vamos abrazadas a la hamaca o al cuarto,
para hamacarnos, o acariciarnos. Ríe. Reímos juntas y más tarde, después del
baño, cuando salimos a comer, vuelve a reír al recordar la escena de esta noche
y yo río a la par y la gente nos mira reír ¿Pensarán todos que somos muy
64 felices? Tal vez.
Pero aquí nadie nos conoce. Los que solían comer en estos restaurantes
ya no andan más por nuestro barrio.
–Todo cambia –le digo, y querría que entendiese que no le estoy diciendo cual-
quier frase, que en estas dos palabras hay una enseñanza que ella, algún día,
deberá aprender.
–Soy feliz… –me dice, como si hubiera comprendido y confiesa que si encon-
trase un hombre capaz de darle la cuarta parte de la felicidad que ha tenido
conmigo, se iría con él, porque soy una borracha podrida que sólo sabe des-
truir, y repite que soy una borracha, que algún día me olvidará como segura-
mente Franca me ha olvidado.
Y yo río. (¡Tantas veces la gente del restaurante me habrá visto reír…!) Río
porque ella está simulando una pelea para probarme –para provocarme–, pero
cuando pregunta por qué río, miento y respondo que me río de ella, porque si
confesase que río de un país, de una ciudad, de un restaurante y de sus mesas
semejantes donde la gente come menús idénticos al nuestro y todo nos parece
natural, o real, ella no me creería, sentiría que la engaño y hasta sería capaz de
reiniciar otra de sus escenas de violencia.
P
oeta y escritor estadounidense.
A fines de la década de 1970 co-
menzó a publicar sus cuentos en
diversos medios los cuales llama-
ron de inmediato la atención de la crítica.
Ya a mediados de los ’80 era considerado
el mejor escritor estadounidense vivo.
Lucho toda su vida con el alcoholismo,
el cual sólo pudo superar en los últimos
años de su vida. Destacó enormemen-
te como cuentista. Con sus frases cortas,
frías y temas grotescamente cotidianos (el
llamado estilo “carveriano”), ejerció una
influencia inmensa en las generacio-
nes posteriores, y abrió un camino del
cual el cuento aún no acaba de salir. 65
En los últimos años su reputación ha
debido ser reevaluada al descubrirse que
muchos de sus cuentos fueron editados a
tal punto por su editor Godon Lish, que
muchos consideran que el verdadero au-
tor del estilo “carveriano” es Lish, y no
Carver.
Carver también dedicó mucho
esfuerzo a la poesía. Sus poemas, narra-
tivos y punzantes casi como sus cuentos,
parecen evitar la frialdad, y luchan por
hallar un sentido (cualquier sentido), mí-
nimo, personal, cotidiano.
Esta Mañana
Esta mañana pasó algo. Un poco de nieve
esparcida en la calle. El sol flotaba sobre
un cielo azul y claro. El mar estaba azul, azul verdoso
hasta donde pude ver.
Apenas una ola. Calma. Me vestí
y salí a caminar –determinado a no volver
hasta haber cogido lo que la Naturaleza tenía por ofrecerme.
Pasé junto a unos viejos y curvados árboles
Crucé un campo lleno de rocas desparramadas
en el cual la nieve se había amontonado. Seguí adelante
hasta que llegué al acantilado
Desde donde contemplé el mar y el cielo, y
a las gaviotas revolotear sobre la playa blanca
y lejana. Hermoso. Todo bañado por una luz
fría y brillante. Pero, como es usual, mi mente
comenzó a divagar. Tuve que esforzarme para poder ver
lo que estaba viendo y nada más que eso. Tuve que decirme que
ésto es lo que importa y no lo otro. (Y por un minuto o dos, lo logré)
Por un minuto o dos logré apartar de mí las típicas reflexiones
sobre lo que está bien y lo que está mal
-el deber, tiernas memorias, pensamientos sobre la muerte,
sobre cómo debo comportarme con mi ex mujer-.
Todo lo que yo esperaba alejar esta mañana
las cosas que atravieso día a día
lo que he pisoteado de uno en uno para sobrevivir
Pero por un minuto o dos pude olvidarme de mi y del resto.
Sé que lo hice.
Porque cuando me di la vuelta no sabía
dónde estaba. Hasta que unos pájaros aparecieron
de los nudosos árboles. Y volaron
hacia la dirección que yo necesitaba ir.
66
Fotografía de mi padre a los 32 años
Octubre. Aquí en esta húmeda y poco acogedora cocina
Contemplo el avergonzado y joven rostro de mi padre
Sonriendo forzadamente, él sostiene, en una mano
Una ristra de amarillas langostas marinas, mientras que con la otra
Sostiene una botella de cerveza Carlsbad.
P
oeta, novelista y cuentista estadounidense. En su
época de estudiante, y alentada por el poeta Joseph
Brodsky, se dedicó a la poesía, aunque la fama le
llegaría más tarde como novelista, gracias princi-
palmente a “La Historia del Amor” (2005), novela que la
convirtió en una de las nuevas promesas de la literatura.
Aún así, sus poemas no desmerecen y más aún, si-
guen (o anticipan) una línea de contenido (la inmigración,
los ángeles, la fantasía) que atravesaría sus novelas, en es-
pecial, claro “La historia del amor”.
Publicamos la traducción de dos de sus poemas.